The Project Gutenberg eBook of Segunda parte de la crónica del Perú, que trata del señorio de los Incas Yupanquis y de sus grandes hechos y gobernacion

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Title: Segunda parte de la crónica del Perú, que trata del señorio de los Incas Yupanquis y de sus grandes hechos y gobernacion

Author: Pedro de Cieza de León

Release date: April 30, 2008 [eBook #25255]

Language: Spanish

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*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK SEGUNDA PARTE DE LA CRÓNICA DEL PERÚ, QUE TRATA DEL SEÑORIO DE LOS INCAS YUPANQUIS Y DE SUS GRANDES HECHOS Y GOBERNACION ***


Nota del transcriptor: la ortografía del original está conservada; no ha sido corregida ni actualizada.

DEL SEÑORÍO DE LOS INCAS.

ES PROPIEDAD.

Tomo V de la Biblioteca Hispano-Ultramarina.


BIBLIOTECA HISPANO-ULTRAMARINA.

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SEGUNDA PARTE

DE LA

CRÓNICA DEL PERÚ,

QUE TRATA DEL SEÑORÍO
DE LOS INCAS YUPANQUIS Y DE SUS GRANDES HECHOS
Y GOBERNACION,

ESCRITA POR

PEDRO DE CIEZA DE LEON.

LA PUBLICA

MÁRCOS JIMÉNEZ DE LA ESPADA.

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MADRID.

IMPRENTA DE MANUEL GINÉS HERNANDEZ,
Libertad, 16 duplicado, bajo.
1880.

ÍNDICE
NOTAS

Al dar á luz en el tomo segundo de la Biblioteca Hispano-Ultramarina el Tercero libro de las guerras civiles del Perú, el cual se llama La Guerra de Quito, hecho por Pedro de Cieza de Leon, uno de los que componen la Cuarta parte de su gran Crónica del Perú, expuse en largo prólogo cuanto sabia de este insigne historiador y se me alcanzaba de sus obras; pero además, dediqué por completo el apéndice 6.º de mi edicion á la Segunda parte de aquélla, que hoy publico con el título que Cieza anunciaba en el Proemio de la Primera, al declarar que en la Segunda trataria "Del señorío de los ingas yupangues, reyes antiguos que fueron del Perú, y de sus grandes hechos y gobernacion; qué número dellos hubo, y los nombres que tuvieron; los templos tan soberbios y suntuosos que edificaron; caminos de extraña grandeza que hicieron y otras cosas grandes que en este reino se hallan. Tambien en este libro se da relacion de lo que cuentan estos indios del Diluvio y de cómo los ingas engrandecen su orígen." Remitir simplemente á mis lectores al indicado apéndice, seria poco ménos que obligar al que no lo tuviera á que se procurase el tomo segundo de nuestra Biblioteca, y como uno de los propósitos de los que la publicamos es que las obras de su repertorio puedan adquirirse y leerse separadamente, aunque me exponga á repetir textos ya en ella insertos, voy á copiar á la letra lo que allí decia y puede servir ahora de preliminares con añadir tan solamente dos rectificaciones indispensables.

"Hace ya algunos años, habiéndome llamado la atencion la especie divulgada por Prescott en su Conquista del Perú, de que el Ilmo. Sr. Don Juan de Sarmiento, Presidente del Consejo de las Indias,—el cual jamás estuvo en ellas, y presidió este cuerpo, si acaso, veinte meses[1],—hubiese escrito la exacta y minuciosa Relacion de la sucesion y gobierno de los incas, señores naturales que fueron del Perú, etc., en este reino y recorriendo sus provincias con aquel carácter, traté de consultar una copia de ese documento conservada en la Biblioteca de la Academia de la Historia, y ya en el título ví que dicha Relacion se habia compuesto no por sino para aquel distinguido personaje. Y procurando averiguar por su lectura el nombre del verdadero autor, por cierto que no tardé en descubrirlo en multitud de referencias y alusiones que en ella se hacen á la Primera parte de la Crónica del Perú de Pedro de Cieza de Leon, tan claras, que parece imposible que aquel historiador no cayese en la cuenta. Pero no solamente no cayó, sino que hubo de emitir acerca de Sarmiento y el Tratado de los Incas, y de Cieza y su Crónica tales juicios, que por ellos resultan dos personalidades perfectamente definidas y dos autores completamente diversos[2]. No es ahora del caso citar uno por uno los pasajes donde se hallan dichas alusiones; basta el siguiente, que hace inútiles todos los demás. En el capítulo "que trata la riqueza del templo de Curicancha y de la veneracion que los incas le tenian" se dice textualmente: ".... y á una obra que ví en Toledo cuando fuí á presentar la Primera parte de mi corónica al príncipe don Felipe;" lo cual es poco ménos que la firma del autor, porque sólo hay una Primera parte de crónica relativa á Indias dedicada á ese príncipe, la de Cieza; y en acudiendo á ella con la guía de ese indicio, se encuentran tantas referencias á la Relacion de los Incas, como en esta á la Primera parte de la crónica.

"Faltábanme, por el tiempo en que tuve la fácil fortuna de descubrir en la obra dedicada á Sarmiento la Segunda parte de la crónica del Perú del desgraciado Cieza de Leon, medios de darla á la estampa. Quedó el asunto en tal estado. Y más tarde, á poco de circular el prospecto de la Biblioteca Hispano-Ultramarina, supe por el señor don Pascual de Gayangos que un distinguido peruano, el señor la Rosa, se ocupaba en publicarla, restituyéndola en su verdadero título y á quien le pertenece. A estas horas lleva ya más de un año de impresa, y hé aquí el motivo de que no aparezca ántes de la Guerra de Quito, conforme á lo que en dicho prospecto se anunciaba. Mas, como el señor la Rosa destina la edicion, si mis informes son exactos, única y exclusivamente á su patria, creo que no holgarán en esta nota las noticias del manuscrito, primero atribuido á don Juan de Sarmiento, despues anónimo y últimamente á quien le corresponde.

"Guárdase en la Biblioteca del Escorial, códice L j 5, donde ocupa desde el fólio 1.º, que es la cubierta y portada de la Relacion, hasta el 130 inclusive. Es una copia, detestable por todo extremo, de mediados ó fines del siglo XVI; de dos ó tres letras grandes y claras; bien conservada; fáltale la primera hoja, por lo cual el manuscrito comienza en el segundo de sus fólios—que están paginados al mismo tiempo que la copia se hizo,—y con estas palabras: ".... dellos mas de lo que yo cuento va á un lugar deleitoso, etc." Los capítulos carecen de numeracion, y no es fácil restablecerla, porque si bien la falta de sólo un fólio induce á suponer que la del manuscrito afecta nada más que á una parte del primero de sus capítulos, hay que tener presente que Cieza de Leon, la única vez que cita en la Primera parte de su Crónica capítulo determinado de la Segunda, dice: "Muchos de estos indios cuentan que oyeron á sus antiguos que hubo en los tiempos pasados un diluvio grande y de la manera que yo lo escribo en el tercero capítulo de la Segunda parte[3]." Y de tal acontecimiento no se habla poco ni mucho en ninguno de los que comprende el manuscrito del Escorial.

"En la cubierta y primer fólio del códice, encima del título, se lee, de letra más moderna: "De las relaciones del tiempo de la visita;" lo cual, en mi entender, explica el error de haber tenido por anónimo este escrito de Cieza. El que puso esa nota lo encontraría—acaso falto ya del primer fólio ó sin nombre de autor—al lado de la copia de la Suma y narracion de los incas de Juan de Betánzos, encuadernada en el mismo códice L j 5, y de las mismas letras que la Relacion de la sucesion y gobierno de los incas,—y con la informacion ó relacion de Hernando Santillan acerca de las leyes y gobierno de esos soberanos, y quizá con las de Polo de Ondegardo y Bravo de Sarabia, hechas en tiempo de los vireyes don Antonio de Mendoza, conde de Nieva y marqués de Cañete, á consecuencia de varias cédulas reales ordenando visitar los repartimientos y encomiendas del Perú y averiguar si los indios tributaban más ó ménos que en tiempo de sus señores naturales; y viendo que trataba la misma materia que los otros, le atribuyó la misma procedencia; refiriéndose probablemente en aquella visita á la famosa que giraron en 1559 ó 60, gobernando el conde de Nieva, el licenciado Briviesca de Muñatones y Diego de Várgas Carvajal.

"Este documento anónimo y mal titulado de la Biblioteca del Escorial, es lo único contemporáneo ó casi contemporáneo que se conserva de la Segunda parte de la Crónica del Perú de Pedro de Cieza de Leon. Traslados suyos son el que ha publicado el señor la Rosa, el que se guarda en la Academia de la Historia, hecho con bastante negligencia, y el que existia en la rica coleccion del lord Kingsborough, del cual á su vez procede el que envió Mr. Rich á Mr. Prescott con el por en lugar de para Don Juan de Sarmiento. Creo que el manuscrito de dicha parte, propiedad de la persona á que me refiero en la nota de la página XXI de mi prólogo, tampoco es original.[4]

"Herrera tomó tambien directamente de la copia escurialense, unas veces á la letra, otras en extracto, ordenando á su modo los asuntos, intercalando algunos trozos del libro sexto de la Historia natural y moral de las Indias del P. Acosta, pero dejando intactos muchos de los errores característicos de aquélla, el texto de los capítulos VI á XVII del libro III, y I al VIII inclusive del IV de su Década V."

Las dos rectificaciones que los párrafos copiados necesitan son estas:

Primera: que me parece anduve muy ligero al indicar que la visita á que se referia la nota puesta de otra mano y con posterioridad á la fecha del MS. dirigido á don Juan de Sarmiento, era la del conde de Nieva y comisarios, porque despues la he visto en documentos de la misma especie y en otros interesantes en su mayor parte á la historia y geografía del Nuevo Mundo, que de cierto proceden de la minuciosa y fructuosísima visita que hizo al Consejo de las Indias su verdadero organizador, el ilustre estadista Juan de Ovando, durante los años de 1568 á 1571, en que pasó á presidirle. Pero no dejaré de observar, que la remision del MS. de la Segunda parte de la Crónica del Perú, de Cieza—aunque en calidad de anónimo y con otro título que el suyo propio—á don Juan de Sarmiento, coincide con una órden que este presidente del Consejo de las Indias dirigió á 29 de noviembre de 1563 al inquisidor de Sevilla licenciado Andrés Gasco, mandándole "que enviase al Consejo la Historia de Cieza que tenia de mano y otro libro de Gonzalo Fernández de Oviedo." Esta órden, incluida por Antonio de Leon Pinelo en los extractos, copias y apuntes que hizo de los libros de registro de dicho Consejo, siendo su relator, en un tomo voluminoso, que se conserva en la Biblioteca de nuestra Academia de la Historia, es otra explicacion, por lo ménos interina, del dudoso orígen del MS. del Escorial; pero da segura noticia del paradero, hasta hoy desconocido, de las obras del gran cronista del Perú, tres años despues de su muerte, en poder de una persona que acaso fué su amigo y escogiera por testamentario, fiando en su honradez y bondad públicas y notorias en Sevilla.

Segunda y más importante: que en realidad no existen los motivos que yo creia para no publicar en esta Biblioteca la Segunda parte de la crónica de Cieza; porque despues de escrito el apéndice 6.º he llegado á saber de una manera averiguada y positiva, que obstáculos muy sérios se oponen hoy y se opondrán en muchos años á que termine su edicion el sábio presbítero señor la Rosa; y no existiendo dichos motivos, era natural que yo volviese á mi antiguo propósito, como he vuelto, resolviéndome á reparar cuanto ántes el abandono que por unas cosas y otras padece la primera historia del Perú que de tiempos anteriores á su conquista se ha compuesto, y la vergüenza de que se siga atribuyendo por escritores de nuestros dias á otro que no es su autor. Cual si la adversidad que malogró la corta y trabajada vida del buen Cieza, se obstinase en perseguirle aún en sus obras, á los tres siglos y medio de una oscura muerte.

Por desgracia, una reparacion que satisfaga enteramente su memoria es imposible. ¿Quién le devuelve ya el renombre que mereció gozar ántes que nadie y desde 1552, de primer analista de los Incas y sus hechos? ¿El inca Garcilaso de la Vega hubiera disfrutado hasta el presente el monopolio de la autoridad en materia de antigüedades peruanas é historia de aquellos monarcas, si la Segunda parte de la Crónica de Cieza hubiera aparecido, como pudo, medio siglo ántes que Los Comentarios Reales? De seguro que no.

Pero aún hay más; para el que se interese y se apasione—como á mí me sucede—por la persona y los asuntos de Cieza, la pronta y completa publicacion de sus obras es de suma importancia. Ningun historiador de los que yo conozco ha sufrido en su fama de hombre honrado un entredicho como el que le ha puesto el tosco narrador Pedro Pizarro en su Relacion del descubrimiento y conquista de los reinos del Perú, acabada en 1571 y publicada, aunque tarde[5], ántes que los escritos que pretendia desacreditar. "Porque he entendido, dice, hay otros coronistas que tratan de ellas [las guerras civiles del Perú] aprovechándose de las personas que en ellas se han hallado, de dos cosas: de informarse cómo pasaron y de pedir interese por que les pongan en la corónica, cohechándoles á doscientos y trescientos ducados porque les pusiesen muy adelante en lo que escribian. Esto dicen hacia Cieza en una corónica que ha querido hacer de oidas, y creo yo que muy poco de vista, porque, en verdad, yo no lo conozco, con ser uno de los primeros que en el reino entraron." Y si bien este ataque viene de quien, primero que atreverse á manchar honras agenas, no le hubiera estado del todo mal lavar la suya, con todo eso, el mejor abogado de Cieza es su crónica, y hasta que se conozca y se publique, á ser posible, como yo lo he hecho con la Guerra de Quito, acompañada con documentos coetáneos que la justifiquen, la fama del primero de los historiadores del Perú no quedará completamente limpia.

Dos palabras acerca del sistema que he seguido en la ilustracion del MS. que ve la luz en este tomo. El principal y casi exclusivo objeto de mis notas ha sido purgarle de los infinitos errores introducidos en su texto por un bárbaro copiante, sobre todo en los nombres geográficos y de personajes, particularmente indígenas, y en las frases redactadas en quíchua; pero dudo muy mucho haberlo alcanzado, así como me temo no haber suplido algunas veces lo necesario para restaurar ciertos pasajes faltos ó cuya lectura han hecho por extremo difíciles los yerros del amanuense. He dejado intactas las cuestiones de fondo. Los hechos y sucesos de los Incas y hasta sus nombres y genealogías varian notablemente en los autores que de ellos tratan, que no son pocos; una nota con pretensiones de ilustrar cualquier asunto de los que toca Cieza en su libro, hubiera equivalido á una extensa Memoria llena de largas citas y comentarios, y todas las notas juntas hubieran ciertamente sumado cuatro veces más que el texto del manuscrito.

M. Jiménez de la Espada.

ÍNDICE DE CAPÍTULOS.

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CAPITULO III.

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dellos más de lo que yo cuento, va á un lugar deleitoso lleno de vicios y recreaciones, adonde todos comen, y beben y huelgan; y si por el contrario ha sido malo, inobediente á sus padres, enemigo de la religion, va á otro lugar oscuro y tenebroso. En el primer libro traté mas largo estas materias[7], por tanto, pasando adelante, contaré de la manera questaban las gentes deste reino antes que floresciesen los Incas ni dél se hiciesen señores soberanos, por lo que todos afirman que eran behetrias sin tener la órden, y gran razon, y justicia que despues tuvieron, y lo que hay que decir de Ticiviracocha, á quien llamaban y tenian por Hacedor de todas las cosas.

CAP. IV.—Que trata lo que dicen los indios deste reino que habia antes que los Incas fuesen conocidos, y de cómo habia fortalezas por los collados, de donde salian á se dar guerra los unos á los otros.

Muchas veces pregunté á los moradores destas provincias lo que sabian que en ellas hobo antes que los Incas los señoreasen, y sobre esto dicen que todos vivian desordenadamente, y que muchos andaban desnudos, hechos salvages, sin tener casas ni otras moradas que cuevas de las muchas que vemos haber en riscos grandes y peñascos, de donde salian á comer de lo que hallaban por los campos. Otros hacian en los cerros castillos, que llaman pucara, desde donde, ahullando con lenguas estrañas, salian á pelear unos con otros sobre las tierras de labor, ó por otras causas, y se mataban muchos dellos, tomando el despojo que hallaban y las mugeres de los vencidos; con todo lo cual iban trunfando á lo alto de los cerros, donde tenian sus castillos, y allí hacian sus sacrificios á los dioses en quien ellos adoraban, derramando delante de las piedras é ídolos mucha sangre humana y de corderos. Todos ellos eran behetrias sin órden, porque cierto dicen no tenian señores ni mas que capitanes con los cuales salian á las guerras: si algunos andaban vestidos, eran las ropas pequeñas, y no como agora las tienen. Los llautos y cordones que se ponen en las cabezas para ser conocidos unos entre otros, dicen que los tenian como agora los usan. Y estando estas gentes desta manera, se levantó en la provincia del Collao un señor valentísimo llamado Zapana, el cual pudo tanto, que metió debajo de su señorio muchas gentes de aquella provincia; y cuentan otra cosa, la cual si es cierta ó no sábelo el altísimo Dios que entiende todas las cosas, porque yo lo que voy contando no tengo otros testimonios ni libros que los dichos de estos indios; y lo que quiero contar es, que afirman por muy cierto, que despues que se levantó en Hatuncollao aquel capitan, ó tirano poderoso, en la provincia de los Canas, questá entre medias de los Canches y Collao, cerca del pueblo llamado Chungara se mostraron unas mugeres como si fueran hombres esforzados, que, tomando las armas, compelian á los questaban en la comarca, donde ellas moraban, y questas, casi al uso de lo que cuentan de las amazonas, vivian sin[8] sus maridos haciendo pueblos por sí; las cuales, despues de haber durado algunos años y hecho algunos hechos famosos, vinieron á contender con Zapana, el que se habia hecho señor de Hatuncollao, é por defenderse de su poder, que era grande, hicieron fuerzas y albarradas, que hoy viven, para defenderse, y que despues de haber hecho hasta lo último de potencia, fueron presas y muertas, y su nombre deshecho.

En el Cuzco está un vecino que ha por nombre Tomás Vázquez, el cual me contó que yendo él y Francisco de Villacastin al pueblo de Ayavire, viendo aquellas cercas y preguntando á los indios naturales lo que era, les contaron esta historia. Tambien cuentan lo que yo tengo escripto en la primera parte[9], que en la isla de Titicaca, en los siglos pasados hobo unas gentes barbadas, blancas como nosotros, y que saliendo del valle de Coquimbo un capitan que habia por nombre Cari, allegó á donde agora es Chucuito, de donde, despues de haber hecho algunas nuevas poblaciones, pasó con su gente á la isla, y dió tal guerra á esta gente que digo, que los mató á todos. Chirihuana, gobernador de aquellos pueblos, que son del Emperador, me contó lo que tengo escripto, y como esta tierra fuese tan grande, y en parte tan sana y aparejada para pasar la humana vida, y estobiese inchido de gentes, aunque anduviesen en sus guerrillas y pasiones, fundaron é hicieron muchos pueblos, y los capitanes que mostraron ser valerosos, pudieron quedarse por señores de algunos pueblos; y todos, segund es público, tenian en sus estancias ó fortalezas indios los más entendidos, que hablaban con el Demonio, el cual, permitiéndolo Dios todopoderoso por lo que él sabe, tuvo poder grandísimo en estas gentes.

CAP. V.—De lo que dicen estos naturales de Ticiviracocha, y de la opinion que algunos tienen que atravesó un Apóstol por esta tierra, y del templo que hay en Cáchan y de lo que allí pasó.

Antes que los Incas reinasen en estos reinos ni en ellos fuesen conocidos, cuentan estos indios otra cosa muy mayor que todas las que ellos dicen, porque afirman questuvieron mucho tiempo sin ver el sol, y que padeciendo gran trabajo con esta falta, hacian grandes votos é plegarias á los que ellos tenian por dioses, pidiéndoles la lumbre de que carecian; y questando desta suerte, salió de la isla de Titicaca, questá dentro de la gran laguna del Collao, el sol muy resplandeciente, con que todos se alegraron[10]. Y luego questo pasó, dicen que de hácia las partes del Mediodía vino y remanesció un hombre blanco de crecido cuerpo, el cual en su aspecto y persona mostraba gran autoridad y veneracion, y queste varon, que así vieron, tenia tan gran poder, que de los cerros hacia llanuras y de las llanuras hacia cerros grandes, haciendo fuentes en piedras vivas; y como tal poder reconociesen, llamábanle Hacedor de todas las cosas criadas, Principio dellas, Padre del sol, porque, sin esto, dicen que hacia otras cosas mayores, porque dió sér á los hombres y animales, y que, en fin, por su mano les vino notable beneficio. Y este tal, cuentan los indios que á mí me lo dixeron, que oyeron á sus pasados, que ellos tambien oyeron en los cantares que ellos de lo muy antiguo tenian, que fué de largo hácia el Norte, haciendo y obrando estas maravillas, por el camino de la serranía, y que nunca jamás lo volvieron á ver. En muchos lugares diz que dió órden á los hombres cómo viviesen, y que les hablaba amorosamente y con mucha mansedumbre, amonestándoles que fuesen buenos y los unos á los otros no se hiciesen daño ni injuria, ántes, amándose, en todos hobiese caridad. Generalmente le nombran en la mayor parte Ticiviracocha, aunque en la provincia del Collao le llaman Tuapaca, y en otros lugares della Arnauan[11]. Fuéronle en muchas partes hechos templos, en los cuales pusieron bultos de piedra á su semejanza, y delante dellos hacian sacrificios: los bultos grandes questán en el pueblo de Tiahuanacu[12], se tiene que fué desde aquellos tiempos; y aunque, por fama que tienen de lo pasado, cuentan esto que digo de Ticiviracocha, no saben decir dél más, ni que volviese á parte ninguna deste reino.

Sin esto, dicen que, pasados algunos tiempos, volvieron á ver otro hombre semejable al questá dicho, el nombre del cual no cuentan, y que oyeron á sus pasados por muy cierto, que por donde quiera que llegaba y hobiese enfermos, los sanaba, y á los ciegos con solamente palabras daba vista; por las cuales obras tan buenas y provechosas era de todos muy amado; y desta manera, obrando con su palabra grandes cosas, llegó á la provincia de los Canas, en la cual, junto á un pueblo que há por nombre Cacha, y que en él tiene encomienda el capitan Bartolomé de Terrazas, levantándose los naturales inconsideradamente, fueron para él con voluntad de lo apedrear, y conformando las obras con ella, le vieron hincado de rodillas, alzadas las manos al cielo, como que invocaba el favor divino para se librar del aprieto en que se veia. Afirman estos indios más, que luego pareció un fuego del cielo muy grande que pensaron ser todos abrasados; temerosos y llenos de gran temblor, fueron para el cual así querian matar, y con clamores grandes le suplicaron de aquel aprieto librarlos quisiese, pues conocian por el pecado que habian cometido en lo así querer apedrear, les venia aquel castigo. Vieron luego que, mandando al fuego que cesase, se apagó, quedando con el incendio consumidas y gastadas las piedras de tal manera, que á ellas mismas se hacian testigos de haber pasado esto que se ha escripto, porque salian quemadas y tan livianas, que aunque sea algo crecida es levantada con la mano como corcha. Y sobre esta materia dicen más, que saliendo de allí, fué hasta llegar á la costa de la mar, adonde, tendiendo su manto, se fué por entre sus ondas, y que nunca jamás paresció ni le vieron; y como se fué, le pusieron por nombre Viracocha, que quiere decir espuma de la mar. Y luego questo pasó, se hizo un templo en este pueblo de Cacha, pasado un rio que va junto á él, al Poniente, adonde se puso un ídolo de piedra muy grande en un retrete algo angosto; y este retrete no es tan crecido y abultado como los questán en Tiahuanaco hechos á remembranza de Ticiviracocha, ni tampoco parece tener la forma del vestimento que ellos[13]. Alguna cantidad de oro en joyas se halló cerca dél.

Yo pasando por aquella provincia, fuí á ver este ídolo[14], porque los españoles publican y afirman que podria ser algun apóstol, y áun á muchos oí decir que tenia cuentas en las manos, lo cual es burla, si yo no tenia los ojos ciegos, porque aunque mucho lo miré, no pude ver tal ni más de que tenia puestas las manos encima de los cuadriles, enroscados los brazos, y por la cintura señales que debrian significar como que la ropa que tenia se prendia con botones. Si este ó el otro fué alguno de los gloriosos apóstoles que en el tiempo de su predicacion pasaron á estas partes, Dios todopoderoso lo sabe, que yo no sé que sobre esto me crea más de que, á mi creer, si fuera apóstol, obrara con el poder de Dios su predicacion en estas gentes, que son simples y de poca malicia, y quedara reliquia dello, ó en las Escrituras Santas lo halláramos escrito; mas lo que vemos y entendemos es, que el Demonio tuvo poder grandísimo sobre estas gentes, permitiéndolo Dios; y en estos lugares se hacian sacrificios vanos y gentílicos; por donde yo creo que hasta nuestros tiempos la palabra de Santo Evangelio no fué vista ni oida; en los cuales vemos ya del todo profanados sus templos, y por todas partes la Cruz gloriosa puesta.

Yo pregunté á los naturales de Cacha, siendo su cacique, ó señor, un indio de buena persona y razon, llamado don Juan, ya cristiano, y que fué en persona conmigo á mostrarme esta antigualla, en remembranza de cuál Dios habian hecho aquel templo, y me respondió que de Ticiviracocha. Y pues tratamos deste nombre de Viracocha, quiero desengañar al lector del creer que el pueblo tiene que los naturales pusieron á los españoles por nombre Viracocha, ques tanto decir como espuma de la mar; y cuanto al nombre es verdad, porque vira es nombre de manteca, y cocha de mar; y así, pareciéndoles haber venido por ella, les habian atribuido aquel nombre, lo cual es mala interpretacion, segun la relacion que yo tomé en el Cuzco y dan los orejones; porque dicen que luego que en la provincia de Caxamarca fué preso Atahuallpa por los españoles, habiendo habido entre los dos hermanos Huascar Inca, único heredero del imperio, y Atahuallpa, grandes guerras y dándose capitanes de uno contra capitanes de otro muchas batallas, hasta que en el rio de Apurimac, por el paso de Cotabamba, fué preso el rey Huascar y tratado cruelmente por Calicuchima, sin lo cual el Quízquiz en el Cuzco hizo gran daño y mató, segun es público, treinta hermanos de Huascar é hizo otras crueldades en los que tenian su opinion y no se habian mostrado favorables á Atahuallpa; y como andando en estas pasiones tan grandes hobiese, como digo, sido preso Atahuallpa y concertado con él Pizarro que le daria por su rescate una casa de oro, y para traelle fuesen al Cuzco Martin Bueno, Zárate y Moguer[15], porque la mayor parte estaba en el solene templo de Curicancha; y como llegasen estos cristianos al Cuzco en tiempos y coyunturas que los de la parte de Huascar pasaban por la calamidad dicha, y supiesen la prision de Atahuallpa, holgáronse tanto como se puede significar; y así, luego, con grandes suplicaciones imploraba su ayuda contra Atahuallpa, su enemigo, diciendo ser enviados por mano de su gran dios Ticiviracocha, y ser hijos suyos, y así luego les llamaron y pusieron por nombre Viracocha. Y mandaron al gran sacerdote, como á los demás ministros del templo, que las mugeres sagradas se estuviesen en él, y el Quízquiz les entregó todo el oro y plata. Y como la soltura de los españoles haya sido tanta y en tan poco hayan tenido la honra ni honor destas gentes, en pago del buen hospedage que les hacian y amor con que los servian, corrompieron algunas vírgenes y á ellos tuviéronlos en poco; que fué causa que los indios, por esto y por ver la poca reverencia que tenian á su sol, y como sin vergüenza ninguna ni temor de Dios violaban[16] sus mamaconas, que ellos tenian por gran sacrilegio, dijeron luego que la tal gente no eran hijos de Dios, sino peores que Supais, que es nombre del Diablo; aunque por cumplir con el mandado del señor Atahuallpa, los capitanes y delegados de la cibdad los despacharon sin les hacer enojo ninguno, enviando luego el tesoro[17]. Y el nombre de Viracocha se quedó hasta hoy; lo cual, segun tengo dicho, me informaron ponérselo por lo que tengo escripto, y no por la significacion que dan de espuma de la mar. Y con tanto contaré lo que entendí del orígen de los Incas.

CAP. VI.—De cómo remanecieron en Pacarec Tampu ciertos hombres y mugeres, y de lo que cuentan que hicieron despues que de allí salieron.

Ya tengo otras veces dicho[18], cómo, por ejercicio de mi persona y por huir los vicios que de la ociosidad se recrecen, tomé trabajo descrebir lo que yo alcancé de los Incas y de su regimiento y buena órden de gobernacion; y como no tengo otra relacion ni escriptura que la que ellos dan, si alguno atinare á escrebir esta materia mas acertada que yo, bien podia; aunque para claridad de lo que escribo no dejé pasar trabajo, y por hacerlo con más verdad vine al Cuzco, siendo en ella corregidor el capitan Juan de Sayavedra[19], donde hice juntar á Cayu Túpac, que es el que hay vivo de los descendientes de Huaina Capac, porque Sairi Túpac, hijo de Manco Inca, está retirado en Viticos, á donde su padre se ausentó despues de la guerra que en el Cuzco con los españoles tuvo, como adelante contaré[20], y á otros de los orejones, que son los que entre ellos se tienen por más nobles; y con los mejores intérpretes y lenguas que se hallaron les pregunté, estos señores Incas qué gente era y de qué nacion. Y parece que los pasados Incas, por engrandecer con gran hazaña su nacimiento, en sus cantares se apregona lo que en esto tienen, que es, questando todas las gentes que vivian en estas regiones desordenadas y matándose unos á otros, y estando envueltos en sus vicios, remanecieron en una parte que ha por nombre Pacarec Tampu, ques no muy lejos de la ciudad del Cuzco, tres hombres y tres mugeres. Y segun se puede interpretar, Pacarec Tampu quiere tanto decir como casa de producimiento. Los hombres que de allí salieron dicen ser Ayar Uchu el uno, y el otro Ayar Cachi Asauca, y el otro dicen llamarse Ayar Manco: las mugeres, la una habia por nombre Mama Huaco, la otra Mama Cora, la otra Mama Rahua[21]. Agunos indios cuentan estos nombres de otra manera y en más número, mas yo á lo que cuentan los orejones y ellos tienen por tan cierto me allegara (sic), porque lo saben mejor que otros ningunos. Y así, dicen que salieron vestidos de unas mantas largas y unas á manera de camisas sin collar ni mangas, de lana riquísima, con muchas pinturas de diferentes maneras, que ellos llaman tucapu, que en nuestra lengua quiere decir vestidos de reyes; y quel uno destos señores sacó en la mano una honda de oro, y en ella puesta una piedra; y que las mugeres salieron vestidas tan ricamente como ellos y sacaron mucho servicio de oro. Pasando adelante con esto, dicen más, que sacaron mucho servicio de oro, y quel uno de los hermanos, el que nombraban Ayar Uchu, habló con los otros hermanos suyos, para dar comienzo á las cosas grandes que por ellos habian de ser hechas, porque su presuncion era tanta, que pensaban hacerse únicos señores de la tierra; y por ellos fué determinado de hacer en aquel lugar una nueva poblacion, á la cual pusieron por nombre Pacarec Tampu; y fué hecha brevemente, porque para ello tuvieron ayuda de los naturales de aquella comarca; y andando los tiempos, pusieron gran cantidad de oro puro y en joyas, con otras cosas preciadas, en aquella parte, de lo cual hay fama que hobo mucho dello Hernando Pizarro y don Diego de Almagro el mozo.

Y volviendo á la historia, dicen quel uno de los tres, que ya hemos dicho llamarse Ayar Cachi, era tan valiente y tenia tan gran poder, que con la honda que sacó, tirando golpes ó lanzando piedras, derribaba los cerros, y algunas veces que tiraba en alto, ponia las piedras cerca de las nubes, lo cual, como por los otros dos hermanos fuese visto, les pesaba, pareciéndoles que era afrenta suya no se igualar en aquellas cosas; y así, apasionados con la envidia, dulcemente le rogaron con palabras blandas, aunque bien llenas de engaño, que volviese á entrar por la boca de una cueva donde ellos tenian sus tesoros, á traer cierto vaso de oro que se les habia olvidado, y á suplicar al sol, su padre, les diese ventura próspera para que pudiesen señorear la tierra. Ayar Cachi, creyendo que no habia cautela en lo que sus hermanos le decian, alegremente fué á hacer lo que dicho le habian, y no habia bien acabado de entrar en la cueva, cuando los otros dos cargaron sobre él tantas piedras, que quedó sin más parecer; lo cual pasado, dicen ellos por muy cierto que la tierra tembló en tanta manera, que se hundieron muchos cerros, cayendo sobre los valles[22].

Hasta aquí cuentan los orejones sobre el orígen de los Incas, porque como ellos fueron de tan gran presuncion y hechos tan altos, quisieron que se entendiese haber remanecido desta suerte y ser hijos del sol; donde despues, cuando los indios los ensalzaban con renombres grandes, les llaman ¡Ancha hatun apu, intipchuri!, que quiere en nuestra lengua decir: ¡Oh muy gran señor, hijo del sol! Y lo que yo para mí tengo que se deba creer de esto questos fingen, será, que así como en Hatuncollao se levantó Zapana, y en otras partes hicieron lo mismo otros capitanes valientes, questos Incas que remanecieron, debieron ser algunos tres hermanos valerosos y esforzados y en quien hobiese grandes pensamientos, naturales de algun pueblo destas regiones, ó venidos de la otra parte de las sierras de los Andes; los cuales, hallando aparejo, conquistarian y ganarian el señorío que tuvieron; y aún sin esto, podria ser lo que se cuenta de Ayar Cachi y de los otros ser encantadores, que seria causa de por parte del Demonio hacer lo que hacian. En fin, no podemos sacar dellos otra cosa questo.

Pues luego que Ayar Cachi quedó dentro en la cueva, los otros dos hermanos suyos acordaron, con alguna gente que se les habia llegado, de hacer otra poblacion, la cual pusieron por nombre Tampu Quiru, que en nuestra lengua querrá decir dientes de aposento ó de palacio; y así, débese entender questas poblaciones no eran grandes ni más que algunas fuerzas pequeñas. Y en aquel lugar estuvieron algunos dias, habiéndoles ya pesado con haber echado de sí á su hermano Ayar Cachi, que por otro nombre dicen llamarse Huanacaure.

CAP. VII.—Cómo estando los dos hermanos en Tampu Quiru, vieron salir con alas de pluma al que habian con engaño metido en la cueva, el cual les dijo que fuesen á fundar la gran ciudad del Cuzco; y como partieron de Tampu Quiru.

Prosiguiendo la relacion que yo tomé en el Cuzco, dicen los orejones, que despues de haber asentado en Tampu Quiru los dos Incas, sin se pasar muchos dias, descuidados ya de más ver Ayar Cachi, lo vieron venir por el ayre con alas grandes de pluma pintadas, y ellos con gran temor que su visita les causó, quisieron huir; más él les quitó presto aquel pavor, diciéndoles: "No temais ni os acongojeis, que yo no vengo sino porque comience á ser conocido el imperio de los Incas; por tanto, dejad, dejad esa poblacion que hecho habeis, y andad más abajo hasta que veais un valle, adonde luego fundad el Cuzco, ques lo que ha de valer; porquestos son arrabales, y de poca importancia, y aquella será la ciudad grande, donde el templo suntuoso se ha de edificar y ser tan servido, honrado y frecuentado, quel sol[23] sea el más alabado; y porque yo siempre tengo de rogar á Dios por vosotros, y ser parte para que con brevedad alcanceis gran señorío, en un cerro questá cerca de aquí me quedaré de la forma y manera que me veis, y será para siempre por vos y por vuestros descendientes santificado y adorado, y llamarle heis Guanacaure; y en pago de las buenas obras que de mí habeis recibido, os ruego para siempre me adoreis por Dios y en él me hagais altares, donde sean hechos los sacrificios; y haciendo vosotros esto, sereis en la guerra por mí ayudados; y la señal que de aquí adelante teneis para ser estimados, honrados y temidos, será horadaros las orejas de la manera que agora me vereis." Y así, luego, dicho esto, dicen que les pareció verlo con unas orejas[24] de oro, el redondo del cual era como un geme.

Los hermanos, espantados de lo que vian, estaban como mudos, sin hablar; y al fin, pasada la turbacion, respondieron que eran contentos de hacer lo que mandaba, y luego á toda prisa se fueron al cerro que llaman de Guanacaure, al cual desde entónces hasta ora tuvieron por sagrado; y en lo más alto dél volvieron á ver Ayar Cachi—que sin dubda debió de ser algun demonio, si esto que cuentan en algo es verdad, y permitiéndolo Dios, debajo destas falsas apariencias les hacia entender su deseo, quera que le adorasen y sacrificasen, ques lo quél más procura;—y les tornó á hablar, diciéndoles, que convenia que tomasen la bolrra ó corona del imperio los que habian de ser soberanos señores, y que supiese como en tal acto se ha de hacer para los mancebos ser armados caballeros y ser tenidos por nobles. Los hermanos respondiéronle que ya habian primero dicho que en todo su mandado se cumpliria, y en señal de obidiencia, juntas las manos y las cabezas inclinadas, le hicieron la mocha, ó reverencia, para que mejor se entienda; y porque los orejones afirman que de aquí les quedó el tomar de la bolrra y el ser armados caballeros, pornélo en este lugar, y servirá para no tener necesidad de lo tornar en lo de adelante á reiterar; y puédese tener por historia gustosa y muy cierta, por cuanto en el Cuzco Manco Inca tomó la bolrra ó corona suprema, y hay vivos muchos españoles que se halláron presentes á esta cirimonia, é yo lo he oido á muchos dellos. Es verdad que los indios dicen tambien quen tiempo de los reyes pasados se hacia con más solenidad y preparamientos y juntas de gentes y riquezas tan grandes, que no se puede inumerar.

Segun parece, estos señores ordenaron esta órden para que se tomase la bolrra ó corona, y dicen que Ayar Cachi en el mismo cerro de Guanacaure se vistió de aquesta suerte: el que habia de ser Inca se vistia en un dia de una camisola negra, sin collar, de unas pinturas coloradas, y en la cabeza con una trenza leonada se ha de dar ciertas vueltas, y cubierto con una manta larga leonada ha de salir de su aposento é ir al campo á cojer un hace de paja, y ha de tardar todo el dia en traerlo sin comer ni beber, porque ha de ayunar, y la madre y hermanas del que fuere Inca, han de quedar hilando con tanta priesa, que en aquel propio dia se han de hilar y tejer cuatro vestidos para el mesmo negocio, y han de ayunar sin comer ni beber las que en esta obra estuvieren. El uno destos vestidos ha de ser la camiseta leonada y la manta blanca, y el otro ha de ser la manta y camiseta todo blanco, y el otro ha ser azul con flocaduras y cordones. Estos vestidos se ha de poner el que fuere inca, y ha de ayunar el tiempo establecido, que es un mes, y á este ayuno llaman zaziy[25], el cual se hace en un aposento del palacio real sin ver lumbre ni tener ayuntamiento con muger; y estos dias del ayuno las señoras de su linage han de tener muy gran cuidado en hacer con sus propias manos mucha cantidad de su chicha, ques vino hecho de maíz, y han de andar vestidos ricamente. Despues de haber pasado el tiempo del ayuno, sale el que ha de ser señor, llevando en sus manos una alabarda de plata y de oro, y va á casa de algun pariente anciano á donde le han de ser tresquilados los cabellos; y vestido una de aquellas ropas, salen del Cuzco, á donde se hace esta fiesta, y van al cerro de Guanacaure, donde decimos questaban los hermanos, y hechas algunas cirimonias y sacrificios, se vuelven á donde está aparejado el vino, donde lo beben; y luego sale el Inca á un cerro nombrado Anaguar, y desde el principio dél va corriendo, porque vean cómo es ligero y será valiente en la guerra, y luego baja dél trayendo un poco de lana atado á una alabarda, en señal que cuando anduviere peleando con sus enemigos, ha de procurar de traer los cabellos y cabezas dellos. Hecho esto, iban al mesmo cerro de Guanacaure á cojer paja muy derecha, y el que habia de ser rey, tenia un manojo grande della, de oro, muy delgada y pareja, y con ella iba otro á cerro llamado Yahuira[26], á donde se vestia otra de las ropas ya dichas, y en la cabeza se ponia unas trenzas ó llautu que llaman pillaca, ques como corona, debajo del cual colgaban unas orejas[27] de oro, y encima se ponia un bonete de plumas cosido como diadema, que ellos llaman puruchuco[28], y en la alabarda ataban una cinta de oro larga que llegaba hasta el suelo, y en los pechos llevaba puesta una luna de oro; y desta suerte, en presencia de todos los que allí se hallaban, mataba una oveja, cuya sangre y carne repartian entre todos los más principales, para que cruda la comiesen; en lo cual significaban, que si no fuesen valientes, que sus enemigos comerian sus carnes de la suerte que ellos habian comido la de la oveja que se mató. Y allí hacian juramento solene, á su usanza, por el sol, de sustentar la órden de caballería y por la defensa del Cuzco morir, si necesario fuese; y luego les abrian las orejas, poniéndolas tan grandes, que tiene un geme cada una dellas en redondo; y hecho esto, pónense unas cabezas de leones fieros, y vuelven con gran estruendo á la plaza del Cuzco, en donde estaba una gran maroma de oro, que la cercaba toda, sosteniéndose en horcones de plata y de oro: en el comedio desta plaza bailaban y hacian grandísimas fiestas á su modo, y andaban los que habian de ser caballeros cubiertos con las cabezas de leones, que tengo dicho, para dar á entender que serian valientes y fieros como lo son aquellos animales. Dando fin á estos bailes, quedan armados caballeros, y son llamados orejones, y tienen sus privilegios, y gozan de grandes libertades, y son dignos, si los eligen, de tomar la corona, ques la borla; la cual cuando se da al señor que lo ha de ser del imperio, se hacen mayores fiestas, y se junta gran número de gente, y el que ha de ser emperador ha primero de tomar á su misma hermana por muger, porquel estado real no suceda en linaje bajo, y hace el zaziy grande, ques el ayuno. Y en el inter que estas cosas pasan, porque estando el Señor ocupado en los sacrificios y ayunos no sale á entender en los negocios privados y de gobernacion, era ley entre los Incas, que cuando alguno fallescia, ó se daba á otro la corona ó borla, que pudiese señalar uno de los principales varones del pueblo y que tuviese maduro consejo y gran autoridad, para que gobernase todo el imperio de los Incas, como el mesmo señor, durante aquellos dias; y á este tal le era permitido tener guarda y hablalle con reverencia. Y hecho esto, y recibidas las bendiciones en el templo de Curicancha, recibe la borla, que era grande y salia del llautu que tenia en la cabeza cubriéndole hasta caer encima de los ojos, y este era tenido y reverenciado por soberano. Y á las fiestas se hallaban los principales señores que habia en más de cinco leguas quellos mandaron, y parescia en el Cuzco grandísima riqueza de oro y plata, y pedrería, y plumajes, cercándole toda la gran maroma de oro, y la admirable figura del sol, que era todo de tanta grandeza, que pesaba, á lo que afirman por cierto los indios, más de cuatro mill quintales de oro; y si no se daba la borla en el Cuzco, tenian al que se llamaba Inca por cosa de burla, sin tener su señorío por cierto[29]; y así, Atahuallpa no es contado por rey, aunque como fué de tanto valor y mató tanta gente, por temor fué obedecido de muchas naciones.

Volviendo á los questaban en el cerro de Guanacaure, despues que Ayar Cachi les hobo dicho de la manera que habian de tener para ser armados caballeros, cuentan los indios, que, mirando contra su hermano Ayar Manco, le dijo que se fuese con las dos mugeres al valle que dicho le habia, á donde luego fundase el Cuzco, sin olvidar de venir hacer sacrificios aquel lugar, como primero rogado le habian; y que como esto hobiese dicho, así él como el otro hermano se convirtieron en dos figuras de piedras, que demostraban tener talles de hombres, lo cual visto por Ayar Manco, tomando sus mugeres, vino á donde agora es el Cuzco, á fundar la ciudad, nombrándose y llamándose dende adelante Manco Capac, que quiere decir rey y señor rico.

CAP. VIII.—Cómo despues que Manco Capac vió que sus hermanos se habian convertido en piedras, vino á un valle donde encontró algunas gentes, y por él fué fundada y edificada la antigua y muy riquísima ciudad del Cuzco, cabeza principal que fué de todo el imperio de los Incas.

Reídome he de lo que tengo escripto destos indios: yo cuento en mi escriptura lo que ellos á mí contaron por la suya, y antes quito muchas cosas que añido una tan sola. Pues como Manco Capac hobiese visto lo que de sus hermanos habia sucedido, y llegase al valle donde agora es la ciudad del Cuzco, alzando los ojos al cielo, dicen los orejones que pedia con grande humildad al sol que le favoreciese y ayudase en la nueva poblacion que hacer queria, y que, vueltos los ojos hácia el cerro de Guanacaure, pedia lo mesmo á su hermano, que ya lo tenia y reverenciaba por dios, y mirando en el vuelo de las aves y en las señales de las estrellas y en otros prodigios, lleno de confianza, teniendo por cierto que la nueva poblacion habia de florecer, y él ser tenido por fundador della y padre de todos los Incas que en ella habian de reinar. Y así, en nombre de su Ticiviracocha y del sol y de los otros sus dioses, hizo la fundacion de la nueva ciudad, el original y principio de la cual fué una pequeña casa de piedra cubierta de paja que Manco Capac con sus mugeres hizo, á la cual pusieron por nombre Curicancha, que quiere decir cercado de oro, lugar donde despues fué aquel tan célebre y tan riquísimo templo del sol, y que agora es monesterio de frayles de la órden de Santo Domingo; y tiénese por cierto, que en el tiempo questo por Manco Inca Capac se hacia, habia en la comarca del Cuzco indios en cantidad; mas como él no les hiciese mal ni ninguna molestia, no le impidian la estada en su tierra, antes se holgaban con él; y así, Manco Capac entendia en hacer la casa ya dicha, y era dado á sus religiones y culto de sus dioses, y fué de gran presuncion y de persona que representaba gran autoridad.

La una de sus mugeres fué estéril, que nunca se empreñó; en la otra[30] hobo tres hijos varones y una hija: el mayor fué nombrado Inca Roca Inca, y la hija Ocllo, y los nombres de los otros dos no cuentan ni dicen más de que casó al hijo mayor con su hermana; á los cuales mostró lo que habian de hacer para ser amados de los naturales y no aborrecidos, y otras cosas grandes. En este tiempo, en Hatuncollao se habian hecho poderosos los descendientes de Zapana, y con tiranía querian ocupar toda aquella comarca. Pues como el fundador del Cuzco, Manco Capac, hobo casado á sus hijos y allegado á su servicio algunas gentes con amor y buenas palabras, con los cuales engrandeció la casa de Curicancha, despues de haber vivido muchos años, murió estando ya muy viejo, y le fueron hechas las obsequias con toda sumptuosidad, sin lo cual se le hizo un bulto para reverencialle como á hijo del sol.

CAP. IX.—En que se da aviso al lector de la causa porquel autor, dejando de proseguir con la sucesion de los reyes, quiso contar el gobierno que tuvieron, y sus leyes, costumbres qué tales fueron.

Aunque pudiera escribir lo que pasó en el reinado de Sinchi Roca Inca[31], hijo que fué de Manco Capac, fundador del Cuzco, en este lugar, lo dejé, pareciéndome quen lo de adelante habria confusion para saber por entero la manera que se tuvo en la gobernacion destos señores, porque unos ordenaron unas leyes y otros otras, y así, pusieron unos los mitimaes y otros las guarniciones de gente de guerra en los lugares establecidos en el reino para la defensa dél; y porque son todas cosas grandes y dignas de memoria, y para que las repúblicas que se rigen por grandes letrados y varones, desto tomen aviso, y unos y otros conciban admiracion, considerando que pues en gente bárbara y que no tuvo letras se halló lo que de cierto sabemos que hobo, así en lo del gobierno como en sojuzgar las tierras y naciones, porque debajo de una monarquía obedesciesen á un Señor que sólo fuese soberano y digno para reinar en el imperio que los Incas tuvieron, que fueron más de mill é doscientas leguas de costas; así, por no variar en decir que unos dicen que ciertos dellos constituyeron lo uno, y otros lo otro, en lo cual muchos naturales varian, pondré en este lugar lo que yo entendí y tengo por cierto, conforme á la relacion que dello tomé en la ciudad del Cuzco y de las reliquias que vemos haber quedado destas cosas todos los que en el Perú habemos andado. Y no parezca á los letores que en tomar esta órden salgo de la que al libro conviene que lleve; para que ellos con más claridad lo entiendan se pone, como declaro; y esto haré con gran brevedad, sin querer ocuparme en contar cosas menudas, de que siempre huyo, y así, con ella misma proseguiré en tratar el reynado de los Incas y la sucesion dellos, hasta que con la muerte de Huascar y entrada de los españoles se acabó. Y quiero que sepan los que esto leyeren, que entre todos los Incas, que fueron once, tres salieron entre ellos bastantísimos para la gobernacion de su señorío, que cuentan y no acaban los orejones de loarlos; y estos no se parescieron en las condiciones tanto como en el juicio; los cuales son Huayna Capac, Tupac Inca Yupanqui, su padre, é Inca Yupanqui, padre del uno y agüelo del otro. Y tambien se puede presumir, que como estos fuesen tan modernos, que está el reyno lleno de indios que conocieron á Tupac Inca Yupanqui, y con él anduvieron en las guerras, y á sus padres oyeron lo que Inca Yupanqui hizo en el tiempo de su reinado, podria ser destas cosas, vistas[32] casi por los ojos, tener más lumbre para las poder contar, y lo sucedido á los otros señores, sus proxinitores, haberse dello mucho olvidado. Aunque, cierto, para lo tener en la memoria, y que no se pierda en muchos años, tienen grande aviso, para no tener letras, que estas ya tengo escripto en la primera parte desta Crónica[33], cómo no se han hallado en todo este reino, ni áun en todo este orbe de las Indias. Y con tanto prosigamos lo comenzado.

CAP. X.—De cómo el Señor, despues de tomada la borla del reino, se casaba con su hermana la Coya, ques nombre de reyna; y cómo era permitido tener muchas mugeres, salvo que, entre todas, sólo la Coya era la legítima y más principal.

Conté brevemente en los capítulos pasados cómo los que habian de ser nobles se armaban caballeros, y tambien las cirimonias que se hacian en el tiempo que los Incas se coronaban por reyes, tomando la corona, que es la borla que hasta los ojos les caia; y fué por ellos ordenado, quel que hobiese de ser rey, tomase á su hermana, hija legítima de su padre y madre, por muger, para que la sucesion del reino fuese por esta vía confirmada en la casa real, pareciéndoles por esta manera, que aunque la tal muger, hermana del rey, de su cuerpo no fuese casta, y, usando con algun hombre, dél quedase preñada, era el hijo que nasciese della y no de muger extraña; porque tambien miraban, que aunque el Inca se casase con muger generosa, queriendo, podia hacer lo mismo y concibir con adulterio, de tal manera, que no siendo entendido, fuese tenido por hijo del señor y natural marido suyo. Por estas cosas, ó porque les paresció á los que lo ordenaron que convenia, era ley entre los Incas que el señor que entre todos quedaba por emperador, tornase á su hermana por muger, la cual tenia por nombre Coya, ques nombre de reyna, y que ninguna se lo llamaba,—como cuando un rey de España casa con alguna princesa que tiene su nombre propio, y entrando en su reyno, es llamada reyna, así llaman las que lo eran del Cuzco, Coya. Y si acaso el que habia de ser tenido por señor no tenia hermana carnal, era permitido que casase con la señora más ilustre que hobiese, para que fuese entre todas sus mugeres tenida por la más principal; porquestos señores, no habia ninguno dellos que no tuviese más de setecientas mugeres para servicio de su casa y para sus pasatiempos; y así, todos ellos tuvieron muchos hijos que habian en éstas que tenian por mugeres ó mancebas, y eran bien tratadas por él y estimadas de los indios naturales; y aposentado el rey en su palacio, ó por donde quier que iba, eran miradas y guardadas todas por los porteros y camayos, ques nombre de guardianes; y si alguna usaba con varon, era castigada con pena de muerte, dándole á él la misma pena. Los hijos que los señores habian en estas mugeres, despues que eran hombres, mandábanles proveer de campos y heredades, que ellos llaman chácaras, y que de los depósitos ordinarios les diesen ropas y otras cosas para su aprovechamiento, porque no querian dar señorío á estos tales, porque en habiendo alguna turbacion en el reyno, no quisiesen intentar de quedarse con él con la presuncion de ser hijos del rey. Y así, ninguno tuvo mando sobre provincia, aunque, cuando salian á las guerras y conquistas, muchos dellos eran capitanes y preferidos á los que iban en los reales; y el señor natural que heredaba el reyno los favorescia, puesto que si urdian algun levantamiento, eran castigados cruelísimamente; y ninguno dellos hablaba con el rey, aunque más su hermano fuese, que primero no pusiese en su cerviz carga liviana y fuese descalzo, como todos los demás del reyno, á le hablar.

CAP. XI.—Cómo se usó entre los Incas que del Inca que hobiese sido valeroso, que hobiese ensanchado el reyno ó hecho otra cosa digna de memoria, la hobiese dél en sus cantares y en los bultos; y no siendo sino remisio y cobarde, se mandaba que se tratase poco dél.

Entendí, quando en el Cuzco estuve[34], que fué uso entre los reyes Incas, que el rey que entre ellos era llamado Inca, luego como era muerto, se hacian los lloros generales y continos, y se hacian los otros sacrificios grandes, conforme á su religion y costumbre; lo cual pasado, entre los más ancianos del pueblo se trataba sobre qué tal habia sido la vida y costumbres de su rey ya muerto, y qué habia aprovechado á la república, ó qué batalla habia vencido que dado se hobiese contra los enemigos; y tratadas estas cosas entre ellos, y otras que no entendemos, por entero, se determinaban, si el rey difunto habia sido tan venturoso que dél quedase loable fama, para que por su valentía y buen gobierno meresçiese que para siempre quedase entre ellos, mandaban llamar los grandes quiposcamayos, donde las cuentas se fenescen y sabian dar razon de las cosas que sucedido habian en el reyno, para que estos lo comunicasen con otros quentrellos, siendo escogidos por más retóricos y abundantes de palabras, saben contar por buena órden cada cosa de lo pasado, como entre nosotros se cuentan por romances y villancicos; y estos en ninguna cosa entienden que en aprender y saberlos componer en su lengua, para que sean por todos oidos en regocijos de casamientos y otros pasatiempos que tienen para aquel propósito. Y así, sabido lo que se ha de decir de lo pasado en semejantes fiestas de los señores muertos, y si se trata de guerra por el consiguiente, con órden galana cantaban de muchas batallas que en lugares de una y otra parte del reyno se dieron; y por el consiguiente, para cada negocio tenian ordenados sus cantares ó romances, que, viniendo á propósito, se cantasen, para que por ellos se animase la gente con lo oir y entendiesen lo pasado en otros tiempos, sin lo inorar, por entero. Y estos indios que por mandado de los reyes sabian estos romances, eran honrados por ellos y favorescidos, y tenian cuidado grande de los enseñar á sus hijos y á hombres de sus provincias los más avisados y entendidos que entre todos se hallaban; y así, por las bocas de unos lo sabian otros, de tal manera, que hoy dia entre ellos cuentan lo que pasó ha quinientos años, como si fueran diez.

Y entendida la órden que se tenia para no se olvidar de lo que pasaba en el reyno, es de saber, que muerto el rey dellos, si valiente habia sido y bueno para la gobernacion del reyno, sin haber perdido provincia de las que su padre les dejó, ni usado de bajezas ni poquedades, ni hecho otros desatinos que los príncipes locos con la soltura se atreven á hacer en su señorío, era permitido y ordenado por los mismos reyes, que fuesen ordenados cantares honrados y que en ellos fuesen muy alabados y ensalzados, en tal manera, que todas las gentes admirasen en oir sus hazañas y hechos tan grandes, y que estos no siempre ni en todo lugar fuesen publicados ni apregonados, sino cuando estuviese hecho algun ayuntamiento grande de gente venida de todo el reyno para algun fin, y cuando se juntasen los señores principales con el rey en sus tiempos y solaces, ó cuando hacian los taquis[35] ó borracheras suyas. En estos lugares, los que sabian los romançes, á voces grandes, mirando contra el Inca, le cantaban lo que por sus pasados habia sido hecho; y si entre los reyes alguno salia remisio, cobarde, dado á vicios, y amigo de holgar sin acrescentar el señorío de su imperio, mandaban que destos tales hobiese poca memoria ó casi ninguna; y tanto miraban esto, que si alguna se hallaba, era por no olvidar el nombre suyo y la sucesion; pero en lo demás se callaba, sin contar los cantares de otros que de los buenos y valientes. Porque tuvieron en tanto sus memorias, que, muerto uno destos señores tan grandes, no aplicaba su hijo para sí otra cosa que el señorío, porque era ley entre ellos que la riqueza y el aparato real del que habia sido rey del Cuzco, no lo hobiese otro en su poder, ni se perdiese su memoria; para lo cual se hacia un bulto de mano[36], con la figura que ellos ponerle querian, al cual llamaban del nombre del rey ya muerto; y solian estos bultos ponerse en la plaza del Cuzco, cuando se hacian sus fiestas, y en rededor de cada bulto destos reyes estaban sus mugeres y criados, y venian todos, aparejándose allí su comida y bebida, porque el Demonio debia de hablar en aquellos bultos, pues que esto por ellos se usaba; y cada bulto tenia sus truanes ó decidores, questaban con palabras alegres contentando al pueblo; y todo el tesoro que el señor tenia siendo vivo, estaba en poder de sus criados y familiares, y se sacaba á las fiestas semejantes con gran aparato; sin lo cual, no dejaban de tener sus chácaras, ques nombre de heredades, donde cogian sus maízes y otros mantenimientos con que sustentaban las mugeres con toda la demás familia destos señores que tenian bultos y memorias, aunque ya eran muertos. Y cierto esta usanza fué harta parte para que en este reyno hobiese la suma tan grande de tesoros que se han visto por nuestros ojos; y á españoles conquistadores he oydo que, cuando, descubriendo las provincias del reyno, entraron en el Cuzco, habia destos bultos, lo cual paresció ser verdad, cuando dende á poco tiempo, queriendo tomar la borla Manco Inca Yupanqui, hijo de Huayna Capac, públicamente fueron sacados en la plaza del Cuzco, á vista de todos los españoles é yndios que en ella en aquel tiempo estaban.

Verdad es, que habian ya habido los españoles mucha parte del tesoro, y lo demás se escondió y puso en tales partes, que pocos ó no ninguno debe saber dél; ni de los bultos ni otras cosas suyas grandes hay ya otra memoria que la que ellos dan y tienen en sus cantares[37].

CAP. XII.—De cómo tenian coronistas para saber sus hechos, y la órden de los quipos como fué, y lo que dello vemos agora.

F ordenado por los Incas lo que ya habemos escripto acerca del poner los bultos en sus fiestas, y en que se escogiesen algunos de los más sábios dellos, para que en cantares supiesen la vida de los señores qué tal habia sido y cómo se habian habido en el gobierno del reyno, para el efecto por mí dicho. Y es tambien de saber, que, sin esto, fué costumbre dellos y ley muy usada y guardada, de escoger cada uno, en tiempo de su reynado, tres ó cuatro hombres ancianos de los de su nacion, á los cuales, viendo que para ello eran hábiles y suficientes, les mandaba que todas las cosas que sucediesen en las provincias durante el tiempo de su reynado, ora fuesen prósperas, ora fuesen adversas, las tuviesen en la memoria, y dellas hiciesen y ordenasen cantares, para que por aquel sonido se pudiese entender en lo foturo haber así pasado; con tanto questos cantares no pudiesen ser dichos ni publicados fuera de la presencia del Señor; y eran obligados estos que habian de tener esta razon durante la vida del rey, no tratar ni decir cosa alguna de lo que á él tocaba, y luego que era muerto, al sucesor en el imperio le decian, casi por estas palabras: "¡Oh Inca grande y poderoso, el Sol y la Luna, la Tierra, los montes y los árboles, las piedras y tus padres te guarden de infortunio y hagan próspero, dichoso y bienaventurado sobre todos cuantos nacieron! Sábete, que las cosas que sucedieron á tu antecesor son éstas." Y luego en diciendo esto, los ojos puestos al suelo, y bajadas las manos, con gran humildad le daban cuenta y razon de todo lo que ellos sabian; lo cual podrian muy bien hacer, porque entre ellos hay muchos de gran memoria, subtiles de ingenio, y de vivo juizio, y tan abastados de razones, como hoy dia somos testigos los que acá estamos é los oimos. Y así, dicho esto, luego que por el rey era entendido, mandaba llamar á otros de sus indios viejos, á los cuales mandaba que tuviesen cuidado de saber los cantares que aquéllos tenian en la memoria, y de ordenar otros de nuevo de lo que pasaba en el tiempo de su reynado, y que las cosas que se gastaban y lo que las provincias contribuian, se asentasen en los quipos, para que supiesen lo que daban y contribuyan muerto él y reynando su progenitor. Y si no era en un dia de gran regocijo, ó en otro que hobiese lloro ó tristeza por muerte de algun hermano ó hijo del rey, porque estos tales dias se permitia contar su grandeza dellos y su orígen y nascimiento, fuera destos, á ninguno era permitido tratar dello, porque estaba así ordenado por los señores suyos, y si lo hacian, eran castigados rigurosamente.

Sin lo cual tuvieron otra órden para saber y entender cómo se habia de hacer en la contribucion, en las provincias, de los mantenimientos, ora pasase el rey con el ejército, ora fuese visitando el reyno, ó que sin hacer nada desto, se entendiese lo que entraba en los depósitos y pagaba á los súbditos, de tal manera, que no fuesen agraviados, tan buena y subtil, que ecede en artificio á los carastes que usaron los mexicanos para sus cuentas y contratacion; y esto fué los quipos, que son ramales grandes de cuerdas anudadas, y los que desto eran contadores y entendian el guarismo destos nudos, daban por ellos razon de los gastos que se habian hecho, ó de otras cosas que hobiesen pasado de muchos años atrás; y en estos nudos contaban de uno hasta diez, y de diez hasta ciento, y de ciento hasta mill; y en uno destos ramales está la cuenta de lo uno, y en otro lo del otro; de tal manera esto, que para nosotros es una cuenta donosa y ciega, y para ellos singular. En cada cabeza de provincia habia contadores á quien llamaban quiposcamayos[38], y por estos nudos tenian la cuenta y razon de lo que habian de tributar los questaban en aquel distrito, desde la plata, oro, ropa y ganado, hasta la leña y las otras cosas mas menudas, y por los mismos quipos se daba á cabo de un año, ó de diez, ó de veinte, razon á quien tenia comision de tomar la cuenta, tan bien, que un par de alpargatas no se podian esconder.

Yo estaba incrédulo en esta cuenta, y aunque lo oia afirmar y tratar, tenia lo más dello por fábula; y estando en la provincia de Xauxa, en lo que llaman Marcavillca[39], rogué al señor Guacarapora[40] que me hiciese entender la cuenta dicha de tal manera que yo me satisficiese á mí mismo, para estar cierto que era fiel y verdadera; y luego mandó á sus criados que fuesen por los quipos, y como este señor sea de buen entendimiento y razon para ser indio, con mucho reposo satisfizo á mi demanda, y me dijo, que para que mejor lo entendiese, que notase que todo lo que por su parte habia dado á los españoles desde que entró el gobernador don Francisco Pizarro en el valle, estaba allí sin faltar nada: y así ví la cuenta del oro, plata, ropa que habian dado, con todo el maíz, ganado y otras cosas, que en verdad yo quedé espantado dello. Y es de saber otra cosa, que tengo para mí por muy cierto, segun han sido las guerras largas, y las crueldades, robos y tiranías que los españoles han hecho en estos indios, que si ellos no estuvieran hechos á tan grande órden y concierto, totalmente se hubieran todos consumido y acabado; pero ellos, como entendidos y cuerdos y que estaban impuestos por príncipes tan sábios, entre todos determinaron que si un ejército de españoles pasase por cualquiera de las provincias, que si no fuere el daño que por ninguna vía se puede escusar, como es destruir las sementeras y robar las casas y hacer otros daños mayores questos, que en lo demás, todas las comarcas tuviesen en el camino real, por donde pasaban los nuestros, sus contadores, y éstos tuviesen proveimiento lo más ámplio que ellos pudiesen, porque con achaque no los destruyesen del todo; y así eran proveidos; y despues de salidos, juntos los señores, iban los quipos de las cuentas, y por ellos, si uno habia gastado más que otro, lo que ménos habian proveido lo pagaban, de tal suerte, que iguales quedasen todos.

Y en cada valle hay esta cuenta hoy dia, y siempre hay en los aposentos tantos contadores como en él hay señores, y de cuatro en cuatro meses fenescen sus cuentas por la manera dicha; y con la órden que han tenido, han podido sufrir combates tan grandes, que si Dios fuese servido que del todo hobiesen cesado con el buen tratamiento que en este tiempo reciben, y con la buena órden y justicia que hay, se restaurarian y multiplicarian, para que en alguna manera vuelva á ser este reyno lo que fué, aunque yo creo que será tarde ó nunca. Y es verdad que yo he visto pueblos, y pueblos bien grandes, y de una sola vez que cripstianos españoles pasen por él, quedar tal, que no parecia sino que fuego lo habia consumido; y como las gentes no eran de tanta razon, ni unos á otros se ayudaban, perdíanse despues con hambres y enfermedades, porque entre ellos hay poca caridad, y cada uno es señor de su casa, y no quiere más cuenta. Y esta órden del Perú débese á los señores que lo mandaron y supieron ponerla en todas las cosas tan grande como vemos los que acá estamos, por estas y otras cosas mayores; y con tanto pasaré adelante.

CAP. XIII.—Cómo los Señores del Perú eran muy amados por una parte y temidos por otra de todos sus súbditos, y cómo ninguno de ellos, aunque fuese gran señor muy antiguo en su linage, podia entrar en su presencia, si no era con una carga en señal de grande obediencia.

Es de notar, y mucho, que como estos reyes mandaron tan grandes provincias y en tierra tan larga, y en parte tan áspera y llena de montañas y de promontorios nevados, y llanos de arena secos de árboles y faltos de agua, que era necesario gran prudencia para la gobernacion de tantas naciones y tan distintas unas de otras en lenguas, leyes y religiones, para tenellas todas en tranquilidad y que gozasen de la paz y amistad con él; y así, no embargante que la ciudad del Cuzco era la cabeza de su imperio, como en muchos lugares hemos apuntado, de cierto en cierto término, como tambien diremos, tenian puestos sus delegados y gobernadores, los cuales eran los más sábios, entendidos y esforzados que hallarse podian, y ninguno tan mancebo que ya no estuviese en el postrer tercio de su edad. Y como le fuesen fieles y ninguno osase levantarse, y tenia de su parte á los mitimaes, ninguno de los naturales, aunque más poderoso fuese, osaba intentar ninguna rebelion, y si alguna intentaba, luego era castigado el pueblo donde se levantaba, embiando presos los movedores al Cuzco. Y desta manera eran tan temidos los reyes, que si salian por el reyno y permitian alzar algun paño de los que iban en las andas, para dejarse ver de sus vasallos, alzaban tan gran alarido, que hacian caer las aves de lo alto donde iban volando, á ser tomadas á manos; y todos los temian tanto, que de la sombra que su persona hacia no osaban decir mal. Y no era esto solo; pues es cierto, que si algunos de sus capitanes ó criados salian á visitar alguna parte del reyno para algun efecto, le salian á recibir al camino con grandes presentes, no osando, aunque fuese sólo, dejar de cumplir en todo y por todo el mandamiento dellos.

Tanto fué lo que temieron á sus príncipes en tierra tan larga, que cada pueblo estaba tan asentado y bien gobernado como si el Señor estuviera en él para castigar los que lo contrario hiciesen. Este temor pendia del valor que habia en los señores y de su misma justicia, que sabian que por parte de ser ellos malos, si lo fuesen, luego el castigo se habia de hacer en los que lo fuesen, sin que bastase ruego ni cohecho ninguno. Y como siempre los Incas hiciesen buenas obras á los questaban puestos en su señorío, sin consentir que fuesen agraviados, ni que les llevasen tributos demasiados, ni que les fuesen hechos otros desafueros, sin lo cual, muchos que tenian provincias estériles y que en ellas sus pasados habian vivido con necesidad, les daban órden que las hacian fértiles y abundantes, proveyéndoles de las cosas que en ella habia necesidad; y en otras donde habia falta de ropa, por no tener ganados, se los mandaban dar con gran liberalidad. En fin, entendíase, que así como estos señores se supieron servir de los suyos y que les diesen tributos, así ellos les supieron conservar las tierras y traellos de bastos á muy pulíticos, y de desproveidos, que no les faltase nada; y con estas buenas obras, y con que siempre el Señor á los principales daba mugeres y preseas ricas, ganaron tanto las gracias de todos, que fueron dellos amados en estremo grado, tanto que yo me acuerdo por mis ojos haber visto á indios viejos, estando á vista del Cuzco, mirar contra la ciudad y alzar un alarido grande, el cual se les convertia en lágrimas salidas de tristeza, contemplando el tiempo presente y acordándose del pasado, donde en aquella ciudad por tantos años tuvieron señores de sus naturales, que supieron atraellos á su servicio y amistad de otra manera que los españoles.

Y era usanza y ley inviolable entre estos señores del Cuzco, por grandeza y por la estimacion de la dignidad real, questando él en su palacio, ó caminando con gente de guerra, ó sin ella, que ninguno, aunque fuese de los más grandes y poderosos señores de todo su reyno, no habia de entrar á le hablar, ni estar delante de su presencia, sin que primero, tirándose los zapatos, que ellos llaman oxotas, se pusiese en sus hombros una carga para entrar con ella á la presencia del Señor, en lo cual no se tenia cuenta que fuese grande ni pequeña, porque no era por más de que supiesen el reconocimiento que habian de tener á los señores suyos; y entrando dentro, vueltas las espaldas al rostro del Señor, habiendo primero hecho reverencia, quellos llaman mocha, dice á lo que viene ó oye lo que les mandado, lo cual pasado, si quedaba en la Córte por algunos dias y era persona de cuenta, no entraba más con la carga; porque siempre estaban los que venian de las provincias en la presencia del Señor en convites y en otras cosas que por ellos eran hechas.

CAP. XIV.—De cómo fué muy grande la riqueza que tuvieron y poseyeron los reyes del Perú y cómo mandaban asistir siempre hijos de los señores en su Córte.

Por la gran riqueza que habemos visto en estas partes, podremos creer ser verdad lo que se dice de las muchas que tuvieron los Incas; porque yo creo, lo que ya muchas veces tengo afirmado, que en el mundo no hay tan rico reyno de metal, pues cada dia se descubren tan grandes veneros, así de oro como de plata; y como en muchas partes de las provincias cogiesen en los rios oro, y en los cerros sacasen plata, y todo era por un rey, pudo tener y poseer tanta grandeza; y dello yo no me espanto de estas cosas, sino como toda la ciudad del Cuzco y los templos suyos no eran hechos los edificios de oro puro. Porque, lo que hace á los príncipes tener necesidad y no poder atesorar dineros, es la guerra, y desto tenemos claro ejemplo en lo que el Emperador ha gastado desdel año que se coronó hasta este; pues aviendo más plata y oro que ovieron los reyes d'España desde el rey don Rodrigo hasta él, ninguno dellos tuvo tanta necesidad como S. M. y si no tuviera guerras, y su asiento fuera en España, verdaderamente, con sus rentas y con lo que ha venido de las Indias, toda España estuviera tan llena de tesoros como lo estaba el Perú en tiempo de sus reyes.

Y esto tráigolo á comparacion, que todo lo que los Incas habian, lo gastaban no en otra cosa que arreos de su persona y ornamento de los templos y servicio de sus casas y aposentos; porque en las guerras, las provincias les daban toda la gente, armas y mantenimientos que fuese necesario, y si [á] alguno de los mitimaes daban algunas pagas de oro en alguna guerra que ellos tuviesen por dificultosa, era poca y que en un dia lo sacaban de las minas; y como preciaron tanto la plata y oro, y por ellos fuese tan estimada, mandaban sacar en muchas partes de las provincias cantidad grande della, de la manera y con la órden que adelante se dirá.

Y sacando tanta suma, y no podiendo el hijo dejar que la memoria del padre, que se entiende su casa y familiares con su bulto, estuviese siempre entera, estaban de muchos años allegados tesoros, tanto, que todo el servicio de la casa del rey, así de cántaros para su uso como de cocina, todo era oro y plata; y esto no en un lugar y en una parte lo tenia, sino en muchas, especialmente en las cabeceras de las provincias, donde habia muchos plateros, los cuales trabajaban en hacer estas piezas; y en los palacios y aposentos suyos habia planchas destos metales, y sus ropas llenas de argenteria y desmeraldas y turquesas y otras piedras preciosas de gran valor. Pues para sus mugeres tenian mayores riquezas para ornamento y servicio de sus personas, y sus andas todas estaban engastonadas en oro y plata y pedrería. Sin esto, en los depósitos habia grandísima cantidad de oro en tejuelos, y de plata en pasta, y tenian mucha chaquira, ques en estremo menuda, y otras joyas muchas y grandes para sus taquis y borracheras; y para los sacrificios eran más lo que tenian destos tesoros; y como tenian y guardaban aquella ceguedad de enterrar con los difuntos tesoros, es de creer que cuando se hazian los osequias y entierros destos reyes, que seria increible lo que meterian en las sepulturas. En fin, sus atambores y asentamientos y estrumentos de música y armas para ellos eran deste metal; y por engrandecer su señorío, paresciéndoles que lo mucho que digo era poco, mandaban por ley que ningun oro ni plata que entrase en la ciudad del Cuzco, della pudiese salir, sopena de muerte, lo cual ejecutaban luego en quien lo quebrantaba; y con esta ley, siendo lo que entraba mucho y no saliendo nada, habia tanto, que si cuando entraron los españoles se dieran otras mañas y tan presto no ejecutaran su crueldad en dar la muerte á Atahuallpa, no sé qué navíos bastaran á traer á las Españas tan grandes tesoros como están perdidos en las entrañas de la tierra y estarán, por ser ya muertos los que lo enterraron.

Y como se tuviesen en tanto estos Incas, mandaron más, que en todo el año residiesen en su córte hijos de los señores de las provincias de todo el reino, porque entendiesen la órden della y viesen su magestad grande, y fuesen avisados cómo le habian de servir y obedecer, de que heredasen sus señoríos y curacazgos; y si iban los de unas provincias, venian los de otras. De tal manera se hacia esto, que siempre estaba su córte muy rica y acompañada; porque sin esto, nunca dejaban destar con él muchos caballeros de los orejones, y señores de los ancianos, para tomar consejo en lo que se habia de proveer y ordenar.

CAP. XV.—De cómo se hacian los edificios para los Señores, y los caminos reales para andar por el reino.

Una de las cosas de que yo mas me admiré, contemplando y notando las cosas deste reino, fué pensar cómo y de qué manera se pudieron hacer caminos tan grandes y soberbios como por él vemos, y que fuerzas de hombres bastáran á los hacer, y con que herramientas y estrumentos pudieron allanar los montes y quebrantar las peñas, para hacerlos tan anchos y buenos como están; porque me parece que si el Emperador quisiese mandar hacer otro camino real, como el que va del Quito á Cuzco, ó sale de Cuzco para ir á Chile, ciertamente creo, con todo su poder para ello no fuese poderoso, ni fuerzas de hombres le pudiesen hazer, sino fuese con la órden tan grande que para ello los Incas mandaron que hobiese. Porque si fuera camino de cincuenta leguas, ó de ciento, ó docientas, es de creer, que aunque la tierra fuese más áspera, no se tuviera en mucho, con buena diligencia, hacerlo; mas estos eran tan largos, que habia alguno que tenia mas de mill y cien leguas, todo hechado por sierras tan ágras y espantosas, que por algunas partes, mirando abajo, se quitaba la vista, y algunas destas sierras drechas y llenas de piedras, tanto, que era menester cavar por las laderas en peña viva, para hacer el camino ancho y llano; todo lo cual hacian con fuego y con sus picos. Por otros lugares habia subidas tan altas y ásperas, que salian de lo bajo escalones para poder subir por ellos á lo más alto, haciendo entre medias dellos algunos descansos anchos para el reposo de las gentes. En otros lugares habia montones de nieve, que era más de temer, y esto no en un lugar, sino en muchas partes, y no así como quiera, sino que no va ponderado ni encarecido como ello es ni como lo vemos; y por estas nieves, y por donde habia montañas de árboles y céspedes, lo hacian llano, y empedrado, si menester fuese.

Los que leyeren este libro y hobieren estado en el Perú, miren el camino que va desde Lima á Xauxa por las sierras tan ásperas de Huarochiri[41], y por la montaña nevada de Pariacaca[42], y entenderán, los que á ellos lo oyeron, si es más lo que ellos vieron, que no lo que yo escribo; y sin esto, acuérdense de la ladera que abaja al rio de Apurímac[43], y cómo viene el camino por las sierras de los Paltas, Caxas y Ayauacas[44] y otras partes deste reyno, por donde el camino va tan ancho como quince piés, poco más ó ménos; y en tiempo de los reyes estaba limpio, sin que hobiese ninguna piedra ni hierba nacida, porque siempre se entendia en lo limpiar; y en lo poblado, junto á él, habia grandes palacios y alojamiento para la gente de guerra, y por los desiertos nevados y de campaña, habia aposentos donde se podian muy bien amparar de los frios y de las lluvias; y en muchos lugares, como es en el Collao[45] y en otras partes, habia señales de sus leguas, que eran como los mojones d'España con que parten los términos, salvo que son mayores y mejor hechos los de acá. A estos tales llaman topos, y uno dellos es una legua y media de Castilla[46].

Entendido de la manera que iban hechos los caminos y la grandeza dellos, diré con la facilidad que eran hechos por los naturales, sin que les recreciese muerte ni trabajo demasiado; y era, que determinado por algun rey que fuese hecho alguno destos caminos tan famosos, no era menester muchas provisiones ni requerimientos ni otra cosa que decir el rey, hágase esto, porque luego los veedores iban por las provincias marcando la tierra y los indios que habia de[47] una á otra, á los cuales mandaba que hiciesen los tales caminos; y así, se hacian desta manera, que una provincia hacia hasta otra á su costa y con sus indios, y en breve tiempo lo dejaban como se lo pintaba; y otras hacian lo mismo, y áun, si era necesario, á un tiempo se acababa gran parte del camino, ó todo él; y si allegaban á los despoblados, los indios de la tierra adentro questaban más cercanos, venian con vituallas y herramientas á los hacer, de tal manera, que con mucha alegría y poca pesadumbre era todo hecho; porque no les agraviaban en un punto, ni los Incas ni sus criados les metian en nada.

Sin todo esto, se hicieron grandes calzadas de excelente edificio, como es la que pasa por el valle de Xaquixaguana, y sale de la ciudad del Cuzco, y va por el pueblo de Muhina. Destos caminos reales habia muchos en todo el reyno, así por la sierra como por los llanos. Entre todos, cuatro se tienen por los más importantes, que son los que salian de la ciudad del Cuzco, de la misma plaza della, como crucero, á las provincias del reino, como tengo escripto en la Primera parte desta Crónica, en la fundacion del Cuzco[48]; y por tenerse en tanto los señores, cuando salian por estos caminos, sus personas reales con la guarda convenible iban por uno, y por otro la demás gente; y áun en tanto tuvieron su poderío, que muerto uno de ellos, el hijo, habiendo de salir á alguna parte larga, se le hacia camino por sí mayor y más ancho que el de su antecesor; mas esto era si salia [á] alguna conquista el tal rey, ó á hacer cosa digna de tal memoria que se pudiese decir que por aquello era más largo el camino que para él se hizo. Y esto vemos claro, porque yo he visto junto á Vilcas tres ó cuatro caminos; y áun una vez me perdí por el uno, creyendo que iba por el que agora se usa; y á estos llaman, al uno camino del Inca Yupanqui, y al otro de Tupac Inca; y el que agora se usa y usará para siempre, es el que mandó hacer Huaina Capac, que llegó acerca del rio de Angasmayo, al Norte, y al Sur, mucho adelante de lo que agora llamamos Chile; caminos tan largos, que habia de una parte á otra más de mill y doscientas leguas.

CAP. XVI.—Cómo y de qué manera se hacian las cazas reales por los Señores del Perú.

En la primera parte[49] conté ya cómo en este reino del Perú habia suma grandísima de ganado doméstico y bravo, urcos, carneros y pacos, vicunias y ovejas, llamas, en tanta manera, que así lo poblado como lo que no lo era andaba lleno de grandes manadas; porque por todas partes habia y hay excelentes pastos para que bien se pudiese criar. Y es de saber, que aunque habia tanta cantidad, era mandado por los reyes, que so graves penas, ninguno osase matar ni comer hembra ninguna, y si lo quebrantaban, luego eran castigados, y con este temor no lo osaban comer. Multiplicábanse tanto, ques de no creer lo mucho que habia en el reino cuando los españoles entraron en él; y lo principal porquesto se mandaba, es porque hobiese abasto de lanas para hacer ropas; porque, cierto, en muchas partes, si faltase del todo este ganado, no sé cómo podrian las gentes guarecerse del frio, por la falta que tenian de lanas para hacer ropas. Y así, con esta órden, eran muchos los depósitos que por todas partes habia llenos de ropa, así para la gente de guerra, como para los demás naturales; y la más desta ropa se hacia de la lana del ganado de los guanacos y vicunias.

Y cuando el Señor queria hacer alguna caza real, es de oir lo mucho que se mataba y tomaba á manos de hombres; y tal dia hubo, que se tomó más de treinta mill cabezas de ganado; mas cuando el rey lo tomaba por pasatiempo y salia para ello de propósito, poníanle las tiendas en el lugar que á él le parescia; porque como fuese en lo alto de la serranía, en ninguna parte dejaba de haber este ganado y tanto como habemos dicho; de donde, habiéndose ya juntado cincuenta ó sesenta mill personas, ó cien mill, si mandado les era, cercaban los breñales y campañas de tal manera, que con el ruido que iban haciendo en el resonido de sus voces, bajaban de los altos á lo más llano; en donde poco á poco se vienen juntando unos hombres con otros, hasta quedar asidos de las manos, y en el redondo que con sus propios cuerpos hacian, está la caza detenida y represada, y el Señor puesto á la parte que á él más le place, para ver la matanza que della se hace; y entrando otros indios con unos que se llaman ayllos, ques para prender por los piés, y otros con bastones y porras, comienzan de tomar y matar; y como hay tan gran cantidad de ganado detenido y entre ellos tantos de los guanacos, que son algunos mayores que pequeños asnillos, largos de pescuezos, como camellos, procuran la salida, echando por la boca la roña que tienen[50], en los rostros de los hombres, y con hender por donde pueden con grandes saltos. Y cierto, se dice ques cosa despanto ver el ruido tan grande que tienen los indios por les tomar, y el estruendo que ellos hacen para salir, tanto, que se oye gran trecho de donde pasa. Y si el rey quiere matar alguna caza sin entrar en la rueda questá hecha, lo hace como á él le place[51].

Y en estas cazas reales se gastaban muchos dias; y muerta tanta cantidad de ganado, luego se mandaba por los veedores llevar la lana de todo ello á los depósitos ó á los templos del sol, para que las mamaconas entendiesen en hacer ropas finísimas para los reyes, que lo eran tanto, que parescian de sargas de seda, y con colores tan perfectos cuanto se puede afirmar. La carne de esto que sacaban, della comian los que estaban allí con el rey, y della se secaba al sol[52], para tener puesta en los depósitos, para proveimiento de la gente de guerra; y todo este ganado se entiende que era de lo montesino, y no ninguno de lo doméstico. Tomábase entre ellos muchos venados y biscachas, raposas y algunos osos y leones pequeños.

CAP. XVII.—Que trata la órden que tenian los Incas, y cómo en muchos lugares hacian de las tierras estériles fértiles, con el proveimiento que para ello daban.

Una de las cosas de que más se tiene envidia á estos señores, es entender cuán bien supieron conquistar tan grandes tierras y ponellas, con su prudencia, en tanta razon como los españoles las hallaron, cuando por ellos fué descubierto este nuevo reyno; y de questo sea así muchas veces me acuerdo yo, estando en alguna provincia indómita fuera destos reynos, oir luego á los mismos españoles: "Yo seguro, que si los Incas anduvieran por aquí, que otra cosa fuera esto;" es decir, no conquistaron los Incas esto como lo otro, porque supieran servir y tributar. Por manera, que, cuanto á esto, conocida está la ventaja que nos hacen, pues con su órden las gentes vivian con ella y crecian en multiplicacion, y de las provincias estériles hacian fértiles y abundantes, en tanta manera y por tan galana órden como se dirá.

Siempre procuraron de hacer por bien las cosas y no por mal en el comienzo de los negocios; despues, algunos Incas hicieron grandes castigos en muchas partes; pero antes, todos afirman que fué grande la benevolencia y amicicia con que procuraban el atraer á su servicio estas gentes. Ellos salian del Cuzco con su gente y aparato de guerra y caminaban con gran concierto hasta cerca de donde habian de ir y querian conquistar, donde muy bastantemente se informaban del poder que tenian los enemigos y de las ayudas que podian tener y de qué parte les podrian venir favores, y por qué camino; y esto entendido por ellos, procuraban por las vías á ellos posibles, estorbar que no fuesen socorridos, ora con dones grandes que hacian, ora con resistencias que ponian; entendiendo, sin esto, de mandar hacer sus fuertes, los cuales eran en cerros ó laderas, hechos en ellos ciertas cercas altas y largas, con su puerta cada una, porque perdida la una, pudiesen pasarse á la otra, y de la otra hasta lo más alto. Y enviaban escuchas de los confederados para marcar la tierra y ver los caminos y conoscer del arte questaban aguardando, y por donde habia mas mantenimiento; y sabiendo por el camino que habian de llevar y la órden con que habian de ir, enviábales mensajeros propios, con los cuales les enviaba decir quel queria tenerlos por parientes y aliados, por tanto, que con buen ánimo y corazon alegre, saliesen á lo recebir y recibirlo en su provincia, para que en ella le sea dada la obediencia, como en las demás; y por que lo hagan con voluntad, enviaba presentes á los señores naturales.

Y con esto, y con otras buenas maneras que tenian, entraron en muchas tierras sin guerra, en las cuales mandaba á la gente de guerra que con él iba, que no hiciesen daño ni injuria ninguna, ni robo, ni fuerza; y si en esta provincia no habia mantenimientos, mandaba que de otras partes se proveyese; porque á los nuevamente venidos á su servicio no les paresciese, desde luego, pesado su mando y conocimiento, y el conocelle y aborrecelle fuese en un tiempo. Y si en alguna destas provincias no habia ganado, luego mandaba que le diesen por cuenta tantas mill cabezas, lo cual mandaban que mirasen mucho y con ello multiplicasen, para proveerse de lana para sus ropas; y que no fuesen osados de comer ni matar ninguna cria por los años y tiempo que le señalaba. Y si habia ganado y tenian de otra cosa falta, era lo mismo; y si estaban en collados y breñales, bien les hacian entender con buenas palabras, que hiciesen pueblos y casas en lo más llano de las sierras y laderas; y como muchos no eran diestros en cultivar las tierras, avezábanles como lo habian de hacer, emponiéndoles en que supiesen sacar acequias y regar con ellas los campos.

En todo lo sabian proveer tan acertadamente, que cuando entraba por amistad alguno de los Incas en provincias de estas, en breve tiempo quedaba tal, que parescia otra, y los naturales, le daban la obidiencia, consintiendo que sus delegados quedasen en ellas, y lo mismo los mitimaes. En otras muchas que entraron de guerra y por fuerza de armas, mandábase que en los mantenimientos y casas de los enemigos se hiciese poco daño, diciéndoles el Señor: "presto serán estos nuestros como los que ya lo son." Como esto tenian conocido, procuraban que la guerra fuese la mas liviana que ser pudiese, no embargante que en muchos lugares se dieron grandes batallas, porque todavía los naturales dellos querian conservarse en la libertad antigua, sin perder sus costumbres y religion por tomar otras extrañas; más durando la guerra, siempre habian los Incas lo mejor, y vencidos, no los destruyan de nuevo, antes mandaban restituir los presos, si algunos habia, y el despojo y ponerlos en posesion de sus haciendas y señorío, amonestándoles que no quieran ser locos en tener contra su persona real competencias ni dejar su amistad, antes quisieran ser sus amigos, como lo son los comarcanos suyos. Y diciendo esto, dábanles algunas mujeres hermosas y piezas ricas de lana ó de metal de oro.

Con estas dádivas y buenas palabras, habia las voluntades de todos, de tal manera, que sin ningun temor los huidos á los montes se volvian á sus casas, y todos dejaban las armas; y el que mas vezes via al Inca, se tenia por bien aventurado y dichoso.

Los señoríos nunca los tiraban á los naturales. A todos mandaban unos y otros que por Dios adorasen el sol; sus demás religiones y costumbres no se las proivian, pero mandábanles que se gobernasen por las leyes y costumbres que usaban en el Cuzco, y que todos hablasen la lengua general.

Y puesto gobernador por el Señor con guarniciones de gente de guerra, parten para lo de adelante; y si estas provincias eran grandes, luego se entendia en edificar templo del sol, y colocar las mujeres que ponian en los demás, y hacer palacios para los señores; y cobraban los tributos que habian de pagar, sin llevarles nada demasiado, ni agravialles en cosa ninguna, encaminándoles en su pulicía y en que supiesen hacer edificios, traer ropas largas, y vivir concertadamente en sus pueblos; á los cuales, si algo les faltaba, de que tuviesen necesidad, eran proveidos y enseñados como lo habian de sembrar y beneficiar. De tal manera se hacia esto, que sabemos en muchos lugares que no habia ganado, lo hubo y mucho desdel tiempo que los Incas lo sojuzgaron; y en otros que no habia maíz, tenello despues sobrado. Y en todo lo demás andaban como salvages, mal vestidos y descalzos, y desde que conocieron á estos señores, usaron de camisetas, lazos y mantas, y las mujeres lo mismo, y de otras buenas cosas; tanto, que para siempre habrá memoria de todo ello. Y en el Collao y en otras partes mandó pasar mitimaes á la sierra de los Andes, para que sembrasen maíz y coca, y otras frutas y raíces, de todos los pueblos la cantidad conviniente; los cuales con sus mujeres vivian siempre en aquella parte donde sembraban, y cogian tanto de lo que digo, que se sentia poco la falta, por traer mucho destas partes y no haber pueblo ninguno, por pequeño que fuese, que no tuviese destos mitimaes. Adelante trataremos cuantas suertes habia destos mitimaes, y [que] hacian los unos y entendian los otros.

CAP. XVIII.—Que trata la órden que habia en el tributar las provincias á los reyes, y del concierto que en ello se tenia.

Pues en el capítulo pasado escribí la manera que en sus conquistas los Incas tuvieron, será bien decir en éste cómo tributaban tantas naciones, y cómo en el Cuzco se entendia lo que venia de los tributos; pues es cosa muy notoria y entendida, ningun pueblo de la sierra ni valle de los llanos dejó de pagar el tributo de derrama que le era impuesto por los que para ello tenian cargo; y aun tal provincia hubo, que diciendo los naturales no tener con que pagar tributo, les mandó el rey que cada persona de toda ella fuese obligada de le dar cada cuatro meses un cañuto algo grande lleno de piojos vivos, lo cual era industria del Inca, para emponellos y avisallos en el saber tributar, y contribuir; y así, sabemos que pagaron su tributo de piojos algunos dias, hasta que, habiéndoles mandado dar ganado, procurar de lo criar, y hacer ropas, y buscar con que tributar para el tiempo de adelante.

Y la órden que los orejones del Cuzco y los más señores naturales de la tierra dicen que se tenia en el tributar, era esta: que desde la ciudad del Cuzco, el que reinaba, enviaba algunos principales criados de su casa á visitar por el uno de los cuatro reales caminos que salen de aquella ciudad, que ya tengo escripto[53] llamarse Chincha Suyo el uno, en el cual entran las provincias que hay hasta Quito, con todos los llanos de Chincha para abajo hácia el Norte; y el segundo se llama Conde Suyo, ques donde se incluyen las regiones y provincias questán hácia la mar del Sur y muchas de la serranía; al tercero llaman Colla Suyo, ques por donde contaron todas las provincias que hay hácia la parte del Sur hasta Chile. El último camino llaman Ande Suyo[54]; por este van á todas las tierras questán en las montañas de los Andes, que se estiende en las faldas y vertientes dellas.

Pues como el Señor quisiese saber lo que habian de tributar todas las provincias que habia del Cuzco hasta Chile, camino tan largo, como muchas veces he dicho, mandaba salir, como digo, personas fieles y de confianza, las cuales iban de pueblo en pueblo mirando el traje de los naturales y posibilidad que tenian, y la grosedad de la tierra, ó si en ellas habia ganados, ó metales, ó mantenimientos, ó de las demás cosas quellos querian y estimaban; lo cual mirado con mucha diligencia, volvian á dar cuenta al Señor de todo ello; el cual mandaba hacer Córtes generales y que acudiesen á ellas los principales del reino; y estando allí los señores de las provincias que le habian de tributar, les hablaba amorosamente, que pues le tenian por solo Señor y monarca de tantas tierras y tan grandes, que tuviesen por bien, sin recibir pesadumbre, de le dar los tributos debidos á la persona real, el cual él queria que fuesen moderados y tan livianos, que ellos fácilmente lo pudiesen hacer. Y respondídole conforme á lo que él deseaba, tornaban á salir de nuevo con los mesmos naturales algunos orejones á imponer el tributo que habian de dar; el cual era en algunas partes más que el que dan los españoles en este tiempo; pero con la órden tan grande que se tenia en lo de los Incas, era para no sentirlo la gente, y crecer en multiplicacion; y con la desorden y demasiada codicia de los españoles, se fueron disminuyendo en tanta manera, que falta la mayor parte de la gente, y del todo se acabara de consumir por su codicia y avaricia que los más, ó todos, acá tenemos, si la misericordia de Dios no lo remediara con permitir que las guerras hayan cesado, ques cierto se han de tener por azotes de su justicia, y que la tasacion se haya hecho de tal manera y moderacion, que los indios con ella gozan de gran libertad y son señores de sus personas y haciendas, sin tener más pecho ni subsidio que pagar cada pueblo lo que le ha sido puesto por tasa. Estotra de adelante. Un poco más largo[55].

Visitando los que por los Incas son enviados las provincias, entrando en una, en donde ven por los quipos la gente que hay, asi hombres como mujeres, viejos é niños, en ella[56], y mineros de oro ó plata, mandaban á la tal provincia, que puestos en las minas tantos mill indios, sacasen de aquellos metales la cantidad que les señalaban, mandando que lo diesen y entregasen á los veedores que para ello ponian; y porque en el inter que andaban sacando plata los indios que eran señalados, no podian beneficiar sus heredades y campos, los mismos Incas ponian por tributo á otras provincias que les viniesen á les hacer la sementera á sus tiempos y coyuntura; de tal manera, que no quedase por sembrar; y si la provincia era grande, della mesma salian indios á cojer metales y á sembrar y labrar las tierras; y mandábase, que si estando en las minas adolesciese alguno de los indios, que luego se fuese á su casa y viniese otro en su lugar; mas que ninguno cojiese metales que no fuese casado, para que sus mujeres le adrezasen el mantenimiento y su brevaje; y sin esto, se guardaba de enviar mantenimientos bastantes á estos tales. De tal manera se hacia, que aunque toda su vida estuvieran en las minas, no lo tuvieran por gran trabajo; ni ninguno moria por darselo demasiado. Y sin todo esto, en el mes le era permitido dejar de trabajar algunos dias, para sus fiestas y solazes; y no unos [mismos] indios estaban á la continua en los mineros, sino de tiempo á tiempo los mandaban, saliendo unos y entrando otros.

Tal manera tuvieron los Incas en esto, que les sacaban tanto oro y plata en todo el reino, que debió de haber año que les sacaron más de cincuenta mill arrobas de plata, y más de quince mill de oro, y siempre sacaban destos metales para servicio suyo. Y estos metales eran traidos á las cabeceras de las provincias, y de la manera y con la órden con que los sacaban en las unas, los sacaban en las otras, de todo del reino; y si no habia metal que sacar en otras tierras, para que pudiesen contribuir, echaban pechos y derramas de cosas menudas, y de mugeres y muchachos; los cuales se sacaban del pueblo sin ninguna pesadumbre, porque si un hombre tenia un solo hijo ó hija, este tal no le tomaban, pero si tenia tres ó cuatro, tomábales una para pagar el servicio.

Otras tierras contribuian con tantas mill cargas de maíz como en ella habia casas, lo cual se daba cada cosecha[57] y á costa de la misma provincia. En otras regiones proveian por la mesma órden de tantas cargas de chuño[58] seco como los otros hacian de maíz; lo cual hacian otros, y contribuian de quínua[59] y de las otras raíces. En otros lugares daban cada uno tantas mantas como indios en él habia casados, y en otros tantas camisetas como eran cabezas. En otros se echaba por imposicion que contribuyesen con tantas mill cargas de lanzas, y otras con hondas y ayllos con todas las demás armas que ellos usan. A otras provincias mandaban que diesen tantos mill indios puestos en el Cuzco, para que hiciesen los edificios públicos de la ciudad y los de los reyes, proveyéndoles de mantenimiento necesario. Otros tributaban maromas para llevar las piedras; otros tributaban coca. De tal manera se hacia esto, que desde lo más menudo hasta lo más importante les tributaban á los Incas todas las provincias y comarcas del Perú; en lo cual hobo tan grande órden, que ni los naturales dejaban de pagar lo ya debido é impuesto, ni los que cojian los tales tributos osaban llevar un grano de maíz demasiado. Y todo el mantenimiento y cosas pertenecientes para el proveimiento de la guerra, que se contribuian, se despendia en la gente de guerra ó en las guarniciones ordinarias questaban puestas en partes del reino, para la defensa dél. Y cuando no habia guerra, lo más de todo lo comian y gastaban los pobres, porque estando los reyes en el Cuzco, ellos tenian sus anaconas[60], que es nombre de criado perpétuo, y tantos, que bastaban á labrar sus heredades y sus casas y sembrar tanto mantenimiento que bastase, sin lo que para su plato se traia de las comarcas siempre, muchos corderos y aves, y pescado, y maíz, coca, raíces, con todas las frutas que se cogen. Y tal órden habia en estos tributos que los naturales los pagaban, y los Incas se hallaban tan poderosos, que no tenian guerra ninguna que se recreciese.

Para saber cómo y de qué manera se pagaban los tributos y se cogian las otras derramas, cada guata, que es nombre de año, despachaba ciertos orejones como juezes de comision, porque no llevaban poder de más de mirar las provincias y avisar á los moradores si alguno estaba agraviado lo dijese y se quejase, para castigar á quien le hubiese hecho alguna sinjusticia; y recibidas las quejas, si las habia, ó entendido si en alguna parte algo se dejaba por pagar, daba la vuelta al Cuzco, de donde salia otro con poder para castigar quien tuviese culpa. Sin esta diligencia, se hacia otra mayor, que era, que de tiempo á tiempo parecian los principales de las provincias, donde el dia que á cada nacion le era permitido hablar, proponia delante del Señor el estado de la provincia y la necesidad ó hartura que en ella habia, y el tributo si era mucho ó poco, ó si lo podian pagar ó no; á lo cual eran despachados á su voluntad, estando ciertos los señores Incas que no mentian, sino que les decian la verdad; porque si habia cautela, hacian gran castigo y acrecentaban el tributo. Las mugeres que daban las provincias, dellas las traian al Cuzco para que lo fuesen de los reyes, y dellas dejaban en el templo del sol.

CAP. XIX.—De cómo los reyes del Cuzco mandaban que se tuviese cuenta en cada año con todas las personas que morian y nacian en todo su reino, y cómo todos trabajaban y ninguno podia ser pobre con los depósitos.

Para muchos efectos concuerdan los orejones que en el Cuzco me dieron la relacion, que antiguamente, en tiempo de los reyes Incas, se mandaba por todos los pueblos y provincias del Perú, que los señores principales y sus delegados supiesen cada año los hombres y mugeres que habian sido muertos, y todos los que habian nacido; porque así para la paga de los tributos, como para saber la gente que habia para la guerra y la que podia quedar por defensa del pueblo, convenia que se tuviese ésta; la cual fácilmente podian saber, porque cada provincia, en fin del año, mandaba asentar en los quipos por la cuenta de sus nudos todos los hombres que habian muerto en ella en aquel año, y por el [con] siguiente los que habian nacido. Y por principio del año que entraba, venian con los quipos al Cuzco, por donde se entendia, así los que en aquel año habian nacido, como los que faltaban por ser muertos. Y en esto habia gran verdad y certidumbre, sin en nada haber fraude ni engaños. Y entendido esto, sabian el Señor y los gobernadores los indios que destos eran pobres y las mugeres que eran viudas, y si bien podian pagar los tributos, y cuánta gente podia salir para la guerra; y otras muchas cosas que para entre ellos se tenian por muy importantes.

Y como sea este reino tan largo, como en muchos lugares de esta escriptura tengo dicho, y en cada provincia principal habia número grande de depósitos llenos de mantenimientos y de otras cosas necesarias y provechosas para el provehimiento de los hombres; si habia guerra, gastábase, por donde quiera que iban los reales, de lo questaba en estos aposentos, sin tocar en lo que los confederados suyos tenian, ni allegar á cosa ninguna que en sus pueblos hobiese; y si no habia guerra, toda la multitud de mantenimientos que habia, se repartia por los pobres y por las viudas. Estos pobres habian de ser los que eran viejos demasiadamente, los que eran cojos, mancos ó tollidos, ó toviesen otras enfermedades; porque si estaban sanos, ninguna cosa les mandaban dar. Y luego eran tornados á hinchir los depósitos con los tributos que eran obligados á dar; y si por caso venia algun año de mucha esterilidad, mandaban así mesmo abrir los depósitos y prestar á las provincias los mantenimientos necesarios; y luego, en el año que hobiese hartura, lo daban y volvian por su cuenta y medida cierta. Aunque los tributos que á los Incas se daban no sirvieran para otras cosas que para las dichas, era bien empleado, pues tenian su reino tan harto y bien proveido.

No consentian que ninguno fuese haragan y anduviese hurtando el trabajo de otros, sino á todos mandaban trabajar. Y así, cada señor, en algunos dias, iba á su chácara y tomaba el arado en las manos y aderezaba la tierra, trabajando en otras cosas. Y aún los mismos Incas lo hacian, puesto que era por dar buen ejemplo de sí; porque se habia de tener por entendido, que no habia de haber ninguno tan rico que por serlo quisiese baldonar y afrentar al pobre; y con su órden no habia ninguno que lo fuese en toda su tierra, porque, teniendo salud, trabajaba y no le faltaba, y estando sin ella, de sus depósitos le proveian de lo necesario. Ni ningun rico podia traer más arreo ni ornamento de los pobres, ni diferenciar el vestido y traje, salvo á los señores y curacas, que estos, por la dignidad suya, podian usar de grandes franquezas y libertades, y lo mesmo los orejones, que entre todas las naciones eran jubilados.

CAP. XX.—De cómo habia gobernadores puestos en las provincias, y de la manera que tenian los reyes, cuando salian á visitarlas, y cómo tenian por armas unas culebras ondadas con unos bastones.

Por muy cierto se averigua de los reyes deste reino, en el tiempo de su señorio y reinado tuvieron en todas las cabeceras de las provincias,—como eran Vilcas, Xauxa, Bombon, Caxamalca, Guancabamba, Tomebamba, Latacunga[61], Quito, Carangui; y por la otra parte del Cuzco, hácia el Mediodia, Hatuncana, Hatuncolla, Ayavire, Chuquiabo, Chucuito, Paria, y otros que van hasta Chile,—sus delegados; porque en estos lugares habia mayores aposentos y mas primos que en otros muchos pueblos deste gran reino, y muchos depósitos; y eran como cabezas de provincias ó de comarcas, porque de tantas á tantas leguas venian los tributos á una destas cabeceras, y de tantas á tantas, iba á otra; habiendo en esto tanta cuenta, que ningun pueblo dejaba de tener conocido á donde habia de acudir. Y en todas estas cabeceras tenian los reyes templos del sol y casa de fundicion y muchos plateros, que no entendian en todo el tiempo en más que en labrar ricas piezas de oro, ó grandes vasijas de plata; y habia mucha gente de guarnicion, y, como dije, mayordomo mayor ó delegado que estaba sobre todos, y á quien venia la cuenta de lo que entraba, y el que era obligado á la dar de lo que salia. Y estos tales gobernadores no podian entremeterse en mandar en la jurisdiccion agena y que tenia á cargo otro como él; mas en donde él estaba, si habia algun escándalo y alboroto, tenia poder para castigarlo, y más si era cosa de conjuracion ó de levantarse algun tirano, ó de querer negar la obidiencia al rey; porque es cierto que toda la fuerza estaba en estos gobernadores. Y si los Incas no cayeran en ponerlos y en que hubiese los mitimaes, muchas veces se levantaran los naturales y esimieran de sí el mando real; pero con tantas gentes de guerra y tanto proveimiento de mantenimientos, no podian, si entre todos, los unos y los otros, no hobiese trama de traicion ó levantamiento; lo cual habia pocas veces, porque estos gobernadores que se ponian, eran de gran confianza, y todos orejones y que los más dellos tenian sus chácaras, que son heredades, en la comarca del Cuzco, y sus casas y parientes; y si alguno no salia bastante para gobernar lo que tenia á cargo, luego le era quitado el mando y puesto otro en su lugar.

Y estos, si en algunos tiempos venian al Cuzco á negocios privados ó particulares con los reyes, dejaban en sus lugares tenientes, no á los que ellos querian, sino á los que sabian que harian[62] con más fidelidad lo que les quedaba mandado, y más á servicio de los Incas. Y si alguno destos gobernadores ó delegados moria en su presidencia, los naturales, cómo y de qué habia muerto con mucha presteza enviaban la razon ó probanza dello al Señor, y aun los cuerpos de los muertos llevaban por el camino de las postas, si vian que convenia. Lo que tributaba cada término destas cabeceras y contribuian los naturales, así oro, como plata, y ropa y armas, con todo lo demás que ellos daban, lo entregaban por cuenta á los camayos que tenian los quipos, los cuales hacian en todo lo que por este les era mandado en lo tocante á despender estas cosas con la gente de guerra, ó repartillo con quien el Señor mandaba, ó de llevallo al Cuzco; pero cuando de la ciudad del Cuzco venian á tomar la cuenta, ó á que la fuesen á dar al Cuzco, los mesmos contadores con los quipos la daban ó venian á la dar á donde no podia haber fraude, sino todo habia de estar cabal. Y pocos años se pasaban sin dar cuenta y razon de todas estas cosas.

Tenian gran autoridad estos gobernadores y poder bastante para formar ejércitos y juntar gente de guerra, si súpitamente se recresciese alguna turbacion ó levantamiento, ó que viniese alguna gente extraña por alguna parte á dar guerra; y eran delante del Señor honrados y favorecidos; y desto se quedaron, cuando entraron los españoles, muchos dellos con mando perpétuo en provincias. Yo conozco algunos dellos y estar ya tan aposesionados, que sus hijos heredan lo que era de otros.

Cuando en tiempo de paz salian los Incas á visitar su reino, cuentan que iban por él con gran magestad, sentados en ricas andas, armadas sobre unos palos lisos, largos, de maderas excelentes, engastonadas en oro y en argentería; y de las andas salian dos arcos altos, hechos de oro, engastonados en piedras preciosas, y caian unas mantas algo largas por todas las andas, de tal manera, que las cubrian todas; y si no era queriendo el que iba dentro, no podia ser visto, ni alzaban las mantas sino era cuando entraba y salia; tanta era su estimacion. Y para que le entrase aire y él pudiese ver el camino, habia en las mantas hechos algunos agujeros. Por todas partes destas andas habia riqueza, y en algunas estaban esculpidos el sol y la luna, y en otras unas culebras grandes ondadas, y unos como bastones que las atravesaban;—esto traian por insinia[63], por armas;—y estas andas las llevaban en hombros de señores los mayores y más principales del reino, y aquel que más con ellas andaba, aquel se tenia por más honrado y por más favorecido.

En redor de las andas y á la hila iba la guarda del rey con los archeros y alabarderos, y delante iban cinco mill honderos, y detrás venian otros tantos lanceros, con sus capitanes, y por los lados del camino y por el mesmo camino, iban corredores fieles descubriendo lo que habia y avisando la ida del Señor; y acudia tanta gente por lo ver, que parecia que todos los cerros y laderas estaban llenos della; y todos le daban sus bendiciones alzando alaridos y grita grande á su usanza; llamándoles "Ancha hatun apu, intipchuri, canqui zapallaapu tucuy pacha ccampa uyay sullull[64]"; que en nuestra lengua dirá: "Muy grande y poderoso Señor, hijo del sol, tú sólo eres Señor, todo el mundo te oya en verdad." Y sin esto le decian otras cosas más alto; tanto, que poco faltaba para le adorar por Dios.

Todo el camino iban indios limpiando, de tal manera, que ni yerba ni piedra no parescia, sino todo limpio y barrido. Andaba cada dia cuatro leguas, ó lo que él queria; paraba lo que era servido, para entender el estado de su reino; oia alegremente á los que con quejas le venian, remediando y castigando á quien hacian injusticia. Los que con ellos iban, no se desmandaban á nada ni salian del camino un paso. Los naturales proveian de lo necesario, sin lo cual lo habia tan cumplido en los depósitos, que sobraba, y ninguna cosa faltaba. Por donde iba, salian muchos hombres y mugeres y muchachos á servir personalmente en lo que les era mandado; y para llevar las cargas, los de un pueblo las llevaban hasta otro, de donde los unos las tomaban, y los otros las dejaban; y como era un dia, y cuando mucho dos, no lo sentian, ni dello recebian agravio ninguno. Pues yendo el señor desta manera, caminaba por su tierra el tiempo que le placia, viendo por sus ojos lo que pasaba, y proveyendo lo que entendia que convenia: que todo era cosas grandes é importantes; lo cual hecho, daba la vuelta al Cuzco, principal ciudad de todo su imperio.

CAP. XXI.—Cómo fueron puestas las postas en este reino.

Era tan grande el reino del Perú, que mandaban los Incas lo ya muchas veces dicho desde Chile hasta Quito, y áun del rio de Maule hasta el de Angasmayo; y si estando el rey en el un cabo destos, hobiera de ser informado de lo que pasaba en el otro con quien anduviera por jornadas, aunque fueran grandes, fuera una cosa muy larga; porque, á cabo de haber andado mill leguas, ya seria sin tiempo lo que se habia de proveer, si conviniera, ó remediar otros negocios de gobernacion. En fin, por esto, é por en todo acertar á gobernar las provincias, los Incas inventaron las postas, que fué lo mejor que se pudo pensar ni imaginar; y esto á sólo Inca Yupanqui se debe, hijo que fué de Viracocha Inga, padre de Tupac Inca, segun dél publican los cantares de los indios, y afirman los orejones. No sólo lo de las postas inventó Inca Yupanqui, que otras cosas grandes hizo, como iremos relatando. Y así, desde el tiempo de su reinado, por todos los caminos reales fueron hechas de media legua á media legua, poco más ó ménos, casas pequeñas bien cubiertas de paja é madera, y entre las sierras estaban hechas por las laderas y peñascos de tal manera, que fueron los caminos llenos destas casas pequeñas de trecho á trecho, como es dicho de suso. Y mandóse que en cada una dellas estuviesen dos indios con bastimentos, y que estos indios fuesen puestos por los pueblos comarcanos, y que no estuviesen estantes, sino, de tiempo á tiempo, que fuesen unos y viniesen otros; y tal órden hobo en esto, que no fué menester más de mandarlo para nunca dejarlo de hacer mientras los Incas reinaron.

Por cada provincia se tenia cuidado de poblar las postas que caian en sus términos, y lo mismo hacian en los desiertos campos y sierras de nieve los que estaban más cerca del camino. Y como fuese necesario dar aviso en el Cuzco ó en otra parte á los reyes de alguna cosa que hobiese sucedido ó que conviniese á su servicio, salian de Quito ó de Tomebanba, ó de Chile ó de Caranqui, ó de otra parte cualquiera de todo el reino, así de los llanos como de las sierras, y con demasiada presteza andaban al trote sin parar aquella media legua; porque los indios que allí ponian y mandaban estar, de creer es que serian ligeros y los más sueltos de todos. Y como llegaba junto á la otra posta, comenzaba á apellidar al que está en ella y á le decir: "Parte luego, y ve á tal parte, y avisa desto y esto que ha acaecido, ó desto y esto que tal gobernador hace saber al Inca." Y así como el que está lo ha oido, parte con mayor priesa, y entra, el que viene, á descansar en la casilla, y á comer y beber de lo que siempre en ella está, y el que va corriendo hace lo mesmo.

De tal manera se hacia esto, que en breve tiempo sabian á trescientas leguas, y quinientas, y ochocientas, y más y ménos, lo que habia pasado ó lo que convenia proveer y ordenar. Y con tanto secreto usaban de sus oficios estos que residian en las postas, que por ruego ni amenaza jamás contaban lo que iban á avisar, aunque el aviso hobiese ya pasado adelante. Y por tales caminos, así de sierras ásperas como de montañas bravas, como de promontorios de nieves y secadales de pedregales llenos de abrojos y de espinas de mill naturas, ván estos caminos, que se puede tener por cierto y averiguado, que en caballos ligeros ni mulas no pudiera ir la nueva con más velocidad que estos correos de pié; porque ellos son muy sueltos, y andaba más uno de ellos en un dia, que anduviera en tres un correo á caballo ó á mula; y no digo siempre un indio, sino cómo y de la órden quellos tenian, que era andar uno media legua, y otro otra media legua. Y es de saber, que nunca por tormenta ni por cosa que sucediese, habia de estar posta ninguna despoblada, sino en ella los indios que digo, los cuales, ántes que de allí se fuesen, eran venidos otros á quedar en su lugar.

Y por esta manera eran avisados los señores de todo lo que pasaba en todo su reino y señorío, y proveian lo que más les parescia convenir á su servicio. En ninguna parte del mundo no se lee que se haya hallado tal invençion, aunque sé que, desbaratado Xerxes el Grande, fué la nueva así, por hombres de pié, en tiempo breve. Y cierto fué esto de las postas, muy importante en el Perú, y que se vé bien por ello cuán buena fué la gobernacion de los señores dél. Y hoy dia están en muchas partes de las sierras, junto á los caminos reales, algunas casas destas en donde estaban las postas, y por ellas vemos ser verdad lo que se dice. Y aun tambien he visto yo algunos topos, que son, como atrás dije, á manera de mojones de términos, salvo que estos de acá son grandes y mejor hechos, y era por donde contaban sus leguas, y tiene cada uno legua y media de Castilla.

CAP. XXII.—Cómo se ponian los mitimaes, y cuántas suertes dellos habia, y cómo eran estimados por los Incas.

En este capítulo quiero escrebir lo que toca á los indios que llaman mitimaes, pues en el Perú tantas cosas dellos se cuentan, y tanto por los Incas fueron honrados y privilegiados y tenidos, despues de los orejones, por los más nobles de las provincias; y esto digo, porque en la Historia, que llaman, de Indias, está escripto por el autor, que estos mitimaes eran esclavos de Huaina Capac[65]. En estos descuidos caen todos los que escriben por relacion y cartapacios, sin ver ni saber la tierra de donde escriben, para poder afirmar la verdad.

En la mayor parte de las provincias del Perú, ó en todas ellas, habia y aun hay de estos mitimaes[66], y tenemos entendido que hobo tres maneras ó suertes dellos; lo cual convino grandemente para la sustentacion[67] dél y para su conservacion, y áun para su poblacion; y entendido cómo y de qué manera estaban puestos estos mitimaes y lo que hacian y entendian, conocerán los letores cómo supieron los Incas acertar en todo para la gobernacion de tantas tierras y provincias como mandaron.

Mitimaes llaman á los que son traspuestos de una tierra en otra; y la primera manera ó suerte de mitimaes mandada poner por los Incas, era, que despues que por ellos habia sido conquistada alguna provincia ó traida nuevamente á su servicio, tuvieron tal órden para tenella segura, y para que con brevedad los naturales y vecinos della supiesen cómo la habian de servir y de tener, y para desde luego entendiesen lo demás que entendian y sabian sus vasallos de muchos tiempos, y para que estuviesen pacíficos y quietos, y no todas veces tuviesen aparejo de se rebelar, y si por caso se tratase dello, hobiese quien lo estorbase,—trasmutaban de las tales provincias la cantidad de gente que della parecia convenir que saliese; á los cuales mandaban pasar á poblar otra tierra del temple y manera de donde salian, si fria fria, si caliente caliente, en donde les daban las tierras y campos y casas tanto y más como dejaron; y de las tierras y provincias que de tiempo largo tenian pacíficas y amigables y que habian conoscido voluntad para su servicio, mandaban salir otros tantos ó más y entremetellos en las tierras nuevamente ganadas y entre los indios que acababan de sojuzgar, para que dependiesen dellos las cosas arriba dichas, y los impusiesen en su buena órden y pulicía, para que, mediante este salir de unos y entrar de otros, estuviese todo seguro con los gobernadores y delegados que se ponian, segun y como digimos en los capítulos de atrás.

Y conosciendo los Incas cuánto se siente por todas las naciones dejar sus patrias y naturalezas propias, porque con buen ánimo tomasen aquel destierro, es averiguado que honraban á estos tales que se mudaban, y que á muchos dieron brazaletes de oro y de plata y ropas de lana y de pluma y mugeres, y eran privilegiados en otras muchas cosas; y así, entre ellos habia espías que siempre andaban escuchando lo que los naturales hablaban é intentaban, de lo cual daban aviso á los delegados, ó con priesa grande iban al Cuzco á informar dello al Inca. Con esto, todo estaba seguro y los mitimaes temian á los naturales y los naturales á los mitimaes, y todos entendian en obedecer y servir llanamente. Y si en los unos ó en los otros habia motines ó tramas ó juntas, hacianse grandes castigos; porque los Incas, algunos dellos fueron vengativos y castigaban sin templanza y con gran crueldad.

Para este efecto estaban puestos los unos mitimaes, de los cuales sacaban muchos para ovejeros y rabadanes de los ganados de los Incas y del sol, y otros para roperos, y otros para plateros, y otros para canteros y para labradores, y para debujar y esculpir y hacer bultos; en fin, para lo que más le mandaban y dellos requerian servir. Y tambien mandaban que de los pueblos fuesen á ser mitimaes á las montañas de los Andes, á sembrar maíz y criar la coca y beneficiar los árboles de fruta, y proveer de la[68] que faltaba en los pueblos donde con los frios y con las nieves no se pueden dar ni sembrar estas cosas.

Para el segundo efecto que los mitimaes se pusieron, fué, porque los indios de las fronteras de los Andes, como son Chunchos y Moxos Cheriguanaes, que los más dellos tienen sus tierras á la parte de Levante á la decaida de las sierras, y son gentes bárbaras y muy belicosas, y que muchos dellos comen carne humana, y que muchas veces salieron á dar guerra á los naturales de acá y les destruyan sus campos y pueblos, llevando presos los que dellos podian; para remedio desto, habia en muchas partes capitanías y guarniciones ordinarias, en las cuales estaban algunos orejones. Y porque la fuerza de la guerra no estuviese en una nacion, ni presto supiesen concertarse para alguna rebelion ó conjuracion, sacaban para soldados destas capitanías, mitimaes de las partes y provincias que convenian, los cuales eran llevados á donde digo, y tenian sus fuertes, que son pucaraes, para defenderse, si tuviesen necesidad; y proveian de mantenimiento á esta gente de guerra, del maíz y otras cosas de comida que los comarcanos proveian de sus tributos y derramas que les eran echadas; y la paga que se les hacia, era, en algunos tiempos mandalles dar algunas ropas de lana y plumas ó braceletes de oro y de plata á los que se mostraban más valientes; y tambien les daban mujeres de las muchas que en cada provincia estaban guardadas en nombre del Inca; y como todas las más eran hermosas, teníanlas y estimábanlas en mucho. Sin esto les daban otras cosas de poco valor; lo cual tenian cargo de proveer los gobernadores de las provincias, porque tenian mando y poder sobre los capitanes á quien estos mitimaes obedecian. Y sin las partes dichas, tenian algunas destas guarniciones en las fronteras de los Chachapoyas y Bracamoros, y en el Quito, y en Caranque, que es adelante del Quito, al Norte, junto á la provincia que llaman de Popayan, y en otras partes donde seria menester, así en Chile como en los llanos y sierras.

La otra manera de poner mitimaes era más extraña; porque, aunque esotras son grandes, no es novedad poner capitanes y gente de guarnicion en fronteras, puesto que hasta agora no ha faltado quien así lo haya acertado á hacer; y era, que si por caso, andando conquistando la tierra de sierras ó valles ó campaña ó en ladera aparejada para labranza y crianza, y que fuese de buen temple y fértil, que estuviese desierta y despoblada, que fuese como he dicho y teniendo las partes que he puesto, luego con mucha presteza mandaban que de las provincias comarcanas que tuviesen el mismo temple que aquellas, para la sanidad de los pobladores, que viniesen tantos que bastasen á poblarlas, á los cuales luego repartian los campos, proveyéndolos de ganados y mantenimientos todo lo que habian menester, hasta tener fructo de sus cosechas; y tan buenas obras se hacian á estos tales, y tanta diligencia en ello mandaba poner el rey, que en breve tiempo estaba poblado y labrado y tal, que era gran contento verlo. Y desta manera se poblaron muchos valles en los llanos y pueblos en la serranía de los que los Incas vian, como de los que por relacion sabian haber en otras partes; y á estos nuevos pobladores, por algunos años no les pedian tributo ni ellos lo daban, ántes eran proveidos de mujeres y coca y mantenimientos, para que con mejor voluntad entendieren en sus poblaciones.

Y desta manera habia en estos reinos, en los tiempos de los Incas, muy poca tierra que pareciese fertil que estuviese desierta, sino todo tan poblado como saben los primeros chripstianos que en este reino entraron. Que por cierto no es pequeño dolor contemplar, que siendo aquellos Incas gentiles é idólatras, tuviesen tan buena órden para saber gobernar y conservar tierras tan largas, y nosotros, siendo chripstianos, hayamos destruido tantos reinos; porque, por donde quiera que han pasado chripstianos conquistando y descubriendo, otra cosa no parece sino que con fuego se va todo gastando. Y háse de entender, que la ciudad del Cuzco tambien estaba llena de gentes estranjeras, todo de industria; porque habiendo muchos linages de hombres, no se conformasen para levantamiento ni otra cosa que fuese deservicio del rey; y [de] esto hoy dia están en el Cuzco Chachapoyas y Cañares y de otras partes, de los que han quedado de los que allí se pusieron.

Tiénese por muy cierto de los mitimaes, que [se] usaron desde Inca Yupanqui, el que puso las postas, y el primero que entendió [en] engrandecer el templo de Curicancha, como se dirá en su lugar; y aunque otros algunos indios dicen que fueron puestos estos mitimaes desde el tiempo de Viracocha Inga, padre de Inca Yupanqui, podrálo creer quien quisiere, que yo hice tanta averiguacion sobre ello, que torno [á] afirmar haberlo inventado Inca Yupanqui; y así lo creo y tengo para mí; y con tanto, pasemos adelante.

CAP. XXIII.—Del gran concierto que se tenia cuando salian del Cuzco para la guerra los Señores, y cómo castigaban los ladrones.

Conté en los capítulos de atrás de la manera que salia el Señor á visitar el reino, para ver y entender las cosas que en él pasaban; y agora quiero dar á entender al lector cómo salian para la guerra y la órden que en ello se tenia. Y es, que como estos indios son todos morenos y alharaquientos y que en tanto se parecen los unos á otros, como hoy dia vemos los que con ellos tratamos; para quitar inconvenientes y que los unos á los otros se entendiesen, porque si no era cuando algunos orejones andaban visitando las provincias, nunca en ninguna dejaron de hablar en lengua natural, puesto que por la ley que lo ordenaba eran obligados á saber la lengua del Cuzco, y en los reales era lo mesmo, y lo que es en todas partes; pues está claro, que si el Emperador tiene un campo en Italia, y hay españoles, tudescos, borgoñones, flamencos é italianos, que cada nacion hablará en su lengua;—y por esto, se usaba en todo este reino, lo primero, de las señales en las cabezas diferentes las unas de otras; porque si eran Yuncas[69], andaban arrebozados como gitanos[70]; y si eran Collas, tenian unos bonetes como hechura de morteros, hechos de lana; y si Canas; tenian otros bonetes mayores y muy anchos; los Cañares traian unas coronas de palo delgado como aro de cedazo; los Guancas unos ramales que les caian por debajo de la barba, y los cabellos entrenchados; los Canchis[71] unas vendas anchas coloradas ó negras por encima de la frente; por manera, que así estos como todos los demás, eran conocidos por estas [señales] que tenian por insinia[72], que era tan buena y clara, que aunque hobiera juntos quinientos mill hombres, claramente se conoscieran los unos á los otros. Y hoy dia, donde vemos junta de gente, luego decimos, estos son de tal parte, y estos de tal parte; que por esto, como digo, eran unos de otros conocidos.

Y los reyes, para que en la guerra, siendo muchos, no se embarazasen y desordenasen, tenian esta órden: que en la gran plaza de la cibdad del Cuzco estaba la piedra de la guerra, que era grande, de la forma y hechura de un pan de azúcar, bien engastonada y llena de oro; y salia el rey con sus consejeros y privados á donde mandaba llamar á los principales y caciques de las provincias, [para saber] de los cuales los que entre sus indios eran más valientes, para señalar por mandones y capitanes; y sabido, se hacia el nombramiento; que era, que un indio tenia cargo de diez, y otro de cincuenta, y otro de ciento, y otro de quinientos, é otro de mill, é otro de cinco mill, y otro de diez mill; y estos que tenian estos cargos, era cada uno de los indios de su patria, y todos obedecian al capitan general del rey. Por manera, que siendo menester enviar diez mill hombres [á] algun combate ó guerra, no era menester más de abrir la boca y mandarlo, y si cinco mill[73], por el consiguiente; y lo mesmo para descubrir el campo, y para escuchas y rondas, á los que tenian menos gente. Y cada capitanía llevaba su bandera, y unos eran honderos, y otros lanceros, y otros peleaban con macanas, y otros con ayllos y dardos, y algunos con porras.

Salido el Señor del Cuzco, habia grandísima órden, aunque fuesen con él trescientos mill hombres; iban con concierto por sus jornadas de tambo á tambo, á donde hallaban proveimiento para todos, sin que nada faltase, é muy cumplido, é muchas armas y alpargates y toldos para la gente de guerra, y mugeres é indios para servirlos y llevarles sus cargas de tambo á tambo, á donde habia el mesmo proveimiento y abasto de mantenimiento; y el Señor se alojaba y la guarda estaba junto á él, y la demás gente se aposentaba en la redonda en los muchos aposentos que habia; y siempre iban haciendo bailes y borracheras, alegrándose los unos á los otros.

Los naturales de las comarcas por donde pasaban, no habian de ausentarse ni dejar de proveer lo acostumbrado y servir con sus personas á los que iban á guerra, sopena de que eran castigados en mucho; y los soldados y capitanes, ni los hijos de los mismos Incas, eran osados á les hacer ningun mal tratamiento ni robo ni insulto, ni forzaban á muger ninguna, ni les tomaban una sola mazorca de maíz; y si salian deste mandamiento y ley de los Incas, luego les daban pena de muerte; y si alguno habia hurtado, lo azotaban harto más que en España, é muchas veces le daban pena de muerte. Y haciéndolo ansí, en todo habia razon y órden, y los naturales no osaban dejar de servir y proveer á la gente de guerra bastantemente, y los soldados tampoco querian roballos ni hacelles mal, temiendo el castigo. Y si habia algunos motines ó conjuraciones ó levantamientos, los principales y más movedores llevaban al Cuzco á buen recaudo, donde los metian en una cárcel que estaba llena de fieras, como culebras, víboras, tigres, osos, y otras sabandijas malas; y si alguno negaba, decian que aquellas serpientes no le harian mal, y si mentia, que le matarian; y este desvarío tenian y guardaban por cierto. Y en aquella espantosa cárcel tenian siempre, por delitos que hecho habian, mucha gente, los cuales miraban de tiempo á tiempo; y si su suerte tal habia sido que no le hobiesen mordido [á] algunos dellos, sacábanlos, mostrando grande lástima, y dejábanlos volver á sus tierras. Y tenian en esta cárcel carceleros los que bastaban para la guarda della, y para que tubiesen cuidado de dar de comer á los que se prendian, y áun á las malas sabandijas que allí tenian. Y cierto, yo me reí bien de gana cuando en el Cuzco oí que solia haber esta cárcel, y aunque me dijeron el nombre, no me acuerdo, y por eso no lo pongo[74].

CAP. XXIV.—Cómo los Incas mandaron hacer á los naturales pueblos concertados, repartiendo los campos en donde sobrello podrian haber debates, y cómo se mandó que todos generalmente hablasen la lengua del Cuzco.

En los tiempos pasados, ántes que los Incas reinasen, es cosa muy entendida que los naturales destas provincias no tenian los pueblos juntos como ahora los tienen, sino fortalezas con sus fuertes, que llaman pucaraes[75], de donde salian á se dar los unos á los otros guerra; y así siempre andaban recatados y vivian con grandísimo trabajo y desasosiego. Y como los Incas reinaron sobre ellos, paresciéndoles mal esta órden y la manera que tenian en los pueblos, mandáronles, procurándolo en unas partes con halagos y en otras con amenazas, y en todos lugares con dones que les hacian, á que tuvieren por bien de no vivir como salvajes, mas ántes, como hombres de razon, asentasen sus pueblos en los llanos y laderas de las sierras juntos en barrios, como y de la manera que la disposicion de la tierra lo ordenase; y desta manera, los indios, dejados los pucaraes que primeramente tenian, ordenaron sus pueblos de buena manera, así en los valles de los llanos, como en la serranía y llanura de Collao; y para que no tuviesen enojo sobre los campos y heredades, los mismos Incas les repartieron los términos, señalando lo que cada uno habia de tener, en donde se puso límites, para conocimiento de los que habian y despues dellos nasciesen. Esto claro lo dicen los indios hoy dia, y á mí me lo dijeron en Xauxa, á donde dicen que uno de los Incas les repartia entre unos y otros los valles y campos que hoy tienen, con la cual órden se han quedado y quedarán. Y por muchos lugares destos que estaban en la sierra, iban echadas acequias sacadas de los rios con mucho primor y grande ingenio de los que las sacaron; y todos los pueblos, los unos y los otros, estaban llenos de aposentos y depósitos de los reyes, como en muchos lugares está dicho.

Y entendido por ellos cuán gran trabajo seria caminar por tierra tan larga y á donde á cada legua y á cada paso habia nueva lengua, y que seria gran dificultad el entender á todos por interpretes, escogiendo lo más seguro, ordenaron y mandaron, so graves penas que pusieron, que todos los naturales de su imperio entendiesen y supiesen la lengua del Cuzco generalmente, así ellos como sus mujeres; de tal manera, que aun la criatura no hobiese dejado el pecho de su madre, cuando le comenzasen á mostrar la lengua que habia de saber. Y aunque al principio fué dificultoso, y muchos se pusieron en no querer deprender más lenguas de las suyas propias, los reyes pudieron tanto, que salieron con su intencion, y ellos tovieron por bien de cumplir su mandado; y tan de veras se entendió en ello, que en el tiempo de pocos años se sabia y usaba una lengua en más de mill y doscientas leguas; y aunque esta lengua se usaba, todos hablaban las suyas, que eran tantas, que aunque lo escribiese no lo creerian.

Y como saliese un capitan del Cuzco ó alguno de los orejones á tomar cuenta ó residencia, ó por juez de comision, entre algunas provincias, ó para visitar lo que le era mandado, no hablaba en otra lengua que la del Cuzco, ni ellos con él. La cual es muy buena, breve y de gran comprehension y abastada de muchos vocablos, y tan clara, que en pocos dias que yo la traté, supe [lo] que me bastaba para preguntar muchas cosas por donde quiera que andaba. Llaman al hombre en esta lengua luna [runa], y á la mujer guarare [huarmi], y á el padre yaya, y al hermano[76] guayqui [huauque], y á la hermana[77] nana [ñaña], y á la luna quilla, y al mes por el consiguiente, y al año guata, y al dia pinche [punchau], y á la noche tota [tuta], y á la cabeza llaman oma y á los orejas lile [rinri], y á los ojos naui [ñahui], y á las narices sunga [zenca ó singa] y los dientes queros [quiru], y á los brazos maqui y á las piernas chaqui.

Estos vocablos solamente pongo en esta Corónica, porque agora veo que para saber la lengua que antiguamente se usó en España, andan variando, atinando unos á uno y otros á otro; porque los tiempos que han de venir, es sólo para Dios saber los sucesos que han de tener; por tanto, para si algo viniere que enfrie ó haga olvidar lengua que tanto cundió y por tanta gente se usó, que no estén vacilando cuál fué la primera ó la general, ó de dónde salió, ó lo que sobre esto más se desea. Y con tanto, digo que fué mucho beneficio para los españoles haber esta lengua, pues podian con ella andar por todas partes, en algunas de las cuales ya se vá perdiendo.

CAP. XXV.—Cómo los Incas fueron limpios del pecado nefando y de otras fealdades que se han visto en otros príncipes del mundo.

En este reino del Perú, pública fama es entre todos los naturales dél, cómo en algunos pueblos de la comarca de Puerto Viejo se usaba el pecado nefando de la sodomia,—y tambien en otras tierras habria malos cómo en las demás del mundo. Y notaré de esto una gran virtud destos Incas, porque, siendo señores tan libres y que no tenian á quién dar cuenta, y ni habia ninguno tan poderoso entre ellos que se la tomase, y que en otra cosa no entendian las noches y los dias que en darse á lujuria con sus mujeres, y otros pasatiempos;—y jamás se dice ni cuenta que ninguno dellos usaba el pecado susodicho, ántes aborrecian á los que lo usaban, teniéndolos en poco como á viles apocados, pues en semejante suciedad se gloriaban. Y no solamente en sus personas no se halló este pecado, pero ni áun consentian estar en sus casas ni palacios ningunos que supiesen que lo usaban; y áun sin todo esto, me parece que oí decir, que si por ellos era sabido de alguno que tal pecado hubiese cometido, castigaban[le] con tal pena, que fuese señalado y conocido entre todos. Y en esto no hay que dudar, sino ántes se ha de creer que en ninguno dellos cupo tal vicio, ni de los orejones, ni de otras muchas naciones; y los que han escripto generalmente de los indios, condenándolos en general en este pecado, afirmando que son todos sodométicos, han acargádose en ello y, cierto, son obligados á desdecirse, pues ansí han querido condenar tantas naciones y gentes, que son harto más limpios en esto de lo que yo puedo afirmar. Porque, dejando aparte lo de Puerto Viejo, en todo el Perú no se hallaron estos pecadores, sino como es en cada cabo y en todo lugar uno, ó seis, ó ocho, ó diez, y estos, que de secreto se daban á ser malos; porque los que tenian por sacerdotes en los templos, con quien es fama que en los dias de fiesta se ayuntaban con ellos los señores, no pensaban ellos que cometian maldad ni que hacian pecado, sino por sacrificio y engaño del Demonio se usaba[78]. Y aun que por ventura podria ser que los Incas inorasen que tal cosa en los templos se cometiese; [y] puesto que disimulaban algo, era por no hacerse mal quistos, y con pensar que bastaba que ellos mandasen por todas partes adorar el sol y á los más sus dioses, sin entremeterse en proibir religiones y costumbres antiguas, que es á par de muerte á los que con ellas nascieron quitárselas.

Y aun tambien tenemos por entendido, que antiguamente, ántes que los Incas reinasen, en muchas provincias andaban los hombres como salvajes, y los unos salian á se dar guerra á los otros, y se comian como agora hacen los de la provincia de Arma y otros de sus comarcas; y luego que reinaron los Incas, como gente de gran razon y que tenian santas y justas costumbres y leyes, no solamente ellos no comian aquel manjar, porque de otros muchos ha sido y es muy estimado, pero pusiéronse en quitar tal costumbre á los que con ellos trataban, y de tal manera, que en poco tiempo se olvidó y totalmente se tiró, que en todo su señorío, que era tan grande, no se comian ya de muchos años ántes. Los que agora han sucedido, muestran que en ello les vino beneficio notable de los Incas, por no imitar ellos á sus pasados en comer aqueste manjar, en los sacrificios de hombres y niños.

Publican unos y otros,—que aún, por ventura, algun escriptor destos que de presto se arroja lo escribirá,—que mataban, habia dias de sus fiestas, mill ó dos mill niños y mayor número de indios; y esto y otras cosas son testimonio que nosotros los españoles levantamos á estos indios, queriendo con estas cosas que dellos contamos, encubrir nuestros mayores yerros y justificar los malos tratamientos que de nosotros han recebido. No digo yo que no sacrificaban y que no matavan hombres y niños en los tales sacrificios; pero no era lo que se dice ni con mucho. Animales y de sus ganados sacrificaban, pero criaturas humanas menos de lo que yo pensé, y harto, segund contaré en su lugar.

Así que, tengo sabido por dicho de los orejones antiguos, que estos Incas fueron limpios en este pecado, y que no usaban de otras costumbres malas de comer carne humana, ni andar envueltos en vicios públicos, ni eran desordenados, antes ellos á sí propios se corregian. Y si Dios permitiera que tuvieran quien con celo de chripstiandad, y no con ramo de codicia, en lo pasado les dieran entera noticia de nuestra sagrada religion, era gente en quien bien imprimiera, segund vemos por lo que agora con la buena órden que hay se obra. Pero, dejemos lo que se ha hecho, á Dios, quél sabe por que; y en lo que de aquí adelante se hiciere, supliquémosle nos dé su gracia, para que paguemos en algo á gentes que tanto debemos y que tan poco nos ofendió para haber sido molestados de nosotros, estando el Perú y las demás Indias tantas leguas d'España, y tantos mares en medio.

CAP. XXVI.—De cómo tenian los Incas consejeros y ejecutores de la justicia, y la cuenta que tenian en el tiempo.

Como la ciudad del Cuzco era la más principal de todo el Perú, y en ella residian lo más del tiempo los reyes, tenian en la misma ciudad muchos de los principales del pueblo que eran entre todos los más avisados y entendidos, para sus consejeros; porque todos afirman, que ántes que intentasen cosa ninguna y de importancia, lo comunicaban con estos tales, allegando su parecer á los más votos; y para la gobernacion de la ciudad, y que los caminos estuviesen seguros, y por ninguna parte se hiciesen ningunos insultos ni latrocinios, de los más reputados[79] destos, nombraban para que siempre anduviesen castigando á los que fuesen malos; y para esto, andaban siempre mucho por todas partes. De tal manera entendian los Incas en proveer justicia, que ninguno osaba hacer desaguisado ni hurto. Esto se entiende cuanto á lo tocante á los que andaban hechos ladrones, ó forzaban mujeres, ó conjuraban contra los reyes; porque en lo demás, muchas provincias hobo que tuvieron sus guerras unos con otros, y del todo no pudieron los Incas apartallos dellas.

En el rio que corre junto al Cuzco se hacia la justicia de los que allí se prendian ó de otra parte traian presos, á donde les cortaban las cabezas y les daban muerte de otras maneras, como á ellos les agradaba. Los motines y conjuraciones castigaban mucho, y más que á todos, los que eran ladrones y tenidos ya por tales; los hijos y mujeres de los cuales eran aviltados y tenidos por á rentados entre ellos mismos.

En cosas naturales alcanzaron mucho estos indios, así en el movimiento del sol como en el de la luna; y algunos indios decian habia cuatro cielos grandes, y todos afirman que el asiento y silla del gran Dios Hacedor del mundo es en los cielos. Preguntándoles yo muchas veces si alcanzan quel Mundo se ha de acabar, se ríen; y sobre esto saben poco, y si algo saben, es lo que Dios permite quel Demonio les diga. A todo el Mundo llaman Pacha, conociendo la vuelta quel sol hace, y las crecientes y menguantes de la luna. Contaron el año por ello, al cual llaman guata, y lo hacen de doce lunas, teniendo su cuenta en ello; y usaron de unas torrecillas pequeñas, que agora están muchas por los collados del Cuzco algo cuidadas[80], para por la sombra quel sol hacia en ellas, entender en sementeras y en lo que ellos más sobre esto entienden. Y estos Incas miraban mucho en el cielo y en las señales dél, lo cual tambien pendia de ser ellos tan grandes agoreros. Cuando las estrellas corren, grande es la grita que hacen y el mormullo que unos con otros tienen.

CAP. XXVII.—Que trata la riqueza del templo de Curicancha y de la veneracion que los Incas le tenian.

Concluido con algunas cosas que para mi propósito convienen que se escriban, volveremos luego con grand brevedad á contar la sucesion de los reyes que hobo hasta Guascar; y agora quiero decir del grande, riquísimo y muy nombrado templo de Curicancha, que fué el más principal de todos estos reinos.

Y es público entre los indios, ser este templo tan antiguo como la mesma ciudad del Cuzco; más de que Inca Yupanqui, hijo de Viracocha Inga, lo acrescentó en riquezas y paró tal como estaba cuando los chrisptianos entraron en el Perú; y lo más del tesoro fué llevado á Caxamarca por el rescate de Atahuallpa, como en su lugar diremos. Y dicen los orejones, que despues de haber pasado la dudosa guerra que tuvieron los vecinos del Cuzco con los Chancas, que agora son señores de la provincia de Andaguaylas, que como de aquella vitoria que dellos tuvieron quedase Inca Yupanqui tan estimado y nombrado, de todas partes acudian señores á le servir, haciéndole las provincias grandes servicios de metales de oro y plata; porque, en aquellos tiempos, habia grandes mineros y vetas riquísimas; y viéndose tan rico y poderoso, acordó de ennoblecer la Casa del Sol,—que en su lengua llaman Indeguaxi [Intihuasi], y por otro nombre la llamaban Curicancha, que quiere decir cercado de oro,—y acrecentalla con riqueza. Y por que todos los que esto vieren ó leyeren acaben de conocer cuán rico fué el templo que hobo en el Cuzco y el valor de los que edificaron y en él hicieron tan grandes cosas, porné aquí la memoria dél, segund que yo ví é oí á muchos de los primeros chripstianos que oyeron á los tres[81] que vinieron desde Caxamarca, que [le] habian visto; aunque los indios cuentan tanto dello y tan verdadero, que no es menester otra probanza.

Tenia este templo en circuito más de cuatrocientos pasos, todo cercado de una muralla fuerte, labrado todo el edificio de cantería muy excelente de fina piedra muy bien puesta y asentada, y algunas piedras eran muy grandes y soperbias; no tenian mezcla de tierra ni cal, sino con el betun que ellos suelen hazer sus edificios, y están tan bien labradas estas piedras, que no se le parece mezcla ni juntura ninguna. En toda España no he visto cosa que pueda compararse á estas paredes y postura de piedra, sino la torre que llaman la Calahorra, questá junto con la puente de Córdoba, y á una obra que ví en Toledo, cuando fuí á presentar la Primera parte de mi Corónica al príncipe don Felipe, ques el hospital que mandó hacer el arzobispo de Toledo Tavera[82]; y aunque algo se parecen estos edificios á los que digo, los otros son más primos, digo cuanto á las paredes y á las piedras estár primísimamente labradas y asentadas con tanta sotilidad; y esta cerca estaba derecha y muy bien trazada. La piedra me pareció ser algo negra y tosca y excelentísima[83]. Habia muchas puertas, y las portadas muy bien labradas; á media[84] pared, una cinta de oro de dos palmos de ancho y cuatro dedos de altor. Las portadas y puertas estaban chapadas con planchas de este metal. Más adentro estaban cuatro casas no muy grandes labradas desta manera, y las paredes de dentro y de fuera chapadas de oro, y lo mesmo el enmaderamiento, y la cobertura era paja que servia por teja. Habia dos escaños en aquella pared, en los cuales daba el sol en saliendo, y estaban las piedras sotilmente horadadas y puestas en los agujeros muchas piedras preciosas y esmeraldas. En estos escaños se sentaban los reyes, y si otro lo hacia, tenia pena de muerte.

A las puertas destas casas estaban puestos porteros que tenian cargo de mirar por las vírgenes, que eran muchas hijas de señores principales, las más hermosas y apuestas que se podian hallar; y estaban en el templo hasta ser viejas; y si alguna tenia conocimiento con varon, la mataban ó la enterraban viva, y lo mesmo hacian á él. Estas mujeres eran llamadas mamaconas; no entendian en más de tejer y pintar ropa de lana para servicio del templo y en hacer chicha, que es el vino que hacen, de que siempre tenian llenas grandes vasijas.

En la una destas casas, que era la más rica, estaba la figura del sol, muy grande, hecha de oro, obrada muy primamente, engastonada en muchas piedras ricas; y estaban en aquélla algunos de los bultos de los Incas pasados que habian reinado en el Cuzco, con gran multitud de tesoros.

A la redonda deste templo habia muchas moradas pequeñas de indios questaban diputados para servicio dél, y habia un cercuito donde metian los corderos blancos y los niños y hombres que sacrificaban. Tenian un jardin que los terrones eran pedazos de oro fino, y estaba artificiosamente sembrado de maizales, los cuales eran [de] oro, así las cañas dello como las hojas y mazorcas; y estaban tan bien plantados, que aunque hiciesen recios vientos no se arrancaban. Sin todo esto tenian hechas más de veinte ovejas de oro con sus corderos, y los pastores con sus hondas y cayados, que las guardaban, hechos deste metal. Habia mucha cantidad de tinajas de oro y de plata y esmeraldas, vasos, ollas y todo género de vasijas, todo de oro fino. Por otras paredes tenian esculpidas y pintadas otras mayores cosas. En fin, era uno de los ricos templos que hubo en el mundo.

El gran sacerdote, llamado Vilaoma [Villac Umu], tenia su morada en el templo, y con los sacerdotes hacia los sacrificios ordinarios con grandes supersticiones, segund su costumbre. A las fiestas generales iba el Inca á se hallar presente á los sacrificios, y se hacian grandes fiestas. Habia dentro en la casa y templo más de treinta trojes de plata, en que echaban el maíz, y tenia este templo muchas provincias que contribuian con tributos para su servicio. En algunos dias era visto el Demonio por los sacerdotes, y daba respuestas vanas y conformes á el que las daba.

Otras muchas cosas pudiera decir deste templo, que dejo, porque me parece que basta lo dicho para que se entienda cuán grande cosa fué; porque no trato de la argentería, chaquira, plumaje de oro y otras cosas, que si las escribiera, no fueran creidas. Y, lo que tengo dicho, aún viven chripstianos que vieron la mayor parte dello, que se llevó á Caxamaca para el rescate de Atahualpa; pero mucho escondieron los indios y está perdido y enterrado. Aunque todos los Incas habian adornado este templo, en tiempo de Inca Yupanqui se acrecentó de tal manera, que cuando murió y Tupac-Inca, su hijo, hobo el imperio, quedó en esta perficion.

CAP. XXVIII.—Que trata los templos que sin este se tenian por más principales, y los nombres que tenian.

Muchos fueron los templos que hobo en este reino del Perú, y algunos se tienen por muy antiguos, porque fueron fundados ántes, con muchos tiempos, que los Incas reinasen, así en la serrania de los altos, como en la serrania (así) de los llanos; y reinando los Incas, se edificaron de nuevo otros muchos en donde se hacian sus fiestas é sacrificios. Y porque hacer mencion de los templos que habia en cada provincia en particular, seria cosa muy larga y prolija, determino de contar en este lugar solamente los que tuvieron por más eminentes é principales. Y así, digo, que despues del templo de Curicancha, era la segunda guaca de los Incas el cerro de Guanacaure, que está á vista de la ciudad, y era por ellos muy frecuentado y honrado por lo que algunos dicen quel hermano del primer Inca se convertió en aquel lugar en piedra, al tiempo que salian de Pacaritambo [Pacarec Tampu], como al principio se contó. Y habia en este cerro antiguamente oráculo por donde el maldito Demonio hablaba; y estaba enterrado á la redonda suma de grande tesoro, y en algunos dias se sacrificaban hombres y mujeres, á los cuales, antes que fuesen sacrificados, los sacerdotes les hacian entender que habian de ir á servir [á] aquel Dios que allí adoraban, allá en la gloria que ellos fingian con sus desvaríos que tenian; y así, teniéndolo por cierto los que habian de ser sacrificados, los hombres se ponian muy galanos y ataviados con sus ropas de lana fina, y llautos de oro, y patenas, y brazaletes, y sus oxotas con sus correas de oro; y despues de haber oido el parlamento que los mentirosos de los sacerdotes les hacian, les daban á beber mucho de su chicha con grandes vasos de oro, y solenizaban [con] cantares el sacrificio, publicando en ellos, que, por servir á sus dioses, ofrecian sus vidas de tal suerte, teniendo por alegre recebir en su lugar la muerte. Y habiendo bien endechado estas cosas, eran ahogados por los ministros, y puestos en los hombros sus quipes[85] de oro y un jarrillo de lo mesmo en la mano, los enterraban á la redonda del oráculo, en sus sepulturas. Y á estos tales tenian por santos canonizados entre ellos, creyendo sin duda ninguna que estaban en el cielo sirviendo á su Guanacaure. Las mujeres que sacrificaban iban vestidas asimismo ricamente con sus ropas finas de colores y de pluma, y sus topos de oro, y sus cucharas, y escudillas y platos, todo de oro; y así aderezadas, despues que han bien bebido, las ahogaban y enterraban, creyendo, ellas y los que las mataban, que iban á servir á su diablo ó Guanacaure. Y hacíanse grandes bailes y cantares, cuando se hacian semejantes sacrificios questos. Tenian este ídolo, donde estaba el oráculo, con sus chácaras, yanaconas, y ganados, y mamaconas, y sacerdotes que se aprovechaban de lo más dello.

El tercero oráculo y guaca de los Incas era el templo de Vilcanota, bien nombrado en estos reinos, y á donde, permitiéndolo nuestro Dios y Señor, el Demonio tuvo grandes tiempos poder grande y hablaba por boca de los falsos sacerdotes, que para servicio de los ídolos en él estaban. Y estaba este templo de Vilcanota poco más de veinte leguas del Cuzco, junto al pueblo de Chungara; y fué muy venerado y estimado y que se ofrecieron muchos dones y presentes, así por los Incas y señores, como por los ricos hombres de las comarcas [de] donde venian á sacrificar; y tenia sus sacerdotes y mamaconas y sementeras, y casi cada año se hacian en este templo ofrendas de la capacocha, que es lo que luego diré. Dábase grande crédito á lo que el Demonio decia por sus respuestas, y á tiempos, se hacian grandes sacrificios de aves y ganados y otros animales.

El cuarto templo estimado y frecuentado por los Incas y naturales de las provincias, fué la guaca de Ancocagua, donde tambien habia oráculo muy antiguo y tenido en gran veneracion. Estaba pegado con la provincia de Hátun Cana, y á tiempos iban de muchas partes con grand veneracion á este demonio á oir sus vanas respuestas; y habia en él grand suma de tesoros, porque los Incas y todos los demás los ponian allí. Y dícese tambien, que sin los muchos animales que sacrificaban á este diablo, que ellos tenian por dios, hacian lo mesmo de algunos indios é indias, así y como conté que se usaba en el cerro de Guanacaure. Y que hobiese en este templo la riqueza que se dice, tiénese por verdad, porque despues de haber los españoles ganado al Cuzco con más de tres años, y haber los sacerdotes y caciques alzado los grandes tesoros que todos estos templos tenian, oí decir que un español llamado Diego Rodríguez Elemosin (así) sacó desta guaca más de treinta mill pesos de oro; y sin esto se ha hallado más, y todavía hay noticia de haber enterrado grandísima cantidad de plata y oro en partes que no hay quien lo sepa, si Dios no, y nunca se sacarán si no fuera acaso ó de ventura.

Sin estos templos, se tuvo otro por tan estimado y frecuentado como ellos, y más, que habia por nombre la Coropuna, que es en la provincia de Condesuyo, en un cerro muy grande cubierto á la contina de nieve que de invierno y de verano no se quita jamás. Y los reyes del Perú con los más principales dél visitaban este templo, haciendo presentes y ofrendas como á los ya dichos; y tiénese por muy cierto, que de los dones y capacocha que á este templo se le hizo, habia muchas cargas de oro y plata y pedrería enterrado en partes que dello no se sabe, y los indios escondieron otra suma grande que estaba para servicio del ídolo y de los sacerdotes y mamaconas, que tambien tenia muchos el templo[86]; y como haya tan grandes nieves, no suben á lo alto, ni saben atinar á donde están tan grandes tesoros. Mucho ganado tenia este templo, y chácaras y servicio de indios y mamaconas. Siempre habia en él gente de muchas partes, y el Demonio hablaba aquí más sueltamente que en los oráculos dichos, porque á la contina daba mill respuestas, y no á tiempos, como los otros. Y áun agora en este tiempo, por algun secreto de Dios, se dice que andan por aquella parte diablos visiblemente, que los indios los ven y dellos reciben grand temor. Y á chrisptianos he yo oido que han visto los mesmos en figura de indios y aparecérseles y desaparecérseles en breve espacio de tiempo. Algunas veces sacrificaban mucho en este oráculo, y así mataban muchos ganados y aves, y algunos hombres y mujeres.

Sin estos oráculos, habia el de Aperahua, en donde por el troncon de un árbol respondia el oráculo, y que junto á él se halló cantidad de oro; y el de Pachacama, ques de los Yuncas, y otros muchos, así en la comarca de Andesuyo, como en la de Chinchasuyo y Omasuyo, y otras partes deste reino, de los cuales pudiera decir algo más; mas, pues que lo dije en la Primera parte[87], que trata de las fundaciones, no trataré desto más que de los oráculos, los que tenian más devocion todos los Incas con las demás naciones, sacrificaban algunos hombres y mujeres y mucho ganado; y á donde no habia este crédito, no derramaban sangre humana ni mataban hombres, sino ofrecian oro y plata. A las guacas que tenian en ménos, que eran como ermitas, ofrecian chaquira y plumas y otras cosas menudas y de poco valor. Esto digo, porque la opinion que los españoles tenemos en afirmar que en todos los templos sacrificaban hombres, es falsa; y esto es la verdad segund lo que yo alcancé, sin tirar ni poner más de lo que yo entendí y para mí tengo por cierto.

CAP. XXIX.—De cómo se hacia la Capaccocha y cuánto se usó entre los Incas, lo cual se entiende dones y ofrendas que hacian á sus ídolos.

En este lugar entra bien, para que se entienda, lo de la capaccocha, pues todo era tocante al servicio de los templos ya dichos y de otros; y por noticia que se tiene de indios viejos que son vivos y vieron lo que sobre esto pasaba, escribiré lo que de ello tengo entendido que es verdad. Y así, dicen que se tenia por costumbre en el Cuzco, por los reyes, que cada año hacian venir á aquella ciudad á todas las estatuas[88] y bultos de los ídolos que estaban en las guacas, que eran los templos donde ellos adoraban; las cuales eran traidas con mucha veneracion por los sacerdotes y camayos dellas, ques nombre de guardianes; y como entrasen en la ciudad, eran recebidas con grandes fiestas y procesiones y aposentadas en los lugares que para aquello estaban señalados y establecidos; y habiendo venido de las comarcas de la ciudad, y áun de la mayor parte de las provincias, número grande de gente, así hombres como mujeres, el que reinaba, acompañado de todos los Incas y orejones, cortesanos y principales de la ciudad, entendian en hacer grandes fiestas y borracheras y táquis.

Ponian en la plaza del Cuzco la gran maroma de oro que la cercaba toda, y tantas riquezas y pedrería, cuanto se puede pensar por lo que se ha escripto de los tesoros questos reyes poseian; lo cual pasado, se entendia en lo que todos los años por ellos se usaba, que era, questas estátuas y bultos y sacerdotes se juntaban para saber por boca dellos el suceso del año, si habia de ser fértil, ó si habia de haber esterilidad; si el Inca tenia larga vida, ó si por caso moriria en aquel año; si habian de venir enemigos por algunas partes, ó si algunos de los pacíficos se habian de revelar. En conclusion, eran repreguntados destas cosas y de otras mayores y menores que va poco desmenuzarlas; porque tambien preguntaban si habria peste, ó si vernia alguna morriña para el ganado, y si habria mucho multiplico dél. Y esto se hacia y preguntaba, no á todos los oráculos juntos, sino á cada uno por sí; y si todos los años los Incas no hacian esto, andaban muy recatados y vivian descontentos y muy temerosos, y no tenian sus vidas por seguras.

Y así, alegrado al pueblo y hechas sus solenes borracheras y banquetes y grandes táquis y otras fiestas que ellos usan, diferente en todo á las nuestras, en que los Incas están con gran triunfo y á su costa se hacen los convites, en que habia suma de grandes tinajas de oro y plata, y vasos de otras cosas, porque todo el servicio de su cocina, hasta las ollas y vasos de servicio, era de oro y plata;—mandaban á los que para aquello estaban señalados y tenian las veces del Gran Sacerdote, que tambien estaba presente á estas fiestas con tan grand pompa y triunfo como el mesmo rey, acompañado de los sacerdotes y mamaconas que allí se habian juntado,—que hiciesen á cada ídolo su pregunta destas cosas, el cual respondia por boca de los sacerdotes que tenian cargo de su bulto; y éstos, como estaban bien beodos, adivinaban lo que más vian que hacia al gusto de los que preguntaban, inventando por ellos y por el diablo, questaba en aquellas estátuas. Y hechas las preguntas á cada ídolo, por ser los sacerdotes tan astutos en maldades, pedian algund término para responder, para que con más devocion y crédito dellos oyesen sus desvarios; porque decian que querian hacer sus sacrificios, para que estando gratos á los altos dioses suyos, fuesen servidos de responder lo que habia de ser; y así, eran traidos muchos animales de ovejas y corderos, y cuis y aves, que pasaba el número de más de dos mill corderos y ovejas; y estos eran degollados, haciendo sus exorcismos diabólicos y sacrificios vanos á su costumbre; y luego denunciaban lo que soñaban ó lo que fingian, ó por ventura lo que el diablo les decia; y al dar de las respuestas, teníase gran cuenta en mirar lo que decian y cuantos dellos conformaban en un dicho ó suceso de bien ó de mal; y así hacian con las demás respuestas, para ver cuál decia verdad y acertaba lo que habia de ser en el dicho año.

Esto hecho, luego salian los limosneros de los reyes con las ofrendas que ellos llaman capaccocha, y juntándose la limosna general, eran vueltos los ídolos á los templos; y si pasado el año habian acaso acertado alguno de aquellos soñadores, alegremente mandaba el Inca que lo fuese de su casa.

La capaccocha, como digo, era ofrenda que se pagaba en lugar de diezmo á los templos, de muchos vasos de oro y plata y de otras piezas y piedras, y cargas de mantas ricas, y mucho ganado. Y á las que habian salido inciertas y mentirosas, no les daban el año venidero ninguna ofrenda, ántes perdian reputacion. Y para hacer esto, se hacian grandes cosas en el Cuzco, mucho más de lo que yo escribo. Y agora, despues de fundada la Audiencia y haberse ido Gasca á España[89], entre algunas cosas que se trataban en ciertos pleitos, se hacia mencion de esta capaccocha; y ello y todo lo demás que hemos escripto es cierto que se hacia y usaba. Y contemos agora de la gran fiesta de Hátun Raimi[90].

CAP. XXX.—De cómo se hacían grandes fiestas y sacrificios á la grande y solene fiesta llamada Hátun Raimi.

Muchas fiestas tenian en el año los Incas, en las cuales hacian grandes sacrificios conforme á la costumbre dellos, y ponerlas todas en particular, era menester hacer de solo ello un volúmen; y tambien hacen poco al caso y ántes conviene que no se trate de contar los desvaríos y hechicerías que en ellas se hacian, por algunas causas; y solamente porné la fiesta de Hátun Raimi[91], porque es muy nombrada. En muchas provincias se guardaba, y era la principal de todo el año y en que más los Incas se regocijaban, y más sacrificios se hacian; y esta fiesta celebraban por fin de agosto, cuando ya habian cogido sus maices, papas, quinua[92], oca[93], y las demás semillas que siembran. Y llaman á esta fiesta, como he dicho, Hátun Raimi, que en nuestra lengua quiere decir fiesta muy solene, porque en ella se habian de rendir gracias y loores al gran Dios hacedor de los cielos y la tierra, á quien llamaban, como muchas veces he dicho, Ticiviracocha, y al Sol, y á la Luna, y á los otros dioses suyos, por les haber dado buen año de cosechas para su mantenimiento. Y para celebrar esta fiesta con mayor devocion y solenidad, se dice que ayunaban diez ó doce dias, abstiniéndose de comer demasiado y no dormir con sus mugeres, y beber solamente por la mañana, que es cuando ellos comen, chicha, y despues, en el dia, tan solamente agua, y no comer ají, ni traer cosa en la boca, y otras cirimonias que entre ellos se guardaban en semejantes ayunos. Lo cual pasado, habian traido al Cuzco mucha suma de corderos, y de ovejas, y de palomas y cuis, y otras aves y animales, los cuales mataban para hacer el sacrificio; y habiendo degollado la multitud del ganado, untaban con la sangre dellos las estátuas y figuras de sus dioses, ó diablos, y las puertas de los templos y oráculos, á donde colgaban las asaduras; y despues de estar un rato, los agoreros y adivinos miraban en los livianos sus señales, como los gentiles, anunciando lo que se les antojaban, á lo cual daban mucho crédito.

Y acabado el sacrificio, el grand sacerdote con los demás sacerdotes iban al templo del sol, y despues de haber dicho sus salmos malditos, mandaban salir á las vírgenes mamaconas arreadas ricamente y con mucha multitud de chicha quellas tenian hecha, y entre todos los que se hallaban en la gran ciudad del Cuzco se comian los ganados y aves que para el sacrificio vano se habian muerto, y bebian de aquella chicha, que tenian por sagrada, dándosela á beber en grandes vasos de oro, y estando ella en tinajas de plata de las muchas que habia en el templo.

Y habiendo comido y muchas veces bebido, estando, así el rey como el grand sacerdote, como todos los demás, bien alegres y calientes dello, siendo poco mas de mediodia, se ponian en órden y comenzaban los hombres á cantar con voz alta los villancicos y romances que para semejantes dias por sus mayores fué inventado, que todo era dar gracias á sus dioses, prometiendo de servir los beneficios recebidos. Y para esto tenian muchos atabales de oro engastonados algunos en pedreria, los cuales les tañian[94] sus mujeres, que juntamente con las mamaconas sagradas les ayudaban á cantar.

Y en mitad de la plaza tenian puesto, á lo que dicen, un teatro grande con sus gradas, muy adornado con paños de plumas llenos de chaquira de oro, y mantas grandes riquísimas de su tan fina lana, sembrados de argenteria de oro y de pedreria. En lo alto de este trono ponian la figura de su Ticiviracocha, grande y rica; al cual, como ellos tenian por Dios soberano hacedor de lo criado, lo ponian en lo más alto y le daban el lugar más eminente; y todos los sacerdotes estaban junto á él; y el Inca con los principales y gente común le iban á mochár, tirándose los alpargates, descalzos, con grand humildad; y encogian los hombros y, hinchando los carrillos, soplaban hácia él, haciendo la mocha, que es como decir reverencia.

Abajo deste trono se tenia la figura del sol, que no oso afirmar de lo que era hecha, y tambien ponian la de la luna y otros bultos de dioses esculpidos en palos y en piedras; y crean los letores, que tenemos por muy cierto, que ni en Jerusalem, Roma, ni en Persia, ni en ninguna parte del mundo, por ninguna república ni rey dél se juntaba en un lugar tanta riqueza de metales de oro y plata y pedreria como en esta plaza del Cuzco, cuando estas fiestas y otras semejantes se hacian; porque eran sacados los bultos de los Incas, reyes suyos, ya muertos, cada uno con su servicio y aparato de oro y plata que tenian, digo los que habiendo sido en vida buenos y valerosos, piadosos con los indios, generosos en les hacer mercedes, perdonadores de injurias; porque á estos tales canonizaba su ceguedad por sanctos, y honraban sus huesos, sin entender que las animas ardian en los infiernos, y creían questaban en el cielo. Y lo mesmo era de algunos otros orejones ó de otra nacion, que por algunas causas que en su gentilidad hallaban, los llamaban tambien sanctos. Y llaman ellos á esta manera de canonizar ylla, que quiere decir cuerpo del que fué bueno en la vida[95]; y en otro entendimiento, yllapa significa trueno ó relámpago; y asi llaman los indios á los tiros de artilleria yllapa, por el estruendo que hace[96].

Pues juntos el Inca y el grand sacerdote con los cortesanos del Cuzco y mucha gente que venia de las comarcas, teniendo sus dioses puestos en tálamo, los mochaban, que es hacerles reverencia, lo que ellos usaban ofreciéndoles muchos dones de ídolos de oro pequeños y ovejas de oro, y figuras de mujeres, todo pequeño, y otras muchas[97] joyas. Y estaban en esta fiesta de Hátun Raimi quince ó veinte dias, en los cuales se hacian grandes táquis y borracheras y otras fiestas á su usanza; lo cual pasado, daban fin al sacrificio, metiendo los bultos de los ídolos en los templos, y los de los Incas muertos en sus casas.

El sacerdote mayor tenia aquella dignidad por su vida, y era casado, y era tan estimado, que competia en razones con el Inca, y tenia poder sobre todos los oráculos y templos, y quitaba y ponia sacerdotes. El Inca y él jugaban muchas veces á sus juegos, y eran estos tales de grand linaje y de parientes poderosos, y no daban la tal dignidad á hombres bajos ni oscuros, aunque tuviesen mucho merecimiento.—Nobles se llaman todos los que vivian en la parte del Cuzco, que llamaban orencuzcos y anancuzcos[98], y los hijos descendientes dellos, aunque en otras partes residiesen en otras tierras. Yo me acuerdo, estando en el Cuzco el año pasado de mill quinientos y cincuenta por el mes de agosto, despues de haber cogido sus sementeras, entrar los indios con sus mugeres por la ciudad con gran ruido, trayendo los arados en las manos y algunas pajas y maíz, hacer fiesta en solamente cantar y decir cuanto en lo pasado solian festejar sus cosechas. E porque no consienten los apos[99] y sacerdotes questas fiestas gentílicas se hagan en público, como solian, ni en secreto lo consintirian, si lo supiesen; pero como haya tantos millares de indios sin se haber vuelto chripstianos, de creer es, que, en donde no los vean, harán lo que se les antojare. La figura de Ticiviracocha, y la del sol y la luna, y la maroma grande de oro, y otras piezas conocidas, no se han hallado, ni hay indio, ni chripstiano que sepa ni atine á dónde están[100]; pero aunque mucho, esto es poco para lo que está enterrado en el Cuzco y en los oráculos y en otras partes deste grand reino.

CAP. XXXI.—Del segundo rey ó Inca que hobo en el Cuzco, llamado Sinchi Roca. [101]

Pues con la más brevedad que pude escribí lo que entendí de la gobernacion y costumbre de los Incas, quiero volver con mi escriptura á contar lo que hobo desde Manco Capac hasta Guascar, como atrás prometí. Y así, deste como de otros no dan mucha noticia los orejones, porque, á la verdad, hicieron pocas cosas; porque los inventores de lo escripto y los más valerosos de todos ellos, fueron Inca Iupanqui y Tupac Inca, su hijo, y Guayna Capac su nieto; aunque tambien lo debe causar la razon, que ya tengo escripta, de ser éstos los más modernos.

Luego, pues, que fué muerto Manco Capac y hechos por él los lloros generales y osequias, Sinchi Roca Inca toma la borla ó corona con las cirimonias acostumbradas, procurando luego de alargar la casa del sol y allegar á sí la más gente que pudo con halagos y grandes ofrecimientos, llamando, como ya se llamaba á la nueva poblacion, Cuzco. Y algunos de los indios naturales dél afirman, que á donde estaba la grande plaza, ques la misma que agora tiene, habia un pequeño lago y tremedal de agua que les era dificultoso para el labrar los edificios grandes que querian comenzar y edificar; mas, como esto fuese conocido por el rey Sinchi Roca[102], procura con ayuda de sus aliados y vecinos deshacer aquel palude, cegándolo con grandes losas y maderos gruesos, allanando por encima donde el agua solia estar, de tal manera, que quedó como agora lo vemos. Y aún cuentan más, que todo el valle del Cuzco era estéril y jamás daba buen fruto la tierra dél de lo que sembraron, y que de dentro de la grand montaña de los Andes trajeron muchos millares de cargas de tierra, la cual tendieron por todo él; con lo cual, si es verdad, quedó el valle muy fértil, como agora lo vemos.

Este Inca hobo en su hermana y mujer muchos hijos: al mayor nombraron Lloque Yupanqui[103]. Y visto por los comarcanos al Cuzco la buena órden que tenian los nuevos pobladores que en él estaban, y cómo traian á su amistad las gentes más por amor y binivolencia que no por armas ni rigor, algunos capitanes y principales vinieron á con ellos tener sus pláticas, holgándose de ver el templo de Curicancha y la buena órden con que se regian; que fué causa que firmaron con ellos amistades de muchas partes. Y dicen más, que como hobiesen venido al Cuzco, entre estos que digo, un capitan del pueblo que llaman Zañu[104], no muy léjos de la ciudad, que rogó á Sinchi Roca[105], con gran veemencia que en ello puso, que tuviese por bien que una hija que él tenia muy apuesta y hermosa, la quisiese recibir para darla por mujer á su hijo. Entendido esto por el Inca, pesóle, porque era lo que se le pedia cosa, que si lo otorgaba, iba contra lo establecido y ordenado por su padre, y si no concedia al dicho deste capitan, quél y los demás los tenian por hombres inhumanos, publicando que no eran más de para sí. Y habiendo tomado consejo con los orejones y principales de la ciudad, paresció á todos que debia de recibir la doncella para la casar con su hijo, porque hasta que tuviesen más fuerza y potencia, no se habian de guiar en aquel caso por lo que su padre dejó mandado. Y así, dicen que respondió al padre de la que habia de ser mujer de su hijo, que la trajiesen; y se hicieron las bodas con toda solenidad, á su costumbre é modo, y fué llamada en el Cuzco Coya; y una hija que tenia el rey, que habia de ser mujer de su hermano, fué colocada en el templo de Curicancha, á donde ya habian puesto sacerdotes y se hacian sacrificios delante de la figura del sol, y habia porteros para guarda de las mujeres sagradas de la manera y como está contado. Y como este casamiento se hizo, cuentan los mismos indios que aquella parcialidad se juntó con los vecinos del Cuzco, y haciendo grandes convites y borracheras, confirmaron su hermandad y amistad de ser todos unos; y por ello se hicieron grandes sacrificios en el cerro de Guanacaure y en Tampuquiro y en el mesmo templo de Curicancha. Lo cual pasado, se juntaron más de cuatro mill mancebos, y hechas las cirimonias que para ello se habian inventado, fueron armados caballeros y quedaron tenidos por nobles, y les fueron rasgadas las orejas y puestos en ellas aquel redondo que usar solian.

Pasado esto y otras cosas que sucedieron al rey Sinchi Roca, que no sabemos, despues de ser viejo y de dejar muchos hijos y hijas, murió y fué muy llorado y plañido, y le hicieron osequias muy suntuosas, guardando su bulto para memoria que habia sido bueno, creyendo que su ánima descansaba en los cielos.

CAP. XXXII.—Del tercero rey que hubo en el Cuzco, llamado Lloque Yupanqui.

Muerto, de la manera que se ha contado, Sinchi Roca, Lloque Yupanqui, su hijo, fué recebido por Señor, habiendo primero ayunado los dias para ello señalados; y como por sus adivinanzas y pensamientos se tuviese grande esperanza que en lo futuro la ciudad del Cuzco habia de florescer, el nuevo rey comenzó á la ennoblecer con nuevos edificios que en ella fueron hechos, y rogó, á lo que cuentan, á su suegro, quisiese con todos sus aliados y confederados pasarse á vivir á su ciudad, á donde le seria guardado su honor y en ella ternia la parte que quisiese. Y el señor ó capitan de Zañu[106] haciéndolo asi, se le dió y señaló para su vivienda la parte más occidental de la ciudad, la cual, por estar en laderas y collados, se llamó Anancuzco; y en lo llano y mas bajo, quedóse el rey con su casa y vecindad; y como ya todos eran orejones, ques tanto como decir nobles, y casi todos ellos hobiesen sido en fundar la nueva ciudad, tuviéronse siempre por ilustres las gentes que vivian en los dos lugares de la ciudad, llamados Anancuzco y Orencuzco. Y aun algunos indios quisieron decir que el un Inca habia de ser de uno destos linajes, y otro del otro; mas no le tengo por cierto, ni que es mas de lo que los orejones cuentan, que es lo que ya está escripto. Por una parte y por otra de la ciudad habia grandes barrios en los collados, porque ella estaba atrazada en cerros y quebradas, como se contó en la Primera parte desta Corónica[107].

No dan relacion que en estos tiempos hobiese guerra notable; ántes afirman, que los del Cuzco, poco á poco, con buenas mañas que para ello tenian, allegaban á su amistad muchas gentes de las comarcas de su ciudad y acrescentaban el templo de Curicancha, así en edificios como en riqueza; que ya buscaban metales de plata y oro, y dello venia mucho á la ciudad al tianquez[108] ó mercado que en ella se hacia; y metíanse en el templo mujeres para no salir dél, segund y como está dicho en otros lugares.

Y reinando desta manera Lloque Yupanqui en el Cuzco, pasándosele lo mas de su tiempo, allegó á ser muy viejo, sin haber hijo en su mujer. Mostrando mucho pesar dello los vecinos de la ciudad, hicieron grandes sacrificios y plegarias á sus dioses, así en Guanacaure como en Curicancha, y en Tamboquiro; y dicen que por uno de aquellos oráculos donde iban [por] respuestas vanas, oyeron que el Inca engendraria hijo que le sucediese en el reino; de lo cual mostraron mucho contento, y alegres con la esperanza, ponian al viejo rey encima de su mujer la Coya, y con tales burlas, á cabo de algunos dias, claramente se conoció estar preñada, y á su tiempo parió un hijo.

Lloque Yupanqui murió, mandando primero que la borla ó corona del imperio fuese puesta y depositada en el templo de Curicancha, hasta que su hijo tuviese edad para reinar, al cual pusieron por nombre Mayta Capac; y por gobernadores dicen que dejó á dos de sus hermanos, los nombres de los cuales no entendí.

Muerto el Inca Yupanqui, fué llorado por todos los criados de su casa, y en muchas partes de la ciudad, conforme á la ceguedad que tenian, se mataron muchas mujeres y muchachos, con pensar que le habian de ir á servir al cielo, donde ya tenian por cierto que su ánima estaba; y santificándole por sancto, mandaron los mayores de la ciudad que fuese hecho bulto para sacar á las fiestas que se hiciesen. Y cierto, grande es el preparamiento que se hacia para enterrar á uno de estos reyes, y generalmente en todas las provincias le lloraban, y en muchas dellas se tresquilaban las mujeres, ciñéndose sogas de esparto; y al cabo del año se hacian unas lamentaciones y sacrificios gentílicos, mucho más de lo que se puede pensar. Y esto, los que se hallaron en el Cuzco el año de mill quinientos y cincuenta, verian lo que allí pasó sobre las honras de Paulo[109], cuando le hicieron su cabo de año; que fué tanto, que las más de las dueñas de la ciudad subieron á su casa á lo ver; y yo me hallé presente, y cierto era para concebir admiracion. Y háse de entender que era aquello nada en comparacion de lo pasado. Y diré agora de Mayta Capac.

CAP. XXXIII.—Del cuarto Inca que hobo en el Cuzco, llamado Mayta Capac y de lo que pasó en el tiempo de su reinado.

Pasado, pues, lo que se ha escripto, Mayta Capac, se fué haciendo grande; el cual, despues de haber hecho las cirimonias que se requerian, le fueron abiertas las orejas; y siendo más hombre, en presencia de muchas gentes, así naturales como extranjeros, que para ello se juntaron, rescebió la corona ó borla del imperio; é porque no tenia hermana con quien casar, tomó por mujer á una hija de un[110] señorete ó capitan del pueblo de Oma, que estaba del[111] Cuzco hasta dos leguas; la cual por nombre habia Mama Cahua Pata.

Hechas las bodas, estaba un barrio cerca de la ciudad, donde vivia un linaje de gente á quien llamaban Alcaviquiza[112], y estos no habian querido tener amistad con los del Cuzco ninguna, y estando llenos de sospechas unos de otros, dicen que yendo á tomar agua una muger del Cuzco á ciertas fuentes que por allí estaban, salió un muchacho del otro barrio y le quebró el cántaro y habló no sé qué palabras; la cual, dando gritos, volvió al Cuzco; y como estos indios son tan alharaquientos, salieron luego con sus armas contra los otros, que tambien habian tomado las suyas al ruido que oian, para ver en lo que paraba el negocio; y llegando el Inca con su gente cerca, se pusieron en órden de pelea, habiendo tomado por achaque cosa tan liviana como entre la india y muchacho habia pasado, para querer sojuzgar los de aquel linaje ó que la memoria dellos se perdiese.

Y esto por los de Alcaviquiza bien era entendido; y como hombres de valor, salieron á la batalla con grand denuedo, que fué la primera que se dió en aquellos tiempos, y pelearon gran rato así los unos como los otros, porque habiendo sido el caso tan súpito, no habian podido allegar favores ni buscar ayudas los de Alcaviquiza; los cuales, aunque mucho pelearon, fueron vencidos despues de ser muertos todos los más, que casi no escaparon cincuenta con la vida. Y luego el rey Mayta Capac, tomando posesion en los campos y heredades de los muertos, usando de vencedor, lo repartió todo por los vecinos del Cuzco, y se hicieron grandes fiestas por la vitoria, yendo todos á sacrificar á los oráculos que tenian por sagrados.

Deste Inca no cuentan los orejones más de que Mayta Capac reynó en el Cuzco algunos años; y estando allegando gente para salir á lo que llaman Condesuyo, le vino tal enfermedad, que hobo de morir, dejando por su heredero al hijo mayor, llamado Capac Yupanqui.

CAP. XXXIV.—Del quinto rey que hobo en el Cuzco, llamado Capac Yupanqui.

Paréceme, que destos Incas que al principio de la fundacion del Cuzco reinaron en aquella ciudad, que los indios cuentan pocas cosas dello; y, cierto, debe ser lo que dicen, que entre los Incas, cuatro ó cinco dellos fueron [los que] tanto se señalaron y que ordenaron é hicieron lo que ya [he] escripto.

Muerto Mayta Capac, le fueron hechas las osequias como se usaba entre ellos, y habiendo puesto su bulto en el templo, para lo canonizar por santo conforme á su ceguedad, Capac Yupanqui tomó la borla con grandes fiestas que para solenizar la coronacion fueron hechas; y para ello, de todas partes vinieron gentes. Y pasadas las alegrias, que lo más es beber y cantar, el Inca determinó de ir á hacer sacrificio al cerro de Guanacaure, acompañado del Gran Sacerdote y de los ministros del templo, y de muchos orejones y vecinos de la ciudad.

Y en la provincia de Condesuyo se habia entendido cómo al tiempo que el Inca pasado murió, estaba determinado de él ir á dar guerra, [y] habianse apercebido, porque no los tomase descuidados; y dende á pocos dias tuvieron tambien noticias de su muerte y de la salida que queria hacer Capac Yupanqui, su hijo, á hacer sacrificios al cerro de Guanacaure, y determinaron de venir á le dar guerra, y á cojer el despojo, si con la victoria quedasen. Y así lo pusieron por obra, y salieron de un pueblo que está en aquella comarca, á quien llaman Marca, y así llegaron á donde ya era venido el Inca, que siendo avisado de lo que pasaba, estaba á punto aguardando lo que viniese; y sin se pasar muchos dias, se juntaron unos con otros y se dieron batalla; la cual duró mucho espacio, y que todos pelearon animosamente; mas al fin, los de Condesuyo fueron vencidos con muerte de muchos dellos; y así, el sacrificio se hizo con más alegría, matando algunos hombres y mugeres, conforme á su ceguedad, é mucho ganado de ovejas y corderos, en las asaduras de los cuales pronosticaban sus desvaríos y liviandades. Acabados estos sacrificios, el Inca dió la vuelta al Cuzco, á donde se hicieron grandes fiestas y alegrías por la victoria que habia habido.

Los que escaparon de los enemigos, como mejor pudieron, fueron á parar á su provincia, á donde de nuevo procuraron de allegar gente y buscar favores, publicando que habian de morir ó destruir la ciudad del Cuzco, matando todos los advenedizos que en ella estaban; y con mucha soberbia, inflamados en ira, se daban priesa á recoger armas, y sin ver el templo de Curicancha, repartian entre ellos mesmos las señoras que en él estaban. Y estando aparejados, se fueron hácia el [cerro] de Guanacaure, para desde allí entrar en el Cuzco; donde habia aviso destos movimientos y Capac Yupanqui habia juntado todos los comarcanos al Cuzco y confederados, y con los orejones aguardó á sus enemigos, hasta que supo estar cerca del Cuzco; á donde fueron á encontrarse con ellos, y entre los unos y los otros se dió la batalla, animando cada capitan á su gente. Mas, aunque los de Condesuyo pelearon hasta más no poder, fueron vencidos segunda vez con muerte de más de seis mill hombres dellos, y los que escaparon, volvieron huyendo á sus tierras.

Capac Yupanqui los fué siguiendo hasta su propia tierra, donde les hizo la guerra de tal manera, que vinieron á pedir paz, ofreciendo de reconoscer al Señor del Cuzco, como lo hacian los otros pueblos que estaban en su amistad. Capac Yupanqui los perdonó y se mostró muy alegre con todos, mandando á los suyos que no hiciesen daño ni robasen nada á los que ya tenian por amigos. Y en aquella comarca fueron luego buscadas algunas doncellas hermosas para llevar al templo del sol que estaba en el Cuzco. Y Capac Yupanqui anduvo algunos dias por aquellas comarcas emponiendo á los naturales dellas en que viviesen ordenadamente, sin tener sus pueblos por los altos y peñascos de nieve; y así fué hecho como él lo mandó, y volviose á su ciudad.

La cual se iba ennobleciendo más cada dia y se adornaba el templo de Curicancha; y mandó hacer una casa para su morada, que era la mejor que hasta en aquel tiempo se habia hecho en el Cuzco. Y cuentan que hobo en la Coya, su legítima muger, hijos que le sucedieron en el señorío; y como ya se extendiese la fama por todas las provincias comarcanas al Cuzco de la estada en ella de los Incas y orejones y del templo que habian fundado, y de cuanta razon y buena órden habia en ellos, y de cómo andaban vestidos y aderezados, de todo esto se espantaban, y la fama discurria por todas partes, dando pregones destas cosas.

Y en aquellos tiempos, los que tenian señorío á la parte del Poniente de la ciudad del Cuzco, y se extendia hasta donde agora es Andaguaylas, como lo oyesen, enviaron á Capac Yupanqui sus embajadores con grandes dones y presentes, enviándole á rogar los quisiese tener por amigos y confederados suyos; á lo cual respondió el Inca muy bien, dándoles ricas piezas de oro y de plata que diesen á los que los enviaron. Y haciéndoles buen tratamiento y hospedage, estuvieron estos mensajeros algunos dias en la ciudad, paresciéndoles más lo que veian, que no lo que habian oido; y así lo contaron en sus tierras, desque allá fueron vueltos. Y algunos de los orejones del Cuzco afirman, que la lengua general que se usó por todas las provincias, que fué la que usaban y hablaban estos Quíchoas, los cuales fueron tenidos por sus comarcanos por muy valientes, hasta que los Chancas los destruyeron. Habiendo, pues, el Inca Capac Yupanqui vivido muchos años, [murió] siendo ya muy viejo; y habiendo ya pasado los lloros y dias de sus honras, su hijo fué recibido sin contraste ninguno por rey del Cuzco, como su padre lo habia sido; el cual habia por nombre Inca Roca Inca[113].

CAP. XXXV.—Del sexto rey que hubo en el Cuzco y lo que pasó en su tiempo, y de la fábula ó historia que cuentan del rio que pasa por medio de la ciudad del Cuzco.

Muerto por la manera que se ha contado Capac Yupanqui, sucedió en el señorío Inca Roca Inca, su hijo, y para el tomar de la borla, vinieron, como lo solian hacer, de muchas partes número grande de gente á se hallar presentes á ello; y fueron hechos grandes sacrificios en los oráculos y templos, conforme á su ceguedad. Y cuentan estos indios, que al tiempo que le fueron rasgadas las orejas á este Inca, para poner en ellas aquel redondo que hoy en dia traen los orejones, que le dolió mucho la una dellas, tanto, que se salió de la ciudad con esta fatiga y fué á un cerro que está cerca de ella muy alto, á quien llaman Chaca, á donde mandó á sus mugeres y á la Coya, su hermana, Micai Coca[114], la cual en vida de su padre habia recibido por muger, que con el estoviese. Y cuentan en este paso, que sucedió un misterio fabuloso, el cual fué, que como en aquel tiempo no corriese por la ciudad ni pasase ningun arroyo ni rio, que no se tenia por poca falta y necesidad, porque cuando hacia calor se iban á bañar por la redonda de la ciudad en los rios que habia, y áun sin calor se bañaban, y para proveimiento de los moradores habia fuentes pequeñas, las que agora hay; y estando en este cerro el Inca desviado algo de su gente, comenzó á hacer su oracion al gran Ticiviracocha, y á Guanacaure y al sol y á los Incas sus padres y abuelos, para que quisiesen declararle cómo y por dónde podrian, á fuerzas de manos de hombre, llevar algun rio ó acequia á la ciudad; y que estando en su oracion, se oyó un trueno grande, tanto, que espantó á todos los que allí estaban; y quel mesmo Inca, con el miedo que recibió, abajó la cabeza hasta poner la oreja izquierda en el suelo, de la cual le corria mucha sangre; y que súpitamente, oyó un gran ruido de agua que por debajo de aquel lugar iba; y que, visto el misterio, con mucha alegria mandó que viniesen muchos indios de la ciudad, los cuales con priesa grande cavaron hasta que toparon con el golpe de agua que, habiendo abierto camino por las entrañas de la tierra, iba caminando sin dar provecho.

Y prosiguiendo con este cuento, dicen más, que despues que mucho hobieron cavado y vieron el ojo de agua, hicieron grandes sacrificios á sus dioses, creyendo que por virtud de su deidad aquel beneficio les habia venido, y que con mucha alegría se dieron tal maña, que llevaron el agua por medio de la ciudad, habiendo primero enlosado el suelo con losas grandes, sacando con cimientos fuertes unas paredes de buena piedra por una parte y por otra del rio; y para pasar por él, se hicieron á trechos algunos puentes de piedra.

Este rio yo lo he visto, y es verdad que corre de la manera que cuentan, viniendo el nacimiento[115] de hácia aquella sierra. Lo demás, no sé lo que es, más de escribir lo que sobre ello cuentan; y bien podria ir algun ojo de agua metido en la mesma tierra, sin ser visto ni oido el ruido del agua, hechálo por la ciudad, como agora lo vemos; porque en muchas partes deste gran reino van ó corren rios grandes y pequeños por debajo de la tierra, como ternan noticia los que por los llanos y sierras dél hubieren andado. En este tiempo, muladares grandes hay por la orilla deste rio, lleno de inmundicias y bascosidades, lo que no estaba en tiempo de los Incas, sino muy limpio, corriendo el agua por encima de las losas dichas; y algunas veces se iban á lavar los Incas con sus mugeres; y en diversas veces han algunos españoles hallado cantidad de oro, no puro, sino en joyas menudas, y de sus topos, que dejaban ó se les caian cuando se bañaban.

Despues de pasado esto, Inca Roca salió, á lo que dicen, del Cuzco á hacer sacrificios, procurando con grandes mañas y buenas palabras atraer á su amistad las gentes que más podia; y salió y fué hácia lo que llaman Condesuyo; á donde, en el lugar que llaman Pomatambo, tuvo una batalla con los naturales de aquellas comarcas, de la cual quedó por vencedor y señor de todos; porque, perdonando con muchas liberalidades y comunicando con ellos sus cosas grandes, le tomaron amor y ofrecieron á su servicio, obligándose de le acudir con tributos. Despues de haber estado algunos dias en Condesuyo y visitado los oráculos y templos que hay por aquellas tierras, se volvió victorioso al Cuzco, yendo delante dél indios principales, guardando su persona con hachas y alabardas de oro.

Tuvo este Inca muchos hijos y no hija ninguna; y habiendo ordenado y mandado algunas cosas grandes y de importancia para la gobernacion, murió, habiendo primero casado á su primogénito, que por nombre habia Inca Yupanqui, con una señora natural de Ayarmaca, á quien nombraban Mama Chiquia.

CAP. XXXVI.—Del séptimo rey ó Inca que en el Cuzco hobo, llamado Inca Yupanqui.

Muerto que fué Inca Roca acudieron de Condesuyo, Vicos, de Ayarmaca, y de las otras partes con que habia asentado alianza y amistad, mucha gente, así hombres como mugeres, é fueron hechos grandes llantos por el rey difunto; é muchas mugeres de las que en vida le amaron y sirvieron, conforme á la ceguedad de los indios general, de sus mesmos cabellos se ahorcaron, y otras se mataron por otros modos, para, de presto, enviar sus ánimas para servir á la de Inca Roca; y en la sepoltura, que fué magnífica y suntuosa, echaron grandes tesoros y mayor cantidad de mugeres y sirvientes con mantenimientos y ropa fina.

Ninguna sepoltura destos reyes se ha hallado; y para que se conozca si serian ricas ó no, no es menester más prueba que, pues se hallaban en sepolturas comunes á sesenta mill pesos de oro y más y ménos, ¿qué serian las que metian estos que tanto deste metal poseyeron y que tenian por cosa importantísima salir deste siglo ricos y adornados?

Así mesmo le fué hecho bulto á Inca Roca, contándole por uno de sus dioses, creyendo que ya descansaba en el cielo.

Pasados los lloros y hechas las osequias, el nuevo Inca se encerró á hacer el ayuno; y porque con su ausencia no recreciese alguna sedicion ó levantamiento de pueblo, mandó que uno de los más principales de su linage estuviese en público representando su mesma persona; al cual dió poder para que pudiese castigar al que hiciese por qué, y tener la ciudad en todo sosiego y paz, hasta que él saliese con la insinia real de la borla. Y este Inca, dicen que tienen por noticia que fué de gentil presencia, grave y de autoridad. El cual entró en lo más secreto de su palacio, á donde hizo el ayuno, metiéndole á tiempos el maíz con lo que más comia, y se estaba sin tener ayuntamiento carnal con muger. Acabado, se salió luego, mostrando con su vista las gentes gran contento; y se hicieron sus fiestas y sacrificios grandes; y pasadas las fiestas, mandó el Inca que se trajese de todas partes cantidad de oro y plata para el templo; y se hizo en el Cuzco la piedra que llaman de la guerra, grande, y las engastonadas en oro y piedras[116].

CAP. XXXVII.—Cómo, queriendo salir este Inca á hacer guerra por la provincia del Collao, se levantó cierto alboroto en el Cuzco, y de cómo los Chancas vencieron á los Quichuas, y les ganaron su señorío.

Estando Inca Yupanqui en el Cuzco procurando de lo ennoblecer, determinó de ir á Collasuyo, que son las provincias que caen á la parte del Austro de la ciudad, porque tuvo aviso que los descendientes de Zapana, que señoreaban la parte de Atuncollao, eran ya muy poderosos y estaban tan soberbios, que hacian junta de gente para venir sobre el Cuzco; y así, mandó apercibir sus gentes. Y como el Cuzco mucho tiempo no sufre paz, cuentan los indios, que como hobiese allegado mucha gente Inca Yupanqui para la jornada que queria hacer, estando ya para se partir, como hobiesen venido algunos capitanes de Condesuyo con gente de guerra, trataron entre sí de matar al Inca, porque si de aquella jornada salia con victoria, quedaria tan estimado, que á todos querria tener por vasallos y criados. Y así, dicen que estando el Inca en sus fiestas algo alegre con el mucho vino que bebian, allegó uno de los de la liga y que habian tomado el partido ya dicho, y alzando el brazo, descargó un golpe de baston en la cabeza real, y que el Inca turbado y con ánimo, se levantó diciendo: "¿Qué hiciste, traidor?" Y ya los de Condesuyo habian hecho muchas muertes; y el mismo Inca se pensó guarecer con irse al templo; mas fué en vano pensarlo, porque alcanzado de sus enemigos, le mataron, haciendo lo mesmo á muchas de sus mugeres.

Andaba gran ruido en la ciudad, tanto que no se entendian los unos á los otros: los sacerdotes se habian recogido al templo y las mujeres de la ciudad, aullando, tiraban de sus cabellos, espantadas de ver al Inca muerto de sangre, como si fuera algun hombre vil. E muchos de los vecinos quisieron desamparar la ciudad, y los matadores la querian poner á saco, cuando, cuentan, que haciendo gran ruido de truenos y relámpagos, cayó tanta agua del cielo, que los de Condesuyo temieron, y sin proseguir adelante, se volvieron, contentándose con el daño que habian hecho.

Y [cuentan ó dicen] los indios, que en este tiempo eran señores de la provincia que llamaban Andaguailas los Quíchuas[117], y que de junto á un lago que habia por nombre Choclococha[118], salieron cantidad de gente con dos capitanes llamados Guaraca y Uasco, los cuales vinieron conquistando por donde venian, hasta que llegaron á la provincia dicha; y como los moradores della supieron su venida, se pusieron á punto de guerra, animándose los unos á los otros, diciendo que seria justo dar la muerte á los que habian venido contra ellos; y así, saliendo por una puerta que va á salir hacia los Aymaraes, los Chancas con sus capitanes venian acercándose á ellos, de manera que se juntaron y tuvieron algunas pláticas los unos con los otros, y sin quedar avenidos, se dió la batalla entre ellos; que, cierto, segun la fama pregona, fué reñida y la victoria estuvo dudosa; mas, al fin, los Quíchuas fueron vencidos y tratados cruelmente, matando á todos los que podian á las manos haber, sin perdonar á los niños tiernos, ni á los inútiles viejos, tomando á sus mujeres por mancebas. Y hechos otros daños, se hicieron señores de aquella provincia y la poseyeron como hoy dia la mandan sus descendientes. Y esto hélo contado, porque adelante se ha de hacer mucha mencion de estos Chancas.

Y volviendo á la materia, como los de Condesuyo se fueron del Cuzco, fué limpiada la ciudad de los muertos y hechos grandes sacrificios; y se dice por muy cierto, que á Inca Yupanqui no se le hizo en su entierro la honra que á los pasados, ni le pusieron bulto como á ellos, y no dejó hijo ninguno.

CAP. XXXVIII.—Cómo los orejones trataron sobre quien seria Inca, y lo que pasó hasta que salió con la borla Viracocha Inga, que fué el octavo rey que reinó.

Pasado lo que se contó conforme á la relacion que los orejones del Cuzco dan de estas cosas, dicen más, que como se hobiese hecho grandes lloros por la muerte del Inca, se trató entre los principales de la ciudad quién seria llamado rey é merescia tener la tal dignidad. Sobre esto habia diversas opiniones; y porque tales hobo que querian que no hobiese rey, sino que gobernasen la ciudad los que señalasen, otros decian que se perdia sin tener cabeza.

Sobre estas cosas habia gran ruido; y temiendo su porfía, se cuenta que salió una mujer de través de los Anancuzcos, la cual dijo: "¿En qué estais ahí? ¿Por qué no tomais á Viracocha Inga, pues lo merece tan bien?" Oida esta palabra, como son tan determinables estas gentes, dejando los vasos del vino, á gran priesa fueron por Viracocha Inga, hijo de Inca Yupanqui[119], diciéndole, como le vieron, que ayunase lo acostumbrado y recebiese la borla que darle querian. Viniendo Viracocha en ello, se entró á hacer el ayuno y encargó la ciudad á Inca Roca Inca, su pariente, y salió al tiempo con la corona, muy adornado, y se hicieron fiestas solenes en el Cuzco, y que muchos dias duraron, mostrando todos gran contento con la eleccion del nuevo Inca.

Del cual algunos quisieron decir que este Inca se llamó Viracocha por venir de otras partes y que traia traje diferenciando, y que en las faiciones y aspecto mostró ser como un español, porque traia barbas. Cuentan otras cosas que más cansáran, si las hobiese de escribir. Yo pregunté en el Cuzco á Cayo Tupac Yupanqui y á los otros más principales que en el Cuzco me dieron la relacion de los Incas que yo voy escribiendo, y me respondieron ser burla y que nada es verdad; porque Viracocha Inga fué nascido en el Cuzco y criado, y que lo mesmo fueron sus padres y abuelos; y que el nombre de Viracocha se lo pusieron por nombre particular, como lo tiene cada uno.

Y como le fué entregada la corona, se casó con él una señora principal, llamada Runtu Caya[120], muy hermosa. Y como la fiesta del regocijo hobiese pasado, determinó de salir á conquistar algunos pueblos de la redonda del Cuzco que no habian querido el amistad de los Incas pasados, confiados en la fuerza de sus pucaraes; y con la gente que quiso juntar, salió del Cuzco con sus ricas andas, con guarda de los más principales, y endrezó su camino á lo que llamaban Calca[121], á donde habian sido rescebidos sus mensajeros con mucha soberbia; más, como supieron los del Cuzco ya estaban cerca dellos, se juntaron, armándose de sus armas, y se ponian por los altos de los collados en sus fuerzas y albarradas, de do desgalgaban[122] grandes piedras encaminadas á los reales del Inca, para que matasen á los que alcanzasen. E los enemigos, poniéndolo por obra, subieron por la sierra, y apesar de los contrarios, pudieron ganarles una de aquellas fuerzas. Como los de Calca[123] vieron los del Cuzco en sus fuerzas, salieron á una gran plaza, á donde pelearon con ellos reciamente, y duró la batalla desde por la mañana hasta el medio dia, y murieron muchos de entrambas partes, y fueron más los presos. La victoria quedó por los del Cuzco.

El Inca estaba junto á un rio, donde tenia asentados sus reales, y como supo la victoria, sintió mucha alegría. Y en esto, sus capitanes abajaban con la presa y cativos. Y los indios que habian escapado de la batalla con otros capitanes de Calca y de sus comarcas, mirando que pues tan mal les habia cuadrado el pensamiento, que el final remedio que les quedaba era tentar la fe del vencedor y pedirle paz con obligarse á servidumbre moderada, como otros muchos hacian; y así acordado, salieron por una parte de la sierra, diciendo á voces grandes: "Viva, para siempre viva el poderoso Inca Viracocha, nuestro Señor." Al roido que hacia el resonante de las voces, se pusieron en armas los del Cuzco, más no pasó mucho tiempo, cuando ya los vencidos estaban postrados por tierra delante de Viracocha Inga; á donde, sin levantar, uno que entre ellos se tenia por más sabio, alzando la voz, comenzó á decir: "Ni te debes, Inca, ensoberbecer con la vitoria que Dios te ha dado, ni tener en poco á nosotros por ser vencidos, pues á tí y á los Incas es permitido señorear las gentes, y á nosotros es dado con todas nuestras fuerzas defender la libertad que de nuestros padres heredamos, y cuando con ello salir no pudiéremos, obedecer y recibir con buen ánimo la subjecion[124]. Por tanto, manda que ya no muera más gente ni se haga daño, y dispon de nosotros á tu voluntad." Y como el indio principal hobo dicho estas palabras, los demás que allí estaban dieron aullidos grandes, pidiendo misericordia.

El rey Inca respondió, que si daño venido les habia, que su ira habia sido la culpa, pues al principio no quisieron creer sus palabras ni tener su amistad, de que á él habia pesado; y liberalmente les otorgó que pudiesen estar en su tierra poseyendo, como primero, sus haciendas, con tanto que, á tiempo y conforme á las leyes, tributasen de lo que hobiese en sus pueblos al Cuzco; y que dellos mismos fuesen luego á la ciudad y le hiciesen dos palacios, uno dentro della y otro en Caqui[125], para se salir á recrear. Respondió que lo harian, y el Inca mandó soltar los cativos, sin que uno sólo faltase, y restituir sus haciendas á los que ya tenian por sus confederados; y para que entendiesen lo que habian de hacer y entre ellos no hobiese disensiones, mandó quedar un delegado suyo con poder grande, sin quitar el señorío al señor natural.

Pasado lo que se ha scripto, Inca Viracocha envió un mensajero á llamar á los de Caitomarca[126], questaban de la otra parte de un rio hechos fuertes, sin jamás haber querido tener amistad con los Incas que habia habido en el Cuzco; y como llegó [el] mensajero de Viracocha Inga, le maltrataron de palabra, llamando al Inca loco, pues así creia que ligeramente se habian de someter á su señorío.

CAP. XXXIX.—De cómo Viracocha Inga tiró una piedra de fuego con su honda á Caitomarca, y cómo le hicieron reverencia.

Luego que hobo enviado el mensajero Viracocha Inga, mandó á sus gentes que, alzado el real, caminasen para se acercar á Caitomarca. Y andando por el camino, llegó junto á un rio, á donde mandó que parasen para refrescar; y estando en aquel lugar, llegó el mensajero, el cual contó cómo los de Caitomarca habian burlado dél, y cómo decian que ningun temor tenian á los Incas. Y cómo fué entendido por Viracocha Inga, con gran saña subió en las andas, mandando á los suyos que caminasen á toda priesa; y así lo hicieron hasta ser llegados á la ribera de un rio caudaloso y de gran corriente, que creo yo debe ser el de Yucay[127]; y mandó poner sus tiendas el Inca, y quisiera combatir el pueblo de los enemigos, que de la otra parte del rio estaban; más iba el rio tan furioso, que no se pudo poner en efecto. Los de Caitomarca llegaron á la ribera, desde donde con las hondas lanzaban muchas piedras al real del Inca, y comenzaron de una y otra parte á dar voces y gritos grandes; porque en esto es estraña la costumbre conque las gentes de acá pelean unos con otros, y cuán poco dejan á sus bocas reposar.

Dos dias cuentan questuvo en aquel rio el Inca sin pasarlo, que no habia puente ni tampoco se usaban las que agora hay ántes que hobiese Incas; porque unos dicen que sí y otros afirman que nó. Y como pasase el rio Viracocha Inga, dicen que mandó poner en un gran fuego una piedra pequeña, y como estuviese bien caliente, puesto en ella cierta mestura ó confacion, para que pudiese en donde tocase enprender la lumbre, la mandó poner en una honda de hilo de oro, conque, cuando á él placia, tiraba piedras, y con gran fuerza la echó en el pueblo de Caitomarca; y acertó á caer en el alar de una casa que estaba cubierta con paja bien seca, y luego con ruido ardió de tal manera, que los indios acudieron por ser de noche al fuego que vian en la casa, preguntándose unos á otros qué habia sido aquello y quién habia puesto el fuego á la casa. Y salió de través una vieja, la cual dicen que dijo: "Mirá lo que os digo y lo que os conviniere, sin pensar que de acá se haya puesto fuego á la casa, ántes creed que vino del cielo, porque yo lo ví en una piedra ardiendo, que, cayendo de lo alto, dió en la casa y la paró tal como la veis.

Pues como los principales é mandones con los más viejos del pueblo aquello oyeron, siendo, como son, tan grandes agoreros y hechiceros, creyeron que la piedra habia sido enviada por mano de Dios, para castigarlos porque no querian obedecer al Inca; é luego, sin aguardar respuesta de oráculo ni hacer sacrificio ninguno, pasaron el rio en balsas, llevando presentes al Inca; y como fueron delante su presencia, pidieron la paz, haciéndole grandes ofrecimientos con sus personas y haciendas, así como lo hacian los confederados suyos.

Sabido por Viracocha Inga lo que habian dicho los de Caitomarca, les respondió con gran disimulacion, que si aquel dia no hubieran sido cuerdos en venir, que el siguiente tenia determinado de dar en ellos con grandes balsas que habia mandado hacer. Y pasado esto, se hizo el asiento entre los de Caitamarca y el Inca; el cual dió al capitan ó señor de aquel pueblo una de sus mujeres, natural del Cuzco, la cual fué estimada y tenida en mucho.

Por la comarca destos pueblos corria la fama de los hechos del Inca, y muchos, por el sonido della, sin ver las armas de los del Cuzco, se le mandaban á ofrescer por amigos y aliados del rey Inca, que no poco contento con ello mostraba tener, hablando á los unos y á los otros amorosamente y mostrando para con todos gran benivolencia, proveyendo de lo que él podia á los que veia tener necesidad. Y como vido que podia juntar grande ejército, determinó de hacer llamamiento de gente para ir en persona á lo de Condesuyo.

CAP. XL.—De cómo en el Cuzco se levantó un tirano, y del alboroto que hobo, y de cómo fueron castigadas ciertas mamaconas, porque, contra su religion, usaban de sus cuerpos feamente, y de cómo Viracocha Inga volvió al Cuzco.

De todas las cosas que á Viracocha sucedian iban al Cuzco las nuevas; y como en la ciudad se contase la guerra que tenia con los de Caitamarca, dicen que se levantó un tirano hermano de Inca Yupanqui el pasado, el cual, habiendo estado muy sentido, porque el señorío y mando de la ciudad se habia dado á Viracocha Inga y no á él, y aguardaba tiempo oportuno para procurar de haber el señorío. Y este pensamiento tenia éste, porque hallaba favor en alguno de los orejones y principales del Cuzco del linaje de los Orencuzcos; y con la nueva desta guerra que el Inca tenia, paresciéndoles que tenia harto que hacer en la fenecer, animaban á este que digo, para que, sin mas aguardar, matase al que en la ciudad por gobernador habia quedado, para se apoderar della.

Capac, que así habia por nombre, codicioso del señorío, juntados sus aliados, en un dia questaban en el templo del sol todos los más de los orejones y entre ellos Inca Roca, el gobernador del Inca Viracocha, tomando las armas, publicando libertad del pueblo y que Viracocha Inga no pudo haber el señorío, arremetieron para el lugarteniente y lo mataron así á él como á otros muchos; la sangre de los cuales regaba los altares donde estaban las aras y santuarios y las figuras del sol. Las mamaconas con los sacerdotes salieron con grand ruido, maldiciendo á los matadores, diciendo, que, tan grand pecado, grand castigo merecia. De la ciudad acudió grand golpe de gente á ver lo que era; y entendido, unos, aprobando lo hecho, se juntaron con Capac; otros, pesándoles, se pusieron en armas sin querer pasar por ello; y así, habiendo divison, caian muchos muertos de una parte y de otra. La ciudad se alborotó en tanta manera, que reendiendo por los aires el sonido de sus propias voces, no se oian ni entendian. En esto, prevaleciendo el tirano, se apoderó de la ciudad, matando á todas las mugeres del Inca, aunque las más principales habian ido con él. Huyéronse de la ciudad algunas, las cuales fueron á parar á donde Viracocha Inga estaba; y como por él fué entendido, disimulando el pesar que sintió, mandó á su gente que caminasen la via del Cuzco.

Pues volviendo á Capac el tirano, como hobo tomado la ciudad en sí, quiso salir en público con la borla, para por todos ser tenido por rey; más como el primer ímpetu fuese pasado, y aquel furor conque los hombres, saliendo de su entero juicio, acometen grandes maldades, los mesmos que lo incitaron á que se levantase, riéndose de que quisiese la dignidad real, le injuriaron de palabra y le desampararon, saliendo á encontrarse con el verdadero Señor, á quien pidieron perdon por lo que habian cometido.

A Capac no le faltó ánimo para llevar el negocio adelante; mas, viendo la poca parte que era, muy turbado, viendo la mudanza tan súpita, maldecia á los que le habian engañado y á sí propio, por fiarse dellos; y por no ver con sus ojos al rey Inca, castigó el mesmo su yerro, tomando ponzoña, [de que] cuentan que murió. Sus mujeres y hijos con otros parientes le imitaron en la muerte.

La nueva de todo esto iba á los reales del Inca, el cual, como llegase á la ciudad y entrase en ella, fué derecho al templo del sol á hacer sacrificios. Los cuerpos de Capac y de los otros que se habian muerto, mandó que fuesen echados en los campos, para ser manjar de las aves, y buscando los participantes en la traicion, fueron condenados á muerte.

Entendido por los confederados y amigos de Viracocha Inga lo sucedido, le enviaron muchas embajadas con grandes presentes y ofrecimientos, congratulándose con él; y á estas embajadas respondió alegremente.

En este tiempo, dicen los orejones que habia en el templo del sol muchas señoras vírgenes, las cuales eran muy honradas y estimadas y no entendian en más de lo por mí dicho en muchas partes desta Historia. Y cuentan que cuatro dellas usaban feamente de sus cuerpos con ciertos porteros de los que las guardaban, y siendo sentidas, fueron presas y lo mesmo á los adulteradores, y el sacerdote mayor mandó que fuesen justiciados ellas y ellos.

El Inca estaba con determinacion á lo de Condesuyo, mas, hallándose cansado y viejo, lo dejó. Por entónces, mandó que le fuesen hechos en el valle de Xaquixaguana unos palacios para salirse á recrear en ellos; y como tuviese muchos hijos y conosciese que el mayor de ellos, que habia por nombre Inca Urco, en quien habia de quedar el mando del reino, tenia malas costumbres y era vicioso y muy cobarde, deseaba privarlo del señorío, para lo dar á otro más mancebo, que por nombre habia Inca Yupanqui.

CAP. XLI.—De cómo vinieron al Cuzco embajadores de los tiranos del Collao, nombrados Sinchi Cari[128] y Zapana, y de la salida de Viracocha Inga al Callao.[129]

Muchas historias y acaecimientos pasaron entre los naturales destas provincias en estos tiempos; mas, como yo tengo por costumbre de contar solamente lo que yo tengo por cierto segun las opiniones de los hombres de acá y la relacion que tomé en el Cuzco, dejo lo que inoro é muy claramente no entendí, y tratare lo que alcancé, como ya muchas veces he dicho. Y así, es público entre los orejones, que en este tiempo vinieron al Cuzco embajadores de la provincia del Collao; porque cuentan, que, reinando Inca Viracocha, poseia el señorío de Hátun[130] Collao un señor llamado Zapana, como otro que hobo deste nombre; y que como en el palude de Titicaca[131] hobiese islas pobladas de gente, con grandes balsas, entró en las islas, á donde peleó con los naturales dellas, y se dieron entre él y ellos grandes batallas, de las cuales el Cari[132] salió vencedor[133]; mas, que no pretendia otro honor ni señorío más que robar y destruir los pueblos, y cargado con el despojo, sin querer traer cautivos, dió la vuelta á Chucuito, á donde habia hecho su asiento y por su mandado se habian poblado los pueblos de Hilave, Xulli, [ó Chulli], Cepita, Pumata[134] y otros; y con la gente que pudo juntar, despues de haber fecho grandes sacrificios á sus dioses, ó demonios, determinó de salir á la provincia de los Canas; los cuales, como lo supieron, apellidándose unos [á otros], salieron á encontrarse con él y se dieron batalla, en la cual fueron los Canas vencidos con muerte de muchos dellos. Habida esta victoria por Cari, determinó de pasar adelante, y haciéndolo así, llegó hasta Lurocachi, á donde dicen que se dió otra batalla entre los mismos Canas y en la cual tuvieron la misma fortuna que en las pasadas.

Con estas victorias estaba muy soberbio Cari, y la nueva habia corrido por todas partes; y como Zapana, el Señor de Hátun Collao, lo supiese, pesóle por el bien del otro, y mandó juntar sus amigos y vasallos, para le salir al camino y quitarle el despojo; mas, no se pudo hacer tan secreta la junta, que Cari no entendiese el designio que Zapana tenia, y con buena órden se retiró á Chucuito por camino desviado, de manera que Zapana no le pudiese molestar; y llegado á su tierra, mandó juntar los principales della, para que estuviesen apercebidos para lo que Zapana intentase, teniendo propósito de procurar su destruicion y que en el Collao uno solo fuese el Señor; y este mesmo pensamiento tenia Zapana.

Y como se divulgase por todo este reino el valor de los Incas y su gran poder y la valentia de Viracocha Inga, que reinaba en el Cuzco, cada uno destos, queriendo granjear su amistad, la procuraron con embajadores que le enviaron para que quisiese mostrarse su valedor y ser contra su enemigo. Partidos estos mensajeros con grandes presentes, llegaron al Cuzco al tiempo quel Inca venia de los palacios ó tambos que para su pasatiempo habia mandado hacer en Xaquixaguana; y entendido á lo que venian, los oyó, mandando que los aposentasen en la ciudad y proveyesen de lo necesario; y tomando parescer con los orejones y ancianos de su consejo sobre lo que haria en lo tocante á las embajadas que habian venido del Collao, se acordó de pedir respuesta en los oráculos. Lo cual hacen delante de los ídolos los sacerdotes, y encojiendo sus hombros, meten la barba en los pechos, y haciendo grandes papos, que ellos mesmos parecen fieros diablos, comienzan hablar con voz alta y entonada. Algunas veces, yo, por mis ojos, ciertamente he oido hablar á indios con el Demonio; y en la provincia de Cartagena, en un pueblo marítimo llamado Bahayre, oí responder al Demonio en silvo tenorio, y con tales tenores, que yo no se cómo lo diga, mas que un chripstiano que estaba en el mesmo pueblo más de media legua de donde yo estaba, oyó el mesmo silvo, y despanto, estuvo algo mal dispuesto; y los indios dieron grandísima grita otro dia por la mañana publicando la respuesta del Diablo. Y en algunas partes desta tierra, como los defuntos los tengan en hamacas, entran en los cuerpos los demonios algunas veces y responden. A un Aranda oí yo decir, quen la isla de Cárex[135] vió tambien hablar á uno destos muertos, y es para reir las niñerias y embustes que les dice.

Pues como el Inca determinase de haber respuesta de los oráculos, envió los que solian ir á tales casos, y dicen que supo que le convenia ir al Collao y procurar el favor de Cari; y como este hobo entendido, mandó parescer ante sí á los mensajeros de Zapana, á los cuales dijo que dijesen á su Señor, que él saldria con brevedad del Cuzco para ver la tierra del Collao, á donde se verian y tratarian su amistad. A los que de parte de Cari vinieron, dijo que le dijesen cómo él se quedaba adrezando para ir en su ayuda y favor, que presto seria con él. Y como esto hobiese pasado, mandó el Inca hacer junta de gente para salir del Cuzco, dejando uno de los principales de su linaje por gobernador.

CAP. XLII.—De cómo Viracocha Inga pasó por las provincias de los Canches y Canas, y anduvo hasta que entró en la comarca de los Collas [136] y lo que sucedió entre Cari y Zapana.

Determinado por el Inca de ir al Collao, salió de la ciudad del Cuzco con mucha gente de guerra, y pasó por Móyna, y por los pueblos de Úrcos y Quiquixana. Como los Canches supieron la venida del Inca, acordaron de se juntar y salir con sus armas á le defender la pasada por su tierra; y por él entendido, les envió mensajeros que les dijesen que no tuviesen tal propósito, porque él no queria hacerles aquel enojo, ántes deseaba de los tener por amigos; y que si para él se venian los principales y capitanes, que les daria á beber con su propio vaso. Los Canches[137] respondieron á los mensajeros que no estaban por pasar por lo que decian, sino por defender su tierra de quien en ella entrase. Vueltos con la respuesta, encontraron con Viracocha Inga en Cangalla, y lleno de ira por lo poco que los Canches tuvieron su embajada, caminó con más priesa que hasta allí, y llegando á un pueblo que há por nombre Combapata, junto á un rio que por él pasa, halló á los Canches puestos en órden de guerra, y allí se dió entre unos y otros la batalla, donde de ambas partes murieron muchos, y fueron los Canches vencidos, y huyeron los que pudieron, y los vencedores tras ellos, prendiendo y matando. Y habiendo pasado gran rato, volvieron con el despojo, trayendo muchos cautivos, así hombres, como mujeres.

Y como esto hobiese pasado, los Canches de toda la provincia enviaron mensajeros al Inca para que les perdonase y en su servicio recebiese, y como él otra cosa no desease, lo otorgó con las condiciones que solia, que era, que rescibiesen por soberanos señores á los del Cuzco y se rigiesen por sus leyes y costumbres, tributando con lo que en sus pueblos hobiese, conforme como lo hacian los demás. Y habiendo estado algunos dias entendiendo en estas cosas y en hacer entender á los Canches que los pueblos tuviesen juntos y concertados, y que entre ellos no se diese guerra ni hobiese pasion, y pasó adelante.

Los Canas habíanse juntado número grande dellos en el pueblo que llaman Lurucachi[138], y como entendieron el daño que habian rescebido los Canches, y como el Inca no hacia injuria á los que se daban por sus amigos, ni consentia hacerles agravio, determinaron de tomar amistad con él. A esto, el rey Inca venia caminando, acercándose á Lurucachi[139], y entendió la voluntad que los Canas tenian, de que mostró holgarse mucho; y como estuviese en aquella comarca el templo de Aconcagua, envió grandes presentes á los ídolos y sacerdotes.

Llegados los embajadores de los Canas, fueron bien recebidos por Inca Viracocha, y les respondió que fuesen los principales y más viejos de los Canas allá cerca, donde se verian, y que como hobiese estado algunos dias en el templo de Vilcanota, se daria priesa á verse con ellos. Y dió á los mensajeros algunas joyas y ropas de lana fina, é mandó á su gente de guerra que no fuesen osados de entrar en las casas de los Canas, ni robar nada de lo que tuviesen, ni hacellos daño ninguno; porque el buen corazon que tenian no se les turbase y tomasen otro pensamiento.

Los Canas, oida la respuesta, mandaron poner mucho mantenimiento por los caminos y abajaban de los pueblos á servir al Inca, que con mucha justicia entendió en que no fuesen agraviados en cosa alguna, y eran proveidos de ganado y de suvica[140], que es su vino; y como hobiere llegado al vano templo, hicieron sacrificios conforme á su gentilidad, matando muchos corderos para el sacrificio. De allí caminaron para Ayavire, donde los Canas estaban con mucho proveimiento y el Inca les habló amorosamente, y con ellos asentó su asiento de paz como solia con los demás. Y los Canas, teniendo por provechoso para ellos el ser gobernados por tan santas y justas leyes, no reusaron pagar tributo ni el ir al Cuzco con reconocimiento.

Esto pasado, Viracocha Inga determinó de se partir para el Collao, á donde ya se savia todo lo que por él habia sido hecho, así en los Canches como en los Canas, y estaban aguardándole en Chucuito, y lo mismo en Hátun Collao; á donde Zapana estaba ya entendiendo cómo Cari se habia gratulado con Viracocha, y que le estaba aguardando; y porque no se hiciese más poderoso, acordó de le salir á buscar y dar batalla ántes que el Inca se juntase con él; y Cari, que debia de ser animoso, salió con su gente á un pueblo que se llama Paucarcolla[141], y junto á él se afrontaron los dos más poderosos tiranos de la comarca, con tanta gente, que se afirma que se juntaron ciento y cincuenta guarangas[142] de indios: y entre todos se dió la batalla á su usanza, la cual cuentan que fué muy reñida y á donde murieron mas de treinta mill indios. Y habiendo durado gran rato, Cari quedó por vencedor, y Zapana y los suyos fueron vencidos con muerte de muchos; y el mismo Zapana fué muerto en esta batalla.

CAP. XLIII.—De cómo Cari volvió á Chucuito, y de la llegada de Viracocha Inga, y de la paz que entre ellos trataron.

Luego que Zapana fué muerto, Cari se apoderó de su real y robó todo lo que en él habia, con la cual presa dió la vuelta á Chucuito; y estaba aguardando á Viracocha Inga, y mandó adreszar los aposentos y proveerlos de mantenimientos. El Inca supo en el camino el fin de la guerra y cómo Cari habia vencido, y aunque en lo público daba á entender haberse holgado, en lo secreto le pesó por lo sucedido, porque con haber diferencias entre aquellos dos, pensaba él fácilmente hacerse señor del Collao, y pensó de se volver con brevedad al Cuzco, porque no le sucediese alguna desgracia.

Y como estuviese ya cerca de Chucuito, salió Cari con los más principales de los suyos á le recebir, y fué aposentado é muy servido; y como desease la vuelta al Cuzco con brevedad, habló con Cari, adulándole con palabras de lisonjas sobre lo mucho que se habia holgado de su buena andanza, y que venia á le ayudar con toda voluntad, y que para que estuviese cierto que siempre le seria buen amigo, le queria dar por muger á una hija suya. A lo cual respondió Cari, que era muy viejo y estaba muy cansado, que le rogaba que casase á su hija con mancebo, pues habia tantos en que escoger, y que supiese que él se habia de tener por señor y amigo y reconocerle en lo que él mandase; y así, le ayudaria en guerras y en otras cosas que se ofresciesen. Y luego, en presencia de los más principales que allí estaban, mandó traer Viracocha Inga un gran vaso de oro y se hizo el pleito homenaje entre ellos desta manera: bebieron un rato del vino que tenian las mujeres, y luego el Inca tomó el vaso ya dicho, y poniéndolo encima de una piedra muy lisa, dijo: "La señal sea esta, que este vaso se esté aquí y que yo no le mude ni tú le toques, en señal de ser cierto lo asentado." Y besando, hicieron reverencia al sol, y hicieron un gran taqui y areyto con muchos sones; y los sacerdotes, diciendo ciertas palabras, llevaron el vaso á uno de los vanos templos donde se ponian los semejantes juramentos que se hacian por los reyes y señores. Y habiéndose holgado algunos dias Viracocha Inga en Chucuito, se volvió al Cuzco, siendo por todas partes muy servido y bien recebido.

E ya muchas provincias estaban asentadas, y usaban de mejoras ropas y tenian mejor costumbre y religiones que ántes, gobernándose por las leyes y costumbres del Cuzco. Adonde habia quedado por gobernador de la ciudad Inca Urco, hijo de Viracocha Inga, del cual cuentan que era muy cobarde, remiso, lleno de vicios y con pocas virtudes; mas, como era el mayor, habia de suceder en el imperio de su padre; quien dicen que, conociendo estas cosas, quisiera mucho privarlo del señorio y darlo á Inca Yupanqui, su segundo hijo, mancebo de muy gran valor y adornado de buenas costumbres, esforzado y animoso, y que tenia los pensamientos muy grandes y altos; mas, los orejones y principales de la ciudad no querian que fuesen quebrantadas las leyes y lo que se usaba y guardaba por ordenacion y estatuto de los pasados, y aunque conocian cuán mal inclinado era Inca Urco, querian que él y no otro fuese rey despues de la muerte de su padre. Y esto lo he dicho tan largo, porque dicen los que desto me avisaron, que desde Úrcos Viracocha Inga embió sus mensajeros á la ciudad para que lo tratasen, y no pudo concluir nada de lo que queria. Y como entró en el Cuzco, le fué hecho gran recebimiento; y como ya estuviese muy viejo y cansado, determinó de dejar la gobernacion del reino á su hijo y entregarle la borla y salirse al valle de Yucay y al de Xaquixaguana á recrear y holgar; y así lo comunicó con los de la ciudad, pues no pudo que le sucediese Inca Yupanqui.

CAP. XLIV.—De cómo Inca Urco fué recebido por gobernador general de todo el imperio y tomó la corona en el Cuzco, y de cómo los Chancas determinaban de salir á dar guerra á los del Cuzco.

Los orejones, y áun todos los demás naturales destas provincias, se reyeron de los hechos deste Inca Urco. Por sus poquedades, quieren que no goce de que digan que alcanzó la dignidad del reino, y así vemos que en la cuenta que de los quipos y romances tienen de los reyes que reinaron en el Cuzco, callan este, lo cual yo no haré, pues al fin, mal ó bien, con vicios ó virtudes, gobernó y mandó el reino algunos dias. Y así, luego que Viracocha Inga se fué al valle de Xaquixaguana, envió al Cuzco la borla ó corona, para que los mayores de la ciudad la entregasen á Inca Urco, habiendo dicho que bastaba lo que habia trabajado y hecho por la ciudad del Cuzco, que lo que de la vida le quedaba queria gastar en holgarse, pues era viejo é no para la guerra. Y como se entendió su voluntad, luego Inca Urco sentró á hacer los ayunos y otras religiones conforme á su costumbre, y acabado, salió con la corona y fué al templo del sol á hacer sacrificios; y se hicieron en el Cuzco á su usanza muchas fiestas y grandes borracheras.

Habiase casado Inca Urco con su hermana para haber hijo en ella que le sucediese en el señorío. Era tan vicioso y dado á lujurias y deshonestidades, que sin curar della, se andaba con mujeres bajas y con mancebas, que eran las que queria y le agradaban; y áun afirman que corrompió algunas de las mamaconas questaban en el templo, y era tan de poca honra, que no queria que se estimasen. Y andaba por las más partes de la ciudad bebiendo; y desque tenia en el cuerpo una arroba y más de aquel brebaje, provocándose al vómito, lo lanzaba, y sin vergüenza descubria las partes vergonzosas, y echaba la chicha convertida en orina; y á los orejones que tenian mujeres hermosas, cuando las via, les decia: "Mis hijos, ¿cómo están?" Dando á entender que habiendo con ellas usado, los que tenian eran dél y no de sus maridos. Edificio ni casa nunca lo hizo; era enemigo de armas; en fin, ninguna cosa buena cuentan del sino ser muy liberal.

Y como hobiese tomado la borla, despues de ser pasados algunos dias, determinó de salirse á holgar á las casas de placer que para recreacion de los Incas estaban hechas, dejando por su lugar teniente á Inca Yupanqui, que fué padre de Tupac Inca, como adelante contaré.

Estando las cosas del Cuzco de esta manera, los Chancas, como atrás conté, habian vencido á los Quíchuas y ocupado la mayor parte de la provincia de Andabailes, y como estuviesen victoriosos, oyendo lo que se decia de la grandeza del Cuzco y su riqueza y la majestad de los Incas, desearon de no estarse encojidos ni dejar de pasar adelante, ganando con las armas todo lo á ellos posible; y luego hicieron grandes plegarias á sus dioses ó demonios, y dejando en Andabailes, que es lo que los españoles llaman Andaguaylas[143], que está encomendada á Diego Maldonado el rico, gente bastante para la defensa della, y con la que estaba junta para la guerra, salió Hastu Huaraca y[144] un hermano suyo muy valiente, llamado Omoguara, y partieron de su provincia con muy gran soberbia, camino del Cuzco, y anduvieron hasta llegar á Curampa[145], donde asentaron su real, y hicieron gran daño á los naturales de la comarca. Mas como en aquellos tiempos muchos de los pueblos estuviesen en los altos y collados de las sierras, con grandes cercas, que llaman pucaraes, no se podian hacer muchas muertes, ni querian cativos, ni más que robar los campos. Y salieron de Curampa[146] y fueron al aposento de Cochacassa[147] y al rio de Amancay[148], destruyendo todo lo que hallaban, y así se acercaron al Cuzco, adonde ya habia ido la nueva de los enemigos que venian contra la ciudad; mas, aunque fué sabido por el viejo Viracocha no se le dió nada, mas ántes, saliendo del valle de Xaquixaguana, se fué al valle de Yucay con sus mujeres y servicio. Inca Urco tambien dicen que se reia, teniendo en poco lo que era obligado á tener en mucho; mas, como el ser del Cuzco estuviese guardado para ser acrecentado por Inca Yupanqui y sus hijos, hobo él de ser el que libró de estos miedos, con su virtud, á todos; y no solamente venció á los Chancas, mas sojuzgó la mayor parte de las naciones que hay en estos reinos, como adelante diré.

CAP. XLV.—De cómo los Chancas allegaron á la ciudad del Cuzco y pusieron su real en ella, y del temor que mostraron los que estaban en ella, y del gran valor de Inca Yupanqui.

Despues que los Chancas hobieron hecho sacrificios en Apurima, y llegasen cerca de la ciudad de Cuzco, el capitan general que llevaban, ó señor dellos, Hastu Guaraca[149], les decia que mirasen la alta empresa que tenian, que se mostrasen fuertes y no tuviesen pavor ni temor ninguno de aquellos que pensaban espantar la gente con pararse las orejas tan grandes como ellos se ponian; y que si los vencian, habrian mucho despojo é mujeres hermosas con quien holgasen; los suyos le respondian alegremente que harian el deber.

Pues como en la ciudad del Cuzco hobiesen sabido ya de los que venian contra ella, é Viracocha Inga ni su hijo Inca Urco no se diesen nada por ello, los orejones y más principales estaban muy sentidos por ello, y como ya supiesen los enemigos cuán cerca estaban, fueron hechos grandes sacrificios á su costumbre, y acordaron de rogar á Inca Yupanqui que tomase el cargo de la guerra, mirando por la salud de todos. Y tomando la mano uno de los más ancianos, habló con él en nombre de todos y él respondió, que cuando su padre queria á él darle la borla, no consintieron, sino que fuese Inca el cobarde de su hermano, y que él nunca con tirania ni contra la voluntad del pueblo pretendió la dignidad real, y que pues ya habian visto Inca Urco no convenir para ser Inca, que hiciesen lo que eran obligados al bien público, sin mirar la costumbre antigua no fuese quebrantada. Los orejones respondieron, que, concluida la guerra, entenderian en hacer lo que á la gobernacion del reino conviniese; y dicen que por la comarca enviaron mensajeros que todos los que quisiesen venir á ser vecinos del Cuzco, les serian dadas tierras en el valle y sitio, para casas, y serian privilegiados; y así vinieron de muchas partes. Y pasado esto, el capitan Inca Yupanqui salió á la plaza donde estaba la piedra de la guerra, puesta en su cabeza una piel de leon, para dar á entender que habia de ser fuerte como lo es aquel animal.

En este tiempo llegaban los Chancas á la sierra de Villcacunga[150], y Inca Yupanqui mandó juntar la gente de guerra que habia en la ciudad, con determinacion de le salir al camino, nombrando capitanes los que más esforzados les pareció; mas, tornando á tomar parecer, se acordó de los aguardar en la ciudad.

Los Chancas llegaron á poner su real junto al cerro de Carmenga, que está por encima de la ciudad, y pusieron luego sus tiendas. Los del Cuzco habian hecho por las partes de la entrada de la ciudad grandes hoyos llenos de piedra y por encima tapados sotilmente, para que cayesen los que allí anduviesen. Como en el Cuzco las mujeres y muchachos vieron[151] los enemigos, hobieron mucho espanto y andaba gran ruido. Inca Yupanqui envió mensajeros á Hastu Guaraca para que asentasen entre ellos, y no hobiese muerte de gentes. Hastu Guaraca, con soberbia, tuvo en poco la embajada, y no quiso mas de pasar por lo que la guerra determinase; aunque, importunado de sus parientes y más gente, quiso tener plática con el Inca y así se lo envió á decir.—La ciudad está asentada entre cerros en lugar fuerte por natura, y las laderas y cabos de sierras estaban cortados y por muchas partes puestas púas recias de palma, que son tan recias como de hierro y más enconosas y dañosas[152].—Llegaron á tener habla el Inca y Hastu Guaraca; y estando todos puestos en arma, aprovechó poco la vista, porque encendiéndose más con las palabras que el uno al otro se dijeron, allegaron á las manos, teniendo grandísima grita y ruido;—porque los hombres de acá son muy alharaquientos en sus peleas, y más se teme su grita que no su esfuerzo por nosotros;—y pelearon unos con otros gran rato; y sobreviniendo la noche, ceso la contienda, quedándose los Chancas en sus reales, y los de la ciudad por la redonda della, guardándola por todas partes, porque los enemigos no la pudiesen entrar; porque el Cuzco ni otros lugares destas partes no son cercados de muralla.

Pasado el rebato, Hastu Guaraca animaba los suyos esforzándolos para la pelea, y lo mesmo hacia Inca Yupanqui á los orejones y gente que estaba en la ciudad. Los Chancas, denodadamente salieron de sus reales con voluntad de la entrar, y los del Cuzco salieron con pensamiento de se defender; y tornaron á la pelea, á donde murieron muchos de ambas partes; mas, tanto fué el valor de Inca Yupanqui, que alcanzó la vitoria de la batalla con muerte de los Chancas todos, que no escapó, á lo que dicen, sino poco más de quinientos, y ente ellos su capitan Hastu Guaraca, el cual con ellos, aunque con trabajo, llegó á su provincia. El Inca gozó el despojo y hobo muchos cativos así hombres como mujeres.

CAP. XLVI.—De cómo Inca Yupanqui fué rescebido por rey y quitado el nombre de Inca á Inca Urco, y de la paz que hizo con Hastu Guaraca.

Desbaratados los Chancas, entró en el Cuzco Inca Yupanqui con gran triunfo y habló á los principales de los orejones sobre que se acordasen de cómo habia trabajado por ellos lo que habian visto, y en lo poco que su hermano ni su padre mostraron tener á los enemigos; por tanto, que le diesen á él el señorío y gobernacion del imperio. Los del Cuzco, unos con otros, trataron y miraron, así el dicho de Inca Yupanqui, como lo más que Inca Urco le (así) habia hecho, y por consentimiento del pueblo, acordaron de que Inca Urco no entrase más en el Cuzco y que le fuese quitada la borla ó corona y dada á Inca Yupanqui; y aunque Inca Urco, como lo supo, quiso venir al Cuzco á justificarse y mostrar sentimiento grande, quejándose de su hermano y de los que le quitaban de la gobernacion del reino, no le dieron lugar ni se dejó de cumplir lo ordenado. Y áun hay algunos que dicen que la Coya, mujer de Inca Urco, lo dejó sin tener hijo dél ninguno, y se vino al Cuzco, donde la recebió por mujer su segundo hermano Inca Yupanqui; que, hecho el ayuno y otras cirimonias, salió con la borla, haciéndose en el Cuzco grandes fiestas, hallándose á ellas gentes de muchas partes. Y á todos los que murieron de la parte suya en la batalla, los mandó el nuevo Inca enterrar, mandando hacerles osequias á su usanza; y á los Chancas, mandó que se hiciese una casa larga á manera de tumba en la parte que se dió la batalla, adonde, para memoria, fuesen desollados todos los cuerpos de los muertos, y que inchiesen los cueros de ceniza ó de paja, de tal manera, que la forma humana paresciese en ellos, haciéndoles de mil maneras; porque á unos, paresciendo hombres, de su mesmo vientre salia un atambor, y con sus manos hacia muestra de lo tocar; otros ponian con flautas en las bocas. De esta suerte y de otras estuvieron hasta que los españoles entraron en el Cuzco. Pero Alonso Carrasco y Juan de Pancorvo, conquistadores antiguos, me contaron á mí de la manera que vieron estos cueros de ceniza, y otros muchos de los que entraron con Pizarro y Almagro en el Cuzco.

Y dicen los orejones que habia en este tiempo gran vecindad en el Cuzco, y que siempre iba en crecimiento, y de muchas partes vinieron mensajeros á congratularse con el nuevo rey; el cual respondió á todos con buenas palabras, y deseaba salir á hacer guerra á lo que llaman Condesuyo; y como por experiencia hobiese conocido cuán valiente y animoso era Hastu Guaraca, el señor de Andaguaylas, pensó de lo atraer á su servicio; y así, cuentan que le embió mensajeros, rogándole con sus hermanos y amigos se viniese á holgar con él; y entendiendo que le seria provechoso allegarse á la amistad de Inca Yupanqui, fué al Cuzco, donde fué bien recebido. Y como se hobiese hecho llamamiento de gente, se determinó de ir á Condesuyo.

En este tiempo cuentan que murió Viracocha Inga, y se le dió sepultura con ménos pompa y honor que á los pasados suyos, porque en la vejez habia desamparado la ciudad y no querido volver á ella cuando tubieron la guerra con los Chancas. De Inca Urco no digo más, porque los indios no tratan de sus cosas sino es para reir; y dejando á él aparte, digo que Inca Yupanqui es el noveno rey que hobo en el Cuzco.

CAP. XLVII.—De cómo Inca Yupanqui salió del Cuzco, dejando por gobernador á Lloque Yupanqui, y de lo que sucedió.

Como ya por mandado de Inca Yupanqui se hobiese juntado cantidad de más de cuarenta mill hombres, junto á la piedra de la guerra se hizo alarde y nombró capitanes, haciendo fiestas y borracheras; y estando adrezado, salió del Cuzco en andas ricas de oro y pedrería, yendo á la redonda dél su guarda con alabardas y hachas y otras armas; junto á él iban los señores; y mostrava más valor y autoridad este rey que todos los pasados suyos. Dejó en el Cuzco, á lo que dicen, por gobernador á Lloque Yupanqui, su hermano. La Coya y otras mujeres iban en hamacas, y afirman que llevaban gran cantidad de cargas de joyas y de repuesto. Delante iban limpiando el camino, que ni yerba ni piedra pequeña ni grande no habia de haber en él.

Llegado al rio de Apurima, pasó por la puente que se habia echado, y anduvo hasta los aposentos de Curahuasi[153]. De la comarca salian muchos hombres y mujeres y algunos señores y principales, y cuando lo vian, quedaban espantados, y llamábanlo "Gran señor, Hijo del Sol, Monarca de todos," y otros nombres grandes. En este aposento dicen que dió á un capitan de los Chancas, llamado Tupac Uasco[154], por mujer, una palla del Cuzco y que la tuvo en mucho.

Pasando adelante el Inca por el rio de Apurima y Cochacassa, como los naturales de aquella parte estuviesen en los pucaraes fuertes y no tuviesen pueblos juntos, les mandó que viviesen ordenadamente sin tener costumbre mala ni darse la muerte los unos á los otros. Mucho se alegraron con estos dichos, y les fué bien de obedecer su mandamiento. Los de Curampa[155] reian dello, y entendido [de] Inca Yupanqui, y no bastando amonestaciones, los venció en batalla, matando á muchos y cativando á otros. Y porque la tierra era buena, mandó á un mayordomo suyo quedase á reformarla y á que se hiciesen aposentos y templo del sol.

Ordenado esto con gran prudencia, el rey salió de allí y anduvo hasta la provincia de Andaguaylas, á donde le fué hecho solene recebimiento, y estuvo allí algunos dias determinando si iria á conquistar á los naturales de Guamanga, ó Xauxa, ó los Soras y Rucanas[156]; mas, despues de haber pensado, con acuerdo de los suyos, determinó de ir á los Soras. Y saliendo de allí, anduvo por un despoblado que iba á salir á los Soras, los cuales supieron su venida y se juntaron para se defender.

Habia inviado Inca Yupanqui capitanes con gentes para otras partes muchas á que allegasen las gentes á su servicio con la más blandura que pudiesen, y á los Soras envió mensajeros sobre que no tomasen armas contra él, prometiendo de los tener en mucho sin les hacer agravio ni daño; mas, no quisieron paz con servidumbre, sino guerrear por no perder la libertad. Y así, juntos unos con otros, tuvieron la batalla, la cual, dicen los que della tuvieron memoria, que fué muy reñida, y que murieron muchos de ambas partes, mas quedando el campo por los del Cuzco. Los que escaparon de ser muertos y presos, fueron dando aullidos y gemidos á su pueblo, á donde pusieron algun cobro en sus haciendas, y sacando sus mujeres, lo desampararon y se fueron, segun es público, á un peñol fuerte, questá cerca del rio de Vilcas, donde habia en lo alto muchas cuevas y agua por naturaleza; y en este peñol se recogieron muchos hombres con sus mujeres; é hízose por miedo del Inca, proveyéndose del más bastimento que pudieron. Y no solo los Soras se recogieron á este peñol, que de la comarca de Guamanga y del rio de Vilcas y de otras partes se juntaron con ellos, espantados de oir que el Inca queria ser solo Señor de las gentes.

Vencida la batalla, los vencedores gozaron del despojo, y el Inca mandó que no hiciesen daño á los cativos; antes los mandó soltar á todos ellos, y mandó ir un capitan con gente á lo de Condesuyo por la parte de Pumatampu[157]; y como entrase en los Soras y supiese haberse ido la gente al peñol ya dicho, recebió mucho enojo y determinó de los ir á cercar; y así, mandó á sus capitanes que con la gente de guerra caminasen contra ellos.

CAP. XLVIII.—De cómo el Inca revolvió sobre Vilcas y puso cerco en el peñol donde estaban hechos fuertes los enemigos.

Muy grandes cosas cuentan los orejones deste Inca Yupanqui y de Tupac Inca, su hijo, y Guayna Capac, su nieto; porque estos fueron de los que se mostraron más valerosos. Los que fueren leyendo sus acaecimientos, crean que yo quito ántes de lo que supe, que no añadir nada, y que para afirmarlo por cierto, fuera menester lo que es causa que yo no afirme más de lo que[158] escribo por relacion destos indios; y para mí creo esto y más por los rastros y señales que dejaron de sus pisadas estos reyes, y por el su mucho poder, que da muestra de no ser nada esto que yo escribo para lo que pasó; la cual memoria durará en el Perú mientras hubiese hombres de los naturales.

E volviendo al propósito, como el Inca tanto desease haber á las manos á los questaban en el peñol, andaba con su gente hasta llegar al rio de Vilcas. Los de la comarca, como supieron su estada allí, muchos vinieron á le ver, haciéndole grandes servicios, y firmaron con él amistad, y por su mandato comenzaron á hacer aposentos y edificios grandes en lo que agora llamamos Vilcas, quedando maestros del Cuzco para dar la traza y mostrar con la manera que habian de poner las piedras y losas en el edificio. Llegando, pues, al peñol, procuró con toda buena razon de atraer á su amistad á los que en él estaban hechos fuertes, enviándoles sus mensajeros; mas ellos se reian de sus dichos y lanzaban muchos tiros de piedra. El Inca, viendo su propósito, determinó de no partir sin dejar hecho castigo en ellos. Y supo cómo los capitanes que envió á la provincia de Condesuyo, habian dado algunas batallas á los de aquellas tierras y los habian vencido y metido en su señorío los más de la provincia; y porque los del Collao no pensasen que habian de estar seguros, conociendo ser valiente Hastu Guaraca, el señor de Andaguaylas, le mandó que con su hermano Tupac Uasco[159] se partiese para el Collao á procurar de meter en su señorío á los naturales. Respondieron que lo harian como lo mandaba, y luego partieron para su tierra, para desde ella ir al Cuzco á juntar el ejército que habian de llevar.

Los del peñol, todavía estaban en su propósito de se defender, y el Inca los habia cercado, y pasaron entre unos y otras grandes cosas, porque fué largo el cerco; y al fin, faltando los mantenimientos, se hobieron de dar los que estaban en el peñol, obligándose de servir, como los demás, al Cuzco, y tributar y dar gente de guerra. Y con esta servidumbre quedaron en gracia del Inca, de quien dicen no hacerles enojo, ántes mandarles proveer de mantenimientos y otras cosas, y enviallos á sus tierras; otros dicen que los mató á todos sin que ninguno escapase. Lo primero creo, aunque de lo uno y de lo otro no sé más de decirlo estos indios.

Acabado esto, cuentan que de muchas partes vinieron á ofrecerse al servicio del Inca, y que recibia graciosamente á todos los que venian; y que salió de allí para volver al Cuzco, y halló en el camino hechos muchos aposentos, y que en las más partes se habian abajado de las laderas los naturales, y tenian en lo llano pueblos concertados como lo mandaba y habia ordenado.

Llegado al Cuzco, fué recebido á su usanza con gran pompa, y se hicieron grandes fiestas. Los capitanes que por su mandado habian ido á hacer guerra á los del Collao, habian andado hasta Chucuito, y tuvieron algunas batallas en partes de la provincia, y saliendo vencedores, sujetábanlo todo al señorío del Inca; y en Condesuyo fué lo mesmo. E ya era muy poderoso y de todas partes acudian señores y capitanes á le servir con los hombres ricos de los pueblos, y tributaban con grande órden, y hacian otros servicios personales, pero todo con gran concierto y justicia. Cuando le iban á hablar, iban cargados livianamente; mirávanle poco al rostro; cuando él hablaba, temblaban los que le oian, de temor ó de otra cosa; salia pocas veces en público, y en la guerra, siempre era el delantero; no consentia que ninguno, sin su mandamiento, tuviese joyas ni asentamiento ni anduviese en andas; en fin, este fué el que abrió camino para el gobierno tan excelente que los Incas tuvieron.

CAP. XLIX.—De cómo Inca Yupanqui mandó á Lloque Yupanqui que fuese al valle de Xauxa á procurar de atraer á su señorío á los Guancas y á los Yauyos[160], sus vecinos, con otras naciones que caen en aquella parte.

Pasado lo que se ha escripto, cuentan los orejones que como se hallase tan poderoso el rey Inca, mandó hacer llamamiento de gente, porque queria comenzar otra guerra más importante que las pasadas; y cumpliendo su mandato, acudieron muchos principales con gran número de gente armada con las armas que ellos usan, que son hondas, hachas, macanas, aillos, dardos y lanzas pocas. Como se juntaron, mandó hacerles convites y fiestas, y por alegrarlos, cada dia salia con nuevo traje ó vestido, tal cual tenia la nacion que aquel dia queria honrar, y pasado, se ponia de otro, conforme á lo que tenian los que eran llamados al convite y borrachera. Con esto, holgábanse tanto cuanto aquí se puede encarescer. Cuando hacian estos grandes bailes, cercaba la plaza del Cuzco una maroma de oro que se habia mandado hacer de lo mucho que tributaban las comarcas, tan grande como en lo de atrás tengo dicho, y otra grandeza mayor de bultos y antiguallas.

Y como se hobiesen holgado los dias que les paresció á Inca Yupanqui, les habló cómo queria que fuesen á los Guancas, y á los Yauyos[161], sus vecinos, y procurar de los traer[162] en su amistad y servicio sin guerra, y cuando nó, que, dándosela, se diesen maña de los vencer y forzar que lo hiciesen. Respondieron todos que harian lo que mandaba con gran voluntad. Fueron señalados capitanes de cada nacion, y sobre todos fué por general Lloque Yupanqui, y con él, para consejo, Tupac Yupanqui[163]; y avisándoles de lo que habian de hacer, salieron del Cuzco y caminaron hasta la provincia de Andaguaylas, á donde fueron bien recibidos por los Chancas, y salió con ellos un capitan Ancoallo con copia de gente de aquella tierra, para servir en la guerra al Inca.

De Andaguaylas fueron á Vilcas, á donde estaban los aposentos y templos del sol que Inca Yupanqui habia mandado hacer, y hablaron con todo amor á los que entendian en aquellas obras. De Vilcas fueron por los pueblos [de] Guamanga, Azángaro, Párcos, Picoy, Ácos[164] y otros, los cuales ya habian dado la obediencia al Inca y proveian de bastimentos y de lo que más tenian en sus pueblos, y hacian el camino real que les era mandado, grande é muy ancho.

Los del valle de Xauxa, sabida la venida de los enemigos, mostraron temor y procuraron favor de sus parientes y amigos, y en el templo suyo de Guarivilca hicieron grandes sacrificios al demonio que allí respondia. Venídoles los socorros, como ellos fuesen muchos, porque dicen que habia más de cuarenta mill hombres á donde agora no sé si hay doce mill, los capitanes del Inca llegaron hasta ponerse encima del valle, y deseaban sin guerra ganar las gracias de los Guancas y que quisiesen ir al Cuzco á reconocer al rey por Señor; y así, es público que les enviaron mensajeros. Mas, no aprovechando nada, vinieron á las manos y se dió una gran batalla en que dicen que murieron muchos de una parte y otra, mas que los del Cuzco quedaron por vencedores; y que siendo de gran prudencia Lloque Yupanqui, no consintió hacer daño en el valle, evitando el robo, mandando soltar los cativos; tanto, que los Guancas, conocido el beneficio y con la clemencia que usaban teniéndolos vencidos, vinieron á hablar y prometieron de vivir dende en adelante por la ordenanza de los reyes del Cuzco, y tributar con lo que hobiese en su valle; y pasando sus pueblos por las laderas, los sembraron, sin lo repartir, hasta que el rey Guayna Capac señaló á cada parcialidad lo que habia de tener; y se enviaron mensajeros.

CAP. L.—De cómo salieron de Xauxa los capitanes del Inca y lo que les sucedió, y cómo se salió de entre ellos Ancoallo.

Los naturales de Bonbon habian savido, segun estos cuentan, el desbarate de Xauxa, y cómo habian sido los Guancas[165] vencidos, y sospechando que los vencedores querian pasar adelante, acordaron de se apercibir, porque no los tomasen descuidados; y poniendo sus mujeres é hijos con la hacienda que pudieron en una laguna que está cerca dellos[166], aguardaron á lo que sucediese. Los capitanes del Inca, como hobieron asentado las cosas del valle de Xauxa, salieron y anduvieron hasta Bonbon, y como se metieron en la laguna, no les pudieron hacer otro mal que comerles los mantenimientos; y como esto vieron, pasaron adelante y allegaron á lo de Tarama, á donde hallaron á los naturales puestos en arma, y hobieron batalla en que fueron presos y muertos muchos de los Taramentinos, y los del Cuzco quedaron por vencedores; y como les dejasen en la voluntad del rey, [que] era que le sirviesen y tributasen como hacian otras muchas provincias, y que serian bien tratados y favorecidos, hicieron todo lo que les fué mandado, y envióse al Cuzco relacion de todo lo que se habia hecho en este pueblo de Tarama.

Cuentan los indios Chancas, que como los indios que salieron de su provincia de Andaguaylas con el capitan Ancoallo hobiesen hecho grandes hechos en estas guerras, envidiosos dellos y con rancor que tenian contra el capitan Ancoallo de más atrás, cuando el Cuzco fué cercado, determinaron de los matar; y así, los mandaron llamar; y como fuesen muchos juntos con su capitan, entendieron la intencion que tenian, y puestos en arma, se defendieron [de los] del Cuzco, y aunque murieron algunos, pudieron los otros, con el favor y esfuerzo de Ancoallo, de (así) salir de allí; el cual se quejaba á sus dioses de la maldad de los orejones, é ingratitud, afirmando, que, por no los ver más ni seguir, se iria con los suyos en voluntario destierro; y echando delante las mujeres, caminó y atravesó las provincias de los Chachapoyas y Guánuco, y pasando por la montaña de los Andes, caminó por aquellas sierras hasta que llegaron, segun tambien dicen, á una laguna muy grande, que yo creo debe ser lo que cuentan del Dorado, á donde hicieron sus pueblos y se ha multiplicado mucha gente. Y cuentan los indios grandes cosas de aquella tierra y del capitan Ancoallo.

Los capitanes del Inca, pasado lo que se ha escripto, dieron la vuelta al valle de Xauxa, donde ya se habian allegado grandes presentes y muchas mujeres para llevar al Cuzco, y lo mesmo hicieron los de Tarama. La nueva de todo fué al Cuzco, y como fué sabido por el Inca, holgóse por el buen suceso de sus capitanes, aunque hizo muestras [de] haberle pesado lo que habian hecho con Ancoallo. Mas era, segun se cree, industria, porque algunos afirman que por su mandado lo hicieron sus capitanes. Y como Tupac Uasco y los otros Chancas hobiesen ido á dar guerra á la provincia del Collao y hobiesen habido victoria de algunos pueblos, recelándose el Inca que, sabida la nueva de lo que habia pasado con Ancoallo, se volverian contra él y le harian traicion, les envió mensajeros para que luego viniesen para él, é mandó, so pena de muerte, que ninguno les avisase de lo pasado.

Los Chancas, como vieron el mandado del Inca, vinieron luego al Cuzco, y como llegaron, el Inca les habló con gran disimulacion amorosamente, encubriendo la maldad que se usó con el capitan Ancoallo, y daba por sus palabras muestras de habelle dello pesado. Los Chancas, como lo entendieron, no dejaron de sentir el afrenta, mas, viendo cuán poca parte eran para satisfacerse, pasaron por ello, pidiendo licencia á Inca Yupanqui para volver á su provincia; y siéndoles concedido, se partieron, dándole privilegio al señor principal para que se pudiese sentar en el duho[167] engastonado en oro, y otras preminencias.

Y entendió el Inca en acrescentar el templo de Curicancha con grandes riquezas, como ya está escripto. Y como el Cuzco tuviese por todas partes muchas provincias, dió algunas á este templo, y mandó poner las postas, y que hablasen una lengua todos los súditos suyos, y que fuesen hechos los caminos reales, y los mitimaes; y otras cosas inventó este rey, de quien dicen que entendia mucho de las estrellas y que tenia cuenta con el movimiento del sol; y así tomó él por sobrenombre Inca Yupanqui, que es nombre de cuenta y de mucho entender. Y como se hallase tan poderoso, no embargante que en el Cuzco habia grandes edificios y casas reales, mandó hacer tres cercados de muralla excelentísima y dina la obra de memoria, y tal paresce hoy dia, que ninguno la verá que no alabe el edificio y conozca ser grande el ingenio de los maestros que la inventaron. Cada cercado destos tiene más de trescientos pasos: al uno llaman Pucamarca, y al otro Hátun Cancha, y al tercero Cassana[168]; y es de piedra excelente y puesta tan por nivel, que no hay en cosa desproporcion, y tan bien asentadas las piedras y tan pegadas, que no se divisará la juntura dellas. Y están tan fuertes y tan enteros los más destos edificios, que si no los deshacen, como han hecho otros muchos, vivirán muchas edades.

Dentro destas cercas ó murallas habia aposentos como los demás quellos usaban, donde estaban cantidad de mamaconas y otras muchas mujeres y mancebas de los reyes, y hilaban y tejian de la su tan fina ropa, y habia muchas piezas de oro y de plata y vasijas destos metales. Muchas destas piedras vi yo en algunas destas cercas, y me espanté cómo, siendo tan grandes, estaban tan primamente puestas.—Cuando hacian los bailes y fiestas grandes en el Cuzco, era hecha mucha de su chicha por las mujeres dichas y bebíanla.—Y como de tantas partes acudiesen al Cuzco, mandó poner veedores para que no saliese sin su licencia ningun oro ni plata de lo que entrase, y pusiéronse gobernadores por las mesmas partes del reino, y á todos gobernaba con gran justicia y órden. Y porque en este tiempo mandó hacer la fortaleza del Cuzco, diré algo della, pues es tan justo.

CAP. LI.—De cómo fundó la casa real del sol en un collado que por encima del Cuzco está, á la parte del Norte, que los españoles comunmente llaman la Fortaleza, y de su admirable edificio y grandeza de piedras que en él se ven.

La ciudad del Cuzco está edificada en valle, ladera y collados, como se escribe en la primera parte desta historia[169], y de los mesmos edificios salen unas formas de paredes anchas, en donde hacen sus sementeras, y por compás salian unas de otras, que parescian cercas, de manera que todo estaba destos andenes, que hacia más fuerte la ciudad, aunque por natura lo es su sitio; y así, lo escogieron los Señores della entre tanta tierra. Y como ya se fuese haciendo poderoso el mando de los reyes, é Inca Yupanqui tuviese los pensamientos tan grandes, no embargante que tanto por él habia sido ilustrado y enriquecido el templo del sol, llamado Curicancha, é hobiese hecho otros grandes edificios, determinó que se hiciese otra casa del sol que sobrepujase el edificio á lo hecho hasta allí, y que en ella se pusiesen todas las cosas que pudiesen haber, así oro como plata, piedras ricas, ropa fina, armas de todas las que ellos usaban, municion de guerra, alpargates, rodelas, plumas, cueros de animales y los de aves, coca, sacas de lana, joyas de mill géneros; en conclusion, habia todo aquello de que ellos podian tener noticia. Y esta obra se comenzó tan soberbia, que si hasta hoy durara su monarquía, no estuviera acabada.

Mandóse que viniesen de las provincias que señalaron veinte mill hombres, y que los pueblos le enviasen bastimento necesario, y si alguno adolesciese, entrando en su lugar otro, se volviese á su naturaleza, aunque estos indios no residian siempre en la obra sino tiempo limitado, y viniendo otros, salian ellos, por donde sentian poco el trabajo. Los cuatro mill destos quebrantaban las piedras y sacaban las piedras; los seis mill las andaban trayendo con grandes maromas de cueros y de cabuya[170]; los otros estaban abriendo la zanja y abriendo los cimientos, yendo algunos á cortar horcones y vigas para el enmaderamiento. Y para estar á su placer, estas gentes hicieron su alojamiento cada parcialidad por sí, junto á donde se habia de hacer el edificio.—Hoy dia parecen las más de las paredes de las casas que tuvieron.—Andaban veedores mirando como se hacian, y maestros grandes y de mucho primor; y así, en un cerro que está á la parte del Norte de la ciudad, en lo más alto della, poco más que un tiro de arcabuz, se fabricó esta fuerza que los naturales llamaron Casa del Sol, y los nuestros nombran la Fortaleza.

Cavóse en peña viva para el fundamento y armar el cimiento, el cual se hizo tan fuerte, que durará mientras hobiere mundo. Tenia, á mi parecer, de largo trescientos y treinta pasos, y de ancho doscientos. Tenia muchas cercas tan fuertes, que no ay artillería que baste á romperlas. La puerta principal era de ver cuán primamente estaba y cuán concertadas las murallas para una no salir del compás de la otra; y en estas cercas se ven piedras tan grandes y soberbias, que cansa el juicio considerar cómo se pudieron traer y poner y quién bastó á labrallas, pues entre ellos se ven tan pocas herramientas. Algunas destas piedras son anchas como doce piés y más largas que veinte, y otras más gruesas que un buey, y todas asentadas tan delicadamente, que entre una y otra no podrán meter un real.—Yo fuí á ver este edificio dos veces: la una fué conmigo Tomas Vázquez, conquistador, y la otra Hernando de Guzman, que se halló en el cerco[171], y Juan de la Playa[172]; y creed los que esto leyerdes, que no os cuento nada para lo que ví. Y andándolo notando, ví junto á esta fortaleza una piedra que la medí y tenía doscientos y setenta palmos de los mios de redondo, y tan alta, que parescia que habia nacido allí, y todos los indios dicen que se cansó esta piedra en aquel lugar, y que no la pudieron mover más de allí[173]; y cierto, si en ella misma no se viese haber sido labrada, yo no creyera, aunque más me lo afirmaran, que fuerza de hombres bastara á la poner allí, adonde estará para testimonio de lo que fueron los inventores de obra tan grande, pues los españoles lo han ya desbaratado y parado tal, cual yo no quisiera ver la culpa grande de los que han gobernado en lo haber permitido, y que una cosa tan insigne se hobiese desbaratado y derribado, sin mirar los tiempos y sucesos que pueden venir y que fuera mejor tenerla en pié y con guarda[174].

Habia muchos aposentos en esta fuerza, uno encima de otros, pequeños, y otros entre suelos, grandes; y hacíanse dos cubos, el uno mayor que otro, anchos y tan bien sacados, que no sé cómo lo encarecer, segun están primos y las piedras tan bien puestas y labradas; y debajo de tierra dicen que hay mayores edificios. Y cuentan otras cosas, que no escribo, por no las tener por ciertas. Comenzóse á hacer esta fuerza en tiempo de Inca Yupanqui; labró mucho su hijo Tupac Inca y Guayna Capac y Guascar, y aunque ahora es cosa de ver, lo era mucho más sin comparacion. Cuando los españoles entraron en el Cuzco, sacaron los indios de Quizquiz gran tesoro della, y los españoles aún hallaron[175] alguno, y se cree que hay á la redonda della mayor número de lo uno y lo otro. Lo que desta fortaleza y la de Guarco ha quedado seria justo mandar conservar[176] para memoria de la grandeza desta tierra y aun para tener en ellas tales dos fuerzas, pues á tan poca costa se las hallan hechas. Y con tanto, volveré á la materia.

CAP. LII.—De cómo Inca Yupanqui salió del Cuzco hácia el Collao y lo que le sucedió.

Como estos indios no tienen letras ni cuentan sus cosas sino por la memoria que dellas queda de edad en edad y de sus cantares y quipos, digo esto, porque en muchas cosas varían, diciendo unos uno y otros otro, y no bastara juicio humano á escrebir lo escripto, sino tomara destos dichos lo que ellos mismos decian ser más cierto, para lo contar. Esto apunto para los españoles questán en el Perú que presumen de saber muchos secretos destos, que entiendan que supe yo y entendí lo que ellos piensan que saben y entienden y mucho más, y que de todo convino escribirse lo que verán, y que pasé el trabajo en ello que ellos mismos saben.

Y así, dicen los orejones, que estando las cosas de Inca Yupanqui en este estado, determinó de salir del Cuzco con mucha gente de guerra á lo que llaman Collao y sus comarcas; y así, dejando su gobernador en la ciudad, salió della y anduvo hasta ser llegado al gran pueblo de Ayavire, adonde dicen que, no queriendo venir los naturales dél en conformidad, tuvo cautela como, tomándolos descuidados, mató á todos sus vecinos, hombres y mujeres, haciendo lo mesmo de los de Copacopa[177]; y la destruicion de Ayavire fué tanto, que todos los más perecieron, que no quedaron sino algunos que despues quedaban asombrados de ver tan grande maldad y como locos furiosos por las sementeras, llamando á los mayores suyos con grandes aullidos y palabras temerosas[178]. Y como ya el Inca hobiese caido en la invencion tan galana y provechosa de poner los mitimaes, como viese las lindas vegas y campañas de Ayavire y el rio tan hermoso que por junto á él pasa[179], mandó que viniesen de las comarcas la gente que bastase con sus mujeres á poblarlo; y así fué hecho, y se hicieron para él grandes aposentos y templo del sol, y muchos depósitos y casa de fundicion; de manera que, poblado de mitimaes, Ayavire quedó más principal que ántes, y los indios que han quedado de las guerras y crueldad de los españoles, son todos mitimaes advenedizos y no naturales, por lo que se ha escripto.

Sin esto cuentan más, que habiendo ido por su mando ciertos capitanes con gente bastante á dar guerra á los de Andesuyo, que son los pueblos y comarcas questan en la montaña, toparon unas culebras tan grandes como maderos gruesos, las cuales mataban todos los que podian, tanto, que sin ver otros enemigos, hicieron ellas la guerra de tal arte, que vinieron pocos de los muchos que entraron; y que recebió enojo grande el Inca con saber tal nueva; y estando con su congoja, una hechicera le dijo que ella iria y pararia bobas y mansas las culebras susodichas, que mal á ninguno no hiciesen aunque en ellas mesmas se sentasen. Agradeciendo la obra, si conformaba con el dicho, le mandó lo pusiese en ejecucion, y lo hizo, al creer dellos y no al mio, porque parece burla; y encantadas las culebras, dieron en los enemigos, y subjetaron muchos por guerra y otros por ruego y buenas palabras que con ellos tuvieron.

El Inca salió de Ayavire, dicen que por el camino que llaman Omasuyo, el cual para su persona real fué hecho ancho y como lo vemos; y caminó por los pueblos de Oruro[180], Asillo, Azángaro, en donde tuvo algunos recuentros con los naturales; mas, tales palabras les dijo, que con ellas y con dones que les dió, los atrajo á su amistad y servicio, y dende en adelante usaron de la pulicía que usaban los demás que tenian amistad y alianza con los Incas, y hicieron sus pueblos concertados en lo llano de las vegas.

Pasando adelante Inca Yupanqui, cuentan que visito los más pueblos que confinan con la gran laguna de Titicaca, que con su buena maña los trajo todos á su servicio, poniéndose en cada pueblo del traje que usaban los naturales, cosa de gran placer para ellos y con que más se holgaban. Entró en la gran laguna de Titicaca y miró las islas que en ella se hacen, mandando hacer en la mayor de ellas templo del sol y palacios para él y sus descendientes; y puesta en su Señorío, y todo lo demás de la gran comarca del Collao, se volvió á la ciudad del Cuzco con grande triunfo; á donde mandó, luego que en ella entró, hacer grandes fiestas á su usanza, y vinieron de las más provincias á le hacer reverencia con grandes presentes; y los gobernadores y delegados suyos tenian gran cuidado de cumplir en todo su mandado.

CAP. LIII.—De cómo Inca Yupanqui salió del Cuzco, y lo que hizo.

Volaba la fama de Inca Yupanqui en tanta manera por la tierra, que en todas partes se trataba de sus grandes hechos. Muchos, sin ver bandera ni capitan suyo, le vinieron á conocer, ofreciéndosele por vasallos, afirmando con sus dichos que del cielo habian caido sus pasados, pues sabian vivir con tanto concierto y honra. Inca Yupanqui, sin perder su gravedad, les respondió mansamente que no queria hacer agravio á nacion ninguna, sino viniesen á le dar la obediencia, pues el sol lo queria y mandaba. Y como hobiese tornado á hacer llamamiento de gente, salió con toda ella á lo que llaman Condesuyo y sujetó á los Yanaguaras y á los Chumbivilcas, y con algunas provincias desta comarca de Condesuyo tuvo recias batallas; mas, aunque le dieron mucha guerra, su esfuerzo y saber fué tanto, que con daño y muerte de muchos le dieron la obediencia, tomándolo por Señor, como lo hacian los demás; y dejando puesta en órden la tierra, y hechos caciques á los naturales, y mandándoles que no hiciesen agravio ni daño á estos súbditos, se volvió al Cuzco, poniendo primero gobernadores en las partes principales, para que impusiesen á los naturales la órden que habian de tener, así para su vivienda, como para le servir y para hacer sus pueblos juntos, y tener en todo gran concierto, sin que ninguno fuese agraviado, aunque fuese de los más pobres.

Pasado esto, cuentan más, que reposó pocos dias en el Cuzco, porque quiso ir en persona á los Andes, á donde habia enviado sus adalides y escuchas para que mirasen la tierra y le avisasen del arte que estaban los moradores della; y como por su mandado estuviese todo el reino lleno de depósitos con mantenimientos, mandó que proveyesen el camino quél habia de llevar, é fué hecho así; y con los capitanes y gente de guerra salió del Cuzco, á donde dejó su gobernador para la administracion de la justicia, y atravesando las montañas y sierras nevadas, supo de sus corredores lo de adelante, y de la grande espesura de las montañas, y aunque hallaban de las culebras tan grandes que se crian en estas espesuras, no hacian daño ninguno, y espantábanse de ver cuan fieras y monstruosas eran.

Como los naturales de aquellas comarcas supieron la entrada en su tierra del Inca, como ya muchos dellos por mano de sus capitanes habian sido puestos en su servicio, le vinieron á hacer la mocha, trayéndole presentes de muchas plumas de aves y coca y de lo más que tenian en su tierra, y á todos lo agradecia mucho. Los demás indios que habitaban en aquellas montañas, los que quisieron serle vasallos, enviáronle mensajeros, los que no, desampararon sus pueblos y metiéronse con sus mujeres en la espesura de la montaña.

Inca Yupanqui tuvo gran noticia que, pasadas algunas jornadas, á la parte de Levante, habia gran tierra y muy poblada. Con esta nueva, codicioso de descubrirlo, pasó adelante; mas, siendo avisado como en el Cuzco habia sucedido cierto alboroto, y habiendo allegado é un pueblo que llaman Marcapata, revolvió con priesa grande al Cuzco, donde estuvo algunos dias.

Pasados estos, dicen los indios, que como la provincia de Collao sea tan grande y en ella hubiese en aquellos tiempos número grande de gente y señoríos de los naturales muy poderosos, como supieron que Inca Yupanqui habia entrado en la montaña de los Andes, creyendo que por allí seria muerto ó que vendria desbaratado, concertáronse todos á una, desde Vilcanota para adelante, á una parte y á otra, con muy gran secreto, de se rebelar y no estar debajo del señorío de los Incas, diciendo que era poquedad grande de todos ellos, habiendo sido libres sus padres y no dejándolos en cautiverio, sujetarse tantas tierras y tan grandes á un Señor solo. Y como todos aborreciesen el mando que sobre ellos el Inca tenia, sin les haber él hecho molestia ni mal tratamiento, ni hecho tiranías, ni demasías, como sus goberdadores y delegados no lo pudieron entender, juntos en Atuncollao y en Chucuito, donde se hallaron Cari, y Zapana, y Humalla, y el Señor de Azángaro, y otros muchos, hicieron su juramento, conforme á su ceguedad, de llevar adelante su intencion y determinacion; y para más firmeza, bebieron con un vaso[181] todos ellos juntos, y mandaron que se pusiese en un templo entre las cosas sagradas, para que fuese testigo de lo que se ha dicho; y luego mataron á los gobernadores y delegados que estaban en la provincia, y á muchos orejones que estaban entre ellos; y por todo el reino se divulgó la rebelion del Collao, y de la muerte que habian dado á los orejones; y con esta nueva intentaron novedades en algunas partes del reino, y en muchos lugares se levantaron; lo cual estorbó la órden que se tenia de los mitimaes y estar avisados los gobernadores, y sobre todo, el gran valor de Tupac Inca Yupanqui, que reinó desde este tiempo, como diré.

CAP. LIV.—De cómo hallándose muy viejo Inca Yupanqui, dejó la gobernacion del reino á Tupac Inca, su hijo.

No mostró en público sentimiento Inca Yupanqui en saber la nueva del alzamiento del Collao, ántes, con ánimo grande, mandó hacer llamamiento de gente, para en persona ir á los castigar, enviando sus mensajeros á los Canas y Canches, para que estuviesen firmes en su amistad, sin los ensoberbecer la mudanza del Collao; y queriendo ponerse á punto para salir del Cuzco, como ya fuese muy viejo y estuviese cansado de las guerras que habia hecho y caminos que habia andado, sintióse tan pesado y quebrantado, que sintiéndose poco bastante para ello, ni tampoco para entender en la gobernacion de tan gran reino, mandó llamar al Gran Sacerdote y á los orejones y más principales de la ciudad, y les dijo, que ya él estaba tan viejo, que era más para estarse junto á la lumbre, que no para seguir los reales, y pues así lo conoscian y entendian decia en todo verdad, que tomasen por Inca á Tupac Inca Yupanqui, su hijo, mancebo tan esforzado como ellos habian visto en las guerras que habia hecho, y que le entregaria la borla, para que por todos fuese obedecido por Señor y estimado por tal; y quél se daria maña como los del Collao fuesen castigados por su alzamiento y muertes que habian hecho á los orejones y delegados que entre ellos quedaron. Respondieron á estas palabras, los que por él fueron llamados, que fuese hecho como lo ordenase, y en todo mandase lo quél fuese servido, porque en todo le obedecerian como siempre habian hecho. [En] el Collao y en las provincias de los Canches y Canas le hicieron grandes recebimientos con presentes ricos, y le habian hecho, en lo que llaman Cacha, unos palacios al modo de como ellos labran, bien vistosos.

Los Collas, como supieron que Tupac Inca venia contra ellos tan poderoso, buscaron favores de sus vecinos, y juntáronse los más dellos con determinacion de le aguardar en el campo á le dar batalla. Cuentan que tuvo de todo esto aviso Tupac Inca, y como él era tan clemente, aunque conoscia la ventaja que tenia á los enemigos, les envió de las Canas, vecinos suyos, mensajeros que les avisasen cómo su deseo no era de con éllos tener enemistad ni castigallos conforme á lo mal que lo hicieron, cuando sin culpa ninguna mataron á los gobernadores y delegados de su padre, si quisiesen dejar las armas y dar la obediencia, pues para ser bien gobernados y regidos[182], convenia reconocer Señor y que fuese uno y no muchos.

Con esta embajada envió un orejon con algunos presentes para los principales de los Collas, mas no prestó nada ni quisieron su confederacion, ántes, la junta questaba hecha, teniendo por capitanes los señores de los pueblos, se venieron acercando á donde estaba Tupac Inca; y cuentan todos, que en el pueblo llamado Pucara, se pusieron en un fuerte que allí hicieron, y como llegó el Inca, tuvieron su guerra con la grita que suelen, y al fin se dió batalla entre unos y otros, en la cual murieron muchos de entrambas partes, y los Collas fueron vencidos, y presos muchos, así hombres como mujeres; y fuéranlo más, si diera lugar á que el alcance se siguiera, el Inca, más esforzado[183]; y á Cari, señor de Chucuito, habló ásperamente, diciéndole, ¿cómo habia respondido á la paz que puso su abuelo Viracocha Inga?, y que no le queria matar, mas que lo enviaria al Cuzco, á donde seria castigado; y así á este como á otros de los presos mandó llevar al Cuzco con guardas; y en señal de la vitoria que hobo de los Collas, en el lugar susodicho, mandó hacer grandes bultos de piedra, y romper, por memoria, de un pedazo de una sierra, y hacer otras cosas que hoy dia, quien fuere por aquel lugar, verá y notará, como hice yo, que paré dos dias, para lo ver y entender de raíz[184].

CAP. LV.—De cómo los Collas pidieron paz, y de cómo el Inca se la otorgó y se volvió al Cuzco.

Los Collas que escaparon de la batalla, dicen, que, muy espantados del acaecimiento, se dieron mucha prisa á huir, creyendo que los del Cuzco les iban á las espaldas, y así, andaban, con este miedo, volviendo de cuando en cuando los rostros á ver lo que ellos no vieron, por lo haber estorbado el Inca. Pasado el Desaguadero, se juntaron todos los principales y tomando su consejo unos con otros, determinaron de enviar á pedir paz al Inca, conque si los recebia en su servicio, pagarian los tributos que debian desde que se alzaron, y que para siempre serian leales. A tratar esto fueron los más avisados dellos, y hallaron á Tupac Inca que venia caminando para ellos, y oyó la embajada con buen semblante, y respondió con palabras de vencedor piadoso, que le pesaba de lo que habia hecho por causa dellos, y que seguramente podian venir á Chucuito, á donde se asentaria con ellos la paz de tal manera, que fuese provechosa para ellos. Y como lo oyeron, pusiéronlo por obra.

Mandó proveer de muchos bastimentos, y el Señor Humalla fué á los rescebir, y el Inca le habló bien, así á él como á los demás señores y capitanes; y ántes que se tratase la paz, cuentan que se hicieron grandes bailes y borracheras, y que, acabados, estando todos juntos, les dijo que no queria que se pusiesen en necesidad en le pagar los tributos que le eran debidos, pues eran suma grande; mas, que pues sin razon ni causa se habian levantado, quél habia de poner guarniciones ordinarias con gente de guerra, [y] que proveyesen de bastimentos y mujeres á los soldados. Dijieron que lo harian, y luego mandó que de otras tierras viniesen mitimaes para ello, con la órden que está dicha; y asimismo entresacó mucha gente del Collao, poniendo la de unos pueblos en otros, y entre ellos quedaron gobernadores y delegados para coger los tributos. Esto hecho, dijo que habian de pasar por una ley que queria hacer para que siempre se supiese lo que por ellos habia sido hecho, y era que no pudiesen entrar jamás en el Cuzco más de tantos mill hombres de toda su provincia y mujeres, so pena de muerte si más osasen entrar de los dichos. Desto recibieron pena, mas concediéronlo como lo demás; y es cierto que si habia Collas en el Cuzco, no osaban entrar otros, si el número estaba cumplido, hasta que salian, y si lo querian hacer, no podian, porque los portazgueros y cogedores de tributos y guardas que habia para mirar lo que entraba y salia de la ciudad, no lo permitian ni consentian, y entre ellos no se usaba cohecho para poder hacer su voluntad, ni tampoco jamás se les decia á sus reyes mentira en cosa ninguna, ni descubrieron su secreto; cosa de alabanza grande.

Asentada la provincia de Collao y puesta en órden, y hablándoles lo que habian de hacer los señores della, el Inca dió su vuelta al Cuzco, enviando primero sus mensajeros á lo de Condesuyo y á los Andes, y que particularmente le avisasen lo que pasaba, y si sus gobernadores hacian algunos agravios, y si los naturales andaban en algunos alborotos; y acompañado de mucha gente y principales, volvió al Cuzco, donde fué recebido con mucha honra, y se hicieron grandes sacrificios en el templo del sol, y [por] los que entendian en la labor del gran edificio de la Casa Fuerte que habia mandado edificar Inca Yupanqui; y la Coya, su mujer y hermana, llamada Mama Ocllo, hizo por sí grandes fiestas y bailes. Y como Tupac Inca tuviese voluntad de salir por el camino de Chinchasuyo á sojuzgar las provincias que están más adelante de Tarama y Bonbon, mandó hacer gran llamamiento de gente por todas las provincias.

CAP. LVI.—De cómo Tupac Inca Yupanqui salió del Cuzco, y cómo sojuzgó toda la tierra que hay hasta el Quito, y de sus grandes hechos.

Esta conquista de Quito que hizo Tupac Yupanqui, bien pudiera yo ser más largo; pero tengo tanto que escribir en otras cosas, que no puedo ocuparme en tanto, ni quiero contar sino sumariamente lo que hizo, pues, para entenderlo, bastará lo divulgado por la tierra. La salida que el rey queria hacer de la ciudad del Cuzco, sin saber á qué parte ni dónde habia de ser la guerra;—porque esto no se decia sino á los consejeros,—juntáronse más de doscientos mill hombres, con tan gran bagaje y repuesto, que henchian los campos; y por las postas fué mandado á los gobernadores de las provincias que de todas las comarcas se trujesen los bastimentos y municiones y armas al camino real de Chinchasuyo, el cual se iba haciendo no desviado del que su padre mandó hacer, ni tan llegado que pudiesen hacerlo todo uno. Este camino fué grande y soberbio, hecho por la órden y industria que se ha escripto, y por todas partes habia proveimiento para toda la multitud de gente que iba en sus reales, sin que nada faltase, y con la haber, ninguno de los suyos era osado de coger tan solamente una mazorca de maíz del campo, y si la cogia, no le costaba ménos que la vida. Los naturales llevaban las cargas y hacian los otros servicios personales, mas, creed que cierto se tiene, que no las llevaban más de hasta el lugar limitado; y como lo hacian con voluntad y les guardaban tanta verdad y justicia, no sentian el trabajo.

Dejando en el Cuzco gente de guarnicion con los mitimaes y gobernador escogido entre los más fieles amigos suyos, salió dél llevando por su capitan general y consejero mayor á Capac Yupanqui, su tio, no el que dió la guerra á los de Xauxa, porque éste dicen que se ahorcó por cierto enojo; y como salió del Cuzco, anduvo hasta llegar á Vilcas, adonde estuvo algunos dias holgándose de ver el templo y aposentos que allí se habian hecho, y mandó que siempre estuviesen plateros labrando vasos y otras piezas y joyas para el templo y para su casa real de Vilcas.

Fué á Xauxa, á donde los Guancas le hicieron solene recebimiento, y envió por todas partes mensajeros haciéndoles saber cómo él queria ganar el amistad de todos ellos, sin les hacer enojo ni darles guerra, por tanto, que pues oian que los Incas del Cuzco no hacian tiranías ni demasías á los que tenian por confederados y vasallos, y que, en pago del trabajo y homenaje que les daban, recebian dellos mucho bien, que le enviasen sus mensajeros para asentar la paz con él. En Bonbon súpose la grand potencia con que el Inca venia, y como tuviesen entendido grandes cosas de su clemencia, le fueron á hacer reverencia; y los de Yauyo hicieron lo mismo, y los de Apurima y otros muchos, á los cuales recibió muy bien, dándoles á unos mujeres, y á otros coca, y á otros mantas y camisetas, y poniéndose del traje que tenia la provincia donde él estaba, que fué por donde ellos recibian más contento.

Entre las provincias que hay entre Xauxa y Caxamalca, cuentan que tuvo algunas guerras y pendencias y mandó hacer grandes albarradas y fuertes para defenderse de los naturales, y que con su buena maña, sin mucho derramamiento de sangre, los sojuzgó, y lo mesmo lo de Caxamalca; y por todas partes dejaba gobernadores y delegados y postas puestas, para tener aviso y no salir de ninguna provincia grande sin primero mandar hacer aposentos y templo del sol y poner mitimaes. Cuentan, sin esto, que entró por lo de Guánuco y que mandó hacer el palacio tan primo que hoy vemos hecho; que yendo á los Chachapoyas, le dieron tanta guerra, que aina de todo punto los desbarataran; mas, tales palabras les pudo decir, que ellos mesmos se le ofrecieron. En Caxamalca dejó de la gente del Cuzco mucha, para que impusiesen á los naturales en cómo se habian de vestir y el tributo que le habian de dar, y sobre todo, cómo habian de adorar y reverenciar por dios al sol.

Por todas las más de las partes le llamaban padre, y tenia gran cuidado en mandar que ninguno hiciere daño en las tierras por donde pasaba, ni fuerzas á ningund hombre ni mujer; al que lo hacia, luego por su mandado lo daban pena de muerte. Procuraba con los que sojuzgaba, que hiciesen sus pueblos juntos y ordenados y que no se diesen guerra unos á otros, ni se comiesen, ni cometiesen otros pecados reprobados en ley natural.

Por los Bracamoros entró y volvió huyendo, porque es mala tierra aquella de montaña; en los Paltas y en Guancabamba, Caxas y Ayavaca y sus comarcas, tuvo gran trabajo en sojuzgar aquellas naciones, porque son belicosas y rebustas, y tuvo guerra con ellos más de cinco lunas; mas, al fin, ellos pidieron la paz, y se les dió con las condiciones que á los demás; y la paz se asentaba hoy y mañana estaba la provincia llena de mitimaes y con gobernadores, sin quitar el señorío á los naturales; y se hacian depósitos y ponian en ellos mantenimientos y lo que más se mandaba poner; y se hacia el real camino con las postas que habia de haber en todo él.

De estas tierras anduvo Tupac Inca Yupanqui hasta ser llegado á los Cañares, con quien tambien tuvo sus porfías y pendencias, y siendo dellos lo que de los otros, quedaron por sus vasallos, y mandó que fuesen dellos mesmos al Cuzco, á estar en la misma ciudad, más de quince mill hombres con sus mujeres y el señor principal dellos, para los tener por rehenes, y fué hecho como se mandó. Algunos quieren decir questa pasada de los Cañares al Cuzco fué en tiempo de Guayna Capac. Y en lo de Tomebamba mandó hacer grandes edificios y muy lustrosos. En la primera parte traté como estaban estos aposentos y lo mucho que fueron[185]. Deste lugar envió diversas embajadas á muchas tierras de aquellas comarcas, para que le quisiesen venir á ver, y muchos, sin guerra, se ofrecieron á su servicio, y los que no, enviando capitanes y gente, les hacian hacer por fuerza lo que otros hacian de su voluntad.

Puesta en órden la tierra de los Cañares, fuése para Tiquizambi, Cayambi, los Puruaes[186] y otras muchas partes, á donde cuentan del tantas cosas que hizo, ques de no creer, y el saber que tuvo para hacerse monarca de tan grandes reinos. En La Tacunga tuvo recia guerra con los naturales, y asentó paz con ellos despues que se vieron quebrantados, y mandó hacer tantos y tan insines edificios por estas partes, que excedian en perfeccion á los más del Cuzco. Y en La Tacunga quiso estar algunos dias, para que sus gente descansasen; y viníales casi cada dia mensajero del Cuzco del estado en que estaba lo de allá, y de otras partes siempre venian correos con avisos y cosas grandes que se ordenaban en el regimiento de las tierras por sus gobernadores. Y vino nueva de cierto alboroto que habia en el Cuzco entre los mesmos orejones, y causó alguna alteracion, recelándose de novedades; mas, seguido, vino otra nueva cómo estaba llano y asentado y se habian hecho por el gobernador de la ciudad castigos grandes en los que habian causado el alboroto.

De La Tacunga anduvo hasta llegar á lo que decimos Quito, donde está fundada la ciudad de Sant Francisco del Quito, y pareciéndole bien aquella tierra, y que era tan buena como el Cuzco, hizo allí fundacion de la poblacion que hobo, á quien llamó Quito, y poblóla de mitimaes, y hizo hacer grandes cavas y edificios y depósitos, diciendo: "El Cuzco ha de ser por una parte cabeza y amparo de mi gran reino; por otra ha de ser el Quito."—Dió poder grande al gobernador de Quito; por toda la comarca del Quito puso gobernadores suyos y delegados; mandó que en Caranqui hobiese guarnicion de gente ordinaria para paz y guerra, y de otras tierras puso gente en éstas, y destas mandó sacar para llevar en las otras. En todas partes adoraban el sol y tomaban las costumbres de los Incas, tanto, que parecia que habian nacido todos en el Cuzco; y queríanle y amábanle tanto, que le llamaban Padre de todos, buen Señor, justo y justiciero.—En la provincia de los Cañares, afirman que nació Guayna Capac, su hijo, y que se hicieron grandes fiestas. Todos los naturales de las provincias que habia señoreado el gran Tupac Inca con su buena industria que les dió, ordenaron sus pueblos en partes dispuestas, y hacian en los caminos reales aposentos; entendian en aprender la lengua general del Cuzco, y en saber las leyes que habian de guardar. Los edificios, hacíanlos maestros que venian del Cuzco y emponian á los otros en ello; y así se hacian las demás cosas que por el rey eran mandadas.

CAP. LVII.—Cómo el rey Tupac Inca envió á saber desde Quito cómo se cumplia su mandamiento, y cómo, dejando en órden aquella comarca, salió para ir por los valles de los Yuncas.

Como Tupac Inca Yupanqui hobiese señoreado la tierra hasta el Quito, segund se ha dicho, estando él en la mesma poblacion del Quito entendiendo que se cumpliesen y ordenasen las cosas por él mandadas, de donde mandó, á los que entre los suyos tenia por más cuerdos, que en hamacas fuesen llevados por los naturales, y unos por una parte y otros por otra, mirasen y entendiesen en la órden questaban las nuevas provincias que se hacian, y que tomasen cuenta á los gobernadores y cogedores de tributos y que mirasen cómo se habian con los naturales. A las provincias que llamamos de Puerto Viejo, envió sus orejones á algunas dellas para que les hablasen y quisiesen tener su confederacion, como los demás hacian, y que los impusiesen en cómo habian de sembrar, y servir, y vestir, y reverenciar al sol, y hacelles entender su buena órden de vivir y pulicia. Cuentan questos fueron muertos en pago del bien que iban á hacer, y que Tupac Inca invió ciertos capitanes con gente á castigarlos; mas, como lo supiesen, se juntaron tantos de los bárbaros, que mataron y vencieron á los que fueron, de que mostró sentimiento el Inca; mas, por tener negocios grandes entre las manos, y convenir en persona volver al Cuzco, no fué él propio á dalles castigo por lo que habian hecho.

En Quito tuvo nueva cuán bien se hacia lo que por él habia sido mandado y cuánto cuidado tenian los delegados suyos de imponer aquellas gentes en su servicio, y cuán bien los trataban, y ellos cómo estaban alegres y hacian lo que les era mandado; y de muchos señores de la tierra le venian cada dia embajadores y le traian grandes presentes, y su córte estaba llena de principales, y sus palacios de vasijas y vasos de oro y plata y otras grandes riquezas.—Por la mañana comia, y desde medio dia hasta ser algo tarde, oia en público, acompañado de su guarda, á quien le queria hablar. Luego gastaba el tiempo en beber hasta ser noche, que tornaba á cenar con lumbre de leña, porque ellos no usaron sebo ni cera, aunque tenian harto de lo uno y de lo otro.

En Quito dejó por su capitan general y mayordomo mayor á un orejon anciano, quien todos cuentan que era muy entendido y esforzado y de gentil presencia, á quien llamaban Chalco Mayta, y le dió licencia para que pudiese andar en andas y servirse con oro, y otras libertades que él tuvo en mucho. Mandóle, sobre todas cosas, que cada luna le hiciese mensajero que le llevase aviso particularmente de todas las cosas que pasasen, y del estado de la tierra, y de la fertilidad della, y del crecimiento de los ganados, con más lo que ordinariamente todos avisaban, que era, los pobres que habia, los que eran muertos en un año y los que nacian, y lo que se ha escripto en lo de atrás que sin esto sabian los reyes en el mesmo Cuzco; y con haber tan grande camino desde Quito al Cuzco, que es más que ir de Sevilla á Roma, con mucho, era tan usado el camino como lo es de Sevilla á Triana, que no lo puedo más encarecer.

Dias habia que el grand Tupac Inca tenia aviso de la fertilidad de Los Llanos y de los hermosos valles que en ellos habia, y cuánto se estimaban los señores dellos, y determinó de les enviar mensajeros con dones y presentes para los principales, rogándoles que le tuviesen por amigo y compañero, por quél queria ser igual suyo en el traje cuando pasase por los valles, y no dales guerra si ellos quisiesen paz, y que daria á ellos de sus mujeres y ropas, y él tomarla de las suyas, y otras cosas destas. Y por toda la costa habia volado ya la nueva de lo mucho que habia señoreado Tupac Inca Yupanqui, y cómo no era cruel ni sanguinario ni hacia daño sino á los cavilosos y que querian oponerse contra él; é loaban la costumbre y religion de los del Cuzco, tenian los orejones por hombres sanctos, creyendo que los Incas eran hijos del sol, ó que en ellos habia alguna deidad. Y considerando estas cosas y otras, determinaron muchos, sin haber visto sus banderas, de tomar con él amistad, y asi se lo enviaron á decir con sus propios embajadores, con los cuales enviaron muchos presentes al mesmo rey, y le rogaban quisiese venir por sus valles á ser dellos servido y á holgarse de ver sus frescuras; y alabando el Inca tal voluntad, hablando de nuevo al gobernador de Quito lo que habia de hacer, salió de aquella ciudad para señorear los Yuncas.

CAP. LVIII.—De cómo Tupac Inca Yupanqui anduvo por Los Llanos, y cómo todos los más de los Yuncas vinieron á su señorío.

Como el rey Tupac Inca determinase de ir á los valles de Los Llanos, para atraer á su servicio y obediencia los moradores dellos, abajó á lo de Túmbez y fué honradamente rescibido por los naturales, á quienes Tupac Inca mostró mucho amor, y luego se puso del traje quellos usaban para más contentarles, y alabó á los principales el querer sin guerra tomarle por Señor, y prometió de los tener y estimar como á hijos propios suyos. Ellos, contentos con oir sus buenas palabras y manera con que les trataba, dieron la obediencia con honestas condiciones, y permitieron quedar entre ellos gobernadores y hacer edificios; puesto que, sin esto que algunos indios afirman, tenian otros que Tupac Inca pasó de largo sin dejar hecho asiento en aquella tierra, hasta que Guayna Capac reinó; mas, si hemos de mirar estos dichos de los indios, nunca concluiremos nada.

Saliendo de aquel valle, caminó el rey Inca por lo más de la costa, yendo haciendo el camino real tan grande y hermoso como hoy parece lo que dél ha quedado; y por todas partes era servido y salian con presentes á le servir; aunque, en algunos lugares, afirman que le dieron guerra; pero, no fué parte para quedar sin ser vasallos suyos. En estos valles se estaba algunos dias bebiendo y dándose á placeres, holgándose de ver sus frescuras. Hicieron por su mandado grandes edificios de casas y templos. En el valle de Chimo dicen que tuvo recia guerra con el Señor de aquel valle, y que teniendo su batalla, estuvo en poco quedar el Inca desbaratado de todo punto; mas, prevaleciendo los suyos, ganaron el campo y vencieron á los enemigos, á los cuales Tupac Inca, con su clemencia, perdonó, mandándoles, á los que vivos quedaron, en sembrar sus tierras entendiesen, y no tomasen otra vez las armas para él ni para otros. Quedó en Chimo su delegado; y lo más destos valles iban con los tributos á Caxamalca; y porque son hábiles para labrar metales, muchos dellos fueron llevados al Cuzco y á las cabeceras de las provincias, donde labraban plata y oro en joyas, vasijas y vasos, y lo que más mandado les era. De Chimo pasó adelante el Inca, y en Parmunquilla[187] mandó hacer una fortaleza, que hoy vemos, aunque muy gastada y desbaratada.

Estos Yuncas son muy regalados, y los señores, viciosos y amigos de regocijos; andaban á hombros de sus vasallos; tenian muchas mujeres, eran ricos de oro y plata y piedras y ropa y ganados. En aquellos tiempos, servíanse con pompa; delante dellos iban truhanes y decidores; en sus casas tenian porteros; usaban de muchas religiones. Dellos, de voluntad se ofrecieron al Inca, y otros, se pusieron en armas contra él; mas, al fin, él quedó por soberano Señor dellos todos y monarca. No les quitó sus libertades ni costumbres viejas, conque usasen de las suyas, que de fuerza ó de grado se habian de guardar. Quedaron indios diestros que les impusieran en lo que el rey queria que supiesen, y en aprender la lengua general tuvieran cuidado grande. Pusiéronse mitimaes, y por los caminos, postas; cada valle tributaba moderadamente lo que dar de tributo podia que en su tierra, sin lo ir á buscar á la agena, hobiese; á ellos guardábase la justicia, mas cumplian lo que prometian; cuando nó, el daño era suyo y el Inca cobraba enteramente sus rentas. Señorío no se tiró á señor natural ninguno, pero sacáronse de los hombres de los valles muchos, poniéndose de los unos en los otros, y para llevar á otras partes para los oficios que dicho se han.

Dióse el Inca á andar por los demás valles con el mejor órden que podia, sin consentir que daño ninguno fuese hecho en los pueblos ni en los campos de las tierras por do pasaban; y los naturales tenian mucho bastimento en los depósitos y aposentos que por los caminos estaban hechos. Y con esta órden, el Inca anduvo hasta que llegó al valle de Pachacama, donde estaba el templo tan antiguo y devoto de los Yuncas, muy deseado de ver por él; y como llegó á aquel valle, afirman que solamente quisiera que hubiera el templo del sol, más como aquel era tan honrado y tenido por los naturales, no se atrevió, y contentóse con que se hiciese casa del sol grande y con mamaconas y sacerdotes, para que hiciesen sacrificios conforme á su religion. Muchos indios dicen que el mesmo Inca habló con el demonio que estaba en el ídolo de Pachacama, y que le oyó como era el hacedor del mundo, y otros desatinos que no pongo por no convenir; y que el Inca le suplicó le avisase con qué servicio seria más honrado y alegre, y que respondió que le sacrificasen mucha sangre humana y de ovejas.

Pasado lo sobredicho, cuentan que fueron hechos grandes sacrificios en Pachacama por Tupac Inca Yupanqui, y grandes fiestas; las cuales pasadas, dió la vuelta al Cuzco por un camino que se le hizo, que va á salir al valle de Xauxa, que atraviesa por la nevada sierra de Pariacaca, que no es poco de ver y notar su grandeza, y cuán grandes escaleras tiene, y hoy dia se ven por entre aquellas nieves, para la poder pasar. Y visitando las provincias de la serranía, y proveyendo y ordenando lo que más convenia para la buena gobernacion, allegó al Cuzco, á donde fué recebido con grandes fiestas y bailes, y se hicieron en el templo grandes sacrificios por sus victorias.

CAP. LIX.—Cómo Tupac Inca tornó á salir del Cuzco, y de la recia guerra que tuvo con los del Guarco, y cómo despues de los haber vencido, dió la vuelta al Cuzco.

La provincia de Chincha fué en lo pasado gran cosa en este reino del Perú, y muy poblada de gente, tanto, que ántes deste tiempo habian con sus capitanes salido y allegado al Collao, donde, con grandes despojos que hobieron, dieron la vuelta á su provincia, donde estuvieron y fueron siempre estimados de los comarcanos, y temidos. El Inca padre de Tupac Inca, se dice que envió desde los Soras un capitan con gente de guerra, llamado Capac Inca, á que procurase atraer á los de Chincha al señorío suyo; mas, aunque fué y lo procuró, fué poca parte, porque se pusieron en arma, y de tal manera se querian defender, quel orejon, lo mejor que pudo, se volvió; y estuvieron sin ver capitan del Inca ninguno hasta que Tupac Inca los sojuzgó, á lo quellos mesmos cuentan; porque yo no sé en esto más de lo que ellos mismos cuentan.

Volviendo al propósito, como Tupac Inca hobiese llegado al Cuzco, como se ha escripto, despues de se haber holgado y dádose á sus pasatiempos los dias que le pareció, mandó de nuevo hacer llamamiento de gente, con intencion de acabar de señorear los indios de Los Llanos. Su mandado se cumplió, y prestamente parecieron en el Cuzco los capitanes de las provincias con la gente de guerra que habian de traer, y despues de puesto en órden lo de la ciudad y lo que más el rey habia de proveer, salió del Cuzco y abajó á Los Llanos por el camino de Guaytaray. Sabiendo de su ida, muchos le aguardaban con intencion de le tomar por Señor, y muchos con voluntad de le dar guerra y procurar de conservar [se] en la libertad que tenian. En los valles de los Nazcas habia copia de gente y apercibidos de guerra.

Llegado Tupac Inca, hobo embajadas y pláticas entre unos y otros, y aunque hubo algunas porfías y guerrilla, se contentaron con lo que el Inca dellos quiso por cimiento (así): que se hiciesen casas fuertes y que hobiese mitimaes, y pagar lo que de tributo les pusieron. Y de aquí fué el Inca al valle de Ica, á donde halló resistencia más que en lo de la Nazca; mas, su prudencia bastó [á] hacer, sin guerra, de los enemigos amigos, y se allanaron como los pasados. En Chincha estaban aguardando si el Inca iba á su valle, puestos más de treinta mill hombres á punto de guerra, y esperaban favores de los vecinos. Tupac Inca, como lo supo, les envió mensajeros, con grandes presentes para los señores y para los capitanes y principales, diciendo á los embajadores que de su parte les hiciesen grandes ofrecimientos, y quél no queria guerra con ellos, sino paz y hermandad, y otras cosas desta suerte. Los de Chincha oyeron lo que el Inca decia, y recibiéronle sus presentes, y fueron para él algunos principales con lo que habia en el valle, y hablaron con él y trataron el amistad, de tal manera, que se asentó la paz, y los de Chincha dejaron las armas y recibieron á Tupac Inca, que luego movió para Chincha. Esto cuentan los mesmos indios de Chincha y los orejones del Cuzco; otros indios de otras provincias he oido que lo cuentan de otra manera, porque dicen que hobo grande guerra; más yo creo que sin ella quedó por Señor de Chincha.

Llegado el Inca á aquel valle, como tan grande y hermoso lo vió, se alegró mucho. Loaba las costumbres de los naturales, y con palabras amorosas les rogaba que tomasen de las del Cuzco las que viesen que les cuadraban, y ellos le contentaron y obedecieron en todo; y dado asiento en lo que se habia de hacer, partió para Ica, de donde fue á lo que llaman del Guarco, porque supo questaban aguardándole de guerra; y así era la verdad, porque los naturales de aquellos valles, teniendo en poco á sus vecinos porque así se habian amilanado y, sin ver porqué, dado la posesion de sus tierras á rey estraño, y con mucho ánimo se juntaron, habiendo hecho casas fuertes y pucaraes en la parte perteneciente para ello, cerca de la mar, en donde pusieron sus mujeres, y hijos. Y andando[188] el Inca con su gente en órden, allegó á donde estaban sus enemigos, y les envió sus embajadas con grandes partidos, y algunas veces con amenazas y fieros; mas, no quisieron pasar por la ley de sus comarcanos, que era reconoscer á extranjeros, y entre unos y otros, al uso destas partes, se trabó la guerra y pasaron grandes cosas entre ellos. Y como viniese el verano y hiciesen grandes calores, adolesció la gente del Inca, que fué causa que le convino retirar; y así, con la más cordura que pudo, lo hizo; y los del Guarco salieron por su valle, y cogieron sus mantenimientos y comidas, y tornaron á sembrar los campos, y hacian armas, y aparejábanse para, si del Cuzco viniesen contra ellos, que los hallasen apercebidos.

Tupac Inca revolvió sobre el Cuzco; y como los hombres sean de tan poca constancia, como vieron que los del Guarco se quedaron con lo que intentaron, comenzó á haber novedades entre algunos dellos, y se rebelaron algunos y apartaron del servicio del Inca.—Estos eran naturales de los valles de la mesma costa.—Todo fué á oido del rey, y lo que quedaba de aquel verano, entendió en hacer llamamiento de gente y en mandar salir orejones para que fuesen por todas partes del reino á visitar las provincias, y determinó de ganar el señorio del Guarco, aunque sobre ello se le recreciese notorio daño. Y como viniese el otoño y fuese pasado el calor del estío, con la más gente que pudo juntar, abajó á Los Llanos y envió sus embajadores á los valles dellos, afeándolos su poca firmeza en presumir de se levantar contra él, y amonestóles que estuviesen firmes en su amistad, donde nó, certificóles que la guerra les haria cruel. Y como llegase al principio del valle del Guarco, en las haldas de una sierra, mandó á sus gentes fundar una ciudad á la cual puso por nombre Cuzco, como á su principal asiento, y las calles y collados y plazas tuvieron el nombre que las verdaderas. Dijo, que hasta quel Guarco fuese ganado y los naturales sujetos suyos, habia de permanecer la nueva poblacion, y que en ella siempre habia de haber gente de guarnicion; y luego que se hobo hecho lo que en aquello se ordenó, movió con su gente á donde estaban los enemigos, y los cercó, y tan firmes estuvieron en su propósito, que jamás querian venir á partido ninguno, y tuvieron su guerra, que fué tan larga, que dicen que duró tres años, los veranos de los cuales el Inca se iba al Cuzco, dejando gente de guarnicion en el nuevo Cuzco que habia hecho, para que siempre estuviese contra los enemigos.

Y así, los unos por ser señores, y los otros por no ser siervos, procuraban de salir con su intencion; pero al fin, al cabo de los tres años, los del Guarco fueron enflaqueciendo, y el Inca, que lo conoció, les envió de nuevo embajadores que les dijiesen que fuesen todos amigos y compañeros, quel no queria sino casar sus hijos con sus hijas, y por el consiguiente, sustener en todo confederacion con gran igualdad; y otras cosas dichas con engaño, paresciéndole á Tupac Inca que merescian grand pena por haberle dado tanto trabajo; y los del Guarco, paresciéndoles que ya no podrian sustentarse muchos dias, y que con las condiciones hechas por el Inca sería mejor gozar de tranquilidad y sosiego, concedieron en lo que el rey Inca queria; que no debieran, porque dejando el fuerte, fueron los más principales á le hacer reverencia, y sin más pensar, mandó á sus gentes que los matasen á todos, y ellos con gran crueldad lo pusieron por obra, y mataron á todos los principales y hombres más honrados dellos que allí estaban, y en los que no lo eran, tambien se ejecutó la sentencia; y mataron tantos como hoy dia lo cuentan los descendientes dellos y los grandes montones de huesos que hay son testigos; y creemos, que lo que sobre esto se cuenta es lo que veis escripto.

Hecho esto, mando hacer el rey Inca una agraciada fortaleza tal y de tal manera que yo conté en la Primera parte[189]. Asentado el valle y puestos mitimaes y gobernador, habiendo oido las embajadas que le vinieron de los Yuncas y de muchos serranos, mandó ruinar el nuevo Cuzco que se habia hecho, y con toda su gente dió la vuelta para la ciudad del Cuzco, donde fué recebido con gran alegria, y se hicieron grandes sacrificios con alabanza suya en el templo y oráculos, y por el consiguiente se alegró el pueblo con fiestas y borracheras y táquis solenes.

CAP. LX.—De cómo Tupac Inca tornó á salir del Cuzco y cómo fué al Collao y de allí á Chile, y ganó y señoreó las naciones que hay en aquellas tierras, y de su muerte.

Como Tupac Inca hobiese llegado al Cuzco con tan grandes victorias como se ha escripto, estuvo algunos dias holgándose en sus banquetes y borracheras con sus mujeres y mancebas, que eran muchas, y con sus hijos, entre los cuales se criaba Guayna Capac, el que habia de ser rey, y salia muy esforzado y brioso. Pasadas las fiestas, el gran Tupac Inca pensó de dar vista al Collao y señorear la tierra que más pudiese de adelante; y para hacerlo, mandó que se apercebiesen en todas partes gentes, y se hiciesen muchos toldos para dormir en los lugares desiertos. Y comenzaron á venir con sus capitanes, y alojábanse á la redonda del Cuzco, sin entrar en la ciudad otros que los que la ley no proibia, y á los unos y á los otros proveian cumplidamente de todo lo necesario, teniendo en ello cuenta grande los gobernadores y proveedores de la mesma ciudad. Y como se hobiesen juntado todos los que habian de ir á la guerra, se hicieron sacrificios á sus dioses, conforme á su ceguedad, poniendo á los adivinos que supiesen de los oráculos el fin de la guerra; y hecho un convite general y muy espléndido, salió del Cuzco Tupac Inca, dejando en la ciudad su lugarteniente y su hijo mayor Guayna Capac, y con grand repuesto[190] y majestad, caminó por lo de Collasuyo, visitando sus guarniciones y tambos reales, y holgóse por los pueblos de los Canas y Canches.

Entrando en lo de Collao, anduvo hasta Chucuito, donde los señores de la tierra se juntaron á le hacer fiesta; y habia con su buena órden todo recaudo y abasto de mantenimientos, sin que faltase á más de trescientas mill personas que iban en sus reales. Algunos señores del Collao se ofrecieron de ir por sus personas con el mesmo Inca, y con los que señaló, entró en el palude de Titicaca, y loó á los que entendian en las obras de los edificios que su padre mandó hacer, cuán bien lo habian hecho. En el templo hizo grandes sacrificios, y dió al ídolo y sacerdotes dones ricos, conforme á tan gran señor como él era. Volvió á su gente y caminó por toda la provincia del Collao hasta salir della; envió sus mensajeros á todas las naciones de los Charcas, Carangas y más gentes que hay en aquellas tierras. Déllas, unos le acudian á servir y otros á le dar guerra, mas, aunque se la dieron, su potencia era tanta, que bastó á los sojuzgar, usando con los vencidos de gran clemencia, y con los que se venian, de mucho amor. En Paria mandó hacer edificios grandes, y lo mesmo en otras partes. Y cierto debieron pasar á Tupac Inca cosas grandes, muchas de las cuales priva el olvido, por la falta que tienen de letras, y yo pongo sumariamente algo de lo mucho que sabemos, por lo que oimos y vemos, los que acá estamos, que pasó.

Yendo victorioso adelante de los Charcas, atravesó muchas tierras é provincias y grandes despoblados de nieve, hasta que llegó á lo que llamamos Chile, y señoreó y conquistó todas aquellas tierras, en las cuales dicen que llegaron al rio de Maule. En lo de Chile hizo algunos edificios, y tributáronle de aquellas comarcas mucho oro en tejuelos. Dejó gobernadores y mitimaes, y puesto en órden lo que habia ganado, volvió al Cuzco.

Hácia la parte de Levante envió orejones avisados, en hábito de mercaderes, para que mirasen las tierras que hobiese y qué gentes las mandaban; y ordenadas estas otras cosas, volvió al Cuzco; de donde afirman que tornó á salir á cabo de algunos dias, y con la gente que convino llevar, entró en los Andes, y pasó grand trabajo por la espesura de la montaña, y conquistó algunos pueblos de aquella region, y mandó sembrar muchas sementeras de coca, y que la llevasen al Cuzco, donde él dió la vuelta.

Y dicen que pasados pocos dias, le dió cierto mal que le causó la muerte, y que encomendando á su hijo la gobernacion del reino y á sus mujeres é hijos, y diciendo otras cosas, murió. Y se hicieron grandes lloros y tan notable sentimiento desde Quito hasta Chile, ques extraña cosa de oir á los indios lo que sobre ello cuentan.

Adonde, ni en qué lugar está enterrado no lo dicen. Cuentan que se mataron grand número de mujeres y servidores y pajes para meter con él, con tanto tesoro y pedrería, que debió montar más de un millon; y seria poco, pues los señores particulares se enterraban algunos con más de cient mill castellanos. Sin la gente tanta que metieron en su sepultura, se ahorcaron y enterraron muchas mujeres y hombres en partes diversas del reino, y en todas partes se hicieron lloros por un año entero y se tresquilaron las más de las mujeres, poniéndose todas sogas de esparto; y acabado el año, se vinieron á hacer sus honras. Y lo que dicen que usaban hacer no lo quiero poner, porque son gentilidades; y los chripstianos questaban en el Cuzco el año de mill y quinientos y cincuenta, acuérdense de lo que vieron que se hizo por las honras y cabo de año de Paulo Inca, con se haber vuelto chripstiano, y sacarán lo que seria en tiempo del reinado de los reyes pasados, ántes que perdiesen su señorío.

CAP. LXI.—De cómo reinó en el Cuzco Guayna Capac que fué el dozeno rey Inca.

Muerto que fué el gran rey Tupac Inca Yupanqui, se entendió en hacer sus obsequias y entierro al uso de sus mayores, con gran pompa. Y cuentan los orejones, que de secreto tramaban entre algunos de cobrar la libertad pasada y eximir de sí el mando de los Incas, y que de hecho salieran con lo que intentaban, si no fuera por la buena maña que se dieron los gobernadores del Inca con la gente de los mitimaes y capitanes, que pudieron sustentar en tiempo tan revuelto y que no tenia rey, lo quel pasado les habia encargado. Guayna Capac no descuidó ni dejó de conocer que le convenia mostrar valor para no perder lo que su padre con tanto trabajo ganó. Luego se entró á hacer el ayuno, y el que gobernaba la ciudad le fué fiel y leal. No dejó de haber alguna turbacion entre los mesmos incas, porque algunos hijos de Tupac Inca, habidos en otras mujeres que la Coya, quisieron ponerse á pretender[191] la dignidad real, mas el pueblo, que vian estaba con Guayna Capac, no lo consintió, mas estorbó el castigo que se hizo. Acabado el ayuno, Guayna Capac salió con la borla muy galano y aderezado, y hizo las cirimonias usadas por sus pasados, con el fin de las cuales el nombre de rey le pusieron, y así, á grandes voces decian[192]: Guayna Capac Inca Zapalla tucuillacta uya; que quiere decir; "Guayna Capac solo es rey; á él oyan todos los pueblos."

Era Guayna Capac, segun dicen muchos indios que le vieron y conocieron, de no muy grand cuerpo, pero doblado y bien hecho; de buen rostro y muy grave; de pocas palabras, de muchos hechos; era justiciero y castigaba sin templanza. Queria ser tan temido, que de noche le soñaran los indios. Comia como ellos usan, y así vivia vicioso de mujeres, si así se le puede decir; oía á los que le hablaban bien, y creíase muy de ligero: privaron con él mucho los aduladores y lisonjeros, que entre ellos no faltaban, ni hoy deja de haber; y daba oidos á mentiras, que fué causa que muchos murieron sin culpa. A los mancebos que tentados de la carne dormian con sus mujeres ó mancebas, ó con las que estaban en el templo del sol, luego los mandaba matar á ellos, y á ellas castigo igual. A los que él castigó por alborotos y motines, privó de las haciendas, dándolas á otros; por otras causas, era el castigo en las personas solamente.—Mucho desto disimulaba su padre, especial lo de las mujeres, que cuando se tomaba alguno con ellas, decia que eran mancebos.—Su madre de Guayna Capac, señora principal, mujer y hermana que fué de Tupac Inca Yupanqui, llamada Mama Ocllo, dicen que fué de mucha prudencia, y que avisó á su hijo de muchas cosas que ella vió hacer á Tupac Inca, y que le queria tanto, que le rogó no se fuese á Quito ni á Chile, hasta que ella fuese muerta; y así, cuentan que por le hacer placer y obedecer á su mandado, estuvo en el Cuzco sin salir hasta que ella murió y fué enterrada con grand pompa, metiéndose en su sepultura muchos tesoros y ropa fina y de sus mujeres y servidores. Los más tesoros de los Incas muertos y heredades, que llaman chácaras, todo estaba entero desde el primero, sin que ninguno osase gastarlo ni tocarlo, porque entre ellos no tenian guerras ni necesidades que el dinero hobiese de las remediar; por donde creemos que hay grandes tesoros en las entrañas de la tierra perdidos; y así estarán para siempre, si de ventura, alguno, edificando ó haciendo otra cosa, no topare con algo de lo mucho que hay.

CAP. LXII.—Cómo Guayna Capac salió del Cuzco y lo que hizo.

Guayna Capac habia mandado parescer delante de sí á los principales señores de los naturales de las provincias, y estando su Córte llena dellos, tomó por mujer á su hermana Chimbo Ocllo, y por ello se hicieron grandes fiestas, dejando los lloros que por la muerte de Tupac Inca se hacian. Y acabadas, mandó que se saliesen con él hasta cincuenta mill hombres de guerra, con los cuales queria ir acompañado para ir á visitar las provincias de su reino. Como lo mandó, se puso por obra, y salió del Cuzco con más pompa y autoridad que su padre; porque las andas serian tan ricas, á lo que afirman los que llevaron el rey en sus hombros, que no tuvieran precio las piedras preciosas tan grandes y muchas que iban en ellas, sin el oro de que heran hechas. Y fué por las provincias de Xaquixaguana y Andaguaylas, y allegó á los Soras y Lucanas[193], donde envió embajadas á muchas partes de los llanos y sierras, y tuvo respuesta dellos y de otras, con grandes presentes y ofrecimientos.

Volvió desde aquellos lugares al Cuzco, donde estuvo entendiendo en hacer grandes sacrificios al sol y á los que más tenian por dioses, para que le fuesen favorables en la jornada que queria hacer, y dió grandes dones á los ídolos de los guacas; y supo de los adivinos, por los dichos de los demonios, ó porque ellos lo inventaron, que le habia de suceder prósperamente en las jornadas que hacer queria, y que volveria al Cuzco con grande honra y provecho. Esto acabado, de muchas partes vinieron gentes con sus armas y capitanes, por su mandado, y alojados, de la ciudad eran proveidos.

En el edificio de la fortaleza se entendia, sin dejar de labrar dia ninguno los para ello señalados. En la plaza del Cuzco se puso la grand maroma de oro, y se hicieron grandes bailes y borracheras, y, junto á la piedra de la guerra, se nombraron capitanes y mandones, conforme á su costumbre; y ordenándoles, hizo un parlamento Guayna Capac, bien ordenado y dicho con palabras vehementes, sobre que le fuesen leales así los que iban con él, como los que quedaban. Respondieron que de su servicio no se partirian, el cual dicho loó y dió esperanzas de les hacer mercedes largas. Y estando aparejado lo que para la jornada era menester, salió del Cuzco con toda la gente de guerra que se habia juntado, y por un camino grande, tan soberbio como hoy dia paresce, pues todos los de acá lo vemos y andamos por él, anduvo hácia el Collao, mostrando por las provincias donde pasaba tener en poco los grandes servicios que le hacian; porque dicen que decia que á los Incas todo se les debia. Entendia en saber lo que le daban de tributo, y la posibilidad de la provincia; recogió muchas mujeres, las más hermosas que se podian hallar; dellas tomaba para sí, y otras daba á sus capitanes y privados; las demás eran puestas en el templo del sol y allí guardadas.

Entrando en el Collao, le trajeron cuenta de las grandes manadas que tenia de ganados, y cuántas mill cargas de lana fina se llevaban por año á los que hacian la ropa para su casa y servicio. En la isla de Titicaca entró y mandó hacer grandes sacrificios. En Chuquiabo[194], mandó que estuviesen indios estantes con sus veedores á sacar metal de oro con la órden y regimiento que se ha escripto. Pasando adelante, mandó que los Charcas y otras naciones hasta los Chichas, sacasen cantidad grande de pastas de plata, que se llevasen al Cuzco por su cuenta, sin que nada faltase; trasportó algunos mitimaes de una parte en otra, aunque habia dias que estaban alojados; mandaba que todos trabajasen y ninguno holgase, porque decia que la tierra donde habia holgazanes, no pensaban otra cosa sinó cómo buscar escándalos y corromper la honestidad de las mujeres. Por donde pasaba, mandaba edificar tambos y plazas, dando con su mano la traza; repartió los términos á muchas provincias y límite conocido, para que, por aventajallo, no viniesen á las manos. Su gente de guerra, aunque era tanta, iba tan corregida, que no salia de los reales un paso; por donde pasaban, los naturales proveian de lo necesario tan cumplidamente, que era más lo que sobraba que lo que se gastaba. En algunos lugares edificaron baños, y en otros cotos, y por los desiertos se hicieron grandes casas. Por todas partes quel Inca pasaba, dejaba hechas tales cosas, que es admiracion contarlas. Al que erraba castigaba sin dejar pasar por alto nada, y gratificaba á quien bien le servia.

Ordenado estas cosas y otras, pasó de las provincias subjetas agora á la Villa de la Plata, y por lo de Tucuman[195] envió capitanes con gente de guerra á los Chiriguanaes; mas no les fue bien, porque volvieron huyendo. Por otra parte, hácia la mar del Sur, envió más gente con otros capitanes, á que señoreasen los valles y pueblos que del todo su padre no pudo conquistar. El fué caminando con toda su gente hácia Chile, acabando de domar, por donde pasaba, las gentes que habia. Pasó gran trabajo por los despoblados, y fué mucha la nieve que sobre ellos cayó; llevaban toldos con que se guarescer y muchos yanaconas y mujeres de servicio. Por todas estas nieves se iba haciendo el camino, ó ya estaba hecho, y bien limpio, y postas puestas por él.

Allegó á lo que llamaban Chile, á donde estuvo más de un año entendiendo en refrenar aquellas naciones y asentarlas de todo punto; mandó que le sacasen la cantidad que señaló de tejuelos de oro; y los mitimaes fueron puestos, y trasportadas muchas gentes de aquellas de Chile de unas partes en otras. Hizo, en algunos lugares, fuertes y cercas á su uso, que llaman pucaraes, para la guerra que con algunos tuvo. Anduvo mucho más por la tierra que su padre, hasta que dijo que habia visto el fin della, y mandó hacer memorias por muchos lugares para que en lo futuro se entendiese su grandeza, y formas de hombres crecidos[196].

Puesto en razon lo de Chile, y hecho lo que convino, puso sus delegados y gobernadores, y mandó que siempre avisasen en la córte del Cuzco lo que pasara en aquella provincia. Encargóles que hiciesen justicia y que no consintiesen motin ni alboroto que no matasen los movedores sin dar la vida á ninguno.

Volvió al Cuzco, á donde fué recebido de la ciudad honradamente y los sacerdotes del templo de Curicancha le dieron muchas bendiciones, y él alegró al pueblo con grandes fiestas que se hicieron. Y nacíanle muchos hijos, los cuales criaban sus madres, entre los cuales nació Atahuallpa, segund la opinion de todos los indios del Cuzco, que dicen ser así, y llamábase su madre Tuta Palla, natural de Quillaco, aunque otros dicen ser del linaje de los Orencuzcos; y siempre, desde que se crió, anduvo Atahuallpa con su padre, y era de más edad que Guascar.

CAP. LXIII.—De cómo el rey Guayna Capac tornó á mandar hacer llamamiento de gente, y cómo salió para lo de Quito.

Como Guayna Capac se hobiese holgado algunos meses en el Cuzco, y en él se hobiesen juntado los sacerdotes de los templos y adivinos de los oráculos, mandó hacer sacrificios, y la ofrenda de la capacocha se hizo bien grande y rica, y volvieron bien llenos de oro los burladores de los hechiceros. A cada uno daban respuesta como les parescia que el rey sería más contento. Lo cual con otras cosas pasado, mandó Guayna Capac que se entendiese en hacer un camino más real, mayor y más ancho que por donde fué su padre, que llegase hasta Quito, á donde tenia pensado de ir; y que los aposentos ordinarios y depósitos de las postas se pasasen á él. Para que por todas las tierras se supiese ser esto su voluntad, salieron correos á lo avisar, y luego fueron orejones á lo mandar cumplir, y se hizo un camino el más soberbio y de ver que hay en el mundo, y más largo, porque salia del Cuzco y allegaba á Quito y se juntaba con el que iba á Chile. Igual á él, creo yo que desde que hay memoria de gente, no se ha leido de tanta grandeza como tuvo este camino, hecho por valles hondos y por sierras altas, por montes de nieve, por tremedales de agua y por peña viva y junto á rios furiosos; por estas partes iba llano y empedrado, por las laderas bien sacado, por las sierras deshechado, por las peñas socavado, por junto á los rios sus paredes, entre nieves con escalones y descansos; por todas partes limpio, barrido, descombrado, lleno de aposentos, de depósitos de tesoros, de templos del sol, de postas que habia en este camino. ¡Oh! ¿Qué grandeza se puede decir de Alexandre, ni de ninguno de los poderosos reyes que el mundo mandaron que tal camino hiciesen, ni inventasen el proveimiento que en él habia? No fué nada la calzada que los romanos hicieron, que pasa por España, ni los otros que leemos, para que con este se comparen. Y hízose hasta en más poco tiempo de lo que se puede imaginar; porque los Incas, más tardaban ellos en mandarlo, que sus gentes en ponerlo por obra.

Hízose llamamiento general en todas las provincias de su señorío, y vinieron de todas partes tantas gentes, que hinchian los campos; y despues de haber hecho banquetes y borracheras generales, y puesto en órden las cosas de la ciudad, salió della Guayna Capac con iscaypachaguaranga runas, que quiere decir, con "doscientos mill hombres de guerra," sin los yanaconas y mujeres de servicio, que no tenia cuento el número dellos. Llevaba consigo dos mill mujeres y dejaba en el Cuzco más de cuatro mill.

Habian proveido los delegados y gobernadores que asistian en las cabeceras de las provincias, que de todas las partes acudiesen [con] bastimentos y armas, y todo lo demás que siempre se recogia y guardaba para cuando se hacia guerra; y así hincheron todos los grandes aposentos y depósitos de todo ello, de manera, que de cuatro á cuatro leguas, que era la jornada, estaba entendido que se habia de hallar proveimiento para toda esta multitud de gente, sin que faltase, sino que sobrase más de lo que ellos gastasen y las mujeres, y muchachos y hombres que servian personalmente de lo que les era mandado, y que llevaban el repuesto del Inca y el bagaje de la gente de guerra de un tambo á otro, donde estaba el proveimiento que en el pasado.

Como saliese Guayna Capac, por el camino que por su mandado se habia mandado hacer, del Cuzco, anduvo hasta que llegó á lo de Vilcas, donde paró algunos dias en los aposentos que le habian hecho pegados con los de su padre; y holgóse de ver que estaba el templo del sol acabado, y dejó cantidad de oro y pastas de plata para joyas y vasos; mandó que se tuviese grand cuidado del proveimiento de las mamaconas y sacerdotes. Sobióse á hacer oracion en un terrado galano y primo que para ello se habia hecho; sacrificaron, conforme á su ceguedad, lo que usaban, y mataron muchos animales y aves, con algunos niños y hombres, para aplacar á sus dioses.

Esto hecho, salió de aquel lugar con su gente el rey, y no paró hasta el valle de Xauxa, donde habia alguna controversia y division sobre los límites y campos del valle, entre los mismos que dél eran señores. Como Guayna Capac lo entendió, despues de haber hecho sacrificios, como en Vilcas, mandó juntar los señores Alaya, Cucichuca, Guacaropa[197] y entre ellos con equidad repartió los campos de la manera que hoy dia lo tienen. A los Yauyos envió embajadas; lo mismo hizo á los Yuncas, y á Bonbon envió algunos dones á los señores naturales de aquella tierra; porque, como tenian fuerza en la laguna, en partes que nadaban, hablaban sueltamente, y por rigor no quiso hablar con ellos hasta ver la suya. Los señores de Xauxa le hicieron grandes servicios, y algunos de los capitanes y gente de guerra le fueron acompañando; y anduvo hasta Bonbon, donde paró poco, porque quiso ir á Caxamalca, más aparejado lugar para descansar y comarcano con provincias grandes y muy altas. Y por el camino siempre le venian gentes con grandes embajadas y presentes.

Como llegó á Caxamalca, paró algunos dias para descansar del camino, y mandó que su gente de guerra se alojase á la redonda de aquella tierra, y que comiese lo que recogido en los depósitos estaba; y con la gente que le paresció entró por los Guancachupachos, y tuvo récia guerra, porque no del todo quedaron los naturales de allí en gracia de su padre y conformidad; mas, tanto pudo, que lo allanó y sojuzgó, poniendo gobernadores y capitanes, y eligiendo de los naturales señores, para que mandasen las tierras, los que más les paresció; porque ellos, de antigüedad, no conocian señores á otros que los que, siendo más poderosos, se levantaban y acaudillaban para hacer guerra, y otorgaban paz cuando ellos querian. En los Chachapoyas halló Guayna Capac gran resistencia; tanto, que por dos veces volvió huyendo desbaratado á los fuertes que para su defensa se hacian; y con favores que le vinieron, se revolvió sobre los Chachapoyanos y los quebrantó de tal manera, que pidieron paz, cesando por su parte la guerra. Dióse con condiciones provechosas al Inca, que mandó pasar muchos dellos á que residiesen en el mesmo Cuzco, cuyos descendientes hoy viven en la mesma ciudad; tomó muchas mujeres, porque son hermosas y agraciadas y muy blancas; puso guarniciones ordinarias con soldados mitimaes, para que estuviesen por frontera; dejó gobernador en lo principal de la comarca; proveyó lo que más ellos usaban; castigó á muchos de los principales, porque le dieron guerra; lo cual hecho, á Caxamalca se volvió, donde prosiguió su viaje, y puso en órden las provincias de Caxas, Ayahuaca, Guancabanba[198] y las demás que con ellas confinan.

CAP. LXIV.—Cómo Guayna Capac entró por Bracamoros y volvió huyendo, y lo que más le sucedió hasta que llegó á Quito.

Público es entre muchos naturales de estas partes que Guayna Capac entró por la tierra que llamamos Bracamoros, y que volvió huyendo de la furia de los hombres que en ella moran; los cuales se habian acaudillado y juntado para defender á quien los fuese á enojar; y, sin los orejones del Cuzco, cuenta esto el señor de Chincha, y algunos principales del Collao y los de Xauxa. Y dicen todos, que yendo Guayna Capac acabando de asentar aquellas tierras por donde su padre pasó y que habia sojuzgado, supo de cómo en los Bracamoros habia muchos hombres y mujeres que tenian tierras fértiles, y que bien adentro de la tierra habia una laguna y muchos rios, llenos de grandes poblaciones. Cobdicioso de descubrir y ganoso de señorear, tomando la gente que le paresció, con poco bagaje, mandó caminar para allá, dejando el campo alojado por los tambos reales, y encomendado á su capitan general. Entrando en la tierra, iban abriendo[199] el camino con asaz trabajo, porque pasada la cordillera de los promontorios nevados, dieron en la montaña de los Andes y hallaron rios furiosos que pasar, y caian muchas aguas del cielo. Todo no fué parte para que el Inca dejase de llegar á donde los naturales por muchas partes puestos en sus fuertes le estaban aguardando, desde donde le mostraban sus vergüenzas, afeándole su venida; y comenzaron la guerra unos y otros, y tantos de los bárbaros se juntaron, los más desnudos sin traer ropas, á lo que se afirmaba, que el Inca determinó de se retirar, y lo hizo sin ganar nada en aquella tierra. Y los naturales que lo sintieron, le dieron tal priesa, que á paso largo, á veces haciendo rostro, á veces enviando presentes, se descabulló dellos y volvió huyendo á su reino, afirmando que se habia de vengar de los rabudos; lo cual decia, porque algunos traian las maures[200] largas que les colgaban por encima de las piernas.

Desde estas tierras, donde ya habia reformado, se afirma tambien que envió capitanes con gente la que bastó, á que viesen la costa de la mar lo que habia á la parte del Norte, y que procurasen de atraer á su servicio los naturales de Guayaquil y Puerto Viejo; y que estos anduvieron por aquellas comarcas, en las cuales tuvieron guerra y algunas batallas, y en unos casos quedaban vencedores, y en otros no del todo; y ansí anduvieron hasta Collique, donde toparon con gentes que andaban desnudas y comian carne humana, y tenian las costumbres que hoy tienen y usan los comarcanos al rio de Sant Juan; de donde dieron la vuelta, sin querer pasar adelante, á dar aviso á su rey, que con toda su gente habia llegado á los Cañares; á donde se holgó en estremo, porque dicen nacer[201] allí, y que halló hechos grandes aposentos y tambos, y mucho proveimiento, y envio embajadas á que le viniesen á ver de las comarcas; y de muchos lugares le vinieron embajadores con presentes.

Tengo entendido que, por cierto alboroto que intentaron ciertos pueblos de la comarca del Cuzco, lo sintió tanto, que, despues de haber quitado las cabezas á los principales, mandó expresamente que los indios de aquellos lugares trajiesen de las piedras del Cuzco la cantidad que señaló, para hacer en Tomebamba unos aposentos de mucho primor, y que con maromas las trujiesen; y se cumplió su mandamiento. Y decia muchas veces Guayna Capac, que las gentes destos reinos, para tenellos bien sojuzgados, convenia, cuando no tuviesen que hacer ni que entender, hacerles pasar un monte de un lugar á otro; y áun del Cuzco mandó llevar piedras y losas para edificios del Quito, que hoy dia tienen en los edificios que las pusieron.

De Tomebamba salió Guayna Capac y pasó por los Puruaes, y descansó algunos dias en Riobamba, y en Mocha y en La Tacunga descansaron sus gentes y tuvieron bien que beber del mucho brebaje que para ellos estaba aparejado y recogido de todas partes. Aquí fué saludado y visitado de muchos señores y capitanes de la comarca, y envió orejones fué el de su linaje[202] á que fuesen por la costa de Los Llanos y por la serranía á tomar cuenta de los quiposcamayos, que son sus contadores, de lo que habia en los depósitos, y á que supiesen cómo se habian con los naturales los quel tenia puestos por gobernadores, y si eran bien proveidos los templos del sol y los oráculos y guacas que habia en todo lugar; y al Cuzco envió sus mensajeros para que ordenasen las cosas que dejaba mandadas y en todo se cumpliese su voluntad. Y no habia dia que no le venian correos, no uno ni pocos, sino muchos, del Cuzco, del Collao, de Chile y de todo su reino.

De La Tacunga anduvo hasta que allegó á Quito, donde fué recebido, á su modo y usanza, con grandes fiestas, y le entregó el gobernador de su padre los tesoros, que eran muchos, con la ropa fina y cosas más que á su cargo eran; y honróle con palabras, loando su fidelidad, llamándole padre y que siempre le estimaria conforme á lo mucho que á su padre y á él habia servido. Los pueblos comarcanos á Quito enviaron muchos presentes y bastimento para el rey, y mandó que en el Quito se hiciesen más aposentos y más fuertes de los que habia; y púsose luego por obra, y fueron hechos los que los nuestros hallaron cuando aquella tierra ganaron.

CAP. LXV.—De cómo Guayna Capac anduvo por los valles de Los Llanos, y lo que hizo.

Unos de los orejones afirman, que Guayna Capac desde el Quito volvió al Cuzco por Los Llanos hasta Pachacama, y otros que no, pues quedó en el Quito hasta que murió. En esto, inquerido lo que es más cierto, lo porné conforme á como lo oí á algunos principales que se hallaron por sus personas con él en esta guerra; que dicen, que estando en el Quito, le vinieron de muchas partes embajadores á congratularse con él en nombre de sus tierras; que teniendo, y habiendo tomado [de] seguro y por muy pacífico [modo] á las provincias de la serranía, pensó que sería bien hacer jornada á las provincias de Puerto Viejo y á lo que llamamos Guayaquil, y á los Yuncas, y tomando su consejo con sus capitanes y principales, aprobaron su pensamiento y aconsejaron que lo pusiera por obra. Quedaron en el Quito muchas de sus gentes; con la que convino salió, y entró por aquellas tierras, en donde tuvo con algunos moradores dellas algunas refriegas; pero, al fin, unos y otros quedaron en su servicio y puestos en ellas gobernadores y mitimaes.

La Puná tenia recia guerra con Túmbez, y el Inca habia mandado cesar las contiendas y que le recebiesen en la Puná, lo cual Tumbalá sintió mucho, porque era Señor della; mas, no se atrevió á ponerse contra el Inca, ántes lo recebió y hizo presentes con fingida paz; porque, como salió, procurándolo con los naturales de la tierra firme, trataron de matar muchos orejones con sus capitanes que con unas balsas iban á salir á un rio para tomar la tierra firme; mas Guayna Capac lo supo y sobre ello hizo lo que yo tengo escripto en la Primera parte en el capítulo LIII; y hecho grand castigo, y mandando hacer la calzada, ó paso fuerte, que llaman de Guayna Capac[203], volvió y paró en Túmbez, donde estaban hechos edificios y templo del sol; y vinieron de las comarcas á le hacer reverencia con mucha humildad. Fué por los valles de Los Llanos poniéndolos en razon, repartiéndoles los términos y aguas, mandándoles que no se diesen guerra, y haciendo lo que en otros lugares se ha escripto. Y dicen dél, que yendo por el hermoso valle de Chayanta, cerca de Chimo, que es donde agora está la ciudad de Trujillo, estaba un indio viejo en una sementera, y como oyó que pasaba el rey por allí cerca, que cogió tres ó cuatro pepinos que con su tierra y todo se los llevó, y le dijo:—Ancha Atunapu micucampa; que quiere decir: "Muy gran Señor, come tú esto."—Y que delante de los señores y más gente, tomó los pepinos, y comiendo de uno de ellos, dijo delante de todos, por agradar al viejo: Xuylluy, ancha mizqui cay; que en nuestra lengua quiere decir: "En verdad que es muy dulce esto." De que todos recebieron grandísimo placer.

Pues pasando adelante, hizo en Chimo y en Guañape, Guarmey, Guaura, Lima y en los más valles, lo quél era servido que hiciesen; y como llegase á Pachacama, hizo grandes fiestas y muchos bailes y borracheras; y los sacerdotes, con sus mentiras, le decian las maldades que solian, inventadas con su astucia, y aún algunas por boca del mesmo Demonio, que en aquellos tiempos es público hablaba á estos tales; y Guayna Capac les dió, á lo que dicen, más de cient arrobas de oro y mill de plata y otras joyas y esmeraldas, con que se adornó más de lo que estaba el templo del sol y el antiguo de Pachacama.

De aquí, dicen algunos de los indios que subió al Cuzco, otros que volvió al Quito. En fin, sea desta vez, ó que haya sido primero, que vá poco, él visitó todos Los Llanos, y para él se hizo el grand camino que por ellos vémos hecho, y ansí, sabemos que en Chincha y en otras partes destos valles, hizo grandes aposentos y depósitos y templo del sol. Y puesto todo en razon, lo de Los Llanos y lo de la sierra, y teniendo todo el reino pacífico, revolvió sobre el Quito y movió la guerra á los padres de los que agora llaman Huambracunas[204], y descubrió á la parte del Sur hasta el rio de Augasmayu.

CAP. LXVI.—De cómo saliendo Guayna Capac de Quito, envió delante ciertos capitanes suyos, los cuales volvieron huyendo de los enemigos, y lo que sobre ello hizo.

Estando en Quito Guayna Capac con todos los capitanes y soldados viejos que con él estaban, cuentan por muy averiguado, que mandó que saliesen de sus capitanes con gente de guerra á sojuzgar ciertas naciones que no habian querido jamás tener su amistad; los cuales, como ya supiesen su estada en el Quito, recelándose dello, se habian apercebido y buscado favores de sus vecinos y parientes para resistir á quien á buscarlos viniese; y tenian hechos fuertes y albarradas é muchas armas de las que ellos usan; y como salieron, Guayna Capac fué tras ellos para revolver á otra tierra que confinaba con ella, que toda debia de ser la comarca de lo que llamamos Quito; y como sus capitanes y gentes salieron á donde iban encaminados, teniendo en poco á los que iban á buscar, creyendo que con facilidad serian señores de sus campos y haciendas, se daban prisa andar; mas, de otra suerte les avino de lo que pensaban; porque al camino les salieron con grande vocería y alarido y dieron de tropel en ellos con tal denuedo, que mataron y cautivaron muchos dellos, y así los trataron, que los desbarataron de todo punto y les constriñeron volver las espaldas, y á toda furia dieron la vuelta huyendo, y los enemigos vencedores tras ellos, matando y prendiendo todos los que podian.

Algunos de los más sueltos anduvieron mucho en grand manera, hasta que toparon con el Inca, á quien solamente dieron cuenta de la desgracia sucedida, que no poco le fatigó, y mirándolo discretamente, hizo un hecho de gran varon, que fué, mandar á los que se habian venido que callasen y á ninguna persona contasen lo que ya él sabia, ántes volviesen al camino y avisasen á todos los que venian desbaratados, que hiciesen en el primero cerro que topasen, cuando á él viesen, un escuadron, sin temor de morir el que la suerte les cayere; porque él, con gente de refresco, daria en los enemigos y los vengaría; y con esto se volvieron. Y no mostró turbacion, porque consideró que si en el lugar quel estaba sabian la nueva, todos se juntarian y darian en él, y se veria en mayor aprieto; y con disimulacion les dijo que se aparejasen, que queria ir á dar en cierta gente que verian cuando á ella llegasen. Y dejando las andas adelante de todos salió y caminó dia y medio, y los que venian huyendo, que eran muchos, [como] vieron la gente que venia, que era suya, á mal de su grado pararon en una ladera, y los enemigos que los venian siguiendo, comenzaron de dar en ellos, y mataron muchos; mas Guayna Capac, por tres partes dió en ellos, que no poco se turbaron de verse cercados, y de los que ya ellos tenian vencidos, aunque procuraron de se juntar y pelear, tal mano les dieron, que los campos se hinchian de los muertos, y queriendo huir, les tenia tomado el paso; y mataron tantos, que pocos escaparon vivos, sino fueron los cautivos, que fueron muchos; y por donde venian estaba todo alterado, creyendo que al mismo Inca habian de matar y desbaratar los que ya por él eran muertos y presos. Y como se supo el fin dello, asentaron el pié llano, mostrando todos grand placer.

Guayna Capac recobró los suyos que eran vivos, y á los que eran muertos mandó hacer sepolturas y sus honras, conforme á su gentilidad, porque ellos todos conocen que hay en las ánimas inmortalidad; y tambien se hicieron, en donde esta batalla se dió, bultos de piedra y padrones para memoria de lo que se habia hecho; y Guayna Capac envió aviso de todo esto hasta el Cuzco, y se reformó su gente, y fué adelante de Caranque.

Y los de Otavalo, Cayanbi, Cochasqui, Pifo[205], con otros pueblos, habian hecho liga todos juntos y con otros muchos, de no dejarse sojuzgar del Inca, sino ántes morir que perder su libertad y que en sus tierras se hiciesen casas fuertes, ni ellos ser obligados de tributar con sus presentes ir al Cuzco, tierra tan léjos como habian oido. Y hablado entre ellos esto, y tenido sus consideraciones, aguardaron á el Inca, que sabian que venia á les dar guerra; el cual con los suyos anduvo hasta la comarca destos, donde mandó hacer sus albarradas y cercas fuertes, que llaman pucaraes, donde mandó meter su gente y servicio. Envió mensajeros á aquellas gentes con grandes presentes, rogándoles que no le diesen guerra, porque él no queria sino paz con condiciones honestas, y que en él siempre hallarian favor, como su padre, y que no quería tomalles nada, sino dalles de lo que traia. Mas estas palabras tan blandas aprovecharon poco, porque la respuesta que le dieron fué, que luego de su tierra saliese, donde no, que por fuerza le echaban della; y así, en escuadrones vinieron para el Inca, que muy enojado, habia puesto su gente en campaña; y dieron los enemigos en él de tal manera, que se afirma, sino fuera por la fortaleza que para se guarescer se habia hecho, lo llevaran y de todo punto lo rompieran; mas, conociendo el daño que recebia, se retiró lo mejor que pudo al pucará, donde todos se metieron los que en el campo no quedaron muertos, ó, en poder de los enemigos, presos.

CAP. LXVII.—Cómo, juntando todo el poder de Guayna Capac, dió batalla á los enemigos y los venció y de la grand crueldad que usó con ellos.

Como aquellas gentes vieron como habian bastado á encerrar al Inca en su fuerza, y que habian muerto á muchos de los orejones del Cuzco, muy alegres, hacian muy grand ruido con sus propias voces, tanto, que ellos mismos no se oian; y traidos atabales, cantaban y bebian enviando mensajeros por toda la tierra, publicando que tenian al Inca cercado con todos los suyos; y muchos lo creyeron y se alegraron y aún vinieron á favorescer á sus amigos.

Guayna Capac tenia en su fuerte bastimentos, y habia enviado á llamar á los gobernadores de Quito con parte de la gente que á su cargo tenian, y estaba con mucha saña, porque los enemigos no querian dejar las armas; á los cuales muchas veces intentó, con embajadas que les envió y dones y presentes, atraerlos á sí; mas, era en vano pensar tal cosa. El Inca engrosó su ejército, y los enemigos hecho lo mesmo, los cuales determinadamente acordaron de dar en el Inca y desbaratarlo, ó morir sobre el caso en el campo; y así lo pusieron por obra, y rompieron dos cercas de la fortaleza, que á no haber otras que iban rodeando un cerro, sin duda por ellos quedara la victoria; mas, como su usanza es hacer un cercado con dos puertas, y más alto otro tanto, y así hacer en un cerro siete u ocho fuerzas, para si la una perdieren, subirse á la otra, el Inca con su gente se guaresció en la más fuerte del cerro, donde, al cabo de algunos dias, salió y dió en los enemigos con gran coraje.

Y afirman, que llegados sus capitanes y gente, les hizo la guerra, la cual fué cruel, y estuvo la victoria dudosa; mas, al fin, los del Cuzco se dieron tal maña, que mataron, grand número de los enemigos, y los que quedaron fueron huyendo. Y tan enojado estaba dellos el rey tirano, que de enojo, porque se pusieron en arma, porque querian defender su tierra sin reconocer subjecion, mandó á todos los suyos que buscasen todos los más que pudiesen ser habidos; y con grand diligencia los buscaron y prendieron á todos, que pocos se pudieron dellos descabullir; y junto á una laguna, que allí estaba, en su presencia, mandó que los degollasen y echasen dentro; y tanta fué la sangre de los muchos que mataron, que el agua perdió su color, y no [se] via otra cosa que espesura de sangre. Hecha esta crueldad y gran maldad, mandó Guayna Capac parecer delante de sí á los hijos de los muertos, y mirándoles, dijo: Campa mana, pucula tucuy huambracuna[206]. Que quiere decir: "Vosotros no me hareis guerra, porque sois todos muchachos agora". Y desde entonces se les quedó por nombre hasta hoy á esta gente los Guambracunas[207], y fueron muy valientes; y á la laguna le quedó por nombre el que hoy tiene, que es Yaguarcocha, que quiere decir "lago de sangre". Y en los pueblos destos Guambracunas se pusieron mitimaes y gobernadores como en las más partes.

Y despues de se haber reformado el campo, el Inca pasó adelante hácia la parte del Sur, con gran reputacion por la victoria pasada, y anduvo descubriendo hasta el rio de Angasmayo, que fueron los límites de su imperio. Y supo de los naturales cómo adelante habia muchas gentes, y que todos andaban desnudos sin ninguna vergüenza, y que todos comian carne humana, todos en general, y hacian algunas fuerzas en la comarca de los Pastos; y mandó á los principales que le tributasen, y dijieron que no tenian que le dar, y por los componer, mandó que cada casa de la tierra fuese obligada á le dar tributo, cada tantas lunas, de un canuto de piojos algo grande. Al principio, riéronse del mandamiento; mas, despues, por muchos quellos tenian, no podian enchir tantos canutos. Criaron con el ganado que el Inca les mandó dejar, y tributaban de lo que se multiplicaba, y de la comida y raíces que hay en sus tierras. Y por algunas causas que para ello tuvo, Guayna Capac volvió al Quito, y mandó que en Caranqui estuviese templo del sol y guarnicion de gente con mitimaes y capitan general con su gobernador, para frontera de aquellas tierras y para guarda dellas.

CAP. LXVIII.—De cómo el rey Guayna Capac volvió á Quito, y de cómo supo de los españoles que andaban por la costa, y de su muerte.

En este mesmo año andaba Francisco Pizarro con trece chripstianos por esta costa[208], y habia dellos ido al Quito aviso á Guayna Capac, á quien contaron el traje que traian, y la manera del navio, y cómo eran barbados y blancos y hablaban poco y no eran tan amigos de beber como ellos, y otras cosas de las que ellos pudieron saber. Y cudicioso de ver tal gente, dicen que mandó con brevedad le trujiesen uno de dos que decian haber quedado de aquellos hombres, porque los demás eran ya vueltos con su capitan á la Gorgona, donde habian dejado ciertos españoles con los indios é indias que tenian, como en su lugar contaremos[209]. Y dicen unos destos indios, que despues de idos, á estos dos, que los mataron, de que recebió mucho enojo Guayna Capac. Otros cuentan que soñó que los traian, y como supieron en el camino su muerte[210], los mataron. Sin esto, dicen otros que ellos se murieron. Lo que tenemos por más cierto es, que los mataron los indios dende á poco que ellos en su tierra quedaron[211].

Pues, estando Guayna Capac en el Quito con grandes compañas de gentes que tenia, y los demás señores de su tierra, viéndose tan poderoso, pues mandaba desde el rio de Angasmayo al de Maule, que hay mas de mill y doscientas leguas, y estando tan crecido en riquezas, que afirman que habia hecho traer á Quito más de quinientas cargas de oro, y más de mill de plata, y mucha pedrería y ropa fina, siendo temido de todos los suyos, porque no se le osaban desmandar, cuando luego hacia justicia; cuentan que vino una gran pestilencia de viruelas tan contagiosa, que murieron mas de doscientas mill ánimas en todas las comarcas, porque fué general; y dándole á él el mal, no fué parte todo lo dicho para librarlo de la muerte, porquel gran Dios no era dello servido. Y como se sintió tocado de la enfermedad, mandó se hiciesen grandes sacrificios por su salud en toda la tierra, y por todas las guacas y templos del sol; mas yéndole agraviando, llamó á sus capitanes y parientes, y les habló algunas cosas, entre las cuales les dijo, á lo que algunos dellos dicen, que él sabia que la gente que habian visto en el navio, volveria con potencia grande y que ganaria la tierra. Esto podria ser fábula, y si lo dijo, que fuese por boca del Demonio, como quien sabia que los españoles iban para procurar de volver á señorear. Dicen otros destos mismos, que conociendo la gran tierra que habia en los Quillacingas[212] y Popayaneses, y que era mucho mandarlo uno, y que dijo que desde Quito para aquellas partes fuese de Atahuallpa, su hijo, á quien queria mucho, porque habia andado con él siempre en la guerra; y que lo demás mandó que señorease y gobernase Guascar, único heredero del imperio. Otros indios dicen que no dividió el reino, ántes dicen que dijo á los que estaban presentes, que bien sabian cómo se habian holgado que fuese Señor, despues de sus dias, su hijo Guascar, y de Chincha[213] Ocllo, su hermana, con quien todos los del Cuzco mostraban contento; y puesto que si él tenia otros hijos de grand valor, entre los cuales estaban Nanque Yupanqui, Tupac Inca, Guanca Auqui, Tupac Gualpa, Titu[214], Guaman Gualpa, Manco Inca, Guascar, Cusi Hualpa[215], Paullu Tupac[216] Yupanqui, Conono, Atahuallpa, quiso no dalles nada de lo mucho que dejaba, sino que todo lo heredase dél, como él lo heredó de su padre, y confiaba mucho guardaria su palabra, y que cumpliria lo que su corazon queria, aunque era muchacho; y que les rogó lo amasen y mirasen como era justo, y que hasta que tuviese edad perfeta y gobernase, fuese su ayo Colla Tupac[217], su tio. Y como esto hobo dicho, murió.

Y luego que fué muerto Guayna Capac, fueron tan grandes los lloros, que ponian los alaridos que daban en las nubes, y hacian caer las aves aturdidas de lo muy alto hasta el suelo. Y por todas parte se divulgó la nueva, y no habia parte ninguna donde no se hiciese sentimiento notable. En Quito lo lloraron, á lo que dicen, diez dias arreo; y dende allí lo llevaron á los Cañares, donde le lloraron una luna entera; y fueron acompañando el cuerpo muchos señores principales hasta el Cuzco, saliendo por los caminos los hombres y mujeres llorando y dando aullidos. En el Cuzco se hicieron más lloros, y fueron hechos sacrificios en los templos, y aderezaron de le enterrar conforme á su costumbre, creyendo que su ánima estaba en el cielo. Mataron, para meter con él en su sepoltura y en otras, más de cuatro mill ánimas, entre mujeres y pajes y otros criados, tesoros, pedreria, y fina ropa. De creer es que seria suma grande la que pornian con él. No dicen en dónde ni cómo está enterrado, mas de que concuerdan que su sepoltura se hizo en el Cuzco. Algunos indios me dijeron á mí que lo enterraron en el rio de Angasmayo, sacándolo de su natural para hacer la sepoltura; mas no lo creo, y lo que dicen de que se enterró en el Cuzco, sí[218].

De las cosas deste rey dicen tanto los indios, que no es nada lo que yo escribo ni cuento; y cierto, creo que dél y de sus padres y abuelos se dejan tantas cosas de escrebir, por no los alcanzar por entero, que fuera otro compendio mayor que el que se ha hecho.

CAP. LXIX.—Del linaje y condiciones de Guascar y de Atahuallpa.

Estaba el imperio de los Incas tan pacífico cuando Guayna Capac murió, que no se halla que en tierra tan grande hobiese quien osase alzar la cabeza para mover guerra ni dejar de obedecer, así por el temor que tenian á Guayna Capac, como porque los mitimaes eran puestos de su mano, y estaba la fuerza en ellos. Y así como muerto Alexandre en Babilonia, muchos de sus criados y capitanes allegaron á colocarse por reyes y mandar grandes tierras, así, muerto Guayna Capac, como (así) luego hobo entre los dos hermanos hijos suyos guerras y diferencias; y tras ellas entraron los españoles. Muchos de estos mitimaes se quedaron por señores, porque siendo en las guerras y debates muertos los naturales, pudieron ellos granjear la gracia de los pueblos para que en su lugar los recibiesen de los pueblos (así).

Bien tenía que decir en contar menudamente las condiciones destos tan poderosos Señores, mas no saldré de mi brevedad, por las causas tan justas que otras veces he dicho tener.—Guascar era hijo de Guayna Capac, y Atahuallpa tambien. Guascar de menos dias; Atahuallpa de más años. Guascar, hijo de la Coya, hermana de su padre, señora principal; Atahuallpa, hijo de una india Quilaco, llamada Tupac Palla[219]. El uno y el otro nacieron en el Cuzco, y no en Quito, como algunos han dicho y aun escripto para esto, sin lo haber entendido como ello es razon. Lo muestra, porque Guayna Capac estaba [estuvo?] en la conquista de Quito y por aquellas tierras aun nó doce años, y era Atahuallpa, cuando murió, [de] más de treinta años; y señora de Quito, para decir lo que ya cuentan que era su madre, no habia ninguna, porque los mesmos Incas eran reyes y señores del Quito;[220] y Guascar nació en el Cuzco, y Atahuallpa era de cuatro ó cinco años de más edad que no él. Y esto es lo cierto, y lo que yo creo.—Guascar era querido en el Cuzco, y en todo el reino, por los naturales, por ser el heredero de drecho; Atahuallpa era bien quisto de los capitanes viejos de su padre y de los soldados, porque anduvo en la guerra en su niñez, y porque él en vida le mostró tanto amor, que no le dejaba comer otra cosa que lo que él le daba de su plato. Guascar era clemente y piadoso; Atahuallpa, cruel y vengativo: entrambos eran liberales, y el Atahuallpa hombre de más ánimo y esfuerzo, y Guascar de más presuncion y valor. El uno pretendió ser único Señor y mandar sin tener igual: el otro se determinó de reinar, y por ello quebrantar las leyes que sobre ello á su usanza estaban establecidas por los Incas, que era que no podia ser rey sino hijo mayor del Señor y de su hermana, aunque otros de más edad hobiesen habido en otras mujeres y mancebas. Guascar deseoso [deseaba?] de tener consigo el ejército de su padre; Atahuallpa se congojó porque no estaba cerca del Cuzco, para en la mesma ciudad hacer el ayuno y salir con la borla para por todos ser recebido por rey.

CAP. LXX.—De cómo Guascar fué alzado por rey en el Cuzco, despues de muerto su padre.

Como fuese muerto Guayna Capac y por él hechos los lloros y sentimiento dicho, aunque habia en el Cuzco más de cuarenta hijos suyos, ninguno intentó salir de la obediencia de Guascar, á quien sabian pertenecian el reino; y aunque se entendió lo que Guayna Capac mandó, que su tio gobernase, no faltó quien aconsejó á Guascar saliese con la borla en público y mandase por todo el reino como rey. Y como para las honras de Guayna Capac habian venido al Cuzco los más de los señores naturales de las provincias, pudo ser la fiesta de su coronacion grande y de presto entendida y sabida, y así lo determinó de hacer. Dejando el gobierno de la mesma ciudad á quien por su padre lo tenia, se entró á hacer el ayuno con la observancia que su costumbre requeria. Salió con la borla muy galano, y hiciéronse grandes fiestas, y pusiéronse en la plaza la maroma de oro con los bultos de los Incas, y conforme á la costumbre dellos, gastaron algunos dias en beber y en sus areytos; y acabados, fuéles nueva á todas las provincias y mandado del nuevo rey de lo que habian de hacer, enviando á Quito ciertos orejones, y que trujesen las mujeres de su padre y su servicio.

Fué entendido por Atahuallpa cómo Guascar habia salido con la borla, y cómo queria que todos le diesen la obediencia; y no se habian partido de Quito ni de sus comarcas los capitanes generales de Guayna Capac, y habia entre todos pláticas secretas sobre que era bien procurar, por las vías á ellos posibles, quedarse con aquellas tierras de Quito sin ir al Cuzco al llamamiento de Guascar, pues era aquella tierra tan buena y á donde todos se hallaban tan bien como en el Cuzco. Algunos habia entre ellos que les pesaba, y decian que no era lícito dejar de reconocer el gran Inca, pues era Señor de todos. Mas Illa Tupac[221] no fué leal á Guascar, así como Guayna Capac se lo rogó y él se lo prometió, porque dicen que andaba en tratos y secretas pláticas con Atahuallpa, que entre los hijos de Guayna Capac mostró más ánimo y valor, causado por su atrevimiento y aparejo que halló, ó con lo que su padre mandó, si fué verdad, que gobernase lo de Quito y sus comarcas. Este habló á los capitanes Calicuchima[222] y Aclagualpa[223], Rumiñahui[224], el Quizquiz, Zopozopanqui[225] y otros muchos, sobre quisiesen favorecerle y ayudarle para que él fuese Inca de aquellas partes, como su hermano lo era del Cuzco; y ellos y el Illa Tupac[226], traidor á su señor natural Guascar, pues que habiendole dejado por gobernador hasta quél tuviese edad cumplida, le negó y se ofreció de favorescer á Atahuallpa, que ya por todo el real era tenido por Señor, y le fueron entregadas las mujeres de su padre, á quien él recibió como suyas, que era autoridad mucha entre estas gentes; y el servicio de su casa y lo demás que tenia, le fué dado para que por su mano le (así) fuese ordenado todo á su voluntad.

Cuentan algunos, que algunos de los hijos de Guayna Capac, hermanos de Guascar y Atahuallpa, con otros orejones, se fueron huyendo al Cuzco y dieron dello aviso á Guascar; y así él como los orejones ancianos del Cuzco, sintieron lo que habia hecho Atahuallpa, reprobándolo por caso feo, y que habia ido contra sus dioses y contra el mandamiento y ordenanza de los reyes pasados. Decian que no habian de sufrir ni consentir que el bastardo tuviese nombre de Inca, ántes le habian de castigar por lo por él inventado, por el favor que tuvo de los capitanes y gente del ejército de su padre; y así, Guascar mandó que se apercibiesen en todas partes y se hiciesen armas, y los depósitos se proveyesen con las cosas necesarias, porque él habia de hacer guerra á los traidores, si juntos todos no le reconociesen por Señor. Y á los Cañares envió embajadores, esforzándoles en su amistad, y al mesmo Atahuallpa dicen que envió un orejon á que le amonestase que no intentase de llevar adelante su opinion, pues era tan mala, y á que hablase á Colla Tupac[227], su tio, para que le aconsejase se viniese para él. Y hechas estas cosas, nombró por su capitan general á uno de los principales del Cuzco, llamado Atoco[228].

CAP. LXXI.—De cómo se comenzaron las diferencias entre Guascar y Atahuallpa, y se dieron entre unos y otros grandes batallas.

Entendido era por todo el reino del Pirú cómo Guascar era Inca, y como tal mandaba y tenia guarda y despachaba orejones á las cabeceras de las provincias á proveer lo que convenia. Era de tan buen seso y tenia en tanto á los suyos, que fué, lo que reinó, querido en extremo dellos, y seria cuando comenzó á reinar, á lo que los indios dicen, de veinticinco años, poco más ó ménos. Y habiendo nombrado por su capitan general á Atoco, le mandó que tomando la gente que le pareciese de los lugares por donde pasase, mitimaes y naturales, fuese á Quito á castigar el alboroto que habia con lo que su hermano intentaba, y tubiese aquella tierra por él.

Y estos indios cuentan las cosas de muchas maneras. Yo siempre sigo la mayor opinion, y la que dan los más viejos y avisados dellos, y que son señores; porque los indios comunes, en todo lo que saben, no se ha de tener, porque ellos lo afirmen, por verdad. Y así, unos dicen, que Atahuallpa, como hobo determinádose á no solamente no querer dar la obidiencia á su hermano, que ya era rey, mas aun pretendió haber el señorío para sí por la forma que pudiese, tenido, como ya tenia, de su parte á los capitanes y soldados de su padre, vino á los Cañares, á donde habló con los señores naturales y con los mitimaes, colorando, con razones que inventó, su deseo no era de hacer daño á su hermano por querer solamente el provecho para si, sino para tenellos á todos por amigos y hermanos y hacer otro Cuzco en el Quito, donde todos se holgasen; y pues él tenia tan buen corazon, que para cerciorarse que ellos le tenian para con él, diesen lugar que en Tomebamba fuesen hechos para él aposentos y tambos, para que, como Inca y Señor, pudiese holgar con sus mujeres en ellos, como hizo su padre y su abuelo; y que dijo otras palabras sobre esta materia que no fueron oidas tan alegremente como él pensó; porque el mensajero de Guascar era llegado y habia hablado á los Cañares y mitimaes cómo Guascar les pedia la fe de amigos, sin que quisiesen negar su fortuna, y que para ello imploraba el favor del sol y de sus dioses; que no consintiesen que los Cañares fuesen consentidores de tan mala hazaña como su hermano intentaba; y que lloraron con deseo de ver á Guascar, y alzando todos sus manos, que le guardarian lealtad prometieron.

Y teniendo esta voluntad, Atahuallpa no pudo con ellos acabar nada; antes afirman que los Cañares con el capitan y mitimaes lo prendieron, con intento de lo presentar á Guascar; mas, poniéndolo en un aposento del tambo, se soltó y fué á Quito, donde hizo entender haberse vuelto culebra por voluntad de su Dios, para salir de poder de sus enemigos; por tanto, que todos se aparejasen para comenzar la guerra pública y al descubierto, porque así convenia. Otros indios afirman por muy cierto, que el capitan Atoco con su gente allegó á los Cañares, donde estaba Atahuallpa, y que él fué el que lo prendió, y se soltó como está dicho. Creo yo para mí, aunque podria ser otra cosa, que Atoco se halló en la prision de Atahuallpa, y muy sentido porque así se habia descabullido, sacando la más gente que pudo de los Cañares, se partió para Quito, enviando por todas partes á esforzar los gobernadores y mitimaes en la amistad de Guascar. Tiénese por averiguado, que Atahuallpa se soltó haciendo con una coa[229], y que es palanca, que una mujer Quella le dió, un agujero, estando los que estaban en el tambo calientes de lo que habian bebido, y pudo, dándose priesa, allegar al Quito, como está dicho, sin ser alcanzado de los enemigos, que mucho quisieran tornarlo haber á las manos.

CAP. LXXII.—De cómo Atahuallpa salió del Quito con su gente y capitanes, y de cómo dió batalla á Atoco en los pueblos de Ambato.

Como las postas que estaban en los caminos reales fuesen tantas, no pasaba cosa en parte del reino que fuese oculta, ántes era pública por todo el lugar; y como se entendió Atahuallpa haberse escapado por tal ventura y estar en Quito allegando la gente, luego se conoció que la guerra seria cierta, y así, hobo division y parcialidades y novedades grandes y pensamientos enderezados á mal fin. Guascar, en lo de arriba, no tuvo quien no le obedeciese y desease que saliese del negocio con honra y autoridad. Atahuallpa tuvo de su parte los capitanes y gente del ejército, y muchos señores naturales y mitimaes de las provincias y tierras de aquella comarca; y cuentan que luego en Quito, con celeridad mandó salir la gente, jurando, como ellos juran, que en los Cañares habia de hacer castigo grande, por el afrenta que allí recibió. Y como supiese venir Atoco con su gente, que pasaria, á lo que dicen, de cuarenta guarangas, que eran millares de hombres, se dió priesa á se encontrar con él.

Atoco venia marchando porque Atahuallpa no tuviese lugar de hacer llamamiento de gente en las provincias, y como supo que venia á punto de guerra, habló con los suyos, rogándoles que se acordasen de la honra del Inca Guascar, y que se diesen maña á castigar la desvergüenza con que Atahuallpa venia; y por justificar su causa, envióle, segun dicen, ciertos indios por mensajeros, amonestándole que se contentasen con lo que habia hecho y no diese lugar á que el reino se encendiese en guerra, y se conformase con el Inca Guascar, que seria lo más acertado. Y aunque eran principales orejones estos mensajeros, cuentan que se rió del dicho que Atoco le enviaba á decir, y que, haciendo grandes fieros y amenazas, los mandó matar, y prosiguió su camino en ricas andas que le llevaban á hombros de los principales y más privados suyos.

Cuentan que encomendó la guerra á su capitan general Calicuchima y á otros dos capitanes, llamados el Quizquiz, y el otro Ucumari; y como Atoco no parase con la gente, pudieron encontrarse cerca del pueblo llamado Ambato, á donde, á la usanza del pueblo, comenzaron la batalla y la riñeron entre ellos bien; y habiendo tomado un collado Calicuchima, salió á tiempo convenible con cinco mill hombres holgados, y dando en los que estaban cansados, los apretaron tanto, que despues de muertos los más dellos, volvieron, los que no [lo] eran, las espaldas con gran espanto, y el alcance se siguió y fueron muchos los presos y el Atoco entre ellos. Lo cual, cuentan los que desto me informaron, que lo ataron á un palo, donde con gran crueldad ocultadamente lo mataron, y que del casco de su cabeza hizo un vaso Calicuchima, para beber, engastonado en oro. La opinion mayor y que debe ser más cierta, á mi juicio, de los que murieron en esta batalla de ambas partes, fueron quince ó diez y seis mill indios; y los que se prendieron, fueron los más dellos muertos sin piedad ninguna, por mandado de Atahuallpa.—Yo he pasado por este pueblo y he visto el lugar donde dicen questa batalla se dió; y, cierto, segun hay la osamenta, debieron aún de morir más gente de la que cuentan.

Con esta victoria quedó Atahuallpa muy estimado, y fué la nueva divulgada por todo el reino, y llamáronle, los que seguian su opinion, Inca, y dijo que habia de tomar la borla en Tomebamba, aunque, no siendo en el Cuzco, teníase por cosa fabulosa y sin fuerza. De los heridos mandó curar; y mandaba como rey, y así era servido; y caminó para Tomebamba.

CAP. LXXIII.—De cómo Guascar envió de nuevo capitanes y gente contra su enemigo, y de cómo Atahuallpa llegó á Tomebamba, y la gran crueldad que allí usó, y lo que pasó entre él y los capitanes de Guascar.

Pocos dias se tardaron despues que en el pueblo de Ambato el capitan Atoco fué vencido y desbaratado, cuando, no solamente en el Cuzco se supo la nueva, mas en toda la tierra se extendió, y recibió Guascar grande espanto y temió más el negocio que hasta allí. Mas, sus consejeros le amonestaron que no desmamparase al Cuzco, sino que enviase de nuevo gentes y capitanes. Y fueron hechos grandes lloros por los muertos, y en los templos y oráculos hicieron sacrificios conforme á lo que ellos usan; y envió á llamar Guascar muchos señores de los naturales del Collao, de los Canches, Cañas, Charcas, Carangas, y á los de Condesuyo, y muchos de los de Chinchasuyo; y como estuviesen juntos, les habló lo que su hermano hacia y les pidió en todo le quisiesen ser buenos amigos y compañeros. Respondieron á su gusto los que se hallaron á la plática, porque guardaban mucho la religion y costumbre de no recebir por Inca sinó aquel que en el Cuzco tomase la borla, la cual habia dias Guascar tenia, y sabia el reino le venia derechamente. Y porque convenia con brevedad proveer en la guerra que tenia, nombró por capitan general á Guanca Auqui, hermano suyo, segun dicen algunos orejones, porque otros quieren decir ser hijo de Ilaquito. Con éste envió por capitanes otros principales de su nacion que habian por nombre Ahuapanti[230], Urco Guaranca é Inca Roca. Estos salieron del Cuzco con la gente que se pudo juntar, yendo con ellos muchos señores de los naturales, y de los mitimaes, y por donde quiera que pasaba Guanca Auqui, sacaba la gente que quería con lo más que era necesario para la guerra; y caminó á mas andar en busca de Atahuallpa, que, como hobiese muerto y vencido á Atoco, como de suso es dicho, siguió su camino endrezado á Tomebamba, yendo con él sus capitanes y muchos principales que habian venido á ganalle la voluntad, viendo que iba vencedor. Los Cañares estaban temerosos de Atahuallpa, porque habian tenido en poco lo que les mandó y habian sido en la prision suya; recelaban no quisiese hacelles algun daño, porque lo conocian que era vengativo y muy sanguinario; y como llegase cerca de los aposentos principales, cuentan muchos indios á quien yo lo oí, que por amansar su ira, mandaron á un escuadron grande de niños y á otro de hombres de toda edad que saliesen hasta las ricas andas, donde venia con gran pompa, llevando en las manos ramos verdes y hojas de palma, y que le pidiesen la gracia y amistad suya para el pueblo, sin mirar injuria pasada; y que con tantos clamores se lo suplicaron y con tanta humildad, que bastara á quebrantar corazones de piedra. Mas, poca impresion hicieron en el cruel de Atahuallpa, porque dicen que mandó á sus capitanes y gente que matasen á todos aquellos que habian venido, lo cual fué hecho, no perdonando sino era algunos niños y á las mujeres sagradas del templo, que por honra del sol, su dios, guardaron sin derramar sangre dellas ninguna.

Y pasado esto, mandó matar algunos particulares en la provincia, y puso en ella capitan é mayordomo de su mano, y juntos los ricos de la comarca, tomó la borla y llamóse Inca en Tomebamba, aunque no tenia fuerza, como se ha dicho, por no ser en el Cuzco; mas, él tenia su drecho en las armas, lo cual tenia por buena ley. Tambien digo que he oido [á] algunos indios honrados, que Atahuallpa tomó la borla en Tomebamba ántes que le prendiesen ni Atoco saliese del Cuzco, y que Guascar lo supo y proveyó luego. Parésceme que lo que se ha escripto lleva más camino.

Guanca Auqui dábase mucha priesa [á] andar, y quisiera llegar á los Cañares ántes que Atahuallpa pudiera hacer el daño que hizo. Y alguna de la gente que escapó de la batalla que se dió en Ambato, se habian juntado con él. Afirman todos que traeria más de ochenta mill hombres de guerra, y Atahuallpa llevaria pocos ménos de Tomebamba; á donde luego salió, afirmando que no habia de parar hasta el Cuzco. Mas, en la provincia de los Paltas, cerca de Caxabamba, se encontraron unos con otros, y despues de haber esforzado y hablado cada capitan á su gente, se dieron batalla; en la cual afirman que Atahuallpa no se halló, ántes se puso en un cerrillo á la ver; y siendo Dios dello servido, no embargante que en la gente de Guascar habia muchos orejones y capitanes que para ellos entendian bien la guerra, y que Guanca Auqui hizo el deber como leal y buen servidor á su rey, Atahuallpa quedó vencedor con muerte de muchos contrarios, tanto, que afirman que murieron entre unos y otros más de treinta y cinco mill hombres, y heridos quedaron muchos.

Los enemigos siguieron el alcance, matando y cautivando y robando los reales; y Atahuallpa estaba tan alegre, que él decia que sus dioses peleaban por él. Y porque ya los españoles habian entrado en este reino habia algunos dias, y Atahuallpa lo supo, fué causa que él en persona no fuese al Cuzco.

No daremos conclusion á estas guerras y batallas que se dieron entre estos indios, porque no fueron con órden, y por llevarla, se quedará hasta su lugar.

Hasta aquí es lo que se me ha ofrecido escrebir de los Incas, lo cual hice todo por relacion que tomé en el Cuzco. Si acertare alguno á lo hacer más largo y cierto, el camino tiene abierto, como yo no lo tuve para hacer lo que no pude, aunque para lo hecho trabajé lo que Dios sabe; que vive y reina para siempre jamás. Que fué visto lo más de lo escripto por el doctor Brabo de Saravia, y el licenciado Hernando de Santillan, oidores de la Audiencia real de Los Reyes.

FIN.


NOTAS:

[1] Véase su biografía en la Historia del Colegio viejo de San Bartolomé, mayor de la célebre universidad de Salamanca.—2.ª edicion.—Primera parte, pág. 336.

[2] La Conquista del Perú. Adic. á los lib. I y VI.

[3] Primera parte de la Crónica del Perú, cap. C al principio.

[4] El pasaje del prólogo á que aludo y la nota venian á decir, que la tercera parte de la crónica de Cieza, que se ocupa en la conquista de Nueva Castilla, y los libros primero y segundo de la cuarta, titulados Guerra de Salinas y Guerra de Chúpas, aunque no los habia visto, me constaba de cierto que existian y dónde; que motivos de delicadeza me impedian ser en este punto más explícito; pero que el inteligente y activo bibliófilo que disponia de tan preciosos documentos contaba con medios de publicarlos como corresponde, y era de esperar que pronto se disfrutasen por los amantes de la historia patria.

En efecto, la Guerra de las Salinas apareció poco despues en el tomo LXVIII de la Coleccion de documentos inéditos para la Historia de España.

[5] Vió la luz en 1844 en el tomo V de la Coleccion de documentos inéditos para la Historia de España.

[6] Lo subrayado falta por equivocacion en el título de este capítulo en el texto.

[7] Primera parte de la Crónica del Perú, especialmente en el cap. LXII.

[8] Con dice el original.

[9] Cap. C.

[10] Toca esta misma materia en el cap. CIII, de la citada Primera parte.

[11] En el cap. LXXXIV dice que Ticiviracocha era el nombre que daban al Hacedor los Huancas, nacion del valle de Xauxa.

[12] De estas estátuas habla en el cap. CV de la Primera parte de su Crónica.

[13] Escribe Cieza en el cap. XCVII de la Primera parte de la Crónica del Perú: "Y en el pueblo de Chaca (por Cacha) habia grandes aposentos hechos por Topainga Yupangue (Tupac Inca Yupanqui). Pasado un rio, está un pequeño cercado, dentro del cual se halló alguna cantidad de oro, porque dicen que á conmemoracion y remembranza de su dios Ticiviracocha, á quien llaman Hacedor, estaba hecho este templo y puesto en él un ídolo de piedra de la estatura de un hombre, con su vestimenta y una corona ó tiara en la cabeza; algunos dijeron que podia ser esta hechura á figura de un apóstol que llegó á esta tierra; de lo cual en la segunda parte trataré lo que desto sentí y pude entender y lo que dicen del fuego del cielo que abajó, el cual convirtió en ceniza muchas piedras."

[14] "Yendo yo el año 1549 á los Charcas, á ver las provincias y ciudades que en aquella tierra hay..." (Primera parte de la Crónica del Perú, cap. CCV.)

[15] Agustin de Zárate, bajo la fe de Rodrigo Lozano (Historia del Perú, lib. 2.º, cap. VII), y Garcilaso (Com. re., 2.ª parte, lib. 1.º, cap. XXVIII) cuentan que los primeros castellanos que Francisco Pizarro envió al Cuzco fueron Hernando de Soto y Pedro del Barco, natural de Lobon; y Pedro Pizarro, testigo de vista, dice que los españoles mandados al Cuzco y primeros que entraron en esta ciudad, fueron sólo dos, Martin Bueno y Pedro Martin de Moguer. (Relacion del descubrimiento y conquista de los reinos del Perú.) Don Juan de Santacruz Pachacuti, en su Relacion de antigüedades del Perú, escribe tambien que fueron dos; pero no Bueno y Martin de Moguer, sino Barco y Gandia (Pedro de). Yo creo que quien está en lo cierto es Pedro Pizarro.

La partida de estos enviados al Cuzco fué de Cassamarca á 15 de febrero de 1533; permanecieron en la capital del imperio de los Incas una semana.

[16] Ynuocavan, dice nuestro original.

[17] Enviando luego tesorero, en n. orig.

[18] En varios lugares del Libro tercero de la Cuarta parte de la Crónica del Perú, titulado La guerra de Quito.

[19] A principios del año de 1550.

[20] En los libros II y III de la Cuarta parte de la Crónica del Perú, titulados Guerra de Chúpas y Guerra de Quito.

[21] Miguel Cabello Balboa (Miscelánea austral, Tercera parte, cap. I) dice que salieron de Pacarec Tampu ó Tampu Toco cuatro hermanos y cuatro hermanas, llamados, los primeros, Manco Capac, Ayar Cacha, Ayar Auca y Ayar Uchi, y los segundos, Mama Guaca, Mama Cora, Mama Ocllo y Mama Arahua. El licenciado Fernando de Montesinos (Memorias antiguas del Perú, Lib. 2.º, cap. I) nombra á los ocho hermanos: Ayar Manco Tupac, Ayar Cachi Tupac, Ayar Sauca Tupac y Ayar Uchu Tupac, Mama Cora, Hipa Huacum, Mama Huacum y Pilco Huacum. Y Garcilaso (Com. re., Part. 1.ª, lib. 1.º, cap. XVIII) conviene tambien en que eran cuatro hermanos y cuatro hermanas: Manco Capac, Ayar Cachi, Ayar Uchu y Ayar Sauca, pero nombra solamente una de las hembras, Mama Ocllo, muger de Manco Capac. Juan de Betánzos (Suma y narracion de los Incas) nombra por el órden en que salieron de la cueva misteriosa las parejas siguientes: Ayarcache y Mamaguaco, Ayaroche y Cura, Ayarauca y Raguaocllo, Ayarmango (despues Mango Capac) y Mama Ocllo.

Esta conformidad respecto del número y casi de los nombres de los fundadores del linaje imperial y la circunstancia de llamarse uno de los tres varones mencionados por Cieza Ayar Cachi Asauca (en el original Ayar hache-arauca), cual si se hubiesen refundido dos nombres en uno solo (Ayar Cachi y Ayar Sauca), me inducen á sospechar ó que nuestro autor entendió mal á los intérpretes que le informaban en el Cuzco de estas cosas, ó que hay en el manuscrito escurialense grave error de copia; sin embargo de que esta segunda suposicion me parece ménos verosímil, atendiendo á que sólo se nombran tres hermanas y se calla la principal, Mama Ocllo. Además, cerca del fin de este capítulo, dice el mismo Cieza que eran tres hermanos.

Hay un autor muy poco conocido, el mercedario Fray Martin de Morúa, que en su Historia del orígen y genealogía de los Incas, escrita por los años de 1590 y aún inédita, se expresa de muy diferente modo respecto á los nombres de aquellos hermanos y de sus primeros hechos relacionados con la fundacion del Cuzco.

"El principio, dice, de los Incas no se puede saber cierto, por haber tantos años, más de que fabulosamente quieren decir, que de una cueva ó ventana, en cierto edificio en paraje del Cuzco que llaman Tambo Toco, por otro nombre Pacaric Tambo, que está cuatro leguas del Cuzco, salieron ocho hermanos ingas, aunque dicen otros que no más de seis; y la mejor opinion y la más verdadera que en esto hay, es de que fueron ocho, los cuatro varones, que se llamaban, el mayor Guanacauri, el segundo Cuzco Huanca, el tercero Mango Capac y el cuarto Tupa Ayar Cache; y las hermanas, la mayor Tupa Uaco, la segunda Mama Coya, la tercera Curi Ocllo y la cuarta Ipa Huaco. Y questos ocho hermanos juntos salieron de la dicha ventana á sus aventuras y á buscar tierra donde poder poblar, y ántes de llegar á esta dicha ciudad, pararon en un pueblo que se dice Apitay, que agora llaman Guanacauri; y questando la hermana tercera Curi Ocllo, como más entendida y sagaz, con parecer de los demás hermanos, dejándolos allí, salió á buscar tierra que fuese tal para poder poblar; y que llegando á los caseríos de esta ciudad del Cuzco, que entónces estaba poblada de indios Lares y Poques y Huallas, que era una gente baja y pobre, ántes de llegar á ella encontró un indio de los Poques y lo mató con cierta arma, llamada raucana, que llevaba secretamente, y le abrió y sacó los bofes, los cuales hinchó de viento y con ellos en la boca, toda ensangrentada, entró en el pueblo; y los indios, atemorizados de vella así, creyendo que comia gente, desampararon las casas y fueron huyendo. Y pareciendo buen asiento para poblar y que la gente era doméstica, volvió á donde estaban los hermanos y los trajo, excepto el hermano mayor, que quiso quedar allí en Apitay, donde murió, y en su nombre y memoria llaman á aquel asiento y cerro Guanacauri. Y luego en llegando, fueron recibidos sin resistencia, y nombraron, de conformidad, por principal del pueblo, al hermano segundo Cuzco Huanca, de cuya causa se nombró este asiento Cuzco, como cosa principal y cabeza del reino, que de ántes se llamaba Acamama. E muerto éste, que falleció en Curicancha, le sucedió el tercero hermano, llamado el gran Manco Capac."

Esta historia ó leyenda se aproxima bastante á la verdad de lo que averiguó acerca del principio de los Incas y de su ciudad, el virey don Francisco de Toledo, segun documento que publicaremos, si nos queda espacio para ello.

[22] Todas estas milagrosas hazañas y otras más, generalmente se atribuyen á Ayar Uchu y no á Ayar Cachi.

[23] Así en el original, yo creo que debe decir: que aquél, ó que él sólo sea el más alabado.

[24] Quizá orejeras.

[25] Coci ó Çoçi en el original.

[26] Ó Yavirá. En memoria de éste, pusieron los Incas conquistadores de Quito el mismo nombre á un cerro que tiene la ciudad al SO., llamado vulgarmente Panecillo, modificado, al parecer, artificialmente, y en cuya cima dicen que estaba el templo erigido al sol por los antiguos Quitus ó Caras.

[27] Orejeras tal vez.

[28] Esta palabra está borrada y enmendada de una manera casi ininteligible; pero se adivina que el principio de ella es puru, calabaza ó media calabaza, forma del bonete; y el final chucco, sombrero ó tocado.

[29] Por cierto ni ome, dice en el original; pero habiéndome sido imposible interpretar el ni ome, me decido á suprimirlo, tanto más cuanto que no padece el sentido del texto.

[30] Por nombre Mama Ocllo Huaco.

[31] Antes le llama Inca Roca Inca, pero es conocido por esos dos nombres en las tradiciones ó memorias de los quipucamayoc ó analistas peruanos.

[32] Ca no vistas dice nuestro original.

[33] Cap. XXXVIII, donde dice además, tres ó cuatro veces, que tenia ya compuesta esta Segunda Parte de la Crónica, consagrada á los Incas, sus hechos, gobierno, etc.

[34] Por agosto de 1550.

[35] Triquis, en nuestro original.

[36] Manto, en n. orig.

[37] Veinte años despues de escrito esto, el licenciado Polo de Ondegardo, daba con el escondrijo en que los indios ocultaron los dichos bultos, ó sea los cuerpos de los Incas y Coyas embalsamados y envueltos en ropas, para tributarles secretamente los homenajes y ceremonias de costumbre.

[38] Propiamente quippucamayoc.

[39] Maycavilca, en nuestro original, y Maricabilca en el cap. LXXXIV de la Primera Parte.

[40] En n. orig. Guacoa (muy enmendado) para que me.

[41] Guayachire, en nuestro original.

[42] Pavacaca, en n. orig.

[43] Apurama, en n. orig.

[44] Paltasçaxas Yayavacas, en n. orig.

[45] Catlao, en n. orig.

[46] Topo ó Tupu, es tambien medida en general y agraria, representando en este caso la porcion ó unidad de tierra que á cada vasallo mandaban repartir los incas. Dicha porcion era de sesenta pasos de largo por cincuenta de ancho; y como medida se conservó y admitió en algunas comarcas del Perú, hasta el siglo XVIII por lo ménos.

[47] Iba, en n. orig.

[48] Cap. XCII.

[49] Cap. CXI, acompañado con un excelente dibujo grabado en madera, que quizá sea la primera representacion gráfica de estos animales que se ha publicado en Europa.

[50] Escupiendo simplemente con fuerza la saliva. Aún hoy dia existe en Chile la preocupacion de que lo hacen por ser su saliva venenosa y ofender con ella al que los acosa ó molesta; y no faltan en Madrid personas que crean lo mismo de los que existen en el Parque del Retiro y yo traje de Santiago de Chile.

[51] Esta cacería se llamaba chaco.

[52] Es el charqui, que hoy se hace de llama, de huanacu y tambien de vaca.

[53] Cap. XCII de la Primera parte.

[54] De suyo, en n. orig.

[55] Así en la copia del Escorial. Yo entiendo que debe decir: esto trataré adelante un poco más largo.

[56] Sin ella, en n. orig.

[57] Cosa hecha, en n. orig.

[58] Chumo, en n. orig. Es la patata seca despues de helada.

[59] Quimia, en n. orig. (Chenopodium quinoa).

[60] Propiamente Yanacunas.

[61] En nuestro original: Bilcas, Xauxa, Bomboa, Caxamalca, Guanca, Bombacome, Bonba-Cata, Quraga.

[62] Heran, en n. orig.

[63] Encima en n. orig.

[64] En n. orig.: Ancha hatunapo yndichiri campa capalla apatuco pacha canba colla xulliy. No se si habré acertado con la interpretacion.

[65] El autor es Francisco López de Gomara, que en el capítulo de la citada historia, intitulado La tasa que de los tributos hizo Gasca, dice: "Tambien dejó muchos que llaman mitimaes y que son como esclavos, segun y de la manera que Guainacapa los tenia, y mandó á los demás ir á sus tierras; pero muchos dellos no quisieron sino estarse con sus amos, diciendo que se hallaban bien con ellos y aprendian, cristiandad con oir misa y sermones, y ganaban dineros con vender, comprar y servir." Por donde se ve que López de Gomara equivocó los mitimaes con los yanacunas, que no eran enteramente esclavos, sino criados perpétuos.

Por lo demás, esta censura de Cieza prueba que retocaba y ampliaba esta Segunda parte de su Crónica despues del año de 1552, en que salió la primera edicion de la Historia de Gomara.

Y ya que el nombre del célebre autor de Hispania victrix me sale al paso, y toda vez que son tan pocas las noticias que de su vida se tienen, daré aquí una, á mi juicio desconocida: que era vecino de Gomara, junto á Soria, y que habiendo muerto en su tierra (casi sin duda el mismo pueblo de cuyo nombre hizo su segundo apellido), se mandaron traer al Consejo de Indias los papeles que dejó tocantes á Historia, á 16 de setiembre de 1572; fecha que no andaria muy léjos de la de su muerte, si es que habia de surtir efecto la ocupacion de sus papeles históricos.

[66] Mucho despues de haberse escrito esto, todavía se diferenciaban las casas de mitimaes de las de los naturales de algunos pueblos de Quito, en la forma de sus techos y chimeneas.

[67] Sustancia en n. orig.

[68] Con la en n. orig.

[69] Ingas, en nuestro original.

[70] Especialmente los que vivian cerca de los grandes arenales.

[71] Chanchas, en nuestro original. Y no interpreto Chancas, porque éstos usaban otro tocado muy diferente; mientras que las vendas son de los Canchis.

[72] Encima, en n. orig.

[73] En mi concepto, el original diria cient mill.

[74] Llamábase Samka huasi y Samka cancha.

[75] Puracaez, en n. orig.

[76] Pero hermano del hermano.

[77] Hermana de la hermana.

[78] Sobre este asunto véase tambien lo que dice el mismo Cieza en el Cap. LXIV de la Prim. parte de su Crón.

[79] Reposados en n. orig.

[80] Sospecho que no ha de ser esta la palabra del original, sino más bien descuidadas ó caidas.

[81] En otra parte los nombra, y fueron, segun él, Martin Bueno, Zárate Pedro de Moguer. Pedro Pizarro, testigo de vista, dice, sin embargo, que fueron sólo dos: Martin Bueno y Pedro Martin de Moguer.

[82] El hospital de Afuera ó de San Juan Bautista. Comenzóse á 9 de diciembre de 1541 y hasta 1624 no se dijo la primera misa en su capilla. Remitióse la actividad de la fábrica en 1545, por muerte de don Juan Tavera, y despues, en 1549, por haberse hecho jesuita el arquitecto que le ideó y dirigió, Bartolomé de Bustamante.

En nuestro prólogo de La Guerra de Quito (págs. CIX y CX) hemos demostrado que Cieza debió presentar la Primera parte de su Crónica al príncipe, en Toledo, por los años de 1552.

[83] En el ms. del Escorial:...algo negritos cay eccelentísima. Para que se vea por esta muestra qué cosa es la copia que interpretamos aquí, en algunos lugares, con tanto trabajo como incertidumbre.

[84] Maestra, en n. orig.

[85] Kquepi, significa hatillo ó maletilla de camino.

[86] Muchos templos, en n. orig.

[87] De su Crónica del Perú, passim.

[88] Todos los estatutos, en n. orig.

[89] Se fué por enero de 1550.

[90] Antinilayme, en n. orig.

[91] Atrinlaisme, en n. orig.

[92] Quina, en n. orig.

[93] Acá, en n. orig.

[94] Tenian, en n. orig.

[95] Más bien que bueno, venturoso, poderoso y rico.

[96] Y tambien llamaban Santiago al tiro y al arcabuz, por la voz de los españoles al dispararlos.

[97] Mugeres, en n. orig.

[98] Orenacuzcos y anacuzcos, en n. orig.

[99] Chapos, en n. orig.

[100] La del sol la encontraron el año de 1572 los españoles en poder de Túpac Amarú en los Andes, al hacerse dueños de este inca y de su campo en la expedicion mandada por García de Loyola. (V. Tres relaciones de antigüedades peruanas, p. XIX y XX.)

[101] Ancharoca, en n. orig.

[102] Anchiroca, en n. orig.

[103] Quelloque Yapangue, en n. orig.

[104] Çanono, en n. orig.

[105] Cincheroca, en n. orig.

[106] De Canono, en n. orig.

[107] Cap. XCII.

[108] El nombre quíchua de mercado no es éste sino Cattu, de donde los españoles llamaron Gato al mercado de indios de la plaza de Lima.

[109] Paullu Tupac Yupanqui, hijo de Huaina Capac. Vivia en el Cuzco en las casas que fueron de su hermano Huascar, muy querido y considerado de españoles é indios. El licenciado Vaca de Castro consiguió que se bautizase con el nombre de Cristóbal. Murió en mayo de 1549.

[110] Su, en n. orig.

[111] En el, en n. orig.

[112] Allcay Villcas, escribe Cabello Balboa; y Alca Vieza y Alca-yiza, Juan de Betánzos (V. la anécdota de la pedrada que atribuye en otra forma, como Balboa, al dicho inca Mayta Capac); Alcauizas ó Alcahuizas, en la informacion hecha por don Francisco de Toledo en el Cuzco el año de 1572, acerca de los primeros Señores de aquella ciudad.

[113] Ingaroqueynga, en n. orig.

[114] Nicaycoga, en n. orig.

[115] Cimiento, en n. orig.

[116] Así en la copia del Escorial, pero no me satisface el sentido.

[117] V. el cap. XC de la Prim. parte de la Crónica del Perú.

[118] Sachoclococha, en n. orig.

[119] Así, aunque ántes dijo que Inca Yupanqui no dejó hijo ninguno. En esto, como en otras muchas cosas, Cieza se separa de todos los analistas inqueños.

[120] Rondo-caya, en n. orig.

[121] Cale, en n. orig.

[122] De donde ogalgaban, en n. orig.

[123] Calua, en n. orig.

[124] Subcesion, en n. orig.

[125] Así, por Caqui ó Xaqui; pero falta Xahuana, como puede verse más adelante en el capítulo que trata de los tiranos del Collao, Cari y Zapana.

[126] Cutomarca, en n. orig.

[127] Y lo es en efecto.

[128] Chinchipari, en n. orig.

[129] El Collero, en n. orig.

[130] Hatrin, en n. orig.

[131] Tiraca, en n. orig.

[132] Candi, en n. orig.

[133] V. Cap. C de la Primera parte de la Crónica del Perú.

[134] Ilabaxula é Itapumata, en n. orig.

[135] En la bahía de Cartagena de Indias.

[136] Collaos, en n. orig.

[137] Chancas, en n. orig.

[138] Cucacache, en n. orig.

[139] Curucachi, en n. orig.

[140] Palabra casi ilegible en el ms. del Escorial, por estar enmendada dos ó tres veces. Puede decir chicha, azúa, akha, huiñapu, ó sora.

[141] Paucorcollao, en n. orig.

[142] Huarancca es mil.

[143] Es muy extraña esta distraccion de Cieza; pues el nombre de Andabailes, que él nos quiere dar por el propio y con más pureza pronunciado de la provincia peruana, es justamente el más distante de la pronunciacion indígena, Antahuaylla; mientras que el españolizado, Andaguaylas, suena casi como éste.

[144] En n. orig., salió hasta Guarancay.

[145] Corumba, en n. orig.

[146] Corumba, en n. orig.

[147] Cocha Capa, en n. orig.

[148] Ambacay, en n. orig.

[149] Hasta guaraca, en n. orig.

[150] Vilcayongas, en n. orig.

[151] Vinieron, en n. orig.

[152] Este período parece que está fuera de su lugar y que vendria mejor seis renglones ántes, á seguida de hobieron mucho espanto y andaba gran ruido.

[153] Curaguaxe, en n. orig.

[154] Topa Vasco, en n. orig.

[155] Curacamba, en n. orig.

[156] Chucanes, en n. orig.

[157] Poniatambo, en n. orig.

[158] Quiza de que lo.

[159] Tipabasco, en n. orig.

[160] Yayos, en n. orig.

[161] Yayos, en n. orig.

[162] Tratar, en n. orig.

[163] Copa Yupangui, en n. orig.

[164] En n. orig., Guamanga, á Camgaron, Parcospico y Ácos.

[165] Chancas, en n. orig.

[166] La de Bombon (Pumpu) ó Chinchaicocha.

[167] Uho, en n. orig. Asiento bajo á modo de banquillo ó taburete; pero los Incas no le llamaban así, sino tiyana.

[168] Caxanca, en n. orig.

[169] Cap. XCII.

[170] Fibra del Agave tuberosa ó pita peruana.

[171] El que puso al Cuzco Manco Inca el año de 1536.

[172] Dudo que este apellido esté bien escrito; mucho será que no sea la Rea y no Playa.

[173] Varias versiones hay del cuento ó tradicion indígena relativa á este monolito, llamado la piedra cansada [saicum, saicusca] y tambien Calla cunchu; pero la más curiosa y ménos conocida es la que trae el P. Morúa en su Hist. de los Incas MS. Dice que un inca de sangre real, por nombre Urco ó Úrcon, gran ingeniero y arquitecto, fué el que dirigió la conduccion de la piedra cansada, y que al llegar al sitio donde se cansó, le mataron los indios que la arrastraban. Este Úrcon trazó y asentó la fortaleza del Cuzco, y además concibió la idea, y la puso por obra, de trasportar de Quito la mejor tierra de patatas para surtir de este tubérculo la mesa del emperador, con la cual tierra hizo el cerro llamado Allpa Suntu, que está al Oriente de dicha fortaleza.

[174] De este no ménos generoso que apasionado arranque de indignacion tienen la culpa, no los españoles, sino la falta, muy natural, de conocimientos arqueológicos en Cieza y su excesiva credulidad en los relatos de las orejones y descendientes de los Incas, para los cuales todo lo bueno y grande que encontramos allí era obra exclusiva de estos soberanos. Hoy ya se sabe y se tiene por cosa averiguada que las ciclópeas y antiquísimas fábricas del Cuzco se erigieron por gentes muy anteriores á Inca Yupanqui áun á Manco Capac, si por ventura éste apareció por aquella comarca á principios del siglo XI; y no se ignora que los mismos Incas destruian unas veces y otras dejaban sin concluir edificios y monumentos de sus enemigos. No todas las ruinas del Perú deben cargar sobre nuestra conciencia. Además, es de saber que el virey don Francisco de Toledo y otros, léjos de contribuir á la destruccion de la fortaleza del Cuzco, trataron de conservarla y se opusieron en más de un caso á que la utilidad de particulares y de corporaciones coadyuvase á los estragos del tiempo, como sucedió el año de 1577 con los jesuitas del Cuzco, que pidieron que para su monasterio y casa se les dejase sacar la piedra que hubieran menester de la fortaleza del Inca.

[175] En n. orig., en hablar. Dudo, no obstante, en haber acertado con la interpretacion. El que quiera enterarse con minuciosidad de lo que hallaron los conquistadores en los sótanos de la fortaleza, consulte la Relacion de la conquista del Perú de Pedro Pizarro.

[176] La de Huarco ya la mandó conservar y guarnecer pocos años despues el virey don Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete.

[177] Coxacopa, en n. orig.

[178] Esta campaña sangrienta y cruel de Inca Yupanqui, la cuenta Cieza en el cap. XCVIII de la Primera parte.

[179] El Nanca.

[180] Horaro en n. orig.

[181] Vinieron con un viejo, en n. orig.

[182] Recogidos, en n. orig.

[183] La violenta trasposicion que dificulta la lectura de este pasaje, acaso no sea culpa del copista, sino más bien una prueba de que Cieza no acabó de limar su tratado de los Incas. Léase: y fuéranlo más, si el Inca diera lugar á que el alcance se siguiera más esforzado, ó con más esfuerzo.

[184] En el cap. CII de la Primera parte, dice: "Yo estuve un dia en este lugar [Pucara] mirándolo todo."

[185] Cap. XLIV.

[186] Tiacambe y Cayacombe, los Purares, en n. orig.

[187] Panunquilla, en n. orig.

[188] Haciendo, en n. orig.

[189] Cap. LXXIII; en donde se ocupa de esta guerra del Huarco, y dice, además, que la trata en la segunda parte de su Crónica.

[190] Probablemente respeto.

[191] Prender, en n. orig.

[192] De gran, en n. orig.

[193] Lucas, en n. orig.

[194] Chuaguabo, en n. orig.

[195] Tuquimo en n. orig.

[196] ¿No diria en el original y fuera más de hombres creida?

[197] Guacarapora lo llama en la Primera parte, cap. LXXXIV.

[198] Carcas, Yaboca y Naucabamba en n. orig.

[199] Abreviando, en n. orig.

[200] Pampanillas, taparrabos ó tapavergüenzas.

[201] Es decir: que nació allí ó haber nacido allí.

[202] Así en el MS. del Escorial. Quizá sobre fué él.

[203] Por donde hoy está asentada la ciudad de Guayaquil, cuyo asiento conservaba aún en el siglo XVII el nombre de Paso de Huaina Capac.

[204] Guamabaconas, en n. orig.

[205] Cayanla, Coches, Quiya, Pipo, en n. orig.

[206] En n. orig. Cambamana pucula tucuy guamaracona. No adivino lo que debió escribir el copiante en vez de pucula; sino es que esté por puccuna, que venga de puccuni, medrar, madurar, hacerse grande; en cuyo caso Cieza traduce mal, y lo que Guayna Capac quiso decir, es: "Vosotros, ó vuestra nacion, ya no es grande (ó fuerte ó viril), todos sois muchachos."

[207] Guamaracones en n. orig.

[208] El de 1526. Los trece, llamados de la fama, cuyos nombres todavia no he visto escritos con propiedad en ninguno de los historiadores de Indias antiguos y modernos, eran: Bartolomé Ruiz, el piloto, Cristóbal de Peralta, Pedro de Candia, Domingo de Soraluce, Nicolás de Ribera, Francisco de Cuéllar, Alonso de Molina, Pedro Alcon, García de Jaren, Anton de Carrion, Alonso Briceño, Martin de Paz y Juan de la Torre.

[209] En la Tercera parte de su Crónica del Perú, aún inédita.

[210] De Huayna Capac.

[211] Sobre estos sucesos léase á Herrera (Déc. III, lib. X, cap. III á VI; y Déc. IV, lib. II, cap. VII y VIII), que es leer al mismo Cieza, pues de él tomó todo lo que allí dice.

[212] Quilcangas, en n. orig.

[213] Debe de ser Chimpu y todo el nombre Ciui Chimpu Runtu, segunda mujer legítima de Huaina Capac. Sin embargo, segun el parecer de la mayoría de los autores, el nombre de la madre de Huascar ó Inti Tupac Cusi Huallpa, es Rahua Ocllo.

[214] Topagual, Patito; en n. orig.

[215] Cuxequepa, en n. orig.

[216] Paulotilca, en n. orig.

[217] O Cayu Tupac? Cabello Balboa le llama tambien Colla Tupa.

[218] Y creia bien. Por el año de 1571 averiguó el virey don Francisco de Toledo, mediante informacion, que Huayna Capac fué enterrado en la capital de su imperio en donde Polo de Ondegardo halló su momia con otros muchos de la estirpe inqueña. (V. Tres relaciones de antigüedades peruanas.—Carta dedicatoria.)

[219] Topapalla, en n. orig. Segun otros autores Tocto Ocllo Cuca.

[220] Alude á López de Gomara y en especial al capítulo de su Historia titulado Linaje de Atabaliba. El P. Velasco, que en su Historia de Quito siguió y amplificó la opinion de Gomara, dice que la reina de Quito se llamaba Scyri Paccha.

[221] Antes le llama Colla Tupac. Yo sospecho que es el misma Cayu Tupac de quien Cieza se informaba en el Cuzco sobre el asunto de este tratado.

[222] Calicuchema, en n. orig.

[223] Es la primera vez que veo escrito este nombre. ¿Será Acllahuallpa?

[224] Uriminavi, en n. orig.

[225] Sepocopagua, en n. orig.

[226] Ahora le nombra Allitopa. [Alli Tupac.]

[227] Collapopa le llama ahora.

[228] Atoc en otros autores.

[229] No acierto con la ortografía de esta palabra.

[230] Así interpreto, no sé si acertadamente, el Abante de n. orig.