Title: Los Sueños, Volume II
Author: Francisco de Quevedo
Editor: Julio Cejador y Frauca
Release date: September 10, 2021 [eBook #66262]
Most recently updated: October 18, 2024
Language: Spanish
Credits: Andrés V. Galia, Sanly Bowitts and the Online Distributed Proofreading Team at https://www.pgdp.net (This file was produced from images generously made available by The Internet Archive)
NOTAS DEL TRANSCRIPTOR
En la versión de texto sin formatear las palabras en itálicas están indicadas _así_ y las palabras en negritas =así=.
La cubierta del libro fue agregada por el Transcriptor y ha sido puesta en el dominio público.
El criterio utilizado para llevar a cabo esta transcripción ha sido el de respetar las reglas de la Real Academia Española vigentes cuando se imprimió la presente edición, que difieren de las actuales. Esto se aplica a las notas producidas por el editor de la obra, Julio Cejador y Frauca. También se adecuó la ortografía de las mayúsculas acentuadas a las reglas establecidas por la RAE.
Sin embargo, en instancias en que el editor o el autor citan textos de otras obras, el criterio seguido fue el de preservar la forma de escritura original. Por consiguiente se advierte al lector que es posible detectar alguna inconsistencia en la ortografía de una misma palabra en dos partes diferentes de la obra.
Errores evidentes de impresión y de puntuación han sido corregidos.
El Índice de capítulos, incluido al final en la publicación original, ha sido trasladado al principio por el Transcriptor.
QUEVEDO
CLÁSICOS CASTELLANOS
QUEVEDO
III
EDICIÓN Y NOTAS DE JULIO CEJADOR Y FRAUCA
MADRID
EDICIONES DE “LA LECTURA”
1917
[Pg 6]
ÍNDICE
PÁG. | |
El mundo por de dentro | 7 |
La hora de todos y la Fortuna con seso | 57 |
[Pg 7]
[Pg 8]
EL MUNDO POR DE DENTRO
[Pg 9]
Sacan las primeras ediciones al margen los asuntos y personas de que se compone el discurso, y son los siguientes: “desengaño, hipocresía, todos son hipócritas en el mundo, hidalgo, caballero, discretos, viejos, niños, niños, en todos los nombres de las cosas hay hipocresía, los pecados todos son hipocresía, hipócritas, entierro y procesión de una difunta, el viudo, explicación del entierro y procesión, viudo, luto y llanto de una viuda, explicación de la tristeza y luto de la viuda, alguaciles tras un ladrón, escribano, corchetes, alguaciles, escribano, rico con carroza, criados y bufones, mujer hermosa con manto, desengaño de la hermosura de la mujer”. El título en el Ms. de Lastanosa aparece de este modo: Discurso del mundo por de dentro y por de fuera.
[Pg 10]
[Pg 11]
Estas burlas, que llevan en la risa disimulado algún miedo provechoso, envío para que vuecelencia se divierta de grandes ocupaciones algún [Pg 12]rato. Pequeña es la demostración; mas yo no puedo dar más, y sólo me consuela ver que la grandeza de vuecelencia a mucho menos hace honra y merced. En la Aldea, abril 26 de 1612[2].
Don Francisco de Quevedo Villegas
[Pg 13]
COMO DIOS ME LO DEPARARE, CÁNDIDO O PURPÚREO, PÍO O CRUEL, BENIGNO O SIN SARNA[3]
Es cosa averiguada, así lo siente Metrodoro Chío y otros muchos, que no se sabe nada y que todos son ignorantes. Y aun esto no se sabe de cierto: que, a saberse, ya se supiera algo; sospéchase. Dícelo así el doctísimo Francisco Sánchez, médico y filósofo, en su libro cuyo título es Nihil scitur: No se sabe nada. En el mundo, fuera de los teólogos, filósofos y juristas, que atienden a la verdad y al verdadero estudio, hay algunos que no saben nada y estudian para saber, y éstos tienen buenos deseos y vano ejercicio: porque, al cabo, sólo les sirve el estudio de [Pg 14]conocer cómo toda la verdad[4] la quedan ignorando. Otros hay que no saben nada y no estudian, porque piensan que lo saben todo. Son déstos muchos irremediables. A éstos se les ha de envidiar el ocio y la satisfacción y llorarles el seso. Otros hay que no saben nada, y dicen que no saben nada porque piensan que saben algo de verdad, pues lo es que no saben nada, y a éstos se les había de castigar la hipocresía con creerles la confesión. Otros hay, y en éstos, que son los peores, entro yo, que no saben nada ni quieren saber nada ni creen que se sepa nada, y dicen de todos que no saben nada y todos dicen dellos lo mismo y nadie miente. Y como gente que en cosas de letras y ciencia tiene [Pg 15]que perder tan poco, se atreven a imprimir y sacar a luz todo cuanto sueñan. Éstos dan que hacer a las imprentas, sustentan a los libreros, gastan[5] a los curiosos y, al cabo, sirven a las especierías[6]. Yo, pues, como uno déstos, y no de los peores ignorantes, no contento con haber soñado el Juicio ni haber endemoniado un alguacil, y, últimamente, escrito el Infierno, ahora salgo (sin ton ni son; pero no importa, que esto no es bailar[7]) con el Mundo por de dentro. Si te agradare y pareciere bien, agradécelo a lo poco que sabes, pues de tan mala cosa[8] te contentas. Y si te pareciere malo, culpa mi ignorancia en escribirlo y la tuya en esperar otra cosa de mí. Dios te libre, lector, de prólogos largos y de malos epítetos.
[Pg 17]
Es nuestro deseo siempre peregrino en las cosas desta vida, y así, con vana solicitud, anda de unas en otras, sin saber hallar patria ni descanso. Aliméntase de la variedad y diviértese con ella, tiene por ejercicio el apetito y éste nace de la ignorancia de las cosas. Pues, si las conociera, cuando cudicioso y desalentado las busca, así las aborreciera, como cuando, arrepentido, las desprecia. Y es de considerar la fuerza grande que tiene, pues promete y persuade tanta hermosura en los deleites y gustos, lo cual dura sólo en la pretensión dellos; porque, en llegando cualquiera a ser poseedor, es juntamente descontento[9]. El mundo, que a nuestro deseo sabe la condición para lisonjearla, pónese delante mudable y vario, porque la novedad[Pg 18] y diferencia es el afeite con que más nos atrae. Con esto acaricia nuestros deseos, llévalos tras sí y ellos a nosotros.
Sea por todas las experiencias mi suceso, pues cuando más apurado me había de tener el conocimiento destas cosas, me hallé todo en poder de la confusión, poseído de la vanidad de tal manera, que en la gran población del mundo, perdido ya, corría donde tras la hermosura me llevaban los ojos, y adonde tras la conversación los amigos, de una calle en otra, hecho fábula de todos. Y en lugar de desear salida al laberinto, procuraba que se me alargase el engaño. Ya por la calle de la ira, descompuesto, seguía las pendencias pisando sangre y heridas; ya por la de la gula veía responder a los brindis turbados. Al fin, de una calle en otra andaba, siendo infinitas, de tal manera confuso, que la admiración aún no dejaba sentido para el cansancio, cuando llamado de voces descompuestas y tirado porfiadamente del manteo[10], volví la cabeza.
Era un viejo venerable en sus canas, maltratado, roto por mil partes el vestido y pisado. No por eso ridículo: antes severo y digno de respeto.
[Pg 19]
—¿Quién eres—dije—, que así te confiesas envidioso de mis gustos? Déjame, que siempre los ancianos aborrecéis en los mozos los placeres y deleites, no que dejáis de vuestra voluntad, sino que, por fuerza, os quita el tiempo. Tú vas, yo vengo. Déjame gozar y ver el mundo.
Desmintiendo[11] sus sentimientos, riéndose, dijo:
—Ni te estorbo ni te envidio lo que deseas; antes te tengo lástima. ¿Tú, por ventura, sabes lo que vale un día? ¿Entiendes de cuánto precio es una hora? ¿Has examinado el valor del tiempo? Cierto es que no, pues así alegre le dejas pasar hurtado de la hora, que, fugitiva y secreta, te lleva preciosísimo robo. ¿Quién te ha dicho que lo que ya fué volverá, cuando lo hayas menester, si lo llamares? Dime: ¿has visto algunas pisadas de los días? No, por cierto, que ellos sólo vuelven la cabeza a reírse y burlarse de los que así los dejaron pasar. Sábete que la [Pg 20]muerte y ellos están eslabonados y en una cadena, y que, cuando más caminan los días que van delante de ti, tiran hacia ti y te acercan a la muerte, que quizá la aguardas y es ya llegada, y, según vives, antes será pasada que creída. Por necio tengo al que toda la vida se muere de miedo que se ha de morir, y por malo al que vive tan sin miedo della como si no la hubiese.[12] Que éste la viene a temer cuando la padece, y, embarazado con el temor, ni halla remedio a la vida ni consuelo a su fin. Cuerdo es sólo el que vive cada día como quien cada día y cada hora puede morir.
—Eficaces palabras tienes, buen viejo. Traído me has el alma a mí, que me la llevaban embelesada vanos deseos. ¿Quién eres, de dónde y qué haces por aquí?
—Mi hábito y traje dice que soy hombre de bien y amigo de decir verdades, en lo roto y poco medrado, y lo peor que tu vida tiene es no haberme visto la cara hasta ahora. Yo soy el Desengaño. Estos rasgones de la ropa son de los tirones que dan de mí los que dicen en el mundo que me quieren, y estos cardenales del rostro, estos golpes y coces me dan en llegando, porque vine y porque me vaya. Que en el mundo todos [Pg 21]decís que queréis desengaño, y, en teniéndole, unos os desesperáis, otros maldecís a quien os le dió, y los más corteses no le creéis. Si tú quieres, hijo, ver el mundo, ven conmigo, que yo te llevaré a la calle mayor, que es adonde salen todas las figuras, y allí verás juntos los que por aquí van divididos, sin cansarte. Yo te enseñaré el mundo como es: que tú no alcanzas a ver sino lo que parece.
—Y ¿cómo se llama—dije yo—la calle mayor del mundo donde hemos de ir?
—Llámase—respondió—Hipocresía. Calle que empieza con el mundo y se acabará con él, y no hay nadie casi que no tenga sino una casa, un cuarto o un aposento en ella. Unos son vecinos y otros paseantes: que hay muchas diferencias de hipócritas, y todos cuantos ves por ahí lo son.
Y, ¿ves aquél que gana de comer como sastre y se viste como hidalgo? Es hipócrita, y el día de fiesta, con el raso y el terciopelo y el cintillo y la cadena de oro, se desfigura de suerte que no le conocerán las tijeras y agujas y jabón y parecerá tan poco oficial, que aun parece que dice verdad.
¿Ves aquel hidalgo con aquél que es como caballero? Pues, debiendo medirse con su hacienda, ir solo, por ser hipócrita y parecer lo que no es, se va metiendo a caballero, y, por sustentar un lacayo, ni sustenta lo que dice ni lo[Pg 22] que hace, pues ni lo cumple ni lo paga. Y la hidalguía y la ejecutoria le sirve sólo de pontífice en dispensarle los casamientos que hace con sus deudas: que está más casado con ellas que con su mujer.
Aquel caballero, por ser señoría, no hay diligencia que no haga y ha procurado hacerse Venecia por su señoría, sino que, como se fundó en el viento para serlo, se había de fundar en el agua. Sustenta, por parecer señor, caza de halcones, que lo primero que matan es a su amo de hambre con la costa y luego el rocín en que los llevan, y después, cuando mucho, una graja o un milano.
Y ninguno es lo que parece. El señor, por tener acciones de grande, se empeña y el grande remeda ceremonia de Rey.
Pues ¿qué diré de los discretos? ¿Ves aquel aciago de cara[13]? Pues, siendo un mentecato, por parecer discreto y ser tenido por tal, se alaba de que tiene poca memoria, quéjase de melancolías, vive descontento y préciase de malregido, y es hipócrita, que parece entendido y es mentecato.
¿No ves los viejos, hipócritas de barbas, con las canas envainadas en tinta, querer en todo parecer muchachos? ¿No ves a los niños preciarse de dar consejos y presumir de cuerdos? Pues todo es hipocresía.
[Pg 23]
Pues en los nombres de las cosas, ¿no la hay la mayor del mundo? El zapatero de viejo se llama entretenedor del calzado. El botero, sastre del vino, porque le hace de vestir. El mozo de mulas, gentilhombre de camino. El bodegón, estado; el bodegonero, contador. El verdugo se llama miembro de la justicia, y el corchete, criado[14]. El fullero, diestro; el ventero, huésped[15]; la taberna, ermita[16]; la putería, casa[17]; las putas, damas[18]; las alcahuetas, dueñas; los cornudos, honrados[19]. Amistad llaman el amancebamiento, trato a la usura, burla a la estafa, gracia la mentira, donaire la malicia, descuido la bellaquería, valiente al desvergonzado, cortesano al vagamundo, al negro moreno[20], señor maestro al albardero [Pg 24]y señor doctor al platicante. Así que, ni son lo que parecen ni lo que se llaman: hipócritas en el nombre y en el hecho.
¡Pues unos nombres que hay generales! A toda pícara, señora hermosa; a todo hábito largo, señor licenciado; a todo gallofero[21], señor soldado; a todo bien vestido, señor hidalgo; a todo capigorrón[22], o lo que fuere, canónigo o arcediano; a todo escribano[23], secretario.
De suerte que todo el hombre es mentira por cualquier parte que le examines, si no es que, ignorante como tú, crea las apariencias[24]. ¿Ves los pecados? Pues todos son hipocresía[25], y en ella empiezan y acaban y della nacen y se alimentan la ira, la gula, la soberbia, la avaricia, la lujuria, la pereza, el homicidio y otros mil.
[Pg 25]
—¿Cómo me puedes tú decir ni probarlo, si vemos que son diferentes y distintos?
No me espanto que eso ignores, que lo saben pocos. Oye y entenderás con facilidad eso, que así te parece contrario, que bien[26] se conviene. Todos los pecados son malos: eso bien lo confiesas. Y también confiesas con los filósofos y teólogos que la voluntad apetece lo malo debajo de razón de bien, y que para pecar no basta la representación de la ira ni el conocimiento de la lujuria sin el consentimiento de la voluntad, y que eso, para que sea pecado, no aguarda la ejecución, que sólo le agrava más, aunque en esto hay muchas diferencias. Esto así visto y entendido, claro está que cada vez que un pecado déstos se hace, que la voluntad lo consiente y lo quiere, y, según su natural, no pudo apetecelle sino debajo de razón de algún bien. Pues ¿hay más clara y más confirmada hipocresía que vestirse del bien en lo aparente para matar con el engaño? ¿Qué esperanza es la del hipócrita?, dice Job[27]. Ninguna, pues ni la tiene por lo que es, pues es malo, ni por lo que parece, pues lo parece y no lo es. Todos los pecadores tienen menos atrevimiento que el hipócrita, pues ellos pecan contra
[Pg 26]
Dios; pero no con Dios ni en Dios. Mas el hipócrita peca contra Dios y con Dios, pues le toma por instrumento para pecar[28].
En esto llegamos a la calle mayor. Vi todo el concurso, que el viejo me había prometido. Tomamos puesto conveniente para registrar lo que pasaba. Fué un entierro en esta forma. Venían envainados en unos sayos grandes de diferentes colores unos pícaros, haciendo una taracea[29] de mullidores[30]. Pasó esta recua incensando[Pg 27][31] con las campanillas. Seguían los muchachos de la dotrina, meninos[32] de la muerte y lacayuelos del ataúd, chirriando[33] la calavera. Seguíanse luego doce galloferos, hipócritas de la pobreza, con doce hachas acompañando el cuerpo y abrigando a los de la capacha[34], que hombreando[35], testificaban el peso de la difunta. Detrás seguía larga procesión de amigos, que acompañaban en la tristeza y luto al viudo, que anegado[36] en capuz de bayeta y devanado[37] en una [Pg 28]chía, perdido el rostro en la falda de un sombrero, de suerte, que no se le podían hallar los ojos, corvos e impedidos los pasos con el peso de diez arrobas de cola que arrastraba, iba tardo y perezoso. Lastimado deste espectáculo.
—¡Dichosa mujer—dije—, si lo puede ser alguna en la muerte, pues hallaste marido, que pasó con la fe y el amor más allá de la vida y sepultura! ¡Y dichoso viudo, que ha hallado tales amigos, que no sólo acompañan su sentimiento, pero que parece que le vencen en él! ¿No ves qué tristes van y suspensos?
El viejo, moviendo la cabeza y sonriéndose, dijo:
—¡Desventurado! Eso todo es por de fuera y parece así; pero ahora lo verás por de dentro y verás con cuánta verdad el ser desmiente a las apariencias. ¿Ves aquellas luces, campanillas y mullidores[38], y todo este acompañamiento piadoso, que es sufragio cristiano y limosnero? Esto es saludable; mas las bravatas que [Pg 29]en los túmulos sobrescriben podrición y gusanos, se podrían excusar. Empero también los muertos tienen su vanidad y los difuntos y difuntas su soberbia[39]. Allí no va sino tierra de menos fruto y más espantosa de la que pisas, por sí no merecedora de alguna honra ni aun de ser cultivada con arado ni azadón. ¿Ves aquellos viejos que llevan las hachas? Pues algunos no las atizan para que atizadas alumbren más, sino porque atizadas a menudo se derritan más y ellos hurten más cera para vender. Éstos son los que a la sepultura hacen la salva en el difunto y difunta, pues, antes que ella lo coma ni lo pruebe, cada uno le ha dado un bocado, arrancándole un real o dos; mas con todo esto tiene el valor de la limosna. ¿Ves la tristeza de los amigos? Pues todo es de ir en el entierro y los convidados van dados al diablo con los que convidaron; que quisieran más pasearse o asistir a sus negocios. Aquél que habla de mano[40] con el otro le va diciendo [Pg 30]que convidar a entierro y a misacantanos[41], donde se ofrece, que no se puede hacer con un amigo y que el entierro sólo es convite para la tierra pues a ella solamente llevan que coma. El viudo no va triste del caso y viudez; sino de ver que, pudiendo él haber enterrado a su mujer en un muladar y sin costa y fiesta ninguna, le hayan metido en semejante baraúnda y gasto de cofradías y cera, y entre sí dice que le debe poco, que, ya que se había de morir, pudiera haberse muerto de repente, sin gastarle en médicos, barberos ni boticas y no dejarle empeñado en jarabes y pócimas. Dos ha enterrado con ésta, y es tanto el gusto, que recibe de enviudar, que ya va trazando el casamiento con una amiga que ha tenido, y, fiado con su mala condición y endemoniada vida, piensa doblar el capuz[42] por poco tiempo.
Quedé espantado de ver todo esto ser así, diciendo:
—¡Qué diferentes son las cosas del mundo de como las vemos! Desde hoy perderán conmigo [Pg 31]todo el crédito mis ojos y nada creeré menos de lo que viere.
Pasó por nosotros el entierro, como si no hubiera de pasar por nosotros tan brevemente, y como si aquella difunta no nos fuera enseñando el camino y muda no nos dijera a todos:
“Delante voy, donde aguardo a los que quedáis, acompañando a otros, que yo vi pasar con ese propio descuido”.
Apartónos desta consideración el ruido que andaba en una casa a nuestras espaldas. Entramos dentro a ver lo que fuese, y al tiempo que sintieron gente comenzó un plañido, a seis voces, de mujeres que acompañaban una viuda. Era el llanto muy autorizado; pero poco provechoso al difunto. Sonaban palmadas de rato en rato, que parecía palmeado de diciplinantes. Oíanse unos sollozos estirados, embutidos de suspiros, pujados[43] por falta de gana. La casa estaba despojada, las paredes desnudas. La cuitada estaba en un aposento escuro sin luz ninguna, lleno de bayetas, donde lloraban a tiento. Unas decían:
—Amiga, nada se remedia con llorar.
Otras:
—Sin duda goza de Dios.
Cuál la animaba a que se conformase con la [Pg 32]voluntad del Señor. Y ella luego comenzaba a soltar el trapo[44], y llorando a cántaros[45] decía:
—¿Para qué quiero yo vivir sin Fulano? ¡Desdichada nací, pues no me queda a quien volver los ojos! ¡Quién ha de amparar a una pobre mujer sola!
Y aquí plañían todas con ella y andaba una sonadera de narices, que se hundía la cuadra. Y entonces advertí que las mujeres se purgan en un pésame déstos, pues por los ojos y las narices echan cuanto mal tienen. Enternecíme y dije:
—¡Qué lástima tan bien empleada es la que se tiene a una viuda!, pues por sí una mujer es sola, y viuda mucho más. Y así su nombre es de mudas sin lengua[46]. Que eso significa la [Pg 33]voz que dice viuda en hebreo[47], pues ni tiene quien hable por ella ni atrevimiento, y como se ve sola para hablar, y aunque hable, como no la oyen, lo mismo es que ser mudas y peor[48].
[Pg 34]
Esto remedian[49] con meterse a dueñas. Pues en siéndolo, hablan de manera, que de lo que las sobra pueden hablar todos los mudos y sobrar palabras para los tartajosos y pausados. Al marido muerto llaman el que pudre[50]. Mirad cuáles son éstas, y si muerto, que ni las asiste, ni las guarda, ni las acecha, dicen que pudre, ¿qué dirían cuando vivo hacía todo esto?
—Eso—respondí—es malicia que se verifica en algunas; mas todas son un género femenino desamparado, y tal como aquí se representa en esta desventurada mujer. Dejadme, dije al viejo, llorar semejante desventura y juntar mis lágrimas a las destas mujeres.
El viejo, algo enojado, dijo:
—¿Ahora lloras, después de haber hecho ostentación vana de tus estudios y mostrádote docto y teólogo, cuando era menester mostrarte prudente? ¿No aguardaras a que yo te hubiera declarado estas cosas para ver cómo [Pg 35]merecían que se hablase dellas? Mas ¿quién habrá que detenga la sentencia ya imaginada en la boca? No es mucho, que no sabes otra cosa, y que a no ofrecerse la viuda, te quedabas con toda tu ciencia en el estómago. No es filósofo el que sabe dónde está el tesoro, sino el que trabaja y le saca[51]. Ni aun ése lo es del todo, sino el que después de poseído usa bien dél. ¿Qué importa que sepas dos chistes y dos lugares, si no tienes prudencia para acomodarlos? Oye, verás esta viuda, que por de fuera tiene un cuerpo de responsos[52], cómo por de dentro tiene una ánima de aleluyas[53], las tocas negras y los pensamientos verdes[54]. ¿Ves la escuridad del aposento y el estar cubiertos los rostros con [Pg 36]el manto? Pues es porque así, como no las pueden ver, con hablar un poco gangoso, escupir[55] y remedar sollozos, hace un llanto casero y hechizo[56], teniendo los ojos hechos una yesca[57]. ¿Quiéreslas consolar? Pues déjalas solas y bailarán en no habiendo con quien cumplir, y luego las amigas harán su oficio:
—¡Quedáis moza y es malograros! Hombres habrá que os estimen. Ya sabéis quién es Fulano, que cuando no supla la falta del que está en la gloria, etc.
Otra:
—Mucho debéis a don Pedro, que acudió en este trabajo. No sé qué me sospeche. Y, en verdad, que si hubiera de ser algo..., que por quedar tan niña os será forzoso...
Y entonces la viuda, muy recoleta de ojos y muy estreñida de boca, dice:
—No es ahora tiempo deso. A cargo de Dios está: él lo hará, si viere que conviene.
Y advertid que el día de la viudez es el día que más comen estas viudas, porque para animarla[Pg 37] no entra ninguna que no le dé un trago. Y le hace comer[58] un bocado, y ella lo come, diciendo:
—Todo se vuelve ponzoña.
Y medio mascándolo dice:
—¡Qué provecho puede hacer esto a la amarga viuda que estaba hecha a comer a medias todas las cosas y con compañía, y ahora se las habrá de comer todas enteras sin dar parte[59] a nadie de puro desdichada?
Mira, pues, siendo esto así, qué a propósito vienen tus exclamaciones.
Apenas esto dijo el viejo, cuando arrebatados de unos gritos, ahogados en vino, de gran ruido de gente, salimos a ver qué fuese. Y era un alguacil, el cual con sólo un pedazo de vara[60] en la mano y las narices ajadas, deshecho el cuello, sin sombrero y en cuerpo, iba pidiendo favor al Rey, favor a la justicia, tras un ladrón, que en seguimiento de una iglesia, y no de puro buen cristiano, iba tan ligero como pedía la necesidad y le mandaba el miedo.
Atrás, cercado de gente, quedaba el escribano lleno de lodo, con las cajas en el brazo izquierdo, escribiendo sobre la rodilla. Y noté [Pg 38]que no hay cosa que crezca tanto en tan poco tiempo como culpa en poder de escribano, pues en un instante tenía una resma al cabo.
Pregunté la causa del alboroto. Dijeron que aquel hombre que huía era amigo del alguacil, y que le fió no sé qué secreto tocante en delito, y, por no dejarlo a otro que lo hiciese, quiso él asirle. Huyósele, después de haberse dado muchas puñadas[61], y viendo que venía gente, encomendóse a sus pies y fuese a dar cuenta de sus negocios a un retablo.
El escribano hacía la causa, mientras el alguacil con los corchetes, que son podencos del verdugo que siguen ladrando, iban tras él y no le podían alcanzar. Y debía de ser el ladrón muy ligero, pues no le podían alcanzar soplones[62], que por fuerza corrían como el viento.
—¿Con qué podrá premiar una república el celo deste alguacil, pues, porque yo y el otro tengamos nuestras vidas, honras y haciendas[63], ha aventurado su persona? Éste merece mucho con Dios y con el mundo. Mírale cual va roto y herido, llena de sangre la cara, por alcanzar aquel delincuente y quitar un tropezón a la paz del pueblo.
[Pg 39]
—Basta—dijo el viejo—. Que si no te van a la mano, dirás un día entero. Sábete que ese alguacil no sigue a este ladrón ni procura alcanzarle por el particular y universal provecho de nadie; sino que, como ve que aquí le mira todo el mundo, córrese de que haya quien en materia de hurtar le eche el pie delante, y por eso aguija por alcanzarle. Y no es culpable el alguacil porque le prendió, siendo su amigo, si era delincuente. Que no hace mal el que come de su hacienda; antes hace bien y justamente. Y todo delincuente y malo, sea quien fuere, es hacienda del alguacil y le es lícito comer della. Éstos tienen sus censos sobre azotes y galeras, y sus juros sobre la horca. Y créeme que el año de virtudes para éstos y para el infierno es estéril. Y no sé cómo, aborreciéndolos el mundo tanto, por venganza[64] dellos no da en ser bueno adrede por uno o por dos años, que de hambre y de pena se morirían. Y renegad de oficio que tiene situados sus gajes donde los tiene situados Belcebú.
—Ya que en eso pongas también dolo, ¿como lo podrás poner en el escribano, que le hace la causa, calificada con testigos?
—Ríete deso—dijo—. ¿Has visto tú alguacil [Pg 40]sin escribano algún día? No, por cierto. Que, como ellos salen a buscar de comer, porque (aunque topen un inocente) no vaya a la cárcel sin causa, llevan escribano que se la haga. Y así, aunque ellos no den causa para que les prendan, hácesela el escribano, y están presos con causa. Y en los testigos no repares, que para cualquier cosa tendrán tantos como tuviere gotas de tinta el tintero: que los más en los malos oficiales los presenta la pluma y los examina la cudicia. Y si dicen algunos lo que es verdad, escriben lo que han menester[65] y repiten lo que dijeron. Y para andar como había de andar el mundo, mejor fuera y más importara que el juramento, que ellos toman al testigo que jure a Dios y a la cruz decir verdad en lo que le fuere preguntado, que el testigo se lo tomara a ellos de que la escribirán como ellos la dijeren. Muchos hay buenos escribanos, y alguaciles muchos; pero de sí el oficio es con los buenos como la mar con los muertos,[Pg 41] que no los consiente, y dentro de tres días los echa a la orilla. Bien me parece a mí un escribano a caballo y un alguacil con capa y gorra honrando unos azotes, como pudiera un bautismo detrás de una sarta de ladrones que azotan; pero siento que, cuando el pregonero dice:
“A estos hombres por ladrones, que suene el eco en la vara del alguacil y en la pluma del escribano”.
Más dijera si no le tuviera la grandeza[66] con que un hombre rico iba en una carroza tan hinchado, que parecía porfiaba a sacarla de husillo[67], pretendiendo parecer tan grave, que a las cuatro bestias aún se lo parecía, según el espacio con que andaban. Iba muy derecho, preciándose de espetado, escaso de ojos y avariento de miraduras, ahorrando cortesías con todos, sumida la cara en un cuello abierto hacia arriba, que parecía vela en papel, y tan olvidado de sus conjunturas, que no sabía por donde volverse a hacer una cortesía ni levantar el brazo a quitarse el sombrero, el cual parecía miembro, según estaba fijo y firme. Cercaban el coche cantidad de criados traídos con [Pg 42]artificio, entretenidos con promesas y sustentados con esperanzas. Otra parte iba de acompañamiento de acreedores, cuyo crédito sustentaba toda aquella máquina. Iba un bufón en el coche entreteniéndole.
—Para ti se hizo el mundo—dije yo luego que le vi—, que tan descuidado vives y con tanto descanso y grandeza. ¡Qué bien empleada hacienda! ¡Qué lucida! ¡Y cómo representa bien quién es este caballero!
—Todo cuanto piensas—dijo el viejo—es disparate y mentira, y cuanto dices, y sólo aciertas en decir que el mundo sólo se hizo para éste. Y es verdad, porque el mundo es sólo trabajo y vanidad, y éste es todo vanidad y locura. ¿Ves los caballos? Pues comiendo se van, a vueltas de la cebada y paja, al que la fía a éste y por cortesía de las ejecuciones trae ropilla[68]. Más trabajo le cuesta la fábrica de sus embustes para comer, que si lo ganara cavando. ¿Ves aquel bufón? Pues has de advertir que tiene por bufón al que le sustenta y le da lo que tiene. ¿Qué más miseria quieres destos ricos, que todo el año andan comprando mentiras y adulaciones, y gastan sus haciendas en falsos testimonios? Va aquél tan contento, porque el truhán le ha dicho que no hay [Pg 43]tal príncipe como él, y que todos los demás son unos escuderos, como si ello fuera así. Y diferencian muy poco[69], porque el uno es juglar del otro. Desta suerte el rico se ríe con el bufón, y el bufón se ríe del rico, porque hace caso de lo que lisonjea.
Venía una mujer hermosa trayéndose de paso los ojos que la miraban y dejando los corazones llenos de deseos. Iba ella con artificioso descuido escondiendo el rostro a los que ya la habían visto y descubriéndole a los que estaban divertidos. Tal vez se mostraba por velo, tal vez por tejadillo[70]. Ya daba un relámpago de cara con un bamboleo de manto, ya se hacía brújula mostrando un ojo solo, y, tapada de medio lado, descubría un tarazón[71] de mejilla. Los cabellos martirizados hacían sortijas a las sienes. El rostro era nieve y grana y rosas que se conservaban en amistad, esparcidas por labios, cuello y mejillas. Los dientes transparentes y las manos, que de rato en rato nevaban el manto, abrasaban los corazones. El talle y paso, ocasionando pensamientos[Pg 44] lascivos. Tan rica y galana como cargada de joyas recebidas y no compradas. Vila, y, arrebatado de la naturaleza, quise seguirla entre los demás, y, a no tropezar en las canas del viejo, lo hiciera. Volvíme atrás diciendo[72]:
—Quien no ama con todos sus cinco sentidos una mujer hermosa, no estima a la naturaleza su mayor cuidado y su mayor obra. Dichoso es el que halla tal ocasión, y sabio el que la goza. ¡Qué sentido no descansa en la belleza de una mujer, que nació para amada del hombre! De todas las cosas del mundo aparta y olvida su amor correspondido, teniéndole todo en poco y tratándole con desprecio. ¡Qué ojos tan honestamente hermosos! ¡Qué mirar tan cauteloso y prevenido en los descuidos de un alma libre! ¡Qué cejas tan negras, esforzando recíprocamente la blancura de la frente! ¡Qué mejillas, donde la sangre mezclada con la leche engendra lo rosado que admira! ¡Qué labios encarnados, guardando perlas, que la risa muestra con recato! ¡Qué cuello! ¡Qué manos! ¡Qué talle! Todos son causa de perdición, y juntamente disculpa del que se pierde por ella.
—¿Qué más le queda a la edad que decir y al apetito que desear?—dijo el viejo—. Trabajo [Pg 45]tienes, si con cada cosa que ves haces esto[73]. Triste fué tu vida; no naciste sino para admirado. Hasta ahora te juzgaba por ciego, y ahora veo que también eres loco, y echo de ver que hasta ahora no sabes para lo que Dios te dió los ojos ni cuál es su oficio: ellos han de ver, y la razón[74] ha de juzgar y elegir; al revés lo haces, o nada haces, que es peor. Si te andas a creerlos, padecerás mil confusiones, tendrás las sierras por azules, y lo grande por pequeño, que la longitud y la proximidad engañan la vista. ¡Qué río caudaloso no se burla della, pues para saber hacia dónde corre es menester una paja o ramo que se lo muestre! ¿Viste esa visión[75], que acostándose fea se hizo esta mañana hermosa ella misma[76] y hace extremos grandes? Pues sábete que las mujeres lo primero que se visten, en despertando, es una cara, una garganta y unas manos, y luego las sayas. Todo cuanto ves en ellas es tienda[77] y no natural. ¿Ves el cabello? Pues comprado[Pg 46] es y no criado. Las cejas tienen más de ahumadas que de negras; y si como se hacen cejas se hicieran las narices, no las tuvieran. Los dientes que ves y la boca era, de puro negra, un tintero, y a puros polvos se ha hecho salvadera. La cera de los oídos se ha pasado[78] a los labios, y cada uno es una candelilla. ¿Las manos? Pues lo que parece blanco es untado. ¿Qué cosa es ver una mujer, que ha de salir otro día a que la vean, echarse la noche antes en adobo, y verlas acostar las caras hechas cofines de pasas, y a la mañana irse pintando sobre lo vivo como quieren? ¿Qué es ver una fea o una vieja querer, como el otro tan celebrado nigromántico[79], salir de nuevo de [Pg 47]una redoma? ¿Estásla mirando? Pues no es cosa suya. Si se lavasen las caras, no las conocerías. Y cree que en el mundo no hay cosa tan trabajada como el pellejo de una mujer hermosa, donde se enjugan y secan y derriten más jalbegues[80] que sus faldas desconfiadas de sus personas. Cuando quieren halagar algunas narices, luego se encomiendan a la pastilla y al sahumerio o aguas de olor, y a veces los pies disimulan el sudor con las zapatillas de ámbar[81]. Dígote que nuestros sentidos están en ayunas de lo que es mujer y ahítos de lo que le parece. Si la besas, te embarras [Pg 48]los labios; si la abrazas, aprietas tablillas y abollas cartones; si la acuestas contigo, la mitad dejas debajo de la cama en los chapines; si la pretendes, te cansas; si la alcanzas, te embarazas; si la sustentas, te empobreces; si la dejas, te persigue; si la quieres, te deja. Dame a entender de qué modo es buena, y considera ahora este animal soberbio con nuestra flaqueza, a quien hacen poderoso nuestras necesidades, más provechosas sufridas o castigadas, que satisfechas, y verás tus disparates claros. Considérala padeciendo los meses, y te dará asco, y, cuando está sin ellos, acuérdate que los ha tenido y que los ha de padecer, y te dará horror lo que te enamora, y avergüénzate de andar perdido por cosas que en cualquier estatua de palo tienen menos asqueroso fundamento[82].
Mirando estaba yo confusión de gente tan grande, cuando dos figurones, entre fantasmas y colosos, con caras abominables y facciones traídas, tiraron una cuerda. Delgada me pareció y de mil diferentes colores, y dando gritos por unas simas que abrieron por bocas, dijeron:
—Ea, gente cuerda, alto a la obra.
[Pg 49]
No lo hubieron dicho cuando de todo el mundo, que estaba al otro lado, se vinieron a la sombra de la cuerda muchos, y, en entrando, eran todos tan diferentes, que parecía trasmutación o encanto. Yo no conocí a ninguno.
—¡Válgate Dios por cuerda—decía yo—, que tales tropelías haces!
El viejo se limpiaba las lagañas, y daba unas carcajadas sin dientes, con tantos dobleces de mejillas, que se arremetían a sollozos mirando mi confusión.
—Aquella mujer allí fuera estaba más compuesta que copla, más serena[83] que la de la mar, con una honestidad en los huesos, anublada de manto, y, en entrando aquí, ha desatado las coyunturas, mira de par en par[84], y por los ojos está disparando las entrañas a aquellos mancebos, y no deja descansar la lengua en ceceos, los ojos en guiñaduras, las manos en tecleados de moño[85].
[Pg 50]
—¿Qué te ha dado, mujer? ¿Eres tú la que yo vi allí?
—Sí es—decía el vejete con una voz trompicada[86] en toses y con juanetes de gargajos—, ella es; mas por debajo de la cuerda[87] hace estas habilidades.
—Y aquél que estaba allí tan ajustado de ferreruelo, tan atusado[88] de traje, tan recoleto de rostro, tan angustiado de ojos, tan mortificado de habla, que daba respeto y veneración—dije yo—, ¿cómo no hubo pasado, cuando se descerrajó de mohatras y de usuras? Montero de necesidades, que las arma trampas, y perpetuo vocinglero del tanto más cuanto[89], anda acechando logros.
[Pg 51]
—Ya te he dicho que eso es por debajo de la cuerda.
—¡Válate el diablo por cuerda, que tales cosas urdes! Aquél que anda escribiendo billetes, sonsacando virginidades, solicitando deshonras, y facilitando maldades, yo lo conocí a la orilla de la cuerda, dignidad gravísima.
—Pues por debajo de la cuerda tiene esas ocupaciones—respondió mi ayo.
—Aquél que anda allí juntando bregas, azuzando[90] pendencias, revolviendo caldos, aumentando cizañas, y calificando porfías y dando pistos a temas[91] desmayadas, yo lo vi fuera de la cuerda revolviendo libros, ajustando leyes, examinando la justicia, ordenando peticiones, dando pareceres: ¿cómo he de entender estas cosas?
—Ya te lo he dicho—dijo el buen caduco—. Ese propio[92] por debajo de la cuerda hace lo [Pg 52]que ves, tan al contrario de lo que profesa. Mira aquél que fuera de la cuerda viste a la brida en mula tartamuda de paso, con ropilla y ferreruelo y guantes y receta, dando jarabes, cual anda aquí a la brida en un basilisco[93], con peto y espaldar y con manoplas, repartiendo puñaladas de tabardillos, y conquistando las vidas, que allí parecía que curaba. Aquí por debajo de la cuerda está estirando las enfermedades para que den de sí y se alarguen, y allí parecía que rehusaba las pagas de las visitas. Mira, mira aquel maldito cortesano, acompañante perdurable de los dichosos, cual andaba allí fuera a la vista de aquel ministro, mirando las zalemas de los otros para excederlas, rematando las reverencias en desaparecimientos; tan bajas las hacía por pujar[94] a otros la ceremonia, que tocaban en de buces[95]. ¿No le viste siempre inclinada la cabeza como si recibiera bendiciones y negociar de puro humilde a lo Guadiana por debajo de tierra, y aquel amén sonoro y anticipado a todos los otros bergantes a cuanto el patrón dice y contradice? Pues mírale allí por debajo de la [Pg 53]cuerda royéndole los zancajos[96], que ya[97] se le ve el hueso, abrasándole en chismes, maldiciéndole y engañándole, y volviendo en gestos y en muecas las esclavitudes de la lisonja, lo cariacontecido del semblante, y las adulaciones menudas del coleo[98] de la barba y de los entretenimientos de la jeta[99]. ¿Viste allá fuera aquel maridillo[100] dar voces que hundía el barrio: “Cierren esa puerta, qué cosa es ventanas, no quiero coche, en mi casa me como, calle y pase, que así hago yo”, y todo el séquito de la negra honra? Pues mírale por debajo de la cuerda encarecer con sus desabrimientos los encierros de su mujer. Mírale amodorrido[101] con una promesa, y los negocios, [Pg 54]que se le ofrecen cuando le ofrecen: cómo vuelve a su casa con un esquilón por tos tan sonora, que se oye a seis calles. ¡Qué calidad tan inmensa y qué honra halla en lo que come y en lo que le sobra, y qué nota en lo que pide y le falta, qué sospechoso es de los pobres, y qué buen concepto tiene de los dadivosos y ricos, qué a raíz tiene el ceño de los que no pueden más, y qué a propósito las jornadas para los precipitados de dádiva! ¿Ves aquel bellaconazo que allí está vendiéndose por amigo de aquel hombre casado y arremetiéndose a hermano, que acude a sus enfermedades y a sus pleitos y que le prestaba y le acompañaba? Pues mírale por debajo de la cuerda añadiéndole hijos y embarazos en la cabeza y trompicones[102] en el pelo. Oye cómo reprendiéndoselo aquel vecino, que parece mal que entre a cosas semejantes en casa de su amigo, donde le admiten y se fían dél y le abren la puerta a todas horas, él responde: “Pues qué: ¿Queréis que vaya donde me aguarden con una escopeta, no se fían de mí y me niegan la entrada? Eso sería ser necio, si estotro es ser bellaco”.
[Pg 55]
Quedé muy admirado de oír al buen viejo y de ver lo que pasaba por debajo de la cuerda en el mundo, y entonces dije entre mí.
—Si a tan delgada sombra, fiando su cubierta del bulto de una cuerda, son tales los hombres, ¿qué serán debajo de tinieblas de mayor bulto y latitud?
Extraña cosa era de ver cómo casi todos se venían de la otra parte del mundo a declararse de costumbres en estando debajo de la cuerda. Y luego a la postre vi otra maravilla, que siendo esta cuerda de una línea invisible, casi debajo della cabían infinitas multitudes, y que hay debajo de cuerda en todos los sentidos y potencias, y en todas partes y en todos oficios. Y yo lo veo por mí, que ahora escribo este discurso, diciendo que es para entretener, y por debajo de la cuerda doy un jabón[103] muy bueno a los que prometí halagos muy sazonados. Con esto el viejo me dijo:
—Forzoso es que descanses. Que el choque de tantas admiraciones y de tantos desengaños fatigan el seso, y temo se te desconcierte la imaginación. Reposa un poco para que lo que resta te enseñe y no te atormente.
Yo tal estaba, que di conmigo en el sueño y en el suelo obediente y cansado.
[Pg 56]
NOTAS:
[1] La dedicatoria es enteramente diferente en la edición de Pamplona de 1631 y en el Ms. de Lastanosa. Hela aquí: “A don Pedro Girón, Duque de Osuna (a). Éstas son mis obras: claro está que juzgará vuecelencia que siendo tales no me han de llevar al cielo; mas como (b) yo no pretendía dellas más de que en este mundo me den nombre y el que más estimo es (c) de criado de vuecelencia, se las envío para que, como a tan gran príncipe las honre; lograrán de paso la enmienda. Dé Dios á vuecelencia su gracia y salud; que lo demás merecido lo tiene al mundo su virtud y grandeza. En la Aldea (d), abril 26 de 1612.—Don Francisco Quevedo Villegas”.
a) “y conde de Ureña”. (Ms. de Lastanosa).
b) “ya no pretenda de ellas más que en este mundo”. (Ídem).
c) “el de criado de vuecelencia, se las invío para que como tan gran príncipe”. (Ídem).
d) “abril 1623.—Don Francisco Gómez de Quevedo y Villegas”. (Ídem).
[2] 1610 es el año que fijaron los Juguetes de la niñez en 1629 y desde entonces hasta hoy viene reproduciéndose.
[3] Deparare; en A: depare. Adviértase que con cándido, pío y benigno quiere decir lo mismo, no menos, que con purpúreo, cruel y sin sarna, que le moleste criticándole.
[4] Toda la verdad. En el Libro de vidas y dichos graciosos, agudos y sentenciosos de muchos notables varones griegos y romanos, traducción por Juan Jarava, de los Apotegmas de Erasmo, se lee (Anvers, 1549, fol. 87): “Esto se loa y se tiene en más que todas las otras cosas que dijo (Sócrates), porque decía que no sabía otra cosa sino esto sólo, que no sabía nada. Porque se inquiría e informaba de cada una cosa como dudando. No porque de verdad no tuviese algo de cierto sabido; mas con esta ironía y contrario sentido declaraba su modestia y reprendía la soberbia de los otros, que se decían saberlo todo, como de hecho no supiesen nada. Unos sofistas decían públicamente que responderían de presto y sin pensar a toda materia y cuestión propuesta. La ignorancia destos soberbios destruía muchas veces Sócrates con argumentos, y por esto fué juzgado por Apollo sabio, porque, aunque no supiese todas las cosas, como ni los otros las sabían, pero en esto los excellía, que conocía su ignorancia, como ellos no supiesen tampoco esto, que no sabían nada”.
[5] Gastan, hacen gastar dinero en comprar los libros: notable uso de gastar como factitivo, esto es, hacer gastar.
[6] En A P: emprentas; en A: especerías.
[7] Sin ton ni son... no es bailar, alude al origen del dicho, según lo declaramos en el primer sueño, del bailar sin música, a destiempo.
[8] De tan mala cosa, retruécano, el mundo es mala cosa, no mi discurso.
[9] Descontento. Como que el deseo es tendencia a una cosa; lograda, el deseo desaparece, quedando uno descontento, porque todo el contento se cifraba, no en la cosa, sino en desearla.
[10] “unas grandes y descompuestas voces y tirado muy porfiadamente del manteo”. (Edic. de Barcelona, 1635).
[11] Desmentir es lo que hoy dicen despistar o hacer perder la pista, bonito verbo moderno, bien formado y que no tiene que ver con el dépister francés, que vale lo contrario, dar con la pista de alguno, descubrir, indagar. Pero no se olvide el clásico desmentir. Diablo coj., 7: “Don Cleofás y su camarada no salían de su posada por desmentir las espías”. Saavedra, Empr., 45: “Borrar con la cola las huellas para desmentir al cazador”. En el texto vale disfrazar para desmentir o despistar, como factitivo, al modo que en Zamora, Monarquía mist., 3, 86, 2: “Cuando se desdeña el rey de entrar en una casa, entra disfrazado, desmintiendo el nombre”.
[12] Acuérdase Quevedo del Petrarca, De Remediis utriusque fortunae.
[13] Aciago de cara; en P: ciego de cara. Aciago, encapotado y nublado, de mal agüero, metáfora aquí del tiempo que amaga tormenta, triste, melancólico.
[14] “del alguacil”. (Ms. de Lastanosa).
[15] Huésped. Quij., 1, 2: “Pensó el huésped”. Ídem, 1, 32: “A lo cual respondió la huéspeda”.
[16] Ermita, y añaden de Baco. Ilustre fregona: “Visitaba pocas veces las ermitas de Baco”.
[17] Casa, propiamente casa llana, por estar allanada o abierta para todos. Rufián dichoso, 1: “De los de la casa llana”.
[18] Damas. Coloquio de las damas, del Aretino, traducido por Fernán Xuárez, Sevilla, 1607.
[19] Honrados. Guzmán de Alfarache, 2, 3, 5: “Pero los más honrados basta que dejen la casa franca y se vayan a la comedia o al juego de los trucos, cuando acaso les faltan las comisiones”.
[20] Moreno. Celoso extremeño: “Enseñó a tañer a algunos morenos”.
[21] Gallofero, mendigo, que pide la gallofa. Lazarillo, 2: “Tú, vellaco y gallofero eres”.
[22] Capigorrón, o capigorrista, que anda de capa y gorra para más fácilmente vivir libre y ocioso, sobre todo los estudiantes. Píc. Just., f. 91: “Llegaron otros ocho capigorrones tan grandes bellacos como los primeros”. Colmenares, Hist. Segov., pl. 774: “Acercándose un capigorrón, mozo insolente”. Laber. amor, 2: “Capigorrón, brodista, pordiosero”. Ídem, 1: “Estudiantes capigorristas”.
[23] “fraile motilón, o lo que fuere, reverencia y aun paternidad; a todo escribano”. (Edic. de Pamplona, 1631, y el Ms.).
[24] a las apariencias. (Ms. de Lastanosa), las experiencias en la edición definitiva y en la de don Aureliano.
[25] “que son hipocresía”. (Ms.).
[26] Qué bien; en A: cuán bien.
[27] Job, 27, 8: “Quae est enim spes hypocritae?” Y en el 8, 13: “Et spes hypocritae peribit”.
[28] Y por eso, como quien sabía lo que era y lo aborrecía tanto sobre todas las cosas, Cristo, habiendo dado muchos preceptos afirmativos a sus discípulos, sólo uno les dió negativo, diciendo: “No queráis ser como los hipócritas 'tristes'”. (Mat., VI.) De manera que con muchos preceptos y comparaciones los enseñó cómo habían de ser: ya como luz, ya como sal, ya como el convidado, ya como el de los talentos. Y lo que no habían de ser todo lo cerró en decir solamente: “No queráis ser como los hipócritas 'tristes', advirtiendo que en no ser hipócritas está el no ser en ninguna manera malos, porque el hipócrita es malo de todas maneras”. (Edic. de Pamplona y el Ms.).
[29] Taracea, o ataracea, adorno o disposición de una cosa de dos colores echados como a manchas con proporción y hermosura. Saavedra, Repúbl., pl. 89: “Se daban a hacer escritorios de taracea y mesas de diversas piedras engastadas en mármol”.
[30] Mullidor, el que mulle, y mullir aquí por muñir o llamar y convocar, de monere, como en Fonseca, Vid. Cristo, 3. 27: “Sácanse lutos, cómpranse hachas, múllense cofradías, convídanse gentes, vístense pobres, alquílanse endecheras”. Muñidor o mullidor, el criado de las cofradías, que sirve para avisar a los hermanos las fiestas, entierros y otros ejercicios a que deben concurrir. Dice Quevedo que los pícaros muñidores ofrecían a los ojos con sus sayos de diferentes colores como una vistosa taracea.
[31] Incensando; en A: incitando.
[32] Meninos, caballericos que entraban en palacio a servir a la Reina o a los Príncipes niños. Nieremberg, S. Luis Gonz., 4: “En España hizo el Rey a nuestro Luis y a sus dos hermanos meninos del príncipe don Diego”.
[33] “gritando su letanía, luego las Órdenes, y tras ellas los clérigos, que, galopeando los responsos, cantaban de portante, abreviando, porque no se derritiesen las velas y tener tiempo para sumir otro”. (Edición de Pamplona y el Ms. referidos). Chirriando la calavera quiere decir cantando la letanía detrás del difunto con sus vocecillas chirrionas.
[34] Los de la capacha, los de la religión de San Juan de Dios, llamados así del vulgo porque en sus principios pedían y recogían la limosna para los pobres en unas capachas o cestillas de palma. Cerv., Casam. engañoso, pl. 350: “Ya v. m. habrá visto, dijo el alférez, dos perros, que con dos linternas andan de noche con los hermanos de la capacha, alumbrándolos cuando piden limosna”.
[35] Hombreando, hacer fuerza con los hombros para sostener o tirar. L. Grac., Crit., 1, 6: “Porque no tiene espaldas, que a tenerlas, él hombreara”.
[36] Anegado, aquí por sumergido, metido en el capuz.
[37] Devanado en una chía, envuelto en la chía, como el hilo se devana y envuelve en la devanadera. Exagera lo largo de la chía o manto negro, regularmente de bayeta, que se ponía sobre el capuz y cubría hasta las manos, usado en los lutos. Pantoja, Rom., 2: “Viste el corazón de chía | y de capuz la memoria”. El capuz era vestidura larga, a modo de capa, cerrada por delante, que se ponía encima de la demás ropa y se traía por luto, la cual era de paño o bayeta negra y tenía una cauda, que arrastraba por detrás, y Quevedo, exagerándola, dice que pesaba diez arrobas.
[38] Mullidores; en A: muñidores.
[39] “¿Quién no juzgara que los unos alumbran algo y que los otros no es algo lo que acompañan y que sirve de algo tanto acompañamiento y pompa? Pues sabe que lo que allí va no es nada. Porque aún en vida lo era y en muerte dejó ya de ser y que no le sirve de nada todo; sino que también los muertos tienen su vanidad y los difuntos y difuntas su soberbia”. (Edic. de Pamplona y el Ms.).
[40] Hablar de mano, gesticular.
[41] Misacantano, el clérigo que canta misa nueva. Crotalón, 17: “El padre, de su parte, convidó todos sus parientes, vecinos y amigos, juntamente con sus mujeres, y Cenón, misacantano, de la suya, llamó a todos sus preceptores”.
[42] Doblar el capuz, plegarlo para guardarlo hasta el entierro de la nueva mujer. En S: doblarla el capuz en poco tiempo.
[43] Pujados, como empujados a la fuerza.
[44] Soltar el trapo, dar rienda suelta al llanto, a la risa, sentimiento, vicio, etc., tomado del soltar la vela al viento. Igualmente echar trapo. Valderrama, Teatro, Dif., 5: “La mesana y contramesana, el chafaldete y cebadera y el papahigo, y no queda trapo que no eche”. Esteb., 3: “Llegamos a la faluca y echamos todo el trapo”. No lo entendió bien Correas, cuando dijo (p. 141): “Echó el trapo” (Para decir que uno echó el resto e hizo mucho o todo su poder en una cosa. Comenzó en Andalucía a semejanza del dinero atado en trapo).
[45] Llorar a cántaros, ponderación que trasladó Quevedo del llover a cántaros, que es lo común. Cáceres, ps. 10: “Lloverá el cielo sobre ellos miserias, afanes y desventuras a cántaros”.
[46] “les dió la Sagrada Escritura nombre de mudas”. (La edic. de Pamplona).
[47] Viuda en hebreo suena almȃnȃ (אַלמָנָה), y, según Gesenius, deriva de (םלא) ȃlam, atar, ser atado, enmudecer, callarse, como en persa sebȃn besten, linguan ligare est obmutescere, y en árabe, jhubsat ligatio es lo mismo que silentium y ghaquida ligatum y sermone impeditum esse.
[48] Mucho cuidado tuvo Dios dellas en el testamento viejo, y en el nuevo las encomendó mucho. Por san Pablo: “¡cómo el Señor cuida de los solos y mira lo humilde de lo alto!” “No quiero vuestros sábados y festividades, dijo por Isaías, y el rostro aparto de vuestros inciensos, cansado me tienen vuestros holocaustos, aborrezco vuestras calendas y solemnidades. Lavaos y estaos limpios, quitad lo malo de vuestros deseos, pues lo veo yo. Dejad de hacer mal, aprended a hacer bien, buscad a la justicia, socorred al oprimido, juzgad en su inocencia al huérfano, defended a la viuda”. Fué creciendo la oración de una obra buena en otra buena más acepta y por suma caridad puso el defender la viuda. Y está escrito con la providencia del Espíritu Santo decir: “Defended a la viuda”, porque, en siéndolo, no se puede defender, como hemos dicho, y todos la persiguen. Y es obra tan acepta a Dios ésta, que añade el Profeta consecutivamente, diciendo: “Y si lo hiciéredes, venid y argüídme”. Y conforme a esta licencia que da Dios de que le arguyan los que hicieren bien y se apartaren del mal y socorrieren al oprimido y miraren por el huérfano y defendieren la viuda, bien pudo Job argüír a Dios, libre de las calumnias que por argüír con él le pusieron sus enemigos, llamándole por ello atrevido e impío, que lo hiciese con esta del capítulo 31, donde dice: “¿Negué yo por ventura lo que me pedían los pobrecitos? ¿Hice aguardar los ojos de la viuda?”, que convienen con lo dicho, como quien dice: “Ella no puede, porque es muda, con palabras, sino con los ojos, poniendo delante su necesidad”. El rigor de la letra hebrea dice: “O consumí los ojos de la viuda”, que eso hace el que no se duele del que la mira para que la socorra, porque no tiene voz para pedirle. (Edición de Pamplona, 1631).
[49] Esto remedian, parece decirlo el viejo, al cual luego Quevedo responde. Contra las dueñas o viudas de respeto que guardaban a las demás criadas en las casas de los señores, hablaron todos nuestros escritores críticos y todos lo saben por el Quijote.
[50] El que pudre, ya enterrado.
[51] “las cosas, sino el que las hace, como no es rico el que sabe dónde está el tesoro, sino el que le saca y le trabaja”. (Ms).
[52] Cuerpo de responsos, como muerto de puro viejo.
[53] De aleluyas, de alegría, pues se cantan en Pascua y suenan alegría en hebreo.
[54] Verde decimos del viejo que alimenta pensamientos y deseos de mozo, y de las conversaciones y palabras que frisan en cosas de mozos enamorados. P. Vega, ps. 5, v. 24 y 25, d. 2, proem.: “Un mancebo, que debió tener alguna conversación verde y de mozo con una liviana de su pueblo”. Guevara, Menospr. Corte. 12: “Qué cosa es oír a un viejo en la Corte..., y con todo esto que han visto y mucho más que por él ha pasado, tan verde se está en el pecar”. Coloq. perros: “Salta por aquel viejo verde que tú conoces”. Cabrera, p. 81: “¡Qué de jueces viejos y venerandos, que tienen más verdes los pensamientos!” Obreg., 1, 6: “Dejan pasar los verdes años sin acordarse de la vejez”.
[55] “Escupir, sonar, arremedar” (A).
[56] Hechizo, de factitium, hecho por arte, aposta y adrede, de donde falso y fingido. L. Grac, Crit., 3, 5: “Aquélla es la tiranía de la fama hechiza”. Guerra, Cuaresma, Ceniza: “Úsanse unas cruces hechizas, que sólo tienen de cruz las apariencias”.
[57] Hechos una yesca, de secos, sin lágrimas verdaderas, término común de comparación.
[58] En S: y le haga. En este caso había que escribir: que no le dé un trago y le haga comer.
[59] “a solas”. (Ms).
[60] “con sólo un tarazón de vara” (A).
[61] “haberle dado muchas puñaladas” (B); haber dado (P); haberle (M).
[62] Soplones, los porquerones, que vimos los llamaban así del ir con el soplo al alguacil.
[63] “seguras”. (Ms).
[64] por vengarse (A); por vergüenza (P).
[65] Lo que han menester. En P: han de menester. Decíase haber menester y haber de menester, como ser menester y ser de menester, aunque Juan Mir asegura no haberse dicho haber de menester. Corr., 517: “Haber menester como el pan de la boca. (Varía personas y tiempos: Helo menester como el pan de la boca; habíalo menester como el pan de la boca)”. Docum. archivo de Madrid, 3, p. 33: “Por quanto la dicha villa auia de menester de enbiar la dicha carta”. S. Abril, Andr.: “Pero ¿qué es menester palabras?” L. Rueda, Registr. pas. 2: “¿Cuántos huevos son de menester para una clueca?” (Repítese tres veces).
[66] “divirtiera la grandeza”. (Ms).; “detuviera” (S).
[67] Husillo, eje de carro o carroza. A. Pérez, Ceniza, f. 10: “Es como mandarnos untar los ejes y el husillo del carro para que no rechine”.
[68] Ropilla, ropa pobre.
[69] “y se diferencian en muy poco” (A S).
[70] Tejadillo, la postura del manto de las mujeres encima de la frente, dejándola descubierta. Nótese el realismo recio y español de esta maravillosa descripción.
[71] Tarazón, pedazo, de tarazar. Guevara, Avis. priv., 18: “En otro banquete vi dar lechones rellenos con tarazones de lampreas y de truchas”.
[72] En A: atrás diciendo.
[73] En S: haces lo mismo.
[74] En B: y luego la razón.
[75] Visión, dícese de lo imaginado sin realidad, de las apariciones y fantasmas, de donde persona ridícula y fea. Quev., Mus. 6, r. 72: “Visión cecial destestable, | rellena de crocodilos, | aspaviento ya carroño, | mandrágula con zollipo”.
[76] “a sí mesma” (Ms)..
[77] Tienda, ostentación, de donde decimos vender y venderse por. F. Aguado, Crist., 19. 9: “Y véndeme el vicio con nombre de virtud”. J. Pin., Agr., 2, 22: “Que os vendéis por tan bueno como los religiosos”.
[78] Cera de los oídos se ha pasado a los labios, alude a las cerillas de afeites, de que habla La Celestina, 1.
[79] marqués de Villena, salir (M S). El famoso don Enrique de Villena, tío de don Juan II, que “fué muy gran letrado y supo muy poco en lo que le cumplía”, que dice la Coronica de dicho Rey, por su mala maña y peor ventura en cuanto emprendió. El cual, por su “amor de las escrituras, no se deteniendo en las sciencias notables e católicas, dexóse correr a algunas viles o raeces artes de adevinar e interpretar sueños y esternudos y señales e otras cosas tales, que ni a príncipe real e menos a católico christiano convenian”, como dice Fernán Pérez de Guzmán en las Generaciones y semblanzas. Habiendo quemado fray Lope Barrientos, por orden del Rey, “algunos” de sus libros “e los otros quedaron en su poder”, tomaron su nombre los astrólogos, alquimistas y embaucadores, como símbolo y enseña, y la leyenda de mágico que aún en vida comenzó a formársele, creció más y más, hasta el punto de que “el teatro y la novela, como dice M. Pelayo (Antol., V, XXXVII), se apoderaron ávidamente de tales invenciones, y desde La Cueva de Salamanca, de Alarcón; Lo que quería ver el Marqués de Villena, de Rojas, y La Visita de los chistes, de Quevedo, hasta La Redoma encantada, de Hartzenbusch, y el ingenioso cuento de Bremón, La Hierba de fuego, don Enrique ha sido protagonista obligado de comedias de magia y narraciones fantásticas, y prosigue en su redoma hecho jigote y picadillo para renacer continuamente y servir de solaz a las futuras generaciones infantiles”. Forjóse el cuento y corrió por todas partes que don Enrique había ordenado que, muerto, le picasen e hiciesen jigote, encerrándolo en una redoma para volver a segunda vida.
[80] Jalbegue, posverbal de jalbegar, y se usan en Extremadura, derivados de enjalbegar y enjalbegue, como si en- fuese preposición; de ex-albicare, blanquear, encalar, afeitar el rostro. L. Rueda, 2, 234: “Enjalbegase aquel rostro”.
[81] Zapatillas de ámbar, perfumadas de ámbar, como los coletos de ámbar, que así se llamaban.
[82] Aquí concluye el texto en la edición de Pamplona y en el Ms.
[83] Serena se decía por sirena. J. Mena, Pecad. mort.: “Huid o callad, serenas”.
[84] De par en par, del abrir enteramente ambas hojas de la puerta, y por metáfora, enteramente abierto, sin embarazo. A. Pérez, Dom., 1 cuar., f. 133: “El pellejo duro, empero tan adelgazado, que se podían ver por él de par en par las entrañas”.
[85] Tecleados de moños, acción de teclear en el moño, componiéndoselo con los dedos, como suelen, para atraer las miradas y dejando ver su continua ansia de aliñarse.
[86] Trompicar, dar trompicones. Gallo, Job, 53, 28: “Andar de día a ciegas y de noche trompicando”. Rebullosa, Teatro, p. 306: “Los derriban trompicando en un valle de miserias”.
[87] “Por debajo de la cuerda. (Dícese cuando se juega a la pelota en un corredor, puesta una cuerda, y pasa la pelota por debajo, y así en otras cosas: echar faltas por debajo de la cuerda)”. (Corr., 603). Pero aquí está tomado de lo que se hace tirando encubiertamente de una cuerda, así que por debajo de cuerda es lo que por debajo de mano, escondidamente, con intento solapado. L. Grac., Crit., 2, 7: “Para hacer bajo cuerda cuanto quieren y todo va bajo manga”.
[88] Atusado; en B: atufado.
[89] El tanto más cuanto. Andar, ponerse en tanto más cuanto, en cuentas y regateos. Quev., Cuent. de cuent.: “Quitaos de cuentos y no andéis en tanto más cuanto”. H. Santiago, Dom., 2 cuar, p. 216: “Antes que el hombre se ponga en tanto más cuanto, Dios le enseña hoy más que lo que le puede caber en la codicia”.
[90] Azuzando, así en M S; en la edición corregida, aguzando. En M S: alimentando cizañas.
[91] Tema femenino es porfía y terquedad. No se confunda con el masculino tema, voz moderna tomada del griego. Dar pistos a temas desmayadas es alimentarlas como a enfermo, con alimentos líquidos y fáciles, que ésos son los pistos.
[92] Ese propio, mismo. A. Álv., Silv. Fer., 6 cen., 6 c.: “Si fuere moderado..., nada desto se le pega al Señor, sino a ti propio te heciste mejor”. Dos Hablad.: “Tiene mi mujer la propia enfermedad”. J. Pin., Agr., 2, 7: “Vos soléis decir que está mal dicho yo propio, y es lo que comúnmente se usa en esta tierra”.
[93] Basilisco, por matar con sola la vista.
[94] Pujar, acrecentar o subir la puja o puesta en subastas, ganarle por la mano, adelantarle en ceremonias.
[95] De buces, como de bruces y de buzos, bajando la cabeza, y díjose el uno de buz, como el otro de buruz, de cabeza, que suena en vascuence.
[96] Roerle los zancajos a uno es hablar mal de él por detrás, como gozquejo que ladra, y se tira a los zancajos o talones. Cáceres, ps. 100: “Aquéllos que andaban royendo los zancajos: 'Detrahentem secreto proximo suo'”.
[97] Que ya, tanto, que de tanto roérselos, se le ve el hueso. Sobre el que comparativo véase Cejador, Leng. de Cervantes, I, 266, 17.
[98] Coleo, posverbal de colear, menear la cola.
[99] Jeta, los labios y narices como salientes, a modo de hocico y trompa. Quev., Son., 48: “Llamava labio y jeta comedera”.
[100] Maridillo le llama, por ser poco marido, a fuer de consentidor, que por una promesa que le haga se amansa y amodorra, vase de casa y al volver tose fuerte para que el otro y ella sepan que llega y se pongan de pura visita de etiqueta. Todo ello lo había bien pintado Mateo Alemán.
[101] “sueño de los que no pueden”. (Edic. de Madrid de 1648 y siguientes). Quiere decir que a los que no tienen que dar no les da el menor pie para que pretendan su mujer ni menos tomen alas en su casa, que esto es tenerles el ceño a raíz, que no salga afuera; en cambio, a los generosos déjales el campo libre, inventando viajes y ausencias, como hacía Guzmán de Alfarache.
[102] Trompicones, la cornamenta. A la cabeza dicen M S.
[103] Corr., 574: “Dar jabón. (Por una reprensión)”.
[Pg 57]
LA HORA DE TODOS Y LA FORTUNA CON SESO
[Pg 59]
CANÓNIGO DE LA SANTA IGLESIA DE TOLEDO,
PRIMADA DE LAS ESPAÑAS
Este libro tiene parentesco con vuesa merced, por tener su origen de una palabra que le oí. A vuesa merced debe el nacimiento; a mí, el crecer. Su comunicación es estudio para el bien atento, pues con pocas letras que pronuncia, ocasiona discursos. Tal es la genealogía déste. Doyle lo que es suyo en la sustancia y lo que es mío en la estatura y bulto. Su título es: La Hora de todos y la Fortuna con seso. Todos me deberán una hora, por lo menos, y la Fortuna sacarla de los orates, que lo más ha vivido entre locos. El tratadillo, burla burlando[104], es de veras. Tiene cosas de las cosquillas,[Pg 60] pues hace reír con enfado y desesperación. Extravagante reloj, que, dando una hora sola, no hay cosa que no señale con la mano[105]. Bien sé que le han de leer unos para otros[106] y nadie para sí. Hagan lo que mandaren y reciban unos y otros mi buena voluntad. Si no agradare lo que digo, bien se le puede perdonar a un hombre ser necio una hora, cuando hay tantos que no lo dejan de ser una hora en toda su vida. Vuesa merced, señor don Álvaro, sabe empeñarse[107] por los amigos y desempeñarlos. Encárguese desta defensa, que no será la primera que le deberé. Guarde Dios a vuesa merced, como deseo. Hoy 12 de marzo de 1636.
NOTAS:
[104] Corr., 588: “Burla burlando. (Cuando se hace algo sin intentarlo)”, o como en broma, al parecer, e intentándolo de veras, como quien no quiere la cosa. Como si se dijera: burlando burla (objeto intrínseco). También burla burlanga. F. Silva, Celest., 25: “Burla burlando, por mi vida, que me requirió de amores”. Lazar., 1: “Visto esto y las malas burlas, que el ciego burlaba de mí, determiné de todo en todo dejarle”.
[105] Que no señale con la mano o manecilla del reloj. La de este reloj alude a fulano y mengano, a todo el mundo, por ser la hora de todos cuando suena.
[106] Leer para otro, achacando a otro lo que dice la lectura y saliéndose él mismo afuera, como si no fuera con él.
[107] Empeñarse, tomar por su cuenta y con empeño; desempeñarlo, librarle. Zabaleta, Día f., 1, 8: “El cortesano se empeña por definir el duelo”. H. Sant., Dom. 3 cuar.: “Que le desempeña el alma, que le rescata deste cautiverio”.
[Pg 61]
Si eres idólatra o pagano, que vale tanto, no te escandalices, oh amigo lector, porque llame a tus dioses a concejo a son de cuerno de Baco. Que cuernos dieron a Júpiter, por lo que le llamaron Cornupeta y Ammon, como quien de carnero le topa, y ya ves qué honrados debieron ser los cuernos cuando coronar debieron la cabeza del padre de los dioses. Mas si, como presumo, fueses jordanesco de casta y te hubiese caído el rocío del cielo sobre la crisma, que Dios te liberte de maleficios; détese una higa de que te enseñe con dioses falsos o verdaderos. Que, como tú te enmiendes de lo que pecar sueles, tanto vale el hisopo como el tridente, si es que no te gustan más los pinchonazos del uno que los asperges del otro; que, a tal gusto, con ellos te queda, que a mí me basta con el aspersilo, mas que sea de sotana raída y de bonete torcido. No te rías porque se ría el libro, que[Pg 62] éste lo hace de ti viéndote panarra o inocente, que no le entiendes, o pícaro, que te apartas del consejo; y cuida que, aunque cuando, después de cerrado y dado al Leteo, que es el que lleva lo bueno y lo malo al estanque sucio del olvido, se esconde dentro de los pliegues de la conciencia para roerlas a sabor suyo cuando mejor le viene, y tú no puedas evitarlo.
A todos llega la hora siempre temprano, porque es dama muy madrugona y nada perezosa. Y así, cuando veas la del vecino, no te creas lejano de la tuya, que te está echando la zarpa y entretejiendo el lazo con que ha de ahogarte. Si te amarga la verdad escrita, échate un pedacito de enmienda al alma y la endulzarás. Porque, si no, ha de avinagrarse y causarte indigestión de muerte, que es la peor y para la que no alcanzan las drogas de acá abajo, porque los boticarios de lametón no han dado todavía con la píldora de la vida, siendo así que calzan borla de doctores en las de la muerte.
No te fíes en que no te ha nevado la edad el cabello: que hay canas que van tras los años y años que atraen las canas, y que la vida pasa, cuando le place al del ojo grande, sin que necesite poner mojones de aviso ni llamar con campanillas: que hay soplos que matan lo que no mata un terremoto.
[Pg 63]
Si te amoscas porque te sorprenda en tus cálculos, peor para ti si no los das de mano. Que yo cumplo con descubrirlos a tu conciencia, que se alegra de ello tanto como tú lo lloras. Vierte lágrimas, pero sin asemejarte al cocodrilo. Recógelas, que tu alma las necesita para la hora, si son de arrepentido. Mira que a los rayos de Júpiter nada se esconde, y que el fuego de Vulcano todo lo abrasa. Dirígete a Apolo y te escudará en su carro, si fervorizante le pides. Y porque más has de ver de lo que yo te diga y mi libro te enseñe, léelo con la mano en el seno y ráscate, cuando te pique: que para sermón de lego ya es bastante sin licencia del Prior.—(Ms. de Lista.)
[Pg 64]
[Pg 65]
I. | Un médico. |
II. | Un azotado. |
III. | Los chirriones. |
IV. | La casa del ladrón ministro. |
V. | El usurero y sus alhajas. |
VI. | El hablador plenario. |
VII. | Senadores votan un pleito. |
VIII. | El casamentero. |
IX. | El poeta culto. |
X. | La buscona y el guardainfante. |
XI. | El criado favorecido y el amo. |
XII. | La casada que se afeita. |
XIII. | Gran señor que visita su cárcel. |
XIV. | Mujeres diferentes que van por la calle. |
XV. | Potentado después de comer. |
XVI. | Codiciosos y tramposos. |
XVII. | Arbitristas en Dinamarca. |
XVIII. | Las alcahuetas y las chillonas. |
XIX. | El letrado y los pleiteantes. |
XX. | Los taberneros. |
XXI. | Enjambre de pretendientes. |
XXII. | Hombres que piden prestado. |
XXIII. | La imperial Italia. |
XXIV. | El caballo de Nápoles. |
XXV. | Los dos ahorcados. |
XXVI. | El gran Duque de Moscovia y los tributos. |
XXVII. | Un fullero. |
XXVIII. | Los holandeses. |
XXIX. | El gran Duque de Florencia. |
XXX. | El alquimista. |
XXXI. | Los tres franceses y el español. |
XXXII. | La serenísima república de Venecia. |
XXXIII. | El Dux y Senado de Génova. |
XXXIV. | Los alemanes herejes. |
XXXV. | El Gran Señor de los turcos. |
XXXVI. | Los de Chile y los holandeses. |
XXXVII. | Los negros. |
XXXVIII. | El serenísimo Rey de Ingalaterra. |
XXXIX. | Los judíos se juntan en su Salónique. |
XL. | Los pueblos y súbditos de Príncipes y sus repúblicas. |
[Pg 66]
[Pg 67]
NOTAS:
[108] En el Ms. del señor Duque de Frías son árabes los números de cada uno de ellos, y están pospuestos al suceso respectivo.
Los asuntos de esta obra se anotan al margen de la correspondiente plana en la edición de Zaragoza de 1650, en la siguiente forma: “Médicos, alguaciles, escribanos, boticarios, mujeres afeitadas, gangosos, teñidos, adinerado ladrón de hidalguía postiza, mohatrero, hablador, senadores, casamentero, poeta culto, buscona, galán con pantorrillas postizas, calvos y teñidos[109], mujer afeitada, dueña, doncellita, visita de cárcel, damas que encubren años, a pie, en coches, en sillas de manos, lisonjeros de señores y potentados, embusteros y tramposos, arbitristas, cobradores y ejecutores, alcahuetas y chillonas, dueñas, letrado, abogado, pasante, procurador, escribano, relator, taberneros, pretendientes, envestidores que piden prestado, Italia, Roma, Saboya, España, Francia, Italia, Venecia, Nápoles, Duque de Osuna, Virrey de Nápoles, rufianes ahorcados, médicos, tributos, fullero y tramposo, Holanda, romanos, Gran Duque de Florencia, alquimista, miserable, carbonero, franceses, español, Venecia, Italia, privado, alemanes, el Gran Turco, Duque de Osuna, España y españoles, artillería, emprenta, holandeses en Chile, negros, Inglaterra, sinagoga y judíos, monopantos, oro y plata, triaca, varias naciones y malcontentos, Duque de Saboya, ginovés, contra el gobierno repúblico, legisladores y mujeres, nota, francés y italiano, valido, tiranos, de qué se ha de cuidar en una república, consejeros, premios, jueces, pastores”.
En igual forma se encuentran en casi todas las impresiones anteriores a la de Bruselas, 1660, donde los asuntos se sacan al pie con llamadas. En las españolas del siglo pasado se pusieron como epígrafes al principio de cada capítulo.
[109] “Criado de señor endemoniado”. (Ms. de la Biblioteca Nacional, T. 153, pág. 240, v).
[Pg 69]
Júpiter[110], hecho de hieles[111], se desgañitaba[112] poniendo los gritos en la tierra. Porque ponerlos [Pg 70]en el cielo[113], donde asiste, no era encarecimiento a propósito. Mandó que luego a consejo viniesen todos los dioses trompicando[114]. Marte, don Quijote de las deidades, entró con sus armas y capacete y la insignia de viñadero[115] enristrada, echando chuzos[116], y a su lado, el panarra[117] de los dioses, Baco, con su cabellera de pámpanos, remostada[118] la vista, y en la boca, por lagar vendimias de retorno[119] derramadas, la palabra bebida, el paso trastornado y todo el celebro en poder de las uvas.
Por otra parte, asomó con pies descabalados[120] [Pg 71] Saturno, el dios marimanta[121], comeniños, engulléndose sus hijos a bocados. Con él llegó, hecho una sopa[122], Neptuno, el dios aguanoso, con su quijada de vieja por cetro, que eso es tres dientes en romance, lleno de cazcarrias[123] y devanado[124] en ovas, oliendo a viernes[125] y vigilias, haciendo lodos con sus vertientes en el cisco[126] de Plutón, que venía en su seguimiento. Dios dado a los diablos, con una cara afeitada con hollín y pez, bien zahumado con alcrebite[127] y pólvora, vestido de cultos[128] tan escuros, que no le amanecía todo el buchorno del sol, que venía en su seguimiento con su cara de azófar y sus barbas de oropel. Planeta bermejo y andante, devanador de vidas,[Pg 72] dios dado a la barbería, muy preciado de guitarrilla y pasacalles, ocupado en ensartar un día tras otro y en engazar[129] años y siglos, mancomunado con las cenas[130] para fabricar calaveras.
Entró Venus, haciendo rechinar los coluros con el ruedo del guardainfante[131], empalagando de faldas a las cinco zonas, a medio afeitar la jeta y el moño[132], que la encorozaba de pelambre la cholla, no bien encasquetado, por la prisa. Venía tras ella la Luna, con su cara en rebanadas, estrella en mala moneda[133], luz en cuartos, doncella de ronda y ahorro de lanternas y candelillas. Entró con gran zurrido el dios Pan, resollando con dos grandes piaras de númenes, [Pg 73]faunos, pelicabros y patibueyes[134]. Hervía todo el cielo de manes y lemures y penatillos y otros diosecillos[135] bahunos[136]. Todos se repantigaron en sillas y las diosas se rellanaron, y, asestando las jetas a Júpiter con atención reverente, Marte se levantó, sonando a choque de cazos y sartenes, y con ademanes de la carda[137], dijo:
—Pesia[138] tu hígado[139], oh grande Coime[140], que pisas el alto claro, abre esa boca y garla: que parece que sornas.
Júpiter, que se vió salpicar de jacarandinas[141] los oídos y estaba, siendo verano y asándose el mundo, con su rayo en la mano haciéndose chispas,[Pg 74] cuando fuera mejor hacerse aire con un abanico, con voz muy corpulenta, dijo:
—Vusted envaine y llámeme a Mercurio.
El cual, con su varita de jugador[142] de manos y sus zancajos pajaritos[143] y su sombrerillo hecho en horma de hongo, en un santiamén y en volandas[144] se le puso delante. Júpiter le dijo:
—Dios virote[145], dispárate al mundo y tráeme aquí, en un cerrar y abrir de ojos[146], a la Fortuna asida de los arrapiezos[147].
Luego, el chisme del Olimpo[148], calzándose dos cernícalos por acicates, se despareció, que ni fué oído ni visto[149], con tal velocidad, que verle partir y volver fué una misma acción de la vista. Volvió hecho mozo de ciego y lazarillo, [Pg 75]adestrando a la Fortuna, que con un bordón en la una mano venía tentando y de la otra tiraba de la cuerda que servía de freno a un perrillo.
Traía por chapines una bola, sobre que venía de puntillas, y hecha pepita de una rueda, que la cercaba como a centro, encordelada de hilos y trenzas, y cintas, y cordeles y sogas, que con sus vueltas se tejían y destejían. Detrás venía, como fregona, la Ocasión, gallega de coramvobis[150], muy gótica de facciones, cabeza de contramoño, cholla bañada de calva de espejuelo y en la cumbre de la frente un solo mechón, en que apenas había pelo para un bigote. Era éste más resbaladizo que anguilla, culebreaba deslizándose al resuello[151] de las palabras. Echábasele de ver en las manos que vivía de fregar y barrer[152] y de fregar los arcaduces y de vaciar los que la Fortuna llevaba.
Todos los dioses mostraron mohina de ver a la Fortuna, y algunos dieron señal de asco cuando ella, con chillido desentonado, hablando a tiento, dijo:
[Pg 76]
—Por tener los ojos acostados y la vista a buenas noches[153], no atisbo quién sois los que asistís a este acto; empero, seáis quien fuéredes, con todos hablo, y primero contigo, oh Jove, que acompañas las toses de las nubes con gargajo trisulco[154]. Dime: ¿qué se te antojó ahora de llamarme, habiendo tantos siglos que de mí no te acuerdas? Puede ser que se te haya olvidado a ti y a esotro vulgo de diosecillos lo que yo puedo, y que así he jugado contigo y con ellos como con los hombres.
Júpiter, muy prepotente, la respondió:
—Borracha, tus locuras, tus disparates y maldades son tales, que persuaden a la gente mortal que, pues no te vamos a la mano, que no hay dioses, que el cielo está vacío y que soy un dios de mala muerte[155]. Quéjanse que das a los delitos lo que se debe a los méritos, y los premios de la virtud, al pecado; que encaramas en los tribunales a los que habías de subir a la horca, que das las dignidades a quien habías de quitar las orejas y que empobreces y abates a quien debieras enriquecer.
La Fortuna, demudada y colérica, dijo:
[Pg 77]
—Yo soy cuerda y sé lo que hago, y en todas mis acciones ando pie con bola[156]. Tú, que me llamas inconsiderada y borracha, acuérdate que hablaste por boca de ganso[157] en Leda[158], que te derramaste en lluvia de bolsa[159] por Dánae, que bramaste y fuiste Inde toro pater[160] por Europa, que has hecho otras cien mil picardías y locuras y que todos ésos y ésas que están contigo han sido avechuchos, hurracas y grajos, cosas que no se dirán de mí. Si hay beneméritos arrinconados y virtuosos sin premios, no toda la culpa es mía: a muchos se los ofrezco que los [Pg 78]desprecian, y de su templanza fabricáis mi culpa. Otros, por no alargar la mano a tomar lo que les doy, lo dejan pasar a otros, que me lo arrebatan sin dárselo. Más son los que me hacen fuerza que los que yo hago ricos; más son los que me hurtan lo que les niego que los que tienen lo que les doy. Muchos reciben de mí lo que no saben conservar: piérdenlo ellos y dicen que yo se lo quito. Muchos me acusan por mal dado en otros lo que estuviera peor en ellos. No hay dichoso sin invidia de muchos; no hay desdichado sin desprecio de todos. Esta criada me ha servido perpetuamente. Yo no he dado paso sin ella. Su nombre es la Ocasión. Oídla; aprended a juzgar de una fregona.
Y desatando la taravilla[161] la Ocasión, por no perderse a sí misma, dijo:
—Yo soy una hembra que me ofrezco a todos. Muchos me hallan, pocos me gozan. Soy Sansona femenina, que tengo la fuerza en el cabello. Quien sabe asirse a mis crines[162], sabe defenderse[Pg 79] de los corcovos de mi ama. Yo la dispongo, yo la reparto, y de lo que los hombres no saben recoger y gozar me acusan. Tiene repartidas la necedad por los hombres estas infernales cláusulas:
“Quién dijera, no pensaba, no miré en ello, no sabía, bien está, qué importa, qué va ni viene, mañana se hará, tiempo hay, no faltará ocasión, descuidéme, yo me entiendo, no soy bobo, déjese deso, yo me lo pasaré, ríase de todo, no lo crea, salir tengo con la mía, no faltará, Dios lo ha de proveer, más días hay que longanizas, donde una puerta se cierra otra se abre, bueno está eso, qué le va a él, paréceme a mí, no es posible, no me diga nada, ya estoy al cabo, ello dirá, ande el mundo, una muerte debo a Dios, bonito soy yo para eso, sí por cierto, diga quien dijere, preso por mil, preso por mil y quinientos, no es posible, todo se me alcanza, mi alma en mi palma, ver veamos, diz que, y pero, y quizás”.
Y el tema de los porfiados:
“Dé donde diere”.
Estas necedades hacen a los hombres presumidos, perezosos y descuidados. Éstas son el [Pg 80]hielo en que yo me deslizo, en éstas se trastorna la rueda de mi ama y trompica la bola que la sirve de chapín. Pues si los tontos me dejan pasar, ¿qué culpa tengo yo de haber pasado? Si a la rueda de mi ama son tropezones y barrancos, ¿por qué se quejan de sus vaivenes? Si saben que es rueda, y que sube y baja, y que, por esta razón, baja para subir y sube para bajar, ¿para qué se devanan en ella? El sol se ha parado; la rueda de la Fortuna, nunca. Quien más seguro pensó haberla fijado el clavo[163], no hizo otra cosa que alentar con nuevo peso el vuelo de su torbellino. Su movimiento digiere las felicidades y miserias, como el del tiempo las vidas del mundo, y el mundo mismo poco a poco. Esto es verdad, Júpiter. Responda quien supiere.
La Fortuna, con nuevo aliento, bamboleándose con remedos de veleta y acciones de barrena, dijo[164]:
—La Ocasión ha declarado la ocasión injusta de la acusación que se me pone; empero yo [Pg 81]quiero de mi parte satisfacerte a ti, supremo atronador[165], y a todos esotros que te acompañan, sorbedores de ambrosía y néctar, no obstante que en vosotros he tenido, tengo y tendré imperio, como le tengo en la canalla más soez del mundo. Y yo espero ver vuestro endiosamiento muerto de hambre por falta de víctimas y de frío, sin que alcancéis una morcilla por sacrificio, ocupados en sólo abultar poemas y poblar coplones[166], gastados en consonantes y en apodos amorosos, sirviendo de munición a los chistes y a las pullas.
—Malas nuevas tengas de cuanto deseas—dijo el Sol—, que con tan insolentes palabras blasfemas de nuestro poder. Si me fuera lícito, pues soy el Sol, te friyera en caniculares, y te asara en buchornos, y te desatinara a modorras.
—Vete a enjugar lodazales—dijo Fortuna—, a madurar pepinos y a proveer de tercianas a los médicos y a adestrar las uñas de los que se espulgan a tus rayos; que ya te he visto yo guardar vacas[167] y correr tras una mozuela, que, siendo sol, te dejó a escuras. Acuérdate [Pg 82]que eres padre de un quemado[168]. Cósete la boca[169], y deja de hablar, y hable quien le toca[170].
Entonces Júpiter severo pronunció estas razones:
—En muchas de las que tú[171] y esa picarona que te sirve habéis dicho, tenéis razón; empero, para satisfacción de las gentes está decretado irrevocablemente[172] que en el mundo, en un día y en una propia hora, se hallen de repente todos los hombres con lo que cada uno merece. Esto ha de ser: señala hora y día.
La Fortuna respondió:
—Lo que se ha de hacer, ¿de qué sirve dilatarlo? Hágase hoy. Sepamos qué hora es.
El Sol, jefe de relojeros, respondió:
—Hoy son 20 de junio[173], y la hora, las tres de la tarde y tres cuartos y diez minutos.
—Pues en dando las cuatro—dijo la Fortuna—, veréis lo que pasa en la tierra.
Y diciendo y haciendo[174], empezó a untar el eje [Pg 83]de su rueda y encajar manijas, mudar clavos, enredar cuerdas, aflojar unas y estirar otras, cuando el Sol, dando un grito, dijo:
—Las cuatro son, ni más ni menos: que ahora acabo de dorar la cuarta sombra posmeridiana de las narices de los relojes de sol.
En diciendo estas palabras, la Fortuna, como quien toca sinfonía, empezó a desatar su rueda, que, arrebatada en huracanes y vueltas, mezcló en nunca vista confusión todas las cosas del mundo, y dando un grande aullido, dijo:
—Ande la rueda, y coz con ella[175].
I. En aquel propio instante, yéndose a ojeo de calenturas, paso entre paso[176] un médico en su mula, le cogió la hora y se halló de verdugo, perneando[177] sobre un enfermo, diciendo credo, en lugar de récipe, con aforismo escurridizo.
[Pg 84]
II. Por la misma calle, poco detrás, venía un azotado, con la palabra del verdugo delante chillando[178] y con las mariposas del sepan cuantos, detrás y el susodicho en un borrico, desnudo de medio arriba, como nadador de rebenque[179]. Cogióle la hora, y, derramando[180] un rocín al alguacil que llevaba y el borrico al azotado, el rocín se puso debajo del azotado y el borrico debajo del alguacil, y, mudando lugares, empezó a recibir los pencazos el que acompañaba al que los recibía, y el que los recibía, a acompañar al que le acompañaba[181].
[Pg 85]
III. Atravesaban por otra calle unos chirriones[182] de basura, y, llegando enfrente de una botica, los cogió la hora, y empezó a rebosar la basura y salirse de los chirriones y entrarse en la botica, de donde saltaban los botes y redomas, zampándose[183] en los chirriones con un ruido y admiración increíble. Y como se encontraban al salir y al entrar los botes y la basura, se notó que la basura, muy melindrosa, decía a los botes:
—Háganse allá.
Los basureros andaban con escobas y palas traspalando en los chirriones mujeres afeitadas y gangosos y teñidos, sin poder nadie remediarlo[184].
IV. Había hecho un bellaco una casa de grande ostentación con resabios de palacio y [Pg 86]portada sobreescrita de grandes genealogías de piedra. Su dueño era un ladrón que, por debajo de[185] su oficio, había robado el caudal con que la había hecho. Estaba dentro y tenía cédula a la puerta para alquilar tres cuartos. Cogióle la hora. ¡Oh, inmenso Dios, quién podrá referir tal portento! Pues, piedra por piedra y ladrillo por ladrillo, se empezó a deshacer, y las tejas, unas se iban a unos tejados y otras a otros. Veíanse vigas, puertas y ventanas entrar por diferentes casas, con espanto de los dueños, que la restitución tuvieron a terremoto y a fin del mundo. Iban las rejas y las celosías[186] buscando sus dueños de calle en calle. Las armas de la portada partieron, como rayos, a restituirse a la montaña, a una casa de solar, a quien este maldito había achacado su pícaro nacimiento. Quedó desnudo de paredes y en cueros de edificio, y sólo en una esquina quedó la cédula de alquiler que tenía puesta, tan mudada por la fuerza de la hora, que, donde decía: “Quien quisiere alquilar esta casa vacía, entre: que dentro vive su dueño”, se leía: “Quien quisiere [Pg 87]alquilar este ladrón, que está vacío de su casa, entre sin llamar, pues la casa no lo estorba”.
V. Vivía enfrente déste un mohatrero, que prestaba sobre prendas, y viendo afufarse[187] la casa de su vecino, quiso prevenirse, diciendo:
—¿Las casas se mudan de los dueños? ¡Mala invención!
Y por presto que quiso ponerse en salvo, cogido de la hora, un escritorio, y una colgadura y un bufete de plata, que tenía cautivos de intereses argeles[188], con tanta violencia se desclavaron de las paredes y se desasieron, que, al irse a salir por la ventana un tapiz, le cogió en el camino y, revolviéndosele al cuerpo, amortajado en figurones, le arrancó y llevó en el aire más de cien pasos, donde, desliado, cayó en un tejado, no sin crujido del costillaje; desde donde, con desesperación, vió pasar cuanto tenía en busca de sus dueños, y detrás de todo, una ejecutoria, sobre la cual, por dos meses, había prestado a su dueño doscientos reales, [Pg 88]con ribete de cincuenta más. Ésta ¡oh extraña maravilla!, al pasar, le dijo:
—Morato, arráez[189] de prendas: si mi amo por mí no puede ser preso por deudas, ¿qué razón hay para que tú por deudas me tengas presa[190]?
Y diciendo esto, se zampó en un bodegón, donde el hidalgo estaba disimulando ganas de comer, con el estómago de rebozo, acechando unas tajadas que so el poder de otras muelas rechinaban.
VI. Un hablador plenario, que de lo que le sobra de palabras a dos leguas pueden moler otros diez habladores, estaba anegando en prosa su barrio, desatada la taravilla en diluvios de conversación. Cogióle la hora y quedó tartamudo y tan zancajoso de pronunciación, que a cada letra que pronunciaba, se ahorcaba en pujos de be a ba, y como el pobre padecía, paró la lluvia. Con la retención empezó a rebosar charla por los ojos y por los oídos.
VII. Estaban unos senadores votando un pleito. Uno dellos, de puro maldito, estaba pensando[Pg 89] cómo podría condenar a entrambas partes. Otro incapaz, que no entendía la justicia de ninguno de los dos litigantes, estaba determinando su voto por aquellos dos textos de los idiotas: “Dios se la depare buena” y “dé donde diere”. Otro caduco, que se había dormido en la relación, discípulo de la mujer de Pilatos en alegar sueño[191], estaba trazando a cuál de sus compañeros seguiría sentenciando a trochimoche. Otro, que era docto y virtuoso juez, estaba como vendido al lado de otro, que estaba como comprado, senador brujo untado[192]. Éste alegó leyes torcidas[193], que pudieran arder en un candil, trujo a su voto al dormido y al tonto y al malvado. Y habiendo hecho sentencia, al pronunciarla, los cogió la hora y, en lugar de decir: “Fallamos que debemos condenar y condenamos”, dijeron:
[Pg 90]
“Fallamos que debemos condenarnos y nos condenamos”.
—Ése sea tu nombre[194]—dijo una voz.
Y, al instante, se les volvieron las togas pellejos de culebras, y, arremetiendo los unos a los otros, se trataban de monederos falsos de la verdad. Y de tal suerte se repelaron, que las barbas de los unos se vían en las manos de los otros, quedando las caras lampiñas y las uñas barbadas, en señal de que juzgaban con ellas[195], por lo cual les competía la zalea jurisconsulto.
VIII. Un casamentero estaba emponzoñando el juicio de un buen hombre, que, no sabiendo qué se hacer de su sosiego, hacienda y quietud, trataba de casarse. Proponíale una picarona, y guisábala con prosa eficaz, diciéndole:
—Señor, de nobleza no digo nada, porque, gloria a Dios, a vuesa merced le sobra para prestar. Hacienda, vuesa merced no la ha menester. Hermosura, en las mujeres propias antes se debe huir, por peligro. Entendimiento, vuesa merced la ha de gobernar, y no la quiere para letrado. Condición, no la tiene. Los años [Pg 91]que tiene, son pocos, y decía entre sí: “por vivir”. Lo demás es a pedir de boca[196].
El pobre hombre estaba furioso, diciendo:
—Demonio, ¿qué será lo demás, si ni es noble, ni rica, ni hermosa ni discreta? Lo que tiene sólo es lo que no tiene, que es condición.
En esto, los cogió la hora, cuando el maldito casamentero, sastre de bodas, que hurta, y miente, y engaña, y remienda y añade, se halló desposado con la fantasma que pretendía pegar al otro, y hundiéndose a voces sobre: “¿Quién sois vos, qué trujistes vos? No merecéis descalzarme”, se fueron comiendo a bocados.
IX. Estaba un poeta en un corrillo, leyendo una canción cultísima, tan atestada de latines y tapida[197] de jerigonzas, tan zabucada[198] de cláusulas, tan cortada de paréntesis, que el auditorio[199] pudiera[Pg 92] comulgar de puro en ayunas que estaba. Cogióle la hora en la cuarta estancia, y a la oscuridad de la obra, que era tanta que no se vía la mano, acudieron lechuzas y murciélagos[200], y los oyentes, encendiendo lanternas y candelillas, oían de ronda a la musa, a quien llaman
la enemiga del día,
que el negro manto descoge.
Llegóse uno tanto con un cabo de vela al poeta, noche de invierno, de las que llaman boca de lobo[201], que se encendió el papel por en medio. Dábase el autor a los diablos, de ver quemada su obra, cuando el que la pegó fuego le dijo:
—Estos versos no pueden ser claros y tener luz si no los queman: más resplandecen luminaria que canción[202].
X. Salía de su casa una buscona[203] piramidal[Pg 93][204][205], habiendo hecho sudar la gota tan gorda[206] a su portada, dando paso a un inmenso contorno de faldas, y tan abultadas, que pudiera ir por debajo rellena de ganapanes, como la tarasca. Arrempujaba con el ruedo las dos aceras de una plazuela[207]. Cogióla la hora, y, volviéndose del [Pg 94]revés las faldas del guardainfante y arboladas, la sorbieron en campana vuelta del revés, con faciones de tolva, y descubrióse que, para abultar[Pg 95] de caderas, entre diferentes legajos de arrapiezos que traía, iba un repostero plegado y la barriga en figura de taberna, y al un lado, un [Pg 96]medio tapiz. Y lo más notable fué que se vía un Holofernes degollado, porque la colgadura debía de ser de aquella historia. Hundíase la calle a silbos y gritos. Ella aullaba, y, como [Pg 97]estaba sumida en dos estados de carcavueso[208], que formaban los espartos del ruedo, que se había erizado, oíanse las voces como de lo profundo de una sima, donde yacía con pinta de[209] [Pg 98]carantamaula[210]. Ahogárase en la caterva que concurrió, si no sucediera que, viniendo por la calle rebosando narcisos uno con pantorrillas postizas y tres dientes, y dos teñidos y tres calvos con sus cabelleras, los cogió la hora de pies a cabeza, y el de las pantorrillas empezó a desangrarse de lana, y sintiendo mal acostadas, por falta de los colchones, las canillas, y queriendo decir: “¿Quién me despierna?”, se le desempedró la boca al primer bullicio de la lengua. Los teñidos quedaron con requesones por barbas, y no se conocían unos a otros. A los calvos se les huyeron las cabelleras con los sombreros en grupa[211], y quedaron melones con bigotes, con una cortesía de memento homo.
XI. Era muy favorecido de un señor un criado suyo. Éste le engañaba hasta el sueño, y a éste, un criado que tenía, y a este criado, un mozo suyo, y a este mozo, un amigo, y a este [Pg 99]amigo, su amiga, y a ésta, el diablo. Pues cógelos la hora, y el diablo, que estaba al parecer, tan lejos[212] del señor, revístese en[213] la puta; la puta, en su amigo; el amigo, en el mozo; el mozo, en el criado; el criado, en el amo; el amo, en el señor. Y como el demonio llegó a él destilado por puta y rufián, y mozo de mozo de criado de señor, endemoniado por pasadizo y hecho un infierno, embistió con su siervo; éste, con su criado; el criado, con su mozo; el mozo, con su amigo; el amigo, con su amiga; ésta, con todos, y chocando los arcaduces del diablo unos con otros, se hicieron pedazos, se deshizo la sarta de embustes, y Satanás, que enflautado[214] en la cotorrera, se paseaba sin ser sentido, rezumándose de mano en mano, los cobró a todos de contado[215].
XII. Estábase afeitando una mujer casada[216] y rica. Cubría con hopalandas[217] de solimán unas [Pg 100]arrugas jaspeadas de pecas. Jalbegaba[218], como puerta de alojería[219], lo rancio de la tez. Estábase guisando las cejas con humo, como chorizos. Acompañaba lo mortecino de sus labios con munición de lanternas a poder de cerillas[220]. Iluminábase de vergüenza postiza con dedadas de salserilla de color. Asistíala como asesor de cachivaches una dueña, calavera confitada en untos[221]. Estaba de rodillas sobre sus chapines[Pg 101][222], con un moñazo imperial en las dos manos, y a su lado una doncellita, platicanta de botes, con unas costillas de borrenas[223], para que su ama lanaplenase[224] las concavidades que le resultaban de un par de jibas que la trompicaban el talle. Estándose, pues, la tal señora dando pesadumbre y asco a su espejo, cogida de la hora, se confundió en manotadas, y, dándose con el solimán en los cabellos, y con el humo en los dientes, y con la cerilla en las cejas, y con la color en todas las mejillas, y encajándose[225] el moño en las quijadas, y atacándose las borrenas al revés, quedó cana y cisco y Antón Pintado y Antón Colorado[226], y barbada de rizos, y hecha abrojo, con cuatro corcovas, vuelta visión[227] y cochino de San Antón. La dueña, entendiendo que se había vuelto loca, echó a correr[Pg 102] con los andularios[228] de requiem en las manos[229]. La muchacha se desmayó, como si viera al diablo. Ella salió tras la dueña, hecha un infierno, chorreando pantasmas[230]. Al ruido salió el marido, y viéndola, creyó que eran espíritus que se le habían revestido[231], y partió de carrera a llamar quien la conjurase.
XIII. Un gran señor fué a visitar la cárcel de su Corte, porque le dijeron servía de heredad y bolsa a los que la tenían a cargo, que de los delitos hacían mercancía y de los delincuentes tienda, trocando los ladrones en oro y los homicidas en buena moneda. Mandó que sacasen a visita los encarcelados, y halló que los habían preso por los delitos que habían cometido y que los tenían presos por los que su codicia cometía con ellos. Supo que a los unos contaban lo que habían hurtado y podido hurtar, y a otros, lo que tenían y podían tener, y que duraba la causa todo el tiempo que duraba el caudal, y que, precisamente el día del [Pg 103]postrero maravedí era el día del castigo, y que los prendían por el mal que habían hecho, y los justiciaban porque ya no tenían[232]. Saliéronse a visitar dos, que habían de ahorcar otro día. Al uno, porque le había perdonado la parte, le tenían como libre; al otro, por hurtos ahorcaban, habiendo tres años que estaba preso, en los cuales le habían comido los hurtos y su hacienda y la de su padre y su mujer, en quien tenía dos hijos. Cogió la hora al gran señor en esta visita, y, demudado de color, dijo:
—A este que libráis porque perdonó la parte, ahorcaréis mañana. Porque, si esto se hace, es instituír mercado público de vidas y hacer que por el dinero del concierto con que se compra el perdón sea mercancía la vida del marido para la mujer, y la del hijo para el padre, y la del padre para el hijo, y, en puniéndose los perdones de muertes en venta, las vidas de todos están en almoneda pública, y el dinero inhibe en la justicia el escarmiento, por ser muy fácil de persuadir a las partes que les serán más útil mil escudos o quinientos que un ahorcado. Dos partes hay en todas las culpas públicas: la ofendida y la justicia. Y es tan conveniente que ésta castigue lo que le pertenece como que [Pg 104]aquélla perdone lo que le toca. Este ladrón, que después de tres años de prisión queréis ahorcar, echaréis a galeras. Porque, como tres años ha estuviera justamente ahorcado, hoy será injusticia muy cruel, pues será ahorcar con el que pecó a su padre, a sus hijos y a su mujer, que son inocentes, a quien habéis vosotros comido y hurtado con la dilación las haciendas.
Acuérdome del cuento del que, enfadado de que los ratones le roían papelillos y mendrugos de pan, y cortezas de queso y los zapatos viejos, trujo gatos que le cazasen los ratones; y viendo que los gatos se comían los ratones y juntamente un día le sacaban la carne de la olla, otro se la desensartaban del asador, que ya le cogían una paloma, ya una pierna de carnero, mató los gatos y dijo: “Vuelvan los ratones”. Aplicad vosotros este chiste, pues como gatazos, en lugar de limpiar la república, cazáis y corréis los ladrones[233] ratoncillos, que cortan una bolsa, agarran un pañizuelo, quitan una capa y corren un sombrero, y juntamente os engullís el reino, robáis las haciendas y asoláis las familias. Infames, ratones quiero, y no gatos.
[Pg 105]
Diciendo esto, mandó soltar todos los presos y prender todos los ministros de la cárcel. Armóse una herrería[234] y confusión espantosa. Trocaban unos con otros quejas y alaridos. Los que tenían los grillos y las cadenas se las echaban a los que se las mandaron echar y se las echaron.
XIV. Iban diferentes mujeres por la calle, las unas a pie. Y aunque algunas dellas se tomaban ya de los años[235], iban gorjeándose[236] de andadura y desviviéndose de ponleví y enaguas[237]. Otras iban embolsadas en coches, desantañándose[238] de navidades con melindres y manoteado [Pg 106]de cortinas. Otras[239], tocadas de gorgoritas[240] y vestidas de noli me tangere[241], iban en figura de camarines, en una alhacena de cristal, con resabios de hornos de vidrio, romanadas[242] por dos moros, o, cuando mejor, por dos pícaros. Llevan las tales transparentes los ojos, en muy estrecha vecindad con las nalgas del mozo delantero, y las narices molestadas del zumo de sus pies, que, como no pasa por escarpines[243], se perfuma de Fregenal[244]. Unas y otras iban reciennaciéndose[245], arrulladas de galas y con niña postiza[Pg 107][246], callando la vieja, como la caca, pasando a la arismética[247] de los ojos los ataúdes por las cunas. Cogiólas la hora, y, topándolas Estoflerino y Magino y Origano y Argolo[248], con sus efemérides desenvainadas, embistieron con ellas a [Pg 108]ponerlas a todas las fechas de sus vidas, con día, mes y año, hora, minutos y segundos. Decían con voces descompuestas:
—Demonios, reconocé vuestra fecha, como vuestra sentencia. Cuarenta y dos años tienes,[Pg 109] dos meses, cinco días, seis horas, nueve minutos y veinte segundos.
¡Oh, inmenso Dios, quién podrá decir el desaforado zurrido[249] que se levantó! No se oía otra cosa que “mentises; no hay tal; no he cumplido quince; ¡Jesús! ¿Quién tal dice? Aún no he entrado en diez y ocho; en trece estoy; ayer nací; no tengo ningún año; miente el tiempo”.
Y una, a quien Origano estaba sobrescribiendo como escritura: “Fué fecha y otorgada esta mujer el año de 1578[250]”, viendo ella que se le averiguaban sesenta y siete años[251], entigrecida y enserpentada, dijo:
[Pg 110]
—Yo no he nacido, legalizador de la muerte; aún no me han salido los dientes.
—Antigualla, mamotreto de siglos, no salen sobre raigones[252]; tente a la fecha.
—No conozco fecha.
Y arremetiendo el uno al otro, se confundió todo en una resistencia espantosa.
XV. Estaba un potentado, después de comer, arrullando su desvanecimiento con lisonjas arpadas en los picos de sus criados[253]. Oíase el rugir de las tripas galopines[254], que en la cocina de su barriga no se podían averiguar con la carnicería que había devorado. Estaba espumando en salivas, por la boca, los hervores de las azumbres, todo el coramvobis[255] iluminado de panarras, con arreboles de brindis. A cada disparate y necedad que decía, se desatinaban en los encarecimientos y alabanzas los circunstantes. Unos decían: “¡Admirable discurso!” Otros: “No hay más que decir. ¡Grandes y preciosísimas palabras!” Y un lisonjero, que procuraba pujar[256] a los otros la adulación, mintiendo de puntillas, dijo:
[Pg 111]
—Oyéndote ha desfallecido pasmada la admiración y la dotrina.
El tal señor, encantusado[257] y dando dos ronquidos, parleros del ahito, con promesas de vómito, derramó con zollipo[258] estas palabras:
—Afligido me tiene la pérdida de las dos naves mías.
En oyéndolo, se afilaron los lisonjeros de embeleco[259], y, revistiéndoseles la mesma mentira, dijeron unos que “antes la pérdida le había sido de autoridad y a pedir de boca, y que por útil debiera haber deseádola, pues le ocasionaba causa justa para romper con los amigos y vecinos que le habían robado, y que por dos les tomaría ducientos, y que esto él se obligaba a disponerlo”[260]. Salpicó el detestable adulador este enredo de ejemplos.
Otros dijeron “había sido la pérdida glorioso [Pg 112]suceso y lleno de majestad, porque aquél era gran príncipe, que tenía más que perder, y que en eso se conocía su grandeza, y no en gañar[261] y adquirir, que es mendiguez propia de piratas y ladrones”. Y añadió que “aquesta pérdida había de ser su remedio”. Y luego empezó a granizarle de aforismos y autores, ensartando a Tácito y a Salustio, a Polibio y Tucídides, embutiendo las grandes pérdidas de los romanos y griegos y otra gran cáfila de dislates. Y como el glotonazo no buscaba sino disculpas de su flojedad, alegró la pérdida con el engaño. No hiciera más el diablo.
En esto, a persuasión de las crudezas, por el mal despacho de la digestión, disparó un regüeldo. No le hubieron oído, cuando los malvados lisonjeros, hincando con suma veneración la rodilla, por hacerle creer había estornudado[262], dijeron: “Dios le ayude[263]”. Pues cógele [Pg 113]la hora, y, revestido de furias infernales, aullando, dijo:
—Infames, pues me queréis hacer encreyentes[264] que es estornudo el regüeldo, estando mi boca a los umbrales de mis narices, ¿qué haréis de lo que ni veo ni güelo?
Y dándose de manotadas en las orejas y mosqueándose de[265] mentiras, arremetió con ellos y los derramó a coces de su palacio, diciendo:
—Príncipes, si me cogen acatarrado[266], me destruyen. Por un sentido que me dejaron libre se perdieron: no hay cosa como oler.
XVI. Los codiciosos, escarmentados, se apartaron de los tramposos, y los tramposos, por no pagar de balde el embuste, se embistieron unos a otros, disimulándose en las palabras[Pg 114] y dándose un baño exterior de simplicidad. Decíanse el un embustero al otro:
—Señor mío, escarmentado de tratar con tramposos, que me tienen destruido, vengo a que, pues sabéis mi puntualidad, me prestéis tres mil reales en vellón, de que os daré letra acetada a dos meses, que se pagará en plata, en persona tan abonada, que es como tenerlos en la bolsa, y que no es menester más de llegar y contar.
Y era éste en quien daba la letra la misma trampa. Mas el tramposo, que oía al otro tramposo que le abonaba al tercer tramposo, disimulando el conocerlos, y adargándose del trampantojo, con lamentación ponderada le dijo que él andaba a buscar cuatro mil reales sobre prenda que valía ocho, y que a ese efecto había salido de su casa. Andaban chocando[267] los unos con los otros con cadenas de alquimia, hipócritas del oro, y letras falsas acetadas, y con fiadores falidos y escrituras falsas, y hipotecas ajenas, y plata que habían pedido prestada para un banquete, y migajas de[268] pies de tazas de vidrio, y claveques[269] con apellido de diamantes.[Pg 115] Era admirable la prosa que gastaban. Uno decía:
—Yo profeso verdad, y se ha de hallar en mí, si se perdiere. No profeso sino pan por pan y vino por vino[270]. Antes moriré de hambre, pegada la boca a la pared[271], que hacer ruindad. No quiero sino crédito. No hay tal como poder traer la cara descubierta[272]. Esto me enseñaron mis padres.
Respondía el otro tramposo:
—No hay cosa como la puntualidad. Sí por sí y no por no[273]. Por malos medios no quiero hacienda. Toda mi vida he tenido esta condición. No quiero tener que restituir; lo que importa es el alma. No haría una trampa por los haberes del mundo. Más quiero mi conciencia que cuanto tiene la tierra.
En esto estaban las ratoneras vivas, arrebozando de cláusulas justificadas las intenciones cardas[274], cuando los cogió de medio a medio la [Pg 116]hora, y, creyéndose los unos tramposos a los otros, se destruyeron. El de la cadena de alquimia la daba por la letra falsa, y el de los diamantes claveques tomaba por ellos la plata prestada. Los tres partieron al contraste[275]. El otro a verificar la letra y asegurarla y perder la mitad, porque se la pagasen antes que se averiguase el cadenón de hierro viejo. Llegó volando a la casa del hombre en cuyo nombre estaba acetada, el cual le dijo que aquella letra no era suya ni conocía tal hombre, y envióle noramala[276]. Él se salió, letra entre piernas[277], diciendo:
—¡Oh, ladrón! ¡Cuál me la habrías pegado[278] si la cadena no fuera de trozos de jeringa!
El de los claveques decía, estando vendiendo la plata a un platero sin hechura y por menos[279] del peso:
[Pg 117]
—¡Bien se la pegué con mendrugos de vidrio!
En esto llegó el dueño, y conociendo su plata, que andaba dando cosetadas[280] en el peso, llamó a un alguacil y hizo prender al tramposo por ladrón. Empelazgáronse[281]. Al ruido salió el de los diamantes falsos dando gritos. El que vendía la plata, dijo:
—Ese infame me la vendió.
El otro decía:
—Miente; que ése me la ha hurtado.
El platero decía:
—Ese maulero[282] me traía chinas por diamantes.
El dueño de la plata requería que los prendiesen a entrambos. El escribano decía que a todos tres hasta que se averiguase. El alguacil, poniéndose la vara en la boca y asiendo a los dos tramposos con las dos manos, y el escribano [Pg 118]de la capa al dueño de la plata, después de haberse desgarrado las jetas unos a otros, con gran séquito de pícaros[283] fueron entregados en la cárcel al guardajoyas del verdugo[284].
XVII. En Dinamarca había un señor de una isla poblada con cinco lugares. Estaba muy pobre, más por la ansia de ser más rico que por lo que le faltaba. Castigó el cielo a los vecinos y naturales desta isla con inclinación casi universal a ser arbitristas. En este nombre hay mucha diferencia en los manuscritos: en unos se lee arbitristes; en otros, arbatristes, y en los más, armachismes. Cada uno enmiende la lección como mejor le pareciere a sus acontecimientos. Por esta causa, esta tierra era habitada de tantas plagas como personas. Todos los circunvecinos se guardaban de las gentes desta isla como de pestes andantes, pues de sólo el contagio del aire que pasado por ella los tocaba, se les consumían los caudales, se les secaban las haciendas, se les desacreditaba el dinero y se les asuraba[285] la negociación. Era tan inmensa [Pg 119]la arbitrería que producía aquella tierra, que los niños, en naciendo, decían arbitrio por decir taita[286]. Era una población de laberintos, porque, las mujeres con sus maridos, los padres con los hijos, los hijos con los padres y los vecinos unos con otros, andaban a daca mis arbitrios y toma los tuyos[287], y todos se tomaban del arbitrio como del vino.
Pues este buen señor, en las partes de allende, convencido de la cudicia, que es uno de los peores demonios que esgrimen cizaña en el mundo, mandó tocar a arbitrios. Juntáronse legiones de arbitrianos en el teatro del palacio[288], empapeladas las pretinas y asaeteadas de legajos de discursos las aberturas de los sayos. Díjoles su necesidad, pidióles el remedio. Todos a un tiempo echando mano a sus discursos, y con cuadernos en ristre, embistieron en turba multa, y, ahogándose unos en otros por cuál llegaría [Pg 120]antes, nevaron[289] cuatro bufetes de cartapeles[290]. Sosegó el runrún que tenían, y empezó a leer el primer arbitrio. Decía así:
“Arbitrio para tener inmensa cantidad de oro y plata sin pedirla ni tomarla a nadie”.
—Durillo se me hace—dijo el señor—. Segundo:
“Para tener inmensas riquezas en un día, quitando a todos cuanto tienen y enriqueciéndolos con quitárselo”.
—La primera parte de quitar a todos, me agrada; la segunda, de enriquecerlos quitándoselo, tengo por dudosa; mas allá se avengan. Tercero:
“Arbitrio fácil y gustoso y justificado para tener gran suma de millones, en que los que los han de pagar no lo han de sentir; antes han de creer que se los dan”.
—Me place, dejando esta persuasión por cuenta del arbitrista—dijo el señor—. Cuarto arbitrio:
“Ofrece hacer que lo que falta sobre, sin añadir nada ni alterar cosa alguna, y sin queja de nadie”.
[Pg 121]
—Arbitrio tan bienquisto no puede ser verdadero. Quinto:
“En que se ofrece cuanto se desea. Hase de tomar y quitar y pedir a todos y todos se darán a los diablos”.
—Este arbitrio, con lo endemoniado, asegura lo platicable.
Animado con la aprobación, el autor dijo:
—Y añado que los que le cobraren serán consuelo para los que le han de padecer[291].
[Pg 122]
—¿Quién fuiste tú, que tal dijiste?
Alza Dios su ira[292] y emborrúllanse en remolinos furiosos los arbitristas, chasqueando barbulla[293], llamándole de borracho y perro. Decíanle:
—Bergante, ¿propusiera Satanás el consuelo en los cobradores, siendo ellos la enfermedad de todos los remedios?
Llamábanse de hidearbitristas[294], contradiciéndose los arbitrios los unos a los otros, y cada uno sólo aprobaba el suyo. Pues estando encendidos en esta brega, entraron de repente muchos criados, dando voces, desatinados, que se abrasaba el palacio por tres partes, y que el aire era grande. Coge la hora en este susto al señor y a los arbitristas. El humo era grande y crecía por instantes. No sabía el pobre señor qué hacerse. Los arbitristas le dijeron se estuviese quedo, que ellos lo remediarían en un instante. Y saliendo del teatro a borbotones, los unos agarraron de cuanto había en palacio, y, [Pg 123] arrojando por las ventanas los camarines y la recámara, hicieron pedazos cuantas cosas tenía de precio. Los otros, con picos, derribaron una torre. Otros, diciendo que el fuego en respirando se moría, deshicieron gran parte de los tejados, arruinando los techos y asolándolo todo. Y ninguno de los arbitristas acudió a matar el fuego y todos atendieron a matar la casa y cuanto había en ella[295]. Salió el señor, viendo el humo casi aplacado, y halló que los vasallos y [Pg 124]gente popular y la justicia habían ya apagado el fuego. Y vió que los arbitristas daban tras los cimientos y que le habían derribado su casa y hecho pedazos cuanto tenía, y, desatinado con la maldad y hecho una sierpe, decía:
—Infames, vosotros sois el fuego. Todos vuestros arbitrios son desta manera. Más quisiera, y me fuera más barato, haberme quemado, que haberos creído. Todos vuestros remedios son desta suerte: derribar toda una casa, porque no se caiga un rincón. Llamáis defender la hacienda echarla en la calle y socorrer el rematar. Dais a comer a los príncipes sus pies, y sus manos y sus miembros, y decís que le sustentáis, cuando le hacéis que se coma a bocados a sí propio. Si la cabeza se come todo su cuerpo, quedará cáncer de sí misma, y no persona. Perros: el fuego venía con harta razón a quemarme a mí porque os junté y os consiento. Y como me vió en poder de arbitristas, cesó y me dió por quemado. El más piadoso arbitrista es el fuego: él se ataja con el agua; vosotros crecéis con ella y con todos los elementos y contra todos. El Anticristo ha [Pg 125]de ser arbitrista. A todos os he de quemar[296] vivos y guardar vuestra ceniza para hacer della cernada y colar las manchas de todas las repúblicas. Los príncipes pueden ser pobres; mas, en tratando con arbitristas para dejar de ser pobres, dejan de ser príncipes.
XVIII. Las alcahuetas y las chillonas estaban juntas en parlamento nefando. Hablaban muy bellacamente en ausencia de las bolsas y roían al dinero los zancajos[297]. La más antigua de las alcahuetas, mal asistida de dientes y mamona de pronunciación, tableteando[298] con las encías, dijo:
—El mundo está para dar un estallido. Mirad qué gentil dádiva. El tiempo hace hambre. Todo está en un tris[299]. Las ferias y los aguinaldos días ha que pudren. Las albricias contadlas con los muertos. El dinero está tan trocado, que [Pg 126]no se conoce: con los premios[300] se ha desvanecido, como ruin en honra. Un real de a ocho se enseña a dos cuartos como un elefante. De los doblones se dice lo que de los Infantes de Aragón:
¿Qué se hicieron?[301]
Yo daré hace los papeles de toma. Ítem: fíe vuesa merced de mi palabra, es mataperros[302]; libranza, es gozque mortecino. Mancebito de piernas con guedejas y sienes con ligas, son ganas de comer y un ayuno barbiponiente. Hijas, lo que conviene es tengamos y tengamos, [Pg 127]y encomendaros al contante y al antemano[303]. Yo administro unos hombres a medio podrir, entre vivos y muertos[304], que traen bienaliñada pantasma[305] y tratan de que los herede su apetito, y pagan en buena moneda lo roñoso de su estantigua. Niñas, la codicia quita el asco. Cerrad los ojos y tapad las narices, como quien toma purga. Beber lo amargo por el provecho, es medicina. Haced cuenta que quemáis franjas viejas para sacarlas el oro, o que chupáis huesos para sacar la médula. Yo tengo para cada una de vosotras media docena de carroños, amantes pasas, arrugados, que gargajean mejicanos[306]. Yo no quiero tercera parte; con un porte moderado[307] que se me pague estoy contenta, para conservar esta negra honra, de que me he preciado toda mi vida[308].
[Pg 128]
Acabó de mamullar[309] estas razones, y, juntando la nariz con la barbilla, a manera de garra, las hizo un gesto de la impresión del grifo. Una de las pidonas y tomascas[310], arrebatiña en naguas, moño rapante, la respondió:
—Agüela, endilgadora de refocilos, engarzadora de cuerpos, eslabonadora de gentes, enflautadora de personas, tejedora de caras[311], has de advertir que somos muy mozas para vendernos a la pu barbada[312] y a los cazasiglos[313]. Gasta esa munición en dueñas, que son mayas[314] de los difuntos y mariposas[315] del aquí yace. Tía, la sangre que bulle, más quiere tararira[316] que dineros [Pg 129]y gusto que dádivas. Toma otro oficio; que los coches se han alzado a mayores con la coroza, y espero verlos tirar pepinazos por alcahuetes.
No hubo la buscona acabado estas palabras, cuando a todas las cogió la hora, y, entrando una bocanada de acreedores, embistieron con ellas. Uno, por el alquiler de la casa las embargaba los trastos y la cama; otro, porque eran suyos, desde las almohadas a la guitarra, las asía de los vestidos por los alquileres y asía de todo. Y de palabra en palabra, el uno al otro se empujaron las caras con los puños cerrados. Hundía la vecindad a gritos un ropero por unos guardainfantes. Las mancebitas de la sonsaca[317] formaban una capilla de chillidos, diciendo que qué término era aquél y que para ésta y para aquélla, y como creo en Dios, y bonitas somos nosotras, y lo del negro, a quien apelan las venganzas de las andorras[318]. La maldita[Pg 130] vieja se santiguaba a manotadas, y no cesaba de clamar: “¡Jesús y en Jesús!” cuando[319] a la tabaola[320] entró el amigo de la una de las busconas, y, sacando la espada, sin prólogo de razonamiento, embistió con los cobradores, llamándolos pícaros y ladrones. Sacaron las espadas y, tirándose unos a otros, hicieron pedazos cuanto había en la casa. Las busconas, a las ventanas, desgañitándose, pregonaban el que se matan y ¿no hay justicia? Al ruido subió un alguacil con todos sus arrabales, con el favor al Rey, ténganse a la justicia[321].
Emburujáronse[322] todos en la escalera; salieron a la calle, unos heridos y otros desgarrados. El rufián, abierta la media cabeza y la otra media, a lo que sospecho, no bien cerrada, sin capa y sombrero, se fué a una iglesia. El alguacil entró en la casa, y, en viendo a la buena vieja, embistió con ella, diciendo:
—¿Aquí estás, bellaca, después de desterrada tres veces? Tú tienes la culpa de todo.
[Pg 131]
Y asiéndola y a las demás todas, y embargando lo que hallaron, las llevaron en racimo a la cárcel, desnudas y remesadas, acompañadas del vayan las pícaras, pronunciado por toda la vecindad.
XIX. Un letrado bien frondoso de mejillas, de aquéllos que, con barba negra y bigotes de buces[323], traen la boca con sotana y manteo, estaba en una pieza atestada de cuerpos tan sin alma como el suyo. Revolvía menos los autores que las partes. Tan preciado de rica librería, siendo idiota, que se puede decir que en los libros no sabe lo que se tiene. Había adquirido fama por lo sonoro de la voz, lo eficaz de los gestos, la inmensa corriente de las palabras en que anegaba a los otros abogados. No cabían en su estudio los litigantes de pies, cada uno en su proceso como en su palo, en aquel peralvillo[324] de las bolsas. Él salpicaba de leyes a todos. No se le oía otra cosa sino:
[Pg 132]
—Ya estoy al cabo; bien visto lo tengo; su justicia de vuesa merced no es dubitable; ley hay en propios términos; no es tan claro el día; éste no es pleito, es caso juzgado; todo el derecho habla en nuestro favor; no tiene muchos lances; buenos jueces tenemos; no alega el contrario cosa de provecho; lo actuado está lleno de nulidades; es fuerza que se revoque la sentencia dada; déjese vuesa merced gobernar.
Y con esto, a unos ordenaba peticiones; a otros, querellas; a otros, interrogatorios; a otros, protestas; a otros, súplicas, y a otros, requerimientos. Andaban al retortero los Bártulos, los Baldos, los Abades, los Surdos, los Farinacios, los Tuscos, los Cujacios, los Fabros, los Ancharanos, el señor presidente Covarrubias, Chasaneo, Oldrado, Mascardo, y tras la ley del reino, Montalvo y Gregorio López, y otros inumerables[325], burrajeados[326] de párrafos, [Pg 133]con sus dos corcovas de la ce abreviatura, y de la efe[327] preñada con grande prole de números, y su ibi a las ancas. La nota de la petición pedía dineros; el platicante, la pitanza[328] de escribirla; el procurador, la de presentarla; el escribano de la cámara[329], la de su oficio; el relator, la de su relación. En estos dacas, los cogió la hora, cuando los pleiteantes dijeron a una voz:
—Señor licenciado: en los pleitos, lo más barato es la parte contraria, porque ella pide lo que pretende que la den, y lo pide a su costa, y vuesa merced, por la defensa, pide y cobra a la nuestra; el procurador, lo que le dan; el escribano y el relator, lo que le pagan. El contrario aguarda la sentencia de vista y revista, y vuesa merced y sus secuaces sentencian para sí sin apelación. En el pleito podrá ser que nos condenen o nos absuelvan, y en seguirle no podemos dejar de ser condenados cinco veces cada día. Al cabo, nosotros podemos tener justicia; mas no dinero. Todos esos autores, textos y decisiones y consejos no harán que no sea abominable necedad gastar lo que tengo por alcanzar lo que otro tiene y puede ser que no alcance. Más queremos una parte contraria que [Pg 134]cinco. Cuando nosotros ganemos el pleito, el pleito nos ha perdido a nosotros. Los letrados defienden a los litigantes en los pleitos como los pilotos en las borrascas los navíos, sacándoles cuanto tienen en el cuerpo, para que, si Dios fuere servido, lleguen vacíos y despojados a la orilla. Señor mío: el mejor jurisconsulto es la concordia, que nos da lo que vuesa merced nos quita. Todos, corriendo, nos vamos a concertar con nuestros contrarios. A vuesa merced le vacan las rentas[330] y tributos que tiene situados sobre nuestra terquedad y porfía. Y cuando por la conveniencia perdamos cuanto pretendemos, ganamos cuanto vuesa merced pierde. Vuesa merced ponga cédula de alquiler en sus textos; que buenos pareceres los dan con más comodidad las cantoneras. Y pues ha vivido de revolver caldos, acomódese a cocinero y profese de cucharón.
XX. Los taberneros, de quien, cuando más encarecen el vino, no se puede decir que lo suben a las nubes[331], antes que bajan las nubes al vino, según le llueven[332], gente más pedigüeña del agua que los labradores, aguadores de cuero, que [Pg 135]desmienten con el piezgo los cántaros, estaban con un grande auditorio de lacayos, esportilleros y mozos de sillas y algunos escuderos, bebiendo de rebozo seis o siete dellos en maridaje de mozas gallegas, haciendo sed bailando, para bailar bebiendo. Dábanse de rato en rato grandes cimbronazos[333] de vino. Andaba la taza de mano en mano, sobre los dos dedos, en figura de gavilán. Uno de ellos, que reconoció el pantano mezclado, dijo: “¡Rico vino!” a un picarazo a quien brindó. El otro, que, por lo aguanoso, esperaba antes pescar en la copa ranas que soplar mosquitos, dijo:
—Éste es, verdaderamente, rico vino, y no otros vinos pobretones[334], que no llueve Dios sobre cosa suya.
El tabernero, sentido de los remoquetes[335], dijo:
—Beban y callen los borrachos.
—Beban y naden, ha de decir—replicó un escudero.
Pues cógelos a todos la hora, y, amotinados, tirándole las tazas y jarros, le decían:
[Pg 136]
—Diluvio de la sed, ¿por qué llamas borrachos a los anegados? ¿Vendes por azumbres lo que llueves a cántaros y llamas zorras a los que haces patos? Más son menester fieltros y botas de baqueta para beber en tu casa que para caminar en invierno, infame falsificador de las viñas.
El tabernero, convencido de Neptuno, diciendo: “¡Agua, Dios, agua!”, con el pellejo en brazos, se subió a una ventana y empezó a gritar, derramando el vino:
—Agua va, que vacío.
Y los que iban por la calle, respondían:
—Aguarda, fregona de las uvas.
XXI. Estaba un enjambre de treinta y dos pretendientes de un mismo oficio aguardando al señor que había de proveerle. Cada uno hallaba en sí tantos méritos como faltas en todos los demás. Estábanse santiguando mentalmente unos de otros. Cada uno decía entre sí que eran locos y desvergonzados los otros en pretender lo que merecía él sólo. Mirábanse con un odio infernal, tenían los corazones rellenos de víboras, preveníanse afrentas y infamias para caluminarse, mostraban los semblantes aciagos y las coyunturas azogadas de reverencias y sumisiones. A cada movimiento de la puerta se estremecían de acatamientos, bamboleándose[Pg 137] con alferecía solícita. Tenían ajadas las caras con la frecuencia de gestos meritorios, flechados de obediencia, con las espaldas en jiba, entre pisarse el ranzal y pelícanos. No pasaba paje a quien no llamasen mi rey, frunciendo las jetas en requiebros. Pasó el secretario con andadura de flecha. Aquí fué ella, que, desapareciéndose de estatura y gandujando[336] sus cuerpos en cincos de guarismo, le sitiaron de adoración en cuclillas. Él, con un “perdonen vuesas mercedes, que voy de prisa”, trotado[337] en la pronunciación, se entró con miradura de novia. Pidió el señor la caja. Oyóse una voz que dijo:
—Venga el servicio.
—Yo soy—dijo uno de los pretendientes.
Otro:
—Ya entro.
Otro:
—Aquí estoy.
Apretábanse con la puerta hasta sacarse zumo. El pobre señor, que supo la tabaola que le aguardaba de plegarias, y columbró a los malditos pretendientes terciando contra él los [Pg 138]memoriales enherbolados[338], no sabía qué se hacer de sus orejas. Dábase a los demonios entre sí mismo, diciendo que el tener que dar era la cosa mejor del mundo, si no hubiera quien lo pretendiera, y que las mercedes, para no ser persecución del que las hace, habían de ser recibidas y no solicitadas. Los quebrantahuesos[339], que veían se dilataba su despacho, se carcomían, considerando que el oficio era uno y ellos muchos. Atollábaseles la arismética en decir:
—Un oficio entre treinta y dos, ¿a cómo les cabe?
Y restaban:
—Recibir uno y pagar treinta y dos, no puede ser.
Y todos se hacían el uno y encajaban a los otros en el no puede ser. El señor decía:
—Fuerza es que yo deje uno premiado y treinta y uno quejosos.
Mas, al fin, se determinó, por limpiarse dellos, a que entrasen. Dióse un baño de piedra mármol y revistióse en estatua para mesurarse de audiencia. Embocáronse en manada y rebaño.
[Pg 139]
Y viendo empezaban a quererle informar en bulla, les dijo:
—El oficio es uno, vosotros muchos: yo deseo dar a uno el oficio y dejaros contentos[340].
Estando diciendo esto, los cogió la hora, y el señor, haciendo a uno[341] la merced, empezó a ensartarlos a todos en futura sucesión de futuras sucesiones perdurables, que nunca se acaban[342]. Los pobres futurados empezaron[343] a desearse la muerte, invocar garrotillos, pleurites, pestes, tabardillos, muertes repentinas, apoplejías, disenterías y puñaladas. Y no habiendo un instante que lo dijo, les parecía a los futuros sucesores que habían vivido ya sus antecesores diez Matusalenes en retahila. Y siendo así que el décimo reculaba en su futura en quinientos años venideros, todos acetaron la posmuerte[344] de su antecedente; sólo el treinta y uno, que halló hecha bien la cuenta, que llegaba su plazo horas[Pg 140] con horas con la fin del mundo[345], allende del Antecristo, dijo:
—Yo vengo a poseer entre las cañitas[346] y el fuego. ¡Bien haré yo mi oficio quemado! El día del juicio, ¿quién hará que me paguen mis gajes las calaveras? Por mí, viva muchos años el treinta futuro, que, cuando a él llegue la tanda, estará el mundo dando arcadas[347].
El señor los dejó sobreviviéndose y trasmatándose unos a otros, y se fué podrido de ver [Pg 141]que se arrempujaban las edades[348] hacia el saeculum per ignem[349] y que pretendían emparejar con saecula saeculorum. El que pescó el oficio estaba atónito viéndose con tan larga retahila de herederos. Fuese tomándose el pulso y propuniendo de no cenar y guardarse de soles. Los demás se miraban como venenos eslabonados, y, anatematizándose las vidas, se iban levantando achaques, y añadiéndose años, y amenazándose de ataúdes, y zahiriéndose la buena disposición, y enfermando de la salud de sus precedentes y dándose a médicos como a perros.
XXII. Unos hombres, que piden prestado, a imitación del día que pasó para no volver, discípulos de las arañas en cazar la mosca, se estaban en la cama al anochecer, por tener las carnes a letra vista[350]. Habían gastado entre todos, en oblea, tinta y pluma y papel, ocho reales, que habían juntado a escote, y todo lo consumieron en billetes, bacinicas[351] de demanda, con nota rematada y cláusulas de extrema necesidad, “por ser negocio de honra, en que les iba [Pg 142]la vida”; con el fiador, de que “se volvería con toda brevedad, que sería echarlos una S y un clavo[352]”. Y por si faltaba el dinero, remataban con la plegaria, que es las mil y quinientas[353] de la bribia[354], diciendo que, si no se hallasen con algún contante, se sirviesen de enviar una prenda, que los buscarían sobre ella[355], y se guardaría como los ojos de la cara, con su contera[356] de que: “Perdone el atrevimiento”, y “que no se avergonzaran a otra persona”. Habían, pues, flechado cien papeles déstos, rociando de estafa todo el lugar[357]. Llevábalos un compañero panza al trote[358], insigne clamista[359], que, con una barba [Pg 143]de cola de pescado y una capa larga, pintaba en[360] platicante de médico. Quedó el nido de emprestillones[361] haciendo la cuenta de cuánto dinero traería, y sobre si serían seiscientos o cuatrocientos reales, armaron una zalagarda del diablo[362]. Llegaron a reñir y a desmentirse[363] sobre lo que se había de hacer de lo que pillasen. Y tanto se enfurecieron, que saltaron de las camas, con tal dieta de camisas las partes bajas, que era más fácil darse de azotes que de sopapos. Entró en este punto la estafeta de los enredos, con tufo de “no hay, no tengo, Dios los provea”. Traía las dos manos descubiertas, sin codo manco: señal de desembarazo. Víanse las dos barajas de billetes. Quedáronse transidos viendo que su fábrica pintaba en solas respuestas de retorno, y con prosa falida de voz[364], dijeron:
[Pg 144]
—¿Qué tenemos?
—Que no tienen—respondió el sacatrapos[365]—; entreténganse vustedes en leer, ya que no pueden contar.
Empezaron a abrir billetes. El primero decía:
“No he sentido en mi vida cosa tanta como no poder servir a vuesa merced con esta niñería”.
—Pues socorriérame y lo sintiera más.
El segundo:
“Señor mío: si ayer recibiera su papel de vuesa merced, le pudiera servir con mil gustos”.
—¡Válgate el diablo por ayer, que te andas cada día tras los embestidores!
El tercero:
“El tiempo está de manera”...
—¡Oh, maldito caballero almanac! ¿Pídente dinero y das pronóstico?
El cuarto:
“No siente vuesa merced tanto su necesidad como yo no poder socorrerla”.
[Pg 145]
—¿Quién te lo dijo, demonio? ¿Profeta te haces, miserable? ¿Cuando te piden, adivinas?
—No hay más que leer—dijeron todos.
Y alzando un zurrido[366] infernal, dijeron:
—Ya es de noche: desquitémonos de lo gastado royendo las obleas de los sellos, a falta de cena, y juntemos estos billetes con otros dos cahices que tenemos, y véndanse a un confitero, que, por lo menos, dará por ellos cuatro reales para amortajar especias, y encorozar[367] confites, y hacer mantellinas al azúcar de las pellas y calzar los bizcochos.
—Esto de pedir prestado—decía bostezando el andadero—, diez años ha que murió súpito[368]; ya no hay qué prestar sino paciencia. Por no ver los gestos y garambainas[369] que hacen con las caras los embestidos, puede uno darles lo que les pide, y, hecha la cuenta, se gasta más en secretaría y trotes que se cobra. Caballeros de la arrebatiña, no hay sino ojo avizor[370].
[Pg 146]
En esto estaban los pescadores de papel, cuando los cogió la hora, y dijo el más desembainado de persona:
—Mucho se nos hacen de rogar los bienes ajenos, y, si aguardamos a que se nos vengan a casa, pereceremos en la calle. No es buena ganzúa la oratoria, y la prosa se entra por los oídos y no por las faltriqueras. Dar audiencia al que pide cuartos es dar al diablo. Más fácil es tomar que pedir. Cuando todos guardan, no hay que aguardar. Lo que conviene es hurtar de boga arrancada[371] y con consideración: quiero decir, considerando que se ha de hurtar de suerte que haya hurto para el que acusa, para el que escribe, para el que prende, para el que procura, para el que aboga, para el que solicita, para el que relata y para el que juzga, y que sobre algo; porque donde el hurto se acaba, el verdugo empieza. Amigos, si nos desterraren es mejor que [Pg 147]si nos enterrasen. Los pregones, por un oído se entran y por otro se salen. Si nos sacan a la vergüenza, es saca que no escuece[372], y yo no sé quién tiene la vergüenza adonde nos han de sacar. Si nos azotaren, a quien dan no escoge, y, por lo menos, oye un hombre alabar sus carnes, y en apeándose un jubón[373], cubre otro. En el tormento no tenemos riesgo los mentirosos, pues toda su tema es que digan la verdad, y, con hágome sastre[374], se asegura la persona. Ir a galeras es servir al Rey y volverse lampiños[375]: los galeotes son candiles, que sirven a falta de velas. Si nos ahorcan, que es el finibus terrae, tal día hizo un año, y, por lo menos, no hay ahorcado que no honre a sus padres, diciendo los ignorantes que los deshonran, pues no se oye otra cosa, aunque el ahorcado sea un pícaro, sino que es muy bien nacido y hijo de buenos padres. Y aunque no sea sino por morirse uno dejando de la agalla[376] a la botica y al [Pg 148]médico, no le está mal la enfermedad de esparto[377]. Caballeros, no hay sino manos a la obra[378].
No lo hubo dicho, cuando, revolviéndose las sábanas de las camas al cuerpo y engulliéndose el candil en el balsopeto[379], se descolgaron por una manta a la calle desde una ventana y partieron como rayos a sofaldar[380] cofres y retozar[381] pestillos y manosear faltriqueras.
XXIII. La imperial Italia, a quien sólo quedó lo augusto del nombre, viendo gastada su Monarquía en pedazos, con que añadieron tan diferentes Príncipes sus dominios, y ocupada su jurisdición en remendar señoríos, poco antes desarrapados; desengañada de que, si pudo con dicha quitar ella sola a todos lo que poseían, había sido fácil quitarla a ella todos lo que sola [Pg 149]les había quitado; hallándose pobre y sumamente ligera, por haber dejado el peso de tantas provincias, dió en volatín[382], y, por falta de suelo, andaba en la maroma, con admiración de todo el mundo. Fijó los ejes de su cuerda en Roma y en Saboya. Eran auditorio y aplauso España del un lado y Francia del otro. Estaban cuidadosos estos dos grandes Reyes, aguardando hacia dónde se inclinaba en las mudanzas y vueltas que hacía, para si por descuido cayese, recogerla cada una[383]. Italia, advertida de la prevención del auditorio, para tenerse firme y pasear segura tan estrecha senda, tomó por bastón[384] la señoría de Venecia en los brazos, y, equilibrando sus movimientos, hacía saltos y vueltas maravillosas, unas veces fingiendo caer hacia España, otras hacia Francia; teniendo por entretenimiento la ansia con que una y otra extendían los brazos a recogerla, y siendo fiesta a todos la burla que, restituyéndose en su firmeza, les hacía. Pues estando entretenidos en esto, cógelos la hora, y el Rey de Francia, desconfiado de su arrebatiña, para que diese zaparrazo[Pg 150][385] a su lado, empezó a falsear el asiento del eje de la maroma, que estaba afirmado en Saboya. El Monarca de España, que lo entendió, le añadía por puntales el Estado de Milán y el reino de Nápoles y a Sicilia. Italia, que andaba volando, echó de ver que el bastón de Venecia, que, trayéndole en las manos, la servía de equilibrio, por otra parte la tenía crucificada, le arrojó, y, asiéndose a la maroma con las manos, dijo:
—Basta de volatín, que mal podré volar si los que me miran desean que caiga y quien me bilanza[386] y contrapesa, me crucifica.
Y con sospecha de los puntales de Saboya, se pasó a los de Roma, diciendo:
—Pues todos me quieren prender, Iglesia me llamo[387], donde, si cayere, habrá quien me absuelva.
El Rey de Francia se fué llegando a Roma [Pg 151]con piel de cardenal, por no ser conocido; empero el Rey de España, que penetró la maula de disfrazar el monsiur en monseñor, haciéndole al pasar cortesía, le obligó a que, quitándose el capello, descubriese lo calvino de su cabeza[388].
XXIV. El caballo de Nápoles, a quien algunos han hurtado la cebada, otros ayudado a comer la paja, algunos le han hecho rocín, otros posta azotándole, otros yegua, viendo que en poder del Duque de Osuna, incomparable virey, invencible capitán general, juntó pareja con el famoso y leal caballo que es timbre de sus armas, y que le enjaezó con las granas de las dos mahonas de Venecia y con el tesoro de la nave de Brindis[389]; que le hizo caballo marino con tantas y tan gloriosas batallas navales, que [Pg 152]le dió verde en Chipre y de beber en el Tenedo[390], cuando se trujo a las ancas la nave poderosa de la Sultana y de Salónique[391], para que le almohazase al capitán[392] de aquellas galeras con su capitana, por lo cual Neptuno le reconoció por su primogénito, el que produjo en competencia de Minerva; acordábase que el grande Girón le había hecho gastar por herraduras las medias lunas del turco, y que con ellas fueron sus coces sacamuelas de los leones venecianos en la prodigiosa batalla sobre Raguza, donde, con quince velas, les desbarató ochenta, obligándolos a retirarse vergonzosamente, con pérdida de muchas galeras y galeazas, y de la mayor y mejor parte de la gente. Cuando se acordaba destos triunfos, se vía sin manta y con mataduras y muermo, que le procedía de plumas de gallina que le echaban en el pesebre. Víase ocupado en tirar un coche quien fué tan áspero, que nunca supieron, con ser buenos bridones, los franceses[Pg 153] tenerse encima dél, habiéndolo intentado muchas veces. Ocasionóle el miserable estado en que se vía tal tristeza y desesperación, que, enfurecido y relinchando clarines y resollando fuego, quiso ser caballo de Troya, y, a corcovos y manotadas, asolar la ciudad[393]. Al ruido entraron los sexos de Nápoles, y, arrojándole una toga en la cara, le taparon los ojos, y con halagos, hablándole calabrés cerrado, le pusieron maneotas y cabestro. Y estándole atando a un aldabón del establo, cógelos la hora[394], y dos de los sexos dijeron que convenía y era más barato dar a Roma de una vez el caballo que cada [Pg 154]año una hacanea con dote[395], y quitarse de ruidos, pues, según le miraban, se podía temer que le matasen de ojo los nepotes. A esto, demudados, respondieron los otros que el Rey de España le aseguraba de tal enfermedad con tres castillos, que le tenía puestos en la frente por texón, y que primero le cortarían las piernas que verle servir de mula y escondido en hopalandas. Los dos replicaron que parecía lenguaje de herejes no querer ser papistas, y que ninguna silla le podía estar tan bien como la de San Pedro. A esto dijeron coléricos los demás que, para que los herejes no hiciesen al Pontífice perder los estribos en aquella silla, convenía que sólo el Rey de España se sirviese deste caballo. Unos decían bonete; otros, corona, y de una palabra en otra, se envedijaron de suerte, que si no entra el electo del pueblo, se hacen pedazos.[Pg 155] El cual, sabiendo dellos la ocasión de la pendencia, les dijo:
—Este caballo, con ser desbocado, ha tenido muchos amos, y las más veces se ha ido él por su pie que dejádose llevar del ranzal. Lo que conviene es guardarle con cuidado, que anda en Italia mucha gente de a pie que busca bagaje, y cuatreros con botas y espuelas, y el gitano trueca borricas que le ha hurtado otras veces, y ahora tiene puerta falsa a la estala[396] y no conviene que le almohace ningún mozo de caballos francés, que le hacen cosquillas en lugar de limpiarle, y tanto ojo con los monsiures, que se visten manteo y sotana para echarle la pierna encima.
XXV. Estaban ahorcando dos rufianes por media docena de muertes[397]: el uno estaba ya [Pg 156]hecho badajo de la ene de palo[398], el otro acababa de sentarse en el poyo donde se pone a caballo el jinete de gaznates. Entre la multitud de gente que los miraba, pasando en alcance de unos tabardillos, se pararon dos médicos, y viéndolos, empezaron a llorar como unas criaturas, y con tantas lágrimas, que unos tratantes que estaban junto a ellos los preguntaron si eran sus hijos los ajusticiados. A lo cual respondieron que no los conocían, empero que sus lágrimas eran de ver morir dos hombres sin pagar nada a la facultad. En esto los cogió a todos la hora, y columbrando el ahorcado a los médicos, dijo:
—¡Ah, señores dotores! Aquí tienen vuestedes lugar, si son servidos, pues por los que han muerto merecen el mío, y por lo que saben despachar, el del verdugo. Algún entierro ha de haber sin galeno, y también presume de aforismo el esparto. En lo que tienen encima, y en los malos pasos, sus mulas de vuestedes son escaleras de la horca de pelo negro. Tiempo es de verdades. Si yo hubiera usado de receta, como de daga, no estuviera aquí, aunque hubiera asesinado a cuantos me ven. Una docena [Pg 157]de misas les pido, pues les es fácil acomodarlas en uno de los infinitos codicillos a que dan prisa.
XXVI. El gran Duque de Moscovia, fatigado con las guerras y robos de los tártaros, y con frecuentes invasiones de los turcos, se vió obligado a imponer nuevos tributos en sus estados y señoríos. Juntó sus favorecidos y criados, ministros y consejeros y el pueblo de su Corte, y díjoles:
—Ya los constaba de la necesidad extrema en que le tenían los gastos de sus ejércitos para defenderlos de la invidia de sus vecinos y enemigos, y que no podían las repúblicas y monarquías mantenerse sin tributos, que siempre eran justificados los forzosos y suaves, pues se convierten en la defensa de los que los pagan, redimiendo la paz y la hacienda y las vidas de todos aquella pequeña y casi insensible porción que da cada uno al repartimiento, bienquisto por igual y moderado; que él los juntaba para su mesmo negocio; que le respondiesen como en remedio y comodidad propia.
Hablaron primero los allegados y ministros, diciendo que la propuesta era tan santa y ajustada, que ella se era respuesta y concesión; que todo era debido a la necesidad del Príncipe y defensa de la Patria; que así podía arbitrar conforme[Pg 158] a su gusto en imponer todos y cualesquier tributos que fuese servido a sus vasallos, pues cuanto diesen pagaban[399] a su útil y descanso, y que cuanto mayores fuesen las cargas, mostraría más la grande satisfacción que tenía de su lealtad, honrándolos con ella. Oyólos con gusto el Duque, mas no sin sospecha, y así, mandó que el pueblo le respondiese por sí. El cual, en tanto que razonaban los magistrados, había susurrádose en conferencia callada. Eligieron uno que hablase por ellos conforme al sentir de todos. Éste, saliendo a lugar desembarazado, dijo:
—Muy poderoso señor: vuestros buenos vasallos por mí os besan con suma reverencia la mano por el cuidado que mostráis de su amparo y defensa, y, como pueblo que en vuestra sujeción nació y vive con amor heredado, confiesan que son vuestros a toda vuestra voluntad, con ciega obediencia, y os hacen recuerdo que su blasón es haberlo mostrado así en todo el tiempo de vuestro imperio, que Dios prospere. Conocen que su protección es vuestro cuidado y que esa congoja os baja de príncipe soberano de todos y en todo, a padre de cada uno: amor y benignidad que inestimablemente aprecian. Saben las urgentes y nuevas ocasiones que [Pg 159]os acrecientan gastos inexcusables, que por ellos y por vos no podéis evitar, y entienden que por vuestra pobreza no los podéis atender. Yo, en nombre de todos, os ofrezco, sin exceptar algo, cuanto todos tienen; empero pongo a vuestro celo dos cosas en consideración: la una, que si tomáis todo lo que tienen vuestros vasallos[400], agotaréis el manantial que perpetuamente ha de socorreros a vos y a vuestra sucesión; y si vos, señor, los acabáis, hacéis lo que teméis que hagan vuestros enemigos, tanto más en vuestro daño, cuanto en ello, es dudosa la ruina, y, en vos, cierta; y quien os aconseja que os asoléis porque no os asuelen, antes es munición de vuestros contrarios que consejero vuestro. Acordaos del labrador a quien Júpiter, según Isopo, concedió una pájara, que, para su alimento le ponía cada día un güevo de oro. El cual, vencido de la codicia, se persuadió a que ave que cada día le daba un huevo de oro, tenía ricas minas de aquel metal en el cuerpo, y que era mejor tomárselo todo de una vez que recibirlo continuamente poco a poco y como Dios lo había dispuesto. Mató la pájara, y quedó sin ella y sin el huevo de oro. Señor, no hagáis verdad esta que fué fábula en el filósofo; que os [Pg 160]haréis fábula de vuestro pueblo. Ser príncipe de pueblo pobre más es ser pobre y pobreza que príncipe. El que enriquece los súbditos tiene tantos tesoros como vasallos; el que los empobrece, otros tantos hospitales y tantos temores como hombres y menos hombres que enemigos y miedos. La riqueza se puede dejar cuando se quiere; la pobreza, no. Aquélla pocas veces se quiere dejar; ésta, siempre. La otra es que debéis considerar que vuestra ultimada necesidad presente nace de dos causas: la una, de lo mucho que os han robado y usurpado los que os asisten; la otra, de las obligaciones que hoy se os añaden. No hay duda que aquélla es la primera; si es también la mayor, a vos os toca el averiguarlo. Repartid, pues, vuestro socorro como mejor os pareciere entre restituciones de los usurpadores y tributos de los vasallos, y sólo podrá quejarse quien os fuere traidor.
En estas palabras los cogió la hora, y el Duque, levantándose en pie, dijo:
—Denme lo que me falta de lo que tenía, los que me lo han quitado, y páguenme lo demás que hubiere menester mis pueblos. Y porque no se dilate, todos vosotros y los vuestros, que desde lejos, con la esponja de la intercesión, me habéis chupado el patrimonio y tesoro, quedaréis[Pg 161] solamente con lo que trujistes a mi servicio, descontados los sueldos.
Fué tan grande y tan universal el gozo de los inferiores, viendo la justa y piadosa resolución del Duque, que, aclamándole Augusto, y los más de rodillas, dijeron:
—Queremos, en agradecimiento, después de servir con lo que nos repartieres, pagar otro tanto más, y que esta parte quede por servicio perpetuo para todas las veces que cobrares lo que te tomaren; de que resultará que los codiciosos aún tendrán escrúpulo de recibir lo que les dieres.
XXVII. Un fullero, con más flores[401] que mayo en la baraja y más gatos[402] que enero en las uñas, estaba jugando con un tramposo sobre tantos, persuadido de que se pierde más largo que con [Pg 162]el dinero delante. Concedíale la trocada[403] y la derecha, y la derecha, como la quería, porque, retirando las cartas, la derecha se la volvía zurda y la trocada se la cobraba con premio. Las suertes del fullero eran unos Apeles en pintar, y las del tramposo boqueaban de tabardillo a puras pintas; las suertes del maullón[404] siempre eran veinte y cuatro, con licencia del cabildo de Sevilla; las del tramposo se andaban tras el mediodía, sin pasar de la una. Pues cógelos la hora, y contando el fullero los tantos, dijo:
—Vuesa merced me debe dos mil reales.
El tramposo respondió, después de haberlos vuelto a contar, como si pensara pagarlos:
—Señor mío: a su ramillete de vuesa merced le falta mi flor, que es perder y no pagar. Vuesa merced se la añada, y no tendrá que invidiar a Daraja[405]. Haga vuesa merced cuenta que ha jugado con un saúco, cuya flor es ahorcar bolsas[Pg 163][406]; lo que aquí se ha perdido es el tiempo, que tampoco lo cobrará vuesa merced como yo.
XXVIII. Los holandeses, que, por merced del mar pisan la tierra en unos andrajos de suelo que la hurtan por detrás de unos montones de arena que llaman diques, rebeldes a Dios[407] en la fe y a su Rey en el vasallaje, amasando su discordia en un comercio político, después[408] de haberse con el robo constituido en libertad y soberanía delincuente, y crecido en territorio por la traición bien armada y atenta, y adquirido con prósperos sucesos opinión belicosa y caudal opulento, presumiendo de hijos primogénitos del Océano, y persuadidos a que el mar, que les dió la tierra que cubría para habitación, no les negaría la que le rodeaba, se determinaron, escondiéndole en naves y poblándole de cosarios, a pellizcar y roer por diferentes partes el occidente y el oriente. Van por oro y plata a nuestras flotas, como nuestras flotas van por él a las Indias. Tienen por ahorro y atajo tomarlo de quien lo trae y no sacarlo de quien lo cría. Dales más barato los millones [Pg 164]el descuido de un general o el descamino de una borrasca que las minas. Para esto los ha sido aplauso, confederación y socorro la invidia que todos los reyes de Europa tienen a la suprema grandeza de la Monarquía de España. Animados, pues, con tan numerosa asistencia, han establecido tráfago en la India de Portugal, introduciendo en el Japón su comercio, y, cayendo y levantando con porfía providente, se han apoderado de la mejor parte del Brasil, donde, no sólo tienen el mando y el palo, como dicen, sino el tabaco y el azúcar, cuyos ingenios, si no los hacen doctos, los hacen ricos, dejándonos sin ellos rudos y amargos. En este paraje, que es garganta de las dos Indias, asisten tarascas con hambre peligrosa de flotas y naves, dando qué pensar a Lima y Potosí (por afirmar la geografía), que pueden, paso entre paso, sin mojarse los pies, ir a rondar aquellos cerros, cuando, enfadados de navegar, no quieran[409] resbalarse por el río de la Plata o irse, en forma de cáncer, mordiendo la costa por Buenos Aires, y fortificarse trampantojos del pasaje[410]. Estábase muy despacio aquel senado de hambrones del mundo sobre un globo terrestre y [Pg 165]una carta de marear[411], con un compás, brincando climas y puertos y escogiendo provincias ajenas, y el Príncipe de Orange, con unas tijeras en la mano, para encaminar el corte en el mapa por el rumbo que determinase su albedrío. En esta acción los cogió la hora, y tomándole un viejo, ya quebrantado de sus años, las tijeras, dijo:
—Los glotones de provincias siempre han muerto de ahito: no hay peor repleción que la de dominios. Los romanos, desde el pequeño círculo de un surco, que no cabía medio celemín de siembra, se engulleron todas sus vecindades, y, derramando su codicia, pusieron a todo el mundo debajo del yugo de su primer arado. Y como sea cierto que quien se vierte se desperdicia tanto como se extiende, luego que tuvieron mucho que perder empezaron a perder mucho; porque la ambición llega para adquirir más allá de donde alcanza la fuerza para conservar. En tanto que fueron pobres, conquistaron a los ricos; los cuales, haciéndolos ricos y quedando pobres con las mismas costumbres de la pobreza, pegándoles las del oro y las de los deleites, los destruyeron, y con las riquezas que les dieron tomaron de ellos venganza. Calaveras son que nos amonestan los asirios, los griegos [Pg 166]y los romanos: más nos convienen los cadáveres de sus monarquías por escarmiento que por imitación. Cuanto más quisiéremos encaramar nuestro poco peso, y llegarle en la romana del poder a la gran carga que se quiere contrastar, tanto menos valor tendremos, y cuanto más le retiráremos en ella, nuestra pequeña porción sola contrastará los inmensos quintales que equilibra, y si a nuestra última línea los retiráremos, uno nuestro valdrá mil. Trajano Bocalino apuntó este secreto en el peso de su Piedra del parangón[412], verificándose en la monarquía de España, de quien pretendemos quitar peso, que, juntándole al nuestro, nos le desminuía con el aumento. Hacernos libres de sujetos fué prodigio; conservar este prodigio es ocupación para que nos habemos menester todos. Francia y Ingalaterra, que nos han ayudado a limar a España de su señorío la parte con que las era formidable vecino, por la propia razón no consentirán que nos aumentemos en señorío [Pg 167]que puedan temer. La segur que se añade con todo lo que corta del árbol, nadie la tendrá por instrumento, sino por estorbo. Consentirnos han en tanto que tuviéremos necesidad dellos y, en presumiendo de que ellos la tienen de nosotros, atenderán a nuestra mortificación y ruina. El que al pobre que dió limosna le ve rico, o cobra dél o le pide. Nada adquirimos de nuevo que no quieran para sí los príncipes que nos lo ven adquirir, y por vecino, al paso que desprecian al que pierde, temen al que gana, y nosotros, desparramándonos, somos estratagema del Rey de España contra nosotros, pues cuando él, por dividirnos y enflaquecernos, dejara perder adrede las tierras que le tomamos, era treta y no pérdida, y nunca más fácilmente podrá quitarnos lo que tenemos que cuando más nos hubiere dejado tomar de lo que tiene tan lejos de sí como de nosotros. Con el Brasil, antes se desangra y despuebla Holanda que se crece. Ladrones somos: basta no restituir lo hurtado sin hurtar siempre[413], ejercicio con que antes se llega a la horca que al trono.
El Príncipe de Orange, enfadado, y cobrando las tijeras, dijo:
—Si Roma se perdió, Venecia se conserva,[Pg 168] y fué cicatera[414] de lugares al principio, como nosotros. La horca que dices, más se usa en los desdichados que en los ladrones, y en el mundo, el ladrón grande condena al chico. Quien corta bolsas, siempre es ladrón; quien hurta provincias y reinos, siempre fué rey. El derecho de los monarcas se abrevia en viva quien vence. Engendrarse los unos de la corrupción de los otros es natural, y no violento: causa es quien se corrompe de quien se engendra. El cadáver no se queja de los gusanos que le comen, porque él los cría; cada uno mire que no se corrompa, porque será padre de sus gusanos. Todo se acaba, y más presto lo poco que lo mucho. Cuando nos tenga miedo quien nos tuvo lástima, tendremos lástima a quien nos tuvo miedo, que es buen trueque. Seamos, si podemos, lo que son los que fueron lo que somos. Todo lo que has apuntado es bueno no lo sepan el Rey de Ingalaterra y Francia, y acuérdalo delante, que al empezar es estorbo lo que en el mayor aumento es consejo.
Y diciendo y haciendo, echó la tijera a diestro y a siniestro, trasquilando costas y golfos, [Pg 169]y de las cercenaduras del mundo se fabricó una corona, y se erigió en majestad de cartón.
XXIX. El gran Duque de Florencia, que, por cuatro letras más o menos del título de gran es malquisto de todos los otros potentados, estaba cerrado en un camarín con un criado, de quien fiaba la comunicación más reservada. Conferían la grandeza de sus ciudades y la hermosura de su Estado, el comercio de Ligorna[415] y las vitorias de sus galeras. Pasaron al grande esplendor con que su sangre se había mezclado con todos los monarcas y reyes de Europa en los repetidos casamientos con Francia, pues, por la línea materna, eran sus descendientes los Reyes Católicos, el Cristianísimo y el de la Gran Bretaña. En este cómputo los cogió la hora, y, arrebatado della el criado, dijo:
—Señor: vuesa alteza de ciudadano vino a príncipe: Memento homo. En tanto que se trató como potentado, fué el más rico; hoy, que se trata como suegro de reyes y yerno de emperador, pulvis es, y si le alcanza la dicha de suegro con Francia y las maldiciones de casamentero, in pulverem reverteris. El Estado es [Pg 170]fertilísimo; las ciudades, opulentas; los puertos, ricos; las galeras, fortunadas; los parentescos, grandes; el dominio, por todas[416] razones real; empero ahora he visto en él notables manchas, que le desaliñan y desautorizan, y son éstas: la memoria que conservan los vasallos de que fueron compañeros; la república de Luca, que cayó de medio a medio[417] de todo; los presidios de Toscana, que el Rey de España tiene, y el gran sobre Duque, por la emulación de los vecinos.
El Duque, que en algunas cosas destas no había reparado, dijo:
—¿Qué modo tendré para sacarme estas manchas?
Replicó el criado:
—Sacarlas según están reconcentradas, es imposible sin cortar el pedazo, y es mal remedio, porque es mejor andar manchado que roto. Y si las manchas que digo se sacan con el pedazo, no le quedará pedazo a vuesa alteza, y vuesa alteza quedará hecho pedazos; éstas son manchas de tal calidad, que se limpian con meterse más adentro, y no con sacarse. Use vuesa alteza de la saliva en ayunas para esto y vaya chupando para sí poco a poco. Y lo [Pg 171]que gasta en dotes de reinas, gástelo en tapar los oídos a los atentos, porque no le sientan chupar.
XXX. Un alquimista hecho pizcas, que parecía se había distilado sus carnes y calcinado sus vestidos, estaba engarrafado de un miserable a la puerta de uno que vendía carbón. Decíale:
—Yo soy filósofo espagírico, alquimista: con la gracia de Dios he alcanzado el secreto de la piedra filosofal, medicina de vida y trasmutación trascendente, infinitamente multiplicable; con cuyos polvos haciendo proyección[418], vuelvo en oro de más quilates y virtud que el natural, el azogue, el hierro, el plomo, el estaño y la plata. Hago oro de yerbas, de las cáscaras de güevos, de cabellos, de sangre humana, de la orina y de la basura: esto en pocos días y con menos costa. No oso descubrirme a nadie, porque si se supiese, los príncipes[419] me engullirían en una cárcel, para ahorrar los viajes de las Indias y poder dar dos higas a las minas y al Oriente. Sé que vuesa merced es persona cuerda, principal y virtuosa, y he determinado fiarle secreto tan importante y admirable:[Pg 172] con que en pocos días no sabrá qué hacer[420] de los millones.
Oíale el mezquino con una atención canina y lacerada, y tan encendido en codicia con la turbamulta de millones, que le tecleaban los dedos en ademán de contar. Habíale crecido tanto el ojo, que no le cabía en la cara. Tenía ya entre sí condenadas a barras de oro las sartenes, asadores y calderos y candiles. Preguntóle que cuánto sería menester para hacer la obra. El alquimista dijo que casi nada: que con solos seiscientos reales había para orecer[421] y platificar todo el universo mundo y que lo más se había de gastar en alambiques y crisoles; porque el elixir que era el alma vivificante del oro no costaba nada y era cosa que se hallaba de balde en todas partes, y que no se había de gastar un cuarto en carbón, porque con cal y estiércol lo sublimaba y digería y separaba, y retificaba y circulaba; que aquello no era hablar, sino que delante dél y en su casa lo haría, y que sólo le encargaba el secreto. Estaba oyendo este embuste el carbonero, dado a los demonios de que había dicho no había de gastar carbón. Pues cógelos la hora, y, embistiendo,[Pg 173] afeitado con cisco y oliendo a pastillas de diablo, con el alquimista, le dijo:
—Vagamundo, pícaro, sollastre[422], ¿para qué estás dando papilla de oro a ese buen hombre?
El alquimista, revestido de furias, respondió que mentía, y entre el mentís y un sopapo que le dió el carbonero, no cupiera un cabello. Armóse una pelaza[423] entre los dos, de suerte que, a cachetes, el alquimista estaba hecho alambique de sangre de narices. No los podía despartir el miserable, que del miedo del tufo y de la tizne no se osaba meter en medio. Andaban tan mezclados, que ya no se sabía cuál era el carbonero ni quién había pegado la tizne al otro. La gente que pasaba los despartió. Quedaron tales, que parecían bolas de lámpara o que venían de visitarse con tijeras[424] de despavilar. Decía el carbonero:
—Oro dice el pringón que hará de la basura y del hierro viejo, ¡y está vestido de torcidas [Pg 174]de candiles y fardado de daca la maza! Yo conozco a éstos, porque a otro vecino mío engañó otro tragamallas, y en sólo carbón le hizo gastar en dos meses, en mi casa, mil ducados, diciendo que haría oro, y sólo hizo humo y ceniza, y, al cabo, le robó cuanto tenía.
—Pero—replicó el alquimista—yo haré lo que digo, y pues tú haces oro y plata del carbón y de los cantazos que vendes por tizos, y de la tierra y basura con que lo polvoreas y de las maulas de la romana, ¿por qué yo, con la Arte magna, con Arnaldo, Géber y Avicena, Morieno, Roger, Hermes, Theofrasto, Vistadio, Evónymo, Crollio, Libavio y la Tabla smaragdina de Hermes, no he de hacer oro?
El carbonero replicó, todo engrifado:
—Porque todos esos autores te hacen a ti loco, y tú, a quien te cree, pobre. Y yo vendo el carbón, y tú le quemas; por lo cual, yo le hago plata y oro y tú hollín. Y la piedra filosofal verdadera es comprar barato y vender caro, y váyanse noramala todos esos Fulanos y Zutanos que nombras, que yo de mejor gana gastara mi carbón en quemarte empapelado con sus obras que en venderle. Y vuesa merced haga cuenta que hoy ha nacido su dinero, y, si quiere tener más, el trato es garañón de la moneda, que empreña al doblón y le hace parir otro[Pg 175] cada mes. Y si está enfadado con sus talegos, vacíelos en una necesaria, y, cuando se arrepienta, los sacará con más facilidad y más limpieza que de los fuelles y hornillos deste maldito, que, siendo mina de arrapiezos, se hace Indias de hoz y de coz y amaga de Potosí.
XXXI. Venían tres franceses por las montañas de Vizcaya a España: el uno con un carretoncillo de amolar tijeras y cuchillos por babador; el otro, con dos corcovas de fuelles y ratoneras, y el tercero, con un cajón de peines y alfileres. Topólos en lo más agrio de una cuesta descansando un español que pasaba a Francia a pie, con su capa al hombro. Sentáronse a descansar a la sombra de unos árboles. Trabaron conversación. Oíanse tejidos el hui monsiur con el pesia tal y el per ma fue con el voto a cristo[425]. Preguntado por ellos el español dónde iba, respondió que a Francia, huyendo, por no dar en manos de la justicia, que le perseguía por algunas travesuras; que de allí pasaría a Flandes a desenojar los jueces y desquitar su opinión, sirviendo a su Rey; porque los españoles no sabían servir a otra persona en saliendo de su tierra. Preguntado cómo no llevaba oficio ni ejercicio para sustentarse en [Pg 176]camino tan largo[426], dijo que el oficio de los españoles era la guerra, y que los hombres de bien, pobres, pedían prestado o limosna para caminar, y los ruines lo hurtaban, como los que lo son en todas las naciones, y añadió que se admiraba del trabajo con que ellos caminaban desde Francia por tierras extrañas y partes tan ásperas y montuosas, con mercancía, a riesgo de dar en manos de salteadores. Pidióles refiriesen qué ocasión los echaba de su tierra y qué ganancia se podían prometer de aquellos trastos con que venían brumados, espantando con la visión mulas y rocines y dando qué pensar a los caminantes desde lejos. El amolador, que hablaba el castellano menos zabucado[427] de gabacho, dijo:
—Nosotros somos gentilhombres malcontentos del Rey de Francia; hémonos perdido en los rumores, y yo he perdido más por haber hecho tres viajes a España, donde, con este carretoncillo y esta muela sola he mascado a Castilla mucho y grande número de pistolas, que vosotros llamáis doblones.
[Pg 177]
Acedósele al español todo el gesto, y dijo:
—Arrebócese su sanar de lamparones el Rey de Francia si sufre por malcontentos mercan fuelles y peines y alfileres y amoladores.
Replicó el del carretón:
—Vosotros debéis mirar a los amoladores de tijeras como a flota terrestre, con que vamos amolando y aguzando más vuestras barras de oro que vuestros cuchillos. Mirad bien a la cara a ese cantarillo quebrado, que se orina con estangurria, que él nos ahorra, para traer la plata, de la tabaola del Océano y de los peligros de una borrasca, y con una rueda, de velas y pilotos. Y con este edificio de cuatro trancas y esta piedra de amolar, y con los peines y alfileres derramados por todos los reinos, aguzamos, peinamos y sangramos poco a poco las venas de las Indias. Y habéis de persuadiros que no es el menor miembro del tesoro de Francia el que cazan las ratoneras y el que soplan los fuelles.
—Voto a Dios—dijo[428] el español—, que sin saber yo eso, echaba de ver que con los fuelles nos llevábades el dinero en el aire, y que las ratoneras, antes llenaban vuestros gatos[429] que disminuían nuestros ratones. Y he advertido [Pg 178]que, después que vosotros vendéis fuelles, se gasta más carbón y se cuecen menos las ollas, y que después que vendéis ratoneras, nos comemos de ratoneras y de ratones, y que después que amoláis cuchillos, se nos toman y se nos gastan, y se nos mellan y se nos embotan[430] las herramientas, y que, amolando cuchillos, los gastáis y echáis a perder, para que siempre tengamos necesidad de compraros los que vendéis. Y ahora veo que los franceses sois los piojos que comen a España por todas partes, y que venís a ella en figura de bocas abiertas, con dientes de peines y muelas de aguzar, y creo que su comezón no se remedia con rascarse, sino que antes crece, haciéndose pedazos con sus propios dedos. Yo espero en Dios he de volver presto y he de advertir que no tiene otro remedio su comezón sino espulgarse de vosotros y condenaros a muerte de uñas. Pues, ¿qué diré de los peines, pues con ellos nos habéis introducido las calvas, porque tuviésemos algo de Calvino sobre nuestras cabezas? Yo haré que España sepa estimar sus ratones y su caspa y su moho, para que vais a los infiernos a gastar fuelles y ratoneras.
En esto los cogió la hora, y desatinándole la cólera, dijo:
[Pg 179]
—Los demonios me están retentando de mataros a puñaladas y abernardarme y hacer Roncesvalles estos montes[431].
Los bugres[432], viéndole demudado y colérico, se levantaron con un zurrido monsiur, hablando galalones[433], pronunciando el mondiu en tropa y la palabra coquin. En mal punto la dijeron, que el español, arrancando la daga[434] y arremetiendo al amolador, le obligó a soltar el carretoncillo, el cual, con el golpe, empezó a rodar por aquellas peñas abajo, haciéndose andrajos. En tanto, por un lado de las ratoneras, le tiró un fuelle; mas, embistiendo con él a puñaladas, se los hizo flautas y astillas las ratoneras. El de los peines y alfileres, dejando el cajón en el suelo, tomó pedrisco. Empezaron todos tres contra el pobre español y él contra todos tres a descortezarse a pedradas: munición que a todos sobra en aquel sitio, aun para tropezar.
[Pg 180]
De miedo de la daga, tiraban los gabachos[435] desde lejos. El español, que se reparaba con la capa, dió un puntapié al cajón de alfileres, el cual, a tres calabazadas que rodando se dió en unas peñas, empezó a sembrar peines y alfileres, y viéndole disparar púas de azófar, hecho erizo de madera, dijo:
—Ya empiezo a servir a mi Rey.
Y viendo llegar pasajeros de a mula[436] que los despartieron, les pidió le diesen fe de aquella vitoria que a fuer de espulgo había tenido contra las comezones de España.
Riéronse los caminantes sabida la causa, y, llevándose al español a las ancas de una mula, dejaron a los franceses ocupados en dar tapabocas[437] a los fuelles, y bizmar las ratoneras, y remendar el carretón, y buscar los alfileres, que se habían sembrado por aquellos cerros. El español, desde lejos, yendo caminando, les dijo a gritos:
[Pg 181]
—Gabachos, si son malcontentos en su tierra, agradézcanme el no dejar de ser quien son en la mía.
XXXII. La serenísima república de Venecia, que, por su gran seso y prudencia, en el cuerpo de Europa hace oficio de cerebro, miembro donde reside la corte del juicio, se juntó en la grande sala a consejo pleno. Estaba aquel consistorio encordado de diferentes voces, graves y leves, en viejos y en mozos; unos doctos por las noticias, otros por las experiencias: instrumento tan bien templado y de tan rara armonía, que, al son suyo, hacen mudanzas todos los señores del mundo. El Dux, príncipe coronado de aquella poderosa libertad, estaba en solio eminente con tres consejeros por banda; de la una parte, un capo de cuarenta; de la otra, dos. Asistían próximos los secretarios que cuentan las boletas, y en sus lugares, en pie, los ministros[438] que las llevan. El silencio desaparecía a los oídos de tan grande concurso, excediendo de tal manera al de un lugar desierto, que se persuadían los ojos era auditorio de escultura: tan sin voz estaban los achaques en los ancianos y el orgullo en los mancebos. Rompiendo esta atención, dijo:
[Pg 182]
—La malicia introduce la discordia[439], y la disimulación hace bienquisto al que siembra la cizaña del propio que la padece. A nosotros nos ha dado la paz y las vitorias la guerra que habemos ocasionado a los amigos, no la que hemos hecho a los contrarios. Seremos libres en tanto que ocupáremos a los demás en cautivarse. Nuestra luz nace de la disensión; somos dicípulos de la centella que nace de la contienda del pedernal y del eslabón. Cuanto más se aporrean y más se descalabran los monarcas, más nos encendemos en resplandores. Italia, después que falleció[440], es a la manera de una doncella rica y hermosa, que, por haber muerto sus padres, quedó en poder de tutores y testamentarios con deseo de casarse; empero los testamentarios, como cada uno se le ha quedado con un pedazo, por no restituirla su dote y quedarse con lo que tienen en su poder, unos se la niegan y afean al Rey de España, que la pretende; otros, al Rey de Francia, que la pide, poniendo en los maridos las faltas que estudian en sí. Estos tutores tramposos son los potentados, y entre ellos no se puede negar que nosotros no la hemos arrebatado grande [Pg 183]parte de su patrimonio. Hoy aprietan la dificultad por casarse con ella estos dos pretensores. Del Rey de Francia nos hemos valido para trampear esta novia al Rey Católico, que, por la vecindad de Milán y Nápoles, la hace señas y registra desde sus ventanas las suyas. El Rey Cristianísimo, que, por estar lejos, no la podía rondar ni ver, y se valía de papeles, hoy, con las tercerías de Saboya y Mantua y Parma, y llegándose a Piñarol, la acecha y galantea, nos obliga a que se la trampeemos a él. Esto es fácil, porque los franceses con menos trabajo se arrojan que se traen; con su furia, echan a los otros, y con su condición, a sí mismos. Empero conviene que se disponga esta zancadilla de suerte que, haciendo efectos de divorcio, cobremos caricias de casamenteros. Derramada tiene la atención el Rey Cristianísimo y delincuente la codicia en Lorena, y peligrosas en Alemania las armas, pobres sus vasallos. Tiene desacreditada la seguridad en el mundo, por esto, temerosos en Italia los confidentes. Entradas son que no apurarán nuestra sutileza para lograrlas, pues su propio ruido disimulará nuestros pasos. No hemos menester gastar sospecha en los que se han fiado dél, que sus arrepentimientos nos la ahorran. Lo que me parece es que, con alentarle a que[Pg 184] prosiga en los hervores de su ambicioso y crédulo desvanecimiento, conquistaremos al Rey de los franceses con Luis XIII. El esfuerzo último se ha de poner en conservar y crecer en su gracia a su privado. Éste, que le quita cuanto se añade, le disminuye al paso que crece[441]. Mientras el vasallo fuere señor de su Rey, y el Rey vasallo de su criado, aquél será aborrecido por traidor, y éste despreciado por vil. Para decir muera el Rey en público, no sólo sin castigo, sino con premio, se consigue con decir viva el privado. No sé si le fué más aciago a su padre Francisco Revellac[442], que a él Richeleu; lo que sé es que entre los dos le han dejado huérfano: aquél, sin padre; éste, sin madre. Dure Armando, que es como la enfermedad, que durando acaba u se acaba. Por muy importante juzgo el pensar sobre la sucesión del Rey Cristianísimo, la cual no se espera en descendientes, antes que vuelva a su hermano, cuyo natural da buenas promesas a nuestro acecho. Es fuego que podremos derramar a soplos, y de tal condición, que se atiza a sí mismo; hombre quejoso del bien que recibe, por [Pg 185]lo que tiene desobligado al Rey de España y atesorada discordia, que podremos encaminar como nos convenga. Francia está sospechosa con la[443] descendencia real que el privado se achaca con genealogías compradas, y temerosa de ver agotados todos los cargos en su familia y todas las fuerzas en poder de sus cómplices. Esles recuerdo Momoranci degollado y tantos grandes señores y ministros o en destierro o en desprecio. Sospechan que en la sucesión ha de haber rebatiña y no herencia. Las cosas de Alemania no admiten cura con el Palatino desposeído, y con el de Lorena, y los desinios del Duque de Sajonia, y los protestantes por el imperio contra la Casa de Austria. Italia está, al parecer, imposibilitada de paz por los presidios que los franceses tienen en ella. Al Rey de España sobran ocupaciones y gastos con los olandeses, que en Flandes le han tomado[444] lo que tenía y le quieren tomar lo que tiene; que se han apoderado en la mejor y mayor parte del Brasil del palo, tabaco y azúcar, con que se aseguran flota; que se han fortificado en una isla de las de barlovento. Júntase a esto el cuidado de mantener al Emperador la oposición a los franceses por el Estado de Milán. Nosotros, como las pesas[Pg 186] en el reloj de faltriquera, hemos de mover cada hora y cada punto estas manos, sin ser vistos ni oídos, derramando el ruido a los otros, sin cesar ni volver atrás. Nuestra razón de estado es vidriero que, con el soplo, da las formas y hechuras a las cosas, y de lo que sembramos en la tierra a fuerza de fuego, fabricamos hielo[445].
En esto, los cogió la hora, que, apoderándose del capricho de un republicón de los Capidiechi, le hizo razonar en esta manera:
—Venecia es el mismo Pilatos. Pruébolo. Condenó al Justo y lavó sus manos: ergo. Pilatos soltó a Barrabás, que era la sedición, y aprisionó a la paz, que era Jesús: igitur. Pilatos, constante, digo pertinaz, dijo: “Lo que escribí, escribí”: tenet consequentia. Pilatos entregó la salud y la paz del mundo a los alborotadores para que la crucificasen, non potest negari.
Alborotóse todo el consistorio en voces. El Dux, con acuerdo de muchos y de los semblantes de todos, mandó poner en prisiones al republicón[Pg 187] y que se averiguase bien su genealogía, que, sin duda, por alguna parte decendía de alguno que decendía de otro, que tenía amistad con alguno que era conocido de alguno, que procedía de quien tuviese algo de español.
XXXIII. Juntó el preclaro e ilustrísimo Dux de Génova todo aquel excelentísimo Senado para oír al Embajador del Rey Cristianísimo, el cual razonó desta manera:
—Serenísima República: El Rey, mi señor, que siempre ha tenido las libertades de Italia en igual precio que la majestad de su corona, asistiendo a su conservación con todo su poderío, celoso de vuestra paz, sin pretender otro aumento que el de los Príncipes que en ella, en división concorde, poseen la mejor y más hermosa parte del mundo, hoy me manda que, en su nombre, os haga recuerdo de que, como muy obediente hijo de la Iglesia romana y seguro vecino de todos los potentados, desea justificar sus acciones en vuestros oídos y desempeñar para con todos su afecto y benevolencia. Mejor sabéis vosotros lo que padecéis que nosotros lo que oímos y vemos desde lejos. Muchos años han pasado por vosotros en guerras continuadas, introducidas por las desavenencias del Duque de Saboya, cuyos confines siempre os fueron sospechosos y molestos, a los cuales se opuso el Rey Católico[Pg 188] con nombre de árbitro[446]. Habéis visto los campos anegados en sangre y horribles con cuerpos muertos; las ciudades, asoladas por sitios y por asaltos; el país, robado por los alojamientos; en vuestras tierras los alemanes, gente feroz, número a quien acompaña en las almas la herejía; en los cuerpos, la hambre y la peste. No hallará vuestra advertencia culpado al Rey, mi señor, en alguna de estas calamidades, pues solamente ha asistido al socorro de la parte más flaca, no con intento de que, venciendo, se aumentase, sino de que, defendiéndose, no dejase aumentar al contrario, para que el derecho de cada uno quedase sin ofensa y justificado, y el Monferrato, que ha sido vientre destas disensiones[447], no fuese premio de alguna codicia. Con este fin ha sustentado grandes ejércitos, y alguna vez acompañádolos en persona, venciendo las fortificaciones del invierno en los Alpes, por abrir la puerta a vuestros socorros, volviendo triunfante[Pg 189] con sólo este útil. Hoy, que parece estar furioso el mundo y que vuestra asistencia le ha solicitado odios poderosos en todas partes, se promete que esta serenísima República le tendrá por tan buen amigo en sus puertos como al Rey de España, cuando, con mantener con los dos neutralidad, mostrará que conoce el santo celo del Rey, mi señor, y la justificación de sus armas.
El Dux, viendo que el monsiur[448] había dado fin a su propuesta, respondió:
—Damos gracias a Dios que, en asistir con amor y reverencia al Rey Cristianísimo, no tenemos qué ofrecer sino la continuación de lo que hasta el día de hoy se ha hecho. Hemos oído en vuestras palabras lo que hemos visto: fácil es persuadir a los testigos. Y si bien pudiera turbar nuestra confianza el haber abrigado vuestro Rey, con los socorros de la Digera[449] las discordias con que la alteza de Saboya pretendió destruir o molestar esta República, que, a no socorrerla el Rey Católico, se viera en confusión, y asimismo pudiera escarmentarla el haber apoderádose las armas francesas de Susa y Piñarol[Pg 190] y el Casal, en Italia, a imitación del que, en achaque de meter paz en una pendencia, se va con las capas de los que riñen; acrecentando con horror esta sospecha el haber la Majestad Cristianísima hecho al Duque de Lorena la vecindad del humo, que le echó de su casa[450] llorando; empero nosotros, no reparando en los semblantes destas acciones, somos y seremos siempre los más afectos a su corona. Esto cuanto dieren lugar las grandes obligaciones que esta señoría y todos sus particulares tienen y conocen al Monarca de las Españas, en cuyo poder estamos defendidos, con cuya grandeza ricos, en cuya verdad y religión descansamos seguros. Y así, para resolver el punto de la neutralidad que se nos pide, es justo se llamen a este consejo todos los repúblicos, en cuyo caudal está la negociación.
Pareció bien al Embajador y al Senado. Fué persona grave a llamarlos, con orden les dijese a qué fin y que viniesen luego. Fué el diputado, y llegando a Banchi[451], donde los halló juntos, les dió su embajada y la razón della. En esto los cogió a todos la hora, y demudándose los nobilísimos[Pg 191] ginoveses, dijeron al magnífico que respondiese al serenísimo Dux que:
“Habiendo entendido la propuesta del Rey de Francia, y queriendo ir a obedecer su mandato, se les habían pegado de suerte los asientos de España, que no se podían levantar. Y que fueran con los asientos arrastrando; mas no era posible arrancarlos, por estar clavados en Nápoles y Sicilia y remachados con los juros de España. Que advertían a su serenidad que el Rey de Francia caminaba como galeote, con las espaldas vueltas[452] hacia donde quiere ir derecho, tirando para sí, y que abra los ojos, que aquella Majestad ha sido inquisidor contra herejes y hoy es hereje contra inquisidores”.
Volvió el magnífico[453] y dió en alta voz esta respuesta. Quedó monsiur amostazado y confuso, con bullicio mal atacado, arrebañando una capa de estatura de mantellina, con cuello de garnacha. El Dux, por alargarle la saña, le dijo:
—Decid al Rey Cristianísimo que ya que esta República no puede servirle en lo que pide, le ofrece, si prosiguiere en venir a Italia, un aniversario perpetuo en altar de alma por los franceses que, muriendo, acompañaren a los que hicieron[Pg 192] cimenterio el bosque de Pavía, empedrándole de calaveras, y de hacer a Su Majestad la costa todo el tiempo que estuviere preso en el Estado de Milán, y desde luego le ofrecemos para su rescate cien mil ducados, y vos llevaos esa historia del emperador Carlos V para entreteneros en el camino, y servirá de itinerario a vuestro gran Rey.
El monsiur, ciego de cólera, dijo:
—Vosotros habéis hablado como buenos y leales vasallos del Rey Católico, a quien los propios asientos que me niegan la neutralidad han hecho gallegos de allende y ultramarinos.
XXXIV. Los alemanes, herejes y protestantes, en quienes son tantas las herejías como los hombres, que se gastan en alimentar la tiranía de los suecos, las traiciones del Duque de Sajonia, Marqués de Brandenburg y Landtgrave de Hessen; hallándose corrompidos de mal francés, trataron de curarse de una vez, viendo que los sudores de tantos trabajos no habían aprovechado, ni las unciones que con ungüento de azogue los dieron en la estufa de Nortlingen[454], ni [Pg 193]las copiosas sangrías, usque ad animi deliquium, de tantas rotas. Juntaron todos los mejores médicos racionales y espagíricos[455] que hallaron, y, haciéndoles relación de sus achaques, les pidieron remedio eficaz. Algunos fueron de parecer que la medicina era purgarlos de todos los humores franceses que tenían en los huesos. Otros, afirmando que el mal estaba en las cabezas, ordenaron evacuaciones, descargándolas de opiniones crasas con el tetrágono de Hipócrates, tan celebrado de Galeno, a que corresponde el tabaco en humo en la forma. Otros, supersticiosos y dados a las artes secretas, afirmaron que lo que padecían no eran enfermedades naturales, sino demonios que los agitaban, y que, como endemoniados, necesitaban de exorcismos y conjuros. En esta discordia estudiosa estaban cuando los cogió la hora, y, alzando la voz, un médico de Praga, dijo:
—Los alemanes no tienen en su enfermedad remedio, porque sus dolencias y achaques solamente[Pg 194] se curan con la dieta[456], y en tanto que estuvieren abiertas las tabernas de Lutero y Calvino, y ellos tuvieron gaznates y sed y no se abstuvieren de los bodegones y burdeles de Francia, no tendrán la dieta de que necesitan.
XXXV. El Gran Señor, que así se llama el Emperador de los turcos, monarca, por los embustes de Mahoma, en la mayor grandeza unida que se conoce, mandó juntar todos los cadís, capitanes, beyes y visires[457] de su Puerta, que llama excelsa, y con ellos todos los morabitos y [Pg 195]personas de cargos preeminentes, capitanes generales y bajaes, todos, o la mayor parte, renegados; y asimismo los esclavos cristianos que en perpetuo cautiverio padecen muerte viva en las torres de Constantinopla, sin esperanza de rescate, por la presunción de aquella soberbia majestad, que tiene por indecente el precio por esclavos y por plebeya la celestial virtud de la misericordia. Fué por esto grande el concurso y mayor la suspensión de todos viendo un acto en aquella forma, sin ejemplar en la memoria de los más ancianos. El Gran Señor, que juzga a desautoridad[458] que sus vasallos oigan su voz y traten su persona aun con los ojos, estando en trono sublime, cubierto con velos que sólo daban paso confuso a la vista, hizo seña muda para que oyesen a un morisco de los expulsos de España las novedades a que procuraba persuadirle. El morisco, postrado en el suelo, a los pies del Emperador tirano, en adoración sacrílega, y volviéndose a levantar, dijo:
—Los verdaderos y constantes mahometanos, que en larga y trabajosa captividad en España, por largas edades abrigamos oculta en nuestros corazones la ley del profeta descendiente de Agar, reconocidos a la benignidad con que [Pg 196]el todopoderoso Monarca del mundo, Gran Señor de los turcos, nos consintió lastimosas reliquias de expulsión dolorosa, hemos determinado hacer a su grandeza y majestad algún considerable servicio, valiéndonos de la noticia que trujimos, por falta del caudal que, con el despojo, nos dejó número inútil. Y para que se consiga, proponemos que, para gloria desta nación, y el premio[459] de los invencibles capitanes y beyes en las memorias[460] de sus hazañas, conviene, a imitación de Grecia, y Roma, y España, dotar Universidades y estudios, señalar premios a las letras, pues por ellas, habiendo fallecido los monarcas y las monarquías, hoy viven triunfantes las lenguas griega y latina, y en ellas florecen, a pesar de la muerte, sus hazañas y virtudes y nombres, rescatándose del olvido de los sepulcros por el estudio que los enriqueció de noticias y sacó de bárbaras a sus gentes. Lo segundo, que se admita y platique el derecho y leyes de los romanos, en cuanto no fueren contra la nuestra, para que la policía crezca, las demasías se repriman, las virtudes se premien, se castiguen los vicios y la justicia se administre por establecimientos que no admiten pasión ni enojo ni cohecho, con método seguro y estilo cierto y [Pg 197]universal. Lo tercero, que para el mejor uso del rompimiento en las batallas, se dejen los alfanjes corvos por las espadas de los españoles, pues en la ocasión son para la defensa y la ofensa más hábiles, ahorrando con las estocadas grandes rodeos de los movimientos circulares; por lo cual, llegando a las manos con los españoles, que siempre han usado mejor[461] que todas las naciones esta destreza, hemos padecido grandes estragos. Son las espadas mucho más descansadas al pulso y a la cinta. Lo cuarto, para conservar la salud y cobrarla si se pierde, conviene alargar en todo y en todas maneras el uso del beber vino, por ser, con moderación, el mejor vehículo del alimento y la más eficaz medicina, y para aumentar las rentas del Gran Señor y de sus vasallos con el tráfigo[462] (el tesoro más numeroso), por ser las viñas artífices de muchos licores diferentes con sus frutos y en todo el mundo mercancía forzosa, y para esforzar los espíritus al coraje de la guerra y encender la sangre en hervores temerarios, más eficaces que el Anfión y más racionales, a que no se debe obstar por la prohibición de la ley en que se ha empezado a dispensar. Y para que se disponga, daráse interpretación conveniente y [Pg 198]ajustada. Y ofrecemos para la disposición de todo lo referido arbitrios y artífices que lo dispongan sin costa ni inconveniente alguno, asegurando gloriosos aumentos y esplendor inestimable a todos los reinos del grande Emperador de Constantinopla.
Acabando de pronunciar esta palabra postrera, se levantó Sinan bey[463], renegado, y encendido en coraje rabioso, dijo:
—Si todo el Infierno se hubiera conjurado contra la Monarquía de los turcos no hubiera pronunciado cuatro pestes más nefandas que las que acaba de proponer este perro morisco, que entre cristianos fué mal moro y entre moros quiere ser mal cristiano[464]. En España quisieron levantarse éstos; aquí quieren derribarnos. No fué aquélla mayor causa de expulsión que ésta; justo será desquitarnos de quien nos los arrojó con volvérselos. No pretendió con tan último fin don Juan de Austria acabar con nuestras fuerzas cuando en Lepanto, derramando las venas de tantos genízaros, hizo nadar en sangre[465] los peces y a nuestra costa dió competidor al mar Bermejo; no con enemistad tan rabiosa el Persiano, con turbante verde, solicita la desolación [Pg 199]de nuestro imperio; no don Pedro Girón, duque de Osuna, virey de Sicilia y Nápoles, siendo terror del mundo, procuró con tan eficaces medios, horrendo en galeras y naves y infantería armada, con su nombre formidable esconder en noche eterna nuestras lunas, que borró tantas veces, cuando, de temor de sus bajeles, se aseguraban las barcas desde Estambol a Pera[466], como tú, marrano infernal, con esas cuatro proposiciones que has ladrado. Perro, las monarquías con las costumbres que se fabrican se mantienen. Siempre las han adquirido capitanes, siempre las han corrompido bachilleres[467]. De su espada, no de su libro, dicen los reyes que tienen sus dominios; los ejércitos, no las universidades, ganan y defienden; victorias, y no disputas, los hacen grandes y formidables. Las batallas dan reinos y coronas; las letras, grados y borlas.[Pg 200] En empezando una república a señalar premios a las letras, se ruega con las dignidades a los ociosos, se honra la astucia, se autoriza la malignidad y se premia la negociación, y es fuerza que dependa el vitorioso del graduado, y el valiente del dotor, y la espada de la pluma. En la ignorancia del pueblo está seguro el dominio de los príncipes; el estudio que los advierte, los amotina. Vasallos doctos, más conspiran que obedecen, más examinan al señor que le respetan; en entendiéndole, osan despreciarle; en sabiendo qué es libertad, la desean; saben juzgar si merece reinar el que reina, y aquí empiezan a reinar sobre su Príncipe[468]. El estudio hace que se busque la paz, porque la ha menester, y la paz procurada induce la guerra más peligrosa. No hay peor guerra que la que padece el que se muestra codicioso de la paz: con las palabras y embajadas pide ésta y negocia con el temor de los ruegos la otra. En dándose una nación a doctos y a escritores, el ganso pelado vale más que los mosquetes y lanzas, y la tinta escrita,[Pg 201] más que la sangre vertida, y al pliego de papel firmado no le resiste el peto fuerte, que se burla de las cóleras del fuego, y una mano cobarde, por un cañón tajado, se sorbe desde el tintero las honras, las rentas, los títulos y las grandezas. Mucha gente baja se ha vestido de negro en los tinteros, de muchos son los algodones solares, muchos títulos y Estados decienden del burrajear[469]. Roma, cuando desde un surco que no cabía dos celemines de sembradura se creció en República inmensa, no gastaba dotores ni libros, sino soldados y astas[470]. Todo fué ímpetu, nada estudio. Arrebataba las mujeres que había menester, sujetaba lo que tenía cerca, buscaba lo que tenía lejos. Luego que Cicerón, y Bruto, y Hortensio, y César, introdujeron la parola y las declamaciones, ellos propios la turbaron en sedición, y, con las conjuras, se dieron muerte unos a otros y otros a sí mismos, y siempre la República, y los Emperadores y el Imperio, fueron deshechos, y, por la ambición de los elegantes, aprisionados. Hasta en las aves sólo padecen [Pg 202]prisión y jaula las que hablan y chirrean, y, cuanto mejor y más claro, más bien cerrada y cuidadosa. Entonces, pues, los estudios fueron armerías contra las armas, las oraciones santificaban delitos y condenaban virtudes, y, reinando la lengua, los triunfos yacían so el poder de las palabras. Los griegos padecieron la propia carcoma de las letras: siguieron la ambición de las Academias: éstas fueron invidia de los ejércitos y los filósofos persecución de los capitanes. Juzgaba el ingenio a la valentía: halláronse ricos de libros y pobres de triunfos. Dices que hoy, por sus grandes autores, viven los varones grandes que tuvieron; que vive su lengua, ya que murió su Monarquía. Lo mismo sucede al puñal que hiere al hombre, que él dura y el hombre acaba, y no es consuelo ni remedio al muerto. Más valiera que viviera la Monarquía, muda y sin lengua, que vivir la lengua sin la Monarquía. Grecia y Roma quedaron ecos: fórmanse en lo hueco y vacío de su majestad, no voz entera, sino apenas cola de la ausencia de la palabra. Esos escritores que la acabaron quedaron después de acabarla[471] con vida, que les tasa el lector tan breve, que se regula en unos [Pg 203]con el entretenimiento[472]; en otros, con la curiosidad. España, cuya gente en los peligros siempre fué pródiga de la alma, ansiosa de morir, impaciente de mucha edad, despreciadora de la vejez[473], cuando con incomparable valentía se armó en su total ruina y vencimiento y poca ceniza derramada, se convocó en rayo, y de cadáver se animó en portento; más atendía a dar que a escribir[474]; antes a merecer alabanzas que a componerlas; por su coraje hablaban las cajas y las trompas[475], y toda su prosa gastaba[476] en Sant Yago, muchas veces repetido. Ellos admiraron el mundo con Viriato y Sertorio; dieron esclarecidas victorias a Aníbal, y a César, que en todo el orbe de la tierra había peleado por la honra, obligaron a pelear por la vida. Pasaron de lo posible los encarecimientos del valor y de la fortaleza en Numancia. Destas y de otras inumerables hazañas nada escribieron: todo lo escribieron[Pg 204] los romanos. Servíase su valentía de ajenas plumas; tomaron para sí el obrar; dejaron a los latinos el decir[477]; en tanto que no supieron ser historiadores, supieron merecerlos. Inventóse poco a poco la artillería[478] contra las vidas seguras y apartadas, falseando el calicanto a las murallas y dando más vitorias al certero que al valeroso. Empero luego se inventó la emprenta contra la artillería, plomo contra plomo, tinta contra pólvora, cañones contra cañones. La pólvora no hace efecto mojada: ¿quién duda que la moja la tinta por donde pasan las órdenes[479] que la aprestan y previenen? ¿Quién duda que falta[480] el plomo para balas después que se gasta en moldes fundiendo letras, y el metal en láminas? Perro, las batallas[481] nos han dado el imperio y las vitorias los soldados, y los soldados los premios. Éstos se han de dar siempre[482] a los que nos han dado los triunfos. Quien llamó hermanas las letras y las armas poco sabía de sus avalorios, pues no hay más diferentes linajes que hacer y decir. Nunca se juntó el cuchillo [Pg 205]a la pluma que éste no la cortase; mas ella, con las propias heridas que recibe del acero, se venga dél. Vilísimo morisco, nosotros deseamos que entre nuestros contrarios haya muchos que sepan, y entre nosotros, muchos que venzan; porque de los enemigos queremos la vitoria, y no la alabanza.
Lo segundo que propones es introducir las leyes de los romanos. Si esto consiguieras, acabado habías con todo. Dividiérase todo el imperio en confusión de actores y reos, jueces y sobre jueces[483], y en la ocupación de abogados, pasantes, escribientes, relatores, procuradores, solicitadores, secretarios, escribanos, oficiales y alguaciles, se agotaran las gentes, y la guerra, que hoy escoge personas, será forzada a servirse de los inútiles y desechados del ocio contencioso. Habrá más pleitos, no porque habrá más razón, sino porque habrá más leyes. Con nuestro estilo tenemos la paz que habemos menester, y los demás la guerra que nosotros queremos que tengan; las leyes por sí buenas son y justificadas; mas, habiendo legistas, todas son tontas y sin entendimiento. Esto no se puede negar, pues los mismos jurisprudentes lo confiesan todas las veces que dan a la ley el entendimiento que [Pg 206]quieren, presuponiendo que ella por sí no le tiene. No hay juez que no afirme que el entendimiento de la ley es el suyo, y con decir que se le dan, suponen que no le tiene. Yo, renegado soy, cristiano fuí y depongo de vista que no hay ley civil ni criminal que no tenga tantos entendimientos como letrados y jueces, como glosadores y comentadores, y a fuerza de entendimientos que la achacan, le falta el que tiene y queda mentecata. Por esto, al que condenan en el pleito, le condenan en lo que le pide el contrario y en lo que no le pide, pues se lo gasta la defensa, y nadie gana en el pleito sin perder en él todo lo que gasta en ganarle, y todos pierden y en todo se pierde. Y cuando falta razón para quitar a uno lo que posee, sobran leyes que, torcidas o interpretadas, inducen el pleito y le padecen igualmente el que le busca y el que le huye. Véase qué dos proposiciones nos encaminaba el agradecimiento del morisco. La tercera fué que dejásemos los alfanjes por las espadas. En esto, como no había muy considerable inconveniente, no hallo utilidad considerable para que se haga. Nuestro carácter es la media luna: ése esgrimimos en los alfanjes. Usar de los trajes y costumbres de los enemigos, ceremonia es de esclavos y traje de vencidos, y, por lo menos es[Pg 207] premisa de lo uno u de lo otro[484]. Si hemos de permanecer, arrimémonos al aforismo que dice: Lo que siempre se hizo, siempre se haga; lo que nunca se hizo, nunca se haga; pues, obedecido, preserva de novedades[485]. Pique el cristiano y corte el turco, y a este morisco que arrojó aquél, éste le empale. En cuanto al postrero punto, que toca en el uso de las viñas y del vino, allá se lo haya la sed con el Alcorán. No es poco lo que en esto se permite días ha; empero advierto que si universalmente se da licencia al beber vino y a las tabernas, servirá de que paguemos la agua cara y bebamos a precio de lagares los pozos por azumbres. Mi parecer es, según lo propuesto, que este malvado perro aborrece más a quien le acoge que a quien le expele.
Oyeron todos con gran silencio. El morisco estaba muy trabajoso de semblante, toda la frente rociada de trasudores de miedo, cuando Halí, primero visir, que estaba más arrimado a las cortinas del Gran Señor, después de haber consultado su semblante, dijo:
—Esclavos cristianos: ¿qué decís de lo que habéis oído?
Ellos, viendo la ceguedad de aquella engañada[Pg 208] nación, y que amaban la barbaridad y ponían su conservación en la tiranía y en la ignorancia, aborreciendo la gloria de las letras y la justicia de las leyes, hicieron que por todos respondiese un caballero español, de treinta años de prisión, con tales palabras:
—Nosotros españoles no hemos de aconsejaros cosa que os esté bien, que sería ser traidores a nuestro Monarca y faltar a nuestra religión; ni os hemos de engañar, porque no necesitamos de engaños para nuestra defensa los cristianos: dispuestos estamos a aguardar la muerte en este silencio inculpable.
El Gran Señor, cogido de la hora, y corriendo las cortinas de su solio, cosa nunca vista, con voces enojadas, dijo:
—Esos cristianos sean libres; válgales por rescate su generosa bondad: vestidlos y socorreldos para su navegación con grande abundancia de las haciendas de todos los moriscos, y a ese perro quemaréis vivo, porque propuso novedades, y se publicará por irremisible la propia pena en los que le imitaren. Yo elijo ser llamado bárbaro vencedor y renuncio que me llamen docto vencido: saber vencer ha de ser el saber nuestro, que pueblo idiota es seguridad del tirano. Y mando a todos los que habéis estado presentes que os olvidéis de lo que oístes[Pg 209] al morisco. Obedezcan mis órdenes las potencias como los sentidos y acobardad con mi enojo vuestras memorias.
Dió con esto la hora a todos lo que merecían: a los bárbaros infieles, obstinación en su ignorancia; a los cristianos, libertad y premio, y al morisco, castigo.
XXXVI. Dió una tormenta en un puerto de Chile con un navío de olandeses, que, por su sedición y robos, son propiamente dádiva de las borrascas y de los furores del viento. Los indios de Chile que asistían a la guarda de aquel puerto, como gente que en todo aquel mundo vencido guarda belicosamente su libertad para su condenación en su idolatría, embistieron con armas a la gente de la nave, entendiendo eran españoles, cuyo imperio les es sitio y a cuyo dominio perseveran excepción. El capitán del bajel los sosegó, diciendo eran olandeses y que venían de parte de aquella República con embajada importante a sus caciques y principales, y acompañando estas razones con vino generoso, adobado con las estaciones del norte, y ablandándolos con butiro[486] y otros regalos, fueron admitidos y agasajados. El indio que gobernaba a los demás fué a dar cuenta a [Pg 210]los magistrados de la nueva gente y de su pretensión. Juntáronse todos los más principales y mucho pueblo, bien en orden, con las armas en las manos. Es nación tan atenta a lo posible y tan sospechosa de lo aparente, que reciben las embajadas con el propio aparato que a los ejércitos. Entró en la presencia de todos el capitán del navío, acompañado de otros cuatro soldados, y por un esclavo intérprete le preguntaron quién era, de dónde venía y a qué y en nombre de quién. Respondió, no sin recelo de la audiencia belicosa:
—Soy capitán olandés; vengo de Olanda, república en el último occidente, a ofreceros amistad y comercio. Nosotros vivimos en una tierra que la miran seca con indignación debajo de sus olas los golfos; fuimos, pocos años ha, vasallos y patrimonio del grande Monarca de las Españas y Nuevo Mundo, donde sola vuestra valentía se ve fuera del cerco de su corona, que compite por todas partes con el que da el sol a la tierra. Pusímonos en libertad con grandes trabajos, porque el ánimo severo de Felipe II quiso más un castigo sangriento de dos señores[487] que tantas provincias y señorío. Armónos de valor la venganza desta [Pg 211]venganza, y con guerras[488] de sesenta años y más, continuas, hemos sacrificado a estas dos vidas más de dos millones de hombres, siendo sepulcro universal de Europa las campañas y sitios de Flandes. Con las vitorias nos hemos hecho soberanos señores de la mitad de sus Estados[489], y, no contentos con esto, le hemos ganado en su país muchas plazas fuertes y muchas tierras, y en el oriente hemos adquirido grande señorío y ganádole en el Brasil a Pernambuco, la Parayba, y hecho nuestro el tesoro del palo, tabaco y azúcar, y en todas partes, de vasallos suyos, nos hemos vuelto su inquietud y sus competidores. Hemos considerado que, no sólo han ganado estas infinitas provincias los españoles, sino que, en tan pocos años, las han vaciado de tan inumerables poblaciones y pobládolas de gente forastera, sin que de los naturales guarden aun los sepulcros memoria, y que sus grandes emperadores y reyes, caciques y señores, fueron desparecidos y borrados en tan alto olvido, que casi los esconde con los que nunca fueron. Vemos que vosotros solos, o sea bien advertidos o mejor escarmentados, os mantenéis[Pg 212] en libertad hereditaria y que en vuestro coraje se defiende a la esclavitud la generación americana. Y como es natural amar cada uno a su semejante, y vosotros y mi república sois tan parecidos en los sucesos, determinó enviarme por tan temerosos golfos y tan peligrosas distancias a representaros su afecto, buena amistad y segura correspondencia, ofreciéndoos, como por mí os ofrece, para vuestra defensa o pretensiones, navíos y artillería, capitanes y soldados, a quienes alaba y admira la parte del mundo que no los teme, y para la mercancía, comercio en sus tierras y estados, con hermandad y alianza perpetua, pidiendo escala franca en vuestro dominio y correspondencia igual en capitulaciones generales, con cláusula de amigos de amigos y enemigos de enemigos, y, por más demostración, en su poder grande os aseguran muchas repúblicas, reyes y príncipes confederados.
Los de Chile respondieron con agradecimiento, diciendo que para oír bastaba la atención; mas, para responder, aguardaban las prevenciones del Consejo[490]; que a otro día se les respondería a aquella hora.
Hízose así, y el olandés, conociendo la naturaleza[Pg 213] de los indios, inclinada a juguetes y curiosidades, por engañarles la voluntad[491], les presentó barriles de butiro, quesos y frasqueras de vino, espadas, y sombreros, y espejos, y, últimamente, un cubo óptico, que llaman antojo de larga vista. Encarecióles su uso, y con razón, diciendo que con él verían las naves que viniesen a diez y doce leguas de distancia y conocerían por los trajes y banderas si eran de paz o de guerra, y lo propio en la tierra, añadiendo que con él verían en el cielo estrellas que jamás se han visto, y que sin él no podrían verse; que advertirían distintas y claras las manchas que en la cara de la luna se mienten ojos y boca, y en el cerco del sol una mancha negra, y que obraba estas maravillas porque con aquellos dos vidrios traía al ojo las cosas que estaban lejos y apartadas en infinita distancia. Pidiósele el indio que entre todos tenía mejor lugar. Alargósele el olandés en sus puntos, dotrinóle la vista para el uso y diósele. El indio le aplicó al ojo derecho, y, asestándole a unas montañas, dió un grande grito, que testificó su admiración a los otros, diciendo había visto a distancia de cuatro leguas ganados, aves y hombres, y las peñas y matas tan distintamente[Pg 214] y tan cerca, que aparecían en el vidrio[492] postrero incomparablemente crecidas. Estando en esto, los cogió la hora, y zurriándose[493] en su lenguaje, al parecer razonamientos coléricos, el que tomó el antojo, con él en la mano izquierda, habló al olandés estas palabras:
—Instrumento que halla mancha en el sol y averigua mentiras en la luna y descubre lo que el cielo esconde es instrumento revoltoso, es chisme de vidrio, y no puede ser bienquisto del Cielo. Traer a sí lo que está lejos, es sospechoso para los que estamos lejos: con él debistes de vernos en esta gran distancia, y con él hemos visto nosotros la intención que vosotros retiráis tanto de vuestros ofrecimientos. Con este artificio espulgáis los elementos y os metéis de mogollón a reinar: vosotros vivís enjutos debajo del agua y sois tramposos del mar. No será nuestra tierra tan boba que quiera por amigos los que son malos para vasallos, ni que fíe su habitación de quien usurpó la suya a los peces. Fuistes sujetos al Rey de España, y, [Pg 215]levantándoos con su patrimonio, os preciáis de rebeldes, y queréis que nosotros, con necia confianza, seamos alimento a vuestra traición. Ni es verdad que nosotros somos vuestra semejanza, porque, conservándonos en la Patria que nos dió la naturaleza, defendemos lo que es nuestro, conservamos la libertad, no la robamos[494]. Ofrecéisnos socorro contra el Rey de España, cuando confesáis le habéis quitado el Brasil, que era suyo. Si a quien nos quitó las Indias se las quitáis, ¿cuánta mayor razón será guardarnos de vosotros que dél? Pues advertid que América es una ramera rica y hermosa, y que, pues fué adúltera a sus esposos, no será leal a sus rufianes. Los cristianos dicen que el Cielo castigó a las Indias porque adoraban a los ídolos, y los indios decimos que el Cielo ha de castigar a los cristianos porque adoran a las Indias. Pensáis que lleváis oro y plata y lleváis invidia de buen color y miseria preciosa. Quitáisnos para tener que os quiten: por lo que sois nuestros enemigos, sois enemigos unos de otros. Salid con término de dos horas deste puerto, y si habéis menester algo, decildo, y si nos queréis granjear, pues sois invencioneros, inventad instrumento que nos aparte muy lejos [Pg 216]lo que tenemos cerca y delante de los ojos, que os damos palabra que con éste, que trae a los ojos lo que está lejos, no miraremos jamás a vuestra tierra ni a España. Y llevaos esta espía de vidrio, soplón del firmamento, que, pues con los ojos en vosotros vemos más de lo que quisiéramos, no le habemos menester. Y agradézcale el sol que con él le hallastes la mancha negra, que si no, por el color intentárades acuñarle y de planeta hacerle doblón[495].
XXXVII. Los negros se juntaron para tratar de su libertad, cosa que tantas veces han solicitado con veras. Convocáronse en numeroso concurso. Uno de los más principales, que entre los demás interlocutores bayetas era negro limiste[496], y había propuesto esta pretensión en la Corte romana, dijo:
—Para nuestra esclavitud no hay otra causa sino la color, y la color es accidente, y no delito. Cierto es que no dan los que nos cautivan otra color a su tiranía sino nuestro color, siendo efecto de la asistencia de la mayor hermosura, que es el sol. Menos son causa de esclavitud cabezas de borlilla y pelo en burujones, narices despachurradas y hocicos góticos. Muchos blancos pudieran ser esclavos por estas [Pg 217]tres cosas, y fuera más justo que lo fueran en todas partes los naricísimos, que traen las caras con proas y se suenan un peje espada, que nosotros, que traemos los catarros a gatas y somos contrasayones. ¿Por qué no consideran los blancos que si uno de nosotros es borrón entre ellos, uno dellos será mancha entre nosotros? Si hicieran esclavos a los mulatos, aún tuvieran disculpa, que es canalla sin rey, hombres crepúsculos entre anochece y no anochece, la estraza de los blancos y los borradores de los trigueños y el casi casi de los negros y el tris de la tizne. De nuestra tinta han florecido en todas las edades varones admirables en armas y letras, virtud y santidad. No necesita su noticia de que yo refiera su catálogo. Ni se puede negar la ventaja que hacemos a los blancos en no contradecir a la naturaleza la librea que dió a los pellejos de las personas. Entre ellos, las mujeres, siendo negras o morenas, se blanquean con guisados de albayalde, y las que son blancas, sin hartarse de blancura, se nievan de solimán. Nuestras mujeres solas, contentas con su tez anochecida, saben ser hermosas a escuras, y en sus tinieblas, con la blancura de los dientes, esforzada en lo tenebroso, imitan, centelleando con la risa, las galas de la noche. Nosotros no desmentimos las verdades[Pg 218] del tiempo, ni con embustes asquerosos somos reprehensión de la pintura de los nueve meses. ¿Por qué, pues, padecemos desprecio y miserable castigo? Esto deseo que consideréis, mirando cuál medio seguirá nuestra razón para nuestra libertad y sosiego.
Cogiólos la hora, y levantándose un negro, en quien la tropelía de la vejez mostraba con las canas, contra el común axioma, que sobre negro no hay tintura[497], dijo:
—Despáchense luego embajadores a todos los reinos de Europa, los cuales propongan dos cosas: la primera, que si la color es causa de esclavitud, que se acuerden de los bermejos, a intercesión de Judas, y se olviden de los negros, a intercesión[498] de uno de los tres Reyes que vinieron a Belén, y que, pues el refrán manda que de aquel color no haya gato ni perro, más razón será que no haya hombre ni mujer, y ofrezcan de nuestra parte arbitrios para que en muy poco tiempo los bermejos, con todos sus arrabales, se consuman. La segunda, que tomen casta de nosotros, y, aguando sus bodas [Pg 219]en nuestro tinto, hagan casta aloque y empiecen a gastar gente prieta, escarmentados de blanquecinos y cenicientos, pues el ampo de los flamencos y alemanes tiene revuelto y perdido el mundo, coloradas con sangre las campañas y hirviendo en traiciones y herejías tantas naciones, y, en particular, acordarán lo boquirubio de los franceses, y vayan advertidos los nuestros, si los estornudaren, de consolarse con el tabaco y responder: “Dios nos ayude”, gastando en sí propios la plegaria.
XXXVIII. El serenísimo Rey de Inglaterra, cuya isla es el mejor lunar que el Océano tiene en la cara, juntando el Parlamento en su palacio de Londres, dijo:
—Yo me hallo Rey de unos Estados que abraza sonoro el mar, que aprisionan y fortifican las borrascas; señor de unos reinos, públicamente, de la religión reformada; secretamente, católicos. Ingerí en rey lo sumo pontífice, soy corona, bonete y dos cabezas: seglar y eclesiástica[499]. Sospecho, aunque no la veo, la división espiritual de mis vasallos; temo que [Pg 220]gastan mucha Roma sus corazones[500], y que aquella ciudad, con las llaves de San Pedro, se pasea por los retiramientos de Londres. Esto, para mí, es tanto más peligroso cuanto más oculto. Veo con ojos enconados crecer en muy poderosa república la rebelión de los olandeses. Conozco que mi invidia y la de mis ascendientes contra la grandeza de España, de menudo marisco los abultó en estatura[501], como dice Juvenal, mayor que la ballena británica[502]. Véolos introducidos en cáncer de las dos Indias, y padezco los piojos que me comen porque los crié. Sé que de sus dominios hurtados tienen flotas los más años, y algunos las flotas enteras o buena parte de las que trae el Rey Católico, y que les es copioso tesoro esta rebatiña. En la tierra son, por el ejercicio de tantos años, soldados con crédito de inumerables vitorias, a quienes hace la experiencia en el obedecer doctos y suficientes para mandar. Por el mar los cuento inumerables en bajeles, inimitables en fortuna, incontrastables en consejo, superiores en reputación militar. Por otra parte, veo al Rey de Francia, mi vecino, a quien por las pretensiones[Pg 221] antiguas aborrezco, aspirar al imperio de Alemania y al de Roma; introducido en Italia, y en ella, con puestos y ejércitos y séquito de algunos de los potentados, y acariciado, al parecer, de los buenos semblantes del Pontífice. Es mancebo nacido a las armas y crecido en ellas, que, en edad que pudieron serle juguetes, le fueron triunfos[503]. Consideróle con unido vasallaje por haber demolido todas las fortificaciones, hasta las inexpugnables, de los hugonotes, luteranos y calvinistas, y dejado el dominio y potestad en solos católicos. No por esto le juzgo buen católico: antes le presumo astuto político, y en su interior me persuado es conmodista, y que tiene sus conveniencias por evangelios, y que cree en lo que desea[504] y no en lo que adora: religión que tienen muchos debajo del nombre [Pg 222]de otra religión. Esto disimula, porque como su intento es tomar a Milán y a Nápoles, mañosamente ha asistido en su reino a los católicos, por ser sin comparación la mayor parte; débenlo al número, no a la dotrina. Acompáñase del celo católico, por ser este título disposición para distilar en Italia poco a poco su codicia de dominios, y deben su crecimiento tanto a su hipocresía como a su valor. En Alemania, llamando a los suecos y amotinando al de Sajonia y al de Brandenburg y al Lanzgrave, ha jurado in verba Luteri. Para ocupar sus Estados[505] al Duque de Lorena, se aplicó a la conciencia de Calvino. Con esto es el Jano de la religión, que con una cara mira al turco, y con otra al Papa, sirviéndole de calzador de púrpura para calzarse aquella Corte el Cardenal de Richeleu[506]. Viendo esto, me crece arrugada en gran volumen la nariz, considerando que para sus intentos no ha hecho caso de mi poder y afinidad y se ha abrigado con la buena dicha de los olandeses, despreciando a Ingalaterra, como si tuviera en su mano otra doncella milagrosa[Pg 223] Juana de Arc, a quien la mala tradución llamó poncella. Todas estas acciones son a mi paladar de tan mal sabor y de tan desabrida dentera, que me amarga el aire que respiro, y con el suceso de la isla de Res tengo la memoria con ascos. No halla la confederación con quien juntar mis filos para ser tijera que cercene al uno y al otro, si no es con el Rey de España. Inmenso Monarca es y sumamente poderoso y rico, señor de las más belicosas naciones del mundo, príncipe en edad floreciente. Advierto, empero, que la restitución del Palatinado me tiene empeñada la sangre y la reputación, y ésta no la debo esperar de los católicos, y por eso la puedo dudar de los españoles y de los imperiales, por la diferencia de religiones y el grande hastío que muestran los protestantes de más casa de Austria. Y por mí sospecho que el Rey de España no habrá olvidado mi ida a su Corte, pues no olvido yo mi vuelta a la mía, de que es recuerdo la entrada de mis bajeles en Cádiz. Yo querría volver a cerrar en sus orillas al Rey Cristianísimo, que con grande avenida ha salido de madre y esplayádose por toda Europa, y, juntamente, reducir a su principio a los olandeses. Quiero me aconsejéis el mejor y más eficaz medio, advirtiendo estoy determinado, no sólo a salir en persona, sino codicioso[Pg 224] de salir, porque creo que el Príncipe que teniendo guerra forzosa no acompaña su gente condena a soldados a sus vasallos, en vez de hacerlos soldados, y, conducidos por este castigo, más padecen que hacen, y los obliga a que igualmente esperen su libertad y su venganza del ser vencidos que del ser vencedores. De llevar ejércitos a enviarlos[507] va la diferencia que de veras a burlas: juicio es de los sucesos. Respondedme a la necesidad común, sin hablar con mi descanso. Ni oiga yo en vuestro sentir fines particulares: informadme los oídos, no me los embaracéis.
Todos quedaron suspensos en silencio reverente[Pg 225] y cuidadoso, confiriendo en secreto la resolución, cuando el gran Presidente, con estas palabras, dió principio a la respuesta:
—Vuestra Majestad, serenísimo señor, ha sabido preguntar de manera que nos ha enseñado a saberle responder: arte de tanto precio en los reyes, que es artífice de todo buen conocimiento y desengaño. Señor: la verdad es una y sola y clara; pocas palabras la pronuncian, muchas la confunden; ella rompe poco silencio y la mentira deja poco por romper. Todo lo que habéis considerado en el Rey de Francia y en los olandeses es desvelo de la real providencia. El peligro inminente pide resolución varonil y veloz. El Rey de España es hoy, para vuestros desinios, vuestra sola confederación, y sumamente eficaz si vos en persona asistís con él a la mortificación destos dos malos vecinos. Y advertid que mandar y hacer son tan diferentes como obras y palabras. Confieso que vuestra sucesión es muy infante para dejada; empero es menor inconveniente dejarla tierna que, siendo padre, acompañarla niño.
No bien hubo pronunciado estas últimas palabras, cuando, levantándose sobre su báculo un senador, marañado todo el seno con las canas de su barba, la cabeza en el pecho y la corcova[Pg 226] en que le habían los años doblado la espalda en lugar de la cabeza, dijo:
—Mal puede disculparse de temerario el consejo de que su majestad salga en persona, cuando sus reinos están minados de católicos encubiertos, cuyo número es grande, a lo que se sabe; infinito, a lo que se sospecha, y verdaderamente formidable por el desprecio en que tienen la vida y el precio que se aseguran en la muerte. Los tormentos se han cansado en sus cuerpos, no sus cuerpos en los tormentos; entre ellos, por su religión, los despedazados persuaden, no escarmientan. Esto saben las horcas, los cuchillos y las llamas, que buscaron ansiosos y padecieron constantes. Pues si en tierra por todas partes prisionera del mar, y en presencia de sus reyes, tantas veces han conspirado para restituirse[508], ¿qué harán si sale y los desembaraza su persona[509]? Vasallo tiene vuesa majestad de quien poder fiar cualquiera empresa: enviad con pie de ejército de nuestra religión los más importantes de los que se entiende son católicos, que con esto irá su intención sujeta y vuestros reinos con menos enemigos dentro. No aventuréis vuestra persona, en que se aventura todo y en que todo se restaura, que yo del parecer[Pg 227] del Presidente colijo que maquina como católico, no que responde como ministro.
Alborotáronse, y en esta disensión los cogió la fuerza de la hora, y demudándose de color el Rey, dijo:
—Vosotros dos, en lugar de aconsejarme, me habéis desesperado. El uno dice que si no salgo me quitarán el reino los enemigos; el otro, que si salgo, me le quitarán los vasallos; de suerte que tú quieres que tema más a mis súbditos que a los contrarios. Sumamente es miserable el estado en que me hallo: lo que resta es que cada uno de vosotros, con término de un día natural, me diga quién y qué cosas me tienen reducido a esta desventura, nombrando las personas y las causas, sin perdonaros unos a otros, o yo sospecharé sobre todos; porque la culpa no sale de los que me aconsejáis, que yo estoy resuelto de atender a la dirección de mis conveniencias dentro y fuera de mis reinos. Sale el Rey de Francia sin sucesión y sin esperanzas de ella que puedan entristecer a su hermano, y deja un reino por tantas causas dividido, y en parcialidades toda la nobleza, manchada con la sangre de Memoranci; los herejes, sujetos, mas no desenojados; los pueblos, despojados de tributos, y todo el reino en opresión de las demasías de un privado, y yo, que tengo sucesión y[Pg 228] menores y menos sensibles inconvenientes, ¿estaré arrullando mis hijos y atendiendo a sus dijes y juguetes? Porque me he dejado en el ocio y porque no he salido, me son Francia y Olanda formidables: si no salgo, me serán ruina; si me quedo por temor de mis vasallos, yo los aliento[510] a mi desprecio. Si mis enemigos se aseguran de que no puedo salir, no podré asegurarme de mis enemigos, y, por lo menos, si salgo y me pierdo, lograré la honra de la defensa y excusaré la infamia de la vileza. El Rey que no asiste a su defensa disculpa a los que no le asisten; contra razón castiga a quien le imita, y contra lo que fué maestro no puede ser juez, ni castigar lo que de su persona aprenden los que para desamparar su defensa le obedecen maestro. Idos luego todos y consultad con vuestras obligaciones mi real servicio, anteponiéndole a vuestras vidas y a mi descanso; que os aseguro hacer a vuestra verdad, cuanto más rigurosa, mejor recibimiento. Y no me embaracéis con el achaque de llevar toda la nobleza conmigo, pues los acontecimientos afirman que nadie la juntó en la guerra que no la perdiese y se perdiese: los anillos que se midieron por hanegas en Cannas, lo testifican con lágrimas[511] en [Pg 229] Roma; el bosque de Pavía, hecho sepulcro de toda la nobleza de Francia y de la libertad de su Rey; la Armada española con que el Duque de Medina Sidonia, viniendo a invadir estos reinos, dejando en estos mares tan miserables despojos; el rey don Sebastián, que en África se perdió y sus reinos con su nobleza toda. Los nobles juntos inducen confusión y ocasionan ruina; porque, no sabiendo mandar, no quieren obedecer y estragan en presunciones desvanecidas la disciplina militar. Llevaré pocos, experimentados; los demás quedarán para freno de los hervores populares y triaca de los noveleros. Gente que piensa que me engaña en darme su vida por un real cada día es el aparato que me importa, no aquélla que, agotándome, para que vaya, mi tesoro, pone demanda a mi patrimonio porque fué. Bueno fuera que toda la nobleza estuviera ejercitada, mas no seguro. Los particulares no han de dar las armas a los locos, ni los reyes a los nobles. Llevad esto entendido, y ahorra distraimientos vuestro discurso, y mi determinación, tiempo.
XXXIX. En Salónique[512], ciudad de Levante, [Pg 230]que, escondida en el último seno del golfo a que da nombre, yace en el dominio del Emperador de Constantinopla, hoy llamada Estambol[513], convocados en aquella sinagoga los judíos de toda Europa por Rabbi[514] Saadías, y Rabbi Isaac Abarbaniel[515], y Rabbi Salomón, y Rabbi Nissin[516], se juntaron: por la sinagoga de Venecia, Rabbi Samuel y Rabbi Maimón; por la de Raguza, Rabbi Aben Ezra[517]; por la de Constantinopla, Rabbi Jacob; por la de Roma, Rabbi Chamaniel[518]; por la de Ligorna[519], Rabbi Gersomi; por la de Ruán, Rabbi Gabirol[520]; por la de Orán, Rabbi Asepha[521]; por la de Praga, Rabbi Mosche; [Pg 232]por la de Viena, Rabbi Berchai; por la de Amsterdán, Rabbi Meir Armahah[522]; por los hebreos disimulados, y que negocian[523] de rebozo con traje y lengua de cristianos, Rabbi David Bar Nachman[524], y, con ellos, los Monopantos[525], gente en república, habitadora de unas islas que entre el mar Negro y la Moscovia, confines de la Tartaria, se defienden sagaces de tan feroces vecindades, más con el ingenio que con las armas y fortificaciones. Son hombres de cuadruplicada malicia, de perfecta hipocresía, de extremada disimulación, de tan equívoca apariencia, que todas las leyes y naciones los tienen por suyos. La negociación les multiplica caras y los manda los semblantes[526], y el interés los remuda las almas. Gobiérnalos un príncipe a quien llaman Pragas Chincollos[527]. Vinieron por su mandado a este sanedrín[528] seis, los más doctos en carcomas y [Pg 233]polillas del mundo: el uno se llama Philárgyros[529], y el otro, Chrysóstheos[530]; el tercero, Danipe[531]; el cuarto, Arpiotrotono[532]; el quinto, Pacas Mazo[533]; el sexto, Alkemiastos[534][535]. Sentáronse por sus dignidades, respectivamente, a la preeminencia de las sinagogas, dando el primer banco por huéspedes a los Monopantos[536]. Poseyólos[537] atento silencio, cuando Rabbi Saadías, después de haber orado el psalmo In Exitu Israel, dijo tales palabras:
—“Nosotros, primero linaje del mundo, que hoy somos desperdicio de las edades y multitud derramada que yace en esclavitud y vituperio [Pg 234]congojoso, viendo arder en discordias el mundo, nos hemos juntado a prevenir advertencia desvelada en los presentes tumultos, para mejorar en la ruina de todos nuestro partido. Confieso que el captiverio, y las plagas, y la obstinación en nosotros son hereditarias; la duda y la sospecha, patrimonio de nuestros entendimientos, que siempre fuimos malcontentos de Dios, estimando más al que hacíamos[538] que al que nos hizo. Desde el primer principio nos cansó su gobierno, y seguimos contra su ley la interpretación del demonio. Cuando su omnipotencia nos gobernaba, fuimos rebeldes; cuando nos dió gobernadores, inobedientes. Fuénos molesto Samuel, que, en su nombre, nos regía, y juntos en comunidad ingrata, siendo nuestro Rey Dios, pedimos a Dios otro Rey. Diónos a Saúl con derecho de tirano, declarando haría esclavos nuestros hijos, nos quitaría las haciendas para dar a sus validos, y agravó este castigo con decir no nos le quitaría aunque se lo pidiésemos. Él dijo a Samuel que a él le despreciábamos, no a Samuel ni a sus hijos. En cumplimiento desto, nos dura aquel Saúl siempre, y en todas partes, y con diferentes nombres. Desde entonces, en todos los reinos y repúblicas[Pg 235] nos oprime en vil y miserable captividad, y para nosotros, que dejamos a Dios por Saúl, permite Dios que sea un Saúl cada rey. Quedó nuestra nación para con todos los hombres introducida en culpa, que unos la echan a otros, todos la tienen y todos se afrentan de tenella. No estamos en parte alguna sin que primero nos echasen de otra; en ninguna residimos que no deseen arrojarnos, y todas temen que seamos impelidos a ellas.
“Hemos reconocido que no tienen comercio nuestras obras y nuestras palabras y que nuestra boca y nuestro corazón nunca se aunaron en adorar un propio Dios. Aquélla siempre aclamó al Cielo[539], éste siempre fué idólatra del oro y de la usura. Acaudillados de Moisén cuando subió por la Ley al monte, hicimos demonstración de que la religión de nuestras almas era el oro y cualquier animal que dél se fabricase: allí adoramos nuestras joyas en el becerro y juró nuestra codicia, por su deidad, la semejanza de la niñez de las vacadas. No admitimos a Dios en otra moneda, y en ésta admitimos cualquiera sabandija por dios. Bien conocía la enfermedad de nuestra sed quien nos hizo beber el ídolo en polvos. Grande y ensangrentado castigo[Pg 236] se siguió a este delito; empero, degollando a muchos millares, escarmentó a pocos, pues, haciendo después Dios con nosotros cuanto le pedimos, nada hizo de que luego no nos enfadásemos. Extendió las nubes en toldo, para que en el desierto nos escondiese a los incendios del día. Esforzó con la coluna de fuego los descaecimientos de las estrellas y la luna, para que, socorridas de su movimiento relumbrante, venciesen las tinieblas a la noche, contrahaciendo el sol en su ausencia. Mandó al viento que granizase nuestras cosechas, y dispuso en moliendas maravillosas las regiones del aire, derramando guisados en el maná nuestros mantenimientos, con todas las sazones que el apetito desea. Hizo que las codornices, descendiendo en lluvia, fuesen cazadores y caza todo junto, para nuestro regalo. Desató en fuga líquida la inmobilidad de las peñas, y que las fuentes naciesen aborto de los cerros, para lisonjear nuestra sed. Enjugó en senda tratable a nuestros pies los profundos del mar[540], y colgó perpendiculares los golfos, arrollando sus llanuras en murallas líquidas, detiniendo en edificio seguro las olas y las borrascas, que a nuestros padres fueron vereda y a Faraón sepulcro y tumba [Pg 237] de su carro y ejército.
Hizo su palabra levas de sabandijas, alistando por nosotros, en su milicia, ranas, mosquitos y langostas. No hay cosa tan débil de que Dios no componga huestes invencibles contra los tiranos. Debeló con tan pequeños soldados los escuadrones enemigos, formidables y relucientes en las defensas del hierro, soberbios en los blasones de sus escudos, pomposos en las ruedas de sus penachos. A tan milagrosos beneficios, que nuestro rey y profeta David cantó en el psalmo, según la división nuestra, 105, que empieza Hodu la-Adonäi[541], respondió nuestra dureza e ingratitud con hastío y fastidio en el sustento, con olvido en el paseo abierto sobre las ondas del mar.
Pocas veces quien recibe lo que no merece, agradece lo que recibe. Muchas veces castiga Dios con lo que da y premia con lo que niega. Tales antepasados son genealogía delincuente de nuestra contumacia.
“Comúnmente nos tienen por los porfiados de la esperanza sin fin, siendo en la censura de la verdad la gente más desesperada de la vida. Nada aborrecemos, y hemos aborrecido tanto los judíos como la esperanza. Nosotros somos el extremo de la incredulidad, y esperanza y [Pg 238]incredulidad no son compatibles[542]: ni esperamos ni hay qué esperar de nosotros. Porque Moisén se detuvo un poco en el monte no quisimos esperarle, y pedimos dios a Aarón. La razón que dan de que somos tercos en esperanza perdurable es que aguardamos tantos siglos ha al Mesías; empero nosotros ni le recibimos en Cristo ni le aguardamos en otro. El decir siempre que ha de venir no es porque le deseamos ni le creemos: es por disimular con estas largas que somos aquel ignorante que empieza el psalmo 13, diciendo en su corazón: 'No hay Dios[543]'. Lo mismo dice quien niega al que ya vino y aguarda al que no ha de venir. Este lenguaje gasta nuestro corazón, y, bien considerado, es el Quare, del psalmo 2, fremuerunt gentes, et populi meditati sunt innania... adversùs Dominum, et adversùs Christum ejus? De manera que nosotros decimos que esperamos siempre por disimular que siempre desesperamos.
“De la ley de Moisén sólo guardamos el nombre, sobrescribiendo con él y con ella las excepciones que los talmudistas han soñado para desmentir las Escrituras, deslumbrar las profecías, y falsificar los preceptos, y habilitar las [Pg 239]conciencias a la fábrica de la materia de estado, dotrinando para la vida civil nuestro ateísmo en una política sediciosa, prohijándonos de hijos de Israel a hijos[544] del siglo. Cuando tuvimos ley no la guardábamos; hoy, que la guardamos, no es ley sino en la breve pronunciación de las tres letras.
“Ha sido necesario decir lo que fuimos para disculpar lo que somos y encaminar lo que pretendemos ser, creciéndonos en estos delirios rabiosos, en que parece está frenético todo el orbe de la tierra, cuando no solamente los herejes toman contra los católicos las armas enemigas, sino los católicos, unos mueven contra otros los escuadrones parientes. Los protestantes de Alemania ha muchos años[545] que pretenden que el Emperador sea hereje. A esto los fomenta el Rey Cristianísimo, haciendo como que no lo es y desentendiéndose de Calvino y Lutero. Opónese a todos el Rey Católico, para mantener en la Casa de Austria la suprema dignidad de las águilas de Roma. Los olandeses, animados con haber sido traidores dichosos, aspiran a que su traición sea monarquía, y de vasallos rebeldes del gran Rey de España, osan serle competidores. Robáronle lo que tenía en [Pg 240]ellos y prosiguen en usurparle lo que tan lejos dellos tiene, como son el Brasil y las Indias, destinando sus conquistas sobre sus coronas[546]. No hemos sido para todos estos robos la postrera disposición nosotros, por medio de los cristianos postizos, que, con lenguaje portugués, le habemos aplicado para minas, con título de vasallos. Los potentados de Italia (si no todos, los más) han hospedado en sus dominios franceses, dando a entender han descifrado en este sentir los semblantes[547] del Summo Pontífice, y la tolerancia muda han leído por motu proprio. El Rey de Francia ha usado contra el Monarca de los españoles estratagema nunca oída, disparándole por batería todo su linaje, con achaque de malcontentos y huidos, para que, en sueldos[548] y socorros y gastos consumiese las consignaciones de sus ejércitos. ¿Cuándo se vió un Rey contra otro hacer munición de dientes y muelas de su madre y de su hermano, próximo heredero, para que se le comiesen a bocados? Ardid es mendicante, mas pernicioso. Militar con el mogollón[549], más tiene de lo ridículo[Pg 241] que de lo serio. Nosotros tenemos sinagogas en los Estados de todos estos príncipes, donde somos el principal elemento de la composición desta cizaña. En Ruán somos la bolsa de Francia contra España, y juntamente de España contra Francia, y en España[550], con traje que sirve de máscara a la circuncisión[551], socorremos a aquel Monarca con el caudal que tenemos en Amsterdán en poder de sus propios enemigos, a quienes importa más el mandar que le difiramos las letras que a los españoles cobrarlas. ¡Extravagante tropelía servir y arruinar con un propio dinero a amigos y a enemigos y hacer que cobre los frutos de su intención el que los paga del que los cobra[552]! Lo mismo hacemos con Alemania, Italia y Constantinopla, y todo este enredo ciego y belicoso causamos con haber tejido el socorro de cada uno en el arbitrio de su mayor contrario; porque nosotros socorremos como el que da con interés dineros al que juega y pierde, para que pierda más. No [Pg 242]niego que los Monopantos son gariteros de la tabaola de Europa, que dan cartas y tantos, y entre lo que sacan de las barajas que meten y de luces, se quedan con todo el oro y la plata, no dejando a los jugadores sino voces y ruido, y perdición, y ansia de desquitarse a que los inducen, porque su garito, que es fin[553] de todos, no tenga fin. En esto son perfecto remedo de nuestros anzuelos. Es verdad que para la introducción nos llevan grande ventaja en ser los judíos del Testamento Nuevo, como nosotros del Viejo, pues así como nosotros no creímos que Jesús era el Mesías que había venido, ellos, creyendo que Jesús era el Mesías que vino, le dejan pasar por sus conciencias: de manera que parece que jamás llegó para ellos[554] ni por ellas. Los Monopantos le creen (como de nosotros dice que le esperamos un grave autor: Auream et gemmatam Hierusalem espectabant) en Hierusalén[555] de oro y joyas. Ellos y nosotros, de diferentes principios y con diversos medios, vamos a un mesmo fin, que es a destruir, los unos, la cristiandad que no quisimos; los otros, la que ya no quieren, y por [Pg 243]esto nos hemos juntado a confederar malicia y engaños.
“Ha considerado esta sinagoga que el oro y la plata son los verdaderos hijos de la tierra que hacen guerra al Cielo, no con cien manos solas, sino con tantas como los cavan, los funden, los acuñan, los juntan, los cuentan, los reciben y los hurtan. Son dos demonios subterráneos, empero bienquistos de todos los vivientes; dos metales, que cuanto tienen más de cuerpo, tienen más de espíritu. No hay condición que les sea desdeñosa, y si alguna ley los condena, los legistas e intérpretes della los absuelven. Quien se desprecia de cavarlos se precia de adquirirlos; quien de grave no los pide al que los tiene, de cortesano los recibe de quien los da, y el que tiene por trabajo el ganarlos, tiene el robarlos por habilidad, y hay en la retórica de juntarlos un no los quiero[556], que obra dénmelos, y nada recibo de nadie, que es verdad, porque no es mentira todo lo tomo. Y como mentiría el mar si dijese que no mata su sed con tragarse los arroyuelos y fuentes, pues bebiéndose todos los ríos que se los beben, en ellos se sorbe fuentes y arroyos, de la misma manera mienten los poderosos que dicen[Pg 244] no reciben de los mendigos y pobres, cuando se engullen a los ricos, que devoran a los pobres y mendigos. Esto supuesto, conviene encaminar la batería de nuestros intereses a los reyes y repúblicas y ministros, en cuyos vientres son todos los demás repleción que, conmovida por nosotros, o será letargo o apoplejía en las cabezas. En el método de disponerlo sea el primer voto el de los señores Monopantones”.
Los cuales, habiéndose conficionado los unos con los chismes de los otros, determinaron que Pacas Mazo[557], como más abundante de lengua[558] y más caudaloso de palabras, hablase por todos, lo que hizo con tales razones:
—Los bienes del mundo son de los solícitos; su fortuna, de los disimulados y violentos. Los señoríos y los reinos, antes se arrebatan y usurpan que se heredan y merecen. Quien en las medras temporales es el peor de los malos, es el benemérito sin competidor, y crece hasta que se deja exceder en la maldad, porque en las ambiciones, lo justo y lo honesto hacen delincuentes a los tiranos. Éstos, en empezando a moderarse, se deponen; si quieren durar en [Pg 245]ser tiranos, no han de consentir que salgan fuera las señas de que lo son. El fuego que quema la casa, con el humo que arroja fuera, llama a que le maten con agua. Deste discurso cada uno tome lo que le pareciere a propósito. La moneda es la Circe, que todo lo que se le llega u de ella se enamora, lo muda en varias formas: nosotros somos el verbi gratia. El dinero es un dios de rebozo[559], que en ninguna parte tiene altar público y en todas tiene adoración secreta; no tiene templo particular, porque se introduce en los templos. Es la riqueza una seta universal en que convienen los más espíritus del mundo, y la codicia, un heresiarca bienquisto de[560] los discursos políticos y el conciliador de todas las diferencias de opiniones y humores. Viendo, pues, nosotros que es el mágico y el nigromante[561] que más prodigios obra, hémosle jurado por norte de nuestros caminos y por calamita[562] de nuestro norte[563], para no desvariar en los rumbos. Esto ejecutamos con tal arte, que le dejamos para tenerle y le despreciamos para juntarle: lo que aprendimos de la hipocresía de la bomba, que con lo vacío se llena,[Pg 246] y con lo que no tiene atrae lo que tienen otros, y sin trabajo sorbe y agota lo lleno con su vacío. Somos remedos de la pólvora, que, menuda, negra, junta y apretada, toma fuerza inmensa y velocidad de la estrechura. Primero hacemos el daño que se oiga el ruido, y como para apuntar[564] cerramos un ojo y abrimos otro, lo conquistamos todo en un abrir y cerrar de ojos. Nuestras casas son cañones de arcabuz, que se disparan por las llaves y se cargan por las bocas. Siendo, pues, tales, tenemos costumbres y semblantes que convienen con todos, y por esto no parecemos forasteros en alguna seta o nación. Nuestro pelo le admite el turco por turbante, el cristiano por sombrero, y el moro por bonete y vosotros por tocado. No tenemos ni admitimos nombre de reino ni de república, ni otro que el de Monopantos: dejamos los apellidos a las repúblicas y a los reyes, y tomámosles el poder limpio de la vanidad de aquellas palabras magníficas; encaminamos nuestra pretensión a que ellos sean señores del mundo y nosotros de ellos. Para fin tan lleno de majestad no hemos hallado con quien hacer confederación igual, a pérdida y ganancia, sino con vosotros, que hoy sois los tramposos de [Pg 247]toda Europa. Y solamente os falta nuestra calificación para acabar de corromperlo todo, la cual os ofrecemos plenaria, en contagio y peste, por medio de una máquina infernal que contra los cristianos hemos fabricado los que estamos presentes. Ésta es que, considerando que la triaca se fabrica sobre el veloz veneno de la víbora (por ser el humor que más aprisa y derecho va al corazón, a cuya causa, cargándola[565] de muchos simples de eficacísima virtud, los lleva al corazón para que le defiendan de la ponzoña, que es lo que se pretende por la medicina), así nosotros hemos inventado una contratriaca para encaminar al corazón los venenos, cargando sobre las virtudes y sacrificios, que se van derechos al corazón y al alma, los vicios y abominaciones y errores, que, como vehículos, introducen[566] en ella. Si os determináis a esta alianza, os daremos la receta con peso y número de ingredientes, y boticarios doctos en esta confación, en que Danipe y Alkemiastos[567] y yo hemos sudado, y no debe nuestro sudor nada a los trociscos[568] de la víbora. Dejaos gobernar [Pg 248]por nuestro Pragas[569], que no dejaréis de ser judíos y sabréis juntamente ser Monopantos.
A raíz destas palabras los cogió la hora, y levantándose Rabbi Maimón, uno de los dos que vinieron por la sinagoga de Venecia, se llegó al oído de Rabbi Saadías, y rempujando con la mano estado y medio de pico de nariz, para podérsele llegar a la oreja, le dijo:
—Rabbi, la palabrita dejaos gobernar, a roña sabe; conviene abrir el ojo con éstos, que me semejan Faraones caseros y mogigatos.
Saadías le respondió:
—Ahora acabo de reconocerlos[570] por maná de dotrinas, que saben a todo lo que cada uno quiere: no hay sino callar, y, como a ratones de las repúblicas, darles qué coman en la trampa.
Chrysóstheos[571], que vió el coloquio entre dientes, dijo a Philárgyros y a Danipe[572]:
[Pg 249]
—Yo atisbo la sospecha destos perversos judíos: todo Monopanto se dé un baño de becerro enjoyado, que ellos caerán de rodillas.
Recociéronse en lazos y embelecos unos contra otros, y para deslumbrar a los Monopantos[573], Rabbi Saadías dijo:
—Nosotros os juzgamos exploradores de la tierra de promisión y la seguridad de nuestros intentos; para que nos amásemos en un compuesto rabioso, será bien se confiera[574] el modo y las capitulaciones y se concluyan y firmen en la primera junta, que señalamos de hoy en tres días.
Pacas Mazo[575], compuniendo su rapiña en palomita[576], dijo que el término era bastante y la resolución providente, empero que convenía que el secreto fuese ciego y mudo. Y sacando un libro encuadernado en pellejo de oveja, cogida con torzales de oro en varios labores la lana, se le dió a Saadías, diciendo:
—Esta prenda os damos por rehenes[577].
Tomóle, y preguntó:
—¿Cúyas son estas obras?
[Pg 250]
Respondió Pacas Mazo[578]:
—De nuestras palabras. El autor es Nicolás Machiavelo, que escribió el canto llano de nuestro contrapunto.
Mirándole con grande atención los judíos, y particularmente la encuadernación en pellejo de oveja, Rabbi Asepha[579], que asistía por Orán, dijo:
—Esta lana es de la que dicen los españoles que vuelve trasquilado quien viene por ella.
Con esto se apartaron, tratando unos y otros entre sí de juntarse, como pedernal y eslabón, a combatirse y aporrearse y hacerse pedazos hasta echar chispas contra todo el mundo, para fundar la nueva seta del dinerismo, mudando el nombre de ateístas en dineranos[580].
XL. Los pueblos y súbditos a señores, príncipes, repúblicas y reyes y monarcas se juntaron en Lieja, país neutral, a tratar de sus conveniencias y a remediar y a descansar sus quejas y malicias y desahogar su sentir, opreso en el temor de la soberanía. Había gente de todas naciones, estados y calidades. Era tan grande el número, que parecía ejército y no junta, por lo cual eligieron por sitio la campaña[Pg 251] abierta. Por una parte, admiraba la maravillosa diferencia de trajes y de aspectos; por otra, confundía los oídos y burlaba la atención la diferencia de lenguas. Parecía romperse el campo con las voces: resonaba a la manera que cuando el sol cuece las mieses, se oye importuno rechinar con la infatigable voz de las chicharras; el más sonoro alarido era el que encaramaban, desgañitándose, las mujeres con acciones frenéticas. Todo estaba mezclado en tumulto ciego y discordia[581] furiosa: los republicanos querían príncipes, los vasallos de los príncipes querían ser republicanos.
Esta controversia[582] empelazgaron[583] un noble saboyano y un ginovés plebeyo. Decía el saboyano que su Duque era el movimiento perpetuo y que los consumía con guerras continuas[584] por equilibrar su dominio, que se ve anegado entre las dos coronas de Francia y España, y que su conservación la tenía en revolver, a costa de sus vasallos, los dos Reyes, para que, ocupado el uno con el otro, no pueda el uno ni el otro tragársele, viendo que sucesivamente [Pg 252]entrambos príncipes, ya éste, ya aquél, le conquistan y le defienden, lo cual pagan los súbditos, sin poder respirar en quietud. Cuando Francia le embiste, España le ayuda, y cuando España le acomete, Francia le defiende. Y como ninguno de los dos le ampara por conservarle, sino porque el otro no crezca con su Estado y le sea más formidable y próximo vecino, de la defensa resulta a sus pueblos tanto daño como de la ofensa, y las más veces, más. El Duque recata en su corazón disimulada la pretensión de libertador de Italia, blasonando, para tener propicia la Santa Sede, toda la historia de Amadeo, a quien llamaron Pacífico[585], por haber sospechado algunos impíamente maliciosos que pensaba en reducir al Sumo Pontífice a sólo el caudal de las gracias y indulgencias. Padece el Duque achaques de Rey de Chipre, y es molestado de recuerdos de señor de Ginebra, y adolece de soberanía desigual entre los demás potentados. Todas estas cosas son espuelas que se añaden a los alientos, que en él necesitan de freno; que por estas razones viene a tratar que la Saboya y el Piamonte se confederen en República, donde la justicia y el consejo mandan y la libertad reina.
[Pg 253]
—¡Que la libertad reina!—dijo, dado a los diablos, el ginovés—. Tú debes de estar loco, y como no has sido repúblico, no sabes sus miserias y esclavitudes. No bastará toda la razón de Estado a concertarnos. Yo, que soy ginovés, hijo de aquella República, que por la vecindad y emulación os conoce a vosotros, vengo a persuadir a vuestro Duque, con la asistencia de nosotros los plebeyos[586], se haga Rey de Génova, y si él no lo aceta, he de ir a persuadir esta oferta al Rey de España, y si no, al francés, y de unos Reyes en otros, hasta topar con alguno que se apiade de nosotros. Dime, malcontento del bien que Dios te hizo en que nacieses sujeto a príncipe, ¿has considerado cuánto mayor descanso es obedecer a uno solo que a muchos, juntos en una pieza y apartados, y diferentes en costumbres, naturales, opiniones y desinios? Perdido, ¿no adviertes que en las repúblicas, como es anuo y sucesivo por las familias el gobierno, es respectivo, y que la justicia carece de ejecución, con temor de que los que otro año u otro trienio mandarán se venguen de lo que hizo el que gobernó? Si el Senado repúblico se compone de muchos, es confusión; si de pocos, no sirve sino de corromper[Pg 254] la firmeza y excelencia de la unidad: ésta no se salva en el Dux, que, o no tiene absoluto poder, o es por tiempo limitado. Si mandan por igual nobles y plebeyos, es una junta de perros y gatos, que los unos proponen mordiscones con los dientes, ladrando, y los otros responden con araños y uñas. Si es de pobres y ricos, desprecian a los pobres los ricos y a los ricos invidian los pobres[587]. Mira qué compuesto resultará de invidia y desprecio. Si el gobierno está en los plebeyos, ni los querrán sufrir los nobles ni ellos podrán sufrir el no serlo. Pues si los nobles solos mandan, no hallo otra comparación a los súbditos sino la de los condenados, y éstos somos los plebeyos ginoveses, y si se pudiera sin error encarecerlo más, me pareciera haber dicho poco. Génova tiene tantas repúblicas como nobles y tantos miserables esclavos como plebeyos. Y todas estas repúblicas personales se juntan en un palacio a sólo contar nuestro caudal y mercancías, para roérnosle o bajando o subiendo la moneda, y como malsines de nuestro caudal, atienden siempre a reducir a pobreza nuestra inteligencia. Usan de nosotros como de esponjas, enviándonos por el mundo a que, empapándonos [Pg 255]en la negociación, chupemos hacienda, y, en viéndonos abultados de caudal, nos exprimen para sí. Pues dime, maldito y descomulgado saboyano: ¿qué pretendes con tu traición y tu infernal intento? ¿No conoces que nobles y plebeyos transfieren su poder en los reyes y príncipes, donde, apartado de la soberbia[588] y poder de los unos y de la humildad de los otros, compone una cabeza asistida de pacífica y desinteresada majestad, en quien ni la nobleza presume ni la plebe padece?
Embistiéranse los dos, si no los apartara el mormullo[589] de una manada de catredáticos, que venía retirándose de un escuadrón de mujeres, que, con las bocas abiertas, los hundían a chillidos y los amagaban[590] de mordiscones. Una dellas, cuya hermosura era tan opulenta que se aumentaba con la disformidad de la ira, siendo afecto que en la suma fiereza de un león halla fealdad que añadir, dijo:
—Tiranos, ¿por cuál razón (siendo las mujeres de las dos partes del género humano la una, que constituye mitad) habéis hecho vosotros solos las leyes contra ellas, sin su consentimiento, a vuestro albedrío? Vosotros nos priváis de [Pg 256]los estudios, por invidia de que os excederemos; de las armas, por temor de que seréis vencimiento de nuestro enojo los que lo sois de nuestra risa. Habéisos constituido por árbitros de la paz y de la guerra, y nosotras padecemos vuestros delirios. El adulterio en nosotras es delito de muerte, y en vosotros, entretenimiento de la vida. Queréisnos buenas para ser malos, honestas para ser distraídos. No hay sentido nuestro que por vosotros no esté encarcelado; tenéis con grillos nuestros pasos, con llave nuestros ojos; si miramos, decís que somos desenvueltas; si somos miradas, peligrosas, y, al fin, con achaque de honestidad, nos condenáis a privación de potencias y sentidos. Barbonazos, vuestra desconfianza, no nuestra flaqueza, las más veces nos persuade contra vosotros lo propio que cauteláis en nosotras. Más son las que hacéis malas que las que lo son. Menguados, si todos sois contra nosotras privaciones, fuerza es que nos hagáis todas apetitos contra vosotros. Infinitas entran en vuestro poder buenas, a quien forzáis a ser malas, y ninguna entra tan mala a quien los más de vosotros no hagan peor. Toda vuestra severidad se funda en lo frondoso y opaco de vuestras caras, y el que peina por barba más lomo de javalí, presume más suficiencia, como si el solar[Pg 257] del seso fuera la pelambre prolongada de quien antes se prueba de cola que de juicio. Hoy es día en que se ha de enmendar esto, o con darnos parte en los estudios y puestos de gobierno, o con oírnos y desagraviarnos de las leyes establecidas, instituyendo algunas en nuestro favor y derogando otras que nos son[591] perjudiciales.
Un dotor, a quien la barba le chorreaba hasta los tobillos, que las vió juntas y determinadas, fiado en su elocuencia, intentó satisfacerlas con estas razones:
—Con grande temor me opongo a vosotras, viendo que la razón frecuentemente es vencida de la hermosura, que la retórica y dialéctica son rudas contra vuestra belleza. Decidme, empero: ¿qué ley se os podrá fiar, si la primera mujer estrenó su ser quebrantando la de Dios[592]? ¿Qué armas se pondrán con disculpa en vuestras manos, si con una manzana descalabrastes toda la generación de Adán, sin que se escapasen los que estaban escondidos en las distancias de lo futuro[593]? Decís que todas las leyes son contra vosotras; fuera verdad si dijérades que vosotras[Pg 258] érades contra todas las leyes. ¿Qué poder se iguala al vuestro, pues si no juzgáis con las leyes estudiándolas, juzgáis a las leyes con los jueces, corrompiéndolos? Si nosotros hicimos las leyes, vosotras las deshacéis. Si los jueces gobiernan el mundo, y las mujeres a los jueces, las mujeres[594] gobiernan el mundo y desgobiernan[595] a los que le gobiernan, porque puede más con muchos la mujer que aman que el texto que estudian. Más pudo con Adán lo que el diablo dijo a la mujer que lo que Dios le dijo[596]. Con el corazón humano muy eficaz es el demonio si le pronuncia una de vosotras. Es la mujer regalo que se debe temer y amar, y es muy difícil temer y amar una propia cosa. Quien solamente la ama, se aborrece a sí; quien solamente la aborrece, aborrece a la naturaleza. ¿Qué Bártulo no borran vuestras lágrimas? ¿De qué Baldo no se ríe vuestra risa[597]? Si tenemos los cargos y los puestos, vosotras los gastáis en galas y trajes. Un texto solo tenéis, que es vuestra lindeza: ¿cuándo le alegastes que no os valiese? ¿Quién le vió que no quedase vencido?[Pg 259][598] Si nos cohechamos, es para cohecharos; si torcemos las leyes y la justicia, las más veces es porque seguimos la dotrina de vuestra belleza, y de las maldades que nos mandáis hacer cobráis los intereses y nos dejáis la infamia de jueces detestables. Invidiáisnos la asistencia y los cargos en la guerra, siendo ella a quien debéis el descanso de viudas y nosotros el olvido de muertos. Quejáisos de que el adulterio es en vosotras delito capital y no en nosotros. Demonios de buen sabor, si una liviandad[599] vuestra quita las honras a padres y hijos y afrenta toda una generación, ¿por qué se os antoja riguroso castigo la pena de muerte, siendo de tanto mayor estimación la honra de muchos inocentes que la vida de un culpado? Estemos al aprecio que desto hacen vuestras propias obras. Vosotras, por infinitos, no podéis contar vuestros adulterios, y nosotros, por raros, no tenemos qué contar de los degüellos; el escarmiento sigue a la pena[600]: ¿dónde está éste? Quejaros de que os guardamos es quejaros[Pg 260] de que os estimemos: nadie guardó[601] lo que desprecia. Según lo que he discurrido, de todo sois señoras, todo está sujeto a vosotras; gozáis la paz y ocasionáis la guerra. Si habéis de pedir lo que os falta a muchas, pedid moderación y seso.
¿Seso dijiste? No lo hubo pronunciado cuando todas juntas se dispararon contra el triste dotor en remolino de pellizcos y repelones, y con tal furia le mesaron, que le dejaron lampiño de la pelambre graduada, que pudiera, por lo lampiño, pasar por vieja en otra parte. Ahogáranle si no acudiera mucha gente a la pelazga[602] y mormullo que habían armado un francés monsiur y un italiano monseñor.
Habíanse ya pronunciado el enojo con algunos sopapos y dádose sanctus[603] en las jetas, con séquito de coces y bocados[604]. El francés se carcomía de rabia y el monseñor se destrizaba de cólera[605]. Concurrieron por una y otra parte italianos y bugres. Pusiéronse en medio los alemanes,[Pg 261] y, sosegándolos con harta dificultad, los preguntaron la causa. El francés, arrebañándose con entrambas manos las bragas, que con la fuga se le habían bajado a las corvas, respondió:
—Hoy hemos concurrido aquí todos los súbditos para tratar del alivio de nuestras quejas. Yo estaba comunicando con otros de mi nación el miserable estado en que se halla Francia, mi patria, y la opresión de los franceses so el poder de Armando, cardenal de Richeleu. Ponderaba con la maña que llamaba servir al Rey lo que es degradarle; cuánta raposa vestía de púrpura, cómo con el ruido que inducía en la cristiandad disimulaba el de su lima, que agotaba en su astucia la confianza del Príncipe, que había puesto en manos de sus parientes y cómplices el mar y la tierra, fortalezas y gobiernos, ejércitos y armadas, infamando los nobles y engrandeciendo los viles. Acordaba a los de mi nación de las tajadas y pizcas en que resolvieron al mariscal de Ancre; acordábalos de Luínes y cómo nuestro Rey no se limpiaba de privados, y que esto sólo hacía bien a esotros dos a quien acreditaba. Advertía que en Francia, de pocos años a esta parte, los traidores han dado en la agudeza más perniciosa del infierno, pues, viendo que levantarse con los reinos se[Pg 262] llama traición y se castiga como traidor al que lo intenta, para asegurar su maldad se levantan con los reyes y se llaman privados, y en lugar de castigo de traidores, adquieren adoración de reyes de reyes. Proponía[606], y lo propongo, y lo propondré en la junta, que para la perpetuidad de la sucesión y de los reinos y extirpar esta seta de traidores, se promulgue ley inviolable e irremisible, que ordenase que el Rey que en Francia se sujetare a privado, ipso jure, él y su sucesión perdiesen el derecho del reino, y que desde luego fuesen los súbditos absueltos del juramento de fidelidad, pues no previene tan manifiesto peligro la ley Sálica, que excluye las hembras, como ésta, que excluye validos[607]. Decía que juntamente se mandase que el vasallo que con tal nombre se atreviese a levantarse con su rey, muriese infamemente[608] y perdiese todas las honras y bienes que tuviese, quedando su apellido siempre maldito y condenado[609]. Pues sin más [Pg 263]consideración, ese desatinado bergamasco, ni acordarme[610] de los nepotes de Roma, me llamó hereje pezente y mascalzón, diciendo[611] que en detestar los privados, detestaba los nepotes[612], y que privado y nepote eran dos nombres y una cosa. Y no habiendo yo tomado en la boca disparate semejante, me embistió en la forma que nos hallastes.
Los alemanes quedaron, con los demás oyentes, suspensos y pensativos. Encamináronlos a cada uno a su puesto, no sin dificultad, y dispusieron en auditorio pacífico aquellas multitudes para la propuesta que en nombre de todos hacía un letrado bermejo, que a todos los había revuelto y persuadido a pretensiones tan diferentes y desaforadas. Mandaron el silencio dos clarines, cuando él, sobre lugar eminente[613] que en el centro del concurso los miraba en iguales distancias, dijo:
[Pg 264]
—La pretensión que todos tenemos es la libertad de todos, procurando que nuestra sujeción sea a lo justo, y no a lo violento; que nos mande la razón, no el albedrío; que seamos de quien nos hereda, no de quien nos arrebata; que seamos cuidado de los Príncipes, no mercancía, y en las Repúblicas compañeros, no esclavos; miembros y no trastos; cuerpo y no sombra. Que el rico no estorbe al pobre que pueda ser rico, ni el pobre enriquezca con el robo del poderoso. Que el noble no desprecie al plebeyo, ni el plebeyo aborrezca al noble, y que todo el gobierno se ocupe en animar a que todos los pobres sean ricos y honrados los virtuosos, y en estorbar que suceda lo contrario. Hase de obviar que ninguno pueda ni valga más que todos, porque quien excede a todos, destruye la igualdad, y quien le permite que exceda le manda que conspire. La igualdad es armonía, en que está sonora la paz de la república, pues en turbándola particular exceso, disuena y se oye rumor lo que fué música. Las repúblicas han de tener con los reyes la unión que tiene la tierra, en quien ellas se representan, con el mar, que los representa a ellos. Siempre están abrazados, mas siempre ésta se defiende de las insolencias de aquél con la orilla, y siempre aquél la amenaza, la va lamiendo y procurando anegarla y[Pg 265] sorbérsela, y ésta, cobrar de sí, por una parte, tanto como él la esconde por otra. La tierra, siempre firme y sin movimiento, se opone al bullicio y perpetua discordia de su inconstancia; aquél, con cualquier viento se enfurece; ésta, con todos se fecunda. Aquél se enriquece de lo que ésta le fía; ésta, con anzuelos, y redes, y lazos, le pesca y le despuebla. Y de la manera que toda la seguridad del mar y el abrigo está en la tierra, que da los puertos, así en las repúblicas está el reparo de las borrascas y golfos de los reinos. Éstas siempre han de militar con el seso, pocas veces con las armas; han de tener ejércitos y armadas prontas en la suficiencia del caudal, que es el luego que logra las ocasiones. Deben hacer la guerra a los unos reyes con los otros, porque los monarcas, aunque sean padres y hijos, hermanos y cuñados, son como el hierro y la lima, que siendo, no sólo parientes, sino una misma cosa y un propio metal, siempre la lima está cortando y adelgazando al hierro. Han de asistir las repúblicas a los príncipes temerarios lo que baste para que se despeñen, y a los reportados, para que sean temerarios. Harán nobilísima la mercancía, porque enriquece y lleva los hombres por el mundo ocupados en estudio práctico, que los hace doctos de experiencias, reconociendo puertos, costumbres, gobiernos y fortalezas[Pg 266] y espiando desinios. Serán meritorios al útil de la Patria los estudios políticos y matemáticos, y a ninguna cosa se dará peor nombre que al ocio más ilustre y a la riqueza más vagamunda. Los juegos públicos se ordenarán del ejercicio de las armas[614], conforme a la disposición de las batallas, porque sean juntamente de utilidad y entretenimiento, juntamente fiestas y estudios, y entonces será decente frecuentar los teatros cuando fueren academias. Hase de condenar por infame ostentación en trajes[615], y sólo ha de ser diferencia entre el pobre y el rico que éste dé el socorro y aquél le reciba, y entre noble y plebeyo, la virtud y el valor, pues fueron principio de todas las noblezas que son. Aquí se me caerán unas palabrillas de Platón: quien las hubiere menester, las recoja, que yo no sé a qué propósito las digo, mas no faltará quien sepa a qué propósito las dijo en el diálogo 3 de Republica, vel de Justo. Son éstas: Igitur rempublicam administrantibus praecipuè, si quibus aliis, mentiri licet, vel hostium, vel civium causa, ad communem civitatis utilitatem: reliquis autem à mendacio abstinendum est. “Si a algunos es lícito mentir, principalmente es lícito a los que [Pg 267]gobiernan las repúblicas, o por causa de los enemigos, o ciudadanos, para la común utilidad de la ciudad: todos los demás se han de guardar de mentir”. Pondero que, condenando la Iglesia católica esta doctrina de la república de Platón, hay quien se precia y blasona de ser su república.
“Pasemos a la propuesta de los súbditos de los reyes. Éstos se quejan de que ya todos son electivos, porque los que son y nacen hereditarios son electores de privados, que son reyes por su elección. Esto los desespera, porque dicen los franceses que los príncipes que para mejor gobernar sus reinos se entregan totalmente a validos, son como los galeotes, que caminan forzados, volviendo las espaldas al puerto que buscan, y que los tales privados son como jugadores de manos, que, cuanto más engañan, más entretienen, y cuanto mejor esconden el embuste a los ojos y más burlas hacen a las potencias y sentidos, son más eminentes y alabados del que los paga los embelecos con que le divierten. La gracia está en hacerle creer que está lleno lo que está vacío, que hay algo donde no hay nada, que son heridas en otros lo que es mellas en sus armas, que arrojan con la mano lo que esconden en ella. Dicen que le dan dinero, y cuando lo descubre, se halla con una inmundicia o la muela[Pg 268] de un asno. Las comparaciones son viles: válense dellas a falta de otras; por esto afirman que igualmente son reprehensibles el rey que no quiere ser lo que el grande Dios quiso que fuese y el que quiere ser lo que no quiso que fuera.
Osan decir que el privado total introduce en el rey, como la muerte en el hombre, nova forma cadaveris: nueva forma de cadáver, a que se sigue corrupción y gusanos, y que, conforme[616] a la opinión de Aristóteles, en el Príncipe fit resolutio usque ad materiam primam; quiere decir: no queda alguna cosa de lo que fué, sino la representación. Esto baste.
“Pasemos a las quejas contra los tiranos y a la razón dellas. Yo no sé de quién hablo ni de quién no hablo: quien me entendiere, me declare. Aristóteles dice que es tirano quien mira más a su provecho particular que al común. Quien supiere de algunos que no se comprehenden en esta difinición, lo venga diciendo, y le darán su hallazgo[617][618].
Quéjanse de los tiranos más los que reciben [Pg 269] beneficios que los que padecen castigos, porque el beneficio del tirano constituye delincuentes y cómplices, y el castigo, virtuosos y beneméritos; tales son, que la inocencia, para ser dichosa, ha de ser desdichada en sus dominios. El tirano, por miseria y avaricia, es fiera[619]; por soberbia, es demonio; por deleites y lujuria, todas las fieras y todos los demonios. Nadie se conjura contra el tirano primero que él mismo; por esto es más fácil matar al tirano que sufrirle. El beneficio del tirano siempre es funesto: a quien más favorece, el bien que le hace es tardarse en hacerle mal. Ejemplo de los tiranos fué Polifemo, en Homero: favoreció a Ulises con hablar con él sólo, y con preguntarle supo sus méritos, oyó sus ruegos, vió su necesidad, y el premio que le ofreció fué que, después de haberse comido a sus compañeros, le comería el postrero[620]. Del tirano que se come los que tiene debajo de su mano, no espere nadie otro favor sino ser comido el último. Y adviértase que, si bien el tirano lo concede por merced, el que ha de ser comido no lo juzga en la dilación sino por aumento de crueldad.[Pg 270] Quien te ha de comer después de todos, te empieza a comer en todos los que come antes; más tiempo te lamentas vianda del tirano cuanto más tarda en comerte. Ulises duraba en su poder manjar y no huésped. Detenerle en la cueva para pasarle al estómago, más era sepultura que hospedaje. Ulises con el vino le adormeció: su veneno es el sueño. Pueblos, daldes sueño, tostad las hastas, sacadles los ojos, que después ninguno hizo lo que todos desearon que se hiciese. Ninguno decía el tirano Polifemo que le había cegado, porque Ulises, con admirable astucia, le dijo que se llamaba Ninguno. Nombrábale para su venganza y defendíale con la equivocación del nombre: ellos disculpan a quien los da muerte, a quien los ciega. Libróse Ulises disimulado entre las ovejas que guardaba. Lo que más guarda el tirano, guarda contra él a quien le derriba.
“Esto supuesto, digo que hoy nos juntamos los sugetos a tratar de la defensa nuestra, contra el arbitrio de los que nos gobiernan mediata o inmediatamente. En las repúblicas y en los reinos, los puntos sustanciales[621] sean perpetuos en sus consejos, sin poder tener ni pretender ascenso a otros, porque pretender uno [Pg 271]y gobernar otro, no da lugar al estudio ni a la justicia, y la ambición de pasar a tribunal diferente y superior le tiene caminante, y no juez, y con lo que gobierna granjea lo que quiere gobernar, y, distraído, no atiende a nada: a lo que tiene, porque lo quiere dejar, y a lo que desea, porque aún no lo tiene. Cada uno es de provecho donde los años le han dado experiencia y estorbo donde empieza la primera noticia, porque pasan de las materias que ya sabían a las que aún no saben. Las honras que se les hicieren, no han de salir del estado de su profesión, porque no se mezclen con las militares, y la toga y la espada anden en ultraje: aquélla embarazada y extraña y ésta quejosa y confundida[622].
“Que los premios sean indispensables; que, no sólo no se den a los ociosos, sino que no se permita que los pidan, porque si el premio de las virtudes se gasta en los vicios, el príncipe o república quedará pobre de su mayor tesoro, y el metal del precio, vil y falsificado. No le han de aguardar el benemérito ni el indigno: aquél, porque se le han de dar luego; éste, porque nunca se le han de dar. Menos mal gastado sería el oro y los diamantes en grillos para aprisionar delincuentes que una insignia militar y [Pg 272]de honor en un vagamundo y vicioso. Roma entendió esto bien, que pagaba con un ramo de laurel u de roble más heridas que daba hojas, vitorias de ciudades, provincias y reinos. Para consejeros de Guerra y Estado sólo sean suficientes y admitidos[623] los valientes y experimentados: sea prerogativa la sangre, o vertida o aventurada; no la presuntuosa[624] en genealogías y antepasados. Para los cargos de la guerra se han de preferir los valientes y dichosos. Gran recomendación es la de los bienafortunados sobre valientes: Lucano lo aconseja[625]:
...Fatis accede, Deisque,
Et cole felices, miseros fuge.
“Siempre he leído esto de buena gana, y a este admirable poeta, niegúeselo quien quisiere[626], con atención en lo político y militar, preferida a todos después de Homero.
“Para las judicaturas se han de escoger los doctos y los desinteresados. Quien no es codicioso, a ningún vicio sirve, porque los vicios inducen el interés a que se venden. Sepan las leyes, empero no más que ellas; hagan que [Pg 273]sean obedecidas, no obedientes. Éste es el punto en que se salvan los tribunales. Yo he dicho. Vosotros diréis lo que se os ofrece y propondréis los remedios más convenientes y platicables”.
Calló. Y como era multitud diferente en naciones y lenguas, se armó un zurrido de gerigonzas tan confuso, que parecía haberse apeado allí la tabaola de la torre de Nembrot: ni los entendían ni se entendían. Ardíase en sedición y discordia el sitio, y en los visajes y acciones parecía junta de locos u endemoniados. Cuando el gremio de los pastores, que con ondas ceñían los pellejos de las ovejas, que les eran más acusación que abrigo, dijeron que “los oyesen luego y los primeros, porque se les habían rebelado las ovejas, diciendo que ellos las guardaban de los lobos, que se las comían una a una, para trasquilarlas, desollarlas, matarlas y venderlas todas juntas de una vez, y que pues los lobos, cuando mucho, se engullían una, u dos, u diez, u veinte, pretendían que los lobos las guardasen de los pastores, y no los pastores de los lobos, y que juzgaban más piadosa la hambre de sus enemigos que la codicia de sus mayorales, y que tenían hecha información contra nosotros con los mastines de ganado”.
No quedó persona que no dijese:
[Pg 274]
—Ya entendemos: no son bobas las ovejas si lo consiguen.
En esto, los cogió la hora, y, enfurecidos, unos decían: “Lobos queremos”; otros: “Todos son lobos”; otros: “Todo es uno”; otros: “Todo es malo”. Otros muchos contradecían a éstos. Y viendo los letrados que se mezclaban en pendencia, por sosegarlos, dijeron que el caso pedía consideración grande, que lo difiriesen a otro día y, entre tanto, se acudiese por el acierto a los templos sagrados. Los franceses, en oyéndolo, dijeron:
—En siendo necesario acudir a los templos, somos perdidos, y tememos nos suceda[627] lo que a la lechuza cuando estaba enferma, que, consultando a la zorra, a quien juzgó por animal más graduado, su mal, juntamente con la picaza, a quien, por verla[628] sobre mulas matadas, juzgó por médico, la respondieron que no tenía remedio sino acudir a los templos, la cual lechuza, en oyéndolo, dijo:
—Pues yo soy muerta si mi remedio es acudir a los santuarios, pues mi sed los tiene a escuras, por haberme bebido el aceite de las lámparas, y no hay retablo que no tenga sucio.
El monseñor, levantando la voz, dijo:
[Pg 275]
—Monsiures lechuzas: se os otorga esa comparación y se os acuerda a vosotros y a cuantos coméis de lo sagrado lo que Homero refiere de los ratones cuando pelearon con las ranas, que, acudiendo a los dioses que los favoreciesen, se excusaron todos, diciendo unos que les habían roído una mano, otros un pie, otros las insignias, otros las coronas, otros los picos de las narices, y ninguno hubo que en su imagen o bulto no tuviese algo menos y señales de sus dientes. Aplicad ahora, ratones calvinistas, luteranos, hugonotes y reformados, y veréis en el cielo quién os ha de ayudar[629].
—¡Oh, inmenso Dios! cuál zacapella[630] y turbamulta armaron los bugres con el monseñor. La discordia del campo de Agramante, en su comparación, era un convento de vírgines vestales; para sosegarlos se vieron todos en peligro de perderse. En fin, detenidos y no acallados, se fueron todos quejosos de lo que cada uno pasaba y rabiando cada uno por trocar su estado con el otro.
Cuando esto pasaba en la tierra, viéndolo con atención los dioses, el Sol dijo:
—La hora está boqueando y yo tengo la sombra[Pg 276] del gnomon[631] un tris de tocar con el número de las cinco. Gran padre de todos, determina si ha de continuar la Fortuna antes que la hora se acabe u volver a voltear y rodar por donde solía.
Júpiter respondió:
—He advertido que en esta hora, que ha dado a cada uno lo que merece, los que, por verse despreciados y pobres, eran humildes, se han desvanecido y demoniado, y los que eran reverenciados y ricos, que, por serlo eran viciosos, tiranos, arrogantes y delincuentes, viéndose pobres y abatidos, están con arrepentimiento y retiro y piedad; de lo que se ha seguido que los que eran hombres de bien se hayan hecho pícaros, y los que eran pícaros, hombres de bien. Para la satisfacción de las quejas de los mortales, que pocas veces saben lo que nos piden, basta este poco de tiempo, pues su flaqueza es tal, que el que hace mal cuando puede, le deja de hacer cuando no puede, y esto no es arrepentimiento, sino dejar de ser malos a más no poder. El abatimiento y la miseria los encoge, no los enmienda; la honra y la prosperidad los hace hacer lo que si las hubieran alcanzado siempre hubieran hecho. La Fortuna encamine su rueda y su bola [Pg 277]por las rodadas antiguas y ocasione méritos en los cuerdos y castigo en los desatinados, a que asistirá nuestra providencia infalible y nuestra presciencia soberana[632]. Todos reciban lo que les repartiere, que sus favores u desdenes[633], por sí no son malos, pues, sufriendo éstos y despreciando aquéllos, son tan útiles los unos[634] como los otros. Y aquél que recibe y hace culpa para sí lo que para sí toma, se queje de sí propio, y no de la Fortuna, que lo da con indiferencia y sin malicia. Y a ella la permitimos que se queje de los hombres que, usando mal de sus prosperidades u trabajos, la disfaman y la maldicen.
En esto dió la hora de las cinco y se acabó la de todos, y la Fortuna, regocijada con las palabras de Júpiter, trocando las manos[635], volvió a engarbullar[636] los cuidados del mundo y a desandar[Pg 278] lo devanado, y afirmando la bola en las llanuras del aire, como quien se resbala por hielo, se deslizó hasta dar consigo en la tierra.
Vulcano, dios de bigornia y músico de martilladas, dijo:
—Hambre hace, y con la prisa de obedecer dejé en la fragua tostando dos ristras de ajos para desayunarme con los cíclopes.
Júpiter prepotente mandó luego traer de comer, y instantáneamente aparecieron allí Iris[637] y Hebe con néctar, y Ganimedes con un velicomen[638] de ambrosía. Juno, que le vió al lado de su marido, y que con los ojos bebía más del copero que del licor, endragonida[639] y enviperada, dijo:
—O yo o este bardaje[640] hemos de quedar en el Olimpo, u he de pedir divorcio ante Himeneo.
Y si el águila, en que el picarillo estaba a la jineta, no se afufa[641] con él, a pellizcos lo desmigaja.[Pg 279] Júpiter empezó a soplar el rayo, y ella le dijo:
—Yo te le quitaré para quemar al pajecito nefando.
Minerva, hija del cogote de Júpiter (diosa que si Júpiter fuera corito[642] estuviera por nacer), reportó con halagos a Junon[643]; mas Venus, hecha una sierpe, favoreciendo aquellos celos, daba gritos como una verdulera y puso a Júpiter como un trapo. Cuando Mercurio, soltando la tarabilla[644], dijo que todo se remediaría y que no turbasen el banquete celestial. Marte, viendo los bucaritos de ambrosía, como deidad de la carda y dios de la vida airada, dijo:
—¿Bucaritos a mí? Bébaselos la luna y estas diosecitas.
Y mezclando a Neptuno con Baco, se sorbió los dos dioses a tragos y chupones, y agarrando[Pg 280] de Pan, empezó a sacar dél rebanadas y a trinchar[645] con la daga sus ganados, engulléndose los rebaños, hechos jigote, a hurgonazos[646]. Saturno se merendó media docena de hijos. Mercurio, teniendo sombrerillo, se metió de gorra con Venus, que estaba sepultando debajo de la nariz, a puñados, rosquillas y confites. Plutón, de sus bizazas[647] sacó unas carbonadas[648] que Proserpina le dió para el camino. Y viéndolo Vulcano, que estaba a diente[649], se llegó andando con mareta[650] y con un mogollón muy cortés, a poder de reverencias, empezó a morder de todo y a mascullar[651]. El Sol, a quien toca el pasatiempo, sacando su lira, cantó un himno en alabanza de Júpiter con muchos pasos de garganta. Enfadados Venus y Marte de la gravedad del tono y [Pg 281] de las veras de la letra[652], él, con dos tejuelas, arrojó fuera de la nuez una jácara aburdelada de quejidos[653], y Venus, aullando de dedos con castañetones de chasquido, se desgobernó en un rastreado[654], salpicando de cosquillas con sus bullicios los corazones de los dioses. Tal cizaña derramó en todos el baile, que parecían azogados. Júpiter, que, atendiendo a la travesura de la diosa, se le caía la baba, dijo:
—¡Esto es despedir a Ganimedes, y no reprehensiones[655]!
Diólos licencia, y, hartos y contentos, se afufaron, escurriendo la bola a puto el postre[656], lugar que repartió el coperillo del avechucho[657].
[Pg 282]
NOTAS:
[110] “Pintan a las Horas alegres y llenas de luz y hermosura los poetas, sin que hayan visto las tales doncellas, ni en cueros ni vestidas, más que en los delirios de Homero, que debió pasarlas muy buenas en sus deliquios, y esto a fe que no pudo hacerse sin locura, pues que si hay horas buenas y felices, éstas son pocas y las malas muchas. Y puesto que no contaron las malas, bueno será que sepades que son viejas carcomidas del vicio y de la desventura, que arrojan venablos por la boca, punzan con sus garfios y esparcen tinieblas y espanto por el que pasan. Tales son las de los malos que por una hora buena se echan a cuestas las doce hermanas del Infierno, cuyo sol es Plutón, que las va pasando una a una, y, al llegar a la última, la desgarra y martiriza, para que, fénix de su propia rabia, renazca cien veces de sí misma para martirio de las almas. Mas como en asamblea se junten los dioses para juzgarlas, abre Júpiter el caos con sus ardientes rayos y con voz de trueno, que trueno y gordo es él mismo, y todo tiembla como esperando el juicio de la muerte, que es el peor de los juicios para quien no fué tan arreglado como debiera a sus leyes”. (Ms. de Lista). Es enojarse mucho, por lo amargamente que trata a todos.
[111] Corr., 535: Estar hecho de hiel. Quev., C. de c.: “Y de una hasta ciento, que se descalzaban de risa de ver al viejo hecho de hiel”. A. Álv., Silv. Vig. nav., 1 c., § 2: “Todo le amarga y se le hace de hiel”.
[112] Desgañitarse, romperse el gañote a puros gritos, como desgañirse. J. Polo, pl. 215: “Dió voces, en fin, que se desgañitaba”. Cácer., f. 6: “Alcé mucho la voz, hasta que me desgañía”.
[113] Poner el grito en el cielo, alzar mucho la voz.
[114] Trompicar, dando trompicones o trompazos. G. Alf., 2, 2, 4: “Rodando y trompicando con la hambre, di conmigo en el reino de Nápoles”.
[115] Insignia de viñadero, el lanzón, arma del viñadero y de Marte. Góng., Rom. lír., 12: “Mohoso como en diciembre | el lanzón del viñadero”.
[116] Echar chuzos, llover reciamente, y trasladadamente, bravear echando bravatas. T. Ram., Concept., p. 50: “Mientras las olas bramaban y el cielo amenazaba y echaba chuzos”.
[117] Panarra, simplón (vulg.).
[118] Re-most-ar, echar o llenar de mosto. D. Vega, Conc. 2.º: “Se descalza y desnuda para entrar en el lagar y sale de allí remostado todo y de la uva tinta, como teñido en sangre”. J. Pin., Agr., 10, 18: “Y el revinar con él a otro más nuevo es dañoso, como el remostar al más viejo”.
[119] Vendimias de retorno, regüeldos de borracho en la boca, como vendimias en lagar, esto es, olor de uvas o vino regoldado. Por lagar, en vez de lagar.
[120] Des-cabal-ado, no cabal, por ser cojo o corto de un pie.
[121] Mari-manta, fantasma para meter miedo a los niños; de Mari o mujer, con una manta arrebujada sobre la cabeza, por hacerlo así la niñera, etc. Quev., Mus. 6, r. 95: “Una fea amortajada | en su sábana de lino | a lo difunto se muestra | marimanta de los niños”. Ídem, Cart.: “En esta tierra, para espantar los niños, dicen: la Bonimanta, como allá la Marimanta”. Alude a que Saturno o el tiempo se come sus hijos o las cosas todas.
[122] Hecho una sopa, muy mojado. L. Rueda, 1, 66: “Vengo hecho una sopa d’agua”.
[123] Cazcarrias, lodos que se pegan a los bajos de la ropa.
[124] Devanado, envuelto.
[125] Oliendo a pescado, de los días de abstinencia.
[126] Cisco, carbón menudo, hollín del herrero, que, por lo negro, dice ser dado a los diablos.
[127] Alcrebite, azufre, del arábigo. Zahumar o sahumar se decía, así como buchorno, del vulturnus.
[128] Cultos, los poetas oscuros.
[129] Engazar, engarzar. P. Vega, 2, 13, 3: “De unos nervios delgados con que están (las muelas) engazadas dentro de los encajes de las encías”. Torr., Fil. mor., 7, 14: “Vienen a forjar una cadena de pecados engazando un eslabón de hierro con otro mayor para descolgarse en el profundo”.
[130] “y los pesares”. (Edic. de Zaragoza de 1650 y todas las posteriores). “Más mató la cena que sanó Avicena”, dice el refrán.
[131] Haciendo rechinar los círculos de la esfera llamados coluros con el ruedo del miriñaque de alambres y cintas, que llamaban guarda-infante, empalagando o atestando.
[132] La jeta u hocico y el moño, que le encimaba como coroza de pelo la cabeza. Es sátira del vestir, peinarse y afeitarse de las damas.
[133] En mala moneda, en cuartos.
[134] Pelicabros, “capripedes satyrorum” (Horacio), patibueyes, patihendidos.
[135] “lares y panades y otros diosecillos”. (Edic. de Zaragoza y todas las posteriores).
[136] Bahuno, bajuno, con h, como se hallan por entonces escritas otras voces para nuestra j actual; por haber hasta poco había sonado como en francés la letra j, y ser el tiempo en que comenzaba a sonar como hoy, esto es, como entonces todavía sonaba la h (Cejador, Leng. Cerv., I, 9 y 11).
[137] De la carda, de la gente del bronce, maleante; del robar díjose la carda.
[138] Pésia, pese a, en juramentos y exclamaciones.
[139] El hígado expresa el valor, hombre de hígados, esto es, que tiene bilis y sabe enojarse.
[140] Coime, garitero y señor de casa, y Gran Coime o Coime del alto o de las clareas, Dios. Alto claro, el Cielo. Garlar, hablar. Sornar, dormir; voces todas de germanía o gente de la carda.
[141] Jacarandina, voz de la jácara o de los jaques.
[142] “baraja de jugador”. (Ms. del señor Duque de Frías).
[143] Pajaritos, por las alas que le pintan en los zancajos o talones.
[144] En volandas o volandillas, corriendo y volando.
[145] Virote o saeta y mozo soltero, desocupado, maleante con ínfulas de lindo. Cerv., Cel. extrem.
[146] En un cerrar y abrir de ojos, en un punto. L. Grac., Crit., 2, 4: “Toda aquella máquina de viento, en un cerrar y abrir de ojos, se resolvió en nada”.
[147] Arrapiezos, piezas rotas que cuelgan cual si se hubiese tirado y arrap-ado del vestido. Zamora, Mon., 2, 6: “¿Qué es de los sayones, que la traían agarrada de los arrapiezos?”
[148] Chisme del Olimpo llama a Mercurio, por ir como recadista con el chisme y cuento.
[149] Corr., 560: “No fué oído ni visto. (El que desapareció o la cosa que se hizo presto)”. G. Alf., 1, 2, 8.
[150] De coramvobis, de autoridad; gótico por noble; contramoño, por no llevarlo, que la pintan calva, con sólo el mechón por donde se la pueda asir: asir la ocasión por el copete.
[151] “el resuello”. (Ms. del señor Duque de Frías).
[152] “y vaciar los arcaduces que la Fortuna”. (Edic. de Zaragoza). “llenaba”. (Edic. de Bruselas y la de Sancha).
[153] Los ojos inclinados y la vista a oscuras, por ser ciega.
[154] Satiriza las frases de los cultos y gongorinos.
[155] De mala muerte, de ningún valor (vulg.), propiamente del ajusticiado.
[156] A pie con bola, al justo, y, además, alude a que traía por chapines una bola. G. Casas, Seda, 2, 6: “Si la semilla y morales andan, como dicen, a pie con bola, que se espera que toda la hoja que tuviere será menester”. Corr., 506: “A pie con bola. (Ir y llegar a la par)”.
[157] Hablar por boca de ganso, lo que se oye de otro, porque, en chillando uno, chillan todos. Pant., Vej., 1: “Y ha hablado por boca de ganso muchas veces”.
[158] Habiendo hallado Júpiter a la princesa Leda riberas del Eurotas, mudó a Venus en águila, y mudándose él mismo en cisne perseguido por el águila, fué a echarse en brazos de Leda, la cual, al cabo de nueve meses, puso dos huevos: del uno nacieron Pollux y Elena; del otro, Cástor y Clitemnestra.
[159] Convertido Júpiter en lluvia de oro, se introdujo en la torre de bronce donde Dánae estaba encerrada por su padre Acrisio, rey de Argos, y ella concibió así a Perseo.
[160] Es frase de La Eneida: “luego el padre Eneas, desde su escaño”... Viendo Júpiter a Europa, hija de Agenor, rey de Fenicia, jugar orillas del mar con sus amigas, mudado en toro, se fué despacio a halagarlas, se dejó enguirnaldar y montar de ella, y lanzándose al mar, llegó a Creta.
[161] La tarabilla, la cítola o tarara del molino, metafóricamente, la lengua. Corr., 607: “Taravilla. (Llámase así al que parla mucho)”. Por no perder la ocasión de hablar.
[162] Corr., 168: “La ocasión asilla por el copete o guedejón. (Pintaron los antiguos la ocasión los pies con alas y puesta sobre una rueda y un cuchillo en la mano, el corte adelante, como que va cortando por donde vuela; todo denota ligereza, y con todo el cabello de la media cabeza adelante, echado sobre la frente, y la otra media de atrás, rasa, dando a entender que al punto que llega se ha de asir de la melena, porque en pasándose la ocasión no hay por dónde asirla)”.
[163] Fijar o echar un clavo a la rueda de la fortuna, asegurarla, porque no se vuelva atrás. Persil., 3, 19: “No hay clavo tan fuerte que pueda detener la rueda de la fortuna”. P. Vega, 5, 26, 2: “De los que perseveran mucho tiempo en su prosperidad se suele decir que echarán el clavo a la rueda de la fortuna, que la hacen estar firme”.
[164] “barranco dijo”. (Edic. de Zaragoza y todas las siguientes).
[165] “atronado”. (El Ms).
[166] Coplones, citándoos sólo los poetas.
[167] “Otros dicen que guardó vacas (Apolo) y que Mercurio, el mismo día que nació, le hurtó dellas, como Homero dice”. (Viana, Las transformac. de Ovidio, not. 1, pág. 33).
[168] De un quemado, Faetón, cuando tomó las riendas del carro del sol.
[169] Coserse la boca, callar, y aun añaden a dos cabos, como cosen los zapateros. S. Abril, Andr.: “Coseré mi boca”.
[170] “déjale hablar a quien le toca”. (Los impresos todos).
[171] “Fortuna, en muchas cosas de las que tú”. (Ídem).
[172] “inviolablemente”. (Ídem).
[173] De 1635.
[174] Corr., 582: “Diciendo y haciendo. (Que tan presto como se dice se haga)”.
[175] Ande la rueda y coz con ella, es juego de muchachos en rueda, uno fuera, a quien acocean, mientras dan vueltas, cogidos de la mano. Ande la rueda. Galindo, 509: “de la fortuna y sus mudanzas”.
[176] Paso entre paso, lentamente. Valderr., Ejer. Fer. 5, dom. 2, cuar.: “Llevaban... las grandes estatuas de los gigantones muy paso entre paso”. J. Polo, Humor.: “Del corral | paso entre paso se escurre”. Cácer., ps. 1: “Vase paso entre paso, como quien se va paseando por un jardín”.
[177] Pernear suele decirse del ahorcado, menear las piernas. J. Tolosa, Disc., 1, 10: “Vernán a morir de hambre o a pernear en una horca”. Valderr., Teatr. S. Nic., 1: “Y con ver pernear tantos ahorcados”. El Credo lo decía el ahorcado antes de morir, y lo dice el médico, en vez del récipe, con que comenzaban sus recetas, de modo que este aforismo de ser el médico verdugo de enfermos, que merece la horca, se le escapa o es escurridizo al cogerle la hora de la Fortuna con seso, que hace parezca y confiese y haga cada cual lo que es y merece.
[179] Rebenque, el látigo de azotar, propio del cómitre en las galeras para azotar a los galeotes.
[180] Derramando, arrojando. Iba en borrico el azotado, y el alguacil, en rocín; la hora de la Fortuna con seso trocó las cosas conforme a justicia, pues el alguacil merecía y suele merecer los azotes más que el ajusticiado no pocas veces.
[181] “El escribano se apeó para remediarlo, y sacando la pluma, le cogió la hora y se la alargó en remo y empezó a bogar cuando quería escribir”. (Edic. de Zaragoza y todas las posteriores). “Asiéndole por las narices un diablo de uñas largas, le cargó a la espalda, y corriendo, decía: 'Ábrase el averno y toquen chirimías, que hoy es día de gracia; denme plácemes, que traigo un tesoro de mentiras y un apóstata de la fe: alegría y lluevan plumas, que hay pez gordo en el banquete'”. (Ms. de Lista).
[182] Chirrión, carro que chirría, a propósito para pases estrechos, que avise de antemano, no vaya otro al encuentro y no puedan volver atrás: tal en los montes de las Bascongadas. Diál. monter., 13: “Con chirrión o carro”.
[183] Zampándose, metiéndose. L. Rueda, Despos.: “Pues zámpese dentro a somorgujo”. Siglo pitag., 3: “Y zámpense de golpe en la posada”.
[184] Y como se acabase la barredera, llegó Satanás con una espuerta de putas feas y lagañosas, diciendo: “Aguarden los rufianes, que allá va ese emplasto de ungüentos a volverse a sus botes, y pónganles a recaudo, no se reviertan, que es género que se liquida fácilmente”. (Ms. de Lista).
[185] Por debajo de, so color, con el disfraz de. León, Job, 42: “Un querer debajo de esta color desobligarse de aquello que”. Coloma, G. Fland., 2: “Sin desmandarse un hombre a entrar en Francia debajo de ningún pretexto”.
[186] “tejas y las celosías”. (Ms. de Frías).
[187] Afufarse y afufar, huír o tomar las afufas. Comed. Florin., 5: “Y contento, pues que iba él, quiero afufar, no se arrepienta y vuelva por mí”. Torr. Naharr., 2, 115: “Y se afufan con el caire (y se van con el dinero)”. A. Solís, Poes., p. 151: “Quiso afufarse, mas ella | se le agarró de los brazos”.
[188] Argel, de esclavos, esclavitud, de Argel, por los que allí había. Colom., Obr. poét.: “Al voluntario Argel agradecido”.
[189] Arraez, patrono de barca, etc.; literalmente, cabeza y jefe. Fué Morato Raez Maltrapillo un renegado murciano, amigo íntimo del rey de Argel Azán, y a sus oficios debió la vida el grande autor del Quijote, que por romper el cautiverio no hubo empresa aventurada que no tratase de acometer. Véase Cejador, Leng. Cerv., II, Agi Morato.
[190] “a mí”. (Edic. de Zaragoza y todas las siguientes).
[191] “Misit ad eum uxor eius dicens: Nihil tibi et iusto illi! Multa enim passa sum hodie per visum propter eum”. (Mateo, 27, 19).
[192] Untado, sobornado, del facilitar los despachos como el unto el rodar de la rueda. Rufián viudo: “Que no puede chillar (el alguacil), porque está untado”. Quij., 1, 22: “Hubiera untado con ellos (los ducados) la pluma del escribano”. “Las brujas se untaban para trasportarse al aquelarre”. (Diálog. perros.)
[193] Torcida, la mecha del candil. Poder arder en un candil, de lo muy eficaz, aludiendo al vino muy generoso, por su mucho alcohol.
[194] Tu nombre, el de condenado.
[195] “y para ellas”. (Todos los impresos). Uñas de ladrón.
[196] Corr., 506: “A pedir de boca. (Cuando algo viene como se desea)”.
[197] Tapida; en Z, tapiada. Tapir es propiamente apretar el tejido en el telar; dícese en Castilla, y en-tap-ecer en Aragón. F. Silva, Celest., 18: “Los cencerros de los mansos tan sordos están en mis oídos, cuanto me los tiene recalcados y tapidos la memoria de la voz de mi Acais”. Tap-ido, por tupido, dícese en Aragón, como en Castilla.
[198] Zabucar, dar empujones y revolver un líquido. J. Polo, Univers.: “Aquí a las dificultades, | que en las mentes se zabucan, | satisfacen las doctoras | desatándoles sus dudas”.
[199] “quedó en ayunas. Cogióle la hora”. (Menos las belgas, todas las ediciones).
[200] “morciégalos”. (Z).
[201] Como boca de lobo, de la muy oscura. Quij., 2, 48: “Quedó la estancia como boca de lobo”. (Cejador, Tesor., L, 96).
[202] “A este grito acudieron multitud de copleros a encender sus coplas, y entre ellos iba cierto conductor (con) un mamotreto de ellas, y como lo viese una vieja, gritaba: 'Tate, malandrín, y no las enciendas, que si apagadas queman, encendidas han de abrasar el mundo’”. (Ms. de Lista).
[203] Buscón, estafador y hurtador en germanía. Oro viejo, 1, p. 48: “Y mucho, raterísima buscona, | dechado universal de aventureras, | espía doble de las faldriqueras”.
[204] Piramidal, que merecía coroza como pirámide.
[205] “con espetera de zancajos viejos y barri(zal)es de sobaco”. (Ms. de Lista).
[206] D. Vega, Paraís. S. Buenav.: “Va allí debajo sudando la gota tan gorda y trae brumados los hombros”. Por el gran cerco de sus faldas, debajo de las cuales se llevaba hurtadas telas de las tiendas; por la portada de su casa no cabía a duras penas, haciéndola sudar y trabajar a la portada para darle paso.
[207] Con los mismos términos ridiculizó en el año anterior de 1634 aquella moda ingrata y desapacible de las mujeres el licenciado Luis de Benavente, en el entremés cantado El Guardainfante (parte primera). Un alguacil dice al alcalde (papel que hacía el regocijadísimo Juan Rana):
Presa os traigo una falduda,
Porque, entrando por la plaza,
Hasta que pasó, estuvieron
Detenidas cien mil
almas.
ALCALDE
¿Es muy gorda?
ALGUACIL
Una sardina.
ALCALDE
¿Iba sola?
ALGUACIL
Ella y sus faldas.
ALCALDE
No es mala la añadidura:
Menos ocupa la guarda.
(Sacan atada con una maroma a la Falduda, admírase el Concejo y espántase el Alcalde).
TODOS (Cantando).
Por sus condiciones y por sus
usos, Ya no caben las hembras dentro del mundo.
ALCALDE
Jeso Cristo: ¡ola! ¿Es mujer?
ALGUACIL
Pues ¿qué ha de ser?
ALCALDE
La tarasca,
Que ya sale por el Corpus
Medio sierpe y medio dama.
LA FALDUDA (Cantando y bailando, le responde.)
Lo que se usa, señor Alcaldito,
Gracioso y bonito,
Dice el refrancito
Que nunca se excusa;
Y por sólo hacer lo que vemos,
Las hembras traemos,
Aunque reventemos,
Tanta garatusa, tusa, tusa.
ALCALDE
Si por ver lo que se
han ensanchado,
El padre o velado,
A ojo cerrado,
Les diera una tunda,
Vive Cristo que el toldo bajaran,
Y aunque regañaran,
Ellas ahorraran
De tanta baraúnda, unda, unda.
Benavente aprovecha, para arrojar todo el ridículo sobre tales faldas, las circunstancia de armarse con ballenas, aros de hierro, paja y esparto, disponiendo que los pescadores, los mozos de mulas y el invierno en cuerpo y alma les reclamen lo que es suyo. Pero la tiranía de la moda búrlase de la sátira de los poetas cuando hasta desoye las prescripciones de las leyes. Por pregón, se mandó en Madrid, a 13 de abril de 1639, que, excepto las mujeres públicas, ninguna pudiera traer guardainfante ni otro vestido que se le asemejase, pena de perder el traje y, por la primera vez, 20.000 maravedís. Pellicer, en sus Avisos de 26 de julio del mismo año, habla de la risa que en aquel día causó en la Corte ver colgados de los balcones de la cárcel más de 100 guardainfantes quitados a mujeres. Pero el mismo Pellicer refiere cómo en 18 de setiembre del año siguiente de 1640 se alborotó Madrid porque el nuevo Presidente quiso llevar adelante la extinción de aquella moda, abolida nada menos que por una pragmática. En una colección de Romances varios de diversos autores, que este mismo año de 1640 imprimió en Zaragoza Pedro Lanaja, se encuentra el siguiente rasgo:
Guardainfante era, y ya estoy
Tan otro del que me vi,
Que aprender podéis de mí
Lo que va de ayer a hoy.
Hoy risa del pueblo soy,
Ayer fuí todo su vicio,
Pues, frustrado mi ejercicio,
Dicen a mi poca medra:
Escollo armado de yedra,
Yo te conocí edificio.
Siempre pienso dónde voy,
Cómo me veo y me vi,
Que ayer maravilla fuí
Y hoy sombra mía no soy.
Galas, vivo ejemplo os doy,
Pues, por salir de mis quicios,
Os muestro en claros indicios
Mi mal, que a todos excede,
Ejemplo de lo que puede
La carrera de los vicios.
Acuérdome que tenía,
Por gala de tan buen aire,
Valentía en el donaire,
Donaire en la valentía;
Pero ya ha llegado el día
En que estoy tan desvalido,
Que las damas que he servido
Me dicen al fin postrero:
“¡De lo que fuiste primero
Estás tan desconocido!”
Aplauso que el mundo da,
Por mi gala merecido,
¿Quién como yo le ha tenido?
¿Quién como yo le tendrá?
Dicha que se pasó ya,
Hoy es de penas abismo,
Y así, deste silogismo
Quedo tan desengañado,
Que, de mí mismo olvidado,
No me acuerdo de mí mismo.
Pendiente me vi colgado
Junto al lugar más dichoso,
Yo, de ninguno envidioso,
Y de todos envidiado;
Mas ¡ay desdichas del hado,
Cuánto acabas, cuánto puedes!
Pues, araña entre las redes,
Me cuelgan, como de almenas,
En un retrete que apenas
Se divisan las paredes.
Por mí se puede cantar,
Cuando mis desdichas toco:
“¡Mundo loco, mundo loco:
Nadie debe en ti fiar!”
En pobre y solo lugar
Me han puesto mis vanidades,
Pues del tiempo las crueldades
Me traen a aquestos retiros,
Aquí, donde mis suspiros
Pueblan estas soledades.
[208] Carcabueço dicen, con b y con cedilla, el manuscrito de Frías y la edición de Zaragoza. Escrita del propio modo se ve en La Culta latiniparla y en otros manuscritos y libros antiguos. El Diccionario de la Academia no se acuerda de esta palabra, como ni de otras muchas. He aceptado la ortografía de Terreros porque, significando carcavueso lo mismo que carcavón, aumentativo de cárcava, una zanja u hoyo grande para sepultar muchos muertos juntos o arrojar sus huesos, parece que no tiene lugar en esta voz la z, cuya letra, aunque entra en los aumentativos, se combina de otra manera.
[209] Con pinta de, que parecía. Pintas son las rayas de los naipes, por las cuales se conocen aun antes de descubrir las figuras. Fons., Vid. Cr., 2, 20: “En la casa del jugador hasta la hija conoce una primera por la pinta”.
[210] Carantamaula, propiamente carátula o careta figurando una cara muy fea. Poem. heroico, 1: “Un hombre tentación, carantamaula, | que no puede enseñarse sino en jaula”. Lope, Inobed., III, p. 550: “Ésta es la carantamaula, | que dijeron que es pescado”.
[211] En grupa, atrás, como montar en o a la grupa de la cabalgadura, donde va la gurupera.
[212] Tan lejos, en la retahila que acaba de contar. Este párrafo es de lo más ingenioso y salado que se ha escrito.
[213] Revestirse en. A. Pérez, Dom. 3 cuar., f. 505: “Como demonios revestidos en un cuerpo humano”. Ídem, f. 134: “Hablándola por boca de una serpiente y revistiéndose en ella”.
[214] Enflautado, metido como en flauta, por lo charlatana que era la cotorrera o mujer que anda de cotorro en cotorro y lo parla todo, como la cotorra.
[215] En todas las impresiones españolas que he manejado falta este capítulo de “El criado favorecido y el amo”.
[216] “Los polvos del miércoles corvillo. Estábase afeitando una mujer casada y rica”. (Edic. de Zaragoza y siguientes, menos las de Bruselas). Por la inclinación al “Humiliate capita vestra Deo”, del miércoles de Ceniza o corvillo (Hita, mi edición, 1172).
[217] Hopalandas, propiamente vestiduras largas.
[218] Jalbegar y jalbiego dícese en Extremadura, de enjalbegar, de ex-albicare, encalar las paredes.
[219] Aloja, bebida de agua, miel y especias.
[220] Cerilla, unto, como cera, para afeite (Celestina, mi edic.), así como sals-er-illa.
[221] Del achaque de martirizar su rostro las dueñas con mil suertes de menjurges y mudas se burló varias veces el autor del Quijote. En la comedia La Casa de los celos dirige a Angélica estas razones la Dueña:
“¿Cuándo, señora, veremos
El fin de nuestros caminos?
¿Cuándo de estos desatinos
A buen acuerdo saldremos?
¿Cuándo me veré ¡ay de mí!
Con mi almohadilla sentada
En estrado y descansada,
Como algún tiempo me vi?
¿Cuándo de mis redomillas
Veré los blancos afeites,
Las unturas, los aceites,
Las adobadas pasillas?
¿Cuándo me daré un buen rato
En reposo y sin sospecha,
Que traigo esta cara hecha
Una suela de zapato?”
[222] Sobre sus chapines, para dar a entender lo altos que eran, y de tantos corchos.
[223] Costillas de borrenas, almohadillas, como en los borrenes de la silla de cabalgar; lana-plenar, como terraplenar. Borrenas se decía, como borrenes. P. Espin., Elog. retr.: “Con silla de borrenas”. Eug. Salaz., Cart., p. 32, 37.
[224] Así dice el manuscrito de Frías, y así debía decir. En la primera edición de Zaragoza imprimieron aplanase, y de aquí todas.
[225] “la frente, y encajándose”. (Los impresos.) Y es mejor lección.
[226] Juego de muchachos, pesado y poco limpio, que aún se conserva en algunos pueblos.
[227] Visión, fantasmón, por lo fea y risible.
[228] Andularios, vestidura larga. Quev., C. de c.: “Asiéndole de los andularios”.
[229] “la muerte en las manos”. (Edic. de Zaragoza y siguientes).
[230] Pantasma se dice todavía por fantasma.
[231] Persil., 1, 2: “Cuando revistiéndosele a Transila el mismo espíritu que tuvo al tiempo que se vió en el mismo acto y ocasión que su padre contaba”.
[232] Porque ya no tenían. Todo esto lo pintó Mateo Alemán en su Guzmán de Alfarache, 2, 3, 7.
[233] “coméis los ladrones”. (Edic. de Zaragoza y posteriores).
[234] Herrería, dícese del repiquetear de broqueles y espadas y de cualquier estruendosa batahola. Amante lib.: “Por ver en qué paraba aquella grande herrería que sonaba”. Señ. Cornel.: “Estuvo atento y no sintió palabra alguna: la herrería era a la sorda”.
[235] Se tomaban ya de los años, como se toma de herrumbre o moho una cosa.
[236] Gorjearse, hablar de gorja, haciendo ostentación y regodeándose. Zamora, Monarq., 3 Visit.: “Se estaba en la cama gorjeando con su alma”.
[237] “desvaneciéndose de ponleví y naguas”. (Edic. de Zaragoza y posteriores.) Ponleví, del fr. pont levis, puente levadizo, por la curva de la suela y el hueco entre la punta del calzado y el tacón, forma francesa que se daba al calzado, tacón de madera muy alto, derribado hacia adelante y disminuyendo por su parte semicircular desde el arranque hasta abajo.
[238] Palabra compuesta por Quevedo del adverbio de tiempo muy remoto antaño.
[239] “Otras en palanquillas tocadas de adentro y recatadas de afuera, eclipsaban el ojo para ser eclipsadas y eclipsar, que los eclipses son su fuerte”. (Ms. de Lista).
[240] Gorgoritas son los quiebros que, especialmente en el canto, se hacen con la voz en la garganta.
[241] “vestidos de noli me tangere” (Ms. de Frías.) Nolimetangere, llagas del rostro propiamente, que, tocadas, se empeoran: alude a la frase de Cristo resucitado a la Magdalena.
[242] Romanar, pesar con romana, aquí llevadas en peso de manera parecida en la litera.
[243] Escarpines, paño o tela debajo del calzado, que recoge el sudor.
[244] Fregenal, olor a cuero y tenería, por los famosos que en Fregenal de la Sierra se curtían, y por lo mismo dice Quevedo (jác. 5): “Del cardo de Fregenal | mucha penca se pregona | y le gastan las espaldas | más que ensaladas y ollas”. El rebenque y azote se hacía de dos tiras pespuntadas de cuero duro, y por parecerse a la penca del cardo y estar hecho del cuero de Fregenal, dice esto Quevedo.
[245] Reciennaciéndose, desantañándose, dándose por muy niñas.
[246] Niña postiza, la muñeca con que las niñas juegan.
[247] “perspectiva o arismética”. (Los impresos.) Quiere decir que las que se hacían niñas con juguetes y muñecas, callaban la muerte, que esto es la vieja, como callan las niñas la caca y hacían que los ojos que las miraban calculasen y contasen por cunas (haciendo pasar) los que eran ataúdes, esto es, las literas en que iban; a los que miraban a las niñas viejas de dentro, parecían cunas, siendo ataúdes.
[248] Estoflerino, latinizado el nombre Juan Stoffler o Stoeffler, célebre astrónomo suavo, que nació en Justingen por los años de 1452. Continuó las efemérides de Regiomontano (Muller) desde 1482. En 1499 presentó unas nuevas, calculadas para los veinte años siguientes, al Senado de Ulma, que le dieron grande reputación. Publicó otras para 1524, anunciando que, por efecto de la conjunción de los grandes planetas, habría el 20 de febrero una inundación tan grande que trastornaría la superficie del globo. Grande terror produjo esto y pusilanimidad en las gentes, que buscaron asilo en las altas montañas y prepararon barcas para salvarse con su familia. El mes de febrero llegó y fué, a pesar de la conjunción, muy seco: Stoffler se apresuró a explicar las causas que desconcertaron sus predicciones y sus cálculos continuaron siendo muy buscados. Murió en Viena el año de 1531.
Magino. Maxino dice el original manuscrito. Máximo la edición de Zaragoza y todas las posteriores, hasta la de Sancha, en que se lee Maximio. Obras de este célebre astrónomo: Ephemerides coelestium motuum Io. Antonii Magini, patavini, ab anno 1598 usque ad annum 1610, secundum Copernici observationes accuratissime supputatae et correctae; ad longitudinem inclitae Venetiarum urbis. Venetiis, apud Damianum Zenarium, 1599.—Tabulae secundorum mobilium coelestium. Authore Io. Antonio Magino, patavino, philosophiae, ac mathematicarum professore. Cum privilegiis. Venetiis, M.D.LXXXV. Ex officina Damiani Zenari. El afamado matemático paduano Juan Antonio Magín murió el año de 1617.
De Origano: Annorum priorum 30 incipientium ab anno Christi 1595, et desinentium in annum 1624, Ephemerides Brandenburgicae coelestium motuum et temporum; summa diligentia in luminaribus calculo duplici Tychonico et Prutenico, in reliquis planetis Prutenico seu Copernicaeo elaboratae, a Davide Origano glacense germano, mathematico in Academia electorali Brandenburgica profesore publico et ordinario. Typis exscripsit Joannes Eichorn. Anno 1609. Apud Davidem Reichardum bibliopolam stetinensem.
Andrés Argoli nació en el reino de Nápoles en 1570. Dedicado a la Filosofía y a la Medicina con aprovechamiento singular, no se libró de caer en los sueños de los astrólogos. Perseguido por sus émulos, se retrajo a Venecia. El Senado le acogió favorablemente, le proveyó de instrumentos para sus observaciones y le nombró matemático de la Universidad de Padua, y en 1640, caballero de San Marcos. Murió en 1653. Escribió: De diebus criticis, Primi movilis tabulae, Observaciones sobre el cometa de 1653, y, por último, las Efemérides:
Andreae Argoli à Talliacozzo. Novae coelestium motuum Ephemerides. Ad longitudinem Almae Urbis. Ab anno 1620 ad 1640 ex ejusdem Auctoris tabulis supputatae, quae congruunt Danicis, Rodulphinis, et Tychonis Brahae è Coelo deductis observationibus. Romae. Ex Typographia Guillelmi Facciotti. M.DC.XXIX.—Andreae Argoli Medici, Philosophi, ac in celeberrimo Patavino Gymnasia mathematicas profitentis, Ephemerides annorum L iuxta Tychonis hypotheses, et accurate è Coelo deductas observationes. Ab anno 1630 ad annum 1680. Cum privilegiis. Venetiis, 1638.
Hemos puesto Argolo en el texto, en vez de Argolio, que dicen los ejemplares de La Hora de todos, manuscritos e impresos.
[249] Zurr-ido, posverbal participal de zurrir, el sonar bronco. Ávil., Ep., 34: “Mirando como ya es todo pasado y los que ve están ya olvidados y todo se haya pasado así como agua que corría con zurrido”. También zurrí-o. Laso Orop., Lucano, p. 108: “No es aún apagada la tempestad, sino anda debajo las aguas con sordo zurrío”.
[250] Dejó de primera intención el amanuense de Quevedo la fecha en blanco, y la llenó después con tinta más negra, fijando el año que corresponde al en que se pensaba publicar el libro, propósito que desbarató la prolija enfermedad y muerte de don Francisco. Esta pequeña circunstancia del manuscrito es de gran momento para fijar la cronología.
[251] “Escribió Quevedo este libro año de 1645”. (Nota absurda de la edición de Bruselas).
[252] Sobre raigones no salen los dientes.
[253] “bestiales del sitio de sus criados. Oíase”. (Ms. de Frías.) Arpadas, lisonjas quebradas, cortadas, como los gorjeos y quiebros de aves.
[254] Galopín, mozo de cocina.
[255] El coram vobis, la cara, iluminada de simplicidades.
[256] Pujar, subir como en almoneda.
[257] En-cant-usar, engañar como con encant-os. L. Rueda, 1, 110: “Creo que algún bellaco y embaidor me la’ncantusado”.
[258] Zollipo, o sollipo o zolipo, de sollar e hipo, es el hipo (Rosal). Lag. Diosc., 2, 117: “Sana los sollipos y torcijones de vientre”. Zollipar es bostezar. Horozco, Canc., p. 157: “¿Qué zollipas?—Tengo temor que las tripas | se me sequen de vacías”.
[259] Se afilaron de embeleco, sutilizaron y aguzaron su mentira o embeleco.
[260] Cuadro copiado del natural con verdad prodigiosa. La real cámara de Felipe IV, el Conde-Duque, en 1635 y en 1640, y todos los suyos, no pueden estar retratados con pincel más valiente.
[261] Gañar díjose como ganar, de donde gañ-án, el obrero que gaña o gana con su trabajo. Bibl. Ferr. Gen., 47, 32: “Que varones de gañado son”. En Aragón, guañar por ganar (Blancas, Com. comitiis). S. Badaj., 2, p. 74: “No espera, soltá el gañado”.
[262] “por hacerle creer había estornudado, le saludaron con la frase acostumbrada. Pues cógele la hora”. (Edic. de Zaragoza y siguientes).
[263] Dios le ayude, o ¡Jesús!, fórmula al ver estornudar a otro, por haberse creído que podría escapársele el alma, cuando ésta no era más que el aliento (Cejador, Tesoro, N, 17).
[264] Encreyentes dicen las ediciones. L. Rueda, 1, 20: “Pues le he hecho encreyente a este animalazo qu’esta caratula es el rostro de Diego Sánchez”. Torr., Fil. mor., 24, 6: “Queriendo hacer encreyentes a los ojos, como si aquello fuese verdadero”. Nótese, con todo, que puede ser adverbial la forma plural, o rutinaria, por el en justos y en creyentes, pues encreyentes se repite en Quevedo. Rom. 69: “No me has de hacer encreyentes | que pueden volar mis zancas”. C. de c: “No me lo harán encreyentes cuantos aran y cavan”.
[265] Mosqueándose de, librarse de, zafarse de, como sacudiendo las moscas. J. Sal., c. 7: “Y el mismo Papa al mismo P. Méndez le mosqueó de Roma... ofendido de sus extravagancias”. Queved., Entret.: “Empezó a mosquearse de él”.
[266] El acatarrado pierde bastante el olfato, y el oler su regüeldo le valió.
[267] Chocando, metáfora del tocar las cadenas, etc., en la piedra de toque, para aquilatarlas.
[268] Migajas de, pedacillos de vidrio.
[269] Claveque, piedra semejante al diamante, pero de poco valor.
[270] A. Pérez, Viern. 2 cuar., f. 480: “¿Por qué no les hablábades claro, pan por pan y vino por vino?”
[271] Pegar la boca a la pared, resolverse a callar la necesidad que se padece, por grande que sea.
[272] Corr., 547: “La cara descubierta. (Que puede parecer sin correrse de nada feo: puede parecer la cara descubierta, puedo ir la cara descubierta)”.
[273] Cácer., ps. 17: “Buen trato, liso y con mucha llaneza, sí por sí, no por no”.
[274] Cardas, propias de la carda u oficio de ladrón. De medio a medio, enteramente.
[275] Contraste, platero que tiene el oficio de contrastar el oro y plata. Zabal., Día f., 1, 18: “Que valen mucho más, como consta por la fe del contraste”.
[276] Enviarle noramala, con cajas destempladas, despedir malamente.
[277] Letra entre piernas, de la frase rabo entre piernas, avergonzado y como perro huído.
[278] Pegársela, engañarle, darle una pega, darle la pega, de la pega de la bota.
[279] “con inmensa marbolla”. (Edic. de Zaragoza y todas las posteriores.) En vez de marbolla quisieron tal vez decir barbulla.
[280] Cosetada, propiamente carrera en el cos-o, luego empujón. En este segundo sentido úsase en Extremadura. Cuent. d. c.: “Fuese tras él dando cosetadas”. De aquí coset-ear. L. Ariz, Hist. Ávila, f. 38: “Coseteando por el coso”.
[281] “Empelotáronse”. (Desde la edición de Zaragoza, todas.) Autos s. xvi, 3, 335: “Ansí por nuesos pecados | al osario de Sigüenza | hemos d’ir empelazgados”. De pelazga, contienda, de pelaza, pelea, pelo. Trag. Polic., 7: “Y esta pelazga nos tienen agora guardada”.
[282] Maul-ero, el que anda en maulas o engaños. Solís, El amor, j. 2: “Aquí hay maula”.
[283] “los gatos, unos con otros, con grande séquito”. (Edic. de Zaragoza, y de allí todas).
[284] Al verdugo, que es guardajoyas, de como en el traidor de Galalón (Quij.), para hacer resaltar más el calificativo.
[285] Asurarse, abrasarse, aquí perturbarse, echarse a perder. Torr., Fil. mor., 25, 4: “Se asuran los niños como las ollas, con el calor demasiado”.
[286] Taita, voz de niños llamando al padre. J. Pin., Agr., 21, 8: “Lo primero que los niños aprenden decir para con los padres es taita, y lo que primero saben decir a las madres es mama”. Véase Cejador, Tesoro, A, 43.
[287] Andar a daca y toma, en dares y tomares. Corr., 505: “A daca y toma. (Andar a trocar; trueco de muchachos, que no se fían, y truecan dando y tomando; dícese de los interesados y desconfiados en tratar siempre con resguardo.)” Tomarse del vino, emborracharse.
[288] “patio de palacio.” (Edic. de Zaragoza, y de allí todas).
[289] “con otros sobre cuál llegaría primero, nevaron”. (Edic. de Zaragoza, y de allí todas).
[290] Cartapel, escrito largo para fijar bandos y edictos y cualquier papel grande de mucha letra muy metida.
[291] Recuérdense los impertinentes advertimientos al Príncipe que de aquellas calendas se ven impresos; téngase en cuenta el fin principal y de importancia suma a que tiraba el castellano Lipsio; no se pierda jamás de vista que le era forzoso remedar y traducir aquí los desatinos de los áulicos y curanderos políticos, y entonces no nos parecerán menos ridículos e ingeniosos que los que había dejado por modelos el rey de los escritores españoles: los arbitristas de Dinamarca. Por lo bien dibujados, rivalizan con don Quijote, deseando aconsejen al Monarca junte en la Corte, y en un día señalado, a cuantos caballeros andantes vayan por la Península, que tal podría venir entre ellos que sólo bastase a destruir toda la potestad del turco. En lo extravagante se igualan casi al arbitrista del Hospital de la Resurrección, en Valladolid, proponiendo se mande a todos los vasallos de Su Majestad ayunar una vez en el mes a pan y agua, reduciendo a dinero el gasto de aquel día para que, con provecho de sus cuerpos y de sus almas, tuviesen el lauro de desempeñar en veinte años las cargas del Tesoro: ocurrencias felicísimas y muy difíciles de superar. El autor de El Diablo cojuelo queda muy inferior a Cervantes y Quevedo burlándose de estos abejarucos políticos. Los arbitristas no fueron una plaga del reinado de los Felipes: abundaron en todos los siglos.
[292] Corr., 510: “Alza, Dios, tu ira. (Dícese de una persona, cuando se refiere que se enojó mucho; dando a entender que se arrebató demasiado.)” Sobre em-borr-ull-arse, en Cejador, Tesoro, B.
[293] Barbulla, posv. de barbull-ar, bullicio, parloteo. Guevara, Men. Corte, 12: “Son tantas las barbullas, tráfagos y mentiras”.
[294] “como hideputas”. (Las impresiones de Zaragoza y siguientes).
[295] “1634, miércoles 29 de noviembre.—Por descuido de unos mozos se encendió el fuego en lo accesorio de las caballerizas del Rey, y, sin poderlo remediar, se quemaron cuarenta y dos caballos de coches, con la casa en que estaban, que es distante de la principal de los caballos regalados.
“1640.—Por Carnestolendas se prendió fuego en el cuarto principal del Retiro, que cae hacia San Jerónimo, y, sin poderlo remediar, se quemó mucho, con dos torres principales y la mayor parte del cuarto que mira a Madrid, y por librar las alhajas, que eran entonces muy ricas, se quebraron y maltrataron muchas y de mucho precio. Volvióse a reformar todo con diligencia. El pueblo, que de accidentes saca conjeturas, juntó los tres de estos años, diciendo que en el uno había dado en agua; en el otro, en aire, y en éste, en fuego; que sólo faltaba que diese en tierra, y que así dió con la caída del Conde-Duque, que presto sucedió. Fué el daño de medio millón. Reparóse tan presto, que por pascua de Resurrección estaba acabado”. (León Pinelo, Historia de Madrid, Ms.).
Retocada La Hora de todos en 1645, pudo muy bien aludir Quevedo a ambos acontecimientos. Los que Pinelo refiere en agua y en aire son el de haberse roto la noche de San Juan de 1639 un estanque del Retiro, más alto que la cámara real, que pudo poner al Monarca en grave riesgo, y haber al año siguiente un furioso torbellino de viento desbaratado el teatro, maravilloso en luces, toldos, máquinas y tramoyas, levantado sobre barcas en el estanque grande de aquel sitio.
[296] “ha de quemar”. (Desde la impresión de Zaragoza, todas).
[297] Roerle los zancajos, hablar de él mal por detrás, como gozquejo que ladra y a los zancajos se tira. Cácer., ps. 100: “Aquéllos que andaban royendo los zancajos: 'Detrahentem secreto proximo suo'”.
[298] Tablet-ear, hacer ruido como con tabletas.
[299] Corr., 522: “En un tris. (Denota suma brevedad, como la de un golpe; tómase del sonido de una cosa que se quiebra, como de vidrio o barro, y significa también el punto de peligro en que estuvo algo para caerse o quebrarse: estuvo en un tris, no faltó un tris, no faltó sino un tris.)”
[300] La vuelta y demasía que se pagaba en los cambios, según se hacían éstos en oro, plata o calderilla, por la baja que sufrió en aquellos tiempos la moneda de cobre.
[301] Quevedo, en El Chitón de las taravillas, escribió que al comenzar el año de 1630 se hablaba del doblón y del real de a ocho como de los difuntos y se decía: “El oro que pudre, la plata que Dios tenga”. Aquí, en 1636, se acuerda de ellos como Jorge Manrique se acordaba de los sucesos de su juventud en la copla XVI:
“¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los Infantes de Aragón,
¿Qué se hicieron?”
De modo que, habiendo tocado a gloria nuestro escritor en el primer discurso, abrigando la esperanza de que habían desaparecido para siempre los males ocasionados al reino por las desacertadas leyes del trueco de la plata, tuvo que refrenar su gozo cuando vió, transcurridos seis años, que el Gobierno era impotente para restaurar la Hacienda de España, cancerada desde los tiempos de Felipe II.
[302] Mataperros, la bola y morcilla y zarazas con que se les mata.
[303] “No fiéis la tajada al gato, que os ha de pagar con arañazos. Y si gustan del pescado, se les indigesta después el bolso y se van de hartadizos, echando ventosas”. (Ms. de Lista).
[304] “viejos y muertos”. (Los impresos todos).
[305] Pantasma, la figura, la persona del viejo podrido, pero que tenga dinero, por lo que luego los llama estantiguas, y carroños, de carroña o esqueleto mondo, comido de grajos.
[306] Mejicanos, doblones de oro mejicano, unto mejicano.
[307] “una parte moderada”. (Los impresos).
[308] “Y no lo hago de codicia, sino de generosa, que, por haberlo sido, desportillé mi honra a golpe de dragón y a son de calderilla: no la abolléis vosotras tan pobremente, que alhaja mal apreciada deja de serlo”. (Ms. de Lista).
[309] Mam-ullar, pronunciar como mam-ando, por falta de dientes.
[310] “tomasas”. (Constantemente se ha impreso.) Ambas voces pueden subsistir como formadas del verbo tomar por el genio suelto y desenfadado del autor de La Hora de todos.
[311] “tejedora de caras, has de advertir”, etc. (Edición de Zaragoza).
[312] “podre barbada” (edición de Zaragoza, 1650); “pobre barbada” (la de Bruselas y todas las posteriores).
[313] “que años aflojan y no dan provecho”. (Ms. de Lista.) Cazasiglos, los muy viejos.
[314] Maya, la moza que hace de reina en la fiesta tradicional de mayo; aquí significa que es la más moza y reina de los difuntos, que está para morir. Lope, Maya, II, p. 41: “Hoy el Alma ha de ser Maya, | grande fiesta quiero hacer, | puesto que el Mayo se vaya”.
[315] Mariposas, que andan en torno ya de la muerte, por ser muy viejas.
[316] Tararira, alegría bulliciosa. Quev., Poem. her., 1: “Inspirad tarariras y chaconas”. Q. Benav., 1, 311: “¡Tararira! ¡con qué pie | he salido esta mañana”.
[317] De la sonsaca, que viven de sonsacar.
[318] Andorras, andariegas. Lo del negro del sermón, del que, después de mucho trabajar, no saca provecho, porque se lo llevan la vieja, el rufián, etc. O acaso sencillamente indica que trabajan y afanan como negros. Así: No somos negros y Trabajar como un negro, Tratarle como a un negro. Corr., 612: Tratóle como a negro, como a zapato viejo.
[319] “mi Jesús! cuando”. (Todos los impresos).
[320] Tabaola también se decía por metátesis de batahola, barullo.
[321] “Y como viera tanta carne y tuviera hambre, se arrojó a las tablas para hartarse de piltrafas”. (Ms. de Lista).
[322] “Emburulláronse”. (El Ms. de Frías.) “Enmarañáronse todos”. (Los impresos).
[323] De buces, como de bruces, de cabeza, cabeza abajo. Quev., Rom. 83: “Dió con él, de un empellón, | de buces detrás de un banco”.
[324] En 1476 crearon los reyes católicos don Fernando y doña Isabel un severo tribunal, llamado la Santa Hermandad, para perseguir, juzgar y castigar los delitos cometidos en despoblado, y a 7 de julio de 1486 le dieron Ordenanzas. Según estas leyes, eran asaeteados los malhechores, atados a un palo, quedando allí expuestos los cadáveres para escarmiento, pena que frecuentemente se ejecutaba en Peralvillo, lugar inmediato a Ciudad Real, camino de Toledo. Así como los ladrones tenían su fin en Peralvillo, las bolsas lo tenían en el estudio de aquel letrado garduña.
[325] Hay pocas obras de Quevedo tan plagadas de pensamientos y rasgos de otras suyas como La Hora de todos. Casi íntegro se encuentra el presente párrafo en la Visita de los chistes, y allí, por tanto, hallará el lector noticia de los más de estos autores de Derecho.
[326] Burrajear, borrajear, escribir mal, como haciendo borrajos o burrajos, que son las agujas u hojas secas y caídas del pino. Orlando, 2: “Ya las chafarrinadas de la aurora | burrajeaban nubes y collados”.
[327] La C para significar Código, y las ff, Digesto.
[328] “pasante pedía la pitanza”. (Edic. de Zaragoza y las posteriores).
[329] “cámara”. (Ídem).
[330] “valen las rentas”. (Edic. de Zaragoza y las posteriores).
[331] Subir a las nubes, encarecer mucho.
[332] Llover, como factitivo, hacer que se llueva y moje.
[333] Cimbronazo, cintarazo. Zabaleta, Día f. Trap.: “Dejó asegurar al esgrimidor bailarín y dióle un cimbronazo, que casi le dejó sin sentidos”.
[334] “nosotros pobretones”. (Los impresos todos).
[335] Remoquete, pulla, como remoque. Cácer., ps. 68: “De esto escarnecen, chiflan de mí y me dicen sus remoquetes”. Cerv., Gall. esp., 2: “Que me habló con remoques y acedía”.
[336] Gandujar, encorvar, en forma de S. Rom. 68: “Formando con las narices | el gandujado de caca”.
[337] Desatinadamente imprimieron trocado en la edición de Zaragoza y hasta hoy lo han reproducido todas; pero en la de Bruselas y en el manuscrito original se lee, como no podía menos de leerse, trotado, esto es, corrido.
[338] Esto es, inficionados, emponzoñados. En la edición primera, y de allí en todas, se estampó enarbolados, levantados en alto. Una y otra lección son buenas, pero sigo el original.
[339] Quebrantahuesos, además de ave de rapiña, es el molesto e importuno.
[340] “a todos”. (Los impresos).
[341] “al uno”. (Ms. original).
[342] Sobre este desatino del gobierno de Felipe III y Felipe IV discurrió con novedad Quevedo en los Anales de quince días, pág. 213 de la edición de Rivadeneyra.
[343] “fistulados empezaron”. (Los impresos).
[344] “en retahila, y siendo así que el décimo regulaba su futura a quinientos años venideros. Todos aceptaron la postmuerte”. (Edic. de Zaragoza.) La de Sancha estropeó más el período diciendo acertaron en vez de aceptaron, y todas hasta hoy lo han reproducido.
[345] “ras con ras con la fin del mundo”. (Todos los impresos).
[346] En 1660 había publicado la de Bruselas lo suprimido, estampando canitas en lugar de cañitas. Sancha lo enmendó, sustituyendo de propia autoridad cenizas, y ocioso es repetir que todas las publicaciones que han venido después han dicho lo mismo. Quevedo alude a la especie, que entonces corría entre el vulgo y ha llegado hasta nosotros, de que uno de los tormentos con que el Antecristo estrechará a los que no le sigan ha de ser introducir astillas de caña entre las uñas de los dedos: especie que provino de los árabes. Luis del Mármol copió en la Historia del rebelión de los moriscos un jofor o pronóstico del año 1567, donde algo de aquella especie se encuentra: “El mundo se ha de acabar... Cuando parecieren en esta generación estas maldades, sujetarlos ha Dios poderoso a gente peor que ellos, que les dará a gustas cruelísimos tormentos, y enviará Dios sobre ellos quien no se compadezca del menor ni haga cortesía al mayor. Les tomarán sus haciendas..., hacerlos han sus cativos, mataránlos..., los atormentarán hasta hacerles echar la leche que mamaron por las puntas de las uñas de los dedos”. (Lib. III, cap. 3).
[347] “Por mí viva muchos años el treinta futuro”. (Edición de Zaragoza y las primeras del siglo XVIII).
[348] “edades. El que pescó el oficio”, etc. (Edic. de Zaragoza).
[349] Saeculum per ignem, del himno Dies irae, el día del juicio; el saecula saeculorum, por los siglos de los siglos, es la eternidad.
[350] A letra vista, por no tener vestidos.
[351] Bacinica, bacín o bandeja chica para pedir.
[352] Una S y un clavo, es-clavo. B. Alcázar, 5: “Púsome en el alma el clavo | su dulce nombre y la S, | porque ninguno pudiese | saber de quién soy esclavo”. Era la S y un clavo enlazado a ella la cifra del nombre esclavo, con que se les herraba.
[353] Las mil y quinientas doblas, el último recurso. (Los Sueños, mi edición, t. I).
[354] La bribia, la vida de los bribones.
[355] Los buscarían sobre ella. Se sobrentiende los dineros.
[356] Contera, añadidura final, como ella lo es del bastón, y así es el estribillo. Patón, Eloc., 81: “Acaban sus coplas en el final, que dicen estribillo o contera”. Zamora, Mon., 3, 86, 1: “Pero sea la contera deste discurso el emperador Juan Conuno”.
[357] “de estafeta a todo el lugar”. (Desde la edición de Zaragoza hasta hoy, todas).
[358] Panza al trote, del que siempre anda comiendo a costa ajena, donde puede meterse de gorra y de ordinario tiene hambre.
[359] Clamista, que echa soflamas.
[360] Pintaba en, tenía pinta de, tener señal de, tomado de los dados y naipes. D. Vega, Fer. 4 Dom. 3 cuar.: “Estos falsos maestros son fulleros y malos jugadores del dado, que la Escritura, de que juegan, la arman y la sacan a su gusto, haciéndola que pinte a su propósito”.
[361] Emprestillón, el que pide prestado a cada paso, de emprestillar; hoy en Chile empretillar, de emprestar.
[362] Zalagarda del diablo, gran escaramuza, riña, propiamente emboscada. S. Horozco, Canc., p. 162: “Que podéis creer los dos | que en esto no hay zalagarda”. Su etimología en Cejador, Tesoro, Silb., 235.
[363] Desmentirse, decirse mentís uno a otro.
[364] “salida de voz”. (Desde la edición de Zaragoza hasta hoy, todas.) Falido, fallido, caído, frustrado. A. Pérez, Juev. 1 Cuar., f. 40: “Con los verdaderamente falidos y menesterosos”.
[365] Sacatrapos, propiamente tirabuzón para sacar los tacos del arma de fuego; el sonsacador en el Alto Aragón y en el texto. Vid. del Pícaro, pte. 2: “Que son hoy de los traperos | los más diestros sacatrapos”.
[366] Zurrido, posverbal participial de zurrir, sonar desapaciblemente. Ávila, Ep., 34: “Y todo se haya pasado así, como agua que corría con zurrido”.
[367] Encorozar, por la coroza o cucurucho, aquí el de papel, en que venden los confites.
[368] Súpito es vulgar, de repente.
[369] Garambainas, gestos, rasgos o adornos demasiados. Calder., Cuál es may. perf., j. 3: “Que sepa hacer unas garambainas del pelo”.
[370] Ojo avizor, ojo alerta, ojo, abrid el ojo, atención. Lope, t. II, 425: “Ojo al capricho”. Cabrera, p. 590: “Velad y estad ojo alerta”. G. Alf., 1, 2, 1: “Ojo, pues; ¿quién otro tal?” Cerv., Cárc. Sevilla: “El ojo avizor | todo el hombre tenga”.
[371] De boga arrancada, con todo el ímpetu, como la galera que corre al impulso más violento de todos los remos. A. Pérez, Viern. 1 Cuar., f. 87: “No queda curado un dolor por haberse mitigado algún tiempo si de hecho no salió de boga arrancada”. Ídem, p. 131: “No descepa Dios ni saca de boga arrancada los malos de su Iglesia”. Rebullosa, Teatro, p. 367: “El arte de navegar en llevar los remos de las mejillas a boga arrancada, por rematar más presto”.
[372] Saca que no escuece, alude a gastos, contribuciones, etcétera. F. Aguado, Crist., 16, 8: “Que constase líquidamente de la entrada y del recibo de la saca y del gasto”.
[373] Jubón, paliza. Estebanillo, 2: “Temiendo no me cogiesen en la trampa y me diesen un jubón sin costura”.
[374] “nosotros jamás la decimos. Con hágome”. Edición de Zaragoza y todas las posteriores. De sastres es mentir y ser pillos.
[375] Lampiños por rasurarles el pelo.
[376] De la agalla, sin nada, burlados, que ya no tengan que ganar con el vivo. Díjose del quedar como el pez preso por el anzuelo, de la agalla. “Quedar de la agalla colgado. (Por quedar sin nada y sin lo que se pretendía.)” (Correas, p. 592.) Quev., Poem. her., 1: “Quieren dejar al mundo de la agalla”.
[377] Enfermedad de esparto, el colgarle el verdugo del palo con cuerda, ahorcándole.
[378] Manos a la obra, animando al trabajo.
[379] Balsopeto o falsopeto, farseto, faltriquera falsa contra ladrones de bolsas (Rosal). Lazarillo, 2; G. Alfar, 1, 2. 3.
[380] So-faldar, alzar las faldas, levantar por debajo, descubrir. Úsase en la ribera del Duero. Musa 6, r. 30: “Sofaldé cerraduras y candados”.
[381] Retozar, en la edición de Zaragoza y posteriores, menos la de Bruselas, retocar.
[382] Volatín, alude además a la ligereza de los italianos y a los saltimbanquis que de Italia venían.
[383] “uno”. (La impresión de Zaragoza y todas las siguientes).
[384] Bastón con que el acróbata guarda el equilibrio, teniéndolo entre las manos, cogido por sus extremos.
[385] “zapatazo”. (Edic. de Zaragoza y siguientes impresiones.) Zap-arr-aso, como zap-ada, zapu-ada en Asturias y sap-ada en Maragatería, zap-ot-azo en Aragón, es la caída de bruces, como la del sapo o zapo (Cejador, Tesoro, Silb., 213).
[386] “balanza”. (Todos los impresos.) Balancear la balanza, trayéndola con nuevos pesos arriba y abajo.
[387] Iglesia me llamo. Corr., 1: “A Iglesia me llamo. (El que huye de la ley del Rey)”, por el derecho de asilo de las iglesias, a las que se acogían los perseguidos por la justicia. Estebanillo, c. 5: “Sin valerme antana ni defensa de motilones ni aquello de iglesia me llamo”.
[388] Falta este último párrafo en la edición de Zaragoza, y no ha sido impreso nunca en España. Hállase en la de Bruselas.
[389] Sobre estas hazañas del de Osuna véase la relació de Quevedo en el Mundo caduco y desvaríos de la edad, págs. 182, etc., de Rivadeneyra, t. 23: “y en Zara, lo que les fué de mayor daño, les tomó (a los venecianos) las mahonas y en ellas todas las mercancías de Levante”. Esto pasaba el año 1617. Despechados y avergonzados los venecianos por las hazañas del Duque de Osuna, forjaron la supuesta conjuración de 1618 para hacer odioso el nombre español ante toda Europa, supliendo, como buenos mercaderes, la falta de arrojo y valor con la astucia, la calumnia y la intriga.
[390] Tenedos, isla de la Natolia, célebre por sus vinos, sobre la costa de Adin-Zic, al Sudeste de Lemnos y cercana al estrecho de Gallípoli.
[391] Esto es, desde Salónica o Thesalónica, antigua y famosa ciudad de la Turquía europea, capital de la Macedonia, con un buen puerto y muchos fuertes.
[392] Para que se almorzase al capitán imprimieron en Zaragoza, y este desatino ha venido, sin excepción, reproduciéndose hasta hoy, con más el de concluir el período en Minerva, dejando colgado el sentido.
[393] No será impertinente copiar aquí lo que acerca de este caballo escribe Pandolfo Colenucio en su Historia del reino de Nápoles, lib. 4, cap. 14. Refiriendo cómo el rey de Alemaña, Conrado, tomó por fuerza de armas la ciudad en 1253, derribó sus muros y asoló muchos palacios de próceres rebeldes, “fué—dice—después a la iglesia mayor, y en medio de la plaza della estaba un caballo de bronce sin freno, estatua antigua guardada allí para ornamento y por ventura por armas de la ciudad. Conrado le hizo poner sobre las riendas estos dos versos esculpidos:
Hactenus effrenis, domini nunc paret habenis:
Rex domat hunc aequus Parthenopensis equum”.
[394] Aquí hubo de cortar la censura o el que preparó la edición de Zaragoza, suprimiendo lo que sigue hasta el fin, y estropeando un capítulo como éste, de tal importancia política.
[395] El reino de Nápoles fué desde lo antiguo feudo de la Iglesia, y tenían sus Reyes que recibir la investidura de los romanos Pontífices, que los consideraban como censatarios. A Carlos de Anjou y a su mujer Beatriz les impuso el Papa Clemente IV, cuando en 1265 los coronó reyes de Sicilia, un tributo de 48.000 ducados cada un año para la Sede apostólica. En el Códice H. 50 de la Biblioteca Nacional hay noticia de haberse presentado al Papa el embajador de España, Conde de Castro, miércoles 29 de junio de 1611, con acompañamiento de 500 de a caballo para hacer el feudo acostumbrado en el día de San Pedro por el reino de Nápoles, entregando la hacanea blanca y una póliza de 7.000 escudos.
[396] Esto es, al puerto.
[397] Era anejo del oficio de rufián el robo, el encubrir ladrones, lo alcahuete, valentón, espadachín de alquiler y asesino. Reuníanse en cofradías, sin que pudiesen las justicias exterminar estos desalmados, cuya vida y costumbres retrató prodigiosamente Cervantes en la gallarda novela de Rinconete y Cortadillo, de donde trasladó algunos buenos rasgos a la comedia de El Rufián dichoso. El licenciado Cristóbal de Chaves escribió en 1598 una Relación de la cárcel de Sevilla, curiosísima por las noticias que da acerca de los rufos o germanes y de su lengua y crímenes, que no bastaban a extirpar los más bravos castigos. “Hay semana de diez y ocho azotados y ahorcados, y en galeras, de cincuenta en cincuenta, y si todo se apurase, no creo habría nadie sin pena y castigo”. (Biblioteca Colombina, Aa. 141, 4, fol. 155).
[398] Ene de palo, la horca. Quev., Jácara 2: “Murió en la ene de palo”.
[399] “se pagaban”. (Ms. original).
[400] “hoy”. (Edic. de Zaragoza y todas las demás).
[401] Flores entre tahúres eran las señales en las cartas y demás fullerías que se hacían con los naipes, por darles buen fruto y ser delicadas mañas de ingenio. Entrem. del siglo XVII, p. 291: “Los jardines del naipe los plantamos | a medias, yo ganando, otros perdiendo: | todo cuanto yo gano con mis flores | lloran ellos con ojos infelices; | y así en estos jardines excelentes | mías las flores son, suyas las fuentes”. Navarrete, Casa juego, f. 63: “A cuya voz acuden los de la flor y la estafa”. Así, descornar la flor, o entrevar o entender la flor, era descubrir al jugador la fullería o flor.
[402] Gatos, bolsas de piel de gato, como todavía en Segovia. Haber gato encerrado es haber buena bolsa escondida.
[403] Trocada, la del revés, la contraria. Gracián, Critic., 2, 13: “Todo cuanto miraba le parecía andar al revés, todo a la trocada, lo de arriba abajo”. Entrem. s. XVII, p. 602: “Plegue a Dios no suceda la trocada”.
[404] Maullón es el gato que maulla mucho. Aplícase aquí al fullero, por lo que trabaja con las uñas y por la algazara que mueve para marear a su compañero.
[405] La historia de Ozmin y Daraja, a quienes favoreció la reina Isabel, cuéntase en Guzmán de Alfarache, l. 1, c. 8.
[406] Alude a la especie muy valida entre el vulgo de que fué un saúco de donde se ahorcó Judas.
[407] “fugitivos a Dios” (edición de Zaragoza); “fugitivos y rebeldes a Dios” (la de Bruselas).
[408] “público, después”. (La de Bruselas).
[409] “quieran”. (Ms. original).
[410] “a las Canarias”. (Ídem).
[411] “navegar”. (Edición de Zaragoza y todas las demás).
[412] Rispose Lorenzo (Medici), che la sua stadera era giusta, ma che non l’aggravavano napolitani, et milanesi tanto distratti dalla forza della Spagna, et pieni di popoli, che con tanta mala volontà sopportavano il dominio delle nationi straniere; et le Indie vuote d’habitatori. Ma che la devotione, et la moltitudine de i sudditi, la fecondità et l’unione de i stati erano il grave peso che la facevana traboccare. (Pietra del paragone político, di Traiano Boccalini).
[413] “A los ladrones bástales no restituír lo hurtado, sin hurtar”. (Edic. de Zaragoza y siguientes).
[414] Cicatero es cortador de cicas o bolsas, un género de ladrones.
[415] “hermosura de sus ciudades y la grandeza de su estado, el comercio de Liorna”. (Edic. de Zaragoza y las posteriores).
[416] “estas”. (Edic. de Zaragoza y las posteriores).
[417] “nació de medio a medio”. (Ídem).
[418] “vuelvo en oro”. (Edic. de Zaragoza y las posteriores, menos la de Bruselas).
[419] “lo supiesen los príncipes”. (Todos los impresos).
[420] “hacerse”. (Edic. de Zaragoza y todas las demás).
[421] “enorecer”. (Ms. original).
[422] Sollastre es pícaro de cocina. Guzm. Alf., 1, 2, 5: “Parecióle mejor, sacándome de aquel oficio a sollastre o pícaro de cocina”. Díjose de sollar, o sea soplar. Correas, 108: “El herrero de Arganda, él se lo suella y él se lo macha y él se lo saca a vender a la plaza. (Suella es sopla con el fuelle.)” Úsase en Asturias. Hern. Núñez: “Sorbe y solla, que más hay en la olla”. Viene de sufflare.
[423] “peleona” (todos los impresos); “pelarza” (Ms. original.) Pel-aza y pel-arza, del pel-arse al reñir.
[424] “afeitarse con tijeras”. (Los impresos).
[425] “Voto a tal” (los impresos); “Voto a xpo” (el original).
[426] “un tan largo camino”. (Los impresos).
[427] Zabucar, dar topetazos y empujones y revolver un líquido de la misma manera, mezclar. Entrem. s. XVII, 24: “Dame aquesos brazos, reina de mis ojos, | que es justo que en ellos me zabuque todo”. Jac. Polo, Univers.: “Aquí las dificultades, | que en las mentes se zabucan, | satisfacen las doctoras | desatándoles sus dudas”.
[428] “tal, dijo”. (Los impresos).
[429] Gatos, bolsas.
[430] “todas”. (Los impresos).
[431] Esto es, convertirme en un Bernardo del Carpio y hacer otra de Roncesvalles, victoria que le atribuyen los antiguos cantares.
[432] En francés, bougre. Vale, según su propia significación, sodomita; pero sin idea semejante y aun sin saber lo que significa, aplícase por desprecio esta palabra, en castellano, a cualquier extranjero.
[433] Los libros de caballería y las historias de Carlomagno y Morgante hacen señalada memoria del conde Galalón de Maganza, por cuya traición cuentan que murieron los doce Pares de Francia.
[434] “de la daga”. (Los impresos).
[435] Gabacho, apodo que a los franceses daban los españoles fronterizos, por sus gaves o ríos entre cañadas del Pirineo, y después se corrió al resto de España; encierra sentido despectivo y hasta el de cobarde aplicado a un español.
[436] “a pasajeros de a mula”. (Los impresos).
[437] Dar tapaboca, frase de esgrima, dando en la boca con el botón. Quijote, 2, 19: “Un tapaboca de la çapatilla de la espada del Licenciado”. Ídem, 2, 32: “Si Reynaldos de Montalván huviera oydo estas razones al hombrecito, tapaboca le huviera dado que no hablara más en tres años”.
[438] “dos ministros”. (Los impresos).
[439] “en el mundo, y la astucia conserva al mundo en discordia, y la disimulación”, etc. (Los impresos).
[440] “el imperio”. (Ídem).
[441] “a sí”. (Los impresos).
[442] Asesinó Ravaillac, en 14 de mayo de 1610, al magno Enrico de Francia, y pereció en 27 de aquel mes entre suplicios que los jueces imaginaron proporcionados al crimen.
[443] “invención de la”. (Todos los impresos).
[444] “Olanda le han tomado”. (Ídem).
[445] Lo que sigue hasta concluir el capítulo no se incluyó en la primera edición de Zaragoza, 1650. Hállase en la de Bruselas, 1660, con estas variantes: “de un capricho de un republicón de los de Capiduchi... Pruébolo. Pilatos, por razón de estado, condenó al Justo... Pilatos, constante y pertinaz..., para que le crucificasen..., descendía de alguno que dependía de otro”.
[446] Así que entró en Italia, en el verano de 1633, el infante cardenal don Fernando, deseó con grandes veras, para el sosiego de aquel hermoso territorio, componer las diferencias que había entre el Duque de Saboya y la República de Génova, y teniendo orden y poder del Rey de España, su hermano, se erigió medianero entre ambas partes y las concertó con maravilloso tino y extraordinaria prudencia en julio del año siguiente de 1634.
[447] “defensiones”. (Edic. de Zaragoza y españolas del siglo XVII).
[448] “monsiur”. (Ms. original).
[449] Aldiguera estampa la edición de Zaragoza: así estropearon los castellanos el título de Francisco de Bonne, duque de Lesdiguieres.
[450] “al dueño de su casa”. (Edic. de Sancha).
[451] Léese Banqui en la impresión de Zaragoza y en todas las posteriores. ¿Dictaría tal vez Quevedo Acqui, fuerte ciudad del Monferrato, en la ribera del Bormia, célebre por sus aguas hirvientes? ¿O Voutry, o Bardi, o Bagni?
[452] “con las espaldas vueltas”. (Las impresiones españolas todas).
[453] “Volvió el magnífico”, etc. (Ídem).
[454] Dióse la memorable batalla de Nortling miércoles 6 de septiembre de 1634. Ganáronla el Rey de Hungría, las tropas españolas mandadas por el cardenal infante don Fernando de Austria y las de la Liga católica, por el Duque Carlos de Lorena, contra las aguerridas y veteranas del Rey de Suecia, a cuyo frente se hallaban los valerosos capitanes duque Bernardo de Weymar, Gustavo Horren, Gratz y Duque de Witenberg. El Rey de Suecia había muerto dos años antes, el 16 de noviembre de 1632, en la batalla de Lutzen.
[455] Llamábanse espagíricos los médicos que se valían de la Química y de preparaciones de minerales para curar a los enfermos.
[456] Juega del vocablo donosamente Quevedo, por significar la voz dieta, la abstinencia de alimentos que se hace en orden a la salud, y, al propio tiempo, la Asamblea de los Círculos del Imperio y Estados de Polonia, para determinar acerca de los negocios públicos.
[457] “reyes y visires”. (Los impresos.)
(Cadí llaman los árabes al juez de causas civiles, y conoce en África de las de religión. Cervantes introduce en la jornada segunda de la comedia La Gran Sultana al Gran Cadí, advirtiendo que es juez obispo de los turcos, y le hace decir:
“De las sentencias que doy
No hay apelación alguna”.
Bey equivale a señor, y se da el nombre de beyes (escríbese Begh o Bek) a los gobernadores de ciertos territorios o ciudades marítimas de Turquía. Es el Gran Visir primer ministro de Guerra y Estado en la Corte otomana, empleo que instituyó Amurates en 1370. Preside a otros seis Visires inferiores, y llevan el peso de los negocios. Apellídanse Morabitos (religiosos) los sabios, santones y ermitaños que hacen profesión la virtud y la sabiduría. Los bajaes son oficiales que ejercen el mando de una provincia).
[458] “juzgaba a desautoridad que sus vasallos oían su voz”. (Los impresos del siglo XVII).
[459] “premio”. (Edic. de Zaragoza y todas hasta hoy).
[460] “reyes en las memorias”. (Ídem).
[461] “mucho”. (Edic. de Zaragoza y las posteriores).
[462] “tragino, el tesoro”. (Ídem).
[463] “Sinan rey”. (Todos los impresos).
[464] “cristiano”. (Ms. original).
[465] “sangre”. (Ídem).
[466] Subida ponderación del miedo que tenían los turcos al Duque de Osuna. Estambol o Estambul llaman a Constantinopla los turcos, estragando el antiguo nombre Constantinópolis. En la edición de Zaragoza imprimieron Estambor, y así ha venido reproduciéndose.
[467] “bachilleres, de su espada, no de su libro: dicen los reyes, que tienen sus dominios, los ejércitos, no las universidades, ganan, y defienden victorias, y no disputas, los hacen grandes, y formidables, las batallas,” etc. (Edición de Zaragoza). La puntuación, en todos los impresos, no es menos absurda, desorientando al lector y embrollando las cláusulas. Se sigue en el texto fielmente el manuscrito original, donde aparece, como a todas luces pide el recto sentido.
[468] Todos estos períodos anteriores, continuada ironía, sátira sangrienta contra los Ministros de Felipe IV, deben contener tal vez las opiniones políticas, las máximas de alguno de ellos, a quien se puso el apodo de Sinan bey, y aquí se presentan como sentencias, como verdades incontrovertibles, para herir el ánimo del lector, despertar su juicio y armarle en contra de doctrina tan desaforada.
[469] Disparatada la puntuación en todos los impresos, hacíasele decir a Quevedo lo que no imaginó jamás. Burrajear, borrajear con la pluma y hacer mal una cosa, así también lo usa en Orlando, 2, y en Virt. mil., 3: “Si las facciones la burrajean la cara en lugar de formársela”. Como en la Cárcel de Sevilla, que yo tengo por de Cervantes: “Y a los demás borrajarles las caras con una daga”.
[470] “armas”. (Los impresos).
[471] “Estos escritores que la alabaron, quedaron después de alabarla”. (Los impresos).
[472] “entendimiento”. (Los impresos).
[473] Pinta el carácter de los españoles, traduciendo los siguientes versos del primer libro de las Guerras púnicas, de Silio Itálico:
Prodiga gens animae, et properare facillima mortem.
Nanque ubi transcendit florentes viribus annos,
Impatiens aevi spernit novisse senectam.
[474] “en dar que escribir, que en escribir”. (Los impresos todos).
[475] “trompetas”. (Ídem).
[476] “Se gastaba”. (Ídem).
[477] “escribir”. (Los impresos).
[478] “ha la artillería”. (Ídem).
[479] “bajan las órdenes”. (Ídem. La puntuación en ellos es desatinada).
[480] “la falta”. (Ms. original).
[481] “Pero las batallas”. (Ídem).
[482] “siempre”. (Ídem).
[483] “y jueces, y sobre jueces, y contra jueces”. (Los impresos).
[484] “promesa de lo uno u de lo otro”. (Ms. original).
[485] “pues obedecido, preserva”, etc. (Los impresos).
[486] Butiro es puro latín, butyron, o, mejor, digamos griego de origen; en castellano se llama manteca.
[487] Los Condes de Egmont y Horne.
[488] “y con guerras”, etc. (Los impresos).
[489] “y en todas partes, de vasallos suyos nos hemos vuelto su inquietud. Hemos considerado, que no sólo han ganado”, etc. (Las impresiones españolas hasta fines del siglo XVIII).
[490] “resoluciones del Consejo”. (Los impresos).
[491] “engaitarlos la voluntad”. (Los impresos).
[492] “con el vidrio”. (Los impresos).
[493] Zurriar, sonar al rasgar el aire, hablar con desentono y velocidad; de zurrar, por zurrear. Quevedo, Cuento de cuentos: “Yo saldré, dijo la viuda zurriando como un rayo”. Comedia Lena, 2, 3: “Sabiendo que estaba enamorado della (que antes de ahora me ha zurriado en las orejas)”. Diálogos de montería, 7: “Que le hubiesen pasado zurriando algunos balazos por los oídos”.
[494] “hurtamos”. (Los impresos).
[495] “plata fina hacerle doblón”. (Los impresos).
[496] Limiste, un paño que se fabricaba en Segovia.
[497] J. Encina, 403: “Sobre negro no hay tintura”. Correas, 265: “Sobre negro no hay tintura, mas hay pintura”. Ídem, 265: “Sobre negro no hay tintura, sino amar y buen querer”.
[498] “imitación de uno”. (Ms. de la Biblioteca Nacional, T. 153, pág. 239).
[499] Este parrafillo, eliminado absurdamente de la edición de Zaragoza, tampoco imprimió nunca en España, hasta la edición de Rivadeneira. Hállase en el Ms. original y en la colección de Bruselas, 1660.
[500] “están afectos a Roma sus corazones”. (Los impresos todos).
[501] “ha vuelto en estatura”. (Ídem).
[502] “Caigan de su grandeza, que si no, acabarán con la nuestra”. (Ms. de Lista).
[503] Encuéntrase este mismo pensamiento al principio de la carta que en julio de 1635 escribió e imprimió Quevedo, arguyendo al rey de Francia, Luis XIII, por las nefandas acciones y sacrilegios que cometieron sus tropas al romper la guerra contra España.
La circunstancia de verse diseminadas por el presente libro, y con especialidad por este capítulo, todas las más importantes ideas de aquella carta, sería una buena prueba, si no hubiese otras más eficaces, de que La Hora de todos fué bosquejada completamente en el verano de 1635, y que del trabajo en que a la sazón se ocupaba se utilizó el señor de Juan Abad para el opúsculo político dirigido al Príncipe francés.
[504] “mira sólo a sus conveniencias, y que cree en lo que desea”. (Los impresos).
[505] “usurpar sus Estados”. (Ms. de la Biblioteca Nacional, T. 153, pág. 239).
[506] Este párrafo y el pequeño que le precede fué igualmente suprimido en la edición de Zaragoza (1650). La de Bruselas (1660) lo incluyó; pero las españolas no quisieron reproducirlo, y por ello, en ninguna se encuentra.
[507] Ya indirectamente, ya a la descubierta, no sólo en éste, pero en otros muchos pasajes, recordó nuestro sabio político al Príncipe castellano la obligación y apremiante necesidad en que se hallaba de ponerse al frente de sus ejércitos. Hacíale ver las prolijas, antiguas y empeñadas guerras que desangraban su reino; cómo su presencia infundiría valor incontrastable en las tropas, confianza en los pueblos apartados, desaliento en los enemigos y había de acelerar los prósperos sucesos. Advertíale, por último, que, declinando el peso de las guerras sobre capitanes que raras veces tenían otro interés que el de prolongarlas, por deber a ello su crecimiento y su medra, parecía no dolerse de los sacrificios inmensos de sus vasallos, de tantas haciendas deshechas, de tantas lágrimas vertidas, de tanta sangre derramada. Pero Felipe IV, acostumbrado a los encantos de la música y de la poesía, al aroma de los saraos y a los regalos del ocio, no gustó nunca del estruendo de la artillería, del polvo de los combates y del dudoso trance de una batalla.
[508] “resistirse”. (Los impresos).
[509] “de su persona”. (Ídem).
[510] “alimento”. (El Ms. original).
[511] “las lágrimas de Roma”. (Los impresos).
[512] Los Monopantones. (Nota del margen en el Ms. original). He aquí La isla de los Monopantos, opúsculo que nuestro autor señalaba como perdido en una Memoria de libros y papeles que le saquearon durante sus últimas prisiones. Pareció después, y entró a formar parte de La Hora de todos y la fortuna con seso, por los años de 1644. Sátira sangrienta y mal embozada es ésta contra el Conde-Duque de Olivares y los que oprimían con él y desmoralizaban al pueblo español. Pasa la escena en Salónica, ciudad de judíos, por ser sumamente afecto el Conde-Duque a los judíos, de haberlos hecho venir de Salónica, y de que no pocos, en hábito y con nombre de cristianos, ocupaban altos puestos en la milicia, en los tribunales y consejos. Los representantes de las sinagogas simbolizan algunos consejeros y negociantes de aquellas calendas (banqueros, que hoy se dice), a quienes el texto califica de tramposos y revolvedores de Europa. Los monopantos (esto es, hombres pocos en número, pero dueños y árbitros de todo) son el favorito y sus cómplices; España, las islas situadas entre el mar Negro y la Moscovia, en los confines de la Tartaria. Uniformes los hebreos y monopantones en medrar con la pública desolación y ruina, idólatras de la usura, de la plata y oro y de cualquier animal de estos metales fabricado, júntalos el político pintor a confeccionar malicias y engaños para engullirse a los Reyes, repúblicas, magistrados y poderosos, y se confederan para fundar la nueva secta del dinerismo, mudando el nombre de ateístas en dineranos. Tal es el asunto del presente capítulo, reto de Quevedo al poder del vanidoso Atlante de la Monarquía, verdadero origen de sus persecuciones, lección útil para los Príncipes generosos y eterno sambenito de los hombres que, contra la voluntad divina, se levantan con los Reyes y se afanan por llamarse privados.
Los personajes, pues, de la fábula son:
El Conde-Duque de Olivares, bajo el anagrama de Pragas Chincollos, Gaspar Conchillos.
Sospéchase que el secretario Juan Bautista Sáenz y Navarrete, con el seudónimo de Philárgyros, avaro.
Dicen que el secretario don Antonio Carnero, con el de Crysóstheos, ídolo, becerro de oro.
El padre Juan de Pineda, de la Compañía de Jesús, bajo el anagrama de Danipe, Pineda.
El protonotario de Aragón, don Jerónimo de Villanueva, bajo el de Arpiotrotono, protonotario.
El licenciado José González, con el seudónimo de Pacas Mazo.
El padre Hernando de Salazar, inventor del papel sellado en 1636, con el apodo de Alkemiastos, arbitrista o alquimista, por haber convertido las resmas de papel bazo en ricos montones de oro.
Y varios hombres de negocios y consejeros a vueltas, encubiertos con el título de rabinos. Para mayores pormenores, véase Fernández Guerra.
[513] “Estambor”. (Los impresos).
[514] “Rabí”. (Estampa constantemente el Ms. original).
[515] “Nacabarbaniel”. (Los impresos).
[516] “Nisin”. (Ídem).
[517] “Auenezra”. (El Ms. original). “Abenezra”. (Los impresos).
[518] “Chaminiel”. (Los impresos).
[519] “Por la de Liorna, Rabbi Gersonni”. (Las ediciones españolas). “Por la de Livorna, Rabbi Cersonni”. (Las flamencas).
[520] “Gavirol”. (Los impresos).
[521] “Asapha”. (El Ms. original).
[522] “Meir Armahad”. (El Ms. original). “Moir Armaach”. (Los ejemplares españoles). “Meir Armaach”. (Los belgas).
[523] “negociaban”. (Los impresos).
[524] “Barnachman”. (El Ms. original).
[525] Monopantos, “unos hombres que lo son todo”. (Nota de la colección de Bruselas).
[526] “muda los semblantes”. (Los impresos).
[527] “Gaspar Conchillos, Conde-Duque”. (Nota del Ms. de la Biblioteca Nacional, T. 153, pág. 240).
[528] Consejo supremo de los judíos, en que se decidían los negocios de Estado y de la religión. El de Jerusalén componíase de 70 ancianos en los tiempos del Salvador, y los inferiores, de 23.
[529] “Amigo de oro”. (Nota de la colección de Bruselas).
[530] “Ehrictotheos”. (Los impresos). “Dios de la tierra, hijo de Vulcano”. (Nota de la colección de Bruselas).
[531] “Dice Danipeani de Vandes. Diga Juan de Pineda, de la compañía”. (Nota del Ms. citado, T. 153, Bibliot. Nac.).
[532] “Arpiatrotono”. (El Ms. original). “Arpia Trotono”. (Las publicaciones españolas). “Arpi Trotono”. (Las flamencas).
[533] “Pacasmazo”. (Los impresos).
[534] “Alkerriastos”. (Las colecciones españolas). “Daper Razalas”. (Las belgas).
[535] “Se borre Pacas, mazo, Alkeriastos, Arpiatrotono (y en su lugar póngase) Jalzephez Nogos, Joseph González; Ardanzo Ranfales, Fernando Salazar, de la Compañía; Arpitrotono, Protonotario”. (Nota del Ms., T. 153, Biblioteca Nacional). El Daper Razalas de la impresión belga, si fuera Doper Razalas, había de entenderse como anagrama de Pedro Salazar.
[536] “monopantones”. (Los impresos).
[537] “a todos”. (Ídem).
[538] “en más el que hacíamos”. (Los impresos).
[539] “del cielo”. (Los impresos).
[540] “sendas tratables a nuestros pies lo profundo del mar”. (Los impresos).
[541] Horu La Adonai, dice el Ms. original. Horula Adonai todos los impresos, que se interpreta: Load a Jhowah.
[542] “incompatibles”. (Las ediciones españolas hasta mediados del siglo XVIII).
[543] Dixit insipiens in cor de suo: Non est Deus.
[544] “de hijos”. (El Ms. original).
[545] “ya muchos años”. (Los impresos).
[546] “su corona”. (Los impresos).
[547] “sus semblantes. El rey de Francia”, etc. (Ídem, menos las impresiones belgas).
[548] “para que en sueldos”, etc. (Los impresos todos).
[549] Mogollón, entrometimiento de alguno para comer de balde a costa ajena donde no le llaman ni es convidado.
[550] “socorremos a aquel Monarca”, etc. (Fuera de las ediciones de Bruselas, todas).
[551] Esta grave censura, que solamente se lee en el Ms. original y en las colecciones flamencas, tiene dos sentidos: o que realmente ocupaban altos puestos del Estado hombres de sangre judaica, o, al menos, que la avaricia y el desasosiego de sus almas no los hacía diferenciar de los hebreos diseminados por todo el mundo.
[552] “lo paga del que lo cobra”. (Los impresos).
[553] “el fin”. (Los impresos).
[554] “llega para ellos”. (Ídem).
[555] “una Jerusalem”. (Ídem).
[556] “no los quiero.” (Ms. original).
[557] “Pacasmazo”. (Los impresos).
[558] El licenciado José González, como abogado y, por tanto, de lengua expedita y afluente.
[559] “una deidad de rebozo”. (Los impresos).
[560] “todos”. (Ídem).
[561] “necromante”. (Ms. original).
[562] “calamita”. (Los impresos).
[563] Piedra imán, brújula.
[564] “a puntar”. (Ms. original).
[565] “cargándole”. (Los impresos).
[566] “se introducen”. (Ídem).
[567] Juan de Pineda y Hernando de Salazar, ambos de la Compañía de Jesús, y José González.
[568] Τροχίσxοϛ, voz griega que se usa en la Farmacia, y significa ruedecilla, rodaja. Úsase, pues, en la acepción de pastillas. Hay trociscos de muchas especies y composiciones: aperitivos, purgantes, alterantes y confortativos. Sus simples se hacen polvos y se mezclan con algún licor proporcionado, y puestos a secar al aire y a la sombra, lejos del fuego, se les da la figura que se quiere.
[569] Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares.
[570] “conocerlos”. (Los impresos).
[571] “Chrisotheos”. (El Ms. original). “Chritoteos”. (Los impresos). “Chritoteos, Judices Deorum, o Jueces de los Dioses. Arriba puso Ericthoteos, y aquí Chritoteos”. (Nota de la impresión de Bruselas).
[572] Don Antonio Carnero, Juan Bautista Sáenz Navarrete y Juan de Pineda.
[573] “monopantones”. (Los impresos).
[574] “será bien se confiera”. (Edic. de Zaragoza).
[575] “Pacasmazo”. (Los impresos).
[576] El licenciado José González.
[577] “en rehenes”. (Los impresos).
[578] “Pacas-Mazo”. (Los impresos).
[579] “Asapha”. (El original y los impresos).
[580] “o en dineristas”. (Edic. de Bruselas).
[581] “fiero y en discordia”. (Los impresos).
[582] “Con esta controversia se envedijaron”. (Ídem).
[583] Pelaza o pelazga significa pendencia, riña o disputa. Empelazgar una controversia es frase inventada por el escritor para encarecer la vehemencia del altercado.
[584] “perpetuas, por equilibrar”. (Ms. original).
[585] “Padece el Duque achaques”, etc. (Edic. de Zaragoza).
[586] Al margen en la edición de Zaragoza y al pie en la de Bruselas, se lee: Contra el gobierno repúblico.
[587] “los ricos desprecian a los pobres, los pobres envidian a los ricos”. (Los impresos).
[588] “soberanía de los unos”. (Los impresos).
[589] “mormollo”. (Ms. original).
[590] “gazpellidos y los amagaban”.
[591] “no son”. (Edic. de Zaragoza y españolas del siglo XVII).
[592] Nota se lee al margen en la edición de Zaragoza.
[593] “del futuro?” (Ms. original).
[594] “sois contra”. (Los impresos).
[595] “y desgobiernan el mundo, y desgobiernan”. (Ídem).
[596] “a él”. (Ídem).
[597] “¿Quién es soberano y de qué, si no os huye?” (Ms. de Lista).
[598] “convencido?” (Los impresos).
[599] “saber, si una libertad vuestra”. (Las impresiones españolas hasta fines del siglo XVIII). “sabor si una libertad”. (Las belgas).
[600] “contar. En los degüellos el escarmiento sigue a la pena”. (Los impresos).
[601] “guarda”. (Los impresos).
[602] “pelarza y mormollo”. (Ms. original). “Pelanza y mormullo”. (Todos los impresos).
[603] Dase sanctus en Misa, pasándose de uno a otro y dando a besar lo que se llama sanctus.
[604] “armado. Un francés monsiur y un italiano monseñor habíanse ya pronunciado el enojo con algunos sopapos, con séquito de voces y bocados”. (Los impresos).
[605] “destrozaba de cólera”. (Ídem).
[606] “Proponía”, etc. (Todos los impresos).
[607] Todo esto suena para Francia, y es a España a quien lo dice Quevedo, por los desastrosos valimientos del Duque de Lerma, de don Rodrigo Calderón y del Conde-Duque de Olivares.
[608] “infame muerte”. (Los impresos).
[609] “Los alemanes quedaron con los demás oyentes suspensos y pensativos. Encamináronlos”, etc. (Las impresiones españolas hasta fines del siglo XVIII).
[610] “yo”. (Las ediciones belgas, la de Sancha y siguientes, y el Ms. de la Biblioteca Nacional, T. 153, fol. 239 v).
[611] “diciendo”, etc. (Las mismas). Suprimieron aquellas dos palabras por no hallarles sentido en castellano. Efectivamente, no le tienen: son italianas. Pezzente (viene de pezzo, pedazo de cosa sólida, como de pan, de madera) significa pordiosero, mendigo. Mascalzone quiere decir bandido, salteador de caminos.
[612] “de los privados, detestable de los nepotes”. (El Ms. que acaba de citarse de la Biblioteca Nacional).
[613] “preeminente”. (Los impresos todos).
[614] “de fuego y del manejo de todas armas”. (Todos los impresos).
[615] “la obstinación en trajes”. (Ídem).
[616] “arte conforme a la opinión”. (Los impresos todos).
[617] Estas frases van disparadas al Conde de Olivares, duque de Sanlúcar, don Gaspar de Guzmán.
[618] “Duque hay que aprendió tan de coro la aristotélica doctrina, que, por hacerlo mejor que todos, se excedió a sí mismo; y a él pueden acudir los que pretendan aventajarle, que les juro por mi vida no han de conseguirlo más que si tratasen de topar con la cuadratura del círculo”. (Ms. de Lista).
[619] Lo dice Quevedo por sí mismo, acordándose de sus persecuciones. Este pensamiento ¿le sugeriría el de La Felicidad desdichada, novela que escribió?
[620] “a él el postrero”. (Los impresos).
[621] “en las repúblicas y en los reinos. Los puntos sustanciales”. (Todos los impresos).
[622] “condenen el traje: aquélla embaraza y extraña, y ésta está quejosa”. (Los impresos).
[623] “solamente sean admitidos”. (Los impresos).
[624] “aventajada; no la presuntuosa”. (Ídem).
[625] Libro VIII de La Farsalia, verso 486.
[626] “que a mí no se me dará una higa dello; basta que yo lo crea”. (Ms. de Lista).
[627] “no nos suceda”. (Los impresos).
[628] “andar”. (Ídem).
[629] “la conseja, y veréis en el cielo”, etc. (Todas las ediciones españolas hasta fines del siglo XVIII).
[630] “escarapela”. (Todos los impresos).
[631] “nomon”. (Ms. original).
[632] “presencia soberana”. (Todos los impresos).
[633] “los repartiere, que es favores o desdenes”. (Ídem).
[634] “viles los unos”. (Ms. original).
[635] Trocar las manos, obrar al revés. Rebolledo, Orac. fún., 38: “En las muertes repentinas se hacen las cosas al revés, pues para hacerlas al derecho y no venir a trocar las manos, Ante obitum tuum operare iustitiam”. Valderrama, Ejerc. Feria 5, Ceniza: ¿Qué sé yo si se trocarán las manos?
[636] En-garb-ull-ar es embarullar, así garb-ullo es tropel de gente, de garba, conjunto de muchos manojos de mies, en Aragón, y en Málaga garb-era es montón de haces de mies en el campo o en la era, y agarber-ar, amontonar haces de trigo; de donde garb-ear es coger, robar, en La Lozana andaluza (41).
[637] “mensajera de la diosa Juno con néctar, y Ganimedes con un taller de jícaras de ambrosía. Minerva, hija del cogote de Júpiter”, etc. (Edic. de Zaragoza y las españolas hasta fines del siglo XVIII.) “(mensajera de la diosa Juno) con néctar, y Ganimedes”. (Edic. de Bruselas y la de Sancha).
[638] “belicomen”. (Ms. original).
[639] “endragonada”. (Edic. de Bruselas y la de Sancha).
[640] El francés dijo bardache y el italiano bagoscione, a lo que el latino cinoedus, puer meritorius. Opónese a bugre.
[641] “afufó con él”. (Edic. de Bruselas y la de Sancha). Afufar y afufarse es huir, del ¡fuf! para ahuyentar. Cáncer, p. 106: “Y apostaré que pues él se afufó con tanta priesa”. Torres Naharro, 2, 115: “Y se afufan con el caire” (se van con el dinero).
[642] Apodo con que se motejaba a los montañeses y vizcaínos, y que sólo ha quedado ya para los asturianos. Quiere decir que si Júpiter fuera asturiano, esto es, descogotado, no hubiera nacido Minerva de su cogote. Sabido es que se tiene por descogotados a los asturianos.
[643] “Juno, que se había endragonado de ver al copero de Júpiter; mas Venus”. (Edic. de Bruselas y la de Sancha).
[644] Soltar la tarabilla, charlar mucho.
[645] “trinchar”. (Edic. de Bruselas y la de Sancha).
[646] Hurgonazo, estocada. Calderón, Antes que todo, es mi dama, 1: “Ve aquí que me da | vuesarced un hurgonazo”. De hurgón, especie de asador para menear la lumbre (Covarrub.)
[647] “vizazas” (Ms. original). “vivazas”. (Ms. de la Biblioteca Nacional, T. 153, fol. 240). “veazas”. (Edic. de Zaragoza). Alforjas de vaqueta, con una abertura entre alforja y alforja para llevarlas en el cuello el caminante, o asegurarlas en el arzón de la silla.
[648] Carne cocida y tostada después.
[649] Estar a diente, hambriento, sin comer.
[650] Mareta es como marejada, del andar cojeando Vulcano.
[651] “mascujar”. (Todos los impresos).
[652] a estilo de las que se cantaban en un burdel o lupanar.
[653] “de quejidos”. (Todos los impresos).
[654] Llamaban así a un paso de los bailes sobremanera lascivo.
[655] “Y tronando de nuevo como al principio, riñó la luz con las tinieblas, y era de ver los dioses girando alrededor de su padre, tan pronto patas arriba como hacia abajo, hasta que, cayéndole Venus en los brazos, le dejó caer los rayos, y al estrépito de un beso que dió el barbudo Júpiter, se restableció la calma y todos quedaron contentos, aunque asustados. Dióles licencia”, etc. (Manuscrito de Lista).
[656] A puto el postre, corriendo a porfía, del decir puto sea el postrero en llegar, pues va detrás, como en Horacio: “Scabies occupet extremum”. Jacinto Polo, Apolo: “a puto el postre Apolo la seguía”. Aquí termina la edición de Zaragoza y las españolas hasta fines del siglo XVIII.
[657] “Ganimedes.—1645”. (Al pie del Ms. original). Éste es el año en que el libro se puso en limpio, retocado y acicalado para la estampa. Sin embargo, no le gozó el público hasta 1650, y aún entonces, el nombre del autor se envolvió con el anagrama de Nifroscancod Diveque Vasgello, duacense, que, para desorientar más, se le dió patria en Duay, ciudad del País Bajo, en la Flandes francesa, pues no puede tener otra interpretación la última palabra.
[Pg 284]
ESTE LIBRO SE ACABÓ DE IMPRIMIR
EN LA TIPOGRAFÍA DE «LA LECTURA»
EL DÍA IV DE JUNIO
DEL AÑO M.CM.XVII
[Pg 285]
EDICIONES DE LA LECTURA
PASEO DE RECOLETOS, 25. MADRID
CLÁSICOS CASTELLANOS
OBRAS PUBLICADAS
Santa Teresa.—Las Moradas. Prólogo y notas por don Tomás Navarro. (Vol. 1.º de la Bibl.). (2.ª edición).
Tirso de Molina.—Teatro. (El Vergonzoso en Palacio y El Burlador de Sevilla). Prólogo y notas por don Américo Castro. (Vol. 2.º de la Bibl.).
Garcilaso.—Obras. Prólogo y notas por don Tomás Navarro. (Volumen 3.º de la Bibl.).
Cervantes.—Don Quijote de la Mancha. Prólogo y notas por don Francisco Rodríguez Marín, de la Real Academia Española. (Vols. 4.º, 6.º, 8.º, 10, 13, 16, 19 y 22 de la Bibl.).
Quevedo.—Vida del Buscón. Prólogo y notas por don Américo Castro. (Vol. 5.º de la Bibl.).
Torres Villarroel.—Vida. Prólogo y notas por don Federico de Onís. (Vol. 7.º de la Bibl.).
Duque de Rivas.—Romances. Prólogo y notas por don Cipriano Rivas Cherif. (Vols. 9.º y 12 de la Bibl.).
B.º Juan de Ávila.—Epistolario espiritual. Prólogo y notas por don Vicente G. de Diego. (Vol. 11 de la Bibl.).
Arcipreste de Hita.—Libro de Buen Amor. Prólogo y notas por don Julio Cejador. (Vols. 14 y 17 de la Bibl.).
Guillén de Castro.—Las Mocedades del Cid. Prólogo y notas por don Víctor Said Armesto. (Vol. 15 de la Bibl.).
Marqués de Santillana.—Canciones y decires. Prólogo y notas por don Vicente G. de Diego. (Vol. 18 de la Bibl.).
Fernando de Rojas.—La Celestina. Prólogo y notas por don Julio Cejador. (Vols. 20 y 23 de la Bibl.).
Villegas.—Eróticas o amatorias. Prólogo y notas por don Narciso Alonso Cortés. (Vol. 21 de la Bibl.).
Poema de Mio Cid. Prólogo y notas por don Ramón Menéndez Pidal, de la Real Academia Española. (Vol. 24 de la Bibl.).
La Vida de Lazarillo de Tormes. Prólogo y notas por don Julio Cejador. (Vol. 25 de la Bibl.).
Fernando de Herrera.—Poesías. Prólogo y notas por don Vicente García de Diego. (Vol. 26 de la Bibl.).
Cervantes.—Novelas ejemplares. (La Gitanilla, Rinconete y Cortadillo y La Ilustre Fregona). Tomo I. Prólogo y notas por don Francisco Rodríguez Marín, de la Real Academia Española. (Vol. 27 de la Bibl.).
Fray Luis de León.—De los nombres de Cristo. Tomo I. Prólogo y notas por don Federico de Onís. (Vol. 28 de la Bibl.).
Fray Antonio de Guevara.—Menosprecio de Corte y alabanza[Pg 286] de aldea. Prólogo y notas por don M. Martínez de Burgos. (Vol. 29 de la Bibl.).
Nieremberg.—Epistolario. Prólogo y notas por don Narciso Alonso Cortés. (Vol. 30 de la Bibl.).
Quevedo.—Los Sueños. Tomo I. Prólogo y notas por don Julio Cejador. (Vol. 31 de la Bibl.).
Moreto.—Teatro (El lindo don Diego y el desdén con el desdén.) Prólogo y notas por don Narciso Alonso Cortés. (Vol. 31 de la Bibl.).
PRECIOS: En rústica, 3 pesetas; ENCUADERNADO EN TELA, 4; ÍDEM EN PIEL, 5.
CIENCIA Y EDUCACIÓN
PUBLICADOS
P. Natorp. Pedagogía social. Traducción del alemán por Ángel Sánchez Rivero. Precio: 6 pesetas rústica, 7,50 tela.
Rein. Resumen de Pedagogía. Traducción del alemán por Domingo Barnés. Precio: 1,50 pesetas rústica, 2,50 tela.
Davidson. La Educación griega. Traducción del inglés por Juan Uña. Precio: 3 pesetas rústica, 4 tela.
H. Weimer. Historia de la Pedagogía. Traducción del alemán por Gloria Giner de Ríos. Precio: 2,50 pesetas rústica, 3,50 tela.
P. Natorp. Curso de Pedagogía general. Traducción del alemán por María de Maeztu. Precio: 1,50 pesetas rústica, 2,50 tela.
R. Altamira. Filosofía de la Historia y Teoría de la civilización. Precio: 2 pesetas rústica, 3 tela.
Abel Rey. Lógica. Traducción por Julián Besteiro. Precio: 6 pesetas encuadernación tela.
Adolfo Posada, Felipe Clemente de Diego y otros. Derecho usual. Precio: 8 pesetas encuadernación tela.
Barth. Pedagogía. Tomos I y II: Parte general y parte especial. Traducción del alemán por Luis Zulueta. Precio: 6 y 4 pesetas tela.
Abel Rey. Ética. Traducción por Manuel García Morente. Precio: 5 pesetas encuadernación tela.
Abel Rey. Psicología. Traducción por Domingo Barnés. Precio: 5 pesetas encuadernación tela.
Francisco Giner de los Ríos. Ensayos sobre educación. Precio: 6 pesetas rústica, 7,50 tela.
Brackenbury. La Enseñanza de la Gramática. Traducción del inglés por Alicia Pestana. Precio: 1,50 pesetas rústica, 2,50 tela.
Gibbs, Levasseur y Sluys. La Enseñanza de la Geografía (monografías). Traducción y prólogo por Ángel Rego. Precio: 1,50 pesetas rústica, 2,50 tela.
Lavisse, Monod, Altamira y Cossío. La Enseñanza de la Historia (monografías). Traducción por Domingo Barnés. Precio: 1,50 pesetas rústica, 2,50 tela.
Edmundo Lozano. La Enseñanza de las Ciencias físicas y naturales. Precio: 1,50 pesetas rústica, 2,50 tela.
[Pg 287]
Compayré. Pestalozzi y la Educación elemental. Traducción por Ángel Rego. Precio: 1,50 pesetas rústica, 2,50 tela.
Compayré. Herbart. Traducción por Domingo Barnés. Precio: 1,50 pesetas rústica, 2,50 tela.
Compayré. Herbert Spencer. Traducción por Domingo Barnés. Precio: 1,50 pesetas rústica, 2,50 tela.
Pestalozzi. Cómo enseña Gertrudis a sus hijos. Traducción del alemán por Lorenzo Luzuriaga. Precio: 3,50 pesetas rústica, 5 tela.
Herbart. Pedagogía general y Escritos pedagógicos. Traducción del alemán por Lorenzo Luzuriaga, y prólogo de José Ortega Gasset. Precio: 3,50 pesetas rústica, 5 tela.
Julián Besteiro. Los juicios sintéticos “a priori” según Kant. Precio: 1 peseta rústica, 2 tela.
Luis Zulueta. El Maestro. Precio: 0,60 pesetas rústica, 1,50 tela.
Pestalozzi. El Método. Traducción del alemán por Lorenzo Luzuriaga. Precio: 0,50 pesetas rústica, 1,50 tela.
Milton. De Educación. Traducción del inglés por Natalia Cossío. Precio: 1 peseta rústica, 2 tela.
Vives. Tratado del alma. Traducción por José Ontañón. Precio: 4 pesetas rústica, 5,50 tela.
Montaigne. Ensayos pedagógicos. Traducción, prólogo y notas por Luis de Zulueta. Precio: 3 pesetas rústica, 4,50 tela.
Welpton. Educación física e higiene. Traducción de Ricardo Rubio. Precio: 5 pesetas rústica, 6,50 tela.
LIBROS ESCOLARES
Publicados (Encuadernados en tela).
ARITMÉTICA.—Grados 1.º, 2.º y 3.º, por Luis Gutiérrez del Arroyo. Precio: 0,50, 0,75 y 1 peseta.
CIENCIAS FÍSICO-QUÍMICAS.—Grado 3.º, por Edmundo Lozano. Precio: 1,50 pesetas.
HISTORIA UNIVERSAL.—Resumen, por Lavisse, traducción y adaptación por J. Deleito. Precio: 2 pesetas.
HISTORIA NATURAL, por Francisco de las Barras. Precio: 1,50 pesetas.
EL CONDE LUCANOR.—Adaptado para los niños por Ramón M. Tenreiro, ilustrado por A. Vivanco. Precio: 75 céntimos.
LA VIDA ES SUEÑO.—Drama de Calderón de la Barca, adaptado a manera de cuento por Ramón M.ª Tenreiro, ilustrado por F. Marco. Precio: 75 céntimos.
HERNÁN CORTÉS Y SUS HAZAÑAS, por la Condesa de Pardo Bazán, ilustrado por A. Vivanco. Precio: 75 céntimos.
PLATERO Y YO.—Elegía andaluza, por Juan Ramón Jiménez, ilustrado por Fernando Marco. Precio: 75 céntimos.
FÁBULAS LITERARIAS, por Tomás de Iriarte, ilustradas por P. Muguruza. Precio: 60 céntimos.
EL CALIFA CIGÜEÑA y otros cuentos, de W. Hauff, narrados por R. M. Tenreiro, ilustraciones de P. Muguruza. Precio: 75 céntimos.
[Pg 288]
En preparación
Historia de España.—Grados 1.º, 2.º y 3.º por Rafael Altamira.
Geografía.—Grados 1.º, 2.º y 3.º
Ciencias físico-químicas y naturales.—Grados 1.º y 2.º, por Edmundo Lozano y Ángel Cabrera.
Gramática castellana.—Resumen, por M. de Unamuno.
Geometría.—Resumen, por Luis Gutiérrez del Arroyo.
BIBLIOTECA DE JUVENTUD
Publicados
EL CONDE LUCANOR.—Adaptado para los niños por Ramón M. Tenreiro, ilustrado por A. Vivanco. Precio: 1,50 pesetas.
LA VIDA ES SUEÑO.—Drama de Calderón de la Barca, adaptado a manera de cuento por Ramón M. Tenreiro, ilustrado por Fernando Marco. Precio: 2 pesetas.
HERNÁN CORTÉS Y SUS HAZAÑAS, por la Condesa de Pardo Bazán, ilustrado por A. Vivanco. Precio: 2 pesetas.
PLATERO Y YO.—Elegía andaluza, por Juan Ramón Jiménez, ilustrado por Fernando Marco. Precio: 2 pesetas.
FÁBULAS LITERARIAS, por Tomás de Iriarte, ilustradas por P. Muguruza. Precio: 2 pesetas.
EL CALIFA CIGÜEÑA y otros cuentos, de W. Hauff, narrados por R. M. Tenreiro, ilustraciones de P. Muguruza. Precio: 2 pesetas.
J. JÖRGENSEN
VIDA DE SAN FRANCISCO DE ASÍS
TRADUCCIÓN DE RAMÓN MARÍA TENREIRO
PRECIO: En rústica, 5 pesetas; encuadernado en piel, 8.
SHAKESPEARE
EL REY LEAR
TRADUCCIÓN DE JACINTO BENAVENTE
PRECIO: En rústica, 2 pesetas; encuadernado en tela, 3.