The Project Gutenberg eBook of Metamorfóseos o Transformaciones (3 de 4)

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Title: Metamorfóseos o Transformaciones (3 de 4)

Author: Ovid

Illustrator: José Asensio

Translator: Francisco Crivell

Release date: September 18, 2021 [eBook #66339]
Most recently updated: October 18, 2024

Language: Spanish

Credits: Ramón Pajares Box and the Online Distributed Proofreading Team at https://www.pgdp.net. (This file was produced from images generously made available by Biblioteca Digital Hispánica/Biblioteca Nacional de España.)

*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK METAMORFÓSEOS O TRANSFORMACIONES (3 DE 4) ***

Índice

Notas

Lista de estampas

Metamorfóseos o Transformaciones (3 de 4)

Nota de transcripción


Cubierta del libro

METAMORFÓSEOS

ó

TRANSFORMACIONES DE OVIDIO.


METAMORFÓSEOS

ó

TRANSFORMACIONES DE OVIDIO,

TRADUCIDOS AL CASTELLANO

CON ALGUNAS NOTAS PARA SU INTELIGENCIA,

POR DON FRANCISCO CRIVELL.

NUEVA EDICION.

TOMO III.

MADRID EN LA IMPRENTA REAL

AÑO DE 1819.


ÍNDICE

de las Fábulas contenidas en este tomo.

LIBRO OCTAVO.
  Pág.
ARGUMENTO. 1
FÁBULA PRIMERA. Minos pone sitio á Megara. 3
FÁB. II. Teseo mata al Minotauro. 12
Dédalo hace alas para sí y su hijo Icaro. 15
FÁB. III. Icaro cae al mar. 17
FÁB. IV. Perdix convertido en ave. 20
FÁB. V. Meleagro mata el jabalí de Calidonia. 23
FÁB. VI. Teseo se detiene en casa de Aqueloo. 41
FÁB. VII. Filemon y Baucis. 46
La hambre se apodera de Eresicton. 53
FÁB. VIII. Metra toma diferentes formas. 59
LIBRO NONO.
ARGUMENTO. 62
FÁBULA PRIMERA. Combate de Aqueloo. 64
FÁB. II. Rapto de Deyanira. 71
FÁB. III. Muerte de Hércules. 75
FÁB. IV. Apoteosis de Hércules. 83
FÁB. V. Lucina retarda el parto de Alcmena. 85
FÁB. VI. Driope convertida en lotos. 89
FÁB. VII. Biblis transformada en fuente. 98
FÁB. VIII. Ifis transformada en varon. 113
LIBRO DÉCIMO.
ARGUMENTO. 122
FÁBULA PRIMERA. Eurídice muere de la mordedura de una serpiente. 124
FÁB. II. Bajada de Orfeo á los infiernos. 126
FÁB. III. Orfeo toca la lira en el monte Rodope. 131
FÁB. IV. Cipariso transformado en ciprés. 133
FÁB. V. Rapto de Ganimedes. 136
FÁB. VI. Jacinto transformado en flor. 138
FÁB. VII. Los Cerastes convertidos en toros. 142
FÁB. VIII. Pigmalion. 144
FÁB. IX. Mirra convertida en árbol. 149
FÁB. X. Nacimiento de Adonis. 161
FÁB. XI. Venus y Adonis. 163
FÁB. XII. Venus y Adonis sobre el cesped. 166
FÁB. XIII. Carrera de Hipomenes y Atalanta. 167
FÁB. XIV. Hipomenes convertido en leon y Atalanta en leona. 176
FÁB. XV. Muerte de Adonis. 179
LIBRO ONCENO.
ARGUMENTO. 181
FÁBULA PRIMERA. Orfeo despedazado por las Bacantes. 183
FÁB. II. Baco deja la Tracia. 188
FÁB. III. Apolo y Midas. 192
FÁB. IV. Proteo predice las bodas de Tetis y Peleo. 197
FÁB. V. Naufragio de Ceix. 208
FÁB. VI. Hesperia huye de Esaco. 228

p. 1

Ilustración

LIBRO OCTAVO.

ARGUMENTO.

Despues que Minos puso sitio y tomó á Megara, Niso fue transformado en gavilan y Escila en cogujada. Desde aqui aquel volvió á Creta, donde estaba el Minotauro encerrado en el laberinto. Habiendo muerto á este Teseo, y volviendo con Ariadna á su patria, la abandonó en el camino. De aqui la llevó Baco, y colocó su coronap. 2 en el cielo. Queriendo Icaro volar en pos de su padre de la isla de Creta, cayó y se ahogó en el mar; y cuando estaba aquel haciéndole las exequias, fue visto por Perdix, en que poco antes habia sido transformado Acalo su sobrino. Llamado Teseo para matar el jabalí de Calidonia, murió Meleagro, y fueron transformadas sus hermanas en aves, llamadas de su nombre Meleágrides. Despues, hospedado por Aqueloo, vió á las Náyades convertidas en las islas Equinades. La posibilidad de estos hechos la prueba Lelex con el egemplo de Baucis y Filemon transformados en árboles, su casa en templo, y su aldea en laguna. Finalmente añade Aqueloo las transformaciones de Proteo y Metra, y las suyas, de que habia usado en otro tiempo cuando se vió oprimido de Hércules por causa de Deyanira.


Ilustración

(82) La enamorada Escila es despreciada
de Minos por traidora.

p. 3

FÁBULA PRIMERA.

MINOS PONE SITIO Á MEGARA.

Luego que el lucero de la mañana, ahuyentadas las tinieblas de la noche, restituyó el claro dia, dejó de soplar el solano, y las nubes llovedoras se iban levantando, el suave austro facilita la navegacion á los soldados de Eaco y á Céfalo, quienes habiéndose hecho á la vela, arribaron felizmente á Atenas en menos tiempo que lo que creian. Entre tanto Minos, tomadas y asoladas las playas de Megara, dirigió la fuerza de su egército contra esta ciudad, en que reinaba Niso,[1] cuya suerte y seguridad del reino consistia en un cabello encarnado[2] que tenia en medio de las canas. Ya habia seis veces la luna llenado su redondez,[3] y aun duraba el sitio, sin que la fortuna, que entre los dos volaba, se hubiese declarado por ninguno de los dos partidos. Era el Real palacio de Megara una torre edificada sobre sus muros armoniosos, en los cuales se cuenta quep. 4 Apolo dejó depositada su dorada lira, y que su sonido se comunicó á las piedras. Escila[4] en tiempo de paz solia subir muchas veces á esta torre, y entretenerse en hacer resonar las piedras de los muros, tirando á ellos algunas piedrecillas. Durante el sitio iba tambien por ver desde alli los ataques y encuentros sangrientos de Marte que se daban al rededor de la ciudad. Como hacia mucho tiempo que el enemigo estaba acampado, ya conocia por sus nombres á los principales oficiales, sus armas, caballos, y modo de pelear. Especialmente habia observado á su capitan[5] con mas atencion de la que era menester para su tranquilidad. En su opinion Minos si cubria su cabeza con el morrion soberbio, con su penacho era gallardo; si tomaba el refulgente escudo, le caia bien; si lanzaba el asta con sus brazos, alababa sus fuerzas y destreza, y juraba que Apolo no era mas diestro en disparar del arco las saetas. Cuando se quitaba el morrion para montar á caballo,[6] y sujetarle haciendo egercicio, salia fuerap. 5 de sí, y llamaba dichoso al dardo que él manejaba, y venturosas á las riendas que tocaba con la mano. La venian ímpetus (si la fuera decente) de salirse á pasear entre el egército enemigo, y arrojarse de lo alto de la torre por caer en el campo de su amante; en fin estaba dispuesta á abrirle las puertas de bronce de la ciudad, ó á egecutar otra cualquiera cosa que fuese en favor de Minos. Sentada en lo alto de la torre, y tendiendo la vista al pabellon Real de su enamorado: „No sé, decia, si debo alegrarme ó entristecerme con esta deplorable guerra: siento á la verdad que Minos sea enemigo de quien le ama; pero si no hubiera guerra ¿cómo yo le pudiera conocer? ¡Oh! ¡si quisiera terminarla aceptándome á mí en rehenes, y que siendo yo prenda de la paz me llevase consigo! Gallardo Minos, Príncipe el mas hermoso de todos, si la que te dió á luz[7] fue tan hermosa como tú, con razon se enamoró Júpiter de ella. Seria yo muy feliz si conducida en alas por los aires pudiese volar á tu campamento, y manifestándome á tí, y confesándote mi amor, preguntarte qué querrias te diese por ser mio, que todo seria otorgado, con tal que no pidieses el reino de mi padre. Porque mejorp. 6 quisiera perder las esperanzas de mi amor, que conseguirlas por una traicion. Aunque muchas veces sucede que la clemencia del vencedor hace mas suave la condicion de los vencidos. La guerra que Minos hace para vengar la muerte de su hijo[8] es justa; y puesto que la razon y fortuna estan de su parte, no podremos dejar de ser vencidos; y si este fuese el fin y la suerte de esta ciudad, ¿para qué ha de allanar Marte los muros, pudiendo hacerlo mi amor? De este modo podrá vencer sin muertes, sin dilacion, y sin exponerse á recibir ninguna herida. ¡Ay de mí! Mucho temo, querido Minos, la suerte que rezelo, y es que alguno sin conocerte te hiera; digo sin conocerte, porque ¿quién será tan cruel que sabiendo quién eres, se atreva á dirigir su lanza contra tí? Elijo y me resuelvo á entregarme, dando mi patria en dote, y poner asi fin á esta guerra; pero de nada sirve el estar resuelta á ello: las puertas de la ciudad estan cerradas, y mi padre tiene las llaves; á él solo temo; solo él retarda mis deseos. ¡Ojalá permitieran los Dioses que me hallara sin padre! Pero cualquiera se figura que es un Dios; la fortuna se burla de los vanos ruegos. Cualquiera otra, abrasada en un amor tan grande, yap. 7 hubiera vencido todos los obstáculos que se opusiesen á su pasion; y ¿qué? ¿tendré yo menos valor para vencerlos, aunque me sea necesario pasar por entre el fuego y el hierro? Pero no tengo necesidad de exponerme á tantos riesgos; solo necesito del cabello de mi padre. Él será para mí mas precioso que el oro; hará mi felicidad, y pondrá colmo á mis deseos.”

Estando Escila revolviendo en su imaginacion estos pensamientos, sobrevino la noche, y las tinieblas, tan propias para fomentar nuestras inquietudes, aumentaron su atrevimiento. Apoderábase ya el primer sueño de los cuerpos fatigados con los trabajos del dia, y he aqui la ocasion en que entrando esta pérfida sin ser sentida en el aposento de su padre, le corta (¡oh atrocidad!) el fatal cabello. Ufana la Princesa con este precioso depósito, á quien el crímen daba nuevo atrevimiento, sale de la ciudad apresurada; y atravesando el campo enemigo, llega á la tienda de Minos, á quien, sorprendido de verla, habló de esta manera: „Príncipe, no te admires de ver á la hija de Niso, que viene á entregarte su patria y Dioses: el amor ha sido el consejero de esta maldad. Toma este purpúreo cabello, prenda de mi amor, y no eres dueño de él solo, sino de la vida de mi padre; solo tu corazon te pido porp. 8 premio de un servicio tan importante.” Minos, turbado con la idea de tal maldad, rehusando recibirle, la dijo: „¡Deshonra de nuestro siglo, los Dioses te destierren de su reino, y te nieguen el beneficio de la tierra y el mar![9] Ciertamente yo no consentiré que la isla de Creta,[10] en que Júpiter tuvo su cuna, y que es mi reino, admita en su recinto á quien cometió tal atrocidad.”

Despues que hubo dicho estas palabras se hizo dueño de la ciudad, impuso leyes á los vencidos,[11] y mandó dar la vela á sus naves forradas de cobre. Viéndose Escila tan cruelmente despreciada, se entrega á todos los transportes de su ira; y dando rienda á su furia, con el cabello desgreñado y las manos extendidas, exclama diciendo: „¿Adónde huyes, ingrato? ¿Por qué no llevas contigo á la que te ha procurado la victoria? ¿Tú sabes, oh pérfido, que te he preferido á mi padrep. 9 y patria, y sin embargo me abandonas con tanta vileza? ¿Qué? ¿no pudieron moverte ni mi amor, ni el fatal presente que te hice, ni el colocar en tí todas mis esperanzas? ¡Desgraciada de mí! ¿Adónde me volveré ya desamparada? ¿Á mi patria? Ya no existe para mí; y aunque existiera, mi perfidia me ha desterrado para siempre de ella. ¿Á la vista de mi padre, que sacrílega te entregué? Los ciudadanos dignamente me aborrecen; los comarcanos se horrorizan de un egemplo semejante, y con razon temerian que egecutase con ellos igual vileza. Me he desterrado de toda la redondez de la tierra por solo la isla de Creta. ¿Y tienes valor para impedirme la entrada en ella? ¿Asi me desamparas, ingrato? No, no eres hijo de Europa, sino nacido quizá en alguna de las Sirtes,[12] ó de una tigre de Armenia, ó de Escila,[13] que ocasiona mil naufragios. No, no eres hijo de Júpiter, como presumes, convertidop. 10 en toro para robar á tu madre, porque esto es solo una vana ficcion que inventaron para darte un orígen ilustre. El toro á quien debes tu nacimiento era mucho mas que fiero, y nunca conoció los efectos de amor. ¡Oh padre mio, dame el castigo que merezco! ¡y vosotros muros que poco há he vendido, regocijaos al verme sufrir con razon tantos males! Confieso que los merezco, y que soy digna de morir; pero ya que muera sea á manos de aquellos á quienes he ofendido. ¿Por qué tú que venciste con mi delito quieres ahora tomar venganza de él? El crímen que yo he cometido ha sido en beneficio tuyo, y contra mi padre y patria. ¡Oh! ¡y qué digna es de tenerte por marido aquella que concibió por un toro un amor detestable, y que dió á luz al monstruo Minotauro![14] ¿Pero mis tristes lamentos llegan acaso á tus oidos? Los vientos se llevan mis vanas palabras, del mismo modo que impelen y esparcen tus naves. Ya, ya no me admiro de que tu muger Pasifae antepusiese un toro á tu amor. Mas fiero eras tú que él. ¡Ay infelice de mí! ¡Cuán alegre se aleja el ingrato surcando las olas, que impelen los remos causando tan grande ruido! Pero enp. 11 vano procuras alejarte de mí; te seguiré á todas partes, y asida á la popa de tu nave, atravesaré los anchurosos mares.” Apenas acabó de decir esto cuando se arroja al mar, é infundiéndola fuerzas el amor, llega nadando hasta la nave de Minos, en la que se detiene á pesar suyo. Niso, su padre, que ya se habia transformado en gavilan, la vió desde el medio de los aires, sostenido en ellos con sus alas rojas, y arrojándose sobre ella, procura despedazarla con su encorvado pico; pero ella con el temor deja la popa, y en vez de caer al mar se sostiene en el aire bajo la forma de aquella especie de cogujada, que trae su nombre del cabello que cortó á su padre.


p. 12

FÁBULA II.

TESEO MATA AL MINOTAURO.

Minos luego que desembarcó en Creta hizo á Júpiter el sacrificio de cien toros que le tenia ofrecido, y colgó en su palacio los despojos y trofeos[15] de su victoria. Entre tanto crecia de dia en dia el Minotauro, monstruo de dos formas, y oprobio de la casa de este Príncipe. Era fruto del loco amor de Pasifae. Minos determinó tener oculta esta afrenta de su casa, encerrándole en el laberinto que edificó Dédalo, famoso arquitecto, con unas calles intrincadas, en que se perdia el tino con sus vueltas y revueltas.[16]

Ilustración

(83) Teseo mata al Minotauro y sale
del laberinto de Creta.

No de otra manera que el precipitado Meandro gira en los campos de Frigia, y fluye y refluye con retorcidap. 13 corriente,[17] y saliéndose á sí mismo al encuentro como si quisiera ver correr sus aguas caudalosas, unas veces se vuelve hácia su nacimiento, y otras hácia el mar, sin que se pueda formar idea de su incierto curso; asi Dédalo habia intrincado el laberinto con tantas calles que se cruzaban y volvian á encontrar unas en otras, que apenas pudo él mismo hallar la salida. ¡Tan enmarañada como esto estaba aquella morada! En este laberinto pues fue donde se encerró el Minotauro; este monstruo se habia saciado dos veces con la sangre de los jóvenes y doncellas que los atenienses pagaban en tributo cada nueve años; pero le domó uno de los que salieron en el tercer sorteo, que fue Teseo, el cual con un hilo que ató á la entrada del laberinto, y que al efecto le habia dado Ariadna, hija de Minos, salió de él felizmente despues de haber muerto al Minotauro, y se llevó robada á la Princesa á la isla de Naxos, en donde desentendido de cuanto la debia, tuvo la crueldad de dejarla abandonada. Viéndola en esta triste situacion, y compadecidop. 14 Baco de su suerte y de sus quejas, la dió sus brazos, la consoló, y la ayudó. Con la idea de hacer inmortal la memoria de una Princesa tan amable, este Dios la quitó de la frente la corona que la adornaba, y la tiró y colocó en el cielo. Cuando volaba por los aires las piedras de la corona se convirtieron en estrellas, y en una constelacion que conserva la especie y figura de una corona, y se halla en medio de la que se llama Dragon.


p. 15

DÉDALO HACE ALAS PARA SÍ Y SU HIJO ICARO.

Dédalo entre tanto, fastidiado de Creta, y del largo destierro que en ella sufria, se dejó arrebatar del amor de su patria; y como por todas partes estuviese cercado del mar, dijo: „Aunque la tierra y las olas me estan cerradas por el tirano,[18] no podrá este cerrarme el camino de los aires. No se extenderá su imperio hasta esta region, aunque sea señor del mundo entero, y yo sabré abrirme paso por ella para mi patria.”

Apenas dijo esto empezó á meditar un proyecto, que nadie hasta entonces habia imaginado. Tomó algunas plumas, y las puso en órden, empezando por las pequeñas, y concluyendo por las mayores, imitando las alas de las aves que se crian en los montes, á la manera que una rústica zampoña se compone de cañas desiguales. Ató con lino las grandes, y pegó con cera las pequeñas, y en esta disposicion las encorvó en aquella proporcion que se observa en las alas naturales. El muchacho Icaro, que estaba con Dédalo su padre, ignorando que trabajaba para su ruina, yap. 16 con rostro alegre recogia las plumas que el viento habia arrebatado, ya ablandaba entre sus dedos la cera que debia unirlas; tambien algunas veces con sus juegos sencillos estorbaba la admirable obra del padre. Luego que esta se concluyó hizo Dédalo la prueba tomando vuelo, y se elevó con el movimiento del aire.


Ilustración

(84) El calor del Sol derrite la cera que
pegaba las alas de Icaro, y cae al mar.

p. 17

FÁBULA III.

ICARO CAE AL MAR.

Acomodó tambien otras alas á su hijo, diciéndole de esta manera: „Procura, Icaro mio, guardar un buen medio cuando vueles por los aires, porque si vas muy bajo se entorpecerán las plumas con los vapores del agua, y si muy alto el calor del sol puede abrasarlas. Camina entre estos dos extremos, y te mando que no mires á Bootes,[19] ni te acerques á la Osa helada ni al Orion:[20] sígueme siempre á mí como á tu guia.” Le instruye en las reglas del vuelo, y acaba de ajustar á sus hombros las alas: temblábanle las manos al viejo, y le caian las lágrimas por las mejillas al tiempo de acomodárselas y de darle sus consejos.p. 18 Últimamente, despues de haberle besado por la última vez, emprendió su vuelo delante para mostrarle el camino, cuidadoso siempre del hijo, y con su egemplo le exhorta á que le siga, enseñándole el nuevo y dañoso arte: asi como el ave cuando saca á volar desde el alto nido sus tiernos hijuelos, ni mas ni menos Dédalo movia sus alas, é iba siempre mirando á las de su hijo. Se pasman viéndolos volar el pescador que tenia echada á los peces su trémula caña, el pastor que se apoyaba en su cayado, y el labrador en su esteva, creyendo y teniendo todos por Dioses á los que volaban por los aires. Ya Dédalo é Icaro habian dejado á su izquierda la isla de Samos, tan célebre por el culto de Juno, la de Delos y Paros, y miraban á su derecha las de Lebinto y Calimne, tan fecunda en miel, cuando el jóven Icaro empezó á alegrarse temerariamente con el vuelo, y abandonó á su guia por elevarse mas alto, arrebatado del deseo de volar hasta el cielo: en esta disposicion el calor del cercano sol ablandó la cera que sujetaba las plumas, y derritiéndose y deshaciéndose las alas, ya volaba con los desnudos brazos, careciendo de remos con que sostenerse sobre el aire; y llamando en vano á su padre, cayó en el mar, que se llamó Icaro de su nombre. „Icaro, Icaro, exclama su desgraciadop. 19 padre (aunque habia dejado de serlo), ¿donde te hallas? ¿En qué pais te buscaré, hijo mio?” Cuando pronunciaba estas tristes palabras vió en las aguas las plumas. Despues que maldijo la destreza de su arte, hizo las exequias á Icaro, dándole sepultura en la isla cerca de la cual habia perdido la vida, y que se apellidó despues con su nombre.


p. 20

FÁBULA IV.

PERDIX CONVERTIDO EN AVE.

Mientras Dédalo daba sepultura[21] á su desgraciado hijo le vió desde las ramas de una encina la parlera perdiz, única y no vista ave hasta aquel tiempo, y en la que poco antes habia sido convertido Perdix ó Acalo, sobrino de Dédalo: empezó á sacudir las alas, y á manifestar con su canto la alegría de que Dédalo pagase asi su delito, y la injuria que le habia hecho, porque Acalo, siendo de doce años y de una índole acomodada para aprender, su madre, hermana de Dédalo, se lo habia confiado para que le enseñase é instruyese en las artes, no sabiendo lo que de ello habia de resultar. Observando cierto dia con alguna atencion la espina que los peces tienen en medio, trabajó sobre este modelo un pedazo de hierro, y habiendo hecho una sierra, tuvo la gloria de haber sido el inventor de un instrumento p. 21utilísimo.

Ilustración

(85) Perdix es precipitado por su envidioso tio,
pero Minerva le transforma en Perdiz.

Él fue tambien el primero que unió dos hierros iguales, de modo que el uno quedase inmóvil en tanto que el otro daba vuelta á la redonda, y fue de este modo el inventor del compas. Dédalo, envidioso de los progresos que hacia el jóven, lo despeñó de lo alto de la torre de Minerva,[22] é hizo correr la voz que habia caido por acaso; pero felizmente no pereció,[23] porque Minerva, que siempre ha favorecido á los ingenios, lo cubrió de plumas, transformándole en ave. La eficacia antigua de su veloz ingenio se comunicó á sus pies y alas, y conservó su mismo nombre. No obstante, como se acuerda aun de su caida, no se atreve á remontar mucho el vuelo,[24]p. 22 ni á hacer sus nidos en los árboles; vuela cerca de la tierra, y pone sus huevos en los vallados.

Ya Dédalo habia llegado á Sicilia, donde su benigno Rey Cócalo le defendió á fuerza de armas del poder y persecucion de Minos: y ya el reino de Atenas por la hazaña de Teseo[25] se habia libertado del vergonzoso tributo que hasta entonces habia pagado á Creta, y en reconocimiento de ello se ofrecian sacrificios á Minerva y á Júpiter:[26] los templos estaban magníficamente adornados; el incienso ardia en ellos, y corria la sangre de las víctimas.


Ilustración

(86) Meleagro presenta á Atalanta la cabeza
del Jabalí de Calidonia.

p. 23

FÁBULA V.

MELEAGRO MATA EL JABALÍ DE CALIDONIA.

La fama de este Príncipe[27] de tal modo se habia extendido por todas las ciudades de la Grecia y Peloponeso,[28] que de todas partes acudian en sus grandes necesidades á implorar su auxilio; y aunque la ciudad de Calidonia tenia la gloria de poseer á Meleagro, imploraba rendida el favor del jóven con solícitos ruegos. Un monstruoso jabalí, ministro de la venganza de Diana, irritada contra los de Calidonia, asolaba sus campos, y esta era la causa de su solicitud. Oeneo, Rey de esta desgraciada ciudad, queriendo dar gracias á los Dioses por una abundante cosecha que le habian dado, ofreció las primicias de los granos á Céres, las del vino á Baco, y las del aceite á Minerva. Todos los demas Dioses, empezando desde los agrestes, tuvieron parte en estos donativos y ofrecimientos: solo de Diana no se hizo aprecio; y mientras el incienso ardia en todos los otros templos, el suyo quedó olvidado. Tambienp. 24 los Dioses se dejan llevar de la ira;[29] y Diana poseida de ella: „No quedará impune esta accion, dijo entonces; y ya que se publique el no habérseme tributado el debido honor, no se dirá que lo he sufrido sin tomar venganza;” y por este desprecio que de ella se hizo envió á los campos de Calidonia un jabalí, que excedia en magnitud á los mayores toros de la herbosa Epiro, tanto cuanto estos exceden á los de Sicilia. Centelleaban los ojos de este monstruo con la sangre y fuego que en ellos se traslucian; su espantosa cerviz estaba áspera y horrorosa con las espesas cerdas que á manera de puas formaban como un vallado ú haz de lanzas apiñadas. De su boca caia y corria por los lados una herviente espuma, que de ella hacia salir un ronco gruñido; los colmillos eran iguales á los dientes de los elefantes; arrojaba rayos por la boca, y el centelleante aliento que exhalaba agostaba las yerbas y flores. Unas veces destruia los sembrados cuando apenas habian nacido, otras cuando estaban maduros y sazonados, sacando las lágrimas de los ojos á los míseros labradores. Las eras y trojesp. 25 quedaban sin el grano que esperaban. Desgajaba el monstruo los sarmientos con sus racimos, y los ramos de las siempre verdes olivas cargados de fruto. Tambien se enfurecia contra los rebaños, sin que bastasen á defenderlos los pastores ni los perros, ni á las vacadas los fieros toros. Todas las gentes huian, y nadie se contemplaba seguro sino encerrado dentro de las murallas. En este conflicto Meleagro, y los jóvenes que para el efecto escogió, se enardecieron con el deseo de adquirir fama. Eran estos los gemelos Castor y Polux,[30] sobresalientes el uno en la pelea de los cestos, y el otro en la ecuestre; Jason,[31] inventor de la primer nave que se vió sobre el mar; Teseo con su amigo Piritoo; los dos hijos de Tetis, Toxeo y Plexipo; Linceo, hijo de Afareo; el ligero Idas, y Ceneo, que habia mudado el sexo; el feroz Leucipo, y Acasto, certero en las saetas; Drias, y Fenix, hijo de Amintor; los dos hijos de Actor, Eurito y Cleto, y Fileo, que habia venido de la Elide; Telamon, y Peleo, padre del grande Aquiles, con Admeto, hijo de Feretis; Yolas, Beocio de nacion; el diligente Eurition, y Equion,p. 26 invencible en la carrera; Lelex, de la ciudad de Locris; Panopeo, Hileo, el feroz Hipaso, y Nestor,[32] que se hallaba entonces en la flor de la juventud, con otros que Hipocoonte envió de la antigua Amicla; Laertes, padre de Ulises, el Parrasio Anceo, el sagaz Ampicides, y Anfiarao,[33] á quien aun no habia vendido su muger; y últimamente Atalanta, hija de Speneo, hermosísima doncella, honor del bosque Liceo, y natural de Texea, en Arcadia. Llevaba recogida con una hebilla la extremidad de su vestido, y su cabello con un solo nudo. De su hombro izquierdo pendia una aljaba de marfil, y el arco en la mano izquierda: en esto consistia todo su adorno; y su rostro reunia la belleza y donaire gentil de una doncella, y virginal de un jóven. El verla Meleagro, el desearla, y el encenderse en un oculto amor, fue todo á un tiempo; pero no tenia á su favor el Dios de esta pasion. Decia pues entre sí: „Feliz aquel que sea su esposo.” No tuvo tiempo de decir mas, ni se atrevia á hablarla, porquep. 27 instaba y urgia el dar principio á la caza del jabalí.

El bosque donde se juntaron estos jóvenes, como nunca se habia cortado, estaba muy enmarañado y espeso; la falda empezaba llana, y elevándose poco á poco, era una atalaya de los campos. Luego que estuvieron juntos en él todos los de la empresa, unos tienden las redes, otros quitan las cadenas á los perros, y otros siguen el rastro y huellas del jabalí, con deseos de ojearlo, sin que les desanime el peligro. Alli se descubria un valle, y en lo mas profundo de él una laguna, á la que iban á desaguar algunos arroyos engrosados con las lluvias, y sus márgenes estaban coronadas de sauces, juncos, cañas y otras plantas palustres. Excitado el jabalí, que se ocultaba en esta espesura, se lanzó como un rayo hácia los cazadores. Por donde pasaba iba destrozando el monte, y causando un espantoso ruido. Los resueltos jóvenes comenzaron á gritar, y le presentaron el venablo para detenerlo; pero pasó todas las barreras, y apartó á fuerza de dentelladas á los perros, que se oponian á su veloz carrera. Erró el golpe Equion, que fue el primero que le disparó un dardo, que vino á dar ya flojo en un árbol. Jason hubiera acertado si hubiera tirado el suyo con menor violencia; pero por lap. 28 fuerza que llevaba se pasó de largo sin herirle. Ampicides, invocando entonces á Febo, le hizo esta súplica: „Astro del dia, si la veneracion que siempre te he rendido, y te continúo tributando, ha sido de tu aprobacion, concédeme acertar el tiro al blanco á que nos dirigimos.” Apolo oyó su ruego en cuanto pudo: el dardo tocó al jabalí; pero sin herirle, porque Diana le habia despojado del hierro en el camino.[34] Sin embargo el golpe acrecentó el furor de la fiera, y vibró de sus ojos y boca un fuego semejante al de un rayo; y cual máquina[35] que bate con impetuosidad los muros de una ciudad, ó una torre llena de soldados, asi el monstruo se arroja con furor en medio de los cazadores. Eupalamon y Pelagon, que estaban á la derecha, fueron derribados, y sus cuerpos retirados por sus compañeros. No pudo evitar un golpe mortal Enesimo, hijo de Hipocoonte, pues de una dentellada le desbarató á tiempo que temblando se disponia á salvarse huyendo. Nestor hubiera perecido antes de ir áp. 29 la guerra de Troya; pero se libró apoyando su lanza en el suelo, con la cual saltó á un árbol que estaba inmediato, y desde él se estuvo mirando seguro al jabalí de quien habia huido. Este, habiendo afilado sus dientes en el tronco de una encina, confiado en sus nuevas armas, amenaza de muerte á los que le perseguian, y dió á Oritia una gran dentellada en un muslo. Los dos hijos de Tíndaro,[36] que aun no habian sido recibidos en el número de los Dioses, montados en dos soberbios caballos, mas blancos que la misma nieve, blandiendo ambos las lanzas, le hubieran herido si no se hubiese metido en un lugar del bosque tan espeso, que era impenetrable no solo á los caballos, sino aun á los mismos dardos. Telamon,[37] que quiso perseguirlo con demasiado ardor, tropezó en la raiz de un árbol, y cayó inclinado; y mientras Peleo su hermano lo levantaba, Atalanta de un flechazo hirió al jabalí debajo de la oreja, aunque levemente. No se alegró menos que ella Meleagro de este suceso. Se dice que fue el primero que vió correr la sangrep. 30 de la herida, y la mostró á sus compañeros; y dirigiéndose á esta Princesa: „Conseguirás, la dijo, el honor que has merecido por tu valor.” Avergonzáronse con esto los varones que estaban presentes; se acaloraron unos á otros por medio de grandes gritos, y arrojaron sobre la bestia una lluvia de dardos; pero con tal desórden, que la misma multitud impedia acertar el golpe.

El Arcadio Anceo, que iba armado con una hacha de dos cortes, picado de este mal suceso y del discurso de Meleagro, habló á los que le acompañaban de este modo: „Vais á ver, ó jóvenes, cuanta ventaja lleva el brazo del hombre al de la muger: aunque la misma Diana defendiese á este monstruo con sus propias armas, á pesar suyo será mi diestra el instrumento de su muerte.” Despues que pronunció este soberbio y temerario discurso tomó su hacha con ambas manos, y levantándose sobre las puntas de los pies para dejarla caer con mas impetuosidad, iba á herirle; pero el jabalí le ganó la accion, y dirigiéndose adonde era mas segura y pronta la muerte, le rasgó las ingles de una dentellada. Cayó con la herida, y sus entrañas desprendidas caian entre la sangre que regaba la tierra. Teniendo Piritoo su venablo en la mano, iba á arrojarse sobre el espantable monstruo, cuando Teseo, asustado delp. 31 riesgo que corria, le dijo desde lejos: „Detente, mitad de mi vida,[38] y á quien yo estimo mas que á mí mismo: no conviene á tu valor alejarte mucho de nosotros; el arrojo imprudente de Anceo ha causado su ruina.” Dijo esto, y tiró al jabalí su dardo con tanta fuerza y destreza, que seguramente le hubiera herido, si la rama de un árbol no lo hubiese estorbado. Jason, que le disparó el suyo, en vez de herir la fiera atravesó á un perro de parte á parte, y lo cosió con la tierra.

Meleagro le disparó dos, uno despues de otro; pero con suerte muy diferente, pues el uno se clavó en la arena, y el otro hirió al jabalí en medio de la espalda; y mientras se enfurece, dando mil vueltas á la redonda por arrancarse el dardo de la herida, y vomita rios de espuma mezclada con sangre con un ruido espantable, preséntase el autor de la herida, y le atraviesa el venablo por medio del cuerpo. Todos sus compañeros manifiestan su alborozo con una gran gritería, y se apresuran á tocar con sus manos las del vencedor. Maravillados á la vista del monstruo, cuyo cuerpop. 32 cubria un espacio considerable de tierra, aun no se juzgan seguros para acercarse; pero no obstante cada uno ensangrienta en él su dardo. Meleagro, teniendo el pie sobre la cabeza para cortársela, habló á Atalanta en estos términos: „Toma este despojo que de derecho me toca, y participa de la gloria de esta victoria.”[39] Al punto que acabó de decirlo la dió por despojo la áspera piel con las punzantes cerdas y cabeza del jabalí, de cuya boca salian los agudos colmillos. Atalanta quedó contenta con el presente, y prendada del que lo hacia; pero todos los demas cazadores tuvieron envidia, y se pusieron á murmurar, de los cuales los dos hijos de Testio, extendiendo los brazos, clamaron altamente: „Ea pues, muger, deja esos despojos; no nos quites la gloria que nos es debida; no te dejes alucinar de tu hermosura por este mérito, ni te expongas á perder y á alejar para siempre de tí al que enamorado de ella te hace este regalo;” y diciendo esto la arrebatan la piel de las manos, quitándole á él con esta accion el derecho que á ella tenia. No se acomodó á consentirlo Meleagro, y montando enp. 33 cólera les dijo: „Aprended, ladrones de la honra agena, la diferencia que hay de los hechos á las amenazas.” Despues de estas pocas palabras atravesó con su espada el pecho de Plexipo, que no rezelaba tal cosa; y hallándose Toxeo dudoso en resolverse, pues por una parte deseaba vengar á su hermano, y por otra temia igual desgracia, se vió sorprendido y atravesado con la misma espada, caliente todavía con la sangre de Plexipo.

Altea iba á dar gracias á los Dioses por la victoria que su hijo acababa de alcanzar, cuando encontró los dos cadáveres de sus hermanos, que los llevaban á Calidonia. Sorprendida al verlos empezó á llorar, y á llenar de lamentos toda la ciudad, y se vistió de luto, dejando las galas. Pero luego que supo que su hijo era el homicida de sus dos tios, dejó de llorar, y sus lágrimas se convirtieron en deseo de la venganza.[40] Cuando parió á Meleagro, las tres Parcas[41] pusieron un tizon en el fuego, é hilándole la vida, dijeron:p. 34 „Tanto tiempo damos á este recien nacido cuanto tarde en consumirse este tizon.” Retiráronse las Diosas despues de haber proferido la sentencia, y Altea quitó del fuego el fatal tizon que ardia, y apagándole con agua, le tuvo guardado mucho tiempo en lo mas escondido de la casa, y de este modo conservó y dilató la vida de su hijo. Sacó pues Altea el tal tizon, y mandando traer teas y otros combustibles, les puso fuego por su propia mano. Cuatro veces fue á poner el tizon en las llamas, y otras tantas se detuvo, vacilando entre el amor del hijo y el de los hermanos: el horror de tan gran delito la ponia pálida; un instante despues, ardiendo en ira, se le encendian los ojos y rostro;[42] unas veces le tenia cruel y amenazador, y otras manifestaba piedad y compasion; y aunque el fiero dolor de su ánimo la enjugaba algun tanto las lágrimas, con todo le corrian algunas: y á la manera que una nave, á quien opuestamente impelen hácia una parte el viento y hácia otra las corrientes, siente dos violencias, y unas veces se deja llevar de la una y otras de la otra; del mismo modo Altea fluctúa entre dos contrarios afectos: unas veces depone la ira, y otras sep. 35 vuelve á enfurecer, y á empezar á ser mas bien hermana que madre, haciéndose piadosa con la impiedad para aplacar con la sangre de su hijo los manes de sus hermanos. Dejóse por último arrastrar de la ira, y volviendo á tomar el tizon: „Abrase, dijo, este leño fatal que tengo en mis crueles manos mis mismas entrañas;” y poniéndose inmediata á las tumbas de sus hermanos, prosiguió diciendo á las tres Furias:

„Diosas, que estais establecidas para castigar los delitos, sed testigos del sacrificio que voy á ofrecer: por vengarme incurro en una maldad; pero una muerte se ha de castigar con otra muerte; á un delito se ha de añadir otro delito, y á un funeral otro funeral: destrúyase esta impía casa por duplicados lutos. ¿Será razon que mi marido Oeneo goce con felicidad de su hijo vencedor, y que Testio mi padre quede sin sus dos hijos? Mejor es que ambos lloren á un tiempo por un mismo motivo; y vosotras, sombras de mis hermanos, almas queridas, que acabais de bajar á la mansion tenebrosa, experimentad los efectos[43] del oficio que os voy á dedicar, y aceptad las exequias que os preparo con el desgraciadop. 36 fruto de mi vientre; pero ¡ay de mí! ¿adonde me arrebata este ciego furor? Hermanos, perdonadme que soy madre, y mis manos no se atreven á llevar adelante lo comenzado: confieso que mereció morir. Conozco que el delito de mi hijo es digno de muerte; pero no me atrevo, y rehuso castigar con ella al que le cometió. Y ¿qué? ¿ha de quedar impune, para que vencedor y engreido con su triunfo obtenga el reino de Calidonia? Y vosotros, queridos hermanos, ¿quedareis reducidos á un poco de ceniza y sombras heladas? No, no lo toleraré por vida mia; muera el delincuente, y lleve al sepulcro todas las esperanzas de su padre, el reino y la ruina de su patria. Pero ¡ah! ¿son acaso estos dignos sentimientos de una madre? ¿Qué? ¿me olvido de los piadosos deseos paternales y de los trabajos que pasé por su respecto diez meses? ¡Ojalá que se hubiera consumido al primer incendio del fuego que pusieron las Parcas, y ojalá que yo lo hubiera consentido! Hijo mio, tú has vivido hasta ahora por un beneficio mio, y ahora morirás por tu delito:[44] experimenta el castigo de tu iniquidad, y restitúyeme la vida que te he dado dos veces, la primera por haberte parido, y la segunda porp. 37 haber separado del fuego el tizon fatal, ó mátame, y enviáme al sepulcro con mis hermanos. Deseo vengarles, y no puedo. ¿Á qué me resolveré en fin? ¿Qué haré? Por una parte se presentan á mis ojos las heridas de mis hermanos, y la imágen de sus crueles muertes; por otra el amor y nombre de madre me abaten el ánimo. ¡Desdichada de mí! Mal será que venzais; pero venced, hermanos, y despues que os haya hecho estas exequias, os seguiré tambien al sepulcro.” Luego que Altea acabó este razonamiento, volviendo el rostro y temblando,[45] echó con sus manos el funesto tizon en medio de las llamas.

El leño fatal al caer en ellas ó se resistió, ó á lo menos lo pareció, y comenzó á arder como contra la voluntad de la hoguera. Meleagro, aunque ausente y sin saberlo, se iba abrasando á proporcion que el tizon ardia, y sintiendo abrasársele las entrañas con un oculto fuego,[46] que procuraba sufrir y vencer con su valor. Afligíale el verse perecer con una muerte lenta y sin derramarp. 38 sangre, y llamaba felices las heridas de que poco antes habia muerto Anceo peleando con el jabalí. Sus últimas palabras fueron clamar con gemidos á su anciano padre, á sus hermanos y hermanas, á su consorte, y acaso tambien llamaba á su madre. Crecian á un mismo compas el fuego en que ardia el tizon y el en que se abrasaba Meleagro: por falta de materia se iban empezando á apaciguar, y cuando acabó de arder el tizon acabó tambien la vida de Meleagro,[47] y su espíritu se exhaló como un leve vapor, quedando poco á poco el fuego reducido á una blanca ceniza. Con la noticia de un accidente tan funesto toda la ciudad de Calidonia se consterna en extremo; los jóvenes y viejos, los grandes y el vulgo se afligen. Por todas partes no se oyen sino llantos y gemidos; las mugeres vestidas de luto se arrancan los cabellos;[48] el desgraciado Oeneo, tendido en el suelo y cubierto de ceniza y polvo, se queja tristemente por haberse prolongado susp. 39 dias hasta este fatal momento: nada digo de Altea, su madre, quien no habiendo podido sobrevivir á la desesperacion á que le habia reducido un delito tan enorme, se atravesó el corazon con un puñal.

Pero aunque Dios me hubiera dado cien expeditas lenguas; aunque yo pudiera hacerlas hablar dignamente, y aunque yo solo poseyera todos los talentos de las Diosas que habitan el Helicon, no me seria posible pintar toda la afliccion y tristes ayes de las hermanas de este Príncipe. Vestidas de luto se golpean sus pechos cárdenos; y mientras el cadaver de su hermano está en el féretro, le calientan y vuelven á calentar, besando el cuerpo y el lecho donde yace, y despues de estar reducido á cenizas aplican tambien estas á su pecho. Tendidas delante de su sepulcro besan la losa en que su nombre estaba esculpido, regándola con sus lágrimas, continuando su dolor hasta que Diana, saciada en fin (si puede decirse asi) de las calamidades de la deplorable familia de Oeneo, las transformó en aves.[49] Losp. 40 cuerpos de estas desgraciadas Princesas, exceptuando á Gorge y Deyanira, se cubren de plumas; sus brazos se truecan en largas alas, y la boca en duro pico, y asi transformadas hace que vuelen por los aires.


Ilustración

(87) El rio Aqueloo detiene á Teseo
y le ruega descanse en su casa.

p. 41

FÁBULA VI.

TESEO SE DETIENE EN CASA DE AQUELOO.

Teseo, despues de concluida la caza comun de Calidonia, á que habia sido convidado, regresándose á Atenas, le cerró el camino y le hizo detener el rio Aqueloo, que iba fuera de madre con la abundancia de lluvias. „Entra en mi casa, ilustre y generoso Teseo, le dijo el Dios de este rio,[50] y no te expongas á la impetuosidad de las corrientes. Cuando como ahora se enfurecen, suelen arrastrar en su corriente troncos macizos, y voltear grandes piedras con un espantable ruido. Yo le he visto algunas veces derribar las casas mas sólidas, próximas á la ribera, y arrastrar los rebaños y sus apriscos, sin que la fuerza de los toros ni la ligereza de los caballos pudiesen salvarlos de la violencia de sus ondas. Muchas veces las nieves derretidas han formado torrentes impetuosos, que se han llevado á los jóvenes mas robustos.p. 42 Mejor será sin duda que aguardes aqui, y descanses en mi casa hasta que el rio baje á las márgenes que le enfrenan.” „Yo acepto, dijo Teseo, tu hospedage y tus consejos, y me aprovecharé con gusto de ellos.” Despues de este cumplimiento se dirigieron á la habitacion de este Dios. Era una gruta hecha de rocallas y piedras pómez, cuya bóveda estaba hermoseada de conchas de varios colores, colocadas con mucho arte, y el pavimento bordado de musgo y cesped. Luego que llegó la hora de comer, Teseo y sus compañeros se sentaron en los lechos que les tenian preparados;[51] Piritoo estaba á un lado, y el Trecieno Lelex á otro.[52] Este héroe era entonces de bastante edad, y sus cabellos empezaban ya á emblanquecerse. Aqueloo, alegre con tener en su casa un huesped como Teseo, hizo sentar tambien á todos sus compañeros, que habia juzgado dignos de tal honor. Despues que estuvieron colocados, una porcion de hermosas Ninfas descalzas cubrieron la mesa de manjares; y concluida la comida y retiradas las viandas, sirvieron el vino en un vasop. 43 guarnecido de piedras preciosas. Entonces Teseo, tendiendo la vista á los mares que tenia presentes, dijo: „¿Qué lugar es aquel (señalándole con el dedo) que se divisa desde aqui? Te suplico nos digas el nombre de aquella isla, ó por mejor decir de todas las que estan en aquel parage, pues parece no ser una sola.” „Juzgas muy bien, le respondió Aqueloo, hay cinco islas en aquel sitio; pero estan tan inmediatas unas de otras, que á la vista parecen una sola; y para que te cause menos admiracion la venganza tan cruel que Diana tomó contra los de Calidonia, voy á referirte la historia de estas islas. En esta comarca habia en otro tiempo cinco Náyades, que habiendo sacrificado diez toros, convidaron al sacrificio á todas las deidades del campo,[53] y sin acordarse de mí tuvieron un festivo baile. Ofendido de este desprecio, engrosé las olas de mi rio, enfureciéndome tanto como en mi mayor creciente, terrible en el aliento y en las olas, arranqué selvas y campos enteros, y con ellos llevé hasta el mar las Ninfas que hasta entonces no se habian acordado de mí. Mis olas y las del mar dividieronp. 44 este pequeño continente, y formaron de este modo las cinco Equinades[54] que ves.”

„Entre todas esas islas, continuó, ¿no observas la que está mas distante? Llámanla la isla de Perimela. Era una Ninfa á quien yo amaba, y á quien hice perder el nombre de doncella; lo que su padre Hipodamante llevó á mal, y en venganza arrojó á su hija á lo profundo del mar desde un alto escollo para que pereciese. Yo la recibí al caer, y llevándola sobre mí á nado: „Ó Neptuno, exclamé, Dios del mar, á quien tocó por suerte el cetro de la segunda porcion del mundo, y á quien todos los rios rinden homenage mezclando sus aguas con las que estan bajo tu poder, asiste aqui, y escucha apacible mis plegarias. Yo he causado la ruina de esta Ninfa, que ahora tengo sobre mis brazos; y si su padre fuera racional y justo, ó por mejor decir si no hubiera sido tan impío, sin duda se hubiera compadecido de ella, y á mí me hubiera perdonado: poderoso Dios, hágante mella mis lágrimas, y concede un lugar seguro á esta infeliz, precipitada á las olas por la inhumanidad de su padre; ó haz de modo que ella se convierta en el lugar de su habitacion,p. 45 porque aun asi tendré el consuelo de circundarla con mis aguas.” Condescendió Neptuno inclinando la cabeza, á cuya insinuacion se retiraron todas las aguas de aquel sitio. Sin embargo continuaba nadando Perimela; yo mismo tocaba su pecho, que aun palpitaba con bastante timidez; y cuando me regocijaba con este tacto advertí que empezaba á endurecerse su cuerpo, y que sus entrañas se reconcentraban en la tierra, y cubriéndola enteramente quedó convertida en isla.”


p. 46

FÁBULA VII.

FILEMON Y BAUCIS.

Despues de esta narracion calló Aqueloo, y todos se quedaron admirados de una cosa tan portentosa; pero Piritoo, hijo de Ixion, que no tenia respeto á los Dioses, y que era de ánimo feroz, se burló de la credulidad de sus compañeros. „Tú nos cuentas, dijo á Aqueloo, unas patrañas, y juzgas que los Dioses son todopoderosos, y quitan y ponen á las cosas sus figuras.” Todos se quedaron espantados, y ninguno aprobó semejantes blasfemias; y tomando la mano Lelex, grave ya en edad y prudencia, dijo asi: „Es inmenso y no tiene fin el poder del cielo, y los Dioses hacen todo lo que quieren; y para que menos lo dudes has de saber que en los montes de Frigia hay una encina inmediata á un tilo, cercada con un pequeño muro; yo mismo ví el parage cuando Piteo me envió á este pais, en que reinaba en otro tiempo su padre. Bien cerca hay un estanque, que antes fue tierra habitable, y ahora es una laguna frecuentada de cuervos marinos y cercetas. Júpiter en figura de hombre mortal vino al tal sitio, acompañado de su hijo p. 47Mercurio sin alas ni caduceo.

Ilustración

(88) Júpiter y Mercurio hallan hospitalidad
en casa de Filemon y Baucis.

„Despues que en muchas casas pidieron hospedage, y les fue negado, llegaron por último á una pequeña cabaña, cubierta de paja y cañas palustres, en la que los recibieron con mucho agasajo Filemon y Baucis su muger, anciana llena de piedad, como tambien su marido. Los dos de igual edad se habian casado muy jóvenes, y envejecido en aquella pobre choza. Pobres y sin bienes habian sabido con su virtud disminuir los riesgos de la indigencia. Ellos solos en esta cabaña eran los señores y criados, y componian toda la familia; ellos mismos daban las órdenes, y ellos las egecutaban. Luego que Júpiter y Mercurio entraron bajando la cabeza, porque la puerta era muy baja, Filemon les rogó que descansaran, presentándoles unos asientos, sobre los cuales Baucis puso un poco de paja para que estuviesen con mas comodidad: despues desenvolvió la caliente ceniza, y buscó entre ella algunas pequeñas brasas que habian quedado del dia anterior, y poniendo sobre ellas hojas y virutas secas, á fuerza de soplar con fatigado aliento estas concibieron llamas; y para cebarlas arrancó del techo de la choza algunos manojos y ramos menudos, y partiéndolos en trozos, los aplicó á un pequeño caldero que habia puesto con agua á la lumbre, y al mismo tiempo cortóp. 48 y preparó unas verduras que su marido habia cogido en un pequeño huerto: él entre tanto alcanzó con una horquilla una espaldilla de tocino que estaba colgada en una negra viga, y cortando de ella una pequeña parte, la puso á cocer en el agua hirviendo del caldero. Para que á los Dioses no se les hiciese largo el tiempo que gastaban en disponer la comida, les entretuvieron con varias conversaciones. En un rincon pendia de una asa encorvada un barreño de haya, que Filemon llenó de agua para que se lavasen los pies.[55] Habia tambien en medio de la choza un tarimon ó lecho de madera de sauce con los pies de lo mismo, sobre el cual estaba un jergon rehenchido de suaves ovas, en el cual extendió la vieja Baucis una manta que solia servirles para los dias de fiesta, bien que vil y despreciable, y acomodada á la armadura de sauce. Sentáronse en él los Dioses, y Baucis arregazada y temblando de vejez puso la mesa; pero por desgracia tenia desigual un pie, y lo remedió poniendo debajo un pedazo de teja. Despues que la enderezó, limpió y cubrió con hierba buena, sirvió y puso sobre ella aceitunas aderezadas, cerezas, otras hierbas y raices conservadas y adobadas en vino,p. 49 queso y algunos huevos asados en el rescoldo,[56] y todo servido en platos de barro. Un jarro de la misma materia, con unos vasos de haya bien encerados por dentro, componian toda la bajilla. Despues de esto sirvieron la comida condimentada,[57] y vino, que no era muy añejo, y por postres[58] nueces, higos pasos, sazonados dátiles, ciruelas, manzanas olorosas y uvas recien cogidas, todo en un canastillo, y en medio de todo ello un blanco panal. La comida era á la verdad frugal; pero dada con buen semblante, y lo que vale mas que todo con una sincera voluntad. Entre tanto las dos buenas personas advirtieron que el jarro se llenaba por sí cuando quedaba vacío, y que el vino se aumentaba en vez de disminuirse. Atónitos á la vista de este prodigio, se pasman, y levantan sus manos trémulas al cielo, pidiendo perdon á sus huéspedes de la comida y del poco aparato de ella. Quedábales aun un ganso que guardaba la cabaña, é iban á matarlo; pero como tenia alas, cansa á Baucis y Filemon, pesados con la edad, y los burla por mucho rato, y al fin huyendo de ellos se acogió á los mismosp. 50 Dioses, quienes, despues que impidieron le matasen, se dieron á conocer, anunciándoles al mismo tiempo la justa venganza que querian tomar de toda aquella impía poblacion. „Vosotros, les dijeron, quedareis libres del castigo; abandonad al punto vuestra cabaña, y seguidnos: venid con nosotros á la cumbre del monte.” Filemon y Baucis obedecen la órden; y sostenidos en sus báculos, hacen esfuerzos para subir á la cima. No estaban ya de ella tan distante cuanto alcanza el tiro de una saeta, cuando vuelven la vista, y ven todo el pais anegado, excepto su casa. Pasmándose de ver este prodigio, y llorando la triste suerte de sus vecinos, advierten que su reducida cabaña se habia convertido en templo. Las rústicas vigas que la sostenian antes se volvieron columnas magníficas; la paja que la cubria se convirtió en oro, y el suelo estaba enlosado con riquísimos mármores, y la puerta adornada de escultura y bajos relieves; en una palabra, toda la mansion brillaba con el oro. Admirados estaban aun cuando Júpiter les habló en estos términos: „Justo anciano, y tú, digna esposa de un marido tan virtuoso, decidme lo que deseais, y podeis pedirlo con seguridad.” „Todos nuestros deseos, le respondió Filemon con Baucis, despues de haber consultado por un breve espacio con sup. 51 muger, se limitan á ser los sacerdotes de este nuevo templo; y porque siempre hemos vivido en una perfecta union, quisiéramos tambien morir en un mismo dia: concédeme la gracia de no ver el sepulcro de mi esposa, ni que ella sobreviva á mi funeral.” Júpiter vino bien en otorgarles su peticion, y ellos sirvieron en el templo el resto de su vida. Luego que llegaron á una extrema vejez, un dia que se hallaban sentados en las gradas del templo, y que hablaban de sus extraños acaecimientos, Baucis advirtió de repente que el cuerpo de Filemon se cubria de hojas, y él observó que lo mismo sucedia á su muger. Viendo en seguida ambos que la corteza empezaba á llegar hasta la cabeza, prorumpieron mientras pudieron en estas mutuas expresiones: „Á Dios, querida esposa,” le dijo tiernamente Filemon; „Á Dios, querido esposo,” le respondió Baucis. Apenas pronunciaron estas palabras cuando sus bocas se cerraron para siempre. Un morador de Tiana muestra aun alli los troncos de estos dos árboles, el uno cerca del otro. Esta es, añadió Lelex, la historia que me han contado unos viejos dignos de que se les dé crédito, y que no tenian ningun interes en engañarme. Yo mismo he visto las ramas de estos árboles adornadas de ramilletes y guirnaldas, y aun algunasp. 52 puse yo diciendo: „De este modo recompensan los Dioses la piedad, y honran despues de su muerte á los que les han dado culto durante su vida.”

Este discurso, pronunciado por un hombre tan sabio como Lelex, habia hecho mella en los ánimos, y especialmente en el de Teseo, quien manifestaba muchos deseos de saber los maravillosos hechos de los Dioses. Aqueloo, que lo notó, apoyado sobre su brazo le habló asi: „Hay muchos que han sido transformados conservando siempre su nueva forma, y hay otros que no la han conservado, sino que han ido transformándose en otras muchas figuras, como tú, ó famoso Proteo,[59] habitador del mar, que te has dejado ver algunas veces bajo la forma de un jóven, otras bajo la de un leon, de un furioso jabalí, de una culebra que causaba espanto, de un toro, de una piedra y de un árbol. Unas veces tomabas toda la fluidez del agua, y se hacia un rio, y otras se convertia en fuego, elemento contrario al agua.”


p. 53

LA HAMBRE SE APODERA DE ERESICTON.

No tenia menos poder y eficacia, prosiguió Aqueloo, para transformarse en varias figuras la hija de Eresicton,[60] muger de Autólico. Su padre era uno de aquellos impíos que desprecian á los Dioses, y que jamas les ofrecen sacrificios. Dicen de él que tuvo la temeridad de cortar con una segur una encina, y de destruir un bosque antiguo,[61] dedicados á Céres. Estaba aquella en medio del tal bosque, y casi le ocupaba ella sola; de cuyas ramas pendian cintas, guirnaldas y pinturas ofrecidas por votos, y promesas conseguidas de la divinidad de este lugar. Muchas veces habian danzado las Dríadas debajo de esta encina; y otras, asiéndose de las manos, rodearon lo grueso de su tronco, que tenia quince codos dep. 54 circunferencia, y que excedia á los demas árboles en la misma proporcion que ellos exceden á la yerba. Mas nada de todo eso sirvió de estorbo á Eresicton para mandar á sus criados que cortasen aquel privilegiado árbol; y como viese que no se atrevian á obedecerle, quitando á uno de ellos el hacha: „No le valdrá, dijo, á este tronco para dejar de caer á tierra el estar dedicado á Céres, ni el que fuera la misma Diosa la que habitase en él.” Dichas estas palabras, empezó á darle los primeros golpes; pero apenas fue herido el árbol cuando se le vió temblar, y demostrar su sentimiento;[62] las hojas, las ramas y bellota de que estaba cubierto mudaron de color. Cortada la corteza, empezó á correr sangre en lugar de humor con tanta abundancia, como la de un grueso toro cuando se inmola como víctima al pie de los altares. Á la vista de este prodigio todos los circunstantes se pasmaron; y uno de ellos, despues de haber abominado la maldad que su amo iba á cometer, quiso quitarle la hacha; pero mirándole Eresicton con indignacion: „Recibe, le dijo, cortándole la cabeza con la misma hacha, el premio de tu piadoso corazon,” y continuóp. 55 repitiendo los golpes en la encina. De lo interior del árbol salió una voz que articulaba estas palabras: „Yo soy una Ninfa querida de Céres, que habito este árbol; has cortado el hilo de mi vida, y en el momento de mi muerte pronostico las penas que estarán bien presto sobre tí por este hecho, y es el único consuelo con que rindo mi vida.” El impío Eresicton, poco asustado de la amenaza, continúa hiriendo el árbol; y viendo que ya se movia á fuerza de tantos golpes, tirado de un lazo cayó, y derribó muchos árboles con el peso. Atónitas las Dríadas con el daño del bosque y suyo, se visten de luto, y tristes se presentan á Céres, pidiéndola castigue una accion tan cruel. Manifestando la bellísima Céres por un movimiento de cabeza, que hizo temblar todos los campos y mieses de que estaban cubiertos, que les otorgaba su demanda, le traza un desgraciado castigo, si él fuera digno de que alguno le tuviera lástima por sus acciones, que era el despedazarlo por medio de una cruel hambre; la cual, porque no conviene á la Diosa (pues los hados no permiten que se junte Céres y la hambre),[63] habló á una de las Ninfasp. 56 que habian ido á implorar su socorro en estos términos:

„En la extremidad de la helada Escitia hay un lugar triste y tenebroso, donde no se encuentran sembrados ni árboles.[64] Este horroroso clima, en que reina un frio eterno, es la mansion de la amarillez, del temblor y de la hambre. Parte y dile á esta de mi órden que se introduzca hasta el interior de las perversas entrañas del sacrílego Eresicton; que haga de modo que nada pueda saciarla, y que sean inútiles por su obstinacion en atormentarle todos los socorros que yo proporciono contra la hambre. Y porque no te amedrente lo largo del camino, he aqui te presento mi carro, y estos dragones[65] que te conducirán por medio de los aires.” Subiendo la Ninfa á él, llegó en poco tiempo á la Escitia sobre la cumbre del monte Cáucaso, donde encontró á la hambre en medio de un campo cubierto de piedras, que arrancaba algunas escasas yerbas con las uñasp. 57 y dientes. Tenia el cabello erizado y desgreñado, los ojos hundidos y cárdenos, el rostro amarillo, los labios denegridos, los dientes podridos con el sarro, su piel acartonada y transparente, por la cual se le podian ver las entrañas, y los huesos sobresalian á las escasas carnes de sus lomos. Su pecho parecia que pendia, y que se sostenia de la textura del espinazo, y por vientre solo se veia el lugar donde debia estar colocado. Su gran flaqueza descubria sus músculos y nervios; y los huesos de sus rodillas y tobillos presentaban el aspecto de unos globos. Luego que la vió la Ninfa de lejos (porque no se atrevió á acercar), la intimó la órden de la Diosa. Á pesar de esta precaucion en el poco tiempo que tardó, y en el lugar distante en que se hallaba, se sintió penetrada de la hambre; y volviendo las riendas á los dragones de su carro, se restituyó por los aires á Tesalia.

La hambre, aunque muy contraria á Céres, cumplió sus órdenes. Conducida por los vientos llegó á la casa de Eresicton. Era de noche, y en medio del profundo sueño que tenia embargados sus sentidos todos, le estrecha entre sus brazos. Introduciéndose despues en sus entrañas la horrible Diosa, derramó su veneno en su boca, garganta y pecho, haciéndole circular por sus venas. Despues que cumplió la órden de Céresp. 58 abandonó una tierra donde reinaba la abundancia, y se volvió al clima estéril que es su mansion ordinaria. Eresicton estaba todavía entregado á la dulzura del reposo, bien que ya remiso, cuando empezó á sentir los rigores de la hambre. En las fantasmas del sueño creia comer, y movia la boca y dientes como si verdaderamente hubiese comido, fatigando de este modo su garganta por la vana representacion de un manjar imaginario. Luego que despertó sintió devorar por la hambre mas cruel asi su famélica garganta como los senos de sus entrañas, y mandó buscar sin la menor dilacion los alimentos que producen el mar, la tierra y el aire. Cuando su mesa estaba cubierta con profusion, se quejaba de que no tenia con que saciarse, y en medio de la abundancia buscaba codiciosamente con que satisfacer la hambre que le devoraba. Lo que podia ser bastante para alimentar á ciudades y pueblos enteros no le era suficiente: cuanto mas comia tanto mas deseaba comer: asi como el mar, que recibe en su vasto seno todos los rios de la tierra sin que sus aguas rebosen; ó como el fuego, que devora toda la leña que se le arroja, y lejos de entibiar su ardor por la cantidad de las materias que consume, cobra nuevas fuerzas á proporcion de la cantidad.”


Ilustración

(89) La Hambre, por órden de Céres,
esparce su veneno sobre Eresicton.

p. 59

FÁBULA VIII.

METRA TOMA DIFERENTES FORMAS.

Asi Eresicton, despues de haber engullido todas las viandas que le habian servido, pide otras: lo que come no hace sino acrecentar su hambre, y siempre queda en su vientre un vacío que no se puede llenar. Ya con ella habia consumido todos sus bienes; pero esta no se disminuia, y la llama de su voraz gula se aumentaba cada vez mas. En fin, despues de haberse metido en el vientre todo su caudal y riqueza, solo le quedaba una hija, á la que, digna por cierto de mejor padre, vendió. Metra (asi se llamaba), viéndose en la esclavitud, alargó sus brazos hácia el mar, que no distaba de la casa de su amo, é hizo esta súplica á Neptuno: „Ó Dios de las olas, á quien yo agradé en otro tiempo, líbrame del indigno estado en que me hallo; tú debes esta recompensa á una doncella que correspondió á tu amor.” Neptuno oyó la súplica de Metra, y á presencia de su amo, que la acompañaba, muda de figura en la de un pescador. Viendo el amo á su lado un hombre que tenia una caña en la mano, le dijo: „Quien quiera que seas, asi el mar te seap. 60 propicio como para enriquecerte la pesca, te ruego me digas si has visto y donde está una jóven mal vestida y desgreñada, que poco há estaba en esta playa: yo acabo de verla en la ribera, y por sus huellas infiero que no está muy lejos de aqui.” Metra, que conoció la utilidad que la resultaba ya de esta mudanza, se alegró de que su amo la preguntase sobre su situacion, y le respondió: „Siempre tuve la vista fija en estas aguas, y cuidadoso he estado aplicado á mi ministerio y egercicio; y para persuadirte mejor que lo que te digo es cierto, consiento que Neptuno haga mi pesca infructuosa, si ha habido en esta playa mucho tiempo há mas hombre ni muger que yo.” El amo, dándole crédito, se retiró con el engaño, y Metra recobró su primera forma. Viendo Eresicton que su hija tenia el poder de transformarse, la vendió á diferentes personas, y ya bajo la forma de vaca, ya bajo la de yegua, ave y ciervo, servia á mantener, aunque él no lo merecia, la insaciable hambre de su padre;[66] pero á poco tiempo se burlaba de los compradores escapándose; mas viendo que ninguno de estos socorros bastaban á satisfacer la cruel hambre que le atormentaba, tomó por último la desesperadap. 61 resolucion de morderse sus propios miembros, sustentando el miserable su mismo cuerpo con los pedazos que de él se arrancaba.”

„Pero ¿por qué, continuó Aqueloo, he de contaros egemplos extraños, cuando yo mismo tengo el poder de transformarme en tres diferentes figuras? Unas veces parezco lo que ahora soy; otras me vuelvo en culebra, y otras en toro; y entonces consiste toda mi fuerza en las astas. Pero por desgracia ahora solo tengo una, como ves; la otra me la han arrancado.” Á cuyas tristes palabras siguieron los suspiros de su corazon.


p. 62

Ilustración

LIBRO NONO.

ARGUMENTO.

Deyanira envió á Hércules el vestido con el cual perdió la vida, y fue trasladado al cielo despues de haber convertido á Licas en una roca. Entonces Alcmena partió adonde estaba Yole, y la contó como Galantis habia sido transformada en comadreja, y Yole la refirió que una hermana suya habia sido convertida en árbol. Durante esta conferencia se les presenta Yolao despues de haber recobrado su juventud por medio de Hebe.p. 63 Y Júpiter con el egemplo de Eaco demuestra que esto no podia suceder á todos. Mileto, huyendo de Júpiter, se retiró al Asia, y procreó á Biblis y Cauno, por cuyo amor consumida aquella, se transformó en fuente. Lo que hubiera causado mayor admiracion á todos, á no ser por Ifis, que poco antes y en el mismo dia de sus bodas se habia convertido en varon.


p. 64

FÁBULA PRIMERA.

COMBATE DE AQUELOO.

Habiendo preguntado Teseo á Aqueloo la causa de su lamento, y de faltarle una de sus astas, el rio, que tenia ceñidas sus sienes y sus descompuestos cabellos con una guirnalda de cañas, le respondió en estos términos: „Me pides ciertamente una cosa que sirve para entristecerme; porque ¿quién habrá que habiendo sido vencido quiera acordarse y hacer relacion de la pelea? Con todo la contaré por el órden con que sucedió, puesto que no fue tan vergonzoso el ser vencido, como decoroso el haber peleado. En mi desgracia tengo el consuelo de haber sido Hércules mi vencedor. Tú sin duda habrás oido hablar de Deyanira, hermosísima doncella. Ella fue la esperanza y el motivo de envidia de muchos pretendientes. Entre ellos fuí yo á la corte de Calidonia para pedirla á su padre Oeneo. Habiéndola Hércules pedido igualmente, propusimos ambos á su padre que nos recibiese por yernos; en vista de lo cual los demas pretendientes se retiraron, cediendo todos el campo á Hércules y á mí.

Ilustración

(90) Aqueloo se transforma en Toro
para combatir con Hércules.

Ilustración

(96) Hércules, esclavo de la hermosura de Onfale,
se deja desarmar é hila con ella.

„Aquel alegaba por mérito que era p. 65hijo de Júpiter; la fama que habia adquirido por sus trabajos, y el haber concluido gloriosamente todas las empresas en que le habia empeñado Juno. Yo en contra de esto (teniendo por una cosa vergonzosa el que mi deidad se rindiese en la pretension á un mortal, pues Hércules aun no era Dios)[67] oponia mis méritos y cualidades, diciendo á Oeneo: „Mírame como á Rey y director de las aguas, y que con mucho rodeo llevo mi corriente por el medio de tu reino: no seré yo un yerno que haya venido de regiones extrangeras, sino uno de tu mismo pueblo, y que soy y compongo una parte de él. No se me puede echar en cara que Juno me tenga aborrecimiento como á Hércules,[68] ni me haya impuesto la penap. 66 de avanzar á tantos trabajos y empresas. No debes tú, Hércules, alabarte de haber nacido de Alcmena, porque en ello debes confesar ó que falsamente te atribuyes por padre á Júpiter, ó que si verdaderamente lo fue, lo consiguió por medio de un delito. Aplicándote esta distincion, marcas á tu madre con la nota de adúltera. Escoge lo que mas te acomode, ó no es verdad que Júpiter sea tu padre, ó si lo es, ha sido tu nacimiento afrentoso.” Cuando yo decia estas cosas me miraba Hércules con ojos airados, y sin poder contener el ardor de su ira me respondió en estos términos: „Yo tengo mas expeditas las manos que la lengua. Con tal que te venza peleando, nada importa que me hagas ventaja en el hablar.” Al acabar de pronunciar esto me acometió con ferocidad; y como yo habia hablado con tanta arrogancia, me pareció indecoroso el dejar de admitir el combate.[69] Arrojé mi verdep. 67 vestido, opuse mis brazos, encorvé algo mis manos hácia el pecho, y preparé todos mis miembros para la pelea.

Hércules me tiró algunos puñados de polvo,[70] y yo tambien le puse amarillo con la arena que le tiré. Unas veces me acometia por la cerviz, otras por las rodillas para ver si podia asirme, y en fin me acometia por todas partes. Mi peso y mole me defendia, y en vano intentaba sujetarme. No de otro modo me defendia yo que una roca, á quien combaten las olas con grande ímpetu y ruido, y ella se está inmóvil y defendida con su propio peso. Nos separamos un poco; pero inmediatamente entramos en el combate. Estuvimos invencibles, y resueltos á no ceder. El pie del uno oprimia al del otro, el pecho al pecho, los dedos á los dedos y la frente á la frente. No de otra manera pelean los fuertes toros cuando el premio del vencedor es una pujante novilla de las que se apacientan en el bosque: quédanse mirándolos las demas reses llenas de pavor, ignorando cual será el vencedor. Hércules inútilmente pretendió tres veces desembarazarsep. 68 de mí; á la cuarta lo consiguió, y al punto (confieso ingenuamente la verdad) me apartó impelido de su mano, y se cargó sobre mi espalda. Si se me cree (porque no busco gloria con narraciones falsas), me pareció que tenia encima una montaña. Apenas podia jugar mis brazos por el mucho sudor que por ellos me corria, y por mas esfuerzos que hice no pude desprenderme de él; apretábame mas y mas sin dejarme respirar ni volver á recobrar mis fuerzas, y de este modo se enseñoreó de mi cuello y cabeza. Entonces, arqueando algo el cuerpo, y afirmando las rodillas sobre la tierra, solo me faltaba levantar la cabeza, pero como el peso me oprimia, la tenia pegada al suelo, pegándose las arenas á mis labios. Viéndome inferior en fuerzas, recurro á mis astucias;[71] y transformándome en una larga culebra, me deslicé y desprendí de Hércules, el cual viendo que me enroscaba, y que esgrimiendo mi lengua de tres puntas, daba fuertes y espantosos silbidos, en lugar de intimidarse soltó la risa burlándose de mi estratagema, y dijo: „El vencer y despedazar las culebras es una hazaña que no me era desconocida cuando aun estaba en p. 69la cuna.[72]

Ilustración

(95) Hércules ahoga á Anteo que se oponia
á su transito para África.

Aunque tú fueses mayor que los demas dragones, ¿cómo te podrias comparar con la Hidra de Lernea?[73] Era esta fecunda, y se multiplicaba con las heridas, pues de cien cabezas que tenia ninguna le corté sin que al instante le renaciesen en su lugar otras dos. Yo domé á este monstruo, que crecia y se multiplicaba con la mutilacion, y cuyas cabezas se ramificaban con las que renacian en lugar de las cortadas, y por último la vine á dar muerte, y acabé con todas sus cabezas. En comparacion de aquel monstruo ¿qué piensas eres tú, que convertido en una aparente culebra, te vales de armas agenas, y te ocultas en una figura prestada?” Apenas dijo esto cuando me apretó con sus manos y enlazados dedos lo mas estrecho del cuello. Veíamep. 70 comprimido como si me apretasen la garganta con unas tenazas, y procuraba en vano desasirla de entre sus dedos. Viéndome vencido, y que solo me quedaba el recurso de mudar tercera figura, me transformo de repente en un toro feroz, y en esta forma me pude desprender de mi enemigo. Él me echó sus brazos, y me asió por el lado izquierdo; y aunque yo huia, me seguia sin desprenderse, hasta que cogiéndome por las astas, las abatió hasta el suelo, y me tendió sobre la arena. No paró aqui mi desgracia, sino que con la fuerza que hacia me arrancó una de las astas. Las Náyades la llenaron de frutas y flores olorosas, y la dedicaron á la abundancia, significada en la cornucopia.”[74] Luego que Aqueloo acabó esta relacion se presentó una Ninfa con el cabello esparcido y el vestido arregazado como Diana, la cual traia en esta cornucopia las mas sazonadas frutas del otoño, y cubrió con ellas la mesa para que sirviesen de postres.


Ilustración

(91) Deyanira es robada por el Centauro Neso.

p. 71

FÁBULA II.

RAPTO DE DEYANIRA.

Llegó el siguiente dia, y al comenzar el sol á dorar las cumbres de los montes partieron Teseo y sus compañeros, sin esperar á que el rio se aplacase y enfrenase su corriente. Aqueloo se metió en el agua para ocultar en ella su cabeza despojada de una asta. Esta pérdida era lo único que le afligia y afeaba, porque en lo demas no padeció menoscabo alguno; sin embargo, la disformidad de su cabeza la reparaba ocultándola con una guirnalda de sauces ó cañas verdes.

Tambien al feroz Centauro Neso le sentó mal su ardiente amor á la bella Deyanira, y le costó el haber perdido la vida á la violencia de una flecha que le disparó Hércules, con la cual le traspasó todo el cuerpo por las espaldas. Fue el caso que regresando Hércules á su patria en compañía de su nueva esposa, llegó á la ribera del rápido Eveno,[75] que engrosado con las aguas del invierno iba mas caudaloso que nunca, y no podia pasarse por sus frecuentes remolinos. Viéndolep. 72 Neso determinado á pasar, y que le detenia el cuidado de su muger, y la imposibilidad de atravesar con ella el rio, se llegó á él, y jactándose de la valentía de su cuerpo, y de que tenia bien conocidos y experimentados los vados, le dijo: „Yo me encargaré de poner á Deyanira en la otra orilla: tú procura usar de tus fuerzas, y pasar el rio á nado.” Aceptó Hércules, y entregó al Centauro á Deyanira llena de sobresalto, y que se resistia á ello, rezelándose tanto del Centauro como del rio. En seguida asi conforme estaba vestido de su piel de leon, y armado con la aljaba (pues la clava y el arco los habia tirado á la contrapuesta orilla), dijo: „Ya que he empezado la empresa enviando delante á mi esposa, atraviese yo tambien el enfurecido rio.” Sin detenerse mas se arrojó á la corriente sin buscar el vado, ni por donde aquella fuese mas mansa, dejándose llevar del ímpetu de las aguas.

Luego que Hércules llegó á la otra orilla, al tiempo de recoger su clava y arco oyó los gritos que daba su muger, porque el Centauro intentaba robarla. „¿Adónde, exclamó, ó ladron, te arrebata la vana confianza de la ligereza de tus pies?[76] Á tí hablo, Neso, monstruo de dosp. 73 formas, atiéndeme, y no me robes lo que es mio. Si el respeto que me debes no te mueve, á lo menos la rueda donde tu padre está atado[77] debia contenerte en lo que te está prohibido; pero no te me escaparás, pues aunque confias en la ligereza de tus pies de caballo, te alcanzaré, no con mis pies, sino con mis flechas.” Asi lo verificó, pues al concluir estas últimas palabras disparó una, con la que le atravesó por las espaldas en medio de su carrera. La corva lengüeta penetró hasta el pecho, y salió algo fuera de él. Despues que el Centauro se sacó la flecha, su sangre, mezclada con el veneno de la Hidra[78] de Lernea, saltó con ímpetu por ambas heridas. Procuró recogerla el Centauro; y viéndose ya cercano á espirar, dijo entre sí: „Á lo menos no moriré sin vengarme;” y dió á Deyanira la camisap. 74 en que habia empapado su sangre, haciéndola creer que era un regalo, del cual se podria servir contra el olvido de su marido, y para que este siempre la amase.


Ilustración

(92) Hércules se tiende sobre la pira,
y Filoctetes la prende fuego.

p. 75

FÁBULA III.

MUERTE DE HÉRCULES.

Mucho tiempo pasó desde este suceso, y las hazañas del valeroso Hércules se habian ya extendido por todo el mundo, asi como se habia divulgado el odio de Juno; y este héroe vencedor de la Oechalia preparaba á Júpiter un sacrificio para darle gracias por las victorias que habia conseguido, cuando la fama vocinglera, que se complace en confundir lo verdadero con lo falso, y que abultando los objetos, hace monstruos de las cosas mas pequeñas, informó á Deyanira que su marido estaba enamorado de Yole.[79] El amor es crédulo: Deyanira, penetrada de dolor con la nueva, apeló al principio á las lágrimas, y la desdichada disminuia asi su dolor con el llanto. Mas despues reflexionando un poco: „¿De qué me aprovechan, dijo, estas lágrimas inútiles, en que quizá se complacerá la adúltera? Ella llega, y es menester anticiparme, é impedir que ocupe mi tálamo nupcial. ¡Miserable de mí!p. 76 ¿qué partido he de tomar? ¿Manifestaré mis quejas, ó las guardaré en silencio? ¿Me volveré á Calidonia, ó me detendré en este pais? ¿Saldré de casa, ó ya que no pueda otra cosa la impediré la entrada? ¿Qué habrá que extrañar, ó Meleagro, si al considerar que soy tu hermana me preparas á una accion varonil, y sacrificando á la adúltera, hago ver á la posteridad de qué es capaz una muger ofendida?”

Despues de haber revuelto en su imaginacion mil diferentes ideas, Deyanira con el designio de atraer á su marido, y volver á encender su amor hácia ella, prefirió el medio de enviar la vestidura que estaba empapada con la sangre de Neso,[80] la cual al efecto entregó á Licas, sin prever que lo que enviaba seria la causa de su llanto y su dolor: al darle la vestidura le encargó se la entregase á su marido en su nombre con expresiones y voces llenas de blandura y de cariño. Recibió Hércules la camisa de Deyanira emponzoñada con la sangre de la Hidra de Lernea, y se la vistió para hacer con ella el sacrificio, y al tiempo de quemar el incienso, y de derramar el vino sobre el ara,[81] se avivó con el calor la fuerzap. 77 del veneno, y encendiéndose en llamas, se difundió por todo su cuerpo. Mientras pudo reprimió con su acostumbrada fortaleza los gemidos; pero despues de vencida la paciencia con el mal, desamparó el altar y sacrificio, é hizo resonar el monte Oeta con sus clamores. Hizo los mayores esfuerzos para rasgar la mortal camisa; pero cuando tiraba de ella rasgaba y se arrancaba la piel, á la que aquella estaba asida fuertemente; y por lo mismo (causa horror el referirlo) con las diligencias de quitarse la camisa descubria sus despedazados miembros, y hasta sus huesos, y la sangre que salia rechinaba á la manera de un hierro encendido cuando se mete en agua fria, y hervia aquella con el calor del veneno. Las voraces llamas le consumian las entrañas: un negro sudor corria por todo el cuerpo: los nervios medio abrasados sonaban, y las medulas se derretian con la oculta podre. Entonces, levantando las manos al cielo, exclama: „Cruel Juno, regocíjate ahora con mis calamidades; regocíjate mirando desde lo alto esta peste que me consume; ceba bien tu fiero corazon, y por último, si se ha de tener misericordia aun de los enemigos (pues yo lo soy tuyo), quítame esta vida aborrecida y destinada á trabajos y sufrimientos, y que no miro ya sino con horror. La muerte seráp. 78 para mí un beneficio, y tal que sea decente y conveniente á una madrastra. ¿No soy pues aquel Hércules que vengó á los Dioses del cruel Busiris,[82] que profanaba sus templos con la sangre de sus huéspedes? ¿No soy yo el que venció al fiero Anteo,[83] á pesar del socorro que le prestaba la Tierra su madre? ¿No soy yo á quien no espantaron el monstruoso Gerion ni el Cancerbero, aquel de tres formas, y este de tres cabezas?[84] ¿Mis brazos no sujetaron las astas de aquel fiero toro que asolaba la Creta?[85] ¿No experimentaron su valor la Elide,[86] el lago de Estinfale[87]p. 79 y el bosque de Partenia?[88] ¿Mi valor no concluyó la empresa de conquistar y traerme el tahalí[89] bordado de oro de la Reina de las Amazonas, y las manzanas de las Hespérides, guardadas por un dragon que nunca dormia? ¿Pudieron resistirme los Centauros, ni el fiero jabalí que destruia toda la Arcadia, ni aprovechó á la Hidra el aumentar sus fuerzas, ni redoblar para mas daño suyo sus cabezas? Pero ¿qué me aprovecha todo esto, ni el haber acometido á los caballos de Diomedes, mantenidos con sangre y carne humana, cuyos pesebres estaban llenos de destrozados miembros, y haberlos dado muerte, quedando envuelto en la misma desgracia su señor? Á la violencia de estos mis brazos yace vencidop. 80 y muerto el espantoso leon de Nemea: con mis hombros sostuve el cielo, y defendí á los Dioses.[90] Últimamente la cruel Juno mas pronto se cansó en mandarme imposibles que yo en vencerlos y egecutarlos; pero ahora me veo acometido de una nueva calamidad, á la cual no puede resistir ni mi valor ni mis armas. En lo íntimo de mis pulmones anda errante un fuego consumidor, que se difunde y ceba en todos mis miembros. Con todo esto, y cuando yo me abraso, tiene y goza salud Euristeo:[91] á vista de esto, y de que tal se permite, ¿habrá quien pueda creer que hay Dioses?” Al acabar Hércules de decir esto echó á correr por las alturas del monte Oeta, á la manera que un toro cuando se ve herido llevandop. 81 clavada la flecha, y ha huido el que le hizo la herida: unas veces se le veia dar gemidos, otras temblando, otras intentando arrancarse todos sus vestidos, otras derribando los árboles é irritándose contra los montes, ó levantando las manos al cielo, é implorando el socorro de su padre. En este estado vió á Licas temblando, que procuraba ocultarse en la concavidad de un peñasco; y como tenia toda su rabia reconcentrada por el gran dolor, le dijo: „¿Eres tú pues, desgraciado, el que me ha traido este fatal don? ¿Eres tú el autor de mi muerte?” Trémulo y pálido Licas, tímidamente se excusaba; pero al tiempo que se disponia á pedir misericordia, Alcides lo coge por medio del cuerpo, sin embargo de que se le resistia, y despues de haberle volteado muchas veces, lo arrojó al mar de Eubea con mas violencia que una piedra disparada de una honda. El cuerpo de este desgraciado se endureció en el aire, como las gotas de agua que el frio Aquilon congela y convierte en nieve ó granizo; y helándose la sangre con el miedo, fue convertido en aquel pequeño peñasco que aun hoy se ve en el mar Eubeo con las señales de figura humana, al cual no se atreven los marineros á pisar, como si lo hubiera de sentir, y le llaman Licas.

Despues de esto, ó Hércules, cortas muchosp. 82 árboles del monte Oeta, con los que construyes una pira; y dando tu arco, aljaba y flechas á Filoctetes para que las llevase á la guerra de Troya, te vales de su ministerio para que pusiese fuego á la pira, y antes que las voraces llamas llegasen á apoderarse de toda ella, subes á lo mas alto, tiendes la piel del leon de Nemea, y poniendo la clava por cabecera, te recuestas en la hoguera con tanta serenidad y con semblante tan apacible, como un convidado que coronado de una guirnalda de flores se sienta á una mesa abundante de viandas y de vasos llenos de vino.


Ilustración

(93) Hércules sube al cielo, y Júpiter le coloca
entre los Dioses.

p. 83

FÁBULA IV.

APOTEOSIS DE HÉRCULES.

La hoguera estaba ya encendida, y la llama sonaba por todos lados, y abrasaba el cuerpo de Hércules, que la miraba con serenidad, cuando los Dioses temieron por el vengador de la tierra; lo cual viendo Júpiter (que conoció la pena que tenian), les habló con alegre semblante de esta manera: „Ese temor, ó Dioses, es un deleite para mí, y me alegro, porque soy gobernador y padre de un reconocido pueblo, y porque mi hijo tambien está seguro con vuestro favor:[92] pues aunque esto se le da por sus grandes hazañas, no obstante yo os quedo obligado. Pero porque los corazones fieles no teman con vano miedo, ningun cuidado tienen que daros esas llamas del monte Oeta, porque el que todo lo venció tambien saldrá triunfante del fuego, y no le sentirá sino en lo que por parte de madre tiene de mortal, porque lo que tiene de mí es eterno, inmortal é incombustible. Luego que se purifique dep. 84 lo mortal determino recibirle en el cielo, y confio que esta disposicion mia será agradable á todos vosotros; y si alguno no obstante siente que Hércules sea Dios, y quiere negarle el premio que yo le doy, debe hacerse el cargo de que le tiene merecido, y forzosamente lo aprobará.” Todos los Dioses se conformaron con la resolucion de Júpiter; y la misma Juno al parecer todo lo aprobó menos las últimas palabras, que le parecieron duras, y se la notó que las oyó con algun sentimiento. En tanto habia consumido la llama cuanto Hércules tenia de mortal:[93] no le quedó cosa que pudiese conocérsele de su anterior figura, ni de lo que tenia de la semejanza de su madre; solo conservó aquello en que se parecia á Júpiter, su padre. Al modo que la renovada culebra, dejada la piel, suele remozarse y resplandecer con las nuevas escamas, asi Hércules, despues de haber perdido lo que tenia de terrestre, tomó vigor en su mejor parte, y empezó á parecer mayor, y á hacerse digno de veneracion por su augusta gravedad; al cual arrebatando Júpiter en una carroza tirada de cuatro caballos entre las demas nubes, lo colocó en el número de los Dioses.


Ilustración

(94) Lucina aterra á Galantis y la transforma
en Comadreja.

p. 85

FÁBULA V.

LUCINA RETARDA EL PARTO DE ALCMENA.

Atlante se resintió con el nuevo peso[94] que cargaba en el cielo que sostenia sobre sus hombros. Pero Euristeo aun no habia depuesto su antigua ira, y conservaba en los hijos de Hércules el odio atroz que habia tenido al padre. Mas Alcmena, natural de Argos, entrada ya en años, se hallaba fatigada con continuos cuidados, y solo tenia á Yole para consuelo de su vejez: esta la sufria las impertinencias de su ancianidad, y con ella comunicaba sus desgracias, y la referia los trabajos de su hijo Hércules, públicos y notorios á todo el orbe. Hilo, hijo de Hércules, cumpliendo con lo que le dejó encargado su padre, recibió á Yole por su muger con todo amor y cariño. Llegó el tiempo de que esta se hizo embarazada; y estando cercana al parto, la habló Alcmena de esta manera: „Los Dioses te sean favorables, y te concedan una hora pequeña cuando llegue el caso de que, acometida de los dolores del lancep. 86 que esperas, invoques á Lucina,[95] auxiliadora de las que paren con timidez, y no te suceda lo que á mí, que la tuve contraria por el odio y precepto de Juno, pues cuando ya se acercaba el dia del nacimiento de Hércules, y habia yo entrado en el décimo mes,[96] el peso me extendia y abultaba el vientre en tal manera, que solo con verle podrias conocer que solamente Júpiter podria ser el autor de una cosa tan grande como la que ocultaba en él. Ya no podia tolerar mas las molestias que me causaba mi embarazo: aun ahora cuando te lo estoy contando se apodera de mis miembros un frio temblor que me hace estremecer, y el acordarme de ello es una reliquia de los dolores que entonces padecí. Siete noches y otros tantos dias estuve luchando con ellos, y ya cansada de padecer, levantando mis brazos al cielo, invocaba á gritos á Lucina para que me socorriese en la dificultad de mi parto. Ella esp. 87 verdad que vino, pero mal impresionada, pues queria quitarme la vida por complacer á la implacable Juno. Luego que oyó mis lamentos se sentó ante la puerta; y poniendo la rodilla derecha sobre la izquierda, y entrelazando sus dedos unos con otros,[97] pronunció con voz baja algunas palabras mágicas para dilatarme el parto. Yo me esforzaba, y como loca me desahogaba en vanas injurias contra Júpiter, llamándole ingrato: yo deseaba morir, y daba unos gritos y gemidos capaces de mover á las duras peñas. Las matronas tebanas, que habian acudido á mi socorro, hacian por mí inútiles votos, y procuraban consolarme en mi dolor. Galantis, una de mis criadas, de mediana esfera, que tenia el cabello rojo, y era muy pronta en hacer lo que se le mandaba, á quien yo amaba por su buen servicio, entendió no sé qué hacia la contraria Juno;[98] y mientras entra y sale muchas veces de mi aposento, vió á la Diosa sentada en el umbral de la puerta, quep. 88 tenia los brazos sobre las rodillas, enlazados los dedos. „Tú, quien quiera que seas, la dijo, alégrate, que mi ama acaba de parir, y se han cumplido sus votos.” Levántase espantada la Diosa que preside los partos, y separó las manos, que hasta aquel punto habia tenido juntas y cruzadas, y al instante, quitado este impedimento, se facilitó y verificó mi parto. Aseguran que Galantis se rió por haber engañado á la Diosa. Esta, viéndose asi burlada, asiéndola por los cabellos la arrastró; y al tiempo que queria levantarse de la tierra la convirtió en comadreja. Galantis, bajo esta transformacion, no perdió su antigua agilidad ni color; la cual, por haber favorecido á la parturienta con una mentira, pare por la boca sus hijuelos, y frecuenta como antes las casas.”


Ilustración

(97) Driope corta unas flores de Lotos, ninfa convertida
en árbol, y sufre igual suerte.

p. 89

FÁBULA VI.

DRIOPE CONVERTIDA EN LOTOS.

Concluyó Alcmena su narracion con un suspiro, que la hizo arrancar la memoria de su antigua criada, y su nuera, viéndola afligida, la habló de esta manera: „Cuando te aflige y conmueve, ó madre mia, la transformacion de una persona extraña, ¿qué harias si yo te contase las desgracias de una hermana mia? Habré de referírtelo, aunque las lágrimas y el dolor me embargan el uso de la lengua. Driope, la mas distinguida en Oechalia por su hermosura, fue hermana mia solo de padre, é hija única de distinta madre. Despues que Apolo la privó con violencia de su virginidad, la recibió Andremon por su esposa, y los dos vivian en un consorcio feliz.

„Hay un lago que presenta la figura de una playa cuesta arriba, con una orilla cuesta abajo, cuya cumbre está coronada de mirtos. Vino aqui Driope ignorante de su suerte lastimosa; y para que mas te lastime el suceso, habia venido con la idea de ofrecer coronas de flores á las Ninfas de este sitio. Ella traia en sus brazos un niño, que aun era de pecho, y no habia cumplido unp. 90 año. No lejos del lago habia un pomposo lotos, cubierto de flores que imitaban el color de la púrpura, y ofrecian esperanza de copioso fruto. Driope habia cortado de él unas flores, que para diversion dió á su hijo; y yo queria hacer lo mismo (porque me hallaba con mi hermana), cuando ví que destilaban gotas de sangre las flores, y que las ramas del árbol se movian con trémulo horror. En fin, segun hoy refiere la ignorante gente del campo, una Ninfa llamada Lotos, huyendo del infame Priapo, fue transformada en este árbol.

„Ignoraba esto mi hermana, la cual, como quisiese atónita volver atras, y retirarse despues de haber venerado á las Ninfas, sintió que sus pies se habian fijado con raices, é intentando arrancarlos, no podia de ninguna manera mover sino lo alto, creciendo la corteza desde abajo, y poco á poco llega á cubrirla las ingles. Luego que esto advirtió quiso arrancarse los cabellos; pero se llenó la mano de hojas, de las cuales estaba ya cubierta su cabeza. Mas el infante Anfiso (á quien su abuelo Eurito le puso este nombre), poniéndose á mamar, advirtió que se habian endurecido los maternos pechos, y que no sacaba leche por mas que chupaba. Yo era testigo del cruel suceso sin poder favorecer á mi hermana; y teniéndolap. 91 abrazada, retardaba cuanto podia al tronco y las ramas que creciesen. Y confieso que entonces deseé quedar cubierta dentro de la misma corteza.

„Habiendo llegado á este tiempo mi padre y Andremon, me preguntaron por Driope: „Vedla aqui,” les dije, mostrándoles el lotos; besan el tronco, que aun estaba caliente, y se llegan postrados á la raiz de un árbol. Ya nada tenia mi hermana que no fuera árbol sino el rostro, y sus lágrimas corrian por las ramas y hojas que la rodeaban. Como su boca la tenia aun libre, tuvo tiempo de herir nuestros oidos con estas quejas: „Si algun crédito se debe dar á los infelices, juro por las Divinidades que yo no he merecido este castigo: sin culpa padezco esta pena: inocente he vivido; y si miento, produzca secas las hojas de que me veo vestida, y cortada con aguda segur, venga á ser pasto de las llamas. No obstante quitadme allá este niño, y entregadlo á una nodriza; haced que mame muchas veces á la sombra de este árbol, y que juegue debajo de él; y cuando pueda hablar haced que salude á su madre, y con tristes acentos diga: „Mi madre se oculta dentro de este tronco.” Pero no obstante que huya de los lagos, y que no coja flores de ningun árbol; que juzgue que cualquiera ocultap. 92 debajo de la corteza alguna deidad. Quedaos con Dios, esposo querido, hermana y padre; y si alguna piedad teneis, no permitais que la hacha cortante llegue á las ramas de este árbol, ni que los ganados roan sus hojas; y como ya no me hallo en estado de hacer el menor movimiento para abrazaros, llegaos vosotros mismos á darme esta última prueba de mi amistad, y acercad á mi hijo para que le bese por la última vez. Quedad con Dios, que ya no puedo hablar mas, porque la corteza me llega hasta el cuello, y soy toda árbol hasta la coronilla de la cabeza. No os empeñeis en cerrarme los ojos con vuestras manos.[99] Sin que vosotros hagais conmigo este último oficio, la corteza me los oculta y cierra ya.” Al decir esto dejó á un mismo tiempo de ser y de hablar, y despues de su transformacion los ramos se mantuvieron calientes por mucho tiempo.”

Mientras Yole contaba este desgraciado suceso, Alcmena, llorando igualmente, limpiaba con sus manos las lágrimas que derramaba Yole, y un nuevo suceso les templó toda su tristeza, porque Yolao, hermano de Yole, entró en el cuarto en que estaban casi vuelto niño, á quienp. 93 apuntaba el bozo en las mejillas, y restituido el rostro al estado en que le habia tenido en sus primeros años.[100]

Hebe, hija de Juno, le habia concedido este beneficio, obligada de los ruegos de su marido; y como estuviese resuelta á hacer juramento de que en adelante no haria á ninguno otra semejante gracia, no se lo permitió Temis, diciéndola en tono de vaticinio lo siguiente:[101] „Ten entendido, ó Diosa, que la ciudad de Tebas ya empieza á encenderse en guerras de discordias: Capaneo no podrá ser vencido sino por los rayos de Júpiter: los dos hermanos[102] se acometerán y darán muerte á un mismo tiempo: abriéndose la tierra se tragará al vaticinador Anfiarao,[103] quep. 94 bajará vivo á ver sus manes: su hijo[104] vengará la muerte de su padre con la de su madre, en cuyo hecho será á un mismo tiempo piadoso y delincuente;[105] y atónito con sus propios males, privado del juicio, y desterrado de su casa, será agitado con la presencia de las Furias y con la sombra y figura de su misma madre, hasta que su muger[106] le pida el fatal collar de oro que le habia prometido, y hasta que yendo á recobrarle de la que antes habia tenido y abandonado, le den muerte sus cuñados, hijos de Fegeo, por cuya causa, y para vengarla Calirroe, su segunda muger, pedirá con instancias al gran Júpiter que aumente los años á sus dos tiernos hijos, yp. 95 este, movido de sus ruegos, se apropiará la gracia y habilidad de su nuera é hijastra Hebe, y convertirá de repente en varones perfectos á los niños hijos de Alcmeon para la referida venganza.”[107]

Despues que Temis, présaga de lo futuro, acabó de proferir el anterior vaticinio, todos los Dioses movian entre sí varias conversaciones, y murmuraban ¿por qué no habian de tener los demas la potestad de trocar las edades como la tenia Hebe? La Aurora se quejaba de que eran muchos los años de su marido,[108] y necesitaba remozarse. Céres se entristecia al ver que se envejecia su amado Jasion.[109] Vulcano quisiera ver remozado á su hijo Erictonio, y Venus á Anquises. En fin cada uno de los Dioses tenia de quien cuidar, y la tumultuosa sedicion crecia con el favor de los que tomaban partido por los quejosos, hasta que Júpiter se explicó en estos términos: „Si algun respeto me teneis, ¿adonde os precipitais? ¿Está acaso alguno persuadido que puede frustrar la disposicion de los hados? Por el destinop. 96 se ha remozado Yolao, y los hijos de Calirroe por los hados, y no por ambicion ni por la fuerza deben ser transformados en hombres desde la edad de niños. Para que vosotros lleveis esto con mas conformidad, sabed que yo tambien estoy sujeto á los hados; y si tuviera facultad para trocar sus disposiciones, no estaria Eaco mi hijo consumido de vejez, y Radamanto disfrutaria de la perfecta flor de su edad con mi hijo Minos,[110] que se ve hoy despreciado por el funesto peso de los años, los cuales son causa de que no reine con el órden que antes.” Las razones de Júpiter convencieron á los Dioses, é interrumpieron sus quejas, viendo cargados y oprimidos de la vejez á Radamanto, Eaco y Minos, el cual en su edad florida habia sido espanto de las grandes naciones, que temblaban de solo su nombre. Ahora debilitado con la vejez, le causa miedo y rezelo Mileto,[111] ensoberbecido con el vigor y fortalezap. 97 de la juventud, y con ser hijo de Apolo; y aunque rezeloso de que se le pueda rebelar y quitarle el reino, no se atreve á desterrarle de él.


p. 98

FÁBULA VII.

BIBLIS TRANSFORMADA EN FUENTE.

Espantado, ó Mileto, de un sueño, te retiras voluntariamente, y surcando el mar Egeo en una ligera nave, entras en el Asia, donde, despues de haber edificado una ciudad, á la que pones tu nombre, conoces á la bella Ciane,[112] hija de Meandro, de quien tuviste un hijo llamado Cauno y una hija llamada Biblis, mellizos, y de singular hermosura. Biblis puede servir de egemplo y escarmiento para que las doncellas no tengan otras pasiones que las lícitas, pues encendida y abrasada en el amor de su hermano Cauno, traspasó los límites del cariño fraternal; no le amaba como hermana á hermano, ni se contenia en el modo con que debia amarle. Es cierto que ella no conoció al principio que era fuego de amor su vehemente inclinacion á Cauno, y creia que no pecaba en besarle y abrazarle repetidas veces: engañada mucho tiempo con la falaz sombra de p. 99piedad,[113] poco á poco crecia su amor, y ya no visitaba al hermano sin presentarse bien engalanada, deseando con vivas ansias ser tenida por hermosa; y si alli habia alguna que la llevase ventaja, tenia envidia.

Ilustración

(98) Biblis, buscando á su hermano,
es transformada en fuente.

Sin embargo no conocia aun el estado de su corazon, y no formaba ningun deseo; pero interiormente se quemaba: ya le llama señor; ya aborrece el nombre de pariente; ya quiere mas que Cauno la llame Biblis que hermana. No obstante despierta no se atreve á poner en su ánimo esperanzas obscenas; pero dormida se le representa muchas veces lo que ama; y tambien le parece que tiene al lado á su hermano, y se avergüenza de esto, aunque yace dormida. Despedido el sueño calla por algun rato, y despues vuelve á recordar lo que ha soñado; y dudosa en el partido que debe tomar, habla entre sí de este modo: „¡Infeliz de mí! ¿Qué quiere decir lo que he soñado esta noche? Si yo no quisiera que se verificase, ¿cómo ó por qué me acometen estos sueños? Es cierto que Cauno parece bello aun á los ojos de sus enemigos. Él me gusta, y lo amaria apasionadamente si no fuera mi hermano, porque le contemplaria dignop. 100 de mi tálamo; pero me perjudica el ser yo su hermana. Solo pueden adoptarse y tener entrada en mi corazon estas ideas como cosa de un sueño; pero tal que nunca llegue á verificarse, ni yo á intentarlo. En esta forma y por via de sueño repítase muchas veces en mi imaginacion la dulzura de él, pues en él no hay testigo alguno, y sí un agradable placer. ¡Ó Venus! ¡Ó alado Cupido! ¡Cuán suave seria para mí semejante sueño! ¡Qué complacencia tan grande tendria! ¡Cómo me rendiria y se rendirian mis medulas á la dulzura de él! ¡Qué impreso se quedaria en mi memoria! ¡cuán breve su duracion! y ¡cuán ligera y pequeña la noche, como envidiosa de mi placer! ¡Ó, si no fueras mi hermano, y pudiera casarme contigo, qué bien pudiera ser nuera de tu padre! ¡Y qué bien, ó Cauno, podrias ser yerno del mio! ¡Ó si los Dioses dispusiesen que todas las cosas nos fuesen á los dos comunes fuera de los padres y abuelos! Yo desearia que tú fueses de mas generosa estirpe que yo, y que no tuviésemos unos mismos progenitores. Ignoro pues cual será la dichosa que se case contigo, pues para mí por desgracia tengo los mismos padres que tú, no puedes ser otra cosa que mi hermano, y tendremos los dos solo aquello que nos estorba y perjudica. Pero ¿por ventura han sidop. 101 vanos y no significan algo mis sueños? ¿Qué eficacia tienen estos? ¿No suelen ser anuncio de la verdad? Mejor órden hay entre los Dioses, pues ellos se casaron con sus hermanas. Saturno tuvo por muger á su hermana Opis, el Océano á Tetis y Júpiter á Juno; pero siendo estos derechos y privilegios de las Deidades, ¿de qué me sirve el comparar los usos humanos con los celestiales, y los enlaces de los hombres con los de los Dioses? El partido que debo tomar es ó expeler de mi corazon este ilícito amor, ó, si esto no puedo conseguir, desear la muerte, dejarme en efecto morir, y que me pongan amortajada en el féretro, en el cual recibiré algunos ósculos de mi hermano. Pero aunque yo me decida á no abandonar el amor que me abrasa, para llevarle al complemento se necesita la voluntad de los dos. Enhorabuena que esté pronta la mia; pero la suya se resistirá, imaginándolo una maldad. Los hijos de Eolo no se detuvieron en casarse con sus hermanas; pero ¿de donde me han venido á mí estas noticias? ¿Por qué me valgo de estos egemplos? ¿Adónde voy á parar? Apartaos de mí, llamas obscenas, y no ame yo á mi hermano de otro modo que el que conviene y es lícito á una hermana. Pero si él se hubiera enamorado primero de mí, ¿acaso tendria yo inconveniente en serp. 102 indulgente y condescendiente á su amor? Luego si yo no llevaria á mal que él se me descubriese, y no despreciaria sus solicitudes, me hallo autorizada para descubrirme á él, y manifestarle las mias. ¿Mas cómo podré hablar y confesarle mi amor? Este me precisará á ello; sí, podré hacerlo; y si me detuviese el pudor, un billete misterioso será el medio para declararle mi pasion.” Resolvióse pues á ello, y esta determinacion aquietó su ánimo vacilante. Incorporóse pues un poco; y apoyándose sobre el codo siniestro, dijo: „Vea Cauno lo que ha de hacer, pues yo resuelvo descubrirle mi loca pasion. Pero ¡ay de mí! ¿adonde me precipito? ¿Qué fuego es este que se alimenta de mi imaginacion?” Tomando en la diestra la pluma, y en la siniestra la tabla encerada,[114] empezó á disponer con su mano trémula las voces y palabras que detenidamente meditaba. Al empezar ya duda; escribe, y condena lo escrito; vuelve á escribir, y lo borra;[115] muda,p. 103 tilda y aprueba; unas veces omite, otras vuelve á poner lo omitido. En fin no sabe lo que quiere ni lo que aprueba, y todo lo que iba á escribir la desagrada, asomándosela al rostro el color del pudor[116] mezclado con el de la osadía. Tenia ya escrito hermana, y desaprobó y borró esta voz, y por último se resolvió á escribir lo siguiente: „Tu amante te envia la salud que ella no tendrá si tú no se la das, pues se avergüenza de manifestar su nombre. Si me preguntas lo que quiero, desearia podértelo decir sin manifestar quien soy, y que no supieses que soy Biblis antes de haberme asegurado la esperanza de conseguir mis deseos. Mi languidez,[117] mis ojos muchas veces húmedos, mis suspiros nacidos de una causa oculta en mi interior, mis repetidos abrazos y besos, que si los notaste no podian parecer de hermana, pudieron serte indicios de que mi pecho estaba poseido de tu amor. No obstante, aunque mi corazon estaba gravemente herido, aunque el fogoso furor estaba dentro de mí, hice[118] todos losp. 104 esfuerzos que pude (los Dioses me son testigos) para tranquilizarme. ¡Ay triste! peleé mucho tiempo para huir de las violentas armas de Cupido: padecí mucho mas de lo que puedes imaginarte en la resistencia de una jóven. En fin he quedado rendida, y me veo obligada á confesarlo, y á pedirte condesciendas á mis tímidos deseos. Tú solo puedes conservar ó perder á esta amante. Elige cual de estas dos cosas quieres egecutar. No te ruega esto tu enemiga, sino la que estando muy emparentada contigo, solicita estarlo aun mas, y unirse con unos vínculos mas estrechos que los de la sangre. Quédese para los ancianos el examen de las leyes, y el inquirir qué sea ó no lo lícito y lo honesto: y qué es lo que aquellas permiten ó prohiben: el inconsiderado amor es propio de nuestros años. Todavía ignoramos lo que sea lícito; creemos que todo lo es, y en esto imitamos los egemplos de los grandes Dioses: á nosotros no nos pondrán impedimento ni el cruel padre, ni el temor ni la reverencia de la fama: no nos dejamos asustar de vanas fantasmas. Ocultaremos nuestro amor bajo el nombre de hermanos. Yo tengo libertad de hablar contigo en secreto y en público, y como hermanos nos son permitidos los ósculos y los abrazos. ¡Qué poco falta para que seamos felices! Apiádatep. 105 de la que te confiesa su amor, y de la que no lo hiciera si no fuera precisada del último extremo á que ha llegado su amoroso ardor. Y no quieras que se escriba en mi triste sepulcro la causa de mi muerte.”[119]

Habia ya llenado todo el billete, y aun tuvo que poner á la márgen las últimas palabras. Inmediatamente envolvió y cerró lo que delincuentemente habia escrito, sellándolo con su anillo,[120] al que para ello humedeció con sus lágrimas, porque la lengua se le habia quedado absolutamente sin saliva. Vergonzosa llamó á uno de sus criados, y despues de haberle halagado le dijo: „Lleva, ó fidelísimo, este billete á mi... y despues de largo rato añadió hermano.” Al darle al criado se le cayó de las manos. Turbóse con el agüero;[121] pero sin embargo lo envió. Valiéndose el criado del tiempo y ocasion oportuna, llega y entrega el cerrado billete. Luego que Caunop. 106 leyó los primeros renglones fue tan grande su sorpresa, que le sobrecogió, y sin querer continuar en la lectura le arrojó con ira, y conteniendo con dificultad sus ímpetus de dar de bofetadas al criado, que estaba temblando, le dijo: „Perverso apoyador de una maldad prohibida y execrable, retírate al punto de mi presencia, pues si con quitarte la vida no ofendiera mi propio pudor,[122] aqui mismo pagarías tu atrevimiento muriendo á mis manos.”

Al oir esto se retiró lleno de pesar, y fue derecho á contar á Biblis la desdeñosa repulsa de Cauno, y el fiero enojo con que le respondió y amenazó. Al oirlo Biblis mudó de color, y un frio mortal se apoderó de todo su cuerpo. Luego que recobró su sentido se volvió á encender su pasion, y tan agitada estaba, que apenas pudo articular estas palabras: „¡Bien empleada me está la repulsa que he sufrido![123] ¿Cómo pues me arrojé á la inconsiderada temeridad de descubrir mi pasion? ¿Cómo tan prontamente tuve la ligereza de confiar á un billete las expresiones que debiap. 107 reservar y ocultar en mí? Yo me tengo la culpa, pues antes debí valerme de expresiones ambiguas para explorar su ánimo y parecer, y si seguiria y se acomodaria ó no á mis intentos é inclinacion. Yo deberia haber notado cual era el viento que corria y soplaba, soltando solo una vela para engolfarme con alguna seguridad, y no haberlas desplegado todas de golpe á los vientos no conocidos. No es extraño pues el haber dado en los escollos, y verme sumergida en lo profundo del mar, sin que mi rumbo pueda ya retroceder.[124] ¿Cómo no me contuvo el ver que se oponian á mi amor y resolucion los presagios nada equívocos, y que cuando iba á dar el billete al criado, mandándole que le llevase, se me cayó de las manos, como anticipándome el mal éxito de mis esperanzas? ¿No hubiera sido mas acertado esperar á mejor coyuntura, ó desistir de mis deseos y retractar mi voluntad, ó mas bien que todo dilatar mi resolucion para otro dia y tiempo mas oportuno? El mismo Dios del amor me lo aconsejaba asi, y me daba ciertos indicios del mal suceso, los que yo pude haber advertido si mi pasion no me hubiese tenido fuera dep. 108 mí.[125] Yo debiera haber preferido el medio de no confiarme á un billete, sino haberle hablado por mí misma, y boca á boca haberle descubierto mi amor. Entonces hubiera visto, y tal vez le hubieran conmovido mis lágrimas: hubiera visto el semblante de su amante. Pudiera haberle dicho muchas mas cosas que las que contenia el billete. Pudiera haber echado mis brazos á su cuello, aunque él lo hubiese querido resistir: haberme asido á sus pies, y postrada á ellos pedirle se condoliese de mi triste vida; y si me hubiese repelido, haber fingido un desmayo que me pusiese á punto de espirar. ¡Ojalá hubiera hecho todas estas cosas! pues aunque cada una de por sí no fuese suficiente, todas juntas quizás hubieran podido ablandar la dureza y resistencia de su corazon. Acaso estaria la culpa en el criado, que no fue en oportuna ocasion, y creo no supo elegir la conducente coyuntura, ni escoger una buena hora en que su ánimo estuviese tranquilo y de buen humor. Todas estas cosas sin duda me perjudicaron; porque Cauno no es persona que haya nacido de alguna tigre, ni su corazon es de pedernal, ni de hierro ni de diamante, ni mamó la lechep. 109 de alguna leona.[126] Por consiguiente él se rendiria á mi amor, y lo que conviene es volverle á atacar, y no desistir yo de mi empresa mientras que no me desampare este aliento vital. Si los hados me permitiesen revocar lo que está hecho, primero y mas conveniente seria no haberlo empezado; pero ya emprendido es preciso continuarlo, y tratar de llevarlo adelante hasta la consecucion del fin;[127] porque (aunque yo desista de mis deseos) él no podrá olvidarse de que me atreví á manifestarle mi inclinacion, y tendrá por una veleidad mi amor si ve que desisto de mi empresa, ó quizás le juzgará por una asechanza y ardid para calumniarle, ó que me descubrí á él vencida no del amor que abrasa mi pecho, sino de un deseo libidinoso. Últimamente ya no puedo dejar de resolverme á tomar cualquiera arbitrio, aunque sea pérfido y delincuente. Ya cometíp. 110 el exceso de escribirle y manifestarle mis deseos; y aunque no prosiga á mas, esto basta para que no pueda conceptuarme ni llamarme inocente. Lo que falta hasta conseguir mis intentos es mucho; pero muy poco lo que resta hasta envolverme y complicarme en un sinnúmero de delitos.” Acabó Biblis con esto su razonamiento, y era tanta la agitacion fiera de su ánimo, que al paso que se arrepentia de haberse descubierto, le agradaba el proseguir su empresa; y atropellando por toda moderacion, repitió sus importunaciones, con las que la infeliz no adelantó mas que recibir nuevos desprecios.

Viéndose Cauno expuesto y perseguido de su hermana, y que esta nunca desistiria ni pondria fin á su pasion, determinó abandonar su patria[128] y el riesgo de incurrir en la maldad; y retirándose á otra region extraña, edificó en ella una ciudad de su nombre.[129] Dicese que Biblis, afligida con la noticia de la ausencia de su hermano, quedó como fuera de sí. Empezó á rasgarse sus vestidos hasta descubrirse el pecho, y darse furiosa golpes en él y en los brazos; y últimamentep. 111 paró en hacer pública su locura, en confesarse á voces desesperanzada de poder conseguir el prohibido amor de Cauno, y en dejar su casa y patria, y salir en busca y seguimiento de su prófugo hermano. Las mugeres de Caria la vieron ir dando gritos por sus campos como loca, no de otro modo, ó hijo de Semele, que tus Bacantes de Tracia, cuando agitadas con el tirso tuyo celebran cada tres años las orgias. Biblis, dejando estas regiones, atravesó la de los guerreros Lelegas, la Licia con su monte Cragon, la ciudad de Limires y la corriente del rio Xanto, y últimamente la cima del famoso monte de la Chimera,[130] y su volcan que está en medio de su cumbre, cuyo pecho y rostro eran de leona y la cola de dragon. Ya no hallaba mas selvas ni campos que correr, y fatigada de andar se dejó caer en el suelo, y reclinando su cabeza sobre la durap. 112 tierra, se entregó á un profundo silencio, y puso su boca sobre las marchitas hojas que caian de los árboles. Las Ninfas que habitaban en el pais de los Lelegas intentaron muchas veces el incorporarla con sus tiernos y delicados brazos: otras muchas la persuadieron que moderase su amor; pero ella no admitia ningun consuelo; se hacia sorda á las persuasiones; permanecia postrada sin hablar, arrancando con sus uñas las verdes yerbas, y regándolas con el arroyo de lágrimas que de sus ojos corria. Se dice que las Náyades hicieron brotar debajo de ella un manantial que nunca pudiera secarse; y á la verdad ¿qué mayor beneficio podian hacerle para aumentarla sus lágrimas? Inmediatamente, asi como destila la goma del tronco del árbol que se acaba de cortar, ó el tenaz betun mana de la hinchada tierra, ó el agua que se congeló con el frio se derrite con el sol á la venida del suave céfiro; del mismo modo Biblis, consumida con sus lágrimas, se transforma en fuente, la cual aun ahora conserva el nombre de su señora en aquellos valles, y brota al pie de una espesa y oscura encina.


Ilustración

(99) Ifis es transformada en varon por la Diosa Isis
para que se case con Yanta.

p. 113

FÁBULA VIII.

IFIS TRANSFORMADA EN VARON.

La noticia de este nuevo prodigio hubiera acaso admirado á las cien ciudades de Creta, si en esta region no hubiera sucedido otro portento bien semejante con la transformacion de la doncella Ifis. En la ciudad de Festo, que está confinando con el reino de Creta, habia un hombre poco conocido que se llamaba Ligdo, el cual era de lo mejor de la plebe, y su hacienda no era mayor que su nobleza; pero era fiel y de una vida irreprensible. Estando su muger embarazada y ya cercana al parto, la habló de esta forma: „Dos cosas son las que deseo, y por las que dirijo mis votos á los Dioses; la una que tengas un parto feliz, y la otra que sea varon lo que des á luz; porque si es hembra, es mas gravosa para mí, y la naturaleza me negó riquezas para poder dotarla; y si esto sucediese, y parieses hembra, lo cual los Dioses no permitan, mando y dispongo, aunque con mucha repugnancia (perdóneme el paternal amor), el que se la dé la muerte.” Esto dijo, y ambos prorumpieron en lágrimas, que les corrian y lavaban el rostro, tanto del que lop. 114 mandaba como de la que recibia el precepto. Sin embargo Teletusa[131] importunaba á su marido con inútiles ruegos, suplicándole no pusiese su esperanza en tal apuro; pero Ligdo se mantuvo inflexible en su resolucion. Apenas ella podia ya sostener la gravedad de su vientre por estar muy adelantada, cuando á media noche Isis,[132] acompañada de su pompa ordinaria, en apariencia de sueño se pone ante su lecho, ó á lo menos asi le pareció que la veia. Tenia en su frente una media luna y una real diadema de espigas, semejantes en el color al oro refulgente, á la cual acompañaban el Dios Anubis[133] en figura de perro, la Diosa Diana, Apis,[134] vario en colores, y el Diosp. 115 que tiene el dedo en la boca,[135] símbolo del silencio: habia tambien sistros;[136] y se hallaba alli Osiris,[137] nunca bastantemente buscado; y tambien un aspid, serpiente peregrina en la isla de Creta, llena de soporífero veneno. La Diosa, hablando con Teletusa como si estuviese despierta, la dijo: „Ó Teletusa, que eres una de las que me dan culto, depon tu cuidado y temor, y procura engañar á tu marido. Cuando se verifique tu parto no te detengas en criar lo que nazca, sea varon ó hembra. Yo te soy una deidad propicia, y movida de tus ruegos te dispenso mi socorro. No tendrás que quejarte de que diste culto á una Diosa desagradecida.” Despues que Isis le hubo aconsejado esto desapareció. La cretense Teletusa despertó con la alegría, se levantó de la cama, se arrodilló, y alzando sus manos al cielo, hizo una deprecacion para que se verificase su sueño. Llegó la hora de que le acometiesen losp. 116 dolores y se verificase el parto, en el cual dió á luz una hembra, que la madre mandó criar ocultándolo al padre, al que persuadió ser varon: él lo creyó, y este secreto estuvo reservado entre la madre y el ama de leche. Ligdo cumplió las promesas que habia hecho á los Dioses por que fuese varon, y puso á la prole el nombre de Ifis, que era el de su abuelo: la madre se alegró del nombre, porque cuadraba bien á ambos sexos: el artificio proseguia disfrazado, y servia para ocultarlo piadosamente al marido: el vestido que le puso era de niño; y el rostro tan acomodado á varon y hembra, que parecia hermosamente ambas cosas. Habiendo cumplido la edad de trece años, su padre prometió á Ifis por esposo á Yanta, hija de Telesto, la mas hermosa de todas las doncellas de la ciudad: ambas eran de una edad é iguales en belleza, y habian recibido de unos mismos maestros las primeras instrucciones. De aqui resultó el apoderarse el amor del incauto corazon de entrambas, y la herida fue igual á una y á otra, pero desigual la esperanza. Yanta espera regocijada el tiempo de las bodas estipuladas, creyendo y teniendo por hombre á Ifis, y que habia de ser su marido. Ifis ama lo que no espera poder gozar, y esto mismo le aumenta su ternura, y arde una doncella en el fuego de otra;p. 117 y deteniendo apenas las lágrimas, dice: „¿Qué fin es el que puedo prometerme en un amor tan prodigioso, tan nuevo, y que en el mundo no tendrá egemplar? Hubiera sido piedad el que los Dioses me hubieran privado de la vida, y si no querian quitármela ni destruirme, á lo menos debieron haberme dado un amor natural, y de la clase acostumbrada y correspondiente. No ama ardientemente una vaca á otra, ni una yegua á otra yegua: el carnero enamora á la oveja; la cierva sigue al ciervo; por este órden se aman las aves, y entre todos los animales ninguna hembra se inclina á otra hembra. Para verme en este apuro mas bien quisiera no haber nacido. Pero Creta parece el teatro de todas las monstruosidades: Pasifae se enamoró de un toro, es verdad; mas eran los dos de distintas especies; y si vale decir la verdad, mi amor es mas desatinado que el de aquella, pues en el de Pasifae hubo esperanza de verificarse y tener efecto, como le tuvo con el engaño de tomar la artificiosa figura de una vaca, y alli habia un amante que fuese engañado. Pero aqui y en mi amor, aunque se reunan á favorecerme las astucias de todos los hombres, aunque el mismo Dédalo vuelva volando con sus alas enceradas, ¿qué podrá adelantar? ¿Por ventura podrá transformarme en varon por medio dep. 118 la destreza de sus artes? Ó cuando á mí no me vuelva, ¿podrá transformar á Yanta para que asi pueda verificarse nuestro enlace?” Despues, reconviniéndose á sí misma, decia: „Ifis, ¿por qué no entras en acuerdo contigo, y por qué no apartas de tí unos deseos tan necios y desnudos de consejo? Reflexiona que has nacido muger; y si no te engañas á tí misma, desea solo lo que te es lícito desear, y ama lo que debe amar una muger. La esperanza es el orígen y el alimento del amor, y esta me la quita y destruye la imposibilidad del caso. Para abrazar á mi amada Yanta no tengo el inconveniente de las centinelas, ni el rezelo de un sospechoso marido, ni la aspereza de un padre, ni ella se niega ni resiste á mis instancias. Mas con todo no puedo verificar mis deseos, ni puedo ser feliz, aunque todas las cosas se reunan en mi favor, ni aunque los hombres y los Dioses se desvelen en idear medios de proporcionarlo. Es cierto que ninguna cosa de cuanto puedo desear de las que conducen al complemento del amor me hace falta, y los Dioses propicios me concedieron y facilitaron cuanto pudieron para fomentarle. Lo mismo que yo quiero quiere ella, lo quiere su padre, y lo quiere tambien el mio; pero no lo quiere ni lo permite la naturaleza, que tiene mayor eficacia y poderío que todos ellos; yp. 119 esta es sola la que tengo en contra mia. Ya se acerca el deseado tiempo y el dia de nuestras bodas, y en él será mia Yanta; pero de ningun modo será mia, y ambas nos abrasaremos de sed en medio de las aguas. Tú, Juno, y tú, Himeneo, ¿de qué aprovechará que asistais á unas bodas, en las cuales no habrá marido, y seremos ambas novias?” Calló con esto la desgraciada Ifis: Yanta por su lado no estaba menos enardecida y deseosa de que llegase con celeridad el dia del himeneo. Teletusa, temiendo que las bodas descubriesen el engaño, unas veces propone dilaciones, otras finge indisposicion, muchas recurre á los pretextos de suponer que habia tenido agüeros y sueños infaustos; pero ya llegaron á apurársele los pretextos y ficciones de que se valia, y se acercaba el tiempo, que hasta alli habia podido retardar, de celebrar las bodas, para las que solo faltaba un dia, y en este apuro y afliccion se quitó y quitó á su hija la cinta que recogia sus cabellos, y con ellos sueltos[138] se encaminaron al templo de Isis, y asida al ara pronunció con el mayor fervor esta deprecacion: „Divina Isis, que eres reverenciada en Paretonio,[139]p. 120 en los campos Marcóticos, en la isla de Paros y en el Nilo dividido en siete bocas, suplícote que me favorezcas y proporciones remedio á nuestro temor. En otro tiempo te ví, ó Diosa, con las mismas insignias que te veo ahora; todas las conocí, como igualmente á tus compañeras, las antorchas y el sonido de los sistros. Yo cumplí la órden que me diste, y por haberla observado ve mi hija la luz;[140] y si yo no he sido castigada por no haber obedecido á mi marido, es un efecto de tu bondad y proteccion. Apiádate de estas dos infelices, y ayúdalas con tu auxilio.” Esta súplica fue acompañada de un torrente de lágrimas. Pareció que la Diosa habia movido su altar, y con efecto lo habia conmovido. Las puertas del templo empezaron á temblar. La media luna que la Diosa tiene en la cabeza se vió resplandecer, y se oyó la armonía del sonoro sistro. Teletusa, alegre con tan felices presagios, aunque no del todo segura, se echó fuera del templo. Ifis la seguia con mas acelerado paso que el que acostumbraba. Su rostro habia perdido algo de su blancura; se sentia con aumento de fuerzas;p. 121 su semblante era menos afeminado; sus cabellos mas cortos y ensortijados; se siente mas vigoroso que cuando era muger: en una palabra, queda hecho varon la que antes fue hembra. Cumplid ¡ó agraciados! los votos que ofrecisteis[141] á estos templos, y en buena hora regocijaos ya sin sobresaltos. Efectivamente se desempeñan de la obligacion en que estaban, grabando alli esta breve inscripcion: Ifis, mudada en varon, cumplió exactamente las promesas que tenia hechas cuando era muger. Cuando los dorados rayos del sol alumbraban ya al mundo el dia siguiente, Venus, Juno é Himeneo se congregan á celebrar las bodas de los dos consortes, é Ifis transformada en hombre se desposa con su querida Yanta.


p. 122

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LIBRO DÉCIMO.

ARGUMENTO.

Himeneo, que habia asistido á las bodas de Ifis, partió desde ellas á las de Orfeo; pero fue con mal agüero, pues de alli á poco perdió este dos veces á Eurídice; una cuando murió mordida de una serpiente, y otra cuando la sacaba de los infiernos. Orfeo con este suceso quedó tan asombrado, como aquel á quien la vista del Cancerbero deja convertido en piedra. Despues de esto, como para alivio de sus penas cantase al son dep. 123 su lira en un monte muchas y varias transformaciones, vinieron á él y le rodearon todos los árboles de aquella montaña, y entre ellos el pino en que habia sido convertido Atis, y el ciprés en que habia sido transformado Cipariso.


p. 124

FÁBULA PRIMERA.

EURÍDICE MUERE DE LA MORDEDURA DE UNA SERPIENTE.

Desde las bodas de Ifis partió el Dios Himeneo por los aires cubierto con un vestido amarillo, y llegó á las playas de Tracia, en donde fue inútilmente invocado por Orfeo[142] para que asistiese á sus bodas. El asistió efectivamente á ellas; pero ni profirió la cantinela nupcial, ni fue con buen semblante ni con feliz agüero. La antorcha que tenia en las manos no ardia ni se encendia, aunque se le aplicaba el fuego, ni hacia otra cosa que rechinar y apagarse, despidiendo un humo que hacia salir las lágrimas de los ojos. El suceso fue mas triste que los anuncios; porque mientras la recien casada[143] andaba discurriendo por un floridop. 125 prado, acompañada de una tropa de Náyades, la acarreó la muerte la mordedura que la hizo una serpiente en un talon.

Ilustración

(100) Corriendo Eurídice por un prado con otras ninfas
es mordida por una serpiente y muere.


p. 126

FÁBULA II.

BAJADA DE ORFEO Á LOS INFIERNOS.

Despues de haber llorado Orfeo la pérdida de su esposa, y haber llenado los aires de ayes y lamentos, para hacerlos tambien resonar en la region de las sombras, formó por último el atrevido designio de bajar á los infiernos por la cueva y entrada que está en el monte Ténaro;[144] y caminando por entre una multitud de leves sombras de las almas de los que habian logrado el honor de la sepultura, se presentó ante Proserpina y Pluton, que son los que reinan en aquella triste region, é hiriendo las cuerdas armoniosas de su lira, las acompañó con la cancion siguiente:

Ilustración

(101) Saca Orfeo á Eurídice del Infierno
y vuelve á perderla por mirarla.

„Ó Deidades del mundo subterráneo, adonde venimos á parar todos los mortales, si dais licencia para que hable la verdad, omitiendo preámbulos importunos, no he venido acá para ver la negra mansion de los infiernos, ni para atar al Cancerbero de tres gargantas, ásperas con las serpientes que las rodean. Mi esposa es la causa p. 127de mi venida, que pisando una víbora, la mordió é infundió su veneno, y la causó la muerte en los floridos años de su juventud: procuré sufrir con paciencia esta desgracia, y confieso haber hecho cuanto pude para conseguirlo; pero venció el amor: ese Dios, que es bien conocido allá sobre la tierra: dudo si aqui lo será igualmente; pero me inclino á creer que sí tambien lo es, pues á vosotros igualmente os ha ayuntado el amor, si es que no miente la fama de que os unisteis por medio del pasado rapto.[145] Yo pues os suplico, poderosos Dioses, por estos lugares llenos de temor, por este caos, y por el pavoroso silencio de este dilatado reino, que me deis á Eurídice, y anudeis el hilo de su vida, que fue cortado fuera de sazon. Todos los vivientes os somos deudores; y aunque dilatemos algo nuestra vida, tarde que temprano todos caminamos á estas regiones. Estas son nuestras últimas moradas, en que os podeis vanagloriar de tener un imperio eterno sobre el género humano. Tambien Eurídice, cuando muera á su tiempo y en otra edad mas avanzada, volverá á recaer en vuestra jurisdiccion. Solo os pido el uso de algun tiempo porp. 128 gracia y beneficio; pero si los hados se oponen á mis deseos, vengo con determinacion de quedarme en estos lugares: gozad enhorabuena de la muerte de dos.” Aquellas pálidas almas lloraban al ver expresar los sentimientos de Orfeo, y al oir acompañar sus acentos con su armoniosa lira. Tántalo[146] dejó de coger el agua que siempre se le escapaba. La rueda de Ixion[147] se detuvo; los crueles buitres, que despedazaban el hígado del desgraciado Ticio, le dieron algun descanso; las hijas de Belo cesaron de echar agua en el tonel horadado, que se vacia al paso que lo llenan; Sísifo se sentó sobre la piedra, que está condenado á rodar sin pausa ni descanso. En esta ocasion fue cuando se vió por primera vez llorar á las implacables Furias. Proserpina y Pluton se enternecieron, y mandaron llamar á Eurídice, que estaba entre las almas recien entradas, y vino cojeando[148]p. 129 por causa de la mordedura de la serpiente. Recíbela Orfeo bajo la condicion de no volver atras los ojos hasta haber salido de los valles del Averno, so pena de que la perderia, y seria nula la gracia.[149] En medio de aquel profundo silencio trepan por un camino cuesta arriba lleno de malezas, y en que habitaban la oscuridad y las mas densas tinieblas. Ya les faltaba poco para llegar á la superficie de la tierra, y salir de aquella oscura region, cuando Orfeo, temiendo en este sitio no se cansase Eurídice, y deseoso de verla volvió la vista, y al punto fue detenida y retirada hácia atras; y extendiendo sus brazos para asir con ellos á su esposo, ó ser asida por él, no encontró ni palpó otra cosa la infeliz que el viento deleznable, y muriendo con esto segunda vez, no se quejó de que tuviese la culpa su marido. Porque ¿cómo habia de quejarse de verse amada? Con esto le dió el último á Dios, que con dificultad llegó á sus oidos, y fue tornada conp. 130 violencia al oscuro reino de donde habia salido. No causó menos pasmo á Orfeo la duplicada muerte de su muger que á aquel pastor[150] que tímido vió á Cancerbero encadenado por la garganta de en medio, el cual no perdió el pavor hasta que se le trasmutó su naturaleza convirtiéndose en peñasco: ni el referido pasmo de Orfeo fue menor que el de Oleno, que, cargando sobre sí el delito de su muger, quiso parecer y aparentar que era reo, el cual y Letea su esposa, engreida con su hermosura, y que en otro tiempo se quisieron tiernamente, ahora son peñascos del monte Ida. El desgraciado Orfeo volvió hácia atras en seguimiento de su muger, y se esforzaba para pasar el rio Leteo; pero el barquero Aqueronte[151] se lo prohibió, alejándole de su barca. Permaneció siete dias y otras tantas noches á la ribera del rio infernal sin otro alimento que sus lágrimas.


Ilustración

(102) Orfeo atrae al son de su voz y de su lira
á los animales, rocas y árboles.

p. 131

FÁBULA III.

ORFEO TOCA LA LIRA EN EL MONTE RODOPE.

En fin despues que Orfeo se quejó inútilmente de la crueldad de los Dioses del infierno, se fue al monte Rodope y á Hemo, donde reina el frio Aquilon. Pasáronse tres años sin haberse permitido al trato de ninguna muger, ya porque le habia salido tan mal el casamiento, ó ya porque le queria guardar á Eurídice la fidelidad que le habia prometido. No obstante muchas Ninfas desearon casarse con él, y solo las correspondió con desprecios, dedicándose á un amor inverso, que de él aprendieron los pueblos de Tracia,[152] á quienes agradaba la florida edad de los niños que aun no habian entrado en la juventud.

Sobre la cumbre de un collado se ostentaba una hermosa llanura de un campo, que estaba siempre verde con la grama y otras yerbas. En este sitio sin sombra fijó su residencia Orfeo, yp. 132 en él tocaba su lira, y al sonido de ella vinieron todos los árboles comarcanos á hacerle sombra, atraidos del dulce sonido de la lira. No hicieron falta ni dejaron de concurrir las encinas, los álamos blancos, los suaves tilos, las hayas, los laureles, los avellanos, los fresnos, los abetos, los carrascos, los plátanos, los acebos, los sauces, los lotos, el box siempre verde, los brezos, los arrayanes de dos colores, y las higueras. Tambien vinisteis vosotras, yedras trepadoras, juntamente con las vides llenas de pámpanos, y los olmos vestidos de parras, los quejigos, el madroño cargado de fruto encarnado, las erguidas palmas, premio de los vencedores, el pino de áspera y recogida copa, grato á la madre de los Dioses desde que Atis, sacerdote de esta Diosa, se convirtió en él.


Ilustración

(103) Queriendo darse la muerte Cipariso,
es transformado en Ciprés por Apolo.

p. 133

FÁBULA IV.

CIPARISO TRANSFORMADO EN CIPRÉS.

Entre toda la multitud de árboles que acudieron al son de la lira de Orfeo, vino tambien el ciprés, émulo de las pirámides, el cual, aunque ahora es árbol, fue antes un muchacho querido de aquel Dios que con las cuerdas arma y maneja la cítara y el arco.[153] El caso de su transformacion fue el siguiente: Habia un corpulento ciervo dedicado á las Ninfas de los campos de Cartea, el cual tenia unas astas de tal elevacion y anchura, que le servian de sombrage á su cabeza: las astas resplandecian con el oro, y de su delgado cuello iba pendiente hasta los brazuelos un collar de piedras preciosas. Un medallon de plata colgaba sobre su frente sujeto con unos pequeños lazos de cuero, y de sus orejas pendian tambien sobre las sienes dos arracadas del mismo metal. Este ciervo domesticado, y acostumbrado á no conocer el miedo, solia entrar en las casas, y presentar su cuello aun á las manos desconocidas para que lo halagasen; pero no obstante á nadiep. 134 le agradaba tanto como á tí, Cipariso, jóven el mas hermoso de toda la isla de Cos.[154] Tú cuidabas de llevarlo á los pastos mas abundantes y á las fuentes mas cristalinas. Unas veces entretejias sus astas con variedad de flores, otras, acomodándote en su espalda, ibas con él de una á otra parte, enfrenándole con un cabestro de color de púrpura.

Un dia de estío á la hora del mayor calor se echó el ciervo sobre la yerba, viéndose muy fatigado, para tomar un poco el fresco á la sombra de los árboles. El muchacho Cipariso, sin saber lo que se hacia, le atravesó con una aguda flecha, y viéndole espirar de aquella cruel herida, quedó sobrecogido de tal tristeza y desesperacion, que resolvió darse á sí mismo la muerte. ¿Qué de cosas no le dijo Febo para consolarle? Le amonesta que no se abandone á tanto sentimiento por una cosa de tan poca consideracion; pero él seguia entregado á sus gemidos y sentimiento, pidiendo á los Dioses que por último don le concediesen que jamas interrumpiese sus lágrimas. Á puro llorar vino á derramar su sangre por los ojos, y sus miembros empezaron á tomar un color verde, á transformarse en erizada melenap. 135 aquellos hermosos cabellos que poco há pendian de su nevada frente; y endureciéndose poco á poco, se elevó mirando rectamente al cielo, angostándose la copa hasta rematar en punta. Fue muy sensible á Apolo esta transformacion de que habia sido testigo, y suspirando: „Yo lloraré tu pérdida, le dijo, Cipariso; tu llorarás la de otros, y asistirás siempre á los lúgubres llantos.”[155]


p. 136

FÁBULA V.

RAPTO DE GANIMEDES.

Aquellos eran los árboles que Orfeo habia atraido al rededor de sí, y permanecia ordinariamente sentado á la sombra en medio de los animales y aves, que el encanto de su voz hacia venir de todas partes. Un dia despues que templó bien su lira, y conoció que las varias voces concordaban, sin embargo de la diversidad de sonido, se puso á cantar de este modo: „Ó Musa,[156] madre mia (pues todas las cosas estan sujetas al imperio de Júpiter), inflama mi pecho para que mis versos comienzen con sus alabanzas. Yo he celebrado ya muchas veces su poder; y subiendo mi lira al tono heroico, canté en otro tiempo la victoria que ganó sobre los gigantes, que abatió con los rayos[157] en los campos de Phlegra: ahora conviene p. 137un estilo mas llano para cantar los jóvenes que han sido amados por los Dioses, y las doncellas que, entregadas á no permitidos amores, merecieron la justa pena de su liviandad.

Ilustración

(104) Júpiter transformado en Águila
arrebata á Ganimedes.

„El Rey de los Dioses amó en otro tiempo con el mayor ardor al troyano Ganimedes,[158] y para conseguir su amor queria deponer su divinidad, é inventar una cosa en que transformarse diversa de la que él era; pero no quiso trasmutarse en otra ninguna ave sino en águila, porque esta era sola la que podia llevar sobre sí sus rayos. Puso por obra sin demora esta su determinacion; tomó con efecto la figura de águila, y rompiendo los aires con sus aparentes alas, bajó volando, y arrebató á Ganimedes, y lo subió al olimpo, en donde, aunque á pesar de la zelosa Juno, le hizo su copero, y le sirve la bebida del néctar.”


p. 138

FÁBULA VI.

JACINTO TRANSFORMADO EN FLOR.

Á tí tambien, jóven Jacinto, te hubiera trasladado Apolo al cielo si se lo hubieran permitido los hados; sin embargo tienes el privilegio de la inmortalidad, que es cuanto pudo hacer en tu obsequio. Cuantas veces expele la primavera al invierno, y cuantas saliendo el sol del signo de Piscis entra en el de Aries, otras tantas te renuevas, brotando tus flores en la verde pradera. Mi padre Apolo te amó mas que á otro ninguno, y tanto que por tí abandonó el templo y oráculo de Delfos,[159] frecuentando solo las riberas del rio Eurotas y la ciudad de Esparta por visitarte: ni le gustaba la lira ni tampoco las flechas, sino que enagenado de sí no se avergonzaba ni rehusaba llevarte las redes, los perros, y acompañarte por los collados de los ásperos montes, fomentando de este modo su pasion, y convirtiéndola en costumbre.

Ilustración

(105) Jugando Jacinto con Apolo, le mata un tejo
que el viento desvió.

p. 139„Un dia cuando Titan se hallaba en medio de su carrera, queriendo Apolo y Jacinto jugar al disco, se despojan de las ropas, y se ungen con aceite segun costumbre; Apolo arrojó el primero el disco con tanta fuerza y destreza, que penetrando la region del aire, dividió con su violencia las nubes, y de alli á mucho tiempo empezó á bajar hácia la dura tierra. Viéndolo Jacinto, sin prever el riesgo á que se exponia, y embebido en el juego, echó á correr para coger el disco; pero al tiempo que dió en el suelo saltó de rebote, y dió á Jacinto en el rostro, haciéndole una mortal herida. Quedóse Apolo tan descolorido como el mismo Jacinto; y reuniendo la carne que el golpe habia despedazado, unas veces la unia á la restante, otras enjugaba la sangre que corria de la herida, y otras procuraba contener su ya fugitivo espíritu, aplicándole los remedios y yerbas mas medicinales.[160] Nada aprovechó el arte, porque la herida era incurable. Al modo que las adormideras, los lirios y violetas, quebrantados sus tallos, inclinan su cabeza hácia la tierra, y ya no pueden erguirse, asi se inclinó su rostro al tiempo de espirar, y el cuellop. 140 y cabeza, faltos de vigor, se abatieron sobre los hombros. Entonces Apolo: „Desfalleces, le dijo, Jacinto, en tu primera edad, y veo que yo tengo la culpa de tu muerte. Tú eres causa de mi dolor, y en tí vino á descargar mi golpe. Mi diestra debe ser marcada con una señal que signifique tu muerte. Sí, yo soy la causa y el autor de ella. Pero ¿en qué está mi culpa? Como no se quiera dar este nombre al juego, y llamarse delito el haberte amado. ¡Ojalá pudiera dar mi vida por la tuya ó morir contigo! Pero puesto que el destino se opone á ello, reinarás siempre en mi memoria; mi canto y mi lira jamas dejarán de publicar tus alabanzas, y convertido en una nueva flor, estarán en tí escritos mis llantos y gemidos. Llegará tambien un tiempo en que el fortísimo Ayax[161] se añada á esta flor, y se lea en sus hojas su nombre.” Mientras Apolo decia estas cosas la sangre de Jacinto, que habia caido y manchado las yerbas, dejó su color, y convirtióp. 141 en una flor mas resplandeciente que la púrpura de Tiro, y tomó la forma que tiene el lirio, si este no fuera blanco y el jacinto encarnado. No se contenta Apolo con esto; él es el primero que le tributa honores; esculpe en las hojas sus suspiros, conteniendo la triste inscripcion de ay ay con las mismas funestas letras. La ciudad de Esparta no tiene por afrenta el haber sido patria de Jacinto, antes sí por un honor que dura hasta el presente tiempo, en el que se repiten y celebran cada año con mucha pompa unas fiestas y juegos en su honor, siguiendo la costumbre de los mayores.”


p. 142

FÁBULA VII.

LOS CERASTES CONVERTIDOS EN TOROS.

Mas si se pregunta á la ciudad de Amatonta, abundante en metales, si ella tiene por honor el haber sido patria de las Propétides, como Esparta en haberlo sido de Jacinto, responderá que antes bien lo tuvo por afrenta, del mismo modo que el haberlo sido de aquellos que procreó en otro tiempo, los cuales, por tener dos cuernos en la frente, se llamaron Cerastes. Frente de la casa de estos habia un templo y ara dedicada á Júpiter, protector del hospedage, en la que se hacian los mas abominables y tristes sacrificios. Cualquiera extrangero que llegase á verla teñida y salpicada de sangre creeria que en ella se habian sacrificado algunos ternerillos ó algunas ovejas de Chipre, y no era eso, sino que las víctimas que en ella se habian ofrecido eran los huéspedes y extrangeros que alli llegaban. Ofendida Venus de esta abominacion, estaba resuelta á retirarse de sus ciudades y de toda la region é isla de Chipre; pero reflexionándolo mejor, dijo:

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(106) Venus transforma en Toros á los
Cerastes que profanaban á Chipre.

„¿En qué han pecado mis ciudades y estos campos, que me son tan agradables? ¿Qué delito hay en ellos? Mejor p. 143es que los delincuentes paguen su pena con el destierro ó con la muerte, ó con otro castigo que venga á ser un medio entre estos dos. Y ¿cuál podrá ser este sino el de transformarlos en otra diversa figura?” Venus vacilante en qué los convertiria, vuelve la vista á los cuernos que tenian en su frente; y ocurriéndola el dejarlos con ellos, los transformó en crueles toros.”


p. 144

FÁBULA VIII.

PIGMALION.

Las Propétides[162] tampoco hicieron honor alguno á su patria, pues ademas de ser obscenas se atrevieron á negar que Venus fuese Diosa, por lo cual airada esta, se dice que las enardeció hasta el extremo de que fuesen el primer egemplar de la prostitucion; y como perdieron el pudor, y se les endureció la sangre en el rostro, poco á poco se fueron convirtiendo en duros peñascos.

„Como antes de su transformacion las viese Pigmalion que pasaban su vida en tan criminal disolucion, espantado de los vicios y desarreglos en que naturalmente incurren las mugeres, las juró aborrecimiento, y vivia en el estado de celibato, en el cual se mantuvo por mucho tiempo. En el intermedio de él hizo felizmente y con mucho arte una estatua de marfil, á la cual dió la forma de una muger tan hermosa, que ni la p. 145naturaleza ni el arte llegaron á mas, y viéndola tan bella, se enamoró de su estatua.

Ilustración

(107) Pigmalion se enamora de la estatua
que habia hecho, y Venus la anima.

„Su semblante era de una verdadera doncella: parecia que estaba viva, y que queria moverse á no prohibírselo la modestia: ¡tan grande era el primor que ocultaba el arte! Maravíllase Pigmalion, y se enciende en su pecho un fuego de amor á la estatua como si estuviese viva. Muchas veces la tocaba con sus manos dudando si era cuerpo viviente, y no se atrevia á decir que fuese marfil: besábala, y le parecia que le retornaba el cariño: la hablaba, la tenia en sus brazos, y se persuadia que sus dedos se imprimian en los miembros como si fuesen flexibles, temiendo que la impresion de ellos no la hiciese algun daño ó contusion. Con la idea de complacerla unas veces la hacia halagos, otras le traia conchas y piedrecillas, dones agradables á las doncellas, diversos pajarillos y flores de mil colores, lirios, bolitas pintadas y granos de ámbar. Tambien la adornaba con vestidos de gala; poníala en los dedos lucidos anillos, y en el cuello largas gargantillas, arracadas de piedras preciosas en sus orejas, y joyas en su pecho. Todas estas cosas le caian muy bien; pero despojada de ellas no estaba menos hermosa. Poníala en su cama llamándola su muger, y como si tuviera sentido la colocaba y reclinaba sobrep. 146 almohadas de suaves plumas. Llegó el dia y festividad dedicada á Venus, el cual se celebraba en la isla de Chipre con mucha solemnidad.[163] Ofrecíanse sacrificios de blancas novillas, doradas sus extendidas astas, y humeaban en los templos los ofrecidos inciensos. Pigmalion, despues de haber hecho un sacrificio, se puso delante del altar, y con el debido respeto hizo esta deprecacion: „Si podeis, ó Dioses, conceder todo lo que se os pide, os ruego que la muger con quien me case (y no atreviéndose á decir fuese la doncella que habia hecho de marfil, pronunció en lugar de ello) sea semejante á la estatua que he formado.” La refulgente Venus, que asistia á su festividad, conoció lo que queria decir aquella deprecacion, y en señal de que venia bien en darle gusto en lo que suplicaba, por tres veces se encendió por sí misma la llama de una antorcha, y su piramidal punta se elevó por los aires. Pigmalion, contento con este agüero, se volvió á su casa, y al punto que entró en ella se dirigió á la estatua de su querida, y tentándola le pareció que estabap. 147 caliente; que el marfil se ablandaba, y que deponiendo su dureza, cedia á los dedos suavemente, á la manera que la cera del monte Himeto[164] se ablanda á los rayos del sol, y se deja manejar con los dedos, tomando varias figuras, y haciéndose mas dócil y blanda con el manejo. Al verlo se pasma Pigmalion; se llena de un gran gozo mezclado con temor, creyendo que se engañaba. Volvió segunda vez á tocar la estatua, y se cercioró que era un cuerpo flexible, y que las venas daban sus pulsaciones al explorarlas con los dedos. Entonces Pigmalion pronunció las palabras mas enérgicas y acomodadas para dar gracias á Venus; estrechó su rostro con el verdadero de su querida, y sintiéndolo esta se llenó de rubor; y alzando su tímida vista, vió á un mismo tiempo al cielo y á su amante. La Diosa Venus felicitó con su asistencia el casamiento que ella misma habia proporcionado, y al cabo de nueve meses la que antes habia sido estatua dió á luz á Epafo, del cual la isla tomó el nombre. Tambien nació de ella y fue fruto de este enlace Ciniras, el cual hubiera podido contarse entre losp. 148 hombres felices si no hubiera tenido sucesion.[165]

„Me veo en la ocasion de contar cosas obscenas y horrendas. Retírense de aqui las doncellas y sus madres, pues no es razon las oigan: y si el suceso que van á referir mis versos os agradare y entretuviere, tenedlo por una novela, y no lo creais; y si lo creyéreis, creed tambien la pena con que fue castigado. Si es posible y parece creible que se haya cometido una maldad que aborrece la misma naturaleza, doy el parabien á la nacion traciana, á nuestro reino y á nuestras tierras por hallarse tan distantes de aquellas regiones en que sucedió la horrible maldad que voy á referir. Enhorabuena que la Arabia sea abundante en amomo, en cinamomo, en costo, en incienso y en otras flores y perfumes, con tal que sea ella sola donde se crie la mirra, árbol nuevo, que se produjo á costa de tal maldad.”


Ilustración

(108) Desesperada Mirra se colgó; pero su Nodriza
corta el lazo y la libra.

p. 149

FÁBULA IX.

MIRRA CONVERTIDA EN ÁRBOL.

Abominable Mirra, no tienes disculpa excusándote con el amor, porque este niega y repugna haberte herido sus armas, y se disculpa de que sus incentivos te pudiesen incitar. Solo alguna de las infernales Furias te abrasó con su horrible tea,[166] é inspiró en tí el venenoso hálito de sus hinchadas víboras. Maldad abominable seria el que hubieses aborrecido á tu padre; pero es mas abominable el que te enamorases de él. Puesto que de todas partes concurrian á ser pretendientes tuyos los próceres mas afamados, y la juventud de todo el Oriente se presenta como á competencia á solicitar tus bodas, elige al que quieras de todos ellos, con tal que en ellos no esté ni se cuente uno.[167] Mirra, conociéndose arrebatada de su pasion, resistia cuanto podia á un amor tan abominable, y decia entre sí: „¿Adónde me precipito? ¿Qué es lo que intento? Deidades,p. 150 piedad y reverencia paternal, sagrados respetos y derechos de los padres, impedid que llegue á egecutarse tal maldad, y oponeos á tan execrable deliro, á llamarse asi lo que intento, porque puede con razon negarse que lo abominen y condenen la piedad y la reverencia, pues vemos que los brutos y animales se enlazan entre sí sin reparos ni respetos: no es torpe ni feo en la novilla el tener por marido al toro su padre, ni al caballo el tener por muger á su propia hija: por el mismo órden se conducen las aves y los demas animales que andan y pacen reunidos en rebaños. Dichosos todos ellos, pues se hallan sin trabas, y les es lícita esta libertad.[168] La invencion de los hombres estableció unas extrañas leyes, que niegan y prohiben envidiosamente lo que la naturaleza permite y dispensa.[169] Con todo eso se cuenta que hay pueblos entre quienes la madre se casa con el hijo, el padre con la hija, y crece la piedad[170] con el amor duplicado. ¡Desgraciadap. 151 de mí! ¡Que no hubiera tenido la suerte de haber nacido en aquellas regiones, y me perjudicase la costumbre y derecho de mi patria! Pero ¿de qué me sirve cavilar sobre estas cosas? Alejaos de mí, esperanzas prohibidas. Es cierto que Ciniras es digno de ser amado; pero solo como padre. De aqui infiero que si yo no fuese su hija, podria enlazarme con él en lícito casamiento. La proximidad es la que me perjudica; y si fuera extraña, seria mas asequible mi esperanza. El corazon me inspira la resolucion de alejarme de aqui, y abandonar el suelo patrio por evitar tan execrable delito; pero mi loca pasion me detiene, porque presente podré recrearme con la vista de Ciniras, con tocarle, hablarle y besarle, ya que no pueda ser otra cosa mas. Pero ¿qué es esto que digo de mas, impía doncella, puedes esperar alguna otra cosa mas? ¿No conoces el trastorno que causarias en los nombres y en las leyes? Entonces serias una competidora de tu madre, concubina de tu padre, hermana de tu propio hijo, y madre de tu hermano. ¿No temes pues á las implacables Furias, que con la hacha en la mano y los cabellos erizados de serpientes amedrentan sin cesar á los delincuentes? Pero tú, puesto que aun no has cometido la maldad en efecto, no la concibas en el ánimo, ni atropelles con un gustop. 152 prohibido las poderosas leyes de la naturaleza. Imagínate que él pueda inclinarse á quererte; pero la cosa no es permitida, y le detendrá su misma piedad, y el acordarse de la prohibicion de la ley. ¡Ay! ¡cuánto desearia yo que él estuviese poseido de un fuego semejante al mio!” Con esto puso fin á su razonamiento; pero Ciniras, á quien la multitud de los pretendientes de su hija le hacia dudar sobre la eleccion, se los nombró todos, preguntándola á ella misma á cual escogia por su marido. Enmudece al principio; y reclinándose como desmayada sobre el rostro de su padre, se abrasa, y humedece sus ojos con un ardiente llanto. Creyendo Ciniras que sus lágrimas y silencio eran efecto de su modestia y pudor virginal, las interrumpe con su mandato, la besa y enjuga sus mejillas. Causaron mucho gozo á Mirra estas demostraciones de la terneza de su padre, y preguntada por este á quien de los pretendientes queria elegir por esposo, le respondió que á uno que en todo se le asemejase. Ciniras aplaudió sin entender la respuesta de su hija, teniéndola por obediencia y subordinacion, y la dijo: „Persevera, hija mia, en ser siempre tan obediente y piadosa.” Mirra, que oyó la palabra piedad que su padre habia pronunciado, bajó el rostro avergonzada de su delito. Á la media noche,p. 153 cuando todos estan descuidados y entregados al sueño, Mirra desvelada se abrasaba en el fuego de su amor, y resolvia en su imaginacion sus locos deseos. Unas veces desconfia, otras se resuelve á probar fortuna, y á intentar el ponerlos en egecucion. Ya se avergüenza, ya se inflama, y por mas que discurre no halla ni le adapta medio ni modo alguno de egecutar su proyecto; y á la manera que un grande árbol herido con los golpes de la segur, cuando ya resta poco para acabarlo de cortar, no se sabe hácia qué lado podrá caer, y se teme por todas partes, asi el ánimo de Mirra, agitado de tantos y tan varios impulsos, duda entre los medios que debe escoger, y no encuentra medio ni reposo sino en la muerte. Resuélvese á ella, se levanta precipitada con la determinacion de echarse un dogal á la garganta; y teniendo ya para ello atado al techo el cíngulo que al efecto se quitó, dijo: „Á Dios, querido Ciniras, sabe que tu amor es la causa de mi muerte.” Dijo esto, y al momento acomodó el lazo á su descolorido cuello. Se cuenta que su fiel aya, que dormia en la pieza inmediata, oyó el confuso ruido de las voces. Levántase asustada, abre la puerta, y viéndola en la disposicion que estaba, puesto en el cuello el lazo para ahorcarse, empieza á dar voces, se da golpes, se hierep. 154 el pecho, la desata y quita el lazo, y le hace pedazos. Despues la estrecha entre sus brazos, derrama un torrente de lágrimas, y la pregunta la causa de su desesperacion. Queda enmudecida la doncella, é inmóvil fija sus ojos en el suelo, sintiendo que su ama la hubiese hallado en aquella accion, y la estorbase darse la muerte. La anciana la insta de nuevo; y descubriendo sus canas y ya arrugados pechos, la ruega con mucho ahinco por la leche que la dió, y por los desvelos que padeció en criarla, que la comunique su dolor, cualquiera que él fuese. Mirra gimiendo con alguna indignacion repelió sus ruegos. La anciana persiste en averiguar la causa, prometiéndola todo su favor. „Dime, hija mia, la decia, ¿qué es lo que te aflige? No me niegues el gusto y consuelo que tendré en aliviarte. No me servirá de estorbo la vejez. Si el amor causa tu mal, tengo yerbas virtuosas y encantos para curarlo: si alguno te ha fascinado, serás purificada con las ceremonias mágicas: últimamente si los Dioses vengadores quieren castigarte, yo sabré aplacarlos con los sacrificios. Yo no puedo atribuir á otra cosa alguna mas que á las referidas la causa de tu desesperacion, porque tus bienes y tu casa no padecen ninguna quiebra ni menoscabo, y viven y estan sanos tu madre y tu padre.” Al oir Mirrap. 155 la palabra padre arrancó un triste suspiro de lo íntimo de su pecho, y el ama, aunque comprendió que podia proceder de algun amor, no sospechó que pudiese ser de los nefarios y prohibidos. Tenaz en su propósito de averiguarlo, la hace instancias á que la manifieste la causa de su desesperacion, fuese de la clase que fuese; y viendo que no daba otra respuesta que la de deshacerse en lágrimas, la tomó en su regazo, y abrazando estrechamente su cuello con sus débiles brazos, la dijo: „Ya he penetrado lo que ello es: tú estás enamorada; anímate y depon tu temor, y confia en que mi industria y mi eficacia te serán útiles para proporcionarte el logro de tus deseos, sin que jamas lo llegue á entender tu padre.” Mirra se soltó furiosa de los brazos de su ama, y echándose boca abajo sobre la cama y mordiendo la ropa, la dijo: „Apártate de aqui por vida tuya, y déjame ocultar mi vergüenza con el llanto;” y como el ama redoblase las instancias, la respondió: „No seas importuna, vete de aqui, ó deja de preguntarme la causa de mi dolor, porque es una maldad lo que pretendes saber.” Llenóse de horror la vieja; y alargando sus manos trémulas con la edad y con el miedo, se postró rendida á los pies de su alumna; unas veces la acaricia, otras la amedrenta si no la descubrep. 156 el secreto, amenazándola que descubrirá y publicará el delito que intentaba cometer cuando la halló á punto de quitarse la vida con el dogal al cuello, y por el contrario la aseguraba su ayuda y favor para el logro de su amor si se descubria. Mirra algo animada se incorporó, y echándose al cuello de su ama, la riega el pecho con sus lágrimas. Mil veces intenta descubrir su debilidad, y otras tantas detiene los acentos. En fin, cubriéndose el rostro con su ropa: „¡Ah! dijo suspirando, ¡qué dichosa es mi madre con ser esposa de mi padre!” No dijo mas, y concluyó con un suspiro; pero la aya, que comprendió el sentido de estas palabras, entró en un temblor que la penetró hasta los huesos, se llenó de pavor, y se le erizaron los plateados cabellos. Persuadióla cuanto pudo por si podia apartarla de una pasion tan criminal. Penetra Mirra lo justo de sus persuasiones; pero sin embargo estaba resuelta á morir si no daba satisfaccion á sus deseos. „Vive, la dijo entonces el aya: tú gozarás de tu propio...” y calló, no atreviéndose á decir padre, y la asegura con juramento esta promesa. Era tiempo en que las matronas vestidas de blanco celebraban la fiesta de Céres, y la ofrecian como en primicias de sus cosechas guirnaldas de espigas; y era rito de esta solemnidad el quep. 157 en los nueve dias y noches que duraba las casadas no podian cohabitar con sus maridos, y como Ceneris[171] era una de las que asistian á la fiesta, quedóse solo el Rey Ciniras su marido. Aprovechándose la oficiosa aya de esta coyuntura, se entró en su cámara en ocasion que le halló algo trastornado con el vino, y le propuso bajo un nombre supuesto el amor que le tenia una jóven, alabándole mucho su hermosura. Preguntándola el Rey los años de la doncella, respondió que era de la misma edad de su hija, de lo que informado, mandó se la llevara. Al momento fue al cuarto de Mirra, y abrazándola la dijo: „Alégrate, hija mia, pues ya te tengo proporcionada la victoria y el logro de tus deseos.” Aunque esta noticia no causó sino una alegría imperfecta á Mirra, y que su corazon le presagió alguna cosa funesta, no obstante no dejó de regocijarse: tanta era la perturbacion en que la tenia su pasion. Llegó la media noche, en que todo yacia en silencio profundo, y el carro de Bootes habia ya torcido su direccion. Á esta hora se encaminó Mirra al aposento de su padre á egecutar su torpe deseo. La luna desamparó el cielo, ocultándose debajo del horizonte; las estrellas se cubrieron de nubesp. 158 negras y espesas, y la noche quedó en una total oscuridad. Icario y Erigone,[172] vosotros que por el amor paternal fuisteis colocados en el cielo, velasteis vuestro rostro por no ser testigos de una accion tan abominable. Mirra tropezó tres veces, y tres veces el fúnebre buho la presagió alguna desgracia con su lúgubre canto. No obstante como la noche y las tinieblas la hacian menos tímida, continuó su camino asida á la mano izquierda de su aya, y de la derecha se servia para atinar el camino por medio de la oscuridad. Llega por último á la entrada del cuarto de su padre. Apenas entró cuando le temblaron las rodillas, vacilando las piernas; mudó de color, y la faltaba el ánimo para proseguir. Cuanto mas se acerca á su delito tanto mas se horroriza y arrepiente de su atrevimiento, y quisiera poder volverse sin ser conocida. La vieja, que la ve detenerse, la conduce é introduce, llevándola asida por la mano, y al tiempo que la entregaba á Ciniras habló de esta manera: „Esta es la persona que te he prometido,” y se retiró, dejándola en el cuarto. Ciniras para acariciarla, alentarla y hacerla deponerp. 159 el temor es creible que alguna vez la llamase hija, y ella á él padre, y de este modo no faltaron á la maldad los verdaderos nombres. Cometido el incesto, del que fue consecuencia la gravidacion, se repitió por el mismo órden otras noches, hasta que Ciniras, ansioso por ver y conocer á su amante, hizo entrar una luz, á cuyo resplandor vió y comprendió su delito, y que la cómplice era su hija. Callando y sin pronunciar una palabra, porque no se lo permitia su dolor, arremetió á su espada, y la desenvainó. Mirra al verlo echó á huir, y se ocultó y escapó de la muerte favorecida de la oscuridad y de lo tenebroso de la noche, á quienes debió poder escapar del palacio y salir á los dilatados campos, y entregándose por ellos á la fuga, penetró peregrinando hasta la Arabia, abundante en palmas, y se dejó atras las llanuras de Pancaya, y despues de haber andado errante por espacio de nueve meses, hallándose cansada de la fatiga de su viage, y aun mas de la incomodidad de su embarazo, hizo alto en la region Sabea. Entonces sin saber qué hacer, pues le era odiosa la vida, aunque temia la muerte, hizo á los Dioses esta súplica: „Ó Dioses, si favoreceis á los que confiesan su delito, yo me reconozco digna de la mayor pena: no rehuso el merecido castigo. Mas para que yo no sea elp. 160 oprobio y escándalo de la tierra si vivo en ella, ó la vergüenza y espanto de los muertos si bajo al reino tenebroso, arrojadme de ambos imperios, y mudándome mi forma, negadme la vida y la muerte.” Estos votos y súplicas de Mirra hallaron propicios á los Dioses, pues aun no las habia concluido cuando la tierra empezó á cubrir sus pies, que se volvieron raices retorcidas, capaces de sostener un robusto árbol. Sus huesos, que conservaron su medula, formaron el tronco; su sangre se convirtió en jugo, sus brazos y dedos se trocaron en las ramas, y su piel en dura corteza; la que creciendo poco á poco, habia ya ocultado el elevado é hinchado vientre y el pecho, y se dirigia á cubrir el cuello y cabeza, que era lo que únicamente faltaba: no aguardó á tanto Mirra, sino que impaciente con la tardanza se encogió un poco, y zabulló su rostro en la corteza que venia creciendo. Aunque con la transformacion de su cuerpo perdió Mirra el uso de todos los sentidos, conservó el llanto, pues del tronco se destilan unas cálidas gotas, que corriendo por él á manera de lágrimas, se congelan y forman una preciosa goma, que tiene y conserva el nombre de Mirra, y perpetuarán la memoria y noticia de su transformacion á todas las edades.”


Ilustración

(109) Mirra pare á Adonis y es transformada
en el árbol de su nombre.

p. 161

FÁBULA X.

NACIMIENTO DE ADONIS.

El incestuoso feto que Mirra tenia en su vientre antes de su transformacion creció,[173] y se puso despues de ella á punto de salir á luz, para lo cual buscaba camino por donde echarse fuera, y dejar el seno materno. El vientre se entumecia debajo de la corteza, y el peso hacia extender y dilatar al árbol, sin que los dolores pudiesen explicarse por falta de voz, ni en aquel aprieto de la parturienta pudiese ser invocada Lucina. El árbol tomó una postura semejante á la de una muger que hace esfuerzos para el parto, y encorvándose daba continuos gemidos, y se humedecia con las gotas que destilaba á manera de lágrimas. Lucina propicia acudió á los ramos y troncos que tristemente rechinaban, aplicó á ellos sus manos, y pronunció las palabras y cláusulas que sirven para facilitar los partos. Por la eficacia de ellas se abrió el árbol, y por la abertura de su cortezap. 162 salió vivo un niño, y empezó á llorar. Las Náyades le pusieron sobre la mullida yerba, y le ungieron y bañaron con las gotas que como lágrimas destilaba el árbol. Hasta la misma Envidia alabaria la hermosura de su rostro, pues era tal, que no le excedian los retratos que al vivo se expresan del desnudo Amor; y para que entre estos y aquel no hubiera diferencia con el adorno, pudiera muy bien quitársele á este el carcax,[174] y acomodarse á aquel.”


Ilustración

(110) Venus aconseja á Adonis que solo
caze animales indefensos.

p. 163

FÁBULA XI.

VENUS Y ADONIS.

El tiempo y la edad corren ocultamente, y no hay cosa mas veloz que los años. Este niño, hijo de su hermana y de su abuelo, que poco antes habia estado oculto en el árbol, y habia nacido de él, llegó, siendo cada vez mas hermoso, desde la infancia á la juventud, y desde esta á la edad varonil,[175] en la que excediéndose á sí mismo en belleza, fue el objeto del amor de la Diosa Venus, y vino á vengar en ella el amor que habia inspirado á su madre: fue pues el caso que el niño Cupido, al tiempo que como hijo se acercó á dar un beso á su madre Venus, sin advertirlo la clavó en el pecho la punta de una de sus flechas.[176] La Diosa sintiéndose herida, arrojó y apartó de sí á su hijo Cupido; y aunque al ir á mirarse la herida le pareció que era pequeña, era mas profunda de lo que parecia. La flecha la encendió en el amor de Adonis (que este era el nombre del hijo de Mirra), y este amor la hizop. 164 descuidarse de las playas de Citera, y de frecuentar las islas de Pafos, la de Cnido y la de Amatonta, abundante en metales.[177] Tambien se ausentó del olimpo, al cual preferia á su Adonis. Á este ama, de este no puede apartarse un momento; y la que antes estaba acostumbrada á las delicias de estar á la sombra, y á adornarse para acrecentar su hermosura, ahora, semejante á Diana, con el vestido arregazado y descalza trepa por collados, selvas y ásperos peñascos con su amante, azuzando á los perros, y dando alcance á las veloces liebres, ciervos, gamos, y á los demas animales fáciles de cazar; pero se abstiene de los bravos jabalíes, de los hambrientos lobos, de los osos armados de sus uñas, de los leones hartos con la muerte de los ganados, y amonesta á Adonis tema á unos animales tan peligrosos. „Tú puedes, le decia, seguir con tu valor y denuedo á las bestias que huyen del cazador. La osadía no es segura contra las fieras, á quienes dió armas la naturaleza: no te expongas, querido jóven, temerariamente y con peligro mio: mira que me estará y costará muy cara tu animosidad: ni tu edad, ni tu hermosura, ni cuantas cosas me hicieronp. 165 inclinarme á tí, serán respetadas, ni detendrán á los leones, á los cerdosos jabalíes, ni templarán la centellante vista ni impetuosidad de las fieras. No olvides nunca que los rayos no son tan temibles como los colmillos de los ásperos jabalíes, y que los rojos leones tienen ímpetu y una grande saña, y estos últimos son para mí muy odiosos.” „¿Cuál es la causa, la pregunta, que te estimula á darme tales consejos?” „Yo te la diré, respondió Venus, y te referiré una monstruosa transformacion, á quien dió causa una culpa que es ya bien antigua.”


p. 166

FÁBULA XII.

VENUS Y ADONIS SOBRE EL CESPED.

Pero ya me siento fatigada del egercicio de la caza, á que no estoy acostumbrada: este blanco álamo nos convida con su fresca y apacible sombra, y la yerba de esta pradera nos ofrece blando lecho, en el que me será de gusto y complacencia el disfrutar contigo, mi amable Adonis, un rato de descanso.” En esto se reclinaron en la pradera; y Venus, apoyada mas sobre aquel que sobre el suelo, dejando caer sobre su pecho la cabeza, é interpolando á cada palabra los mas tiernos ósculos, le refirió el suceso siguiente.”


Ilustración

(111) Hipomenes vence con ardid en
la carrera á Atalanta.

p. 167

FÁBULA XIII.

CARRERA DE HIPOMENES Y ATALANTA.

Acaso habrás oido hablar de una doncella que llevaba ventajas en la carrera á los hombres mas ligeros. La voz que acerca de esto corrió no fue ciertamente una fábula. Es evidente que los aventajaba, y no era fácil decidir en qué se aventajaba mas, si en la ligereza de sus pies ó en su hermosura. Habiendo esta doncella consultado al oráculo sobre la eleccion de un esposo, le respondió aquel: „Atalanta, no te conviene tener marido. Huye del consorcio; pero no podrás huir, y tendrás la desgracia de carecer, aunque viva, de tí misma,[178] siendo convertida en otra forma.” Amedrentada con la respuesta del oráculo, resolvió vivir soltera, frecuentando las selvas sombrías en el egercicio de la caza.[179] Cuando se veia importunadap. 168 de la multitud de pretendientes los despedia y excluia con una terrible condicion, diciéndoles: „Si me he de casar con alguno de vosotros, ha de ser con el que me exceda en la carrera: apostad todos á correr conmigo: si yo fuese vencida, será el premio mi mano y mi consorcio; pero si yo venciere, la muerte será el castigo del vencido. Esta ha de ser la ley del certamen.” Ella ciertamente era una condicion cruel; pero la hermosura tiene mucho atractivo y eficacia. Sujetóse á esta dura ley una grande y temeraria multitud de pretendientes. Hipomenes, que habia concurrido movido de la curiosidad de ver el certamen de la carrera, instruido de la dura ley con que se hacia: „¿Es posible, dijo, que haya hombre que solicite á una muger, exponiéndose á tanto riesgo y peligro?” Al tiempo que desaprobaba los excesivos amores de los jóvenes descubrió á Atalanta con el velo quitado,[180] y al ver su hermosura, el aire y gracia de su cuerpo (que era como el mio, ó como el tuyo si fueses muger),[181] se quedó pasmado, y alzando las manos dijo: „Perdonadme, jóvenes amantes, á quienes sin razon poco hace tuve por temerarios,p. 169 por no estar informado de la calidad del premio á que aspirábais.” Alabando asi á Atalanta, concibe amor por ella; del amor pasa luego á la envidia, y desea que ningun jóven corra mas velozmente que ella. „¿Por qué, dice, no he de probar yo fortuna en esta competencia? Los Dioses favorecen siempre á los atrevidos.” Mientras Hipomenes se decia á sí mismo estas razones vió pasar á Atalanta; y aunque iba con la misma velocidad que una ave ó una saeta de Escitia, no obstante tuvo tiempo de admirar su belleza, que habia tomado incremento con el egercicio de la carrera. El aire con que corria, tremolando los lazos de su calzado, daba nuevo impulso á sus ligeras plantas; tambien hacia ondear sus cabellos sobre las espaldas mas blancas que el marfil, y agitaba las lazadas de las ligas, que se la veian debajo de las rodillas, y el egercicio de la carrera sonroseaba la blancura de su rostro, no de otro modo que cuando la luz, penetrando por un velo ó cortina encarnada, pinta de color encarnado la blancura de la pieza que ilumina. Mientras Hipomenes nota admirado todas estas bellezas llega Atalanta al fin de la carrera, en la que salió vencedora, y mereció se la diese el premio de la corona. Suspiran los vencidos, y padecen el castigo segun las leyes del combate.p. 170 Poco amedrentado Hipomenes con el suceso de estos jóvenes, se presentó en la palestra, y fijando la vista en Atalanta, la habla de esta manera: „¿Qué gloria puede tributarte la fácil victoria de los cobardes? Contiende conmigo; y si mi fortuna me hiciere vencedor, no te avergonzarás de haber sido vencida por un pretendiente de mi gerarquía, porque mi padre es Megareo, hijo de Onquestio, y nieto de Neptuno, de modo que yo vengo á ser biznieto del Rey de las aguas: mi valor no es menor que mi nobleza; y si yo soy vencido, tendrás un grande y memorable nombre por haber vencido á Hipomenes.” Mientras decia estas cosas Atalanta le miraba con semblante halagüeño,[182] é incierta de si le estaria mejor vencerle ó ser vencida, habló en estos términos: „¿Qué deidad contraria y opuesta á los hombres de gallardía y gentileza se propone perder á este jóven? ¿Quién es el que le inspira á que pretenda mi casamiento con peligro de su amable vida? En mi sentir no me considero acreedora á que por mí se exponga á tanto riesgo; no me mueve á compasion su gallardía, aunque ella es tal que pudiera conmoverme, sino el verle aunp. 171 tan jóven. No él sino su edad es la que me compadece; y ¿qué diré siendo testigo de su valor, y del desprecio que muestra á la muerte? ¿Qué cuando le contemplo en cuarto grado descendiente de Neptuno? ¿Qué al ver un amor tan fino que estima mi mano mas que su vida, y se resuelve á morir si la dura suerte le negase el vencerme? Ilustre extrangero, le dijo, desiste ahora que estás en tiempo, y abandona la pretension de un enlace que te expone á perder la vida. Mi casamiento es cruel y costoso. Hallarás otras infinitas que apetezcan casarse contigo, pues eres digno de ser amado por cualquiera discreta jóven. Mas ¿por qué, prosiguió, me tomo yo estos cuidados por este jóven, á quien no desanima el egemplar de los muchos que han sufrido la muerte por haber sido vencidos? Allá se las avenga; muera, pues él lo quiere; y sin escarmentar con la desgracia de tantos pretendientes, parece que le desagrada el vivir. Pero ¿será puesto en razon que muera únicamente porque intenta vivir en union conmigo?[183] ¿Será buena recompensa del amor que me manifiesta el que sufra la muerte, que él en verdad no merece? Todo el lauro de mi victoriap. 172 no podrá mitigar el disgusto y resentimiento que tendré de haberlo vencido; pero en caso de que incurra en esta desgracia, no será culpa mia, sino de su temeridad. ¡Ah, inconsiderado jóven, si te allanaras á desistir de tu empresa! ¡Ah, si ya que eres temerario fueras mas ligero que yo! ¡Qué femenil hermosura se descubre en tu pueril semblante! ¡Ah, infeliz Hipomenes, no querria haber sido vista por tí! Ciertamente eres digno de vivir; y si yo fuese mas feliz, y los importunos y contrarios hados no me prohibiesen el estado conyugal, serias tú el solo con quien yo apeteceria casarme.” Concluyó su razonamiento; y como poco experimentada, y por primera vez acometida del amor, ama sin advertirlo y sin saber lo que hace. El padre de Atalanta y todos los espectadores instaban sobre que se continuase el certamen de la carrera; y estando para principiarla, Hipomenes invocó mi proteccion[184] con el mayor fervor, diciendo: „Ayude y favorezca Venus Citerea[185] mi atrevimiento, y proteja este amor que en mí ha fomentado.” Conmovíme, lo confieso, con esta rendida súplica, que el blandop. 173 viento hizo llegase á mis oidos; pero como ya iba á empezar la carrera, quedaba muy poco tiempo para usar de arbitrios en su favor. En la isla de Chipre[186] hay un campo, que sus naturales le llaman Tamaseno. Este sitio, que es la mejor parte de la isla, me fue dedicado por los antiguos, y mandaron que se agregase en dote á mi templo. En medio de este campo hay un árbol, cuyas hojas y frutos son de oro. Yo volvia de él en esta sazon, y traia en la mano tres manzanas de oro que habia cogido. Lleguéme á Hipomenes sin que nadie pudiese verme sino él solo, y le enseñé al dárselas el uso que habia de hacer de ellas. Á la señal que hicieron las trompetas el uno y la otra partieron á un tiempo de los señalados límites con la mayor ligereza. Parecia que sus pies apenas tocaban la arena. Al verlos se creeria que podrian correr sobre el mar sin humedecer sus plantas, y sobre las espigas de las secas mieses sin ajarlas.[187] Animaban á Hipomenes las voces y aplausos de los espectadores, que gritaban diciendo: „Ahora, ahora, Hipomenes, es la ocasion de que te esfuerces; corre ligero; usa ahora de todasp. 174 tus fuerzas; date priesa, que tú alcanzarás la victoria.” No es fácil de decidir á quien de los dos agradaban mas estos aplausos, si á Hipomenes ó á Atalanta. ¡Cuántas veces, pudiendo ella dejarle atras, se detuvo de intento! ¡Y con cuánta dificultad apartaba la vista que en él llevaba clavada! Fatigado Hipomenes de tan larga carrera, respiraba ya un aliento seco y anhelante, y aun faltaba mucho para llegar al término de la carrera. Entonces arrojó una de las tres manzanas. Pasmóse Atalanta al verla, y deseosa de cogerla torció la carrera para alzarla. Entre tanto Hipomenes la cogió ventaja, y empezaron á victorearle los espectadores. Mas ella repara la detencion y el tiempo perdido con la veloz carrera, y deja atras al jóven. Aunque Hipomenes volvió á detenerla arrojando otra manzana, volvió á alcanzarle y á dejársele atras. Ya solo faltaba el último tercio de la carrera cuando Hipomenes me hizo esta súplica: „Asísteme ahora, ó Diosa, y haz que me aproveche este don que benéfica me has hecho.” Al pronunciar estas palabras arrojó con fuerza la tercera manzana hácia un lado para que perdiese la direccion en ir por ella, y volver á la carrera. Pareció que la doncella dudaba si iria ó no á cogerla; pero yo con mi inspiracion la incliné á que se determinase, y al tiempo dep. 175 cogerla aumenté el peso de la manzana, y la impedí su velocidad con esta detencion y con el mayor peso de aquella. Últimamente porque mi narracion no se extienda mas que aquella carrera, Atalanta quedó vencida, é Hipomenes vencedor obtuvo su premio.”


p. 176

FÁBULA XIV.

HIPOMENES CONVERTIDO EN LEON Y ATALANTA EN LEONA.

Dime ahora, querido Adonis, ¿no era yo digna de que Hipomenes me hubiese rendido gracias y ofrecido el honor del incienso y de los sacrificios por semejante favor? Pues has de saber que ni me las tributó ni me ofreció sacrificios. Me dejé arrebatar de la ira mas violenta; y sintiendo vivamente este desprecio, me indigné contra ambos, é hice en ellos un castigo tal que me asegurase de ulteriores desprecios. Pasaban un dia junto á un templo, que escondido en una espesa selva habia en otro tiempo edificado por voto á la madre de los Dioses el esclarecido Equion.[188] Como se hallaban fatigados del largo camino, se sentaron á la sombra para descansar. Alli asaltó á Hipomenes un intempestivo deseo del uso conyugal, promovido por mí. Cerca del templo habia un lugar retirado de escasa luz, formado naturalmentep. 177 de las peñas, á manera de una cueva, y que habia sido consagrado desde la mas remota antigüedad, y alli los sacerdotes habian colocado muchos simulacros de madera de los antiguos Dioses. Entraron en este sitio, y le profanaron con una accion tan agena de su santidad. Los Dioses por no ver este sacrilegio volvieron los ojos, y Cibeles dudó si sumergiria á los delincuentes en la laguna Estigia; pero le pareció que este castigo era muy leve para un delito tan enorme. Al punto pues se cubren sus cuellos de rojas crines; sus dedos se encorvan en uñas; los hombros se convierten en espaldas; todo el peso carga sobre los pechos; con la cola barren la superficie de la arena; en el rostro se ve pintada la saña, y en vez de palabras pronuncian un espantoso murmullo, y tienen por tálamo las selvas: en una palabra, fueron transformados en leones, animales temidos de todos, y dóciles para el carro de Cibeles. Tú pues, amado Adonis, huye de estas fieras, y de todas aquellas que en vez de huir y volver la espalda presentan su cuerpo y pecho á los que les acometen. Evita su encuentro, no sea que tu osadía sea perjudicial á tí y á mí, que mas que tú sentiré tu desgracia.” Despues que Venus dió este consejo á Adonis, tomó el camino por los aires en un carro tirado de cisnes.p. 178 Pero Adonis, dejándose llevar de su valor, no se aprovechó de las advertencias de Venus.”


Ilustración

(112) Venus llora á su querido Adonis
herido por un jabalí.

p. 179

FÁBULA XV.

MUERTE DE ADONIS.

Los perros de Adonis, que seguian el rastro, echaron del bosque un jabalí, y cuando iba á salir de la selva le hirió de través con una flecha. Al punto el feroz animal sacudió el dardo ensangrentado, y con sus colmillos corvos siguió á Adonis, que temblaba y buscaba donde guarecerse; se los clavó todos debajo de la ingle, y lo arrojó moribundo en la roja arena. Venus, conducida por medio de los aires en su ligero carro, no habia llegado aun á la isla de Chipre, y de lejos oyó los suspiros de su moribundo amante, y volvió hácia alli el ligero carro: luego que desde la alta region le vió desmayado, y que se revolcaba en su misma sangre, bajó; y rasgando sus delgados vestidos, se arranca los cabellos, se hiere el pecho lastimosamente, y quejándose de los hados, les dice: „No han de estar todas las cosas sujetas á vuestro poder. Querido Adonis, quedarán para siempre vestigios de mi llanto y sentimiento por tí, y en memoria de tu muerte se repetirá y celebrará todos los años una fiesta en que se imitará y representará mi llanto y mip. 180 dolor. Tu sangre será convertida en flor. Asi como tú, Proserpina, pudiste en otro tiempo convertir á tu rival[189] en olorosa yerbabuena, ¿no podré yo tambien, sin que se me atribuya á mal, convertir á Adonis en otra yerba?”

„Despues que dijo esto roció con néctar oloroso la sangre de Adonis, que hinchándose como aquellas gotas de agua que al caer forman menudas y transparentes ampollas, en menos de una hora salió de la sangre una flor colorada semejante á la de la granada. Esta flor es de corta duracion, porque siendo de poco vigor y de mucha ligereza, la marchitan los vientos, de quienes tomó el nombre de amapola.”


p. 181

Ilustración

LIBRO ONCENO.

ARGUMENTO.

Despues que las mugeres de Tracia, agitadas del entusiasmo de Baco, despedazaron á Orfeo, se convirtieron en árboles. Baco se retira de la Tracia; y por la restitucion de Sileno remuneró á Midas con la gracia de que convirtiese en oro todo lo que tocase. Y como este don le acarrease mas daño que provecho, se bañó en el rio Pactolo, y trocó en oro sus arenas. Despues, por haber desempeñado mal el papel de juez, Apolop. 182 le hizo nacer orejas de asno, y en seguida edificó los muros de Troya, revestido de forma humana. Habiéndose Hércules apoderado de la ciudad, dió á Telamon á Hesione por muger, en suposicion de haberse Peleo casado ya con Tetis despues de sus varias transformaciones; y habiendo ido á verse con Ceix, en parte vió y en parte entendió que Dedalion se habia convertido en alcon, y un lobo en piedra. Alcione, despues de haber visto en un sueño el naufragio de su marido, ella y este se transformaron en aves. Luego que algunos los vieron volar por los aires se acordaron que en otro tiempo Esaco, que entonces vivia, se habia transformado en cuervo marino.


Ilustración

(113) Las Bacantes de Tracia que mataron
á Orfeo son transformadas en árboles.

p. 183

FÁBULA PRIMERA.

ORFEO DESPEDAZADO POR LAS BACANTES.

Mientras Orfeo halagaba y atraia con la dulzura de su canto la ferocidad de los animales, árboles y peñascos, las jóvenes Ciconas,[190] cubiertas con pieles de fieras, lo vieron desde un alto en el monte Rodope, que estaba cantando sus versos al son de la lira. Una de ellas, dejando agitar el cabello á discrecion de los vientos: „He aqui, dice, nuestro capital enemigo.” Y diciendo y haciendo le tiró al rostro el tirso, que como estaba entretejido de pámpanos, solo le hizo una ligera contusion: otra le tiró una piedra, la cual quedó sin efecto en el aire á la armonía de su voz y lira, y se arrojó á sus pies como pidiéndole perdon por su enfurecido atrevimiento: sin embargo se empeñaron las demas en una temeraria pelea, sin observar modo por estar dominadas del mas loco furor. Las armas que le disparaban hubieran perdido sin dificultad su fuerza con la eficacia del canto de Orfeo, sip. 184 la confusa gritería, los tambores, las flautas y cornetas, las voces y los aullidos de estas mugeres Bacantes no hubieran confundido el son de la lira. En medio de este tumulto fue herido el desgraciado Orfeo con las piedras que le tiraron; y despues que las Ménades[191] dispersaron las aves, serpientes y la multitud de animales, que encantados de sus dulces acentos formaban un cerco al rededor de él, se vuelven con las sangrientas manos contra Orfeo, y le rodean como las aves que ven á la lechuza en medio del dia, ó como los perros al rededor de un ciervo que sueltan por la mañana para diversion del pueblo en el anfiteatro. Ellas le acometen por todas partes, y le tiran los tirsos verdes, que no estaban destinados para este uso. Unas le arrojan terrones, otras ramas arrancadas de los árboles, otras guijarros; y porque no faltasen armas á su loco furor, acaeció que cerca de alli habia unos labradores que barbechaban la tierra, y otros no lejos la cavaban, ganando el preciso sustento con el sudor de su rostro; los cuales, como vieron el escuadron de mugeres, huyeron y dejaron los instrumentos de su penoso trabajo; á saber, pesados rastrillos y azadones. Las Bacantes se apoderaron de estas armas,p. 185 y aun arrancaron á los bueyes los cuernos, y volvieron á acometer al desgraciado Orfeo, que en vano les tendia las manos para aplacarlas; y esta fue la primera vez que no movió con su voz á los que le oian. En fin ellas le mataron sacrílegamente, y su alma (¡ó Júpiter poderoso!) se exhaló á los vientos[192] por aquella misma boca que articulaba aquellos dulces sones, y que tantas veces oyeron los peñascos y entendieron los animales. Por tí, desgraciado Orfeo, hicieron sentimiento las aves, las fieras, los peñascos; y las mismas selvas, que muchas veces acudieron al son armonioso de tu lira, te lloraron con amargas lágrimas. Los árboles despojados de sus hojas, los rios crecidos con las lágrimas que derramaron, las Náyades y Dríades vestidas de luto y esparcidos los cabellos, tambien fueron sensibles á tu muerte: sus miembros estaban esparcidos por todas partes: su cabeza y lira cayeron en el Hebro;[193] y cuando iban por medio de la corriente (¡cosa maravillosa!) empieza la lira no sé que triste lamento, y su misma lengua, aunque sin vida, unos murmullos lúgubres y lastimosos, que los ecos repetian en las riberas de este rio.p. 186 Luego que entraron en el mar, y las olas y vientos las arrojaron á las playas de Lesbos, una fiera serpiente acomete á la cabeza de Orfeo, que yacia en la arena extraña, lame sus cabellos mojados con el agua de que estaba bañada, y abre su boca para desfigurar su rostro; pero cuando iba á morderla, Apolo la convirtió en piedra antes que la cerrase, y la dejó en la actitud de una culebra que va á morder. La sombra de Orfeo bajó al infierno, y despues que reconoció todos los lugares que habia visto en otro tiempo, pasó á los campos Elíseos, y encontrando á su amada Eurídice, la abrazó con la mayor ternura. Desde este momento no se separan un punto; unas veces se pasean juntos; otras la deja ir delante, y otras la precede él; pero asegurado siempre de que aunque vuelva el rostro atras para mirarla, no la volverá otra vez á perder.

No permitió Baco quedase esta maldad sin castigo; y sintiendo la pérdida de un hombre que era el corifeo de sus sacrificios,[194] al punto convirtió en árboles á todas las mugeres de Tracia que cooperaron á la maldad y estuvieron presentes. Extendidos los dedos de sus pies, se pegaronp. 187 en la sólida tierra en el órden que se seguian, y echaron raices. Y al modo que la ave, luego que se ve presa en el lazo que el astuto cazador ocultó, se revuelve, se agita, y hace mil esfuerzos, que solo sirven para apretar mas el lazo que la tiene presa; asi estas Bacantes, luego que se vieron presas, pegadas en la tierra, atónitas procuraban en vano la fuga; pero las raices las detenian, y no las dejaban proseguir en sus saltos bacanales; y mientras se paran á mirar donde estan sus dedos, sus pies y sus uñas, ven que las rodillas se iban vistiendo de madera; y queriendo golpear tristemente con las manos, herian la misma madera, la cual fue creciendo hasta convertir en tronco los muslos, el pecho, los hombros y los brazos extendidos en ramas.


p. 188

FÁBULA II.

BACO DEJA LA TRACIA.

No contento Baco con esta venganza, desampara la Tracia, teatro funesto de la muerte de Orfeo. Acompañado de mejor coro, se va á los viñedos del Tomolo y á las riberas del Pactolo,[195] aunque en aquel tiempo no tenia las arenas de oro, ni era envidiado de los hombres. Los Sátiros y Bacantes acompañaban á este Dios; pero Sileno no pudo seguirle: unos labradores frigios le hallaron vacilante, asi con la edad como con el vino de que estaba poseido; y despues que le adornaron con guirnaldas y flores, lo llevaron al Rey Midas, á quien Orfeo y el ateniense Eumolpo habian enseñado los ritos de los sacrificios de Baco. Luego que este Príncipe reconoció á Sileno por compañero de aquel Dios, y por uno de los que intervenian en sus sacrificios, celebró con una gran fiesta la llegada de tal huesped, la que duró diez dias y diez noches, y al amanecer del undécimo el mismo Rey placentero fue á los p. 189campos lidios, y lo restituyó á Baco su alumno.

Ilustración

(114) Sileno, adornado de pámpanos, es presentado
á Midas, quien lo entrega á Baco.

Alegre este Dios por haber recibido á su ayo, mandó al Rey de Frigia pidiese el don que gustase. Entonces Midas, que no preveia las funestas consecuencias de su demanda: „Concédeme, le dice, la gracia de que se convierta en oro todo cuanto tocare mi cuerpo.” Concedióle Baco al momento lo que deseaba; le dió un don que le habia de ser nocivo, y sintió que no le hubiese pedido otro mejor. El Rey se retiró muy contento por la gracia fatal que habia obtenido; y aun no asegurándose bien de ella, iba tocando todas las cosas que encontraba para hacer experiencia de si seria ó no verdad: cortó una rama verde de una encina, y al punto fue convertida en una rama de oro. Tomó una piedra del suelo, y tambien se puso roja como el oro: tocó un terron, y se convirtió luego en masa de oro fino. Arrancó unas espigas de trigo, y al momento se convirtieron en oro. Cogió una manzana de un árbol, y juzgaria cualquiera que era del jardin de las Hespérides. Apenas tocó las puertas de su palacio cuando resplandecen maravillosamente. Si se lavaba las manos, el agua se teñia de un color que podria engañar á Dánae.[196] Encantadop. 190 Midas de una virtud tan extraordinaria, se entregaba á todos los trasportes de su alegría, cuando le avisaron que la mesa estaba puesta, y grandemente provista de viandas. Luego que se sentó en la mesa y tomó el pan, don precioso de Céres, lo halló convertido en oro. Si llevaba á la boca cualquier manjar para satisfacer su apetito, cuando lo iba á comer lo hallaba convertido en oro resplandeciente. Cuando le dieron de beber vino mezclado con agua, no tragó sino oro líquido. Atónito con la novedad de un mal tan extraordinario, rico y pobre á un mismo tiempo, aborrece una opulencia que le costaba tan cara, y se arrepiente de haberla deseado. En medio de la abundancia no puede satisfacer su hambre ni apagar la sed que le abrasa la garganta, y con justa razon le atormentaba el oro, que ya aborrecia. Entonces levantando las manos al cielo, dijo: „Ó padre Leneo, perdóname; confieso haber delinquido: por vida tuya que tengas misericordia de mí, y me libres de este precioso metal que me aflige.” El piadoso Dios, mirando ya con benignidad al que confesaba su pecado, le restituyó á su antiguo estado, y en premio del beneficio dep. 191 haber restituido á Sileno le revocó el don que le habia concedido: „Para no verte bañado del oro que malamente codiciaste, ve, le dice, al rio vecino á la famosa Sardes,[197] y caminando agua arriba, sigue por el collado de la ribera hasta que llegues á su nacimiento: mete la cabeza en las espumosas aguas que forman su raudal copioso, y lava á un tiempo tu cuerpo y el delito cometido.”[198] Midas, obedeciendo esta órden, se encaminó al rio y se entró en el agua, á la que de su cuerpo se transfirio la virtud aurífica,[199] y desde entonces sus arenas se convirtieron en oro; y cuando sale de madre se inundan los campos vecinos de arenas doradas. Aborreciendo Midas las riquezas, frecuentaba las selvas y campos, acompañando en ellos al Dios Pan, el cual de continuo se retiraba á las grutas de los montes; pero el trato de este Dios no le abrió mas el ingenio. Quedóse con la insensatez, que habia de acarrearle los daños que habia ya experimentado.


p. 192

FÁBULA III.

APOLO Y MIDAS.

El Tomolo es una montaña de dificil subida, que se extiende desde Sardes hasta la pequeña ciudad de Hipepa. Es muy elevada y escarpada, y de su cumbre se descubren los anchos mares. En esta montaña cantaba Pan sus versos á las jóvenes Ninfas al son de la encerada flauta, jactándose de que excedia al canto de Apolo. Desafióle, y se aplazó la competencia, haciendo juez de ella al Tomolo. El anciano juez toma asiento en lo mas elevado de su misma cumbre para que los árboles separados no le impidiesen oir; y ciñéndose una guirnalda de encina, de la cual pendian las bellotas hasta las sienes, dijo al Dios Pan: „Por el juez no hay detencion.” Pan empezó luego á cantar al son de su flauta agreste, y embelesó á Midas (que á la sazon se hallaba presente) con la inculta música. Despues que Pan acabó, Tomolo volvió su semblante á Febo, y todos los árboles del monte hicieron lo mismo, y se inclinaron á él.

Ilustración

(115) Apolo pone orejas de asno á Midas
en castigo de su mala sentencia.

Apolo, coronado de laurel cortado del Parnaso, y vestido de una ropa rozagante de color de púrpura que arrastraba hasta p. 193el suelo,[200] tomó en su mano izquierda su lira embutida de marfil y piedras preciosas, y en la derecha el plectro, y en esta actitud empezó á tocar con tanta delicadeza, que enagenado Tomolo con su dulzura, manda que la flauta de Pan ceda la victoria á la lira de Apolo. Agradó á todos el parecer y sentencia del monte: solo Midas dijo que era injusta. No queriendo Delio que unas orejas tan insensatas conservasen la figura humana, se las alargó, cubrió de pelo blanco, é hizo movibles; en una palabra, las orejas de hombre se trocaron en orejas de asno perezoso. Lo demas de su cuerpo le quedó como de antes, castigándole solo en la parte que habia pecado. Midas procuraba ocultar esta deformidad, y la tapaba con una tiara[201] purpúrea; pero el criado que solia cortarle el pelo cuando crecia le vió las largas orejas; mas no se atrevió á descubrir á nadie este defecto. Incomodado de guardar este secreto, que no podia retener en sí,[202] sep. 194 fue á un lugar retirado, hizo un hoyo en la tierra, y en él con voz sumisa depositó el secreto que su señor tenia orejas de asno, y despues, tapando el hoyo, se retiró dejándolo escondido en él. Algun tiempo despues empezó á crecer alli un espeso cañaveral; y habiendo pasado un año, crecidas ya las cañas, descubrieron el secreto, pues agitadas por el viento de mediodia, articularon con el manso ruido las palabras que se habian escondido en el hoyo por el criado, y publicaron que su amo tenia orejas de asno.

Despues que Apolo se vengó de Midas se retiró del monte Tomolo; y conducido por la vaga region del aire, pasó el estrecho del Helesponto,[203] é hizo alto en los estados de Laomedonte. Á la derecha está el promontorio de Sigeo, á la izquierda el de Reteo,[204] y en medio de este espacio hay un antiguo altar dedicado á Júpiter. Desde alli vió Apolo á Laomedonte, que edificaba los muros de la nueva Troya, y que estos, como una obra tan grande, adelantaban poco, y por lo mismo requeria el edificio crecidas sumas. Sin detenerse toma figura humana, juntamentep. 195 con el Dios que rige el golfo hinchado con el tridente, y presentándose entrambos al Príncipe, se ofrecen á construir los muros de la ciudad por cierta cantidad de dinero que estipulan. Acabada la obra, el Rey faltó á su palabra, negándose á pagar, y añadiendo por cúmulo de su perfidia juramentos falsos. „Tu delito, le dijo el Dios del mar, no quedará sin castigo.” La venganza siguió á la amenaza, y desde aquel momento suelta todas las aguas del mar á las playas de la avarienta Troya con tanta impetuosidad, que en poco tiempo se inundó todo el pais, los campos se anegaron, y las riquezas de los labradores quedaron sepultadas debajo de las olas. Poco satisfecho con un castigo tan terrible, exigió tambien que la hija de Laomedonte fuese acometida de un monstruo marino. Atan á Hesione á un peñasco, y Hércules la libra. Este héroe pide al padre de la Princesa el tiro de caballos que le habia prometido por un servicio tan importante. El Rey, siempre pérfido, le niega la paga de tan señalado servicio, y Hércules se apodera de los muros de Troya, que por dos veces habian sido perjuros.[205] Telamon recibe á Hesione por recompensa, porquep. 196 el ilustre Peleo su hermano, que tambien habia acompañado á Hércules á esta expedicion, ya se habia casado con una Diosa.[206] Aunque este Príncipe era nieto de Júpiter, no obstante no se honraba tanto con su nacimiento como con este nuevo enlace, puesto que era el solo mortal que podia vanagloriarse de tener á una Diosa por muger, en vez de que muchas personas podian gloriarse de traer su orígen del Soberano de los Dioses.


Ilustración

(116) Tetis oye á Proteo que la pronostica tendrá
un hijo mas poderoso que su Padre.

p. 197

FÁBULA IV.

PROTEO PREDICE LAS BODAS DE TETIS Y PELEO.

Hablando cierto dia el anciano Proteo con Tetis, le dijo: „Diosa del mar, tú serás madre de un hijo de tan gran valor, que excederá á su padre en la valentía de sus hazañas, y tendrá mas fama que él.” Júpiter pues, aunque estaba penetrado de un amoroso fuego, rehusa las bodas de Tetis para evitar que naciese de ella un hijo que excediese á su mismo padre, y que hubiese en el universo cosa mas poderosa que él, y manda que su nieto Peleo suceda en sus deseos, y se case con la Diosa. Hay un seno en Tesalia de la figura de una hoz, formado por unas lenguas de tierra que entran en el mar. Seria muy buen puerto si tuviera mas profundidad; pero en él apenas cubre el agua la arena. La playa es tan maciza, que ni se estampan en ella las huellas, ni hay estorbo para andar, ni está cubierta de ovas. Cerca de alli hay una selva de mirtos cargados de arrayanes verdinegros; en medio de ella hay una gruta de tal modo fabricada, que se duda si es obra del arte ó de la naturaleza; nop. 198 obstante hay indicios para creer que es mas bien obra del arte. Á esta gruta, ó Tetis, solias venir desnuda muchas veces, sentada sobre un enfrenado delfin, y en ella te acometió Peleo estando dormida; y porque no quisiste consentir á sus deseos se dispuso á la violencia, echándote los brazos al cuello; y hubiera conseguido lo que deseaba si no te hubieras valido de tus acostumbradas artes, transformándote en diferentes figuras. Primeramente te dejaste ver bajo la forma de una ave, y él no obstante te tenia agarrada bajo de esta figura: despues te transformaste en un gran árbol, y Peleo no se desasia de él; pero cuando te convertiste en una tigre manchada se amedrentó y te soltó. Entonces dirigiéndose á los Dioses del mar, les ofrece un sacrificio, derramando vino sobre el mar con las entrañas de la víctima, y hace humear el incienso en su honor, hasta que el adivino Proteo dijo desde en medio del piélago: „Ó hijo de Eaco,[207] tus deseos se cumplirán: serás dichoso; pero es necesario sorprender á Tetis cuando descansa dormida en su fresca cueva, y atarla con tales cordeles y prisiones que no pueda escaparse. Si cien figuras mudare por vencerte, aprisiónala sin intimidarte hasta que sep. 199 vuelva á su primera forma.” Apenas Proteo pronunció estas últimas palabras cuando se ocultó en el mar. El sol estaba entonces al fin de su carrera, y su carro iba á entrar en el Océano, cuando la hermosa Tetis, dejando el mar, va á la cueva donde acostumbraba descansar. Apenas Peleo la habia atado cuando toma diferentes figuras, hasta que sintió que estaba aprisionada en todas ellas. Entonces en fin extendiendo sus brazos por todas partes, dió un gran gemido, y habló asi á su amante: „Peleo, solo con el socorro de algun Dios quedas victorioso.” Al decir esto volvió á su primera figura; consintió en casarse con él, y fue madre del gran Aquiles.

Dichoso Peleo con este himeneo y con el nacimiento de un hijo tan ilustre, hubiera gozado de una felicidad perfecta, á no haberla turbado el fratricidio de su hermano Foco, por cuyo delito fue desterrado de la casa de su padre, y se acogió á Trachinia, region de la Tesalia, donde pacíficamente reinaba Ceix, hijo de Lúcifer, que en su rostro ostentaba muy bien el resplandor de su padre; pero en aquel tiempo le tenia oscurecido por el dolor de la muerte de su hermano Dedalion. Luego que Peleo, fatigado del camino y de la pena de su destierro, llegó á Trachinia, y entró en la ciudad con poco acompañamiento,p. 200 dejando antes en un sombrío valle no lejos de sus muros los rebaños y vacadas que traia consigo, se presentó al Rey, y haciéndole una grande reverencia con las manos tendidas, en las que llevaba una señal de paz,[208] le refirió quien era, quien era su padre, y la causa que pretextó de la fuga de su casa, callando y ocultando el fratricidio que habia cometido, pidiéndole que le acogiese en la ciudad ó en algun otro lugar de sus estados. Ceix le respondió con rostro apacible en estos términos: „Mis estados estan abiertos á cualquiera persona por humilde que sea, y mi reino hace gala de esmerarse en la hospitalidad; mi ánimo benigno se inflama mas á egercerla, y le son poderosos impulsos tu esclarecido nombre, y el ser descendiente de Júpiter. No pierdas el tiempo en plegarias: cuanto pidas te será concedido; elige lo que te acomode entre todo lo que ves, y ¡ojalá hubieras llegado y lo hubieras visto en mejor estado!” En este punto comenzó Ceix á llorar, y Peleo y sus compañeros le preguntaron cual era la causa de tanto sentimiento, á los cuales respondió asi: „Acaso creereis que la ave[209] que vive de rapiñas, y es el terror de las demasp. 201 aves, lo fue siempre, y estuvo vestida de plumas como ahora; pues no es asi: hace poco tiempo que era hombre, y ha conservado despues de su transformacion el ánimo, ferocidad y violencia que tenia antes. Llamábase Dedalion, y tuvo por padre al astro precursor de la Aurora, y que desaparece el último.[210] Como yo siempre he amado la paz, he empleado todos mis cuidados por conservarla en mis estados y familia; mi hermano por el contrario tenia toda su complacencia en las sangrientas guerras. El valor con que desde su transformacion persigue á las palomas tisbeas, lo empleó antes en sujetar naciones enteras y Reyes poderosos. Tenia una hija dotada de gran belleza llamada Quione, que á la edad de catorce años era pretendida de muchos amantes. Volviendo un dia acaso Febo y Mercurio, aquel de Delfos, y este del monte Cileno, la vieron ambos, y ambos se enamoraron de ella. El primero quiso esperar la noche para declararla su pasion; pero Mercurio, sin diferir mas tiempo, tocó el rostro de la doncella con su caduceo, que tiene la virtud de infundir sueño: ella se duerme con el contacto poderoso, y en el sueño fue violentada por él. Luego que llegó la noche Apolo toma la figurap. 202 de vieja, y bajo de esta apariencia tomó lo que ya otro habia disfrutado. Al cabo de nueve meses parió dos hijos: el uno fue Autólico, que parecido en todo á su padre Mercurio, y de su misma índole y astucia, era ingenioso, é inclinado á todo robo, y sabia hacer de lo negro blanco y de lo blanco negro. De Febo nació Filamon, hombre aventajado por su voz y lira. Pero ¿qué aprovecha á Quione haber agradado á dos Dioses, haber tenido dos hijos tan célebres, ser hija de un padre tan valiente, y nieta del dueño y Soberano de los Dioses? Hay muchos á quienes son dañosos la gloria y los honores, y esto le sucedió á Quione, pues se atrevió á preferirse á Diana y á llamarla fea,[211] poniendo faltas á su hermosura; de lo que ofendida la Diosa, se dejó arrebatar de la vehemente pasion de la ira contra ella, diciendo: „Ya que no le agrada mi rostro, tendrá que sufrir mis hechos;” y al momento encorvó el arco, y de un flechazo atravesó la lengua sacrílega. Herida Quione mortalmente, hace vanos esfuerzos por hablar; su voz la abandona, y pierde la vida envuelta en su misma sangre. Yo entonces abrazándola tiernamente, sufrí en obsequio dep. 203 la piedad todo el dolor que cabe en el corazon de un tio, y procuré consolar á mi hermano; pero este, como padre, recibió el consuelo no de otro modo que los peñascos insensibles la agitacion estrepitosa de las olas del mar, y se abandonó á los lamentos por la pérdida de su hija. Pero luego que la vió en la pira, cuatro veces tuvo ímpetus de arrojarse á ella, é impedido otras tantas de que lo egecutase, echó á huir con precipitacion, y á la manera que lo hace un novillo, que estimulado del aguijon de los tábanos ó moscardones, se arroja por las asperezas y por donde no hay senda ni camino. En la precipitacion de su carrera me parecia que iba aumentándose su velocidad mas que la que puede tener un hombre: quien le viese juzgaria que tenia alas en los pies. Nos fue imposible alcanzarlo, y veloz con el deseo de perder la vida, llegó á la altura del Parnaso; y habiéndose precipitado de un alto peñasco, tuvo Apolo misericordia de él, convirtiéndole en ave, y sosteniéndolo en el aire con alas repentinas que le dió al tiempo de caer. Su boca fue mudada en un pico corvo, y sus uñas se encorvaron igualmente como lo estan los anzuelos. Conservó en su transformacion su antigua inclinacion, y unas fuerzas superiores al tamaño de su cuerpo. En fin vuelto gavilan, es enemigo dep. 204 todas las aves, y les hace sentir una parte de los males que él mismo sufre.”

Ceix continuaba aun refiriendo las calamidades de su hermano, cuando Anetor, pastor de los ganados de Peleo, llegó apresurado con el aliento anhelante, y dijo: „¡Ay Peleo, Peleo, vengo á anunciarte una gran desgracia!” Peleo le manda se la diga, y el Rey de Trachinia queda suspenso y temblando del miedo. „Yo habia conducido, respondió Anetor, tus novillos á las playas cuando[212] el sol altísimo en medio de la esfera habia subido tanto cuanto le faltaba para descender á su ocaso: unos echados sobre la roja arena miraban desde alli las cristalinas llanuras del mar; otros con paso perezoso andaban errantes en aquellas cercanías, y otros en fin se habian metido en el agua para refrescarse, y solo se les veia el cuello. Cerca del mar hay un templo, en cuya construccion no se empleó oro ni mármol, sino unas toscas vigas, é inmediato á él un antiguo bosque sombrío con la espesura de sus árboles, dedicado todo á Nereo[213] y á las Nereidas. Un pescador que estaba en la playa enjugando sus redes me informó de que el templo estaba dedicado á aquellosp. 205 Dioses. Inmediato á este templo hay una laguna cercada de espesos sauces, la que se formó con el agua que rebosa del mar. Del fondo de este pantano sale de repente un lobo fiero de un tamaño enorme, haciendo un estruendo tan espantoso, que amedrentó á todos los lugares comarcanos. Una espuma mezclada con sangre negra le salia de la boca, y sus ojos centelleaban llamas. Mas impelido de la rabia que de la hambre, no tanto por satisfacer á esta cuanto por saciar á aquella con la muerte de los bueyes, á unos hiere, y á otros derriba causándoles la muerte. Algunos de mis compañeros, heridos del lobo por querer defender al ganado, perdieron su vida. La playa y las primeras olas se tiñen de sangre, y en todas las lagunas comarcanas resuenan los bramidos de las reses heridas. No perdamos tiempo, continúa; la menor dilacion nos será perniciosa. Armémonos todos, que es el recurso único que nos queda para ir á salvar lo que se pueda escapar del furor de este monstruo.” Asi habló Anetor. Peleo, menos movido por esta pérdida que por la memoria de su delito, comprendió que la Nereida queria que estas calamidades fuesen venganza y sacrificio á un tiempo en alivio de Foco su hijo. Ceix manda que todos tomen sus armas, y él se disponia á ir con ellos;p. 206 pero su muger Alcione, que lo entendió por el ruido que habia en palacio, salió precipitada de su cuarto á medio peinar, y abandonando al aire sus cabellos, se arrojó al cuello de su marido, y con persuasiones y lágrimas le rogaba que no fuese él á aquella empresa, y que procurase guardar su vida, en la que consistia la suya propia. „Deja, ó Reina, la dijo Peleo, tus honestos y piadosos temores. La oferta que Ceix me ha hecho prueba su bondad y generosidad; pero no es mi ánimo aprovecharme de ella, ni perseguir con las armas á tan nuevo monstruo, sino adorar y suplicar á la Deidad del mar que me ha afligido con tal desgracia.” Cerca de la playa habia una elevada torre, y un fanal en lo mas alto de ella para direccion y regocijo de los navegantes. Suben á ella, y miran con dolor á los toros muertos y tendidos en la playa, y al monstruo que habia causado tantos estragos con la piel toda teñida de sangre. Entonces Peleo, tendiendo las manos hácia la ribera del dilatado mar, ruega á la cerúlea Psamate[214] que deponiendo su saña, les sea propicia. La Nereida no se ablandó con las palabras y súplicas de Peleo. Tetis, su muger, lap. 207 suplicó por su marido, y consiguió el perdon; pero el lobo, cebado en la dulzura de la sangre, perseveraba en la cruel matanza, hasta que en la accion de estar despedazando la cerviz de una novilla fue transformado en piedra por la Diosa: el color indicaba que ya no era lobo, ni habia ya para qué temerle, aunque el cuerpo conservaba la forma y figura de fiera. El destino no permitió á Peleo permanecer mas tiempo prófugo en los estados de Ceix: errante y fugitivo aportó á Tesalia, y alli tomó venganza de Acasto, dándole la muerte por la traicion[215] que en otro tiempo habia intentado contra él.


p. 208

FÁBULA V.

NAUFRAGIO DE CEIX.

Perturbado Ceix con las calamidades de su hermano y las que siguieron á estas, dispone ir á consultar al oráculo de Apolo, que existia en la ciudad de Claros, porque el bandido Forbas,[216] unido con los Phlegios, tenia interceptados los caminos del templo de Delfos. Comunicó anticipadamente esta su resolucion Ceix á su querida muger, que al oirla se quedó helada, y su semblante pálido á la manera del box, corriéndole las lágrimas por las mejillas. Tres veces procuró hablar, y tres veces se lo impidió el llanto y los sollozos, que interrumpian sus amantes quejas.

Ilustración

(117) Ceix, que va á consultar el oráculo
de Apolo, se despide de Alcione.

„¿Qué culpa, decia, he cometido yo, carísimo esposo mio, que asi ha trocado tu cariño? ¿Donde está aquel cuidado y desvelo que solias tener por mí? Ya no te es dificil el ausentarte y dejar á tu Alcione.[217] Ya te agrada el hacer un largo p. 209viage; y ya quieres mas bien tenerme ausente que en tu compañía. Si tu viage lo hicieras por tierra, solo me causaria pena y dolor, pero no sobresalto. Los mares me amedrentan: solo el pensar en él me causa horror. Poco há que he visto sobre la playa los tristes fragmentos de un naufragio; y muchas veces he leido los epitafios[218] de los túmulos que no ocultaban los cadáveres. No te dejes llevar de la falaz confianza de que tienes por suegro á Eolo, que egerce su imperio sobre los vientos, reprimiendo su impetuosidad en una cárcel, y cuando le place con esta sujecion queda el mar en calma; porque una vez sueltos se apoderan de todo el Océano; nada hay que se les oponga; toda la tierra y todo el mar quedan á su arbitrio. Tambien agitan las nubes del cielo con fieros torbellinos, y las hacen vibrar los resplandecientes rayos y centellas. Cuanto mas bien los conozco (y los conozco muy bien, porque los ví muchas veces cuando era niña en la casa de mi padre), tanto mas estoy persuadida de que deben ser temidos. Pero si tu resolucion, carísimo esposo, no se puede alterar con mis plegarias,p. 210 y estás constantemente determinado á hacer este viage, llévame contigo, y correremos ambos una misma suerte: entonces no tendré que temer lo que me vea precisada á sufrir: ambos en union mutua toleraremos lo que sobreviniese, y entrambos en union correremos los riesgos de los extendidos mares.” Con estos ruegos y lágrimas de Alcione se conmovió Ceix, porque no era inferior su cariño hácia su esposa; pero ni se resolvia á mudar de propósito, ni se atrevia á llevar consigo á Alcione, y exponerla á que fuese participante de los peligros. Díjole muchas cosas tiernas que consolasen su tímido corazon; pero no por esto se aquietó Alcione, ni aprobó la causa del viage. En fin para disminuir en lo posible el dolor que iba á causarle esta funesta separacion, añadió este lenitivo, con el cual tranquilizó el espíritu de su muger. „Cualquiera detencion será larga y enfadosa para mí; pero te juro por los brillantes resplandores de mi padre que si el destino no se opone á mi vuelta, me verás antes que la luna por dos veces llene de luz su hermosa faz.”[219] Luego que con estas promesas la aseguró de su pronta vuelta, mandó al punto botar al agua una nave, y equiparla con todas sus jarcias y demas utensilios.

p. 211Al momento que la vió aparejada Alcione se llenó de horror, como adivinando lo que habia de suceder; dejó correr algunas lágrimas, le abrazó tiernísimamente, y al tiempo de decirle con voz triste el último á Dios cayó desmayada. Los marineros, aunque Ceix buscaba pretextos para detenerse, aplicaron á sus fuertes pechos las dos órdenes de remos, y con golpes comparados empiezan á remar. Alcione, algo recobrada de su desmayo, levantó sus llorosos ojos, y vió á su marido que estaba de pie en la encorvada popa, y desde ella le hacia señas con la mano, á las que ella correspondia con otras tantas. Cuando ya se habia alejado, y la vista no alcanzaba á distinguirle y conocerle, se contentaba con ver la nave fugitiva, y cuando ya esta no podia distinguirse por la gran distancia, miraba las velas tremoladas del viento en lo alto de los mástiles. Luego que se perdieron de vista de todo punto las velas, se volvió afligida á su aposento, y se echa en la cama, la cual le renueva sus lágrimas, acordándose de lo que faltaba en ella. En tanto se alejaba la nave; y como el viento daba en popa, dejaron de remar, y extendiendo todas las velas, las hinchaban los vientos favorables que soplaban.

Habrian hecho poco menos de la mitad de la travesía, alejados de una y otra playa, cuando áp. 212 la entrada de la noche empezó el viento á soplar con mas fuerza, y á ponerse el mar blanco con las encrespadas olas.[220] Inmediatamente ordena el piloto que se recojan las velas, y que las aten á las antenas; pero la contraria tempestad impide la egecucion de lo mandado, y el estrépito del mar agitado impedia que las voces llegasen á los oidos. Todos andaban diligentes: unos se apresuran á quitar los remos, otros á cubrir el costado para impedir que el agua entrase, otros á recoger las velas: estos sacan el agua que habia hecho la nave, y la vierten en el mar, aquellos bajan las antenas; pero todo se egecuta con desórden y atropellamiento. Entre tanto se aumenta la deshecha tempestad, y los desenfrenados vientos, soplando á un tiempo de partes contrarias, se enfurecen en una terrible guerra, y agitan las olas, confundiéndolas unas con otras. El mismo piloto se pasma, y confiesa que ni está en sí, ni sabe el estado en que se halla la nave, ni qué mande, ni qué prohiba en tanta confusion y apuro, en el que ya es inútil toda la destreza de su arte. Confúndense, formando el mayor estrépito, los clamores de los marineros, los crujidos de lasp. 213 cuerdas y masteleros, el bramido de las olas que se baten unas con otras, y los espantosos truenos en que las nubes se desgajan. El mar, embravecido por los vientos, levanta sus olas hasta el cielo, y rocía con ellas las nubes: unas veces cuando el agua barre las rojas arenas se vuelve del color de ellas, y otras es mas negra que la de la laguna Estigia: algunas veces se allana y emblanquece con las espumas que suenan, y la nave es juguete de todas estas causas impelentes: ya parece que elevada sobre las olas como montañas mira desde alli á la profundidad de un valle y al mismo Aqueronte; y ya abatida á lo ínfimo por las mismas olas las ve desde la profundidad tocar en el cielo. Azotada por ellas la nave en sus costados, hace un ruido semejante al del ariete cuando derriba los muros de una guarnecida ciudad. Y á la manera que dos fieros leones, tomando fuerza con la carrera, suelen acometer con furor á los venablos que les presentan, asi las olas, confundidas con los vientos que las alteran, atacan la tablazon de la nave, sobre la cual se levantaban. Ya se aflojan y desencajan los clavos, y despegándose la brea, se descubren aberturas, que dan entrada á las ondas que amenazan con la muerte. Las nubes se resuelven en copiosas lluvias, y parecia que sobre el mar caia todo el cielo,p. 214 ó que aquel entumecido subia á ocupar el asiento de este. Las velas se empapan con la lluvia, y las aguas del mar se mezclan con las del cielo. Ningun astro se ve brillar en él, antes bien por el contrario la oscuridad de la tempestad, junta con la de la noche, aumenta el horror de las tinieblas. Si se ve alguna claridad es la de los relámpagos y rayos, que parecia abrasaban las aguas. Las olas tambien saltan á las corvas junturas de la nave; y como el soldado que se aventaja á todos los demas cuando repetidas veces asalta á los muros de una ciudad defendida, y por último consigue entre mil combatientes trepar á ellos estimulado del deseo de la gloria; del mismo modo, despues que las violentas olas batieron mucho tiempo los altos costados de la nave, los sobrepuja el ímpetu de la ola décima,[221] que es la mayor y mas terrible, y combatiendo á aquella ya quebrantada, no desiste de la empresa hasta apoderarse de ella, y venir á llenar todo el buque, á la manera de la toma de una plaza de armas.p. 215 No interrumpen las olas el asalto; y habiendo entrado muchas veces en la nave, empiezan todos á temblar, del mismo modo que sucede en una plaza cuando ven que de los enemigos unos toman ya posesion de sus muros desde adentro, despues de haberla los otros batido y minado por de fuera. Desfallece el arte; los ánimos desmayan, y todas las olas que se ven venir se temen como causadoras de otras tantas muertes. De los marineros unos no pueden contener las lágrimas, otros se llenan de estupor, otros llaman felices á los que mueren y son sepultados con fúnebre aparato en tierra,[222] otros hacen promesas á los Dioses, y levantando en vano los brazos, piden socorro al cielo que no ven:[223] acuérdase aquel de su padre y hermanos; este de sus hijos, de su casa y de lo que dejó en ella: Ceix solo se acuerda de Alcione: de su boca no sale otra palabra que Alcione; y siendo ella sola el objeto de su amor, se alegra de que no se halle en su compañía. Querria mirar hácia las playas de su patria, y dirigir hácia su casa las últimas ojeadas;p. 216 pero no puede discernir en qué sitio se halla por la terrible agitacion del mar, por la oscuridad que causan las negras nubes, por estar cargado de ellas todo el cielo, y por ser por la misma causa dobladamente oscura la noche. La impetuosidad de un llovioso torbellino derriba el mástil, y hace pedazos el timon; y animosa la ola con tales despojos, sobreponiéndose como vencedora, se eleva en forma de arco sobre todas las demas, y cayendo precipitada, no de otro modo que si se lanzasen el monte Atos y el Pindo arrancados de sus estables asientos en medio del mar, con su peso y con su impulso sumerge hasta lo profundo la nave, en la cual se ahogó gran parte de los marineros, quedando solo los pocos que pudieron asirse á las tablas y fragmentos de ella: Ceix, asido á uno con la mano que solia empuñar el cetro, invocaba en vano á Eolo y Lúcifer, su suegro y padre; pero mas frecuentemente repetia cuando nadaba el nombre de su esposa Alcione. De esta sola se acuerda, á esta sola llama, deseando que despues de su muerte las olas llevasen á su presencia su cadaver, y que este fuese enterrado por ella. Cuando asi zozobraba entre las olas, y estas le dejaban respirar, pronunciaba claro el nombre de Alcione, y confusamente y entre dientes cuando le cubrian la cabeza. Mientrasp. 217 estaba en esta disposicion, una encrespada y negra ola, que formaba un grande arco, se rompe, cae á plomo sobre él, y cubriéndole de agua le sumerge.

El Lucífero su padre estuvo aquella noche oscuro y desconocido; porque como no podia bajar del cielo en aquel triste momento, cubrió su rostro con densas nubes. Alcione entre tanto, ignorante de tan calamitosa desgracia de su esposo, estaba contando las noches de su ausencia; y esperando vanamente su vuelta, preparaba los vestidos con que habia de engalanarse cuando volviese, y las joyas con que ella habia de adornarse en aquel suspirado momento. Ofrecia inciensos á todos los Dioses, y principalmente en los templos de Juno, y se postraba ante las aras por su marido que ya no existia, y rogaba por su salud y su vuelta, y porque la prefiriese siempre y no se enamorase de otra; pero de tantos votos y súplicas esta última era sola la que se podia verificar. La Diosa, no queriendo ya que se le rogase mas por la salud de un difunto, ni se ofreciesen por él sacrificios en sus aras, llamó á Iris, y la dijo: „Iris, fidelísima embajadora mia, marcha al punto al palacio del Dios del sueño, y dile de mi parte que envie á Alcione un sueño que la represente la imágen de su marido que ha padecidop. 218 naufragio, y la haga entender esta verdad.” Apenas dijo esto, Iris, vestida de mil colores, y señalando en el cielo su corvo[224] arco, se encaminó como se lo habia ordenado al palacio del Sueño, que estaba oculto entre unos peñascos.

En el pais de los Cimerios[225] hay una cueva dilatada en la concavidad de una montaña, en donde el perezoso Sueño tiene su palacio y habitacion: jamas penetran en ella los rayos del sol, ni cuando nace, ni cuando está en lo mas alto, ni cuando se pone: la tierra exhala unas densas nieblas mezcladas de oscuridad, y la escasa luz de aquel sitio es como la del crepúsculo: jamas los gallos anuncian alli la vuelta de la Aurora: jamas los perros, guardas fieles de una casa, ni los ánsares, mas sagaces todavía que estos, interrumpen con su ladrar ni graznidos el tranquilo reposo que alli reina. Ni la fiera, ni los ganados, ni las ramas agitadas del viento, ni las voces de los hombres hacen ruido alguno: aquella es propiamentep. 219 la mansion del mudo silencio. De lo mas bajo del peñasco sale un arroyo, que alguno diria ser el Leteo, cuya corriente, causando un dulce murmullo en las piedrecillas, convida á dormir. Á la puerta de la cueva se crian fecundas adormideras[226] y otras muchas yerbas, de las cuales la noche extrae el jugo soporífero, y lo esparce por el orbe oscuro de la tierra. En toda la casa hay puerta alguna cuyo quicial rechine al abrirla ó cerrarla, ni tampoco hay ningun guarda á su entrada. En medio de ella hay una alta cama, cuya armadura es de ébano, sus colchones de plumas, todo negro como la ropa que la cubria: en ella yacia el Dios del sueño con sus miembros como desfallecidos y desmayados. Al rededor de la cama estaban postrados una multitud de vanos sueños, que saben remedar todo género de figuras, y que son tantos en número como aristas tiene la mies, hojas las selvas, y la playa granos de arena. Al entrar Iris en esta cueva apartó con las manos los sueños que estorbaban su paso, y se acerca á la cama del Dios: iluminóse la estancia con el resplandor de su vestido, que hiriendo los pesados y soñolientos ojos de aquel, se los hizo abrir, aunque con dificultad, y levantar la vistap. 220 un poco, volviéndose al momento á quedar medio dormido; pero por último despertó algo, y levantando la cabeza, y tocándose el pecho con la trémula barba, y apoyado sobre el hombro izquierdo, le preguntó á Iris (pues desde luego la conoció) cual era la causa de su venida. Ella entonces le dijo: „¡Ó Sueño! que eres el mas agradable de todos los Dioses: ¡ó Sueño! descanso de las fatigas, tranquilidad del ánimo, enemigo del desasosiego, que halagas y reparas para que continúen el trabajo los miembros fatigados con las diarias tareas, dispon que los sueños que remedan á la perfeccion las verdaderas figuras, vayan á Trachinia, y presentándose á Alcione bajo la imágen del Rey Ceix su esposo, le representen su naufragio. Juno es quien lo ordena, y me ha encargado esta diligencia.” Despues que Iris desempeñó el precepto de Juno se retiró, porque no podia tolerar mas la eficacia soporífera ni los vapores soñolientos de aquella casa, y sintiéndose acometida del sueño, se apresuró y volvió por el mismo arco en que poco antes habia venido. Entonces el Dios, de entre la multitud de los sueños que rodeaban su cama, escogió á Morfeo, artífice é imitador de las figuras.[227] Ninguno conp. 221 mas destreza que él remeda y representa cuando se le manda el modo de andar, la fisonomía, el eco y sonido de la voz, los vestidos y las palabras que son mas usadas del que quiere figurar; pero este sueño solo imita y representa á los hombres; mas el otro, á quien los Dioses llaman Icelo, y los hombres Fobetor, se reviste de la figura de fiera, de ave, de serpiente, y de los demas seres del reino animal. Hay otro de tercera especie, llamado Fantaso, que se transforma en tierra, en peñasco, en agua, en madero, y en cualquiera cosa inanimada. Estos tres sueños solo frecuentan de noche los palacios de los Reyes, de los Grandes y Generales, y representan sus figuras; los demas sirven para la plebe. De estos no hizo caso el Dios anciano, y de aquellos tres hermanos eligió á Morfeo para que desempeñase el encargo y mandato de Juno que le habia intimado Iris, y al punto volvió á dejar caer su cabeza cargada de sueño, y se cubrió con la ropa de la cama.

p. 222Morfeo vuela por la oscuridad sin que sus alas hiciesen ruido alguno, y en pocos instantes llegó á Trachinia, y depuestas las alas, tomó la figura de Ceix, y se presentó ante la cama en que dormia Alcione, descolorido como un difunto, sin vestido alguno, y destilando agua su barba y cabellos. Entonces recostándose sobre el lecho, y con lágrimas que le caian por las mejillas dijo de este modo: „¿Conoces á tu Ceix, desgraciada esposa mia? ¿Se ha desfigurado mi rostro con la muerte? Mírame, y me conocerás fácilmente; pero en lugar de tu marido hallarás solo su sombra. Tus votos, ó Alcione, y tus sacrificios de nada me sirvieron: he muerto; no te prometas ni esperes vanamente volverme á ver. El austro llovedor se enfureció contra la nave en el mar Egeo; levantó una deshecha tempestad, y la sumergió con un fuerte torbellino: yo clamaba invocando y repitiendo en vano tu nombre, y en esta actitud inundaron y cubrieron mi boca las olas. No son estas noticias dadas por un autor sospechoso, ni estás oyendo vagos rumores: yo mismo que estoy presente te anuncio mi desgracia y mi naufragio. Levántate prontamente; abandónate al llanto; vístete de luto, y no permitas que mi sombra baje al tártaro, morada de las almas, sin haber sido llorada.” Morfeo dijo todop. 223 esto imitando la voz de Ceix, de modo que Alcione creia que era él: tambien remedó su llanto y todas sus acciones y disposicion. Alcione entre sueño empezó á gemir, llorar y á extender los brazos, y en vez del cuerpo de su marido abrazó el aire sutil, y empezó á exclamar: „Detente, ¿dónde te vas? ambos partiremos juntos.” Turbada con la voz que habia oido, y con la figura que habia visto de su marido, despertó sobresaltada, y á la luz que habian entrado los criados que acudieron á sus voces, registró mirando á todas partes si estaba alli el que poco antes habia visto, y no hallándole en parage alguno, empezó á sacudir y golpear con la mano el rostro y pecho, á rasgar sus vestidos, y á arrancarse los cabellos, diciendo á su aya, que la preguntaba la causa de su llanto: „Ya no hay ni tienes á Alcione; ya no existe; feneció con su querido Ceix; no te empeñes en consolarme: murió ahogado en el mar, y acabo de verlo, le conocí, y al irle á coger las manos para detenerle, y que no se fuese, se me desvaneció como sombra, y sombra bien propia, expresiva y verdadera de mi idolatrado esposo, aunque no tenia aquella alegría de semblante que antes, sino que le ví descolorido, desnudo, y con el cabello destilando agua todavía. Sí; este es el mismo sitio donde estuvo el infeliz:”p. 224 y miraba si en él habia dejado alguna huella ú otra señal, y entonces soltando las riendas á su dolor, hablando con su esposo, á quien aun imaginaba presente, se quejaba de este modo: „Ó desgraciado Ceix, tu naufragio era lo que yo temia, y lo que me anunciaba el corazon, y por eso te rogaba tan encarecidamente que no te apartases de mi compañía, ni te entregases á la inconstancia de los vientos; pero ya que ibas á perecer ¡ojalá me hubieras llevado contigo! ¡Ay! ¡y cuán bien me hubiera estado el ir en tu compañía, pues no hubiera vivido apartada de tí un momento, y hubiéramos muerto juntos! Ahora muero sin tí, y aunque ausente soy despojo de las olas en que fuiste sumergido, y sin embargo de estar lejos, el mismo mar es el sepulcro de mi cadaver. La memoria de tu naufragio no será mas cruel que el mar y las olas que te anegaron, si tuviera gusto en alargar mas mi vida y sobrevivir á tu desgracia; pero no sobreviviré ni me apartaré de tí, y te seré compañera en la muerte, y si en el sepulcro y la urna no se uniesen nuestros huesos, á lo menos estarán unidos nuestros nombres en el epitafio.” El dolor no la dejó proseguir, pues cuando iba á pronunciar las palabras eran interrumpidas con el llanto[228] y conp. 225 los gemidos en que la hacia prorumpir la afliccion de su corazon.

Luego que amaneció salió fuera de su palacio dirigiéndose á la playa, buscando afligida el sitio desde el cual habia estado mirando la partida de su marido: en él se detuvo; y observándole detenidamente, decia: „Desde aqui se hizo á la vela; aqui fue en esta misma playa donde al partirse me dió los últimos abrazos;” y cuando estaba mirando y remirando todas estas cosas, tendió su vista hácia el mar, y á larga distancia vió nadando sobre el agua una cosa que parecia un cadaver. Al principio no podia distinguirse lo que era; pero acercándose con las olas, llegó á conocerse que era un cuerpo, y aunque ignoraba quien fuese, se conmovió y asustó considerándole de algun náufrago, y como si se condoliese de un desconocido dijo: „¡Ó infeliz, cualquiera que seas, é infeliz de tu esposa si eres por ventura casado!” El cuerpo se fue acercando poco á poco, con las olas, y cuanto mas lo mira Alcione, tanto mas se aumenta su turbacion. En fin cuando ya estaba cerca de la playa y á distancia que pudiese ser conocido, le miró con mas atencion; y viendo que era su marido, exclamó: „Él es, él es;” yp. 226 al mismo tiempo se hiere el rostro, arranca sus cabellos, rasga sus vestidos, y extendiendo hácia Ceix sus trémulas manos, dice: „¡Asi, carísimo esposo, asi, infeliz, vuelves á mí para acrecentar mi dolor!” y arrebatada del mas fiero sentimiento, dió un gran salto que parecia vuelo, y efectivamente lo era, y se puso sobre una especie de muelle que servia para que en él se quebrara y amansara la impetuosidad de las olas, y desde alli convertida en ave, é hiriendo el aire con las alas que la acababan de nacer, iba volando sobre la superficie de las aguas, y al mismo tiempo en lugar de lamentos su boca convertida en pico proferia un sonido triste y lastimoso. Mas luego que llegó á tocar el cuerpo de Ceix lo abrazó con sus recientes alas, y empezó á besarle con el duro pico. Aquellos que habian acudido á la ribera, observando que el cadaver se incorporaba algo, dudaban si seria porque hubiese sentido las caricias de su esposa, ó si el ímpetu de las olas le habia hecho tomar aquel movimiento; pero fue porque las habia sentido, y porque apiadándose de ellos los Dioses, los convirtieron en aves. Desde esta transformacion se conservan el mismo mutuo amor; y durante los siete dias[229] que la hembrap. 227 está en huevos en el nido, sostenido sobre la superficie del agua, el mar está tranquilo y navegable; y Eolo, en obsequio de sus nietos,[230] tiene los vientos encerrados para que no salgan á alborotar los mares.


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FÁBULA VI.

HESPERIA HUYE DE ESACO.

Entre los que fueron testigos de aquel espectáculo habia un hombre anciano que alabó el amor y fidelidad de los dos esposos. Otro que estaba cercano á él, ó acaso el mismo, dijo: „Si lo permitió la suerte, este tambien que mirais surcar el mar, y traer las piernas encogidas (enseñándoles el mergo, cuyo cuello es espacioso, y que por alli pasó casualmente), es de familia Real; y si quereis subir hasta sus antepasados por su órden, hallareis que desciende de Ilo y de Asaraco, y de Ganimedes arrebatado por Júpiter, del viejo Laomedonte y de Príamo,[231] en cuyo tiempo fue destruida Troya, y que fue hermano[232] del famoso Hector; el cual, si no hubiera sido transformado en la flor de la juventud, acaso no hubiera sido inferior á Hector por sus famosas hazañas, aunque este era hijo de Hécuba, hija de Dimantes, y aquel, que se llamaba Esaco, de una Ninfa campestre llamada Alexirroe, que lop. 229 parió á escondidas en el monte Ida. Este tal Esaco no gustaba de las ciudades, y retirado del magnífico palacio, frecuentaba los secretos montes y los retirados campos, y no asistia sino alguna que otra vez á la corte de su padre: no obstante nada se le notaba de rusticidad en sus costumbres, ni su corazon era insensible al amor. Cierto dia, despues de haberla buscado por todas las selvas, halló y vió á la hermosa Hesperia, hija del rio Cebreno,[233] que en la ribera de él estaba enjugándose al sol los cabellos, que tenia tendidos sobre sus hombros. Luego que le vió echó á huir la Ninfa, como la espantada cierva huye de un lobo, ó como un ánade apartado del lago, que ve al gavilan que va á arrojarse sobre él. Esaco, á quien el amor dió alas (como el miedo parecia haberlas dado á la Ninfa), la persigue con ligereza; pero una víbora que se ocultaba en la yerba la pica en un pie,[234] y esparciéndose el veneno en su cuerpo, dejó á un tiempo de correr y vivir. Desesperado Esaco de un accidente tan funesto, abraza tiernamente á la Ninfa, que acababa de exhalar el último aliento, y exclama: „Pésame, pésame de haberte perseguido; pero yop. 230 no rezelaba esto, ni á tanta costa tuya pretendia la victoria. Querida Ninfa, nosotros dos te hemos quitado la vida. La víbora te hirió, y yo he sido la causa principal. Yo seria mas delincuente que ella si con mi muerte no vengara la tuya.” Despues que dijo estas palabras se arrojó al mar desde un alto peñasco. Tetis, apiadándose de él, lo recibió con suavidad y blandura; lo cubrió de plumas en tanto que fluctuaba sobre el mar, y de este modo le impidió morir, aunque él no deseaba sobrevivir á su amada Hesperia. Indignado contra la mano favorable que le protege, se queja de la crueldad del destino que le obliga á vivir. Con las nuevas alas se levanta en el aire, despues se arroja con impetuosidad para precipitarse; pero sus plumas interrumpen el ímpetu de la caida. Esaco se enfurece, se sumerge en lo profundo, buscando en vano medios con que darse la muerte que huye de él. El amor le pone flaco: las canillas y cuello se alargan: la cabeza la tiene distante del cuerpo: ama las aguas; y como se sumerge sin cesar, le ha quedado el nombre de mergo.[235]


NOTAS

[1] Fue uno de los cuatro hijos de Pandion, Rey de Atenas, y hermano de Progne y Filomela.

[2] Era el hado que mientras tuviese aquel cabello no podia perder el reino.

[3] Perífrasis, por la que quiere decir seis meses.

[4] Era hija del Rey Niso.

[5] Minos.

[6] Esto denota cuán antigua sea el arte de la equitacion, cuyo orígen, que fue anterior á la guerra de Troya, dió causa y fundamento á la fábula y ficcion de los Centauros, á quienes hacian medio hombres y medio caballos.

[7] Fue Europa, madre de Minos, que le hubo de Júpiter, de quien fue robada, segun ya antes queda dicho.

[8] Fue Androgeo, muerto por Teseo.

[9] Alude á la pena del parricidio, que era la privacion del uso de todos los elementos á un tiempo, porque la traicion de Escila era virtualmente un parricidio.

[10] En esta isla fingieron que habian tenido su nacimiento la mayor parte de los Dioses y de las Diosas.

[11] Entre ellas fue la del tributo de cierto número de jóvenes y doncellas para echarlos al Minotauro, entre los cuales cupo la suerte al mismo Teseo, que fue libertado por Ariadna.

[12] Habla de los Sirtes del África, que son unos bancos de arena dilatados é intransitables.

[13] La tal Escila fue hija de Forco; y Circe, zelosa porque amaba á Aglauco, de quien ella estaba enamorada, envenenó el estanque donde Escila se bañaba, y luego que entró en él quedó convertida en piedra de medio cuerpo abajo, y llena de horror se precipitó en el mar de Sicilia, donde es y forma uno de los escollos opuesto al de Caribdis.

[14] Pasifae, enamorada de un toro, hizo que Dédalo la fabricase una vaca de madera; y valiéndose de ella, gustó con él las delicias de Venus.

[15] El trofeo era un tronco que se fijaba en el sitio donde el egército enemigo empezaba á volver la espalda, y en él se colgaban las armas y despojos que se habian tomado; y de este principio se originó el trasladar y colocar los trofeos en los escudos heráldicos.

[16] El Minotauro encerrado en el laberinto, y retirado de la vista del público, es símbolo y geroglífico del sigilo, principalmente en las materias de Estado; y el sigiloso senado de Roma le tomó por empresa, y le colocó en las banderas de sus egércitos con esta inscripcion: S. P. Q. R.

[17] Del rio Meandro se dice que es tan tortuoso en los giros, vueltas y remolinos de sus aguas, que no puede discernirse hácia qué parte corre; y este rio es símbolo y geroglífico de los doctores y escritores oscuros y confusos, que no es fácil comprender qué es lo que dicen.

[18] Este le habia encerrado en el laberinto por haber servido á Pasifae en sus amores.

[19] Es una constelacion septentrional llamada la Osa menor, por otro nombre el Boyero, la que se finge ser Arcas, hijo de la Ninfa Calisto, transformado en oso, y trasladado despues al cielo.

[20] Es otra constelacion de las pluviosas, y que causan tempestades, en la que fue transformado por Júpiter un hombre llamado Orion, que nació sin madre de la orina de aquel, de la de Neptuno y de la de Mercurio, recogidas y guardadas en el cuero de un buey.

[21] La humacion era el modo mas frecuente de sepultar los cadáveres; pues aunque tambien hubo la ambustion y otros varios modos y ritos, no eran estos tan frecuentes, como propios y peculiares de solas las personas de elevado carácter y de opulencia.

[22] Era un alcázar elevado de Atenas, desde el cual Dédalo despeñó y precipitó á su sobrino; y el llamarle el poeta torre de Minerva es porque la ciudad de Atenas estaba dedicada á esta falsa deidad.

[23] Esto confirma aquel adagio latino: Ars non sini perire, en cuya comprobacion se suele citar el suceso de Arion, arrojado de la nave con su lira, y recibido por un delfin que le sacó á la playa.

[24] Modo ingenioso de descubrir el poeta el orígen de las inclinaciones de la perdiz, y de su ratero y nada elevado vuelo por el temor de otra caida. Á este modo y por otro símil nos pintó el mismo Ovidio en otra parte el escarmiento aun en los irracionales, diciendo: Qui semel est læsus, falleci piscis ab hamo omnibus unca sui putat ni esse cibis.

[25] Fue la de haber muerto al Minotauro, segun queda ya notado.

[26] Dos deidades tutelares de Atenas, y las que principalmente se reverenciaban en esta ciudad.

[27] Teseo.

[28] Es lo que ahora llamamos el Archipiélago.

[29] ¡Qué ceguedad la de los gentiles, que no se avergonzaban de adorar deidades poseidas de las mas torpes pasiones, y que tomaban las mas terribles venganzas por cosas de poco momento!

[30] Fueron hijos de Júpiter y Leda.

[31] Fue el principal y capitan de los Argonautas, que en la nave Argo hicieron el viage á Colcos á la conquista del vellocino de oro.

[32] Este fue el mas longevo que conocieron los griegos, pues se afirma que vivió mas de trescientos años.

[33] Fue hijo de Oeclo, y Ovidio le denomina con el patronímico de Oeclides. Tuvo fama de grande adivino; y previendo por su arte que moriria en la guerra de Tebas, se ocultó, y le descubrió su muger Erifile.

[34] Diana sostenia y favorecia al jabalí como enviado por ella, y Apolo á los cazadores como Dios de la caza.

[35] Las máquinas de batir y asaltar los muros y las plazas eran en lo antiguo para el asalto las torres, y para batir el ariete, las vineas y el testudo, cuya descripcion puede verse en Juan Ravisio Testor.

[36] Estos eran Castor y Polux, conocidos por el patronímico de Tindárides.

[37] Fue hermano de Peleo, tio carnal de Aquiles, y padre de Ayax, el que disputó con Ulises sobre las armas de aquel, segun se verá en el libro 13.

[38] Es famosa en la fábula la amistad de Teseo y Piritoo, la que llegó al extremo de que habiendo ambos hecho el concierto de que ninguno de ellos hubiese de casar con muger que no fuese hija de Júpiter, bajaron al infierno á robar á Proserpina.

[39] De esto se puede inferir cuán antigua sea la costumbre de que al que mata la fiera en una caza clamorosa le dan la cabeza, y la trae y pone por trofeo sobre las puertas de su casa, como aun en el dia se observa.

[40] Violencia bien pintada de la pasion de la venganza, pues hizo que Altea suspendiese el llanto por la muerte de sus hermanos, y pasase desde él á la mas negra y dificil iracundia, tocando el grado de furor y escandecencia.

[41] Cloto, Laquesis y Átropos, las cuales fingieron tenian á su arbitrio la vida de los hombres, y señalaban el término y duracion de ella al tiempo del nacimiento.

[42] Fuerte contraste de dos violentas y contrarias pasiones, cuyos rasgos pinta el poeta con viveza, describiendo la prontitud con que Altea pasa de la una á la otra.

[43] Dice esto porque pensaban los gentiles que las almas se aplacaban y aliviaban con la venganza y desagravio de su muerte.

[44] Modo ingenioso con que quiere disculpar su impiedad.

[45] Primer y funesto efecto de la maldad, que aun antes de cometerla hace que se violente y tiemble para egecutarla el delincuente.

[46] En una forma muy semejante á esta, aunque provenida de otra causa, fingieron haber muerto Hércules en el monte Oeta, como se dirá adelante.

[47] En esto alude á la persuasion en que estaban los gentiles, y que aun llegó á nuestros tiempos, de que las encantadoras y hechiceras forman unas figuras ó muñecos á quienes atormentan, y lo que padece la figura lo siente el original.

[48] Ceremonia fúnebre que se hacia en las exequias, quitándose algo del cabello, y arrojándolo en la pira si aquellas eran por ambustion, ó en el sepulcro si eran por humacion.

[49] Estas aves en que fueron transformadas las hermanas se llamaron Meleágrides, y en la mas comun opinion son las gallinas africanas, de que tanto aprecio hacian los romanos en sus cenas en tiempo de Horacio, que las denomina con el nombre de afra avis.

[50] Como en cada cosa creian los gentiles existia una deidad, fingian haberlas en los rios; y la figura mitológica con que las pintaban era la de un hombre, cuya cabeza estaba coronada de ovas, y que destilaba agua por todo su cuerpo, y principalmente por los cabellos y la barba.

[51] Eran los lechos ó camillas que llamaban convivales, en las que mas bien se recostaban que se sentaban á la mesa, como nosotros lo hacemos.

[52] En cada camilla se acomodaban tres: el del medio era el lugar preferente, y este parece dieron á Teseo.

[53] Las deidades campestres eran el Dios Pan, los Sátiros, los Faunos, los Rios, las Ninfas Náyades, que habitaban en las fuentes, y las Dríadas y Hamadríadas en los árboles.

[54] Estas fueron unas Ninfas convertidas en islas por no haber llamado á Aqueloo á un sacrificio, al que habian convidado á todos los rios.

[55] Era un rito y ceremonia del hospedage.

[56] Todas estas cosas eran pertenecientes á la primera parte de la comida, que se llamaba gustatio.

[57] Segunda parte de la comida.

[58] Eran la conclusion ó la tercera parte.

[59] Es muy vulgar y sabida la fábula de Proteo, de quien se dijo y fingió que tomaba las formas y figuras que queria, y esta fábula se acomoda á las personas que, como suele decirse, hacen á muchas caras.

[60] Fue Metra, doncella de Tesalia, de quien se cuenta el suceso que refiere esta fábula.

[61] Era costumbre el plantar un bosque al rededor de los templos, el cual, lo mismo que estos, estaba dedicado á la deidad del templo. De esto tenemos egemplares en las santas Escrituras, que refieren la piedad y zelo de algunos de los Reyes de Judá y de Israel, que para desterrar la idolatría destruyeron los templos de los ídolos y los bosques que los rodeaban; y en la gentilidad se tenia por una especie de impiedad y sacrilegio el cortar los árboles de estos bosques.

[62] Esta demostracion no era del árbol, sino de la deidad que creian haber en él.

[63] Céres era la Diosa de las mieses, y en el lenguage de los poetas significaba el pan, como Baco el vino, segun se colige de aquello sine Cerere et Baccho friget Venus; y como donde hay pan no puede haber hambre, por eso dice aqui el poeta que no pueden juntarse el hambre y Céres.

[64] Elegante descripcion de la habitacion de la hambre.

[65] Esta es una de las inconsecuencias que se notan en los poetas, pues atribuye al carro de Céres los dragones que eran propios del de Saturno.

[66] Con el dinero que sacaba de las ventas.

[67] Hércules fue hijo de Júpiter y Alcmena, muger que fue de Anfitrion; y para prepararle aquel á la apoteosis ó deificacion dispuso ponerle al pecho de su muger Juno al tiempo que esta estaba durmiendo; y como despertase y advirtiese el engaño de que estaba mamando un hijo que no era suyo, sino de su rival Alcmena, se retiró de pronto el pecho, y la leche que de él corrió se extendió por el cielo, y de ella se formó aquella blanca línea, que en idioma griego se llama galaxia, y comun y vulgarmente se la denomina la via lactea, y en España el caminito de Santiago.

[68] El odio que Juno tuvo á Hércules consistia en ser hijo de su rival, y en que Júpiter habia prometido hacer Dios, y llenar de felicidades á lo que naciese de Alcmena; y por eso, valiéndose de Euristeo, le empeñó á tantas empresas y trabajos, con el fin de que pereciese en ellos antes de llegar á ser Dios.

[69] Tan antiguo como esto es el tener por indecoroso y por caso de menos valer el no admitir el desafio, sin dar entrada á la reflexion de que es mas afrentoso y repugnante y una mal entendida idea del pundonor el complicarse en la costumbre bárbara é inhumana del desafio.

[70] Como los atletas y luchadores peleaban desnudos, y ademas untados con aceite, usaban del ardid de tirarse polvo y arena el uno al otro para poderse asir, de modo que no fuese tan fácil el resbalarse y desprenderse.

[71] Eran el uso de la facultad que tenia ó le atribuian de poder mudar varias formas y figuras, como Proteo, Vertumno y la hija de Eresicton, de la que ya queda hablado.

[72] Es muy vulgar y sabido que la primera hazaña de Hércules fue la de despedazar, estando aun en la cuna, dos serpientes que Juno envió contra él para que le ahogasen entre sus roscas.

[73] El vencimiento de este monstruo fue uno de los doce combates á que Juno empeñó á Hércules para acabar con él, y que pereciese en alguno de ellos. Era la tal Hidra una serpiente que tenia ó la fingian con cien cabezas, y cortándole una renacian dos en su lugar; y el modo que tuvo Hércules de acabar con ella fue usar del cauterio, aplicando un tizon encendido á cada cabeza que cortaba, con que impidió el que renaciesen las otras dos.

[74] Varios é inconsecuentes estan los poetas y mitológicos en este y otros puntos; unas veces hacen á la cornucopia el asta de Aqueloo, y otras la de la cabra Amaltea, que crió á Júpiter. Sea lo uno ó sea lo otro, la cornucopia es una asta á quien las Ninfas llenaron de flores y frutas, y que se tiene y toma por símbolo de la abundancia.

[75] Era un rio de Etolia, que desaguaba en el mar de Corinto.

[76] Alude á los de caballo que atribuian á los Centauros, á quienes hacian medio hombres y medio caballos.

[77] Por estas expresiones acuerda Hércules al Centauro el castigo de su padre Ixion, que por haberse atrevido á robar á Juno fue condenado en el infierno á la pena de la rueda; pero de nada sirvió este recuerdo, pues á los impíos y estragados no les detiene ni hace en ellos impresion alguna el miedo del castigo.

[78] Las flechas de Hércules estaban envenenadas con la sangre de la Hidra, y de este modo se las dió á Filoctetes, y las tenia este, y era necesario concurriese con ellas á la guerra de Troya; pues segun los hados no podia ser conquistada ni tomada sin las flechas de Hércules.

[79] Fue hija de Eurito, con la cual casó despues un hijo de Hércules llamado Hilo.

[80] Creia que la virtud de la camisa era la de atraer á Hércules á su amor, é ignoraba que estaba envenenada.

[81] Ceremonia que se llamaba libacion.

[82] Fue hijo de Neptuno, tirano de Egipto, que sacrificaba á los huéspedes y extrangeros.

[83] Fue un gigante, hijo de la Tierra, con quien peleó Hércules; y advirtiendo que siempre que le dejaba caer se levantaba con mayor fuerza, y que la Tierra su madre le daba mas vigor, le levantó en el aire, y alli le venció y quitó la vida.

[84] Gerion, Rey fabuloso de los de España, fingieron que eran tres hombres reunidos en uno, y que tenia tres cabezas, seis brazos y seis pies; como el Cancerbero un monstruo de tres cabezas, segun queda ya anotado, y ambos fueron vencidos por Hércules.

[85] Va refiriendo Hércules sus doce famosos combates, y el toro de quien hace expresion es el Minotauro de Creta.

[86] Aqui toca una de sus doce empresas, que fue limpiar las caballerizas de Augias, Rey de la Elide, echando en ellas la corriente del rio Alfeo.

[87] Otro de los trabajos de Hércules, que fue el matar las perniciosas aves que por el lago Estinfale, cerca del cual habitaban, se llamaron Estinfáledes, las cuales eran de una portentosa corpulencia, tenian las alas y plumas de hierro, y destrozaban los campos y los vivientes, y Hércules mató algunas á flechazos, y las demas huyeron de aquel sitio, espantadas del ruido que les hacia con dos planchas de metal.

[88] En este bosque cazó Hércules una cierva muy ligera, que tenia los pies de bronce y los cuernos de oro.

[89] En latin llamado balteus: era el cíngulo que en la victoria de las Amazonas quitó á Hipólita, su Reina, y lo trajo y entregó á Euristeo, que por consejo de Juno le habia empeñado en esta empresa.

[90] Habla de la guerra que contra ellos hicieron los gigantes.

[91] Fue hijo de Estenelo y Alcmena, y hermano uterino de Hércules. Júpiter impuso á este la obediencia á Euristeo, que por ardid de Juno habia nacido primero, ofreciéndole el premio de inmortalizarle, y hacerle Dios luego que hubiese cumplido los trabajos que aquel le señalase, de lo que sabedora Juno instigó á Euristeo á que le impusiese los mayores imposibles, con el fin de hacerle perecer en alguno de ellos: por eso se indigna Hércules de que Euristeo, siendo tan malo, tuviese salud y felicidad, y él con todo su valor y proezas se hallase penetrado de aquel fuego, y á punto de morir.

[92] Este consistia en que los demas Dioses votaron por la deificacion de Hércules, y se conformaron en que se le diese este honor en premio de sus muchos trabajos.

[93] Estas imágenes de que usa el poeta dan idea de que los gentiles tuvieron alguna confusa noticia del purgatorio, y de la purificacion que en él reciben las almas.

[94] Este peso era la gran mole de Hércules, que como añadidura cargó con lo demas del cielo sobre los hombros de Atlante.

[95] Era la Diosa Juno, á quien con el nombre de Lucina invocaban en los partos, y creian asistir á ellos, y los facilitaba.

[96] Digan ahora lo que quieran los fisicos y sus modernas observaciones, fue opinion comun en lo antiguo que el tiempo del embarazo en las mugeres eran nueve meses cumplidos, despues de los cuales, y entrado ya el décimo, se verificaba el parto.

[97] El cruzar las rodillas y los dedos la tal Lucina era accion para detener el parto, y el extenderlos para facilitarlos.

[98] La criada Galantis comprendió que la postura de Juno era una maña para dificultar el parto, y trazó el ardid que aqui se refiere para hacerla mudar de postura, y que aquel se facilitase.

[99] Era rito comun de los antiguos gentiles el que el mas cercano pariente cerraba los ojos al moribundo.

[100] Semejante transformacion y renovacion hizo Medea con Eson, padre de Jason, al cual, siendo ya muy anciano, lo remozó, volviéndole á la edad de cuarenta años menos, como ya se dijo en el libro séptimo.

[101] Todo lo que sigue es un oráculo en que Temis anunciaba lo que habia de suceder.

[102] Fueron Eteocles y Polinice, hijos de Edipo, que los hubo en su madre Jocasta, con quien se casó sin conocerla.

[103] Fue un adivino, que previendo que no volveria de la guerra de Tebas, se excusó y ocultó por no ir á ella; pero le descubrió Erifile, su muger, y al punto que llegó á Tebas, siguiendo el partido de Polinice, se abrió la tierra, y se le tragó vivo.

[104] Fue Alcmeon, hijo de Anfiarao, el cual obedeciendo el precepto que le dejó su padre, mató á su madre Erifile.

[105] Llámale piadoso porque vengó la muerte de su padre, y delincuente porque con la de su madre se hizo matricida.

[106] Fue Calirroe, hija del rio Aqueloo, con quien Alcmeon se casó últimamente, habiendo abandonado á Alfesibea, hija de Fegeo, á la cual habia dado el fatal collar de oro que habia quitado á su madre Erifile cuando la mató. Calirroe, casada ya con Alcmeon, le pidió el tal collar; y yendo á recobrarle de Alfesibea, fue muerto por los hermanos de esta; y para que vengasen la muerte de su padre pidió Calirroe á Júpiter que de repente hiciese hombres perfectos á sus dos hijos, que eran niños, y Júpiter se lo concedió.

[107] Hasta aqui el oráculo de Temis.

[108] Era Titon, que por ser ya muy viejo decian se quedaba en la cama, y ella se levantaba primero, y salia en su carro esparciendo flores, y derramando el rocío.

[109] Fue hijo de Júpiter y Electra, y querido de Céres.

[110] Eaco, Radamanto y Minos eran tres hijos de Júpiter, á quienes este, por la justicia que observaron en la tierra, constituyó despues que murieron por jueces del infierno.

[111] En la mas comun opinion fue hijo de Apolo, hermano de Pasifae, y cuñado de Minos, á quien viéndole ya viejo y débil, trataba de quitarle el reino; pero espantado por un sueño que le envió Júpiter, desistió del proyecto, y se retiró al Asia.

[112] Es otra diversa de la que dió á Céres los primeros indicios de Proserpina: fue hija del tortuoso rio Meandro, y tuvo por hijos á Biblis y Cauno.

[113] Por esta voz se entiende el cariño fraternal, al que Biblis pensaba le era lícito soltar la rienda.

[114] La escritura en aquellos tiempos se hacia en unas tablas enceradas, y con unas puntas de hierro que servian de plumas, y se llamaba stilo, y de aqui vino el usarse de esta voz para significar el modo particular con que cada uno escribe.

[115] Como las letras se delineaban y abrian sobre la cera, era fácil el volverla á juntar y borrarlas, y á esto llamaban litura, de donde vino la voz litterae.

[116] El color del pudor es la palidez, y el de la osadía el sonroseo del rostro.

[117] Indicios y señales las mas evidentes de la oculta pasion del amor.

[118] Excusas muy frecuentes y comunes de los que se dejan arrastrar de la violencia de una pasion.

[119] De esto es fácil conjeturar la costumbre antigua de poner en las inscripciones sepulcrales ó epitafios la especie de muerte, y la causa de ella.

[120] Entonces se autorizaban los escritos, imponiendo en ellos el sello que cada uno tenia en su propio anillo, y era una señal que equivalia á la rúbrica que ahora usamos.

[121] Hasta de las cosas mas fútiles y casuales hacian asunto los gentiles para tirar de ellas sus agüeros.

[122] Dice esto, porque el quitarle la vida hubiera sido descubrir el secreto que queria ocultar, y poner en opiniones su propio honor.

[123] Á las resoluciones inconsideradas y temerarias presto sigue el arrepentimiento.

[124] Todo lo dicho es una alegoría muy oportuna, perfecta y acabada.

[125] Confiesa la violencia de la pasion, cuyo primer efecto es deslumbrar y obcecar al que se rinde á ella.

[126] Esto da á entender cuán antigua sea la opinion de la eficacia que se atribuye á la leche y á la lactancia para formar la índole é inclinacion en los niños; y esto deberia detener á las madres que separan de sí á sus propios hijos, y los abandonan á una ama, cuya índole y propiedades ignoran.

[127] Si se dió entrada á una pasion, y llegó á apoderarse del corazon, pronto se hace robusta, y llega á ser obstinacion.

[128] En lances y apuros de esta clase el mejor medio es huir.

[129] Llamóse Cauna, en la Caria, ciudad poco saludable en el estío y otoño.

[130] Era un monte en la Licia, en el que habia un volcan semejante al Etna de Sicilia. Los poetas fingieron que la Chimera era un monstruo que tenia la cabeza y anterior parte del cuerpo de leon, que vomitaba llamas, el medio de cabra, y la parte posterior de dragon; y hubo de dar ocasion á esta fábula el que la cima del monte Chimera era habitada de leones, el medio algo mas suave de cabras, y la falda pedregosa de serpientes. Belerofonte venció y mató á la Chimera, segun lo toca Alciato en uno de sus emblemas.

[131] Asi se llamaba la muger de Ligdo.

[132] Era la principal deidad que veneraban los egipcios. Fue la doncella Iö, á quien Júpiter para ocultarla de Juno transformó en vaca: aquella la dió á guardar al gigante Argos, que tenia cien ojos, y despues que Mercurio se los adormeció todos, y le cortó la cabeza, Júpiter la trasladó al Egipto, donde restituida á su primera figura, fue venerada con el nombre de Isis. Sus atributos eran la media luna sobre la cabeza, el sistro, y otros varios que mas adelante indica Ovidio, describiendo el aparato con que se presentó en sueño á Teletusa.

[133] Era Mercurio en figura de perro.

[134] Era otra deidad de Egipto, venerada en figura de buey de varios colores.

[135] Era Harpócrates, filósofo griego, á quien pintaban con el dedo puesto sobre la boca, y le hacian símbolo del silencio.

[136] Eran unos instrumentos de metal, de que usaban los sacerdotes egipcios en los sacrificios de Isis.

[137] Este puede confundirse con Apis, y le atribuian la figura de toro. Cuando se perdia le buscaban con gran tristeza, y al hallarle hacian demostraciones con mucha alegría.

[138] El soltarse los cabellos era nota y demostracion de afliccion.

[139] Este y los demas sitios que nombra eran las principales ciudades de Egipto en que se reverenciaba á Isis.

[140] Quiere decir que estaba viva, pues la reservó de la muerte con la traza que la dió Isis de que la fingiese varon.

[141] Aqui se da á entender que lo que ofrecieron en el templo de Isis fue algun cuadro ó pintura del suceso, á cuyo pie estaria la pequeña inscripcion que mas abajo se refiere, de lo que se colige cuán antiguo es el uso de llevar y colgar los votos y promesas en los templos.

[142] La invocacion que hacian á Himeneo para que asistiese á las bodas y las felicitase puede verse en aquel verso de Catulo Hymen, o Hymenaee, Hymenades, o Hymenaee. Orfeo fue hijo de Apolo y de la Musa Caliope, el mas diestro en la lira y en el cántico. Habilidad que hubo de ser don de Apolo su padre, á quien los mitólogos hacen Dios de la música y de la medicina.

[143] Era Eurídice, que pocos dias despues de las bodas murió de la mordedura de una serpiente, y Orfeo su marido bajó con su lira al infierno á pedir á Pluton y Proserpina se la restituyesen.

[144] Era un monte de Laconia, en el cual habia una profunda cueva, que creian ser la entrada para bajar á los infiernos.

[145] Alude á la fábula del rapto de Proserpina, que ya queda tocado en el libro quinto.

[146] Por haber puesto en una cena á Júpiter y Mercurio á su hijo Pelope fue condenado al infierno á la pena de estar en un rio y huírsele el agua, y las frutas de un árbol que estaba sobre su cabeza, cuando queria beber ó comer: es símbolo de los avarientos, que no gozan de lo que tienen.

[147] Fue el padre de los Centauros, que los hubo en una nube que tenia la figura de Juno, y fue condenado al tormento de la rueda. Este y los demas tormentos que toca el poeta se suspendieron al embeleso y melodía del cántico de Orfeo.

[148] Esto indica el errado concepto que tenian de los espíritus, á quienes daban configuracion corporal.

[149] Esta fábula se hubo de confarcinar sobre la confusa noticia que hubieron de tener los gentiles del suceso de la muger de Loth, que por haber mirado atras cuando huia de Sodoma con su marido é hijas quedó convertida en una estatua de sal.

[150] Tócase aqui de paso la fábula de un pastor, que al ver á Cancerbero, á quien Hércules sacó del infierno, y le traia por las ciudades de Grecia atado con una cadena por el cuello del medio, se quedó pasmado, y se convirtió en peñasco.

[151] Era el barquero, que en su barca pasaba las almas al otro lado del rio; pero no admitia en ella á las de los que no habian sido sepultados. En esta barca finge Virgilio haber pasado Eneas y la Sibila para llegar á ver á su padre Anquises.

[152] Los gentiles tuvieron sin duda noticia de lo que refiere Moises de las ciudades nefandas Sodoma y Gomorra &c., abrasadas con fuego del cielo por sus execrables maldades; pero ellos, como acostumbraban, envolvieron el terrible suceso con sus fábulas.

[153] Este es Apolo.

[154] Una de las Cícladas, en el mar Egeo.

[155] Dice esto porque el ciprés es árbol fúnebre, que se plantaba junto á los sepulcros, y cuyas ramas se ponian en señal de luto y tristeza á las puertas de los que habian muerto.

[156] Por esta invocacion empieza el cántico Orfeo, en el cual injirió las muchas transformaciones que se refieren en este y el siguiente libro, y llama á la Musa su madre, porque, segun ya queda dicho, era hijo de Caliope.

[157] Dos especies de ellos atribuian á Júpiter; unos que llamaban menores, con los que suponian destrozaba los edificios y los árboles, y otros que llamaban mayores y trisulcos, con los cuales creian heria y derribaba las montañas, y de estos fabulizan se valió en la guerra contra los gigantes.

[158] Fue hijo del Rey Tros, de quien tomó su nombre la ciudad de Troya, y por su hermosura Júpiter le arrebató transformado en águila para que le sirviese de copero en lugar de Hebe.

[159] Fue famoso el templo y oráculo de Apolo de la isla de Delfos, en el que la sacerdotisa, llena de entusiasmo y con ademanes de locura, daba desde la trípode las respuestas mas oscuras y confusas, y engañaba con ellas á los que venian á consultar.

[160] Como que era y le hacian el inventor y Dios de la medicina, la que por esto se llama aun en el dia arte ó facultad Apolinia.

[161] Fue hijo de Telamon, que desesperado por la repulsa en el certamen con Ulises sobre las armas de Aquiles, se mató con su espada, y de su sangre empapada en la tierra brotó la flor del jacinto, escrito en sus hojas el ay, nota de dolor, con la diferencia de que en la que fue convertido el jóven Jacinto estaba primero la y, y se leia ya, y en la que brotó de la sangre de Ayax al contrario ay.

[162] Fueron unas doncellas de Chipre, que por haber sido las primeras que se prostituyeron, segun se cuenta en la fábula siguiente, dieron ocasion á la de que Venus las convirtió en peñascos.

[163] Como cada deidad tenia su influencia y dominio en su diverso territorio, pues Juno dominaba en Samos, Apolo en Delfos, Diana en Éfeso, y asi las demas, Venus era Diosa de Chipre, y asi la llama Horacio en aquella oda que empieza: Sic te Diva potens Cypri.

[164] Hace mencion de la cera de este monte, porque era la mas exquisita, y sus abejas y colmenas las mas afamadas, como puede verse en el libro 4.º de los Geórgicos de Virgilio.

[165] Los hijos viciosos son la afrenta de los padres, y es desgracia el tenerlos, asi como los virtuosos y bien criados son el honor y la felicidad de ellos.

[166] Pintaban á las Furias con un azote en la mano, una humosa tea en la otra, y una cabellera de víboras enroscadas.

[167] Quiere decir su padre.

[168] Discursos de una muger que se halla obcecada por una pasion, y que prueban el gran trastorno que causan las pasiones.

[169] Antes bien lo detesta y aborrece.

[170] El amor, inclinacion y oficios paternales del padre á los hijos, y de estos á aquel, se llamaba y conocia entre los gentiles con el nombre de piedad.

[171] Era la muger de Ciniras y madre de Mirra.

[172] Son dos constelaciones asi llamadas, inmediatas la primera al Boote, vulgarmente llamado el Carro, y la segunda al signo de Virgo, en las cuales fueron convertidos un padre y una hija de aquellos nombres.

[173] Es cosa bien ridícula que el feto pudiese vivir y crecer despues de transformada en árbol su madre; pero tal es la naturaleza de las fábulas y ficciones poéticas, que confunden lo sensitivo con lo vegetativo.

[174] Pinta á Adonis de un modo que solo le falta el carcax para equivocarse con Cupido.

[175] Progresos y sucesion de las edades del hombre.

[176] Á las flechas de Cupido atribuian la eficacia de incitar al amor.

[177] Ciudades y regiones dedicadas á Venus, y en que esta asistia.

[178] Énfasis con que desde el principio indica la transformacion de Atalanta.

[179] Parece que la caza era un egercicio acomodado al celibato, y por eso se dedicó á ella Atalanta, el jóven Hipólito y otros algunos célibes que cuenta la fábula, aunque la doncella Calisto y otras muchas no estuvieron seguras en dicho egercicio.

[180] Para empezar la carrera.

[181] En este paréntesis habla Venus de sí misma.

[182] Primer paso, expresion é indicio del amor de que ya estaba penetrada Atalanta por Hipomenes.

[183] Fluctuacion y combate, que elegantemente denota los rápidos progresos del amor de Atalanta.

[184] Es la de Venus, en cuya boca pone el poeta la referencia de esta fábula.

[185] Es un epíteto de Venus por la isla de Citera, que la estaba dedicada.

[186] Otra de las dedicadas á Venus, de quien tomó el epíteto de Cipria.

[187] Hipérboles elegantes de la ligereza de los dos corredores.

[188] Fue uno de los compañeros de Cadmo en la fundacion de Tebas.

[189] Fue una Ninfa querida de Pluton llamada Menta, á quien, zelosa Proserpina, convirtió en yerbabuena.

[190] Nombres gentilicios de los habitadores de unos pueblos de Tracia; pero aqui se toma por las Bacantes.

[191] Epíteto de las Bacantes.

[192] Error filosófico, renovado en el dia por los novadores y libertinos.

[193] Rio de Tracia.

[194] Orfeo habia enseñado á los de Tracia los ritos y ceremonias de las orgias ó fiestas de Baco.

[195] El primero es un monte y el segundo un rio de la Lidia, cuyas arenas fingieron ser de oro por el suceso que se referirá despues.

[196] Toca aqui la fábula de Dánae, hija de Acrisio, encerrada por su padre en una torre para libertarla de Júpiter, y de cuya diligencia se burló este Dios.

[197] Capital de la Lidia, que fue corte del Rey Creso, edificada á las inmediaciones del rio Pactolo.

[198] Tambien los gentiles tenian sus expiaciones y purificaciones por ablucion.

[199] Es la virtud de convertirlo todo en oro.

[200] Era la que los griegos llamaban palla, vestidura talar propia de aquella nacion, como lo era la toga de los romanos.

[201] Era un adorno de la cabeza, como la mitra, las vendas, las diademas, &c.

[202] Este criado seria semejante á aquel que pinta Plauto, el que decia de sí: Rimosus ego sum, ac illac perfluo.

[203] Llamado hoy los Dardanelos ó el Bósforo de Tracia.

[204] Dos promontorios en la region de Troya: en el segundo y á la playa del mar estaba el sepulcro de Aquiles, y entre los dos un altar dedicado á Júpiter Panonfeo.

[205] Una vez faltando Laomedonte al contrato que habia hecho con Apolo y Neptuno, y otra faltando á la palabra que habia dado á Hércules.

[206] Era Tetis.

[207] Peleo.

[208] Un ramo de oliva.

[209] Gavilan.

[210] Lúcifer.

[211] No puede hacerse mayor injuria ni que mas sensacion cause que llamar fea á una muger que presume de deidad.

[212] Al medio dia.

[213] Uno de los Dioses marinos, y padre de las Nereidas.

[214] Fue una de las Nereidas, madre de Foco, que habia sido muerto por Peleo, y queria vengar la muerte de su hijo con el estrago de los toros.

[215] Fue la de haberle sacado con pretexto de casa, y dejádole en el campo sin armas para que fuese despedazado por las fieras en despique del odio que le concibió por la calumnia que Hipólita, muger de Acasto, levantó contra Peleo, acusándole de que habia querido atreverse á su honestidad; y favorecido Peleo de Mercurio, que le dió una espada fabricada por Vulcano, cuando volvió á Tesalia mató con ella á Acasto y á su muger.

[216] Fue un facineroso de Tesalia, que tenia interceptado el camino del oráculo de Delfos, y por último fue muerto por Apolo para que no impidiese la frecuencia de su templo.

[217] Era hija de Eolo, Dios de los vientos, y muger de Ceix.

[218] Se llamaban aquellas inscripciones que se ponian en los edificios sepulcrales en que habia algun cadaver, y cenotafios las que se contenian en edificios en que no habia cadaver, y que se erigian á la memoria de algun difunto.

[219] Perífrasis de dos meses.

[220] Principio de la tempestad, cuya elegante descripcion se sigue.

[221] Por la undécima se entiende la mas grande y terrible por la perfeccion que contiene, y significa el número decenario, y á este modo dijo el mismo Ovidio en el libro 1.º de sus Tristes:

Qui venit hic fluctus supereminet omnes,
Posterior nono est, undecimoque prior.

[222] Tenian por fortuna el no morir en el mar ni carecer del honor de la sepultura, sin el cual, como ya antes queda anotado, creian no poder pasar la barca de Aqueronte.

[223] Elegante pintura del conflicto de los que estan para naufragar.

[224] Es el arco celeste, compuesto de tantos colores, del cual dijo Virgilio:

Mille trahit varios adverso sole colores.

[225] Con mucha oportunidad y propiedad coloca el palacio del Sueño en el pais de los Cimerios, que hoy es la costa del mar Negro, region oscura y fria, y muy acomodada para influir sueño.

[226] En esta y siguientes expresiones reune los atributos y circunstancias del sueño, y que provocan á él.

[227] En tres clases ó especies dividian los sueños, unos que representaban á los hombres, otros á las fieras y demas animales, y otros á todas las demas cosas inanimadas. Al principal de los primeros llamaban Morfeo, al de los segundos Icelo, y al de los terceros Fantaso: estos tres representaban las cosas á los Reyes y personages, y los demas acometian á la plebe, y Morfeo fue enviado á representar á Alcione el naufragio de su marido.

[228] Una expresion tan viva y vehemente como esta se halla en Séneca, el que en la tragedia Tiestes dice en el acto 5.º: Venit in medias voces gemitus.

[229] Llámanse dias alcioneos, en los cuales el mar está tranquilo, y ocurren á la salida del invierno: algunos dicen ser nueve.

[230] Son los polluelos de los alciones, á quienes llama nietos de Eolo por provenir de Alcione, su hija, convertida en ave de esta especie.

[231] Todos los antecedentes fueron Reyes de Troya.

[232] Habla de Esaco.

[233] Era un riachuelo de la region de Troya.

[234] De igual casualidad fingieron haber muerto Eurídice, muger de Orfeo, segun ya queda dicho.

[235] Este nombre es tomado del verbo latino mergo, is, que significa zabullirse.


LISTA DE ESTAMPAS NUMERADAS

Estampa 82: La enamorada Escila es despreciada de Minos por traidora.
Estampa 83: Teseo mata al Minotauro y sale del laberinto de Creta.
Estampa 84: El calor del Sol derrite la cera que pegaba las alas de Icaro, y cae al mar.
Estampa 85: Perdix es precipitado por su envidioso tio, pero Minerva le transforma en Perdiz.
Estampa 86: Meleagro presenta á Atalanta la cabeza del Jabalí de Calidonia.
Estampa 87: El rio Aqueloo detiene á Teseo y le ruega descanse en su casa.
Estampa 88: Júpiter y Mercurio hallan hospitalidad en casa de Filemon y Baucis.
Estampa 89: La Hambre, por órden de Céres, esparce su veneno sobre Eresicton.
Estampa 90: Aqueloo se transforma en Toro para combatir con Hércules.
Estampa 96: Hércules, esclavo de la hermosura de Onfale, se deja desarmar é hila con ella.
Estampa 95: Hércules ahoga á Anteo que se oponia á su transito para África.
Estampa 91: Deyanira es robada por el Centauro Neso.
Estampa 92: Hércules se tiende sobre la pira, y Filoctetes la prende fuego.
Estampa 93: Hércules sube al cielo, y Júpiter le coloca entre los Dioses.
Estampa 94: Lucina aterra á Galantis y la transforma en Comadreja.
Estampa 97: Driope corta unas flores de Lotos, ninfa convertida en árbol, y sufre igual suerte.
Estampa 98: Biblis, buscando á su hermano, es transformada en fuente.
Estampa 99: Ifis es transformada en varon por la Diosa Isis para que se case con Yanta.
Estampa 100: Corriendo Eurídice por un prado con otras ninfas es mordida por una serpiente y muere.
Estampa 101: Saca Orfeo á Eurídice del Infierno y vuelve á perderla por mirarla.
Estampa 102: Orfeo atrae al son de su voz y de su lira á los animales, rocas y árboles.
Estampa 103: Queriendo darse la muerte Cipariso, es transformado en Ciprés por Apolo.
Estampa 104: Júpiter transformado en Águila arrebata á Ganimedes.
Estampa 105: Jugando Jacinto con Apolo, le mata un tejo que el viento desvió.
Estampa 106: Venus transforma en Toros á los Cerastes que profanaban á Chipre.
Estampa 107: Pigmalion se enamora de la estatua que habia hecho, y Venus la anima.
Estampa 108: Desesperada Mirra se colgó; pero su Nodriza corta el lazo y la libra.
Estampa 109: Mirra pare á Adonis y es transformada en el árbol de su nombre.
Estampa 110: Venus aconseja á Adonis que solo caze animales indefensos.
Estampa 111: Hipomenes vence con ardid en la carrera á Atalanta.
Estampa 112: Venus llora á su querido Adonis herido por un jabalí.
Estampa 113: Las Bacantes de Tracia que mataron á Orfeo son transformadas en árboles.
Estampa 114: Sileno, adornado de pámpanos, es presentado á Midas, quien lo entrega á Baco.
Estampa 115: Apolo pone orejas de asno á Midas en castigo de su mala sentencia.
Estampa 116: Tetis oye á Proteo que la pronostica tendrá un hijo mas poderoso que su Padre.
Estampa 117: Ceix, que va á consultar el oráculo de Apolo, se despide de Alcione.