The Project Gutenberg eBook of Orígenes de la novela - Vol. III

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Title: Orígenes de la novela - Vol. III

Author: Marcelino Menéndez y Pelayo

Release date: July 7, 2025 [eBook #76459]

Language: Spanish

Original publication: Madrid: Casa editorial Bailly-Bailliére, 1905

Credits: Andrés V. Galia, Tony Browne, Santiago and the Online Distributed Proofreading Team at https://www.pgdp.net (This file was produced from images generously made available by The Internet Archive/Canadian Libraries)

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NOTAS DEL TRANSCRIPTOR

En la versión de texto sin formatear las palabras en itálicas están indicadas con _guiones bajos_; mientras que las palabras en Versalitas se han escrito en mayúsculas. Además, una letra precedida por el signo “^” indica que esa letra es un superíndice. Por ejemplo ^e representa la letra “e” en tamaño más pequeño que la escritura del resto del texto y se encuentra ligeramente por encima de la línea de escritura. En la obra original aparecen letras o conjunto de letras con un signo diacrítico que muestra una línea horizontal (macrón) en la parte superior de esas letras. Algunos de esos signos no pueden representarse en la versión sin formatear y en consecuencia están representados con la marca [=texto]; es decir que ese signo representa la palabra “texto” con una línea horizontal superior sobre dicha palabra.

La obra incluye una Introducción de Menéndez y Pelayo y una segunda parte donde se presentan obras del período analizado en este tomo. Estas obras no sólo ilustran las temáticas elegidas por sus autores, sino el estilo, el lenguaje, modismos propios de la época, la ortografía e, incluso, las características de las impresiones tipográficas de ese entonces.

Para la Introducción escrita por Menéndez y Pelayo, el criterio utilizado para llevar a cabo esta transcripción ha sido el de respetar las reglas de la Real Academia Española, vigentes cuando la presente edición de esta obra fue publicada. El lector interesado puede consultar el Mapa de Diccionarios Académicos de la Real Academia Española.

Para el texto citado de otros autores y las novelas incluidas en la segunda parte, el criterio fue privilegiar que el texto coincidiese con el que figura en la imagen utilizada para llevar a cabo la transcripción. Este enfoque fue tomada para respetar la intención de Menéndez y Pelayo, que al final de la introduccion menciona: "En todos los textos seguimos fielmente las ediciones originales (salvo la puntuación) y conservamos la antigua ortografía, no sólo por razones filológicas, sino por la conveniencia de cercar con una especie de vallado ó seto espinoso estas producciones, alejando de ellas al profano vulgo". Por esa razón, de las obras presentadas en la segunda parte sólo se han corregido errores evidentes de impresión.

El Índice y la Fe de Erratas han sido reubicados al comienzo de la obra.

La cubierta del libro fue modificada por el transciptor y se ha agregado al dominio público.


Orígenes de la Novela

Tomo III

title-p

Nueva Biblioteca de Autores Españoles
bajo la dirección del
Excmo. Sr. D. Marcelino Menéndez y Pelayo.
14

Orígenes de la Novela

Tomo III

Novelas dialogadas, con un estudio preliminar

de

D. M. Menéndez y Pelayo
Director de la Biblioteca Nacional y de la Academia de la Historia.

Madrid
Casa Editorial Bailly/Baillière
Plaza de Santa Ana. núm. 10.
1910

ÍNDICE GENERAL

PÁG.
Introducción
X. La Celestina.—Razones para tratar de esta obra dramática en la historia de la novela
española.—Cuestiones previas sobre el autor y el texto genuino de la Tragicomedia
de Calisto y Melibea
.—Noticia de sus primeras ediciones y de las diferencias que
ofrecen.—Noticias del bachiller Fernando de Rojas.—¿Es autor del primer acto de
la Celestina?—¿Lo es de las adiciones publicadas en 1502?—Fecha aproximada
de la Celestina.—Lugar en que pasa la escena.—Fuentes literarias de la Tragicomedia:
reminiscencias clásicas.—Teatro de Plauto y Terencio.—Comedias elegíacas
de la Edad Media, especialmente la de Vetula, su imitación por el Arcipreste
de Hita.—Comedias humanísticas del siglo XV: el Paulus, de Vergerio; la Poliscena,
atribuída á Leonardo Bruni de Arezzo; la Chrysis, de Eneas Silvio (Pío II).—La
Historia de Euríalo y Lucrecia, del mismo.—Otras reminiscencias de escritores
del Renacimiento italiano: Petrarca, Boccaccio.—Literatura española del siglo XV
que pudo influir en Rojas: el Arcipreste de Talavera, Juan de Mena, Alonso de
Madrigal, la Cárcel de Amor.—Análisis de la Celestina.—Los caracteres.—La
invención y composición de la fábula.—Estilo y lenguaje.—Espíritu y tendencia de
la obra.—Censuras morales de que ha sido objeto.—Historia póstuma de la Celestina.—Rápidas
indicaciones sobre su bibliografía.—Principales traducciones.—Su
influjo en las literaturas extranjeras.—Influencia capital de la Celestina en el drama
y en la novela española
I
XI. Primeras imitaciones de la Celestina.—Égloga, de D. Pedro Manuel de Urrea.—Su
Penitencia de Amor.—Farsa de Ortiz de Stúñiga.—Romance anónimo.—Rodrigo
de Reinosa y otros autores de pliegos sueltos.—Celestina versificada, de Juan
Sedeño.—Comedias Hipólita, Seraphina y Thebayda, de autor anónimo.—Francisco
Delicado y su Retrato de la Lozana Andaluza.—Escasa influencia del Aretino
en España; refundición del Coloquio de las Damas, por Fernán Xuárez.—Continuaciones
legítimas de la obra de Fernando de Rojas.—Segunda Celestina ó
Resurrección de Celestina, de Feliciano de Silva.—Tercera Celestina, de Gaspar
Gómez de Toledo.—Tragicomedia de Lisandro y Roselia, de Sancho Muñón.—La
Celestina en Portugal; imitaciones de Jorge Ferreira de Vasconcellos: la comedia
Euphrosina.—Su traducción, por Ballesteros y Saavedra.—Otras imitaciones castellanas
de la Celestina.—Tragedia Policiana, de Sebastián Fernández.—Comedia
Florinea
, de Juan Rodríguez Florián.—Comedia Selvagia, de Alonso de Villegas.—Comedia
Selvaje
, de Joaquín Romero de Cepeda.—La Doleria del sueño del
mundo
, comedia alegórica de Pedro Hurtado de la Vera.—La Lena ó El Celoso,
del capitán D. Alonso Velázquez de Velasco
CLX
TRAGEDIA POLICIANA EN LA QUAL SE TRACTAN LOS MUY
DESGRACIADOS AMORES DE POLICIANO E PHILOMENA,
EXECUTADOS POR INDUSTRIA DE LA DIABOLICA VIEJA
CLAUDINA, MADRE DE PARMENO E MAESTRA DECELESTINA.
1
Argumento del primero acto.—Policiano, cauallero de illustre sangre, auiendo visto a
Philomena, hija de Theophilon e de Florinarda, en vna huerta, e preso de la yerua
enamorada de Cupido, viene a su casa dando gemidos por el dolor que la vista de Philomena
le ha causado. Llama a Solino su criado, con el qual toma consejo para començar
el seguimiento de sus amores. Solino le aconseja que escriua a Philomena vna
carta: lo qual ansi acordado, se acaba este primero acto
2
Argumento del segundo acto.—Confuso Solino de se auer offrescido a rescebir la
carta de Policiano para Philomena, está hablando consigo quando viene Salucio su
compañero; van se a dormir en casa de sus amigas, e por el camino cuenta Solino a
Salucio lo que con Policiano ha passado, e llegados a la puerta de sus amigas, las
hallan en cierto requiebro con vnos rufianes, e passada la renzilla de los celos se acaba
este acto
5
Argumento del tercero acto.—Salidos Solino y Salucio de casa destas mugeres tornan
a la posada de Policiano. Van por el camino hablando de la renzilla pasada, e
llegados a casa, Policiano da a Siluanico una carta para Philomena
6
Argumento del quarto acto.—Salido Policiano de casa, conciertan Solino y Salucio
de dar buelta por la calle de sus amigas: encuentran con Parmenia, hija de la Claudina,
e van con ella hasta su posada, donde hallan a la vieja, a la qual dan cuenta de los
amores de Policiano, etc.
8
Argumento del quinto acto.—Cornelia e Orosia conciertan de yr a la posada de Palermo
e Piçarro, publicos rufianes, e yendo por el camino encuentran con Siluanico, paje
de Policiano, con el qual passan sus acostumbradas puterias. Siluanico va adelante e
habla con Dorotea, criada de Philomena, e le da la carta que lleua de Policiano, etcétera
10
Argumento del sexto acto.—Salidos Solino e Salucio de la casa de la Claudina vanse
a la posada, donde siendo llegados viene Policiano, al qual dan relacion de lo que con
la vieja passaron; viene Siluanico e dize lo que de la carta ha sucedido, etc.
12
Argumento del septimo acto.—Cornelia e Orosia llegan en casa de Palermo, donde
hallan a Piçarro su compañero, a los quales se quexan de la injuria que de Solino e
Salucio rescibieron, e les piden que entiendan en la vengança, etc.
13
Argumento del octauo acto.—Siluanico, viniendo a la posada, viene hablando consigo,
donde halla a Policiano, al qual da relacion de lo que con la carta succedio. Viene la
Claudina, e auiendo oydo a Policiano, le promete la victoria, etc.
15
Argumento del nono acto.—Claudina sale de casa de Policiano acompañada de Solino
e Salucio, con los quales va hablando en los amores de su amo hasta llegar a la posada
de la vieja, etc.
17
Argumento del decimo acto.—Estando Philomena bordando, en su bastidor, pide a
Dorotea su criada un libro para leer, donde halla metida la carta de Policiano, e dize
alterada muchas palabras en desmostracion de su honestidad, etc.
20
Argumento del onzeno acto.—Venida la mañana, Claudina se leuanta e determina de
yr a casa de Philomena, sobre lo qual se tracta con Parmenia de los peligros que se
pueden ofrescer; finalmente haze su camino, e habla con Philomena dándola parte de
los amores de Policiano, etc.
21
Argumento del dozeno acto.—Palermo [y] Piçarro van a casa de Cornelia y Orosia
para traerlas a su estancia; van por el camino temiendo topar con los criados de Policiano;
llegados a casa de estas mugeres, las traen consigo, etc.
24
Argumento del xiii acto.—Policiano, muy penado del dolor que siempre le aquexa,
habla consigo solo e quexase de la dilacion que la vieja pone en su remedio. La Claudina
viene, e le cuenta lo que con Philomena ha pasado, etc.
26
Argumento del xiiii acto.—Salida la Claudina de casa de Policiano va hablando consigo
sola e pasa por la estancia de Palermo e Piçarro, donde están riñendo con Orosia
e Cornelia sobre que las quieren poner en el lugar de las mugeres públicas. La Claudina
los pone en paz, etc.
28
Argumento del xv acto.—Philomena, presa de la yerba diabolica de Cupido, dize
palabras compasibles manifestando su pena, de la qual dando parte a Dorotea su criada,
manda que vaya a llamar a la Claudina, la qual siendo llamada e prometida su venida
se acaba este acto
30
Argumento del xvi acto.—Despedida Dorotea de la Claudina, queda la vieja hablando
con Parmenia su hija, y en esto llega Siluanico, paje de Policiano, a llamar la, ella le
promete su yda con breuedad, etc.
32
Argumento del xvii acto.—Claudina e Parmenia hablan en los amores de Siluanico,
e despues la vieja sale para yr a casa de Philomena, entra por la posada de Cornelia
e Orosia para las traer al número de las otras; va en casa de Philomena, etc.
33
Argumento del xviii acto.—Salida la Claudina de casa de Philomena, va por el
camino hablando consigo hasta llegar a casa de Policiano, al qual siendo llegada, da
parte de lo acaescido con Philomena e le da su carta
36
Argumento del xix acto.—Claudina sale de casa de Policiano e Solino va con ella
hasta su posada, donde seyendo llegados hallan a Dorotea, criada de Philomena, a la
qual la Claudina encarga los amores de Siluanico. Yda Dorotea, quedan Parmenia e
Libertina, las quales se van con Solino a casa de Policiano, etc.
37
Argumento del xx acto.—Venida la media noche, Policiano llama a sus criados e
pide de vestir, e por consejo de Solino va solo al concierto que tiene hecho con Philomena;
lleua consigo a Siluanico; Solino e Salucio se quedan en casa con Libertina e
Parmenia, etc.
39
Argumento del xxi acto.—Polidoro e Machorro, hortolanos de Theophilon, estan
cauando en la huerta; llega Theophilon y encargales la labor, e dende a poco vienen
Philomena e Dorotea a la huerta, donde Philomena dize a Dorotea el concierto que
tiene con Policiano, etc.
42
Argumento del xxii acto.—Palermo e Piçarro, hallando se solos, acuerdan de yr a
casa de la Claudina para pedirle compañia, donde siendo llegados la Claudina vende su
hija a Palermo e a Libertina para Piçarro, e hecho el concierto se acaba este acto
44
Argumento del xxiii acto.—Theophilon, padre de Philomena, conosciendo en su hija
algun nueuo desasosiego, habla palabras muy graues a Florinarda su muger sobre el
descuydo que tiene en el castigo de Philomena, e llama a Siluerio e Panphillo sus
criados en secreto, a los quales encarga que maten a palos a la vieja Claudina, etc.
46
Argumento del xxiiii acto.—Venido el tiempo con Philomena concertado, Policiano
llama a sus criados para yr a la huerta de su señora; embia delante a Siluanico, e lleua
consigo a Solino e Salucio; llegados a la huerta ponen el escala e Policiano entra, donde
halla a Philomena esperando con Dorotea su criada. Los perros de la huerta sienten
la gente que anda por ella; finalmente, entrado Policiano e rescebido de Philomena,
gozan de los vltimos dones del amor, y entretanto Dorotea passa con Siluanico su
requiebro dende las ventanas de la huerta, e despedido Policiano de Philomena, Policiano
se torna a su posada e Philomena a su cama, e se acaba este acto
47
Argumento del xxv acto.—Claudina, cobdiciosa del logro quotidiano, sale de su casa
a visitar sus deuotas. Pasa por casa de Cornelia e Orosia, a las quales promete de dar
sendos amigos, y en el camino, tornando a su casa, topa con Libertina su criada, con
la qual va por la calle de Theophilon e halla a la puerta a Siluerio, con el qual se
embia a encomendar en Philomena, etc.
49
Argumento del xxvi acto.—Theophilon e Florinarda hablan en secreto sobre la guarda
de Philomena su hija, y acabada su plática, Theophilon va a la huerta e manda a los
hortolanos que suelten vn Leon que allí está en vna jaula para que espante las zorras
que andan entre los arboles. Despidese de los hortolanos y vase a cenar, y entretanto
Pamphilo e Siluerio aguardan a la Claudina que viene por la sortija e la dan tantos
palos hasta que piensan dexarla muerta, etc.
51
Argumento del xxvii acto.—Palermo e Piçarro van a casa de la Claudina para traer
a su estancia a Parmenia e Libertina, e llegados a la puerta de la vieja, la hallan en
la calle, que avn pide confession: metenla dentro en su casa, donde manda que llamen
a Celestina e la dexa por tutriz de sus hijos e tenedora de sus bienes, lo cual hordenado
e por la vieja Celestina aceptado, da el ánima al diablo e dexa el cuerpo a los
gusanos
54
Argumento del xxviii acto.—Policiano con sus criados va a gozar de los amores de
Philomena. Y entrando en la huerta sale el leon de entre los arboles, e sin que dél se
pueda defender, le haze pedaços. Y luego viene Philomena al lugar determinado, donde
halla a Policiano muerto. E despues de hazer su llorosa lamentacion, con la espada de
Policiano da fin a sus dias
56
Argumento del xxix acto.—Theophilon, muy cuydoso de la liuiandad de Philomena,
habla con Pamphilo e Siluerio, los quales le cuentan la muerte de la Claudina, y estando
en el regozijo de ver acabada su mala vida, entra Machorro el hortolano a dezirle
que Philomena su hija está bañada en su sangre en la huerta, e con el llanto de Theophilon
se acaba esta tragedia
58
COMEDIA DE EVFROSINA, TRADUCIDA DE LENGUA PORTVGVESA EN
CASTELLANA, POR EL CAPITAN DON FERNANDO DE BALLESTEROS
Y SAABEDRA.
60
Acto primero (Scena primera á sexta) 62
Acto segundo (Scena primera á séptima) 85
Acto tercero (Scena primera á séptima) 102
Acto quarto (Scena primera á octaua) 121
Acto qvinto (Scena primera á decima) 131
COMEDIA LLAMADA FLORINEA, QUE TRACTA DE LOS AMORES
DEL BUEN DUQUE FLORIANO CON LA LINDA Y MUY CASTA Y
GENEROSA BELISEA, NUEUAMENTE HECHA; MUY GRACIOSA Y
SENTIDA, Y MUY PROUECHOSA PARA AUISO DE MUCHOS NECIOS,
COMPUESTA POR EL BACHILLER IOAN RODRIGUEZ FLORIAN
157
Argumento de la primera scena.—Floriano despues de algunos dias ser passados,
que ouo llegado al pueblo donde residia Belisea, descubre a Lydorio su camarero y
antiguo criado en su casa la causa por qué dexando su señorio y naturaleza se vino
a tan extrañas y lexos tierras, y por qué hizo parada en el pueblo donde a la sazon
residia. Y despues de certificarle de estar herido de amores de Belisea, y pedirle fauor
para su enfermedad, passadas largas razones entre los dos, y mas terciando Fulminato,
embia por su consejo vna carta con Polytes a Belisea
159
Argumento de la scena ii.—Salidas al jardin Belisea y Justina su donzella, solazando
Justina a Belisea, entra Polytes con la carta de Floriano. La qual por fauor de la
Justina dexando, se va con buena esperança que le pone Justina. Y Justina lee la
carta a Belisea, aunque contra su voluntad
162
Argumento de la scena iii.—En que Lydorio hace gran sentimiento por la perdicion
de Floriano. Fulminato y Felisino se hazen a vna para poder medrar. Tracta de lleuar
Fulminato a Felisino en casa de Marcelia. Polytes da a Floriano respuesta de su carta,
y dale vn collar de oro para Justina y un jubon de brocado con sus calças al Polytes,
y tornale a dar otra carta para su señora Belisea
165
Argumento de la scena iiii.—Fulminato lleua a Felisino en casa de Marcelia. Felisino
les promete vna cena por amor de la hija de Marcelia llamada Liberia. Felisino
no puede vençer a Liberia, aunque haze Fulminato vn entremes para ello. Bueluense
los dos a casa de Floriano, quedando ellas en su casa
168
Argumento de la scena v.—Floriano y Lydorio passan grandes platicas sobre la fuerça
de amor. Y Polytes lleua la carta a Belisea
172
Argumento de la scena vi.—Polytes lleua la carta, passa grandes platicas con Justina;
dale el collar; lleua respuesta de Belisea a la carta de Floriano. Polytes da cuenta de
sus passiones propias a Justina, queda muy en su gracia y danse palabras de casamiento
178
Argumento de la scena vii.—Felisino lleua a Fulminato y a Pinel a la cena aplazada,
y quedanse a dormir en casa de Marcelia, donde Felisino alcança a Liberia y
Pinel a Gracilia, prima suya
182
Argumento de la scena viii.—Esperando Floriano a Polytes con la respuesta de
Belisea glosa el Romance que atras por él cantado auia. Dale la carta Polytes de su
señora y con ella él se desmaya. Va Polytes por mandado de Lydorio en busca de
Fulminato, que busque alguna alcahueta o hechizera
187
Argumento de la scena ix.—Despertando todos en casa de Marcelia, yendose Marcelia
a la misa del alua que solia, encuentranse ella y Polytes a la puerta de su casa
yendo en busca de Fulminato. Passando sus razones, ella se va, y él subiendo llama a
Fulminato con los demas, que se van a Palacio
190
Argumento de la scena x.—Lydorio halla a Floriano hablando a solas, y queriendo
entrar le a ver, sobreuiene Fulminato, y tractan los dos del remedio de Floriano.
Entran a él y hacen le leuantar
193
Argumento de la scena xi.—Tractando Polytes de yr a ver a Justina, Felisino le lleua
a casa de Marcelia, y ansi se le estorua su viaje
196
Argumento de la scena xii.—Passando Marcelia consigo y despues con la hija pláticas
de la bondad de la hija, el despensero de Lucendo les haze vn banquete de cena. Y
sobreuiniendo Fulminato y Pinel, haze Marcelia a Fulminato guisar lo que el otro auia
de comer. E sobre cierto achaque Fulminato se va huyendo y viene el despensero
200
Argumento de la scena xiii.—Fulminato cuenta a Lydorio el destroço que hizo essa
noche, y entran a Floriano. Y encargase Fulminato de buscar alcahueta que remedie
a Floriano
203
Argumento de la scena xiiii.—Fulminato sale de hablar a Floriano con la carta, y
va en casa de Marcelia luego de mañana. Marcelia asconde al despensero en la camara;
apazigualo al fin madre y hija. Fulminato da la carta a Marcelia, en que pone ella
ciertos poluos
205
Argumento de la scena xv.—Marcelia da la carta de Floriano con cierta cautela
a Belisea, que yva a Prado. Y finalmente lleua vn anillo de Belisea a Floriano
208
Argumento de la scena xvi.—Marcelia yendo a su casa halla la hija acabando de
despedir vn galan, y sobre sospecha le pide zelos. Despierta Marcelia a Fulminato;
vanse juntos a casa de Floriano, al qual cuenta lo que le auino con Belisea, y dale el
anillo, y persuadele que vaya a Prado a uerse con Belisea. Floriano da un anillo rico
suyo a Marcelia, con otras mercedes. Y buelta Marcelia a su casa, Floriano se alegra y
come, y manda adereçar para yr a Prado
214
Argumento de la scena xvii.—Idos Marcelia y Polytes juntos a su casa de la Marcelia,
luego va Felisino con el paño, que no quiso que lleuase el paje yendo con ella, y
lleuale el otro paje con Felisino la comida que le mandó Floriano. Felisino se combida
para la cena con Marcelia. Floriano va a nuestra señora de Prado, donde habla
con Belisea, segun se dirá en la scena que se sigue tras esta
218
Argumento de la scena xviii.—Començando a penar Belisea por Floriano, y estando
tractando con Justina de su mal, sobreuiene Floriano, y finalmente se hablan, declarando
Belisea a Floriano en qué manera le ha de amar, y ansi se diuiden, quedando
Polytes y Justina concertados de se hablar despues de media noche
221
Argumento de la scena xix.—Lydorio pregunta a Fulminato lo que passó en Prado.
Floriano haze gran lamentacion de su pena y quiere embiar a Fulminato a su señora,
el qual escusandose le manda llamar a Marcelia
226
Argumento de la scena xx.—Belisea descubre a Justina sus bascas y mal, y entramas
platican de dónde proceda el amor en el hombre. Justina descubre a su señora el
concierto que entre ella y Polytes auia de hablarse essa noche. Y conciertan de que le
hable Belisea al paje porque sepa de Floriauo
228
Argumento de la scena xxi.—Oyendo Fulminato lo que Pinel contaua a Felisino de
lo que Marcelia pissaua con el despensero, segun se tractó arriba, al fin perdiendo el
enojo se van Fulminato y Felisino a casa de Marcelia, donde passan algunos entremeses
de risa
230
Argumento de la scena xxii.—Polytes va hablar a Justina y Pinel que le acompaña.
Belisea sin darse a conoscer le habla. Justina y Polytes passan grandes platicas.
Lucendo, padre de Belisea, oye ruydo, y leuanta se a ver a Belisea
232
Argumento de la scena xxiii.—Ydo Lucendo de la camara de su hija, entra Justina,
y entre Belisea y ella hablan sobre lo que Lucendo tractó con la hija
236
Argumento de la scena xxiiii.—Fulminato y Felisino lleuan a Marcelia de su casa al
llamado de Floriano, el qual le encarga vna carta que lleue a Belisea, con la qual tambien
le bu[e]lue juntamente el anillo que le diera Belisea, con lo que más passan, etc.
238
Argumento de la scena xxv.—Ida Marcelia a casa de Lucendo, despues de hauerse
visto con el despensero, habla con Justina y con Belisea muchas y buenas razones a su
propósito, quedando concertada la visita de Floriano a Belisea para essa noche. Y tratado
el cómo y por dónde y la hora, se despide Marcelia, hauiendo dado las cartas a las
dos donzellas, ama y criada
241
Argumento de la scena xxvi.—Entrando Justina halla a Belisea desmayada y llena
de congoxas; y concertando el cómo hablar a Floriano essa noche, entra Lucendo, y
tracta con la hija de lo que otras vezes le ha propuesto
247
Argumento de la scena xxvii.—Estando Grisindo el paje de cámara de Lucendo con
Liberia a solas, entra Marcela de buelta de casa de Belisea, y ella le absconde. Y
estando la madre y la hija en sus razones, sobreuiene el despensero. Y estando ansi
juntos, sobreuienen Fulminato y Felisino, y sobre cierto entremes se absconde Fulminato
de miedo en el establillo
250
Argumento de la scena xxviii.—Llegada Marcelia a casa de Floriano, llegado Fulminato,
passan entre ellos y Lydorio grandes platicas de la amicicia
253
Argumento de la scena xxix.—Sabiendo Floriano que Marcelia viene de hablar a su
señora Belisea, habla consigo a solas al caso muchas razones. Entra Marcelia, da le
relacion de lo que ha hecho y saca le más dadiuas antes que le diga el concierto que
trae de que vaya essa noche a hablar a Belisea
256
Argumento de la scena xxx.—Estando Marcelia en secreto con Polytes, en contando
le en su casa lo que le pidio por el camino, sobreuiene Fulminato que le trae la comida.
Va se Polytes. Y Fulminato, pidiendo zelos a Marcelia, vienen a mal reñir
259
Argumento de la scena xxxi.—Ido el despensero, concierta con Grisindo de matar a
Fulminato. Justina leyendo la carta de Polytes, vee se la Belisea, y tomada sabe sus
casamientos. Tractan las dos de la entrada de Floriano. Y Belisea tracta a solas de
hazer casar a Justina y Polytes delante de ella y Floriano essa noche, para tomar
mejor occasion a sus desseos y mejor color a sus hablas
264
Argumento de la scena xxxii.—Venida la hora señalada, aparejado Floriano, se
carea con Belisea en el jardin: entre los quales passan razones muy sabrosas. Desposan
a Justina con Polytes, Floriano y Belisea, y despues Justina hace a los dos amantes
prometer se palabras de matrimonio
266
Argumento de la scena xxxiii.—Saliendo Floriano y Polytes por la puerta del jardin,
les acometen Felisino y Pinel, pensando ser otros. Van se todos a casa. Floriano
tracta con Polytes a solas de lo passado
272
Argumento de la scena xxxiiii.—Luego de mañana va Fulminato a Marcelia, y
cuenta le lo que le acontescio, haziendo la creer que dexó muerto al Despensero y a
Grisindo, y pide la plata que auia dexado el dia antes, lleuando la cena. Va se Fulminato.
Viene Felisino y Pinel, de los quales se informa mejor de lo que passó
274
Argumento de la scena xxxv.—Belisea se quexa de sí mesma por lo que ha hecho.
Marcelia va a visitar a Belisea, por tambien saber del Despensero, al qual encuentra
saliendo de ver ya a Belisea. El Despensero y Grisindo dan relacion a Marcelia de lo
que se hizo de Fulminato, y conciertan de yr los dos essa noche a cenar en casa de la
Marcelia
277
Argumento de la scena xxxvi.—Yendo Marcelia, y subiendo sin llamar en su casa,
asconde la hija vn estudiante en vna nassa de pluma, y haze a la madre encreyente
que tiene allá la criada de Gracilia huyda. Vase Marcelia a reñir a la Gracilia por la
criada: entiende lo Gracilia, y dissimula con Marcelia. Vase Marcelia a Floriano con
su mensaje de Belisea. Gracilia va a Liberia, y echan el estudiante fuera de mala
manera
282
Argumento de la scena xxxvii.—Estando Lydorio el camarero tractando con Fulminato
de lo que succedio a Floriano, llega la Marcelia, y con ella entra Lydorio a
Floriano donde él está
285
Argumento de la scena xxxviii.—Sabiendo Lydorio de Marcelia de lo que a Floriano
le ha succedido, entran a Floriano. Marcelia le da un anillo que traya de Belisea,
contando de lo que allá auino. Floriano le manda para casar la hija en albricias;
con otras cosas que más passan de notar
289
Argumento de la scena xxxix.—Fulminato, hecho el ademan de yr tras el que lleuaua
la capa, se va a Marcelia, y passan muchas pláticas. Despartense con la venida
de Polytes, Felisino y Pinel
291
Argumento de la scena xl.—Hablando Belisea y Justina de sus cosas, sobreuiene
Lucendo, y queriendo tractar con la hija de effectuar de casar la, ella se dize estar
mala, por dilatar el término de la respuesta de lo que el padre le pide
294
Argumento de la scena xli.—Estando en palacio Fulminato y Felisino y Pinel, tractando
de lo que acontescio a Fulminato con Marcelia, sobreueniendo Polytes y Lydorio,
tractan de qué cosa sea la fortuna, y despues se desparten para yrse a apercebir
para la jornada de la noche
297
Argumento de la scena xlii.—Marcelia lleua la carta y mensaje de Floriano a Belisea,
con la qual y con Justina passa grandes pláticas sobre los bienes y males que ay
entre los casados. Va se Marcelia a su casa, y queda Belisea con Justina, y lee el
papel de Floriano. Justina torna a persuadir a Belisea que concluya el matrimonio con
Floriano, venida la noche
300
Argumento de la scena xliii.—Venida la hora, va Floriano a ver a Belisea, y lleua
consigo a Polytes. Floriano queda de pedir a Belisea por muger a Lucendo, como
venga otro dia; y con esto se despiden, y concluye la comedia
306
COMEDIA INTITVLADA DOLERIA, D'EL SUEÑO D'EL MUNDO,
CUYO ARGUMENTO VA TRATADO POR VIA DE PHILOSOPHIA MORAL,
AORA NUEUAMENTE COMPUESTA POR PEDRO HURTADO DE LA VERA.
312
Scena 1. del primer acto.—El Mundo muy entonado y vestido de diversas colores.
Morpheo Dios d'el sueño le sale de traues y le hace dormir despues de algunas altercaciones
313
Comiença el sueño.—Heraclio enamorado comunica con Logistico sus amores, y él le
persuade no fiarse de mujeres
315
Scena 2. del primer acto.—Astasia con su criada Melania saliendose a vna huerta
suya, veen a Heraclio y Logistico embeuescidos en sus razones, y sin ser vistas d'ellos,
oyen lo que hablan
316
Scena 3. del primer acto.—Astasia queda hablando con Melania sobre los dos amigos
y dissimula su afficion
319
Scena 4. del primer acto.—Astasia sola lamentandose porque ama; despues habla con
Morio que sobreuiene
320
Scena 5. del primer acto.—Idona, hija de Astasia, reprehende a Melania de la ociosidad
y tratase d'el officio de las Donzellas y otros propositos
321
Scena 6. del primer acto.—Melania sola contrapunteando los amores de sus amas;
sobreuiene Asosio, su requebrado, que la espia y despues le habla
322
Scena 7. del primer acto.—Heraclio va visitar a Astasia y pasa con ella y con Idona
muchos requiebros
323
Scena 8. del primer acto.—Astasia tienta a su hija de casamiento con Heraclio, y
passan sobre ello algunas razones
325
Scena 9. del primer acto.—Logistico acaso sin ser visto, halla a Astasia sola
haciendo discursos
326
Scena 10. del primer acto.—Legistico busca a Heraclio para darle las buenas nueuas,
y hallale con Honorio su criado que le buscaua assi
327
Scena 11. del primer acto.—Honorio lleua la carta y buelue 328
Scena 12. del primer acto.—Heraclio yendo a casa de Astasia, topa Asosio que speraua
por Melania, y pasan otras damas con que se requiebra, no le viendo
329
Scena 1. del segundo acto.—Idona a solas hablando en Heraclio y en sus auisos y
lamentandose tambien de amor
332
Scena 2. del segundo acto.—Melania sola ayrada contra Asosio y deliberada de
burlalle
332
Scena 3. del segundo acto.—Heraclio haze su visita, en la qual ha discursos varios
entre él, Astasia y Idona
333
Scena 4. del segundo acto.—Morio aplica su muger al casamiento de la hija con
cierto gentil hombre, y hablase en Heraclio a la postre
336
Scena 5. del segundo acto.—Heraclio y Logistico asechan a Asosio que va uender
sus pollos y hablan con él
337
Scena 6. del segundo acto.—Entrando en casa de Astasia Asosio, Melania se burla
d'el y manifiesta a las damas su disfrace
339
Scena 7. del segundo acto.—Logistico, disfrazado en los habitos de Asosio, engaña
a Amertia y ella lo disimula
341
Scena 8. del segundo acto.—Asosio va al concierto, y halla de buelta a Amertia, que
se burla dél
341
Scena 9. del segundo acto.—Logistico tornando de su auentura halla Melania y
altercan sobre Asosio
342
Scena 10. del segundo acto.—Apio y Metio, seruidores de Astasia en otro tiempo,
bueluen al juego y son d'ella muy regalados; Logistico lleua las nueuas de lo
que vee
343
Scena 1. del tercer acto.—Asosio, buscando vn Nigromante, halla la grande magica
Doleria, que le promete vengalle de Melania y sobreuiene Heraclio
344
Scena 2. del tercer acto.—Logistico, auiendo dado las nueuas a Heraclio de sus
competidores, altercan sobre ellos vn buen rato
345
Scena 3. del tercer acto.—Doleria sola tractando de los estados enamorados y llega
Melania
346
Scena 4. del tercer acto.—Asosio va en busca de Heraclio y de Logistico para dalles
cuenta del concierto y del banquete
347
Scena 5. del tercer acto.—Apio y Metio van al combite de Astasia, y en mascara
los tres amigos a la fiesta, y passan entre sí algunos trances
348
Scena 6. del tercer acto.—Quedan los del banquete motejandose de las Egiptianas
partidas ellas, y despues se recoge cada vno a su posada
351
Scena 7. del tercer acto.—Asosio va a casa de Doleria en otros hábitos, y ella con
cierto vnguento le transfigura, y él va prouar sus aventuras
352
Scena 8. del tercer acto.—Melania va al concierto de su cortesano y effectuase el
casamiento
354
Scena 9. del tercer acto.—Heraclio va a casa de Logistico a consultar de sus amores,
y alli scrive vna carta a Astasia, que lleua Honorio
355
Scena 10. del tercer acto.—Asosio de retorno de sus bodas encuentra con Logistico
y Heraclio, con que se burla un rato en su mascara y buelue Honorio
358
Scena 1. del quarto acto.—Amertia va a casa de Mania por saber del cortesano; ella
la despide porque le speraua
359
Scena 2. del quarto acto.—Melania buelue a casa muy vfana de su buena ventura y
habla con su ama y con Idona
360
Scena 3. del quarto acto.—Heraclio llamado de parte de Astasia, Logistico le aconseja
cómo se ha de auer con ella y va asechalles detras la huerta y oye sus razones
361
Scena 4. del quarto acto.—Asosio buelue a su figura y busca sus amigos para contalles
sus auenturas
363
Scena 5. del quarto acto.—Astasia sperando sus nueuos seruidores, llega Heraclio y
sin ser visto vee lo que entre ellos passa
365
Scena 6. del quarto acto.—Logistico topa con Heraclio, que desesperado se parte
dél, sin querer tomar otro consejo
366
Scena 7. del quarto acto.—Heraclio trueca los vestidos con su criado Honorio y despedido
d'el se encuentra con Asosio, que despues de dissimular con él se los pone de
hurto
367
Scena 8. del quarto acto.—Logistico halla a Asosio con Doleria y deliberan entre sí
lo que harán sobre la cura del amigo Heraclio
368
Scena 9. del quarto acto.—Andronio, cortesano requebrado de Melania, se lamenta
della y ella dél estando ambos engañados
369
Scena 10. del quarto acto.—Heraclio en habitos de hermitaño reposandose en vn
prado dan con el Asosio y Doleria hechos peregrinos, a saber Doleria es Dicheo, Asosio
es Synesio
371
Scena 1. del quinto acto.—Logistico halla a Heraclio ya con sus vestidos, y muy
alegres ambos van acabar su auentura de Apio y Metio
372
Scena 2. del quinto acto.—Astasia y Idona se salen a la huerta a sperar sus seruidores,
y vienen Dicheo y Synesio, con quien se van, pensando eran ellos
373
Scena 3. del quinto acto.—Morio sale en busca de su muger y halla Melania que
venia de buscar a su marido, y conciertanse los dos, casandose ambos por despecho
374
Scena 4. del quinto acto.—Andronio busca Melania, y halla Aplotis que llora por su
tia y prima, y que va buscar Logistico su seruidor, y despues de trauar amores se conciertan
375
Scena 5. del quinto acto.—Asosio y Doleria, transfigurados en Astasia y Idona, bueluen
a Apio y Metio
376
Scena 6. del quinto acto.—Astasia y Idona se encuentran con Apio y Metio en el
bosque y ay entr'ellos grandes altercaciones
378
Scena 7. del quinto acto.—Heraclio, Logistico, Asosio y Doleria se van al bosque
transfigurados en Astasia, Idona, Apio y Metio, y les hazen creer que son sus sombras
y ser aquella la propriedad del bosque
379
Scena 8. del quinto acto.—Aglaia y Thalia, Gracias del cielo, se quexan de la ingratitud
de los hombres; sobreuienen dos Musas, Caliope y Melpomene, como Nimphas
del bosque que fingen ser ellas
381
Scena 9. del quinto acto.—Astasia y su compañia confusos y marauillados de lo que
veian, vienen Heraclio y Logistico dar con ellos
383
Scena 10. del quinto acto.—Caliope y Melpomene bueluen a buscar a Heraclio y a
Logistico y les toman por sus esposos
384
Scena 11. del quinto acto.—Astasia y Idona quedan lamentándose, y vienen los
saluajes, a saber, Apio y Metio tornados saluajes
385
Scena 12. del quinto acto.—Doleria declara a Asosio ser Nemesis, en otra figura
embiada a hazer justicia, y le promete la Nimpha Erato
386
Scena 13. del quinto acto.—Buelue al principio y viene Charon a despertar el Mundo,
al qual auia hecho dormir Morpheo despues de sus disputas
387
LA LENA, POR D. A. V. D. V. PINCIANO.Acto primero (Scena primera á novena) 390
Acto segvndo (Scena primera á octava) 399
Acto tercero (Scena primera á décima) 408
Acto cvarto (Scena primera á séptima) 420
Acto qvinto (Scena primera á vltima) 427

ERRATAS QUE SE HAN NOTADO

PÁGINA
▁▁▁▁▁▁▁▁▁
LÍNEA
▁▁▁▁▁▁▁
DICE
▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁
LÉASE
▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁
XV 27 el Zeitschrift la Zeitschrift
XXVI 35 Londres Londres, 1863
XXIX 10 debieron contribuir debieron de contribuir
L 15 esclavos esclavas
LII 16 fructi fruiti
LXII 17 Eufrosinas Marcelias
LXVII 33 produntor produntur
LXXXIV 15 el pueblo á él el pueblo á él,
no me satisfaze no me satisfaze
LXXXVI 27 apariencias apariencia
XCIV 45 ensnaer'd ensnar'd
C 46 Meneschmos Menechmos
CVII 37 sicerum sincerum
CXXIV 31 introduction instruction
CL 9 tratadista tratadito
CLIX 4 Cuidosa Cuidadosa
CLXXIX 29 García de Villa García de Villanueva
CLXXIX 35 de la de Sevilla la de Sevilla
CLXXX 44 Nouvelle Novelle
CLXXXIV 22 éxito estilo
CXCVII 2 Su valor Su valor estético
CCXXXVII 22 peculiariamente peculiarmente

ERRATAS QUE SE HAN NOTADO (continuación)

PÁGINA
▁▁▁▁▁▁
COLUMNA
▁▁▁▁▁▁▁
LÍNEA
▁▁▁▁▁▁▁
DICE
▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁
LÉASE
▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁
2 1.ª 13 tulit tullit
100 1.ª 59 contribucion contricion
113 2.ª 17 transformé transforme
130 2.ª 11 maculas moçuelas
140 1.ª 53 tiene teme
151 1.ª 16 y 17 No digais tal, señor, que es
opinion gentilica, de los
buenos que estan prosperos.
Presumese que siente, etc.
No digais tal, señor, que es
opinion gentilica. De los
buenos que estan prosperos
presumese que siente, etc.
165 1.ª 28 le mande mandé
189 1.ª 57 primo proximo
197 1.ª 3 loaran loarán
277 1.ª 17 bueo buen
282 2.ª 54 esta está
318 2.ª 13 si assi quieres, por si assi quieres: por
319 1.ª 43 quiso quise
319 2.ª 29 pareste paresce
325 2.ª 54 Otro dia que Otro dia, que
330 2.ª 9 de proposito, pues de proposito. Pues
359 1.ª 55 salud. salud?
360 2.ª 23 señora, señora?
366 1.ª 20 dexará dexara
387 2.ª 28 lleuará leuara
388 2.ª 20 Ase d'el Morpheo Ase d'el, Morpheo,
390 2.ª 38 la stima lastima
399 1.ª 15 linguam lingua
421 2.ª 51 los los hijos

[Pg I]

INTRODUCCIÓN

X

La «Celestina».—Razones para tratar de esta obra dramática en la historia de la novela española.—Cuestiones previas sobre el autor y el texto genuino de la «Tragicomedia de Calisto y Melibea».—Noticia de sus primeras ediciones y de las diferencias que ofrecen.—Noticias del bachiller Fernando de Rojas.—¿Es autor del primer acto de la «Celestina?«—¿Lo es de las adiciones publicadas en 1502?—¿Fecha aproximada de la «Celestina»?—Lugar en que pasa la escena.—Fuentes literarias de la «Tragicomedia»: reminiscencias clásicas.—Teatro de Plauto y Terencio.—Comedias elegíacas de la Edad Media, especialmente la de «Vetula»: su imitación por el Arcipreste de Hita.—Comedias humanísticas del siglo xv: el «Paulus», de Vergerio; la «Poliscena», atribuída á Leonardo Bruni de Arezzo; la «Chrysis», de Eneas Silvio.—La «Historia de Euríalo y Lucrecia», del mismo.—Otras reminiscencias de escritores del Renacimiento italiano: Petrarca; Boccaccio.—Literatura española del siglo xv que pudo influir en Rojas: el Arcipreste de Talavera, Juan de Mena, Alonso de Madrigal, la «Cárcel de Amor».—Análisis de la «Celestina».—Los caracteres.—La invención y composición de la fábula.—Estilo y lenguaje.—Espíritu y tendencia de la obra.—Censuras morales de que ha sido objeto.—Historia póstuma de la «Celestina».—Rápidas indicaciones sobre su bibliografía.—Principales traducciones.—Su influjo en las literaturas extranjeras.—Importancia capital de la «Celestina» en el drama y en la novela española.

Al incluir la Celestina y sus más directas imitaciones en esta historia de los orígenes de la novela española, y ofrecer en este tomo algunas muestras del género, no pretendo sostener que estas obras, y menos que ninguna la primitiva, sean esencialmente novelescas. En trabajos anteriores[1] he manifestado siempre parecer contrario, y no encuentro motivo para separarme de él después de atento examen. La Celestina[2], llamada por su verdadero nombre Comedia de Melibea en la primera edición, Tragicomedia de Calisto y Melibea en la refundición de 1502, es un poema dramático, que su autor dió por tal, aunque no soñase nunca con verlo representado.

Por mucho que se adelante su fecha, hay que conceder que fué escrita en el último decenio del siglo XV, y es probablemente anterior á las más viejas églogas de Juan del Enzina, á lo sumo coetánea de algunas de ellas[3]. ¿Qué relación podía tener aquel [Pg ii]escenario infantil con el arte suyo, tan reflexivo, tan maduro, tan intenso y humano? El autor escribió para ser leído[4], y por eso dió tan amplio desarrollo á su obra, y no se detuvo en escrúpulos ante la libertad de algunas escenas, que en un teatro material hubieran sido intolerables para los menos delicados y timoratos. Pero escribía con los ojos puestos en un ideal dramático, del cual tenía entera conciencia. Le era familiar la comedia latina, no sólo la de Plauto y Terencio, sino la de sus imitadores del primer Renacimiento. Este tipo de fábula escénica es el que procura, no imitar, sino ensanchar y superar, aprovechando sus elementos y fundiéndolos en una concepción nueva del amor, de la vida y del arte.

Todo esto lo consigue con medios, situaciones y caracteres que son constantemente dramáticos, y con aquella lógica peculiar que la dramaturgia impone á la acción y á los personajes, con aquel ritmo interno y graduado que ningún crítico digno de este nombre puede confundir con los procedimientos de la novela. La Celestina no es un mero diálogo ni una serie de diálogos satíricos como los de Luciano, imitados tan sabrosamente por los humanistas del siglo décimosexto. Concebida como una grandiosa tragicomedia, no podía tener más forma que el diálogo del teatro, representación viva de los coloquios humanos, en que lo cómico y lo trágico alternan hasta la catástrofe con brío creciente. Fuera de algunos pasajes en que la declamación moral predomina, el instrumento está perfectamente adecuado á su fin. La creación de una forma de diálogo enteramente nueva en las literaturas modernas es uno de los méritos más singulares de este libro soberano. En nuestra lengua nadie ha llegado á más alto punto; pero compárese esa prosa con la de Cervantes, y se verá cuánto distan el estilo del teatro y el de la novela, aunque tanto influyan el uno en el otro.

El título de novela dramática que algunos han querido dar á la obra del bachiller Rojas nos parece inexacto y contradictorio en los términos. Si es drama, no es novela.

[Pg iii]

Si es novela, no es drama. El fondo de la novela y del drama es uno mismo, la representación estética de la vida humana; pero la novela la representa en forma de narración, el drama en forma de acción. Y todo es activo, y nada es narrativo en la Celestina.

Pero ¿cómo prescindir de ella en una historia de la novela española? Así como la antigüedad encontraba en los poemas de Homero las semillas de todos los géneros literarios posteriores y aun de toda la cultura helénica, así de la Tragicomedia castellana (salvando lo que pueda tener de excesivo la comparación) brotaron á un tiempo dos raudales para fecundar el campo del teatro y el de la novela[5]. Y si extensa y duradera fué la acción de aquel modelo sobre la parte que podemos llamar profana ó secular de nuestra escena, no fué menos decisiva la que ejerció en la mente de nuestros novelistas, dándoles el primer ejemplo de observación directa de la vida; el primero, decimos, porque las pinturas de los moralistas y de los satíricos apenas pasan de rasguños, aun en las animadas páginas del Arcipreste de Talavera, uno de los pocos precursores indudables de Fernando de Rojas. La corriente del arte realista fué única en su origen, y á ella deben remontarse así el historiador de la dramaturgia como el que indague los orígenes de la novela. Y aun puede añadirse que en el teatro esa dirección fué contrastada desde el principio por una poesía romántica y caballeresca muy poderosa, que acabó por triunfar y dió su último fruto con el idealismo calderoniano; al paso que en la novela, vencidos definitivamente los libros de caballerías y relegados á modesta oscuridad los pastoriles y sentimentales, imperó victoriosa la fórmula naturalista, primero en la novela picaresca y luego en la grandiosa síntesis de Cervantes, que llamaba, aunque con salvedades morales, libro divino á la inmortal Tragicomedia.

Estas razones justifican, á mi ver, la inclusión de la Celestina en el cuadro que venimos bosquejando. Y admitida ella, que es sin duda la más dramática, no puede prescindirse de sus imitaciones, que lo son mucho menos, á excepción de la Selvagia, la Lena y alguna otra. Aun estas mismas fueron escritas sin contar para nada con la escena; y no lo digo solamente por las situaciones pecaminosas, pues iguales, ya que no peores, las hay en varias comedias italianas que positivamente fueron representadas,[Pg iv] sino porque en todas esas imitaciones falta aquella chispa de genio dramático que inflama la creación del bachiller Rojas y la hace bullir y moverse ante nuestros ojos en un escenario ideal. En las Celestinas secundarias, el diálogo, aunque constantemente puro y rico de idiotismos y gracias de lenguaje, camina lento y monótono, se pierde en divagaciones hinchadas y pedantescas ó se revuelca en los más viles lodazales. Sus autores calcan servilmente los tipos ya creados, pero rara vez aciertan á hacerles hablar su propio y adecuado lenguaje. Del drama sólo conservan la exterior corteza, la división en actos ó escenas, pero introducen largas narraciones, se enredan en episodios inconexos y usan procedimientos muy afines á los de la novela. Algunas hasta carecen de verdadera acción. La Lozana Andaluza, por ejemplo, no es comedia ni novela, sino una serie de diálogos escandalosos, del mismo corte y jaez que los Ragionamenti del Aretino. Pero de los caracteres que distinguen á algunos de estos libros y les dan peculiar fisonomía se hablará en el capítulo que sigue. Ahora debemos atender sólo á la obra primitiva, que por ningún concepto debe mezclarse con su equívoca y harto dilatada parentela.

Trabajos muy importantes de estos últimos años han puesto en claro la primitiva historia tipográfica de la Celestina; nos han revelado que el libro pasó por dos formas distintas, y han levantado una punta del velo que cubría la misteriosa figura del que yo tengo por único autor y refundidor de la Tragicomedia, aunque personas muy doctas conserven todavía alguna duda sobre el particular.

Algo de bibliografía es aquí indispensable, pero la abreviaremos todo lo posible. La primera edición de la Celestina conocida hasta ahora es la de Burgos 1499[6]. ¿Existió otra anterior? Me guardaré de negarlo, pero no encuentro fundada la sospecha. Lo único que puede abonarla son estas palabras del prólogo de la edición refundida de 1502: «que avn los impressores han dado sus punturas, poniendo rúbricas ó sumarios al principio de cada aucto, narrando en breue lo que dentro contenía: vna cosa bien escusada, segun lo que los antiguos scriptores vsaron». Es así que estas rúbricas ó sumarios aparecen ya en la edición de Burgos, luego tuvo que haber otra anterior en que no estuviesen. El argumento no me convence[7]. Pudo el primer impresor hacer esta adición en el texto manuscrito, y no enterarse de ello el autor hasta verlo impreso, puesto que no tenemos indicio alguno de que asistiera personalmente á la corrección de su libro.

Dejando aparte esta cuestión, que por el momento es ociosa é insoluble, conviene fijarnos en el inestimable y solitario ejemplar de la edición de Burgos, que nos ha [Pg v]conservado el texto primitivo de la Comedia de Melibea. Y en verdad que se ha salvado casi de milagro, pues no sólo ha tenido que luchar con todas las causas de destrucción que amagan á los libros únicos, sino con el ignorante desdén de aficionados imbéciles, que le rechazaban por estar falto, y hasta llegaron á dudar de su autenticidad[8].

Carece, en efecto, de la primera hoja, empezando por la signatura A—II (Argumento del primer auto desta comedia). Es un tomo en 4.º pequeño, de letra gótica, con diez y siete grabados en madera, que convendría reproducir. En el folio 91 se halla el escudo del impresor con la siguiente leyenda: «Nihil sine causa. 1499. F. A. de Basilea». Lo cual quiere decir que el libro salió de las prensas de Fadrique Alemán de Basilea, que estampó en Burgos muchos y buenos libros desde 1485 hasta 1517.

Pero este último pliego es contrahecho, según testimonio unánime de los que han tenido la fortuna de ver el precioso incunable[9]. Quedaba, pues la duda de si ese final fué copiado de otro ejemplar auténtico, ó si el escudo y la fecha eran una completa falsificación. Pero tal duda no es posible después del magistral estudio del doctor Conrado Haebler, bibliotecario de Dresde, cuya pericia y autoridad en materia de incunables españoles es reconocida y acatada por todo el mundo. Haebler deja fuera de duda que los caracteres con que está impreso el libro son los bien conocidos de Fadrique Alemán de Basilea, usados por él en casi todas las ediciones que hizo en 1499 y 1500, é idéntico el escudo del impresor al que aparece en otros productos de sus prensas[10].

Aparte de esta demostración tipográfica, bastaba haber examinado el libro por dentro (lo cual no creo que hiciese nadie antes de D. Pascual Gayangos, por quien fué redactada la interesante nota del Catálogo de Quaritch) para convencerse de que la edición era original y auténtica y anterior de fijo á la de 1502, que nos da ya el texto definitivo de la Celestina en veintiún actos. Los trece primeros se corresponden sustancialmente en las dos versiones, pero á la mitad del décimocuarto comienza una grande interpolación que dura hasta el décimonono; el vigésimo corresponde al décimoquinto de la edición primitiva, y el vigésimoprimero al décimosexto. Se interpolan, pues, cinco actos seguidos, además de numerosos aumentos parciales, que unidos á las variantes equivalen á una refundición total.

[Pg vi]

Como el ejemplar de 1499 está falto de la primera hoja, no podemos saber cuáles eran sus preliminares; pero en tan corto espacio no se comprende que cupiera más que el título de la obra en el anverso, y á la vuelta el argumento general de la obra. En cuanto á la carta de El autor a un su amigo, sólo podemos decir con seguridad que consta ya en la edición de Sevilla de 1501, tenida generalmente por segunda, y única que conserva la división en diez y seis actos.

Pero ¿puede negarse de plano que haya existido una edición de Salamanca, de 1500? En las coplas de Alfonso de Proaza[11], que van al fin de la edición de Valencia, de 1514, una de ellas, la postrera, «describe el tiempo y lugar en que la obra primeramente se imprimió acabada:

El carro Phebeo despues de aver dado
Mil e quinientas bueltas en rueda,
Ambos entonces los hijos de Leda
A Phebo en su casa teníen possentado,
Quando este muy dulce y breue tratado
Despues de revisto e bien corregido,
Con gran vigilancia puntado e leydo,
Fue en Salamanca impresso acabado».

[Pg viii]

La reproducción de estos versos en la edición valenciana de 1514 no implica, en concepto de Haebler ni en el mío, que ésta sea copia de la salmantina de 1500, ni nos autoriza para creer que llevase el título de Tragicomedia, ni que contuviese los veintiún actos y el prólogo. Pudo tomarse el texto de otro ejemplar posterior, que acaso estaría incompleto, y añadirle los versos del de Salamanca. Tampoco es materialmente imposible que, después de publicada la refundición, prefiriese el impresor de Sevilla el texto de la Comedia al de la Tragicomedia, por ser más de su gusto ó por tenerle más á mano. En bibliografía hay bastantes ejemplos de primeras ediciones que [Pg x]no han sido arrinconadas ni sustituídas por las segundas; que han coexistido con ellas, y que á veces han llegado á triunfar del texto enmendado por los propios autores. No fué éste ciertamente el caso de la Celestina, puesto que desde 1502 todas las ediciones tienen veintiún actos; pero ¿es tan irracional creer que el impresor de Sevilla pudo ignorar la edición de Salamanca? Hasta la circunstancia de haber omitido una de las octavas de Proaza induce á sospechar que no las tomó de allí. Hubo acaso otras ediciones de que no ha quedado memoria: recuérdese que las nueve más antiguas que conocemos han llegado á nosotros en ejemplares únicos, como restos de un gran naufragio. Tres de ellas son de un mismo año, 1502, lo cual atestigua la inmensa popularidad de la obra. ¡Quién sabe las sorpresas que todavía nos guarda el tiempo!

Absteniéndonos de conjeturas y cavilaciones sobre un punto imposible de resolver por ahora, la que hoy hace veces de segunda edición es la de Sevilla, 1501, ejemplar completo é inestimable que posee la Biblioteca Nacional de París y ha publicado también el Sr. Foulché-Delbosc con todo el primor que pone en sus reproducciones tipográficas[12].

El título es Comedia de Calisto z Melibea con sus argumentos nueuamente añadidos la qual contiene, demas de su agradable y dulce estilo, muchas sentencias filosofales y avisos muy necessarios para mancebos, mostrandoles los engaños que estan encerrados en siruientes y alcahuetas[13].

A continuación se lee una carta de El Autor a vn su amigo, en que le manifiesta que «viendo la muchedumbre de galanes y enamorados mancebos que nuestra comun patria posee», y en particular la misma persona de su amigo, «cuya juventud de amor ser presa se me representa aver visto, y dél cruelmente lastimada, a causa de le faltar defensivas armas para resistir sus fuegos», las halló esculpidas en estos papeles, «no fabricadas en las grandes herrerias de Milan, mas en los claros ingenios de doctos varones castellanos formadas; y como mirase su primor, sotil artificio, su fuerte y claro metal, su modo y manera de labor, su estilo elegante, jamas en nuestra castellana lengua visto ni oydo, leylo tres o quatro veces, y tantas quantas más lo leya, tanta más necessidad me ponia de releerlo, y tanto más me agradava, y en su proceso nuevas sentencias sentia. Vi no sólo ser dulce en su principal hystoria, o ficion toda junta; pero avn de algunas sus particularidades salian delectables fontezicas de filosofia, de otras agradables donayres, de otras avisos y consejos contra lisonjeros y malos siruientes y falsas mugeres hechizeras. Vi que no tenia la firma del auctor, y era la causa que estaua por acabar; pero quien quiera que fuesse es digno de recordable memoria por la sotil invencion, por la gran copia de sentencias entretexidas, que so color de donayres tiene. ¡Gran filósofo era! Y pues él con temor de detractores y nocibles lenguas, más aparejadas a reprehender que a saber inventar, celó su nombre, no me culpeys si en el fin baxo que lo pongo no expressare el mio, mayormente que siendo jurista yo, aunque obra discreta, es agena de mi facultad; y [Pg xi]quien lo supiesse diria que no por recreacion de mi principal estudio, del qual yo más me precio, como es la verdad, lo hiziesse; antes distraydo de los derechos, en esta nueva labor me entremetiesse... Assimessmo pensarian, que no quinze dias de unas vacaciones, mientras mis socios en sus tierras, en acabarlo me detuiesse, como es lo cierto; pero avn mas tiempo y menos acepto. Para desculpa de lo cual todo, no sólo a vos, pero a quantos lo leyeren, ofrezco los siguientes metros. Y porque conozcays dónde comiençan mis mal doladas razones y acaban las del antiguo autor, en la margen hallareys una cruz, y es el fin de la primera cena».

Los metros son once coplas de arte mayor, en que el autor insiste sobre sus propósitos morales y afirma de nuevo que ha proseguido y acabado una obra ajena:

Yo vi en Salamanca la obra presente;
Mouime á acabarla por estas razones:
Es la primera que estó en vacaciones;
La otra que oy[14] su inventor ser sciente,
Y es la final, ver ya la más gente
Buelta y mezclada en vicios de amor...

A primera vista estas octavas no tienen misterio, pero otras de Alonso do Proaza, corrector de la impresión, que cierran el libro con pomposo elogio, declaran un secreto que el autor encubrió en los metros que puso al principio:

No quiere mi pluma ni manda raçon
Que quede la fama de aqueste gran hombre,
Ni su digna gloria, ni su claro nombre
Cubierto de oluido por nuestra ocasion;
Por ende, juntemos de cada renglon
De sus onze
coplas la letra primera,
Las quales descubren por sabia manera
Su nombre, su patria, su clara nacion
.

Y en efecto, juntando las letras iniciales de los versos resulta este acróstico: «El bachiller Fernando de Royas (sic) acabo la comedia de Calysto y Melybea, y fue nascido en la Puebla de Montalvan».

Quién fuese este bachiller Rojas, vamos á verlo en seguida. Pero desde luego conviene notar la contradicción en que incurren Rojas y su panegirista. El primero se da por continuador, al paso que Alonso de Proaza no reconoce más autor que uno.

Un año después, en 1502, aparecieron en Salamanca, en Sevilla y en Toledo tres ediciones cuyo orden de prioridad no se ha fijado todavía. Las tres llevan el título de Tragicomedia de Calisto y Melibea y constan de veintiún actos. Las variantes do pormenor son innumerables. Todo ha sido refundido, hasta el prólogo y los versos acrósticos. En el primero, después de las palabras «vi que no tenía su firma del autor», se han intercalado estas otras, «el qual, segun algunos dizen, Juan de Mena, e segun otros Rodrigo Cota, pero quien quiera que fuese, es digno de recordable memoria. En los acrósticos se decía al principio:

[Pg xii]

No hizo Dedalo en su officio y saber
Alguna más prima entretalladura,
Si fin diera en esta su propia escriptura
Corta, un gran hombre y de mucho valer.

En la Tragicomedia se estampó:

Si fin diera en esta su propia escriptura
Cota ó Mena con su gran saber.

Tienen estas ediciones un nuevo prólogo lleno de autoridades y sentencias[15], en que el autor nos informa de las varias opiniones que hubo sobre su comedia y de los motivos que tuvo para refundirla. «Vnos dezian que era prolixa, otros breve, otros agradable, otros escura; de manera que cortarla a medida de tantas e tan differentes condiciones, a solo Dios pertenesce... Los niños con los juegos, los moços con las letras, los mancebos con los deleytes, los viejos con mil especies de enfermedades pelean, y estos papeles con todas las edades. La primera los borra e rompe; la segunda no los sabe bien leer; la tercera, que es la alegre juventud e mancebía, discorda. Vnos les roen los huessos que no tienen virtud, que es la hystoria toda junta, no aprovechandose de las particularidades, haziendola cuento de camino; otros pican los donayres y refranes comunes, loandolos con toda atencion, dexando passar por alto lo que haze más al caso e utilidad suya. Pero aquellos cuyo verdadero plazer es todo, desechan el cuento de la hystoria para contar, coligen la suma para su provecho, rien lo donoso, las sentencias e dichos de philosophos guardan en su memoria para trasponer en lugares convenibles a sus autos e proposites. Assi que quando diez personas se juntaren a oyr esta comedia, en quien quepa esta differencia de condiciones, como suele acaescer, ¿quién negará que aya contienda en cosa que de tantas maneras se entiende?... Otros han litigado sobre el nombre, diziendo que no se avia de llamar comedia, pues acabaua en tristeza, sino que se llamare tragedia. El primer auctor quiso darle denominacion del principio, que fue plazer, e llamola tragicomedia. Assi que viendo estas conquistas[16], estos dissonos e varios juyzios, miré a donde la mayor parte acostava, e hallé que querian que se alargasse en el processo de su deleyte destos amantes, sobre lo qual fuy muy importunado; de manera que acordé, avnque contra mi voluntad, meter segunda vez la pluma en tan estraña lavor e tan agena de mi facultad, hurtando algunos ratos a mi principal estudio, con otras horas destinadas para recreacion, puesto que no han de faltar nueuos detractores a la nueua adicion

Tales son los datos externos que nos suministran las primeras ediciones de la Celestina. Hemos subrayado intencionadamente todas aquellas frases que más importancia pueden tener en este proceso de indagación crítica. Lo primero que nos interesa es la persona del bachiller Fernando de Rojas, autor de la mayor parte de la obra por confesión propia, autor único según Alonso de Proaza.

No ha faltado en estos últimos años quien pusiese en tela de juicio la existencia del bachiller Rojas, ó á lo menos su identificación con el autor de la Celestina. El erudito que con más tesón y agudeza, y también (justo es decirlo) con menos caridad para sus [Pg xiii]predecesores, ha examinado las cuestiones celestinescas, preguntaba en 1900: «¿Quién es ese Fernando de Rojas, nacido en Montalbán? ¿Dónde ha vivido, qué ha hecho, qué ha escrito y cuándo ha muerto?» Y se reía á todo su sabor de los eruditos españoles que habían dado por buena la atribución á Rojas, aconsejando nominalmente á uno de ellos «que no fuese tan de prisa, porque este género de investigaciones exigen menos precipitación y menos credulidad»[17]. El consejo era ciertamente sano, y el aludido tomó de él la parte que le convenía, quedando agradecido á quien se lo daba. Pero siguió opinando que en materias de crítica, tan peligrosa es la incredulidad sistemática como la ciega credulidad, y que era aventurarse mucho el sostener, «hasta que hubiese pruebas de lo contrario, que Fernando de Rojas era un personaje inventado por el autor de la carta y de los versos acrósticos, y propuesto por él á la admiración de sus contemporáneos y de la crédula posteridad».

La prueba en contrario vino dos años después, y pareció perentoria á todos los que no tenían opinión cerrada sobre el asunto. El Sr. D. Manuel Serrano y Sanz, empleado de la Biblioteca Nacional entonces, y ahora dignísimo catedrático de Historia en la Universidad de Zaragoza, tropezó, entre otros procesos de la Inquisición de Toledo (que hoy se guardan en el Archivo Histórico Nacional), con uno formado en 1525 contra Alvaro de Montalbán, el cual declara bajo juramento tener una hija llamada Leonor Alvarez, muger del Bachiller Rojas, que compuso á Melibea, vecino de Talavera. Y cuando los inquisidores autorizaron al Montalbán para nombrar defensor, «dixo que nombraba por su letrado al Bachiller Fernando de Rojas, su yerno, vecino de Talavera, que es converso».

Justamente satisfecho el Sr. Serrano con tan importante hallazgo, publicó íntegro el proceso, acompañado de otros documentos que dan nueva luz sobre la familia de Rojas[18]. La identificación del personaje no podía ser más completa. La celebridad de su libro era tal, que iba unida á su nombre, y su suegro le invocaba como un título de honor: «el bachiller Rojas, que compuso á Melibea».

Tampoco ocultaba su condición de judio converso, que parece recaer sobre su propia persona y no meramente sobre su familia, pues entonces se hubiera dicho que venía «de linaje de conversos», según la formula usual. Conjetura el Sr. Serrano que su madre pudo ser cristiana vieja, y que de ella tomaría su apellido, que en la Puebla de Montalbán, en Talavera y en otras partes del reino de Toledo era de gente hidalga, al paso que no figura en los padrones conocidos hasta ahora de los judíos de aquella tierra. Pero con la anarquía que entonces reinaba en materia de apellidos y la frecuente mezcla de sangre entre gentes de ambas estirpes, poca seguridad puede haber en esto. Lo único que resulta averiguado es que el nombre del autor de la Celestina debe añadirse desde ahora á la rica serie de nombres preclaros con que la raza hebrea ilustró los anales literarios y científicos de nuestra Península[19].

[Pg xiv]

Resulta del proceso que Leonor Alvarez, mujer del bachiller Rojas, contaba en aquella fecha treinta y cinco años. No consta la edad de su marido, pero siendo ya autor de la Celestina en 1499, y viviendo todavía en 1538 según datos que parecen fidedignos, puede conjeturarse que tenía bastante más edad que su mujer, y por mi parte no encuentro inverisímil la de cincuenta años ó poco más, en que se fija el Sr. Serrano[20]. A esto se objeta que una obra maestra como la Celestina, que arguye tan profunda experiencia de la vida, no puede atribuirse á un joven recién salido de las aulas, por precoz que se le suponga. Pero el autor de la Celestina era positivamente un genio, y con el genio no rigen las reglas comunes. La intuición puede suplir á la experiencia en tales hombres. No hablemos de los grandes poetas líricos muertos en la flor de sus años, porque la poesía lírica tiene algo de juvenil en su esencia. No es preciso recordar tampoco los portentos de precocidad de Pascal, porque el espíritu geométrico se desenvuelve en condiciones que nada tienen que ver con las experiencias de la vida. Pero buscando en nuestra propia literatura, y muy cerca de nosotros, ejemplo bien adecuado, ¿quién no sabe que toda la obra crítica y satírica de Larra, no superada en nuestra lengua durante el siglo XIX, y á la cual nadie negará amarga y honda penetración social, fué escrita antes de los veintinueve años?

¿Qué inconveniente puede haber para admitir que la Celestina sea obra de un estudiante? Nada hay en ella que él no hubiese podido observar directamente: no hay un solo personaje, ni el gentil mancebo Calisto, ni su enamorada Melibea, ni Celestina y sus alumnas, ni los criados de Calisto, ni el rufián Centurio, que salga de los límites del mundo en que él vivía. Tipos como aquéllos debían de encontrarse á cualquier hora en Toledo y en Salamanca. Además, el ambiente de la Celestina tiene algo de universitario. La obra de Rojas, á pesar de su originalidad potente, es una comedia humanística, cuyos lances recuerdan los de las comedias latinas compuestas por los eruditos italianos del siglo décimoquinto: filiación que procuraré poner en claro más adelante. Estas obras se leían en nuestras universidades, y alguna de ellas logró los honores de la reimpresión para uso de nuestros escolares[21]. El medio, pues, era perfectamente adecuado para la elaboración de la Celestina, á la cual prestó sus elementos la realidad castellana, y sus formas la tradición clásica en consorcio con la Edad Media.

[Pg xv]

No es un desatino, aunque lo den á entender doctos filólogos, que llegan á tachar de «inverisímil ignorancia» á los que opinamos lo contrario, el decir que las expresiones «mi facultad», «mi principal estudio», pueden aplicarse lo mismo á un estudiante que «á un hombre provisto de un empleo ó que ejerce una profesión»[22]. A la facultad de Derecho pertenece lo mismo el que la aprende que el que la enseña ó la practica: todos ellos pueden decir con igual razón «mi facultad», «mi principal estudio». Jurista, según el diccionario vigente, es «el que estudia ó profesa la ciencia de las leyes». Estudiante jurista se dijo siempre en nuestras aulas, para distinguirle del estudiante teólogo ó de cualquier otra clase de estudiantes.

Además, aquellas vacaciones en que dice haber acabado su obra, ¿qué pueden ser sino vacaciones universitarias? Entonces no había vacaciones de tribunales, y aun éstos apenas comenzaban á organizarse, ni consta que Rojas ejerciese más oficio público que el de alcalde mayor de Talavera en sus últimos años. Los socios que «estaban en sus tierras» serían otros estudiantes ó bachilleres como él. Quizá una detenida exploración en el archivo de la Universidad de Salamanca podría resolver definitivamente este punto, en que bien podían ejercitarse los eruditos de aquella ciudad, que por no sé qué siniestro influjo empieza á olvidar demasiado la investigación de su gloriosa historia.

En Salamanca digo, porque es para mí casi seguro que estudió allí, y allí se graduó de bachiller en Jurisprudencia, en fecha ignorada, pero anterior de fijo á 1501, cuando ya usa ese título en los versos acrósticos. No había más que dos Estudios de Leyes en todo el territorio de la corona de Castilla, y el de Valladolid estaba más lejos de Talavera ó de la Puebla que el de Salamanca y tenía menos nombradía que él[23].

[Pg xvi]

Esta sospecha raya poco menos que en certidumbre cuando se repara en aquellos tres versos:

Yo vi en Salamanca la obra presente:
Movíme á acabarla por estas razones:
Es la primera que estó en vacaciones...

No por eso creemos que deba localizarse en aquella ciudad la escena de la Tragicomedia. Pero dejando en suspenso este y otros puntos relativos á la composición de la obra, continuemos recogiendo los pocos vestigios que de su paso por el mundo dejó el bachiller Fernando de Rojas. No da mucha luz la causa inquisitorial de su suegro Alvaro de Montalbán. Es uno de tantos procesos contra judaizantes, en que pueden adivinarse de antemano las acusaciones y los descargos. La familia había dado un regular contingente á los registros del Santo Oficio, que había desenterrado y quemado los restos del escribano Fernando Alvarez de Montalbán y de su mujer Mari Alvarez, padres del procesado Alvaro. El cual declara tener setenta años, antes más que menos, y haber sido ya reconciliado hacía más de cuarenta, por comer el pan cenceño[24] y entrar en las cabañuelas[25] y hacer otras ceremonias judaicas. El promotor fiscal le acusa de hereje y apóstata, no sólo por los actos dichos, sino por haber sembrado proposiciones de mala doctrina, dudando, como los saduceos, de la inmortalidad del alma: «Item, que despues acá, con poco temor de Dios y en menosprecio de la religion cristiana, hablando ciertas personas cómo los plazeres deste mundo eran todos burla, e que lo bueno era ganar para la vida eterna, el dicho Alvaro de Montalvan, creyendo que no ay otra vida despues desta, dixo e afirmó que acá toviese el bien, que en la otra vida no sabia sy avia nada». Un Iñigo de Monzón, vecino de Madrid, que había conocido á Alvaro en casa de su hija Constanza Núñez, mujer de Pedro de Montalván, aposentador de Sus Magestades, no sólo fué testigo de este cargo, sino que añadió otros bastante graves para la ortodoxia del procesado: «Preguntado en qué posesion es avido e tenido el dicho Alvaro de Montalvan en esta dicha villa e en los otros lugares donde dél se tiene noticia, dixo que en vezes ha estado en esta dicha villa, en la perrochia de san Gines, en casa del dicho su yerno, más de dos años, y el uno a la contina puede aver tres años, e que en el dicho tiempo que aqui estovo nunca le veya en misa los domingos ni fiestas, sino es alguna vez que yva con su hija, y que en entrando en la yglesia se sentava en un poyo cabizbaxo, y que asy se estava sin sentarse de rodillas ni quitarse el bonete; e no se acuerda ni parava mientes si adorava el Santo Sacramento, pero acuerdase que murmuravan muchas mugeres en la yglesia de verle asy syn devocion y syn verle rezar ni menear los labrios; e que otras vezes se metia en una capilla, donde estava hasta que se acabase el ofiçio, sentado; y que en el dicho tiempo tampoco le vió comulgar ni confesarse, e que preguntandole este testigo con sospecha al dicho cura, le dixo que con él no se habia confesado ni comulgado». El [Pg xvii]cura de San Ginés atenuó algo los términos de esta delación; y no se pasó adelante en la prueba testifical, sin duda porque en la Puebla (como dijo el mismo cura) apenas había persona que no tuviese nota de reconciliada. Las confesiones del reo, que prometió vivir de allí adelante como buen cristiano, y sin duda también su avanzada edad, mitigaron algo el rigor de la sentencia, que se redujo finalmente á asignarle su casa por cárcel, con obligación de traer el sambenito sobre todas sus vestiduras, y las demás penitencias en tales casos acostumbradas.

El bachiller Fernando de Rojas no vuelve á ser mencionado en el proceso de su suegro más que una vez sola, cuando le designó como abogado. Los inquisidores dijeron que no había lugar y que nombrase persona sin sospecha, y él nombró al licenciado del Bonillo.

Ya en 1517 había figurado el bachiller Fernando de Rojas entre los testigos de abono y descargo en otro proceso inquisitorial contra Diego de Oropesa, vecino de Talavera, acusado también de judaizante. Ni el triste percance de su suegro, ni los buenos oficios que generosamente prestaba á los de su raza, parecen haberle hecho personalmente sospechoso, si hemos de dar crédito á las noticias que en el primer tercio del siglo XVII recogió en su Historia de Talavera, inédita aún[26], el Licenciado Cosme Gómez Tejada de los Reyes, escritor juicioso y fidedigno en las tradiciones locales que conserva, y mucho más próximo á Rojas que nosotros, aunque no fuese coetáneo suyo. Este pasaje, descubierto por Gallardo y dado á conocer por Cañete con una errata substancial[27], dice así en su integridad:

«Fernando de Rojas, autor de la Celestina, fábula de Calixto y Melibea, nació en la Puebla de Montalban, como él lo dize al principio de su libro en unos versos de arte mayor acrósticos; pero hizo asiento en Talavera: aquí vivió y murió y está enterrado en la iglesia del convento de monjas de la Madre de Dios. Fué abogado docto, y aun hizo algunos años en Talavera oficio de Alcalde mayor. Naturalizóse en esta villa y dejó hijos en ella. Bien muestra la agudeza de su ingenio en aquella breve obra llena de donaires y graves sentencias, espejo en que se pueden mejor mirar los ciegos amantes que en los christalinos adonde tantas horas gastan riçando sus feminiles guedejas. Cumplió bien sus obligaciones en aquel género de escrevir, con que pueden entender tantos autores modernos de libros de entretenimiento y de otros, que no consiste la arte y gallardía de decir en afectadas culturas, todo ruido de palabras que atruenan el viento y lisonjean el oido, mas no hieren el alma porque les falta solida municion: vano estudio, indecente, infructuoso, que solamente á ingenios semejantes deleita, y a ninguno enseña ni mueve[28]. Vienen medidos a Fernando de Rojas respecto de otros autores aquellos dos versos de Marcial, hablando de Persio comparado a Marso:

[Pg xviii]

Saepius in libro memoratur Persius uno
Quam levis in tota Marsus Amazonide
;

y lo que admira es que siendo el primer auto de otro autor (entiéndese que Juan de Mena o Rodrigo de Cota) no sólo parece que formó todos los actos vn ingenio, sino que es individuo[29]. El mismo ejemplo tenemos en nuestro tiempo en los dos hermanos Argensolas, Lupercio y Bartolomé, insignes poetas, dos padres de un solo hijo, que sus metros más dicen unidad que similitud».

Prescindiendo del elogio de la Celestina, que es uno de los más curiosos de un tiempo en que ya comenzaba á olvidársela, nada hay en la sencilla noticia de Tejada que pueda infundir sospechas al más escéptico, ni que esté en contradicción con los pocos documentos originales que poseemos. Es cosa sabida (por declaración del mismo Rojas y por testimonio de su suegro), que era abogado, y sin gran temeridad se le ha podido llamar docto, pues no hemos de suponer ignorante y cerril en su principal estudio á quien era capaz de componer por mera recreación la Celestina. Que se naturalizó en Talavera está confirmado por todos los documentos, pues ya aparece como vecino de aquella ciudad en 1517, y á ella se refieren todas las noticias posteriores de su vida, que alcanzan hasta 1538. Consta que aquel año ejerció en Talavera desde el 15 de febrero al 21 de marzo el cargo de alcalde mayor, sustituyendo al Dr. Núñez de Durango[30]. Si Cosme Gómez escribía de memoria, pudo equivocarse en cuanto á la duración del cargo, pero esta no es variante de transcendencia. Lo del enterramiento en la iglesia del convento de monjas de la Madre de Dios era caso de notoriedad pública y no podía inventarse. Finalmente, es ciertísimo que Fernando de Rojas dejó descendencia. El testamento de su cuñada Constanza Núñez, descubierto por el benemérito y malogrado D. Cristóbal Pérez Pastor en el archivo de protocolos de Madrid, nos ha dado á conocer el nombre de una hija del poeta, Catalina de Rojas, casada con su primo Luis Hurtado, hijo de Pedro de Montalbán[31]. Y probablemente no fué única: en el archivo de la parroquia del Salvador, de Talavera, que está próxima al convento de la Madre de Dios, se encuentran partidas bautismales de 1544, 1550 y 1552, referentes á varios hijos de Alvaro de Rojas y de Francisco de Rojas, casado este último con Catalina Alvarez, patronímico que llevaba también la mujer de nuestro autor. La razón de los tiempos y el no conocerse por entonces otros Rojas en Talavera, puede inducir á sospechar que el Alvaro y el Francisco eran hijos del bachiller; lo que no parece dudoso es que pertenecían á su familia.

No es únicamente el testimonio de Cosme Gómez el que afirma la atribución de la Celestina á Fernando de Rojas. Hay otro más antiguo y que estaba ya indicado años antes del hallazgo de los procesos de Toledo. Al tomar posesión de su plaza de número en la Academia de la Historia, leyó el inolvidable D. Fermín Caballero, en 1867, un precioso discurso sobre las Relaciones geográficas que los pueblos de Castilla dieron á Felipe II desde 1574 en adelante, contestando al interrogatorio redactado por [Pg xix]Ambrosio de Morales. No se olvida D. Fermín de consignar que «del bachiller Fernando de Rojas, coautor de la famosa Tragicomedia, hace referencia la respuesta de su lugar natal, la Puebla de Montalbán»[32]. Y así es, en efecto, salvo lo de coautor, que no es frase del documento, sino gratuita afirmación del ilustre académico, que en eso seguía la opinión más corriente en su tiempo. Para los naturales de la Puebla, como para Álvaro de Montalbán, Rojas era único autor de la Tragicomedia. Mandaba el capítulo 37 del interrogatorio que se especificasen «las personas señaladas en letras, armas y en otras cosas que haya en el dicho pueblo, ó que hayan nacido ó salido de él, con lo que se supiere de sus hechos y dichos señalados». El bachiller Ramírez Orejón, clérigo, que fué, en compañía de Juan Martínez, ponente (como hoy diríamos) de esta Relación, contesta que «de la dicha villa fué natural bachiller Rojas, que compuso a Celestina»[33].

Aclarado ya, aunque no tanto como nuestra curiosidad desearía, el enigma personal del Bachiller, que por tanto tiempo ha fatigado en inútiles disquisiciones á la crítica[34], entremos en las cuestiones verdaderamente graves y difíciles que se refieren á la composición del libro. Estas cuestiones se han complicado con la aparición de los ejemplares en diez y seis actos. Antes no se disputaba más que sobre el acto primero. Ahora no basta preguntar: el bachiller Rojas, ¿es autor único de la Celestina? sino que la interrogación debe formularse así: el bachiller Rojas, ¿es único autor de los diez y seis actos que conocemos por las ediciones de Burgos y de Sevilla? ¿Se le deben atribuir también los cinco actos interpolados en las ediciones de 1502, y conocidos con el nombre de Tractado de Centurio? ¿Le pertenecen asimismo las variantes y adiciones que se introdujeron en los demás actos del texto refundido?

En absoluto rigor crítico la cuestión del primer acto es insoluble, y á quien se atenga estrictamente á las palabras del bachiller ha de ser muy difícil refutarle[35]. Él afirmó siempre en la carta «á vn su amigo», en los versos acrósticos y en el prólogo, [Pg xx]que no había hecho más que continuar una labor ajena. Los elogios que hace del primer autor son tan enfáticos que superan á todo lo que han dicho los más exaltados panegiristas de la Celestina:

Jamas yo no vide en lengua romana,
Despues que me acuerdo, ni nadie la vido,
Obra de estilo tan alto e sobido,
En tusca, ni griega, ni en castellana.
No trae sentencia, de donde no mana
Loable á su auctor y eterna memoria...

Él no ha hecho más que dorar con oro de lata

El más fino tíbar que vieron sus ojos,
Y encima de rosas sembrar mil abrojos.

Afecta desdeñar los quince actos por él escritos: «el fin baxo que le pongo»; obra, al fin, de quince días de vacaciones, en que anduvo algo «distraído de los derechos». Sus mal doladas razones irán distinguidas de las del antiguo autor con una cruz en la margen al fin de la primera cena. Ha de advertirse que ni en la edición de Burgos ni en la de Sevilla (1501) aparece tal cruz, ni el texto está dividido en cenas ó escenas, sino en auctos, como en todas las restantes. Un humanista como Rojas, que da tan seguras pruebas de conocer el teatro de Plauto y Terencio, no podía ignorar que tanto en la comedia latina como en la moderna son cosa muy diferente actos y escenas. En la Celestina misma algunos actos pueden dividirse en escenas, atendiendo á las mutaciones de lugar y á las entradas y salidas de los personajes[36]. Pero es lo cierto que el bachiller, por inexperiencia acaso del vocabulario teatral, usaba promiscuamente las dos palabras, puesto que en las ediciones de 1502 la carta termina de este modo: «acordé que todo lo del antiguo auctor fuesse sin diuision en vn aucto o cena, incluso hasta el segundo aucto, donde dize: Hermanos míos...». No hay duda, pues, que la primera cena coincidía exactamente con el primer acto, y es la parte que Rojas da por ajena.

Este acto es ciertamente más largo que ningún otro de la Tragicomedia, aunque no con la desproporción que se ha dicho. En la edición más reciente ocupa treinta y ocho páginas, pero no es corto el aucto dozeno, que pasa de veinticuatro. Quizá cuando el autor comenzó á escribir no pensaba en dar á su obra el desarrollo que luego tuvo, y creyó poder encerrar toda la materia en un solo acto. Lo que sí llama la atención, y lo consigno lealmente por lo mismo que soy partidario acérrimo de la unidad de autor en la Celestina, es que el primer acto fué el único que se salvó de adiciones y retoques en la refundición de 1502, como si Rojas hubiera tenido escrúpulo de poner la mano en obra que no le pertenecía. Hay algunas variantes, pero son puramente verbales. Hubiera sido demasiado candor en Rojas dar con su propio texto armas contra la supuesta existencia de otro autor. Inventada ya la fábula, tenía que sostenerla con algún color de verisimilitud.

[Pg xxi]

Pero ¿qué autor era ése á quien tanto admiraba? En la primera redacción de la Carta á un su amigo no nombra á nadie, ni hace conjetura alguna: se limita á decir que la obra llegó anónima á sus manos. En la segunda es más explícito y consigna la atribución por unos á Juan de Mena y por otros á Rodrigo Cota.

Nadie ha tomado en serio la primera, á excepción del editor barcelonés de 1842, que tuvo el capricho de estampar en la portada los nombres de Mena y Cota, ligándolos con la conjunción y, como si hubiesen sido colaboradores en la tragicomedia[37]. Juan de Mena fué un poeta superior dentro de su género y escuela, y en cierto modo el mayor poeta del siglo XV, pero su prosa es francamente detestable, llena de pedanterías, inversiones y latinismos horribles, que le hacen digno émulo de D. Enrique de Villena, cuyas huellas procuró seguir. Basta haber leído una página cualquiera del Omero romanzado ó de la Glosa que hizo á su propio poema de la Coronación, para comprender que era incapaz de escribir ni una línea de la Celestina. De esa Glosa decía el Brocense que, «allende de ser muy prolija, tiene malísimo romance y no pocas boberias (que ansi se han de llamar): más valdría que nunca pareciesen en el mundo, porque parece imposible que tan buenas coplas fuesen hechas por tan avieso entendimiento»[38].

Esta incapacidad de Juan de Mena para usar otro lenguaje que el métrico debía de ocultársele menos que á nadie á Fernando de Rojas, verdadero progenitor de nuestra prosa clásica, á quien no llega ningún escritor del siglo XV y superaron muy pocos del siguiente. ¿Cómo hubiera podido creer ni por un momento que era obra de Juan de Mena la que dice haber tenido entre manos? Este rasgo es uno de los que hacen dudar de su absoluta sinceridad. Puso á bulto el nombre del poeta cordobés, porque era una grande autoridad literaria en su tiempo y se le citaba para todo, y el mismo Rojas estaba empapado en sus escritos, como lo declaran de un modo palmario algunos pensamientos é imitaciones de detalle que en la Celestina se encuentran, como veremos después.

La cuestión de Rodrigo Cota es diversa y merece más atento examen. Rodrigo Cota de Maguaque, llamado comúnmente el Tío ó el Viejo, para distinguirle de un deudo suyo á quien llamaron el Mozo, era un judío converso de Toledo, que afectó, como otros muchos, odio ciego y feroz contra sus antiguos correligionarios, y recibió por ello dura lección de otro poeta judío, Antón de Montoro[39]. Á Cota han sido atribuídas con leve fundamento diversas producciones anónimas del siglo XV, tales como las [Pg xxii]Coplas de la Panadera, el escandaloso y sucio libelo titulado Coplas del Provincial y la célebre sátira política Coplas de Mingo Revulgo. Pero aun suponiendo que fuera suya esta alegórica y revesada composición, que para los mismos contemporáneos tuvo necesidad de comento, más perdía que ganaba en títulos para ser considerado como autor de la Celestina, obra sencilla y humana, y por eso eternamente viva, la cual nada tiene que ver con una sátira política del momento, ingeniosa sin duda, pero todavía más afectada que ingeniosa, especialmente en la imitación del lenguaje rústico. La verdadera joya poética que debemos á Rodrigo Cota es el Diálogo entre el Amor y un Viejo, inserto en el Cancionero General de 1511. Fuera de las Coplas de Jorge Manrique, no hay composición que venza á ésta en toda la balumba de los cancioneros del siglo XV. Y no vale sólo por su espléndida ejecución, por sus bellezas líricas, por la elegancia y el brío de muchos de sus versos, sino también por su contenido, que es intensamente dramático. No se trata de un mero contraste ó debate, de los que tanto abundan en las escuelas de trovadores, sino de una verdadera acción, de un drama en miniatura, con tema filosófico y muy humano: el vencimiento del Viejo por el Amor y el desengaño que sufre después de su mentida transformación. Quien imaginó este coloquio en verso, anterior sin duda á las églogas de Juan del Enzina, no era indigno de haber escrito algunas páginas de la Celestina, pero no sabemos siquiera que cultivase la prosa. Nos falta todo punto de comparación, y hay mucha distancia entre un sencillo diálogo de dos personajes alegóricos y una visión del mundo tan serena y objetiva como la que admiramos en la inmortal Tragicomedia.

Cota y Rojas fueron contemporáneos, aunque no de la misma generación; los dos procedían de estirpe hebrea; los dos nacieron y vivieron en el reino de Toledo: el uno en la Puebla de Montalbán, el otro en la capital misma, de la cual sólo dista cinco leguas aquella villa. En 1495 debía de haber muerto ya, puesto que su nombre no consta en la Lista de los inhábiles de Toledo (es decir, de los conversos) y cantidades que cada uno pagó por su rehabilitación, pero su apellido se repite mucho: María Cota, mujer de Pero Rodriguez de Ocaña; Inés y Sancho Cota, hijos del doctor Cota, Rodrigo Cota, joyero[40]. En la misma lista están el suegro de Rojas, Alvaro de [Pg xxiii]Montalbán, y otros conversos de su apellido. ¿Cómo no suponer relaciones entre personas de la misma raza y que habían corrido los mismos peligros y sufrido las mismas exacciones pecuniarias? ¿Tan difícil le hubiera sido á Rojas poner en claro esa atribución á un antiguo correligionario suyo, á quien pudo muy bien conocer y tratar, puesto que hay versos de Cota posteriores á 1472?

La tradición de Cota prosperó más que la de Juan de Mena, y son varios los escritores del siglo XVI y principios del XVII que la repiten, especialmente los toledanos, que encontraban motivo de orgullo en tal compatriota. Así Alonso de Villegas, en los metros que sirven de dedicatoria á su Comedia Selvagia, impresa en 1554:

Sabemos de Cota que pudo empeçar,
Obrando su ciencia, la gran Celestina;
Labróse por Rojas su fin con muy fina
Ambrosia, que nunca se puede estimar.

D. Tomás Tamayo de Vargas, que nació en Madrid, pero puede considerarse como hijo adoptivo de la imperial ciudad, consigna en su inédita bibliografía Junta de libros, la mayor que España ha visto en su lengua hasta el año de 1624[41], una curiosa tradición local, que valga lo que valiere merece recogerse, por ser tan pocos los testimonios antiguos sobre la Celestina: «Rodrigo Cota, llamado el Tío, de Toledo, escribió estando en Torrijos debaxo de unas higueras, en la casa de Tapia, el acto primero de Scelestina, Tragicomedia de Calisto e Melibea, libro que ha merecido el aplauso de todas las lenguas. Alguno ha querido que sea parto del ingenio de Juan de Mena, pero con engaño, que fácilmente prueba la lengua en que está escripto mejor que la del tiempo de Juan de Mena».

La indicación no puede ser más precisa, pero por lo mismo infunde recelo. Tamayo de Vargas era un erudito al uso de su tiempo, novelero y algo falsario, ó por lo menos patrocinador de falsos cronicones y antiguallas supuestas. Pudo hacerse eco de un rumor vulgar, que acaso se refería á Rojas y no á Rodrigo de Cota; pudo inventarlo él mismo en obsequio y lisonja á los toledanos ó á los vecinos de Torrijos. Con escritores tales es menester gran cautela. Sin duda por eso D. Nicolás Antonio, que los conocía á fondo, y que manejó la Junta de libros, ingiriéndola casi entera en su Bibliotheca Nova, se guardó mucho de copiar esta y otras especies.

Con la única excepción acaso de Lorenzo Palmyreno en sus Hypotiposes clarissimorum virorum[42], todo el siglo XVI creyó en la veracidad de las palabras de Rojas y aceptó la Celestina como obra de dos autores. El voto más importante es el del autor del Diálogo de la lengua: «Celestina, me contenta el ingenio del autor que la començo, y no tanto el del que la acabó. El juicio de todos me satisfaze mucho, [Pg xxiv]porque sprimieron, á mi ver muy bien y con mucha destreza, las naturales condiciones de las personas que introduxeron en su tragicomedia, guardando el decoro d'ellas desde el principio hasta el fin»[43].

Precisamente por haber guardado ese decoro ó consecuencia de los caracteres desde el principio al fin, que señala con fina crítica Juan de Valdés, parece difícil admitir en el plan y composición de la Celestina más mente ni más ingenio que uno solo.

Tal es el sentir unánime de la crítica moderna, con una sola excepción que yo recuerde, muy respetable por cierto[44], y apoyada en ingeniosos argumentos, que no han logrado convencerme. En este punto sigo opinando como opinaba en 1888, cuando la tesis del autor único de la tragicomedia distaba mucho de ser tan corriente como ahora.

Prescindamos de la divergencia entre los dos textos de la carta al amigo y atengámonos sólo al segundo. La misma incertidumbre con que el bachiller Rojas se explica, diciendo que unos pensaban ser el autor Juan de Mena y otros Rodrigo de Cota, si no basta para invalidar su testimonio, le hace por lo menos muy sospechoso, puesto que en cosa tan cercana á su tiempo no parece verisímil tal discrepancia de pareceres. Toda la narración tiene visos de amañada. ¿Quién puede creer, por muy buena voluntad que tenga, que quince actos de la Celestina primitiva, es decir, más de las dos terceras partes de la obra, hayan sido escritas ni por un estudiante, ni por un letrado, ni por nadie, en quince días de vacaciones, cuando hasta por la extensión material parece imposible, y lo parece mucho más si se atiende á la perfección artística, á la madurez y reflexión con que todo está concebido y ejecutado, sin la menor huella de improvisación, ligereza ni atolondramiento. ¿Qué especie de sér maravilloso era el bachiller Fernando de Rojas, si hemos de suponerle capaz de semejante prodigio, inaudito en la historia de las letras?

Porque aquí no se trata de aquellas atropelladas fábulas que Lope de Vega se jactaba de haber lanzado al mundo en horas veinticuatro. Esto en Lope mismo tenía que ser la excepción y no la regla. Él no habla de todas, sino de algunas: «más de ciento», modo de decir hiperbólico sin duda (como hipérbole debe de haber también en lo de las horas), pero que, aun tomado á la letra, no sería la mayor sino la menor parte de un repertorio que contaba ya en la fecha en que el Arte Nuevo se imprimió (1609) «cuatrocientas y ochenta y tres comedias». Poseyó Lope en mayor grado que ningún otro poeta el genio de la improvisación escrita; pero sin recelo puede afirmarse que ninguna de sus buenas comedias fué compuesta de ese modo. Harto se distinguen unas de otras, aunque en las mejores hay tremendas caídas y en las más endebles algún destello de aquel sol de poesía que nunca llega á velarse del todo por las nubes del mal gusto. Y además, Lope era un artista dramático, un hombre de teatro, á quien el aplauso popular estimulaba á la producción sin tasa, y con quien colaboraba inconscientemente [Pg xxv]todo el mundo. ¡Cuán diversa la posición de Rojas, que no veía delante de sí modelos, ni público en torno suyo, ni podía entrever más que en sueños lo que era la dramaturgia representada, ni podía sacar su arte más que de las entrañas de la vida y de su propio solitario pensamiento; empresa mucho más difícil que hilvanar comedias con vidas de santos ó con retazos de crónicas, como solía hacer Lope en los malos días en que la inspiración le flaqueaba.

Grandes poetas románticos, que pertenecen en algún modo á la familia de Lope, se han gloriado también de esos alardes de fuerza. Sabido es de qué manera explicaba Zorrilla el origen de El Puñal del Godo, escrito en dos días; pero su relato es tan descabellado, que apenas se le puede dar crédito[45]. Víctor Hugo afirmó que había compuesto el Bug-Jargal en quince días; pero su maligno comentador Biré, que le ha ido siguiendo paso á paso en toda su carrera literaria, prueba de un modo irrefutable que ese Bug-Jargal no era la novela que conocemos ahora, sino un esbozo de ella, un cuento muy breve (de 47 páginas), publicado en un periódico (Le Conservateur Littéraire), y que pudo ser cómodamente escrito por su joven autor en quince días, y aun en menos, sin que haya en ello nada de extraordinario[46].

Y además, la Celestina no es el Bug-Jargal, ni El Puñal del Godo, ni una de las comedias que Lope olvidaba después de escritas. Pertenece á una categoría superior de arte, en que todo está firme y sólidamente construído; en que nada queda al azar de la improvisación; en que todo se razona y justifica como interno desenvolvimiento de una ley orgánica; en que los mismos episodios refuerzan la acción en vez de perturbarla[47]. No es la perfección del estilo la maravilla mayor de la Celestina, con serlo tanto, sino el carácter clásico é imperecedero de la obra, su sabia y magistral contextura, que puede servir de modelo al más experto dramaturgo de cualquier tiempo. La locución es tan abundante, fluye con tan rica vena, que no parece haber costado al autor grandes sudores. Su corrección es la del genio que adivina y crea su lengua: no es la corrección enteca y valetudinaria del estilo académico, sino la expansión generosa de un temperamento artístico, la plétora sanguínea de los grandes escritores del Renacimiento, cuando todavía la secta de la difícil facilidad no había venido á encubrir muchas impotencias. Pero ni ese estilo, ni mucho menos la concepción á que sirvió de instrumento, son compatibles con la leyenda de los quince días, que á mis ojos es una inocente broma literaria, un rasgo que hoy llamaríamos humorístico. Los quince días fueron sugeridos por los quince auctos, ni más ni menos.

Á nuestro juicio, todas las dificultades del preámbulo tienen una solución muy á la mano. El bachiller Fernando de Rojas es único autor y creador de la Celestina, la cual él compuso íntegramente, no en quince días, sino en muchos días y meses, con toda conciencia, tranquilidad y reposo, tomándose luego el ímprobo trabajo de refundirla y adicionarla, con mejor ó peor fortuna, que esto lo veremos luego. Y la razón que tuviese para inventar el cuento del primer acto encontrado en Salamanca no parece que pudo ser otra que el escrúpulo, bastante natural, de no cargar él solo [Pg xxvi]con la paternidad de una obra impropia de sus estudios de legista, y más digna de admiración como pieza de literatura que recomendable por el buen ejemplo ético, salvas las intenciones de su autor, que tampoco están muy claras[48]. Este mismo recelo ó escrúpulo le movió acaso á envolver su nombre en el laberinto de los acrósticos y á llenar de sentencias filosofales el diálogo de la comedia, queriendo con esto curarse en salud y prevenir todo escándalo. Si no se acepta esta explicación, que acaso no cuadra con la gran libertad de ideas y de lenguaje que reinaba en Castilla á fines del siglo XV, y no queremos suponer al bachiller Rojas más tímido de lo que realmente era, dígase que la invención del primer acto fué un capricho análogo al que solían tener los autores de libros de caballerías, que rara vez declaran sus nombres verdaderos, y en cambio fingen traducir sus obras del griego, del hebreo, del caldeo, del armenio, del húngaro y de otros idiomas peregrinos[49].

La igualdad, diremos mejor, la identidad de estilo entre todas las partes de la Celestina, así en lo serio como en lo jocoso, es tal, que á pesar de la respetable opinión de Juan de Valdés, repetida por muchos sin comprobarla, no ha podido ocultarse á los ojos de la crítica, desde que ésta comenzó á ejercitarse directamente sobre los textos y á desconfiar de los argumentos de autoridad. Moratín declara en sus Orígenes del teatro español que «quien examine con el debido estudio el primer acto y los veinte añadidos, no hallará diferencia notable entre ellos, y que si nos faltase la noticia que dió acerca de esto Fernando de Rojas, leeríamos aquel libro como producción de una sola pluma»[50].

D. José María Blanco (White) afirmó resueltamente, en un discreto artículo de las Variedades ó Mensajero de Londres, que «toda la Celestina era paño de la misma tela», y que «ni en lenguaje, ni en sentimientos, ni en nada de cuanto distingue á un escritor de otro, se halla la menor variación»[51]. ¿Sería esto posible, aun suponiendo que entre la composición del primer acto y de los restantes no mediaran más que veinte ó [Pg xxvii]treinta años, cuando precisamente estos treinta años fueron de total renovación para la prosa castellana, en términos tales que un libro del tiempo de los Reyes Católicos se parece más á uno de fines del siglo XVI que á otro del reinado de D. Juan II, con la sola excepción del Corbacho? Rojas está á medio camino de Cervantes, y sin embargo una centuria entera separa sus dos producciones inmortales.

Ni Fernando Wolf[52], ni Lemcke[53], ni Carolina Michaëlis[54], ni otros eminentes hispanistas de los que más á fondo han tratado de la historia de nuestras letras, admiten que el primer acto de la Celestina sea de distinta mano que los restantes. La impresión general de los lectores está de acuerdo con ellos. Por mi parte no temo repetir lo que escribí hace veinte años: «El bachiller Rojas se mueve dentro de la fábula de la Celestina, no como quien continúa obra ajena, sino como quien dispone libremente de su labor propia. Sería el más extraordinario de los prodigios literarios y aun psicológicos el que un continuador llegase á penetrar de tal modo en la concepción ajena y á identificarse de tal suerte con el espíritu del primitivo autor y con los tipos primarios que él había creado. No conocemos composición alguna donde tal prodigio se verifique; cualquiera que sea el ingenio del que intenta soldar su invención con la ajena, siempre queda visible el punto de la soldadura; siempre en manos del continuador pierden los tipos algo de su valor y pureza primitivos, y resultan ó lánguidos y descoloridos, ó recargados y caricaturescos. Tal acontece con el falso Quijote, de Avellaneda; tal con el segundo Guzmán de Alfarache, de Mateo Luján de Sayavedra; tal con las dos continuaciones del Lazarillo de Tormes. Pero ¿quién será capaz de notar diferencia alguna entre el Calisto, la Celestina, el Sempronio ó el Pármeno del primer acto y los personajes que con iguales nombres figuran en los actos siguientes? ¿Dónde se ve la menor huella de afectación ó de esfuerzo para sostenerlos ni para recargarlos. En el primer acto está en germen toda la tragicomedia, y los siguientes son el único desarrollo natural y legítimo de las premisas sentadas en el primero».

Claro es que este se escribió cuando no se conocían más que Celestinas en veintiún actos. El Sr. Foulché-Delbosc, que está enteramente de acuerdo conmigo en lo que toca á la cuestión del primer acto y de los quince siguientes[55], ha planteado con mucho tino un nuevo y más interesante problema, que afecta á la integridad de la Celestina, [Pg xxviii]aunque por diverso modo. ¿Pertenecen al autor primitivo las adiciones introducidas en 1502 (acaso antes)? ¿Pueden atribuírsele los cinco actos nuevos ó sea el Tractado de Centurio? El Sr. Foulché-Delbosc sostiene resueltamente que no. Su argumentación es brillante y especiosa; pero en materias de gusto tales alegatos nunca pueden convencer á todos, por mucho que sea el ingenio y la sutileza del abogado. La crítica literaria nada tiene de ciencia exacta, y siempre tendrá mucho de impresión personal.

Para mí las adiciones son de Rojas, aunque muchas de ellas empeoren el texto. Prescindamos de la inverisimilitud de que nadie, en vida del autor, se hubiese atrevido á alterar tan radicalmente su obra, sin que él de alguna manera protestase; porque esta razón, que sería de mucha fuerza para la literatura moderna, pierde valor tratándose de los primeros años del siglo XVI y aun de épocas muy posteriores. Todavía en la centuria siguiente las obras dramáticas eran objeto de la más desenfrenada piratería: Lope, Tirso, Alarcón, Calderón vieron impresas muchas de sus comedias en forma tal que no acertaban á reconocerlas. Cualquier librero que compraba á histriones hambrientos unas cuantas copias de teatro, llenas de gazafatones y desatinos, formaba con ellos una parte extravagante, y la echaba al mundo atribuyendo las comedias á quien se le antojaba. Si esto sucedía en tiempo de Felipe IV, imagínese lo que podía pasar en tiempo de Rojas, cuando apenas comenzaba á existir la salvaguardia del privilegio.

Pero las interpolaciones de 1502 tienen tal carácter, que cuesta trabajo ver en ellas una mano intrusa. Afortunadas ó desgraciadas, son enmiendas de autor, que se propone mejorar su libro y condescender con el gusto común de los que le importunaban para que «se alargasse en el proceso de su deleyte destos amantes».

Líbreme Dios de negar las ventajas de la corrección y de la lima. Rodrigo Caro volvió tres veces al yunque la Canción de Itálica antes de encontrar la forma definitiva y perfecta de aquella oda clásica. Moratín, cuyo gusto era tan severo, y en quien llegó á ser monomanía el furor de las correcciones, mejoraba comúnmente sus obras; pero no siempre el último texto de sus comedias aventaja en todo y por todo á los anteriores. Hartzenbusch escribió tres veces Los Amantes de Teruel, y la última versión supera notablemente á la primitiva, aunque algo ha perdido de su juvenil frescura. Pero, ¿cuántos ejemplos grandes y chicos presenta la historia literaria de obras estropeadas por sus propios autores, con retoques que la posteridad ha desdeñado, ateniéndose á la lección primera? ¿Quién se acuerda hoy de la Gerusalemme Conquistata del Tasso? Para nadie que no sea erudito de profesión existe más Gerusalemme que la Liberata. ¿Quién no se duele de ver estropeados los mejores versos de Meléndez en la edición póstuma, que había preparado él mismo? ¿Quién no aplica la misma censura á la última colección que de sus versos líricos y dramáticos hizo doña Gertrudis Avellaneda? Más cerca de nosotros, Tamayo, digan lo que quieran sus panegiristas, sacrificó muy bellos rasgos de su Virginia en aras de una corrección fría y seca, de que en sus últimos años se había prendado.

Siendo tan frecuentes estos ejemplos, no hay motivo para creer que las intercalaciones de Rojas dejen de ser auténticas por ser desacertadas. Luego veremos que no siempre lo son, y que perderíamos mucho con perder algunas de ellas.

Estas alteraciones pueden estudiarse sin trabajo alguno, ya en el importante estudio del Sr. Foulché-Delbosc, que las ha recogido y clasificado antes que nadie, ya en la reciente y muy cómoda edición de la Celestina, en que el Sr. D. Cayo Ortega ha distinguido,[Pg xxix] poniéndolas entre corchetes, todas las frases añadidas en el texto de veintiún actos.

Supresiones hay muy pocas é insignificantes. Todas ellas juntas suman treinta y cinco líneas, según el cálculo del Sr. Foulché.

Las adiciones son de dos clases: unas recaen sobre el texto antiguo, otras constituyen actos nuevos. De las primeras, que llegan á 439 líneas, hay poco que decir, porque casi todas obedecen al mismo sistema.

Una de las mayores novedades de la Celestina (aunque tuviese algún precursor), y una de las que más debieron contribuir á su éxito, fué el empleo feliz y discreto de los refranes, proverbios y dichos populares. Ya el primitivo diálogo estaba sembrado de ellos, pero en la refundición hay abuso: tiene razón el Sr. Foulché. Parece que el autor ha querido darnos un índice paremiológico ó verter todo el del Marqués de Santillana. Generalmente son repeticiones excusadas de lo que ya estaba bien dicho. «Señor (dice Sempronio en el acto VIII), no es todo blanco aquello que de negro no tiene semejanza». «Ni es todo oro quanto amarillo reluze», se añade en el texto de 1502. Decía Celestina en sus diabólicos consejos á Areusa: «Una ánima sola ni canta ni llora; un frayle solo pocas veces le encontrarás por la calle; una perdiz sola por maravilla vuela». Y en la edición refundida continúa así: «un manjar solo presto pone hastío; una golondrina no hace verano; un testigo solo no es entera fe; quien sola una ropa tiene presto la envejece» (Acto VII).

Claro que esta retahila no puede aplaudirse, y menos tomada como procedimiento habitual, pero ¿por ventura era infalible el gusto de Rojas? ¿Es intachable el texto de diez y seis actos? ¿Por qué no hemos de suponer que dormitó alguna vez, á pesar de su maravilloso instinto, un hombre que no había nacido en la edad de la crítica ni tenía más consejero que su propio discernimiento? ¿No era fácil que cayese en la tentación de recargar lo que un artista de tiempos más cultos, aunque de menos lozanía, hubiese probablemente cercenado como vicioso?

La repetición de los refranes en formas diversas ofende más, porque casi siempre es superflua. Pero en las sentencias añadidas hay cosas muy notables, que sólo el primitivo autor ó alguno que valiese tanto como él era capaz de escribir.

Sirvan de ejemplo estas enseñanzas morales del acto IV, que nada pierden de su valor por estar puestas en boca de la madre Celestina: «Aquél es rico que está bien con Dios; más segura cosa es ser menospreciado que temido; mejor sueño duerme el pobre que no el que tiene de guardar con solicitud lo que con trabajo ganó y con dolor ha de dexar. Mi amigo no será simulado y el del rico sí; yo soy querida por mi persona, el rico por su hacienda; nunca oye verdad, todos le hablan lisonjas a sabor de su paladar; todos le han envidia; apenas hallarás un rico que no confiese que le seria mejor estar en mediano estado ó en honesta pobreza. Las riquezas no hazen rico, mas ocupado; no hazen señor, mas mayordomo; más son los poseidos de las riquezas que los que las poseen; a muchos traxeron la muerte, a todos quitan el placer y a las buenas costumbres ninguna cosa es más contraria. ¿No oiste dezir: durmieron su sueño los varones de las riquezas, y ninguna cosa hallaron en sus manos?»

El que haya leído en las ediciones vulgares éste y otros trozos no dejará de echarlos de menos en la de diez y seis actos. Y todavía le sorprenderá más que se tache de[Pg xxx] intercalación apócrifa este donoso pasaje del acto IX, en que la mala pécora de Areusa se duele de la triste suerte de las criadas: «Nunca tratan con parientes, con yguales a quien pueden hablar tú por tú, con quien digan: ¿qué cenaste? ¿estás preñada? ¿cuántas gallinas crias? llevame a merendar a tu casa; muestrame tu enamorado; ¿quánto ha que no te vido? ¿cómo te va con él? ¿quién son tus vecinas? e otras cosas de igualdad semejantes. ¡O tia, y qué duro nombre, e qué grave e sobervio es señora contino en la boca!»[56]. Ese diálogo intercalado, tan vivo y tan sabroso, ¿no vale más que el texto, aquí muy seco, de la primera edición? «Assi goce de mí, que es verdad; que éstas que sirven a señoras ni gozan deleyte ni conocen los dulces premios de amor».

Tales excepciones, y hay otras, prueban, á mi juicio, que no siempre anduvo torpe la mano del refundidor. Se le acusa de hacer impertinente y pedantesco alarde de erudición histórica y mitológica; pero este cargo, que es muy justo, debe recaer sobre toda la Celestina, no sobre una parte de ella tan solo. Ya en el primer acto, Sempronio, criado con puntas de rufián, pregunta á su amo, después de compararle con Nembrot y Alexandre: «¿No has leydo de Pasifae con el toro, de Minerva con el can?» Y más adelante, tratando de los peligros del amor y de las malas artes de las mujeres, tiende el paño del púlpito como si fuera un moralista de profesión: «Lee los historiales, estudia los philosofos, mira los poetas, llenos están los libros de sus viles y malos exemplos e de las caydas que levaron los que en algo, como tú, las reputaron. Oye a Salomon do dize que las mujeres y el vino hazen a los hombres renegar. Conséjate con Séneca e verás en qué las tiene. Escucha al Aristoteles, mira a Bernardo. Gentiles, judíos, cristianos e moros, todos en esta concordia están». En el acto VIII el mismo Sempronio cita á «Antipater Sidonio» y «al gran poeta Ovidio».

El conjuro archilatinizado de Celestina (en el acto III), más propio de la maga Ericto de Tesalia que de una bruja castellana del siglo XV, y bien diverso de los verdaderos conjuros que los procesos inquisitoriales nos revelan, estaba ya en la primera versión, y sólo se le añadieron en la segunda las pocas líneas que van en bastardilla y que no alteran su carácter aunque le refuercen con nuevas pedanterías: «Conjúrote, triste Pluton, señor de la profundidad infernal, emperador de la Corte dañada, capitan sobervio de los condenados angeles, señor de los sulfureos fuegos que los hirvientes ethnicos montes manan, governador e veedor de los tormentos e atormentadores de las pecadoras ánimas (regidor de las tres furias Tesifone, Megera e Aleto, administrador de todas las cosas negras del reyno de Stigie e Dite, con todas sus lagunas e sombras infernales e litigioso caos, mantenedor de las bolantes arpias, con toda la otra compañia de espantables e pavorosas ydras); yo, Celestina, tu más conocida clientula, te conjuro, por la virtud e fuerza destas bermejas letras; por la sangre de aquella nocturna ave con que estan escritas; por la gravedad de aquellos nombres e signos que en este papel se contienen; por la áspera ponçoña de las bivoras de que este aceyte fue hecho, con el qual vnto está hilado, vengas sin tardança a obedescer mi voluntad...»

No es este el lenguaje habitual de Celestina, pero en lo restante de la pieza se muestra tan leída en las historias antiguas como el que más. Ponderando en el acto IV las [Pg xxxi]buenas partes de Calisto, no se olvida de las fábulas ovidianas y acota como si le fueran muy familiares los versillos de Adriano Animula, vagula, blandula, que seguramente lo serían para el escolar ó bachiller que puso en sus labios tan donosa cita: «Por fe tengo que no era tan hermoso aquel gentil Narciso que se enamoró de su propia figura, cuando se vido en las aguas de la fuente...[57]. Tañe tantas canciones e tan lastimeras, que no creo que fueran otras las que compuso aquel Emperador e gran musico Adriano de la partida del ánima, por suffrir sin desmayo la ya vezina muerte... Si acaso canta, de mejor gana paran las aves a le oir, que no aquel antico, de quien se dize que movia los arboles e piedras con su canto. Siendo éste nacido, no alabaran a Orfeo».

En este género de erudición, todos los personajes rayan á la misma altura. Si los criados y las alcahuetas saben tanto y hablan tan bien, no han de quedar inferiores los que se criaron en mejores paños, los mancebos de noble estirpe, las ilustres doncellas, los viejos venerables y sentenciosos. Calisto poseía á fondo la Eneida, y saca de ella un cumplimiento para Celestina, que no le hubiera entendido á no estar versada también en el poema virgiliano: «De cierto creo, si nuestra edad alcançara aquellos passados Eneas e Dido, no trabajara tanto Venus para atraer a su hijo el amor de Elisa, haciendo tomar a Cupido Ascánica forma para la engañar; antes por evitar prolixidad pusiera a ti por medianera».

La lamentación del padre de Melibea, Pleberio, que llena el acto XXI, contiene reminiscencias clásicas tan oportunas como éstas[58]: «Yo fuy lastimado sin aver ygual compañero de semejante dolor, aunque más en mi fatigada memoria rebuelvo presentes e passados. Que si aquella severidad e paciencia de Paulo Emilio me viniere a consolar con pérdida de dos hijos muertos en siete dias, ... no me satisfaze, que otros dos le quedaban dados en adopcion. ¿Qué compañia me ternan en su dolor aquel Pericles, capitan atheniense, ni el fuerte Xenofon, pues sus pérdidas fueron de hijos absentes de sus tierras... Pues menos podrás decir, mundo lleno de males, que fuimos semejantes en pérdida aquel Anaxágoras e yo», etc., etc.

No negamos que en la parte añadida el abuso de citas llega al colmo y estropea algunas situaciones que antes estaban libres de este vicio. Pero ¿por eso hemos de suponer un autor nuevo? Más natural es creer que Rojas, al refundirse, extremase sus defectos, lo mismo la verbosidad declamatoria que el pedantismo infantil del Renacimiento. Grima da leer en el soliloquio de Melibea, próxima á arrojarse de la torre, aquella absurda enumeración de todos los grandes parricidas: Bursia, rey de Bitinia, que sin ninguna razón mató á su propio padre; Tolomeo, rey de Egipto, que exterminó á toda su familia por gozar de una manceba; Orestes, matador de Clitemnestra; Nerón, de Agripina; Filipo, rey de Macedonia; Herodes, Constantino; Laodice, reina de Capadocia; Medea, la nigromantesa, y finalmente «aquella gran crueldad de Phraates, rey [Pg xxxii]de los Partos, que porque no quedase sucesor después de él mató á Orote (Orontes), su viejo padre, e á su único hijo, e treynta hermanos suyos».

Todo este catálogo falta, es cierto, en la edición de diez y seis actos; pero ¿no era muy capaz de escribirlo el que había puesto en boca de Melibea, dirigiéndose á su padre en el momento crítico de consumar el suicidio, una pedantería mayor que todas esas, aunque no esté recargada de nombres propios? «Algunas consolatorias palabras te diría antes de mi agradable fin, collegidas e sacadas de aquellos antiguos libros que por más aclarar mi ingenio me mandavas leer, sino que la dañada memoria con la gran turbación me las ha perdido».

Falta examinar el valor de los cinco actos nuevos, ó sea del Tractado de Centurio. Para ello hay que tener á la vista algunos antecedentes sobre el plan de la Celestina, que nos ahorrarán luego otras explicaciones. ¿Y qué palabras serán más breves para declararlo que las mismas palabras del argumento de la obra?

«Calisto fue de noble linaje, de claro ingenio, de gentil disposicion, de linda criança, dotado de muchas gracias, de estado mediano. Fue preso en el amor de Melibea, muger moça, muy generosa, de alta y serenissima sangre, sublimada en próspero estado, una sola heredera a su padre Pleberio y de su madre Alisa muy amada. Por solicitud del pungido Calisto, vencido el casto proposito de ella, entreveniendo Celestina, mala y astuta muger, con dos servientes del vencido Calisto, engañados e por ésta tornados desleales, presa su fidelidad con anzuelo de codicia y de deleyte, vinieron los amantes e los que les ministraron en amargo y desastrado fin. Para comienço de lo qual dispuso el adversa fortuna lugar oportuno, donde a la presencia de Calisto se presentó la desseada Melibea».

Cómo empezó á cumplirse este proceso amoroso lo declara el argumento del primer aucto, que también íntegramente transcribimos: «Entrando Calisto en una huerta en seguimiento de un falcon suyo, halló allí a Melibea, de cuyo amor preso, començole de hablar. De la cual rigurosamente despedido fue para su casa muy angustiado. Habló con un criado suyo llamado Sempronio, el qual despues de muchas raçones le endereçó a una vieja llamada Celestina, en cuya casa tenia el mismo criado una enamorada llamada Elicia...»

La fábula, aunque muy sencilla, está perfectamente construída. Desde que Celestina entra en escena, ella la domina y rige con su maestría infernal, convirtiendo en auxiliares suyos á los criados de Calisto y Melibea, seduciendo á Pármeno con el cebo del deleite de Areusa, prima de Elicia; á Sempronio con la esperanza de participar del botín; á Lucrecia, otra prima de Elicia, que no desmiente la parentela aunque criada de casa grande, con recetas de polvos de olor y de lejías para enrubiar los cabellos. Pero estos son pequeños medios para sus grandes y diabólicos fines. Necesita introducirse en casa de Melibea, adormecer la vigilancia de los padres, despertar en el inocente corazón de la joven un fuego devorador nunca sentido, hacerla esclava del amor, ciega, fatalmente, sin redención posible. Esta obra de iniquidad se consuma con la intervención de las potencias del abismo, requeridas y obligadas por Celestina con enérgicos conjuros, aunque el lector queda persuadido de que Celestina sería capaz de dar lecciones al diablo mismo. La verdadera magia que pone en ejercicio es la sugestión moral del fuerte sobre el débil, el conocimiento de los más tortuosos senderos del alma, la depravada experiencia de la vida luchando con la ignorancia virginal,[Pg xxxiii] condenada por su mismo candor á ser víctima de la pasión triunfante y arrolladora. Toda la dialéctica del genio del mal se esconde en las blandas razones y filosofales sentencias de aquella perversa mujer.

Pero tanto ella como sus viles cómplices sucumben antes que Melibea (vencida moralmente en el auto X y concertada ya con su amante en el XII) acabe de caer en brazos de Calisto. Riñen Sempronio y Pármeno con la desalmada vieja, que les niega su parte en la ganancia de la cadena de oro entregada por Calisto. Encréspase la pendencia y acaban por darla de puñaladas y saltar por una ventana, quedando muy mal heridos. La justicia los prende y al día siguiente son degollados en público cadalso, con celeridad inaudita.

Con tan siniestros agüeros llega Calisto á su primera y aquí única cita de amor con Melibea (aucto XIV). La escena es rápida y no puede calificarse de lúbrica. Triunfa el enamorado mancebo de la honesta aunque harto débil resistencia de la doncella; pero la fatalidad que se cierne sobre sus amores le hiere alevosamente cuando se creía más dichoso, al salir del huerto que había ocultado con sus sombras los regalados favores de Melibea. Ella misma lo cuenta admirablemente en su discurso postrero: «Como las paredes eran altas, la noche escura, la escala delgada, los sirvientes que traía no diestros en aquel género de servicio, no vido bien los pasos, puso el pie en vazio e cayó, e de la triste cayda sus más escondidos sesos quedaron repartidos por las piedras e paredes. Cortaron las hadas sus hilos, cortaronle sin confession su vida; cortaron mi esperança, cortaron mi compañía».

Los dos últimos actos, equivalentes al XX y XXI de la edición actual, no contienen más que el suicidio de Melibea y el llanto de sus padres. No hay duda que en esta primera forma la Celestina tiene más unidad y desarrollo más lógico; pero ¿la intercalación de los cinco actos es tan absurda como se pretende? ¿nada perderíamos con perderlos? ¿Son tales que puedan atribuirse á un falsario más ó menos experto?

Por mi parte, no puedo menos de responder negativamente á estas preguntas. La tesis que pretende despojar á Rojas del Tractado de Centurio me parece tan dura y difícil de admitir como la del que pretendiera ser apócrifas todas las aventuras y episodios que añadió el Ariosto á su gran poema en la edición de 1532, y se empeñase en preferir la de 1516. Claro que un poema novelesco de plan tan libre como el Orlando se prestaba mejor á las intercalaciones; pero ¿es seguro que todas las que hizo el Ariosto sean igualmente felices? Bellísimos son sin duda el episodio de Olimpia y Bireno y el de Ulania y Bradamante en el castillo de Tristán; pero no todos dirán lo mismo de la historia de León de Grecia, de la expedición de Rugero á Oriente y de otras cosas que alargan sin fruto el poema.

Mucho más peligro corre el interpolador de una obra dramática, y obra tan sencilla como la Celestina. Acaso Rojas no debió condescender nunca con los que mucho le instaban para que «se alargasse en el processo de su deleyte destos amantes», exigencia muy propia de lectores vulgares y mal inclinados á la carnal grosería. Pero ya que «contra su voluntad» entró en la empresa (lo cual no creemos más que á medias) y determinó retardar la catástrofe, haciendo que «el deleytoso yerro de amor» durase «quasi un mes», no había para qué recurrir á una intriga episódica é inútil, que no conduce á ninguna parte ni modifica en nada el desenlace. Si la venganza que[Pg xxxiv] Areusa y Elicia quieren tomar de Calisto y Melibea por haber sido sus amores ocasión de las muertes de Pármeno y Sempronio llegara á cumplirse, y Calisto pereciera á manos de asesinos y no por el accidente fortuito de la caída de la escala, aun pudiera tener disculpa este largo rodeo, que haría la muerte del amante más verisímil desde el punto de vista material, y más interesante como cuadro escénico. Pero como el rufián Centurio, buscado por las dos mozas para el caso, no hace más que proferir fieros y baladronadas, y el otro rufián, llamado Traso el Cojo, y sus dos compañeros, no pasan de dar cuatro voces y trabar una pendencia de embeleco con los pajes de Calisto, claro es que tres por lo menos de los actos intercalados huelgan por completo, aunque á nadie le pesará leerlos, pues allí fué trazado la primera vez con indelebles rasgos uno de los tipos que más larga vida habían de tener en nuestra literatura dramática y novelesca, la figura del bravo de profesión, del baladrón cobarde. Centurio es uno de los personajes cómicos más vivos y mejor plantados de la obra. Ninguna de sus innumerables copias ha llegado á oscurecerle.

Pero hay en la parte añadida bellezas de otro orden, que pertenecen á la más alta esfera de la poesía; que nadie, seguramente nadie, más que el bachiller Fernando de Rojas, era capaz de escribir en España en 1502, cuando ni siquiera habían comenzado su carrera dramática Gil Vicente y Bartolomé de Torres Naharro. Son dos adivinaciones de genio, que conviene reivindicar de la injusta nota que se ha querido poner á esta continuación.

Uno de estos aciertos, salvo pedanterías accidentales, que pueden borrarse mentalmente, es el acto XVI de la segunda versión, en que los padres de Melibea razonan sobre las bodas que proyectan para su hija y ella á escondidas oye su conversación. ¡Qué tormenta de afectos se desata en su alma bravía y apasionada! ¡qué delirio amoroso en sus palabras, tan ardientes como las de Safo y Heloisa! «¿Quién es el que me ha de quitar mi gloria? ¿Quién apartarme mis placeres? Calisto es mi ánima, mi vida, mi señor, en quien yo tengo toda mi sperança; conozco dél que no vivo engañada. Pues él me ama, ¿con qué otra cosa le puedo pagar?... El amor no admite sino sólo amor por paga. En pensar en él me alegro; en verlo me gozo; en oyrlo me glorifico. Haga e ordene de mí a su voluntad. Si passar quissiere la mar, con él yré; si rodear el mundo, lléveme consigo; si venderme en tierra de enemigos, no rehuyré su querer. Dexenme mis padres goçar dél, si ellos quieren goçar de mí; no piensen en estas vanidades, ni en estos casamientos, que más vale ser buena amiga que mala casada».

Pero esta mujer furiosamente enamorada y cuya pasión llega hasta la impiedad, no es una impúdica bacante, sierva vil de los sentidos, sino una castellana altiva y noble, en quien el yerro de amor deja intacta la dignidad patricia. El autor lo ha expresado con un rasgo delicadísimo. Oye Melibea decir á su madre, falsamente persuadida de la virtud de su hija: «¿Piensas que su virginidad simple le acarrea torpe deseo de lo que no conosce ni ha entendido jamás? ¿Piensas que sabe errar aun con el pensamiento? No lo creas, señor Pleberio; que si alto ó baxo de sangre, ó feo ó gentil de gesto le mandáremos tomar, aquello será su placer, aquello habrá por bueno; que yo sé bien lo que tengo criado en mi guardada hija». Al escuchar eso, Melibea, enemiga de toda simulación y mentira, siente oprimido el corazón por el engaño en que viven sus padres, y exclama dirigiéndose á su criada: «Lucrecia, Lucrecia, corre, presto, entra[Pg xxxv] por el postigo en la sala, y estorvales su hablar, interrumpeles sus alabanças con algun fingido mensaje, si no quieres que vaya yo dando vozes como loca, segun estoy enojada del concepto engañoso que tienen de mi ignorancia».

«Este rasgo de carácter (dice muy bien Blanco-White), este dolor intenso causado por alabanzas indebidas, pinta á la infeliz Melibea del modo más interesante, y aumenta el efecto lastimoso de la catástrofe».

¿Y habremos de declarar apócrifo todo esto? ¿Lo será también la segunda escena del jardín, que á tantos ha hecho recordar los grandes nombres de Goethe y de Shakespeare? ¿Quién sino un poeta de primer orden, al cual en este caso habría que declarar más eminente que el inventor original, pudo imaginar aquel contraste de voluptuosidad y muerte, asociando á él los misterios de la noche, las armonías de la naturaleza, el prestigio del canto lírico, en versos que conservan perenne juventud, como dictados por el Amor mismo, y que se parecen tan poco á los que solían hacerse en el siglo XV? Cierto es que algunas groserías deslucen este acto. Hay en él cierta embriaguez sensual, que es sin duda de mal gusto y de mal ejemplo. Pero en el trozo bellísimo que vamos á citar no hay una sola palabra que pueda suprimirse ni por razón de arte ni por razón de decoro. La cita será algo larga, pero no la creo inútil, porque, á pesar de las apariencias, son muchos los españoles cultos que no conocen la Celestina más que de nombre, y los que la leen no suelen fijarse en la perfección de los detalles.

CALISTO

Poned, mozos, la escala, e callad, que me parece que está hablando mi señora de dentro. Sobire encima de la pared y en ella estare escuchando, por ver si oyre alguna buena señal de mi amor en absencia.

MELIBEA

Canta más, por mi vida, Lucrecia, que me huelgo en oyrte, mientra viene aquel señor; e muy passo entre estas verduricas, que no nos oyan los que passaren.

LUCRECIA

¡O quién fuesse la ortelana
De aquestas viciosas flores,
Por prender cada mañana
Al partir á tus amores!
Vistanse nuevas colores
Los lirios y el açuçena;
Derramen frescos olores,
Cuando entre por estrena.

MELIBEA

¡O quán dulce me es oyrte! De gozo me deshago; no cesses, por mi amor.

LUCRECIA

Alegre es la fuente clara
A quien con gran sed la vea;
Mas muy más dulce es la cara
De Calisto a Melibea.
[Pg xxxvi]
Pues aunque más noche sea,
Con su vista goçará.
¡O quando saltar le vea
Qué de abrazos le dará!
Saltos de gozo infinitos,
Da el lobo viendo ganado;
Con las tetas los cabritos,
Melibea con su amado.
Nunca fue más desseado
Amador de su amiga,
Ni puerto más visitado,
Ni noche más sin fatiga.

MELIBEA

Quanto dizes, amiga Lucrecia, se me representa delante; todo me parece que lo veo con mis ojos. Procede, que a muy buen son lo dizes, e ayudarte he yo.

LUCRECIA Y MELIBEA

Dulces árboles sombrosos,
Humillaos cuando veays
Aquellos ojos graciosos
Del que tanto deseeays.
Estrellas que relumbrays,
Norte e lucero del dia,
¿Por qué no le despertays
Si düerme mi alegria?

MELIBEA

Oyeme tú, por mi vida, que yo quiero cantar sola.

Papagayos, ruyseñores,
Que cantays al alvorada,
Llevad nueva a mis amores,
Cómo espero aqui asentada.
La media noche es passada,
E no viene.
Sabedme si hay otra amada
Quél detiene[59].

[Pg xxxvii]

CALISTO

Vencido me tiene el dulçor de tu suave canto; no puedo más suffrir tu penado esperar. ¡O mi señora e mi bien todo! ¿Quál muger podia aver nascida, que desprivase tu gran merescimiento? ¡O salteada melodia! ¡O gozoso rato! ¡O coraçon mio!...

MELIBEA

¡O sabrosa traycion! ¡O dulce sobresalto! ¿Es mi señor de mi alma? ¿Es él? No lo puedo creer. ¿Dónde estavas, luziente sol? ¿Dónde me tenias tu claridad escondida? ¿Avia rato que escuchavas? ¿Por qué me dexavas echar palabras sin seso al ayre, con mi ronca voz de cisne? Todo se goza este huerto con tu venida. Mira la luna quán clara se nos muestra; mira las nuves cómo huyen. Oye la corriente agua de esta fontecica, ¡quanto más suave murmurio e ruido lleva por entre las frescas yervas! Escucha los altos cipreses, ¡cómo se dan paz unos ramos con otros por intercession de un templadico viento que los menea! Mira sus quietas sombras, ¡quán escuras están e aparejadas para encobrir nuestro deleyte!...

En resumen, la Celestina de diez y seis actos y la Celestina de veintiuno pertenecen á un mismo autor, que por todas las razones expuestas no creemos que pueda ser otro que el bachiller Fernando de Rojas, el cual unas veces refundió con acierto y otras con desgracia lo que de primera intención había escrito: percance en que suelen tropezar los más discretos. Por lo demás, es imposible desconocer su mano, tanto en la creación de las nuevas figuras como en la manera de sostener las antiguas. De los reparos que se han hecho á esto hablaremos más de propósito al tratar de los personajes que intervienen en la Tragicomedia. La identidad del estilo no ha sido negada por nadie y viene á reforzar todas las pruebas alegadas. Felicitémonos, pues, de poseer dos versiones de una obra maestra, que tanta luz dan, cotejadas entre sí, sobre los procedimientos del autor, pero no sacrifiquemos la una á la otra y reimprimámoslas siempre juntas. No amengüemos por mera cavilosidad nuestros goces estéticos: también la hipercrítica tiene sus peligros; acordémonos, no ya del P. Harduino, sino de lo que modernamente hizo el holandés Hofman Peerlkamp con el texto de las obras de Horacio[60].

Aún no hemos agotado las cuestiones previas al estudio de la Celestina. ¿Cuándo [Pg xxxviii]fué escrita aproximadamente? ¿En qué lugar de España quiso poner el autor la acción del drama?

La primera cuestión es insoluble hasta ahora. El único pasaje que puede dar alguna luz sobre ella se encuentra en el auto tercero, y ha sido interpretado de tan varios modos, que unos infieren de él que la comedia de Calisto es posterior al año 1492, otros que debió de ser escrita en 1483 y otros que no puede fijarse con precisión fecha alguna. Veamos de qué se trata: «El mal y el bien, la prosperidad y adversidad, la gloria y pena, todo pierde con el tiempo la fuerça de su acelerado principio. Pues los casos de admiración venidos con gran desseo, tan presto como passados, olvidados. Cada dia vemos novedades, y las oymos, y las passamos y dexamos atrás: disminuyelas el tiempo, fazelas contingibles. ¿Qué tanto te maravillarias, si dixesen: la tierra tembló, o otra semejante cosa, que no olvidasses luego? Assi como: elado está el rio, el ciego vee ya, muerto es tu padre, un rayo cayó, ganada es Granada, el rey entra oy, el turco es vencido, eclipse hay mañana, la puente es llevada, aquel es ya obispo, a Pedro robaron, Ines se ahorcó. ¿Qué me dirás sino que a tres dias passados o a la segunda vista, no hay quien dello se maraville? Todo es assi, todo passa desta manera, todo se olvida, todo queda atrás».

El sentido general de estas palabras de Sempronio no puede ser más claro. Todas las cosas, por admirables que parezcan al principio, dejan de causar maravilla con el tiempo y con el hábito. Pero los ejemplos que se traen para probarlo ¿son de cosas pasadas ó futuras? Evidentemente lo segundo, cuando se trata de hechos concretos como la conquista de Granada, el vencimiento del turco, la entrada del rey; no de cosas genéricas y que en todo tiempo acontecen, como «muerto es tu padre[61], un rayo cayó, aquél es ya obispo, á Pedro robaron, Ines se ahorcó». No creo que ganada es Granada sea una frase proverbial, que lo mismo pudo emplearse antes que después de la conquista, y que sólo alude á la dificultad de la empresa. No es regla segura tampoco el que la acción de una obra ficticia haya de coincidir con los datos de la cronología histórica, pero el señor Foulché nota con razón que esta coincidencia es general en las obras antiguas.

Entendido el pasaje de esta manera, sólo nos autoriza para decir que la Celestina fué escrita antes de la rendición de Granada (2 de enero de 1492) y cuando todavía se consideraba ésta como un acontecimiento remoto. La guerra había comenzado en 1482. Su término venturoso no pudo presagiarse con claridad antes de la toma de Málaga en 1487, Ó más bien hasta la rendición del rey Zagal en Baza (1489). La resistencia de la capital se prolongó todavía dos años.

El Sr. Foulché-Delbosc, que por su tesis contra Rojas propende á exagerar la antigüedad de la Celestina, la hace remontar hasta 1483, conjeturando que la alusión al vencimiento del turco es una reminiscencia del sitio de Rodas en 1480; que «la puente es llevada» debe de referirse al hundimiento de uno de los arcos del puente de Alcántara en Toledo, que fué reparado en 1484; que el eclipse de sol puede ser el de 17 de mayo de 1482, y finalmente, que la frase «aquél ya es obispo» hace pensar en don Pedro González de Mendoza, que comenzó á ser arzobispo de Toledo en 1482. La tal frase es de lo más vago y genérico que puede darse, y á nadie cuadra menos que al gran [Pg xxxix]Cardenal de España, que ya en 1452 era obispo de Calahorra y la Calzada, que en 1468 lo fué de Sigüenza y en 1473 arzobispo de Sevilla. ¿Qué podía tener de insólito, ni qué estupor había de causar á nadie el que llegase á ocupar la silla primada un varón de extraordinarios merecimientos, tan poderoso además por su linaje, riqueza y sabiduría política, que llegó á ser llamado en su tiempo el tercer Rey de España?

Además estos argumentos son contraproducentes ó se quiebran de sutiles. Si alude Sempronio á hechos pasados, hay que contar entre ellos la toma de Granada, es decir, todo lo contrario de lo que se pretende demostrar. Por consiguiente, no hay prueba alguna, ni indicio siquiera, de que la Celestina fuese compuesta entre los años 1482 y 1484. Más natural es creerla del último decenio del siglo, y este parecer es conciliable con cualquier interpretación que se dé á las palabras de Sempronio, y con lo que podemos conjeturar acerca de la edad de Rojas.

Es tal la ilusión de realidad que la Tragicomedia produce, que ha hecho pensar á algunos que puede estar fundada en un suceso verdadero, y ser históricas las principales figuras. Sin llegar á tanto, sospechamos que hay algunas alusiones incidentales á cosas que el tiempo ha borrado. Aquellas horribles palabras de Sempronio á Calisto en el aucto I: «Lo de tu abuela con el ximio, ¿hablilla fué? testigo es el cuchillo de tu abuelo», ocultan probablemente alguna monstruosa y nefanda historia en que no conviene insistir más. Acaso la venganza del judío converso se cebó en la difamación de la limpia sangre de algún mancebo de claro linaje, parecido á Calisto. También tiene visos de cosa no inventada (y sobre este pasaje me llamó la atención el Sr. Foulché-Delbosc) aquella venida del embaxador francés, á quien engañó dándole gato por liebre la pícara Celestina del modo que Pármeno lo cuenta en su famosa descripción de la vida y hazañas de su madrina (acto I).

Desde antiguo se supuso personaje real á la famosa hechicera y se enlazó su recuerdo con tradiciones locales de Salamanca, donde suponían muchos que pasaba la acción del drama. Ya se consigna esta especie en uno de los escritos médicos del famoso Amato Lusitano (Juan Rodríguez de Castelo Branco), que terminó sus estudios en aquella Universidad el año 1529. Habla en su comentario á Dioscórides de una fábrica de cola animal que había en Salamanca, junto al puente del Tormes y no lejos de la casa de Celestina, mujer famosa de quien se hace mención en la comedia de Calisto y Melibea: «non procul a domo Celestinae mulieris famosissimae et de quale agitur in comoedia Calisti et Melibeae»[62]. Sancho de Muñón, que era natural de Salamanca y puso en la Atenas castellana el teatro de su Tragicomedia de Lisandro y Roselia (1542), da á entender que Celestina la barbuda vivió allí y también su discípula y heredera Elicia[63]. El doncel de Xérica, Bartolomé de Villalba y Estaña, en El Peregrino Curioso, obra [Pg xl]terminada en 1577, cuenta que unos estudiantes le mostraron la casa de Celestina. «Y ansi baxaron por la puente que es larguísima, y de ahí dieron en las Tenerías, donde con gran chacota dixo uno de ellos al Pelegrino: «veis aquí la segunda estacion; esta dicen ser la casa de nuestra madre Celestina, tan escuchada de los doctos y tan acepta, de los mozos tan loada». A lo cual riendo respondió nuestro Pelegrino:

«Reverenciar se debe la morada
De quien el mundo tiene tal noticia,
Mujer que es tan heroyca y encumbrada
¿Qué discreto no quiere su amicicia?
De todos los estados es loada,
Y más de los cursados en milicia:
Filosofo dichoso y bien andante
Quien retrató una madre ansí elegante[64]».

Nueve años después, la casa estaba arruinada, al decir de Bernardo González de Bovadilla, estudiante de aquella insigne Universidad, en su libro Ninfas y Pastores de Henares[65], pero en cambio se enseñaba la torre de Melibea. «Se fueron (los pastores) a pasear y a mostrar a Florino las cosas memorables que hay en la famosa Salamanca; conviene á saber: los insignes teatros de donde salen los eminentes varones para gobernar el mundo y tener a la republica en pacífico estado, los reales y innumerables colegios de doctos y letrados hombres, la cueva cegada donde dicen haberse leido la nigromancia, la nombrada y poco vistosa torre de Melibea y la derribada casa de la vieja Celestina, los pasatiempos y recreaciones del humilde Tejares, etc.»[66].

Una tradición tan vieja y constante algún respeto merece; pero examinada atentamente la Celestina, nada se ve en ella que convenga á Salamanca más que este pasaje, que puede haber sido el único fundamento de una localización caprichosa: «Tiene esta buena dueña al cabo de la ciudad, allá cerca de las tenerías, en la cuesta del río, una casa apartada, medio cayda, poco compuesta e menos abastada». Tenerías cerca del río había en otras partes, y lo que nunca ha podido verse en el Tormes son los navíos [Pg xli]de que habla Melibea: «Subamos, señor, al açotea alta, porque desde allí goze de la deleytosa vista de los navios» (Aucto XX). Si de lo material se pasa á lo moral, parece muy raro que en una comedia salmantina no se hable ni una sola vez de la Universidad y que ninguno de los personajes sea estudiante. Véase, por el contrario, cuánto los hace intervenir en la suya Sancho de Muñón. No me contradigo al decir esto, y afirmar en otra parte que la Celestina es una obra humanística y de ambiente universitario, porque esto recae sobre los procedimientos literarios y sobre el fondo de la comedia, no sobre la circunstancia material del lugar de la escena. Calisto, Pármeno y Sempronio no son estudiantes, pero hablan y piensan como tales: la indigesta pedantería de Melibea y la extraña y abigarrada ciencia de que hace alarde Celestina son más verisímiles en una ciudad literaria que en otra parte. Creo que en Salamanca recogió Rojas los principales documentos humanos para su obra, pero si hubiese querido dar á entender que la acción pasaba allí no habría dotado á la ciudad de un río navegable, ni hubiese dejado de hacer alguna alusión á sus escuelas.

La única ciudad de la Corona castellana desde cuyas azoteas pudiera disfrutarse de la vista de un gran río y de embarcaciones de alto bordo era Sevilla, y por esta sola razón sostuvo el canónigo Blanco que la Celestina pasaba en su tierra[67]. Pero bien leída la Celestina, nadie encontrará en ella indicios de que su autor conociese la región meridional de España y el habla de sus moradores, ni se hubiese fijado en las costumbres andaluzas, todavía más pintorescas entonces que ahora y tan distintas de las que él había visto en el reino de Toledo y en las aulas de Salamanca. Compárese á Rojas con Cervantes en este punto, y se palpará la diferencia. Pintores eminentemente realistas uno y otro, no difieren mucho en la factura, y, sin embargo, los mejores cuadros de Cervantes, hasta cuando pinta las arideces de la llanura manchega, tienen algún reflejo de la luz de Sevilla, al paso que el bachiller Rojas permaneció cruda y netamente castellano, con cierta sequedad y amargura muy ajena del tono blando y misericordioso de la sátira de Cervantes.

Queda una tercera hipótesis, la del Sr. Foulché-Delbosc, que fija en Toledo el escenario de la Celestina. Pero aquí nos encontramos también con la dificultad del río navegable. Nunca desde una azotea de Toledo han podido verse navíos, ni esto puede pasar como una licencia poética. La tentativa grandiosa, pero desgraciadamente efímera, de navegación del Tajo hasta su desembocadura en Lisboa pertenece al reinado de Felipe II. Hubo, sin duda, proyectos anteriores, alguno del tiempo de los Reyes Católicos, pero no autorizaban á un escritor para dar por cumplido lo que no llegó á ser ni intentado siquiera.

Si se prescinde de los navíos, resulta que en Toledo concurren casi todos los pormenores topográficos citados por Rojas: las tenerías junto al río; los nombres de las parroquias de San Miguel y la Magdalena y de alguna calle como la del Arcediano, si es que realmente se la puede identificar con una antigua plaza del mismo nombre. De la calle del Vicario Gordo, mencionada también en la obra, nadie da razón hasta ahora. Pármeno refiere haber servido nueve años en el monasterio de Guadalupe, que pertenece á la diócesis de Toledo, aunque situado en Extremadura.

Pero es el caso que algunas de estas cosas no son peculiares de Toledo: tenerías [Pg xlii]junto al río había también en Salamanca (como hemos visto), é iglesias de San Miguel y de la Magdalena allí y en Sevilla, aunque creo, por las razones expuestas, que Rojas no pudo pensar más que en una ciudad castellana. ¿Y por qué en una ciudad determinada? ¿No pudo crear, como suelen hacer los novelistas, una ciudad ideal, con reminiscencias de las que tenía más presentes, es decir, Salamanca y Toledo? El haber puesto una circunstancia que es imposible en ambas mueve á creer que no quiso concretar demasiado el lugar de la acción, para lo cual tendría muy buenas razones; que no es el cuento de Calisto y Melibea de los que pueden achacarse á personas particulares, moradoras de cierto pueblo, sin que padezca no leve mengua su buena fama y la de su apellido.

Poco nos importa todo esto. La Celestina no es obra local, sino de interés permanente y humano. Los datos sencillísimos de su fábula: una pasión juvenil, una tercería amorosa, una doble catástrofe trágica, han podido reproducirse infinitas veces. En esta parte Rojas no inventó ni quiso inventar nada, porque su arte, antítesis radical de los libros de caballerías, no estribaba en quiméricas combinaciones de temas incoherentes. Tomó del natural todos sus elementos y extrajo el jugo y la quinta esencia de la vida.

Pero aunque su obra sea directamente naturalista y deba tenerse por un original dechado de pasmosa verdad y observación encarnizada y fría, no puede desconocerse que la armazón ó el esqueleto de la fábula, y aun la mayor parte de los personajes, y por de contado las sentencias y máximas que pronuncian, tienen abolengo próximo ó remoto en la literatura clásica, y en sus imitadores de la Edad Media y del Renacimiento, y en algunas obras también de nuestra propia literatura. La investigación de las que en este sentido pueden llamarse fuentes de la Celestina daría materia para un libro entero, del cual ya existe un excelente capítulo, el relativo á los «antecedentes del tipo celestinesco en la literatura latina»[68]. Aquí nos limitaremos á lo más esencial, insistiendo en lo menos sabido.

La influencia clásica fué reconocida, aunque en términos vagos, por Aribau. «Sin parecerse la Celestina á ninguna de las obras de la antigüedad, en toda ella trasciende un olor suavísimo de lectura y meditación sobre los mejores modelos»[69]. No se parece, en efecto, á ninguna; pero tiene rasgos sueltos de muchas, y algo, capital á mi juicio, que procede de fuente conocida.

No doy grande importancia á los nombres históricos, geográficos y mitológicos; pedantería harto fácil y común á todos los autores de aquel tiempo, pero merecen más atención las citas positivas de varios clásicos que hay esparcidas por el libro y la traducción ocasional de alguna frase ó sentencia. Desde las primeras líneas del prólogo nos encontramos con el filósofo Heráclito y la exposición bastante clara de un principio capital de su sistema físico: «Todas las cosas ser criadas á manera de contienda ó batalla, dize aquel gran sabio Eráclito en este modo: Omnia secundum litem fiunt».

Más adelante nos da noticias del pez echeneis, que parecen tomadas de Aristóteles, Plinio y Lucano, pero que realmente lo han sido del Comendador Hernán Núñez en [Pg xliii]su glosa á Juan de Mena: «Aristótiles y Plinio cuentan maravillas de un pequeño pece llamado Echeneis... Especialmente tiene una, que si llega á una nao ó carraca, la detiene que no puede menear, aunque vaya muy rezio por las aguas; de lo cual haze Lucano mencion diciendo:

Non puppim retinens, Euro tendente rudentes,
In mediis Echeneis aquis
...

«No falta allí el pece dicho Echeneis, que detiene las fustas cuando el viento Euro estiende las cuerdas en medio de la mar»[70].

Del texto de la Tragicomedia sólo recordaré unos cuantos lugares, dejando lo demás para quien emprenda el comentario perpetuo que tal obra merece. La madre Celestina, en el aucto IV, cita con precisión un verso de Horacio, sin nombrarle: «¿No has leydo que dizen: verná el dia que en el espejo no te conozcas». El lírico latino había escrito (Od. IV, carm. X, v. 6.):

Dices, heu! quoties te in speculo videris alterum...

Sempronio nos advierte (aucto VIII) que «las yras de los amigos suelen ser reintegracion de amor». Es sentencia muy sabida de Terencio en la Andria (v. 556): «Amantium irae, amoris integratio est». Pármeno, tan leído como su compañero, traduce, embebiéndolos en el diálogo, cuatro versos del prólogo de las sátiras de Persio (8-11):

Quis expedivit psittaco suum Xαῗρε
Picasque docuit verba nostra conari?
Magister artis ingenîque largitor
Venter, negatas artifex sequi voces.

«La necessidad e pobreza; la hambre, que no ay mejor maestra en el mundo, no ay mejor despertadora e abivadora de ingenios. ¿Quién mostró á las picaças e papagayos ymiten nuestra propia habla con sus harpadas lenguas[71], nuestro órgano e boz, sino esta?» (Aucto IX).

En boca de Pleberio (aucto XX) encontramos el «degeneres animos timor arguit» de Virgilio (Æn., IV, 13): «á los flacos coraçones el dolor los arguye». Y en su lamentación repite el «Cantabit vacuus coram latrone viator» de Juvenal (Sat. X, 22): «como caminante pobre que sin temor de los crueles salteadores va cantando en alta boz».

Éstos y otros pasajes[72], que sin esfuerzo notará cualquier humanista, pertenecen [Pg xliv]á lo más sabido y vulgar de las letras clásicas, y por lo mismo parecen indicar reminiscencias escolares muy frescas. Horacio, Virgilio, Terencio, Juvenal y Persio eran de los autores que se leían más en las aulas. Acaso las frecuentaba todavía el autor ó había salido de ellas poco antes.

Pero entremos en otro género de imitaciones más dignas de consideración. El primer esbozo del carácter de la tercera de ilícitos amoríos (con puntas y collares de hechicera) puede encontrarse en la vieja Dipsas, que figura en una de las elegías de los Amores del lascivo poeta de Sulmona (Lib. I, eleg. VIII):

Est quaedam, quicumque volet cognoscere lenam,
Audiat, est quaedam, nomine Dipsas, anus
...[73]

Dipsas tiene rasgos comunes con Celestina. El primero es la intemperancia báquica (Lacrimosaque vino lumina), de la cual procede su nombre (ex re nomen habet), y por la cual el poeta, en sus maldiciones, la desea perpetua sed:

Dî tibi dent nullosque lares, inopemque senectam;
Et longas hiemes, perpetuamque sitim.

(v. 113-114).

Otro, y más característico, es la pericia en las artes mágicas, el poder de la hechicería, que no se limita aquí á la preparación de filtros amorosos ni al conocimiento de las virtudes arcanas de ciertas yerbas, sino que domeña la naturaleza con infernal señorío, torciendo el curso de las aguas, disponiendo á su arbitrio de la tempestad y de la calma, enrojeciendo la faz de la Luna y haciendo que derramen sangre las [Pg xlv] estrellas[74]. No falta, por supuesto, el vuelo nocturno y la evocación de los muertos:

Evocat antiquis proavos atavosque sepulchris,
Et solidam longo carmine findit humum.

Por robusta que fuese la credulidad de los contemporáneos de Fernando de Rojas, no era fácil que á una bruja castellana pudieran atribuirse tales portentos. Sólo de la necromancia ha quedado algún rastro en la relación que Celestina hace de las diabólicas artes de la madre de Pármeno[75]. En todo esto puede verse también el recuerdo de las Canidias y Saganas de Horacio y del libro de Apuleyo, que está expresamente citado en la Tragicomedia (aucto VIII): «En tal hora comiesses el diacitron, como Apuleyo el veneno que le convirtió en asno».

Pero no son la embriaguez ni la hechicería las notas capitales de la Celestina española; en lo que emula y supera á la Dipsas ovidiana es en el oficio que ambas ejercen de concertadoras de ilícitos tratos, y en la pérfida astucia de sus blandas palabras y viles consejos:

Haec sibi proposuit thalamos temerare pudicos;
Nec tamen eloquio lingua nocente caret.

(v. 19-20).

De esta elocuencia da muestra Dipsas queriendo sobornar á la amada del poeta en un razonamiento que recuerda mucho los coloquios de Celestina con Areusa y aun con la misma Melibea:

Scis, hera, te, mea lux, juveni placuisse beato:
Haesit, et in vultu constitit usque tuo...
..........................................................
Ludite, formosae: casta est, quam nemo rogavit,
Aut, si rusticitas non velat, ipsa rogat.
..........................................................
[Pg xlvi] Labitur occulte, fallitque volubilis aetas;
Ut celer admissis labitur amnis aquis.

(v. 23-24; 43-44; 48-49).

Tal es el tipo de la Lena romana, ligeramente bosquejado por Ovidio y Propercio.

En el teatro clásico tiene otros precedentes de más consideracion la fábula española. No los disimula Alonso de Proaza en sus octavas encomiásticas:

No debuxó la cómica mano
De Nevio ni Plauto, varones prudentes,
Tan bien los engaños de falsos siruientes
Y malas mugeres
en metro romano.
Cratino y Menandro y Magnes anciano
Esta materia supieron apenas
Pintar en estilo primero de Athenas
Como este poeta en su castellano.

Claro es que Magnes y Cratino, poetas de la antigua comedia ateniense, eran meros nombres para Rojas y su panegirista. Poco menos debía de pasarles con Menandro, cuyos fragmentos no fueron impresos hasta 1553, y de quien sólo en años muy recientes nos han revelado los papiros egipcios algunas comedias más ó menos incompletas[76]. Pero Menandro, á quien toda la antigüedad consideró como el más exquisito poeta de la comedia nueva[77], vivía indirectamente en sus imitadores latinos, especialmente en Terencio. Tanto él como Plauto eran familiares al bachiller Rojas, según puede colegirse por varios indicios. Ya Aribau se fijó en los nombres de algunos personajes, que evidentemente están tomados de las comedias latinas, donde desempeñan papeles análogos. Pármeno[78] (que se interpreta manens et aditans domino) aparece en el Eunuco, en [Pg xlvii]los Adelfos y en la Hecyra. En esta misma comedia y en la Andria interviene Sosia, todavía más conocido por la parte chistosísima que desempeña en el Anfitrión de Plauto. El nombre de Crito se repite tres veces en el teatro de Terencio (Andria, Heautontimorumenos y Phormio). Traso es el soldado fanfarrón rival del joven Fedria en el Eunuco, y probablemente la idea de llamar Centurio á un rufián ha sido sugerida por la misma comedia (v. 775), en que se pregunta por un centurión llamado Sanga: «Vbi centurio est Sanga, manipulus furum?» La madre de Melibea (acto IV) dice que va á visitar á la mujer de Cremes. Tres viejos de Terencio (Andria, Heautontimorumenos, Phormio) y un adolescente (Eunuchus) tienen el nombre de Chremes. Otros nombres de la Tragicomedia parecen forjados á similitud de éstos[79].

Si en la imposición de los nombres lleva Terencio la ventaja, en otras cosas de la Celestina se revela más el estudio de Plauto. Á él hay que referir probablemente el título definitivo de la obra que primeramente había llamado su autor comedia. La voz tragicomedia (más bien tragicocomedia) es una invención jocosa del poeta latino en el prólogo de su Anfitrión. Mercurio, que le pronuncia, dice á los espectadores:

«Voy á exponeros el argumento de esta tragedia. ¿Por qué arrugais la frente? ¿Porque os dije que iba á ser tragedia? Soy un dios, y puedo, si quereis, transformarla en comedia, sin cambiar ninguno de los versos. ¿Quereis que lo haga así ó no? Pero, necio de mí, que siendo un dios no puedo menos de saber lo que pensais sobre esta materia! Haré, pues, que sea una obra mixta, á la cual llamaré tragico-comedia, porque no me parece bien calificar siempre de comedia aquella en que intervienen reyes y [Pg xlviii]dioses, ni de tragedia á la que admite personajes de siervos. Será, pues, como os he dicho, una tragicocomedia».

Post, argumentum hujus eloquar tragoediae.
Quid contraxistis frontem? quia tragoediam
Dixi futuram hanc? Deus sum; conmutavero
Eandem hanc, si voltis; faciam ex tragoedia
Comoedia ut sit, omnibus eisdem versibus.
Vtrum sit, an non, voltis? Sed ego stultior
Quasi nesciam vos velle, qui divos siem:
Teneo quid animi vostri super hac re siet.
Faciam ut commixta sit tragicocomoedia,
Nam me perpetuo facere ut sit comoedia,
Reges quo veniant et di, non par arbitror.
Quid igitur? quoniam heic servos quoque parteis habet
Faciam sit, proinde ut dixi, tragicocomoedia.

Sin duda que este pasaje no puede tomarse en serio como determinación de un nuevo género poético, porque Plauto se chancea con el público, pero también es cierto que ninguna obra de su teatro se asemeja al Anfitrión, que no es parodia trágica ni tampoco verdadera comedia. El infortunio conyugal del jefe tebano, víctima de un poder tan absurdo como incontrastable, no produce risa sino indignación en el lector ó espectador moderno, y acaso también en el antiguo, ni hay en los caracteres de Anfitrión y Alcumena nada que no sea decoroso y digno de personas trágicas. Lo cómico se refugia en figuras secundarias. Y como en los diez y nueve siglos que transcurrieron entre Plauto y el bachiller Fernando de Rojas, una sola obra que sepamos volvió á llamarse tragicomedia[80], nos inclinamos á admitir la derivación plautina. Pero conviene notar [Pg xlix]que el poeta romano justifica la novedad del título con la mezcla de personajes trágicos y cómicos, y el autor castellano con la mezcla de placer y dolor, lo cual es mucho más racional y filosófico: «Otros han litigado sobre el nombre, diziendo que no se avia de llamar comedia, pues acabava en tristeza, sino que se llamase tragedia. El primer autor quiso darle denominación del principio, que fue plazer, e llamóla comedia. Yo, viendo estas discordias entre estos extremos, partí agora por medio la porfia, e llaméla tragicomedia».

El nombre quedó en la literatura española del siglo XVI, y fué aplicado á obras de muy vario argumento. Gil Vicente, que en tantas cosas fué tributario de la Celestina, llamó tragicomedias á una sección entera de sus obras, en que se mezclan piezas alegóricas, como el Triumpho do inverno y la Serra da Estrella, con dramas caballerescos, como Don Duardos y Amadís de Gaula. Tragicomedia alegórica del Paraíso y del Infierno se rotula la excelente refundición castellana de una de las Barcas del mismo Gil Vicente, impresa en Burgos, en 1539. Una de las piezas de la Turiana, atribuídas á Juan de Timoneda, lleva el título de Tragicomedia Filomena. En la numerosa serie de las Celestinas, sólo una, la de Sancho Muñón, conserva el dictado de Tragicomedia de Lisandro y Roselia.

Ninguna de las comedias de Plauto y Terencio presenta una acción análoga á la de la Celestina, pero hay en casi todas rasgos de parentesco y semejanza que las hacen hasta cierto punto de la misma familia dramática[81]. Rojas se asimiló muchos de los elementos de la comedia latina. La continua intervención de los siervos en las intrigas amorosas de sus amos hacen al Líbano de la Asinaria, al Toxilo y al Sagaristión de El Persa, al redomado Pseudolo que da título á una comedia, al Epidico protagonista de otra, al Crisalo de Las dos Báquides, precursores remotos de Sempronio y Pármeno. Lo mismo puede decirse del Davo de la Andria, del Siro del Heautontimorumenos, del Geta del Formion, del Pármeno del Eunuco, que ni siquiera ha tenido que cambiar de nombre.

[Pg l]

Abundan también en el teatro latino los rufianes propiamente dichos (lenones), que trafican con la venta de mujeres, como el Capadocio del Curculio, el Labrax del Rudens, el Dordalo de El Persa, el Sannion de los Adelfos y otros varios, casi todos escarnecidos y burlados en su torpe lucro por las estratagemas de los siervos. Cuando desapareció la esclavitud en la forma en que la conocieron los pueblos clásicos, tuvieron que resultar exóticas en cualquier teatro moderno las intrigas á que dan lugar los raptos de doncellas, su exposición en público mercado y los reconocimientos ó anagnorises que las hacen pasar súbitamente de la condición servil á la ingenua. Nuestro autor se abstuvo cuerdamente de imitarlas, al revés de lo que hicieron los poetas cómicos de Italia en el siglo XVI con monotonía servil y fatigosa.

Pero había otra figura cómica en el teatro latino, que podía trasplantarse á la escena moderna: el soldado fanfarrón, el miles gloriosus, bravo en palabras y corto en hechos, que al pasar á las imitaciones adquiere algunos de los caracteres del leno. No es ya mercader de esclavos, pero vive cínicamente con el tráfico vil de sus protegidas. Tal es el rufián Centurio, llamado así irónicamente, no por ser capitán de cien hombres, sino por rufián de cien mujeres. El abolengo de estos milites, que en los siglos XVI y XVII inundan nuestra escena y la italiana, se remonta á aquellos otros figurones que en el repertorio de Plauto llevan los retumbantes nombres de Therapontigono (en el Curculio), de Pyrgopolinices (en el Miles gloriosus), de Stratophanes (en el Truculentus). Todos ellos tienen por nota característica la fanfarronada: todos se jactan sin cesar de sus imaginarias proezas; todo el mundo se burla de ellos y de sus ridículos amoríos; son víctimas de los parásitos y de las rameras, y á todos cuadra la descripción que Palestrio hace de su amo:

...gloriosus, inpudens,
Stercoreus, plenus perjuri atque adulteri:
Ait sese ultro omneis mulieres sectarier.
Is deridiculu'st, quaqua incedit, omnibus.

(M. G., Acto II, scena I, v. 11-14).

Apenas hay comedia latina sin meretrices, porque los hábitos de la antigua escena rara vez toleraban intrigas amorosas con mujeres de condición libre, sino con esclavas y libertas. Pero entre estas cortesanas hay muchos grados. Las de Terencio suelen ser enamoradas sentimentales, que desmienten con la delicadeza de sus afectos el oprobio unido á su nombre y oficio. La honestidad de su lenguaje es tal, que los más severos educadores cristianos no han tenido reparo en poner el volumen de las comedias terencianas, con muy ligera expurgación, en manos de sus alumnos[82]. Las heroínas de Plauto, por el contrario, suelen pertenecer al mismo mundo que Elicia y Areusa, y [Pg li]aun peor. Rasgos hay de ternura, por ejemplo, en la escena de la separación de Argiripo y Filenia en la Asinaria (acto III, scena III), pero ¿á quién no repugnan las bajas complacencias de Filenia con el padre y el hijo simultáneamente?

Las comedias de Plauto donde más de propósito se pintan costumbres meretricias son las Bacchides, la Cistellaria y el Truculentus. En todo esto no se ve ninguna imitación directa. Más importante es la galería de las lenas, no sólo porque desempeñan el mismo oficio que Celestina, sino porque se muestran como ella razonadoras y sentenciosas y dan verdaderas lecciones de perversidad á sus educandas. Así Cleereta en la Asinaria, Scafa en la Mostellaria, y más especialmente otra lena anónima que adoctrina en la Cistellaria á Silenia y á Gimnasia (acto I, scena I). Añádase el rasgo común de la embriaguez consuetudinaria y parlante. «Multiloqua et multibiba» es la «anus» de la Cistellaria. «Multibiba» y «merobiba» son epítetos que se aplican á la del Curculio,

Quasi tu lagenas dicas, ubi vinum solet
Chium esse.

(Acto I, scena I, v. 78-79).

Las palabras con que celebra el vino tienen el mismo entusiasmo ditirámbico que las de Celestina en el aucto IX de la Tragicomedia:

Salve anime mi,
Liberi lepos: ut veteris vetusti cupida sum!
Nam omnium unguentum odor prae tuo nautea 'st.
Tu mihi stacte, tu cinnamomum, tu rosa,
Tu crocinum et casia es, tu bdellium: nam ubi
Tu profusus, ibi ego me pervelim sepultam
...

(Acto I, scena II, v. 3-8).

Rojas, que tan versado se muestra en las letras latinas, ¿tendría algún conocimiento de las griegas? No sería inverisímil el caso, porque ya en su tiempo las enseñaban en Salamanca Nebrija y Arias Barbosa, pero no tengo ningún motivo para afirmarlo. Lo que me parece seguro es que conoció, á lo menos en la versión latina de Marcos Musuro, que estaba impresa antes de 1494, el poema de Museo sobre los amores de Hero y Leandro[83], de donde manifiestamente está imitada la catástrofe de Melibea.

[Pg lii]

Sólo aquel texto clásico pudo sugerirle la idea, tan poco española, del suicidio, porque es idéntica la situación de ambas heroínas ó idéntico también el modo que eligen de darse muerte, precipitándose ambas de una torre:

Παρὰ κρηπῖδα δὲ πύργου
θρυπτόμενον σπιλάδεσσιν ὅτ' ἔδρακε νεκρὸν ἀκοίτην
δαιδαλέον ῥήξασα περὶ στήθεσσι χιτῶνα,
ῥοιζηδὸν προκάρηνος ἀπ' ἠλιβάτου πέσε πύργου.
Κὰδ' Ἡρὼ τέθνηκεν ἐπ' ὀλλυμένῳ παρακοίτῃ,
ἀλλῄλων δ' ἀπόναντο καὶ ἐν πυμάτῳ περ' ὀλέθρῳ.

...Apud fundamentum vero turris
Dilaniatum scopulis ut vidit mortuum maritum,
Artificiosam disrumpens circa pectore tunicam
Violenter praeceps ab excelsa cecidit turri.
At Hero periit super mortuo marito,
Se-invicem vero fructi-sunt etiam in ultima pernicie
[84].

Versos que tradujo con valentía, especialmente el final, nuestro orientalista D. José Antonio Conde:

Desde los pechos rasga el rico manto,
Y al mar se lanza desde la alta torre;
Así murió por su difunto esposo,
Y hasta en la misma muerte se gozaron[85].

Esta apoteosis del Amor triunfante de la Muerte es una de las cosas más notables de la Celestina, y no creo que pueda referirse á otra fuente literaria que la indicada. El delirio amoroso de los poemas del ciclo bretón es cosa muy diferente, y el lento y torpe suicidio del Leriano de la Carcel de Amor, que se extingue de hambre bebiendo en una copa de agua los pedazos de las cartas de su amada, por ningún concepto anuncia la arrogante y desesperada resolución de Melibea.

Pero no basta con los estudios clásicos puros para explicar la elaboración de la Celestina. Tuvo el drama antiguo una continuación erudita que nunca faltó del todo aun en los siglos más oscuros de la Edad Media, aunque llegara á perderse el genuino sentido de las voces tragedia y comedia y no quedase rastro alguno de representaciones en público teatro. Ya no fué destinada para él (aunque sí para cierta escena privada y aristocrática) la única obra cómica del tiempo del Imperio que nos ha quedado: la ingeniosa y elegante comedia Querolus ó Querulus, que puede estimarse como una continuación de la Aulularia de Plauto, cuyo puesto y título usurpó durante los siglos bárbaros. Esta pieza, de autor ignoto, compuesta al parecer en la Galia Meridional á principios del siglo V y dedicada á un Rutilio, que bien puede ser Rutilio Namaciano el autor del Itinerarium, tuvo por auditorio á los comensales del mismo Rutilio, según se infiere de la dedicatoria: «Nos hunc fabellis atque mensis librum scripsimus». Es lo que hoy diríamos una «comedia de gabinete», fruto tardío, aunque sabroso, de un gramático de la decadencia. En su primitiva forma esta comedia seguía las tradiciones métricas del teatro latino, pero fué prosificada en la Edad Media, como lo fueron también las [Pg liii]fábulas de Fedro. Varios eruditos han trabajado en restituirla á su lección primitiva, entre ellos Klinkhamer (1825) y más recientemente L. Havet, que al parecer ha salido triunfante de la empresa. De su delicado y minucioso análisis resulta que el Querolus fué escrito no en un pes clodus como el que Bücheler ha notado en las inscripciones de África, sino en tetrámetros trocaicos catalécticos y tetrámetros yámbicos acatalectos, y con arreglo á este principio logra restaurar gran número de versos[86].

Cinco siglos nada menos, y una transformación total del mundo, separan el Querolus de las seis comedias que en el siglo X compuso la monja alemana Rosvita (Hrotsvitha) bella y simpática figura en el renacimiento literario de la corte de los Otones. Estas seis piezas, que forman la segunda parte de sus obras (liber dramatica serie contextus), no llevan la menor indicación de haber sido representadas, ni nadie sostiene ya que lo fuesen, aunque Magnín lo defendió con deslumbradores argumentos[87] y sobre ellos fantaseó libremente la crítica romántica. Por su argumento son leyendas religiosas, que sólo en estar dialogadas se diferencian de otras varias que Rosvita trató en narración épica. Por su forma ó estilo quieren ser imitaciones de Terencio, y al mismo tiempo una especie de antídoto contra el veneno de las ilícitas pasiones que representó en sus versos aquel poeta[88]. Nada á primera vista menos terenciano que las comedias de Rosvita, que ni siquiera tienen división de actos y escenas; que no están en verso, sino en prosa; que sólo presentan triunfos de la castidad y de la fe, conversiones de pecadores, luchas heroicas de santos mártires, y que en su latinidad, cuyo mérito se ha exagerado, aunque es notable para su tiempo, poco ó nada conservan de aquella flor de aticismo y gracia urbana que es el mayor encanto de Terencio. Pero reparando algo se advierte que la religiosa de Gandersheim debe á la asidua lectura del poeta cómico romano, no sólo la relativa pureza de su lenguaje y ciertos giros marcadamente imitados de su modelo, sino la soltura y facilidad con que llegó á manejar el diálogo y hasta algunos atisbos de psicología sentimental y amatoria, de que ella misma parece ruborizarse en su prefacio, escrito con cierta coquetería mística que no carece de encanto[89]. Terencio, aunque sea el más casto de los poetas antiguos, es al fin un poeta del amor. Queriendo Rosvita imitarle á lo divino para borrar el efecto de sus pinturas, no retrocedió ante los coloquios amatorios, ni temió penetrar con los ermitaños Abraham y Pafnucio en los pecaminosos lugares de donde redimen aquellos santos varones á María y á Tais[90]. Sólo en las páginas de Terencio pudo adivinar algo de aquel mundo de las meretrices, que la inspira tan candorosas observaciones: «Hoc meretricibus antiquitus fuit in more, ut alieno delectarentur in amore».

Las obras de Rosvita poco importan en la evolución del teatro religioso y profano de la Edad Media, pero son un anillo en la historia de la comedia clásica, y bastarían para probar, si no fuese tan notorio el hecho, que Terencio es de los raros autores que tuvieron el privilegio de atravesar incólumes la Edad Media, sin que fuese preciso desenterrarlos en los grandes días del Renacimiento.

Rosvita parece condenada á servir de blanco á críticos excéntricos ó imaginativos. En 1867, José Aschbach llegó á sostener, en una Memoria de la Academia Imperial de Viena (Roswitha und Conrad Celtes), que sus obras eran apócrifas y habían sido forjadas por Celtes y otros humanistas del siglo XVI. De esta opinión dió buena cuenta Waitz (Goëtting. gelehrte Anzeigen, 1867, pp. 1261 y ss.) y no ha sido tomada en cuenta por nadie.

[Pg lv]

No acontece lo mismo con Plauto. De este padre de los donaires cómicos sólo se conocieron antes del siglo XV ocho piezas, y aun éstas se leían muy poco (Amphitruo, Asinaria, Aulularia, Captivi, Curculio, Casina, Cistellaria, Epydicus). Hay, sin embargo, en la literatura de los siglos XII y XIII un género curiosísimo de comedias (así las llamaban sus autores), en que á vueltas de otros argumentos aparecen dos ó tres de Plauto, pero tan extrañamente modificados que es imposible ver en ellos imitación directa de las piezas originales. Proceden, á no dudarlo, de otras refundiciones más antiguas[91].

Todas estas comedias tienen el mismo metro, que es el más antidramático que puede darse: el dístico de hexámetros y pentámetros, á imitación de Ovidio. Se las designa, por eso, con el calificativo de comedias elegíacas. Algunas, como la de Vetula, están completamente dialogadas; otras, y son las más, mezclan el diálogo con la narración, y realmente no son tales comedias, sino cuentos en verso, que por lo cínicos y desaforados corren parejas con los más licenciosos fabliaux compuestos en lengua vulgar.

Las dos muestras más antiguas y más plautinas de la comedia elegíaca pertenecen á un mismo autor, Vital de Blois (Vitalis Blessensis). Á lo menos, él creía imitar á Plauto, y se escuda con su nombre:

Qui releget Plautum, mirabitur altera forsan
Nomina personis quam mea scripta notent.

..........................................................
Absolvar culpâ; Plautum sequor...
..........................................................
Haec mea vel Plauti comoedia, nomen ab ollâ
Traxit, sed Plauti quae fuit, illa mea est...
Curtari Plautum; Plautum haec jactura beabit,
Ut placeat Plautus, scripta Vitalis emunt.
Amphytrion nuper, nunc Aulularia tandem
Senserunt senio pressa Vitalis opem.

En realidad, no conocía ni por asomos al verdadero Plauto. La Aulularia, que refundió y abrevió, era el Querolus. El Anfitrion, disfrazado con el nombre de Comedia de Geta, tampoco procede del genuino Anfitrion plautino, sino de una imitación más moderna, probablemente contemporánea del Querolus, puesto que á mediados del siglo V alude á ella Sedulio en los primeros versos de su Carmen Paschale:

Quum sua gentiles studeant figmenta poetae
Grandisonis pompare modis, tragicoque boatu,
«Ridiculove Geta», seu qualibet arte canendi,
Saeva nefandarum renovent contagia rerum[92].

[Pg lvi]

En el poema de Vital de Blois, la fábula de Júpiter y Alcumena queda muy en segundo término, y todo el interés se concentra en dos figuras de esclavos, Geta y Birria. El primero, que sustituye al Sosia de Plauto, es la caricatura de un fámulo escolástico de la Edad Media, cargado de libros y de presunción pedantesca. Hace contraste á su figura la del otro siervo, Birria, grosero, lerdo é ignorante, que triunfa de la vana dialéctica de su compañero por no haberse depravado y entontecido en las escuelas como él. Este dato, que no carece de ingenio, contribuyó mucho á la popularidad de esta comedia, de la cual se encuentran rastros en todas las literaturas medioevales.

Imitación de Plauto[93] pudiera juzgarse también por el título la Comedia de milite glorioso, atribuída á Mateo de Vendôme[94], pero de la obra antigua apenas ha quedado más que el título. Los lances son enteramente diversos y pertenecen al fondo más escandaloso de la novelística popular[95]. Lo mismo puede decirse de la Comedia Milonis, cuyo autor, que es el mismo Mateo, declara su nombre en el verso final:

Debile «Mathaei Vindocinensis» opus.

Esta pieza es de origen oriental, y se deriva remotamente de un episodio del Sendebar. El héroe se llama Milón de Constantinopla, y la pieza misma se da como imitación de las fábulas griegas (ludicra graeca). Y efectivamente, por la Grecia bizantina pasaron todas estas historias antes de incorporarse á la cultura europea[96].

La Comedia Lydia, también de Mateo de Vendôme, es un largo fabliau, cuyo principal interés consiste en ser fuente de la novela 9.ª, jornada 7.ª del Decameron, es decir, de la historia del peral encantado[97]. Pero la más cínica y brutal de estas composiciones es la Alda, atribuída á Guillermo de Blois. Quienquiera que fuese el poeta, se da por imitador nada menos que de Menandro:

Venerat in linguam nuper peregrina latinam
Haec de Menandri fabula rapta sinu...

[Pg lvii]

Su argumento recuerda mucho el del Eunuco, de Terencio, salvo que el seductor no se hace pasar por eunuco, sino por mujer: tema común de muchos cuentos libidinosos desde la aventura de Aquiles y Deidamia. La comedia de Terencio era una imitación del Phasma de Menandro, como en su prólogo se declara, y es muy verisímil que en alguna refundición del Bajo Imperio se hubiese sustituído el nombre del poeta griego al del imitador latino, con lo cual tendríamos un caso análogo al Querolus y al Amphitrion[98].

Completan la breve serie de las comedias elegíacas, la de Baucis, la de Babio, la de Affra et Flavius y alguna otra de menos cuenta. De intento hemos reservado para el fin las dos que nos interesan para este estudio: la comedia de Vetula y el Libellus de Paulino et Polla.

No he visto en España códice alguno de comedias elegíacas, pero consta de un modo indudable que fueron conocidas é imitadas algunas de ellas. La de Geta y Birria está aludida tres veces en el Cancionero de Baena (n. 115, 116, 117). Dice Alfonso Álvarez de Villasandino, en su profecía contra el cardenal de España D. Pedro Fernández de Frías, escrita hacia 1405:

Cuenten de Byrra toda su peresa,
E las falsedades de Cadyna e Dyna...

Y en otra poesía del mismo autor y del mismo tiempo:

Atyendan vengança del muy falso Breta,
Qual ovo de Birra su compañero (¿compadre?) Geta.

En otros versos, muy oscuros por cierto y revesados, de un Maestro Frey Lopes, alusivos también á la caída del cardenal:

Ya Byrra floresció (¿floresce?) por su condicion:
Del que por peresça de vida discreta,
Pierde su facienda por el torpe Geta,
Non ha este mundo nin la salvacion[99].

¿Estos versos se refieren al poema latino ó á alguna versión castellana que hubiese de él? No es temerario conjeturarlo, puesto que medio siglo antes había pasado ya á nuestro romance, mejorada en tercio y quinto, la obra más curiosa de este género, Pamphilus de amore, llamada también Comedia de Vetula. Intercalada en el libro multiforme del Arcipreste de Hita, forma casi la quinta parte de él, y eso que ha llegado á nosotros con lamentables mutilaciones aun en el manuscrito más completo, en el que fué del Colegio Viejo de Salamanca[100].

[Pg lviii]

Habiendo discurrido largamente acerca del Pamphilus en el tomo primero de estos Orígenes, doy por sabido todo lo que allí expuse[101] sobre la fecha probable de esta comedia, sobre su especial carácter y sobre la transformación genial y luminosa que de ella hizo el Arcipreste de Hita, convirtiendo en un cuadro de costumbres lleno de vida y lozanía lo que en el original no es más que una árida y fastidiosa rapsodia, un centón de hemistiquios de Ovidio, una mala paráfrasis de algunas de sus lecciones eróticas. Claro que en el fondo el Pamphilus es el esquema, no sólo del episodio del Arcipreste, sino de la propia Celestina, pero lo es de un modo tan simple, tan pueril, tan adocenado, que casi da pena acordarse de él cuando se trata de tales obras[102].

No está probado, á pesar de la rotunda afirmación de Schack[103], que Fernando de Rojas conociera el Pamphilus en su forma original, aunque precisamente en su tiempo menudearon las ediciones de esta comedia, que llegó á ser tan rara y olvidada después; y algún uso debía de hacerse de ella en las escuelas, como lo indica el comento familiar del humanista Juan Prot. Pero realmente no necesitaba haberla leído, porque todo lo que de ella pudo sacar había pasado á la obra del Arcipreste, que es sin duda uno de sus indisputables predecesores.

Este gran poeta no estaba olvidado en el siglo XV, aunque por su estilo y su métrica se le considerase como arcaico. El marqués de Santillana le nombra en su famosa Carta al Condestable de Portugal, y el Arcipreste de Talavera, Alfonso Martínez, no sólo le cita dos veces, sino que le recuerda cuanto es posible, dada la diferencia de géneros que cultivaron. De los tres manuscritos que nos han conservado la obra poética del primer Arcipreste, uno procede del más antiguo de los colegios mayores de Salamanca, otro de la catedral de Toledo, ciudades una y otra tan familiares á Rojas.

Pero la evidencia interna se saca no sólo de la comparación de algunos pasajes de la Celestina con otros de Juan Ruiz, en que están manifiestamente inspirados, sino del estudio de la fábula misma y de los cambios que en ella introdujo el Arcipreste, [Pg lix]alongándose mucho trecho de la comedia de Pánfilo y preparando el advenimiento de la comedia de Calisto.

Aunque la Vetula, como todas las demás elegías dramáticas, no tiene en los manuscritos división de actos ni de escenas, tanto el antiguo comentador Juan Prot como el moderno editor Baudouin reconocen en ella cinco actos breves. La forma es enteramente dialogada, sin mezcla de relato alguno, y podría ser representable si no lo estorbasen su insulsez y la escena lúbrica del final. El Arcipreste de Hita tuvo que acomodarla á la índole autobiográfica de su libro, y puso en relato parte de la historia, dándose al principio como protagonista de ella, aunque luego confiesa lisa y llanamente su origen literario:

Sy vyllania he dicho aya de vos perdon,
Que lo feo de estoria dis Panfilo e Nason.

(Copla 891).

Entyende byen mi estoria de la fija del endrino,
Díxela por te dar enxiemplo, non porque a mi avino.

(Copla 909).

Comienza el acto primero con un monólogo del protagonista Pánfilo, cuyo nombre parece tomado de Terencio en la Andria ó en la Hecyra. El Arcipreste ha embebido este soliloquio en el diálogo del amante con Venus, que corresponde á la escena segunda del texto latino:

So ferido e llagado, de un dardo so perdido,
En el coraçon lo trayo ençerrado e escondido.

(Copla 388).

Vulneror el clausum porto sub pectore telum,
Crescit et assidue plaga dolorque mihi.

Toda la escena está fielmente traducida, pero largamente amplificada.

Señora doña Venus, muger de don Amor,
Noble dueña, omíllome yo vuestro servidor;
De todas cosas sodes vos e el Amor señor,
Todos vos obedescen commo a su façedor.
Reyes, duques e condes e toda criatura
Vos temen e vos serven commo a vuestra fechura.

(Coplas 385-6).

Unica spes vite notre, Venus inclita, salve,
Que facis imperio cuncta subire tuo,
Quam timet alta Ducum servitque potentia Regum.

(V. 25-27)[104].

Todos los tipos salen de la fría, y sosa abstracción ética en que el anónimo autor de la comedia latina los había dejado. En vez de la sombra de Pánfilo, que sólo acierta á decir de su amada Galatea:

Est michi vicina (vellem non esse) puella...
..........................................................
[Pg lx] Fertur vicinis formosior omnibus illa,
Aut me fallit amor, omnibus haud superest.

..........................................................
Dicitur (et fateor) me nobilioribus orta

(V. 33-39-40-47).

tenemos aquí las españolizadas figuras de D. Melón de la Huerta, «mancebillo guisado que en nuestro barrio mora», y de doña Endrina, la viuda de Calatayud, de quien se hace este lindo retrato:

De talle muy apuesto, de gestos amorosa,
Donegil, muy loçana, plasentera e fermosa,
Cortés e mesurada, falaguera, donosa,
Graciosa e risuenna, amor de toda cosa...
Fija de algo en todo e de alto linaje.

(Coplas 381-383).

El ser la heroína viuda y no doncella es nota peculiar de la imitación del Arcipreste, que no pasa á Rojas. Pudiera sospecharse que la concordancia que en esto guardan el Pamphilus y la Celestina arguye parentesco directo entre estas dos piezas. Pero no es necesario admitirlo, porque el proceso de la seducción es más natural, y también más dramático, tratándose de una virgen que de una mujer en quien ha de suponerse alguna experiencia de la vida. Para el efecto artístico tal combinación es la preferible, y creo que á Rojas se le hubiera ocurrido aun sin tener presentes el Pamphilus ni la Poliscena. Nadie se imagina á D. Juan conquistando viudas.

De los consejos de doña Venus no hay que hablar: proceden del Pamphilus gallardamente traducido. También está allí, aunque sólo en germen, el primer coloquio de los dos amantes:

Quam formosa, Deus! nudis venit illa capillis!
..........................................................

(V. 133).

Pero aquí es donde más se palpa la enorme superioridad del imitador. La escena del primer encuentro de doña Endrina con D. Melón en los soportales de la plaza está escrita con tal cortesanía, discreción y gentileza, que los primeros versos han hecho recordar á algún crítico nada menos que el incomparable soneto de Dante, Tanto gentile e tanto onesta pare:

¡Ay Dios! E quán fermosa vyene doña Endrina por la plaça!
¡Qué talle, qué donayre, qué alto cuello de garça!
¡Qué cabellos, qué boquilla, qué color, qué buen andança!
Con saetas de amor fyere quando los sus ojos alça.
Pero tal lugar no era para fablar en amores:
A mí luego me venieron muchos miedos e temblores,
Los mis pies e las mis manos non eran de sí sennores.
Perdi seso, perdi fuerça, mudaron se mis colores.
Unas palabras tenia pensadas por le desir,
El miedo de las compañas me facian ál departir,
Apenas me conoscia nin sabia por do yr,
Con mi voluntat mis dichos non se podian seguir.
..........................................................
[Pg lxi]Paso a paso doña Endrina so el portal es entrada,
Bien loçana e orgullosa, bien mansa e sosegada;
Los ojos baxó por tierra en el poyo asentada,
Yo torné en la mi fabla que tenia comenzada.
..........................................................
En el mundo non es cosa que yo ame a par de vos;
Tiempo es ya pasado de los años más de dos
Que por vuestro amor me pena: amo vos más que a Dios...

(Coplas 653, 54, 55, 661).

Tenemos aquí el equivalente de la primera escena de la tragicomedia de Melibea, sin que falte siquiera la sacrílega expresión de «amo vos más que á Dios», que recuerda otras no menos impías de Calisto: «Por cierto los gloriosos santos que se deleytan en la vision divina no gozan más que yo agora en el acatamiento tuyo». «Si Dios me diesse en el cielo la silla sobre sus santos, no lo ternia por tanta felicidad». Hipérboles amorosas no menos desaforadas que éstas se encuentran en los trovadores cortesanos del siglo XV, en D. Álvaro de Luna, en Álvarez Gato, pero no hay rastro de ellas en el Pamphilus, que dice con mucha moderación:

Gratior in mundo te michi nulla manet,
Et te dilexi, jam ter praeteriit annus
...

(V. 180-87).

En el primer acto de la Celestina, Melibea rechaza con ásperas palabras á Calisto. En el diálogo del Arcipreste, doña Endrina comienza por mostrarse esquiva y zahareña:

Ella dixo: «vuestros dichos non los prescio dos piñones».
Bien assi engañan muchos a otras muchas Endrinas;
El ome tan engañoso asi engaña a sus vesinas;
Non cuydedes que so loca por oyr vuestras parlillas,
Buscat a quien engañedes con vuestras falsas espinas.

(Coplas 664-668).

Lo cual equivale á estos versos del Pamphilus:

Sic multi multas multo tentamine fallunt,
Et multas fallit ingeniosus amor.
Infatuare tuo sermone vel arte putasti
Quam falli vestro non decet ingenio!
Quere tuis alias infestis moribus aptas,
Quas tua falsa fides et dolus infatuent.

(V. 178-192).

Pero luego se ablanda, y llega á otorgar grandes concesiones, que Melibea no hace antes del acto XII, porque no lo toleraba el progreso lento y sabio de la obra de Rojas:

Esto yo non vos otorgo salvo la fabla de mano,
Mi madre verná de misa, quiero me yr de aqui temprano,
No sospeche contra mí que ando con seso vano;
Tiempo verná en que podremos fablar nos, vos e yo este verano.

(Copla 686).

[Pg lxii]

Por eso Pánfilo y D. Melón de la Huerta pueden exclamar mucho antes que Calisto:

Desque yo fué naçido nunca vy mejor dia,
Solaz tan plazentero e tan grande alegria,
Quiso me Dios bien guiar y la ventura mia.

(Copla 687).

En el segundo acto del Pamphilus aparece el Deus ex machina de la tramoya, una vieja (anus), de la cual sólo sabemos que es sutil, ingeniosa y hábil medianera para los tratos amorosos:

Hic prope degit anus subtilis et ingeniosa,
Artibus et Veneris apta ministra satis.

(V. 281-282).

Ni el ingenio ni la habilidad resaltan en las palabras de la tal anus ó vetula. Es un espantajo que no hace más que proferir lugares comunes. La Trotaconventos, cuyo verdadero nombre es Urraca[105], es una creación propia del Arcipreste, y ella y no la Dipsas de los Amores de Ovidio, ni mucho menos la vieja de Pánfilo, debe ser tenida por abuela de la Madre Celestina, con toda su innumerable descendencia de Elicias, Claudinas, Dolosinas, Lenas y Eufrosinas. El Arcipreste se recrea en esta hija de su fantasía; no sólo la hace intervenir en el episodio de D. Melón, sino que la asocia después á sus propias aventuras, la sigue hasta su muerte, fase su planto, la promete el Paraíso y escribe su epitafio:

¡Ay mi trota conventos, mi leal verdadera!
Muchos te seguían biva, muerta yases señera.
¿A do te me han levado? non es cosa certera;
Nunca torna con nuevas quien anda esta carrera.
........................................................................
A Dios merced le pido que te dé la su gloria,
Que más leal trotera nunca fué en memoria;
Faserte he un epitafio escripto con estoria.
........................................................................
Daré por ty lymosna e faré oracion,
Faré cantar misas e daré oblacion;
[Pg lxiii]La mi trota conventos, ¡Dios te dé rredençion!
El que salvó el mundo, él te dé salvaçion.
.......................................................................
Dueñas, ¡non me rrebtedes nin me digades moçuelo!
Que si a vos syrviera vos avriades della duelo,
Llorariedes por ella, por su sotil ansuelo
Que quantas siguia todas yvan por el suelo.
Alta muger nin baxa, encerrada nin escondida,
Non se le detenia do fasia debatida;
Non sé omen nin duenna que tal oviese perdida
Que non formase tristesa e pesar syn medida.
Ffícele un epitafio pequeño con dolor,
La tristesa me fiso ser rrudo trobador,
Todos lo que lo oyeren, por Dios nuestro Señor,
La oracion fagades por la vieja de amor.

(Coplas 1569, 1571, 1572, 1573, 1574, 1575).

Con esta libre é irreverente socarronería, que no se detiene ante la profanación, fueron celebradas las exequias poéticas de la primera Celestina en el extraño libro del genial humorista castellano de los siglos medios.

Las artes y maestrías de Trotaconventos son las mismas que las de Celestina: como ella gusta de entreverar en su conversación proloquios, sentencias y refranes, y no sólo ésto, sino enxienplos y fábulas; como ella se introduce en las casas á título de buhonera y corredora de joyas, y con el mismo arte diabólico que ella va tendiendo sus lazos á la vanidad femenil:

Si parienta non tienes atal, toma viejas,
Que andan las iglesias e saben las callejas,
Grandes cuentas al cuello, saben muchas consejas,
Con lagrimas de Moysen escantan las orejas.
Son grandes maestras aquestas panjotas,
Andan por todo el mundo, por plaças e cotas.
A Dios alçan las cuentas, querellando sus coytas;
¡Ay! quánto mal saben estas viejas arlotas.
Toma de unas viejas que se fasen erveras,
Andan de casa en casa e llamanse parteras,
Con polvos e afeites, e con alcoholeras,
Echan la moça en ojo e çiegan bien de veras.

(Coplas 438 á 441).

Á una de estas viejas buscó el Arcipreste, que aquí distingue claramente su persona de la de Pánfilo:

Fallé una vieja qual avia menester,
Artera e maestra e de mucho saber;
Doña Venus por Panfilo no pudo más faser
De quanto fiso aquesta por me faser plaser.
[Pg lxiv] Era vieja buhona destas que venden joyas;
Estas echan el laço, estas cavan las foyas;
Non ay tales maestras commo estas viejas troyas...
......................................................................
Como lo han uso estas tales buhonas,
Andar de casa en casa vendiendo muchas donas,
Non sse rreguardan dellas, estan con las personas,
Fasen con el mucho viento andar las atahonas.

(Coplas 698 á 700).

También Celestina andaba de casa en casa so pretexto de vender baratijas: «Aquí llevo un poco de hilado en esta mi faltriquera, con otros aparejos que conmigo siempre traygo, para tener causa de entrar donde mucho no só conoscida... assí como gorgueras, garvines, franjas, rodeos, tenazuelas, alcohol, albayalde e soliman, agujas e alfileres, que tal ay, que tal quiere? porque donde me tomara la voz, me halle apercebida para les echar cebo, o requerir de la primer vista» (acto III).

La anus del comediógrafo elegíaco no se vale de ningún género de encantamientos. Celestina, sí, y también Urraca, y es una de las notas características que nunca pierde este tipo en la literatura española:

Dixo: «yo yre a su casa de esta vuestra vesina,
E le fare tal escanto e le dare tal atalvina
Porque esta vuestra llaga sane por mi melesina;
Desid me quien es la dueña.—Yo le dixe: «doña Endrina».
..............................................................................

(Copla 709).

Ssi me dieredes ayuda de que passe algun poquillo,
A esta dueña e a otras moçetas de cuello alvillo,
Yo fare con mi escanto que se vengan paso a pasillo;
En aqueste mi harnero las traere al sarçillo.

(Copla 718).

Començo su escanto la vieja coytral...

(Copla 756).

La sortija que puso á doña Endrina debía de tener virtud mágica. Y á mayor abundancia leemos en otro lugar:

Ssy la ensychó o sy le dio atyncar[106],
O sy le dio raynela[107] o sy le dyo mohalinar[108].
O sy le dyo ponçoña o algud (¿algund?) adamar,
Mucho ayna la supo de su seso sacar.

(Copla 941).

[Pg lxv]

La escena capital de la seducción de Melibea en el aucto cuarto de la Tragicomedia es un portento de lógica dramática y de progresión hábil. No podía esperarse tanto del Arcipreste, que escribía en la infancia del arte; pero baste para su gloria haber trazado el primer rasguño de ella, con las inevitables diferencias que nacen del dato de la viudez de doña Endrina:

La buhona con farnero va tanniendo cascabeles,
Meneando de sus joyas, sortijas e alfileres;
Desia por falsalejos: «comprad aquestos manteles»;
Vydola doña Endrina, dixo: «entrad, non reçeledes».
Entró la vieja en casa, dixole: «señora fija,
Para esa mano bendicha quered esta sortija»...
...........................................................................
Ffija, siempre estades en casa ençerrada,
Sola envejeçedes, quered alguna vegada
Salyr, andar en la plaça con vuestra beldat loada,
Entre aquestas paredes non vos prestará nada.
En aquesta villa mora muy fermosa mançebia,
Mançebillos apostados e de mucha loçania,
En todas buenas costumbres creçen de cada dia,
...........................................................................
Muy bien me rresçiben todos con aquesta pobledat,
El mejor et el más noble de lynaje e de beldat
Es don Melon de la Verta, mançebillo de verdat,
A todos los otros sobra en fermosura e bondat...
...........................................................................
Creed me, fija señora, que quantos vos demandaron,
A par deste mançebillo ningunos non llegaron;
El dia que vos nasçistes fadas alvas vos fadaron,
Que para ese buen donayre atal cosa vos guardaron.
Dixo doña Endrina: «Callad ese predicar,
Que ya este parlero me coydó engañar;
Muchas otras vegadas me vyno a retentar,
Mas de mí él nin vos non vos podredes alabar»...

(Coplas 724-27, 730-740)

Cuando esto se lee acuden involuntariamente á la memoria aquellas graves y sosegadas razones de Celestina: «Donzella graciosa é de alto linaje, tu suave habla e alegre gesto, junto con el aparejo de liberalidad que muestras con esta pobre vieja, me dan osadia a te lo dezir. Yo dexo un enfermo a la muerte, que con sola palabra de tu noble boca salida, que lleve metida en mi seno, tiene por fe que sanará, segun la mucha devocion tiene en tu gentileza... Bien ternás, señora, noticia en esta cibdad de un cavallero mancebo gentil hombre, de clara sangre, que llaman Calisto.

«Melib.—Ya, ya, buena vieja, no me digas más, no passes adelante. ¿Este es el doliente por quien has hecho tantas promessas en tu demanda?».

La psicología del amor, ruda y toscamente esbozada en el Pamphilus[109], tiene en [Pg lxvi]el Archipreste toques tan delicados que no serían indignos de la experta mano del bachiller Fernando de Rojas:

«Amigo—dis la vieja,—en la dueña lo veo,
Que vos quiere e vos ama e tiene de vos desseo;
Cuando de vos le fablo e a ella oteo,
Todo se le demuda el color e el desseo.
«Yo a las de vegadas mucho cansado callo,
Ella me dis que fable e non quiere dexallo;
Fago que non me acuerdo, ella va començallo,
Oye me dulçemente, muchas señales fallo.
«En el mi cuello echa los sus blaços entramos,
Ansy una grand pieça en uno nos estamos,
Siempre dél vos desimos, en ál nunca fablamos,
Quando alguno vyene otra raçon mudamos.
«Los labrios de la boca tyenbranle un poquillo,
El color se le muda bermejo e amarillo,
El coraçon le falta ansy a menudillo,
Aprieta me mis dedos en sus manos quedillo.
«Cada que vuestro nonbre yo le estó desiendo
Oteame e sospira e está comediendo,
Avyva más el ojo e está toda bulliendo,
Paresçe que con vusco non se estaria dormiendo.
«En otras cosas muchas entyendo esta trama,
Ella non me lo niega, antes dis que vos ama;
Sy por vos non menguare, abaxar se ha la rrama,
E verna doña Endrina sy la vieja la llama.»

(Coplas 801-812).

La intervención del Pamphilus en la historia de los orígenes de la Celestina es muy secundaria, pero la del Archipreste es de primer orden, quizá la más profunda de todas, y por eso nos hemos detenido en ella todo lo que exige su importancia[110].

Las comedias elegíacas, que otros llaman épicas por la monstruosa mezcla de la narración y del diálogo, pertenecen todavía al seudoclasicismo de la Edad Media, en que se había perdido la verdadera noción del drama latino y de su métrica. Ya cuando se escribió el curioso diálogo anónimo entre Terencio y un empresario de teatros [Pg lxvii](Terentius et delusor), que Magnin atribuyó al siglo VII, aunque el códice en que se ha conservado es del siglo XII, no se sabía á punto fijo si las comedias antiguas estaban en prosa ó en verso:

An sit prosaicum nescio an metricum[111].

La combinación esencialmente antidramática del hexámetro y pentámetro bastaría para probar que tales obras fueron escritas sin ninguna intención escénica; pero á mayor abundamiento tenemos un texto positivo y terminante de Juan de Salisbury, el espíritu más culto de la primera Edad Media, un precursor del Renacimiento, el cual confirma la absoluta desaparición de todo género de actores trágicos y cómicos en fecha ya remota del tiempo en que él escribía su Policraticus, dedicado en 1159 al santo arzobispo de Cantorbery Tomás Becket[112].

El verdadero renacimiento del arte dramático de Plauto y Terencio se verificó en Italia, á fines del siglo XIV y durante todo el transcurso del XV, en una serie de piezas [Pg lxviii]latinas que se designan con el título genérico de comedias humanísticas, importante y rara manifestación que apenas había sido estudiada en conjunto, hasta que Creizenach, en su excelente Historia del drama moderno, escribió sobre ella algunas páginas doctas y juiciosas como suyas[113]. Pero estas indicaciones, que para un libro general son suficientes, distan mucho de agotar la riqueza del tema, y así lo ha estimado el ilustre profesor de Roma, Ireneo Sanesi, que actualmente tiene en prensa una historia de la comedia en Italia, á la cual auguramos un éxito tan venturoso como lo merecen la ciencia, conciencia y fina crítica de su autor, que ha tenido la rara generosidad de comunicarnos las primicias de su trabajo, en prensa todavía. El capítulo segundo de esta obra, consagrado á las comedias humanísticas, es una magistral monografía que, dándome á conocer con suma precisión algunos textos inaccesibles en España y completando mis indagaciones sobre otros, me ha puesto en camino de rastrear algunas semejanzas dignas de notarse entre este género literario y nuestra Celestina. Ya en 1900 hice una ligera indicación, que no he visto recogida por nadie, acerca de la comedia Poliscene[114]. Y me consta que mi buen amigo el eruditísimo Arturo Farinelli ha trabajado también sobre este punto, que ilustrará sin duda con su especial competencia, como ha ilustrado tantos otros de literatura comparativa.

El iniciador del teatro humanístico, como de casi todas las formas literarias del Renacimiento, fué el Petrarca, que siempre se deleitó en la lectura de Terencio («Terentius noster»), y que seguramente le leía con otros ojos que los de Rosvita. En su edad madura revisó y anotó el elegantísimo texto del siervo africano. En su primera mocedad había compuesto una comedia llamada Philologia, y según Boccaccio otra, el Philostratus, si es que ambas no eran una misma con diverso título, lo cual no parece probable. Hoy no existe ninguna de ellas, acaso porque su autor mismo las destruyó como ensayos demasiado imperfectos. Del Philostratus, por lo menos, consta que era imitación de Terencio.

La más antigua comedia humanística que ha llegado á nuestros tiempos, y la única que pertenece al siglo XIV, es el Paulus de Pedro Pablo Vergerio, natural de Capodistria, á quien no debe confundirse con otro de su mismo nombre y apellido que figura entre los protestantes italianos del siglo XVI. El Vergerio senior es importante como historiador, humanista y pedagogo. Su libro De ingenuis moribus se leía todavía en las escuelas en tiempo de Paulo Jovio. Una rarísima edición barcelonesa de 1481 prueba que también había penetrado en España[115]. No sería maravilla que fuesen conocidos [Pg lxix]también otros escritos suyos, pero me parece inverisímil que entre ellos se contase su comedia juvenil, que hasta estos últimos años ha dormido inédita en la Biblioteca Ambrosiana de Milán y en la del Vaticano[116]. Y, sin embargo, esta obra presenta algún punto común con la Celestina, empezando por las promesas de moralidad que el título encierra. Vergerio pone á su obra el rótulo de Paulus comoedia ad iuvenum mores coercendos, y se propone, entre otras cosas, mostrar cómo los malos siervos y las mujeres perdidas estragan los más pingües patrimonios: «ad diluendas opes». El autor de la Celestina nos dice desde la portada que su libro contiene «avisos muy necesarios para mancebos, mostrándoles los engaños que están encerrados en sirvientes e alcahuetas». Los medios empleados son de tan dudosa eficacia moral en una comedia como en otra.

El protagonista de la comedia, Paulo, es un estudiante haragán y desaplicado, á quien su siervo Herotes arrastra por el camino del vicio. Á esta perversa influencia se contrapone la de otro siervo, bueno y leal, Stichus, que advierte lealmente á su señor de los peligros que corre y procura apartarle de la vida disipada que lleva en compañía de otros estudiantes tan corrompidos como él y de rufianes y meretrices. La intriga se reduce á una odiosa tercería, en que la inmunda vieja Nicolosa cede por dinero á Paulo su propia hija, Ursula, que Herotes se encarga de hacer pasar por virgen después de haberla desflorado.

Como se ve, la semejanza con la Celestina es muy vaga y genérica. Los dos criados de Paulo traen á la mente los de Calisto, pero son diversos sus caracteres. Stichus resulta constantemente bueno en la comedia latina. Pármeno, que al principio da sanos consejos á su amo, se pervierte con el trato de su compañero y los regalos amorosos de Areusa, y llega á hacerse cómplice del asesinato de Celestina. Sempronio, en la obra española, es un gentil racimo de horca, un rufián ó poco menos, que acaba por dar de puñaladas á una vieja para robarla una joya. Pero su perversidad no iguala de ningún modo á las negras maquinaciones de Herotes, que se complace y encarniza en el mal con tanto deleite como Yago, y hace alarde y reseña de sus propios crímenes, jactándose de haber arrastrado á la pobreza y á la infamia á muchos mancebos ilustres. Tampoco la madre Celestina, aunque pertenece á la familia de Nicolosa, parece capaz del horrendo parricidio moral que á ésta se atribuye: á lo menos en la Tragicomedia no lo comete, ni artísticamente podía cometerlo.

Por otra parte, hasta la forma exterior, que no es la prosa, como en la mayor parte de las comedias humanísticas, sino el trímetro yámbico acataléctico ó senario, muy incorrectamente manejado, aísla de sus congéneres esta pieza, en que por primera vez reaparecen los nombres clásicos de prótasis, epítasis y catástrofe. De nada de esto hay vestigio en la Celestina. Lo que tienen de común ambas piezas es el ambiente escolar en que se desarrollan: «Paulo es un estudiante universitario (dice el señor Sanesi); sus procederes, sus palabras, y las de todos los que le rodean, nos descubren un rincón de la vida estudiantil de aquel siglo tan remoto de nosotros. Ni la ávida Nicolosa, ni la diestra Úrsula tienen mucho de común con las mujeres del teatro latino; son, por el contrario, figuras copiadas del natural, ofrecidas directamente por la realidad, y pertenecen á aquella clase de mujeres de que no es difícil á un joven, ni habrá sido [Pg lxx]difícil á Vergerio cuando frecuentaba los cursos de las universidades de Padua, de Florencia ó de Bolonia, hacer conocimiento personal ó adquirir experiencia inmediata».

Los mismos tipos pudo encontrar, y seguramente encontró, en Salamanca el bachiller Fernando de Rojas, sin necesidad de conocer el Paulus. La exacta observación del crítico italiano da nueva fuerza á la opinión de los que hemos sostenido que la Celestina puede muy bien ser obra de un estudiante, y si no lo es, ciertamente lo parece. Los escolares del Renacimiento solían ser muy hombres cuando frecuentaban las escuelas, y eso que no se había llegado tadavía á los felices tiempos en que, para disfrutar de los privilegios del fuero académico y acogerse á la blanda jurisdicción del Rector, solían matricularse personas que pasaban de treinta años, y hasta verdaderos vigardos y malhechores, de lo cual en la biografía, todavía inédita, de un dramaturgo español del siglo XVII hay un curioso ejemplo.

Comedias universitarias son en su mayor número las comedias latinas escritas en Italia durante el siglo XV, y lo son, ya porque reflejan costumbres meramente académicas, como la comedia anónima que Sanesi llama electoral, y es obra, al parecer, de algún alemán concurrente á la escuela de Padua; ya porque son estudiantes algunos de los interlocutores; ya porque consta haber sido escritas y representadas por escolares, como lo fué en el estudio de Pavía la horrible y obscenísima comedia Janus sacerdos, en 1427, imitada por Mercurio Roncio de Vercelli en la suya, no menos feroz, De falso ypocrita et tristi, que se representó diez años después en la misma universidad lombarda. Una y otra permanecen afortunadamente inéditas, y el mero hecho de su existencia arguye la profunda depravación intelectual y moral de la sociedad en que nacieron. Apenas se concibe que en tiempo alguno hayan podido ser materia de chistes, pronunciados en público teatro, en solemnidad académica, por jóvenes cultos, estudiosos, ilustres, los vicios y torpezas más hediondas, que ni nombrarse deben entre cristianos, y que por su enormidad misma requieren el cauterio de la ley penal, no el de la sátira, y son incompatibles con la representación festiva.

Por fortuna estas dos comedias, y alguna otra, como la Conquestio uxoris Canichioli, son excepciones en la rica galería del teatro humanístico, que rara vez es casto y morigerado en la dicción, pero no ultraja, por lo menos, los fueros de la naturaleza. Su materia es varia: hay piezas que pueden considerarse como cuentos dialogados, unos de origen clásico, por ejemplo, la comedia Bile[117], otros derivados de Boccaccio ó de tradiciones populares, que ya habían recibido diversas formas, incluso la dramática, en lengua vulgar francesa ó italiana.

Por la singularidad de su forma alegórica, por el prestigio del nombre de su autor, memorable en todos los órdenes de la cultura artística y científica, varón de muchas almas, como sólo el Renacimiento los produjo, debe mencionarse la comedia Philodoxus ó Philodoxeos, que el florentino León Bautista Alberti compuso (según las investigaciones del señor Sanesi) antes de la segunda mitad de 1426, cuando la enfermedad y la dura pobreza le hicieron suspender los estudios de Derecho que había comenzado en la universidad de Bolonia. Esta comedia, bastante confusa, que su propio autor procuró [Pg lxxi]aclarar con un comentario, tuvo en el tiempo de su aparición maravilloso éxito, á causa de que Alberti la hizo pasar por obra de un antiguo poeta llamado Lépido, encontrada en un vetustísimo códice[118]. Nadie sospechó el engaño; pero cuando fué declarado por su propio autor, la pieza perdió algo de su crédito, suerte común de las falsificaciones más hábiles. Todavía el Philodoxos se leía y comentaba en las escuelas á principio del siglo XVI. Precisamente en 1501, dos años después de la primera edición de la Celestina, salía de las prensas de Salamanca la comedia latina de Alberti, para estudio y recreo de los discípulos de un cierto bachiller Quirós, que explicaba en aquella Universidad los poetas clásicos[119].

El bachiller Quirós afirma, y no podemos menos de darle crédito, que el opus pulcherrimum de León Bautista Alberti era enteramente desconocido en Salamanca hasta su tiempo. Es de creer, pues, que tampoco le conociese el bachiller Rojas antes de esa fecha. Pero nada importa averiguarlo, porque el Philodoxus no se parece en nada á la Celestina, ni en la fábula, ni en los caracteres, ni mucho menos en la interpretación alegórica que su autor quiso darle. Hay, sí, un joven ateniense llamado Filodoxo, enamorado de la romana Doxa, y que se vale para conseguir sus fines de un amigo suyo llamado Fronesio. Otro pretendiente de la misma joven, hombre rico y brutal, llamado Fortunio, cansado de perseguirla con inútiles ruegos, se decide por el rapto, entrando á viva fuerza en su casa; pero en vez de Doxa se lleva por equivocación á su hermana Femia. Al fin todo se compone merced á la oportuna intervención de una especie de comisario de barrio, jefe de los centinelas ó vigilantes nocturnos (Chronos, excubiarum magister), el cual decide que Fortunio se quede con la doncella [Pg lxxii]raptada y Filodoxo se case con su amada Doxa. Pero esta es la corteza del drama; en el fondo hay una idea simbólica, á la cual responden exactamente los nombres de los personajes. Filodoxo, el amante de la gloria (Doxa), llega á desposarse con ella. Fortunio, el favorecido por la fortuna, cree conquistar la Gloria y se queda con la Fama (Femia), que es cosa no despreciable, pero de calidad inferior. Chronos es una personificación del tiempo, y á este tenor todos los personajes. La moralidad es fácil de inferir: sólo la sabiduría y la prudencia pueden conquistar la verdadera gloria; la fortuna y la riqueza tienen que contentarse con la fama. La comedia de Alberti está en prosa y consta de doce escenas. En la larga serie de las Celestinas sólo encontramos una y muy tardía, la Doleria del Sueño del mundo, que tenga el carácter alegórico de la obra de Alberti. Una y otra son lánguidas y fastidiosas, aunque de intachable honestidad.

Las comedias humanísticas que verdaderamente pudieron influir en la Celestina se reducen á tres: la Philogenia, de Ugolino Pisani; la Poliscena, atribuída á Leonardo de Arezzo, y la Chrysis, de Eneas Silvio Piccolomini. Daré á conocer rápidamente estas obras en lo que tienen relación con la nuestra. Son tres historias de amor, pero tratadas de muy diversa manera. He aquí cómo expresa Sanesi el argumento de las primeras escenas de la Philogenia, únicas que á nuestro asunto interesan: «Epifebo, que ama á Filogenia y desea violentamente poseerla, va de noche bajo sus ventanas y tiene con la doncella un largo y apasionado coloquio. La joven, en quien luchan el amor y el deseo con el freno del pudor y de la educación, se muestra al principio indiferente é incrédula. Pero Epifebo habla con tanta dulzura, suplica con tanto calor, invoca la muerte con tanta angustia, manifiesta los propios tormentos con tanta viveza y sinceridad de palabra y emplea tanto arte en disipar sus temores y sus dudas, que [Pg lxxiii]finalmente la doncella cede al destino y abandona ocultamente la casa paterna. El joven, acogiéndola entre sus brazos, la conduce sin dilación á su propia casa, donde (como él dice) pasarán todos los días al modo de los epicúreos»[120].

Los sucesivos lances de la comedia, que ya pueden inferirse por tal principio, pertenecen enteramente al género de Boccaccio y recuerdan la historia de la hija del Rey del Algarbe, tan traída y llevada por diversos amadores. Epifebo, perseguido por los parientes de Filogenia, acaba por casarla con un rústico, tan codicioso como crédulo y necio.

Sólo en el coloquio de la ventana, en la intervención episódica de las dos cortesanas Servia é Irzia, y en el noble carácter de los padres de Filogenia (Cliofa y Calisto), que un tanto recuerdan á Pleberio y Alisa, cuando se despiertan sobresaltados al sentir ruido en la cámara de su hija, puede verse algo que se parezca á la Celestina. Tengo por muy dudosa esta fuente.

No así la Poliscena, atribuída generalmente (acaso con error) al célebre humanista Leonardo de Arezzo, á quien, por no confundirle con su infame homónimo del siglo XVI, no llamaremos Aretino. Esta comedia, que se conoce también con los nombres de Calphurnia y Gurgulio, corrió impresa desde 1478 y tuvo la honra de ser explicada en cursos universitarios, hasta en la remota Polonia[121]. Es de suponer que llegase á España antes que el Philodoxus, y todo el que atentamente la lea notará sus semejanzas y diferencias con la Celestina. Creizenach advirtió ya que el contenido de la Poliscena se [Pg lxxiv]parecía mucho al del Pamphilus. En pocas líneas, pero muy exactas, da idea Gaspary, en su excelente Historia de la literatura italiana[122], del argumento de esta comedia: «Un joven, llamado Graco, encuentra á la joven Poliscena que volvía con su madre Calfurnia de oir un sermón en la iglesia de los frailes menores. Enamórase súbitamente de la doncella, y ésta de él. Graco se vale de la mediación de su esclavo Gurgulio (nombre tomado de una comedia de Plauto) y Poliscena acude á su esclava Tharatántara, hábil en todo género de tercerías. El parásito, después de haber tentado inútilmente á la madre con promesas y ofrecimientos, va una mañana á ver á Poliscena, mientras Calfurnia está en la iglesia, y con bellas palabras, y pintando muy al vivo los tormentos de su amador, induce á la joven á concederle una entrevista. Graco se vale de la ocasión sin ningún escrúpulo; sobreviene la madre, enfurecida, y amenaza con citarle á juicio; pero el padre de Graco, Macario, pone remedio á todo permitiendo que su hijo se case con Poliscena».

Tal es el asunto de esta pieza, brutal y refinada á un tiempo, pues, aunque escrita en prosa, remeda con suma habilidad la lengua de los poetas cómicos latinos. Si en la comedia humanística hay algún prototipo innegable de la fábula de Rojas, éste es sin duda alguna. La semejanza consiste, no sólo en la acción, sino en los tipos del siervo Gurgulio y de la vieja Tharatántara. Esta última, sobre todo, parece abuela de Celestina. Como ella se lamenta de los males de la vejez y recuerda los perdidos goces juveniles: «Memini ego me quondam a multis amari, memini etiam me multis egregie saepius illudere ac fune quasi ligatos trahere. Verum heu! me jam effaetam manent fata ultricia, non ita ut pridem ambior, nec ullis artibus pristinum vigorem possum reparare». Como ella tiene fama de hechicera: «Non verentur etiam me veneficam nuncupare ac blanditiis fallacibus me palpare ipsos incusant, ac magico carmine vitam auferre conati». Y el mismo Graco, después de hacer un horrible retrato de la vieja, añade como último improperio: «Suspecta etiam admodum es veneficii nomine».

El diálogo de Tharatántara con Poliscena tiene también rasgos celestinescos, especialmente en lo que toca á la recomendación de las prendas del amante y al encarecimiento de los extremos de su pasión: «Ita me juvet Jesus, posteaquam te amare coepit, nunquam vidi ipsum hilarem, placidum nemini, satago obsonia ac pulpamenta quae scio omnia, demulceo verbis quantum possum, at nequit esse, inquit, neque potare, noctes ducit insomnes, ingemiscit perpetuo...». La semejanza continúa en el acto ó escena en que Tharatántara da cuenta á Graco del desempeño de su comisión[123]. Pero en la Poliscena [Pg lxxv]todo marcha por la posta, sin rastro de estudio psicológico y sin recato ni comedimiento alguno. Poliscena otorga una cita á las primeras de cambio, aprovechando la ausencia de su madre, que está en la iglesia, y el nudo se desata por los procedimientos más brutales y menos complicados. Si de esa comedia, así como del Pamphilus, pudo aprovechar algo Fernando de Rojas, nunca con tan humildes materiales se levantó edificio tan grandioso y espléndido[124].

Si la Poliscena fué la primera imitación consciente y deliberada de la dramaturgia plautina, la Chrysis, compuesta en 1444 por el futuro Pío II (Eneas Silvio Piccolomini) cuando asistía á la dieta de Nuremberg, es la primera tentativa formal de reproducir el metro propio de la comedia, el senario yámbico de los latinos, abandonando la prosa en que habían escrito todos sus predecesores, con la única excepción de Vergerio. En la Chrysis no hay verdadera acción, sino una serie de escenas que pintan muy al vivo las costumbres de las meretrices y de los jóvenes disolutos. Hay coincidencias con la Celestina, pero todas ellas se refieren á pasajes que están antes en Plauto: «Ningún amante (dice Casina á Crisis) me agrada por más de un mes; siempre las nuevas calendas me traen amores nuevos». Y Crisis la replica: «Tu constancia es excesiva, porque conviene celebrar también con nuevos amores las nonas y las idus, ó, como hago yo, procurarme á cada nuevo sol nuevos amantes». La misma doctrina inculca Celestina á Areusa en el acto VII: «Nunca uno me agradó, nunca en uno puse toda mi afficion. No hay cosa más perdida, hoy, que el mur que no sabe sino un horado; si [Pg lxxvi]aquel le tapan, no avrá dónde se esconda del gato; quien no tiene sino un ojo, mira a quánto peligro anda... ¿Qué quieres, hija, deste número de uno? más inconvenientes te diré dél que años tengo acuestas; ten siquiera dos, que es compañia loable... E si más quisieres, mejor te yrá, que mientra más moros más ganancia».

En uno y otro pasaje se ve la imitación de los consejos que Scapha dirige á Philematium en la Mostellaria de Plauto (v. 188-90):

Tu ecastor erras, quae quidem expectes unum atque illi
Morem praecipue sic geras atque alios aspernere.
Matronae, non meretricium est, unum inservire amantem.

Hay también en la Chrysis una lena llamada con toda propiedad Canthara por su insaciable amor á la bebida. Eneas Silvio, que lleva muchas veces la imitación hasta el plagio, pone literalmente en su boca el mismo ditirambo que pronuncia la vieja del Curculio.

Puede tenerse por cierto que Rojas desconocía la existencia de la Chrysis, obra que todavía está inédita á estas horas, y que su sabio autor, cuando llegó á las altas dignidades eclesiásticas, y por fin á la cátedra de San Pedro, procuró destruir con suma eficacia, lo mismo que otros escritos suyos, no enteramente juveniles[125], pero compuestos cuando hacía vida secular y profana. Era el principal entre ellos la célebre Historia duorum amantium, de la cual ya hemos dicho algo en el primer tomo de estos Orígenes[126], por haber sido muy bien traducida á nuestra lengua en el siglo XV y haber influído grandemente en la Cárcel de Amor y en otras ficciones sentimentales.

Traducida ú original, la había leído de seguro Fernando de Rojas, y no fué de los libros que menos huella dejaron en su espíritu y en su estilo. La novela del futuro pontífice es, como la tragicomedia española, una historia de amor y muerte de dos jóvenes amantes. En una y otra se mezcla el placer con las lágrimas, y una siniestra [Pg lxxvii]fatalidad surge en el seno mismo del deleite. Pero es diversa la condición de las personas, puesto que Eurialo y Lucrecia son amantes adúlteros, y diversa también la catástrofe, que en la obra de Eneas Silvio pertenece al orden moral, y se cumple, no por ningún medio exterior, sino por el fuego de la pasión, que consume y aniquila á la mísera enamorada. «Esta nuestra, como vido a Eurialo partir de su vista, cayda en tierra, la lleuaron a la cama sus sieruas hasta que tornasse el espíritu. La qual como en sí tornó, las vestiduras de brocado, de púrpura y todos los atavios de fiesta y alegría encerró y de su vista apartó, y de camarsos y otras vestiduras viles se vistió. Y de alli adelante nunca fue vista reyr ni cantar como solia. Con ningunos plazeres, donayres ni juegos jamas pudo ser en alegría tornada, e algunos dias en esto perseverando, en gran enfermedad cayó, de la qual por ningun beneficio de medicina pudo ser curada. Y porque su coraçon estaua de su cuerpo ausente y ninguna consolacion se podia dar a su ánima, entre los braços de su llorosa madre y de los parientes que en balde la consolaban, la indignante ánima del anxioso y trabaxoso cuerpo salió fuera»[127].

En lo que la historia de Eurialo y Lucrecia pudo servir de modelo á la Celestina fué en la elocuencia patética de algunos trozos y en aquella especie de psicología afectiva y profunda que el culto, gentil y delicado espíritu de Eneas Silvio adivinó quizá el primero entre los modernos. Porque aquí no se trata del amor místico, dantesco ó petrarquista, que toma las perfecciones de la criatura como medio para ascender á otra perfección más alta; ni tampoco del amor cortesano, que es mero devaneo en la lírica de Provenza y en sus imitadores; ni tampoco de la pasión desenfrenada y furiosa, pero declamatoria, que se exhala en las quejas delirantes de Fiammetta, sino de un género de pasión más apacible y humano, ni enteramente sensual, ni reducido á lánguidas contemplaciones. Este amor, finamente estudiado con una penetración que honraría al más experto y sagaz moralista de cualquier tiempo, constituye el mérito principal de las epístolas que contiene el tratado de Eneas Silvio, que, al revés de tantas otras composiciones artificiales, no es más que la interpretación estética de un suceso real acaecido en Siena cuando entró en ella triunfante el emperador Segismundo.

Hay pasajes de la Celestina que inmediatamente traen á la memoria otros del Eurialo. La descripción de la hermosura de ambas heroínas se parece mucho[128].

[Pg lxxviii]

Eurialo envía á Lucrecia su primera carta por medio de una vieja tercera, y las palabras con que la recibe son tan ásperas como las de Melibea en el principio de sus amores:

«Como la alcahueta recibió la carta de Eurialo, luego a mas andar se fue para Lucrecia, y fallandola sola le dixo: «El más noble y principal de toda la corte del César te envia esta carta, y que ayas dél compasion te suplica».

«Era esta mujer conocida por muy pública alcahueta: Lucrecia bien lo sabía; mucho pesar ovo que muger tan infame con mensaje le fuesse embiada, y con cara turbada le dixo: «Qué osadía, muy malvada henbra, te traxo a mi casa? Qué locura en mi presencia te aconsejó venir? Tú en las casas de los nobles osas entrar y á las castas dueñas tentar, y los legitimos matrimonios turbar? Apenas me puedo refrenar de te arrastrar por essos cabellos y la cara despedaçar. Tú tienes atrevimiento de me traer carta? Tú me fablas? Tú me miras? Si no oviesse de considerar lo que a mi estado cumple más que lo que a ti conviene, yo te facía tal juego, que nunca de cartas de amores fueses mensajera»...

«Mucho temor oviera otra qualquiera; mas ésta que sabía las costumbres de las dueñas, como aquella que en semejantes afrentas muchas vezes se avia visto, dezia consigo: «Agoras quieres que muestras no querer», y allegando más a ella dixo: «Perdóname, señora; yo pensaba no errar y tú aver desto plazer. Si otra cosa es, da perdon a mi ynocencia. Si no quieres que buelva, hecho he el principio, en lo ál yo te obedeceré. Mas mira qué amante menosprecias».

No prolongaré este cotejo haciendo notar otras semejanzas de detalle que en las entrevistas de los amantes pueden encontrarse. Lo principal es el ambiente novelesco análogo, la suave y callada influencia que en la concepción de Rojas ejerció un escritor digno de inspirarle.

Volviendo sobre nuestros pasos, creemos inútil mencionar otras comedias humanísticas, ya por ser de fecha algo posterior á la Celestina, ya por no tener con ella más que conexiones remotas. Por lo tocante á la comedia italiana del Renacimiento, las [Pg lxxix]fechas dicen bien claro que no pudo influir en la Celestina, la cual es anterior á todas las obras de Maquiavelo, Ariosto y Bibbiena[129].

Nació la Celestina en pleno clasicismo, cuando el teatro de Plauto, que no constaba ya de ocho comedias, sino de veinte, había surgido del vetusto códice descubierto en Alemania por el cardenal de Cusa, y embelesaba y regocijaba la fantasía de los humanistas, que no se limitaban á transcribirle y comentarle y á añadirle escenas y suplementos, sino que le hacían objeto de públicas representaciones en su lengua original. Los actores solían ser escolares, pero estas fiestas del arte antiguo no eran meramente universitarias. Se celebraban con gran pompa y magnificencia en los palacios de príncipes y cardenales, ante el auditorio más aristocrático y selecto. Así en Roma aquel Pomponio Leto, tan sospechoso de paganismo, hizo representar en fecha ignorada la Aulularia bajo los auspicios del cardenal Riario, sobrino de Sixto IV; en 1499, algunos actos de la Mostellaria, en casa del cardenal Colonna; en 1502, los Menechmi, en presencia de Alejandro VI, para festejar las bodas de su hija Lucrecia con Alfonso de Este.

Otras representaciones, algunas muy anteriores, hubo en Florencia, en Mantua, en Ferrara, en Pavía, en todos los grandes centros de la vida intelectual y cortesana del Renacimiento. Si alguna noticia de éstas llegó á oídos de Fernando de Rojas, ¡cómo debió agrandarse en su mente la visión del teatro y soñar con otro igual para su patria, y encenderse en el anhelo de superar, no ya los pobres remedos de la comedia latina que tenía delante, sino al mismo Terencio y al mismo Plauto, que habían sabido menos que él de la vida y del corazón humano!

¿Se compusieron ó representaron en España comedias humanísticas durante el siglo XV? No podemos afirmarlo ni negarlo. Hasta ahora el género parece exclusivamente italiano. Sólo en tiempo de Carlos V, cuando la comedia latina empezaba á decaer en Italia, cediendo su puesto al teatro vulgar, la vemos aparecer en nuestras escuelas con los mismos caracteres y á veces con la misma pompa de representación que en su patria[130]. Y durante todo el curso del siglo XVI la encontramos más ó menos ingeniosamente cultivada: en Alcalá por Juan Petreyo (Pérez), que puso en latín tres comedias del Ariosto; en Salamanca y Burgos por Juan Maldonado, cuya Hispaniola [Pg lxxx]no figuraría mal en la serie de las Celestinas[131]; en Sevilla por Juan de Mal-Lara; en Valencia por Lorenzo Palmireno; en Barcelona por Juan Cassador y Jaime Cassá, y hasta en la isla de Mallorca por Jaime Romanyá, autor del Gastrimargus, que se representó en la plaza pública ante un concurso de más de ocho mil espectadores[132]. Por fin, este género, cada vez más abatido y escuálido, cayó en manos de los jesuítas, que le morigeraron, convirtiéndole en comedia de colegio. Así nació y murió el teatro humanístico en España, con poco brillo siempre y con poca influencia en el drama nacional.

¿Pudo encontrar Rojas en la dramaturgia vulgar de su tiempo, en el infantil teatro de la Edad Media, algún punto de apoyo para su creación? Difícil es responder categóricamente á esta pregunta. De los juegos de escarnio, que llegaron á penetrar en la iglesia y á ser representados por clérigos, apenas sabemos más que lo que dice una ley de Partida. De la Corona de Aragón tenemos un documento aislado, pero muy curioso, sobre el cual llamó la atención D. José María Quadrado[133]. Es la queja presentada en 1442 á los Jurados de Mallorca contra los abusos introducidos en las representaciones que solían hacerse en las fiestas del primer domingo después de Pascua y el lunes inmediato, las cuales no versaban ya, como al principio, sobre materias devotas y honestas, sino sobre amores y alcahueterías.

«E en qual manera per solemnitat e honorificentia de la dita festa se acostumavan en temps passat fer en semblant dia diverses entremeses e representacions per las parroquias, devotas e honestas, e tals que trahien lo poble a devoció; mes empero [Pg lxxxi]d'algun temps ensá quasi tots anys se fen per los caritaters (encargados de las fiestas de la Caridad) de las parroquias, qui los demés son jovens, entremeses de enamoraments, alcavotarias e altres actes desonests e reprobats, majorment en tal dia en lo qual va lo clero ab processons e creu levada portans diverses reliquies de sants, de que lo poble pren mal exempli e roman scandalizat».

Yo no me atreveré á decir, con mi inolvidable amigo Quadrado, que «aquí tenemos ya el drama secularizado en Mallorca medio siglo antes de la aparición de la Celestina; los temas devotos sustituídos por los profanos; el auto suplantado por la comedia». Sería preciso que la casualidad nos descubriese algún fragmento ó muestra de tales representaciones para que pudiéramos inducir su carácter. De todos modos, el documento es singular, pero en Castilla tenemos otro muy análogo: los decretos del Concilio de Aranda, que en 1473 mandó celebrar el arzobispo de Toledo D. Alfonso Carrillo. Uno de ellos da testimonio del escandaloso abuso de las representaciones profanas dentro del templo en las fiestas de la Navidad, de San Esteban, de San Juan y de los Inocentes, y en las solemnidades de misas nuevas: «Ludi theatrales, larvae, monstra, spectacula, necnon quam plurima inhonesta et diversa figmenta in ecclesiis intro lucuntur, tumultuationes quoque et «turpia carmina» et «derisorii sermones» dicuntur». Pero dudamos mucho que esta inculta y bárbara manifestación dramática hubiera podido influir en un espíritu tan culto como el de Fernando de Rojas.

Los orígenes de la Celestina no son populares, sino literarios, y de la más selecta literatura de su tiempo. Aún no hemos apurado el catálogo de sus reminiscencias. Leía mucho su autor, como todos los hombres estudiosos de su generación, á los dos grandes maestros del primer Renacimiento italiano, Francisco Petrarca y Juan Boccaccio. Las obras latinas del primero le eran tan familiares, que desde las primeras líneas del prólogo encuentra ocasión de citarle, para probar que «todas las cosas son creadas á «manera de contienda y batalla». «Hallé (dice) esta sentencia corroborada por aquel gran orador é poeta laureado, Francisco Petrarca, dixiendo: Sine lite atque offensione nihil genuit natura parens: sin lid e offension ninguna cosa engendra la natura, madre de todo. Dize más adelante: Sic est enim, et sic propemodum universa iestantur: rapido stellae obviant firmamento; contraria invicem elementa confligunt, terrae tremunt; maria fluctuant; aer quatitur; crepant flammae; bellum immortale venti gerunt; tempora temporibus concertant; secum singula, nobiscum omnia, que quiere dezir: «En verdad assi es, é assi todas las cosas desto dan testimonio; las estrellas se encuentran en el arrebatado firmamento del cielo; los adversos elementos unos con otros rompen pelea; tremen las tierras; ondean los mares; el ayre se sacude; suenan las llamas; los vientos entre sí traen perpetua guerra; los tiempos contienden é ligan entre sí, uno a uno é todos contra nosotros»[134].

El pasaje que Rojas alega está en el prefacio del libro 2.º De Remediis utriusque fortunæ; pero lo que nadie ha advertido hasta ahora, que yo sepa, es que continúa [Pg lxxxii]traduciendo sin decirlo; de suerte que todo el segundo prólogo es un puro plagio, como puede verse por el texto latino que pongo al pie, subrayando las frases que más literalmente copió Rojas[135]. ¿Qué explicación puede tener un procedimiento tan extraño, mucho más si se recuerda que el De Remediis andaba en manos de todas las personas letradas, y existía ya una traducción castellana anterior á la de Francisco de Madrid, tantas veces impresa desde 1510? ¿Á quién podía engañar Rojas, apropiándose con tanta frescura la doctrina y las palabras ajenas, que además venían traídas por los cabellos al propósito de su libro? ¿Para qué necesitaba un escritor de su talla ajeno auxilio en la redacción de un sencillo prólogo? Quizá por eso mismo. Recuérdese el caso bastante análogo, aunque en menores proporciones, de la dedicatoria de la primera parte del Quijote, tejida en parte con frases de otra dedicatoria de Herrera en sus Anotaciones á Garcilaso, y del maestro Francisco de Medina, en el hermoso prólogo que llevan. Á los grandes escritores suele resistírseles más la correspondencia familiar ó la redacción de un documento de oficio que la composición de un libro entero. Uno de esos apuros debió de pasar el bachiller Fernando de Rojas, y para salir de él apeló [Pg lxxxiii]al extravagante recurso de echar mano del primer libro que sobre la mesa tenía y traducir de él unas cuantas páginas, que lo mismo podían servir de introducción á cualquier otro libro que á la Celestina. Cervantes todavía necesitó menos para zurcir cuatro frases de cortesía.

Más interés tiene este plagio directo que las vagas reflexiones morales sobre la próspera ó adversa fortuna que hay en varios pasos de la Tragicomedia, registrados ya por Arturo Farinelli: «O fortuna (exclama Calisto en el aucto XIII) quánto e por quántas partes me has combatido! Pues por más que siguas mi morada, e seas contraria a mi persona, las adversidades con ygual ánimo se han de sufrir, e en ellas se prueua el coraçon rezio o flaco». Y antes había dicho Celestina (aucto XI) convirtiéndose en eco de las palabras del Petrarca: «Siempre lo oí dezir, que es más diffícil de suffrir la próspera fortuna que la adversa; que la vna no tiene sossiego, e la otra tiene consuelo». Aunque hoy nos parezca tan vulgar el contraste entre una y otra fortuna, su filiación petrarquista no puede ocultarse á quien esté versado en la literatura de nuestro siglo XV, que había convertido en una especie de breviario moral la obra De Remediis, y aplicaba á todos los momentos de la vida sus poco originales sentencias diluídas en un mar de palabrería ociosa[136].

Pero no es sólo en el libro de los Remedios, sino en otros varios del Petrarca, donde hay que buscar el origen y la explicación de algunos lugares de la Celestina. Dice Calisto á la vieja en el aucto VI: «Qué más hazia aquella tusca Adeleta, cuya fama, siendo tú viva, se perdiera? la qual tres dias ante su fin prenunció la muerte de su viejo marido e de dos hijos que tenia». Esta alusión, á primera vista oscura, se descifra con una advertencia de la edición de Salamanca del año 1570, hecha por Matías Gast, en la cual sospecho que anduvo la mano del Brocense por el género de las enmiendas: «Atrevíme con consejo de algunos doctos a mudar algunas palabras que algunos indoctos correctores pervirtieron... En el acto sexto corregí Adelecta. Fue esta Adelecta (como cuenta Petrarca) una noble mujer toscana, grandísima astróloga y mágica. Dixo muchas cosas á su marido e hijos, Eternio y Albricio. Pero principalmente estando á la muerte, en tres versículos, anunció a sus hijos lo que les había de acaecer, especialmente a Eternio, que se guardase de Cassano, lugar de Padua. Siendo al fin de sesenta años vino a Milan, adonde por sus obras era muy aborrecido de los longobardos: fué de ellos cercado, y pasando un puente con gran fatiga, supo que aquel lugar se nombraba Cassano. Luego da espuelas al caballo, y lánzase en el rio diciendo a grandes voces: Oh hado inevitable! Oh maternales presagios! Oh secreto Cassano! Al fin salió a tierra; mas los enemigos, que la puente y entrambas riberas tenían tomadas, allí le acabaron».

Lo que se le olvidó advertir al corrector salmantino fué el lugar de las obras del Petrarca en que se encontraba la mención de Adelecta, y como en el índice de la edición de Basilea no se consigna tal nombre, tuve que internarme con verdadero empeño en la lectura del primer tomo, hasta que di en el libro 4.º, Rerum Memorandarum, cap. V, De Vaticiniis, con la historia de Adelheida ó Adelaida de Romano, madre del célebre tirano Ezzelino (no Eternio) y de Albricio, que es la tusca Adeleta de nuestro [Pg lxxxiv]poeta, la fatídica de Hetruria, que no pudo explicar su comentador Gaspar Barth[137]. Y allí muy cerca encontramos otra anécdota de Alcíbiades, que también está repetida fielmente por Calisto en el mismo acto de la Celestina: «Entre sueños la veo tantas noches, que temo que me acontezca como a Alcíbiades, que soñó que se veya embuelto en el manto de su amiga, e otro dia matáronlo, e no ouo quien lo alçase de la calle, sino ella con su manto»[138].

Fuente indudable, aunque secundaria, de la Celestina son también las Epístolas familiares del Petrarca. Hay dos, sobre todo, que por cierto están inmediatas, tanto en las ediciones antiguas como en la moderna de Fracasseti (la 1.ª y 2.ª del libro 2.º), de donde está tomada punto por punto toda aquella impertinente erudición que estropea el desconsolado razonamiento de Pleberio. También aquí puede hacerse la comparación con el texto latino que pongo en nota: «Que si aquella seueridad e paciencia de Paulo Emilio me viniere a consolar con pérdida de dos hijos muertos en siete dias, diziendo que su animosidad obró que consolasse él al pueblo romano, e no el pueblo a él no me satisfaze, que otros dos le quedauan dados en adopcion. ¿Qué compañia me ternán en mi dolor aquel Pericles, capitan atheniense, ni el fuerte Xenofon, pues sus pérdidas fueron de hijos absentes de sus tierras? Ni fue mucho no mudar su frente e tenerla serena, y el otro responder al mensajero que las tristes albricias de la muerte de su hijo le venia a pedir, que no rescibiesse él pena, que él no sentía pesar... Pues menos podrás decir, mundo lleno de males, que fuimos semejantes en pérdida aquel Anaxágoras e yo, que seamos yguales en sentir, e que responda yo, muerta mi amada hija, lo que él a su único hijo que dixo: como yo fuesse mortal, sabía que avia de morir el que yo engendraua...

«Ninguno perdió lo que yo el dia de oy, aunque algo conforme parescía la fuerte animosidad de Lambas de Auria, duque de los athenienses (ginoveses corrigió la edición [Pg lxxxv]de Zaragoza de 1507, y está bien), que a su hijo herido con sus braços desde la nao echó en la mar...»[139].

Por los trozos transcritos se ve claro que la lectura del Petrarca no sirvió al bachiller Rojas para nada bueno, sino para alardear de un saber pedantesco; pero valga lo que valiere esta influencia, es de las que pueden documentarse de un modo más auténtico é irrefragable.

Boccaccio, lo mismo que el Petrarca, influye en Rojas, como en todos los españoles del siglo XV, más como humanista y erudito que como poeta y novelista, más por sus obras latinas que por las vulgares. Contra todo lo que pudiera esperarse, no es el Decameron, ni siquiera el Corbaccio, sino el libro De casibus Principum (lectura favorita de nuestros moralistas, desde el tiempo del Canciller Ayala) la obra de Boccaccio que ha dejado positiva é innegable huella en la Celestina. Alusión muy clara á ella son estas palabras de Sempronio en el aucto I: «Lee los historiales, estudia los philosophos, mira los poetas; llenos están los libros de sus viles y malos exemplos e de las caydas que levaron los que en algo, como tú, las reputaron». Las Caydas de Príncipes y el Valerio Máximo estaban sin duda entre aquellos «antiguos libros» que «por más aclarar su ingenio» mandaba su padre leer á Melibea, y que ojalá no hubiesen leído nunca ni ella ni el poeta que la inventó.

Nada he encontrado en la Celestina que indique conocimiento de las Cien novelas.

[Pg lxxxvi]

En realidad, Boccaccio y Rojas no son ingenios del mismo temple, aun cuando parece que describen escenas análogas. Hay en Boccaccio una alegría sensual, un pagano contentamiento de la vida que contrasta con el arte profundo, y doloroso á veces, de Rojas. El Surgit amari aliquid de Lucrecio nos asalta involuntariamente en muchas de sus páginas. Todas las catástrofes trágicas, que no faltan en el Decameron, no son suficientes para quitar al libro su carácter risueño y jovial. Las visiones lúgubres pasan tan rápidas, que no pueden entristecer á nadie, y la sátira misma es más amena que sangrienta: circum praecordia ludit.

Tampoco discierno imitaciones del Corbaccio italiano. Si alguna hay, habrá pasado por intermedio del Arcipreste de Talavera[140]. Pero es imposible dejar de reconocer en la retórica sentimental de la obra, en los apóstrofes y exclamaciones patéticas, al lector asiduo de la Fiammetta, que fué el tipo de todas las novelas amatorias de nuestro siglo XV. La Fiammetta es un tejido de declamaciones y pedanterías; pero aquel interminable monólogo trajo al arte moderno una novedad psicológica, la revelación de un alma de mujer furiosamente enamorada. La lección no fué perdida para Rojas, y aunque en general prefirió el arte de suaves matices y el fino proceso psicológico de Eneas Silvio, se inclinó más bien en las últimas escenas á la manera vehemente y ampulosa de la Fiammetta[141].

Deudas tiene también el autor de Melibea con la literatura castellana anterior á su tiempo. Ya hemos hecho mención de la más importante de todas, la del Arcipreste de Hita, que se completa y refuerza con la del Arcipreste de Talavera, Alfonso Martínez. Hay entre estos tres ingenios, nacidos en el antiguo reino de Toledo, un hilo misterioso, pero innegable, mediante el cual se transmite del siglo XIV al XVI la corriente naturalista. El Arcipreste de Hita la recoge en un poema multiforme, que es á la vez sátira, descripción de costumbres, autobiografía, novela picaresca y expansión libre y caprichosa del numen lírico. El de Talavera la deja correr por las páginas, en apariencias graves, de un tratado didáctico; le sazona de picante humorismo, como quien se entretiene en sus propios escarceos y lozanías más que en la enseñanza moral que pretende difundir; transcribe por primera vez en forma literaria la lengua pintoresca y cruda del pueblo; sorprende la vida con enérgica inspiración; siembra un tesoro de modismos y proverbios; forja el gran instrumento de la prosa familiar y satírica.

Esta fué su verdadera creación, y por esto más que por nada es el más inmediato [Pg lxxxvii]precursor de Rojas, á quien estaba reservada la gloria de fijar esa prosa en su momento clásico, de dramatizarla, de reducirla á un cauce más estrecho y profundo, represando aquella abundancia generosa, pero despilfarrada, en que la ardiente imaginación del arcipreste talaverano se complace sin freno ni medida.

Pero además de esta relación general entre la Reprobación del amor mundano y la Celestina, que fácilmente percibirá quien pase de un libro á otro y se fije en la copia de refranes y de modos de decir sentenciosos y castizos que en ambos libros reaparecen, hay imitaciones de pormenor, que la crítica ha señalado varias veces y que comienzan desde el acto primero[142]. Los ejemplos y doctrinas de que Sempronio se vale para prevenir á su amo están sacados del arsenal del Corbacho, nombre con que generalmente es conocida la Reprobación. «E non pienses en este paso fallarás tú más fermeza que los sabios antyguos fallaron, expertos en tal sçiencia o locura mejor dicho. Lee bien cómo fué Adan, Sanson, Davyd, Golyas, Salamon, Virgilio, Aristotiles e otros dignos de memoria en saber e natural juyzio» (Cap. V). Compárese también el capítulo XVII, «cómo los letrados pierden el saber por amar», donde están las donosas historias de los amores de Aristóteles y de Virgilio[143].

Aquellas enumeraciones sonoras y pintorescas del Corbacho, tan intemperantes como las de Rabelais, sólo una que otra vez se encuentran en la Celestina. Recuérdese la descripción que Pármeno hace del laboratorio en que la vieja prepara los untos y drogas para sus parroquianas: «En su casa hazía perfumes, falsaua estoraques, menjuy, animes, ambar, algalia, polvillos, almizcles, mosquetes. Tenía vna cámara llena de alambiques, de redomillas, de barrilejos de vidrio, de corambre, de estaño, hechos de mil faciones; hazía soliman, afeyte cozido, argentadas, bujelladas, cerillas, lanillas, unturillas, lustres, lucentores, clarimientes, alualinos; e otras aguas de rostro, de rasuras, de gamones, de corteza de espantalobos, de teraguncia, de hieles, de agraz, de modo destillados e açucarados. Adelgazaua los cueros con çumos de limones, con turuino, con tuétano de corço e de garça, e otras confaciones. Sacaua agua para oler, de rosas, de azahar, de jazmin, de trébol, de madreselua e clauellinas mosquatadas e almizcladas, poluorizadas con vino; hazía lexias para enruuiar, de sarmientos, de carrasca, de centeno, de marruuios, con salitres, con alumbre e millifolia, e otras diversas cosas. E los vntos e mantecas que tenía, es hastio de dezir: de vaca, de osso, de cauallos e de camellos, de culebra e de conejo, de vallena, de garça, de alcarauan e de [Pg lxxxviii]gamo, e de gato montés, e de texon, de harda, de herizo, de nutria. Aparejos para baños, esto es, una maravilla; de las yervas e rayces que tenía en el techo de su casa colgadas: mançanilla e romero, maluaviscos, culantrillo, coronillas, flor de sauco y de mostaza, spliego e laurel blanco, tortarosa e gramonilla, flor salvaje e higueruela, pico de oro e hoja tinta. Los azeytes que sacaua para el rostro, no es cosa de creer: de storaque e de jazmin, de limon, de pepitas, de violetas, de menjuy, de alfócigos, de piñones, de granillo, de açofeytos, de neguilla, de altramuces, de aruejas y de carillas, e de yerva paxarera...». (Aucto I).

Esta curiosa página de perfumería y farmacia cosmética está evidentemente calcada sobre otra que hay en el libro del Arcipreste (Parte 2.ª, cap. III): «Pero despues de todo esto comiençan a entrar por los ungüentos, ampolletas, potecillos, salseruelas, donde tienen las aguas para afeytar; unas para estirar el cuero, otras destiladas para relumbrar, tuétanos de çiervo e de vaca e de carnero, e non son peores estas que diablos, que con las reñonadas del ciervo fazen ellas xabon?... Mesclan en ello almisque e algalia e clavos de girofre remojados dos dias en agua de azahar, o flor de azahar, con ella mezclado, para untar las manos, que se tornan blancas como seda. Aguas tienen destiladas para estirar el cuero de los pechos e manos, a las que se les fazen rugas... Fazen más agua de blanco de huevos cochos estilada, con mirra, canfora, angelores, trementina, con tres aguas purificada e bien lauada, que torna como la nieue blanca. Rayzes de lirios blancos, borax fino; de todo esto fazen agua destilada con que reluzen como espada, e de las yemas cochas de los huevos azeyte para las manos e la cara ablandar e purificar...»[144].

El tipo celestinesco está muy secamente delineado en el Corbacho (2.ª parte, capítulo XIII): «Desto son causa unas viejas matronas, malditas de Dios e de sus santos, enemigas de la Virgen Santa Maria, que desque ellas non son para el mundo... e ya ninguno non las desea nin las quiere, entonçe toman ofiçio de alcagüetas, fechiceras e adevinadoras, por fazer perder las otras como ellas. ...Empero, dime: estas viejas falsas paviotas, ¡quántos matan e enloqueçen con sus maldades de byenquerencias! ¡Quántas divysiones ponen entre maridos e mugeres, e quántas cosas fazen e desfazen con sus fechizos e maldiciones! Fazen a los casados dexar sus mugeres e yr a las extrañas; esso mesmo la muger, dexado su marido, yrse con otro; las fijas do los buenos fazen malas; non se les escapa moça, nin biuda, nin casada que non enloquecen. Asy van las bestias de ombres e mugeres a estas viejas por estos fechizos como a pendon ferido»[145].

Sin exagerar la influencia que un libro doctrinal y satírico, en que no hay acción dramática ni desarrollo novelesco, pudo ejercer en una obra de arte puro como la Celestina, es imposible desconocer el parentesco estrecho que liga al Arcipreste y á Rojas en la historia de la lengua y en la pintura de costumbres.

De otros tres autores del siglo XV se advierten reminiscencias, puramente formales, en la inmortal tragicomedia. Juan de Mena, cuyo temperamento artístico se asemeja tan poco al del bachiller Rojas, era sin embargo uno de sus poetas predilectos. Son varios los pasajes en que le imita. El muy docto filólogo americano D. Rufino J. Cuervo [Pg lxxxix]ha advertido que la idea y aun la forma de estas palabras: «No quiero marido, no quiero ensuciar los ñudos de matrimonio, ni las maritales pisadas de ageno hombre repisar», se encuentran en el poema de Los siete pecados mortales:

Tú te bruñes y te aluzias,
Tú fazes con los tus males
Que las manos mucho suzias
Traten limpios corporales.
Muchos lechos maritales
De ajenas pisadas huellas
,
Y sienbras grandes querellas
En deudos tan principales.

El Sr. Foulché-Delbosc, por su parte, ha hecho notar la semejanza del conjuro de Celestina con el de la hechicera de Valladolid, en un célebre episodio del Laberinto, que está imitado principalmente de Lucano. Hay coincidencias verbales: «Heriré con luz tus carceres tristes y escuras» (Celestina).

E con mis palabras tus fondas cavernas
De luz sempiterna te las feriré.

(Juan de Mena).

En las octavas acrósticas del principio hay versos copiados del Laberinto, v. gr.:

A otro que amores dad vuestros cuidados[146].

Puede añadirse otra reminiscencia evidente del aucto I: «Mucho seguro es la mansa pobreza».

No ha sido reparada hasta hoy, aunque me parece obvia é innegable, la imitación de cierto tratadillo del amor que compuso, siendo estudiante, el famoso Alfonso Tostado de Madrigal, bien conocido después como fecundo autor de obras de muy diverso linaje[147]. Ni aun en ésta que parece tan liviana prescinde enteramente el método escolástico. Dos son las conclusiones que propugna el Tostado: Primera, «ser necesario los omes amar a las mujeres». Segunda, «que es necesario al que ama que alguna vez se turbe», es decir, se trastorne y salga de seso. El autor habla por propia experiencia y dirigiéndose á un condiscípulo: «Hermano, reprehendiste me porque amor de muger me turbó ó poco menos desterró de los términos de la razon, de que te maravillas como de nueva cosa... E por cierto non me pesa porque amé, aunque dende non me vino bien, si non que me certifiqué de cosa que me era dubdosa, é acrecenté en saber por verdadera espirencia. E por esto me pena en mayor grado el amor, que es á mí nueva disciplina, como acaesce á los que son criados libres é delicadamente, é despues vienen a servidumbre». Los argumentos son vulgarísimos, y están confirmados con [Pg xc]muchas historias: Sansón, David, Salomón, Tereo, Tiestes, Píramo y Tisbe, Scila, Medea, Tamar, Fedra, Deyanira y otras varias; erudición muy semejante á la que gastan los personajes de la Celestina. Toda la doctrina del Tractado puede decirse que está compendiada en estas palabras del acto primero: «Has de saber, Pármeno, que Calisto anda de amor quexoso; e no le juzgues por esso por flaco, que el amor impervio todas las cosas vence; e sabe, si no sabes, que dos conclusiones son verdaderas. La primera, que es forçoso el hombre amar a la muger, e la muger al hombre. La segunda, que el que verdaderamente ama, es necessario que se turbe con la dulçura del soberano deleyte que por el hazedor de las cosas fue puesto porque el linaje de los hombres se perpetuase, sin lo qual peresceria».

Aquí están literalmente transcritas las dos conclusiones del Tostado y uno de sus principales argumentos: «E ciertamente, para sustentacion del humanal linaje, este amor es nescesario por esto que diré. Cierto es que el mundo perescería si ayuntamiento entre el ome y la muger non oviese, e pues este ayuntamiento non puede aver efecto sin amor de amos, siguesse que necesario es que amen». Se ve que la madre Celestina era tan puntual en sus citas como un erudito profesional: nunca pensaría el Abulense en tener tan rara casta de discípulos y lectores.

Fernando de Rojas, como otros grandes ingenios, se asimilaba rápida y fácilmente todo lo que leía. La lamentación de Pleberio después de la muerte de Melibea tiene su indudable modelo en el llanto de la madre de Leriano con que termina la Cárcel de Amor. La situación es casi idéntica, pero no era menester que lo fuesen tanto las palabras. En la novela de Diego de San Pedro leemos: «¡O muerte, cruel enemiga, que ni perdonas los culpados ni asuelves los inocentes... Más razon avia para que conservases los veynte años del hijo moço, que para que dexases los sesenta de la vieja madre. Por qué volviste el derecho al revés? Yo estava harta de estar viua y él en edad de beuir...»[148]. Y en la Celestina: «O mi hija e mi bien todo! Crueldad sería que biua yo sobre ti. Más dignos eran mis sesenta años de la sepultura que tus veynte. Turbóse la orden del morir con la tristeza que te aquexava. O mis canas, salidas para aver pesar! Mejor gozara de vosotras la tierra que de aquellos ruvios cabellos que presentes veo». Apresurémonos á advertir que cada una de las dos lamentaciones tiene sus bellezas propias: la de la madre de Leriano es más sobria; más concentrada, más clásica, y emplea con fortuna el elemento sobrenatural de los agüeros y presagios. La de Pleberio, cercenadas las pedanterías que la deslucen por culpa del Petrarca, tiene todavía más fuerza patética y llega á lo sublime del sentimiento en dos ó tres rasgos.

No faltará quien tache de vano alarde de investigación todo lo que voy escribiendo sobre los orígenes de la Celestina. El método histórico comparativo, lento y minucioso de suyo, tiene pocos prosélitos en España. Por no someterse á su rígida disciplina, que requiere como auxiliares otras muchas si ha de convertirse en hábito constante del espíritu, suelen perderse los esfuerzos de nuestra crítica en vagas consideraciones de estética superficial ó de psicología recreativa. Y sin embargo, ¿puede haber cosa más interesante que seguir paso á paso la elaboración de una obra de genio en la mente de su autor; asistir si es posible á la creación de sus figuras; deslindar los elementos que [Pg xci]por sabia combinación ó por genial y súbita reminiscencia se concertaron para formar un nuevo tipo estético? Y si se trata de un personaje como el bachiller Fernando de Rojas, que no ha dejado detrás de sí más que su nombre y el eco de su voz, todos los medios de indagación parecen pocos para descifrar el enigma de su genio. Bien lejos estoy yo ni de intentarlo siquiera, pero abriré camino á los que vengan después, sin temor á las detracciones de los críticos amenos, ni de los impresionistas, ni de los transcendentales.

Ni la naturaleza ni el arte proceden por saltos. Todo se une, todo se encadena en la historia literaria; no hay antecedente pequeño ni despreciable; no hay obra maestra que no esté precedida por informes ensayos, y no sugiera, á quien sabe leer, un mundo de relaciones cada vez más complejas y sutiles. Los más grandes ingenios son los que han imitado á todo el mundo: Shakespeare, Lope de Vega, Molière, deben á sus predecesores la primera materia de sus obras, y algo más que la primera materia. No hay producción humana sobresaliente y dominadora que no sea la resultante de fuerzas que han trabajado en la oscuridad durante siglos. Ni Dante, ni el Ariosto, ni Cervantes, ni Goethe, se eximen de esta ley. Su grandeza procede de la misma amplitud, vasta y luminosa, de su genio, que da hospitalaria acogida á todas las manifestaciones precedentes en su raza, en su pueblo, en su siglo, en la humanidad entera.

No podríamos, sin nota de exageración, aplicar tales conceptos al bachiller Fernando de Rojas, que ni por la elevación ni por la fecundidad de su obra está á la altura de los colosos citados. Pero en su obra solitaria, concebida y escrita antes de la madurez del arte, demostró tales condiciones, que nadie en el siglo XV mereció en tanto grado como él la calificación de grande artista literario. La Celestina no es un libro peculiarmente español: es un libro europeo, cuya honda eficacia se siente aún, porque transformó la pintura de costumbres y trajo una nueva concepción de la vida y del amor.

Bellamente lo dijo Gervinus en su Historia de la poesía alemana: «Esta obra marca propiamente la hora natal del drama en los pueblos modernos. No es, en verdad, un drama perfecto en la forma, sino una novela dramática en veintiún diálogos; pero si prescindimos de la forma exterior, es una acción dramática admirablemente trazada y desenvuelta, con reflexiva conciencia de la verdad poética, y con tal maestría para caracterizar á todos los personajes, que en vano se buscará nada que se le parezca antes de Shakespeare. Mucho del contenido de Romeo y Julieta se halla en esta obra, y el espíritu según el cual está concebida y expresada la pasión es el mismo»[149].

Profunda verdad encierran las palabras de Gervinus. Calisto y Melibea es el drama del amor juvenil, casi infantil, menos casto que el de Romeo y Julieta en palabras y situaciones, pero no menos apasionado y candoroso que el de los inmortales amantes de Verona[150]. No es la Celestina obra picaresca, ni quién tal pensó, sino tragicomedia, [Pg xcii]como su título definitivo lo dice con entera verdad; poema de amor y de exaltación y desesperación; mezcla eminentemente trágica de afectos ingenuos y poco más que instintivos, y de casos fatales que vienen á torcer ó á interrumpir el desatado curso de la pasión humana y envuelven á los dos amantes en una catástrofe que no se sabe si es expiación moral ó triunfante apoteosis.

¡Poder inmenso el de la sinceridad artística! Las bellezas de esta obra soberbia son de las que parecen más nuevas y frescas á medida que pasan los años. El don supremo de crear caracteres, triunfo el más alto á que puede aspirar un poeta dramático, fué concedido á su autor en grado tal, que no parece irreverente la comparación con el arte de Shakespeare. Figuras de toda especie, aunque en corto número, trágicas y cómicas, nobles y plebeyas, elevadas y ruines; pero todas ellas sabia y enérgicamente dibujadas, con tal plenitud de vida que nos parece tenerlas presentes. El autor, aunque pretenda en sus prólogos y afecte en su desenlace cumplir un propósito de justicia moral, procede en la ejecución con absoluta objetividad artística, se mantiene fuera de su obra; y así como no hay tipo vicioso que le arredre, tampoco hay ninguno que en sus manos no adquiera cierto grado de idealismo y de nobleza estética. Escrita en aquella prosa de oro, hasta las escenas de lupanar resultan tolerables. El arte de la ejecución vela la impureza, ó más bien impide fijarse en ella.

La misma profusión de sentencias, aforismos y citas clásicas; aquella especie de filosofía práctica difundida por todo el diálogo; aquella buena salud intelectual que el autor seguramente disfrutaba, y de la cual, en mayor ó menor grado, hace disfrutar á sus personajes más abyectos, salvan los escollos de las situaciones más difíciles, y no consienten que ni por un solo momento se confunda esta joya con otros libros torpes y licenciosos, que son pestilencia del alma y del cuerpo. Digno será de lástima el espíritu hipócrita ó depravado que no comprenda esta distinción.

[Pg xciii]

Y en la parte seria de la obra, poco estudiada y considerada hasta nuestro tiempo, ¡con qué poesía trató el autor lo que de suyo es puro y delicado! Para encontrar algo semejante á la tibia atmósfera de noche de estío que se respira en la segunda escena del jardín hay que recordar el canto de la alondra de Shakespeare ó las escenas de la seducción de Margarita en el primer Fausto. Hasta los versos que en ese acto de la Celestina se intercalan:

¡Oh, quién fuera la hortelana
De aquestas viciosas flores!...

tienen un encanto y un misterio líricos, muy raros en la poesía de los cancioneros del siglo XV.

Tres cosas hay que considerar principalmente en la Celestina: los caracteres, la invención y composición de la fábula y, finalmente, el estilo y lenguaje. Algo diremos sobre cada uno de estos puntos, sin someternos á un orden rigurosamente escolástico.

Sobre todos los personajes descuella la vieja Celestina, hasta el punto de haber impuesto nuevo título á la tragicomedia, contra la voluntad de su autor, y haber convertido su nombre de propio en apelativo, dando una nueva palabra á nuestro idioma. La excelencia del tipo fué reconocida ya por el autor del Diálogo de la lengua:

«Martio.—¿Quáles personas os parecen que stan mejor exprimidas?

«Valdés.—La de Celestina, sta, á mi ver, perfetísima en todo quanto pertenece a una fina alcahueta»[151].

Este juicio de la crítica antigua es atinado, pero insuficiente. Celestina no es una alcahueta vulgar como la Acanthis de Propercio ó la Dipsas de Ovidio. Tipos de lenas finamente representados hay en la comedia latina y en muchas obras cómicas y novelescas del siglo XVI italiano. En Francia es célebre la Macette de una de las sátiras de Regnier. Y de nuestra casa no hablemos, porque las hijas, sobrinas y herederas de Celestina fueron tantas que por sí solas forman una literatura en que hay cosas muy dignas de alabanza bajo el aspecto formal. Todas esas copias son muy fieles al modelo, y, sin embargo, ninguna de ellas es Celestina, ninguna tiene su diabólico poder ni su satánica grandeza. Porque Celestina es el genio del mal encarnado en una criatura baja y plebeya, pero inteligentísima y astuta, que muestra, en una intriga vulgar, tan redomada y sutil filatería, tanto caudal de experiencia mundana, tan perversa y ejecutiva y dominante voluntad, que parece nacida para corromper el mundo y arrastrarle, encadenado y sumiso, por la senda lúbrica y tortuosa del placer. «A las duras peñas promoverá e provocará a luxuria si quiere», dice Sempronio.

En lo que pudiéramos llamar infierno estético, entre los tipos de absoluta perversidad que el arte ha creado, no hay ninguno que iguale al de Celestina, ni siquiera el de Yago. Ambos profesan y practican la ciencia del mal por el mal; ambos dominan con su siniestro prestigio á cuantos les rodean, y los convierten en instrumentos dóciles de sus abominables tramas. Pero hay demasiado artificio teatral en los crímenes que acumula Yago, y ni siquiera su odio al género humano está suficientemente explicado por los leves motivos que él supone para su venganza. En Celestina todo es sólido, racional y [Pg xciv]consistente. Nació en el más bajo fondo social, se crió á los pechos de la dura pobreza, conoció la infamia y la deshonra antes que el amor, estragó torpemente su juventud y las ajenas, gozó del mundo como quien se venga de él, y al verse vieja y abandonada de sus galanes vendió su alma al diablo, cerrándose las puertas del arrepentimiento.

Y no se tengan por pura metáfora estas últimas expresiones. Hay en Celestina un positivo satanismo, que también apunta en el Yago de Shakespeare[152]. No importa que el bachiller Rojas creyese ó no en él. Basta que lo haya expresado con eficacia poética. Es cierto que por boca de Pármeno se burla del ajuar y laboratorio de la hechicera: «Tenía huessos de coraçon de cieruo, lengua de bíuora, cabeças de codornizes, sesos de asno, tela de cauallo, mantillo de niño, haua morisca, guija marina, soga de ahorcado, flor de yedra, spina de erizo, pie de texon, granos de helecho, la piedra del nido del aguila, e otras mill cosas. Venian a ella muchos hombres e mugeres; e a unos demandaua el pan do mordian; a otros de su ropa; a otros de sus cabellos; a otros pintaua en la palma letras con azafran; a otros, con bermellon; a otros daua unos coraçones de cera llenos de agujas quebradas, e otras cosas en barro o en plomo fechas, muy espantables al ver. Pintaua figuras, dezia palabras en tierra; ¿quién te podra dezir lo que esta vieja hazia? e todo era burla e mentira».

Puede creerse también que la misma Celestina habla en burlas cuando hace aquél donoso panegírico de las virtudes de la madre de Pármeno: «O qué graciosa era! o qué desembuelta, limpia, varonil! tan sin pena ni temor se andaua a media noche de cimenterio en cimenterio, buscando aparejos para nuestro officio, como de dia; ni dexaua cristianos, ni moros, ni judios, cuyos enterramientos no visitaua; de dia los acechaua, de noche los desenterraua. Assi se holgaua con la noche escura, como con el dia claro; dezia que aquella era capa de pecadores... Pues entrar en un cerco mejor que yo e con mas esfuerzo? aunque yo tenia harta buena fama, más que agora, que por mis pecados todo se oluidó con su muerte; ¿qué más quieres, sino que los mesmos diablos le auian miedo? atemorizados y espantados los tenía con las crudas bozes que les daua; assi era dellos conocida como tú en tu casa; tumbando venian unos sobre otros a su llamado; no le osauan dezir mentiras, segun la fuerça con que los apremiaua; despues que la perdí, jamás les oy verdad» (Aucto VII).

Podía Celestina, para deslumbrar á los imbéciles y acrecentar los medros y ganancias de su oficio, fingir un poder sobrenatural que no poseía. Pero hay pasajes en que no cabe esta interpretación, porque son monólogos y apartes de la misma Celestina, que revelan con sinceridad sus más escondidos pensamientos: «Todos los agüeros se adereçan favorables, o yo no sé nada desta arte (va diciendo al acercarse á casa de Melibea)... La primera palabra que oy por la calle fue de achaque de amores; nunca he tropeçado como otras vezes. Las piedras parece que se apartan e me fazen lugar que passe; ni me estoruan las faldas, ni siento cansancio en andar; todos me saludan; [Pg xcv]ni perro me ha ladrado, ni aue negra he visto, tordo ni cueruo, ni otras noturnas» (Aucto IV).

Y aún es más singular lo que pasa en la conversación con la pobre doncella. De vez en cuando, Celestina, para cobrar ánimos, invoca por lo bajo la asistencia del demonio: «Por aqui anda el diablo, aparejando oportunidad, arreziando el mal a la otra. Ea, buen amigo, tener rezio; agora es mi tiempo o nunca; no la dexes, lleuamela de aqui a quien digo»... «En hora mala acá vine, si me falta mi conjuro; ea, pues, bien sé a quien digo; ce, hermano, que se va todo a perder». ¿Y puede darse más efusiva acción de gracias al enemigo malo que el soliloquio con que principia el aucto V? «O diablo a quien yo conjuré! cómo cumpliste tu palabra en todo lo que te pedí! en cargo te soy; assi amansaste la cruel hembra con tu poder, e diste tan oportuno lugar a mi habla quanto quise, con la absencia de su madre... O serpentino azeyte! o blanco hilado! cómo os aparejastes todos en mi fauor! o yo rompiera todos mis atamientos hechos e por hazer, ni creyera en yeruas, ni piedras, ni en palabras».

Estos pasajes son terminantes: el autor quiso que Celestina fuese una hechicera de verdad y no una embaucadora. Ciertos rasgos que en la Tragicomedia sorprenden y pueden parecer falta de arte, sobre todo la rápida y súbita conversión del ánimo de Melibea, que hasta entonces no ha manifestado la menor inclinación á Calisto y que tanto se enfurece cuando la vieja pronuncia por primera vez su nombre, sólo pueden legitimarse admitiendo que Melibea, al caer en las redes de la pasión como fascinado pajarillo, obedece á una sugestión diabólica. Ciertamente que nada de esto era necesario: todo lo que pasa en la Tragicomedia pudo llegar á término sin más agente que el amor mismo, y quizá hubiera ganado este gran drama realista con enlazarse y desenlazarse en plena realidad. Pero el bachiller Rojas, aunque tan libre y desenfadado en otras cosas, era un hombre del siglo XV y escribía para sus coetáneos. Y en aquella edad todo el mundo creía en agüeros, sortilegios y todo género de supersticiones, lo mismo los cristianos viejos que los antiguos correligionarios de Rojas, como en el monstruoso proceso del Santo Niño de la Guardia puede verse. La parte sobrenatural de la Celestina es grave y trágica: nada tiene de comedia de magia. Prepara el horror sombrío de la catástrofe é ilumina el negro fondo de una conciencia depravada, que pone á su servicio hasta las potestades del Averno. «La figura demoníaca y gigantesca de Celestina, verdadera y propia heroína del libro (ha dicho el traductor alemán E. de Bülow) no tiene, á lo que recuerdo, término de comparación en toda la moderna literatura, y bastaría por sí sola para marcar á su creador con el sello de los grandes poetas»[153].

Estas representaciones del mal llevado al último límite, que llaman los estéticos «sublime de mala voluntad», ofrecen para el artista no menores escollos que la representación de la pura santidad, aunque por opuesto estilo. Nadie los ha vencido tan gallardamente como Rojas, en cuya obra Celestina es constantemente odiosa, sin que llegue á ser nunca repugnante. Es un abismo de perversidad, pero algo humano queda en el fondo, y en esto á lo menos lleva gran ventaja á Yago. La lucidez de su inteligencia es pasmosa, y la convierte á veces en el más singular de los diablos predicadores. Si sus intenciones son abominables, sus palabras suelen ser sabias, y no siempre miente su lengua al proferirlas. De sus dañadas entrañas nacen los pérfidos consejos, las insinuaciones libidinosas, la torpe doctrina que Ovidio quiso reducir á arte y que ella predica á Pármeno y á Areusa con cínicas palabras[154]. Pero no es esa la noción del amor, que con suavidad y gota á gota va infiltrando en el tierno corazón de Melibea:

«Melibea.—Cómo dizes que llaman este mi dolor, que assi se ha enseñoreado en lo mejor de mi cuerpo?

[Pg xcvi]

«Celestina.—Amor dulce.

«Melib.—Eso me declara qué es, que en solo oyrlo me alegro.

«Celest.—Es un fuego escondido, una agradable llaga, un sabroso veneno, una dulce amargura, una delectable dolencia, un alegre tormento, una dulce e fiera herida, una blanda muerte».

De un modo habla á las nobles y castas y retraídas doncellas; de otro á las cortesanas atentas al cebo de la ganancia. Su ingenio, despierto y sagaz como ninguno, la hace adaptarse á las más varias condiciones sociales y penetrar en los recintos más vigilados y traspasar los muros más espesos. El sinnúmero de oficios menudos que ejerce, no ilícitos todos, la dan entrada franca hasta en hogares tan severos como el de Pleberio, á ella, vieja maestra de tercerías y lenocinios, encorozada y puesta en la picota por hechicera.

El poder de Celestina sobre cuantos la rodean consiste en que es un espíritu reflexivo y horriblemente sereno, en quien ninguna pasión hace mella, salvo la codicia sórdida, que es precisamente la causa de su ruina. Es la inteligencia sin corazón aplicada al mal con tan insistente brío que resultaría peligrosa su representación, si no apareciese templada por la propia indignidad de la persona (que la aleja de todo contacto con el lector honrado) y por los aspectos cómicos de su figura, que son fuente de inofensivo placer estético. No sabemos si el público la resistiría en escena: nos inclinamos á creer que no; pero en el libro es tan deseada su presencia como lo eran sus visitas por Calisto, y casi nos indignamos con la barbarie de Sempronio y su compañero, que atajaron en tan mala hora aquel raudal de castizos donaires y de elegantes y pulidas razones. Los discursos de Celestina contienen en sentenciosa forma una filosofía agridulce de la vida, en que no todo es falso y pecaminoso. Porque no sólo de amores es maestra Celestina, sino que con gran ingenio discurre sobre los males de la vejez, sobre los [Pg xcvii]inconvenientes de la riqueza, sobre el ganar amigos y conservarlos, sobre las vanas promesas de los señores, sobre la tranquilidad del ánimo, sobre la inconstancia de la fortuna, y otros temas de buena lección y aprovechamiento, que no por salir de tales labios pueden menospreciarse. Claro es que la socarronería de la perversa vieja quita mucho de su gravedad y magisterio á estos aforismos; pero de aquí se engendra un humorístico contraste, y no es éste el menor de los méritos en la creación de este singular Séneca ó Plutarco con haldas luengas, que parece una caricatura de los moralistas profesionales.

Elicia y Areusa son figuras perfectamente dibujadas, aunque episódicas en la Tragicomedia. Sirven para completar el estupendo retrato de Celestina, mostrando los frutos de su enseñanza. Ni ellas ni su maestra pertenecen al mundo triste y feo de la prostitución oficial y reglamentada, de las públicas mancebías, sobre las cuales guardan nuestros archivos concejiles tan peregrina cuanto lamentable documentación. Elicia y Areusa no son mozas del partido, sino «mujeres enamoradas», como por eufemismo se decía; que viven en su casa y guardan relativa constancia á sus dos amigos y los lloran con sincero duelo y procuran vengar su muerte. No tienen el sentimentalismo de las rameras de Terencio ni el ansia y la sed de ganancia que distingue á las de Plauto. Más verisímiles que las primeras, son menos abyectas que las segundas. No han pasado por la dura esclavitud, y en el arranque y la fiereza con que tratan á sus rufianes y en los rasgos de generosidad instintiva bien se muestran mujeres libres y españolas. Pero el autor no ha querido idealizarlas por ningún concepto. Son menos perversas que Celestina, porque son más jóvenes y están haciendo el aprendizaje del vicio. No llegarán nunca á su grandeza satánica, pero cuando la flor de su juventud se marchite, ellas heredarán los trebejos de la hechicera y conservarán la casilla de la cuesta del río, que «jamás perderá el nombre de Celestina». Porque Celestina es un símbolo, y Elicia y Areusa y Claudina nunca serán más que reflejos suyos, aunque alguna se atreva á usurpar su nombre.

Los dos criados de Calisto tienen particular importancia en la historia de la comedia moderna, porque en ellos acaba la tradición de los Davos y los Siros, y penetra en el arte el tipo del fámulo libre, consejero y confidente de su señor, no sólo para estafar á un padre avaro dinero con que adquirir una hermosa esclava, sino para acompañar á su dueño en todos los actos y situaciones de la vida, alternando con él como camarada, regocijándole con sus ocurrencias, entremetiéndose á cada momento en sus negocios, adulando ó contrariando sus vicios y locuras, haciendo, en suma, todo lo que hacen nuestros graciosos y sus similares italianos y franceses, derivados á veces de los nuestros[155].

[Pg xcviii]

Pero esta representación, que con el tiempo llegó á ser tan convencional, es en Rojas tan verídica como todo lo demás, si se tienen en cuenta las costumbres de su siglo y la intimidad en que vivían los grandes señores, no sólo con sus criados (palabra que tenía entonces más noble significación que ahora), sino con truhanes, juglares y hombres de pasatiempo.

Rojas, gran adivinador de las combinaciones escénicas, ha presentado por primera vez el paralelismo entre los amores de amos y criados, repetido luego hasta la saciedad en nuestras comedias de capa y espada. El apetito groseramente carnal de Pármeno y Areusa hace resaltar por el contraste la pasión, no ciertamente inmaculada ni casta, pero sí vehemente y tierna, de los protagonistas, que no sólo es impura llama de los sentidos, sino también amor de las almas y frenesí y delirio romántico, en que carne y espíritu padecen y gozan juntamente.

No hay personaje alguno de la Celestina, aunque rara vez aparezca, que no muestre propia é inconfundible fisonomía. La tienen hasta Sosia y Tristanico, los pajes que acompañan á Calisto en su última é infausta visita al jardín de Melibea, muertos Pármeno y Sempronio. Nada digamos del rufián Centurio, que es el personaje más plautino de la pieza. Compárese con Pyrgopolinices, que le ha servido de original, y el personaje más antiguo parecerá una débil caricatura del más moderno. Y no porque le falte gracejo de muy buena ley. Las sales de Plauto no se reducen, como algunos [Pg xcix]piensan, á amontonar palabras sexquipedales y rimbombantes, que sólo pueden hacer reir á la inculta plebe:

Quemne ego servavi in campis Gurgustidoniis,
Ubi Bombomachides Cluninstaridysarchides
Erat imperator summus, Neptuni nepos?

(V. 13-15).

Es de buen efecto cómico que el vanaglorioso capitán se haga referir sus soñadas proezas por su taimado siervo Artotrogo; pero en el desarrollo de esta idea se traspasan todos los límites de la verisimilitud. Citaré algo de la primera escena, aprovechando la ocasión para dar una breve muestra de la elegante traducción castellana de esta comedia, publicada en Amberes por autor anónimo en 1555:

«Pyrgopolinices.—Moços, poned diligencia en que mi coselete esté más claro y limpio que suelen estar los rayos del sol, quando es muy sereno, porque siendo necesario entrar en el campo, la mucha claridad y resplandor del acero quite la vista al enemigo, porque yo harto terné que hazer en consolar esta mi espada, que no se quexe y desespere, porque ha tantos dias que la hago holgar, y que no saqué fruto de mis enemigos; pero ¿dónde está Artotrogo?

«Artotrogo.—Aquí estoy, señor, cerca de vn varón fuerte y bien afortunado, y de una disposicion real, con el qual Marte, dios de las batallas, no osara competir ni comparar sus virtudes.

«Pyrg.—¿Cómo fue aquello del que salvé la vida en los campos Cutincalidonios, adonde era capitan general el gran nieto de Neptuno?

«Art.—Muy bien me acuerdo; dizes lo, señor, por aquel de las armas de oro, cuyas batallas tú desbarataste con solo tu soplo, como vn gran viento desbarata las ojas secas.

«Pyrg.—Pues todo eso no es nada.

«Art. (aparte).—No por cierto en comparacion de otras cosas que yo podria dezir que tú nunca heziste. Si uviere en el mundo quien aya visto otro más perjuro ni más lleno de vanaglorias que este hombre, téngame por esclavo perpetuo suyo.

«Pyrg.—Oyes, ¿dónde estás?

«Art.—Aqui estoy, señor, acordandome cómo en la India de una puñada quebraste un braço a vn elefante.

«Pyrg.—¿Qué dizes braço?

«Art.—No sé qué dezir, señor, sino la espalda, y avn osaria jurar que si pusieras vna poca de más fuerça pasaras el braço al elefante por el cuero y por las entrañas, y se lo sacaras por la boca. .......................................................... «Pyrg.—¿Tienes ay libro de memoria?

«Art.—¿Quieres me preguntar algo? Sí tengo, y la punta para escrevir en él.

«Pyrg.—¡Qué graciosamente sabes aplicar tu ánimo á mi voluntad!

«Art.—Conviene me tener muy conocidas todas tus costumbres, y que no ayas bien pensado la cosa quando ya yo esté contigo.

«Pyrg.—Pues dime, ¿no te acuerdas?

«Art.—Muy bien, señor, tengo en la memoria que en vn solo dia mataste en Cilicia[Pg c] cient salteadores, y ciento y cincuenta en Sicilia, y treynta en Cerdeña y sessenta en Macedonia.

«Pyrg.—¿Qué número de hombres será ese?

«Art.—Siete mil.

«Pyrg.—Tantos han de ser, muy buen cuenta tienes.

«Art.—Pues no los escreví, pero acuerdo me muy bien dello.

«Pyrg.—Por los dioses, que tienes excelente memoria.

«Art.—El mantenimiento me la haze tener.

«Pyrg.—Mientras hizieres lo que hasta aqui, nunca te faltará de comer ni yo te negaré mi mesa.

«Art.—Pues quán mejor fue, señor, aquello de Capadocia, donde si no tuvieras bota la espada, de un solo golpe mataras quinientos, y la gente de pie si viniera fuera para ti poca presa. Pero para qué tengo de gastar tiempo en contar aquello que es tan notorio en el mundo, y que saben todos, que viue Pyrgopolinice en la tierra, varon excelentisimo en virtud, y gesto y hazañas. Todas las mugeres te aman, y con mucha razon, pues te ven tan fermoso. ¡O qué dezian aquellas que ayer me tirauan de la capa!

«Pyrg.—¿Qué te dixeron ayer, por mi vida?

«Art.—Preguntauan me: ¿es este Achilles? Respondía yo: no, sino su hermano. Entonces la una dellas dixo: Por cierto muy fermoso me parece y muy bien dispuesto; mirad cómo le asientan bien los cabellos y la barba. ¡O quán venturosas son las que alcançaren su amor!

»Pyrg.—¿Mas de veras que assí lo dezian?

«Art.—Antes entrambas me rogaron que tuviesse forma cómo passases oy por su calle.

«Pyrg.—Tambien es gran pesadumbre ser vno demasiadamente gentil hombre»[156].

Enfrente de este figurón graciosamente descrito, pero imposible, pongamos algunas bravatas de nuestro Centurio, auténtico temerón y jayán del siglo XV, rebosando de aquella vida y fuerza cómica que al capitán del rey Seleuco le falta:

«Cent.—Mándame, tú, señora, cosa que yo sepa hazer, cosa que sea de mi officio; vn desafio con tres juntos, e si más vinieren, que no huya por tu amor; matar vn hombre, cortar una pierna o braço; harpar el gesto de alguna que se aya ygualado contigo, estas tales cosas antes serán hechas que encomendadas. No me pidas que ande camino, ni que te dé dinero, que bien sabes que no dura conmigo, que tres saltos daré sin que me se cayga blanca... Las alhajas que tengo es el axuar de la frontera: vn jarro desbocado, vn assador sin punta; la cama en que me acuesto está armada sobre aros de broqueles; un rimero de malla rota por colchones; una talega de dados por almohada; que avnque quiero dar collacion, no tengo qué empeñar, sino esta capa harpada que traygo a cuestas...

«Si mi espada dixesse lo que haze, tiempo le faltaria para hablar. ¿Quién sino ella puebla los más cimenterios? ¿quién haze ricos los cirujanos desta tierra? ¿quién da contino que hazer a los armeros? ¿quién destroça la malla muy fina? ¿quién haze riça de los broqueles de Barcelona? ¿quién reuana los capacetes de Calatayud sino ella? [Pg ci]que los caxquetes de Almazan assi los corta como si fuessen fechos de melon... Veynte años ha que me da de comer; por ella soy temido de hombres e querido de mugeres, sino de ti; por ella le dieron Centurio por nombre a mi abuelo, e Centurio se llamó mi padre, e Centurio me llamo yo.

«Elicia.—Pues ¿qué hizo el espada por que ganó tu abuelo ese nombre? Dime, ¿por ventura fue por ella capitan de cient hombres?

«Cent.—No, pero fue rufian de cient mugeres.

«Areusa.—No curemos de linage ni hazañas viejas; si has de hazer lo que te digo, sin dilacion determina, porque nos queremos yr.

«Cent.—Más desseo yo la noche, por tenerte contenta, que tú por verte vengada, e porque más se haga todo a tu voluntad, escoge qué muerte quieres que le dé; allí te mostraré un reportorio en que ay sietecientas e setenta species de muertes, verás quál más te agradare.

«Elicia.—Areusa, por mi amor, que no se ponga este fecho en manos de tan fiero hombre; más vale que se quede por hazer, que no escandalizar la ciudad, por donde nos venga más daño de lo passado.

«Areusa.—Calla, hermana; diganos alguna que no sea de mucho bullicio.

«Cent.—Las que agora estos dias yo vso e más traygo entre manos son espaldarazos sin sangre, o porradas de pomo de espada, o revés mañoso; a otros agujero como harnero a puñaladas, tajo largo, estocada temerosa, tiro mortal. Algun dia doy palos por dexar holgar mi espada» (Aucto XVIII).

Este solo ejemplo mostrará cómo transforma Rojas sus originales hasta cuando más de cerca imita.

Si admirables son los personajes secundarios y cómicos de la Celestina, ¿qué diremos de la pareja enamorada, que en la historia de la poesía humana precede y anuncia á la de Verona? Nunca el lenguaje del amor salió tan férvido y sincero de pluma española como no fuese la de Lope de Vega en sus más felices momentos. Nunca antes de la época romántica fueron adivinadas de un modo tan hondo las crisis de la pasión impetuosa y aguda, los súbitos encendimientos y desmayos, la lucha del pudor con el deseo, la misteriosa llama que prende en el pecho de la incauta virgen, el lánguido abandono de las caricias matadoras, la brava arrogancia con que el alma enamorada se pone sola en medio del tumulto de la vida y reduce á su amor el universo, y sucumbe gozosa, herida por las flechas del omnipotente Eros. Toda la psicología del más universal de los sentimientos humanos puede extraerse de la tragicomedia de Rojas si se la lee con la atención que tal monumento merece. Por mucho que apreciemos el idealismo cortesano y caballeresco de D. Pedro Calderón, ¡qué fríos y qué artificiosos y amanerados parecen los galanes y damas de sus comedias, al lado del sencillo Calisto y de la ingenua Melibea, que tienen el vicio de la pedantería escolar, pero que nunca falsifican el sentimiento! También Shakespeare pagó tributo al eufuismo, y en Romeo and Juliet muy particularmente; versos hay allí de innegable mal gusto, y alguno habremos de citar, pero ¿quién se acuerda de ellos, cuando la tormenta de la pasión estalla?

Retórica hay también en los personajes de Rojas; pero no toda retórica debe proscribirse en estos casos, porque el amor es retórico de suyo y se complace en devanear largamente sobre nonadas. No seré yo quien tache de afectación los cándidos extremos que hace Calisto cuando recibe el cordón de Melibea (aucto VI): «¡O mi gloria e ceñidero[Pg cii] de aquella angélica cintura; yo te veo e no lo creo! ¡O cordon, cordon! ¿fuésteme tú enemigo? Dilo cierto... Conjúrote me respondas, por la virtud del gran poder que aquella señora sobre mí tiene... ¡O mezquino de mí! que assaz bien me fuera del cielo otorgado, que de mis braços fueras hecho e texido, e no de seda como eres, porque ellos gozaran cada día de rodear e ceñir con deuida reuerencia aquellos miembros que tú, sin sentir ni gozar de la gloria, siempre tienes abraçados...»

Involuntariamente se recuerda que también Romeo, en la escena del jardín, envidiaba el guante de su amada, porque podía tocar su mejilla[157]. Otras expresiones de ambos mancebos se parecen de un modo extraordinario:

«Sempronio.—¿Tú no eres christiano?

«Calisto.—¿Yo? Melibeo so, y a Melibea adoro, y en Melibea creo, e a Melibea amo».
.................................................................................
«Romeo.—¡Que me bauticen de nuevo; desde ahora no quiero ser Romeo!»[158].

Romeo, como envuelto en una intriga más complicada, es carácter más rico de matices, es también más lírico, romántico y soñador. Su lenguaje, constantemente figurado y poético, eleva el pensamiento á una esfera superior á la del puro realismo. Pero su amor carece de la virginidad del de Calisto, para el cual ni antes ni después de la posesión existe otra mujer que Melibea. Las primicias del alma de Romeo no pertenecen á Julieta, porque antes de ella ha amado á Rosalina con los mismos extremos y prodigando en honor suyo las mismas hipérboles. «¿Puede haber alguna más hermosa que mi amor? Ni aun el sol que lo ve todo ha visto otra igual desde que alumbra al mundo»[159]. Pero un momento después, en la escena del baile, Julieta borra instantáneamente el recuerdo de Rosalina: «Esta sí que puede enseñar á las antorchas á arder. Resplandece sobre el oscuro rostro de la noche como rica joya en la oreja de un etiope. ¡Belleza demasiado rica para ser poseída, demasiado excelente para la tierra! Parece entre las otras damas como nívea paloma entre grajos. ¿Por ventura mi corazon ha amado hasta ahora? Negadlo con juramento, ojos míos, porque no he contemplado belleza verdadera hasta esta noche»[160].

[Pg ciii]

En el alma de Romeo, ardientemente apasionada como es, hay un germen de ligereza é inconstancia. Sin las nupcias sepulcrales sabe Dios cuál hubiera sido su fidelidad á Julieta, mientras de Calisto no podemos dudar que nació para servir á Melibea y ser suyo en vida y en muerte. Calisto no hubiera merecido nunca que Fr. Lorenzo le llamase, como llama á Romeo, «débil mujer con aspecto varonil, irracional furia de bestia»[161]. En cambio Melibea y Julieta parecen de la misma familia: audaces, impulsivas las dos, cándidas en el desbordamiento de su pasión y marcadas por el sello de la fatalidad trágica desde el primer instante. En Julieta, el enamoramiento es todavía más súbito que en Melibea, y no necesita intervención de Celestinas, puesto que no puede calificarse de tal á su nodriza, que honradamente la presta lícitos aunque poco prudentes servicios. Basta que por primera vez se encuentren sus ojos con los de Romeo, á quien todavía no conoce ni de nombre, para que exclame: «Si es casado, el sepulcro será mi lecho de bodas»[162]. Y cuando sabe que es un vástago del linaje de los Montescos, tan odiado por los suyos, parece que con terrible imprecación quiere atraer sobre sí los manes de la venganza: «¡Mi sólo amor, nacido de mi único odio! ¡Harto tarde te he conocido! Quiere mi negra suerte que consagre mi amor al único hombre á quien debo aborrecer»[163].

Tanto en Romeo y Julieta como en la Celestina son dos las entrevistas amorosas, y hasta en el pormenor de la escala aplicada al muro se mantiene el paralelismo de las situaciones, en medio de la profunda diversidad moral con que Shakespeare y Rojas las interpretan[164]. La doncella italiana pone su amor de acuerdo con la ley moral y [Pg civ]canónica; la tempestuosa enamorada castellana procede como si ignorase tales leyes ó se hubiese olvidado de su existencia. La primera es sin duda más ejemplar, y la emoción trágica que su fin produce no va mezclada con ningún pensamiento de torpeza ó rebeldía, pues hasta del suicidio es casi irresponsable[165]. Melibea, por el contrario, muere desesperada é impenitente: «¿Oyes lo que aquellos moços van hablando? ¿Oyes sus tristes cantares? rezando lleuan con responso mi bien todo; muerta lleuan mi alegria. No es tiempo de yo biuir» (Aucto XIX). «De todos soy dexada; bien se ha adereçado la manera de mi morir; algun aliuio siento en ver que tan presto seremos juntos yo e aquel mi querido e amado Calisto. Quiero cerrar la puerta, porque ninguno suba a me estoruar mi muerte; no me impidan la partida; no me atajen el camino, por el qual en breue tiempo podré visitar en este dia al que me visitó la passada noche. Todo se ha hecho a mi voluntad; buen tiempo terné para contar a Pleberio, mi señor, la causa de mi ya acordado fin. Gran sinrazon hago a sus canas, gran offensa a su vejez; gran fatiga le acarreo con mi falta; en gran soledad le dexo, pero no es más en mi mano.

[Pg cv]

Tú, Señor, que de mi fabla eres testigo, vees mi poco poder; vees quán cativa tengo mi libertad; quán presos mis sentidos de tan poderoso amor del muerto cauallero, que priua al amor con los biuos padres...» (Aucto XX).

Melibea no intenta justificar con sofismas su pasión culpable y desordenada; al contrario, acumula sobre su cabeza todos los males que resultaron de la muerte de Calisto y se ofrece como víctima expiatoria de todos ellos: «Bien vees e oyes este triste e doloroso sentimiento que toda la ciudad haze; bien oyes este clamor de campanas, este alarido de gentes, este aullido de canes, este strépito de armas; de todo esto fuy yo causa. Yo cobrí de luto e xergas en este dia quasi la mayor parte de la ciudadana caualleria; yo dexé muchos siruientes descubiertos de señor; yo quité muchas raciones e limosnas a pobres e enuergonçantes; yo fuy ocasion en que los muertos toviessen compañia del más acabado hombre que en gracias nascio; yo quité a los biuos el dechado de gentileza, de inuenciones galanas, de atauios e bordaduras, de habla, de andar, de cortesia, de virtud; yo fuy causa que la tierra goze sin tiempo el más noble cuerpo e más fresca juuentud que al mundo era en nuestra edad criada».

El desenlace, pues, aunque éticamente condenable, es el único que podía tener el drama, so pena de degenerar en una aventura ridícula. ¿Quién concibe á Melibea sobreviviendo á Calisto? Estas grandes enamoradas no tienen más razón de existir que el amor mismo; llevan enclavado el dardo ponzoñoso de la venganza de Afrodita: «Su muerte conbida a la mia; conbidame e fuerça que sea presto, sin dilacion... E assi contentarte he en la muerte, pues no toue tiempo en la vida... ¡O padre mio muy amado! Ruégote, si amor en esta pasada e penosa vida me has tenido, que sean juntas nuestras sepulturas, juntas nos fagan nuestras obsequias». (Aucto XX).

Grave reparo puso al carácter de Melibea Juan de Valdés, y por ser suyo no debe pasarse en silencio. Dice que la persona de Melibea pudiera estar mejor, porque «se dexa muy presto vencer, no solamente a amar pero a gozar del deshonesto fruto del amor»[166]. Y ciertamente que es así, pero no sin circunstancias, unas muy humanas y otras diabólicas, que aceleren su caída y la expliquen dentro de la verisimilitud dramática. La misma Melibea ha contestado anticipadamente á su crítico: «Mi amor fue con justa causa: requerida e rogada, cativada de su merescimiento, aquejada por tan astuta maestra como Celestina, seruida de muy peligrosas visitaciones, antes que concediesse por entero en su amor». Mucho más rápido procede el enamoramiento de Julieta, aunque no sea deshonesto el fruto de su amor ni trabajen por él los espíritus del Averno.

El Sr. Foulché-Delbosc, que niega la autenticidad de las adiciones de 1502, opina que en manos del adicionador «han perdido los tipos algo de su valor y pureza primitivos» é insiste principalmente en el de Melibea. En la primitiva forma son recatados é irreprensibles sus discursos á Calisto; en toda la escena del jardín (acto XIV) no se encuentra ni una palabra equívoca. Compárese con la Melibea del acto XIX: ¡qué metamorfosis en un mes!

Podían ser, con efecto, más honestas algunas expresiones de este acto, y nada hubieran perdido el arte y la moral con ello; pero la segunda Melibea, que tan desaforada parece al erudito francés, no es una falsificación, sino un desarrollo naturalísimo de la primera. Basta con un mes, y bastaría con menos tiempo para producir este cambio psicológico, porque entre el acto XIV y el XIX median nada menos que la desenvoltura de Calisto y el goce reiterado de varias noches. Melibea no puede hablar lo mismo en la segunda escena del jardín que en la primera. Antes era la virgen tímida y enamorada que cede á la brutal sorpresa de los sentidos; después la mujer ebria de amor y enajenada de su albedrío. La madre Celestina, muy ducha en la materia, nos explicará esta metamorfosis: «No te sabré dezir lo mucho que obra en ellas aquel dulçor que les queda de los primeros besos de quien aman; son enemigas del medio; contino están posadas en los extremos».

[Pg cvi]

¿Cómo negar que en la primera Melibea está el germen de la segunda, cuando la oímos exclamar en un monólogo del aucto X: «¡O género femenino, encogido y frágile! ¿Por qué no fue tambien a las hembras concedido poder descobrir su congoxoso e ardiente amor, como a los varones?» O cuando dice tan enérgicamente á Celestina: «¡Madre mia, que comen este coraçon serpientes dentro de mi cuerpo!... ¡O mi madre e mi señora! haz de manera como luego le pueda ver, si mi vida quieres». ¿Son por ventura muy ajustadas á la modestia virginal estas palabras del aucto XII?: «Las puertas impiden nuestro gozo, las quales yo maldigo, e sus fuertes cerrojos e mis flacas fuerças, que ni tú estarias quexoso ni yo descontenta». ¿Y no es formal entrega de cuerpo y alma la que termina el aucto XIV en su forma primitiva? «Señor, por Dios, pues ya todo queda por ti, pues ya soy tu dueña, pues ya no puedes negar mi amor, no me niegues tu vista, de dia passando por mi puerta, de noche donde tú ordenares». Pero basta ya sobre este punto, que en realidad es secundario.

Si por la perfección de los caracteres está la Celestina á la altura de las obras más clásicas de cualquier tiempo, no puede decirse lo mismo respecto del arte de composición, en que el poeta no pudo menos de pagar tributo á la época primitiva en que escribía. No era posible á fines del siglo XV construir una fábula tan ingeniosa y hábilmente combinada como la de Romeo y Julieta; pero Shakespeare no era sólo un genio dramático, sino un hombre de teatro, un profesional de la escena, y además iba siguiendo paso á paso las peripecias del cuento italiano, que le daba la armazón de su drama[167]. En tiempo de Rojas no había escenario ni apenas materia dramática preexistente, fuera de la que podían suministrarle algunos libros de la antigüedad y algunas novelas de la Edad Media.

No se crea por eso que Rojas, en medio de su inexperiencia y de la soledad en que escribía, dejase de adivinar con pasmosa intuición las grandes leyes de la composición dramática y se sujetara á ellas en todo lo esencial. El plan sencillo, claro y elegante de la Celestina merecería todo elogio si el autor no hubiese escrito su obra en dos veces, lo cual le llevó á intercalar un episodio parásito. Aparte de este lunar, la Tragicomedia castellana corrobora la profunda doctrina de Lessing en su Dramaturgia: «El genio gusta de la sencillez, el ingenio gusta de las complicaciones... El genio no puede interesarse más que por aventuras que tienen su fundamento unas en otras, que se encadenan como causas y efectos. La obra del genio consiste en referir los efectos á las [Pg cvii]causas, en proporcionar las causas á los efectos, en ordenar los acontecimientos de tal manera que no puedan haber sucedido de otra». Toda la enmarañada selva de las comedias de capa y espada de Calderón y sus secuaces[168] no vale tanto como esta única pieza, que es también una intriga de amor, con criados confidentes, con escenas nocturnas y coloquios á la puerta ó á la reja, pero sin disfraces, ni empeños del acaso, ni damas duendes, ni galanes fantasmas, ni confusiones en la oscuridad de un jardín y hasta sin la duplicación forzosa del galán y la dama, y el no menos indispensable arbitrio del rival celoso y del padre ó hermano guardador de la honra de su casa, que por diversos caminos se oponen al logro de la felicidad de los dos amantes. Todo esto es sumamente entretenido y demuestra gran poder de invención en los que crearon este género de fábulas y las impusieron á Europa; pero es sin duda arte inferior al que, ahondando en las entrañas de la vida y en la conciencia de los hombres, logra sin ninguna complicación escénica darnos la ilusión de la existencia actual y hacer de cada personaje un tipo imperecedero. Todas esas lindas comedias llegan á confundirse entre sí: la Celestina no se confunde con nada de lo que se ha escrito en el mundo. «Hay en la Celestina (dice D. Juan Valera) cierto misterioso encanto que se apodera del alma de quien la lee, embelesándola y moviéndola á la admiración más involuntaria».

El gran maestro cuyas son estas palabras suscitó una importante cuestión que atañe al fondo de la Celestina, y es ética y estética á un tiempo. Á primera vista encuentra inverisímiles, hasta rayar en lo absurdo, algunos casos de la tragicomedia: «Melibea y Calisto son ambos de igual condición elevada, así por el nacimiento como por los bienes de fortuna. Entre la familia de ambos no se sabe que haya enemistad, como la hubo, pongamos por caso, entre las familias de Julieta y de Romeo. Ni diferencia de clase, ni de religión, ni de patria los divide. ¿Por qué, pues, no buscó Calisto á una persona honrada qué intercediese por él y venciese el desvío de Melibea, y por qué no la pidió luego á sus padres y se casó con ella en paz y en gracia de Dios? Buscar Calisto para tercera de sus amores á una empecatada bruja zurcidora de voluntades y maestra de mujeres de mal vivir, tiene algo de monstruoso, que ni en el siglo XV ni en ningún siglo se comprende, no siendo Calisto vicioso y perverso y sintiéndose muy tierna y poéticamente enamorado»[169].

[Pg cviii]

Admirablemente dicho está esto, y á primera vista convence. Alguien dirá que si Calisto hubiese tomado el camino recto y seguro en casos tales, no habría comedia ni menos tragedia, sino uno de los lances más frecuentes de la vida cuotidiana entre personas honestas y morigeradas. Así es la verdad; pero esta respuesta no absuelve al artista, que pudo trazar su plan de otra manera ó escoger medios más adecuados á sus fines. Los que crean en la sinceridad del fin moral que afecta Rojas podrán añadir que le extravió su propósito docente, llevándole á poner en contacto dos distintas esferas de la vida. Pero el talento agudísimo de D. Juan busca una explicación más honda, y resuelve la antinomia que en la Celestina existe, considerándola como una obra altamente idealista, en que «Fernando de Rojas hace abstracción de todo menos del amor, á fin de que el amor se manifieste con toda su fuerza y resplandezca en toda su gloria. Y no es el amor de las almas, ni tampoco el amor de los sentidos, cautivo de la material hermosura, sino tan apretada é íntima combinación de ambos amores, que no hay análisis que separe sus elementos, apareciendo tan complicado amor con la irreductible sencillez del oro más acendrado y puro».

El espíritu helénico y serenamente optimista de mi glorioso maestro llega á calificar de triunfante apoteosis la muerte trágica de los dos amantes y á no ver en ella nada de tétrico y sombrío. El razonamiento del insigne literato no me ha convencido del todo, á pesar de mi natural tendencia á adherirme á los dictámenes de quien tanto me quiso y tanto me enseñó. No es la Celestina libro tan alegre como podría inferirse por las palabras de D. Juan Valera. Á pesar del gracejo crudo y vigoroso de la parte cómica, la impresión final que la obra deja, á lo menos en mi ánimo, es más bien de tristeza y pesimismo. La suerte de los dos amantes no puede ser más infausta, ni más espantosa la soledad en que Pleberio y Alisa quedan: «¡O duro coraçon de padre! ¿Cómo no te quiebras de dolor, que ya quedas sin tu amada heredera? ¿Para quién edifiqué torres? ¿Para quién adquirí honrras? ¿Para quién planté árboles? ¿Para quién fabriqué navíos? ¡O tierra dura! ¿Cómo me sostienes? ¿Adónde hallará abrigo mi desconsolada vejez?... ¿Qué faré quando entre en tu cámara e retraymiento e la halle sola? ¿Qué haré de que no me respondas si te llamo? ¿Quién me podrá cobrir la gran falta que tú me hazes?».

Si la tragedia terminase con las últimas palabras de Melibea y con arrojarse de la torre, podría creerse que el poeta había querido envolver en luz de gloria á los dos infortunados amantes, haciendo lo que hoy diríase la apoteosis del amor libre. Ni puede rechazarse tal idea por impropia de la literatura de aquel tiempo, puesto que, mezclada con impulsos de dudoso misticismo, late en el fondo de los poemas del ciclo bretón cuya materia épica, transformada en prosa, era tan familiar á Rojas como á todos sus contemporáneos. Verdadera y triunfante apoteosis del amor adúltero son la muerte y las exequias de Tristán é Iseo, y es imposible evitar aquí su recuerdo: «E desque vuo dicho estas palabras (D. Tristan), luego besó a la reyna, y estando abraçados boca con boca, le salió el ánima del cuerpo, e la reyna, quando lo vió assí muerto en sus braços, de gran dolor que vuo le rebentó el coraçon en el cuerpo, y murió alli en los braços de Don Tristan; y assi murieron los dos amados, e aquellos que los veyan assi estar, creyan que estauan amortescidos, y como los cataron, fallaronlos muertos ambos a dos.

[Pg cix]

«E quando el rey Mares[170] vio muertos a Don Tristan y a la reyna, en poco estuuo que no murio por el gran dolor que ouo de su muerte, y començo a dezir: «¡Ay mezquino, y qué gran pérdida he yo auido, que he perdido aquellas cosas que más en el mundo amaua, y nunca fue rey que tan gran pérdida oviesse en vn dia como yo he avido, e mucho más valdria que yo fuesse muerto que no ellos!» Luego se començo a fazer gran llanto a marauilla por todo el castillo, y tan grande fue, que ninguno lo podria creer, y luego vinieron todos los grandes hombres y los caualleros de Cornualla y de todo el reyno, e todos començaron a fazer mucho duelo a marauilla, e a dezir entre sí mesmos: «¡Ay rey Mares! fueras tú muerto antes que no Don Tristan, el mejor cauallero del mundo...». Y quando en toda Cornualla se supo que Don Tristan y la reyna Yseo eran muertos, fueron muy tristes, e marauillauanse mucho y dezian: «Todo el mundo fablará de su amor tan sublimado». Y quando todos los caualleros fueron allegados, e muchos perlados e clerigos, e frayles, alli donde estaua Don Tristan e la reyna muertos, el rey fizo poner sus cuerpos, que estauan abraçados, ambos en unas andas muy ricamente, con paños de oro, e fizolos lleuar muy honrradamente, rezando toda la clerezia con muchas cruces y hachas encendidas, a Tintoyl. E quando entraron por la ciudad, los llantos fueron muy grandes a marauilla de grandes e de pequeños, e pusieronlos en vna cama que las dueñas auian hecho, y fueron sepultados en vna rica sepultura, en la qual escriuieron letras que dezian: «Este el premio que el amor da a sus seruidores»[171].

Así acaba el libro de Tristán de Leonis, y es muy poético y gentil acabamiento, salvo la triste figura que hace el pobre rey Mares de Cornualla á los ojos de todo el mundo y á los suyos propios, que es lo más lamentable. Pero no acaba así la Celestina, porque el concepto del amor es radicalmente diverso en ambos libros, sin que por eso sea más ortodoxo en uno que en otro. Para Rojas el amor es una deidad misteriosa y terrible, cuyo maléfico influjo emponzoña y corrompe la vida humana y venga en los hijos los pecados de los padres. Se alimenta del llanto y de la sangre de cien generaciones, trituradas entre las ruedas de su carro. No es sólo el exceso de la desesperación ni el flujo retórico, sino una convicción arraigada la que dicta las últimas palabras del venerable Pleberio, que contienen, á mi juicio, la filosofia del drama: «¡O amor, amor! ¡Que no pensé que tenias fuerça ni poder de matar á tus subjectos! Herida fue de ti mi juuentud; por medio de tus brasas pasé: ¿cómo me soltaste, para me dar la paga de la huyda en mi vejez? Bien pensé que de tus laços me avia librado, quando los quarenta años toqué; quando fuy contento con mi conyugal compañera; quando me vi con el fruto que me cortaste el dia de hoy. No pensé que tomauas en los hijos la venganza de los padres... ¿Quién te dió tanto poder? ¿Quién te puso nombre que no te conuiene? Si amor fuesses, amarias a tus siruientes; si los amasses, no les darias pena; si alegres biuiessen, no se matarian, como agora mi amada hija. ¿En qué pararon tus siruientes e tus ministros? La falsa alcahueta Celestina murió a manos de los más fieles compañeros que ella para su seruicio emponçoñado jamás halló. Ellos murieron degollados; Calisto despeñado; mi triste hija quiso matar la misma muerte por seguirle; esto todo causas; dulce nombre te dieron; amargos hechos hazes. No das yguales galardones; [Pg cx]iniqua es la ley que a todos ygual no es. Alegra tu sonido, entristece tu trato. Bienauenturados los que no conociste, o de los que no te curaste. Dios te llamaron otros, no sé con que error de su sentido traydos. Cata que Dios mata los que crió: tú matas los que te siguen. Enemigo de toda razon, a los que menos te siruen das mayores dones, hasta tenerlos metidos en tu congoxosa dança. Enemigo de amigos, amigo de enemigos, ¿por qué te riges sin orden ni concierto? Ciego te pintan, pobre e moço; pónente un arco en la mano, con que tires a tiento; más ciegos son tus ministros, que jamás sienten ni veen el desabrido galardon que se saca de tu seruicio. Tu fuego es de ardiente rayo, que jamás haze señal do llega. La leña que gasta tu llama son almas e vidas de humanas criaturas» (Aucto XXI).

Y no es sólo el anciano Pleberio quien prorrumpe en tan doloridos acentos. Es el mismo Calisto, en quien las primeras caricias de Melibea no llegan á borrar el sentimiento de la muerte afrentosa de sus criados y de su propia deshonra y vilipendio. ¡Qué triste lenguaje en quien acaba de salir de los brazos de su amada!: «¡O mezquino yo! quánto me es agradable de mi natural la solitud e silencio e escuridad. No sé si lo causa que me vino a la memoria la traycion que fize en me despartir de aquella señora que tanto amo, hasta que más fuera de dia, o el dolor de mi deshonrra. ¡Ay, ay! que esto es; esta herida es la que siento agora que se ha resfriado; agora que está elada la sangre que ayer heruia, agora que veo la mengua de mi casa, la perdicion de mi patrimonio, la infamia que a mi persona de la muerte de mis criados se ha seguido... ¡o mísera suauidad desta breuissima vida! ¿quién es de ti tan cobdicioso, que no quiera más morir luego que gozar un año de vida denostado e prorrogarle con deshonrra corrompiendo la buena fama de los passados? mayormente que no ay hora cierta ni limitada, ni avn un solo momento. Deudores somos sin tiempo, contino estamos obligados a pagar luego» (Aucto XIV).

El sentido de las últimas frases no puede ser más cristiano; pero en las primeras, ¿cómo no ver un reflejo de la amarga y terrible doctrina del libro IV de Lucrecio? (v. 1113 y ss.):

Adde quod absumunt vires pereuntque labore;
Adde quod alterius sub nutu degitur aetas,
Labitur interea res, et vadimonia fiunt;
Languent officia, atque aegrotat fama vacillans.
..........................................................
Nequidquam; quoniam medio de fonte leporum
Surgit amari aliquid, quod in ipsis floribus angat;
Aut cum conscius ipse animus se forte remordet,
Desidiose agere aetatem, lustrisque perire
.
..........................................................

No sólo en el concepto general sino en las palabras encuentro analogía. Y que Rojas conociese el poema de Lucrecio parece seguro, puesto que en los versos acrósticos imita aquella famosa comparación del principio del libro IV (v. 11 y ss.):

Nam veluti pueris absinthia tetra medentes
Cum dare conantur, prius oras, pocula circum,
Contingunt mellis dulci flavoque liquore.
............................................................
[Pg cxi] Como el doliente que píldora amarga
O la recela, ó no puede tragar
Métela dentro de dulce manjar:
Engáñase el gusto, la salud se alarga...

Claro es que en la juvenil inexperiencia de Calisto y en la pasión que absorbe todo su sér no pueden ser muy continuas las reflexiones melancólicas á que se entrega el gran poeta epicúreo. Acaso sin la catástrofe de sus criados no se le hubiera ocurrido exclamar: «¡Oh, mi gozo, cómo te vas disminuyendo!» (Aucto XIII). Pero este desfallecimiento es pasajero, y acaso de los sentidos más que de la voluntad. El grito de la pasión vuelve á levantarse cada vez más impetuoso y enérgico: «No quiero otra honrra ni otra gloria; no otras riquezas, no otro padre ni madre, no otros deudos ni parientes; de dia estaré en mi cámara, de noche en aquel parayso dulce, en aquel alegre vergel, entre aquellas suaues plantas e fresca verdura». (Aucto XIV). Pero basta que tales ráfagas pasen por su cabeza, para convencernos de que la Celestina no es libro de alegre frivolidad, sino de profunda y triste filosofía, y que su autor tuvo ciertamente un propósito moral al escribirle. Singular parecerá esto á quien sólo de oídas ó por algún fragmento conozca la renombrada tragicomedia, pero no lo parecerá tanto á quien la haya estudiado con sosiego crítico. No han sido hombres de laxa moral sus más fervientes panegiristas, aun sin acudir al místico Clarus (Guillermo Volk), amigo y prosélito del gran José de Görres[172]. Fernando Wolf, que no era sólo eminente erudito, sino varón muy respetable y de severas costumbres, se indignaba contra los que achacan á la Celestina tendencias inmorales y sentido vulgar. Aun las escenas que hoy nos parecen libres y desenvueltas tenían á su juicio menos peligro que la ambigüedad y la velada concupiscencia de los modernos. No dejaba por eso de convenir en que no es obra muy adecuada para los colegios de señoritas[173].

Puede haber algo de candor germánico en esto, y las consecuencias nos llevarían demasiado lejos. Pero en el fondo tiene razón Wolf. Dada la libertad (él la llama ingenuidad) con que la literatura de la Edad Media representaba las relaciones sexuales, la Celestina parece menos escandalosa que otras muchas obras. No llega á los torpes lenocinios y á la impura sugestión de los cuentos de Boccaccio. Las escenas libidinosas no son el objeto principal ni están detalladas con morosa delectación, sino que nacen del argumento y eran inevitables dentro de él. Las conveniencias sociales y el decoro de [Pg cxii] las palabras cambian según los tiempos, y no hay que hacer un capítulo de culpas al bachiller Rojas por haber estampado en su libro frases y conceptos que hoy nos parecen indecorosos ó de baja ralea, pero que entonces usaba sin escrúpulo todo el mundo. Á un hombre tan severo como Zurita le parecía la Celestina libro escrito con honestidad.

Pero, aun concedido todo esto, la Celestina puede tener sus peligros para quien no esté muy seguro de contemplar las obras de arte con amor desinteresado. Cuanto más vigorosa y animada sea la representación de la vida, más participará de los peligros inherentes á la vida misma. Rojas, observador vigoroso, grave y lúcido[174], no pensó ni podía pensar en la emoción personal de cada lector; pero esta emoción no en todos puede ser sana, por razones de edad, sexo y temperamento. Es claro que los tales no deben abrir la Celestina, y tengo por un grave error hacer ediciones populares de ella. La Celestina no puede ser nunca un libro popular, porque la misma perfección y hermosura de su forma, los largos discursos y la sintaxis arcaica ahuyentan á los lectores vulgares y á los mozalbetes distraídos. Por otra parte, á tal grado de desenfreno ha llegado la novela moderna, y de tal modo han viciado el gusto y el corazón sus abominables producciones, que obras como la Celestina parecen ya sosas, cándidas y primitivas á los que se regodean con la pintura de las más innobles aberraciones de la carne.

Pero, en suma, la Celestina no es irreprensible ni mucho menos en sus detalles. No lo es siquiera en su concepto general, por lo mismo que se presta á varias interpretaciones. Aun admitida la que yo propongo, es cierto que se cumple, exteriormente al menos, la ley de expiación; pero lo que se halla en el fondo es un pesimismo epicúreo[175] poco velado, una ironía transcendental y amarga. La inconsciencia moral de los protagonistas es sorprendente. Viven dentro de una sociedad cristiana, practican la devoción exterior, pero hablan y proceden como gentiles, sin noción del pecado ni del remordimiento. Calisto y Melibea van atraídos el uno al otro por irresistible impulso. Ni una sola vez hablan del matrimonio en sus coloquios. Para ellos no existe, ó le consideran, según la errada casuística provenzal y bretona, como una institución por todo extremo inferior á la libre y delirante unión de sus almas y de sus cuerpos. Pero al mismo tiempo hacen una monstruosa confusión de lo humano y lo divino. Véase, por ejemplo, lo que dice Calisto en el aucto XII: «¡O mi señora e mi bien todo! ¿Por qué llamas yerro a aquello que por los santos de Dios me fue concedido? Rezando oy ante el altar de la Magdalena me vino con tu mensaje alegre aquella solícita muger». No son menos [Pg cxiii]sorprendentes estas palabras del mismo Calisto cuando Sempronio va á llamar por primera vez á Celestina: «¡O todo poderoso, perdurable Dios! tú que guias los perdidos e los reyes orientales por el estrella precedente a Belén truxiste y en su patria los reduxiste, humildemente te ruego que guies a mi Sempronio en manera que convierta mi pena e tristeza en gozo, e yo indigno merezca venir en el desseado fin» (Aucto I).

No sabemos si este trastorno de ideas puede atribuirse al escepticismo religioso y moral en que solían parar las conversiones forzadas ó interesadas de los judíos; pero tales profanaciones y blasfemias se explican, aun sin eso, por la espantosa anarquía de ideas y costumbres en que vivió Castilla durante el reinado de Enrique IV, que el bachiller Rojas refleja fielmente en su obra.

Su condición de converso debía hacerle más cauto que á otros en la pintura de tal libertinaje cuando recaía en gentes de iglesia, y, sin embargo, la sátira anticlerical es frecuente y muy cáustica en la Celestina. Sólo Gil Vicente y Torres Naharro, cristianos viejos los dos, dicho sea de pasada, le superan en esto. No quiero insistir en citas poco edificantes, aunque necesarias para mostrar este aspecto importante de la tragicomedia, y me limito á poner en nota un pasaje, que es por cierto de los mejor escritos que salieron de la pluma de Rojas[176]. El que haya leído los cánones del Concilio de Aranda (para citar un documento solo) no se escandalizará de la libertad de la pintura, ni la tendrá por calumniosa, dentro de los ensanches hiperbólicos de la poesía satírica.

[Pg cxiv]

Téngase en cuenta, además, que es una corrompida y abominable mujer la que habla, y que se refiere á sus años juveniles, cuando el Santo Oficio no había comenzado todavía su obra de depuración por el hierro y el fuego, ni Cisneros había acometido la reforma de los claustrales, ni el espíritu profundamente religioso de la Reina Católica había impuesto su sello al gran siglo que alboreaba.

Éticamente considerada la Celestina, se comprende muy bien que fuese mirada como libro de mal ejemplo por los graves moralistas de aquella centuria, que no eran por cierto frailes oscuros muchos de ellos. Sabido es el anatema de nuestro gran pensador Luis Vives en el cap. V, lib. I, de su tratado De institutione christianae feminae, que contiene una especie de catálogo de las novelas más leídas en su tiempo (1520). Allí juntamente con el Amadís, el Esplandián, el Don Florisando, el Tirante, el Tristán, el Lanzarote, Páris y Viana, Pierres y Maguelona, Melusina, Flores y Blanca Flor, Curial y Floreta, Leonela y Canamor, y en general toda la literatura caballeresca, figuran como en tabla censoria las Cien novelas de Boccaccio, el Eurialo y Lucrecia, las Facecias, realmente indecentísimas, de Poggio, la Cárcel de Amor y la Celestina, «Celestina lena, nequitiarum parens». Todos estos libros quiere que sean cuidadosamente apartados de manos de la mujer cristiana, y á nadie parecerá excesivo rigor respecto de algunos, aunque otros hay bien inocentes. Lo que resulta injusto y durísimo es calificar, en montón, de hombres ociosos, mal ocupados, ignorantes y encenagados en los vicios (homines otiosi, male feriati, imperiti, vitiis ac spurciciae dediti) á los que tales libros compusieron, como si no figurasen entre ellos los insignes humanistas Boccaccio y Eneas Silvio[177].

Pero ¡cosa singular y poco advertida! El filósofo valenciano, que en 1529 incluía la Celestina en su edicto de proscripción, la celebraba en 1531 como obra más sabiamente compuesta que las fábulas de los poetas cómicos de la antigüedad, sobre todo por lo ejemplar del desenlace que pone al goce de los amantes acerbo y trágico fin, y no festivo y alegre como en el teatro greco-latino[178]. En esta observación, que no es sólo de [Pg cxv]literato, sino de moralista, ¿hemos de ver una retractación del juicio anterior? De ninguna manera. Luis Vives pudo seguir creyendo, como toda persona sensata, que la Celestina, con su fin moral y todo, no es libro para andar en manos de doncellas. En el De institutione feminae consignó su criterio pedagógico. En el De causis corruptarum artium habló como crítico, puesta la atención en la Tragicomedia y no en la clase de lectores que podía tener. No veo incompatibilidad alguna entre ambos textos.

Inútil es citar otros de autores menos famosos que reprueban las livianas escenas de la Celestina ó Scelestina, como la llamaba el maestro Alejo de Venegas, para dar á entender que todo género de perversidad se encerraba en ella[179]. Pero el gusto nacional triunfó de todo, y la Celestina, considerada desde su aparición como una obra clásica, disfrutó de aquella especie de franquicia que á los clásicos de Grecia y Roma otorgan los más severos censores propter elegantiam sermonis. En el notabilísimo dictamen sobre prohibición de libros que redactó como consultor del Santo Oficio el sabio y austero historiador Jerónimo Zurita, después de dejar á salvo toda la literatura antigua y las mismas novelas de Boccaccio en su original italiano, aplica la misma indulgencia á la Celestina, distinguiéndola cuidadosamente de sus imitaciones: «Ay tambien algunos tratados que, aunque escritos con honestidad, el subjecto son cosas de amores, como Celestina, Carcel de Amor, Question de Amor y algunos desta forma, hechos por hombres sabios; algunos, quiriendo imitar éstos, han escrito semejantes obras con menos recato y honestidad, como la Comedia Florinea, La Thebayda, La Resurrection de Celestina y Tercera y Quarta, que la continuaron; estos segundos todos se deben vedar, porque dizen las cosas sin arte y con tantos gazafatones, que ningunas orejas honestas los deben sufrir. De los primeros destos digo lo mismo que de los de latin». Y lo que había dicho de los latinos pocos renglones antes era lo siguiente: «Paréceles a algunos hombres pios que estos autores se veden, lo qual hasta aora ningun hombre docto ha dicho, a lo menos para quitarlos de las manos de todos, pues aun a los niños se puede hoy muy bien leer Plauto y las más comedias de Terencio; para los prouectos no puede aver cosa más consideradamente escrita... Y pues estas materias no las han de dexar los moços, mejor es que tengan estos buenos auctores, donde ceuandose en la elegancia y virtudes de la poesia dellos se resfrien para otras... Resoluiendome, digo, que ninguno de los sobredichos autores latinos se debe vedar»[180].

Antes y después de este prudente consejo del príncipe de nuestros analistas, la Inquisición dejó correr libremente la Tragicomedia, que se imprimió en España treinta y cuatro veces por lo menos en todo el curso del siglo XVI y primer tercio del siguiente, sin contar con las numerosas ediciones hechas fuera[181]. Sólo en la centuria siguiente [Pg cxvi]se decidió á expurgarla, castigando con cierto rigor las alusiones satíricas á las costumbres de los eclesiásticos y las hipérboles amorosas que frisaban con la blasfemia. Todo lo demás quedó intacto. La Celestina fué respetada como texto de lengua, y nuestra censura se hubo mucho más benignamente con ella que la italiana con el Decamerón. En realidad, no hay más edición expurgada que la de Madrid de 1632. Sus variantes son de poquísimo momento, y no afectan á nada sustancial; después se hicieron algunas más, especialmente en el Expurgatorio de 1747. Sólo á fines del siglo XVIII y á principios del XIX, cuando se iban perdiendo todas las tradiciones castizas, los jansenistas hazañeros y mojigatos, que eran entonces dueños del moribundo Santo Oficio, prohibieron totalmente el libro, por edicto de 1.º de febrero de 1793, reproducido en el último índice de 1805[182]. Por lo visto, los Arces, Llorentes y Villanuevas eran más fáciles de escandalizar y tenían los oídos más pudibundos que los Valdeses, los Quirogas, los Sandovales, los Pachecos y demás famosos inquisidores de la época clásica.

De la excelencia de la Celestina como obra de arte y tipo y modelo de prosa castellana, toda alabanza parece pequeña[183]. El moralista no puede menos de hacer muchas salvedades; el crítico apenas tiene que hacer ninguna:

Libro en mi entender divi-
Si encubriera más lo huma-

dijo Cervantes por boca del donoso poeta entreverado[184]. Y el mismo severísimo Moratín, [Pg cxvii]á pesar de su criterio rígido y estrictamente clásico, ó quizá por la fuerza de este criterio mismo, habló de la famosa Tragicomedia en términos de entusiasmo que muy rara vez se escapan de su pluma: «Como la tragicomedia griega se compuso de los relieves de la mesa de Homero, la comedia española debió sus primeras formas á la Celestina. Esta novela dramática, escrita en excelente prosa castellana, con una fábula regular, variada por medio de situaciones verosímiles é interesantes, animada con la expresión de caracteres y afectos, la fiel pintura de costumbres nacionales y un diálogo abundante en donaires cómicos, fué objeto del estudio de cuantos en el siglo XVI compusieron para el teatro. Tiene defectos que un hombre inteligente haría desaparecer, sin añadir por su parte una sílaba al texto, y entonces, conservando todas sus bellezas, pudiéramos considerarla como una de las obras más clásicas de la literatura española»[185].

Y aun sin eso ¿quién ha de negarle semejante título? ¿Ni qué obra de la literatura española habrá que le merezca, si de buen grado no se otorga á la Tragicomedia del bachiller Fernando de Rojas? La meticulosidad académica del gusto de Moratín le hizo dar excesiva importancia á esos defectos de la Celestina, que, por lo mismo que son tan obvios y pueden borrarse de una plumada, poco significan para la apreciación del libro. Aun las pedanterías y citas absurdas sembradas en el diálogo, lejos de desagradarnos hoy, contribuyen al efecto cómico de ciertas escenas y al delicioso carácter de época que tiene todo el cuadro, mostrándonos cuáles podían ser los estudios y preocupaciones habituales de un bachiller aventajadísimo de las aulas salmantinas á fines del siglo XV, y cómo se fundían armoniosamente en su ingenio la observación directa de la vida contemporánea y el prestigio de la antigüedad clásica, que entonces parecía resurgir con segunda vida. Tales defectos son de los que, andando el tiempo, llegan á convertirse en excelencias, á lo menos para el curioso historiador de las vicisitudes de la cultura.

Si Cervantes no hubiera existido, la Celestina ocuparía el primer lugar entre las obras de imaginación compuestas en España. El juez más abonado del siglo XVI, el primer maestro de la prosa castellana en tiempo de Carlos V, declaró con fallo inapelable que «ningún libro hay escrito en castellano adonde la lengua esté más natural, más propia ni más elegante»[186].

El estilo y la lengua de la Celestina no son para tratados incidentalmente. Hoy la Estilística no es una dependencia de la Retórica, sino parte integrante y la más ardua y superior de la Filología. Para estudiar formalmente el estilo de un autor es preciso conocer á fondo el material lingüístico que emplea y haber agotado previamente todas las cuestiones de fonética, morfología y sintaxis que su obra sugiere. Nada de esto ó casi nada se ha intentado respecto de la Celestina, cuya gramática y vocabulario exigen un libro especial. Sólo cuando la historia de nuestra lengua esté hecha por el único que puede y debe hacerla, por el que nos ha dado, con aplauso de propios y extraños, el primer manual de Gramática histórica, tendremos base firme para un estudio de tal naturaleza. Ni mi vocación ni mis particulares circunstancias me permiten emprenderlo, y así tendrá que ser vago y sucinto lo que en esta parte diga.

[Pg cxviii]

La prosa no tiene orígenes populares como la poesía, á lo menos en las literaturas derivadas. Nace á veces de la poesía épica, y es su transcripción degenerada (nuestros cantares de gesta convertidos en fragmentos de crónicas). Pero con más frecuencia se amolda á un tipo literario preexistente en la lengua madre ó en alguna otra que sostenga sus primeros y vacilantes pasos. Así nació la prosa castellana, con un visible dualismo entre el elemento oriental, muy influyente al principio, casi nulo después, y el elemento latino-eclesiástico, educador común de todos los pueblos de Occidente. En la gran labor de traducciones y compilaciones que nos legó la corte literaria de Alfonso el Sabio, no importan menos los libros del saber de Astronomía, el Calila y Dina y los Engannos de mugeres, los libros de proverbios y consejos, traducidos del árabe, que las Partidas y las dos Estorias, cuyas principales fuentes son latinas, sin duda alguna. Y como las versiones solían hacerse muy literales, y el organismo gramatical del árabe y del latín difieren tanto, no es maravilla que el tránsito del uno al otro, que á veces puede estudiarse en una obra misma, resulte violento y desmañado. Con todo eso se percibe ya en esta variadísima literatura alfonsina cierto conato de unidad, la aspiración á un tipo de lengua culta y cortesana. No en vano se preciaba el mismo rey de «endereszar él por sí» el estilo de sus colaboradores.

Este tipo persistió en sus rasgos fundamentales durante los siglos XIII y XIV, no sin recibir también notable influjo de la lengua francesa, mediante la cual se nos comunicaron obras de tanta importancia como la Gran Conquista de Ultramar, el Tesoro de Brunetto Latini y la Crónica Troyana. En medio de este período de tanteo y aprendizaje surge como por encanto la figura del primer prosista español digno de este nombre, del primero que estampó su individualidad en la prosa. No fué verdadero innovador D. Juan Manuel: la lengua que habla es la de su tiempo, pero la habla mejor que nadie, con cierto gusto personal é inconfundible, con talento de narrador ameno y fácil, con elegante y cándida malicia. La construcción lenta y embarazosa de sus antecesores parece que se aligera en él y que va á romper las trabas conjuntivas. Faltó á don Juan Manuel la educación de humanista que tuvo su contemporáneo Boccaccio, y no pudo dar ambiente á su estilo ni amplitud á su dicción, ni mucho menos adivinar el ritmo del período prosaico, tal como le habían forjado los latinos y comenzaba á imitarse en Italia. Pero esta imitación tenía mucho de viciosa y pedantesca, y por haberse librado de ella D. Juan Manuel conservan sus escritos una sabrosa llaneza y dulce naturalidad, que suelen echarse de menos en las redundantes cláusulas del novelista de Certaldo.

La orientación propiamente clásica tuvo un precursor en el canciller Ayala, no sólo en lo que toca á la materia y forma de la historia, sino en el estilo mismo, que denuncia á veces al asiduo lector de las Décadas de Tito Livio, aunque no pudiese disfrutarlas en su lengua original. Las traducciones hechas bajo los auspicios de aquel magnate abren una larguísima serie de ellas, que se dilata durante todo el siglo XV, derivadas unas del latín, otras del toscano y aun del catalán, útiles todas como instrumento de vulgarización, pero ninguna como ejemplar de estilo. Con ellas cambia la faz de nuestra prosa, invadida y perturbada por el hipérbaton latino, de que hacen grosero y servil calco los alumnos de la detestable escuela de D. Enrique de Villena, al mismo paso que inundan sus escritos de pedantescos neologismos, so pretexto «de non fallar equivalentes vocablos en la romancial texedura, en el rudo y desierto romance, para esprimir los angélicos concebimientos virgilianos». Sigue tan extraviada dirección[Pg cxix] Juan de Mena, que considerado como prosista es de lo peor de su tiempo, pero que por el prestigio de sus obras poéticas contribuyó á autorizar la obra de los latinizantes. Y no se puede negar que ésta trasciende más ó menos á todos los escritores de entonces, pero con diferencias muy esenciales, nacidas del ingenio de cada cual y de las diversas materias en que ejercitaron su pluma. D. Alonso de Cartagena, que con el trato de los humanistas de Italia se había acercado más que ninguno de sus compatriotas á la recta comprensión del ideal clásico, muestra un latinismo inteligente y mitigado, sobre todo en sus versiones de Séneca, de quien supo decir con mucha lindeza que, «puso tan menudas y juntas las reglas de la virtud, en estilo elocuente, como si bordara una ropa de argentería, bien obrada de ciencia, en el muy lindo paño de la elocuencia». Noblemente se inspiró en la literatura filosófica de la antigüedad el bachiller Alfonso de la Torre en su Visión Delectable, donde hay facundia y armonía y número más que en ninguna prosa de su tiempo. Juan de Lucena, en la Vita Beata, imitando, ó más bien traduciendo á Bartolomé Fazio, pero con entera libertad de estilo, ensayó una nueva manera, muy viva, rápida y animada, desmenuzando la oración en frases concisas y agudas.

Pasada la crudeza del primer momento, no fué estéril, sino muy fecundo, el impulso latinista. La vía era larga y fragosa pero segura, y la torpeza de los operarios que comenzaron á abrirla no podía comprometer el éxito de la empresa. Si en los moralistas y didácticos, que suelen ser meros repetidores de lugares comunes, prevalecía la construcción afectada é hiperbática, en los historiadores, que trabajaban sobre materia viva y presente, la realidad actual penetraba dentro del molde antiguo y creaba páginas imperecederas, como algunas de la Crónica de D. Alvaro de Luna, y sobre todo las estupendas Semblanzas de Fernán Pérez de Guzmán, llenas de pasión y de brío.

Pero toda nuestra prosa anterior al Arcipreste de Talavera, sean cuales fueren los orígenes y fuentes de cada libro, es prosa erudita. La lengua popular no había sido escrita hasta entonces más que en versos de gesta y en la epopeya cómica del Arcipreste de Hita. Era necesario transfundir esta sangre fresca y juvenil en las venas de la prosa, para que adquiriese definitivamente carácter nacional y reflejase el tumulto de la vida. Tal fué la empresa del autor del Corbacho, y no insistiremos en ella, puesto que ya en páginas anteriores procuramos caracterizar su estilo, cuya influencia sobre el de Rojas es tan notoria. Pero como antecedente necesario de la evolución lingüística que Alfonso Martínez de Toledo realizó con instinto genial, es imposible omitir aquella compilación que el Marqués de Santillana formó de los Refranes que dicen las viejas tras el fuego. Si ese libro no hubiese existido, acaso ni el Corbacho ni la Celestina tendrían el carácter paremiológico que de tan singular modo los avalora. Aquellas reliquias del saber vulgar, aquellos aforismos de ignorados y prácticos filósofos, que por raro capricho recogió el poeta más aristocrático y culto del siglo XV, el más desdeñoso con la poesía del pueblo, vinieron á incrustarse en las más egregias obras del ingenio castellano, desde la Comedia de Calisto hasta el Quijote y la Dorotea. Pero no se niegue al Marqués de Santillana la gloria de haberse fijado antes que nadie en estas silvestres florecillas, ni al Arcipreste talaverano la adivinación del valor artístico que podían tener entretejidas en la maraña gentil de su prosa.

Lo que había sido en la corte de D. Juan II preparación y ensayo, llegó en tiempo[Pg cxx] de los Reyes Católicos á adquirir la clásica firmeza de un verdadero Renacimiento, preparado por la disciplina gramatical de los humanistas italianos y españoles y engrandecido por la maravillosa expansión de la vida nacional. No es definitiva casi nunca la lengua de los escritores de entonces, pero contiene en germen todas las buenas cualidades que han de llegar á su punto más alto en la edad que, por excelencia, llamamos de oro. Y lo que la falta acaso de perfección técnica lo compensa con cierta gracia primaveral, que no suele darse más que una vez en las literaturas. Rojas es el mayor escritor de su siglo, y la Celestina tiene algo de grandioso y aislado; pero al mismo período corresponden otros monumentos de nuestra prosa: los Claros Varones y las Letras de Hernando del Pulgar, la Cárcel de Amor de Diego de San Pedro, en que á veces la expresión sentimental raya muy alto, y el Amadís de Gaula, que para la posteridad sólo existe en la forma que le dió el regidor Montalvo.

No se escribía ya por mero instinto ó por imitación servil como en épocas anteriores. La lengua castellana, al fenecer el siglo XV, contaba ya con un código gramatical que no poseía ninguna otra de las vulgares, incluso el italiano. Claro es que los escritores de genio se crean su propia gramática, y la Celestina estaba escrita muy probablemente antes de 1492, en que apareció el Arte de la lengua castellana del Maestro Nebrija; pero la enseñanza oral de aquel gran varón, á quien Rojas conocería de seguro en el estudio salmantino, había empezado en 1474, y su método filológico, aplicado al latín, al griego y al castellano, no podía ser indiferente á persona tan culta como nuestro poeta. En todo el libro se percibe el deliberado propósito de escribir bien y con la mayor corrección posible. Pero esta corrección no es la de los tiquismiquis retóricos que pueden aprenderse por receta, sino la corrección fuerte y viril de quien es dueño de su estilo, porque domina la materia en que le emplea, no deformándola arbitrariamente, sino ajustándole á ella como se ajusta el vestido á los contornos de una estatua. Porque el estilo de la Celestina, con ser tan trabajado, no tiene trazas de afectación más que en los discursos y razonamientos; en el diálogo fluye natural y espontáneo, y aunque nos parezca un asombro que todos los personajes hablen tan bien, no por eso somos tentados á creer que pudiesen hablar de otro modo. No diremos que hablan como el autor, porque el autor es para nosotros un enigma. Hablan cada cual según su carácter, con la expresión exacta, precisa, impecable; pero todos propenden á la amplificación, que era el gusto de aquel tiempo y quizá el tono habitual de las conversaciones. El Renacimiento no fué un período de sobriedad académica, sino una fermentación tumultuosa, una fiesta pródiga y despilfarrada de la inteligencia y de los sentidos. Ninguno de los grandes escritores de aquella edad es sobrio ni podía serlo. Rojas lo parece por la prudente parsimonia con que enfrena y rige el corcel de su fantasía, por el tejido compacto de su dicción, por lo cortante de las réplicas y el hábil tiroteo de sentencias y donaires, por el uso continuo de frases cortas y desligadas que dan la ilusión del estilo conciso. Pero en realidad amplifica y repite á cada momento: toda idea recibe en él cuatro, cinco ó más formas, que no siempre mejoran la primera. Esta superabundancia verbal se agrava considerablemente en la segunda forma de la tragicomedia, pero existía ya en la primitiva. Pondré un ejemplo tomado del aucto X: «Más presto se curan las tiernas enfermedades en sus principios, que quando han hecho curso en la perseueracion de su officio; mejor se doman los animales en su primera edad, que cuando es su cuero endurecido para venir mansos a la melena; mejor crecen las plantas que tiernas e nueuas se trasponen,[Pg cxxi] que las que fructificando ya se mudan; muy mejor se despide el nueuo pecado, que aquel que por costumbre antigua cometemos cada día».

Los símiles son elegantes y apropiados, pero tanta repetición de una misma idea enerva el diálogo dramático. Juan de Valdés, que cifraba gran parte de su estilística en esta máxima: «que digais lo que querais con las menos palabras que pudieredes, de tal manera, que splicando bien el conceto de vuestro ánimo y dando a entender lo que quereis dezir, de las palabras que pusieredes en una clausula o razon, no se pueda quitar ninguna sin ofender o a la sentencia della o al encarecimiento o a la elegancia»[187], conoció que este era el punto vulnerable de la Celestina, «el amontonar de vocablos algunas veces fuera de proposito». El otro defecto que señala no es tan frecuente: «Pone algunos vocablos tan latinos que no se entienden en el castellano, y en partes adonde podría poner propios castellanos que los hay». Estas eran las dos cosas que él hubiera querido corregir en la Celestina para dejarla perfecta, y uno de los interlocutores del diálogo aconsejaba que lo hiciese[188], idea que tuvo también Moratín, como queda dicho. Pero, con perdón de tan severos jueces, los latinismos no son tantos que empalaguen. Cualquier autor de aquel tiempo tiene más que Rojas. Los que éste usa están generalmente puestos en trozos y discursos de aparato, cuando los personajes quieren levantar el estilo, como el conjuro de Celestina y los últimos razonamientos de Melibea y de su padre. Entonces es cuando aparecen el pungido Calisto, la cliéntula, el incogitado dolor, la menstrua luna, copiada de Juan de Mena, la fortuna flutuosa, el verbo incusar varias veces repetido, la castimonia de Penélope, las palabras fictas, la asueta casa y otras pedanterías, si bien las tres últimas no deben achacarse al autor, sino al que redactó las rúbricas ó sumarios que van al principio de cada aucto.

Otros leves defectos tiene también esta prosa, nacidos, no de incuria, sino de inexperiencia, y acaso de un error técnico. El oído del bachiller Rojas estaba tan avezado á la cadencia de los versos de arte mayor de su predilecto poeta Juan de Mena y al octonario doble de los romances viejos, que á cada paso reaparecen estas dos medidas en su prosa. De ambas daremos algunos ejemplos:

Pone su estudio—con odio cruel...
Pasos oigo; acá desciende—haz, Sempronio, que no lo oyes...
Tener con quien puedan—sus cuytas llorar...
Ensañada está mi madre—duda tengo en su consejo...
La dádiva pobre...
De aquel que con ella—la vida te ofrece...
E arrepentirse del don prometido...

Todo esto sin salir del acto primero. En cualquiera de los otros puede hacerse la misma experiencia. En cambio son rarísimos los endecasílabos, y éstos no á la manera italiana, sino con la acentuación que tienen los del Laberinto, que tanto han hecho cavilar á la crítica:

Todo se rige con un freno ygual,
Todo se prueva con igual espuela.

(Aucto XIV)

[Pg cxxii]

Estos versos ocasionales pueden ser involuntarios, porque no están libres de ellos los prosistas más atildados y académicos. Pero lo que seguramente es intencionado en Rojas, y lo afecta como gala, es el aconsonantar la prosa en algunos trozos:

«Melibea.—Por Dios, sin más dilatar, me digas quien es esse doliente, que de mal tan perplexo se siente, que—su passion e remedio—salen de una misma fuente» (Aucto IV).

«Areusa.—Assi que esperan galardón, sacan baldón; esperan salir casadas, salen amenguadas; esperan vestidos e joyas de boda, salen desnudas e denostadas... Obliganse a darles marido, quítanles el vestido» (Aucto IX).

La influencia de los refranes, y sobre todo la del Arcipreste de Talavera, que se perecía por la prosa rimada, explican la afición de Rojas á este ornamento, que en el primer ejemplo es de mal gusto y en el segundo se tolera y aun hace gracia por estar en un diálogo cómico.

Á despecho de esos leves lunares, que sólo por curiosidad notamos, la Celestina, en su estilo y lenguaje, tiene un valor no relativo é histórico, sino clásico y permanente. Bastantes trozos de todos géneros hemos tenido ocasión de citar para que se forme idea de sus innumerables bellezas. Es el dechado eterno de la comedia española en prosa, y ni Lope de Rueda en el siglo XVI, ni el gran poeta que compuso la Dorotea en el XVII, ni Moratín en el XVIII, ni mucho menos los dramaturgos modernos (incluyendo al celebrado autor del Drama Nuevo), han llegado á mejorarle. Para todos guarda aún ejemplos y enseñanzas, que hoy más que nunca son necesarias si queremos impedir que bárbaras traducciones y adaptaciones perviertan el gusto de los autores originales y den al traste con nuestra prosa dramática, que, por raro privilegio, fué perfecta desde su cuna.

Si el autor de la Celestina pagó tributo alguna vez al gusto de su tiempo, enamorado todavía de lo crespo y ampuloso, esto es accidental y exterior en él: no imprime carácter. Él mismo se burla donosamente de tales retóricas á renglón seguido de incurrir en ellas. El buen sentido del criado corrige las extravagancias del amo.

«Calisto.—Ni comere hasta entonces, avnque primero sean los cauallos de Febo apascentados en aquellos verdes prados que suelen, quando han dado fin á su jornada.

«Sempronio.—Dexa, señor, essos rodeos, dexa essas poesias, que no es habla conveniente la que a todos no es comun, la que todos no participan, la que pocos entienden. Di: «aunque se ponga el sol», e sabran todos lo que dizes; e come alguna conserva, con que tanto espacio de tiempo te sostengas». (Aucto VII).

Cuando se leen tales palabras y se recuerdan otras del Diálogo de la lengua, se comprende que Juan de Valdés, á pesar de su ascetismo, fuese tan amigo de Celestina. Allí está adivinada y practicada en parte, aunque con una exuberancia que él condena, su propia teoría del estilo. «El que tengo me es natural, y sin afetazion ninguna escrivo como hablo; solamente tengo cuidado de usar de vocablos que sinifiquen bien lo que quiero dezir, y dígolo quanto mas llanamente me es possible, porque a mi parecer en ninguna lengua sta bien el afetacion»[189]. Afectación hay en los personajes de Rojas cuando declaman ó moralizan, como la hay en los episodios sentimentales del Quijote y en muchos alambicados conceptos de Shakespeare; pero en todo lo demás es sincero [Pg cxxiii]y verídico intérprete de la naturaleza y sabe encontrar muchas veces la expresión adecuada y única.

Parte interesante en el estudio de toda obra maestra es su bibliografía, porque nos da á conocer el grado de su difusión é influjo en el mundo. Pero la de la Celestina es tan vasta y compleja, que por sí sola reclama un libro, como el que prepara el señor Foulché-Delbosc hace años. Entretanto sólo muy imperfectamente pueden suplir su falta el Catálogo de Salvá y el del malogrado Krapf, que es más completo y noticioso y comprende las traducciones extranjeras, omitidas por su predecesor. Aquí me limitaré á recordar algunos textos, que no sólo por su rareza sino por alguna curiosidad literaria ó tipográfica son dignos de especial mención.

Hasta ochenta ediciones en lengua castellana ha catalogado el Sr. Krapf, á cuya lista habría que añadir algunas de que no tuvo noticia y cercenar otras que no existen ó son muy dudosas, pero no creo que la cifra total pueda cambiar mucho. De estas ediciones, 62 corresponden al siglo XVI: número enorme y muy superior á las que tuvo el Quijote en la centuria de su aparición, pues sólo llegan á 27 las catalogadas por Rius.

Largamente hemos tratado, en el presente estudio, de las primitivas ediciones de 1499, 1501 y 1502, que son las que tienen verdadero interés para fijar las dos formas del texto. No hemos conseguido ver la de Zaragoza, 1507, de la cual se dice copia (y no dudamos que lo sea, aunque descuidada y modernizada en la ortografía) la reimpresión barcelonesa de Gorchs (1842). La más antigua de las que nuestra Biblioteca Nacional posee es la de Valencia, 1514, por Juan Joffre: ejemplar único, procedente de la librería de Salvá, y que reproduce, como es sabido, el colofón del hipotético volumen de Salamanca de 1500.

Grupo muy curioso forman las tres ediciones de Toledo, 1526; Medina del Campo, sin año, y Toledo, 1538, porque en ellas la Celestina tiene veintidós actos, según se anuncia desde la portada: «con el tratado de Centurio y Auto de Traso». Este auto, aunque no mal escrito, es cosa pegadiza é impertinente, en que para nada intervino Fernando de Rojas. El nombre de su verdadero autor se declara en el argumento de dicho auto, que en esas ediciones tiene el número XIX: «Entre Centurio e Traso, publicos rufianes, se concierta una leuada por satisfacer a Areusa e a Elicia, yendo Centurio a ver a su amiga Elicia. Traso pasa palabras con Tiburcia, su amiga, y entreviniendo Terencia, tia de Tiburcia, mala e sagaz muger, entrellos trayciones e falsedades de una parte e otra se inuentan, como parece en el proceso de este auto: El qual fue sacado de la comedia que ordenó Sanabria». No sabemos quién fuese este Sanabria, ni se ha descubierto hasta ahora su comedia, que á juzgar por este auto debía de ser una imitación bastante servil de la Celestina, escrita en prosa como su modelo.

Hasta 1531 no encontramos fuera de España ediciones de la Celestina, á no ser que fuese estampada en Venecia, como por todo género de indicios tipográficos parece, la que lleva el colofón de Sevilla, 1523, notable, entre otras cosas, por haberse suprimido, ignoramos con qué fin, la quinta octava de Alonso de Proaza que indica el modo de encontrar el nombre del autor. Las ediciones incuestionablemente venecianas, que fueron cuatro por lo menos, empiezan con la de 1531, en que hizo oficio de corrector el clérigo Francisco Delicado, famoso autor de la Lozana Andaluza. Él mismo nos declara su patria, aunque no su nombre, en el colofón, sobremanera curioso, de la citada Celestina: «El libro presente, agradable a todas las estrañas naciones, fue en esta ínclita[Pg cxxiv] ciudad de Venecia reimpreso por miscer Juan Batista Pedrezano, mercader de libros, que tiene por enseña la Tore (sic): iunto al puente de Rialto, donde está su tienda o botica de diversas obras y libros, a peticion y ruego de muy muchos magnificos señores desta prudentissima señoria. Y de otros munchos forasteros, los quales como el su muy delicado y polido estilo les agrade y munchos mucho la tal comedia amen, maxime en la nuestra lengua Romance Castellana que ellos llaman española, que cassi pocos la ygnoran; y porque en latin[190] ni en lengua Italiana no tiene ni puede tener aquel impresso sentido que le dio su sapientissimo autor; y tambien por gozar de su encubierta doctrina encerada (sic) debaxo de su grande y marauilloso ingenio; assi que auiendo le hecho coregir (sic) de munchas letras que trastrocadas estauan (ya de otros estampadores), lo acabó este año del Señor de 1531, a dias 14 de Otobre. Reinando el inclito y serenissimo Principe miscer Andrea Griti Duque clarissimo. El corrector, que es de la Peña de Martos, solamente corrigio las letras que malestauan». Parece que tomó por texto la edición de Sevilla, 1502, cuyo colofón métrico conserva. No es cierto que introdujese variantes caprichosas ni en esta edición ni en la de 1534, «reimpresa por maestro Estephano da Sabio imprressor d' libros griegos, latinos y españoles muy corregidos». Lo que hizo en la segunda fué añadir, dando ya su nombre, unos rudimentos de ortología para uso de los italianos: «Introduccion que muestra el Delicado a pronunciar la lengua española».

Las ediciones de Delicado son todavía de letra de tortis, y llevan grabados en madera tan toscos y sin expresión como los españoles que les sirvieron de modelo. Las dos de Giolito de' Ferrari (1553 y 1556) carecen de ellos y están impresas en lindo carácter cursivo, con la novedad de haber sacado al margen los nombres de los interlocutores y poner en versalitas algunos de los refranes. Cuidó de ambas ediciones, que en rigor son una misma, el español Alfonso de Ulloa, traductor ambidextro y fecundo editor de libros castellanos é italianos. Es singular que en el prólogo hable únicamente de Juan de Mena y Rodrigo Cota y no mencione para nada á Rojas, á pesar de reimprimir el acróstico y las octavas de Proaza. Pondera demasiado su propio trabajo, que no pasó de enmendar algunas erratas[191]. En el prólogo anuncia pomposamente «una Gramática y un Vocabulario en Hespañol, y en Italiano, para más introduction de los que [Pg cxxv]studian la lengua». Pero lo que llama gramatica son las reglas de pronunciación de Delicado, á quien plagia sin nombrarle. Lo que sí le pertenece, y es trabajo curioso que da realce á esta edición, es «un vocabulario, o exposition Thoscana de muchos vocablos Castellanos contenidos casi todos en la Tragicomedia de Calisto y Melibea», de la cual dice que «es en nuestro idioma lo que las novellas de Juan Boccaccio en el Thoscano».

Así como el mercado de Venecia surtía á Italia de Celestinas, el de Amberes las difundía por el centro de Europa. Se conocen, por lo menos, ocho de aquella ciudad flamenca, siendo la más antigua la de 1539, que sigue el texto de las de Delicado. Las restantes, impresas en casa de Nucio ó de Plantino, forman una familia distinta, que se prolonga hasta 1599 por lo menos, y que tuvo el mérito de conservar el texto íntegro cuando ya en España comenzaba á expurgarse. Son de elegante aspecto, pero tienen bastantes erratas.

Sevilla y Salamanca son las ciudades españolas donde más veces se imprimió la Celestina; once por lo menos en la primera, ocho en la segunda. Siguen Barcelona y Alcalá de Henares con cinco respectivamente, Valencia, Toledo y Zaragoza con cuatro, Burgos con tres, Medina del Campo con dos, Cuenca, Tarragona y Lisboa con una sola.

Todas, sin excepción, son raras y deben guardarse con aprecio. Las posteriores á 1563 se dicen «corregidas y emendadas de muchos errores», pero es muy poco lo que enmiendan, salvo la de Matías Gast (Salamanca, 1570), que parece hecha con algún cuidado[192].

Esta profusión de ediciones en el siglo XVI contrasta con la pobreza del siguiente, que sólo nos ofrece siete, tres de ellas extranjeras: una de Amberes, una de Milán[193] y otra bilingüe de Ruán, acompañada de traducción francesa (1633). La que se dice de Pamplona, por Carlos Labayen, es esta misma con falso pie de imprenta para introducirla en España. Quedan como únicas ediciones positivamente españolas, la de Zaragoza, 1607, y tres de Madrid, en 1601, 1619 y 1632. Esta última tiene dos circunstancias dignas de repararse: la de haber sido formalmente expurgada conforme al [Pg cxxvi]Expurgatorio nueuo de 1632, y la de consignar en la portada el nombre del bachiller Fernando de Rojas, ejemplo que siguió inmediatamente el editor de Ruán.

En todo lo restante de aquel siglo no volvió á imprimirse la Celestina, fenómeno que puede atribuirse á varias causas. Algo pudo influir en ello la Inquisición, pues aunque dejaba correr con leve expurgo las ediciones del siglo XVI, quizá se hubiera opuesto á que siguieran multiplicándose. Pero la principal razón hubo de ser el cambio del gusto, la exuberancia de la producción dramática y novelesca, que había llevado al ingenio español por otros rumbos y ofrecía á los hombres del siglo XVII alimento más adecuado á sus inclinaciones. La Celestina era todavía compatible con el arte de Cervantes, de Quevedo, de Lope, de Tirso, puesto que le contenía en germen, pero no era compatible con los Góngoras, Calderones y Gracianes. Cuando triunfaron los cultos, los discretos y sutiles, y se prefirió el estilo almidonado á la ejecución franca y vigorosa, pocos paladares pudieron gustar con deleite aquel fruto sabrosamente agrio del árbol nacional[194].

Y menos todavía en el siglo XVIII, cuya labor científica es tan respetable, pero que en literatura produjo poco bueno, y eso en sus postrimerías. Los eruditos preceptistas y críticos que más nombre tuvieron en aquella centuria, Luzán[195], Nasarre[196],[Pg cxxvii] Mayans[197], Velázquez[198], el mismo Jovellanos[199], tuvieron palabras de justo aprecio para la Tragicomedia, aunque deplorando el daño que podía producir su lectura. Las ideas que entonces generalmente dominaban sobre preceptiva dramática eran más conciliables con la Celestina que con la comedia llamada por excelencia española; pero nadie antes de Moratín fijó con precisión el carácter de aquella fábula inmortal ni su puesto único en la historia del teatro. Prescindiendo de estas simpatías literarias[200], no hay duda que la Celestina había dejado de ser un libro popular. Los ejemplares de las antiguas ediciones, con haber sido tan numerosas, escaseaban mucho, y sabemos por algún testimonio contemporáneo que no faltaban beatos imbéciles que se dedicasen á destruirlos[201]. La libertad de su lenguaje contrastaba con la blanda mojigatería reinante que, sin fuerza para impedir la invasión de las malas [Pg cxxviii]ideas, tenía la suficiente para llenar la vida de molestias pueriles. El Expurgatorio de 1747 acrecentó el rigor de los anteriores, y así paso á paso se llegó á la absoluta prohibición del edicto de 1793, reproducida en el Índice de 1805.

Pero á la Inquisición le quedaban pocos días de vida, y sus edictos, cada día menos acatados, sólo servían para despertar la codicia del fruto prohibido. Así fué que en el segundo período constitucional, á la sombra de la omnímoda libertad de imprenta, resurgió la madre Celestina después de un enterramiento de siglo y medio. La edición de 1822, impresa por D. León Amarita, fué meritoria para entonces, y algún tacto crítico revela en la elección de las variantes, pero son pocos los textos antiguos que se tuvieron presentes y no los mejores, siguiendo por lo general el de Salamanca, 1570, por Matías Gast. Fué autor del prólogo, y dirigió la parte literaria de la publicación, no el impresor Amarita, como generalmente se cree, sino el famoso traductor de Horacio D. Francisco Javier de Burgos, según me aseguró D. Aureliano Fernández-Guerra habérselo oído al mismo Burgos en Granada.

Esta edición, que con más ó menos precauciones siguió vendiéndose durante el reinado de Fernando VII, fué reimpresa por el mismo Amarita en 1835 y copiada servilmente en el tomo tercero de la Biblioteca de Rivadeneyra, 1846, de la cual se derivan otras varias que es inútil citar. Más apreciable que este texto ecléctico es el de Barcelona, 1841, por D. Tomás Gorchs[202], que al parecer nos da, aunque con ortografía modernizada, la lección de uno de los ejemplares más antiguos, el de Zaragoza, 1507, que poseyó D. Manuel Bofarull. El prólogo y las notas fueron escritos por el literato tortosino D. Jaime Tió[203]. En 1899, para festejar el centenario de la aparición de la Celestina, reimprimió lujosamente en Vigo el malogrado editor suizo D. Eugenio Krapf la edición valenciana de 1514, con aparato de variantes, copiosa bibliografía y apéndices útiles. En 1900 exhumó el señor Foulché-Delbosc la edición de 1501, y en 1902 la de 1499. Cuando esté reimpreso con la misma exactitud el texto de 1502, tendrá base enteramente sólida la reconstrucción de la Celestina, y podrá hacerse de ella una edición crítica y filológica.

Las traducciones que en varias lenguas se hicieron de este drama inmortal, ya en los siglos XVI y XVII, ya en tiempos modernos, tienen grande interés, no sólo como testimonio del universal aprecio del libro, sino por ser algunas de ellas insignes monumentos [Pg cxxix]de sus respectivas literaturas. La Celestina ejerció, por medio de ellas, positiva influencia en los orígenes del teatro y de la novela, y convirtió en clásicos á algunos de sus intérpretes, como Wirsung y Mabbe.

La más antigua de estas traducciones, y fuente de varias otras, es la italiana del español Alfonso Ordóñez, familiar del papa Julio II, hecha por invitación de la Illustrissima Madonna Gentile Feltria de Campo Fregoso. Fué acabada de imprimir en Roma, á 29 de enero de 1506, y compite en rareza con las más peregrinas ediciones españolas[204]. Aunque su título diga «de lingua casteliana in italiana nouamente traducta», no basta para que podamos inferir que hubiese otra traducción ó edición anterior, porque el novamente puede tener aquí, como en otros casos, el sentido de nuper (poco ha, recientemente). Tampoco es argumento para probar que hubiese una edición de 1505 la última octava del traductor, con que termina la de 1506:

Nel mille cinquecento cinque appunto
Despagnolo in idioman italiano
E stato questo opuscul trasunto
Dame Alphonso de Hordognez nato hispano.

Aistanzia di colei cha in se rasunto
Ogni bel modo et ornamento humano
Gentil feltria fregosa honesta e degna
In cui vera virtu triumpha e regna.

Estos versos sólo dicen que Alfonso Ordóñez hizo la traducción en 1505, y seguramente en aquel mismo año comenzaría á imprimirse, aunque se acabara en los primeros días del siguiente. La versión de Ordóñez, notable por su fidelidad, se ajusta, con leves diferencias, al texto de las ediciones de 1502, en veintiún actos, sin que por ningún motivo pueda afirmarse que el intérprete conociera la forma primitiva de la tragicomedia, ni mucho menos aprovechase sus variantes.

El haber aparecido esta traducción bajo los auspicios de una ilustre señora, que expresamente encargó de ella á un familiar del Papa[205], indica que la Celestina no había de encontrar obstáculos para su difusión en la Italia del Renacimiento, que mal podía escandalizarse de nada. Hasta once veces fué reproducida en aquel siglo por las prensas de Venecia y Milán[206]. Su estudio hubiera podido ser muy útil á los dramaturgos [Pg cxxx]del Cinquecento, pero los italianos de aquel siglo desdeñaban las literaturas vulgares y no reconocían más modelos que Terencio y Plauto, á los cuales sacrificaron su originalidad, que sólo conservan en los detalles de costumbres[207]. Ni siquiera puede sostenerse con probabilidad que el admirable rufián Centurio y las innumerables copias que hay de él en todas las imitaciones de la Celestina influyesen directamente en la creación del tipo grotesco del capitán fanfarrón y matamoros que invadió la escena italiana, si bien tengan algunas semejanzas, derivadas de su común origen, que ha de buscarse en los Pyrgopolinices y Trasones de la antigüedad. Además, ni Centurio, ni Galterio, ni Pandulfo, ni Brumandilón, ni Escalión son capitanes, ni sus bravezas, fieros y rebatos tienen que ver con la honrada profesión militar, sino con la torpe vida lupanaria. La verdadera pintura de las costumbres del campamento está en la Comedia Soldadesca, de Torres Naharro, que precisamente fué escrita y representada en Italia. El tipo italiano, que degeneró muy pronto en caricatura grotesca del soldado español, el más temido y más odiado en aquella península, se explica por sí mismo y por las circunstancias históricas en que nació. Generalmente habla en castellano, y lleva nombres archirretumbantes, como «el capitán Cardona Matamoros, Rajabroqueles, Sangre y Fuego». Era, en suma, un género equivalente á las Rodomontadas españolas, tan gratas á los franceses[208]. Algunos de los que componían estas farsas habían leído la Celestina y plagian frases de Centurio. Así, por ejemplo, el cómico napolitano Fabricio de Fornaris, en su Angélica, representada en París el año 1584, hace hablar así al capitán Cocodrilo, ponderando las virtudes de su espada: «Quién puebla más los cimiterios d' esta tierra sino ella? Quién ha hecho ricos los cyrugianos del mundo?

[Pg cxxxi]

Quién da de contino que hazer á los armeros? Quién destroza la mala y fina?» (sic, por malla fina), etc., etc.[209].

De la traducción italiana procede la muy famosa alemana de Máximo Wirsung, publicada en Augsburgo en 1520 y reimpresa con algunos cambios en 1533; ediciones rarísimas entrambas y cuyo precio se acrecienta por los artísticos grabados en madera de Hans Burgkmair, célebre colaborador de Alberto Durero[210]. Es bajo todos aspectos un hermoso libro del Renacimiento, del cual España carecería, probablemente, si algún antiguo jesuita alemán no hubiese traído el ejemplar que se conserva en la Biblioteca de los Estudios de San Isidro[211]. Tenía Max Wirsung veintiún años cuando publicó su traducción, que dice hecha del «lombardo» (lumbardisch welsch), lo cual indica que trabajó sobre una de las dos ediciones de Milán, 1514 ó 1515, á no ser que considerase como parte de Lombardía á Venecia, donde declara haber pasado algunos años y adquirido el conocimiento de la lengua. En la dedicatoria á su primo Ernesto Mateo Langen de Wellenburg, que termina recomendándose á la benevolencia del Cardenal arzobispo de Salzburgo, repite con otras palabras las prevenciones de Rojas sobre el fin moral del libro y sobre su carácter mixto de trágico y cómico: «Tragedia, como tú sabes, es un género que tiene alegre comienzo y término triste. Tal es el presente libro. También se le puede llamar comedia, porque nos muestra, entre burlas y veras, unos amores de dos jóvenes que se valen de sus criados y doncellas; y describe, en especial, la perversa seducción de rufianes y alcahuetas, y otros diferentes lances y negocios de los hombres... Te envío esta tragedia, querido primo, como un presente muy adecuado á tu florida edad y á la mía, pues aquí podemos aprender lo que por experiencia no sabemos todavía, y librarnos del peligroso mar de las sirenas y desconfiar de las malas mañas de los falsos servidores y de las engañosas palabras de las viejas hechiceras, que quieren arrastrarnos á la relajación y hacernos perder la flor de la juventud, que nunca se recobra, y enajenarnos de la voluntad propia y convertirnos en siervos de la ajena»[212].

La traducción está hecha con el mismo candor del prólogo, y con gran viveza y frescura, según declaran los críticos alemanes. No podía ser enteramente fiel no siendo directa, pero la versión italiana que le sirvió de norma es poco más que un calco. Wirsung procede con libertad de artista, y según el genio de la lengua en que escribe, añade ó modifica algunos pasajes, pero ninguno es de verdadera importancia, más que las pocas palabras puestas como conclusión del acto XXI y de toda la obra. Sabido es que en el original se cierra con la lamentación de Pleberio y el in hac lachrimarum valle, que falta, por cierto, en las ediciones de 1499 y 1501. Wirsung da más animación dramática al final y hace intervenir en el diálogo á la madre de Melibea[213].

[Pg cxxxii]

A pesar de su excelencia literaria, esta traducción cayó muy pronto en olvido, puesto que sólo una vez fué reimpresa[214]. Es enteramente inverisímil que Goethe la conociera. Si Marta hace pensar en Celestina, y las escenas de la seducción de Margarita evocan las del jardín de Melibea, es por una coincidencia remota y casual. El romanticismo alemán fué el que desenterró la obra de Wirsung, diciendo de ella, por boca de Clemente Brentano, en una de sus cartas á Tieck: «Es tan original, tan llena de vida, tan propia en el lenguaje, que jamás he visto cosa igual; hacer una traducción mejor, es completamente imposible»[215].

No debió de pensarlo así Eduardo de Bulow, quien en 1843 publicó una nueva Celestina traducida del original, que Wolf declara estar hecha con la mayor precisión y elegancia posibles, aunque el mismo traductor reconoce que, por acomodarse al gusto de su nación, tuvo que hacer una «seca atenuación germánica» de ciertos discursos y expresiones demasiado libres.

No puedo asegurar, por no haber tenido ocasión de verla nunca, si la primera y rarísima traducción francesa de 1527, reimpresa en 1529 y 1532, procede del original ó de la italiana de Ordóñez, pero no cabe duda que á ésta se atiene el segundo traductor Jacques de Lavardin, Señor de Plessis Bourrot, en Turena, á quien su padre confió el encargo de ponerla en su lengua para «beneficio singular» de sus hermanos, por ser [Pg cxxxiii]un claro espejo y virtuosa doctrina que enseña á gobernarse bien en los casos de la vida»[216]. Como se ve, la ejemplaridad de la tragicomedia tenía muchos partidarios y las declaraciones de Rojas se tomaban al pie de la letra. Wirsung, Gaspar Barth y Salas Barbadillo dicen en sustancia lo mismo, pero ninguno de ellos era padre de familia como el viejo caballero de Turena, lo cual da más peso á su testimonio, que hoy nos parece tan extraordinario[217].

Esta versión hecha en la sabrosa lengua del siglo XVI tuvo tres ediciones, la primera de París en 1578 y las dos siguientes de Ruán en 1598 y 1599. La interpretación francesa que acompaña al texto castellano en la edición, también de Ruán, de 1633, está hecha directamente del castellano, pero vale poco. A todas las antiguas supera, y es sin duda una de las mejores traducciones de la Celestina, la que Germond de Lavigne publicó en 1841 y reimprimió con algunas enmiendas en 1873[218]. El ensayo histórico que la precede contiene graves errores, lo mismo que las notas; pero tiene Germond de Lavigne el mérito de haber sido uno de los primeros que reconocieron la unidad de la obra y la atribuyeron totalmente á Fernando de Rojas. Sus conocimientos en historia literaria eran superficiales y confusos, pero entendió y tradujo bien ciertas obras, sobre todo la Celestina, que admiraba con franqueza.

No ha tenido la Celestina acción directa sobre la literatura de nuestros vecinos, pero se encuentra mencionada en varios autores del siglo XVI, el más antiguo Clemente Marot:

[Pg cxxxiv]

Or ça, le livre de Flammete,
Formosum Pastor, «Celestine»,
Tout cela est bonne doctrine
Et n'y a rien de deffendu[219]

Buenaventura Desperiers, en el cuento décimosexto de sus Nouvelles Récréations et Joyeux Devis, la cuenta entre las lecturas favoritas de los elegantes de París: «Et avec cela il avoit leu Bocace et Celestine»[220].

Cuando se lee la famosa Macette de Maturino Regnier, que Sainte Beuve llamaba «nieta de Patelin y abuela de Tartuffe», nos sentimos inclinados á emparentarla con la madre Celestina. En el fondo, la sátira del poeta francés no es más que una imitación de la elegía de Ovidio sobre Dipsas, cuyos principales rasgos conserva y traduce libremente. Pero suprime uno, el de la magia, y añade otro, el de la hipocresía. Creo que éste ha sido tomado de las costumbres de su tiempo, sin ningún intermedio literario. Celestina conviene con Macette en lo que una y otra tienen de Dipsas y de Acanthis, pero Macette es muy poca persona al lado de Celestina. Macette es gazmoña y beata, afecta una devoción fingida para encubrir sus malas artes. También Celestina tiene sus devociones, y de ellas se vale para sus añagazas; pero escarbando en el fondo de su alma se encuentra, no una ruin y apocada mojigatería ó tartufismo, sino una cínica y monstruosa confusión de lo religioso y lo diabólico. La hipocresía de Macette es epidérmica; á la de Celestina ni aun el nombre de hipocresía le cuadra, porque se trata de algo mucho más tenebroso y espantable.

De todos modos, la sátira de Regnier prueba, aunque por otro camino, la influencia española en Francia:

Elle lit Saint Bernard, la Guide des Pecheurs,
Les Meditations de la Mère Thérese...[221].

Fué la Celestina el primer libro español traducido al inglés, aunque en detestables condiciones. Se trata de una adaptación en pésimos versos, publicada por los años de 1530, y atribuída por algunos á Juan Rastell, del cual sólo consta que la hizo imprimir. Comprende únicamente los cuatro primeros actos y está hecha sobre la versión italiana de Ordóñez[222]. Consta también que en 5 de octubre de 1598, un cierto [Pg cxxxv]William Aspley solicitó y obtuvo privilegio para imprimir una obra titulada The Tragicke Comedye of Celestina, pero no queda de ella más noticia[223].

Apareció, por fin, en 1631, The Spanish Bawd, de James Mabbe, «el mejor traductor que ha tenido la lengua inglesa, á excepción de Eduardo Fitz-Gerald», según el parecer de Fitzmaurice-Kelly. Mabbe, que no sólo tradujo la Celestina, sino El Pícaro Guzmán de Alfarache, algunas de las novelas de Cervantes y un tomo de sermones del padre Cristóbal Fonseca, era un conocedor eminente de nuestra lengua y un prosista clásico en la suya. Desde 1611 á 1613 había vivido en Madrid, como secretario del embajador Sir John Digby, después Conde de Bristol, y á su vuelta á Inglaterra prosiguió cultivando sus aficiones hispánicas, en que le estimulaba y acompañaba su amigo el profesor de Oxford, Leonardo Digges, excelente traductor de El Español Gerardo.

La versión de la Celestina se publicó anónima, pero la dedicatoria va firmada por Don Diego Puede-ser, juego de palabras con que Mabbe quiso disimular su nombre ligeramente alterado: James May-be. Á diferencia de otros traductores confiesa ingenuamente que la Celestina es un libro non sine scelere, pero que puede tener utilidad: non sine utilitate. «La heroína es mala, pero sus preceptos son hermosos; sus ejemplos son perversos, pero su doctrina es buena; su traje es roto y andrajoso, pero su mente está enriquecida con muchas sentencias de oro»[224]. Y prosigue haciendo en estilo ligeramente eufuístico una gran ponderación de los méritos de la obra: «Aquí encontraréis sentencias dignas de ser escritas, no en frágil papel, sino en cedro ó en perenne ciprés; no con pluma de ánsar, sino con la del Fénix; no con tinta, sino con bálsamo; no con letras negras, sino con caracteres de oro y azul; sentencias dignas de ser leídas, no sólo por el lascivo Clodio ó el afeminado Sardanápalo, sino por los más graves Catones ó severos estoicos». «No se me oculta (añade) que este libro tendrá algunos detractores, que como perros que ladran por costumbre, condenarán toda la obra, solamente porque alguna frase de ella es más obscena que lo que tolera el estilo culto y urbano; lo cual yo no he de negar, aunque esos pasajes están escritos para reprender el vicio, no para insinuarle. No veo razón para que se abstengan de leer una gran cantidad de cosas buenas porque tengan que entresacarlas de las malas. Que no se ha de desdeñar la perla, aunque se pesque en agua turbia, ni el oro, aunque se arranque de una mina infecta...»

Después de haber comparado á los tales detractores con el escarabajo de la fábula, dice que cuantos sabios han podido leer la Celestina en su lengua la han estimado como «el oro entre los metales, como el carbunclo entre las piedras preciosas, como la palma entre los árboles, como el águila entre los pájaros y como el Sol entre las luminarias inferiores; en suma, como lo más escogido y lo más excelente. Pero así como la luz del gran Planeta ofende á los ojos enfermos y conforta á los sanos, así la Celestina puede ser un veneno para los que tienen el corazón dañado y profano, pero para los ánimos castos y honestos es un preservativo contra tantos escándalos como ocurren en el mundo»[225].

[Pg cxxxvi]

Mabbe, que nunca fué puritano, defiende en este notable prólogo la legitimidad de las representaciones del mal, así en Pintura como en Poesía: «Non laudare rem sed artem: no se aplaude la materia de la imitación, sino la pericia y destreza del artista que ha representado tan al vivo el objeto que se proponía. De parecido modo, cuando leemos las viles acciones de rameras y rufianes y su bestial modo de vivir, no las aprobamos por buenas ni las aceptamos por honestas, pero admiramos el juicio de los autores que han desarrollado su argumento de un modo tan propio y adecuado á los caracteres»[226].

Recuerda el ejemplo de los lacedemonios, que emborrachaban á sus esclavos para hacer aborrecible la embriaguez, y aconseja al lector de la Celestina que imite «al generoso corcel que se solaza donde hay dulce y saludable pasto, y no al perro hambriento, que agarra y despedaza sin elección todo lo que encuentra en su camino». En suma, recomienda la Celestina, pero no sin distinción á toda clase de personas.

Su traducción es clásica y magistral, á juicio de los críticos ingleses, y en nada adolece del conceptismo y culteranismo que campean en sus prólogos. El docto hispanista Fitzmaurice-Kelly, que ha hecho de ella una lindísima reimpresión[227], dice en su prólogo que «mucho del vigor, de la pasión y del fuego de Rojas, y mucho también de aquella gravitas et probitas que en él reconocía Barth, han pasado á la copia, y si sus colores no son siempre los mismos del original, ostentan sin embargo no común brillantez y belleza». «La fina sencillez, el ritmo y la música de esta versión, la amplitud y la urbanidad del estilo, llevan el sello de la edad heroica de la prosa inglesa. Ningún escritor de su tiempo le aventajó en la descripción directa, ninguno tuvo mejor oído para la cadencia de la frase».

[Pg cxxxvii]

Solamente de la fidelidad podemos juzgar los españoles, y hay que reconocérsela en el conjunto, aunque no tanto como á Ordóñez y á Wirsung, precisamente porque Mabbe hizo una traducción más literaria. Su propio gusto y el de su tiempo le llevaba á la amplificación, y pareciéndole sobria la Celestina, aunque sólo en apariencia lo sea[228], la llenó de redundancias y pleonasmos. Pero sus adiciones son meramente verbales, y en cambio no suprime nada ó casi nada, cumpliendo lealmente sus obligaciones de traductor, salvo en un punto muy curioso. Por escrúpulos protestantes evita todas las alusiones al culto católico, sustituyéndolas con disparatadas reminiscencias clásicas. Así en vez de «estaciones, procesiones de noche, misas del gallo, misas del alma y otras secretas devociones», habla intrépidamente de «los misterios de Vesta y de la Buena Diosa». En lugar de la iglesia de Santa María Magdalena cita la «arboleda de los mirtos»... Un abad se convierte en un flamen, las monjas en Vestales y todo lo demás á este tenor. Pero estos son ligeros é imperceptibles lunares en una obra maestra que honra por igual á las literaturas inglesa y española.

Shakespeare había muerto catorce años antes de publicarse esta versión, y ningún provecho hubiera podido sacar de la antigua en verso, que sólo comprende cuatro actos. Pero aun admitiendo, lo cual dista mucho de estar probado, que no supiese el castellano, pudo leer la Celestina, y es muy verisímil que la leyera, en la versión italiana, tan difundida, de Ordóñez, ó en alguna de las francesas. De este modo tendrían fácil explicación las semejanzas con Romeo y Julieta, notadas desde antiguo por la crítica alemana y admitidas á lo menos como posibles por los hispanistas ingleses[229].

Sólo por mera referencia bibliográfica nos es dado citar las cuatro ediciones en holandés ó flamenco que salieron de las prensas de Amberes en 1550, 1574, 1580 y 1616, y pertenecen, al parecer, á dos distintas traducciones, cuyo origen no podemos fijar. Acaso haya otras en lenguas vulgares, que no han llegado á nuestra noticia.

Faltaba á la Celestina la consagración suprema que un libro del Renacimiento podía tener: el ser traducido á la lengua sabia, y comentado y puesto en manos de los doctos como un autor de la clásica antigüedad. Tal fué la empresa que acometió y llevó á término el célebre humanista de Brandeburgo Gaspar Barth (Barthius), tan famoso por su ciencia como por sus extravagancias, aunque no fuese ni con mucho el prototipo del Licenciado Vidriera, como han supuesto ineptamente algunos cervantistas. Gaspar Barth, que había viajado por España después de 1618, era el más ferviente admirador [Pg cxxxviii]de nuestra lengua y de nuestra literatura que puede darse. No sólo tradujo y publicó en latín la Celestina, la Diana Enamorada de Gil Polo y la refundición española que Fernán Xuarez había hecho de uno de los Coloquios del Aretino, sino que dejó inéditas otras novelas latinizadas, una de ellas la Diana de Montemayor y más de treinta volúmenes de fábulas milesias, tomadas de varios idiomas[230], entre las cuales sabemos que figuraban los Cuentos de la Reina de Navarra y las Noches de Invierno de Antonio de Eslava[231]. Todo ello estaba traducido antes de 1624, en que salió de las prensas de Francfort el Pornoboscodidascalus Latinus, pedantesco título que dió Barth á su traducción de la Celestina, calificándola desde el frontispicio de Liber plane divinus[232].

Son tantas y tan curiosas las especies que en los prolegómenos y en las animadversiones ó notas de Gaspar Barth se consignan, y tan singular la versión en sí misma, que no puedo menos de detenerme algo en ella, aunque todavía merecen más amplio estudio esta y las demás traducciones latinas que en el siglo XVII hicieron de nuestras novelas y libros de pasatiempos algunos humanistas germánicos. Ellos fueron á su modo los primeros hispanizantes de su nación.

Precede al libro una larga Dissertatio, que contiene uno de los más interesantes juicios que se han escrito sobre la Celestina. Después de tratar en general de la utilidad de las fábulas dramáticas y novelescas, que considera más instructivas y verdaderas que la Historia misma, y de la razón que el mismo Barth tuvo para dedicarse al moderno hispanismo (ad Hispanismum hodiernum), buscando en él novedades que no [Pg cxxxix]podían ofrecer ya las obras de griegos y latinos, tan familiares á todos los eruditos, trata en particular del libro que quiso precediese á todos, porque la juventud puede encontrar en él los documentos más necesarios para la cautela y prudencia de la vida. «Son tantas (prosigue) y tan oportunas y capitales las sentencias sacadas del mismo fondo de las cosas, que quien las fije en su ánimo como reglas para dirigir la vida y asiduamente las practique, tendrá bastante con ellas solas para merecer no vulgar opinión de sabiduría entre todos los buenos jueces. Añádase la excelencia del estilo, que en su lengua original es tan elegante, pulido, exacto, numeroso, grave y venerable, que según confesión unánime de los españoles, pocos pueden encontrarse iguales en todo el campo de la literatura. Nada diré de aquel genio particular que tuvo este escritor para caracterizar las personas y hacerlas hablar adecuadamente, en lo cual es cierto que supera á todos los monumentos que nos han quedado de la antigüedad griega y latina. Sus sentencias, que hieren y penetran con admirable energía en los espíritus más vulgares, como si para ellos solos fuesen escritos, son materia de meditación para los sabios de más profunda doctrina»[233].

El humanista alemán reconoce finamente, aunque en los términos de la crítica de su tiempo, aquella especie de objetividad serena, que es uno de los encantos de la Celestina: «Su autor tiene conciencia de la verdadera filosofía, pero no afecta indignación alguna contra los vicios, conserva en todas las situaciones la tranquilidad de su alma, va al fondo de las cosas, y con cierta suavidad divina cumple entre tanto su papel de castigador»[234].

Gaspar Barth, á pesar de ser humanista de profesión y haber comentado á innumerables autores clásicos, estaba por los modernos contra los antiguos. El siglo en que había nacido le parecía mucho más fecundo en ingenios que todos los anteriores, y las lenguas modernas mucho más ricas en obras de amenidad. Pero entre todas descollaba á sus ojos la lengua española, cuya «gravedad y propiedad» se habían manifestado en numerosas ficciones, tan útiles como deleitables, que cada día salían á luz. Y si en otras lenguas, principalmente en la francesa, se encontraba este género de libros, eran trasunto en gran parte de las invenciones ó ilustraciones de los españoles[235].

[Pg cxl]

Entre todas estas invenciones el autor da la palma á la Celestina, sin hacer ninguna alusión al Quijote, lo cual es verdaderamente extraordinario, porque desde 1615 había podido leerle completo él que andaba siempre á caza de novelas españolas.

Es muy curioso, aunque demasiado largo para transcribirse aquí, lo que Barth observa sobre cada uno de los personajes de la Celestina, «tan divinamente inventados (dice), que parece que el autor los conoció vivos y los llamó á su tribunal». Analiza muy bien el coloquio de Celestina con Melibea, haciendo notar que eran superfluos los encantamientos, pues apenas ninguna doncella hubiera podido resistir á tales asaltos[236]. Toda esta página es de una crítica enteramente moderna, á pesar de la exótica vestidura que á su autor plugo darle. Barth había estudiado profundamente la Celestina, y este análisis psicológico de los caracteres lo prueba. Su entusiasmo era grande, pero se fundaba en razones técnicas que arguyen rara penetración para un crítico del siglo XVII.

Barth, como otros muchos, supone que la Celestina es un libro de utilidad moral, pero entiende esta utilidad de un modo asaz extravagante. No se trata de los puros preceptos de la Ética, sino de cierta sabiduría práctica y mundana, llevada á tan alto punto, que quien posea á fondo este libro no podrá ser engañado por nadie, triunfará de todos sus adversarios, ganará amigos y los conservará; todo el mundo le será adicto por amor ó por temor, y tendrá siempre próspera fortuna en sus negocios. En suma, una verdadera ganga, lograda sin más trabajo que la frecuente lectura de un libro tan chico y tan ameno. Y todo esto no lo dice de oídas el grave humanista, sino que procura corroborarlo con el caso de un amigo suyo, muy astuto y sagaz, que labró su fortuna en el mundo aplicando, con oportunidad, á todos los lances de la vida, ya una ya otra de las sentencias de la tragicomedia que tenía recogidas y clasificadas en su memoria[237]. Cuando se lee tan extraño pasaje, no puede menos de darse algún crédito á la antigua leyenda de la locura que temporalmente afligió á Gaspar Barth.

[Pg cxli]

Pero su traducción hízola sin duda en un intervalo de plena lucidez, y no de la manera extemporánea é improvisada que él da á entender, queriendo imitar aun en esto al autor primitivo. Dos semanas de trabajo dice que le costó: afirmación poco menos increíble que la de Rojas[238]. Gaspar Barth tenía una asombrosa facilidad de trabajo, y sus particulares aficiones le habían familiarizado con la lengua de los poetas cómicos Terencio y Plauto y de los novelistas Petronio y Apuleyo, lo cual le proporcionó grandes recursos para interpretar la Celestina con el sabor clásico que en su original tiene, restituyendo de este modo á la lengua madre lo que remotamente procedía de ella. Pero aunque la obra de Rojas tenga mucho de comedia humanística, tiene todavía más de indígena y castizo, lo cual dificulta su versión, sobre todo en una lengua muerta. El latinista alemán, que tenía plena conciencia de sus deberes de traductor, hizo cuanto humanamente era dable para vencer esta dificultad, ciñéndose al texto lo más cerca posible, sin permitirse apenas amplificación alguna, pues no llegan á diez, según su cálculo, los lugares en que añadió algo studio delectationis ó por amor á la claridad de la locución, que quiso que fuese tanto ó más perspicua que en el original. La mayor dificultad consistía en los proverbios, y ésta la sorteó como pudo, dejándolos sin traducir unas veces y dando otras el sentido, aunque no en forma paremiológica. Trasladarlos palabra por palabra hubiera sido absurdo, pero no era tan difícil encontrar equivalentes de muchos de ellos, aun sin salir de los Adagios de Erasmo, ya que no existía entonces la socorrida colección hispánica del Dr. Caro y Cejudo[239].

No esquivó la traducción de los versos, honrándose con ser el primero que había adaptado á los metros antiguos la poética de nuestra lengua. Véase alguna muestra de estos peregrinos ensayos, en que predomina la estrofa sáfica. Canta Lucrecia en la escena del jardin:

Laetus est fontis lepor, unda vivens:
Grata torrenti site macerato:
Gratior vultus tamen est Callisti,
Mi Melibaee.
....................................................................
[Pg cxlii] Gaudio exultant tenerae capellae,
Matris advisae gravidas papillas,
Sponsi in adventum Melibaea toto
Pectore laeta est.
Nemo tam charae fuit umquam amicae
Gratus adventor; neque visitata est
Ulla nox umquam simile lepore
Inter amantes[240].

El contraste del metro horaciano con el ritmo corto y gracioso de los versos originales no puede menos de parecer violento, tanto en esta canción como en la de Melibea, excepto en los eptasílabos finales, que remedan bastante bien el rápido giro de la copla de pie quebrado:

Iam noctis it meridies,
Differt adesse Adoneus!
An ille vinctus alterâ
Amasiam hanc fastidiet.

Aunque Barth no pasaba de mediocre poeta, tenía tal flujo de versificar, que después de haber traducido en prosa el razonamiento de Melibea antes de suicidarse, volvió á ponerle en versos hexámetros, que se leen por apéndice en su libro[241].

Su prosa es abundante y ecléctica, no muy limada, pero exenta de las fastidiosas afectaciones ciceronianas del siglo anterior, no menos que de aquel refinado culteranismo que en el siglo XVII tuvo por principal representante á Juan Barclay, célebre autor de las dos novelas Argenis y Euphormio. La gravedad y probidad del estilo de la Celestina, que Barth tanto encomia, le ha salvado de los dulces vicios y vana frondosidad del humanismo decadente, á los cuales no deja de propender en otras obras.

En cuanto á fidelidad tiene pocas tachas. Raras veces equivoca el sentido, y sólo en dos ó tres casos se permite expurgar levemente un texto que miraba con veneración supersticiosa. Estas supresiones no recaen, ni en lo que se dice de las gentes de iglesia, puesto que Barth era protestante; ni en las blasfemias amatorias de Calisto, que la Inquisición mandó tachar en el Pornoboscodidascalus, lo mismo que en el original; ni mucho menos en las escenas de amores, sino en la enumeración de algunas de las drogas, ungüentos y confecciones de que se valía Celestina para sus dañadas artes, y que al traductor no le parecían materia propia para ser divulgada, aun siendo vanas en sí mismas.

Como ligera muestra del brío y la elegante soltura con que en general está hecha esta versión, copio en nota un breve pasaje del acto XIX (segunda escena del jardín), que el lector puede cotejar fácilmente con el texto castellano citado pocas páginas más atrás[242].

[Pg cxliii]

Acompañan al Pornoboscodidascalus, con el título de Animadversiones tralatiae, cerca de doscientas páginas de notas, que son hasta la hora presente el único comentario de la Celestina, ya que no puede calificarse de tal un centón inédito de reflexiones morales, escrito en España hacia mediados del siglo XVI, y que no conceptuamos digno de salir del olvido en que yace, puesto que ninguna luz proporciona para la inteligencia de la tragicomedia, á lo menos en la parte hasta donde ha alcanzado nuestra paciencia[243]. Cosa muy distinta son las notas de Barth, doctas y prolijas al modo de las que solían ponerse á los clásicos de la antigüedad. No puede negarse que hay en ellas mucha erudición impertinente y falta á veces la necesaria. Basta que en el prólogo de Rojas se nombre á Heráclito para que el traductor se crea obligado á darnos un extenso artículo sobre la vida y opiniones de dicho filósofo. Sobre el basilisco, sobre la víbora, sobre el pez equino y el ave Ruch ó Roc nos regala sendas disertaciones, llenas de citas y testimonios que prueban su enorme é indigesta lectura. Pero de este fárrago pueden entresacarse curiosos rasgos críticos que completan el juicio expresado en el preámbulo; observaciones sobre algunos lugares difíciles del texto y sobre su propia traducción; curiosas noticias literarias, incluso algunos versos castellanos de autor desconocido. En cambio confiesa su ignorancia en cosas tan sabidas como la historia de Macías, y muy rara vez indica la fuente de alguna sentencia ó expresión. De todos modos, no perderá el tiempo quien repase con algún cuidado estas notas, olvidadas en un libro rarísimo. ¡Tiene tan pocos aficionados la latinidad moderna!

Tal fué el triunfal camino que por Europa recorrió la Celestina, dejando en todas partes alguna huella de su paso. Pero su influencia más directa y profunda se ejerció, desde el momento de su aparición, en nuestras letras nacionales. Ora se la califique de novela, ora de drama, ora se diga con Wolf, y es acaso el parecer más cierto, que la cuestión de nombre es ociosa, puesto que la obra de Rojas nació en un tiempo en que [Pg cxliv]los géneros literarios apenas comenzaban á deslindarse y la dramática moderna no existía más que en germen[244], es tan rica la materia estética de la Celestina, tan amplia su objetividad, tan humano su argumento, tan viva y minuciosa la pintura de costumbres, tan espléndida la lengua y tan vigoroso el diálogo, que no pudo menos de acelerar el desarrollo de las dos grandes formas representativas de la vida nacional, y aun puede decirse que en el teatro obró antes y con más eficacia que en la novela[245].

Cuando apareció la inmortal tragicomedia, apenas comenzaba á secularizarse nuestra poesía dramática en algunas sencillas églogas de Juan del Enzina, impresas en su Cancionero de 1496 y que apenas pasan de diálogos sin acción. Pero esta su primera manera aparece profundamente modificada en las piezas que compuso durante su larga residencia en Roma, no precisamente por la influencia de modelos italianos, que hasta ahora no podemos afirmar ni negar, sino por el estudio asiduo de dos libros castellanos en prosa: la Cárcel de Amor y la Celestina. De uno y otro se asimiló algunos elementos y los incorporó bien ó mal en su naciente dramaturgia. La pasión de Melibea le sirvió de modelo para las ardientes imprecaciones que pone en labios de la celosa y desesperada Plácida. Tanto la Égloga que lleva su nombre unido con el de Vitoriano, como la de Fileno y Zambardo, terminan con un suicidio que tiene visos de apoteosis gentílica en la primera y de canonización cristiana en la segunda: tal era entonces la licencia y relajación de las ideas[246]. Pero en general el vate salmantino no acertó á remedar sino la parte ínfima de la tragicomedia, las escenas lupanarias de bajo cómico, que por su grosería misma habían de ser las que tentasen más á los lectores vulgares y á los imitadores de corto vuelo. Los chistes más que deshonestos de Eritea y Fulgencia [Pg cxlv]en la ya citada Égloga de Plácida y Vitoriano[247] bastan para caracterizar esta triste manera de imitación, que alcanza monstruoso desarrollo en el curso del siglo XVI. Prescindiendo de este falso rumbo que llenó de torpezas nuestra literatura, lo que Enzina hubiera debido aprender principalmente de Rojas era el artificio de una fábula más complicada, el estudio de los caracteres, la viveza y nervio de la expresión. Pero en todo esto adelantó muy poco el patriarca de nuestro drama, porque sus fuerzas no eran para tanto, aun asistidas por tal modelo.

Mucho más lo hubieran sido las del gran poeta portugués, que es la mayor figura de nuestro primitivo teatro. También Gil Vicente debe á la Celestina escenas de las más picantes, y sobre todo el tipo de la alcahueta Brígida Vaz, que tan desvergonzadamente pregona sus baratijas en la Barca do Inferno, pieza que (dicho sea entre paréntesis) fué representada en la cámara regia «para consolación de la muy católica y sancta reina Doña María, estando enferma del mal de que falleció»[248]. Sin llegar á la imitación directa, como en este caso, hay en el teatro de Gil Vicente, sobre todo en las farsas, muchos elementos celestinescos, y aun verdaderas celestinas; verbigracia, Branca Gil en O Velho da Horta[249], la bruja Ginebra Pereira en el Auto das Fadas[250], la Ana Dias [Pg cxlvi]en O Juiz da Beira[251]. Pero la genialidad lírica del autor le lleva á la creación de un arte diverso, en que la observación realista no es lo esencial, sino lo secundario. En la riqueza de lenguaje popular, en la curiosidad con que recoge lo que hoy llamaríamos material folklórico, y especialmente las creencias supersticiosas, los ensalmos y conjuros, las prácticas misteriosas y vitandas, el autor de la Comedia Rubena y del Auto das Fadas es un continuador de la Celestina, pero en todo ello se mezcla un elemento poético fantástico que nos recuerda á veces la comedia aristofánica.

Inferior á Gil Vicente como poeta, pero superior en la técnica dramática, el extremeño Bartolomé de Torres Naharro fué el primero que llevó al teatro la parte sentimental y amorosa de la Celestina. D. Alberto Lista, cuyos trabajos sobre el antiguo teatro español, aunque pobres de erudición no son tan anticuados é inútiles como creen algunos, advirtió, á mi juicio con razón[252], que Naharro había tenido muy presente la Celestina, con la cual coincide, tanto en la pasión de la enamorada Febea como en las astucias de que se valen los criados de Himeneo para ocultar su cobardía, cuando acompañan á su señor á la calle de su dama. Basta, en efecto, cotejar estos pasajes para advertir la semejanza. Y limitándonos á las quejas que pronuncia Febea en la quinta jornada, cuando su hermano la persigue con la espada desnuda y va á ejecutar en ella la venganza de su honor, que supone mancillado, no hay sino leer las dolorosas razones que profiere Melibea antes de arrojarse de la torre, para ver que Torres Naharro, como todos nuestros dramáticos del siglo XVI sin excepción, bebió en aquella fuente de verdad humana, y se aprovechó de sus aguas, más saludables que turbias. Dice Febea:

Hablemos cómo mi suerte
Me ha traido en este punto
Do yo y mi bien todo junto
Moriremos d' una muerte.
Mas primero
Quiero contar cómo muero.
Yo muero por un amor
Que por su mucho querer
Fue mi querido y amado,
Gentil y noble señor,
Tal que por su merescer
Es mi mal bien empleado.
No me queda otro pesar
De la triste vida mia,
Sino que cuando podia,
Nunca fui para gozar,
Ni gocé
Lo que tanto deseé;
Muero con este deseo,
Y el corazon me revienta
Con el dolor amoroso;
Mas si creyera a Himeneo,
No moriera descontenta
Ni le dejara quejoso...
¡Guay de mí,
Que muero ansi como ansi!
.................................................
No me quejo de que muero,
Mas de la muerte traidora;
Que si viniera primero
Que conosciera á Himeneo,
Viniera mucho en buen hora.
Mas veniendo d' esta suerte,
Ya sin razon á mi ver,
¿Cuál será el hombre o mujer
Que no le doldrá mi muerte?...
Yo nunca hice traicion:
Si maté, yo no sé á quién;
Si robé, no lo he sabido;
Mi querer fue con razon;
Y si quise, hice bien
En querer a mi marido.

Cuanto más que las doncellas,
Mientras que tiempo tuvieren,
Harán mal si no murieren
Por los que mueren por ellas...
Pues, muerte, ven cuando quiera,
Que yo te quiero atender
Con rostro alegre y jocundo;
Qu'el morir de esta manera
A mí me debe plazer
Y pesar a todo el mundo...[253]

[Pg cxlvii]

No pondré estos apasionados versos al lado de la prosa de Melibea. Diversa es la situación de ambas heroínas: culpable la una y arrastrada por la fatalidad de su ciega pasión al suicidio; víctima inocente la otra del furor de su hermano, pero tan enamorada, que con menos vigilancia, y á no intervenir tan oportunamente el sacro vínculo, hubiera podido decir, como su antecesora: «Su muerte convida a la mía; convídame, y es fuerza que sea presto sin dilacion... Y así contentarte he en la muerte, pues no tuve tiempo en la vida».

Nadie puede negar la evidente semejanza entre los principales pasos de la Comedia Himenea y los de la comedia de amor é intriga del siglo XVII, que adquirió bajo la pluma de Calderón su última y más convencional forma. Un caballero que ronda la casa de su amada con acompañamiento de criados é instrumentos; una noble doncella ingenuamente apasionada, no menos que briosa y decidida, que á pocos lances franquea con honesto fin la puerta de su casa; un hermano, celoso guardador de la honra de su casa, algo colérico y repentino, pero que acaba por perdonar á los novios; dos criados habladores y cobardes; músicas y escondites, pendencias nocturnas y diálogos por la ventana. Pero todo esto, ó casi todo, si bien se repara, estaba en la Celestina, salvo el tipo del hermano, que parece creación de Torres Naharro. Pármeno y Eliso son Calisto y Sempronio, la criada Doresta es Lucrecia, todos un poco adecentados. Porque es muy singular que autor tan liviano y despreocupado como suele ser en su estilo el autor de la Propalladia, se haya creído obligado á tanta circunspección en esta obra excepcional, y haya tenido la habilidad de transportar al teatro la parte de la Celestina que en su género podemos llamar ideal y romántica, prescindiendo de la picaresca y lupanaria. De este modo consiguió borrar las huellas de origen, y ha podido pasar por inventor de un género de que no fué realmente más que continuador feliz, con gran inteligencia de las condiciones del teatro y del arte del diálogo, que llega á la perfección en varios pasajes de esta comedia.

En mi monografía sobre aquel poeta, de la cual he transcrito las reflexiones anteriores, hago constar que durante la primera mitad del siglo XVI coexistieron dos escuelas dramáticas. Una, la más comúnmente seguida, la más fecunda, aunque no por cierto la más original é interesante, se deriva de Juan del Enzina, considerado no sólo como dramaturgo religioso, sino también como dramaturgo profano, y está representada por los autores de églogas, farsas, representaciones y autos, que debieron de ser muy [Pg cxlviii]numerosos, á juzgar por las reliquias que todavía nos quedan y por las noticias que cada día se van allegando. La otra dirección dramática, que produjo menos número de obras, pero todas muy dignas de consideración, porque se aproximan más á la forma definitiva que entre nosotros logró el drama profano, nace del estudio combinado de la Celestina y de las comedias de Torres Naharro, sin que por eso se niegue el influjo secundario del teatro latino, ya en su original, ya en las traducciones que comenzaban á hacer los humanistas, y el de las comedias italianas, cada vez más conocidas en España, particularmente las del Ariosto, que llegaron á ser representadas en su propia lengua con ocasión de fiestas regias.

Si el título no nos engaña, la más antigua imitación dramática de la Celestina fué la Comedia llamada Clariana, nuevamente compuesta, en que se refieren por heroico estilo los amores de un cavallero moço llamado Clareo con una dama noble de Valencia, dicha Clariana. El autor anónimo, que era «un vecino de Toledo», dedicó al duque de Gandía su obra, impresa en Valencia por Juan Jofre, en 1522. Los traductores de Ticknor, que la mencionan, nada dicen acerca de su actual paradero, ni dan más noticia de ella sino que está escrita en prosa, mezclada de versos. Juan Pastor, natural de la villa de Morata, declara al fin de su Farsa ó Tragedia de la castidad de Lucrecia haber compuesto otras dos llamadas Grimaltina y Clariana, pero no nos atrevemos á afirmar que la última sea esta misma.

De Naharro y la Celestina combinados proceden las dos desaliñadas comedias del aragonés Jaime de Huete, Tesorina y Vidriana, impresas hacia 1525[254]. La división en cinco jornadas y la versificación en coplas de pie quebrado las entroncan con la Propaladia, de la cual imita Huete otras cosas, entre ellas el tipo grotesco de Fr. Vejecio, que dió motivo, sin duda, á la prohibición de la Tesorina en el Indice de 1559. La intriga de amor, en ambas farsas, especialmente en la Vidriana, es celestinesca, pero sin intervención de ninguna Celestina: todo pasa por manos de criados, y las dos terminan en boda. Vidriano y Tesorino, Leridana y Lucina son pálidas copias de Calisto y Melibea; los criados Pinedo, Secreto y Carmento cumplen el mismo oficio que los mozos de Calisto; la doncella Lucrecia está repetida en la Oripesta de la Vidriana; Citeria en la Tesorina tiene algún rasgo de Areusa; los padres de Melibea resucitan en Lepidano y Modesta, padres de Leridana, y tienen las mismas pláticas sobre su casamiento. Todo ello calco servil y sin ingenio de ninguna clase. El lenguaje es tosco y abunda en curiosos provincialismos. Al mismo género pertenece la Comedia Radiana, de Agustín Ortiz[255], otra pequeña Celestina sin Celestina y con casamiento en el jardín. [Pg cxlix]Nada puedo decir de la Comedia Rosabella, de Martín de Santander, impresa en 1550, porque no he llegado á verla, pero su portada indica que tenía un argumento muy análogo[256].

Del mismo año (si es que no hay edición anterior, como puede sospecharse) es la Comedia llamada Tidea, compuesta por Francisco de las Natas: beneficiado en la yglesia perrochial (sic) de la villa Cuevas rubias, en yglesia de Santa Cruz de Rebilla cabriada. En la qual se introduze un gentil hombre cavallero llamado don Tideo y dos criados suyos, el vno Prudente, el otro Fileno, y una vieja alcahueta llamada Beroe, y una doncella noble llamada Faustina, con vna su criada Justina. Dos pastores, el vno llamado Damon, el otro Menalcas. Vn alguazil con sus criados. El padre y madre de la donzella, el padre Riffeo, madre Trecia. Tratanse los amores de don Tideo con la donzella, y cómo la alcançó por interposicion de aquella vieja alcagueta; y en fin por bien de paz fueron en uno casados. Es obra muy graciosa y apacible, 1550[257]. Salvo la inoportuna aparición de los pastores, que pertenecen al repertorio de Juan del Enzina, el beneficiado de Covarrubias no hizo más que poner en malas coplas el argumento de la Celestina, á la cual dió placentero desenlace, según era costumbre en estas farsas representables, que rara vez son trágicas. En la versificación y número de jornadas sigue á Naharro.

No en cinco, sino en tres jornadas (novedad que á fines del siglo XVI se atribuyeron Virués y Cervantes); está compuesto el Auto llamado de Clarindo, sacado de las obras del Captivo (?) por Antonio Diez, librero sordo, y en partes añadido y emendado; es obra muy sentida y graciosa para se representar, pieza rarísima, que por meros indicios se supone impresa en Toledo hacia 1535[258]. Clarindo y Clarisa son una nueva repetición de Calisto y Melibea, pero esta intriga de amor está cruzada por otra entre Felecín y Florinda. Los padres de las dos doncellas las encierran en un monasterio de que era abadesa una tía suya, pero logran fugarse de él gracias á la diabólica intervención de una bruja que hechizándolas á entrambas las hace cautivas de la voluntad de sus enamorados.

[Pg cl]

Más interesante como pintura de costumbres es la Farsa llamada Salamantina, compuesta por Bartolomé Palau, estudiante de Burbáguena (1552), de la cual debemos una excelente reimpresión al señor Morel-Fatio[259]. Este largo entremés es «obra que passa entre los estudiantes en Salamanca», como se anuncia desde el frontis; y el introyto tampoco nos deja duda de que fué representada por estudiantes y ante un auditorio universitario. El escolar perdido y buscón, que es héroe de la pieza, atestigua la popularidad de la Celestina, único libro que afirma poseer, juntamente con un tratadito de derecho:

Libros? pues vos lo veed:
Una Celestina vieja
y un Phelipo de ayer (¿de alquiler?).

Las escenas bajamente cómicas del bachiller Palau están tomadas de la realidad misma, con franco y brutal naturalismo, sin ningún género de selección artística. Sería injusto considerarlas como imitación de la obra de Rojas, pero todavía son prole suya, aunque bastarda y degenerada.

La influencia del gran modelo no se manifiesta sólo en estos adocenados y torpes ensayos, sino en obras de más elevado fin, de intención moral y de asunto que á primitiva vista nada tiene de celestinesco[260]. Tal es el de la excelente Comedia Pródiga del extremeño Luis de Miranda, impresa en Sevilla en 1554[261]. Esta obra es una dramatización, á la verdad bastante profana, de la parábola evangélica del Hijo Pródigo (San Lucas, cap. XV, v. 11-32), pero la portada misma es un plagio intencionado de la Celestina, sin duda para atraer lectores á la obra nueva:

«Comedia Pródiga... compuesta y moralizada por Luis de Miranda, placentino, en la qual se contiene (demas de su agradable y dulce estilo) muchas sentencias y avisos muy necesarios para mancebos que van por el mundo, mostrando los engaños y burlas que están encubiertos en fingidos amigos, malas mujeres y traidores sirvientes».

D. Leandro Fernández de Moratín, que en sus Orígenes fué el primero en llamar la atención sobre esta rara pieza, hace de ella extraordinario encarecimiento, mucho más digno de notarse dada la habitual acrimonia de sus juicios: «Está muy bien desempeñado el fin moral de esta fábula, que es, sin duda, una de las mejores del antiguo teatro español: bien pintados los caracteres, bien escritas algunas de sus escenas; las situaciones se suceden unas á otras, aunque no con particular artificio dramático, siempre con verisimilitud y rapidez».

[Pg cli]

Lástima que á todos estos méritos y al grandísimo de la verdad humana en los diálogos y en las situaciones no pueda añadirse el de la cabal originalidad, puesto que la comedia de Luis de Miranda es sobre todo una imitación libre y muy bien hecha de la Commedia d'il figliuol prodigo del florentino Juan María Cecchi, transportada de las costumbres italianas á las españolas, y hábilmente combinada con los datos de la Celestina. Á estas dos fuentes hay que referir las andanzas del Pródigo, que sigue como soldado aventurero al capitán que pasa por su pueblo levantando bandera, y corre por ferias y mesones malbaratando su dinero entre rufianes y mozas del partido. Olivenza, el baladrón cobarde, las dos rameras Alfenisa y Grimana, la criada Florina y sobre todo la vieja alcahueta Briana, son tipos que no desmienten su origen.

Cambió el gusto en la segunda mitad del siglo XVI: triunfó la comedia italiana, nacionalizada por Lope de Rueda, Timoneda, Sepúlveda y Alonso de la Vega; triunfó la prosa en el teatro, y con ella la imitación formal de la Celestina, que hasta entonces sólo por su materia y argumento, personajes y situaciones, había influído en las obras representables.

Lope de Rueda, en quien esta imitación tomó propio y adecuado carácter, no era, á pesar de su humilde condición y errante vida, un poeta primitivo, como el vulgo imagina, ni era posible que lo fuese después de una elaboración dramática tan larga. Hábil imitador de los italianos, á quienes saqueó sin escrúpulo para los argumentos y trazas de sus comedias y coloquios[262], fué maestro de la lengua y del diálogo cómico, no por ruda espontaneidad, sino por arte refinado. La fábula en sus obras es lo de menos, ni tiene una sola que pueda llamarse propia. Pero triunfa en la representación de costumbres populares y en el manejo siempre hábil de ciertas figuras escénicas, que repite con fruición, ya en sus pasos ó entremeses, ya episódicamente en sus obras de más empeño. Entre estos tipos hay uno conocidamente tomado de la Celestina y de sus imitaciones, el rufián Centurio, que es el lacayo Vallejo de la comedia Eufemia, el Gargullo de la comedia Medora, el Madrigalejo y el Sigüenza de dos de los pasos del Registro de Representantes. Era uno de los papeles en que como actor sobresalía Lope de Rueda, según atestigua Cervantes en el prólogo de sus comedias: «Aderezábanlas y dilatábanlas con dos ó tres entremeses, ya de negro, ya de rufián, ya de bobo y ya de vizcaíno; que todas estas cuatro figuras y otras muchas hacía el tal Lope con la mayor excelencia y propiedad que pudiera imaginarse... Sucedió á Lope de Rueda, Navarro, natural de Toledo, el cual fué famoso en hacer la figura de un rufián cobarde».

Pero no es esta imitación parcial y directa lo que hace de Lope de Rueda un discípulo del autor de la Celestina. Lo es también por su sentido realista de la comedia, que se abre paso á través de los argumentos más inverisímiles y extravagantes, por sus dotes de observador de costumbres, aunque aplicadas en pequeña escala y sin aquel aspecto de grandeza que á la obra de Rojas caracteriza. Lo es por la viva y natural expresión de los afectos, cuando obedece á su buen instinto y no se pierde en enfáticos discursos y afectaciones de falsa poesía pastoril, como en los Coloquios. Lo es sobre todo por el jugo sabrosísimo de su prosa, que es un venero de sales castizas inimitables. La lengua de Lope de Rueda, á quien tanto admiraba Cervantes, no es más [Pg clii]que la lengua de la Celestina descargada de su exuberante y viciosa frondosidad y transportada á las tablas por un hombre de verdadero talento dramático, que la hizo más rápida, animada y ligera, no sin que perdiese algo, quizá mucho, de su fuerza poética y honda energía.

¿Fué Lope de Rueda el primero que escribió en prosa comedias representables y representadas? Hay algún motivo para dudarlo y aun para negarlo. Juan de Timoneda, en el prólogo de las tres comedias que hizo imprimir en 1559, se atribuye categóricamente la innovación: «Quán aplazible sea el estilo comico para leer puesto en prosa, y quán propio para pintar los vicios y las virtudes... bien lo supo el que compuso los amores d' Calisto y Melibea y el otro que hizo la Tebaida. Pero faltauales a estas obras para ser consumadas poderse representar como las que hizo Baltasar d'Torres y otros en metro. Considerando yo esto quise hazer Comedias en prosa, de tal manera que fuessen breues y representables; y hechas, como paresciessen muy bien assi a los representantes como a los auditores, rogaronme muy encarecidamente que las imprimiesse, porque todos gozassen de obras tan sentenciosas, dulces y regocijadas»[263].

Sólo la extraordinaria rareza del libro de las Tres Comedias ha podido hacer que no se fijase la atención en este pasaje, que, si Timoneda dice verdad, como creemos, algo cambia de la relación que generalmente se establece entre el librero de Valencia y el batihoja de Sevilla, considerando al primero como simple discípulo y editor del segundo. Pero con ser excelente la prosa en las comedias de Timoneda, y mucho más racional y bien urdida la fábula, nunca fueron tan populares como las de su amigo, sin duda porque hay en ellas menos sabor indígena. Dos son imitaciones de Plauto y otra del Ariosto, y siguen la corriente del teatro italiano más bien que la de la Celestina y la Tebaida, aunque él mismo las cita y confiesa su influjo.

Pero aquella escuela dramática tuvo muy corta vida. La comedia en verso volvió á imponerse y fué en adelante la única forma del drama nacional. Virués, Juan de la Cueva, Rey de Artieda y otros ingenios de menos cuenta hicieron triunfar en el último tercio de aquel siglo una especie de tragicomedia lírica, medio clásica, medio romántica, en la cual se incorporaron elementos históricos y tradicionales, cuya vitalidad fué tanta que, unida al genio de un inmenso poeta, hizo surgir del caos fecundo de la antigua dramaturgia la forma definitiva de la comedia española. Pero aun en las obras novelescas y extravagantes del período de transición se nota de vez en cuando la influencia siempre provechosa de la Celestina, contrastando con las aberraciones de los nuevos autores. Sirva de ejemplo la Comedia de El Infamador, una de las más interesantes de Juan de la Cueva, hasta por la supuesta semejanza que algunos han querido encontrar entre su protagonista Leucino y D. Juan Tenorio. En esta pieza monstruosa, conjunto de escenas mitológicas y de lances familiares, el tipo de la alcahueta Teodora, que es el único medianamente trazado, pertenece al género celestinesco, y la relación que hace del mal recibimiento que tuvo en casa de la doncella Eliodora está calcada [Pg cliii]punto por punto en el acto IV de la tragicomedia. Pero en Juan de la Cueva la heroína es de una virtud inexpugnable. Teodora, como todas sus congéneres en materia de tercerías, practica la magia y evoca á los espíritus del Erebo en elegantes versos clásicos imitados de Virgilio é indirectamente de Teócrito[264].

Lope de Vega tributó á la Celestina el más alto homenaje, imitándola con magistral pericia en aquella «acción en prosa», que era una de sus obras predilectas (por ventura de mí la más querida). Su fecha (1632) saca de nuestro cuadro actual esta confesión autobiográfica de juveniles extravíos, hoy descifrada por la crítica sagaz é ingeniosa de un malogrado erudito, que vino á confirmar en parte las adivinaciones de Fauriel[265]. Hay mucho de personal en la Dorotea, y por eso interesa profundamente y se aparta del trillado camino de las Celestinas, pero intencionalmente las recuerda, sobre todo á la de Rojas, no sólo por el cuño de su admirable prosa, sino por la creación del tipo de «Gerarda», único que puede medirse sin gran desventaja con la primitiva Celestina, aunque la intriga de amor en que interviene tenga distinto proceso. Los [Pg cliv]rencores personales del poeta, vivos todavía á pesar de los años, se combinaron aquí con la imitación literaria y dieron á la figura una pujanza y un relieve que no habían logrado ni Feliciano de Silva, ni Sancho Muñón, ni el autor de la Selvagia, ni otro alguno de los imitadores que examinaremos en el capítulo siguiente.

Lope adopta todos los procedimientos de la Celestina, incluso la afluencia de sentencias y proverbios, los largos y á veces impertinentes discursos, la afectación de citas pedantescas, que llega al colmo; pero su Gerarda no es ya el tipo convencional de la alcahueta que mecánicamente repiten los otros. Es Celestina, que vuelve al mundo con su antigua y persuasiva elocuencia y su caudal de tercerías y malas artes: es una genial resurrección, bien distinta de aquella otra que toscamente inventó el autor de la historia de Felides y Polandria. Los demás personajes de la pieza no están sacados de la tragicomedia antigua: son el mismo Lope, sus amigos, sus rivales, sus dos enamoradas Dorotea y Marfisa (preciosos retratos entrambas); todo un mundo de pasión loca, de mundana alegría y de acerbo, aunque mal aprovechado, desengaño.

No se escribió la Dorotea para ser representada, ni en su integridad podía serlo, aunque no ha faltado algún curioso ensayo para llevarla á las tablas, muy en compendio[266]. Pero es poema intensamente dramático, que en la historia del teatro, más bien que en la de la novela, debe ser considerado. No es la única muestra tampoco del profundo estudio que Lope había hecho de la obra del más grande de sus precursores. Muchas son las comedias de su inmenso repertorio que presentan caracteres, situaciones y diálogos celestinescos. Basta recordar El Anzuelo de Fenisa (aunque el argumento esté tomado de un cuento de Boccaccio), El Arenal de Sevilla, El Rufián Castrucho, cuadro naturalista de los más entonados y vigorosos; El Caballero de Olmedo, que su autor llamó tragicomedia, y es, con efecto, deliciosa comedia de costumbres del siglo XV en los dos primeros actos, admirable tragedia, llena de terror y sublime prestigio, en el tercero. Hay en esta pieza, una de las mejores del teatro de Lope, muchas imitaciones felices y deliberadas de la Celestina, y lo es, sobre todo, en sus obras y palabras, la hechicera Fabia, gran maestra en tercerías[267].

[Pg clv]

El arte de Lope y de Tirso[268] se complace todavía en la imitación de la Celestina, aunque beba en otras innumerables fuentes que no le hacen perder su sabor realista. Pero conforme avanza el siglo XVII y surge otra generación de dramaturgos, menos populares que cortesanos, los fulgores de aquel astro van apagándose, y la estrella de Calderón, «el más grande de los poetas amanerados», se levanta triunfante sobre el horizonte. Consta, sin embargo, que aquel preclaro ingenio había compuesto una comedia con el título de la Celestina, que se ha perdido como algunas otras[269]. ¿Quién sabe si algún vestigio de ella habrá quedado en la ingeniosa y amena pieza de un discípulo suyo, el doctor D. Agustín de Salazar y Torres, terminada y sacada á luz por otro discípulo, biógrafo y editor de Calderón, D. Juan de Vera Tassis, con el rótulo de El encanto es la hermosura y el hechizo sin hechizo, pero mucho más conocida por La segunda Celestina?[270]. Hay, prescindiendo de esta hipotética relación, otras dos piezas de nuestro antiguo teatro, El Astrólogo fingido del mismo Calderón y El familiar sin demonio de Gaspar de Ávila, cuyo pensamiento, aunque muy diversamente tratado, tiene alguna analogía con el de esta comedia, que es una discreta y sazonada burla de la supersticiosa creencia en brujas y hechiceras:

Y no que tengan te asombres
Con los necios opinión;
Porque los brujos lo son
Porque son tontos los hombres.

El enredo hábil y entretenido de esta comedia honra á su autor, no menos que la sal y agudeza de los diálogos y la limpieza general del estilo, salvo algún resabio culterano, de que nadie podía librarse entonces. Pero lo más curioso es el tipo de la nueva Celestina, que conserva muchos rasgos de la antigua, y es una especie de adaptación morigerada, para los cosquillosos oídos del tiempo de Carlos II:

Hay en Triana una mujer,
Que puede ser que ahora viva
Donde yo la conocí,
Que es hija de Ceslestina
Y heredera de sus obras;
Esta, no hay dama en Sevilla
Que no conozca, porque,
Con las más introducida,
[Pg clvi]Está, por su habilidad;
Pues vendiendo bujerías,
Como abanicos, color,
Alfileres, barcos, cintas,
Guantes y valonas y otras
Semejantes baratijas,
Se introduce, y con aquesto
Por el ojo de una tía
Meterá un papel, y hará
Con tan rara y peregrina
Maña un embuste, que muchos,
Siendo así que eso es mentira,
La tienen por hechicera.
..........................................................
Celestina, entre las raras Mañas con que se introduce,
Es la que más se le luce
Ser remendona de caras...
Pule cejas y pestañas,
Y ella introdujo el estilo
De pegar la tez con hilo
Y dél hacer sus marañas.
Friega un rostro de manera,
Con una y otra invención,
Que una cara de Alcorcón
La vuelve de Talavera...
Hace tan raro jabón
Con el sebo y con la hiel,
Que hará mano de papel
Una mano de tejón.
Es del amor mandadera,
Mas su mayor interés
Sólo se funda en que es
Tan grandísima hechicera
Que á un hombre, desde Carmona
Le puso en el Preste Juan,
Y otro trajo de Tetuán
Como pudiera una mona.
Pero entre una y otra tacha
Tiene, hablando la verdad,
Una buena habilidad,
Que es grandísima borracha;
Pues en esta historia breve
Que mi ingenio te describe,
Si es asombro como vive,
Es un pasmo como bebe.
Y en fin, aquesta embustera
Tiene en amor tal poder,
Que si quiere, ha de querer
Uno, que quiera ó no quiera...

Esta comedia conservó su popularidad hasta tiempos relativamente modernos, y todavía en los últimos años de Fernando VII se representaba con aplauso, según testifica algún viajero[271]. De ella procede aquel dicho tantas veces citado, y atribuído caprichosamente á otros autores:

Es esto de las estrellas
El más seguro mentir,
Pues ninguno puede ir
A preguntárselo á ellas.

Total fué el eclipse de la Celestina durante el siglo XVIII. Ni siquiera en los sainetes, que son la única forma viva del teatro de entonces, es apreciable su influjo. El que la había estudiado profundamente, como espejo de la vida humana y como dechado de lengua, era aquel reflexivo y terenciano ingenio, maestro intachable de la técnica severa, que restauró á fines de aquella centuria la olvidada comedia de costumbres, vistiendo (según su dicho) á la Musa de Moliére de «basquiña y mantilla». Ya hemos visto cómo juzgó la obra de Rojas en sus Orígenes del teatro. Pero además alude á ella en aquel esbozo de poética dramática que encabeza como prólogo la edición definitiva de sus obras: «La comedia pinta á los hombres como son, imita las costumbres nacionales y existentes, los vicios y errores comunes, los incidentes de la vida doméstica... Imitando, pues, tan de cerca á la naturaleza, no es de admirar que hablen en prosa los [Pg clvii]personajes cómicos; pero no se crea que esto puede añadir facilidades á la composición. Difficile est proprie communia dicere. No es fácil hablar en prosa como hablaron Melibea y Areusa, el Lazarillo, el pícaro Guzmán, Monipodio, Dorotea, la Trifaldi, Teresa y Sancho. No es fácil embellecer sin exageración el diálogo familiar, cuando se han de expresar en él ideas y pasiones comunes; ni variarle, acomodándole á las diferentes personas que se introducen; ni evitar que degenere en trivial é insípido, por acercarle demasiado á la verdad que imita»[272]. La prosa dramática de Moratín, cuyo primor es incontestable, aun para los que no hacen la debida justicia á su ingenio cómico, se formó con el estudio de los castizos modelos que indica, á los cuales hubiera podido añadir los personajes de Lope de Rueda, que también le eran familiares.

Todo esto debió á la Celestina el teatro español, aun en sus postreras evoluciones[273]. Y no es menor la deuda que con el numen de Fernando de Rojas contrajo nuestra novela. Aparte de las imitaciones directas, en cuyo estudio vamos á entrar y que por su número y su valor son una de las más curiosas y ricas manifestaciones de la literatura del siglo XVI, no hay obra alguna fundada en el estudio del natural que no tenga en Rojas su ascendencia, aunque sea remota é invisible. Pero no conviene exagerar esta tesis, porque nunca es uno solo, son muchos los hilos de que se teje la historia literaria, muchas las acciones y reacciones que toda obra de arte implica, muy profunda, á veces la diferencia entre cosas que á primera vista parecen análogas. Sólo en el sentido vago y general que hemos indicado puede admitirse el parentesco entre la Celestina y las novelas picarescas. Puede haber, y hay, analogía entre ciertos tipos cómicos; la hay más segura en la crudeza franca y brutal del procedimiento, en la objetividad impasible, en la falta de misericordia con que está presentado el espectáculo de la vida, en aquella especie de pesimismo desengañado y sereno que se cierne sobre la miseria social y en cierto modo la idealiza. Pero aquí paran las semejanzas, porque el mundo de la novela picaresca, aunque confina con el del drama lupanario, no se confunde jamás con él. La novela picaresca nunca fué novela de amor, ni siquiera de lujuria; al contrario, uno de sus caracteres es la poca importancia que concede á las relaciones sexuales. Es un género esencialmente misogino, en que la expresión es á veces cínica, pero el pensamiento rara vez puede tacharse de licencioso. Hubo en el siglo XVII novelas picarescas de mujeres como La Pícara Justina[274], Teresa de Manzanares, La Garduña [Pg clviii]de Sevilla, pero más bien que rameras y alcahuetas son estafadoras y ladronas; lo que importa al autor y lo que con fruición describe son sus hurtos, no sus deshonestidades, que sólo sirven de anzuelo ó cebo para pescar incautos. La novela picaresca, no ya en estos productos degenerados de arte compuesto, sino en sus primeras y enérgicas personificaciones, en Lazarillo, en Guzmán de Alfarache, en el Buscón D. Pablos, es la epopeya cómica de la astucia y del hambre, la expresión de un feroz individualismo que no carece de cierta grandeza humorística. Para tales héroes, estoicos de nuevo cuño, los deleites carnales no pasan de un apetito grosero, tan pronto satisfecho como olvidado; en su vida holgazana y errante, cuajada de aventuras que siempre tienen una base económica, la áspera y viril pobreza los hace relativamente castos, no por virtud, sino por falta de sensualidad. Los livianos y fugitivos lances de amor nada pesan en su destino ni en su carácter. Si la mancebía se columbra, es bajo su aspecto más odioso y nada festivo.

Pero dejando aparte este género, del cual trataremos ampliamente en su día, basta para la gloria del autor de la Celestina haber inspirado más de una vez á Cervantes. No me refiero á La Tía Fingida, pues cada vez me persuado más de que esta excelente novela no salió de su pluma, á pesar de los eruditos alegatos que hemos leído en estos últimos años. Doña Clara de Astudillo y Quiñones es una copia fiel de la madre Celestina, pero tan fiel que resulta servil, y no es este el menor de los indicios contra la supuesta paternidad de la obra. Cervantes no imitaba de esa manera que se confunde con el calco. Un autor de talento, pero de segundo orden, bastaba para hacerlo. Quizá el tiempo nos revele su nombre, acaso oscuro y modesto, cuando no desconocido del todo; que estas sorpresas suele proporcionar la historia literaria, y no hay para qué vincular en unos pocos nombres famosos los frutos de una generación literaria tan fecunda como la de principios del siglo XVII.

Pero hay en las novelas auténticas de Cervantes, y más todavía en sus entremeses, tantos vestigios del libro que él llamaba divino, que sin recelo de contradicción podemos afirmar que de todas las obras compuestas en nuestra lengua, ninguna influyó tanto en el arte y estilo de Miguel Cervantes como ésta. Rinconete y Cortadillo, El Celoso Extremeño, El Casamiento Engañoso y el Coloquio de los Perros acreditan por varios modos esta influencia, que no es necesario puntualizar, puesto que está á la vista de cualquier persona [Pg clix]medianamente versada en nuestras letras. Todavía percibo más sabor celestinesco en algunos entremeses, tales como El Viejo Celoso, La Cueva de Salamanca, El Rufián Viudo, La Guarda Cuidosa y El Vizcaíno Fingido, obrillas de picante y sabroso donaire, que por la alegre desenvoltura con que se escribieron recuerdan la manera libre y desenfadada de principios del siglo XVI más bien que el estilo habitual de Cervantes.

Contra lo quo pudiera esperarse, no abundan en D. Francisco de Quevedo las referencias á la Celestina. Sólo recuerdo ésta en el prólogo que puso á la Eufrosina castellana, traducida por su amigo D. Fernando de Ballesteros y Saavedra, que va reimpresa en este tomo: «Pocas comedias hay en prosa de nuestra lengua, si bien lo fueron todas las de Lope de Rueda; mas para leídas tenemos la Selvagia, y con superior estimación la Celestina, que tanto aplauso ha tenido en todas las naciones». La manera profundamente original, pero artificiosa y violenta, del gran satírico, contrasta con el apacible y llano decir de la antigua tragicomedia; pero hay una obra de su juventud, escrita en diverso estilo, donde se encuentran palpables reminiscencias de fondo y forma. Casi todo lo que el Buscón D. Pablos nos cuenta de su madre en el capítulo primero de su historia, y lo que se contiene en la estupenda carta de su tío el verdugo de Segovia, Alonso Ramplón, trae á las mientes algunas páginas de la Comedia de Calisto:

«Hijo (dice Celestina á Pármeno)... prendieron quatro veces a tu madre, que Dios aya... e avn la vna le levantaron que era bruxa, porque la hallaron de noche con vnas candelillas cojiendo tierra de una encruzijada, e la tovieron medio dia en vna escalera en la plaça puesta, vno como rocadero pintado en la cabeça; pero no fue nada: algo han de suffrir los hombres en este triste mundo para sustentar sus vidas e honrras... En todo tenia gracia: que en Dios y en mi consciencia, avn en aquella escalera estava e parescia que a todos los debaxo no tenia en vna blanca, segun su meneo e presencia... Todo lo tuvo en nada; que mil vezes le oya dezir: si me quebré el pie, fue por mi bien, porque soy más conocida que antes» (Aucto VII). Quevedo retoca el cuadro con feroz humorismo, pero no hace olvidar la intensa socarronería del bachiller toledano.

Entre los autores del siglo XVII ninguno admiraba tanto la Celestina, y nadie, salvo Lope de Vega, llegó á imitarla con tanta perfección como Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo. Pero este peregrino ingenio y agudo moralista, cuyo nombre renace en nuestros días más por codicia bibliománica que por afición sincera, merece atento y particular estudio, que pensamos dedicarle cuando el orden cronológico le traiga á esta galería de novelistas. Ahora sólo le citamos para recordar el notable elogio que en la dedicatoria de El Sagaz Estacio (1620) hizo de la Celestina, mostrando por cierto singular ignorancia respecto de sus continuaciones: «En Castilla no tenemos mas que una (comedia en prosa), que es la Celestina, bien que esta, aunque vnica, es de tanto valor, que entre todos los hombres, doctos y graues, aunque sean los de mas recatada virtud, se ha hecho lugar, adquiriendo cada dia venerable estimacion, porque entre aquellas burlas, al parecer livianas, enseña vna doctrina moral y católica, amenazando con el mal fin de los interlocutores a los que les imitaren en los vicios»[275].

De las imitaciones directas de la Celestina trataremos ampliamente en el capítulo que sigue.

NOTAS:

[1] Véase el estudio crítico que precede á la edición de Vigo, 1899, tipografía de Eugenio Krapf. De aquel trabajo sólo conservo en el presente algunas frases, que por razones particulares no he querido modificar. Todo lo restante ha sido escrito de nuevo, conforme á los descubrimientos é investigaciones de estos últimos años y al minucioso estudio que he hecho de la Tragicomedia y de la copiosa literatura que con ella se relaciona.

[2] Ninguna de las ediciones españolas que hoy se conocen anteriores á la de Alcalá de Henares, 1569, lleva este título, pero sí todas las reimpresiones de la traducción italiana de Alfonso Ordóñez desde la de Venecia, 1519, en adelante. Y así debía designársela en el uso común, puesto que Luis Vives la cita dos veces con tal nombre en 1529 y en 1531, y también Fr. Antonio de Guevara en los preliminares de su Aviso de privados y doctrina de cortesanos (Valladolid, 1539).

[3] La primera edición del Cancionero de Juan del Enzina, en que están sus más antiguos ensayos dramáticos, es de 1496, anterior tres años no más á la Comedia de Melibea.

[4] Hay un pasaje del prólogo que parece indicar lo contrario: quando diez personas se juntaren a oyr esta Comedia. Pero, á mi ver, no se trata aquí de verdadera representación, sino de lectura entre amigos, y en tal interpretación me confirma una de las octavas de Alonso de Proaza.

«Dize el modo que se ha de tener leyendo esta tragicomedia:

Si amas y quieres a mucha atencion,
Leyendo á Calisto, mouer los oyentes,
Cumple que sepas hablar entre dientes,
A vezes con gozo, esperança y passion;
A vezes ayrado con gran turbacion.
Finge leyendo mil artes y modos,
Pregunta y responde por boca de todos,
Llorando y riyendo en tiempo y sazon.»

Son verdaderas reglas de declamación, pero no para un actor, sino para un lector que habla por boca de todos los personajes de la pieza. No recuerdo que nadie después de Wolf (Studien, pág. 280) y antes de Creizenach (Geschichte des neueren Dramas, I, 34) se haya fijado en este curioso pasaje. Es probable que las comedias elegíacas de la Edad Media se recitasen así, y antes de ellas lo había sido el Querolus, según todas las trazas.

El carácter de drama ideal que la Celestina tiene fué perfectamente comprendido en el siglo XVII por su traductor latino Gaspar Barth, y aun por eso aplaudía que su autor la hubiese escrito en prosa contra el uso de los antiguos y el de su propio tiempo. «Hic vero Ludus nulli Theatro affixus erit, nec diludiis factus unius ant alterius Reipublicae, Civitatisve: sed generatim totum Orbem Christianum ad lectionem vocat et velut spectaculum.»

[5] Fernando Wolf la consideraba como un poema épico-dramático, lo cual es decir en sustancia lo mismo: «Seine Form ist in der That eine episch-dramatische. In ihr zeigt sich das Drama zwar noch in den weiten, faltenreichen epischen Gewanden, aber schon in Begriffe dieser hemmenden Hüllen sich zu entledigen, um in freierer Bewegung rascheren Schrittes die Bühne zu besteigen. In der Wahl, Anlage und Gliederung der Fabel, in der composition der Celestina im Ganzen waltet allerdings noch das Epische vor; es ist darin noch das breite Sichgehenlassen, die Redseligkeit des Erzählers, das Zerfahren der Handlung und Hemmung ihres rascheren, dramatischeren Verlaufs durch Episoden, das Vorwalten der Situation, die minutiöse Ausmalung, kurz die Epische Breite und Behaglichkeit. Dennoch hat diese Tragicomedia schon dramatischen Grundton, dramatisches Leben und-abgesehen von der mehr äusserlichen Form des durchgehenden Dialogs und der Eintheilung in (21) Acte, nicht nur Acte, sondern auch Action, dramatische Handlung und vor allen in der und durch die Handlung drastisch dargestellte Charaktere; ja gerade durch die meisterhafte Zeichnung, consequente Entwickelung und den kuntsvollen Conflict der Charaktere, durch die darin bedingte tragische Katastrophe zeichnet sie sich so sehr aus, dass sie Prototyp und classisches Muster des sogenannten género novelesco des spanischen Nationaldramas geworden und hierin von wenigen späteren, wenn auch dramatisch ausgebildeteren Stücken der Art erreicht, von keinem übertroffen worden ist». (Studien zur geschichte der Spanischen und Porgiesischen Nationalliteratur von Ferdinand Wolf, Berlin, A. Asher, 1859, pág. 280).

[6] Aribau, en la introducción del tomo de Novelistas anteriores á Cervantes, citó una edición de Medina del Campo de 1499, que nadie ha visto. Acaso se atribuyó á Medina la edición incunable, que no consigna realmente el punto de impresión. Pero no consta que Fadrique Alemán imprimiese más que en Burgos. En Medina no se encuentra impresor alguno antes de 1511, en que Nicolás de Piemonte estampó el Valerio de las historias. Vid. La Imprenta en Medina del Campo, por D. Cristóbal Pérez Pastor (Madrid, 1895), p. IX.

[7] Tampoco ha convencido al erudito italiano Mario Schiff (Studi di filologia romanza pubblicati da E. Monaci e C. de Lollis, Turin, 1892, fasc. 24, pág. 172).

La edición de Sevilla, 1501, anuncia que los argumentos están nueuamente añadidos, lo cual si se entiende como suena es una falsedad, puesto que la edición de 1499 tiene los mismos argumentos. Lo que quiere decir, á mi juicio, es que los argumentos habían sido añadidos al primitivo texto poco antes, nuevamente (nuperrime).

[8] No carece de curiosidad la historia de los precios que en ventas públicas ha obtenido. Apareció por primera vez en Londres en la subasta de la biblioteca de Ricardo Heber (1836), y fué tal
la insensatez ó ligereza de los bibliófilos (desencantados quizá por la circunstancia del pliego falso) que fué vendido en la irrisoria cantidad de dos libras y dos chelines. El afortunado comprador fué Mr. de Soleinne, y en la venta de su riquísima colección dramática (1844) alcanzó ya esta Celestina el precio de 409 francos, que pagó el Barón Taylor. Procedente de la biblioteca del Barón Seillière, fué subastada nuevamente en París (1890), llegando al precio de 2.700 francos. No sabemos si en aquella ocasión la adquirió el librero Quaritch, de Londres, que en su catálogo de 1895 la anunció en 145 libras esterlinas. El bibliófilo inglés Mr. Alfredo W. Pollard es el actual poseedor de esta joya, que afortunadamente podemos disfrutar todos en la lindísima reimpresión que de ella ha hecho el Sr. Foulché-Delbosc, á quien se deben los mayores progresos que el estudio de la Celestina ha logrado en estos últimos años. Comedia de Calisto ᘔ Melibea (Burgos, 1499). Reimpresión publicada por R. Foulché-Delbosc, 1902 (Macon, Protat hermanos, impresores). En la Revue Hispanique, tomo IX, págs. 185-190, está minuciosamente descrito por el Sr. Foulché el incunable de Burgos.

[9] Brunet, en la quinta edición de su Manuel du Libraire (1860), dice que la filigrana del papel en la última hoja deja leer la fecha de 1795. Pero en su estado actual no tiene tal fecha ni señal alguna, según asegura el Sr. Foulché-Delbosc, que le ha examinado más despacio que nadie.

[10] Bemerkungen zur Celestina (Revue Hispanique, 1902, págs. 139-170).

[11] Siendo Alfonso de Proaza personaje de bastante importancia á principios del siglo XVI, especialmente como propagandista de la filosofía luliana, y habiendo sonado tanto su nombre en las controversias sobre la Celestina, parece natural que le dediquemos algunas líneas, en que procuraremos recoger, siguiendo el orden cronológico, las noticias que de él andan esparcidas en varios libros.

Su apellido indica que era natural ú oriundo de Asturias, aunque D. Nicolás Antonio le llama, y él propio se llamaba, Asturicensis, lo cual, en rigor, quiere decir natural de Astorga. Pero debe de ser una falta de latinidad, como observó bien el autor de la Biblioteca Asturiana, publicada por Gallardo (Ensayo, I, art. 457). Este manuscrito, fechado en 1782 y remitido al conde de Campomanes, no es más que el primer bosquejo de las Memorias históricas del Principado de Asturias y Obispado de Oviedo, que empezó á publicar en Tarragona, 1794, el canónigo D. Carlos González de Posada, no pasando desgraciadamente del primer tomo. Es fácil cerciorarse del común origen de ambos libros, sin más que cotejarlos. En su primer artículo, González Posada apenas había hecho más que traducir las breves líneas que Nicolás Antonio dedica á Proaza en la Bibliotheca Nova; pero en el segundo habló con mejores datos, que le proporcionó el erudito valenciano D. Francisco Borrull(A).

(Nota A: Memorias Históricas del Principado de Asturias y Obispado de Oviedo. Juntábalas el Dr. D. Carlos González de Posada, canónigo de Tarragona, de la Real Academia de la Historia... Tarragona, por Pedro Canals, 1794, pp. 120-124).

El nombre de Alfonso de Proaza suena por primera vez en sus coplas encomiásticas de la Celestina, ora se pusiesen en la hipotética edición de Salamanca, 1500, ora en la de Sevilla, 1501.

«Consta de los libros de Ayuntamiento de la ciudad de Valencia, llamados Manuales, que en 21 de octubre de 1504 fué nombrado por dicha ciudad catedrático de Retórica Alfonso de Proaza; que en 7 de mayo de 1505 se le reeligió para el año siguiente; que en 8 de septiembre del mismo año la ciudad loó y aprobó la obra que hizo en alabanza de la misma el reverendo Alfonso de Proaza, bachiller en Artes y familiar del obispo de Tarazona, D. Guillén Ramón de Moncada, y mandó que ninguno pudiera imprimir dicha obra sino la persona que quisiese el mismo Proaza...; que en 8 de enero de 1506 proveyó la ciudad que se le diera y colara el primer beneficio que vacare en la misma al reverendo Mosén Alfonso de Proaza, presbytero, etc.; que en 30 de mayo del mismo año fué reelegido catedrático de Retórica». (Nota comunicada por Borrull á González Posada.)

D. Francisco Ortí y Figuerola, en sus Memorias históricas de la fundacion y progressos de la insigne Universidad de Valencia (Madrid, 1730), pág. 143 y siguientes, añade que «fué secretario del obispo de Tarazona, D. Gislenio (Guillén) Ramón de Moncada, y uno de los más fuertes defensores de la doctrina de Raymundo Lulio, que entonces se leía públicamente en la Universidad, y había en ella cátedra instituída para su lección con el honorario correspondiente, la cual duraba aun después de la mitad del siglo XVII, como lo escribe el Regente D. Lorenzo Mateu... El Maestro Proaza promovió esta doctrina con el mayor esfuerzo, haciendo varias ediciones de muchas obras de Raymundo Lulio, entre las quales imprimió la disputa que tuvo con Homar Sarraceno, y en su conclusión añadió unas actas del examen de la doctrina del mismo Raymundo. Hizo también el catálogo de sus obras, del qual, y del que formó después el juicioso Wadingo..., se valió D. Nicolás Antonio, añadiendo varias noticias que adquirió... Diferentes de estas ediciones dedicó el Maestro Proaza al Venerable Arzobispo Cardenal... Cisneros, y la última que hallamos dirigida por su cuydado es del año de 1519. Por esta fecha, y porque dice Escolano que leía Retórica en Valencia cerca del año de 1517, supongo que estuvo en esta enseñanza hasta el de 1517, en que entró Alonso Ordóñez, tal vez á instancia y proposición suya, y por haber sido substituto suyo en los años antecedentes, pues las ocupaciones de Proaza eran muchas y graves».

Hasta aquí Figuerola, el cual añade en otra parte que Alfonso Ordóñez fué reelegido para la cátedra de Retórica en 20 de mayo de 1518 y en el mismo mes de los años 1520 y 1521. Siendo tan vulgares el nombre y el patronímico, no hay que reparar mucho en su coincidencia con los del primer traductor italiano de la Celestina, pues nada tiene de verisímil (aunque no sea imposible) que quien en 1506 era familiar del papa Julio II fuera diez años después á desempeñar una cátedra de Retórica en el Estudio de Valencia.

Como meros apuntamientos cronológicos, citaré aquí las publicaciones que conozco de Alfonso de Proaza:

1505. Oratio luculenta de laudibus Valentiae... (Colofón: In eadem inclyta urbe Valentia. Per Leonardum Hutz alemanum... anno messie incarnati MCCCCCV quarto idus novembris). (Vid. Serrano Morales, Diccionario de impresores valencianos, p. 224). Entre las papeletas inéditas todavía de D. Bartolomé Gallardo, con las cuales ha de formarse el quinto tomo del Ensayo, hay una descripción muy detallada de este rarísimo opúsculo con algunos extractos. Contiene, además de la Oratio, algunas poesías latinas de Proaza (Alphonsi de proaza ad divos Valentinae vrbis patronos Vincentium martyren invictissimum: et Vincentium Ferrer confessorem, Carmina saphica adonica atque dimetra iambica); otras, también latinas, de un Gonzalo Ximenez, cordobés, bachiller en ambos derechos, y del balear Miguel Cossi; y finalmente, el Romance heroico del mesmo Alonso de Proaza en lengua castellana sacado de la ya dicha latina oracion, que es el mismo que luego se imprimió en el Cancionero General. Al fin del volumen se hallan unas estancias de arte mayor, de las cuales sólo transcribiremos la última, por la gran similitud que tiene con otra de las que puso en la Celestina:

DESCRIPCIÓN DEL TIEMPO EN QUE SE ACABÓ

En tiempo que el padre del triste Feton
Por nuestro horizonte muy raudo pasaba,
Y en frígido albergue hospicio le daba
El Tésalo arquero, Centauro Quiron,
Y retrogradando por otra region
Mil y quinientas jornadas hiziera
Con cinco despues que Cristo naciera,
Fraguose el no bien fraguado sermon.

En el privilegio se llama á Alonso de Proaza «Bagiller en Arts, familiar del molt Reuerent don Guillem Ramon de Moncada, bisbe de Taraçona». Gaspar de Escolano, en su Historia de Valencia, tomo I, lib. V, cap. 29.º, col. 1117 y ss. de la primera edición (Valencia, 1610), pone traducidos varios trozos de este panegírico, pero equivocando el apellido y, al parecer, la patria del autor, á quien llama «Alfonso Peraza, Cathedratico de Retorica, de nación Andaluz». Acaso procederá la equivocación de haber un Luis de Peraza, historiador de Sevilla; pero tampoco tendría nada de extraño que Alonso de Proaza, asturiano de origen, hubiese nacido en Andalucía.

1510. Disputatio Raymundi Lulli et Homerii Saraceni, primo habita inter eos in urbe Bugiae Sermone Arabico, postea translata in Latinum ab eodem Lullo... Valentiae, per Ioannem Gofredum (Juan Jofre). Cuidó de esta edición Alonso de Proaza, y escribió la epístola dedicatoria al noble genovés Bartolomeo Gentili (el Bertomeu Gentil del Cancionero General). Contiene además este raro libro otros dos tratados lulianos, el De Demonstratione per aequiparantiam y la Disputatio quinque hominum sapientum.

A este mismo año de 1510 corresponde la más antigua de las ediciones hasta ahora conocidas de las Sergas de Esplandián, famoso libro de Caballerías, del regidor Montalvo. Esta edición, acabada de imprimir en Sevilla por maestre Jacobo Cromberger á 31 de julio de 1510, está descrita con el núm. 3331 en el Registrum de D. Fernando Colón. Por esta descripción sabemos que el libro tenía al fin, como todas las ediciones posteriores, unas coplas de Alonso de Proaza, que comienzan «Los claros ingenios...». Estas coplas son seis octavas de arte mayor, análogas en todo á las que puso en la Celestina:

Aquí se demuestran, la pluma en la mano,
Los grandes primores del alto decir,
Las lindas maneras del bien escrebir,
La cumbre del nuestro vulgar castellano;
Al claro orador y cónsul romano
Agora mandara su gloria callar,
Aquí la gran fama pudiera cesar
Del nuestro retórico Quintilïano.

También en este caso se titula Alonso de Proaza «corrector de la impresión»; pero ¿qué edición del Esplandián es la que corrigió verdaderamente? No creo que fuese la sevillana de 1510, sino otra más antigua, porque él en ese tiempo residía en Valencia.

1511. En el Cancionero General de Hernando del Castillo, impreso en Valencia por Cristóbal Hofman, hay seis poesías del bachiller Alonso de Proaza, que tienen los núms. 25, 35, 477, 778, 791 y 793 en la reimpresión de los Bibliófilos Españoles. La más curiosa es el Romance en loor de la ciudad de Valencia, que reprodujo Durán en su Romancero General, tomo II (núm. 1369). Es un resumen de su oración latina, con la cual fué impreso. El colector Castillo, que dirige á Proaza dos preguntas rimadas, da testimonio de la reputación científica de que gozaba entre sus contemporáneos:

A vos que soys prima de los inuentores
Y todo saber en vos resplandesce:
A vos a quien grandes, medianos, menores,
Vienen pidiendo de vuestros fauores,
Y lleuan cumplido lo que les fallesce...
..........................................................
Discreto, prudente en metros y prosa,
A quien s'endereçan mis simples razones,
A vos qu'en el texto desnudo sin glosa,
Sin que se pueda sentir otra cosa,
Moueys grandes dubdas y altas quistiones.

1512. Publicó en Valencia, imprenta de Jorge Castilla, el Liber correlativorum innatorum de Raimundo Lulio (Vid. N. Antonio, Bibliotheca Vetus, tomo II, lib. IX, cap. III, párrafo 89).

1513. Se hace mención de Alonso de Proaza en una carta interesantísima del Cardenal Cisneros á los Jurados de la Ciudad y Reino de Mallorca: «El Secretario Alonso de Proaza me embió su carta, y el traslado de los títulos y privilegios de aquella doctrina del Maestro Ramon Lull, Doctor Iluminadissimo, y he avido mui grande plazer de verlos, y de todo lo que sobre esto me escriven; porque de verdad yo tengo mucha aficion á todas sus obras, porque son de mucha dotrina y provecho; y assi crean, que en todo quanto yo pudiere las tengo de favorecer y trabajar cómo se publique y se lea por todos los Estudios... Y porque al bachiller Proaza escrivo más largo sobre todo, no digo aqui más de remitirme a lo que él de mi parte les escriviera: yo les ruego que le den entera fé. De Alcalá, á 8 de octubre de 1513».

Esta epístola, sacada del libro de Cartas Missivas del Archivo municipal de Mallorca y registrada en el proceso de beatificación de 1612, fué publicada por el P. Custurer en sus Disertaciones históricas del Beato Raymundo Lulio (Mallorca, 1700, pág. 364). Además de lo que importa para la historia del lulismo, nos presenta á Alonso de Proaza como hombre de confianza del gran Cardenal, que sostenía con él correspondencia directa.

1514. En la segunda edición del Cancionero General, hecha en Valencia por Jorge Costilla, se añade una poesía de Alonso de Proaza en loor de la bienaventurada Sta. Catalina (núm. 25 en el apéndice de la edición de los Bibliófilos).

1515. Ars inventiva veritatis. Tabula generalis. Commentum in easdem ipsius Raymundi... Prima impressio per Didacum de Gumiel in inclyta civitate Valentia die XII mēsis Februarii. Anno vero christianae salutis decimo quinto supra millesimum.

Estos tres libros lulianos, de los cuales el tercero se conoce también con el título de Ars expositiva, seu lectura super artem inventivam et tabulam generalem, fueron publicados por Alonso de Proaza en un solo volumen, en folio, á dos columnas, de 219 hojas numeradas y 7 de preliminares. Está dedicado al Cardenal Cisneros, bajo cuyos auspicios se hizo la edición. Alonso de Proaza tradujo al latín la Lectura, y añadió un catálogo metódico y por materias de las obras de Lulio. (Cf. Littré, tomo 29 de la Histoire Littéraire de la France, pp. 182-183, 196-197.)

1519. A este año pertenecen, según D. Nicolás Antonio, otras dos ediciones lulianas, impresas en Valencia por Jorge Costilla, el Liber de ascensu et descensu intellectus y la Logica Nova. Pero el P. Custurer (Disertaciones, p. 603), á quien como especialista en la materia hemos de suponer más enterado, las atribuye al año 1512, y cita un ejemplar existente en la Biblioteca de Montesión (hoy Provincial de Mallorca). Pudiera tratarse de ediciones distintas, pero no parece creíble, porque en 1518 Jorge Costilla había trasladado sus prensas á Murcia, y no volvió á establecerse en Valencia hasta el año de 1520.

Alfonso de Proaza fué también autor dramático.

En el Registrum de D. Fernando Colón figura con el número 12.987 Alfonsi de Proaza, Farsa, en coplas S. (¿Sevilla?). Empezaba:

O qué valles tan lucidos.
O qué chapados pradales...

De esta pieza, como de tantas otras, no queda más memoria que el apuntamiento de Colón (véase la magnífica edición en facsímile del Registrum publicada por el benemérito hispanista Mr. Archer M. Huntington). Los dos primeros versos de la farsa de Proaza corresponden exactamente á los de otra farsa de Alonso de Salaya, que afortunadamente existe, y de la cual tenemos copia. ¿Serían ambas obrillas una misma, atribuida á dos autores?

Estos datos, con ser tan exiguos, aclaran un poco la fisonomía del personaje. En su juventud, como otros humanistas trashumantes, tuvo que ganarse la vida corrigiendo pruebas de imprenta. Más adelante, su cátedra de Retórica, el oficio de secretario del obispo de Tarazona, su ferviente lulismo, que no pudo menos de hacerle grato á los mallorquines, y sobre todo la protección de Cisneros, mejoraron sin duda su condición, pero no le harían perder sus antiguas aficiones. Sin nota de temeridad puede sospecharse que no fué ajeno á la edición valenciana de la Celestina, salida en las prensas de Juan Jofre (utilizadas por él mismo para alguna de sus tareas), y que no sólo consintió, sino que probablemente sugirió la idea de reproducir el colofón de Salamanca, donde se «descriue el tiempo y lugar en que la obra primeramente se imprimió acabada». Todo esto me parece natural y sin visos de superchería.

[12] Comedia de Calisto y Melibea (Unico texto auténtico de la «Celestina»). Macon, Protat hermanos, impresores, 1900. Forma parte de la Bibliotheca Hispanica.

[13] Después de los versos acrósticos hay un segundo título, que no sabemos si es anterior ó posterior al primero: «Siguese la comedia de Calisto y Melibea, compuesta en reprehension de los locos enamorados, que vencidos de su desordenado apetito a sus amigos llaman z dizen ser su dios. Assi mesmo fecha en auiso de los engaños de las alcahuetas ᘔ malos ᘔ lisonjeros siruientes».

[14] Entiéndase .

[15] El origen de este prólogo se dirá cuando tratemos de las fuentes de la Celestina.

[16] En vez de conquistas es probable que el autor escribiese «conquestas» (disputas).

[17] Revue Hispanique, 1900, pág. 42.

[18] Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, tercera época, tomo VI. Enero á junio de 1902, páginas 245-299. Noticias biográficas de Fernando de Rojas, autor de la Celestina, y del impresor Juan de Lucena. Con un facsímile de la declaración de Alvaro de Montalbán, y un calco de la firma autógrafa de Catalina de Rojas.

[19] Hombre de temple debió de ser el bachiller Rojas, y que no se recataba de manifestar sus convicciones. En la misma Tragicomedia (aucto VII) alude con intensa ironía á los procedimientos inquisitoriales y manifiesta su predilección por la justicia ordinaria. Después de contar Celestina cómo salió á la vergüenza castigada por bruja su amiga Claudina, la madre de Pármeno, la interrumpe éste: «Verdad es lo que dizes, pero esso no fue por justicia», y Celestina le replica. «Calla, bouo; poco sabes de achaque de iglesia, e quánto es mejor por mano de justicia que de otra manera; sabialo mejor el cura, que Dios aya, que viniendola a consolar, dixo que la sancta Escriptura tenia que bienaventurados eran los que padescian persecucion por la justicia, e que aquéllos poseerian el reyno de los cielos. Mira si es mucho passar algo en este mundo por gozar de la gloria del otro; e mas que, segun todos dezian, a tuerto e sin razon, e con falsos testigos e recios tormentos, la hizieron aquella vez confesar lo que no era... Asi que, todo esto passó tu buena madre acá, deuemos creer que le daria Dios buen pago allá, si es verdad lo que nuestro cura nos dixo».

Esta genial y desenfadada libertad no es incompatible con la más exquisita prudencia, y á Rojas, que como escritor es tan vigoroso y tan sereno á un tiempo, no podían faltarle en la vida las mismas condiciones que tuvo en el arte. Gracias á ellas pudo esquivar, aunque no sin sospecha, la persecución de los de su raza.

[20] Acaso no está puesta sin misterio la edad de Calisto en el aucto IV: «Podra ser, señora, de veynte e tres años, que aquí está Celestina que le vido nacer y le tomó á los pies de su madre».

[21] Véase lo que más adelante decimos de la Comedia Philodoxos.

[22] Vid. A. Morel-Fatio (Romanía, 1897, págs. 324 á 326), con ocasión de dar cuenta de un artículo de C. A. Eggert (Zur Frage der Urheberschaft der Celestina en el Zeitschrift für romanische Philologie).

[23] Son raras en la Celestina las alusiones á costumbres jurídicas, pero he notado dos ó tres bastante curiosas.

«Es necesario (dice la misma Celestina) que el buen procurador ponga de su casa algun trabaxo, algunas fingidas razones, algunos sofísticos actos; yr e venir a juyzio, avnque resciba malas palabras del juez, siquiera por los presentes que lo vieren, no digan que se gana holgando el salario.» (Aucto III.)

El monólogo de Calisto en el aucto XIV contra el juez que mandó tan ejecutivamente descabezar á sus criados, testifica en su primera parte el desprecio de la justicia que hacían en los días anárquicos de Enrique IV los hombres poderosos y turbulentos, convirtiéndola en función doméstica de viles paniaguados suyos; en la segunda, el autor, como hombre de ley, restablece la verdadera noción de las cosas y da la razón al juez, por boca del mismo irritado mancebo: «O cruel juez, e qué mal pago me has dado del pan que de mi padre comiste! Yo pensaua que pudiera con tu fauor matar mill hombres sin temor de castigo, iniquo falsario, perseguidor de verdad, hombre de baxo suelo. Bien diran de ti, que te hizo alcalde mengua de hombres buenos. Miraras que tú e los que matastes, en servir a mis passados e a mí, erades compañeros; mas quando el vil está rico no tiene pariente ni amigo. ¿Quién pensara que tú me auias de destruyr?... Tú eres público delincuente e mataste a los que son priuados...

«Pero qué digo? Con quién hablo? Estoy en mi seso? Qué es esto, Calisto?... Con quién lo has? Torna en ti; mira que nunca los absentes se hallaron justos; oye entrambas partes para sentenciar. No vees que por executar la justicia no auia de mirar amistad, ni deudo, ni criança? No miras que la ley tiene de ser ygual a todos? Mira que Rómulo, el primer cimentador de Roma, mató a su propio hermano porque la ordenada ley traspassó. Mira á Torcato, romano, cómo mató á su hijo porque excedió la tribunicia constitucion; otros muchos hizieron lo mismo».

Quizá este monólogo es inoportuno en la situación en que Calisto se encuentra, pero no lo es para el conocimiento de las ideas de su autor, y aun las mismas citas clásicas delatan al alumno ó profesor de jurisprudencia romana. Este trozo es de los añadidos en 1502.

[24] Esto es, pan ázimo, sin levadura.

[25] Fiesta de los tabernáculos.

[26] Historia de Talavera, antigua Elbora de los Carpetanos, póstuma: escribióla en borrador el Lic. Cosme Gomez de Tejada de los Reyes. Sacóla en limpio Fr. Alonso de Ajofrin, profeso del Monasterio de Sta. Catalina, orden de S. Gerónimo (Ms. 2039 de la Biblioteca Nacional).

[27] Salamanca en vez de Talavera, lo cual ha extraviado á los investigadores por no encontrarse en Salamanca ningún alcalde mayor que llevase el nombre de Fernando de Rojas. Vid. Cañete, en su prólogo á las Farsas y Églogas de Lucas Fernández (Madrid, 1867), pp. VIII y IX. El error de copia procede de Gallardo, según he comprobado en sus papeletas autógrafas.

[28] Alusión evidente á los prosélitos del culteranismo, á quienes satirizó el mismo Tejada en su León Prodigioso (1636).

[29] Indivisible.

[30] Noticia comunicada al Sr. Serrano por D. Luis Jiménez de la Llave, correspondiente de la Academia de la Historia en Talavera, y fundada probablemente en documentos del Archivo Municipal.

[31] Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 3.ª época, tomo VI, pp. 295-299.

[32] Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia, en la recepción pública del Excelentísimo Sr. D. Fermín Caballero. Madrid, Imp. del Colegio de Sordo-Mudos, 1866, pág. 30.

[33] Ha tenido la bondad de enviarme la transcripción de este pasaje el R. P. Fr. Guillermo Antolín, O. S. A., dignísimo bibliotecario del Escorial, donde existe el códice original de las Relaciones, del cual tenemos copia en la Academia de la Historia.

[34] Algunos le han confundido con un Fernando de Rojas, vecino de Toledo, que se encuentra entre los exceptuados de la amnistía ó lista de perdón que dió Carlos V en 28 de octubre de 1522. Puede verse dicho documento en los apéndices de la traducción que D. José Quevedo, bibliotecario del Escorial, publicó en 1840 de los diálogos De Motu Hispaniae de Juan Maldonado, pág. 346. El nombre de Fernando de Rojas está á continuación del de otro Rojas (Francisco), vecino de Toledo. Nuestro Rojas era ya vecino de Talavera en 1517, y continuaba siéndolo en 1525. Aunque no es materialmente imposible colocar entre ambas fechas el episodio revolucionario, todo induce á creer que se trata de distinta persona.

Nada podemos decir de un Fernando de Rojas, autor de una insignificante poesía contenida en un códice de la Biblioteca del Real Palacio (publicada en la Revue Hispanique, IX, p. 172).

[35] Aún en el siglo XVI reinaba tal incertidumbre sobre esto, que el primer acto de la Celestina y aun toda ella fueron atribuídos caprichosamente á diversas personas. El portugués Juan de Barros dice en su Espelho de Casados (1540, p. 12): «Ho que fez a Celestina, qualquer que foy, ora fosse nosso mestre Loarte, ora outro, nam foy outro seu fim senam dezer mal das molheres». (Nota comunicada por doña Carolina Michaëlis de Vasconcellos).

Del encubierto aragonés de Gracián hablaré más adelante.

[36] Así lo ha hecho el Sr. D. Cayo Ortega Mayor en su reciente edición, aunque sin dar título á esas subdivisiones (Biblioteca Clásica, tomo 216, 1907).

[37] Ya D. Nicolás Antonio había dicho con muy buen sentido, en su Bibliotheca Nova (artículo de Rodrigo de Cota): «Qui enim Ioanni de Mena Cordubensi... hanc (Comoediam) tribuunt, parum animadvertunt Menae stilum, imo illius saeculi, quo Mena floruit, ab hoc poematis nostri toto coelo diversum».

[38] Epistolario Español, de la Biblioteca de Rivadeneyra, II, p. 33.

[39] Vid. el tomo 6.º de mi Antología de poetas líricos castellanos (pp. 376-382). Una poesía muy curiosa de Rodrigo Cota publicó el Sr. Foulché-Delbosc en el número primero de la Revue Hispanique (marzo de 1894). Son unas coplas contra el contador mayor de los Reyes Católicos, Diego Arias de Ávila, con motivo de haber casado un hijo ó sobrino suyo con una parienta del gran Cardenal Mendoza, y haber convidado á la boda, que se celebró en Segovia, á todos sus deudos, excepto á Rodrigo Cota, que se vengó con este burlesco epitalamio, leyendo el cual la Reyna Isabel dijo que bien parescia ladrón de casa. Esta composición es de 1472 ó poco después, según de su contexto se infiere.

En sus Anales de Literatura española (1904), preciosa miscelánea que deseamos vivamente ver continuada, publicó D. Adolfo Bonilla en facsímile una nota autógrafa de un doctor Cota, puesta en la última hoja de una de las obras jurídicas de Bartolo (ejemplar de la Biblioteca Nacional), donde el susodicho Dr. Cota declara haber comprado aquel libro en Toledo á 15 días de abril de 1485. No parece que este Dr. Cota sea el autor del Diálogo entre el Amor y un Viejo. Se trata, según toda probabilidad, de un Dr. Alonso Cota, que tuvo, por cierto, al año siguiente, muy desventurado fin. «Miércoles 26 dias de Agosto del dicho año de 86 (1486) quemaron (los primeros inquisidores de Toledo) 25 personas, 20 hombres y 5 mujeres: entre las quales quemaron al Dr. Alonso Cota, vecino de Toledo, e a un Regidor de esta cibdad, e a un Fiscal, e a un Comendador de la Orden de Santiago e a otras personas que fueron en honra». (Biblioteca Nacional, ms. Aa—105, fol. 88. Varias cosas curiosas manuscritas, por el Lic. Sebastián de Horozco). En la lista de los inhábiles de Toledo y cantidades que cada uno pagó por su rehabilitación (Archivo Histórico Nacional, Inquisición de Toledo, leg. 120, núm. 92), figuran Inés Cota y Sancho Cota, hijos del Dr. Cota y de Margarita de Arroyal.

En el mismo número de la Revue Hispanique (pp. 85-87) imprimió el Sr. Foulché-Delbosc dos cartas inéditas de la Reina Católica, tomadas de la colección del P. Burriel (Dd—59 de la Biblioteca Nacional). Estas cartas, fechadas en 1472, dan alguna luz sobre la familia de los Cotas, pero no es seguro que el Rodrigo Cota, hijo del jurado de Toledo Sancho Cota, y hermano del Bachiller Alfonso de la Cuadra, alcalde de Ávila, sea la misma persona que el poeta.

Véase también el Cancionero de Antón de Montoro, reunido, ordenado y anotado por D. Emilio Cotarelo y Mori (Madrid, 1900), pp. 344-347.

[40] Vid. Revista de Archivos, 3.ª época, tomo VI, pág. 248.

[41] Manuscrita en la Biblioteca Nacional (Ff. 23 y 24).

[42] La frase de Palmyreno es ambigua, é indica que dudaba entre la atribución del primer acto á Juan de Mena ó de toda la tragicomedia á Rojas. «Finge que oyes este thema: En todas partes es conoscida esta mala vieja. El que essa proposición oye, bien entiende lo que le dizes; pero no se le mueuen los affectos a aborescerla o á apartarse della. Mira la Hipotyposis del excelente Joan de Mena o del Bachiller Rojas de Montaluan... (Phrases Ciceronis, Hypotyposes clariss. virorum, Oratio Palmyreni post reditum, eiusdem fabella Ænaria. Valentiae, ex officina Pet. a Huete, 1574), pág. 24 vta.».

[43] Sigo la edición de Eduardo Boehmer, que es la más correcta (Romanische Studien... Sechster Band. Bonn, Eduard Weber's Verlag..., 1895, pág. 415).

[44] Aludo á D. Adolfo Bonilla y San Martín, á quien pudiera llamar, con menos autoridad que el Maestro López de Hoyos, pero con la misma efusión, «mi caro y amado discípulo». Véase el estudio que con el modesto título de Algunas consideraciones acerca de la Celestina campea al frente de sus Anales de la Literatura Española, Madrid, Imp. de Tello, 1904, pp. 7-24.

[45] Recuerdos del tiempo viejo, Barcelona, 1880, tomo I, pág. 90 y ss.

[46] Victor Hugo avant 1830, par Edmond Biré. París, 1883, pp. 389-394.

[47] Hay una sola excepción: el episodio, evidentemente ocioso, de la venganza de Elicia y Areusa encomendada al rufián Centurio. Pero este no formaba parte de la obra primitiva, y fué intercalado á última hora. Más adelante nos haremos cargo de él.

[48] ¿Cómo pudo creer Ticknor que Fernando de Rojas se abstuvo quizá de dar su nombre á toda la Celestina por respetos á su posición eclesiástica? ¿Qué tendrá que ver un bachiller en leyes con un eclesiástico? Esta peregrina ocurrencia subsiste aún en las últimas ediciones de su obra: «It is that the different portions attributed to the two authors are so similar in style and finish, as to have led to the conjecture that, after all, the whole might have been the work of Rojas, who, for reasons, perhaps, arising out of his eclessiastical position in society, was unwilling to take the responsibility of being the sole author of his» (History of Spanish Literature, by George Ticknor, Londres, Trübner, tomo I, pág. 237). Un erudito como Ticknor no debió haberse fiado del prologuista de la edición de Amarita, que fué el primero en consignar este disparate: «no le parecía la obra ocupación propia de un eclesiástico».

[49] Pudo ser también un rasgo de timidez literaria, propia de un escritor novel. Al principio dió el libro como anónimo. La edición de 1499, en su estado actual, no tiene los versos acrósticos, ni pudo tenerlos nunca porque no hubiesen cabido en la hoja primera que falta, y además sin la clave difícilmente se habrían fijado los lectores en su artificio. No es creíble tampoco que esa hoja que hacía veces de frontis contuviese ningún otro indicio para reconocer al autor, porque hubiera pasado á alguna de las ediciones posteriores. Alentado Rojas por el buen éxito de su obra, se descubrió á medias en el acróstico de 1500 ó de 1501, en connivencia con Alonso de Proaza, que dió la clave para descifrarle.

[50] Obras de D. Leandro Fernández de Moratín, edición de la Real Academia de la Historia, 1830, tomo I, pág. 88.

[51] Periódico trimestral, intitulado Variedades ó Mensagero de Londres. Lo publica R. Ackermann, núm. 101, Strand, Londres. Tomo I, núm. 3.º (abril de 1824, p. 228).

[52] Studien zur Geschichte der Spanischen und Portugiesischen Nationalliteratur... p. 296.

[53] Handbuch der Spanischen Literatur... von Ludwig Lemcke. Leipzig, Fr. Fleischer, 1855.

P. 150: «Denn zwischen dem angeblich von Cota oder Mena herrührenden ersten Akt und den folgenden ist so ganz und gar keine Verschiedenheit des Styls sichtbar, der im ersten Akte angelegte Plan is so consequent durchgeführt, das Ganze überhaupt so aus einem Gusse gearbeitet, dass es rein undenkbar ist, ein Fortsetzer habe sich in diessem Grade in die Intention seines Vorgängers hineindenken und seine Manier in so vollkommenem Maase nachahmen können. Die neue Kritik hat sich daher fast allgemein dafür entschieden, die Celestina für das Werk eines einzigen verfassers zu halten, nämlich des obengenannten Fernando de Rojas».

[54] Véanse los dos artículos acerca de las ediciones de Krapf y Foulché-Delbosc, en el Literaturblatt für germanische und romanische Philologie (tomo XXII, 1901). En el segundo dice: «Ein einziger Verfasser aller 21 Akte, wie Menendez y Pelayo und wie ich selber annehme». Tal sufragio vale por muchos. Verdad es que la insigne romanista deja en duda si tal autor fué Fernando de Rojas ú otro, pero ha de tenerse en cuenta que cuando escribió su artículo no se conocían todavía los documentos que prueban indisputablemente la existencia de Rojas y le declaran autor de la Celestina.

[55] Revue Hispanique, VII, p 57.

[56] He aquí uno de los lugares en que la prosa de la Celestina recuerda más la del Corbacho.

[57] Involuntariamente se recuerdan los versos de Fernán Pérez de Guzmán, que acaso estarían presentes á la memoria de Rojas:

El gentil niño Narciso
En una fuente gayado,
De si mismo enamorado
Muy esquiva muerte priso...

[58] Más adelante veremos de dónde están tomadas.

[59] Que lo detiene, dicen la edición de Valencia, 1514, y otras muchas. Por evidente razón métrica prefiero el texto de Gorchs, tomado, al parecer, del de Zaragoza, 1507.

Creo enteramente casual la coincidencia entre los últimos versos que canta Melibea con el célebre fragmento de Safo:

Δέδυκε μὲν ἁ σελάννα
Καὶ Πληΐαδες, μέσαι δὲ
Vύκτες, παρὰ δ' ἔρχεθ' ὥρα,
Ἔγω δὲ μόνα χαθεύδω.

(Poetae Lyrici Graeci, ed. Bergk, Leipzig, 1843, pág. 612.)

La semejanza de la situación ha inspirado la misma frase al bachiller Rojas y á la poetisa de Lesbos, pero la imitación hubiera sido imposible, puesto que antes de 1550 no fueron coleccionados los fragmentos de Safo, y antes de 1526 no fué impreso el texto del gramático Hefestión, que nos ha conservado esos cuatro versos, débil pero fielmente traducidos por nuestro Castillo y Ayensa:

Ya sumergióse la luna,
Ya las Pléyadas cayeron,
Ya es media noche, ya es hora,
¡Triste! y yo sola en mi lecho!

(Poesías de Anacreonte, Safo y Tirteo... Madrid, Imp. Real, 1832, pág. 192).

[60] La paradoja del erudito director de la Revue Hispanique ha hecho pocos prosélitos. Entre los críticos que disienten de ella debemos mencionar (además de nuestro Bonilla) á doña Carolina Michaëlis de Vasconcellos (Literaturblatt für germanische und romanische Philologie, n.º 1.º, 1901) y á Mr. E. Martinenche (Bulletin hispanique, tomo IV, 1902, pp. 95-103), Quelques mote sur la Célestine. «Je dois ajouter (dice Martinenche) que, s'il a vraiment existé, cet adicionador est en tout cas fort loin d'être l'écrivain maladroit que suppose M. Foulché-Delbosc. Il est, en effet, dans la Célestine, une scène qui a fait songer à Shakespeare, et qui mérite cet honneur. Cet immortel duo d'amour, ce n'est pas celui de l'acte XIV, c'est celui de l'acte XIX. J'ai presque autaut de peine à refuser à Pierre Corneille la seconde entrevue de Rodrigue et de Chimène».

[61] Aunque las palabras de Sempronio van dirigidas á Celestina, sería ridículo entenderlas del padre de ésta, que debía estar enterrado hacía muchos años.

[62] In Dioscoridis Anazarbei de materia medica libros quinque enarrationes eruditissimi Doctoris Amati Lusitani. Venetiis, apud Gualterum Scotum, 1553, lib. III, en. 99, pág. 1907.

Llamó por primera vez la atención sobre este texto el Dr. Pedro Dias, Archivos da historia da medicina portugueza, 1895, pág. 6.

Véanse la preciosa monografía del Dr. D. Maximiano Lemos, ilustre historiador de la Medicina en Portugal, Amato Lusitano. A sua vida e a sua obra (Porto, 1907), pp. 35-38, y el erudito folleto del Dr. D. Ricardo Jorge, La Celestina en Amato Lusitano, contribución al estudio de la famosa comedia, traducido para la revista Nuestro Tiempo por el Dr. D. Federico Montaldo (Madrid, 1908).

[63] «¿Qué más claro lo quieres? No tienes ya por qué dubdar; y si vas a San Laurencio, junto á la pila de baptizar hallarás sobre su sepultura este epitafio:

Las mientes empedernidas
De las muy castas doncellas,
Aunque más altas y bellas,
De mí fueron combatidas;
Y ablandadas y vencidas
Con mis sabrosas razones,
Pusieron sus corazones
En mis manos ya rendidas...

(Siguen otras dos estrofas).

Claro es que ni la sepultura de Celestina en San Lorenzo, ni su epitafio, pueden tomarse en serio, pero son un nuevo documento de la tradición salmantina. (Vid. Tragicomedia de Lisandro..., tomo III de Libros Raros ó Curiosos, p 35.)

[64] El Pelegrino Curioso y Grandezas de España... Publícalo la Sociedad de Bibliófilos Españoles. Tomo I. Madrid, 1886, pág. 310.

[65] Tanto este pasaje como el de El Pelegrino fueron ya acotados por el Sr. Foulché-Delbosc.

[66] Primera Parte de las Nimphas y Pastores de Henares. Diuidida en seys libros. Compuesta por Bernardo Gonçalez de Bouadilla, Estudiante en la insigne Universidad de Salamãca... Impressa en Alcalá de Henares, por Iuan Gracian, Año de M.D.LXXXVII, fol. 178.

[67] En el ya citado articulo de las Variedades ó Mensajero de Londres, p. 246.

[68] Vid. el artículo de D. Adolfo Bonilla y San Martín, en la Revue Hispanique, tomo XV (1906), pp. 372-386.

[69] Discurso preliminar sobre la novela española (en el tomo III de la colección de Rivadeneyra), p. XIV.

[70] Comentando un verso de la copla 252 del Laberinto

Allí es mesclada gran parte de echino...

había citado el Comendador los mismos textos de Plinio, Aristóteles y Lucano, traduciendo este último en los mismos literales términos que Rojas: «No falta ally el pez dicho echeneis, que detiene las fustas en mitad del mar quando el viento euro estiende las cuerdas». El plagio no puede ser más completo, aunque nadie se había fijado en él antes del Sr. Foulché-Delbosc. La Glosa del Comendador se imprimió en 1499, el mismo año que la Celestina, pero sabido es que su prólogo no aparece hasta 1502 en las ediciones refundidas. De la fuente general de este prólogo se tratará más adelante.

[71] Estas harpadas lenguas pasaron á Cervantes.

[72] No he podido encontrar en las obras de Séneca la sentencia que Celestina le atribuye en el aucto I: «Que, como Séneca dice, los peregrinos tienen muchas posadas e pocas amistades, porque en breue tiempo con ninguno pueden firmar amistad, y el que está en muchos cabos, está en ninguno»; aunque el filósofo cordobés dice cosas muy análogas en el segundo capítulo del libro De Tranquillitate animi. Tampoco la encontró Gaspar Barth, que en las Animadversiones que acompañan á su versión latina de nuestra Tragicomedia (p. 351) dice: «Loca Senecae non pauca memini vituperantia peregrinationem propter animi motus institutam, et laudantia Socraticum illud; quid juvat te mutare loca, cum te ubi ibis circumferas? Hoc tamen dictum non occurrit; puto sententiolam aliquam esse Publii, aut alterius Poetae quales olim plurimae Senecae titulo commendatae fuerunt».

[73] Es anterior, sin duda, y sirvió de modelo á Ovidio, el Carmen V del libro 4.º de Propercio, Lena Acanthis, que es una serie de imprecaciones contra el túmulo de una alcahueta.

Terra tuum spinis obducat, lena, sepulcrum,
Et tua, quod non vis, sentiat umbra sitim...

Pero dudo que el bachiller Rojas la tuviese presente, porque en su tiempo se leía muy poco á Propercio. El tipo de Acanthis conviene en muchas cosas con el de Dipsas, especialmente en la magia:

Illa velit, poterit magnes non ducere ferrum...
Audax cantatae leges imponere lunae,
Et sua nocturno fallere terga lupo...
Consuluitque striges nostro de sanguine et in me
Hippomanes foetae semina legit equae,

(v. 9, 13-14, 17-18).

Acanthis procura seducir á la querida (puella) de Propercio y le da los mismos consejos que Dipsas á la de Ovidio.

[74]

Illa magas artes, Æaeaque carmina novit.
Inque caput rapidas arte recurvat aquas.
Scit bene quid gramen, quid torto concita rhombo
Licia, quid valeat virus amantis equae.
Quum voluit, toto glomerantur nubila caelo;
Quum voluit, puro fulget in orbe dies.
Sanguine, si qua fides, stillantia sidera vidi:
Purpureus Lunae sanguine vultus erat.

(v. 5-14.)

[75] «O qué graciosa era! o qué desenvuelta, limpia, varonil! tan sin pena ni temor se andaua a media noche de cimenterio en cimenterio, buscando aparejos para nuestro officio, como de dia; ni dexaua cristianos, ni moros, ni judios, cuyos enterramientos no visitaua; de dia los acechaua, de noche los desenterraua. Assi se holgaua con la noche escura como tú con el dia claro; dezia que aquella era capa de pecadores. ¿Pues maña no tenia, con todos las otras gracias? Vna cosa te diré, porque veas qué madre perdiste, aunque era para callar; pero contigo todo passa: siete dientes quitó a un ahorcado con unas tenazicas de pelar cejas, mientras yo le descalcé los çapatos. Pues entrar en un cerco mejor que yo e con más esfuerço, avnque yo tenía harta buena fama, más que agora, que por mis pecados todo se oluidó con su muerte; qué más quieres sino que los mesmos diablos le auian miedo? atemorizados y espantados los tenía con las crudas bozes que les daua; assi era dellos conocida, como tú en tu casa; tumbando venian vnos sobre otros a su llamado; no le osarian dezir mentira, segun la fuerça con que los apremiaua; despues que la perdi, jamas les oy verdad». (Aucto VII)

[76] El más importante de estos descubrimientos ha sido hecho en 1906, cerca de la antigua Afroditopolis, por Gustavo Lefebvre. El papiro descubierto y publicado por él contiene los restos de cuatro piezas, tres de las cuales han podido ser reconstruidas conjeturalmente, aunque con grandes lagunas. (Fragments d'un manuscrit de Ménandre, découverts et publiés por M. Gustave Lefebvre, inspecteur en chef du service des Antiquités de l'Egypte. Impreso en el Cairo, 1907.)

Lo que hoy poseemos de Menandro, además de los simples fragmentos, son partes más ó menos extensas de seis comedias (El Labrador, El Adulador, El Héroe, El Juicio de Albedrío, La Sannia, La Mujer Pelona).

[77] Los versos con que Ovidio caracteriza el teatro de Menandro (Amorum, I, XV, 17) incluyen tres de los principales tipos de la Celestina:

Dum fallax servus, durus pater, improba lena
Vivent, dum meretrix blanda, Menandros erit.

[78] Tal es la legítima acentuación de este nombre, confirmada en cuanto al castellano por estos versos de un soneto de Bartolomé Leonardo de Argensola contra el esgrimidor Pacheco de Narváez:

Cuando los aires, Pármeno, divides
Con el estoque negro, no te acuso...

Como este nombre llegó á nosotros por via erudita, se conservó el nominativo latino y se dijo Pármeno en vez de Parmenón, contraviniendo á la ley general. Lo mismo se observa en Crito y Traso que son también nominativos grecolatinos; Critón y Trasón hubieran sido las formas naturales en nuestra lengua.

[79] No es imposible que Celestina tuviese ya en la mente del autor el sentido de Scelestina que le dieron algunos de sus censores morales. Pero pudo ser sugerido también por el Libro del esforzado caballero D. Tristán de Leonis, como ha notado el Sr. Bonilla en el tomo I, pág. 410 de su colección de Libros de Caballerías. En el capítulo LII de Don Tristán se lee: «Dize la historia que quando Lançarote fue partido de la doncella, ella se aparejó con mucha gente, y fuese con ella su tia Celestina». El nombre de Lucrecia parece inspirado, más que por el recuerdo de la matrona romana, por la reciente lectura del libro de Eneas Silvio. Tristán, no hay que decirlo, se deriva del ciclo bretón. Alisa nos trae á la memoria cierta fábula de la ninfa Cardiama convertida en fuente por amores del gentil Aliso, que trae Juan Rodríguez del Padrón en el Triunfo de las donas. El nombre de Sempronio (eterno compañero de Ticio) no puede ser más natural en un bachiller legista. El Melibeo de las églogas virgilianas pasó a nuestra tragicomedia cambiando el sexo. Nada hay que advertir en cuanto á Calisto (no Calixto, como muchas veces se ha impreso), derivado del superlativo griego κάλλιστος (hermosísimo).

En algunos de los nombres, no en todos, se ajustó el autor de la Tragicomedia á la práctica de los cómicos latinos, según la explica el gramático Donato comentando los primeros versos de los Adelfos de Terencio: «Nomina personarum, in comoediis duntaxat, habere debent rationem et etymologiam. Etenim absurdum est, comicum aperte argumentum confingere: vel nomen personae incongruum dare, vel officium quod sit a nomine diversum (Lessing, en el número 90 de la Dramaturgia, propone que se lea et nomen, y no vel nomen, para que resulte más clara la frase). Hinc servus fidelis Parmeno: infidelis vel Syrus vel Geta: miles Thraso, vel Pole non: juvenis Pamphilus: matrona Myrrina, et puer ab odore Storax: vel a ludo et gesticulatione Circus, et item similia». (En el Terencio de la colección de Valpy, pág. 1392).

De antiguo viene reparándose en la intención con que están aplicados los nombres de la Celestina. Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana (2.ª ed. 1674, p. 184) dice á este propósito: «Çelestina, nombre de una mala vieja que le dió á la tragicomedia Española tan celebrada, Dixose assi quasi scelestina a scelere, por ser malvada alcahueta embustidora; y todas las demás personas de aquella comedia tienen nombre apropiado á sus calidades. Calixto es nombre griego, pulcherrimus; Melibea vale tanto como dulçura de miel, mel et vita», etc.

[80] Esta excepción, muy curiosa por tratarse de una pieza fundada en argumento histórico español y contemporáneo (el frustrado regicidio de Fernando el Católico en Barcelona, 7 de diciembre de 1492), es el Fernandus Servatus de Marcelino Verardo de Cesena, sobrino de Carlos Verardo, camarero y secretario de Breves durante los pontificados de Paulo II, Sixto IV, Inocencio VIII y Alejandro VI, y autor de la Historia Baetica seu de expugnatione Granatae, drama en prosa latina, excepto el argumento y el prólogo, que están en versos yámbicos.

El Fernandus Servatus está en versos hexámetros, y en rigor los versos son lo único que pertenece á Marcelino, puesto que el plan fué de Carlos, que es el que escribe la dedicatoria al Cardenal Mendoza: «Materiam ipsam Marcellino nepoti et alumno meo, qui Poesi mirifice delectatur, versu describendam, poeticisque coloribus salua rerum dignitate ac veritate pingendam exornandamque tradidi».

Tanto la Historia Baetica (cuyo asunto es la conquista de Granada) como el Fernandus Servatus son curiosas muestras de la tragedia humanística, y una y otra fueron representadas con gran pompa. La primera en el palacio del Cardenal Riario y en fecha conocida: «Acta ludis Romanis, Innocentio VIII in solio Petri sedente, anno a Nat. Salvatoris MCCCCXCII, undecimo Kalendas Maii». Del Fernandus Servatus sólo sabemos, por la dedicatoria de Verardo, que patrocinaron la representación los prelados españoles D. Bernardo de Carvajal, obispo de Badajoz, y D. Juan de Medina, obispo de Astorga, y que fué oída con gran aplauso por el Papa, muchos cardenales y obispos y otra porción de egregias personas: «Tanto autem fauore et attentione ab ipso Pontifice Maximo, pluribusque Cardinalibus ac praesulibus (ut inferiores taceam...)».

En este prólogo es donde Verardo aplica á su obra el dictado de tragicomedia, olvidado desde Plauto. Y la llama así por tener triste el principio (la herida del Rey) y alegre el desenlace, en que se le ve restituido á la salud: «Potest enim haec nostra, ut Amphitruonem suum Plautus appellat, Tragicocomoedia nuncupari, quia personarum dignitas et Regiae maiestatis impia illa violatio ad Tragoediam, iucundus vero exitus rerum ad Comoediam pertinere videantur».

Ambas tragedias fueron impresas en Roma, con otras poesías latinas de ambos Verardos, en 1493, per Magistrum Eucharium Silber alias Franck. Hay otras varias ediciones de la Historia Baetica, entre ellas la famosísima de Basilea, 1494, que contiene la carta de Colón «de insulis in mari Indico nuper inventis». Del Fernandus Servatus no conozco más reimpresión que la de Strasburgo de 1513, unida á otros opúsculos latinos de varios autores (Argentorati, Ex officina Matthiae Schurerii Selestensis Mense Aprili Anno M. D. XIII).

Me parece fuera de duda que Fernando de Rojas conocía la obra de Verardo, que por su asunto debió de divulgarse bastante en España, y quizá la lectura de su prólogo le sugirió la idea de cambiar el título de Comedia que había dado á la Celestina en tragicomedia. Obsérvese también que la explicación que da del nombre conviene con la de Verardo y no con la de Plauto. Pero puede admitirse la influencia simultánea de los dos textos. Tengo por seguro que la Celestina estaba escrita antes del Fernandus Servatus, pero en su primitiva forma no se llamaba tragicomedia, sino comedia.

[81] La derivación terenciana está indicada ya por el más antiguo imitador de la Celestina, don Pedro Manuel de Urrea, en el prólogo de su Penitencia de amor (1514). «Esta arte de amores está ya muy vsada en esta manera por cartas y por çenas que dize el Terencio, y naturalmente es estylo del Terencio lo que hablan en ayuntamiento». (Pág. 3 de la reimpresión de Foulché-Delbosc).

[82] Bien conocido es el pasaje de Bossuet en su carta al Papa Inocencio XI sobre los estudios del Delfín de Francia: «Quid memorem, ut Delphinus in Terentio suaviter atque utiliter luserit: quantaque se hîc rerum humanarum exempla praebuerint, intuenti fallaces voluptatum ac muliercularum illecebras, adolescentulorum impotentes et caecos impetus; lubricam aetatem «servorum» ministeriis atque adulatione per devia praecipitatam, tum suis exagitatam erroribus, atque amoribus cruciatam, nec nisi miraculo expeditam, vix tandem conquiescentem ubi ad officium redierit. Hic morum, hic aetatum, hic cupiditatum naturam a summo artifice expressam; ad haec personarum formam ac lineamenta, verosque sermones, denique venustum illud aut decens, quo artis opera commendetur. Neque interim jucundissimo poetae, si quae licentius scripserit, parcimus: sed e nostris plurimos intemperantius quoque lusisse, mirati, horum lasciviam exitiosam moribus, severis imperiis coercemus». (En el Terencio de Lemaire, I, p. CLXVIII.)

La ejemplaridad moral que Bossuet encuentra en las comedias de Terencio es por el estilo de la que afectaba el bachiller Rojas y celebran sus panegiristas. Las palabras subrayadas convienen extraordinariamente con el encabezamiento de la Celestina. En realidad, Terencio no es ningún severo moralista, pero, aunque gentil, es muy casto y morigerado en la expresión, y por eso, y sin duda también por el prestigio de la antigüedad, le otorgó Bossuet la indulgencia que negaba á Molière, tan castigado por sus episcopales anatemas. A la fortuna de Terencio en las escuelas cristianas puede aplicarse aquel dístico de Ovidio (Trist. II, I, 369):

Fabula jucundi nulla est sine amore Menandri,
Et solet hic pueris virginibusque legi.

[83] Véase lo que sobre este particular digo en mi reciente libro acerca de Boscán (p. 344). El poemita de Museo es uno de los dos primeros libros griegos impresos en España (Alcalá de Henares, ¿1514?); fecha, como se ve, muy posterior á la Celestina; pero su autor pudo conocer las ediciones de Venecia y Florencia, que se remontan á 1494 ó 1495.

[84] Ed. de Dübner en la colección Didot, pág. 9.

[85] Poesías de Safo, Meleagro y Museo, traducidas del griego... Madrid, 1797, pág. 133.

[86] Le Querolus, comédie latine anonyme. Texte en vers restitué d'après un principe nouveau... París, Vieweg, 1880.

[87] Théâtre de Hrotsvitha, religieuse allemande du Xeme siècle... París, 1845, págs. VI y XLI de la introducción y en varios lugares de las notas. Esta insostenible paradoja, aventurada primero por Villemain y monstruosamente exagerada por Philarète Chasles, fué victoriosamente impugnada por Du Méril en sus Origenes latines du théâtre moderne (pp. 16-19) y por otros críticos posteriores, entre los cuales no debe omitirse á nuestro Fernández Espino, autor de un extenso y juicioso trabajo sobre Rosvita, inserto en sus Estudios de literatura y de crítica (Sevilla, 1862, pp. 181-266). Hoy todo el mundo admite que los dramas de Rosvita fueron escritos únicamente para la lectura. Vid. especialmente Köpk, Hrotsuit von Gandersheim. Zur Literaturgeschichte des 10. Jahrhundert, Berlín, 1869, y A. Ebert, Historia General de la Literatura de la Edad Media en Occidente (traducción francesa de Aymeric y Condamin, tomo III, 1889, pp. 310-357). Posteriores á la edición de Magnin hay dos por lo menos, la de Benedixen, que se contrae á la parte dramática (Hrosvithae Gandershemensis Comoedias VI ad fidem codicis Emmeramensis typis expressas edidit... Lübeck, 1857), y la de Barack, que se extiende á todas las obras (Die Werke der Hrotswitha, Nuremberg, 1858).

[88] «Plures inveniuntur catholici, cujus nos penitus expurgare nequimus facti, qui pro cultioris facundia sermonis, gentilium vanitatem librorum utilitati praeferunt sacrarum Scripturarum. Sunt etiam alii sacris inherentes paginis, qui licet alia gentilium spernant, Terentii tamen figmenta frequentius lectitant, et, dum dulcedine sermonis delectantur, nefandarum rerum notitia maculantur. Unde ego, clamor validus gandershemensis, non recusavi illum imitari dictando, dum alii colunt legendo; quo, eodem dictationis genere, quo turpia lascivarum incesta feminarum recitabantur, laudabilis sacrarum castimonia virginum, juxta mei facultatem ingenioli, celebraretur». (P. 6 de la ed. de Magnin.)

[89] «Hoc tamen facit non raro verecundari gravique robore perfundi, quod, hujus modi specie dictationis cogente, detestabilem inlicite amantium dementiam et male dulcia colloquia eorum, quae nec nostro auditui permittuntur, accomodari dictando mente tractavi et stili officio designavi.» (Pág. 5.).

[90] «Amicus.—In domo cujusdam lenonis habitationem elegit, qui tenello amore illam colit; nec frustra: nam omni die non modica illi pecunia ab ejus amatoribus adducitur.

«Abraham.—A Mariae amatoribus?

«Amicus.—Ab ipsis.

«Abraham.—Qui sunt ejus amatores?

«Amicus.—Perplures». (Abrahamus, sc. IV.) .......................................................... «Stabularius.—Fortunata Maria, laetare, quia non solum ut hactenus tui coaevi, sed etiam senio jam confecti te adeunt, te ad amandum confluunt.

«Maria.—Quicumque me diligunt aequalem amoris vicem a me recipiunt.

«Abraham.—Accede, María, et da mihi osculum.

«Maria.—Non solum dulcia oscula libabo sed etiam crebris senile collum amplexibus mulcebo». (Ib., sc. VI.) .......................................................... «Maria.—Ecce triclinium ad inhabitandum nobis aptum; ecce lectus haud vilibus stramentis compositus. Sede ut tibi detraham calciamenta, ne tu ipse fatigeris discalciando...». (Abrahamus, sc. VII.) .......................................................... «Paphnutius.—Tu isthaec intro, Thais, quam quaero?

«Thais.—Quis hic qui loquitur ignotus?

«Paphn.—Amator tuus.

«Thais.—Quicumque me amore colit, aequam vicem amoris a me recipit.

«Paphn.—O Thais, Thais, quanta gravissimi itineris currebam spatia, quo mihi daretur copia tecum fandi, tuique faciem contemplandi.

«Thais.—Nec aspectum subtraho, nec colloquium denego.

«Paphn.—Secretum nostrae confabulationis desiderat solitudinem loci secretioris.

«Thais.—Ecce cubile bene stratum et delectabile ad inhabitandum». (Paphnutius, sc. III.)

No deja de ser una de las curiosas ironías que suele ofrecer la historia el que las primeras escenas lupanarias del teatro moderno hayan sido trazadas por la pluma castísima de una religiosa que en su mismo atrevimiento revela la pureza de su alma y la rectitud de su intención.

[91] Aun á riesgo de incurrir en digresión, me extiendo algo sobre las comedias elegíacas y las comedias humanísticas, por ser géneros poco conocidos en España.

[92] Caelii Sedvlii Opera Omnia... (ed. del P. Faustino Arévalo), Romae, 1794, apud Antonium Fulgonium, p. 155.

Du Méril fué el primero que llamó la atención sobre estos versos en sus Origines Latines du Théâtre Moderne, p. 15.

[93] Vid. Histoire Littéraire de la France, tomo XV, pp. 428-434, y tomo XXII, pp. 39-50 (artículo de Victor Le Clerc); Bozon, De Vituli Blesensi (Rothomagi, 1880); Müllenbach, Comoediae elegiacae (Bonn, 1885).

[94] Publicada por Edelestand Du Méril, Origines Latines du Théâtre Moderne, París, 1849, pp. 285-297. Sobre Mateo de Vendôme vid. Histoire Littéraire, tomo XV, pp. 420-428, y tomo XXII, pp. 55-64.

[95] Victor Le Clerc notó la semejanza del desenlace con la fábula 4.ª de la Noche 4.ª de Straparola.

[96] El Milo fué publicado por Mauricio Haupt en sus Exempla poeseos latinae medii aevi (Viena, 1834).

[97] La Comoedia Lydiae fué publicada por Du Méril en la tercera serie de su colección de textos latinos de la Edad Media (Poésies Inédites du Moyen Age, precedées d'une histoire de la fable ésopique, París, 1854, pp. 359-373).

La atribución de la Lydia y del Miles gloriosus á Mateo de Vendôme ha sido impugnada por críticos más modernos, que sólo atribuyen á Mateo el Milo y consideran las otras dos comedias como de autor desconocido, aunque uno mismo, según se infiere de los primeros versos de la Lydia:

Postquam prima Equitis ludentis tempora risit,
Mox acuit mentem musa secunda meam;
Ut nova Lidiades veteres imitata placeret,
Finxi femineis quoque notanda dolis.

Vid. Cloetta, Beiträge zur Literaturgeschichte des Mittelalters und der Renaissance. I. Komödie und Tragödie im Mittelalter... Halle, 1890, p. 79.

[98] Publicada por Tomás Wright para la Percy Society (1842) en tirada de cortísimo número de ejemplares; después por Du Méril en el citado tomo de Poésies Inédites du Moyen Age, pp. 421-422, y últimamente por E. Lohmeyer, Guilelmi Blessensis Alda, Leipzig, 1892. Sobre Guillermo de Blois, vid. Histoire Littéraire, tomo XXII, pp 51-55.

[99] El Cancionero de Juan Alfonso de Baena... Madrid, 1851, pp. 115, 116 y 118.

[100] El episodio comienza en la copla 580 (ed. de Ducamin). Al códice de Salamanca le faltan, después de la cuarteta 659, seis hojas, que debían contener treinta y dos cuartetas, las cuales se suplen con el manuscrito llamado de Gayoso (hoy de la Academia Española), exceptuando los dos primeros versos de la 660. Pero lo que desgraciadamente no puede suplirse de ninguna manera es la pérdida total de otros dos folios, LVIII á LXI, que fueron sin duda intencionalmente arrancados pudoris causa, y contenían gran parte del desenlace de la historia: De cómo doña Endrina fue a casa de la vieja e el arcipreste acabo lo que quiso.

Citaré constantemente el texto del Arcipreste por la edición paleográfica de Juan Ducamin, única que hoy debe manejarse (Juan Ruiz Arcipreste de Hita, Libro de Buen Amor, texte du XIVe siècle, publié pour la première fois avec les leçons des trois manuscrits connus... Tolosa de Francia, ed. Privat, 1901).

[101] Orígenes de la novela, tomo I, pp. XCVII-C.

En 1900 reimprimí el Pamphilus con una advertencia, en el tomo II de la Celestina, de Vigo, conforme al texto de Adolfo Baudouin (París, 1874), que es el de la edición parisiense de 1499.

[102] El primer erudito que señaló la Comoedia de Vetula como fuente del Arcipreste de Hita fué D. Juan Antonio Pellicer en la curiosa nota que comunicó a D. Tomás Antonio Sánchez, y publicó éste en el tomo IV de su Colección de Poesías Castellanas anteriores al siglo XV, Madrid, 1790, pp. XXIII á XXIX. Después se han hecho cargo de esta imitación casi todos los que han escrito sobre el gran poeta castellano del siglo XIV. Véase, como último estudio importante, el de D. Julio Puyol y Alonso, uno de los jóvenes de más sólida cultura que tiene España (El Arcipreste de Hita, Madrid, 1906, pp. 266-279).

[103] Geschichte der dramatischen Literatur und Kunst in Spanien. Von Adolf Friedrich von Schack, 2.ª edición, Francfort, 1854, tomo 1.º, pág. 157. Cf. la traducción castellana de D. Eduardo de Mier (Madrid, 1885), tomo 1.º, p. 275.

[104] Conservo en los diptongos y en todo lo demás la ortografía del original.

[105] Como apelativo está usado en la copla 441:

E busca mensajera de unas negras pecas(A),
Que vsan mucho frayres, monjas e beatas;
Son mucho andariegas e merescen las çapatas;
Estas trota-conventos fasen muchas baratas...

(Nota A: Verso sin rima y evidentemente estragado, pero no nos atrevemos á corregirle. ¿Acaso picazas, por el mucho hablar?).

Pero las rúbricas de los manuscritos del libro del Arcipreste prueban que el apelativo se convirtió muy pronto en nombre propio, puesto que nunca lleva artículo en ellas, aunque se remontan al siglo XIV.

El nombre de Urraca consta en el epitafio:

Urraca so que yago so esta sepultura...

(Copla 1576).

Reaparece la palabra trotaconventos en el Arcipreste de Talavera, al parecer como nombre propio: «Llámame á Trotaconventos, la vieja de mi prima, que vaya de casa en casa» (Reprobación del Amor mundano, parte 2.ª, capítulo I, pág. 120 de la edición de los Bibliófilos Españoles), y luego en la Celestina (aucto II), donde dice Pármeno: «e lo que más dello siento es venir a manos de aquella trotaconuentos, despues de tres veces emplumada». No recuerdo ningún texto intermedio.

[106] Atincar, goma de un árbol índico llamado comúnmente borraj. Es voz para nosotros de origen arábigo, transmitida al árabe por el persa y oriunda del sánscrito (Vid. Eguilaz (D. Leopoldo), Glosario etimológico de las palabras españolas de origen oriental, p. 307). Dozy la confundió con la crysocolla, pero ya desde el siglo XVI el Dr. Andrés Laguna, en sus anotaciones á Dioscórides, había notado la diferencia entre ambas drogas: «Todos aquellos se engañan que toman por la tal chrisocolla el Atincar, llamado borax en las boticas».

[107] Ignoro qué especie de hechizo sea la raynela, aunque el nombre indica que se trata de alguna raíz.

[108] Aunque mohalinar parece nombre árabe, no consta en los glosarios de Engelmann, Dozy y Eguilaz. Sánchez salió fácilmente del paso diciendo que era «cierto hechizo». Urge un vocabulario completo y razonado de la lengua del Arcipreste. Ningún autor de la Edad Media lo necesita tanto.

[109] Véanse los versos del Pamphilus que corresponden á los del Arcipreste, y se juzgará de la diferencia:

Dum loquor ejus adest michi mens animusque loquenti,
Dulciter omne meum suscipit eloquium,
Curvat et ipsa suos circum mea colla lacertos,
A te missa sibi dicere verba rogat.
Dumque tuum nomen rationis nominat ordo,
Nominis ammonitu fit stupefacta tui.
Dum fruitur verbis pallet rubetque frequenter,
Fessaque si taceo, me monet ipsa loqui.
His aliisque modis cognoscimus ejus amorem:
Non negat ipsa michi quin sit amica tibi.

(V. 507-516).

[110] Otra comedia elegíaca existe, de la cual creemos que tuvieron conocimiento nuestros dos autores, aunque no la utilizaron en nada esencial, sino en meros detalles. Se trata del Libellus de Paulino et Polla, gracioso poemita bastante bien versificado, y de una latinidad muy elegante para su tiempo, que fué el del emperador Federico II (1212-1250). Su autor fué el italiano Ricardo, juez de Venosa (Venusium), la antigua patria de Horacio. El argumento son los cómicos amores de dos viejos, Paulino y Pola, y sus ridículas bodas efectuadas por mediación del casamentero Fulco:

Materiam nostri, quisquis vis, nosce libelli;
Haec est: Paulino nubere Polla petit.
Ambo senes; tractat horum sponsalia Fulco:

Cujus adit tremulo corpore Polla domum(A).

(Nota A: Edición de Du-Méril, en el tercer tomo de las Poésies inédites du Moyen Age (pp. 374-416)).

En la obra de Rojas hemos notado una que nos parece reminiscencia de esta comedia. Dice la madre Celestina en el aucto IV: «Las riquezas no hazen rico, mas ocupado;—no hazen señor, mas mayordomo;—más son los perseguidos de las riquezas que no los que las poseen». El Libellus expresa idénticos conceptos:

Hi non sunt domini, sed servi divitiarum,
Illas prodesset non habuisse magis.

..........................................................
Hi dum divitiis retinendis, non potiendis
Intendunt, servi constituuntur opum.

La idea es tan vulgar que ha podido ocurrirse á los dos autores con independencia, pero el giro de la frase es idéntico. Acaso tengan una fuente común.

La imitación del Archipreste puede estar, si no me engaño, en el célebre pasaje sobre la propiedad que el dinero ha (cop. 490 y ss.), á cuyo espíritu corresponden bastante exactamente algunos versos del Paulinus:

Denario castella simul produntor et urbes,
Denario falli saepe puella solet...
Denario sedes maculatur pontificalis
Cum non ex meritis, sed magis aere datur.

Pero son tantos los lugares comunes que en la Edad Media se escribieron sobre este argumento, que no afirmo, ni mucho menos, que esta sea la fuente, y de seguro no es la única.

[111] Este diálogo fué publicado por Magnin en la Bibliothèque de l'École des Chartes (t. I, p. 524).

[112] «Et quidem histriones erant, qui gestu corporis arteque verborum, et modulatione vocis, factas aut fictas historias, sub aspectu publico referebant, quos apud Plautum invenis et Menandrum, et quibus ars nostri Terentii innotescit. Porro comicis et tragicis abeuntibus, cum omnia levitas occupaverit, clientes eorum videlicet et tragoedi, exterminati sunt».

(Johannis Sarisberienses Policraticus sive de nugis Curialium et vestigiis Philosophorum libri octo... Amsterdam, 1664, p. 32, cap. VIII del libro I).

[113] Geschichte des Neueren Dramas von Wilhelm Creizenach... Erster Band. Mittelalter und Frührenaissance. Halle, Niemeyer editor. 1893. Abtes Buch. Die ersten dramatischen Versuche der Humanisten, pp. 529-578. Véanse además el libro de Chassang, Des essais dramatiques imités de l'antiquité au 14.me et 15.me siècle (París, 1852), y los trabajos de Cloetta, Beiträge zur Literaturgeschichte des Mittelalters und der Renaissance. I. Komödie und Tragödie im Mittelalter. II. Die Anfänge der Renaissancetragödie (Halle, 1890-92).

[114] En el segundo tomo de su obra, publicado en 1903, Creizenach afirma en términos demasiado generales el parentesco de la Celestina con las comedias humanísticas: «Es ist ein Lesedrama in der Art der lateinischen Frührenaissancekomödien» (Geschichte des Neueren Dramas, II. Renaissance und Reformation, pp. 153-157).

[115] De este libro, impreso en Barcelona por Pedro Posa y Pedro Brun, y terminado en 3 de septiembre de 1481, no se conoce más que un ejemplar en la Biblioteca Municipal de Tolosa de Francia (Vid. Haebler, Bibliografía Ibérica del siglo XV. La Haya, Nijhof editor, pág. 326).

[116] La publicó K. Müllner en los Wiener Studien, a. XXII, pp. 236 y ss., valiéndose para establecer el texto del códice Ambrosiano C. 12 sup. y del Vaticano Lat. 6878, que afirma ser el mejor.

[117] Es una facecia que se encuentra en Ateneo y otros antiguos, y también en el Fabulario de nuestro Sebastián Mey, en los Cuentos de Garibay y en la Floresta Española de Santa Cruz, como puede verse en el tomo II de estos Orígenes de la Novela, pp. CIX y CX.

[118] Todavía lleva su nombre en la edición de Luca de 1588, descrita por Brunet: Lepidi comici veteris Philodoxios fabula, ex antiquitate eruta ab Aldo Manucio. El texto impreso por Amico Bonucci (Opere vulgari di Leon Battista Alberti... Florencia, 1843-1849, tomo I, pág. CXX) difiere bastante de éste.

[119] Gallardo (Ensayo, tomo III, núm. 3.559) es el único bibliógrafo que ha descrito esta edición, de la cual posee un ejemplar la Biblioteca de la Universidad de Salamanca, y creo que otro la de Oviedo. He creído oportuno, tratándose de pieza tan rara y curiosa, hacer una descripción más detallada, en la cual pongo íntegros el prólogo del Bachiller Quirós, el argumento de la comedia y la lista de los personajes:

Comedia Philodoxeos leonis baptiste. (A la vuelta): Bachalarius quirosius Alfonso ticio titulos assecuto et Salmanticensis academie grammatico atque praeceptori suo. S.—Quum diebus superioribus, praeceptor suavissime: nonnullis ex auditoribus meis quibus publica lectione Vergilium enarro, quibusque privatim et Iuvenalis Satyras et Lucani pharsaliam interpretor: philodoxeos fabulam: quam Baptista albertus singularis ingenii: summa cum elegantia ac venustate composuit: ostendissem: quamprimum a me efflagitare caeperunt: ne tam pulcherrimum opus et hic omnibus incognitum apud nos amplius latere permitterem: quorum ego etsi honestissimis studiis tamdiu abnuendum esse existimavi quo [ad] tibi ipsi qui id mihi mandaveras morem gerere fuit necesse: tuo itaque ductu et auspicio comoediam ipsam imprimi curavimus: quod tamen illi et dignitatem allaturum puto et auctoritatem. In qua re si gratum tibi laborem nostrum fuisse sensero: forsitan tecum maioribus agam: id autem una potissimum re iudicabo: si dabis operam: ut apud scholasticos ipsos quam gratiosum me tua commendatione factum esse cognoscam. Vale longissimis praeceptor annis: et hunc tibi mancipatum discipulum amare non desinas. Iterum vale.

«Incipit Philodoxeos. Leo. Bap. Philodoxus atheniensis adolescens doxiam romanam civem amat perdite. Atqui habet fide optima et singulari amicitia coniunctum Phronisim, qui cum sua consilia conferat. Dat operam Phronisis amici causa: ut Ditonum libertum convicinum amate benivolentia sibi advinciat. Homo fidem praestat rebus defuturum se nunquam. At interim Fortunius civis insolens adolescens, dynastis suasu hanc ipsam Doxiam cupere occipiens lepidissima Phronisis astutia depulsus est: quo adamans non nihil sese verbis commendatum fecit mulieribus. Denique irrisus Fortunius adolescens per vim edes ingreditur, Simiam sororem Doxie rapit. Tandem Mnimia ancilla, cum virum suum Phronisim comperisset atque Tichia Fortunii mater precibus exorarunt ut Cronos excubiarum magister omnia componeret. Ex quo hic raptam tenuit, is vero amatam duxit. Explicit argumentum».

Personajes de la comedia:

Philodoxus, adolescens.
Phronisis, amicus Philodoxeos.
Ditonus, libertus.
Dynastes, senex, libertus.
Fortunius, adolescens.
Doxa, puella.
Phymia, soror Doxae.
Mnimia, ancilla.
Alithya, ancilla.
Cronos, excubiarum magister.
Thychia, mater Fortunii.

—Io. Francisci Poggii Florentini ad Alexandrum VI. Pont. Maxim. in expeditione contra Turcas Episto'a.

—In Turcos Porcia Declamatio (precedida de una dedicatoria á Alejandro VI).

(Colofón): «Hieronymi Porcii Patricii Romani Bas. Prin. Ap. Canonici Rote primarii Auditoris. Hundrensis Episcopi in Turcos Christiani Federis Compilatio lubente Alexandro Borgia Sexto Pontifice Maximo: totius sacri Senatu Reuerendissimis Cardinalibus ac Regum et Principum Oratoribus adstantibus universis inter divina publicate foeliciter.

«Impressum Salmanticae per Ioannem Gysser Alemanum de Silgenstat Anno domini M.CCCCCI, die vero XX decembris».

Todos estos opúsculos forman un solo volumen con signaturas seguidas (a.d. IV). La comedia llega hasta la c. VII.

[120] «Della Philogenia del Pisani ricorda due antiche edizioni il Bahlmann in Centralblatt für Bibliothekswesen, a. XI, fasc. 4, pag. 175. Ma a me rimasero inaccesibili; e io mi valsi, per l'esame della commedia, del cod. Laurenziano Ashb. 188». (Nota que me ha comunicado el Sr. Sanesi.)

[121] Tanta boga tuvieron en su tiempo algunas comedias humanísticas, que se insertaron fragmentos de ellas, al lado de los de Plauto y Terencio, en una célebre compilación retórica, formada en Alemania, la Margarita Poética, de Alberto de Eyb (Nuremberg, 1472), de la cual hemos manejado en nuestra Biblioteca Nacional las siguientes ediciones:

a) Margarita poetica de arte dictandi ac practicandi epistolarum opus clarissimum incipit.

Incunable, sin año ni lugar. 4.º

b) Oratorum omnium Poetarum: Hystoricorum: ac Philosophorum eleganter dicta: per clarissimum virum Albertum de Eiib in unum collecta faeliciter incipiunt.

(Colofón): Summa Oratorum omnium: Poetarum: Historicorum: ac Philosophorum Autoritates in unum collectae per clarissimum virum Albertum de Eyb Vtriusque doctorum eximum: quae Margarita poetica dicitur: faeliciter finem adepta est. M.CCCC.LXXXXIII. Kalen. Ianuarii.

Fol.

c) Margarita Poetica.

(Colofón): Explicit opus excellentissimum in se continens omnium fere Oratorum Poetarum Historicorum ac Philosophorum Autoritates: collectum p. Clarissimum vir. Albertum de Eyb utriusque Iuris doctorem, quod Margaritam poeticam inscripsit: Impressum Basileae per magistrum Ioannem de Amerbach. Anno domini. M.CCCC.XCV.

d) Margarita poetica de arte dictandi ac practicandi epistolarum opus clarissimum feliciter incipit. Incunable, en 4.º, sin año ni lugar.

e) Edición en folio de 1503.

(Colofón): Explicit opus excellentissimum in se continens omnium fere Oratorum: Poetarum: Historicorum ac Philosophorum Auctoritates: collectum p. Clarissimum virum Albertum de Eyb utriusque Iuris doctorem. quod Margaritam poeticam inscripsit: Impressum Basileae p. magistrum Ioannem de Amorbach Ioannem petri et Ioannem froben, consocios Anno domini. M.CCCCC.III.

Secundae Partis: tractatus I. Cap. XVI.

Nunc vero aliquas extraordinarias item Comoedias: et quidem numero tres prosequendas ex ordine duxi. Et imprimis Philodoxios: quae est Caroli Aretini: sese fert Comoedia admodum iucundissima.

De auctoritatibus ac sententiis ex Comoedia philodoxios Caroli Aretini collectis. Cap. XV.

De auctoritatibus ac sententiis sumptis ex Comoedia de falso Hypocrita et tristi: Mercurii Roncii Vercellensis. Cap. XVI.

De auctoritatibus ac sententiis receptis ex Comoedia Philogenia Ugolini Parmensis. Cap. XVII.

[122] Storia della letteratura italiana di Adolfo Gaspary, tradotta dal tedesco da Vittorio Rossi. Turin, Loescher, 1891, tomo II, pág. 196.

[123] «Gracchus.—Nisi me fallit spes bona, bonum refert modo nuncium Tharatantara, nam aedepol venit hilarior, seque ocius movet ac solet... Triumpho hercule si quid jussi impetravit, eb obviam, heus, heus, Tharatantara, quae nova, quae nova?

«Tharatantara.—Bona, bona.

«Gracch.—Non sum apud me, successit oportune? »Tharat.—Laetare, laetare inquam Grache, omnis res in vado est, nihil me fefellit, quod in mentem venerat. .......................................................... «Gracch.—Si defessa es, mea mater, sede modo, atque enarra sedulo prout sese res habuere, primum cave ne me in gaudium conjicias frustra. .......................................................... «Tharat.—Sede propius ne quis audiat nos.

«Gracch.—Sedeo.

«Tharat.—Principio ubi pulso foros aperitur illico, postea quae poscit omnium rogat Poliscena quid rei est secum.

«Gracch.—Timeo.

«Tharat.—Dico illam verbis tuis alloqui si lubet, stupe, squalor nascitur faciei, primum utor circuitione, laudibus extollo virginis formam, subridet ubi te nomino, rubet faciem...»

[124] Hay de la Poliscene varias ediciones, todas de suma rareza. La más antigua, con el título de Calphurnia et Gurgulio, es de 1478, y probablemente sería la que leyese el bachiller Rojas, puesto que las demás que Brunet y otros bibliógrafos citan son posteriores á la impresión de la Celestina (Leipzig, 1500, y otras cinco tiradas más hasta 1515; Krakau, 1509; Viena, 1516; todas con el título de Comedia Poliscene per Leonardum Aretinum congesta). No habiendo podido encontrar en España ninguna de ellas, he tenido que valerme de la reproducción incompleta que por casualidad hallé en un curioso librillo cuya portada dice así:

«Equitis Franci et Adolescentulae Mulieris Italae Practica Artis Amandi, insigni et jucundissima historia ostensa. Cui praeterea, quae ex variis autoribus antehac annexa sunt, alia quaedam huic materiae non inconvenientia jam primum accesserunt, eaque singularia; et ad Praxim hujus saeculi potissimum accommodata. Auctore Hilario Drudone Poëseos studioso. Amstelodami, apud Georgium Trigg. 1651».

Comienza con la novela de Eneas Silvio, pero contiene otras muchas piezas, en prosa y verso, de varios autores, algunas de ellas muy singulares y difíciles de hallar.

Las escenas de la comedia Poliscene no llevan nombre de autor y sólo este caprichoso título: Idea clandestinarum desponsationum, quae fiunt mediantibus mulieribus vetulis (págs. 147 á 158).

[125] No se conoce más que un manuscrito de esta comedia, el códice 462 de la biblioteca del Príncipe Lobkowitz, de Praga. Tanto la Chrysis como la Historia de Eurialo y Lucrecia fueron escritos en 1444, cuando Eneas Silvio contaba treinta y ocho años. Había nacido en 1405. En 1447 fué Obispo de Trieste; en 1450, de Siena; en 1456 entró en el Colegio de Cardenales, y fué electo Papa en el Cónclave de 1458. Tuvo corto pontificado puesto que falleció en 1464: La obra, muy extensa y erudita, pero no siempre imparcial, de Voigt (Enea Silvio de Piccolomini als Papst Pius der Zweite und sein Zeitalter, Berlin, 1856-1858) da cuantas noticias puedan desearse acerca de este Papa, una de las más dulces y simpáticas figuras del Renacimiento (Cf. Pastor, Historia de los Papas, tomo III de la traducción francesa, 1892).

[126] (Pág. CCCIII). Á lo que allí se dice sobre la bibliografía de esta novela debe añadirse que la edición segunda, mencionada por Nicolás Antonio y Gallardo como de Sevilla, 1533, acaso sea la de 1530, de que he visto un ejemplar en la biblioteca del Duque de T'Serclaes:

Hystoria muy verdadera de dos amantes Eurialo Franco y Lucrecia Senesa que acaecio en la ciudad de Sena en el año de Mil y CCCC y XXXiij años en presencia del emperador Fadrique. Fecha por Eneas Silvio, que despues fue elegido papa llamado Pio Segundo.

(Al fin): Fin del presente tractado de los dos Amantes Eurialo Franco y Lucrecia Senesa. Fué impreso en la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla por Juan Cromberger. Año de Mil y quinientos y treynta.

El Sr. Foulché Delbosc ha hecho una lindísima reimpresión de este librito, tomando por texto la edición de Sevilla, 1512, de la cual existen dos ejemplares, uno en la Biblioteca Nacional de Madrid, otro en el Museo Británico.

[127] PP. 57 y 58 de la edición de Foulché.

En las últimas palabras se habrá notado la imitación del último verso de la Eneida:

Vitaque cum gemitu fugit indignata sub umbras.

[128] «Era la estatura de Lucrecia algo más que de sus compañeras; su cabelladura roxa en abundancia; la frente alta y espaciosa, sin ruga alguna; las cejas en arco tendidas, delgadas, con espacio conueniente en medio; sus ojos tanto resplandecientes que, a la manera del sol, la vista de quien los mirasse embotauan, con aquellos a su plazer podia prender, herir, matar y dar la vida; la nariz, en proporcion afilada; las coloradas mexillas, con ygual medida della apartadas; ninguna cosa más de dessear ni más deleytable a la vista podia ser, la qual como reya, en cada vna de aquellas vn hoyo hendia, muy desseoso de besar de quien lo viesse; su boca, pequeña en lo conuenible; los beços como corales asaz codiciosos para morder; los dientes, pequeños y en orden puestos, semejauan de cristal, entre los quales la lengua discurriendo, no palabras mas suaue armonia parecia mouer. Qué dire de la blancura de la garganta? Ninguna cosa era en aquel cuerpo que no fuese mucho de loar...». (Pág. 4).

Cf. la descripción que Calisto hace de su amada en el aucto primero: «Los ojos verdes, rasgados; las pestañas luengas, las cejas delgadas e alçadas, la nariz mediana; la boca pequeña, los dientes menvdos e blancos, los labios colorados e grossezuelos; el torno del rostro poco más luengo que redondo; el pecho alto.»

Pero una y otra descripción quedan eclipsadas por la pintura que se hace de la reina Iseo en el último capítulo de Don Tristan de Leonis, justamente elogiada por el señor Bonilla (Libros de Caballerías, tomo I, pág. 456). No dudo que también la tuvo presente el autor de la Celestina, porque coinciden en algunas frases: «Otrosí tenia muy amorosa e graciosa y muy pequeñita boca, cuyos labrios, delgados quanto cumplian, eran colorados, que parescian de color de la resplandesciente mañana quando el sol encomienza a salir. Los quales labrios, segund su apostura, bien parescia no rehusar los dulces besos... La guarda e cobertura de los cuales tenian los muy menudos dientes, que parescian ser de fino marfil, puestos en orden no más uno que otro, puestos affirmados en las muy coloradas enzias, que parescian ser de color de rosa...».

El gracioso rasgo de Rodrigo de Reinosa ó quien quiera que sea el autor del romance de «La gentil dama y el rústico pastor»;

Las teticas agudicas—que el brial quieren romper,

está tomado de este lindísimo retrato de Iseo: «Tenia otrosí muy espacioso e blanco pecho, en que eran dos tetillas a manera de dos mançanas, eran agudas que parescian romper sus vestiduras».

[129] La Cassaria y Gli Suppositi, primeras comedias del Ariosto, son de 1508 y 1509. La Amicizia, del Nardi, fué escrita entre 1509 y 1512. La Calandria, del cardenal Bibbiena, fué representada por primera vez en la Corte de Urbino en 6 de febrero de 1513. No se sabe la fecha precisa de la Mandragola, pero sí que no pudo ser anterior á 1512; fechas todas muy tardías comparadas con la de la Celestina, que ya estaba traducida al italiano en 1505. No hay para qué hablar del Orfeo, de Poliziano (1471), ni del Timon, de Boyardo (¿1480?), porque no tienen la menor relación con el género de la Celestina ni son tampoco verdaderas comedias.

Vid. Arturo Graf, Studi drammatici (Turín, ed. Loescher, 1878), pp. 281, 282.

[130] En los Estatutos de la Universidad de Salamanca (1538), título 61, «de los Colegios de Gramática», se dispone que «en cada Colegio cada año se representará una comedia de Plauto ó Terencio ó tragicomedia, la primera el primero domingo de las octavas de Corpus Christi, y las otras en los domingos siguientes; y el regente que mejor hiziere y representare las dichas comedias ó tragedias se le den seis ducados del arca del estudio, y sean juezes para dar este premio el rector y maestre escuela».

(Memoria histórica de la Universidad de Salamanca... por D. Alejandro Vidal y Díaz. Salamanca, 1869, pág. 94.)

[131] Ioannis Maldonati Hispaniola (Comedia) nunc denique per ipsum autorem restituta atque detersa; scholiisque locis aliquot illustrata, 1535. (Al fin): Burgis in officina Ioannis Iuntae mense octobri anno M.D.XXXV (Biblioteca Nacional).

Esta edición, única que he visto, es probablemente la última. El autor, según nos informa en el prólogo, había escrito esta comedia en 1519. Corrieron copias de ella, se representó en Portugal ante la reina de Francia D.ª Leonor, y fué impresa dos veces (una de ellas en Valladolid) sin anuencia suya. También habla de una representación en Burgos in aula Principis. La comedia tiene cinco actos en prosa, y está dedicada al Corregidor de Córdoba D. Diego de Osorio. La fábula es original y poco ingeniosa, pero en el estilo quiere remedar á Plauto: «Rapuit me tunc feriatum a bonis studiis, Plautus suis deliciis ac jocis; et extra vitae institutum longe prolusit. Commentus sum novum argumentum; sed nostris annis magis accommodum; nam in hoc nihil mihi juvavit Plautus; coeterum inter meditandum, sales et joci Plautini circumsonabant aures meas».

Maldonado da á entender que ya iba pasando en Italia la moda de las comedias humanísticas: «Videbantur auditores et spectatores admirari; et frontem corrugare quod esset in Hispania qui Comoedias componeret, cum Italia jamdudum Comicos non producat».

Sobre la Hispaniola vid. Gallardo, tomo 3.º, núm. 2.878, y Bonilla, en una nota á su traducción castellana del Manual de Literatura Española de Fitzmaurice-Kelly (p. 230).

[132] «En 1562 se representó en la plaza pública una comedia latina sobre el rico epulón, titulada Gastrimargus, miserable parodia de las de Terencio, con sus criados locuaces, sus desvergonzadas rameras y sus máximas morales, pero sin numen, sin agudeza y casi sin versificación. Asistían á ella dos Obispos, el virrey, multitud de autoridades, teólogos y caballeros, y un concurso de ocho mil personas...»

(Artículo de D. José María Quadrado en La Palma (1840), pág. 232. Ignoro el paradero actual del manuscrito del Gastrimargus que poseía Bover y leyó Quadrado.)

[133] Artículo publicado en La Unidad Católica, periódico de Palma de Mallorca, 1871, y reimpreso en el tomo VI de las Obras Completas de D. Manuel Milá y Fontanals (Barcelona, 1895), página 323.

[134] Vid. Francisci Petrarchae Florentini, Philosophi, Oratoris et Poetae clarissimi... Opera quae extant omnia... Basileae excudebat Henrichus Petri (1554), tomo I, pág. 121.

«Ex omnibus quae mihi lecta placuerint vel audita, nihil penè vel insedit altius, vel tenacius inhaesit, vel crebrius ad memoriam redit, quam illud Heracliti: Omnia secundum litem fieri, et sic esse propemodum universa testantur. Rapido Stellae obuiant firmamento, etc.»

Sigue el pasaje copiado por Rojas.

[135] «Ver humidum, aestas arida, mollis autumnus, hyems hispida, et quae vicissitudo dicitur pugna est. Haec ipsa igitur quibus insistimus, quibus cirumfouemur et vivimus, quae tot illecebris blandiuntur, quamque si irasci ceperint sint horrenda, indicant terraemotus et concitatissimi turbines, indicant naufragia atque incendia seu coelo seu terris saevientia, quis insultus grandinis, quaenam illi vis imbrium, qui fremitus tonitruum, qui fulminis impetus, quae rabies procellarum, qui feruor, qui mugitus pelagi, qui torrentium fragor, qui fluminum excursus, qui nubium cursus et recursus et concursus? Mare ipsum praeter apertam ac rapidam vim ventorum, atque abditos fluctuum tumores, incertis vicibus alternantes, certos statutosque fluxus ac refluxus habet... quae res dum manifesti motus latens causa quaeritur, non minorem Philosophorum in scholis, quam fluctuum ipso in pelago litem movit. Quid quod nullum animal bello uacat? pisces, ferae, volucres, serpentes, homines, una species aliam exagitat, nulli omnium quies data, leo lupum, lupus canem, canis leporem insequitur... Basiliscus angues reliquos sibilo, adventu, visu perimit... Qui et littoreae volucres, aquaticaeque quadrupedes, aequor, stagna, lacus et flumina rimantur, exhauriunt, et infestant, ut mihi omnium inquietissima pars rerum aqua videatur, et suis motibus et incolarum perpetuis acta tumultibus, quippe quae nouorum animantium ac monstrorum feracissima esse non ambigitur, usque adeo, ut vulgi opinionem, ne docti quidem respuant, omnes prope quas terra vel aër animantium formas habet, esse in aquis, cum imnumerabiles ibi sint, quas et aër et terra non habet...

«Maris caput sua quadam naturali sed effrenata dulcedine, in os viperae insertum, illa praecipiti feruore libidinis amputat, inde iam praegnans vidua, cum pariendi tempus advenerit, foetu multiplici praegravante, et velut in ultionem patris uno quoque quamprimum erumpere festinante, discerpitur, Ita duo animantium prima vota, proles et coitus, huic generi infausta penitusque mortifera deprehenduntur, dum marem coitus, matrem partus interimit.

«Echineis semipedalis pisciculus navim quamvis immensam, ventis, undis, remis, velis actam, retinet.» (Aquí Rojas añade de su cosecha ó de la del Comendador Griego las citas de Aristóteles, Plinio y Lucano.)

«Esse circa mare Indicum inauditae magnitudinis auem quandam quam «Rochum» nostri vocant quae non modo singulos homines, sed tota insuper rostro praehensa navigia secum tollat in nubila, et pendentes in aëre miseros navigantes, advolatu ipso terribilem mortem ferat...

«Homo ipse terrestrium dux et rector animantium, qui rationis gubernaculo solus hoc iter vitae, et hoc mare tumidum turbidumque tranquillè agere possi videretur, quam continua lite agitur, non modò cum aliis sed secum... Quid de communi vita deque actibus mortalium loquar? vix duos in magna urbe concordes, cum multa tum maxima aedificiorum habituumque uarietas arguit... Iam quae infantium bella cum lapsibus, quae puerorum rixae cum literis... quaenam insuper adolescentium lis cum voluptatibus dicam verius, immo quanta secum lis affectuumque collisio.»

F. Petrarchae Operum, ed. de Basilea, pp. 121-124.

[136] Vid. A. Farinelli, Sulla fortuna del Petrarca in Ispagna nel Quattrocento, Turin, Loescher, 1904 (Extracto del Giornale storico della letteratura italiana, tomo 44, pp. 297-350).

[137] Adelheidis de Romano.

«Fama est et quidam scriptores asserunt Ezzelinum de Romano, et Albricum fratres, cruentos et immanes homines, matrem habuisse Adelheidam ex nobili Tuscorum sanguine foeminam, alti ingenii consiliique et tam astrorum coelique studio, quam magicis arcibus supra fidem venturi praesciam. Haec cum saepe multa tam viro quam natis, turn praecipue euidens unum, circa diem suae mortis, oraculi more tribus versiculis pronunciasse dicitur. In quibus quidem et filiorum potentiam, et exitum, et utrique suae mortis locum ita cecinit, ut ipsis euentibus nihil et vaticinio demeretur, quia etiam ut Albricum sileam, cum Ezzelinus ipse monitus Cassanum canere, ignobilis vici nescius, Cassanum castrum in Paduanorum ac Hetruscorum situm finibus fatale ratus... omni semper studio vitasset, tandem post septuagesimum aetatis annum, dum summa vi Mediolanum petit, ab omnibus ferme Longobardis, quibus trux et insolens spiritus, odiosum illum fecerat, circumventus est, iam pontem adhuc fluminis transiverat, illic in extremis sese casibus videns, loci nomen sciscitatus, ubi Cassanum audivit, confusionem nominum recognoscens, adacto calcaribus equo, in oppositum sese flumen injecit. Heu fatum inevitabile, heu materna praesagia, heu arcanum Cassanum horrendo murmure vociferans, ac vix terrae redditus adversae, ab innumerabili hostium exercitu, qui iam pontem et utranque ripam occupaverat opprimitur».

F. Petrarchae Opera, ed. de Basilea, tomo I, pág. 536.

Sabido es que Ezzelino y su madre son personajes capitales en uno de los más antiguos ensayos trágicos de Europa, la Eccerinis del paduano Albertino Mussato, contemporáneo del Petrarca.

[138] Alcibiades paulo prius quam e rebus humanis repelleretur, se amicae suae veste contectum somniaverat, alias fortassis sperare licuit illecebras amanti, sed enim brevi post occisus, et nullo miserante insepultus iacens, amicae obvolutus amiculo est».

F. Petrarchae Opera, I, p. 532.

[139] Dice el Petrarca consolando á un amigo suyo en la muerte de su hermano:

«Et tamen, ut intelligas quorum ego te numeris adscribo, tantoque fretus comitatu haereas in incepto, quantum memoria complecti potuero... aliquot nobiliora exempla et omni copia vetustatis interseram. Æmilius Paulus, vir amplissimus et suae aetatis ac patriae summum decus, ex quatuor filiis praeclarissimae indolis, duos, extra familiam in adoptionem aliis dando, ipse sibi abstulit: duos reliquos intra septem dierum spatium mors rapuit». (Aquí Rojas trastrocó el sentido, pues lo que el Petrarca dice no es que á Paulo Emilio le quedasen dos hijos dados en adopción, sino al contrario, que los perdió para su familia por habérselos dado en adopción á extraños). «Ipse tamen orbitatem suam tam excelso animo pertulit, ut prodiret in publicum, ubi, audiente populo Romano, casum suum tam magnifice consolatus est, ut magis metuere ne quem dolor ille fregisset, quam ipse fractus esse, videretur... Pericles, Atheniensis dux, inter quatuor dies duobus filiis orbitus non solum non ingemuit, sed nec priorem frontis habitum mutavit... Xenophon, filii morte nuntiata, sacrificium cui tunc intererat, non omisit... Anaxagoras mortem filii nuncianti: Nihil inquit, novum aut inaxpectatum audio: ego enim, cum sim mortalis, sciebam ex me genitum esse mortalem

(Liber secundus. Epistola I. Philippo Episcopo Carallicensi.)

El caso de Lambas de Auria está referido en la carta siguiente á persona desconocida sobre el tema «Facilem sapienti iacturam esse sepulchri»:

«Unum de multis exemplum illustre non sileo. Lambas de Auria, vir acerrimus atque fortissimus, dux Januensium fuisse narratur eo maritimo praelio quod primum cum Venetis habuerunt, omnium memorabili, quae patrum nostrorum temporibus gesta sunt... Cumque in eo congressu filius illi unicus, florentissimus adolescens, qui paternae navis proram obtinebat, sagitta traiectus, primus omnium corruisset, ac circa iacentem luctus horrendus sublatus esset, accurrit pater, et Non gemendi, inquit, sed pugnandi tempus est. Deinde versus ad filium, postquam in eo nullam vitae spem videt: Tu vero, inquit, fili, nunquam tam pulchras habuisses sepulturam, si defunctus esses in patria. Haec dicens, armatus armatum tepentemque complexus, proiecit in medios fluctus, ipsa, ut mihi quidem videtur, calamitate felicissimus.»

(Libro II, epist. II, Ad ignotum.)

Francisci Petrarcae, Epistolae de rebus familiaribus et variae... studio et cura Josephi Fracasseti. Florentiae, typis Le Monnier, 1859.

(Tomo I, págs. 81, 82 y 85.)

[140] Vid. A. Farinelli, Note sulla fortuna del «Corbaccio» nella Spagna Medievale, en la Miscellanea Mussafia, Halle, 1905, pág. 43. «Non dipende invece, a mio giudizio, del Corbaccio la tirata contro le donne che Sempronio regala a Calisto nella Celestina (I.º atto) per guarire la sua struggente passione d'amore. E suggerita dalla Reprobación dell Arciprete, come intendo dimostrare altrove trattando delle fonti della Celestina». Si esta promesa se hubiese cumplido, me hubiera ahorrado mucho trabajo.

En otro eruditísimo estudio suyo (Note sul Boccaccio in Ispagna nell' Età media, publicado en el Archiv für das Studium der neueren Sprachen und Literaturen, de L. Herrigs, Braunschweig, 1906) recuerda Farinelli que «la povera Melibea... negli estremi frangenti apre il libro delle Caydas per leggervi i fatti di Nembrot, del «magno Alexandre», di Pasifae, di Minerva, di Mirra, di Semiramide e d'altri illustri» (Pág. 33).

[141] Léase, sobre todo, el capítulo VIII: «Nel quale madonna Fiammetta le pene sue con quelle di molte antiche donne commensurando, le sue maggiori che alcune altre essere dimostra, e poi, finalmente a suoi lamenti conchiude» (Opere Volgari di Giovanni Boccaccio... Florencia, ed. Moutier, 1829, tomo VI, pág. 181 y siguientes).

[142] Vid., entre otros, el elegante libro del Conde de Puymaigre, uno de los más simpáticos cultivadores que han tenido en Francia los estudios hispánicos, La Cour Littéraire de Don Juan II, París, 1873, tomo I, pág. 166.

[143] «Verás quién fue Virgilio e qué tanto supo; mas ya avrás oydo cómo estuvo en un cesto colgado de una torre, mirandolo todo Roma; pero por esso no dexó de ser honrado, ni perdió el nombre de Virgilio». (Celestina, aucto VII.)

«¿Quién vido Vergilio, un hombre de tanta acucia e ciencia, cual nunca de mágica arte nin ciencia otro cualquier o tal se sopo nin se vido nin falló, segund por sus fechos podrás leer, oyr e ver, que estuvo en Roma colgado de una torre a una ventana, a vista de todo el pueblo romano, sólo por dezir e porfiar que su saber era tan grande que mujer en el mundo no le podia engañar». (Arcipreste de Talavera, ed. de la Sociedad de Bibliófilos Españoles, 1901, pág. 49.)

Me parece que el Arcipreste en las palabras subrayadas alude al libro popular Les faits merveilleux de Virgile, del cual existen traducciones en inglés, en alemán, en holandés y hasta en islandés, y es muy verisímil que la hubiera en castellano (Vid. Comparetti, Virgilio nel Medio Evo, Liorna, 1872, tomo II, pág. 151 y ss.).

[144] Páginas 130-131.

[145] Páginas 181-182.

[146] Revue Hispanique, IX, p. 297.

[147] Ha sido publicado por D. Antonio Paz y Melia en un tomo de Opúsculos Literarios de los siglos XIV á XVI, que forma parte de la colección de los Bibliófilos Españoles (Madrid, 1892).

Pgs. 219-244: «Tractado que fizo el muy excelente é elevado Maestro en Santa Teología e en Artes, D. Alfonso, Obispo que fué de Avila, que llamaban el Tostado, estando en el Estudio, por el qual se prueba por la Santa Escriptura cómo al ome es nescesario amar».

[148] Vid. la Cárcel de Amor, en el tomo II de estos Orígenes, pág. 28.

[149] Geschichte der deutschen Dichtung, 4.ª edición, Leipzig, 1853. Reproduzco la elegante traducción que ocasionalmente hizo de este pasaje D. Juan Valera (Disertaciones y juicios literarios, 1878, pág. 320).

[150] La comparación con Shakespeare ha llegado á ser un lugar común en la crítica alemana sobre la Celestina. Ya Clarus había escrito en 1846: «Der Contrast zwischen Liebesglück und Liebesleid ist auf eine so bewundernswürdige Art benutzt, dass man in der Gallerie der Tragödien der Liebe die Melibea dreist in der Nähe von Romeo und Julia aufstellen darf. Diese Tragödie ähnelt in vielen Zügen dem 150 Jahre ältern Werke des Spaniers, in welchem sich überhaupt, wie ich näher belegen werde, vielfach eine Anlage zu einem pyrenäischen Shakspeare hervorthut, an dessen Kraftmanier so mancher Witz, so manches Bild und so manche Empfindungsform erinnert. Ich glaube wohl, dass der im oben angeführten Titel ausgedrückte didaktische Zweck dem Verfasser mehr gegolten hat, als die unvergleichliche Darstellung von der Liebe Lust und Leid, welche sich selbst als den Kern des Stückes bleibend geltend zu machen gewusst hat».

(Darstellung der Spanischen Literatur in Mittelalter von Ludwig Clarus. Mit einer Vorrede von Joseph v. Görres. Zweiter Band, Mainz (Maguncia), 1846, tomo II, pág. 358.)

Con este magnífico elogio concuerdan el de Lemcke (Handbuch, I, 152) y el de Fernando Wolf (Studien, p. 287), que no se fija sólo en Romeo y Julieta, sino que declara shakespirianos otros rasgos, como el de Melibea, cuando oye á sus padres ponderar su inocencia, ó la escena en que el rufián Centurio, cuyo humor compara con el de Falstaff, promete á Elicia y Areusa darles cumplida venganza de la muerte de su madre.

Finalmente Klein, de cuyo enorme trabajo, tan interesante, aunque tan desordenado y de tan raro estilo, no se hace el debido aprecio, desarrolla más extensamente que nadie el paralelo entre Romeo y Julieta y Calisto y Melibea, y se inclina á admitir que Shakespeare conoció la Celestina de cualquier manera que fuese, original ó traducida:

«Wenn Shakespeare dem Italïenischen Drama Motive für die äussere Structur seines Fabel absah, wenn er einzelge Züge italienischer Charactertypen in seine Figuren aufnahm: so war die «Celestina» von der wir nun künhlich annehmen dürfen, dass er sie gekannt, für ihn eine Studie psychologischer Charaktervertiefung und Leidenschaftsentwickelung, eine Studie des tragikomischen Kunstyls, und er musste eine innere Verwandtschaft seiner Compositionsweise, seiner Ausdrucksfärbung und seines Kunsthumors...»

(Geschichte der Drama's von J. L. Klein, VIII. Das Spanische Drama, Erster Band. Leipzig. T. O. Weigel, 1871, p. 927.)

[151] Edición de Eduardo Boehmer en los Romanische Studien (Heft XXII, sechsten bandes viertes heft). Bonn, 1895, p. 415.

[152]

OTHELLO

I look down towards his feet—but that's a fable—
If that thou be'st a devil, I cannot kill thee
..........................................................
Will you, I pray, demand that demidevil,
Why he hath thus ensnaer'd my soul and body?

(Ac. V. sc. II).

[153] Citado por Wolf en sus Studien, pp. 287-288. Traducción de D. Miguel de Unamuno con el impropio título (debido meramente al editor) de Historia de las literaturas castellana y portuguesa, tomo I, pág. 318.

[154] «Por Dios, pecado ganas en no dar parte destas gracias a todos los que bien te quieren; que no te las dió Dios para que passasen en balde por el frescor de tu juventud, debaxo de seys doblezes de paño e lienço. Cata que no seas auarienta de lo que poco te costó; no atesores tu gentileza, pues es de su natura tan comunicable como el dinero; no seas como el perro del ortolano... Mira que es pecado fatigar e dar pena a los hombres, pudiéndolos remediar»... (Aucto VII).

Cf. Artis Amatoriae, lib. III:

Venturae memores jam nunc estote senectae:
Sic nullum vobis tempus abibit iners.
Dum licet, et veros etiam nunc editis annos,
Ludite: eunt anni more fluentis aquae.
..........................................................
Nostra sine auxilio fugiunt bona: carpite florem;
Qui, nisi carptus erit, turpiter ipse cadet.

(V. 59-63, 79-80).

[155] Dice Sempronio á Calisto en el aucto II: «O de muerto o loco no podrás escapar, si siempre no te acompaña quien te allegue plazeres, diga donayres, tenga canciones alegres, cante romances, cuente hystorias, pinte motes, finja cuentos, juege a naypes, arme motes; finalmente, que sepa buscar todo género de dulce passatiempo para no dexar trasponer tu pensamiento en aquellos crueles desvios que recebiste de aquella señora en el primer trance de tus amores».

En sus amoríos con Elicia quiere remedar chistosamente la gentileza y gala de su señor, y habla en su mismo lenguaje, jactándose de haber hecho proezas y festejos caballerescos, seguramente imaginarios: «Señora, en todo concedo con tu razon; que aqui está quien me causó algun tiempo andar fecho otro Calisto, perdido el sentido, cansado el cuerpo, la cabeça vana, los dias mal dormiendo, los noches todas velando, dando aluoradas, haziendo momos, saltando paredes, poniendo cada dia la vida al tablero, esperando toros, corriendo cauallos, tirando barra, echando lança, cansando amigos, quebrando espadas, haziendo escalas, vistiendo armas e otros mill autos de enamorado, haziendo coplas, pintando motes, sacando inuenciones» (Aucto IX).

Á pesar de tan fanfarrón lenguaje, la cobardía es una de sus notas características, y no la disimulan ni él ni Pármeno cuando acompañan, á razonable distancia, á su amo en el aucto XII. Allí está la célebre frase: «Apercibete, a la primera boz que oyeres, tomar calças de Villadiego». Hasta en esto son precursores de los lacayos y graciosos de las comedias del siglo XVII.

El profesor de la Sorbona, E. Martinenche, en su tesis latina, que es uno de los juicios más razonados que se han escrito sobre la tragicomedia de Rojas, ve también en los mozos de Calisto el primer tipo de criados del teatro moderno:

«Illi famuli industriosi simul et solertes et quibus nihil sancti erat, cum in Italiam devecti fuisent, solertiores dolorum et comicarum machinarum artifices paulo post facti sunt, saporemque rusticum quem apud Hispanos habuerant exuere. Mox in Galliam penetravere, ibique sub variis seu Scapini seu Mascarilli nominibus praeclaras vel potius in primas partes, in his comoediis quas exemplaria Italorum secuti nostri poetae ediderunt. Attamen vera eorum proles intra fines Hispaniae permansit non solum in fabulis ad scenam accommodatis, sed etiam in his ubi legentibus seu ignobilium, seu nequam hominum facta narrantur... Ex illa prosapia evadunt illi apud populum notissimi quibus inclytum nomen Gil Blas et Figaro indictum est. Ad Celestinam igitur, si quis verum originem illorum recentiorum famulorum... respicere necesse est».

(Quatenus Tragicomoedia de Calisto y Melibea vulgo Celestina dicta ad informandum Hispaniense Theatrum valuerit. Thesim Facultati Litterarum in Parisiensi Universitate proponebat. Nimes, 1900, pp. 55-56).

En las últimas palabras del distinguido crítico hay algo de exageración. Tanto los héroes de nuestras novelas picarescas como Gil Blas y Fígaro tienen una psicología mucho más complicada que la de los sirvientes de Calisto. Tampoco encuentro en éstos ninguna clase de sabor rústico, lo cual más bien cuadra al bobo, que es figura casi obligada en nuestro teatro popular del siglo XVI. Sempronio y Pármeno son evidentemente criados de ciudad.

Cronológicamente preceden á los de la comedia italiana del siglo XVI; pero ésta se formó sobre la imitación de Plauto y Terencio, sin intervención de la Celestina. Se ha de tener en cuenta, además, que ya en algunas comedias humanísticas, por ejemplo el Paulus, aparece el fámulo ó doméstico moderno emancipado de la condición servil.

[156] La Comedia de Plauto, intitulada Milite glorioso, traducida en lengua Castellana. En Anvers. En casa de Martin Nucio. M.D.LV. (En el mismo tomito, y con paginación seguida, aunque con distinta portada, está la versión de los Meneschmos). Fol. 5 vto. á 8.

[157]

O, that I were a glove upon that hand,
That I might touch that cheek
...

(Act. II. sc. II).

[158]

Call me but love, and I'll be new baptized;
Henceforth I never will be Romeo.

(Id. íd).

[159]

One fairer than my love! the all-seeing sun
Ne' er saw her match, since first the world begun.

(Act. I. sc. II).

[160]

O, she doth teach the torches to burn
It seems she hangs upon the cheek of night
Like a rich jewel in an Æthiop's ear:
Beauty too rich for use, for earth too dear!
So shows a snowy dove trooping with crows,
As yonder lady o' er her fellows shows.

..........................................................
Did my heart love till now? forswear it, sight!
For I n'er saw true beauty till this night.

(Act. I. sc. V).

[161]

Art thou a man? thy form cries out, thou art:
Thy tears are womanish! thy wild acts denote
The unreasonable fury of a beast.

(Act. III, sc. III).

[162]

Go, ask his name:—if he be married,
My grave is like to be my wedding-bed.

(Ac. I, sc. V).

[163]

My, only love sprung from my only hate!
Too early seen unknown, and known too late!
Prodigious birth of love is it to me,
That I must love a loathed enemy.

(Act. I, sc. V).

[164] El origen del segundo y bellísimo dúo shakespiriano (Act. III, sc. V):

Wilt thou be gone? it is not yet near day...

se encuentra, según recientes investigadores, en el poema de Chaucer Troylus and Cryseide (Vid. E. Koeppel, Juliet Capulet and Chaucer's Troylus, en el Jahrbuch der Shakesp. Gesellschaft, 1902, pp. 238 y ss.). Pero este poema, á su vez, está imitado del Filostrato de Boccaccio y de la Crónica Troyana (Vid. G. C. Hamilton, The indebtedness of Chaucer's «Troilus and Criseyde» to Guido delle Colonne's «Historia Troyana», New York, 1903). Ambas obras eran seguramente familiares á Rojas, y pueden explicar algunas semejanzas entre él y Shakespeare.

En el Bursario, traducción de las Heroidas de Ovidio, atribuída, creo que con fundamento, á Juan Rodríguez del Padrón, se encuentran algunas epístolas añadidas por el traductor, y entre ellas dos muy notables de Troylo y Bresayda (sic, por Criseyda). En la primera se lee este pasaje, verdaderamente poético, que coincide en gran manera con los de Chaucer y Shakespeare: «Miémbrate agora de la postrimera noche que tú e yo manimos en uno, é entravan los rayos de la claridat de la luna por la finiestra de la nuestra cámara, y quexávaste tú pensando que era la mañana, y decias con falsa lengua, como en manera de querella: «Oh fuegos de la claridat del radiante divino, los quales haziendo vuestro ordenado curso, vos mostrades y venides en pos de la conturbal hora de las tinieblas! Muevan vos agora a piedat los grandes gemidos y dolorosos sospiros de la mezquina Breçaida, y cesat de mostrar tan ayna la fuerza del vuestro gran poder, dando logar a Bresayda que repose algun tanto con Troylos, su leal amigo!» E dezias tú, Bresayda: «Oh quánto me ternia por bienaventurada si agora yo supiese la arte mágica, que es la alta sciencia de los mágicos, por la qual han poder de hazer del dia noche y de la noche dia por sus sabias palabras y maravillosos sacrificios!... ¿E por qué no es a mí posible de tirar la fuerza al dia?» E yo, movido a piedat por las quexas que tú mostrabas, levantéme y sallí de la cámara, y vi que era la hora de la media noche, quando el mayor sueño tenía amansadas todas las criaturas, y vi el ayre acallantado, y vi ruciadas las fojas de los arboles de la huerta del alcazar del rey mi padre, llamado Ilion, y quedas, que no se movian, de guisa que cosa alguna no obraban de su virtut. E torné a ti, y dixete «Breçaida, no te quexes, que no es el dia como tú piensas». E fueste tú muy alegre con las nuevas que te yo dixe...». (Obras de Juan Rodríguez del Padrón, publicadas por la Sociedad de Bibliófilos Españoles, Madrid, 1884, pp. 303-304).

Palabra por palabra se encuentran repetidas algunas frases de este trozo en el Tirant lo Blanch (ed. de Aguiló, tomo II, p. 365, Resposta feta per lo Conestable a la letra de Stephania... «Recordam aquella darrera nit que tu e yo erem en lo llit, e tu pensant fos lo dia, deyes en manera de querella... E mes deyes: O quant me tendria yo per benaventurada si yo sabes lart magica que es lalta sciencia dels magichs en la qual han poder de fer tornar del dia nit»).

¿Existirían también en catalán estas epístolas ó las traduciría del castellano Juan Martorell? De todos modos, resulta oscuro para mí el origen de estas cartas, que no se explican sólo con el canto ó parte quinta del Filostrato. Mucho más se parece el segundo capítulo de la Fiammetta, pero las principales bellezas tampoco están allí. Otro, con más datos que yo, resolverá este punto, que aquí es incidental.

[165] Se ha de advertir, aunque la Celestina pasa por obra impura y Romeo y Julieta por un poema de amor casto é inocente, que en las escenas culminantes de pasión el lenguaje de las dos heroínas se parece mucho. Recuérdese el ardiente soliloquio de Julieta en el acto tercero:

Spread thy close curtain, love-performing night,
That runaways' eyes may wink, and Romeo
Leap to these arms, untalk'd of and unseen.
Lovers can see to do their amorous rites
By their own beauties; or, if love be blind,
It best agrees with night. Come, civil night,
Thou sober-suited matron, all in black,
And learn me how to lose a winning match,
Play'd for a pair of stainless maidenhoods
.

(Act. III, sc. II).

[166] Diálogo de la lengua, ed. Boehmer, pág. 415.

[167] Así y todo, no le falta razón á Klein cuando escribe (Geschichte des Drama's, VIII. Das Spanische drama, erster Band, pág. 914): «Wir wären zu glauben geneigt, dass die, einige Decennien nach der «Celestina» von Luigi da Porto zuerst (1524) und dann von Bandello verfasste Julia—und Romeo—Novelle, einen Widerstrich dem analogen Motive in der Celestina bieten dasselbe zu dem Zwecke veredeln sollte, um das Geschick der baiden Liebenden für christliche Herzen mitleidwürdiger als abschreckend erscheinen zu lassen».

[168] Claro es que aquí no pretendo caracterizar el riquísimo y variado teatro cómico de Lope, Tirso y Alarcón, ni tampoco el de Rojas y Moreto, sino únicamente el de Calderón, y en una parte sola, que no es la más importante. Hay que guardarse de la exageración realista, ya que hemos pasado de la exageración romántica. Algo lejos va en este camino de reacción el señor Martinenche en su tesis latina ya citada: «Quod exemplum (el de Rojas) si Lope de Vega ejusque discipuli assecuti essent, multum fortasse profecissent. Sexto enim decimo in saeculo nescio quem sicerum poetae saporem fundunt quo multo magis delectamur quam fucatis horum odoribus qui ab illis profecti sunt. Secundum naturam sermonem tum scriptores enuntiant qui, velut Rojas noster, simplicem atque in promptu positum dicendi modum ad vividissimas res ingenue exprimendas adhibent. Qui contra septimo decimo in saeculo ingenium jactant, dum fictis et veritatem excedentibus fabulis inserviunt, arcessitis utuntur sententiis et jam deflorescentem et deminutam hispaniensis theatri speciem ante oculos nostros obversant». (Pág. 111).

[169] El Superhombre y otras novedades, artículos críticos sobre producciones literarias de fines del siglo XIX y principios del XX. Madrid, 1893, pág. 228 (artículo escrito con ocasión de la Celestina de Vigo).

Algo semejante había indicado D. Alberto Lista en sus Lecciones de Literatura Española.

[170] El marido de la reina Iseo.

[171] Libros de Caballerías (primera parte), publicados por D. Adolfo Bonilla (tomo VI de la presente Biblioteca), pág. 455.

[172] Fué de los primeros que en Alemania hicieron plena justicia á la Celestina, dedicándola un extenso análisis con traducción de varias escenas, y una característica muy interesante, en su Manual, que traducido á tiempo hubiera evitado muchos tropiezos á los historiadores de nuestras letras.

Darstellung der Spanischen Literatur im Mittelalter von Ludwig Clarus. Mit einer Vorrede von Joseph v. Görres. Mainz (Maguncia), 1846. PP. 357-406.

[173] «Es ist wahr, dass ein Werk, worin eine Kupplerin die Hauptrolle spielt, worin mehrere scenen ihren Verkehr mit liederlichen Dirnen schildern, sich nicht für ein Mädchenpensionat schickt. Wenn man aber bedenkt, mit welcher Naivetät das Mittelalter überhaupt geschlechtliche Verhältnisse darstellt, wie bei den Südländern insbesondere noch jetzt selbst selbst ehrbare Frauen keinen Anstoss nehmen, in dieser Beziehung pan, pan und vino vino zu nennen, so wird selbst durch einzelne stellen und scenen, die darin nach unseren jetzigen Ansichten allzu frei und allzu nackt wären, ein wahrhaft sittliches gefühl sich minder beleidigt fühlen, als durch die sanctionierten Zweideutigkeiten und die verhüllte Lüsternheit der Modernen». (Studien, p. 288).

[174] Palabras con que perfectamente le caracteriza el señor Fitzmaurice-Kelly en su bello prólogo á la Celestina inglesa de Mabbe: «The work is the product of a mind vigorous, grave, lucid, shackled by few prejudices or opinions, alert to impressions, stored with a large experience of life and men, their occasions, foibles, and pitfalls.... Richly dowered with the sense of the romance, the mystery, and the passions of existence, Rojas stands apart from the buoyant hope of youth and from the ecstasy of love: he describes and analyses from without» (PP. 25-26). En lo que va un poco lejos es en suponer que Rojas era un artista puro, que no se proponía ningún fin moral: «he is an artist, not a moralist», comparándole con algunos modernos como Flaubert y Guy de Maupassant. No es fácil concebir un artista de este género á fines del siglo XV, ni siquiera en Italia. Bueno ó malo, tiene su fin moral la Celestina, y el autor no pierde ocasión de inculcarlo.

[175] Junto de intento esas dos palabras, porque la filosofía de Epicuro, de la cual suele hablarse de oídas, es profundamente triste, sobre todo en los versos de su gran intérprete romano, que es uno de los precursores más legítimos de la melancolía romántica.

[176] «Lucrecia.—Trabajo ternias, madre, con tantas moças, que es ganado muy penoso de guardar.

«Celest.—¿Trabajo, mi amor? Antes descanso e aliuio; todas me obedescian, todas me honrrauan, de todas era acatada, ninguna salía de mi querer; lo que yo dezia era lo bueno, a cada qual daua cobro... Mio era el prouecho, suyo el afan. Pues seruidores, ¿no tenia por su causa dellas? caualleros viejos e moços, abades, de todas dignidades, desde obispos hasta sacristanes. En entrando por la Iglesia via derrocar bonetes en mi honor, como si yo fuera vna duquesa: el que menos auia de negociar conmigo, por mas ruyn se tenia. De media legua que me viessen, dexauan las Horas; vno a vno, dos á dos, venian a donde yo estaua, a ver si mandaua algo, a preguntarme cada vno por la suya. En viendome entrar se turbauan, que no hazian ni dezian cosas a derechas. Vnos me llamauan señora, otros tia, otros enamorada, otros vieja honrrada...

«Sempronio.—Espantados nos tienes con tales cosas como nos cuentas de essa religiosa gente e benditas coronas. Si que no serian todos.

«Celest.—No, hijo; ni Dios lo mande que yo tal cosa leuante: que muchos viejos deuotos auia con quien yo poco medraua, e avn que no me podian ver; pero creo que de embidia de los otros que me fablauan. Como la clerezia era grande, hauia de todos, vnos muy castos, otros que tenian cargo de mantener a las de mi officio; e avn todavia creo que no faltan. Y embiauan sus escuderos e moços a que me acompañassen, e apenas era llegada a mi casa, quando entraban por mi puerta muchos pollos e gallinas, ansarones, anadones, perdizes, tórtolas, perniles de tocino, tortas de trigo, lechones; cada qual como recebia de aquellos diezmos de Dios, ansi le venia luego a registrar, para que comiesse yo e aquellas sus deuotas. Pues vino, ¿no me sobraua de lo mejor que se beuia en la ciudad, venido de diuersas partes: de Muruiedro, de Luque, de Toro, de Madrigal, de Sant Martin, e de otros muchos lugares? e tanto, que avnque tengo la diferencia de los gustos e sabor en la boca, no tengo la diuersidad de sus tierras en la memoria, que harto es que vna vieja como yo, en oliendo qualquiera vino, diga de donde es. Pues otros curas sin renta; no era ofrecido el bodigo, quando en besando el feligrés la estola, era del primer boleo en mi casa. Espessos como piedras a tablado entrauan muchachos cargados de prouisiones por mi puerta». (Aucto IX).

La Inquisición dejó intacto este trozo aun en las ediciones expurgadas del siglo XVII, por lo menos en la de Madrid, 1619, que es la penúltima de las antiguas hechas en España.

[177] Joanis Ludovici Vivis Valentini Opera Omnia, tomo IV de la edición de Valencia, 1783, pág. 87. He transcrito el pasaje en el primer tomo de estos Orígenes, pp. 151 y 182.

[178] «Venit in scenam poesis, populo ad spectandum congregato, et ibi sicut pictor tabulam proponit multitudini spectandam, ita poeta imaginem quandam vitae; ut merito Plutarchus de his dixerit, «Poëma esse picturam loquentem, et picturam poëma tacens», ita magister est populi, et pictor, et poeta: corrupta est enim haec ars, quod ab insectatione flagitiorum et scelerum transiit ad obsequium pravae affectionis, ut quaecunque odisset poëta, in eum linguae ac stili intemperantia abuteretur: cui injuriae atque insolentiae itum est obviam, primum a divitibus potentia sua, et opibus, hinc legibus, quibus cavebatur ne quis in alium noxium carmen pangeret: tum involucris coepit tegi fabula; paullatim res tota ad ludicra et in vulgum plausibilia, est traducta, ad amores, ad fraudes meretricum, ad perjuria lenonis, ad militis ferociam et glorias; quae quum dicerentur cuneis refertis puerorum, puellarum, mulierum, turba opificum hominum et radium, mirum quam vitiabantur mores civitatis admonitione illa, et quasi incitatione ad flagitia, praesertim quum comici semper catastrophen laetam adderent amoribus, et impudicitiae; nam si quando addidissent tristes exitus, deterruissent ab iis actibus spectatores, quibus eventus esset paratus acerbissimus. In quo sapientior fuit qui nostra lingua scripsit Celestinam tragicomoediam; nam progressui amorum, et illis gaudiis voluptatis, exitum annexuit amarissimum, nempe amatorum, lenae, lenonum casus et neces violentas: neque vero ignorarunt olim fabularum scriptores turpia esse quae scriberent, et moribus juventutis damnosa».

(De Causis Corruptarum Artium liber secundus).

J. L. Vivis Opera, ed. de Valencia, 99.

[179] Por ser de los más antiguos no debe omitirse el de Fr. Antonio de Guevara en el argumento de su Aviso de Privados y Doctrina de Cortesanos (Valladolid, por Juan Villaquirán, 1539), hoja 7ª sin foliar.

«Vemos que ya no se ocupan los hombres sino en leer libros, que es afrenta nombrarlos, como son «Amadis de Gaula», «Tristán de Leonis», «Primaleon», «Carcel de amor» y Celestina, á los quales y á otros muchos con ellos se debria mandar por justicia que no se imprimiesen ni menos se vendiesen, porque su doctrina incita la sensualidad á pecar y relaxa el espiritu a bien vivir».

[180] Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, tercera época, tomo VIII, 1903, págs. 219-220.

[181] La Celestina no figura ni en el Índice de Valdés (1559), ni en el de Quiroga (1583). Sólo la Inquisición de Portugal, que procedía con más rigor que la nuestra en estas materias, puso en su Índice de 1581 todas las Celestinas, «assi a de Calisto e Melibea, como a Resurreiçāo ou Segunda Comedia». Sin duda por eso no se conoce más edición hecha en aquel reino que la de Lisboa, 1540. Vid. la reimpresión de los antiguos Índices, con que ha prestado gran servicio á la bibliografía la Sociedad Literaria de Sttutgart (tomo 176), Die Indices Librorum Prohibitorum des sechzehnten Jahrhunderts gesammelt und herausgegeben von Fr. Heinrich Reusch, Tübingen, 1886, pág. 358.

[182] Suplemento al Índice Expurgatorio del año de 1790, que contiene los libros prohibidos y mandados expurgar en todos los Reynos y Señoríos del Católico Rey de España el Sr. D. Carlos IV, desde el edicto de 13 de Diciembre del año 1789 hasta el 25 de Agosto de 1805, Madrid, en la Imprenta Real, año de 1805.

P. 9. «Calisto y Melibea (tragicomedia), impresa en Madrid en 1601, sin nombre de autor.»

Adelantados estaban los inquisidores en la bibliografía de la Celestina. No se equivocaban más que un siglo justo en cuanto á la fecha de su aparición.

[183] Es sabida, aunque poco segura, la anécdota de D. Diego Hurtado de Mendoza, que cuando fué de embajador á Roma no llevaba en su portamanteo más libros que el Amadís y la Celestina. Vid. tomo I de estos Orígenes de la Novela, pág. 237.

[184] Sobre la inmoralidad de la Celestina se han escrito verdaderos desatinos, aun en libros de crítica literaria que han gozado de cierta nombradía. Adolfo de Puibusque, en su Histoire comparée des Littératures Espagnole et Française (París, 1843), premiada por la Academia Francesa, y que fué en su tiempo el Manual del hispanista á la violeta, llega á decir que la obra de Rojas «es una amalgama de comedias y tragedias de un cinismo repugnante», que «ninguna pluma, por hábil que fuese, podría honestamente analizar las escenas subalternas», y, en suma, que el libro es «una enciclopedia del libertinaje». Cualquiera creería que se trataba de las obras del Marqués de Sade ó de la Aloisia de Nicolás Chorier. Asegura Puibusque, muy formal, que, á pesar de eso, hay dos mil sentencias morales sepultadas en este monstruoso drama, y que el autor mismo las había contado, por lo cual no puede dudarse de sus buenas intenciones. «Pero el escándalo fué tan espantoso que los rayos de la Iglesia estallaron en seguida. Algunas impresiones clandestinas (!) burlaron la vigilancia de la censura religiosa, pero por mucho tiempo no pudo verificarse ninguna representación en público». No dice claro si de la Celestina ó de cualquier otra pieza (Tomo I, págs. 195 y 201).

De este modo se escribía en Francia sobre nuestras cosas hace medio siglo. ¡Cuánto camino se ha andado desde entonces y cuántos hispanistas de verdad han surgido!

[185] Obras de D. Leandro Fernández de Moratín, edición de la Academia de la Historia, 1830, tomo I, pág. 88.

[186] Juan de Valdés, Diálogo de la Lengua, ed. Boehmer, pág. 415.

[187] Diálogo de la lengua, ed. Boehmer, pág. 405.

[188] «Martio.—¿Por qué vos no tomais un poco de trabajo y hazeis esso?

Valdés.—Demas estava.

[189] Dialogo de la lengua, ed. Boehmer, pag. 402.

[190] De este pasaje puede inferirse que existió una versión latina anterior en un siglo á la de Gaspar Barth, pero no encuentro ningún otro dato que compruebe el dicho de Francisco Delicado.

[191] «Y al cabo de hauerla visto y notado bien, hallé que ni en Hespaña, ni en Flandes, ni en otras partes no la hauian dado al mundo como conuenia. Porque la vi oppressa de dos faltas muy principales: la una mal corregida, y sin ninguna ortographia (que es por cierto falta muy grande en un libro), y la otra, siendo comedia como lo es, que la hayan impreso, no como comedia, sino como historia, o otra cosa semejante; prosiguiendo siempre desde el principio del Aucto hasta el fin, sin poner en la margen los interlocutores, que de passo en passo uan hablando: que a mi uer es un importante error en el tal libro, y se le ha hecho gran sin razon; pues veemos que las comedias de Terencio y de Plauto y d'otros han sido y están impressas con muy gentil orden, es a saber, que cada persona que en la comedia va hablando, tiene su nombre puesto en la margen, y donde acaba el uno, no prosigue alli luego el otro, sino que comiença nueuo renglon con el nombre a fuera (dado que aquellas sean Latinas y que por sus auctores hayan sido escriptas en verso), y esto mesmo han usado y usan los Italianos en las suyas... Por lo qual, ya que nadie no ha mirado en esto, o si lo ha, no ha puesto remedio, me atrevi yo a tomar la mano, y ser el primiero (sic) que en tal guissa la hiziesse imprimir, creyendo (como creo) hazer grato seruicio a mi nacion, y assi hallandome en Venecia la corregi en todo lo que convenia, no digo que le haya mudado ningun uocablo antiguo, que todos se los he dexado como los compuso el auctor, juzgando ser temeridad haziendo al contrario, sino que la he emendado de los errores de la stampa, y con summa diligencia hecho imprimir a manera de comedia, a fin que de todos fuesse bien lehida y entendida como conuiene».

[192] Algunas enmiendas de nombres clásicos son felices, porque el corrector tomó el buen camino de recurrir á las fuentes. Así, en el acto primero, en vez de Eras e Crato, médicos, que dicen las primeras ediciones, ó de Crato y Galieno, como se enmendó caprichosamente en algunas de las sucesivas, puso Erasistrato, y en vez de piedad de Silencio, piedad de Seleuco, «porque allí toca la historia del Rey Seleuco, que por industria del médico Erasistrato concedió por paternal piedad su propia mujer al unico hijo que por amores della casi al punto de la muerte habia llegado. Cuéntalo largamente Luciano en su Dea Syria, y tócalo Valerio Máximo, lib. V, cap. VII».

Amarita hizo mucho uso de esta edición para la suya.

[193] Es de 1622, «á costa de Juan Baptista Bidelo». Tiene una curiosa dedicatoria del editor italiano, en que se nota la influencia de la Celestina en la novela picaresca: «Aunque muchas vezes oy alabar de grandes y letrados varones a la Tragicomedia de Calisto y Melibea, y por esso yo touiesse inclinacion muy de veras a la imprimir, con todo esso estoruauame mucho ser ella escrita en habla extrangera, que acarreaua algunas dificultades... y verdaderamente es este libro el abundante fuente de que se derramaron aquellos limpios arroyos de la vida del Picaro Guzman, la Picara Montañesa y la Hija de Celestina; luego si ellos tanto agradan a todos los que entienden essa lengua, y tienen doctrina, cómo no mucho más agradará esse tan lleno de moral filosofia y dichos tan sentenciosos y sabios?»

[194] Pobremente apreció la Celestina Baltasar Gracián, aunque no deja de colocarla en el Museo del Discreto (crisis IV, parte 2.ª de El Criticón): «De la Celestina y otros tales, aunque ingeniosos, comparó sus hojas á las del perejil, para poder pasar sin asco la carnal grosería». En el discurso 56 de la Agudeza y Arte de ingenio vuelve á citar «la ingeniosísima Tragicomedia de Calisto y Melibea», llamando á su autor con evidente despropósito «el encubierto aragonés». ¿Le confundiría acaso con su primer imitador D. Pedro Manuel de Urrea, cuya Égloga pudo leer en su Cancionero, imaginando que era uno mismo el autor de los dos textos en verso y en prosa? De todos modos, Gracián demuestra muy poca familiaridad con la Celestina, cuando la menciona en compañía de libros tan heterogéneos como los Raguallos del Parnaso, de Boccalini, y las Carrozas de las Heroidas, de don Álvaro de Luna, que supongo que será el Libro de las claras y virtuosas mujeres, confundido en la memoria del jesuita aragonés con el Carro de las donas, de Eximeniz.

Aunque en términos tan extravagantes, Gracián es acaso el último crítico del siglo XVII que habla de la Celestina, olvidada por completo en la República Literaria de Saavedra Fajardo (donde también se hace caso omiso del Quijote), y lo que es más singular, en el Hospital das lettras de don Francisco Manuel de Melo, la más copiosa revista bibliográfica que de aquella época conocemos.

[195] Manifiesta conocer, además de la primitiva, la Segunda Celestina, de Feliciano de Silva, la Tragicomedia de Lisandro y Roselia, la Policiana, la Florinea y la Selvagia. «La Celestina (añade) se imprimió muchas veces dentro y fuera del Reyno, y sin embargo es rara; las demás, que se han impreso menos veces ó una sola, rarísimas: y conviene lo sean todas, porque su misma pureza de estilo, facilidad del diálogo y expresión demasiado viva de las pasiones de los enamorados, y de las artes de rufianes y alcahuetas, hacen sumamente peligrosa su lectura».

(La Poética ó Reglas de la Poesía en general y de sus principales especies... 2.ª edición, imprenta de Sancha, 1789, tomo II, pág. 43).

[196] En la extraña Disertación que antecede á las Comedias de Cervantes, reimpresas en Madrid, 1749, por Antonio Marín, escribió Nasarre lo siguiente: «Los hombres de juicio, que leían y observaban la naturaleza y los primores de los autores Griegos y Romanos, conocieron quán apartados estaban del buen gusto y de la cordura, y detestaron del abuso que se hacia del Diálogo para corromper el corazon y el juicio. Por esso escribieron Diálogos que llamaron Comedias, pero muy largos é incapaces de representarse. Los portugueses se aplicaron mucho á esta composicion(A), pero no nos faltan Comedias de este jaez, de las cuales se pueden sacar pinturas y retratos al natural: caracteres y pinturas puestas á todas luces para reprehender agradablemente lo vicioso y ridículo de los hombres, y apartarlos assi del mal camino, enseñando la moral buena é introduciéndola suavemente; avergonzando al vicio, que se pinta en otros, y tal vez es el mismo retrato de quien lo rie. Las comedias Florinea, La Selvagia, La Celestina, La Eufrosina, son admirables en esta clase, y pudieran tener buen uso si se enmendassen algunos passages de ellas demasiadamente lascivos y malignos, en los quales se muestra la deshonestidad del todo desnuda, con el pretexto de azotarla».

(Nota A: No sé que nadie la cultivase más que Jorge Ferreira de Vasconcellos, puesto que las comedias en prosa de Sá de Miranda y Antonio Ferreira son meras imitaciones de las italianas).

[197] «Las mejores comedias que tenemos en español, que son La Celestina i Eufrosina, están escritas en prosa (Vida de Miguel Cervantes Saavedra, 5.ª impresión. Madrid, 1750, pág. 185).

Es singular que en su Retórica no cite Mayans la Celestina, aunque sí la Eufrosina y la Ulisipo de Jorge Ferreira, y El Celoso, de Velázquez de Velasco, á quien llama D. Alonso de Uz(!).

[198] «Tal es la famosa Celestina ó tragicomedia de Calisto y Melibea, en que hay descripciones tan vivas, imágenes y pinturas tan al natural y caracteres tan propios, que por eso mismo serían de malísimo exemplo si se sacasen al teatro».

(Orígenes de la Poesía Castellana, por D. Luis Josef Velázquez... Segunda edición, Málaga. Por los Herederos de D. Francisco Martínez de Aguilar. Año de 1797, p. 83).

Sabido es que el insignificante librillo de Velázquez fué enteramente refundido por su traductor alemán Juan Andrés Dieze, profesor y bibliotecario de la Universidad de Gottinga, que hizo en sus notas la mejor historia de la literatura española que entonces podía escribirse. Sobre la Celestina tiene una nota muy interesante (fué, según creo, el primero que citó la edición de 1501). Da razón también de las primeras continuaciones, por lo cual tendremos que volver á mencionarle.

(Don Luis Joseph Velazquez Geschichte der Spanischen Dichtkunst. Aus dem Spanischen übersetzt. Von Johann Andreas Dieze. Göttingen, 1769, pp. 306-312).

[199] «Bástenos decir que á los fines de aquel siglo (el XV) teníamos ya en la Celestina un drama, aunque incompleto, que presenta no pocas bellezas de invención y de estilo, dignas del aprecio, si no de la imitación de nuestra edad» (Memoria sobre los espectáculos y diversiones públicas de España, en el tomo I de las Obras de Jovellanos, ed. Rivadeneyra, p. 488).

[200] No las encontramos sólo en Moratín, sino en algunos escritores de la escuela sevillana que representaban á principios del siglo XIX la más sensata y adelantada crítica española. Además del artículo de Blanco (White), impreso en 1823, aunque pensado seguramente mucho antes, merece algún recuerdo la 4.ª de las Lecciones de Literatura Española de D. Alberto Lista (Madrid, 1836, tomo I, pp. 49-62). Estas primeras tentativas de la crítica indígena no son para desdeñadas como algunos suponen. Menos disculpa tienen los eruditos posteriores, que cuando ya existían los brillantes juicios de Clarus, de Wolf, de Schack, de Lemcke, se limitaban á decir por todo elogio de la Celestina, que «estaba bien hablada» ó que «tenía virtudes nada vulgares de estilo y lenguaje», lo cual puede decirse de tantos libros adocenados.

[201] En una carta del poeta salmantino Iglesias á Forner, publicada por D. Leopoldo Augusto de Cueto (Poetas líricos del siglo XVIII, tomo I, pág CXV), leemos el siguiente rasgo de un poetastro llamado D. Ramón Caseda, hombre fanático y estrafalario: «Prestó un tal Villafranca un libro á Caseda, éste á Meléndez, y Meléndez hízose prenda de él, porque Caseda le destruyó una Celestina, que tampoco era de Meléndez, sino del Maestro Alba. Caseda desafió á Meléndez porque no le daba el libro, y Meléndez por fin se lo dió á Caseda».

El Maestro Alba, dueño de la Celestina destruida por Caseda, era un religioso agustino «muy apreciado por su grande instrucción, su gusto delicado y su ática urbanidad», según dice Quintana en la biografía de Meléndez.

[202] Hay ejemplares que llevan la fecha de 1842 y la indicación de la librería de Manuel Sauri, pero es una mera variante comercial.

[203] El prólogo contiene algunas ideas críticas que tenían novedad entonces, como la comparación de Celestina con Yago: «En la Celestina, que no es más que un pensamiento, un boceto delineado en quince días por una mano inexperta, y el primer crepúsculo de un sol que se deja morir en su oriente, vemos un carácter como el de Iago en la perversa tercera que se presenta á Melibea, virgen que pierde su pureza por Celestina, como Otelo pierde por Iago á Desdémona. Ambos caracteres pertenecen á un mismo género, y ambos están sostenidos con tanto acierto, que no sabríamos á quién dar la preferencia si la composición de Rojas no llevase más de dos siglos y medio de antigüedad sobre la del poeta inglés» (Pág. VIII).

[204] Poseo un ejemplar falto de la portada y de la cuarta hoja. El del Museo Británico está completo.

[205] Así se consigna en la dedicatoria: «V. S. quale mossa da virtuoso desiderio non per miei meriti ma per sua vista se degnata uolerme pregare douesse io tradure la presente tragicocomedia intitulata di Calisto & Melibea de lingua castigliana in italiano idioma acio che V. S. insieme con questa degna patria doue questa opera non e diulgata se possa allegrare di tante e cosi degne sententie & auisi che sotto colore di piaceuolezze ui sonno. Io adunque, uedendo che legitima obligazione di ubidire suoi preghi mi constringe: quali a me sonno stati acceptabili commandamenti: e per satisfare in parte al desiderio che di seruir quella continouamente mi sprona: meritamente me hanno obligato a la executione di questa impresa: quantunque sia tenuto manifestare ogni opera virtuosa maggiormente che per il presente tractato a quelli che lo leggeranno retenendo per se le sententie necessarie & le lasciue lassando grande utile ne uenga: e como gia sia considerata mia insufficientia e le curiali e familiari occupationi».

[206] La de Milán, 1514, se dice: «nouamente revista e correcta e a piu lucida venustate reducta per Hyeronymo Claricio, Immolese». La de 1515. también de Milán, que por cierto fué hecha á
expensas de un eclesiástico «impensis venerabilis presbyteri Nicolai de Gorgonzola» nos declara el nombre de otro corrector: «nouamente reuista e correcta per Vicentio Minutiano, con quanta magiore diligentia se la metterai a parangone con l'altre editioni senza dubio el conoscerai». No he cotejado ni ésta ni las demás que llevan anuncios no menos pomposos, pero dados los hábitos de los editores de aquellos tiempos, puede sospecharse que esas correcciones tendrán tan poca importancia como las de Delicado y Ulloa. La última Celestina italiana es de 1543.

[207] Son muy raras las alusiones á la Celestina en los eruditos y humanistas de Italia, pero un curioso pasaje de Giraldi Cinthio parece indicar que tuvo imitadores: «In questo errore mi pare che trascorresse l' autore della Celestina spagnuola, mentre volle ella imitare la comedia archea, già sbandita come biasimevole da tutti i teatri; ne pure incorse in questo errore, ma in molti altri, non solo nell' arte ma nel decoro ancora, degni da essere fuggiti da chi lodevolmente scrive, ancora che non vi siano mancati di quelli che la si hanno proposta per esempio, intendendo più a quei giuochi spagnoli, che alla convenevolezza della favola».

El error que achacaba Giraldi Cinthio al autor de la Celestina era que dejaba demasiado patente el artificio dramático: «portando negli occhi e nelle orecchie degli ascoltanti l'artificio, il quale vuole essere celato sotto il naturale, che altrimenti diviene egli tedioso e spiacevole».

Scritti Estetici di Giambattista Giraldi Cinthio (Milán, 1864, en la Biblioteca Rara de Daelli), tomo II, Discorso ovvero Lettera... intorno al comporre delle Comedie e delle Tragedie (escrito en 1543), pág. 99.

En otro lugar de la misma disertación, desgraciadamente mutilado por la cuchilla del encuadernador en el ejemplar de la Biblioteca de Ferrara que ha servido de texto para ésta (pág. 31), vuelve á insistir Giraldi Cinthio en la peregrina idea de considerar como imitador de la antigua comedia ateniense (que es la que llama comedia archea) á Fernando de Rojas, que seguramente no conocía á Aristófanes ni tiene con él ningún punto de contacto: «delle quali convenienze è stato imitatore sovra tutti gli altri l' autore della Celestina...».

[208] Orígenes de la novela, tomo II, pp. LXXXV y LXXXVI.

[209] Angelica, Comedia di Fabritio de Fornaris napoletano, detto il Capitano Coccodrillo, Comico confidente. In Parigi, appresso Abel l' Angelier, 1585.

Sobre el tipo del capitán español en la comedia italiana, y sobre la Celestina en Italia, deben leerse las dos memorias presentadas á la Academia Pontaniana por el ilustre napolitano B. Croce (Ricerche Ispano-Italiane, I y II. Nápoles, 1899) y el erudito artículo de A. Farinelli, Salle Ricerche di Benedetto Croce (en la Rassegna Bibliografica della Letteratura Italiana. Pisa, año 7.º, 1899).

[210] Estas ilustraciones, apenas conocidas en España, y que son realmente de Hans Burgkmair, Senior (1473-1532), y no de su hijo, artista muy inferior á él, pueden verse en la obra de Jorge Horth, Les Grands Illustrateurs (I, N.os 8-25), y en la Zeitschrift für Bildende Kunst, de Lützkow, 1881, vol. XIX, pág. 392.

[211] Está perfectamente descrito y estudiado á fondo en un artículo de D. Lorenzo González Agejas publicado en La España Moderna, julio de 1894, pp. 78-103.

[212] Abrevio este prólogo, que puede leerse íntegro en los Studien de Wolf (pág. 300) ó en la traducción que de ellos ha hecho el Sr. Unamuno (tomo I, pág. 330).

[213] Véase este trozo, traducido por el Sr. Agejas, remedando el hipérbaton antiguo:

«Pleberio.—Corre, oh Lucrecia, corre y trae presto agua con que reviva el aletargado espíritu de esta mujer mia! ¡oh Alisa, da á ti algun consuelo á fin de que mi lastimada vida conserve; causa no des á que mi alma tan infeliz prontamente de mí salga!

«Alisa.—¡Ay, ay, desconsolada mujer! ¡Ah! ¿qué mi muerte desvia ó qué mi espíritu retiene en este cuerpo lleno de todo dolor? ¡Oh, tú ha poco eras mi hija! ¡Mísera yo, que para tan gran pesar nuestro la vida te diera, para ver agora esta tu lamentable muerte!

«Pleberio.—Levántamela, Lucrecia, y ayúdame, que de aquí la aparte y la lleve a nuestra cámara, donde ambos angustiado el corazon esperemos nuestro fin contemplando á nuestra hija, mientras consideramos lo que hacerse haya de su noble cuerpo».

[214] Tanto la primera edición, de 1520, como la segunda, de 1533, también de Ausburgo (únicas que hasta ahora se conocen), eran ya rarísimas en el siglo XVIII. No quiere esto decir que las ignorasen algunos curiosos eruditos. En una obra reciente, de gran trabajo y erudición, donde es lástima que investigaciones nuevas y sólidas estén mezcladas con acerbas notas de agresión personal contra hispanistas muy beneméritos (Contributions à l'étude de l'Hispanisme de G. E. Lessing, p. Camilo Pitollet, París, Alcan, 1909, pp. 221-224), se menciona un artículo sobre la Celestina de Wirsung, incluído por el famoso preceptista clásico Gottsched en su Nothiger Vorrath zur Geschichte der deutschen dramatischen dichtkunst (Leipzig, 1757, pp. 52 y ss.), y citas de menos importancia en otros compiladores, como Löven.

[215] Briefe an Ludwig Tieck, ausgewählt und herausgegeben von Karl von Holtei, Breslau, 1864, tomo I, pág. 106-107, sexta carta de Brentano á Tieck, sin fecha.

Sobre la traducción de Wirsung véanse especialmente la tesis de Guillermo Fehse: Cristof Wirsung deutsche Celestinaübersetzungen (Hallische Inaug. Dissertation. Halle, 1902), y la recensión de Arturo Farinelli en la Deutsche Literaturzeitung de 1.º de noviembre del mismo año, sin olvidar otra del mismo Farinelli sobre el libro de Adam Schneider Spaniens Anteil an der Deutschen Literatur des 16 und 17 Jahrhunderts (Strasburgo, 1898), publicada en la Zeitschrift für vergleichende Literaturgeschichte de Koch (febrero de 1900).

Schneider habla poco y mal de la Celestina (p. 277) y da por desconocido el nombre del traductor alemán.

[216] «Depuis quelques mois que ie me suis trouué l' esprit libre, et de repos, après l' heureuse fin des troubles et miseres communes de ce Royaume (escribía en 1578) qui durant le cours de tant de tristes années m' avoyent à mon tres grand regret desrobbé l'esperance de plus frequenter ces bonnes lettres: ie m'estois vn jour mis en opinion de visiter encore les muses de mon cabinet, comme y estans de retour apres un si long et ennuyeux exil. Et à cet effet remuant mes livres encore tous noiriz, de bonne rencontre m'en tomba un entre mains, intitulé Tragicomedie de Celestine, traduicte pièce de langue castillane en Italien. Lequel soudain par moy recogneu, pour autrefois m'auoir esté donné par deffunct monsieur nostre pere (que Dieu absoluë) a mon premier retour d' Italie, notë de sa main, és endroits plus memorables (comme il estait l'un des plus practics gentils hommes de son temps esdictes langues, et de non moindre iugement, pour le continuel maniement des grands affaires, ou il a esté employé jusques à son extreme vieillesse) me remist en memoire la recommandation que ce bon et prudent pere m'en avait faicte; m'enjognant par expres de la communiquer en nostre langue à vous tous aussi ses enfans, pour uotre bien singulier. Car c'est à la verité, un clair mirouër et vertueuse doctrine à se bien gouuerner... où ie recontray en son gentil subiect, tel contentement, quoy que fort mal correct, faute de la impression, que ie ne me peu contenir de le relire plusieurs fois...»

El libro está dedicado á Juan de Lavardin, Abad de L' Estoile, y Antonio de Lavardin, Señor de Rennay y Boessoy, hermano del traductor.

[217] Lavardin dice en el prefacio de su versión «qu' il l' a repurgée de plusieurs endroits scandaleux qui pouvaient offenser les religieuses oreilles». Pero ninguno de los trozos realmente escandalosos de la Celestina ha sido expurgado por el traductor. Todo se reduce á haber puesto officier en vez de «fraile», gros officier en vez de «canónigo» y otras cosas por el estilo.

[218] Sobre esta segunda edición véase un artículo del conde de Puymaigre en la Revue Critique d'Histoire et de Littérature (n.º 19, 9 de mayo de 1874).

[219] En la poesía titulada Du coq à l' asne. A Lyon Jamet (1535).

Vid. Œuvres complètes de Clément Marot (ed. Jannet), tomo I, pág. 224.

[220] Nouvelles Récreations et Joyeux Devis de B. des Periers, ed. Jouaust. Paris, 1874, pág. 85. «Et puis il avoit reduict en memoire et par escript les ruses plus singulieres que les femmes inventent pour avoir leur plaisir. Il sçavoit comme les femmes font les malades, comme elles vont en vendanges, comme parlent à leurs amis qui viennent en masque, comme elles s' entrefont faveur soubz ombre de parentage. Et avec cela il avoit leu Bocace et Celestine».

[221] Oeuvres de Math. Regnier, ed. Delarue, pág. 121.

[222] A new comedy in English in manner of an interlude right elegant and full of craft of rhetoric: wherein is shewed and described as well the beauty and good properties of women, as their vices and evil conditions with a moral conclusion and exhortation to virtue. John Rastell me imprimi fecit. Cum privilegio regali (Folio, let. got.).

El único ejemplar conocido de esta obra pertenece á la Biblioteca Bodleyana de la Universidad de Oxford. Está reimpresa en «A Select Collection of Old English Plays, originally published by Robert Dodsley in the year 1744, reimpresa por cuarta vez en Londres, 1872, tomo I, pp. 53-92.

[223] Garrett Underhill (John), Spanish Literature in the England of the Tudors, New York, 1899, página 402.

[224] «Her life is foule, but her Precepts faire; her example naught, but her Doctrine good; her coate ragged, but her mind inriched with many a golden sentence» (P. 3 de la reimpresión).

[225] «Yet they that are learned in her language, have esteemed it (in comparison of others) as Gold amongst metalls, as the Carbuncle amongst stones; as the Rose amongst flowers; as the Palme amongst trees; as the Eagle amongst Birds; and as the Sunne amongst Lights; In a word, as the choicest and chiefest. But as the light of the great Planete doth hurt sore eies, and comfort those that are sound of sight: So the reading of Celestina, to those that are prophane, is a poyson to their hearts; but to the chaste, and honeste minde, a preservative against such inconveniences as occurre in the world» (P. 7).

[226] «And for mine owne part, I am of opinion that Writers may as well be borne withall, as Painters, who now and then paint those actions that are absurd. As Timomachus painted Medea killing her children; Orestes, murthering his mother Theo, and Parrasius; Ulyses counterfeited madnes, and Cherephanes, the immodest imbracements of women wit men which the spectators beholding, doe not laudare rem, sed artem; not commend the matter which is exprest in imitation, but the Art and skill of the workeman, wich hath so lively represented wat is proposed. In like sort, when we reade the filthy actions of whores, their wicked conditions, and beastly behaviour, we are neither to approve them as good, nor to imbrace them as honest, but to commend the Authors judgement in expressing his Argument so fit and pat to their dispositions» (Pág. 7).

[227] En la colección de Henley The Tudor Translations (t. VI).

Celestina or the tragicke-comedy of Calisto and Melibea englished from the spanis of Fernando de Rojas by James Mabbe anno 1631 with an Introduction by Iames Fitzmaurice-Kelly. London, published by David Nutt... 1894.

El prólogo (en 36 páginas) es una de las mejores apreciaciones críticas que conocemos de la Celestina. El Sr. Fitzmaurice-Kelly ha tratado con predilección de esta obra maestra, no sólo en estas páginas, escritas con mente artística y fino gusto, sino en las varias ediciones de su Manual de Literatura Española (1.ª ed. inglesa en 1898, traducción castellana de Bonilla en 1902, traducción francesa de Davray en 1904), y en un interesante artículo bibliográfico en la Revista Crítica de Historia y Literatura Españolas (febrero de 1896), con ocasión del insignificante libro de don J. de Soravilla (Rodrigo Cota y Fernando Rojas, La Celestina... Juicio crítico de la obra. Madrid, 1895).

[228] «Our Author is but short, yet pithy: not so full of words as sense; each other line, being a Sentence; unlike to many of your other Writers, who either with the luxury of their phrases or superfluity of figures, or superabundance of ornaments, or other affected guildings of Rhetorick, like indiscreet Cookes, make their meats either too sweet, or too tarte, too salt, or too full of pepper» (P. 4).

[229] «In any case it is scarce an exaggeration to say that, after the creation of Calisto and Melibea, the appearance of Romeo and Juliet was but a question of time. Where in the Plautine and Terentian comedy there was appetite, where in their late derivatives there was rank lubricity, where in the writers who immediately preceded Rojas there were symbolism and mystical transport, the Celestina strikes the note of rapture, passion, the love of love...». (Fitzmaurice-Kelly, en el prólogo ya citado, p. XVIII).

«If we did not know of the Italian origin of Romeo and Julieta, we might think that Shakespeare had been inspired by Celestina; and, indeed, it is likely that he knew of Mabbe's translation of it in manuscript from Mabbe's friend Ben Jonson». (Martin Hume, Spanish influence on English Literature... Londres, 1905, pág. 126).

[230] «Non alia itidem ratione paris genii opus, Georgii de Monte-Maiore, Pastoralia, translata sunt proximis his diebus. Eâdem inductus insignia Milesiarum plus quac Triginta Volumina ex omnium, Idiomatum selectis fabulis et Historiis, summa, qua fieri potuit sermonis aequabilitate et hilaritate, composui». (En la Dissertatio que precede á la Celestina, pliego 5, hoja 4 sin foliar).

En su furor de traducirlo todo al latín, pensaba hacer la misma operación con la Segunda Celestina de Feliciano de Silva, aun sin haberla visto más que de paso, según dice en sus Animadversiones (p. 321): «Indicare hic lectori volo secundam interea dum haec universi litterati orbis plausibus excipitur, Celestinae partem in Hispaniâ fabricatam esse, quam exinde delatam tum recens vidi in manibus egregii viri Sebastiani Mederi Brisgovii, Illustrisimo tum Principi Badensi a Consiliis, nunc vero non habeo in potestate; ubi indeptus fuero non dubitabo et illam Latino Orbi proponere».

[231] «Hujus autem generis fabulae sunt apud Antonium Eslavam in libro Hispanico qui Noches de Invierno inscribitur, quarum nos quasdam etiam indidem in Milesiarum nostrarum Narrationes retulimus» (P. 317).

[232] «Pornoboscodidascalus Latinus. De lenonum, lenarum, conciliatricum, servitiorum, dolis, veneficiis, machinis plusquam diabolicis, de miseriis iuvenum incautorum qui florem aetatis Amoribus inconcessis addicunt; de miserabili singulorum periculo et omnium interitu. Liber plane divinus, lingua Hispanica ab incerto avctore instar ludi conscriptus Celestinae titulo. Tot vitae instruendae sententiis, tot exemplis, figuris, monitis plenus, ut par aliquid nulla fere lingua habeat, Gaspar Barthius inter exercitia linguae Castellanae, cujus ferè princeps stilo et sapientia hic Ludus habetur. Latio transcribebat. Accedunt Dissertatio eiusdem ad Lectorem cum Animadversionum Commentariolo. Item, Leandris ejusdem, et Musaeus recensiti. Francofurti, apud Danielem et Davidem Aubrios et Clementem Schleichium. Anno M.DC.XXIV».

Una interesante noticia bibliográfica de este libro puede verse en los Anales de la literatura Española del Sr. Bonilla (p. 167-172).

El Pornoboscodidascalus es muy raro, á lo menos en España. La Biblioteca Nacional no le poseía hasta que adquirió los libros de Gayangos. Mi ejemplar procede de la colección de D. Valentín Carderera.

[233] «Maluimus autem primo istum, quem alium quemlibet interpretari, quoniam et materia ei talis est, ut Iuventus nostra, praecipue in hanc voluptatum partem peccans hinc vel maxime necessaria documenta haurire, vitae caute instituendae, possit, et tot interspersae huic brevi scripto, tam ex mediis rebus petitae, tamque capitales, insint sententiæ, ut qui vel solas has animo fixerit, et velut regulas dirigendae (praecipue peregre vivens) vitae, edidicerit, usuque adhibuerit, non vulgarem sapientiae opinionem apud omnes boni iudicii adepturus certò videatur. Accedit, quod et dicendi genus tam comtum, politum, exactum, numerosum, grave atque venerabile est in suo, huic libello, idiomate, ut pares per universa ejus spatia paucos inveniri consensus ipsorum Hispanorum fateatur. Taceo nunc peculiarem quemdam Genium, affingendis Personis, quibuslibet moribus, et ex his sermonibus, huic scriptori datum; a quo certè longè abest quicquid Graecorum aut Latinorum monumentorum ad nos pervenit... Et sententiarum quidem ea est comitas et eruditio, ut vulgarium hominum animos non minus, atque si ipsis solis scriptae forent, mirificè penetrent, et opinione melioris doctrinae, ipso quasi ictu percellant... Eruditorum autem vel principes penitissimae Sapientiae et Antiquitatis profundae hic monita percipient...». (Pliego 5, hoja 2, sin foliar).

[234] «Hoc vult verae doctrinae sibi conscium pectus, nil indignationis in ipsa etiam vitia sibi permitiere sed tranquillitate animi per omnia stabili servatâ, ire in medias res, et suavitate illa divina, undique relucente, parteis tamen interim castigatoris agere».

[235] «Quoquò regionum aut locorum te vertes omnibus hodiernis Idiomatis linguarum hoc genus scriptorum excellere videbis. Ut autem Hispanicae seu Castellanae Linguae gravitas et proprietas, hodie caeteris ferè amplior est, ita et in hac licet plures auctores id genus observare, qui iuncta utilitati venustate, fictionum in publicum prodesse connitantur; adeo quidem ut si qua in caeteris, Gallica praecipue, delectabilia simul et utilia talia scripta prodeant, pleraque vel inventionibus Hispanorum vel illustrationibus debeamus».

[236] «Ipsa verò, artifex Lena, quamquam toto opere nimium quam pulchrè personae suae indolem efferat, nullo tamen loco omnia sua artificia melius exercet, quam ubi cum Melibaea colloquium habet. Illic videas, mulierem malarum artium doctissimam, omnis experientiae suae technas accersere, ut miseram nobilitati, opibus, Amori Parentum, suo denique ipsius honore, et existimatione, in foedum Amorem excutiat. Minimum sanè hic incantationes egerunt, quamquam et hnius sceleris crimini anum veneficam illigarunt; quibus etiam demtis, vix quaequam puella caeteris talibus assultibus restiterit. Norat nimirum, tot annorum Lena, ex tempore omnia consilia, atque ad animum cuiusvis puellae expugnandum, ex re ipsa vertere...»

[237] «Quod si exemplo res et clarior facienda erit, dicam novisse me hominem astutissimum, capitalem emolumentorum suorum artificem, nequaquam ullis simulationibus decipi valentem, ipsum astutâ quadam urbanitate et comitate, cum patientia et pertinacia coniuncta, nihil non ferè a quovis impetrantem. Huius ego, etiamnum adolescentibus annis, cum vitam impense semper mirarer, observarem negotia, dissimularem noticiam, ad extremum, multorum mensium usu et conversatione, eò inductus sum, ut cum primis hominem perspicacem atque astutum, prudentemque arbitrarer tum, et nunc quoque putem. Non iam disputo utrum bene ille semper suo ingenio, et acumine sensuum, et spirituum vivacitate, usus fuerit, hoc potius affirmare velim, tam accuratâ cautione, omnes adversarios et amicos suos vicisse, ut et diligeretur, et caveretur ab omnibus: nemo vero auderet ferè illi quippiam secus atque res erat, credendum proponere. Diu multumque mores hominis observans, nihil non illum huic libro tribuere, multa licet cura, tandem percepi. Nullus in hoc aspexerat, nulla sententiae vestigia quae non in numerato haberet, et utilitati suae accomodare nosset, quae cum mirificam homini sagacitatem et prudentiam conciliassent, hoc unum illi non cesserant, ut a commodis, seu lucris potius, suis, aliorum incommoda desecare posset, quin etiam, cum detrimentis nonnunquam amicorum, rem suam augere velle videretur. Hoc demto cetera ingeniosissimum nemo non dixisset. Neque diffitebatur sanè ipse, cum alioquin mihi innotuisse videret, maximam partem sese huic libro prudentiae debere; certè cum vellet, nulli non rei, nulli non loco sententiam hinc accommodatam reipsa ostendebat, vel cavendi vel aggrediendi negotii consilium utile praebere...».

[238] «Ad hujus autem Celestinae meae interpretationem nescio quo fato meo raptus fui, tanta certè celeritate totum descripsi, ut nec integris duabus dierum hebdomadis integram absolverim...».

[239] «Refranes y Modos de hablar Castellanos con Latinos, que les corresponden, juntamente con la glosa y explicacion de los que tienen necesidad de ella... Compuesto por el Licenciado Geronimo Martin Caro y Cejudo, Maestro de Latinidad y Eloquencia en la villa de Valdepeñas de Calatrava su Patria, con titulo del Consejo Supremo de Castilla...». En Madrid, por Iulian Izquierdo, año de 1675 (Hay una reimpresión de 1792).

[240] PP. 266 y 267.

[241] P. 295. «Vltima verba Melibaeae ad parentem Pleberium priusquam, post casu mortuum amasium suum Callistonem, se turri praecipitaret. Ex Hispanico Ludo, Celestinâ.»

[242] «Superavit me dulcedo suavissimi cantus: non est mihi ultra tolerabilis amantis animi tui expectatio. O Domina mea unica, o omnis spes et omnis felicitas mea! Quae mulier nata talibus sit Gratiis, ut tua merita non omnes illas ultro confutet? O improvisa auribus meis cantionis suavitas! O tempus deliciis uberans! O anima mea, o pectus, o corculum meum! Et quomodo non potuisti ulterius aliquid temporis insumere isti suavissimae vocis tuae suavitati, cur non porro etiam amborum desideriis canendo satisfacere.

«Melib.—O exoptatissima deprehensio, o insidiae spectatissimae, o suavissima superventio! Es tu hîc mei animi Domine, anima ipsa et corculum meum? Es tu ipsemet? non possum credere. Ubi absconsus eras, lucidissime Sol? Quo recondideras claritatem illam immensam tuam? Quamdiu factum est quod ausculstasti nos? Cur me raucam et absurdam meâ instar Cygni voce frustrà aerem verberare passus es? cur exsensis verbis instrepentem audire sustinuisti? Totus hic hortus noster adventu tuo novâ laetitiâ inducitur. Vide Lunam inter innumerabilia sidera prolucentem; etiam suaviorem suam lucem coelo exserere videtur. Vide nubes illae quam per coeli spatium diffugere properant; audi decurrentem hanc aquam de fontis hujus meditullio, quam longè suaviori nunc murmure per viridarium hoc florescentium herbarum properat? Attende celsas istas cyparissos quo pacto rami invicem sibi abblandiuntur, alius alium arridet et alloquitur velut interprete compositissimo illo vento, qui summa temperie omnia permulcens voces mutuas foliorum perferre hinc inde occupatus est. Vide omnium arborum placidissimas istas umbras, quam obscuritates suas condensare laborant, ut furtivis nostris voluptatibus gratissimum tegmen inducant» (pp. 268-269).

[243] N.º 674. Celestina Comentada.

«Comentario á la Tragicomedia de Calisto y Melibea, por un escritor anónimo de mediados del siglo XVI.

«Comienza por el folio 14, está falto de los folios 18 á 21 é incompleta por el fin, terminando en el fol. 221.»

(Vid. Catálogo de los Manuscritos que pertenecieron á D. Pascual Gayangos, existentes hoy en la Biblioteca Nacional, redactado por D. Pedro Roca. Madrid, 1904. Publicado por la «Revista de Archivos», pág. 231.)

[244] «Daher scheint der streit müssig, ob man sie zur Gattung der Novelle oder des Dramas rechnen soll; sie entstand ja eben in einer Zeit, who sich die Dichtungsgattungen erst schärfer zu sondern begannen, who eben aus den übrigen das Drama sich entwickelte». (Studien, p. 281).

[245] La influencia de la Celestina en el drama español es el principal asunto de la excelente y poco conocida tesis latina del Sr. E. Martinenche, Quatenus Tragicomedia de Calisto y Melibea, vulgo «Celestina», dicta ad informandum hispanense theatrum valuerit, que ya en otra ocasión hemos recomendado.

[246]

ZAMBARDO

No rueguen por él, Cardonio, que es sancto,
Y asi lo debemos nos de tener.
Pues vamos llamar los dos sin carcoma
Al muy santo crego que lo canonice;
Aquel que en vulgar romance se dice
Allá entre groseros el Papa de Roma.
..........................................................

GIL

¿Qué es lo que queréis, oh nobres pastores?


ZAMBARDO

Queremos rogar querais entonar
Un triste requiem que diga de amores.

Así se encuentran estos versos en la rarísima edición suelta en letra de Tortis. Fueron suprimidos en el Cancionero de Juan del Enzina, ed. de 1509, única que incluye esta égloga.

(Vid. Teatro completo de Juan del Encina (ed. de la Academia Española), Madrid, 1903, página 226.)

[247] Teatro de Juan del Encina, pp. 286-292. Esta desvergonzada escena sólo tiene par en algunas de La Lozana Andaluza.

[248] Obras de Gil Vicente, correctas e emendadas pelo cuidado e diligencia de J. V. Barreto Feio e J. G. Monteiro. Hamburgo, na officina typographica de Langhoff, 1834, tomo I, p. 232.

Eu sou Brizida a preciosa,
Que dava as moças ós mólhos;
A que criava as meninas
Pera os conegos da Sé.
Passae-me por vossa fé,
Meu amor, minhas boninas,
Olhos de perlinhas finas:
Que eu sou apostolada,
Angelada, e martelada,
E fiz obras mui divinas.
Sancta Ursula não converteo
Tantas cachopas, como eu;
Todas salvas polo meu,
Que nenhūa se perdeo...

Tanto este pasaje como otros muchos aparecen mejorados en la refundición castellana de este auto, que lleva el título de Tragicomedia alegórica d'el Paraiso y d'el Infierno. Moral representacion del diverso camino que hazen las animas partiendo de esta presente vida, figurada en los dos navios que aqui parescen: el uno d'el Cielo y el otro del Infierno. Cuya subtil invencion y materia en el argumento de la obra se puede ver. (Al fin) Fue impresa en Burgos en casa de Juan de Junta, a 25 dias del mes de Enero, año de 1539. (Ejemplar de la Biblioteca Nacional, procedente de la de Campo-Alanje). El de la Biblioteca de Munich, descrito por Wolf, es de otra edición sin año ni lugar. Hay extractos de esta refundición en el Ensayo de Gallardo (tomo I, n.º 1012) y en las notas de Aribau á los Orígenes de Moratín (p. 194).

[249] «A seguinte farça he o seu argumento, que hum homem honrado e muito rico, ja velho, tinha hūa horta; e andando hūa manhan por ella espairecendo, sendo o seu hortelão fóra, veio hūa moça de muito bom parecer buscar hortaliça, e o velho em tanta maneira se namorou della, que por via de hūa alcoviteira gastou toda sua fazenda. A alcoviteira foi açotada, e a moça casou honradamente». (Obras de Gil Vicente... tomo III, pp. 63-90).

[250] Obras de Gil Vicente... tomo III, pp. 91-120.

Eu sam Genebra Pereira,
Que moro alli á Pedreira,
Vezinha de João de Tara,
Solteira, ja velha amara,
Sem marido, e sem nobreza;
Fui criada en gentileza
Dentro nas tripas do Paço,
E por feitiços qu' eu faço,
Dizem que sam feiticeira.

Porém Genebra Pereira
Nunca fez mal a ninguem;
Mas antes por querer bem
Ando nas encruzilhadas
Ás horas que as bem fadadas
Dormen somno repousado;
E estou com hum enforcado
Papeando-lhe a orella:
Esto provará esta velha
Moito melhor do que os diz.

[251] Obras de Gil Vicente... tomo III, p. 172.

Vase la vieja al molino,
Entra muy disimulada,
Muy honesta cobijada,
Como quien sabe el camino.
Tanto escarva, tanto atiza
Por tal arte y por tal modo,
Que hace un cielo ceniza
Hasta ponella de lodo.

[252] Lecciones de Literatura Española... tomo I, pág. 51.

[253] Propaladia de Bartolomé de Torres Naharro (edición de los Libros de Antaño), tomo II, pp. 60-63.

[254] Comedia intitulada Thesorina, la materia de la qual es unos amores de vn penado por una señora, y otras personas adherentes. Hecha nueuamente por Jayme de Guete. Pero si por ser su natural lengua Aragonesa no fuere por muy cendrados terminos quanto a esto merece perdon.

Comedia llamada Uidriana, compuesta por Jayme de Gueta (sic) agora nueuamente; en la qual se recitan los amores de vn cauallero y de vna señora de Aragon a cuya peticion por serles muy sieruo se ocupó en la obra presente: el sucesso y fin de cuyos amores va metaphoricamente tocado justa el processo y execucion de aquellos.

Los ejemplares que la Biblioteca Nacional posee de estas dos rarísimas farsas proceden de la biblioteca de Salvá y están descritos en su Catálogo (tomo I, núms. 1279 y 1280).

[255] Comedia intitulada Radiana: compuesta por Agustin Ortiz; en la qual se introduzen las personas siguientes. Primeramente un cauallero anciano llamado Lireo z su criado Ricreto, z una hija deste cauallero llamada Radiana z su criada Marpina z vn cauallero llamado Cleriano z su criado llamado Turpino, z tres pastores Lirado z Pinto z Juanillo, z un Sacerdote. Reparte se en cinco jornadas breues e graciosas e de muchos exemplos.

El ejemplar, al parecer único, de Salvá (Cf. Catálogo, I, 1337) pasó también á la Biblioteca Nacional.

[256] Comedia llamada Rosabella. Nueuamente compuesta por martin de Santander. En la qual se introduzen un cauallero llamado Jasminio, y dos criados: es vno un Vizcaino, y es otro un Negro, y vna dama llamada Rosabella y su padre de la dama llamado Libeo, vn hijo suyo y vn alguacil con sus criados, y vn pastor llamado Pabro. En la qual tracta de como el cauallero por amores se desposo con ella, y la saco de casa de su padre. Es muy graciosa y apazible. 1550.

(N.º 4495 del Ensayo de Gallardo, nota comunicada por D. Pascual de Gayangos). Un ejemplar de esta obra salió á la venta en Roma en enero de 1884. Ignoro quién le adquirió.

[257] El único ejemplar conocido de esta farsa pertenece á la Biblioteca de Munich, y fué dado á conocer por Fernando Wolf en 1852, en los Sitzungberichte de la Academia de Viena (clase filosófica histórica, tomo VIII). De esta memoria sobre varias piezas dramáticas, á cual más peregrinas hay traducción hecha por D. Julián Sanz del Rio, en el tomo XXII de la colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, 1853.

Tanto la Tidea como la Thesorina figuran en los índices del Santo Oficio desde 1559.

[258] Dieron la primera noticia de él los traductores de Ticknor en 1851 (tomo III de la Historia de la Literatura Española, pp. 525 á 527). Tengo copia entre los manuscritos de Cañete.

[259] Bulletin Hispanique, octubre á diciembre de 1900.

[260] Aun en la notabilísima Tragedia Josefina, de Miguel de Carvajal, con ser bíblico el argumento, la verdad humana, la expresión viva y enérgica de los afectos, hacen pensar en la Celestina más que en ningún otro modelo. El monólogo de Zenobia, la mujer de Putifar, en el acto II, bastaría para comprobarlo. Es curiosa la advertencia que hace el Faraute sobre estas escenas: «El auctor, como es tosco y grosero y sabe poco de amor, en esta segunda parte, á algunas personas socorridas, quiero decir hábiles en estos acaecidos y venéreos casos, se encomendó: vuestras mercedes lo tomen como cosa de prestado».

Tragedia llamada Josefina, sacada de la profundidad de la Sagrada Escritura y trobada por Micael de Carvajal, de la ciudad de Placencia (ed. de la Sociedad de Bibliófilos Españoles), con una erudita y brillante introducción de D. Manuel Cañete (Madrid, 1870), pág. 71.

[261] Reimpreso en Sevilla, por la Sociedad de Bibliófilos Españoles, 1868.

[262] Vid. especialmente el trabajo de A. L. Stiefel, Lope de Rueda und das italianische Lustspiel en la Zeitschrift für Romanische Philologie, tomo XV, 1891, pp. 182 y 318.

[263] Las tres Comedias del facundissimo Poeta Juan Timoneda, dedicadas al Illustre Señor don Ximen Perez de Calatayū y Villaragut. Año 1559 (En la epístola de El autor a los lectores).

Los dos únicos ejemplares conocidos de este rarísimo libro pertenecen á la Biblioteca Nacional. Tengo reimpreso, y publicaré en breve, todo el teatro profano de Timoneda como primer tomo de sus Obras, que saca á luz la Sociedad de Bibliófilos Valencianos.

[264] Es rarísima la Primera (y única) Parte de las Comedias de Ioan de la Cueua dirigidas a Momo (Sevilla, en casa de Ioan de Leon, 1580), y urgente la necesidad de su reimpresión, honor que han logrado tantos libros baladíes, cuando éste de tanta curiosidad en la historia de nuestra literatura dramática es de tan difícil adquisición. Sólo he manejado dos ó tres ejemplares, incluso el de la Biblioteca Nacional.

La Comedia del Infamador puede leerse en el tomo I del Tesoro del Teatro Español, de Ochoa (Baudry, 1838), pp. 265-285.

En la jornada primera leemos:

Bien negoció la nueva Celestina...

En la jornada tercera encontramos una alusión á la madre de Pármeno:

¿No estuviste agora aquí
Con las dos viejas Claudinas?

Hay también un curioso pasaje sobre el Arcipreste de Talavera y Cristóbal del Castillejo:

PORCERO

¿En qué te has entretenido
En su ausencia estos tres días?


ELIODORA

En cien mil melancolías,
Con dos libros que he leído.


PORCERO

¿Tan grande letora eres?


ELIODORA

Sí, mas éstos me han cansado,
Porque todo su cuidado
Fué decir mal de mujeres.


PORCERO

Suplícote que me nombres
Los nombres de esos autores
Que ofenden vuestros loores.


ELIODORA

Son dos celebrados hombres.


PORCERO

¿Qué hay que celebrar en ellos
Si ofenden vuestra bondad?
Mas, dime, con brevedad,
¿Quién son? para conocellos.


ELIODORA

El uno es el arcipreste
Que dicen de Talavera.


PORCERO

Nunca tal preste naciera,
Si no dió más fruto que éste.


ELIODORA

El otro es el secretario
Cristóbal del Castillejo;
Hombre es de sano consejo,
Aunque á mujeres contrario.


PORCERO

Cuánto mejor le estuviera
Al reverendo arcipreste,
Que componer esta peste,
Doctrinar á Talavera;
Y al secretario hacer
Su oficio, pues dél se precia,
Que con libertad tan necia
Las mujeres ofender.


ELIODORA

Cierto que tienes razón,
Y en eso muestras quién eres;
Que decir mal de mugeres
Ni es saber, ni es discreción.

[265] Aludo al interesante libro de D. Cristóbal Pérez Pastor, Proceso de Lope de Vega por libelos contra unos cómicos. Madrid, 1901. Allí está la clave de la Dorotea, pero todavía quedan puntos oscuros y difíciles, que acaso con el hallazgo de nuevos documentos puedan resolverse.

[266] La Dorotea, comedia original en tres actos, por D. F. E. Castrillon, representada en el Teatro de los Caños del Peral el día 13 de Junio de 1804. Madrid, en la imprenta de Repullés. Año 1804.

Aunque la pieza se titula «original», y en cierto sentido no puede negarse que lo es, el autor pone al reverso de la portada la siguiente advertencia: «El argumento de esta Comedia está tomado de la Dorotea de Lope de Vega; pues como el fin de su autor era imitar la versificación de aquel excelente ingenio, quiso seguir sus huellas en cuanto al plan de la obra». Esta imitación es á veces feliz.

[267]

La fruta fresca, hijas mías,
Es gran cosa, y no aguardar
Á que la venga á arrugar
La brevedad de los dias...
..........................................................
¿Veisme aquí? Pues yo os prometo
Que fué tiempo en que tenía
Mi hermosura y bizarría
Más de algún galán sujeto.
¿Quién no alababa mi brío?
¡Dichoso á quien yo miraba!
Pues ¿qué seda no arrastraba?
¡Qué gasto, qué plato el mío!
Andaba en palmas, en andas,
Pues ¡ay Dios! si yo quería,
¡Qué regalos no tenía
Desta gente de hopalandas!
Pasó aquella primavera,
No entra un hombre por mi casa;
Que como el tiempo se pasa,
Pasa también la hermosura.

(Jornada primera.)

Cf. Celestina, aucto IX.

Véase mi estudio sobre El Caballero de Olmedo en el tomo X de las Obras de Lope de Vega, publicadas por la Academia Española, pp. LXXV-XCVIII.

[268] Este gran poeta es el que, no sólo por el picante desenfado de su lenguaje, sino por la franca objetividad, por el nervio dramático, por el poder característico, sugiere más el recuerdo de la Celestina, y alguna vez parece que la imita. En Por el sótano y el torno, comedia de corte bastante clásico, donde está refundida una parte de la intriga del Miles Gloriosus de Plauto, el gracioso Santarén, para servir las intrigas amorosas de su amo, se introduce en casa de doña Bernarda y doña Jusepa fingiéndose buhonero, y pregonando su mercancía en términos análogos á los de Celestina cuando se vale del mismo recurso para penetrar en casa de los padres de Melibea.

[269] La cita él mismo en la lista de sus comedias que envió al Duque de Veragua, y publicó don Gaspar Agustín de Lara en el prólogo de su Obelisco Fúnebre, Pirámide funesta á la inmortal memoria de D. Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1684).

[270] Con el primer título está en la Segunda Parte de la Cythara de Apolo, colección general de las obras dramáticas y líricas de Salazar y Torres, publicada por su amigo Vera Tassis (Madrid, 1694). Con el de La Segunda Celestina corre en ediciones sueltas, en que la segunda mitad del tercer acto difiere por completo. Creemos que ni una ni otra conclusión pertenecen á Salazar, que dejó incompleta su comedia, escrita para festejar los días de doña Mariana de Austria, terminándola, cada cual por su parte, D. Juan de Vera y un poeta anónimo. En la colección de Dramáticos posteriores á Lope de Vega de la Biblioteca de Rivadeneyra, tomo II, p. 240 y ss., se ha seguido el texto de Vera Tassis. Pero el mérito de la comedia justificaría una nueva edición con las variantes de ambos.

[271] L'Espagne sous Ferdinand VII, par le Marquis de Custine. Bruxelles, 1838. Tomo I página 232. La carta á que corresponde este trozo lleva la fecha de 25 de abril de 1831.

[272] Obras dramáticas y líricas de D. Leandro Fernández de Moratín, entre los Arcades de Roma, Inarco Celenio. París, imprenta de Augusto Bobeé, 1825, tomo I, pág. XXIII.

[273] No han faltado en estos últimos años algunas curiosas tentativas para refundir la Celestina en forma representable. Impreso corre el libreto de una ópera del maestro catalán D. Felipe Pedrell no cantada hasta ahora: La Celestina, tragicomedia lírica de Calisto y Melibea (Barcelona, 1903, tipografía de Salvat). Y al tiempo mismo de corregir estas pruebas ha sido representado en el Teatro Español de Madrid un arreglo dramático de la Celestina, debido á la pluma del juicioso y elegante crítico D. F. Fernández de Villegas. Enemigo, como soy, de toda clase de refundiciones, no puedo aprobar estos ensayos, pero sí el loable entusiasmo y la buena conciencia artística de sus autores.

[274] Fr. Andrés Pérez, ó quienquiera que sea el autor de este curiosísimo libro publicado bajo el nombre del licenciado Francisco López de Ubeda, marca perfectamente su carácter en el Prólogo al lector: «No es mi intencion, ni hallarás que he pretendido contar amores al tono del libro de Celestina; antes, si bien lo miras, he huydo de esso totalmente, porque siempre que de esso trato, voy á la ligera, no contando lo que pertenece á la materia de deshonestidad, sino lo que pertenece a los hurtos ardidosos de Justina; porque en esto he querido persuadir y amonestar que ya en estos tiempos las mugeres perdidas no cesan sus gustos para satisfacer a su sensualidad, que esto fuera menos mal, sino que hacen desto trato, ordenandolo a una insaciable codicia de dinero. De modo que más parecen mercaderas, tratantes de sus desventurados apetitos, que engañadas de sus sensuales gustos. Y no solo lo parece assi, pero lo es; demas que a un hombre cuerdo y honesto, aunque no le entretuvieran lecturas de amores deshonestos, pero enredos de hurtillos graciosos le dan gusto, sin dispendio de su gravedad, en especial con el aditamento de la resumption y moralidad... Y deste modo de escriuir no soy yo el primer Autor, pues la lengua latina, entre aquellas a quien era materna, tiene estampado mucho de esto, como se verá en Terencio, Marcial y otros, a quien han dado benebolo oido muchos hombres cuerdos, sabios y honestos». (Libro de Entretenimiento de la Picara Iustina, en el qaal debaxo de graciosos discursos se encierran prouechosos auisos...). Impreso en Medina del Campo, por Chritoual Lasso Vaca. Año M.DC.V. Hoja 2 del prólogo.

Á pesar de eso, en otro prólogo sumario, cuenta la Celestina entre sus modelos: «no hay enredo en Celestina, chistes en Momo, simpleças en Lázaro, elegancia en Guevara, chistes en Eufrosina, enredos en Patrañuelo, cuentos en Asno de oro, y generalmente no hay cosa buena en romancero, comedia ni poeta español, cuya nata aqui no tenga, cuya quinta esencia no saque».

En la lámina alegórica que va al frente de esta primera y rara edición, la madre Celestina navega en el mismo barco que el Pícaro Guzmán de Alfarache; Lazarillo, en un barquichuelo.

[275] El Sagaz Estacio marido examinado... Autor Alonso Geronimo de Salas Barbadillo. Año 1620... En Madrid, por Iuan de la Cuesta, hoja 11 de los preliminares, sin foliar.

[Pg clx]

XI

Primeras imitaciones de la «Celestina».—«Égloga», de D. Pedro Manuel de Urrea.—Su «Penitencia de Amor».—Farsa de Ortiz de Stúñiga.—Romance anónimo.—Rodrigo de Reinosa y otros autores de pliegos sueltos.—«Celestina» versificada, de Juan Sedeño.—Comedias «Hipólita», «Seraphina» y «Thebayda», de autor anónimo.—Francisco Delicado y su «Retrato de la Lozana Andaluza».—Escasa influencia del Aretino en España: refundición del «Coloquio de las Damas», por Fernán Xuárez.—Continuaciones legítimas de la obra de Fernando de Rojas.—«Segunda Celestina» ó «Resurrección de Celestina», de Feliciano de Silva.—«Tercera Celestina», de Gaspar Gómez de Toledo.—«Tragicomedia de Lisandro y Roselia», de Sancho Muñón.—La «Celestina» en Portugal; imitaciones de Jorge Ferreira de Vasconcellos: la comedia «Euphrosina».—Su traducción, por Ballesteros y Saavedra.—Otras imitaciones castellanas de la «Celestina».—«Tragedia Policiana», de Sebastián Fernández.—«Comedia Florinea», de Juan Rodríguez Florián.—«Comedia Selvagia», de Alonso de Villegas.—«Comedia Selvaje», de Joaquín Romero de Cepeda.—«La Doleria del sueño del mundo», comedia alegórica de Pedro Hurtado de la Vera.—«La Lena» ó «El Celoso», del capitán D. Alonso Velázquez de Velasco.

El más antiguo de los imitadores de La Celestina fué el prócer aragonés D. Pedro Manuel de Urrea, hijo segundo de los condes de Aranda y autor de un notabilísimo Cancionero impreso en Logroño en 1513[276], que sale mucho de la monotonía de los libros de su clase, y anuncia, á lo menos en esperanza, un poeta sincero y humano. Ya en otra ocasión[277] hemos procurado trazar los rasgos característicos de su simpática fisonomía, que dan tanto precio á algunos de sus villancicos y á sus composiciones de índole personal y doméstica. Aquí sólo nos incumbe tratar de las dos obras (desconocida una de ellas hasta nuestros días) en que ensayó la imitación de la famosa Tragicomedia, catorce ó quince años después de publicada.

[Pg clxi]

La primera de estas imitaciones se halla al fin de su Cancionero con el encabezamiento siguiente:

Égloga de la Tragicomedia de Calisto y Melibea, de prosa trobada en metro, por Don Pedro de Urrea, dirigida á la condesa de Aranda, su madre.

Es muy probable que este fragmento se representase en alguna fiesta de familia; á lo menos el autor le tenía por representable, según las prevenciones que hace en el Argumento:

«Esta egloga ha de ser hecha en dos vezes: primeramente entra Melibea, y luego despues Calisto, y pasan ally las raçones que aquí parescen, y al cabo despide Melibea a Calisto con enojo y salese el primero; y despues luego se va Melibea, y torna presto Calisto muy desesperado a buscar a Sempronio, su criado, y los dos quedan hablando, hasta que Sempronio va a buscar a Celestina para dar remedio a su amo Calisto. Está trovado esto hasta que queda solo Calisto, y ally acaua; y por no quedar mal vanse cantando el villancico que está al cabo».

El título de égloga y la forma metrificada han sido sugeridas, á no dudarlo, por el ejemplo de Juan del Enzina. Urrea mismo indica la división en dos escenas cortas que contienen menos de una cuarta parte del texto original del primer acto[278]. No puede creerse de ningún modo que este solo le fuese conocido, ni que trabajase sobre un manuscrito, puesto que en 1513 existían ya siete ú ocho ediciones castellanas de la Celestina, unas con el texto en diez y seis actos y otras con el definitivo de veintiuno. Si levantó Urrea la mano del trabajo, bien excusado, de versificarla, sería por cansancio ó por haber encontrado más dificultades que al principio, ó sencillamente porque creyó que bastaba con aquella pequeñísima parte para construir una sencilla fábula ó más bien un diálogo semidramático, sin acción, nudo ni desenlace, como los que entonces se estilaban.

Entendemos que á Urrea alude, y no á otro, el P. Baltasar Gracián cuando atribuye toda la Celestina á un encubierto aragonés: desatino de marca, pero que puede tener explicación. Gracián, que era hombre de mucha y varia lectura, pero no erudito de profesión, conocía probablemente el Cancionero de Urrea, y al encontrarse allí con un fragmento de la Celestina en verso, en que nada se dice del autor primitivo, pudo pensar que el hijo de la condesa de Aranda había versificado su propia prosa. En los versos acrósticos no se fijó, ó no les dió valor, y acaso su ejemplar careciese de ellos, como carecen algunas Celestinas tardías. Por lo demás, con decir que Urrea, nacido probablemente en 1486, tendría á lo sumo doce ó trece años cuando se publicó por primera vez la Celestina, queda demostrada la imposibilidad física de tan extravagante atribución[279].

Lo que prueba su Égloga, que no creemos muy anterior á la fecha del Cancionero[280], es la inmensa popularidad de que ya gozaba la obra original de Fernando de [Pg clxii]Rojas y el carácter dramático que todos la atribuían. Y prueba también la facilidad y soltura de rimador que tenía Urrea, puesto que en sus coplas octosilábicas se ciñe de tal suerte al texto de Rojas, que más bien le calca que le traduce, con cierto desaliño sin duda, pero mostrando verdadero instinto del diálogo escénico. Véase la primera escena de la Égloga, y cotéjese con el texto de la Celestina que va al pie[281]:

CALISTO

Veo en esto, Melibea,
La gran grandeza de Dios.


MELIBEA

¿En qué, Calisto, veys vos
Cosa que tan alta sea?


CALISTO

En dar poder á natura
Que de perfeta hermosura,
Acabada, te dotase,
Y a mí que verte alcançasse
Sin merecer tal ventura.
Y en lugar donde me viese
Gozar de tanto fauor,
Que mi secreto dolor
Manifestar te pudiesse.
Sin duda tal galardon
Es mayor en deuocion
Que obras de sacrificio,
Aunque por tal exercicio
Espero yo saluacion.
¿Quién vió nunca en esta vida
Un cuerpo glorificado
Como el myo, que ha mirado
Vna cosa tan sentida?
Por cierto, todos los santos,
Donde gozan de sus cantos
Mirando a nuestro señor,
No tienen gloria mayor
Que yo en ver plazeres tantos.
Somos en esto apartados:
Que la gloria que poseen
Por muy perpetua la veen,
Sin ser de alli derribados:
Mas yo me veo alegrar
Con recelo de dexar
Tu vista y acatamiento,
Recelando el gran tormento
Que en absentia he de pasar.


MELIBEA

¿Por gran premio, por tu fe,
Tienes aqueste, Calisto?

(Nota a: Mísero leen desatinadamente muchas ediciones. Las primitivas dicen mixto ó misto, y así debe de ser, puesto que Calisto compara sacrílegamente su estado, en que se mezclan la bienaventuranza y el recelo, con el puro estado beatífico).

[Pg clxiii]

CALISTO

Por tanto, en esto que he visto,
Como agora te diré:
Que si Dios me diesse arriba
A esta mi alma catiua
La gloria del alto cielo,
No tendría más consuelo
Que con esto que me aviua.


MELIBEA

Pues avn más galardón
Te daré si perseueras.


CALISTO

Mis orejas placenteras
Bien aventuradas son,
Que indignamente an oydo
Palabra de gran sonido.


MELIBEA

Mas serán desventuradas
Tus orejas bien aosadas,
Despues de averme entendido...
Vete ya, torpe, de ahí
Cual onbre mucho liuiano,
Que en un coraçon humano
No cabe servir a my.
Que no tomo con paciencia
Que, en absencia ni en presencia,
Un muy ylícito amor
Piense ningun amador
Comigo alcanzar de eçencia...

Agora se va Calisto, y sálese Melibea, y
luego vuelve buscando sus criados.

No faltan en esta versión métrica ripios é incorrecciones graves, palabras impropias y algunos barbarismos, ó si se quiere formas dialectales, en la conjugación:

Y las caydas que daron
Los que como tú amaron...
Pusiéndome inconvenientes.

Urrea era un improvisador y no se paraba en barras, pero el efecto general de sus versos es agradable[282].

Mucho menos vale su prosa en la única muestra que conocemos de ella, y que también se enlaza con la Celestina por derivación muy inmediata. Esta pieza rarísima, indicada por Brunet, que por cierto equivoca dos veces el apellido de su autor[283], es la Penitencia de Amor, estampada en Burgos por Fadrique Alemán de Basilea, en 1514[284].

[Pg clxiv]

El antiguo impresor de la Comedia de Calisto conservó en el frontispicio de la Penitencia, cambiando los nombres de los personajes, uno de los grabados de la obra que Urrea imitaba, fácil, en efecto, de transportar de una composición á otra, puesto que Finoya y Darino, en la novelita del ingenio aragonés, corresponden á Melibea y Calisto, y los criados Renedo y Angis á Sempronio y Pármeno. Faltan Areusa, Elicia, Lucrecia y sobre todo Celestina, es decir, la salsa del pescado de la tragicomedia, que sin intervención de la vieja barbuda será insípida siempre. La parte cómica se reduce á unas octavas de arte menor que el poeta llama «pullas honestas», y son un pugilato de groseras desvergüenzas cambiadas entre dos lacayos. Todo lo restante está en prosa. El fin de la obra quiere ser ejemplar, aunque por distinto rumbo que el de la Celestina, para lo cual se altera el desenlace de la manera que veremos; pero hay, no sólo detalles licenciosos, sino una escena de brutalidad sin ejemplo, esmaltada con sentencias como ésta: «El mayor plazer es pecar mortalmente; los que no gozan desto no tienen descanso». Ninguna de las blasfemias de Calisto llega á ésta[285].

¡Extraños tiempos aquellos en que un caballero tan distinguido como Urrea, que en varias poesías de su Cancionero muestra haber sido capaz de las más sanas inspiraciones y de los más delicados sentimientos, osaba hacer presente de tal farsa como la Penitencia á su madre la condesa de Aranda, con la leve salvedad de decir en el prólogo: «Esta obrezilla, por ser toda su calidad cosa de amores, parece que se aparta de la condicion y virtud de vuestra señoria; pero porque todo lo que yo hiziere no puede ni deve yr dirigido a otri, embio tambien esto como lo otro que de mí tiene vuestra señoria».

Esta dedicatoria ofrece otros puntos curiosos. El autor no hace profesión de originalidad, sino todo lo contrario. «Ya no va nadie a infierno syno por lo que otros an ydo; ninguno puede hazer ni dezir cosa que no paresca a lo dicho y hecho; nadie puede trobar sino por el estilo de otros, porque ya todo lo que es a sido». Se remonta á Terencio como padre del género en que ejercita su pluma. «Esta arte de amores [Pg clxv]está ya muy vsada en esta manera por cartas y por çenas (escenas) que dize el Terencio, y naturalmente es estylo del Terencio lo que hablan en ayuntamiento; mas esta es cosa quel estylo no se puede quitar ni vedar, pues que las mismas razones no sean.»

Pero en verdad no fué Terencio su modelo, ni era posible que lo fuese. Urrea, aristocrático aficionado, que á ratos aparentaba desdeñar la «trabajosa vanagloria de la pluma, pues ay otras cosas en que mas cavalerosamente se puede exercitar el entendimiento con otros passatiempos seguros de reprensiones», no tenía más que leve tintura de estudios clásicos, á pesar del alarde que hace de sembrar por su diálogo sentencias de Séneca tomadas de alguno de los florilegios morales que entonces se manejaban tanto[286]. En lo que estaba positivamente versado era en la poesía italiana, sobre todo en la del Petrarca[287], y en la literatura española de su tiempo. Dos libros se hallaban entonces en el momento culminante de su éxito: la Celestina y la Cárcel de Amor. Urrea, sin hacerse cargo de la radical oposición del sentido artístico de ambos libros, ni de la profunda desemejanza de su plan y estilo, intentó fundirlos en uno solo, no olvidando tampoco sus hábitos de poeta cortesano. Resultó de aquí una producción híbrida, de la cual puede formarse idea por el argumento con que el mismo autor la encabeza:

«Hubo vn cauallero llamado Darino, hijo de Galmaux y de Volisa, el qual andando vn dia solo a cauallo, paseando, llegó a vn castillo y casa fuerte en muy gentil acatamiento puesto. Vió a la ventana a Finoya, muy gentil dama, hija de Nertano y de Solona, donde con mucho contentamiento y turbacion llegó a hablar con ella, y acabadas sus razones partióse della muy cativado de su amor, y sin reposo voluiendo á su posada procuró con dos criados de los suyos de quien él mas fiaua (al vno llamauan Renedo y al otro Angis) para que con todas sus fuerças y mañas hiziesen que Finoya recebiese vna carta de Darino. Fue tal la diligencia y astucia de sus criados, que alcançó Darino al principio reçebir cartas de Finoya y al cabo goçar de su persona; y aunque las cosas que algun tiempo duran de continuo son sabidas y descubiertas, esto en breue tiempo fue sabido; por donde Nertano, padre de Finoya, sabiendo esto, aguardó a Darino y tomóle. La segunda vez que entró en su casa halló a los dos juntos tomando sus retraydos deleytes, el cual metió en vna torre a Finoya con sus doncellas, y en otra a Darino con sus criados, y todos hicieron penitencia allí en aquellas torres hasta el cabo de sus dias.»

[Pg clxvi]

La obrita de Urrea no es enteramente dramática, ni tampoco novelesca. Ninguna parte de ella está en narración, sino toda en razonamientos y cartas. En los primeros imita algunas veces á Fernando de Rojas[288]; pero el tipo de Diego de San Pedro es el que predomina, no sólo en la parte epistolar, sino en la retórica culta y alambicada del estilo. La acción, que es de suma pobreza, está desarrollada con simétrica monotonía. A cada una de las cartas de Darino á Finoya y viceversa se agrega un presente simbólico, que por lo común es una joya de oro labrado, acompañada de un mote en verso. Algunos son ingeniosos, y del mismo gusto galante y amanerado que otros que se leen en el Cancionero general. Envía Finoya á Darino una vihuela sin cuerdas, y dice la letra:

No tienes más esperança
De alcançar lo que concuerdas,
Que esa de tañer syn cuerdas.

Envía Darino á Finoya unos ruiseñores y dice la letra:

Cantarán éstos de amores;
Yo, avnque callo,
Lloro por los desamores
Que en ty hallo.

En el desenlace, sugerido indudablemente por la Cárcel de Amor, se nota la misma falta de originalidad y brío. «En la torre de mano derecha (dice Nertano) estareys vos, Finoya, con vuestras doncellas... y vos, Darino, estareys en la torre de mano izquierda, y vosotros tendreys cargo de la manera que se a de regir. No he querido daros muerte a vos, hija, porque el coraçon no lo ha çufrido; y a vos, Darino, no he querido mataros, porque peneys mas. La fama que se pondrá a de ser que Finoya mi hija es muerta, y assi le haremos las onrras; y de Darino se dirá que se a ydo al cabo del mundo: vnos creeran que por veer tierras, otros que de desesperado se a ydo por la muerte de mi hija, que ya sabian que la queria. Vamos, que ello será tan secreto quanto él fue traidor». Aquí vemos apuntar ya la máxima de A secreto agravio...

Algunos trozos de la Penitencia están bien escritos en su género sentimental y retórico[289], pero otros son mortalmente fastidiosos y el conjunto revela una pluma [Pg clxvii]inexperta en el difícil arte de la prosa, á pesar del gran modelo que tenía á la vista. La locución claudica á veces por el sentido incierto de las palabras[290], y el vocabulario no es ni muy selecto ni muy rico[291].

Á pesar de su medianía, la Penitencia de Amor, que en España fue completamente olvidada hasta que en nuestros días la exhumó el Sr. Foulché-Delbosc de una biblioteca particular que no expresa, tuvo en el siglo XVI los honores de una traducción francesa ó más bien de un verdadero plagio.

El supuesto autor original de La Penitence Damour, Renato Bertaud, señor de la Grise, secretario del cardenal arzobispo de Tolosa Gabriel de Gramond Navarre, cambia los nombres de los personajes, llamando Lanzarote al caballero, Lucrecia á la dama y Themot y Michellet á los criados. Traslada íntegro el texto de Urrea, pero le añade un final de su cosecha, en el cual, pasados siete años del cautiverio de los amantes, consiente el padre de Lucrecia en darles libertad y celebrar sus bodas. Todo es al principio regocijo y fiestas, justas y torneos, pero la dama muere al poco tiempo y su marido determina hacer penitencia durante el resto de su vida junto al sepulcro de la mujer á quien se lamenta de haber seducido y en cuya temprana muerte ve un castigo de la justicia divina[292].

No fué Urrea el único poeta que intentó llevar al naciente teatro español una parte del argumento de la Celestina. Poco posterior á su Égloga hubo de ser otra de Lope Ortiz de Stúñiga, de la cual no conocemos hasta ahora más que su título y encabezamiento en el núm. 15,139 del Registrum de D. Fernando Colón: «Farsa en coplas sobre la comedia de Calisto y Melibea. Inc.

[Pg clxviii]

Hi de san y qué floresta
Y qué floridos pradales,
Qué compaña...

En el mismo Registrum (núm. 4.083) se citan otras producciones poéticas de Lope Ortiz (suponemos que sea la misma persona), adquiridas por el hijo de Cristóbal Colón en Medina del Campo, á 25 de noviembre de 1524[293], lo cual puede servir para conjeturar aproximadamente la fecha de la Farsa, sobre cuya procedencia y coste nada se indica.

En un pliego gótico, de dos hojas en folio, á cuatro columnas, que acaso es ejemplar único, encuadernado con otros igualmente rarísimos del primer tercio del siglo XVI, poseo un compendio en verso de la Celestina, cuyo título dice de esta suerte: Romance nueuamente hecho de Calisto y Melibea que trata de todos sus amores y de las desastradas muertes suyas y de la muerte de sus criados Sempronio y Parmeno y de la muerte de aquella desastrada mujer Celestina intercesora en sus amores[294]. Habiendo reproducido esta curiosa pieza en mis adiciones á la Primavera de Wolf[295], no creo necesario insistir sobre su carácter juglaresco y sobre la habilidad con que su incógnito autor va fundiendo en el molde narrativo las principales situaciones de la tragicomedia, conservando en todo lo que puede las mismas palabras del original:

Un caso muy señalado—quiero, señores, contar,
Como se iba Calisto—para la caza cazar.
En huertas de Melibea—una garza vido estar,
Echado le habia el falcon—que la oviese de tomar,
El falcon con gran codicia—no se cura de tornar:
Saltó dentro el buen Calisto—para habello de buscar,
Vido estar a Melibea—en el medio de un rosal,
Ella está cogiendo rosas—y su donzella arrayan...

En el mismo apacible estilo prosigue todo el romance, que demuestra en el poeta que le compuso verdadero sentido de las bellezas de la obra que imitaba.

Urrea había metrificado, aunque no íntegramente, el primer acto de la Celestina: [Pg clxix]el romancerista abarcó todo el cuadro, reduciéndole á mínima escala. Tarea mucho más ardua, y tan prolija como impertinente, emprendió Juan Sedeño, natural y vecino de la villa de Arévalo, trasladando toda la Celestina en desaliñadas coplas de arte menor, que sólo sirven para enaltecer por el contraste la divina prosa de Rojas. Este esfuerzo de paciencia y de mal gusto cayó muy pronto en el justo olvido que merecía, y no ha vuelto á ser impreso después de la rarísima edición de Salamanca, 1540[296]. Juan Sedeño [Pg clxx]es principalmente conocido por autor ó compilador de un diccionario biográfico que tituló Summa de varones ilustres[297], obra de corto mérito y ninguna originalidad; pero merece serlo con más razón por sus elegantes Coloquios de amores y bienaventuranza[298], los cuales, dicho sea de pasada, nada tienen que ver con la historia del teatro, como da á entender un moderno académico[299], ni pueden calificarse de desconocidos, puesto que en libro tan corriente como el Manual de Ticknor se da exacta idea de ellos, colocándolos en el grupo á que realmente pertenecen, es decir entre los diálogos filosóficos y morales de Hernán Pérez de Oliva, Francisco Cervantes de Salazar y otros prosistas didácticos de la centuria décimasexta[300]. Tampoco se ha de confundir á Juan Sedeño, como hizo Nicolás Antonio, con un homónimo, y probablemente deudo suyo, que fué alcaide ó castellano de Alessandria della Paglia, y publicó en 1587 la primera traducción española de la Jerusalem del Tasso.

Antes de llegar á las imitaciones propiamente dichas de la Celestina, no podemos menos de hacer notar el influjo que la parte picaresca de la tragicomedia ejerció en los poetas semipopulares de la primera mitad del siglo XVI, cuyas composiciones se registran en pliegos sueltos góticos de extraordinaria rareza. El principal representante [Pg clxxi]de este género, que llegó á los últimos límites del cinismo, es Rodrigo de Reinosa, émulo de los más licenciosos poetas del Cancionero de Burlas[301]. A propósito de sus Coplas de las comadres escribió Gallardo: «Es una pintura al fresco, viva y colorada, de las costumbres de aquel tiempo. Pocas poesías se leerán impresas en España más libres y licenciosas que estas coplas. Son además graciosísimas». En lo primero no hay duda, porque las Coplas son verdaderamente desaforadas; pero lo segundo dista mucho de ser cierto, porque son groseras, toscas y llenas de incorrecciones métricas. Citaremos algunos versos de los menos malos, en que saltan á la vista las reminiscencias de la Celestina:

Allá cerca de los muros,
Casi en cabo de la villa,
Cosas haz de marauilla
Vna vieja con conjuros,
Porque tengamos seguros
Los plazeres cadal dia,
Llámase Mari Garcia,
Sabe encantaderos duros.
Una casa pobre tiene,
Vende hueuos en cestilla,
No ay quien tenga amor en villa
Que luego a ella no viene...
Está en missa y processiones,
Nunca las pierde contino,
Missas dalva yo esmagino
Son las más sus deuociones;
Jamas pierde los sermones,
Bisperas, nona, completas,
Sabe cosas muy secretas
Para mudar coraçones...
Ciertas agujas quebradas
Lança en ciertos coraçones,
Con muchas encantaciones
De palabras endiabladas,
Rayces de cardo sacadas;
Y a todas las que a ella van
Escriue con açafran
En las palmas ciertas fadas[302].

A Rodrigo de Reinosa atribuye, con bastante probabilidad, Gallardo otra composición mucho más escandalosa que ésta, pero mejor escrita y de carácter netamente dramático, pues salvo algunas palabras de introducción narrativa, puede considerarse como una pequeña farsa lupanaria ó rufianesca, en coplas de arte mayor[303]. Tanto en [Pg clxxii]ella como en el Coloquio entre la Torres-Altas y el rufián Corta-Viento[304], hizo alarde Rodrigo de Reinosa de emplear la jerigonza llamada germanía, nombre que por primera vez aparece en sus obras, y es por tanto más antiguo de lo que generalmente se cree[305].

El desenfreno que tales composiciones arguyen es un signo de los tiempos, que importa al historiador registrar y considerar maduramente. La disolución social de las postrimerías de la Edad Media, contenida por la férrea mano y el alto pensamiento de los Reyes Católicos, fermentó tumultuosa durante el efímero reinado de Felipe el Hermoso y el nominal de su infeliz consorte; y no llegó á ser vencida y domada hasta que el César Carlos V, que no era ya el inexperto y mal aconsejado joven de su primer viaje á España, entró en la plenitud de su misión histórica. Anarquía fué ésta de la cual participaron nobles y plebeyos, eclesiásticos y legos, seculares y regulares; anarquía de palabras, de ideas y de costumbres, que si no hizo vacilar los fundamentos de la creencia tradicional, dió calor á la secta indígena de los iluminados místicos, favoreció los progresos del libre pensar erasmista, que llegó á nacionalizarse en alto grado, y abrió en parte los caminos de la Reforma, aunque por otro lado fuese su antítesis. Y de la misma suerte, en el orden político produjo á un tiempo tardías reivindicaciones aristocráticas; generosos aunque mal concertados esfuerzos por la libertad municipal, corona de las ciudades castellanas; insurrecciones que, sin perder el carácter de los antiguos bandos y hermandades, parecían agitadas por un soplo revolucionario más ardiente é impetuoso; y hasta en algunos espíritus turbulentos, sueños de repúblicas al modo de Génova y Venecia, y en la masa popular de aquellas tierras donde la industria y el comercio habían madrugado más, una agitación hondamente socialista, de que los agermanados de Valencia y Mallorca fueron terribles definidores é intérpretes.

La libertad ó más bien la licencia de la imprenta no tuvo cortapisa en aquellos años. La Inquisición, atenta sólo á la persecución de los judaizantes, que había sido el primordial objeto de su introducción en Castilla, no se cuidó hasta mucho más tarde de intervenir en la censura de libros, y aun el primer Indice no se hizo en España, [Pg clxxiii]sino en la Facultad teológica de Lovaina, como es notorio. Bajo este aspecto puede decirse, habida consideración á los tiempos, que la literatura del reinado de Carlos V (es decir, de casi toda la primera mitad del siglo XVI) se desarrolló con pocas trabas, lo cual explica su libertad y audacia, su desordenada y juvenil lozanía que tanto contrasta con el tono grave, reflexivo y maduro que todas las cosas fueron tomando en tiempo de Felipe II.

Dejando aparte lo que toca al desarrollo general de las ideas y al fondo de la literatura didáctica y polémica del Renacimiento, materia no bien tratada aún y en que conviene hacer muchas distinciones, el genio poético de aquel principio de siglo habló mordaz y cáustico por boca de los grandes satíricos Torres Naharro, Gil Vicente, Cristóbal de Castillejo, en quienes la valentía del pensamiento se junta con la gracia de la dicción. La sátira lo invadió todo, desde las farsas teatrales hasta la acicalada prosa de los hermanos Valdeses y la pintoresca y sabrosísima del médico Villalobos. La corriente naturalista derivada de la Celestina fué engrosando sus aguas, cada vez más turbias, al pasar por el bajo fondo social, y paró en representaciones monstruosas, con que ingenios mediocres halagaban una profunda depravación social.

Esta depravación, que en el centro de España era más bárbara que refinada hasta que por los puertos secos se comunicó á Castilla el contagio, tenía su principal asiento en las ciudades marítimas y populosas, enriquecidas por la navegación y el tráfico, especialmente en las del Mediterráneo, abiertas de antiguo á la influencia italiana, que juntamente con los primores de sus artes les comunicaba aquel género de viciosa elegancia que suele ser fatal é inevitable cortejo de la opulencia y del lujo. En esta parte ninguna ciudad tuvo tan extraña reputación como Valencia, por lo mismo que ninguna del litoral la aventajaba en el arreo y gala de sus moradores, en la belleza de sus mujeres, en las comodidades y deleites de la vida y en la alegría y pompa de sus fiestas y regocijos populares. Del estado de las costumbres en el siglo XV tenemos peregrinos datos en los sermones todavía inéditos que en su nativa lengua predicaba San Vicente Ferrer[306]. Si se comparan con las pinturas que en su famoso libro satírico trazó Jayme Roig[307], el orador sagrado y el poeta se completan mutuamente, y el testimonio del uno y del otro puede corroborarse con documentos legales y notariales, libres de toda sospecha de hipérbole.

Á principios del siglo XVI Valencia estaba considerada como la ciudad de la galantería, la metrópoli del placer:

Os jardins de Valença de Aragāo
Em que o amor vive e reina, onde florece,
Por onde tantas rebuçadas vāo.

[Pg clxxiv]

decía el poeta portugués Sá de Miranda[308]. Jardín de placeres la llamaba en 1505 Alfonso de Proaza.

De damas lindas hermosas
En el mundo muy loada...
Rico templo, donde Amor
Siempre haze su morada[309].

Esta equívoca nombradía traspasaba los aledaños hispánicos, y en verdad que pasma encontrar acusaciones de afeminada molicie bajo la pluma de escritores italianos que no tenían grande autoridad para mostrarse muy severos. Plerique Valentini cives tum senes tum iuvenes, amoribus dediti ac delitiis, dice el gran humanista Pontano, gloria de la honestísima Nápoles[310], con ocasión de mencionar á un Rodrigo Carrasco (¿Carroz?) que á los ochenta años había caído en la inofensiva chochez de tocar la flauta ó él pífano y de ir cantando su amor por las calles: «e media scilicet Valentia delatum hoc est»[311]. Pontano tenía el buen gusto de no alborotar la calle con músicas y cánticos, pero en cambio confiesa que daba malos ratos á su mujer con los amores de cierta puella gaditanula[312]. De los conventos de monjas de Valencia escribió horrores; la relajación era evidente[313], pero no mayor que la que podía ver en su tierra.

[Pg clxxv]

Dos veces aparece en el Orlando Furioso el nombre de nuestra ciudad levantina, y siempre con el mismo concepto tradicional y en gran parte injusto que de ella se tenía.

Pinta el Ariosto á Rugero encantado y sumergido en las delicias del jardín de Alcina:

Umide avea l'inanellate chiome
De' piú soavi odor che sieno in prezzo:
Tutto ne' gesti era amoroso, come
Fosse in Valenza a servir donne avvezzo.

(Canto VII, est. 55).

La heroína del pícaro cuento de Giocondo y del rey Astolfo era también valenciana, según el maligno poeta de Ferrara:

Una figliuola d' uno ostiero ispano,
Che tenea albergo al porto di Valenza,
Bella di modi e bella di presenza.

(Canto XXVIII, est. 52).

Lo de los soavi odori requiere alguna explicación. Ya en el siglo XV eran buscados en Italia con predilección los objetos de perfumería procedentes de Valencia. De ello da testimonio uno de los cantos de Carnaval del tiempo de Lorenzo el Magnífico, titulado en algunas colecciones La canzone dei galanti y en otras Canto dei profumieri:

Siam galanti di Valenza
Qui per paggi capitati,
D'amor già presi e legati
Delle dame di Fiorenza...
Secondo i nostri costumi
Useremo anchor con voi;
Usseletti, olii e profumi,
Donne belle, abbiam con noi...[314]

Los guantes de España, pero muy especialmente de Valencia, eran los más estimados, y en agosto de 1506 hacía especial encargo de ellos la elegante y sabia princesa Isabel de Este, recomendando que los viese antes algún español, «porque son los que mejor entienden de la bondad de estas cosas»[315].

Tales industrias, sin ser pecaminosas en sí mismas[316], requieren para desarrollarse [Pg clxxvi]un ambiente epicúreo y sibarítico, como era el de Valencia al decir de los viajeros de aquel tiempo, que la pintan como una nueva Capua, aunque no hayan de tomarse al pie de la letra todos sus dichos, que pueden nacer de observación superficial ó son manifiestas calumnias. Desde el tudesco Nicolás de Popplau, que viajó por España en 1484 y 85, y el flamenco Antonio de Lalaing, señor de Montigny, que acompañó á Felipe el Hermoso en 1501, hasta el libro tan grave y estimado de las Relaciones universales del mundo, de Juan Botero (1596), para no hablar de otros posteriores, persiste esta mala nota de la gentilísima ciudad que fué en todos tiempos emporio de riqueza y de cultura[317]. En los italianos llega á ser un tipo convencional il signor Lindezza de Valenza, aludido en La Cortigiana del Aretino[318]. «No hay más lasciva y amorosa ciudad en toda Cataluña», dice Bandello al comenzar una de sus más trágicas é interesantes novelas[319]. Y á este tenor pudieran acumularse otras citas, si ya no nos hubieran [Pg clxxvii]precedido en recogerlas los eruditos Croce, Farinelli y Mele[320]. Las alusiones á la mancebía de Valencia abundan en todas las Celestinas secundarias, sin excluir La Lozana Andaluza, compuesta en Italia[321].

La corrupción había llegado á su punto máximo en los años que precedieron á las Germanías[322] y en los inmediatamente posteriores á aquellos tumultos. No es mera coincidencia que en 1519 y en 1521 saliesen de las prensas valencianas los dos libros más deshonestos de la literatura española: el Cancionero de obras de burlas provocantes á risa, que estampó Juan Viñao[323], y las tres comedias Thebayda, Hipólita y Seraphina, impresas por Jorge Costilla[324].

[Pg clxxviii]

Esta publicación no se hizo á sombra de tejado, sino con todas las circunstancias de la ley, consignando el impresor su nombre y el día en que terminó su trabajo y el privilegio de la Cesárea Majestad, que por diez años le aseguraba la propiedad de la obra en los reinos de Castilla y Aragón. Y un magnate de tan elevada alcurnia como el duque de Gandía, D. Juan de Borja y Llansol, padre del tercer general de la Compañía de Jesús, que hoy veneramos en los altares con el nombre de San Francisco de Borja, fué la persona escogida por el desvergonzado autor de la Thebayda para Mecenas de su obra, en que como él dice «había sacado de madre la cómica prosa».

En ninguna parte del libro se dice claramente que las tres comedias sean de la misma mano, pero la hermandad de la Thebayda y de la Seraphina parece innegable, aunque la segunda tenga más chiste y mejores proporciones que la primera.

De la Comedia llamada Hipólita nuevamente compuesta en metro fácilmente podemos descartarnos, pues aunque plagia servilmente la fábula de la Celestina, salvo el personaje principal y el desenlace, que no es trágico sino festivo y placentero y por consiguiente inmoralísimo, su corta extensión, que no es mayor que la de las farsas de Jaime de Huete y Agustín Ortiz, su versificación en coplas de pie quebrado á estilo de [Pg clxxix]Torres Naharro y todas sus condiciones externas, en suma, hacen de ella una pieza dramática y de ningún modo novelesca. Para darla á conocer basta copiar su argumento:

«Hipólito, caballero mancebo de ilustre y antigua generación de la Celtiberia (que al presente se llama Aragón), se enamoró en demasiada manera de una doncella llamada Florinda, huérfana de padre, natural de la provincia antiguamente nombrada Bética (que al presente llaman Andalucía); y poniendo Hipólito por intercesor á un paje suyo llamado Solento, estorbaba cuanto podía porque Florinda no cumpliese la voluntad de Hipólito; pero ella, compelida de la gran fuerza de amor que á la continua le atormentaba, concedió en lo que Hipólito con tanto ahinco la importunaba, y así ovieron cumplido efecto sus enamorados deseos, intercediendo ansimesmo en el proceso Solisico, paje de Florinda y discreto más que su tierna edad requería, y Jacinto, criado de Hipólito, malino de condición, repunó siempre; y Carpento, criado ansimesmo de Hipólito (hombre arrofianado), por complacer á Hipólito, no solamente le parecían bien los amores, pero devotó que el negocio se pusiese á las manos; é así todas las cosas ovieron alegres fines, vistiendo Hipólito á todos sus criados de brocado[Pg clxxx] y sedas, por el placer que tenía en así haber Florinda (doncella nacida de ilustre familia) concedido en su voluntad, seyendo la más discreta y hermosa y dotada en todo género de virtud que ninguna doncella de su tiempo.»

Tanto esta comedia como las otras dos no está dividida en actos, sino en escenas, que aquí son cinco. Es pieza muy endeble, y sobre ella hay que estar al juicio de Moratín, casi siempre inapelable en las cosas que estudió por sí mismo. «La acción es lánguida y la entorpecen impertinentes discursos, tendencias pedantescas y rasgos de erudición histórica puestos en boca de los criados de Hipólito y en la de Florinda, que, estimulada de indomable apetito, habla de Popilia, Medea, Penélope, Sansón, Electra, David, Clodio, Salomón, Lamec, Masinisa y el rey D. Rodrigo, todo para venir á parar en abrir aquella noche la puerta á su amante. Esta indecente farsa está escrita con muy mal lenguaje y muchos defectos de consonancia y medida en los versos»[325].

La Seraphina (que no ha de confundirse con las piezas del mismo título, pero de muy diverso asunto, compuestas por Torres Naharro y Alonso de la Vega) es ferozmente obscena, pero mucho más ingeniosa que la Hipólita y la Thebayda. Ni siquiera puede considerarse como imitación de la Celestina, con la cual no tiene más parentesco que el de su prosa, que sería excelente si no la deslustrasen tantas afectaciones y pedanterías en la parte seria, tantas citas impertinentes de filósofos y Santos Padres, Aristóteles, Platón, Séneca, San Jerónimo, San Bernardo... puestas indistintamente en boca de todas personas, y que contrastan de un modo grotesco con los lances y situaciones de la comedia. Moratín incluyó su título en el catálogo que acompaña á sus Orígenes del teatro, fundándose en las palabras con que termina: «Quedad y holgaos entre esta gente de palacio, é regocijaos bien, que yo, Pinardo, acabo de representar la comedia Seraphina llamada». Pero basta leer la comedia para convencerse de que se trata de una pura fórmula y que el autor no pudo pensar seriamente en que tal monstruosidad se representase.

Su tema, que lo ha sido de innumerables cuentos verdes, desde las colecciones orientales hasta la novela afrentosamente célebre del convencional Louvet de Couvray, es el mismo que en la antigüedad sugirió la fábula de Aquiles y Deidamia y en los tiempos modernos un episodio del canto 6.º del Don Juan de lord Byron: las aventuras amorosas de un hombre disfrazado de mujer[326]. La Comoedia Alda de los tiempos medios, que ya hemos tenido ocasión de mencionar, nos ofrece una variante semidramática del mismo argumento, y no es inverisímil que el autor le tomase de fuente italiana, aunque eran pocos los novellieri impresos (Boccaccio, Sabadino degli Arienti, Massuccio y pocos más)[327].

[Pg clxxxi]

El enredo de la Seraphina apenas puede exponerse en términos honestos. Un caballero portugués, Evandro, se enamora en Castilla de una dama principal llamada Serafina, mujer de Filipo, «el qual era de natura frío». Y como el mucho recogimiento de la dama y la guarda cuidadosa de su suegra hacían muy difícil toda conversación con ella, un paje llamado Pinardo, disfrazado en hábito de mujer, se ofrece á penetrar en casa de Filipo; logra la mayor intimidad y favor con la vieja Artemia, dueña de malas costumbres, y con la desenvuelta Violante, doncella de Serafina, y persuade á ésta á condescender con la voluntad de Evandro, interviniendo en tan abominable tercería todos los personajes de la pieza, y muy señaladamente la perversa Artemia, que arrastrada por su senil lascivia se presta sin reparo á la deshonra de su hijo.

Si por un momento pudiera vencerse el disgusto y repugnancia que tales escenas infunden, si realmente pertenecieran á la literatura obras como ésta, en que el autor convierte el noble arte de la palabra en instrumento de vil sugestión, la Seraphina sería una de las rarísimas producciones de su género que pudiera salvarse del desprecio que todas ellas merecen. Pero el innegable talento de escritor que muestra quien la compuso agrava el crimen social que cometió y el daño que todavía puede causar su lectura, porque la Seraphina está, no sólo perfectamente escrita, salvo en aquellos pasajes en que los interlocutores declaman ó profieren sentencias, sino conducida con más arte y habilidad que la mayor parte de nuestras comedias primitivas. Y aun siendo tan inmoral y lúbrica como es, nunca apela su autor al grosero recurso de estampar los verba erotica, como hicieron Francisco Delicado y los poetas tabernarios del Cancionero de Burlas.

Una riqueza grande de proverbios y de idiotismos familiares; una locución constantemente pura, aunque no muy aliñada; un sabroso y natural gracejo, que se manifiesta en mil expresiones rápidas y felices, son prendas que nadie puede negar á la Seraphina, y que duele ver tan torpemente empleadas. Algunos versos contiene sobremanera inferiores á la prosa, todos de la antigua escuela trovadoresca y llenos de tiquismiquis amatorios:

El qual siente lo que siento,
Y siente qu'el mi sentir
Ya no siente,
Y siente qu'el sentimiento
Del sentido y consentir
Bien consiente...

(Pág. 316).

El poeta estaba tan satisfecho de esta ridícula jerigonza, que no se cansa de admirarse á sí mismo por boca de sus personajes: «Oh alto y maravilloso fabricador de las cosas criadas, y qué gran manera de metrificar: por cierto los[328] Sonetos del Serafino Toscano no se igualaron, con harta parte, en la sentencia ni en la gentileza; menos se pueden equiparar los metros del galano Petrarca».

Engañado vivía el anónimo de Valencia en cuanto á los quilates de su ingenio, que [Pg clxxxii]nada tenía de lírico. Su verdadera fuerza estaba en la observación realista, en la pintura de costumbres, aunque fuesen malas y abominables. Cuando quiere levantar el tono y «trastornar con circunloquios las filosóficas cartas», no dice más que desatinos y se pierde en un galimatías ampuloso. Todos los defectos de impertinente erudición que la Celestina tiene están subidos de punto en esta comedia, donde Evandro se pone muy de propósito á relatar á sus criados la historia del ateniense Foción (cena 2.ª). Pero cuando la vena abundante y fácil del estilo va empujada por la corriente del diálogo ó se explaya en largas enumeraciones, que son como alarde y muestra de un pintoresco vocabulario, muchas de las excelentes cualidades de la prosa de Fernando de Rojas reaparecen en su imitador. Véase un corto pasaje, que algo interesa á la historia del arte culinario en la España de Carlos V, y es de los pocos que pueden citarse sin reparo. Trátase de los regalos que hacía el vejestorio de Artemia («estantigua y fantasma de la noche») á sus interesados galanes: «Pues los presentes que envía por año ¿quién los podría contar? Las cargas de ansarones enteros, de pollos, de anadones, de lechones, de capones, de palominos, de gallinas, las cestas de huevos frescos, la docena de las perdices, el par de los carneros, la media docena de los cabritos, la ternera entera, las ubres de puerca en adobo, las piernas de venado en cecina, los jamones de dos y de tres años, las cargas de vino tinto, blanco, aloque, clareas, vin grec, otros qu'ella hace hacer adobados en casa con mil aromatizados olores. Pues las frutas que les envía, á cada uno en su estado, ya es cosa de locura: codoñate, calabazate, citronate, costras de poncil, nueces moscadas, limones en conserva, pastas de confaciones de cien mil maneras, priscos, peras, membrillos de diversas maneras confacionados y cocidos en el azúcar, y á las vueltas muchas frutas de sarten de mil cuentos de maneras, trayendo las mujeres de en cabo la ciudad diestras en aquellos menesteres»[329].

Muy inferior á la Seraphina, aunque parece del mismo autor[330], es la Comedia llamada Thebayda, libro de prolija y fastidiosa lectura, que en la reimpresión moderna ocupa la friolera de 544 páginas de letra bastante menuda. Muy tentados de la risa debían de ser nuestros progenitores cuando no les encocoraban tales libros, por muy licenciosos que fuesen. La acción, aunque diluída en largos razonamientos y alargada con episodios parásitos, se reduce en el fondo á muy poca cosa. Véase el argumento que el mismo autor antepuso á su fábula:

«Don Berintho, caballero mancebo y dotado de toda disciplina, así militar como literaria, fué hijo del duque de Thebas, y conmovido de exercitar la fuerza de sus varoniles miembros y la fortaleza de su ánimo y la prudencia de que estaba asaz instruto, así de su natural como adquisita mediante la doctrina de preceptores, vino en las Españas con propósito de servir al rey que al presente la monarquía del mundo gobierna, después de haber andado peregrinando por otros reinos de diversas naciones; y en el reino de Castilla fué tocado y encendido más de lo que á su grandeza de ánimo convenía del amor de una doncella, huérfana de padres, llamada Cantaflua, [Pg clxxxiii]dotada de extremada hermosura y de incomparable honestidad y virtud, muy rica de posesiones, nacida de ilustre generacion y acompañada de muchos parientes y nobles. La cual, asimismo presa en el amor de Berintho, sufrió grandes trabajos, competida de las fuerzas de su honestidad, á cuya causa el proceso de sus amores se prorrogó más de tres años. Y al fin, sin consejo de sus parientes, intercediendo Franquila, mujer de un mercader y persona discreta, concedió en la voluntad de Berintho, otorgándole su amor, y se desposaron secretamente, estando Cantaflua en una ermita teniendo novenas. Lo cual sabido por los parientes se aprobó, y así todas las cosas de su historia y lo á ella concerniente tuvieron prósperos y alegres fines, como de la escritura parece.»

Este plan se desarrolla en quince interminables escenas. Las ridículas lamentaciones de Berintho, interpoladas con medianos versos que los demás interlocutores ponen en las nubes[331]; el desenfrenado apetito de Cantaflua, que se manifiesta en los términos más indecorosos y grotescos; las proezas eróticas del pajecillo Aminthas con Franquila, la esposa del mercader, con la muchacha Sergia, con Claudia, la doncella de Cantaflua, y con cuanta mujer encuentra en su camino; los fieros, baladronadas, embelecos y fingidas pendencias del rufián Galterio y de su amigote «el padre de la mancebía», son los principales ingredientes de esta bárbara composición. Como libro obsceno no es sinónimo de libro ameno, la Thebayda, que es en alto grado lo primero, poco ó nada tiene de lo segundo. A no ser por el interés filológico que realmente ofrece, sería imposible acabar la lectura de su pesadísimo texto. La procacidad de las palabras corre parejas con la inverecundia de las acciones, y el desatino llega á veces hasta la blasfemia y el sacrilegio. Las vinosas y desvergonzadas lenguas de los rufianes profanan á cada paso las advocaciones más santas, jurando por «Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza», por «la Verónica de Jaen», por «los Corporales de Daroca», por «las reliquias de San Juan de Letrán», por «la Vera Cruz de Caravaca», por «el cuerpo de San Ildefonso que está en Zamora», por «el Crucifijo de Burgos», por «la Casa Santa de Jerusalén», [Pg clxxxiv]etc., ejemplo que luego siguieron Feliciano de Silva y otros, no por verdadera impiedad, según creo, sino por una absurda mezcolanza de lo más profano con lo que sólo debe inspirar acatamiento y reverencia. Cuando Galterio sugiere á Berintho la idea de valerse de Franquila como tercera en sus amores, exclama asombrado el protagonista de la obra: «Este consejo no ha procedido de Galterio, pero sin duda de la inmensa Trinidad fué guiado, y espíritu de profecía inspiró en él, y alumbrado de la Divina Justicia, con la primera flecha que dió en el blanco». (Pág. 54). «Que el Señor que guió en Belen los tres Reyes de Oriente te guíe» dice Claudia á Aminthas después de una noche de amores (pág. 464). A este tenor hay otros pasajes increíbles, que me guardaré muy bien de indicar, porque causarían más escándalo que provecho.

La deshonestidad y la pedantería son las notas características de la Thebayda, sin que se pueda decir cuál predomina. En la primera no hay que insistir, pues tanto á esta comedia como á la Seraphina (y aún más á la Thebayda, por ser cinco ó seis veces más larga) les cuadra lo que desgarradamente escribió Gallardo en una de sus notas bibliográficas: «Es toda ella un continuo fornicio á ciencia y paciencia del público espectador». El autor creyó componerlo todo con un matrimonio final, que, lejos de destruir, agranda, dejándolos impunes, el mal ejemplo de tantas situaciones y discursos indecentes. ¡Qué lejos estamos de la lección grave y pesimista que en el fondo entraña la Celestina, donde la ley moral, violada un momento, se restablece vengadora por el conflicto trágico!

El éxito de la Thebayda, que en las escenas bajamente cómicas tiene fuerza y naturalidad, es ridículamente enfático en la parte que quiere ser oratoria y sentimental. A cada paso se tropieza con párrafos de este jaez, puestos sin distinción en boca de todo género de personas:

«Galterio.—¿No miras que la corona del hijo de Latona ya no resplandece, y también en la octava esfera, en el sublunar mundo está dividiendo la luz de las tinieblas, y Vulturno con el aliento de la húmeda noche anda corrusco?...». (Pág. 50).

«Aminthas.—Ya el arrebatado Boreas con el poco temor por el ocaso de los atentos(?) del basis procedentes, y con las fuerzas nuevamente en él infusas, á causa de la lumbre del primer planeta está predominante, anda despojando los árboles de sus frondas, y á los dulces campos de la apostura de sus hermosos cabellos». (Pág. 451).

«Claudia.—No pienses, mi verdadero amigo Aminthas, que descanso hallándome falta de ti, que eres mi verdadero bien; ni pienses... que los rayos piramidales procedentes del lucido Febo resplandecen más en el sublunar mundo, ni pienses que la hermosa cara de Apolo es tan grata á toda potencia vejetativa, cuanto más agradable a mí la vista de tu graciosa persona; ni la festividad de las mieses es tan delectable al ministro de la agricultura; ni la sombra del frondoso árbol en el estío es más conveniente al que viene cansado; ni fuente ni arroyo del agua que va saltando es más apacible al que quiere matar la sed, que á mí es dulce tu conversa y los razonamientos de tan gentiles y graciosas sentencias, que de la elegancia de tu lengua y claro y maravilloso entendimiento proceden...». (Pág. 408).

Berintho y Cantaflua se enamoran en párrafos astrológicos y metafísicos, de dos ó tres páginas de andadura, que darían envidia á cualquiera de los más gárrulos oradores modernos:

«Ber.—¡Oh mi señora! ¡Oh mi verdadera felicidad! Ni la luciente cara de Apolo[Pg clxxxv] resplandece tanto en el hemisferio, cuando con los rutilantes y encendidos rayos fuga la congregacion de los globos (¿lóbregos?) vapores; ni el rostro de la fermosa Diana se muestra más claro en el signo de Libra ó Acuario, cuando su vista y clarífico rostro resplandece en mi entendimiento, enseñándole las verdaderas líneas de tu tan inmensa excelencia y de tu tan incomparable poderío, con el cual, acompañándole la beldad sin comparacion que tanto florece en tu persona, pusieron en prision mi cautiva libertad, dándole leyes de perpétua servidumbre, de la cual, más áspera que la causada por la culpa del postrimero rey de los israelitas, fuera imposible tener esperanza de libertad, si no fuera con el mando de la misma primera causa, de donde procedió la privacion de los sentidos corporales juntamente con el del libre albedrío; pero este tan primario y supremo poder, acompañado de su demasiada clemencia, usaron de tanta benevolencia, de tanta mesura, de tanta piedad, que certificadas las potencias de la razon, ya tan privadas de las sus obras, y certificado el ya tan apasionado entendimiento del remedio que de la su alta bondad les venía, en un instante, en un improviso se verificaron y unieron de tal manera, que la mucha y grande esperanza y tan entera noticia y notoria certeriorizacion que venían á obtemperar y á gozar en especulacion de su clarífica vista, dieron ocasion que cobraran de nuevo aliento, para que las partes y potencias de menor dignidad, ejerciendo el fin de su composicion, trujesen en su presencia á este tu verdadero súbdito, tu fiel servidor, tu tan aherrojado cautivo; pero gran mudanza, gran novedad se les representa, en haber tan de súbito perdido la vista, con la tan demasiada lumbre que sienten proceder de los clarores de tu seráfica y alta mesura» (pp. 354 y 355).

Además de este detestable gusto, entre retórico y escolástico, que hace al incógnito comediógrafo un precursor de las peores extravagancias del siglo XVII, como el Aretino lo es de muchos de los vicios del secentismo italiano, hay que notar en la Thebayda un gran número de latinismos inútiles, de los cuales ya hemos visto algunos; á los cuales pueden añadirse permisa por «permitida», vaco por «vacío», blandicias por «halagos ó caricias», proditor por «traidor», demulcir por «ablandar», solercia por «discreción ó prudencia», currículo por «curso de estudios» y otros que es inútil citar. De mitología é historia no se hable. Todos los personajes han leído á Quinto Curcio y á Valerio Máximo y saben al dedillo las Genealogías de los Dioses de Boccaccio. Menedemo dice á su señor que oirá el cuento de sus amores «con más atención que el Tarquino Prisco los tres libros de la prudente sibila». (Pág. 29). Franquila, que es una Celestina de corto vuelo, dice á su rufián: «Siéntate, Galterio, y tu venida sea con tanta prosperidad y tan en buen hora como fué la de Furio Camilo á los romanos, cuando, elegido dictador, alzado su destierro, vino á remediar el Capitolio». (Pág. 71).

Nada tenía de ingenio lego el que compuso la Thebayda; más bien pecaba de erudición farraginosa é impertinente. No sólo abusa de las citas de autores clásicos, especialmente de Séneca, Cicerón, Virgilio, Ovidio, Persio y Juvenal, sino que se complace todavía más en las de los Santos Padres y doctores de la Iglesia, cuya doctrina aplica al redropelo, formando extraño contraste con la profunda inmoralidad de la obra. Hay verdaderas disertaciones teológicas sobre el sumo bien, sobre las excelencias de la virtud y el corto número de los elegidos, sobre el pecado original, sobre el sacramento de la penitencia. Menedemo, criado grave y sentencioso de Berintho, cierra la última escena con un largo y edificante sermón, en que recopila toda la historia sagrada desde[Pg clxxxvi] la creación del mundo hasta la venida del Antecristo y el Juicio Final. Y adviértase que en todo esto hay propiedad de lenguaje y suma ortodoxia en los conceptos. Sólo á la pluma de algún estudiante de Teología puede atribuirse tan híbrido y escandaloso maridaje de lo más profano con lo más sagrado.

Los personajes de la Thebayda, sin ser verdaderos caracteres literarios, viven con cierta vida brutal y fisiológica. El mejor trazado es, sin duda, el rufián Galterio, que conserva todos los rasgos esenciales del admirable Centurio de la Celestina, pero abultados monstruosamente hasta la caricatura, y añade otros nuevos, muy curiosos para la historia de las costumbres. En la Thebayda se aprende la intimidad en que este género de facinerosos vivía con los ministros de justicia, alguaciles y porquerones, que entraban á la parte en sus robos, denuncias y estafas[332]; la especie de barato que cobraban en los hostales y tablajerías; la protección vergonzosa que les daban los grandes señores, asalariándolos como bravos de profesión ó como activos corredores de sus vicios. El repugnante tipo del «padre de la mancebía», el rey Arlot de los tiempos medios[333], viene á dar los últimos toques á este horrible cuadro.

La Thebayda, como todos los libros de su género, es un rico depósito de lenguaje popular, y abunda en proverbios é idiotismos, especialmente cuando habla Galterio. Allí se repite el célebre refrán «topado ha Sancho con su rocín». (Pág. 247), que ya había recogido el marqués de Santillana en esta forma: «fallado ha Sancho el su rocín»[334]. Reminiscencia probablemente de algún cuento y gérmen de una creación inmortal.

Las tres comedias que acabamos de analizar fueron no sólo impresas sino compuestas en Valencia, de cuyo lenguaje conservan algún rastro en ciertas palabras, tales como gañivetes por cuchillos, tastar la fruta nueva por catarla ó probarla, codoñate por carne de membrillo ó mermelada, citronate por cidra confitada, rondallas por cuentos, hostal en el sentido de mancebía, y en algunas alusiones locales, v. gr. «ir al tálamo virgen «como el portal de Cuarte»[335]. Pero no puede admitirse sin otra prueba que [Pg clxxxvii]el autor fuese valenciano, porque no había en Valencia á principios del siglo XVI ningún escritor indígena que dominase la lengua castellana hasta el punto de poder escribir la prosa abundante y lozanísima de la Seraphina y la Thebayda. Aunque el influjo del castellano hubiese ido penetrando en los géneros poéticos desde fines del siglo XV, en la prosa, que es un instrumento mucho más difícil de manejar, apenas se mostraba todavía. Los más insignes escritores valencianos del tiempo de Carlos V escribieron en latín; algunos continuaron escribiendo en catalán. Hasta fines de aquella centuria no hubo en Valencia prosistas castellanos dignos de competir con los de la España central y Andalucía, aunque hubiese ya muchos excelentes poetas líricos y dramáticos. Algunos cronistas, como Viciana y Beuter, se habían traducido á sí mismos, pero lo hicieron con suma tosquedad y rudeza. Un vocabulario tan rico, una sintaxis tan gallarda y libre como la de la Thebayda presuponen un autor que había mamado con la leche la pureza de la lengua castellana.

Avanzando más, puede tenerse por seguro que el tal autor era andaluz. Á cada paso habla de cosas propias de aquella región. En la Seraphina (pág. 379) se menciona «el lienzo sevillano y el lino de Guadalcanal, que cuesta á moneda de oro la vara». En tierra andaluza había hecho su aprendizaje el Galterio de la Thebayda: «Yo he sido prioste de juego de esgrima, y en San Lúcar de Barrameda serví un hostal por el mismo señor de la casa, y en Carmona tuve casa de trato, y en algunas partes, como ya te es notorio, he sido padre». (Pág. 64). Una de estas partes había sido Lucena (pág. 48): «Seyendo mancebo y hijo de vecino en Ecija, me afrentó la justicia» (pág. 81). Afrentar está tomado aquí en el sentido de azotar. «Estábamos en Cabra, en la posada de Pedro Agujetero». (Pág. 92). El mismo Galterio hace el panegírico de su invencible espada en estos términos: «De treinta años á esta parte no se ha hecho desafío en toda la Andalucía donde ella no se haya hallado, porque de Córdoba, de Cádiz, de Jerez, de Málaga y de otras muchas y diversas partes, donde suceden algunos desafíos entre los amigos, luego me envían por ella, y con ésta fué con la que mataron al tablajero de Sant Lúcar, y con ésta cortaron entrambos los muslos á Navarrico, el soldado del duque, y con ésta Rabanal hizo las grandes cosas en Toledo, y al tiempo que Solisico mató el vizcaíno en Alcázar de Consuegra, no fué otra cosa la causa salvo tener esta espada». (Págs. 132-133). El Potro de Córdoba había sido teatro de sus proezas: «Por cierto fué gran osadía la mía, que estando en el Potro, Francisco Guantero hizo muestra que iba á hacer mano contra mí, y no se hubo acabado de desenvolver, cuando ya le tenía con su mismo puñal cortada la mano derecha clavada encima del bodegón de Gaytanejo; pero ni por eso perdí la tierra ni dejé de pasearme». (Pág. 176). El vino que los protagonistas beben no es el de Murviedro, tan grato á Celestina, y que debía de ser el que principalmente se consumiese en Valencia, sino de la vega de Martos, de Luque ó de Lucena (págs. 326-27). La «tabernilla del Alcázar, el Caño quebrado» y otros sitios que en el libro se mencionan, pertenecen á la topografía de Córdoba, según el decir de los expertos en ella; pero no creemos que eso sea suficiente motivo para tener á su autor por cordobés. Lo mismo podría suponérsele hijo del reino de Jaén ó de los Puertos, puesto que de todas partes tiene recuerdos picarescos: «¿No me has oído decir de cuándo fuí al desafío, que maté á Francisco Cordonero en Arjona?... Pues ese fué mi padrino, y el tiempo que en Moguer nos quisimos embarcar, cuando doce por doce tuvimos la cuestion, de cuatro que quedamos[Pg clxxxviii] vivos ese es el uno, y el otro el ventero de la Guarda Cabrilla y el otro el que agora es Padre en Estepa». (Págs. 424-425). Pudieran añadirse otros pasajes, pero no hacen falta para comprobar lo que salta á la vista de cualquier lector un poco atento.

El mejor de los prosistas castellanos que por aquellos años escribía en Valencia es el bachiller Juan de Molina, aunque no nos haya dejado más que traducciones, tan notables algunas como la de los Triumphos de Apiano, encabezada con una narración de la guerra de las Germanías (1522); la Crónica de Aragón de Marineo Sículo (1523) y la muy excelente de las Epístolas de San Jerónimo, cuya primera edición es de 1520, dedicada á doña María Enriquez de Borja, duquesa de Gandía, un año antes de que su marido recibiese la dedicatoria de las tres empecatadas comedias. Pero Juan de Molina no era andaluz, sino manchego, de Ciudad Real, según dice Nicolás Antonio; y además el género de literatura en que principalmente se ejercitó, interpretando, además de las obras citadas, el Homiliario de Alcuino, el Confesonario de Gerson, el Gamaliel catalán atribuído á San Pedro Pascual y otros textos análogos, parecen excluir la sospecha de que manchase nunca su pluma en composiciones tales como la Thebayda y la Seraphina, que sería temerario atribuir por livianas conjeturas á un hombre honrado.

En su tiempo y aun algo después no debieron de escandalizar tanto como ahora. No sólo fueron reimpresas en 1546, sino que Juan de Timoneda, en el prólogo de sus Comedias, que son de 1559, citaba sin ambajes la Thebayda, poniéndola al nivel de la Celestina, como obra de «muy apacible estilo cómico, propio para pintar los vicios y las virtudes». La Inquisición, que tratándose de este género de libros solía padecer extraños olvidos, no la prohibió nunca, á pesar del dictamen de Zurita, que opinaba lo contrario[336].

Pero aún cabía descender más en pendiente tan resbaladiza y escandalosa. La corrupción española, agravada y complicada con la italiana, produjo un singular documento que lleva la siniestra y trágica fecha del saco de Roma. Uno de los fugitivos de aquella catástrofe, refugiado en Venecia, hizo estampar allí en 1528 un libro, con todas las trazas de clandestino, cuyo rótulo, á la letra, dice así: «Retrato de la loçana Andaluza: en lengua española muy clarissima. Compuesto en Roma. El qual Retrato demuestra lo que en Roma passaua y contiene munchas (sic) mas cosas que la Celestina». Un solo ejemplar de la Biblioteca Imperial de Viena nos ha conservado esta obra[337], y Fernando Wolf dió la primera noticia de él en 1845[338].

[Pg clxxxix]

La Lozana estaba escrita desde 1524[339], según al folio tercero se declara: «Comiença la historia o Retrato sacado del Jure cevil natural, de la Señora Lozana: compuesto el año mill y quinientos y veinte e quatro; a treynta dias del mes de junio; en Roma, alma cibdad, y como auia de ser partido en capítulos va por mamotretos, porque en semejante obra mejor conviene». Mamotreto quiere decir, según el autor, «libro que contiene diversas razones ó copilaciones ayuntadas», y el número de estos mamotretos llega á sesenta y seis.

Aunque por todo el libro dejó sembradas bastantes noticias de su persona, en ninguna parte declara su nombre, para lo cual no le faltaban buenas razones: «Si me decís por qué en todo este Retrato no puse mi nombre, digo que mi oficio me hizo noble siendo de los mínimos de mis conterráneos, y por esto callé mi nombre, por no vituperar el oficio escribiendo vanidades con menos culpa que otros que compusieron y no vieron como yo; por tanto ruego al prudente lector, juntamente con quien este retrato viere, no me culpe, máxime que sin venir á Roma verá lo que el vicio della causa; ansimismo por este Retrato sabrán muchas cosas que deseaban ver y oir, estándose cada uno en su patria, que cierto es una grande felicidad no estimada» (página 334).

Pero algunos años después no tuvo reparo en descifrar el enigma en la introducción que puso al tercer libro del Primaleón, corregido por él para la edición de Venecia de 1534: «Como lo fuí yo quando compuse la Loçana en el comun hablar de la polida Andalucía». Al fin del volumen se expresa que los tres libros de Primaleón «fueron corregidos y emendados de las letras que trastrocadas eran por el vicario del valle de Cabezuela Francisco Delicado, natural de la Peña de Martos».

A D. Pascual de Gayangos se debe este descubrimiento, con el cual se aclaran y fijan todas las noticias sueltas que hay en la Lozana y en otras publicaciones de Delicado, aunque no sea hacedero trazar de él una completa biografía.

No había nacido en la villa de Martos, aunque la consideraba como su patria por las razones que alega en el mamotreto 47.

[Pg cxc]

«Loz.—Señor Silvano, ¿qué quiere decir que el Auctor de mi retrato no se llama Cordovés, pues su padre lo fué y él nació en la diócesis?»

«Silv.—Porque su castísima madre y su cuna fué en Martos, y como dicen, no donde naces, sino con quien paces». (Pág. 239).

Cordobesa hizo á su heroína: «La señora Lozana fué natural compatriota de Séneca» (pág. 5). Y del mercado de aquella ciudad se acuerda ella misma con cierta melancolía, repitiendo el viejo cantar de los Comendadores:

«En Córdoba se hace los jueves, si bien me recuerdo:

Jueves era, jueves,
Dia de mercado,
Convidó Hernando
Los Comendadores.

¡Oh, si me muriera cuando esta endecha oí». (Pág. 72).

De la Peña de Martos, que nunca perteneció á la diócesis de Córdoba, sino á la de Jaén, hace una curiosísima disertación, consignando algunas leyendas locales: «Los atautes de plomo y marmóreos escritos de letras gódicas é de egipciacas»; «la fuente con cinco pilares á la puerta de la villa, edificada por arte mágica en tanto espacio cuanto cantó un gallo»; la fuente, todavía más salutífera, de Santa Marta, donde «la noche de San Juan sale la cabelluda, que quiere decir que allí muchas veces apareció la Madalena, y más arriba está la peña de la Sierpe, donde se ha visto Santa Marta defensora, la cual allí miraculosamente mató un ferocísimo serpiente, el cual devoraba los habitantes de la cibdad de Marte, y ésta fué la principal causa de su despoblación» (pág. 237).

Todo este capítulo, perdido entre los horrores de la Lozana, hace el efecto de un idilio que sosiega apaciblemente el ánimo, y algo dice en pro de su autor. No debía de ser enteramente malo y corrompido el hombre que en medio de su vida loca y desenfrenada sentía la nostalgia del «alamillo que está delante de la iglesia de Martos», y á quien el espectáculo de la perversión de Roma y Venecia traía á la memoria por contraste la honestidad y devoción de las mujeres de su tierra. «Y si en aquel lugar, de poco acá, reina alguna envidia ó malicia, es por causa de tantos forasteros que corren allí por dos cosas: la una porque abundan los torculares (lagares) y los copiosos graneros, juntamente con todos los otros géneros de vituallas, porque tiene cuarenta millas de términos, que no le falta, salvo tener el mar á torno; la segunda, que en todo el mundo no hay tanta caridad, hospitalidad y amor proximal cuanto en aquel lugar, y cáusalo la caritativa huéspeda de Christo (Santa Marta)». Indudablemente algún jugo de alma conservaba el que escribió estas cosas: válganle en atenuación de tantas otras.

En el prólogo de su edición del Amadís se precia de haber sido discípulo de Antonio de Nebrija, á quien también menciona en la Lozana: «Eso que está escrito, no creo que lo leyese ningún poeta, sino vos, que sabéis lo que está en las honduras, y Lebrixa lo que en las alturas, excepto lo que estaba escrito en la fuerte peña de Martos, y no alcanzó á saber el nombre de la cibdad, sacrificando el dios Marte, y de allí le quedó el nombre Martos á Marte fortísimo». (Pág. 264).

Pero no creo que se aprovechase mucho de la doctrina de tan excelente maestro,[Pg cxci] ni que llegase á ser nunca un verdadero humanista. Su arqueología es popular y del gusto de la Edad Media[340]; su estilo, el de la conversación, no el de los libros: rara vez cita autores clásicos. Quizá su relativa incultura le libró de pedanterías y afectaciones, que en su tiempo eran frecuentes, pero en cambio rebajó su ideal artístico hasta un punto que apenas pertenece á la literatura.

Durante el pontificado de Julio II[341], probablemente siendo ya clérigo, pasó como tantos otros á Roma en busca de algún beneficio, y allí debió de obtener ese vicariato del valle de Cabezuela, que según la relajada disciplina de aquel tiempo sería nominal y no le privaría de la residencia «in curia». De sus ocupaciones en Roma, del género de sociedad que frecuentaba y de los achaques que su vida pecadora le produjo, hay largos y nada edificantes detalles en la Lozana, donde el autor interviene á cada momento como grande amigo y confidente de la heroína. El vicio tenía entonces su castigo inmediato y terrible en aquella nueva peste que apareció con horrendo estrago á fines del siglo XV, cebándose en los ejércitos franceses y españoles que lidiaban en el reino de Nápoles. Sobre esta dolencia hay en la Lozana algunos detalles que pueden [Pg cxcii]interesar á la historia médica[342]. Su autor adoleció, como tantos otros, de las pestíferas bubas (ni eran para otra cosa los pasos en que andaba), y para entretener ó consolar la pasión melancólica que su enfermedad le produjo, compuso un tratado de consolatione infirmorum, que al parecer fué impreso, pero del cual sólo conocemos el título[343]. Y habiendo logrado cierto alivio con el cocimiento del guayaco ó palo santo de las Indias, que, introducido en España en 1508 y en Italia en 1517, había suplantado en la terapéutica al mercurio, desacreditado por el brutal empirismo con que se administró en los primeros momentos, determinó convertir en beneficio de sus prójimos y juntamente de su bolsa aquella preparación farmacéutica, y compuso un cierto electuario, que vendía como un específico, aunque la Lozana no tenía mucha fe en su eficacia. «Di que sanarás el mal francés, y te judicarán por loco del todo, que esta es la mejor locura que uno puede decir, salvo que el legno es salutífero» (página 280).

El rarísimo opúsculo, escrito en italiano, en que Delicado expuso su plan curativo, reservándose el secreto de su composición, se ocultó á la diligencia de Nicolás Antonio, pero no á la del erudito médico de Montpellier Astruc, famoso especialista en esta materia, ni á los historiadores de nuestra Medicina, Morejón y Chinchilla[344], que parecen haber tomado de él sus noticias. Uno y otro llaman al autor Francisco Delgado, y así le denomina también el privilegio que le concedió Clemente VII para la impresión de su libro en 4 de diciembre de 1526. Acaso fuese éste su verdadero apellido, [Pg cxciii]ligeramente alterado por él para acomodarle á los oídos italianos; pero es lo cierto que en todas sus publicaciones usó constantemente el de Delicado.

Graves y tremendos sucesos impidieron que el tratadillo sobre il mal franceso fuese publicado por entonces. No se imprimió hasta 1529, en Venecia, un año después de la Lozana, sin duda para que el segundo libro sirviese como de preservativo ó antídoto del primero[345]. La entrada del ejército imperial en Roma, con todas las atrocidades que acompañaron á su estancia de diez meses, le pareció providencial castigo de anteriores abominaciones, y repitió, como Alfonso de Valdés y tantos otros, el vae tibi civitas meretrix. «¿Quién jamás pudo pensar, oh Roma, oh Babilonia, que tanta confusión pusiesen en ti estos tramontanos occidentales y de Aquilon, castigadores de tu error?... ¿Pensólo nadie jamás tan alto y secreto juicio como nos vino este año á los habitatores que ofendíamos á su majestad?... ¡Oh cuánta pena mereció tu libertad, y el no templarte, Roma, moderando tu ingratitud á tantos beneficios recibidos, pues eres cabeza de santidad y llave del cielo, y colegio de doctrina, y cámara de sacerdotes y patria común!... ¡Oh vosotros que vernés tras los castigados, mirá este retrato de Roma, y nadie ó ninguno sea causa que se haga otro!...» (páginas 337-338).

Las últimas páginas que sirven de apéndice á la Lozana están escritas bajo la impresión de aquella catástrofe y tienen un vigor que recuerda á veces el Diálogo de Lactancio: «Sucedió en Roma que entraron y nos castigaron y atormentaron y saquearon catorce mill teutónicos bárbaros, siete mill españoles sin armas, sin zapatos, con hambre y sed, italianos mill y quinientos, napolitanos reamistas dos mill, todos estos infantes; hombres darmas seiscientos, estandartes de jinetes treinta y cinco, y más los gastadores, que casi lo fueron todos, que si del todo no es destruida Roma, es por el devoto femenino sexo, y por las limosnas y el refugio que á los peregrinos se hacía: agora á todo se ha puesto entredicho, porque entraron lunes á dias seis de mayo de mill e quinientos e veinte e siete, que fué el escuro dia y la tenebrosa noche para quien se halló dentro, de cualquier nacion ó condicion que fuesen, por el poco respecto que á ninguno tuvieron, máxime á los perlados, sacerdotes, religiosos... Profanaron sin duda cuanto pudiera profanar el gran Sofí si se hallara presente...». (Págs. 344-45). «¡Oh gran juicio de Dios! venir un tanto ejército sub nube y sin temor de las maldiciones sacerdotales, porque Dios les hacía lumbre la noche y sombra el día para castigar los habitatores romanos, y por probar sus siervos, los cuales somos muncho contentísimos de su castigo, corrigiendo nuestro malo y vicioso vivir, que si el Señor no nos amara no nos castigara por nuestro bien; ¡mas guay por quien viene el escándalo!» (pág. 346).

Con esta inesperada lección acaba un libro de tan frívolas apariencias y vergonzoso contenido. Las ideas que en estos párrafos se apuntan no eran peculiares del grupo llamado erasmista, aunque lograsen bajo la pluma del elegante secretario de Carlos V su expresión más atrevida. Otros españoles de no sospechosa ortodoxia abundaban en [Pg cxciv]el mismo sentir. «Es la cosa más misteriosa que jamás se vió... (decía el abad de Nájera, comisario del ejército del duque de Borbón). Es sentencia de Dios: plega á él que no se desdeñe (italianismo por indigne) contra los que lo hacen». En otra relación anónima y dirigida también al Emperador leemos: «Esta cosa podemos bien creer que no es venida por acaecimiento, sino por divino juicio, que muchas señales ha habido... En Roma se usaban todos los géneros de pecados muy descubiertamente, y hales tomado Dios la cuenta toda junta»[346].

Delicado salió de Roma con el ejército español á diez días de febrero de 1528, «por no esperar las crueldades vindicativas de los naturales», y desde entonces parece haber fijado su domicilio en Venecia. Los mamotretos que había llevado consigo fueron su tabla de salvación en aquel naufragio. Entonces publicó la Lozana y el tratado del leño de la India. «Esta necesidad me compelió á dar este retrato á un estampador por remediar mi no tener ni poder, el cual retrato me valió más que otros cartapacios que yo tenía por mis legítimas obras, y éste, que no era legítimo, por ser cosas ridiculosas, me valió á tiempo, que de otra manera no lo publicara hasta despues de mis dias, y hasta que otrie que más supiera lo enmendara». (Pág. 347).

En Venecia vivió dedicado principalmente á la corrección de libros españoles, que entonces tenían muchos aficionados en Italia. Son conocidas y gozan de grande estimación bibliográfica sus ediciones del Amadís de Gaula (1533) y del Primaleón y Polendos (1534). Hizo también dos de la Celestina en 1531 y 1534, y creo por varios indicios que se le puede atribuir también una rarísima de la Cárcel de Amor[347]. Acaso con el tiempo se descubran otras.

Previas estas noticias, muy incompletas sin duda, pero que nos permiten columbrar la extraña psicología de Francisco Delicado, digamos algo de la Lozana Andaluza, sin entrar, por supuesto, en su análisis, que no es tarea para ningún crítico decente. La Lozana, en la mayor parte de sus capítulos, es un libro inmundo y feo, aunque menos peligroso que otros, por lo mismo que el vicio se presenta allí sin disfraz que le haga parecer amable. Es un caso fulminante de naturalismo fotográfico, con todas las consecuencias inherentes á este modo de representación elemental y grosero, en que la realidad se exhibe sin ningún género de selección artística y hasta sin plan de composición ni enlace orgánico. Con saber que llegan á ciento veinticinco los personajes de esta fábula, si tal nombre merece, puede formarse idea del barullo y confusión que en ella reina. No es comedia, ni novela tampoco, sino un retablo ó más bien un cinematógrafo de figurillas obscenas, que pasan haciendo muecas y cabriolas, en diálogos incoherentes. En rigor puede decirse que la Lozana no está escrita, sino [Pg cxcv]hablada, y esto es lo que da tan singular color á su estilo y constituye su verdadera originalidad.

Aunque muy admirador de la Celestina, que cita desde la portada y vuelve á mencionar en otras partes[348], Delicado no pertenece á la escuela de Fernando de Rojas, ni era capaz de comprender siquiera el arte tan profundo y humano de la tragicomedia de Calisto y Melibea. Sólo podía asimilarse los elementos picarescos de aquella creación, y ni aun esto hizo, porque las costumbres que describe son más italianas que españolas, y él mismo era un español italianizado. El tipo de la protagonista Aldonza carece de la grandeza y de la perversidad transcendental del de Celestina. Una sola seducción y tercería de ésta significa más que todas las acciones indignas y vituperables que comete la Lozana y todos los disparates que pronuncia su cínica lengua. La «parienta del Ropero, conterránea de Séneca, Lucano, Marcial y Averroes» (página 184), no pasa de ser una moza desenvuelta y atolondrada, de mala vida y buen humor, de natural despejo y fácil labia, que trabaja por cuenta propia y ajena en aventuras escandalosas, pero que se guarda mucho de corromper la virtud de las doncellas ni de inquietar con mensajes y tercerías á las mujeres honradas. Su conciencia moral está atrofiada por la vileza de su oficio, pero su índole nativa no parece tan abominable como sus costumbres.

Se ha supuesto que Delicado pudo tener otros modelos, ya en la literatura clásica, ya en la italiana de su tiempo, para la forma de coloquios desligados que dió á su obra. Los diálogos meretricios (ἑταιρικοι διαλογοι) de Luciano ofrecen una serie de escenas que, salvo dos ó tres verdaderamente monstruosas, tienen una gracia ática digna del elegantísimo sofista de Samosata. Pero dudamos mucho que hubiesen llegado á noticia del autor de la Lozana. Francisco Delicado, lo mismo que Pedro Aretino, con quien algunos le han comparado, pertenece al Renacimiento, no por su cultura, sino por sus vicios. El Aretino escasamente sabía latín, cosa que apenas se concibe en un literato italiano del siglo XVI. Y aunque de nuestro Delicado, que se preciaba de discípulo del Nebrisense, no pueda decirse otro tanto, su libro no indica familiaridad alguna con las letras clásicas, salvo con el Asno de Oro de Apuleyo, que parece haber manejado mucho, ya [Pg cxcvi] en el original, ya en la elegante versión del arcediano de Sevilla, Diego López de Cortegana[349].

Otros han supuesto que la Lozana era una imitación de los Ragionamenti del Aretino, á los cuales se parece, en efecto, de una manera extraordinaria[350]. Pero hay una razón cronológica que impide admitir esta imitación. La Lozana estaba escrita desde 1524 y fué impresa en 1528. Todas las obras del Aretino análogas á la novela española son posteriores á esa fecha. El Ragionamento della Nanna e della Antonia es de 1533; el Dialogo della Nanna e della Pippa sua figliola es de 1536; el Ragionamento del Zoppino fatto frate... dove contiensi la vita e genealogia di tutte le cortegiane di Roma, que algunos han señalado como modelo de la Lozana[351], no se publicó hasta 1539. Si imitación hubo, sería, pues, del Aretino y no á la inversa, y así lo han conjeturado algunos críticos italianos tan competentes como Arturo Graf[352]. Pero no creo en semejante imitación, que por otra parte ningún honor haría á nuestra literatura. El Aretino no necesitaba recibir lecciones de nadie en semejante materia, y menos del autor oscurísimo de la Lozana, á quien nadie cita ni en Italia ni en España durante aquella centuria[353]. Las semejanzas que entre los dos autores existen nacen de la materia misma y de los procedimientos de vulgar realismo que uno y otro emplean.

En rigor, la Lozana no tiene antecedentes literarios. Nació de la vida y no de los [Pg cxcvii]libros: fué un producto mórbido de la corrupción romana. Su valor es nulo, pero su importancia como documento histórico es grande, con ser tantos los que existen sobre la prostitución en el siglo del Renacimiento. Extraño y singular mundo aquel en que nos hace penetrar la Lozana. No es el de aquellas cortesanas cultas y literatas como Tulia de Aragón y Verónica Franco, en quienes renació hasta cierto punto el tipo de las heteras griegas[354], sino el mundo abigarrado y confuso, en gran parte de importación extranjera, que llenaba los prostíbulos de Roma y que ya en 1490 alcanzaba, según el Diario de Esteban Infessura, la formidable cifra de 6.800 mujeres, «exceptis illis quae in concubinatu sunt et illis quae non sunt publice sed secreto»[355]; cifra inferior, sin embargo, á la de Venecia, donde al comenzar el siglo eran, según Marino Sanudo, 11.654 en una población de 300.000 habitantes[356]. Toda casta de gentes y naciones se mezclaba en este ejército del pecado, y el autor de la Lozana hace una curiosa enumeración geográfica de ellas[357], aparte de otras clasificaciones y distinciones en que no hay para qué entrar. Á veces nombra á meretrices opulentas y pomposas, como la célebre Imperia la aviñonesa[358] y madona Clarina, la favorida; pero principalmente habla de sus paisanas, que parece haber tratado más de cerca y de cuyas andanzas estaba mejor informado: «la de los Ríos, que fué aquí en Roma peor que Celestina y manaba en oro». (Pág. 160); «la Xerezana, la Garza Montesina, la galan portuguesa, que mandaba en la mar y la tierra, y señoreó á Nápoles, tiempo del gran Capitán, y tuvo dineros más que no quiso, y verla allí asentada demandando limosna á los que pasan!». (Pág. 248).

[Pg cxcviii]

Todos estos nombres tienen traza de ser históricos: acaso lo es también la heroína Aldonza; á lo menos su carácter tiene grandísimo parecido con aquella Isabel de Luna de quien en las ingeniosas y desenvueltas novelas del obispo dominico Bandello queda tanta memoria[359]. Así como la Lozana había peregrinado no solamente por España, Francia é Italia, sino por todas las escalas de Levante, haciendo estancia con su amigo Diomedes «en Alexandría, en Damasco, en Damieta, en Barut, en parte de la Siria, en Chipre, en el Cairo, en Constantinopoli, en Corinto, en Tesalia, en Boxia, en Candía» (pág. 15), también Isabel de Luna había corrido medio mundo, había estado en Túnez y la Goleta, había seguido la corte del Emperador en Alemania y Flandes, y pasaba en Roma por la más astuta é ingeniosa mujer que podía encontrarse, la de más entretenida conversación y dichos agudos, prontísima en las réplicas mordaces y en tomar desquite de quien la ofendía. Pero tanto Isabel de Luna como otras cortesanas españolas de que la literatura italiana guarda memoria, la Beatriz, que cuando tuvo que cortarse la hermosa cabellera fué consolada en elegantes versos latinos por el Molza, su amante y su víctima; otra Beatricica, de quien habla el Aretino; la Ortega predilecta de abogados y procuradores, parecen haber florecido en años posteriores á la composición de la Lozana.

No es sólo el mundo lupanario el que Delicado retrata ó retrae (como él dice), aunque sea el centro de su obra. Otros bajos fondos de la sociedad romana tenía igualmente conocidos y explorados: las «camiseras castellanas» que moraban en Pozoblanco, las napolitanas que tenían por oficio «hacer solimán, y blanduras, y afeites, y cerillas, y quitar cejas, afeitar novias, y hacer mudas de azúcar candi y agua de azofeifas» (pág. 21), aunque todavía las aventajaban en el arte cosmética sus maestras las judías, como Mira la de Murcia, Engracia, Perla, Jamila, Rosa, Cufra, Cintia y Alfarutia: un tropel de ensalmadores y curanderos, charlatanes y sacamuelas y de otros mil extravagantes oficios que invadían el Campo de Fiore. Sobre la situación de los judíos en Roma tiene algunos pasajes interesantes: «Esta es sinoga de catalanes, y allí son tudescos, y la otra franceses, y ésta de romanos é italianos, que son los más necios judíos que todas las otras naciones, que tiran al gentílico y no saben su ley; [Pg cxcix]más saben los nuestros españoles que todos, porque hay entre ellos letrados y ricos, y son muy resabidos». (Pág. 76).

Gran parte del interés de este libro consiste en los elementos folklóricos que encierra, y los hay de todas especies. Abundan los relativos á abusiones y supersticiones, que el autor reprueba severamente, pero que la Lozana practicaba sin escrúpulos, comerciando con la necedad ajena: «Yo sé ensalmar, y encomendar y santiguar, cuando alguno está aojado, que vieja me vezó, que era saludadora y buena como yo; sé quitar ahitos, sé para las lombrices, sé encantar la terciana... Sé sanar la sordera y sé ensolver sueños, sé conocer en la frente la phisionomía, y la chiromancia en la mano, y prenosticar». (Pág. 216). El ensalmo del mal francorum, puesto en boca de Rampin «el pretérito criado de la Lozana», es una parodia de los supersticiosos conjuros populares:

Eran tres cortesanas,
Y tenian tres amigos
Pajes de Franquilano...

(Pág. 88).

La relativa antigüedad de la Lozana da importancia á las menciones que en ella se hacen de varios tipos tradicionales, como Pedro de Urdemalas, Juan de Espera en Dios (nombre español del judío errante) y principalmente Lazarillo (pág. 180), que según se deduce de este texto era ya protagonista de algún cuento oral antes que un grande ingenio anónimo le hiciese inmortal en nuestra literatura.

La lengua de la Lozana es tan singular como su argumento y estilo. Aunque ridículamente haya sido calificada en nuestros días de «joya de la literatura española» y su autor del «mejor hablista de su tiempo», no hay libro del siglo XVI cuya prosa sea más impura ni más llena de solecismos y barbarismos. Pero su misma incorrección la hace muy curiosa. Lejos de estar escrita en «lengua castellana muy clarísima», como anuncia el frontis, lo está en aquella lengua franca ó jerigonza italo-hispana usada en Roma por los españoles de baja estofa que llevaban mucho tiempo de residir allí, y que, sin haber aprendido verdaderamente la lengua ajena, enturbiaban con todo género de italianismos la propia: pícaros y galopines de cocina, rufianes, alcahuetas y rameras, valentones de la hampa, soldados mercenarios y otra chusma por el estilo. Ya Bartolomé de Torres Naharro, ingenio más decoroso y de otro fuste que Delicado, había plagado intencionadamente de voces exóticas algunas escenas de sus comedias Soldadesca y Tinelaria. Pero en él fué capricho pasajero, nacido de la ocasión y lugar en que se representaron sus comedias para un auditorio principalmente italiano[360]. Por el contrario, [Pg cc]la jerga mestiza y tabernaria en que está escrito el Retrato de la Lozana es constante y sistemática, como trasunto de lo que el autor oía por las calles. El mismo Delicado lo confiesa: «y si quisieren reprender que por qué no van munchas palabras en perfeta lengua castellana, digo que siendo andaluz y no letrado, y escribiendo para darme solacio y pasar mi fortuna, que en este tiempo el Señor me había dado, conformaba mi hablar al sonido de mis orejas, que es la lengua materna y el común hablar entre mujeres, y si dicen por qué puse algunas palabras en italiano, púdelo hacer escribiendo en Italia, pues Tulio escribió en latín y dixo muchos vocablos griegos y con letras griegas; si me dicen que por qué no fui más elegante, digo que soy iñorante». (Pág. 333). Pero las innovaciones de Delicado no eran del género de las de Marco Tulio. No sólo algunas palabras, sino más de un centenar de ellas jamás oídas en Castilla, y lo que es peor formas estropeadas de la conjugación, y una sintaxis flotante y anárquica, que no es ni española ni italiana, impiden que tal libro pueda ser considerado como texto de lengua. No me refiero, claro es, á las frases correctamente italianas que Delicado pone en boca de personajes de aquella nación para mejor caracterizarlos: recurso permitido á todos los dramaturgos y novelistas. Trato sólo del lenguaje que usan todos los interlocutores de la pieza, comenzando por el autor mismo. A cada paso se tropieza con locuciones como éstas: «parentado» (por parentela), «es estada mundaria», «sois estada en Levante», «quizá que trae guadaño» (por ganancia), «canavario ó bostiller de un señor», «cuando comen parece que mamillan», chambelas por pasteles, mancha por aguinaldo ó propina, famillos por criados, patrones por señores ó dueños, fantescas por criadas, forcel (de forziere) por arca ó cofre, buturo por manteca, romeaje por romería, contenteza por contento, no os amaleis por no os enferméis, locanda por casa de posada, travestidos por disfrazados, judicar por juzgar, tal vuelta (tal volta) por á veces, refuta por remendada, escátula por caja, grávida por preñada y á mayor abundamiento el verbo engravidarse, estaferos por palafreneros y otras innumerables que sería prolijo relatar, algunas de las cuales sólo se encuentran en este libro y allí pueden quedarse.

A pesar de este vocabulario de acarreo tiene la Lozana un fondo castizo, por las reminiscencias que el autor conservaba del «común hablar de la polida Andalucía». Véase, por ejemplo, el trozo siguiente, en que Aldonza enumera los primores de cocina y repostería en que era maestra conforme al gusto de su tierra, que no era precisamente el de Ruperto de Nola y otros tratadistas clásicos. Es materia en que Delicado insiste con gran riqueza de palabras y cierta sensual delectación: «Por amor de mi agüela me llamaron á mí Aldonza, y si esta mi agüela viviera, sabría yo más que no sé, que ella me mostró guisar, que en su poder deprendí hacer fideos, empanadillas, alcuscuzu con garbanzos, arroz entero, seco, graso, albondiguillas redondas y apretadas con culantro verde, que se conocían las que yo hacía entre ciento... ¡Y qué miel! pensá, señora, que la teníamos de Adamuz y zafrán de Peñafiel, y lo mejor de la Andalucía venía en casa de esta mi agüela. Sabía hacer hojuelas, pestiños, rosquillas de alfaxor, textones de cañamones y de ajonjolí, nuégados, xopaipas, hojaldres, hormigos torcidos con aceite, talvinas, zahinas y nabos sin tocino y con comino, col murciana con alcarabea, y olla resposada no la comía tal ninguna barba. Pues boronía ¿no sabía hacer? por maravilla, y cazuela de berengenas moxies en perficion; cazuela con su ajico y cominico, y saborcico de vinagre, ésta hacía yo sin eme me la vezasen. Rellenos,[Pg cci] cuajarejos de cabritos, pepitorias y cabrito apedreado con limon ceuti, y cazuelas de pescado cecial con oruga, y cazuelas moriscas por maravilla, y de otros pescados que sería luengo de contar. Letuarios de arrope para en casa, y con miel para presentar, como eran de membrillos, de cantueso, de uvas, de berengenas, de nueces y de la flor del nogal, para tiempo de peste; de orégano y hierba buena, para quien pierde el apetito; pues ¿ollas en tiempo de ayuno? éstas y las otras ponía yo tanta hemencia en ellas, que sobrepujaba á Platina, De voluptatibus, y Apicio Romano, De re coquinaria». (Págs. 8-9).

Además de las curiosidades de lengua y extraños detalles de costumbres que un lector serio puede entresacar de la Lozana, tiene para la historia de la novelística el interés de algunos cuentos, en general muy conocidos, como el del tributo pagado por los médicos á Gonella, famoso truhán del duque de Ferrara[361], y el del asno de Micer Porfirio, á quien la Lozana enseñó á leer poniéndole cebada entre las hojas de un libro, con lo cual pudo sin obstáculo graduarse de bachiller ó bacalario. Esta vieja facecia se encuentra en el Esopo de Waldis, en el libro alemán Eulenspiegel, en las Nouvelles Recreations et joyeux devis de Buenaventura des Periers, en el Fabulario de nuestro Sebastián Mey y en otras colecciones[362]. Pero en la Lozana tiene más gracia, porque está puesto, no en narración, sino en acción[363].

Quizá nos hemos detenido más de lo justo en dar razón de este libro, por lo mismo que su lectura no puede recomendarse á nadie. Es de los que, como decía D. Manuel Milá, «no deben salir nunca de lo más recóndito de la necrópolis científica». Las tres reimpresiones modernamente hechas hubieran podido excusarse, y el ejemplar de Viena bastaba para satisfacer la curiosidad de los filólogos, que ya hubieran sabido encontrarlo y á quienes su misma profesión acoraza contra el contenido bueno ó malo de las obras cuyo vocabulario y gramática examinan.

[Pg ccii]

Por lo demás, el Retrato de la Lozana es una producción aislada, que ninguna influencia ejerció en nuestra literatura ni en la italiana, aunque se haya pretendido lo contrario. Nadie la cita en el siglo XVI. Ni siquiera consta su título en el Registrum de D. Fernando Colón, que con amplio eclecticismo bibliográfico recogió toda la literatura de su tiempo, desde la más mística á la más licenciosa.

Por otra parte, el género á que pertenecía, y que de ningún modo ha de confundirse con las Celestinas, era exótico para nosotros, y se comprende que no tuviera imitadores. La Thebayda y la Seraphina son obras desenfrenadas, pero no contienen un doctrinal teórico y práctico del libertinaje como la Lozana. Por la misma razón nunca fueron populares aquí el nombre ni los escritos de Pedro Aretino. Sus mismas comedias, que valen más que su fama, no fueron imitadas por nadie, y es caso muy raro verlas mencionadas con elogio. Sólo recuerdo este pasaje del prólogo de la Comedia de Sepúlveda, fechada en 1547: «¿Y qué diremos de Pietro Aretino, á quien por la excelencia de su juicio tienen por epíteto en su nombre el Divino? Pues notorio es que lo principal de sus obras son las comedias que hizo»[364].

De los Ragionamenti sólo se tradujo uno, el que forma la tercera giornata de la primera parte[365] y aun este sumamente expurgado. Hizo la versión ó arreglo el beneficiado Fernan Xuarez, vecino y natural de Sevilla, dándole el título celestinesco de «Coloquio de las damas, en el qual se descubren las falsedades, tratos, engaños y hechizerías de que usan las mujeres enamoradas para engañar á los simples, y aun á los muy avisados hombres que de ellas se enamoran». La primera edición, sin nota de lugar, es de 1548; la segunda lleva el pie de imprenta de Medina del Campo y la fecha de 1549[366]. El traductor tomó todo género de precauciones para hacer pasar aquel diálogo, que él mismo empieza por calificar de «abominable cieno corrompedor de toda salud de la casta limpieza». Pero la misma insistencia y extravagancia de sus excusas [Pg cciii]hace dudar de la pureza de su intención, porque los libros de historias profanas, como las de Amadis y Tristán, de que habla en uno de sus prefacios, nada tienen que ver con la literatura á que pertenece el Coloquio. Lo que no puede negarse es que le adecentó bastante[367], quitándole algunas obscenidades, aunque todavía quedaron las suficientes para que fuese con mucha razón prohibido en los Indices del Santo Oficio[368]. Otras cosas alteró, procurando españolizar el libro. La traducción no es de las peores que por entonces se hacían del toscano, pero es apelmazada y carece de la viveza y gracia del original. Sin embargo, de ella se valió, con preferencia al texto italiano, el erudito y extravagante humanista Gaspar Barthio, cuando tradujo al latín este Coloquio con el nombre de Pornodidascalus[369].

Todas las obras citadas hasta aquí, excepto las paráfrasis en verso, tienen con la Celestina una relación indirecta y genérica. Las tres que, por orden cronológico, se ofrecen ahora á nuestra consideración, no sólo imitan deliberadamente la tragicomedia de Rojas, sino que continúan su argumento y vuelven á sacar á la escena á algunos de sus personajes. Hubo, pues, segunda, tercera y cuarta parte de la Celestina. Sus autores, de muy desigual mérito, son Feliciano de Silva, Gaspar Gómez de Toledo y Sancho de Muñón.

Feliciano de Silva es aquel caballero de Ciudad Rodrigo, fecundísimo productor de libros caballerescos, que la sátira de Cervantes ha inmortalizado. La segunda comedia de Celestina, en la qual se trata de los amores de un caballero llamado Felides y de una doncella de clara sangre llamada Polandria, impresa en 1534[370], es la única de [Pg cciv]sus obras que merece sobrevivirle, aunque no sea una obra maestra. Tal como es, sería grande injusticia medirla con la misma vara censoria que al D. Florisel de Niquea ó al D. Rogel de Grecia.

Singular parece á primera vista la idea de continuar la Celestina donde casi todos los personajes sucumben al final: Celestina á manos de los criados de Calisto, éstos degollados en la plaza pública, Calisto rodando de la escala y Melibea arrojándose de la torre. Pero tal obstáculo no era para detener á Feliciano de Silva, que tenía una brava imaginación de novelista de folletín. Si Celestina estaba muerta, ¿había más que resucitarla?

[Pg ccv]

Bastante le había importado á él que el bachiller Juan Díaz, en su segundo Lisuarte (1526), diese por muerto á Amadis de Gaula y celebrase sus exequias.

La farsa de la resurrección de Celestina está presentada con bastante habilidad é interés y tiene el mérito de que no se descifra hasta la última escena con estas palabras de Felides: «Pues sabed, que una persona honrada y quien á Celestina es en gran cargo la tuvo escondida todo el tiempo que se dijo que era muerta, y ella con sus hechizos hizo parescer todo lo pasado para se vengar de los criados de Calisto, porque le querían tomar lo que su amo le había dado; y hizo con sus encantamientos parescer que era muerta, y agora fingió haber resucitado... Y sea en gran secreto, porque el Arcediano viejo me lo dijo, que con esto le quiso pagar muchas deudas de cuando era mozo que desta buena mujer había rescibido». (Pág. 514).

El arte de excitar la curiosidad con situaciones sorprendentes no podía faltar á un novelista tan ducho como Feliciano. La reaparición de Celestina en la séptima cena ó escena de la obra; el tumulto y algazara con que la acompaña el pueblo, formando un verdadero coro; el asombro y pasmo con que la reciben sus discípulas Elicia y Areusa, están presentados con mucha amenidad y chiste:

«Celest.—Válame Dios, y ¡qué de gente paresce y viene á mí, como si fuese lechuza ó buho que camina de día! Quiérome meter presto en mi casa, si no aquí me sacarán los ojos.

Pueblo.—Vala el diablo! á aquella Celestina, la que mataron los criados de Calisto paresce, ¿ó es alguna vision? por cierto non es otra; y qué priesa que lleva que paresce que va á ganar beneficio. ¡Oh, gran misterio, que ella es!

Cel.—¡Válalos el diablo, y qué mirar que tienen! Hora, sus, yo digo que la puerta de mi casa está abierta; bien paresce á osadas el poco cuidado que con mi absencia hay. Acá están Elicia y Areusa, espántanse de verme, santiguándose están; quiéroles hablar, que dan gritos y se abrazan la una con la otra, pensando que soy fantasma. Oh, las mis hijas y los mis amores, no hayais miedo, que yo soy vuestra madre, que ha placido á Venus tornarme al siglo...

Elicia.—¡Ay hermana mía, que mi madre Celestina paresce! ¡Ay válame la Virgen María, y no sea alguna fantasma que nos quiera matar!...». (Pág. 75).

La peregrina intervención del coro, única, á lo que creo, en libros de esta clase, da carácter muy dramático á algunos pasos de la segunda Celestina, y es profundamente cómico, aunque toca en irreverencia, lo que la vieja cuenta de su estancia en el otro mundo y el alarde de fingida devoción y arrepentimiento con que logra embaucar al mismo pueblo que había sido testigo de su licenciosa y diabólica vida[371]. Este matiz [Pg ccvi]de la hipocresía en ella y de la credulidad y ligereza en los otros está muy bien marcado al principio, pero luego el autor se contradice, no saca partido de un dato tan ingenioso y estropea su más feliz creación á fuerza de chafarrinazos. Feliciano de Silva era un improvisador con relámpagos de talento, pero le faltaban cultura y gusto y le sobraba una facilidad superficial, que es el mayor obstáculo para la perfección en nada.

Dos finos estimadores de los antiguos libros españoles han dado á la Segunda Celestina más encomios que los que merece. Uno fué D. Bartolomé José Gallardo, que en los apuntamientos bibliográficos que hacía al correr de la pluma exclama entusiasmado: «En esta comedia, ó llamémosla novela dramática, brilla un profundo conocimiento del corazón humano y de las costumbres del siglo. Contiene escenas y caracteres trazados de mano maestra. Celestina es un personaje sublime, que no desmiente en nada el carácter creado por Rodrigo Cota (?) y sostenido por el bachiller Rojas, de Montalbán»[372]. El voto de Gallardo puede ser sospechoso, porque sabido es que para aquel insaciable catador de literatura añeja no había libro malo en siendo raro ni libro bueno en siendo moderno. Pero su opinión se refuerza aquí con la de D. Serafín Estébanez Calderón, que no era sólo erudito, sino hombre de gusto y artista de estilo. El Solitario, pues, en un delicioso artículo, que viene á ser una Celestina en miniatura, imitación feliz del lenguaje de las antiguas, comienza aseverando que «Feliciano de Silva, para llevar á buen cabo los amores del caballero Felides y de la hermosa Polandria, supo resucitar y tornar al mundo, con más caudal de astucias, con mayor raudal de razones dulces y con número más crecido de trazas y ardides, á la famosa Celestina»[373].

Nada de esto puede admitirse. No hay más Celestina sublime que la primera, cuya negra profundidad no acierta á comprender ni por asomos el imitador. Así y todo, es la figura mejor trazada del libro, y á veces el remedo es tan fiel y ajustado al modelo de Rojas, que puede producir la pasajera ilusión de que Celestina ha resucitado. Pero pronto se ve que es inconsistente toda esta tramoya. Celestina no vive más que con vida ficticia y prestada. Ni siquiera es el centro de la comedia. Sin ella hubieran podido llegar á feliz término los lícitos amores de Felides y Polandria, que nada tienen de la impetuosa pasión de Calisto y Melibea, y acaban desposándose en secreto por una razón de conveniencia que expone así la discreta doncella Poncia: «aunque él es tan rico y de muy buen linaje, ya sabes que tu mayorazgo no puedes heredallo casándote fuera de tu linaje». (Pág. 303).

La obra de Feliciano de Silva es, pues, una Celestina muy morigerada en lo que toca á su fábula principal, aunque muy desenfrenada en los episodios. No faltan en ella afectos nobles, pero expresados casi siempre de un modo enfático y ampuloso por los [Pg ccvii]dos amantes. Hay verdadera delicadeza moral en el tipo de la criada y confidente Poncia, alegre y chancera, honestamente jovial, virtuosa sin afectación, llena de buen sentido no exento de cálculo. Ella salva á su ama de muchos peligros, la precave contra las imprudencias de su propio corazón, la alecciona en las situaciones difíciles, se defiende ella misma contra los arrebatos amorosos del paje Sigeril y ella es, y no Celestina, quien verdaderamente prepara el desenlace, en que la moral queda á salvo, y todavía más íntegramente respetada por la doncella que por la señora. Esta ligera y graciosa creación recuerda algunas heroínas shakespirianas, como la Porcia de El mercader de Venecia, pero no conviene abusar de los grandes nombres tratándose de obras medianas[374].

La parte cómica de la Segunda Celestina está monstruosamente recargada. Lo accesorio ahoga á lo principal y la cizaña no deja medrar el trigo. Las escenas de la germanía[375] y de la hampa, en que Feliciano parece más experto y curtido que lo que [Pg ccviii]pudiera esperarse de un cronista de caballeros andantes, que «vivió encantado diez y ocho años en la torre del Universo» (según la zumbona frase de D. Diego de Mendoza), son de una prolijidad espantable y de un verismo tosco y brutal. El rufián Pandulfo es un plagio servil del Galterio de la Thebayda, con la misma mezcla de cobardía y fanfarronada, con las mismas bravezas y desgarros, con las mismas interjecciones y juramentos: «por las reliquias de Roma», «por el Corpus damni» (corruptela de Corpus Domini); «por nuestra dueña del Antigua» (aludiendo á la iglesia de este nombre en Valladolid), y á este tenor otros infinitos disparates. Este figurón insoportable, que tanto se precia de haber «corrido á ceca y á meca y á los olivares de Santander»[376] (pág. 174), y de poseer á fondo la «retórica del burdel». (Pág. 125), sólo tiene un momento original y curioso, el de su fingida conversión por excusarse del peligro de acompañar á su amo Felides en una ronda nocturna. La escena en que aparece trocado en ermitaño, rezando con cuentas de agallones, es una fina sátira de la hipocresía[377], [Pg ccix]contra la cual hay punzantes dardos en todo el libro[378]. También Molière prestó veleidades de hipócrita á su D. Juan; pero lo que es natural y hace reir en un baladrón cobarde como Pandulfo, es indigno del burlador de Sevilla y contradice radicalmente su carácter.

Dignos compañeros de Pandulfo en bellaquerías y truhanadas, y en vil y descocado lenguaje, son los dos pajes de Felides; Corniel, el mozo de espuelas; Barañón, el mozo de caballos; el rufián Crito, amante de Elicia; su rival Barradas, el despensero Grajales, Albacín el paje del infante (D. Fernando de Austria, hermano de Carlos V), mancebo de rubios cabellos y poquísima vergüenza; y descendiendo todavía más, el tabernero Montón de oro, los rufianes Tripa en brazo y Traso el cojo, el viejo primo de Celestina Barbanteso, y la inmunda ramera Palana, daifa de Pandulfo. Toda esta canalla está tomada visiblemente del natural: no son tipos convencionales como el de Pandulfo. Tienen en sus hechos y dichos una animación endiablada. Constituyen, por decirlo así, el bloque informe y tosco del cual por magia del arte surgirá en su día el grupo clásico del patio de Monipodio.

Atento Feliciano de Silva, como novelista de oficio que era, á dar variedad á su libro con todo género de salsas é ingredientes, introdujo el ridículo episodio pastoril de Acays y Filinides, que es una de las primeras apariciones del bucolismo en la novela castellana[379], y remedó la media lengua de los negros de Guinea en los coloquios de dos esclavos, Zambrán y Boruca. Esta segunda novedad tuvo más éxito que la primera y fué imitada por muchos. No faltan, por supuesto, en este centón (que de tal puede calificarse la Segunda Celestina) bastantes versos menos que medianos, y varios cuentos, de los que sólo merece recordarse por su interés folklórico la siguiente versión de una de las parábolas más conocidas del Barlaam y Josafat[380]: «Pues has de saber [Pg ccx]que un rey mandó á un sabio que enseñara á un hijo suyo dende que nasció adonde no viese más que al sabio, y despues que ya hombre llevólo adonde pasaban muchas cosas, y pasando unos y otros y el hijo del rey preguntando cada cosa qué era y el sabio diciéndoselo, pasaron unas mujeres muy hermosas, y preguntó el hijo del rey qué cosa era aquello, y el sabio dijo que diablos, pues tales hacían á los hombres; y respondió el hijo del rey: si éstos son diablos, yo quiero que me lleven á mí. Y así, señora, me lleva tú á mí si eres diablo, que yo por ángel te tengo». (Pág. 373).

El estilo de esta comedia es muy desigual, como en todas las obras de Feliciano de Silva. Excelente á veces, sobre todo en las reposadas pláticas de Celestina con el arcediano viejo y cou su ama Zenarra; pintoresco y expresivo, pero arrufianado y soez, en las escenas de mancebía y taberna, es alambicado, sutil, ridículamente hinchado y á ratos ininteligible cuando el autor quiere remontar su rastrera pluma á las etéreas regiones, para él vedadas, de la poesía y del sentimiento. Ya desde el primer folio nos encontramos con aquellas entrincadas razones, que parecían de perlas á D. Quijote. Dice así el enamorado Felides: «Oh amor, que no hay razon en que tu sinrazon no tenga mayor razon en sus contrarios! Y pues tú me niegas, con tus sinrazones, lo que en razon de tus leyes prometes, con la razon que yo tengo para amar á mi señora Polandria, para ponerte á ti y casarte con la razón que en ti contino falta, el consejo que tú niegas en mi mal quiero pedir á mi sabio y fiel criado Sigeril». (Pág. 8). De este modo suelen expresar el amor los personajes de la pieza cuando quieren hablar por lo fino.

Dice Gallardo[381] que «leyendo esta obra salta continuamente á la memoria el nombre de Cervantes, unas veces por expresiones que él usa mucho y aquí estaban ya usadas á menudo: para mi santiguada, andaos á decir donaires, entendérsele á alguno de alguna cosa ó de achaque de alguna cosa, ya por tal cual peloteo de palabras al símil de la razón de la sinrazón». Esto último no se puede negar, pero burlarse del estilo de un autor es precisamente lo contrario de imitarle. En cuanto á las demás expresiones que se citan, pertenecen al vocabulario común del siglo XVI y no al particular de nadie. Tenemos, pues, por quimérica esta influencia lingüística de Feliciano de Silva en Cervantes, escarmentados como estamos por la facilidad con que Gallardo y otros eruditos de su escuela descubrían á tiro de ballesta cervantismos en todos los libros que topaban[382].

[Pg ccxi]

Tampoco creemos que tuviese razón el insigne erudito en suponer que la escena de la Segunda Celestina pasa en Salamanca. Cuando él, tan conocedor de aquella ciudad, donde había hecho sus estudios, no acertó á encontrar más alusión local que la Horca del Teso, que según él corresponde «á un altillo que en el día llaman el Teso de la Feria» (como si la voz teso, en el sentido de cima de un cerro ó collado, no fuese genérica y usada en todas partes), poca fuerza podemos dar á esta conjetura, que se aviene muy mal con los varios pasajes en que se hace referencia al mar como presente ó muy vecino. Dice Celestina á Felides en la vigésimaoctava cena: «Que tú vayas esta noche allá á la una, y por una escala puedes entrar á la parte que la mar bate en el jardín, y él está tan apartado, que sin que se pueda oir, puedes cabe las rejas de dentro hacer las señas tañendo y cantando para hacer parar las aguas y venir las piedras con las aves, junto con el corazón de Polandria, á te oir». (Pág. 328). Va en efecto Felides á la cita amorosa, y dice á uno de sus criados: «Llega, Corniel, y pon aquí el escala cabe la mar». (Pág. 355). Luego canta un romance que principia así:

La luna resplandecía,
El cielo estaba estrellado,
Los árboles se bullían
Con el aire delicado,
Con golpes de los riberas
Del sordo mar concertado
...

«Polandria.—Oh válame Dios, qué suavidad de voz y qué garganta; y con el son del ruido de las ondas del mar y el regocijo delicado de los aires en los cipreses, como él dice, no parece sino cosa divina». (Págs. 356-357).

«Polandria.—Hermosa noche hace, y gloria es estar debajo de la sombra de estos cipreses, á los frescos aires que vienen regocijando las aguas marinas por encima de los poderosos mares». (Pág. 498).

Parece que nada de esto puede aplicarse al Tormes. Sin duda Feliciano de Silva, aunque nacido tan cerca de sus riberas, se acordaba más bien de Sevilla y de Sanlúcar, donde pasó su juventud como paje de los condes de Niebla. Ciertos personajes picarescos, y aun la especie de germanía que usan, pueden ser indicio de esto.

La Segunda Celestina debió de ser bastante leída en su tiempo, puesto que tuvo dos ediciones en España (1533 y 1536); otra en Venecia, corregida por Domingo de Gaztelu, secretario de D. Lope de Soria, embajador de Carlos V, y otra en Amberes, sin nota de año, pero que no parece posterior á 1550. La tendencia anticlerical, que ya apunta en algunos lugares de la Tragicomedia de Calisto y Melibea, llega á ser [Pg ccxii]insolente y agresiva en el libro de Feliciano, en que no faltan proposiciones que frisan con la heterodoxia y que pueden ofender al lector menos timorato. Y aunque en libros de pasatiempo se disimulaba todo, no es maravilla que el Santo Oficio, cumpliendo por esta vez con su obligación, tomase cartas en el asunto prohibiendo la Resurrection de Celestina en el Índice de 1559, de donde pasó la prohibición al de 1583 y á todos los posteriores[383].

Aunque la Segunda Celestina no deja ningún cabo suelto, no debió de parecérselo así á un oscuro escritor toledano, llamado Gaspar Gómez, que escudándose con el nombre de Feliciano de Silva, y dedicándole su obra, aunque dudamos que fuese con su anuencia, estampó en 1536 una Tercera Parte de la tragicomedia de Celestina[384], que es la más rara de esta serie de libros, aunque á esta rareza se reduce todo su mérito. Como los pocos bibliógrafos que han llegado á verla se han limitado á copiar su portada, me ha parecido curioso dar algunas noticias más, poniendo íntegras en nota la dedicatoria y la tabla de los cincuenta actos en que se divide[385], con lo cual puede excusarse la lectura, [Pg ccxiii]enteramente inútil, de tan necia y soporífera composición, que termina con las bodas de Felides y Polandria y con la muerte de Celestina, la cual corriendo á lograr las albricias que esperaba de los novios, tropieza y se cae de los corredores de su casa, haciéndose pedazos en la caída. La fábula es insulsa y deslavazada, el estilo confuso, incorrecto y á veces bárbaro. Todos los personajes é incidentes de la obra de Feliciano de Silva reaparecen en la de su imitador, que apenas pone nada de su cosecha. Apuntaré sólo algunas curiosidades.

[Pg ccxiv]

El acto tercero, en que interviene un hortelano, es el precedente seguro de las escenas del mismo género que luego hemos de encontrar en la Tragedia Policiana.

«Penuncio.—A fe que hallo muy garridas estas albahequeras, y estos claveles con el rocio desta madrugada: que no parescen estas goticas de agua sino perlas: loado sea el que lo riega con tan buen orden...».

Aunque los detalles de costumbres no son muchos ni de gran novedad, merece recordarse la descripción que el paje Corniel hace de los trajes y atavíos preparados [Pg ccxv]para la boda de Felides: «Las colores de nuestra librea son sayetes hechos a la tudesca de grana colorada, que dello a carmesi no ay differencia: con vnas faxas de terciopelo verde de tres pelos tan anchos como cuatro dedos, con vnas pestañas angostas de damasco blanco y las mangas izquierdas son de terciopelo verde con dos subtiles coraçones en cada manga de carmesi, que casi estan juntos con vna saeta que entra por el vno y sale por el otro. Las calças son de grana con vna luzida guarnicion en los muslos, del mismo terciopelo verde y con sus taffetanes de la misma color, que salen [Pg ccxvi]por las cuchilladas. Los jubones son de raso carmesi: los çapatos de vn enuessado blanco asaz picados. Las gorras de terciopelo verde con sus plumas coloradas y con alguna argenteria. Las capas de grana con las faxas y guarnicion de los sayetes. Los pages de la misma arte: excepto que los sayos son cumplidos y no lleuan cosa de paño mas de las capas». (Aucto IV.)

Son varias las jerigonzas usadas en esta pieza. Además de la negra Boruga, que ya estaba en Feliciano de Silva, hay un vizcaíno, Perucho, mozo de caballos de Felides, [Pg ccxvii]que habla siempre en castellano chapurrado y entona una canción que al parecer está en vascuence, y cuyo estribillo recuerda el del famoso Canto de Lelo, que antes de la falsificación erudita del escribano Ibargüen fué acaso un canto de cuna. Entregamos á la sagacidad de los expertos en aquella lengua la canción de Juancho, que quizá no ofrezca ningún sentido, y de seguro estará mal transcrita por el escritor toledano que la recogió á oído.

«O Perucho, Perucho, quan mala vida hallada te tienes: linage hidalgo tu cauallo [Pg ccxviii]limpias: no falta d'comer un pedaço oguia sin que trabajo tanto le tengas, iuras á mi siempre cauallo a suzio mi amo le haze: y Perucho almohaçando, él nada le pena por carreras hazer en amores que tienes: entre tanto busco otro, aderezar le tengo si pide, y cantarle empiezo biscuença».

Lelo lirelo çarayleroba
Yaçoe guia ninçan
Aurten erua
Ay joat ganiraya
Astor vsua
Lelo lirelo çarayleroba.
Ayt joat ganiraya
Aztobicarra
Esso amorari
Gajona chala
Y penas naçala
Fator que dala,
Lelo lirelo çarayleroba.

«Sig.—Precioso borrico es este, que se quexa de la vida que passa y dize estar desesperado y pone se a cantar: y tal le dé Dios la salud como yo le entiendo: aunque no dexaré de responder a algunos vocablos comunes que en bizcueuçe dice...». (Aucto decimosexto.)

El tedio que la insípida rapsodia de Gaspar Gómez infunde se disipa como por encanto con la sabrosa lectura de la Tragicomedia de Lysandro y Roselia[386], que es la mejor hablada de todas las Celestinas después de la primitiva, de cuyo aliento genial carece, pero á la cual supera en elegancia y atildamiento de dicción, como nacida en un período más clásico de la prosa castellana.

El autor de esta joya literaria procuró ocultar su nombre con más complicado artificio que sus predecesores, y aun afectó ó simuló que el libro se imprimía sin su consentimiento, lo cual se explica bien por las particulares circunstancias de su persona. Al fin del colofón van tres cartas y unas octavas de arte mayor que contienen su nombre como en cifra.

La primera carta es de un amigo del autor, que le pide perdón porque hizo imprimir la obra sin su licencia. «No fué pequeña merced para mí la que recebí de su liberalidad [Pg ccxix]con inviarme aquella obra que llama Elicia y cuarta parte de Celestina, que con sutil juicio compuso, porque por ella veo ser verdadera la estimacion que de su entendimiento siempre tuve, pareciéndome que pues en una materia tan fuera de su experiencia tanto se aventajó sobre todos los que han escripto, no es de maravillar que en las cosas de peso todos se queden muy atrás de su saber. Gran consuelo recibí leyéndola, y gran edificacion para el ánimo notando la manera de su proceder, y con cuánto ingenio y sotil elocuencia pinta las cosas que más á pecar nos atraen, y los engaños de las vanas gentes, y las adulaciones de los servidores, y la hipocresia de los esforzados... Pero como mi voluntad sea de la condicion del fuego, que nunca dice bástame, no me contento con la merced recebida sin pedir otra mayor, la cual será tan provechosa á todos los hombres cuanto señalada para mí. Esto es pedirle perdon del atrevimiento tan osado que tuve en hacer imprimir sin su licencia esta obra, pareciéndome que con su gravedad no podria acabar que con su licencia se hiciera, y tambien que emprimiéndola, todos quedarian muy aprovechados, y yo glorioso con haber alcanzado que esta merced, por mi atrevida diligencia, á todos se les comunicase, y para esto le suplico mire ser dicho de la Suma Verdad, que ninguno encienda la candela y la ponga debaxo del celemin, pero sobre el candelero, para que todos vean la luz...». Esta carta anónima está fechada en Madrid á 22 de noviembre de 1542.

De la respuesta del autor a su amigo se deduce que habían sido condiscípulos desde los primeros estudios hasta los de Teología, cursándola juntos bajo el magisterio de un insigne varón, que por el tiempo y la nombradía pudo muy bien ser Francisco de Vitoria, el más célebre de los teólogos de la época de Carlos V. «Si la estrecha y antigua amistad que entre vuestra merced y mí hay desde los primeros principios de gramatica, donde con gran exercicio de las artes liberales aprendidas de unos mesmos maestros y preceptores, venimos despues juntos a estudiar aquella tan alta sabiduria y tan escondida a los entendimiento humanos, cuan bien enseñada de un tan famoso varon, lux de las Españas, no terciara entre nosotros, bien creo que vuestra merced habia dado no pequeña ocasion de enemistad, pues quiso que los varios juicios de los hombres, de hoy mas, discanten en mí al son de la liviandad que hace imprimir mucho a mi pesar. Nadie mirará que cuando me ocupé en esa niñeria estaba yo ocupado de una muy trabajosa terciana, la cual no me dejaba emplear en mis principales estudios; y asi fue necesario tomar alguna recreacion en cosas de pasatiempo y no fatigar mi ingenio, pues mi cuerpo estaba tan cansado de frío y de calentura.»

Para vengarse de algún modo determinó entregar al impresor de Salamanca Juan de Junta un poema que su amigo le había confiado, y del cual hace los más pomposos encomios. «Yo leí el libro de las espantosas hazañas que el esforzado Hector hizo camino de Panonia, que vuestra merced con tan sobrada elocuencia compuso, y me hizo merced de inviar con el mesmo mensajero que recibió mis borradores... Y mientras más lo leia, más necesidad me ponia de lo tornar a pasar; la majestad de las palabras, la grandeza de los hechos de un tan animoso varon, las sotiles imaginaciones, la artificiosa invencion, las sentidas canciones derramadas por esos cuatro libros con tan subida trova y alto estilo, me ponian admiracion, aunque, a la verdad, siempre esperaba de su más divino que humano entendimiento que saldrian obras tan primas como esa, pues tal era la forma y el dechado de donde salian las labores. Asi que, por vengarme del atrevimiento que vuestra merced tuvo en sacar a luz esos borradores sin mi[Pg ccxx] licencia, he entregado a Juan de Junta los libros de Hector, en lugar de inviallos a vuestra merced, para que los impriman, que bien creo que como el sol con su luz escurece la claridad de la luna, asi estas obras de vuestra lumbre escurecerán esa enojosa recua de libros de caballerias, y no lo tenga vuestra merced a mal, pues la mesma razon me guia á mí para vengarme que a él para atreverse».

En una segunda carta, pedantesca por extremo, donde en pocas líneas se trae á colación á Aristóteles, á San Agustín, á San Pedro, á Lactancio Fimiano, á Plinio el Naturalista, á Salustio, á San Jerónimo, á Valerio Máximo, á Tito Livio, á Dionisio Areopagita, el amigo se resigna con su suerte, y da por bien empleado que sus libros de las hazañas de Héctor se divulguen á trueque de que salga á ver la luz del mundo la tragicomedia de Lisandro.

Nadie ha visto los tales libros de Héctor, y toda la correspondencia tiene visos de amañada. Las cartas del amigo están fechadas en Madrid, y como la Tragicomedia no consigna punto de impresión, han supuesto algunos que allí pudo cometer su inocente abuso de confianza. Pero tal suposición es inadmisible, porque está probado que en Madrid no hubo imprenta hasta 1566[387]. Además el libro tiene todas las trazas de estar impreso en Salamanca por Juan de Junta, cuya cifra ó monograma, compuesto de las letras J. A. primorosamente enlazadas, campea á la vuelta de la portada, y es idéntico al que usó en otros libros como el Tractatus perutilis Martini de Frias (Salamanca, 1550) y el Remedio de jugadores de Fr. Pedro de Cobarrubias (1543).

En la última de las octavas de arte mayor se da la clave para descubrir al enmascarado poeta:

Si el nombre glorioso quisierdes saber
Del que esto compuso, tomad el trabajo
Cual suele tomar el escarabajo
Cuando su casa quiere proveer.
Del quinto renglon debeis proceder,
Donde notamos los hechos ufanos
De aquel que por nombre entre los humanos
Vengador de la tierra pudo tener.

Á la sagacidad de D. Juan Eugenio Hartzenbusch estaba reservada la solución de este acertijo. El texto dice claramente que se ha de partir del quinto renglón de una copla donde se alude á las hazañas de un héroe, que por ellas mereció que se le llamase vengador de la tierra. Son varios los textos de Ovidio y Séneca el trágico en que Hércules, por otro nombre Alcides, es calificado de vindex terrae. Hércules está mencionado en el verso 7.º de la 4.ª octava:

Alcides al mundo con hechos gloriosos...

Contando, pues, desde el verso quinto de dicha copla hacia atrás, ó cuesta arriba á semejanza del escarabajo, y tomando las primeras letras de cada verso (una, dos ó tres), resulta la siguiente cláusula: «Esta obra conpuso Sancho de Munino, natural de Salamanca»[388].

[Pg ccxxi]

Pero siendo tan exótico el apellido de Munino, y no encontrándose noticia de ningún sujeto que por aquellos tiempos le llevara, ocurrió á los modernos editores de la Tragicomedia (Fuensanta del Valle y Sancho Rayón) que sin violentar el acróstico pudiera leerse el nombre de otro modo, y en efecto también se lee Muñón, juntando las primeras letras de los tres versos en que está el apellido, de la manera siguiente: Mu-n-non dando á la n doble el valor de ñ.

Completado de esta manera el descubrimiento, pudo comprobarse la personalidad, de un Maestro Sancho de Muñón, teólogo, del cual hay noticias en la colección de Estatutos de la Universidad Salmantina impresos en 1549 por Andrés de Portonariis. Allí consta que Sancho de Muñón asistió en 31 de agosto de 1549 á un solemne claustro pleno, presidido por el rector D. Diego Ramírez de Fuenleal, con objeto de formar ciertas constituciones relativas al entierro de los señores Rector, Maestreescuela, Doctores y Maestros de dicha Universidad. En 9 de octubre del mismo año concurrió á otro para resolver que no se diesen tratados in scriptis bajo ciertas penas, y finalmente, en 9 de noviembre se le cita nada menos que en compañía de Melchor Cano como uno de los asistentes al claustro en que se formaron nuevos estatutos sobre el examen de los estudiantes artistas antes que pasasen á cursar Medicina y Teología[389].

Después de esta fecha no se ha encontrado en España dato alguno de Sancho de Muñón, pero todo induce á creer que es la misma persona que un Dr. D. Sancho Sánchez de Muñón que en 26 de abril de 1560 tomó posesión de la plaza de Maestrescuela de la Catedral de México, ejerciendo en tal concepto el cargo de Cancelario de aquella naciente Universidad, donde recibió ó incorporó el grado de Doctor en Teología en 28 de julio de dicho año. En 1570 hizo un viaje á la Península como solicitador de las iglesias de Nueva España. En 1579 visitó por comisión del Arzobispo de México, D. Pedro Moya de Contreras, las escuelas de niños, y notando algún descuido en la enseñanza religiosa, compuso é hizo imprimir una Doctrina Cristiana, de la cual se conoce un solo ejemplar falto de portada[390]. Las noticias de su vida alcanzan hasta 1601. El último cabildo eclesiástico á que asistió fué el de 31 de octubre de 1600. La identidad de este personaje con el Sancho Muñón de Salamanca parece segura, aunque nada dice de ella el eruditísimo García Icazbalceta, á quien debemos estos peregrinos datos.

Natural es que un eclesiástico de respetable carácter y autoridad como el Maestro Sancho de Muñón tuviese algún reparo en confesarse autor de una obra de tan liviana apariencia y desenfadado lenguaje como la Elicia. Pero no se arrepentía de haberla compuesto, por estar «llena de avisos y buenas enseñanzas de virtud sacadas de muchos autores santos y profanos, con celo de la utilidad pública». (Pág. XVI). «Dicen [Pg ccxxii]que la mandrágora tiene tal virtud, que si nasce cerca de las vides hace que se ablande la fuerza que el vino habia de tener para embriagar; asi la poesia toma de la philosophia la doctrina, y juntándola con la mandrágora del cuento fabuloso, hácela más blanda y facil para ser percibida». (Pág. XI). En su prólogo esboza una teoría del arte docente, y en la dedicatoria á D. Diego de Acevedo y Fonseca justifica la materia misma de su libro, aunque vuelve á declarar que le escribió á manera de pasatiempo: «Y como ya los años pasados tuviese vacacion de graves y penosos estudios, en que he gastado los tiempos de mi mocedad... compuse esta obrecilla que trata de amores, propia materia de mancebos. Cuando digo de amores no digo cosa torpe ni vergonzosa, sino la más excelente y divina que hay en la naturaleza. Dejo los loores que del amor dice Platon en su Simposio, dejo lo que en la Theogonia escribe Hesiodo, que el amor es el más antiguo Dios entre todos los dioses; dejo lo de Ovidio, que el amor tiene dominio universal y reina sobre los dioses y sobre los hombres, y dejo otras infinitas auctoridades que hablan en esta materia, porque sería nunca acabar. Sólo quiero decir que si alguno pareciere no ser la obra digna de mi profesion y estudios, se acuerde que casi no hubo illustre escriptor que no comenzase por obras bajas, y de burlas y chufas, tomadas de en medio de la hez popular». (Pág. 1).

Para evitar todo peligro de mala inteligencia, la Tragicomedia está sembrada de reflexiones morales, y aun de verdaderos sermones, muy bien escritos, como todo lo demás, pero prolijos é impertinentes. El papel de personaje predicador le desempeña á maravilla Eubulo, «hombre de honestas costumbres», criado de Lisandro, que constantemente está dando consejos á su amo y procura apartarle de su perdición. La segunda cena del cuarto acto es una disputa entre ambos, defendiendo Eubulo contra su señor que el sumo bien no consiste en el deleite. En la cuarta del mismo acto le da diez remedios contra el amor, tomados en parte de Ovidio, pero mucho más de la filosofía cristiana. Cuando se consuma la catástrofe del malogrado mancebo, el piadoso ayo cierra la pieza con una declamación contra el amor, atestada de lugares comunes y de una pedantería escolástica que supera á la de Pleberio, á la de Melibea y á todo lo creíble: apenas hay nombre de la antigüedad que no figure en aquella enumeración descabellada. Pero hay, en medio de este fárrago, trozos que tienen verdadera elocuencia sentimental: «Oh mi señor y mi bien! ¿eres tú aquel que yo llevé recien nacido a la ama que te criase? ¿Eres tú al que volví niño destetado a casa de tu padre? ¿Eres tú el que empuse en buenas doctrinas y crianza, que parecias un ángel cuando chico? ¿Eres tú el que enseñé a los doce años a correr caballos y otros muchos exercicios, asi de letras como de armas? ¿Eres tú el que hasta los veinte y un años fue muy dado á la virtud, amigo de religion, enemigo del vicio, amador del culto divino? ¡Ay, ay, que nuestros pecados quisieron que te juntases con caballeros viciosos y distraídos y te acompañases con ellos, y de esta manera se te pegasen sus malas y perversas costumbres!» (pág. 269).

Eubulo no es sólo un moralista profesional que alecciona á la juventud contra los peligros del loco amor. Sancho de Muñón le hace intérprete de su propio pensamiento en materias mucho más graves y pone en su boca las más audaces ideas del grupo llamado erasmista, al cual indudablemente pertenecía como casi todos los humanistas españoles y no pocos teólogos del tiempo de Carlos V. Véase, por ejemplo, esta valiente invectiva, que parece un compendio del terrible Diálogo de Mercurio y Carón: «¡Cuán muchos[Pg ccxxiii] se condenan, y cuán pocos se salvan, y cuán abierta está de día y de noche aquella puerta del triste Pluton; cuán ancho, cuán pasajero y cuán real camino es el que guia a la muerte eterna! Por él se van espaciando los reyes, los duques, los condes, los caballeros, los hidalgos, los oficiales y pastores. Por ahí se pasean los pontífices, los cardenales, los arzobispos y obispos, los beneficiados y sacristanes, con un descuido, como si nunca hubiesen de llegar allí donde los halagos de la vida, los regalos del cuerpo, las honras, las riquezas, los favores y todos sus pasatiempos se volvieran en lamentaciones y lloros perpetuos. Ahi serán atormentados muy cruelmente los papas que dieron largas indulgencias y dispensaciones sin causa, y proveyeron las dignidades de la Iglesia a personas que no las merecian, permitiendo mil pensiones y simonías. Ahi los obispos y arcedianos que proveen mal los beneficios, teniendo respecto a sus parientes y criados, y no a los doctos y suficientes. Ahi los eclesiásticos profanos y amancebados. Ahi los reyes que tiránicamente gobernaron sus reinos, y los que no dieron los oficios y cargos, que suelen proveer, a personas de merecimiento. Ahi los duques y condes, y los grandes señores que a sus tierras y vasallos con muchos tributos molestaban. Ahi los caballeros enamorados. Ahi los letrados que no juzgaron conforme a derecho y verdad, y no obraron segun sus letras les enseñan. Ahi los logreros y usureros, los oficiales, los mercaderes y tratantes que llevan más del justo precio por la cosa que venden, y con juramentos falsos cambian sus haciendas. Ahi los criados lisonjeros que con lisonjas quieren ganar las voluntades de sus amos, conformándose con ellos en bueno y en malo. ¡Oh terrible descuido en los hombres! ¡Oh desvario loco! como si no hubiese otro mundo, y no hubiesen de fenecer todas las cosas dél, asi hacemos hincapie en lo que presto habrá fin» (pp. 245-247).

Esta libertad y energía de lenguaje iba á perderse muy pronto en España, pero todavía el gran Quevedo supo conservarla dentro del siglo XVII. La sátira clerical es tan libre y desnuda en la Tragicomedia de Lisandro como en las Celestinas anteriores, pero de seguro mejor intencionada. Hay rasgos que sacan sangre, como lo que dice Elicia de la amiga del cura Bermejo (pág. 42). Pero en el fondo Sancho de Muñón es un teólogo severo, que tiene la conciencia, y aun pudiéramos decir el orgullo de su profesión, y mira con sumo desdén á los canonistas que «saben poco en casos de conciencia» (pág. 141) y «andan atados a las glosas como asno a estaca». (Pág. 139). Según él, todo obispo debe ser teólogo, porque «a su oficio compete predicar la doctrina evangélica al pueblo; que el púlpito agora está usurpado de frailes... Y para esto les es necesario saber la Sagrada Escriptura y Santa Teologia, donde se aprenden tambien los textos de cánones que tocan a la salud de las ánimas, cuanto más que los cánones fueron fundados de varones teologos como conclusiones sacadas del manantial de las letras divinas». (Pág. 141). A lo cual le objeta maliciosamente el Provisor: «Dexaos, por mi vida, de eso, señor doctor, que nunca hareis mayorazgo si os ateneis mucho a los teologos». Lo cierto es que no obispó nunca, y tuvo que ir a morir de Maestrescuelas en México. Todo el donosísimo episodio del pleito en que el Provisor absuelve al estudiante Sancías de la demanda que por Angelina le fué puesta sobre caso de ser su esposo y marido (cena quinta del segundo acto) es una parodia desembozada del estilo y modo de razonar de los letrados, en la curia eclesiástica.

La acción de esta tragicomedia pasa indisputablemente en Salamanca, y por cierto que Sancho de Muñón no anda muy galante con sus paisanas: «Ya sabes que en Salamanca[Pg ccxxiv] pocas hermosas hay, y esas se pueden señalar con el dedo». (Pág. 92). Calventa, émula de Elicia, tenía su principal clientela entre los cursantes de la Universidad, que en su casa empeñaban los libros: «Si no traen dineros, que dexen prendas... ¿No miraste la rima que tenia llena de Decretos y Baldos, y de Scotos y Avicenas y otros libros?». (Pág. 41). Hay también alusiones á costumbres estudiantiles, algunas de ellas tan peregrinas como la fiesta de Panza, que acaso no fué ajena al nombre que dió Cervantes á su escudero, como tampoco lo fué el antiguo proverbio de Sancho y su rocino. Sobre esta fiesta platican así dos mozos de espuelas, Siro y Geta:

«Geta.—Panza es un sancto que celebran los estudiantes en la fiesta de Santantruejo, que le llaman sancto de hartura.

«Sir.—¿Dónde aprendiste tanto?

«Get.—En el general de Phisica, cuando llevaba el libro a un popilo, oí al bedel de las escuelas echar la fiesta de Panza». (Pág. 24).

El gusto que domina en la obra es el de las antiguas comedias humanísticas, y de él proceden sus principales defectos, que se reducen á uno solo, el alarde de erudición fácil y extemporáneo. No necesitaba alegar á cada momento aforismos y centones de poetas y filósofos antiguos quien se mostraba tan de veras clásico, no sólo en el estilo jugoso y en la locución pulquérrima, sino en la composición sencilla, lógica y perfectamente graduada. El buen gusto con que borra ó aminora muchos defectos de las Celestinas precedentes, y el manso y regalado són que sus palabras hacen como gotas cristalinas cayendo en copa de oro, bastarían para indicar la fuente nada escondida donde él y los hombres de su generación habían encontrado el secreto de la belleza. Tal libro, por el primor con que está compuesto, es digno del más glorioso período de la escuela salmantina, en que salió á luz. Pero algo le perjudica el haber sido concebido y madurado en un ambiente erudito y universitario y no en la libre atmósfera en que andando el tiempo había de desarrollarse el genio de Cervantes. La prosa de la Tragicomedia de Lisandro y Roselia, perfecta á veces, revela demasiado el artificio retórico, y no está inmune de afectación. Su autor escribía demasiado bien, en el sentido de que era un prosista de los que se escuchan y se complacen ellos mismos con la suavidad y galanura de sus palabras y con la pompa y armonía de sus cláusulas. Dice Lisandro en la primera escena del cuarto acto: «¿No me pusistes las escalas de arriba para descender al jardin do mi señora baxó? ¿No la besé ahi con mil retozos entre unos floridos jazmines y unas hermosas clavellinas? Los lirios, las alegrias, los tréboles y alegres alhelises, las frescas azucenas, las olorosas albahacas, los toronjiles y artemisas, las rosas y violetas, ¿no fueron testigos de aquel azucarado rato? ¿No nos paseamos despues asidas las manos junto a una fontecica con una dulcísima plática? ¿Y cabe unos camuesos no nos despedimos con dos reverencias y sendos besos, cuando los paxaritos mensajeros de la alborada comenzaban a cantar con un suavisimo ruido, cuando la mañanica con sus arreboles lo sombrio de los cipreses ilustraba y esclarecia y las hierbecicas de rocío bordaba?». (Pág. 206). Cuando se abusa de este estilo es fácil empalagar á los que no gustan de tanta dulcedumbre.

Hay lujo y alarde de palabras en todo el libro. Para hacer una sola comparación, apura Celestina todos los términos de cetrería: «¿Qué girifaltes, qué sacres, qué neblíes, qué esmerejones, qué primas, qué tagarotes, qué baharíes, qué alfaneques, qué azores, qué alcotanes, qué gavilanes, qué águilas tan subidas en alto vuelo bastarán á[Pg ccxxv] abatir en tierra con sus uñas la páxara escondida en las nubes, como yo, sabia Celestina, con mis palabras cautelosas abati a mi peticion al muy encerrado proposito de Roselia?». (Pág. 103). Poco después hace una larga enumeración de los pájaros cantores, otra de los instrumentos músicos, «sacabuches, chirimias, atambores, trompetas, rabeles, flautas, dulcemeles, guitarras, vihuelas, arpas, laudes, clarines, dulzainas, añafiles, órganos, monacordias, clavecinbanos, clavicordios y salterios». (Pág. 104). Esta intemperancia de vocabulario divierte á veces, como divierte en Rabelais, pero es un procedimiento vicioso y en suma bastante fácil.

En las situaciones culminantes, en los monólogos de la hechicera, en los coloquios de Celestina y Roselia, hay cosas dignas de ponerse al lado de lo mejor de la Celestina antigua, aunque con la desventaja de haber sido escritas medio siglo después. Lástima que el talento del maestro salmantino no se hubiese ejercitado en un argumento de pura invención suya, que siempre le hubiese dado más gloria que una labor de imitación, por primorosa que sea. Pero le fascinó el prestigio de un gran modelo, y renunció á su originalidad ó por excesiva modestia ó por la presunción de igualarle.

Aunque en la primera carta del amigo se da á la tragicomedia el título de Elicia y cuarta parte de Celestina, que es el número que realmente la corresponde en esta serie de libros, en la portada se califica de quarta obra y tercera Celestina, sin duda porque Sancho de Muñón desdeñaba profundamente la obra de Gaspar Gómez de Toledo, á la cual no hace ninguna alusión. Tampoco se propuso continuar á Feliciano de Silva, pero tomó algunos rasgos felices de su Pandulfo para acomodarlos al rufián Brumandilón. La idea de resucitar á Celestina, el embuste de su muerte supuesta, le parecían invenciones ridículas, que condena por boca de sus personajes, especialmente de Eubulo, á quien «no parecía esta segunda Celestina tan sabia como la primera». Celestina había muerto verdaderamente á manos de los criados de Calisto, y la que intervino en los amores de Felides y Polandria «no era la barbuda, sino una muy amiga y compañera desta, que tomó el apellido de su comadre». (Pág. 37). Otro tanto había hecho su sobrina Elicia, á quien generalmente se llama Celestina en el libro de Sancho de Muñón. Pero Elicia pica más alto que la vulgar comadre de la resurrección, y no quiere que nadie la confunda con ella:

«Drionea.—¿Qué respuesta daré á Sigiril, escudero de Felides, si te buscare, que ayer vino acá y no te halló?

Celest.—Dile que vaya con Dios ó con el diablo, que no soy yo casamentera, ni menos es ese mi oficio; allá a la amiga de mi tia vaya él con esas embaxadas, o a los parientes de Polandria, que concierten el casamiento, que para ese caso no es menester el estudio de mis artes, ni mucho menos que mi tia resucitara o apareciese como holgaron de mentir». (Pág. 80).

Al revés de la Segunda Celestina, tan informe y mal compaginada, tiene la Tragicomedia de Lisandro y Roselia un plan sencillo y claro, imitado en parte del de Fernando de Rojas, pero con un desenlace nuevo, que basta para dar alta idea del talento dramático de quien le concibió.

La fábula de los amores de Lisandro y Roselia, que son los de Calisto y Melibea trocados los nombres, podía recibir tres soluciones. Es la primera la que dió el bachiller Rojas, con sentido hondamente pesimista, envolviendo á todos los personajes en una catástrofe trágica, determinada principalmente por el caso fortuito de haber[Pg ccxxvi] caído de la escala Calisto al salir de las delicias del jardín de Melibea. Es el segundo la pedestre solución matrimonial, que parece casi una burla sacrílega en la Comedia Thebayda, y que presentaron con más decoro, aunque no con mucha eficacia artística ni gran escrúpulo en los medios, Feliciano de Silva, el autor de la comedia Florinea y otros varios. Quedaba todavía otro desenlace eminentemente teatral, que Bartolomé de Torres Naharro había apuntado ligeramente en su comedia Himenea, donde aparece el tipo de un hermano vengador de la honra de su casa, aunque tal venganza no llega á consumarse en la desvalida Febea, que logra el honesto fin de sus amores, parando todo en regocijo y boda.

En esta solución se fijó el Maestro Sancho de Muñón, pero dándola su verdadero carácter trágico y vindicativo. No es un accidente casual el que lleva á la muerte, desde el seno del placer que apenas comenzaban á gustar, á Lisandro y Roselia, sino la fiera ley del pundonor familiar, que ordena contra secreto agravio secreta venganza, y arma las ballestas de Beliseno y sus escuderos para asaetear á los dos amantes y á cuantos habían sido cómplices en la deshonra de su hermana. La escena es verdaderamente terrible, y su efecto se acrecienta con las supersticiosas invocaciones de los asesinos pagados.

«Rebollo.—Yo tengo aqui en el seno una nomina que me dió mi abuela la habacera, que quien la traxere consigo, no podra morir a cuchillo.

«Dromo.—Tambien mi tia, la Luminaria, me rezó unas palabras, que en cualquier tiempo que las dixere les caerán luego de las manos las espadas de los que se estuvieren acuchillando.

«Rebollo.—Es verdad. Otra oración muy aprobada me enseñó la hortelana amiga de mi madre, para que donde hobiere ruido, si se rezare, no se saque sangre...». (Pág. 252).

Nadie antes de Sancho de Muñón había empuñado con tanto brío el puñal de Melpómene, y no puede negarse que en su obra está adivinada y practicada por primera vez la que fué luego solución casi única de los conflictos de honra y amor en nuestro drama romántico del siglo XVII; singularidad en que no se ha parado hasta ahora la atención de la crítica.

Menos original que en el desenlace se mostró el autor de la tragicomedia en la pintura de los caracteres, donde parece que su único empeño fué beber los alientos al autor de la Celestina, hasta confundirse con él. Roselia es una linda repetición de Melibea, pero sin la llama del genio que hace inmortales los ardores de aquélla:

Vivuntque commissi calores
Æoliae fidibus puellae.

Lisandro es una figura más apagada. Sus criados tienen carácter y fisonomía propia, que impide confundirlos con Sempronio y Pármeno. Eubulo, el hombre de buena voluntad ó de buen consejo, es una verdadera creación, que no se desmiente en obras ni en palabras, y que encarnando el sentido moral y aun ascético de la pieza, es el único que se salva de la universal desolación, y cumple probablemente la resolución de hacerse fraile, que más de una vez insinúa.

Las mejores figuras del libro son sin disputa Elicia y su protector el rufián Brumandilón. Elicia no es Celestina, aunque haya usurpado su nombre, pero es una sobrina digna de su tía y la más legítima heredera de todo el caudal de sus malas artes.[Pg ccxxvii] «Y muchos extrangeros que no conocieron á Celestina, la vieja, sino de oídas, piensan que esta es aquella antigua madre, porque vive en la mesma vecindad, y tienen razon de creello, ca ninguna remedó tan bien las pisadas y exemplos, la vida y costumbres de la vieja, como ésta, que en la cuna se mostraba á parlar las palabras de que ella usaba para sus oficios; de manera que con la leche mamó lo que sabe». (Página 34). El reposado y sentencioso hablar de Celestina, su ciencia diabólica y secreta[391], su astucia refinada y cautelosa, su aparejo de trapacerías y maldades no se desmienten en su alumna, cuya psicología está seriamente estudiada.

Brumandilón es un tipo más en la galería inaugurada por la efigie clásica de Centurio, á la cual no llega ciertamente, pero supera en mucho á las bárbaras copias de Galterio y Pandulfo. Sancho de Muñón, como delicado humanista que era, le ha conservado el sabor plautino del original, y pone en su boca chistes de muy buena ley. Se habla de las hazañas de Diego García de Paredes, y replica muy satisfecho: «Aquí está Brumandilón, que siendo maestro de esgrima en Milan, le enseñó a jugar de todas armas, de espada sola, espada y capa, de espada y broquel, de dos espadas, de espada y rodela, de daga y broquel grande, de daga sola con guante aferrador, de puñal contra puñal, de montante, de espada de mano y media, de lanzon, de pica, de partesana, de baston, de floreo y de otros muchos exercicios de armas; y él viendo mi esfuerzo en los golpes, mi osado atrevimiento para acometer seis armados, rebanar brazos, cortar piernas, harpar gestos, hender cabezas y otros miembros, con mi exemplo salió tan diestro y animoso como veis». (Pág. 102). En otra parte exclama: «La diversidad y gran variedad de las hazañas que por mí han pasado por diversos reinos y ciudades, me privan de memoria a que no me acuerde de los casos particulares que tengo hechos por todo el mundo». (Pág. 163).

Pero demos paz á la pluma, porque para copiar todo lo bueno que hay en la tragicomedia de Lisandro y Roselia necesitaríamos de mucho espacio. D. Juan Eugenio Hartzenbusch la calificó perfectamente en estos términos: «El libro es de lo mejor que en su tiempo se escribió en castellano. El autor se muestra doctísimo en todo género de letras, conocedor profundo del corazón humano, hábil pintor de costumbres y personaje por muchos títulos distinguido».

La caprichosa injusticia de la suerte sepultó en olvido su obra apenas nacida.

[Pg ccxxviii]

Un solo contemporáneo alude á ella: Alonso de Villegas en su Comedia Selvagia. Y ya en el siglo XVII debía de ser rara, puesto que D. Nicolás Antonio sólo cita un ejemplar que guardaba entre sus libros D. Lorenzo Ramírez de Prado, sin duda como cosa peregrina. Hartzenbusch supone que Maximiliano Calvi tuvo muy presente esta tragicomedia cuando escribió su Tractado de la hermosura y el amor (1576). «Trozos hay en él (dice) con los mismos pensamientos, con el propio lenguaje casi que otros de la tragicomedia». Así será cuando tal maestro lo afirma; pero aunque tengo muy manejado el curiosísimo infolio de Calvi, que es la más completa enciclopedia de cuanto especularon sobre la filosofía del amor y de la belleza los neoplatónicos del Renacimiento, no he podido encontrar esas coincidencias verbales, aunque sí algunas ideas comunes, que por serlo tanto en las escuelas de entonces no necesitaba Calvi tomar directamente de la tragicomedia[392].

Mientras estas «Celestinas» se publicaban en Castilla, un ingenio portugués digno de mayor nombradía que la que logra en su patria y fuera de ella, componía tres largas comedias en su lengua nativa, tomando por modelo en todas ellas, y especialmente en la primera, el libro incomparable de Fernando de Rojas, pero sin calcarle tan servilmente como otros. Las comedias Euphrosina, Ulyssipo y Aulegraphia, de Jorge Ferreira de Vasconcellos, atestiguan, á la vez que el talento original de su autor, la influencia profunda que ejerció en Portugal la tragicomedia castellana desde el momento de su aparición. Ya hemos visto hasta qué punto penetró en el teatro de Gil Vicente. Es inútil hablar de poetas menores. «Raras son las comedias portuguesas (dice Teófilo Braga) que no aluden á esta comedia, que se tornó proverbial en la lengua de nuestro pueblo. Aun en las islas Azores se habla de las artes de la madre Celestina encantadora, sin saber á qué gran fenómeno literario se refieren»[393]. En vano fué que severos moralistas como Juan de Barros protestasen contra ella y hasta considerasen como un timbre de la lengua portuguesa el ser tan honesta y casta que «parece no consentir en sí una tal obra como Celestina»[394]. Ya Gil Vicente había demostrado, contra monjiles escrúpulos, que la lengua portuguesa lo toleraba todo, como las demás lenguas del mundo, cuando diestramente se las maneja.

Dos testimonios muy singulares, cada cual en su línea, tenemos de la enorme popularidad, no ya literaria, sino social, que alcanzaba la Celestina entre los portugueses á principios del siglo XVI. El primero, cuya indicación debemos á nuestra sabia y generosa amiga doña Carolina Michaëlis de Vasconcellos, prueba que antes de 1521 el drama de Rojas había dado asunto para trabajos de orfebrería. En el ajuar de la infanta doña Beatriz, que en dicho año se casó con el duque de Saboya, había una taza de plata con la historia de Celestina[395].

Precisamente en el mismo año Francisco de Moraes, futuro autor del Palmerín de Inglaterra, fué testigo en Braganza, su patria, de la inaudita profanación de un Diego López, herrero, que en viernes de Dolores estaba en la iglesia de San Francisco, ante el Sagrario, leyendo á un corro de mujeres la Celestina, «y paréceme que era en el auto que habla de Centurio»[396].

[Pg ccxxix]

A tiempos poco menos remotos que éstos han querido referir algunos la composición de la primera comedia de Jorge Ferreira, sin razón á mi juicio, y hasta con evidente imposibilidad cronológica. Hubo un Jorge de Vasconcellos (á quien también se llama Jorge de Vasco Gonçelos), insignificante trovador del Cancionero de Resende[397], el cual frecuentaba ya la corte de D. Manuel en 1498, y está citado en 1519 por Gil Vicente[398]. Para admitir que este poeta cortesano fuese la misma persona que el autor de la Eufrosina, como pretende Teófilo Braga, habría que rechazar la fecha hasta hoy tenida por cierta de la muerte de Jorge Ferreira de Vasconcellos en 1585 ó suponer que vivió más de cien años, pues hemos de creer que tendría por lo menos diez y seis cuando poetizaba en los saraos de palacio.

Aun prescindiendo de esta confusión de dos personas, que pueden ser fácilmente deslindadas, quedan grandes oscuridades en la biografía de nuestro autor. Ni siquiera consta con seguridad la tierra en que nació, que unos quieren que fuese Coimbra, otros Montemor o Velho, sin que falte quien le suponga hijo de Lisboa[399]. Ninguno de los antiguos biógrafos se fijó en el dato capital de haber sido Jorge Ferreira de Vasconcellos mozo de cámara del infante D. Duarte, hijo de D. Manuel, á cuyo servicio estaba en 1540, fecha de la muerte de aquel príncipe, nacido en 1515. De aquí dedujo con excelente crítica doña Carolina Michaëlis que debía de ser joven entonces, no de mayor edad que Francisco de Moraes, el cual también figura en la lista de los servidores del infante[400]. No se sabe á punto fijo si Ferreira siguió formando parte de la casa de la viuda y del hijo póstumo de D. Duarte, ó pasó á la de D. Juan III, como indica su yerno en el prólogo de la Ulyssipo[401]. En este caso sería destinado al servicio del príncipe D. Juan, heredero de la corona, puesto que á él dedicó las primicias de su ingenio: [Pg ccxxx]la comedia Eufrosina y el Sagramor, entre 1550 y 1554 probablemente. Muerto el infante en 1564, siguió al servicio del que fué luego rey D. Sebastián. El único puesto oficial que consta de un modo positivo haber logrado es el de «escribano del Tesoro», con quince mil reis de sueldo al año (!!). Tal destino no era ciertamente para enriquecer á nadie, y es posible que espontáneamente le renunciase, puesto que por un albalá de 10 de julio de 1563 tomó posesión de él un Luis Vicente (hijo acaso del gran poeta), mozo de cámara del rey D. Sebastián, en los mismos términos en que le había tenido Jorge Ferreira, que debía de estar vivo, puesto que no se usa respecto de él la frase sacramental «que Deus perdoe»[402]. Además, el prólogo con que en 1567 apareció el Sagramor tiene todas las trazas de estar escrito en aquel mismo año. Tampoco debe negarse crédito á Barbosa Machado, cuando afirma que Ferreira falleció en 1585 y fué enterrado con su consorte doña Ana de Sousa en el crucero del convento de la Santísima Trinidad de Lisboa. Escribiendo Barbosa en 1747 es muy probable que tomase esta fecha del epitafio que existiría en dicho convento, destruído, como tantos otros, por el terremoto de 1755[403].

Otras noticias que el mismo Barbosa da tienen igualmente sello de verisimilitud y no han sido hasta ahora contradichas por ningún documento, aunque tampoco hay ninguno que las confirme. Le llama caballero profeso de la orden de Cristo y uno de los más distinguidos criados de la casa de Aveyro[404] y afirma que fué «tesorero de la casa de la India». De su matrimonio con la ya referida doña Ana de Sousa tuvo dos hijos, Pablo Ferreira, que en edad juvenil perdió la vida en la jornada de África con el rey D. Sebastián, y doña Briolanja de Vasconcellos, que se casó con Antonio de Noronha.

No sólo fué hombre de ingenio agudo y gracia nativa, dotes que en sus composiciones resplandecen, sino verdadero y culto humanista. La Eufrosina parece documento irrecusable de haber hecho sus estudios en Coimbra, lo cual no pudo ser antes de 1537, fecha de la traslación de la Universidad desde las orillas del Tajo á las del Mondego[405].

Parece singular que con tales condiciones y con el positivo mérito de sus escritos, un solo contemporáneo suyo le mencione, Diego de Teive en un elegante epigrama latino[406], [Pg ccxxxi]que en parte nos da la clave del enigma, pues hace notar que Ferreira jamás ponía su nombre en las obras que compuso:

Non tua subscribis, sed latitare cupis.

Este amor á la oscuridad y al anónimo, y quizá todavía más la circunstancia de no haberse prestado al cambio de elogios mutuos, puesto que ni se encuentran versos suyos en loor de ningún ingenio de su tiempo, ni sus libros llevan panegíricos de mano ajena, explican su aislamiento respecto de la literatura de su época y el olvido en que cayó muy pronto su nombre, hasta el punto de ser atribuida á otros autores su mejor obra.

Además, sus gustos parecen haber estado en discordancia con esa misma literatura. Era, como Cristóbal de Castillejo, un rezagado de la escuela del siglo XV. Á ella pertenecen todos los poetas que elogia: Macías, Juan Rodríguez del Padrón, Garci Sánchez de Badajoz, el Bachiller de la Torre, Juan de Mena, el Ropero, Jorge Manrique, Juan del Encina, entre los castellanos; D. Juan de Meneses, Gil Vicente, Bernaldim Ribeiro, entre los portugueses[407]. De los poetas de la escuela nueva menciona á Boscán, Garcilaso y Sá de Miranda.

Hasta aquí las noticias biográficas de Jorge Ferreira, que no he tenido ni siquiera el trabajo de recoger, puesto que juntas y depuradas las ha puesto á mi disposición la doctísima escritora doña Carolina Michaëlis, ornamento al par de la erudición germánica y de las letras peninsulares, á quien me complazco en dar este público testimonio de gratitud por su admirable compañerismo literario.

No todas las producciones del ingenio de Jorge Ferreira han llegado á nuestros días. El conde da Ericeira, al dar cuenta en 1724 á la Academia Real Portuguesa de los manuscritos que contenía la biblioteca del Conde de Vimieiro, cita con el núm. 79 unas Obras Moraes de Jorge Ferreira de Vasconcellos compuestas en 1550 para la educación del rey D. Sebastián. La primera de ellas era un Diálogo das grandeças de Salomāo, y la otra un coloquio sobre el psalmo 50. La librería de Vimieiro fué de las que perecieron en el terremoto. Barbosa Machado, que escribió antes de aquella catástrofe, menciona, no sólo el Diálogo de las grandezas de Salomón, dedicado al rey D. Sebastián en su infancia, sino también el Peregrino, «libro curioso escrito en el [Pg ccxxxii]estilo de la Eufrosina (lo cual hace creer que se trataba de una nueva comedia en prosa), y los Colloquios sobre Parvos (coloquios sobre los tontos), en respuesta á una pregunta que le hizo una prima suya religiosa, «que cosa era parvoisse». De ninguno de estos manuscritos queda, al parecer, rastro.

Como obras impresas tenemos las tres comedias, y un libro de caballerías, del cual existen dos redacciones, al parecer distintas. La primera, que con el título de Triunfos [Pg ccxxxiii]de Sagramor, fué impresa en 1554[408], se enlaza artificialmente con el ciclo del rey Artús y de la Tabla Redonda, pero su principal objeto fué describir las fiestas ó torneo de Xabregas con ocasión de haber sido armado caballero el príncipe D. Juan, á quien servía, mozo estudioso y protector de las Musas, ensalzado como tal por todos los poetas de su tiempo, incluso Luis de Camoens (en la égloga 1.ª). Más ó menos refundida esta obra con el título de Memorial das proezas da segunda Tavola redonda, y dedicada al rey D. Sebastián, volvió á imprimirse en 1567[409]. El editor de la Aulegraphia en 1619 [Pg ccxxxiv]habla de una segunda parte inédita, que al parecer se ha perdido. Los versos que el Memorial contiene no desmienten las aficiones arcaicas y enteramente hispanistas de Jorge Ferreira. Son casi todos romances, algunos de ellos de asunto clásico, como la guerra de Troya, los amores de Sofonisba y la batalla de Farsalia; otros enlazados con la acción de la novela, y algunos de tema histórico portugués, como la muerte del príncipe D. Alfonso, hijo de D. Juan II, y la del mismo príncipe D. Juan, mecenas del autor[410].

No puede negarse que Jorge Ferreira, sin dejar de ser ingenio genuinamente portugués, y el que después de Gil Vicente nos ha dejado más fieles pinturas de la sociedad de su tiempo, tenía puestos los ojos en nuestra literatura del siglo anterior, y especialmente en la obra insigne que glorificó las postrimerías de aquella centuria. Sus comedias lo comprueban, sin que el autor trate de ocultarlo, y no pueden confundirse de ningún modo con Os Estrangeiros y Os Vilhalpandos de Sá de Miranda, con Bristo y O Cioso de Antonio Ferreira, que son también comedias en prosa, pero de pura imitación latino-itálica, de moderada extensión y de forma representable. Ferreira de Vasconcellos, por el contrario, es un imitador deliberado de la Celestina, y sus comedias son extensos libros, destinados á la lectura únicamente[411].

La más antigua de estas obras, y la que principalmente nos interesa, es la Eufrosina. En el proemio al príncipe D. Juan, el autor la llama primicias de meu rustico engenho, primeiro fructo, que delle colhi inda ben tenro. Y en el prólogo, puesto en boca de João de Espera em Deus, la anuncia como cousa nova, invenção nova nesta terra. Tenemos, pues, en ella, no sólo las primicias del ingenio de su autor, sino las primicias de un género: «o novo autor em nova inuençāō».

La acción pasa en Coimbra, y hay continuas alusiones á las costumbres de los estudiantes, aunque no lo son los dos principales personajes[412]. En el prólogo de Juan espera en Dios se declara expresamente que allí fué compuesta: «Na antiga Coimbra, coroa destes Reynos, á sombra dos verdes sincerais de Mondego, nasceo a portugueza Eufrosina». ¿Pero en qué tiempo? No es posible admitir la fecha de 1527, propuesta por Teófilo Braga. Su único apoyo está en una carta fechada en Goa á 28 de diciembre de 1526, que se lee en la escena quinta del acto segundo de la obra. Pero en esta fecha tiene que haber error tipográfico, puesto que en la misma carta se alude á la fortaleza [Pg ccxxxv]de Diu, no construída hasta 1535. La verdadera fecha de la comedia debe rebajarse, por consiguiente, en diez años, y esta fecha cuadra perfectamente con todo lo que sabemos de la vida del autor.

La Eufrosina corrió mucho tiempo manuscrita, estragándose en las copias, hasta que el autor, doliéndose de verla andar por muitas māōs deuassa é falsa, determinó colocarla bajo el real amparo del Príncipe D. Juan, heredero de la corona. Si se la dedicó impresa, como parece muy creíble, esta primera edición es desconocida hasta ahora. Pero existen otras dos del siglo XVI, ambas sin nombre de autor, únicas que nos dan el primitivo y auténtico texto de la comedia. Una es de Coimbra, 1560; otra de Évora, de 1561[413]. Sus ejemplares son de extraordinaria rareza. A ello contribuiría sin duda la prohibición inquisitorial, que aparece por primera vez en el Índice portugués de 1581[414], pero que no pasó al castellano de 1583.

Como á pesar de la censura, ó quizá por virtud de ella, seguía leyéndose con aprecio la Eufrosina, un buen ingenio de principios del siglo XVII, poeta y novelista, Francisco Rodríguez Lobo, determinó obsequiar con una reimpresión de ella á su mecenas D. Gastón Coutinho, que había mostrado deseo de leerla, entre otras razones porque [Pg ccxxxvi]todas las cosas prohibidas obligan á la voluntad á procurarlas, más que otras á que no pone precio la dificultad, y siempre nuestro deseo se esfuerza á lo que le prohiben». Y doliéndose él, por su parte, de que una obra tan digna de loor por la excelencia de sus palabras, la galantería de sus conceptos, la verdad de sus sentencias, la agudeza y sal de sus gracias, estuviese fuera del uso común y no pudiese ser leída libremente, se determinó á quitar «algunos descuidos y yerros que en ella había», y es de creer que fuesen alusiones satíricas sobre las costumbres de clérigos y frailes, que nunca faltan en esta casta de libros.

Corregida de esta manera por Rodríguez Lobo, la Eufrosina volvió á ser impresa en 1616 con permiso del Santo Oficio, que autorizó esta edición sola en el Indice de 1624, continuando la prohibición de las anteriores: Euphrosina impressa antes de 1616; Author Jorje Ferreira de Vasconcellos. Los inquisidores sabían el nombre del autor, pero Lobo no le consigna, y la tradición fué perdiéndose, hasta el punto de decir Faria y Sousa en su Europa Portuguesa[415]: «El primer libro que se escrivio con la mira de ensartar refranes y dichos graciosos fue (con admirable acierto) el que llaman Eufrosina, malissimamente traducido en castellano: no se le sabe autor; diole ultimamente a luz Francisco Rodriguez Lobo, muy diminuto». Por su parte, D. Francisco Manuel de Mello, en el Hospital das Lettras[416], habla dubitativamente de la paternidad de la Eufrosina, aunque no de las otras dos comedias: «O illustre Jorje Ferreira, auctor da Ulysipo, Aulegraphia e dizem que Eufrosina. Nuestro D. Nicolás Antonio escribió con mejores informes, catalogando la Eufrosina á nombre de Jorge Ferreira y dando á Lobo por mero editor[417].

Como anónima se había presentado en la traducción castellana del capitán D. Fernando de Ballesteros y Saavedra, regidor de Villanueva de los Infantes (1631), que en la dedicatoria al infante D. Carlos, hermano de Felipe IV, dice textualmente: «Bien pudo la modestia del autor desta comedia ser hazañosa en quitarse la gloria que de averla escrito le resultará en los siglos». D. Francisco de Quevedo, que apadrinó esta traducción con una curiosa advertencia, conocía, no sólo la edición de 1616, sino las antiguas, pues hace notar que «su original no cercenado por Lobo es difícil por los idiotismos de la lengua y los Proverbios antiguos y que ya son remotos a la habla moderna». Pero ignoraba por completo quién fuese el autor primitivo. «Esta comedia Eufrosina, que escrita en Portugues se lee sin nombre de autor, es tan elegante, tan docta, tan exemplar, que haze lisonja la duda que la atribuye a cualquier de los más doctos escritores de aquella nación. Muestra igualmente el talento y la modestia del que la compuso, pues se calló tanta gloria que oy apenas la conjetura halla sujeto capaz a quien poder atribuirla».

El juicio que aquel grande escritor formó de la Eufrosina no puede ser más honroso [Pg ccxxxvii]para las intenciones morales de su autor: «Mañosamente debaxo el nombre de comedia enseña a vivir bien, moral y políticamente, acreditando las virtudes y disfamando los vicios con tanto deleyte como vtilidad, entreteniendo igualmente al que reprehende y al que alienta; extraña habilidad de pluma, que sabe sin escandalo ser apacible, y provechosa condicion que deuen tener estas composiciones». Iguales elogios repiten los aprobantes. Así el maestro José de Valdivielso: «La fabula es sentenciosa y exemplar: despierta avisos y avisa escarmientos; deberá al traductor Castilla estos divertimientos y Portugal estos honores». Y Bartolomé Ximénez Patón: «Aunque fábula, es de muy delicada corteza, con substancia y copia de sentencias y consejos». En efecto, el carácter doctrinal y sentencioso está marcado en la Eufrosina más que en ningún otro libro de su clase, y no es el menor de los defectos que hacen cansada su lectura, no obstante la agudeza de muchas de sus reflexiones morales.

La traducción de Ballesteros, que va reimpresa en el presente volumen á título de curiosidad literaria, difícil de hallar, no sólo en la edición príncipe de 1631, á cuyo texto nos ajustamos[418], sino en la reimpresión de 1735, que dirigió D. Blas Nasarre, oculto con el seudónimo de D. Domingo Terruño Quexilloso[419], dista mucho de ser tan mala como Faria y Sousa da á entender. Está, sí, algo abreviada, y en algunos puntos el traductor no penetra bien el sentido de los proverbios portugueses, pero generalmente es fiel, está escrita con soltura y da idea bastante aproximada de los méritos y defectos del original. Hacer la comparación de ambos textos es tarea que peculiarmente incumbe á los eruditos portugueses, así como otra más importante, la de reimprimir críticamente la primitiva Eufrosina de las ediciones del siglo XVI, para que sepamos á ciencia cierta cuáles son las variantes que en ella introdujo Lobo.

Mucho antes de salir á luz la edición expurgada de 1616 era conocida y celebrada entre nosotros la obra de Jorge Ferreira, que en Castilla no estuvo prohibida nunca. Prueba irrecusable de su popularidad nos ofrece La Pícara Justina, novela impresa, como es notorio, en 1605. Su autor enumera en el prólogo las principales obras de entretenimiento, y allí están citados los chistes de la Eufrosina, al lado de El Asno de Oro, la Celestina y el Lazarillo de Tormes. Tratando Justina en el primer libro, capítulo tercero, «de la vida del mesón», empieza por decir que nadie había escrito sobre ella, pero luego se retracta: «Dígolo por un librillo intitulado La Eufrosina, que leí siendo doncella, que se refiere de un discrépito poeta, que para alabar el meson dijo [Pg ccxxxviii]que Abraham se preció en vida de ventero de ángeles, y en muerte de mesonero de los peregrinos y pasajeros del limbo, los cuales tuvieron posada en su seno. Pero este escritor monobiblio no advirtió dos cosas: lo uno, que es necedad traer tales personas en materias tales, y lo otro, porque Abraham dió de comer á su costa en su casa á los vivos y á los del limbo no llevó blanca de posada, lo cual no habla con los mesoneros de este mundo, ni tal milagro acaeció en casa de mi padre. Demás que yo no me quiero meter en historias divinas, no porque las ignoro, sino porque las adoro». El pasaje á que se alude debió de ser por lo irreverente uno de los cercenados en la refundición de Lobo.

Un género de interés, para nosotros secundario, tiene la Eufrosina, y es su gran valor paremiológico. En todas las Celestinas, desde la de Rojas hasta la Dorotea de Lope, abundan los proverbios y los idiotismos familiares; pero en la Eufrosina se encuentran en tal copia, que muchos trozos y aun escenas enteras son un tejido de refranes y de frases hechas. En este sentido fué el modelo primero, aunque indirecto (porque no creo que nadie la imitase de propósito) de las Cartas en refranes de Blasco de Garay, del Entremés de refranes de autor anónimo, de El Perro y la Calentura de Pedro de Espinosa, del Cuento de Cuentos de Quevedo, de la Historia de Historias de D. Diego de Torres, y de las dos Rondallas valenciana y mallorquina de Fr. Luis Galiana y de D. Tomás Aguiló; obras de ingeniosa taracea en que puede aplaudirse el mérito de la dificultad vencida, pero que principalmente valen como repertorios de frases, no como diálogos ó cuentos.

Sería injusto decir lo mismo de la Eufrosina, á pesar de lo artificial del procedimiento, que por otra parte no es tan sistemático como en las obras citadas. En la comedia portuguesa lo esencial es el argumento de la comedia, aunque importen mucho los proverbios y sentencias de que el diálogo está materialmente tejido, con menoscabo de la naturalidad, primera condición de toda obra que afecta formas dramáticas. Los interlocutores casi nunca usan la expresión directa y sencilla; todos ellos presumen de ingeniosos, agudos y sutiles: mezclan la pedantería de las escuelas con el tono galante y amanerado de las conversaciones de palacio; son cultos y conceptistas en profecía, y hasta cuando remedan el habla popular lo hacen con dejos y resabios cortesanos. Hay una continua afectación en el estilo, afectación que no siempre desagrada, porque se ve que es trasunto del buen tono de una época gloriosa y de una sociedad elegante, como lo fué la portuguesa de los reinados de D. Manuel y don Juan III. Pero tanta metáfora rebuscada, tanta alusión fría é impertinente, tanta mitología pueril, tantas reminiscencias de los poetas clásicos, especialmente de Ovidio, tanto doctrinaje insípido, vicios que más ó menos afean todas estas comedias y tragicomedias, no van compensados aquí, como en otros casos hemos visto, con la verdad plástica del detalle, con la representación franca y enérgica, aunque á veces brutal, de la realidad. Todo es pálido y atenuado en la Eufrosina: los tipos tienen algo de abstracto, y la obra entera se resiente de cierta frialdad seudoclásica.

Pero en esto mismo consiste su relativa originalidad. Un vago sentimentalismo, que no hemos visto hasta ahora, penetra calladamente en algunas escenas, y modifica el concepto del amor, llevándole por rumbos idealistas y en cierto modo platónicos. La psicología del autor no es profunda, genial y avasalladora como la de Fernando de Rojas: no llega á producir criaturas inmortales. Pero es ingeniosa, delicada y de suaves[Pg ccxxxix] matices, como cuadra á una acción familiar y honesta, en que no hay grandes conflictos de pasión y llegan todas las cosas á un término sereno y apacible. El seso y la gravedad campean en esta producción juvenil, con cierto elevado y noble sentido de la vida, que hace simpático al hombre y al moralista.

El mérito principal de la Eufrosina estriba en el contraste entre los dos jóvenes Zelotipo y Cariofilo, representante el primero del amor exclusivo, caballeresco y respetuoso, que hace un ídolo de la persona amada, y el segundo del apetito sensual, frívolo, ligero y veleidoso. Uno y otro logran su condigna recompensa, obteniendo Zelotipo por premio de la pureza y constancia de su afecto la mano de la noble y rica Eufrosina, única hija y heredera de D. Carlos, señor de las Povoas, y viéndose Cariofilo, de resultas de una de sus vulgares aventuras, obligado á casarse por fuerza con la hija de un platero, á quien había dado, como á otras varias, promesa de matrimonio. Los contrapuestos caracteres de los dos amigos se reflejan fielmente en sus palabras: «Quando segui amores que no estimé dexar (dice Zelotipo), a todo me aventuraua; aora que tengo hecho empleo del alma, no ay cosa que no tema, y esto juzgo por lo mejor, porque me lo enseña vn puro y verdadero amor, que es propio maestro de virtudes, y quien muda la mala condicion en buena, el escaso en liberal, el ignorante en discreto, el inconsiderado en prudente, el cobarde en osado». (Pág. 69 de la presente edición). «Las almas contemplativas tienen los gustos muy diferentes de la otra gente... No ay contento general que valga la sombra de una tristeza particular. De mí os sé dezir que no trocaria el estar triste dos horas por quantos placeres ay en la vida, porque estas viuo para mí y las otras para el mundo. De donde se sigue que me enfadan las fiestas públicas y es a mi propósito el pasatiempo solitario, y no me conformo, antes aborrezco los amigos de regocijos públicos y que son comunes con todos en holgarse» (pág. 92).

Antítesis de este contemplativo personaje es Cariofilo, que, sin la grandeza trágica del burlador de Sevilla, profesa una filosofía del amor muy parecida á la suya, y responde á los sanos consejos de su amigo con frases análogas al Tan largo me lo fiais: «Atengome á sacudillas y dexallas, que assi hazian los dioses de la gentilidad; lo demas es burla, porque es tan mala ralea la de mugeres, que ya ninguna quiere bien si no es por el interés, y en quanto ay que darles; yo conózcolas por el diente, y en tanto, lo que la loba haze al lobo le place, y a vn ruin ruin y medio. Amor enseña mil caminos de engañar; prometiendo con franqueza, de promessas las hago ricas; al tiempo de la paga no faltan escapatorias...». (Pág. 98). «Quando alcanço fauor de una muger de calidad, que me es de gusto y provecho, en teniendola rendida y señalada de mi señal, por no aficionarme mucho y venir a ser esclauo de mi gusto, procuro diuertirlo, por no criar cuerbo que me saque el ojo, y ocúpome en hazer empleo en otra y en otras. Desta manera juego con cartas dobladas, y no puedo perder, y aseguro mi mercaduria por no estar pendiente de la cortesia de la fortuna, y en esto me escuso grandes disgustos». (Pág. 99).

Pero todavía es más donjuanesco el diálogo siguiente, que no quiero abreviar por su importancia, desatendida hasta ahora:

«Cariofilo.—Sabeis lo que os digo, amigo mio? O tuerto ó derecho, mi casa hasta el techo; aun no estoy a porta inferi; allá vendran los aborrecidos ochenta años; dexadme aora lograr mis años floridos, en quanto tengo tiempo; despues no faltará la[Pg ccxl] merced de Dios y la misericordia, de que la tierra está llena. En poco espacio se saluó el buen ladron.

«Zelotipo.—Essa es una gentil cuenta. Por qué cédula teneis vos assegurado esse momento y esa condicion que basta para merecer en él? Pues cómo os acogeis á la misericordia, considerando que anda de compañia con la justicia, la cual no se dobla como la del mundo?

«Cariofilo.—Aunque dezis verdad y os lo concedo, yo vine al mundo para lograr mi vida, pues tengo tan cierta la muerte, que no es pequeña pena y descuento éste; y si aora no la logro, quando la edad lo pide y permite, el tiempo se me va huyendo, y yo no querria que me dexasse a buenas noches, sin dexar fruto ni señal de la jornada con la congoxa de quién tal pensara. Si yo tuuiera vida de nouecientos años, como los antiguos, anduvierame regalando? Todo era dos dias más o menos, porque avia paño para cortar y desperdiciar; mas vida de quatro negros dias, y estos inciertos y alternados en mal y bien, y que los passe llorando, mala Pascua a quien tal hiziere, y no fuere moço quando moço para ser viejo cuando viejo.

«Zelotipo.—Essa es vna mala conclusion. Essos esfuerços juveniles y essas quentas vanas tienen muy cierto el castigo; guárdeos Dios de pecador obstinado; las más vezes se ven desdichados fines á tales distraymientos. El hombre discreto ninguna cosa ha de temer tanto como á su gusto; nunca os precieis de culpas, porque desmerecereis el perdon; hazed siempre la cuenta de cerca, y no perdereis de vista el arrepentimiento... Mirad por vos, que quien se guardó no erró, y el Señor mandó velar a los suyos por la incertidumbre de la hora; y yo tengo sin duda que a excesos sensuales no dilata Dios la paga para el otro mundo, y assi se han visto muy grandes castigos.

«Cariof.—No me canseis aora; mirad vos vuestra alma y no tengays cuidado de la mia; yo dare cuenta de mí quando llamen a mi puerta, y no me faltará vn texto para hazerle a vna ley que venga a mi proposito y me ponga en salvo. Y Monseñor Ouidio dize que se rie Jupiter de los amantes perjuros...

«Zelot.—... Ninguno presuma que engaña, porque siempre él queda engañado; y por amor de mi, que nunca hagais essos juramentos, porque son segun la intencion de quien los oye. En quanto Dios, estais obligado á essa moça en todo lo que le prometistes; mirad lo que aueis hecho, no engañeis vuestra alma...

«Cariof.—... Yo os digo que las enredo y las sé burlar; ellas tratan siempre engaños, yo nunca les digo verdad ni tengo ley con ellas; ellas interessadas, yo escaso; ellas mudables en el amor, yo desamorado; ellas libres, yo raposo; assi nos damos en los broqueles, mas yo quedo siempre en pie como gato» (pp. 100-101).

Este tipo del libertino, que lo es más por atolondramiento y ligereza que por perversidad, es uno de los mejores aciertos de la Eufrosina. El autor le castiga blandamente y con catástrofe que tiene más de cómica que de trágica, porque en el fondo se trata de un tonto, cuyas ridículas empresas sirven de diversión á las mozas de cántaro y á todas las raparigas del Mondego. Pero si se prescinde de sus actos y se atiende sólo á su cínica profesión de inmoralidad amatoria, ningún personaje se hallará en nuestra primitiva literatura dramática y novelesca que en este punto concuerde tanto con las máximas y palabras de D. Juan.

En los amoríos de Cariofilo interviene, como era natural, una Celestina de bajo[Pg ccxli] vuelo, Filtria, mucho menos chistosa que sus comadres castellanas. Pero en los de Zelotipo prescinde el autor cuerdamente de tan vil sujeto, y quien sirve de medianera es una prima del mismo enamorado, Silvia de Sosa, amiga y confidente de Eufrosina, aunque constituída en cierto género de dependencia familiar respecto de ella. La figura de Silvia tiene finos toques y recuerda algo la doncella Poncia de la Segunda Celestina, aunque es menos razonadora que ella. Por su intervención se efectúan los secretos desposorios de Zelotipo y Eufrosina, aprovechando una ausencia del señor de las Povoas, que tiene que resignarse al fin con los hechos consumados, á pesar de la indignación que manifiesta en los primeros momentos y de su graciosa consulta con el doctor Carrasco.

Aunque Jorge Ferreira brilla más en lo serio que en lo cómico, es de gran mérito esta escena como pintura de costumbres universitarias, y recuerda el pleito del estudiante en la Tragicomedia de Lisandro y Roselia. Así como Sancho de Muñón, que era teólogo, tenía entre ojos á los canonistas y se burlaba de ellos á su sabor, Jorge Ferreira, que era humanista y hombre de mundo y de corte, profesaba especial aversión á los letrados y profesores de Derecho civil, á su erudición farragosa, á su pragmatismo huero. «Si no son prudentes (dice), las letras en ellos son peores que lepra, porque quieren medir por las leyes de Iustiniano, que ha mil y tantos años que se hizieron, las costumbres de aora, y no consideran que el tiempo lo hace todo de su color» (pág. 143). Palabras verdaderamente notables para escritas á principios del siglo XVI por un poeta que no hacía profesión de reformador de los estudios jurídicos.

Otras dos comedias en prosa compuso Jorge Ferreira, que generalmente pasan por inferiores á la Eufrosina, aunque la verdad es que apenas han sido estudiadas hasta ahora. La comedia Ulyssipo fué escrita en 1547 ó poco después, según las alusiones que en ella se contienen á la campaña de Mazagán, atacada en aquel año por los moros. Rápidamente, pero con acierto, caracteriza esta obra Teófilo Braga: «La Ulyssipo es un cuadro de las costumbres portuguesas en el siglo XVI: locuciones familiares, más de 386 refranes que todavía andan en la tradición oral, juramentos, juegos, diversiones, todo se encuentra reproducido allí. Es un tesoro de lenguaje. La acción no tiene condiciones escénicas, por las grandes é infinitas mutaciones y la falta de rapidez de los diálogos, que están diluídos en consideraciones morales atestadas de proverbios. Actos extensos que tardarían dos días en representarse, flaca intriga bajo grandes y poco interesantes accesorios, hacen de la Ulyssipo una obra secundaria. Crece su mérito, no obstante, si tenemos en cuenta que es una de aquellas comedias que se escriben solamente para ser leídas. En los saraos de palacio la leería Jorge de Vasconcellos delante de D. Juan III á su hijo y heredero el príncipe D. Juan, apasionado por el arte dramático, como lo fueron todos sus tíos y su abuelo. Mirada de esta suerte, no carece de vida la Ulyssipo. Los caracteres acentuadamente delineados, las situaciones bastante cómicas y la filosofía del sentido común, son cualidades que revelan un grande artista, que si hizo una comedia defectuosa fué por no haberla escrito intencionadamente para la escena».

Ni Barbosa Machado, ni Inocencio de Silva, ni ningún otro de los bibliógrafos portugueses que he visto, indican el año ni el lugar en que fué impresa por primera vez la Ulyssipo. Pero consta la existencia de una edición del siglo XVI, no sólo por el Indice inquisitorial de 1581, donde aparece prohibida, sino por los preliminares de la edición[Pg ccxlii] corregida y expurgada de 1618[420]. La principal enmienda que mandó hacer el Santo Oficio fué quitar el hábito de beata á la viuda Constanza d'Ornelhas, personaje celestinesco.

La última comedia de Jorge Ferreira, titulada Aulegrafia, no fué impresa en vida suya, ni siquiera dentro del siglo XVI, «por un disgusto general de este reino», según indica su yerno D. Antonio de Noronha[421]. Algunos suponen que este disgusto fué la muerte del príncipe D. Juan, pero más natural parece que se aluda al desastre de Alcazarquivir en 1578, en que pereció el único hijo varón de Jorge Ferreira, si son exactas las noticias de Barbosa. La pérdida del príncipe en 1554 no pudo influir para nada en las publicaciones de Ferreira, puesto que de 1560 y 1561 hay ediciones de la Eufrosina, y en 1567 dedicó á D. Sebastián el Memorial de la Tabla Redonda.

No existe de la Aulegrafia más que la edición póstuma publicada por D. Antonio de Noronha, yerno del autor, en 1619, treinta y tres años después de su fallecimiento[422]. De las tres comedias de Ferreira es la más rara y la que más precio ha tenido siempre en el mercado bibliográfico. A pesar de eso, nadie se ha decidido á reimprimirla, ni siquiera en la forma ruin y mezquina con que lo fueron la Eufrosina y la Vlyssippo en el siglo XVIII. Tan ingratos y olvidadizos han sido los portugueses con un escritor de tanto ingenio y cultura, de tan rica y sabrosa locución y tan útil para la historia de las costumbres peninsulares.

La Aulegrafia, que consta de cinco actos como las otras dos comedias, y no de cuatro como dice Barbosa, es, según indica su título, una pintura de la vida de la corte [Pg ccxliii]y especialmente de los amores de palacio. En este sentido puede ofrecer curioso tema de comparación con el Cortesano de Castiglione, con el de Luis Milán, con el Arte de galantería de D. Francisco de Portugal y otros libros análogos. Uno de los personajes de la Aulegrafia, el aventurero Agrimonte, habla siempre en castellano.

Pero tanto la Vlyssipo como la Aulegrafia, sobre todo esta última, tienen con la Celestina una relación no directa y específica, sino genérica. Atendiendo á esto, y también á la circunstancia de no haber ejercido influencia alguna en nuestra literatura, dejemos intacto su estudio para los críticos del reino vecino. Hora es ya de volver á las Celestinas castellanas, aunque tengamos que acelerar el paso para poner fin á este larguísimo tratado.

En 1547 salió de las prensas de Toledo la Tragedia Policiana[423], cuyo autor declara su nombre en cuatro estancias de arte mayor dirigidas «a los enamorados». Las iniciales de los versos, leídos de arriba abajo, dicen: «El bachiller Sebastián Fernández». Es cierto que en una segunda edición, también toledana, de 1548, descubierta por Fernando Wolf en la Biblioteca Imperial de Viena[424], hay otras estancias de «Luis Hurtado al Lector», de las cuales dedujo aquel insigne erudito que este era el verdadero autor de la Tragedia:

Lector desseoso de claras sentencias,
Aquí debuxa la madre Claudina
Debaxo de gracias sabrosa dotrina,
Para guardar del mal las conciencias:
Verás los auisos de mil excelencias
Que a los virtuosos son claro dechado;
Y si su autor se haze callado,
Es por el vulgo, tan falto de ciencias.
..........................................................
Y si algun error hallares mirando,
Supla mi falta tu gran discrecion,
Pues yerra la mano y no el coraçon,
Que aqueste lo bueno va siempre buscando.

[Pg ccxliv]

A mi ver, Luis Hurtado no habla aquí como autor, sino como mero corrector de imprenta, que era al parecer su oficio en los años juveniles. En la primera octava elogia al autor como persona distinta, y dice de él que «se haze callado», es decir, que oculta ó disimula su nombre; lo cual no puede entenderse de Hurtado, que estampa el suyo con todas sus letras al principio de los versos. Los errores ó faltas por las cuales pide perdón son sin duda las erratas tipográficas. En el mismo sentido deben entenderse las octavas acrósticas que puso en el Palmerín de Inglaterra impreso en el mismo año y en la misma oficina, pues ni le pertenece la obra original, que es del portugués Francisco de Moraes, ni la traducción castellana, que reclama por suya el mercader de libros Miguel Ferrer[425]. No faltó entre sus contemporáneos quien formulara contra Luis Hurtado acusaciones de plagio. Pedro de Cáceres y Espinosa, en su biografía de Gregorio Silvestre, acusa al poeta toledano de haberse apropiado el Hospital de Amor del licenciado Jiménez[426]. En todas sus obras anda mezclado lo ajeno con lo propio, y no siempre pueden discernirse bien. Dotado de más estilo que inventiva, gustaba mucho de continuar y remendar obras ajenas, como hizo con las Cortes de la Muerte de Miguel de Carvajal y con la Comedia Tibalda, de Perálvarez de Ayllón. Pero ni siquiera esta parte de refundidor pudo tener en la Policiana, puesto que el texto de la segunda edición es idéntico al de la primera, que la antecedió en un año, cuando Luis Hurtado sólo contaba diez y ocho[427].

Creemos, por las razones expuestas, que el bachiller Sebastián Fernández fué único autor de la Tragedia Policiana, pero ninguna noticia podemos dar de su persona. El famoso libro de caballeros D. Belianis de Grecia, impreso precisamente en 1547, el mismo año que la Policiana, se dice «sacado de la lengua griega, en la cual le escribió el famoso sabio Friston, por un hijo del virtuoso varón Toribio Fernández»; pero siendo tan vulgar el patronímico, ninguna relación nos atrevemos á establecer entre ambas obras.

El autor de la Tragedia Policiana no aspiraba ciertamente al lauro de la originalidad. Desde el título mismo declara la estrecha dependencia en que su obra se halla respecto de la tragicomedia de Rojas, mediante la introducción de un personaje episódico en aquélla, que pasa á ser capital en la obra del bachiller Sebastián Fernández: «la diabólica vieja Claudina, madre de Pármeno y maestra de Celestina». La Policiana no se presenta, pues, como continuación, sino más bien como preámbulo de la Celestina; pero es lo cierto que la sigue al pie de la letra, con personajes idénticos, con la misma intriga y á veces con los mismos razonamientos y sentencias. Policiano y Philomena corresponden exactamente á Calisto y Melibea; Theophilon y Florinarda á Pleberio y Alisa; Solino y Silvanico á Sempronio y Pármeno; Parmenia á Areusa; Dorotea á Lucrecia, y á este tenor casi todos los restantes. Los rufianes son dos, Palermo y [Pg ccxlv]Pizarro, uno y otro copias de Centurio, recargadas con presencia de la Segunda Celestina, de Feliciano de Silva, donde también se encuentra el germen de las escenas de hortelanos, que son una de las partes más curiosas de la Tragedia Policiana.

Según costumbre de los autores de este género de libros, el bachiller Fernández hace grandes protestas de la pureza de sus intenciones y de su «voluntad virtuosa».

«En el processo de mi escriptura no solamente he huydo toda palabra torpe, pero avn he euitado las razones que puedan engendrar desonesta ymaginacion, porque ni mi condicion jamas se agradó de colloquios suzios ni avn mi profession de tratos dissolutos... E si algo paresciere que a los oydos del honesto e casto Lector haga offensa, crea de mí que no lo digo con ánimo desonesto, sino porque el phrasis y decor de la obra no se pervierta».

No puede negarse que el phrasis y decor de la obra, entendidos por el autor con aquella especie de bárbaro realismo que entonces predominaba, le han llevado muchas veces, especialmente en los coloquios de rufianes y rameras, á una licencia de expresión desapacible para oídos modernos. Pero esta licencia es relativa, y de seguro menor que la que se encuentra en ninguna de las Celestinas anteriores. Las escenas de amor están tratadas con cierto recato y miramiento. Y aun en la parte lupanaria y bajamente cómica hay más grosería de palabras que deshonestidad de conceptos. La blasfemia y el sacrilegio ó desaparecen del todo ó están muy velados. Los reniegos y porvidas de Palermo y Pizarro son extravagancias inofensivas si se los compara con los de Galterio, Pandulfo y Brumandilón: «¡Por los huesos de Aphrodisia madre!», «Voto al pinar de Segovia», «Descreo del puerto de Jafa», «Reniego de las barbas de Barrabás», «Despecho del galeón del Rey de Francia», «Descreo del memorable Golías», «Juramento hago á las calendas de Grecia», «Pese á las barbas de Júpiter», «Descreo de Placida e Vitoriano», y otros no menos estrafalarios.

Fuera de algunas leves variantes que apuntaré después, la Policiana es la primitiva Celestina vuelta á escribir. Este servilismo de imitación la reduce á un lugar muy secundario, pero no la quita sus positivos méritos de rico lenguaje y fácil y elegante composición. Es la obra de un estudiante muy aprovechado, aunque incapaz de volar con alas propias. La contemplación de un gran modelo embarga su ánimo y no le deja libre para ningún género de invención personal. Se limita á calcar, pero no desfigura los tipos, y si la tragicomedia de Calisto se hubiese perdido, ésta sería de todas sus imitaciones la que nos diese una idea más fiel y aproximada de ella, aunque nunca pudiese sustituirla. Las obras de genio no se escriben dos veces, y su pesadumbre anonada las frágiles construcciones que quieren levantarse á su sombra y remedan en pequeño su traza exterior.

Pero aun este género de reproducción tiene su mérito cuando es inteligente y no mecánica tan sólo. El autor de la Policiana comprendía lo que imitaba y se esfuerza por conseguir algo de la rica plasticidad, del franco y sabroso diálogo y aun de la intensa virtud poética del drama de Rojas. Un eco de la apasionada elocuencia y del rendimiento amoroso de Melibea resuena, aunque muy atenuado, en las palabras de Philomena: «Cauallero, ya no es razon que se dissimule y passe en secreto lo que mis apassionados desseos tan á la clara publican; porque si las tinieblas de la noche no impidieran tu vista, en mis señales públicas conoscieras mis congoxas secretas. Algunos dias han passado despues que tus cartas e amorosos mensages recibi, en que mis captivas[Pg ccxlvi] fuerças han rescebido muy rezios golpes e yo varonilmente contra ellos he peleado. Pero al fin, si como tengo el coraçon de carne le tuuiera de un rezio diamante, no dexara de caer de mi voluntad en la tuya: tal ha seydo el combate que en mi coraçon he sentido. Finalmente, estoy rendida a tu querer, porque eres quien en mis ojos más meresces de los nascidos. Ordena, Señor mio, como nuestros apassionados desseos ayan aquel effecto que dessean, porque hasta esto ningun momento passará que para mí no sean mil años de infernal tormento. Las fuertes rexas de estas ventanas impiden el remate de nuestros sabrosos amores. La mañana paresce que comiença a embiar sus candidos resplandores por despidientes mensajeros de nuestro gozo. Toma, señor mio, la possession de mi voluntad, e della e de mí ordena de manera que mi passion se afloxe y la tuya se acabe, e si te paresciere, para la noche venidera se quede el concierto por las cercas de esta nuestra huerta, por la parte donde el rio bate en ellas[428], que es lugar más sin sospecha e donde yo estaré esperando tu venida no menos que mi desseada libertad» (Acto XX).

En las escenas del jardín, la musa lírica contribuye, como en Rojas, á idealizar el cuadro misterioso y poético de la entrevista nocturna. Es muy feliz, sobre todo, la evocación del romance viejo de Fontefrida, que canta el paje Silvanico, y al cual se alude en otro pasaje de la tragedia: «Veemos que entre los animales que de entendimiento carescen, este amor matrimonial está esculpido, pues las tortolicas passan su vida contentas con una sola compañia. E si aquélla muere, la que queda no beue más agua clara, ni se pone en ramo verde, ni canta ni haze señal de alegria, señalando la cuitadica quán dura cosa es perder su dulce compañia» (Acto XI).

Poco hay que advertir en cuanto á los caracteres. Claudina no merece el título de maestra, sino de humilde discípula de Celestina. Tiene un grado más de perversidad, puesto que hace infame tráfico con su propia hija Parmenia, y parece más rica, puesto que alardea de sus «sábanas randadas», de sus «manteles de Alemania», de sus «tapices de Flandes». En las artes diabólicas es fiel trasunto de su amiga. Tiene como ella un demonio familiar á quien invoca con horrendos conjuros y pavorosos sacrificios: «Ora, hijo Siluano, es menester que me traygas, para hazer vn conjuro, una gallina prieta de color de cueruo, e vn pedaço de la pierna de un puerco blanco, e tres cabellos suyos cortados martes de mañana antes que el sol salga, e la primera vez que cabe ella te veas, despues que los cabellos la ayas quitado, pondras tu pie derecho sobre su pie izquierdo, e con tu mano derecha la toca la parte del coraçon, e miranla en hito sin menear las pestañas la diras muy passo estas palabras: Con dos que te miro con cinco te escanto, la sangre te beuo y el coraçon te parto[429]. E echo esto, pierde cuydado, que luego verás marauillas» (Acto XVI).

[Pg ccxlvii]

Hay un personaje de la tragicomedia antigua que está presentado con cierta novedad en la Policiana. Es Theophilón, el padre de Philomena. No se duerme en la ciega confianza de Pleberio, sino que se muestra desde el principio receloso guardador de la honra de su casa, y muy sobre aviso de los peligros que puede correr la virtud de su hija: «Hija mía, lumbre de mis ojos, báculo de mi cansada vejez, más noble es preservar al hombre para que no cayga que ayudarle a levantar despues de caydo. No permita Dios, hija de mi coraçon, que en tus costumbres yo aya conoscido alguna falta que de castigo sea digna, pero no te deue dar pena si yo como padre y viejo y experto en los trabajos que el tiempo cada día descubre, te dé auiso como sepas defenderte de ellos, sin lesion del ánima y de la fama que tus pasados cobraron» (Acto X).

El sentimiento del honor, que es el alma de tantas creaciones de nuestros poetas dramáticos del siglo XVII, tiene en Theophilón uno de sus primeros intérpretes. Sentencia suya es que «la mácula de las illustres doncellas todo un reino deja manchado de infamia» (Acto X).

[Pg ccxlviii]

En el notable diálogo que tiene con su mujer (acto XXIII) habla como un personaje calderoniano: «El crimen de liuiandad en la mujer no se ha de castigar sino con la muerte, e qualquier castigo que éste no sea no es sino una licencia para que sea mala con la facilidad de la pena».

Los sobresaltos de su honra tienen á veces muy enérgica expresión: «Oh canas ya caducas! Oh años desdichados! Oh pobre viejo, para que veniste al mundo?... Qué haré? Si descubro lo que siento y lo quiero castigar, poco castigo es que esta ciudad se abrase. Pero si lo dissimulo por quitar los paresceres del vulgo, vendrá en términos mi honrra que se acabe con mi vida. Oh mis fieles criados, dezid me qué haga o tomad este puñal e dad con él fin a mis dias!» (Acto XXVI).

D. Gutierre Alfonso de Solís y D. Lope de Almeida se encierran en impenetrable monólogo y no dan parte de tales cuitas á sus criados, pero el fondo de su alma es idéntico, salvo la diferencia que va del padre al marido. «Qué bien tiene quien de honrra caresce? pues qué honrra tiene quien liuiana hija ha criado? pues un hombre deshonrrado como biuirá sossegado?».

[Pg ccxlix]

Theophilón interesa en su calidad de padre vengador, pero la catástrofe es disparatadísima. El buen viejo tenía enjaulado un león, como pudiera tener un perro, y sus hortelanos le sueltan por la noche «para que espante las zorras que andan entre los árboles». Acude Policiano á la segunda cita con su amada, y el león le hace pedazos. Cuando Philomena encuentra muerto á su amante, hace una prolija lamentación sobre su cadáver y se mata con la propia espada de Policiano.

Todo este pasaje es una mala imitación de la fábula de Píramo y Tisbe, tal como se lee en el libro IV de las Metamorphoses de Ovidio (v. 55-165). El bachiller Fernández, que debía de estar recién salido de las aulas con la leche de la retórica en los labios, creyó que esta historia trágica cuadraba á maravilla para final de la suya, y sin vacilar transportó á Toledo la leona de los campos de Babilonia, cuyas huellas cerca de la tumba de Nino indujeron á fatal error á los dos enamorados jóvenes prez de Oriente:

Venit ecce recenti
Caede leaena boum spumantes oblita rictus,
Depositura sitim vicini fontis in unda.

(V. 96-99).

La imitación es visible, sobre todo en las últimas palabras de Philomena comparadas con las de Tisbe:

Pyrame, clamavit, quis te mihi casus ademit?
Pyrame, responde: tua te carissima Thisbe
Nominat: exaudi, vultusque attolle iacentes.
..........................................................
Quae postquam vestemque suam cognovit, et ense
Vidit ebur vacuum; Tua te manus, inquit amorque
Perdidit infelix. Est et mihi fortis in unum
Hoc manus: est et amor, dabit hic in vulnera vires.
Persequar extinctum: letique miserrima dicar
Causa comesque tui: quique a me morte revelli
Heu sola poteras, poteris nec morte revelli.
Hoc tamen amborum verbis estote rogati,
O multum miserique mei illiusque parentes,
Ut quos certus amor, quos hora novissima iunxit,
Componi tumulo non invideatis eodem.

(V. 142-157).

Los versos de Ovidio son bellísimos y tienen una concisión rara en él. A su lado hace pobre figura la prosa del imitador, pero su filiación no puede negarse[430].

Otra de las curiosidades de la Tragedia Policiana es la introducción de dos hortelanos, Machorro y Polidoro, que hablan en lenguaje rústico, con extraños modismos y [Pg ccl]formas villanescas, que creemos dignas de la atención del filólogo; como también el vocabulario agrícola que ellos y su amo Theophilón usan, y que habrá de confrontarse con el de Gabriel Alfonso de Herrera y demás autores clásicos en esta materia. Reimpresa en el presente volumen la Policiana, que era punto menos que inaccesible, podrán hacerse sobre ella los estudios analíticos que cada uno de estos libros requiere, y que de ningún modo caben en el estrecho marco de una introducción.

Un solo año, el de 1554, vió aparecer dos nuevas Celestinas, una en Medina del Campo, otra en Toledo. Titúlase la primera Comedia Florinea, y fué su autor el Bachiller Joan Rodriguez Florián, según declara la portada de algunos ejemplares, y la dedicatoria de todos, aunque suprimido el Florián: «El Bachiller Ioan Rodriguez endereçando la comedia llamada Florinea a vn especial amigo suyo, confamiliar en el estudio, absente»[431]. Tarea predilecta de bachilleres parecía la de componer Celestinas, sin duda por asemejarse á Fernando de Rojas en el empleo de sus vacaciones. Pero no bastaba el grado universitario para comunicarles la virtud poética de aquel bachiller primero y único, y fué Rodríguez Florián de los que menos se acercaron al insuperable modelo. Su labor, toda de imitación y taracea, revela un talento muy adocenado y es de [Pg ccli]una prolijidad insoportable. Nada menos que cuarenta y tres actos ó escenas larguísimas tiene, y todavía promete una segunda parte, que afortunadamente no llegó á escribir ó á publicar.

Las bodas del buen Floriano esperando
Para otro año de más vacacion,
Adonde la historia tendrá conclusion,
A Dios dando gracias, allá nos llegando.

De la primitiva Celestina aprovechó menos que otros, salvo los datos capitales de la fábula y algunos rasgos en el carácter de la alcahueta Marcelia[432]. Todo lo demás procede ó de la Comedia Thebayda ó de la Segunda Celestina de Feliciano de Silva, aunque sin la brutalidad de la primera ni el interés novelesco de la segunda. El don Berintho, duque de Thebas, se encuentra puntualmente reproducido en el caballero Floriano, duque también y poderoso señor de vasallos, venido de lejanas tierras, que tiene á su servicio «catorce mozos de espuelas y quince escuderos, y otros tres tantos continos y otros tres tantos oficiales y una chusma de pajes»[433], personaje, como se ve, de más categoría que Calisto. Enamorado románticamente de la doncella Belisea por la fama de su hermosura y por un retrato que en secreto manda sacar de ella, cae en una extraña pasión de ánimo, busca en la soledad y en la música alivio á sus melancolías, y retraído continuamente en su aposento, cierra los oídos á las advertencias y consejos de su viejo criado Lydorio, que es el personaje predicador de la pieza, como el insoportable Menedemo de la Thebayda, puesto que sería demasiado favor compararle con el sabio y prudente Eubulo de la Tragicomedia de Lisandro. Floriano tiene á sueldo, por de contado, varios rufianes de lengua soez, manos cortas y pies de liebre, entre los cuales sobresalen dos, llamados Felisino y Fulminato, copias serviles de Galterio y Pandulfo, sin más originalidad que algunos juramentos y bravatas nuevas[434]. Manceba de Fortunato es cierta viuda depravada é hipócrita[435], [Pg cclii]la cual viene á representar en la nueva fábula un papel más semejante al de la Franquila imaginada por el anónimo de Valencia que al de Celestina, harto machucha para ser heroína de amorosos tratos y no solamente medianera en ellos[436]. Marcelia, que tal es el nombre de la equívoca tercera, con visos de primera en ocasiones, toma por su cuenta los amores de Floriano y encamina la intriga por los mismos pasos que [Pg ccliii]hemos visto hasta la saciedad en este género de comedias novelescas. La romería de Nuestra Señora de Prado recuerda inmediatamente una situación análoga de la Thebayda. Pero el bachiller Florián procede con mucho más decoro y pulcritud. La noble Belisea, cauta y reflexiva, se defiende bien en las dos entrevistas del jardín, mostrando menos pasión que deseo de un casamiento ventajoso[437]. Su doncella Justina, pizpireta y desenvuelta, procede con menos recato en sus coloquios con el paje Polites, pero todo tiene feliz y apacible término con los matrimonios clandestinos de ama y criada, por lo cual la pieza se intitula comedia y no tragicomedia, al revés de los libros de Rojas, Sancho Muñón y Sebastián Fernández.

El carácter mejor trazado de la obra es sin disputa el de Lucendo, padre de Belisea. Así como el Theophilón de la Policiana representa la desconfianza, el punto de honra vindicativo y celoso del honor doméstico, así Lucendo, no menos honrado y respetable que él, fía ciegamente en la virtud de su hija, y el amor paternal se sobrepone en él, de un modo tierno y simpático, á todo interés, á toda sospecha, á todo recelo (escenas XXII y XXVI).

Los aciertos en la parte seria de la Florinea no son raros, aunque tengan poco de originales. Como todas estas comedias de estudiantes y bachilleres, abunda en temas retóricos, desarrollados con pueril alarde, pero no llega á las horribles pedanterías de la Thebayda. Ya en la escena quinta encontramos «grandes pláticas» sobre la fuerza del amor y sobre los vicios y virtudes de las mujeres. En la escena XXVIII hay un largo razonamiento sobre la amicicia en estilo que recuerda mucho el de Fr. Antonio de Guevara[438]. Entre Belisea, Justina y Marcelia pasan largos razonamientos «sobre los bienes y males que ay entre los casados» (escena XLII). Y á este tenor otras digresiones, [Pg ccliv]que se leen sin fastidio por el buen sabor de la lengua, pero que son una sarta de lugares comunes. Algunos pasajes, como aquel en que Lydorio se queja de la triste condición de los servidores de los grandes y del mal pago que sus amos les dan (escena XXXVII), pueden tener, sin embargo, algún interés histórico[439].

Las cartas de amor que la Florinea contiene son afectadas y declamatorias, como casi todas las que se hallan en nuestras novelas antiguas. Quizá el gusto de la Cárcel de Amor influía en esto. El diálogo es mejor, pero comienzan á notarse síntomas de flojedad y cansancio, sobre todo en la parte cómica, que es pesada, insípida y fríamente indecorosa. Los chistes son forzados, las situaciones vulgarísimas, y el ánimo menos severo acaba por empalagarse de tanta prostitución y bajeza. Si la Florinea no contuviese más que las repugnantes aventuras de Marcelia, de su hija Liberia y su sobrina Gracilia, de los dos rufianes, del despensero de Floriano, de los pajes Grisindo y Pinel y del estudiante escondido en la nasa, por ningún concepto podría disculparse su exhumación. Pero no todo es de tan depravado gusto. La fábula principal, aunque de endeble contextura, está presentada con cierto arte, y las escenas entre los dos amantes respiran cortesía y gentileza. Rasgos hay en la salida matinal de Belisea al campo que recuerdan El Acero de Madrid y otras comedias análogas de Lope[440], de cuyo teatro es digna también la bizarra escena en que Floriano mata un toro á vista de su amada[441].

Hay en la Florinea algunos versos líricos, bastante mejores que los de la Thebayda, pero del mismo género y estilo, que es el de las antiguas coplas castellanas, sin mezcla de endecasílabos. Figuran entre ellos romances, letras y motes con sus glosas, una lamentación en coplas de pie quebrado á manera de las de Garci Sánchez de Badajoz (pág. 203) y una contemplación de Floriano en absencia de su señora trovada en quintillas dobles con mucha soltura:

[Pg cclv]

Vos, dama, soys mi esperança,
Vos mi muerte, vida y gloria,
Vos mi bienauenturança,
Vos de mis males bonança,
Vos pinzel de mi memoria.
Yo sin vos soy el perdido,
Yo sin vos el que más muero,
Yo sin vos el mesmo olvido,
Yo sin vos el mal nascido,
Yo sin vos quien mal me quiero.

Vos sin mí de más valer,
Vos sin mí más sublimada,
Vos sin mí soys de querer.
Vos sin mí soys de temer,
Vos sin mí soys adorada.
Yo por vos soy muy dichoso,
Yo por vos quien resuscita,
Yo por vos vanaglorioso,
Yo por vos el más gozoso
Que en casa de amor habita...

Pero la más notable de estas poesías, bajo el aspecto métrico y musical, es una danza ó pavana que Floriano compone y tañe á la vihuela en celebridad de sus bodas. La estrofa, que suponemos inventada por el bachiller Rodríguez, es anterior en diez años á las tentativas de rimas provenzales y francesas de Gil Polo. Consta de cuatro versos de doce sílabas, dos de seis y uno de nueve. Véase este curioso specimen de ritmo modernista:

Vos soys, Belisea, mi gloria cumplida,
Mi bien todo entero, mi nueva esperanza;
Por veros ya muero con tanta tardança,
Por ver que la hora aun no es ya venida;
Al tiempo maldigo,
Pues vsa conmigo
Con su tardança de enemigo.

Ay, quándo podré yo verme en la gloria
De aquel parayso de vuestro vergel!
Dichosas las plantas que vos veys en él,
Mas yo más que todos en vuestra memoria,
Mas ay, que hora veo
Que muy poco creo
Del bien que en vos halla mi desseo.

Vos sola soys gloria por vos merescida,
Pues otro ninguno no ay que os merezca;
Vos soys de las damas la más escogida,
Dichoso el amante que por vos padezca;
Mas ay, si yo fuese
Quien solo os siruiesse
Y solo quien por vos muriesse.

Vos soys el retracto del summo poder,
Que Dios ha mostrado en las criaturas;
Angélica imagen que acá en las baxuras
Ensalçais a Dios en tal os hazer;
Soys solo una
A quien fortuna
Obedece desde la cuna.

[Pg cclvi]

Vos soys mi prision y mi libertad;
Yo vuestro captiuo, y tan venturoso,
Que es tanta mi gloria, que hablarla no oso
Porque es offendida vuestra majestad;
Ansí yo callo
El bien que hallo
En ser vuestro libre vasallo.

Vos soys paradero de mis pensamientos;
Vos soys el pinzel con que mi memoria
Esculpe en mi alma tal contentamiento,
Que en vos halle objecto de su mayor gloria,
Pues con gran razon
El mi coraçon
Descansa en tal contemplacion.

(Pág. 307).

El autor de la Florinea era valisoletano, ó por lo menos en Valladolid residía cuando compuso esta obra dramático-novelesca, cuya acción se desarrolla en aquella ciudad, con gran copia de alusiones locales: á la Puerta del Campo, á la Cal Nueva, á San Benito, San Pablo, Nuestra Señora del Prado, San Julián, la Trinidad y otras iglesias. También se habla de «la estatua de Don Pero Añiago (ó Miago), del hospitalejo de Sanct Esteuan». (Pág. 261), curiosa antigualla folklórica que sirvió de tema á una comedia de Luis Vélez de Guevara, atribuída por error á D. Francisco de Rojas. Aun en el lenguaje se nota algún modismo propio del habla familiar de aquella parte de Castilla la Vieja, como el uso transitivo del verbo quedar[442].

El estilo de la Florinea es terso y puro, pero carece de vigor y animación, no sólo comparado con la Celestina primitiva, como ya observó Ticknor, sino con la mayor parte de las secundarias. No iguala á la Selvagia, ni siquiera á la Policiana. La prosa del bachiller Florián es demasiado fácil, redundante y desaliñada. Pero la riqueza de su lenguaje familiar y el desenfado de su sintaxis la hacen digna de salir del olvido, y en tal concepto la hemos reimpreso, no como libro de amena recreación (que ciertamente no lo es), sino como pieza de estudio para gramáticos y lexicógrafos, que encontrarán en ella un caudal no despreciable de idiotismos.

Mucho más vale la Selvagia[443], y de seguro la hubiéramos preferido á no existir ya una reimpresión moderna, bastante correcta y fácil de adquirir[444]. El estudiante toledano [Pg cclvii]que á los veinte años la compuso era escritor de raza, y ya en este ensayo juvenil y algo liviano manifiesta las excelentes dotes que habían de darle muy señalado lugar entre los prosistas del mejor tiempo de nuestra lengua. Llamábase el tal Alonso de Villegas Selvago, siendo quizá el Selvago un sobrenombre meramente poético, pues no volvió á usarle en las obras de su edad madura, y coincide además con el del protagonista de su comedia, en quien manifiestamente quiso representarse á sí propio, como á su amada en la heroína, á la cual ni siquiera cambió el nombre. Ya en la portada estampa el suyo, acompañado de la calificación de «estudiante». Seríalo probablemente en la modesta Universidad de Toledo, algo oscurecida por el radiante foco de la vecina Alcalá, aunque tuvo sus días de esplendor con preceptores tan doctos como los Cedillos y Venegas, y más adelante con los Scotos y Narbonas. En unos versos acrósticos puestos al principio del libro, según la costumbre de sus predecesores, constan la edad, la patria y otras circunstancias de nuestro autor: «Alonso de Villegas Salvago compuso la Comedia Selvagia en servicio de su señora Isabel de Barrionuevo, siendo de edad de veinte años, en Toledo, su patria». Habría nacido, por consiguiente, en 1534, y al mismo resultado nos conducen otras fechas que fué consignando en sus obras posteriores, como luego veremos.

Aunque el autor de la Selvagia imita muy de propósito á Fernando de Rojas[445], también paga largo tributo al «magnífico caballero Feliciano de Silva, radiante luz y maravilloso exemplar de la española policía», cuya influencia se siente ya en las disparatadas coplas preliminares:

Gozando sus gozos te muestra gozoso,
Y goza los gozos que goza su parte,
Adonde gozando por gozo tal arte,
En gozo te goza con gozo sabroso.

Cuanto hay de malo en el estilo de la Selvagia puede atribuirse al contagio de la prosa de Feliciano, cándidamente admirado por el joven escolar. Pero le sirvió de saludable antídoto la lectura reflexiva del admirable original primero, y el ejemplo más reciente de la Tragicomedia de Lisandro y Roselia, en la cual él solo parece haber fijado la atención[446]. El rufián Escalión de la Selvagia se declara hijo de Brumandilón (pág. 237) y lo parece tanto en sus hechos como en sus palabras. También se alude á la muerte de Elicia (pág. 236).

Titúlase la Selvagia comedia, y no tragicomedia, lo cual tratándose de este género de obras, quiere decir tan sólo que tiene el final no trágico ni lastimero, sino matrimonial [Pg cclviii]y festivo. Pero con más razón que otras pudo llamarse comedia, porque es más dramática que ninguna de las Celestinas, á excepción de la primitiva, y precisamente en serlo se cifra su mayor mérito y su relativa novedad. Alonso de Villegas imaginó una fábula propia del teatro, la dió ingenioso principio é inopinado desenlace, la exornó con agradables peripecias y en desarrollar su plan se mostró más hábil que sus contemporáneos Sepúlveda, Lope de Rueda, Timoneda y los demás autores de comedias en prosa influidas por el arte italiano. Puede decirse que adivinó mejor que ninguno de ellos lo que había de ser la futura comedia de capa y espada. La Selvagia, que es una de las Celestinas más breves, pues consta sólo de cinco actos, divididos en corto número de escenas, hubiera podido sin gran esfuerzo reducirse al marco teatral, y su autor la creía representable, como se infiere de las últimas palabras que pronuncia el enano Risdeño: «Yo, Risdeño, hombre de bien aunque chiquillo de cuerpo, amigo de todos aquellos que mi bien desean y mi provecho procuran, pidiendo por las faltas cometidas el debido perdón, acabo de representar la comedia llamada Selvagia» (página 291).

El argumento de la comedia dice de esta suerte:

«Un caballero llamado Flerinardo, generoso y de abundante patrimonio, vino de la Nueva España en esta ciudad, donde un dia por ella ruando, como acaso pasase por casa de un caballero anciano llamado Polibio, de una fenestra della vido una fermosa doncella, de la qual excesivamente fué enamorado. Pues como le fue dicho el tal Polibio tener una muy apuesta hija, cuyo nombre era Isabela, y la tal fenestra fuese de su aposento, creyendo ser la mesma Isabela la que visto habia, por caballero de su amor se intitulaba. Donde, dando parte a un gran amigo suyo, caballero de ilustre prosapia, llamado Selvago, de su crescida pena, sucedió que el mesmo Selvago, teniendo deseo de ver quién á su amigo tan subjeto y captivo le tenia, cumpliendo un dia su propósito y viéndola, no pudiendo su libertad someter á lo que á la verdadera amistad de Flerinardo debia, grandes culpas y mortales deseos á su causa padesce, tanto que fue puesto en grave enfermedad. Pues veniendo su gran amigo Flerinardo en presencia de su hermana Rosiana llamada, á visitarle, conoció que la tal Rosiana era la que en la fenestra de Polibio habia visto, y no Isabela, como se pensaba, porque acaso, como hubiese amistad entre las dos doncellas, aquel dia se habian juntas recreado; lo cual como á Selvago fuese dicho, con excesivo placer, porque abiertamente osaria amar á Isabela, de su tan grave enfermedad fue sano, donde poniendo en el negocio una vieja astuta, cuyo nombre era Dolosina, cumplieron enteramente sus deseos, siendo primero desposados por palabras de futuro, lo que de á poco, con licencia de sus padres, se puso por obra, pasando lo mesmo de Flerinardo con Rosiana. Pues estando el dia que las bodas se solenizaban con gran regocijo, vino un maestro de la Nueva España, que habia sido de Flerinardo, el cual declaró cómo el mesmo Flerinardo era hijo único de Polibio, padre tambien de Isabela, que de chico, con un tio suyo, en aquellas tierras se habia partido; con las quales nuevas todos muy gozosos, quedando dos hermanos con dos hermanas juntos en matrimonio, se dará fin á la comedia».

Tenemos aquí, como se ve, los principales incidentes de una comedia de amor é intriga del siglo XVII, que si por la crudeza de algún detalle no cuadraría bien á la severa musa de Calderón, pudiera figurar sin violencia en el repertorio de Tirso de[Pg cclix] Molina, donde abundan los desposorios clandestinos y los matrimonios consumados entre bastidores. Dos parejas enamoradas, confusión de una dama con otras, galantes coloquios por la ventana, historias novelescas de hijos perdidos y encontrados, intervención de personas que han estado en el Nuevo Mundo. La combinación de estos recursos con los que ofrecía la tradición celestinesca remoza un tanto el viejo y ya gastado tema. El reconocimiento ó anagnorisis final procede del teatro de Plauto ó de las comedias italianas del Renacimiento.

No puede negarse, sin embargo, que la mayor parte de las escenas de la Selvagia son copia diestra y bien entendida, pero copia al fin, de la tragicomedia de Calisto. En los caracteres es poco lo que se añade ó modifica, salvo la duplicación del caballero y de la dama y la aparición de dos figuras secundarias trazadas con bastante acierto, Valera, el ama de leche de Isabela, y el enano Risdeño.

El ama Valera, que se parece poco á la nodriza de Julieta, salvo en su locuacidad impertinente, es una embaucadora que explota á la enamorada doncella, sacándola muchas y ricas joyas so pretexto de un fingido conjuro. Pero su papel es muy secundario al lado de la famosa hechicera Dolosina, hija de Parmenia y nieta de Claudina, por donde esta pieza viene á enlazarse con la Policiana. Para dar alguna novedad á este tipo obligado, el autor, que relata su historia por boca del rufián Escalión, la hace viajar por diversas partes y regiones «hasta que teniendo su asiento en Milán, la buena vieja (Parmenia) dió fin á sus días, quedando la hija huérfana y en extraña tierra, aunque no por eso perdió la realeza de su ánimo, que con lo que al presente de hacienda tenía, dió consigo en París, abriendo su tienda y mostrando sus mercaderías á la Corte francesa. Tomando, pues, allí conocimiento con cierto nigromántico, su arte muy por entero la enseñó, saliendo en él tan famosa maestra quanto el delicado entendimiento de una mujer es bastante. No contenta mucho con tal nacion, en España pretende tornar, y visitando las principales ciudades della, aquí en su propia tierra fué tornada; donde habiendo salido muy niña y fermosa, vieja y disforme volvió. Fué, pues, desde poco aquí casada con un fanfarron llamado Hetorino, mi amigo especial, con quien agora bien contenta y gozosa vive. Tienen allí cerca el rio una casa con dos puertas y dos moradas, donde él enseña á esgrimir algunos gentiles-hombres en la una, y ella á labrar mozas en la otra, ordenándose, entre las dos casas de discípulos, no pocos (antes muchos y muy grandes) malos recaudos entre dia. Es asimesmo la vieja la más subtil y taimada alcahueta hechicera que en nuestros tiempos, ni aun creo que en los pasados, se hallará; pero no sólo con sus palabras y conjuros ablanda los muy duros corazones, mas aun con su meneo y visaje os hace venir las manos atadas á conceder en su propósito y voluntad. Muchas veces, como su marido me ha dicho, con el arte de nigromancia que aprendió, delante dellos se torna invisible, y desde algun tiempo da señas verdaderas de lo que pasa en muy diversas tierras; tiene tambien poder de convertirse en animales y aves, con que no sólo hace sus hechos, mas aun se defiende de quien su mal procura, porque, como dicen, ó demo á los suyos quiere. Es fama que tiene muy gran tesoro, aunque el lugar está celado, mas por ello la insaciable hambre de la codicia nunca olvida, antes siempre, confesándose por pobre, por una moneda de plata hará, como dicen, ciribones (?). Tiene á la continua en su casa dos mozas de buen parecer para alivio de cuitados que sus aventuras buscan, que tan bien amaestradas la dueña honrada las tiene, aunque de pocos dias,[Pg cclx] que al triste que en sus manos cae, no solo con sus fingidos halagos lo que encima tiene le da, mas aun la palabra por prenda de más les dexa empeñada. Esta, pues, de quien, señores, habeis oido, es la dueña por quien me habeis preguntado, de quien con razon se podría decir que lo que en la leche mamó, en la mortaja mostrará» (pp. 115-116).

El tipo, como se ve, está gallardamente trazado, mezclando reminiscencias del Asno de oro con otras de la Celestina. Pero en el desarrollo de la intriga para nada se aprovecha la idea de las transmutaciones mágicas. El conjuro es tan pedantesco y tan remoto de las auténticas supersticiones populares, como todos los que hemos visto en obras anteriores, exceptuando la Lozana, que en este punto, como en todos, tiene la exactitud material de la fotografía. La Dolosina de Alonso de Villegas se atiene á la farmacopea tradicional en las de su oficio, desde la maga Erichto de Lucano: «el olio infernal, las candelas del cerco, el ídolo de arambre juntamente con la bujeta del ungüento serpentino, la lengua del ahorcado, los ojos del lobo cerval, la espina del pez rémora, los testículos del animal castor, el pedazo de carne momia, y las taleguillas de las hierbas del monte Olimpo que truxiste el dia de Mayo». (Pág. 151). ¡Buen aparato para una bruja toledana del siglo XVI! Fernando de Rojas había pecado en esto, y sus discípulos se creyeron obligados á seguirle al pie de la letra, aunque padeciese la verisimilitud material y moral que casi siempre observan en la pintura de costumbres.

El enano Risdeño es creación bastante donosa, que parece sugerida por análogos personajes del Amadís de Gaula y otros libros de caballerías, aunque á veces no tengan más carácter cómico que el que nace de la pequeñez de su estatura en contraposición con los gigantes, endriagos y vestiglos que en tales narraciones pululan. La figura poética y aérea de Risdeño; su jovialidad fresca y viva; su infantil afectación de valor[447], más positivo, sin embargo, que el del rufián Escalión; la sutileza de ingenio con que hace la apología de los de su talla y enumera metódicamente sus excelencias[448], prestan cierto encanto humorístico á las escenas donde interviene, que son las mejores de la obra.

D. Bartolomé Gallardo, demasiado severo en esta ocasión, tacha de afectada y relamida la prosa de la Selvagia, y Ticknor dice que el diálogo abunda en ridículas pedanterías. Esto último es innegable, y se explica bien por los pocos años del autor, por su condición de estudiante ávido de ostentar su corta ciencia y por el ejemplo de las Celestinas anteriores, todas más ó menos contaminadas de pedantismo. Desde la primera [Pg cclxi]cena encontramos citadas la Ulixea, la Eneida y los Metamorfoseos, y además á Platón, á Valerio Máximo, al Petrarca y á Boccaccio. Pero el autor predilecto es Ovidio, de cuyos Remedia Amoris se presenta un extracto[449], añadiendo un remedio más, tomado de la Silva de Pero Mexia. El rufián Escalión jura «por la metafísica de Aristóteles» (pág. 31) y se jacta de haber dado muerte á dos contrarios suyos «con dos heridas terribles, que Héctor, ni aun su hijo Astianax, el que Ulixes despeñó de una torre, no las hicieran». (Pág. 50). Apéase Selvago en el zaguán de la casa de su amigo Flerinardo, y éste exclama: «Tan saludable sea para mí su venida como la de Cincinato al afligido pueblo». (Pág. 56). La doncella Isabela discurre sobre los cuatro elementos y sobre la creación del soma ó cuerpo humano (pág. 66).

En esto no cabe excusa, pero puede haberla en cuanto á la prosa, que si es enfática y amanerada en los trozos de aparato, como razonamientos y cartas, es viva, natural y sabrosa en la mayor parte del diálogo, sobre todo en boca de los personajes secundarios. Es cierto que hay páginas enteras donde un hipérbaton violento y risible, acompañado de estúpidos juegos de palabras y metáforas incoherentes, enmaraña la sintaxis de Alonso de Villegas y le hace en sus declamaciones digno émulo de Feliciano de Silva. ¿Quién esperaría nada bueno de un libro que comienza así?:

«Resuenen ya mis enormes y rabiosas querellas, rompiendo el velo del sufrimiento con que hasta hoy han sido detenidas. Penetren los encumbrados cielos mis fuertes y congojosos clamores, forzando su fuerza sin ella por haber sido forzada con acaescimiento tan desastrado y fuerte. Maticen los delicados aires mis muchas y dolorosas lágrimas, de miserables y profundos suspiros esmaltadas. Descúbranse los furibundos alaridos, quebrantando los claustros y encerramientos que tanto tiempo han tenido; esparzan con su ligero ímpetu las delicadas exhalaciones de que el no domable corazón solie ser cercado... Dolor, angustia y pena procuren de hoy más mi compañía; quieran con querer lo que mi contraria ventura no queriendo quiso. Apercíbase mi pequeña fortaleza para tan horrenda batalla como comenzar quiere; descubra sus insignias y estandartes de clemencia, poniéndose los soldados de servicios en alarde de rompimiento. Resuenen los roncos atambores con querellosos zumbidos; los tiros mensajeros penetren con fuertes dislates los túrbidos vientos y municiones de majestad contraria; los ligeros dardos y tajantes espadas con desvíos consuman los míseros combatientes; inquira el fuerte caudillo del ingenio nuevas y exquisitas maneras de combates, para que pueda venir en algún próspero suceso su fluctuoso partido» (pp. 1 á 3).

La primera carta de amor de Selvago á Isabela consta sólo de dos cláusulas: la primera tiene treinta líneas. «Así como los pequeños hijos de la caudalosa real ave, puestos á los radiantes rayos del lúcido Febo, para que verdaderamente sean tenidos por legítimos y propios hijos de la tal madre, con grande admiración ocupan la vista en aquella prefulgente luminaria, sin tener parte para de allí ser apartados por el crecido amor mezclado de grande admiración, que tan fijo en ella pusieron, de la mesma [Pg cclxii]manera, excelente señora, mi flaco y débil entendimiento puesto delante tu claro y lúcido aspecto, para que su sér claramente demostrase que parte de humano en sí tenía, de temeroso y crecido temor ocupado, los líquidos y delicados aires con profundos alaridos esmalta, sin que las continuas suasiones de su madre, la Razón, de tal espectáculo apartarlo puedan, no dexo de sentir, como humano, seráfica dea, la cruda y muy temerosa contienda que dentro de mí siento encrudelecerse, despues que mis ojos fueron con tu divina vista clarificados, etc., etc.».

Si toda la Selvagia estuviese escrita en semejante estilo, sería por cierto una rapsodia abominable, aunque curiosa para demostrar que las peores aberraciones del culteranismo tenían antecedentes en la literatura del siglo anterior. Afortunadamente, no todo es de este gusto. A renglón seguido de la lectura de la carta entra en escena el ama Valera, hablando en el puro y castizo romance de Toledo:

«Enhorabuena vea yo la cara de oro y perlas preciosas, fresca como las flores de Mayo. Hija Isabela, en Dios y en mi conciencia, que de cada dia más te vas tornando una emperatriz en fermosura. Santa Pascua fué en domingo si no me pareces una Verónica y retrato de San Miguel, el ángel que está en mi perrochia en unas andas de oro». (Pág. 75).

¡Con qué suave maña sonsaca á la enamorada Isabela lo que necesita para el supuesto conjuro!: «Lo primero son necesarias dos palomas de color de ñeve para sacarles la hiel, que es cosa en esto muy aprobada; ansimesmo un cabrito tierno y de buen tamaño; dos gallinas prietas cresticoloradas; dos quesos de Mallorca ó de los de Pinto; dos docenas de huevos de ánsar con algunas madrecillas; dos cangiloncillos de hasta cuatro ó seis azumbres de lo de San Martin ó Monviedre, y ansí finalmente, dos monedillas de oro bermejo; que si tú desto me provees, verás maravillas». (Pág. 87).

Los personajes nobles, como Polibio y Senesta, padres de Isabela, y la madre y la hermana de Selvago, expresan sus afectos con la grave dignidad propia de la antigua familia castellana:

«Funebra.—Hijo mío, descanso de mi atribulada vejez, ¿qué sentis? ¿qué mal es el vuestro, que mi ánima, despues de lo saber, ningun descanso ha tenido? Por vuestra vida, mi amor, que me lo digais, que si vos en el cuerpo lo sentís, yo en el ánima lo padezco, por causa de ser vos en quien mi vida, despues de la muerte de vuestro padre, está pendiente...

«Ros.—Señor hermano, si por ser yo la persona que más en esta vida con razon os ama, la causa de vuestra poca salud me descubriésedes, no sería pequeña la merced que de vos recebiría, porque no sólo tendríades en mí quien en igual grado que vos vuestro mal sintiese, mas en ello hasta la muerte trabajaría, buscando la medicina en vuestra pena más conveniente». (Pág. 103).

Tal es el estilo habitual de la Selvagia, y por él debe juzgársela. Todo lo demás son arias de bravura que se repiten mecánicamente. A tales altibajos hay que acostumbrarse en nuestros libros antiguos, y quien no vea el anverso y el reverso de la medalla no llegará á estimarlos rectamente. Alonso de Villegas, sazonado y picante en las burlas, discreto y á veces afectuoso y tierno en las veras, muestra una madurez de juicio muy superior á su corta edad, pero no podía tener formado su gusto. Lo que hay de bueno en la Selvagia honra su ingenio; lo demás es culpa del artificio retórico estudiado en pésimas fuentes.

[Pg cclxiii]

Los versos que intercala en su comedia son pocos y malos. En esto tiene razón Gallardo. Sólo merece indulto de la condenación general un romance alegórico-amatorio á estilo de trovadores, con algunas reminiscencias de los viejos y populares:

A los montes de Parnaso
A caza va mi cuidado,
Vestido de ropas verdes
Que la esperanza le ha dado,
De canes, que son servicios,
Viene todo rodeado;
Los monteros pensamientos
Vienen cerca de su lado;
En una cueva metida,
Lugar solo y apartado,
Descubierto han una cierva;
Tras ella todos han dado;
Las cornetas de gemidos
Fuertemente han resonado;
El cuidado y un montero
Los primeros han llegado;
La cierva, sin tener miedo,
Muy contenta se ha mostrado;
Los perros se parten della
Que tocalla no han osado,
Porque con sola su vista
Los ha muy mal espantado.
Ellos estando en aquesto,
Un caballero ha llegado,
Armado de ricas armas,
Con señales de morado;
En la mano trae blandiendo
Un dardo bien afilado,
Que, como al cuidado vido,
Con soberbia le ha hablado:
«Por tu muy gran osadía
De mí serás maltratado».
Diciendo estas palabras
El venablo le ha tirado,
Por medio del corazon
De parte á parte ha pasado;
No contando con aquesto,
A la cueva le ha llevado,
Echale fuertes prisiones
Do le dexa encarcelado.

(Pág. 139).

Desde 1554, fecha de la Selvagia, hasta 1578 hay una gran laguna en las noticias biográficas de Alonso de Villegas. Es probable que los amores del joven estudiante con «su señora Isabel de Barrionuevo» no tuviesen tan dichoso fin como él en su poética fantasía imaginaba, adelantándose á los acontecimientos en el desenlace de su comedia. Lo cierto es que veintidós años después le encontramos convertido en respetable eclesiástico y capellán de los mozárabes de Toledo. Acaso para borrar recuerdos profanos prescindía del apellido Selvago, si es que en realidad le tuvo, y añadía á su nombre el calificativo de licenciado, probablemente en Sagrada Teología. Su persona había experimentado la misma transformación que su siglo, pasando desde la bulliciosa y franca alegría de los tiempos del Emperador á la austera disciplina del reinado de Felipe II. Un nuevo período se abría á su actividad literaria, y durante el resto de su vida, que fué bastante larga, ejercitó sin cesar su fácil y castiza pluma en argumentos religiosos y propios de la gravedad de su estado. Por este camino llegó á ser uno de los escritores más populares, especialmente en materia hagiográfica. Los cinco abultados volúmenes de su Flos Sanctorum, compilados de las obras de Lipomano y Surio, con muchas adiciones de santos españoles, vinieron muy oportunamente á sustituir á las viejas y rudas traducciones de la Legenda Aurea. Y aunque nuestro Villegas, como casi todos los que trataron de vidas de Santos antes de la grande obra de los Bolandistas, adolece de nimia credulidad y falta de crítica, es tan fervorosa la piedad con que escribe, tan patente su celo por el provecho de las almas y tan notoria su buena fe, que se le pueden perdonar sus defectos, casi inevitables, en gracia de la pureza y sencillez de su estilo, que parece reflejo de la ingenuidad de su corazón. El crédito persistente de sus libros, muchas veces[Pg cclxiv] reimpresos y traducidos al italiano y á otras lenguas, no cesó del todo aun después de la aparición del Flos Sanctorum del P. Rivadeneyra, escritor toledano como Villegas, pero muy superior á él en corrección y gusto. Ambas obras compartieron durante el siglo XVII el favor de las gentes inclinadas á la piedad, y fué gran lástima que en el XVIII, en que todas las cosas, hasta la devoción, se afrancesaron en España, fuesen arrinconadas tan elegantes páginas, usurpando su puesto el Año Cristiano del P. Croisset, que llegó á ser lectura predilecta de las familias. En la prolija tarea de traducirle invirtió el P. Isla mucho tiempo y trabajo, que hubieran estado mejor empleados en composiciones originales, y aunque la versión resultó menos galicana que otras, el mérito del texto no compensaba ni con mucho el sacrificio que voluntariamente se impuso uno de los últimos ingenios que con entera propiedad merecieron el nombre de españoles. En vano quiso hacer la competencia á la obra del jesuita extranjero el erudito valenciano D. Joaquín Lorenzo Villanueva con su Año Cristiano Español, digno de aprecio por su crítica en general sana y aun por el estilo, que es bastante limado, pero seco y pobre. Las sospechas de jansenismo que pesaban sobre el canónigo Villanueva perjudicaron, bien injustamente, á la difusión de su obra, y resultó casi estéril su tentativa hagiográfica, que apenas ha tenido continuadores.

Pero de la saludable reacción en favor de las lecturas castizas dan testimonio las varias reimpresiones totales ó parciales del Flos Sanctorum del P. Rivadeneyra hechas durante la centuria pasada. Alonso de Villegas no ha tenido tanta fortuna. Sus infolios son de difícil adquisición y rara vez se encuentran juntos.

Apareció el primero en 1580, y en él, como en varios de los siguientes, hizo constar el autor la fecha en que los iba terminando. «En el qual puse postrera mano Domingo seys dias de Enero, en que la Iglesia Católica celebra fiesta de los Reyes, del año del nascimiento de Christo de mil y quinientos y setenta y siete: teniendo la silla de Sant Pedro Gregorio decimotercio, y reynando en España el catholico Rey don Phelippe, segundo deste nombre»[450].

De la segunda parte, que comienza con la Vida de la Virgen, no conozco edición anterior á la de 1588, que se presenta ya adicionada y corregida. Villegas se titula en la portada, además de capellán de mozárabes, beneficiado de San Marcos[451].

Del mismo año es la tercera parte, que contiene las vidas de «santos extravagantes» (es decir, que están fuera del rezo común) ó de personas virtuosas no canonizadas. Villegas, que ningún tropiezo había tenido con el Santo Oficio cuando imprimió la Selvagia, le encontró mucho más riguroso con sus historias de Santos. La adición relativa [Pg cclxv]á los varones ilustres en virtud se mandó quitar del libro, conforme á las sabias prescripciones de la Iglesia, que prohiben calificar de beatos por mera creencia pía á los que ella no ha declarado tales[452].

También en las dos primeras partes se mandaron borrar «algunas cosas apócrifas é inciertas», según se advierte en la edición toledana de 1591, obligando al autor á hacer una especie de refundición de su obra, en la cual salió muy mejorada. Puso la última mano á este trabajo á treinta días de mayo de 1595[453].

[Pg cclxvi]

En el intervalo se había publicado en Madrid, 1589, la cuarta parte, que contiene discursos y sermones sobre los Evangelios de todas las Dominicas del año, ferias de Cuaresma y Santos principales[454].

Cuéntase como quinta parte del Flos Sanctorum, aunque en rigor no lo sea, el Fructus Sanctorum, del cual sólo conocemos la edición de Cuenca, 1594[455]. Es, sin disputa, la más rara de todas las obras de Alonso de Villegas, y la más útil para el estudio de las leyendas y tradiciones piadosas. Contiene una selva numerosa de ejemplos morales, á la manera del Prado Espiritual de Santoro y otras colecciones análogas para uso de los predicadores y edificación de los fieles.

El tomo sexto de las obras de nuestro autor es la Vitoria y Triunfo de Iesu Christo, terminado en 1.º de marzo de 1600, «siendo de edad de sesenta y seis años», é impreso en Madrid en 1603[456].

En varios tiempos publicó otros escritos más breves, todos de análoga materia. En 1592 dedicó á la villa de Madrid una Vida de San Isidro labrador[457], que viene á ser la misma incluida en el Flos Sanctorum. En 1595 publicó en Toledo la Vida de San Tirso, acompañada de una carta al corregidor D. Alonso de Cárcamo sobre ciertas antiguallas descubiertas en la imperial ciudad, á las cuales presta ciega fe, lo mismo que á la supuesta carta del rey Silo, cayendo incautamente, como tantos otros, en las redes del gran falsario Román de la Higuera[458]. En 1600 tradujo un libro ascético de [Pg cclxvii]D. Florencio Harleman, monje cartujo de Lovaina; pero este trabajo, que dedicó á doña María de Zúñiga, monja en San Clemente de Toledo, permanece manuscrito[459]. Entre los «sermones predicados en la beatificación de la B. M. Teresa de Jesús Virgen...» (Madrid, 1615) hay uno que Alonso de Villegas pronunció en la catedral de Toledo. Es la última noticia que tenemos de su persona.

D. Nicolás Antonio le atribuye equivocadamente dos libros más: el tratado de los Favores que hace á sus devotos la Virgen nuestra Señora (Valencia, 1635) y Soliloquios Divinos (Madrid, 1637). Uno y otro pertenecen al ilustre ascético jesuita Bernardino de Villegas, natural de Oropesa.

En un cuadro del toledano Blas de Prado, existente en nuestro gran Museo Nacional, que representa á la Virgen con el niño Jesús y varios santos, está representado Alonso de Villegas[460], cuya efigie nos han conservado, por otra parte, varias ediciones del Flos Sanctorum.

Es tradición consignada por D. Tomás Tamayo de Vargas en su Junta de libros[461], y repetida por D. Nicolás Antonio[462], que Alonso de Villegas, arrepentido de haber compuesto la Selvagia, hizo los mayores esfuerzos para recogerla y destruirla. Nada de particular tiene que un eclesiástico tan grave, entregado á ejercicios de piedad y á la composición de obras espirituales, mirase con ceño aquella producción algo liviana de su primera juventud. Pero no hemos de extremar las cosas hasta el punto de creer que se horrorizase de ella, como dice el erudito librero D. Pedro Salvá, movido en parte por sus prejuicios anticlericales, y todavía más por el deseo de acrecentar el valor de su mercancía, exagerando la rareza de la Selvagia[463]. El caso no merece tantas alharacas.

[Pg cclxviii]

La Selvagia es una de las Celestinas menos desenvueltas en su lenguaje y menos escandalosas en sus lances. Y aun siendo rarísima, no es de las más raras, puesto que hemos visto de ella cinco ejemplares[464] sin salir de España. De todos modos, á los escrúpulos quizá nimios de Alonso de Villegas se debió que quedase inédito, y probablemente se perdiera, un libro suyo de cuentos varios, que serían apreciables de fijo, dadas las condiciones narrativas que el autor mostró en bien diversa materia.

No debe confundirse con la Selvagia otra obra de parecido título, impresa treinta años después, y que también pertenece á la galería celestinesca, la Comedia Salvaje de Joaquín Romero de Cepeda, vecino de Badajoz, inserta en el rarísimo tomo de sus Obras (Sevilla, 1582)[465]. Fué Romero de Cepeda mediano poeta, más feliz en los metros cortos que en los de importación italiana; imitador á veces hábil de Castillejo y Gregorio Silvestre, pero no un ingenio de relevante personalidad ni mucho menos. Así lo testifican su poema El infelice robo de Helena, su colección de romances sobre La antigua, memorable y sangrienta destruyción de Troya (Toledo, 1583), su Conserva Espiritual (Medina del Campo, 1588), su traducción de las Fábulas de Esopo y otros (Sevilla, 1590) y un libro de caballerías, que fué de los últimos de su género, no descrito aún por los bibliógrafos.

La comedia Salvaje (no Selvaje, como han escrito algunos) no pertenece al género novelesco, sino al dramático. Es perfectamente representable, y puede darse por seguro que fué representada. Consta de cuatro jornadas muy breves, escritas en redondillas dobles, y se asemeja del todo en su sencilla traza y artificio á las imitaciones de Torres Naharro que hicieron Jaime de Huete, Agustín Ortiz y otros, más bien que á las fábulas complicadas y aparatosas de Juan de la Cueva, que debían de estar en su mayor auge cuando Joaquín Romero de Cepeda ofreció al público sevillano las suyas.

La relación muy estrecha en que la Salvaje está respecto de la Celestina puede [Pg cclxix]colegirse por su mismo título, que es casi un plagio, cometido también por Luis de Miranda: «Comedia Salvaje, en la qual, por muy delicado estilo y artificio, se descubre lo que de las alcahuetas a las honestas doncellas se les sigue, en el proceso de lo qual se fallarán muchos procesos y sentencias».

Todavía es más explícito el argumento: «Anacreo[466], caballero mancebo de mediano estado, enamórase de Lucrecia, hija de Arnaldo y Albina, única heredera de sus padres, muy rica y hermosa, la qual por medio de Gabrina, famosa alcahueta, viene a condescender a los ruegos de Anacreo; descúbrese el hecho, prenden a Gabrina, ahorcan a Rosio, criado de Anacreo. Huye Lucrecia; van sus padres en su busca; a Arnaldo matan salteadores, y a ellos Anacreo, que va en busca de Lucrecia. Roban a Albina dos salvajes, defiéndela Anacreo, sale Lucrecia al ruido en hábito de pastora, mata los salvajes, dase a conocer, perdónalos Albina, despósanse Anacreo y Lucrecia».

Dos partes hay que distinguir en esta composición. La primera, que comprende las dos primeras jornadas y parte de la tercera, es una imitación ó más bien una versificación de la Celestina, tan servil que puede ponerse al lado de las traducciones literales de Urrea y Sedeño. Pero los versos son fáciles y no desnudos de elegancia, como ya advirtió Moratín. Júzguese por este soliloquio de Gabrina, cuando va á casa de Lucrecia (jornada segunda):

La madre que me parió
Haya mal fin y quebranto,
Que á hija que quiso tanto
Tan mal oficio mostró.
De contino el manto á cuestas,
Con las haldas arrastrando,
Por callejas rodeando
Y otras partes deshonestas.
Contino por monesterios,
Por ermitas, por cantones;
De noche como ladrones
Cercando los cimenterios,
Por sepulcros de finados.
Y por lugares desiertos,
Buscando huesos de muertos
Y narices de ahorcados.
Y á la fin muy bien pagado
Al cabo de mis afanes!
Por servir á estos galanes
Dos veces me han emplumado;
Pues agora una coroza
O algun jubon sin costura.
Triste de tu hermosura,
Gabrina, cuando eras moza!
Ora en fin yo quiero ir,
Por demas es este lloro,
Que esta cadena de oro
Me hará a veces reir.
Llevo perfumes y olores,
Tocas de lienzo delgado,
Seis madejas de hilado
Y otras yerbas para amores.
La carta quiero guardar,
Porque el ir no me sea en vano,
Que en tomándola en su mano
Le haré a Anacreo amar.
Quiero ir, que ya me espera
De Lucrecia el hermosura.
¡Que buen principio y ventura
Que sus padres salen fuera!
Conjúrote, gran Pluton,
Emperador de dañados,
Rey de los atormentados
Y de la infernal region;
Señor del sulfúreo fuego,
Capitan del rio Leteo,
Molestador de Fineo
Y veedor del reino ciego.
De las infernales furias,
Hidras, harpias volantes,
[Pg cclxx]De las ánimas penantes,
Señor de las tristes curias;
Yo, Gabrina, antes que parta,
Te conjuro, pido y ruego
Que con tu sulfúreo fuego
Te encierres en esta carta.
Y cumpliendo mi deseo,
Que tanto tu nombre precia,
Hagas que muera Lucrecia
Por amores de Anacreo;
Y siempre te serviré
Con fe muy firme y constante,
Y sino con luz radiante
Tus cárceres heriré.

El resto de la pieza es un purísimo desatino, en que se amalgaman confusamente incidentes del drama novelesco y del pastoril. Moratín hizo de mano maestra su análisis, con aquella especial habilidad que él tenía para contar los argumentos de las comedias ridículas.

«Lucrecia, acompañada de la vieja alcahueta Gabrina, abandona la casa de sus padres y se va á la de Anacreo su amante: los padres de Lucrecia, echándola menos, van á casa de Gabrina con la justicia, y de allí á la de Anacreo; pero éste y Lucrecia han huído descolgándose por una ventana. Presos Gabrina y el criado Rosio, los llevan á la plaza: allí aparece la horca á vista del auditorio; suben al reo y le cuelgan; á Gabrina la empluman, le ponen una coroza, y sentándola en la escalera del suplicio queda abandonada á merced de los muchachos, que á porfía le tiran brevas, berenjenas y tomates, le remesan los pelos y le dan puñadas; hecho esto dice el juez:

Quiten luego á esa muger,
Y entierren al ahorcado.

«En la cuarta jornada sale por un monte Lucrecia con arco y saetas y llora la mala ventura de sus amores; luego que se retira, sale por otro lado Anacreo lamentándose igualmente de la desdicha en que se ve. Salen después Albina y Arnaldo, padres de Lucrecia, vestidos de peregrinos, en busca de su hija; descansan un rato de la fatiga del camino, y al querer proseguirle los sorprenden dos ladrones llamados Tarisio y Troco; el viejo Arnaldo quiere defenderse y muere á sus manos; sobreviene al ruido Anacreo y mata á Tarisio; su compañero Troco se va huyendo; sigue el reconocimiento de Anacreo y Albina, y cuando tratan de enterrar el cadáver de Arnaldo, vienen dos salvajes, entre los cuales se ve Anacreo en mucho peligro de perder la vida; pero Lucrecia, que se aparece muy oportunamente, dispara una flecha y cae muerto uno de los salvajes. Anacreo en tanto consigue matar al segundo; la madre y el amante, sin reconocer á Lucrecia, le agradecen el socorro que les ha dado; ella al fin se descubre, y con el regocijo de los tres acaba la fábula».

Sólo por tener forma de comedia en prosa é intervenir en ella una hechicera puede contarse entre las Celestinas la Doleria del Sueño del Mundo, que pertenece en realidad al género alegórico-fantástico, más cultivado en el siglo XVII que en el XVI, á cuyas postrimerías corresponde esta obra, tan singular por su título como por su desarrollo. Fué su autor Pedro Hurtado de la Vera, cuyo apellido indica origen extremeño, al paso que ciertas rarezas de su lenguaje puedan hacer sospechar que fuera nacido ó criado en Portugal. ¿Sería por ventura algún judío portugués cuyos ascendientes hubieran pasado de Extremadura al reino vecino? De su persona nada más podemos decir sino que en 1573 publicó traducida del italiano, una de las más tardías versiones del[Pg cclxxi] Sendebar, conocida con el nombre de Erasto[467]. Algo de influjo italiano se columbra también en la Doleria[468], que recuerda, hasta cierto punto, la Circe de Juan Bautista Gelli y otros diálogos satíricos, sin ser positiva imitación de ninguno de ellos. El autor se muestra versado en todo género de literatura, especialmente en los libros de caballerías [Pg cclxxii]y en los poemas de Boyardo y del Ariosto[469]. Cita con frecuencia y oportunidad trozos de romances viejos[470], como antes de él lo había hecho Jorge Ferreira, á quien se parece también en lo cortado y sentencioso del estilo. En el pensamiento de su obra [Pg cclxxiii]y en algunas de las alegorías de que se vale percíbese la acción eficaz de los moralistas y satíricos antiguos, sobre todo de Luciano, tan imitado en España durante nuestro siglo de oro[471].

La Doleria del sueño del Mundo es una invención francamente alegórica. Todos los personajes tienen una doble representación real y simbólica; pero la primera es muy tenue y borrosa y queda casi enteramente anulada por la segunda, lo cual comunica extraordinaria frialdad al diálogo y reduce á mínimo valor la intriga, tan confusa y enmarañada que á duras penas se entiende en la primera lectura. Todos representan alguna virtud ó vicio, pero no siempre los actos que en la tragicomedia se les asignan van de acuerdo con lo que sus nombres griegos anuncian. Hay en esta parte notables incongruencias y falta de solidez en los caracteres, si tal nombre merecen.

[Pg cclxxiv]

El autor amonesta que se lea su Comedia «como cosa moral y traslado de la vida humana. Amor es el argumento d' ella, por ser en el mundo Amor la causa de todo mal y bien. Duerme el Mundo y sueña ser Heraclio amor de virtud y fama, con el contrapeso de vanagloria, que es Honorio su criado. Logistico, la Razón que manda sobre ella, la cual cae alguna vez para levantarse con más fuerça como Antheo y reconoscer la fuerça soberana. Astasia es la sensualidad y hipocresia en habitos de virtud. El deleyte, Idona, hermosa de cara, de obras fea. Melania, la malicia, cuyo fruto es el trabajo, que la color d' el negro significa, y a la postre queda subjecta á Morio, que es la ignorancia, y con él casada. Asosio, la carne vagabunda, pero al spirito reduzida con el castigo y experiencia. Las Egypcianas son las tentaciones, que procuran de ajuntar los buenos a los malos. Andronio, la ciuil costumbre que declina de la malicia a Aplotis, la simplicidad. Apio, Metio, Amercia, Mania son los vicios. Doleria, la casamentera d' ellos, engaño y castigo juntamente. El bosque de las sombras, la vanidad de las cosas d' esta vida. Aglaia, Thalia, Caliope, Melpomene, las sciencias y virtudes que voluntariamente se presentan a sus amadores. Los Salvages, penitencia y contino remordimiento de la conciencia. Nemesis, la justicia que yguala todo y manifiesta lo que hizo dissimuladamente y disfraçada con Asosio, tomando despues por instrumento de castigar los malos a los malos, de remunerar los buenos a los buenos. Es Charon la Muerte, que despierta al Mundo y da principio de vida a unos, de muerte a otros. Si el argumento o estilo no te contenta, hagalo el desseo, que es de contentar los auisados; si no, casate con la hermana de Melania, mujer de Morio, y sereys cuñados»[472].

Estas últimas palabras de Hurtado de la Vera, que con tanta llaneza declara tonto de solemnidad al que no guste del artificio de la Doleria, indican lo satisfecho que hubo de quedar de este alarde de su ingenio. Pero algo había de temerario en su presunción, no justificada por las medianas dotes de su inventiva y estilo. El pensamiento de la obra era ingenioso, aunque no muy original, y, desarrollado con eficacia artística, hubiera podido ser el germen de una gran concepción fantástica. Hacer dormir al Mundo durante seis mil años y desarrollar en las visiones de un sueño el espectáculo de la vida humana, con sus ilusiones y sus desengaños, para destruir luego esta aérea fábrica al son de los remos de la barca de Carón, era empresa digna de un gran poeta, y debe contarse entre los precedentes de obras análogas, como las de Grillparzer y el Duque de Rivas. No puede negarse tampoco á Hurtado de la Vera cierto talento agudo y sutil, que de puro sutil se quiebra, en algunas de sus alegorías, como el banquete en casa de Astasia y el diálogo de las fingidas gitanas (escena 5.ª del tercer acto); la transfiguración de Asosio por las mágicas artes de Doleria en la persona de un cortesano llamado Andronio, y las equivocaciones y lances cómicos (un tanto análogos á los del Anfitrión de Plauto) que esta transformación ocasiona (escenas 7.ª y 8.ª del mismo acto; 1.ª, 2.ª, 4.ª y 9.ª del acto cuarto); los engaños del bosque encantado, donde las sombras se hacen cuerpos y los cuerpos sombras, y toda persona se duplica y llega á perder la conciencia de sí misma (escenas 6.ª y 7.ª del acto quinto); la aparición de las Gracias, de las Musas y de la justiciera Némesis, que ahuyentan con serena luz clásica las visiones de aquella noche de Walpurgis (escena 8.ª del quinto acto).

[Pg cclxxv]

No era ciertamente pensador vulgar el que interpretaba el mundo diciendo que «de lo bueno no hay en él más que la sombra, y de lo malo todos son cuerpos». (Pág. 383). Pero le faltó aquel extraño poder de dar vida á las abstracciones de la mente, que por tan diversos caminos mostraron, casi á un tiempo, en España el autor del Criticón y en Inglaterra el autor del Viaje del Peregrino. En la Doleria del sueño del Mundo se ve una imaginación pobre y apocada, que lucha con un argumento muy superior á sus fuerzas; que no llega, ni por asomo, á convertir en personaje real ninguno de sus fantasmas alegóricos, y se pierde con ellos en un laberinto de disfraces y embrollos pueriles. Obra, en suma, que sólo por curiosidad puede leerse y que no deja en el espíritu ninguna impresión duradera.

El estilo es tan artificioso y revesado como el argumento. Todos los interlocutores hablan por sentencias y alusiones; todos aguzan el pensamiento en forma de epigrama. No faltan rasgos felices, que el fino amador de nuestra lengua debe estimar y recoger; pero el conjunto es de gran monotonía. Hurtado de la Vera, que carecía del genio brillante y á veces hondo de Baltasar Gracián, había adivinado, y aplicaba en su parte peor, medio siglo antes que él, aquella doctrina del estilo que el jesuíta aragonés teorizó en su libro de la Agudeza, y llevó al último extremo en El Héroe, el Oráculo Manual y El Discreto. Hay conceptos en la Doleria que son verdaderos enigmas, y cuando se llega á descifrarlos rara vez compensan el trabajo que cuestan.

Pero obra curiosa lo es, sin duda, hasta por sus particularidades de lenguaje, como el empleo de ciertas formas de la conjugación, ya arcaicas y desusadas á fines del siglo XVI, á no ser que se estimen como netamente portuguesas[473]. Acaso Hurtado de la Vera saldría de la Península muy joven, lo cual puede explicar la persistencia de estas locuciones, aprendidas en la infancia, al paso que su residencia en Flandes pudo dar ocasión á un corto número de galicismos y frases exóticas que de vez en cuando salpican su texto[474]. Todo el libro revela una cultura algo pedantesca. «¿Qué mal hago yo en obseruar las letras de la entrada de la escuela de Platon, no entrando sin Geometria?... Hize prouision, en casa, de un guante lleno de artes liberales». (Pág. 331). En la escena 3.ª del segundo acto se intercala extemporáneamente una disertación sobre los nueve cielos, con todos los errores de la antigua cosmografía.

Dudo mucho que D. Pedro Calderón conociese la Doleria, nunca impresa en España; pero el título y el pensamiento general de la comedia alegórica de Hurtado traen á la memoria el título y la idea moral de La vida es sueño, si bien no hay en la ejecución [Pg cclxxvi]ningún punto de contacto. No hemos de entrar en la cuestión, bastante compleja, de los orígenes del drama calderoniano, que muy pronto ha de ser tratada exprofeso por un erudito norteamericano; pero no podemos menos de llamar la atención sobre frases tan significativas como éstas de la Doleria: «¿Y a la postre no pára todo en sueño? no hablamos d'ello, o no recordamos d'ello como de sueño?». (Pág. 315).

Muy distinto género de interés nos ofrece La Lena ó El Celoso, obra lindísima del valisoletano D. Alfonso Velázquez de Velasco y última de las que se ofrecen á la consideración del lector en el presente tomo. Impresa en 1602, tres años antes que el Quijote, marca el punto extremo de nuestro trabajo, no porque el siglo XVII dejara de producir otras Celestinas, sino porque la de Velasco pertenece enteramente al gusto del siglo anterior, dentro del cual la suponemos compuesta, aunque fuese algo tardía la impresión. Los pocos datos que tenemos del capitán pinciano (como entonces solían llamarse por error geográfico los hijos de Valladolid) nos inducen á creer que era hombre de madura edad cuando dió á luz esta producción suya tan sabrosa y picante. Y debía de ser persona de consideración en la milicia, puesto que le honraron con su íntima confianza dos de los grandes soldados españoles del tiempo de Felipe II: el coronel Francisco Verdugo, hijo ilustre de Talavera de la Reina, primer sargento mayor de los tercios de Flandes y heroico gobernador de Frisia, donde resistió catorce años á los rebeldes holandeses, y el perínclito D. Bernardino de Mendoza, capitán de caballos ligeros en el ejército del Duque de Alba, imperioso embajador del Rey Católico en Inglaterra y en Francia y árbitro de París durante los tumultos de la Liga, á la cual apoyó con su brazo y su consejo[475].

Fué nuestro D. Alfonso editor, y quizá algo más, del Commentario ó Memorias militares del coronel Verdugo, impresas en Nápoles (1610), si bien cinco años antes corría ya de molde una versión italiana de Jerónimo Frachetta[476]. Preceden y siguen á la edición castellana[477] varios elogios poéticos de Verdugo, que había fallecido en 1597, gobernando las armas de España en el Estado de Luxemburgo, después de haber hecho victoriosa entrada en Francia, llegando hasta las puertas de Sedán. En un prólogo muy bien escrito, como suyo, recopila D. Alfonso una parte de las hazañas de su amigo, y [Pg cclxxvii]se queja de la envidia que oscureció sus proezas y dejó sin el debido premio tan extraordinarios servicios. Y en la dedicatoria nos da estas noticias del libro que publica: «Confieso haberme pesado de ver este Commentario traducido e impreso en lengua italiana antes que en la natural que lo escribió su autor, el cual, como á su familiar servidor, me le dio de su mano en Bruselas, y asi, estimandole por de no menos sustancia, en su tanto, que cualquiera de los de Julio César, le he traido como un breviario despues acá siempre conmigo... No he querido dexar de sacarle de la tiniebla en que le he tenido, y asi lo comunico ahora a mi patria y nacion en su idioma, sin alterar cosa ninguna d' él, ni añadir las postilas o glosas que suelen notarse en semejantes obras, por saber de cierto que la intencion del coronel no fue señalarse en la pluma (aunque podia) como en las armas, antes decir sucintamente los sucesos de Frisa, sin más afectacion de la que trae la pura verdad consigo, manifestando su integridad y proceder para confusion de sus emulos»[478].

Con ser tan explícitas estas palabras, no faltó en su tiempo persona bien informada de las cosas de Verdugo que atribuyese al capitán Velasco la redacción de sus Comentarios. Así, el autor de la biografía anónima descubierta y publicada por D. Antonio Rodríguez Villa: «Lo sucedido en ella (la guerra de Frisia) desde el año de 1581 hasta el de 1593 o 94, anda ya escrito en tantas relaciones y en diferentes lenguas, y últimamente en libro particular que desto ha sacado a luz de poco tiempo a esta parte don Alonso Velazquez de Velasco, que lo imprimio en Napoles... Remito a quien fuere curioso o afortunado al libro referido y a los demas que, aunque cortos, dan luz de lo que pasó en los catorce años que el Coronel gobernó la dicha provincia, y quede a cargo de quien ahora hace esta relacion sacar a vista de todos, con mucha brevedad, todos los sucesos de Frisia, dando razon dellos muy particularmente y comprobandolos con papeles y ordenes de que no so puede recibir duda; porque aunque es cierto que el dicho don Alonso Velazquez de Velasco escribio el dicho libro imitando a Julio César, fue tan solamente lo que el propio Coronel le comunicó»[479].

Páginas hay en el Comentario de Verdugo que, como otras muchas de nuestros clásicos militares del siglo XVI, recuerdan la manera de Julio César[480]; pero el Coronel era muy capaz do escribirlas, puesto que, como dice su compañero de armas D. Carlos [Pg cclxxviii]Coloma, «tuvo este insigne caballero elocuencia natural grandísima, y todas las partes que para ser gran soldado y gran gobernador convenían»[481]. Fuera de estos pasajes, que fácilmente se destacan del resto, el estilo del Comentario, que más bien debería llamarse memorial ó alegato en causa propia, tiene poco de literario, y á veces es tan desaliñado y confuso, que por ningún concepto puede atribuirse á la elegante pluma del autor de la Lena. Cuando prestó á su antiguo jefe el gran servicio póstumo de divulgar su triunfante vindicación, respetó, sin duda, el manuscrito que tenía entre manos, creyendo muy bien que cualquier enmienda ó retoque alteraría el carácter personalísimo de aquellas Memorias y haría sospechosa su veracidad.

También D. Bernardino de Mendoza confió á Diego Alfonso Velázquez de Velasco un ensayo poético suyo, que Velázquez publicó juntamente con sus propios versos. Trátase de una oda sobre la conversión del pecador, compuesta con fervorosa unción en liras bastante fáciles, aunque poco limadas. Velasco encabezó con ella otras que él tenía escritas á imitación de los siete salmos penitenciales, y formó con todo ello un breve y elegante volumen, estampado por las famosas prensas Plantinianas, en 1593, bajo los auspicios del gran Conde de Fuentes, D. Pedro Enriquez[482]. En la dedicatoria dice Velasco: «El Señor don Bernardino de Mendoza, siendo Embajador en Francia, me envió de Paris a Napoles las Odas que al principio de las mias he puesto; por haberme incitado, como todas las demas cosas de su divino ingenio, a seguirle en la imitacion de estos Salmos, a los cuales me incliné, por continuar la materia de conversion, y tener en particular tantos devotos de nuestra nacion que ordinariamente los dicen. Y puestos ya en la forma de más facil inteligencia que con humilde entendimiento he podido alcanzar, con poco más de mi caudal que decirlo en mi lengua; sin apartarme de la luz de algunos recibidos Interpretes, confiriendolos con personas doctas, persuadido, o cuasi forzado de los mismos, he resuelto imprimirlos.»

Las imitaciones de Velasco van tan ceñidas al sagrado texto, que casi pueden calificarse [Pg cclxxix]de traducciones parafrásticas, aunque desmayadas y sin brío. Tanto él como Mendoza procuran imitar á Fray Luis de León, no sólo en el metro, sino en el estilo; pero lo que es sabrosa y poética llaneza en el primero, es indigencia, falta de color y prosaísmo en las odas de los dos capitanes, que parecen haber atendido únicamente á la edificación de los devotos.

Pasar desde estos ejercicios espirituales á la composición de una comedia tan desenvuelta y libre como la Lena, parecería extraño en nuestros días; pero en el siglo XVI á nadie podía sorprender ni escandalizar. Nuestros grandes ingenios ofrecen á cada paso estos contrastes, siendo igualmente sinceros en las veras y en las burlas, sin rastro de los hipócritas melindres y afectada gravedad que hoy se estilan. El caso de D. Francisco de Quevedo se ha repetido con mucha frecuencia, y puede tomarse como típico y normal de la sociedad en que vivía. No sabemos cuándo escribió su comedia D. Alfonso Velázquez; pero es tan literaria y pulida, demuestra un gusto tan formado é indica tanta experiencia y conocimiento de la vida, que de ningún modo podemos creer que fuese una improvisación juvenil, sino el fruto muy maduro de los viajes, campañas, devaneos y aventuras de su autor. Impresos los Salmos en 1593 y la Lena en 1602, parece seguro que la obra devota antecedió á la picaresca, al revés del caso de Alonso de Villegas y de lo que parece más natural y lógico en el proceso de la vida humana.

Tuvieron ambas obras el mismo Mecenas en el insigne capitán D. Pedro Enríquez de Acevedo, conde de Fuentes, gobernador de Lombardía, á cuyas órdenes estaba Velázquez cuando publicó en Milán su comedia[483]. Pero algo singular debió de ocurrir, puesto que del mismo año y del mismo impresor encontramos otra edición, con el título cambiado, que aquí no es La Lena, sino El Celoso, con dedicatoria á distinta persona y con algunas variantes de palabras que en general mejoran el texto[484]. La modificación del título pudo tener por objeto alejar la infundada sospecha de que la [Pg cclxxx]comedia española fuese una imitación de la Lena del Ariosto, con la cual nada tiene de común más que el nombre y la remota analogía de encerrarse un amante en un arca, así como en la pieza del poeta ferrarés le ocultan en una cuba ó tonel[485]. Tampoco es inverisímil que Velázquez cayese en la flaqueza de lisonjear simultáneamente á dos magnates, dedicándoles una misma obra con dos títulos, aunque el procedimiento no dejaba de ser peligroso tratándose de persona tan culta y literata como el Condestable de Castilla, bien conocido por la controversia que sostuvo con Hernando de Herrera titulándose el Prete Jacopin y por otros papeles satíricos, de uno de los cuales hay reminiscencias en la Lena[486]. Acaso buscó su sombra nuestro autor por no haber encontrado en el conde de Fuentes el galardón que esperaba.

Sea de esto lo que fuere, y quizá el tiempo lo aclare, la Lena no tiene trazas de ser fábula de pura invención, sino pintura de algún caso de la vida real, poco edificante por cierto. La misma Lena dice en el Prólogo, contando sus andanzas: «De lance en lance fui a dar conmigo en Napoles... y al cabo de pocos dias me resolui de tomar casa de por mí, y puse tienda abierta de cortesana... El que estuvo alli en tiempo del buen Duque de Osuna se acordará de la Buiza, que asi me llamauan entonces» (pág. 391).

La figura del marido celoso, en la cual se encarniza nuestro D. Alfonso con vindicativo [Pg cclxxxi]ensañamiento, también parece tomada del natural, y él mismo lo indica hablando con el conde de Fuentes y con los lectores: «El jocoso concepto que en mi ocio he formado, rompiendo lanzas en un frenético y desesperado celoso...». «Hallando en mi ociosidad empeñada la melancolia en diuersos pensamientos de los graciosos tiros que muchas mugeres del tiempo viejo hizieron, y en la consideracion d' el ardiente furor de aquel triste que siente el mortal veneno de una celosa desconfianza (de cuyos rauiosos desconciertos me ha tocado gran parte), me puse por mi pasatiempo, como en vengança del daño recebido, a componer esta ridiculosa comedia, en que algunos ratos he refrescado los espiritus de cierta seca tristeza mia». (Pág. 389).

Este pasaje es importante para mostrar la verdadera filiación de El Celoso, que, siendo una de las más perfectas imitaciones de la prosa dramática de la Celestina, es al mismo tiempo una de las más originales ó independientes en su traza, argumento, caracteres y estilo. No hay que tomar al pie de la letra lo que el autor dice: «consideren que hablo en el papel como al primero que encuentro en la calle». Esto era lo que había hecho Francisco Delicado, pero un ingenio tan culto y fino como el de Velasco no podía satisfacerse con tan vulgar procedimiento. Fué realista, pues, de la grande escuela española, como lo había sido el autor de la Celestina, como iba á serlo Cervantes, de quien parece, no inmediato predecesor, sino imitador y discípulo á veces: tan grande es la fuerza de la semejanza.

Pero con ser la Lena tan castiza en el fondo, tiene mucho de comedia italiana en su técnica. Aunque escrita para la lectura y no para la representación, está concebida en forma de comedia y no de novela: es un poema esencialmente activo, en que conocemos á los personajes, no sólo por sus palabras, sino por sus hechos. Hasta cuatro intrigas se cruzan en él, ingeniosamente combinadas, sin daño de la claridad ni perjuicio del desenlace. En el artificio dramático, en la solidez de la construcción, en el vigor de los caracteres, vence con mucho á todas las comedias, bastante informes, que habían compuesto Timoneda, Lope de Rueda, Sepúlveda, Alonso de la Vega; y en las gracias del diálogo no cede á ninguna, con la ventaja de ser su humorismo de calidad más honda. Es pieza larga, pero no de tales dimensiones que la hagan irrepresentable, pues apenas llega á la tercera parte de la Celestina primitiva y no excede á la de varias fábulas que positivamente fueron representadas en Italia. En suma, la Lena es la mejor comedia en prosa que autor español compuso á fines del siglo XVI.

Pero ¿será enteramente original? Hasta ahora no he encontrado motivo para dudarlo. Pertenece á una escuela conocida: los medios y recursos que emplea recuerdan de un modo genérico los procedimientos del teatro italiano, y quizá más las astucias y estratagemas de amor que tanto repiten los novellieri ó cuentistas. El mismo Velasco nos llama la atención sobre esto: «No puede dexar de ser ésta de las más solenes burlas que se hallan escritas en el Bocacio». (Pág. 418). Pero entre las historias de maridos burlados, que abundan en el Decameron, ninguna concuerda exactamente con el principal enredo de la Lena, es decir, el entenderse los amantes por medio del canto ó recitación de ciertos versos, ardid que vemos repetido con alguna frecuencia en nuestros dramaturgos del siglo XVII, especialmente en Tirso, Calderón y Moreto. Del lance del arca ya hemos indicado que trae á la memoria otro del Ariosto, y algo semejante hay en la Calandra del cardenal Bibbienna; pero se trata de un tópico vulgarísimo, que lo es también de varias novelas italianas y españolas, como la del médico de Cádiz[Pg cclxxxii] que insertó en su Teatro Popular D. Francisco de Lugo y Dávila[487]. El tipo del dómine Inocencio, si bien tratado con deliciosa novedad, pertenece á la familia de los pedantes de la comedia italiana (recuérdese, por ejemplo, Il Candelajo de Giordano Bruno). Otras semejanzas podrá reconocer, sin duda, la erudición de algún especialista, como el doctísimo Stiefel. Natural parece que un hombre tan leído como D. Alfonso Velázquez, que no hacía alarde de originalidad, puesto que adoptó por divisa aquella sentencia de Terencio: Nullum est iam dictum, quod dictum non sit prius; que se complace en citas textuales de los autores clásicos, especialmente de Propercio y Ovidio[488]; que repite fábulas y cuentos de origen conocido[489], aprovechara en la rica mies del arte toscano lo que le pareciese útil, con el mismo desenfado que tenía en explotar á sus propios contemporáneos españoles, hasta el punto de haber prosificado parte de una escena y un coro de la Nise lastimosa de Fr. Jerónimo Bermúdez, traducción libre, como es sabido, de la Castro, tragedia portuguesa de Antonio Ferreira[490]. Por tan extraños y tortuosos senderos camina á veces la imitación literaria, y tan raras sorpresas suele proporcionar la comparación de libros de materia y estilo muy diversos. Pero estas imitaciones ocasionales, aunque fuesen más, poco importarían en el conjunto de una obra escrita con tanto ingenio y tanta bizarría como la Lena.

Lo que en ella parece más italiano es el espíritu. No pudo menos Velasco de contagiarse del ambiente que por tantos años había respirado en Milán y en Nápoles. Si la Lena no fuese obra de puro pasatiempo y burla, comedia ridiculosa, como su autor la llama, habría que calificarla de inmoral en alto grado, puesto que en ella queda triunfante [Pg cclxxxiii]el adulterio y vilipendiado y escarnecido el honor conyugal. Ninguno de los autores de Celestinas se había atrevido á tanto, salvo el anónimo de la Seraphina, que escribía en época de desenfrenada licencia. Su comedia es monstruosa en las situaciones y en el lenguaje, y de ningún modo puede compararse su grosera lubricidad con el arte refinado y la intensa malicia de la Lena, donde es mucho más lo que se sobrentiende que lo que realmente se expresa: obra, en suma, más bien picante que lasciva, pero de un cinismo cómico, que convierte en materia de risa las más aflictivas flaquezas y desventuras matrimoniales. Hasta los nombres de los interlocutores corresponden, casi todos, á la maldita y descomulgada región de Cornualla (pág. 422). Uno se llama Aries, otro Morueco, el de más allá Cornelio, el protagonista Cervino, una dama doña Violante de Cabrera, un paje Bezerrica, un barbero Ramiro Cornato. Y en el curso de [Pg cclxxxiv]la pieza se habla del médico doctor Cornejo; del licenciado Cervera, letrado; del licenciado Bicornis, juez; del trompeta Juan Cornier, y del auditor Monseñor Cornaro, á quien piensa acudir el Sr. Aries en el pleito de divorcio de su impotente yerno. La astuta y redomada Lena da las señas de su casa al simple de Inocencio diciéndole que vive «pared en medio de un oficial de tinteros, peines, calzadores, mangos, lanternas, peonzas y macetas de sellos». (Pág. 404). Ni Quevedo apuró tanto la letra en esta materia. La lira de Medellin, pulsada por la diestra mano de Velasco, sonaba siempre á cuerno, como en su tiempo la del festivo Iglesias.

Claro es que no faltan en el libro protestas de moral, aunque ligeras y poco sentidas. El autor quiere que su comedia sirva «no sólo de entretenimiento, sino tambien de util consejo y exemplo, para excusar la terrible pasion de los celos, que consume en su propio fuego al insensato a quien toca». (Pág. 398). Y ciertamente que alguna moralidad puede sacarse de ella, aunque no sea muy sublime, sino practica y mundana, mostrando en acción el viejo aforismo «no puede ser guardar una mujer», tema que desde Lope y Moreto hasta Molière, Beaumarchais y Moratín ha sido fuente inextinguible de donaires cómicos, no siempre bien avenidos con la autoridad familiar y el sosiego doméstico. Los celos, por detestables y ridículos que sean, nacen de un sentimiento extraviado de amor ó de honor, y suelen ser menos peligrosos en sus consecuencias sociales que la indiferencia ó laxitud contraria. Pero ya hemos visto que nuestro don Alfonso no escribía para moralizar en ningún sentido, sino para burlarse á sus anchas de un celoso con quien tenía particulares motivos de resentimiento: «Ahora acabo d'entender ser los celos de las más violentas y bestiales passiones que pueden tocar a un hombre, porque si una vez se assientan en la cabeça d'el que se consume y seca intentando vna tan escura verificacion, le haze cometer tan ridiculossos desatinos. Bien dixo aquel qu'el celoso es loco de arte mayor, pues como tal, tiene miedo hasta de su mesma sombra, y de cosas nunca vistas, oydas ni pensadas; mirandolas como en espejo de alinde, que se las representa muy mayores de lo que son». (Pág. 434).

Toda la comedia es irónica en grado superlativo; pero donde el autor remacha el clavo es en el pregón del faraute Cornelio con que el último acto termina: «De parte del señor Ceruino, guarda mayor de los montes, se hace saber a todo el insigne auditorio que los que no se fiaren de sus consortes estarán tan seguros como de no caer las ojas d' el arbol en fin de otoño. Porque los celos son contra el natural ingenio de las mugeres: cosolete de araña para los arcabuzazos; la curiosidad en todas partes viciosa, y en esta más perniciosa. Y assi (movido de piedad y celo fraterno) amonesta que ninguno (de qualquiera calidad que sea) los tenga, dentro ni fuera de casa, so pena de que no le podrá faltar mala ventura. Antes, que todo el mundo se arme de la quieta y mansa paciencia. Porque la esperiencia le ha hecho tocar con la mano que todas las sutilezas y vigilancia de los espantados Lépidos (que no quieren dexar hacer su curso a la Natura) son açadones con que los cuitados sacan de los centros de sus sospechas las inuisibles cornetas de la Fama. Y aduierte que se burlan mas d' el que se fatiga en poner remedio que d' el pacífico que lo dissimula o ignora, y qu' es menester gran ingenio para evitar tan inutil y enojosso conocimiento. Por lo qual aconseja (sobre su conciencia) que cada vno renueue en su casa la costumbre de los prudentissimos Romanos (a quien deue imitar), que quando bolvian a las suyas lo embiaban delante a auissar a sus mugeres para no cogerlas de sobresalto, descuidadas y mal compuestas». (Pág. 435).

[Pg cclxxxv]

Claro que no ha de tomarse al pie de la letra tan desvergonzada exhortación á la mansedumbre conyugal, sino entenderse del revés y como legítima sátira; pero el tono escéptico y maleante de Velasco es un síntoma de ligereza moral, que no encontramos, por ejemplo, en la primera Celestina, cuyo fondo es grave y amargo.

Todo es, por el contrario, vivo, jovial y risueño en la Lena, aunque no sea fruto primaveral sino muy tardío del Renacimiento italiano. Un buen humor constante; una profunda socarronería, que se divierte en la invención de lances grotescos y de personajes estrafalarios; un chiste no verbal ni epidérmico, sino nacido de los caracteres y de las costumbres; una frescura excesiva y desahogada, pero que no llega á los límites de lo torpe, prestan singular encanto á este ameno librillo. El diálogo, aunque muy recargado de picantes especias y frases de doble sentido, es tan pintoresco como dramático, lleno de brío y fuerza cómica y de ocurrencias felices. La locución es purísima y correcta, á pesar de haber residido el autor tantos años en extranjeras tierras. Entre los excelentes prosistas que dió Valladolid en nuestro siglo de oro ninguno aventaja á D. Alfonso Velázquez en la propiedad de las palabras y en la elegancia de la construcción. El doctor Suárez de Figueroa, comparado con él, parece redicho y almidonado, á pesar de sus admirables dotes. Velasco tiene la espontaneidad de los grandes escritores, sin que le falte el aliño de las letras humanas, que comunica al estilo cierta distinción aristocrática. El inconfundible matiz de su ironía, si por una parte nos hace pensar en Italia, por otra nos recuerda el gracejo fuerte y sabroso de León y Castilla la Vieja; modalidad muy digna de tenerse en cuenta en el rico museo del humorismo peninsular, aunque sea distinta de la gracia andaluza.

Españoles son ó parecen todos los personajes. La acción pasa en Valladolid, y no faltan toques de color local muy oportunamente dados. Se habla de los abogados de la Chancillería. Inocencio va á decir sus devociones al Cementerio de la Magdalena (pág. 399). Lena lava por su devoción paños del hospital de Esgueva (pág. 403). El barbero Ramiro anda por la acera de San Francisco, buscando nuevas que contar á sus clientes (pág. 404). Vigamón compara la dureza y estrechez de su cama con la del guardián del Abroxo (pág. 412). Marcia y Casandra fingen ir á vísperas en las Huelgas (pág. 419). También se mencionan la romería de Nuestra Señora de Prado y la de Cerveros, la renta de Toro y la de Boezillo (pág. 421), la plazuela de San Llorente, la casa de Orates y el paseo del Espolón. Cervino, «acompañado de diez ó doce escapados de la horca», asalta á los hijos de doña Violante «en aquel passo estrecho que va de la Boheriza al Rio, entre las casas del duque de Bexar y la Rondilla». (Pág. 427). Hay alusiones nominales, como en el teatro aristofánico, á personas conocidas de aquella ciudad: «¿Era por ventura vuestro pariente Corcuera, Maestresala del Conde de la Gomera, que vino á ser Tesorero del de Oñate y murió Contador del Marqués de Falces?». (Pág. 400).

Todas las Celestinas abundan en datos de folk-lore, y no hace la Lena excepción en este punto. Algunos son por extremo peregrinos. Allí encontramos á los de la tierra de Babia, «que siegan el trigo con escaleras»[491] (pág. 394); á «los soldados de Trencha, [Pg cclxxxvi]que eran treinta y seis a arrancar un nabo». (Pág. 415), y á los habitantes de «la gran ciudad de Cestiérnega, fundada al pie d' el alto monte de San Cristoual, media leguecita de aqui (Valladolid), que no tiene alcalde, alguazil, porqueron, escriuano, medico, boticario, cura ni sacristan (falta para biuir en paz y con salud mil años), abundantissima de quixones y turmas de tierras, que son bonissimas para los avogados y mejores para los novios». (Pág. 429). Frisa en lo rabelesiano esta última fábula, y bien pudiera ser invención de nuestro desenfadado autor.

Aunque tenga la Lena tanto detalle español y aun regional; aunque la Valladolid alegre, pródiga y viciosa que nos presenta sea la misma que nos dan á conocer los poetas, novelistas, viajeros y autores de relaciones que la describieron durante el breve período en que llegó á ser transitoria corte de la monarquía española[492], la Lena es comedia de interés humano y sus caracteres tienen algo de universal. Quizá el mayor mérito del autor estriba en eso. Gracias á él desaparecieron los tipos parásitos y convencionales, que habían llegado á ser el caput mortuum de las Celestinas secundarias: el insoportable rufián baladrón y perdonavidas, y las palomas torcaces de la casa llana. Desembarazado el teatro de tales figuras, sólo quedaba del cuadro antiguo Celestina, es decir, la Lena, tratada con la posible novedad, sin el intento temerario de competir con el inaccesible modelo, sin el plagio inocente que tantos cometieron queriendo arrancar á Hércules su clava. Todo el maleficio sobrenatural que envuelve la creación de Rojas ha desaparecido. La corredora Lena Corcuera de Cienfuegos no es más que una vieja hipócrita y taimada, que á costa de la simplicidad del bachiller Inocencio, y sin tener que zurcir voluntades ajenas, puesto que cuenta desde el principio con la complicidad de Marcia y de su hijastra, conduce á su fin dos intrigas escandalosas, y acaba por contraer grotesco matrimonio con el barbero Ramiro: última bufonada de la obra. No hay seducción de ningún género, ni podía haberla, porque las dos damas rinden desde el primer momento la fortaleza de su honor, y sólo se trata de burlar la vigilancia del celoso. «Ya murió Calisto, y nuestra Melibea se da tanta priessa a sacarnos de pena, que la mercancia vendra a salir poco más que de balde», dice Cornelio (pág. 411), marcando con esto sólo la diferencia entre ambas obras.

Pero aun siendo tan subalterno el papel de la Lena, que aquí no ejerce ninguna sugestión psicológica, son tantos los donaires que el autor pone en sus labios, especialmente cuando habla con el Bachiller, y tanta la viveza y gracia de sus réplicas, que bien mereció dar su nombre á esta comedia, con más justicia que el Celoso, cuya semblanza, trazada por la mano del rencor, tiene mucho de caricatura. Cervino es una especie de bestia, sin ningún rastro de sentimientos generosos, y aunque las necias precauciones de que se vale recuerdan algo las del Celoso Extremeño[493], no hay en la licenciosa farsa del poeta pinciano nada que remotamente pueda compararse con la honda y severa tristeza que infunden las últimas páginas de la historia de Felipe de Carrizales. Este ejemplo bastaría para probar cuánto va del genio al ingenio, por muy despierto y hábil que éste sea. Las sales de la Lena son de las que no sólo en la mesa de Plauto sino en la de Miguel de Cervantes pudieran servirse. Si el portentoso novelador tuvo conocimiento, como es muy probable, de una obra que en Valladolid debía de ser muy leída cuando él residió allí, pudo aprovecharla ciertamente para el estilo, porque aquella prosa está muy vecina á la suya, pero nada hallaría que aprender de lo que es más humano y profundo en su arte.

Todos los caracteres secundarios de la Lena están presentados con mucho garbo y viveza. El viejo enamorado Aries, la honesta dueña doña Violante, que con toda su severidad esconde bajo las tocas y el monjil una juventud todavía fresca y la codicia de nuevos amores; los dos hermanos Damasio y Macías, enamoradizos, pendencieros y díscolos, como hijos de viuda rica, criados con toda libertad y regalo; el barbero Ramiro, charlatán entremetido, con sus puntas y collares de alcahuete; su hija Policena, tipo de precoz y salaz desenvoltura, que recuerda un poco ciertas heroínas de los Entremeses de Cervantes... todos son lo que deben ser en el conjunto de la fábula, y todos hablan en el estilo más adecuado á sus respectivas condiciones.

Pero entre tantos personajes felices, ninguno llega al bachiller Inocencio, que es la gran creación cómica de Velasco y uno de los más graciosos pedantes que en el teatro ó en la novela pueden encontrarse. Lo de menos es la copia de latines que ensarta y la disparatada aplicación que les da. Lo fundamental es su carácter bonachón y simple, que no ve mal en nada, que se resiste á la evidencia más palmaria, que cree á pies juntillas cuanto embuste le dicen, y colabora cándidamente en la deshonra de la casa de Cervino, que tal vigilante había buscado para su mujer. Chistosísima es, bajo este aspecto, la escena en que se descubre el engaño del arca por una infantil travesura del paje Bezerrica:

«Inocencio.—¿Qué maldad puede cometer un hombre encerrado en un arca? tuviessemos assi todos los malos y podriamos dormir a sueño suelto, sin temor de ladrones.

[Pg cclxxxviii]

Quanto más que son cosas de mozos, y auran querido hazer alguna burla al barbero y a su hija...

«Cervino.—¡Mirá a quién he yo encomendado mi honra!

«Inocencio.—No está mal guardada quando el que la podría quitar viene debaxo de llaue.

«Cervino.—Quitaosme de delante, insensato, no me hagais...

«Inocencio.—Mire V. md. que se deue tener respeto a un hombre graduado como yo, porque d' este palo nascen los Oydores y Presidentes que mandan el mundo. Si, que yo no soy zahori para ver lo que está en las arcas cerradas; por qué no lo adevinó V. md. quando la hizo descargar en casa? Auctor horum malorum praeter te nemo fuit» (pp. 424-425).

Las cándidas distracciones del Bachiller Inocencio sugieren á Ticknor el recuerdo de aquel incomparable dómine Sámsom que pinta Walter-Scott en su novela Guy Mannering ó El Astrólogo; pero la semejanza es aparente y exterior, porque Inocencio es tonto de capirote, aunque simpático por su misma bobería, y el dómine Sámsom, rico de otra bondad más alta, sólo hace reir por lo torpe y desmañado.

Tal es esta comedia magistral, aunque frívola y liviana, que, si no fué la última de las Celestinas, por haberse publicado todavía durante el siglo XVII algunas muy notables, señala el término de la primera serie y anuncia la transformación del género, libertándole de la servidumbre de los lugares comunes en que había caído, restituyéndole el nervio dramático y trayendo nuevos elementos á la pintura de costumbres. Por esta senda caminaron otros ingenios, especialmente Salas Barbadillo en La Sabia Flora y en El Sagaz Estacio, obras en que me parece evidente el influjo de la Lena juntamente con el de la comedia italiana. Pero de esto se hablará en otro lugar.

Por ahora aquí termina el estudio analítico y minucioso que nos hemos impuesto de una de las más singulares manifestaciones de nuestro arte dramático y novelesco, pues á los dos se extiende su influjo y sirve de puente entre los dos géneros. La especial índole de estos libros exige todo género de precauciones en su exposición, pero creo haberla realizado con decoro literario y sin hipocresía, persuadido como estoy de que la ciencia purifica todo lo que toca y tiene derecho á invocar todo género de testimonios, interpretándolos con desinterés absoluto. Consecuencias muy importantes, no sólo de historia literaria, sino de historia social, se deducen de estos libros, que son además un tesoro de lengua castellana; y no me arrepiento, por tanto, de la tarea nada leve que este volumen me ha costado, ni juzgo que desdiga de mis años y de la severidad de los estudios que profeso.

Á continuación de este prólogo van reimpresas cinco obras del género celestinesco: la Tragedia Policiana, la Comedia Florinea, la Eufrosina, la Doleria del Sueño del Mundo y la Lena. Las dos primeras son de la más extraordinaria rareza; la Doleria lo es mucho menos, pero sólo podía leerse en las ediciones primitivas. La Eufrosina castellana escasea bastante, aun en la reimpresión del siglo XVIII. De la Lena hay edición relativamente moderna, pero poco satisfactoria, y el valor literario de la obra es tal, que por ningún concepto puede faltar en una Biblioteca do Autores Españoles.

No he reproducido la Tragicomedia de Lisandro y Roselia y la Comedia Selvagia (aunque lo merecían) por estar ya incluídas en la colección de Libros Raros y Curiosos, donde figura también la Segunda Celestina de Feliciano de Silva. En la misma[Pg cclxxxix] colección se hallan la Thebayda, la Seraphina y la Lozana, que bajo ningún pretexto hubieran debido exhumarse.

Con esta colección y la nuestra queda casi completa la serie de las Celestinas, pues apenas falta otra que la de Gaspar Gómez de Toledo, tan absurda y mal escrita que nadie ha de pensar en sacarla del olvido.

En todos los textos seguimos fielmente las ediciones originales (salvo la puntuación) y conservamos la antigua ortografía, no sólo por razones filológicas, sino por la conveniencia de cercar con una especie de vallado ó seto espinoso estas producciones, alejando de ellas al profano vulgo. Las obras que este tomo encierra son ciertamente de las menos libres y más morigeradas de su clase: lo son hasta en cotejo con la tragicomedia primitiva; pero así y todo no deben correr indistintamente en todas manos. El precio relativamente elevado de esta colección, el aspecto arcaico del texto, el aparato crítico y bibliográfico que le acompaña, bastarán, según creemos, para conjurar todo peligro.

Una deuda de gratitud me resta cumplir con mi sabio y cariñoso amigo el eminente literato D. Francisco Rodríguez Marín, que con su bondad acostumbrada y su pasmoso conocimiento de la lengua del siglo XVI me ha ayudado en la corrección de pruebas de estas comedias, cuya recta lección ofrece no pocas dificultades. Aun con tal auxilio no me lisonjeo de haberlas vencido todas, pero seguramente habré disminuído el número de las erratas, y las que queden sólo á mi descuido deben achacarse.

En el cuarto y último tomo de estos Orígenes de la novela trataré especialmente del género picaresco, y también de otras formas novelísticas ó análogas á la novela, como los coloquios y diálogos satíricos[494].

NOTAS:

[276] Cancionero de las obras de D. Pedro Manuel de Urrea.

Fol. Let. got. de XLIX hojas foliadas y dos más sin foliatura, una al principio con la Tabla y otra al fin con el colofón: «Fue la presente obra emprentada en la muy noble y muy leal ciudad de Logroño a costa y espensas de Arnao Guillen de Brocar, maestro de la emprenta en la dicha ciudad. E se acabo en alabança de la Santisima trinidad a siete di-as del mes de Julio. Año del nascimiento de nuestro Señor Jesucristo mil y quinientos y trece años». El texto está impreso á dos y tres columnas.

Es una de las impresiones más elegantes y primorosas de aquel tiempo, como cuadraba á la condición aristocrática del poeta. La Égloga empieza al dorso del folio XLIV y llega hasta el XLIX.

Hay una reimpresión moderna en la Biblioteca de escritores aragoneses costeada por la Diputación Provincial de Zaragoza. (Cancionero de D. Pedro Manuel Ximenez de Urrea... Zaragoza, imprenta del Hospicio Provincial, 1878). Escribió el prólogo D. Martín Villar, antiguo profesor de la Universidad cesaraugustana. PP. 453-479 está la Égloga.

[277] Antología de poetas líricos castellanos, tomo VII, pp. CCLIV-CCLXXX.

[278] En la primera reproducción hecha por Foulché-Delbosc de la Comedia de Calisto y Melibea (1900) este acto ocupa desde la pág. 6 á la 37. El trabajo versificatorio de Urrea no alcanza más que hasta la pág. 17.

[279] Consta por sus propios versos que Urrea se casó á los diez y nueve años. Sus capitulaciones matrimoniales llevan la fecha de 1505.

[280] La Tabla lleva este encabezamiento: «Tabla de las obras que hay en este Cancionero, trobadas por D. Pedro Manuel de Urrea, acabado todo lo que en él se contiene hasta XXV años».

[281] Calisto.—En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios.

Melibea.—En qué, Calisto?

Calisto.—En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotasse, y fazer a mí inmerito tanta merced que verte alcançase, y en tan conueniente lugar, que mi secreto dolor manifestarte pudiesse. Sin duda incomparablemente es mayor tal galardon que el seruicio, sacrificio, deuocion y obras pias que por este lugar alcançar tengo yo a Dios offrecido, ni otro poder mi voluntad humana puede complir. Quién vido en esta vida cuerpo glorificado de ningun hombre como agora el mio? Por cierto los gloriosos santos que se deleitan en la vision diuina, no gozan más que yo agora en el acatamiento tuyo. Mas, o triste! que en esto diferimos: que ellos puramente se glorifican sin temor de caer de tal bienauenturanza, y yo mixto (A) me alegro con recelo del esquiuo tormento que su absencia me ha de causar.

Melibea.—Por gran premio tienes esto, Calisto?

Calisto.—Téngolo por tanto en verdad, que si me diesse en el cielo la silla sobre sus santos, no lo ternia por tanta felicidad.

Melibea.—Pues aun más ygual galardon te daré yo, si perseueras.

Calisto.—O bienauenturadas orejas mias que indignamente tan gran palabra aueis oydo!

Melibea.—... Vete, vete de ay, torpe, que no puede mi paciencia tolerar que aya subido en coraçon humano comigo el ylicito amor comunicar su deleyte...

[282] El villancico con que termina la Égloga es de los más endebles de su autor, que los compuso primorosos, pero se inserta aquí por ser lo único original que Urrea puso en su imitación:

Téngase siempre alegría
Do puede auer esperança,
Que todo hace mudanza.
La rueda de la ventura
Siempre anda en su mouer,
En vna mano el plazer
Y en la otra la tristura.
No desmaye la cordura
Do puede auer esperança,
Que todo haze mudança.
Do el descanso haze asiento
El pesar hace morada,
Que ventura está fundada,
En sus hechos, sobre viento.
Muy poco dura el tormento
Do puede auer confiança,
Que todo haze mudança.

Fin.

Y así que nunca el consuelo
Se tarda ni durará,
Que lo que en ventura está
Todo se pasa de vuelo.
Pues no tengamos recelo
Do puede auer esperança,
Que todo haze mudança.

[283] En el tomo IV del Manuel du libraire, p. 478, le llama Vebra; en el V, p. 1146, Verrea.

[284] Penitencia de amor compuesta por don pedro manuel de Vrrea.

(Colofon): «Fue la presente obra emprentada en la muy noble y muy leal ciudad de Burgos a costas y espensas de Fadrique, aleman de Basilea, maestro de la emprenta en la dicha ciudad. E se acabo en alabança de la sanctissima trinidad a Viij dias del mes de Junio. Año del nascimiento de nuestro Señor jesuchristo de Mil y quinientos y quatorze años».

Á la Penitencia siguen poesías de Urrea, que ninguna relación tienen con ella, y pueden considerarse como un pequeño suplemento de su Cancionero.

No conozco este rarísimo opúsculo más que en la reproducción de la Biblioteca Hispánica (tomo X). Penitencia de Amor (Burgos, 1514). Reimpresión publicada por R. Foulché-Delbosc (Barcelona, tipografía «L'Avenç», 1902).

Vid. además Revue Hispanique, 1902, pp. 200-215.

[285] Su efecto no se destruye ni con el inmediato castigo de los amantes, ni mucho menos con una piadosa oración que pronuncia Darino, porque ésta se halla al principio de la obra (pág. 8) y la escena de la violación de Finoya al fin (pág. 66), después de los chistes de cuerpo de guardia con que se obsequian Renedo y Santoyo.

Por lo demás, no puede dudarse de la ortodoxia de Urrea, y aun del recelo que le inspiraba las especulaciones filosóficas. Así lo indica este curioso pasaje:

«Darino.—Dexa de hablar en la filosofia natural: todos los filosofos se perdieron; Dios es sobre natura. Como harás tú creer a un filosofo, que cree las cosas naturales, que Dios esté en la ostia que es carne suya y el vino sangre? No creen lo que Dios manda, syno lo que ellos pueden comprender. Saben la fisica y no saben en lo de Dios; el mayor filosofo dixo que el mundo nunca tuvo principio ni tendria fin: mira qué grande eregia! No hables de filosofos falsos, que materia tenemos entre manos de qué hablar». (Pág. 58).

[286] Hasta siete veces, salvo error, está alegado Séneca. De Ovidio hay una cita (Art. Amat., I, 3-5): «Que, como dice Ouidio; por arte de los remos y velas van las fustas por la mar, por arte son ligeros los carros y carretas y por arte se a de regir el amor». De Juvenal otra que parece corresponder á la sátira décima (328-329): «Y Juvenal dize: las mugeres o aman ardiendo o aborrecen mortalmente.»

[287] No sólo le imita á menudo en sus versos, sino que le cita en la Penitencia (pág. 9): «Bien dize Petrarcha quel morir es un salir de presion, y que no es triste syno para los que tienen puestos los vanos cuydados en el lodo deste mundo.»

También alude á Seraphino Aquilano (pág. 58): «No sabes lo que dize Serafino, poeta aquilano? que aunque sean dos ombres de vna condicion no son de vna ventura, syno que pueden ser muy diferentes. De vn mismo arbol, de la vna rama hazen un crucifixo que todo el mundo lo adora, y del otro hazen vna horca o lo hechan en el tajo; y en un mismo campo sembrada vna misma simiente, la metad della comen los ganados y del otro se haze una ostia y viene Dios a estar en ella.»

[288] Esta imitación es á veces casi literal en el concepto y en la frase: «Salamon, que fue tan sabio, no se enamoró de vna de las gentiles, y ella le hizo ydolatrar? y Virgilio no estuuo colgado en vn cesto que lo puso su amiga vn dia que passó por allí una procession? Todos los papas, emperadores y reyes, gente de yglesia y del mundo, an peccado en esto más que en otro». (Pág. 55).

[289] Véanse dos ejemplos breves:

«Darino.—Yo te beso, carta, que traes razones pensadas del gentil entendimiento de aquella que no tiene comparacion, o palabras escriptas por aquella mano blanca y delicada, o papel guardado en aquella arquilla donde tiene aquella dama el espejo y atauios sin los quales ella puede pareçer donde quiere y ninguna delante della...». (Pág. 23).

«Angis.—O, quánto me pareçen mejor las trompetas en el campo que las músicas en la calle! mucho mejor las armas que los brocados, los quales se gastan más cauallerosamente en los campos batallando que en los destrados diziendo donayres. No han de ser los ombres todos en burlas, que se avezan a çufrir injurias, mas las más veces vestidos de fieltro y de cuero, y morir en el campo y no en la cama, lleuar la barba creçida, porque en todas las cosas que el ombre se puede apartar de parecer muger es razon que lo haga...». (Pág. 37).

[290] «Ya trayo aconuerto de muerte: en la hora que acordé venir aqui, dexé todo quanto tenia sin esperança». (Pág. 14).

«Mi aconuerto va luchando con mi peligro: no me puede venir cosa que ya no la tenga ensoñada» (pág. 40).

«Suele venir el aconuerto de cosa que no hay alegria». (pág. 66).

«Todas tus palabras son para aconfortarme, mas no me dan aconuerto quando pienso el desamor de Finoya y mi poca ventura». (Pág. 55).

«Ya trayo mis aconuertos hechos. Dios nos guie: a él encomiendo esto, y venga lo que viniere» (pág. 51).

Sólo en el cuarto de estos ejemplos está usada la palabra aconuerto en el sentido de «consuelo» ó «alivio», que es el que cuadra á su derivación del verbo aconhortar.

[291] No faltan insulsos juegos de palabras que anuncian á Feliciano de Silva, v. gr. «Porque vea más de cerca tu gentil figura que me tiene desfigurado». (Pág. 48). «Yo contra ti no puedo ganar, porque no me queda con qué aventurar, y no aprouecharia ser auenturero, pues que soy desuenturado» (pág. 35).

La lengua no ofrece particularidad notable. Los aragonesismos son raros. Sólo he notado un por tú sola (pág. 52).

[292] La Penitēce Damour, en laquelle sont plusieurs Permasiōs et respōces tresutilles et prouffitables, Pour la recreatiō des Esperitz qui veullēt tascher a hōneste conuersation auec les Dames. Et les occasions que les Dames doibuēt fuyr de cōplaire par trop aux pourchatz des Hommes, et importunitez qui leur sont faictes soubz couleur de Seruice, dont elles se trouuent ou trompees, ou infames de leur Honneur, R. B.

(Al fin): Cy fine la Penitence Damour nouuellement Imprimee. Mil. D. XXXVII. En 16.º.

El único ejemplar conocido de este libro pertenece hoy á la Biblioteca Nacional de París, y procede de la de Mr. Méon, conocido colector de los Fabliaux de la Edad Media.

(Vid. Foulché-Delbosc, Revue Hispanique, 1902, pp. 203-205).

[293] Coplas sobre la toma de Fuenterrabía, hechas por Lope Ortiz. It. «Hágase mucha alegria». D. «Á la contina os va mal». It. un villancico. It. «Pues no quereis tener paz». It. se siguen unas coplas del mismo á una señora, porque trovó una glosa sobre Maldito sea Mahoma. It. «Señora muy noblecida». D. «tan ligera me vencí». It. un Codicillo de amores del mismo. It. «Sepan los enamorados». D. «Y por amansar su pena». Es en 4.º Costó en Medina del Campo 3 blancas, á 23 de Noviembre de 1524.

[294] A este romance sigue un villancico:

Amor, quien de tus plazeres
Y deleites se enamora,
Á la fin cuytado llora...

y un Romance que fizo un galan alabando a su amiga, del cual se conoce otra lección publicada por Wolf (Sammlung, 276), tomada de un pliego suelto de la Biblioteca de Praga.

[295] Tomo IX de la Antología de poetas líricos castellanos, pp. 339-350.

El ejemplar que Salvá (Catálogo, t. I, p. 394) ocasionalmente describe, es, según toda probabilidad, el mismo que hoy pertenece á mi colección, y que el bibliófilo valenciano vería en Inglaterra, en la de Mr. Samuel Turner, cuyo ex libris conserva.

[296] Síguese la tragicomedia de Calisto y Melibea, nueuamente trobada y sacada de prosa en metro castellano, por Juan Sedeño, vezino y natural de Areualo... 4.º let. gót. 114 pp.

(Colofón): «Acabose la tragicomedia de Calisto y Melibea: impressa en Salamanca, a quinze dias del mes de deciembre, por Pedro de Castro impresor de libros. Año de mil y quinientos y quarenta años».

El ejemplar de la Biblioteca Nacional, que no es por cierto el bellísimo que perteneció á D. Agustín Durán, carece de portada y está expurgado por Fr. Alonso Cano, calificador del Santo Oficio, en Madrid 28 de julio de 1639.

En el prólogo al lector se leen algunas especies curiosas, de las cuales pudiera inferirse que algo había descendido la popularidad de la Celestina en 1540, si no tuviésemos tantas pruebas de lo contrario. Es probable que Sedeño exagerase las cosas para justificar de algún modo su inútil trabajo de refundición.

«Escudriñando y buscando en qué mi grosera pluma exercitar pudiese, ocurriome a la memoria la no menos sutil y artificiosa que util y provechosa tragicomedia de Calisto y Melibea. La cual como algunas veces fuese por mí leida, siempre me hallaba nuevo en ella, hallando cada vez cosas dignas de ser vistas y notadas; consideraba el gran provecho que a los que (no parando en la corteza) sacan y toman el meollo de ella se sigue. Vi asi mismo que siendo un compendio tan fructuoso, como todas las novedades aplazen más; a causa de algunas nuevas cosas que en depravacion de las antiguas, de poco tiempo acá son salidas; de esta ya como raída y apartada de la memoria por olvido de la gente, están las públicas tiendas de los mercaderes y libreros tan solas como las secretas librerías de los sabios desamparadas; y que nadie cura de leerla para sacar de ella la utilidad que lícitamente podía conseguir... Muchos toman gusto en las cosas nuevas, y pocos (aunque algunos) toman sabor en las cosas antiguas; y al fin cada uno de diverso modo, y por esto, viendo que este breve libro por su antigüedad que entre las modernas cosas tenía, a muchos era odioso y cuasi a ningun favor acepto; quise dalle favor con alguna novedad en que los lectores se deleitasen, y esto no quise que fuese adicion de algun auto como algunos han hecho...(a). Y como esta obra estuviese del todo cumplida, y de ninguna cosa falta, no me pareció justo añadir en ella cosa alguna. Mudar la orden de su proceder, era en agravio de sus primeros autores, a quien tanta reverencia se debe. Pues considerando que todas las cosas que en metro son puestas traen a sus autores dos grandes provechos. Lo uno ser así a los oyentes como a los lectores más aceptas, y lo otro que más facilmente a la memoria de las gentes son encomendadas: aunque con trabajo de mucho tiempo me dispuse a lo hacer con determinada voluntad de no adicionar ni disminuir las sentencias y famosos dichos. I por tanto al discreto lector (a cuya correccion me someto) suplico si coplas o versos de esta mi obrilla el debido sonido no tuvieren, no por eso me culpe, pues no se sufria menos, para que la sentencia del verso de la prosa no discrepase; principalmente en obra de tanta fatiga y trabajo; antes su elocuencia emiende aquello que emienda requiere, y lo demas ampare con las alas de su prudencia y discrecion».

(a): Alude sin duda al de Traso.

Como muestra del trabajo de Sedeño, copio los primeros versos del acto primero, para que se comparen con los de Urrea:

Cal. En esto veo, Melibea,
la grandeza de mi Dios
cuán sublime y grande sea.

Mel. Decid, porque yo lo vea,
Calisto, en qué lo veis vos.

Cal. En dar poder á natura
que tan linda te hiciese
y dotasse tu figura
de tan alta hermosur
que ninguna igual te fuese.
Y a mí quisiese hacer,
indigno, merced tamaña,
que te alcanzase yo a ver
en lugar do mi querer
descubra mi pena estraña.
Y para mi gran pasion
juzgo yo, señora mía,
ser mayor tal galardon
que toda mi devocion
ni cualquiera otra obra pia.
Dime, si en ello has mirado,
señora de mi alvedrio,
quién ovo jamás hallado
un cuerpo glorificado
de la suerte que está el mio.
Por cierto los muy gloriosos
ante la viva existencia
no se hallan tan graciosos,
tan contentos ni gozosos
como yo con tu presencia.
Mas hay esta diferencia
de su gloria a mi placer:
que ellos gozan la apariencia
de la divina excelencia
sin temor de la perder;
yo me alegro con recelo
del tormento tan esquivo
que tu ausencia y mi gran duelo
dan a mí gran desconsuelo
en grado muy escesivo.

Mel. Tienes este galardon
por muy grande y muy crecido?

Cal. Júzgale mi corazon
por tan alto y claro don
cual otro jamás ha sido.
Si en la gloria Dios me diese,
y esto te digo en verdad,
una silla en que estuviese,
no pienso que lo tuviese
por tanta felicidad.

[297] Svmma de varones ilustres: en la qual se contienen muchos dichos, sentencias y grandes hazañas y cosas memorables, de Docientos y veynte y quatro famosos, ansi Emperadores, como Reyes y Capitanes, que ha auido de todas las naciones desde el principio del mundo hasta quasi en nuestros tiempos por el orden de A. B. C. y las fundaciones de muchos Reynos y Prouincias... La qual recopiló Johan Sedeño, vezino de la villa de Areualo. Año de 1551... En Medina del Campo, por Diego Fernandez de Cordoba. Hay otra edición de Toledo, 1590.

[298] Siguense dos coloquios de amores y otro de bienauenturança en el qual se trata en qué consiste la bienauenturança de esta vida, nueuamente compuestos por Juan de Sedeño, vezino de Areualo. M. D. XXXVI. Sin lugar de impresión. 16 páginas en 4.º.

[299] Catálogo de obras dramáticas impresas pero no conocidas hasta el presente... Por Don Emilio Cotarelo y Mori, 1902, pág. 30.

[300] «Juan de Sedeño published, in 1536, two prose dialogues on Love and one on Happiness. The former in a more philosophical spirit and with more terseness of manner, than belonged to the age» (t. II de la ed. de 1863, pág. 10).

[301] No existe ningún estudio especial acerca de este fecundo y desvergonzado versificador. En Usoz (Cancionero de obras de Burlas, pp. 237-241), en el Romancero General de Durán (ns. 285, 1252, 1845), en el Catálogo de Salvá (tomo I, pp. 14 y 15) y sobre todo en el tomo IV del Ensayo de Gallardo (pp. 42 á 59, 1406 á 1422), se encuentran varias piezas poéticas suyas y noticias bibliográficas de otras. Dos de sus pliegos góticos fueron reproducidos en facsímile por D. José Sancho Rayón.

[302] Aquí comiençan vnas coplas de las comadres. Fechas a ciertas comadres no tocando en las buenas: saluo de las malas y d' sus lenguas y hablas malas, y de sus afeytes y sus azeytes y blanduras; z de sus trajes z otros sus tratos, Fechas por Rodrigo de Reynosa (Facsímile de Sancho Rayón). El original que sirvió para ella pertenece á la inestimable colección de pliegos góticos que posee la Biblioteca Nacional, procedentes de la de Campo Alanje.

[303] Gracioso razonamiento, en que se introducen dos rufianes, el vno preguntando, el otro respondiendo en germanía, de sus vidas z arte de vivir: quando viene vn alguacil; los quales como le vieron, fueron huyendo, z no pararon fasta el burdel a casa de sus amigas: la vna de las quales estaua riñendo con vn pastor, sobre quel se quexaua que le auia hurtado los dineros de la bolsa. Y viendo ella su rufian hazese muerta, y el se haze fieros, y dize al pastor que se confiese, el qual haziendo asi, acaua. Reproduje este Razonamiento en el Ensayo de Gallardo (t. IV, cols. 1418-1422), excepto las seis últimas estrofas (confesión del pastor), que no me atreví á incluir por estar llena de horribles obscenidades.

[304] Comiença vn razonamiento por coplas, en que se cōtrahace la germanía z fieros de los rufianes z las mugeres del partido, z de vn rufian llamado Cortauiento y ella Catalina torres altas, con otras dos maneras de romance y la Chinigala. Fechas por Rodrigo de Reinosa (n.º 4487 de Gallardo). Otras composiciones de muy diverso estilo tiene Rodrigo de Reinosa, feliz imitador de Juan del Enzina en la poesía pastoril y aun en la lírica popular de asunto religioso. Pero no me incumbe tratar de ellas aquí, reservando para otro lugar el estudio de este peregrino poeta, que acaso fué oriundo de la villa montañesa de su apellido, pues no hay otro pueblo homónimo en España.

[305] Incidentalmente fué imitada la Celestina en otros pliegos sueltos que relatan fierezas y desgarros de jaques y rufianes, pero tienen menos curiosidad que los de Rodrigo de Reinosa. Un solo rasgo de la tragicomedia, el ditirambo que pronuncia Celestina en el acto IX, escandecida por el mosto de Luque ó de Munviedro, fué origen de una serie de Villancicos muy graciosos de unas comadres muy amigas del vino. Tienen verdadera gracia, y en Gallardo (t. I, n.º 1272) pueden leerse. Uno de ellos tiene por tema inicial una frase de la vieja dipsómana:

La letra dice que beban Tres veces a la comida; Mas debe estar corrompida...

«Pármeno.—Madre, pues tres vezes dizen que es bueno e honesto todos los que escriuieron. «Celest.—Hijos, estará corrupta la letra, por treze tres.»

[306] Véase el interesante estudio, con extractos copiosos, que de estos sermones, los cuales se conservan manuscritos en la Biblioteca de la Catedral de Valencia, ha publicado su digno archivero D. Roque Chabás en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, tercera serie, tomos VI, VII, VIII y IX (1902 y 1903). Conviene advertir que muchas de las cosas que San Vicente dice sobre los vicios y escándalos que afligieron á la cristiandad durante el largo cisma de Occidente son de aplicación general y no circunscrita á Valencia, pero otras tienen un carácter local muy marcado.

[307] Spill o Libre de les Dones. Per Mestre Jacme Roig. Edición crítica con las variantes de todas las publicadas y las del Ms. de la Vaticana, prólogo, estudios y comentarios por D. Roque Chabás. Barcelona y Madrid, 1905. (Forma parte de la Biblioteca Hispánica).

[308] Poesías de Francisco de Sá de Miranda (ed. de D.a Carolina Michaëlis), Halle, Niemeyer, 1885, pág. 250.

[309] En el romance heroico que acompaña á su Oratio luculenta de laudibus Valentiae, recogido luego en el Cancionero General.

[310] De Sermone, lib. III, pág. 1651 de las obras de Pontano en la edición de Basilea.

[311] «Senex praeterit, octogenarius, cantitans amore insaniens...» (En el diálogo Antonius, fol. 36 vto. del tercer tomo de la edición de Florencia por los herederos de Felipe Iunta, 1520). Sospechamos que se trata de la misma persona que en el pasaje anterior.

[312] En el mismo diálogo Antonius (fol. 65 vto.) hace decir Pontano á su mujer: «Maritus meus amat ancillulas si quas facie liberali vidit, sectatur ingenuas puellas. Anno superiore Tarenti cum esset, congnovit non unam, anno ante in Hetruria cum Gaditanula deprehensus fuit. Iocatur etiam domi cum Æthiopissis, nec pati possum eius intemperantiam». Tales costumbres no autorizan á nadie para convertirse en censor de las ajenas, pero Pontano, aunque fiel servidor de la dinastía aragonesa, había dado en la manía de atribuir todos los males del reino á su trato con los catalanes y demás españoles: el uso del puñal, las blasfemias y juramentos, la prostitución y todo género de horrores. Así lo dice en el mismo diálogo Antonius (p. 33): «Ideoque innocentissimus olim populus dum à Catalonia reliquaque Hispania comportandis gaudet mercibus, dum gentis eius mores admiratur ac probat, factus est inquinatissimus».

[313] Valentine in Hispania citeriore aedes quaedam sacrae, Vestaliamque monasterio ita quidem patent amatoribus, ut instar lupanariorum sint. (En el tratado De immanitate, tomo II de la referida edición florentina, fol. 217 vto.) Esta escandalosa noticia puede ponerse en cuarentena respecto de la época en que escribía Pontano, pero de tiempos anteriores hay documentos que, desgraciadamente, la confirman. Véase una carta de los Jurados de Valencia á 5 de septiembre de 1414 sobre el monasterio de San Julián extramuros, que estaba fet spluga e niu de vicis e peccats (Carboneres, La Mancebía en Valencia, 1876, pág. 57). Cf. Danvila (D. Francisco). El robo de la judería de Valencia en 1391, tomo VIII del Boletín de la Academia de la Historia, pp. 370 y 387. En una visita eclesiástica del monasterio de Bernardas de la Zaidia de Valencia del año 1440 (Archivo Histórico Nacional) se manda por el Visitador que ninguna religiosa lleve «manteta, mantonet, paternostres daur ni de coral... que no s'pelen las celles, los polsos, ni vajen pintades, ço est, de blanquet, argent e color e di ferse luors en la cara (Revista de Archivos, 3.ª época, tomo VIII, página 293).

[314] Trionfi, carri, mascherate o canti carnacialeschi, Florencia, 1559. En esta rarísima colección formada por Lasca se atribuye el Canto de los perfumistas á Messer Jacopo da Bientina Cf. Canti carnacialeschi, ed. Guerrini, Milán, 1883, pp. 116-17.

[315] «Ma il vorressimo in tutta bontà, e di quelli de Valenza che sono ben zaldi de dentro e se vedono pigati col reverso de fori. Pregamovi ad volere ben examinarli et farli vedere a qualche altra persona, et maximae a spagnoli che se ne intendono et cognoscono la bontà loro et come voleno essere per uso de donna.» (Luzio Renier, Il lusso d' Isabella d' Este, en la Nuova Antologia de 1896).

[316] «El traer olores y el preciarse de ungüentos preciosos, aunque no es gran pecado, es a lo menos sobrado regalo, y aun vicio bien excusado; porque el caballero mancebo y generoso como vos, más honesto le es preciarse de la sangre que derramó en la guerra de Africa, que no de la algalia y almizcle que compró en Medina». Así escribía fr. Antonio de Guevara en 1529 á su amigo Micer Perepollastre (Epístolas familiares, 2.ª parte, XX). Esta donosa letra, en la cual se toca cuan infame cosa es andar los hombres cargados de olores y pomas ricas, confirma el exceso que en esto había. Los guantes adobados se vendían á seis y á diez ducados.

[317] Viajes de extrangeros por España y Portugal en los siglos XV, XVI y XVII, colección de Javier Liske (año de 1878), traducida y anotada por F. R. (Félix Rozanski). Viaje de Nicolás de Popielovo, pp. 54-57. La costumbre, sin duda de origen francés, de besar á las damas, que llamó la atención del viajero alemán, es una de las que San Vicente Ferrer reprueba en uno de sus sermones inéditos: «Si aliqua est mulier juvenis quae osculetur juvenes, dicent et laudabunt eam tanquam bonam, et «dico ego quod est putana talis» (Ms. del colegio del Patriarca, fol. 209, sermón predicado en Villarreal. Apud. Chabás, Revista de Archivos, VIII, 293). «Au regard des dames, elles sont les plus belles et plus gorgiases et mignongnes que on sçace, car le drap d'or et le satin brochié et le velour cramoisy leur est aussy commun que velour noir et satin en nostre pays» (Voyage de Philippe le Beau en Espagne en 1501, por Antoine de Lalaing, Sr. de Montigny, en el tomo I de la Collection des voyages des souverains des Pays-Bas, publicada por Gachard (Bruselas, 1876, p. 211). El mismo Lalaing hace una detallada descripción «de l' admirable bourdeau dudit Valence» (pp. 213-214). Al año 1571 pertenece el viaje de Venturino da Fabriano, que acompañó al Cardenal Alejandrino legado de San Pío V en España. De este viaje, todavía inédito en la Biblioteca de Dresde, publicó algunos extractos E. Nunziante, Un viaggio in Europa nel secolo XVI, y de ellos copia E. Mele (Revista crítica, III, p. 288) un pasaje muy curioso relativo á Valencia: «Le donne di Valenza sono più belle dell' altre sinora viste in Spagna, e più invernisate o lisciate e liberissime nella vita loro. Vanno a spasso con cavalieri a piedi, in groppa alle mule, in cocchio, con troppa licenza... Li cavalieri similmente... vestono con ogni sorta di lindezza e ornamento, ben spesso piuttosto muliebre che virile, e le donne con tutta la lascivia, con abito como quello di Barcellona, e de più si coprono il volto, forse per andar più libere, col mantello o con la ventarola, che tutte portano; usano pianelle dette chiappines, altissime, nella foggia di zoccoli d'Italia; sono variamente dorate e dipinte». Omito otras citas de viajeros, que nada añaden, como no sea alguna insolencia, y termino con la frase, seguramente hiperbólica, de Juan Botero, que por lo menos debiera haberse acordado de Venecia antes de escribirla: «Non é città in Europa, oue le donne di mal' affare siano più stimate; cosa ueramente indegna, conciosia che quiui e d' habitazione, e di uestito, e di servitù la libidine avanza l' onestà» (Le Relazioni Vniversali di Giovanni Botero, Venecia, 1599, pág. 6).

[318] Act. I, sc. X. «Ho letto il cartello, che manda Don Cirimonia di Moncada al Signor Lindezza de Valenza».

[319] Novela 42 de la Primera Parte. Il signor Didaco Centiglia sposa una giovane, e poi non la vuole e da lei è ammazzato. «Valenza, quella dico di Spagna, è tenuta una gentile e nobilissima città, dove, siccome più volte io ho da mercadanti Genovesi udito dire, sono bellisime e vaghe donne; le quali si leggiadramente sanno invescar gli uomini, che in tutta Catalogna non é la più lasciva ed amorosa città: e se per avventura ci capita qualche giovine non troppo esperto, elle di modo lo radono, che le Siciliane non sono di loro migliori ne più scaltrite barbiere...». (Novelle di Matteo Bandello, Milán, 1813, tomo III, pág. 124).

[320] Croce (B.), Ricerche Ispano-Italiane, II. Noterelle lette all' Accademia Pontaniana. (Nápoles, 1898, pp. 1-4). Farinelli (Arturo). Sulle Ricerche Ispano-Italiane di Benedetto Croce (En la Rassegna Bibliografica della Letteratura Italiana, Pisa, tomo VII, 1899, pág. 284). Mele (Eugenio). Sobre las Ricerche de Croce, en la Revista Critica de Historia y Literatura de Altamira, tomo III, 1898, pp. 280, 292.

[321] «Más ganaba yo (dice Divicia) que p... que fuese en aquel tiempo, que por excellencia me llevaron al publique de Valencia, y allí combatieron por mí cuatro rufianes». (Pág. 260).

[322] «Desde el fallecimiento de la Reina Católica había ido agravándose la dolencia moral que afligía al pueblo valenciano. Los asesinatos, impunes muchas veces; las violencias, los cohechos de los jueces y oficiales de justicia, las infidencias de los depositarios de la fe pública, los raptos de mujeres, los amancebamientos de los clérigos, la creciente apertura de tabernas, el próspero estado de la mancebía; la multitud de enamorados, rufianes, vagamundos, paseantes (picatons), pendencieros y mendigos que inundaba la ciudad; la infame y repugnante asociación de libertinos, cuyo título y objeto no permite el decoro que se recuerden, y otros muchos justificados hechos que es innecesario consignar, trazan gráficamente el sombrío cuadro de aquella sociedad desquiciada y revuelta. Las crónicas, manuscritos coetáneos, disposiciones de los Jurados y Consejo General, registros de los establecimientos piadosos, procesos de la Inquisición y de los Justiciazgos civil y criminal, las homilias y otros muchos documentos públicos y privados, lo atestiguan de una manera irrefutable». Danvila y Collado (D. Manuel), La Germanía de Valencia, pág. 31. Escolano (Historia de Valencia, tomo II, lib. X, col. 1449) atribuye el desbordamiento de las malas costumbres á «personas estrangeras de allende, que a ocasion de mercadear, la moravan».

[323] Sabido es que este libro inmundo y soez, cuyo único ejemplar conocido existe en el Museo Británico, fué reimpreso en Londres, 1841, por D. Luis de Usoz y Rio, con el extravagante propósito de mostrar la educación que el clero había dado á la sociedad española. Para Usoz, fanático protestante, era cosa fuera de duda que todas las indecencias del Cancionero habían sido escritas por clérigos y frailes. Tesis igualmente disparatada que la de los que suponen á tontas y á locas que toda nuestra literatura de los siglos XVI y XVII está informada por el espíritu católico y es una escuela práctica de virtudes cristianas. La composición más extensa y brutal del Cancionero de burlas, es decir, la parodia de las Trescientas de Juan de Mena con su glosa, tiene algún interés para ilustrar las Celestinas secundarias y la historia anecdótica de la prostitución á principios del siglo XVI. Todos los nombres que en ella se citan tienen traza de ser reales. Fué escrita, ó á lo menos terminada en Valencia, á la cual se refieren las últimas glosas; pero el autor debía de ser castellano por la soltura y desenfado con que maneja nuestra prosa y por las muchas noticias que trae de Salamanca, Valladolid, Guadalajara y otros pueblos del interior de España.

[324] Esta rarísima edición existe en el Museo Británico, procedente de la Biblioteca Grenviliana. Salvá (Catálogo, I, 517) la describe en estos términos: «El frontis tiene una ancha orla por sus cuatro lados, y dentro hay un grande escudo de armas del Duque de Gandía. En la parte superior de la portada se lee: Con preuilegio, y debajo del escudo: Síguese la Comedia llamada Thebayda, nueuamēte compuesta, dirigida al illustre y muy magnifico señor él Señor Duque de Gandia... Al dorso se halla la dedicatoria titulada Prefaction, y en el fol. II otra dedicatoria en verso, después de la cual viene el argumento de La Thebayda. Esta comedia en prosa principia en el folio III y concluye al fin del XLV. En el blanco del XLVI se lee: Síguese la comedia llamada Ypolita nueuamente compuesta en metro. Esta termina en el fol. LII vto. Siguen después foliación y signaturas nuevas para la Comedia nueuamente compuesta llamada Seraphina, en que se introducen nueue personas. Las quales en estilo comienço (sic. por cómico) y á vezes en metro van razonando hasta dar fin á la comedia. Finaliza ésta en el reverso del fol. XIII, marcado por errata como si fuera el XII. Después leemos: Aunque (¿Nunque?) compuesto por el mismo autor. Sigue á esta especie de epígrafe una colección de sentencias en pareados de ocho sílabas, las que principian á la vuelta de la penúltima hoja y ocupan casi todo el blanco de la última, dejando solamente lugar para lo que copio á continuación: Fue impresa la presente obra en la insigne Cibdad de Valencia por matre (sic) George Costilla, impresor de libros; acabose a XV del mes d' febrero del año mil y D. XXj (1521). Otorgo su cesarea magestad al presēte libro gracia y Priuilegio que ninguno lo pueda imprimir en todos los reynos de Castilla ni aragon ni traer de otra imprimido por tiempo de diez años so las penas en él contenidas. Fol y vo. 4.º como dice el Catálogo de la Biblioteca Grenv. Letra gótica con unas figuritas al principio de cada escena de los interlocutores de ella. Tiene foliación que se renueva al principio de la Seraphina, y las signs. A-Iiiij. Viene luego Aj hasta Cij. Cada cuaderno es de seis hojas». Hasta aquí el bibliógrafo valenciano. Ignoro si este ejemplar, único de que tengo noticia, es el mismo que poseyó Moratín, y al cual se refiere varias veces en sus cartas familiares. En 9 de junio de 1817 escribía desde Barcelona á D. José Antonio Conde: «Ha parecido en Lutecia un librote que me enviarán sin falta, y cuando venga no trueco mi opulencia por la de Midas el de las aures asininas. Es nada menos que las tres citadas, y vueltas á citar y nunca vistas, comedias La Thebayda, la Tolomea y la Serafina, impresos en Valencia en el año de 1521, esto es, cuando Lope de Rueda jugaba á la rayuela y al salta tú con otros chicos como él en el arenal de Sevilla. Con esta nueva adquisición tengo ya material para unos ocho tomos de piezas dramáticas del primer siglo del teatro español, comenzando en Juan de la Enzina y acabando por Juan de la Cueva». (Obras Póstumas de don Leandro Fernández de Moratín, tomo II, 1867, pp. 284-285). Moratín, por distracción sin duda, puso en vez de la Hipólita la Tolomea, que es una de las tres comedias de Alonso de la Vega, impresas en 1566. Las otras dos son la Serafina y la Duquesa de la Rosa. En carta al mismo Conde (9 de agosto de 1817) añade: «Hoy mismo tendré en mis manos pecadoras el libro que contiene aquellas comedias antiguas de que hablé á Vd., y él me consolará por algunos días de los desabrimientos que continuamente me molestan». (Pág. 288). La compra se hizo por medio del abate D. Juan Antonio Melón, á quien escribía Moratín desde Montpellier, en 10 de septiembre de 1817: «Me han acompañado en mi viaje aquellas tres rancias comedias que me adquiriste, de las cuales aún no he podido leer más que la mitad de la primera. Es una novela en diálogo, imitación de la Celestina y muy inferior á aquel excelente original» (pág. 960). Antes que Moratín diese breve cuenta de estas piezas en sus Orígenes del teatro español, sólo se encontraba la escueta noticia de sus títulos y del año y lugar de impresión en Nicolás Antonio (Biblioteca Hispana Nova, tomo II, pág. 338), que duda por cierto si el autor es uno solo: «sive unum sive plures». Velázquez, en sus Orígenes de la poesía castellana (traducción alemana de Dieze, p. 310), copió la indicación bibliográfica de Nicolás Antonio, que repitieron luego García de Villa (Origen, épocas y progresos del teatro español, p. 251), Pellicer (Tratado Histórico de la Comedia y del Histrionismo, I, pág. 16) y otros autores, ninguno de los cuales da el menor indicio de haber visto tales comedias. Es muy dudosa la existencia de las dos ediciones que algunos bibliógrafos suponen hechas en Valencia por el mismo Jorge Costilla en 1524 y 1532. Nadie las ha descrito, y puede haber error en los guarismos. La única reimpresión positiva y auténtica es de la de Sevilla, 1546, de la cual se conocen tres ejemplares más ó menos completos. Ninguno de ellos contiene la Hipólita, sino solas la Thebaida y la Seraphina. Nuestra Biblioteca Nacional posee el magnífico ejemplar que fué de Salvá y le sirvió para el cínico análisis inserto en el tomo II de su Catálogo. Brunet describe el de la Biblioteca Nacional de París, que está falto de las últimas hojas, y Wolf (Studien, pág. 290) cita el de la Biblioteca Imperial de Viena. Esta edición de Sevilla no es en folio, sino en 4.º Lleva en la portada y al principio de las escenas figuritas que supongo que serán las mismas de la edición príncipe. Carece de foliatura y tiene las signaturas a-r, todas de ocho hojas. Al fin dice: Fue impressa la presente obra, llamada Thebayda, en Seuilla en casa de Andrés de Burgos. Acabose a diez de Mayo. Año de mil y quinientos y quarenta y seys años. La extremada rareza de estas comedias hizo que algunos eruditos sacasen copias de ellas para su estudio. En el departamento de Manuscritos de la Biblioteca Nacional existen la Thebayda y la Seraphina copiadas del ejemplar de Viena por Böhl de Faber, y la Hipólita, transcrita de la edición de 1521 por D. Agustín Durán.

[325] Obras de Moratín, ed. de la Academia de la Historia, I, pág. 152.

[326] En la introducción que Du Méril puso á su edición de la comedia Alda (Poésies inédites du Moyen Age, 3.ª sección, París, 1854, pág. 423) dice que este asunto se encuentra con algunas diferencias en el Mischle Sandabar, colección de cuentos hebreos, traducida por Carmoly, y con identidad completa en un poema francés inédito del siglo XIII, Floris y Lyriope, y en el fabliau de Trubert, colección de Méon, tomo I, pág. 192.

[327] En dos de las Settanta Nouvelle Porretane del boloñés Sabadino (fols. XII y Liiii de la edición de 1510) intervienen hombres disfrazados de mujeres. Ambas novelas son muy licenciosas pero nada tienen que ver con el argumento de la Seraphina. Más se parece el de la novela XII de Masuccio Salernitano (Il Novellino, ed. Setembrini, Nápoles, 1874, pp. 150 á 162).

[328] Trátase de Serafino Aquilano, célebre músico y poeta napolitano (1466-1500), muy dado á sutilezas y conceptos, por lo cual se le considera como uno de los precursores del seicentismo. En España debía de alcanzar mucho crédito á principios del siglo XVI, pues ya hemos visto que también Urrea le cita con elogio.

[329] Pág. 379-380. Cito por la reimpresión que los señores Marqués de la Fuensanta del Valle y D. José Sancho Rayón hicieron en el tomo V de su Colección de libros españoles raros ó curiosos (Madrid, 1873) que comienza con la Comedia Selvagia. De la Seraphina se tiraron también algunos ejemplares aparte.

[330] «Estilo, frases, traza, todo es idéntico», dice Gallardo (Ensayo, I, col. 1184). Algo habría que objetar á esto, pero en realidad prevalecen las semejanzas.

[331] «Menedemo.—En verdad te digo, si hubieses visto las cosas que en prosa y en metro tiene compuestas, te pondría espanto». (pág. 41). «Franquila.—¿A quién en el mundo visteis vosotros hablar ni trobar por tan alto y limado estilo? ¿E adónde se hallará su abundancia de vocablos, e la facundia que tiene en la lengua?». (pág. 104). «Franquila.—¿Y en el arte de la oratoria, parécete que se queda atrás? «Menedemo.—Muy mejor escribe en prosa que en metro». (pág. 108). «Galterio.—Oh cancion digna de estar escrita con letras de oro! y cierto aquel Florentino Petrarca, en su galana toscana lengua, no declaró su pasion con sentencia ni metros tan altos, ni pudo por tal estilo, aunque mucho se trabajaba, representar en público lo que en el alma sentía, en el tiempo que él, como muchas veces afirma, más fuego tuvo encerrado en el pecho; ¡oh quién la tornase á oir otra vez! ¿Qué me dices, Menedemo, que te veo helado? «Menedemo.—Por la Sagrada Escritura te juro que daría mi caballo con el jaez por tener la cancion escrita, porque pienso que cosa semejante á ésta nadie hasta hoy la compuso». (pág. 137). «Menedemo.—¡O santo Dios! qué maravillosa manera de metrificar, e qué medida en los pies, y qué sentencia tan comprehensible en su propósito». (pág. 258). Como no es de suponer que el autor de los versos sea uno y el de la prosa otro, habrá que convenir en que ningún poeta ha llegado á la frescura de este anónimo en lo de elogiarse á sí mismo. Todas sus composiciones son á estilo de los cancioneros del siglo XV. Las más curiosas son dos glosas de romances, Rosa Fresca y Por el mes era de Mayo.

[332] «Galterio.—Mi principal intencion es, como ya sabes, ser amigo de todos los ministros de la justicia, porque éstos contentos, puede hombre desollar caras en medio de la ciudad como cada día ves que se hace; y esto con poco trabajo se alcanza, porque con dar... algunos avisos de hombres facinerosos, y de algunos que juegan juegos devedados, y de algunas mancebas de casados, ó frailes ó clérigos pobres, que de los demás otro norte se sigue, como luego y tambien acostumbro acompañar algunas noches al corregidor ó teniente, y con llevalle alguna vez un presentillo liviano de cualquier par de perdices, y con otros servicios de pelillo semejantes á éstos puedes á banderas desplegadas matar moros...». «Esto dejado, tambien procuro de tener contentos los caballeros de la ciudad, en algunas cosas como en acompañallos de que hombre los encuentra en la calle, que es cosa de que ellos mucho se honran; y tambien loar sus cosas á persona que se lo hayan de decir el mismo día, como á criados y familiares de su casa... Otra forma no pensada tengo tambien para con los señores de la Iglesia, etcétera» (pp. 180-183).

[333] D. Pedro IV de Aragón mandó extinguir este oficio, por carta real dada en Valencia á 6 de marzo de 1337 (vid. Aureum Opus regalium privilegiorum, p. CIII. De revocatione officii regis Arloti, VIII, citado por Carboneres en sus curiosos apuntes históricos sobre La mancebía en Valencia, Valencia, 1876).

[334] Obras del marqués de Santillana, ed. de Amador de los Rios, pág. 513.

[335] Vid. sobre estos valencianismos de la Seraphina (que son mucho más raros en la Thebayda) una indicación de D. Cayetano Vidal de Valenciano en Lo Gay Saber, segunda época, año IV, 15 de mayo de 1881.

[336] La Thebayda fué reimpresa por el marqués de la Fuensanta del Valle en el tomo XXII de la Colección de libros españoles raros ó curiosos (Madrid, 1894). Esta edición es incorrectísima; se hizo por una mala copia del ejemplar de la Biblioteca Nacional, y se ve que no fué cotejada ni corregida por nadie. Hay erratas monstruosas, que hacen á veces impenetrable el sentido. Á ella nos referimos, sin embargo, por ser la única accesible á la mayor parte de los lectores.

[337] Es un tomo en 4.º, sin lugar ni año, 54 folios, signaturas Aij-Niij, con grabados en madera. Hay tres reimpresiones modernas de la Lozana, una en el tomo primero de la Colección de libros españoles raros ó curiosos, de Sancho Rayón y Fuensanta del Valle (Madrid, 1871); otra de París, 1888, en que acompaña al texto castellano una traducción francesa de Alcides Bonneau, y la última de Madrid, en la Colección de libros picarescos del difunto editor Rodríguez Serra (1899). Todas estas ediciones, que en rigor se reducen á una sola, proceden de una copia que Gayangos hizo sacar del libro de Viena, y que nadie se ha tomado el trabajo de cotejar.

[338] En su artículo sobre la Celestina reimpreso en sus Studien (pág. 290).

[339] El autor indudablemente la retocó antes de imprimirla, añadiendo algunas cosas de fecha posterior, porque no hemos de atribuirle don de profecía. «Rampin.—Los cardenales son aquí como los mamelucos. «Lozana.—Aquellos se hacen adorar. «Ramp.—Y éstos tambien. «Loz.—Gran soberbia llevan. «Ramp.—El año de veinte y siete me lo dirán. «Loz.—Por ellos padeceremos todos». (Pág. 45 de la ed. de Libros raros). «Lozana.—¿Qué predica aquél? Vamos allá. «Ramp.—Predica cómo se tiene de perder Roma, destruirse el ano del XXVII, mas dícelo burlando» (pág. 73). «Anctar.—Pues año de veinte é siete dexa á Roma y vete. «Comp.—¿Por qué? «Anct.—Porque será confusion y castigo de lo pasado. «Comp.—A huir quien más pudiere. «Anct.—Pensá que llorarán los barbudos, y mendicarán los ricos, y padescerán los susurrones, y quemarán los públicos y aprobados ó canonizados ladrones. «Comp.—¿Cuáles son? «Anct.—Los registros del Jure Cevil» (pp. 131-132).

[340] Véase una muestra: «Lozana.—Mira, no te ahogues, que este Tiber es carnicero como Tormes, y paréceme que tiene este más razon que no el otro. «Sagüeso.—¿Por qué éste más que los otros? «Loz.—Has de saber que esta agua que viene por aquí era partida en munchas partes, y el emperador Temperio quiso juntarla y que viniese toda junta, y por más excelencia quiso hacer que jamás no se perdiese ni faltase tan excelente agua á tan magnífica cibdad, y hizo hacer un canal de piedras y plomo debaxo á modo de artesa, y hizo que de milla á milla pusiesen una piedra y escrito de letras de oro su nombre, Temperio, y {andaban dos mil hombres en la labor cada día; y como los arquimaestros fueron á la fin que llegaban á Ostia Tiberiana, antes que acabasen vinieron que querían ser pagados. El Emperador mandó que trabajasen sin entrar en la mar; ellos no querían, porque si acababan, dubitaban lo que les vino, y demandaron que les diese su hijo primogénito, llamado Tiberio, de edad de diez y ocho años, porque de otra manera no les parecía estar seguros; el Emperador se lo dió, y por otra parte mandó saltar las aguas, y ansí el agua con su ímpetu los ahogó á maestros y laborantes y al hijo, y por eso dicen que es y tiene razon de ser carnicero Tiber á Tiberio» (pp. 262-263).

Ignoro el origen de esta leyenda, que no encuentro en el precioso libro de Graf, Roma nella memoria e nelle inmaginazioni del Medio Evo.

Otros rasgos de esta arqueología infantil hay en la Lozana: «Os puedo mostrar al Rodriguillo español de bronce; hecha fué estátua en Campidolio, que se saca una espina del pie y está desnudo» (pág. 48).

«Lozana.—¿or dó hemos de ir?

«Rampin.—Por aquí, por plaza Redonda, y vereis el templo de Panteon, y la sepultura de Lucrecia Romana, y el aguja de piedra que tiene la ceniza de Rómulo y Rémulo, y la coluna labrada, cosa maravillosa». (Pág. 69).

[341] «Auctor.—Y á vos no conocí yo en tiempo de Julio segundo en plaza Nagona, quando sirviedes al señor canónigo?». (Pág. 84).

La acción de la Lozana pasa en 1513, puesto que se menciona la coronación de León X:

«Loz.—Yo venía cansada, que me dixeron que el Santo Padre iba á encoronarse. Yo, por verlo, no me curé de comer.

«La Sevillana.—¿Y vístelo por mi vida?

«Loz.—Tan lindo es, y bien se llama Leon décimo, que así tiene la cara». (pág. 23).

De las cosas del tiempo de Alejandro VI se habla en la Lozana como de oídas: «Ya es muerto el duque Valentin, que mantenía los haraganes y vagamundos». (Pág. 254).

[342] «Loz.—Dime Divicia, ¿dónde comenzó ó fué el principio del mal francés?

«Divicia.—En Rapolo, una villa de Génova, y es puerto de mar; porque allí mataron los pobres de San Lázaro, y dieron á saco los soldados del rey Carlo Cristianísimo de Francia aquella tierra y las casas de San Lázaro... y luego incontinenti se sentían los dolores acerbísimos y lunáticos, que yo me hallé allí y lo vi, que por eso dicen el Señor te guarde su ira, que es esta plaga que el sexto ángel derramó sobre casi la metad de la tierra.

«Loz.—¿Y las plagas?

«Div.—En Nápoles comenzaron, porque tambien me hallé allí cuando dicían que habían enfecionado los vinos y las aguas; los que las bebían luego se aplagaban, porque habían echado la sangre de los perros y de los leprosos en las cisternas y en las cubas, y fueron tan comunes y tan invisibles, que nadie pudo pensar de dónde procedían. Muchos murieron, y como allí se declaró y se pegó, la gente que despues vino de España llamábanlo mal de Nápoles, y éste fué su principio, y este año de veinte y cuatro son treinta é seis años que comenzó. Ya comienza á aplacarse con el legno de las Indias Occidentales, cuando sean sesenta años que comenzó, al hora cesará» (pp. 273 y 274).

[343] «Y si por ventura os veniere por las manos un otro tratado de Consolatione infirmorum, podeis ver en él mis pasiones, para consolar á los que la fortuna hizo apasionados como á mí; y en el tratado que hice del leño del India, sabreis el remedio mediante el cual me fué contribuida la sanidad, y conocereis el Auctor no haber perdido todo el tiempo, porque como vi coger los ramos del árbor de la vanidad á tantos, yo, que soy de chica estatura, no alcancé más alto, asenteme el píe hasta pasar, como pasé, mi enfermedad». (Pág. 334).

[344] Historia bibliográfica de la Medicina EspaÃ} {±ola, obra póstuma de D. Antonio Hernández Morejón, tomo II, Madrid, 1843, pág. 219.

Anales Históricos de la Medicina en general, y biográfico-bibliográficos de la española en particular, por D. Anastasio Chinchilla. Historia de la Medicina Española, tomo I, Valencia, 1841, página 186.

Las donosísimas coplas de Cristóbal de Castillejo «en alabanza del palo de las Indias, estando en la cura del», cuya fecha es lástima no conocer, prueban el entusiasmo y avidez con que fué recibido el nuevo remedio.

[345] Il modo de adoperare el legno de India occidentale, salutifero remedio a ogni piaga et mal incurable, et si guarisca il mal Franceso; operina de misser prete Francisco Delicado. (Al fin): Impressum Venetiis sumptibus vener. presbiteri Francisci Delicati Hispani de Oppido Martos, die 10 Februarii 1529. 4.º, ocho folios de letra gótica.

[346] Vid. el tomo II de mi Historia de los Heterodoxos Españoles, pág. 113.

[347] Está descrita con el número 4568 en las adiciones al Ensayo de Gallardo (t. IV, cols. 1563-64). Las palabras con que termina este volumen son exactamente las mismas que Delicado solía usar, aunque no se expresa su nombre. «Estampado en la ynclita ciudad de Venecia; hizo lo estampar miser Juan Batista Pedrezano, mercader de libros: por importunacion de muy munchos señores a quien la obra y estilo y lengua Romance Castellana muy muncho plaze. Correcto de las letra que trastrocadas estavan: se acabo año del Señor 1531. A dias 20 Novembris. Reinando el inclito serenissimo príncipe miser Andrea Griti, Duque clarissimo. Cum gracia y privilegio del inclito prudentissimo Senado; a la libreria o botecha que tiene por enseña la Torre junta al puente del Rialto».

[348] En el prólogo habla del «arte de aquella mujer que fué en Salamanca en tiempo de Celestino segundo». Claro que es broma lo de la época de Celestino II, cuyo breve pontificado pertenece al siglo XII (1143-1144), pero la indicación de Salamanca es uno de los más antiguos testimonios que pueden encontrarse en favor de la tradición que pone allí el teatro de la tragicomedia de Rojas. Ya que me olvidé de citarlo en su lugar propio, subsano aquí la falta.

Pág. 187: «Monseñor, esta es Cárcel de Amor, aquí idolatró Calisto, aquí no se estima Melibea, aqui poco vale Celestina».

Pág. 255: «Dicen que no es nacida ni nacerá quien se la pueda comparar á la Celidonia, porque Celestina la sacó de pila».

La Lozana se hacía leer por los amigos, entre otras composiciones literarias, la Celestina: «Quiero que me leais, vos que teneis gracia, las coplas de Fajardo y la comedia Tinelaria y á Celestina, que huelgo de oir leer estas cosas mucho.

«Silvano.—¿Tiénela vuestra merced en casa?

«Loz.—Señor, vedla aquí, mas no me la leen á mi modo, como hareis vos». (Pág. 239).

La Comedia Tinelaria es de Bartolomé de Torres Naharro. Las coplas de Fajardo no deben de ser otra cosa que la bestial C... comedia del Cancionero de Burlas, dedicada, como en ella se dice, al «noble caballero Diego Faxardo, que en nuestros tiempos en gran luxuria floreció en la ciudad de Guadalaxara».

[349] «Lozana.—Andate ahí, p... de Tesalia, con tus palabras y hechizos, que más sé yo que no tú ni cuantas nacieren, porque he visto moras, judías, zíngaras, griegas y cecilianas, que éstas son las que más se perdieron en estas cosas, y vi yo hacer munchas cosas de palabras y hechizos, y nunca vi cosa ninguna salir verdad, y todas mentiras fingidas, y yo he querido saber y ver y probar como Apuleyo, y en fin hallé que todo era vanidad, y cogí poco fruto, y ansí hacen todas las que se pierden en semejantes fantasías». (Pág. 267).

«Loz.—Como dixo Apuleyo, bestias letrados». (Pág. 303).

«Porfirio.—¡Oh Dios mío y mi Señor! como Balán hizo hablar á su asna ¿no haría Porfirio leer á su Robusto, que solamente la paciencia que tuve cuando le corté las orejas me hace tenelle amor? pues vestida la veste talar, y asentado y bello, como tiene las patas como el asno de oro de Apuleyo, es para que le diesen beneficios, cuanto más graduallo bacalario». (Pág. 324).

El mismo Porfirio dice de su asno que «no sabe leer, no porque le falte ingenio, mas porque no lo puede expremir por los mismos impedimentos que Lucio Apuleyo, cuando, siendo asno, retuvo siempre el intelecto de hombre racional». (Pág. 324).

[350] Esta semejanza fué advertida primeramente por los señores Fuensanta del Valle y Sancho Rayón en la advertencia preliminar de su edición de la Lozana, pág. 7.

[351] Th. Braga, en un artículo muy interesante de la Bibliographia Critica, de F. Adolpho Coelho, tomo I (y único). Porto, 1875, pág. 99.

Es cierto que en la Lozana se cita más de una vez á Zopin, pero no como personaje literario, sino como tipo popular, como uno de los rufianes más conocidos en Roma (pág. 203). La Lozana se indigna de que la comparen con él.

[352] Giornale Storico della letteratura italiana. Turín, 1880, tomo XIII, pág. 317. Ya el traductor francés Alcides Bonneau había notado la prioridad cronológica de la obra de Delicado sobre los Ragionamenti del Aretino.

[353] «E discutibile e discutibilissimo che l'Aretino abbia foggiati i Ragionamenti e la Puttana errante sul tipo della sfrontata ed accorta Lozana Andaluza di Francesco Delgado, come pare inclini ad ammetere il Graf. Nella vita licenciosa delle cortigiane e femmine di postribolo l'Aretino, esperto di tutto, ne sapeva un punto di piú del Delgado... nè a me consta che la Lozana, benchè composta a Roma, godesse grande diffusione a'tempi dell'Aretino.»

(A. Farinelli. En la Rassegna Bibliografica della letteratura Italiana, tomo VII, pág. 281. Pisa, 1900).

[354] Vid. el precioso estudio de A. Graf, Una cortigiana fra mille: Veronica Franco, en su libro Attraverso il Cinquecento (Turín, 1888, pp. 217-355).

[355] Apud Eccard, Corpus historicorum medii aevi, tomo II, pág. 1997. Apud Graf, pág. 284.

[356] Diarii, tomo VIII, col. 414. Apud Graf, pág. 286.

[357] «Hay de todas naciones; hay españolas castellanas, vizcaínas, montañesas, galicianas, asturianas, toledanas, andaluzas, granadinas, portuguesas, navarras, catalanas y valencianas, aragonesas, mallorquinas, sardas, corsas, sicilianas, napolitanas, brucesas, pullesas, calabresas, romanescas, aquilanas, senesas, florentinas, pisanas, luquesas, boloñesas, venecianas, milanesas, lombardas, ferraresas, modonesas, brecianas, mantuanas, raveñanas, pesauranas, urbinesas, paduanas, veronesas, vicentinas, perusinas, novaresas, cremonesas, alexandrinas, vercelesas, bergamascas, trevijanas, piedemontesas, saboyanas, provenzanas, bretonas, gasconas, francesas, borgoñonas, inglesas, flamencas, tudescas, esclavonas y albanesas, candiotas, bohemias, húngaras, polacas, tramontanas y griegas.

«Lozana.—Ginovesas os olvidais.

«Bolijero.—Esas, señora, sonlo en su tierra, que aquí son esclavas ó vestidas á la ginovesa por cualque respeto» (pp. 107-108).

[358] La Imperia Romana, manceba del célebre banquero Agustín Chigi, murió en 1511, según lo publicaba su insolente epitafio en la capilla de Santa Gregoria. «Imperia Cortisana Romana quae digna tanto nomine, rarae inter mortales formae specimen dedit. Vixit a. XXVII, d. XII. Obiit MDXI, die XV Augusti».

La Imperia Aviñonesa que aparece en el Retrato de la Lozana (mamotretos 60-62) debe de ser una cortesana posterior, que tomó el nombre de la primera, según acostumbraban las de su oficio: «Y como vienen, luego se mudan los nombres con cognombres altivos y de gran sonido, como son: la Esquivela, la Cesarina, la Imperia, la Delfina, la Flaminia, la Borbona, la Lutreca, la Franquilana, la Pantasilea, la Mayorana, la Tabordana, la Pandolfa, la Dorotea, la Oropesa, la Semi-dama, y doña tal, y doña Adriana, y así discurren, mostrando por sus apellidos el precio de su labor» (pág. 109).

[359] Vid. especialmente la novela 51 de la 2.ª parte: Isabella da Luna, spagnuola, fa una solenne burla a chi pensava di burlar lei.

«Fra l'altre che a Roma sono, ce n'e una; detta Isabela da Luna, Spagnuola, la quale ha cercato mezzo il mondo. Ella andò alla Goletta e a Tunisi; per dar soccorso ai bisognosi soldati, e non gli lasciar morir di fame. Ha anco un templo seguitata la Corte dell' Imperadore per la Lamagna e la Fiandra e in diversi altri luoghi... Se n' è ultimamente ritornata a Roma, dov' è tenuta, da chi la conosce, per la più avveduta e scaltrita femmina che stata ci sia già mai. Ella è di grandissimo intertenimento in una compagnia, siano gli uomini di che grado si vogliano, perciocchè con tutti si sa accomodare e dar la sua a ciascuno. E' piacevolissima, affabile, arguta, e in dare à tempi suoi le risposte a ciò che si ragiona prontissima. Parla molto bene Italiano; e se è punta, non crediate che si sgomonti, e che le manchino parole a punger chi la tocca; perchè è mordace di lingua, e non guarda in viso a nessuno, ma dà con la sue pungenti parole mazzate da orbo. E' poi tanto sfacciata e presuntuosa, che fa professione di far arrossire tutti quelli che vuole, senza che ella si cangi di colore». (Novelle di Matteo Bandello, Milán, 1814, tomo VI, pp. 518-519).

Todas las señas de este retrato convendrían perfectamente á la Lozana, si la cronología lo permitiese. Pero no siempre fueron afortunadas las andanzas de Isabel de Luna en Italia. Véase la novela 17 de la parte IV del mismo Bandello, Castigo dato a Isabella Luna meretrice, per la innobedienza ai comandamenti del Governatore di Roma. (tomo IX, pp. 283-290).

[360] Vid. el estudio crítico sobre aquel poeta, que publiqué al principio del segundo tomo de la Propaladia (Madrid, 1900, en la colección de los Libros de antaño).

Torres Naharro tiene algunas afinidades con Delicado, especialmente en una composición bastante licenciosa que no se atrevió á incluir en la Propaladia: Concilio de los Galanes y cortesanas de Roma invocado por Cupido (pliego suelto de la Biblioteca de Oporto). De su contexto parece inferirse que fué compuesto en 1515.

En el prohemio de la Propaladia dice Torres Naharro: «Ansí mesmo hallarán en parte de la obra algunos vocablos italianos, especialmente en las comedias, de los cuales convino usar, habiendo respecto al lugar y á las personas á quien se recitaron. Algunos dellos he quitado, otros he dejado andar, que no son para menoscabar nuestra lengua castellana, antes la hacen más copiosa» (pp. 10-11 de la edición moderna).

[361] «Demandó Gonela al Duque que los médicos de su tierra le diesen dos carlines al año. El Duque, como vido que no avia en toda la tierra arriba de diez, fué contento. El Gonela ¿qué hizo? atóse un paño al pie y otro al brazo, y fuese por la tierra. Cada uno le decía ¿qué tienes? y él le respondía: tengo hinchado esto, e luego le decían: va, toma la tal hierba y tal cosa y póntela y sanarás; despues escrevía el nombre de cuantos le decían el remedio, y fuese al Duque, y mostróle cuantos médicos habia hallado en su tierra, y el Duque decía: ¿Has tú dicho la tal medicina á Gonela? El otro respondía: señor, sí; pues pagá dos carlines, porque sois médico nuevo en Ferrara» (pág. 272).

Esta anécdota, ú otra muy análoga, se repite en varias colecciones de facecias italianas y españolas. Es el primero de los Doce cuentos de Juan Aragonés, que acompañan al Alivio de caminantes, de Juan de Timoneda, en algunas ediciones.

[362] Vid. el tomo II de estos Orígenes de la novela, pág 110.

[363] «Lozana.—Micer Porfirio, estad de buena gana, que yo os lo vezaré á leer, y os daré órden que despachés presto para que os volvais á vuestra tierra; id mañana, y haced un libro grande de pergamino, y traédmelo, y lo vezaré á leer, é yo hablaré á uno que si le untais las manos será notorio, y os dará la carta del grado, y hacé vos con vuestros amigos que os busquen un caballerizo que sea pobre y jóven... y desta manera venceremos el pleito, y no dubdeis que de este modo se hacen sus pares bacalarios. Mirá, no le deis á comer al Robusto dos dias, y cuando quisiere comer, metelde la cebada entre las hojas, y ansí lo enseñaremos á buscar los granos y á boltar las hojas, que bastará, y diremos que está turbado, y ansí el notario dará fe de lo que viere, y de lo que cantando oyere. Y así omnia per pecuniam facta sunt, porque creo que basta harto que lleveis la fe, que no os demandarán si lee en letras escritas con tinta ó con olio ó iluminadas con oro...». (Páginas 324-325).

[364] Comedia de Sepúlveda (edición de D. Emilio Cotarelo), Madrid, 1901, pág. 15.

[365] La Prima Parte de Ragionamenti di M. Pietro Aretino, cognominato il Flagello de Prencipi, il veritiero, e'l divino, divisa in tre giornate, MDLXXXIIII (1584).

PP. 141-219: «Comincia la terza et ultima giornata de capricciosi ragionamenti de l'Aretino, ne la quale la Nanna racconta a l'Antonia la vita de le Puttane».

[366] Coloquio de las Damas, agora nueuamēte corregido y emendado M. D. XL. VIII.

8.º, letra itálica, 94 hs. foliadas, inclusas las preliminares, y una sin foliar y otra blanca. El bello ejemplar que tengo á la vista perteneció á la biblioteca de Ternaux Compans.

Edición seguramente clandestina, que algunos suponen hecha en Salamanca, por Juan de Junta. Pero el género de las erratas, y hasta el tipo de letra, muy parecido al de los Diálogos de Luciano, estampados en Lyon, 1550, por la imprenta del Grypho, hacen sospechar que salió de esta ú otra oficina extranjera.

La edición de 1549, descrita por Brunet, tiene la portada de rojo y negro: Coloquio de las damas. Nueuamente impreso año de 1547. Es de letra gótica, y lleva el siguiente colofón: Fue impreso el presente tratado intitulado: Coloquio de las damas, en la noble villa de Medina del Campo, por Pedro de Castro, impresor. Acabóse á q[=r]o dias del mes de Enero. Año d' mil y quinientos y quarenta y nueue años.

La omite D. Cristóbal Pérez Pastor en su excelente monografía sobre La Imprenta en Medina del Campo, acaso por considerar apócrifa la subscripción final, aunque no lo parece.

Coloquio de las Damas, Agora nueuamente corregido y emendado. 1607. 8.º, 141 pp. de letra redonda.

Una nueva y bien excusada reimpresión hizo en Madrid, 1900, el difunto editor Rodríguez Serra en el segundo tomo de la que llamó Colección de libros picarescos.

[367] «Si por ventura alguno, más furioso de lo que conviene, murmurando acusase al tradutor deste Coloquio, diziendo no averlo romançado al pie de la letra de como está en Toscano, quitando en algunos cabos partes, y en otros renglones, e assi mesmo mudando nombres y alguna sentencia y en algun otro lugar diziendo lo mesmo que el autor, aunque por otros modos: A esto respondo, que en diversos lugares deste Coloquio fallé muchos vocablos, que con la libertad que hay en el hablar y en el escrivir donde él se imprimio se sufren, que en nuestra España no se permitirian en ninguna impresion, por la desonestidad dellos. De cuya causa en su lugar acordé de poner otros más honestos, procurando en todo no desviarme de la sentencia, aunque por diferentes vocablos, excepto en algunas partes donde totalmente convino huyr della: por ser de poco fructo, y de mucho escándalo y murmuracion». (Fol. XI de la primera edición).

[368] Consta ya la prohibición en el Indice de Valdés, 1559. (Vid. la reimpresión de Reusch, Die Indices librorum prohibitorum des Sechzehnten Jahrhundertes... Tubinga, 1886, tomo 176 de la Sociedad Literaria de Stuttgart, pág. 233).

[369] Pornodidascalus, sev Colloquium Muliebre Petri Aretini ingeniosissimi et ferè incomparabilis virtutum et vitiorum demonstratoris: De astu nefario horrendisque dolis, quibus impudicae mulleres juventuti incautae insidiantur, Dialogus. Ex italico in hispanicum sermonem versus à Ferdinando Xuaresio Seviliensi. De Hispanico in latinum traducebat, ut juventus Germana pestes illas diabolicas apud exteros, utinam non et intra limites, obvias cavere possit cautius, Gaspar Barthius... Francofurti. Typis Wechelianis, sumptibus Danielis ac Davidis Aubriorum, et Clementis Schleichii. Anno M. DC. XXIII.

8.º, 124 pp. y tres de erratas sin foliar. Fué reimpreso una ó dos veces.

[370] Hay quien cita una edición de 1530, pero hasta ahora no se conoce ejemplar alguno ni es verisímil su existencia.

Segunda comedia de Celestina: en lo (sic) que se trata de los amores de vn cauallero llamado Felides, y de vna donzella de clara sangre llamada Polandria. Donde pueden salir para los que lieren muchos y grandes auisos que della se pueden tomar. Dirigida y endreçada al muy excelente e ilustrissimo señor don Francisco de Çuniga Guzman, y de Soto mayor: Duque de Bejar: Marques d'Ayamonte, y de Gibraleon. Conde de Belalcaçar, y de Bañares. Señor de la puebla de Alcocer con todo su vizcondado y d' las villas de Lepe: Burguillos, y Capilla, y justicia mayor d' Castilla. La qual comedia fue corregida y emendada: por el muy noble cauallero Pedro d' Mercado: vezino y morador en la nobla (sic) uilla de Medina del Campo. M. D. xxxiiij.

(Al fin): «Acabose la presente obra en la muy noble villa de Medina del Campo. En casa de Pedro touans (Tovans), en el coral (sic por corral) de boeys. Año de M. D. xxxiii (1534) a XXX de Octobre».

4.º, let. gót. Sin foliatura, signaturas a q. Cada una de ocho hojas. La orla de la portada es la misma que llevan las Coplas de las comadres, de Rodrigo de Reinosa.

Esta primera edición era enteramente desconocida hasta que la describió Salvá (n.º 1.414 de su Catálogo).

Pedro de Mercado declara al principio el nombre del autor en la penúltima de las coplas de arte mayor que escribe en loor de la obra:

Aqueste excelente tan buen Caballero
A quien de su casta s'esmalta el saber,
La sciencia es esmalte de tal rosicler,
La casta el fino oro ques el verdadero:
De casa y linaje de Silva heredero,
Felice en sus obras, pues es Feliciano,
Al cual yo suplico que mi torpe mano
Perdone guiada por seso grosero.

Segunda comedia de Celestina. (Al fin): «Salamanca, por Pedro de Castro... Año de M. D. XXXVI a doze dias del mes de Junio». 4.º, let. gótica, signaturas a-o, con grabados en madera. Citada por Brunet. No la he visto.

Segunda comedia de la famosa Celestina, en la qual se trata de la Resurrection de la dicha Celestina, y de los amores de Felides y Polandria, corregida y emendada por Domingo de Gaztelu, Secretario del Illustrissime (sic) Señor don Lope de Soria, embaxador Cesareo acerca la Illustrissima Señoria de Venecia. Año 1536 en el mes de Junio.

(Al fin): «El libro presente, agradable a todas las extrañas naciones, fue en esta inclita ciudad de Venecia reimpreso por maestro Estephano de Savio, impresor de libros griegos, latinos y españoles, muy corregidos con otras diversas obras y libros. Lo acabó este año del Señor del 1536, a dias diez de Zunio (sic)». Hace juego con las dos ediciones de la primera Celestina corregidas por Delicado. Let. gót. Viñetas en madera, sin foliatura y con las signaturas A-X, de ocho hojas cada una.

Segunda comedia de Celestina... Agora nueuamente impresa y corregida... Vendese la presente obra en la ciudad de Anvers, a la enseña de la polla grassa, y en paris a la enseña cabe sant benito. Sin ano (¿hacia 1550?) En 16.º, 228 hs. sin foliar. Esta edición, de muy lindo aspecto, es la menos rara de las antiguas, pero la más incorrecta.

Segunda Comedia de Celestina, por Feliciano de Silva, Madrid, imp. de Ginesta, 1874. Es el tomo noveno de la Colección de libros españoles raros ó curiosos. Cuidó de esta edición, que está bastante limpia, D. José Antonio de Balenchana, tomando por texto la de Venecia, pero sin hacer uso de la primitiva de Medina del Campo, que no llegó á ver hasta después de impreso el volumen.

[371] «Pueblo.—Oh madre Celestina, ¿qué maravilla tan grande ha sido esta de tu resurreccion?

«Celest.—Hijos, los secretos de Dios no es lícito sabellos á todos, sino á quien él los quiere revelar, porque ya sabeis que lo que encubre á los sabios descubre á los pequeñuelos como yo. Sabed, hijos míos, que no vengo á descubrir los sucesos de allá, sino á enmendar la vida de acá, para con las obras dar el ejemplo, con aviso de lo que allí pasa; pues la misericordia de Dios fué de volverme al siglo á hacer penitencia. Y esto baste, hijos, para que todos os enmendeis, como en la predicacion de Jonás, porque no perescais; que las cosas de la otra vida no bastan lenguas á decillas, y por tanto todos vivamos bien, para que no acabemos mal...

«Pueblo.—Madre Celestina, tú seas muy bien venida, y Dios quede contigo. Parécenos que la vieja viene escarmentada. Trato le deben haber dado por donde quiere mudar el natural, que no se dirá agora que mudó la piel la raposa, mas su natural no despoja; pues con mudar la piel, viene mudadas las obras. No de valde se dice que el loco por la pena es cuerdo. Aquí podremos con razon decir, que de los escarmentados se hacen los arteros. Por cierto, caso de predestinacion paresce, pues la quiso Dios sacar de los infiernos para tornalla á hacer penitencia de sus pecados» (pp. 89-91 de la ed. de Libros raros y curiosos).

[372] Ensayo, tomo IV, col. 614.

[373] Escenas Andaluzas por El Solitario. Madrid, Imp. de D. B. González, 1847, pp. 131-149. La Celestina. Este artículo se había publicado antes en Los Españoles pintados por sí mismos.

[374] Es curioso, sin embargo, notar ciertas coincidencias.

En la escena del jardín, con que la obra termina, hallamos este diálogo entre Polandria y su criada:

«Pol.—Hermosa noche hace, y gloria es estar debajo de las sombras de estos cipreses, á los frescos aires que vienen regocijando las aguas marinas por encima de los poderosos mares.

Poncia.—Señora, ¿cuál te paresce mejor, esta música que dizes destos airezicos en las hojas de los árboles ó la de la voz y cantar de Felides?

Pol.—Ay, Poncia, la de Felides; tanto cuanto va y no menos de la mezcla de la razon que con las consonancias viene mezclada, al regocijo que estos aires naturalmente hacen, sin ornamento de más razon de aquella que ellos guardan en su naturaleza; porque esta música pone descanso al cuerpo y la otra al ánima, porque goza el entendimiento en las palabras que en los oídos suenan». (pp. 498-99).

Involuntariamente se recuerdan las palabras de Lorenzo á Jéssica sobre el prestigio de la música en el acto V de El Mercader de Venecia:

How sweet the moonlight sleeps upon this bank!
Here will we sit, and let the sounds of music
Creep in our ears: soft stillness, and the night,
Become the touches of sweet harmony.
Sit, Jessica: look, how the floor of heaven
Is thick inlaid with patines of bright gold:
There's not the smallest orb which thou behold'st,
But in his motion like an angel sings,
Still quiring to the young-ey'd cherubins:
Such harmony is in immortal souls;
But whilst the muddy vesture of decay
Doth grossly close it in, we cannot hear it.

[375] Feliciano de Silva es, después de Rodrigo de Reinosa, el primer autor en quien encuentro esta palabra en el sentido de lengua rufianesca.

«Calla ya, mal aventurado, con tus girmanías». (Pág. 41).

«Yo querría, par Dios, antes topar á Pandulfo para reir... y irnos mano á mano á un bodegon donde bebiésemos el alboroque y hablásemos algarabía como aquel que bien la sabe, germanía digo» (pág. 270).

«Así que, hermano Albazin, aun agora bisoño eres en este colegio, y poco experimentado en esta guerra; y pues no la sabes, aprende de tal doctor como yo los misterios de la santa germanía» (pág. 446). En el mismo lugar habla de las leyes de la santa gualteria, con probable alusión al Galterio ó Gualterio de la Comedia Thebayda.

El rufián Centurio, que sólo en el nombre recuerda al de Rojas, nos da algún specimen de esta jerigonza: «Desto no me quejo, que no sé tan poco de las tramas destas tales, que no sepa yo enchilar las canillas y aun tiramar los liñuelos sin quebrar los hilos, y hacerme bobo, y pasar en el alarde el gayon por primo, y haciendo que creo del cielo cebolla y que no hay otro sino yo. Que viejas son para mí todas roncerías, que bien sé aguardar los tiempos de la iza y cuáles son, como sé los de la guadra y del rodancho». (Pág. 445).

[376] Estos olivares están citados otra vez en la Segunda Celestina, cuando la vieja proyecta el casamiento de su sobrina Elicia:

«Pandulfo.—Ha, ha, ha. ¿Agora la quiere casar, despues de haber corrido á ceca y á meca y á los olivares de Santander?». (Pág. 192).

También en la Tragicomedia de Lisandro y Roselia (pág. 55) se encuentra la misma frase: «Descreo de tal... que haya yo corrido la casa de ceca y meca, y los cañaverales y los olivares de Santander, y pasan ya de cien mujeres las que me han sustentado en mi estado y honra en públicos burdeles, y todas me han tenido acatamiento con obediencia, y que esta hechicera al cabo de mi vejez, despues de traídos treinta años los atabales acuestas, burle de mí con menosprecio!».

Trátase casi seguramente de la mancebía de la villa, que, á pesar de su escaso vecindario en tiempo de Carlos V, es muy probable que la tuviera como puerto muy frecuentado por marineros gascones, ingleses, flamencos y de todo el Norte de Europa. Pero á fines del siglo XVI había desaparecido del mapa picaresco de España. Cervantes no la cuenta entre las diversas partes del mundo por donde había buscado aventuras el ventero. También debió de haberla en Bilbao, y de ella guardaba recuerdo el rufián Palermo de la Tragedia Policiana: «Medio ojo me arrebataron en Bilbao, y este rascuño me dieron en Jerez de la Frontera». (Pág. 44).

[377] «Sigeril.—Pues si lo vieses, señor, cuál anda con unos agallones, que no parece sino ermitaño rezando toda esta mañana...

«Pandulfo.—Señor, ¿qué es lo que demandas?

«Felides.—¿Qué santidad es esta tan súpita, Pandulfo?

«Pand.—Señor, el espíritu donde quiere espira. Quien convirtió a Sant Pablo y a Sant Agustin y a María Magdalena, es mucho que dé gracia á un hombre pecador como yo he sido?

«Felid.—Por cierto que la gracia no sé si te la dió, mas es gracia la que veo en verte con esas cuentas.

«Pand.—Señor, las cuentas como á sólo Dios se han de dar, no me pena que te parezcan gracia; porque á solo Dios se ha de satisfacer, que los hombres de nada se satisfacen; y ándeme yo caliente en su servicio y ríase la gente cuanto quisiere, pues sabes que bienaventurados sereis cuando los hombres dijeren mal de vosotros mintiendo por mí.

«Felid.—En fin, que ya no son tus misas cosas de armas ni de afrentas como hasta aqui?

«Pand.—Señor, no soy tan necio que no entiendo algaravía, como aquel que bien la sabe; mas sabé que en cosas justas que ninguno me echará el pié adelante, ni en cosas injustas quedará más atrás que yo.

«Felid.—Bendito sea Dios que tan presto te mudó. ¿Mas qué llamas cosas justas, para que sepamos lo que te hemos de encomendar?

«Pand.—Guerra contra infieles; tomar armas en defension de tu persona.

«Felid.—¿Pues cómo anoche no las quisiste tomar para ir en defension de mi persona?

«Pand.—Porque ibas en ofensa de tu persona y ánima, y no tenemos los servidores de Dios tanta licencia! que si á ti te viniesen á matar, estonces yo tomaría las armas.

«Felid.—Mas estonces no las llevarías para estar más suelto; que el peso de las armas empide mucho» (pp. 384-386).

[378] «Celestina.—Más me precio, hija, de dar consejos que de tales vencejos; de un rosario, digo, hija, y sus misterios, de una oracion del Conde ó de la Emparedada: esto te podré yo amostrar, mi amor, si lo quieres aprender». (Pág. 218).

Estas dos oraciones supersticiosas del Conde y de la Emparedada, en romance, fueron prohibidas en el Indice del inquisidor general Valdés (pág. 237 de la reimpresión de Reusch) y en el de Quiroga de 1583 (pág. 438).

De las irreverencias y profanaciones que en el templo se cometían da idea lo que Polandria cuenta de Felides: «Al tiempo que llegué á tomar el agua bendita, hizo él que tomaba la agua, y apretóme un dedo; y despues en la misa toda ponía las manos hácia mí como que pedía piedad, cuando vía que no miraba naide; estando alzando el fraile, hacía él señas que no adoraba la hostia, sino á mí; y desto no pude estar que no me sonriese de su necedad y herejía» (pp. 151-152).

[379] Vid. el tomo primero de estos Orígenes de la novela, pp. 431-432.

[380] De algunas versiones de este cuento hemos tratado también en los Orígenes, pág. XXXII, nota.

[381] Ensayo, tomo IV, col. 614.

[382] Más fundamento tiene esta otra observación del insigne erudito:

«Aquel donoso pasaje de El Celoso Extremeño, en que antes de llegar Loaisa á verse con la incauta Leonora le exigen tan solemnes juramentos, está sin duda imitado de la escena XXVI, al fin, donde entre las prevenciones que hace Polandria á Celestina como requisitos para haber de recibir á su amante al concierto á que se presta, la dice:

«Polandria.—Madre, mira que le tomes muchos juramentos, y que mire de quién se fía; porque si mi señora (madre) algo barrunta, todo irá borrado.

«Celestina.—¡Ay hija! ¡angelito, angelito! En Dios y en mi ánima ¿qué, no te queda más en el estómago? ¿Y á Celestina avisas tu de secreto? ¡Dolor de mí, que este es el primer secreto que en este mundo yo he sabido encubrir! Calla, señora, que eres boba; ¡nora mala! que así te lo quiero decir, y perdóname.

«Antes ya hay otros juramentos graciosos sobre que no cuenten á Felides cómo Polandria ha leído un billete suyo.

«Quincia.—¡Guárdeme Dios, señora! ¿y de decirlo había?

Polandria.—Pues poné aquí la mano en la cruz, y tú también, Poncia. Y agora oid: señora mía, tu merecer y mi atrevimiento te darán á conocer...»

El pasaje á que Gallardo alude es aquel en que Loaisa jura por «la intemerata eficacia donde más santa y largamente se contiene, y por las entradas y salidas del Santo Líbano monte, y por todo aquello que en su proemio encierra la verdadera historia de Carlomagno, con la muerte del gigante Fierabrás, de no salir ni pasar del juramento hecho y del mandamiento de la más mínima de vuesas mercedes...»

En el primitivo borrador de la novela juraba además por «el espejo de la Magdalena» y por «las barbas de Pilato» (ed. crítica de Rodríguez Marín, pp. 72 y 73). Estos juramentos son análogos á los que usan los rufianes en la obra de Feliciano de Silva, y generalmente en todas las Celestinas.

[383] Vid. los índices de Valdés y Quiroga en la edición de Reusch (pp. 238 y 439).

[384] No he visto la primera edición que cita Brunet copiando á Panzer:

Tercera parte de la tragicomedia de Celestina... agora nueuamente compuesta por Gaspar Gomez. (Al fin): «Acabose la presente obra en la muy noble villa de Medina del Campo. A seys días del mes de Julio. Año de mil y quinientos y treinta y seis». 4.º letra gótica.

Sólo conozco la de 1539, cuyos ejemplares son rarísimos. El que tuvo Salvá (n.º 1269 de su Catálogo) pertenece hoy á nuestra Biblioteca Nacional. Existe también en el Museo Británico y en la Universidad de Leyden.

Tercera parte de la tragicomedia de Celestina: ua prosiguiendo en los amores de Felides y Poladria: concluyense sus desseados desposorios y la muerte y desdichado fin que ella uvo: es obra de la qual se pueden sacar dichos sutilissimos (sic) sentencias admirables: por muy elegante estilo dichas: agora nueuamente compuesta por Gaspar Gomez natural de la muy insigne cibdad de Toledo: dirigida al magnifico cauallero Feliciano de Silva. Impreso. Año de M. D. XXXIX.

(Al fin): Acabose la presente obra en la muy noble e Imperial ciubdad d'Toledo. A veynte dias del mes de Nouiembre. En casa de Hernando de Santa Catalina. Año de nuestro Señor Jesu christo: de mil quinientos y treynta nueve años.

4.º let. gót. Sin foliación. Signaturas A-2, todas de ocho hojas, menos la última que tiene seis.

[385] Prologo del autor. Al noble cauallero Feliciano de Silua al qual va dirigida la obra.

«Noble y muy magnifico señor: Como en los tiempos antiguos no era digno de memoria: sino el que exercitando su vida en algun notable exercicio despues de sus dias la dexaua: quise forçar a mis fuerças: a que siendo fauorecidas con el fauor que de v[=r]a. merced espero: tomassen ocupacion en se ocupar algunos ratos en poner en obra a hacer esta obrezilla: la qual va tan tosca en sus dichos quan sutil es en sus sentencias subtilissimas la pasada que es la de donde ésta depende. E presuponiendo que la mar provee a los rios que della salen: acordé esta como mínimo arroyo pedir socorro a quien socorrer la puede: e yo como su administrador y muy cierto sieruo de v[=r]a. merced en su nombre pido ayuda a vuestra merced como a persona que tiene poder de poder la dar, e si se marauillare del sobrado atreuimiento que me conmovio atrever pidiendo mercedes a quien jamas hize seruicios: A la verdad no sera tanta la admiracion quanta la causa que tuve y tengo para se lo suplicar: porque como yo fue informado de la veniuolencia que v[=r]a. merced tiene con los que esffuerçan a pedir esffuerço a vuestra merced, pareciome que no dexaria de ser comigo veniuolo: como lo es con los demas. E si acaso algunas partezicas en esta obra se hallaren que de notar sean: las quales sin auer conuersado con v[=r]a. merced tengan los lectores por imposible auerlas notado: siendo el autor tan friuolo e inhauil, puede se responder que assi como el que está de hito mirando al sol su gran resplandor le ciega: por el consiguiente si mi torpe lengua con la subtil y elegante de v[=r]a. merced vuiera conuersado: hallo por muy cierto que vuiera enmudecido de arte: que no digo escriuir lo escrito, mas pensar de pensarlo no osara. Pues qué medio an tenido mis sentidos para poder sentir cosa que tanto sentimiento de necesario se requeria para effectuarlo? Creera vuestra merced que sus calidisimos rayos dieron vigor a mi tibia inteligencia porque entendiesse en se ocupar al presente con la esperança futura de vuestra merced a se oponer a lo otro mas abil era licito. E ansi vuestra merced puede iuzgar que ni las razones que entre Felides y Polandria por razon avian de ser primas no van con el primor que se requiere: ni el fundamento de los dichos de los demas tan fundados: ni las sentencias de Celestina tan sentidas. En conclusion, que no lleua otra cosa vtil sino la vtilidad que de vuestra merced como de señor a quien va dirigida cobrare. E como no aya quien conociendo mejor los hierros (sic) los ponga con buen concierto más concertados: quise suplicar al querer de vuestra merced lo acepte, y no mirando la osadía affirme la voluntad muy recta que de seruirle tiene este su verdadero criado: la qual se empleará en lo que vuestra merced le mandare: agora no me falta despues de tener la merced concedida de vuestra merced, sino rogar al lector que esto leyere lea primero la segunda que es antes desta: porque avn que yo me condeno en esto, que cotejar la vna con la otra se verá la diferencia que ay, gano mas fama con ser trobada de historia tan subtil que infamia con hallar en ella las palabras toscas e inusitables que hallarán. E ansí porque el vulgo note la historia de donde procede, Suplico a v[=r]a. merced se lo encargue».

«Primer auto. Felides recuerda y empieça a razonar como que halla ser impossible auer estado la noche passada con su señora Polandria y afirmandolo por sueño llama a Sigeril para que le diga la certenidad de aquella duda que tiene. En lo qual passan muchas razones. E Sigeril declara por muy ciertas señales como auia estado con ella. Y Felides por mas se satisfacer determina de emviar le a la posada de Polandria. E introduzense.

«Auto segundo. Sigeril como sale de con Felides para yr a casa de Polandria: va consigo razonando: y en el camino topa a Pandulfo con el qual pasa diversas platicas: y como se despida dél acuerda no yr a casa de Polandria: y con esta determinacion se buelue a su posada a do dexó a su amo...

«Acto III. El hortelano de Paltrana llamado Penuncio anda por el vergel escardando la hortaliza: y platicando consigo de ver por allí pisadas halla entre las yeruas un tocado de Polandria: y pareciendo le mal determina mostrarle a Paltrana. Y él estando en este acuerdo entra Poncia a cojer unas rosas: y pasan entre los dos diuersas razones sobre el mismo caso, en que al fin da el tocado a Poncia e pierde el enojo...

«Aucto quarto. Sigeril como se despidió de Pandulfo, viene consigo razonando: y vee a la puerta de su posada a Corniel paje de Felides: y como an hablado entrambos, entra a dezir a su amo que viene de casa de Polandria: y que habló con Poncia, en que acuerdan que vayan a dar una musica en la noche: y por este plazer Felides le manda para quando se casare trezientos ducados...

«Aucto quinto. Polandria llama a Poncia para que le dé las rosas que trae del vergel: y ella le cuenta todo lo que con el Hortelano allá passó, y estando en estas pláticas las dos entra Borruga la negra que las a estado escuchando: y amenaza a Polandria con su señora: en conclusion que Poncia la acalla con dalle una cofia...

«Aucto sexto. Sigeril viendo que es hora de yr a dar la música habla con Felides: y luego van al concierto lleuando consigo a Canarin: y dicha vna cancion, como quieren poner la escala, Polandria se pone a la ventana y escucha (sic) la subida donde causa para ello inconvenientes: y ansí se despide Felides della y Sigeril de Poncia muy tristes...

«Aucto VII. Quincia se quexa de su ventura por se auer salido con Pandulfo: y estando en esto entra él y dize la que se apareje para se partir: porque ha comprado una azemila: y para pagarle le pide una faldila, en que sobre este caso allegan a reñir: y passa por allí Rodancho rufian, el qual es compañero de Pandulfo: y los pone en paz, con que haze de arte que ella le da vn manto, y otras cosas: todos tres comen en plazer: y queda acordado entre Pandulfo y Rodancho de castigar a Celestina por los diez ducados que no le prestó...

«Aucto VIII. Felides estando solo, entra Sigeril a dezirle: que ponga medio en hablar a Polandria: el qual le manda que llame a Celestina para que lo negocie: y Sigeril le aconseja que embie vna carta primero: y que la dara a Poncia, y segun Polandria respondiere ansí hará: y con este acuerdo lleva Sigeril la carta...

«Aucto nueue. Como Polandria viene a reposar á la noche, halla en su aposento a Poncia, la qual la da la carta de Felides: y como la ha leydo, pasan las dos algunas pláticas sobre ello: en conclusion que queda acordado de le responder...

«Aucto X. Sigeril buelue a dezir a su amo lo que negoció con Poncia, y Felides le torna a embiar por la respuesta de la carta: el qual va, y Polandria misma se la da...

«Aucto XI. Felides manda a Corniel que salga a ver si viene Sigeril: y estando en esto Sigeril entra y cuenta a su amo lo que con Polandria passó: y como los dos leen la carta quedan con acuerdo que Celestina provea en ello. Y Sigeril determina que la llame...

«Aucto XII. Pandulfo dice a Rodancho que pongan en effecto su determinacion: que es castigar a Celestina, y él dice que es contento. Y como lo van a cumplir topanla con un jarro de vino: y en la misma calle se vengan muy bien della. E ansí la dexan llorando y se van...

«Aucto XIII. Areusa viene a ver a Elicia: y despues que an passado algunas pláticas: Areusa la pregunta por Celestina. E como Elicia la dize que es yda por vino: viendo cómo tarda la van las dos a buscar: a la cual hallan tendida del arte que la dexaron Pandulfo y Rodancho: y lleuanla con grandes lastimas á su casa...

«Aucto XIIII. Sigeril como va a casa de Celestina oye a la puerta a Elicia y Areusa platicar con Celestina sobre su desuentura: y marauillado se de tal caso entra por se informar d'llo: e dize la embaxada que de Felides trae. Y avnque Celestina se escusa de yr concluyen en que le trayga en que vaya y que irá...

«Aucto XV. Felides espantandose de Sigeril como tarda tanto llama a Caluerino su moço d'espuelas, el qual finge de rufian algunas vezes: y los dos salen a passear: y en el camino topan con Sigeril: y como él cuenta a Felides lo que dexa acordado, despidese con yr a lleuar lo necessario para traer a Celestina...

«Aucto XVI. Perucho vizcayno, que es moço de cauallos de Felides está alimpiando un cuartago d' su amo: y quexasse de la vida que tiene. Y como empieça a cantar por despedir su enojo, entra Sigeril y los dos van por Celestina. Y despues de auer reydo con ellos Areusa y Elicia la traen...

«Aucto XVII. Castaño alguazil va platicando con Falerdo su porqueron que andan a rondar: y topan con Celestina como la lleuan Sigeril y Perucho: y por ser la hora vedada y por verla yr en mula la quisieran lleuar a la carcel. Perucho como lo vee huye: y estando en esto passa Martinez racionero: y despues de dar ciertos auisos del guardar de la justicia a Castaño la dexa yr por su intercession...

«Aucto XVIII. Felides dize a Eruion su escudero que le dé un libro de leales amadores para sobrelleuar la pena entre tanto que Sigeril trae a Celestina: estando los dos en diuersas platicas tocantes al mismo caso llega Sigeril con la vieja: y Felides le dize lo que ha de hazer: aunque á los principios se escusa ella despidese con yr a negociarlo con Paltrana el dia siguiente...

«Aucto XIX. Albazin que es amigo de Elicia dize que la quiere yr a ver: a la qual halla sola: estando los dos holgando viene Areusa: y pasean entre todos diuersas platicas: en que Elicia le dize otras cosas: todos tres comen en plazer: y queda acordado entre Pandulfo y Rodancho de castigar a Celestina por los diez ducados que no le prestó...

«Aucto VIII. Felides estando solo, entra Sigeril a dezirle: que ponga medio en hablar a Polandria: el qual le manda que llame a Celestina para que lo negocie: y Sigeril le aconseja que embie vna carta primero: y que la dara a Poncia, y segun Polandria respondiere ansí hará: y con este acuerdo lleva Sigeril la carta...

«Aucto nueue. Como Polandria viene a reposar á la noche, halla en su aposento a Poncia, la qual la da la carta de Felides: y como la ha leydo, pasan las dos algunas pláticas sobre ello: en conclusion que queda acordado de le responder...

«Aucto X. Sigeril buelue a dezir a su amo lo que negoció con Poncia, y Felides le torna a embiar por la respuesta de la carta: el qual va, y Polandria misma se la da...

«Aucto XI. Felides manda a Corniel que salga a ver si viene Sigeril: y estando en esto Sigeril entra y cuenta a su amo lo que con Polandria passó: y como los dos leen la carta quedan con acuerdo que Celestina provea en ello. Y Sigeril determina que la llame...

«Aucto XII. Pandulfo dice a Rodancho que pongan en effecto su determinacion: que es castigar a Celestina, y él dice que es contento. Y como lo van a cumplir topanla con un jarro de vino: y en la misma calle se vengan muy bien della. E ansí la dexan llorando y se van...

«Aucto XIII. Areusa viene a ver a Elicia: y despues que an passado algunas pláticas: Areusa la pregunta por Celestina. E como Elicia la dize que es yda por vino: viendo cómo tarda la van las dos a buscar: a la cual hallan tendida del arte que la dexaron Pandulfo y Rodancho: y lleuanla con grandes lastimas á su casa...

«Aucto XIIII. Sigeril como va a casa de Celestina oye a la puerta a Elicia y Areusa platicar con Celestina sobre su desuentura: y marauillado se de tal caso entra por se informar d'llo: e dize la embaxada que de Felides trae. Y avnque Celestina se escusa de yr concluyen en que le trayga en que vaya y que irá...

«Aucto XV. Felides espantandose de Sigeril como tarda tanto llama a Caluerino su moço d'espuelas, el qual finge de rufian algunas vezes: y los dos salen a passear: y en el camino topan con Sigeril: y como él cuenta a Felides lo que dexa acordado, despidese con yr a lleuar lo necessario para traer a Celestina...

«Aucto XVI. Perucho vizcayno, que es moço de cauallos de Felides está alimpiando un cuartago d' su amo: y quexasse de la vida que tiene. Y como empieça a cantar por despedir su enojo, entra Sigeril y los dos van por Celestina. Y despues de auer reydo con ellos Areusa y Elicia la traen...

«Aucto XVII. Castaño alguazil va platicando con Falerdo su porqueron que andan a rondar: y topan con Celestina como la lleuan Sigeril y Perucho: y por ser la hora vedada y por verla yr en mula la quisieran lleuar a la carcel. Perucho como lo vee huye: y estando en esto passa Martinez racionero: y despues de dar ciertos auisos del guardar de la justicia a Castaño la dexa yr por su intercession...

«Aucto XVIII. Felides dize a Eruion su escudero que le dé un libro de leales amadores para sobrelleuar la pena entre tanto que Sigeril trae a Celestina: estando los dos en diuersas platicas tocantes al mismo caso llega Sigeril con la vieja: y Felides le dize lo que ha de hazer: aunque á los principios se escusa ella despidese con yr a negociarlo con Paltrana el dia siguiente...

«Aucto XIX. Albazin que es amigo de Elicia dize que la quiere yr a ver: a la qual halla sola: estando los dos holgando viene Areusa: y pasean entre todos diuersas platicas: en que Elicia le dize cómo Celestina la mandó que no entre en su casa: y él como lo oye se despide dellas jurando que la vieja se lo ha de pagar...

«Aucto XX. Perucho vizcayno entra muy de priessa en casa de su amo Felides: y pregunta a Sigeril por Celestina: y despues de contarle él lo que les passó entra a dezir a su señor como aya (sic por «avía») venido. Y Felides le manda entrar: y como ha reydo con él sobre la deligencia que puso en defender la vida del Alguazil le embia a la posada de Celestina a que le acuerde que vaya a do está concertado...

«Aucto XXI. Celestina dize a Elicia que mire quién llama a la puerta. Y ella como ve que es Perucho le baxa abrir: con el qual rien escarneciendo le sobre el caso passado: y Areusa de sus amores: en que se detiene vn rato: y él por se d'spedir dize a la vieja a lo que fue su venida. Y luego ella como él se va dexa la casa encargada a Areusa y a Elicia: y pone por obra d'yr a hablar a Paltrana...

«Aucto XXII. Poncia estando a la ventana vee a Celestina venir coxeando: la qual le pregunta por Paltrana: y la ruega que le haga saber como está allí, que viene a pedir unos vntos para curar su pierna: y Ponzia lo dize a Paltrana: y la manda entrar: en conclusion, que despues que la buena vieja la cuenta sus duelos: declara la por cifras lo que Felides le encomendó acerca de los casamientos de Polandria: y oye la respuesta muy fuera de su proposito: y ansi se despide. Y Poncia se entra a dezir a su señora lo que ha oydo...

«Aucto XXIII. Polandria llama a Poncia y la pregunta si ha oydo las platicas que passaron entre Celestina y su señora Polandria: la qual como dize la summa de todo, Polandria la manda que dé una carta a la vieja para Felides, sino es yda. Y ella la hace entrar en el apossento de su señora: y dassela Polandria mesma...

«Aucto XXIIII. Celestina viene hablando consigo del despacho que trae a Felides: y topale en camino ya Sigeril con él: al qual despues de contarle lo que passó con Paltrana le da la carta de Polandria: y es (¿el?) con sobrada alegria, aunque con la primer nueua tuvo tristeza, da a la vieja honrrada cincuenta ducados...

«Aucto XXV. Elicia estando a la ventana ve a Albacin que passa por su puerta: y ella le habla de arte que él sube: y como estan retoçando, Barrada llama y dize que viene a hablar a Celestina: y Elicia responde que no está en casa: y oyendo que Albacin está con ella se va jurando de hazer vn buen castigo a la vieja y cobrar sus quatro ducados: Albacin riñe con Elicia por celos de Barrada y entroduzense.

«Aucto XXVI. Celestina sale de con Felides muy contenta razonando de los cincuenta ducados que le dió: y topa con Barrada: el qual la hace vn estremado castigo: y queriendo la sacar de la bolsa sus quatro ducados la halla los cincuenta, y se los toma: y ella queda llorando y pidiendo justicia...

«Aucto XXVII. Grajales yendo a ver a su amiga Areusa topa a un rufian llamado Brauonel que es compañero suyo. Y como van los dos hablando veen a Celestina de la manera que la dexó Barrada. A la qual lleuan a su casa iurando que la an de vengar: y hallan a Elicia y Areusa allá. Y despidiendo se Brauonel, Grajales queda a holgar con Areusa...

«Aucto XXVIII. Felides llama a Sigeril para que se apareje que quiere yr a hablar a Polandria. Y ansi van los dos: hallando un postigo abierto entran en el vergel a do está Polandria esperando sola. Y Felides haze venir allí a Poncia que con su señora no auia salido: y la da cien ducados para ropas. Y de esta manera acaba con ella que Sigeril cumpla su voluntad. Y despues de auer holgado amo y criado con sus señoras se despiden muy alegres...

«Aucto XXIX. Brauonel como se enamoró de Areusa quando fue con Grajales a lleuar a Celestina propone de la yr a hablar: y con esta determinacion va a la posada de Celestina a do la halla: y hablando sobre el caso a la vieja: dala ciertos dineros: por los quales concierta con Areusa que le dé la palabra de lo hazer: y ella avnque se escusa le promete que lo hará...

«Aucto XXX. Poncia dice a Polandria que se prouea en como se negociarán los casamientos: y su señora responde que no ay otra sufficiente que lo haga sino Celestina. Y con este acuerdo Poncia dize que dirá a Sigeril que la diga que buelua a hablar a Paltrana.

«Aucto XXXI. Sigeril passando por la puerta de Paltrana vee a Poncia que está en una ventana. Y despues de aver passado entre los dos diuersas platicas ella le declaró que tenian acordado que Celestina tornase a entender en los casamientos. Y el dice que lo dira a Felides para que lo ponga por la obra...

«Aucto XXXII. Felides pregunta a Canarin su paje por Sigeril. El qual le responde que no sabe dél: y que le vee andar pensatiuo. Y sobre esto como estan riendo entra Sigeril: y despues (que) ha reñido con Canarin, dice a su amo lo que Poncia le dixo. Y Felides le embia luego a casa de Celestina con vn buen presente...

«Aucto XXXIII. Elicia dize a Celestina que trayga de comer: y ella le responde que no tiene blanca. Y estando en estas platicas llega Sigeril con el presente que Felides embia a la vieja: y dize la que luego vaya allá, y ella se lo promete: y haze con él que coma con ellas antes que se vaya...

«Aucto XXXIIII. Celestina pregunta a Poncia por Paltrana, la qual despues de rogar la que negocie bien los casamientos la dize que entre, que desocupada está. Y la vieja entra con son de pedir la vnos paños para su herida: y trasmuda la voluntad a Paltrana que antes tenia con sus razones, para que (sic) diziendo la lo que toca a Felides en los casamientos, y oye la respuesta y de confiança (sic)...

«Aucto XXXV. Brauonel yendo a cumplir su concierto con Areusa topa con Celestina que viene d'hablar a Paltrana: y vasse con ella platicando hasta su casa, do halla a Areusa con Elicia. Y como Brauonel está con él holgando, allega Recaxo a buscar a Grajales que es su amigo: y oyendo a Brauonel allá dentro buelue sin llamar, iurando que él podra poco o serán castigados los amores.

«Aucto XXXVI. Sigeril va a saber de Celestina lo que negoció con Paltrana: la qual no se lo quiere dezir por ganar de su amo las albricias, y los dos van juntos, y como lo cuenta a Felides él se las da de gran valor...

«Aucto XXXVII. Albacin yendo a vengar se de Celestina la vee estar llamando a su puerta, y alli la da una cuchillada por el rostro: la qual da tales bozes que se llegan las vezinas. Y él con el ruydo buelue disfraçado: y saca a Elicia d'entre la gente: y ansi se la lleua...

«Aucto XXXVIII. Paltrana embia a llamar a Dardano con Guzmanico su page: el qual venido ella le ruega que vaya a estar con Felides: y le hable en lo de los casamientos: de manera que no se desconcierte: y Dardano se despide para yr a negociarlo...

«Aucto XXXIX. Felides dize a Sigeril que saque unas pieças de brocado y de seda de las armas para cortar ropas, y ellos estando las mirando entra Canarin a dezir cómo está alli vn cauallero: y sabiendo Felides que es Dardano tio de Polandria, sale a hazerle entrar: y despues de se auer hecho los recebimientos pertenecientes a quien son, Dardano le declara su intento: y Felides avn que al presente le rehusa diziendo como le traen a la otra, concluye con que antes que diga el sí quiere saber la voluntad de Polandria...

«Aucto XL. Recuajo yendo consigo razonando en la vellaqueria de Areusa en tener a Brauonel topa con Grajales, al qual se lo cuenta todo. E los dos van a casa de Celestina a vengar aquel hecho: y hallan allá a Brauonel con Areusa: y allí dan el fin a ella, y él se escapa muy mal herido...

«Aucto XLI. El corregidor passando por casa de Celestina oye la barahunda que ay con la muerte de Areusa: y como entra y haze la pesquisa manda luego a Galantes alguazil que viene con él que llame al Pregonero para hazer justicia de la vieja encubridora: y ansi desde su posada la sacan açotar juntamente com emplumarla, a donde burlan della los mochachos hasta que la quitan de la escalera.

«Aucto XLII. Paltrana estando sola entra Dardano y cuenta le lo que negoció con Felides: y como quedó la cosa en que diga Polandria de sí: con las quales nueuas Paltrana huelga mucho. Y embia a llamar a su hija con Frunces page al iardin para concertarlo...

«Aucto XLIII. Polandria estando en el jardín platicando con Poncia sobre los casamientos: allega Frunces a llamar la de partes de su madre y de su tio Dardano. Y ella va: y como la hablan para que conceda en recebir a Felides rehusa mucho de lo hazer: dando causas sufficientes para sus dissimulaciones: en conclusion, que viendo cómo Paltrana y Dardano la dizen que en todo caso lo ha de hazer otorga en ello.

«Aucto XLIIII. Brauonel va a casa de vna muger que tiene a ganar, con el braço cortado de la manera que huyó de casa de Celestina; y despues d' la auer pedido cuēta la da de coces: porque ella no le da una perdiz. Y estando riñendo entra Solarcia, compañera de Ancona: que es del mismo officio: y pone los en paz.

«Aucto XLV. Antenor arcidiano que es sobrino de Paltrana, yendo a saber de su tia lo que se hace en los casamientos, topa a Dardano que va a casa de Felides a lleuarle la respuesta de lo que negoció, y como lo cuenta a su sobrino van los dos a estar con Felides: y despues de se lo auer dicho él da las manos a Dardano por cosa hecha: y Antenor las da por Polandria: y ansí se despiden dexandole con Sigeril platicando...

«Aucto XLVI. Sigeril como va a casa de Polandria vee a Poncia a la ventana: y despues de la contar las nueuas con sobrada alegria llama ella a su señora Polandria: la qual le da muy buenas albricias. Y Sigeril se despide d'ellas lleuando a cargo que rogará a Felides declare sus desposorios secretos...

«Aucto XLVII. Felides pregunta a Sigeril si estan las libreas apareiadas, y como le dize sí, va con doze pajes y otros tantos moços de espuelas a besar las manos de Paltrana y a recebir a su señora Polandria: a donde despues passar diuersas platicas con ellas declara él los conciertos d' Sigeril y Poncia a la que como es llamada da Felides dozientos ducados para su dote...

«Aucto XLVIII. Antenor arcediano dize a su tia Paltrana que ora es de hazer los desposorios: y los dos entran en la sala a do hallan a Felides con Dardano, y a Poncia con Polandria, y luego lleuan a Sigeril, y como los desposa Antenor, entran los menistriles y tocando los instrumentos canta Canarin...

«Aucto XLIX. Celestina como sabe que los desposorios son hechos, dize que no perderá las albricias. E yendo muy apriessa a las pedir con el sobrado gozo no mirando cómo va cae de los corredores de su casa abaxo y allí fenecen sus tristes dias. Y entrando los vezinos a socorrerla por los gritos que dió la hallan hecha pedazos. Y ansí se van a contar a Felides aquella muerte de la desdichada...

«Aucto L. Felides como le an informado de la muerte de Celestina llama a Sigeril: y con gran pena le cuenta lo que passó: y le da veynte ducados para que honradamente la entierren y hagan sus obsequias: y Sigeril lo lleua a cargo y lo va a hazer: y con este ultimo aucto se acaba la obra...».

[386] Tragicomedia de Lisandro y Roselia llamada Elicia y por otro nombre quarta obra y tercera Celestina. 1542 (Al reverso de la portada el escudo del impresor Junta, y una figurilla de la Muerte con la hoz al cuello y un ataúd debajo del brazo). La dedicatoria, el prólogo al lector y el texto de la tragicomedia ocupan los 89 primeros folios. En el que debía ser 90, numerado por equivocación 100, se halla el colofón:

«Aquí se acaba la tragicomedia de Lysandro y Roselia... nueuamente impressa. Acabose a veynte dias d'l mes de deziembre. Año del nascimiento de nuestro Saluador Jesu christo de mil y quinientos y quarenta y dos años».

Los folios siguientes hasta el CVI contienen las dos cartas y las octavas de arte mayor.

4.º let. gót. con viñetas. Es libro de la más extraordinaria rareza.

Por una esmerada copia que había pertenecido á D. Serafín Estébanez Calderón le reimprimieron los señores Fuensanta del Valle y Sancho Rayón, y es el tercer tomo de la linda Colección de libros raros y curiosos (Madrid, Rivadeneyra, 1872).

[387] Vid. Pérez Pastor (D. Cristóbal), Bibliografía madrileña del siglo XVI (Madrid, 1891), pág. 1.

[388] Carta á los editores de la Colección de libros Españoles raros ó curiosos en los preliminares del tomo cuarto que contiene el Cancionero de Stúñiga (pp. XXXIII á XLII).

[389] Carta de Sancho Rayón y Fuensanta del Valle á Hartzenbusch, en los preliminares del tomo quinto de Libros raros ó curiosos, que contiene la Comedia Selvagia (pp. XIII á XVI).

[390] Bibliografía Mexicana del siglo XVI, por D. Joaquín García Icazbalceta. México, 1886, páginas 232-233.

En la dedicatoria al arzobispo dice el Dr. Muñón que esta doctrina «se ha cogido de las fuentes de algunos escritores graves, que á mi parecer en esta materia hablaron bien, en especial de una Doctrina Cristiana que se trató de hacer por la memoria y papeles de Pío V de gloriosa memoria». Hay también un prólogo «A los muy reverendos Padres Curas del Arzobispado de México», en que les recomienda la enseñanza de la doctrina.

[391] A la infernal botica de Celestina había añadido Elicia «otras cosas muchas que con mi buen trabajo y propio sudor y mayor esperiencia he yo adquirido, conviene a saber: hieles de perro negro macho y de cuervo, tripas de alacran y cangrejo, testículos de comadreja, meollos de raposa del pie izquierdo, pelos priapicos del cabron, sangre de murcíelago, estiércol de lagartijas, huevos de hormigas, pellejos de culebras, pestañas de lobo, tuétanos de garza, entrañuelas de torcecuello, rasuras de ara, ciertas gotas de olio y crisma que me dio el cura, zumos de peonía, de celidonia, de sarcocola, de tryaca, de hipericon, de recimillos y una poca de hierba del pito que hobe por mi buen lance; tengo tambien la oracion del cerco que no tenía mi tia que Dios haya, que es esta: avis, gravis, seps, dipa, unus, infans, virgo, coronat; y si todo lo de mi tienda acabase de contar, sería cosa para nunca acabar... Este oficio me bastaba, éste mantiene mi casa, sustenta mi honra, y me hace ser temida y acatada de todos, y afama mi nombre por la ciudad, que nadie hay que me vea que no me llame: madre acá, madre acullá, el uno me dexa, el otro me toma, el vicario me convida, el arcediano me llama, que ningun señor de la iglesia me ve que no quiera ganar por la mano cuál me llevará primero á su casa» (pp. 74-75).

Ciertamente que los que fuesen entonces vicario y arcediano de Salamanca quedarían muy agradecidos al Maestro Muñón por el modo de señalar.

[392] Tractado de la Hermosura y del Amor compuesto por Maximiliano Calvi. En Milán... Por Paulo Gotardo Poncio, el Año MDLXXVI.

Cada uno de los tres libros en que la obra se divide forma un volumen con paginación diversa.

[393] Historia do Theatro Portuguez, II, A comedia classica e as tragicomedias (Porto, 1870), p. 29-30.

[394] Grammatica (1536), pág. 73 de la edición de 1785. «Verdade he ser (a lingua portugueza) em si t[-ao] honesta e casta que parece nā consentir em sy h[~u]a tal obra como Celestina».

[395] Historia Genealogica da Casa Real portugueza, por D. Antonio Caetano de Sousa... Lisboa Occidental, 1738. Provas. II, pág.

[396] «Em sexta feira de Endoenças do anno de 1521 vi no mosteiro de Sam Francisco en bragança un Diogo Lopes, ferreiro, vestido em manto bérneo e touca foteada, estar ante o Sacramento en roda de mulheres lendo por Celestina, e parece-me que era no auto que falla do Centurio». (Ms, tal vez autógrafo, que poseía el conde de Azevedo, y hoy debe de estar en la Biblioteca de Oporto.)

Vid. C. Castello Branco, Narcoticos, I, Porto, 1882, pág. 66.

[397] Tomo III de la ed. de Stuttgart, pp. 114, 120, 129, 215 y 222 En la pág. 632 hay unos versos de García de Resende á Jorge de Vasconcellos «porque nam querya escreuer humas trovas suas».

[398] En la tragicomedia de Las Cortes de Júpiter (Obras de Gil Vicente, tomo II de la ed. de Hamburgo, pág. 404).

[399] Jose Joaquim da Costa e Sá, editor de la traducción de Terencio de Leonel da Costa en 1788, dice haber visto un ejemplar de la Eufrosina de 1561, que tenía en el reverso del pergamino las siguientes palabras de letra antigua: «O Autor d'este livro foi Jorge Ferreira de Vasconcellos, natural de Lisboa, tamben Author da Tavola Redonda e d'outras obras (Tomo I, pág. XXI, nota 9).

[400] En la Vida de D. Duarte, escrita en 1565 por Andrés Resende, que había sido su maestro de latinidad, se hace mención de Francisco de Moraes, pero no de Jorge Ferreira de Vasconcellos. Tampoco en el testamento del Infante, publicado en las Provas de la Historia Genealogica. Pero está citado en el Rol dos Moradores do Infante, redactado poco después de su fallecimiento. (Vid. Caetano de Sousa, Hist. Geneal. Provas, II, 615.)

[401] «Das comedias que Jorge Ferreira de Vasconcellos compos, foy esta Vlysippo a segunda estando ja no seruiço del Rey nesta cidade».

[402] Vid. Brito Rebello, Ementas Historicas, II, Gil Vicente, pág. 114.

El título exacto del cargo era «escrivão da receita e despesa do tesoureiro da casa real».

[403] Barbosa Machado, Bibliotheca Lusitana... Lisboa, 1747. Tomo II, pp. 805-807.

[404] Acaso en este punto haya confusión con el Dr. Antonio Ferreira, autor de la Castro. El ducado de Aveiro fué creado en 1547 para D. Juan de Lencastre, nieto de D. Juan II.

[405] Vid. Teophilo Braga, Historia da universidade de Coimbra... Tomo I, Lisboa, 1892, cap. V, pp. 449 y ss.

[406] Estos dísticos se encuentran en la comedia Aulegrafia, pero no al fin, como dice Barbosa, sino al principio, antes del folio primero é inmediatamente después de la dedicatoria:

Inscribunt alii morituris nomina chartis
Cumque illis cernunt nomina obire sua.
..........................................................
Tu, bone Ferreri, victuris nomina chartis,
Non tua subscribis, sed latitare cupis.
Est tibi sat saeclis prodesse aliquando futuris
Quamvis nulla tui nominis aura sonet.
Nil agis, insequitur fugientem fama, sequentem
Aufugit, ad superos et volat alta polos.

Siendo tan raros los elogios antiguos de Jorge Ferreira, no debemos omitir el de Juan Soares de Brito (Theatr. Lusit. Lit., let. G.), citado por Barbosa: «Vir ingenio promptissimo et lepidissimo».

[407] Las coplas de Jorge Manrique le eran tan familiares que desde la primera escena de la Eufrosina intercala varios versos en el diálogo: «Dexemos a los troyanos que sus males no los vimos». «Recuerde el alma dormida». Y á continuación dos pedazos de romances que él mismo califica de antiguallas: «Por aquel postigo, viejo», «Buen Conde Fernán González». Dos veces está citado Macías en la misma escena, y poco antes el «Huid que rabio» de Juan Rodríguez del Padrón, páginas 63, 64 y 65 de la presente edición). Nueva reminiscencia de Jorge Manrique en la escena 2.ª: «Todo tiempo pasado fué mejor». (Pág. 71). De los elevamientos de Garci Sánchez se habla en el acto 3.º, escena 2.ª (pág. 105).

De la popularidad de los pliegos sueltos que contenían romances es buena prueba lo que dice Cariofilo á Zelotipo en la segunda jornada del acto tercero: «Partios a Castilla y dexad a Portugal a los castellanos, pues les va tan bien en ella. Poned tienda en Medina del Campo y ganaréis de comer con glosar romances viejos, que son apacibles, y poneldes por título «obra nueva sobre mal huvistes los franceses la caza de Roncesvalles»; mas temo que ande ya allá el trato tan dañado como acá, donde lo censuran todo estos críticos, que no medran ya chocarreros». (Pág. 106).

En el mismo acto hay tres canciones castellanas, puestas en boca de Zelotipo. El traductor sólo ha conservado la tercera: «Aora quiero os dezir unas coplas que hize poco ha en castellano, por ser más recebido y menos glosado». Las otras dos tienen los siguientes principios, que bastarán para mostrar su directa filiación de la poesía de los Cancioneros:

De grado en grado ha sobido
La pena a la fortaleza,
Del ansia y mayor tristeza
Que ay en el mundo.
Cayó se me hasta el profundo
Con dolor el pensamiento,
Del más subido cimiento
De la esperanza...
En mal punto fue nacido
Un corazon desdichado,
Qual el mio[A], que ha querido
Ser más vuestro desdeñado
Que de otra favorescido...

(Nota A: El niño dice la incorrectísima edición de Sousa Farinha, 1786, pág. 172).

Tiene en portugués otras composiciones del mismo gusto. La mejor es un villancico que canta Silvia de Sousa en la escena 1.ª del acto 4.º:

Aquelle cavaleiro,
Que d' amores me falla,
Querolhe bem na alma...

(Pág. 229 de la ed. de 1786).

El capitán Ballesteros traduce estos versos, pero omite ó mutila arbitrariamente otros, así castellanos como portugueses, en todo el curso de la obra. No tiene disculpa, por ejemplo, la supresión de esta linda cantiga que entona Eufrosina en el acto 4.º, escena 5.ª:

Castigado me ha mi madre
Por vos, gentil cauallero,
Mandame que no os hable:
No lo haré, que mucho os quiero.
Fuerça me por vos amor,
Venceme vuestro deseo:
Cuanto me riñen, si os veo,
Se me olvida, y el temor.
Defiende me lo mi madre,
Que no os vea, cavallero,
Mandame que no os hable,
Y yo por hablar os muero.
¿Qué valen consejos sanos,
Quando está mal sana el alma?
Si el amor lleua la palma,
Vencen los cuidados vanos.
Que me mate la mi madre
Por vos, gentil cavallero,
No quitará que no os hable,
Pues sin vos vida no quiero.

(Pág. 248 de la misma edición).

El nombre de Jorge Ferreira debe añadirse al Catálogo de los autores portugueses que escribieron en castellano formado con tanta erudición y diligencia por mi difunto é inolvidable amigo el Dr. García Peres, no sólo por estas y otras piezas poéticas, sino por una parte del diálogo de la comedia Aulegrafia.

No encuentro citadas en la Eufrosina más obras en prosa que el Clarimundo, libro de caballerías de Juan de Barros (pág. 110 del presente volumen), la novela de Diego de San Pedro y el Marco Aurelio del obispo Guevara: «En esta materia pocos aciertan y todos reprehenden y no dexan de aferrarse con Carcel de Amor en lugar solitario, y tienen por tanto convertillo en portugues como si fuese Homero; mas pues llegamos a tratar de antiguedades, qué malo sería hablar por Marco Aurelio, que tiene gran copia en el dezir?». (Pág. 111).

De Petrarca y aun de Dante hay indudables reminiscencias: «De la señora Eufrosina no se puede hablar como de cosa deste mundo, sino como de una muestra que Dios nos quiso dar de su poder» (p. 137). «La mayor congoja en estas adversidades es acordarme que fui algun tiempo venturoso» (p. 140).

En la Vlysippo (fol. 149 vuelto de la ed. de 1618) se encuentra un soneto, único tributo que pagó á la métrica italiana. No sabemos si puede tomarse por expresión de su propio pensamiento ó meramente de la persona que habla, el siguiente pasaje de la Aulegrafia (act. II, sc. 10, fol. 78 vuelto). En el primer caso habría que creer que cambió de rumbo en sus últimos años, como lo hizo también Gregorio Silvestre: «Eu, senhor, tenho minha poesia nova e faço minha viagem por fora da rota de João de Lenzina, e terzo-me da vitola dos antigos como de espirro: porque são musicas le fantasia sem arte, e não alcançam o bem d' agora, que tem furtado o corpo a idolatrias contemplativas quando lhe dizia: En tus manos la my vida encomiendo condenado, etc., e então logo morrem e vinhan os Testamentos, os Infernos do amor, e tudo era ayre».

Poco antes se había quejado del abandono de la lengua portuguesa y del predominio de la nuestra: «Somos tāō incrinados á lingua castelhana, que nos descontenta a nossa, sendo dina de maior estima, e nāō ha antre nós quem perdoe a hua trova portugueza, que muytas vezes é de vantagem das Castelhanas, que se tem aforado comnosco, e tomado posse do nosso ouvido, que nenhumas lhe soan melhor: emtanto que fica em tacha anichilarmos sempre o nosso, por estimarmos o alheyo» (fol. 66 vuelto).

[408] Inocencio da Silva no llegó á ver los Triunfos de Sagramor, y se limita á copiar la escueta noticia de Barbosa:

Triunfos de Sagramor, em que se tratão os feitos dos Cavalleiros da segunda Tavola Redonda. Dirigido al Principe D. Juan. Coimbra, por Juan Alvares. impresor del Rey. 1554. fol.

D.ª Carolina Michaëlis me escribe: «Infelizmente nunca vi o Sagramor. Nem vive quem o visse! Apenas ha boatos vagos sobre un exemplar guardado na Torre do Tombo. Creio que o Memorial é 2.ª ed. do Sagramor, apenas com o titulo mudado por improprio. O melhor teria sido Memorial das Proezas dos Cavaleyros da (Segunda) Tavola Redonda do Rei Sagramor. No prologo ha no fim a oraçāō seguinte: «nāō me disculpo dos erros e atrevimentos de que nesta tresladaçāō do Triumpho del Rey Sagramor posso ser reprendido, nem os nego». No cap. 26 diz que «Foroneus... nāō foy sua tençāō tratar de hum soo cavaleyro... antes pretende fazer huma viva memoria de tudo o que alcançou saber dos da Tavola Redonda del Rey Sagramor».

[409] Memorial das proezos da segunda Tauola redonda. A o muyto alto e muyto poderoso Rey dō Sebastiāō primeyro deste nome em Portugal, nosso senhor. Con licença. Em Coimbra. Em casa de João de Barreyra, 1567. 4.º 240 hs. dobles.

Barbosa cita otra del mismo año en folio, pero debe de ser la misma.

De esta edición rarísima sólo se conocen dos ejemplares en Portugal (según Inocencio): el de la Biblioteca Nacional de Lisboa, procedente de la librería de D. Francisco de Mello Manuel, y el de la biblioteca de Braga. En el Suplemento de Brito Aranha se cita otro que perteneció al conde de Azevedo.

Hay una edición moderna del Memorial, dirigida por Manuel Bernardes Branco (Lisboa, na tip. do «Panorama», 8.º grande).

Vid. Diccionario bibliographico portuguez, estudos de Innocencio Francisco da Silva applicaveis a Portugal e ao Brasil. Tomo IV Lisboa, na Imprensa Nacional. 1860, pp. 167-171. Y el Suplemento de Brito Aranha (tomo XII del Diccionario, 1884).

[410] Vid. Th. Braga, Floresta de varios romances, Porto, 1868, pp. 36-53.

[411] Basta leer la Eufrosina para convencerse de que no pudo ser representada á lo menos en su forma actual; pero algunas frases del prólogo de Juan de Espera en Dios parecen indicar que su autor la destinó á alguna recitación ó lectura pública, como creemos que lo fué también la Celestina. En este caso los oyentes serían estudiantes ó profesores de Coimbra, y á ellos aludirá la frase neste anfitrioneo convento.

[412] Por cierto que Jorge Ferreira no se muestra nada blando con ellos, especialmente con los legistas: «Estos son gente sin ley ni Rey, todo su cuydado es buscar recreacion; la ciencia está en los libros; el estudiar, ir y venir á su tierra, y despues de largo tiempo mal gastado: bachiller soy, bien votado ó mal votado, y dan sentencias de golpe, como palo de ciego, que lleua el pelo y el pellejo, y el mal es para quien les cae en las manos». (Pág. 88).

«El enfado del estudio no se puede sufrir si no es a fuerza de necesidad... Rico es mi padre, lograrme quiero con su trabajo... quanto más que yo podré graduarme por suficiencia, y con estar dos dias en Sena ó en Bolonia, espantaré toda esta tierra, y con dos sentencias que traiga de la Rota pensará mi padre que vengo hecho un oráculo». (Pág 89).

[413] Debajo de una viñeta con tres figuras que representan á Zelotipo, Eufrosina y Silvia de Sousa, se lee este título:

Comedia Eufrosina. De nouo reuista & em partes acrecētada. Impressa em Coimbra. Por Ioāō de Barreyra, Impresor da Universidade; Aos dez de mayo M. D. LX.

(Colofon): «Foy impressa a presente obra, em a muy noble & sempre Real cidade de Coimbra, por Ioāō de Barreyra empressor da Universidade. Com privilegio Real que nenhūa pessoa a possa imprimir, nem vender, nem trayer doutra parte impressa, sob as penas conteudas no Privilegio. Acabouse aos dez dias do mes de mayo. De M. D. LX».

8.º, 347 pp. Láminas en madera. Letra redonda, excepto la lista de las figuras de la Comedia, que va en letra gótica.

Las palabras «revista e em partes acrecentada» apenas dejan duda de la existencia de una edición anterior.

Esta de 1560 es rarísima. El ejemplar que poseyó Salvá y describe en su Catálogo (núm. 1254) pertenece hoy al Museo Británico. Allí mismo hay un ejemplar incompleto de otra edición, que parece ser la siguiente:

Comedia Eufrosina. De nouo reuista, z em partes acrecentada. Agora nouamente impressa. Dirigida ao muito alto z poderoso principe dom Joam de Portugal.

(Colofon): «Foy im[-p]ssa em Euora en casa de Andree de Burgos, im[-p]ssor e cavaleiro da casa do Cardeal Iffante. No fin dabril de 1561». 8.º let. gót.

«Había un ejemplar excelentemente conservado en la librería del hospicio de la Tierra Santa, el cual pasó después al Archivo Nacional de la Torre do Tombo» (Inocencio da Silva). Otro existe en la librería que fué de D. Fernando Palha (núm. 1.206 de su Catálogo).

D. Blas Nasarre, que reimprimió en 1735 la Eufrosina castellana, dice en la advertencia «al que leyere», tratando del original portugués: «Imprimióse este libro la primera vez en Evora el año 1566 por Andrés de Burgos, impresor y cavallero de la Casa del Cardenal Infante». Pero como esta edición no parece por ninguna parte, puede sospecharse que el 1566 sea errata por 1561.

Comedia Eufrosina. Nouamente impressa e emendada. Por Francisco Roiz Lobo. Em Lisboa, Antonio Aluares, 1616. 8.º 4 hs. prls, y 223 fols.

Comedia Eufrosina. De Iorge Ferreira de Vasconcellos, nouamente impressa, e emendada por Francisco Roiz Lobo. Terceira ediçam fielmente copiada por Bento Ioze de Sousa Farinha, professor regio de Filozofia, e Socio da Academia Real das Sciencias de Lisboa. Lisboa, na off. da Academia Real das Sciencias, anno MDCCLXXXVI. Con licença da Real Mesa Censoria.

Es pésima edición, lo mismo literaria que tipográficamente considerada.

[414] Pág. 359 de la reimpresión de Reusch.

[415] Tomo III, part. 4ª, cap. VIII, núm. 67, pág. 372 (2.ª ed, Lisboa, 1680).

[416] Pág. 30 de la edición de Mendes dos Remedios. El Hospital fué escrito en 1657.

[417] «Georgius Ferreira de Vasconzelos, Lusitanus, Conimbricensis, urbanitate vir ac disertis salibus suo tempore in pretio habitus, scripsit comoedias tres prosaicas, quae magni aestimantur a civibus ejus, et omnibus his qui lusitanae linguae suavitate ac delitiis delectantur, nempe: Comedia Euphrosina; quae ut prima exiit ab auctoris ingenio, ita aliis quae sequutae sunt, excellentiae palmam praeripuit. Edita est saepius in Portugallia, et tandem recognita a Francisco Rodriguez Lobo &» (Biblioth. Hisp. Nova, I, pág. 538).

[418] Comedia de Eufrosina traducida de lengua portvgvesa en castellana. Por el Capitan D. Fernando de Ballesteros y Saavedra. Al serenissimo Señor Infante don Carlos. Con Privilegio. En Madrid en la Imprenta del Reyno. Año de 1631. A costa de Domingo Gonçalez. 8.º De la forma que Gallardo llamaba de Astetes viejos. 12 hs. prls. sin foliar y 251 pp. dobles.

[419] Comedia Eufrosina. Traducida de lengua portuguesa en castellana por el Capitán D. Fernando de Ballesteros y Saavedra. Con licencia. En Madrid, en la oficina de Antonio Marin, año de 1735. 8.º 12 hs. prls. y 422.

Dedicatoria «á la Señora Doña Sophrosina Pacheco, mi señora», firmada por D. Domingo Terruño Quexilloso. «Dedico una comedia en prosa; pero poetica, y con sus primores y harmonia; libro raro, y de exquisito gusto, de invencion dichosa, de composicion elegante, y que pinta con vivos colores las personas que representa, poniéndolas sobre el Theatro al natural, y con decencia, y enseñando con ellas los principios y progressos de la galanteria, que no son fáciles de conocer ni por los mismos que se hallan presos de sus lazos. Enseña las señales y symptomas del suave veneno, casi incurable despues de aver ganado el corazon».

[420] Comedia Vlysippo de Iorge Ferreira de Vasconcellos. Nesta segunda impressão apurada e correcta de algãs erros da primeira, con todas as licenças necessarias. Lisboa, Pedro Craesbeck, 1618, con Privilegio Real. 8.º 4 hs. prls. 278 foliadas y dos blancas al fin.

Hay una reimpresión de Lisboa, 1787, hecha por Benito de Sousa Farinha, tan poco apreciable como la de la Eufrosina.

[421] En la advertencia ao Leitor que precede á la comedia Vlysipo, y que seguramente salió de su pluma, aunque no lleva su nombre:

«Das Comedias que Jorje Ferreira de Vasconcellos compos foy esta Vlysipo a segunda, estando ja no serviço del Rey nesta cidade...

«E a derradeira a sua Aulegrafia cortesam em que cantando cygnea voce, como dizem, melhor que nunca, a nāō imprimio por hum desgosto geral deste Reyno, que nella se contará[a], se no bom trato que a esta se fizer, quizerdes mostrar o gosto que tereis destoutra sair, que está da pena do seu autor, e assi aprovado ja e com todas as licenças pera logo se poder imprimir... A outra comedia (es decir la Aulegrafia) nāō tratando da Eufrosina, como a primeira parte da Tavola Redonda que pera a 3.ª impresão emendou o autor em sua vida, de sorte que do meyo em diante em tudo ficou differente. E assi mais a 2.ª Parte da mesma historia podeis começar a esperar muito em breve, que quiza ordenou o Ceo differirselhe a impressāō para este tempo, pera com ella se tornar a ouvir nelle a boa memoria deste Portuguez...».

(Nota A: Claro es que no en el texto de la comedia, sino en el prólogo ó advertencia de ella. Pero al imprimir la Aulegrafia nada se dijo de esto).

Nada de lo que aquí se promete, excepto la Aulegraphia, llegó á publicarse.

[422] Comedia Aulegrafia, feita por Jorje Ferreira de Vasconcellos. Agora novamente impressa a costa de D. Antonio de Noronha. Dirigida ao Marquez de Alemquer, Duque de Francavilla, do Conselho de Estado. Lisboa, por Pedro Craesbeck, 1619. 4.º IV 186 hs.

Desde la 179 hasta el fin del volumen se inserta una carta que se achou entre os papeis de Jorje Ferreira de Vasconcellos, composición de 344 versos en redondillas octosilábicas.

[423] (Portada en rojo y negro, con un grabadito que representa á un caballero ofreciendo una flor á una dama).

Tragedia Policiana. En la qual se tractan los muy desdichados amores de Policiano z Philomena Executados por industria de la diabolica vieja Claudina Madre de Parmeno, z maestra de Celestina.

(Al fin): Acabose esta Tragedia Policiana a XX dias del mes de Nouiēbre a costa de Diego Lopez librero, vezino de Toledo. Año de n[=r]a. Redēpcion de mil z quinientos z quarenta y siete. Nihil in humanis rebus perfectum.

4.º let. got., 80 hojas foliadas.

Á cada uno de los 29 actos precede una viñeta con las figuras de los interlocutores.

El ejemplar de la Biblioteca Nacional (fondo antiguo) es el que nos ha servido para esta reimpresión.

Los traductores castellanos de Ticknor (Madrid, 1851, tomo I, págs. 525-528) dieron un resumen del argumento de la Policiana.

[424] Esta edición es de Toledo «en casa de Fernando de Santa Cathalina» y se acabó «al primero día del mes de Março, año de 1548».

Véase lo que de ella dijo Wolf en su opúsculo sobre La Danza de la Muerte (Viena, 1852), traducido al castellano por D. Julián Sanz del Río en el tomo XXII de la Colección de documentos inéditos para la Historia de España (Madrid, 1853), págs. 522-524.

[425] Vid. Orígenes de la Novela, tomo I, pág. 280.

[426] «El licenciado Jiménez hizo el Hospital de Amor, que imprimió por suyo Luis Hurtado» (Discurso sobre la vida de Gregorio Silvestre.)

Se refiere sin duda á «El hospital de galanes enamorados, con el remedio y cura para nueve enfermos que en él están», y á «El hospital de damas de amor heridas, donde son curadas otras nueve enfermas de amorosa pasion», insertos en las Cortes de casto amor de Luis Hurtado.

[427] Se deduce esta fecha de su poema de las Trecientas, acabado en 1582, donde declara haber cumplido cincuenta años.

[428] La acción de la Policiana pasa en Toledo, según todos los indicios.

[429] Sobre esta invocación de la perversa bruja me comunica mi querido amigo el admirable escritor D. Francisco Rodríguez Marín las curiosísimas noticias que van á leerse, y que son pequeña muestra de lo mucho que ha descubierto su tenaz investigación en el campo de las supersticiones populares.

«La fórmula de conjuro:

Con dos que te miro...

que Sebastián Fernández insertó en el acto XVI de la Tragedia Policiana, parece tomada, más bien que de la tradición oral inmediatamente, de una de las Epístolas familiares de Fr. Antonio de Guevara, de la IV de la segunda parte de su colección, único lugar en donde encuentro tal fórmula con el que del verso primero y con el verbo escantar del segundo. Este conjuro era comunísimo entre las hechiceras, y así, aparece citado con frecuencia en los procesos inquisitoriales, unas veces como fórmula completa y otras como fragmento de otras de mayor extensión.

«En la causa seguida en 1600 contra Alonso Berlanga (Archivo Histórico Nacional, Inquisición de Valencia, legajo 28, núm. 1), figura entre los papeles que se hallaron en la casa de su manceba, uno en que los versillos en cuestión se dirigen á la valeriana, como remate de un conjuro hecho á esta hierba:

Valeriana hermana,
Yo te conjuro con Dios y con Santa María;
Valeriana,
Yo te conjuro con la luz del alba;
Valeriana,
Yo te conjuro con la claridat del dia;
Con el libro misal
Y con el cirio pascual...

«Y termina de esta manera:

Con tres te miro (sic),
Con cinco te ato,
Con sangre de leon tu vertut te pido,
Que seas en mi favor de contino.

«Esta última parte de la fórmula se empleaba no sólo para hacerse querer, sino también, y cerca andaba lo uno de lo otro, para hacer mansos y sufridos á los hombres. Así, entre los cargos que se enumeran en la sentencia contra Isabel Bautista, año de 1638 (Inquisición de Toledo, legajo 82, núm. 28), figura el siguiente: «Y enseñó esta oración á dichas personas, que quando viniese su marido ó su galán, dixesen:

Con dos te miro,
Con tres te tiro,
Con cinco te arrebato,
Calla, bobo, que te ato.

«Y dándose una puñada en la rodilla, dixesen:

Tan humilde vengas á mí
Como la suela de mi çapato,

y que con esto quedarían desenojados y como un borrego». Y en otra causa, seguida en 1645 contra Francisca Rodríguez, por el mismo tribunal toledano del Santo Oficio (legajo 94, núm. 230), dice acusando el Fiscal: «En otra ocasión dixo á cierta muger que si quería que un conjunto suyo callase aunque la viese hacer qualquier cosa, que lo haría; y quiriendo la dicha muger ir á consultar á otras hechizeras, esta rea (sic) la advirtió dello y la enseñó el conjuro siguiente:

Con dos te miro,
Con una te hablo,
Con las pares de tu madre
La boca te tapo.
Señor San Silvestre, encántalo.

con que el conjunto se amansaba». Á idéntico fin, Bautista Hernández, procesada en 1723 por la Inquisición de Valencia (legajo 25, núm. 14), hacía tres nudos en una cinta, diciendo:

Con dos te miro,
Con tres te sigo,
Con cuatro te ato,
De tu sangre bebo,
El corazón te parto,
Con las parias (sic) de tu madre
La boca te tapo.

«Más interesante que todas las lecciones transcritas es otra para ligar á las personas, conservada asimismo en un proceso seguido en la Inquisición de Valencia por los años de 1639 (legajo 28, núm. 3). Entre los papeles que se recogieron en la casa de la procesada Juana Ana Pérez y que están unidos á los autos, hay uno que dice así:

Con dos te miro,
Con cinco te ato,
Tu sangre bebo,
Tu corazón te arrebato,
Con las pares de tu madre y mía
La boca te tapo.
La garfia del fiero león
Que te ligue y te ate el corazón.
Asno, mira que te ligo
Y te ato y te reato y te vuelvo á reatar,
Que no puedas comer ni beber,
Ni armar ni desarmar,
Ni en campo verde estar,
Ni en campo seco pasear,
Ni en casa de nenguna mujer entrar,
Ni con ella holgar,
Ni en viuda ni en casada
Ni en doncella ni en soltera á efeto llegar,
De aquí delante de mis ojos vengas atado,
Hechizado, conjurado,
Á quererme, [á] amarme;
Todos tus dineros vengas á darme.
Que vengas, que vengas, que vengas;
Que hombre ni mujer te me detenga.

[430] También el autor de la primitiva Celestina se había acordado de este pasaje, aunque se me olvidó notarlo en su lugar oportuno (pág. 105): «E assi contentarte he en la muerte (dice Melibea), pues no toue tiempo en la vida... ¡O padre mio muy amado! Ruégote, si amor en esta pasada e penosa vida me has tenido, que sean juntas nuestras sepulturas, juntas nuestras obsequias» (Acto XX). Es el mismo sentido de los últimos versos de Ovidio. Véase cuán antiguo y clásico abolengo tiene el grito que los entierren juntos de nuestros días.

[431] Comedia llamada Florinea: que tracta de los amores del buen duque Floriano, con la linda y muy casta y generosa Belisea, nueuamente hecha: muy graciosa y sentida, y muy prouechosa para auiso de muchos necios. Vista y examinada, y con licencia impressa. (Escudo del impresor.) Vendese en Medina del Campo en casa de Adrian Ghemart, 1554. (Título en rojo y negro.)

(Al fin): Acaba la comedia no menos util que graciosa y compendiosa: llamada Florinea nueuamente compuesta. Impressa en Medina del Campo en casa de Guillermo de Millis, tras la iglesia mayor. Año de 1554.

4.º, 4 hs. pres. sin foliar, y CLVI folios, let. gót.

El escudo del impresor Adrián Ghemart tiene la conocida divisa del halcón, con el mote post tenebras spero lucem, que algunos estrambóticos comentadores del Quijote han creído inventada por Cervantes para la primera edición de El Ingenioso Hidalgo, en 1605.

Hay algunos ejemplares que difieren de los restantes en llevar impresas con tinta negra, después de la palabra necios, estas otras: Compuesta por el bachiller Ioan Rodriguez Florian. Uno con esta portada tuvo D. José Sancho Rayón, y para hoy, según creo, en la biblioteca de la Hispanic Society, de Nueva York. También uno de los dos ejemplares que posee nuestra Biblioteca Nacional, y nos ha servido para la presente reimpresión, pertenece á esta clase.

En el que describen los adicionadores de Gallardo (Ensayo, IV, núm. 3656) estaba manuscrito, al final, de letra antigua, el siguiente soneto, que sólo á título de curiosidad bibliográfica reproducimos:

Hermanos, Floriano i Belisea,
Grandes burros os hiço la natura,
Al vno en no goçar la coniuntura
I al otro en dilatar lo que dessea.
Ausente, la beata cacarea,
Rabia, muere, apetece i se apresura,
I quando amor le muestra su uentura
Se engroña, se desdeña i lo arrodea.
Polites i Justina me contentan,
Que á la segunda cuenta remataron,
I de durables poco se atormentan;
Estotros, matracones, no gustaron.
A Lucendo por árbitro presentan:
Dios sabe si despues se concertaron.

De la Florinea habla breve pero atinadamente Ticknor, que también la poseía (tomo I de la traducción castellana, pág. 220). Antes de él había fijado su atención en esta pieza el malogrado erudito sevillano D. Juan Colom y Colom en sus Noticias del teatro español anterior á Lope de Vega (Semanario Pintoresco Español, Madrid, segunda serie, tomo II, año 1840, pp. 163-166).

En el inventario de los libros que á su fallecimiento dejó en su tienda Juan de Timoneda (Valencia, 26 de octubre de 1583) figura la siguiente partida:

«Item cinquanta comedies intitulades Floranteas a cinch plech tenen una ma».

(Vid. Serrano Morales, La Imprenta en Valencia, 1899, pág. 553).

Estas Floranteas, que sólo tenían cinco pliegos, no pueden confundirse en modo alguno con la Florinea, que es muy voluminosa. Trátase, pues, de otra comedia desconocida hasta ahora.

[432] A veces, sin embargo, cae en el plagio literal, por ejemplo (escena quinta), cuando Lydorio habla mal de las mujeres, repitiendo los mismos conceptos y ejemplos de Sempronio: «Y porque no me digas que hablo de coro y que las infamo por mi cabeça, no acotando qué digan los que las conoscieron y qué vieron de ellas los que las trataron, mira en lo primero al sabio Salomon, que tanto las amó y tanto daño le vino por ellas, lo que de ellas dize en sus escrituras, quando se le offresce hablar de mugeres. Lee al Mantuano en una egloga, mira al Petrarcha, escucha al Ouidio y atiende al Juuenal, e finalmente quantos sabios Gentiles, Judios, Christianos, Moros, Paganos, offreciendoseles en sus escritos materia en que hablar de mugeres, afanan y se desvelan en como avisar á los leyentes que se guarden en sus conuersaciones». (Pág. 175).

[433] Pág. 306 de la presente edición.

[434] En todos ellos, lo mismo que en los de la Policiana, se nota menos irreverencia que en las Celestinas más antiguas, ó está velada con eufemismos, porque los tiempos eran otros y la censura comenzaba á mostrarse más rigurosa. Véase alguna muestra de los disparatados fieros y bravatas de Fulminato: «Descreo del agareno y de toda la ley del Alcoran», «Descreo de los adoradores del becerro», «De Saturno ayuso reniego», «Descreo de los adoradores de Mars», «Descreo del inventor de la idolatria», «De todos los Talmudistas reniego», «Descreo de quantos adoran el sol», «Reniego de los Jebuseos», «Por el santo cerrojo de Burgos», «O, pesar de los Moabitas», «O, descreo de Jason y aun de Medea», «O, pesar de la casa santa de Mecha», «Descreo de los quiciales de la puerta del cielo», «Reniego del sepulcro de Absalon y del sceptro de Roboan», «Reniego del hijo de Latona», «Voto al santo Calendario Romano». Una sola vez jura «por las reliquias de San Salvador de Oviedo», otra por «la espada de Sant George y aun por la escriuania de Sant Lucas», y usa la expresión malsonante «descreo de la vida de los condenados». (Pág. 166).

[435] «Tú sabrás cómo la fortuna, que favorece á los osados, me dio ventura en ganar trauacuenta con una viuda de hasta treynta y quatro, que en aspecto está como de diez y ocho. Esta no tiene en casa padre ni madre, ni can que la ladre, más de sola vna hija bonita y harto muchacha, de diez y siete para menos: ésta le sirue en casa de moça, y fuera de hija y authorizada doncella» (pág. 169).

[436] El rasgo de la hipocresía está finamente acentuado en Marcelia más que en ninguna otra de las Celestinas secundarias, incluso la de Feliciano de Silva. Véase singularmente la escena nona:

«Gracilia.—Pues dónde con manto y sombrero tan de mañana?

«Marcelia.—Á Nuestra Señora de los Remedios; luego en oyendo la missa primera soy de buelta...

«Liberia.—Gran cosa es ésta, que no ha de faltar mi madre esta missa. Pero haze bien, que siempre trae su par de panecillos, y algo para ayuda de costa.

«Grac.—Ya ves, prima, por tal señora lo haze. Pero no en balde dize ella tanto bien del sacristan, y agora veo que tiene razon...»

En el camino se encuentra con el paje Polytes, que no quiere creer que ella vaya á la misa del alba:

«Polytes.—Ni aun soy tan bouo como esso, que agora passé por junto á la Trinidad, y no ay sueño de abrir puerta.

«Marc.—Y aun esto quiero.

«Polyt.—Peor es de entender una muger que un Concejo. Pero atento que vas a missa donde no ay puerta abierta, las que como tú he topado disfraçadas, cruzando callejuelas, dime, van contigo a representar autos de comedias en cas de los abades o van por las llaues para abrirte la puerta donde tú vas?...

«Marc.—Calla ya, no apures tanto las cosas, que con algo se han de mantener en honra las que se defienden de la pobreza, de lo que a mí cabe gran parte por mis pecados.

«Polyt.—Y aun creo yo que tú y las otras andays estos passos en busca de los tales pecados.

«Marc.—Ay, qué dizes? alguna malicia, asuadas.

«Polyt.—La mesma. Pero digo que me agradas en darme a entender que andays estas andolencias a partir con los encerrados las quentas del rezar, y las obladas con los sacristanes, y las raciones y capellanias y los beneficios con los clérigos». (Pág. 192).

En la escena XV se vale de su fingida devocion para hacer llegar á manos de Belisea una carta de Floriano: «Por mi vida, pues que no hay una criatura en la yglesia, que quiero auenturarme a poner esta carta en la grada del altar de la Madre de Dios; porque si ellas son, no dexará Belisea de llegar la primera a hazer su oracion». (Pág. 208).

En cambio, la parte de hechicerias es insignificante en esta pieza. «Quiero echar unos polvillos del cabron en esta carta, que ya los he hallado aprobados», dice Marcelia poco antes. No hay rastro de evocaciones ni de conjuros ni de fórmulas supersticiosas.

[437] «Pero mira, Floriano, que si tú como hombre buscas tu desatinado descanso, yo como donzella mamparo mi delicada honra. Y si tú buscas la consecucion de tu infectionada voluntad, yo defiendo mi libertad. E si tú quieres guiar tras tus venenosos y no limpios desseos, con tu amor desamador de mi honestidad, yo tengo de cerrar la puerta a todo lo que ni a mi ánimo trayga limpieza ni a mi spiritu reposada castidad. Por tanto como a hermano en tal amor te ruego me ames, y me quieras bien para mi bien, y no de suerte que queriendo me, quieras mal para ti y peor para mí. E con hazer tú esto, podras ganar en mí un amor que como a bien queriente de mi honra te tendre. De otra guisa, desamarte he como a enemigo de virtud, y perseguidor de mi honra, y menoscabador de mi limpieza, y matador de mi innocencia, y derramador de mi fama, y destruydor de mi reposo, y asolador de la casa de mi padre, y ensuciador de mi alta sangre. E si te han mentido de mí otra cosa, desapega la de tu imaginacion» (pág. 224).

«Agora que te hallo buen obediente, determino, para hazer más por ti, mandar te lo segundo, y es que en este cenadero, al sonido destas fuentezitas, te sientes en este poyo, y luego, porque vaya cumpliendo mi palabra de hacer algo por ti, me quiero yo sentar en el mesmo poyo par de ti. Pero mira que al ver me sentar tan cerca de ti pienses que es más para mejor oyr te y responder te sin sonido de voz, que para despertar en ti algun atrevimiento de los que soleys tener los hombres en semejantes trances puestos que agora tú». (Pág. 269).

Belisea, aunque inferior en prosapia al duque Floriano, era de muy noble linaje: «Y quiero que sepas que Lucendo, el padre della, con ser cauallero de tanta estima y casta y poder en el reyno, y con ser uno de los más sabios que oy tienen ditado en España, quiere y tiene en tanto a la hija, que no pensará que errará en cosa que haga; y hecho, qualquier cosa la perdonará ligeramente» (pág. 289).

[438] En la escena 2.ª alude expresamente á un célebre capítulo del Marco Aurelio: «Mira lo que Faustina hizo por la llave...». (Pág. 163).

[439] «De Floriano, pues, yo tengo lástima a su honra y gravedad y hazienda y alma. Lo primero, porque le comiençan a cobrar en opinion de poco assentado y mal concertado en sí y en su casa. Lo segundo, porque da parte de las flaquezas y tracta y comunica un duque Floriano, y en ojos de corte imperial, con vn paje y unos moços de espuelas. Lo tercero, he lástima a su hacienda, que la veo andar baylando en manos de amigos públicos de ella y enemigos secretos dél. Y veo le yr tras chismosos, tras rufianes, tras p..., tras alcahuetas, y con gente que con sus dones se honran, y de la honra dél despedacen camino de los burdeles, do se gaste mal la hacienda del que la heredó bien, y la posee bien, y la dispensa y gouierna mal... Y vereys que no dará audiencia ni crédito a vn criado antiguo, leal, seruicial, amador de su honra, defensor de su persona, augmentador de la gloria de su estado, y aun lo que peor y más peligroso es, que os cobrará enemiga porque le retraeys de los vicios, le desseays la salud, y le procurays por la hacienda, y le tractays de ensalçar su orden. Y esto es el porqué ay oy en dia pocos criados antiguos fieles bien medrados en las casas de los señores... Y aquellos por fieles van se con quitarles la racion porque no asisten, y darles a más librar (más por verguença que compelle al señor que por voluntad que le combide) el medio acostamiento, porque se van como buenos, y lleuanle doblado los livianos que asisten, porque se pican de andar más galanes que graues... y ansi se han tornado los palacios acorro de viciosos, porque se despueblan de viejos y se acompañan de moços, y porque ay poca audiencia de verdades y gran gula de mentiras... Y por esto con poca autoridad de los palacios, los seruientes de pelillo, los mentirosos, chismosos, malsines, truhanes, decidores maliciosos, chocarreros, como hallan audiencia en el Señor, ansí los tornan de su talle, si Dios y la buena condicion no los defiende de enviciarse» (pág. 211).

[440] Vid. escena XV (pág. 211).

[441] Vid. escena XVIII (pp. 223 y 224).

[442] Abundan los ejemplos de esto: «Y en lugar del anillo te quedo mi coraçon en este abraço» (pág. 182). «Bien dices; ve luego y buelve, que me quedas sola». (Pág. 201). «Ay mezquina yo, ¿quién quedó abierta la puerta?» (ibid). «Y como Fulminato os quedó solos». (Pág. 277).

[443] Comedia llamada Seluagia. En que se introduze los amores d'un cauallero llamado Seluago, con vna ylustre dama dicha Isabela: efetuados por Dolosina, alcahueta famosa. Cōpuesta por Alōso de Villegas Seluago, Estudiante.

(Al fin): Fue impressa la presente obra en la Imperial Ciudad de Toledo: en casa de Joan Ferrer. Acabose a diez y seys dias del mes de Mayo. Año de mill y D.L.iiij.

(Esta portada tiene un grabado en madera, que representa una de las escenas de la tragicomedia).

4.º let. gót. 76 hojas foliadas.

[444] Está en el tomo quinto de la colección de Libros raros ó curiosos (Madrid, Rivadeneyra, 1873), el mismo que contiene la Seraphina.

[445]

Osado se puede sin duda llamar,
Miradas sus faltas y pocos primores,
Pues quiere sin fuerzas con otros mejores
Valer, siendo pobre de baxo lugar:
Sabemos de Cota que pudo empeçar
Obrando su ciencia la gran Celestina;
Labróse por Rojas su fin con muy fina
Ambrosia, que nunca se pudo estimar.

Sin duda por haber puntuado mal estos versos, creyó Ticknor que la frase «pobre de baxo lugar» aludía á Cota, cuando por el contexto es visible que se refiere al autor mismo.

[446] Gran parte de lo que en la primera cena dicen Flerinardo y Selvago en loor y en vituperio del Amor está servilmente copiado de la obra de Sancho de Muñón, con los mismos ejemplos históricos.

[447] «Risdeño.—Sabed que con vos tengo de ir, y lo que de vos fuere será de mí; ni quiero que penseis que aunque el cuerpo no es muy aventajado, que me faltará corazon para cualquier caso de afrenta, especialmente en vuestro servicio...

«Flerinardo.—Por mi fe, Risdeño, si fueras del tamaño de San Cristóbal y tuvieras esfuerzo conforme al que con ese pequeño cuerpo demuestras, que tú solo tuvieras más aventajada fortaleza que todo el mundo.

«Risd.—¿Cómo, señor, y tan á pocas hablas en mi gran valentía? Pues yo os aseguro que sin que San Cristóbal me prestase su cuerpo, osase entrar en campo sobre un caso de honra con quatro tales como vuestro criado Escalion, y aun pensaria de les llevar los despojos.

«Flerin.—Por mi vida, Risdeño, que si fueras en tiempo de los epimeos, á quien tú pareces, que dellos fueras en rey elegido, porque los defendieras de las grullas, que con ellos tienen batalla» (pp. 210 á 211).

[448] Este elogio de los enanos (pp. 261 á 263), que al parecer se funda en otro más antiguo compuesto en verso («En metro os las podria decir, porque así me las enseñaron á mí»), recuerda enteramente el gracejo de las Epístolas familiares del obispo Guevara.

[449] PP. 16 á 19. Expuesta la doctrina de Nasón, continúa: «Otro remedio cuenta para el amor el magnifico caballero Pero Mexia en su Silva, con el cual sanó Faustina, mujer de Marco Aurelio; la cual como excesivamente amase á un esgrimidor de los que hacían los regocijos públicos, y viéndose en peligro de muerte, por esta causa los médicos mandaron matar y quemar al esgrimidor, y los polvos bebidos por Faustina fué libre de su amor inhonesto».

[450] Primera parte de Flos Sanctorum nueuo: hecho por el Licenciado Alonso de Villegas, capellan en la Capilla de los Moçaraues de la Sancta Iglesia de Toledo. Toledo, por Diego de Ayala, en treze dias de Mayo, de mil y quinientos y setenta y ocho años.

[451] Flos Sanctorum, segunda parte y Historia general en que se escriue la vida de la Virgen Sacratissima madre de Dios, y señora nuestra; y las de los Santos antiguos que fueron antes de la venida de nuestro Saluador al mundo: collegidas assi de la diuina escriptura, como de lo que escriuen acerca desto los sagrados doctores, y otros autores graues y fidedignos. Ponese al fin de cada vida alguna doctrina moral, al proposito de lo contenido en ella con diuersos exemplos. Tratase de las seys edades del mundo, y en ellas los hechos más dignos de memoria que en él sucedieron. Puesto en estilo graue y compendioso... Por el Maestro Alonso Villegas, Capellan en la Capilla Moçarabe de la Santa yglesia de Toledo, beneficiado de San Marcos, y puesto otra vez en mejor estilo por el mismo Autor... Toledo, por Juan Rodríguez, 1588.

[452] Flos Sanctorum. Tercera parte. Y Historia general en que se escriuen las vidas de Sanctos estrauagantes y de varones ilustres en virtud: de los guales, los unos por hauer padecido martirio por Iesu Christo ó auer viuido vida Sanctissima, los tiene ya la Iglesia Catholica puestos en el Catalogo de los Sanctos. Los otros que aun no estan canonizados, porque fueron sus obras de grande exemplo, piadosamente se cree que estan gozando de Dios en compañía de sus bienauenturados... Toledo, por Juan y Pedro Rodriguez, hermanos, impressores y mercaderes de libros, 1588.

Ejemplar de la Biblioteca Provincial de Toledo, descrito por Pérez Pastor, núm. 386. Este eminente investigador publicó en otro libro suyo (Bibliografía Madrileña, parte tercera, 1907, pp. 516 y 517) el curioso documento que sigue:

«Recibimos la de V. S. de XIII del pasado á los 27 del mismo, en que V. S. manda se recoja la tercera parte del Flos Sanctorum, ordenado por el maestro Villegas, impreso en Toledo año de 1588, y en cumplimiento della se leyó aquí ayer domingo edicto para recoxerla, y han comenzado hoy a traer algunos libros destos, ansi de los impresos en el dicho año de 1588 y en los deste año de 1589, y porque en entrambas impresiones está el principio y fin de las razones que V. S. manda borrar, y en los deste año de 89 falta lo de la monja de Portugal, dudamos si faltando esto en otra impresion, se ha de quitar lo demas de las llagas de San Francisco y otras cosas a este propósito, y hasta tener respuesta de V. S. de lo que en esto se haga, habemos suspendido el enviar por el districto. Suplicamos a V. S. nos mande avisar de su voluntad, porque habiéndose de quitar lo uno y lo otro, es necesario poner otros edictos que exiban los de entrambas impresiones... En Toledo, XII de Junio de 1589». (Archivo Histórico Nacional. Inquisición de Toledo. Cartas para el Consejo, fol. 211.)

Como se ve, uno de los motivos que tuvo la Suprema para recoger este tomo tercero fué lo que en él había estampado el cándido Villegas sobre las llagas y demás embelecos de la célebre monja portuguesa Sor María de la Visitación. Si los falsos milagros de aquella embaucadora llegaron á sorprender por un momento la mente angelical de Fr. Luis de Granada, ¿qué mucho que también tropezase el hagiógrafo toledano? Pero la Inquisición, en este caso como en otros análogos, desempeñó un papel contrario al que vulgarmente se le atribuye, castigando con rígida mano la impostura y oponiéndose á su divulgación.

[453] Flos Sanctorum y Historia general de la vida y hechos de Iesu Christo, Dios y Señor Nuestro, y de todos los Santos de que reza y haze fiesta la Iglesia Católica, conforme al Breuiario Romano, reformado por el decreto del Santo Concilio Tridentino; junto con las vidas de los Santos proprios de España y de otros extrauagantes. Quitadas algunas cosas apocrifas e inciertas. Y añadidas muchas figuras y autoridades de la Sagrada Escritura, traydas a proposito de las historias de los Santos. Y muchas anotaciones curiosas, y consideraciones prouechosas. Colegido todo de autores graues y aprouados... En esta vltima impression van añadidas algunas cosas, y puestas otras en mejor estilo, por el mismo autor... Toledo, por la viuda de Juan Rodriguez, 1591.

Flos Sanctorum. Segunda parte. Toledo, por Iuan Iaure, a costa de los herederos del dotor Francisco Vazquez. Año de 1594.

(Al fin): «Yo el Maestro Alonso de Villegas, emende esta segunda parte del Flos Sanctorum de muchas erratas y palabras trocadas que tenia: especialmente en las cotas marginales que estauan muy deprauadas. Y assi seruira de original para que por él se hagan otras impressiones. Y en testimonio de verdad la firmé de mi nombre.»

En 18 de julio del mismo año de 1594 puso Alonso de Villegas una nota marginal en el códice que poseyó de la Coronyca de las antigüedades de España de Fr. Juan de Rihuerga, y existe hoy en la Biblioteca Nacional. Villegas declara que le acabó de leer siendo de edad de sesenta años.

[454] Flos Sanctorum. Quarta y ultima Parte. Y Discursos, Sermones sobre los Evangelios de todas las Dominicas del año, ferias de Quaresma y de santos principales: en que se contienen exposiciones literales, doctrinas morales, documentos espirituales, auisos y exemplos prouechosos para todos estados. Dirigida al Principe de España don Felipe segundo deste nombre. Por el Maestro Alonso de Villegas, sacerdote Teologo y predicador, capellan en la capilla moçarabe de la Santa Iglesia de Toledo y beneficiado de San Marcos, natural de la misma ciudad de Toledo... Madrid, en casa de Pedro Madrigal: MDLXXXIX.

Lleva un retrato del autor con esta inscripción, que naturalmente no se refiere á la edad que tenía Villegas al tiempo de hacerse esa edición, sino que está tomada de otra anterior: «Alfonsus de Villegas Tolet. Theol. Vitarum Sanctorum Scriptor. Annos agens 49».

[455] No la menciona D. Fermín Caballero en su opúsculo La Imprenta en Cuenca (Cuenca, 1869), pero sí la Cuarta parte impresa allí mismo, en casa de Juan Masselin, á costa de Cristiano Bernabé, mercader de libros, en 1592. Así en el colofón; pero en el frontis se puso, por una superchería ó convenio editorial, la indicación de Madrid, en casa de Pedro Madrigal, 1593.

Sería impertinente aquí apurar la extensa y algo complicada bibliografía del Flos Sanctorum de Alonso de Villegas. La última edición de las muchas que la Biblioteca Nacional posee es la de Madrid, 1721 á 1724.

[456] «Vitoria y triunfo de Iesu Christo, y libro en que se escriuen los Hechos y milagros que hizo en el mundo este Señor y Dios nuestro, doctrina que predicó, preceptos y consejos que dio: conforme a como lo refieren sus Evangelistas y declaran diversos Doctores. Ponense conceptos y pensamientos graues, exemplos y sucessos marauillosos, consideraciones y contemplaciones piadosas: de lo qual con el diuino fauor los Letores pueden sacar importante prouecho. De modo que, a imitacion del mismo Iesu Christo, alcancen Vitoria de los demonios y vicios que les hazen continua guerra; y assi adornados de virtudes y obras meritorias, subiran triunfando al gozo de los bienes eternos de la Gloria... Por el Maestro Alonso de Villegas... Es sexta parte de sus obras. En Madrid, por Luis Sanchez, 1603».

[457] Vida de Isidro Labrador, cuyo cuerpo está en la Iglesia Parroquial de San Andrés de Madrid; escrita por el Maestro Alonso de Villegas, toledano. Dirigida a la muy insigne villa de Madrid. Madrid, por Luis Sanchez, 1592. 27 hs.

[458] Traslado de la carta y relacion que embió a su Magestad el señor don Alonso de Cárcamo, corregidor de la imperial ciudad de Toledo. Relacion que hizo a su magestad Esteban de Garibay su coronista. Dificultades i obiecciones cerca de la opinion que el bienauenturado martyr San Thyrso fué natural de Toledo. Apologia en que se responde a algunas obiecciones y dubdas puestas asi contra la carta del Rey Silo, como contra la verdadera declaracion del hymno gothico de San Thyrso, embiada al rey nuestro señor, por don Alonso de Cárcamo, su corregidor en Toledo. Planta y alzados de las ruinas descubiertas. A don Alonso de Cárcamo, corregidor de Toledo, el maestro Alonso de Villegas. Vida de San Thyrso martir, colegida de diversos autores por el maestro Alonso de Villegas. En Toledo, por Pedro Rodriguez, 1595. Fol. 38 hs.

[459] Via Vitae. Libro que contiene instituciones y exercitaciones espirituales para el christiano, en que se enseña de qué manera ha de comenzar y proseguir el camino de las virtudes hasta llegar a ser perfecto, hecho por Don Florencio Harlemano, monje cartuxo en Lovaina. Traduxole de la lengua teutónica en latin Tacito Nicolao Zegero, del orden de los menores, y en español el maestro Alonso de Villegas, toledano. Ms. al parecer autógrafo, que poseyó D. José Sancho Rayón.

Esta versión es un nuevo dato para apreciar la influencia que pudieron tener los místicos alemanes en los nuestros.

[460] Catálogo Descriptivo é Histórico de los Cuadros del Museo del Prado de Madrid, por D. Pedro de Madrazo, Parte primera, pág. 519.

[461] «Selvagia, comedia al modo de Celestina, para remedio de los estudiantes mundanos, que después, y aplicado á cosas sagradas solamente, procuró recoger con gran diligencia. He leido de su mano un libro de cuentos varios

[462] «Selvagia Comedia: ad Celestinae imitationem olim confecerat, quam tamen supprimere maxime voluit curavitque jam maior annis totusque studio pietatis deditus. Prodiit haec Toleti.

«Libros (sic) de qüentos varios, quem Ms. se vidisse refert D. Thomas Tamajus in magna Collectione librorum Hispanorum» (Bibliotheca Hispana Nova, tomo I, pág. 55).

[463] Catálogo de la Biblioteca de Salvá, I, núm. 1497. «Horrorizado sin duda Alonso de Villegas de su primera producción, procuró recoger y destruir cuantos ejemplares le vinieron á las manos, y á esto se debe indudablemente el que sea una de las comedias más raras de nuestro antiguo teatro.»

[464] El que poseyó el mismo Salvá, el que fué de D. Pascual Gayangos y hoy pertenece á la Biblioteca Nacional, el del Marqués de Pidal, el de D. Isidoro Urzaiz y algún otro.

[465] Obras de Ioachim Romero de Cepeda, vezino de Badajoz. Dirigidas al muy ilustre señor don Luys de Molina Barrientos, del Consejo de su Magestad en la Real Audiencia de Seuilla. Com (sic) preuilegio. En Seuilla. Por Andrea Pescioni. Año de 1582. A costa de Francisco Rodríguez, mercader de Libros.

4.º, 140 hojas, contando las tres primeras de preliminares.

La Comedia Salvaje ocupa los folios 118 á 138. Al fin de cada jornada se pone la lista de las personas de ella.

Va en el mismo tomo otra pieza dramática de Romero de Cepeda, la Comedia Metamorfosea (folios 130 á 137). Pertenece al género pastoril, y consta de tres jornadas muy breves. Moratín, que caprichosamente la asigna la fecha de 1578, la da como anónima en sus Orígenes del Teatro (número 131), refiriéndose á un ejemplar que existía en la biblioteca del Convento de dominicos de Santa Catalina de Barcelona. Acaso sería una edición suelta ó la comedia estaría desglosada del tomo de las Obras. El mismo autor (núm. 156) cita una edición de la Salvaje (Selvaje dice) de Sevilla, 1582, que alcanzó á ver en la misma biblioteca barcelonesa y sobre la cual nos cabe la misma duda.

El tomo completo de las Obras de Joaquín Romero de Cepeda es muy raro. Nuestra Biblioteca Nacional posee el ejemplar que fué de D. Agustín Durán. Existe también en la Escurialense y en la Nacional de París.

Tanto la Salvaje como la Metamorfosea fueron reimpresas con bastante desaliño por D. Eugenio de Ochoa en el tomo primero del Tesoro del Teatro Español que publicó el editor Baudry (París, 1838), págs. 286-308. Y muy recientemente lo han sido en el Archivo Extremeño, erudita revista que se publica en Badajoz.

[466] El poeta escribe unas veces Anacreo y otras Anacreon, según cuadra á la medida de sus versos.

[467] Historia lastimera d' el Principe Erasto, hijo del Emperador en la qual se contienen muchos ejemplos notables y discursos no menos recreativos que provechosos y necessarios, truduzida de Italiano en Español, por Pedro Hurtado de la Vera. En Anvers, en casa de la Biuda y herederos de Iuan Stelsio, 1573.

8.º 113 pp. dobles.

El original italiano se titula, en la edición que tengo á la vista: Erasto dopo molti secoli ritornato al fine in luce. Et con somma diligenza dal Greco fedelmente tradotto in italiano. In Vinegia apresso Agostino Bindoni l' anno M. D. LI (1551). La 1.ª edición es también de Venecia: Li compassionevoli auuenimenti d' Erasto, opera dotta et morale di greco tradotta in volgare (1542).

[468] Comedia intitulada Doleria d' el Sueño d' el Mundo, cuyo Argumento va tratado por via de Philosophia Moral: aora nuevamente compuesta por Pedro Hurtado de la Vera (Escudo del Mecenas). En Anvers. En casa de la Biuda y herederos de Iuan Stelsio. Año de M. D. LXXII. Con gracia y priuilegio.

(Al fin): En casa de Daniel Veruliet, año 1572.

12.º 2 hojas sin foliar, de portada y principios, y 142 páginas dobles.

En Ambéres, en casa de Guslenio Iansens, al Gallo vigilante, 1595. Con gracia y privilegio. Edición idéntica en todo á la anterior.

La Doleria del sueño del Mundo. Comedia tratada por via de Philosophia Moral. Iuntamente van aqui: Los Proverbios morales. Hechos por Alonso Guajardo Fajardo. París. Ivan Foüet, M D. C. XIIII.

12.º 6 hs. prls. y 193 folios para la comedia. Los proverbios tienen paginación diversa, que llega hasta el folio 47, numerado 46 por errata.

Estos Proverbios son doscientos ochenta. César Oudin reprodujo en su colección 49 acompañados de versión francesa.

No podemos adivinar por qué motivo se suprimió en esta edición de la Doleria el nombre de Hurtado de la Vera, y se añadió un escrito ajeno y muy anterior á él, como son los Proverbios. La primera edición de esta obrita moral se había publicado en Córdoba.

Proverbios morales. Hechos por vn cauallero de Cordoua, llamado Alonso Guajardo Fajardo. Dirigido al excellentísimo Señor don Gonçalo Fernandez de Cordoua, Duque de Sessa y de Vaena, Conde de Cabra, Governador y Capitan General de Milan y estados de Lombardía. Con Priuilegio. En Cordoua. Por Gabriel Ramos Bejarano, 1586 (al fin, 1587).

8.º 51 hs. y una blanca al fin. Precede al texto una «Carta de Sebastian de Leon, vecino de Cordoua, clérigo, al Sr. Pedro Guajardo de Aguilar, hijo mayor del autor, y uno de los veinticuatros del Regimiento de Cordoua».

«Illustre Señor. De muchas cosas que el señor Alonso Guajardo, padre de V. merced y señor mio, escriuio, así en lengua Latina y Griega como en la Toscana y Española y aun Francesa, porque en todas tuuo general erudicion, los Proverbios Morales son los que mas se frequentan y andan en el vso, y se estiman de todo género de gente por la doctrina y christianos auisos de que tratan. Y como por los traslados de diversas manos que dellos ay, se ha perdido y venido en corrubcion la primera verdad en que fueron escritos, que ha mas tiempo de sesenta años, pues el de mil y quinientos y veynte y quatro, en la ciudad da Palermo en Sicilia, siendo el Señor Alonso Guajardo Capitán y Alguacil mayor de la sancta inquisicion de todo aquel reyno y yslas adjacentes, parece por el borrador antiguo que los escrivió, hize muchas veces con su merced, para preuenir los yerros venideros, la instancia que bastaron mis fuerças, suplicandole los mandase o consintiese imprimir, y no lo pudiendo acabar, ni otras personas muy graues que como yo deseauan su seruicio, lo bolví a intentar en la ausencia que hizo desta ciudad siendo Corregidor en la de Huescar, pareciéndome menor daño que el de mi castigo quando se supiesse, aunque fuesse grande, el que se seguiria de oscurecer y perderse obra tan universalmente buena, y tan dina de memoria larga; pero esto no pudo ser tan secreto que no llegase antes a su noticia, y con correo a diligencia agradeciendo mi voluntad, me mandó que en contradicion de la suya no prosiguiese mi intento, fundando esta defensa en que el excellentísimo Duque de Sessa don Gonçalo Fernandez de Cordoua, a quien los dedicó, no pudo acabar con él que sacase a plaça con titulo de su nombre obra tan corta, y de tan pocos renglones, y asi paró mi denuedo, hasta que con su fin y muerte le he cobrado de nuevo, y a mis solas he ganado licencia para hazer imprimir un traslado que vino a mi poder, que más que todos los otros parece fiel. Suplico a vuestra merced no se desirva de ello, y tenga por bien que a esta ciudad de Cordoua, a quien tanta parte toca de la honra de tal hijo, se comuniquen impresos precetos tan dinos de ser sabidos, y hechos de un tan christiano y discreto cauallero que siempre puso por obra la virtud que aconsejó...».

Vid. Valdenebro y Cisneros (D. José María), La Imprenta en Córdoba, obra premiada por la Biblioteca Nacional. Madrid, 1900, pp. 19 á 21.

En 1623 D. Carlos Guajardo Fajardo obtuvo licencia del Consejo para reimprimir estos Proverbios por tiempo de cuatros años, pero esta reimpresión no llegó á efectuarse.

Hay una moderna lindísima, de cien ejemplares, publicada en Sevilla, 1888, por el bibliófilo D. Agustín Guajardo Fajardo de Torres, descendiente del autor.

He aquí el primero y el último de los Proverbios de Guajardo, manifiestamente imitados de Gómez Manrique y otros poetas del siglo XV:

Por el agosto la nieue
Parece contra razon,
Viene el agua sin razon
Quando en el estio llueue.
..........................................................
Guarnezcala de alto muro
Virtudes en derredor,
Y morará el fundador
De toda virtud siguro.

En este género de poesía paremiológica, Alonso Guajardo supera á Alonso de Barros y á Cristóbal Perez de Herrera, más conocidos que él, pero es inferior al catalan Setantí, autor de los Avisos de amigo.

Las dos ediciones que poseemos de la Doleria (Amberes, 1572, y París, 1614) son incorrectísimas, como impresas en país extranjero; pero como no tienen exactamente las mismas erratas, sirven á veces para corregirse la una á la otra. Con ambas va cotejado el texto de la presente reimpresión.

[469] «Por tener compañía al gran Rugiero». (Pág. 318). «Mejor sería hallar las fuentes de Merlin de amor y desamor para poner la vna al opposito de la otra y hazer morir Angélica por Reynaldos, y él que huyese de ella como del diablo». (Pág. 345). «No sea ella la de Ferraguto viuo, que llevaua a Ferraguto muerto». (Pág. 379). «Esto es lo bueno para entrar y salir, como hazia Malgessi ayudando sus doze pares». (Pág. 379). «Deues hauer soñado con Carcel de Amor ó Guarino Mezquino» (pág. 331). «Estava en la gloria de Niquea, con los amores de Amadis». (Pág. 332, alusión á Feliciano de Silva). «Y encantar más tierras que el sabio Alquife». (Pág. 354), «Y no podrias darme mejor fiesta por discantar a mi plazer los ademanes de Zirfea, Reina de Cartas, esclava de Argenes» (pág. 361). «Mal año para don Galaor o cualquiera de los doze Pares». (Pág. 363). «Nuestro primo Heraclio... nos mete en trabajo aora de buscar Astolpho de Inglaterra con su hypogrifo, que le vaya por el meollo al cielo como hizo al de Orlando». (Pág. 369). «Quise tanto a vna que passara el arco de los leales amadores, pensando ser no menos querido della; mas a la postre, porque no me reyesse de los otros, uve de descender al infierno de Anastarax». (Pág. 372). Todavía hay otras alusiones á la literatura caballeresca italiana y española, común recreo de entonces.

[470] Pág. 331. «Por la calzada va el moro,—por la calzada adelante». (Pág. 356). «Y tu merced no sabe quándo es de dia, ni quándo las noches sone, como dezia el prisionero». (Pág. 364). «Y dile recibí cartas que Alfama era tomada». (Pág. 372). «Madre y hija son entrambas,—y esta noche se nos vone: palabras que yban diziendo—monedas de oro sone, que se mataron por dos,—que no valen medio none». (Pág. 339, parece contrahecho de burlas á imitación de los antiguos). «Yerros hechos por amores—dignos son de perdonare» (id.). «Parildo, infanta, parildo,—que assi hizo mi madre a my». (Pág. 351). «Vuelta, vuelta, los franceses—con corazon a la lid». Cita tambien las coplas de Jorge Manrique (pág. 345), y algún cantarcillo popular: Vuélvete á tu majada, pastor,—toma tu zurron,—que no hay más dongolondron (pág. 364).

Los pocos versos que hay en la Doleria son casi todos de la antigua escuela, salvo algún pésimo soneto. En los versos cortos tiene más soltura y gracia:

Damas, si soys tristes,
Vos lo merescistes.
De ser muy risueños
Lloran vuestros ojos,
Tengan sus enojos
Como vos los sueños.
Damas, mal dormistes,
Pues tan mal soñastes,
Si assi recordastes,
Bien lo merecistes (pág. 386).

[471] Ya en la dedicatoria al Duque de Medinaceli alega Pedro Hurtado ciertas palabras de Alcibíades en el Simposio platónico: «V. Excellencia la defienda (esta comedia), y tome, no por liuiana o sensual como paresce, sino por los Sylenos que dizen de Alcibiades (eran estos Sylenos ciertas caxuelas pintadas por de fuera, con figuras de Satyros y otros animales desprezibles (sic) y ridiculos, mas lo de dentro no tenía precio)». (Pág. 312).

Del Enchiridion de Epicteto procede este pasaje:

«Astasia.—Conviene representar tu parte d' esta comedia con los habitos que el maestro lo ordenare.

«Idona.—No lo entiendo.

«Astasia.—Yo te lo declararé; este mundo es el Theatro, nosotros las figuras, Dios el que ordena la comedia; en ser Rey en ella, Monarcha, o capitan, no está la gloria, sino en representar bien su figura cada vno, o sea de loco, de cozinero, labrador, pastor o moço de cauallos. Es menester obedescer al hado y no extrañar lance ninguno, porque viene de alta mano». (Pág. 326).

Las escenas en que intervienen Morpheo y Charon parecen sugeridas por los diálogos de Luciano, que está nominalmente citado más de una vez: «Llamaríamos a Luciano en nuestra ayuda o a Charon, que es el verdugo d' estas burlerias». (Pág. 329).

Hay también algunas reminiscencias del Asno de Oro, leído en la traducción de Cortegana, como lo prueba la sustitución del nombre de la criada de la hechicera (Photis en el original latino) por el de Andria.

«Asosio.—Hablas como reyna; esa es la más cierta experiencia. Pero no sea éste el de Apuleyo, y tú Andria para mí? No amala acá, vernia a ser asno toda mi vida.

«Doleria.—No ves que estamos en el mes de mayo, y que terniamos a la ora rosas?

«Asosio.—O pese al mundo, en mayo fue lo otro; pero el asno primero huvo ciertos palos, y seruió mil amos con cien mil lazerias.

«Doleria.—Sí, mas ya estamos aduertidos, y esso fue en Thesalia.

«Asosio.—Doyle al diablo, que en cualquiera parte se hallan ya Milones y ladrones». (Pág. 352).

[472] Pág. 313 del tomo presente.

[473] Pág. 336: «Todavia quiero que me prometas trabajar de contentarte y creresme». Pág. 339: «Hasta la teneres en la mano». Pág. 353: «Para acabares a las dos». Pág. 357: «Dexareste engañar». Pág. 363: «En qué te offendí para me offenderes? en qué te burlé para me burlares?». Pág. 369: «Es una salsa para comereste los dedos de sabrosa». Pág. 370: «Burlareste de mí y hazeresme morir con tus descuydos?».

[474] «Bandida de sí la carne» por «desterrada». (Pág. 328). «Pero no hazes que irme a la mano rústicamente» (pág. 357). «Los officiales haziendo el reporte de lo que por las manos passa» (p. 382). «No hay en él que la sombra». (Pág. 383).

También se nota algún italianismo, como escabello (pág. 350), estriega por bruja (pág. 375), y bastantes latinismos, entre ellos colligantia (pág. 371) y parentes en vez de parientes (pág. 336). Algunas voces, como tristoño (pág. 360) y amadiosa (pág. 361), que tienen visos de portuguesas, pueden ser extremeñísmos ó leonesismos. La primera se encuentra en las farsas pastoriles compuestas en tierra de Salamanca á principios del siglo XVI.

[475] La vida militar y política de Mendoza merece un libro que no ha sido escrito aún, y cuya base debe ser su riquísima correspondencia diplomática, aprovechada ya, aunque no completamente, por los historiadores franceses. Dos preciosos artículos del Sr. Morel-Fatio, publicados en el Bulletin Hispanique de 1906 (Don Bernardino de Mendoza. I, La Vie. II, Les Œuvres), son, hasta ahora, la más cabal biografía del autor de los primeros Comentarios de los guerras de los Paises Baxos.

[476] Li Commentari di Francesco Verdugo delle cose sucese in Frisia nel tempo che egli fu Gobernatore e Capitan Generale in quella provincia. Non mai prima messi in luce et tradotti della lingua Spagnuola nell'Italiana. Con la vita del medesimo Verdugo. Dedicati da Girolamo Frachetta all Illustris. et Eccellentis. Sig. Don Giovan Alfonso Pimentelo d'Herrera, Conte di Benevento, Vicerè & Capitan Generale del Regno di Napoli. In Napoli, nella Stamperia di Felice Stigliola, à Porta Reale. M. DCV (1605).

[477] Comentario del coronel Francisco Verdugo, De la guerra de Frisa: en XIIII Años que fue Gouernador y Capitan general de aquel Estado, y Exército, por el Rey D Phelippe II. N. S. Sacado a luz por D. Alfonso Velazquez de Velasco. Dedicada a D. Francisco Ivan de Torres, Comendador de Museros, de la Orden de Santiago; Alcayde perpetuo de la Casa Real de Valencia, del Consejo Colateral de S. M. &. En Napoles. Por Iuan Domingo Roncallolo, 1610. Con licencia de los superiores.

8.º 18 hs.

Reimpreso por los Sres. Fuensanta del Valle y Sancho Rayón en su Colección de libros españoles raros ó curiosos, tomo II (Madrid, 1872).

[478] PP. 1-2 de la reimpresión.

[479] Curiosidades de la Historia de España. Tomo III. El Coronel Francisco Verdugo (1537-1595). Nuevos datos biográficos (Madrid, Rivadeneyra, 1890), pp. 39 y 40.

[480] Véase, como muestra, el principio de una de las narraciones más felices: «El invierno entraba áspero, y nuestra gente, por lo que habia padecido en el sitio y la extrema necesidad que pasaba, estaba muy descontenta, por lo cual invié á llamar á Tassis para que recogiendo el trigo que se pudiese hallar en la Tuvent, lo llevase dentro de la villa. Y considerando que habia mucho tiempo que no llovia, y que ordinariamente hácia la fin del otoño, como no llueva, el Rin está más baxo que en todo el año, y por consiguiente los demás brazos dél, y más con los vientos orientales; venido, le ordené que buscase vado, no dudando de que le hallaria (por tener alguna experiencia de aquel rio, del tiempo del Duque de Alba, el cual me invió de guarnicion á Deventer con el coronel Mondragon), y hallándole, que pasase y tentase si por detras podria ganar los fuertes que el enemigo habia dexado, y en caso que no, se entrase por la Velluva adelante a executar las contribuciones que habian prometido y no pagado y para este efecto le proveí de más gente de la que él tenia. Avisóme que habia hallado el vado, y que pasaba y seguia la orden que yo le habia dado. Hubo dificultad en el pasar, porque por el rio venian ya los hielos grandes, por los cuales se perdieron algunos de nuestra caballeria; la infanteria pasaba en barcas y a ancas de caballos, muy poco a poco y con mucho trabajo. Hacía una niebla tan espesa, que impedia que los de los fuertes del enemigo no los viesen, mas oyendo algun ruido, inviaron cuarenta o cincuenta soldados a reconocer, y hallaron que los primeros de nuestra infanteria habian pasado, y que, hecho fuego, se estaban calentando alrededor de él, y por la escuridad de la niebla estuvieron muy cerca unos de otros antes de verse. Nuestros soldados desesperadamente cerraron con ellos, sin capitanes, porque todos estaban de la otra parte del rio ocupados con Tassis en hacer pasar la gente, fuéronlos siguiendo hasta hacerlos meter en su fuerte, y con el mesmo ánimo cerraron con él, y ayudandose los unos a los otros con las picas y alabardas lo mejor que pudieron, le entraron y degollaron más de cien hombres». (Pág. 83).

[481] Pág. 106 de la ed. de Rivadeneyra (Historiadores de sucesos particulares, tomo II).

[482] Odas a imitacion de los siete salmos penitenciales del Real Propheta David, por Diego Alfonso Velazquez de Velasco. Al Ilmo. y Excmo. Señor D. Pedro Enriquez, Conde de Fuentes, d' el Consejo d' Estado d' el Rey Catolico nuestro Señor. En Amveres. En la Emprenta Plantiniana. Año M. D. XCIII.

8.º 67 pp. inclusos los preliminares, un soneto con que termina y dos hojas más con un Preuilegio y tres aprobaciones. Lleva dos escudos de armas, el del impresor Plantino y el del Mecenas, y una lámina del rey David, todo ello grabado en cobre.

Fueron reimpresas estas odas por D. Francisco Cerdá y Rico, en el curioso volumen titulado: Poesías Espirituales escritas por el P. M. Fr. Luis de Leon, del Orden de S. Agustin; Diego Alfonso Velazquez de Velasco; Fr. Paulino de la Estrella, del Orden de S. Francisco; Fr. Pedro de Padilla, del de N. S. del Carmen, y Frey Lope Felix de Vega Carpio... En Madrid: en la Imprenta de Andrés de Sotos. Año de M. DCC. LXXIX (1779).

8.º pp. 61-120.

[483] La identidad entre el autor de las Odas y el de la Lena, admitida por Barrera, Salvá y otros bibliógrafos, no creo que esté sujeta á contradicción alguna, aunque nunca falta quien arme caramillos sobre fútiles temas. En la dedicatoria de la segunda obra parece que se alude con bastante claridad á la primera: «Con fin de aliviar á V. S. algun rato en la vacacion de sus graues ocupaciones, renouando el reconocimiento de su seruicio»... «sus heroicas virtudes... llaman a celebrarlas al humilde talento que antes de ahora he dedicado a V. E.» Y, en efecto, la Lena era la segunda obra que Velázquez dedicaba al conde de Fuentes.

Las iniciales D. A. V. D. V. que campean en la portada lo mismo pueden interpretarse Diego Alfonso Velázquez de Velasco (forma usada en las Odas) que Don Alfonso Velázquez de Velasco. La dedicatoria nos deja en la misma perplejidad, pues aunque está firmada con los apellidos enteros, los hace preceder de la inicial D.

Son verdaderamente extrañas las transformaciones que ha sufrido el nombre de este autor. Don Luis José Velázquez, en sus Orígenes de la poesía castellana (2.ª edición, pág. 99), le convierte en D. Alfonso Uz de Velasco, y lo mismo Mayans en su Rhetorica. Otros le han llamado eclécticamente Uz, Vaz ó Velázquez de Velasco. ¡Tanta confusión puede nacer de una sencillísima abreviatura!

[484] La Lena por D. A. V. D. V. Pinciano. Ilustriss. y Excellentiss. S. D. Pedro Enriquez de Azebedo, Conde de Fuentes, d' el Consejo d' Estado, Gouernador del de Milan y Capitan General en Italia, por el Rey Católico N. S. (Escudo del impresor). En Milan. Por los herederos del quon (quondam) Pacifico Poncio et Iuan Bautista Picalia, compañeros, 1602. Con licencia de los Superiores.

16.º 5 hs. prls. y 276 páginas.

La dedicatoria está firmada en Milán á 1 de abril de 1602.

El Celoso, por D. Alfonso Vz. de Velasco. A D. Iuan Fernandez de Velasco, condestable de Castilla y Leon, duque de Frias &., del Consejo d' Estado, y presidente d' el de Italia por el rey nuestro señor. En Milan, por los herederos del q. (quondam) Pacifico Poncio y I. Baptista Piccalia, compañeros, año 1602. Con licencia de los Superiores.

8.º 278 páginas. La nueva dedicatoria al Condestable está firmada á 15 de septiembre de 1602, en Milán.

El Celoso, por D. Alfonso Vz. de Velasco. Barcelona, por Sebastian Cormellas, 1613.

12.º 14 hs. prls. y 134 foliadas.

La aprobación de Fr. Tomás Roca es del 20 de noviembre del mismo año.

El Celoso fué reimpreso por D. Eugenio de Ochoa, siguiendo, al parecer, la edición de Barcelona, en el tomo I del Tesoro del Teatro Español de la colección de Baudry (París, 1838).

Al reproducir nuevamente la Lena con su primitivo título hemos tomado como texto el de la primera edición de Milán, anotando las variantes de El Celoso.

[485]

Pacífico

Or mi torna in memoria
C'ho in casa una gran botte, che prestatami
Quest' anno al tempo fu della vendemmia
Da un mio parente, acciocchè adoperandola
Per tino, le facessi l'odor perdere
Ch' avea di secco: egli di poi lasciata me
L' ha fin adesso. Io vô lo vo nascondere
Tanto che questi che verran con Fazio,
Cercato a lor bell'agio ogni cosa abbiano.


Corbolo

Vi capirâ egli dentro?


Pacifico

Ed a suo comodo.

(La Lena, a. III, sc. VII).

Opere Minori in verso e in prosa di Lodovico Ariosto, ordinate e annotate per cura di F. L. Polidori. Tomo II. Florencia, ed. Le Monnier, 1857. (Pág. 320).

[486] «Ramiro.—Vea yo á Vs. ms. señores de dos grandes ciudades.

«Macias.—Qué tan grandes, por vida mía?

«Ramiro.—Por lo menos, como la de Sumtien de la China, que (si no miente el que lo escriue) ha menester un hombre, para atrauessarla de puerta a puerta, caminar con buen cauallo todo vn dia sin pararse (esto sin los arrabales, que son otro tanto), y es de tanta gente, que en media hora pueden juntar doscientos mil combatientes, los cien mil a cauallo». (Pág. 429).

Parece clara la alusión satírica á la Historia de la China del P. Mendoza, y á la carta del Soldado de Cáceres, que contra ella escribió el Condestable.

[487] Teatro popular. Novelas Morales para mostrar los géneros de vidas del pueblo y afectos, costumbres y passiones del animo cō aprouechamiento para todas personas... Por D. Francisco de Lugo y Dávila. En Madrid. Por la viuda de Fernando Correa Montenegro. Año M. D. C. XXII. A costa de Alonso Perez.

(Reimpreso por D. Emilio Cotarelo en su Colección Selecta de Antiguas novelas españolas, Madrid, 1906, t. I.)

La novela del médico de Cádiz es la sexta de las incluídas en el tomo.

[488] Vid. pp. 392, 396 y 407: «No soñaua el que pintó niño á Cupido, porque propiamente el amar es de los moços...».

Quicumque ille fuit, puerum qui pinxit Amorem,
Nonne putas miras hunc habuisse manus...

(Propert., Lib. II, eleg. IX).

[489] Como la siguiente, que es de origen esópico y también está en los Cento Novelle Antiche:

«Acuerdome ahora de qu'estando un malhechor en la escalera, le presentaron vna moza perdida coxa, para librarle si se quisiesse casar con ella; y al punto que la vio, boluiendo al verdugo, dixo: Hazé presto, hermano, vuestro oficio, que renquea». (Pág. 408).

[490] Compárese el monólogo de Macías (pág. 393) con el final del primer acto de la Nise lastimosa:

«Con quánta fuerça, o Amor, arrojas las inuisibles flechas, cuyas heridas se sienten en medio del coraçon, donde con ser ciego tan incierto aciertas, derramando por las venas el oculto veneno, con que enciendes la pureza de los más elados. Qué cetro ay que te pueda hazer resistencia, teniendolos todos a tu dominio sujetos? Quién puso a Troya en tanta ruina y desuentura, que d'ella no dexó casi cenizas? Quién afeminó el robusto y fuerte braço de Hercules, y puso en sus vengadoras manos, en lugar de la pesada maça, vna ligera rueca? Si no tú, que escudriñando los más escondidos senos del mar, en su profundo abismo a los mudos peces enciendes, a las aues en la region del aire no perdonas; ni menos a los brutos animales, a quien traes en continua guerra. Qué braueza muestran los feroces leones, los crueles tigres, los fuertes toros y los ligeros cieruos, quando se sienten heridos de su flecha! Al fin, todo este mundo, y el que no vemos, no es otra cosa sino una vnion y suaue liga con que todas estan trauadas; tú las crias, conseruas y entretienes; por ti respiran y no se acaban; serian los hombres peores que las fieras si tú no fuesses el cebo y alimento de sus coraçones». (Pág. 393).

¡Oh con cuánta crueza y osadía
Sus flechas contra todo el mundo arroja!
..........................................................
En el medio del alma siempre acierta,
Este joven cruel, cruel y ciego,
De alli derrama por las altas venas,
Su tósigo mortal, su fuego vivo...
...Todos á su yugo
Están sujetos, sabios, altos, fuertes,
Del poderoso rey el ceptro rico...
..........................................................
O Troya, Troya, ¿quién te puso fuego,
Y no dejó de ti ni aun las cenizas?
..........................................................
Y tú, de Alchimena hijo valeroso,
¿Por qué la piel dejaste leonina?
¿Por qué la fuerte maza, las saetas?
..........................................................
¿Por qué aviltaste con mujeril traje
Aquel robusto cuerpo, y ocupaste
con huso y rueca aquellas crudas manos?
..........................................................

Coro

Tambien el mar sagrado
Se abrasa en este fuego...
Tambien las ninfas suelen,
En el húmido abismo
De sus cristales frios,
Arder en estas llamas;
Tambien las voladoras
Y las músicas aves,
Y aquella sobre todas
De Júpiter amiga...
¡Qué guerras, qué batallas
Por sus amores hacen
Los toros; qué braveza
Los mansos ciervos muestran!
Pues los leones bravos
Y los crueles tigres,
Heridos desta flecha,
¡Cuán mansos que parecen!
¿Qué cosa hay en el mundo
Que del amor se libre?
Antes el mundo todo,
Visible, y que no vemos,
No es otra cosa en suma,
Si bien se considera,
Que un spirito inmenso,
Una armonía dulce,
Un fuerte y ciego nudo,
Una suave liga
De amor, con que las cosas
Están trabadas todas.
Amor puro las cría,
Amor puro las guarda,
En puro amor respiran,
En puro amor acaban!...
Seriamos peores
Los hombres que las fieras
Si Amor no fuese el cebo
De nuestros corazones...

El origen remoto de este pasaje está en Virgilio (Georg., III, v. 242 y ss.):

Omne adeo genus in terris hominumque, ferarumque
Et genus aequoreum, pecudes, pictaeque volucres,
In furias, ignemque ruunt. Amor omnibus idem...

Pero el desarrollo pertenece á Antonio Ferreira, y de su imitador Bermúdez le tomó Velázquez de Velasco, como lo prueban las frases que he subrayado.

[491] Vid. Milá y Fontanela, Obras Completas, tomo V, pág. 322:

«Se ve que los habitantes de Babia (en Asturias) pasaban por hombres de pocos alcances y que se les atribuían costumbres ridículas, como de los de otros pueblos se cuenta que quisieron secar velas al horno ó pescar la luna reflejada en un charco, etc. La circunstancia de ser Babia país en todo ó en parte montuoso conviene con tan extraña siega y con la errada opinión de los habitantes de tierras llanas que miran como lerdos á los montañeses... La Crónica ó Estoria general atribuída á D. Alfonso el Sabio, al explicar el origen del nombre del famoso caballo Babieca, habla, como de cosa sabida, de la significación despectiva que ya se daba á la misma palabra».

[492] Véase el precioso folleto de D. Narciso Alonso Cortés, Noticias de una corte literaria (Valladolid, 1906), que en breve espacio contiene gran suma de datos nuevos, expuestos con notable discreción y amenidad.

[493] «Lena.—Este es el más sospechoso animal que sabemos, y al presente está tocado de tan rauiosos celos, que se le comen biuo. Ha sido casado dos vezes, y de primera muger tiene vna hija llamada Casandra, de diez y seis a diez y siete años, encerrada en vn aposento como vna muda, tan oscuro que a medio dia se la pueden dar buenas noches, sin consentir que trate con nadie; diziendo que la donzella es como flor cubierta de rocio, que por poco que la toquen se marchita... No quiere que coma bocado de carne fresca, porque halla que solicita y despierta el apetito de la salada; y de la miseria que la embia para sustentarse haze antes anotomia, temiendo no aya dentro alguna contraseña. Si meten alguna cesta de paños o de otra cosa, lo rebuelue de abaxo arriba; porque vna Reyna de Escocia (dize) s'enamoró de su enano, y que dentro de vna canasta se le metieron en su cámara. Quiere que los criados hablen como por señas, porque no los oyan las mugeres, guardandolas como si fuesen yeguas del relincho y salto del cauallo«(pág. 391).

Hay también una remota analogía con El Celoso Extremeño, en lo que cuenta Vigamón, criado del avaro Aries: «De manera, hermano, que soy medio biuo, sin más conversacion que la de vn negro boçal que cura el cauallo, con quien passo mis ratos, hartandonos ambos de zinguerrear en una guitarra más destemplada que discante de ramera». (Pág. 413).

[494] Aunque en la página LVII digo que no he visto en España ningún códice de comedias elegíacas, existe por lo menos uno que contiene la de Vetala. Es el CCLXXXVIII de la biblioteca del Cabildo de Toledo, manuscrito en vitela, del siglo XIII, procedente de la librería del Cardenal Zelada. Empieza con los libros de Ponto y de Remedio Amorís, de Ovidio, y prosigue desde el folio 63 al 73 con el Pamphilus de Amore.

Vid. Catálogo de la librería del Cabildo Toledano, por D. José María Octavio de Toledo. 1.ª Parte. Manuscritos, pág. 141. (Publicado por la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos).

Advertiré finalmente, ya que esta sola nota me queda para hacerlo, que la cuestión relativa á la parte que pudo tener D. Alfonso Velázquez de Velasco en la redacción de los Comentarios del Coronel Verdugo parece resuelta, después de la excelente edición crítica que de este libro ha publicado el profesor Enrique Lonchay, bajo los auspicios de la Comisión Real de Historia de Bélgica (Comentario del Coronel Francisco Verdugo... publié par Henry Lonchay, Bruselas, 1899). El inteligente editor restaura el verdadero texto de la obra, tomando por base la edición de 1610, cotejada con un manuscrito de la Biblioteca Nacional de París, que contiene importantes pasajes suprimidos en el texto impreso, como ya hizo notar el Sr. Morel-Fatio (Catalogue des manuscrits espagnols de la Bibliothèque Nationale de París, pág. 79, núm. 187, París, 1892). Además de estas supresiones, que recaen principalmente sobre los lugares en que Verdugo se queja de Alejandro Farnesio, pueden atribuirse á Velázquez muchas correcciones de estilo, si es que el mismo coronel no las había hecho ya en el original que le entregó en Bruselas, y que debemos suponer mejor que ninguna de las copias. La de París, única que hoy se conoce, es mala é incompleta.

M. Menéndez y Pelayo.

[Pg 1]

TRAGEDIA POLICIANA

EN LA QUAL SE TRACTAN
LOS MUY DESGRACIADOS AMORES DE POLICIANO E PHILOMENA,
EXECUTADOS POR INDUSTRIA DE LA DIABOLICA VIEJA CLAUDINA,
MADRE DE PARMENO E MAESTRA DE CELESTINA

EL AUCTOR[495] A VN AMIGO SUYO

Si la soledad de mi vida, muy noble señor, no ouiera faborescido a vuestro desseo, dandome tanta copia de oçiosidad en este desierto, ni yo cumpliera con esta obra aunque començada, ni vos señor gozarades desto que con tanta insticia[496] (sic) tantas vezes me aueys pedido. Porque despues que los dias passados puse en ella la primera pluma he tenido tantos desaguaderos para no acabarla, que solamente el desseo de satisfazeros me hizo tornar a la primera ymaginacion, la qual infinitas vezes tuue condenada al fuego. Pero, ocasion de gastar el tiempo, de quitarme de guardar los cantones, e de hazer mi persona vagabunda, junto con daros a vos este plazer, ha seydo parte para que ella se acabe: rescebirla heys con mi voluntad, quitando de las sobras de vna para cumplir las faltas de la otra.

A LOS ENAMORADOS[497]

El falso Cupido, por quien padescemos
Litigios y enojos que no sé dezillos,
Burlando, burlando nos echa[498] sus grillos,
Adonde metidos salir no podemos.
Captiuos, subjectos, sus graues extremos
Humillan, e baten el seso e razon,
E quando amor finge soltar la prision,
La pena es tan dulce, que más la queremos.
Los casos fallaçes que amor vrde e trama
Estando el amante ya puesto en cadena,
Rebueltas que causa, passiones que ordena,
Sospechas, recelos que pone en la dama,
Eclipsan la vida y enturbian la fama,
Borrando lo illustre con vicios muy feos.

Abaten y allanan los altos desseos.
Si amor da vn descanso, mil cuentos derrama.
Tan gran negligencia, tan cierta locura,
Juzgad si meresce castigo menor.
Andando el mundano siguiendo al amor,
Ni espera sossiego ni avn hora segura.
Fallesce en la casa de amor la cordura.
Está transformada memoria en oluido.
Razon no paresce y ausenta el sentido.
Notad, amadores, qué es vuestra holgura.
Andays tras vn viento de amor acossados,
Ni el alma descanssa ni el cuerpo reposa,
Dezís que es amor y es muerte rauiosa.
Estays ya mortales con gustos dañados.
Zelosos del cielo, dexad los pecados
Y en solo buscarle poned la memoria.
Porque si aueys del mundo victoria,
De gloria e honor sereys coronados.
Amen.

EL ACTOR AL LECTOR

Doctrina es del apostol sant Pablo, y escriuelo a Timoteo, que vendra vn tiempo en que no se esperará el consejo sano, e será estimado el maestro que halagare a las orejas de los malos, e que apartados los oydos de la doctrina de verdad se conuertiran los hombres a oyr las fabulas e fictiones. Considerando yo que esta prophecia apostolica del todo en nuestros tiempos con nuestras maldades se va cumpliendo, e que a causa de la malicia tan encastillada en el mundo, la caridad está muy resfriada, acordé, no tanto por faborescer la opinion[499] de los malos quanto por seguir el exercicio de algunos escriptores buenos, ocuparme en componer esta escriptura: con la qual, aunque debaxo de algun color ridiculo, tomen auiso los malos mançebos de los desastres que el amor encubre con el çeuo del deleyte mundano. Verdad es que todo lo que en este caso yo puedo dezir, está tan dicho e por tan graues varones tan repetido, que paresce demasiado y aun malgastado el tiempo en que yo me he desuelado buscando nueuas inuenciones de auisar. Pero si mi principal intento caresciesse de buen fructo, a lo menos conseguire lo segundo, que será gozar de algun tiempo recogido e libertarme del nombre de ocioso. Agradóme esta manera de escreuir, ansi porque conozco estar açepta en el vulgo, como por estar alabada por antiguos Poetas e oradores, e por Horatio en su arte de poesia no menos autorizada por estas palabras: Omne tullit punctum qui miscuit vtile dulci. Lectorem delectando pariterque monendo. Las quales palabras tienen esta sentencia: aquel dió en el blanco e lleuó el nombre de bien escreuir e de tal manera mezcló lo prouechoso con lo dulce que juntamente dió auiso e deleytó las orejas del oyente. Pues aunque en esta mi obra no falten palabras graciosas, e apazibles donayres, tampoco la hallarán tan desnuda de erudicion que si para mientes el auisado Lector no halle tocados en ella los sobresaltos, las angustias, las affrentas, los sinsabores, las poquedades, los abatimientos, los gastos e prodigalidades, e finalmente el total perdimiento de los professores del amor. Los quales con su caliginosa enfermedad biuen tan çiegos, que todo el mundo los escarnesce, e los murmura, e los engaña e finalmente anda con ellos en assechanças, e nunca los malauenturados llegan a ver su abatimiento hasta que como çiegos sin guia dan de ojos en el hoyo de vergonçosa pobreza[500] en esta vida y en el lago de eterna condenacion en la otra. Quál de los hombres si no está desanimado, no teme aquel Diabolico embeuescimiento, e aquel no comer de dia, e velar de noche, e aquel esperar de ventana con aquel si sale, no sale, cata que assoma, escondete que viene su padre, o su marido, daca el manto para la alcahueta y el dote para su hija, aquel poco concierto en la casa, e menos cuenta con la conciencia; aquel no poderse arrepentir de su afficion, e aquel continuo mentir en confession. De lo qual se viene a hazer en el hombre vn habito tan endurescido, que viene el tiempo de la vejez, y avn el dia de la no esperada muerte, e ansi como acá fueron martyres del diablo, por justa sentencia seran coronados de eterno fuego en el infierno. Pues si en alguna manera para alumbrar a los amadores del mundo de vna çeguedad tan notable esta mi obra fuesse prouechosa, paresce me que antes se deue tener por saludable pildora embuelta y engastada en oro apazible, que por çaraça mortifera con pan blanco dissimulada. E si alguno con su parescer, mi obra quisiesse condenar por sospechosa, a lo menos no me puede negar ser mi voluntad virtuosa. Pues en el processo de mi escriptura no solamente he huydo toda palabra torpe, pero avn he euitado las razones que puedan engendrar desonesta ymaginacion, porque ni mi condicion jamas se agradó de colloquios suzios ni avn mi profession de tractos dissolutos. Si alguna cosa aqui se hallare digna de algun mundano loor, suplico al discreto Lector no lo atribuya a mi, que soy tal que de mi cosecha no tengo sino todo mal, saluo aquel que es la fuente manantial de todo el bien. E si algo paresciere que a los oydos del honesto e casto Lector haga offensa, crea de mí que no lo digo con animo desonesto, sino porque el phrasis e decor de la obra no se peruierta. Vale.

NOTAS:

[495] Alctor, en el original.

[496] Sic, por iusticia.

[497] Las iniciales de estos versos dan el nombre del autor, El Bachiller Sebastián Fernández.

[498] En el original, no echa.

[499] Suplida la i primera de esta voz.

[500] Popreza, en el original.


[Pg 2]

ARGUMENTO DEL PRIMERO ACTO

Policiano, cauallero de illustre sangre, auiendo visto a Philomena, hija de Theophilon e de Florinarda, en vna huerta, e preso de la yerua enamorada de Cupido, viene a su casa dando gemidos por el dolor que la vista de Philomena le ha causado. Llama a Solino su criado, con el qual toma consejo para començar el seguimiento de sus amores. Solino le aconseja que escriua a Philomena vna carta: lo qual ansi acordado, se acaba este primero acto.

INTRODUZENSE EN ESTA TRAGEDIA[501]

Policiano, Solino e Salucio sus criados e Siluanico su paje. Cornelia e Orosia, rameras. Palermo e Piçarro, rufianes. Claudina, alcahueta, e Parmenia su hija, e Libertina su criada. Theophilon e Florinarda, e Philomena, e Dorotea su criada. Machorro e Polidoro, hortalanos. Pamphilo e Siluerio, criados de Theophilon, y Celestina.

Policiano. Solino[502].

[Pol.]—Despues que mis ojos temerariamente miraron aquella diana figura, ante quien no eran dignos de parescer, ay de mí, que siento en lo secreto de mis entrañas continua guerra, sin rostro de ninguna paz. O desdichado de ti Policiano; ¿qué es de ti, adónde pusiste tu libertad? Es possible[503] mitigarse con los diluuios de mis lagrimas el fuego que mi corazon abrasa.

O amor, insanable enfermedad, o seuero e cruel cupido, pues con tanta crueza hieres a quien te sirue, qué será de aquel que te enojare? O infelix nocturno dia en que mis ojos te miraron, Philomena, pues me succedio junto mirarte y el perdimiento de mi libertad. O eclipsado de mí, a quién boluere mis ojos en absencia de Philomena que es la lumbre dellos? Con quién me consolaré, pues me mata todo género de consuelo? Quién dara rastro de vida á quien biue con tan dulce muerte? O Philomena, Philomena, si supiesses mi dolor imposible es que mouida con piedad no dixesses: cuytado de ti Policiano. Pues si de mí tienes compassion en la muerte, para qué quiero yo de oy más[504] la vida? pues cuytado yo, si muero, que sé yo si tú mi señora te sirues o te desplaze? por fe tengo que el subjecto e fuerças que me ha dado naturaleza, no son para más que padescer por ti mi señora. Pues bienauenturada passion que tan alto tiene el objecto. Moços, moços.

Sol.—Señor.

Pol.—Ven acá, amigo Solino, ayudame a sentir mi mal.

Sol.—Y qué mal tan grande tienes que a solas no le puedas passar?

Pol.—O loco insensible, pues en las piedras haria sentimiento lo que mi solo coraçon padesce.

Sol.—Mas de veras, señor, qué mal es el que tanto te duele? dimelo, que si es dolor affable, no puede faltarle remedio. Ha te mirado algun basilisco? o aojote alguna hechizera?

Pol.—Quien tiene poder en la vista para sanar la enfermedad de la muerte puso los ojos en mí y ha puesto en cuentos mi vida.

Sol.—Pues al hombre dichoso la puerca le pare perros. Yo juro al sancto martilojo que has topado con alguna putilla.

Pol.—Qué es esso que dizes?

Sol.—Ya es dicho, señor. Por la fe en que creo, que estás dessemejado. Dime tu mal, si a ti te paresce que tiene remedio y no me tengas suspenso con tu callar.

Pol.—Qué remedio puede tener dolencia que sana con la muerte?

Sol.—Arriedro vaya tan mala cura, pues si con morir se sana, que será el fin peor de tu enfermedad.

Pol.—Lo más malo que ay en mi mal es quedar con la vida que yo biuo.

Sol.—Y lo mejor?

Pol.—Morir en seruicio del amor.

Sol.—Y esse amor qué premio da a quien por seruirle pone la vida?

[Pg 3]

Pol.—Satisfaze la voluntad del amante, que de penar toma sabor, y al fin corona sus martires de aquella gloria suaue que para ellos tiene aparejada, cuyos fructos son dignos de todo precio.

Sol.—Ora pues a tu sabor; finalmente quieres dezir, señor, que eres enamorado?

Pol.—Sí, y con la más alta afficion que en coraçon humano pudo caber.

Sol.—Saluo el guante.

Pol.—Cómo es esso?

Sol.—Digo, señor, que dichoso tan buen amante; y tiene nombre la señora?

Pol.—Nombre de tanto merescimiento, que no ay hombre digno de traerle en su boca.

Sol.—Ora pues, señor, hablando con honor de nombre tan reuerendo, me di quién es essa dama, y entendamos en tu remedio, que por los euangelios es lástima uer tu gesto despues que andas en esso enbeuido.

Pol.—O mi Solino: quánto es mayor mi sentimiento que las señales que en mí parescen; dime, Solino, dueleste de mi mal?

Sol.—O, pese a la fe de los moros, si me duele me preguntas? más me pesa tu pena que si fuesse propia mia.

Pol.—O pue[505], y cómo es poco el sentimiento que en ti paresce!

Sol.—De puro discreto no te doy a entender la pena que rescibo, porque mi sentimiento no enternezca tu dolor. Cuenta me, señor, qué fue el principio de tu mal e mira lo que yo puedo y dexarás todos temores.

Pol.—O Solino, mi fiel criado, pues ya me determino de poner en tu pecho mi tan profundo e secreto dolor, ruego te por la fidelidad que me deues, no como temeroso criado, sino como muy fiel amigo, que siempre en ti sea tan secreto quanto en mi pecho hasta agora secretamente me ha dado tormento. E mira que oy siendo señor me hago tu esclauo, pues en dar te mi secreto no te doy menos que mi libertad; y debaxo desta confiança has de saber, mi Solino, que ha pocos dias que passando yo a la huerta de los cipresses por mirar la ribera que muy apazible estaua, entre los naranjos y limones, vi acompañada de ciertas donzellas vna que a mi parescer priuaua al Sol de su resplandor phebeo: de cuyo ojos y aspecto inuisiblemente salio vna saeta que trauessó e rompio lo secreto de mis entrañas, e dexó tal mi coraçon, qual mi debilitado aspecto con enfermos indicios publica. He tolerado mi pena con el silencio posible, pero quién tendrá el fuego en su seno sin que se abrase e le duela, y el dolor no le consuma? vn rezio diamante se ouiera quebrantado con los golpes que este mi triste [Pg 4]coraçon ha padescido, e no sé si mi mal tiene termino en que se acabe.

Sol.—Ora, señor, todo amor es vn pleyto ordinario que al fin tiene sentencia: e como sea muger en cuyas manos tu justicia se aya de sentenciar, o viento, o ventura, o dineros, o ruegos, sé cierto la haran torcer la vara, por muy derecha que la tenga.

Pol.—O mi Solino, que tan firme la hallo en aborrescer, quanto yo me siento en amar.

Sol.—Esfuerça, señor, no desconfies por semejantes disfabores, que no ay cosa tan facil que de su grado se caya ni tan difficil que con la perseuerancia no descubra alguna facilidad. Mayormente que los fauores del amor estan cubiertos con essos sin sauores, para que los enamorados estimen las dulçuras quando vengan. De manera que nunca amor dio plazer sin çoçobra, ni descanso sin trabajo, ni avn fauor sin azedia. Dime por mi vida, señor, el nombre de la dama, no temas de mi fidelidad.

Pol.—O coraçon mio!

Sol.—Grande es la pena que muestras en nombrar a quien tienes por señora. En opinion contraria biues de todos los que bien aman.

Pol.—Ansi mi dolor enamorado es contrario del que mata a todos.

Sol.—Cómo ansi?

Pol.—Quanto es contrario el fuego que me abrasa del agua que a los otros enfria, porque no ay amor sin refrigerios, ni avn trabajo sin esperança de premio, sino este que a mi triste coraçon atormenta.

Sol.—Señor, pues no me dizes cómo ha nombre tu señora, dime cómo se llama tu pena?

Pol.—Philomena.

Sol.—Sancto dios, con buenos ojos la miraste, pues tan bien[506] te parescio.

Pol.—Qué dizes, asno? paresce que mi afficion cubra algun defecto que en ella aya.

Sol.—No digo yo tal. Pero más fuerte era Troya, y fue pisada de los Griegos: agora confiesso que tengas razon de tener passion, pero no de estar desconfiado.

Pol.—Si ay algun rastro de confiança en mi salud, conozco ser yo pusillanimo; di, nescio mal mirado, qué proporcion hallas de mí a Philomena sino la misma que ay de lo finito a lo infinito e de lo soñado a lo verdadero, e de lo biuo a lo que está pintado?

Sol.—No dara vna sin otra.

Pol.—Qué dices?

Sol.—Digo, señor, que a vna muger derribarla con otra.

Pol.—Cómo es esso? quién ay tan fuerte como Philomena, para que en sus ojos offensiuos pueda poner resistencia?

Sol.—Mira, señor, la fortaleza feminil. Porque muchas hembras vimos, conoscimos[507] cuyas honestidades de grandes muros e contramuros fueron guarnescidas y torreadas, y del primero o segundo tropel batidas y aportatilladas: lee las escripturas antiguas y hallarás notables cuentos de hembras por amores infamadas cuya honrra[508] dende la cuna començaron a estar guardadas. Mira a la hermosa Helena con Paris, a Dalida con Sanson, a Bersabe con Dauid. Estas todas matronas illustres fueron o tan recatadas y miradas como Philomena, pero heridas de la saeta enerbolada de Cupido mostraron bien su femenil flaqueza. Comiença, señor, a poner artilleria contra el muro que tan fuerte te paresce, y bate con destreza e confiança la torre que más se te deffendiere, que ansi se batio y assolo la fuerte ciudad de los cartaginenses y la famosa Roma fue abrasada, cuyos contrarios y enemigos con sola tu pusilanimidad boluieran las manos en la cabeça.

Pol.—Mira, nescio, esse Paris, y esse Sanson, y esse Salomon que dizes, acometieron con armas yguales, e sin que de la vna parte ouiesse[509] conoscida ventaja; no auia entre ellos la disparidad tan grande como entre mí e mi señora, pero cuytado yo, qué castigo ay en el mundo con que yo pagasse la temeridad de solo mi loco pensamiento?

Sol.—O sancto dios, y cuánto tienes abatidas las inclinaciones, despues que el amor te hirio! Si Philomena es illustre, tú no eres Cauallero? si ella hermosa, a ti falto te naturaleza? si copiosa en patrimonio, andas tú de puerta en puerta? o, por Dios, señor: no te confundas con la ymaginacion muy alta, ponla en vna medida razonable para que como varon tengas osadia de acometer, e acometiendo sepamos a quántos estados ay agua.

Pol.—Dios te consuele, Solino, que tanto me has consolado. Pues dime tu parescer, tú que hablas con libertad. Dame consejo, pues vale mas errar[510] por el tuyo libre, que acertar por mi parescer apassionado.

Sol.—Señor, el primero acometimiento desta batalla deues hazer con una carta en la qual procura de pintar alguna parte de tu dolor, aunque no tan al natural quanto en el ánima le sientes. Haziendo lo que es possible para que sepa Philomena ser la causa de tu mal. E daremos vn sano remedio, como esta venga a tus manos; y no se diga por ti que eres enamorado y que no lo sabe ella.

Pol.—O dificultoso remedio. Qué sé yo si mi carta que es la suma de mi secreta passion, andará en manos de quien me cause mayor dolor con infamia que el primero que hizo el amor?

Sol.—Cómo ansi?

Pol.—Alterada mi señora con carta mia, vendra mi secreto en el vulgo.

Sol.—No temas, señor, de caer en semejante peligro. Porque las damas illustres son de naturaleza recatadas, e si Philomena no lo fuesse, por el mismo caso deue ser aborrescida. E siendo ella tal, tendra más auiso de callar, quando más alterada, que tú de no gemir quando te sientas penado. Escriue, señor, que aunque aprouechasse poco hacerlo, menos aprouecharia dexarlo.

Pol.—Ora yo me determino de te dar auctoridad, viendo que compasion te ha mouido a remediarme. Yo me entro a escreuir, y tú vete a reposar, pues para mí solo se ha quedado el tormento.

NOTAS:

[501] Esta lista de personajes va en el original según aqui se copia, ó sea después del argumento del 1.º acto, orden de colocación no el más lógico, pero que respetamos para que el lector disfrute del texto en su primitiva forma.

[502] En el impreso original que nos sirve para esta reimpresión, hállase á la cabeza de cada uno de sus actos un grabado que representa las figuras que en él entran.

[503] Possble, en el original.

[504] En el original se lee un las después del mas, que suprimimos por creer sea yerro de la impresión.

[505] Sic.

[506] En el original, tambien.

[507] Así en el original. Quizás deba leerse vimos e conoscimos.

[508] Hanrra, en el original: ¿cuyas honrras?

[509] Ouisse, en el original.

[510] En el original, herrar.


[Pg 5]

ARGUMENTO DEL SEGUNDO ACTO

Confuso Solino de se auer offrescido a rescebir la carta de Policiano para Philomena, está hablando consigo quando viene Salucio su compañero; van se a dormir en casa de sus amigas, e por el camino cuenta Solino a Salucio lo que con Policiano ha passado, e llegados a la puerta de sus amigas, las hallan en cierto requiebro con vnos rufianes, e passada la renzilla de los celos se acaba este acto.

Solino. Salucio. Palermo. Cornelia. Orosia. Piçarro.

[Sol.]—Agora que mi amo está reposando, e yo en mi libertad para considerar este negocio, paresce me será discrecion mirar bien si de las palabras que le offresci y de las poner en effecto, se me puede recrescer alguna pelazga nueua; porque quien de prissa se determina, muy despacio se arrepiente. Las cosas no consideradas, e con discrecion no preuistas, jamas tuuieron ordenados effectos. Qué sé yo si a esta señora le cayra en tanta desgracia el mensage de Policiano, que antes que de allá saque el pie me hagan dexar la cabeça? no quiero por falta de prouidencia hazer algun desconcierto que por lo menos me cueste la vida. Aqui viene mi compañero Salucio, bien será que lo sepa, y en todo rescebir su consejo, que mas veen dos ojos que vno; todos somos de casa e de fuerça lo entiende todo.

Sal.—Vamos, Solino hermano, a dar por ay vna gatada, veremos aquellas moças y quiça dormiremos en buena cama.

Sol.—Comigo estás a fe de hidalgo; molido estoy de dormir en essos poyos; vamos, e por el camino sabras vn secreto que de nuestro amo he sabido.

Sal.—Di lo que quisieres, que ya viejo es Pedro para cabrero; más sé de essos secretos que pueda contar en diez años; no hay en la ciudad quien no sepa de Policiano hasta el menor de sus pensamientos, y a todos dize que lo cuenta en confession.

Sol.—Pues a mí, pese a tal, no en confession mas en confusion suya y mia me ha dado parte de su pena, y de la causa della, confiando que yo tengo de ser medianero de sus amores. Teniendo respecto al pan que en su casa he comido, plega a Dios no se pague con setenas, no le pude perder verguença, y me determiné a lleuar vna carta suya a Philomena. Despues que en mi libertad me he hallado, he considerado quién es Philomena; no piense el pobre Solino yr por lana y boluer tresquilado, o apaleado.

Sal.—Mira, Solino, mi amigo eres y soy obligado a serte fiel y verdadero. Porque es flaca la fe del amigo, que ningun accidente la torna en lisonja ni falsedad. Quando te determinaste a oyrle, auias de yr aparejado para no caer en algun hoyo o barranco de negligencia. Porque viendo primero la piedra no hiere tanto como la que viene de improuiso.

Sol.—Pues para eso te lo he contado, para que errado[511] me corrijas.

Sal.—El rapaz de Siluanico me paresce que tiene platica con vna moça de Philomena, por donde creo tendra esse negocio mejor corte.

Sol.—Descreo de la ley del quaderno si no apunctas como letrado. Dexa me hazer, que yo le hecharé a Siluanico el gato a las barbas, y avn sacaré desta hecha el ascua con mano agena. Oye oye, Salucio, no creo en la fe de Mahoma, si no ay requiebro con las damas.

Sal.—A la sombra desta pared oygamos lo que passa; conosces a los galanes?

Sol.—Descreo de tal si no es Palermo el padre de las putas y Piçarro su compañero.

Sal.—Ora escucha vn poco la plática.

Pal.—Ola ola, damas, no cesse el fabor al pobre gentil hombre, que descreo de el hijo de la Magdalena, si aya en el Reyno dama más bien seruida que la que por seruidor me tomare; dos estays, y dos estamos, cada vna escoja a sabor de paladar.

Cor.—Mira, señor Palermo, no te engañe la sombra, cata que somos viejas, y no valemos nada para tu servicio.

Pal.—Vieja te me hazes, traydora? por el cuerpo sancto de la rehoyada, si aca abaxo te apañasse, yo te embiasse que la madre Bereçinta no te conosciesse.

Piç.—No es justo, hermosas, que tengays en poco nuestras personas, que despecho del mar e las arenas si no ay damas en la ciudad que se hallassen dichosas de nos tener por amparo, porque si al seruicio de qualquiera cumpliesse hazer campo con diez ó quinze aunque fuessen Diablos, descreo de tal si ay aqui quien les huya la cara.

Oros.—Gentiles hombres, ya es muy noche y paresce deshonesto estar a tal ora a la ventana; mañana de dia a la ora que mandaredes, mi prima e yo holgaremos que deys por aca la buelta.

Pal.—O linda gracia de muger, voto a tal. Qué te paresce, señor Piçarro? quién no perdera mil vidas por ganar tan graciosa joya?

Piç.—Hola, señora Cornelia, mi compañero va perdido por tus amores, e yo no menos por los de la compañera; suplico te, señora, que pues nos vamos me seas buena tercera.

Cor.—Ve, señor, en buena ora, que mañana ay tiempo para todo.

Sol.—O vellacos rufianes, e esta es hora de andar rondando?

Pal.—Huye, huye, Piçarro.

Sal.—Dales, mueran los ladrones, mueran.

Piç.—Aliuia, aliuia, que vienen cerca, sancta Maria val me.

Sol.—Dexalos, dexalos yr a los couardes e tornense por acá de mañana. Qué te paresce, Salucio hermano, del tracto que se traen con nosotros estas damas?

Sal.—Ansi binen todas; no ay quien más tenga fe con hombre de quanto buelue las espaldas.

Sol.—Dexa hazer agora: llegarémos a la posada, que tú veras en qué para.

Sal.—Ora vamos callando, que ya estamos a la puerta. Tha, tha, tha.

Sol.—Ya dormiran las dueñas. Llama con el pomo del espada. Descreo de tal con las putas. Tha, tha, tha.

Cor.—Qué porradas da el asno, sea se quien se fuere, quién llama?

Sol.—Abri, dueña.

Cor.—Donosa es la venida a la ora de los borrachos.

Sal.—O, descreo de la çuratica[512] piscina; e hazes del ventero? toma porque os echeys con tiempo.

Cor.—Justicia, justicia, que me mata este vellaco.

Sal.—Hablas, mala muger?

Sol.—Dala, acabala, despecho de la condicion; pues cómo es esto, hermosa? tan cansada os dexó el requiebro que tan presto caystes dormida?

Oros.—Requiebro o qué? donoso vienes[513] por mi salud: oxala, que he estado todo oy de esta negra madre que he pensado espirar.

Sol.—Leuantad, leuantad, señora; tiradme de aqui estas botas, que en todo se entendera.

Oros.—Quita te allá, Solino, descalçate tú o acuestate calçado, essos duelos me faltauan!

Sol.—Ea, dueña, por vida de la vellaca!

Oros.—Si por tu vida, el azemilero de tu padre lo soño, mala pasqua le de Dios a quien tal nescedad hiziere[514].

Sol.[515]—Haz lo ya, señora, no des lugar a más enojo, que boto a los corporales de Daroca que basta vna muger a perder vn reyno entero.

Sol.—Que no os quereys leuantar? o, descreo de tal con la vellaca.

Sal.—Da la, da la, acaba ya con ella.

Oros.—Justicia, justicia, señores, justicia, que me matan.

Sal.—Salta presto, vamonos antes que se llegue gente.

Sol.—Corre, toma la puerta, si no aqui somos todos muertos.

Cor.—Ansi, vellacos, rascamulas, azemileros, que ansi se tratan las mugeres honrradas?

Oros.—Justicia de Dios descienda sobre mí si yo no me vengare de ti.

Cor.—Que te paresce, prima? por los huessos de Aphrodisia madre y de la leche que mamé reniego, si no les vrdo vna trama que en ella dexen la vida; andar, pago es de mundo, yo me lo merezco; pero quien no cae no se leuanta.

NOTAS:

[511] En el original, herrado, consecuentemente con llamar hierros á los yerros siempre que sale esta palabra.

[512] Sic.

[513] En el original, bienes.

[514] Hieciere, en el original.

[515] Debe ser Salucio.


[Pg 6]

ARGUMENTO DEL TERCERO ACTO

Salidos Solino y Salucio de casa destas mugeres tornan a la posada de Policiano. Van por el camino hablando de la renzilla passada, e llegados a casa, Policiano da a Siluanico una carta para Philomena.

Solino. Salucio. Policiano. Siluanico.

[Sol.]—Qué te paresce, hermano Salucio, en quántas trapaças nos meten estas señoras?

Sal.—Hermano Solino, jamás me paresció bien, por grande que fuesse la ocasion, que ningun hombre en la muger pussiese manos. No quiero dezir que agora yo no fui demasiado, pero al fin conozco que fue grande nuestro yerro[516].

Sol.—Donoso estás para sermonador. Dime por qué las tales no merezcan peor tractamiento?

Sal.—Yo te lo dire; porque si a la muger le das materia de aborrescimiento, aunque muy poquita sea, tiene qué gastar toda la vida. Quieren ser tractadas como animales ferozes, más con ronces e halagos que con vituperios e palos. Es muy flaco género, e las cosas fragiles muy facilmente se quiebran.

Sol.—Cree me, hermano Salucio, que todas las cosas naturales tienen su contrario, y el hombre no tiene otro sino a la mala muger.

Sal.—Nunca oyste dezir a los sabios de nuestro tiempo que es más segura la habitacion con los dragones que con la mala hembra? Sabe, Solino, si no lo sabes, que la muger en todas las cosas tiene extremo. Quiero dezir, que si es buena, es corona de su género, e la que es mala no tiene cosa buena.

Sol.—Ora yo mal suffrido soy para tolerar vna muger e no sé cómo biuen los hombres que largos años las tractan.

Sal.—Maldito seas, asno, e no sabes que el amor todas las faltas encubre? e las cosas azedas haze suaues e dulces? En el estado del matrimonio da Dios amor tan abundante que haze de dos coraçones vna voluntad, y como aya vnidad entrellos cessa todo género de discordia. Estas malas mugeres, como de amor verdadero tengan carestia, si el interesse falta no son para bien ninguno.

Sol.—Ya ya, hecho ha Orosia comigo para quanto biua, puesta lleuo ya la sal en la mollera.

Sal.—No más en esta plática, que llegamos a la posada.

Sil.—Es buena hora esta de venir a casa?

Sol.—Qué te toma el diablo, rapaz vellaco? qué haze nuestro amo? Ha pedido de vestir?

Sil.—Ay está en esta cama que no haze más ruydo que vn muerto.

Sal.—No has entrado a ver qué haze?

Sil.—Casa es de locos esta por la fe en que creo. El amo troba, los moços van a rondar, pues algun dia no ha poder que no sea la mia.

Sal.—Troba por auentura el triste de Policiano?

Sil.—Doy al diablo otra cosa haze sino dezir disparates; llora como niño, da bozes como loco, no sé qué se tiene.

Pol.—Oyes, paje.

Sil.—Señor.

Pol.—Es de dia?

Sil.—E muy gran parte passada.

Pol.—O desdichado de mi, que despues que mi coraçon se escurescio, no sé qué cosa es ver claridad. Yo no entiendo quándo amanesce, si a caso no es por oydas. Estan ay essos moços?

Sil.—Sí, señor.

Pol.—Pues aderescen me vn cauallo con vn jaez negro. Entretanto que en mi pena busco algun rastro de reposo.

[Pg 7]

Sol.—Qué dize nuestro amo, paje?

Sil.—Que se aderesce presto vn cauallo.

Sal.—Y él pienssa leuantarse oy?

Sil.—No que pienssa para trobar.

Sol.—Por tu vida, Siluanico, que escuches si debanea.

Sil.—Avn me paresce que está trobando.

Pol.

Bienauenturada pena,
e alegre tal padescer,
pues de todo quiso ser
principio mi Philomena.

Sil.—Corre, corre, Solino, e oyras las locuras de Policiano.

Sol.[517].—Passo, passo, rapaz; no le cortes la vena.

Sil.—Aqui detras de esta antepuerta le oye, que aun no lo ha dexado.

Pol.

Aunque piensse mi passion
combatir mi sufrimiento,
de mi más graue tormento
nasce mi consolacion:
ser tan sabrosa mi pena,
tan dulçe mi padescer
es la causa el merescer
de la linda Philomena.

Sal.—Juro por los euangelios que disparata concertadamente el desdichado; cata, cata, Solino, no has oydo al asno como blasona del metro? o hideputa, qué Virgilio, o qué Homero, para metrificar de improuiso.

Sol.—Calla, dexale con su dolor al desdichado, que yo te digo, Salucio, que tiene harto mal.

Sal.—Cómo? e qué tanto mal pienssas que tiene? Tan mal estómago haze el amor?

Sol.—No le tuuo tan estragado Apuleyo con el veneno. Poco has estudiado en las escuelas de Cupido, porque si de amor verdaderamente supiesses, verias muy a la clara el desorden de sus accidentes. No ay entre los animales alguno tan insensible como el hombre que está herido de la amorosa flecha de Cupido, porque adormescido con el sueño de aquella sabrosa yerba que en el coraçon[518] del amante se pega, ni siente gusto en lo que come, ni avn sabe responder a quien algo le pregunta. No quiere compañia con el plazer, e quéxase que se muere de tristeza: e por esta variedad que el amor trae de passiones, le llaman los doctores de esta facultad muerte sabrosa, porque de la misma passion nasce siempre vn no sé qué sin nombre, y avn sin subjecto, que da mayor dolor e causa mayor pena al enamorado, quando en el dolor se siente más resfriado.

Pol.—Moços.

Sol.—Señor.

Pol.—Entra acá, descansso mio. No me preguntas por mí? No me dizes cómo me ha succedido en esta noche con mi alegre tristeza?

Sol.—Señor, avn no he tenido lugar de saber dónde estás? No te marauilles si no te pregunto cómo estás.

Pol.—O, mal fuego te consuma, vellaco insensible, estoy me yo abrassando y estás tú philosophando? Vete de ay al amalauentura y plega a Dios que vna de mis ardientes centellas te abrase para que sientas parte de mi triste sentimiento: anda, vete con el diablo.

Sol.—Harto tiene agora que hazer contigo.

Pol.—O desconsolado de mí. O dia aziago en que tuuo principio mi mal. O atreuidos y desatinados ojos, qué hezistes? De vosotros me quexaré todos mis dias y años, pues otros miran para ver, y vosotros vistes para cegar me. Solino, oyes.

Sol.—Señor.

Pol.—Entra acá; para qué me dexas?

Sol.—Pensé que te dexaua bien acompañado. Aqui estoy.

Pol.—Dónde está Salucio?

Sol.—Señor, aqui en esta sala.

Pol.—Ha sentido algo de mi mal?

Sol.—Y avn la causa dél mucho mejor que yo.

Pol.—Cómo es esso, Solino? quién dize que se lo dixo?

Sol.—Quién, señor? tú, que se lo has contado y avn le has lleuado mil vezes por la calle de Philomena, sino que ya no tienes dello memoria.

Pol.—No me pidas, Solino, memoria ni entendimiento, que ya con mi dolor todo se conuertió en voluntad: llégate aqui, Solino. Cata aqui vna carta mia que por tu parescer escreui para aquella Reyna de mi vida, en la qual va alguna e la más pequeña parte de mi pena relatada. Pido te por el amor que te tengo, que en ella me pongas aquel recaudo con aquella discrecion e secreto que sientes que ha menester mi passion.

Sol.—O, señor, descreo de la bruta de Hércules, que soy más conoscido ya por aquel barrio que tauernero en aldea. No quieras, pese a mi pecado, que por falta de prouidencia cayamos en algun yerro[519]. Siluanico me dizen que tiene cierta trabacuenta con vna moçuela de essa dama; mándale, señor, llamar, que en ser mochacho es libre de sospecha, y puede con la rapaza negociar quanto quisiere.

Pol.—Auisado eres: la vida me has dado con tu buen seso. Llama me acá a Siluanico.

Sol.—Oyes, paje?

Sil.—Quién llama?

Sol.—Entra acá.

Pol.—Ven acá, hijo Siluano, tú sabes la casa de Philomena mi señora?

Sil.—Mucho bien, señor.

Pol.—Y conosces por auentura alguna de sus criadas?

Sil.—Señor, una criada suya me habla por ser de mi tierra, e me dize que hará lo que yo la encomendare.

Pol.—O negocio bien acertado. Pues mira, hijo mio, no menos me va que la vida en que tengas manera con essa moça que dé esta carta mia a mi señora Philomena. E si mi voluntad tan alto premio meresciesse, tuuiesse yo con breuedad de aquella angelica mano respuesta, que si en esto, mi Siluano, tú me pones diligencia, yo gratificaré tus pasos y essa doncella será muy bien pagada.

Sil.—Pues, señor, pierde cuydado.

Pol.—Esso no, sin que se pierda la vida. Pero tengo confiança que por tus manos tengo de auer el remedio de mis penas. Confio que donde tú vas voy yo, y que en procurar[520] mi salud no hará falta mi presencia. Ve luego, y los ángeles te acompañen. Oyes, Salucio?

Sal.—Señor.

Pol.—Saca me vn cauallo á la puerta, e dexa me yr solo, pues tan bien[521] me hallo con la soledad.

NOTAS:

[516] En el original, hierro.

[517] Sil. en el original; pero sin duda debe leerse Solino, como nosotros corregimos.

[518] Coroçon, en el original.

[519] En el original, como antes y siempre, hierro.

[520] En el original, emprocurar.

[521] En el original, tambien.


[Pg 8]

ARGUMENTO DEL QUARTO ACTO

Salido Policiano de casa, conciertan Solino y Salucio de dar buelta por la calle de sus amigas: encuentran con Parmenia, hija de la Claudina, e van con ella hasta su posada, donde hallan á la vieja, a la qual dan cuenta de los amores de Policiano, etc.

Solino. Salucio. Parmenia. Claudina.

[Sol.]—Nuestro amo es ydo, y a nosotros nos sobra el tiempo. Paresce me, Salucio[522] hermano, que demos vna buelta por la calle de aquellas damas e tomaremos viento para saber qué mundo corre.

Sal.—Vamos donde quisieres, que nuestro amo a missa va, e no lleua pensamiento de tornar con sol a casa, pero antes que de aqui salgamos demos vn golpe en la despenssa; pongamos algo en cobro de lo que Policiano pierde; endure él, que nosotros gastaremos, e avn juro a la casa sancta no ayune él tanto en vn año quanto yo desgarre en vn dia.

Sol.—De aquel tocino magro, que digo hao.

Sal.—Ya te entiendo, y avn el mosto que no dize mal de nadie.

Sol.—Contigo me entierren, hola que digo? andese Policiano en garçonia, que nosotros roçaremos de goderia.

Sal.—O hi de puta nescio, qué bocadillo se pierde en este jamoncete. Desto que toca al roço, en casa ay buen recaudo, y en nuestro amo maldicta la cuenta; pesame que aquellas pellejas no estan agora en gracia para que lleuaran su parte del despojo.

Sol.—Digo algo, Salucio? el buen vino haze buena sangre.

Sal.—E la buena sangre buena condicion.

Sol.—E la buena condicion haze al hombre virtuoso, y por las virtudes se gana el reyno de Dios.

Sal.—Ora, hermano Solino, esto basta para vn buen rato; demos por essa ciudad vna gatada, e boluamos con tiempo al rancho. Dame de essa cuerda mi capa y essa espada. E toma la vereda que sea más apazible. Por aqui por la posada del duque, y saldremos por la puerta falsa.

Sol.—Ojo, ojo. No ves la yça?

Sal.—Bien se huella la traydora. Descreo de tal si no tiene buena gracia. Vaya en buen ora la fresca.

Par.—Norabuena vayan los galanes.

Sol.—Ho, por los euangelios, señora Parmenia, que no te conoscia. Dónde bueno vas que tanta prissa lleuas?

Par.—Voy por aqui adelante a buscar quien bien me haga.

Sal.—O perla de oro, cómo eres graciosa. Voto a la Veronica de Olmedo, más te preciara poco ha en la posada que a todo quanto me dexó mi padre. A fe que gozaras de vna tajada de tocino de la lunada, e beuieras vna taça que los angeles cantaran con ello.

Par.—Esse me paresce el combite del Toledano: si obierades comido, beuierades comigo.

Sal.—O traydora, cómo dizes tus malicias. Pues por la Cruz de Carauaca que si tú eres seruida no falten dos reales para gastar en tu seruicio.

Par.—Gran merced[523]: que ya sé yo que de tales galanes no se esperan menores fabores. A mi puerta llegamos, e mi madre nos mira, bien será que deys la buelta, que yo agradezco la compañia.

Sol.—No, no, señora, voto al pinar de Segouia que auemos de hablar a la madre vieja, que avn nosotros no le somos poco afficionados. Salue y guarde, vieja honrrada.

Claudina.—Jesu, Jesu, Jesu, hijo de mis entrañas, mejor aya buen fin que yo te conoscia. Entra y abraça me, Solinico. Yesu, e qué [Pg 9]aproado estás, e qué hombre hecho e derecho; llegate más á mí, mallogradillo vayas, que no solías tu huyr de mí quando Dios queria.

Sal.—Paresce, madre señora, que ha dias que le conosces.

Clau.—Si le conozco me dices, hijo? Aqui está la Claudina que le vido nascer, y en estas manos pecadoras dió los primeros gritos. Ay qué padre tuuo tan honrrado, no paresce sino que agora le veo. Jesu, Solino, más nalgadas te di en este mundo que tengo canas en la mollera.

Sal.—Por cierto, madre, yo me hallo dichoso en auer te conoscido, porque el conoscimiento de agora será para que muchos dias nos tratemos. E dexado aparte lo que tu honorable vejez representa, el merescimiento de la señora Parmenia es digno de toda gentileza.

Clan.—Bien te ha parescido la rapaza, landre que te dé, traydor enamoradizo. No me toques en ella, mira que es mi hija.

Sal.[524]—E aun por esso, madre mia, se le deue todo seruicio. E descreo de la leche de cabras, si no tocara tanto a Solino mi compañero, si yo no la siruiera a pesar de todo el resto.

Par.—No se vende la moça, por vida de quien sossegare el rostro. Mira por vida mía cómo hablan en mí como en cosa que anda en venta.

Sol.—Esso voto yo a tal que si vale mi puja, no dé la parte mia por menos que toda tú.

Clau.—Calla, hijo Solino, que ya que todo el mundo pujasse, como cosa mia se te dara por el tanto. Dexala dezir, que es mochacha e boua.

Por.—Sí, sancto Dios, bouilla es la moça, metedle el dedo en la boca para ver si paladea.

Clau.—Mira, hijo Solino, esta casa es tuya, y el mismo derecho tienes a quien en ella mora. Calla y no te fatigues, que todas las cosas tienen su tiempo. Agora, hijo mío, no entendamos en más que en saber de tu vida. Con quién biues? cómo te va? qué ay agora nueuo en que yo aprovechar te pueda?

Sol.—Madre mía, yo soy criado de vn gentil cauallero que tú bien conosces, que ha nombre Policiano.

Clau.—Sancta Catalina sagrada, que con esse señor moras? mira si le conozco, landre me dexe si no le conozco, y avn sé de qué pie coxquea. O hi de puta, y cómo es bienenamorado; no sé yo si la dama le ha seydo fauorable, que dias ha grandes que le tengo en mi registro, e avn estoy espantada cómo no ha venido a mis manos. Que, mal pecado, como este sea mi principal officio, ansi me pesa del galan que de mis artes no se aprouecha como al pobre pescador quando a su red no acude el pescado. Porque estas damas çahareñas y estos galanes porfiados hazen a las de mi arte casas nueuas con sobrados.

Sol.—Señora Claudina, pues se ha mouido esta plática, no dexaré de dezirte lo que ay en este caso, con protestacion del secreto necessario. Tú sabrás, madre, que Policiano mi señor muere de amores de Philomena, y el mayor mal de su enamorada passion es la difficultad que ay en la entrada de su casa, ansi por el recatamiento de Theophilon su padre, como por la clausura[525] y ençerramiento de la dama, e de semejantes inconuenientes ha nascido tanta dubda en el buen fin de estos amores, que Policiano ha venido a desconfiar de qualquier género de remedio. Si tú, señora Claudina, tanto confias de tus astucias, que pienssas poniendo en este negocio la mano salir a buen puerto con esta peligrosa dolencia, demos parte a Policiano de tu voluntad, que yo sé no auer en su casa mejor dia que quando se ofrezca camino para entrar en el remedio de su mal.

Clau.—Paresce, hijo mío, que tienes más confiança en la cerradura de Philomena que en la ganzua de la vieja Claudina? Donoso eres; pues esto digo para en mi casa, e no quiero que salga de entre nosotros, que si Policiano abre bien la bolsa, yo haga a Philomena que le abra la puerta por bien que la tenga cerrada. Cata, cata, mal conosces a la Claudina. Quién sino yo en el mundo ablanda los duros coraçones de las hembras y avn quebranta las cerraduras de las más honestas moradas? para qué piensas, bouillo, que aprouecha en casa del herrero la lima, y el azeyte serpentino en casa de la Claudina? sino para limar los candados de hierro y enternescer las entrañas desamoradas. Anda ve, Solino hijo, y a tu señor daras noticia de mi abilidad, y avn le diras lo que sientes de mi voluntad, que aunque sea Philomena quien es, yo batire su muro con tan bastante artilleria que a pocos recuentros venga rendida en mis manos. E porque en este caso las obras daran testimonio de lo que yo puedo, ve, hijo mio, con Dios, que yo quedo esperando tu venida con tan buena respuesta, que no me valga menos que diez pares de doblas.

Sol.—Pues, madre señora, nosotros nos vamos, e con lo que nuestro amo acordare yo soy muy presto de buelta. Señora Parmenia, ten me por tuyo, que yo a fe de hidalgo soy tu cierto seruidor.

Par.—Tú, señor, puedes mandar, e yo te tengo de seruir.

Sal.—Gentil dama, los angeles te acompañen a ti y a la madre vieja.

Clau.—Amen, e con vosotros vaya.

NOTAS:

[522] Siliceo, en el original.

[523] Meced, por errata, en el original.

[524] En el original, sin duda por yerro, Soli. (Solino).

[525] Clausara, por errata, en el original.


[Pg 10]

ARGUMENTO DEL QUINTO ACTO

Cornelia e Orosia conciertan de yr a la posada de Palermo e Piçarro, publicos rufianes, e yendo por el camino encuentran con Siluanico, paje de Policiano, con el qual passan sus acostumbradas puterias. Siluanico va adelante e habla con Dorotea, criada de Philomena, e le da la carta que lleua de Policiano, etc.

Cornelia. Orosia. Siluanico. Dorotea.

[Cor.]—Qué te paresce, Orosia hermana, del buen pago que el mundo da a las que en vellacos ponen su voluntad? Pues para ésta que en la cara tengo, don vellaco azemilero, que yo te dé a beuer vn xarope tan amargo que no se te quite el azedia en quantos dias biuieres.

Oros.—Vayan para vellacos, pues no saben conoscer lo bueno; que para la muerte que deuo a Dios más me cuesta aquel suzio de Solino que valen las diez mejores alhajas que tengo. Cada dia daca la calça, daca dineros para juegos, daca el çapato picado y las camisas vnas mejores[526] que otras. Todo lo passaua como loca, e al fin tengo mi Sant Martin como nescia: no ay en el mundo mayor mal que captiuar la voluntad en poder de hombre nascido; sino con vn poco de cautela hazer a todos buen rostro, e que cada vno piense que él es e otro no, e a buelta de cabeça que aquél sea más amigo que mejor nos lo pagare.

Cor.—Hablas, amiga, como sabia; que si yo, prima, ouiera tomado tu consejo, no estuuiera yo toda mi vida atada a las mercedes de Salucio, e qué me puede él a mí dar sino el poluo del almohaça? e sobre todo, que vea yo mi rostro señalado de mano de un moço de cauallos? Comida me vea yo de mala rabia si no le hago que le cueste la vida: toma hora tu manto e vamos a la posada del aquel rufianazo de Palermo, que ya viste quánto fue obligado a hazer lo que yo le mandasse y pongamos[527] en sus manos el castigo destos vellacos, que no auemos menester otro más cruel verdugo.

Oros.—Vamos donde mandares, que otra hallarás más perezosa; reboça te bien el rostro porque no seamos conoscidas.

Cor.—A punto estoy, guia por donde quisieres.

Oros.—Por aqui, por la plaça del Conde, que es el camino más corto.

Cor.—Ce, ce, hora, Orosia: como nasci para la muerte, este paje es de Policiano, dél podemos saber dónde quedan Solino e Salucio. Norabuena vaya el galan.

Sil.—Salve Dios a las hermosas.

Cor.—Dónde bueno tan de prissa, Siluano? paresce que vas a ganar beneficio.

Sil.—Señora, ya que el beneficio no se gane, alomenos merescer le ha el criado que con diligencia siruiere. Yo voy a entender en vn recaudo que de Policiano mi señor lleuo, ved, señoras, en qué os puedo seruir porque no me puedo detener.

Cor.—Passito, no te apressures por mi vida, señor Siluano, que ansi goze de mí como no tienes tú en esta ciudad quien te sea tan afficionada como yo. Di me, señorito, por vida mia, Solino e Salucio dónde quedan? qué hazen? no sabes tú, mi amor, que somos sus amigas?

Sil.—Señora, en la posada quedaron con Policiano mi señor, e no tengo yo a mucho que ya anden por acá fuera.

Oros.—Dime, amor mio, son enamorados? salen de casa de noche? a qué hora buelven a dormir?

Sil.—Por mi fe, señora, lo que puedo dezir cierto es que ninguna noche duermen en la posada; de la hora a que tornan no te sabré dar razon.

Cor.—Pues por mi vida, Siluano, me digas la verdad de vna cosa en que tengo dubda. La noche passada salieron a la hora acostumbrada? Porque me dixeron que antes que anocheçiesse los auian visto en cierta parte donde sus personas pueden rescebir peligro, e si ansi es, mi amor, será bien auisarlos que miren dónde entran, no les succeda algun daño de que todos tengamos que llorar.

Sil.—Por cierto, señora, no estás bien informada, porque ellos no pueden salir de casa hasta que mi señor sea acostado; mira cómo puede alguno dezir con verdad semejantes palabras.

Cor.—Pues, señor Siluano, yo creo lo que de tu boca he oydo más que lo que me puede dezir ninguno que venga con malicia; por vida mia que no les digas que nos viste, porque vamos mi prima e yo a un negocio de secreto.

Sil.—Bien pueden, señoras, yr seguras, que yo no les dire cosa que os cause enojo.

Oros.—Pues, amor mio, Dios te guie, porque vamos de prissa.

Sil.—Y a vosotras acompañe, que yo no voy muy de espacio: estos nescios de mis compañeros, con estas cantoneras deuen estar hechizados. E piensan dellas que no tuvo tanta castimonia la casta Penelope como ellas les muestran quando les tienen delante. O malauenturada confiança la que de las tales se tiene, y más malauenturado el hombre que de semejantes[Pg 11] confia. A buen puncto soy llegado[528]: a Dorotea veo a la puerta de su casa, plega a Dios que me espere y no se me entre huyendo. Salue Dios a la hermosa.

Dor.—El galan sea bien venido. Cómo es esto, señor Siluano? Dime la causa de absencia tan larga.

Sil.—Señora mia, ya sabes que quien sirue a otro no tiene para sí libertad. Mi señor Policiano está muy apassionado, e tanto que por huyr el plazer no quiere salir donde rescebirle pueda; pues estando él en casa mira tú, mi reyna, cómo puedo yo visitarte. Suplico te no me culpes[529] ni me trates como ausente, pues siempre e donde quiera te tengo delante de mis ojos.

Dor.—Di me agora, señor, qué milagro fue este que veniste por estos barrios?

Sil.—Señora Dorotea, tú sabras que Policiano ha tenido noticia de cómo yo soy tanto tuyo, e me mandó que de su parte y mia te pidiesse que con todo el secreto e discrecion que es menester diesses a Philomena tu señora esta carta, de la qual si fauorable respuesta se ouiesse[530], todos seríamos bien gratificados; yo por cumplir con la obediencia que como a señor le deuo, e teniendo confiança[531] de rescebir de tí estas mercedes, tomé atreuimiento para semejante peticion. Suplico te, mi señora, en esto pongas la diligencia que yo pienso poner en lo que á tu seruicio tocare, porque yo cumpla con la deuda que deuo de criado, e tú con la que me deues de hazerme mercedes como señora.

Dor.—Ay cuytada de mí, señor de mi coraçon, e quánta dificultad ay en lo que me mandas hazer, porque la honestidad de Philomena mi señora, su graue y estraña condicion, no consienten que yo tenga semejante atreuimiento. Como nasci para morir, si yo llegasse con tal embaxada creo que mis palabras y mi vida fenesciessen en vn punto. Solo vn remedio puedo dar para que tu venida tenga algun fructo, que haré hechadiza essa carta donde forçado venga a sus manos, sin que pueda saber para siempre quién aya sido el mensagero.

Sil.—Peligroso me paresce esse remedio, e si la carta se pierde ante que a sus manos venga?

Dor.—En esso seré yo cuydosa e tú puedes yr descuydado.

Sil.—Ora pues, señora mia, esta es la carta de mi señor; en tus manos la encomiendo, que yo voy tan confiado quanto á mi voluntad se deue. Yo me voy; los angeles queden contigo.

Dor.—Y contigo vayan, e mira, señor, que no me olvides tanto.

NOTAS:

[526] Mejoras, dice el original.

[527] En el original, por errata, pāgamos.

[528] Lledo, en el original.

[529] Culpas, en el original.

[530] Ouisse, en el original.

[531] Confinça, en el original.


[Pg 12]

ARGUMENTO DEL SEXTO ACTO

Salidos Solino e Salucio de casa de la Claudina vanse a la posada, donde siendo llegados viene Policiano, al qual dan relacion de lo que con la vieja passaron; viene Siluanico e dize lo que de la carta ha succedido, etc.

Solino. Salucio. Policiano. Siluanico.

[Sol.]—El passo tendido, hermano Salucio, porque lleguemos antes que nuestro amo a la posada.

Sal.—Bien dizes, hermano, por vida de mi amiga; que si sabe nuestra tardança, ni con él acabaremos renzillas ni avn faltarán en casa dolores.

Sol.—Qué te paresce que se haga en lo que con la buena vieja dexamos concertado?

Sal.—Venido Policiano, lo primero que haremos sera hazer le entender lo que a nuestro prouecho haze: dezirle que estos negocios de amores más seguros andan en manos de vna muger marcada que en poder de hombres no experimentados; que tenemos noticia de vna vieja astuta, y en esta arte de alcahueta examinada maestra; que procure hablarla y prometerla el premio de su trabajo, y ella pondra la diligencia que nosotros no podemos por mucha que pongamos.

Sol.—Ello está bien acordado. A nuestro amo veo venir por aquella calle, alarguemos el passo, no nos halle fuera de casa.

Sal.—Ya no puede, que dentro estamos.

Pol.—Moços, moços. Dónde estan estos diablos?

Sal.—Qué prissa trae el diablo, rabiando viene por saber nueuas! Pues mándote yo, que no basta el amo diligente para que el moço pierda su natural negligencia.

Pol.—Que dizes entre dientes?

Sol.—Digo, señor, que si supiesses el buen recaudo que tengo en tus amores me darias el jubon que traes vestido.

Pol.—Buen recaudo dizes? hablas segun tu opinion, e no sientes dónde llega mi desseo. Contentas te con poca agua como no te abrasas en el fuego que yo, porque si sintiesses mi dolor, no llamarias buen recaudo sino a ser me mi señora fauorable, y esto es impossible segun es baxa mi ventura y alta la causa de mi mal, pero dime algo con que mi dolor amansse, y despues comiençe como de primero.

Sal.—O hi de puta neçio, qué hechizado esta con aquella putilla de Philomena, e juro a los euangelios no ay mayor rabosa en el reyno.

Pol.—Quién habla alli fuera? estoy yo hablando en mi pena, y no falta quien me impida la medicina?

Sol.—Señor, Salucio es, que está muy angustiado de verte tal.

Pol.—Pues por qué no entra? qué haze alla apartado? Salucio?

Sal.—Señor.

Pol.—Entra acá, dime qué sientes de mi mal.

Sal.—Señor, siento que eres enamorado y que tienes razon de ser constante en amor.

Pol.—Pues no me dices qué hare para hallar camino en mi remedio?

Sal.—Par Dios, señor, lo que yo con mi poco saber te puedo consejar es que pongas este negocio en manos de vna mujer sagaz e auisada en toda ruindad, porque con las tales, si estas damas del amor están tocadas, muy facilmente descosen su secreto; y pues por éstas se suele dezir que quien las sabe las tañe, a éstas encomienda tus amores e no hagas cuenta de la diligencia que nosotros podemos poner aunque desseosos de seruirte, si no te dispones a esperar con vn barril de lenguados, ciento e veinte de azedias. Por vna uez que la fortuna nos fauorezca como a osados, nos alançará cinco mil por no experimentados. El principio de todas las cosas se requiere cauto, para que lo dependiente succeda firme y estable. E quando el fundamento falta, mal se deue esperar la duracion del hedificio. Todo esto e más que te puedo dezir si el dolor que tanto te aquexa te prestase atencion es justo que mires en los principios de vna cosa tan ardua como esta, para que en la prosecucion della no vengan a nascer desuariados effectos.

Pol.—Pues qué te paresce a ti que haga yo, amigo Solino? á quién me encomendaré que no sé dónde ay fidelidad?

Sol.—Señor, ymaginando con cuydado los instrumentos con que esta tu llaga pudiesse cauterizar, entre muchas que el coraçon desseoso de agradarte me ha ofrescido, me truxo a la memoria vna vieja mi conoscida, maestra de hazer perfumes, que vn tiempo fue partera en esta ciudad, que tiene por nombre Claudina, sagacissima en quantas maldades el entendimiento del hombre puede ymaginar y en ellas criada, y no menos encanescida; la mayor hechicera que se ha hallado dende el principio del mundo hasta oy. Tiene tanta abilidad en casos que requieran artificio sobre natural, que a todo el infierno junto trae consigo con sola su boz. E aunque para este negocio no sea menester tanta herramienta, no empeçe al artificio la demasiada astucia del artífice. Procura, señor, de hablarla e poner este negocio en sus manos, e si se las vntas con algun interesse, aunque no muy calificado, puedes confiar en ella, que aunque Philomena fuesse tan dura como vn rezio diamante, con solas sus palabras la prouocará a que su desseo y el tuyo se executen con la breuedad que verás.

Pol.—O prestantissimo remedio: cómo? que ay tal muger nascida e no la conozca yo? ve Solino e llamala, e dende aqui te doy auctoridad para que la ofrezcas no solamente los bienes que ay en mi casa, pero avn todo mi patrimonio pon en su mano, del qual y de mí hordene a su voluntad. Pues dime la verdad, Solino, que de ueras te paresce a ti ser necessario dar parte a esta muger?

Sol.—Señor, no cosa más.

Pol.—Pues en vuestras manos encomiendo este mi spiritu atribulado, tractadle como soys obligados segun verdaderos misericordiosos, que yo quedo tan acompañado de tristeza quanto solo de vuestra compañia, yd e llamadme a essa dueña honrrada e no tardeys si biuo me quereys hallar.

Sal.—Pues vamos.

Pol.—E yo quedo.

Sol.—Allá quedaras con todos los diablos cargado de locuras e vazio de entendimiento; qué te paresce, Salucio, de la perdicion deste perdido?

Sal.—Enfermedad comun es la suya, e si el dolor le ha llegado a lo secreto del coraçon, más te deues marauillar de su paciencia que de su sentimiento.

Sol.—O feminil flaqueza, que eres bastante a robar de vn hombre robusto la joya más estimada, que es la libertad. Bien dizen los sabios que deste adamantino dolor escriuieron que tiene la propriedad del azero en la dureza e crueldad. Porque consideradas sus robustas fuerças, e los pechos tan esforçados que amor con sus crudas flechas ha rompido, no amor sino tirano enemigo, mortal offenssor deue ser llamado. Lee las historias Romanas e hallarás estar llenas de los desatinos que este amor ha causado. Aquel emperador africano que hauiendo seydo en el senado tenido por el más victorioso monarca que en el mundo se hauia hallado, el amor de vna pobre labradora de tal manera le puso en baxeza, que no sólo de la gente noble de senadores, pero de la república y gente plebeya fue tenido en tan baxa estimacion quanto su hystoria testifica. Pues en la escriptura sagrada, quién fue causa de aquel notable pecado que el Rey Dauid cometió en la muerte de Urias su capitan, sino ser el mismo Rey tocado del amor de Bersabee? Pues si contarte quisiesse los desastrados acaescimientos de muchos reyes e varones illustres apassionados desta dulce ponçoña, seria començar vn cuento que no tuuiesse fin. Solamente resta que la libertad con ningun thesoro se compra, e si nuestro amo halla sabor en esto en que todos los que algo entienden tanta azedia e amargura an hallado, con su pan se lo coma e mal prouecho le haga. Tengamos auiso sus criados de dezir dende afuera: a saluo está el que repica, e si porfiare diziendo: ve acá, torna acullá, dezirle que bien se está sant Pedro en Roma. Ya me entiendes, no aya alguna trampa donde no penssamos. Y pues él comió los agrazes, no padezcamos nosotros la dentera. Esto que toca a llamar la vieja, cosa es que cumple, en lo demas tengase auiso qué mande y haga, qué digo?

Sal.—Hao, comigo estás, auisado eres.

Sol.—Cata, cata, juro al cuerpo de tal, Siluanico viene: regocijado llega. No sé cómo ha negociado.

Sil.—Ansi, Solino hermano, vnos hazia vn cabo e otros hazia otro, porque no se acueste el mundo.

Sol.—Cómo vienes, Siluanico? qué nueuas tenemos?

Sil.—Alla dexo la carta en poder de Dorotea, tomela el diablo e oxala la quemasse.

Sal.—Ora, Siluanico, ve presto a la posada, que queda solo nuestro amo, e no digas que nos topaste, porque ha gran rato que salimos a llamar a vna vieja hechizera a que nos embió; en siendo venida ella tomará a cargo estos mensages, e quitar nos ha Dios de peligro.

Sil.—Dios lo haga como no paguemos los que no auemos comido el escote. A casa voy, la Magdalena os guie.

Sol.—E a ti acompañe hasta la buelta.

[Pg 13]


ARGUMENTO DEL SÉPTIMO ACTO

Cornelia e Orosia llegan en casa de Palermo, donde hallan a Piçarro su compañero, a los quales se quexan de la injuria que de Solino e Salucio rescibieron e les piden que entiendan en la vengança, etc.

Cornelia. Orosia. Palermo. Piçarro.

[Cor.]—Estan en casa los galanes?

Pal.—Ce, ce, hermano Piçarro, despecho de la media nata si no ay garulla en la posada; quién anda ay? Ya, ya, señoras, no es menester tanta dissimulacion.

Piç.—Descúbrete, dama, pese a la ley del quaderno, que para quien bien conosce la nariz le basta.

Cor.—Y avn a quien tanto vee, la mitad de la vista le sobra.

Pal.—O galana, cómo eres graciosa, quita te el reboço por mi vida. Muchacho, corre, toma aquel jarro.

[Pg 14]

Cor.—No, no, señor Palermo, no venimos de tanto espacio.

Piç.—O, descreo de la peña de Martos, qué tan pressurosa vienes? Pues no has de salir de la estancia sin que rescibas colacion.

Oros.—Ay, prima, por mi amor no nos detengamos, que ya sabes lo que tenemos de hazer.

Pal.—Digo, señora Cornelia, paresce que quiero conoscer a esta dama.

Cor.—En cargo de mi ánima que tú estás donoso, pues agora sabes que es Orosia mi prima?

Pal.—O, perdona, hermosa, que por mi vida con el reboço te desconoscia. Que avn por vida del resto, que tienes en casa quien te dessea seruir, sino que no te lo osa dezir por no darte enojo. Hola, señor Piçarro, por qué no hablas a esta dama? Pues que no le eres tú poco afficionado.

Piç.—Es la señora Orosia? O descreo del puerto de Jafa; perdóname, señora, que voto a tal agora te acabo de conoscer.

Oros.—Señor Piçarro, agrauio me hazes con tan poco conoscimiento, siendo yo tanto tu seruidora.

Piç.—O perla de oro, no me culpes que descreo de la leche de Olofernes si con el reboço que traes el mismo diablo no te desconozca; descúbrete por vida mia, corre muchacho, eres venido?

Oros.—Señor Piçarro, no te pongas en trabajo, que por mi vida venimos muy de priessa, e necessidad de hablar al señor Palermo truxo por acá a Cornelia mi prima, e yo por tenerla compañia acordé venir con ella.

Pal.—Pues qué es esto, coraçon mio? Ay algun embaraço en que yo pueda poner la vida en tu seruicio?

Cor.—Pues qué pensauas, señor? que era mi venida a lumbre de pajas? Enojadas venimos mi prima e yo, e con mucha razon, porque de vnos vellacos moços de espuelas auemos seydo afrentadas, e quien bien nos quisiere nuestra injuria ha de tomar por suya, porque mi amigo es otro yo, e ansi deue sentir mis enojos.

Pal.—O reniego de las barbas de Barrabas, e tal cosa me dizes? Oyes, mochacho, arroja me acá essa cota, dime quién son los que te enojaron, e dexame tomar mi hatillo, que no creo en la fe de los Tartaros si handrajos no te los lleue hechos y la sangre me beua por dexarte más vengada.

Piç.—Y este embaraço, señora Orosia, es cosa que a ti toca?

Oros.—Comun ha sido la injuria e tal ha de ser el castigo. Descreo de la leche que mamé si la fe no renegasse por verme vengada. Dos criados de Policiano entraron la otra noche en nuestra posada, e porque con vosotros estauamos hablando nos dieron tantos bofetones en nuestro rostro que los dientes nos dexaron bañados en sangre, y esta afrenta tan grande no se nos hiziera a nosotras si tuuieramos fabor de hombre; triste es la casa donde falta la compañia del varon. Yo me lo merezco, yo tengo mi pago, porque como nescia no tomo yo consejo de quien bien me quiere.

Piç.—Señora Orosia, no llores ni te acuytes por vna cosa que passada no puede dexar de ser passada; pero da gracias a Dios que tienes por amparo al señor Palermo e a mí, que seremos verdugos de quien tu çapato offendiere, y no digo yo con dos que en fin es meaja en capilla de frayle para lo que mi espada corta; pero si quinze fueran los contrarios, hombre ay en el estancia que no mudara el color para acometerles, y avn reniego de los montes claros si no tengo vna hojuela en la mano que no haze más de los hombres hechos malla que si fuessen hechos de manteca.

Pal.—Orosia señora, poca noticia tienes del señor Piçarro, mal informada estás del nombre que su espada tiene en el reyno, pues quiero, dama, que sepas que quien más agora floresce en las armas ninguna ventaja le haze, y el dia que no se embuelue en negocios de poner la vida en condicion, no piensa auer hecho hazienda; su tracto es cincuenta mugeres repartidas por las mançebias del reyno, y la que más fama tiene huelga de le tener por amparo. Mas yo te juro al Sepulchro Sancto de la rehoyada, e ansi aya yo uentura con damas, como le vi oy hazer vn hecho que Rebeca en su tiempo no le hiziera.

Oros.—Ora, señor Palermo, dexemos las alabanças deste gentil hombre para otro[532] dia; nosotras venimos de priessa, e no a más que daros parte de nuestra injuria; si pensays poner en ello la mano, yremos mi prima e yo descuydadas, e si no tan bien nos auisad, que como nasci para la muerte que ay gentiles hombres en la ciudad que no veran otro Dios sino que nosotras les mandemos.

Pal.—Mirad, damas, reniego de tal si no me corro de la dubda que en mi voluntad se pone, y si no estoy ya desseando el tiempo para que sepays lo que desseo hazer por seruiros. Dexadme el cargo e dormid sin pena, e no me tengays por Palermo, hijo del merino de ronda, si juntos no los embio a çenar con Lucifer. Mira, señora Cornelia, qué tanto desseo su servicio, que juro a los sanctos quatro elementos entre sueños piensso cómo tenerte contenta. Ellos salen de noche?

Cor.—Cada noche salen despues de acostado su amo.

Pal.—Pues bien, puedes mañana dezir: perdone los Dios.

Piç.—Ora descuydad, hermosas, que yo reniego de las que en la cara tengo, si no os dexaremos tan bien satisfechas quanto jamás afrenta se satisfizo.

Cor.—Señor Piçarro, con tal confiança nos vamos a la posada.

Piç.—No yrás, por vida de mi amiga, que no puede tardar el moço con la colacion.

Oros.—Señor, aqui lo damos per rescebido, porque no nos podemos más detener.

Pal.—Pues, damas, rescibid la voluntad del pobre gentil hombre, que otro dia se abrá la obra.

Oros.—A Dios, galanes.

Piç.—Vayan de Dios las pellejas. O pese te tal con las çurraticas adobadas, y esta pelazga nos tienen agora guardada? Escaponos Dios e nuestra diligencia la noche passada, e quieren nos tornar a meter en el garlito? Mira, hermano Palermo, el remedio más sano para que destas pellejas nos defendamos, porque de mí te hago saber que no saldre de casa a negocio[533] de tanto peligro, e auiso te que si a sacar me porfiares, al primer repiquete de broquel no me hallarás en toda la ciudad.

Pal.—O, pese a la fe de los moros, Piçarro hermano. Que el diablo nos topó con putas tan reboltosas! Dios sabe quánto estoy fuera de asir quistion con nadie; sino que mis pecados me quieren ya lleuar arrastrando al cimenterio. Vn braço tengo más yerto que si fuesse de madera. Yo no traygo espada tanto para reñir, quanto para hazer mamparos mientras me pongo[534] en huyda.

Piç.—Pues de mí no hagas cuenta, que despecho de la puta que me parió si las carnes no me están ya temblando con sólo el pensamiento; mañana quiero fingir vn camino y estarme encerrado doze o quinze dias, y entre tanto estas borrachas abaxarán vn poco la colera.

Pal.—Bien has acordado; amanescerá y medraremos. Pero no me paresce mal que andemos sobre el auiso, y si vieremos tiempo en que a nuestro saluo podamos hazer una leuada, que no monte más de vn cumplimiento, bastará para salir de cargo, e si mal nos suscediere, a los pies nos encomendemos, que son aliuio de pecadores.

Piç.—Ora Dios lo encamine por camino más seguro, que a mí no me paresce que deuemos ponernos en tal peligro. Vayan para vellacas.

Pal.—Ora reposemos e tomemos consejo con el tiempo.

NOTAS:

[532] En el original, otra.

[533] En el original, negacio.

[534] Puogo, en el original.


[Pg 15]

ARGUMENTO DEL OCTAUO ACTO

Siluanico, viniendo a la posada, viene hablando consigo, donde halla a Policiano, al qual da relacion de lo que con la carta succedio. Viene la Claudina, e auiendo oydo a Policiano, le promete la victoria, etc.

Siluanico. Policiano. Claudina. Solino. Salucio.

[Sil.]—Quien no se auentura no alcança ventura, e quien no acomete meresce nombre de couarde. Yo con la necessidad atreuime á Dorotea, y con mi atrevimiento descubri rastro de victoria. Bueno ua: con vn camino he hecho dos mensajes, puse a recaudo la carta de Policiano, conosci en la moça que no me tiene oluidado. Por esto dizen que barba a barba verguença[535] se cata, e que quien no paresce padesce. A lo menos si a Dorotea yo la digo mi pena sin tercero, ni me engañará la vieja Claudina con sus conjuros, ni Solino e Salucio con sus mentiras. Buen enamorado hago, bien me va con los primeros amores; andar me quiero en estos passos, pues todos en mi casa andan enamoradizos. A la posada llego; aquellos vellacos dexaron la puerta juntada y el perdido de mi amo yo juraré que troba.

Pol.—Mucho tarda mi remedio, no soy digno de ningun bien, todas las cosas me son contrarias, muy cerca está mi desesperacion, ya mi mal me tiene consumido, no tengo fuerças ni subjecto para padescer, no sé qué haga de mí, toda tristeza me es agradable y toda alegria enojosa, toda soledad apazible y toda compañia tan odiosa como la misma sepultura. A mal va mi partido. Si ay algun moço en esta casa? Moços, mozos!

Sil.—Señor.

Pol.—Entra acá, hijo Siluano, cómo me dexas solo? por qué no me dizes cómo te fue con mi carta? Creo que mi desventura te lo ha impedido, porque yo no goze de aquel plazer que tu venida me trae.

Sil.—Señor mio, esfuerça e ten confianza en el amor, que si el buen fin de tu desseo consiste en aquella carta yo te certifico que esta es la hora que Philomena la tiene en sus manos.

Pol.—Sancto Dios, mira lo que dizes, cata que yo no soy digno de tan gran merced.

Sil.—La muy alta consideracion que tienes de Philomena te causa el menosprecio con que tu merescimiento has abatido.

Pol.—Cómo es esso? paresce que mi afficion aya enturbiado en mí algun quilate de mi razon?

[Pg 16]

Sil.—Hi, hi, hi.

Pol.—De qué te ries, vellaco rapaz?

Sil.—De cómo eres enamorado, e no sabes los accidentes del amor. Dizen los que dello saben que el amor no es otra cosa sino vn oluido de la razon e vna especie de locura que turba el entendimiento e aparta el ingenio, priua de la memoria, destruye las fuerças, consume la hazienda, estraga la hermosura, quebranta los altos e generosos desseos, y los remontados hace abatir a cosas rastreras e viles; encierra en un subjecto mil contrarios accidentes, ansi como plazer y enojo, tristeza e alegria, guerra continua e tregua enojosa, accidental claridad e essenciales tinieblas, descontento e contentamiento.

Pol.—Pues, desdichado de mí, el triste coraçon que tantos e tan discordes huespedes tiene, cómo puede medir con libertad de juyzio?

Sil.—Tú te lo dirás todo.

Pol.—Qué dizes?

Sil.—Digo, señor, que, a mi parescer, entre los amantes e los locos sola ay esta diferencia, que los vnos son locos quando aman e los otros quando hazen locuras.

Pol.—Aunque priuado de seso, bien conozco que dizes más de lo que tu hedad te enseña, pero esta es vna dolencia que se rescibe de grado e con trabajo mortal se despide. Pues entretanto que con el accidente peleo, me di cómo te succedio con aquella breue relacion de mi mal.

Sil.—Señor, yo di tu carta a vna criada suya que a causa de ser de mi tierra me tiene alguna afficion, e a ésta encargué que con secreto e discrecion la pusiese en manos de Philomena. Dexada aparte la difficultad con que me lo otorgó, queda obligada a poner recaudo en que tu carta venga a manos de tu señora, e si respondiere, darme a mí la respuesta.

Pol.—Dios te consuele que ansi me has consolado; llama luego vn sastre y corta de aquella grana que para mí se sacó vnas calças e capa.

Sil.—Beso te las manos por esta merced, e más que de tu magnificencia espero.

Pol.—Corre, da me aquella harpa e tañeré vna cancion con que mi dolor se encienda.

Sil.—Señor, si ansi es, para qué quieres tañer?

Pol.—Para acabar la vida como el cisne con musica lamentable.

Sil.—Señor, hela aqui.

Pol.—Cierra me essa puerta, que quiero magnifestar cantando lo que mi ánima siente penando.

Venid, gemidos mortales,
con las ansias del morir,
pues alli está mi bibir.
Venid, ansiosos sospiros,
fenesced mi triste suerte
e hasta darme la muerte
no penseys en despediros;
ved que salgo a rescebiros
sediento por el morir,
pues alli está mi biuir.
Ven ya muerte, qué es de tí?
que esperando desespero,
e porque tanto te quiero
te apartas tanto de mí.
Ven ya, que te espero aquí,
ansioso por el morir,
pues alli está mi biuir[536].

Sil.—Qué es aquello que veo? mal año me dé Dios si Solino e Salucio no vienen con la vieja, que paresce que la traen presa por hechizera. Señor, señor.

Pol.—Qué es esso, loco mal criado? No te mandé que me dexasses?

Sil.—Solino e Salucio vienen por aqui, e traen en medio a vna puta vieja.

Pol.—Soberano Dios. Corre, perezoso maldiziente, abre la puerta, que yo quiero yr a besar la tierra que essa depositaria de mi vida pisare. Corre, no te tardes.

Clau.—Es esta la posada, hijos mios?

Sil.—Entra, señora, que, segun eres desseada, a saber cierto tu venida saliera mi amo en procession a rescebirte.

Clau.—Paz sea en esta casa.

Pol.—O canas bienauenturadas, o vejez bien fortunada, o thesorera de mi remedio, o mi reuerenda e digna de todo acatamiento Claudina, sólo tu aspecto ha dado vida a mi desseo, tu rostro de misericordia ha enternescido las duras cadenas que mi triste corazon sobre sí tiene; rompe, madre mia, mis carnes para conoscer el dolor que secretamente padezco, porque con la lengua es impossible manifestarle.

Clau.—O, señor Policiano, qué poco esfuerço es este? qué quexas tan debilitadas e tan sin confiança son las tuyas? en semejantes adversidades se conoscen los animos valerosos. Torna, señor, en ti, qué es esto? pues aunque de todo punto a tu mal faltara medicina, tu sola discrecion, tus varoniles fuerças e tus acostumbradas astucias auian de bastar a rescebir cualquier infortunio por graue que fuesse, mayormente estando yo en medio, que soy maestra vieja e me obligo a darte salud si tú, señor, no te dexas vencer de la sombra. Mira, señor, que es cosa vergonçosa que vn cauallero como tú se confunda con la ymaginacion de vna muger.

Sol.—Assomate, hermano Salucio, e verás a nuestro amo de rodillas delante de la mayor puta vieja que nascio de las mugeres. O malauenturado de ti, quánta honrra das a tus passados ydolatrando y dando obediencia a las más maldictas canas que jamás salieron al mundo!

Pol.—Madre mia, esperança mia, la causa de mi mal bien creo te abrá sido relatada por alguno de mis criados que como yo la saben, e ansi confio que la sienten. No pienso será menester que de nueuo sepas en este caso otra cosa, pues no la ay más de lo que ellos de mí han sabido. Por tanto, madre mia, pido te por reuerencia de la tremenda passion que me atormenta, des a mi coraçon la medicina que vieres ser conueniente para que algun poco descanse del continuo fuego que me abrassa.

Clau.—Por cierto, hijo Policiano, muchos dias ha que el passado conoscimiento de tus padres y tuyo ha sembrado en mi coraçon vn desseo muy grande de gozar de tu noble e graciosa conuersacion, e vn dia por otro lo he dilatado esperando se ofresciesse causa para mostrar me en tu seruicio. Ha sido mala mi dicha, que ya que se cumplio mi deseo, fuesse en tiempo de enfermedad tan penosa, que ni mis palabras se entiendan, ni la voluntad con que se dizen por ellas se pueda conoscer. Porque a la verdad este dolorçillo que agora, hijo mio, sientes no deja potencia que no ocupa, y avn lo primero que arrebata es la atencion del paciente. En conclusion, señor Policiano, yo tengo muy entera noticia de tu enfermedad y aquí soy venida a ponerle medicina. Lo que al presente es necessario te dire. Tú, señor, rescibe vn poco de aliuio entretanto que yo en mi casa aparejo algunos instrumentos que para entender en esta cura son necessarios, lo qual pues yo he rescibido a mi cargo te prometo no apartar della la mano hasta ver el fin, con la victoria que yo e todos tus criados para tu remedio desseamos.

Pol.—Aquel soberano dador de mercedes te dé, madre mia, lo que en este caso yo no puedo, por ser insufficiente para gratificar tan grande beneficio.

Sol.—Essas come la otra, a osadas cierra la boca e abre la bolsa.

Sal.—Escucha, que ya se desembuelue.

Pol.—E porque conozcas la voluntad que tengo de satisfazer tus passos, toma diez doblas con que al presente me hallo, e confia de mí que seras bien pagada.

Clau.—En ynfinitos quilates, señor Policiano, excede tu magnificencia la poquedad de mi merescimiento, pero tú heziste como cauallero, e yo quedo obligada a perpetuo seruicio.

Pol.—Ora, pues, madre mia, contigo lleuas mi coraçon.

Sal.—E avn las entrañas a bueltas del dinero.

Pol.—Mira que mi ánima va tras ti e yo quedo en el número de los muertos esperando resuscitar con tu jocunda venida.

Clau.—Hijo mio, dexa hazer a la Claudina, que mal me andarán las manos ó tú saldras a luz con tus amores.

Pol.—Con tal confianza biuire si biuo me hallares a la buelta.

Clau.—A Dios, hijo mio, que es ya noche.

Pol.—Moços, sacad ay vna hacha, yd con mi madre a su posada, e dexad me aqui solo, pues soy amador de soledad.

NOTAS:

[535] En el original, vengança, evidentemente por yerro de la imprenta.

[536] En el original, estos versos, como los otros de páginas atrás, están impresos á renglón tirado, cual si fuesen prosa.


[Pg 17]

ARGUMENTO DEL NONO ACTO

Claudina sale de casa de Policiano acompañada de Solino o Salucio, con los quales va hablando en los amores de su amo hasta llegar a la posada de la vieja, etc.

Solino. Salucio. Claudina. Parmenia. Libertina.

[Sol.]—Qué sientes, madre mia, de este dolor que á Policiano da pena? Paresce me aver te obligado a dificultoso remedio, cuyo fin yo no osara esperar sin notable peligro de mi persona.

Clau.—A la he, bouo, a la he, poco sabes de leyenda, mal conosces a la Claudina; poco has tractado mi casa, pues en los negocios altos, donde todos pierden confiança, quiero yo mostrar quánto puedo, que en las cosas de poco subjecto poca abilidad se requiere. Mis redes, bouillo, sabe te que no prenden lagartijas, quanto la cosa es más alta, tanto con mejor ánimo la intento, y jamás acometi donde no ouiesse victoria.

Sal.—A semejante género de acometer locura la llaman en mi tierra, e no por virtud, sino por vicio la tienen canonizada.

Clau.—Boçalejo eres, hijo mio, más pense que sabias del mundo. Donde el premio se espera grande, alli se deue el mayor trabajo, e el esperança del galardon diminuye qualquier pena, mayormente que como sea con mugeres moças la mayor parte de mi contienda, no creas, hijo Salucio, que pueden dar herida que de la ropa adentro passe: bien pudiera Policiano poner sus amores en otras manos que o con temor o con poca astucia al primero golpe dieran con todo a mal cabo; porque ay tan pocas que algo sepan deste mi oficio, que a quien más pensays que entiende, la falta más para discipula que tiene de sobra para buena maestra. Sola ay vna deste tracto en la ciudad que en mi arte tiene nombre, y es mi comadre Celestina la de la[Pg 18] cuchillada, e lo que sabe poco o mucho aqui está con vosotros quien se lo enseñó. E ansi goze yo desta ánima que ha oy menos de seys años que no sabia hazer vn conjuro, y agora aureys sabido la buena fama que alcança, que si yo agora çerrase el ojo, no quedaua en el reyno otra que fuesse su ygual. Acuerde me Dios a bien hazer, que no lo dexaré de contar, pues ha venido agora en habla, que vna noche escura tuue yo necessidad de quitar a vn ahorcado los dientes, y ella no menos de quitarle los çapatos, porque tal menester se ofresce que tal material demanda, e ansi como llegamos le dio vn temblor de muerte, e se me cayó en el suelo cubierta de vn sudor más frio que la nieve, que ansi goze yo de Parmenico mi hijo como pensé que entre manos se me finara. Finalmente, tornada en sí, entretanto que con vnas tenazicas de pelar çejas le quité yo siete dientes, avn ella no tuuo espacio de quitarle los çapatos.

Sol.—Grandes cosas me cuentas de tu poder; pero suelen dezir que la feminil astucia en el mal se manifiesta.

Clau.—Si el mundo no fuesse tan grande, me enojaria de cómo no entiendo sino en doctrinar modorros, e cada dia ay quien diga necedades. Cómo, hijo Solino, por tan grande maleficio tienes remediar a vn cauallero en vna necessidad como esta, que si le dexamos a beneficio de natura no fenezca su mal sino con la muerte? Dime, bouillo, tan grande hierro[537] te paresce remediar vna donzella que por vn desastre dexó de serlo, e hazer de manera que quando se case su marido no lo sienta y acortar enojos durante el matrimonio? Y esto no es obra pia, neçuelo? Poquito sabes del mundo. Pues yo te hago cierto que lo mucho que valgo con este mi oficio, aunque vieja e pobre, e no de la merced de Dios, no se me sabe á mí pagar, que si el Señor quisiera de otra suerte auia yo de ser tractada.

Sal.—Ya auias de estar emplumada.

Clau.—Cómo, hijo?

Sal.—Digo, señora, que persona tan sancta meresce ser canonizada.

Sol.—Esso estaua agora por proueer. Acuerdo me, madre, del dia que te canonizaron[538] como de lo que oy he hecho, que aquel dia yua yo con el despensero de las monjas, siendo mochacho, a comprar hueuos al mercado, y te vi puesta en la picota con más majestad que vn papa, assentada en el postrero passo de vna muy larga escalera con alta e autorizada mitra en la cabeça, que representauas vna cosa muy venerable. Y acuerdo me que inquiriendo yo la causa de aquella solemnidad, que para mí era cosa nueua, vi vnas letras que a la redonda de aquel como rocadero tenias en la cabeça que dezian por alcahueta e hechizera. Mochachos te fatigauan, vnos con pepinos, otros con verengenas, otros con troncos de verças, que no te dexauan reposar.

Clau.—Cosas son que acontescen, hijos, por mi vida. Cada dia lo verás si sales al mercado, pero no me aprouecharán tanto los amores de Policiano quanto aquella afrenta me ha dado de prouecho, porque hasta entonces, aunque algunos por secreta noticia que de mí tenian encargauan algun negocio, despues de passado aquel tranquillo ansi venian a mi casa personas necessitadas, como quien va a ganar indulgencia. Vino la cosa en tal estado, que no pudiendo sola dar recaudo a los muchos negocios que se me ofrescian, aunque conosci ser ocasion de desaperrochar mi casa para adelante, procuré de imponer en el oficio a mi comadre Celestina, con tal condicion que durante la prissa partiessemos la ganancia. Y para la muerte que a Dios deuo, que ay está biua e sana que no me dexará mentir, que en vna temporada que estuuo en esta ciudad el embaxador de Francia ella por su parte vendiendo la sangre de vna bonica moça que auia criado tres o quatro vezes, e cada vez por fresca, e yo aprouechandome del mueble de aquella rapaza que oy viste en la posada, aunque entonces no auia cumplido doze años, más ahorramos de cada veinte doblas, y el papo hecho, como a mesa de alemanes. Ansi que, hijos mios, no es malo el oficio que da de comer á su dueño, que por essos fuegos de afrentas auemos de passar para venir despues a gozar del refrigerio. En el tiempo de la moçedad se deue ganar con diligencia el estado e las riquezas, con que a las vezes tenga hombre vida descanssada. Entre los animales, la hormiga es más pequeña de cuerpo, e mayor en la prouidencia, y el hombre que no quiere ser vituperado por negligente en la muerte, a ésta deue imitar en el discurso de la vida. Athesorando los granos del mantenimiento en el verano de la juventud para el tiempo steril de la cansada vejez quando crescen las necessidades e mengua la bolsa del perezoso.

Sol.—Madre señora, a tu posada llegamos; si nos das licencia entraremos a ver a la señora Parmenia.

Clau.—Entrad, hijos, en buen hora, vosotros e años buenos, que no es nueuo mi casa estar acompañada de galanes. Hija Parmenia, alumbra vn candil para subir esta escalera.

Par.—Por mi vida, madre, que tú vienes a buena hora. Mejor fuera quedarte allá esta noche, e tuuieras andado el camino para mañana.

Sal.—Salue Dios a la hermosa.

Par.—Bien sea venido el gentil hombre.

Sal.—Cómo es esto, señora Parmenia, vn dia que a tu casa venimos estás tan mal acondicionada?

Par.—Tengo razon, señor Salucio, que ha más de seys horas que está aqui vna doncella esperando e quando mi madre sale no pienssa tornar a casa.

Clau.—E quién es, hija, la que me espera?

Par.—Libertina, la que lleuaste al racionero.

Clau.—Llamala e conoscer la he, que por mi vejez no caygo por quién dizes.

Lib.—Vengas en buen hora, madre de mis entrañas, por cierto que ha gran rato que estoy esperando tu venida.

Clau.—Hija mia, perdona me por mi amor, que son tantos mis negocios que no sé dónde tengo el sentido. Pues, hija Libertina, cómo te fue con aquel señor? Hizolo bien contigo?

Lib.—Madre mia, despues sabras mi venida, pues agora ay embaraço en la posada. Yo me quiero yr e boluer me he en la mañana.

Clau.—Qué miras, putico? parescete bien la moça? Dilo, no ayas verguença, que al moço vergonçoso el diablo le trae a Palacio.

Sal.—Señora, voto al pinar de Segouia que si la dama fuesse contenta, yo no fuesse perezoso en su seruicio.

Sol.—Mira, señora Claudina: descreo de tal si no tengo las mañas del lobo, que donde la noche me toma, alli hago manida. Si en casa ay aparejo, manda a estas damas que nos acompañen, y no consientas que tornemos a casa a tal hora. Somos hombres enemistados, e no es cordura andar de noche.

Clau.—O traydorcito, cómo te lo dizes: mallogradillo vayas. Hija Parmenia, Solino te quiere bien e viene porque le conozcas para delante. Libertina está sola e Salucio ha puesto los ojos en ella: todo viene medido mejor que lo queremos; por mi amor que tú le quieras e tractes bien, pues sabes que es persona con que no se perdera nada; tú, Libertina hija, tracta me bien a este mochacho; mira que le quiero yo mucho y con él no biuiras engañada.

Par.—Por Dios, madre, que tú vienes agora con donosos mercados.

Clau.—Pues qué te pensauas, loca? que auia de venir sola a tal hora de la noche?

Par.—Vinieras tú con tiempo, e no siempre con los murçielagos.

Clau.—Calla, boua, que no es tan noche como pienssas: avn agora dio las diez el relox.

Lib.—No sé, señora, por qué: que toda mi vida te conozco comigo de andar con la escuridad.

[Pg 19]

Clau.—Calla, loquilla, que como agora biues descuydada de la mocedad, no has tomado sabor en los trabajos de la vejez. Tú llegarás a mis dias, e sabras qué cosa es mantener casa e honrra, e no dessearás tanto la noche para dormir quanto el dia para trabajar, que mal pecado, hijas, la cama que vosotras desseays de viciosas cobdicia la triste vieja de canssada, que quando a casa vengo los huessos me suenan como saco de nuezes, y avn con todo esto me pesa quando Phebo acaua su curso diurno. Anda, ve presto, apareja me aquel aro de cuba, e las candelas que sobraron de la otra noche, e saca me aquella soga de ahorcado que te mandé guardar quando estaua aqui el despensero del Conde; saca de aquel caxon del arca el coraçon de çera que tiene las más agujas, e dexalo todo a punto, e andad todos luego a dormir. Tú, hijo Solino, yrás con essa rapaza, é tú, Salucio, con la señora Libertina, e parad mientes, moças, que no me hagays milagritos, no me hagays yr allá con vn açote.

Sol.—Ora sus, hermosas, no ocupemos a la madre; toma la mano, señora Parmenia, y vamonos a reposar, que es muy noche.

Sal.—Hola, Solino hermano, que en la mañana todo el mundo haga pino.

Sol.—Ora durmamos, que todo tiene su tiempo.

Clau.—A ti, tenebroso y astuto Satan, principe de la monarchia de los spiritus condenados, eterno sustentador de las tinieblas continuas que en los caliginosos e sombrios chaos infernales abundan; Señor de las tarthareas e dañadas cateruas, morador en las horribles grutas donde los sulphureos vapores incessablemente manan: Regidor e gouernador de las lagunas e hedificios mortales, assistente de la profundidad e obscura region de la muerte: Yo, tu más familiar e compañera Claudina, te conjuro por la grauedad de la palabra que de ti tengo rescebida, e por los resplendecientes fulgores que estas antorchas candidas entre las tinieblas nocturnas produzen, e por la fortaleza con que estas ereas agujas este fingido coraçon penetran, vengas con repentino sonido a obedecer mi mandado, e venido, de tal manera te occultes debaxo de los aureos accidentes deste anillo que en mi dedo anular tengo puesto, que dél no te apartes hasta que Philomena le ponga en su dedo, dende el qual por las secretas venas que dél van al coraçon, se le dexes tan llagado de la cruda saeta de amor, que todo su remedio sea el que esta tu familiar le quisiere dar, y ansi se someta a mi ley e ordenacion que otra cosa no dessee saluo el cumplimiento de mi voluntad. Segunda e tercera vez te conjuro e confiando quedar con migo, me voy a dormir a mi cama.

NOTAS:

[537] Sic, por «yerro».

[538] En el original, cañonizaron.


[Pg 20]

ARGUMENTO DEL DECIMO ACTO

Estando Philomena bordando en su bastidor, pide a Dorotea su criada un libro para leer, donde halla metida la carta de Policiano, e dize alterada muchas palabras en demostracion de su honestidad, etc.

PHILOMENA. DOROTEA. THEOPHILON[539].

[Phil.]—Dorotea, dónde estás?

Dor.—Aquí estoy, señora.

Phil.—Mejor estarias en mi compañia que metida por los rincones de casa; toma allá este bastidor, que ya rescibo pena con este contino bordar.

Dor.—Señora, es verdad que en la vida no ay cosa tan agradable que tomada por officio no canse, ni avn obra tan dessabrida que no tenga algun sabor quando por exercicio se rescibe.

Phil.—En esto conozco la variedad de las cosas temporales, que aquello que algun tiempo tomaua por deleyte e recreacion ya me da sobrada pesadumbre. Dame un libro y leere vn poco hasta que sea hora de reposar.

Dor.—Señora, helo aqui.

Phil.—Jesu, e qué carta es esta?

Dor.—Carta, señora?

Phil.—Sí por cierto; quién la metio aqui, Dorotea?

Dor.—Por mi salud, señora, yo no lo sé.

Phil.—No saberlo es impossible, quién tiene la llave de mi aposento sino tú? quién entra e sale en mi camara sino tú, Dorotea?

Dor.—Señora, ya puede ser alguna carta vieja que por señal ayas tú metido en esse libro. Antes que sepas lo que contiene no rescibas alteracion.

Phil.—Abre la e mira lo que dize, que yo sospechosa estoy de esta carta.

Dor.—Señora, no tiene firma.

Phil.—Creolo, que en todo viene llena de sospecha. Ora mira lo que dize.

Dorotea.

CARTA

Si el dolor que tus ojos me causaron dentro de lo secreto de mi ánima de todo punto fuera mortal no me quedara tan poca vida e tan martyrizada con tan mortales desseos de los quales si la muerte me hiziesse libre, no me puede librar de querer te. O angelica Philomena, si boluiesses tus ojos de misericordia sobre este tu captiuo Policiano, bienauenturado tormento digno de tan ineffable remedio. Solamente te piden mis letras e mis suspiros que tengas memoria que dende la hora que te miré y alçaste tus ojos a mirar me, de tal manera me tienes contigo, que aunque te quiera oluidar no puedo[540] ni con la muerte, la qual estoy esperando si tu natural misericordia no determina que yo biua. Mas biuiendo o muriendo soy tuyo sin esperar que jamas sere mio.

Phil.—Ya, ya. Dorotea, que me maten si essa carta no es de aquel loco desuariado que el otro dia viéndo me en la huerta de los cipreses se arrimó a vn laurel, e començo a mostrar señales de muy apassionado, boluiendo los ojos a mí quando mi padre se descuydaua. Pues dime, Dorotea, quién puso aqui esta carta sin que tú lo viesses? Este libro no está en tu poder? Cómo pudo ser esto?

Dor.—Señora, moços ay en casa que ay la pueden auer metido, porque mil vezes descuydadamente me dexo este retraymiento sin llaue, y algun criado de casa la puso en este libro.

Phil.—Vaya se el desatinado, qué atreuimiento es tan vano penssar alguno que en amor deshonnesto yo ocupe mi entendimiento? si yo agora no temiera el escandalo de la casa de mi padre, yo le hiziera al liuiano que no pagara esta locura con menos que la vida.

Dor.—Passito, señora, que viene Theophilon mi señor.

Theo.—Qué hazes, hija mia?

Phil.—Señor, enojada con este bastidor començaua a leer un poco, pero çessará agora con tu venida.

Theo.—Siempre, hija mia, trabaja de estar noblemente ocupada porque el demonio, enemigo de naturaleza, no halle entrada en tu coraçon. A todos generos de estados es defendida la ociosidad, e más al flaco linaje de las mugeres, por ser más dispuestas a cayda. Pues si todas deste vicio deuen biuir recatadas, mayormente las illustres donzellas, cuya macula de infamia todo vn reyno dexa manchado.

Phil.—Padre mio, graue reprehension es la tuya; paresce que hablas sobre penssado.

Theo.—Hija mia, lumbre de mis ojos, baculo de mi cansada vejez, más noble cosa es preseruar al hombre para que no cayga que ayudarle a leuantar despues de caydo. No permita Dios, hija de mi coraçon, que en tus costumbres yo aya conoscido alguna falta que de castigo sea digna, pero no te deue dar pena si yo como padre y viejo y experto en los trabajos que el tiempo cada dia descubre te dé auiso como sepas defenderte de ellos, sin lesion del ánima y de la fama que tus passados cobraron.

Phil.—No piensses, padre mío, que con la falta de la hedad me aya faltado el conoscimiento para ver clara e abiertamente a quánto peligro se pone quien sin remos de discrecion se mete en el varco de esta vida miserable, porque o viento de liuianos penssamientos o rrocas de mala conuersacion siempre nos procuran naufragio. Pero tambien conozco que no ay temptacion tan poderosa á quien la municion del hombre racional con discrecion no destruya, mediante el fabor del Cielo; mayormente quando el hombre viene a sentir que tiene los enemigos de sus puertas adentro, e que la más cruda palea[541] tiene consigo mismo, deue aprouecharse de las armas deffensiuas que en el alcaçar de la razon tiene para esto guardadas. Estos e otros muy sanctos auisos, señor mio, he leydo en los libros que dende mi niñez por la nobleza del exercicio literal me has mandado leer, con los quales e mi natural condiçion piensso dar a tu senectud aquel descanso que con mi juuentud has desseado.

Dor.—Doy al diablo tan largo sermon.

Theo.—Qué dizes tú, Dorotea?

Dor.—Digo, señor, que he holgado de tu noble reprehension.

Theo.—Hija Philomena, anda acá, que ya tu madre querra comer, no la hagamos estar esperando.

Phil.—Vamos, señor. Dorotea, pon en cobro esse libro: entiendesme?

Dor.—Mucho bien. Ay te duele? Valale el diablo al viejo e a qué tiempo entró predicando. Por mi salud, el ánima le daua el negocio en que entendiamos. Bien predica la raposa a las gallinas. En mi ánima estos viejos no son sino vn terron de molestia; como veen que se les acaba la candela, acuerdan de dar a Dios las heces de su vida loca, haziendo del perro del hortelano. Pues andate hay con tus sermones, que Dios no come palabras, e si piensas hazer sancta a tu hija Philomena, más vale vna traspuesta que dos assomadas.

NOTAS:

[539] Thephilon, dice erradamente el libro original.

[540] En al original, poede.

[541] Así en el original, quizás por pelea, ó quizás, abreviado, por palestra.


[Pg 21]

ARGUMENTO DEL ONZENO ACTO

Venida la mañana, Claudina se leuanta e determina de yr a casa de Philomena, sobre lo qual se tracta con Parmenia de los peligros que se pueden ofrescer; finalmente haze su camino, e habla con Philomena dándola parte de los amores de Policiano, etc.

CLAUDINA. PARMENIA. LIBERTINA. DOROTEA. FLORINARDA. PHILOMENA. THEOPHILON.

[Clau.]—Son los rayos del sol los que entran por esta ventana? sancto Dios e cómo he dormido a sabor, despues que tomé la palabra á aquel demonio mi familiar, pero con mucha razon, pues en este negocio no es menor la honrra que el prouecho. Hija Parmenia.

Par.—Qué mandas, señora?

Clau.—Qué hora es? fueron se aquellos locos?

Par.—Agora estauan ay.

Clau.—Y Libertina, es leuantada?

Lib.—De mañana en buena fe, tia. Agora tengo por dormir el sueño de la salud.

Clau.—Bien hazes, gozate, pues agora tienes tiempo, que venida a la senectud, y todo es vna hedad de trabajos. Ya aquellos pica cantones, no dexarian algo para la costa?

Par.—Mejor landre se los lleue, que estos tales, madre, no quieren sino llamate mio e busca quien te mantenga.

Clau.—Anda, hija, que de golpe o de recudida, yo les sacaré el escote. Yo me voy a casa de Philomena, a dar la primera puntada en vna labor trabajosa. Mochachas, rogad á Dios que yo salga con ella a luz, que no me acuerdo auer intentado cosa de que tanto aya desconfiado.

Par.—Madre señora, ya conosceras si desseo tu prouecho como el mio, assi por la ley natural como por mandamiento de Dios; pero tú andas en tales tractos que en ellos no puedes ahorrar sino de las narizes, y aun plega a Dios no dexes alguna vez la vida, porque es ley de Dios que quien ama el peligro peligrosamente muera. Mira, madre, quién es Philomena, e no pienses ganar saya de londres e barates vn jubon de açotes. Mira que donde agora vas lleuas el cuchillo a la garganta, y avn como suelen dezir, la soga arrastrando, porque te hago saber que los viejos padres de essa dama son tan zelosos de su honrra y avn tan cautelosos en guardarla, que si vna vez te sienten, sin que lo entiendas e estando segura te pondran en cuentos la vida. Mira lo que hazes, e ordena tus passos de manera que tu vida e honrra esté segura.

Clau.—Confusa estoy. No sé en qué me determine: diformes inconuenientes se me ofrescen de tu auiso, e no puedo boluer atras en este camino, porque tengo prometido el acometimiento, e avn dada mi palabra de la victoria. Notable deffecto es la inconstancia, e tanto que se tiene por indicio de locura.

Lib.—Tia señora, no biuas engañada con vna mala opinion, que tanto es más mala quanto más vsada e guardada. Digo te de verdad que oyendo el otro dia al padre presentado, le oy affirmar que la perseuerancia en el vicio no meresce nombre ni galardon de constancia, e que quien del vicioso camino se buelue, no inconstante, sino firme en virtud deue ser llamado. No tengas la condicion del arroyo, que jamas supo tornar atras.

Clau.—Quedaos a Dios, hijas mias, que yo voy determinada de morir en esta demanda, e nunca a la osadia vi que fallesciesse fortuna. Yo me voy; si a hora de comer no ouiere dado la buelta a casa, no tengays dubda que me la[Pg 22] abran dado por el mercado. Acudireys a la carcel, que alli será el paradero. Agora que voy sola quiero mirar con auiso este discreto temor que a mi Parmenia le queda, porque a la buena speculacion jamas vi carescer de buen fructo. Qué hare? si voy allá, a peligro pongo mi vida; si dexo de cumplir lo prometido, no puedo escapar de muerta ó apaleada, e lo que es más de estimar, el mal nombre que de falsaria puedo cobrar. Pues si el credito pierdo acabada es la grangeria. Ora venga lo que viniere, que aparejado está donde cayga. A casa de Theophilon llego, aqui traygo en la faltriquera no sé quántas franjuelas e cabeçones; en achaque de trama, vamos a hablar a nuestra ama. A Dorotea veo a la ventana, buen aguero hallo para mi venida. Esfuerça, esfuerça, Claudina, que en otros peligros te has visto.

Dor.—Valala el diablo a esta vieja espanta perros, e qué rezar trae consigo. Quál arroyo la echó por estos barrios? no me medre Dios si tú vienes en buenos passos.

Clau.—En hora buena y en buen punto vea yo tu cara de oro: qué hazes, hijita mia? desciende acá e abraçame, que me gozo de ver te; ansi goze yo la vejez descansada.

Dor.—No os digo yo? las palabras de beata e las vñas como gata. Vengas en buena hora, tia de mi coraçon. Quánto ha que no vienes por estos nuestros barrios? Por cierto mi señora Florinarda ha tenido memoria de ti e aun me ha preguntado si te he visto.

Clau.—Acuerde se Dios de su merced y él le pague la que yo rescibo en que me conozcan por criada vieja de esta casa, porque este es el principal título con que yo me honrro despues de ser muger de Alberto, que Dios aya. Pues por mi salud que aunque yua a otro negocio en que no me yua a mí poco no tengo de passar sin ver a mis señoras vieja e moça. Dilas, hija, que está aqui la Claudina, que si mandan sus mercedes que suba.

Dor.—Espera vn poquito, madre, que yo boluere corriendo. Señora, la vieja Claudina está aqui, si mandas que suba, que te quiere ver.

Flo.—Dila que suba; con qué viene agora el diablo?

Dor.—Sube, tia, si mandas.

Clau.—Con el pie derecho delante, porque no tropieze a la entrada. Paz sea en esta casa. Señora Florinarda, salue Dios tu venerable presencia.

Flo.—Vengas en ora buena, madre, qué nouedad es esta que te acordaste desta casa?

Clau.—Afficion grande, desseo de seruir te, apetito de offrescer me por tu muy fiel criada, para que como a tal me mandes lo que a tu seruicio cumpliere.

Dor.—Debaxo de la buena palabra está el engaño.

Flo.—Pues, comadre mía, cómo te va? Vieja te vas haziendo; muy desffigurada estás despues que no te he visto.

Clau.—E cómo, señora mia, burlando lo dizes? Tal ha passado por mí despues que deste barrio me passé; trabajos he padescido que el menor dellos bastara a acabar tan poca vida como la mia, pues si el principal se considera, la misma muerte no es tan penosa.

Flo.—Qué mal es el que tanto te duele, madre?

Clau.—No será mal de amores, mal pecado, que con las muelas le he dexado, sino biudez, señora de mi alma, que no ay dolor que se le yguale: Dios te guarde a aquel Señor, e nunca te veas sin él, amen, que por mi vejez la que buen marido pierde no sé yo por qué no le acompaña so la tierra.

Flo.—No lo digas burlando, comadre, nunca oyste lo que dicen de los getas? que vn tiempo las mugeres biudas no dubdauan de hazer se matar sobre los cuerpos muertos de sus maridos? y avn porque entre ellos alguno tenia muchas mugeres, aquella era más estimada que con su marido se sepultaua.

Clau.—Sancto vínculo es el del matrimonio, e como sea vnion intrinseca e espiritual, con lo más biuo del ánima se deue sentir la diuision.

Flo.—Veemos que entre los animales que de entendimiento carescen, este amor matrimonial está esculpido, pues las tortolicas passan su vida contentas con vna sola compañia. E si aquélla muere, la que queda no beue más agua clara, ni se pone en ramo verde, ni canta ni haze señal de alegria, señalando la cuytadica quán dura cosa es perder su dulce compañia.

Clau.—Ay, ay, quántos daños acarrea la falta del varon en casa; no los sabe sentir sino la triste que passa por ellos.

Flo.—Trabajoso dolor deue ser, pero quando el Señor da semejante llaga, tambien prouee de remedio para ella. Trabaje la honrrada biuda de ser honesta de costumbres, e guarde la limpieza que las tales son obligadas, que para sus necessidades Dios es el verdadero marido.

Clau.—No lo niego yo, mi alma, pero guardete Dios de pobreza con soledad, que esta es muy ruyn tramojo de roer. De alli nascen los cuydosos pensamientos, e avn a vezes no muy sanctos; alli se toma licencia para las dissolutas palabras, e avn para los desonestos tratos, e avn se deprenden los officios deshonrrados. Ay del solo, que quando en tales hoyos cayere no tiene quien le dé la mano.

Flo.—Verdad es, madre, que mejor se passan las penas quando para lleuarlas ay compañero. E quedaron te hijos de Alberto tu marido?

Clau.—Sí, mi reyna; e vn varon que ha siete años que salió desta ciudad e no he sabido dél ni biuo ni muerto, e otra donzella que en casa tengo.

Dor.—Donzellita es el diablo.

Flo.—Qué dizes?

Dor.—Digo que es vna muy bonita moça.

Clau.—Dizes, hija, tu virtud, aunque en ella no lo aya, pero en fin como huérfanos sin castigo de padre, faltos de doctrina e cargados de pobreza. Y a todo esto se obliga la muger aquel triste dia que cobra nombre de viuda. O señora de mi vida, quán pesada carga es de llenar el hijo crescido de cuerpo e menguado de castigo, que en cabo del año pienssa la pobre madre tener buena vejez, e ha criado vn cueruo que le saque el ojo. Pues todo esto es nada en respecto de lo que con hijas se passa, que como, mal pecado sea vn ganadillo tan malo de guardar, a buelta de cabeça, y a vn encierra ojo e abre, hallays la casa a mal recaudo, e la honrra de las moças beuida en gostaduras. No hay cosa oy en el mundo tan fragil e delicada como la honrra de la donzella, que no paresce sino que de vn cabello está colgada. Nunca por buena que sea le faltan ocasiones para ser mala, ni avn por bien que se guarde caresce de murmuradores. Si habla poco es tenida por grossera; si mucho, por liuiana; a los que no saben les paresce nescia, e a los ressabidos, maliciosa; si luego no responde, tienen la fantastiga, e si a todos da respuesta, a peligro de caer; si está assentada con reposo, nunca le falta un nombre de traydora dissimulada; si alça los ojos e mira, luego dizen que allá miran ojos, etc. O señora Florinarda, e quien solo vn juyzio tiene, cómo hará guisados que a tantos haya de contentar?

Flo.—Poca necessidad tiene la donzella de poner su honrra en tal discrimen; mi hija retrayda ha de estar hasta que quien la merezca se precie de yr delante della.

Clau.—Jesus, Jesus e pienssas, mi señora, que con nuestra platica no auia oluidado de preguntar por Philomena? No yre de aqui sin ver a su merced, ansi goze yo de mí.

Flo.—En buena fe, comadre, que esta noche passada se sintio mal dispuesta e no he consentido que se leuante de la cama.

Clau.—Pues, señora de mis entrañas, da me licencia para que la vea, que avn a mí algo se me entendera de estos dolorcillos.

Flo.—De muy buena voluntad, por cierto, madre mia. Corre, Dorotea: entra con la madre vieja al aposento de mi hija, e perdona me por mi amor que no voy contigo, que tengo por acá en que entender.

[Pg 23]

Clau.—Huelga con salud, señora mia, que yo bien sé ya esta casa más ha de mil dias. Dónde está mi señora?

Dor.—Entra madre, en este retraymiento.

Clau.—Gozo bueno vea yo de essa cara de alegria.

Phil.—Bien seas venida, madre.

Clau.—Jesu, coraçon mio, e gesto es esse de enferma? Tal sea mi salud e se me torne mi vejez; qué es esto, hija de mi alma? qué sientes? yo juraré que deue ser regalo.

Phil.—No, madre, que no soy tan regalada, sino que dende anoche he sentido vn dolor en este lado izquierdo, que, ansi goze de mí, no me dexa reposar.

Clau.—Pues, señora mia, manda salir allá a Dorotea porque quiero tentar el lugar donde te duele, y plazera al Señor que quedes con mejoria.

Phil.—Dorotea, sal allá fuera.

Dor.—Todo va bueno; plega a Dios que yo mienta, e que esto sea agua limpia.

Clau.—Descúbrete, entrañas, veamos la parte del dolor.

Phil.—Mas arriba lo siento, sobre el coraçon.

Clau.—Ya, hija mia, lo he visto, y avn conoscido la causa de donde nasce el dolor: que por mis pecados maestra vieja soy de curar estas passiones. Quiero saber, coraçon mio, si antes que este dolor sintiesses resciuiste por auentura alguna alteracion. E mira, señora, que al médico y al confessor se deue dezir la verdad.

Phil.—Por cierto, madre, es verdad que con essa moça yo rescebi passion, de donde pienso aver se causado mi indisposicion.

Clau.—Verás por mi vida si conosci yo luego ser tu mal de turbacion. No será nada, hija, yo tengo la mediçina para sanar estos dolores. Aunque por mucho que la passion te aquexe no es de marauillar, hija mia, porque es ley de Dios que quien a hierro mata con hierro pierda la vida.

Phil.—Burlas, madre, como me ves con dolor?

Clau.—O angelica ymagen, y qué graciosa eres. Mas dime por mi vida, entrañas, a quántos en esta vida abrás tu sido causa de dolor de coraçon? Pues justicia es que padezcas alguna de las penas que a otros has tú causado; toma, señora, este anillo, que tiene virtud contra todo dolor cordial, e mira, hija mia, que no me le pierdas, que no es más mi vida de quanto comigo le tengo.

Phil.—En gran cargo me pone tu tan buena voluntad, aqui estoy para hazer todo lo que te cumpliere.

Clau.—Tal confiança tengo yo de tu graciosa cara, que siempre me has de hazer muy señalados fauores, e para principio dellos te suplico, mi alma, tengas atención a mi breue mensage, el qual, aunque te parezca culpable, te ruego no me hagas cargo de culpa, pues no ay en mí otra sino ser yo la mensagera, y esta ya sabes que es digna de indulgencia. Un cauallero gentilhombre, doctado de toda disciplina, no menos militar que literaria, cuyo nombre sabras a su tiempo, me mandó llamar con vno de sus siruientes, e como yo cumpliesse con la obligacion que a los semejantes deuo, fui a su casa, donde le hallé en vna cama, e tan en el extremo de vna enfermedad del coraçon que a tu causa dize que padesce, que sin dubda yo penssé que hablandome la vida se le acabara. Finalmente, con la mayor fuerça que fingir pudo me dio parte del principio de su mal, e me pidio que le pussiese remedio. Pues como sea mayor virtud consolar al atribulado que substentar al hombre próspero, acordé de tomar a mi cargo su medicina, poniendo me en este peligro, porque tengo por mejor perder obrando virtud que ganar dexandola de hazer.

Phil.—E quién es esse cauallero que dizes?

Clau.—Ya te sientes?

Phil.—Qué rezas entre dientes? qué tengo yo que hazer con las enfermedades agenas? Dime ya quién es el enfermo, que me tienes suspensa, o vete con Dios, que harto tengo que ver en mi mal.

Clau.—O perla mia, dasme licencia por mi vida?

Phil.—Di lo ya, no seas pesada, sea quien fuere.

Clau.—Pues tu rostro de paz me da atreuimiento, no quiero ser couarde en obra tan piadosa. Bien conosceras, mi coraçon, vn cauallero de illustrissima sangre que biue en esta ciudad que se llama Policiano.

Phil.—Anda, anda, vieja maldicta, con la malauentura, y agradesce a Dios el sufrimiento que el zelo de mi honestidad me pone, que yo te hiziera yr al infierno a pedir las albricias de tu menssage.

Dor.—Passo, passo, señora, no alborotes la casa, qué cosa es esta? qué has hecho, madre señora?

Clau.—No hize nada, hija mia, sino que mi mala dicha quiere que por buen seruicio resciba mal galardon.

Phil.—Avn lloras, vieja ruyn? mala fin ayas tú e tus maldictos passos. Echame de ay a essa vieja, si no quieres que ay la mande matar a palos.

Flo.—Qué es esto, comadre? qué dizes del mal de Philomena?

Clau.—No rescibas pena, señora, que vn dolorcillo es causado de tristeza del coraçon. Ay la dexo vn anillo con que vera mejoria muy presto: no consientas, señora, que se le quite del dedo; yo me voy, porque me he mucho detenido. Señora Philomena, si para tu salud yo fuere menester algun dia, bien sabe esta donzella mi posada, no dexes de embiarme a mandar, que yo vendré de voluntad.

Flo.—Essa se te agradesce por cierto, comadre.

Clau.—A Dios, a Dios, mis señoras.

Phil.—Ve en buen hora, madre mia.

[Pg 24]


ARGUMENTO DEL DOZENO ACTO

Palermo [y] Piçarro van a casa de Cornelia y Orosia para traerlas a su estancia, van por el camino temiendo topar con los criados de Policiano; llegados a casa de estas mugeres, las traen consigo, etc.

Palermo. Piçarro. Cornelia. Orosia.

[Pal.]—Hola, Piçarro hermano, salgamos ya de casa pesar de Lucifer, y vamos a traer aquella gentezilla a la estancia.

Piç.—A boca de sorna me paresce más seguro, porque si escandalo ouiere podamos tomar calças, ya me entiendes? que despecho del galeon[542] de Francia si me querria asir con nadie. El espada tengo hecha vn assador, vn broquel traygo sin aro, el guante paresce arañuelo; pues el casquete sirve agora de orinal. Blanca para comprar armas, rape el diablo la que yo mando, que por vn real me pueden agora ahorcar.

Pal.—No me cuentes plagas, descreo de la vida en que biuo sino vamos a casa de aquellas putas, e veamos si por allá ay algun cayro. Sepamos si quiera qué moneda corre. Pese a tal con dayfas tan sin prouecho, e tan amigas de poner a hombre en ruydo. Yo, descreo de la torre mocha, toda mi vida fui más amigo de tomar cuenta a la yça a tercera noche, e abrir el ojo que no eche dado falso, que de buscar pendencias donde se ponga el pellejo en condic[i]on. Mira bien dónde vamos, que si estos moços de Policiano allá nos apañan nos quitaran el puto del cañon sin que aya quien se lo estorue.

Piç.—Ora las pelosas vayan a punto, porque si por caso valiere huyda no se queden [en] poder de vellacos.

Pal.—Nunca otra prenda me arrebaten, que por el peligroso passo en que vamos, en toda mi capa no se ate vn quartillo de trigo.

Piç.—Pues que la mia, por el cuerpo de la tramulla, no vale quatro sueldos.

Pal.—Ora la Magdalena nos guie. Mira, Piçarro, el passo más sin peligro.

Piç.—Cerca llegamos, e mira, Palermo hermano, que suelen dezir que los hombres de honra precian más la muerte dichosa que la vida deshonrrada. No te engañe a ti esta opinion de locos, sino da al diablo la honrra e pongamos en cobro la vida.

Pal.—Pospuesto que auemos de ser más ligeros en los pies que en las manos, tambien es menester que para que estas piltrafas no nos tengan en poco, hagas, hermano, del feroz, e hables de la hermania el espada en la mano, el passo en primera, los ojos en arco, la boca medio torcida e hablemos los acostumbrados desgarros, pues aqui somos tenidos por hombres de seguida. E mira que no me dexes de contar algun contezuelo. Ya me entiendes.

Piç.—Bien dizes, marcadamente hablas; pues ya que llegamos, lo que se hablare sea cosa de tomo.

Pal.—Hola, Piçarro, marcha delante, mira si ay dentro quien nos defienda la entrada.

Piç.—Deffender o qué? O despecho del anima de Berzebuy, escucha, veamos quién suena dentro, e si hombre es biuo mandale confessar.

Pal.—Quién está en su casa?

Cor.—Quién es el que llama? Sube, señor Palermo. Tú seas bien venido con la buena compañia.

Oros.—Jesu, señor Piçarro, y acertaste a venir por esta calle?

Piç.—Descreo de tal, señora Orosia, si el señor Palermo que está presente no me hiciera fuerça, si yo escampara por aca por toda esta semana. Harto tiene hombre que hazer agora en buscar armas e andar a punto para castigar aquellos garçones, sin embaraçar nos en visitaciones de damas. Pero por agradar al compañero se ha de hazer toda gentileza.

Pal.—Señora Cornelia, ya sabes quántas vezes te he rogado que tú e la compañera passeys el hato a la estancia, porque en nuestra compañia no se puede perder nada; no te has determinado hasta saber la voluntad de la señora Orosia tu prima: porque ella agora está presente, será bien, dama, que sepas que es mi voluntad que luego te determines a venir comigo a mi estancia, e ayudar me a passar mis trabajos, pues no me dexas solo en mis mayores passatiempos; e si en esto pensares no contentar me, haz cuenta que me perdiste para todos los días que biuieres.

Oros.—Señor Palermo, aunque mi prima me perdone en tomar la mano a responder en su presencia, despues que ella se ha determinado a hazer contigo esta jornada, yo la he dicho como a amiga e parienta lo que de su yda siento. Pero como ella está penada, ni rescibe mis palabras, ni conosce la voluntad con que se las digo, porque ni los ojos enfermos pueden mirar la luz, ni los animos apassionados la razon.[Pg 25] Pero como lo poco que yo sé del mundo me dé a conoscer que mi prima no lo acierta, no puedo dexar importunamente de dezirle lo que siento, porque a ti, señor Palermo, conozco, e avn tu voluntad entiendo mejor que a mí me sé entender; nosotras, como tú sabes, somos vnas mugeres de seguida que substentamos honrra haziendo seruicio a los buenos. De nuestros passados no heredamos otra hazienda, e si esta nos falta, la vida nos sobra. Pues metidas con vn hombre en vn rincon de la Ciudad, perdemos los amigos e no ganamos dineros. Lo que por ti, señor, digo a mi prima que haga es tenerte por amigo para reñir sus quistiones, e quando menester la ouieres que te ayude con dos doblas, acuda a tu estancia, prouea lo que cumpla, pero no soy de parescer que se desaperroche nuestra casa.

Cor.—Prima, bien conozco tus razones endereçadas en mi prouecho, e ansi las rescibo como Dios resciba esta ánima quando deste mundo vaya. Mas por ver me vengada de aquel moço de espuelas, me yre con vn negro donde llevar me quisiere.

Pal.—Señora Orosia, de la voluntad que yo tengo a Cornelia tu prima Dios y el señor Piçarro son buenos testigos; y en lo que toca a sus quistiones, quexando se ella a mi, e dando me parte de ellas, no seria yo Palermo, hijo del merino de Ronda, si no pusiesse por ella la vida e todo el resto, porque sin lo que a su persona se deue es ley de gentiles hombres hazer por las mugeres quando rescibieren agrauios e demasias. Yo la pienso poner donde sea conoscida e tenida por quien es.

Oros.—En la puteria.

Pal.—No hables entre dientes, señora, que yo lo haré no menos que lo digo: e de vn pan que hombre aya, la mitad no puede mancar; pero si a ti, señora, paresce que cumple otra cosa, hagase como ordenares, que como aya provecho passará hombre su soledad.

Piç.—Señora Cornelia, bien abrás sentido que yo del tiempo viejo te solia ser amigo, y agora por causa del parentesco que con esta dama tienes, y el amistad que ay entre mí y el señor Palermo, estoy determinado a morir por lo que a tu honrra tocare; y en esto, señor, al tiempo hago testigo. Pero si a tu honor e prouecho impide hazer mudança, ordena como vieres que cumple á los amigos. En casa dexamos la olla hirviendo, e solo al mochacho soplando los tizones; por mi vida, damas, que allá nos vamos a comer.

Oros.—Essas cosas, amigo, antes seran hechas que mandadas. Prima, toma tu manto, e vamos donde quisieren.

Cor.—Vamos si quisieres, que yo estoy a punto.

Pal.—Echate vnos manteles en la manga, que boto a tal no ya[543] en qué nos limpiemos sino es a las barbas.

Oros.—Ora galanes, andad delante, que nosotras muy presto llegamos.

NOTAS:

[542] En el original, gaLeon.

[543] Así en el original, probablemente por hía contracta de había.

[Pg 26]


ARGUMENTO DEL XIII ACTO

Policiano, muy penado del dolor que siempre le aquexa, habla consigo solo e quexasse de la dilacion que la vieja pone en su remedio. La Claudina viene e le cuenta lo que con Philomena ha passado, etc.

Policiano. Solino. Salucio. Siluanico. Claudina.

[Pol.]—O ánima mia tan desierta de plazer quanto acompañada de cuydosos pensamientos, qué será de ti? En qué ha de fenescer este triste auiso que has comendado? Cada momento estoy esperando quándo mi carne, canssada de suffrir tantos dolores, ha de apartar la vnion que contigo tiene; mas ay de mí, que biuo, e biuiendo muero, e muriendo no satisfago a aquella cruel e sangrienta lamia, que con su fferidad despedaça sus hijos, con cuya muerte queda contenta, e Philomena no con la mia. O vieja Claudina, qué hazes? En qué te detienes? No te duele a ti donde a mí, si no tú apressurarias los passos. Maldigo tu perezosa solicitud, que para todos tienes obras, e a mí me çeuas con tus palabras. O mi angelica Philomena, si te acuerdas algun tiempo del dia deste tu captiuo Policiano? Dónde estás, mi alma? En qué estás agora ocupada? Por qué no alças tus ojos para embiar algun rayo de claridad sobre este caliginoso coraçon? Moços, moços.

Sal.—Señor.

Pol.—Entra aca, qué se suena de mi remedio? En qué estado está el processo que amor contra mi vida haze? Si ha dado ya sentencia contra mí el coraçon de aquella que puede matar me con quererlo, e dar me la vida con querer me?

Sal.—No temas señor, ser condenado, que quien padre tiene alcalde, seguro va a juicio.

Pol.—Qué a mí con quien me juzga?

Sal.—Basta que seas nascido de muger para que confies no morir por feminil consentimiento, mayormente que Philomena es misericordiosa, e la Claudina solícita, e no ay piedra tan dura a quien la instante gotera no penetre.

Pol.—O Claudina, qué hazes? No sé si tenga tanta quexa de tu tardança quanta de mi poco suffrimiento, pues no rescibo menor agrauio de tardarte tú que de penar me yo. No osaré sospechar que te descuydas por no acabar la vida con ymaginacion dubdosa, pero mal sabor tiene tu tardança o yo tengo dañado el apetito.

Sal.—Señor no sé si lo causa que delicadamente siento tu pena, pero mayor dolor siento porque padesces que en poner mi vida porque descansses. Qué hare yo, señor, para que tu mal tenga algun refrigerio?

Pol.—Mira, Salucio, tengo tan abatidos mis cuydosos pensamientos, que sólo mi abatimiento bastaria para causar en vn coraçon libre vergonçosa confusion; pero siento me tan vencido, que aquello que a la voluntad sana suele apocar la fe, a mi coraçon apassionado acrescienta el amor. O Claudina, grauissima prouisora de mis ansiosos cuydados, como creo que tendras más tiempo para arrepentir te por tu negligencia que para remediar me con tu solicitud, porque me siento tal, que si algun fabor Cupido piensa darme, sola mi fe que le meresce tengo biua para sentirle, pero grande quexa lleuaré del amor si se me acaba la vida sin algunas arras de mi gloria.

Sil.—Señor, la vieja Claudina viene por esta calle del Conde muy passo a passo, e la cabeça baxa sanctiguandose algunas vezes como quien de poder del diablo se ha escapado.

Pol.—Viene sola?

Sil.—Sí, señor, que ninguno viene con ella.

Pol.—Corre, espera la a la puerta, e rescibe la con mucha alegria, porque no enturbie la que yo estoy esperando con ninguna accidental tristeza. Qué haze? No llega?

Sil.—Señor, no, que está hablando con un despensero.

Pol.—Ay del triste que la espera, mal fuego semejante al mio los abrase, para que con mi sentimiento no pongan dilacion en mi remedio. Corre, llamala, e dila que aqui la espera vn cauallero, que no se detenga.

Sil.—Señor, esta vieja es sospechosa, e yo soy algo conoscido, temo no aya sospecha de ver me hablar con ella.

Pol.—Bien has dicho, pues no fuera más mi vida que derramar mi cuydoso secreto con descuydada negligencia. Dexala venir, e plega a Dios que antes fenezcan mis dias si su respuesta viene vazia de remedio. O negligentes canas, o años caducos, acaba ya, que se me consumen las fuerças con tu espaciosa venida. Assomate, mira si viene.

Sil.—Señor, el despenssero se va y agora llega vn paje del Duque, e segun la tiene asida de la halda creo que se la lleuará antes que de la mano la dexe. Señor, señor, que se va.

Pol.—Corre, negligente, perezoso y llamala; finge estar aqui vna dueña que la espera, dila que llegue aqui, que luego puede dar la buelta. Mira no seas sentido de aquel paje.

Sil.—Señora Claudina, vna dueña me mandó que te llamasse porque a la puerta de mi possada ha gran rato que te espera.

Clau.—Ya sé, hijo, por quién dizes. Dila a essa señora que luego voy, quanto dé recaudo a este paje, que no con menor necessidad me ha buscado.

Sil.—Madre mia, no yre sin ti, por esso mira que te espero.

Clau.—Pues, hijo mio, vete tú en ora buena, e a tu señor diras que su negocio está en buen estado e que aquella dama me dió esse torçal que ponga en el bonete, e que lo demas le dire quando desta dueña me aya apartado. Vamos, hijo Siluano, que aquel Rey de lo alto sabe la pena que me ha dado auer me detenido: tengo muchos negocios, e aurora sobre todo aquel paje del Duque me lleuaua por fuerça. Sancta Maria del cielo, con tantos trabajos como este mi officio me acarrea; Jesu, Jesu, señor Policiano, sino paresce auer passado por ti vn año de enfermedad. Jesús, e qué poco esfuerço el tuyo! Mala dicha fue la mia.

Pol.—Madre mia, más me consumen tus tibios e descuydados oluidos que las memorias ardientes de mis continuos dolores. Toma, madre mia, este puñal, e en lugar de la vida dulce que con tu venida esperaua, dame la más cruda muerte en que tu ymaginacion pueda caber, porque pues en tu nombre e fama e solicitud faltó para mi ventura, no quiero esperar la en más que en la sepultura. Pero antes que yo muera te suplico oyan mis orejas sola vna palabra de aquella seraphica boca salida, con cuyo dulce sabor mi spiritu fatigado se esfuerçe para el riguroso tránsito que tan vezino espera.

Clau.—Señor Policiano, aunque tu passion sea muy biua no deues descuydarte en mortificar algun rato la ymaginacion que della tienes, si no quieres que mi venida sea más para llorar tu muerte que para remediar tu vida. Yo tengo tan presentes tus penas, que por sentir las no tengo cuydado de las mias, que son, aunque menores en qualidad, no menos en quantidad, que ansi goze yo de mi vejez y a tí bea yo en braços de quien yo agora digo, como si mi venida he dilatado no ha sido otra la causa sino auerme lleuado el manto por el tercio de la casa, donde por falta de dinero se abrá de quedar por el tanto.

Pol.—Pues cómo, madre mia, tan poca[544] confiança tienes de mi voluntad e fuerças, que essa necessidad e otra mayor no proueyera yo con hazer melo saber? Oyes, Salucio.

Sal.—Señor.

Pol.—Ve luego a casa del mercader e trae para mi madre quatro varas de paño fino, e llama vn sastre y cortenla presto un manto.

[Pg 27]

Clau.—Por la liberalidad del don beso, señor, tus manos, que la quantidad e otra mayor se deue a mi voluntad y avn a la obra que no ha faltado en tu servicio, aunque penssé que me costara la poca vida que tengo. Pero ya soy de prueua, no me espantan golpes semejantes. Hijo Policiano, viniendo agora a lo que a nuestro caso haze, el cuydado que en mi pecho lleué de la pena en que te dexé, de tal manera penetró mis entrañas, que negara yo el natural de muger si no pusiera mi vida por tu remedio, e ansi por compasion como por hazer mi officio confiando ser gratificado, fuy a casa de aquella perla de Philomena, donde si con temor entré, no sali muy esforçada a causa de los peligros que allá estuuieron en las manos. Abreuiando razones, yo busqué oportuno tiempo qual conuenia, e puse en su pecho[545] mi mensage y tu congoxa, de la qual, o yo no seria la Claudina muger del que Dios aya, o ella tiene tanta parte de sentimiento como tú.

Pol.—Sancto Dios estoy yo aqui?

Sol.—Mira, Salucio, cómo tiembla el desdichado de nuestro amo, e quán atento está oyende las mentiras de aquella tructaconuentos!

Clau.—No interrumpas, señor mi platica, e manda a estos moços que se aparten allá fuera, si breuemente deseas saber lo que tenemos.

Pol.—Moços, apartaos allá, mal criados; dexad me solo gozar deste remedio, pues a solas siento el dolor.

Sal.—Mándote yo que ella te dira más falsedades que tienes cabellos en la cabeça.

Pol.—Señora mia, coraçon mio, reposo mio.

Sil.—Corre, corre, Solino, que las manos está besando a la vieja.

Pol.—Aliuio mio, si no quieres que tu mensaje e mi vida fenezcan en un momento, dame licencia para que por menudo te pregunte los passos de mi vida o muerte, porque no tiene menos fuerça para matar el subito plazer de mi gloria que la repentina pena de mi nueuo daño: qué le dixiste? con qué començaste? con qué rostro te oyó? e finalmente lo que te respondió, e yo propongo de estar a tu razonamiento no menos atento que deuoto, pues sin soberana reuerencia no es virtud oyr tu embaxada.

Clau.—Para la entrada de su casa no fue menester ocasion sophistica, a causa de la antigua amistad que yo en semejantes casas he procurado, porque si tal necessidad se offresce, no sea yo tractada como extraña. Mi aspecto, mis canas, mi autoridad, mis doradas palabras, quitan todo género de sospecha, mayormente en tales casas donde si me conoscen, no por el tracto que traygo, sino por la grauedad de mis largas tocas e de mi faz arrugada, siempre me hazen venerable tractamiento. De manera que Florinarda su madre, libre de mi fingida necessidad de visitarla[546], me rescibio con alegre semblante porque por mi larga ausencia mi visitacion auia seydo desseada. Passado el deuido preambulo, yo tomé licencia de Florinarda para entrar al aposento de Philomena, donde la hallé indispuesta de vn dolorcillo del coraçon. Yo fingi saber medicinar su dolor, e dixe ser necessario estar á solas, donde tuue lugar para darle muy entera parte de tu continua congoxa, causada de auerla mirado con ojos afficionados. Las cosas que durante mis razones alli passaron ni entonces las acerte a entender, ni agora te las sabre dezir, porque si mil vezes sus ojos me mostraron tu salud, otras tantas en su rostro vi aparejada mi muerte y tu sepultura; vi sus aparencias de muger no libre, e dixome palabras de hembra desamorada. Oyó mis razones con indifferente semblante, e respondio me con muy crudas amenazas de muerte.

Pol.—O desuenturados oydos que tal oyen.

Clau.—No me marauillo que te assombres, porque si con ella en tal articulo me consideras, antes te faltarán ymaginaciones para pensar lo que ocasiones para no esperar salud en coraçon tan crudo como el de Philomena; pero si mis reglas no son fallibles, no es mala señal su tan delicado sentimiento. E de aqui resulta, señor Policiano, que no te congoxes ni desconfies por lo que con tu señora he passado, porque a la segunda monicion o ella vendra a obediencia o yo fulminaré[547] contra ella mis çensuras. E rescibe mi palabra en prendas desta victoria. Pero si entretanto tus acidentales dolores te acudieren, grande nombre ganarás si quando más te aquexaren mostrares mayor suffrimiento.

Pol.—O dilatada muerte, o prolixo tránsito, o negligente fin, qué es de ti? Por no dar me este descanso te tardas? Pues vn plazer entre tantos enojos breuemente es anegado. Ve, Claudina, con Dios, e yo me quedaré con mi mal e sin esperança de salud, pues para mí no la ha guardado el amor.

Clau.—Señor, suplicote con tu seso esfuerçes lo que tu dolor enflaquesciere, e no te apresures tanto a padescer, que dexes tus huessos para gozar de lo que desseas. Yo me voy con esperança de boluer con tan buenas nueuas que merezcan soberanas albricias.

Pol.—Vete ya, madre, que ni yo espero bien, ni soy capaz dél.

NOTAS:

[544] En el original, tampoca.

[545] En el original en suspecho.

[546] En el original, libre mi de fingida necessidad. Así no hace sentido, ni aun lo hace bueno y claro como lo enmendamos en el texto.

[547] Fielminare, en el original.


[Pg 28]

ARGUMENTO DEL XIIII ACTO

Salida la Claudina de casa de Policiano va hablando consigo sola e passa por la estancia de Palermo e Piçarro, donde están riñendo con Orosia e Cornelia sobre que las quieren poner en el lugar de las mugeres públicas. La Claudina los pone en paz, etc.

Claudina. Cornelia. Orosia. Palermo. Piçarro.

[Clau.]—O soberano Dios y a quántos trabajos se pone quien con torpe vida quiere ganar de comer, quánto deue biuir recatado quien mala vida biue. Mirad agora quántos desdenes, quántas desgracias e sinsabores he rescebido en esta vida de personas a quien con este mi officio he seruido, e a quántas afrentas publicas e secretas estoy cada dia aparejada, y en vna me vi que jamas se me cayra el nombre de encoroçada, e agora Policiano pienssa que a la primera vista le tengo de traer a su enamorada. O mundo mentiroso y en quán baxa moneda pagas a quien mejor te sirue; pero andar, que por substentar esta negra honrra e por no venir en tiempo de pedir a los amigos prestado, a más que esto me tengo de poner, e si mal hago, para mí es el daño, e si a otros dañare con mi interessal doctrina, cada vno mire por sí, que por esso da Dios libre el aluedrio para reprobar o aprobar. Yo hago mi officio, mire cada qual lo que haze. Conoscida soy, no se quexará nadie de mí que con fingida sanctidad le engañé; tambien me conoscen como yo me conozco; a quien con mi consejo venciere no deuo nada, pues mi público tracto me relieua de todo cargo. Qué bozear es este que estos locos tienen? Si no me engaño, muger es la que da gritos; oyr quiero para entender la materia.

Cor.—Ansi, don ceuil apocado, y en tan baxa estimacion tienes tú mi persona que por ti me auia yo de poner en tal biuienda? Qué te paresce, prima? A esto nos truxo nuestra ventura?

Oros.—Pues qué pensauas, Cornelia? Quien a los tales se llega, tal galardon espera. Pues cómo, Piçarro, tal pensamiento tenias quando de casa me sacaste? Yo en el burdel con las mugeres publicas? Que yo auia de vender para ti mi persona? Ay de mi moçedad passada en tanto regalo e de otros a quien tú no meresces descalçar.

Cor.—Mira, Palermo, no me hables en tal cosa, que por los huessos de aquel padre que so tierra pudre, antes me echasse en vn pozo que tal por mí passasse.

Pal.—Pues pese a tal con la çurratica piscina, soñólo el vellaco de vuestro agüelo que os auia yo de tener estrado? Descreo de las barbas de Barrabas si no aueys de hazer lo que hombre os mandare o aueys de pitar el roço e tomar luego la puerta.

Piç.—Dezid, pellejas, pese al burdel de Pamplona, quando al estancia venistes qué penssamiento era el vuestro? Pensauades por auentura que auiades de ensartar aljofar? Aqui no queremos sino muger que ruede por donde la mandaren e gane el gouierno, e tenga la casa abasto.

Oros.—Ay desdichada, que en mi seso estaua yo en no salir de mi casa! Yo en la mancebia? Yo? Cata que pierdo el seso, cata que me fino en pensarlo. E cómo, Piçarro, faltauan me a mí dos pares de vestidos e dos pieças de oro en mi arca? En tanta lazeria nos hallastes? Tantas necessidades nos cubristes? No lo haré, para el dia sancto que nos cubre.

Clau.—Quién está en su casa?

Pal.—Tenga se alla quien viene.

Clau.—Gente de paz es, no te alteres, hijo Palermo. Jesu de la cruz, hijos mios, e qué gritos son éstos, que teneys alborotada la vezindad?

Piç.—O, pese a la fe de Tremescen, madre, que estas damas no se criaron sino para biuir en los palacios de Galilea. Pues descreo del memorable Golias si no an de ganar el gouierno, e an de dar cuenta del resto o tomar las haldas en la cabeça, y avn primero an de escotar lo que an roçado en el estancia.

Cor.—Parescete, ay señora Claudina? Parescete qué pago del mundo? Ay justicia del cielo, pues de la tierra no me vale! Dame mi manto, Palermo, que no comere más bocado en esta casa, si no de mal cancer sea yo comida.

Oros.—Justicia de Dios venga sobre estos vellacos.

Clau.—Hijos mios, mal me paresce por mi vejez lo que agora en vosotros conozco tan contrario de lo que yo pensaua, y entre mis yguales auia publicado. Las mugeres han de ser de los hombres amparadas e no mal tractadas. Deueys os, hijos, acordar que de ellas nacistes, para que ninguna por baxa de ley de vosotros sea deshonrrada.

Pal.—O pese a las barbas de Jupiter con quien tal oye y no haze vn hecho de los que suele! Pues descreo de la ley del quaderno, si no me pensara aprouechar del mueble, si antes no las despernara que ellas supieran mi estancia. Ellas han de hazer lo que hombre les mandare trompicando, e vengan Solino e Salucio en la demanda si dessean ser moços de espuelas de Barrabas.

Clau.—Que no, hijos, por mi vida, sino pues son mugeres de honrra, y en ella han biuido[Pg 29] hasta agora, que vosotros ayudeys a substentarlas en ella, y aun que siempre vayan adelante, pues se llegaron a los buenos.

Oros.—Toma, prima, tu hato, e daca mi manto e vamonos con la madre, que no aosadas para en quanto viua, nunca más perro a molino.

Pal.—O pese al gorjal de Nembroth, yr o qué? Juramento hago a las calendas de Grecia, si por las nubes no se me salen, si el mismo[548] Satanas las saque de mi poder hasta que paguen lo comido.

Cor.—Cómo, que esto ha de passar? Daca mi manto.

Pal.—Descreo de tal, doña buena muger, sino os doy guantazo que dientes e malla escupays todo junto.

Oros.—Justicia, señores, que nos roban estos rufianes en tierra del rey.

Clau.—Por mi bida, hijos, que les deys su hato, e las dexeys yr a su posada, que si alguna costa han hecho, mugeres son para pagarla[549], e quando no lo hizieren, yo me obligo por todo.

Piç.—Que no estamos en la paga, despecho de la vida mala, sino porque estas dueñas quieren hazer de las marquesas, despues de auer trotado los bancos de Flandes, y el potro de Cordoua y el aduana de Seuilla. Pues descreo de Placida e Vitoriano si no os hago conoscer quién son Palermo e su compañero. Tomad, damas, los mantos e agradesceldo[550] a la madre vieja, que de otra arte se gouernará este embaraço.

Cor.—Ansi Palermo? Que tal cosa se sufre en la Ciudad? Pues dexa tú hazer a Cornelia, que para la que tengo en la cara yo te la dé a beuer si bibo.

Clau.—No las escucheys, hijos, que van agora enojadas, e ansi me quiera Dios como ellas a vosotros. Quedaos a Dios, locos.

Pal.—Vayan de Dios las mohosas.

Clau.—Sancta Maria del cielo, hijas mias, quál pecado os engañó a tomar contienda con estos rufianejos? Siendo moças, e no tan feas que qualquier hombre no huelgue de vuestra compañia, tomays amistad con hombres de tal arte?

Cor.—Ora, madre mia, quien no cae no se leuanta. A mi posada llegamos, si tú eres seruida entra e rescebiras colacion.

Clau.—A Dios, hijas mias, que voy de passo a mi casa.

NOTAS:

[548] Mismos, en el original.

[549] Padarla, en el original, á causa de haberse trastrocado algunas letras del molde al principio del folio 39 vuelto.

[550] Agradescedo, en el original.


[Pg 30]

ARGUMENTO DEL XV ACTO

Philomena, presa de la yerba diabolica de Cupido, dize palabras compassibles manifestando su pena, de la qual dando parte a Dorotea su criada, manda que vaya a llamar a la Claudina, la qual siendo llamada e prometida su venida se acaba este acto.

Philomena. Dorotea. Claudina. Parmenia.

[Phil.]—Amiga Dorotea, despues de aquel trançe riguroso que con aquella buena vieja passé ningun momento ha dejado mi mal de me poner en el vltimo término de la vida, e cada ora me siento más alcançada de fuerças para resistir vna muy grande que de mi propria guerra rescibo. La discordia que interiormente contra mí se leuanta, la hueste de enemigos que nueuamente siento en mi contrario, no soy yo parte para desecharlas de mí, porque las fuerças de mi discrecion con que antes me defendia hallo robadas, e las memorias de mis passados recatamientos me han faltado. El entendimiento con que los males aborrescia e las virtudes abraçaua[551], hallo destruydo. Tan debilitada me siento en la parte sensitiua de mi coraçon, que ya no puedo resistir al huesped que en él quisiere tomar aposento. Estas entrañas[552] se me abrassan, sin esperança de su primera salud. Ay de mi! Ay corazon mio, que te despedaçan hambrientas biuoras! Ay entrañas mias! Ay ánima mia, quién te puso en poder ageno? Ay mi libertad, qué es de ti? Ay mis fuertes muros e torres de mi castidad, quién os ha batido e puesto en la baxeza de sensual ynclinacion? quién fabricó las escalas que para emprender tan alta empresa fueron bastantes? Ay mi Dorotea! Ay mi fiel thesorera de mis secretos! qué será de mí? que me siento tal, que me es forçado oluidar mi sangre tan illustre, mi copioso patrimonio, la nobleza de mis tan altas costumbres, el temor del cruel castigo de mi padre, y el amor que hallo auer tenido a mi tan amada madre sin auer rescebido ningun momento de engaño. Ay mi coraçon, ay que se me acaba la vida sin esperança de remedio!

Dor.—Señora mia, la ora en que Policiano te miró maldigo.

Phil.—No consiento tal.

Dor.—Por qué?

Phil.—Porque no sufre mi delicado dolor tan aspera medicina. Si mi salud desseas, no reprueues la triaca de mi ponçoña, pues conosces nascer de vn principio mi mal e su medicina.

Dor.—Pues si ansi es, mira tú mi señora el horden más conueniente para la consecucion de tu salud, sin detrimento de tu fama, e puesto en mi secreto pecho yo dare tal corte en tu pena, con que se alcançe tu libertad.

Phil.—Libertad dizes? ni la quiero ni la espero.

Dor.—Por qué, mi señora? la captiuidad no se remedia con su contrario?

Phil.—Todas sí, e la mía no, porque en mi prision consiste mi libertad, en mi pena mi descanso y en mi tormento está ençerrado mi remedio. Finalmente, en mi muerte está mi vida dissimulada.

Dor.—O varia enfermedad, que tanta variedad incluye de acidentes. Y a semejante hiebre, cómoda llaman los medicos en esta tierra?

Phil.—Diuersos diuersamente la nombraron, pero lo que yo dire por experiencia es que mi mal es vn dolor apazible e vna triste alegria, vna passion amorosa e vna sabrosa muerte.

Dor.—De manera que esta tu dolencia agradulçe es como granada? Si tan difficultosa es de remediar como de entender, Erato[553] ni Galeno no se obligaran a la cura.

Phil.—Mi Dorotea, en la mano de vn solo médico está mi salud depositada.

Dor.—Está muy bien. Y esse tal biue en la tierra?

Phil.—En la tierra biue y yo muero en ella.

Dor.—Pues dexa methaphoras aparte, e dime claramente en cuyo poder está el remedio deste tu mal, e mandame como señora, yo obedescere como criada.

Phil.—Ay mi honestidad.

Dor.—Essa deffenderas en su tiempo, e de mí que no te la puedo quitar no te recates, porque lo que desseas no resciba dilacion.

Phil.—Lo que al presente conuiene para que yo recobre mi vida es que con el secreto necessario vayas a casa de la Claudina, e la digas que no dilate su venida, sino que en acabando de comer, al tiempo que mis padres estén reposando, venga por la puerta falsa, e que tú estarás esperando para entrar con ella de manera que en casa no sea sentida, e haz esto con brevedad, que entretanto yo proueere lo que resta para la consecucion deste mi apassionado desseo.

Dor.—Pues yo voy.

Phil.—E yo quedo tan triste quanto basta para morir de tristeza.

Dor.—O juyzios secretos de Dios. Yo creo que la diuina misericordia permite que buenos e malos anden agora juntos en esta vida los hombres, e no quiere que la zizaña se arranque porque el trigo se conserue. Pero a mi parescer esta vieja hechizera tan dañosa entre las donzellas nobles como el lazo del paxarero entre las aves, ni el cielo la hauia de alumbrar ni la tierra substentar. Porque de quantos males en esta ciudad se hazen esta sola es la inuentora, e aun la que incita a que se executen e faboresce los malhechores; quantos stupros se han cometido, quantos inçestos se han intentado, quantos sacrilegios e adulterios se han executado, de todos esta vieja mala ha sido el fundamento. A su puerta llego, e por mi salud que temo de entrar en su casa, porque toda deue ser vn abismo de pecados. Dios sea comigo, tha, tha.

Clau.—Corre, Parmenia, mira que llaman á la puerta.

Par.—Ay, desdichada fuy yo, que estoy destocada.

Clau.—Echate algo sobre la cabeça, e tú, señor Jusquino, mete te presto detras de essa cama.

Par.—Quién anda ay?

Dor.—Si anda, madre mia. Tú eres, hermosa? mandame abrir por mi vida.

Par.—Madre, la criada de Philomena viene, quieres que abra?

Clau.—Corre y entre, que no vale tanto mi saya como su venida.

Par.—Nora buena venga la galana, y qué buena venida es ésta, señora Dorotea?

Dor.—Bueno es esso, hermosa. Es nueuo ser yo afficionada a esta casa? Está en la posada la madre Claudina?

Par.—Sí, mi rosa, sube que arriba está.

Clau.—Jesus, Parmenia, quién sube que tanto plazer tengo sin saber de qué?

Dor.—Quien no te quiere mal, señora madre.

Clau.—En ora buena y en buen punto, e en mil oras buenas vea yo tu cara de angelito. Jesus, hija Dorotea, si no ha más de media hora que sin penssar tan buena causa estaua regocijada, y en bien se me ha vuelto con tu venida. Pues, hijita mia, cómo estan tus señoras vieja e moça?

Dor.—Buenas estan, madre, e a lo que mandares.

Clau.—Tu señora Philomena, cómo está de aquel dolorçillo del otro dia?

Dor.—Mal dolor te dé, puta vieja.

Clau.—Cómo dizes, hija?

Dor.—Digo, madre, que deben ser dolores de vieja.

Clau.—A osadas mal ora. Tal se me tornasse mi caduca vejez qual es la suya. En mi verdad, hija Dorotea, que yo truxe el otro dia tanta pena de ver aquella cara de alegria con[Pg 31] doler, que nunca la he oluidado en mis ymaginaciones, y avn en mis oraciones.

Dor.—Dios te lo pague, madre, que todo le ha hecho prouecho. Más aliuiada se siente, e mandó me que te dixesse que tiene de ti necessidad, e te ruega vayas allá oy en acabando de comer, y entres por la puerta de abaxo, que yo estaré alli esperando que vayas.

Clau.—Pues por qué despues de comer, hijita? a osadas por mi vejez que deue ser mi señora Philomena escassita de coraçon; por no dar me vna comida, guay de mi casa.

Dor.—Todo está a tu seruicio, mas ya sabes que eres sospechosa, e has menester guardar tiempo descuydado.

Clau.—Burlando lo digo, boua, que ya conozco essa casa más ha de cinquenta nauidades. A mí me plaze, hija, de grado e de voluntad de hacer lo que su merced me manda, e mira si mandas otra cosa, porque está Parmenia destocada e quiere labarse la cabeça.

Dor.—Pues no quiero estoruar tan buena obra; quedate, madre, con Dios.

Clau.—E contigo vaya.

Dor.—O hi de puta e qué casa de contractacion aquélla! Aosadas qual la madre tal la hija. Lauarse quirie la donzella! Con quién hablauan para arrojar dado falso? Los ojos meti hechos candiles, y entrando vi vna espada, e detras de la sarga a su dueño. No me marauillo, que de esto biuen y dello se mantienen, pero maldicto sea el officio que trae el cuerpo canssado y la hacienda empeñada por los bodegones, y el ánima metida en los infiernos. Mi señor Theopilon está a la puerta e temo no sea conoscida. Al aposento de mi señora la vieja paresce que se entra; antes que dé la buelta me quiero entrar en casa; vala me Dios, dónde esta mi señora Philomena?

[Phil.]—Eres tú, mi Dorotea?

Dor.—Yo soy, señora. Esfuerça, no te congoxes, que presto viene la Claudina.

Phil.—Ay mi coraçon.

Dor.—Señora de mi alma, esta vieja es más diabolica que humana, e quisiera[554] yo más que tu salud tuuiera otro remedio que el desta hechizera. Pero pues tu enfermedad tal instrumento requiere, no te descuydes con ella en el recatamiento de tu bondad, y el mayor auiso que tendras será en dissimular la pena que padesces, porque en saco tan descosido no pongas tu delicado secreto.

Phil.—Ay coraçon mio, quándo serás contento? Dorotea, amiga mia, auisadamente hablas, ansi lo haré como tú lo has acordado, dexa me agora reposar si mi passion lo consintiere.

NOTAS:

[551] abrrçaua, en el original.

[552] En el original, entraañs.

[553] Asi está en el original; pero parece que debe decir Erasistrato, nombre de un médico famoso de la antigüedad.

[554] que sera, en el original.


[Pg 32]

ARGUMENTO DEL XVI ACTO

Despedida Dorotea de la Claudina, queda la vieja hablando con Parmenia su hija, y en esto llega Siluanico, paje de Policiano, a llamar la, ella le promete su yda con breuedad, etc.

Claudina. Parmenia. Siluanico. Policiano.

[Clau.]—Pares ceme, hija Parmenia, que con buen çeuo cierta está la caça en el palomar. Aunque tú burlas e escarnesces de mi officio, e siempre le has tenido enemistad, no te hiziera daño para el tiempo de la uejez. No pienses, Parmenia hija, que siempre has de tener la tez del rostro tan lisa para caçar modorros ni aun te ha de biuir la vieja que te los trayga a la cama, que, mal pecado, corren los dias como cauallo de posta, e quando la senectud se llega qualquier hermosura de cuerpo queda estragada e sin prouecho; no me paresciera mala prouidencia que despues de mis dias en esta arte quedaras enseñada, de donde sacaras mejor dos doblas que de vn guijarro, porque a buena fe, hija, si bien lo sé contar, más me valen los amores de Policiano de veinte doblas, e estan por caer las albricias de la victoria.

Par.—Mira, madre, buen prouecho te hagan tus ganancias, que yo no las quiero con tus continuos sobresaltos; toda mi vida fui enemiga de este officio, e jamas me supieron bien sus sabores. Moça soy, e cuando envejezca Dios me hará merced como a todo el mundo haze.

Clau.—Ora pues, anda a tu placer. Ce ce, Parmenia, corre, mira si es este que aqui viene el paje de Policiano.

Par.—El mismo es, sancto Dios, e qué ay de nueuo?

Clau.—Rauia e qué putico peynadico viene el paxarito. Biuora que te lo pique, Siluano, e qué bonito vienes. No miras, Parmenia, qué cabello cria este rapaz?

Par.—Madre, paresce que se te van los ojos a la carne nueua.

Clau.—Hija, nasci para crescer e cresci para enuejecer, y enuejesci para morir, e morire para renouarme, de manera que por ser ley natural aborrescer hombre su fin, de ay nos nasce a los viejos contentarnos con toda nouedad.

Par.—Los hijos deste siglo, los amadores del mundo, éstos dessean biuir por no dar fin a su vida mala; pero tú vieja eres, madre, y el mundo te va dexando, dexa el amor del niño para quien tiene la sangre moça.

Clau.—Vieja te parezco, hija? y avn mala pasqua me dé Dios si debaxo de la çeniza no tengo escondida la brasa. No me deshonrres, Parmenia, que no soy tan vieja como me hazes. Duelos me tienen traspassada, trabajos en criarte y en ponerte en honrra, que no los muchos años. Ay dolor de mí.

Par.—Madre, no aya más, que sube acá este paje.

Sil.—Beso te las manos, madre señora.

Clau.—La gracia de Dios venga contigo, Siluano; ven aca, hijito, abraçame por mi vida. Jesu, Jesu, e cómo me gozo contigo.

Sil.—Passo, madre, no te me llegues tanto, que eres ya muy vieja para nada de esso.

Clau.—Ay, pollito encaramado, landrezilla que te dé, e tan vieja te parezco? pues por mi salud que vienes elado. Jesu e qué frio estás, atienta me a mí, verás si soy vieja; más abajo, hijo.

Sil.—A la mi fe, madre, no sé de qué te precias, que más pliegues tienes que reclamo de codornizes.

Clau.—En fin, Siluanico, que no te agradan los viejos?

Sil.—Por cierto sí, mas no las viejas.

Clau.—Dolorcillo que te dé, mal logradillo vayas. Quién cree que no andas tú requebradito como tu amo, ey? dimelo, no ayas verguença. Rieste, traydorcito? algo es lo que yo digo.

Par.—Donosa es la dubda, quál es el hombre que la moçedad no passa en amor e la vejez con dolor?

Sil.—En buena fe, madre, que no ha muchos dias que yo burlaua de ver a mi amo enamorado, e que esta es la hora que pueden burlar de mí.

Clau.—Ay, angelito, que de verdad lo dizes? pues a quién puedes tú contar tus males que ansi les ponga remedió, bouito?

Sil.—Si pudiesse procurar mi salud sin medico, ya sabes, madre, que se haze a menos costa y más prouecho.

Clau.—Escassito eres? en menudencias miras? no moriras de estocada. Qué me daras por que te haga yo aver vna mochacha de tu hedad, bonita como vna clauellina, que me bendigas cada vez que con ella te veas?

Sil.—Sola vna desseo, pero no ay precio para comprarla.

Par.—Tan altos pones tus pensamientos, Siluano?

Sil.—Si tan alta tuuiese la ventura, no ay hombre tan dichoso que donde yo llegasse.

Clau.—Sancta Trinidad complida, hijo de mi alma, y redes son las mias que no pescarán á essa serena? pues yo te juro, mi coraçon, que si me la pones delante no la pierda de vista sin que la trayga presa o muerta, y al tiempo de la paga veremos en quánto la estimas.

Sil.—Cumple, madre, tu palabra, que yo hare más de lo que pienssas.

Par.—Di nos ya quién es la dama que tan soberuio renombre tiene.

Sil.—Bien conosceras, madre mia, á vna donzella de Philomena.

Clau.—Yuy, landre me dexe si no está gracioso el pajezito, que essa es cierto?

Sil.—Pues ay otra en la ciudad que se le yguale?

Clau.—Pues dexa hazer a la Claudina, para que veas cuánto con las tales puedo.

Par.—Sabes que veo, madre, que a quien no te quiere para herradura porfias de seruir para clauo?

Clau.—Harre aca, mi bestia. Tan buena soy para silla como para en cerro; vieja en el consejo, mas no en el aparejo.

Sil.—Dexemos, señora, estas competencias, é dime qué haremos para ver esta donzella.

Clau.—Ora, hijo Siluano, es menester que me traygas para hazer vn conjuro vna gallina prieta de color de cueruo, e vn pedaço de la pierna de un puerco blanco, e tres cabellos suyos cortados martes de mañana antes que el sol salga, e la primera vez que cabe ella te veas, despues que los cabellos la ayas quitado, pondras tu pie derecho sobre su pie yzquierdo, e con tu mano derecha la toca la parte del coraçon, e mirandola en hito sin menear las pestañas la diras muy passo estas palabras: Con dos que te miro con cinco te escanto, la sangre te beuo y el coraçon te parto. E hecho esto, pierde cuydado que luego verás marauillas.

Sil.—Esso se queda a mi cargo, e al tuyo lo que resta. Cada qual haga lo que en sí fuere, e entendamos en mi mensage, no hagamos lo principal acessorio. Mi señor Policiano me mandó que te hiciesse saber su vida desesperada e aparejada para subita muerte, y te pide le pongas tal remedio con que o su passion se mitigue o su vida se acaue.

Clau.—Hijo Siluanico, este nuestro enamorado al moço del escudero me paresce, o él pienssa que yo tengo a Philomena en el arremango o que ella es alguna muger del partido. Ni Philomena está tan pressa, ni yo tan pagada, para que Policiano pida lo que por derecho no meresce. Solamente le diras que yo he seydo oy llamada con vna criada de Philomena, e creo que su pleyto deue estar ya concluso, e yo tengo acuestas el manto para yr luego a su casa. Que sabido lo que se negocia, yre a visitarle oy en todo el dia.

Sil.—Pues, madre, de camino, ya me entiendes.

Clau.—Yaya, hijo, meçer el ojo sobra. Acude te hazia acá e mira, que lo que en la faltriquera cupiere haga mal prouecho a tu amo.

Sil.—Lo dicho basta por agora. Yo me voy, los angeles te acompañen.

Clau.—E contigo vayan.

Sil.—O hi de puta, qué Sodoma abreuiada, qué Gomorra está aqui en dos renglones, qué burdel tan dissimulado. Por los sanctos de Dios que me paresce ympossible salir de semejante conuersacion el hombre libre sino captiuo, el sabio muy nescio y el casto muy vicioso. Y avn creo que a las piedras duras penetra su abominable consejo; pero andar, aliuio es de apassionados, desemboltura de vergonçosos, lengua de enamorados boçales y capa de pecadores. De su officio biue, como otros de amores mueren; con mi amo e otros tales mantiene la vieja[555] el jarro e la moça el çamarro. Gallina me pidio, mas gallinaza comera, o mala vieja llena de falsedades y engaños. Mirad agora quién son hechizeras, considerad sus liuiandades, notad sus supersticiones hereticas, e guardaos desta los que estays apassionados. Sancto Dios, si abrá mi amo acabado de roer los altares? Entrar me quiero por sant Martin, que aqui me dixo que me esperaua. Vala me Dios e qué devoto publicano, los ojos en el retablo y el coraçon en casa del diablo.

Pol.—O mi Siluanico, qué grande tiempo has tardado. Cómo te ha ydo? Qué dize aquella medicina de mi enamorada dolencia?

Sil.—Señor, yo creo para mí que este tu negocio anda en buenos terminos, porque si la vieja no miente o dilata la cura, Philomena la ha mandado oy llamar, y ella estaua de camino para yr a su posada, y esto me dio por respuesta, e que con lo que negociare vendra luego por la posada. Esfuerça, señor, no desmayes, qué poco animo[556] es el tuyo; torna en ti, señor, que para gran bien tuyo e descansso de tus criados será este camino. Mira me aca, señor.

Pol.—O mi coraçon, cómo me dexaste. O ánima mia no te me ausentes hasta que oygan mis orejas esta tan cruda sentencia, e me dexes condenado para la sepultura. Vamos a casa, Siluanico, que no tengo esfuerço para biuir, ni quiero con pública muerte descubrir tan secreta ocasion.

[Pg 33]


ARGUMENTO DEL XVII ACTO

Claudina e Parmenia hablan en los amores de Siluanico, e despues la vieja sale para yr a casa de Philomena, entra por la posada de Cornelia e Orosia para las traer al número de las otras; va en casa de Philomena, etc.

Claudina. Parmenia. Cornelia. Orosia. Dorotea. Philomena. Teophilon.

[Clau.]—Paresce te, hija Parmenia, si el pajezito se deja engañar de nadie? no embalde dizen que ni de potro sarnoso, etc.

[Pg 34]

Par.—O amor que hazes hermoso lo feo, e lo nescio auisado, lo torpe que de agudo se despunte, e finalmente todas las faltas encubres. Con quánta afficion dezia Siluanico ser su amiga Dorotea vnica en todo el mundo. Ojos hay que de las tales se pagan, y a quien ama feo hermoso le paresce, porque amor e fealdad no caben en subjecto.

Clau.—Calla tú, embidiosica, que otras ay más dignas de desechar y a quien muchos no pueden alcançar. Dorotea es muy mochacha, es polida, está bien tractada, e bastale ser moça para que no sea fea.

Par.—Calla ya, madre, en mi ánima verguença es oyrte: si de los atauios haces cuenta, tan hermosa es la tienda de la Valenciana. No me medre Dios si no soy más hermosa que ella, mirad qué negros duelos.

Clau.—Ea ea, neçuela de banear[557] agora procura tú de ser virtuosa, que sobrada tienes la hermosura. El ánima esté adornada de virtudes, e no hace al caso que al rostro le falten los colores.

Par.—No lo digo, madre, sino porque dizes que es polida. Estoy me yo todo el año que no salgo donde pueda ser vista por no tener vna saya que me echar ençima, hauiendo tú ganado más gallofas comigo que con cabeça de lobo, e tengo yo de ser polida con vn verdugadillo que aqui tengo en que estoy metida como en arañuelo?

Clau.—Pues quién tiene de esso la culpa? he te yo comido lo que tú has ganado, Parmenia? por qué no te vistes e te aderescas? lo que yo tengo tú no lo mandas? no deshonrres mis canas, que me yre por esas calles dando gritos como una loca.

Par.—Buelue, buelue acá, madre, no des bozes en la calle, casa tienes donde te metas; vaste? pues anda en buena ora, que algun dia haré yo de veras lo que tu finges cada rato.

Clau.—Ansi es menester tractar a estas rapazas, porque no se atreuan a desacatar a sus mayores. Yo la haré morder en el freno, y avn abaxar la colera si biuo.

Cor.—Ce ce, prima, assomate y verás a la Claudina qué haldear trae por esta calle adelante; segun el passo lleva, paresce que va a dar quexa.

Oros.—O por mi vida, metamosla acá dentro que ha dias que la desseo. Dale una voz antes que se passe.

Cor.—Espera, que hablar la quiero. Ha, señora Claudina.

Clau.—Salue y guarde a la hermosa, piensas que te auia visto? mejor me vea Dios con su piedad.

Cor.—Sabe, tia, si mandas, e no lleues mucha prissa, que ha mil años que no te vemos.

Clau.—Esso haré yo de mil amores en buena fe, hijas. Dios bendiga esta casa, la bendicion de Jacob descienda sobre ella. Jesu y qué atavio. Jesu y qué blancura. Jesus e qué asseo. Bien paresce la mocedad dónde haze su morada. Sancta Maria del cielo e quántos años ha que no entré por estas puertas.

Oros.—Aun este dia passado que en aquel embaraço nos hallaste no fuimos dichosas que entrasses en esta casa, e no sé yo, tia, por qué lo hazes ansi, que de mí te hago cierta que me paresces tan bien que donde oygo tu nombre se consuela mi ánima.

Clau.—Por mi vejez, mis hijas, que no rescibis engaño, antes es dar vuestra voluntad a logro. Pero yo soy vieja, e mal pecado no muy entremetida. Pensando que os daria enojo no os he tractado hasta agora, aunque siempre he procurado de saber de vosotras, e holgar me de vuestro prouecho, e aun no sé qué me dixeron vn dia destos de cierta desgracia que con unos criados de Policiano tuuistes, de cuya causa os pusistes en poder de Palermo e su compañero; y pesó me por mi vejez, porque el tracto e biuienda de vosotras no es para con los tales, que son vnos rufianes pelados. Bien está hecha la buelta, porque al fin fin, Solino y Salucio son hombres de honra e siruen a un señor que siempre los tendra en ella. Reposad, mis hijas, e no andeys como dizen de aquel en aquel, si quereys tener vida descansada.

Cor.—Madre señora, cada pieça tiene su jarrete, e aun cada peso su contrapeso.

Clau.—Ansi es, ansi es, mis hijas, donde quiera ay trabajo. En esta vida no busquemos descanso; de nuestro primero padre heredamos el sudor e cansançio, e de nuestra madre Eua el dolor y el angustia. E pues son tan naturales las penas que por natural herencia nos vienen, hagamos les buen rostro, pues donde fuerça viene, etc. Mala dentadura tienes, acudete hazia casa e dar te he vnos poluos de encarnar que no me oluides.

Cor.—Yo te beso las manos, señora, e rescibo la merced e la voluntad con que se me haze.

Oros.—Madre, pues a mí no me ves qué sin color estoy?

Clau.—Ya lo he mirado, hija, y avn sé la causa dello, alguna faltilla de purgacion deue ser. El torouisco, hija, el marrubio, la yerba buena, la doradilla, algun sahumerio de romero, e avn los tallos dello cozidos en buen vino, todo esto es muy sancta cosa. Pero vete a casa, que yo te dare vna medicina que es mejor que todo.

Oros.—En buena fe, tia, ansi lo haga.

Clau.—Pues, hijas, a Dios que me he detenido.

Cor.—El te guie e te acompañe.

Clau.—Aun no se ha echado mal lançe en coger estas moças debaxo de mi vandera, porque mientras más déstas, más caudal en mi tienda, e mientras más moros más ganancia. Dexaldas vna vez saber la posada e tomar amor con ella, que no dare mis mangas por doze piezas de oro. Dorotea está a la puerta, yo juraré que ha rato que me espera; biuo anda el fuego, obra haze el anillo.

Dor.—Ce, madre, por aqui.

Clau.—Jesu, hija, no te via en mi ánima, qué hazen en casa? puedo entrar segura?

Dor.—Todos estan reposando, pero quitate los chapines e alça un poco las faldas por que no seas sentida.

Clau.—Ansi sea como dizes. A dónde está mi señora Philomena?

Phil.—Passito, madre, llegate aqui, que aqui estoy.

Clau.—O mi señora é mi descansso. O mi rostro de alegria. Cómo te va, mis entrañas? qué tal te sientes, coraçon mio?

Phil.—Madre de mi alma, muy angustiada, muy afligida, muy alcançada de fuerzas y muy abundante de tristezas.

Clau.—Qué sientes, mi señora? qué dolor es el tuyo? adónde sientes la pena? dime lo a mí en secreto, que yo le pondre luego remedio.

Phil.—Madre mia, este lado yzquierdo paresce que tigres hambrientas me le despedaçan. Angustias mortales siento, que cada vna me acaba la vida; mis ojos estan cansados de velar y çiegos del continuo llorar; todas mis fuerzas tengo enflaquescidas y mis sentidos ocupados. Qué hare, que me fino, madre de mi coraçon?

Clau.—Hija mia, primero que nada te diga te suplico rescibas en descargo de la pena que con mi menssaje rescebiste la muy grande que yo lleué de ver te tan penada, e mi ynoçente intencion de donde nascio tu sentimiento, porque es mi natural condicion de hazer seruicios antes que de causar enojos. Pues quando aquel cauallero tuvo noticia de tu acelerada respuesta causada de passion repentina, más sintio tu sentimiento que su enamorada congoxa, y avn me dize que el mayor dolor que ay en su mal es aver te alcançado parte de su acidente, é que dessea suffrir por no enojarte, e por no padescer no puede dexar de quexarse. Pido te, señora, por reuerencia del cuchillo que a ambos coraçones atormenta, que si Policiano meresce algun fabor con su fe, no sea tanta mi desdicha que por mi causa lo pierda.

[Pg 35]

Phil.—Madre mia, asi como tus razones fueron atreuidas e sin razon, asi no fueron dignas ni capazes de perdon, y si como eres vieja e criada de mis passados fueras estraña e no tan caduca, tu embaxada e tu vida se acabaran en vn tiempo; pero tuue miramiento que si tu osadia merescio cruel castigo, el zelo de mi honestidad me deuia poner suffrimiento, porque si a noticia de mis padres viniera tu demanda, no creyeran que te moviste por la pena que en esse cauallero conosciste, sino por la liuiandad que en mí hallaste. Justo es que se piensse, e digna soy de castigo por el tiempo que en esta platica me detengo contigo, pero mi passion ha sido tan importuna, e la causa della tan secreta, que más te embié a llamar para prouar si con tu consejo tengo algun aliuio que por darle a esse que dizes que está tan desconsolado. Mi padre ha gran rato que duerme, e mi madre creo que está leuantada. Toma esta carta para esse tu cauallero, que en ella sabra las causas que para escreuir le he tenido, e la voluntad que agora tengo para su remedio.

Dor.—Señora, presto te ve o te esconde por ay, que viene acá Theophilon mi señor.

Phil.—Ay desdichada de mi, toma presto, madre, esta carta, y vete porque mi padre no te halle comigo en secreto.

Theo.—Qué venida es esta, buena vieja?

Clau.—A enssalmar a mi señora Philomena que se siente mala de la cabeça.

Theo.—Peor siento yo de estos secretos en tiempos e lugares sospechosos. Mira, vieja honrrada, no me vengas más a mi casa si no quieres que te mande matar a palos.

Clau.—Pidote perdon, señor mio, que yo me voy.

Theo.—Anda, vete en buen ora. Hija mia, no creo que deues conoscer a esta vieja, pues tan sin cautela te pones a hablar con ella.

Phil.—Señor, essa moça la vido passar por la puerta, e pusieronse en platicas e entrose nos en casa. Començome a dezir cómo haria vna lexia para los cabellos, e no pensse que oy acabara.

Theo.—No la des audiencia si otra vez aqui viniere.

Phil.—No haré, señor, pues no hay para qué.

Clau.—Hija Dorotea, de prissa voy. E lo mejor se me oluidaua. Contigo tengo un poquito de negocio, que vn tu requebrado me encargó; ansi goze yo de ti, que te llegues a mi casa porque es cosa que te cumple.

Dor.—A mí plaze, madre, vete presto, que viene mi señor.

NOTAS:

[555] viejo, en el original.

[556] animos, en el original.

[557] Querrá decir vanear ó devanear.


[Pg 36]

ARGUMENTO DEL XVIII ACTO

Salida la Claudina de casa de Philomena, va por el camino hablando consigo hasta llegar a casa de Policiano, al qual siendo llegada, da parte de lo acaescido con Philomena e le da su carta.

Claudina. Policiano. Siluanico. Solino. Salucio.

[Clau.]—O liberal trabajo, o vtil e prouechosa affrenta. O turbacion necessaria, o discreta paciencia. Si en trance tan yracundo y en salto tan peligroso se afloxaran los ñudos de mi sufrimiento e mi discreta respuesta no templara la furia de Theophilon, yo quedaua sin vida, mis hijos sin madre, Policiano sin amiga, los garçones desta ciudad sin amparo, las moças todas sin abrigo, e mi honra por plaças y ayuntamientos destruyda. Aunque Theophilon estuuo corto en las palabras, mostrosse compendioso en el enojo, e aun colerico en sus amenazas. Ladreme el perro y no me muerda. Plega al señor que la sentencia desta carta sea diffinitiva e por nosotros, que de otra manera, auiendo lugar [a] apelacion, seguir tengo el pleyto hasta auer la victoria. Bien pensará la golosita de Philomena gozar de la possession de mi anillo, pues dexeme Dios sacar de haron a Policiano, que yo saldre de quexa y ella de pecado. O carta carta que en ti está oculta la voluntad de aquella princesa, la vida o muerte de Policiano, y el salario de la vieja Claudina y el descanso de Solino e Salucio. Plega a Dios, carta, que si bazia vas de mi prouecho, mal fuego te queme y a Philomena consuma. A casa llego de Policiano, muy çerradas estan las ventanas: o es por plazer de la siesta o por luto de la pena. Llamar quiero, sea lo que fuere. Tha, tha.

Pol.—Oyes, paje?

Sil.—Señor.

Pol.—O, mal fuego de muerte te acabe, mal sueño mortal durmiesses o de arrebatado dolor mueras rauiando. Corre, vellaco perezoso, mira quién llama a essa puerta.

Sil.—Señor, la Claudina viene.

Pol.—O torpe negligente, abre las puertas de par en par. Moços, moços.

Sol.—Señor.

Pol.—Qué hazeys, dormilones? ven acá, Solino, mete aqui una silla.

Sol.—Mejor pidieras vna albarda.

Pol.—O rostro de paz bienauenturada. O aspecto de alegre misericordia. O venerable forma de fortaleza. Abraça me, vieja tan desseada.

Clau.—Passito, señor Policiano, que estoy vieja e flaca, no me aprietes ni maltractes, si para tu seruicio soy de algun prouecho. Cómo te va, señor mio? Bonito estás e alegre, Dios te bendiga. Amarillito vn poco, mas gentil hombre por mi vejez. Ay si tan cerca tuuieras a aquel angel de Philomena como a este espantajo de vieja, qué tal la pararas?

Pol.—Madre mia, no enternezcas mi dolor, si bienes desierta de mi remedio? Mi señora Philomena merece ser tractada con venerable acatamiento, e quando más communicable se me diesse, con mayor reuerencia e temor la tractaria. Yo estoy con tu venida indifferente, con tu aspecto e señales regozijado. Dime ya con breuedad tu embaxada, en quien mi vida o mi fin consiste, pues no con menor desseo he desseado tu presencia que el mundo su dichosa reparacion.

Clau.—Hijo mio, porque de culpa e pena es releuado quien sin juyzio libre a otro haze offensa, no quiero reprehender tus aceleradas priessas, tus pocas confianças, tus violentas presumpciones, y avn tus molestas importunaciones, porque el amor te haze dessear, y el desseo te causa sperança, y el esperança te haze dubdar, y la dubda te causa temor, y el temor sospecha, y ésta siendo continua te puede traer en desesperacion.

Pol.—O madre mia, pues si el esperança que en ti he tenido me falta, en quién mandas que confie para que mi desastrado principio tenga fin venturoso?

Clau.—En quién, hijo Policiano? en mis años, en mis cautelas, en mi sagaçidad, en mis astucias y en mi voluntad. Esfuerça, esfuerça, cauallero. Dame albricias e dar te he la sentencia de tus amores escripta de aquella mano e sellada con aquel sello de quien tiene la llaue de tu secreto cuydado.

Pol.—Sancto Dios. Si tal cosa es verdad, pide, madre Claudina, que no ay precio en el mundo para comprar joya tan bien[558] auenturada. Cata aqui las llaues de mi casa; cata aqui el cofre de mi thesoro, toma, madre mia, la possession de lo que yo tengo, e damela tú de aquello sin lo qual mi vida e mis riquezas son escorias de la fragua.

Clau.—No tan largo, hijo, que es indicio de quedar corto al tiempo de la obra. Bastame çamarro e saya, e de lo demas te hago gracia.

Pol.—Saya e çamarro dizes? y todo lo que ay en mi casa está, madre, a tu seruicio, e confia en mí que lo gratificaré como cauallero aunque tú pediste como bien comedida.

Clau.—Con tal confiança, hijo Policiano, cata aqui vna carta que tu señora Philomena escribio con sus manos eburneas. Y no quiero encarescerte lo mucho que de afrentas e peligro de muerte me ha costado, porque yo ya estoy pagada. Lo que resta es que para que yo goze del fructo de mi trabajo seas servido de leer essa carta en mi presencia para que yo sepa si esta sentencia es interlocutoria o diffinitiua, que en lo que toca al secreto, más guardado estará debaxo de mis tocas viejas que entre las cuchilladas de tu jubon de brocado.

Pol.—O mensagera de mi remedio, o medicina de mis cuydosos dolores. O papel bienaventurado. O letras escritas por aquella seraphica mano. Plugiera a Dios que con la sangre de mi coraçon fuerades esculpidas, para que al tiempo de cerrar el processo de mi vida o muerte me fuerades fauorables.

Clau.—Baste ya, señor Policiano, mira que con tus lagrimas de plazer rompes y estragas la carta, e despues sentiras más trabajo en leer la que plazer rescibes en besar la. Lee ya, señor, que me tienes colgada de la lengua.

Pol.—Ora sea como tú mandares.

CARTA

La noticia de tu passion atreuida llegó a tal tiempo a las puertas de mi coraçon desamorado, que si no se junctaran en tu fabor tu dicha e mi piadosa condicion, más justo fuera ocupar mi saña en tu castigo que mis manos e pluma en tu remedio. Pero con tan lastimada molestia se me notificó tu passion, causada de tu presumpcion enamorada, que he seydo forçada a auer piedad de tus dolores, o a negar la misericordia de illustre doncella; e para que conozcas que te escribo no tanto porque con este fabor estés vfano quanto porque tu pena tenga algun refrigerio, quiero que esta noche despues de la media passada, vengas muy secreto a las ventanas que desta mi huerta salen a la ribera, e alli dare orden contigo para que o tu passion afloxe o tu vida enamorada de todo punto se acabe. No digo más porque me he mucho alargado.

Clau.—Qué te paresce, hijo Policiano, de lo que deues a la Claudina, cuya vida en tu seruicio mil veces se ha puesto al tablero? y todo por librar te del desamor que Philomena en su pecho tenia escondido. El qual no templado con mi discreta diligencia bastaua para quitarte de la compañia de los biuos, e ponerte como a desdichado amador en la region e sombra de los muertos. No estimo en tanto la satisfacion de mi trabajo quanto la estimacion de mi persona e nombre. Porque quiero, hijo, que sepan tus yguales que yo sola nasci en esta vida para hacer tiernos los coraçones diamantinos, e que de mis manos nunca salieron sino semejantes labores. Tú, hijo mio, quedas alegre e yo voy de tu contentamiento muy contenta. Mira, señor, qué me mandas, porque es hora de acudir a mi posada.

Pol.—Madre mia, lo mucho de que tus obras te han hecho merescedora merescen mucho más de lo que yo puedo gratificarte; pero si tus obras son de tanto merescimiento que excedan mis flacas fuerças, haziendo yo lo que puedo salgo de toda deuda. Yo estaba triste, e con tu jocunda venida me has alegrado, e me dexas con seguridad de no conoscer jamás tristeza. Estaua captiuo e quasi muerto, y en todo has proueydo como fiel administradora. Cata ay quinientas monedas de oro en señal de lo mucho que te deuo, y lo que demás desto te he mandado embiaré luego con mi paje. Perdona, madre, la poquedad de la obra, que si rescibes en pago mi deseo me quedarás siempre deudora.

Clau.—Señor Policiano, yo voy muy gratificada con el copioso galardon presente e quedo obligada para seruirte quando en esta arte o en otra de mi tengas necessidad. E porque antes que sea tarde es bien recoger me a casa, yo me voy, e suplico te, señor, que te guardes e mires cómo vas e por dónde, e te proueas de muy fiel compañía e me informes si fueres seruido de lo que en este viaje se te ofresciere.

Pol.—Todo se hará como dizes, madre; vete, e los angeles te acompañen.

Clau.—E contigo queden.

Pol.—Moços, acompañad a mi madre.

Sol.—Señor, yo voy con ella.

NOTAS:

[558] En el original, tambien.


[Pg 37]

ARGUMENTO DEL XIX ACTO

Claudina sale de casa de Policiano e Solino va con ella hasta su posada, donde seyendo llegados hallan a Dorotea, criada de Philomena, a la cual la Claudina encarga los amores de Siluanico. Yda Dorotea, quedan Parmenia e Libertina, las quales se van con Solino a casa de Policiano, etc.

Claudina. Solino. Parmenia. Dorotea. Libertina. Salucio.

[Clau.]—Solino hijo, holgado he por mi vejez que este negocio de Policiano tu señor aya auido tan dichosa conclusion, no tanto por mi interesse, porque no ha seydo tan grande, quanto por el bien de vuestro amo y el reposo de vosotros. Mira, Solino hijo, Policiano es cauallero noble, mançebo, liberal, enamorado, sabe le seruir, sabe le agradar, que no está en más la liberalidad del señor que en la diligencia del criado. Entre todas las cosas que como varon virtuoso deues tener, el secreto te recomiendo, que es virtud suprema en dignidad. Cata, hijo Solino, que la vida e la muerte puso naturaleza en las manos de la lengua, e que no ay espada que tanto corte como la lengua desenfrenada. Quiero dezir, hijo Solino, que este caso que Policiano tu señor ha intentado e yo acabado, es de su natural tan peligroso, que la vida de muchos e la honra de todos nosotros[Pg 38] consiste en estar secreto, y éste te encomiendo como ves[559] que es necessario. En lo demás, yo he sabido cierto enojuelo que entre vosotros e vuestras amigas ha passado por alguna palabrilla azeda que ellas hablaron como moças; a ellas les ha pesado por mi vejez, e yo lo sé muy de veras. Resciba yo de vosotros tanta gracia que lo passado sea passado sin que dello se tenga más memoria, e que tú, hijo Solino, huelgues de tener a Orosia por amiga, e Salucio tenga amistad con Cornelia, e todos a la vieja Claudina por madre, pues los enojos de los que bien se aman suelen ser mayor vinculo de amistad. Esto aueys de hazer ansi por lo que a mi amor deueys como por lo que aquellas moças merescen, que ansi goze yo de mí que he sentido dellas que por bien que las ameys nunca salgays de su deuda.

Sol.—Madre señora, despues de tener en mucho tu consejo e la voluntad de donde nasce, huelgo que hayas sabido la renzilla de nosotros e de esas mujeres, para que veas a quánto trabajo se dispone el hombre que a estas tales haze rostro amigable. Estas son vnas malas mugeres escandalosas e sin vergüença y a quien ningun hombre de honrra deue tener amistad, pero con todas sus faltas las auemos sufrido porque somos estranjeros y en esta ciudad no conoscidos. Ya que con ellas auemos desbaratado, no mandes, señora, que tornemos a su amistad, porque tan dañoso es el amigo reconciliado como el manjar dos veces guisado. Lo que por nosotros harás en pago de lo que en tu honrra desseamos, es que nos busques un par de moças de prouecho e con quien no tengamos rebueltas a cada passo, que Orosia e Cornelia no son para nosotros que no queremos quistion con nadie.

Clau.—Pues si esso desseas, hijo, por qué no te declaras comigo? dexa hazer a la Claudina, que yo dare buelta a mis registros y os dare dos mochachas tan a vuestra condicion, que por peso y medida vengan como las quisiéremos. A mi puerta llegamos, sube, hijo Solino, veras a mi Parmenia, descansarás vn rato y boluer te has a dormir. Vala me la cruz, e cómo está abierta mi puerta a tal hora? quién está en esta casa?

Par.—Sube ya, madre, que desesperar es esperar tus venidas cada noche.

Clau.—Nunca Dios te dexe callar, qué tenemos de nueuo?

Sol.—Paz sea en esta casa. Qué es esto, señora Parmenia? nunca dexas de reñir?

Par.—Está aquí Dorotea esperando a mi madre más ha de dos horas. Jesus y qué fastio.

Clau.—Ay mi doncellita de oro, y aca estás, mi coraçon?

Dor.—Sí, madre, grande rato ha que te estoy esperando. Mandaste me venir de prissa y has me hecho esperar de espacio.

Clau.—No te marauilles, hija, que tengo muchos negocios, y el que contigo agora se me offresce te quiero dezir en secreto. Desciende te, hija, aqui abaxo, porque te vayas corriendo, que es noche. Hija de mi alma, para contigo no he menester prolixo preambulo, sino que sepas que te quiero como a la luz de mis ojos. Mochacha eres, hermosa estás, sin cuydado biues. Ea loquitas, tengo de subir allá? A quantos te miran dexas perdidos de amores.

Dor.—Aosadas, madre, mejor me ayude Dios que ay quien de mí se acuerde.

Clau.—Calla en mal ora, que eres muy niña, e sabes poco del mundo. Pues hago te saber que un gentilhombre, no menos que tú para muger, muere por tus amores. E me ha rogado que te hable no para más que si te hablare le respondas, e si te mirare le mires, e si te siguiere le esperes. Yo le prometi de te lo rogar, e aun ansi, hija, te lo aconsejo. Tu señora Philomena quiere a Policiano; por mi amor, hija Dorotea, quieras a Siluanico, su paje, que es como hecho de oro, pues sabes que tal para qual, que ansi casan en Dueñas.

Dor.—Madre, por mi vida que de esse paje he sido algunas vezes requestada y aun importunamente seguida.

Clau.—A, locos, aueys me de echar la camara encima?

Dor.—Pero como la hedad no me aya dado a conoscer qué cosa es amar de coraçon, hablar me en amores es para mí muy escura algarabia. Bien me ha parescido Siluano, pero no me da pena la demasia del amor.

Clau.—Pues, hijita mia, preciate de mujer atauiate, enrrubiate, ponte un poquito de color en esse rostro y adelgaza un poco essa çeja. Arreate[560] de ser seruida de galanes e requestada de gentiles hombres, e si mal te fuere con mi consejo, no me tengas por buena maestra. Esse pajezito te quiere agora, aprouechate dél en lo que pudieres, y entretanto dexame el cargo, que yo te daré tu ygual o mal me andarán las manos. Mira, hija, que si Siluanico te hablare le tractes bien y le digas que yo te le encomendé, y le muestres fauor, pues a mí me puso en este ruego.

Dor.—Yo te lo prometo, madre, e porque es noche da me licencia, que me esperará mi señora e no sabe que estoy fuera de casa. Un poco de lexia me mandaste; mira, madre, que no te lo perdono.

Clau.—Esso tengo yo muy bueno, quando quisieres puedes venir por ello.

Dor.—Yo lo seruire todo, los angeles queden en esta casa.

Clau.—E contigo vayan. Sancta Maria del cielo, e qué diablo trauessito eres, hijo Solino. Jesu, Jesu, e qué tropel aueys traydo, diablos loquitos.

Sol.—No sabes, madre, qué auemos concertado? que Parmenia e Libertina se vayan esta noche comigo a la posada.

Clau.—A osadas, yo lo creo que essos conciertos e otros tales hareys vosotros. Landre que te dé, Parmenica, e has me de dexar aqui sola?

Par.—Por cierto, madre, que es grande marauilla a cabo de cient años salir vna noche de casa.

Lib.—Anda, madre, dexanos yr, que ansi goze de mí, antes que amanezca estemos a la puerta.

Clau.—Dime agora, loquito, si tu amo sale fuera esta noche, no has de yr con él a tenerle compañia?

Sol.—Ansi biua el puto de mi padre, por vida del resto que le hagamos entender que para estos negocios es dañosa la mucha gente, y que se ha de yr solo si algo quisiere hazer. Ay está Siluanico, que yrá con él, e avn sobra.

Clau.—Ora pues alto, moças, adereçaos e tomad la puerta ante que más noche sea, e en la mañana no venga nadie las manos en el seno.

Lib.—Suso, Parmenia, que yo a punto estoy.

Par.—Anda delante, Solino.

Sol.—Madre, quedate a buenas noches.

Clau.—Dios os guie, puticos.

Sol.—Boto a tal, señoras, que he seydo venturoso en atornar a mi casa tan bien acompañado. Qué digo, damas? mientras Policiano anduuiere guardando los cantones descreo de la vida mala si no auemos en casa de guardar bien los colchones.

Par.—Bao, contigo me entierren, esto ha que entra en sabor e haze buen prouecho, y no andar de noche en garçonerias como gatos en Hebrero.

Lib.—En cargo de mi alma caros amores son los amores que passan estos escuderotes, e al fin e al cabo por vna haldraposa que tiene más celestres en la cara que el arco del cielo, que ansi goze de mí de asco no hay quien al rostro las ose mirar.

Sol.—A la posada llegamos. Esperad vn poco, yre delante a llamar a la puerta. Tha, tha.

Sal.—Quién llama ay?

Sol.—Abre, hermano Salucio, qué haze nuestro amo?

Sal.—Gran rato ha que reposa.

Sol.—Podemos entrar seguros, que traygo comigo vnas moças?

Sal.—Entren passito, pese al mundo malo, que no hay agora embaraço en casa.

Sol.—Ce, ola, damas.

Par.—Salue Dios al gentil hombre.

Sal.—Vengan en buen ora las frescas. Entrad muy quedo porque estas moças de casa no os sientan.

Lib.—Adonde mandays, que no seamos sentidas?

Sal.—Hola, hermano Solino, arriba en la camarilla de las escobas entretanto que nuestro amo recuerda.

Sol.—Bien dize este nescio, vamos, que leuantado Policiano descreo de tal si no auemos de entrar en su lugar, porque no aya nada bazio en las cosas naturales.

Par.—Jesus, Salucio, qué es esto, adónde entramos?

Sol.—No pidas agora essa cuenta, que en la mañana lo sabras.

Lib.—Calla, hermana, assienta te donde hallares, que no se dize embalde qual el tiempo tal el tiento.

NOTAS:

[559] e vees, en el original.

[560] ¿Alégrate?


[Pg 39]

ARGUMENTO DEL XX ACTO[561]

Venida la media noche, Policiano llama a sus criados, e pide de vestir, e por consejo de Solino va solo al concierto que tiene hecho con Philomena; lleua consigo a Siluanico; Solino e Salucio[562] se quedan en casa con Libertina e Parmenia, etc.

Policiano. Solino. Salucio. Libertina. Parmenia. Siluanico. Philomena. Dorotea.

[Pol.]—No sé si mi importuno desseo tiene mi ymaginacion temerosa, pero o yo estoy desatinado o más de la media noche es passada. Quiero llamar a mis criados, e sabré si es tiempo para adereçar este bienauenturado camino; pero si es avn temprano para acostar, no es mucho que me incusen de am[a]dor molesto. Ansi lo acostumbro hazer con la pena que me acuçia, que siempre hago mis cosas quándo tarde quándo muy de prissa. Llamaré? Sancto Dios, no sé qué haga. Moços, paje.

Sil.—Señor.

Pol.—Qué hora es?

Sil.—Señor, las doze ha dado el relox.

Pol.—O qué ora tan a mi voluntad. Llama presto a essos moços, diles que me den de vestir. Aderescen armas y lo necessario para este mi concertado viaje.

Sil.—Oyes, Solino?

Sol.—Qué, te toma ya el diablo tan temprano?

[Pg 40]

Sil.—Alto de ay, que llama Policiano mi señor.

Sol.—Aun enoramala madrugaremos a morir mala muerte martes de mañana. Hola, Salucio.

Sal.—Qué nueuas ay?

Sol.—Nuestro amo pide de vestir y manda que nos armemos. Segun Dios le hizo de asno, penssará que auemos de yr con él.

Sal.—Donoso recaudo tiene, en tus manos lo encomiendo, Solino, que por la Trinidad de Gaeta allá no vaya.

Sol.—Ora dexame tú con él, que yo le embiare solo y avn penssará que va más a rrecaudo.

Pol.—Moços, teneys adereçado?

Sol.—Todo está a punto, señor; quién mandas que te acompañe? porque a mi parescer antes deues yr solo que muy acompañado. Mira, señor, que en tales casos como este suele dañar la demasiada compañia, porque ay vezinos que miran por las ventanas e viendo gente de noche a la puerta de vna dama, no dexarán de sospechar algo con que se derrame nuestro secreto.

Pol.—Creo que no es malo tu auiso. Di a esse paje que tome un montante, y dame a mí mi espada e rodela, e quedaos vosotros en casa para aguardar me a la madrugada.

Sol.—De muy buena voluntad. Allá yrás con el diablo a hazer conjuros por las encruzijadas. Si amores tienes, buen prouecho te hagan, y malo, porque sepas de todo. Qué te paresce, Salucio? Qué buena maña me he dado para que no le estorue el requiebro la sobra de la compañia.

Sal.—Descreo de la playa de Valencia si no lo has hecho de capitan; qué digo, moças? Començad a dexar las faldetas, que la cama no estará mal mollida.

Sol.—Digo, hermano Salucio, en la cama de nuestro amo no me hablas? que descreo del diablo si no la he ganado por mi lança.

Sal.—Nunca por esso reñiremos, hermano, que en casa llena presto se guisa la cena; todo lo haze sacar quatro colchones, y esta noche que nos cabe hazer cama de canónigos, pese a tal. Prissa, damas, que se passa el tiempo, e lo que se pierde tarde se cobra.

Par.—Digo, señor Solino, o hi de puta, traydor de Policiano, cómo tiene garrida cama; ansi goze de mí, cada noche quiero ser tu conuidada.

Sal.—Ora, damas, mientras que nuestro amo vela trabajemos en dormir, porque creo estamos muy cerca del dia.

Pol.—Siluanico hijo, muy cerca llegamos de la huerta de mi señora, y el silencio grande me haze tener sospecha de ser nuestra venida muy temprana. Llegate a las ventanas, y estaras atento si oyes alguna señal de mi remedio.

Dor.—Señora, bullicio oygo de esta parte de la huerta. Mira si mandas que me assome para ver qué es lo que passa.

Phil.—Muy passo por entre las puertas, mira si es mi señor Policiano, e no hables si no te certificas de su venida.

Sil.—Ce ce, señora, es mi señora Dorotea?

Dor.—Soy tu muy cierta seruidora. Soy la que por ser tuya no tengo memoria de ser mia.

Sil.—O mi luzero del alba, no penssé que tan presto amanesciera, siendo el punto de la media noche. Mi señor Policiano está aquí. Manda, señora mia; dezir a Philomena que vea lo que quiere que se haga, y entretanto que ellos estuuieren en su plática, daremos conclusion á la nuestra.

Dor.—Sea como tú mandares, pues yo voy.

Sil.—E yo contigo.

Dor.—Señora, aquel cauallero está esperando, e con vn su paje mandó que supiesses su venida.

Phil.—Llégate aquí comigo, no me dexes hasta que dél sea despedida.

Pol.—Es angel dissimulado el que ante mis ojos veo? O es sueño el que padezco para quedar más burlado? Estoy despierto? O no soy yo Policiano? Pues si soy yo, impossible es caber en tan immerito subjecto tantos quilates de gloria.

Phil.—Passito, señor, no hables tan alto, porque duermen aqui los ortolanos desta huerta, e sería grande mal si a tal hora fuesse hallada en tan sospechoso lugar.

Pol.—O mi señora e mi bien todo, qué llengua puede callar lo que mi ánima siente de gloria delante de tu bienauenturada presencia? Por cierto yo creo que Paris con la hermosa Elena, ni el desconoscido Jasson con Medea, ni el cruel Turquino con la castissima Lucrescia, ni Eneas con Elisa Dido, no gozaron del bien que yo en tu acatamiento posseo. Agora que mis ojos vieron lo que jamás penssaron merescer, a cualquier tiempo que mi fin viniere no rescibo agrauio con su venida.

Phil.—Señor Policiano, si creyesses la pena que tus males me han causado quánto ha seydo excessiua a mis fuerças feminiles, esta sola deue ser recompensa de tus trabajos, sin que otra jamás me pidiesses. Y si mayor la quieres porque otra mayor meresce tu firmeza, pide a tu voluntad de mi patrimonio e riquezas sin que pongas lesion en mi honrra tan delicada. Ninguna cosa de la vida me hiziera consentir en tu mal, sino mi bondad sola, a quien más que a tu vida soy obligada. E ansi la natural compassion mia de que te pienssas aprouechar, porque es enemiga de mi fama te auiso que te ha sido muy contraria. Por tu carta e mensagera me certificas de la afficion grande que me tienes; pues si esto es verdad, antes deues dessear tu pena con mi honrra que tu remedio con mi culpa. No me juzgues[563] ser inconstante porque començé a faborescer te y agora te niego el fabor, pues te auisé por mi carta del respecto que tube a tu salud, sin acordar me de cosa que fea paresciesse.

Pol.—Señora de mi vida, si como fui dichoso en mirarte lo fuera en no auer te mirado, aunque perdiera el mayor bien de esta vida, que es auer te visto, fuera bienauenturado en no ver a quien con dura sentencia me condena a muerte, sin merescerla más que con mi atreuimiento en amar. Acostumbrado estaua ya a biuir triste, tanto que con las tristezas tomaua recreacion, por ser tú la causa dellas; pero agora que de mí las auia desterrado con el descanso que de esta merçed esperaua, agora que en mis debilitadas fuerças auia conualescido con la ymaginacion de esta diurna noche, ni mi mal rescibe consuelo, ni mi pena admite el reposo, ni mi coraçon apassionado consiente ningun sossiego.

Phil.—Mira, señor, que me matas con tus quexas apassionadas, e no soy parte para amanssarlas, sin que mi infamia comiençe quando tu quexa se acabe. No pongas, señor, con este acidente en peligro tu vida, y en disputa mi honrra, porque si a noticia de mis padres viniesse, no que te hablo, sino que de ti ni de otro tengo memoria, solamente mi fin te quedaria por aliuio de tus trabajos.

Dor.—Nunca yo medre si más aquí espero; poco a poco se va todo a perder.

Pol.—No consiento que se piense que el temor entibie lo que amor encendio con su fuego. Manda tú, señora, que yo resista e allane qualquier fuerça, que yo acabaré la vida con quedar en el mundo mi nombre por espejo de fortaleza. Mira, reyna mia, que el valor de tu persona haze osado mi atreuimiento, porque ningun seruicio puedes rescebir que en quilates suba a la alteza de lo que meresces.

Dor.—Ce, señor Siluano.

Sil.—O mi señora Dorotea, no sé si meresce perdon el agrauio que esta noche he rescebido, pues creo que de voluntad me has dexado esperar hasta agora. Pero dexadas aparte mis quexas, qué sientes de mi dolor causado de mi afficion?

Dor.—Señor mio, lo mismo que de mí siento deuo sentir de tu pena, pues con una misma saeta están heridos dos coraçones. Como me amas te amo, como me quieres te quiero. Despues que aquella buena madre Claudina me nombró tu apazible nombre, huyó de mí mi libertad, [Pg 41]e no soy parte para querer más de aquello que de mi quisieres ordenar.

Sil.—O mi señora, que nunca me burló mi confiança. E pues estas redes duras impiden agora nuestro gozo, nuestro final requiebro se dilate hasta que Policiano mi señor acabe con Philomena estos sus prolixos amores. E porque me parece que se despiden, yo me aparto a esperar a Policiano e los angeles queden en tu guarda.

Dor.—Y a ti acompañen como yo desseo.

Phil.—Cauallero, ya no es razon se dissimule y passe en secreto lo que mis apassionados desseos tan a la clara publican, porque si las tinieblas de la noche no impidieran tu vista, en mis señales públicas conoscieras mis congoxas secretas. Algunos dias han passado despues que tus cartas e amorosos mensages rescebi, en que mis captiuas fuerças han rescebido muy rezios golpes, e yo varonilmente contra ellos he peleado. Pero al fin, si como tengo el coraçon de carne le tuuiera de un rezio diamante, no dexara de caer de mi voluntad en la tuya: tal ha seydo el combate que en mi coraçon he sentido. Finalmente estoy rendida a tu querer, porque eres quien en mis ojos más meresce de los nascidos. Ordena, señor mio como nuestros apassionados desseos ayan aquel effecto que dessean, porque hasta esto ningun momento passará que para mí no sean mil años de infernal tormento. Las fuertes rexas de estas ventanas impiden el remate de nuestros sabrosos amores. La mañana paresce que comiença a embiar sus candidos resplandores por despidientes mensageros de nuestro gozo. Toma, señor mio, la possession de mi voluntad, e della e de mí ordena de manera que mi passion se afloxe y la tuya se acabe, e si te paresciere, para la noche venidera se quede el concierto por las cercas de esta nuestra huerta, por la parte donde el rio bate en ellas, que es lugar más sin sospecha e donde yo estaré esperando tu venida, no menos que mi desseada libertad.

Pol.—Pues, señora mia, angel mio, descanso mio, la claridad del dia causa el eclipsi de mi coraçon, con la forçosa partida de tu presencia: yo acepto la merced a la hora e por el lugar por ti determinado. Yo me voy, e la gracia de Dios te acompañe.

Phil.—E contigo vaya, e te me dexe ver con la breuedad que yo desseo. Muy passito, Dorotea, al passar del retraymiento, porque no seamos sentidas de mi señor Theophilon, pues Dios me ha librado de las manos destos cauadores; qué te paresce que hagamos?

Dor.—Que aunque no sea para más de dissimular, nos tornemos a la cama hasta que sea la ora en que acostumbras leuantarte.

Phil.—Bien has dicho, pero cómo reposará quien su reposo tiene en poder ageno? Cómo dormira quien tiene el coraçon captiuo? Ydo mi señor Policiano, mi ánima lleuó consigo. O mi angel, o mi señor, por qué te consenti apartar de mí? Por qué te dexé de la mano al tiempo que te posseya? O rexas, rexas, mal fuego os consuma, que solas vosotras defendistes mi refrigerio e toda mi gloria. Pero si en otra tal me veo, no lloraré mi daño que causare mi negligencia.

NOTAS:

[561] En el original se numera equivocadamente XXII acto.

[562] Saulcio, en el original.

[563] En el original, suzgues.


[Pg 42]

ARGUMENTO DEL XXI ACTO

Polidoro e Machorro, hortolanos de Theophilon, estan cauando en la huerta; llega Theophilon y encargales la labor, e donde a poco vienen Philomena e Dorotea a la huerta, dende Philomena dize a Dorotea el concierto que tiene con Policiano, etc.

Polidoro. Machorro. Theophilon. Philomena. Dorotea.

[Polid.]—Hola hola, Machorro, alto, adereça las açadas e almocafre, porque antes que nuestro amo venga el açequia esté limpia, los naranjos descubiertos, e cogeremos el azahar de los çidros, e aun escauaremos vn buen rancho de limones.

Mach.—Yo tomo de coto aporcar el cardo, regar la verengena, escardar la yerua buena e torongil, trasponer vn tablar de col murçiana. Esto hata que sea hora de la beuedilla, que soncas en ayunas mal se puede her hazienda de mas al jobo.

Polid.—Dom'a Dios sino me leuanto esta mañana mas laçio que col trasnochada, no se me yergue ell aliento para her hazienda. Para calonigo estó aora bueno.

Mach.—Prissa prissa, que no engorrará el zagal con ell aparato, y entretanto ell açada ande derecha, que acabada mi tarea te ayudaré a rregar el lechuguino, que ay en ello bien que afanar.

Polid.—Antañazo trabajé con Teodosio su hermano de nuestro amo, mas algo que de mejor jornal sacaba hombre que no agora.

Mach.—Ansi me dizen; que da buena soldada a los que andan en su hazienda, e aun par Dios ques m'antojado de coger me con él vna temporada, son por no enojar a Theophilon que es hombre de bien.

Polid.—No era Dios alboreado quando mos embiaua la bota hata las empulgueras, la cedra llena de hogaça, que auie bien que desbastar; ortaliza no marraua, a la noche olla e quarenta de jornal pagados en somo la tabla.

[Mach.][564].—Prissa, diziendo e haziendo, como la borracha al jarro, pues aun nuestro amo no paga mal por buena fe: a rreal e olla a medio dia, e pan abasto e ortaliza quanto hombre puede desgarrar, e ver a nuestra ama la moça sobre comida, que vale más que todo.

Polid.—Esso ha, boto yo al ciego. O hi de puta, e cómo se despeluzan los pelos[565] desque ensoras la veo.

Mach.—Cata cata, que tambien presumes tú de garçonia como ell otro çanquiuano que la festejea?

Polid.—Par Dios, amorio la tengo que ensoras me medio fino desque la estoy desmaginando.

Mach.—Bueno va, e avn para ti como dizen se peyna la otra. Par Dios, vn zagalon anda por alderredor de casa todo este verano que cuydo que deue ser su requebrado, segun que las bueltas da por estas entreçercas.

Polid.—Ora nuestro amo viene, no hablemos mas en este causo.

Theoph.—Cómo anda la labor, Machorro? Cómo estan los çidrales despues de aquel nublo de antenoche?

Mach.—Por Dios, nuestro amo, que se han agastado mucho, y el malhojo que les cae me da mala espina dellos. Estan plantados en tierra arenisca, avn donde no ay acogidas de las luuias, mal caletre tienen, dame en qué pararan.

Polid.—Vale que estan como en ladera, e los vnos defienden a dellelisco a los otros, que de otra manera no vuiera quedado brusco.

Theoph.—La ortaliza se cure, que esté bien escardada de yerua y espina e cardo, y esto se haga a tiempo que la tierra tenga humedad e esté bien temporizada.

Mach.—Bien deue de entender nuestro amo de hancio de agrecoltura, pues a mosotros el cargo, que la huerta estará qual cumple.

Theoph.—Paresce me que estos laureles estan estragados de sauandijas; soltad los perros algun rato para que un rato con otro las espanten.

Polid.—Do yo al diabro el barzino si en toda esta noche paró su ladrido, e asmo que se deuen recelar de zorras que en esta huerta se entran por los albollones y estragan lo que hombre afana, mas yos boto a Lucifer que yos les arme alguna noche qualque trampa que tengamos caça maguer que se engorra.

Theoph.—Pues, Machorro, donde tú andas yo estoy cierto que abrá buen recaudo.

Mach.—A buena huzia, nuestro amo, ell almuerzo venga, que en lo al pierde cudado. Qué digo, Polidoro hermano, comol suenan acos chamelotes a nuestramo, allentos me toman de emplear el jornal de dos semanas en otra gauardina como aquélla.

Polid.—Mira, Machorro; par Dios que estoy por dezir que es mejor hato el gauan que aquellos pellejos de gato, al menos si haze ventisco mejor abriga las coradas. Si el sol resprendea en demasia, debaxo del gauan se escapa hombre. Pues si se desmanda el pedrisco, mi capote hara lo que no haze su chamelote.

Mach.—Mia fe. Polidoro hermano, no les tengo embidia [á] sus mangotes. Quantis que aquestos que enfingen de escoderia no tienen son mucha veleza e poca salud. Yo ha que biuo del afan de estas manos y a la ley de Dios. Estoy contento con mi trabajo, e no hago mal a mi vezino.

Polid.—O Machorro hermano, no hay tal como ganar hombre el gouierno con el sudor de la cara, la olla podrida, y el gauan no muy roto, y el testamento en la vña. Todo lo al es echar ell alma a los perros.

Mach.—Aquestos escoderotes, mal pecado, comen de lo que hombre suda, e visten de lo que hombre afana. Estan llenos de dineros, y avn no menguados de cordojos.

Polid.—Dalo a huego, Machorro, biuamos como Dios manda, que esto mi fe es lo que vale. Coman se ellos sus perdigones e dexen me a mi con mi hogaça e macho, que me sabe como Dios hizo la nieue.

Mach.—Prissa, que te oluidas el golpe dell açada, y allego yo al cabo del tablar viejo, e a ti no te luze la labor que a cargo tomaste.

Polid.—Basta que me crezca la gana de beuer, aunque se me acabe la que tengo de cauar. Dios me liembre a bien hazer. Di, Machorro, liembrase te de Collaço, el capataz de Caldorio el viejo?

Mach.—Y avn de Lamberta su zagala, que más de quatro noches me ha dado malas.

Polid.—Pues abonda que el sacristan la festejea, y a ella que nol pesa mucho por auer nascido.

Mach.—Dola ya al diabro, que a la contina fue ganosa de manteles. Tambien antañazo anduuo aqui medio de puntillas con Frontino el cogedor de la humazga: no hará ya aquella moça cosa que buena sea. Prissa, prissa, que sube el sol por el ventanaje, e no está llena ell alberca de los adoquines.

Polid.—O hi de puta, qué açada esta para reboluer vassura entre estos mançanos nueuos! Tal sea mi uejez qual ella es, si la bota cumpliesse las marras.

Mach.—Ox, ox, ojo a la puerta, verás a nuestrama la moça qué resplendiente viene de mañana. O hi de puta, y chen la sobase aca pechadura, e le assentase media docena de nalgadas en acas llunadas muertas.

Polid.—Calla, que viene cerca. Do te al demoño enalbardado.

[Pg 43]

Phil.—Dorotea amiga, despues de la passada noche y de aquel açucarado rato con aquel cauallero passado, no he auido oportunidad para te dezir lo que con él tengo concertado.

Mach.—Alleguese acá, señora nuestrama, tome de la verdura.

Polid.—En secreticos andas? Cabal anda la cuenta; en tres pies deue de estar la domenica.

Dor.—Señora, habla passo, que estos villanos son maliciosos.

Phil.—Amiga mia, mi sola secretaria, aquel cauallero se fue, e consigo llenó mi coraçon e mi alma, y si alguna parte dexó en mi, más fue para amar que para animar. Su fidelidad de amor es tanta e tan fiel, que no bondad sino ingratitud fuera dexarla de conoscer, e con el conoscimiento no gratificarla. Pues como mis fuerças han seydo antes de agora combatidas, e con tan rezios golpes de amor mis entrañas quedassen aportilladas, fue el impetu amoroso que de su vista rescebi tan bastante, que destruyó mi verguença, robó mi honestidad, e finalmente tomó la verbal possession de mi captiuo consentimiento. Dile mi sí de le aguardar la noche que viene en esta huerta de mi padre, y aunque el temor despues acá me ha hecho algun tanto de resistencia, es el amor tan poderoso, y está tan encastillado en mis tan pocas e flacas fuerças, que ningun inconueniente basta para estoruar mi enamorado concepto. Dime, amiga mia, lo que te paresce, con condicion que en caso de impedir mi determinacion no gasto tiempo porque será mal gastado.

Mach.—Ha, señora nuestra ama, de guis que no chere de la fructa? De a rauia su mecé tanta filosomia con la moça y tome dell albahaca.

Phil.—Luego, Machorro.

Polid.—Ea, pues, ata me si ha gana, que está hombre parado por atendella.

Mach.—Prissa, prissa, que ella se llegará si le pluguiere.

Dor.—Señora mia, en el coraçon determinado dizen los que algo entienden que mal se rescibe el consejo; pero ya que este mal ha de venir en effecto, bien será que miremos cómo se haga menos mal, e que de dos daños el menos rescibamos por bien. Estos villanos duermen en esta huerta, e tienen el dormitorio en los poyos de aquel jardin, e pues se cree que el cansançio del dia e la çena de la noche los dexará presos del sueño, el tiempo de esta visitacion sea al punto de la media noche y por la parte más secreta de esta huerta. Plego a Dios que los perros no uenteen y acometan a hazer su officio, porque si tal cosa fuesse, todo tu gozo en el pozo, e tu concierto seria desconcierto, e muerte de muchos e infamia de la casa de tu padre.

Phil.—En mi coraçon estás, e como yo lo siento lo sientes, pues lo que yo temo has apuntado que temes. El concierto está hecho al punto de las doze por la parte de la cerca donde bate el rio en la huerta. En manos de la fortuna encomendemos nuestros apassionados desseos, que donde ésta no fauoresce nunca ay succession venturosa. E porque estos cauadores no sospechen mal de nuestro largo secreto, no se hable más en esta materia.

Mach.—O gozo bueno vea della la que la pario, quan roçagante fegura trae su meçé.

Dor.—Di, Machorro, por tu vida, paresce te bien mi señora?

Mach.—O, pese a quien me hizo el sayo con la parescida, si el rato que la está hombre oteando no me semeja son que los memoriales estan en passamiento.

Phil.—Miras me con buenos ojos, Machorro, e parezco te más de lo que soy.

Mach.—Con buenos ojos dizes, señora? Boto a la coronica de Olmedo que me escantas la condicion con sola tu catadura.

Polid.—O, vala te la maldicion, e qué ensenito enamorado enfinges.

Mach.—Tome, señora, este ramo de limon con que se espacie, e perdone que se le do con la mano.

Dor.—Deuias con el pie.

Phil.—Yo te lo agradezco, Machorro, e queda te a Dios, que nos vamos.

Mach.—Yda buena vaya con ella.

NOTAS:

[564] Del contexto se deduce fácilmente que este trozo, á guisa de réplica, corresponde á Machorro, nombre que suplimos por faltar en el original.

[565] En el original, palos.


[Pg 44]

ARGUMENTO DEL XXII ACTO

Palermo e Piçarro, hallando se solos, acuerdan de yr a casa de la Claudina para pedirle compañía, donde siendo llegados la Claudina vende su hija a Palermo e a Libertina para Piçarro, e hecho el concierto se acaba este acto.

Palermo. Piçarro. Claudina. Parmenia. Libertina.

[Pal.]—Descreo de la playa de Valencia y avn de la vida de Barrabas torno a descreer, con tanta soledad como aqui passamos. Vida es esta? no creo en la ley del quaderno, si no me determino de perder la vida que tengo por auer vna yça que me ayude a ganar el roço. Esto ya el diablo se lo quiere, no tengo la vida en tres sueldos, harto estoy ya de comer pan con corteza.

Piç.—Descreo del tabernaculo viejo si tú no andas tramando algo con que demos ell alma al diablo y el cuerpo á los alanos; demos vna gatada en casa de aquella puta vieja de la Claudina, e hagamos la que nos muestre su martilojo de putas, e si alguna vuiere no muy marcada que tenga razonable gesto e mejor adereço de mueble, echalle hemos la garra y daremos con ella en el estancia, donde descreo de la vida en que biuo si la misma muerte me la desengarrafe de mi poder.

Pal.—O, reñego de la ribera de Tajo, pues no es afrenta grande uer vn hombre de honrra yr cada dia con su jarro al bodegon? sino que cueste lo que costare, e vna daifa en casa que sirua de ama e moça y avn passe por dueña.

Piç.—Bien lo has acordado, pues alto; pon los pies en el camino. Oyes, mochacho, mira por la casa, por las paredes digo, que, Dios sea loado, no tropeçará nadie en el axuar.

Pal.—O ventura. Boto a tal no sé en qué se va: treynte años ha que toco los atambores e hago el son en la puteria, e mas ha de quinze que ando hecho[566] estantigua por los çimenterios e a sombra de tejados, y encomiendo al diablo otra cosa he ahorrado sino desta mano derecha. Medio ojo me arrebataron en Bilbao, y este rascuño me dieron en Xerez de la Frontera. Blanca, si no es en la cabeça, do yo a Lucifer la que yo mando. El vn lado me hiede a çimenterio, y el otro a espital pobre: no es vida esta passadera.

Piç.—A casa de esta vieja llegamos, procuremos de metella el diablo en el cuerpo, que de grado o de fuerça nos dara qualque putana.

Pal.—Quién está en su casa?

Par.—Quién llama ya de mañana? No pudieramos agora passar la siesta sin huespedes?

Pal.—Ho salue y guarde a la madre vieja y la compaña.

Piç.—Descreo de tal si no venimos a tiempo que aunque esté comida la pulpa no mancarán vn par de huessos.

Clau.—Jesu, Jesu, hijos de mi alma, quál nublado os aportó por estos barrios? Llegate, hijo Palermo[567], ay par de essa mochacha, e tú, Piçarro, sientate ay con Libertina, e alcançad sendos bocados.

Par.—Qué has auido, señor Palermo, vienes con algun embaraço?

Pal.—O descreo del cuerpo de mi amiga con quien tal pregunta, e quándo suelo yo biuir sin quatro dezenas de tramas, que la menor me cueste la vida? No creo en la fe del soldan si hallasse con quien matarme, si pudiesse auer en casa mejor pasqua.

Lib.—Jesu, defiende me tú, Señor, de hombre tan arrebatado.

Clau.—Qué aueys auido, hijos, que tan ganoso viene Palermo de morir? Jesu me libre y me defienda; ten paz, hijo, con todo el mundo e biuiras alegre y moriras bien logrado.

Piç.—O, pese a tal con la puta vieja, despues de bien puta haze se nos candelera. Danos, descreo de la vida en que biuo, sendas putas que nos siruan, e nos socorran en nuestra pobreza, y el consejo dale por allá a quien más le ha menester.

Clau.—Andá noramala, hijos, no seays vellacos. No podeys dezirme vuestras necessidades sin amenguar mis tristes canas? Como he dado recaudo a otros a quien menos soy obligada, no os dare a vosotros dos e tres moças, y más quantas por derecho deua?

Par.—Ce, madre, ya me entiendes, a tiempo vienen.

Clau.—Ya ya, no mas.

Pal.—No hables en secreto, madre; si no reniego del pilar de Victoria si no lo encomiendo todo al diablo.

Clau.—Hijo Palermo, ten seso e paciencia e ganarás comigo dineros. Descendid acá abaxo, locos, que os quiero hablar un poco en secreto.

Piç.—Vamos, pese a tal, siquiera sea en casa de Barrabas.

Clau.—Sentaos, hijos, en essa escalera, e hablad passo, no nos entiendan estas rapazas. Mirad, hijos mios, ya sabeys que es mi officio ganar de comer entre los buenos, e que quien fuere mi amigo me ha de acarrear mi prouecho. Yo tengo an[568] casa estas dos moças frescas como vnas rosas e mochachas para todo, e ansi goze yo mi vejez como a mi Parmenica me pid[i]o oy vn cauallero con quien no se perdiera nada si yo dar sela quisiera, y a essotra rapaza me han pedido muchos, sino que por no ver me sola no me he determinado; pero porque conoscays la voluntad y amor que os tengo, yo os las quiero dar por vn cierto tiempo hasta que veamos cómo lo hazeys con ellas, e ha de ser con esta condicion: que mireys por ellas e os tengan por amparo, os siruan la casa, e las tengays por amigas, mas si algun lançe se les offreciere con que ganen dos doblas, de la parte que os cupiere tengo yo de aver la mia, pues que, mal pecado, para esso he criado a la vna y a la otra he aluergado en este rincon para que me ayuden a passar esta vida. Y esto que aqui queda entre nosotros concertado ha de ser tan secreto que la tierra no lo sienta.

Pal.—Ora, madre señora, gran merced rescebimos con lo que por nosotros hazes. E si ellas van a la estancia, descreo de la tierra de Fez si no les valga más vn dia que ciento de quien más haga por ellas. Ellas procuren de ser las que deuen e no nos rebueluan cada dia nueuas trapaças, e en lo demás en caso de buscar quien les dé diez doblas, hagan lo que quisieren, que aqui las ayudaremos.

Piç.—Yo las faborescere con mi persona y lo que tuuiere, y aqui el señor Palermo, que es amigo del tiempo viejo, todos las auemos de [Pg 45]seruir e poner la vida por lo que a su chapin tocare.

Clau.—Pues, hijos de mi alma, en esto no se entienda más por agora. Vosotros os podeys yr con la bendicion de Dios, porque yo quiero tocar el pulso a las moças, e no que vosotros esteys delante: mañana en la noche dad por acá la buelta, que ellas estaran a punto y lleuar las heys en buen hora.

Piç.—Ora, pues, madre Claudina, lo dicho dicho.

Clau.—Yd, hijos, con Dios, que yo haré lo que digo. Qué hazeys, loquitas? Aora aueys mirado, qué feroces venian aquellos diablos? Qué es esso, Parmenia? Qué ojos son essos que tienes? Qué has auido despues que yo descendi?

Lib.—Madre, ella ha entendido lo que dexas concertado, y despues que de aqui fuiste no haze sino llorar.

Clau.—Ea, ea, bonita, lagrimitas agora, qué me agradan! pues qué te pensauas? que toda tu vida te auia de tener a un lado? No me faltauan otros duelos. Muger eres ya hecha y derecha, e bien sabes ya el pan con que te has de hartar. Ya he trabajado con mi vejez e pobreza hasta ponerte en hedad y en estado que sepas ganar de comer. Biue, hija, por tu pico, e no seas niña toda tu vida. Cata aqui a tu compañera Libertina, que no ha seydo toda su vida sino como una martir, donde quiera que la he lleuado, siempre muy conforme con lo que yo la mando; tuerto o çiego, el amigo que la doy esse tiene ella por perlas orientales.

Lib.—Qué quieres, madre, que haga? Quando a tu casa me llegué yo vine pobre e desnuda, que en mi camisa no ataran blanca de cominos; agora, Dios loado, cayendo e leuantando, no faltan dos reales e vn razonable vestido. Veo que si quiero comer no ay quien me lo estorue, e que duermo descuydada con no faltar la comida; mientras esto durare, ahorquen a todo el mundo.

Par.—Qué quieres, madre, que sienta? Pues que me veo moça y afligida e con desseo de gozar mi alegre moçedad, e toda mi vida encerrada hecha mesonera de vellacos, y agora que en tu vejez esperaua algun buen pago, has me vendido a un rufian, que no sé lo que de mí querra hazer. Veome sola, e huerfana de padre, e desamparada de ti, que en fin eres mi madre, en quien he puesto mi amor toda mi vida. Si mayor mal quieres, si a muger tan temprano persiguio la fortuna como a mí, tú, madre mia, lo mira, e ansi me pon el remedio.

Clau.—Mira, Parmenica, haz lo que yo te mando, toma mi consejo, e no te pongas comigo en disputa si hago bien o mal. Más vieja soy que tú, más sé del mundo que tú, e más se me entiende que a ti. Si vas en compañia de Palermo, no vas a tierra de Moros, muestra te a dexar la teta, que ya duro es el alcaçel para çampoñas.

NOTAS:

[566] En el original, heccho.

[567] En el original, Parlermo.

[568] Así en el original


[Pg 46]

ARGUMENTO DEL XXIII ACTO

Theophilon, padre de Philomena, conosciendo en su hija algun nueuo desasosiego, habla palabras muy graues a Florinarda su muger sobre el descuydo que tiene en el castigo de Philomena, e llama a Siluerio e Panphilo sus criados en secreto, a los quales encarga que maten a palos a la vieja Claudina, etc.

Theophilon. Florinarda. Siluerio. Panphilo.

[Theoph.]—Florinarda amiga, muchas uezes he desseado auisarte que como honrrada matrona enmiendes algunos descuydos en la gouernacion de nuestra casa y en la guarda de nuestra honrra, porque con muchas e muy biuas ocasiones a esto soy compelido; pero considerando que la flaqueza feminil no deue ser molestamente tractada, e que las negligencias que no nascen de malicia con facilidad son corregidas, he acordado de callar hasta que veo nuestra honrra dando baybenes y a punto de caer en algun hoyo de immortal infamia. Muy escusado me fuera a mí, que soy padre, desuelarme en el castigo de Philomena mi hija, si como tú eres dueña noble fueras madre cautelosa. Pero semejante[569] exercicio de corregir donzellas, al varon es vergonçoso quanto a la muger más honesto. En confusion tuya, y en demasiada pena mia, te doy auiso que de algunos dias a esta parte conozco en Philomena nuestra hija alguna nueua desemboltura causada de tu muy notable descuydo. He conoscido en ella ser amiga de la ventana, e avn no muy enemiga de ser vista, que es en la donzella vn gusano para su nombre tan delicado. Tambien me dizen que vna mala vieja que dizen la Claudina frequenta mucho nuestra calle, y avn nuestra criada Dorotea no dexa de visitar su casa; en el tiempo que Philomena nuestra hija fue templada en sus palabras, honesta en el aspecto, recatada en su persona, e retrayda en su exercicio noble, ninguna nouedad que yo en ella conosciera causara en mí deshonesta sospecha, porque la muger virtuosa donde quiera es buena hasta que viene a dar señales de mala. No piensses, mi Florinarda, que por lo que en nuestra hija siento de nueuo se me aya entibiado el amor paternal, sino que la experiencia que tengo del mundo me causa cautela, e la cautela temor, y el temor me da pena, e la pena produze en mí semejantes effectos; solamente quiero que sepas, si no lo sabes, que ay en las mugeres tanta fragilidad, que con muchas guardas apenas se guarda vna, e con vn pequeño descuydo pueden venir todas en perdimiento. Nuestra hija es noble, pero es muger; es illustre en sangre, pero muy moça en los dias, y aunque el natural y la nobleza la hagan buena, puede se peruertir con el aparexo de ser mala. Mira, Florinarda, por nuestra hija, e castigala con amor en secreto, porque no venga a tiempo que se digan en público sus maldades.

Flor.—Theophilon, señor mio, admiracion grande me causa tu plática sospechosa, e la materia della me acaba las fuerças de pena, porque en nuestra vnica e tan amada hija no solamente no he conoscido maldad, pero jamas senti en ella indicio ni aparencia de liuiandad. Si ama estar a la ventana, e yo no se lo defiendo siendo madre, no procede de mi descuydo, sino de la confiança que tengo en su honesta condicion. Bien veo que se alegra con mirar como moça, pero tambien piensso que es tal su honesto recatamiento, que alançara qualquier pensamiento liuiano; ni nuestra hija es tan astuta, ni yo tan descuydada, que ella pueda mirar sin que yo la vea ni hablar sin que yo lo sienta. En todos los actos y exercicios suyos hasta oy no me acuerdo auer visto alguno que merezca algun género de castigo; pero si yo como muger, aunque vieja, no tengo astucia bastante para velar semejante castillo, e tú como uaron e padre conosces que algun descuydo notable he cometido que deba emmendar, manda me con auiso, que yo obedescere con el amor que a ti deuo é a nuestra hija soy obligada.

Theoph.—Mira, Florinarda, si como eres incauta hembra fueras varon cauteloso, ni me pidieras la causa de mi reprehension ni quisieras otra más para guardar tu hija de conoscer la muger e moça, por lo qual es inclinada a todo linage de vanidad. No te pido que dexas a tu hija que sea mala, sino que puedes con tu descuydo dar la ocasion que no sea buena, porque de ser la madre descuydada viene la hija á ser desvergonçada, e quando tal la conoscieres, o tú deues procurar de perder la con darla la muerte o aparejarte al perdimiento de vida é honrra tan delicada. Qué más ni mayores señales quieres de la nueua liuiandad de Philomena sino verla sin reposo en el bastidor e en su rostro postizo color, amiga de andar en secretos con la moça e muy fácil de visitar la puerta? Grandes señales veo en ella de su perdicion, e ningun remedio para remediarla sino con la sepultura. A mi parecer deuemos tomar por vltimo remedio, porque es el mejor, que tú, pues eres su madre y mas continua compañera, biuas en auisada cautela de aqui en adelante con ella, sin darla a sentir que de su mudança de costumbres auemos tenido nueuo sentimiento; y esto porque el crimen de liuiandad en la muger no se ha de castigar sino con la muerte, e qualquier castigo que este no sea no es sino una licencia para que sea mala con la facilidad[570] de la pena. En esto, amiga mia, te encomiendo seas tan cuydosa quanto hasta agora has sido descuydada, porque no menos se puede adobar nuestra hija e mitigar nuestra pena con el auiso futuro que agora está dañada con el descuydo passado, e porque este negocio e lo que dél tengo secreto, por su grauissima qualidad no requiere tantas palabras quanto poner las manos en el remedio e venir a las obras, tú, amiga, harás de tu parte lo que con tanta pena te tengo encargado, que yo de la mia haré como padre lo que a mi honor soy obligado. Ve, señora, a entender en tu hazienda, que yo me quiero quedar solo a rezar mis acostumbradas deuociones. Solo estoy y apassionado porque la honrra de mi hija, en quien la mia consiste, veo puesta en el postrero remate. Qué haré? con quién me aconsejaré? El coraçon apassionado para ningun negocio arduo tiene saludable consejo. Llamar quiero a Panphilo e Siluerio mis criados para que con su libre entendimiento reparen el mio que está con la pena dañado. Oyes, Siluerio, Pamphilo, dónde estás?

Sil.—Aqui estamos, señor.

Theoph.—Entrad acá, e çerrad essa puerta del retraymiento, porque quiero que mi plática sea secreta. Dezidme, vosotros no comeys mi pan? vosotros no estays en mi casa? no mirays mi honrra como criados, pues yo procuro vuestro prouecho como señor? Cómo, no parays mientes que mi honrra e fama anda destruyda? quién entra en mi casa? quién habla con mi hija? quién le da ocasion para ser liuiana? dime, Siluerio, qué sientes de su liuiandad?

Sil.—Señor, la grauedad de tus palabras e la nouedad de tus reçelos me tienen atonito e sin sentido, y la sospecha que pones en mi fidelidad me tiene de todo punto corrido. Nunca Dios quiera que en Philomena mi señora yo haya conoscido liuiandad, e si la conosciesse, en mí no auria falsedad para encubrir secreto tan delicado. Porque tú eres mi señor, e como tienes obligacion de gratificar mis seruicios, tienes poder para castigar mis deffectos. Verdad es que mi señora Philomena se alegra como donzella moça, pero conozco que se recata como persona illustre.

Theoph.—Dime, Pamphilo, tú no has visto entrar en casa una vieja falsa que llaman la Claudina?

Pamph.—Señor, sí algunas vezes.

Theoph.—E ha hablado en secreto con mi hija Philomena?

Pamph.—De esto no tengo noticia. Porque siempre que essa vieja ha venido aquí, mi señora Florinarda ha estado en la posada.

Theoph.—Pues la conclusion de mi platica sea que yo estoy sentido de la nueua conuersacion de aquella vieja con mi muger e hija, e la he mandado que no entre en mi casa so pena de perder la vida. Cumple a la mia y a mi honrra que vosotros como fieles criados y en quien tengo dende vuestra niñez puesto mi amor, mireys cautelosamente los passos de mi hija e andeys en assechança con esta vieja falsificada, e donde quiera que la pudieredes auer, viniendo a mi casa pública o secretamente, le acabeys la vida a palos, que yo gastaré mi patrimonio e pondre mi vida por lo que sobre ello se os offresciere.

Sil.—Señor, hacer lo hemos como a tu seruicio se deue, aunque yo no quisiera que la primera cosa de afrenta que me mandas fuera poner las manos en una muger e vieja, pero no quiero poner escusa porque no pienses que niego tu mandamiento.

Pamph.—Ora, señor, a nosotros el cargo, que la embiaremos a çenar al infierno antes que tenga remedio de buscar quien de nuestras manos la defienda.

Theoph.—Pues, mi Pamphilo, en lo dicho no aya más.

Sil.—Señor, pierde cuydado, que no lo has dicho a sordos ni descuydados.

NOTAS:

[569] En el original, por semajante.

[570] En el original, faclidad.


[Pg 47]

ARGUMENTO DEL XXIIII ACTO

Venido el tiempo con Philomena concertado, Policiano llama a sus criados para yr a la huerta de su señora; embia delante a Siluanico, e lleua consigo a Solino e Salucio; llegados a la huerta ponen el escala e Policiano entra, donde halla a Philomena esperando con Dorotea su criada. Los perros de la huerta sienten la gente que anda por ella; finalmente, entrado Policiano e rescebido de Philomena, gozan de los vltimos dones del amor, y entretanto Dorotea passa con Siluanico su requiebro dende las ventanas de la huerta, e despedido Policiano de Philomena, Policiano se torna a su posada e Philomena a su cama, e se acaba este acto.

Policiano. Solino. Salucio. Siluanico. Philomena. Dorotea. Polidoro. Machorro.

[Pol.]—Moços, moços.

Sol.—Señor.

Pol.—Dame mi espada e rodela, e adereçad vuestras personas, si os paresce que es hora de yr este bienauenturado camino. Toma, Siluanico, essa escala de cuerda debaxo de tu capa e vete delante a dar nos auiso de la gente que anda por la calle.

Sol.—Señor, todo está a punto, vamos quando fueres seruido.

[Pg 48]

Pol.—Vamos, y los angeles sean en nuestra guarda.

Sal.—Oyes, Siluanico, anda delante dissimuladamente hazia la huerta de Theophilon, e si alguna persona vieres de quien podamos ser sentidos harás vna seña para que nos pongamos en cobro; e mira que lo hagas a tiempo, ya me entiendes.

Sil.—Muy bien. O dichosa venida. O plazer incogitado. O camino deleytoso. O cómo se me haze mejor que a Dios lo pido. O mi señora Dorotea, si como yo te desseo me esperas, bendicto pensamiento tan bien gratificado. Cantar quiero vn cantarçillo para recordar á quien duerme:

Páreste á la ventana,
niña en cabello,
que otro parayso
yo no le tengo.

Sol.—Oye, oye, señor, cómo canta Siluanico. Por los euangelios que es deleyte de oyrle con el silencio de la noche.

Pol.—Oye te que canta.

Sil.

Fonte frida, fonte frida,
fonte frida e con frescor,
do todas las auezicas
tomauan recreacion,
sino es la tortolica,
que está sola e sin amor,
que ni posa en rama verde
ni en arbol que tenga flor,
ansi biuo yo cuytado
por amar vn nueuo amor[571].

Phil.—No oyes, Dorotea, qué voz tan apazible es la que suena? Conosces algo en aquel cantar?

Dor.—Sí, señora, mucho conozco: aquel es el paje de Policiano, seña deue ser de su venida.

Phil.—Los angeles todos le acompañen e libren de mal. Mira, Dorotea, despues que mi señor Policiano aya entrado, dexa me sola gozar dél, no impidas mi gozo tan desseado: no quiero testigos de mi vergonçoso deleyte. Estaras atenta e mira si en el retraymiento de mi padre suena alguna sospecha de mi secreto yerro, e no te descuydes si algo sintieres en dar me auiso con breuedad antes que seamos sentidas.

Dor.—Está segura, señora, que no ay agora en casa semejante sospecha.

Pol.—Poned, moços, essa escala por esta parte que dize mi señora que es el lugar más sin peligro, y esperad me en vna parte donde no seays conoscidos e auidos por sospechosos.

Dor.—Señora, ya sube Policiano, yo me aparto a esta ventana.

Phil.—Ve, que yo bien acompañada quedo.

Pol.—Es mi señora Philomena? es la thesorera de mis plazeres? soy yo Policiano? O mi gloria e mi descansso, quanto me hallaria bienauenturado si creyesse que esto no es sueño.

Mach.—Huera aqui, Manchado, que te toma el diabro a media noche.

Polid.—Maginado tengo que andan zorras entre estas arboledas segun que esta noche se despepitan estos perros.

Mach.[572]—Huera aqui, Bardino, avn el diabro cro que ha de auer parte en él esta noche.

Phil.—Passito, señor mio, que duermen cerca estos hortolanos, e temo que estos perros nos han de impedir este gozo tan desseado. O mi señor e mi solo descansso, o mi bien e mi soberana alegria, toda esta noche me he desuelado con la ymaginacion plazentera desto que contigo posseo, e agora que en mis braços te tengo, dos terribles cuydados enturbian mi mezclado gozo: temor que auemos de ser sentidos e que el alba ha de partir esta vnion enamorada. Tu presencia da luz a mi coraçon, e si de mí te apartas, no menos ecclipsada que la luna, absente de Phebo, quedará esta tu captiua con tu ausencia.

Mach.—Huera day, Bardino: si arrebato vn garrote.

Polid.—La rabia tienen esta noche, que no pára su ladrido. Si las paredes fueran baxas no dexara hombre de penssar qualque ruyndá. Torna aqui, Manchado.

Sol.—Por tu fe, Siluanico, que cantes vn poquito al falsete, que huelgo mucho de oyrte cantar.

Sil.

Lagrimas de mi consuelo
que aueys hecho marauillas
e hazeys,
salid, salid sin recelo
a regar estas mexillas
que soleys.

Sal.—Par Dios, Siluano, graciosamente lo cantas. Di por tu vida otro poco, que me espacia el alma tu suaue melodia.

Sil.

Mis ojos pues que miraron
a quien más que a ssí quisieron,
paguen pues lo merescieron[573].

Sol.—Oye, oye, Siluanico, ojo a la ventana.

Sil.—Qué te toma el diablo? Antojasete?

Sal.—Juro a los Euangelios, cata la moça assomada.

Sil.—Es mi señora Dorotea?

Dor.—Soy tu muy cierta seruidora.

Sil.—Con esso haze tan lustrosa noche. Con esso no puede entrar en mis ojos ningun quilate de tiniebla.

Sol.—O, descreo de la puta que le pario al rapaz. Juro a la casa Sancta, otro çeloso ay en la posada.

Sal.—Ora oygamos el requiebro hasta el cabo.

Sil.—O mi señora, cómo me has dexado dezir devaneos con mi boz desatinada? por qué no atajauas mi canto con tu bienauenturada presencia?

Sol.—Qué te paresce, Salucio, de la plática del mochacho?

Sal.—Qué diablos[574] quieres que no sepa dezir; estando todo el dia e la noche en la camara de essotro madre de la luxuria, algo auia de deprender.

Sol.—Ora oye.

Sil.—Cómo estas, mi reyna? En qué lugar tienes aposentado mi coraçon, señora mia?

Dor.—Señor mio, la suauidad de tu musica no tuuo menor virtud atractiua que la harpa de Orfeo, pues en mi coraçon insensible hizo tanto sentimiento que me truxo forçada para gozar de tu presencia.

Sol.—O descreo de la putilla e avn de la madre que la pario, e cómo acierta a dezir philosophia de amor.

Sal.—Sí, sí, en las escuelas de Ouidio deue de auer estudiado la rapaza. El arte de bien parlar la deuen auer leydo. No me medre Dios si ella sabe tan bien[575] el Credo.

Dor.—Señor mio, la indisposicion del lugar, junta con la breuedad del tiempo, no me dexan gozar de tu graciosa conuersacion. Creo que tu señor Policiano se va, e mi señora me haze señas que nos vamos. Para la primera noche que Policiano venga a esta tan dichosa visitacion, yo dare orden cómo con más espacio e no menos descanso nos veamos.

Sol.—No la oyes, hermano? En buenos terminos queda el negocio.

Sal.—Ya lo veo. De rruyn a ruyn quien acomete vençe. Descreo de la madre que me pario si aunque la moçuela me ha parescido bien, yo he osado dezirla nada. Llegó Siluanico, y ya ues cómo anda. O ventura!

Dor.—Señor mio, yo me voy. El angel de la paz te acompañe.

Sil.—Reyna mia, e contigo vaya.

Phil.—Mi señor e lumbre de mis ojos, pues has tenido por bien de me pribar del don más estimado que rescebi de naturaleza, pues ya del todo has tomado la passion[576] de esta tu sierua, pues te vas e me dexas a mí sin mí por lleuar mi ánima en tu compañia, suplicote, mi coraçon, que no dexes de acordarte, que si en tu ausencia puedo biuir, será en confiança de gozarte con muy continuas visitaciones. Quando ordenares que yo resciba esta merced tan copiosa, por este lugar, aunque peligroso, hallo yo el aparejo más conueniente, atenta la clausura de esta casa.

Pol.—Reyna mia e mi verdadero descanso.

Polid.—Ora yos boto a sant Alberto, que el diabro deue de andar esta noche entre estos naranjos. Huera aqui, Manchado.

Pol.—Coraçon mio, estos hortolanos estan sospechosos, y el temor de este peligro que está muy en las manos acorta por el presente el hilo de mi alegria, y pienso que ha de ser parte para que mi vida se acorte a causa de los males que pienso padescer en tu ausencia. La noche que viene, por este mismo lugar, si tú, mi señora, fueres seruida, será mi venida muy cierta. Yo me voy e me quedo verdaderamente contigo. Angustiado voy con la breuedad de mi gloria, e con mortal angustia estaré hasta tornar me a poner en esta verdadera possession de plazer. Los Angeles sean en tu guarda e te me dexen ver con el descansso que yo desseo.

Phil.—E a ti, mi señor, acompañen e te tornen a mis braços para que descanse mi coraçon. Dorotea amiga, qué ha seydo de ti? en qué has entendido este tan açucarado rato de mi gloria? has dormido?

Dor.—Si cierto, dormilona es la moça. A la puerta del retraymiento de mi señor Theophilon me he estado assentada.

Phil.—Pues muy passo nos entremos a la camara, e dormiremos lo que resta hasta que sea de dia; pero cómo dormirá quien tan triste queda? qué sueño no quebrantara mi soledad? qué coraçon no inquietara mi tan atreuido yerro? O padre mio, si sintiesses mis tan desonestas pisadas, cómo acabarias mi vida, por no gustar de tu desonrra. O hembras hembras, nunca deuiades de nascer, pues soys tan mal inclinadas e tan potentes para effectuar vuestros apassionados desseos.

NOTAS:

[571] Como los de páginas atrás, estos cantares están impresos á renglón tirado, cual si fuesen prosa.

[572] En el original, Polid.; pero como acaba de hablar, el que habla ahora debe de ser Machorro.

[573] Están impresos estos cantares como si fuesen prosa.

[574] En el original, diables.

[575] En el original, tambien.

[576] Así en el original, quizás por posession.


[Pg 49]

ARGUMENTO DEL XXV ACTO

Claudina, cobdiciosa del logro quotidiano, sale de su casa a visitar sus deuotas. Passa por casa de Cornelia e Orosia, a las quales promete de dar sendos amigos, y en el camino, tornando a su casa, topa con Libertina su criada, con la qual va por la calle de Theophilon e halla a la puerta a Siluerio, con el qual se embia a encomendar en Philomena, etc.

Claudina. Cornelia. Orosia. Libertina. Siluerio.

[Clau.]—Agora que voy sola quiero mirar el prouecho que con mi Parmenia tengo, e parar mientes el daño que puedo auer con su[Pg 50] ausencia. Lo primero tengo con ella ganancia que monta más moneda que media calongia. Ella lo gana con su persona e yo lo gasto como señora; mi casa está aperrochada de mançebos a su causa, y avn por su buena conuersacion siempre acuden moças de buen fregado con que al cabo del año siempre caen modorros. Con su ausencia, mal pecado, la pérdida es muy cierta y la ganancia dubdosa. Poniendo mi hija en poder de Palermo, en lugar de ganancia puede ser que escotemos lo ganado: no dizen embalde que la cobdicia mala el saco rompe. Si a mi hija saco de mi compañia, para quién quiero mis alhajas? para quién guardo mis sauanas randadas, mis manteles de Alemania, mis tapices de Flandes e mi tinaja de harina? pues de ningun bien la possession es agradable sin compañia. Vna ánima sola ni canta ni llora. Qué tengo yo de hazer entre quatro paredes sola? si me duele la cabeça, quién me pondra medicina? si mi dolencia me acude, a quién boluere mi cara? mal consejo ouiera tomado si de casa la ouiera embiado. Este se, huelgue se, goze de su moçedad, que ansi hize yo de la mia. En mi casa no le faltarán media dozena de amigos ni vna de reales que coma. Mala vejez yo aya si Palermo me la lleuare. A casa de Cornelia llego, quiero entrar a visitarla a ella y a Orosia, que el cañal que no se requiere no da de comer a su dueño. Quiero llamar, si quiera por la criança. Tha, tha.

Cor.—Quién llama de mañana?

Clau.—Abre, hijita, que la Claudina es.

Cor.—Vengas en ora buena tú y los buenos años.

Oros.—Jesus, madre de mi alma, e qué milagro fué éste que nos tuuiste en memoria?

Clau.—Andad, loquillas, que agora que he començado a conosceros e visitaros, cada dia me tendreys en esta casa. Cómo estays, mis hijas? Moças e hermosas, ansi sea buena mi vejez.

Cor.—Aosadas, madre, no sé pues la causa, ansi goze de mí, que nunca me vi tan triste ni tan afligida despues que me conozco.

Clau.—Mirad, hijas mias, pues estays en hedad alegre, no busqueys ocasiones de tristeza. Mirad que el ánimo triste es vn fuego que consume e acaba la vida.

Oros.—En buena fe, madre, que auiamos penssado yo e Cornelia mi prima de yrnos vn dia a tu casa y holgarnos contigo e con la señora Parmenia. Darte parte de nuestras penas, pues te tenemos por madre e amiga verdadera.

Clau.—Sancta Catalina del cielo, hijas de mi alma, e qué passiones son las vuestras que tanto las ayays sentido? Aosadas, por mi vejez que sea buena, que barrunto yo algo de lo que a vosotras duele. Digo algo? Qué dizes, bouita? a perro viejo no cuz cuz. E a quien cueze y amassa no le hurtes[577] hogaça.

Cor.—Madre de mis entrañas, bien sé que lo entiendes todo e por esto te quiero dar parte de lo que nos da tanta pena. Ya ves, madre, que nuestra hedad ni nuestro estado ni condicion ni coxas[578] que, ninguno por gentil que sea, nos venga a escupir en la cara, e si aquellos vellacos rufianes supieran tractarnos como quien somos, a fe de muger de bien que otro gallo les cantara. Pero no es la miel para la boca del asno, ni el anillo de oro para la nariz del puerco. Finalmente, madre Claudina, que a ti toda la verdad se te deue dezir, aunque tengamos en nuestra arca dos pares de doblas e tres de vestidos, bien vemos que no han de durar para siempre: que el tiempo y el dinero corre[579] como el viento. Nuestro alcohol, nuestras camisas labradas, nuestros aromaticos olores, ya sabes, madre, quántos dias ha que se pagan de vazio. No queremos por necessidad yr a morir al espital. Queremos, madre mia, pagar te muy bien tu trabajo, e que nos pongas en poder de hombres[580] que no solamente sustenten nuestro fausto y honrra, pero que nos saquen de qualquier trabajo que se nos offresciere, porque aunque, loado Dios, no nos faltan modorros que acuden con este pie de altar quotidiano, auemos menester quien tome a cargo la costa ordinaria, porque lo demas son nuestras adahalas e lo que nos ahorramos. Esta heredad sola nos dexaron nuestros padres, y desta, como sabes, nos auemos de mantener.

Clau.—Mirad, hijas mias, no os quiero consejar como a mugeres honrradas, pues honrra e prouecho no caben en vn saco. Pero bien quisiera yo, ansi goze de mí, que con Solino e Salucio se hiciera algun cumplimiento, aunque fuera como dizen dar a torçer vuestro braço. Son mançebos gentiles hombres e que os tuuieron en honrra el tiempo que os conoscistes, e ya puede ser que tornando a su amistad aya otra nueua vida.

Oros.—Dalos al diablo, madre, no me los mientes ni oyga yo su nombre, que ellos salieron de aqui para cuanto ellos biuieren.

Clau.—Pues, hijas de mi alma, yo lleuo a mi cargo buscaros lo que os cumple. Pero mirad que si tal cosa hallare, que quiero que me lo agradezcays; ya me entiendes Cornelia?

Cor.—Ya ya, madre, a fe [he] de darte un çamarro que condessa no le tenga tal.

Clau.—Pues a Dios, a Dios, mis hijas.

Oros.—El vaya contigo.

Clau.—Andar, vamos adelante. Con este viaje no se ha perdido mucho; para estas dos moças[581] yo buscaré dos moços de espuelas de vn canonigo que acudan con el mollete hurtado, el pedaço del toçino en la manga e avn la ristra de cebollas en la capilla, que estos tales son los que a éstas han menester, e al cabo ellos yran sin pluma e la vieja Claudina sin quexa. Vala me Dios del cielo, es Libertina la que viene por esta calle? Ella es si los ojos no me mienten. Jesus, hija Libertina, e no te dexé yo en casa quando de allá sali?

Lib.—Pues, madre, ansi es el mundo, ya sabes qué no ay quien en vn estado permanezca.

Clau.—E de dónde vienes, hija?

Lib.—De casa del despensero del Conde.

Clau.—Acabaste ya con él tus cuentas, hijita?

Lib.—Sí, madre, que por esso dizen que el deudor no se muera.

Clau.—Huelgo me, hija mia, ansi por tu prouecho como porque mios o agenos aya en casa dineros; vamos por esta calle, y passaremos por la puerta de Philomena, e si paresciesse su criada Dorotea cobraria el anillo de la concordia. No piense aquella señora que me ha de heredar en vida.

Lib.—Ay desdichada, Siluerio está a la puerta.

Clau.—Cubre, hija, la cabeça, que no puedo dexar de hablarle vna palabra. Siquiera porque si en su casa alguna vez me hallare me haga buen tratamiento. Esté en ora buena el galan.

Sil.—O madre mia, perdona que no te conoscia.

Clau.—El señor Theophilon, hijo mio, cómo está? e señora la vieja e toda su casa?

Sil.—Todos están buenos para lo que a tu honrra cumpliere.

Clau.—Guarde Dios a sus mercedes, que en mi verdad a toda esta casa por su nobleza soy muy afficionada. Señora la donzella, hijo? hermosa como siempre?

Sil.—Sí, madre mia, no es cosa nueua ser mi señora linda dama.

Clau.—Tal sea mi vejez. Ay qué honestidad. Ay qué mesura. Ay qué cara de oro. No en balde la dotó Dios de tales señales de fuera, sino para manifestar las virtudes de que el ánima está adornada de dentro. Resciba yo tanta gracia, que cuando con ella te veas sea de mi parte saludada, e la digas en secreto que aquella sortijuela que a su merced dexé quando se sintio mal dispuesta que me haga gracia de ella, porque es de un gentil hombre que cada dia me la pide. E perdoname, hijo, el atreuimiento, que el amor que te tengo me haze atreuer a tal demanda. Mas aqui estoy yo, hijo mio, para lo que cumpliere, ya me entiendes? paresce te algo de la moça? cuando algo quisieres, no has menester más de meçer el ojo.

Sil.—Nora buena, madre, yo lo dire a mi señora Philomena, e bueluete por aqui esta noche en anocheciendo si quieres saber la respuesta. Essotro que dices no es vianda para mi estomago.

Clau.—A, noramaça, hijo, qué santito te me hazes. Pues avn yo sé algo que te dire algun dia, y a Dios, que nos vamos.

Sil.—Ansi aya el diablo parte en la puta vieja como yo estoy bien con sus tramas, pues yo te juro, doña hechizera, que si esta noche tornas, e por acá te apañamos, que tú salgas si acertares la puerta. O mala vieja, quién cree que ella no trae sus tractos ciertos y avn secretos conciertos con Philomena mi señora? pues calla, que yo te armaré vna trampa donde des el pellejo a los perros y el alma a los diablos. Dexame hablar a Pamphilo mi compañero, que yo te pescaré o malo andará mi anzuelo.

NOTAS:

[577] En el original, huertes.

[578] Así en el original. ¿Querrá decir son cosas?

[579] En el original, corro.

[580] En el original, hombre.

[581] moços, en el original.


[Pg 51]

ARGUMENTO DEL XXVI ACTO

Theophilon e Florinarda hablan en secreto sobre la guarda de Philomena su hija, y acabada su plática, Theophilon va a la huerta e manda a los hortolanos que suelten vn Leon que allí está en vna jaula para que espante las zorras que andan entre los arboles. Despidese de los hortolanos y vase a cenar, y entretanto Pamphilo e Siluerio aguardan a la Claudina que viene por la sortija e la dan tantos palos hasta que piensan dexarla muerta, etc.

Florinarda. Theophilon. Machorro. Polidoro. Siluerio. Pamphilo. Claudina.

[Flor.]—Theophilon señor mío, despues de nuestro passado razonamiento, en lo que á la honrra e guarda de nuestra hija toca, yo como madre, y a quien a lo biuo de las entrañas llega qualquier macula de su desonor, he inuestigado por diuersas vias si nuestra tan amada hija aya intentado algun delicto de liuiandad como moça; y avida toda la possible relacion de los criados e donzellas de casa no he hallado indicio por donde deua con razon castigar la como culpada, porque pública e secretamente sus exercicios son de donzella illustre e honesta e bien mirada, sin que aya alguno que en ella aya visto señales de hembra apassionada.

Theoph.—Amiga Florinarda, yo doy credito a tus palabras y assi confio ser verdad, pues nuestra generacion tan noble jamas admitio macula ni discolor de infamia, pero siempre te encomiendo no te descuydes en su guarda e zeloso miramiento. Porque si dizes que no la has visto hablar con alguno, e con esto tomas[Pg 52] alguna confiança, hago te saber que los que de ueras se aman, cosidas las bocas, se hablan con los coraçones. Yo no te he dicho que nuestra hija es mala, sino que mires por ella, porque con el aparejo puede dexar de ser buena. Oyes, Siluerio, di a Pamphilo que me traiga mi libro, y entretanto que es hora de çenar visitaré mis hortelanos y allí rezaré mis acostumbradas deuociones.

Pamph.—Señor, vamos, que a punto está todo.

Theoph.—Venid vosotros comigo, que os quiero hablar aquí en esta huerta.

Mach.—Hola hola, Polidoro. Cara acá viene nuestramo cargado de mas cordojos que tiene hojas vn mançano.

Polid.—O cuerpo de la casa sancta, qué desmaginatiuo viene.

Mach.—Prissa prissa, porque si viene sañudo no quiebre en mosotros ell enconia. Echa por esse tablar del colino e yo desmollire las godenes, que es fructa apazible para viejos.

Theoph.—Aun me parece, Machorro, que estos arboles quieren más labor.

Mach.—Agora, mi padre señor nuestramo, dom'a Dios que en todo el dia dexa hombre ell açada de la mano. Ellos mi fe son de mal vidueño; que no les cunde cosa que hombre les haga, que en lo al no a que her.

Polid.—Si su mecé otease acos fructales que alcançan mejor terruño, e avn son vn cacho más castizos, cuydo que viesse bien lo que hombre afana.

Theoph.—Estos çidrales estan roidos, e siempre he temido que andan animales que de noche los estragan. Vosotros dormis a sueño suelto. Si no les poneys remedio camino van de perderse.

Mach.—Los canes abondarien si algo de esso anduuiesse en la huerta, que en toda la sancta noche con su ladrido no escampan: yo desmagino que algunos holgazanes dende afuera tiran piedras a las mançanas, segun que los alanos ventean.

Theoph.—La jaula deste leon me paresce que está desclauada; en vn rato que ande fuera tened cuydado de echarle vn buen clauo.

Polid.—De las mientes me ha salido que no haria daño soltar de noche esta alimaña por la huerta, que al menos no andarian raposas ni sabandijas donde él anduuiesse.

Theoph.—Si no fuesse dañoso para la ortaliza, no me paresce mal tu consejo, porque en estas cercas parescen señales de auer entrado por ellas.

Mach.—A todo hará prouecho si el leon anda de noche suelto, que aunque mosotros andemos con él no ayas miedo que él resciba pabura.

Theoph.—Ora, pues ansi os paresce, tened cuydado de soltarle en siendo de noche, e dexad abierta la caxa para que entre y salga quando quisiere, que al leon no hará daño e la huerta rescebira prouecho.

Mach.—A buena huzia, nuestramo, que ello se haga a plazer.

Theoph.—Prissa prissa, que yo por aquí me quiero apartar a rezar vn poco.

Polid.—Vaya a salud su meçé.

Theoph.—Pamphilo é Siluerio hijos, despues de aquel penoso razonamiento entre nosotros passado, ni yo he tenido lugar ni vosotros cuydado para auisar me si en aquel negocio aueys sentido algun indicio o señal de lo que yo temo. Tengo el coraçon tan leuantado y el entendimiento tan sin libertad para gouernar me, que algunas vezes consiento con la voluntad en cosas muy escandalosas e con la pena las pondria en effecto, si el zelo de mi fama no tuuiesse la rienda a mi desseo. O canas ya caducas. O años desdichados. O pobre viejo, para qué veniste al mundo, pues toda la vida mia no es sino vn curso de miseria, e vna hedad de cuydados y vn tiempo semejante al tránsito de la muerte! qué haré? Si descubro lo que siento y lo quiero castigar, poco castigo es que esta ciudad se abrase. Pues si lo dissimulo por quitar los paresceres del vulgo, vendra en términos mi honrra que se acabe con mi vida. O mis fieles criados, dezid me qué haga o tomad este puñal e dad con él fin a mis dias.

Pamph.—Señor, muy delicadamente siento tu pena, porque con agudo sentimiento traspassas mi coraçon. E segun lo que de tu plática se puede collegir, deues auer rescebido alguna penosa relacion, pues tales effectos produzes. Con astucia auemos mirado lo que como a criados nos mandaste, e hasta agora no auemos hallado en Philomena tu hija indicio que malo sea. Aunque estas contractaciones que esta vieja nueuamente ha trabado en esta casa bastan a engendrar todo género de sospecha. Este dia passado passó por la puerta de casa, e dió a Siluerio encomiendas para todos. No ay otra cosa de que se pueda formar malicia.

Theoph.—O padres, no deuiades de nascer los que hijas mal inclinadas aueys de engendrar. Qué bien tiene quien de honrra caresce? pues qué honrra tiene quien liuiana hija ha criado? pues vn hombre deshonrrado, cómo biuira sossegado? Ora, mis fieles criados, el principio de mi remedio consiste en que esta vieja muera para que por la rayz se comience a curar mi dolor, e despues como esto succediere, tomaremos nueuo consejo.

Siluerio.—Señor, veo te tan penado, que en qualquier peligro pondre mi vida por ver la tuya libre de tristeza, e si en solo esto que mandas que hagamos consiste tu contentamiento, y eres seruido que a su casa vamos e la saquemos el alma, alli la daremos tal muerte con que tú, señor, quedes satisfecho.

Theoph.—Todas las cosas arduas quieren maduro consejo. Mejor es que aguardeys a acometer en vuestra casa, que no yr a la agena de donde vengays offendidos y no satisfechos.

Pamph.—Señor, pues en este caso puedes perder cuydado, que nos sabremos dar a buen recaudo.

Theoph.—Ansi confio de vuestra fidelidad. Vamos, que me paresce ya hora de çenar.

Siluerio.—Vamos, señor, que ya estará aparejado.

Theoph.—Florinarda amiga, no se haze ora para que çenemos?

Flor.—Sí, mi señor, todo está adereçado.

Theoph.—Pues yo voy. Vosotros, hijos, tened cuydado de mirar entretanto por lo que os tengo encomendado.

Pamph.—De muy buena voluntad. Qué sientes, hermano Siluerio? quán lleno está nuestro amo de cuydosos pensamientos!

Siluerio.—El coraçon tan triste como está agora el suyo, es impossible no dar señales de passion.

Pamph.—O qué lastima tan grande es verle sus lagrimas derramadas por su faz tan venerable. Y cómo procura soledad por no descubrir su pena.

Siluerio.—O hembras hembras, que de tantos enojos soys causadoras. O vieja Claudina, Dios te trayga a nuestras manos para que rescibas el pago de tus pisadas. Mira, Pamphilo hermano, esta vieja es cobdiciosa, e ha de venir agora a cobrar de Philomena vn anillo que acá tiene, porque ansi está entre mi y ella concertado. Estemos sobre el auiso, e aparejemos tales leños que al primer leñazo no haya menester segundo. Por aqui por la puerta de abaxo suelen ser sus venidas secretas. Yo te digo, Pamphilo, que no tarda mucho en venir.

Pamph.—Por las reliquias de Roa que o yo me engaño o es ésta que por aqui abaxo desciende haldeando.

Siluerio.—Ella es, cierto. Mira, hermano Pamphilo, que todos la demos a vna, e no arrojemos golpe sino fuere sobre las tocas.

Pamph.—Ora dexala llegar. Oye qué rallo trae.

Clau.—Es possible? es mi Siluerio? es el que yo quiero como a hijo? Jesu, Jesu, aosadas, putico, que no digo yo en balde que eres tu enamorado. A qué hora de la noche está a la puerta el gallito!

Siluerio.—Y tú mira[582], madre vieja, en [Pg 53]qué andas a tal hora con tus haldas luengas que paresces estantigua?

Clau.—Hijos, mal peccado, la necessidad es carrera de perdicion. Cómo estan tus señoras vieja e moça? yo te asseguro, hijo[583] Siluerio, que no tuuiste memoria de lo que te dexé este dia encomendado?

Siluerio.—Por cierto, madre, sí tuue, y a mi señora Philomena hablé en secreto de tu parte e holgó mucho en saber de ti.

Clau.—Huelgue se Dios con su merced. E di me, hijo Siluerio, no rescibiria yo de ti tanta gracia que ella supiesse como está aqui la Claudina?

Pamph.—O mala vieja, e qué cuentas tienes tú de aueriguar con ella a tal hora?

Siluerio.—Dala, Pamphilo hermano.

Clau.—Jesus sea comigo.

Pamph.—Y avn rebullis?

Clau.—Confession.

Siluerio.—Confesion o qué? O puta vieja.

Pamph.—Dala dala, que avn todauia rebulle. Siete almas tiene como gato.

Clau.—Conffession.

Siluerio.—Aun rebulles, puta vieja, canas de infierno? pues espera que con este leñazo yo asseguraré la honrra de muchos con acabar tu mala vida.

Pamph.—Mira, Siluerio, si rebulle.

Siluerio.—A mí me paresce que ya está muerta, pero dala otro leñazo para que pierdas la dubda.

Pamph.—Ora, hermano Siluerio, este negocio es concluso. Las tinieblas de la noche encubren esta obra pia que auemos hecho, porque Dios ha tenido por bien que tan maldictos años sean acabados. No es razon que a la puerta de Theophilon aya rastro de tan mala muerte. Arrastrando o como quiera la lleuemos hasta la puerta de su posada para que putas e rufianes la den honrrada sepultura.

Siluerio.—Ten de esos pies, Pamphilo hermano.

Pamph.—O puta vieja, e cómo pesas, qué cargada deues yr de pecados!

Siluerio.—Mejor dixeras que los pecados van cargados con ella.

Pamph.—Aqui junto a su puerta la pongamos para que quien primero entrare pueda lleuar las nueuas.

Siluerio.—Allá quedarás, vieja falsificada, que no es mucho que coman el cuerpo los perros, cuya ánima se lleuaron los diablos. Mira, Pamphilo hermano, aunque nuestras manos se hayan mostrado sangrientas, e con crudos coraçones este caso ayamos acabado, mayor es el bien que la republica rescibe con la muerte desta hechizera que el mal que nosotros hezimos en darla tan mala muerte: ya sabes, hermano, quánto es necessario que vna puta vieja muera, porque las famas e honrras de tantos buenos no perezcan.

Pamph.—Ora a nosotros perdone Dios, pues; a la Claudina se llevó el diablo.

NOTAS:

[582] En el original, mirad.

[583] Hijos, en el original.


[Pg 54]

ARGUMENTO DEL XXVII ACTO

Palermo e Piçarro van a casa de la Claudina para traer a su estancia a Parmenia e Libertina, e llegados a la puerta de la vieja, la hallan en la calle, que avn pide confession: metenla dentro en su casa, donde manda que llamen a Celestina e la dexa por tutriz de sus hijos e tenedora de sus bienes, lo cual hordenado e por la vieja Celestina aceptado, da el ánima al diablo e dexa el cuerpo á los gusanos.

Palermo. Piçarro. Claudina. Parmenia. Libertina. Celestina.

[Pal.]—Hermano Piçarro, ya ues que nuestra pobreza no quiere tanta dilacion en lo que cumple al roço quotidiano. Si te paresce que demos vna buelta por casa de aquella puta vieja e traygamos aquellas piel de ouejas al rancho, ya sabes que no podemos hazer viaje que más sano sea.

Piç.—O hermano, hermano, cómo te hiede la vida. Despecho de la casa de Pilatos si tú no me hiedes a muerto. Estas son vnas marcadas rameras, que cada qual tiene vna dozena de amigos, e sobre todo: estos moços de Policiano son mucho de aquella casa, y aun por milagro es quando de allá salen; no pensemos yr por las pellejas e dexemos allá los pellejos.

Pal.—O pese a la fe de Tremeçen con hombre diuino, vamos, despecho de la condicion, y siquiera lo lleue todo el diablo.

Piç.—Veo te tan enojado que no cumple dar te consejo, mas descreo del puerto del Muladar si no estoy temblando como vn azogado. Qué armas te paresce que lleuemos para que no caygamos en falta?

Pal.—Espadas e capas y aun no muy costosas, pues no estamos ciertos de lo que nos ha de acaescer.

Piç.—Lo que yo te sabre dezir, no es más de que si en la posada ay varon no entraré allá más que en el Infierno. E avn que si tomo las viñas vn cauallo no me alcance. Mira, hermano Palermo, por sí o por no, haz como yo hiziere e yo pagaré por ti si murieres mal logrado.

Pal.—O, despecho de la peña camasia con tan pocas fuerças como tenemos. Pues si para este embaraço es menester algun desgarro, o hazer vn repiquete de broquel, o algun golpe de pomo, no llegaremos a un amigo que vaya con nosotros?

Piç.—Donoso estás, leydo has donde yo. Maldito seas, hermano; si hauemos de huyr, no vale más solos que con testigos? Más honrradamente haremos el salto peligroso yendo solos que muy acompañados. Toma, hermano, tu follosa e ata te la bien al cinto, porque al huyr no se te cayga, e si mal te succediere, assientalo a mi cuenta.

Pal.—Ora vamos, e Dios nos libre de traydores, que yo temeroso voy deste camino.

Piç.—Mira, hermano Palermo, cuerdo eres. No te pongas en auentura, sino en viendo me huyr aliuia tras mí, que sé muy bien los atajos.

Pal.—Por aqui por esta callejuela es más cerca e sin peligro.

Piç.—Cerca llegamos. Mas dime, hermano Palermo, no te paresce que vees vn bulto negro hazia la puerta de la vieja?

Pal.—Por el passo en que vamos que creo que dizes verdad. Lleguemos vn poco más adelante.

Piç.—A vn en ora mala acá venimos si auemos de quedar esta noche por estos cantones. Ora está atento, veamos si se menea.

Clau.—Ay, ay, que me fino.

Pal.—Escucha, que boto a tal que habla no sé qué ay.

Clau.—Confession.

Piç.—Huye, huye, Palermo. Huye, que vienen tras nosotros.

Pal.—Detente, Piçarro, detente que no es nada. Ha, Piçarro, buelue acá que no viene nadie, pese a la peña de Francia.

Piç.—O hermano mio, e cómo se me auia elado la sangre. Viste bien lo que era? certificaste te no fuesse alguna traycion?

Pal.—Calla, cuerpo de la vida mala, que lo que alli está ni se menea ni puede.

Piç.—Ora lleguemos allá, Dios e nuestra Señora nos guien. Quién va ay?

Clau.—Confession.

Pal.—Despecho de tal si no es la madre Claudina. Ha, madre señora, eres tú?

Clau.—Que me fino. Confession.

Piç—Ella es, e descreo de tal si de su casa la han visto. Hola, damas.

Par.—Quién llama?

Pal.—Abri, descreo de la media nata que está aqui la madre vieja cuasi a punto despirar.

Par.—Jesus, e qué es esto que veo? Eres tú mi madre? Justicia de Dios, señores, que me han muerto a mi madre. Madre mia, madre de mi alma. Mirame acá, señora.

Clau.—Que me fino.

Lib.—Madre, mira me acá. Buelue a mí los ojos. Quieres algo, madre de mis entrañas?

Clau.—A mi comadre Celestina. Que me fino.

Par.—Libertina, amiga mia, por la passion del que se puso en Cruz, que tú vayas corriendo hasta casa de Celestina, y la digas lo que passa, que tome luego su manto, porque mi madre la quiere ver para siempre.

Lib.—Gentiles hombres, uno de vosotros se vaya en mi compañia.

Piç.—Vamos, señora, donde tú seas seruida.

Par.—Madre de mi coraçon, por qué no me quieres mirar? Di me lo que te ha acontescido. Cuenta me tan gran desuentura. Qué dizes, madre?

Clau.—Que me fino. A Celestina.

Pal.—Ya, ya, madre vieja, ya viene la madre Celestina. Quieres algo que se haga en tu seruicio?

Clau.—A Celestina.

Par.—Ya viene, madre mia.

Cel.—Paz sea en esta casa.

Par.—Ay, tia de mi coraçon, mira mi desdicha grande, mira mi madre y mi bien todo; mira su cabeça hecha pedaços. Justicia, señores.

Cel.—Paciencia, hija mia, paciencia. Qué es esto, comadre de mi alma? qué mal tan grande fue el tuyo? alça los ojos, señora Claudina, mira que soy venida a ver lo que mandas.

Clau.—Comadre, yo me voy a dar cuenta a Dios de la vida passada. Llegado es el remate de nuestra tan larga amistad. E como en la vida te aya sido leal amiga, maestra e compañera, quiero en este tránsito que sepas el amor que te tengo: lo primero para que fuiste llamada será encargar te esta casa con los muebles y aparatos della, donde hallarás muchos instrumentos e materiales a nuestro arte necessarios, de los quales en esta mi vltima voluntad te hago libre e perfecta donacion. Especialmente te pongo en la possession de vn arca mia, donde hallarás las cosas siguientes: quatro botes grandes de olio serpentino, e otros dos pequeños de sangre de abubilla, vna caxuela llena de dientes de ahorcado y otra caxa grande de tierra de vna encruzijada; redomas para azeytes, porque son en quantidad no tengo memoria de las differencias dellas, pero de todas, con lo que dentro está, te hago libre donacion. En vn pellejo de gato hallarás embuelto seys dozenas de agujas para costuras de virgos, y en vna caxa pintada todo el aparejo junto. De todo esto, comadre, tomarás la possession en el punto e hora que mi ánima salga desta carcel. Otra cosa que deues estimar en más que todo te quiero agora dar de mi mano á la tuya. Cata aqui, comadre, vna matricula e memorial en que hallarás ciento e quarenta e dos moças que a mí estavan encomendadas, e setenta e ocho despenseros a quien estaua obligada a proueer, e veinte e cinco virgos que tengo de remediar. Todo esto e a todos éstos te encomiendo, comadre mia, que les hagas tal tractamiento que ninguno dellos[Pg 55] sienta mi falta. Mi hijo Parmenico, ya sabes, comadre, quánto ha que está absente. En qualquier tiempo que venga le tendras por hijo[584] adoptiuo, e hasta que sea de hedad será[s] tutriz de su hazienda. Esta mochacha ya queda en hedad para ganar de comer, pero si como moça anduuiere errada, en tu consejo e auiso la encomiendo. Muchas cosas se me offrescen a la fantasia para dezirte, pero ya mi turbada lengua no me da lugar. Hija Parmenia, ven acá, abraçame.

Cel.—Comadre, ha comadre señora Claudina. Jesus, Jesus. Sancta Pascua fue en domingo.

Par.—Madre mia, madre de mis entrañas.

Cel.—A esotra puerta, hija Parmenia; ya puedes dezir que no tienes madre.

Par.—Ay, madre mia. Ay, entrañas mias. Cómo me dexays tan sola? Cómo quedo desamparada? Ay la desdichada. O pérdida grande. O mal sin medicina. O arrebatada muerte. O salteado tránsito. O madre, mi solo remedio.

Lib.—Ay, mi agradable compañia. Ay, tia de mis entrañas, qué será de nosotras? Adónde yremos en tu absencia? Quién cubrira nuestras faltas? Con qué honrra sabremos entre nuestras yguales?

Par.—Ay, señora Celestina, ayudame a llorar mi angustia grande. Siente comigo mi perdimiento.

Cel.—Hijas de mi alma, no desmayeys, tornad en vosotras, aparejad de dar sepultura al cuerpo de mi madre, que aunque la pérdida fue grande, biuiendo os Celestina no biuireys desamparadas. Y aunque los coraçones lastimados pocas vezes admiten consejo, especialmente quando la pena está reçiente, como agora la nuestra, las personas cuerdas y experimentadas en trabajos a toda aduersidad hallan medicina. Para esto nascimos, para tornar a la tierra lo que della rescebimos. La dilacion de la muerte, el deffecto quotidiano de nuestra corrupcion que de dia en dia se dilata, no es otra cosa sino vna muerte prolixa e vn continuo estar boqueando. El termino de nuestros dias por el soberano acto[585] del uniuerso está determinado, y éste no puede passar el más fuerte de los que biuen. Esta ventaja nos lleuan los que en morir nos preceden, porque al fin, hijas mias, todos a este rigoroso tránsito estamos obligados, y a pagar a la muerte este tributo, qualquier hidalgo es tan pechero como quien mayor pecho paga. Poned, hijas, vuestra voluntad con la de aquel que a mi comadre crió para lleuarla, que aunque hagays, como dizen, de la necessidad virtud, con esta conformidad no perdeys vuestro galardon; e ya, pues esta desdicha es acaescida, no podemos los que biuimos tener la rueda a la fortuna que no ruede como e quando quisiere. E tú, hija Parmenia, no çiegues ni atormentes tus ojos llorando, ni te aflijas por lo que perdido es e yrrecuperable. Pon, hija mia, essas alhajuelas en recaudo, e tomad ambas vuestros mantos e vamonos a mi posada, que mientra yo biuiere y tú de mi compañia holgares, no te faltaré ni echarás menos a tu madre.

Pal.—Damas, muy pesantes somos desta desgracia acontescida; por lo que a vuestra gentileza se deue os somos muy obligados si algo a vuestro seruicio tocare, ya sabeys el estancia, e nos podeys embiar a mandar. E pues la madre vieja os lleua a su posada, allá acudiremos para ver lo que os cumpliere.

Piç.—A Dios, a Dios, hermosas, y él consuele vuestra tristeza.

Cel.—El os guie, hijos; andad acá, moças; cubrid bien las cabezas, que muy presto somos en casa.

NOTAS:

[584] Hijos, en el original.

[585] Sic, probablemente actor ó auctor.


[Pg 56]

ARGUMENTO DEL XXVIII ACTO

Policiano con sus criados va a gozar de los amores de Philomena. Y entrado en la huerta sale el leon de entre los arboles, e sin que dél se pueda defender, le haze pedaços. Y luego viene Philomena al lugar determinado, donde halla a Policiano muerto. E despues de hazer su llorosa lamentacion, con la espada de Policiano da fin a sus dias.

Policiano. Solino. Salucio. Machorro. Polidoro. Philomena. Dorotea.

[Pol.]—O noche bienauenturada. O nocturno curso de mí tan desseado. O nocturnas tinieblas, lustrosas e llenas de claridad. O escuridad apazible, quánta alegria das a mi coraçon tan vfano. Los dias me son tan aborrescibles quanto las noches agradables, porque estoy ya tornado aue nocturna que con la claridad pierdo la vista, y en tinieblas estoy muy claro. Oyes, moço.

Sal.—Señor.

[Pol.][586].—Adereçad mis armas, para que vamos a ver a aquella hermosa diana con quien mi vida tiene luz de bienauenturada alegria.

Sal.—Señor, todo está aparejado, vamos quando fueres seruido.

Pol.—Oyes, Siluanico, ve delante, mira no hallemos alguno en el camino de quien seamos conoscidos.

Sol.—Señor, dónde mandas poner el escala?

Pol.—Por esta parte más secreta, e aguardadme con el silencio possible, pues no está en más mi perdimiento que en auer señales públicas de mis amores secretos.

Sal.—Puesta está el escala, sube y los angeles vayan contigo.

Sol.—Buen pelo trae nuestro amo. Encaramada anda la Luna sobre el horno.

Sal.—Todas las cosas puede el oro. Todos los hedificios soberuios allana, e avn los coraçones remontados abate. Dadiuas en fin, hermano, dizen que quebrantan peñas.

Sol.—Es verdad. Pero el coraçon de Philomena crey yo ser de vn diamante. Vn inexpunable castillo e vn rio caudal sin puente, todo lo ha batido, todo lo tiene aportillado, todo lo ha destruydo Policiano con dineros, e la Claudina con conjuros.

Sal.—Pulilla es que consume, cançer que carcome, ladron que en poblado saltea, la vezina mala junto a la casa virtuosa.

Pol.—Mi señora no deue ser venida, muy temprano fue mi camino. Pero entre estos arboles deleytosos esperaré a la reyna de mi vida. Jesus sancto, Dios sea comigo. O, qué animal tan feroz.

Mach.—N'os digo yo? Huera aqui, Bardino. To, to, to.

Pol.—Jesus, muerto soy.

Polid.—Huera aquí, Manchado. Qualque raposa deue de andar retoçando con el leon de nuestramo, segun que se assombran estos canes.

Pol.[587].—O cómo soy burlado. O mi señora, cómo muero sin ver te. Confession. Confession.

Mach.—El diabro veo que tienen esta noche estos allanos.

Polid.—Estan despauoridos con acotra[588] alimañaza; no escamparán de ladrar en toda esta mesada. Mas no has, Machorro, emaginado qué diabros de cudados le toman a nuestramo con esta su huerta? Que dende estotra semana no sel cueze el pan mirando cada dia las almenas de la cerca. Creo que sospecha que le hurtan la ortaliza.

Mach.—Ande se pues a essas, que yo te juro, Polidoro, que vale más vna traspuesta que dos assomadas. No busca él quien le hurta las berças, son que sospecha que ésta su hija anda en qualque pel damor, e reçela se no se entren los enamorados por estas paredes.

Polid.—Valate el diablo cara de asno. Pues por aquella paredaza tan grande se auie de entrar nenguno, aunque huesse el Gigante de cuerpo criste?

Mach.—Poco sabes de garçonia. Pues para alli tienen estos escoderotes vnos diablos de escalones de soga, con vnos garauatos que suben con ellos hata la torre de sancta Maria.

Polid.—El diablo me lo daua. Quiera ella, la zagala, que no ha menester nada de essos armandijos.

Mach.—Ora, durmamos vn cachuelo, pues que los perros han parado.

Phil.—Çe, çe, Dorotea, muy quedo porque no seamos sentidas, te leuanta y escucha si en el aposento de mi señora ay algun rumor o alguno está por dormir.

Dor.—Señora, todo está sossegado. Leuantate, que no tienes de qué temer.

Phil.—O cómo creo que nos auemos tardado. Pues si Policiano mi señor es venido e cansado de esperar se me ha tornado, no será más mi vida.

Dor.—Passito, señora, no sientan estos hortolanos nuestra venida. Tú mi señora te ve sola, e yo daré vna buelta por estas ventanas, e miraré si paresce alguno de sus criados.

Phil.—Ve, amiga, e si yo no te llamare no vengas donde yo estuuiere, que no quiero que impidas mi gozo tan desseado. O mal grande. O desastre sin segundo, qué es esto que veo? qué puede ser tan desastrado caso? Eres tú, mis amores? Eres tú, mi Policiano? Eres tú el que dauas luz a mi coraçon? Impossible es que la hermosura de tu cara aya afeado algun género de muerte. Quierome certificar, e si tú eres Policiano mi señor, no ay razon para que yo biua angustiada muriendo tú despedaçado. O desdicha sin comparacion. Mi plazer es consumido. Mi gloria es acabada. Mi vida desuanescio como humo. O la más triste[589] de las tristes. O mi Policiano e mi descanso: dónde está la lindeza de tu hermoso rostro? dónde está tu esfuerço e gentileza? O dolores que este mi coraçon atormentays, por qué no le rasgays por medio? para que mi alma acompañe en la muerte a aquel que tanto quise en la vida. Mas bien acertada fuera la furia deste animal sangriento en mí, que quedo para morir con dolor, que en ti, mi vida, que començauas a gozar de los premios del amor. O animal[590] sin conoscimiento. O sanguino furor, cómo pudiste executar tu saña en el origen de la mansedumbre? Gran sinrazon haria yo, coraçon mio, a tus angustias, por mi padescidas, a tus sospiros con tanta fidelidad continuados, a tus encerramientos de dia e a tus vigilias de noche, e finalmente a morir tú por mí, si en la misma moneda no te pagasse, muriendo yo por ti; e pues biuiendo con tanta voluntad te segui, justo es que en la muerte te siga, sin tener compassion de mí. O [Pg 57]mi Policiano, espera me que quiero morir consolada con derramar las possibles lagrimas, e dar los postreros gemidos con que se hagan tus lastimosas obsequias. E no me incuses de hembra desconoscida, diziendo que me llamas para la sepultura, e me quiero yo alçar con la vida, porque bien conozco que sin ti el biuir es muerte prolixa, mar de tempestades que fortuna remueue, e que tu sepultura e mia son el puerto de nuestro reposo, y que a quien fortuna quiere ser fauorable, junta en la sepultura a quien juntó en las afficiones. O muerte dichosa, que tú sola me pondras en la possession de aquel que en la vida me nego ventura. Tú das morada perdurable e amorosa a los que biuiendo no gozaron de los premios del amor. En ti no moran cuydados, tú ya no me darás vanas esperanças. Crueldad grande es la que hago con mi viejo padre, e mayor la que executo con mi querida e amada madre. Pero mayor la haria comigo, si con la vida de acá me priuasse de seguir a quien me está allá esperando. Mucho quisiera dar cuenta desta mi repentina muerte, a lo menos a esta mi fiel secretaria; pero porque no impida este mi forçoso camino, me será forçado el silencio. Ella dará cuenta de mi muerte a mis viejos padres, pues sola ella queda por coronista de mis amores. O espada de aquel cuyo esfuerço ponia a los mortales ánimo y osadia, que tú serás oy verdugo de mi tardança en morir, e salario de lo que yo meresci con amar. Padres mios, quedad con Dios. Madre mia, perdona me si contigo soy cruel. Dorotea, mi fiel criada, la breuedad de mis dias no me da lugar para gratificar tus seruicios: perdona me por amor de aquel que a todos perdonó en la Cruz, y a él encomiendo mi ánima, y el cuerpo acompañe en la muerte a aquel que no pudo gozar en la vida.

Sil.—Mucho se detiene esta noche Policiano. No sé qué me sienta de su tardança.

Sol.—Yo juraré que está él agora tan embeuido en la señora, que ni se acuerda que tiene moços que le esperan, ni avn de sí creo que no tiene memoria.

Sal.—Canta, Siluano, vn poquito, e acudira la moça al chillido, sabremos della qué mundo corre.

Sil.

Rio verde, rio verde,
más negro vas que la tinta;
entre ti e sierra bermeja
murio gran caualleria[591].

Dor.—No puede ya mi suffrimiento darme espacio para dexar de gozar de tu angélica conuersacion. E pues el tiempo perdido me causa congoxa, sin razon seria perder la resta si ganar se puede.

Sil.—O ángel mio, cómo has salteado mi turbada melodia, nascida de mi desseo, e continuada con el esperança que de mayor gloria me queda. Plega a Dios, Dorotea, si en mi remedio pusieres dilacion, que presto se acabe mi vida.

Dor.—Passo, passo, Siluano, que no meresce tu fe ser pagada con el oluido. Plega a Dios Policiano e mi señora por el presente, no impidan nuestro gozo, que lo que de mi parte se te deue tienes de mí muy ganado. Dexa me dar vna buelta por este jardin e veré si estos nuestros enamorados están en lugar donde puedas entrar por el escala sin ser visto, que yo te auisaré de lo que hazer se pueda.

Sil.—Pues mi señora, en tus piadosas manos encomiendo las penas mias.

Dor.—Valame Dios, tan grande es el silencio destos enamorados que en toda la huerta no rebulle criatura? A dónde estarán? Sancto Dios, qué es esto que veo? Señora mia, señora, oye me. Mira que soy Dorotea. O grande mal. O incomparable desdicha. O caso más que desdichado. O casa desuenturada llena de tan crudas muertes. O Philomena, Philomena, dechado de hermosura. Cómo pudo la muerte destruyr la cosa más estimada de la vida? O espada sangrienta, que de vn golpe tantos coraçones trauessaste. Heriste el de aquel viejo triste cuya luz oy es escurecida. Ensangrientaste las entrañas de la desdichada madre, que en esta hija como en espejo se miraua. Lastimaste a esta sin ventura que a todos excede en sentimiento. Mejor emplearas, muerte rauiosa, tus mortales sañas en mí, que a pocos diera dolor con mi acabamiento, que en aquella que tantos ojos alumbraua con su acatamiento. O Policiano, Policiano, quán desastrado fin tuuieron tus amores. Sola la muerte pudo darte lo que tan difficultoso hallaste en la vida. O amor mundano. O loco mundo. O variable mundo, lleno de tantos desatinos. Loco es quien en ti confia. Vario el que te cree. Sin seso quien tus pisadas sigue. No das vn momento de plazer sin mil años de sobresaltos. Muchos en ti confiaron y a todos dexaste burlados. A todos prometes descanso e nadie lleua de ti sino tristeza. Plega a Dios, amor, que a quien te creyere lo mejor de la vida le falte. Tú eres ciego: pues a quién puedes guiar en camino que se salue? Vete amor, vete mundo, vete Siluano, que quien vanamente ama, vanidad es su salario. Yo quiero agora dissimular este desastre e tornar me al aposento, que al fin el tiempo descubre sus obras.

NOTAS:

[586] Falta aquí en el original el nombre de Policiano.

[587] Polidioro, en el original.

[588] Forma villanesca del compuesto aquesotra. Ya anteriormente hemos visto, hablando estos mismos rústicos, aco, aca, acos y acas, por aquello, aquella, aquellos y aquellas.

[589] En el original, treste.

[590] En el original, amimal.

[591] También impresa como prosa esta cabeza de romances.


[Pg 58]

ARGUMENTO DEL XXIX ACTO

Theophilon, muy cuydoso de la liuiandad de Philomena, habla con Pamphilo e Siluerio, los quales le cuentan la muerte de la Claudina, y estando en el regozijo de ver acabada su mala vida, entra Machorro el hortolano a dezirle que Philomena su hija está bañada en su sangre en la huerta, e con el llanto de Theopilon se acaba esta tragedia.

Theophilon. Siluerio. Pamphilo. Dorotea. Machorro. Florinarda.

[Theoph.]—Oyes, Siluerio, alça vn poco essa antepuerta, veamos si es de dia, que todo esta noche he tenido el coraçon tan desassosegado, que en mi pena no he hallado vn momento de reposo; qué sientes de mi honrra, Pamphilo?

Pamph.—Señor, más deue ser al presente lo que ymaginas con el recelo, que lo que a tu hija passa por el pensamiento. No te fatigues, señor, ni con la ymaginacion penosa des fin a tus pocos dias, que no ay cosa que tanto duela que el tiempo no le dé su remedio, y para principio del tuyo, te hago saber que Siluerio e yo nos hallamos la noche passada a la puerta falsa con la vieja Claudina, e la hezimos tan buen tractamiento, que la embiamos a çenar al otro mundo. Y esto se hizo no tanto por la culpa que en ella hallamos quanto por cumplir lo que tú como señor nos mandaste.

Theoph.—Agora mis penas son acabadas. Ya mi congoxa tendra sossiego. Ya no temeré que con ocasiones malas mi hija tan querida será liuiana. O mis fieles criados, yo os prometo de gratificar vuestro seruicio como vosotros meresceys, e con él me aueys obligado.

Mach.—Hola, señor nuestramo, yergue te dende malora para todos nosotros acá donde esta madrugada nascimos.

Sil.—Qué es esso, Machorro? qué mal es el que te ha acontescido?

Mach.—Qué, señor? que nuestrama la moça Dios prega es finada e alli esta patitendida en medio de acos tablares, que es mal dolor de otealla.

Theoph.—Vienes por ventura loco o hablas entre sueños? qué dizes? mi hija no está en su retraymiento?

Mach.—Aora de cas de mi madre la garrida. Yergue te day priado, que ni caté si está comida dell alimaña ni si murio de qualque dolencia; que alli vide tanto del sangradero, que vengo medio pasmado.

Theoph.—Oyes, Dorotea, Dorotea, no me oyes?

Dor.—Señor.

Theoph.—Ven acá, dónde está mi hija?

Dor.—Señor, no sé si ha madrugado a coger el frescor de la huerta, que no está a mi parescer en su cama.

Theoph.—O dia triste. O dia aziago. O dia de mi fin desuenturado. Vamos, Siluerio, a ver este desastrado caso para mi.

Dor.—Yo voy a la huerta e vere si a lo fresco de algun limon mi señora está dormida. Ay dolor grande. Ay mal sin remedio. Ay lástima sin segunda. Ay desdichada sola. Ya no tengo quien me mire, ya no tengo quien me halagure, ya fenescieron mis fabores. Ay casa desdichada. Corre, señor, verás las arras de tus caducos años. Anda, verás la lumbre de tus ojos eclipsada, verás a la hija que engendraste bañada en arroyos de sangre que de su coraçon salieron. Corre, señor, rescibe el dote que la muerte te embia en el fin de tus antiguos dias.

Theoph.—O lastimada vejez. O canas mal fortunadas. O mi hija, lumbre de mis ojos, baculo de mi vejez cansada. Qué caso tan inopinado fue, hija mia, el que a ti trauessó el coraçon y a mi cortó el hilo de la vida?

Flor.—Qué es esto, señor mio? qué gemidos tan sin consuelo son los tuyos? Dime la causa de tus penas e sentirlas he como mias.

Theoph.—Ay dolor grande. Ay muger tan amada. Cata aqui mis reçelos, para mientes [en] mis temores. Cata aqui mis castigos no acostumbrados. Cata aqui la hija que tú pariste, su coraçon hecho pedaços. Cata aqui nuestra casa deshonrrada, y sola de la compañia para mi vejez mas agradable. O gentes que lastimas excessiuas aueys gustado, mirad si ay a mi dolor otra pena que se le yguale. O amor, amor, pues me priuaste oy de la cosa que en esta vida más amaua, pues te llamas amor a tuerto o a derecho, a quién has cometido que mitigue mis ansiosos cuydados? qué remedio pones a mi dolor tan estraño? quién aliuiará la cuydosa carga de mi vejez trabajada, pues me lleuaste oy en flor la fructa que para mi enferma senectud Dios e naturaleza me auian prestado. Pero aunque me la dieron prestada, no para tan poco tiempo: dexaras amor desamorado que mi hija començara a conoscer se para que te conosciera, e como de cossario ladrón se apartara de ti. Armaste le el lazo de tus amargos dulçores en la hedad más sin cautela para que menos te resistiesse, e más presto en tus escondidas trampas cayesse. Dime, amor tramposo, mal [Pg 59]pagador de seruicios, quándo te offendi yo tanto que meresciesse tan crudo castigo? pues si por demeritos mios, amor falso, me castigaste, executaras tus sangrientas rauias en mis caducos años y en mi faz arrugada, e no me lastimaras en esta juuentud hermosa y en esta moçedad tan delicada. Si comigo tuuiste el enojo, por qué diste tan cruel açote a la ynocente? O amor loco. O amor desatinado. Maldigo tus pensamientos vanos, maldigo tus palabras fingidas, maldigo tus passatiempos lisongeros, maldigo tus enojosos plazeres, maldictas sean tus açucaradas çaracas, e tus deleytosos enojos, tus apassionados deleytes e los instrumentos de tus prisiones; que otros prenden para soltar, y tú captiuas el coraçon para matar. Mataste oy a la joya más acendrada que entre los mortales fue nascida. Lastimaste con mortal dolor a este triste viejo, cuyo fin á mi puerta está dando aldabadas. Pusiste en términos la vida de aquella madre desconsolada que alli veo entre aquellas yerbas medio muerta. Pues si a todos matas, e matar los hombres tienes, amor, siempre por officio, muerte rauiosa te llamen de aqui adelante y no amor halagueño. Porque si halagas es para mejor lastimar, e si lastimas, no más de para matar. Pues, mortal amor, no me puedes hazer ya mayor mal del passado, seguro estoy ya de tus ondas reboltosas, e de tus amargos desconciertos. En lo vltimo de potencia has executado comigo tu rigor; lastimado me dexas los pocos dias que en el mundo biuiere. Pues quien mi lástima tan grande supiere, no es possible sino que de ti se guarde. Si con tiento me hirieras, e tan adentro no me tocaras, mi pérdida no fuera tan grande, e siendo mi mal tolerable, mi quexa fuera templada, pues si yo de ti no me quejara, muchos en tus trampales cayeran. Ya, amor falso, de aqui adelante, porque a ninguno como a mi maltrates, todos huyran de tus sabores[592], con nadie tendras crédito, ni abrá quien de ti se fie. Amor falso malauenturado, tus fabores son humo, tus plazeres no son durables, e al fin fin amor. Omnia pretereunt preter amare Deum.

ACABOSE ESTA TRAGEDIA POLICIANA A . XX . DIAS DEL MES DE NOVIĒBRE,
A COSTA DE DIEGO LOPEZ, LIBRERO, VEZINO DE TOLEDO.
AÑO DE N[=R]A. REDĒMPCION DE MIL E QUINIENTOS
E QUARENTA Y SIETE.

Nihil in humanis rebus perfectum.

NOTAS:

[592] Acaso fabores.

[Pg 60]

COMEDIA DE EVFROSINA
TRADVCIDA DE LENGUA PORTUGUESA EN CASTELLANA
POR EL CAPITAN
DON FERNANDO DE BALLESTEROS Y SAAVEDRA

AL SERENÍSIMO SEÑOR INFANTE DON CARLOS

Con privilegio. En Madrid, en la Imprenta del Reyno.
Año de 1631. A costa de Domingo Gonçalez.

SVMA DEL PRIUILEGIO

Tiene Priuilegio de su Magestad, Don Fernando de Ballesteros Saabedra, para imprimir por diez años este libro, intitulado la Eufrosina, como parece por su original. Despachado en el Oficio de Francisco de Arrieta, Escriuano de Camara, y firmado de Iuan Lasso de la Vega. Dado en Madrid a diez y seis dias del mes de Diziembre de mil y seiscientos y treinta.

SUMA DE LA TASSA

Los Señores del Consejo tassaron este libro, intitulado la Eufrosina, a quatro marauedis cada pliego en papel, el qual tiene veinte y dos pliegos, que a los dichos quatro marauedis monta ochenta y ocho marauedis. Dada en Madrid a onze dias del mes de Agosto de mil y seiscientos y treinta y vno.

FE DE ERRATAS

Este libro intitulado la Eufrosina está bien y fielmente impresso con su original. Dada en Madrid a veinte y quatro dias del mes de Iulio de 1631 años.—El Lic. Murcia de la Llana.

APROVACION DEL M. IOSEPH DE VALDIUIELSO. CAPELLAN DE HONOR DEL SERENISSIMO SEÑOR INFANTE Y CARDENAL DE ESPAÑA.

M. P. S.

En la comedia llamada Eufrosina, que me mandó ver V. A., que traduxo de la lengua Portuguesa a la Castellana Don Fernando de Ballesteros y Saabedra, no hallo cosa no conforme a la verdad Catolica de nuestra Sagrada Religion, ni contraria a las buenas costumbres. Está traducida con acierto y con dicha, por la dificultad de las frases de ageno Idioma. La Fabula es sentenciosa y exemplar, despierta auisos y auisa escarmientos: deuerá al traductor Castilla estos diuertimientos y Portugal estos honores. Este es mi parecer. Saluo, etcétera. En Madrid en veinte y nueue de Otubre de 1630.—El Maestro Ioseph de Valdiuielso.

APROVACIÓN DE D. LORENÇO VANDER HAMMEN, DE LAS OBRAS DE FRANCISCO DE LA TORRE[593].

Las obras que escriuio en verso castellano Francisco de la Torre, y pretende dar a la estampa D. Francisco de Queuedo (raro ingenio deste siglo) he visto atentamente, y no sólo las juzgo por merecedoras de comunicarse a la luz comun, sino por dignas de ladearse con las de aquellos celebres varones que veneramos por Principes de la Poesia castellana. Estan escritas con la verdad, propiedad y pureza que pide nuestra lengua, cosa singular en estos tiempos, mas escriuieronse en aquellos en que se sabía más bien y se hablaua mejor, y assi no hay mucho que admirar. Esta verdad no la confessarán los que aora la ignoran, pero importa poco su juyzio, sientan lo que quisieren. Padecieron esta misma desdicha que oy aflige a España casi todas las naciones, y en especial la Hebrea. Hablo della primero que de otra alguna por ser su lengua madre y principio de todos los lenguages, y la postrera y vnica en el mundo. Introduxeronse pues en ella por la larga antigüedad, por los cautiuerios, por el descuido de dexar oluidar las vozes propias, y por la permision en el vsar de vocablos estraños, algunos tan obscuros, que los mismos maestros y naturales de las sinagogas despues los desconocian. Esto que vemos en el Idioma Hebreo y que confiessa S. Geronimo, hallamos en la lengua Latina, con ser tanto más nueua y más continuamente cultiuada y sin estas caidas. Y assi se quexa Tulio de que a vezes encuentra con muchas vozes en ella que no conoce, aunque las vsaron Marco Varron, Caton y otros. Lo mismo pudiera dezir de la nuestra, porque casi hemos hecho de los vocablos tantas mudanças como de la ropa, y podriamos hazer dos lenguajes tan diferentes, que el vno al otro no se entendiessen, porque nos damos tanta priessa a inuentar vocablos (o por dezirlo como ello es) a tomarlos prestados de otras lenguas, que por enriquezerla hemos de venir a desconocerla. Esto nace de parecerles a algunos ignorantes deste tiempo que es humilde el lenguaje Castellano, si no le ponen estos afeytes de vozes nueuas y le pintan con este colorido, y no aduierten que el bueno y casto, como dize Ciceron, ha de ser el que nos enseñaron nuestras madres y el que hablan en sus casas las castas matronas y mugeres bien criadas.

En esto, pues, está escrito este libro, aunque exornado con todo lo que permite el arte. Trabajo desigual a menor ingenio, y en que no hallo cossa dissonante a nuestra Santa Fee, o a las buenas costumbres. Tiene muchas imitaciones Italianas y Latinas, hermosas figuras y sentencias, y muy delgados conceptos, y assi puede vuessa merced, siendo seruido, mandar se dé la licencia que se suplica. Este es mi parecer. Madrid y Setiembre diez y siete de 1629 años.—D. Lorenço Vander Hammen y Leon.

APROVACION DEL MAESTRO BARTOLOME XIMENEZ PATON

El libro intitulado Eufrosina, traducido en lengua Castellana de Portuguesa, por el Capitan Don Fernando Ballesteros y Saabedra, Regidor desta Villa-Nueua de los Infantes, que me cometio el señor Don Florencio de Vera y Chacon, del abito de San Tiago, Iuez ordinario,[Pg 61] Vicario y Visitador general deste partido, he leydo con toda atencion y cuydado vna y más vezes, no he hallado en él cosa que contradiga a las de nuestra Santa Fee Catolica y buenas costumbres: antes con apacible estilo se notan y censuran muchos vicios, porque aunque Fabula, es de muy delicada corteza, con sustancia y copia de sentencias y consejos, de que me parece es justo todos participen, y el ingenio y trabajo de su segundo autor quede premiado imprimiendose. En este Estudio de Villa-Nueua de los Infantes a veinte y quatro de Iulio de mil y seiscientos y treinta años.—El M. Bartolome Ximenez Paton.

DEDICATORIA AL SERENISSIMO SEÑOR INFANTE DON CARLOS

Bien pudo la modestia del autor desta Comedia ser hazañosa en quitarse la gloria que de auerla escrito le resultará en los siglos. Mas si su noticia se adelantara a entender mereceria venir a las manos de V. A., tengo por cierto que por tan esclarecida ambicion dexara tan rigurosa templança. De mi caudal solas ofrezco á V. A. la habla Castellana y la eleccion del amparo; deuerame en esto mas que a si propio qualquiera que fue inuentor desta obra; pues si fue su alabança el hazerla buena, es su felicidad el emplearla tan altamente. Guarde Dios la serenissima persona de V. A., etc.—D. Fernando de Ballesteros y Saabedra.

DON FRANCISCO DE QVEVEDO VILLEGAS, CAVALLERO DE LA ORDEN DE SAN TIAGO, A LOS QUE LEYEREN ESTA COMEDIA.

Esta Comedia Eufrosina, que escríta en Portugues se lee sin nombre de autor, es tan elegante, tan docta, tan exemplar, que haze lisonja la duda que la atribuye a qualquier de los mas doctos escritores de aquella nacion. Muestra igualmente el talento y la modestia del que la compuso, pues se calló tanta gloria que oy apenas la conjetura halla sujeto capaz a quien poder atribuirla.

Mañosamente debaxo el nombre de Comedia enseña a viuir bien, moral y politicamente, acreditando las virtudes y disfamando los vicios con tanto deleyte como vtilidad, entretiniendo igualmente al que reprehende y al que alienta; estraña habilidad de pluma, que sabe sin escandalo ser apacible, y prouechosa condicion que deuen tener estas composiciones. Assi lo juzgó Seneca, Epistola 115. Refiere que en vna Tragedia de Euripides, Beleforonte, que era la persona que hablaua, dixo tales palabras: Dexa que me llamen maldito, como me llamen rico; pues todos preguntamos si vno es rico, no si es bueno. No preguntan por qué y de dónde, sino quánta hazienda posee. En toda parte es cada vno tanto como tiene. Preguntas qué cosa nos está mal tener; respondo que nada, y quiero viuir rico, y si soy pobre, morirme; bien muere quien muriendo gana algo. Si en la cara de Venus resplandece cosa como la riqueza y el oro, con raçon enamora a los hombres y a los Dioses.

En acabando de pronunciar estas palabras postreras, todo el pueblo se leuantó con impetu a apedrear al representante y a los versos, hasta que Euripides mismo se leuantó entre todos, pidiendo que aguardasen a ver qué fin tenia en la Tragedia este Idolatra del oro. Oyeronle, y Beleforonte en la Fabula tenia el castigo que merecia su insolencia.

Hasta aqui son palabras de Seneca, que aprouando la buena composicion y exemplar de Euripides, preuino desde entonces aplauso y alabanza á nuestra Eufrosina, donde estan distribuidas las ruynas y las afrentas sobre los vicios, y los premios sobre las virtudes y meritos. No quede sin alabança aquel vulgo que se amotinó en el teatro contra la insolencia de las palabras quando no se lee de los Iueces y Magistrados algun enojo.

Con grande gloria de la virtud y buen exemplo se han escrito en España con nombre de Comedias, fuera de las Fabulas, historias y vidas que a la virtud y a el valor enseñan y mueuen con mas fuerça que otra alguna cosa. Como se ve con admiracion en las de Lope de Vega Carpio, tan dignas de alabança en el estilo y dulzura, afectos y sentencia, como de espanto por el numero, demasiado para vn siglo de ingenios, quanto más para vno solo, a quien en esto siguen dichosamente muchos que oy escriuen este entretenimiento decente a soberanas ocupaciones; que el ocio de los Reyes tiene estatutos de magestad, y no deue admitir alibio que no sea calificado. Por esto tiene lugar en los oydos de los Principes este de las Comedias, a quien han dado su atencion contra la proligidad de los cuydados los más y mejores Monarcas del mundo, sin que a esto ofenda lo que algunos malician, para reprouar los ingenios que dichosamente se ocupan en esta composicion, ni el entretenimiento, que es gustoso, y docto, y exemplar, y limosnero por el socorro frecuente con que alimenta los espitales. Pocas Comedias ay en prossa de nuestra lengua, si bien lo fueron todas las de Lope de Rueda. Mas para leydas tenemos la Seluaga, y con superior estimacion la Celestina, que tanto aplauso ha tenido en todas las naciones. En portugues ay vna de Camoes, dos del doctissimo Corte Real y esta Evfrosina, de que careciamos, porque su original no cerzenado por Lobo es dificil por los idiotismos de la lengua y los Proueruios antiguos, y que ya son remotos a la habla moderna.

Don Fernando de Ballesteros y Saabedra con suma diligencia le ha traducido, de suerte que hablando Castellano no dexa de ser Portugues, ni deseó de verse cómo nació, donde empieza aora a viuir. Merece D. Fernando grande alabança en auer hecho que tenga Castilla parte en obra tan grande y digna de encarecida estimacion.—Don Francisco de Quevedo y Villegas.

NOTAS:

[593] Esta Aprobación de las obras de Francisco de la Torre nada tiene que ver con la Eufrosina, pero se encuentra en todos los ejemplares que hemos visto, y no hemos querido defraudar de ella á los lectores, en obsequio á la integridad del libro, aunque seguramente se introdujo en él por descuido.


COMEDIA DE EUFROSINA

Cariofilo, cortesano.
Zelotipo, cortesano.
Filtria, tercera.
Andrade, criado.
Vitoria, moça de cantaro.
Estudiante.
Duarte, oficial.
Siluia de Sosa, donzella.
Andresa, moça de cantaro.
Eufrosina, dama.
Galindo, cortesano.
Polonia, moça de cantaro.
Don Carlos, cauallero.
Doctor Carrasco, legista.
Cotrin, criado.
Filotimo, ciudadano.

[Pg 62]


ACTO PRIMERO

SCENA PRIMERA

Cariofilo, Zelotipo, Cortesanos.

Car.—Beso os las manos, Zelotipo, qué se haze?

Zel.—Por mi fe, Cariofilo, otro hombre aureis visto más contento que yo estoy aora.

Car.—Vos siempre fuistes amigo de andar con el tiempo, y de seguir el camino de los melancolicos; porque dizen que es nueua discrecion andar triste y ceñudo, y a mi entender es guarida de la poca habilidad, y assi empeçad a publicaros por achacoso, guardaos del sereno, huid de los lugares humedos, abrigaos la cabeça con virrete de seda, preciaos de mal regido, que es vna gran cosa.

Zel.—De todo esso estoy lexos; lo que no es natural mal se finge mucho tiempo; pues qué cosa para mi condicion viuir con arte, ni seguir ninguna, por más calificada que sea? Sabed de mí, que si alcançara el tiempo que se vsaua el cabello rizado, no me pusiera cabellera, aunque fuera muy calbo.

Car.—O qué enfadosa gala fue essa, pero ya passó; aduertid. Por dos cosas doy de ordinario gracias a Dios. La primera por hazerme Portugues, y no alguno de aquellos más barbaros de juyzio que ellos juzgan a nuestra lengua; y la segunda por auerme librado dessa gala de cabeça, que fue otro Alcoran por sí, y vna de las señales del Diluuio.

Zel.—Teneis razon; pero yo aora estoy poco ocioso, y no para ocuparme en essos discursos vanos.

Car.—Dias ha que os esperó vn Caton Censorino, si os fauoreciesse la fortuna; mas por no hurtar el viento á la saeta, sepamos, en qué os ocupais? ó qué hazeis?

Zel.—Deshago la vida con nouedades del alma.

Car.—Vos estais más bemolado que vna dulçayna: yo no estoy para tanto, porque despues que venimos de la Corte, ando más zafio que vn aldeano, y en quanto no boluieremos a ella, no espereis de mí cosa buena, ni discurrais conmigo en sutilezas. Aora que no es tiempo de muda, ayudadme a caçar estos perdigoncillos, digo estas moças de cantaro, que son alegres, y con facilidad se acomodan, y al primer reclamo caen en las perchas: despues ya sabeis que tengo buen natural, y soy a proposito para piloto de alta mar.

Zel.—Assi presumia yo de mí, mas toda subita mudança causa turbacion. El ánimo confuso no admite contento; mi desventura parece que esta conjurada contra mi descanso, y me tiene con tal suspension, que ageno de mí pienso que no hago poco en resistir mis pensamientos para no enloquecer.

Car.—Esso fuera malo? Dos estados me agradan por estremo, el de el loco y del Predicador osado, porque desengañan a su saluo a quien quieren vengarse sin palo ni piedra, viuen sin sujecion de la ley del mundo, no guardan fuero, que es la bienauenturança humana, que los Filosofos Gentiles desearon, y no alcançaron a conocer, y aora está llano ser esta la mayor.

Zel.—Otra sé yo que lo es más.

Car.—Tambien yo. Vencer vna batalla campal, traer a puerto con bonança vna naue cargada de plata y oro, aqui no ay duda.

Zel.—Essa es mayor ceguedad; errais de proa a popa.

Car.—Sere inocente, pero vos ni otros más discretos (de quien yo me burlo) no me aueis de dar fondo esta vez por más versados que seais en la bruxula, porque no ay palmo en mí en que no perdais el Norte.

Zel.—Parece que me juzgais en tiempo que podeis hazerme anotomia, y yo tengo ciertas redes para coger hombres o conocellos, que exceden a las de Vulcano.

[Pg 63]

Car.—Quereis mostrarmelas por me hazer merced? Vere cómo estais de estimativa[594] para astrologo.

Zel.—Si en esso os siruo, harelo. Hombre que se alegra de abatir a quien no tiene por enemigo, que burla de los que dél confian, que tiene animo no compassiuo de la miseria agena, y con cortesias disimula su mala intencion, creed que es naturaleza de Satanas, y profunda baxeza de espiritu.

Car.—Poned punto, que no os puedo sufrir tanta confiança, y de ahi a querer hazer prouerbios no ay mucho, y hablar bien es el más discreto proceder, porque ocasionado, el más humilde suele dar congoxas y el perro a su amo con rabia muerde. Dexemos a los Troyanos, que sus males no los vimos. Vengamos a nuestra intencion: Perdistes algunos nauios? Entraistes en alguna renta? o de qué os lastimais tanto de los temporales?

Zel.—En quanto anduuieredes por las ramas, no tocareis en el tronco de mi dolor: en el qual los sentidos me fallecen para sentir su grandeza, el coraçon para sufrir, el alma para padecer; en el sufrimiento espero el remedio, este me falta y quanto más merezco pena tanto más lloro la culpa.

Car.—Bueno estauades aora para glosar

recuerde el alma dormida,

o, quán antiguo es traer vos pendencia con altos pensamientos, y suspirais? Aqui topa el negocio, amores son de alguna monja. Quisiera más algun buen empleo para la India. Que aueis venido á caer en essa vejez! Pues aduertid, señor mio, que esto ya passó, con la soberbia de los fanfarrones, y todas essotras antiguallas de

por aquel postigo viejo,
buen Conde Fernan Gonçalez[595].

Seguid otro rumbo, si caistes en vaxio tan peligroso, que no perecer en él es destreza y primor de buen galan; demas que es contra el limite del Psalmista: Nolite tangere Christos meos.

Zel.—Vos direis oy más latines que vn Bedel, y perdereis mucho conmigo si os parece que he caydo en essa enfermedad. Tan hambriento de amores os he parecido despues que me tratais? Conocedme mejor, y sabed más de mis cosas, si no quereis perder el credito en que os tengo, porque de otra manera os desengañaré.

[Pg 64]

Car.—Todo desengaño es odioso: no querais competir con Minerua; tengamos paz y moriremos viejos; y no se diga por vos: Habló Roldan y habló por su mal; que yo soy tan buen lagarto, que si me pican, saco poluo debaxo del agua.

Zel.—Brauo venis, picado de gracioso, pero tinto en desabrido.

Car.—Si os pareciera otra cosa, me muriera. Teneis vos los espiritus muy groseros; los mios leuantan las pajas de finos.

Zel.—Ha mucho que aprendistes esso?

Car.—A seruicio de V. m. dias ha que sé quán mal estomago os hará, porque mirad, mi Rey, esto para vos es Griego; yo no os niego que sabeis muy bien de viguela y de canto, poner los pies en vna sala con brio y donayre, atrauesar el antecamara seguro y descuydado sin leuantar el cuello ni concertar la pretina, salir del retrete bufando priuança, fingir gran negocio en cosas de poca importancia, mostrar diligencia adonde no es necessario, traer comparaciones a proposito, tener puntual noticia de la casa de la Reyna, conocer todos los galanes de Palacio, entender dónde se ha de dar el golpe para hazer la seña, buscar ocasiones de ostentar luzimientos y gastos; pues seruidor de damas, no ay que hablar en esso, que estas y otras semejantes acciones son primores de vuestra profession, y de aqui no subis por más que el mar se leuante.

Zel.

Perderme fuera gloria
Si tuuiera
Esperança en que viuiera.

Car.—Burlais de todo? y respondeis ad Ephesios? Pues sabed que me cogeis en tiempo que estoy para chocar con un toro.

Zel.—Aora bien, dexemos esso, qué pajaro nueuo es éste?

Car.—Mucho hay que dezir.

Zel.—Contaldo luego.

Car.—Aueisme de alabar, porque soy hombre para vn hecho portugues, con que lo he encarecido más que si dixera vn hecho romano.

Zel.—Guarde Dios a los que allá no fueron; pero quántos quedan muertos?

Car.—Siete, y ocho heridos. El caso es éste. Paseando aora por la puerta de mi moça hallela hablando con vna vezina al pie de la escalera de adentro; y como en estos casos de repente yo muestro mi suficiencia, y tengo preuenidas cautelas para tales sucessos (porque la ocasion de hazer bien nunca se ha de perder), tercié el ferreruelo como soldado, y llegandome al umbral de la puerta preguntéla si estaua alli el señor su padre. La rapacilla estaua bonita como vn oro, con vna basquiña amarilla, ropa negra, en mangas de camissa, los cabellos trençados con vn liston encarnado, que parecia Sirena pintada; y para encender más el fuego, en viendome, se puso como vnas brasas. Dixome: Fuera de la ciudad está, vendra mañana en la noche. Y al despedirme hizo vna reuerencia con tal donayre, que me eleuó, y vengo suspirando, lançando más centellas de amor que ay estrellas en noche serena.

Zel.—Toda essa era la historia de la Cabra Amaltea, essos son vuestros huertos de Adonis?

Car.—Esperad, que aora empieço. Qué pensais que hize entonces? Parti como vn rayo a casa de mi amiga Filtria, escudriñé, miré los rincones; asegúreme de que no auia nadie, y díxela: Ea, apercebios, que aora es tiempo; y poniendole la boca dulce con grandes promesas, sin reparar en que me citasse luego de remate por ser passadas las ferias, y estar en tiempo de execucion de mis esperanças, fue al punto a tratar la conclusion deste negocio, y aora viene; y si la trae y me veo con la rapacilla en conuersacion, desde aora hago voto (porque no se me oluide) que me ha de pagar lo nueuo y lo viejo y el tiempo que me ha entretenido con largas, muerto de amores.

Zel.—Quién no lo estuuiera más!

Car.—Cierto será no ser vos.

Zel.—Pues por mí lo digo, que me veo entre el yunque y el martillo (como dizen) cogiendo pensamientos en los huertos de Tantalo, para morir de deseo. Mordiome la serpiente aspid, herida incurable, y se puede dezir por mí: Atlante se puso a sustentar el cielo, pues naci para gritar por Hilas, sin poder valerme. Metiome amor en vn laberinto de dolores, de donde desespero salir, por castigar en vn dia mil ofensas que le he hecho en muchos.

Car.—Otro Macias tenemos; pero qué lexos estais de passar cada noche el Mondego a nado, como Leandro el Helesponto, por más apassionado que os mostreis!

Zel.—El alto estanque Cocito, la laguna madre de la vitoria temida de los Dioses passara sin la barca de Aqueronte, y mouiera a piedad con la razon de mis sentimientos a Ditis y Hecate, como otro Orfeo, mas esto no puede remediarme.

Car.—Sabeis la causa? Porque sin ramo de oro ninguno entró allá, y en estos tiempos en ninguna parte, y tenerle vos, lo veo dificultoso, segun las minas de España se han agotado; mas no me diera Dios mayor vengança que veros muy rendido de amor.

Zel.—Si lo deseais, dalde gracias, que yo os doy por muy vengado en esta parte, pues me veo tan estraño, que me desconozco como el Sosia de Plauto.

Car.—Si esso es cierto, no puedo yo estar triste; mas sepamos quién es essa señora para ir a besarle las manos por tantas mercedes.

Zel.—Dexemos donayres, que no estoy para ellos; que a los desdichados hasta la risa les ofende, y acordaos de las desgracias agenas para compadeceros dellas, y que sois hombre nacido en la misma suerte y sujeto a tenerlas, y ninguno sabe lo por venir, ni se deue reir de los infelices; que la Fortuna quando halaga, entonces azecha, y la próspera es más de vidrio, y sospechosa. Quien de los mezquinos se compadece, de sí se acuerda. Las furias de las nouedades que en el alma siento y los tormentos que la opinion de mis deseos causa, exceden a los que dan los golpes de la[s] Eumenides y Gorgonas. En este dolor desesperado sólo me esfuerça contemplar en la ventura, que es padecer por quien tiene en la menor de sus perfeciones el premio de mis trabajos, aunque fueran mayores que los de Hercules, y lo peor de todo es viuir sin esperança condenado á la pena que dize la letra de la puerta del infierno.

Car.—Mucho os engañais conmigo si pensais cogerme con reclamo, porque naci del vientre de vn fingimiento dessos, y sé tanto como vos, y dos puntos más cumplir dessa materia. Para mí escusadas son inuenciones y dezir «huid, que rabio». Todos sabemos quántas son tres. Las Iliades de males que fingís, aunque me las dixeran cien Predicadores, no las creyera.

Zel.—En que las creais ó dexeis de creer no está mi saluacion; porque este mal desesperado me tiene tan sin sentido, que no sé resistir estas venganças de Netolemo, que el vengativo amor de mí toma, indignado de las burlas que le tengo hechas, y puedo dezir: «Donde me quisieron no quise, y quiero a quien no me quiere». Heme transformado en vn eco de vozes vanas, mis quexas son mas sentidas que las de Cigno por su amigo Faeton; los suspiros son de Polifemo por Galatea, y las lagrimas, de las hijas de Belo sobre su hermano.

Car.—Segun esso diremos:

O Macias, o Macias,
no llores pasiones tuyas[596].

Zel.—No me enfadeis con essa risa traidora, pues sabeis quán pesadas son las gracias sin tiempo. Estoy hablando cosas del alma, por darle algun descanso, y quereis fundar burlas sobre mi dolor. Pareceme que sois como los que por dezir vn dicho agudo pierden vn amigo. Tratemos de lo que conuiene, y no sea todo flores, si no me quereis matar.

Car.—Si va de veras, hablareos a lo cuerdo, y como experimentado, para que veais quién soy, y porque, segun voy conjeturando, vuestra [Pg 65]enfermedad más está en tiempo de medicina blanda que de reprehensiones asperas, y el más fuerte se leuanta mejor dandole la mano. Manifestad al Médico vuestra llaga, si quereis remedio, que el mal descubierto halla la salud. Declaraos conmigo, vere de dónde proceden essos humores colericos, miraré las casas del Zodiaco, en que los doze animales tienen su assiento, y si en aquella ocasion estaua en ascendente el Planeta benevolo, y reuolvere toda el arte judiciaria, con tal primor, que os espantareis; porque yo en esta ciencia de amores puedo escriuir mejor que Tolomeo en la Astrologia, y con las reglas que yo os diere, reios de los aforismos de Hipocrates y Galeno para vuestra cura.

Zel.—Si yo la tuuiera, no fueran mis dolores impacientes; los demás que se padecen la medicina los sana, sino es el del verdadero Amor, que es como la herida de la lança Pelias.

Car.—Esso es por lo moral; mas por mi arte, que es de experiencia, os curaré como ensalmador con tres palabras, que traigais por nomina en vn bolsillo: porfia, mata, caça; que tanto da la agua en la piedra, etc., y aquella es casta que no fue rogada; guardad mi regimiento y yo pondre mi cabeça en vuestra salud.

Zel.—Esta llaga es Chironiana, mayor que la que curó el hijo de Febo á Hipolito despedaçado, y no tuuo tan gran tormento como el mio Filatetes, herido de la saeta de Hercules.

Car.—Esso es al primer impetu como Frances, el tiempo lo gasta todo; y assi lo pedia Dido a Eneas por remedio de su pasion. Este amor es accidental, vuestra condicion no es melancolica para estoruar el salir de vos essa passion; confiad que sanareis presto.

Zel.—Con essa esperança me consolara como Penelope, mas desconfio desse y otro cualquier remedio.

Car.—Qué coraçon de mancebo! nunca vos matareis Moro Ali; deseo saber si os enamorastes de vuestra figura como Narciso? ó de alguna estatua como Pigmaleon? o si está essa dama tan guardada como Danae? Qué hombre vos para la guerra! qué Peritoo o Teseo, que robaron á Proserpina y Elena; renegad de amante que no se atreue a todo, por dificultoso que sea. Nunca os rindais a la fortuna, si quereis vencer, que para todo ay remedio. El buen enamorado ha de acometer más de lo que le parece possible, y vencer el temor de las dificultades que la razon le ofrece, de manera que responda siempre la esperança a los pensamientos.

Zel.—Si me valiesse auenturar la vida, Piramo por Tisbe no se ofrecio a la muerte con tanta voluntad como yo lo hiziera. Los Decios no se arriesgaron por su patria, ni Paulo Emilio no acetó el morir con el ánimo que yo tengo[Pg 66] pronto al sacrificio, de quien me arrastra asido al carro de sus perfeciones, como Achiles arrastró á Etor. Pero mi mal es de calidad, que en la osadía tiene condenacion desesperada, en la couardia tormento inmenso. Qualquiera destos estremos niega medio á mis cuydados: veome entre ellos con el trabajo que se vio Fineo entre las Harpias.

Car.—Pues ahorcaos como Ifis por Anaxarte. Pesar de mi padre, essa Diosa come niños? o es de naturaleza de demonios? a Lucrecia la Romana solicitara yo de amores, y a Penelope confiara alcançar.

Zel.—No come niños, mas encantalos con su persona y belleza, nacida para retrato de hermosura humana; porque la suya no admite comparacion, sino es con el Sol ó las Estrellas; y a ser possible alguna dar luz a las tinieblas, sola esta pudiera darla.

Car.—Pariran los montes y nacera vn raton. Dezid quién es? que yo no os he de creer, porque la passion hasta los inocentes haze mentir, y quien feo ama, hermoso le parece; y no temais, que os sacaré de estar satisfecho, que ya sé que vn engaño de aficion es mas blando que belludo, y vale vn tesoro para la recreacion de vn enamorado. No rezeleis que os la despreciare; dezid su nombre sin temor, que yo soy poco escrupuloso.

Zel.—Cómo me atreueré a poner lengua en quien mis espiritus contemplan indignamente como el pastor Indimion en la casta Luna? Su amor me tiene sujeto, sus gracias me vencen, su valor me cautiua. Reconuencido por tantas y tan superiores razones, no me atreuo a dezirlo, y lo quisiera encubrir, porque me parece ofendo la causa en tener tal pensamiento, quanto más publicalle.

Car.—No seais necio, y perdonadme, que quando aueis de ser sabio entonces dexais de saber. No hagais caso de hombre que no aprende de la experiencia, y del discreto que con prouidencia no vence los malos sucessos, porque discrecion sin entereza no vale nada. Yo no os he de consentir, ni sufrir flaquezas de voluntad, que son defetos de culpa; y como los Principes muchas vezes pecan más por lo que disimulan a otros que por lo que cometen, assi son los amigos que no dizen lo que sienten a los que tienen por tales. Sufrirles los vizios es hazellos; en el buen ánimo está la principal parte del próspero sucesso: tenedlo en esta ocasion, y no sentimiento tan costoso que os lo disminuya, y estorue los medios que os han de redimir. La ventura viene a quien la procura, y más ven dos ojos que vno; aqui estoy yo que hago sombra como qualquier hombre, con la de Iuanes me fecit a la cinta, para ponerme por vos a riesgo de la muerte; y la buena Filtria nuestra comadre, que nunca se negó, ni negará, y por vnas chinelas que le deis, subira al cielo en dragones, como Medea quando fue a buscar las yeruas para boluer moço al viejo Eson.

Zel.—Poco puede ella aprouechar en esta parte; vos hablais con quietud de ánimo, y no considerais que tanta culpa es ser furioso como flaco. La prouidencia ha de ser desconfiada y medrosa. Es de soberuios parecerles todo possible. Los prudentes alaban los fundamentos de las acciones; los ignorantes, los sucessos que da la ventura y ocasion. Destos nunca es alabado el Capitan vencido, aunque pusiesse los medios necessarios para vencer. Fiarme de atreuimientos que traen consigo pena, no lo tengo por cordura; vos dezid lo que quisieredes.

Car.—Todo se estima segun dello se juzga; assi les sucede a mis consejos. No ay cosa que tanto daño haga a los buenos ingenios y leales animos como la ingratitud. Para aconsejar y ser aconsejado es muy necessario tener el juyzio desnudo de propia aficion, y libre de sus passiones, porque es muy falso el parecer recebido primero de la voluntad que del entendimiento. Si quereis tratar de lo que os conuiene, guardad esta regla: En las desuenturas y aduersidades, o tened ánimo para sufrirlas o amigo con quien passarlas; los sucessos preuenidlos, pero no afligiendo el ánimo, considerando que no aprouecha saber el que ha de ser malo, si no se puede euitar, y si es incierto, de nada aprouecha temer lo que está en duda, y es tormento rezelarlo, si no se puede huir; lo que a otro no osais comunicar, no lo hagais solo, que el ánimo noble es testigo de sí mismo.

Zel.—Pareceme bien lo que dezis; mas quien sabe temer, sabe acometer sobre seguro: porque de conocer el peligro, nace saber vencerlo. Quien no teme, acomete temerariamente, y no es valentia, pues no vencio conocimientos de riesgo, sino viciosa osadía.

Car.—El amante sabe lo que desea, mas no lo que le conuiene. Al coraçon apassionado en nada se le ha de dar crédito. Prudencia es conocer en el mal ageno lo que se ha de huir, que es lo que dizen escarmentar en cabeça agena. En mí teneis exemplo de amores; como acuchillado, me podeis dar más crédito que a los Oraculos de Delfos; descubridme el fuego desse rapaz Cupido antes que me enfade, que el enfermo impaciente haze el médico cruel.

Zel.—Quiero concluir en este punto, por satisfazeros, pues entre amigos no se consiente coraçon doblado; descubrireos lo que os suplico que no salga de vos en ningun modo, si me estimais: porque me va la vida y fin de mi esperança en el secreto desto que os digo, confiado en vuestra amistad, lo que de otro no fiara por ninguna cosa del mundo.

Car.—Para qué son historias y conjuros? Quándo hallastes por mí vuestras cosas en la plaça? Seguro os doy que seré por ellas vn Harpocrates, si importare, y entre nosotros escusadas son palabras de cumplimiento; fiad de mí, y que el tiempo testificará con obras lo que callo, que a él me remito.

Zel.—Yo os lo merezco, y creed lo mismo de mí, porque en buenos deseos a ninguno doy ventaja; assi que passemos aora desto y vamos a lo que es el caso. Bien conoceis a D. Carlos, Señor de las Paboas, en sangre noble y rico en renta.

Car.—En reputacion está de hombre de gran linage y hazienda; pienso que ha poco que enviudó, y tiene vna hija, preciosa joya, prenda de gran marca en toda hermosura y virtud.

Zel.—Y se llama Eufrosina, a quien las tres del monte Ida concedieran la mançana de la discordia de conformidad, si la vieran, y sus conocidas ventajas la libraran de inuidia.

Car.—Pues qué ay?

Zel.—Esta dama es de quien os dezia, descubriendoos lo que de mí encubro.

Car.—Y essa es la Reyna de Chipre por quien teneis desesperacion anticipada? los misterios que él me hizo, de que yo esperaua quando menos alguna Mora encantada o Ninfa de la fuente de los amores! Qué coraçon éste para librar a Andromeda o a Esiona de los monstruos marinos! De tales espiritus flacos como el vuestro vino la idolatria, y de entendimientos que se admiran de qualquiera cosa, como si no hubiessen visto gente. Pero dónde la vistes? que me dizen está muy encerrada.

Zel.—Silua de Sosa mi prima es muy parienta suya, criose con ella y está en su casa, hasta que Troilos de Sosa, mi primo y su hermano, venga de la India. Hame embiado mil recados con quexas de que no la he visto despues que vine de la Corte, y me ha regalado mucho, y por acudir a su gusto fui antedeayer a visitarla, para verme qual me veo: porque vi a la bella Eufrosina en hora que no deuiera, tan hermosa, que triunfa como vencedora de toda la hermosura del mundo, con vna frente serena como la de Diana entre sus Ninfas, compuesta de vnos cabellos de Febo, que si los viera Neron, los antepusiera a los de Popea.

Car.—Heregias de enamorados; essa tal en despoblado pareciera figura de las transformaciones de Ouidio.

Zel.—Vnos arcos del cielo por cejas con más primor que las lineas de Apeles.

Car.—Ay disparate como este? qué tiene que ver lo vno con lo otro? lo mejor es dexarlo bañar en sus pinturas, y veremos un Metamorfoseos dando mas bueltas que vn bolatin.

[Pg 67]

Zel.—Vna boca de Venus vertiendo sangre de los labios llenos de nectar y ambrosia, cuyas palabras, que son las flores de la hermosura, eran de Caliope.

Car.—Bueno va, bien tuuiera Zeusis que pintar aqui despacio; quiero dexarlo cebarse en esta imaginacion y dar rienda a su furia hasta su tiempo.

Zel.—La proporcion y alegre forma de rostro sobre honesto no diferencia á la Luna llena, o a la estrella de Venus, quando salen sobre nuestro Oriçonte, que es el amor que se apoderó desta alma luego que vi tanta perfecion.

Car.—Por esso tenia razon Teofrastro en llamar a la hermosura engaño mudo, y Xenofonte, peor que el fuego, el qual quema al que lo toca, y la hermosura inflama de lexos; y Aristoteles respondio a quien le preguntó por qué eran amadas las cosas hermosas, que era pregunta de ciego.

Zel.—Pues qué hará quien vio vn pecho y miembros de Palas, vna grauedad de Temis, labrando con vnas manos de Minerua y los dedos de marfil, más dignos de sentir a Iupiter que Heues y Ganimedes?

Car.—Mejor fuera dezir de carne, y hablar sin mentir; pero no quiero ser como algunos que estrañan los estremos que hizieron Hercules y otros por mujeres, siendo lo menos que por ellas hazemos, no solo por aficion, pero por apetito.

Zel.—Y estando assi, leuantaua de quando en quando vnos ojos de Iuno verdes, claros, tiernos, bañados de alegria, tan grandes y graciosos, que mostrauan todo el primor de las tres Gracias, y con razon se le puede llamar la quarta y primera dellas. Ponialos en mí a tiempos hurtados con vn mirar tan disimulado y blando, que me atrauesaua el coraçon, como Filomena a Tereo.

Car.—Ahi fuera yo hombre para obrar y no contemplar; más que presto la ablandara como vna cera.

Zel.—Pareciasele vn pie de Tetis con vna çapatilla amarilla, para entristecer del todo el coraçon desesperado del bien que veia.

Car.—Bonissimo sois para espia, vn lince no vee tanto, passando siete paredes con la vista.

Zel.—Estauamos mi prima y yo sentados en la antecamara, y Eufrosina estaua en vn valcon que cae sobre el rio, de manera que yo la veia por entre vna antepuerta de traues, y como puse los ojos en ella, nunca los pude apartar, y con trabajo encubria mi eleuacion.

Car.—Por esso se dize, las manos en la rueca y los ojos en la puerta; y vuestra prima, qué os dezia?

[Pg 68]

Zel.—Alabesela lo mejor que supe, y ella alabola de muy discreta y hermosa, y de singular condicion, y que se hallaua en su compañia como si fuera su hermana, y con quien se huuiera criado toda su vida.

Car.—Todo esso es bueno y haze a nuestro proposito, porque quanto me la dieredes más Merlin, tanto os la doy más muger para vn hecho. Guardeos Dios de muger boba, que no ay quien la entre en camino. Como ella sea de vnas que leen y más leen, muertas por discreciones, melancolicas, malas de contentar, eleuadas de pensamientos, tenemos el medio camino andado, porque con estas tales querria yo tener mis pendencias. Estuuistes allá mucho tiempo?

Zel.—Estuuiera mil años sin acordarme de venir: tan embelesado me tenia aquel retrato del amor, y tan diuertido, como quien oye el canto de la sirena, y más quando a tiempos la cogia mirandome, si bien hazia luego mas mudanças que Proteo.

Car.—Ni essa es mala señal, que el amor nace de la vista y los ojos lo parlan. Pues cómo os venistes?

Zel.—Aunque estaua transformado en Eufrosina, y eleuado como Argos con la musica de Mercurio, el temor de parecer importuno y prolixo, y enfadar donde deseaua agradar me acordó el despedirme; pedile que de mi parte le hiziesse grandes ofrecimientos para que me tuuiesse por muy suyo, porque no ay más bien que pretender ni desear en esta vida que ser admitido por tal.

Car.—Bueno está esso en essa forma.

Zel.—Sí, mas quién lo esperará?

Car.—Quien no desesperare, y para guiar bien este negocio hazeos amigo con vuestra prima para tener entrada.

Zel.—En quanto a esso mucho lo quedamos, y me pidio que la fuera a ver muchas vezes, y dixo que no auia tenido tan buen dia en su vida, y en palabras no quedé inferior.

Car.—Tanto mejor; desso mucho, que no cuesta dinero, y las de cumplimiento no obligan; y muy escaso es quien dellas tiene dolor.

Zel.—Antes conforme a razon deuian obligar mucho, pues son el gouierno del mundo; mas ya el vsar mal dellas se ha hecho costumbre y en que algunos ponen el caudal de su trato.

Car.—Passo, que os desembolueis mucho; dexemos estas melancolias para los pretendientes. Andemos con el tiempo aora que nos conuiene; que por esso dizen ama el Rey la traicion, pero no al traydor, y querer ser bueno entre malos es gran trabajo. Los hombres pueden reprehender el mundo, mas a enmendarlo solo Dios es poderoso, y de aquí procede mal lograrse los trabajos desta calidad; hazedme merced de iros con el corriente de la gente, y como dizen: Errar antes con los muchos que acertar con los pocos, porque no ay atajo sin trabajo, y dexad essos sutiles seguir sus intentos, con seguro que os doy que terneis poca embidia del fruto que dellos alcançan. Assi que siguiendo nuestro camino carretero, ya que dexastes hecho el fundamento del buen lenguaje, y quedastes corrientes en la conuersacion, tornad allá mañana, que este negocio quiere ser solicitado. Porque no seas pereçoso, y no serás deseoso; la diligencia es madre de la buenauentura, y quando os vieredes con vuestra prima poned la verguença a vna parte, y dezidla el sueño y la soltura, contandola vuestras congoxas, manifestadas con algunas lagrimas que hareis venir con disimulo y cera de los oidos; que vn repique destos es de mucha eficacia para con ellas, aunque pudieran no darles credito por lo prontas que las tienen quando las han menester.

Zel.—No tengo necessidad de fingir, sino tratar de mis dolores delante de quien más sienta y conozca los que son verdaderos. Pues con solo contarlos excedere a los sentimientos de Priamo en presencia de Aquiles.

Car.—Dessa manera no hay cosa que os detenga; y si la veis piadosa, pedilde que os sea abogada delante de vuestra deidad, y si os fauorece, no dudeis del sucesso a vuestro gusto.

Zel.—Y si no quiere fauorecerme seré del todo perdido, porque no me siento con ánimo para sufrir vn desengaño.

Car.—Gracioso sois. En esta causa nada os ha de dar escandalo; creed siempre lo que hiziere a vuestro proposito, y de lo demas no se os acuerde, que la tierra cria buenas y malas plantas, y junto a la ortiga nace la rosa. Mil yeruas ay que hazen mal, y mil que dan salud. Echad el remo por donde fueren las ondas, que no ay quien no tenga causas de dolor; hazeos a las armas del sufrimiento, que pocos passan la mar sin contar tormenta; no temais antes de oir la trompeta, reforçaos de paciencia para sufrir injurias, guardaos de lugares solitarios que dañan mucho a los tocados desta enfermedad. Acudid siempre a mí con vuestras congoxas y tendreis vn Pilades para Orestes; no adiuineis el mal anticipado, aferraos con la esperança, que quien no se auenturó ni perdio ni ganó. En las cosas dudosas vale mucho la osadia; y pues todo sucesso es incierto, no se ha de temer ni presumir el peor. Si quereis acertar, gouernaos por estos documentos. O, que moço yo para estas cosas, cómo lleuara de parola a vuestra prima y le hiziera del cielo cebolla!

Zel.—No está en esso la dificultad, que yo tambien tengo lenguage.

Car.—Pues en qué?

Zel.—Córrome de pedirle cosa tan fuera de razon.

Car.—No aueis oido que mejor es verguença en cara que mancilla en coraçon? y al pobre necessitado no le está bien tenerla, porque haze malauenturados, como el atreuimiento venturosos. La necessidad no guarda ley, y esta nos manda esperimentar muchas cosas, y es maestra de las artes y quien las conserua. Tener ánimo en las aduersidades es conuertir la fortuna en vuestra ayuda, corrida de verse vencida. En esta opinion os he hallado siempre, y en muchas ocasiones atreuido; aora no sé que mudança es esta.

Zel.—Amar y saber sólo á Dios se concede; y quien sabe temer, sabe acometer. Los negocios que me vistis tratar sin temor, no eran desta calidad. En este soy como el Espartano coxo, que preguntandole que para qué iba a la guerra, respondio que lleuaba proposito de no huir, y assi voy temeroso, porque sé que ha de cargar sobre mí todo error que cometiere, sin ser possible retirarme; y ya aureis oido dezir del soldado de Antigono, que estando enfermo era arriscado en acometer a los enemigos en las batallas, y no estimaua el viuir. Hizieronle curar y fue couarde, porque con la salud temia perder la vida que ya amaua. Quando segui amores que no estimé dexar, a todo me auenturaua; aora que tengo hecho empleo del alma, no ay cosa que no tema, y esto juzgo por lo mejor, porque me lo enseña vn puro y verdadero amor, que es propio maestro de virtudes: y quien muda la mala condicion en buena, el escaso en liberal, el ignorante en discreto, el inconsiderado en prudente, el cobarde en osado.

Car.—Dessa tiña os ha caido en la cabeça, que el cruel amor os ha enseñado a sufrir las amenazas que el pensamiento os pone dessa señora, y os ha dispuesto a consentir en mentiras; pues creed por verdad que los más duros pechos se vencen con blandos ruegos; despues de las tempestades viene el dia sereno. En las cosas arduas crece la gloria de los hombres. La osadia ha de ser al principio de la obra, despues la fortuna disponga los sucessos.

Zel.—Arquidamas, Espartano, viendo a vn hijo suyo pelear con los Atenienses atreuido y temerario, le dixo: «acrecienta las fuerças o dexa el ánimo», dando a entender ser peligro conocido atreuerse ninguno a más de lo que puede, y vos quereis que me atreua yo a declarar con persona tan encastillada como Eufrosina, que hallará tan altos casamientos y prosperos? Reconozcome indigno.

Car.—Y vos no os casareis con ella?

Zel.—Para qué es hablar en esso? no naci yo para tanto bien.

Car.—Ha, qué moço para vn pan y dos hueuos.[Pg 69] Ruin sea quien por ruin se tiene; por ventura nunca vimos otros mayores milagros?

Zel.—No veis que se passó ya el tiempo dellos?

Car.—La necessidad los causa, nada se pierde en intentar, y se puede ganar mucho; más vale vn buen consejo que fortuna; en los principios de las acciones no ay que reparar en la razon, y en las de amor, menos. En vuestra prima teneis vn buen medio, que es el todo. Dexad essa nueua verguença y abraçad esta buena ventura, y agradecedla a Dios, y encomendaos a él, y asios a los cabellos de la ocasion, que si no teneis los tesoros de Creso, que en este tiempo dan los quilates del valor a la persona, segun la suma de sus toques, sin ellos enamoró el pastor Paris a la ninfa Enone; y más vale a quien Dios ayuda que quien mucho madruga; y si él os la tiene prometida, todos los del mundo no os la quitarán. Prouad vuestra estrella, que tentando rindieron los Griegos a Troya. Todo lo vence el continuo trabajo. No ay cosa en el mundo que no se pueda esperar, y a Dios nada es dificultoso.

Zel.—O quánto gusto de oiros!

Car.—Assi le sucede a quien habla a sabor del paladar. Vos imaginastes que auia de estrañar vuestros deseos; allá lo haga vuestro confessor, que yo, amigo mio, sé muy bien quán poca impresion hazen reprehensiones cuerdas en voluntades aficionadas. No soy cura de vuestra alma, de lo que entiendo os trato. Quando fueres a Roma, habla Romano: comunicaisme amores, no espereis que os los resista. Todo tiene su ocasion, y por no guardarla, he visto que muchos cuerdos por atajar rodearon. El amor en el viejo es culpa, en el mancebo fruto de la edad. Ay tanto trabajo en esta breue vida, que no se puede passar sin alguna recreacion: esta toman algunos en jugar, que está cerca de hurtar, y es ocasion de renegar; otros en caçar, y segun dan a entender las fabulas antiguas, es exercicio, si bien noble, que haze a los hombres brutos y montaraces, y gusto de mucho trabajo y peligro; pero en esto no doy por ley mi opinion, que todas las cosas tienen la estimacion segun la voluntad de cada vno. Para mí no me den otra cosa sino amores; sin ellos no sabré viuir, y assi estoy tan platico, que en mi concepto todo negocio desta calidad me parece possible, y más si me dais ocasiones, aora se hallan con facilidad, si se saben buscar los medios que la buena diligencia siempre descubrió; y si vos no os atreueis a recauar con vuestra prima que os sea intercesora, hazedme su conocido, que yo os la traere a la mano, y podria estar de caudal de manera que no nos desconcertassemos en el partido, que yo soy de á más Moros, más ganancia.

[Pg 70]

Zel.—Pues os certifico que no es de desechar, y el dote que tiene no es poco.

Car.—Miraldo bien, que yo no me he de negar, y como sea cosa que os importe, cortaré por lo sano.

Zel.—Nunca entendi que erades para tanto, mas ya veo que lleuareis por raçones las armas a Vlises.

Car.—Y no me alabais más? pues dexadme hazer, que yo os pondre del lodo.

Zel.—A Dios y a ventura he de hazer lo que me dezis, y donde va lo más vaya lo menos. Yo tengo vna carta de mi primo y su hermano, que embió en un[597] pliego de la India; auiasela de embiar, mas aora me determino a ser el portador.

Car.—Ya os veo con viento en popa, porque de ahi vendreis a echar cadenas, como dizen. Vamos a hablar á Filtria, veamos lo que dize, y desta manera haremos primero mi negocio y despues el vuestro, que todo tiene su tiempo.

Zel.—Vamos donde quisieredes, que ya me siento más alentado con la esperança que me dais.

Car.—Persuadios que soy grande alquimista destas materias: verdad es que nunca me doy a negocios que piden la cura a lo largo, porque soy más amigo de estar a sabor que a olor; mas para saberles los puestos y guaridas y hazerles venir á los laços, no ay perdigon que en llamarlos me gane, porque la experiencia me ha hecho maestro.

Zel.—Sabeis de tomar el Sol?

Car.—Por estremo. Allá veo assomar a Filtria; ya se rie, sin duda ay conclusion, vamos tras della a hablarle.

NOTAS:

[594] En el original, estimatimatiua.

[595] En el original, así estos dos versos como el anterior, de Jorge Manrique, están impresos á renglón corrido, como si fuesen prosa.

[596] En el original estos dos versos están impresos como si fuesen prosa.

[597] En el original dice mi.


SCENA SEGUNDA

Filtria sola.

Fil.—En fin, en fin, la verdad es seruir a quien os saque la barba de verguença; todos saben el refran: Sanpitar haze buen jantar; Sanrrogar no ha lugar; dadiuas quebrantan peñas. Con dar se caçan los hombres, quanto mejor las mugeres, menos fuertes. No ay cosa más dulce que recebir, y assi acerto el que arrojó las mançanas de oro en la carrera de Atalanta. Sabese ya muy bien que el Abad de donde canta de ahi yanta. Quien conmigo huuiere de negociar ha de ser, hazme la barba, harete el copete. Gente rica y poderosa saca el pie del lodo, y no estos mancebitos de cabello blanco con guedejas y copete, que los pecadores no tienen vn quarto; todo es por acá fue, por aculla entró. Vistete de tuyo y llamate mio; su credito fundan en jurar con ademanes a lo brauo, prometer montes de oro a plaço largo; quando llega os pagan con haré haré; y mal auiendo y bien esperando, vaseme el tiempo y no sé quándo. Aquel te dio, estotro te dará: mal aya quien de suyo no ha. Por esso no erró quien dize: Antes el mar por vezino que cauallero mezquino. Estos tales, ni pintados en pared; antes los querria perder que hallar. Depareme Dios siempre hombres sesudos, que traen los apetitos frenados, y quando les sueltan la rienda y se inclinan a vna muger, nada estiman: porque les grangeis vn favor, sin regatear dan la saya, las çapatillas y quanto pedis por la boca. Con ellos no hay pariente pobre, sufren mentiras, contentanse con esperanças. Tienen paciencia en las dilaciones, y siempre parece que os quedan deuiendo, aunque mas os den. Con estos me hallo yo mejor, con ellos me entierren, y nunca me conozcan embelecadores llenos de cautelas y desconfianças, que todo su caudal se cifra en lo que traen sobre sí, blasonear y fingir; con esto viuen, aunque les cuesta su trabajo, porque los tales son esclauos de su engaño. Qué es el mundo, cómo lo ha trastornado todo a peor! Solia ser que los hombres galanes y nobles tenian su pundonor en ser liberales. Con esto solo y un anillo sencillo enamorauan las Princesas. Ya tienen por el mas discreto a quien mejor guarda vn real. Qué es verlos escatimar; parece que en dar vn marauedi le lleuan los ojos de la cara, y os dizen luego: Comprar hombre barato es gran riqueza, comprar caro no es franqueza. Con esto ved qué merced puedo recebir de tal gente, que ni con espinas buen bocado, ni de escaso buen dado. Dizen los antiguos: Guardeos Dios de ira de señor, de alboroto de pueblo, de loco en lugar estrecho, de moça adiuina y de muger Latina, de tres vezes casada, de hombre porfiado y de persona señalada, de lodos en camino, de larga enfermedad, de medico experimentador y de asno orejeador, de oficial nueuo y de barbero viejo, de amigo reconciliado y de viento que entra por agujero, de hora menguada y de gente que no tiene nada. Este vltimo tengo yo por el mayor peligro, porque no se tiene dellos otro fruto sino importunaciones, y más aora que cada vno viue para sí y solo Dios para todos. Los señores siruense de los criados a bien te haré, y nunca le hazen; y como todos van por este camino, negra medra puedo yo tener con ellos, que no de valde se dize: Ni siruas a quien sirue ni pidas a quien pide. Si fuera en otro tiempo, quando en los méritos de la persona estaua el aprecio, y no en el dinero! Tuuiera yo las paredes de oro, segun este mi oficio es corriente y yo soy solicita: entonces amanecian buenos dias para todos; lo bueno se va perdiendo, la esperança se compra con trabajo y el buen sucesso con la vida. Todo tiempo passado fue mejor. En éste todo es interes particular, aficion propia, fingir verdades y hazer guerra con mentiras. Como soldados saqueamos el mundo, que al fin acá se ha de quedar; peor lo dexamos de lo que nos lo dexaron. Perdido es quien tras perdido anda, y assi se consuela quien sus medidas quema. El diablo fue henchirse la tierra de bachilleres, que son la misma miseria, y con sus trampas tienen hecho el mundo cobarde e interesado; y tan amigo cada vno de su prouecho, que hasta de la habla es escaso, donde no pretende sacar alguno. Pero en los que más nibelan la conuersacion, si les hazeis señas con qualquiera sombra de grangeria hallais afabilidad; y si no, a essotra puerta, que esta no se abre, por más obligaciones que alegueis. Esta es vna tiña muy general, y no hay donde no se halle un pedaço de mal camino. Yo soy aora la Iudia de Zaragoça, que murio llorando duelos agenos; y a la verdad, quien va mal contando, no puede ir bien obrando, y con estos galanes de voto a Christo mal puedo yo salir de laceria ni de mal amo; pero de aqui adelante no seré yo mas boba, que rompa los çapatos por quien no me los diere: qual el tiempo, tal el tiento. Vieja experimentada, aregazada va por el agua. No quiero ser sastre de la encrucixada, que no le pagan la hechura y pone el hilo de su casa; y que me digan: pues Maria bayló, tome lo que ganó. Que bendito es el varon que por sí se castiga y por otro no; dexenme el cargo, que mejor es tarde que nunca, y más vale bien de lexos que mal de cerca, y vn sí tardio que vn no vazio; y mejor es deseo que fastidio. Yo bolueré sobre mí, y a pan duro diente agudo; que en el estado que la persona se pone, en esse le tienen. No consiste en más el hazer cada vno lo que quiere de en tener poca verguença para empeçar. De prudente es mudar consejo, y de los escarmentados se hazen los arteros; yo haré caminos nueuos por atajos viejos. Hallanme alma de cantaro, y en tanto arde lo verde por lo seco, paga el justo por el pecador; alerta, que ya es tiempo; que quien con muchos ha de entender, muchos juyzios ha menester; mas el diablo, y no otro, me reboluio con este Cariofilo, que no me puedo librar dél y de sus importunaciones; todo el dia me ocupa en sus mensages, que no me dexa a sol ni a sombra, y primero que le saco vn quarto de las vñas me suda el copete. Muy fanfarron, promete villas y castillos, y quando viene el plaço, todo es vna mala ventura de vn real; y por esso dizen bien, que el hazer y dezir no es para todos; que ni es oro todo lo que reluze, ni harina lo que blanquea; por lo qual maldito es el varon que de otro fia, y más en este tiempo, en que el mundo[Pg 71] tiene puesta la buena ventura en tener. Quando la embidia y cobdicia era del buen nombre, tenian las artes valor y la virtud estimacion. Entonces florecian los amores, y si aora fuera assi, recado lleuo yo á Cariofilo que me diera hasta la camisa; pero quando mucho me pagará con decir: Sirue a señor noble, aunque sea pobre. Pues desengañarme quiero con él y quedar ó bien dentro ó bien fuera; no me conuiene trabajo sin beneficio, ni ir a caça con huron muerto. Y a señor artero, seruidor reçonglero; lo mejor será desconcertarme del todo con él; mas es tan importuno que no hay quien dél se despegue; y lo que le falta de dineros, le sobra de palabras: y tantas vezes va el cantaro a la fuente, que vna o otra se quiebra, y en vna hora se cae la casa. Allá viene con otro tal como él; ya me empieça a pagar con su risa, que estas son siempre sus pagas: renegad de hombre de muchas cortesias.


SCENA TERCERA

Cariofilo, Filtria, Zelotipo.

Car.—Besote las manos, amiga mia.

Fil.—Sí, besote, cabrito, porque has de ser bota.

Car.—Zelotipo, qué dezis a esta discrecion?

Fil.—Cortad con tiento, que ay poco paño.

Car.—No os parece que tiene arte y gracia para viuir con ella el mundo?

Fil.—Apelo desse mandato, señor juez, que si le he de dar de comer, he menester pan y caldo, y mal pecado, que aun la cena tengo mal acomodada.

Zel.—A ti digo, hijuela, entiendelo tú mi nuera.

Fil.—Piensa él que ando yo calçada, y mis çapatillas andan rotas; lo que importa es darme vnas, pues las tengo merecidas.

Zel.—Y las tiene sanas; pareceme que no quiere perder ocasion.

Car.—Dare yo toda la çapateria. Hombre soy yo que sé negar nada?

Fil.—Yo me contentaré con vnas, y mas si fuessen achineladas.

Zel.—Y tambien con ningunas, si Cariofilo es el que yo imagino.

Car.—Hablemos primero en lo que es de gusto, despues tiempo aurá para todo.

Fil.—Assi lo pienso yo; como no es al vuestro lo que se trata, mudais la conuersacion. Pues vna mano laba otra, y ambas la cara: hagase lo que os importa, primero, y despues de Maria casada, tengan las otras malas hadas. Lo que os digo es que no dan morcilla a quien no mata puerco. No diga barba lo que no haga.

[Pg 72]

Zel.—Esta toda es un refran: quiero ver si le valen sus traças, que ya caro le cuesta lo que ha de lleuar, pues lo porfia.

Car.—Amiga mia, entendamos cómo ha de ser esto? Le hemos de poner nombre a este hijo, si lo es?

Fil.—Y aun sobrenombre, si os atreueis.

Car.—Atreuer? dare en essa batalla vna lança de ventaja a Hercules.

Fil.—Pues sus, que hecho le tengo el oficio.

Car.—Por vida tuya?

Fil.—Assi muera yo Condesa.

Car.—O gran muger! aora acabo de conocer que no se puede tratar negocio si no es contigo, amiga de mi alma, doyte quanto tengo.

Fil.—Siempre vuestras dadiuas son como el que las da. Sea en buen hora, pues mirad no vengais a ser quien solo come su gallo solo ensilla su cauallo. Que si sabeis mucho, tambien yo sé mi psalmo, y mal aya el vientre que del bien que recibio no se acuerda.

Car.—Si ésta no fuera colerica, no tenia precio.

Zel.—No ay oro sin escoria.

Car.—Essa quenta hago, y soy con ella vn cordero, si bien cada hora me quiebra la cabeça.

Fil.—Todo esso es paja, no sea todo burlar á mi costa. El hombre de muchas gracias es indiciado de muchas culpas. Allá dizen que deuemos dar como queremos recebir, que ingrato es el que no paga lo que deue, ingrato el que dilata la paga y mucho más ingrato el que dissimula y niega la deuda; y éste sois vos, que acabado de seruiros, os oluidais, y no se os acuerda más que de lo que nunca fue; pues creedme, que quien paga bien es señor de lo ageno, y en el dar lo que más se estima y alaba es la presteza, porque reniego de tejo de oro en que he de escupir sangre, y antes querria comprar que rogar.

Car.—Pareceme que venis de mano armada; pues yo preciome de sufrido, porque quien calló vencio y hizo lo que quiso, y al mal hablador, discreto escuchador, que quando vno no quiere dos no barajan; y mirad que soy más amigo vuestro de lo que vos quereis pensar, y si no sabeis, sabed, pues os teneis por muy sabia, que quien se da prisa a pagar lo que deue más es pagador que agradecido, y a su tiempo vienen las vbas quando son maduras; ni con toda hambre al arca, ni con toda sed al cantaro. El discreto ha de notar y ver muchas cosas, y no dezir todo lo que siente; assi, mi señora, yo os digo lo que importa; dexad hazer a Dios, que muchos dias ay, y quien pierde un mes, no pierde vn año; más vale amigos en la plaça que dinero en el arca, porque con tenerlos ay riqueza; aunque el tiempo corre de manera que se puede dezir lo contrario, que donde ay riquezas ay amigos, porque el vulgo pone la amistad en el prouecho y se cumple lo que dezia Ouidio: Aquel santo y venerable nombre de amistad está puesto a ganar como ramera. Contraria era la opinion de los Scitas, que tenian por más ricos a los que tenian más amigos.

Zel.—O, cómo es discreta la necesidad, quán lexos está vn poderoso de tener tales palabras para persuadir su intencion, como éste vsa con tanta confiança de que haran efeto! Con razon se dize que la sabiduria cayó en suerte a la pobreça, descubridora de las artes, y por esta causa apartó Iupiter en la edad dorada la abundancia de las cosas: porque la falta dellas nos diesse industria para buscarlas; y es tan sagaz la necesidad, que de la raposa dizen que con la hambre se haze mortecina para caçar las aues. Tales son estos aora, el vno con el otro, que la pobreza de ambos les despierta los ingenios para engañarse en lo que pretenden.

Car.—Mas vos, mi señora, no veis más de lo presente, y no sabeis lo que va de Pedro a Pedro, y cómo yo soy para las mortales.

Fil.—Señor mio, palabras sin obras, vihuela sin cuerdas: siempre me prometeis esso, y yo nunca veo esse dia; y aunque soy tosca, bien veo la mosca. La estimacion de los estados es segun en quien estan, y discrecion sin condicion dadla al demonio. Vos pensais tenerme atada de vuestras esperanças, y soy ya vieja para gaytera, y sé muy bien quántas son tres, y quán mal estado tiene quien se sustenta de promessas; yo no he de comer dessa vizarria y lenguaje, sino de mi trabajo; y si no me quereis pagar, no me ocupeis, que yo no os voy a rogar, y vuestros cumplimientos no me satisfazen, porque mulas y amigos faltan en los peligros, y el harto del ayuno no tiene duelo ninguno. Sabeis lo que me sucedera con vos? lo que dicen: A mal Capellan, mal sacristan; a mal amo, mal moço; a mala llaga, mala yerua; que auariento rico no tieue pariente ni amigo. El consejo que tengo por saludable, y os le doy, es que en buen dia buenas obras, y más quiero pajaro en mano que buytre bolando.

Zel.—Para qué se ha de procurar oir otra Logica ni Retorica? aora creo lo que dize Persio, que el vientre halló el ingenio y que la necessidad es maestra; pero qué matrera es esta? mas de cosario, a cosario los barriles.

Fil.—Al prometer, poco es vn mundo; en el cumplir está la dificultad; pues yo os digo que negra y mal agradecida es la merced que tarda, y más parece cuydado que voluntad; y si cuesta verguença a quien pide, ya se compra, que quien rogó no recibio de gracia; el buen dar es preuenir el deseo, mas esto por vna oreja entra y por otra se os sale; sea en buen hora, que quien no da lo que estima, no alcança lo que quiere.

Car.—Aueis dicho ya, señora? pues oidme, que yo os respondere por los propios terminos: no aueis oido, tras la niebla viene el sol, y tras vn tiempo otro, y llegate a los buenos, serás vno dellos? mas tú, hermana, deues de venir melancolica de otra cosa, y buelveste contra mí, porque soy más paciente; pero con todo esso, mucho se alegra el lobo con la voz de la oueja, y assi tengo sufrimiento, porque al toro y al loco dalle corro.

Fil.—Vistis tal gracia? aueis me dado alguna saya? nada os deuo, que más ay quien ensucie la casa que quien la barra; y por mí se dize, por hazerme miel, me comieron moscas; porque nunca laué cabeça que no se me tornasse tiñosa, y soy siempre con los que más pretendo seruir, como la sardina, que huyendo de la sarten da en las brasas; y la verdad es, que en confiança de parientes nunca dexes de guardar que meriendes, que cada carnero en sus pies se sustenta.

Zel.—Yo me determino a no poneros en paz hasta veros llegar a las manos, porque tengo mucho gusto de oir essos amores; y bien se ve que comadres y vezinas a vezes tienen riñas.

Car.—Si a esso llegamos, malo ha de ser para mí, segun oy está picada; pero ladreme el perro y no me muerda.

Fil.—Sí, bien sé yo que muchos ladridos caben en el oido del lobo; mas no os burleis mucho, que si bien assi me veis, ya he castigado alguno por mis manos.

Car.—No os digo yo, señor? tened por cierto que le tengo miedo segun es determinada; por esso mirad por mí, si no me quereis ver vn Orfeo.

Zel.—Desengañaos desde luego, que he de ser contra vos por esta señora, porque a mí me negaré por seruirla.

Fil.—Mi voluntad lo merece, y podreis disponer de aquella casa; pero no querria fuesse echarlo todo a burlas, y dexando barajas nueuas sobre quentas viejas, porque quien espera desespera, si no alcança lo que desea, no sea lo que digo martillar en hierro frío.

Zel.—Esso es vna en el clauo y ciento en la herradura.

Fil.—Pues da ñudo y no perderas punto. Mas todo esto me aprouecha poco; y por demas es citola en el molino si el molinero es sordo, y es peor el que no quiere oir, pues lo cierto es que el desprecio disminuye el amor, la buena correspondencia y obras le aumentan: y assi me alcance la bendicion de la que come tierra fria,[Pg 73] que no sé cómo tengo coraçon y cómo no se me quiebran los pies en los negocios de su honra y gusto, viendo tan claro que es todo caçar con huron muerto; pues con quanto le siruo, como todo el mundo sabe, nunca me he visto con vn manto mejorado.

Car.—Manto, vna horca.

Zel.—En mal monte hazeis leña.

Car.—Aora vayasse el diablo y venga Maria para casa; pues sabeis que dizen, mal amo has de agradar por miedo de empeorar; y yo, mi señora, soy bueno para amigo.

Fil.—Sí, buen amigo es el gato, sino que araña.

Car.—Mal Cariofilo, buen Cariofilo, al fin ninguno es mejor feligres que yo: y no se puede negar que más vale vn ruin asno que ser asno, y asno es quien asno tiene, pero más asno quien no le tiene.

Fil.—En buena fe, si esso falta, mal me fuera a mí, si yo no tuuiera otros de más caudal; que con vos ya sé quán pocos ajuares he de hazer, atengome a vuestro vezino el Chantre.

Car.—Diferencia ay de vno a otro; essos tales, amiga mia, no siruen más que para vn oficio, y assi es bien que den lo que tienen, y que no los veias[598] sino es por su justo precio; pero en mí aueis de mirar la calidad desta persona, que os autoriza en comunicaros, y que soy vn reclamo de crédito para este oficio, y esta honra es sobre todo.

Fil.—Más es el ruydo que las nuezes, honra sin prouecho.

Car.—Ya sabeis que no caben ambas cosas en vn saco. Dezidme, Reyna mía, pues quereis que hable: Quién os ha de librar de vn caso fortuito delante del Rey o del Papa? quién defender vuestra casa de vn hurto y de vna bateria? quién cruzar la cara al que os enojare o tocare al hilo de la saya? y para estas tales finezas se ha de sustentar y sufrir a vn hombre como yo, y no hazer caso de poquedades.

Fil.—Lo que os sé dezir es que mal de cada dia me llega a negros dias. Essos sucessos vienen tarde o nunca, y entonces sereis peor que todos.

Car.—Mirad lo que os digo: Veis aqui esta capa, y jurad que no teneis otra confiança de mí; porque holgaré saber en qué ley viuo, y ya sé que no ay cosa más barata que la que se compra.

Zel.—Ni más cara que lo que se pide o ruega, y assi estan ambos en juego. Aora veamos quién lleuará la palma, que la contienda por sus puntos va.

Fil.—Págome yo de mi amigo, que come su pan consigo y el mio conmigo: el escarabajo [Pg 74]llama a sus hijos granos de oro. No ay Romero que diga mal de su bordon. Bien os alabais, mas jurado tienen las aguas, que de las negras no haran blancas. Yo sé muy cierto que perdido es quien tras perdido se anda; ya pudiera ser yo experimentada, que dos pajaros en vna espiga nunca se ligan, y dos amigos de vna bolsa, vno canta y otro llora.

Car.—Tened atencion, y notad qué tiene que ver vno con otro.

Fil.—Digo verdad, ois? por esso te siruo, por que me siruas. Puerco de a medias no es nuestro, y yo no me mantengo de humo de pajas. Quereis que me tengan por alcagueta por vos, y que no tenga que comer, y ponga las manos por las paredes, y dé diente con diente? Pues, amigo mio, cuando el bien del señor tarda, el seruicio del criado se enfada; yo no viuo de bene esse, y para el mal de costado es bueno el abrojo. Sabeis qué haré? tomaré el consejo que dize: Lo que haze el ignorante al fin, haze el sabio al principio. Todo lo que me sucediere merezco, por ser tan confiada y auerme fiado de palabras. Miren con qué quiere pagarme él aora. Al asna vieja, cincha amarilla; como si naciera yo ayer; quien malas mañas ha, tarde o nunca las perderá. Yo me entiendo: perro ladrador, nunca buen caçador. Todo es en fin pregonar vino y vender vinagre, y alabaros vos y más alabaros.

Zel.—Quánto sufrimiento da la pobreza y cómo abate los animos y cierra todos los puertos! Quán lexos estuuiera Cariofilo de sufrir, si tuuiera qué le dar! Lo cierto es que el dinero es segura aguja de los que nauegan en el mundo; y quando falta, haze se vsen otras traças, echando remiendos a la vida; y si bien la discrecion es grande atajo para escusar desgracias y afrentas, pero es nadar contra las olas del agua y a fuerça de braços salir del peligro, y con la riqueza se haze todo a pie enjuto, y no en balde se dió por maldicion: en el sudor de tu rostro comeras. Esto se verifica en los cuydados de Cariofilo.

Car.—Bien digo yo que esso es melancolia. Aora bien, iranse los huespedes y comeremos el gallo.

Fil.—No es sino el punto de la verdad, y assi amarga; pues aun no me aueis tenido el pie al herrar, y adonde las dan, las toman. Siempre oi dezir que es mejor dar a enemigos que pedir a amigos; ya los muertos no son nuestros, ni los viuos buenos amigos. Rabia me viene a las vezes de tomar el cielo con las manos. Ver el cuydado y diligencia que tengo en vuestras cosas, y a vos nunca os dize el coraçon que digais: Veis ahi vn escudo para pan. Assi que quanto más ay, más mal veo; pero este desengaño me pondrá la sal en la mollera, pues pensé en esta ocasión ensalmarme, y me quebré el pie.

Car.—Aora holgaos con esto que os diré, y tened paciencia, que no ser agradecida no se puede sufrir; y si el hombre es animal ingrato, más lo es la muger; y aora confirmareis, Zelotipo, lo que muchas vezes aueis oido, que de tres cosas nace la ingratitud. La vna de embidia de uer hazer bien a otro, no reparando en el que se recibe, aunque sea grande, ni acordándose dél. La segunda de soberuia presumiendo ser digno de más, o no sufriendo que otro sea preferido. La tercera de codicia, la qual no se apaga por más que le den, antes se enciende; y con la hambre de lo que apetece y pretende se oluida de lo que recibio; y esto sucede aora, pues desde ayer no os acordais que os regalé en vuestra casa.

Fil.—Mirad lo que me dió, y esso más de verguença que de coraçon, que assi lo entiendo por el ánima de quien más no puede, y yo no reparo en la cantidad, que bien se sabe que no importa que lo que se da sea mucho o poco, sino la voluntad con que se da; que el valor del beneficio más consiste en el ánimo con que se haze que en la cantidad. Yo me corriera de acordarme desso: porque quien da en cara lo que dió, parece que lo pide.

Car.—Gentil manera de desagradecer, pues peor es ser desagradecido que escaso, y yo no reparo en essa poquedad, ni lo digo por acordarme della, sino porque me quita el juyzio oir sinrazones.

Fil.—Digo muy bien, señor; lo que me dais, primero os lo tengo remerecido con sudor de mi cara. A otro huuiera yo seruido como a vos que teneis dinero como el mar.

Zel.—Como está perdida la verguença, poco ay que sudar.

Car.—Assi viua el diablo.

Fil.—Tiendo vuestro padre, que os lo atesora, mas si él me pidiera consejo, yo le desengañara. Que bien ignorante es quien no logra lo que es suyo, si puede; que despues de muerto, ni viña ni huerto, y negro gusto tendrá el alma del que está en el infierno por dexar a su hijo rico.

Car.—Dexemos las vidas agenas, que bien tiene cada vno que entender con la propia. Aguardad que entre a posseer, y tenga vn quento de renta, y vereis marauillas, que yo lo quiero para quien lo mereciere, y por nacer está otro mayor Alexandro; situacion tendreis, amiga mia, sobre mí, y vuestras libranças se cumpliran a letra vista.

Fil.—Siempre son essos vuestros remedios, y en el entretanto comere de estar queda.

Car.—No me canseis, que me pesa me deis ocasion para estarlo, y ninguna cosa me enfada tanto como personas interesadas, y si bien soy blando de condicion y gusto de ser engañado, en conociendoles essa falta, soy duro de muelles.

Fil.—La madre y la hija, por dar se hazen amigas, quanto más que bien sabeis que si no fuera por necessidad, de verguença no os pidiera vn marauedi.

Car.—Mejor tú medres que te creo.

Fil.—Y vos lo que me dais, malo y por mal cabo, y parece que el diablo os lleua, deuiendome quanto teneis, y no os lo he de dezir más lexos, que no sé tener dos caras, ni soplar la lumbre con agua en la boca; y para quien he de ser clara, soy agua del rio, y si no sea este Cauallero juez. Oyga v. m. por me la hazer señalada, veis aqui vn hombre a quien yo siruo de noche y de dia en quantas cosas ay en el mundo.

Car.—Paso, hermana, no digan que tratamos alguna mala conuersacion los dos.

Fil.—Y quando esso fuera verdad, era hazer moneda falsa? cayeran vuestros parientes en deshonra? Mas passe por burla, que bien sabe su merced que lo que trato son cosas de vuestra honra; mas vos sois aqui pega, alli pega, y todo embeleco, y yo apenas me dais a entender vuestro gusto, quando parto luego en vn pie. Veisme aqui, veisme alli, veisme acá, veisme aculla, lleuo villetes, bueluo respuestas, traygole moças a casa, auenturome a todo peligro por ir con sus recados, y hago de mí mangas al diablo.

Car.—Miradme aca, ojos de besugo.

Fil.—Si, a cabeça quebrada, vntalle el casco; no lo hagais, no, y no os lo diran, que cada vno cuenta de la feria como le va en ella; vos quereis comer cardos con dientes prestados, y cuesta poco a Pedro beuer sobre la capa de Payo; buen Rey, si quereis que os sirua dadme de comer, que bestia sin cebada nunca hizo buena jornada. No soy Camaleon, que me sustento del ayre, ni de la tierra como topo. El Abad de donde canta, de ahi yanta. Paga lo que deues, sanarás del mal que tienes. Si quereis ser bien seruido, no escuseis el galardon, que no ay cosa que tanto esfuerce en los trabajos como ver delante el premio, y el dolor de que se sigue algun prouecho, si se siente, se sufre.

Car.—No gastemos el tiempo en porfias, que vna hora es mejor que otra; yo ando estos dias algo alcançado por el juego, y quando no lo dan los campos, no lo han los Santos, y como se ha de negociar, amiga mia, es sabiendo guardar los tiempos, como buen esgrimidor. Con esto me desnudareis; y bien sabeis que no soy mezquino, antes a ningun género de hombres estimo en menos que a los miserables,[Pg 75] porque no pueden hazer hecho bueno, y estan dispuestos para todo mal: y porque te quiero bien, te he de dar vna regla de mucho prouecho, aunque no sé si eres capaz de agradecermela y sentilla, mas si pegare, pegue, como barro en pared, y sea el presupuesto, que quien pone toda la esperança en el dinero, tiene el ánimo muy remoto de la prudencia, y se prueua con lo que dixo Platon, que no nacimos para nosotros solos, sino parte para la patria, parte para los amigos, y assi dizen los Estoycos, que todo lo que se engendra en la tierra es para el vso de los hombres, para que se aprouechen vnos a otros; no sé si me entendeis? Pienso que vso terminos impropios para vos.

Fil.—Si no alcança la vieja, alcança la piedra. Aunque no leamos libros, tambien somos gente; lo que vos dezis digo yo; hazeldo conmigo como os lo merezco, y culpáme si me quexare, y no os seruiré.

Car.—Pues no, que esto ha de ser proporcionado con los tiempos, y considerada la necessidad y la possibilidad, hazer cada vno de su parte lo que puede y esperar ocasion, que vsar daca y toma es baxo estilo.

Fil.—Peor es prometer y no dar, cosa indigna de sangre noble.

Car.—Antes aora lo vsa quien la tiene, hidalgo frances no guarda palabra, sino[599] en quanto le está bien, y nosotros acá, a todas las nouedades tenemos hecha ley por mayor; pero yo para seruiros quebraré cien leyes.

Fil.—Bien estoy en esso, si no se me mojare la ropa: de manera que ha de ser el hidalgo de Guadalaxara, lo que pone a la noche no cumple a la mañana. Pues los pusilanimos se precian de lo que tienen, y el magnanimo de lo que haze.

Car.—Pareceme que sólo andamos a buenos dichos.

Fil.—Mal me quieren mis comadres porque les digo las verdades.

Zel.—Razon es que siruais a esta señora y le deis quanto teneis, que el Rey de España no tiene tal mina.

Fil.—Esso no quiere creer él, como si lo que hago se lo deuiera de derecho; mas siempre se dize: a buen puerco, buena bellota.

Car.—Yo no os niego que os deuo la vida; mas tengola para perderla por vos, si os importare.

Fil.—Nunca me fié de haré, haré; más quiero vn toma que dos te daré.

Car.—No es el diablo tan feo como le pintan.

Fil.—Aun más es, señor Zelotipo; tengole solicitadas y vendidas moças como vnos Angeles [Pg 76]en poco tiempo, y acreditado en partes que os admirarades si lo supierades.

Car.—Esso es por mi buena dicha, que todas me codician, que pocos tales como este moço en la dozena.

Fil.—Esso predican los Predicadores. Mantenga Dios muchos años y buenos a quien aqui está, que passa essas afrentas, que si por mí no fuesse, malos perros os comerian, y vos mal agradecido.

Zel.—Gentiles alabanças da de sí; a qué estremo ha llegado la malicia humana, que los malos se alaban de sus vicios, como los buenos se pueden preciar de la virtud!

Fil.—Pues sólo por solicitaros a la señora Polonia...

Car.—Ea, pues, acabá de desempreñar, sepamos qué tenemos.

Fil.—Primero pitareis, que ya sé vuestras mañas; gato escaldado del agua fria ha miedo, y lo digo assi porque a Clerigo mudo todo bien le huye.

Zel.—No pierde lance: todo va por su justo precio. El merecimiento ni el seruicio de las personas no lo tiene; todo se compra y vende; en ser caro o varato está el engaño.

Car.—Qué quereis que os dé? veisme aqui, mandadme poner en pregon, y vendedme.

Fil.—Y yo para qué os quiero? a, hi de puta y qué negro empleo y qué ajuar?

Car.—Despreciaisme, señora! en buena hora, alegrome desso.

Fil.—Paga, paga, parlero, y se hará todo bien.

Car.—Por estas barbas, de daros vna joya de valor si la nueua fuere tal.

Fil.—Yo lo quiero assi, mirad lo que prometeis delante deste Cauallero, que yo fiome de vos.

Car.—Mas hazedme merced que no os fieis, que con ser desconfiada leuantareis muchas casas de tres altos.

Fil.—Y yo fui y ella estaua con su madre y no pudimos hablar.

Car.—Y pues todo esso era?

Fil.—No os enfadeis, que aun yo no me enfado; ella es atreuida, y como presumió a lo que iba, mandóme que le comprasse agujas para que huuiesse achaque de boluer a verla.

Zel.—Ha, mugeres; a quien nunca faltaron cautelas y ardides para executar su gusto.

Fil.—Y yo, Maria de buenos pies, fui muy corriendo.

Zel.—Todo mentiras y enredos, por encarecerme mas la atencion con que la escucha Cariofilo, aunque no le da credito.

Fil.—Bueluo antes con antes, y como boba llamela a la escalera; dixe que iba de prisa, que no podia subir: ella vio el cielo abierto, y vino como vn rayo. Relatele mi embajada lo mejor que supe; respondiome que la metiades en la mayor afrenta del mundo, y quexose de mí porque le dixesse tal cosa.

Zel.—Muchos daños se escusaran si las madres no fueran bobas con sus hijas, y suceden los más porque suelen algunas muy confiadas dexarles hazer lo que quieren, y despues quando aduierten el peligro es sin remedio, y ninguna cosa importa tanto como la madre tener cautela y ser sospechosa, para hazer la hija segura en la virtud.

Fil.—Yo la satisfize y asseguré de manera que se puso más blanda y me contó que estuuo en punto de reuentar de risa de vuestra dissimulacion.

Car.—Ha, qué gracia! yo lo conoci luego, y de lo mismo no me podia defender de reir.

Fil.—Aqui le repliqué que me contastes quán hermosa estaua con los mayores suspiros del mundo, y que venistes embelesado de su gala y discrecion, que os parecio mayor que otras vezes por no auerla visto tan de cerca hasta entonces.

Zel.—Qué capa de huerfanas, la culpa está en la muger moça que oye sus alabanças y presume que se las deuen de derecho, y assi las cree con facilidad, y sin sentir beue en ellas el veneno; y la ignorante madre que la consiente tales conuersaciones, qué disculpa tendra? pues es cierto que si no huuiera malos medios, de que se aprouechan hombres ociosos, que no se viera muger rendida, que engañada ninguna lo es quando ellas no quieren serlo.

Fil.—Y por aqui le dixe las mis benditas, como mejor entendía; pero qué ay que hablar en esso? con mis buenas razones acabé con ella me prometiesse que os hablaria esta noche, mas que auia de ser a puerta cerrada, como otras vezes.

Car.—Doyla quatro higas. Pesar de mi padre con la hija de puta! que tal se sufra en el mundo? Y vos, buena Dona, venis muy contenta con esso, y hazeis marauillas? pues idos a pasear.

Fil.—Escuchad, si quereis, y no me atageis y vereis para quánto soy.

Zel.—Entre punto y punto encaxa la saya, y al fin todo ha de ser nada: lo cierto es que no ay gusto que no se compre a peso de paciencia; y assi tengo por la principal parte de la discrecion el sufrimiento.

Fil.—Entonces quando me dixo esto, puseme muy enojada y la dixe que no meteria más los pies en su casa, y me lauaria las manos de todas sus cosas, porque no erades vos hombre con quien tal se hauia de hazer, y más mirando tanto por su honra.

Zel.—Con tal fiador segura la tiene.

Fil.—Dixo luego ella: esso no sé yo, que al fin es hombre, y todos estan llenos de engaños, y sólo andan por cumplir su voluntad.

Car.—Todas predican lo mismo, y al fin caen en la trampa.

Fil.—Muchos mueren en la guerra, y por esso no falta quien vaya a ella, porque ninguno piensa ha de ser el desgraciado.

Car.—Mas a la verdad, yo imagino que somos con vosotras algunos. Pide el goloso para el vergonçoso. Si los hombres fuessen tan discretos que tuuiessen sufrimiento, es sin duda que fueran muy rogados; y esto bien lo conozco yo, pero no sufre mi coraçon tener paciencia de codicioso, porque no me gane otro por la mano, y porque sé que este negocio no consiste en más de saber gozar las ocasioues, y perderlas es gran desdicha. Pues en qué quedamos?

Fil.—Entonces repliqué: más os quiero yo a vos que a él, y si no le conociera tan enamorado a ojos vistos, no os lo nombrara.

Car.—Conclusion, abreuiemos, que ya sé que no ay cosa rogada que no salga cara.

Fil.—Al fin porfiando acabé quanto quise.

Zel.—Bien corresponde aquel espacio de réplicas con la prisa de llamarla a la escalera. Por cierto tengo que miente ésta en quanto dize, y que son merecedores de gran pena los padres que presumen de sus hijas que se han de casar mejor de secreto, y con estas esperanças les consienten quanto quieren, y ordinariamente sucede que por donde pensaron ganar pierden.

Car.—Esso me declarad, porque nos entendamos: ha de abrir?

Fil.—Y recebiros con los braços abiertos, y con esto me vine[600] a la mayor prissa del mundo, que me sudaua ya el copete; mas en estas hazañas esmero yo mi saber, porque estas moçuelas que les hierue la sangre, vozales en el trato, eleuadas en amores, hazen a dos manos y quieren abraçar mucho en poco tiempo, y yo como las siento golosas, pongoles luego el cebo, y creenme como si todo fuera verdad; y quando se me estrañan, si me pongo melancolica, luego se rinden a obediencia.

Car.—De manera que el negocio queda assentado como conuiene.

Fil.—Y no como deue, dizen ellos allá; junto y apuntado; cortad por do quisieredes, esta noche de las onze adelante os espera, y abrira la puerta al primer siluo que dieredes.

Car.—Esso es cierto?

Fil.—Cierto y recierto.

Car.—Esse es grande punto; pues qué me dezis aora, amiga mia, llegaré a uer qué tiene la liebre?

[Pg 77]

Fil.—Yo descargo mi conciencia sobre vos, nunca en esso me meti. Con donzellas ni tiro ni pago: alma tengo; pero seos dezir que por alagos se quiere lleuar la moça y no por fuerça, y della y de la naranja tomar lo que diere. Nuera rogada y olla reposada no la come toda barba, y si os veis en la ocasion, aduertid que quien a sus enemigos popa, a sus manos muere, y estas tales se escandalizan mucho si les hablan buenas dotrinas, y lo tienen a poquedad: hazed como fuerte varon; pero en todo lauo mis manos y os aconsejo que mireis por su honra y tengais cortesia.

Zel.—Buen pacificador de ruidos es ésta.

Car.—No ay tal muger en el mundo; digote, amiga, que eres para consejera de vn imperio, y por éstas, y si no que nunca me las quite, que te he de sacar de verguença, y te prometo que no te llames desamparada en lo que yo pudiere, y que otra puede ir mejor afeitada, etcétera.

Fil.—Hazedlo assi y tendreis la bendicion de vuestra madre y la mia; y pues el negocio está concluso, cuenta de cerca, amigo de lexos.

Car.—Yo cumplire mi palabra; aora, de pobre Obispo, pobre seruicio; veis ahi vn escudo, otro dia Dios hará merced.

Fil.—Una mala dadiua dos manos ensuzia; mal parto, hija al cabo. Pusistisme la boca dulce con que me dariades vna joya, y mirad lo que me dais.

Car.—Aora no nos oiga alguno: quien te da vn huesso no te querria ver muerto.

Fil.—Si, caçador que mal tira, presto tiene la mentira.

Car.—Mejor es deuda vieja que pecado nueuo. Valga esso por señal, y lo demas vendra sobre la buena pro le haga, que aun tenemos mucha costura.

Fil.—Por esso lo tomo, y mirad que el buey por el cuerno y el hombre por la palabra; y si me engañais vna vez, no me engañareis otra; pues moça tengo yo aora a mi mandar gordilla, y mal vestida (como dizen), redonda como vna bola: mas quien huuiere de prouar el vino, halo de hazer bien con ella, que la muchacha vale todo el oro del mundo.

Car.—Dime, amiga, es de aqui del varrio? o ha venido de fuera descaminada?

Fil.—De aqui es, bonita como vna plata, algo bobilla, y tiene vna voz que os enamora si le ois vn Romance de sol la.

Car.—Dessas es? yo asseguro que ha corrido más ferias que vn buhonero.

Fil.—Luego sabeis vos lo que ay y no ay. Pues no os mateis, que no os ruegan con ella.

Car.—No tengais pesadumbre[601] de que se [Pg 78]diga la verdad; con todo esso, aunque tenga carne de toro, assentadme allá en la Cofadria.

Fil.—Si pagais la entrada, y si no, no tendreis cirio, que por dinero bayla el perro.

Car.—Porque sois boba, que siempre he de enseñar yo de valde; no será mejor que lo que se diere sea para vos, y tenella como cabeça de lobo? y luego pensareis que todo lo sabeis; no tenemos ya concertado que de todas las que vinieren a vuestros puertos me deis la salua, y que yo haga con vos mi cortesia? No he de gozar de algun priuilegio por ser tributario continuo? Pareceme que quereis que quiebre vanco; yo no quiero más que verla en vuestra casa vna hora.

Fil.—Esso poco? No se os entiende más. Es el mal que no os la... no quiero dezillo; pero ahora tengo mala ocasion con mis vezinas, que se ponen a hilar a las puertas y notan quanto ven, y ya ellas estaran murmurando el veros conmigo.

Car.—Pues ahorquense las borrachas, y si hablaren, sepalo yo, y vereis si las pongo freno.

Fil.—Quando yo viuia en la plaça era el trato franco, porque alli todas tienen que negociar, y entran y salen al tiempo que quieren, sin ser notadas de ninguno.

Car.—No tratemos de rodeos; yo estoy apercebido para todas horas, y soy hombre para pagar las costas.

Fil.—Quien muchas piedras mueue y muchas estacas prende, vnas vezes gana y otras pierde; vos quereis vna en la mano y otra en el saco.

Car.—Soy Cesar, varon de todas las mugeres, y donde yo estuuiere no venga Proculo.

Fil.—Pues qué os contaré a esse proposito? oy tuue dos estudiantes por huespedes con dos moças aldeanas.

Car.—Ha, ladrones, essa es la instituta en que ellos estudian, y despues suplen con grauedad la falta de las letras desimuladas con malicia, y son los que nos escalan la tierra; y dime, amiga, tuuieron sala franca?

Fil.—Ay, ay, y cómo si tuuieron, y más que ellos eran hombres de hecho y beuian los años.

Car.—Qué açote de verdugo! y las señoras qué tales eran?

Fil.—Bonitas como vn oro. Estas aldeanas son amorosas, limpias, frescas, vienen aliñadas con sus cofias de puntas, camisas labradas, toalla con rapacejos, çapatillas de dos suelas, las caras sin artificio, el cabello negro, que no ay más que desear.

Car.—Y esas tales entregastis a essos lobos hambrientos?

Fil.—Ellos hizieron el concierto allá fuera, y vinieron sobre cosa hecha; y buena obra es hospedar a los peregrinos, y del mal que el lobo haze al cuerbo le place; ellas vienen de las aldeas al mercado; entonces ellos con achaque de comprar lo que traen, les dizen sus Latines, con que ninguna se les escapa.

Car.—O, nunca ellos acá vinieran para ser picaros; pues vn bien tienen ellas dessos señores: que guardarán mucho secreto. Tened por cierto que dizen más de lo que hazen, todo por mostrar que son como la otra gente. Lo que importa es que essas queden ya por perroquianas, para que quando bueluan sean conocidas de los dos; y de aquí adelante yo visitaré el mercado, que no de valde se dize que rio buelto (sic), ganancia de pescadores. Cada dia se sabe más.

Zel.—Señor, vamonos.

Fil.—Mas mudaos, que los muertos se van.

Car.—Amiga mia, essa moça te encomiendo, y tal puede ser, que me contente y lo haga bien con ella.

Fil.—No se da a cata como melon.

Car.—No nos hemos de desconcertar quando esso fuera.

Fil.—Todo se hará bien; acordaos desta vuestra cautiua, que todo es migaja de pan en capilla de fraile.

Car.—No es más necessario, yo tendre cuydado y no has menester a otro.

Fil.—Pues al pobre no prometas y al rico no deuas. Yo voyme por lo que dizen. Quien bien sirue y no pide, quanto sirue tanto pierde.

Car.—Quedate a Dios, hermana.

Fil.—Vete en buen hora, escudero; la miseria del escudo con que viuo! esta vez me podrá engañar, mas otra no.

NOTAS:

[598] Sic. Acaso quiere decir sirvas.

[599] En el original, si en quanto.

[600] En el original, viene.

[601] En el original, por errata, pensadumbre.


SCENA QUARTA

Zelotipo, Cariofilo.

Zel.—Demonio es ésta.

Car.—No ay que buscar mejor oficial de su oficio.

Zel.—Y vos en el vuestro no le dareis ventaja.

Car.—Esso yo os lo juro, que ley con ley se entiende.

Zel.—Lindamente se las tuuistes tiessas, y os distes en los broqueles.

Car.—Ella se desuela por cogerme, y lleua sin paciencia hallarme con poco dinero. Mas muchas cosas sabe la çorra y el erizo vna sola, por donde nunca me coge descubierto; y como la tengo empeñada en lo que ha hecho por mí sobre mi palabra, pretende mejorarse, y sufreme, que el sufrimiento no lo hallareis sino en quien tiene necessidad; y de aqui viene que con los Principes, quanto más los seruimos, estamos menos libres y más prendados, y su obligacion es sujecion nuestra. Para con éstas, si quereis que buelen, comed siempre con ellas adelantado. Ardides son de pobreza, que todo lo alcança a fuerça de braços y maña; por auerla yo vsado con ella, hablaré esta noche a mi dama a pesar de quien le pesare.

Zel.—Quiteseos tal cosa del pensamiento, y persuadios que os miente esta borracha de Filtria.

Car.—Mentir, cómo? Hallado aueis el moço sufrido, pues con quién lo ha para no ir a sacarle vn ojo y mostrarselo al otro?

Zel.—Yo nada creo de los que tengo por mentirosos, y es regla que guardo con los tales.

Car.—Pues vos sois todo dudas. Estás tu aqui, Culebrina, pues por éstas que la ahorcasse de vn pie o le cortasse las orejas si me engañasse; y si tuuiesse culpa la gentil señora, le daria desde vno hasta mil açotes.

Zel.—Mayor castigo merece la mentira, autor de toda maldad, porque en la primera se abrio la puerta de los vicios; y para mí los mentirosos son el más baxo género de gente que ay, como el tiempo lo baraxa todo y conuierte las buenas opiniones en malas costumbres. Acuerdome que lei de los Lacedemonios, que pareciendo delante dellos vn Embaxador con cabellera, Arquidamo no le consintio dar su embajada, diziendo: Cómo puede hablar verdad quien no sólo trae la mentira en el alma encubierta, mas publica en la cabeça? Tanto se estrañaua todo fingimiento en aquella Republica, y aora se viue con él, y se tiene el mentir por buen arte.

Car.—En esso reparais? poco viuireis, porque ya el logro de la vida está en ser fingido y falso. Intencion sencilla y pura no es moneda que corre en trato del mundo. En el que alcançamos quiere hombre que sepa acomodarse a la necessidad y sazon, y tantear el retorno de sus ocupaciones; essotras finezas y primores son inutiles. Si quereis ser tenido por inhabil, tened palabra y dezid verdad. A quien oyeredes llamar buen hombre, dalde limosna y doleos dél. Seguid las pisadas de los que llaman Ladinos, y triunfareis, que éstos tienen habilidad para franquear el camino sin correrse de que los conozcan. De Marco Caton el primero cuentan que si vestia armas, parecia nacido en ellas; si trataua de letras, que se auia criado estudiando; quando fue labrador, ninguno entendio mejor la agricultura; quantas vezes le acusaron, tantas se defendio por sus razones, y que en todo fue eminente con marauillosa industria, teniendola ochenta y seis años que viuio en sus acciones, opinion que ganó por saber dar a cada cosa su propio ser. Pues si viniera aora a tratrar con estos que tienen por discretos, no viera palmo de tierra y pareciera rezien nacido;[Pg 79] porque para ellos es cosa de ayre el contrahazer del Momo, las colores del pulpo, las lagrimas del cocodrilo; y quantas figuras la naturaleza haze respeto de los personages que representan si les conuiene, y traen la astucia tan por sus puntos, que si dizen de Iulio Cesar que era autor de adulterios, no tanto por el vicio, como por saber de las mugeres las determinaciones de sus maridos contra él, por donde atajó algunas conjuraciones: assi este género de gentes el fin a que mira su saber es a la codicia que los guia, y enseña a contraminar interesses; y las cautelas de Vlises y de Bruto, que se hizieron locos, no son comparables a las que vsan, porque fingirse vn hombre sin juizio, es luego entendido; mas hazerse inocente para venderos, mostrarse liberal para robaros, amigo quando pretende algo de vos, sufrido para lo que le conuiene; y quando no os ha menester descubrir su malicia y ser ingrato y desconocido, esta discrecion es fruta nueua y dificultosa de conocer, y se halla mucha en esta tierra. Aconsejauan los Sabios de Grecia que no se procurassen muchas amistades para escusar sentimientos de trabajos y enojos agenos, pues sobran los propios. Aora triunfa el que tiene muchos amigos, porque se ayuda de todos, y no haze sino por el que pretende retorno en prouecho propio, ni dize verdad más de en quanto le está bien.

Zel.—Pues si se averiguó delante de Dario que la verdad era superior al poder del Rey, de la muger y el vino, cómo la vemos tan despreciada y abatida?

Car.—Porque los ojos de la vanidad humana, deslumbrados con el interes propio, son ciegos para participar de su luz, y muy de antiguo se dize que engendra odios y la lisonja amigos, y por no conocer el precio que tiene no la estimamos.

Zel.—Lo contrario dezia Pitagoras, que preguntandole si hazian los hombres alguna cosa semejante a Dios, respondio: quando hablan y tratan verdad.

Car.—Ellos dizen muy bien a esso que quien no miente, no viene de buena gente, y presumo que imitan a los caçadores, exercicio que da mucha materia de mentir, y entre ellos los de más presa son vnos que escondidos en vna choza caçan con redes, y por ser a pie enjuto y de prouecho, es gustoso, como a los que no dizen verdad el vso de no tratarla, y assi buscan modos extraordinarios de hablar y dilaciones para que dure su traça, y la costumbre les haze cada día más diestra su naturaleza, porque quien entre miel anda, vntarse tiene. Entendeis este Latin?

Zel.—Ya os entiendo; no ay tal cosa como hablar con el estilo de los oraculos antiguos.

[Pg 80]

Car.—Esso es lo que digo; quereis crédito para hazer leyes de errores a vuestro saluo, que lo tengan mayor que las de Minos y Licurgo, sin que las atribuyan a los Dioses? pues hablad lo que no os entiendan, vsad terminos estraños, palabras breues y equiuocas, con vn dezir assi, assi, ya me entendeis; mostrad que estais adelante en lo que se dize. Dad a entender que reseruais más en el entendimiento de lo que dezis, con lo qual tendreis suspensa la gente del vulgo, que se eleua con qualquiera nouedad; y de aqui resultó el hazerse los Indigetes, que desapareciendo, se conuertian en estrellas; y esta es la causa porque los Filosofos hablauan por simbolos, por eternizar sus escritos y hazerlos más célebres y de estimacion, que se lo da el no ser claros y ocasion a que los interpreten por más agudos que ellos los escriuieron, y de ser assi ha resultado su duracion: porque a los que por virtud dixeron verdades si se entendieran, huuieran quemado sus libros: porque ya llaman truhan á quien desengaña; y si alguna buena dotrina se recibe, es por venir cubierta con regalo y blandura, que ya en el mundo se trata tanto dél, que hasta los preceptos que son de nuestro prouecho y que enseñan lo que nos conuiene, queremos cubiertos a manera de pildoras açucaradas para poderlos passar.

Zel.—De manera que llamais saber filosofico a la simulacion; nunca vos vseis della, porque los Filosofos que tratauan de virtud no vsaron essos rodeos, sino hablaron verdad con claridad, y padecieron persecuciones por ella, y éstos que su trato es fingir, vsan mentiras y viuen dellas.

Car.—Enseñadme vno dellos, por ver qué conocimiento teneis.

Zel.—Qué gracioso sois! entre tantos quereis que haga vna golondrina verano. Esta es vna tiña general, que muy valida anda siempre de máscara en vanquetes, de que se sigue no poco trabajo, por serlo comunicar con hombres fingidos, conuersacion que es acertado recatarla: porque demas de ser enfadosa, tiene peligro, y en lugar de amor engendra odios; y si con éstos se tiene coraçon sencillo, vais perdido; es necessario ir con el fuero de la tierra, porque lo que se vsa no se escusa, y de otra manera es ser fabula del pueblo, que se deue euitar, y si bien esta es enfermedad de nuestros tiempos, las rayces las tiene muy hondas, y su daño es muy antiguo: porque Iubenal dezia: qué haré en Roma, que no sé mentir?

Car.—Mas qué gran tratado se podia hazer de cosas desta calidad de más prouecho que otros que salen!

Zel.—Por esso pocas vezes me satisfazen los Predicadores, que no saben tomar vna materia alta y profunda como ésta, en que metan la espada hasta los vltimos tercios.

Car.—Pareceme que os picais, que es mal caso y término de negociante, que enfadado del mal despacho y poco efeto de su diligencia, quiere hazer Corretor al Confessor del Rey.

Zel.—Dezid lo que quisieredes, que quando sea assi y passe a murmurar, no es para escusarlo a tiempos, por espantar congoxas, aunque la mordedura sea satirica y llegue al coraçon; y no ay gusto ni medio para aliuiar cuydados como censurar y reprehender el mundo, a quien dél anda sentido, y más de alguna gente que ay en él, que se pudiera escusar mejor que moscas.

Car.—Triste condicion es essa y diferente de la mia: porque veo que los reprehendidos que dan grande ocasion para serlo, triunfan de los reprehensores; atengome con el mundo enamorado, en que se va siempre nauegando á costa con viento próspero y haze todo el año vn eterno Abril, la noche escura y tempestuosa, flores de Mayo. En este viaje corre todo franco, el interes y la codicia no vogan. Finalmente la vida enamorada es la de los campos Eliseos, y no tengo paciencia con que aya algunos que por calificarse de modestos, la anden con estremos publicando por vana, y passen a desacreditar y anichilar las mugeres.

Zel.—Essos tales son como aquel de quien se cuenta que siguiendo vn leon vna cierua, ella huyendo se escondio en vn bosque a la vista de vn pastor, al qual el leon preguntó por la cierua, y él con voz alta le dixo: no la he visto, mostrandole con el dedo dónde estaua, de manera que con el miedo del leon fue falso a la cierua. Assi los que blasfeman del amor y burlan de las mugeres, muestranse esforçados en resistirse en público, y con el alma le reconocen; quexanse dellas y son los culpados, contraminando su inocencia con malicia, de donde se sigue querer introduzir por mala la mejor cosa que tenemos, y quien es tan poderosa con nosotros, que no ay flaqueza ni mal que por su respeto no cometamos, ni peligro a que [no] nos dispongamos por su gusto.

Car.—Todo se deue a las mugeres como a lo mejor del mundo.

Zel.—Ellas se emplean mal en tan mala cosa como el hombre; pues porque nos creen, las engañamos; si nos aman, las destruimos; si se defienden, las deshonramos; si se rinden, no las estimamos; y para verificar lo que se dize contra ellas ser blasfemias en apocar su saber, su constancia, su verdad y perfecion, y que son más fuertes y constantes que los hombres y quán rendidos les estamos; vimos a Salomon idolatrar por complacer vna muger, y adorar los Dioses que ella engañada tenia por deidades; y no vimos a Salomon conuencella que creyesse en el verdadero Dios, que él claramente conocia y creia, y ofendia por ella. Qué saber es éste del hombre? qué constancia? qué verdad? qué fe? Si esta muger fuera Iudia y Salomon Gentil, ella le hiziera Iudio. La muger sustentó lo que creia, y el hombre lo nego: ella vencio con la sinrazon, y él con la razon fue vencido; de más que nos tienen tan rendidos, y sus vitorias contra nosotros son tantas, que pretender resumirlas sería imposible; y siendo esto assi, toda alabança y estimacion se les deue, confessando que la virtud que en ellas florece es natural, y si cometen errores, son culpas nuestras, que las solicitamos y nos desvelamos por engañarlas; por lo qual justamente somos merecedores de gran pena, y que sea condenada por baxeza, y caso indigno de discrecion y nobleza murmurar de mugeres y no reconocerlas por la mejor cosa del mundo; y es lo mismo que los maldizientes, que murmuran de Religiosos, siendo tan cierto que viuen con ordinario exercicio de virtudes; y si acaso alguno por los continuos combates del enemigo comun cae y[602] leuantase luego a continua penitencia; y no reparan en sí mismos, que como mundanos, libres, sin temor ni verguença cometen todas las horas mil pecados que tienen por veniales, y sin ningun arrepentimiento, atreuidos alaban en sí lo que estrañan en los buenos.

Car.—Ha llegado a tal punto el estilo cortesano y de los que lo siguen, que llaman discreto y gracioso al murmurador, y al que lo es más desenfrenado le hallan más sal, y lo admiten en su conuersacion, celebrando por agudezas lo que dize destas materias.

Zel.—A ningun género de gentes tengo tanta lástima, ni estimo menos, que a los murmuradores de Religiosos y mugeres, porque por sus sacrificios y virtudes me persuado que nos sufre Dios, y por ellas tengo por cierto que se sustenta el mundo, y a mi parecer sería sin juyzio y demasiado malicioso quien esto negasse.

Car.—Pues hemos llegado a censurar, sabeis quién me enfada? vnos hombres que de su mala opinion quieren hazer ley y se precian de sustentar vando por su autoridad sola contra lo que está muy recebido y la verdad aprueua.

Zel.—Dessos y de sus conuersaciones se ha de huir[603], y yo tengo vna regla para apartarlas y conocellos.

Car.—Dezidla, veremos qué tal es.

Zel.—El que no teme a Dios, burla de su discrecion; el que por mostrarse muy hombre pone atreuida lengua en jurar, tenedle por necio; y si es assi que no puede ser amigo de su diuina Magestad quien no le obedece y a su [Pg 81]nombre tiene deuida reuerencia, culpa será graue el comunicarle y sufrirle.

Car.—Amigo mio, no os pongais en hazer el mundo obseruante; dexad esse cuidado a quien le pertenece por obligacion; conformome con que sólo aceteis conuersaciones que se acomoden a vuestra condicion, porque éstas son de gusto y sin achaques, y las demas son vn perpetuo enfado; y si las comunicaciones se buscan para entretener la vida en contento y amistad, tenerlas para lleuar pesadumbres, de donde nacen odios, es locura y necedad.

Zel.—No condeno yo tener muchos conocidos, lo que reprueuo es que la amistad no sea particular con algunos.

Car.—Muchos tienen por discrecion tenerla y comunicar con toda suerte de hombres para ayudarse dellos en sus necessidades.

Zel.—Essos no tienen amor ni verdad; el interes es su Dios.

Car.—Hora es de cenar: vamos a cumplir con nuestra naturaleza. Passadas las de nuestras venturas, yo ire a buscaros.

Zel.—Sea assi, que ya quisiera que amaneciera, para tener passada noche tan larga para mí, pues no puedo contentar estos ojos con la vista de otros. Para vos será breue, ocupandola en vuestros gustos.

Car.—Essas ponderaciones son viejas; voyme antes que os alargueis más.

NOTAS:

[602] Parece que sobra aquí la conjunción y.

[603] En el original dice luzir.


SCENA QUINTA

Andrade.

And.—Mi amo Zelotipo anda muy lastimado pocos dias ha; muero por saber la causa, y no la puedo entender; solia no encubrirme pensamiento suyo, y aora no sé qué demonio tiene o qué no, que no está para pedirle mercedes. La noche passada no cerró los ojos; vino de fuera quando quería amanecer, y el cuydado de Andrade velar como grulla para abrirle la puerta, porque no le sintiessen en casa, que, mal pecado, esta es siempre la vida que yo tengo con él, y por esso se dize: negra es la cena en la casa agena, y mas negra a quien la cena; y viuir siruiendo es más tristeza que morir, porque no ay señor que no tenga por razon su voluntad, y no sólo la aueis de sufrir, mas alabarsela, si no quereis seruir de valde; y yo tan necio, que perseuero con éste y no me voy aprender oficio, sabiendo muy bien que quien en Palacio enuejece, en hospital muere; pero en fin, quierole bien, que parece que me cortó el ombligo. Mas si por desgracia le huuiessen acuchillado en alguna encrucijada? que son los gages que lleuan los que rondan toda la noche, porque estos estudiantes son desesperados y[Pg 82] andan en quadrilla armados como reloges, no sé qué juzgue ni qué haga; él entró sin hablarme palabra fuera de su costumbre; paseose por la sala, suspiraua, daua golpes con las manos, y tirauase los dedos; yo me afligia de verle con tales estremos, imaginando que estaua loco; en fin, despues que se mitigó algo la furia, rendido se acostó por buscar algun consuelo. Quando empeço a ser de dia, durmio sin despertar hasta que le llamaron para la mesa, y no comio dos vocados; alguna cosa le sucedio que le quema la sangre, y no puede ser menos; yo de muy agudo cortéme, preguntéselo, respondiome con darme dos golpes; y tuue por buena suerte no me diesse más, porque por vna paja se pega fuego al molino y poca hiel haze amarga mucha miel. Retiréme luego sacando pies, que a quien has de rogar no deues enojar, y al criado lo que le toca es obedecer a su señor y no darle consejos, que ellos sufren mal y lo reciben peor; lo que importa es mirar cada vno lo que le conuiene, y del mal ageno no tener cuydado. Experiencia tengo desto, aprovechéme della, apartéme como pude de la primera furia, porque de pequeña herida se haze grande llaga; hizeme mudo, consideré que quando el martillo[604] da la yunque sufre y no hay bien ni mal que cien años dure; de colera de señor y de justicia guardar el primer impetu, que despues en quanto la piedra va y viene, Dios dara de sus bienes. Embiame aora con vn recado a Cariofilo, otra tal cabeça como la suya; fue su compañero en la Corte; es hijo de vezino desta ciudad; aurá quinze dias que vinieron a holgarse a su tierra, porque les faltó la moneda que ellos gastan sin dolor, a costa de barba larga y sudor ageno; conuieneme bolar con los pies, porque no cobre lo que ayer perdi; que éstos gustan de quebrar sus pesadumbres en nosotros, y assi arde lo verde por lo seco, paga el justo por el pecador, seruis de noche y de dia, y más aueis de pagar su disgusto, sentir sus dolores como propios. Yo no siruiera a mi amo, mas como ha dias que estoy en su casa, no querria perder lo seruido, porque a piedra mouediza nunca la cubre moho; y como allá dizen, mal amo has de guardar por miedo de no empeorar, yo lo he de sufrir hasta ver dónde llega su ruindad; porque por otra parte passo vida de Rey, y si está contento, es todo buena ventura, su caudal tengo en mi poder y gasto sin cuenta; assi passo, fiandome de sus esperanças; no es segura ganancia, pero voyme por el hilo de las gentes; entendido he, por mis pecados, que no ay para ellos buen proceder ni vida tan ajustada que baste a que nos hagan merced, que assi llaman todos al pagar el seruicio, porque las conciencias son largas y las manos cortas; quanto mayor obligacion nos tienen, tanto más nos aborrecen. Si nos nacen canas siruiendo, dizen ellos que nos criaron y que entonces empeçamos a seruir; con cualquier achaque nos despiden, y si nos bueluen a recebir, publican que es por misericordia, y se ha de merecer de nueuo. Los muy justificados ponen el juyzio de nuestro seruicio, que ellos vieron y saben quál es, en el Confessor, que nunca supo el trabajo que es seruir; luego vienen Letrados liberales del sudor ageno y Harpias de su interes, y rebueluen Bartulos y Baldos, y hallan vna ley que les desobliga hasta de los mandamientos de Dios, que no sufren entendimientos nuevos. Assi que venga el diablo y escoja; y con razon se dize que el bien del amo no es heredad cierta; lo mejor era no seruir a ninguno, mas todos lo dizen y lo desean, y la codicia vence al conocimiento que tenemos de lo que nos conuiene ver. Los pensamientos de mi amo, el mundo es poco para él, dize que ha de traer de la India montes de oro; pues no será tan ruin que lleuandome consigo, no me haga bien, diziendo, como me ha dicho muchas vezes, que hará y acontecera; si no lo cumpliere, no me faltará con qué pasar la vida, Dios me ayudará y con su fauor confio venir con mucho dinero y comprar en mi tierra vn par de buenas casas, y ser más honrado que todos, y comer gallinas y perdizes. Esta es la casa de su padre de Cariofilo: quiero llamar.

NOTAS:

[604] En el original, martilo.


SCENA SEXTA

Andrade, Cariofilo.

Car.—Ola, ola, quién está ahi?

And.—Yo soy, señor.

Car.—Quién sois?

And.—Andrade.

Car.—O señor, V. m. es? suba su bellaqueria, llamais como loco, digo como priuado.

And.—Yo reniego de tantas honras.

Car.—Cubrios, señor.

And.—Bueno estoy assi.

Car.—Dónde andas, picaro, que no pareces, ni me has venido a ver desde que venimos de la Corte?

And.—Con más razon me puedo yo quexar, pues V. m. no da lugar que le hable despues que está en su tierra; en tiempo de higos no ay amigos, sea en buen hora: bolueremos á la Corte y mi peral tendra peras, y alguno me aurá menester y querra le lleue recaudos.

Car.—Pareceme, señor, que me amenazais; pues doyte mi palabra, Andrade, que tengo necesidad de tu fauor aora para cierto negocio de nuestro oficio.

And.—Ojala, mas V. m. tiene á su Cotrin.

Car.—Esse villano para nada es bueno; yo no confio mis secretos sino de ti, que fuiste siempre mi priuado, y somos amigos antiguos; demas que ayer se partio para su tierra.

And.—El me lo dixo y lo bien que V. m. lo vistio; no lo haze dessa manera mi amo con migo, y no porque me falta amor y fidelidad, que en esso bien sé que le lleuo ventaja; son venturas: en dos dias alcança vno lo que se deue a otro por muchos años; tambien yo querria que V. m. le pidiesse de mi parte licencia á mi señor para ir a holgarme a mi tierra quinze dias, y traere churizos para lleuar a la Corte, quando en buen hora boluamos.

Car.—Y a qué quieres ir?

And.—A qué, señor? a comerme una gallina solo.

Car.—Ha picaro, y cómo eres castizo.

And.—Pues, señor, tambien somos gente, y cada gallo canta en su gallinero.

Car.—Y con essa cara de Zigarra, y esse mostachillo determinais vos de ir allá, sin más prouision y passaporte?

And.—Que no sea possible que V. m. dexe essas burlas?

Car.—Bien será que te engrudemos otras barbas y te rapemos essas a rapazadas.

And.—Estas creceran, y a fe que tengo para mí que no me han de conocer allá.

Car.—Podra ser, mas vos estais muy mal azepillado y más ancho que largo.

And.—Aun he de crecer.

Car.—No creo yo tal, porque ya estais añudado; ha te nacido el diente cordal?

And.—No sé, pienso que sí.

Car.—Veis, no os digo yo? guardate si allá fueres de casarte, porque espero en ti vn gran cornudillo.

And.—Esso está muy lexos, porque yo he de ir con mi señor á la India.

Car.—Resolucion me parece de hombre de ánimo; pues yo sé de tu amo que te quiere bien, y lo ha de mostrar con obras.

And.—Confiança tengo de su voluntad y yo se la merezco.

Car.—Y pues, qué te parece desta tierra? huelgaste en ella?

And.—Bien, pero mejor me hallo en Lisboa, que es madre de todos, y en el mar ancho se cria el pez grande.

Car.—Ya sé que tienes allá vna hermosa vendedera.

And.—Esso nunca falta, mas en la Corte viue hombre a su plazer, y no siruo más que a mi señor, que le sé su condicion, y aqui su padre manda, la madre manda, la hermana manda, y no me dexan sossegar vn instante, y aunque aya cien moços en casa, a mí solo han de[Pg 83] mandar, y muchos componedores echan a perder la nouia, y asno de muchos, lobos se lo comen; demas que en la Corte nunca me faltan dineros, y aquí no ay sino el comer hasta no poder más, y no puedo allegar vn quarto; y como dizen, la tierra que sé por madre la he. Tal es Lisboa, en quien nunca falta el trato y la buena ventura para todos.

Car.—Lo que yo sé es que no teneis aora qué comprar, porque ya me entendeis; que quien trae las manos en la massa, siempre se le pega della.

And.—Esso no se puede negar, la verdad Dios la amó de ordinario; se sisa poco o mucho, ay pieças viejas que vender, baratos de juego y otros percances que nunca faltan.

Car.—Qué te parece, Andrade, de nuestras damas de Palacio, estaran aora muy cuydadosas o tendran otros galanes?

And.—Es el mal que no: todas son muy prouidas en no estar fiadas en vn ancora, por no ser como el raton, que no sabe más de vn agujero.

Car.—En esso te afirmas?

And.—Y se lo daría yo por consejo, porque quando vna puerta se cierra, otra se abre, y vn ruin ido, otro venido, y no estan obligadas a guardar lealtad hasta el dia del juyzio final, y ni Sabado sin Sol, ni moça sin amor.

Car.—Segun esso, diremosles luego, que a quien Dios se la diere, San Pedro se la vendiga; y tu amiga Eluira de Almeida, tendra ya amigo?

And.—Menos me fiaré dessa, por mas juramentos que ella hizo, porque costumbre pongas que no quites, y vezerrillo que suele mamar, proueelle el paladar, y sea tuya la higuera y comame yo los higos. Lloraua quando yo fui allá por las camisas de V. m. y estaua con vna toalla rezia y negra por toca, y juróme y tresjuróme que no se auia de poner otra hasta que le viesse delante de sus ojos, ni auia de salir de aquella casa sino los Viernes, quando fuesse a nuestra Señora del Monte a pedirla que durasse poco esta ausencia; mas si ella es la que yo imagino, hará como viere hazer a sus amigas; y no dudo que tendra amparo para no morir de frio; pero yo asseguro que assi como vamos, que ay campo franco, porque le es muy aficionada, y negará por V. m. a todo el mundo.

Car.—Y la madre reñira aora?

And.—Essa tuerta par diez que es la más falsa y interessada vieja que vi jamas. Siempre me dezia: No dan morcilla a quien no mata puerco, y no estaua contenta sino quando la lleuaua alguna cosa. Llamauale a V. m. esse vñas de hambre, y a mí ladron bellaco mentiroso; ella no tenia verguença para dezir lo que queria, y yo reiame. O, lo que beue, valame[Pg 84] Dios; y yo asseguro que no fuera la hija tan ruin si la madre no la hiziera a sus costumbres. Predicauala siempre que no se fiasse de mí, y mucho menos de V. m., y a la fe no sé si eran ellas el lobo y la bulpeja todos son en la conseja; con todo ambas muy llorosas mostraron sentimiento de su partida de V. m., pero yo voyme por lo que dizen: No cries gallina donde la raposa mora, ni creas lagrimas de muger que llora; y para mí es cierto que nunca nacio ni nacera peor cosa que la mala muger.

Car.—De mí te sé dezir, Andrade, que no las trato más que para mis horas de plazer; doyles poco, y nunca pago adelantado.

And.—Esso es lo que importa y no ser como su amigo Galindo, que las da lo que tiene y lo que no tiene, y ellas se burlan dél.

Car.—Qué me diras de nuestras vezinas las botoneras?

And.—O señor, qué inquieta traia a la hermana más moça; si no nos vinieramos, antes de muchos dias se la echara en las manos a mi señor, y en buena fe yo soy muy gran necio en no recauar para mí, que ellas todas me quieren, y él nada me agradece, y todo lo atribuye a su bizarria; pero yo me atreuia a negociar mejor por mi buena platica.

Car.—Y lo alcançaras sin duda, porque tú lo entiendes con ventaja, mas nunca fuiste para hablar para mí la otra hermana.

And.—Essa tenia cuyo, y era más zahareña, y zelaua tanto a estotra, que no la dexaua a sol ni a sombra, y conmigo dissimulaua por ser mi amiga.

Car.—Y de la tendera qué me dizes?

And.—Que es bonita y astuta; ninguna vi tan entremetida y resabida, y es la más segura y disimulada muger que pensé ver, y el cornudillo de su marido me quiso matar, porque me halló vn día hablando con ella dentro en su casa: escapéme con dezirle la señora que me enseñaua vnas camisas que le auia ido a comprar.

Car.—Y si te cortara las orejas?

And.—Si he de hablar la verdad, yo no estaua en cielo ni en tierra, pero tuue siempre la mano en mi daguilla y él temiome; mas yo imaginé que auia hecho la ida sin venida como potros a la feria, y mi señor me ha dicho que si pusiera en mí las manos que lo hiziera tajadas. Bueno está lo hecho, que la vengança es tarda y es mala de tomar de quien se guarda, y el gusto que da es breue; y más vale salto de mata que ruego de buenos; porque quando siruas al Conde, no mates al hombre, que morira el Conde y pagaras el hombre, y el preso y el cautiuo no tiene amigo. Lo cierto es que quando me vi fuera, di gracias a Dios y me acordé que muchos perros lamen en el molino, y todo el mal es para el que cogen; ella me tenia aduertido de lo que auia de hazer, y como la cosa bien negada nunca es bien creyda, valiome la dissimulacion que tuue.

Car.—Y tu señor qué haze aora?

And.—Durmiendo quedaua en el regazo de su hermana, que le traia la mano por la cabeça.

Car.—Es hermosa?

And.—Al diablo! como mil angeles.

Car.—Por tu vida que le des vn recaudo de mi parte y me hagas su conocido.

And.—Guarda, nunca Dios tal mande; auia yo de ser traidor á mi señor? ni V. m. lo querra.

Car.—Hate hablado en mí en alguna ocasion?

And.—Muchas vezes ha tratado de V. m. y dize que le parece muy galan y de buen talle.

Car.—Y tú que le dizes?

And.—Qué le he de dezir, sino lo que en V. m. ay, y luego me pregunta si tenian V. ms. amores en la Corte y lo que hazian, y assi esto como lo demas que trata es con mucha discrecion: porque en todo tiene mil gracias, y lee y escriue estremadamente, y lo que a mí más me importa es que tiene muy buenas entrañas y me da regalos para comer.

Car.—Es enamorada?

And.—No sé, ella anda muy vizarra, y la muger muy lozana dar se quiere a vida vana, y más ésta que está tan regalada de su padre, que la madre no se atreue a hablarla; pero para aqui y para delante de Dios, que me parece moça cuerda y de estimacion y altiua de pensamientos.

Car.—Pues guardala destos estudiantes, que son sanguijuelas de conuersaciones, y con sus armas daran combate al Cayro.

And.—Dize V. m. verdad, y a fe que los temo, porque son tantos y tan ociosos, que no ay cosa que se les escape, si bien todo su deseo es comer a lo seguro, y nunca salen de malcocinado; mas ella está mejor con los Cortesanos.

Car.—Es muy amiga de tu señor?

And.—Con estremo; su mayor deseo es acertar a regalar a su hermano.

Car.—Y pues él qué dize aora?

And.—Ya se me oluidaua, pues bien de prissa me lo mandó.

Car.—No perderas tus mañas.

And.—Dize que no salga V. m. de casa hasta que sea muy tarde que vendra a verle; y si ha de salir V. m. que le embie a dezir dónde le hallará para darle á V. m. cuenta de lo que sabe. Ayer por la noche fue V. m. con él?

Car.—No.

And.—Yo no puedo entender lo que haze, o en lo que anda estos dias, porque todas las noches va fuera de casa y viene a dormir a la mañana, y con esto anda sin gusto ni juyzio.

Car.—Mira no le ayan hecho alguna supercheria entre muchos.

And.—Aunque más fueran, no se la harian, que es muy valiente, y no dexa la capa en el terrero; mas el diablo que sepa esso, por ninguno se puede jurar; deseo saber lo que es, y lo he de alcançar si no me muero. Su hermana anda más curiosa, y le pregunta la causa muchas vezes; él desimula; ella piensa que es cuydado de la Corte, y si lo es no espero remedio tan presto, porque su padre no tiene orden para embiarlo hasta coger los frutos, ni puedo.

Car.—Vete y dile que yo me echo a dormir la siesta, y le aguardaré hasta que venga; y, amigo mio, veamonos más vezes, que tenemos mucho que hablaren cosas de importancia.

And.—Dios delante, todo se hará bien.


ACTO SEGVNDO

SCENA PRIMERA

Zelotipo.

Zel.—O, quán poco reposo permite ni consiente el amor en el alma de que tomó possession con tirania, pues sólo espera el descanso de sus trabajos en la dura muerte: la qual si bien se considera, se ha de llamar blanda, pues para los desdichados no es tormento, sino fin de desuenturas; y assi dezia muy bien Epicureo[605] que no era mal el padecella, el camino para tenerla sí; y no hallo otro más breue para alcançarla que este por donde voy, segun lo que de mí siento, y la dilacion me aflixe y atormenta, dando bueltas sin cesar en esta rueda de mis varios pensamientos, como el cuytado Ixion en la infernal por sus amores, huyendo de mí propio, como la hija de Inaco de su nueua figura, y assi estoy estraño de lo que solia ser, siguiendo la esperança que huye de mí, como Inaco de Esperies. O ciego niño! con razon te dan este nombre, pues tus apetitos y mouimientos carecen della y de todo juyzio claro. Triste del que te está tan sujeto, que conociendo y padeciendo tus daños, los busca con incessables deseos, y atropellando quantos inconuenientes se me ponen delante, sigo la materia de mis culpas, de las quales mis propios sentidos me dan la pena, como sus perros a Acteon. No te llamen amor, sino comun desuentura, como dezia Sofocles, porque tú eres Pluton, tú la molesta y forçosa necessidad, la furiosa rabia, el mismo luto; en ti se encierran la verdad y la mentira, la inquietud y el sossiego, la flaqueza y la fortaleza. Tú reynas en todo género de animales, en la tierra y en el mar, y ninguno de los Dioses se escapó de tu tirania, y quien por tal no te conoce carece de sentido. El gran Iupiter te obedece; tienente los hombres por maestro; tú haces la vida gustosa, enseñas los ignorantes, sustentas el sufrimiento, esfuerças en las aduersidades, venzes la pobreza, y por el contrario, conuiertes los racionales en brutos, a los sabios hazes idolatrar, corrompes lo más puro, entristeces la alegria; tu esperança es desesperada, paraiso triste, pensamiento sin cuydado, ojos sin vista, paz con discordia, honra con verguença, destruydor de fuerças, engendrador de vicios, conquistador de ociosos, robador de libertades, sin razon, sin orden y sin confiança. En tanta confusion, qué sentirá quien ha de seguir tu vandera? O desventura de enamorados! a quien no llegan los males de Nioue, ni el peligro que mostró a su amigo el tirano Dionisio en el combite. O triste alma apassionada de sus furias, como Atamanta que está ahogada en dolores en la playa de mis desesperaciones, como Ceicis, sin hallar quien me ampare y aliente. En mis determinaciones me saltean desesperados rezelos, intento acometer y a nada me atreuo, quisiera ir a verme con mi prima Silua de Sosa, por consejo de Cariofilo, y no me resueluo: porque pedirla que me ayude en esta empressa tan ardua y dificultosa es cosa fuerte y demasiado atreuimiento, y me pongo a riesgo de perder su conuersacion; si no intento este medio perdere la vida; no sé qué me haga. O qué poco ánimo para enamorado! Atreuiose Paris a enamorar y robar a Elena en su Reino, Pluton a la hija de Ceres, Bulcano acometer a Palas, Neso huir con Deyanira, Boreas hurtar a Oritia; pues es menor el amor que yo tengo a Eufrosina para no atreuerme? Detieneme considerar que aun para quererla desmerezco tanto, quanto sus merecimientos exceden a todos los destas, consideracion que me rinde a que no me atreua a esperar, quanto más acometer; no solia yo ser desta condicion, ya no sé qué soy. La noche passada que estuue con Cariofilo fui acongojado de la embidia que tuue de sus amores, por la poca esperança que de los mios tenia, passela en vn suspiro despierto en mi dolor, y aunque desuelado no me consintieron mis pensamientos vn breue sueño; y si algun reposo tuue, se passó en visiones causadas de mis temores. Aora en fin el cuerbo no puede ser más negro que las alas; yo me he de arriesgar a tentar fortuna, pues dizen que vn palmo de pereza acrecienta diez de daño, y la negligencia corrompe el ánimo, y ser diligente lo conserua y aumenta; no quiero quede por mí, que no ay quien caue como el dueño del huron; haré de mi parte lo que pudiere, sin mirar inconuenientes; lo que fuere mio, a la mano se me vendra; querer medir las cosas de ventura por razon es demasiada prudencia, y hombre muy comedido nunca subió mucho. En el mundo, que no tiene orden, valen los pensamientos desordenados. César triunfó por entregarse temerariamente a la fortuna, y Pompeyo fue vencido por fiarse de su juyzio: medirlo todo por él es querer limitar el poder de Dios, que tiene por costumbre vencer cosas fuertes con debiles instrumentos; en él me encomiendo, como todo poderoso, y como Dauid en su nombre con vna onda y cayado mató a Golias, a quien temia todo vn exército armado, assi puedo y espero alcançar lo que pretendo con sana intencion, y para seruicio suyo; yo me resueluo a ir a ver a mi prima; no sé si será ya hora. Ola moço, Andrade.

NOTAS:

[605] Sic., por Epicuro.


[Pg 85]

SCENA SEGUNDA

Andrade, Zelotipo, Vitoria.

And.—Señor.

Zel.—Qué labios traeis, villano, y qué monton sois de sueño! Ola, con quién hablo?

And.—Señor.

Zel.—En pie os dormis, sabeis qué hora es?

And.—Poco ha que vine de casa de Cariofilo, y dieron las dos.

Zel.—Mi vestido está limpio?

And.—Aora lo limpiaré.

Zel.—Yo no sé qué ocupaciones y negocios son los vuestros, que no teneis cuydado de mí despues que estamos en esta tierra.

And.—No me dan a mí esse lugar.

Zel.—Sea en buen hora, que no todos los [Pg 86] tiempos son vnos; pero yo os prometo que os he de poner en orden de oy adelante, y daros leyes de viuir antes que del todo os hagais saluage. Vn picaro como éste, que nunca se ha de ver harto de dormir!

And.—Si yo no velasse toda la noche, no dormiria de dia; mas de traer quebrado el sueño a sus horas, nace tomarlo a todas las que puedo.

Zel.—Velas tú? mucha pereza y bellaqueria que tienes en esse cuerpo; pues miren el asseo de su persona, y aquella pretina cómo la trae atada. Pues yo os asseguro que estais lexos de ser Iulio Cesar.

And.—Mucho tiene Dios que dar y aun está donde solia.

Zel.—No sé si sabeis que sois muy feo, y nada bien hecho.

And.—Muy poco se me da a mí desso; querria más mucho dinero.

Zel.—Gran socarron me pareceis.

And.—Bueno está aora mi amo; no deue correr buen humor; mejor seria darme vnos çapatos antes que me dexen éstos.

Zel.—Por qué engordais tanto? pareceme que se os echa de ver el buen pasto.

And.—Yo me soy de buena complision, mas esto que digo: Estos pies no andan ya para ir con V. m.

Zel.—Qué ha de ser, si los teneis tan mal hechos que no ay herradura que os arme? yo me determino a mandar que os azepillen las piernas, y amoldaros essa cara, que me corro de dar de comer a vna bestia tan desaliñada. Calçaos aquellos çapatos mios y lauaos esse rostro con alguna legia; iremos a hablar a mi prima Silua de Sosa.

And.—Quando V. m. me embió a casa de Cariofilo, fui a lleuarle vn recado y vn poco de fruta de parte de mi señora, y me preguntó por V. m. y dixo que le besaua las manos, y que le embiasse aquella carta de la India, y que no se oluidasse V. m. de ir a verla.

Zel.—Cómo no me lo has dicho?

And.—Si V. m. dormia y me mandó que no lo dispertasse quando viniesse, cómo lo auia de dezir? Pues qué contaré á V. m.? Vi a la señora Eufrosina tan hermosa, que nunca pense ver cosa tal.

Zel.—Inuencion de mis hados, que a los brutos dara entendimiento. Dime qué hazia? o cómo la viste?

And.—Llegó la señora su prima a recebir el recado a la puerta de la antecamara, y venia abraçada con ella, con los cabellos trençados, con tanto donayre, que mal año para quantas ay en Palacio.

Zel.—Todos estos son soplos del fingido Ascanio para encender mi fuego. Y Cariofilo qué te dixo?

And.—Que esperaua en su casa.

Zel.—Limpiame estos çapatos y vente conmigo. O Venus, que tantas vezes consumiste el furor deste que desprecia las armas de Tifeo; tú que lo libraste de la prision en que lo atormentauan los heroycos Varones, pues voy en su dia y hora, guiame como guiaste en Cartago a tu hijo Eneas.

And.—Qué suspiros y murmuraciones son estas que mi amo tiene consigo? Que me maten si él no emprehende alguna quimera; mas si se le ha metido en la cabeça enamorar a Eufrosina? No será mucha marauilla, segun es loco, y en su opinion presume que por discreto y galan ha de rendillo todo, y yo quisiera más dinero que todos sus versos, porque este franquea el campo y lo demás es martillar en hierro frio.

Zel.—Qué agradable sombra tiene esta calle con el ayre, que ya siento más blando que el de Aurora a Zefalo en sólo llegar a esta puerta. O escalones de mi ventura, quién osará subir, entendiendo que me pongo en ocasion de mayor cayda! libreme Dios del aguero de la subida de los Franceses, que descubrieron los gansos. Sube tú, Andrade, y auisa a mi prima que estoy aqui. Dexa, dexa, que esta señora lo hará. Señora Bitoria, adónde lleua su viaje?

Bit.—Señor, a su seruicio, al rio.

Zel.—Antes que baxeis, por me hazer merced, dezid como estoy aqui, y perdonad este atreuimiento.

Bit.—Buen orden es esse, a buena dicha tengo que se ofrezca ocasion de hazer á V. m. este pequeño seruicio.

Zel.—Es mucha merced, y yo os lo seruire, y dessa buena persona no se podia esperar menos.

And.—Ladina es la fregona y á proposito para vn par de toques.

Zel.—Pues qué se perdera en trabar con ella estrecha amistad?

And.—Veremos, que aun aora yo soy nueuo en esta tierra.

Zel.—O coraçon vandolero, ya siento que me dexas por irte con quien me tiene el alma y los sentidos. Todo el cuerpo se me estremece en pensar que he de entrar en tan gran batalla, sin voluntad libre, con que todo lo solia acometer atreuido.

And.—Malo va el negocio o yo soy inocente. Mi amo está más palido que si entrara en desafio; de quándo acá es tan vergonçoso y confuso? Mucho me da que pensar; sin duda él viene con alguna mala determinacion; pues matenme si yo no lo supiere, por más que de mí lo encubra.

Bit.—Señor, suba, que ya le espera.

Zel.—Besoos, señora, las manos mil vezes; quedate tú aqui, Andrade.

Bit.—Yo las de su merced.

And.—Señora, quiere que la acompañe?

Bit.—No es necessario, ni por acá lo acostumbramos.

And.—Pues a fe que no es muy seguro ir sola vna cara como la vuestra.

Bit.—Hazeis burla ó cortais?

And.—No burlo, por este cielo que nos cubre.

Bit.—Esso os deuo, y aqui me tiene a su seruicio.

And.—Y yo, señora, estoy como muy su cautiuo con hierros. Contenta va la rapacilla y vfana porque la alabé; no es mal principio éste, pero yo muero por saber el intento de mi amo Zelotipo; y en quanto está con su prima, me parece que no será malo seguir el camino desta moça, y trabajar por hazerla a mi mano y de nuestro vando; podra ser que aproueche, pues no ay tan mala yerua que no tenga alguna virtud.

[Pg 87]


SCENA TERCERA

Bitoria, Estudiante, Andrade.

Bit.—Estos cortesanos son buena gente, tan comedidos, que os perdereis por ellos; en fin, en fin tienen cortesia; estotros de la villa son mal dotrinados, hablan siempre de tú por tú, por daca las pajas os deshonran. Todo es dixete y dixisteme, y andar azechando por ver lo que passa; si ven alguno destos de Palacio, se espantan, y en su ausencia lo mormuran y dizen dél las tres leyes, y en su presencia no aciertan a hablar palabra de corridos; por esso se dize que la peor gente para tratar es la de poco saber, y más si son aldeanos. Estos estudiantes buenos mancebos son, si no fueran tan locos, tan parleros y alabanciosos de hecho y por hazer. Ay, acá está mi enamorado; alguna cosa me dira.

Est.—Señora Bitoria, por qué lleuais tan mala vida? y no os cansais de ir tantas vezes al río? hazer de vos azacan, no es de derecho.

Bit.—De derecho o de tuerto, quien más no puede, morir se dexa. Va el Rey donde puede y no donde quiere.

Est.—Es verdad: Non omnes possumus omnia; pero no responde al caso ni es veresimile, porque vuestra impossibilidad procede de esencia de propia culpa. De donde podemos inferir vn predicamento, que si quisieredes, sin daño ni injuria de otro podeis embiar por essa agua a mi costa, y con esto escusar el mal tratamiento de vuestra persona, que yo querria muy descansada y regalada, y segundariamente es contra la mia, que de agente hazeis paciente por lo que os quiero, y quedo yo con dos contrarios en vn sujeto que no se compadecen.

Bit.—Sí, mandaré a mi negrilla de los pies quemados.

Est.Per Deum verum, que me tuesta esso la sangre; parece que hazeis poca cuenta de los vuestros, que es caso de injuria en su género, porque el dinero ha de seruir a la persona y la persona no al dinero; y vos estais remota desta consideracion.

Bit.—Bien sé que me puede enseñar, y que lee y entiende.

Est.—Pues por tanto.

And.—Muy mansa veo esta señora; no sé si soy malicioso, ella escucha y espera; conocimiento es de muchos días, no estoy bien con tanta conuersacion en achaque de vezina, que estopas junto al fuego no estan seguras; quiero esconderme en aquel rincon, estare cerca, y sin que me vean los oire, que aqui ha de tomar fundamento mi negocio.

Est.—Tenemos vn poeta que nos da grandes[Pg 88] reglas para esta negociacion, que los vulgares no alcançan ni saben poner en terminos.

Bit.—Por esso ellos, mal hora, saben tanto.

Est.—Es de congruo, pues estudiamos.

And.—Qué diablos tiene que ver el congrio con los amores? alli entra la malicia.

Est.—Yo os diré, para que veais cómo habla a proposito acerca de que no se ha de perder vn momento de gusto quien puede tenerlo, y empieça: Creditè, eunt anni more fluentis aquae, y va assi diziendo: agua que passa no se puede recuperar, y claro lo veis en el río, por lo qual dize: Vtendum est aetate: logrese cada vno en la edad que se escurre como vnto, y nunca sigue hora tan buena como la passada.

And.—Buen Consejero está éste, y aquella es la verdad; no ay que negar que son diablos éstos y que todo lo saben.

Est.—Por esso os digo yo, señora Bitoria, que teneis la culpa de perder las ocasiones, y yo no quiero ser poderoso en otra cosa sino en quitaros dessos trabajos.

Bit.—No mereci tanto con Dios, mas en fin sana y sin lision estoy, y en quanto tuuiere salud, no quiero que otra me sirua.

Est.—O, o, que no; assi Dios me haga bien que muchas vezes siento en el alma que seais tan poco amiga de vos misma, que pudiendo ser seruida querais seruir, y la costa no importa, pues por mi cuenta podeis estar riyendo y holgando en casa con nuestra ama, sin que lo sientan ni entiendan las aues del cielo.

And.—Vizcayno es el estudiante, sí por sí y no por no; con pies de lana quiere cogerla; mucha raposeria saben éstos, fiaos por amor de mí en perro que coxquea.

Bit.—Ay, señor, que soy tan desdichada que lo que no pienso se sabe, quanto más lo que hago; pues qué coraçon el mio para no creer que luego se publicará todo?

And.—La muchacha es medrosa en dia claro, a escuras más segura estará al herrar. Ay, amiga mia, y qué aprissa os veo caer.

Est.—Cómo sois graciosa! nada es imposible al hombre. Omnia vincit.

And.—No vi amores de libro como éstos; qué gritos diera aqui Cariofilo si los oyera! los que vsan este lenguaje andan a qual más necedades dixere; atengome al mio, que es canto llano, y con él cortenme las orejas si no les enseñare a todos; sólo reconozco a vn amigo mio, que no sé qué les dize a las mugeres, que ninguna se le escapa.

Est.—Yos os poneis conmigo? hareos inuissible cada vez que quisiere; dareos palabras escritas que traigais con vos para que no os muerda perro, otras para que os quiera bien todo el mundo y enmudezcan todos aquellos que quisieren hablar mal de vos.

And.—Sopla, essas mañas teneis? juro a tal, que no sé si lo acierto en estar aqui.

Bit.—Quiero darme por vencida, porque sé que con essas artes, mal pecado, hazen ellos lo que quieren; y en buena fe que no le niego que holgaria hazerme inuisible para prouar; mas guardeme Dios, parecerame a mí que me lleuan por essos aires.

Est.—Aora callad, que yo os he de dar vna nomina muy aprouada para que tengais ventura con todo el mundo, hecha el dia de San Iuan a vista del Sol, quando bayla, y con ciertas yeruas cogidas antes que nazca; y no la tengais en poco, que yo sé que os acordareis de mí, que este vuestro amo parece muy celoso, y con esto le hareis del cielo cebolla.

Bit.—El diablo se lo ha dicho; enfadase que no halla remedio contra sus musicas, y dize, nunca estos guitarreros callan.

Est.—En verdad? pues ahorquese, que yo soy de Viuere ad libitum, y no tengo que fare con Rey de Aragone.

And.—Estos son gente sin ley ni Rey, todo su cuydado es buscar recreacion; la ciencia está en los libros, el estudiar, ir y venir a su tierra, y despues de largo tiempo malgastado: Bachiller soy, bien votado o mal votado, y dan sentencias de golpe, como palo de ciego, que lleua el pelo y el pellejo, y el mal es para quien les cae en las manos.

Est.—Aora bien, señora Bitoria, pues la alcançais de mí, siquiera por la honra no traereis vnas çapatillas en essos pedecillos porque no os los hieran las piedras?

Bit.—En buena fe que no es por falta de tenerlas, sino por pereza de calçarlas y descalçarlas en el río.

Est.—Yo sospecho que las guardais por tener paz con la escaseza de vuestro amo.

Bit.—Esso es de lo que aora él se acuerda.

Est.—Yo me corro de que andeis assi por lo que me toca; hazedme merced en recebir de mí las que pudieredes romper; porque, señora, no querria que otros ojos gozassen de lo que yo tomaria ver por fauor y gusto.

Bit.—Poco desso, que me corro.

Est.—Quereis darme la medida y las mandaré hazer?

Bit.—Yo las doy por recebidas, no se ponga en esse trabajo.

Est.—Hasta en essa poquedad no quereis fauorecerme? hazeis mal, que tengo padre rico, y soy muy regalado de mi madre.

Bit.—Pues quién mejor que él? busque quien se lo agradezca.

Est.—Y me cubren regalos de la tierra.

And.—Vos, amigo, no dais en el punto, que éstas con lo que se caçan es con pasteles y buñuelos.

Est.—Y más aora que espero muchas colaciones.

Bit.—Haganle buen prouecho.

Est.—Assi harán a vos, si quisieredes.

Bit.—Fuera va de pulla, esso es hablar con muchos entenderes.

Est.—Sabed de mí que no tengo cosa propia que no sea vuestra.

Bit.—Dios os lo agradezca, que yo no soy parte, y otra hallareis en quien mejor se emplee.

Est.—No tan a mi gusto para quien nacistis hecha y cortada, y voluntad es vida, y deseo mucho saber qué desdicha es ésta que tengo con vos, pues pienso que no soy de mal talle.

Bit.—No es sino muy gentilhombre, bendigale Dios.

Est.—Yo por tal me tengo y holgaria parecerlo a vos, y que me veais con estos habitos cumplidos propter honestatem, en tiempos escusados, quando aliter non licet. Tambien sé vestir los cortos y traer espada y daga, para si fuere necessario, que los estudiantes tambien somos hombres.

Bit.—Pense en buena fe que eran bestias.

Est.—Bien me honrais por buenas palabras; el sufrimiento omnia sustinet; si es possible, señora Bitoria, alcance yo algo de lo que pretendo de vos, y cuesteme la vida.

And.—Detienese tanto, que tengo miedo de perder a mi amo, y él anda aora muy poco cortesano; no quiero que su ignorancia me dé experiencia, no sé si será bien irme; esperar quiero vn poco, mas porque deseo tentarla por ver si es cetrera, y más por la necesidad que sospecho ha de tener mi dueño.

Bit.—Dexesse desso, señor, y deme licencia, que me detengo mucho, no me vea alguno de mi casa.

Est.—Esperad, no seais de mala condicion, no desprecieis a quien os estima; sabedme engañar, vereis marauillas.

And.—Bueno va el negocio. Estos son la misma porfia. Réplicas van, réplicas vienen, y con dilaciones consumiran cien vidas de quien espera, y ella es más mansa que el sueño, no dudó el salir con su intento; el agujero llama al ladron, y si espera como paloma zurana, no seré yo fiador de su abono.

Est.—Quereis recebir de mí vna merienda? Quándo labais?

Bit.—Mañana.

Est.—Aora le vinieron a mi compañero regalos, que él quiere partir con vuestra amiga; juntaos ambas en el tendedero y mi ama os los lleuará; iremos yo y mi compatriota y entraremos por entre estos vallados para veros, si nos quisieredes ver y hablar.

Bit.—Señor, dexeme ir, que tardo mucho;[Pg 89] en lo demas haga lo que quisiere, que yo haré lo que concertare mi amiga.

And.—La merienda acetó, y quien toma, da; la amiga será otra tal como ella; ya se va, parece cosa de compadreria, no se me escapará la empresa: porque quanto a lo primero seré compañero en la merienda, si llegare a tiempo, porque yo me sabre entremeter de manera que con voluntad o sin ella me combiden, y tambien estoruaré que no lleguen a conclusion los seruidores de bonete.

Est.—No en valde llamaua Diogenes a las riquezas Vomitum fortunæ; marauillosamente dicho, por aqui la he de caçar. Regla es de Ouidio: Munera, crede mihi, capiunt hominesque Deosque, Placatur donis Iupiter ipse datis. Donde dezia bien Horacio, Aurum per medium ire satelitis; y puede ser que paguen las mis amigas luego el escote, para lo qual haremos vna instruccion a nuestra ama in genere suasorio, para que la cosa esté preparada quando vamos; si no bastare, caminaremos assi pian pian, intrat amor mentes vsu, didicitur vsu. Ella no se me escapará, si yo puedo: porque es vna de las frescas rapacillas que pensé ver, y aunque venda los libros, he de saber lo que es, y señalarla de mi hierro, y si mi padre lo supiere, consuelese con Cipion, que se enamoró de vna criada de su muger Emilia; y él no hizo milagros, que muchas vezes le oi alabarse de semejantes cosas, demas que mi madre lo allanará todo: porque el enfado del estudio no se puede sufrir si no es a fuerça de necessidad. Esta dio letras a mi padre, y no he de ir yo por sus pisadas a fortiori, que no todos tienen vna inclinacion, tot homines, tot sententiæ. Rico es, lograrme quiero con su trabajo; pues es veresimile que él allegó y guarda para que yo desperdicie; y no ha de ser todo preuenir lo futuro y guardar reglas de viuir, como él haze; quanto más que yo podré graduarme por suficiencia, y con estar dos dias en Sena o en Bolonia, espantaré toda esta tierra, y con dos sentencias que traiga de la Rota, pensará mi padre que vengo hecho vn Oraculo, porque él menos letras sabe que no yo; vino en tiempo acomodado y valiole su buena traça, y porque le dixo bien, quiere que no aya otro modo seguro de viuir. El hijo raras veces imita al padre, y pocos saben encaminarlos, porque quieren ajustar las inclinaciones de la mocedad con las flaquezas de la vejez; conformidad impossible, porque cada cosa sigue a su natural, y en el descanso y lo violento no permanece. Con Bitoria querria concertarme; podra ser que la lleue conmigo a Italia, que si yo hallo dinero prestado, con breuedad haré almoneda y me partire: Homo nascitur ad laborem, y más: Per varios casus, per tot discrimina rerum tendimus in[Pg 90] Latium, sedes vbi fata quietas ostendunt. Mucho vale la experiencia, el hombre ha de ver el mundo. Por peregrinar fue Vlises tan celebrado, Platon por discurrir por diuersas naciones supo tanto. En fin, yo no me he de dexar morir en la cascara. Dii ceptis aspirate meis, que no espero más que tener dinero.

And.—Quiero ir dandola caça, y allá delante trabaré conuersacion, que ella es muger que a nadie desechará, y haze bien, que las personas generales son bien quistas y hazen su negocio, sin obligarse a lo que no quieren y con facilidad se apartan de lo que no les agrada. Yo no sé qué dexa por contraminar este estudiante, y tiene talle de seguilla a sol y a sombra; porque el rendilla tendra por la mayor dicha del mundo, y estas sus amas, que son como cabeças de lobos, con que piden, no tienen verguença, y son el propio señuelo para esta ralea; assi que no tengo por segura mi diligencia, mas como nada pierdo, vere lo que puedo, por cumplir con mi amo.


SCENA QUARTA

Duarte, Andrade, Bitoria.

Duarte.—Ha, señora, hablad a los vuestros y guardad lo que es vuestro.

Bit.—Yo no hablo a hombres que se atufan como niños.

And.—Vengais muy en hora mala, bueno ando yo oy; bien dizen que quien por agugero escucha sus duelos oye; pensé que me valiera seguirla a lo largo por asegurar sospechas de su casa, y ella vno dexa y otro toma. Vana ha de ser mi diligencia, segun tiene conocidos; comanme perros, pues assi es. Mal le va a la raposa quando anda a grillos, al juez quando va para la horca; pues ver tengo en qué para esto.

Bit.—Pues qué cosa para mi condicion sufrir vidrios!

Duarte.—Y quien tiene razón, qué hará?

Bit.—Esso es, dilo antes que te lo digan; pues si la tienes, por qué me hablas? Ay, Duarte, Duarte, a ti se te entraron los sessos del asno prieto en la cabeça despues que aprendiste oficio, y yo riome de todo. No he de ser cautiua de ninguno antes de tiempo, que quien puede ser toda suya, está loca en sujetarse a otro, y más quieres aora que te diga: quien palabras en sí no detiene, siempre le dizen que mal sesso tiene, y no puede ser amado quien siempre quiere ser enojado. Todo ha de ser achaques: aora me veais, aora no me veais, y la verdad es en fin que, sea en juego, sea en saña, siempre el gato araña; y como allá dizen, quien no te ama en la plaza te difama, y por esso abrir el ojo y ahorquese todo el mundo, que yo no he de consentir me pisen la boca.

Duarte.—Pues yo tambien tengo mi fantasia como mis vezinos, y aun aurá más de dos que me rueguen y lo tengan a buena dicha.

Bit.—Hagales buen prouecho, que yo no se lo estoruo.

And.—Las colores que haze el mecanico! cómo se pone sobre las puntillas de los pies con sus borceguies de carnero! yo os digo que aueis de ser Antecuco, si yo puedo, porque me enfadais; que la señora Bitoria, si no la conozco mal, es de las que quieren vno en la mano y otro en el saco, por no ser como el raton que no sabe más de vn agugero, y aora no mira muy derecho, porque el villano es atestado y tiene cara de darle pesadumbres y pedirle perpetuos zelos, que es lo mismo que recordar el perro que duerme, y Alcalde, búscame aqui alguno: y con esto caen siempre en el laço.

Bit.—Para qué es andar á caça con huron muerto?

Duarte.—Porque el diablo lo quiere, y no podia ser otro el que a mí me reboluio contigo.

Bit.—Qué tamaña gracia! quierome reir y no puedo.

Duarte.—Esse es siempre tu juyzio, toda burlar. Pues donde hay mucha risa ay poco seso.

Bit.—Pues no es para reir mucho de lo que dizes? mira, si andas endemoniado, ó tienes el mal de ojo, vete a buscar vna santiguadora.

Duarte.—Bien lo auia menester.

And.—La muchacha es alegre y risueña, rapacilla es de traça para vn hecho; que me maten si ella no burla del mancebo; mas yo me puedo despedir oy, que éste no la ha de dexar tan presto, y mi amo no sé cómo admitirá la disculpa.

Duarte.—Bitoria, tiempo ay de tener juyzio, tiempo para holgar, y ya pudieras cansarte de ser loca.

Bit.—Poco desso, que me corro; vistes qué negros amores? siempre tuue yo de ti essas honras, y cada dia olla, amarga el caldo. Como si yo estuuiera para sufrir mucho!

Duarte.—No te enojes con el castigo, que no te le da tu enemigo, que por quererte como te quiero me queman la sangre tus cosas.

Bit.—Vistes aquello? y yo que hago? No me hablen dessa manera, que no lo sufriré, pues dessas soy; bien dizen, hijo ageno, brasa en seno; deme Dios contienda con quien me entienda.

And.—Pareceme que riñen, propio término destos andar siempre en pendencias; tornarme quiero a donde está mi amo, que más dias ay que longanizas, y sentaré á esta señora en mi catálogo, y a su tiempo la buscaré, que ella me parece de buena condicion, y en quanto la piedra va y viene, Dios dará de sus bienes.

Bit.—Por otra parte me alegro mucho con estos achaques, porque qual te dizen tal coraçon te hazen; como si él me hallara haziendo moneda falsa o me sacara de la mancebia, assi me trata: yo soy muy buena hija, aunque pese a ruines, ninguno me halló por casas agenas, como otras que yo sé, que presumen de muy honradas. Si yo rio y me alegro, es de mi condicion, que para todo el mundo tengo buenas entrañas, y el coraçon sencillo no piensa maldades.

Duarte.—De qué sirue trabar conuersacion con todos? pues quien mucho habla a sí se daña, y en boca cerrada no entró mosca, y assi dizen: ama a quien te ama y responde á quien te llama, andarás carrera llana. Tú, Bitoria, no miras sino tu gusto, y el mundo está malo y a nadie perdona, y quien adelante no mira atrás se queda, y por no reparar el daño pequeño, se haze grande.

Bit.—Pues qué he de hazer, llorar? de aquí adelante andaré siempre derramando lagrimas por la muerte de mi abuela.

Duarte.—Búrlaste? sea en buen hora, que yo siempre oi dezir que del ruge, ruge se hazen los cascabeles; y si tuuieras cuenta con lo que te conuiene repararas en lo que hazes, pues sabes que de los muertos dicen, cuanto más de los viuos; y quien se precia de buena muger, todo lo ha de mirar, y que es menester para serlo más que ser casta.

Bit.—Ahi topa todo, y nunca acaba con su buena muger. Si yo soy mala, voyte a rogar? pues a quien no te ruega, ni voga, no lo lleues á la boda. Pidote que me dexes y no me persigas, y tú porfiar; yo sé muy bien lo que me conuiene, y que el reir y holgar no me quita el ser buena, y a vezes las dissimuladas son las que Dios sabe; yo no he de mudar condicion; quien assi no me quisiere, ahorquese en buen dia claro.

Duarte.—Ahora, pues quieres que hable, qué ganas en ser amiga de Filtria?

Bit.—Ya me espantaua yo, essa es toda tu rabia.

Duarte.—Pues digo verdad, porque es vna alcagueta, y todo el mundo la conoce por tal, y de ruin cabeça no puede salir buen consejo, y no se mira con quién naces sino con quién paces; y lo cierto es que si no fuera por las tales, no huuiera tantas mugeres malas.

Bit.—Qué dizes, boca de maldades? triste de quien cobra mala fama, cuytada de la inocente juzgada de maldiciente, que no tienen temor á Dios; pues mire cada vno por sí, que tambien se dice: perdi mi honor diziendo mal y oyendo peor; y si quieres que digan bien de ti, no digas[Pg 91] mal de nadie; mas el ladron todos piensa que son de su condicion.

Duarte.—Estas tales compañias nunca dieron buena paga, y quien haze un cesto hará ciento, y en el aldea más mal ay que se suena; y si no eres casta, see cauta, que quitadas las ocasiones se quitan los pecados; demás, pues hemos llegado a tratar de todo, bien sé yo, señora, que os habla vn estudiante, quando passais por su puerta, y le respondeis y os deteneis en conuersacion.

Bit.—Jesús, qué grande testimonio! hombre, hombre, tienes temor á Dios? lo que digo es que se ahorque todo el mundo, que yo aun viuo conmigo y viuiré quanto Dios quiere; quando vos me dieredes de comer, entonces tapáme la boca; nunca el diablo acaba con sus zelos; dexadme, dexadme viuir, que aun moça soy; haga cada vno lo que quisiere y lo peor ó mejor que supiere, que a mí no se me da nada de nadie, y lo que me huuieredes de dar assado, dadmelo cozido, que Dios á nadie desampara: miren a lo que aora se arrimó, diz que no he de hablar a un vezino si me habla.

Duarte.—La verdad amarga; pues alguna pierde más que yo, y quien bien tiene y mal escoge, por mal que le venga no se enoje, y si assi vos lo quereis, assi sea, que por ventura algun dia dareis dos vueltas á la oreja y no echará sangre; pero por demas es zitola en el molino si el molinero es sordo, y perdido es quien tras perdido anda; y en tales como tú el buen consejo es legia en cabeça de asno, y a la muger y a la gallina, si es mala y la quieres hazer buena, torcelle el cuello.

Bit.—Muchos amenazados comen pan; que quien amenaza, vna dize y otra espera; él se va enojado, doite quatro higas; siempre me he de encontrar yo esto, pues no me he de matar ni llorar: tanto me doy por vno como por otro; el Sol me alumbre, que de otra luz no tengo cuydado: el buey suelto bien se lame; yo le tostaré la sangre y él me rogará más de dos dias, si ya no es ésta la postrera.


SCENA QUINTA

Zelotipo, Siluia de Sosa.

Zel.—Ayer me estoruó vn negocio venir a besaros las manos, y por no parecer inobediente, vengo aora a recebir la pena que me dieres[606] por estas culpas, si no admitis mi descargo.

Sil.—Pues estad cierto que si con esta diligencia no vinierades, que os culpara, como quien estaua con ojos deseosos de tornaros a ver.

[Pg 92]

Zel.—Si por mí solo fuera, tuuiera por oficio el visitaros, mas temo que podria enfadar de manera que os fuesse doblado trabajo el desembaraçaros de mí, y me acuerdo de lo que dizen: adonde te quieren bien, acude pocas vezes, porque con esto estare libre de zeño y de que digan: quién traxo acá este cansado, que nunca acaba de irse? de que aora no estoy muy seguro.

Sil.—Ay Jesus! guardeme Dios, corrome de que me digais esso, mas bueluo en mí, porque me persuado que os burlais. Assi me salue Dios y a las cosas que bien quiero, que me alegro tanto de hablar con vos como con mi hermano, que Dios trayga con bien.

Zel.—En esse lugar me tengo yo, y él me dexó en tal possession, y por traeros su carta y pediros perdon de la tardança vine aora.

Sil.—Buen perdon es esse, y segun esso a la carta, y no a vos, deuo esta visita.

Zel.—Señora, no os libreis por ahi que yo sé quién se holgó tenerla por ocasion.

Sil.—Por cortesia lo quiero creer, mas si me quereis hazer merced, no teneis necessidad de buscar ocasiones, porque siempre me hallareis con los braços abiertos para recebiros y estimaros; y no es poco en este tiempo hallar quien sepa o quiera agradecer las buenas obras.

Zel.—Teneis razon, mas á vos qué bien os puede faltar? y creed de mí que os lo merezco y que estimo en mucho lo que hazeis.

Sil.—Pues empeçais a hazerme merced, dadme licencia que lea la carta, aunque soy mala letora de letra tirada.

Zel.—Como fueredes seruida.

Sil.—Dize que passó grandes tormentas, y que perecieron tantos, que ya él se contaua entre los muertos, y sólo tenia por consuelo mirar hazia Portugal; y qual otro Arion en el Delfin con su vihuela tenia aliento, recreandose en los cuydados de ausencia. Mi hermano siempre tuuo este humor, pareceme que le estoy viendo.

Zel.—Las almas contemplatiuas tienen los gustos muy diferentes de la otra gente. Destilase vn cuerpo en la contemplacion de su gusto; y no ay contento general que valga la sombra de vna tristeza particular. De mí os sé dezir que no trocaria el estar triste dos horas por quantos placeres ay en la vida, porque estas viuo para mí y las otras para el mundo. De donde se sigue, que me enfadan las fiestas públicas y es a mi proposito el passatiempo solitario, y no me conformo, antes aborrezco los amigos de regozijos publicos y que son comunes con todos en holgarse.

Sil.—Esso, señor primo, es de personas discretas como vos.

Zel.—No la llameis discrecion, porque es condicion natural, aunque no se niega que nace de sentir bien; pero suele auer algunos que lo vsan con arte impropia, mas mi primo tiene muy viuos los espiritus, y buela alto con la imaginacion. Lee adelante.

Sil.—Despues de grandes trabajos dize que llegó a la India, que está muy adelante en su aumento, y que no quiere pretender por la guerra, porque es de poco prouecho, sino por la mercancia, que es la más cierta y principal negociacion de la India, y a mi parecer tambien lo es ya en Portugal.

Zel.—A tales hombres no se permite en estos Reynos lo que allá está en costumbre, aunque ya muchos dan en vsarla, pareciéndoles lo más seguro.

Sil.—Mi hermano pudiera seruir al Rey, y si no se cansara de ser su criado, con este nombre hallara vn buen casamiento, con que viuiera muy descansado y honrado, y se escusara de tantos trabajos.

Zel.—Esso, señora, acaso pudiera ser en otro tiempo, mas en este no ay cosa que tan poco valga, ni menos estime la más triste muger para casamiento, porque son tantos y tan de diferentes calidades, que no hazen caso dellos, aunque den buena cuenta en lo que se les encarga; porque la experiencia ha enseñado que no sacan otro prouecho sino gastar lo mejor de su edad, tras largas esperanças, a la sombra de otros que la fortuna premió para hazerlos reclamo de los demas; y si es contraria, como suele serlo siempre a los merecimientos justos, por remate desta peregrinacion, y en satisfacion de la vida que han ocupado, embarcanse para las Indias, donde a costa de su salud purgan su engaño, y los que alcançan algun oficio se tienen por dichosos, y como tales son embidiados, y van muy contentos por pensar que mereceran por sus seruicios entrar en nueuos trabajos al tiempo del descanso, y lo consideran tan mal, que se venden por el precio por que deuian ser comprados. El Emperador Otauio Augusto ordenó lugar de reposo a los soldados que peleauan diez años, y aora a quien sirue veinte lo aposentan en guerras y peligros; y desto procede valer los hombres tan varatos, que ruegan en las armadas que los reciban, y quedan por assentar plaça la mitad, y se van la mayor parte dellos sin más fundamento que huir la crueldad destos tiempos, en que se vsa premiar a los que menos lo merecen.

Sil.—No sé quál es lo peor; vemos ir tantos y venir tan pocos!

Zel.—Assi es, pero más vale muerte con honra que vida deshonrada, y el camino de la guerra es profession de hombres de bien para prouar ventura, si bien se conoce que en todas las ocasiones que los hombres emprenden, el trabajo es de los muchos y el fruto de los pocos; pero cada vno piensa llegar primero y ser de los escogidos; mas la fortuna responde muy mal a las opiniones, y el mundo premia a los que menos aprueua, por desengañarnos, y no le basta.

Sil.—Lo demas lo leere despues, porque os detendre mucho, y este rato que puedo emplearlo tan bien, no quiero diuertirme en otra cosa.

Zel.—Yo, señora, os quiero aduertir que no me sé despedir de donde tengo gusto; y si os enfadare, despedidme antes que os llamen como ante de ayer.

Sil.—Pareceme essa escusa de mal entretenido, para iros a vuestros passatiempos de gusto.

Zel.—Antes hallo esta tierra de manera que todo es para mí enfados.

Sil.—Será assi para quien viene enseñado a los entretenimientos de la Corte.

Zel.—No por esso, mas yo vine sin tiempo, por hazer la voluntad de mi madre, y ha de costarme caro, segun me va de mal pocos dias ha.

Sil.—Pues cómo? teneis alguna enfermedad?

Zel.—Del cuerpo no, del alma sí, y muy peligrosa.

Sil.—Esso es: yo ya me acongoxaua; de amores será el mal, no tengo lástima de vos, porque sé que sabeis remediaros.

Zel.—Antes no podia tener dolor que assi pidiesse tenerla, porque esta ponçoña obra por dentro y es incurable, y segun me siento opilado, me voy a hetico, si no lo estoy ya.

Sil.—Callad, primo, que hombre galan y moço sois, y Dios os hará merced, y en este mal más son las vozes que el dolor.

Zel.—Pocas son las vozes para lo que siento, porque yo tengo natural de morir callando.

Sil.—Mucho me espanto, que os atormenten tanto essas ansias de ver a vuestra dama, pues la esperança aliuia trabajos, y os puede consolar y la podeis tener de verla quando quisieredes.

Zel.—No es cortesana como imaginais; que si lo fuera, no soy tan enemigo de mí que me pusiera en destierro de mi alma. La causa de mis nueuos y estraños accidentes es criada en los dulces aires de Coimbra; y mal dixe, es la Reina de las Ninfas de Mondego y la Deidad desta tierra.

Sil.—Con esso me alegro yo mucho, porque me puede ser ocasion de teneros más en ella, y sabe Dios que me ponia ya triste de rezelar vuestra partida apresurada.

Zel.—Cómo auia yo de tener atreuimiento para apartarme de los ojos que me dan vida? mas ay, que muero, y quiero lo que no puedo ni oso acometer.

Sil.—Tan fuerte cosa es, que vn hombre de vuestro entendimiento y partes, y con essa gallardia,[Pg 93] no se atreue a intentar? pues yo soy vna flaca muger y no temiera tanto.

Zel.—Qué cierto será, si os la nombrasse, temblar como el leon al canto del gallo!

Sil.—No sé, puede ser; y desde quándo teneis essa passion?

Zel.—Desde ante de ayer, y creedme, prima, que como os tengo por discreta, os digo esto con gusto, porque sé que lo sabreis entender y encubrir, como de quien os estima por hermana de su alma.

Sil.—Mi voluntad lo merece, y me obliga la razon a hazerlo.

Zel.—Con esso escuso las que pudiera dar por mi parte, y por lo mucho que os quiero y la grande confiança que de vuestro secreto tengo, gusto deziros mi mal. Será possible, como muger que conoce las voluntades de las otras, podais valerme con vna Diosa desta vida, a quien no supe ni pude negar el alma, que se la deuia desde la primera vista.

Sil.—Primo, a gran ventura tendria poder seros de prouecho en alguna cosa, y más en essa que tanto mostrais sentir.

Zel.—Pues no muestro tanto como siento, ni me es possible manifestar la menor parte de mi dolor, y assi tengo por mejor encubrirlo y mostrar su grandeza, como lo hizo el pintor en el que tuuo Agamenon en la muerte de Ifigenia su hija.

Sil.—Quién fuera tan dichosa que os pudiera remediar esse mal, que me duele como a vos mismo?

Zel.—O señora, a vos esse dolor no os quita el aliento, mas este que yo padezco enflaqueze mis espiritus de tal manera, que parece tengo sobre ellos el monte Etna, como el Encelado Ciclope; anegóme el alma en tan profundo mar de rezelos y temores, que perdi de vista todo el esfuerço; y assi es sin duda que forzejaré en estas flaquezas hasta que entregue la vida a la desesperacion: lo qual será presto, segun el coraçon se me aprieta.

Sil.—Iesus, no digais esso, que no lo puedo oir; mejor lo hará Dios, y si yo os soy de prouecho, desde aora me ofrezco para todo lo que yo valiere.

Zel.—Besoos las manos por esse fauor; prometeislo con veras?

Sil.—Prometo.

Zel.—Mirad lo que dezis, no falteis despues a la palabra.

Sil.—Ay Dios mio, y cómo me teneis confusa y muerta por saber lo que es, qué cosa puede auer que yo no haga por vos?; pues a Hipolita Amazona, si os importasse, iria a quitar el cinto más atreuida que Hercules.

Zel.—Assi lo creo yo, y que sois para mayores empresas que él.

[Pg 94]

Sil.—Acabad ya; dezidme quién es vuestra dama, que pienso que estais burlando conmigo.

Zel.—Bueno estoy para burlas, voime consumiendo en mi sentimiento; y de ser leal a mi muerte, no me atreuo a nombrar la señora de mi vida, y vos dezisme que burlo, como si no se viera claro en mí el bien o mal que tengo.

Sil.—Ay gracia cómo esta? nunca tal se vio, conozcola yo?

Zel.—Muy bien, y la quereis y comunicais, y valeis mucho con ella.

Sil.—Iesus, Dios mio, quién puede ser? es Cremonia mi amiga?

Zel.—No.

Sil.—Que me maten si no es mi prima Francisca, que es muy vizarra y muy a proposito para vuestra condicion, y pienso que ayer visitó a vuestra hermana.

Zel.—Essa mucho menos. Mis pensamientos, señora, siempre pidieron grande alteza y algunas vezes me valio, pero todo fue sueño y burlas de amor, que me dexaua los deseos a mi elecion; mas aora hurtó el viento a mi libertad y pusola presa de pies y manos, como culpada, delante de quien la condenó luego a carcel perpetua con vna señal en el pecho que muestra la razon de mi fuerça, y como donde la ay, derecho se pierde, assi me perdi sin culpa, y quedé con tal pena, que no me dexa dezilla.

Sil.—Yo me rindo, no puedo pensar quién sea, y no estoy poco deseosa de saberlo, por ver cómo os empleaistes.

Zel.—Qué haze aora la señora Eufrosina?

Sil.—En la sala está haziendo deshilados por su passatiempo. Mas por qué lo preguntais?

Zel.—Por vna parte desatino y muero, por otra no sé qué diga ni qué haga. Ay prima mia! Aora sé qué cosa es amor, y pienso que se me acabó la fortuna con él, y me amenaça en su vengança larga desventura, y no puede ser mayor que auer de ser enemigo de mí. Conozco que da dolor alegre, razon loca, temor animoso, plazer triste, luz escura, gloria con pena, salud enferma, vida que es muerte. Todo esto lo siento ahora por experiencia, y huuo tiempo en que nada sentia; y assi creo que estareis lexos de compadeceros de mí, porque no me conocereis ni dareis crédito a lo que digo, y quereis enfrenar vn juyzio particular con la razon comun, y obligarlo a que la siga; mas triste del triste que muere.

Sil.—No os consumais, primo, y si yo os puedo aprouechar, os juro por vida de quanto bien quiero, y assi Dios trayga a mi hermano delante de mis ojos, que es lo que más deseo en esta vida, que haré por vos lo que por mí misma.

Zel.—No de valde se dize que la sangre no aguarda a ser rogada; yo, señora, en vuestra confiança saco fuerças de flaqueza, entregandoos la vida con quantas razones os obligan a defendermela; y si considerais por vanos mis pensamientos, dissimulad con mi intento, pues lo que tuuiere de malo ya es passado, y no tiene remedio el desistir dél, y será cruel la reprehension en la aduersidad; dadme consejo para lo poruenir, pues lo entendeis y sois tan poderosa con la señora Eufrosina.

Sil.—Yo, señor, no os entiendo.

Zel.—Ni yo sé declararme más; sólo sé padecer y sentir lo que se deue a una perfecion tan grande como la suya.

Sil.—Mucho me espanto de vos, señor primo, siendo tan discreto, ponerseos esso en la fantasia, y no puedo creer sino que os burlais; porque lo demas desdize de vuestro entendimiento.

Zel.—Pluguiera a Dios que estuuiera en mi mano hazer lo que entiendo, que ninguno es tan enemigo de sí propio, que consienta en su daño si puede escusarle; conozco que hablo heregias, no me puedo resistir, ni será possible limitar mis deseos, sino es la muerte, y dichosa suerte la mia si me viniesse por tal causa.

Sil.—Los hombres moços, como todo les parece facil y siempre juzgan mal de las mugeres, buscan essos entretenimientos, que siempre paran en mal, y más en partes tan peligrosas como ésta, de que no se puede esperar otro fruto sino grandes escandalos y tiempo perdido. Y si fue esta vuestra intencion, pesame mucho por vuestra parte y por la mia. Por la vuestra, porque no correspondeis a quien sois y a lo que entendeis. Por la mia, porque parece que me teneis en poco y no estimais mi honra.

Zel.—Ay prima mia, no me afrenteis, que no estoy para esso; matadme si erré, y no juzgueis por mis palabras ni disputeis sobre ellas.

Sil.—Yo no quiero hazer caso desso, aunque tengo bien de qué sentirme, mas considerad esto. Vos, primo, no veis quién es Eufrosina, tan noble, que no se le auentajan los Principes, tan rica, que le sobra todo, y que su padre trata de casarla muy aprisa; pues qué fundamento es el vuestro, o a qué proposito emprendeis ocupacion tan disparada?

Zel.—Yo no niego la razon de lo que dezis, mas amor no me consiente seguirla, si bien todos essos inconuenientes me dan continuos combates, porque quien ama sabe lo que desea, pero no ve lo que le está bien, y yo passo más adelante, que veo lo que me conuiene para viuir, y que me importa morir por lo que deseo, pues he conocido que no ay más vida. Una cosa podeis creer de mí, que quando llegué a deziros mi pensamiento, ya fue tan vencido de mi dolor, que no fue possible escusarlo; aora culpadme como quisieredes, que yo no he de huir de los castigos a que me condenaredes, pues el más riguroso me abreuiará la vida y el tormento.

Sil.—Qué bien me estuuiera a mí hablar en esso con la presuncion de Eufrosina, qué cosa para su vanidad! piensa la otra que está por nacer quien la merezca, y es de condicion tan vidriosa, despues de tenerla buena, que en no hablandole a su gusto quiere tomar el cielo con las manos; y bien veis que es fuerte caso poner yo mi vida y honra en el filo de su voluntad; escusad esso lo que más pudieredes, y podreis si quisieredes, y esto es lo más seguro; que todo lo demas es peligroso. No ay furia que al principio no se pueda resistir con buena prouidencia: el daño pequeño si toma fuerças, impossibilita el remedio; frenar apetitos es virtud animosa, y seguirlos peligrosa ignorancia.

Zel.—Prima, no me mateis, que no he hecho por qué; esso es a mala llaga mala yerua; bien conozco que tengo perdida la esperança, y sin ella os descubri lo que vuestras promesas quisieron; gusté de comunicarlo con vos solo, por lo que os quiero, y tambien por dezirlo en estas casas donde enterré la libertad, quedandome por herencia della los cuydados de mi engaño, que no me quereis dexar lograr. Mas pues la desuentura assi lo quiso, sea ella la condenada y padezca yo, que a mí me disculpa quien por fama y experiencia es conocido de todos por sin razon, ciego, y fuerte. Desdichado el dia en que pensé venir a esta tierra, pues hasta el contento que tenia con vuestra conuersacion me pone aora más triste, pronosticando mis males en la cueua de Trofonio[607], con que me falta el gusto de viuir. Perdonadme, señora, qualquier enojo que os dé, considerando la causa que me obliga; dexadme morir en las manos de mis deseos, que son más crueles que las Arpias y que las furias Eumenides; y sabe Dios quánto más querria seruiros que enojaros, mas parece que naci para daros disgustos.

Sil.—Veo os tan aflixido y siento vuestras congoxas tanto, que no sé qué hazerme; por vuestro respeto qualquiera cosa intentara, estorualo el temor de Eufrosina.

Zel.—Yo, señora prima, no puedo obligaros a más de a lo que os obligare vuestra voluntad, pero entiendo lo que podeis, y nunca pensé que faltarades de sustentar el esfuerço que me pusistis; mas bien adiuinaua mi mal quando no lo osaua descubrir, y vos, señora, me sacastis de juyzio y me hizistis mudar la [Pg 95]resolucion que tenia de morir antes que confessar.

Sil.—Quién auia de pensar cosa tan impropia? y sabe Dios quánto me pesa aora de saberla, por no poderos valer en essa passion, que yo la tengo muy grande, por tenerla vos.

Zel.—Pues ya que assi es, yo me determino (esto solo para vos) irme a la sierra de la Ossa, donde el cuerpo pene junto con el alma, y assi ganaré la gloria eterna, ya que me desesperais desta, en que pende mi vida.

Sil.—No hagais tal, que es gran flaqueza poner en efeto tales determinaciones y no perseuerar en ellas hasta la muerte, como les sucede [a] algunos, que se entran en Religion, más por los afanes del mundo, que los oprime, que por espiritu que los mueue.

Zel.—El Espiritu Santo inspira donde quiere, y siempre acude con la gracia a quien se prepara para recebilla.

Sil.—Esso es para otros, mas vos sois muy delicado, y criado en regalo, y lleuareis mal essos trabajos.

Zel.—Es tan benigna y fauorable la madre naturaleza, que en todo nos concede y da segun nos disponemos, y aora conmigo no querra ser madrastra.

Sil.—Para qué es hablar en cosas escusadas, y menos en essa, que os la juzgarán a flaqueza de coraçon?

Zel.—Essos son los juyzios que Satanas siembra, mas la verdad está al contrario, y que la mayor vitoria es vencerse el hombre a sí mismo.

Sil.—Antes que os vais, he de poder yo con vos que no os acordeis de tal determinacion, por que tendre por gran culpa ser yo la ocasion.

Zel.—Qué quereis que haga, desengañado de que por todas partes me falta el amparo que me podia assegurar de qualquier peligro? Edipo halló vn pastor que lo saluó de la muerte en la edad de su inocencia. A Ciro le sustentó vna perra. A los fundadores de Roma crió vna loba; sólo yo, desdichado, no hallaré agua en el mar, pues me ha faltado vuestra piedad.

Sil.—Primo, cosas dezis, que me sacais de juyzio, y os quiero tanto, que me duele el coraçon; pero yo no os he de prometer que haré más de lo que pudiere, que será poco y trabajo en vano; yo le tentaré a Eufrosina la voluntad por el mejor modo que supiere, y segun lo que sintiere en ella, assi me atreuere; pero desde luego os digo que me parece cosa impossible; pero ninguno es obligado a más de lo que puede.

Zel.—Ay, prima mia, con menos que esso me sustentareis cien vidas, quanto más que con vuestra buena dicha no me puede faltar[Pg 96] esperança, y con ella me quiero ir luego, por no enfadaros; dezidme quándo me mandais que os torne a ver, porque como dexo acá los sentidos, viuiendo allá sin ellos, pueden traerme sin tiempo.

Sil.—Porque desso estoy bien segura, podeis venir cuando quisieredes; pero para tan ardua empresa es necessario que me deis tiempo.

Zel.—Os doy el que mi sufrimiento diere; y si yo tardare, lo que no creo de mí, mandad de parte del amor a las aues enamoradas de vuestro jardin que me llamen, que yo las entendere.

Sil.—Qué cosas teneis, quién vio que entendiessen las aues?

Zel.—Aueis de saber, señora, que todo animal tiene sentido, memoria interior y exterior; y ya se vieron personas a quien la naturaleza, liberal de sus dones, concedio entender las aues, como fue Teresias[608]. Y de Apolonio Tianeo se dize que estando con amigos suyos, vino vna golondrina a dezir a otras que fuessen a la otra parte del muro, donde auia caydo vn asno con trigo, y él entendio lo que dixo; lleuolos allá, y hallaron ser assi.

Sil.—Mas si quisieredes aora hazerme creer essos disparates! y si teneis esa virtud, encomendadlas que tengan cuydado de ver lo que acá passa, y os lo digan.

Zel.—Sabed que tengo tal opinion del estremo de mi amor, que no tendre esso por milagro, que por la fe los montes se mudan y por amor todo se acaba, quando los hados no son enemigos, y ninguno me puede assegurar dellos como vos; assi que tened memoria de mí, si no quereis que se os muera quien tiene la vida para seruiros en lo mismo, de que os doy el tiempo por testigo.

Sil.—Idos en buen hora, que trabajo me ha de costar.

NOTAS:

[606] ¿Diéreis?

[607] Trifonio dice el original.

[608] Sic, por Tiresias.


SCENA SEXTA

Zelotipo, Andrade, Andresa.

Zel.—Algun tanto voy más alentado con la esperança que lleuo, mas es tan incierta, que me pone en mil temores. Bien dezia el filosofo Secundo que era refrigerio de trabajo y dudoso sucesso. Mas el otro Poeta llamole largo dolor: porque esperar las promessas del amor es trabajo y carga de gran peso: y como dize Ouidio, muchas vezes se engaña la buena esperança con presunciones de la fantasia y cae vencida del solicito temor; yo le tengo de la grandeza de Eufrosina y de su opinion; porque estas hermosas con estremo siempre lo tienen de locura, y no ay quien les satisfaga; y siendo tan altiua como todas son, no hará caso de mí. Por otra parte considero que la fortuna suele armarse para las tales y la naturaleza ninguna cosa puso tan alta, que el animoso trabajo no la pueda alcançar, esperimentando lo que otros desesperaran, y más si la voluntad es esforçada de su apetito: porque como la necessidad en las aduersidades es más eficaz que la razon, siempre descubre remedio con su diligencia, atropellando inconuenientes; mas éstos son consuelos de condenado, y como no ay esperança sin temor, temo lo que espero y espero lo que temo. Estos dos accidentes tan desconformes causan diuersos mouimientos, cabeças de la Idra con quien mi alma pelea; por esso llamaua Menandro y dezia: O Iupiter, qué graue mal es la esperança! a la sombra della se crió el amor, y éste todo es temores, mas sin él nada es gustoso, y me da ser, de que careceria no teniendole; y quando muera, como Macias, la gloria de ser por Eufrosina me satisfaze, quando no alcance otro premio. En fin, en todo se ha de esperar. A Dios todo le es facil, y nada impossible. Los discretos con la esperança han de conseruar la vida, y el hombre afortunado con ella se sustenta; quiero ir a verme con Cariofilo, contarele lo que he hecho y enseñaráme lo que deuo hazer, pues a todos sobra el consejo en las causas agenas, que en las propias falta. Quinto Curcio lo dize bien: que nuestra naturaleza se puede llamar corta y menguada, pues cada vno en su negocio naturalmente es más ignorante que en el ageno. De otro error vsamos muy grande, que se junta a éste, que siempre tenemos más cuenta con lo passado, que prouidencia en lo por venir. Andrade.

And.—Señor.

Zel.—Qué ay? concertaste alguna cosa con Vitoria?

And.—Doyla a trecientos cuerbos.

Zel.—Por qué?

And.—Fuila siguiendo, por si tenia ocasion de hablarla, y luego aqui a la buelta desta calle dio audiencia a vn estudiante, con achaque de vezino; mas pareceme que será como el otro, que por via de compadre quiere hazer la hija madre. Y acabada esta estacion, adelante en otra calle sale de trauiesa vn zapatero muy galancete, y éste le fue dando caça hasta junto al rio, y de lo que pude entender le pedia zelos.

Zel.—Qué propia condicion de picaros! y de ahi viene a hazer cierto su rezelo, porque despiertan al perro que duerme.

And.—Con todo, él no daua lexos del blanco con la saeta, porque la señora es de las de viua quien vence; y quando vi que la conuersacion iba tan despacio, desesperé de tener ocasion, y vineme por no perder a V. m.

Zel.—Pues mira que te encargo que la comuniques, y veremos de qué pie coxea.

And.—Yo la buscaré, y aora que sé que es golosa, la hablaré más atreuido.

Zel.—Diste mi recado a Cariofilo?

And.—Ya dixe a V. m. que respondio que le esperaua.

Zel.—Vamos a hablarle, que sospecho dormira, porque veló la noche passada, y más con el descanso que tiene, que trae sueño sin cuydados que lo despierten; llama.

And.—Ta, ta.

Andresa.—Quién está ahi?

And.—Sí está, gente de paz. Está en casa el señor Cariofilo?

Andresa.—Quién lo busca? O, señor, V. m. es? suba, que arriba está durmiendo en su aposento desde que comio.

Zel.—Qué vida ésta! tanto regalo no se sufre; vete a casa, que luego voy.

And.—Mas que nunca vayas; que yo tambien he de ir a holgarme y ahorquese todo el mundo, que no tengo vida de juro; y al fin, quien mejor sirue tiene peor paga.


SCENA SEPTIMA

Zelotipo, Cariofilo.

Zel.—Ola, cauallero, es de dia? Vos sois vn liron, no haze aqui falta el sueño de Epaminides[609] y Endimion; la vida es breue, y para ayudar a serlo más, quereis pasarla en la imagen de la muerte.

Car.—Qué filosofo es, bendigalo Dios; fue gran pérdida que no fuessedes fisico; cómo disputarades sobre vn plenilunio, y qué misterios hizierades sobre los Eclipses!

Zel.—No perdierades en esso mucho; al menos leuantara figura sobre vuestro nacimiento y supiera qué fortuna os espera.

Car.—Qué grande engaño es esse y quántos nobles sé yo que se han perdido por dar crédito a essos prodigios; y si hablaran conmigo, a ojos ciegos les contara su historia sin errar punto, por la experiencia de sus condiciones, que son los más ciertos Planetas errantes que los hombres tienen. Mas dezidme, qué hora es?

Zel.—Dara las cinco, si ya no las ha dado.

Car.—No puede ser.

Zel.—Sí puede, pues es.

Car.—Mucho he dormido; aora bien, qué cuenta de sí el Monsiur de la capa roja? Vos, don traydor, contento venis, que yo os lo conozco en los ojos.

Zel.—Qualquiera flaca esperança con sufrimiento es poderosa para resucitar vn enamorado muerto de muchos dias, y la calidad del dolor humano es tener esfuerço en el vso dél.

[Pg 97]

Car.—Sentencioso es el mancebo; pareceme que sois como cierto género de gente que andan siempre pensando deriuaciones para sus propositos, y hallandose perdidos les ponen puntales de grandes risadas para tenerlas en pie.

Zel.—De prudentes es pensar; de necios dezir no pensé.

Car.—Vos, amigo, estudiais más por Caton que por los Meteoros. Sabeis cómo se entiende esso? ay pensar y acertar, y no pensarlo bien y hazerlo mal. Hazedme merced de no fiaros de pensatiuos solitarios, que con especulaciones se venden al mundo. Iuzgad siempre al discreto y prudente por su vida y obras, y por el proceder que tiene en los casos que se le ofrecen, y no os engañe la compostura del rostro y vestido, ni la abundancia de palabras; antes quando le vieredes que se florea con ellas para acreditar su opinion, espera dél menos fundamento, porque todo se le va en flores, y menos si se precia de dezir donayres por parecer discreto. El hombre prudente y cuerdo ni ha de ser triste ni gracioso, sino apacible y bien acondicionado, y de quien no tiene agradable condicion no esperes nada bueno.

Zel.—Vos hareis mil reglas de viuir en paz, pero aueis menester registrallas, y por lo menos no dexar nada de la mano sin que yo lo vea.

Car.—Dexemos esso, y dezidme de vuestro negocio: qué tenemos, hijo o hija?

Zel.—Creedme que soy para mucho, pues entré en tal laberinto.

Car.—Bien digo yo que no venis vos Portugues.

Zel.—Antes vengo tanto, que pues esto acometi, no hallo impossible que no me atreua a intentar.

Car.—Pues más es esso por lo moral que baxar al profundo Reyno de los Heroycos sin ramo de oro.

Zel.—Escogi vuestro consejo, como Iupiter la aguila, y persuadios que me fuistes la codorniz para Hercules.

Car.—Ahi vereis que quien me pario no pario bestia, y que mi cabeça no la hizo platero; en lo demas me podeis enseñar, mas en esta materia muy pintado ha de ser el que me echare el pie delante. Dad crédito a lo que os dixere en esta ciencia, porque a éstas les entiendo los pensamientos.

Zel.—Plegue a Dios que me aproueche, que yo por más cierto tengo que fui a buscar la muerte que la esperança.

Car.—Que será si el cielo se cayesse? lo que os aconsejo es que no embieis naue a Flandes ni pagueis renta adelantada, pues teneis tan flaco ánimo.

Zel.—Cómo hablais sobre seguro! si passara por vos lo que nos passa a los enamorados, no[Pg 98] hallarades esta quexa antes de tiempo. Poco nos daña mucho y nadie viue con más trabajo, principalmente el amante pobre es Principe del amor, venciendo con sus fortunas a las de Hercules: porque pelear con el leon Nemeo, que ninguna arma le dañaua, coger el cieruo de los cuernos de oro, traer el puerco cuya vista dio tal temor a Eristeo[610] que se metio en el vaso de metal, atar el Canceruero que escupia veneno, vencer al transfigurado Acheloo, derribar a Anteo, quitar al pastor Español, que tenia tres cabeças y seis braços, las vacas, y despues matar a Caco, que se las hurtó, todo esto es nada en comparacion de los rezelos, sospechas, zelos, temores, cuydados, passiones, desuelos, desdichas, locuras, deseos, injurias, gastos y otros mil males que se sienten y no se dizen por los enamorados; y si no, considerad al mismo Hercules despues de tantas vitorias y ser tan animoso y sabio, cómo le hizo el Amor parecer otro Sardanapalo, y le quemó viuo.

Car.—Con esso me mecieron y cantaua mi ama:

por amor que no conuiene
se pierde el bien y el mal viene.

Zel.—Esso es lo que temo; veome delante dél sin merecimientos, oygo dezir que prendio a Marte y que sujetó a los demas Dioses, y desde entonces quedó tan encarniçado, que a los altos y generosos ánimos afrenta mucho más, como hizo al esforçado Sanson, al diuino musico Dauid y al sabio Salomon.

Car.—Ahi os esperaua, que propio es de los enamorados traer estos exemplos por disculpa de sus culpas y no para imitacion de sus virtudes.

Zel.—Bien parla Marta despues de harta; vos porque os veis en los cuernos de la Luna a vuestro saluo, hablais de gorja; pues en las aduersidades se conocen los hombres.

Car.—Cómo, os engañais conmigo, que sé más que siete, y si empieço os dare quinze y falta? porque, mal pecado, todos sabemos vn poco de albeyteria, y más quien la trae tanto entre las manos como yo; ya no hay inocentes; bien sé que es el amor vn cuydado lleno de temores, composicion de males para el coraçon, fuerça que la haze a las potencias del juyzio, quitandole la libertad, oluido de la razon, vezino de la locura, suaue deleyte para los ojos, demasiada fatiga del entendimiento, llaga agradable, sabrosa ponçoña, dulce amargura, deleytosa enfermedad, blanda muerte, mal de males infinitos. Qué os parece, quereis más? vos no sabeis otro tanto, con quanto os preciais de contemplatiuo; pues aun os dire adelante, porque os espanteis y veais que tengo teorica y prática deste negocio. Todo enamorado milita en los Reales deste rapaz Cupido, donde yo tengo autoridad de cabo de ciento, en saber como diestro africano embestir con estas rapacillas y ponelles el hierro, y no ando en escaramuzas y puntos con ellas, que son matreras y saben mucho, y por puntillos no hay quien las lleue, porque en sintiendoos aficionado, os ponen los pies en la boca, y os hazen mil muecas; yo no las sufro sino hasta cierto tiempo, y en teniendolas sujetas, tomo vengança y nunca me las doy a conocer tanto, que no las dexe de manera que imaginen que si no me contentan, que me perderan; y si vos lo hizieredes assi, hareis vuestro negocio, y os reireis dellas como yo.

Zel.—Dize el sano al doliente: Dios te dé salud. Si vos os vierades como me veo, de otra manera lo sintierades, que no es perfeto el amor donde el juyzio no se pierde. Transformarse Iupiter en toro, Neptuno en cauallo, Febo en pastor, qué es sino perder el sentido racional con el bruto apetito, segun nos enseña Apuleyo en su asno de oro?

Car.—Los pusilanimos sienten esso, pero lo contrario hizo Alexandro con la mujer y hijas del Rey Dario y con la amiga de Antipater.

Zel.—Y despues cómo le fue con Rojanes? tratar de la virtud facil es, vsalla obra de Sanson, y de lo que no se tiene experiencia es ignorancia hablar, y assi lo sintio Anibal quando derribó a Glisco de la catedra.

Car.—Muy poco ganareis vos con esso; atengome a sacudillas y dexallas, que assi hazian los dioses de la Gentilidad; lo demas es burla, porque es tan mala ralea la de mugeres, que ya ninguna quiere bien, si no es por el interes, y en quanto ay que darles; yo conozcolas por el diente, y en tanto, lo que la loba haze al lobo le place, y a vn ruin ruin y medio. Amor enseña mil caminos de engañar; prometiendo con franqueza, de promessas las hago ricas; al tiempo de la paga no faltan escapatorias; destos soliades vos ser, mas ya no os parece bien, porque os traxo Dios a estado de gracia, con que renunciastes al hábito destas artes del mundo, que las soliades vsar. Aora os dire, como suelen ellas dezir: perdonele Dios, que buen pecador era. Vos de aqui adelante hablad con voz baxa y traed el rostro modesto, como quien pretende obispar, que el buen enamorado refinado como açucar ha de ser, amarillo, flaco, honesto, asseado, curioso en galas, no afectado, en el andar graue, los ojos eleuados, y tan ventores, que entre las nubes descubran la caça, la persona segura, pronta para qualquier caso de repente, poca risa, mucha cortesia, afable, presuntuoso, constante, solitario, paciente, mortal enemigo de su competidor, si lo tuuiere, zeloso de los vientos, sin darlo a entender, graue, compassiuo, liberal, osado, en ocasiones temeroso, mañoso, musico, contemplatiuo, eleuado, inquisidor de los secretos de los galanes, prático entre damas. De todas estas calidades os conuiene hazer profession para merecer la palma y corona de los martires de Cupido, y ser escrito en el catálogo de los escogidos.

Zel.—Poco se le da al harto del hambriento; como me aueis sobrecogido, hablais dessa manera; guardad la buelta del toro, que a cada puerco le viene su S. Martin, y ninguno diga desta agua no beuere; y siempre se ha visto que los muy resabidos caen en el laço: porque el amor azecha a los más recatados y toma dellos vengança, como hizo Baco de Penteo y Palas de Aragnes.

Car.—La mona no se caza con lazo, y quando esso sea, lo que os digo es que no puede ser más que llouer sobre mojado; yo no niego que soy de los suyos, mas doile del pan y del palo. Pero dexadas porfias, pues más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la agena; tratemos de nuestro negocio, qué es lo que teneis hecho? que quiero ver cómo os ayudastes de mis consejos.

Zel.—Sucediome mejor de lo que pensé, porque al descubrir mi passion, como yo estaua más medroso que Pisandro, acudio la sangre al coraçon, como a parte principal, por socorrer su necessidad, y quedé descolorido como muerto: mi prima, a lo que yo entendi, imaginó que era el negocio con ella.

Car.—Esso será possible que dañe y sea ocasion de mostrarse despues contraria, porque ellas a nadie quieren como a sí mismas, y quanto ven apetecen; y destas cosas son golosas en extremo.

Zel.—Quando yo acabé de descubrir mi pensamiento, despues de passados grandes coloquios, flaquezas y desmayos, me lo contradixo fortissimamente; y quando vio que por mal ni bien no desistia de mi intento, protestando (no sin lagrimas) morir en él, al fin compadeciose de mí.

Car.—Pues quién lo duda? soy vn inocente, no las conozco? y qué os dixo?

Zel.—Que haria lo que pudiesse, tentando el vado de la voluntad de Eufrosina; ahora juzgad qué bien se puede esperar desto.

Car.—El mayor del mundo; teneis subido el segundo escalon, porque luego como la señora Eufrosina, que aora está apartada dessos gustos, sepa que la quereis bien, lo primero dara gracias al amor, porque se acordó della, y cobrará nueuos pensamientos, y hallareis en las constituciones deste rapaz que nadie sabe que le quieren que no quiera poco o mucho, y lo[Pg 99] poco el vso y tiempo lo haze mucho: porque todas las cosas nacen, crecen y se enuejezen, y si quereis triunfar desta guerra, como Capitan Romano, aueis de ser tan sagaz como Fabio contra Anibal: guardarle el tiempo y esperarlo, que el buen Romano, estandose quedo, vence, y el buen enamorado disimulando engaña; y en viendo la vuestra, sereis atreuido en acometer; y para serlo, presumid de vos, que vencereis quanto intentaredes, aunque sean brauas más que Iuno, más fuertes que Palas, más castas que Diana. A nosotros nos toca acariciarlas, á ellas obedecernos; y quanto al principio se muestran rigurosas, son despues mansas. Los soldados praticos como yo, aora que sé quando alcanço fauor de vna muger de calidad, que me es de gusto y prouecho, en teniendola rendida y señalada de mi señal, por no aficionarme mucho y venir a ser esclauo de mi gusto, procuro diuertirlo, por no criar cuerbo que me saque el ojo, y ocúpome en hazer empleo en otra y en otras. Desta manera juego con cartas dobladas, y no puedo perder, y aseguro mi mercaduria, por no estar pendiente de la cortesia de la fortuna, y con esto me escuso grandes disgustos. Las mujeres, por lo que deuen a sí mismas, quando menos, son obligadas a guardar castidad; si tienen amor, guardan fe, o con el coraçon o por la verguença, por la estimacion que de las tales hazemos, y assi son mejores amantes que nosotros. Los hombres no es necessario ser castos como Amadis, porque luego les achacan impotencia; y quien tal fama cobra entre las mugeres, dadlo por perdido, y si no preguntad a Orfeo cómo le fue con las de Tracia. Conuiene al que las ha de tratar tener fama de valiente en las ocasiones, de afable y muy secreto; y si tiene esto no le tengais lástima, que yo fiador que no se pierda por lo que a él toca, y no ha menester mejor gayta para pedir por las puertas. Y tomad de mí vna licion, que os aprouechará: nunca desistais de proseguir lo que vna vez empezaredes, por más desdenes que os hagan, que son como gestos de monos; y si no os cansais, cantareis al fin: ya os tengo, peces, en las redes, que se dixo a este proposito; y vuestra prima por mi cuenta que fue a pedir albricias a la señora Eufrosina, y essas carantoñas que hizo son como las de la otra esta noche passada.

Zel.—Pues contadme lo que passó.

Car.—Esta suerte es de las mias, y para escriuirse en la Coronica del mundo con letras de oro; aun aora me rio de cómo fui más determinado que Tarquino y más temeroso[611] que Apio Claudio.

Zel.—Cómo es esso?

[Pg 100]

Car.—Yo os lo dire; en entrando hallé a la rapaza en armas ligeras, sólo vn manteo y jubon açul; los cabellos trençados, y con vna cofia carmesi y oro, toda temblando y no de frio, con vna apacibilidad que amansara vn leon; empeço a querer hazerme arengas, pensando obligarme, mas yo no tuue paciencia, y lleuela en los braços, sin dexarla tomar tierra, y hizeme sordo y mudo; vierades las lagrimas cocodrilas, como si yo no huuiera oido la facilidad con que las fingen las mugeres; los ayes eran exprimidos, como siluo de culebra, los requerimientos y conjuros humeauan, las culpas y amenazas echauan fuego, y yo callar; las brauezas y fuerças hazian una bateria; no quiero, no quiero, mas echámelo en esta capilla. Lo que os digo es que no fue tan cruel la contienda del juego de los cestos de Hercules; huuo enojos y temas de parte a parte, y fue de manera que desesperé y pensé quedarme burlado; ella mostrando que se rezelaua de que la sintiessen, y yo fingiendo desuios y enojos, sin desaferrar. Finalmente, fuimos al monte, auenturé el resto.

Zel.—Qué, llegastis tan adelante?

Car.—No sino de burlas, tenganlas conmigo; toda la gracia fue, despues de las escaramuzas, oir sus quexas y malas venturas, el culparse y fingirse muerta.

Zel.—Y vos que le deziades?

Car.—Yo reiame, y echandolo todo a burla, toméla en los braços, beuiendole dos rios de lagrimas, y por consolarla, empezé a hazerle mil juramentos, que con el coraçon desdezia.

Zel.—Y esso es bueno? creed que me enfadan essos modos de jurar.

Car.—Más me enfada a mí essa vuestra obseruancia. Hipocresias aora, mi padre? yo reniego dellas; muy recoletos en las cosas que no son de su gusto y muy desreglados en sus apetitos. El codicioso no sufre el diuertimiento estragado del sensual, el soberuio aborrece al ladron, el homicida estraña que aya auarientos. Toda culpa agena es muy graue, por diminuir la propia, que no se ve o la dan disculpa. Todos enmiendan y murmuran vidas vezinas, y las suyas las abonan. Sabeis lo que os digo, amigo mio? o tuerto o derecho, mi casa hasta el techo; aun no estoy à porta inferi, allá vendran los aborrecidos ochenta años; dexadme aora lograr mis años floridos, en quanto tengo tiempo; despues no faltará la merced de Dios y su misericordia, de que la tierra está llena. En poco espacio se saluó el buen ladron.

Zel.—Essa es vna gentil cuenta; por qué cedula teneis vos assegurado esse momento y essa contribucion, que baste para merecer en él? Pues como os acogeis a la misericordia, considerad que anda de compañia con la justicia, la qual no se dobla como la del mundo.

Car.—Esso que vos aora contestais es la misma flaqueza de espiritu, y no fuera yo tan prouido por ningun precio; y aunque dezis verdad y os lo concedo, yo vine al mundo para lograr mi vida, pues tengo tan cierta la muerte, que no es pequeña pena y descuento éste; y si aora no la logro, quando la edad lo pide y permite, el tiempo se me va huyendo, y yo no querria que me dexasse a buenas noches, sin dexar fruto ni señal de la jornada con la congoxa de quién tal pensara. Si yo tuuiera vida de nouecientos años, como los antiguos, anduuierame regalando? Todo era dos dias más o menos, porque auia paño para cortar y desperdiciar; mas vida de quatro negros dias, y estos inciertos y alternados en mal y bien, y que los passe llorando, mala Pascua a quien tal hiziere, y no fuere moço quando moço para ser viejo quando viejo.

Zel.—Essa es vna mala conclusion. Essos esfuerços juveniles y essas quentas vanas tienen muy cierto el castigo; guardeos Dios de pecador obstinado; las más vezes se ven desdichados fines a tales distraymientos. El hombre discreto ninguna cosa ha de temer tanto como a su gusto; nunca os precieis de culpas, porque desmerecereis el perdon; hazed siempre la cuenta de cerca, y no perdereis de vista el arrepentimiento; y aureis oido dezir: tantos mueren de corderos como de carneros: pues mirad por vos, que quien se guardó no erró, y el Señor mandó velar a los suyos por la incertidumbre de la hora; y yo tengo por sin duda que a excessos sensuales no dilata Dios la paga para el otro mundo, y assi se han visto muy grandes castigos.

Car.—No me canseis aora; mirad vos vuestra alma y no tengais cuydado de la mia; yo dare cuenta de mí quando llamen a mi puerta, y no me faltará vn texto para hazerle a vna ley que venga a mi proposito y me ponga en saluo. Y Monseñor Ouidio dize que se rie Iupiter de los amantes perjuros.

Zel.—Al dar la cuenta lo vereis; y tambien ay otro parrafo: No siempre Iupiter se rie de los perjuros amantes, mas a las vezes los oye con orejas sordas. Por esso ninguno presuma que engaña, porque siempre él queda engañado; y por amor de mí, que nunca hagais essos juramentos, porque son segun la intencion de quien los oye. En quanto Dios, estais obligado a essa moça en todo lo que le prometistes; mirad lo que aueis hecho, no engañeis vuestra alma.

Car.—No me canseis con amonestaciones; no sabeis que toda la ciencia que aora se vsa es cautelas sobre propio interes? pues quereis que condene el saber ser vn hombre discreto? Estamos en tiempo de aprender ad panem lucrandum, como dizen los trampistas, que nos siembran la tierra de mentiras, y hallase aora derecho para poder robar y hazer todo lo que pide la voluntad a los poderosos; pues yo soy hijo de peor madre? o por ventura padecio Dios más por ellos que por mí? Lo que veo hazer hago, iré donde los otros fueren. A la rapacilla puse de manera con lo que le dixe, que me quedó tan obediente, que tuue dolor de la cuytada, viendola tan eleuada y aficionada de mí; y pareciendola que lo tenia todo seguro con mis palabras, entretuuome con mil donayres, y quando oyó el pito, que me despedi della, no auia remedio para apartarla de mí, y con grandes ansias se queria venir conmigo: porque éstas son como los musicos, malas de entrar y peores de salir.

Zel.—Assi se destruyen las inocentes, que se fian de nuestros engaños; mas esse negocio es para tener miedo del castigo de Dios, y vna obligacion muy para huir el no cumplilla: vos guardaos no os la hagan pagar y os halleis con el mal en casa.

Car.—Cómo sois gracioso! Soy yo inocente, que me ha de engañar vna moçuela que no tiene mas que la armaçon de los huesos y aquella carilla? pues aunque fuera vna Policena, me riyera della. El mancebo es de los que se aficionan de manera que dexan que lo engañen!

Zel.—No murmureis della, porque podria ser que os deis los golpes en vuestra cabeça; no os fieis de vos en estos casos, que a las vezes corre mas el diablo que la piedra: yo quitárame desse trato por escusar inconuinientes; lo que importa es callar, que yo no daré culpa a ninguna muger que se engaña de promessas de lo que desea y pretende, porque juzga por su coraçon el ageno; y si no huuiesse hombres malos y falsos, no auria mujer errada.

Car.—Y ellas qué hazen? Vino jamas al mundo mal sino por mugeres, armas del diablo, cabeça del pecado? preguntadlo a Salomon y vereis lo que os dize.

Zel.—Mas preguntadle vos cómo le fue con ellas, y vereis cómo les sale siempre al rostro a quien las murmura; y parece permission diuina que paguen por donde pecaron, y tambien por la sinrazon que vsa quien dellas dize mal, siendo dignas de toda alabança; porque la naturaleza no tiene cosa tan necessaria como la muger, y por tal la formó Dios del hombre. Y quánta sea su bondad, dexando las de nuestra ley, que son infinitas las que en virtud y constancia en los martirios no daran ventaja a los hombres, mirad entre las gentiles. Porcia comio brasas por el amor de Bruto, Hisicratea quán fiel compañia fue de Mitridates en todas sus aduersidades, Iulia de grande aficion murio viendo ensangrentada la toga de su marido Pompeyo, Artemisa beuió los poluos de los huessos de Mausolo. Ebandre tanto amó a su marido Capareo,[Pg 101] que se lançó con él muerto en el fuego, Hipone, cautiua por sus enemigos en el mar, se arrojó[612] a él por saluar su castidad, y lo mismo hizo Bretona[613] por huir del Rey Minos; y otras muchas que huuo admirables en esta virtud, y en las demás que los hombres tuuieron en paz y en guerra, de que ay muchos exemplos, que testifican sus merecimientos.

Car.—Aunque más las alabeis, no las podeis saluar de que por ellas nos vienen y vinieron todos los males, como lo muestra la fabula de Pandora, y por esso se dize: Quien con damas anda siempre llora y nunca canta. Bolued la hoja, vereis Medea matar hermano y hijos, Clitinestra al marido, la muger de Anfitreon[614] vendello por vn collar de oro, y las de aora la imitan y son otras tales; Tarpea entregar la fortaleza a los enemigos; y todo lo dize el refran: Por mugeres van al infierno, etc.

Zel.—Quántos mayores males hallareis en los hombres, si los mirais con cuydado! y como son maliciosos, embidian la virtud dellas, y con esta rabia murmuran y procuran disfamarlas y con ocasionar escandalos; y aunque reciben de nosotros tantos daños, nos sufren por su buena condicion; mas ya muchas dicen mal y se quexan con razon.

Car.—Qué aprouecha, pues les falta la autoridad? yo os digo que las enredo y las sé burlar; ellas tratan siempre engaños, yo nunca les digo verdad ni tengo ley con ellas; ellas interessadas, yo escaso; ellas mudables en el amor, yo desamorado; ellas libres, yo raposo; assi nos damos en los broqueles, mas yo quedo siempre en pie como gato.

Zel.—Vos sois venturoso, que alcançais lo que quereis y quedais libre; plegue a Dios que sea siempre assi.

Car.—Yo sé echar el arpon donde aferre, y esto es lo cierto, y no eleuaciones y castillos de viento.

Zel.—Essa ley teneis los actiuos de amor, que no tenemos los contemplatiuos, verdaderos martires de Cupido, que pretendemos antes el prouecho de quien amamos que nuestro interes.

Car.—Essos tales ganan lo que ganó Paris Troyano, que despreció dos damas hermosas que le daua Poltis[615] por la gentil Elena, y yo dierala con mil gustos por cualquiera otra de menos peligro con algun contrapeso prouechoso, porque no soy de los que dizen que sabe mejor lo que más cuesta.

Zel.—Esso nace de ser muy sensual. Paris, como perfecto enamorado, amaua más la amorosa conuersacion de Elena que todo otro deleite dessotras; y así deuemos antes amar la hermosura del ánimo que la del cuerpo, porque más durable gusto es contemplar los bienes racionales sin el defeto que la edad causa en la más hermosa cara; los que aman el cuerpo más parecen codiciosos médicos que verdaderos enamorados, y assi leereis que por caricias de blanda conuersacion vencio Cleopatra a Iulio Cesar y a Marco Antonio.

Car.—Para essas tales soy yo Otauiano, y me rio mucho dessotras filosofias; lo que importa es saber a cada vna de qué pie coxea, y en esto vereis quánto más vale el buen natural que la ciencia. Mas quedesse assi la question, pues cada vno tiene su costumbre, y quantos hombres, tantas opiniones. Vamos a dar vna buelta a los puestos, que sobre tarde suele caer caça. Passaré por la calle de la descalabrada, veré si está amarilla del sobresalto de la noche passada, que creo deue de estar algun tanto asolanada; no me tenga por desconocido y desamorado, quiça querra que tornemos esta noche otra vez a vernos, y no quiero desacreditarme en los principios, que no dexo de tenerle alguna aficion a la rapaza.

Zel.—Vamos, y entre dos luzes daremos buelta por mi puesto; quiça contentaré mis ojos, dando sustento a mi alma con ver a la bella Eufrosina.

NOTAS:

[609] Sic, por Epimenides.

[610] Sic, por Euristeo.

[611] Sic, por temerario.

[612] En el original, arrogó por errata.

[613] En el texto portugués de Ferreira, Britonia.

[614] Sic, por Anfitrión.

[615] En el original, Potis.


[Pg 102]

ACTO TERCERO

SCENA PRIMERA

Eufrosina, Siluia de Sosa.

Sil.—Qvé soberuias son éstas, señora? quién será poderosa con vos? ya no quereis ver a nadie, todo vuestro entretenimiento es con aquel primo; pues tiempo vendra que tendremos por acá algun pariente.

Sil.—Pues, señora, hago muy bien, cada vno ama los suyos.

Euf.—Es assi, pero estais tan vana, que no se atreue nadie a hablaros.

Sil.—Ay tal cosa? algo me ha visto? si me tuuiesse embidia, qué ventura seria, mas bien sé que burla siempre de todo. Truxome vna carta de mi hermano, con que me alegró en estremo.

Euf.—Y qué os dize en ella?

Sil.—Que espera venir muy rico de allá, y que no me case en su ausencia, porque todo lo quiere para mí.

Euf.—Traygaoslo Dios con mucho bien; mas para esso confío que no será necessario, que si yo tuuiere amparo, no faltará para vos, segun sé de mi padre, que no es el que menos bien desea.

Sil.—Assi confío yo, y con essa esperança viuo, y la tengo de veros Condesa; pero, señora, quanto más, tanto mejor.

Euf.—Quereis mostrarme la carta?

Sil.—De mil amores, y en ella vereis que os besa la manos.

Euf.—Escriue muy bien; mostrásela á mi padre, que se alegrará de verla; vuestro primo y él serían grandes amigos.

Sil.—Como vña y carne, y camaradas en la Corte con otro mancebo natural desta ciudad, criados todos del Rey, y vinieron ambos aqui a holgarse este verano. Mi primo, señora, es hombre de importancia, muy discreto, Poeta, musico y muy galan; en la conuersacion tan afable y entretenido, que os perdereis por él si lo comunicassedes. Ayer os vio y os alabó de muy hermosa; juró que no auia en Palacio dama que os igualasse, y que si allá fueredes, que los embelesarades a todos, mas que le parecia que sereis fria de condicion.

Euf.—Ay mal hora, tan presto me conocio? contadme más desso, por vuestra vida.

Sil.—Assi me salve Dios, que me dixo que no creyera que huuiera en el mundo tal hermosura; y que si la copiaran al natural, sólo el retrato bastaua para matar de repente, como la imagen de la fortuna al mancebo ateniense.

Euf.—Libreme Dios en buena fe, con vuestra licencia, y no lo digo porque lo quiero mal, él me parece vn grande bobo.

Sil.—Ay, ay, en qué? Esso tiene, señora mia? desechaldo, buen galardon es esse: bobo? O qué gracia, sí, desse pie se calça él! piensa el otro que las mata en el ayre y que no hay más bizarria en el mundo que la suya!

Euf.—Por pensarlo él no ha de ser luego, pues se ve lo contrario.

Sil.—Aora no más, no más; entendida sois, señora; lo cierto es que nos azechastis quando hablamos.

Euf.—Pues sí, vistis vos esto? No tenia yo aora otro cuydado.

Sil.—Cómo se haze de nueuas!

Euf.—Qué, me vistes? Iesus, líbreme Dios; ya oy no lo passaré sin falso testimonio.

Sil.—Assi me vea yo Reyna como la vi con estos ojos, y aun la oi reirse, quando él se quedó como muerto con la passion de vna cierta cosa.

Euf.—Y él qué diablos os contaua para tanto sentimiento?

Sil.—Como ella lo vio también lo oiria.

Euf.—Mejor me oyga Dios en su Reino; acerté a passar y no sé cómo miré por vna raja de la puerta, y entonces lo vi sin sentido.

Sil.—Ha, confessar sin tormento; cómo la cogi luego!

Euf.—Qué confiesso yo? he dicho que azeché?

Sil.—No a mí, que las vendo y las reuendo.

Euf.—Mirad, pues, qué cosa para azechar ni hazer caso dél.

Sil.—Pues bien, bien, de aquellas cosas tales tiene ella muchas.

Euf.—Qué buena ventura para desear tenello, antes lo querria perder que hallar; pero hablando verdad, qué os contaua que le hazia estar tan lastimado? Eran algunas necedades?

Sil.—Sí, necio es el moço! pues a fe que si se lo dixesse, que seria cierto el holgarse.

Euf.—Ea, pues, dezid.

Sil.—En buena fe no lo diré, ni me saldra por la boca.

Euf.—Por vida mia, Siluia[616] de Sosa, que lo digais.

Sil.—Señora Eufrosina, verças que no aueis de comer, no las procureis cozer.

Euf.—Si yo lo adiuinare, me lo direis?

Sil.—Podra ser.

Euf.—El más ordinario entretenimiento destos galanes es en amores; contariaos algunos cuydados con ansias de ausencia de la Corte y algunas alabanças vanas.

Sil.—Esso es, mas son de aqui desta ciudad.

Euf.—Y el cuytado tan desfauorecido anda o es de muy enamorado?

Sil.—A vos qué os va? dexadme os ruego, señora; muy bien dizen que las mugeres son muy inclinadas á saberlo todo. Vos qué teneis que ver con los amores del otro?

Euf.—Cómo sois inocente, amiga! qué va en esso aora o qué pesadumbre os da que lo sepa yo? si por saberlo le huuiesse yo de hazer algun mal tercio!

Sil.—Quiça sí.

Euf.—Mas á mí por vn oido entra y por otro sale.

Sil.—Pues, señora, descanse y repose, que no lo he de dezir; qué queria ella? burlar de mi primo y dezirlo a quien lo quisiesse oir?

Euf.—Bien casaré yo con essa fama; qué me vistes vos descubrir? ahora quiero tener enojo por la opinion en que me teneis.

Sil.—Cómo se haze de la enojada! quiere que lo diga?

Euf.—Quiero.

Sil.—Hame de jurar que a viua criatura no lo dira.

Euf.—Iuro por vida de mi señor padre.

Sil.—Assi lo promete como quien es?

Euf.—Prometo.

Sil.—Mire, señora, lo que promete.

Euf.—Acabad ya; Iesus, cómo sois desconfiada; yo no sé qué os diga; por lo que a mí toca, juro a estas letras con que se escriuen las palabras de Dios, pues me hazeis poner la boca en él.

[Pg 103]

Sil.—Que no lo direis?

Euf.—Que no lo dire. Ay cosa como ésta? aunque yo fuera la mayor parlera del mundo.

Sil.—Aueis de saber, señora, la mayor gracia que aureis oido; él me quiso dar a entender que era perdido de amores de la señora Eufrosina desde la primera hora que la vio; esto con grandes conjuros, que no saliesse de mí.

Euf.—Callad, no me lo digais; mas dezid, es verdad, por su negra vida negrecida?

Sil.—Assi yo viua, que estos eran sus sentimientos.

Euf.—Aora lo aueis mejorado. El diablo me dio adiuinar que él era algun gran loco. Pensará que por ser cortesano le he de estimar? qué de engaños que ay en el mundo! Pareceos qué cosa son hombres desuanecidos, que piensan que todo lo que les viene a la imaginacion es lo cierto, y que en mirando sus ojos, luego les queda el campo por suyo? Mirad, pues, quién para poner en mí el pensamiento; no puedo escusar de tener vn grande pesar de semejante locura. Vistes aquella fantasia de insensato? querria mucho saber si tiene noticia de quién soy o qué vio en mí para presumir esso; y vos, señora, muy desapassionada lo estauades oyendo hablar alto y a buen son, y fuera bien le dixerades que no os dixera tales locuras.

Sil.—Qué le auia de hazer, o qué sabe ella lo que yo le dixe? podiale tapar la boca ó darle con vn palo? En lo que yo tengo culpa y fui vna gran boba, fue en dezirselo. No de valde me rezelaua yo y queria callar; dixelo por acabar con sus persecuciones, que quando empieça nunca acaba, no para otra cosa sino para reirnos; bien adiuinaua yo esse enojo quando me escusaua.

Euf.—Y no es para tenerlo? qué graciosa es!

Sil.—Estas cosas, señora, quanto menos caso se haze dellas más se deshazen. Los hombres tienen ojos y nadie se los puede tapar, ni estoruar los pensamientos. Y las estrañezas de las mugeres en estos casos no se alaban, porque ninguno las obliga ni fuerça a lo que no quieren, y quanto más se descuydan destas memorias, más esfrian el fundamento dellas.

Euf.—No me aconsejeis en esto, que yo sé muy bien lo que me conuiene; y de tener por ligeras las cosas en los principios vienen despues los fines a ser muy pesados; y porque yo entiendo quánto importa atajar malas opiniones, desde aqui os lo digo, que si vuestro primo boluiere acá, que lo desengañeis muy bien, y le digais que no os hable más en esso, o no venga aqui, que no os lo consentiré, ya que estais en esta casa conmigo.

Sil.—Yo merezco todo esto y mucho más; el diablo me mandó a mí hablar. Siempre el[Pg 104] callar fue bueno; no ay cosa más prouechosa que el silencio. Bien me temia yo lo que auia de ser, y pues assi lo quise, assi lo tengo; mas de los escarmentados se hazen los arteros; por esso si yo puedo, no me sucedera otra tal.

Euf.—Y pues qué quereis vos, señora, que él se alabe por la ciudad que trata amores conmigo? pareceos que será bien?

Sil.—Para qué es hablar en esso? tan ignorante soy yo, que no entiendo lo que va en este caso? y bien, señora, qué cuenta diera yo de mí dessa manera, si no supiera yo muy cierto que todo es en él piedra en poço? con mis manos me matara; quanto más que yo no alabo ni alabé el hecho, mas echélo a burla y passé ligeramente por ello, como quien no quiere la cosa, ni me acordaua, ni me passaua por el pensamiento pensar en lo que me trató, si no me hablarades en ello; mas por bien hazer, mal recebir, sacóme los ojos porque lo dixesse, y yo sencillamente no lo supe negar, y aora quiereme quitar que no hable con vn primo que tengo por hermano; pues qué parecera esso, hazer caso donde no hay de qué? mejor sería echarlo a las espaldas, que yo segura estoy de hablar más en esta materia.

Euf.—El loco, si viene a mano, andaralo diziendo a todo el mundo, y a mi fama le estara muy mal; que la de las mugeres más consiste en lo que dizen que en lo que es, pues qué cosa para llegar a los oidos de mi padre, qué brauezas hiziera! quedaramos bienauenturadas vos y yo!

Sil.—El cómo lo ha de saber? estais muy engañada, señora; bien podeis descansar en essa parte, porque él es el más callado hombre del mundo, y tiene gran pundonor en serlo; sabeis quánto, que quando me dixo que andaua aflixido, que yo le importuné que me dixesse la causa; dixomela por cumplir conmigo por lo que me quiere, y en ninguna manera me quiso dezir el nombre, diziendome que su mal no lo tenia; mas como nosotras somos siempre inclinadas a saber, hize con él lo que vos aora conmigo, y tanto lo conjuré, que sobre mi fe me lo dixo.

Euf.—Dessa manera se descubren todos los secretos, y de vno en otro dichos secretamente quedan más públicos que la plaça. Todos essos son disimulos y engaños y más engaños, particularmente estos Cortesanos, que tienen por gala ser parleros y deslenguados.

Sil.—Essos serán vnos que se precian de despejados, por lo que dizen: hombre vergonçoso, el diablo lo lleuó a Palacio, y todo su saber lo tienen en la lengua; mas mi primo es muy diferente y tiene otra capacidad.

Euf.—Venga el diablo y escoxa: tales son vnos como otros; del rio manso me guarde Dios, que del brauo yo me guardaré. Estos tales muestran el pan y asconden la piedra. Qué mayor locura y necedad puede auer que ponersele en la cabeça quererme bien?

Sil.—Aora, señora, no hablemos más en esso, y se quitarán quistiones.

Euf.—Sea assi; mas hablando verdad, qué razon le hallais o qué disculpa?

Sil.—Antes, mirandolo sin passion, pues quiere que le responda, es muy grande discrecion; porque vos, señora, sois muy noble, y los grandes espiritus siempre se inclinan a cosas altas; vos muy hermosa, don de naturaleza que tiene juridicion sobre los más claros entendimientos; vos muy discreta, singular excelencia y por lo que más se estima qualquiera persona humana; y finalmente, en vos, señora, estan todas las gracias. Pues siendo esto assi, como es, yo diria que quien no se rinde a tantas causas juntas, que le falta entendimiento para conocellas. Y como mi primo tiene tan viua discrecion, tuuo este conocimiento por su mal, como él repetia. Dezia muy bien quando yo burlaua dél y le reprehendia su poca razon: menos la teneis vos, prima; a vn simple que no alcança lo que yo entiendo, no fuera de admiracion enamorarse de la señora Eufrosina; pues la hermosura tiene tanta fuerça, que Ciro, careciendo del sentido natural, con ver vna muger hermosa lo cobró, y mucho menos será perderlo como Orestes por su Hermione, y la vida como el hijo de Demetrio; quanto más yo, que en viendola me eleué, deslumbrado de su vista, porque nunca vi tal resplandor, y contemplando su interior le consideraua vna alma de mil perfeciones que daua lustre a lo de fuera, publicando marauillas de la diuina naturaleza, de manera que sus excelentes partes traen consigo la disculpa y la razon de lo que causan. Si yo no tuuiera ojos ni entendimiento, me pudiera disculpar, y otras muchas razones que alegaua en su fauor, que no sé dónde hallaua tanto que dezir. Coucluyome y no supe qué responderle; sólo le dixe que se despidiesse desso como de vn impossible; y como he dicho, por vn oido entró y por otro salió, para en quanto deziroslo[617] sino me atormentarades, aunque tuue dolor de sus ansias, que parecian de grande amor.

Euf.—No hablemos más en essas necedades, que me corro de gastar tan mal el tiempo; y os auiso que os guardeis como del fuego de dezirle que yo lo sé, ni cosa alguna otra de mí.

Sil.—Iesus, señora, guárdeme Dios, esso le auia yo de dezir? mejor juyzio me dio el Señor; hallastis la moça parlera? antes me mostré con él tan airada, que desesperado de hallar en mí remedio, con rabia hizo voto solemne de quereros siempre bien y morir por esso.

Euf.—Enterraránlo, y no se perderá en él Venecia, y haránle lo que no hazen al caballo del Rey.

Sil.—Callemos, señora, que viene vuestro padre.

NOTAS:

[616] En el original, por errata, Silua.

[617] Aquí debe de haber errata ó está confusamente traducido el texto portugués: quanto para respeito de volo, senhora, dizer.


SCENA SEGUNDA

Cariofilo, Andrade, Zelotipo.

Car.—Qué ay por acá? Andrade, qué haze tu amo?

And.—No sé, señor; despues que venimos a esta tierra no le entiendo, pareceme que anda muy enamorado.

Car.—Por tu vida, en qué lo conoces?

And.—Yo soy demonio y nada se me encubre.

Car.—Dime, aqui nueuamente en esta tierra?

And.—Bien lo sabe V. m., no disimule. Ellos encubrense de mí, y al fin lo he de saber, que todo se sabe. Piensan los enamorados que los otros tienen los ojos quebrados, y nada es tan secreto que tarde o presto no se descubra.

Car.—Tú, picaro, te tienes por gran Profeta; mas yo atendriame a Merlin; dónde está aora tu señor?

And.—En su aposento tañendo vna vihuela; mandóme que me fuesse a pasear, por quedarse solo en sus contemplaciones. Todo su entretenimiento aora es trobar o estoruar.

Car.—Voy a ver cómo passa esso.

And.—Vete, que tal cabeça es la tuya como la suya; doylos al diablo a todos juntos y a quanto poder en ellos tengo. No me sacará Dios de seruir escuderos? mas qué digo? éstos aun son peores que çapateros, su exercicio murmurar en su aposento de vnos y de otros. A vnos dizen que son desalentados; a otros faltos de vista, por dezirles inocentes; al otro desluzido, y yo no sé quál es lo mejor o lo peor. A los honrados llaman pobres, á los ricos villanos ruynes. Concertáme esta gerigonza: todo es locura y blasonar de hijos de sus padres, y que a ninguno han de sufrir nada; desprecianlo todo y son poco conuersables; su vanidad ponen en visitar grandes señores; no disimulan ni sufren nada a los criados, y burlanse dellos. Atengome a los que traen las bolsas de sus amos, que no ay oficio en la tierra que no alcancen. Estos pelones nunca leuantan cabeça, y todo su fin es ir a morir a la India y peregrinar en armadas. Fuerte género de gente son estos cortesanos; todos se roen vnos a otros[Pg 105] como carcoma; a quien hazen más cortesias y dan más gorradas, desean mayor mal; aora yo he de azechar y escuchar lo que éstos dizen.

Car.—Las de su merced beso; vos estais vn Apolo sobre los muros de Troya, dezid alguna cosa.

Zel.—Ha, señor, que me muero poco a poco y no sé qué ha de ser de mí; siento que se me destila el alma y se me gastan los espiritus.

And.—Ya mi amo empieça a eleuarse; bueno va el negocio, alguna grande historia es ésta, yo no sé qué diablos tiene, ni qué no; solia burlarse de quien queria bien, sino por passatiempo, y pregonauase por más entero y libre que guardenos Dios; yo he de procurar entender dónde va esto; mas si quisiesse bien a Silua de Sosa su prima? y lo presumo, porque quando la va a visitar se limpia y adereza, y persuade a su hermana que le embie presentes; quiero escuchallos.

Car.—No sabeis qué ha de ser de vos? Yo os lo diré: lleuad delante las buenas obras, no espereis que despues de muerto os las hagan acá, que hecha la preuencion, yo fiador que sereis bien recebido en la diuina posada; y no os fieis de herederos que hagan lo que vos no hizistes, que les sobra escusas para no hazerlo.

And.—Es diablo este Cariofilo, todo de buena ventura y de darse al tiempo y holgar.

Zel.—No hablais a proposito, que aun yo no voy allá tan de prisa.

Car.—Buena señal, segun esso no os quereis morir.

Zel.

Que pene y viuiendo muera
Por tan honrada ocasion,
Basta por satisfacion.

Car.—Bueno está, mas essa vihuela tiene las vozes sordas.

Zel.—Tales son los oidos de alguna para las mias.

And.—Mal pecado; esso te entrará a ti por casa, antes que la buena ventura; creed que al hombre pobre nada le sucede bien.

Car.—Y os tocastis en su tiempo el Conde Claros, y conozco de vos que lo hariades bien.

Zel.—Esso dexolo yo para vos, que sois todo vna pandorga, y más si es descantada con agallas y pitos de varro. Esto sí que os sonará bien.

Car.—Arte tuuistes aora, aunque poca; aun teneis necessidad de ser más dias mi platicante, porque mi galanteria es superior.

And.—Ya ellos empieçan a burlarse y de ahí vendran a murmurar, que es más sabroso, y por no perder costumbre.

Zel.—Tenemos vos y yo muy diferentes estados: a vos todo os corre viento en popa, y yo canto siempre el cantar de Telamonio.

[Pg 106]

Car.—Dezid algunos versos, y vere adónde llega vuestra lança, y mirad si os podeis hazer de rogar.

Zel.

Contento con mi cuydado,
Dado en mi pecho de assiento,
Siento yo que me es prestado
Estado en que estoy contento.

Car.—Essos ecos y diriuaciones pienso que llamais flores de componer y grande habilidad. A mí no me agradan tantas rebueltas, al menos vsadas mucho: porque yo querria que mis versos tuuiessen sentencias; y no me peno mucho que sean con harmonia ni desharmonia, porque parece mucha obseruancia de Poeta, y sólo el nombre me calma.

Zel.—No sé si os diga que essa opinion es vulgar, porque el verso ha de seguir arte; y este es el fundamento de su artificio, y si no, hablad y escribid prosa.

Car.—Si he de dezir verdad, essa es la que me satisfaze, sino que el lenguage Portugues ay pocos que lo vsen.

Zel.—Menos ay que lo entiendan, y nace de que todos se esmeran en inuentar nueuas vozes y poner tassa a los bocablos, y no saben ni guardan la compostura y orden de las clausulas, y son tan demasiados en cercenar, que no le queda vestido. Mas dexado esto, al verso no se le puede negar el primer lugar, por muchas razones, y tened vos la opinion que quisieres. Aora quiero os dezir vnas coplas que hize poco ha en Castellano, por ser más recebido y menos glossado.

Car.—Dezid, que ya sabeis que tengo buen oido.

Zel.

En la falta de no veros
Sobra a los muertos dolor,
Los viuos en conoceros
Reciben mortal temor.
Los vnos porque no os vieron,
Y los otros en miraros,
Yguales penas sintieron,
Primeros, porque os perdieron,
Segundos, por no esperaros.
Que quiso Dios tal hazeros,
Que a los muertos sois dolor,
Y a los que viuen temor,
Por no veros y por veros.

Car.—Estan buenas, mas parece que van muy embueltas, y esse veros y no veros es más viejo que Sarra.

Zel.—Pues qué quereis, lenguage nueuo?

Car.—Sí, si pudiesse ser, porque estos diriuados son ya muy ordinarios y enfadanme mucho estos terminos, honrarme por deshonrarme, y son vnas guaridas más trilladas que el camino de la Corte.

Zel.—Sabeis de qué nacen essos fastidios? de estomago dañado, y leer sin gusto a fin de censurar, por mostrar discrecion, es vna purga que haze que no se logre nada en el pecho.

Car.—Con todo, no me negareis que noto bien; pero os dare vn remedio para assegurar vuestra mercaduria: partios a Castilla y dexad a Portugal a los Castellanos, pues les va tan bien en ella. Poned tienda en Medina del Campo y ganareis de comer con glosar Romances viejos, que son apacibles, y poneldes por título obra nueua sobre mal huuistes los Franceses la caza[618] de Roncesvalles; mas temo que ande ya allá el trato dañado como acá, donde lo censuran todo estos criticos que no medran ya chocarreros.

Zel.—Bien me honrais por buenas palabras; pero essos glossadores deuen de saber poco de los muchos y grandes Principes que vsaron el verso, no para cosas de burlas, sino para cosas de tanto tomo, que quando los primeros hombres quisieron hazer peticiones a Dios, ordenaron el verso por mejor, más discreto y breue modo de orar; y los que más fauorecieren la prosa, que vos autorizais, trabajarán por acabar las clausulas en consonantes.

Car.—Digo que teneis razon, mas yo no sé que aya cosa que tanto enfade como estos Poetas vulgares, ni que se puedan sufrir malos versos.

Zel.—En esso vereis quán fina es la poesia, que no sufre vn atomo de descuydo; y assi lo dize Horacio en el Arte Poetica, que no se admite mediano Poeta.

Car.—Y pues vos, en qué rumbo os poneis? de Poeta o de Porreta?

Zel.—No os burleis tanto conmigo, que me correre.

Car.—Esto es para vos agua rosada y fauores que os doy.

Zel.—Qué poca caricia hago yo a estos gustos, como quien lo tiene perdido en la vida y cosas della, sin poderlo emplear donde todo es bien empleado!

And.—Otra vez buelue mi amo a sus sentimientos, y Cariofilo tiene razon, que por todas sus coplas no dare medio real. Atenermeia yo antes a saber notar peticiones, y quando no, a escriuir cartas missiuas, como aquellos que estan en las plaças, que es dinero de cada dia.

Car.—Y pues, fuisteis a casa de vuestra prima o qué teneis sabido?

Zel.—Querria saber y temo.

Car.—Quien mucho mira los fines, nunca hizo buen hecho. Si Anibal considerara la dificultad de passar los Alpes, no enbiara tantos anillos a Cartago. Alexandro inconsideradamente passó el río; echa el dado como Cesar, que la necessidad haze la razon; id a veros con vuestra prima, que ya tardais: porque Alexandro ninguna cosa sufria menos que la tardança.

And.—Esso esperaua yo; con la prima es el negocio, como yo sospechaua; todo al fin se sabe, por más que se encubra.

Zel.—Temo hallar peores nueuas que las que rezelo.

Car.—Estaos ahi, que yo os pagaré lo que es vuestro. No aueis oido dezir que huye la muerte de quien la desprecia, porque ella sigue a quien más la teme?

Zel.—No enojé a mi prima con serle importuno.

Car.—Luego dezis que sois enamorado; qué cabeça para gouernar a Venecia!

And.—Dize la caldera al sarten.

Car.—No ay cosa para acreditaros con ella como que os vea con poco descanso, y que andais con dessasossiego y le dais prisa, porque a las mugeres lo que más obliga es locuras.

And.—Luego vos no podeis errar en valer con ellas, porque otro tendra menos desso y más de moneda.

Car.—El principio y medio dizen que es más que el todo; quebrastis la lança del primer encuentro; deste segundo la lleuareis a tierra con el arçon trasero, como Florestan el buen justador.

And.—Con la paciencia que está mi amo Cariofilo, creed que es determinado, y sabe de memoria estos negocios. Mi amo buen piloto solia ser, no sé qué es esto aora, sin duda que le ha dado algun mal ayre.

Car.—Quereis vn buen consejo de mala cabeça? escreui vna carta y lleuasela a vuestra prima, para que se la dé a la señora Eufrosina; porque destas dize el Castellano, la letra con sangre entra.

Zel.—No la ha de querer dar.

Car.—Qué desesperado sois! quiero enseñaros, pues os tornais a los dias en que nacistes y aueis menester maestro. Aueis de saber que las mugeres son mentiras y trampas en estos negocios; no creais a vuestra prima, que por muy amiga vuestra que sea, siempre hazen vnas por otras, y fingen essos miedos y encarecimientos por hazer mejor su partido; mas en todo tiempo estan dispuestas a otorgar aun más de lo que les pedis. El estar algunas escarmentadas de nuestra poca verdad las haze cauteladas y querer medirlo todo con el tiempo; mas quanta experiencia pueden tener de nuestros engaños, no basta para que se guarden dellos, antes gustan de ser engañadas para su disculpa. Porque a la verdad, nosotros nunca las acometemos a que se echen al amor, siempre nos vamos costeando con su voluntad; y si bien suele suceder, pedir el goloso para el vergonçoso.

[Pg 107]

And.—Yo os prometo que es Cariofilo matrero.

Car.—Lleuad vos la carta, que nada se pierde, y si no la quisiere tomar, echadla en su regazo y venios como quien arroja barro a pared; si pegare, pegue, y sobre mí que ella tendra cuydado.

And.—Otra historia es aquélla; no entiendo esto bien, mas si a mi amo se le ha puesto en la cabeça enamorar a Eufrosina? si asi es, mandole yo mala ventura, no le arriendo la ganancia. Estos ni temen ni deuen; no ay cosa que no intenten; mas miren ellos allá, no busquen tres pies al gato. Yo estoy contento de verme fuera destos negocios, no quiero sus gustos por sus pesares. Dios me ha hecho merced.

Car.—Este es el mes de los gatos; estamos en Abril, quando rebientan los arboles y crece la sangre, ya me entendeis, que quando la hoja de la higuera haze pie de gallina, etc. Estas todas se tienen por los pies como cerezas, y vuestra prima luego como os venistis dio con la lengua en los dientes, y la señora Eufrosina lloró de placer de auerse acordado el amor della; llaman ellas a esto passatiempo; hará cuenta de passarlo con vos como quien viue en ociosidad, que es la yesca deste fuego, y las armas de Cupido; que a Egisto sola esta causa de viuir ocioso da Ouidio para ser adultero, y la misma haze por vos; querra desenfadarse con ver quatro papeles de amores, pareciendole que todo será gracia, y nunca os pese destas gracias, que de las burlas vienen las veras, y mas éstas muy nobles, que quanto son más altas, estan más cerca de los estremos, y les puede llegar mejor el viento para mouerlas, y empeñanse poco a poco, y viene a ser mucho, porque no pueden limitarse en lo que hazen, por ser en ellas todo en los estremos, y el amor como es sutil se imprime mejor en los espiritus delicados.

And.—Ya lo he entendido todo, no he menester saber más; hazeis vos la cuenta sin la guespeda, guardad no os salga al rebes, y bien sé yo quien lleuará lo peor, porque Cariofilo no haze más que meter los perros en la mata y salirse afuera; tales son los consejeros en los malos sucessos: todos quieren sacar la castaña del fuego con mano agena; mas si mi amo sale con esta pretension, nunca hombre tal hizo; yo no soy amigo de esperanças tan dudosas; con su pan se lo coma, no le tengo embidia. Negocio es este de mucho secreto, y yo muero ya por tener a quién dezirlo, no me detendre sin parlarlo siquiera a su hermana; por esso mire cada vno dónde y con quién habla.

Car.—Sola una duda ay en esto y no tiene otra.

Zel.—Quál?

Car.—Tener ella otro enamorado, porque es[Pg 108] muy dificultoso desarraygar voluntades; pero el Propercio, que fue hombre de experiencia, afirma que se muda y rebuelue el amor como lo demas, y que la letra de su rueda es venceras o serás vencido. Vn clauo con otro se saca, y vn amor con otro, y con porfias pudiera ser vencida Penelope; si me creis, no teneis que temer. La fortuna ayuda a los atreuidos, y en esto no pueden escusarse todos los inconuenientes, que amor trae continuas discordias, mas el tiempo haze obedecer a los leones, y con él se ablandan. El agua caba la dura piedra, y con agrado y buen seruicio todo lo vence el amor. Y si esto no os parece bien, amigo mio, quien consigo se aconseja, consigo se despene.

And.—Assi digo yo; hombre de chapa y determinado es el Cariofilo; estotro no parece que es él, porque solia aconsejar a todos: no es possible sino que le han dado algunos hechizos de los que quitan a los hombres sus inclinaciones.

Zel.—Vuestros consejos me dan la vida, que sin ellos no la tuuiera; y pues siempre me hallo bien con executallos, quiero escriuir el papel.

Car.—Dios delante, y mirad lo que hazeis; empeçad con palabras blandas, graues y de crédito, pocas y ciertas, que digan lo vuestro y lo ageno; y si os parece bien, no seria muy malo poner copla al fin con alguna cifra que declare vuestro intento, como vn coraçon asaeteado ó en vñas de leon, y otras semejantes, con vna letra que diga:

Por amor de vos, señora,
passé yo la mar salada.

Zel.—Picastes os ya en alguna llaguilla que tuuiessedes, vos heristes en el dedo para escriuir con sangre, que es caso de gran piedad, y seria buena letra:

Coraçon de carne cruda,
veslo tu amor aqui[619], etc.

Car.—Mas si quisiessedes competir conmigo sobre esta materia en que yo pienso que soy aguila!

And.—No hay cosa que ellos no glossen; todo lo que hazen los otros no les está bien, y no faltará quien haga con ellos lo mismo y descante en sus cosas por más resabidos que sean. Todo hombre cré de sí vna cosa y piensa de los otros otra.

Car.—Sabeis quánta destreza tengo en cartas de amores, que me atreuo a dezir que leeré de catedra a quantos hay en Paris.

Zel.—Pues leedme a mi alguna cosa que pueda injerir en ésta.

Car.—Soy contento, aora oid notar.

And.—El roer de vñas que mi amo trae, el tirarse los dedos, el escriuir y borrar! Acierta Iuan, piensalo bien y hazelo mal.

Car.—A esta alta y practica filosofia no le penetra la entrañas sino hombre tan experimentado como yo: porque Bartulo ni Baldo nunca passaron de saber hazer vna peticion y vnos articulos acomulativos, y de aqui viene que a sus sequazes, si les hurtais el viento al estilo ordinario de la facultad que tratan, deslizan luego con frialdades y no dexarán el discurrir por vn verosimile et in rei veritate, aunque los açameis como a lebreles. Pues essotros peones de Aberrois, carniceros de naturaleza humana, si pierden el norte a hablar por fimbria intonsa, apoplexia y recetar por cifras, luego se despeñan por vnas gracias hambrientas que a legua muestran el interes y la codicia, y traen muy mala burla: porque es con la vida, que no tiene apelacion. De todos éstos ay entre vosotros grandes remolinos de maliciosa necedad, in vtroque iure, como ellos dizen, más peligrosos que los baxios de Padua. Por esso como huuieredes vista dellos, id siempre con el timon en la mano, y desviaos de su conuersacion y trato, por escusar anotomias en la hazienda.

Zel.—Mucho os diuertis de nuestro proposito.

Car.—Ya soy con vos; assi que digo que son muy raros los que saben tratar esta materia, muchos los confiados y pocos los bien sabidos; porque los sufribles son musicos de sentido y dan mil consonancias falsas.

And.—Vos solo sois el que acierta; tal sea vuestra vida, y para mí éstos que más enmiendan son los que yerran.

Zel.—En qué tono os poneis vos?

Car.—No me atajeis, que no me amarro a Diapante ni a Diapason, porque soy más multiplicado en los puntos que la misma musica.

And.—Confiança como la mar, mas el juyzio buscaldo.

Car.—Mas el fundamento desta arte corre assi: tenemos ciertos puntos fixos o propositos confirmados; declarome: al principio aueis de hazer vna entrada con vna preparacion comedida, vn respeto obediente, vna sumission segura, vna fuerça sujeta, y todo se remate en cumplimientos más prolijos y más sueltos que los de vn Castellano. Exemplo: Pues mi ventura quiso y tal assi, no fue más en mi mano, cien muertes es poco para, etc. De manera que tomada la rienda por estos terminos, que son los elementos desta ciencia más incierta que la Astrologia, podeis escaramuzar por la vega de Granada, con todas vuestras obligaciones a modo de peticion, hasta llegar a poner el cuento de la lanza en P. Siguese luego de aqui boluer sobre lo que pretende pedir, merecer o tener merecido, porque quien bien sirue premio alcança; para lo cual son necessarias eficacissimas y obligatorias razones deriuadas y que tengan energia, codiciosas, mas desinteressadas, que son dos contrarios en vn sujeto, y tan blandas como lima sorda, porque amor toda su guerra la haze por contraminas; assi aueis de procurar que por lo que dezis no seais sentido hasta que le leuanteis la vandera en el muro, porque si os entienden antes, escandalizanse como pajaros de las redes, donde ojos que las vieron ir no les daran más alcanse. Y si les parece que sois buey, y que no pretendeis más que apastar en el prado de la obediencia, y que estareis sujeto a su gusto y hareis lo que quisieren, sin otro fundamento que el de su voluntad, fianse de vos y las lleuareis hasta el Cayro. Ay algunas ariscas y zahareñas que quando pensais que las teneis asidas se os escapan de toda obligacion; y si bien confiessan y acetan la voluntad, niegan la satisfacion. Esta es ocasion de grandes quexas al mundo, y se permite que llegueis a inuocar y pedir vengança al amor, brauear y enfureceros como endemoniado, con tal que con rabia no llegueis a murmurar ni amenazar, que es estilo baxissimo, y nunca os desamarreis de la esperança, porque todo lo alcança el comedido sufrimiento. En alabarla sereis tan continuo, que sea la salsa de quanto le escriuieredes, porque les haze grande apetite, y con la presuncion que de sí tienen no desprecian alabança ninguna, antes estan satisfechas que la merecen, aunque más leuantada sea de punto, tanto que las más feas quieren ser más alabadas.

And.—Dize verdad; doylo al diablo, y cómo las conoce!

Car.—Como son compuestas de vanidad, naturalmente desean ser alabadas, y más de hermosas, que sobre todo procuran y estiman; sucede tambien que se enojan y por daca aquella paja hazen pendencia a fuego y a sangre. Aqui aueis de acudir luego a pedir perdon, aunque sea de sus culpas, y ofrecer obediencia y sujetaros a recebir mil penas, culparos quando no tengais culpa, negar a pies juntos toda sospecha que os condena; si sois culpado, dalle escusa; en caso de zelos, ni confesseis ni negueis; porque dexallas sospechosas quanto a vos y confiadas quanto a sí haze mucho en vuestro fauor; quitalles la ira es importante, porque no dexeis, como dizen, criar la yerba en el trigo, y en teniendola mansa con las blandas disculpas, es conjuncion de mejoraros y acrecentar el premio de los fauores, porque la reconciliacion de los enamorados es con doblados gustos.

And.—Iuro a tal que les sabe los intrinsecos;[Pg 109] mas cómo no ha de saber, que éstos de dia y de noche no sueñan en otra cosa? y assi contraminan a las inocentes, que les parece que no ay más en el mundo que dezilles que las adoran, y no saben que ningun hombre les habla verdad, por más bien que las quiera. Antes quanto mayor amor les tienen, más les mienten, por lo que les conuiene; ellas como naturalmente son aficionadas y locamente creen que todo se les deue, creen más de lo que se les dizen (sic), y assi lleuan siempre lo peor.

Car.—Sucede tambien que se os amotinan y hazen rabiar con echar brauatas, por prouar y tentaros de paciencia; a lo qual os aueis de mostrar cordero y muy deseoso de acertar en su seruicio: sufrid afrentas, dissimulad injurias, y razonad largo, que ellas siempre se rinden a porfias. Veis aqui toda la teorica, pero quiere prática y continuacion: porque tomada assi en terminos, queda cruda, y con el vso tiene grande espidiente. Aueis tambien de hazer aqui vna larga digression sobre las calidades de las personas, que es el sinderisis del alma. Distingo: si escriuieredes en ausencia a moça de cantaro, habladla de tú y de vos entreuerado, que llaman honra y media; y para ser apacible, porque no son capazes de los eleuamientos de Garci Sanchez[620], aueis de llamar mona, gata de tripera, paloma sin hiel, rapacilla de mi alma, pidiendola zelos de algun zurrador, porque piense que la quereis bien, los quales nunca pedireis a muger principal, a quien tuuieredes mucho amor, porque lo que es malo para el vientre es bueno para el diente; porque en estas recordais al perro que duerme, daislas municiones con que os hagan guerra, mostrais desconfiança, con abatimiento de ambos; en las otras humildes poneyslas en cuydado de cumplir con vos, por quitaros la sospecha y que creais que os quieren solo, y Dios sabe la verdad; y si la dais esperança de boluer presto a la tierra, os preuiene regalos, pela las sobrecejas y se apercibe para recibiros con trompetas, viendo que tuuistes memoria della y no fuistes como otros que dizen: a muertos y a idos no ay amigos; y si este estilo os parece de lacayos, conuiene assi por hablar en su lenguaje, ya que estamos tan sujetos a vsar la lengua agena donde quiera que vamos y despreciarnos de la nuestra.

And.—Cosas dize este Cariofilo del diablo! mas quánta raposeria sabe! Alomenos ganan los hombres de Palacio aprender estilos varios, aunque ya passó el tiempo en que dezian: mejor es saber que auer; aora es por lo contrario, mas yo atendriame al saber de nuestro Vicario, que lee y entiende, que estos Cortesanos todo lo traen en el pico de la lengua.

[Pg 110]

Car.—Si escriuieredes a costurera, que habla flautado, se muerde los labios, laua sus manos con jaboncillos, canta de sol fa, inuenta cantares, es perdida por tomar de memoria coplas, da quartos a vn muchacho de escuela porque le lea comedias, si quereis recabar della a pocos lances lo que pretendeis, escreuidla que se estime en mucho, porque lo merece, aconsejandola que sea honesta y no trate conuersaciones odiosas, dandole sospechas de grandes fundamentos. Esta tal es como el villano, toma esperanças de lo que quiere, haze castillos sobre lo que desea, pretende rendiros y por no perderos auentura su persona a quedarse burlada; y para efeto deste intento conuiene darle a comer el negocio por blandos y apacibles terminos, publicando sus gracias y hablandole en ellas, como Heliogabalo al esquadron de sus amigas, representandole más generos de deleytes que los de Cirena, porque ellas son naturalmente vergonçosas; si no las desembolueis, es alargar el tiempo; con buen despejo y gracia desembueltas, os tienen por de buena conuersacion y desean saber qué yerua es el ajo, y nunca les atajeis sus discursos y la cuenta que hazen; mas disimulad, que ellas todo lo esperan, y quando nada alcançan, satisfazense con quexarse de su confiança y de vuestra poca fe; con esto cumplen consigo y con el mundo; y quando queden quexosas, quedan habilitadas. Esto en quanto aquellas que no alcançan cómo sabe la pimienta y rezelan la carga, si no las arman con mañas y sutilezas, con que se disculpen de lo que desean. Mas para con las maestras experimentadas en escandalos son necessarias grandes cautelas y fingir de lo bobo, porque no se azoren, prouarla que no sois como los otros hombres, mostraros inocente de lo que sabeis y dispuesto para passar por qualquier fingimiento; aunque lo más cierto es con estas tales no andar en estas escaramuças; mas ojos por ojos y barba por barba, y ayudaros del lugar y tiempo, que dize el Italiano que perduto non retorna may. Estotras rapacillas, por mostrar vna carta y dar embidia a vna amiga suya, daran quanto tienen.

Zel.—Si alguno os oyera de los que yo conozco, cómo se riyera de vuestros preceptos y arte graciosa; muy poco contestais para satisfazer a los entendimientos de primor, que no sufren sino los escritos de dos palabras, y essas preñadas.

Car.—Ya conozco essos que tienen estilo forjado en breues sentencias y nunca salen fuera de la villa y su término, ni se apartan de los primeros trastes, donde lo puntean todo sobre Conde Claros; y tened por cierto que aunque quieran, no passarán de alli vna tilde, y por su poco discurso fauorecen el vando de la breuedad sin entenderla, y no llegan a conocer la copia de hablar y escriuir.

Zel.—Pues aun yo conozco otros de ralea más plebeya, que se daran en los broqueles con las virgenes Vestales por modos comtemplatiuos, y piensan que ponen la suya sobre el hito, si arremangan los pulsos a ruego de algun nouel que entra de nueuo en la estacada, y sus frases tienen más orin que aquel Romance:

Para qué paristes, madre,
vn hijo tan desdichado[621].

Car.—Pues ay otros mesurados que presumen viuir con tratos secretos y hazer contraminas a las sospechas del mundo, que proponen sus argumentos Logicos con autoridades de sentencias en Latin, y luego lo declaran en Romance, y andan muy a lo traidor con los mancebos que tratan de gala, que no aspiran a faldas de olanda. Estos escriuen amores muy a lo discreto; pero vengome dellos con saber que son esclauos de su gusto, y que otros logran sus tributos y burlan de sus donaires, porque siempre los vi burlados del amor, que es niño traidor y apartado de los que con libertad lo tratan y no le esperan a tiro, y a los que aficionados se le rinden, les haze mil pesares.

Zel.—Vos con quanto aueis dicho no llegais a mi puesto, y no os culpo, porque aqui no llegó Rui de Sandi.

Car.—Vna impresa como la vuestra, como es rara, assi tiene dificultosa la bateria; mas en tales casos muestro yo mi suficiencia: porque sabed que el amor que no es fingido mucho mejor se sabe declarar, y en las materias más arduas acuden razones más viuas; y por menos trabajo tengo escriuir a quien os entiende que a quien os aueis de dar a entender, y assi para essa tal que examina pensamientos y responde por Clarimundo[622], conuiene ir muy por sus puntos con introducion y argumento, tomar la tema de alabanças y misericordia, que éstas quieren ser muy alabadas y piensan que consiste en la hermosura el sumo bien. De donde se infiere que es muy de las hermosas la piedad que esperais y pretendeis; y al descuydo entremeted alabanças vuestras, porque os estime.

Zel.—Todo esto es tan comun que en cada rincon se halla, y no es al tiempo ni lo que se vsa.

Car.—Ninguna cosa podemos dezir que ya no sea dicha, mas el amigo se ha de sufrir con su falta, y con ésta se deue fauorecer lo que se dize o haze con buena intencion. En esta materia pocos aciertan y todos reprehenden, y no dexan de aferrarse con Carcel de Amor[623] en lugar solitario, y tienen por tanto conuertillo en Portugues como si fuesse Homero; mas pues llegamos a tratar de antiguedades, qué malo sería hablar por Marco Aurelio[624], que tiene gran copia en dezir?

Zel.—Esso es lo que no quieren aora, sino breuedad, saluo en tratar cada vno su negocio; y con todo creed que tienen en ella grande guarida, pero de qualquiera manera tened por cierto que no se puede escriuir carta de amores sin estar obligada y sujeta a censura y burla.

Car.—Si la materia es de locos, cómo quereis que carezca el argumento de poco juyzio? Mas en esto ay vn bien, que se trata la causa con mugeres, que la más cuerda es muy loca y nunca les parecio mal carta de amores, por más necia que vaya.

And.—Bien os podeis tambien meter en la cuenta de los locos, pues todos los enamorados lo son, ninguno se conoce; y mi amo todo es aora hazer principios a su carta y ninguna acaba.

Zel.—Aora ved lo que tengo escrito, en quanto aueis hecho la correccion.

Car.—Dessa manera poca dotrina lleua mia, y me parece que no sois de vnos que se encierran solos a escriuir, porque alguna mosca no los diuierta de su imaginacion.

Zel.—Yo estoy más diestro de lo que vos pensais.

Car.—Dezid, pues, que yo la he de glossar con vuestra licencia.

Zel.—Para esso estamos aqui.

And.—La vida que estos traen, y quieren ir al cielo! no creo yo en tal santo.

CARTA

Zel.—Si para librarme de la condenacion que temo, la disculpa de mi atreuimiento valiesse, la razon de la fuerça que me hazeis da vozes por mí contra vos; mas por no incurrir en más culpas, escuso darla a quien sin ellas nacio, y para confirmacion de mi inocencia yo me la doy a mí con la pena de las penas que por ella mereciere. Y si este conocimiento con tal contricion es merecedor de alguna remission dellas, sea en descuento de las quentas, que yo de mí le cometo.

Car.—Nada dezis, y perdonadme, porque aquellas penas y aquellas culpas parece estilo de Bula, que absuelue de culpa y pena, y es insufrible, y essotros quentos y desquentos es [Pg 111]vn guarismo de vnidad y decena, y assi lo errais todo de proa a popa.

Zel.—No juzgais bien; no veis cómo van engaçadas estas razones?

Car.—Sí, mas hazeis ahi vn[a'] lista de tres partes de la penitencia, contricion, confession y satisfacion, y son vna letania.

Zel.—En este negocio no se puede escusar hablar por pena, dolor y passion, que son los terminos desta ciencia, como cada vna tiene los suyos, si vos no quereis ponerle aora otros nombres y renouar el estilo.

Car.—No seria malo, si pudiesse ser, por satisfazer a los discretos escrupulosos.

Zel.—Aora veis aqui otro principio. Y conuatiendo amor a mi entendimiento especulatiuo, en la contemplacion de vn primor tan primo, por la fantasia ofrecido a lo prático eleuado, forçó la voluntad vencida forçosa, y voluntariamente obedecio a la sensualidad, a lo que la razon no resistio, porque la tengo en ser vencido, y sobre esso perder la vida.

Car.—Todo esso no está bueno ni haze a nuestro proposito; essos terminos son más escuros que los de los pescadores de Homero, y no los entendera Delio nadador; de mí os digo que no entendi palabra.

Zel.—No es forçoso que lo aueis de saber vos todo; y no me marauillo, porque sólo Dios es perfeto. El saber está repartido y cada vno sabe lo que aprendio.

Car.—Pues yo, mal pecado, qué aprendi? Reios de pensar que aya otro soldado más prático que yo.

Zel.—Sí, mas no lo sois con las desta calidad: porque sabed que para con estas que matan en el ayre, importa mucho y es el todo hablar en la carta escuro, porque la tienen por más discreta quanto menos la entienden; y va mucho en esto, y más en la primera, a que no dan respuesta, porque acostumbran responder á la segunda.

Car.—Con todo, si quereis que vaya por ambos, mudad el estilo, y si no vaya todo por vos, que yo lauo mis manos deste hecho; y quando os importare embiar vna carta muy refinada, hablad conmigo y pagadmelo.

Zel.—Dexadme aora errar por mi cabeça.

And.—Si el mal es que mi amo se auia de sujetar a la reprehension que ninguno sufre ni por ella se enmienda; todos piensan que lo saben todo por sí solos, y por más amigos que sean, menosprecian el saber de los otros ellos, y vnos a otros se llaman ignorantes; yo no sé quál es el discreto.

Zel.—Mirad si os agrada otra.

Car.—Dezid.

Zel.—Con justa disculpa pudiera la grandeza de mi dolor negarme el sufrimiento que[Pg 112] tengo para viuir en la gloria dél, si yo pretendiesse otra vida; mas como no la siento de mayor gusto, por razon del estremo de mis pensamientos...

Car.—Essa me suena aora en la oreja; cómo lo bueno luego haze consonancia! dadme essa pluma, dexadme empieze otra.

Zel.—Essa va más a proposito, mas no sé si está cumplida.

Car.—Está marauillosa, todo esto se me ofrece aqui:

Por lo que auenturo querer, antes castigo en secreto de vuestra mano que culpas de mi flaqueza en público por escusar ofenderos.

Esta gentil clausula no hay más que pedir; yo me inclino mucho a estas razones, que afierran como ancoras, y acaba muy bien en ésta:

Porque en saber vos sentir me sois deudor de lo que siento y pido consintais que sienta.

Porque esto, señor, remata; ella no perdiera en ir más breue, respeto de la comun opinion, mas la mia es que se ha de escriuir largo a las mugeres.

And.—Alabado sea Dios que acabaron, qué contentos quedan! y yo juraré que es tal la vna como la otra, y aun me inclinara a la primera.

Car.—Vamos, os acompañaré hasta su varrio.

Zel.—Y despues qué aueis de hazer?

Car.—Ire a ponerme en la puente sobre el rio a ver las moças que vienen por agua, y si encontrare vna que ando por su rastro, darele mis toques; por ventura sacaré fuego, que yo no doy passo de valde. Andrade?

And.—Señor.

Car.—Limpiadme estos çapatos y por lo que deueis a virtud componedme el vestido; ya sabeis que teneis en mí vn buen amigo.

Zel.—No veis cómo engorda este pícaro? no cabe en el pellejo.

Car.—Trae conmigo vna cierta pretension, y hemos de ponerlo muy galan y embiallo a su tierra a enamorar todas las moças, y yo dare mi parte.

Zel.—Todo se hará bien quando sea tiempo, mas temo que se nos casse allá.

And.—La mayor prisa que tengo es essa.

Car.—Este moço es de importancia.

Zel.—Cierra essa puerta y vete por ahi.

And.—Id en buen hora, y mirad no vais por lana y vengais tresquilado.

Zel.—Ya entramos en esta calle; no hagais mudança, ni mireis arriba, por si acaso estuuiere Eufrosina en la ventana, no entienda lo que sabeis. O gran ventura! Yo la veo ya, ella se fue, como vió que yo la veia.

Car.—Buena señal; desde aqui hago juramento que lo sabe ya.

Zel.—Esse es otro nueuo adiuinar por lo Pitagorico.

Car.—Apuesto.

Zel.—Apuesto.

Car.—Ea, qué apostais?

Zel.—Idos, que es burla, ojalá fuessedes verdadero.

Car.—Vos lo vereis, que yo soy buen lagarto; a la buelta idos á ver conmigo.

NOTAS:

[618] En el original casa, pero es errata evidente.

[619] Así este segundo verso ni consta ni hace buen sentido; quizás veslo es errata, por véalo.

[620] Alude al poeta García Sánchez de Badajoz.

[621] En el original estos versos están impresos como prosa.

[622] Alude al libro de este título compuesto por Juan de Barros.

[623] Alude al libro de Diego de San Pedro.

[624] Alusión al libro de Fr. Antonio de Guevara.


SCENA TERCERA

Eufrosina, Siluia de Sosa.

Euf.—Siluia de Sosa, allá viene aquella buena cabeça de vuestro primo, muy eleuado; yo estaua en la ventana, y como lo vi, quiteme luego.

Sil.—Pues cómo, señora, huis assi de un tan gran seruidor vuestro?

Euf.—Sealo vuestro, que sois otro tal juyzio como él.

Sil.—Para qué es tanto menosprecio y dezir tanto mal?

Euf.—No puede dezir lo que en él no haya.

Sil.—Pues qué remedio?

Euf.—Quien le viere andar con el cuello como de grulla, la cabeça de gabilan, que parece que no pone los pies en el suelo de afectado, luego dirá que muestra el viento que trae, como el Triton de Vitrubio.

Sil.—Aora me quiero reir: donde tiene la gallina los hueuos, allí se le van los ojuelos.

Euf.—Assi viua él poco y malo...

Sil.—Como ella querria vista en sus ojos.

Euf.—Quién no ha de echar de ver sus humos? No me guarde Dios si no parece que está embelesado quando mira, como quien nunca vió gente.

Sil.—Cómo te conozco, besugo! quierote bien y digo de ti mal, por dissimular. Busca siempre ocasion para hablar dél y luego dize que lo dira al juez.

Euf.—Pues vistoso es el mancebo para perderse por él.

Sil.—Ni es para despreciallo.

Euf.—Antes lo querria perder que hallar; parece milano hambriento.

Sil.—Poco desso, que me corro: graciosa está la señora.

Euf.—Bueno era para picota de villa, segun es largo.

Sil.—Dexadme, señora, os lo ruego, que me consumo con essas cosas.

Euf.—Iesus, pues no es para consumirse decirla mal de aquel Principe, de la alta Alemania, como si ninguna tuuiera primo sino ella.

Sil.—Pues cada vna estima los suyos.

Euf.—Bendigalo Dios, que no le lama el gato; no le toquen en su primo, ay Iesus!

Sil.—Aora a fe que tantas vezes me ha de dezir de proposito mal dél, que he de venir a dezirle que os aborrezca y dexe de quereros bien.

Euf.—Quanto á esso, nunca dire yo otra cosa; pero sabeis vos, señora, lo que aueis de hazer? ya que despertastes el perro, que estaua durmiendo, y me lo acordastes, desengañarlo de manera que no sepa yo que él habla en mí.

Sil.—Nadie diga desta agua no beuere; cómo entiendo yo estas brauatas!

Euf.—Pues si mi desuentura a tal llegasse, y ella estase riyendo!

Sil.—Pues qué quiere, que llore?

Euf.—No, mas reid y tened placer; de tal cabeça tal seso, y todauia os reis?

Sil.—Voyle aora a dezir como vos, señora, beueis los vientos por él.

Euf.—Hazedlo assi, y mirá no hagais alguna cosa que luzga y parezca; despachaos, no esteis allá cien horas, que nunca acabais quando os poneis á parlar con essa buena joya; no venga mi padre, que bien sabeis como es sospechoso.

Sil.—Bueno va el negocio, pues ya le duele para encubrirlo.


SCENA QUARTA

Siluia de Sosa, Zelotipo.

Sil.—No direis, señor, que no salgo á recebiros á la puerta.

Zel.—No es pequeña merced para mí.

Sil.—Yo estaua reboluiendo vn cofre, y Eufrosina me dixo que os vio venir.

Zel.—Yo la vi, y fue muy gran ventura para quien anda tan ciego, y mayor el fauor de su memoria.

Sil.—Ay Iesus, qué cosas teneis; yo pense que se os auia oluidado esso.

Zel.—Poco cuydado teneis del mio, segun lo que dezis, pues por vuestro descuydo juzgais de mí tan mal; bien parece que pena agena de pelo cuelga.

Sil.—No hablemos en essas ociosidades, pues el más cierto fruto que dan es disgustos, y gastar en ellas la vida nunca dio buen nombre, ni el crédito que de vos tengo me da lugar a creer sino que os burlais conmigo por prouarme.

Zel.—Más cierta burla es dezirme vos esso; y si creyesse que lo decis con verdad, lo sentiria mucho, porque me precio de tratarla con todo el mundo, quanto más con quien me obliga tanto.

Sil.—Todo lo creo de vos, señor primo; mas como he oido que el amor es ocupacion de ociosos, y sé que lo estais aora, he sospechado que puede nacer de aqui vuestro fundamento, y os pido que me hagais merced en dezirme quál es.

Zel.—Querer un grande bien sin ninguna esperança, de donde nacen los deseos homicidas[Pg 113] del descanso, que yo solia tener, como se vee en mí: porque no ay saber que baste para acreditar mucho tiempo mentiras, y ser fingido no es de hombres de estimacion, antes de baxo espiritu el tener la malicia y engaño por industria. Y como yo sin ella, forçado de mi suerte, me entregué á mi pensamiento, padezco lo que vos no creeis; sin tener atencion a lo poco que sentis mi dolor, en él me deshago: porque la tristeça con esperança esfuerça el entendimiento, quanto con desesperacion lo consume.

Sil.—Y en todo vuestro juyzio tratais esso?

Zel.—Antes con ninguna parte dél: porque donde ay voluntad no gouierna la razon, y en grande determinacion no hay memoria de inconuenientes. En lobo como Licaon me transformé: en mí se renueuen las crueldades de Busiris y Diomedes: rayo de Palas me haga polvo como á Aiax Oileo[625].

Sil.—Iesus, guardeos Dios de mal; mejor estrella tengais, no digais esso.

Zel.—Si os lo dixe y os lo digo es por no poderlo encubrir, y tened por cierto, que muriendo con el alma en los dientes, confessando esta fe, he de ir suspirando al otro mundo por la señora Eufrosina, ministro de mi desuentura. Tened dolor de mí y acuerdeseos que quien no siente el mal ageno es castigado con no sentir ninguno el suyo.

Sil.—Más os deuiades de acordar vos que es grande error y vicio el apetito, y que es muy falso el parecer que se aceta de la voluntad y no del entendimiento, y me espanto mucho que pueda en vn hombre discreto más su gusto particular que la razon. No hagais caso dessas torres vanas, que cualquier viento las deshaze.

Zel.—Por esso tengo yo vn buen remedio, que a todo repique de mi dolor los leuanto con dobladas fuerças de mi intencion, y quanto más desesperado, tanto más sufrido y sujeto, como quien anticipó tanto el amor a la esperança, que no repara en ella, y como se hizo fuerte en mi voluntad, que lo recogio sencillamente, cerróse por de dentro con la gloria de mi tormento, y dize a los demas esfuerços: Afuera se abre, que en saluo está quien repica. Para qué sois tan cruel y inhumana que no os apiadais de vn estado tan miserable como el mio, estando en vuestra mano el remedio?

Sil.—Mejor me dé Dios el cielo, que en esso puedo nada, y si pudiera, hiziera quanto en mí fuera possible por no veros assi. Tan engañada me teneis, aunque conozco que es mal hecho.

Zel.—El mal para mí solo nacio, y en ser por quien es soy tan auariento dél, que lo zelo de qualquier otro bien que sea de otra naturaleza estraña de mi intencion. Con todo, me [Pg 114]persuado (siquiera por viuir) que no sois tan poco mi señora que se os oluidasse quando menos de nombrarme delante del idolo de mi alma. Dezidme la verdad, no me la negueis, si creis que consiste en esso mi vida, que quiero para seruiros. Dadme algunas nueuas, que con qualquiera de mi fauor me pondreis tan contento quanto aora estoy triste. Y acordaos, señora, que la tristeza es causa de muchos males, y que della procede enloquezer y muchas otras enfermedades, de tal manera que llega a darse muerte el que la tiene. Imaginad que soy humano, sujeto a desuenturas humanas; y sucediendome qualquiera destas desgracias, como aora las temo todas, ved qué sentireis; pues yo os digo que estoy muy cerca de enloquecer, y que no duermo con esta imaginacion, y no siento enfermedad que no trocasse por la tristeza en que me consumo: porque más ligero es padecer qualquier tormento que esperallo.

Sil.—No sé qué os diga ni qué haga; en las cosas de peligro toda determinacion es ventura; vos quereis que yo me pierda sin aprouecharos, no sé en qué ley de amistad hallais que busque con mi daño vuestro gusto y que lo querais más que mi razon: matadme antes y descansaré.

Zel.—Ha, señora prima, que vos me matais con essos temores. Al hombre medroso todo le espanta y nunca le ayuda la fortuna. No os quiero yo ni estimo tan poco que no perdiera con facilidad cien vidas por escusar vn disgusto vuestro; y si por esta ocasion presumiera yo que os auia de suceder disgusto, no os metiera en ella.

Sil.—Está mal visto, y me espanto mucho de vos, que me pongais en tan cierto peligro, pues sabeis tanto, y el atreuerse mucho nace del poco saber.

Zel.—Antes el mucho saber haze que no se tema nada, conociendo lo poco que se pierde en todo; mas como no me quereis hazer merced, hallais dificultad, porque no ay cosa tan facil que hecha sin voluntad no parezca muy dificultosa. Muy mal cumplis conmigo lo que me prometistes.

Sil.—Vos no quereis mirar más que vuestro gusto; ruego a Dios que no sea cierta mi profecia. Primo, antes me mataré con mis manos que hablar en esso determinadamente: porque las cosas sin razon no las intenta sino demasiado despejo, y yo tengo muy poco, ni cabe el hazerlo sino en baxos pensamientos o en poco discretos. Assi que no es justo querais de mí lo que no soy para hazer. Verdad es que el dia que me descubristis vuestro pensamiento hablamos en vos, assi como os fuistes, y la dixe que la vistes y alabastes mucho: porque sé que se alegra de ser alabada, como todas; y passando adelante la plática, entre juego y burla, toqué en que me quisistes dar a entender que os enamorastes de su hermosura; mas esto dixelo assi ligeramente.

Zel.—O bienauenturado cuydado el mio, que por más aspero que sea, pues me subio a tal estado, no sentire la cayda de Faeton ni de Icaro, pues basta por dicha auer subido; y si muriere, ire satisfecho en saber que la causa sabe de que muero, que lo que más sentia de mi anticipada muerte era perder la gloria que se alcança de ofrecer la vida. Dadme essa mano, os la besaré por tanta merced, que con razon estaua yo satisfecho que no me auiades de desamparar.

Sil.—Mirad cómo hablais, no os oiga, que he miedo que nos azeche, como el otro dia lo hizo.

Zel.—Por vuestra vida? O, qué cosa seria para mí presumir esso! Vos me vereis aora turbado, que no acertaré a dezir palabra. Grandes cosas me contais, y como quien no dize nada os las dexais dezir, sin hazer caso dellas, siendo tales que me hallo incapaz de merecerlas. Sin duda deueis de ser de ánimo muy liberal, pues de lo que es mucho hazeis tan poco aprecio.

Sil.—Bien presumo tener essa condicion, si me aprouechasse.

Zel.—Pues yo en agradecido no me quedo atras, y mirad cómo todo viene a proposito. Vos inclinada a hazer mercedes y yo a saberlas estimar, parece que no ay más que pedir. Mas qué me dezis, que me azechó? Aora atended acá, esto no se puede ponderar. Vos me certificais que yo le di essa ocupacion? Ay, ay, no, no lo puedo creer; mas no os desdigais, porque ya aureis oido dezir: engañasme y huelgome. No me veis ya otro color? El coraçon me quiere saltar del cuerpo: no de valde se dize que son raros los que tienen juyzio en la prosperidad.

Sil.—Primo, no quisiera que en cosa de tanto peso tengais tan poco recato. No tener secreto es de animos vanagloriosos. Mostrais tanto alboroço, que he miedo que lo oya o lo note, porque nada se le encubre; y si ella entendiesse que os descubri que lo sabe no tendra sufrimiento, y si me consintio que se lo dixesse fue haziendola juramentos que no os diria que lo sabia.

Zel.—O prima mia, si yo os tuuiera de mi parte, quánto más atreuido que Vlises con Diomedes lo acometiera todo! yo, señora, no os pido ya que me sustenteis la vida, que si me la aborrece quien me la da, no la quiero. Pido os que no me quiteis la vanagloria (que assi la quiero llamar, pues assi lo quereis) desta muerte, y haga la señora Eufrosina lo que su condicion y mis hados quisieren.

Sil.—Y yo en qué soy contra vos? qué cierto es todo buen consejo, si no conforma con la voluntad del que lo ha de acetar, ser mal recebido y peor interpretado! no veis quán peligroso es todo lo que intentais?

Zel.—Ya os entiendo; dadme aora dineros y no consejo; fiaos de mí que sé guardar mucho secreto y que soy muy atentado, y que os sacaré en saluo en qualquiera ocasion.

Sil.—Quien bien sentado está no se leuante; y quien bien tiene y mal escoge, por mal que le venga no se enoge; no me quiero ver en esse peligro, ni vos me lo aconsejareis.

Zel.—No me quereis entender; sobre mi cabeça que no lo ha de saber persona viua; yo no quiero más de que me deis entrada, y luego salios a fuera y dexadme que me libre por mi justicia; y si me quisieredes hazer vna muy grande merced...

Sil.—Suplico os no me metais en estas cosas, a que no me acomodo ni tengo coraçon para ellas.

Zel.—Esta vez no más, por mi vida, y si no que mala muerte me lleue.

Sil.—Mejor suerte os dé Dios.

Zel.—Dadle vna carta mia, por vida de quanto más quereis.

Sil.—Iesus, guardeme Dios que tal me atreuiesse, ni vos, señor, me lo mandeis, que en ninguna manera lo he de hazer. Buen gouierno es esse, bien me gouernara yo si hiziera esso.

Zel.—Ha, señora prima, aqui del Rey, que me matais. No podre yo alcanzar de vos que me deis este soplo para poder bolar, y subir a esta fortaleza, y hazeros señora de ambos, como lo sereis, si la tuuiere por mia? por qué no quereis reparar que me va en esto el alma y honra, dos cosas inmortales a que todas las vidas se deuen, y muchos por ellas las perdieron, y que mi honra es vuestra?

Sil.—No sé en qué podeis fundar alcanzar cosa tan impossible.

Zel.—En mis pensamientos, que no sin causa me subieron tan alto, y su naturaleza es nauegar sin velas de la razon: porque la fortuna que los habilita no tiene en sus obras más respeto que obligarse a fauorecer a quien se le entrega, y la opinion de los espiritus es como la fee, que no pende de razon ni carece della, porque la tiene en lo que pretende tanto que lo pretende. Dios haze de los humildes grandes, la orden de sus obras se nos encubre a nuestro juyzio: porque solo assi se entiende, y ninguno es su consejero.

Sil.—Esso es edificar sobre arena. No es ya tiempo dessas cosas. Bien sabeis quán poco valen aora merecimientos; sólo en la ventura consiste todo, y ésta vemos que pocas vezes o ninguna ayuda a quien lo merece, y de los que el mundo más espera vemos más aniquilados,[Pg 115] que parece que Dios deshaze la rueda de nuestra opinion.

Zel.—Lo mismo digo yo. Quanto más sin razon os parece esta empresa, tanto más cierto está el conseguilla, porque Dios con las cosas pequeñas confunde las grandes.

Sil.—Señor primo, emplead vuestros cuydados en tierra firme, que quien corre por el muro no da passo seguro. No perdais el tiempo en cosa tan fuera de razon.

Zel.—Vos, señora, dezid lo que quisieredes; mas vn desengaño os doy, que soy tan satisfecho y vano de mis pensamientos, porque bolaron tan alto, que si alguno de cobarde se me abatiesse, como a vastardo lo echaria fuera de mí, como la aguila arroja del nido al hijo que no mira derecho al Sol.

Sil.—Quiero tener enojo y no puedo, porque soy vna alma de cantaro; mas qué os parece: si se lo dixesse a su padre, daria yo buena cuenta de mí?

Zel.—No es tan necia ni tan poco amiga vuestra que lo dira; no quiero más de vos de que dexeis caer esta carta donde la pueda ver.

Sil.—Libreme Dios de vuestras demasias; dexaos de tales presunciones, que siempre suceden mal.

Zel.—Cómo hablais sin pena y fuera de sentir mi mal! vos me aueis de hazer esta merced. En todo caso veis ahi la carta, hazed della lo que quisieredes.

Sil.—No, no, no; tomad, tomad.

Zel.—Echalda en esse suelo, porque en ninguna manera la he de boluer a tomar, aunque sepa que he de perderos.

Sil.—Ay triste de mí, si Eufrosina la ha visto! en qué pendencia me aueis metido! yo he de ir luego a quemalla.

Zel.—Quemadme a mí tambien y acabareis conmigo y yo con todo.

Sil.—Ya no quiero oiros más, idos, idos muy en buen hora, que ya he conocido que me quereis mal.

Zel.—Más mal me quereis vos, señora. Voyme, pues assi lo mandais, tan fuera de irme, como de esperança de viuir, pues assí lo quiere la fortuna; y sabed que quedo aqui como Archimenides en Sicilia a la sombra que soy de mí. Esta se va a la compañia de los muertos sin sepultura, y quien aora me mata sois vos.

Sil.—Todo vais consumido; nunca vi muertos hablar sino aora.

Zel.—La muerte no es más que el apartamiento que el alma haze del cuerpo.

Sil.—Por esso digo que no estais vos avn muerto, pues teneis alma.

Zel.—No tengo, que el alma claro está que reside donde ama y no donde anima, y la mia más que todas, porque tiene más razon.

[Pg 116]

Sil.—Ay, primo, primo, dessas filosofias sabeis vosotros muchas para engañar a las inocentes que os creen. Pues cómo andais y hazeis las demás acciones como viuo?

Zel.—Quedóme vn aliento del alma que me sustenta assi los miembros, que por ella mueue este cuerpo mortal. Assi como en vuestro cofre, en que teneis almizcle, si lo quitais, queda el olor de manera que parece estar presente el almizcle.

Sil.—O, mala cosa, y quánto sabeis; no quiero hablaros más, que estoy muy mal con vos.

Zel.—Sea para hazerme bien, que de los buenos es no pagar mal con mal. No me dexeis del todo a la fortuna.

Sil.—Idos, que todo se hará bien; el diablo me hizo tan aficionada vuestra.

Zel.—Acordaos que viuo no más de en quanto vos quereis que viua.

Sil.—Dexadme, parlero, que nunca acabais.

NOTAS:

[625] En el original, por errata, Atix Olileleo.


SCENA QUINTA

Andresa, Vitoria.

And.—Comadre, esperame, comadre, sorda Vitoria.

Vit.—Quién llama?

And.—O, mal pesar veais de los Moros, todo oy te vengo llamando.

Vit.—Pues yo no te oia.

And.—Irás pensando en la picaça.

Vit.—Has visto oy aquella persona?

And.—Menos ha de vn año que estuue con él.

Vit.—Y qué te dixo, por su vida negra?

And.—Mira, hermana, contarete muchas cosas que passamos.

Vit.—Estamos aora muy reñidos?

And.—Pues de ahi le viene la tos al gato.

Vit.—Ha, no me lo digas, ya te lo fue a dezir?

And.—Ay, hermana, si tú lo vieras huuieras dolor del cuytado, cómo se desbautizaua, ponia las manos en la hijada, leuantaua el cuello y decia: Dexalda vos a ella, que adelante lo hallará.

Vit.—O mal pesar, quién quiere tener vida? y dónde te halló, hermana?

And.—Venia yo del horno, y porque passaua sin verlo, dixo él: ni yo a vos.

Vit.—Poco ha que me passeó la puerta, y yo entraua; dixome a las espaldas: Ya no quereis hablar como soliades; mas yo le respondi: Quien os deuiere que os pague.

And.—Essos son siempre sus dichos. Mas qué te dixo[626], preguntóme si te auia visto.

Vit.—Y tú que le dixiste?

And.—Fui yo en mala hora y acerté a dezirle, pensando que lo contentaua: poco ha que nos reimos sobre vuestra persona, y en tan mala hora y negra yo se lo dixe.

Vit.—Por qué?

And.—Torna él luego como abispa muy enojado: assi lo pienso yo, por esso soy vn necio, que si tengo alguna pesadumbre con ella, no como ni duermo.

Vit.—Ay, mal hora, assi es, cortado está el niño de frio; no comera con el enojo, bien se le echa de ver en la cara.

And.—Aora escucha, hermana; dixo él hecho vn odre: Aora andar.

Vit.—Dixerale yo: quien pudiere.

And.—Pues assi se lo dixe yo. Él mirando al traues, muy ceñudo, los ojos en el suelo: No he de ser yo siempre bobo; sobre cuernos cinco sueldos. Algun dia me echará menos; entonces me creera, que el bien no es conocido hasta que es perdido: porque yo le digo la verdad de lo que le conuiene. Está ella mal conmigo y no dexa de hablar con quantos van y vienen, sin tener recato vna hora más que otra, aunque le estoy predicando siempre.

Vit.—Hermana, yo me rio desso. No sabe el asno qué cosa son alfeloas[627]. El piensa que soy su esclaua y que me ha de tener sujeta: qué placer, pues, de marido, la cera gastada y él viuo! Mejor juizio me dio a mí Dios que esse. Vieja escarmentada arrejazada va por el agua. Yo conozco a éstos muy bien; todos son aora me veis, aora no me veis; y quien a su enemigo popa, a sus manos muere. He de hablar y reir con quien a mí me diere mucho gusto, y él ni otro más pintado que él no me ha de quitar el poder que tengo. De aqui adelante no seré yo boba, que quien con mal vezino ha de auezindar, con un ojo ha de dormir y con otro velar.

And.—Pues escucha lo que me dixo: si yo caso con ella, sepa por cierto que yo no me fio de mi padre; y cornudo sea yo luego si no la hiziere tener juyzio a su costa, y andar derecha.

Vit.—Esso te dixo? Huelgome mucho, que qual te dizen, tal coraçon te ponen. Por la boca muere el pez, y la liebre cogen a diente; pues [por] sólo esso no me alcance la bendicion de mi madre, que come tierra fria, si más le hablare; que en fin y no de valde dizen: Sea en juego, sea en saña, siempre el gato araña.

And.—Y mañana moriras por hablarle, que quien el diablo conoció vna vez, siempre le queda memoria dél.

Vit.—Pues qué amargura y qué mercado de verças! En buena fe, hermana, yo te digo: vn ruin se nos va de la puerta y otro llega que nos consuela.

And.—Da al diablo tales cuentas; que quien se enoja en la boda la pierde toda, que a él no le ha de faltar, y quien boca besa, boca no desea. Peor será que él se enamore de otra; y sardina que el gato lleua, perdida va, y si él no te quisiera bien, no te dixera esso.

Vit.—Andar en buen hora. Pues qué bien el suyo, yo qué le hago? nunca el demonio acaba con rabio acá, rabio acullá. Dexeme, dexeme aora hablar, que boca tengo de mio y no la voy a pedir prestada, ni le quito la suya. El se podrá escusar de tratar siempre de mí, que por esso dicen; quien no te ama en juego, te disfama. Sea en buen hora, que quien muchas piedras mueue, en alguna se hiere. Toda su rabia es que por qué yo hablo con Filtria y soy su amiga; pues he de serlo y hablarle, aunque más le pese y amargue, y digan lo que quisieren, que donde no hay fuego no se leuanta humo.

And.—Y si el amigo[628] se enoja y se casa y te dexa a buenas noches?

Vit.—Esso querria ver; sí, en buena fe; qué pérdida! venga buen año de pan y vino, que tanto se me da que me quiera como que me dexe de querer; no he de perder por esso el dormir a pierna tendida; hermana, no me quiero cautiuar antes de tiempo; en quanto soy moça quiero lograr la vida, que despues no sé qué será de mí; lo que fuere mio, a la mano me vendra, que, en fin, quien con saluados se mezcla, malos perros lo comen, y quien en ruin sitio pone viña, en las espaldas trae la vendimia. Si aora anda él con este run run, despues mataráme a palos, que quien casa por amores viue con dolores. Algun angel bueno habló ahora por ti en decirme esso, y quiça será él. Quien todo lo quiere todo lo pierde, quien escupe al cielo en la cara le cae; y tanto haze el lobo entre semana, que el Domingo no va a Missa, y si le topo, yo le desengañaré de nueuo, le haré rabiar, que quien dize lo que quiere oye lo que no quiere, y quien mal habla, peor oye. El con aquella negra fantasia de ser ya oficial, piensa que el Rey es su porqueriço. No aya miedo, yo se lo aseguro, que yo le vaya a rogar, que si éste no me quiere, estotro me ruega. Muger soy yo para casarme en camissa, sana y sin lision, ni suzia, ni desaliñada como otras que veo, y para ayudar á mi marido; no me he de perder por apocada, y como dizen: antes quiero vn page holgado, etc.

And.—En buena fe, hermana, dizes verdad. En fin éstos de Palacio nunca salen de casa sino aliñados y luzidos, que es contento verlos; son tan corteses, que siempre tienen la boca llena de señoría.

Vit.—Aquellos nuestros todo el dia no entienden [Pg 117]en otra cosa sino en limpiarse y peynarse; todas las noches dan musicas y no entra en ellos pesar. Mas sabes tú qué dizen? que andan siempre sobre su prouecho donde pretenden, y quieren mucho la conclusion.

And.—Conocellos y andar sobre seguro.

Vit.—Lo que yo te digo, que esso es lo mejor; su ventura les valga, pues nos dexan enteras.

And.—O, los enemigos te lleuen, desvergonçada.

Vit.—Pues digote verdad; al fin éssas vemos mejor casadas, estimadas y queridas, y más vale vn dia de placer que ciento de pesar.

And.—Con esso ellos oy buscan vna y mañana otra, y andan prouando vinos.

Vit.—Yo sé vno que no me dexa a sol ni a sombra, y se casará conmigo de bueno a bueno, y lo tendra por gran ventura, mas no lo puedo ver ni pintado.

And.—Quál, aquella cosa que nos dio la fruta quando lauamos, que traia los guantes muy picados?

Vit.—Esse tambien se me oluidaua. Anda beuiendo los vientos, mas empero estotro, yo sé persona a quien le dixo con trecientos juramentos que estaua perdido por mí, y que si yo quisiera, que hiziera y aconteciera.

And.—Sí, mas ellos no tienen sino dia y vito, y en fin, son pajes, que oy estan aqui y mañana en Francia, y en cada tierra reciben vna.

Vit.—No, que estotro es camarero y manda toda la casa, y es toda la priuança de su señor. Bien me conoces: assi es la moça boba, que auia de mirar moços de espuelas?

And.—Luego por esso desprecias estotro, nuestro conocido, y lo traes assi por los aires? Pues assegurote que todos hablan de gorja.

Vit.—Bien sé yo cierto que si yo quisiesse, que daria él gracias a Dios. Pues vno destos de cabello rizado, recien venido a esta tierra, que se derrite como alfeñique, te digo que me sigue sin perderme de vista, y es muy gentil hombre.

And.—Quál es esse?

Vit.—Vno que anda aqui pocos dias ha, y segun me dizen vino de la Corte: de muy brauo se hace corcouado; anda medio embozado, echa la capa a izquierdas, habla con la cabeça, yo hago burla dél, él me dize: luto a tal que os he de hurtar[629], porque essos ojos me matan. Veslo, aculla viene: al ruin, como lo mientan, luego lo encuentran.

And.—No digo yo assi, que éste es nuestro Cariofilo.

Vit.—Este es el hijo de tu señora?

And.—Este es.

Vit.—Bien parecido es a su hermana, como [Pg 118]si lo pintaran; dauame el aire y no caia en esso. Poco ha que lo veo aqui.

And.—Poco ha que vino, aurá vn mes, con vn primo de vuestra Siluia de Sosa.

Vit.—Tambien esse es galan mancebo, mas tan graue y sesudo, que no habla palabra.

And.—No hables tú en estotro nuestro, que es la mejor persona que pensé ver en mi vida, tan afable, tan chocarrero; todo es el mismo entretenimiento, y en casa muy gracioso.

Vit.—Luego sera tabanillo hablador.

And.—Verlo con su hermana hará morir de risa con las cosas que le dize, las burlas que con ella haze, y luego vase con nosotras y nunca nos dexa.

Vit.—Ella lo querra mucho con esso?

And.—Pierdese por él, no le den otra cosa sino a su hermano; él tambien se mira en ella como en vn espejo, ruegale que le diga si es enamorada. Entonces dizeme él a mi: Veni aca, mi señora Andresa, vos deueis de ser la Secretaria; si me mostrais el galan, teneis de mí vnas chinelas, que lo deseo conocer para darle la obediencia y hazerle la cortesia cuando lo topare.

Vit.—Será grande amigo tuyo?

And.—El mayor del mundo; ver los consejos que me da, dizeme: Mira acá, moça, fiate de mí. Quieres vn consejo de amigo? no cures de enredarte con amores mecanicos, que hieden a zerotes, ni los vayas a buscar mas lexos, ya que hallaste los mios en casa; lo que has de hazer por vn villano ruin que te quiebre las costillas a palos hazlo conmigo, que te lo sabre agradecer, y más que yo contribuyo largamente, doy çapatillas, tocas, jubones y cintas; y luego dize cosas que no tienen fin.

Vit.—Ay, ay, algun gran desvergonçado es; pues aun a mi no me ha dicho tantas cosas.

And.—Callemos, que llega junto a nosotras.

NOTAS:

[626] En el original digo, pero parece errata.

[627] En la traducción castellana, alfeolas; en el texto portugués, alfeloas.

[628] En el original, por errata, amiga.

[629] Huartar, por errata.


SCENA SEXTA

Cariofilo. Vitoria. Andresa.

Car.—Beso las manos dessa persona mil quentos de vezes.

Vit.—Diz que sí, librenos Dios; a ti va, suegra.

And.—Mas a ti, nuera.

Car.—Huelgo mucho con esse parentesco, con tal que sea yo el esposo.

Vit.—Lexos va su aguero, con sol passe él por nuestra puerta.

Car.—Por qué sois tan libre, señora? quién os dize que por ser tan hermosa estais obligada a poner los pies sobre todo?

Vit.—Pues bien, son desgracias.

Car.—Por estas que me nacen, que os he de hurtar, porque estais mal empleada en esta tierra, y yo sé otra en que podeis triunfar.

Vit.—Quereis vos? daldo por hecho. Pensais que aquello es poco? comed naranja y cortareis la colera.

Car.—Burlais de mí, señora? sea en buen hora, no es pequeña ventura essa. Pues sabed que no ay cosa que assi me rinda como estos requiebros con desdenes: porque soy tan sujeto a vna gracia robadora, y a vn rostro triguero, que por toda la vida no boluere el pie atras. Andresa, hija, vos me aueis de valer con esta moça, si quereis que seamos amigos, o al menos porque no veais mal pesar de mí, pues veis cómo me trae atropellado, y con quanto mal me haze, no le puedo querer mal, ni me lo parece.

Vit.—Echase muy bien de ver. No se habla en otra cosa en la plaça.

Car.—Oisme vos, amiga mia?

Vit.—Ay, Iesus, pues no?

And.—Si ella quiere, no ha de quedar por mí.

Car.—A proposito. No me pagueis con escusas, que no me está bien, y yo no quiero que haga ella por mí sino lo que mereciere.

Vit.—Sí, paja y cebada lo que basta, assentalde la paga.

Car.—Ha de vna traydora, por qué teneis essos ojos tan trauiessos?

Vit.—Mal hora y negra, vistes en lo que ha dado? pues qué le haremos?

Car.—Si vos me dierades poder sobre ellos, yo me atreuiera a hazellos muy mansos.

Vit.—San Manso que los amanse. He miedo que los hareis muy mala compañia, y yo quierolos como la vista con que veo.

Car.—Teneis mucha razon, y a vos os parece esso por la mala que me hazeis; pero yo no soy vengativo con mugeres hermosas, y por vn lunar en la cara, como esse que teneis, no ay cosa que yo no dexe; y si vos quisiessedes tomar experiencia de mí...

Vit.—Por lo que a mí toca, en esso estoy; qué me aconsejas tú, suegra?

And.—Eres vna boba, yo hizieralo: niega el sí, para ver lo que haze, señora.

Vit.—Bueno seria para él esso.

Car.—Señora mia, fuera de toda burla, porque soy de pocas palabras y cierto en las obras; por estas barbas, que me pareceis muy bien y que os lo deseo; y más os digo otra cosa, que para más cautiuarme no he visto en esta tierra otra que tenga talle de muger cortesana sino a vos.

Vit.—Suegra, holgaos con mi bien.

And.—Quién se aueriguará contigo? No tienes más que dessear, y aún mal contenta.

Car.—Por este rostro que os hablo verdad, y que teneis vn donayre cortesano que me mata.

Vit.—Aun nosotras por acá no hemos visto essos muertos.

Car.—Pesar de los Moros, aun más muerto que yo?

Vit.—Señor, os mentiran los ojos, que no seria yo.

Car.—No pueden ellos mentir en cosa tan clara.

Vit.—Busque V. m. las de su calidad, que nosotras somos gente humilde. Andamos en este río al frio y al sol; otras damas tendrá por allá que lo merezcan.

Car.—Aora me agrauias? Esso no entró en el concierto; demas que os engañais mucho conmigo: porque soy muy enemigo de paredes enjaluegadas, y más codicioso de vna moça sin arte que el milano de pollos, lo que aora es fuerça que veamos en el rio.

Vit.—Esso será donde ay que ver.

And.—Y cómo que ay!

Car.—Es el mal que no soy muy ignorante; tengo mal ojo, no puede auer en essa persona cosa mala.

Vit.—Buenas son ellas, pues me traen y me sacan del atascadero y no las he de buscar prestadas?

Car.—A tiempo estamos que lo veremos.

Vit.—Mejor placer vea mi madre de mí, que meta el pie aora en el agua.

And.—Mejor será tu alma.

Vit.—Mejor será ella, que lo haré como lo digo.

And.—Irase el diablo para el diablo, y pasarásse esse enojo.

Vit.—Yo soy assi antojadiza y estoy aora como he de estar.

Car.—Yo os dire cómo será, Andresa, no le hinchais vos el cantaro.

Vit.—Quando ella no quisiere, no faltará otra ruin.

And.—Hablais vos vuestras virtudes.

Car.—Aqui estoy yo que sin serlo, si en esso os siruo, assi como estoy os lo hinchire en medio de la corriente del rio.

Vit.—A, señor, cubrios, que llueue. Essas palabras tienen más sentido.

Car.—Y vos para qué sois tan maliciosa? Qué modo teneis para traer essas cejas tan bien hechas, que parecen pintadas?

Vit.—Para qué es tan grande honra a tan pequeño santo?

Car.—No sois sino muy grande para mí, que no ay cosa de que haga tanto aprecio como del valor de la persona; y los ruines que lo pusieron en tener dinero y cosas desta calidad, les vino de tener bazos animos, y disfrazan la naturaleza, mas la verdad es mi opinion, y la fundo en lo que veo y entiendo; y si quisieredes aora que yo os hinchiesse el cantaro en la voluntad, ya estoy de la otra parte del rio.

[Pg 119]

Vit.—Besole las manos por lo que ha dicho, mas antes lo quebraré que le daré esse trabajo.

Car.—Quién pudiera saber con qué intento se dize esso! Quál es vuestra calle, señora?

Vit.—Por discrecion lo sacareis: de frente de la nariz, no la primera puerta, sino la otra.

Car.—Aunque sea burlaros de mí, me alegro, pues os holgais, que no quiero gusto sin compañia; yo lo sabre por otras señales más ciertas, que es por el rastro, que por todo este camino y en mí dexa essa gracia.

Vit.—Para qué es tanto cortar?

Car.—Mirad el ladronicio de aquellos ojos, aquella risa y aquellos dientes como perlas!

Vit.—Vistes aquello? qué gran bien. En fin, señor, no se me da nada que hagais burla de mí quanto quisieredes. Aunque somos gente del campo, no nos echan fuera de la Iglesia.

Car.—Andressa, amiga mia, ya veo quán poco valgo por mí con esta moça; en vuestras manos me pongo y vos ponedme en su gracia.

Vit.—Mirad, señor, que nunca los encomendados hallaron bien.

Car.—Ha! que no pretendo más que tengais dolor de mí, pues sois tan compasiua; no quiero para con vos más fauor que a vos misma.

Vit.—Está muy bien assi.

Car.—Señora, aqui os espero, porque no sé si dais licencia que vaya adelante; y tú, moça, por esse arenal da señal de ti como endemoniada.

Vit.—Aparejada está la fiesta, que ya la procession sale.

Car.—Oyes tú, moça, o no?

And.—Oygo, y más que oygo; perro ladrador nunca buen caçador.

Car.—Placeme, porque yo tengo essa opinion, y a buen entendedor pocas palabras.

Vit.—Hasta esso es todo nada.

Car.—Aora quiero ver lo que hazeis por mí, que yo doy poder bastante para dar y donar.

Vit.—Esso basta con la fe de escriuano.


SCENA SEPTIMA

Cariofilo, Zelotipo.

Car.—Voto a tal, que es valiente la moça y bien dispuesta, y deue de tener buenas carnes, y es rubia para mejor señal. Cortenme las orejas si no es golosa; podra ser que la cace antes de muchos dias, que si Andresa es la que yo pienso, ella me la traera a las manos; y si no, todo será tornarme al camino seguro, y al vltimo remedio, que es mi amiga Filtria; echaréla que me la pesque. Bueno ando yo aora con estas muchachas. Este juego quiere que se den a él y luego acude. La buena diligencia todo lo alcança; con esto ellas mismas se entran en los peligros, como lo hara ésta, que ya lleua en la[Pg 120] cabeça la negra vanidad de hermosa, como si no lo fuera mucho más la virtud. Es vn trato muy gruesso éste de las rapacillas y muy sobre seguro; hazense de rogar al principio, y quien las conoce y perseuera en seguirlas nunca perdio el caudal. Yo ando ocioso, que es la yesca deste fuego, como dize mi amigo Ouidio, que quitar la ociosidad es matar la hambre al amor y quitarle las armas, y quando me desautorice aora vnos dias, que no puede ser menos, porque este rapaz de Cupido es la misma desautoridad, y no ay oro sin escoria, y por sus terminos se ha de conseguir todo, tiempo me queda para recogerme y llorar; no quiero casarme tan presto. Quanto más que por tachas, y más como ésta, ninguno perdio casamiento; dinero allana los montes y passa el mar. Assi que no ay que reparar en quentas, ni inconuenientes; quiero lograrme, si puedo; que para priuar con toda muger se ha de perder la grauedad, y hazer locuras es el mejor empleo deste trato. El juyzio estese a vn lado para los quarenta; el arrepentimiento, para los cinquenta; la contricion, llanto y dolor, para la miseria de los cansados sesenta, hasta cerrar la sepultura. El año da los frutos sazonados segun las mudanças de sus tiempos. Assi va nuestra vida por sus edades, y yo tambien, por no errar la senda, voime con ellos; quiero ir al paraiso por el camino general y contentarme con tener allá vn rincon, porque no soy embidioso. Essotros mis señores, que lo procuran con muchos ayes y eleuaciones de ojos, y sólo es por parecer bien al mundo, si no es otro su intento, no les he embidia a lo que fingen y a sus engaños. Ya viene acá Zelotipo; la prissa que trae por contarme lo que le ha passado con su prima! qué cosa tan natural es no poder encubrir el contento o pesar que sentimos! Por este respeto, demas de otros, es la amistad vn bien diuino, que se comunica con nosotros, sino que anda aora muy desvalida por malas inclinaciones, porque se baraja el mundo en interes. Y toda la conuersacion se resuelue en tener ojo al prouecho particular, no comunicar ni sufrir a ninguno sino es con este fin: ya no se hallará otro Damon, ni Pithias, ni vn Rey Dionisio, que desease su familiaridad. Gran desventura es la desta nuestra edad; en ella vemos muchos exemplos de males no vistos hasta aora, ni oidos, y ninguno de virtudes; y damos por escusa nuestra el defeto del tiempo, siendolo el de nuestro natural, que lo ponemos en esta opinion con nuestras obras. Ha, señor, vais a pedir algun oficio?

Zel.—O, amigo, no entendi hallaros aqui; pareciome que os huuierades alejado más.

Car.—Tengo aqui puestos laços a cierta caça.

Zel.—Y qué tal?

Car.—Aora lo sabreis. Veis aquella rapacilla de lo verde, que viene acá del rio con otra de mi casa?

Zel.—Es criada de la señora Eufrosina.

Car.—Por vuestra vida? Pues pagámelo y os la traere a lo que quisieredes.

Zel.—Esso cómo?

Car.—Por que la mando con el pie. Esta es la que os dixe, y quando os dexé topéla y habléla vnos brauos amores: tengola encomendada a Andresa, que es diablo, y me la ha de rendir. Esta es vna gran mina para tratar vuestro negocio, y lleuar y traer, que estos casos quieren ser assi trabados. Y todas estas ayudas son necessarias para poner en efeto la obra; iremos assi juntando nuestras municiones, y quando fuere tiempo de poner fuego, no seais necio, que ya sabeis que quantos más Moros, más ganancia.

Zel.—Está bien, pareceme que teneis razon; hazed lo que quisieredes, en vuestras manos me pongo.

Car.—Son estos vnos remedios acomulatiuos a manera de corredores de campo, poco costosos y muy importantes. La regla de Ouidio es picallas, porque sean diligentes. Aora le hablaré yo en mi particular; en el vuestro luego, que es más seguro. Dexadme aora con ella y vereis milagros.


SCENA OCTAUA

Andresa, Vitoria, Cariofilo, Zelotipo.

And.—Veslo alli, que está esperando donde lo dexamos.

Vit.—Ay triste de mí, y aquél que llega aora a él es el primo de nuestra Silua de Sosa.

And.—El mismo es.

Vit.—Ay mal hora y negra, y él contáraselo todo, y el otro irá luego a ponerlo en pico a su prima, que burlará de mí sin cesar.

And.—No, que yo le dire que le auise que calle.

Vit.—Tan grandes amigos son los dos?

And.—Guardenos Dios, los mayores del mundo.

Vit.—Será tan ruin como él.

Car.—Veis aqui, señor, vna señora que en aquella señal negra vereis luego si la pueden hazer por mí, y quiero que juzgueis si tengo razon en perderme.

Vit.—Jesus, libreme Dios! aun no está harto de burlarse? Señor Zelotipo, vengueme V. m., pues yo no puedo.

Zel.—Ojala pudiera yo lo que vos podeis: que el seruiros está en mi tan cierto como en él el obedeceros.

Car.—Veis aqui esta espada, y yo delante della como vn cordero.

Vit.—Guardeme Dios de mala vision.

Zel.—Señora Vitoria, donde vos estais no puede auella.

Vit.—Tambien me parece que se burla; no esperaua yo de V. m. esso; prometole que yo le dé mis quexas a la señora su prima.

Zel.—Holgaré mucho, con tal que le digais mi razon.

Vit.—Esso es lo que más me importaua para darle que reir; demas que quiero tanto a V. m. que no me atreuere a culpalle delante della, porque seria ir con vna quexa y venir con dos.

Zel.—Pues yo soy todo de V. m y de toda essa casa, y tan de su vando, que seré antes contra mí y contra todo el mundo.

Car.—Andresa, amiga mía, qué tenemos hecho?

And.—Mucha cosa.

Car.—Y pues, quiere?

And.—Quiere, en casa se lo contaré todo.

Car.—Está bien, señor Zelotipo, no me gasteis mi tiempo, dexad los cumplimientos para otro dia.

Vit.—No le quisiera yo tan pegajoso.

Car.—Con vos puedo yo dexar de serlo?

Vit.—No ay prisa a quien Dios no acuda.

Car.—Quereis hazerme merced de vn poco de agua?

Vit.—Toda la del cantaro os dare.

Car.—Cómo no he de estar perdido con estas franquezas, señora? aora para entre los dos os aueis de acordar de mí en ausencia?

Vit.—Ay Jesus, pues no?

Car.—Esto fuera de burla.

Vit.—Yo no sé hazer burla sino de quien la hiziere de mí.

Car.—Beso a V. m. las manos por la que me haze, que es para mí muy grande; y mirad que de oy adelante viuo como vuestro, porque os quiero y estimo mucho.

Vit.—No se espera menos de tal persona.

And.—Señores, no passen adelante, porque estamos ya en la boca de la calle.

Zel.—Dize bien, vamonos por acá, besamos las de Vs. ms.

Vit.—Señor, si viere que dize mal de mí, no lo consienta.

Zel.—No le conuiene a él esso conmigo.

Car.—Dexaldo vos, id en buen hora, que yo le cantaré por Mayo:

Acá os hallo en mi Rol,
garrido amor;

y si mandais, vamos a la puente, y contareis vuestras auenturas, que yo os veo muerto por dezirlas.

Zel.—Vamos en buen hora.


[Pg 121]

ACTO QUARTO

SCENA PRIMERA

Siluia de Sosa.

Sil.—En grandes cuydados me veo con estos amores de mi primo, porque no les hallo camino ni fundamento. Por una parte me parece que es en donayre todo lo que dize, y creo que su intento es ennoblecerse más con esto: porque ya ninguno se contenta con su suerte, ni se quiere preciar della, y su fin es procurar más altura. Que aqui estoy yo que no deuo nada a la hermosura y talle de Eufrosina, y que no le despreciara ni le fuera tan costosa, antes lo tuuiera en buena dicha, por sus buenas partes. Mas no tienen por bueno sino lo que más cuesta; y deste gusto dañado nacen los trabajos: que para quien se quiere acomodar con la naturaleza, poco basta, y el gusto y el descanso consiste en el estado humilde, como el dessasossiego y cuydado en estado soberuio. Por otra parte pienso que no puede más y, tengo dolor dél: porque le veo tan consumido y tan diferente de lo que era, que no ay duda sino que muere por Eufrosina: porque lo fingido no dura mucho y ello mismo se descubre. Yo temo su muerte, si se ve desesperado de mí, segun lo mucho que muestra sentir, y me duele el coraçon de verlo tal. Bien entiendo que le puedo remediar, por lo que he conocido de Eufrosina, que no la pesa de saber que la quiere bien, y las mujeres nunca tuuimos juyzio ni le tendremos. Ella no ha menester más que oirse alabar de hermosa, como quien piensa que mata a quantos la ven; y assi no dudo creer que le tenia amor, y la siento eleuada, porque siempre busca cómo hablar en él; y toma por traza hazer burla de su persona, como si yo fuesse inocente y no la entendiesse; y de poco acá se ha hecho más ventanera que solia ser, con el dessasossiego que consigo trae. Algunas horas la hallo pensatiua, agena de la libertad y descuydo con que antes se reia y holgaua, como quien no tenia cuydados ni cuenta con nada. Quando haze labor, canta uersos sentidos. En los libros que lee, todo su fin es buscar passos de amores, y gusta mucho dellos. Repara en los versos tristes y en las sentencias de entendimientos sutiles. De noche no puede dormir y habla en cosas que dan a entender lo que trae en el pensamiento. Todo esto es nueuo en ella, y pareceme tan mal como pareciera bien a mi primo si lo viera. Qué flaco sufrimiento es el nuestro, que si no tiene particular gusto a que se amarre y haga fuerte, no ay inconueniente que lo enfrene. Hermosura, sangre delicada,[Pg 122] ociosidad y regalo son los medios de todos los estremos que estas muy señoras suelen tener; si quieren bien, no miran sino a lo que desean. Todo lo que les dizen creen, por lo que de sí presumen; y en fin todo es viento. Viene la vejez y seca aquella flor, y como rosa, que en vn dia nace y se marchita, assi passa nuestra hermosura. Ved aora a qué proposito viene que se sujetasse mi primo al amor de Eufrosina la primera vez que la vio, de manera que la voluntad, entendimiento y razon se hizieron luego a la vanda del apetito, que lo tiene tan sin libertad, que confessando el peligro, sin esperança jura que no puede escusarse de seguillo, y yo lo creo y me compadece. Triste de mí! y quién supiera el fin destos tratos, que siempre son peligrosos. Si él se cassase con ella, no me estaria a mí mal, que no será tan ruin que no me lo agradezca; mas es tan incierto y está tan lexos, que de aqui allá no nos duela la cabeça. Quién me mete a mí aora en estas rebueltas? allá se auengan; si se quisieren bien, quieranse; yo no lo estoruaré ni lo aprouaré, al menos en quanto más no viere; quierome entretener en esta mi costura y cantar por apartarme destos cuydados, que quien canta sus males espanta.

Aquel Cauallero
Que de amor me habla,
Quierole en el alma.

Sé que es mucho mio,
Creo su verdad,
Dios me dió en empeño
A su libertad.
De mi voluntad
A su dulce habla,
Quierole en el alma.
Tieneme fe dada
De ser mio sin fin;
No viuo engañada,
Ni él lo está de mí.
Dize lo venci
Con ojos y habla:
Quierole en el alma.


SCENA SEGUNDA

Eufrosina, Siluia de Sosa.

Euf.—Yo quiero oir esta musica, buena está aora vuestra alma para pedirle mercedes.

Sil.—Pues, señora, no hemos de estar siempre de vna manera.

Euf.—Tal sea mi vida como me parece esso; quiero acompañaros, quando no sea más de por oiros. ¿Quién me ha rebuelto mi azafate? Donde vos estuuieredes siempre ha de auer rebueltas.

Sil.—Mejor me ayude Dios que yo he puesto mis manos en él.

Euf.—Ay, si os dieran tormento, y cómo dixerades la verdad!

Sil.—En buena fe que ya estaua assi quando yo vine.

Euf.—Mirad qué mentira; si se os cayera vn diente cada vez que la decis, ya no tuuierades ninguno; y es sin duda que me tomariades de mis agujas, que a vos nada se os escapa.

Sil.—Mejor viua yo y me dé Dios salud.

Euf.—Segun esso no viuireis. Aora veis esto? Quién me ha quitado de aqui el alfiler grande?

Sil.—Su mulata ó alguna de essotras, que todo lo rebueluen y barajan, ó lo perderia ella, que nunca lo prende.

Euf.—Esse es buen dissimular; mostrad, que yo lo conocere. Ay, esse es.

Sil.—Lo que yo sé, señora, que en la otra sala lo hallé.

Euf.—No, sino que vos hallais más en mi agugero. Veamos qué teneis hecho en vuestras labores. Ay, hermana, y cómo sois desaliñada, y perdonadme; mirad cómo teneis ahajada esta costura, que no está para ver.

Sil.—Vistes tan grande mal? pues sí, desaliñada es la niña! ensucianmela essas criadas, que me la andan arrojando por cima de las arcas: y nunca tiene ventura de estar queda en vn lugar, por más que lo riña y vocee.

Euf.—Qué cierto es que no vereis assi la mia!

Sil.—Quién alabará la nouia?

Euf.—Mas no lo podeis negar. Graciosa es esta labor.

Sil.—Estos ramos le dan mucha gracia.

Euf.—Pues quando tengan la cenefa que los acompañe, ha de parecer muy bien.

Sil.—Bien sé yo quién ha de llorar en otra ocasion.

Euf.—Mirad lo que dize esta desuergonçada.

Sil.—Tal me sucediesse, y guardad, señora, no se os rebuelua el estomago; mas qué cierto es que lo quisierades oy antes que mañana, y os agrada tanto, que no lo creeis.

Euf.—En buena fe, que antes querria ser monja.

Sil.—Ya anda por aqui el amor; y quién os lo quita?

Euf.—Mi señor padre, que no querra.

Sil.—Ay, quién lo creyesse!

Euf.—Por qué no? pues sé muy bien quán poco dura esta vida, y que hoy somos y mañana no, y de vna hora a otra nos desconocemos. Passa el verdor de la edad en dos dias; y quando no pensamos estamos en la vejez, y toda nuestra hermosura se acaba. En el alma consiste la verdadera y durable belleza. Todo lo demas que tenemos es sombra, que passa en vn momento. Si de tanto tiempo como ocupamos en las vanidades del mundo considerassemos alguna hora quán poco dura todo y con quánto trabajo se goza, y conociessemos este engaño tan claro, no es possible sino que tuuieramos más cordura en nuestro proceder, aunque pienso que no aprouechan consideraciones; porque anda la comun inclinación tan habituada a malos exercicios, que los que más conocimiento alcançan del mal lo suelen hazer peor. Hazemos siempre las cuentas de lexos, sin reparar en el cargo; repartimos la vida en vanos fundamentos, que llorando seguimos; damos poder a la costumbre, fuerça a naturaleza, disculpa a nuestras inclinaciones. De manera que hazemos nosotros otra ley que compite con la de Dios, todo para mayor trabajo: que el mundo y el pecado nunca dieron descanso.

Sil.—Quién haze aora a Eufrosina predicador? pero qué cierto es esto de ánimos descontentos é indeterminados en su gusto, que como no lo tienen en lo que pretenden, luego tratan de consuelos espirituales. Qué lexos estan destas espiritualidades los ánimos diuertidos y enfrascados en sus apetitos!

Euf.—Esto es cosa llana, que vna monja buena Religiosa viue fuera de toda desuentura y muy contenta, siruiendo a Dios con muy cierta esperança de eterno premio; porque quien más cerca está del fuego, más se calienta, y no puede tener disgusto a que luego no le socorra el fauor diuino; y vale más un momento de consuelo espiritual que quantos tormentos falsos el mundo puede dar y tiene.

Sil.—Señora, bien parla Marta despues de harta; vos como estais segura desso, tratais bien del arnes. Ser penitente es el trabajo, que confessor quienquiera lo será, y el mayor parece ligero a quien no lo passa.

Euf.—Esso es verdad, mas no contradize serlo tambien lo que yo digo: porque todos venimos a este mundo a purgar el pecado de nuestros primeros padres, y por este medio habilitarnos para la vida eterna, para que fuimos criados, y las religiosas caminan por el atajo y se ven más cerca de conseguir este efeto, y no se ocupan en otra cosa sino en exercicios para conseguirlo. Y lo que á los del siglo parece más aspero en el hombre, que es professar pobreza, castidad y obediencia, viuir como encarceladas sin salir del monasterio, ir siete veces al coro cada dia a alabar a su Criador, bien considerado es el mayor descanso desta vida: porque dadme vos miserias como las que padece la muger casada, por más rica que sea, en criar los hijos, casar las hijas, sufrir y pagar las amas y criadas. Pues sugecion no puede ser mayor que la que tiene a su marido, zelada de los cuñados,[Pg 123] reprehendida de sus hermanos, notada de los parientes, perseguida de la suegra; y el dia que sale de casa, le questa la licencia mil enfados y de donde fue trae otros tantos; y todo por el mundo que siguen, de que esperan por premio doblado tormento, y con tanta desuentura, quanta en este purgatorio ay que sentir. Pues sólo por el descanso de espiritu de la monja, en buena fee que tiene tanta ventaja seguir la Religion, y no el siglo, como la verdad a la mentira.

Sil.—Lo contrario diran algunas, que las entran contra su voluntad.

Euf.—Esso es porque ninguno viue contento con su suerte, si la considera con las esperanças del mundo. Mas quien tantea la vida con la razon de espiritu dirá lo que yo digo, y ojala me la dexaran seguir a mí aora.

Sil.—Pecado fuera comer la tierra essa hermosura y mal lograr essa gallardia.

Euf.—En esso va poco y se auentura a perder mucho.

Sil.—Qué cosa ha de ser quando la veamos con vn hermoso hijo a los pechos? que de tal arbol, tal fruto; y no puede ser mayor gusto que ver la simiente en grano.

Euf.—Y qué caro que les cuesta a las cuytadas de las madres! No vais más lexos de la mia, que desde que me pario no tuuo vn dia de salud y le resultó la muerte; y assi sólo por no parir, querria ser monja cien vezes.

Sil.—Ya otras han dicho esso y se casaron; si yo no me muero, no me acostaré antes que os azeche y vea lo que passa.

Euf.—Vos lo hauiades de hazer?

Sil.—Y como que espero hazerlo y reirme mucho quando oyere llorar, pesandome por no ser vos.

Euf.—Vuestro dia os vendra.

Sil.—Ya fuesse antes oy que mañana.

Euf.—Quien assi lo dize no lo niega.

Sil.—Es mal hora que me haga de rogar con lo que yo deseo.

Euf.—Qué carta es esta que teneis en el pecho?

Sil.—Dadlo acá, señora, dadlo acá, que no os importa.

Euf.—Primero veré si es de amores.

Sil.—Por vida mia no verá, si yo puedo.

Euf.—Assi yo viua como la veré.

Sil.—Por Dios le pido que me dé mi carta; y pues yo no veo las suyas, por qué ha de ver las mias?

Euf.—Quiero yo ver ésta.

Sil.—Parecele bien esto? pues deme quantos golpes quisiere, que no he dexar que la vea en ninguna manera del mundo.

Euf.—Pienso que quereis jugar; vos ya no me la habeis de quitar por fuerça, y por vida[Pg 124] de mi señor padre que si porfiais, que me enoge de veras.

Sil.—Hazed vuestra voluntad. Yo no sé qué desgracia es la mia o qué cautiuerio, que todo lo ha de ver; porque yo soy vna necia. Algun dia he de ser señora de mí. Y si yo no esperara esto, con mis manos me matara; yo me ire en casa de mi madre por escusar estas cosas.

Euf.—Señora, no se deshaga por amor de mí, que no es el mal tan grande. Tambien yo soy para guardar secreto, y no sabria encubriros ninguno mio. Mas no todas son almas de cantaro como yo soy. Veis ahi vuestra carta tan preciada.

Sil.—Holgose mucho, riase aora y haga burla a su placer.

Euf.—Mas, fuera de enojo, quereis dezirme cuya es?

Sil.—Es de su dueño.

Euf.—Qué graciosa sois! Pensais vos que es bueno mostraros afrentada, como que no hizierades conmigo otro tanto, y yo lo sufriera?

Sil.—Pues assi es la moça sufrida para burlarse con ella quando no quiere.

Euf.—Teneis bien de qué quexaros; pero la carta yo os prometo que es muy discreta. Respondistes ya?

Sil.—Señora, no querais saber lo que no os importa, ni de ninguno más de lo que os quisiere dezir.

Euf.—Por qué? no soy muger para guardar secreto? poca confiança hazeis de mí, más fiara yo de vos.

Sil.—Amistad y secreto no se guarda entre desiguales, sino es de menor a mayor, por temor o interes.

Euf.—Fiad de mí, que soy muger de mi palabra.

Sil.—Eela aqui con sus demasiadas importunaciones como el otro dia.

Euf.—Aora no más, no más; que me maten si no es de aquel loco; y vos, señora, daisle ocasion para estos atreuimientos y recibis papeles? Bien está, ya no le culpo a él; holgaos y tened placer, vereis como ando vendida.

Sil.—Por cierto que no sé qué me haga ni qué le diga; tomóme por fuerça la carta estando yo sin pensamiento de darla, y luego bueluese contra mí?

Euf.—Essa es vna gentil escusa. Recibio la carta del otro cabeça de viento, y quexase de lo que le digo?

Sil.—Digo la verdad, que si la tomé fue que me la arrojó en el regazo.

Euf.—Por esso no fuera bien quemalla?

Sil.—Para hazello la traia, mas holgueme de leerla antes. Este fue el pecado que me engañó, mas prometo de irla luego a quemar con la memoria destas cosas, veremos si me dexa.


SCENA TERCERA

Eufrosina sola.

Euf.—O, cómo me siento perseguida de pensamientos en que no puedo ni sé tomar resolucion cierta. Por esso se dize no ay vida sin muerte, placer sin pesar, descanso sin trabajo, luz sin escuridad. Triste de mí, que busqué el cuchillo con que me degollé, descubriendome yo misma a las espias del amor; sin sus cuydados estaua en quanto no las oí. Hirio mis oidos, alborotaron sus vientos el mar de mis deseos; y yo, inocente destos nueuos y estraños mouimientos, no osé tomar puerto. Trabaja esta tormenta por dar conmigo de Caribdis en Scila. Desde que supe la pretension de Zelotipo y su aficion conformose mi voluntad tanto con ella, que quanto más trabajo por negallo menos puedo encubrir quán inclinada estoy a su intento. Hurto a la memoria los pensamientos que dél me ofrece, cuestame mucho y valeme poco; y aora me tiene tan vencida con las razones desta carta, que le rindo por fuerça las armas de mi resistencia; porque como el amor reyna en el alma aficionada a la discrecion, venciose la mia a su modo de dezir discreto, y yo teniendo los sentidos eleuados en esta imaginacion, negueme por obedecerle, y no soy en esto la primera, ni seré la postrera. Fedra amó su entenado; de Pasiphe nació el Minotauro; Europa quiso bien el toro Cretense; Simiramis a su propio hijo; Canaze y Biblis amaron a sus hermanos, Mirra a su propio padre. Mayores monstruos son éstos que amar vn hombre galan y discreto que por su persona merece lo que otro por sus grandes rentas. Y que no sea mi igual, tambien Diana amó a Orion, Aurora a Zefalo, Venus a Adonis, pobres caçadores; porque conocieron que en la persona está el verdadero merecimiento: pues por qué no haré yo lo mismo? Demás que Zelotipo es de noble linage, y si no es rico, basta la hazienda que yo tengo, y no pretendo ni quiero riquezas, sino contento, y vn hombre con vna capa y espada, de condicion y entendimiento a mi gusto. Todos los libros que leo de antiguas y modernas historias estan llenos de las hazañas deste Rey de los humanos. Quiça si le obedezco me dara descanso, y si le niego el vassallage podria mudar la voluntad Zelotipo, que el mucho desden resfria el amor; y segun siento sujeta la mia, no podre resistir sus venganças y será peor. Por otra parte, si entro en esto, no see que será de mí: dare mala vejez a mi padre, que me quiere tanto; si me quiero escusar, ya no soy señora de mí para poderlo hazer. El ánimo dudoso a muchas partes se inclina. No sé para qué somos buenas las mugeres; los hombres pretenden lo que apetecen, todo les está bien. Nosotras encubrimos los deseos y apetecemos lo que más nos vedan. En fin, he de obedecer a quien todos obedecen; si me culparen, compañeras hallaré. Siempre oi dezir que voluntad es vida. El mirar mucho en los casamientos por riquezas haze que aya en el mundo tantas mal casadas. Puede ser que esto venga ordenado de Dios para más descanso mio, que dél viene todo el bien. Qué haré, en fin? quiero descubrirme a Siluia de Sosa, que es mi amiga; mas qué dirá aora de mis desdenes y desprecios? querráse vengar de los pesares que le he hecho. Triste de mí, que aun en esto es la fortuna mi contraria, que no sé si me hará contradicion; mas a todo me he de poner, pues assi lo quiere el amor.


SCENA QUARTA

Eufrosina, Siluia de Sosa.

Euf.—Venis ya más mansa, señora? Estais muy enojada?

Sil.—No mucho, pero yo me guardaré de que tengamos más estas pendencias.

Euf.—Bien sabeis, hermana, como despues que murio mi madre no he tenido otra amiga ni otra conuersacion sino es la vuestra.

Sil.—Y yo, señora.

Euf.—Dexadme dezir; y siendo assi bien creereis la confiança que en vos deuo tener, y con ella os confiesso que no puedo ya encubrir lo que siento; perdonadme estos desatinos de amor, castigadme si os pareciere mal; y si cortesia y voluntad os obligan a hazer por mí alguna cosa, sea en esto, en que consiste mi vida y el contento della, que yo quiero con tanto estremo a vuestro primo, que me fuerça a hazer tan grande error como es confesarlo. En vuestras manos me pongo para que ordeneis de mí lo que os pareciere con juyzio claro y libre, pues yo no le tengo ya.

Sil.—Triste de mí, qué he hecho? aun esto ha de venir a más mal. Mis pecados me metieron en este laberinto.

Euf.—Mirad, hermana, bien para mi disculpa quán natural es de mugeres delicadas de ingenio y sangre noble ser vencidas deste tirano amor. Por él quebró Hisifele sus leyes, Medea mató a su hermano, Filis se mató por Demofon, por Hercules Dianira[630] y Dido por Eneas; entre las quales bien puedo passar, pero no me disculpo; ofrezcome a la pena que me dieredes, que será más piadosa que la del amor que siento.

Sil.—Cómo temi yo esto y cómo lo adiuiné!

Euf.—Luego como me dixistes que vuestro primo estaua aficionado de mí, pienso que burlando lo hize de veras dueño desta alma, y todas [Pg 125]vuestras burlas fueron besos del fingido Ascanio. Aora ved qué haré.

Sil.—Mucho me pesa, señora, veros tan adentro en essa passion, y por parecerme que estauades lexos dessos cuydados y assegurada de vuestra condicion tan essenta, os hablaua burlando como vistes; y si yo considerara la sutileza del amor, nunca tal dixera; mas quién auia de imaginar que cosas de tanta burla vinieran a tantas veras?

Euf.—Pues qué, no es verdad que él me quiere bien?

Sil.—Esso no lo negaré, porque no os he de mentir; antes lo que yo conozco dél es que no puede llegar a más el amor del que os tiene.

Euf.—No sé si os engañais, que los hombres todos son engaños.

Sil.—Essos son para quien se han de vsar; mas con vos, señora, y con essa hermosura no se pueden tratar, pues sola la gracia de essos ojos vencerá a los brutos animales. Si oyessedes a mi primo dar razones sobre esso y dezir que ninguno os conoce sino él!

Euf.—Quién pudiera saber la verdad!

Sil.—Mala está de ver. Con mi vida asseguraré yo que os adora, y lo podeis creer; assi tuuiera yo lo que desseo. Si lo oyerades hablar en esso conmigo, yo asseguro que me confessarades lo que digo: porque sus palabras son diferentes de las de otros. Ver los suspiros que daua salir tan claros del alma, que parece que la arrancaban, el poco concierto dellos, vnas razones tan comedidas y sujetas, que ellas mismas mostrauan su dolor, vnos deseos couardes, vnas desconfianças sentidas, vnos pensamientos tan puros, que como os digo, señora, si lo oyessedes, yo fiadora que confesseis que le sois deudora. Mas con todo esto no querria que os metiessedes en cosas de que despues no podais salir.

Euf.—Ya aora no puedo, y si quereis que viua, no me aconsejeis esso, antes me holgaria mucho oirlo y que no me sintiesse.

Sil.—Facilmente se puede hazer.

Euf.—Como no me he visto en otra tal, para nada tengo traça.

Sil.—Mas no sea dessa manera, pues assi lo quereis, sino habladle.

Euf.—No tengo coraçon para tanto.

Sil.—Yo os diré cómo será, y que le parezca que lo hazeis acaso; quando él venga acá y estemos hablando, entraos conmigo, como que no sabeis que está él alli, y lo vereis temblar y no acertar a dezir palabra, porque en tratando de vos pierde el color, y tiene los ojos que parece que quiere llorar, y se oluida de todo.

Euf.—Aduertid que si le hablo, temo que luego no ha de hazer caso de mí: porque estas cosas cuanto más cuestan más se estiman.

[Pg 126]

Sil.—Donde ay verdadero amor no cabe desprecio, y a los amores las dificultades de los principios los hazen publicos: porque las mugeres quieren que las merezcan con pretensiones largas, y por esto los hombres hazen finezas públicas, que dañan adelante. Yo, señora, no quisiera hazer cosa que vuestro padre viniera a saber, antes morirme. Lo mejor es que dexemos esto y no nos empeñemos más.

Euf.—Hablais como libre desta passion y como quien le duele poco el mal ageno, pues no os lo merezco tan poco. Quándo esperais que vendra acá?

Sil.—No sé en buena fee, porque yo lo escandalicé tanto sobre la carta, que será possible no se atreua a venir tan presto.

Euf.—No sé si fuera bueno embiarlo a llamar, aunque en esto hallo inconuenientes.

Sil.—Harelo si vos quereis; mas ya he dicho que es menester gran recato, porque no nos entiendan.

Euf.—Yo assi querria.

Sil.—Vitoria va al rio, quiero embiarle vn recaudo con ella.

Euf.—Pues conocele?

Sil.—Bonito es él para que no le conozcan; mas no querria que sospechasse alguna malicia, que son estas moças parleras; en fin, quiero dezirselo.

NOTAS:

[630] Sic, por «Deyanira».


SCENA QUINTA

Siluia de Sosa, Vitoria, Eufrosina.

Sil.—Vitoria, Vitoria.

Vit.—Quién me llama? qué me quieren ya? nunca me han de dexar.

Sil.—Amiga, vas al rio?

Vit.—Voy, qué me quereis?

Sil.—Hermana, quieres ir a casa de mi tia?

Vit.—No puedo ir aora, qué camino es esse para el rio? qué dira quien me viere con el cantaro en la cabeça?

Sil.—Todo se facilita con dexarlo en vna casa de camino, y no es mucho el trabajo, de más que yo te daré vna cosa.

Vit.—Qué cosa?

Sil.—Ve tú, que no nos desconcertaremos.

Vit.—Me dareis de vuestro jabon frances para labar la cabeça?

Sil.—Sí daré, y del estoraque para que perfumes. Irás?

Vit.—Prometeislo?

Sil.—Prometo.

Vit.—Sea en buen hora, yo iré.

Sil.—Ruegote, hermana, mucho que no hagas otra cosa, porque me importa.

Vit.—Perded cuydado.

Sil.—Hermana, dirasle a mi primo que le beso las manos mil vezes y que si sabe alguna cosa del negocio que le encomendé, que le suplico me haga merced de verme, porque tengo que hablar con él sobre esso y que no passe de mañana. Se te acordará?

Vit.—Qué gran cosa para no acordarseme; teneisme por niña?

Sil.—Mira, amiga, que en ninguna manera hagas otra cosa.

Vit.—Ved si me lo podeis dezir otra vez; qué importuna sois.

Sil.—Ya va [a] aquel recaudo, señora.

Euf.—Estará en casa?

Sil.—Dizeme mi tia que todo el dia está recogido en su aposento, y su entretenimiento es tomar vna vihuela, que la tañe y canta marauillosamente, y haze muy buenos versos; y en esto se ocupa lo más del tiempo.

Euf.—Teneis algunas coplas suyas?

Sil.—El otro dia cantauan vna quartilla las moças con su hermana, y él le añadio otras que me embiaron, y dixo que las boluiesse luego; mas yo no lo he hecho, y pienso que las traygo.

Euf.—Por qué no me las mostrastes? Enseñámelas.

Sil.—Veislas aqui. Esta es la copla que las moças cantauan, y las añadidas éstas:

Cauallero que sois mio,
Señora no quiso Dios,
Pues yo lloraré por vos.
Dentro en mi pecho esculpida
Vuestra figura poseeo:
Acabar puede mi vida
Primero que mi deseo;
Con los ojos de alma os veo,
Con los del cuerpo por vos
Lloraré, pues quiso Dios.

Sil.—Qué os parecen?

Euf.—Muy buenas.

Sil.—Pues dizen que las compuso diziendo y haziendo, y que no tiene otro descanso ni sale de casa ni trata con nadie; y es con tanto estremo, que le pesa a su madre verlo tan melancolico, y piensa que lo causa deseos de ir a la Corte.

Euf.—Y se ha de ir tan presto?

Sil.—Cómo es esso? dize el otro que no ay para él otra muerte sino verse donde no os vea. Pareceme a mí que no tiene pensamiento de ausentarse.

Euf.—Sabeis que deseo mucho comunicar a su hermana? hazed que venga acá vn dia.

Sil.—Todas las vezes que quisieredes, y más que no os ha de desagradar su persona, y se parecen mucho ambos.

Euf.—Vamos al terrado, y dexemos la costura.

Sil.—Dios me ha venido a ver con esso.

Euf.—No veis qué gracioso está el rio aora sobre tarde?

Sil.—Por estremo.

Euf.—Y aquellos arenales solitarios y contemplatiuos a la orilla del agua, quién tuuiera libertad para ir aora a ellos a coger de sus blancas guijas!

Sil.—Sabeis lo que más me agrada? la harmonia que hazen estos paxarillos de vna parte y de otra.

Euf.—No ay más que desear, yo soy perdida por oir un ruiseñor que canta en nuestra morera.

Sil.—Quereis que vamos el Sabado primero a nuestra Señora de Esperança? Pedid licencia a vuestro padre.

Euf.—Sabeis adonde yo querria que fuessemos, y seria mejor? al Espiritu Santo, y ordenariamos que fuesse allá vuestra prima.

Sil.—Quereis hazer esso?

Euf.—Yo os diré cómo será: diré que me duele la cabeça y que prometi ir a rezar vna deuocion, y pondremos a mi ama por intercesora, y vos y ella ordenareis el armuerço.

Sil.—Esso será muy bien, y mañana embiaré a combidar a mi prima.

Euf.—Ay.

Castigado me ha mi madre
Por vos, gentil Cauallero.
Mándame que no os hable,
No lo haré, que mucho os quiero.

Sil.—Qué cosas hiziera aora vn alma que yo sé, si os oyera.

Euf.—Yo soy muy aficionada a esta copla por el tono.

Sil.—Y tambien por la letra; en la harpa la cantais lindamente.

Euf.—O si fuera yo aora hombre, para meterme esta noche en vn barco, y irme por esse rio a publicar mis ansias con mi harpa. Cautiua suerte fue la de las mugeres.

Sil.—En buena fe, señora, no puede ser más, pues estan siempre sujetas y encarceladas. No hizieran los hombres para sí esta ley; al diablo que los ofrezco, todos en vn cordel.

Euf.—Fuera de vno.

Sil.—Ya os dolia, señora.

Euf.—Como proximo. Qué estudiante es aquel que alli va, conoceislo?

Sil.—El diablo me lo dio a conocer; pienso que es aqui nuestro vezino, y preciase de muy aficionado, segun me quiere dar a entender Vitoria entre juego y burlas, y viene de ordinario a su casa vna manada de visiones dellos. Y con las fiestas y musicas que hazen, tales que parecen diablos, segun ella dize, y vuestro padre[Pg 127] algunas veces se enfada de oirlos, porque confina el aposento en que viuen con el suyo.

Euf.—Bien de espacio estuuiera quien se ocupara en amores de estudiante, que todos son grasientos. Quién es el otro del cauallo y borceguies amarillos?

Sil.—De aquí es de la ciudad, hijo de vn arrendador vecino de mi madre, y dizen que es muy rico.

Euf.—Qué vano que va, pensará que mata a quantas ve. Miró acá; o gran ventura!

Sil.—Tengolo yo muy amartelado, señor. Otro anda aqui muy erguido, de cabello tan rizado, que es contento verlo, muy perdido por mi; quando me ve da de los pies al cauallo y lo corre hazia donde estoy: mas yo nunca le veo galan sino es el Domingo; es deudo de vnas parientas mias, y dizenme ellas que matará por mí su perro.

Euf.—Pues mirad acullá, quién es aquella de los escuderos tan aliñada?

Sil.—Es muger de vn escriuano.

Euf.—Grande autoridad lleua, pareceme que viue confiada de sí.

Sil.—Es muy asseada y anda siempre tocada de rodetes, y pienso que se alegra que la hablen, y a mí me han dicho que es vna gran parlera.

Euf.—Alli viene otra con vnas chinelas bien airosa; pareceme muger soltera.

Sil.—Es la de nuestro çapatero, y dizen allá no sé qué con vn estudiante vezino suyo; podria ser mentira, que, mal pecado, no vienen ellos a otra cosa a esta tierra sino a deshonrar a muchas.

Euf.—Siempre es menos de lo que dizen; que ellos precianse de acreditarse a costa de la fama agena, que es la mayor baxeza que vn hombre puede hazer.

Sil.—Señora, quereis ver vn siruiente de vuestra Vitoria?

Euf.—Quál es?

Sil.—Aquel de los borceguies bueltos.

Euf.—Mal apersonado es el picaro: talle tiene de darle muchos palos.

Sil.—El otro dia me pedia ella consejo; dezia que era oficial y que se queria casar con ella, sin que lleuasse más que su persona; mas pareceme que le quiere poco o nada.

Euf.—Son muçuelas locas, que cada dia quieren el suyo. Mirad que viene mi padre.

Sil.—Retiremonos, porque no tenga que reñir.


SCENA SEXTA

Cariofilo, Zelotipo.

Car.—Pidiome aora mi moça zelos, y yo puseme más vano que vn pabon. Lleuela con traça,[Pg 128] de manera que quedamos concertados. En pago desto me mandó que le dé a Zelotipo vn recaudo de su prima, deue de ser sobre su pretension. Quiero ir a buscarlo, que quiça viene esto por Eufrosina; mas yo, aunque lo esfuerço, no tengo mucha esperança del hecho, si bien con las mugeres nada se acaba por razon, porque nunca se inclinan sino a lo que más se aparta della. Demas que el atreuimiento nunca carecio de buen fruto, y la mayor parte de las cosas del mundo se hazen más por ventura que por orden de nuestro juizio; y assi es risa pensar ninguno que por quentas y reglas de discrecion ha de hazer nada, pues siempre vemos los efetos diferentes de lo que imaginamos. Lo cierto es encomendarlo a Dios, como dizen, y echarse a nadar, preuenirse para lo que viniere y seguir la derrota de los hados, que es la ordenacion diuina, y con esto dame buena ventura y echame en la calle. A la ventana está Zelotipo, voy a hablarle; qué me recomendó, señor?

Zel.—Pues qué ay?

Car.—Yo vengo a [a]diuinar, a [a]diuinar, pague pena quien no acertare.

Zel.—Quereis que esté yo siempre de humor para celebrar vuestras gracias?

Car.—Sé que no está aora la luna sobre el horno. Pues no va por ahi el gato a sus hijos. Primero vereis los libros que la vieja truxo a Tarquino Prisco que deis en el blanco.

Zel.—Mis penas me bastan para tener en qué entender.

Car.—Háblole yo en vno, y respondeme en otro; qué tiene que ver lo que respondeis a lo que yo os digo? dadme albricias, y nos entenderemos a coplas.

Zel.—Ya os digo que no estoy tan ocioso que pueda tratar negocios agenos; en los mios tengo bien en que ocuparme.

Car.—Y si os truxesse yo para ellos y su remedio vna yerua?

Zel.—Apolo, inuentor de la medicina, dize que no la ay.

Car.—No lo alcançaron todo los antiguos, aunque se desuelassen mucho sobre esso. Prueuolo por la cosmografia, que dezian que las dos Zonas vezinas a los polos por muy frias, y la torrida de entre los dos tropicos por muy calida, eran inhabitables, y nosotros hemos visto lo contrario; y como cada dia se descubre vn Piru, podria yo soñar, como Alexandro para curar a Tolomeo, y hallar vna yerua más prouechosa que el palo de la China, pues los Fisicos dizen que ay en estos barrios Cohimbranos muchas de gran virtud.

Zel.—Ninguna la tendra para mí, quanto más que si es para oluidar este amor, antes quiero morir con él.

Car.—Qué dezis? dessos sois? yo os dexaré a que obre en vos naturaleza; porque mal se cura quien desprecia la medicina y desconfia del medico; pero con todo vos me haueis de pagar muy bien la nueua que os traigo, porque es de gran precio: quedamos aora yo y la gentil Vitoria concertados.

Zel.—Hagaos buen prouecho, que yo no os tengo inuidia; essa era la gran nueua de mucho prouecho? cómo sois gracioso sin serlo y fuera de sazon!

Car.—Pues quereis saber quánto os importa? que me dixo que dezia vuestra prima que fuesedes alla, que le conuiene mucho hablar con vos, y sobre mí, que no es sin misterio.

Zel.—Ya os he dicho que no os burleis conmigo, pues sabeis lo rendido que estoy; porque si tal creyesse poco era perder la vida con el alboroço, como la otra Matrona con el contento de ver el hijo que tenia por muerto.

Car.—Mirad acá, monseñor, yo no puedo hazer más que dezir lo que me dizen; si no me creeis, id a buscar a Vitoria.

Zel.—Y es verdad?

Car.—Passa assi lo que os digo.

Zel.—O poderoso enamorado de Psichis, y tú, piadosa Venus, no me niegues la cinta que diste a Iuno, para que me salue en esta tormenta.

Car.—A quien Dios quiere dar bien, a casa se le viene; de mi consejo, quando te dan la ocasion ásela del copete; la tardança en todas las cosas es dañosa, si bien algunas vezes da opinion de prudentes, y muchas se pierde por pereza lo que se ha ganado por justicia; dezid esta noche como dizen los muchachos: dormiré, dormiré, y buenas nueuas hallaré, y por la mañana idos allá, Dios delante, que a quien él quiere ayudar, el viento le compone la leña, y quedaos en buen hora, que tengo que hazer; mañana nos veremos.


SCENA SETIMA

Silua de Sosa, Zelotipo, Eufrosina.

Sil.—Beso las manos de quien viene tan gentilhombre.

Zel.—Yo beso las de quien espero recebir nueuas de mucho contento, que no se puede esperar menos de su buena persona, si no me engaño.

Sil.—En qué lo conoceis?

Zel.—En essa gracia y agrado diferente de otros dias.

Sil.—Mucho me deueis, primo.

Zel.—Conozco que os deuo la vida, y creed, señora, que me precio de muy agradecido, y os doy por testigo el tiempo. Contadme, señora prima, mis bienes, si los tengo, que aun no sé qué crea ni qué espere, antes que el deseo de saberlo me mate.

Sil.—Qué me dareis vos?

Zel.—No sé poner precio a cosas que no le tienen.

Sil.—Ya sé que sois elegante en hablar; aora en fin quiero fiarme de vos. Eufrosina leyó la carta; sabiendo que era vuestra se puso braua como Ecuba quando vio sacrificar a Policena, y a Polidoro muerto en la playa.

Zel.—Esse es el bien?

Sil.—Escuchadme, que mayor le tenemos de lo que penseis; yo tambien hizeme enojada, y fui luego a quemarla por escusar el peligro que muchas vezes viene por estos testigos.

Zel.—O, quién se viera alli juntamente quemado como Plaucio con Ostilia! matara assi vn fuego con otro.

Sil.—Finalmente, quando bolui me confessó no podia resistir el amor que os tenia.

Zel.—O, bienauenturados oidos que tal oyen, dichosos males destinados para tantos bienes! Mejor nueua es esta que las tres que dieron juntas a Filipo Rey de Macedonia. O fortuna, si me quitareis que no llegue a lograrte, sea con la muerte, que ya recibire contento, pues [he] alcançado de la vida lo más que tenia que darme. Contadme, señora prima, muy menudamente por estenso todo lo que passastes y lo que ordena de mí esta adorada mia.

Euf.—Silua de Sosa?

Sil.—Señora.

Euf.—Qué hazeis? O estais ocupada? perdonadme, que no lo sabía.

Zel.—Beso las manos de V. m. y ya que mi buena ventura me dio este dicho[so] acierto sea para alcançar de V. m. que me tenga por suyo.

Euf.—O, perdonadme el estoruaros, que en verdad que no sabia que estauades aqui.

Zel.—El perdon, señora, yo lo pido de mis atreuimientos, obras de essa perfecion que veo y contemplo, y esta tan grande deuda de mi ventura, que assi lo oso dezir a V. m. la reconozco para que sea mayor, con que me doy por obligado de nueuo, despues de auer mucho que lo estoy en mis pensamientos a perder la vida en seruicio de V. m. y no la memoria desta obligacion.

Euf.—Mirad lo que prometeis, que las palabras son faciles de dezir y dificultosas de cumplir.

Zel.—Esso es a quien no le salen del alma, mas bien seguro estoy que nunca en mí falte esta verdad, quanto más que cuando en algun tiempo pudiesse auer defeto en mi fe, qué mayor pena se me puede seguir que tener delante de V. m. culpas? y más yo, que me precio tanto de buena eleccion y juizio, por lo que[Pg 129] con él he alcançado a sentir y sabe Dios lo que me questa?

Euf.—Son estas cosas de tanto peligro, que de mi consejo deueis escusarlas, por vuestro descanso y el mio.

Zel.—Voluntad determinada ningun peligro teme; demas, señora, que en esto no veo otro sino es que vuestra condicion no me sea fauorable, y si yo la viesse inclinada a hazerme merced no ay temor en los temores que para mí lo sea.

Euf.—Como el tiempo descubre y aprueua lo que ay en la voluntad, sin él mal puedo juzgar y menos conocer.

Zel.—Aora acabo de saber quán grande bien fuera que la naturaleza pusiera vna puerta en el pecho para que se mostrara la pureza del coraçon, para que viendolo no mereciera el tiempo que a él se le deue. En esta turbacion que se ve en mí está claro el sentimiento del mío; concedelde, señora, el acetarlo por vuestro, y dexad a mí el cargo de su lealtad, que yo os hago pleito omenaje de defender al mundo esta fortaleza de mi fe por vuestra.

Euf.—Sí haré, con tal que me lo agradezcais y tengais memoria de lo que en esto hago por vos, assi para estimarlo como para sepultarlo en secreto.

Zel.—Es tan grande mi reconocimiento, que aun passando desta vida (si es posible) no podré oluidar esta ventura, y si por mis memorias y agradecimiento que se os deue lo es mereceros, ya me sois deudora, porque me tiene tan rendido mi aficion, que el mayor trabajo que siento es pensar cómo afinaré con demostraciones euidentes esta verdad.

Euf.—Quiera Dios que sea como dezis, y no sean vuestros intentos a costa de mi inocencia. De mi parte os prometo hazer lo que merecieredes; voyme, no parezca mal hablaros tanto.

Zel.—Aora veo quánto la esperança de la gloria alibia todas las penas presentes; señora prima, mirad por mí, no enloquezca.

Sil.—Alégrome mucho de veros tan contentos; idos en buen hora, que ando ocupada en ordenar la reposteria a su padre de Eufrosina, que va a cumplir un voto a Santiago, y a holgarse en su encomienda; despues de su partida tendremos lugar para todo.

Zel.—Pues no se os oluide hazer recuerdo de mí.

Sil.—Yo tengo esse cuidado.

Zel.—Teniendolo me dareis la vida.


SCENA OCTAUA

Cariofilo solo.

Car.—Esta borracha de Filtria siempre me da (como dizen) por vna verdad diez mentiras;[Pg 130] quiere aora de nueuo darme hambre, como á gabilan, de mi muchacha; no sé con qué fin lo haze, ni á qué mira; parecela que me siente aficionado y traeme en mil quimeras, y al fin toda es nada: queda tan descansada y segura en mentir, como quien ni teme ni deue; maldita la verguença que tiene: tened por cierto que tratar con éstas es lo propio que con el mismo embuste y maraña. Escusado es pensar ningun hombre que ha de saber tanto como la más ignorante muger del mundo, pues la primera, en naciendo nos vendió, y ellas en lo que no quieren nunca se engañan. Las alcaguetas no se puede dezir quán mala ralea es y la dificultad que tiene conseruallas en amistad, porque tienen por ley el prouerbio: quien da y no da siempre, quanto da, tanto pierde. Aunque les ayais dado los ojos de la cara, en sintiendo la bolsa vacia, muerto es el ahijado por quien teniamos el compadrado; por esso dize Plauto con razon, que no ha de auer piedad que lo sea para las tales. Traen vn latin, beati que tienen, y de otra manera aullan y os dizen: a essotra puerta, que ésta no se abre, que quien me quiere, dizeme lo que sabe y dame lo que tiene, y si no ay que dar, que hará? Ahorquese en buen dia claro y comanle lobos; con esto quién suplirá tanto como es menester? la dama pela por vna parte, ellas desuellan por la otra, y donde quitan y no ponen, mira qué será? Yo no puedo ya viuir con Filtria, porque soy vn Lazaro y ha quinze dias que me dize mal el juego, y no leuanto cabeça; quiero pagarle con palabras, y ella sabe más durmiendo que yo despierto, y no me vale mi engaño: pideme descaradamente y pagame con mentiras. O pesar de mi quinto abuelo! sirue vn hombre toda su vida á un Principe trabajando, porque no le eche menos vn momento, estirandose delante dél como melcocha, echando los bofes porque le vea, sufriendo mil afrentas por ponersele delante, mudando los pies como grulla, durmiendo con los ojos abiertos como liebre, y le lleua lo mejor de su edad, muchas vezes sin fruto, y si le paga, despues de dar vozes sobre su largo seruicio, dize que le haze merced, y es sobre su sudor, y halla razones para que aun le quede deuiendo; y vna perra destas os mete en peligros del alma y de la vida, a costa de vuestra diligencia y buena dicha, y nunca se tiene por pagada, y muchas vezes la comprais mentiras, sin valerme andar siempre preuenido de cautelas. Y como la necessidad haze a los hombres sabios, a mí nunca me faltan escusas; sé dilatar promesas por estremo, dar color a engaños como un Vlises; soy vn laberinto de colores retoricos y terminos logicos, y un abismo de las ideas de Platon: nada me aprouecha, y tengo por cierto que todo lo que se compra es más barato: pero si yo no supiera assi granjear en mis tratos y amainar sus tempestades, anduuiera á los grillos, como raposa. Bien sé que es cosa más real dar que recebir, mas naci para entender y desear, como otros muchos para tener y no saber lograrlo ni vsar dello; desquentos son del mundo, congojas generales, que á solo Dios pertenece el remedio: voy passando assi mi viage como mejor puedo; compro mis gustos con mi trabajo, como otros con su dinero. En estas maculas manuales hallo la ganancia más cierta y a menos costa, porque son boçales en mis traças: loquillas, elebadas y golosas, auenturan sus personas á qualquiera siete, todo lo creen; pagaisle con bien te quiero, y quando mucho, en señal de amor y reconocimiento con vnas memorias de plata, sortija de bufalo, cuentas para el cuello, y con qualquiera cosa de poca costa las obligais mucho. Aora estotra mi madama Laura Polinia me embia quanto puede hurtar a su padre, y piensa ella que me tiene assido para casamiento; mas yo echariame antes en la mar, sólo por no ver al villano ruin de su padre. Pues la madre, tambien es de las lindas, a mí me maten si no beue como tata[631] y más dinero huuo en la casa de los Medicis de lo que su padre deue de tener por más que gane en su oficio de platero, aunque lo tienen por muy rico; goçaréla este verano, a la entrada del invierno ireme a la corte, y ojos que le vieron ir no lo veran más en Francia. Zelotipo anda muy próspero con Eufrosina; fuesse su padre en romeria a Santiago aurá dos meses; hablale todas las noches por las rejas de vna ventana, escriuele cada dia, y segun me dize, ayer mandó hacer una llaue falsa para entrar con ella. Si el rapagon entra reboluerale ochenta hojas: el padre está caçando y holgándose, confiado en la vigilancia de vna vieja que tiene por aya, que no ve ni oye, y a quien ella y Siluia de Sosa hazen del cielo cebolla, y piensa que la tiene para honra y casamiento muy cerrada y guardada. Estas, por la mayor parte matan á sus padres antes de tiempo y son unos ministros de Dios con quien castiga las culpas que ellos cometieron: porque quien con hierro mata con hierro ha de morir, aunque aora ni ay padre para hijo ni hijo para padre, cada vno va por su parte, como cangrejos; en los padres falta el amor y en los hijos la obediencia, y no ay cosa que tanto me canse como vnos perdidos por hazer mayorazgos, ansiados por dexar casa fundada nueuamente, con grandes clausulas de firmezas: porque dizen queda alli su nombre viuo, y el alma quiçá está muerta en el infierno, padeciendo los gustos del heredero, que queda dandoles pocas gracias, y tal ha de ser la señora Eufrosina, que es la niña de los ojos de su padre, porque nunca hijo muy regalado dexó de ser hiel á los padres que en ellos ponen su gusto con demasia. Aora quién dirá que vna dama como Eufrosina, discreta, noble, virtuosa, se venciesse por un hombre desigual a su calidad, sin tener respeto más que a su aficion? en fin, son cosas que trae el mundo, venturas con que nacen las personas, juego de passa passa de la fortuna con los estados humanos: por esso ninguno desespere de la merced de Dios. Este es vn caso de que muchos pueden tomar exemplo para muchas cosas; de ninguna muger ay que fiar, y de todo hombre ay mucho que temer. No hay ley que assegure tanto como quitar las ocasiones del daño. El saber y la cuenta y razon humana nunca aciertan el hecho, si no es teniendo a Dios por padrino. Mas quién es este que veo venir hazia acá? dame el ayre que lo conozco: pareceme Galindo, mayordomo de don Tristan; quiero irme a él, que sin duda me traera cartas de la corte.

NOTAS:

[631] Así en el original; quizás cāta, canta.


[Pg 131]

ACTO QVINTO

SCENA PRIMERA

Cariofilo, Galindo.

Car.—Sed preso.

Gal.—O, señor, besoos las manos; de vuestra posada vengo aora, y no me supieron dezir dónde estauades.

Car.—Yo soy peor de hallar que aguja en pajar.

Gal.—Andareis en las paranças?

Car.—Busca el hombre su mantenimiento por donde mejor puede; cuándo fue la buena venida?

Gal.—Aurá quatro horas.

Car.—Y adónde posais?

Gal.—Con un estudiante pariente mío.

Car.—Y yo no estaua en esta tierra?

Gal.—Sí, mas no teneis posada propia, y no os quise poner en cuidado: veis ai una carta de Grisandor vuestro amigo.

Car.—Si me dais licencia la leeré luego, por cumplir con el alboroço y obligacion de amistad.

Gal.—Iesus, señor, y es muy justo; yo aseguro que viene echando fuego, segun el se precia de saber dar dos toques; os reis? pareceme que gustais; aunque sea demasia, sepa yo lo que dice.

Car.—No se puede dexar de comunicar; oid.

Gal.—Brabo hombre es éste, yo no he podido calar su intencion.

Car.—Acá nos entendemos, que vos nauegais por los rumbos vulgares.

Gal.—Estremadamente ha dicho; y yo no juzgara que era deste humor.

Car.—Quién Grisandor? es grande hombre, y tiene un estilo apacible y corriente: no es de vnos retorcidos, amarrados a sentencias de Tulio, que inuentan vocablos de conserua.

Gal.—Aora tengo en grande opinion a Grisandor; no parece lo que es.

Car.—No aueis oido decir, debaxo de mala capa ay buen bebedor? a quien vos vieredes que es de mi quadrilla no lo estimeis en poco, porque yo no me entiendo con gente vulgar.

Gal.—Sabeis quién me dió grandes recaudos para vos, y os quisiera escriuir? Artian Labares.

Car.—Soy muy suyo; decidme, cómo le va con su christiana nueua?

Gal.—Partiose el Rey para Almerin, y quedose todo en esperanças.

Car.—Pues assiguroos que le acude ella a su gusto; y yo no tenia por sin duda que estauan casados: contadme más. En Almerin, mucha gente?

Gal.—En pipa, como sardinas: matónos su Alteza en traernos alli, porque es la más mala tierra que pensé ver.

Car.—No digais mal de los buenos dias de Almerin: aquella gracia de aquellos campos, aquellas salidas apacibles, y más aora quando viene el tiempo de cantar las aues; no ay cosa que le llegue en el mundo, ni se puede pintar mejor casa de placer, ni recreacion Real.

Gal.—Esso no tiene aora, porque en Lisboa no ay tanta gente, ni tanta confusion.

Car.—Creedme, que nuestras demasias lo destruyen todo; pues con ser naturalmente todos diferentes en los pareceres, y contrarios en aprobar el ageno, vemos en estos casos, que en oyendo una opinion luego van con ella todos; y queremos que vn Rey, que es solo vn hombre, satisfaga a tantos y tan diuersos juicios en todas sus acciones; siendo assi que no me dareis dos hombres que los tengan conformes. Esto se ve en nosotros, en lo diferente que sentimos de Almerin; mas quántas sentencias daran aora por aquellas posadas los escuderos?

Gal.—Es la suma de los gustos verlos: essos estan aposentados en el meson de Santaren, entre dos tizones, quemando botas. Vno cuenta lo que dixo al Rey, y lo que él le respondio; otro lo que le ha de dezir; otro se quexa que no se puede hablar y de aqui vienen discurriendo a la vida y estado Real, y dan resoluciones de pareceres aprouados en media hora, que el Consejo de Estado no se atreuiera a determinar en cien años; y toda su[Pg 132] quexa es del Confessor del Rey, porque no le dice la verdad, y que los Predicadores no hablan con libertad.

Car.—Qué diferente conuersacion será la de los moços de monteria, ocupados en dar filos[632] a chuzos y cuchillas, y todo nada. Dezidme, por vuestra vida: sabreis darme razon si anda alli un ayuda de camara que llaman Amador de Frisa?

Gal.—Y le vi dos dias antes de mi partida, camino de Santaren, emboçado corriendo la posta con otros a porfia.

Car.—Sabeis si está despachado?

Gal.—Pienso que [no], porque yo le vi poco antes desto haziendo graues reuerencias delante de los del Consejo, como hombre pretendiente, y que grangeaua su favor, que es vn miserable estado.

Car.—Pues aun no lo sabeis bien. Quanto más seguro y menos costoso sería tratar en sardinas? Si los hombres considerassen lo que en esso passa, antes de empeñarse en el tiempo! Veis ai vn hombre que tiene muchos seruicios, mas nada aprouecha sin fauor. Esto no por culpa de quien reyna, sino por malicia de algunos, que procuran impedir los premios a quien los merece; y creed que traer pretension es la suma desuentura, porque no ay oficial ante quien passe que no os maltrate y aniquile por su gusto; y aunque al principio se muestre afable, en sabiendo que sois pretendiente, al mismo punto se os pone graue, y con presuncion de arrastraros: lo que importa es, si se pudiesse, tratar con la persona Real, que esta grangeria nunca mintió, y nunca os pone en empressa que no sea muy honrosa: ya passó el tiempo de amigos, fiaos sólo de quien Dios fió su pueblo.

Gal.—Sabeis quién está muy bien despachado? Frison Silueira: dieronle un nauio de alto borde, y viage para la China, y va este año.

Car.—Alégrome por vida mia, que él lo merece todo: quién lo despachó?

Gal.—Allá tuuo sus minas.

Car.—Buenas le fueron.

Gal.—Saueis otro que tambien ha tenido buen sucesso? conoceis vn criado de vn desembargador, que andaua alli asqueroso y deslucido, perdido por traer çapatos curiosos, y tenia de su mano tendera?

Car.—Muy bien, gran valenton: llamase Mateo Rosado.

Gal.—Esse lleua vn gouierno por tres años.

Car.—Holgaos con esso: yo juraré que no siruio dos años continuos. No ay que cansarnos, sino entender que el hombre honrado que por sí quiere medrar, es lo mejor hazerse tahonero, gozará vida descansada; porque la sugecion y el trabajo no se hizo sino para los que tienen nobles pensamientos y presuncion honrada, y el mundo no leuanta a quien lo estima poco y espera dél mucho. Mas dexemos estas quexas antiguas, que quando Dios no quiere, los santos no ruegan, y la fortuna ya tuuo otro tiempo más juridicion para leuantar y derribar que aora. Dadme nueuas de mis señoras moças de camara, gente de nuestro estado, aunque ellas no quieren serlo.

Gal.—Daros he quantas quisieredes: vine todo este camino con ellas, porque truge a mi cargo seruir vna cierta dama por don Tristan, y acompañé y parlé a cien mil; en mi vida he tenido dias como aquellos: anduue en estremo picado toda la jornada con vna del retrete. Alli serui tambien a vuestra dama un dia que cayó en vn pantano, y en vuestro nombre la acudi, y le dixe que lo pusiesse a vuestra quenta, hizele mil cumplimientos por vuestra parte, senti della que os quisiera ver alli.

Car.—Grandes nueuas me dais: o pese a mí, que huue yo de perder essa ocasion.

Gal.—Pues yo os certifico, que segun tomé el tiempo del peso cuando la subi al sillon, que es valiente moça.

Car.—No hay más que desear: es fuerte y rolliça, y soy muy aficionado a las tales.

Gal.—Venimos hablando en vos dos grandos horas, y os acredité de muy rico; hizome despues muchas amistades con mi dama.

Car.—Todas son amigas de cumplir essas obras de misericordia. No la hallariades boba.

Gal.—Qué decis? nunca hablé con muger que assi me contentasse.

Car.—La rapacilla tiene ingenio, y una suauidad en mirar que mata. Vistis a su criada?

Gal.—Mil vezes, y tiene pico; y no sé si me afirme que la vi inclinada a Bicho de Monteira.

Car.—No es en esso necia; siempre le dara algun fruto. Dezidme, Etor Tristan cómo anda con la suya?

Gal.—Dizen que estan casados de secreto; lo que me parece es que está muy fauorecido, porque lo vi muy entremetido con ella.

Car.—A esso auia de venir esse inocente; ninguna embidia le tengo, porque la señora ya passó por los bancos de Flandes, y no muda aora los dientes.

Gal.—Todo esso no importa; ellos se quieren bien mucho tiempo ha, y ya sabeis quán sesudas y mansas salen de aquel toril, y que palacio haze milagros.

Car.—Siempre estuuistes en Almerin desde que llegó el Rey?

Gal.—Antes poco tiempo, porque luego me bolui a Lisboa, donde estuue un mes, hasta que parti para aqui.

Car.—Contadme, pues, cómo está Floriana.

Gal.—Muy próspera: cogió entre manos vn Burgales; diola tantas joyas, que no sé que aya otra más rica; despues robó tambien a vn Indiano.

Car.—Fue dichosa siempre, y es vna picara fea, y no tiene más de los huesos: sólo tiene gracia y agrado, y canta muy bien.

Gal.—Saueis quién anda aora muy perdida, y dissoluta? una, que posaua en la Betesga, y la hablaba Troylo de Flores.

Car.—Y él, qué se ha hecho?

Gal.—Gastadissimo, y empeñado con estos males y otros, se va este año a la India.

Car.—Cómo se ha perdido esse mancebo, que tenia mucha hazienda heredada y la gastó toda con essa muger, y en el juego! Dezidme, señor, vna mulata muy gallarda, que viuia en la calle de los Cauides, que nos festejó mucho, si os acordais, quando fuimos a los toros de Almeida, dónde está? Tercia todavia por sus amigos?

Gal.—Poco antes de mi partida comí en su posada: dixele que os venia a ver; quiso escriuiros, diome mil recados para vos, y dixome que no auia en el mundo tal hombre.

Car.—Somos grandes compadres, y tiene ella hechos por mí algunos buenos negocios. Os acordais de la confitera? qué nueuas me dais della?

Gal.—Está muy buena, y quexosa de vos.

Car.—Ha, que no ay tierra en el mundo como Lisboa: la conuersacion de la gente, el donayre de las mugeres, la liuertad de la vida: no creais que se puede viuir en otra parte. Aora bien, quién os echó en esta region? teneis aqui algun negocio o es de passo?

Gal.—Queremos casar á mi amo.

Car.—Quién, al señor Don Tristan?

Gal.—Sí.

Car.—Y con quién?

Gal.—Aqui en esta ciudad, con la hija de don Carlos, señor de las Paboas.

Car.—Santa Maria, contadme cómo es esso. Venis ya sobre concierto o a hazer alguna diligencia?

Gal.—Yo os lo dire, que hombre soy de negocios. Yo llegué diez dias ha aqui de noche; supe que don Carlos fue a Santiago en romeria, pero que se estaua en su encomienda: partime por la mañana, por alcançarlo en ella antes que se alongasse: hallélo en la quinta que tiene de su mayorazgo, cosa estremada y lindo sitio para assistir en ella vn Cauallero. Dile las cartas que le traia de sus parientes; holgueme en la monteria, y otras caças con sus caseros, y él muy contento me mostró todas sus heredades[Pg 133][633]: y segun me dio cuenta, lleuo el negocio concertado. El se partió a su romeria para boluer luego.

Car.—Qué negro despacho este para Zelotypo! y sabeis lo que le da?

Gal.—Quanto possee despues de muerto, porque no tiene otro heredero, y sin la encomienda, de ordinario el mayorazgo que tiene llega a seis mil ducados de renta vn año con otro, y dale luego treinta mil escudos con sus joyas y alhajas.

Car.—A quánto llega la renta de don Tristan?

Gal.—Está aora arrendada por tres años en nueue mil ducados cada año.

Car.—Honradamente casa la señora.

Gal.—Conoceisla vos? dizenme que es muy hermosa.

Car.—Tales fuessen las pulgas de mi cama; mas es tan vraña, que luego como la ven huye.

Gal.—Un poco es esso de moça de villa; porque la dama que es señora, lo mejor que ha de tener es seguridad y confiança, sin llegar a presumir que nada le pueda ofender, y guardando los terminos del recato y honestidad, cumplir con la cortesia; pero tenga dineros, y sea tuerta o manca.

Car.—Pareceos que tardará mucho el efeto?

Gal.—Si vos quereis baylar en la boda, no os vais de aqui, que antes de dos meses vendremos a efetuarla.

Car.—Y quándo os ireis?

Gal.—Querria en la mañana, si Dios fuesse seruido; mas en todo caso he de ver a la señora antes que me vaya, para dar nueuas al galan, que está muy aficionado por la fama.

Car.—Aora, señor, yo tengo una posada, mala ó buena, recibira V. m. la voluntad.

Gal.—Beso las manos de V. m., yo la doy por recebida, y por tan poco no es justo dexar a mi pariente.

Car.—No fuera bueno que os acordarades que me haziades agrauio? Aunque sea por fuerza, aueis de ir a cenar conmigo; despues el dormir será como quisierades.

Gal.—Aure de obedeceros en vuestra tierra, como en vuestra casa.

Car.—Assi os conuiene, si quereis escapar de mis manos.

Gal.—Vos sereis hombre para darme de quien me enamore en esta tierra?

Car.—No faltará.

Gal.—Dessa manera sereis mi padre. En esta ciudad hay buena gente?

Car.—No es mala.

Gal.—Estas que topamos aquí, son de las que se vienen a la mano?

[Pg 134]

Car.—Hablad vos, que todo lo nueuo aplace.

Gal.—Si pegare, pegue, haré presencia por la honra de los Cortesanos.

NOTAS:

[632] Filios en el original.

[633] En el original, por errata evidente, herades.


SCENA SEGUNDA

Polonia, Vitoria, Galindo, Cariofilo, Andresa.

Pol.—Ya vienes del rio, amiga? Pues yo voy aora.

Vit.—Tú eres vna perezosa: si fuera yo, que sin esta vez he ido otras tres.

Pol.—Has de boluer acá? tengo muchas cosas que contarte.

Vit.—De qué, por tu vida?

Pol.—Mira tú si puedes venir, que no puedo hablar tan de prissa. Pues a fee que te has de holgar mucho de saberlo.

Vit.—Yo tengo ya llenos todos mis cántaros.

Pol.—Qué boba eres, haz tú como yo: cada vez que quiero venir a holgarme, trastorno vn cántaro que no lo vea mi ama, y entonces vengo con él.

Vit.—Esperame aqui, que no haré más que tomar vna cántara y venir.

Pol.—Quiero ver si vienes antes que se seque esta saliba.

Gal.—Dexadme con esta que canta, vereis cómo le hincho las medidas.

Car.—Id, que si cayeredes, yo iré por vos.

Gal.—Bendigaos Dios, mi señora.

Pol.—Y a vos el diablo.

Gal.—Buena ventura le venga a quien parecistes bien cantando.

Pol.—Pues cada vno canta como tiene la gracia, y casa como tiene la ventura.

Gal.—Si sois tan sentenciosa, no sé cómo me he de atreuer a hablar.

Pol.—No ayais miedo, que preso va por el vendo.

Gal.—Vos, señora, bullireis como loca y hareis como moça.

Pol.—Tened el asno, Iuana, que no cayga.

Gal.—O, pesar de los Moros, y en esta tierra ay tal gracia?

Pol.—Vistes tan gran bien? y ésta qué tiene más que las otras? no aueis visto corça con cola?

Gal.—Vi os[634], señora, a vos en fuerte punto, pues assi me aueis muerto con essa gentileza y gallardia, sin tener remedio para librarme.

Pol.—Sin tener remedio? Vistes aquello? O, qué gran mal! Pero passará, acabado esso es, noche son desastres.

Gal.—No serian sino astres[635]: si vos quisieredes sauer de mí, como soy seruidor de damas.

Pol.—Viste aquel consuelo, mi amor? de aora, ogaño, que os haré este año: paguemos el vuestro, y partios.

Gal.—No maltrateis assi a los forasteros, que os desean seruir: podreis en algun tiempo ir por allá, y nos vengaremos.

Pol.—Hazeldo assi, si allá me halláredes.

Gal.—Mejor compañia os haré yo, si quisieredes ir conmigo.

Pol.—Assi os tome a vos aquel que passa el agua y no se moja.

Gal.—Bien parece que no me paristes.

Pol.—Despues que lo di a criar, nunca más me he acordado dél.

Gal.—Cariofilo, llegaos acá, me ayudareis a entender a esta señora, que yo no la entiendo.

Pol.—Ayudadle, que no puede: qué azafema de tripas de cabron!

Car.—Ellas cuando quieren hablan germania.

Gal.—Tambien yo la sé, si nos viessemos tal á tal.

Pol.—Supolo dezir, y no se le cayeron los dientes; cómo es bonito y dorado! miren no le den quebranto.

Gal.—Para esta cara, que he de viuir con vos, para que me enseñeis essa algarauia.

Pol.—Assentalde la paga.

Car.—Señora, no aya más, sed piadosa para con los vuestros.

Pol.—Pues hablad vos desde allá, y oiros han. Sois vos su tutor?

Car.—Sí soy, porque me pesa veros con tan poca razon con quien os desea seruir.

Pol.—La razon mata a razon, y el cayado la liebre.

Car.—Para qué es ser tan zahareña con quien está hecho vn cordero delante de vos?

Pol.—Yo soy de esta hechura, y luego él parece vn inocente sin mal: mas quien no tiene que hazer, compre un ganso.

Gal.—La anade de Mondego que comprara yo fuerades vos, si tuuierades precio.

Pol.—Ahogose en una alcuza de medio real, de noche y sin candela.

Gal.—Digo os que no me atreuo a entrar en juego con esta moça.

Car.—Pegad con estotra que viene aqui; quiça más apacible.

Pol.—Dios le ayude, no cayga en el atolladero.

Gal.—No quiero sino a esta gentil persona, porque le soy aficionado.

Pol.—Si verengenas ay en la villa, alcaldadas ay en la plaça.

Vit.—Madre, tardé mucho?

Gal.—Antes venistes que yo quisiera, hija.

Vit.—Aun no os llaman a vos acá: habló el buey y dixo mu.

Pol.—Desatose por la boca como odre; con su madre fue a los ramos.

Gal.—Pareceme que se han comunicado. Qué par de palomas para un casal! Essas piedras no tienen dolor de herir aquellos pies tan bien hechos; que se sufre esto!

Pol.—Si no fuera por la bota, cortárale la pierna.

Vit.—Veis alli dónde viene mi suegra Andresa!

Gal.—Estas vuestras muchachas son todas tan diabolicas?

Car.—Pues aún no vistes nada, que hallareis otras que no hablan sino latin: quereis que nos vamos?

Gal.—Despedireme de estas damas.

Car.—Hazeldo assi.

Gal.—Pues no me quereis, voy a buscar quien me quiera; y con todo, soy vuestro.

Pol.—Tengolo en merced; plegue a Dios que os suceda como lo deseais.

Car.—Andresa, decid allá en casa que ha de ir este señor a cenar conmigo.

And.—Muy grande merced es.

Vit.—Y de dónde vino aora aquella buena pieça?

And.—Qué sé yo?

Pol.—Comadre, lauas tú mañana?

And.—Si Dios quiere.

Vit.—Y nosotras tambien; ya vendras de hazer grande fiesta.

Pol.—Pues ya me han prometido a mí la merienda, y espero que no ha de ser mala.

And.—Oy hurté a mi ama de la masa, con que hizo una torta: tened vosotras cuydado.

NOTAS:

[634] En el original, Vio os.

[635] Sic.


SCENA TERCERA

Cariofilo.

Car.—Tengo para mí por cierto que ser de los fauorecidos de la fortuna es el mayor engaño del mundo: vna vanidad que nos cuesta el alma y vida, porque nunca preuenimos lo que nos conuiene contra sus halagos. Y quien bien considerare lo que de serlo se saca, hallará que es trabajo y dolor, juego de Pompuñete y vn doytelo viuo, que la fortuna con nosotros trae. Demas, que no ay quien niegue ser estas grandes glorias de mundo las más vezes beneficio de la ventura, antes que de la virtud: porque es muy raro corresponder el premio al merecimiento; y por esta razon ay poco que embidiar[Pg 135] y mucho que aborrecer. Dizenme los que se precian de grandes pensamientos y se jactan de hombres de alto espiritu, que Hercules en el principio de su vida, por seguir la virtud (que era vna de las damas que se le apareció, y le prometio eterna fama) passó muchas afrentas, y aquellos tan celebrados doze trabajos. Todo lo confiesso, y por lo mismo me afirmo en lo que digo: porque el cuytado passó la vida en continuas fatigas y trabajos, y al fin murio en ellos, todo por dexar memoria de sí: pues dezidme, qué le aprouechó tanto peregrinar? Es como el anhelar de los Indianos, que van a ganar para sus herederos. Que Hercules al fin murio, y está en el infierno, y querria mucho saber qué gusto tendra allá en dezir yo acá: gran cauallero fue Hercules! Lo mismo digo de otros muchos con quienes la fortuna anduuo inquieta. Como Alexandro, que por esta negra fama nunca gozó de vn dia de descanso, pudiendo reynar con gusto y placer; y essotro Julio Cesar. No os parece que viuia más descansado el barquero Amiclas, a quien él fue a rogar? pues bien se ve quedó tan en la memoria el vno como el otro: y ser Cesar o ser Amiclas viene a ser todo vno; y quiça en el otro mundo tendra menos tormento el barquero. Preguntad a Aquiles qué le aprouechó su soberuia, a Tantalo su avaricia, a Creso sus riquezas, a Artagerges su numeroso exército, y a todas las vanas ocupaciones de los hombres el premio que les dieron? Hablad con el sabidor de todo, que él os lo dira: lo seguro y lo cierto es seguir la raçon y estar por ella; conocerse cada vno lo que es, y no pensar volar sin alas. Abraçarse con el sossiego quien lo puede tener, y contentarse con su suerte; porque ninguno subio a estado alto ni hiço cosa insigne que no fuesse a costa de su cuerpo y alma; y al fin, todos nacimos desnudos, y assi nos come la tierra, donde quedamos iguales; y quien se cansó por el mundo y quien descansó en él, ambos estan de vna manera en la muerte; y en quanto a quedar memoria dellos, qué les importa este premio si no lo pueden gozar? Veisme aqui, por venir a nuestro proposito, que no soy de los que tienen altos pensamientos, ni amores encerrados en torres: contentome con lo que puedo alcançar buenamente y sin peligro ni cuydado; viuo a mi gusto, y como el caminante sin dinero canta seguro sin temer al ladron, assi yo no temo a la fortuna, porque no tiene de donde derribarme sin que yo quede en pie, riyendome della; juego a hurta cordel con las muchachas que se ofrecen; hago mi gusto y quedo triunfando. En este modo de entretenerme tengo hechas algunas suertes que exceden a las del mejor toreador, como fue la de Polinea, que beue los vientos por mí, y yo riome[Pg 136] de ella. Mi amigo Zelotipo es todo eleuaciones y hazer torres de viento; mirad aora en qué vienen a parar todos sus fundamentos: sirue a Eufrosina con alma y vida, solicita sus negros amores, no durmiendo de noche, no descansando de dia, sutiliçando maneras de contentarla, gastando lo que no tiene en presentes, y preguntad qué le aprouechó todo esto? Aora que le hablaua ya, y le iba bien, y estaua en estado que le tenia embidia, viene la fortuna de improuiso, haze el contrato de don Tristan, que está cien leguas de aqui, para que se entienda quán mal sabe el hombre de dónde le puede venir el bien o el mal; y las quentas que a nuestro parecer hazemos con todo acuerdo y discrecion, quán fundadas son en incertidumbre. Mirad qué aprouecha a Zelotipo sus continuos cuydados y suspiros ardientes, con pensamientos altiuos, sino de tener congoxas que llorar; y temo, segun en él está arraygado el amor, que en sabiendo lo que passa, viendose desesperado, ha de hazer algun desatino: fui esta noche con él; hablanse por vna ventana, donde goçarán lo que diere lugar la ocasion, y despues le veo con mayores ansias y más feruoroso que andaua antes que alcançasse tanto: porque en los amores sucede lo que en el dinero, que crece el deseo de tenerle quanto más el dinero crece. No me atreui a dezirle lo que sabia: mas es necessario dezirselo, por ver si se puede remediar con tiempo; pero yo no sé qué camino elija que bueno sea. Si lo pudiesse apartar de esta aficion era lo más seguro, mas será impossible; con todo, lo he de intentar primero, y quando no pueda diuertirle, no he de desampararle, que esta es la ocasion de mostrarse los que son amigos. Animarele y eligiremos el mejor consejo en quanto huuiere lugar dél: despues el tiempo dira lo que huuieremos de hazer, que es siempre el más cierto consejero. Por estas cosas digo yo que no quiero ser de los que la fortuna trae leuantados. Mejor es andar, como dizen, por donde anda la raposa: que quien es bueno de contentar, menos tiene que llorar. Alli viene Zelotipo hablando consigo: quiero oir lo que dize sin que me vea.


SCENA QUARTA

Zelotipo, Cariofilo.

Zel.—Si es verdad que mata el contento más que el pesar, no sé cómo soy vivo, ni tengo mi vida por segura.

Car.—Pues qué si bien lo supiessedes! presto deshareis la rueda.

Zel.—Porque mi contento, assi como no huuo otro su igual, assi deue hazer diferentes muestras y efetos de los que se han visto. Ni creo que quando Hercules alcançó a su amada Iole, Demofonte a Phili, Paris a Elena, Horestes[636] a Hermione, y Marte a la hermosa Venus, alguno dellos tuuo la gloria que yo he gozado.

Car.—Grande bien tenemos con esso, todo está remediado. Pareceme que sereis, vno piensa el vayo, otro el que lo ensilla. Pero qué cierto es a los contentos humanos azechallos el pesar; y en llegando su ocasion, echar por tierra todos aquellos alborozos de alegria. Piensa aora Zelotipo que nunca huuo hombre tan dichoso como él, eleuado en el gusto presente, y de aqui a poco, que sepa cómo la fortuna le ha mudado la hoja, vereislo llorar y llamarse el más desdichado de los nacidos: tan ingratos somos a todo bien passado. Aora hazed fundamento en cosas de mundo, y vereis lo que hallais.

Zel.—Quando contemplo conmigo que estuue en conuersacion cara a cara con la señora Eufrosina, dueño de mi alma, que le oi aquellas dulces palabras, delicada pronunciacion, aquellas razones blandas y discretas, aquella risa de la misma gracia, aquellos temores honestos, los fauores escasos de voluntad liberal y los ojos que hazian clara la noche escura, los cabellos trençados con donayre, aquel rostro del mismo Sol, aquella presencia de Palas, y aquellos ayes tan sentidos, quando la tocaua en alguna arracada y la lastimaua!...

Car.—Veis alli en suma toda la necedad de los enamorados. Piensa él aora que no hay más bien en el mundo que auer estado con su dama, y la tiene por cosa diuina, y no ve más de lo que la fantasia le representa, y está tan cerca de idolatrar como Salomon, y aun estoy por dezir que lo hará si ella lo consiente, porque le parece que no hay más campos Eliseos que estos amores. Por buen discurso hallo, y es cierto, que en quanto esto son las mujeres más discretas que nosotros, y tienen más claro el juicio, y mejor consejo; porque pocas ó ninguna dieran contra su voluntad y gusto; y si no le tienen y con él se vencen, es por demás persuadirlas; los hombres luego se entorpecen en embriagandose con su apetito y deleyte, como aora Zelotipo, a quien parece que no ay más bienauenturança que la que goza, tanto que por ella perdera el parayso. Tan embelesado tiene el entendimiento vn enamorado destos.

Zel.—Yo me espanto cómo en tanta gloria no me ahogué y perdi los espiritus.

Car.—Basta perder el sesso.

Zel.—Y por otra parte, quando imagino que tuue coraçon para apartarme della, me quedo elado, y nunca hombre acometio tal atreuimiento.

Car.—Assi es, o vos, o Mucio Sceuola.

Zel.—Quién pudiera imaginar que yo auia de alcançar el estado que tengo! Es sin duda que todo se alcança con el buen esfuerço y todo se pierde por flaqueza de ánimo.

Car.—Ya empieza a obrar la presuncion de coraçon; no ay Frances vitorioso tan soberuio, y lo causa la prosperidad, que siempre se haze digna y capaz de los sucessos y se atribuye a sí misma toda vitoria. Y estos regalados de la fortuna, con qualquiera aduersidad pierden el timon y a ningun buen consejo dan lugar, y hasta verlos en esto no hay sino dexarles hablar del arnes.

Zel.—Por ser los hombres pusilanimes vienen a llorar miserias y viuir en ellas. El hombre noble y que tiene honra no ha de estimar la vida por llegar a efeto sus deseos.

Car.—De tal cabeça tal sentencia. Veis alli lo que trae la próspera fortuna, juizios ciegos y voluntades desordenadas.

Zel.—Ha de acometer atreuido y reirse de los consejos cuerdos, que son armas de couardes, cerrar los ojos a inconuenientes y passar adelante, que esto le hizo a Cipion vencer a Cartago.

Car.—En quanto corriere este viento no venga acá Ector el Troyano, porque boluera vencido; quitareis la claue[637] a Hercules, vencereis a Medusa sin el escudo de Palas, sereis otro Perseo en el cauallo Pegaso; mas ruego a Dios no se rebuelua el tiempo.

Zel.—Mucho le deuo a Cariofilo, que me ha sido otro Diomedes para Vlises y Teseo para Piritoo.

Car.—Qué agradecido está aora en quanto hazen su voluntad y le fauorecen: assi somos todos; mas si le aconsejara lo contrario de lo que desea, se acabara la amistad.

Zel.—Y por esso todas las personas del mundo deuen trabajar mucho por alcançar vn buen amigo, sino que son dificiles de hallar y peores de conocer. Voime a ver con él.

Car.—Quiero salirle al encuentro.

NOTAS:

[636] Sic, por Orestes.

[637] Así está en el original, por clava.


SCENA QUINTA

Cariofilo, Zelotipo.

Car.—Beso os las manos, señor.

Zel.—Yo las vuestras mil veces. A buscaros venia, como el cieruo sediento a las fuentes de las agvas, y aora conocereis que soy hombre de hecho para negocios de importancia.

Car.—Guarde Dios mis manos.

[Pg 137]

Zel.—Es verdad que yo no soy ingrato; confiesso que me fuistes, como dizen, Codorniz para Hercules; pero tambien yo merezco parte de premio, como buen luchador.

Car.—Si vos lo fuerades, yo os lo concediera.

Zel.—No quedó por mí, y bien vistes que el lugar no era para más; dexar que me hable donde me prometio y entonces vereis quién soy.

Car.—No se puede negar que sois hombre que hazeis sombra como vuestros vezinos; pero no os quisiera tan aficionado, porque lo tengo por grande flaqueza de ánimo y de entendimiento; y a mi gusto, el hombre en estos negocios ha de ser infatigable, astuto y diestro, y poco sujeto, y vos, amigo, sois muy tierno, y es necedad; perdonadme.

Zel.—Vos sois vn alarue. En qué razon cabe tratar vn hombre que tenga juyzio con vn Serafin y no serle muy aficionado? que cierto fuera, si os vierades en esta ocasion, estar más perdido.

Car.—Pues assi es el moço bouo! Hizierale más burlas y estuuiera más traydor sobre el amor que Sinon con los Troyanos; poco sabeis de condicion. La mayor poquedad que en vn hombre hallo es amar en juizio a ninguna muger, y ellas mismas lo estiman en poco, porque siempre tratan peor a quien les es más aficionado; qué se puede fiar del talento del que se sugeta a vna muger flaca y que tiene tantas imperfeciones?

Zel.—No seais herege, que no os lo he de sufrir; qué mayor perfecion ay en el mundo que la de vna muger hermosa? En qué mostró naturaleza todo su artificio sino en la muger, y en particular de la señora Eufrosina, de quien no se puede hablar como cosa deste mundo, sino como de vna muestra que Dios nos quiso dar de su poder?

Car.—Reios de esso, que es burla; otro tanto dire yo de mi dama Polinia, que no es de desechar, si quisiera hablar heregias; pero por dezirlo no será assi; creed siempre a quien mira de fuera; de mi consejo, tratad este negocio con más libertad, porque es gran cuita perderla, siendo vna joya que Dios nos dio para merecer con ella, y darla al apetito será para condenacion. Estimad de vos lo mejor que teneis, no os hagais esclauo de vna muger, que quanto os sintiere más sugeto, si es discreta, tanto querra ser más superior; mirad que no ay mayor riqueza que ser libre, y por esso dixo Diogenes a Alexandro: Tú eres Rey y yo soy Diogenes, no menos soberuio con mi libertad que tú con tus Reynos.

Zel.—Cómo hablais descansado y pensais que dais en todo lo que ay en la Filosofia! Sabeis quién se puede llamar libre? quien no tiene[Pg 138] pecado: dadme vos acá aora vno destos. Vos pensais que la libertad consiste en no obedecer a otro; pues no es assi, porque todos nacimos con sugecion por el pecado, que se hizo señor del alma, y ser ella la sujeta es lo que se ha de sentir, que, como dize el mismo Diogenes, los leones no siruen a quien les trae de comer, antes son de ellos seruidos: porque en todas partes tiene el leon su ser propio, y assi lo tiene todo hombre, aunque sirua a otro, y donde quiera que estuuiere será libre si no tiene pecado; assi yo en seruir a la señora Eufrosina, aunque sea cautiuo de su hermosura, estoy libre de muchos pecados, en que vos que hablais de libertad estais enfrascado, gozando vna cada dia y pretendiendo otra. El amor contemplatiuo como el mio reduce a los hombres a grandes perfeciones, que bien sabeis vos como yo era distraido, y aora no me acuerdo de cosa desta vida sino contemplar en la señora Eufrosina, que me trajo a tal estado.

Car.—Y aun por esso reniego yo de essa opinion: porque el tiempo que os dio Dios para seruirle y alabarle ocupais en obedecer la voluntad de vna muger, en que lo perdeis muy al cierto, y es la mayor pérdida humana, y despues se sigue el arrepentimiento, pena natural de nuestras culpas, y luego la saluacion está incierta.

Zel.—En todo estado se puede saluar qualquiera persona, y tengo yo el mio por menos embaraçoso que el vuestro, que nunca os cansareis de vrdir nueuas marañas.

Car.—Vos no veis que si yo peco quedo amarrado en el pecado, y vos os enredais en él (como el nudo de Hercules, segun dice el prouerbio), y luego quereis hazer de esso virtud, como los Gentiles, que hazian sus dioses pecadores, para su propia disculpa; sin duda imaginais, y es engaño, que con dezir amor, amor, aueis de alcançar la corona.

Zel.—Bueno estais, pues me quereis persuadir ser buen estado el que teneis con vuestro diuertimiento y demasias de vicios, y juzgais por obra de misericordia tener deshonrada a Polinia, sin otra satisfacion.

Car.—Qué galante sois; pues qué, quereis que viua toda mi vida amancebado?

Zel.—No, sino casado.

Car.—Essa es otra! pues yo auia de casarme con aquella y sufrir las burlas y trampas de su padre y el son de los fuelles? no soy tan inocente.

Zel.—Pues cómo pensais satisfacer la deuda que la deueis?

Car.—Con vn paternoster por su alma y la de su abuelo. No fuera ella golosa, que yo más obligado estoy a mí que a otrie.

Zel.—Quiera Dios no venga a ser señora de vuestra casa; que yo no os tengo embidia de essas suertes que hazeis.

Car.—Ni yo os las alabo, mas digo que tengo por mejor estado el de quien passó por el pecado que el del que está en él enredado y con gusto.

Zel.—Vos estais oy el más escrupuloso frayle que yo vi; quebradme vn ojo con vn milagro vuestro.

Car.—Hazed vos lo bueno que yo digo, y dexad lo malo que hago; mas creedme que vuestro estomago no digiere la verdad, y esto os digo porque os veo ir desamarrado tras vuestra voluntad, y temo que deis al trabes, porque no reparais en inconueniente alguno, auiendo tantos en este negocio.

Zel.—Bien sé que subo asperisima cuesta y que es querer sustentar el cielo como Atlante, pero no puedo conmigo desistir de mi intento.

Car.—Porque vos no quereis; mas si hazeis lo que hizo Cipion y Josef, vencereis esse apetito que os ciega; los afectos se vencen con facilidad antes que habituados se arraiguen en el alma, despues cobra fuerças la sensualidad; por esso Hercules cortó las siete cabeças de la hidra, porque donde la razon reyna, sugeta al hijo de Venus, que no es otra cosa sino flaqueza de ánimo poco prouido y comun inclinacion de nuestro natural: assi que vos mismo os sugetais y padeceis.

Zel.—Todos los hombres tienen algun peligro que passar: parece que naci yo para éste.

Car.—Essa escusa es heretica, y veis ai vuestro amor virtuoso los bienes que trae; la libertad que tuuistes para tomar esse pensamiento, essa teneis para dexarlo, que Dios ni el pecado no fuerçan de necesario, y resualar y no caer, como yo hago, tratando con libertad los amores, disposicion es para con más facilidad apartarme dellos.

Zel.—Cada vno tiene por ligera su culpa y aprueua su inclinacion.

Car.—Mas estar atascado como vos, de tales estremos no vemos sino estremados males. Assi se destruyó la antigua y soberuia Troya con la flor de Grecia indinada. Con essa razon paliada de virtud se ensangrentaron los Romanos con los Sabinos. Por desordenado amor se perdio España, Achiles murio por Policena, Demetrio por Arsinoe.

Zel.—Yo no lo niego, mas con essos me disculpo, que donde fuerça ay, derecho se pierde; Alcides. Socrates, Dante y Petrarca, pareceos que fueron discretos y sabios? pues yo no sé ni hago más que ellos.

Car.—Sabeis lo que passa, como dize el Gallego, de longas vias, longas mentiras; yo no creo lo que dizen de essos, y quando sea verdad, fue vna necedad que entonces estaua introducida; aora son los hombres más cuerdos y discretos: pretende ya cada vno más su prouecho propio que essas vanidades de amores que passaron; que en tiempo tan sagaz como éste más se sufren hipocresias que opiniones vanas, y assi no vereis aora de aquellos enamorados que andauan desuelados, palidos y ciegos.

Zel.—Grande y comun engaño es dezir los modernos; ya no ay caualleros como Troilo y Tideo, Quinto Curcio y Coroliano[638], filosofos como Tales y Bias, pintores como Apeles, enamorados como Etrusco y Berona, y assi todos los otros estremos que de los antiguos se escriuen, como si no fuera aora la naturaleza la misma que fue, y los Planetas y elementos nos negassen sus efetos; yo me rio de esse engaño. El satirico en su tiempo se quexaua que por falta de Mecenas no auia Flacos y Marones[639]: lo mismo es en el nuestro, porque el fauor auiua el animo y ingenio, y como aora la virtud no tiene premio ni la maldad castigo, el cauallero no quiere auenturar la vida por sólo que digan bien lo hizo, pues luego lo tienen por loco; ninguno quiere ya la corona de yedra, por ser mostrado con el dedo, porque conocen que de sus obras no se saca otro prouecho sino murmuraciones de necios inuidiosos. Mudóse la letra en buscar leyes sobre estos pronombres mio y tuyo, de que vienen las contiendas, y quien mejor ladron es del derecho ageno mete honra y prouecho en su casa. A estos llaman ellos los discretos: mas tambien ay aora como siempre animos para qualquiera cosa, pero la sed de dinero el dia de oy lo perbierte todo y no consiente vsar otro derecho sino el suyo, y assi reios de los muy enamorados, si bien es la principal inclinacion Portuguesa, y de tenerla y estimar a las mugeres más que todos le vino la cauallerosa opinion en que se auentaja a las demas naciones: porque el ingenioso Italiano disimula el amor, alaba su dama con versos; si la alcança, luego la incierra (sic) y la tiene como cautiua; si desespera de alcançarla, dize mal della y la aborrece. El alegre Francés trabaja por contentarla y procura agradarla con seruicios, músicas y fiestas; si se ve sugeto, llora; si alcança, desprecia y busca otra; si no la puede rendir, la amenaza; se venga si halla ocasion. El frio Aleman ama templadamente, pretende con engaños y dadiuas, y si desea, no sosiega; en consiguiendo su intento, se enfria; si halla resistencia prolija, se oluida y desestima. Solo el Portugues, timbre de los Españoles y arbitrio de todas la naciones, como discreto, galan y noble, incluye en sí todos los efetos del amor puro, [Pg 139]estima a su dama, no sufre el verse ausente della, solicita de noche y de dia ocasiones donde y como la pueda ver, querria estar siempre en su presencia, los cuidados y fatigas lo enflaquecen, muda toda mala condicion en buena, abrasase interiormente en pensamientos, que representa humilde con lagrimas y suspiros, señales de verdadero dolor; tiene su voluntad regresada en la de quien bien quiere; es constante en su fe; defiende á su dama de quien la pretende ofender; si la alcança, no se aparta della hasta la muerte, y assi la haze señora de sí mismo; no pretende otro prouecho sino el della, y assi acomete atreuido todos los peligros, no pierde su memoria aun durmiendo, antes en esso se deleita, determinado de viuir o morir con ella; si desespera de alcançarla, mátase o haze estremos mortales. Todo esto y mucho más se halla por natural constelacion en el Portugues verdadero enamorado, como lo fue el Rey Don Pedro, que aun despues de muerta su amada doña Ines quiso confirmar su aficion con efetos publicos della.

Car.—Presto direis que quando los Portugueses se preciauan de buenos enamorados valia el pan varato en el Reyno y se ganauan los lugares a los Moros de aliende.

Zel.—Pues creedlo assi.

Car.—Ai os esperaua, y dizen los que tienen essa opinion entonces auia verdad y mercedes en los señores, lealtad y seruicio en los criados, y hazen vna letania de culpas presentes con más ruido que los truenos, y yo juraré que las pasadas fueron mayores; por más que nos digan del tiempo passado y por más que dissimulemos estaremos iguales.

Zel.—Yo no me inclino a vna ni a otra parte, mas sé por cosa cierta que hombre muy enamorado jamas hizo baxezas.

Car.—Luego quereis sustentar que sin amor todo es nada? Vos inuentais vna nueva y graciosa seta[640], que se diferencia poco de la comun que se leuantó en Olanda. No hay quien no viua engañado con su opinion, y vos teneis tanta elegancia y hazeis argumentos tan aparentes, que no me atreuo a intentar deshazer vuestras razones, si bien se fundan sobre falso, demas que será quebrarme la cabeça en las piedras; mas sabe Dios que procuro vuestro descanso: y pues no quereis dexar de proseguir vuestra derrota, aperciuios para sufrir los contrastes que os sucedieren, y quiero ver si teneis tan buen ánimo en ellos como lo mostrais en la prosperidad.

Zel.—Ya no puede venir mal que no le tenga por bien, ni desgracia que no reciba con sufrimiento, pues tengo por mia a la bellissima [Pg 140]Eufrosina, que será esfuerço y consuelo en mis aduersidades y me ayudará a tolerarlas.

Car.—Esso quiero yo ver, y mirad lo que dezis, que a mí muy bien me está esse ánimo, si dura; porque aueis de saber que ha venido a esta tierra Galindo, mayordomo de don Tristan, que conoceis bien, a tratar de casarle con Eufrosina, y lleua efetuados los contratos con su padre sin saberlo ella.

Zel.—Burlaisos, Cariofilo, o qué me dezis?

Car.—Passa lo que os digo puntualmente, y ayer lo supe de el mismo Galindo, que me dio esta relacion.

Zel.—Cómo no me lo dixistes luego?

Car.—Por no perturbaros el gusto de la noche passada.

Zel.—Yo estoy bien despachado, desuenturado de mí; nunca he visto el fin de algun mal que no me sea principio de otro. Soy vn pielago de desuenturas. Qué en breue se me abatieron mis esperanças vanas! mostróme la fortuna lo falso por cierto: pensé que tenia tesoro, y eran carbones.

Car.—Veis aqui quien ha poco que no estimaua a todo el mundo, con esfuerços de poca esperiencia! qué cierto es que todos los que festejan mucho a la prosperidad desmayan en las aduersidades. No hay que fiar de espiritus regalados.

Zel.—O infelizes dias de mi vida! cómo es cierto lo que se dize, que aquella parte della es más peligrosa que con descuido tenemos por más segura. Qué fuera estaua yo de temer daño de tan lexos; gran necedad mia, pues no es propio lo que se puede mudar. O muerte, socorro de los afligidos, no tardes ya; ven que yo te recibiré con mayor ánimo que Caton Vticense, Anibal y Mitridates.

Car.—Morir assi no es fortaleza como imaginais. Seralo acometer peligro de que tenemos noticia, y no la teneis de la muerte para saber si es de temer, y es cobardia desearla para euitar otro mal, porque temiendo el menor, forçosamente temereis el mayor. Pues Dios para vengar la primera ofensa que le hizo nuestro primero padre no halló más aspero castigo. No se puede negar ser más trabajosa que quanto se puede sentir en la vida.

Zel.—Buena es la muerte que mata los males de la vida; y desta dizen los sabios que es vna breue ora, y mucho menos en comparacion de la que esperamos, que entendimiento discreto tiene mucho: las cosas de poco valor, lo que sucede fuera de naturaleza se puede temer, mas la muerte no, pues es natural, y el que fuere libre de culpa tendrá el deseo de San Pablo por este conocimiento. Platon dize ser la muerte el menor de todos los males. Licurgo y Socrates la eligieron voluntariamente.

Car.—Pues sabed que mayor esfuerço es sufrir el esperarla que recibirla. Yo me conformo con los que dizen: viua la gallina con su pepita. Mejor ánimo era el del mancebo de Rodas, que con las narices cortadas, la cara acuchillada, en vna cueba donde le sustentauan como a vna bestia para ajusticiallo muy presto, le dezian sus amigos que se dexasse morir de hambre y acabaria con tantos trabajos. Respondió: en quanto el hombre viue no deue desesperar; no como vos, que os ahogais en poca agua.

Zel.—Pues qué puedo hazer, me dezid?

Car.—Que no deis espaldas a la fortuna temblando antes de oir la trompeta. Sois otro Pisandro, que temia no se passasse su propia alma en otro y lo dexasse viuo.

Zel.—Confiesso que temo esso.

Car.—Luego teneis triste vida?

Zel.—Quien poco sabe, poco teme: todo lo que pende de la fortuna no es estable. Para crear desuenturas qualquier rumor basta, quanto más la certeza, y la ventura más facilmente se adquiere que se conserue. La mayor congoja en estas aduersidades es acordarme que fui algun tiempo venturoso, y ver que me quitan de entre las manos lo que yo pensaua tener ganado con auer visto en el Oriente la Cabra Celeste. Mas ya veo que a quien la fortuna pintó negro ningun tiempo lo hará blanco. Pero qué ay que tratar desto? naci en la quarta luna, traigo siempre el anillo de Gergis[641], y assi es trabajo vano pensar que nada me puede suceder bien. Yo quiero secar la idra y hazer cuerdas de arena en lo que pretendo. Mas qué hará quien más no puede? que el imperio de la costumbre es otra naturaleza.

Car.—Sí, mas se puede resistir mejor. Pero dexado esto, porque la reprehension en la aduersidad aflige y no aprouecha, lo que me parece es que no os consumais, que no ay cosa tan dificultosa que el buen ánimo no la alcance, y ninguno viene a tener honra sin trabajo, gloria sin tribulacion, alteza sin varios sucessos, dulce felicidad humana sin amargura. Mirad a Vlises cómo peregrinó antes de llegar al puerto de su tierra, Eneas quántos peligros passó antes de alcançar a Lauinia; Roma, los Camilos, Patricios[642], Fabios, Metelos, Decios y Cipiones que perdio, primero que consiguiesse la Monarquia. No se vence peligro sin peligro; qué coraçon el vuestro para ofrecerse a defender a Italia, estando Anibal soberuio con la vitoria de Canas, pues al primer acometimiento desmayais assi!

Zel.—No sé qué haga, inconstante es la fortuna, y presto pide lo que dio; quando la vida está en ocasion de perderse, en la tardança de su fin consiste el sentimiento: todo peligro despreciado viene más presto. Para qué he de viuir si casan a Eufrosina? Para sufrir que otro logre por riqueza lo que yo merezco por amor?

Car.—Dizen que del rico es dar remedio y del sabio consejo, y que la discrecion es propia en la pobreza, lo qual obliga a los hombres a inuentar muchas cosas; y aunque os digan que el pobre no puede hazer nada bien, fiaos de mí y vereis para quánto más soy que vos. No desmayeis, que yo os pondre en puerto seguro si tomais mi consejo.

Zel.—Bien sé que las letras Efesias no fueron tambien afortunadas como vuestros consejos lo son para mí en todas ocasiones, y pues assi es, guiadme en ésta: que resistir a los Etruscos mientras se cortó la puente, hazer como los Decios por la patria, y Zopiro por Dario, todo es nada para lo que yo haré contra todo el mundo en defensa de mi Eufrosina.

Car.—Estad, pues, conmigo, y consultemos esto bien, que las cosas bien pensadas, si no suceden bien, no perecen. Dios ayuda á los diligentes; el comunicar lo que conviene sea despacio, mas la execucion de lo resuelto presta, y más vale el buen consejo que fortuna, y la mayor priessa a los deseos es tardança, por lo qual es necessario miremos primero lo que importa hazer y abreuiemos el executarlo. El padre de Eufrosina está concertado con don Tristan, como os dixe; su buelta será breue, acabada su romeria, para aperciuirse y dar quenta a su hija. Ella, aunque os quiera bien, en viendo essotro partido tan fauorable, es muger moça, y como las mugeres todas tienen mucha atencion al interes propio y al gusto más siguro, la obediencia y el temor del padre de vna parte, la razon del prouecho de otra, luego la vereis en otro bordo, que las mujeres son hojas de alamo, y con qualquiera contraste se pierden y niegan toda fee que tengan dada, tan libres y siguras que os espantareis: por lo qual se puede tener por cierto que luego os ha de oluidar y no os ha de querer ver, ni aun nombraros, porque con nueuo sucessor todo amor se quita.

Zel.—Ha, que esso me mata, esso me traspassa y me desespera. O embidiosa fortuna, liberal al prometer y escasa al cumplir: assi quieres triunfar de mí? que es possible, mi señora, que vos me negueis quantas palabras me distes? será por mi desuentura y no por vuestra culpa, que no nacistes vos, señora, para tenerlas, yo para tormentos sí. Pero pues assi es, qué me aconsejais que haga?

Car.—Yo os pondre en el camino del remedio, si le supieredes seguir con la guia de mi[Pg 141] regimiento, que es lo que me toca; porque el consejo no assegura el buen fin, mas dize lo que conuiene hazer para llegar al efeto del negocio; y assi como los principios de las cosas no tienen razon, assi los fines no tienen más que ventura; y pues todo es incierto, para qué se ha de temer el mal anticipadamente, pues basta sentirlo quando venga si no se puede escusar? El dolor de que viene algun prouecho no se siente. Alentaos y tened ánimo para executar lo que yo os dixere; tener el premio delante es el mayor esfuerço en los trabajos. Vos teneis en los ojos del alma a Eufrosina, la qual avn no sabe nada desto, y como aora el afecto[643] juuenil la predomina y dessasossiega, con el gusto que tiene presente, no ve cosa que le dañe. Traeisla embelesada vos, esperais entrar esta noche con ella; procurad que sea cierto, y estando en su presencia afilad la lengua para hablarla con terneza y halago, que la conuersacion suaue y blanda tiene ponçoña; ayudaos del lugar y tiempo, y si pudieredes casaos con ella, y en confirmacion de las palabras matrimoniales, como buen hijo, dexadmela con siete crianças[644], que essas pienso puede concebir: y hecho esto, quando su padre venga le podis dezir: quien primero anda, primero yanta, y yo os sacaré su ligitima, por más leyes que os la quiten.

Zel.—Dizen que es tan terrible, que tengo miedo que le dé ponçoña.

Car.—Gracioso estais; su hija es, y le dolerá más que a otro. La humanidad tambien tiene su fuerça, y no ay mayor amor que el del padre, y aora ninguno quiere matar, todos se acogen al consejo de la quietud, porque dizen: Tengamos paz, moriremos viejos. Ya passaron Decio, Bruto, Casio y Birginio, que mataron sus hijos por vanidad, ó lo más cierto por ser brutos. Echaremosle por intercessor algun amigo suyo que sea el lebrel que lo caze y amanse. El amor de padre lo conformará con el tiempo; la vegez procura descanso, porque tiene las fuerças corporales perdidas y las del ánimo con más vigor, y como está experimentado y sabio, no se quiere afligir y consumir en lo poco que le resta de la vida; assi que en quanto a esta parte no ay que temer. Assegurad vos lo principal, que yo os hago bueno la amistad del padre, quando no luego, con el tiempo.

Zel.—Dezis bien, mas quién sabe si querrá casarse conmigo Eufrosina?

Car.—Ay razon cómo esta? Y que yo hable en juizio con tal hombre? buenos estauamos si no se nos mojara la ropa. Quereis que os ruegue ella lo que tanto os importa á vos? Bien digo yo que los precetos que os doy es como quien [Pg 142]predica en desierto. No aueis oido dezir que se ha de tomar exemplo en cabeça agena? Tomaldo en mí y pues os he referido cómo me gouerné con Polinia, haced lo mismo y acrecentad vn punto, y dad el ñudo de Bulcano, que el buen dicipulo ha de passar al maestro. Ha, cómo tocara yo essa tecla si me cayera en las manos, y lo que hiziera della a los primeros toques! Hago yo las finezas que sabeis, quedando libre, y vos, con casaros, no os atreueis, sabiendo que es el mayor cebo para ellas y que ninguna escapa desta trampa, porque no quieren más que vn color de disculpa; que los deseos, viuos y prontos, estan como los nuestros.

Zel.—Bien me va pareciendo lo que dezis.

Car.—Cómo os auia de parecer mal hablando os a vuestro gusto? lo que yo os digo es conueniente, y habas contadas; si acabassedes de conocerme, hallareis que tengo mucho fondo; grande cabeça es la mia. Si el Rey tuuiera noticia de mí, sin duda me hiziera su Consejero, y no le errara jamas vn dedo de la verdad.

Zel.—Poco medrareis vos con ella.

Car.—Por esso bien. Por donde fueres haz como uieres. Que mal le va al raton que no sabe más que vn agugero. De prudentes es mudar consejo; hizierame luego a la buelta de Mozanbique y siguiera la derrota segun corrieran los vientos, que de otra manera, por demas es nauegar: porque querer ser bueno entre ruynes es nadar contra la corriente del agua.

Zel.—Dessa manera no os embarqueis, que mejor es vn pan con Dios que diez con el demonio.

Car.—No dize assi el Castellano, sino que a tuerto y a derecho, mi casa hasta el techo; pero no dexemos aora lo que importa por filosofar.

Zel.—No tratemos quexas del mundo, que todos somos de perdonenos Dios. Metamos la mano en nuestro seno y todos hallaremos qué enmendar: vamos a tratar lo que conuiene, porque se va llegando la noche.

Car.—Vamos, que ya me parece os veo en el talamo, y el dia de la boda vereis qué hombre soy de fiesta.

Zel.—Ya nos viessemos en esso, mas mi ánimo metido entre temor y esperança, no se assegura.

Car.—Encomendadlo a Dios, que sin él nada somos, y luego manos a la labor; y no seais como el que consultó con Minerua si saldria vencedor de la lucha y respondiole que sí. El se puso en la ocasion sin mouerse ni defenderse, y fue vencido; y por esso se dize: con Minerua mueue tambien las manos, y no quiere Dios que seamos como el que se le cayó su cauallo en vn pantano y no le ayudaua a leuantar, sólo clamaua por Hercules. Con vuestro Marte aueis de vencer, que quien para sí no sabe, nada sabe; quien fuego quiere, y llueue, con las vñas lo descubre; a quien trabaja, Dios le ayuda.

Zel.—El sea conmigo.

NOTAS:

[638] Sic, por Coriolano.

[639] En el original, Marrones.

[640] Sera en el original.

[641] Sic, por Giges.

[642] Probablemente es errata por Fabricios.

[643] En el original, por errata, es afecto.

[644] Portaguesismo: crianças por criaturas.


SCENA SEXTA

Don Carlos.

D. Car.—O fortuna, ya deues estar satisfecha, pues me mostraste tu cara fea y triste. Siempre tus subidas tienen el fin que Iacinto tuuo en las de Febo. Tus tratos conozco, que son el trueco de Glauco con Diomedes. O miserable vida, sujeta a tantas miserias y tribulaciones que nosotros mismos causamos. O inutiles trabajos humanos. O, desdichados padres, qué desventura tan grande es la nuestra! Gastamos los dias en adquirir; apocamos la vida con cuidados vanos; cansamos el ánimo con pensamientos vigilantes; dessasossegamos el alma de noche y de dia con codicia, avaricia y embidia y otras ocupaciones mundanas, por juntar hacienda y adelantar honra para los hijos, y al fin, este es el galardon que os dan: trabajan por enterraros más presto, con daros disgustos, para poder con más breuedad destruir vanamente lo que vos le ganastes como Dios sabe. A, quantas veces cria el padre en el hijo vn enemigo cruel y se alegra el inocente con su patricido: Qual fue Absalon para David, Dario para Artaxerxes, y Neron, que mandó abrir el vientre de su madre, para ver dónde estuuo. Jupiter desterró a su padre por posseer el Reyno. O, desventurado de aquel a quien Dios le dio vna sola hija, que esta es la mayor desgracia que puede suceder en el mundo, y más si es atreuida, como por la mayor parte son todas. Scila cortó el fatal cabello a Niso su padre, por complacer a quien tenia amor. De Madiana nacio el que destruyó Astiages. Tulia, no contenta de mandar matar a su padre, passó en una carroza por encima del cuerpo muerto. La hija más agradecida, por agradar á su amigo, negará cien padres, y es grande engaño hazer ningun padre fundamento en hija, y más si tiene hijos, que éstos todavia os tienen respeto, aunque su particular gusto los incline a lo contrario, y si yerran, tienen enmienda; y en los errores de la hija no ay remedio, ni en ella arrepentimiento; con sus regalos y blanduras embelesan el juyzio del padre viejo, flacamente aficionado, y en ausencia lo venden con sus astucias demasiadamente atreuidas. Mirad aora si es bien atesorar para las hijas y desheredar los hijos por ellas. En viniendo las canas pregoneras y los dolores de la vejez aborrecida, luego nos aborrecen los hijos que amamos; y los que más queremos y obligamos con mejorarlos en nuestras herencias, nos desean más la muerte, oluidados de sus obligaciones. De manera que los nuestros por lo nuestro nos hazen guerra. Fiaos con esto, por mi vida, de herederos y no tengais cuenta con vuestra alma, como lo hazen algunos, que no se acuerdan della por enriquecer los estraños. Mas, por qué me quexo yo, si lo que padecemos lo merecemos por nuestros pecados? y segun amamos a nuestros padres, assi nos aman nuestros hijos, que por esso se dize: hijo eres, padre serás; como hizieres, assi haran. O vida larga, qué caro cuestas! Tus muchos dias son grande monte de males y la mucha edad es carcel de mucho tiempo. En naciendo entramos en este laberinto. Salimos dél con el hilo de la vida, por las puertas de la muerte. Aqui se terminan los fundamentos de los hombres, metidos por vn engaño comun. Haze vn pecador sus cuentas y discursos como si esta fragil vida fuesse perpetua, y no ve que tiene el un pie sobre la proa de la barca de Aqueronte, para passar a la eterna, donde caminamos tan descuidados y poco prouidos. Veis me aqui, que por mí lo digo: luego como tuve esta hija, sólo puse mi deseo en buscar modo cómo leuantarle a grande honra, y su triste madre con el alma en los dientes no sabia hablar en otra cosa, sí en encomendarmela. Quántas vezes he perdido el sueño de noche, pensando en lo que le estaria bien, y de dia haciendo oficio de hormiga, no he sossegado vna hora; aora que imaginaua descansar de tan grande carga y honrarme con el casamiento que le tenia concertado, la señora acomodóse con su gusto y mi deshonra. Qué cosa ésta para su madre si fuera viva! Pareceme que sin tener paciencia la ahogara; mas pues mi desventura ha querido mostrarme la vanidad y ceguera en que viui hasta aora, yo haré con ella lo que merece. Meterela monja y desheredarela; y para consultar lo que conuiene quiero hablar con el Dotor Carrasco, que es hombre de grandes letras, segun dizen; él me dirá lo que deuo hazer. Pareceme que es aquel que se va a pasear de la otra parte del rio: voyme a él.


SCENA SETIMA

Cariofilo.

Car.—Mvy alborotado me dizen que está el negocio de mi amigo Zelotipo: el padre de Eufrosina ha venido. Tuuimos modo como vn amigo suyo le diesse cuenta de lo que ha passado estos dias de ausencia de su casa. Recibiolo muy mal, y deuia considerar que es bien empleado castigo de su confiança y descuido,[Pg 143] como lo merecen todos los padres que quieren passar su vida en vicios y deleytes, y con el mal exemplo que dan a sus hijos quieren que hagan milagros. Don Carlos quiere andar por entre Douro y Miño comprando virginidades, y la amiga a su lado en la encomienda, y que la hija esté acá siempre en oracion, con esperança de su venida, y que vea passar su vida martirizada de deseos, amarrada a la voluntad de su padre, para no casarse sino quando él quisiere; como si la edad estuuiesse queda y la ociosidad inquieta. Digo que fue muy discreta en elegir marido a su gusto y no perder tiempo, y a su padre aora amárguele lo comido y sea exemplo para otros. Voy de la otra parte del rio a verme con Vitoria que laua oy, para saber della lo que passa en casa; porque dizen que Eufrosina está encerrada en vn aposento y que no habla con ella persona, y la prima de Zelotipo se fue en casa de su madre, y el martir anda para caerse muerto; quiero ver si le puedo lleuar alguna nueua que lo esfuerce y dare esta carta a Vitoria para Eufrosina. Mas quién son éstos que veo pasear por entre estos arboles? Don Carlos es y el Dotor Carrasco; que me maten si no es consulta sobre este negocio, que estos señores no tienen otro refugio más cierto que hablar con Letrados; y assi les entregan el reparo de su alma como si fuera a S. Pablo, y se persuaden que los otros no saben, aunque lo que se comunica no toque en leyes; y de aqui vienen muchos errores, porque si no son prudentes, las letras en ellos son peores que lepra, porque quieren medir por las leyes de Iustiniano, que ha mil y tantos años que se hizieron, las costumbres de aora, y no consideran que el tiempo lo hace todo de su color. Quiça fue dicha venir aora: quiero ponerme detrás de aquella balsa, escucharé lo que dizen y sabremos lo que hemos de hazer, sabida su determinacion.


SCENA OCTAUA

Don Carlos, Dotor Carrasco, Cariofilo.

D. Car.—Beso las manos del señor Dotor.

Dot.Bene valeas domine mi.

D. Car.—Qué se haze por acá?

Dot.—Vineme assi propter recreationem, ad expellendas curas, por estos campos verdes. Trahit sua quemque voluptas. A mí dame la vida ver esta verdura y estos vuestros sauces, que acá dezis que son unos prados Eliseos, et campos vbi Troya fuit.

D. Car.—Tales los vistes lograr y vsurpar a los naturales por los extraños.

Dot.Ita est profecto; bien pueden dezir con[Pg 144] nuestro Virgilio: Impius haec tam culta noualia miles habebit, en queis conseuimus agros. Son bueltas del mundo, que no sabe estar permanente. Amant alterna camenae; de donde se dice: Quando vna puerta se cierra, otra se abre, y el bien de vnos es por mal de otros.

D. Car.—Esso es muy cierto en lo que yo veo por mi casa.

Dot.—Y V. m. adónde venia?

D. Car.—A consultar con vos, señor Dotor, vn negocio de mucha importancia.

Dot.Audiam te libenter.

D. Car.—Apartemonos destos criados hazia aquellos setos, porque no nos oigan.

Dot.Placet quasi dicat, que son perdidos por escuchar y saber todo lo que sus amos dizen y hazen: son espias y trompetas de nuestra vida.

D. Car.—Assi es, y no sabe hombre de quién se fie.

Dot.Sic res se habet: rem acu tetigisti, ellos son enemigos declarados. De donde inferimos que quantos más criados tenemos tantos más contrarios nos cercan, y por esso Paucis, minimisque, contenta est natura. Sed veniamus ad rem.

D. Car.—A mí se me ha hecho la mayor afrenta que se hizo jamas a hombre.

Dot.—Diga, si licet.

D. Car.—Anda en esta ciudad de vn año a esta parte vn perdulario, dizen que es criado del Rey, y será algun zangano de los que no llegan a saber el nombre, hijo de Etor de Ebreu, que bien conoceis.

Dot.—Muy bien.

D. Car.—Este, por medio de vna prima suya que yo tenia en casa con mi hija, trató amores con ella y se casaron de secreto estos dias que yo fui en romeria a Santiago.

Dot.Prodigiosam rem narras, y no sé si estoy en el caso.

Car.—Aquí me parece que estoy bien para que no me vean, y podré oirlos a placer. En el negocio hablan, quisiera aora tener cien orejas; pareceos que buscaron buen sitio para no ser oidos? Oluidose el Dotor de las cautelas de su ciencia, porque no se las da sino para mal.

Dot.—Dizeme V. m. que se casó el dicho mancebo con su misma prima.

Car.—Cómo entendió el bueno del Dotor! consultad por amor de mí cosas de vuestra honra con semejantes Letrados, más cortos de la vista del entendimiento que de los ojos; y en aquellos antojos que trae está todo el crédito de sus letras, y el buen juyzio que ellas requieren, a essotra puerta. No niego que a los doctos es justo que se honren y estimen, porque son la luz de la Republica, y quien nos gobierna, para que tengamos honra, hazienda y vida segura, y los tales merecen toda veneracion; pero a los que son ignorantes deuian ser castigados como adulteros.

D. Car.—No, señor, sino con mi hija.

Dot.Dij vestram fidem; y fue possible tal cosa? que ella misma, scilicet, vuestra hija se casó con la parte clandestinè...

D. Car.—Por mis pecados, y para ser peor, fue a tiempo que yo tenia tratado casarla y hechas las escrituras con don Tristan, vno de los buenos mayorazgos de Portugal.

Dot.—Esse es punto de derecho, et valet consequentia, porque dize nuestro Baldo: Iudex debet speculari per coniecturas in iudicando, sicut medicus per vrinam infirmitatem discernit. Sequitur ergo, que tenemos en esso mucho que investigar, porque, señor, a esta nuestra ciencia nada le quedó por escudriñar, et lex est imponenda rebus, y el derecho todo está fundado en buena razon; y assi, lex est sanctio sancta, jubens honesta, prohibens contraria.

Car.—Ya el Dotor empieza a desenfardelar Latin, y D. Carlos pensará que le dize alguna cosa; mas mejor viua yo de lo que el Dotor entiende lo que habla, ni si es a proposito; desta manera sustenta su malicia y vanidad a costa de nuestra inocencia y ignorancia.

Dot.—Y pienso, si memini, que tengo acotada vna glossa en el Codigo que trata largo sobre esso, alegando vna sentencia de la Rota, y en el Decreto lo da de iure. Aora note, señor, por me hazer merced, y verá cómo fue delicado el Iustiniano definiendo la justicia, dize: Iustitia est constans, etc.: quiere dezir: La justicia es vna constante y perpetua voluntad que da a cada vno lo que es suyo, de manera que no basta tener oy voluntad y mañana no, mas ha de ser todas las horas in motu, firme como vn peñasco: no digo bien, como todo vn monte: porque el peñasco se puede mudar; para lo cual es necessario iurisprudentia, que es el conocimiento de cosas humanas y vna ciencia de justicia e injusticia. Toma aora, domine, como corre esta cosa, y por esso ni vn cabello ni vna mosca nos passa sin reboluer ochenta hojas; y assi iuris precepta sunt haec, viuir honestamente, no hacer daño a otro, dar a cada vno lo que es suyo.

Car.—Pareceos que responden bien aquellas razones a la necessidad del otro? Todo es por mostrar que es docto; y yo asseguro que quanto le dize es paja y principios de donde el señor Dotor nunca passó, como el médico que trae hecha la gracia que dezir de dos verbos Griegos, y quatro vocablos Arauigos, y otros poco vsados, de que a los primeros toques haze vn preparatiuo y ostentacion, con que piensa apoyar su credito entre simples. Aora veamos en qué para esta consulta.

D. Car.—Señor Dotor, si hazeis bien este negocio, toda mi hazienda podeis tener por vuestra: porque no ay cosa que aora no diera por deshazer esta maraña.

Car.—Yo le veo mal remedio y el Dotor lo hará llano en la promessa, que estos tales abogados son como los encantadores o hechizeros antiguos, de quien cuentan que hazian parar el Sol y baxar la Luna y otras supersticiones, y es lo cierto que no podian nada; con esto nos dexan como Alquimistas gastado el caudal y sin sacar prouechos; y su reparo es dezir que a vuestra reuista que apelen, glossa va y glossa viene, y el texto no ay quien lo entienda, ni quien quiera estar por el verdadero entendimiento.

Dot.—En buena mano está; yo os reboluere todo el Derecho, que no quede letra sin verla, y a pesar de Dotores haré que vengan los textos a plomo de nuestra intencion; ademas que en esse particular son las leyes muy fauorables, visto como praesumptio violenta habetur pro lege, y haze mucho en nuestro favor lex Iulia de adulteriis, cum quis sine vi, vel virginem vel viduam, honestè viuentem, strupauerit, y por aqui lo guiaremos hasta conuencello.

Car.—No os digo yo hará el Dotor juntar el cielo con la tierra? y en quanto no huuiere quien le contradiga, esgrimira con quantos Bartulos ay. Yo no entiendo Latines, mas juraré que son todos sin pies ni cabeça, y fuera de proposito: porque conozco yo a estos mejor que quien los pario, y en vn mismo caso hazen treinta derechos y otros tantos tuertos. Quien tiene la culpa son hombres como don Carlos, que pudiendo consultar sus negocios con Iurisconsultos prudentes y doctos, los tratan con idiotas.

Dot.—Y es assi ni más ni menos, porque fauores sunt ampliandi odia vero restringenda; y dizen los Dotores que es cosa ardua la question de la honra, per textum in ratione sui in l. si inimicitae in fine, ff. de his quibus vt indignis, tanto que por defensa de la honra se permite desafio de iure, prout tenet Bald. in cap. I, circa princip. 5 col. de pace tuenda, de vsibus feudorum, donde dize el texto in l. miles, § socer, ff. de adult. ser muy vergonçoso dexar ninguno de tomar vengança de su honra: porque cruel es consigo mismo quien su fama desprecia, y la honra y honestidad deuen tenerse en tanto precio vt pari passu cum vita ambulent, l. iusta, ff. de manumis. vindicta.

Car.—Todo aquello es por indignar a don Carlos para que prosiga su odio y dé querella, porque quantos mas Moros más ganancia, y estos tales letrados son enemigos de concordia y paz, y más sangrientos que cirujanos o carniceros,[Pg 145] y nunca aconsejan que los negocios se concierten.

Dot.—Y dice Baldo l. obseruare., §. antequam, ff. de offic. Proconsul. quae pro honore sustinendo, etiam agendum est iuiuriarum, y sobre este punto fundaremos vn libelo, porque tenemos textos a la letra, in l. singuli, in l. sciant, C. de offic. diuersorum iudicum, que manda expressamente sin ninguna controuersia, non administrans honorem, cui debetur, puniendus est; y aqui tenemos accion contra él; y quando alegue que los yerros por amores son dignos de perdonar, nihil sequitur in re, porque si a vn médico se deue guardar cortesia, quanto mayor deuda será, imo est, a vn fidalgo, con cuyo amparo se sustentan las fronteras de Africa?

D. Car.—Yo os dire, señor Dotor, lo que querria.

Dot.—Ya estoy en el caso muy adelante: quereis descasarla?

D. Car.—Si fuesse possible, no deseo por aora otra cosa, que lo demas su tiempo tiene: porque si lo mando matar, él no tiene que perder y yo sí, y que me costará el hazerlo los ojos de la cara.

Dot.Domine, esse es el juizio, sacar las castañas con la mano agena. No hay tal vengança como la de la justicia, que se compra con dineros en sossiego.

Car.—Ley es de cobardia, y ya que assi es, mejor seria remitirla a Dios, que satisfaze todo lo que toma a su cuenta. Esto es lo que veo en el mundo, aprouar cada vno la opinion de su inclinacion por mejor: y assi tengo por lo más cierto que no se puede aprouar, ni reprouar, ninguna accion, sino es sabiendo la ocasion o necessidad.

D. Car.—Pues esso querria que consultassemos, porque me dizen que entraua él a mi casa a hablarle a ella.

Dot.Non obstat, aunque tuuiessen copula, si ella niega, porque nemo praesumitur carnem suam odio habere.

Car.—Oid aquel disparate; tienela Zelotipo poco menos de preñada, y él todo es Latines; para estos auia de auer un palo de ciego, que es el más cierto remedio para sus patrañas, y ellos mismos lo dizen, que donde fuerça hay, derecho se pierde.

Dot.—Y podemosle arguir en esta parte de vi et fraude: Nullus enim debet ex dolo suo lucrum reportare, cui poena debetur, y en quanto a ella, que es persona patiens, llamarse a menor, y está prouado. Baldo lo dize a la letra a pedir de boca, quem esse stultum, si eligat malum, cum possit eligere bonum; porque los Legistas no arguimos como Logicos, ni conocemos por causas, sino en autoridad de la ley[Pg 146] hacemos la fuerza y todo se remata en ita lex dicit, y a este proposito dice Baldo, cap. At haec, col. 6. de pace iura fiunt, quod leges non allegantur in curiis Regum pro auctoritate, sed pro ratione, y de esta manera queda todo barajado y confusso, que no se sabra por donde entra ni sale, ni el mismo Bartulo, ni Iason; porque el juez no ha de juzgar segun su conciencia, sino conforme a lo alegado y prouado ha de pronunciar la sentencia vt ff. de offic. Praesid. l. illicitas §. veritas.

Car.—Aora holgaos allá con tal justicia, que he de juzgar lo que no entiendo ser assi, y tambien las más vezes no entender lo que juzgo.

Dot.—Y assi siempre vsamos pro ratione voluntas, que es lo que menos cuesta, y más comun; y assi los juezes son como rios, que dan y quitan a la juridicion, segun a la parte que se inclinan, vt habetur, et ff. eod. l. ergo, § a luuio de acq. No está en más la ventura de segun es la condicion del juez, porque prodigus dat danda, et non danda, avarus tenet tenenda, et non tenenda: largas medium tenet inter vtrumque.

Car.—El lo dize y él lo desdize, y todo es variar de acá para allá; y aquella paciencia de don Carlos basta para su proligidad, y piensa que está remediado con las muchas alegaciones. Cuytados de los que llegan a sus manos, y por el parecer destos tales, que es más incierto que el de los oráculos de los Dioses, se auentura y se pierde casi siempre hazienda, honra y vida! Renegad de negocio que tiene el remedio en mejor porfiar, y de ciencia que consiste en mejor saber mentir, y luego todos se quexan y se acusan vnos a otros de que no entienden los textos, y con las glossas hazen la guerra y palian todo el Derecho, siendo prohibido por expressa constitucion de su Iustiniano que ninguno fuesse ossado a glossar ley.

Dot.—De manera que por esta cuenta queda excluydo de las contradiciones, y nosotros con larga accion contra él; mas otro punto se me ofrece muy sutil cerca de la prima medianera: imo a causa agens; porque no nos pueda dañar en nuestra prouança intimaremosle vn escrito con indicios de participante, porque de todo se ha de ayudar el hombre, y a la primera audiencia será declarada por sospechosa, y de los enemigos los menos; y no es de poca importancia, porque queda luego el negocio seguro, no auiendo quien testifique de vista: porque magis creditur duobus affirmantibus, quam mille negantibus, y como la parte no tenga prouança, está illico el derecho por nuestro, porque ambigua sunt semper in meliorem et humaniorem partem interpretanda.

Car.—Estoy por ir y quebrarle aquella cabeça. Bachillerad vos quanto quisieredes, Domine Doctor, que yo acá por mi lenguaje estoy descansado, si Zelotipo no miente; lo que me contenta es que no tratan de deseredar, que esto sólo temo.

Dot.—Iremos protestando por las costas, y yo os las asseguro.

Car.—Assi asseguró Zelotipo la moça.

Dot.—Y por la injuria que halle será muy mala de pagar, por ser de minore ad maiorem; porque vuestra hija goza de las libertades de vuestra hidalguia, quia Augusta debet gaudere priuilegio Principis, y prouado como es vuestra hija, que se hará con dos testigos, que no pueden faltar, lo haremos cierto: porque quando aliquid dubitatur recurrendum est ad communem opinionem et vox populi plerumque repetitur. Y assi el reo será condenado conforme a derecho, y desterrado perpetuamente fuera de la ciudad y su término, de iure, respeto que iniuria stimatur tanto acrior, quanto dignior est res cui irrogatur. Y por la ley Aquilia, patitur autem quis iniuriam non solum per semetipsum, sed etiam per liberos suos, quos in potestate habet. Vides Domine, como lo recita puntualmente?

Car.—Pensais que le entiende don Carlos palabra? mejor viua yo; y de aquella manera son todos los litigantes, y con esto su fin es decirles textos mal aplicados para que no den satisfacion ni paguen lo que deuen y para echarlos en el infierno, que merece quien entriega la obligacion de su conciencia a leyes sin ella, como si ay mejor juez de sí propio que el juizio de cada vno, mediante la ayuda del Angel de su guarda, que está siempre inspirando. Aora veamos en qué viene a parar el remate de sus despropositos, si es possible que concluya este oy.

Dot.—Y como la accion, nihil aliud est quam ius persequendi in iudicio, quod sibi debetur, podemos tambien querellarnos de hurto noturno, que es capital, et tenetur ad mortem, y por afear más el caso importa mucho hazello pleueyo, para lo qual es menester dos testigos falsos, que no faltarán.

Car.—Pareceos que está espiritual el Doctor? De essa manera, tambien yo sé leyes; y el otro buen hombre, con la atencion que lo escucha!

Dot.—Y aqui bate el negocio poderlo aniquilar, que es punto de impedimentis matrimonii cum quilibet praesumatur bonus, nisi probetur contrarium, de donde se infiere, y fue en esto el derecho muy prouido, que probationes in criminalibus, esse debeant clariores luce meridiana, y dexadme hazer a mí, que yo asseguraré buena sentencia en nuestro fauor.

Car.—Nunca tú medres más; atengome con Zelotipo, que la selló con su sello, y esto al menos le quedará. Y yo pregunto, el padre con descasarla qué remedia? Aunque el mundo está tan perdido, que por interes la tomarán por plata quebrada.

Dot.—Yo os haré vn escrito, si el negocio fuere a la Corte, que presentado en el Tribunal de los padres conscriptos se queden admirados; y esto importa mucho al caso, porque Nuncio sine literis non creditur, et in dubiis semper debemus fauorabiliorem partem accipere. Y aueis, señor, de saber y tener por cierto, como aqui estamos, que por la simpleza de los procuradores se pierde todo el derecho de las partes, donde la glossa sobre el título de his, per quos agere posumus, in Instit. §. Procurator, lo nota marauillosamente, diciendo: Cuicumque. Es a saber, que el procurador ha de ser habil y no soldado, ni muger, ni menor de veinte y cinco años, ni loco; donde se ve bien como el derecho fue en todo prouido, por lo cual dice Tulio: A maioribus nostris nulla alia de causa leges sunt inuentae nisi vt suos ciues incolumes seruarent. Y de andar baraxada la orden se peruierte el vso y padece quien Dios tiene por bien: porque cualquier Bachiller con dos letras quiere le estimen por vn Ciceron, y no saben hazer vna querella ni seguirla hasta dar alcance, y a costa de las partes dan grandes cabeçadas e inoran, Domine mi, que ha de ser, vt contineat nomen accusantis et accusati, et annum et mensem, quo commissum fuit crimen, et locum vbi commissum fuit et consules sub quibus est admissum, item dies dati libelli debet inseri. Y entonces no es necessario el dia ni la hora del delito cometido; y si va assi apretado, lo que falta es dalle bateria, y perded cuidado.

Car.—Don Carlos tiene necessidad de essos precetos, que yo asseguro que son los principios de que el mi señor Doctor nunca passó. Tú lo pondrás de lodo, y si no que me arrastren; y este no tiene culpa, pues en lo que dize de los otros le auisa de lo que le deue creer; mas es estrella de señores consumir la hazienda con Letrados y la vida con Médicos.

Dot.—Y como la causa vaya de aquí sustanciada, ninguna duda tengo del sucesso fauorable, quia iudex damnatur cum nocens absolvitur: porque justitia virtus omnium est domina, ait noster Cicero, et regina virtutum, y si no sucediere bien todo es apelar para Roma, señalar testigos de la India, pedir remita y otras trecientas cosas que inuentaremos cada hora para dilatarlo; finaliter, haremos vn processo que dure hasta el dia del juizio, con que él se cansará consumido con los gastos, que no podrá suplir, y quedará la apelacion desierta, y en su rebeldia lo echaremos en baraja. Yo os daré escriuano que dé su fe segun la pintáremos y ponga los términos conforme a nuestra[Pg 147] intencion: y como tengais esto, lo restante del mundo no será poderoso para venceros, y dure lo que durare, pues estamos en possession, que es el todo.

Car.—A mi entender la possession es de Zelotipo, que la supo tomar con toda su solenidad. Mas si la cosa va tan bien traçada, esta capa no tengo yo segura. Desta manera triunfan éstos de nosotros, y tienen los escriuanos debaxo de su juridicion, como los Medicos a los Boticarios. Fiaos de un mal Letrado, que él os hará gastar la hazienda en vna injusticia y para herencia de hijos dexarán puesta una demanda infinita, y rara vez se hallará alguno tan bien inclinado que os desengañe. Al principio todos asseguran el derecho de sus partes, y quando sale la sentencia al contrario, disculpanse con la inorancia del juez, y que se inclinó a la otra parte, de quien nos libre Dios, que si le amagan con interes quiebran con todo. Cada vno mire por sí, que ellos dan golpes sin que a ellos les duela. Prometo que por el camino que toman, que ha de tener Zelotipo largo trabajo. Rezelo alguna trampa, porque quien más tiene más puede, y don Carlos comprará la justicia, y no faltará quien la venda.

Dot.—Mas os digo, señor, que no os daré por vuestro derecho aquella paja.

Car.—Aora dize verdad.

Dot.—Por lo qual auemos de lleuar otra orden muy diferente de la que pensais, vista vuestra nobleza, a que las leyes conceden grandes y extraordinarios preuilegios: porque los nobles hasta en el castigo son honrados, quia mitius puniuntur. Y en las promesas tienen más credito, quia promissa nobilium pro factis habentur.

Car.—No sé que esso sea ya cierto.

Dot.—Por lo qual todo juez que tuuiere respeto a la dicha nobleza y discerniere las calidades del actor y del reo, si fuere medianamente Letrado, estará por vuestra parte, Quia propter excellentiam personae licitum est iura transgredi, imò propter libertatem transgredimur regulas iuris; por donde su prouança queda nula, porque quoties dubia est interpretatio, semper pro libertate respondendum est, y Bartulo habla en esto altamente in l. I. ff. de publi. iud. donde dize iniustum est aliquem cum alterius detrimento fieri locupletem: alteri enim per alterum praeiudicium inferri non debet; conforma con él Baldo, diziendo: vnum altare non debet denudari vt aliud cooperiatur, nec debet aliorum honores debent alijs nocere, nec debet aliquis, vt commodum alicui faciat alteri praeiudicari, nec alijs debet aliquid appetere, quod honor aliorum minuatur. Ergo sequitur per allegata, que fue muy mal hecho lo que nuestro reo cometió en perjuizio del actor. Y assi, la prima que[Pg 148] ayudó en el delito está conuencida por complice, y toda la justicia por nuestra parte. V. m. no se acongoje, que cosas son de mundo y han de correr su curso: forme su peticion querellante del dicho fulano, nombre procurador y paguele bien.

Car.—Ay está el punto: ya sufro la malicia del Doctor, mas no me compadezco de la boueria del cauallero que lo escucha y lo cree; amarrado en su tema y enojo, no entiende cómo es nada quanto le dize el Doctor, y que la verdad es conformarse con la voluntad de Dios, pues dél viene todo el bien y nuestra elecion es ciega.

D. Car.—Sabeis que quisiera yo, por vengarme della? desheredarla, si ay ley para hacerlo.

Dot.—Para esso trecientas leyes: porque es materia muy corriente entre los Doctores, y es bien aduertido, porque facilitas veniae incendium praebet delinquenti, y por ay le podemos dar tambien vna buena buelta, que no ay tal cosa como quitalle los mineros. Quia sine Cerere et Baco friget Venus.

Car.—Aquello no me suena bien, porque bolsa sin dinero, etc.[645]. Y Eufrosina en casa, sin moneda, digole desuentura, por más hermosa que ella sea, que por éstas se dize: Quien casa por amores viue con dolores. Yo voy teniendo muy poca embidia a la dicha de Zelotipo, y nunca vi otra cosa sino que toda muger que piensa ataxar con amores para alcançar más presto su gusto, rodea, y es verdad que no ay atajo sin trabajo. Yo les asseguro que han de vomitar lo comido, y ella pudiera no ser tan golosa; mas todas coxean deste pie desde la primera, que cierto es los gustos humanos no ser cumplidos.

Dot.—Aora mire, por me hazer merced, cómo está fundado en derecho, quidquid enim ligatur solubile est; por tanto, hijo que está sub potestate patris, muerto el padre queda libre de su sugecion.

Car.—Esso vn asno lo dixera.

Dot.—De donde inferimos ser el hijo cautiuo en quanto el padre viuiere.

Car.—Tal puede ser el padre, que sea peor que cautiuo.

Dot.Ergo sequitur que es cautiua vuestra hija. Hizo el matrimonio contra vuestra voluntad, podeis quitarle lo que es vuestro contra la suya, et sic, par pari referam, et valet consequentia: porque tal de mí, tal de ti, es derecho natural. Assi, que podeis hazer vuestro testamento, que se interpreta testificacion de vuestra voluntad, quia testamentum est voluntatis nostrae iusta sententia de eo quod quis post mortem suam fieri voluit vt, ff. eod. l. I. Y no importa que lo hagais en tablas, papel o pergamino, o en otra qualquiera cosa.

Car.—De grande duda me quitais, y si lo escriuiesse en las ondas del agua, qué remedio entonces?

Dot.—Y queda claro ser desheredado aquel por quien digo desta manera. Titius filius meus est haeres, esto por quanto cessante causa cessat effectus. Y porque en lo que toca a testar quasi la mayor parte de los hombres yerran, hazerlo hemos V. m. y yo con las solenidades que se requieren para [que][646] quede de cal y canto[647] y el reo se vaya a holgarse y cantar al sol.

Car.—De quanto dize el Doctor en fin nada ata, porque el engaño está en dilatar la cura al paciente.

D. Car.—Aora, señor Doctor, yo estoy de vuestro parecer; mañana os uere y resolueremos cómo se ha de poner en execucion: porque no he de sufrir que triunfe este rapaz de mí, y os confiesso que estuue inclinado a mandarlo matar, y aun no estoy muy lexos de esso.

Dot.—No, no, para qué es más vengança que la que podeis tomar por justicia y el derecho os permite? lo demas seria tirania y contra todas las leyes, no ay cosa que [no] llegue a uengarse sin palo ni piedra.

Car.—Es nuestro padre y madre el Doctor, buen padrino tenemos aquí; mas quán propio es destos vengarse con los oficios! Naturalmente las letras son cobardes, y tal hizieran a la tierra: porque la locura es parte de valentia y el mucho juizio se acouarda con pensar y tantear mucho los inconuinientes. Ellos se van, y don Carlos muy firme en seguir la opinion del Doctor, que es dar querella que dure sin fin. Quiero ir a verme con Zelotipo, trataremos de hablar a Philotimo mi pariente, que es muy amigo de don Carlos y cauallero muy honrado, de buena intencion, discreto y platico en los sucessos del mundo, hombre de mucho seso y desengaño de toda apariencia, sabio para bien y libre de fingimientos para mal. Quiça le templará aquella furia, que no es de los que dizen vna cosa y hazen otra, y en vez de confirmar amistades siembran ciçaña y tienen por gran discrecion vsar estas virtuosas mañas.

Dot.Domine, V. merced me crea, y persuada con toda solicitud a su hija que niegue a pies juntos, y luego echese a dormir, y sobre mí el sucesso: porque ella en esta parte queda rea a fortiori, y es regla infalible cum iura partium sunt obscura reo potius est fauendum quam actori. Y tenemos para esto los juezes dos textos que nos dan grandes mangas para lo que queremos, que es iudices promtiores debent esse ad absoluendum quam ad condemnandum, et melius est redargui de nimia misericordia quam de nimio rigore. Finaliter, yo estudiaré el caso de raiz y daré vna buelta a los Doctores, y de mañana vayase a mi casa, que todo se hara como conuiene, Deo volente, y no ha de perder de su derecho vna migaja de lo que yo entendiere. Pues el fauor, que es el sello desta causa, no nos ha de faltar, y en el interin ensanche esse coraçon.

NOTAS:

[645] El refrán completo es: «Bolsa sin dinero, dígole cuero». Sabido esto, se explica bien la expresión siguiente.

[646] Suplimos este que, que parece necesario para el buen sentido de la frase. Suplido se halla también en la edición de 1735.

[647] En el original como un solo vocablo: calicanto.


SCENA NONA

Andrade, Cotrin.

And.—Siempre temi el sucesso de los amores de mi amo. Bien despachado está: su prima fuera de casa de don Carlos; Eufrosina encerrada como emparedada: él temeroso que lo mande matar el padre, segun está indinado desde que lo supo. Y yo no sé que tan seguro estoy, que muchas vezes paga el justo por el pecador y la soga siempre quiebra por lo más delgado. Aora tomara yo de buena gana ir a mi tierra, en quanto anda la cosa assi baraxada, que quien se guardó, no erró. Podia el diablo hazer más que meterme en esta rebuelta, en que no soy parte para gusto ni prouecho? y querra mi pecado, segun soy desgraciado, que lo sea en lleuar lo peor. Mejor lo hizo Cotrin el de Cariofilo, que se fue con tiempo a su tierra, y estará aora repleto de churiços, en tanto que yo ando en este enredo. Mas qué estoy diziendo? Si es aquel que allí viene? No es otro, quiero ir [á] abraçallo, sabré algunas nueuas de mi gente, con que me consuele en este peligro. Sea bien venido, señor Cotrin.

Cot.—O señor Andrade, esteis en hora buena.

And.—Quándo fue la venida?

Cot.—Aun aora vengo de camino.

And.—Pues cómo queda toda la gente?

Cot.—Con salud; vnas cartas pienso que traigo para vos, con no sé qué lienço para camisas, y viene con el harriero.

And.—Alegrome con essa nueua. Aora bien, contadme si os holgastes mucho?

Cot.—Diablo eres, yo te prometo que tuue dias de mucho contento: porque no auia alli sino buena ventura, comer hasta no poder más, y tan bien hallado estaua, que no podia arrancar de allá.

And.—Trataste de amores?

Cot.—Con treinta, y si estuuiera más dias hiziera de mi señal la entenada del Prioste.

[Pg 149]

And.—No es muy pequeña?

Cot.—Mal hora para ella, creció como mala yerua y se ha hecho muy discreta. Sabes tambien a quien no conocerás? a Marica la del Iurado.

And.—Essa no es niña aunque lo parece, y siempre tuuo buen pico. De manera que dexarás allá grandes ansias y cuidados de ausencia?

Cot.—Las que no puedo dezir; contarete despacio cosas que admirarás. Mas qué ay por acá? Cómo estan nuestros amos?

And.—Dolo al diablo, ay grandes rebueltas.

Cot.—Quenta por tu vida.

And.—A tu amo hallaron una destas noches passadas con vna hija de vn platero, que dizen que es rico, mas ya creo en Dios; la moça en cogiendolos dixo que estaua con su marido, y tu señor no lo negó, o con miedo o con voluntad, o con todo, que en estos casos es muy cierto hablar a lo cuerdo. En fin, dexaronlos juntos por entonces, y otro dia como se vio en saluo determinose a negar. Apartose de la conuersacion de su dama, y entendido por el padre de la señora no curó de más historias sino de lleuallos delante del Vicario, y a la primera audiencia le mandó recibilla por muger. El padre de tu amo está para tomar el cielo con las manos y no lo quiere ver, y assi anda retirado fuera de casa y se recoge con mi amo; dizen que lo deshereda y le da toda la hazienda a la hermana, y yo assi lo creo, porque ay padres que empobreceran cien hijos por enriquecer vna hija.

Cot.—Bien remediado está mi amo, y en esso vino a parar el pensar que las mataua en el aire! Mas fuerça era caer en alguna quien hazia tantas trampas: por esso dizen, quien con hierro mata, etc.

And.—Pues si tú lo vieras antes burlarse della y desdeñarla, apodar la suegra y despreciar el suegro!

Cot.—Nunca vimos otra cosa.

And.—Y sobre todo me parece á mí que no quiere mal a la moça, aunque dize della las tres leyes.

Cot.—Y ella qué tal es?

And.—Vna feguela, que no tiene más que los huessos, y no se quita de la ventana: lo que te asseguro es que tienes en ella ama y zanfonia.

Cot.—Y esso vino acá a hacer de la Corte? toda su vida se burló de todo el mundo, y aora dio en su cabeza. Y tu amo qué dize a esso?

And.—A él sus duelos le bastan.

Cot.—Por qué? también cayó?

And.—No sé quál fue peor, y siempre oi dezir que quien quiere subir de priessa, de priessa cae. Casóse de secreto con vna hija de vn gran cauallero, rica y hermosa, que lo es tanto, que no ay más que pedir. El padre de la señora dize que la matará antes que dársela. Ha dado[Pg 150] aora querella y jura que le ha de hazer ir a Roma. Tiene la hija encerrada, que no ve a persona viua, y afírmase que ha de entrarla monja, si no halla por otro camino mejor salida; mas sospéchase que lo detiene el rezelarse que tendra ella en el monasterio más ocasion de tener correspondencia con mi amo, y lo peor es que dizen que pretende mandarle matar quando no tenga otro remedio.

Cot.—Muy malo es esso; grandes cosas me quentas, pero di tú lo que quisieres. Yo estoy de parecer que tu amo lo hizo galantemente, si asseguró el negocio, y todo essotro es brauear del cauallero y vn poco de viento. Despues que el mal recado es hecho en vano es porfiar, que si ella es suya el Vicario se la dará. Assi sucedio aora en nuestro lugar al hijo de Pedro Alfonso carpintero con la hija del escriuano; anduuo y anduuo, y por más que hizieron, al fin se la entregaron.

And.—Y si el cauallero lo manda matar?

Cot.—No ayas miedo.

And.—No he miedo, mas rezelo, y no tanto por su cabeça como por la mia, porque me temo que lo cojan a tiempo que yo vaya con él; y en estas pendencias a las vezes padecen los que tienen menos culpa, porque el culpado se preuiene con tiempo.

Cot.—Anda tú siempre apercebido.

And.—Bien dizes si ellos acometiessen por delante, mas de recuentros de trabiessa me libre Dios, y assi ando asombrado.

Cot.—Burlate de esso, que yo te doy seguro. Ya no se acostumbra matar, y estos más ricos lo escusan más por lo mucho que pueden perder; y tambien has de saber que es inmenso trabajo tomar vengança, y hazesse muy pocas veces, sino es en aquel instante que se recibe el agrauio.

And.—No sé; yo de mí te confiesso que me quisiera alexar de aqui; y si veo que el negocio no se encamina bien, por sí ó por no he de irme á mi tierra con algun achaque, y no venir de allá hasta ver en qué para.

Cot.—Y pues aora qué medio se trata?

And.—Antes de anoche, delante de la puerta, anduuo nuestro viejo largas tres horas con Filotimo su amigo, y tambien lo es grande del cauallero, y yo escuché y oy[648] que concertaron que hablasse al padre de la dama, porque ha estado todos estos dias fuera de la ciudad y vino antes de ayer. Con esto me animo yo aora, aunque flacamente; y porque oy se auia de ver con el cauallero para saber su determinacion, voy a acordarselo y saber si está el negocio en tiempo de verse él y mi amo el viejo, que no descansa por assegurar el hijo.

Cot.—Notables historias me quentas; por esso dezia bien Iuan de Espera en Dios, que caça, guerra y amores, etc. Ahora vete en buen hora, y veamonos oy, que tengo que contarte de la tierra mil cosas con que te has de holgar.

And.—Yo te buscare.

Cot.—Digote de verdad que si yo allá supiera lo que passaua de mi amo, que no huuiera venido, y no sé con qué cara seruire yo aora a quien hizo tal necedad.

And.—Siempre sucede que estos que burlan de todo el mundo son los burlados.

Cot.—En fin iremos a essa India.

And.—Yo essa quenta hago, despues hablaremos.

NOTAS:

[648] Sic por «oí».


SCENA DECIMA

Don Carlos, Filotimo.

D. Car.—Seais bien venido, y sabe Dios quánto os deseaua ver.

Fil.—Señor, yo quise venir luego tras de V. m., mas aquel dia que partio de su quinta llegó a la mia vn pariente mio que va a ganar el jubileo de Santiago, en compañia de otros cortesanos; festejélos alli con caças y pesqueria, y esta fue la causa de dilatar mi venida más que yo pensé y dixe quando nos apartamos.

D. Car.—Señor y amigo, si bien nos holgamos los dias que alli estuue, acá lo he descontado bastantemente con mayores disgustos.

Fil.—Orden es del mundo no dar buena comida sin mala cena. Pues qué ay aora?

D. Car.—Desdichas que siguen a los hombres, segun nuestros pecados, que nos dan el fruto conforme sembramos.

Fil.—Con essa consideracion las deuemos sufrir, pues para todo dolor el remedio más cierto es la paciencia, con la qual deuemos siempre dar gracias a Dios, que escoge los suyos en las batallas de los contrastes y fatigas humanas, experimentando assi si son capaces y habiles para subir a los muros de la alta fortaleza de su gloria. Y si vemos a los malos prosperos y a los buenos abatidos, es porque reciben aqui su premio; mas despues se hallarán, como dizen, de la otra parte del agua: porque las mercedes de la fortuna sin merecimiento son tales espias, que guian y echan en la emboscada de su perdicion quien va tras dellas ciego y engañado con vanas esperanças. Haze a los hombres ignorantes, porque la prosperidad entorpece el ingenio, y los males y la aduersidad lo auiuan; y quien quisiere viuir más seguro y con menos sobresaltos, euite y desprecie los vanos beneficios con que ceba y caça nuestra vanidad a los inocentes humanos, y trae por juego dar a quien quita y quitar a quien da. Los virtuosos acrisolanse en las miserias y desuenturas, y con la esperiencia de los trabajos. Hazense sabios conociendo la facilidad humana; assi, que los buenos son los que por la mayor parte pelean con los infortunios de la vida.

D. Car.—Muchos malos vemos tambien padecer aduersidades dignas y deuidas a sus culpas, y muchos buenos descansados y libres de desassosiegos, que a la prosperidad no le está negado ser premio de la virtud. Assi, que por esse discurso mal se puede hazer la diferencia de malos y buenos. Yo hallo, cotegeando los sucessos de las cosas, que todo consiste en ventura o desgracia.

Fil.—No digais tal, señor, que es opinion gentilica, de los buenos que estan prosperos. Presumese que siente la prouidencia diuina en ellos tal flaqueza, que caeran con las persecuciones; y sobre esto dize el Apostol: Fiel es el Señor, y no permite seamos tentados por su gran bondad más de en lo que podemos, y los males nos siguen con tal orden, que los podamos vencer con sufrimiento y evitar con prudencia, y a los que vemos muy perseguidos son más fuertes: porque es propio del grande ánimo despreciar las injurias y ofensas de soberuios y gouernarse por la razon del espiritu y no por las leyes que el demonio puso en el mundo, como fortalezas desde donde nos haze guerra; y es cierto que teniendo nosotros claras señales de la fee que professamos y creemos para passar este cañal de la ley de Dios seguros, puede tanto vna mala opinion del mundo contra nuestra flaqueza, que tiene leyes contrarias a la nuestra, mucho más costosas y más guardadas. Y si nos sucede bien lo que pretendemos por la liberal voluntad diuina, atribuimoslo a cuenta de nuestra dicha; y si erramos los medios para conseguirlo, acusamos a la fortuna de lo que nosotros las más vezes somos causa por nuestro mal gouierno.

D. Car.—Entended que todo se rige por los hados, que es vna disposicion de la inclinacion de los cuerpos celestes, dirigida a causas inferiores, que por su influencia se mueuen en tantos efectos varios; por lo qual el hombre no puede alcançar a saber los sucessos, y destos dizen que guian a quien los sigue y arrastran a quien los resiste.

Fil.—Guardenos Dios de tal proposicion. Cómo, señor, dezis tal cosa? Tambien a vos puede la passion hazeros gentil? Dexad esso para las condiciones flacas y regaladas. Si tal fuesse verdad, todo lo que acontece seria de necessidad y no auria merecer y desmerecer, y dessa opinion a la que afirma que no ay sino nacer y morir ay muy poco. Y si el bien no tiene premio ni el mal castigo, peor es la suerte de los buenos que la de los malos.

[Pg 151]

D. Car.—Pues qué dezis de tanta desorden como uemos en las cosas humanas?

Fil.—Assi lo juzga nuestro flaco juizio por su natural defeto, y es vana ocupacion la de la criatura en querer comprehender los juizios y obras del Criador, sino es en lo que él quiere dar a entender. Si vn hombre comunicandose en continua conuersacion cien años, nunca se acaba de conocer, qué osadia puede ser mas ciega que conjeturar por terminos humanos los secretos diuinos? y lo peor es que siendo sieruos inutiles y dignos de mucha pena, queremos ser muy regalados del Señor, a quien ofendemos cada hora. Con el fauor y la prosperidad todos somos justos, en quanto la justicia no viene por nuestra casa; mas en visitandonos, con cualquier indicio que muestre de ser castigo de nuestra vida passada, luego es todo perdido, y tenemos a Dios por escaso y que se oluida de nosotros, borramos la obligacion del bien passado con la quexa del mal presente. Atribuimos nuestras culpas a desgracia y no la tiene. Sabeis qué llamamos hado? que de fuerça ha de ser la orden del mundo correr el Sol por los doze signos del Zodiaco, haziendo los seis dellos dia y los otros noche, y los aspectos del cielo solamente son vnas señales y auisos de poder ser lo que muestran, pero no es de fuerça que nos ponga en obligacion: porque la diuina prouidencia nos dio arbitrio propio para vsar dél segun nuestra voluntad y distinto, y tenemos natural eleccion del mal o del bien; por lo qual dize Iubenal: No tiene la fortuna ni los hados deidad si nos gouernamos con prudencia. Nuestras quexas la hizieron diosa. Nosotros la ponemos y colocamos en el cielo con el bruto sentido de nuestras aficiones. Mas si nos conformamos con el claro entendimiento, que es en nosotros Presidente diuino, por él seremos semejantes a Dios. El sabio y prudente sabe sufrir lo que le sucede siempre, constante en qualquier lugar, y la que llamamos comunmente fortuna es buena para quien la sufre para enmienda de sus errores y mala para quien la toma por pena y desespera. Mas boluiendo a vuestra passion, señor, qué causa es esta que assi desassossiega vuestro sufrimiento?

D. Car.—Estoy el más triste hombre del mundo, y el caso no es para que ninguno que le suceda dexe de estarlo.

Fil.—De qué? Si se puede dezir.

D. Car.—Ya os comuniqué allá[649] en la quinta el casamiento que tenia concertado para Eufrosina.

Fil.—Sí, y a mi parecer es muy bueno para vuestra honra y descanso, y para el suyo.

[Pg 152]

D. Car.—Por esso me quexo de la fortuna o de mis pecados, que me guardaron para esta vegez deshonrada. No sin causa dizen que quien más viue más causas de pesar le suceden, como al viejo Rey Priamo de Troya. Velé el quarto de mi vida como mejor pude: gouerné el timon de mi proceder y el remo que me tocó con mucho sudor. A ninguno di ventaja en los exercicios de virtud y caualleria; gané por mi lança lo que tengo, a fuerça de mi trabajo y cuydado. Passé hasta aqui mi derrota de vna onda en otra. Aora que me parecia que iba assegurando el puerto, entrando por esta barra a vista dél, con que pensé acabar el viaje contento, se me anegaron todas mis esperanças y fundamentos de tan lexos tanteados, como naue que toca en las rocas.

Fil.—Bien, cómo es esso?

D. Car.—Ya vistes cómo dexé nuestras recreaciones por venir a hazer apercebimientos para este negocio. Sabed, pues, que llegando a mi casa, al segundo dia, que no aguardaron mas, fui informado que en este tiempo que yo he andado ausente se me casó Eufrosina de secreto con vn hijo de Hetor de Abreu vuestro vezino.

Fil.—No puede ser esso.

D. Car.—Parece que puede, pues es.

Fil.—Santa Maria valme! Esse es el más raro caso que yo vi en mis dias, ni pensé ver, ni lo puedo acabar de creer: porque esse mancebo ha poco tiempo que reside en esta ciudad, y ha estado muchos años en la Corte, y ella es muy retirada, y en sus costumbres y vida no parece moça.

D. Car.—Pues por esso digo yo que quando han de suceder desgracias, nunca falta modo. Las ocasiones todo lo facilitan: tuuieronla grande, y parece se enamoraron con los medios que él puso de su parte, siguiendo el entretenimiento que tienen todos los hombres moços y ociosos, que no hay cosa que no intenten. Y si las mugeres no se guardan a sí mismas, no ay quien las pueda guardar: si bien a mi parecer pocas yerran, sino es por persecuciones de insolentes atreuidos, y luego las malas consejeras, que no ay peste más eficaz para dañar que el familiar amigo engañoso; y el mayor enemigo que el hombre tiene es otro hombre, y por el consiguiente la muger, cuya lengua es ponçoña. Siluia de Sosa, prima deste mancebo, con su comunicacion traçó estos enredos y vino a efetuar la maldad. Y para que sepais que Dios es justo Iuez, y no dexa triunfar a los malos, parece que por pagarle la buena obra tenia concertado casarla con vn Cariofilo su compañero.

Fil.—Yo lo conozco, criado tambien del Rey y hijo de vn ciudadano muy honrado.

D. Car.—Será assi; vna destas noches passadas amanecio casado con vna hija de vn platero, que lo cogió en su casa.

Fil.—Grandes cosas me dezis; aora acabo de creer que todos los tratos de amor se efetuan segun ay los medios, y que al grande amor todo le es facil y nunca respeta inconuinientes. Mirad essa historia: Cariofilo pensó engañar y quedó engañado, y siempre lo vi en estos negocios, y Zelotipo juraré que no empeçó su pretension con esperança de lo que sucedio. Mas son tan solicitos los hombres en sus engaños, que parece que ninguna muger tiene culpa de dexarse vencer, si bien dellas en estos casos no ay que fiar, y vnas que se precian de parecer hermosas y agradar a todos, dificultosamente se guardan, y las más confiadas de sí y que libremente pueden hablar, caen primero. Muger desconfiada y que teme el peligro nunca erro mucho, mas quántos exemplos de desengaños nos da el mundo en sus obras si supiessemos aprouecharnos dellos! Aora dezid, cómo lo venistes a saber?

D. Car.—Por Galaor Falcon mi compadre, que sospecho que tiene con el galan alguna comunicacion, y segun entendi vino por su orden a dezirmelo porque parece que alcançó a saber que yo queria casar esta desdichada. Entró a contarme el caso con grandes preambulos y razones; diome consejos, diziendo que pues ya era sucedido hiziesse mis cosas con prudencia y cordura, porque los medios ajustados a equidad siempre eran loables.

Fil.—Jesus, esso me dezis de Eufrosina? Absorto me he quedado, ya en ninguna creeré. Desconfiado estoy de las mugeres, porque son flacas, y más perseguidas; pero sobre mi conciencia jurara por Eufrosina, porque siempre me parecio cuerda y de juizio assentado, aunque pienso que en éstas se imprime más eficazmente el amor que en las despejadas y parleras.

D. Car.—Si hizo mal, para sí lo hizo más que para otro. Yo aun no me he declarado con ella, esperando vuestra venida, por no hazer nada sin vuestro consejo; lo más que hize fue embiar a Siluia[650] de Sosa a casa de su madre y encerrar a Eufrosina en vn aposento donde no hable con ella sino su tia: a la qual le confessó todo el caso, y por mucho que la importunó, no la pudo conuencer a que lo negasse. Dize que nunca Dios quiera que ella niegue la verdad, y estoy resuelto de ponerla vna daga en los pechos y hazerla negar por fuerça, sino que me hallo tan indignado y conozco de mi condicion que la mataré si me pierde el respeto; y negando ella me haze cierto el Doctor Carrasco, con quien lo he comunicado, el descasarla por pleito, y quando no la pueda conuencer por temor, determino de lleuarla secretamente a Jesus de Aueiro a que sea monja, y hazerla professar y dexar mi hazienda a mis parientes, pues quiso ella desmerecerla; y a ninguna destas cosas me determiné sin vos. Ved aora lo que os parece mejor, y esso hagamos luego, que bien sabeis que de vos solo confio mis resoluciones.

Fil.—Yo, señor don Carlos, como me tengo por el mayor amigo y servidor que teneis, y esta voluntad pienso tendreis por muy cierta, tendria por mala correspondencia y yo mismo juzgaria mal de mí si en caso que tanto os importa no dixesse sencillamente lo que entiendo, no procurando complaceros, como hazen los falsos amigos deste tiempo, hablandoos a gusto, sino proponiendoos la verdad desnuda de lo que siento, la qual aunque sea aspera a los oidos es saludable para el alma. Vos, señor, podeis hazer lo que quisieredes, mas aueis de hazerme vna merced, que os resoluais sin passion; porque toda cosa hecha con ella pocas vezes dexa de tener fines de mayor daño y doblados errores. Señal de ser sabio es poder enseñar y regir y no ser regido. En vos ha lucido esto siempre, sobrandoos buen gobierno en vuestras acciones y sano consejo para vuestros amigos. Lo que en mí sembrastes quando fué tiempo que lo huue menester y me conuino, esso cogereis aora, que os importa. No os falte para vos lo que para otros teneis; haced ageno este negocio y trataldo como si no fuessedes parte. Acuerdeseos que la afliccion entorpece la naturaleza, el amor y el odio peruierten el juizio; y como los quatro vientos de las quatro partes del mundo demas de sus colaterales alborotan la mar, assi son nuestras almas conmouidas y perturbadas de quatro furias o passiones, que son esperança, miedo, dolor y temor; y como los aires ocasionan truenos y lluuias, escondiendo el sol, assi las passiones cegando la razon con nubes y turbaciones del ánimo, no derraman los rayos del entendimiento para poder gouernar las velas de la sensualidad, y quien no está libre destas Sirtes y Ciclades, peligros del mundo, y se halla en el eterno descanso, no puede librarse de sus mouimientos ni viuir en reposo; y assi no me admiro que esteis aora ciego con esse dolor: porque siempre al primer rebato rinde el sufrimiento, por no estar preuenidos en la bonança para los peligros de la tempestad; y para no caer en tal desorden conuiene no perder el norte regimiento superior: porque la vida humana deue gouernarse por la semejança de la orden de arriba, y como las esferas inferiores, obedeciendo a la superior, son gouernadas por su[Pg 153] mouimiento, assi deuen ser regidos nuestros sentidos por la virtud racional; y pues aora repugna la sensitiba, segun la carne al espiritu, mirad que vencida la racional queda vil y bruta, por lo qual deuemos sobre todo procurar no tenga imperio la fuerça de nuestros deseos y pasiones, porque ocupada el alma en cuidados de cosas temporales, carece del conocimiento de la verdad, y por este camino de engaños se va al infierno, donde no ay redencion, y nuestra ciencia es tan limitada, que sabemos en qué lugar nacemos e inoramos dónde auemos de ir; y la vida es sombra que passa: fue Ilion y los Troyanos, fueron otro tiempo los Milesios grandiosos. Todo es assi; lo futuro es lo que deuemos preuenir. Si de quanto tiempo ocupamos en vanidades, en alguna hora considerassemos lo poco que dura y mucho trabajo que cuesta todo, y conociessemos el engaño en que estamos, quiça viuieramos con más aduertencia. Mas ay, que ni considerallo pienso aprouecha: porque anda la comun inclinacion tan abituada a malos exercicios, que lo suelen hazer peor los que más noticia alcançan del mal. Hazemos las quentas siempre de lexos, estando tan cerca de dar las finales. Repartimos la vida en vanos fundamentos, que llorando seguimos. Damos poder a la costumbre, fuerça a naturaleza, disculpa a las inclinaciones, de manera que hazemos nosotros otra ley que quiere competir con la de Dios, todo para mayor fatiga nuestra, que el mundo y el pecado nunca dieron descanso, y digamoslo claro. Vos, señor, sois de la edad que sabeis (Dios os la aumente); lo que más os conuiene es estar bien con Dios, que os espera de dia en dia, no con el mundo: porque oy somos y mañana no somos. Viene la muerte siempre de prisa, y conuiene estar apercebido para acudir a su llamamiento. Tomad exemplo en el Rico Auariento, que nos enseña que importa no estar descuidado. Quanto a Dios, viuir como si huuiessemos de morir luego; quanto al mundo, como si la vida fuesse perpetua; en las cosas del alma muy escrupulosos, en las del mundo muy prouidos, que aquel se llamará sabio que se sabe saluar. Pensad aora en esto por mi amor: vuestra hija es ya esposa de esse mancebo, y libreos Dios de lo que llaman hecho es. No se la podeis quitar sin hazer pecado mortal y[651] estar en el es el mayor peligro: porque perder hazienda, honra y vida es nada, pues al fin se ha de perder. El peligro del alma es el que se deue temer, porque es como la piedra, que si la echamos de las manos no la podemos recoger. Somos Christianos, ninguna cosa deuemos de traer tanto delante de los ojos como guardar los estatutos [Pg 154]de nuestra profession. Esta es la caualleria, esta es la honra, esta es la nobleza verdadera, y si no, idos al infierno por falsas honras del mundo, que es vna niñeria.

D. Car.—Vos me poneis en vna gran confusion, porque no os puedo negar que no es suma inorancia tener más respeto á las leyes que Satanas puso al mundo que con la clara y pura que nos dio el Hijo de Dios, y tenemos recibida. Pero respondiendoos a lo que dezis, que es su muger, digo que lo sea muy en hora buena, no se la quiero quitar; por lo que conuiene a mi conciencia, lleuesela con la bendicion de Dios donde quisiere, mas de mi hazienda no espere vn real. Esto me lo podeis quitar, ó ay ley que me obligue a dar lo que es mio a quien me lo desmerece?

Fil.—Bueno va: pues se ha rendido en lo más dificultoso, presto vendra a la razon. Aora venid aca, señor; muy bien me parece esso de vos, obra es en que no solo mostrais ser buen Christiano, mas aprouais la noble sangre de que os preciais, que los tales parece que tienen más obligacion que los demas a guardar essa lealtad a su Criador. Y les está bien por el exemplo que dan al pueblo; y como a la nobleza le es propio tener liberalidad, y más en las obras de Dios, en que se deue vsar della siempre con presteza, ya que lo es ésta, y por su respeto la hazeis, no la disminuyais en nada: porque no darle vuestra hazienda es más tema que gusto, y se puede juzgar a poco saber y a menos virtud, pues está fuera de tenerla el ánimo furioso. Y todas las cosas guiadas por buena orden llegan a perfeccion. El hombre abariento de la hazienda es pródigo de la honra, y quien tiene su pundonor en mucho, deue tener su dinero en poco. Rico es el que nada desea, y pobre el abariento por mucho que tenga, y mayor virtud es obrar bien que dexar de hazer mal, porque del bueno es hazer bien; siendo assí, y que la buena opinion se ha de preferir al dinero, no es justo la perdais y dexeis de obrar bien por él: lo que no se puede euitar hase de sufrir y no culpar, y el mal no se ha de vencer con mal. Ya esso sucedio a vuestra hija como a otras muchas ha sucedido, que no fue ella la primera: qué le aueis de hazer, sino remediarla con toda cordura? Obra de prudencia es poder hazer daño y no hazerlo, y de loco no poder vengarse y desearlo. De sabios esforçados es hazer con gusto lo que es fuerça, porque los trabajos tomados de voluntad, no lo son; y assi a solo a el prudente le sucede no hazer nada forçado, porque se conforma en todos los casos con el corriente del tiempo, y como dicen: mejor es llorar con los sabios que reir con los necios. Al ánimo generoso nada le haze injuria: si essa moça erró, al fin es hija, y aunque el pecado sea grande, el padre ha de dar ligero castigo. Fuluio absoluió de culpa a su hijo, que lo quería matar despues de cometer adulterio con su madrastra. Qué hizo vuestra hija? Venciose de amores de vn mancebo galan y discreto; cada día vemos esso por otros de menos partes. No os falte aora el juizio y cordura de Alexandro, que fauoreció a su hermana enamorada; cosas tan naturales y vsadas no se deuen estrañar. Segismunda Tarentina fue perdonada de su padre hallandola delinquiendo. Mal hizierades vos, como Seleuco, que dio su propia muger Estratonica[652] a Antioco su hijo, porque supo que estaua enemorado della siendo su madrastra. Pisistrato, tirano, perdonó a vn mancebo que publicamente le besó su hija, diciendo: Si matamos a los que nos aman, qué haremos á los que nos quieren mal?

D. Car.—Bien hablais si no huuiera de cumplir sino conmigo; mas qué diran mis parientes de mí, viendo que no sólo sufro, mas fauorezco tan grande deshonra?

Fil.—Buena conclusion es essa; hermosura agena, sin la propia, a ninguno hizo hermoso; aquel es de clara sangre que sus obras lo hazen claro, y como dizen: Hasta vn cabello haze su sombra; todo hombre tiene su ser; la virtud da nobleza, y no la opinion que cada vno tiene de sí; de honrado soy yo, y mi abuelo, tal, y mi primo, fulano. Todo esto concedo que incita y ayuda para la virtud, pero si vos no la vsais, tengo yo por mí que deshonra más. Sabeis qué son los parientes? si sois rico van a vuestra casa, por lo que de vos pretenden; si pobre, os desprecian. Pocos o ninguno dan ya de su hazienda; consejos, quantos quisiéredes, mas de manera que si huuiera peligro queden ellos fuera dél: y es engaño conocido sugetarse al parecer de los parientes y en todas las cosas seguir su opinion, sin reparar en lo conueniente, porque de ordinario se inclinan a la parte próspera. No niego ser muy bueno tenerlos, y cumplir con ellos las obligaciones naturales y las de buena correspondencia, y en todo lo possible conseruar buena amistad, auenturando por ellos la hazienda y vida conforme a lo que se pratica en este mundo; pero en el Reyno eterno tambien teneis diuinos parientes, con quien es más necessario cumplir, y éstos son de parecer que hagais siempre lo que os obliga la ley en que viuis, y es justo la sigais, y que no dexeis de hazerlo por la honra del mundo, que quien pone en Dios su esperança y su fundamento, y no en los hombres, tiene a Dios y a los hombres. Y mucho mayor deshonra y afrenta hazeis a vuestra alma no cumpliendo con ella, pues por su respeto os dieron esse cuerpo, que podeis hazer incorrupto que passe las nubes y los cielos y resplandezca más que el sol[653]. Este es el verdadero punto de la honra, y considerad esto. Si se honra vn cauallero de mostrar las heridas que recibio en la batalla, quánto mayor honra será mostrar vn cuerpo sin las corruciones[654] humanas el dia del juizio? Casóse vuestra hija pobremente, para sí lo hizo; si le viniere mal, ella lo sienta, y vos no os condeneis. Aueis de hazer bien a los estraños, hazeldo a los vuestros; porque desheredar los hijos y heredar los parientes es gusto culpable.

D. Car.—Pues cómo se ha de sufrir en el mundo casarse mi hija sin mi licencia con hombre tan inferior suyo, teniendo yo tratado para ella vn casamiento tan noble y rico?

Fil.—Pareceme que no era suyo, pues Dios quiso estotro, aunque este y todos los demas sucessos que tienen los hombres mal se pueden juzgar; porque la inorancia es en dos maneras: natural como en los mancebos por falta de esperiencia, que no se puede alcançar sin tiempo, y es madre de las cosas y vn conocimiento de particularidades, que la poca edad no comprehende, porque no juzga sino lo presente. Puede tambien auer inorancia en los muy viejos por fallecimiento de los sentidos. La otra procede de la negligencia de los hombres quando nos entristecemos de las cosas humanas. Sin razon ni entendimiento, dos asquas que sustentan nuestra luz, los mortales atreuense a pedir lo que desean, que assi nos lo dixo Christo quando orando en el huerto representó la flaqueza de nuestra humanidad: Dios lo oye todo, y da lo que ve que es mejor. Dexad a los vientos mouer las velas, tomad el puerto que os dieren, que por ventura os aconseja mejor el viento que os guia. Dexad essa ira que teneis, no os ocupe y rinda el dolor las torres de vuestro ánimo. Dize Iubenal muy bien: si quieres consejo da lugar a los Dioses que te le den, pues que saben lo que nos conuiene y es más prouechoso, y por cosas gustosas te daran otras más necessarias, que mucho más aman ellos al hombre que se ama él a sí mismo. Nosotros mouidos por ciego deseo pedimos casamiento, parto de la muger y otras cosas que nos parecen de gusto y prouecho, pero ellos saben quál ha de ser la mujer y el hijo y lo demas: pues si este gentil conocia esto, quien se precia deste tan grande apellido de Christiano mucho más le conuienen las obras que lo confirmen en este grado. Por esso el que lo es deue conformarse en todo con la voluntad de Dios. Assi lo hizo Dauid, llorando el hijo en quanto estuuo enfermo; muerto, [Pg 155]vistióse de gala. Contentaos, señor, con el marido que vuestra hija escogió, pues ella está contenta, que nada se haze sin permission diuina. Mirad la fabula del mar de Galilea, que viendo las nubes cargadas de agua, mouidas de los vientos, pensando serian montes que podian caer sobre él y secarle, fuese retirando lo más que pudo, pero deshaziendose las nubes sobre él convertidas en agua crecio con doblada corriente. Así que de donde temia el daño le vino mayor prouecho, porque la diligencia de los hombres siempre se engaña en las cosas dudosas. Mal pueden los coraçones adiuinar lo que les puede suceder, aunque se diga que no hay cosa más leal que el coraçon, a quien muchas vezes hieren rezelos de lo que sucede, pero esto es incierto; de manera que vos, señor, os deueis consolar con muchos que gustaron esse acibar. El fin de las cosas se ha de medir con prudencia; no os falte ésta para agradecer a Dios el cuidado que tuuo de vos, que yo espero que ha de ser para más descanso vuestro, porque yo conozco el mancebo, y es discreto, muy cuerdo y de gentiles partes, y os ha de saber grangear la voluntad y conserbar la vida, que essotro quiça deseara quitarosla más aprisa; y podria ser de algunos locos vanos que acabado de gastar el dinero que les dan en dote, con juegos y otros diuirtimientos (para los quales no ay tesoro que baste) desprecian el suegro y dan triste vida a la muger. Estotro tiene en vos toda su honra y continuamente os ha de tener obediencia. Mirad si es mejor tener yerno a quien mandeis o que presuma mandaros. Vuestra hija ha de ser muy estimada, y señora dél; quierense bien y seran bien casados; conforme a la ley de Dios y del mundo es suya por derecho; si dexais vuestra hazienda a otro agradeceraoslo poco y no dará vna limosna por vuestra alma. Hazeis mal a vuestra hija y encargais vuestra conciencia. Segun esto, ved lo que os conuiene: a mí me parecia mucho mejor recoger vuestro yerno, pues lo es ya forçosamente, y con vn beneficio forçado sugetais dos voluntades. Echad de vos el odio y la opinion del mundo, y considerad que no puede ser mayor desuentura que negar el merecimiento a la persona por darlo al dinero, y que sea la pobre virtud tan aniquilada. Este es, señor, mi parecer, y esse Doctor Carrasco que os aconseja essotras marañas y querellas quiere triunfar con vuestro dinero a costa de vuestro trabajo, y tales consejos son para destruir hazienda, vida y alma; y de aqui procede auer tan poco sossiego, tanto odio, tanta cudicia. Quántas letras de mal zelo estan sembradas en esta tierra? Las armas que la ganaron y honraron conuirtieronse en leyes que la destruyen; las demandas son tantas, que ninguno trae la capa segura: porque de vn ladron[Pg 156] os podeis defender y de vn mal legista no, que tiene hechos dos testos que son contraminas para assegurar robos y destruir la verdad. Assi lo entiendo; hazed, señor, lo que deueis a virtud, que es la propia nobleza, sin tener atencion a los injustos fueros del mundo, que las leyes se hizieron para castigar malos y no para destruir buenos. No os desassossieguen malos consejeros; segui antes el consejo malo de buen zelo que el consejo bueno de mal zelo, pues sabemos la quenta que Dios tiene con las buenas intenciones: la mia es de ueros descansado los dias que os restan de vida; conformaos con la voluntad Diuina y lo demas passe por donde pudiere.

D. Car.—Señor amigo, concluisme tanto con la razon, que yo sería de mal juizio si hiziesse[655] della, y con esto os confiesso que el amor de padre me lleua quanto puedo a vuestro parecer: porque a la verdad, mi hija es para mí tan obediente, que no tengo de qué quexarme della. Si erró, como vos dezis, es muger como las otras. El consejo del Doctor Carrasco ya veo que es para mucho desassossiego, y que el vuestro es lo cierto y qual yo de vos esperaua. Aora conozco quánta razon tenia Alexandro en dezir que era bien empleado gastar vn Principe sus tesoros por conquistar vn Reyno, por comunicar vn hombre discreto, si en él lo huuiesse. Esto no se entenderá si el sabio es mal inclinado, porque en la mala inclinacion no puede auer sabiduria; y es sin duda que en esta vida no ay cosa tan preciosa como el verdadero amigo. O, quánto vale el buen consejo, a quien dél tiene necessidad; tal beneficio puedese agradecer, mas la paga a solo Dios compete. O, gran fuerça la de la verdad, que contra todos los ingenios, sagacidades, malicias y espias del mundo facilmente passa venciendo; y assi lo que más nos conuiene es tratar con amigos fieles, y quando nos engañamos en la eleccion dellos, basta por vengança dexar la conuersacion de los falsos y sustentar la de los buenos. Mi honra, alma y vida os deuo, pues me quitastes de mil ceguedades con que me destruia, y assi nunca Dios quiera que yo salga de vuestro parecer. Venid conmigo, vamos a buscar a mi yerno Zelotipo y lo traeré a mi casa con la bendicion de Dios, y pues le fuistes tan buen padrino, quiero que os deua el consejo y a mí agradezca el executarlo liueralmente, y mis parientes digan lo que quisieren, que grande engaño es no usar de virtud por lo que puede dezir el mundo. Señores, no espereis lo que resta para la conclusion de las bodas, que dentro se harán.

A la censura de nuestra Santa Madre Iglesia.

FIN

EN MADRID, EN LA IMPRENTA DEL REYNO.

AÑO M.DC.XXXL

NOTAS:

[649] En el original «hallá», como en algunos otros lugares.

[650] En el original, Silua.

[651] En el original, ó, pero el sentido de la frase pide y.

[652] En el original, stEratonica.

[653] Son en el original.

[654] En el original, por errata, conuciones. En la edición de 1735 se lee conexiones, pero es enmienda desacertadísima.

[655] Parece errata, ¿acaso huyese? En la edición de 1735 dice lo mismo.

[Pg 157]

COMEDIA LLAMADA FLORINEA

QUE TRACTA DE LOS AMORES DEL BUEN DUQUE FLORIANO CON LA LINDA Y MUY CASTA Y GENEROSA BELISEA, NUEUAMENTE HECHA: MUY GRACIOSA Y SENTIDA, Y MUY PROUECHOSA PARA AVISO DE MUCHOS NECIOS

COMPUESTA POR
EL BACHILLER JOAN RODRIGUEZ FLORIAN

Vista y examinada, y con licencia impresa.

(Escudo del librero con sus iniciales A. G. en la base.
Representa al halcón sujetado por una mano de persona,
y debajo la leyenda:

post, tenebras, spero, lecem)

Vendese en Medina del campo en casa de Adrian Ghemart.

1554

EL BACHILLER IOAN RODRIGUEZ ENDEREÇANDO LA COMEDIA LLAMADA FLORINEA A VN ESPECIAL AMIGO SUYO, CONFAMILIAR EN EL ESTUDIO, ABSENTE.

Como sea ansi que el amor no compadezca ocio, para del que ama al que es amado, ansi en mí esta tal fuerça ha hecho a mi mano sacar osadia de temor, y fuerças de flaqueza; para que en aquello que el coraçon desseoso de vuestro seruicio, y hambriento de vuestra buena presencial communicacion de amigo no puede exercitarse estando tan distantes en las moradas: a lo menos desde acá os signifique la memoria que tengo de vos. Y pues las obras son pregonero de la voluntad (segun atestigua la sentencia del diuino Gregorio) quise con esta pequeña obra (vista por los leyentes la pequeñeza de mi possibilidad para os seruir) veays vos la integridad de mi amorosa voluntad, en representaros como mejor mi pluma me permitiere aquello que, aunque aqui por comedia leeran los leyentes, vos vistes parte de ello, antes que vuestra partida me experimentasse en soledad de vuestra buena familiaridad, y mi descontento me acompañasse de ociosidad, y la ociosidad me diesse nombre de historiador comico, si a los leyentes les paresciere, que por sola vuestra causa le merezco.—Vale felix.

COMIENÇA VN PROEMIO DEL AUTOR DE LA COMEDIA FLORINEA: DANDO EN ELLA AUISOS POR EL PROEMIO AL LECTOR.

Muy gran daño pare la mala compañía[656].

O sabio lector, recoge tu mente
aquesta comedia queriendo leer,
do flores de dichos podras escoger
y auisos de males que ay en la gente.
Aqui podras ver el inconueniente
que suelen causar malas compañías
y las vanidades de las mocerias:
recoge lo bueno con seso prudente.

El amor todo lo postpone y nada vee sino como ame y goze del amor.

Del buen Floriano illustre y amante
tendras buen auiso, si fueres señor,
que mires qué daños le traxo el amor,
qué bascas y gastos y mal tan pujante:
Ni honra ni estado ya pone delante,
en todo pretende cumplir su cobdicia,
ni oye a Lydorio fundado en justicia,
escucha a malsines creyendo los ante.

[Pg 158]

Muy poco se deue la hembra fiar de sí mientras fuere moça, y ansi ha de ser recatada de todo lo que oye y vee.

Pues miren las damas en la Belisea,
tan sancta y honesta y tan recogida,
que puesto que en todo no dio de caida,
amor tal la puso que ya vacilea:
Ya tiene por bueno amar lo que afea;
Marcela y Iustina con su mal consejo
la hazen que niegue al buen padre viejo,
no dando le el sí en lo que el dessea.

Mucho afan y peligro ahorra el padre que, en siendo para ello la hija, la da a su marido o dispone de su estado.

Auisen los padres tener más cuidado
de dar a sus hijas de presto marido,
que pierden congoxa y ganan oluido
de algun gran desmancho que den a su estado:
No duerman diziendo que Dios les a dado
las hijas muy castas, honestas, santeras,
que al fin ya se viendo que son casaderas,
si anda Marcelia, tendran mal recado.

La floxedad en los señores haze de fieles sieruos, malos, y de leales ladrones, donde no ay buen conoscimiento.

Entienda cualquiera en bien gouernar
a sí y a su casa que Dios le aya dado;
no pierda con ocio lo que es allegado
con grandes congoxas y grande afanar:
Que vn floxo señor más suele dañar
con ser descuidado a los sus siruientes,
pues mala cobdicia despierta las gentes
de entrar en lo ageno que no veen guardar.

La nobleza de la casta mucho ayuda a la virtud. Del vicio de la carne, huyr es lo más seguro, las occasiones.

Los vicios y embustes de gente ociosa
a quien noble casta no da soffrenadas
aqui descubiertas verás bien asuadas
si notas muy bien, lector, cada cosa:
Verás la luxuria de carne ceuosa
que oy tiene en el orbe muy grande poder,
verás el peligro de pobre muger
a do no la guardan si es moça y hermosa.

Las mugeres naturalmente son escasas y pedigüeñas.

Verás los embustes que saben vrdir
por guardar su honra y cumplir apetito
del vicio en que puestas es muy infinito
ansi en luxuria como en el pedir:
Ni a todas las taches por mí tal dezir,
mas todas las teme y estaras guardado,
que para en los vicios no andar cenagado
orar bien por todas, y de ellas huyr.
Tendras gran auiso quando esto leyeres
guardar la manera que cada qual quiere
o que graue o triste, o alegre, o qual fuere
hablar alto, o baxo, segun que entendieres:
Y entre las malicias, risadas, plazeres
verás las verdades de lo que ora passa
de amos y moços y gentes de casa,
segund al estado de cada qual vieres.
Y quando encontrares en cosas lasciuas
no tomes lecion de malos desseos,
mas piensa que en baxo de sus casos feos
ay grandes auisos por donde bien viuas:

Comparacion.

Que estando en las eras el pan si lo acribas,
la paja va fuera que el grano cubria;

Comparacion.

tambien so las hojas, la fruta se cria;

Applicacion.

reprocha tú el mal, y el bien bien recibas.

Concluye con el lector. Promete para otro año
continuar la comedia.

Con tanto concluyo, lector, te rogando
que des por lo bueno a Dios los loores
y suplas las faltas de los escriptores,
de lo que te escriuen te aprouechando:
Las bodas del buen Floriano esperando
para otro año de más vacacion,
adonde la historia tendra conclusion
a Dios dando gracias, allá nos llegando.
Amen.

NOTAS:

[656] Esta reflexión, como las demás que se ven al frente de cada estrofa, hállanse en el impreso original colocadas á los márgenes, en letra redondilla.


INTRODUZENSE EN LA PRESENTE COMEDIA LAS PERSONAS SIGUIENTES

Floriano, cauallero.
Lydorio, su camarero.
Polytes, paje.
Felisino, }
Fulminato,} criados de Floriano.
Pinel, }
Lucendo, cauallero, padre de Belisea.
Belisea, donzella.
Iustina, donzella.
Despensero de Lucendo.
Grisindo, paje de Lucendo.
Marcelia, alcahueta.
Liberia, donzella.
Gracilia, donzella.
Vn estudiante.

Diuidese la presente obra en quarenta y tres scenas o actos.

[Pg 159]


ARGUMENTO DE LA PRIMERA SCENA

QUE ES COMO PROEMIO DE TODA LA OBRA.

Floriano despues de algunos dias ser passados, que ouo llegado al pueblo donde residia Belisea, descubre a Lydorio su camarero y antiguo criado en su casa; la causa por qué, dexando su señorio y naturaleza, se vino a tan extrañas y lexos tierras, y por qué hizo parada en el pueblo donde a la sazon residia. Y despues de certificarle de estar herido de amores de Belisea, y pedirle fauor para su enfermedad, passadas largas razones entre los dos, y mas terciando Fulminato, embia por su consejo vna carta con Polytes a Belisea.

Floriano, Lydorio, Felisino, Fulminato, Polytes.

[Flor.]—Ahora que el fin del caminar a dado principio a nuestra quietud, te quiero, Lydorio, declarar el intento de mi venida: porque sabida la causa, sepas ayudarme a buscar los más sufficientes medios para que mi enfermedad halle remedio y mis altos pensamientos el complimiento de mis difficiles y arduos desseos. Pero quiero que seas auisado de dos cosas, para conseguir este fin muy menesterosas y vtiles. La vna es, que acompañando el silencio de tu lengua a tus oydos para me oyr, y atencion para me entender, y voluntad para me fauorescer, y amor para la diligencia en el obrar, tus zelosos y castos desseos no contradigan a lo que sintieren inclinada mi voluntad. La segunda será, que a tu libre y sagaz prouidencia la acompañe diligente presteza y auisada solicitud para buscar mi remedio.

Lyd.—Señor, para hombre tan sin pliegue a tu voluntad y tan obligado a tu seruicio seria escusado tan obscuro y largo proemio: sino luego al descubierto me di como yo te entienda lo que quiere tu voluntad, pues que sabes que a de ser en tu seruicio el niuel de mis obras.

Flor.—Siempre tu buen seruicio me ha sido testigo del desseo que a mis cosas tengas. Por tanto sin más rodeos te quiero aclarar mi voluntad, porque la claridad de mi hablar ponga obligacion en tu fidelidad, para que ponga cuidado tu libre juyzio en buscar aliuio a mi subjecion. Y pues mi pena exterior publica bien el ay del captiuo coraçon, no será menester descubrirte más mi mal.

Lyd.—Antes te veo tan nueuo en la manera de viuir, que ni de antes te entiendo, ni agora sé lo que me quieras mandar.

Flor.—No sin causa es dicho ser mal animal de conoscer el hombre y difficil de entender su coraçon, a Dios tan solo manifestado. Y pues tus palabras protestan no saber tú la causa de mi mal, sabras que el salir yo de mi casa y de mi naturaleza, y el venir adonde agora estamos, todo ha sido por la fuerça y poder de aquella que par no tiene oy en el mundo en hermosura y todo buen atributo.

Lyd.—Y quién tal podra ser que baste a mudarte muy en otro del que solias?

Flor.—Aquella cuyo merescimiento me da gran loor en solo nombrarme y ser su captiuo.

Lyd.—Mucho derogas a tu nobleza en te rendir sin auer quien baste a prenderte.

Flor.—No me atajes en la sentencia y no errarás en el juzgar. Porque allá antes que la viesse, como su fama de bondad y hermosura hinchiendo el mundo viniesse a mi noticia, dudoso de tanto valor y incredulo de lengua vulgar, embié por un criado de mi casa en secreto a verla y sacar su retracto. Por el qual, visto por mí, conosci ser nada lo que nadie me podia allá contar. Porque no menos ventaja haze la grandeza de mi señora a la fama que las no amantes lenguas me lleuauan, quanto excede lo viuo a lo pintado, y lo existente a lo por formar. Visto, pues, el retracto de su incomparable hermosura, me rendio alla por tan suyo, que ya como a perfection de mi sér no platicaua mi desseo sino de dessealla, y mis ojos sino de vella, y mi coraçon sino de amalla, y mi entendimiento sino de contemplalla. Y como por la muerte de mi padre me halló el amor más libre, luego me mandó dexar el gouierno del estado a mi madre y que viniesse a darle las llaues de mi dichosa prision. Vine, vila, y conosci ser nada lo que de ella se me podia dezir en absencia. Y finalmente, tengo hecho pleytesia a su vassallaje, y tengo tan inclinada mi memoria a pensar en ella, y mi entendimiento por tan suyo, que no puedo saber otro bien ni otra gloria sino de Belisea, a la qual de libre voluntad amo, con firme fe la adoro, y como gloria de mi coraçon, no es possible apartar de ella mi memoria ni desprender mi voluntad. Y pues sabes lo que querias, prouea tu libre prudencia en lo que mi captiua voluntad no puede sino amar la muerte y descansar con el tormento. Cata, pues, suelto el enigma: mira cómo estamos ya, como dizen, las manos en la masa.

Lyd.—Aunque vea tu querer muy afixado en tu perdicion, el mio, que muy firme está en tu seruicio, no me consiente callar donde tu señorio y mi poco atreuimiento no me dan suelta al dezir.

Flor.—Pues sé que no bastaras a sacarme de mi acertado parescer en amar, yo quiero libertarte a que me digas el tuyo. Y sé bien que tú mismo aprobarás por mí contra ti, si contra mi desseo piensas proceder.

Lyd.—De tu nueua licencia me nasce para te hablar nueua osadia, acompañada con el deuido acatamiento que mi persona a la tuya deue: empero porque auiendo testigos tus cosas iran en plaça antes que el tiempo (que[Pg 160] aclara todas las cosas) lo pida, y tambien porque a tus criados no se les dé motiuo de atreuimiento para con tu persona, porque viendo me hablar contigo tan de asiento, sin saber la licencia que para ello me tienes dada, vendran a perder algo del reuerencial temor que inferiores deuen a su señor, porque la mucha familiaridad pare menosprecio, por tanto, será bien que mandes (si te paresce) aquellos moços salir de la sala.

Fel.—No ves, Fulminato, en qué precio de almoneda nos trae Lydorio?

Ful.—Yo lo he oydo: que descreo del agareno y de toda la ley del Alcoran si no estoy por yr a él, y en presencia de mi amo echalle la lengua a los pies, para que sepa cómo se habla de Fulminato. Y aun si, lo que yo querria, se me pone en defensa, dexarsela por pieça mayor de todo su cuerpo. Y aun espera y verás la obra comer a vn plato con mi dezir.

Fel.—Y calla, está quedo, no te oya Floriano, e oyamos en qué se determina.

Flor.—Ya me paresce, Lydorio, que buscas de corrido de lo que as pensado cómo te escabullir sin ser conoscido tu yerro. Y por tanto quiero que aya testigos de tu confusion y mi mucho acertamiento, los quales atribuyan la victoria a quien la mereciere. Oyslo, Fulminato y Felisino? llegaos acá. Agora tú, Lydorio, procede, y vosotros oyd quán armado está contra mí de argumentos.

Lyd.—Aunque de ser contra ti me guarde Dios, y pues hazes juezes de tu causa los que de ti an de ser juzgados, digo que me paresces muy aborrecedor de tu descanso: pues sin muy manifiesto por qué, te matas con tus manos.

Flor.—Y cómo no causa hallas tú el morir yo por quien tan justa, deuida y necessariamente muero? Agora te digo que sobre tal fundamento podras leuantar muy falso edificio.

Lyd.—Veo, señor, tan firmado tu parescer en tu daño, que hallo menos inconueniente el seguirte que prouecho en el contrariarte. Y aunque el consejo no se deue donde no ay voluntad al recebirle, ni se espera fructo en el effectuarle, no empero callaré a que mi sana voluntad te auisa pongas delante en lo que tu alto merescimiento se deua estimar, y la nobleza de tus antepassados, y la limpieza de tu sangre, y la qualidad de tu estado, y el cuento de tu persona. Y mira, señor, que no te dexes gouernar por la libertada y fauorescida juuentud, sin que con el freno del preuenir de las cosas le des tales sofrenadas, que puedas lleuarla subjecta a la razon; en especial no te deues fiar como mancebo de ti mesmo en este caso de cobdicia sensual de la lasciuia y ardor libidinoso de la cenagosa y limosa carne, enemigo tan pujante y tan notorio y continuo nuestro: porque en la pelea de este vicio de la luxuria, muy pocos acometedores vimos gozosos del triunpho de victoria, ni aun pocos acometidos escapar de muerte, o cayda, o herida. Y si en lo dicho te soy molesto, mandame callar en lo por dezir.

Flor.—Cómo que tan presto piensas derrocar mi firmeza de que no busque mi desseo la consecucion de su gloria? Cata que el amar es al hombre natural, porque el amor es obra de la virtud concupiscible.

Lyd.—Amor virtuoso.

Flor.—Bien dize: porque por fuerça y atraydo de la virtud, ama hombre lo bueno. Y ansi por esto quiere Dios por solo amor ser seruido, y como bien nuestro ser amado: esto no es ansi?

Lyd.—La mesma verdad.

Flor.—Pues ansi a mí me es necessario endereçar mis desseos, como a vltimo fin, en la gloria de mi señora Belisea.

Fel.—Atame essa christiandad.

Flor.—Y es me no menos necessario confessar su poder, y en mí la nobleza, y todo lo demás que tú pones por estoruo para no la amar y querer y adorar: pues en ella está mi vida y en su mano las llaues de mi muerte. Esso mesmo me demuestra que hago aleuosia gastar algun momento de mi triste vida sino en pensar en ella: porque si con sólo auer oydo en absencia la fama de su valor no fuera su captiuo, fuera muy de vituperar, quánto más, auiendo merescido mis ojos verla, no se rendirá mi coraçon en amarla y morir por ella? Y si todo hombre naturalmente busca la gloria como a vltimo fin y descanso, pues por qué yo menos y no más que todos amaré y querré aquella gloria, a cuyo desseo soy tan lleuado y tan justamente forçado?

Ful.—O hi de puta, y qué diuinidad para dar gloria! no basta loco, sino herege?

Flor.—Dizes algo, Fulminato? calla, calla, dexa hablar a Lydorio. Di, di, no enmudezcas: que yo sé, Lydorio, que mi mucha justicia ha puesto freno a tus demasias y silencio a tus reproches, y enmudescimiento á tus argumentaciones. Confiessa, confiessa conmigo la potencia de mi señora. Y pues con tus consejos sabes que no as de ganar tierra en lo que, yo acertando, tienes tú por error, prudencia será hazer de la necessidad virtud y de los morales consejos venir a los actuales hechos.

Lyd.—Qué es, señor, lo que me mandas, que lo haré, pues que ansi quieres?

Flor.—Quiero que, como libre tú de tal passion, busques algun vado por donde a mi tormento pueda venir aliuio.

Ful.—Cómo, señor, que vna sola muger ha de bastar a darte pena? calla por Dios, que afrentas a los que tu pan mantiene. Descreo de quantos en Dios no creen y a ti no an temor, si no me as dado más pena que en mandarme hazer pieças. Auisen me quién ella es y guienme a su casa, que aunque pese a todo el mundo, te la traygo a la cama; y dame licencia yre a tomar algunas armas; y si aun en esto ay tardança, muestrenme su casa, y comiença me a esperar con ella de la mano, y veamos si abrá quien diga a Fulminato blanco as el ojo, sino tú, que huyes de conoscer a quien tengas en tu casa.

Flor.—O, cómo es otra cosa el hablar a saluo de la experiencia en los peligros!

Ful.—Y pones duda en mi palabra?

Flor.—Quiero que no hables lo que deroga al poder de mi señora Belisea.

Fel.—No te marauilles, señor: porque su esfuerço le haze a Fulminato sobresalido en algunas cosas. Y el camino más sin rodeos para que de tu descanso le ganemos todos, es que tú, señor, escriuas de tu mano, declarando a tu señora tu pena: porque por ventura tú penas por ella, y ella o no lo sabe o no te conosce: que yo te juro, a pena de mentiroso, que si ella sabe quien tú eres y sabe tu mal, y sabe ser ella la causadora, que ella venga muy presto a lo bueno. Porque la muger es yesca muy dispuesta adonde el tal fuego prenda, y preso no se apaga tan ayna, porque no saben tener medio en el amar, como tan poco en el aborrescer. Y pues tú estas determinado de seguir tu voluntad, y tu voluntad es de amar a essa señora, ni los consejos de Lydorio virtuosos aqui quadran, ni el arriscado parescer de Fulminato es cumplidero. Porque en aquello se deue poner el hombre de honra, con que presuma no descaer de su estima, no saliendo con su intento. Y aunque el camino de mensajerias que yo digo parezca en sí más largo, pero si Dios pone la mano, suele ser muy breue, porque a quien Dios quiere ayudar, la casa le saue.

Flor.—O, cómo as acertado! bien paresce que tú ayas visto el inspirante rostro de mi señora, pues de ella te fue infundido tal consejo.

Fel.—Infundí por ay: qué spiritu sancto para embiar inspiraciones! nunca el diablo le sacará de dezir heregias y de adorar por Dios vna muger.

Flor.—Qué dices de merescer?

Fel.—Trastroca me essas razones. Digo, señor, que el merescer de tu señora no se deue ansi tratar.

Flor.—De su merescer hablas, y tan a sobrepeyne? Y cómo no miras que hablando de mi señora se an de premeditar las palabras y ser muy de peso las razones? Y quien osará mirar su rostro sin quedar conuertido en nueuo ser?

[Pg 161]

Fel.—En ser de asno.

Flor.—Quién pensará merescer el menor de sus fauores? quién sabra estimar su gracia? su compostura, su gentileza, su donayre, su semblante ayrado, su alegria, su grauedad, su honestidad, su poder, su proeza de sangre?

Lyd.—Tú, Felisino, le has metido en cosa que no tendra fin.

Ful.—Por mucho hablar mucho errar. El diablo te hizo tan reagudo, pues por tu causa no cesssara oy de loar vna muger: que solo con el buen vestido le ha visto buen parescer, que tambien le tiene vn palo atauiado, pues dizen dame vestido y darte he vellido. Pues loela quanto se pagare: que al fin es muger, y por menos perfecta fue hecha para el hombre, como la silla para el cauallo.

Fel.—Calla calla, que yo lo soldaré: que él ni oye ni entiende, y tengo por mí que ya no sabe si estamos aqui. A, señor, cata que en la tardança suele auer peligro en cosas que estan en fauor de fortuna, y que quien passa punto que passa mundo; escriue luego y no dilates tu salud.

Flor.—Bien dizes, den me aparejo y quedate tú que la lleues.

Ful.—Como esso cierto es lo que yo buscaua: y di te el consejo y aun quieres me el pellejo?

Flor.—Qué dizes? que hablays muy baxo o yo estoy sordo.

Fel.—Digo que a no ser yo allá tan conoscido, que holgaria de lleualla. Pero si como conoscido en aquella casa, y sospechoso con mis entradas y salidas, me piden qué quiero? a no dar tal respuesta, tus hechos van en plaça: y será la primera en piedra, y lo segundo, va mi vida jugada.

Lyd.—Ay te esperaua; y aun tienes rason de querer viuir.

Flor.—Qué dizes, Lydorio, qué te paresce a ti?

Lyd.—Que Felisino da bastante razon en su escusa.

Flor.—Pues vaya Fulminato, porque no diga que no me siruo de su persona.

Ful.—Esso seria yr yo por carne al hambriento leon.

Flor.—Qué dizes de leon?

Ful.—Que me voy a armar mientras escriues y sea presto; porque yo á los de Lucendo no les huyre mas el rostro que a los caçadores el animoso y real leon. Y aun sepas que si allá me tuercen ojo, que aure de hazer de las mias: porque no me sufre el coraçon, ni es en mi mano desenuaynar sobre colera despierta, sin manchar la espada en sangre.

Lyd.—Señor, no hagas mensajero sino de quien no aya sospecha, y a quien no le sea injuria una mala respuesta. Polytes, como sabes, es paje callado y cuerdo y hombrezito para todo cobro, y también ya él tiene noticia de aquella casa.

Fel.—Y aun cómo ansi? que pocas vezes que falte en casa le hallarán sino por allá.

Flor.—Pues salios fuera, y embiadme le a mi recamara luego; y no me entre negocio ninguno.

Ful.—Allá quedaras. Oy, Felisino, contemos este dia con piedra blanca; y digamos que oy nascimos, y con dicha.

Fel.—Qué, tambien guardas el stylo de los antiguos, que los dias prosperos contauan con piedras blancas, y aquellos solos dezian que auian viuido; y los de mal successo, con piedras negras, y aquellos hallauan auer muerto?

Ful.—A la fe no en balde he estado yo en Cordoba, y hallé madre en Carmona, y me llaman Fulminato. Oy en dia seruir de pelillo, buena parola, facto ninguno.

Fel.—Tú eres el que yo buscaua, que oy mis buenas cautelas me hizieron nascer.

Ful.—Buena cosa es la conformidad de las voluntades en los que conforman en la librea: porque la paz entre nosotros, y la guerra con la hazienda de nuestramo, y al señor oy en dia pelo y pelon, y vnguento en los caxcos.

Fel.—Y aun esso es lo más seguro para pelechar, en especial que oy la justicia con quien no tiene pluma juega a luego pagar.

Lyd.—Ea, concluyd las consejas y buscad a Polytes.

Ful.—Vamos, Felisino, abaxo, que he alli al paje. A, hermano Polytes, Floriano te llama de priessa.

Pol.—Alguna parleria de mastresala tendremos: allá voy, que si no hay testigos, negar y auisar para otro dia, y entro en nombre de Dios.

[Pg 162]


ARGUMENTO DE LA SCENA II

Salidas al jardin Belisea y Justina su donzella, solazando Justina a Belisea, entra Polytes con la carta de Floriano. La qual por fauor de la Justina dexando, se va con buena esperança que le pone Justina. Y Justina lee la carta a Belisea, aunque contra su voluntad.

Belisea, Justina, Polytes.

[Bel.].—Descendamos, Justina, vn rato al cenadero, ya pues va cayendo la siesta; pues agora es el proprio tiempo de gozar de su frescura, y del armonia de las auezitas, que en su possibilidad alaban al Criador.

Just.—Por mi vida que huelgo en extremo de verte de tal parescer; porque me paresce que ha mill años que allá no baxé, y gozanlo los pajes a su proposito. Y aun para mi santiguada, que si en mi mano estuuiesse, que más me hallarian entre los claueles y frutales dél que no como tú estás tras treynta puertas pudiendo gozarlo.

Bel.—Donosa guarda harias tú de la fruta.

Just.—Cómo no nos hemos de ver en esso, passando por ello? Torno a dezir que me espanto de tu poco salir a te solazar, en especial pues tienes padre que todo lo haurá en dicha. No sé cómo ansi eres tan differente en condicion a todas las mugeres, mayormente señoras y donzellas: no lo haurian conmigo ansi, que más amiga me hizo Dios de soltura y libertad.

Bel.—Y aun ay verás qué pocas vezes ay dos coraçones humanos en todo concordes: porque si essa es tu condicion y de todas las mugeres, la mia es muy contraria. Porque no me da plazer sino el recogimiento. Y en tanto me aplaze esto, que no sólo la mala conuersacion me es aborrescible, pero aun la buena me es molesta, por sólo no quadrar con mi voluntad. Y tambien más ayna se pierde Dios entre las gentes, y se halla en la fuga y apartamiento del mundo. Y por esso haze ventaja la vida contemplatiua, que lo ha con Dios, a la actiua, que lo ha con las gentes, aunque por Dios.

Just.—Bien estoy en esso, pero todavia tengo por mí que si en esso que tú quieres, que es la soledad, fuesses contradicha y te mandassen no salir, que lo desseasses; empero porque está en tu querer, por tanto no te da pena el no te solazar; y si te priuassen dello, lo buscarias de rincon en rincon. Porque la priuacion de vna cosa incita el apetito a ella, mayormente en las hembras, y muy más en las encerradas doncellas. Porque ansi como se les vieda más, ansi dessean más. Y por lo contrario aquello que de facil se nos concede, de facil lo dexamos perder, y auido, lo tenemos tan en menos, quanto menos nos cuesta. Y que sea esto ansi, mira lo en el baxar deste jardin; que tú que puedes cada rato, nunca baxas a él, e yo que no se me concede, siempre querria hallarme en él.

Bel.—Por manera que segun tu sentencia la falta de la libertad abre camino al peccado y es occasion al mal. Por donde, a ser lo que dizes ansi como aprueuas, hierran los zelosos padres en priuar de muchas libertades a las recogidas doncellas, las quales, libertadas en aquello, podrian perder la honra y la honestidad con lo demas. Pues la donzella, sin estas dos cosas, deuiera ser antes enterrada que nascida. Y la quiebra de la hembra no es como la del varon, porque ella cayendo en este deslizadero, o se leuanta tarde, o pocas vezes, o nunca. E dado que se leuanta, jamas le falta vn sino en la honra y vna promptitud al retorno del vicio; lo que al varon, por ser más libre de su condicion natural, no le queda señal de auer caydo. Y aun lo que más es, que muchas vezes a ellos les da honra el mundo en hazer cosas en que la triste de la muger jamas dexa de perderla. Por manera que, pues tanto inconueniente y tan abierto peligro y tan notorio y gran daño se le siga a la muger de la libertad, mira quán sin razon va fundada tu razon.

Just.—Lo dicho por muy bien dicho loando; digo, como de primero, que el vedarnos vna cosa nos pone a la auer más cobdicia; porque muchas cosas, a no se nos vedar, no las traeriamos a la memoria, y, vedadas, nos perdemos por ellas. La causa desto denla los letrados, que yo antes lo probaré con exemplos que con razones.

Bel.—Dame vna.

Just.—Mira lo que Faustina hizo por la llaue, y aun lo que más es, lo que hizo Eua con solo vn arbol que Dios le prohibio, pospuestos todos los del parayso que Dios les concedio comer; y ansi concluyo mi intento.

Bel.—Bien me huelgo que sepas tales exemplos, y determino de no tratar contigo más en esta materia, pues te veo tan del vando de los hombres contra las mugeres. Y pues baxamos a nos solazar, holguemonos.

Just.—Sea como mandares; pero no podemos (hablando la verdad) negar que los extremos más vanderizan en las mugeres que no en los hombres, y aun que a ellos les hemos de afirmar y defender lo contrario por nuestro abono. Y en lo demas, mira si mandas que llame las donzellas para que te den plazer.

Bel.—No quiero sino que me cantes alguna cosa, porque me cae muy en gracia tu voz, y para mí no ay otro semejante solaz mundano que oyr musica.

Just.—Auia de ser de buena garganta.

Bel.—Con la tuya me contento por el presente, y no lo vendas más caro, pues haziendo lo que te ruego liberalmente ganas gracias.

Just.—Aunque en ello no pienso sacar vanagloria, quiero dezir vno que me viene a la memoria, pues que pidiendo la cosa de presto obligas te a suplir todas las quiebras.

Bel.—Di, que a todo me offrezco.

CANCION DIRIGIDA A BELISEA, MUY CONFIADA
EN SU BONDAD

Just.

En la lucha del amor
nadie viua descuidado,
pues al muy más confiado
suele tratar muy peor.

Bel.—O, cómo es cosa sentida, y buena, y nueua, y bien sonada; di, di más si sabes.

Just.—Ya pensé que con esto te enhadaras;[Pg 163] pero pues ansi mandas dire la buelta de la cancion:

Sólo sale victorioso
quien con él no se ha tomado
y el que es dél más oluidado
se llame vanaglorioso;
Mas al cabo es muy mejor
nadie viuir descuidado,
pues al muy más esforçado
suele llagar muy peor.

Pol.—O, qué buena oportunidad! abierto está, y no ay quien me impida el paso. En nombre de Dios entro con el pie derecho.

Bel.—O, cómo me pesa que acabaste, que la buelta fue aun mejor. Acuerdate que me des essa letra, que la quiero aprender. Pero mira que viene no sé quién: ve, mandalo salir, y harás al jardinero poner mejor cobro en la puerta.

Just.—Señora, vn paje es; ya pues nos a visto, y el vee que le hemos visto, sepamos qué quiere. Porque o yo mal conozco, o él es de Floriano, aquel cauallero de gran estima que por tu seruicio ha hecho grandes gastos y fiestas y cursa mucho la calle.

Bel.—Ay ay, no quiero saber qué busca, sabido cúyo es, y tú sepas que recibo pena en verle.

Just.—No seas agora tan estraña de condicion, pues la tienes tan buena. Por qué quieres ansi asconderte del mundo? mira que te dio Dios muchas causas para te mostrar, e ya que te recates, no de vn paje, con quien no quadra en ti la sospecha.

Bel.—Buena estaria la honra de la mujer si sólo guardasse su honra de las manifiestas sospechas y los notorios daños de su bondad.

Just.—En cosa de bondad no alterco contigo, pues tengo clara tu victoria.

Pol.—Por Dios, bien me ha succedido, que he alli a Belisea y a Justina. Esta negra carta no sé cómo la de: pues hazer del no conoscido, es por de más, pues aun de los perros desta calle lo soy. Ya quiero a Dios y a ventura llegar, pues a los osados fauoresce la fortuna. Y quien no se auentura, no nauega. Allá llego, que como viere que me hablan yre respondiendo.

Just.—A, el galan, qué buscays por la huerta?

Pol.—Quiero hazer del bobo sobre sello, y hablar como quien no conosce. Señora hermosa, entré con sólo intento de ver esta frescura; pero los ojos occupados en la vuestra, se olvidan de mirar otra cosa.

Just.—Qué te paresce, mi señora?

Bel.—Todas las cosas nueuas aplazen: pero dexale dar más de sí, y veremos qué tal sea; porque al primer razonar no es conoscido vn hombre.

[Pg 164]

Just.—Pues alegrate, que el solaz tenemos en las manos, y verás cómo por te dar alegria me tengo de requebrar con él. Dezidme, pues, con cúya licencia entrays en lo ajeno?

Pol.—Señora hermosa, al principio tomé la licencia de la puerta, que hallé abierta; pero agora tomandola de vos, pido la enmienda de mi excesso, aunque a la verdad tal no acertar como el mio presente, notorio acertamiento es, y tal pérdida mia sera contada por auentajada ganancia, y muy venturosa fortuna.

Just.—Luego ganancia y acertamiento llamas el venir por yerro tuyo y ventura nuestra a ponerte en manos de quien te tome la prenda?

Pol.—En ser prendado tuyo me contaré por bienandante, mayormente si con verme tú tal mirasses en tratar bien la prenda que ya tienes en tu poder.

Bel.—Y qué prenda es? que yo te la haré tornar.

Pol.—Por tu piadosa bondad te beso pies y manos, que gran confiança a puesto essa respuesta a mi desconfiada venida.

Just.—Bien me paresce, señora, que por sola su confession se le puede pedir el daño que otras veces haurá hecho en lo ajeno.

Pol.—Antes de agora he sido yo prendado y aun por entero preso de vuestra hermosura; pero nunca tuue ventura de ponerme en vuestras manos hasta este punto, adonde vuestra lindeza puede como en cosa propria aprouecharse del despojo del sentenciado de vuestro poder.

Bel.—Andate, Justina, a essas, y ganarte as ser motejada de fea; valierate más no auer hablado, para no auer errado, y tras el yerro lleuar el pago que merescio tu locura. Baste, pues, ya lo hablado, y tú, hermano, vete con Dios.

Pol.—La majestad de vuestra presencia pone pasmo en mi torpe lengua y temor en mi atreuimiento a os pedir vna merced.

Just.—Di lo que querras, que pues tanto eres mio, soy obligada a te fauorescer ante mi señora.

Pol.—Con tal esfuerço tomando osadia, te suplico tomes essa carta.

Bel.—Bien creo que ni tu mensaje me será vtil ni tus passos te dexarán de acarrear algun castigo a ti y a otros exemplo. Quitamelo delante, Justina, que ya yo me adeuinaua lo que podria ser, y harás poner mejor cobro en la puerta, que el jardinero no quedará sin su merescido. Anda, hermano, vete de mi presencia, que en saber cúyo eres adeuino tus costumbres, y en saber cúyo eres sospecho quien te embia, y en saber cúyo eres entiendo cúya sera la carta, y en saber cúya ella sea, sé que busca de mi enojo su daño y tu perdicion por mensajero; dado que diz que los mensajeros no merescen culpa, pero en tales casos no ay quien les escuse. Cata que no seas tú el Vrias Hetheo. Y dirasle por respuesta del mensaje, que no oyre a esse atreuido de cauallero; que se precie de traer con otras tales tratos, y que conmigo procure todo desuio, porque ni mi honra con él gana ni mi honestidad se satisfaze con sus embaxadas.

Pol.—Por qué tu magnifica nobleza condena mi innocencia antes de oyr mi justicia?

Bel.—Sea el oyrte que no parezcas más delante mí.

Just.—Ay, mi señora, no te muestres furiosa hasta saber el por qué. Cata que como la honestidad de la donzella padesce detrimento y peligra entre los hombres, ansi la nobleza corre riesgo y aun se pierde con la furia. Y aun el demasiado sentimiento tuyo pone sospecha de tu bondad y limpieza y casto sentimiento delante de quien no te conozca muy bien. Y nunca condenes sin oyr las partes, para no tener de qué presto te arrepentir con el tan de improuiso te determinar. Veamos la carta, y vista, verás qué tanto ayas de soltar la rienda al enojo: aunque a tu nobleza y estado de persona en pocos tiempos y en ninguna sazon paresce bien el tan apitonado y furioso impetu. Cúya es la carta, gentil hombre? y perded todo temor.

Pol.—Qué atauio para perdelle! quiero empero soldarlo como pudiere. Hermosa, he visto la ira de essa señora contra mi innocencia, la qual con la culpa que en mí publica su pena me añade temor de offender a quien se deue todo seruicio. La carta es ésta, y es de vn preso.

Bel.—Ni sé qué pueda preso (cosa no duecha) pedirme, ni puedo no recatarme del anzuelo encubierto en tus reposadas razones. Y porque no tengo por oro todo lo que en tu muestra reluze, ve con Dios.

Just.—Pues yo tomo, señora, la carta a todo mi risgo, y tú ve con Dios, que a la primera vista te dare respuesta: en que descargaré la tempestad, que quiça se resoluera toda en solos truenos.

Pol.—Con vuestro fauor yendome lleuo buena nueua a Floriano, y triste para este mi vuestro coraçon.

Just.—Anda, harás lo que digo, y tú perseuera, pues la perseuerancia gana la corona del vencimiento en la pelea.

Pol.—Los angeles queden en tu compañia, pues yo no puedo yr sin la tuya en mi memoria. Esto queda aun razonable para primera audiencia. Agora, loando a Dios por mi ganancia, me voy, pensando cómo satisfazer a Floriano para ganar albricias: aunque a la verdad más las deuo yo que no él de lo que queda tramado.

Bel.—Qué hablauas con aquel al despedirle?

Just.—Hinchele de viento por cumplimiento de buena criança.

Bel.—De tales comedimientos es libre la donzella, sin caer en caso de mala criança: porque burlando ni de veras la donzella con ningun hombre en tales coloquios gana honra si no es su marido, y aun ha de ser puesta en su poder. Porque el hilo de la honra es más delgado que el de Portugal con que tú labras, y guardate de todo hombre te torno a dezir.

Just.—De hombre bien dizes; pero este es muchacho.

Bel.—De essa manera, hombre llamarás tú a mi señor, que está ya en lo más alto de la edad, quando a vn mancebo tan grande como su padre, y tan astuto como mercader, y más hablado que relator llamas muchacho. Pues andate, Justina, a esso con tus buenas entrañas, y hallarte as burlada. Cata que dize el vulgar dicho: que de los necios, los infiernos; y de los perezosos, los hospitales: y de las mugeres mal auisadas y menos remiradas, se pueblan los públicos burdeles.

Just.—Mas vao; y si supiera la verdad, cómo le mande perseuerar?

Bel.—Qué dizes de perseuerar? y mira que con persona particular hablar entre dientes es especie y señal de traycion.

Just.—De tal me guarde Dios; sólo dixe que el perseuerar en los malos propuestos acarrea los daños contados: que agora, loado Dios, a saluo está quien repica. Y dexando esto, leamos la carta, y no te me encojas, que por vida de mi señor y tu padre Lucendo, que ya que yo la lea, que la tienes tú de oyr, porque quiça aurá en ella con qué riamos.

Bel.—Malas coxquillas de burla son las que lo han con la honra y honestidad, pero haz como quisieres, que dos oydos tengo: vno para abrirle al oyrla, y otro para cerrarle al consentimiento en no aceptarla.

Just.—Pues oye qué dize el sobrescrito.

CARTA DE FLORIANO A BELISEA

A la muy suprema en todo merescimiento, tan libre señora de su querer quanto yo captiuo de su beldad, mi señora Belisea.

Si el affligido coraçon que me dio osadia para os publicar mi intolerable tormento, causado por vuestro libre poderio, me diera fuerças para poder lleuar con sufrimiento mi tan graue pena, nunca con la presente osara molestaros, no meresciendo de vos aun audiencia para mi libertad. Pero a vuestra clemencia pido que se apiade y fuerce a vos mesma a leer ésta, en parte declaratiua de la graue pena que por vos este vuestro Floriano siente. Y aunque mucho pido, pero suplico os por la respuesta; y sea si mandays, que vuestra mano me dé, en castigo de mi loco atreuimiento, la accelerada muerte o algun aliuio a mi padescer. Y si deliberays, señora mia, que yo pene y viua para que en mí executeys con saña vuestra justicia, mostrando en mí vuestro poder, con el mesmo poder me dad el poderlo ya sufrir: que soy contento de os contentar, pues por vuestra voluntad vino, vuestro querer me sustenta y mi vida pende de vuestras manos. Las quales humildemente besando, quedo por vuestro cautiuo, Floriano.

Bel.—Bien era yo adeuina de lo que podria dezir carta tan loca.

Just.—Antes me paresce que es para tornar a leer, pues aqui poco menos que por diosa te confiessa.

Bel.—Ay, dexame de essas vaziedades, que me llamas la ira, que aun no querria tomar por cosa tan sin ningun tino ni ser, ni entidad, ni concierto. Vamos, vamos arriba, que ya el sol nos ha priuado por oy de sus rayos, demostrandonos las estrellas.

Just.—Dexadas essas metaphoras, vamos donde mandares.

Bel.—Cierra essa puerta, y dad me la mano a esta escalera, y subamos.

[Pg 165]


ARGUMENTO DE LA SCENA III

En que Lydorio haze gran sentimiento por la perdicion de Floriano. Fulminato y Felisino se hazen a vna para poder medrar. Tracta de lleuar Fulminato a Felisino en casa de Marcelia. Polytes da a Floriano respuesta de su carta, y dale vn collar de oro para Justina y un jubon de brocado con sus calças al Polytes, y tornale a dar otra carta para su señora Belisea.

Lydorio, Felisino, Fulminato, Polytes, Floriano.

[Lyd.]—O alto y sapientissimo Dios, qué profundos son tus secretos juyzios! O quánta lastima es ver perder tan a vela suelta vn tal cauallero, mancebo y dotado de tantas gracias y poder mundano! Grande daño es este, si el saber diuino no saca algun mayor bien deste grande mal: pues que a Dios es ligera cosa sacar buenos fines de malos principios y peores medios. Pero en tanto que Dios lo remedia, duelome con lo que veo, pues no le basta dexar su estado y su naturaleza, pero que a bueltas de todo oluide a sí mesmo por sola vna muger. No en vano dixo Adan, vista la muger: que por ella dexaria el hombre el padre y la madre. Pues por otra parte veo el desassossiego de toda la casa, y la perdicion de la hazienda, y con esto ardo entre dos fuegos. Porque aconsejar a Floriano es pensar de poner luzio el[Pg 166] adobe lauandole. Pues seguir tras su querer, no hago lo que deuo a la lealtad que a sus padres di. Los de casa a todos les paresce que la hazienda de Floriano les es comun: lo vno malo y lo otro peor; de manera que con lo que Pedro sana, Maria enferma. Porque con lo que Floriano ha de satisfazer a su appetito, él pierde el alma lo principal, pierde la honra, la vida en condiciones, el patrimonio se disminuye, la hazienda anda en manos de enemigos de su dueño y amigos de ella; porque quanto menos guarda ay en la casa y en la hazienda, tanto los criados oluidan de la fidelidad y cobran del saber de lo ajeno. Porque el aguijero llama al ladron, y la occasion combida al pecado.

Fel.—Ansi que, hermano Fulminato, ya me haurás bien entendido y tendrás bien ojeado el camino para nuestra medra.

Ful.—Calla ya, que descreo de la vida de los condenados si de plazer de nuestra conformidad para el descorchar de la colmena no estoy como fuera de mí, pues más quatro manos que dos lleuan y pueden.

Lyd.—En lo que estamos, benedicamos. Esto es lo que yo lloro: porque si a Floriano lo auiso, tendra me más por enemigo que por fiel.

Fel.—Pues aun tú no pienses que lo sabes todo: porque para ruindades, gran prouecho me hizo ser vn año estudiante y otro moço de cura.

Ful.—Pues calla, que creo que todo nos será menester tu sciencia y la mia: porque Lydorio es sabio y virtuoso y leal, y antiguo criado de casa; y con saber todos los rincones della, si nos huele, nos tiene de hazer daño para nuestro pellechar.

Fel.—Para esso guardalle los passos, y el uno sobarcado y el otro en vela. Porque si un hombre apercebido vale más que dos descuidados, sí que más valdremos y más podremos y más haremos dos recatados que vno seguro.

Lyd.—Pues allá os espero al freir de los ajos.

Ful.—Pues vamos a ver a nuestramo y aseguremos el campo, desmintiendo espias. Y aun tambien, si Floriano quiere, le dare en las manos vna muger que, pagandoselo, le traera a su amiga a las vñas, por más encerrada y guardada que esté. Y aun dello me cabria mi ganancia, si la fortuna endereçasse bien.

Fel.—Dime, dime, qué, tienes nido?

Ful.—Mas vao. Y cómo ouiera yo escapado del inuierno sin algun hogar? y tú, tan bisoño eres que te mantiene sola vista?

Fel.—Pues qué quieres? que harto çanqueo y ando y rodeo, pero no hallo cosa de asiento.

Ful.—Aun no tan mal si hazes como el cuclillo en ajeno nido; pero encomiendate a mí si quieres, y duerme seguro. Pero ó descreo de los recabitas y si no creo que nos ha oydo todo quanto hablamos Lydorio, que veslo está en el corredor.

Fel.—No haurá; pero si ouiere, hecho es: haga como se pagare.

Ful.—No eres auisado en esso: antes agora le halaguemos a sobrepeyne, porque la prudencia muchos males y daños preuiene.

Lyd.—A, Fulminato.

Ful.—Quién me llama?

Lyd.—Busca al paje Polytes y sube acá.

Ful.—El que llega acaso, que aguardó que le mentasen.

Pol.—Qué se trataua de mí?

Lyd.—Sube presto. Adónde andas al cabo de vn hora que pide Floriano por ti, que no ay quien te saque de rastro?

Fel.—No ay ygual trabajo, sin penar y morir, que es esperar.

Ful.—Y aun por esso dizen, y bien, que quien espera desespera.

Fel.—Señor Lydorio, lleguemos á la puerta todos, pues no es traycion escuchar, sabiendo lo que se ha de platicar de los que hablan.

Lyd.—Escuchad, pues que tañen.

Ful.—Y aun qué negro de bien. Que si él tanto sintiesse de mugeres y supiesse tanto de ser enamorado como de la musica sabe, él se guardaria más dellas, y las tendria en lo que se deuen tener, y aun acortaria su pena.

Lyd.—Calla, dexa esso, que cada vno haze segun es y segun con quien lo ha. Y escucha, que comiença a cantar.

GLOSA DEL MOTE «QUIEN ESPERA DESESPERA»

Flor.

Mi pena manda que muera;
dame aliuio mi esperança;
para que mi querer quiera
esperar, venga de fuera
nueua de mi buena andança.
Y ansi con tal diuision
mi morir se suspendiera
esperando redempcion,
por do con justa occasion
quien espera desespera.

Lyd.—Qué te paresce, Fulminato, qué vida ha dado al refran que tú alegaste poco ha, que no paresce sino que adeuinó auer le tú dicho a su proposito?

Fel.—La capa diera por la glosa.

Ful.—Calla, que en disposicion está que no parará en sola vna copla, pues dizen que quien haze vn cesto, hará ciento.

Pol.—A, señor, mira que te aguardo con la respuesta de la carta que lleué á tu señora Belisea.

Flor.—O nombre de toda suauidad, que en lo oyendo viuificó mis ya muertos sentidos! Dime, dime, mi querido y secretario de mi bien, ha mucho que eres venido y me aguardas? para que yo me castigue de mi tardança en te oyr tal nombre.

Pol.—Señor, porque tengo pocas palabras: aunque passaron y precedieron a la respuesta muy duros empellones y gran peligro de mi vida; pero con el fauor de vna su donzella, todavia le dexé tu carta. Y sabe que si no fuera por aquella donzella no era possible ni yo parar ante su furioso y honesto sentimiento. Pero todavia si a la donzella no la afloxa falta de gualardon, me mandó tornar por respuesta.

Flor.—Gualardon? para tan gran beneficio no le ay; pero lleuar le as mañana de la pieça de altibaxo azetuni, que saqué para las fiestas passadas, diez varas para vna ropa, rendiendole de mi parte las gracias por lo hecho, y conoscimientos grandes para gratificar lo por venir como yo pudiere.

Lyd.—Ansi, ansi, que por esse camino haurá de yr esso, y lo al todo con el diablo, pues se gasta en su seruicio.

Pol.—Señor, no podre lleuar le tanto bulto sin ser visto y aun descubierto, en que no ay poco peligro.

Flor.—Muy bien dizes; pues lleuar le as el collar de los esmaltes morisco, que yo algunas vezes traygo.

Ful.—O, descreo del que de Dios desconfia con tal desmallar; no se hizo él con cien castellanos. Ya ya no es de sufrir esto, que por ser yo negligente, me he perdido este lançe, que me sacara de lazeria.

Fel.—Calla, no gruñas tanto, que te oyran.

Ful.—O, pesar de quien te cosio la ropa, y cosa es de callar ésta?

Flor.—Agora pues me di: con qué semblante te recibio por mio?

Pol.—Con vn tan gracioso enojarse, que por ver la claridad que su rostro enojado mostraua, y sus ojos resplandecientes llenos de rayos de amor, holgaras de verla enojada.

Flor.—Pues que confiança me das?

Pol.—Mandóme que no paresciesse ante ella.

Flor.—O sin ventura Floriano: para qué nasciste en esta vida, acompañado de tanto atreuimiento y desnudo de algun merescer? Pero qué digo? que bastame a mi que sepa ya mi señora sepultarse mi coraçon en tormentos por ella, para que me sea muy grande precio de mis trabajos. Pero dime, dime, mi Polytes, dónde la viste? con quién estaua? qué hazia? qué semblante mostraua oyendo mi nombre?

Pol.—O, pesar de la vida con tal interrogatorio: aun creo que me haurá de coger en palabras.

Flor.—Dime, dime, pues, algo.

Pol.—Digo que para primera entrada que[Pg 167] está ganado mucho, si no perdemos aquella donzella suya. Y ansi me profiero que lleuandole el collar, te traere mañana respuesta de otra carta, si luego me la dieres, aunque es tarde.

Flor.—A mucho te offresces; pero al fin hazeslo por mí, que te lo he de agradescer, Dios queriendo. Y luego escribo: ve tú y llámame al camarero, y tú toma cuidado de salir con tu promessa.

Pol.—Quien tiene el cuidado andará el camino. A, señor Lydorio, ya oyste como te llama Floriano.

Lyd.—Agora lo oyo y entro.

Ful.—Ola vos, don muchacho, maestro haureys de salir desta buelta. Pues guardaos de tomar los grados del magisterio sobre el scalera con vn açumbre de miel y la vestidura de vn paxaro[657].

Pol.—Essas mercedes se dan a los tales como tú, que yo siruo a mi señor. Y si más me tratas ansi, sabralo Floriano: porque más es la afrenta suya que no mia, que soy mandado y le deuo seruicio.

Ful.—Qué qué? Y cacareays en el caxcaron? de Dios no descreo si no os despierno.

Fel.—Buelue acá, hermano Polytes, no des enojo a Floriano.

Pol.—Que él ha de saber si se me ha de atreuer vn rufian por yo hazer su mandado.

Ful.—Qué vays gruñendo? esperá.

Fel.—Por Dios, lleuas talle de medrar enojando al que adora Floriano.

Ful.—Pues sólo esso me haze detener: aunque el pesar del collar yrá conmigo a la sepultura.

Pol.—Brabear, panfarron.

Fel.—Qué dizes hermano? sea este nublado agostizo, y calla, que todos somos compañeros.

Pol.—No lo quiere él conseruar.

Ful.—Y creo, hermano, que lo tomauas de veras?

Pol.—Pues cómo se auia de tomar, sino como se dezia?

Ful.—Más palacio pense que auia en ti.

Fel.—Baste ya, que todo fue burla, y vamos abaxo.

Pol.—Idos vosotros, que yo quiero esperar al camarero.

Flor.—Estás ay, Lydorio?

Lyd.—Señor, sí, rato ha.

Flor.—Pues quiero que sepas mi alegria, porque el gozo conmunicado cresce.

Lyd.—En todo recibo merced.

Flor.—Pues sabras que mi señora, por fauor de vna su donzella, despues de sus enojos está aplacada, y le quedó mi carta allá que me aconsejastes que le escriuiesse. E porque la donzella no desmaye en me ayudar, con otra carta que quiero escreuir a mi señora, lleuará Polytes a la donzella el collar de los esmaltes moriscos, y a él darle as el jubon de brocado bordado con las calças que saqué para estas fiestas. E aunque no sea paga, será principio de lo que pienso darles. Porque la prueua del amor son las obras, y el que recibe, cargase de obligacion o al pagar, o al seruir, o al ser desconocido.

Pol.—Bueno va esto; veamos cómo tercia el camarero.

Lyd.—Señor, la liberalidad es anumerada por virtud; pero quiere por compañera la temperancia, para no ser prodigalidad, que es vicio.

Flor.—Cata, Lydorio, que para tachar vn acto de suyo bueno muchas causas ha de auer. Porque ni en dar yo esta miseria allego a lo que a mí mesmo deuo, sin respecto a otro alguno, ni tú en defender esso vas fundado.

Lyd.—Bien sé que si de tu parte es de permitir el magnifico dar, pues contigo han de medrar los que te siruen. Pero bien sabes que el copioso dar y sobrado recebir no merescido suele acarrear desconocimiento e ingratitud a Dios, y a las gentes vicio intolerable. E satisfacion ni es de parte de la donzella el dar vna carta por vn tal collar, ni de parte del paje (aunque más meresce) el hauella lleuado, para lo demas. Porque con tales portes y por tan poco camino muchos se hallarian por dichosos mensajeros. Y tambien el premio al que afana, suele se dar al fin de la jornada; porque siempre vi: a dineros pagados, braços cansados.

Flor.—De mayor precio es mi contentamiento que toda la hazienda.

Lyd.—Ansi es.

Flor.—Pues luego dar yo quanto tengo es muy poco a trueque de vn contentamiento tal: porque la hazienda se ha de tomar como por medio para ganar la holgança del spiritu. Y en tal caso antes ouieras de aprobar el excesso en el dar (aunque agora no le ay) que no la auaricia en el retener; porque el mucho dar es vigilia del mucho recebir, ya que a esto mires. Quanto más que siempre se atiende a la largueza del que da y no a la condicion del que recibe.

Lyd.—Ansi dizen del franco Alexandro, que dando vna ciudad a vn hombre baxo que le pidio merced, y él quiso darsela, siendo retraydo del que la recibia por ser tan excessiuo a él, diz que dixo el monarcha: Si para ti que lo recibes es mucho, para mí que lo doy es muy poco.

Flor.—Pues luego oye y aprueua y ponlo por obra, y haurás gualardon de quien te manda.

Pol.—Este diablo es el perro del ortolano. Quiero atajar la plática escusada con mi presencia a mí prouechosa: porque viendome delante juegue a luego toma, e yo a luego daca; y pues me dan la vaca, acudo con la soga. A, señor, el maestresala ha llegado dos vezes con el manjar.

Flor.—Y es ya hora de comer?

Lyd.—Dadas eran las doze quando yo entré; mira, señor, lo que haure estado contigo y verás qué hora sera.

Flor.—Pues por el relox que gouierna los compases de mi vida, aun no es amanescido: porque hasta que la luz de mi señora despida las tinieblas de mi coraçon, acompañadas de mortal tristeza, jamas haurá dia para mí.

Lyd.—Cata, señor, que con esso tal matas a ti, desconciertas tu casa y desasosiegas los tuyos; y si miras en ello, ni podras conseruar la vida sin comer, y perdida la vida, pierdes tú la esperança del gozo de tu señora. E aun tu señora no podra ni aliuiarte ni atormentarte, porque si se ha de seruir de ti, ha de ser viuo, porque muerto seruiras a la sepultura. Ansi que tratate bien, si no por ti como tuyo, sea por tu señora, cúyo te dizes ser. Pues que quanto más la amares, has de amar y tractar mejor sus cosas: pues dizen que quien bien quiere a Beltran, bien quiere a su can.

Flor.—Por te ver tan del vando de mi señora, quiero hazer lo que me aconsejas, por tratar bien las cosas de mi señora. E pues yo suyo soy, por ella viuo, su amor me sustenta el spiritu, traygan me de comer para el cuerpo: y tú ve, da a Polytes lo que mandé, y entiende en que me den de comer luego.

NOTAS:

[657] En el original paxo, por falta de la tilde propia de la abreviatura.


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ARGUMENTO DE LA SCENA IIII

Fulminato lleua a Felisino en casa de Marcelia. Felisino les promete vna cena por amor de la hija de Marcelia llamada Liberia. Felisino no puede vençer a Liberia, aunque haze Fulminato vn entremes para ello. Bueluense los dos a casa de Floriano, quedando ellas en su casa.

Fulminato, Felisino, Marcelia, Liberia.

[Ful.]—Agora que, hermano, nos hallamos desembaraçados de ruyn compañia, te quiero dezir algo de lo que me apuntaste en la sala, adonde el lugar estoruó a tu desseo. E pues en casa entienden en lleuar el manjar, demos vn arremetida y bolueremos a la racion de palacio.

Fel.—Y dónde yremos?

Ful.—A la cal nueua, adonde si algun dia faltare en casa, me puedes hallar más cierto que por las estaciones de la semana sancta, porque las andan todos.

Fel.—Agora confirmaste el amistad que me tenias en darme parte de tus cosas, pues que entre los amigos el plazer y el pesar ha de ser de por medio: vn sí en el sí y vn no en el no. E pues voy con quien me entiende, precede y guia.

Ful.—Tú sabras como la fortuna, que fauoresce a los osados, me dio uentura en ganar trauacuenta con vna viuda de hasta treynta y quatro, que en aspecto está como de diez y ocho. Esta no tiene en casa padre ni madre ni can que la ladre, más de sola vna hija bonita y harto muchacha, de diez y siete para menos: ésta le sirue en casa de moça, y fuera de hija y authorizada donzella. Y porque en todas las cosas la esperiencia saca maestro, encaminemos[658] allá y verás mi buena posada, loando mi felice ventura. E aun si yo puedo y tú te das maña, tú hallarás allá presa y jugaremos dos á dos mofando de los desnudos.

Fel.—En lo que de mí dizes te agradezco, pero no te ofrezcas a más de lo que puedas en casa ajena.

Ful.—Calla ya, no tengas essos escrupulos: a la prueua, buen amor, que verás que en su casa, donde yo asomo con la voluntad, luego lo acompaña la obra, y donde yo pongo el pie pone ella los ojos para contentarme. Que no pienses que estoy tan de emprestado, que voto a la casa de Mecha, que no faltan sino las palabras y bendiciones para pacífico matrimonio. Pero de esto, guarda fuera: horro Mahoma.

Fel.—Cata, Fulminato, que estos amores tan fundados suelen ser muy costosos.

Ful.—Ya te entiendo. A la fe, vna vez en la semana, como viernes, y aun entonces de priesa, y aun que lo tenga por fiesta: porque si andays a su contento, son insaciables.

Fel.—Por la bendicion de mi padre que eres marcado: mira cómo me entendio! que no digo que son costosos sino de parte del dar.

Ful.—Ya, ya, dar o qué? Ansi se puede secar esperando que se me caya blanca de la bolsa, que tras un quarto doy quatro ñudos. Antes sabras que ha de pitar con ruegos y dineros si quiere tablaje.

Fel.—Toda via te digo que si recibes aurás de dar; porque dizen: manos que no dades, qué esperades? y el amor quiere liberalidad; y no me hagas entender que tú solo tengas las cubas llenas y las suegras beodas.

Ful.—Malo eres de persuadir; pues vamos, que a la vista te espero.

Fel.—Bien que sea como dizes; pero yo por mí juzgo que las mugeres tienen la lengua larga en el pedir y las manos abiertas al recebir: que a todo dizen adveniat, porque pensemos que rezan el Pater noster por nosotros.

Ful.—Cómo! y porque tú seas boçal lo ha de ser Fulminato? quieres tú ser don Ximeno, [Pg 169]que por su mal juzga el ajeno? pues calla, que estamos a la puerta, que yo te enseñaré a viuir a vso moderno.

Fel.—Dentro hablan: huespedes deue de auer en tu absencia.

Ful.—No me digas esso si quieres mi amistad.

Fel.—Anda ya, que no serás tú solo: que dolencia es muy vsada, y que oy se tiene en menos que el mal de las bubas, que otro tiempo espantaua las gentes. E aun tambien mira que tú ni tienes título de prescripcion por antiguedad, ni te han dado el sí de matrimonio para que como eres vn huesped no pueda auer otro y otro si menester fuere, y aun tú que te has de hazer a la malla.

Ful.—No te piques de jurista y escucha lo que passa, que yo ya sé lo que me tengo.

Mar.—Dime por qué quieres dar alguna afrenta de ti y de mí: no te tengo retraydo el ser tan ventanera?

Lib.—O desuenturada yo, si ha de auer dia de paz? pues tanto me hará que le haga sospechar sobre hecho fue.

Ful.—Y aun a esso te espero.

Fel.—Bien dizen que no hay mejor cirujano que el bien acuchillado. La madre como deue de bardar su vergel, piensa que planta la hija.

Ful.—Al fin es madre; y aunque le dé mal exemplo, es bien que le dé buen castigo.

Fel.—A la fe ansi es, y fue, y será, que en la enmienda agena todos sabemos mucho, y podemos mucho, y hablamos mucho, y en la propria las manos atadas.

Ful.—No quiero contigo argumentos. Llamo. Ta, ta, ta.

Mar.—Ve, mira, hija, quién llama a tal prisa.

Lib.—Ay, madre, que es Fulminato y otro que viene con él.

Mar.—Ve, abre la puerta, y en tanto pondre en cobro este par de perdizes que nos embió el despensero de Lucendo, porque en mesa de viuda pobre este manjar engendra sospecha.

Lib.—Ay, Jesus, y quán mala es de abrir esta aldaua; como se abre pocas veces.

Ful.—Mas creo que, como se cierra menos, abre de mala gana y cierra de peor. O, qué norabuena estés, hermana Liberia, con quién eran las questiones?

Lib.—Ni sé qué te diga, ni estoy para esso.

Ful.—Pues subo, que yo haré las amistades. E tú, hermano Felisino, mira qué pieça de paño para el inuierno que vendrá: por esso no quede por ti.

Lib.—A la he. Dios lo guarde al gracioso; anda ve, sube tu escalera y calla.

Ful.—Ansi lo hago.

Fel.—Señora de mi vida, quién os enojó? que yo os dare vengança.

[Pg 170]

Lib.—Anda, gentil hombre, tras el compañero y calla, que quiero cerrar esta escalera, porque quien viniere llame antes que salude.

Fel.—Todo me paresce de oro: subo por no te enojar.

Mar.—A, Liberia, en qué te detienes?

Fel.—Señora, seguro soy; quedó a cerrar la puerta.

Ful.—Anda, señora, dexate de essos enojos y comamos.

Mar.—Los manteles nos quedaron en la mesa como ves, que acabamos de comer essa lazeria que tenemos, más que a Dios merescimos. De manera que trayendo qué, sientate. Pero dexando una razon por otra, di, cómo hallaste la huella del camino? que si hierua ouiesse nunca la quebrarias mucho con tus pisadas.

Ful.—Si dizes que vengo tarde, pues vengo, no tardo. Y aun agora ten en mucho cómo me pudo traer aca Felisino, que por le hazer plazer, que desseaua verte y conoscerte y saber tu casa, vine.

Mar.—Bastame por testigo de que sea ansi tu desamor, y ansi a él agradezco la visita.

Fel.—Por Dios, señora, que está burlando, que con solo desseo de verte, y con gran razon, viene, y a mí trae por testigo de su buena ventura en tener te por señora.

Mar.—Dios lo mejore todo, que por dezir lo tú passaré por ello.

Lib.—A la fe, madre, él viene a ver si le aguardauamos a la mesa con el pan y queso que hemos comido.

Ful.—Ni te dan tormento, ni lo riñas a mí, que yo paz quiero, y como dizen, a la boda vengo.

Fel.—Mas no tuuiesses paz con ella, que no faltaria quien te lo retraxesse.

Mar.—Calla, boua, ya que viene tarde, no digan que con mal.

Lib.—Yo con Fulminato lo he, que a estotro galan desseo seruirle.

Fel.—E aun yo me preciaré de seruirte por mi señora.

Mar.—Ea, no passe más adelante la plática.

Ful.—Y calla, no seas tan zelosa, y no lo quieras todo para ti, ni muestres pesar del plazer ajeno. A la fe harias mejor en darnos con que beuiessemos.

Mar.—El qué trae tú, que el con qué, por mucha pobreza que aya en casa, no faltarán vn par de vidrios, aunque no sean de Venecia.

Fel.—A la fe, señora, para tal combidado sobran de Cadahalso, y aun que fue la respuesta qual la pedia la peticion. Quién jamas vio venir hombre y galan a comer vianda en casa de hermosa, si no la ouiesse él mandado? y aun entonces auia de ser combidado y rogado.

Ful.—Si te bulle la bolsa, haz de las tuyas para ganar tierra, que yo en mi possession me estoy.

Fel.—Ni voluntad ni poder faltará, a Dios merced, mientras ouiere este real de a dos en la bolsa.

Ful.—Cómo hablas en derecho de tu dedo! E dime, quién de todos quatro puede yr por nada a la plaça, que no quede el tercero solo? Mira que no somos más de dos por dos, y guarda tu rucio para otro alarde, que no faltará su san Martin si antes no te desmancha.

Mar.—Pues por mi salud que me hallo muy sola, sin moça para semejantes casos; que Liberia e yo en nuestro ordinario, el lunes nos proueemos para toda la semana.

Fel.—Mucho es no se corromper las viandas ansi añejas.

Lib.—Las que éstos de palacio comen delicadas corromper se han; pero, madre, el pan y queso de nuestro ordinario no se corrompe ansi.

Fel.—Esse es manjar de ratones.

Ful.—O Felisino, cómo te engaña Liberia: cata que más auisado pense que eras.

Mar.—Miralde el saco de malicias, que siempre viene con alientos de pupilo de mesa pobre.

Lib.—Tú, madre, tienes la culpa en tenerle mal vezado a sufrirle sus malicias.

Ful.—Agora, Liberia, no ay quien pueda contigo. Pero dime, eras tan braua antaño?

Lib.—Y aun tanto más, que te espantaras; y guarte de furia de muger.

Fel.—Que por Dios, señora, que tienes justo, y que a tales palabras peores abrian de ser aun las respuestas.

Ful.—Y que qué? nascente alas con el calor de la dama? pues sey mejor comedido, si no, medirse ha la amistad con los filos del espada. No pienses que será por ti dicho: de fuera venga quien de casa nos eche.

Fel.—A lo menos será esto; que si a estas señoras das penas con tus parlas, que las has de cortar, y que la amistad nuestra ha de ser en lo honesto, y no que en mi presencia enojes a estas hermosas.

Ful.—Y cómo, no sabes que soy Fulminato? Descreo de los adoradores del vezerro y destas que tengo en la cara, y de Dios no me aparto, si echo mano, si no te hago el juego que hize a Furnil el temeroso en Barcelona: que de un reues le puse la cabeça par de los çapatos, sin perder el passeo por la ciudad, por ser Fulminato.

Fel.—Ya tengo decorado essos refranejos. E sepas que a esse Furnil que tú quitaste la cabeça de vn reues yo se la auia puesto de un tajo, y ansi haré a ti agora.

Mar.—Ay Felisino, por vn solo Dios que mires la honra de mi casa.

Fel.—Pues el callar yo por esse respecto da occasion a Fulminato de hazer del boto a tal. Y suelta me si mandas, que yo vere oy quién sea Fulminato.

Ful.—Aun creo que el diablo me metio oy aqui. Y quán de veras ha tomado el necio lo que yo hazia por solo diuidir mesa. Pero cumpleme hazer del fiero, porque me teman estas mugeres: que ellas le tienen de suerte que aunque le pese estará quedo.

Mar.—Y detente agora, Fulminato, por vn solo Dios: no llamemos testigos donde no ay para qué.

Ful.—E sueltame, que de Saturno ayuso reniego si no le hago.

Mar.—Pues por mi vida que no te suelte, y que as de venir a mi cámara.

Ful.—Y aun esso quiere el moço.

Mar.—Qué gruñes, mal acondicionado?

Ful.—Mira que me as rasgado la cuera y quebrado los talabartes y cierrasme? descreo si tal passa.

Lib.—Quién no se las entendiesse a mi madre: aun, aun si haure yo de començarlo oy? que acá está quien no se rogará mucho. Cierra le, cierra le, madre, que a estotro yo le tengo. Agora a mí el cargo que ellos dos se auengan; y estotro algun asno deue ser, que me ve sola y abraçada consigo y aguarda a que yo le desempañe y le combide: lo qual aun haria si más le conosciesse de oy.

Fel.—Por Dios que se han quedado los dos a hazer las pazes, quantes que esto de Dios ha uenido. Quiero dar vn tiento a la muchacha, que desembuelta me parece y de buen pegar.

Lib.—Agora que, señor, te falta el aduersario, me quiero tornar vn poco a mi almohadilla, porque en esta casa si no lo trabajamos no lo comemos.

Fel.—Señora, ansi es en todas; pero si alguna necessidad al presente tienes, auisamelo, como a quien dessea seruirte. E con todo esso no me dexes solo, porque no sabes si hurtaré algo.

Lib.—Por nuestros peccados, aunque fuesses ladron, mala medra tendria tu officio en esta casa. Pero con todo, porque no digas que no hago por ti algo, me siento en esta ventanilla a labrar.

Fel.—O, qué gran merced, y cómo descubres al manifiesto no estar en ti la perfecion de hermosura sola.

Lib.—Dios enmiende las faltas. E sabe te que, aunque más mofes, tal me quieren en mi casa.

Fel.—E aun en la mia si me valiesse.

Lib.—Muy de cosplaz (sic) estás por mi salud. Pero mira que aprendas en esta casa a estar quedo con las manos. Y si vienes mal vezado de con mugercillas de al pregon, aqui[Pg 171] sólo se da licencia a la lengua a que hable lo que sufre buen palacio. Cata que mi buen comedimiento y mi soledad no enciendan fuego a tu cobdicia. Aprende, señor, a guardar en cada tierra sus vsanças y leyes, y auisa para adelante, si esta casa te aplaze para más de vn dia, que acá no se vsan essas desembolturas ni aun a los de casa, quanto más para ti, que esta es la primera entrada. E tambien te sé dezir que ni tú as visto en mí soledad por que te me atreuas, ni mi honestidad te sufrira para otro dia: excepto si no quieres esta casa para tan sola esta entrada, que si ansi es, luego la da por concluyda y puedes tomar la puerta.

Fel.—Mi señora, no te enojes, y perdona, que miraua el cabeçon de tu camisa: que esso poco que descubren las tocas se muestra gallarda labor.

Lib.—Bien que sí, guardele sant Anton el inocente como zorra, y aun essa deue ser ella. El hurtar de que me auisaste deue ser éste, que no pequeño despojo de la casa de mi madre seria á robarme tú mi limpieza. Pues por demas es la citola al molino: que para responder al llamado de tu dañada intencion as aportado con quien no oye, y ansi puedes reposar y auer plazer.

Fel.—O, cómo me condenas por malicioso sin por qué: que si algo hize que no deuiera, segun me condenas, manda me lo tu hermosura, que como fuera de mí, en tus amores trasportado, no sé lo que hago.

Lib.—De marauilla eres bouillo. Pues sabete que si quisiste comer con mi innocencia, que yo almorzaré antes con tu malicia con oyr te la lengua, y mirar te las manos, y preuenirme de guarda a tus desseos.

Fel.—Ay vida mia, y qué robadora de coraçones soys!

Lib.—Ay, Jesus, y qué desuerguença, y no miras quál me tienes parada? si mi madre saliesse a la sazon! y valga le el diablo, y otra vez a doze: qué porfia que tiene! Pues yo te seguro por oy que te quedes del agalla.

Fel.—O, mi señora, y qué sacudida soys sin por qué! Pero yo te juro para estas que en la cara tengo que o yo reuiente por los yjares o tú me cayas al sello de mi marca antes de seys dias; y aun quiza que a no salir ya los encamarados, aun aun.

Mar.—A señor Felisino, ya bien osaremos salir sin miedo de tu espada. Mas qué te paresce de nuestra tardança?

Fel.—Que tengo por más venturoso a Fulminato que a mí: que aun la señora Liberia, que está más hazendosa que desposada, de mal acondicionada se ha huydo a los rincones, dexando me sólo encomendado al sueño, guardando os los cuerpos como en monumento.

Mar.—A la fe hemos menester afanarlo para tenerlo en esta casa. Por esso perdona: que con estas condiciones ha de hallar mi casa el que viniere a ella, si le fuere dada entrada como a ti. Y en lo demas que dixiste, aunque hablaste con malicia, te la perdono por el enojo que has auido con la muchacha. Pero quiero deshazer tu sospecha, que no caya en juyzio, con certificarte que no hizimos sino escriuir vna carta: sino que con estar tan furioso estotro galan, no podia acabar con él.

Fel.—Ansi seria, señora; pero al goznear de la cama lo pregunten.

Mar.—De qué te ries? que me afrentas si no me crees.

Fel.—Que sí creo el Euangelio. Pero a, Fulminato, torna por tu color allá dentro y marchemos, que se nos passará la mesa, y perderemos racion y hauremos mal grado. Y mañana nos ten, señora Marcelia, por combidados, quedando a mí de proueer el con qué.

Ful.—Bien digo yo que te bulle el argen: que él, ni amores y diablos y locura, mal se dissimulan.

Fel.—Anda, que ni al gastador falta que gastar, ni al jugador que jugar, ni al escaso que endurar; y con esto te queda a Dios, señora Marcelia, y tú, mi señora Liberia, pues ya seran deshechos tus nublados, qué me mandas?

Lib.—Que vayas con Dios. Alla yrás diablo, importuno moledor. Pero cómo me queda abrasado el coraçon en su amor! o, cómo fuy mal auisada y descomedida en no le aplazer! o, cómo si él me oluida yo soy muerta! Bien dire yo cierto que no conosci el bien hasta perderle.

Mar.—Qué hazes, Liberia, allá baxo?

Lib.—Heme aquí; que por cerrar la puerta me detuue, que luego se fueron y de priesa.

Mar.—Pues que en paz quedamos, loado Dios, sin embaraço, entendamos en algo.

Ful.—Bien será sanearme con Felisino, que aun me mira de concha. Y agora ni nunca me agradó el tener enemistad de veras con nadie. Porque aun no me hallo tan enemigo del biuir que le quiera arriscar, y traer el cuerpo cargado de hierro y el coraçon de sobresaltos.

Fel.—Qué vienes hablando a solas? que paresce hagas inuocaciones. Si tienes algo más de lo passado, di me lo, que a todo me hallarás.

Ful.—Agora me sacaste verdad lo que venia hablando entre mí.

Fel.—Si de mí es, di me lo.

Ful.—De quán de veras lo ouiste en denantes.

Fel.—O, pese a tal; y era cosa que yo pude menos, so pena de no ser hombre?

Ful.—Luego no me entendiste?

Fel.—Entendite, que si no ouiera partidores fuera el diablo.

Ful.—Pues toma lecion de mí, que soy Fulminato: que por diuidir los partidores, y que la diuision la ouiessemos con ellas y nos cayessen debaxo, como ya me cayó Marcelia, lo hize. Y aun tu asuadas[659], que no heziste menos con la moçuela, segun que os oya de dentro el gruñir.

Fel.—Ya, ya, mira quién te auia de entender, por esso eres tú ya marcado, e yo por boçal aprendere de ti de oy más. Pero dexando esto: cómo te fue? que gran goznear de tablados passaua.

Ful.—Tú me di a mí qué heziste, que yo no anduue camino que ya no supiesse de otras vezes lo auer caminado.

Fel.—No sé qué te diga de moça tan indomita.

Ful.—Pero con todo creo que te podré llamar yerno y tú honrarme por suegro, porque ella mucho gruñía como primeriza. Ansi que sabe agradescer la honra a quien te la haze. Y sufre y calla, y guiate por quien sabe, si quieres medrar.

Fel.—Esso te agradesco con tu buena voluntad. Pero tampoco pienses que se hizo la copula, aunque o yo podré poco o ello se concluyra presto.

Ful.—Pues mira que al sangrar no la manques, y tú desmayes.

Fel.—Aunque bouo, no pienses que lo soy en todo: yo sabre qué haga, visto en el caso. E pues estamos en casa, callemos, y dexa me entender en mi prouision.

Ful.—Pues mira que aunque seas auisado, jamas hizo mal consejo de amigo. Lo que te auiso es que salgan del cuero las correas, y a buen entendedor no más.

Fel.—Ansi será: porque bastará poner yo vn real para aloxa si fuere menester; y en todo lo demas que me acorran despensa y botillería, pues yo en seruicio de mi amo me gasto.

Ful.—Ya te podras graduar de maestro de baratar; y ansi sea, que a los amos y a los enemigos comellos y roellos, y despues sisar para dos reales para componernos. E con todo esso en este caso más es menester hazer que no dezir.

Fel.—Entremos, que al cabo lo verás, Dios queriendo.

NOTAS:

[658] En el original, por errata, encaminenos.

[659] Manera vulgar de decir, por aosadas ó ausadas, como solía escribirlo Santa Teresa de Jesús.


[Pg 172]

ARGUMENTO DE LA SCENA V

Floriano y Lydorio passan grandes platicas sobre la fuerça de amor. Y Polytes lleua la carta a Belisea.

Floriano, Lydorio, Polytes, Fulminato.

[Flor.]—O omnipotente hazedor de todo compuesto, y cómo sapientissimamente gouiernas todas las cosas, a la consecucion del fin para que fueron criadas las inclinando. E con saber yo esto añado a mis flacas fuerças confianças de esperar, comprehender y alcançar cosa de tan sobrado merescimiento para mí, como es mi señora Belisea; y en mí tal perseuerancia donde falta merescimiento. Conozco que me crió Dios para seruir a mi señora Belisea. Porque de uer que mi desseo y mi voluntad y mi entendimiento y memoria van dirigidas a ella, ansi por la fuerça del delicado amor con que la amo y desseo, soy violentado por mi querer a querella, pues para tal me crió Dios. E como para tal bien mio me da natural inclinacion del amor, como por objeto de mi contentamiento. Pero ay de mí, que como esta gloria que yo sigo, y amo, y procuro, y tengo como por último fin, excede tanto a la capacidad del supuesto de mi flaqueza, temo, como no capaz de tanta gloria, ser para siempre priuado de ella. O amor falso, o halaguero, o engañador, o inconstante: que con saber tus amadores y los que son de tu valia y siguen tu estandarte que eres largo en promesas y muy abreuiado en el pagar, tienes tantos debaxo tu vandera que muy sin difficultad serian contados los que auiendote conoscido se han escapado de tu subjection. O, cómo te muestras en tus hechos muy villano, que a los que te siguen mas subjectos, a essos tratas más asperamente. E como villano suez muestras tus fuerças contra los más abatidos y menos resistidores.

Lyd.—Di, Polytes, duerme Floriano o qué haze?

Pol.—Está haziendo consigo tanta variedad de cosas differentes de hombre sin ningun sossiego, que no te sabre dezir qué es lo que haze. Pero oye oye, que ya torna a tocar la vihuela, y escucha e oyras marauillas y nouedades como yo he oydo en poco rato que ha que estoy aguardando coyuntura para entrar.

Lyd.—Pues está atento.

ROMANCE O DISCANTE DE LOS AMORES
DE FLORIANO

Flor.

Quando con menos cuidado
mis cuidados yo sentia,
me conosci ser lleuado
por nueva guia guiado
do mi desseo queria;
ajeno de compañia
sino solo mi querer,
sin atras passo torcer,
sali tras quien me guiaua:
vime puesto donde estaua
un sol que el sol obscuresce,
d'una dama que meresce
[Pg 173] de nadie ser merescida,
do, mi libertad perdida,
hice punto a mi jornada,
de mi bien siendo mirada
siempre via más que ver;
propuesto pues de saber
nombre de tal hermosura,
en pago de mi locura
y sobrado atreuimiento
fui lançado en vn momento
en carcel tenebregosa,
do con gran morir reposa
mi coraçon affligido,
que aunque se siente perdido
se dessea más perder,
pues siente no merescer
más premio del conseguido.

Lyd.—O, quán en alto stylo a discantado en principio de sus amores, mostrando bien su pena y señalando bien la causa!

Pol.—Pues oye, oye, que ya torna a la deshecha.

DESHECHA AL ROMANCE

Flor.

No se compara mi pena
con qualquier mal desta vida,
ni hay pena más merescida.

LETRA

Es mi pena tan sobrada
quanto en mi falta poder
del poder do esta encumbrada
la gloria de mi querer:
que aunque sobra mi perder
a qualquier mal desta vida,
no hay pena más merescida.

Lyd.—Bien dizen los philosophos que la vexacion o necessidad[660] (si no se toma con sobradas fuerças) que abiua el entendimiento, y que los amores hazen eloquentes aun a los mudos. Entrar quiero, que no es razon de no comunicar contino con vn hombre de tan viuo entendimiento, y tan claro juyzio, y tan buen razonamiento; y tal, que aunque enferma y daña a si, aprouecha a los oyentes.

Flor.—Está alguno ay fuera?

Lyd.—Señor, agora llego yo a ver si mandauas alguna cosa.

Flor.—Quiero, si tú me quieres bien, que me ayudes a dar fin a mi tan penada vida.

Lyd.—Quitar la querria yo a tus enemigos y dar te la a ti, y todo descanso, si en mi mano estuuiesse.

Flor.—O, qué bien dizes si estuuiesse en tu mano: pues quiso Dios que mi viuir pendiesse de Belisea, y mi muerte está en su querer, y mi descanso en su libertad, y mi salud en su deliberacion [Pg 174]y aluedrio, y todo mi bien en su disposicion. Pues tiene vniuersal dominio en este inferior mundo que da habitacion a los mortales.

Lyd.—Mira, señor, que hablas fuera del lenguaje de la fe, que affirma (como es ansi) ser Dios principio y causa y gouierno de todo lo causado, inferior y superior.

Flor.—Dime, Lydorio, tú no sabes que en el disponer de las cosas subjectas al criador, que es Dios, y a las celestes influencias, que ay causa primaria y general, que es Dios, y causas segundarias? y no sabes que a estas que llamamos secundas causas, con darles Dios poder de influir sus qualidades en lo elementado, tambien a las veces les dexa el gouierno de algunos particulares effectos: para que despues del concurso general de Dios estas segundas causas se puedan llamar principio o causa en algun compuesto?

Lyd.—Sé bien que, segun philosophia, algunas vezes causas segundas produzen algun compuesto, pero con tanto que el tal ser dependa del de la primera causa, que es Dios, como paresce al sentido que la reuolucion del sol y planetas y elementos produze la alegria de los campos en la seca tierra, trayendo el verano. Pero todo esto y otros effectos que haze la influencia del sol lo dispone aquel primer principio que todo lo crió con la palabra. Pero esto a qué fin: para prouar tú, señor, que vna muger, que en género de criatura es menos perfecta que tú, te pueda ser causa de vida ni alegria, ni las demas qualidades o accidentes que en ti pueden causar las celestes influencias, que como segundas causas te disponen a lo que Dios te quiere inclinar y ordenar de ti? Ansi que no sé cómo puedes dar a tu señora poder de algun effecto causal.

Flor.—Aunque auia otras cosas que resultan de tu departir, a que te podia responder, reprouando tu hablar, en ser (si fuesse como dizes) menos perfecta mi señora o no, porque sé que el tú dezillo fue solo yerro de lengua, callando en esto, passo a lo que de principal dudas cómo sea mi señora la que despues de Dios disponga en mí su querer. Ya sabes que en quanto mi sér sea deriuado de Dios, del qual no menos emana mi señora, que ansi entramos (aunque en gran desigualdad) tenemos respecto a Dios como primera causa y hazedor. Pero yo, que conozco que todo quanto en mí puso Dios lo puso con obligacion y debaxo de condicion que fuesse gouernado por mi señora, ansi por no faltar de la ley natural como del querer de Dios que en mí quiso esto, quiero, y amo, y desseo, y adoro a Belisea.

Lyd.—Ay, por Dios, señor, que te moderes en tal desenfrenamiento de hablar: pues basta ser ella muger y tú ser hombre.

Flor.—E aun como hombre y tan buen entendimiento y ley como tú me dizes, conozco bien lo que affirmo ser ansi. Porque ni tú en ello para me incusar tienes razon, ni yo excusable excusa, sino confiesso que consiste mi felicidad en la memoria de Belisea. Ansi es, y ansi lo affirmo, y ansi lo confiesso. Agora di contra mí todo lo que te pluguiere, pues me conosces ya bien firme en la fe de mi señora. Y aun más te digo, que si el sér de hombre dize perfection (como tú dixiste), que en ninguno la ay tal ni tanta como en mi señora, que para mayor manifestacion del poder de Dios, que puede poner las perfectiones donde quiere, y como le plaze, por particular priuilegio fue hecha muger y en ella asentó el criador sus perfectiones, y la comunicacion de las mias y el retracto de las del orbe.

Lyd.—A la fe, señor, guialo como te plaze: pero la necessidad haze conoscer quién sea el varon para tener ánimo generoso, y en esto muy al descubierto discrepa el varon de la hembra. Porque en tener buen dezir, buena muestra, dorados meneos, en presteza de lengua, en viueza de juizio para de repente, mayormente para mal; en pensar insultos, en inuentar trayciones, en hablar maldades, en descubrir sotilezas de engaños, en forjar mentiras, en hazer embaucamientos, en querer abominaciones, en cometer insultos, en tractar adulterios, en dessear homicidios, en amar crueldades, en tener soberuias, en affection de glotonias, en sin freno en luxurias, en caminar por estremos, en querer siempre la suya en pie, si me dizes que en estas y otras tales consiste el ánimo y fuerça o perfection del ser varon, pocos varones ay tanto como ellas, si a lo menos no en el ser natural, en el ser vicioso.

Flor.—Anda, que essas vniuersales siempre admiten algun excepto. Y aun tambien como la perfection de que tú dizes ser dotado el varon ha de ser de género de virtudes. Y vemos comunmente auer más bondad moral en las mugeres, quanto más que algunas van en la cumbre en esto; y ansi lo está mi señora Belisea en todo atributo de bondad.

Lyd.—Bien te confiesso, señor, que a lo comun las mugeres son más deuotas, más rezadoras, más estacioneras, más molles de coraçon para en quien se imprima la piedad, y de entrañas más compassibles y tiernas para con los affligidos, y más sermoneras, y finalmente más ductiles para ser persuadidas a deuocion y a la virtud exterior. Pero esto las que no lo hazen de fingido hazenlo porque Dios y naturaleza las hizo subjectas, y a los hombres más libres. Pero ansi como son blandas para la impression del bien, ansi son tambien más flexibles al mal. E la que cae de veras y al descubie[r]to, más daño haze que vn hombre; por la inclinacion que puso Dios y naturaleza para la amar, y amandola seguilla, y siguiendola imitarla. E tornando a mi intento sin dezir de ninguna en especial, hallarás muchas veces grandes maldades e insultos e embustes debaxo de las largas y honestas tocas y faldas. E ansi dize el vulgar: que grandes males encubren faldas. Porque si las miran a defuera yendo parescen vnas senadoras, con gran grauedad de cuerpo y con gran terneza de pies, y descaymiento de piernas: que paresce que han menester cuentos para se tener como casa vieja, y ver las heys con vna grauedad y serenidad de rostro, que no ay que pedir más ni que poder tachar. Pero tengan lugar y tiempo y libertad y occasion (o si no, ellas la buscan) que alli os digo yo que no ay (en su possibilidad) gamo por collados, ni hardica por montes, ni conejo hasta el viuar, ni pega de rama en rama, ni rebeço de peña en peña, que ansi se desembueluan. Y aun si ay arboleda o frutales, que no ay mona tan trepadora, ni oruga tan destruydora. Pues a los hombres que las han de sustentar son tan costosas, que si las quieren complazer, todo el tiempo se yrá en daca el verdugado, la saboyana, la vasquiña, la mantillina, el volante, la toca, la gorguera, la crespina; finalmente, no ay más que decir, pues no se acabará de escriuiar (sic) lo que ellas jamas acaban de imaginar e inuentar e vsar y engañar. Pues si miras en ello como curioso, verás que con los verdugados cubren quiebras y defectos del cuerpo, y con sus lagrimas someras dissimulan y encubren males de la voluntad, y falsias de ánimo deliberado: que contra los que más muestran amor suelen tener en el pecho. Y porque no me digas que hablo de coro y que las infamo por mi cabeça, no acotando qué digan los que las conoscieron y qué vieron de ellas los que las trataron, mira en lo primero al sabio Salomon, que tanto las amó y tanto daño le vino por ellas, lo que de ellas dize en sus escrituras, quando se le offresce hablar de mugeres. Lee al Mantuano en vna egloga; mira al Petrarcha; escucha al Ouidio, y atiende al Juuenal, y finalmente quantos sabios Gentiles, Judios, Christianos, Moros, Paganos, offresciendoseles en sus escritos materia en que hablar de mugeres, afanan y se desuelan en cómo auisar a los leyentes que se guarden de sus conuersaciones. Porque si os han menester, se os muestran muy humildes, muy halagueras, muy amorosas, muy ductiles, muy affables, muy conuersables, muy subiectas y muy temedoras de enojaros. Pero si salen con su facto y tienen la suya en hito, viendo la vuestra discayda, luego tornan muy altiuas, muy çahareñas, muy mandonas, muy mal suffridas, muy señoras, muy sacudidas, muy esquiuas; finalmente,[Pg 175] si os sienten molleja, luego piensan comeros. E si os les subjectays vn poco, vos les days el dedo, y ellas toman la mano en todo y por todo, porque os quieren dar a entender que las ayays menester. Pues hablando de lo que refieren de ellas los escriuientes, qué vieron de hechos muy atroces y feos! mira quán canina fue a todo el humano linage la golosina y soberuia de la mujer primera del mundo! Pues quién por cobdicia de oro hiziera lo que Tarpeya, en dar el Capitolio Romano a los enemigos? en género de luxuria torpe, quién hiziera lo que Pasiphae ni Minerua? quién perpetrara lo que Scylla, hija de Lizo[661] en matar a su padre? Pues quién se atreuiera a lo que Judit, ni a lo que Jael, puesto que lo aprueua la escritura sacra? y si no fuese fastio recopilar males agenos, seria no acabar de contar cosas atroces y feos hechos de audacissimas mugeres. Pero concluyendo mi plática prolixa a su breue intento, digo que atiendas que en te affectionar a vna muger has de mirar que tú eres hombre y criado para mandar, y ella es muger y criada para seruir.

Flor.—Ya no puedo suffrir ni oir las blasphemias que tu dañada y canina intencion declara por tu lengua contra las mugeres, por sólo dañar a la que yo tengo por angel en forma de muger, a la qual amo, y adoro, y estimo, y temo reuerencialmente.

Pol.—O hi de puta el diablo, y cómo ha entretexido alta y compendiosamente muchas cosas Lydorio a un fin! pero quiero oir qué dirá Floriano, que está hecho vn ciego de amor.

Lyd.—Pues que por aqui empeora y se pone más obstinado y dize más errores, quiero, tomando de dos males el menor, hablalle en cosas de amor.

Flor.—Qué dizes del amor?

Lyd.—A la fe, do el coraçon, ay las mientes. Señor, no digo sino que he oido hablar a muchos y escriuir a muchos contra las mugeres; los quales dexando sus dichos y mirando sus hechos, veo que se perdieron vnos y otros fueron puestos del lodo por su amor. Y espántome cómo auisando sabiamente a otros, ciegamente yuan ellos cayendo.

Flor.—E aun yo huelgo que tú te vayas leuantando de tu tesonia, y mires quán grande sea el poder del amor.

Lyd.—Dizen los que le discantan que tiene poder sobre todo hombre, y aun sobre todo el hombre.

Flor.—Los que lo dizen ansi, en lo primero hablaron como sabios y en lo segundo escriuieron como experimentados. Porque el que es tocado del tal poderio, ninguna potencia tiene que [Pg 176]no sea más del amor que no del proprio cuyas son las tales potencias: porque está de sí mesmo ajeno.

Lyd.—Vna cosa tengo por aueriguada, y es, que el libre aluedrio del hombre no admite subjection sino á Dios. Y ansi tengo por difficil que vna buena aparencia de vna muger baste a priuar a vn libre hombre de su propria libertad, en la qual Dios, aun de ordinario poderio, vemos que no quiere meter la mano. A muchos lo he oydo y en muchos lo he leido, y en ti, señor, veo esto, y no puedo persuadirme a que no aya otra cosa que al hombre fuerce más que el amor, en quanto solo amor.

Flor.—Bien muestra la desemboltura de tu lengua no auer sido tocado tu coraçon de su flecha. Porque si supiesses del poder del amor, sabrias que contra él ni ay letras, ni astucias, ni fuerças, ni artes, ni cosa que estoruar pueda su querer.

Lyd.—Oydo he que todas las cosas vença y subjecte a su poder toda viuiente criatura elemental. Pero como los dichos remueuan menos que los exemplos, refierome todavia en creer lo que veo. Porque si vn hombre tiene cuenta de tornar por la honra de su nobleza y libertad con que fue del criador adornado, que no caera al primer tras pie, si no quiere enfermar su propria voluntad.

Flor.—O, Lydorio y quánta suauidad trae el hablar de la guerra en la quietud de la paz, que donde interuiene el amor ni ay honra, ni fama, ni libertad, ni antojo, ni parescer proprio, ni negar, ni conceder, ni odio, ni amistad, ni muerte, ni pérdida de la vida que se le anteponga para que no haga lo que quiere y nosotros no le obedezcamos. De manera que te digo, que si fuesses suyo como eres agora tuyo, verias cómo del tu dezir al su hazer ay mucho, y verias que vno es dar documentos estando sano al que está doliente para que sane, y otro es poder y saber se aprovechar de ellos mesmos en el mesmo menester puesto.

Lyd.—Oydo he, señor, discantar, y a muchos discantar del poderio del amor, pero en nadie le he hallado con tantas fuerças como contigo.

Flor.—Bien creo yo, Lydorio, que essos que escriuiendo lo discantauan y diffinian como maestros, que aun no deuieron entrar en su escuela del amor como discipulos; quiero dezir, que tractan del amor como letrados e ignoranle como experimentados. E ansi dizen que no ay más sabio cirurjano que el bien acuchillado. E ansi digo que el que no fuere tocado de su dorada flecha mal sabra conoscer la fuerça que el amor haga en las voluntades, y cómo enagene toda libertad y mude todo humano querer, y ocupe todo el entendimiento.

Lyd.—Holgaria saber de plática algo de su poderio para ver si me podré persuadir a tenerle por tan poderoso y brauo como le pintan, aunque deue ser la pintura del leon: que quanto más fiero le pintan paresce mejor leon.

Flor.—Puesto que te falten principios en esto, que quieres saber ya como maestro, pues no eres tocado de su rabia, pero lo que del amor yo te puedo declarar, por tu contentamiento y mi deleyte en tractar en él, es que aquesto que en nosotros los amantes llamamos amor no es otra cosa sino vn familiar y secreto enemigo. Es vna rabia, de la qual todo humano entendimiento tocado, se trastroca y desencasa de su proprio ser y querer y libertad. Por cuya razon, siendo el hombre el mesmo, dexa de ser el que era antes de ser herido de tal poder. Es vna commixtura de males contrarios que para más presto fenescer la vida, guian contra el coraçon, y alli parando, tiene fin la tal muerte. Es vn poder que fuerça las potencias del alma y captiua la voluntad, y desarrayga la libertad del libre aluedrio. Es vn sello de muerte impresso en el ánima; vna muerte que, sin quitarnos el viuir, haze nuestra vida vn contino desfallescimiento; vn tan entricado enredamiento, que el más sabio no se sabe dél desenredar. Es vn cossario robador de todo plazer; vn amigo cuya amistad es muy desseada y muy prejudicial; vn confactionado veneno de cosas delectables; vna suaue delectacion a la vista y vn sobrado trabajo al entendimiento; vn embaydor que nos muestra las cosas al contrario de lo que son; vn astuto tahur, con quien mientras más jugamos más desseamos y más perdemos; vn ladron casero; vn amado enemigo; vna voluntariosa subjection, que sin quererle nosotros dexar nos subjecta; vn flechero acertado que tiene por blanco nuestro coraçon y heriendole lo dexa hecho ceniza; vn tan poderoso, que quiere y puede juntamente, por cuya causa annumerandole vno de los sus dioses, le dauan poder sobre todos ellos.

Lyd.—Y aun ansi creo yo que como essos fingian dioses sin lo ser, ansi él deue tener más sér en atributo que en existencia, ni potencia, si no fuere imaginada; porque al fin ni él es tan artero que si no queremos nos engañe, ni él es cosa actual ni corporea.

Flor.—O Lydorio! que ni ay quien se le absconda ni defienda, porque es vn sagaz negociante, que se sabe a su saluo hazer tosco con los toscos, con los encerrados habita, a los solitarios no oluida, a los fuertes se muestra poderoso y con los abatidos se acompaña. Finalmente, es tan vniuersal para todo lo que quiere, que se sabe hazer todo con todos, para todo lo tener. A nadie desdeña, desde el pastor en su aprisquero y cabaña, que se acompaña con solo su hato y caramillo, al tal caça, y dél passa al emperador. Ansi que todo lo tiene, y todo lo comunica, y todo lo prende, y a nadie perdona, y a ninguno concede ventaja. Varía la forma, ansi que aun a los irracionales no da desuio; pero con toda sensible criatura tracta de su poder, sin dexar aun las moradas de los peces en las profundas aguas.

Pol.—O, qué bien discantado ha el poderio del amor; quán bien gastado es el tiempo con tal entendimiento de hombre.

Lyd.—Por mucho tengo su poder; pero por más estimo no ser conoscido de los que le tractan, porque quien obra tan en contradiction, vna vez que otra no puede dexar de ser conoscido su engaño.

Flor.—Para esso, quién te podra contar los differentes estilos que tiene en hazer sus hechos? qué ayrado se muestra con los humildes? quán halaguero, quán soportador de injurias con quien le resiste? qué ligero cuando quiere? qué graue quando es menester? qué fuerte quando siente que le temen? qué franco prometedor hasta auer prendado, y qué auariento despues quando le piden? Vnos le hallan piadoso, otros cruel; vnos manso, otros seuero; vnos muy comunicable, otros muy çahareño. Qué rhetorico, qué sabio, qué enbaydor? y con todo esto, es querido, y seguido, y reuerenciado, y estimado, y loado de todos, y desseado del vniuerso?

Lyd.—Dessearle han hallar los que a sí dessearen perder; buscarle han los que a sí no se hallaren, y ganarle ha el que fuere perdido.

Flor.—Qué dizes de perdido?

Lyd.—Digo que harto es perdido el que, hallandole, con conoscelle no le pierde.

Flor.—O, Lydorio, cómo hablas de talanquera! no ay medio para alcançar sus estremos. Porque si lo desseays hallar ayrado para resistille y tomar occasion de le dexar, entonces le vereys muy subjecto y muy halaguero hasta que os pesca. Pero despues torna tan altiuo, tan enojoso, tan coxquilloso, que perdemos de nuestra justicia, por no perder su amistad. Finalmente, es tan amigable su conuersacion, que quando más pena nos da a los que le seguimos, entonces es de nos más amado y codiciado. Y quando viuimos sin la continua muerte los que le siguimos, entonces nos juzgamos por más muertos. Y quando más nos hallamos de muerte heridos, nos hallamos con vida vana gloriosa.

Lyd.—De manera que concluyes, señor, que no tiene el amor más ser de quanto le da el que le sustenta; y ansi no aurá que temer el hombre de ser derrocado de su libertad de libre aluedrio.

Flor.—Mas quiero perdiendo de mi justicia callar que respondiendo no te acabar de satisfazer. Que pues tan casto estás en tu firme libertad,[Pg 177] ruega a Dios por buenos temporales, y no digas desta agua no beuere. Porque si te tocare tal rabia, al cabo de tu libre vencimiento te dare la corona de la victoria, y el pregon público de alabança; aunque me temo que si te vieres como yo, que harás como los muchos.

Pol.—Y aun quiça entrará tarde y prenderá ayna; porque si el amor viene a braços con él, o él caera como otros hombres más fuertes que no él, o él será angel entre los hombres.

Lyd.—Ni quiero, señor, justificarme en lo que dizes, ni condenarme: porque como libre de razon sé lo que deuria hazer; pero no sé lo que haria por no perder mi libertad, aunque más hiziesse el amor, si Dios fuesse de mi valia.

Flor.—Al fin tú hablas de la feria como te ha ydo en ella, y tractas del amor como hombre oluidado dél. Y pues yo no le puedo negar subjecion, llamame a Polytes: darle he esta carta, de la qual no te doy parte por ver tu poco gusto en lo que yo me como las manos y aun las entrañas de goloso tras ello.

Lyd.—Del no me dar cuenta más me hazes merced: pues en ello no te sé ni puedo seruir, y voy a llamar al paje. A, Polytes! entra dentro, y ruegote que mires los pasos que andas, porque se traen las veneras segun do son las romerias, y mira que por nueuo al mundo, aun no sabes quexar donde te duele.

Pol.—Señor, todo lo entiendo y te lo agradezco: pero al fin cada qual a de saluarse por su justicia, y salir por sus cauales como las ánimas del purgatorio, que ni ando caminos que ya no anduuieron, por quien puedo guiando auisar, y si cayere, quien me da el empellon al caer me dara la mano al leuantar. E ya que no, el caer de otros muchos consolará mi daño, y con tanto entro.

Flor.—A, Polytes, qué oluido tienes de la promessa!

Pol.—Mas aguardaua a entrar llamado a sazon, que no por oluido de lo que tengo en memoria, y muy de voluntad.

Flor.—Pues toma esta carta, y por no detenerte no te doy auisos.

Pol.--El buen desseo de seruirte me auisará; yo traere respuesta.

Flor.—Para mucho serías. Pero vete luego y lleua contigo los moços que quisieres.

Pol.—Señor, como mi buen negociar consista más en buena diligencia y dicha que en fuerças, mejor ire solo secreto que acompañado público.

Flor.—Pues no te detengas: sigue como te plaze, y auisa que me den cenar.

Pol.—Señor, esso está a punto: voy me de tu mandado.

Ful.—A, hermano, vas perdido? dónde a tal hora, y mudado el vestido?

Pol.—A un negocio.

Ful.—Creo que yrás a los parrales del morisco; pues guarte del mastin.

Pol.—Hallado has el goloso de vuas tan caras; y aun yo hallé el adiuino.

Ful.—Todavia no puedo acabar con el amor que te tengo de dexarte yr solo, en especial si vas a la puerta del campo; que en tales estaciones siempre hallarás algun mal encuentro a tales horas.

Pol.—Agora te digo que lo acabaste de adobar; como si me viesses yr mucho a tales pasos y faltassen por acá mugeres?

Ful.—Aya argen, que en cada calle hallarás cobro; pero assegurame dónde vas, porque veas si has menester mi persona, pues te quiero para mas de vn dia.

Pol.—Pues yo me quiero para más de diez; pero voy por mandado de Floriano, y aun mandóme que te lleuasse conmigo.

Ful.—Pues escusaste te de ello por mostrar couardia en mi?

Pol.—No por cierto, pero dixele que iria mejor solo que sin ruido.

Ful.—E aun acertaste en no me lleuar, si no ha de auer sangre, como yendo yo no faltara, y vete con Dios, pues que ansi cumple.

Pol.—A Dios quedes hasta la buelta.

Ful.—Siquiera bueluas como el trigo que passa en Asturias, que no sabe retorno; pero o, hi de puta y qué necio buen comedimiento el mio, y aun él si lo acceptara, y qué neciamente lo hiziera él en pensar que yo hablaua de veras, e yo mucho más en hazerlo, aunque lo mandaran siete Florianos. Aunque al fin como tuue el sí fingido, si le viera que lo acceptaua, tuuiera el no dissimulado. E con tanto me subo arriba, que ya lleuan el manjar: quiça se me pegará algo con que más medre que con la yda con estotro. Que dudo yo si él de allá buelue sino en lengua de quien diga que queda muerto. Y contento pues que yua él, quiero afufar, no se arrepienta y buelua por mí: pero seríe ya escusado, y tampoco lo hará: porque se pica de gallillo loquillo, que le hierue la sangre, que aun nunca espada agena le ha sacado: Dios le guie, allá se auenga, y a nos no oluide acá.

NOTAS:

[660] En el original, necescidad.

[661] sic, por «Niso».


[Pg 178]

ARGUMENTO DE LA SCENA VI

Polytes lleua la carta, passa grandes platicas con Justina: dale el collar; lleua respuesta de Belisea a la carta de Floriano. Polytes da cuenta de sus passiones proprias a Justina, queda muy en su gracia y danse palabras de casamiento.

Polites, Justina, Belisea.

[Pol.]—Agora que voy en mi cabo quiero preuenir con el entendimiento los passos desta jornada; porque segun el delicado sentimiento de Belisea, y lo que de ella este dia pude collegir en sus palabras sangrientas, no está en más mi vida de antojar se le a ella que no ando en passos de su seruicio, ni le busco su honra, ni tracto de su ganancia. Porque estas señoras y donzellas muy recogidas, la honra las suele tornar tan timidas y sospechosas, que en lo que a ellas se les assienta vna vez, tarde salen de tal scrupulo, y con tal alteracion, la pulga les paresce toro. Pues si mis passos y tramas salen en luz, descreo de la vida si al mejor librar sobre justo vel injusto mientras saben cuyo soy, y mientras conoscen que soy pariente de Floriano, y de mientras acude Floriano por su honra y mi fauor, si no me atacan las calças de color con algun jubon incarnado bordado de la tigneria y pespuntado por algun gurrea, pues guardeos Dios, de hecho es, que no me lo quitará Floriano. No en balde dizen: que estando con el conde, no mates al hombre: ni en huzia del fauor, no seas malhechor: porque quien adelante no mira, atras se halla. Pues querer yo librar a Floriano tan a mi costa, es boueria; porque por otro tengo yo y deuo poner lo que él pondra por mí: y por Floriano perder yo o arriscar lo que perdido me podria él restaurar, justo era; pero la vida ni la honra mala suelda tienen: peor es que vidrio: que al fin quedan las pegaduras a mejor librar. Pues pensar que me hiede ya el viuir quando aun apenas comienço, no es razon. E tambien yo sé que por librarme no dara Floriano muchos passos, aunque yo doy hartos por él y con assaz peligro de la persona. E oy en dia siempre en los palacios quieren los señores los criados sanos, bulliciosos, atreuidos, trabajadores, callados y no pedidores. Pero si tantico afloxays con el trabajo, o mostrays cansancio de la carga, al punto no vale el criado nada. Y junto con esto paganle los seruicios atrasados con vna desgracia presente, y aun a las veces con embiarle[662] al hospital, si no tiene de proprio heredado y confia en lo ganado. E si por auentura por sus buenos y muchos seruicios passados la razon les calla la lengua en el despedirle, tambien la ingratitud les ata las manos en el darle, y les tulle la memoria en el acordarse dél para acorrerle. Por manera que de las ningunas mercedes, tome él causa para se yr. Y ansi no le dizen que se vaya, mas hazenle obras con que él se commida: y ellos huelgan de tomar occasion para escusar su ingratitud, diziendo que él se fue. Ansi que, mancaos en su seruicio, que no faltará quien eche menos vuestro trabajo, aunque no aya quien mire en hazeros algun beneficio. Pero yo qué digo? con quién lo he? yo no voy solo? quién me hizo a mí tan timido en el daño que o será o no? Yo mesmo me paresce que llamo al desastre, pues lo lloro ya por presente. A la burla, que mientras el hombre hallare donde poner los pies, siempre yr adelante: que si cayere, buscar el remedio, y en tanto holgar, pues Dios sabe lo que será: que los males si han de venir, no se escusan: en tanto tomar plazer, que el pesar el verná sin buscalle. E aun quiça que primero que venga, o morirá (dizen) la burra o quien la tañe. E la obligacion que yo más que ninguno de casa tengo a Floriano y su liberalidad es razon que quite mi tibieza. Y lo que más me deue animar es la buena esperança que tengo de auer a Justina, y de ambas partes me viene la ganancia al ojo. La muchacha es como vn oro, y su señora la ama; ansi que si cuajassen estas cosas, todos podriamos ganar y gozar. Porque con el gozo de entrambos, crescer les ya la franqueza en el dar, y a nosotros en el recebir la medra: porque a rio buelto, ganancia de pescadores. A la puerta estoy, y no sé qué camino tome; gran temor me rodea; quán cierto es acompañar el temor al mal hazer! pero si ello ha de ser para seruirse Dios, él me encaminará, pues muchas vezes de malos amores salen sanctos matrimonios. E aun agora va Dios delante, porque ay combidados de cena en casa de Lucendo, que gran tauahola passa. Entro, encomendando me al nieto de santa Anna, que entre muchos no sere yo echado de ver. Ea, Polytes, si quieres honra y prouecho, cata que a los osados ayuda la fortuna, y el que no auentura no passa mar, ni aun se toman truchas a bragas enxutas. Quiero buscar algun paje que me llame a Justina; dire me ser su pariente: que basta que lo seamos de parte de Adam. Pero, o, qué buena ventura la mia, que alli la veo por so el corredor a vna reja de los entresuelos baxos, y aun creo que me ha visto y conoscido con la clara luna que reuerbera del patio acá en lo abscondido de sombra. Allá voy, que me llama.

Just.—Hola paje, a, gentil hombre! con perdon del atreuimiento, dadme vn guante que se me cayó en el suelo.

Pol.—Poco es daros vuestro guante quien os tiene dado su coraçon.

Just.—Ay, mala landre me mate si no es el paje de Floriano; quiero escusar me con ser obscuro, para mejor y más sueltamente hablarle, pues él es bien razonado, y haré que no le conozco. Ay Jesus, y quién soys, que tan suelto hablays, sin saber con quién?

Pol.—Más sin medida es vuestra crueldad contra quien por conoscer os no conosce a sí mesmo.

Just.—No siento quién soys, ni si me cumple sabello, ni sé qué responder a tales pláticas.

Pol.—Vuestra hermosura me tiene tal parado,[Pg 179] que no es mucho no sepa yo deziros quién soy, ni vos desconoscerme: porque por vos mil vezes me hallo ser muerto, y sin jamas despedir la vida, siempre ando a los braços con la muerte.

Just.—Ay, valas me Dios, y si soys algun cuerpo fantastico?

Bel.—Qué hazes ay, di?

Just.—O, qué buen salteamiento! oye, oye marauillas de aquel mi requebrado, que a caso llegó aqui.

Bel.—Mas quién es?

Just.—El paje de Floriano, de la carta de ayer del jardin.

Bel.—Ay ay, quita te acá; vamos que ya cenan los combidados.

Just.—Por tu vida que oyas si buscas plazer: y oye, que llama, no sienta que estás tú aqui.

Pol.—A, mi señora, no quereys el guante?

Just.—Ya le quisiera en la mano, y aun a vos absente, pues no me dezis quién soys.

Pol.—Tomad, señora, vuestro guante, y perdonad que os le doy en la punta del espada, pues quedé tan baxo de cuerpo quanto en merito ante vos.

Just.—E cómo puedo saber vuestro merito sin conoscer vuestra persona?

Pol.—Soy el que tiene puesta su vida en vuestras manos.

Just.—Ay, que no miraua en ello; pues deuo de ser medico, o sy no, cómo dezis que estays enfermo y está en mis manos vuestra vida?

Pol.—Verdaderamente con solo vuestro querer me podeys quitar del todo la vida y tornar me la a restituyr; pues vos sola bastays a hazer mouimiento en todas mis potencias y sola podeys dar remedio a mi mal.

Just.—Qué te paresce, mi señora, si me puedo loar de tal requebrado?

Bel.—Digo que bien sabe encarescer su pena.

Just.—Pues espera te, que yo le hare desbastar más. Dezid, galan, conosceys me por ventura? o cómo me veys con las tinieblas de la noche?

Pol.—Porque la claridad de vos procediente tiene lumbroso el circunstante ayre donde yo ando.

Just.—Lo que entiendo de lo que dezis es que deueys de tener ojos de mochuelo, que veen de noche.

Pol.—Como yo siempre ande en la noche del penar, y en la obscuridad de mi tormento; como a vos os contemplo en mi memoria, y os hallo en mi coraçon, por la passion que por vos padesce, viendoos, pues, en tal manera no puedo sino veros en la noche; porque quanto más os contemplo, más por vuestro amor soy puesto en obscuro tormento.

[Pg 180]

Just.—Como no os entiendo, no sé qué responder a esso, mas de que, pues sin más me conoscer os mostrays tan penado por mí, que no me marauillo que ansi engañeys a las no auisadas y recatadas mugeres con vuestras lástimas, que los hombres decorays para las dezir, dentro de las quales va como anzuelo en ceuo abscondida su perdicion.

Pol.—Tanto yo, mi señora Justina, os conosco, quanto por vos, oluidando a mí, no sé cómo llamarme, sino vuestro; ni quiero sin vuestro conoscimiento conoscer me a mí.

Just.—Ya, ya. Jesus, Jesus, y qué ciega he estado en este punto; porque en la desemboltura del hablarme te vuiera de auer conoscido. Pero y qué mandas a tal hora donde a caso te vi, cosa no acostumbrada?

Pol.—Queria hablarte, señora, sin pregon, y tambien traygo vna carta.

Just.—Pues no tengo de quién me recele, bien puedes hablarme, porque el que anda sin malicia (dizen) que anda sin temor. Ansi que para quién o cúya es? que no nos oye nadie.

Pol.—Señora, perdoname el declararme más en cosa que a otro toca, y si no me has entendido, entiende que las paredes suelen oyr; mayormente de noche, donde la vista no anteuiene la distancia del sonido de la voz.

Just.—Ea, mi señora, da me licencia para que entre por esta portezuela del entresuelo, aqui tan solo en esta sala.

Bel.—Anda, dexame, que ni ya puedo oyr las vaziedades de aquel sandio, ni a ti te querria tan golosa de tal habla. Pero porque no acabaremos oy contigo, y tambien porque quiero auisar a esse paje que no aborrezca su juuentud con tales venidas, anda, abrele.

Just.—A, gentil hombre, tocad a essa portezuela, que la dexó vn paje en denantes sólo apretada, que salio por ay, y tornando la, pasito a apretar, subid. E tú, mi señora, esfuerçate a forçarte en hablarle y responderle, pues ya oyste que te trae carta.

Bel.—Mucho deroga a su bondad la honesta muger en admitir mensajes semejantes, como quiera que vengan, y no menos abre puerta a su perdicion en parar se a dar respuestas. Porque en estas cosas lo mejor es tapar los oydos, y baxar los ojos, y tapiar la lengua, y huyr el cuerpo. Porque ansi como el fuego de vna morceña en otra se atisa y sube llama, ansi no menos de vn mirar toman occasion de hazeros señas, y de atendelles las señas en hablaros, y de oyrles las sus hablas, vienen por ventura a ser abrasada la hembra y él enloquecido.

Just.—Anda, señora, que al fin, aunque oya y él sea atreuido, la hembra con dura respuesta despide la importuna peticion y el duro aduersario amansa las furias.

Bel.—Bien dizes, cierra essa ventana y descubre aquella vela porque nos veamos.

Pol.—Dios prospere vuestra magnifica gentileza y prosperidad de estado.

Bel.—Vengas, paje, en buen hora: y porque de ley de mensajero no meresces pena, aunque no te limpias de la culpa, quiero acortar razones contigo. Yo sé que me traes carta, y aunque me vuiera de escarmentar tu mensaje e innocencia de raposo en lo passado, pero por ver que nunca acabarás, quiero concluyr tus mensajes no buenos. Da la carta a essa donzella, que yo ni la tomaré, ni la leere, y espera luego por la respuesta. E tú, Justina, alumbrame a este retretillo: y darasme alguna huelga con ver que hago lo que tú quieres. Agora por contentarte, me lee essa carta, que de mi prouecho ni bien yo sé que vendra desnuda.

Just.—E calla ya, mi señora, que ni tú eres ya vieja para no holgar y passar semejantes palacios, quedando entero tu señorio, y bondad sana, y honra sin quiebra, y honestidad limpia. Cata que estos y otros tales suelen ser los seraos de las damas, que rien y mofan de los galanes de corte; pero por esso son tenidas algo en menos? E tú mira que ni has de ser monja, pues no querra tu padre perder su heredera de mayorazgo. E dado que lo fuesses, aun no te estrañarias tanto si no fuesse a más no poder, como passa entre las que se conoscen para ello. Y dexando estas razones, te leo la carta, que trae buena letra.

CARTA DE FLORIANO A SU SEÑORA

Es ya tan intolerable mi tormento, que con dolorosos sospiros que el mi tan penado vuestro coraçon os embia, y con penosos alaridos y grandes vertientes de lagrimas, que lançan de sí los ojos por mandado del triste coraçon, las duras y secas piedras insensibles tienen ya blandas, y las indomitas irracionales fieras tienen inclinadas a mansedumbre y llenas de piedad y dolorosas de compassion de la poca que yo tengo de mí mismo por vos mi señora. Empero con todo esto, como el gran estado de vuestro merescimiento mora tan en la cumbre, y mi baxeza y poco merescer me tiene a mí tan submergido en el profundo, no alcançan las vozes de mis alaridos, ni las muestras de mis dolores a subir al audiencia de vuestra misericordia. Porque de otra suerte, bien sé que oyendome vuestra nobleza, en oyrme os despertaria a benignidad: y sabiendo vos tan gran daño no sufriria vuestra generosidad no remediarme; y esto solo alcançaria para mí en vos vuestra bondad, sin tener atencion en mis atreuimientos, viendome tan perseverante en pedir os fauores con la gran fe que en amar os tengo. E pues las passadas peticiones no tuuieron audiencia, merezcala esta con más algun fauor. No porque agora me piense ser más ante vos, pero porque en el merito de la tolerancia de la pena me juzgará el amor por martyr vuestro. E porque vuestra misericordia se vea tan al claro como vuestra hermosura, de aqui confio en vos que, respondiendome, me mandareys vn sí de que o viua para más penar, y en ello más os seruir, o vn no al mi viuir, para que se concluya la passion de este que se osa firmar por vuestro, Floriano.

Bel.—Paresce te, Justina, que a vn tan público aduersador de mi honra y honestidad, que le deuo de oyr ya más? Dame, dame tinta y papel, y salte fuera: que no quiero que se me passe la ira, para con ella le dar su merescida respuesta.

Just.—Aqui todo a punto. Y mira, mi señora, que la passion es vn género de embriaguez que ciega las potencias. Y el ciego aun lleuando guia, no va bien seguro por llano que sea y trillado el camino. E no te digo mas: y salgome hasta que llames a esta sala.

Bel.—Pon cobro allá fuera, y mira que no vean esse paje, y no entre acá nadie hasta que yo salga.

Just.—En todo tendre cuydado, Allá quedaras: que agora de Dios me ha venido este rato que lo hauremos Polytes e yo: y vere qué tiene tras el buen razonar.

Pol.—O, qué gran merced ha sido ésta en no me dexar sin tu presencia en estos obscuros palacios.

Just.—Pues agora que ay candela, no te congoxarás. Pero dime, en mucho tienes esto que hago por ti?

Pol.—Por gran parte de mi gloria.

Just.—Anda, que plaziendo a Dios y andando el tiempo, más hare y más podré, pues mucho más tú meresces.

Pol.—O, qué alegria me ha puesto tal esperança! porque tu valor y mi baxeza quebrauan las alas de mis altos pensamientos, para esperar de ti algun fauor.

Just.—Anda, señor, como sea amor no ha de estar ocioso en que no obre algo el que ama por el que es amado. E pues por tu bondad yo te amo de vn amor limpio y casto y seguro, no puedo no te seruir y hazer todo plazer: con tanto me di cómo le va a Floriano? y dime si está ya con más esperança de sus deseos?

Pol.—Toda su esperança tiene él en ti, e yo toda mi gloria.

Just.—Pues por mi salud que puedes tú dezir lo que te pagares; pero que me es él bien en cargo, aunque más lo es a ti; porque por ser tú el tercero, soy yo acá de contino su abogada.

Pol.—Pues por la solicitud tuya, para primera vista del processo, te embia mi señor este[Pg 181] collar de oro, no de poco precio, ni menos galano; y embiate a dezir por mí que le perdones, que para más dias le tienes, y a mí para siempre por tuyo. E por tal te pido essas manos, y licencia para ponerte le por mi mano al cuello.

Just.—Al señor Floriano daras mis copiosas regracias de agradescimiento por tan magnifica merced. E tú tampoco te atreuas con mi soledad y buen amor a ser descomedido.

Pol.—Perdoname, que miraua cómo paresces vna reyna.

Just.—Sí que bien, pues que te encomiendas para alcançar perdon?

Pol.—Aqui me pongo de rodillas hasta que me perdones, y me des essas tus manos por mi señora.

Just.—Algo es bouo el moço; estamos a solas y pone se en cortesias?

Pol.—Qué dizes, vida mia?

Just.—Que no hagas essos estremos tan sobrados y te sientes luego en tu silla.

Pol.—No quiero desobedescerte.

Just.—Pues menos me deues de destocar. Cata, amigo, que andas por quedarte solo. Mira que te quiero bien, y tú no tienes razon ni occasion de enojarme, ni lo aciertas, y descubrirte ansi tan al primer golpe, no viendo en mí por qué.

Pol.—De enojarte me guarde Dios. Cata me aqui hecho vn cordero.

Just.—Mucho necio ha comido el mancebo, que luego me cree que digo que me enojo. Y él creo que piensa que le tengo yo de dezir que se desembuelua!

Pol.—Qué dizes, mi vida? que temo enojarte, y tu hermosura me engolosina a ello.

Just.—Pues está quedo ya, y baste, que aunque mi hermosura dizes que te dé licencia, mi honestidad te vieda tales atreuimientos, quando no ouiesse muy descubiertas occasiones en mí.

Pol.—Señora, esta ha sido la fruta de palacio, y las señales de tenerte yo en obligacion por señora, y en amor perpetuo por esposa; pues que en tal vinculo o a ti o a ninguna dare el sí.

Just.—Pues yo a ti no menos. Y pues tal ha querido Dios, de aqui adelante te llamo de verdad mi señor, pues que con el hazerte yo todo plazer has querido que mi honra no tomasse quiebra, tomando me por muger.

Pol.—Digo que soy el dichoso en llamarte mi muger, y por tal como en rehenes te pido y tomo este abraço.

Just.—Ay, por Dios, que te baste ya: pues agora me has de querer para más de vn dia. Y déxame de quebrantar más, que sale ya mi señora. E pues no ay más tiempo agora, toma éste en señal de marido, y para otro dia que ordenares nos veamos.

Pol.—En todo me hazes merced.

Just.—Apartate, que pues para lo hecho no llamamos testigos, no los tomemos en mala sospecha.

Bel.—Toma, paje, daras esta carta a el tan sobrado de tu amo, y tú no veas más mi cara con tales embaxadas. Cata que la furia más alcança a los cercanos; digolo porque huyas de darme enojo, y ve con Dios. E tú, Justina, cierra la puerta baxa, y vente tras mí a mi recamara, que te aguardo.

Just.—A, señor, no sé qué lleuas en essa carta allá, que las muestras de lo que acá queda no son de bien.

Pol.—Lo que yo sé que lleuo es que lleuo respuesta a Floriano, y voy yo amenazado de tu señora, y de ti muerto, y aunque muy favorido. E ansi me tendras cada dia por acá, si tu voluntad no me lo vieda.

Just.—Yo no podré quitar tus venidas, pues seran descanso mio. Pero ruegote que como por cosa tuya mires ya por mi honra. Porque quiça el amor que te tengo me pondra a mi en esto descuydada alguna vez. E pues ya de mi bien y de mi mal es tuya la parte, encargandote el silencio en lo hecho y el miramiento en lo por uenir, te digo que no afloxes en tus embaxadas. Porque con el curso de los tiempos se mudan a las vezes los paresceres a las personas: y con mucho se tractar vna fruta se haze madurar o ablandar antes con antes: y concluydo lo principal, aurá lugar nuestra ganancia, y aun la publicacion de lo que hemos hecho con nuestra honra. Y pues eres cuerdo, no pidas más para entenderme. Y en pago del collar, y en señal que doy contigo por aprouado todo lo hecho, te doy este anillo de oro con este jacinto, el qual quito agora de mi mano y le pongo en tu poder, para que quando tú te ouieres entregado en mí de todo en todo de lo que queda, me le tornes. Y en tanto sepas que este te sea memoria de que traes contigo mi coraçon, y acá quiero me quedes el tuyo; y ve con Dios, que viene lumbre por el patio, no encamine acá, y se borre lo bien escrito, por ser tan al fresco. E no des en mí mal cobro de aquello que para te seruir yo tanto amo, que es mi honra.

Pol.—Las entrañas se me arrancan en esta partida. Pero donde fuerça hay, derecho se pierde. Y en lugar del anillo te quedo mi coraçon en este abraço, y tracta me le bien como cosa tuya.

Just.—Ay, señor mio, no te querria tan oluidadizo ni tan atreuido. E pues en el despedir aure yo de hazer comienço, me perdona que cierro la puerta. E quando vinieres, o sea por este lugar, o por la puerta, y ve con Dios. Pero agora que se va resfriando la herida, veo, captiua yo, quán desmandadamente me he gouernado como mal preuenida donzella. Pero pues a lo hecho no ay enmienda, y no lleua más de voluntad y palabra, aun no es de llamar yerro el mio, pues el matrimonio Dios le manda y él lo encamina. Y encomendandolo a su magestad todo, me voy a mi señora bien descuydada de mis cosas. Y ansi veo en mí que de pocas mugeres es de fiar su honra propria, libertadas.

Pol.—Desde aqui a casa en mi cabo quiero retornar sobre las palabras tan sangrientas de Belisea; porque a lo que ella mostró y dixo e yo veo, yo ando el más cercano al peligro. E ansi si mal sale, luego es en mi casa, y el mal que a otros costaria hazienda, a mi costará la vida: que no hallará en otra cosa donde tope. Pues ay de quien muere si no va al cielo, y el yr al cielo no es de todos los que mueren, aunque el cielo se hizo para todos los que viuieren con razon de hombres. Pero dexando esto al saber diuino, boueria mía es querer yo calças y jubon si los tengo de atacar con la vida. Pues yo muerto, para qué quiero huerto? Pero tambien que dexe yo de venir a gozar de mi Justina? y que huya yo la cara al fauor de la fortuna? quiero seguir tras mi venturosa dicha, y buscarla, y amarla, y tenerla, y morir por ella. O, mi Justina, no creas a lo que este tu anillo te dixere, de lo que agora en mí haurá sentido. Fuera estaua de mí, no pensando en tu gracia en hablar, y donaire en el meneo, y auentajada hermosura. Nunca pense ganar de ti lo que oy; nunca pense ser recebido a tu seruicio; y que agora lleuo el sí de muger al estilo de nuestra Christiana yglesia, y que de oy más pueda verte, y hablarte aun sin offensa de Dios ni tuya, ni del mundo. O, qué semblante de tristeza de amor me mostró al despedirme! Fuera, fuera ingratitud: que pues Dios me busca, quiero salirle al camino. Y con esta deliberacion, pues ya estoy en casa, me acojo a buscar de cenar, que la respuesta mañana la dare a Floriano: pues duelo ageno del pelo cuelga. Y pues racion de palacio quien la pierde no ha grado, entro al hilo y bullicio de la gente, que a buen tiempo llego, que si me echaron menos a la mesa en el servicio, no me echarán menos en la mesa agora al mi prouecho.

NOTAS:

[662] En el original, por errata, embiale.


[Pg 182]

ARGUMENTO DE LA SCENA VII

Felisino lleua a Fulminato y a Pinel a la cena aplazada, y quedanse a dormir en casa de Marcelia, donde Felisino alcança a Liberia y Pinel a Gracilia, prima suya.

Felisino, Fulminato, Pinel, Marcelia, Liberia, Gracilia.

[Fel.]—A, hermano, segun veo que tan de re mi fa sol aparejas el sentarte a cenar agora, no deues tener memoria que será tarde para lo que tenemos que hazer?

Ful.—Y qué es? que juro al sancto calendario que se me ha colado de la memoria, que traigo diuidida en cosas que penden de mi. Di, di, que pienso que es el tracto que se ha de dar al bodegonero de la plaçuela vieja por la demasia de su lengua en lo que ayer se dexó descoser. Pero reposa, que todas las cosas tienen tiempo. Y en esto está seguro, que está en manos el pandero, que le sabra tañer; y cata que tambien quien no assegura no prende. Ni pienses que más de mi espada y braço solo tengo de embaraçar en tan poca pesca, como él y toda su casa, ni aun me lleuará vanagloria de cuchillada, porque espaldarazos, o palos, o coces, o talegazos, le han de dar castigo, y aun quiça que muerte, y a otros escarmiento. Que ni pienses que ni tú con aquel borrachon perderas sueño, ni mi espada la vayna.

Fel.—Agora te digo que no vamos por vn camino todos.

Ful.—Y cómo agora adeuinas: que vno piensa el vayo, y otro el que lo ensilla; pero dime qué es, antes que la cholera más reyne en mí, sin saber el de qué.

Fel.—En mí auia ella de reynar contra tu desacuerdo: en lo que sabes que se ha embiado a donde sabes.

Ful.—Que de Dios no me aparto si te entiendo, que en mi lenguaje no ay más de pan por pan.

Fel.—O, qué memoria de Aristotil! anda ya, que es tarde para yr a la cal nueua.

Ful.—Ya, ya, al cabo estoy, no nombres más: que es noche y ay muchos oydos. Vamos, que tal puesto no es de perder: que para esso lleuarme has por vn cabello sin quebrarle. Peor dime, qué has embiado?

Fel.—Porque no vayas con temor de auer hambre, te lo dire. Allá están dos pares de perdizes, y tres aues, y vna pierna redonda de carnero, y vn solomo de vaca, y vna gran puesta de pernil para hazer la olla.

Ful.—Vianda ay para diez abbades. Pero si no ay más, no voy allá.

Fel.—Ya te entiendo. Allá tengo de lo bueno de Toro, que passa de dos açumbres, tintillo, y de Madrigal blanco poco menos.

Ful.—Pues marchemos: que la fruta de ante y pos yo la perdono con tales çumos.

Fel.—Pues aun de esso, ay prouision de dos dozenas de camuessas.

Ful.—Fino hombre eres. Pero mira que con tales embiones presto desmancharás el partido: aunque mal pagado y bien seruido.

Fel.—Anda, vamos, e ire te leyendo vna lecion de baratar, porque veas que no lo sabes tú solo todo.

Ful.—Pues dime, tienes de acá algun tercero?

[Pg 183]

Fel.—Porque no creo que tendrá allá compañia de plato no le lleuo.

Ful.—A la fe, no creas, hermano, en tal sancto. Hi de puta, pues qué cosa mugeres, para en oliendo vn tal ceuo, no acudir como moscas a la miel! y nunca faltará vn dezir es mi vezina, es mi sobrina, es mi prima, que nos vino [á] ayudar a el adereçar para vosotros. Porque bien sabes, y si no lo sabias sabraslo, que ay primas que son para continuar el parentesco, y primas para trauar nueua parentela: y estas llamo yo en mi lenguaje primas para en baxo de grado.

Fel.—Primas de solo plato y cama, deues de dezir.

Ful.—Tales las hallan, pues, estas mugeres que buscan vida gananciosa. E ya que no pueden vender os las por primas, vendenlas por parientas o (como dixe) por vezina llamada para en vuestro seruicio. En manera que quieren que les agradezcays lo que ellas hazen por vuestra costa y su prouecho. En especial que como en aquella casa vean que entran mancebos, luego acudiran como buytres al ceuo. Pues despues que las veys en torno de la mesa, no es gentileza no dezirles que alcancen del plato, y aun del hato.

Fel.—Caladamente hablas; pero sean las que fueren, que mientras más moros más ganancia. A Pinel, que me ayudó a leuallo de acá, será bien llamar, que es mancebo de bien, y de hecho.

Ful.—Es lo cierto; pero ya ellas no sabran allá que para él, que ha de auer compañia? pues allá lo veras si no hay tercera, y llamale y mouamos, que son cerca de las diez y tañeran a queda.

Fel.—Pues qué tienes tú con las campanas? temes quiça al aguazil?

Ful.—Hallado has quien no dessea hallalle.

Fel.—Pues de mí ve seguro, que te acompañaré.

Ful.—E aun pues por saber yo de ti esso, y por conoscer me, que si lo topamos, con que presuma estoruarnos el passo, que con la vara le tengo de quitar juntamente la vida, por tanto no querria necessitarme a que se dilatasse la cena vn hora por mi espada. E aun esto, si bien sabes no es couardia, mas antes fortaleza: porque a la fortaleza acompaña la prudencia.

Fel.—Es ansi: que no es de sabios y fuertes todo acometer, ni aun de necios ni couardes todo huyr, quando el esperar no espera victoria.

Ful.—Pues esso sabes, vamos, que cata alli a Pinel a solas.

Pin.—Qué se tractaua de mí? y dónde bueno?

Ful.—Que vamos a hazer cierta riça en vnos contrarios.

Pin.—Pues a mí me teneys a todo, con persona, espada y capa, y buena voluntad, y vamos.

[Pg 184]

Fel.—Pues ha de ser adonde ayer me ayudaste a desembarcar, y acá a hurtar.

Ful.—Agora que vamos fuera, me aclara esse punto.

Fel.—El botiller y despensero te lo diran al echar de su cuenta.

Ful.—Que por Dios, que escotaron!

Pin.—Mas pagar dixeras mexor; porque si en todo lo que allá está ellos estan confiados para el gasto de acá, saldran del agalla con el sueño del perro, buscando tocinos donde no tienen estacas. Aunque al cabo todo lo paga Floriano, y del cuero salen las correas: sólo les costará vn item más de otros dos renglones.

Ful.—Descreo de los adoradores de Mars si no soys los que yo buscaua. Agora te digo, Felisino, que aurá tercera y aun quinta donde vamos: porque de la miel del modorro, a cucharonadas.

Pin.—A la fe, a la cuenta de sobre mesa, si ouiere más de para cada sendas, seremos tres a tres, y a las demas dalles señal para otro dia vaco. Pues todos los dias no son yguales, ni todos los años abundosos.

Fel.—Hablas al punto.

Pin.—A la fe, hablo a vso de mi tierra.

Ful.—Y aun al vso de cuerdos. Porque necedad es poner cartel quien no piensa salir con el campo: ni con mugeres es bouo el que aun de lo que puede no les quita algo para tener que les dar otro dia.

Fel.—Anda ya, que dando lo que puedo, cumplo: pues ley humana ni diuina no obligan a más del poder.

Pin.—De ley ansi es y de razon, pero no con las mugeres: que en tal desseo les falta ley y razon, porque no quanto puedes, sino quanto quieren te pidiran. Porque despues de ser amigas de todo extremo, aun en recebir y ganar el tal extremo, ya que salen con lo que quieren, de mal contentadizas, pocas vezes muestran que hazeys lo que y como lo dessean, por quedar fuera de obligacion de os dar gracias.

Ful.—No aguarda Fulminato a que me den gracias, sino tomo las yo en cessar a la obra: mayormente en esta tecla: porque dizen que antes la muerte que la hartura hallan a la muger carnal.

Pin.—Yo no jugaua tan al descubierto: pero pues tú guiaste, baste que en el comer y en el vestir son tan altas de pensamientos y de tan reales estimaciones de su merescer, que jamas hallan causa de satisfazerse de lo que les days, por parescerles todo menos de lo que quieren y merescen, y siempre en sus cosas querrian ser solas: solas en gouernar, solas señoras de todo passatiempo, solas no ser contradichas, solas en su parescer, solas en mandar nos, solas en salir con sus temosas porfias donde les vale el porfiar, solas en buscar arreos, aposturas, inuenciones, para enbaucar los sandios hombres; y en todo lo que hazen quieren solas el loor, solas la estima, solas el seruicio, solas el dar consejo; pero en vn caso, a mi ver, nunca se querrian solas.

Ful.—En la cama.

Pin.—Ay sí la compañia, y no de muger, por temor de las fantasmas, pero de varon: y tal varon que no las dexe dormir toda la noche; y si él se descuyda, ellas como son tan medrosas, de puro miedo se meten en él, de manera que le sacan de aron. Pues despues desque os hallan el que quieren, luego os acuden con: O, el diablo y qué importuno; Jesus y qué moledor; ay, Dios me libre de vos; por mi vida que esta y nunca más. De manera que al cabo de la labor le pagan al pobre su afan con vn sobreçejo enojoso e ingrato.

Fel.—Bien dizen: que del agua mansa me guarde Dios. Espantado me tienes, Pinel, con lo que sabes.

Ful.—Ansi han de ser los hombres de seguida.

Pin.—A la puerta estamos.

Ful.—Ya te paresce que querrias verte en la colacion de sobre cena.

Pin.—Oxala ya estuuiesemos en la color del paño, que todo seria, a faltar tiempo, acompañar parte de la mañana con la noche. Pero temo de quedar lauando mis manos mientras vosotros amolays los gañiuetes. Porque vosotros ya traeys ojeados solos dos platos de vianda que ay en esta casa, y entonces a mí paparme han duelos, y vosotros vestidos, mofareys de mí desnudo, diziendo: pesa me de vos el conde[663].

Fel.—Anda que no hizo Dios a quien desmampare: que a donde ouiere dos camas o dos platos para nosotros, no faltará algun escaño o salsereta para ti.

Pin.—Ansi te honren tus hijos desque los tengas. Pero pues que no me embiaste al establo a despollinar pesebreras, me heziste honra. Pues auisa, que carne assan: que te digo que tengo tanto y más mullida y segura la cama que tú, y no de peor ropa.

Ful.—Mas vao: que venias tan a lumbre de pajas.

Pin.—Anda que todos sabemos la cal nueua, y escucha si ay dentro caça, porque de tales no ay que fiar si os hazeys del bueno.

Mar.—No es possible, hijas, que no les ha succedido algun embaraço, que ansi tardan.

Gra.—Ea, mira, prima, por essa gelosia.

Lib.—Ay, a la puerta estan tres: pero no seran ellos, que no auian de ser tantos.

Gra.—Anda ya, que tambien somos acá tres: que Pinel el vn compañero suyo será, que es un angelonazo.

Lib.—Bien me daua a mí el coraçon que algo esperauan tus rodeos.

Gra.—Qué dices entre dientes?

Lib.—Digo, prima, que todas andamos tras vna pesca.

Gra.—Pues qué quieres, prima? que, guardando la honra, con algo ha de mantenerse oy la persona. Y aun esto haze a tu madre acoger a estos moços, que más ayna desgajan el real que el hidalgote peynado que os paga con largo haré. E tú, prima, pues me entiendes y tienes tiempo, no aguardes allá a la vejez al caer de la hoja, quando entra el arrugado y triste y encogido frio. Y mira que con sola essa verdugada cada dia pocos inuiernos harás.

Lib.—Pues ansi me remedie Dios, esto para contigo: que con entenderlo todo y ver la poca renta que nos quedó de mi padre, hago de la boua con mi madre. Porque bien mantenernos oy, no pueden sola rueca y almoadilla. Y buen vestido y pobreza[664], no compadescen limpieza. Y la pública necessidad apregona lo que haze y no haze la muger. Por tanto, dessimulo, por ver que quiere mi madre que reluzgamos al mundo, que no sabe perdonar cosa.

Fel.—Miras algo, Fulminato?

Ful.—Pense que venia el aguazil y quise me yr a él.

Fel.—Con la justicia, que tiene horca y cuchillo, no te burles; porque al fin buscan cómo se mantengan de hazienda de bouos.

Ful.—Mala la tienen con migo, que no me para blanca.

Pin.—Mal de muchos es esse; pero si no con la bolsa, pagar lo yas con la gorja, y al fin la soga quiebra por lo más flaco.

Ful.—Sea lo que fuere: llamo, y quitaremos achaques de calle. Ta, ta, ta.

Mar.—Anda, anda, Liberia; abre sin llamar sospechosos vezinos, veladores sobre vidas agenas, durmiendo las suyas.

Gra.—Anda, que yo voy a abrir; apareja tú la mesa.

Ful.—Oye, oye, que esta voz no es de mis ouejas.

Pin.—Anda, calla, entra, sea quien fuere, que dentro podras tomar tu racion, y cada qual al tanto.

Gra.—Nora buena vengan los galanes, aunque tarde.

Ful.—Esso me dizes?

Fel.—Pues yo te sigo, Pinel acompañará a esta hermosa y cerrarán la puerta.

Gra.—Ay, señor, que me heziste caer la candela [Pg 185]de la mano. Ay, por tu vida que me dexes, que dare gritos.

Pin.—Dare yo vozes. Y tú gruñe, que al fin eres muger.

Gra.—Asuadas, que otro dia que yo me guarde de ti, y qué tan atreuido eres. Sube por amor de Dios; no des cuenta de ti y de mí a quien la podemos escusar.

Pin.—Perdoname y sigueme. Buenas noches, señores.

Mar.—En buen hora vengas, y cómo subis a escuras?

Ful.—Calla, entendamos en cenar, que se correra la hermosa.

Pin.—Pesate? o que te va a ti de los otros?

Ful.—Que te digo que eres hombre de chapa; sientate: y tú, señora Marcelia, oy sea campo franco.

Mar.—Por amor de Florisino yo huelgo de todo lo que la mesa altar permite. Pero pues la mesa es grande y no ay quien sirua, todo estará en la mesa, y cada vna coma con el suyo. E cata ay los plateles: corte cada vno lo que más le agradare, pues que sabeys que donde ay hombre, siempre ha de seruir de trinchar.

Ful.—E la muger ha de seruir de plato de corte.

Lib.—Ya dizes malicias acostumbradas.

Ful.—E tú que no la entendiste.

Pin.—A la fe, la señora Marcelia haze bien, que anda tras el vino.

Mar.—No dizen que toda buena cena del beuer comiença?

Ful.—Ansi dizen. Pero el vino, más templado y no tan empinado: porque ansi pudrir te ha los higados, siendo tan rezio.

Mar.—Bien sabes de médico. E tú no sabes que la muger que es de su naturaleza fria y que por tanto ha menester calor? y ansi verás que vsamos chapines todas, y los hombres si traen corcho, son pocos y necessitados de calor.

Pin.—Yo de mala gana traeria corcho. Pero menos me atreueria a ygualarte en essa corrida. Porque con tres bocados de assado as beuido ya dos reuentones: no sé qué harás al cabo de tanta cena.

Mar.—Aunque oueja que bala bocado pierde, no dexaré de te satisfazer. Y sepas que el vino más cumple a la muger que no al hombre, que es más fuerte. Porque a la muger conforta le la virtud natural flaca, ayuda a la digestion, cria nueua y limpia sangre, alegra el coraçon, quita mal de madre, conforta la vista, sanea la memoria, haze buena tez, pone color viua al rostro, limpia la dentadura, da buen anhelito, ayuda al calor natural para el parir, cria leche y alegra la cria de las que dan teta a los niños.

[Pg 186]

Fel.—Luego tú deues de andar en essas occupaciones.

Pin.—Calla ya, que la virtud sin el acto no hazen effecto.

Fel.—Bien dizes, Pinel: que no miré que era casada la señora Marcelia, para el parir o criar.

Mar.—Tambien tú eres malicioso?

Lib.—Anda, madre, que algo le ha de pegar con quien tracta.

Ful.—Haga las pazes entre mí y ti, hermana Liberia, esta taça de tinto, que beuas por amor de mí: porque te ayude al parir.

Lib.—Si no por la mesa, dixerate que pariré para ti.

Gra.—Graciosamente das antes que amagues, Liberia prima.

Lib.—Más gracia tienes tú en empinar.

Pin.—Hazelo por cortar bien las flemas y dormir mejor.

Fel.—Veo que el que peor lo haze no ha menester yr a Francia.

Mar.—Anda, que el buen instrumento saca maestro, y el buen vino él se beue; y éste que anda por la mesa es tal, porque tiene buen olor, y buen color, y buen gusto, y mal dexo.

Pin.—Antes lo que mejor ha de tener es buen dexo.

Mar.—Pues qué no me entendeys lo que digo? mal dexo quiero dezir mal lo dexo: que de mala gana se dexe por ser tal.

Lib.—Y aun por ser él tal y nosotros guardalle essa condicion, nos ha dexado antes que le dexemos.

Mar.—Pues yo limpio este escamocho por assentar la cena.

Ful.—Siempre buscays achaque para lo que os cumple.

Gra.—Dexemos las pláticas, pues ya la vianda está parada.

Ful.—Pues aun cuerpo de mí, que de los mal librados tú fuiste ya la mejor, y aun ya se te haze tarde?

Mar.—Ea, digo, todo el mundo quedo. E tú, Felisino, no te desmandes con Liberia, y tú, Pinel, no te quiero tan retoçon de mi sobrina, que soy muy zelosa, mayormente que aun estamos a la mesa.

Pin.—Pues si la mesa le estorua, yo acá me aparto: buena pro haga.

Gra.—Ea, prima, guardemos todo esto, cada cosa en su lugar.

Ful.—Pues por que la fiesta sea entera, oye, señora Marcelia, vna puridad al oydo.

Mar.—Qué dizes?

Ful.—Que como al plato, seamos tres por tres al lecho.

Mar.—Ay, Dios me guarde: no, no, tal cosa no en mi casa. Basta me que yo peque contigo, sin que dé a otros causa, en especial que Liberia seria por demas, aunque yo quisiesse, porque no imagina ella cosa de varon en tal manera.

Ful.—Pues mal seria yrse a la calle, y yo con ellos, a tal hora.

Mar.—A Dios gracias, para esso camas aurá en mi casa: que aunque pobre, no faltarán vn par de camas.

Fel.—A, Pinel! qué secretos de sobre cena son éstos de los dos? y las muchachas, que se nos trasportaron?

Pin.—Luego no as entendido como Fulminato gana la voluntad a la huespeda, para que nos dé las muchachas?

Fel.—Pues terciemos jugando de mala, que por Dios que es marcado compañero Fulminato. A, señora Marcelia, da nos licencia al compañero y a nos, que es tarde.

Mar.—Esso me estaua diziendo Fulminato: que no se quiere yr; ni aun seria hora de abrir la puerta ya, porque tenemos vezinos sospechosos. Hija Liberia, aposentareys a essos dos galanes en la cama del entresuelo, y tú y tu prima en estotra camaretra de arriba par de la mia.

Ful.—Pues qué a mí me dexas solo? enseñame la cama, que luego marcho.

Mar.—Y espera, que sólo eres para ti; dare cobro a estotros.

Lib.—Cuydados agenos matan a mi madre sobre tener ella su cobro, pues mando te yo...

Mar.—Qué dizes, hija?

Lib.—Que pierdas cuidado, que todo se hará bien.

Mar.—Pues tú, sobrina, mira por la casa, y [á] acostar todo el mundo: no oya yo más a nadie.

Gra.—Mira, prima, lo que ha de ser conuiene que sea; tú alumbra abaxo a Felisino, que yo lleuo a Pinel a estotra cama, y despues allá cada vno hará como viere.

Lib.—Ay, Jesus, no osaré yr sin ti.

Gra.—A, señor Felisino, mi prima te yrá [á] alumbrar y enseñar la cama, y sea luego, y no la dexes subir sola, que es medrosa, y tú, señor Pinel, sigueme.

Fel.—Cómo vas ansi tan rostri tuerta y de mala gana con migo, sabiendo quánto soy tuyo, mi señora?

Lib.—Esta es la cama, ay queda essa vela, y quedate a buenas noches.

Fel.—Mi señora, perdona me, que me auisó tu prima que eras medrosa.

Lib.—Pues ya que yo soy medrosa, y para qué tú cierras la puerta? y esso, señor Felisino? y forçarme quieres en mi casa?

Fel.—Perdone tu hermosura mi atreuimiento, pues me fuerça tu amor a te forçar, sin poder hazer menos.

Lib.—Ay, por un solo Dios que me dexes.

Fel.—Perdona me, pues aun tú no me lo tendrias a bien en tal tiempo comedimientos, pues bien sé que te has de quexar.

Lib.—Ay, cuitada de mí, o deshonrada de mi madre, y qué mala hija tienes ya en mí, y qué mal huesped en Felisino, qué mal te ha pagado el buen hospedaje!

Fel.—Pues que yo estoy desnudo, y tú, vida mia, no te has de yr esta noche desta camara, y lo hecho ya es hecho, para en lo por hazer te ayudo a desnudar, que es tarde.

Lib.—Pues mi madre dio la occasion, y tú, Felisino, tienes de mí lo mejor, e yo soy forçada, y donde fuerça ay derecho se pierde, no te quiero negar lo restante. Y cata me aparejada a cumplir toda tu voluntad, en todo mi daño y perjuyzio.

Fel.—Pues sobre tan soberana merced, mato la vela; a buenas noches.

NOTAS:

[663] Alusión al romance del Conde Claros.

[664] En el original, probreza.


[Pg 187]

ARGUMENTO DE LA SCENA VIII

Esperando Floriano a Polytes con la respuesta de Belisea glosa el Romance que atras por él cantado auia. Dale la carta Polytes de su señora y con ella él se desmaya. Va Polytes por mandado de Lydorio en busca de Fulminato, que busque alguna alcahueta o hechizera.

Floriano. Polytes. Lydorio.

[Flor.]—O el más triste de los tristes, y el más sin ventura de los caualleros! dime, muy confiado Floriano, qué esperança te promete tu atreuida confiança? O mi fiel mensajero, cómo te veo en gran afan para complir tu palabra! O, cómo tu buen desseo te hizo no mirar primero el ningún fauor que para tu mensajeria te daua[665] mi poco merescimiento! Bien veo que vas más acompañado de lealtad para seruirme que de justicia para librarme con buena nueua. Mira, mira que desconfio de la vida por pensar que no aurás reuocacion de quien me condena a la muerte. O, cómo pienso y temo que negociarás solicitamente! pero alcançarás lo que vn desfauorido puede en arduos e importantes negocios. O, mi señora, o mi vida, o más que humana Belisea! a qué has de mirar para el librar mis negocios cometidos a solo vn fiel paje? qué te ha de obligar, al responder a mi peticion, algo de lo que pide tan atreuidamente? Porque si miras a mí, falta me merescer; si a tu alteza, no podras humillarla tanto; si a mi justicia, tengo mala probança; pues mire tu poder a tu sola misericordia, y a la innocencia del medianero y abogado. Porque aun asi hallará entrada tu piedad delante el acatamiento de tu majestad, para dar la vida a este muerto.

Pol.—Agora que he cenado y compli con migo, voy a cumplir con Floriano. E si duerme, ay está el dia de mañana; porque en males agenos, poco ay del lunes al martes.

Lyd.—Qué haze?

Pol.—Aun agora llego a esta puerta de la camara, y segun me paresce está tañendo.

Lyd.—Pues oye si cantasse algo de bueno.

GLOSA AL ROMANCE DE LA SCENA QUINTA:
«QUANDO CON MENOS CUIDADO», ETC.

Flor.

La gloria que me esperaua
del morir por quien ya muero,
quando en mí solo miraua,
porque bien no me empleaua,
me mudó mi ser primero:
y ansi me vi ser robado
del poder que en mí tenia
y fuy de muerte llagado
Quando con menos cuidado
mis cuidados yo sentia

Lyd.—Oye, oye, que me paresce que glosa el Romance que compuso este dia.

Pol.—E aun me paresce que va para merescer atencion.

Flor.

Llagado, pues, de tal suerte,
alegre con ser herido,
con ser el golpe muy fuerte,
holgaua llamar la muerte,
del viuir ya despedido;
y ansi puesto en tal estado
que nada de mí sabia,
Me conosci ser lleuado
por nueua guia guiado
do mi desseo queria.
Sin punto saber do fuesse,
jamas vn passo torci,
y aunque mi dolor cresciesse
y mi fuerça fallesciesse,
de mi fe no fallesci,
pero sin perder la guia:
con verme más fallescer,
proseguí con mi porfia
Ageno de compañia,
sino sólo mi querer.
Y aunque senti inconueniente
caminar sin ver do fuesse,
con desseo muy feruiente,
a todo mal consenciente,
quise ver lo que viniesse,
por do con tal parescer,
pues de mí ya me oluidaua,
puesto a todo padescer,
Sin atras passo torcer,
sali tras quien me guiaua.
De las penas que sentía,
lo que más pena me diera
era ver que, aunque moria,
ni la causa bien sabia
[Pg 188] ni el origen do saliera:
yo, que en tal pena penaua
menos que mi mal meresce,
para ver de do manaua
Vime puesto donde estaua
vn sol que el sol obscuresce
.
Cuyo nueuo resplandor
alumbró mi entendimiento
para ver claro y mejor
que fue poco mi dolor
para tal restauramiento:
pues si el coraçon padesce
pena tan cruda y sabida,
con la gracia se engrandesce
De vna dama que meresce
ser de nadie merescida
.
Y aunque vi la que buscaua,
con verla me vi perder,
porque vi quán alta estaua
la gloria que desseaua
por dar fin a mi arder:
de nueuo perdi la vida,
mi muerte ya desterrada,
pues subiendo di caida
Do, mi libertad perdida,
hize punto a mi jornada
.
Hize punto al caminar,
faltoso de atreuimiento
de poder imaginar
ni me osar determinar
ver su gran merescimiento;
la fuerça de amor sobrada
muriendo me dio atreuer,
aunque con vista turbada
De mí más siendo mirada
siempre via más que ver
.
De mí con vn nueuo oluido,
oluidado mi tormento,
me mostré ser atreuido,
subir do nadie ha subido
los ojos solo vn momento:
hufano de tal me ver
en tanta gloria y altura,
yo que lo arrisqué a perder
Propuse, pues, de saber
nombre de tal hermosura
.
Mas por que más[666] mi castigo
dilatado me perdiesse,
aquesta dama que digo
no luego se vuo conmigo
segun que yo meresciesse:
su silencio con mesura
pagó mi mal miramiento,
porque calló con cordura,
En pago de mi locura
y sobrado atreuimiento
.
Mas porque yo no llamasse
su tal callar consentir,
sin que punto más tardasse,
me vi, sin que tal pensasse,
condenado a no viuir;
y por más saneamiento
de mi muerte tan rabiosa,
dando yo consentimiento,
Fuy lançado en vn momento
en carcel tenebregosa
.
Vime puesto en compañia
de otros que se atreuieron
a seguir do yo seguia,
sin más fuerça ni valia,
y ansi tambien perescieron:
alli mi alma gozosa,
que el penar siempre ha querido,
huelga en muerte tan rabiosa,
Do con gran morir reposa
mi coraçon affligido
.
Pues nasci para penar,
siento gozo en tal muerte
y esso llamo descansar,
con que siento más pesar
de pena rabiosa y fuerte:
pues viue tan sin sentido
el coraçon a mi ver
de muy penado affligido,
Que aunque se siente perdido,
se dessea más perder
.

CONCLUYE

Que mirando la alteza
de aquella por quien padesce
y la su propria baxeza,
se propone con presteza
a qualquier mal que se offresce:
ansi que el más padescer
mi coraçon tan herido
llama gloria al parescer,
Pues siente no merescer
más premio del conseguido
.

DESHECHA

Que yo bien me lo sé
que a tus manos moriré.
Soy ambicioso de gloria,
y ansi busco el tal tormento
que me da merescimiento
de ser puesto en tu memoria;
esta es mi mayor victoria,
por cuya ganancia sé
que a tus manos morire.

Lyd.—Por Dios, que si los amores no diessen tal inquietud en este hombre, que por oyrle tales cosas auriamos de dessear que siempre ansi penasse. Pero pues ya calla, quiero entrar a despertarle de su desacuerdo, que passa de las dos. Veamos si quiere oy dormir, porque si con tanto desconcierto, y cabiendonos tanta parte, su mal turasse, antes que él sane enfermaremos todos.

Pol.—Entra, entra, señor, que ya todos duermen, e yo que no me quedo en la posada pero guardo la puerta.

Flor.—Quién me despertó del sueño del oluido de todo el mundo, y de la vela del acuerdo de mi señora?

Lyd.—Dexate ya, señor, de esso y duerme antes que el sol amanezca a otro dia.

Flor.—No busques en mí otro sueño sino el de la muerte. Porque como mi viuir sea vn sueño de muerte, viuiendo en mí su contrario, que es la vida, auria de deshazerse la vnion deste compuesto para ser de nueuo gouernado con gouiernos de vida. E ansi te digo que, si quieres que no muera, no me apartes del gouierno de muerte con que agora mi viuir se sustenta. E si quieres mi descanso, incita y despierta y auiua mis passiones ya cansadas de affligirme. Porque mientras más cedo éstos me acabaren, más ayna hará punto en mí mi presente morir, y començará la vida de mi gloria en morir por Belisea.

Lyd.—Mira, señor, lo que hablas.

Flor.—Esto que oyes.

Lyd.—Pues mira que esso es contra la razon, porque matarte poco a poco, o matarte en vn punto, causandote tú la muerte, todo es homicidio que llaman voluntario.

Flor.—Pues dime, ya que esso, segun sentencia de la razon, sea matar me, cómo podria yo executarla sin sentencia o licencia de mi señora? Sí, que Belisea me sostiene, Belisea me da el ser de glorioso penado de amor que tengo; por Belisea viuo; por Belisea tengo de morir.

Pol.—Adoba me essa christiandad.

Lyd.—A, señor, mira que lo que hablas deroga a tu catholica nobleza.

Flor.—Pero no contradize a la voluntad de Belisea. Porque yo, que tengo el viuir de su mano, no puedo sin su expresso consentimiento poner mi vida en las manos de la actual muerte; porque esto seria hurtando quitar a nadie lo que es suyo. Lo qual es (como sabes) contra todo derecho, ciuil y canonico, diuino y humano.

Lyd.—Scrupuloso se me tornara entre manos. Este es el pecado de la lentejuela. No haze caudal de la charidad para con Dios y consigo, en hazer o no hazer lo que Dios manda o vieda, y haze hincapie en la charidad, o (por mejor dezir) locura para con el primo, en lo que no le toca sino por sus imaginaciones.

Flor.—Estás ay, Lydorio?

[Pg 189]

Lyd.—Esso sí, esso sí, para que la locura te salue en las heregias. E cómo? estoy, señor, persuadiendo te al sueño, de que tienes y tenemos necessidad, y dizes me si estoy aquí?

Flor.—O, cómo no miras más de lo presente! Cómo podré para dormir despedir los ansiosos y temerosos cuidados que de auer acontescido a Polytes estoy lleno? porque yendo él a lo que me cumplia, si le auino algun desastre por donde, peligrando su vida, mi honra ande a la verguença por las plaças, y a donde de mi señora se pudiesse dezir alguna quiebra. Esto pensado, quieres que duerma?

Pol.—En tal coyuntura entro, porque seremos más en ayudalle a la pena: y tomará aliuio, porque el dolor quanto en más partes es repartido, es menos en cada parte, y el gozo comunicandole cresce. Cómo está tan callado?

Lyd.—Está tal que le temo y he compasion.

Pol.—A, señor, toma esta carta escrita de mano de Belisea.

Flor.—Quién me nombró a Belisea? o mi mensajero, y tú eres? qué carta es ésta? es la mia, que no la pudiste dar? desengáñame luego. Mira que no te creo sino que es la mia. Cata, amigo, que no estoy para suffrir burlas.

Lyd.—O perdido de hombre! Di me, señor, no conosces tú la tu letra? cata que esta letra es de muger.

Pol.—Es de Belisea.

Flor.—De Belisea?

Pol.—Sin falta.

Flor.—Mucho dizes.

Lyd.—Abrela y veraslo.

Flor.—Bien hablaste. Pero ya, ya en el temblor de mis carnes, que del temor reuerencial del papel que deue auer estado en manos de mi señora es. Dime, dime, dichoso papel, quién te hizo de tanto merito?

Pol.—Por mi fe, que pienso que aunque a solas se viesse con ella que no hiziesse sino adoralla.

Flor.—Qué dizes, mi Polytes? mucho te deuo cierto; pero dezid, por qué no os gozays con mi tal huesped?

Lyd.—No sin causa dizen ser de temer la próspera y no pensada fortuna tanto y más que la aduersa. A, señor, mira, por Dios, que con tanto llorar, a ti consumes y la carta deshazes.

Flor.—Calla, que el gozo obra en mí más de lo que yo siento. Y tambien temo que sea sueño esto o illusion del demonio, que muestra vna cosa por otra, por engañarnos.

Lyd.—Amuestra; leer te la he, y verás y creeras.

Flor.—Ay, que el nombre de mi señora no ha de andar en todas manos. E aunque yo no lo meresca, la leo; alumbrame essa vela.

CARTA DE BELISEA A FLORIANO

Es ya tanta tu demasia en ser atreuido perseguidor importuno de mi honra, que me ha confirmado del todo en tu aborrescimiento. E ansi con tal intencion forcé a mí mesma a te escriuir ésta de mi mano. Y no la tomes como fauorescido, en respuesta de tus vanas palabras y locas peticiones, pero como aborrescido la toma por despedida a tus deuaneos. Y el sí que me pides, sea: que si más cosa tuya viene delante mí, que con darme a mí pena, tú no ganarás honra, porque te tengo por manifiesto enemigo de mi descanso y destruydor de mi honra, y en esto podras saber con quánto tu desamor quedo por tu mortal enemiga.

Pol.—O, valas me Dios, señor! señor! A essotra puerta: tan muerto es como mi abuelo.

Lyd.—O, gran desastre y brauo mal; no sin causa temia leerla; bien dizen que pocas vezes el coraçon se engaña: echale dessa agua de azar, que desmayo es. O, qué sospiro tan de las entrañas!

Flor.—A, mi señora Belisea, o angel mio, quién te indignó contra mí? mucho te engañó quien te me vendio por destruydor de tu honra. Pero pues no puedo no te amar, ni tú quieres sino aborrescerme, a lo menos podré seruirte vltimamente con matarme.

Lyd.—A, señor, despide essas congoxas.

Flor.—No puedo, porque alegria no aurá lugar en mí. E tú, Polytes, acabadas son tus leales pisadas en molestas mensajerias. Salios fuera, y cerrad puertas y ventanas, y no me entre luz hasta que la muerte acabe lo començado.

Lyd.—Anda acá, Polytes, cierra essa puerta: qué gran mal es este? Llama, llama [á] Fulminato y a essos continos y gente, y armados acometasse la casa de Belisea, y traygase a Floriano, que mejor se deliberará despues con la justicia que agora con la tan determinada muerte.

Pol.—Mas yo voy en busca de Fulminato, que es registro viejo de males, y sabra de alguna alcahueta hechizera que esto negocie con el demonio, pues que Dios no quiere en ello parte.

Lyd.—Pues a tuerto o derecho haz como ya se remedie, y no me digas más en ello hasta ver lo que allá acordaredes, pues esta cosa es peor encaminalla por via de buen juyzio. Y entiende en esso, que yo me voy a descabeçar el sueño, que ya amanesce; y quando fuere menester, me llamarás.

NOTAS:

[665] En el original, por errata, deua.

[666] En el original, Mas que por mas, que no hace buen sentido. Tenémoslo por errata.


[Pg 190]

ARGUMENTO DE LA SCENA IX

Despertando todos en casa de Marcelia, yendose Marcelia a la missa del alua que solia, encuentranse ella y Polytes a la puerta de su casa yendo en busca de Fulminato. Passando sus razones, ella se va, y él subiendo llama a Fulminato con los demas, que se van a Palacio.

Fulminato, Marcelia, Felisino, Liberia, Pinel, Gracilia, Polytes.

[Ful.]—O, quán intolerable es el calor destas noches, y en ser largas, no creo lo fue más la en que Hercules fue engendrado.

Mar.—Dime essa historia por mi vida, que hasta hoy no la sé cómo fue.

Ful.—Tan poco soy poeta; pero dizen que Jupiter, enamorado de Alcmena, muger de Amphytrion, estando con ella, por parescelle pequeña la noche, la hizo de espacio de veynte y quatro horas. Y de aquel juego salio concebido el Hercules.

Mar.—Alomenos, si esso fue ansi o no, poco te aprouechas dello, porque a media noche andada nos acostamos, y agora toda la noche es de siete horas, y aun con apenas alborescer ya te querrias ver mil leguas de mí.

Ful.—No te marauilles, que el fuego mucho gasta.

Mar.—Pues qué fuego hallas so las sauanas?

Ful.—Que qué? hazeys de la boua? pues oy cerradas son velaciones.

Mar.—Que aun responder no me quieres? pues espera, que yo te quedare a solas.

Ful.—Alla yrás diablo, qué caro me cuesta la cena de anoche, y ella mal pagada; quiero agora dormir vn poco.

Fel.—O, cómo es ya gran mañana.

Lib.—Por mi vida, señor, que te he manzilla, que no has pegado ojo. Voyme arriba de presto, que ya siento pisadas de algun leuantado: no nos halle aqui mi madre.

Fel.—Pues, mi coraçon, aprieta la puerta, y no me oluides.

Lib.—Ya por demas es, pues me tienes por tuya; pero o, cómo me hallo muy fuera de mí por Felisino! o, qué robado ha mi coraçon! o, cómo me hallo agena de mí! y como tal no puse más guarda en mi honra! o, cómo he mirado mal lo que he hecho! pero pues yo lo desseaua, y he ganado vn tal amigo, perdiendo mis quexas por demas, voy a ver a Gracilia.

Grac.—Ay, señor, y desame ya, que entraua mi prima, y creo que de empacho se tornó.

Pin.—Más deue de andar al regosto por acá.

Lib.—Duermes, prima? que aun andays en esso? donosa boua he sido yo con mi madrugada!

Grac.—Ay, espera, que me despertaste.

Lib.—Mejor te ahorquen que tú dormias. Pero de presto remediese cómo mi madre, que ya se viste rato ha, los halle a los dos juntos.

Pin.—Pues espera, que como vn trueno me voy con el hato a cuestas con Felisino, porque ayamos el dia en paz.

Lib.—Mas no viste quán liberalmente nos desembaraçó con todo su hato?

Grac.—Ansi han de ser los hombres.

Fel.—Cata, cata, cómo vienes huyendo?

Pin.—Porque no nos halle juntos Marcelia, que ya es en pie.

Fel.—Bien acordado fue, echate presto y durmamos si nos dexaren, que creo que lo auremos menester.

Mar.—Buenos dias, qué hazeys, hijas? bien me paresce veros desembaraçar la casa; y aquellos galanes?

Lib.—E tal qué sabemos, más de que deuen dormir? que abaxo algo está aparejado al no madrugar, y ellos que no lo han de costumbre.

Mar.—A la fe, hija, yerua pasce quien lo paga, dizen. Ellos siruen buen amo, son muchachos, al mundo tienen en nada. Quien les quitará el sueño vna noche que acá se quedan, sino que duerman y se harten? y vosotras durmistes bien juntas?

Grac.—Antes muy mal.

Mar.—De miedo.

Grac.—Parte de esso, pero yo de dolor de estomago, que me ahogaua.

Mar.—Hi, hi, hi.

Lib.—Cómo se rie mi madre del mal ageno!

Mar.—Anda, boua, que fue la madre que se te alteró con el cenar tarde, y acostaros luego, y salir de ordinario en el estomago, que andando se te quitará, y no te desarropes.

Grac.—Pues dónde con manto y sombrero tan de mañana?

Mar.—A nuestra señora de los Remedios; luego en oyendo la missa primera soy de buelta. No te vayas oy, quedate con tu labor hasta la noche, pues sobró vianda en abundo, y aun para parte de la semana.

Grac.—Sea como mandares; ruega allá por todos.

Lib.—Gran cosa es ésta, que no ha de faltar mi madre esta missa. Pero haze bien, que siempre trae su par de panezillos, y algo para ayuda de costa.

Grac.—Ya ves, prima, por tal señora lo haze. Pero no en balde dize ella tanto bien del sacristan, y agora veo que tiene razon. Ay, prima, prima, qué boçal eres; pero verás, y sabrás, y harás; que las que no tenemos otra renta si[no] la labor, es menester que lo çanqueemos para sustentarnos. Pero dexando esto, entendamos en algo.

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Pol.—Aun quál será, si pierdo el tino a la casa? Pero aquella que se abre es, que quiça madrugan para salir sin testigos. Cata, cata por Dios, que la ensombrerada es la amiga de Fulminato, y aun que no le hiede el huelgo. Pues que ya ella me conoscera, allego. Buenos dias dé Dios a tu loçania, señora Marcelia.

Mar.—O, qué buena venida la tuya! pues agora no dudaré salir de casa, pero hazer quiero vna señal de tu venida.

Pol.—Voluntad no falta para seruirte, pero quien sirue a otro no es libre; ni aun agora, si no viniera en busca de Fulminato, no tuuiera esta libertad.

Mar.—Pues qué ha de hazer acá y a tal hora?

Pol.—El qué essotro lo sabe.

Mar.—Gracioso eres.

Pol.-Hi, hi, hi.

Mar.—Y qué es lo que te dio occasion de reyr? por mi vida que me lo digas, si es de ver me yr ansi. Voy de mañana a vn poco, por no ser de todos conoscida, y por ser de ninguno juzgada; y aun tambien porque voy más a mi contentamiento tan endelgada.

Pol.—Y aun al mio, que aun te querria más desnuda.

Mar.—Y tú eras? pense que eras vn sanctillo.

Pol.—De Pajares, que ardia él y no la paja. Pero aun creo que lo lleua a las veras; pues cómo dexas la gran prisa y te entras a dentro?

Mar.—Y ven acá, que no te comeré, que aun es gran mañana, y para todo tengo tiempo.

Pol.—Yo que te las entiendo, pues espera.

Mar.—Ay mezquina de mí, que estan durmiendo en este entresuelejo. Y dexa me agora, que asuadas que yo mire otro dia de quien me fio: pues yo tengo el mal que merezco, en sentarme contigo en este escaño por buena criança.

Pol.—Todas teneys esse gruñir y desagradescimiento.

Mar.—Ay, qué dizes? que con espanto de tu atreuimiento y mi daño no te entendi.

Pol.—Si no me entendiste al dezir, baste que me esperaste al hazer. Pero dixe que me perdones y vayas con Dios. Pero no sé dónde vas tú y otras muchas que he topado, vna vez que he madrugado, que van de la suerte que tú.

Mar.—Esso ellas lo saben, yran a lo que yo.

Pol.—Tan poco sé esso, y tú dónde vas?

Mar.—A la missa de nuestra señora de los Remedios.

Pol.—Ni aun soy tan bouo como esso, que agora passé por junto a la Trinidad y no ay sueño de abrir puerta.

Mar.—Y aun esso quiero.

Pol.—Peor es de entender vna muger que vn concejo. Pero atento que vas a missa donde[Pg 192] no ay puerta abierta, las que como tú he topado disfraçadas, cruzando callejuelas, dime, van contigo a representar autos de comedias en cas de los abbades o van por las llaues para abrirte la puerta donde tú vas?

Mar.—Asuadas que no eres tú todo bueno, maguera muy mansito. Ay, ay, ouejita de Dios, el diablo te tresquile.

Pol.—No te rias tú de mi malicia, y no me confirmarás en el desseo de lo que te pregunto.

Mar.—Algunas yran a lo que yo, y otras en estaciones.

Pol.—Y van a rezar las con los abbades a las camas?

Mar.—Y calla ya, no apures tanto las cosas, que con algo se han de mantener en honra las que se defienden de la pobreza, de lo que a mí cabe gran parte por mis peccados.

Pol.—Y aun creo yo que tú y las otras andays estos passos en busca de los tales peccados.

Mar.—Ay, qué dizes? alguna malicia asuadas.

Pol.—La mesma. Pero digo que me agradas en darme a entender que andays estas andolencias a partir con los encerrados las quentas del rezar, y las obladas con los sacristanes, y las raciones y capellanias con los clerigos, y los beneficios con los clerigos.

Mar.—Reyr me hazes con tus malicias. Pero y dónde dexas los canonigos y dignidades?

Pol.—No, que essos son bienes de por vida. Porque aunque las de essos, aunque gastan más ropas en casa, no riesgan tantos chapines en yr y venir, pero estan a pan y mantel, y en éstos se sufre mejor que en los otros, ansi porque la furia del prouisor y justicia no alcança a los tales, como tambien porque la renta suple para todo el vicio toda la costa; que en los desseos pienso que todos corren las parejas, quál menos quál más a ello inclinado.

Mar.—Malicioso eres.

Pol.—Tu madrugada de herrero me da por qué: como si tuuiesses grandes tractos que proueer, ni las otras grandes males que remediar, para anteuenir el dia.

Mar.—Y di agora, sabes que el madrugar que no es para los ricos ni los viejos? porque los vnos con el no tener necessidad y los otros con no poder más, guardan las camas hasta medio dia.

Pol.—Antes[667] hallo yo por mi cuenta que el madrugar es para los viejos, porque con la falta de virtud, no durmiendo quando quieren, toman el sueño quando pueden. E ansi leuantanse de mañana para occasion de cansarse para despues poder dormir, y tambien por temor de no tomar sepultura en la cama. E aun porque, como crezca en ellos la cobdicia, y falta la virtud natural para ganar la hazienda, leuantanse de mañana para no perder la acaudalada. Y en esto son como el sapo, que piensan que les faltará la tierra. E aun creo que lo hazen porque, como ya viejos, han conoscido el mundo y sus engaños, y ansi temen que quando ellos le han más menester que no él a ellos, los dexará en vazio la hoja de todo lo en él adquirido. Pues los ricos, el temor de ser robados les quita el sossiego, y el poco sossiego no les da holgura en la cama, y el no reposar en la cama los desuela, y la mucha vigilia les quita el sueño, y la falta de sueño les añade congoxa y solicitud, y ansi anteuienen el dia por hazer perder el sueño sabroso y desseado, y aun necessario a los de su familia y trabajadores, para que su trabajo más largo de ellos y sudor les dé a los ricos más con que poder regalar los cuerpos que despues seran saco de gusanos. Pues los malhechores tambien anteuienen el día por perpetrar los males e insultos que las rondas de las justicias les estoruan de noche, como tambien sabiendo que el alguazil se pagará del sueño a la mañana por lo que quitó el rondar de ante noche, y ansi los malhechores hurtan les el cuerpo con madrugar. Y por tanto creo que madrugan las arreboçadas, y no lo digo por ti.

Mar.—No quiero más altercar contigo; mira si acá buscas algo, que me voy.

Pol.—Que me saques a Fulminato de rastro de so el cielo.

Mar.—No sé qué te dizes.

Pol.—Digo, porque me entiendas, que me saques de so el cielo de tu cama a Fulminato.

Mar.—Muy suelto eres en todo.

Pol.—Mal me quieren mis comadres porque les digo las verdades.

Mar.—Que ya por demas es andar contigo sino a las claras, pues todo lo entiendes, y en todo soy tuya: sube y llama primero, y hallar le has. Y quedate a Dios hasta que nos veamos más de assiento, que me tardo.

Pol.—Bien hazes en ser apresurada en el seruir a Dios, pero al diablo la doy, qué pegadiza es. Ya, ya acá está la vezina? asuadas que ouo capirotada, y guay de la despensa de Floriano que lo suda todo. Buenos dias, hermosa.

Grac.—Vengas en buena alborada.

Pol.—Dónde está Fulminato y los demás?

Lib.—Asuadas que aun duermen, que no se les pega más cuidado a estos de palacio sino holgar en la mocedad y poblar los hospitales en la vejez.

Pol.—Por muchos acontece esso, pero helo sale quien tiene las culpas.

Ful.—Buenos dias. E tú, Polytes, a qué tan de mañana por acá?

Pol.—A ver estas hermosas, y en busca tuya, que eres bien menester.

Ful.—O, descreo del inuentor de la idolatria: y qué me dizes? son muchos? o estan muy armados? o está puesto a saco el palacio?

Pol.—Será de ti y essotros, segun yo barrunto.

Ful.—Gran mal deue de hauer, pues no me lo osas dezir, y bien paresce que falto yo de casa. Dimelo ya, porque llame la ira, para dar a conoscer mi espada a los que no la conoscen.

Pol.—Panforrear.

Ful.—Qué dizes? habla claro, que me pones perplexo. Guia y dime por qué calle comience a descabeçar.

Pin.—No oyes, Felisino, qué obra passa Fulminato con Polytes?

Fel.—Vamonos, que no tienen cabo las cosas de Fulminato, y despidamonos de las muchachas, y dexemos a este hombre.

Ful.—Pues no dizes qué calle començaré?

Pol.—Dexate de tanto orgullo delante de mugeres, y vamonos, que ya van abaxo los compañeros.

Ful.—Pues sepamos si lleuas las armas competentes al caso, para que no nos escape nadie.

Pol.—Anda ya que basta solicitud y cordura para que viua Floriano, y tú medres.

Ful.—Esso me aclara agora que las moças se baxaron.

Pol.—Que es menester que busques de tu mano alguna muger hechizera o alcahueta que acorra a Floriano, que ya sabes quál está, y siempre empeora.

Ful.—Ya, ya, esso es? pues dalo por hecho. Pero mira que el prouisor anda riguroso, y la usticia es mucha, y cumple que esto se sienta, no se diga, porque en Dios val afrentan vna muger de bien.

Pol.—Al cabo estoy. Vamos, y verte has con Floriano, que te embia a buscar.

Ful.—Alto, hermanos, marchar para casa, que ay bien que hazer. Y las hermosas perdonen por agora.

Pol.—Señora Liberia, perdoname, y tú, señora Gracilia, que Pinel e yo daremos buelta en concluyendo estas prisas.

Grac.—Señor Felisino, y todos, vays con Dios.

Ful.—Alto, vamos con reposo, porque si hay alguien recatado, no le auisemos.

Grac.—Prima, ellos son ydos, y bien sé que te pesa y me pesa; pero vn dia viene tras otro. Vamos arriba y cierra essa escalera, y aderecemos estas camas y casa, que paresce meson. Pero dime, cómo te fue con la compañia?

Lib.—Y quál? luego no me sentiste tornar anoche luego a la alcobita de la chimenea?

Grac.—Yo otra cosa pensaua. Pero si ansi es como dizes, restituyote la honra, aunque bien dizen que se toma antes el mentiroso que el coxo. Y estas sauanas qué dizen, prima? agora te digo que te auias guardado mucho, pues hasta esta noche no estropeçaste donde hiziesses sangre. Y dichoso Felisino que tal joya se lleua.

Lib.—Ay, que me afrentas, que no es sino lo que suele auenir a las mugeres.

Grac.—Mas mira qué duda, y no mires en esso ni te corras de mí, que tambien como muger passé por lo que tú esta noche. Mas ni aun por tanto al nombre de las gentes donzella me llama, y ansi me diran mientras la persona hiziere, pero guardare la honra. E mira, prima, que oy en dia muchas son donzellas, y aun de alta guisa, y pocas lo son. o muchas no son virgines, aunque se casan por ello. Y ansi lo seras tú, y por tan donzella te tendrá tu madre como ayer. Y cata que mejor es esto que no andarte deshaziendo de dentera de lo que hazen tus vezinas, y no te me vayas, que quisiera aqui a Felisino, para que me vengara de esse tu empacho. Guarda bien essas sauanas, que dixeron la verdad que tú me encubrias, no las vea tu madre, que a mí el cargo que presto la sigas sus passos, porque bien aya el que a los suyos paresce.

Lib.—Calla ya, que me hallo confusa.

Grac.—Agora te digo que eres boua: sobre hecho es tomar plazer mientras turare esta triste vida.

NOTAS:

[667] En el original, Ante.


[Pg 193]

ARGUMENTO DE LA SCENA X

Lydorio halla a Floriano hablando a solas, y queriendo entrar le a ver, sobreuiene Fulminato, y tractan los dos del remedio de Floriano. Entran a él y hacen le leuantar.

Lydorio, Floriano, Fulminato, Polytes.

[Lyd.]—Quiero yr a ver a Floriano, porque no seria justo desmamparalle en tal coyuntura. El es mancebo, dotado de bienes de fortuna y de natura, y está tocado de gran rabia. E pues en las afrentas se ha de ver la buena voluntad, vestida de buenas obras, porque obras son amores, que no buenas razones; aunque, por Dios que quisiera no ser le tan obligado por gozar de sus desatinos que haze, y de los dichos delicados que dize. Cata, cata, razonando está: oyr quiero el con quién antes que entre no llamado.

Flor.—Cómo es possible, mi señora, que con vuestras tantas y tan altas virtudes quepa vna tanta indignación? Mira que en lastimar me a mí eres a ti enemiga. Mira que pensar tú matarme pierdes tiempo, porque a no me conoscer por muerto por ti desde que a ti conozco para te amar, en vengança tuya seria verdugo mio yo mesmo.

Lyd.—O, qué lástima es verle tan ciego, que[Pg 194] piensa él agora que está delante de la señora.

Flor.—Y aunque a mi baxeza deua tu merescimiento silencio en respuesta, a ti mesma deues de satisfazerte, respondiendo a esto que digo. Pero yo quiero responder sin tu licencia por ti, a mi poca justicia, como no merescedor de oyrte. E digo y confiesso que justamente es castigado mi atreuimiento. Pero sea ansi que me libertes para vengarte de mí en mi mesmo, porque no seas tenida por cruel en poner fuerças contra tu captiuo y en matar al muerto ya de tu hermosura. Y ansi yo ganaré honra y loor de los que supieren que yo fuy merescedor de vengar tus injurias. Pero pidote vna sola condicion y merced, y es que sepa yo que tú sabes mi muerte ser por ti, para que yo me apressure al morir por ganar antes la gloria para que el amor me tiene. E tú firmarás la sentencia que yo execute para más certinidad mia de que tú sabes el por qué de mi morir, porque ansi el clamor del verdugo publicará delante tu magestad el por qué de tu justicia y mi pena, y ansi sabras ser tú el tal por qué, y ansi sabre yo que muero para descansar.

Lyd.—O, qué bien trauado razonamiento! pero ya toca la vihuela: oyo.

Flor.

Belisea, di me, di
si en saber que por ti muero
si te acordarás de mí.

LETRA

Con aquesto soy contento
del dolor que por ti passo:
con que sepas mi tormento
y el gran fuego en que me abraso;
pero dime si en tal caso
que aquesto pido de ti,
si en saber que por ti muero
si te acordarás de mi?
Otro gualardon no quiero
en pago de lo seruido
sino que sepas que muero
y el dolor con que he viuido;
mas dime lo que te pido,
que es vida saber de ti
si viendo que por ti muero,
si te acordarás de mi?
Aunque sé que mucho pido,
pues que pido tu memoria,
dame lo, pues me despido
con este bien de más gloria;
pues muriendo más victoria
no espero sacar de ti,
lleue cierto, pues que muero,
el quedar viuiendo en ti.
No pido que no me mates,
pues no puedes no lo hazer,
mas pido que me rescates
de tan largo padescer:
questo puedes lo creer,
que muero solo por ti,
y ansi pido, Belisea,
viua Floriano en ti.

Lyd.—O, qué lastima es ver perder vn tal entendimiento! Fulminato viene, quiero dar le espuelas en buscar algo. Porque aunque sea por malos medios, si Dios de ello se ha de seruir, lo endereçará en bien.

Ful.—He tardado con mi acorro?

Lyd.—Anda allá por essa sala vn poco, y luego sabras esso.

Ful.—Pues de presto, y concluye con que sea por via de espada.

Lyd.—Pues aun no estoy muy lexos de ello.

Ful.—Pues estarlo he yo si puedo.

Lyd.—Qué dizes?

Ful.—Digo que no acabaremos de otra guisa, porque la fortuna es de los osados.

Lyd.—Y aun a vezes contra ellos. Pero dexando esto: ya sabes la falta de sosiego que ay en casa, porque faltando la salud en la cabeça no pueden estar los miembros buenos.

Ful.—Todo lo alcanço, y en todo te entiendo: que hartos ratos hurto a mis occupaciones para pensar qué fin ha de auer esto y qué remedio se podría dar, y no siento sino vno de dos.

Lyd.—Essos me dí.

Ful.—Lo primero, entrar en casa de Lucendo, porque aurá para Floriano qué goze y para nosotros qué robemos. Y para esto, si a mí me encargan el facto y me conceden el saco, ni la dama me quedará por traer, ni arca por mirar. Y aun si fuessen menester dos dozenas de espadas como éstas, presto las hallará para tales hechos Fulminato. Ansi que boqueame esto tenerlo por bueno, y presto verás hazañas, pues éstas son mis missas.

Lyd.—Desuario seria pensar tal cosa, pues en esso se han de poner los hombres, con que piensen poder salir.

Ful.—Mas no, sino ponte á ello, y piensa que me tendras! que en balde te confiarás en mí.

Lyd.—Dizes algo?

Ful.—Digo que para qué pides mi parescer, pues me conosces, si no me has de tomar el consejo? mas no, sino esperate a ydas y venidas de vn muchacho para que la tempestad veniendo de golpe, nos atrampe a todos.

Lyd.—Pues qué quieres? va se Floriano tras esto sin freno, y al cabo del tiempo y aun la hazienda no sé qué cogeremos de la sementera.

Ful.—Pues a peor librar, si mi primer consejo de ser por armas no se toma, algo más haria yo, pues con el argen en la mano hallaré alcahueta o hechizera que se la ponga en las vñas.

Lyd.—Si esse era el segundo camino, no sé de qué me asga. Floriano se va a la muerte, su casa se desasosiega, su hazienda se dissipa; mal aquí, peor allí; sospecha me pone todo. Pero al fin dé do diere, y guialo por do quisieres tú, Floriano[668], que si de Dios es, él sacará de malos principios buenos fines.

Ful.—No sé lo que Dios querra. Pero yo digo que vale más buena espada y mala possession que sólo buen derecho.

Pol.—Mucho me he detenido en no entrar a Floriano. Porque si ay más mensajes con tal porte como los passados, presto caera el pelo malo.

Ful.—Pues, señor Lydorio, si no te determinas en lo que yo desseo, entremos a esperar el parescer de Floriano.

Lyd.—Mal differencia el ciego los colores. Pero ay viene Polytes; entre a ver qué haze, o si acuerda de comer oy.

Flor.—Pajes?

Pol.—Señor?

Flor.—Di, Polytes, qué buscas? que ya concluyeronse tus mensajerias?

Pol.—Señor, entro a ver a quién llamas.

Flor.—Yo? a Belisea llamo, a Belisea inuoco, a Belisea apellido, por Belisea sospiro, por Belisea viuo, por Belisea muero, por Belisea doy vozes, aunque no espero ser oydo. Pero dime, qué hora es?

Pol.—Las doze.

Flor.—Del dia o de la noche?

Pol.—Señor, medio dia es.

Flor.—Ay! que aun a mí no me ha amanescido por la claridad de mi señora. Pero pues ansi es, di al cauallerizo que me apareje vn cauallo, que quiero yr a Sant Pablo a missa, y encomendaré el alma tan perdida a Dios, pues el coraçon tan ganado tiene mi señora. Y ve, di al camarero que me trayga vna ropa que vista.

Pol.—Donosa será la madrugada; a la muger del pastor, que a la noche se compone, me paresce Floriano. Y mira pues a qué hora y dónde busca missa! que no salen más de círculo por sus compasses los frayles que relox bien regido, y viuen más a punto en su recogimiento y cerimonias que gente de vela. A, señor Lydorio, Floriano pide vestido a gran priesa, y manda ensillar vn cauallo para yr a Sant Pablo a missa.

Ful.—Quiça yrá a tener nouenas o meterse frayle, porque a missa, si no es para con visperas, no sé a qué vaya oy a Sant Pablo.

[Pg 195]

Lyd.—A, señor, aquí traygo el vestido, mira si mandas abrir las ventanas de la quadra?

Flor.—Abre las, porque más claro veas mis tinieblas, pues no es essa la luz que a mí me alumbra.

Lyd.—Mucho te eres, señor, enemigo.

Flor.—Antes lo sería si no conosciesse esto, y me tractasse mal, pues mi señora se sirue de mi pena.

Lyd.—Mi fe, si ella se quiere vengar de ti: si tú te matas, mal podra executar en ti su furia. Y ansi te digo que te deues buscar la vida, si quieres bien a tu señora, y a ti por ella, para que le des lugar con que en tu paciencia con su persecucion se sirua de ti, executando en ti su rigurosa justicia.

Flor.—Bien dizes. Pero cómo sabre yo que ella, como cruel, aun se acordará de mí para matarme? pero ay, que me hezistes llamar cruel á la misericordia! Perdona, perdona, señora, el solo yerro de lengua, pues tan proprio tuyo es el perdonar como mio el offender tu merescimiento, pues que sola tú te meresces, y sola tú te conosces, y sola tú puedes hablar de ti mesma sin que se te haga injuria y te sea gran baxa andar tu nombre en lengua agena, si no fuere tú lo queriendo, que daras, en tal caso, con la occasion, meritos, y tú perdonarás los defectos, pues obligas a ellos, porque no ay entendimiento humano que te entendiendo no sea rudo, ni memoria que no sea faltosa, ni voluntad que baste, ni lengua que no enmudezca, ni manos que no tiemblen, ni seruicio que no te sea poco.

Lyd.—O, qué encarescimiento tan bien trauado, aunque sin razon, porque por perfecta que ella sea, al fin es muger!

Flor.—Qué dizes? no te parece, Lydorio, que occasionalmente y con razon me culpo? Di lo, di lo, que pues yo cayo en mi yerro, holgaré oyrte la verdad.

Lyd.—Quiero otorgar con él; quiça por aqui le guiaré mejor. Bien veo, señor, que tienes razon. Pero tambien querria que mirasses que, pues eres de Belisea, aunque por ser tuyo te obligauas a te tractar mal, siendo, como te publicas, suyo, deues te tractar bien por ella cuyo te conosces. Pues aun dize el vulgar: que quien bien quiere a Beltran, bien quiere a su can.

Flor.—Bien veo que aciertas en esso. Porque como todo yo sea suyo, yo me deuo auer bien comigo, porque ella no reciba agrauio en mí. Y por tanto me leuanto y quiero yr a Sant Pablo.

Lyd.—Señor, dexa los frayles agora en su acostumbrado y loable recogimiento, y concierta tu casa y sustenta la vida (que dizes tener por tu señora) y come, que es aun tarde para ello, quanto más para yr a missa a donde tractan ya de yr a visperas.

Flor.—Pues anda allá fuera, y lleuenme al cenadero de comer, para gozar de la musica de las auezitas, que cantan con el mal que yo lloro.

Ful.—En el nombre de señor san Julian, y qué risueño sale Floriano; quiero yr por parte de su risa, porque con el plazer quiça se emburujará algún pedaço de medra. O, señor, y cómo el coraçon no me cabe de plazer de verle ya en ti!

Flor.—Yo te lo agradezco. Pero por qué no me vees?

Ful.—Como por acá ande en tu seruicio, la falta de merescimiento me quita la osadia al entrar, esperando ser llamado: lo que no haria en el acometer diez offensores tuyos.

Lyd.—Señor, siempre tiene más negocios que buen solicitador de causas.

Ful.—A la fe, siempre me precié ser vno entre los buenos, y hazer por todos.

Flor.—E dime, tienes ya algun conoscimiento en el pueblo?

Lyd.—Y cómo ansi, que en faltando un rato de casa, le buscan más gentes de espada y broquel, que me espanto.

Flor.—Y qué gente es essa?

Lyd.—Los que acompañan los alguaziles, que llaman acá porquerones.

Ful.—Alguno que tiene embidia a su officio les llama tal nombre. Porque por él les hazen el buz más de diez peynadetes. Y por su temor no osan andar de noche hartos valientes de nombre. Pero Fulminato y aun los de su librea por su causa no les molestarán passo.

Lyd.—Y aun ansi les desbarretas tú por ti y por todos.

Ful.—E tacha hallas la buena criança, que a tantos haze bien?

Flor.—En cargo te son mis criados, y ternan por qué te acatar.

Lyd.—Y aun cómo, y con razon, como a padre de desconsolados, y a remediador de huérfanas, le vienen a buscar más hijas de maldicion, que es vna admiracion. Y ansi como a las tales hijas les halla tales hiernos; todos le honran como tal padre de su consolacion, y aun perdicion.

Ful.—A la fe, por más que digas malicias, si hijas tengo, no con lo que tú les dotas.

Flor.—Pues que aueys bastado a me hazer reyr, quedese para otro dia la plática ansi apuntada y den me de comer. Y tú, Fulminato, ve que me adereçen de gineta vn cauallo.

Ful.—Señor, yo voy á cumplir tu mandado, y con desseo que nos mandes presto tornar a la plática trauada.

Lyd.—Ve, que en casa me hallarás para cada y quando.

NOTAS:

[668] ¿Tal vez yerro por Fulminato?


[Pg 196]

ARGUMENTO DE LA SCENA XI

Tractando Polytes de yr a ver a Justina, Felisino le lleua a casa de Marcelia, y ansi se le estorua su viaje.

Polytes, Felisino, Marcelia, Liberia.

[Pol.]—Algun buen Pater noster se habrá oy rezado por mí, pues que con ya no yr Floriano fuera oy, el desseo con que oy me leuanté de visitar a Justina, creo que aurá sazon y effecto. Quiero agora dar comigo en casa de Lucendo.

Fel.—A dónde tan cogitatiuo?

Pol.—Si ouiera qué te comunicar, creeme que a ti antes que a otro. Pero aca pensaua con migo cómo hazer cierta cosa.

Fel.—Ya sabes que essa manera de no te me declarar es combidarme a más querer saber lo que sea. Porque si es de las puertas adentro, te sere amigo, y si de las puertas afuera, acompañaré tu persona con mis armas y presta voluntad.

Pol.—Dios te lo pague, e yo lo agradescere en semejante menester; que si no es la moneda, no sé quién mal me quiera. Pero mira si tienes dónde yr, y guia.

Fel.—A lo que dizes de la moneda, dolencia de muchos buenos es, agora tan vsada como el mal frances; y a lo segundo, no tengo, por mis peccados, dónde me aluergar. Pero querria yr a la cal nueua por vn guante que oluidé en la posada de Fulminato ayer.

Pol.—Anda, vamos, que calçar deues de querer el guante. Pero guarda, no te desuelles las manos con el menudear.

Fel.—Pues me entendiste sin me declarar: sabes ya, hermano, que, si quiera por cobrar buen crédito á los principios, es menester orgullo. Pero despues de bien posseyda la heredad, vna vez en la semana, como pan bendito.

Pol.—Para contigo basta y aun sobra. Pero cómo tomas pleyto con quien sobre tal hazienda no sabe tener medio, ni perder hambre de tal mantenimiento? Piensa que tendras trabajo. Y mira que entras a nadar en pielago donde otros más expertos nadadores que tú no hallaron vado. Y auisa que competidor tienes que pocas vezes le hallarás satisfecho; no sólo con lo suyo, pero aun con todo tu caudal, y tiempo, y fuerças, porque aun harás todo lo que puedes, y si descaes del ordinario, y que sea harto ordinario, te meterán a ojos vistas otro en la heredad, y te harán que la veles, y el otro desfrute, y tú no lo creas. Cata que no te contentes en esta feria, si compras, con solo marcar la mercaduría, y aun esto no sé si aurás hecho.

Fel.—Andando hazia allá, te diré cómo me pienso auer. Abezar el estomago a poca vianda, y ansi, quando tuuieren extraordinario, tomándolo loaran a Dios por poco que sea, como pupilos de plato tassado.

Pol.—Hi, hi, hi, qué ordinario quieres tú donde quantos escriuieron desto no hallan en mugeres medio, sino vno, que en esto las pone en extremos de contentamiento?

Fel.—Pues yo no lo que los libros, pero lo que mis fuerças basten les daré; y aun de alli quitando algo, y si más quisieren, que musen.

Pol.—Si ansi lo guias, tú serás vezino de Cornualla, y tendras possession en Ceruantes conoscida, adonde andes a caça de cuclillos.

Fel.—Por esso bien que no tienen mi palabra por más de quanto turare el vso y fruto; que por temor de essas aues temo el perpetuo vinculo. Y ansi más quiero andar a lo fresco, oy aqui, mañana alli, que perpetuar casta.

Pol.—Si ansi te sabes auer, serás sabio, porque gran afan es buscar carretas y requas a cada passo andando en estos palacios, para lleuar hijos quiça que hechos a medias.

Fel.—No no, horro Mahoma, todo mi axuar a cuestas como el caracol, porque buey suelto bien se lame. E ya que aya de tomar estado, será en mi naturaleza, porque cada gallo canta en su muradal, y en la tierra agena la vaca acuerna al buey.

Pol.—Y aun ansi es lo acertado. Porque el que se casa en tierra agena, toma la muger mala y hazensela buena. Y aunque vea el gayon, que calle el cornudo y vaya a trabajar: y aun siempre le diran que todo lo huelga y todo lo gasta. Y aun, hermano, en esta tierra vende la tienda la hermosura de la muger que te dieren de dia, y despues a la noche desnudando se quando le pidieres virgo, dar te ha la verdugada o emprestada o alquilada, y a la mañana todo lo paga la sangre de un palomino, y lo ha de llorar el triste paciente.

Fel.—No creas tal cosa.

Pol.—Si estos principios no sabes, presto venderas cestos, y aun quemarás en tu casa cuernos, y te lo harán olor de ambar gris ó menjuy. Y pues estás a la puerta, mira por ti, y queda te a Dios, y mira que llamen antes que saludes, si no quieres ser mal recebido en estas casas de tracto secreto, con presumpcion de buena fama y humos de honra; en especial que arriba ay gran trastauillar de pies; que te auran visto y aurá algun trasparamento, o puerta falsa (si la tiene esta casa) y voyme.

Fel.—Perdona, que has de ser testigo de lo que ouiere; y llamo, ta, ta, ta.

Mar.—Presto acaba, hija, pon en cobro esse galan, que no escusamos abrir a Felisino y Polytes.

Lib.—Anda, abre les la puerta, madre, y detenlos[Pg 197] algo, mientras le echo por la puerta del corralejo.

Pol.—Cata que, aunque me llamas sospechoso, la tardança en abrir y el bullir del sobrado saca mi malicia cierta y mi sospecha verdadera.

Mar.—Quién llama a la escalera tan apriesa? O qué buen encuentro por cierto!

Fel.—Bueno le es para nosotros en verte; pero pensauas auerlo a solas?

Mar.—De tal compañia huelgo yo en mi casa. Pero dónde te subes?

Fel.—Señora, quedo se me vn guante este dia, y aunque no tiene adobo, pero porque no aprouechará éste a mí ni el otro solo a nadie, le voy a buscar, y con achaque dél, vine a te ver.

Mar.—Bien parescen vnos guantes a vn galan. Pero tú, señor Polytes, buscas guante?

Pol.—Sí buscaría, si me aprouechasse.

Mar.—Pues cata que muchas vezes hallan vnos lo que pierden otros. Pero qué priessa es essa, Felisino? y espera que todos nos subiremos.

Pol.—A mí me perdona, que me voy a vn negocio de prisa.

Mar.—Pues sabe que en esta casa ni comen los hombres ni te quieren mal. Y tú, Felisino, sube, que tras ti me voy, y ten en mucho fiar se te la casa ansi.

Fel.—Ansi lo tengo por cierto; pero mejor te ahorquen que no te las entiendo. Pues anda, que sendas nos tendremos, que si a ella le contenta el muchacho de abaxo, a mí la muchacha de arriba.

Lib.—O, bendito Dios que me libró de hombre tan moledor; pero buen albalá de quatro reales me queda en las vñas, sin lo que dió a mi madre. Bonica, pues, me estuuiera yo royendo con hambre de mi casta honestidad, molestada de mil deseos de lo que agora me viene a manos llenas. Y pues que mi madre con su dissimular aprueua mi hecho, andemonos a ellas. En cargo soy a Felisino, que con pensar que me robaua me libertó, para que siendo suya de nombre pueda[669] vestirme de tales ropas como la que agora desnudé. Pero o, qué dicha la mia, que helo venia ya tras mí, y por poco no me topó viendo su possession que él primero labró. Pero ha se de hacer a la carga, y aun que lo vea y no lo crea, sino que piense que sueña. Pero algun embaraço tiene mi madre que ansi le dexó subir, aunque no se me da nada; que ésta, que es la primera y no será la postrera, no me la quitarán ya.

Fel.—A, mi señora Liberia; vengo a verte porque no sossiego sin ti; qué hazias por allá abaxo?

[Pg 198]

Lib.—Norabuena vengas; no sé si te crea: essas entradas qué decoradas teneys todos para embaucar a las que os atienden lealtad. Y vosotros, ésta os mata, y la otra os mata, y todas os matan, y nunca morys, ni aun os acordays sino de lo que gozays por el momento que tura.

Fel.—Anda, que no me acuerdo de mí por tu causa.

Lib.—Pues ya que digas lo que quieres, dexa estar mis tocados, y mira que estamos solos, y subira mi madre.

Fel.—Y que esso me dizes, y entraste a la cámara? pues espera.

Pol.—Señora Marcelia, sube a poner cobro en tu casa, y perdona mi priessa.

Mar.—O, valas me Dios, qué desamorado eres; quitemonos ya de la puerta y subamos a este entresuelo, que te quiero preguntar vn poco mientras baxa tu compañero con el guante.

Pol.—Al fin aurá de salir con la suya.

Mar.—Mucho te agradezco esto. Pero mira que no seas tan atreuido como este dia, y toma de mí la sana intencion y llana conuersacion.

Pol.—Ya no puedo con honra dissimular más, pues que harto se me declara en dichos y meneos. Señora, perdona mi pesadumbre, porque no quiero que taches mi couardia.

Lib.—Parescete pues, señor, que si mi madre agora subiera, que dauas donosa cuenta de mi?

Fel.—Anda, mi señora, que ya me querrias ver fuera, porque tendras otro que más ames que a mí.

Lib.—Ay, perdida yo por quererte, pues ya me juzgas por muger comun. Vete, vete [de] delante de mí, que aunque quede escarnida mi innocencia en te amar, auisará mi malicia en tener de ti el crédito que devo.

Fel.—Anda, vida mia, que me burlaua.

Lib.—Y aun ansi lo veo yo que te burlas de mí. Desdichada, que me robaste mi limpieza, y por ti engaño a mi madre, que piensa que soy la que ella me tenía. Anda, anda, engañador, destruydor de mi honra, y de oy más no te fies en mi llaneza y fidelidad que te he tenido.

Fel.—Agora que tu sentimiento me pregona tu bondad, te tendre y querre más. E ya sabes que los amigos ciertos son los prouados.

Lib.—Vete luego [de] delante de mí.

Fel.—Pues di que me perdonas y no quedas enojada, e yreme.

Lib.—Vete y no quedo.

Fel.—Pues a Dios quedes.

Mar.—Ay, cómo te as auido mal comigo; pero yo me tengo la culpa, que conosciendo te me fié de ti sola.

Pol.—Donoso tirar de alesna es esse.

Fel.—A, hermano, baste ya, y vamos; y tú, señora Marcelia, perdona y haz las pazes de arriba.

Mar.—Doy al diablo el majadero derramasolazes. Ay, señor Felisino, no te escandalizes de que a solas estaua preguntando a Polytes vn poco; pero qué son las enemistades?

Fel.—A dónde le acudio? Digo que nos hagas amigos a mí y a Liberia, que le pedi vna aguja por tomar mi guante.

Mar.—Traele vna dozena y hechas seran las pazes.

Fel.—A Dios quedes, que yo lo haré.

Mar.—Dios os guie. Y tú, señor Polytes, no oluides esta casa.

Pol.—Pierde cuydado. Allá quedarás, diablo bagassa, que para tu hambre, ésta y no más, si puedo.

Fel.—Pues para yr ya tú a otra parte no tendras tiempo, encaminemos para palacio. Y dime cómo te fue, que demudado saliste de color.

Pol.—Que quisiera que baxaras antes; pero creo que tambien huyes tú la compañía.

Fel.—Y aun que si bien lo supieses, aregañarias, dixo el Bizcayno. Pero la viuda de buen fregado es, y en ti que hallaria buen coçadero para su comezon.

Pol.—No sé qué se hallo en mí, pero sé que en el pueblo no la aurá muger tan lasciua. Y no tengo en nada ser amiga de Fulminato, sino como no es ropa comun; pues no seran menester rethoricas para halagarla, ni fuerças para derrocarla.

Fel.—Pues no piensa el otro sino que tiene thesoro en caxa.

Pol.—Bien mantendria estotra con palabras huecas del otro su grauedad, y con sólo su pasto su hambre.

Fel.—Aun creo que te abrió la bolsa?

Pol.—Abrio para echarme en ella este real de a quatro con que me compró, y aun barato, y para nunca más.

Fel.—Esso no diga nadie, que no caera otra y otra vez, si Dios no le guarda. Pero esse yo se le vi a Fulminato, con que ayer hazia alarde. Y segun veo, pagate sus cuernos con los quatro sueldos.

Pol.—Pues no tengas esto en nada que me diessen para comprar ropa tan basta y de balde costosa. Pero mira que tú no los pagarás con los quarenta, si el otro con quatro. Porque el pato ya te costó vna cena; y aun apenas entraste en la confradia de los de esta casa, porque la hija ha de aprender de la madre.

Fel.—Anda, hermano, que si me costó caro el pato, compréle, y degolléle, y comíle fresco, y trinchéle de mi mano.

Pol.—Dichoso fuyste, pues con essos adherentes compraste barato. Y aun creo que te vendieron lo que tenian gana de echar de sí, y que aparaste vianda que otros te coman del mesmo plato, y abriste por donde te entren al melonar. E ruega a Dios por salud, que verás como en casa del herrero todos aprenden a majar hierro, y en casa del escriuano a escreuir, y la hija aprendera el officio de la madre.

Fel.—Calla ya, que no entiende ella más las algarauias de su madre que si nunca la conosciera.

Pol.—Ay, peccadora de la bouilla! Tú eras proprio para casado, porque en tu opinion siempre fuera buena tu muger, y viuieras con las hechas, sin las sospechas.

Fel.—Mal me conosces. Antes por prouarla la pedi zelos sin por qué, y ansi saltó como granizo de aluarda.

Pol.—Y aun por ay me confirmas en mis sospechas; porque quien se quema, ajos ha comido.

Fel.—Anda, que quando ay algo, malo es de encubrir.

Pol.—Tú deues llamar algo el hallarle en la cama.

Fel.—Di tú lo que quisieres, que yo bien sé lo que me tengo en Liberia.

Pol.—Vna trabajosa guarda, si ella no quiere ser guardada.

Fel.—Y aun porque conozco yo en ella muestras de muy buena, no dudo de su seguridad.

Pol.—Pues si tú crees las muestras y compras el paño por la lista, yo dudo de las obras. E si tú eres cierto de su seguridad, yo no seguro de su bondad; porque al fin es hija de madre, y de vnas puertas adentro; de manera que con quien pasce y de quien nasce. Pues mirá si bastando lo vno a que se le pegassen de sus maternas costumbres, qué será viendola y entendiendola, siendo ya para lo que ella, sin mancarse ya en la labor?

Fel.—Anda ya, que es tan buena que no la derrocará la madre aunque sea más peor que tú la pintas.

Pol.—Pues mira que si buena fuera la hija, que no se diera a ti, y si no aprendiera de la madre, no supiera ya cumplir contigo. E al cabo dame la tu muger, y dar te la he inconstante; damela moça, daretela peligrosa; damela que se vea algo hermosa y no sea muy guardada, que yo te la doy por perdida; damela loquilla y golosa, que yo te la doy por barata; damela nouicia o principiante en el officio o lauor que tu la enseñaste, que yo te digo que para ver si podra cansar y por ver si podra matar su desseo, ella busque cómo experimentar sus fuerças, y obrar sus desseos, y aprouechar sus mañas, y cumplir su nueuo apetito experimentado, aunque viejo en ser desordenado.

[Pg 199]

Fel.—Aun dirás algo que me pusiesse temor, pero es muy desapegada y çahareña. Lo qual como no tenga su madre, veo que cada vna sigue por su natural inclinacion: la vna al vicio y la otra a la virtud.

Pol.—Y cómo agora sabes que por muchacha que sea, que quando les cumple, sacan de las del saco? y ansi se saben mostrar buenas, y honestas, y çahareñas, y halagueras, y amorosas, y muy pegajosas, y muy sacudidas y desamoradas. Y quiero que sepas, si no lo sabes, y si lo sabes oye mi opinion, y es: que las que más sacuden de sí los hombres y hazen de las honestas y turbadas, de vergonçosas, essas por la mayor parte con la turbacion estropieçan y caen, no de manos como el gato, pero de lomo. Y más te digo, que lo querria yo auer (tractando en lo que tractamos agora dellas) con las que a los primeros golpes son más sacudidas, porque todo lo que tienen de furia lo muestran luego, y como se acceleran en el combate y gastan la municion de colera que tienen, al segundo tiento, si vos como boçal no desmanchays a los primeros golpes, como no ay que hablar que no ayan hablado, ni que reñir que no ayan desembolsado, ni colera furiosa que no ayan gastado, quedan vnas flematicas turbadas para caer, y sanguinas de bien acondicionadas para conceder; y aunque la melancolia de mala inclinacion les haga huyr, los chapines y faldas las hazen estropezar sin que aya en qué, más de las duras piedras que ellas os tiraron a los principios.

Fel.—Mouerme yan tus maliciosas y caladas razones viuas si no supiesse yo que ella no espera aun las primeras palabras. Porque aun conmigo, que tiene por qué conoscerme ya, no quiere sufrir de tres palabras arriba estando solos; que luego me dize: ay, señor, mi honra; ay, vete, no des sospecha; ay, por Dios, que vendra mi madre; tanto que ya me da pena verla tan sentible.

Pol.—No la has aun entendido: no querria tres palabras, sin luego obras. Y no querria que no se quebrasse su honra, porque si con el hazer no pierde el buen crédito, haze y goza, y mete moros, y siempre es la que era, y descuyda los otros de que miren por ella, y con los otros se descuydar, quedan le a sus apetitos más lugar. Y si teme el venir la madre, es porque quiere que no dilates el pleyto, sino que luego concluyas, y pongas los tus testigos a la prueua; y enséñate que el que ha de pleytear no ha de temer el gasto, y ha de hablar poco y obrar quanto pudiere. E ansi dizen las tales allá entre sí en sus audiencias, blasonando y mofando de los que en esta causa somos pleyteantes; que gato muy miador, nunca buen murador. E si no digo la verdad, dime tú si puesta en juego si se pone mal al jugo, y entonces condename.

Fel.—No sé: peligroso eres. Yo te prometo que, aunque no por antiguo, pero que por maestro podras ya bien leer en esta escuela, y ser abogado en estos pleytos que dizes.

Pol.—Pues que ya estamos en casa y en esta plática recibes pena, entiende en buscar las agujas, y ata bien la bolsa, y mira bien por el amigo; y perdona, que yo marcho para arriba ver qué aya.

NOTAS:

[669] En el original, puedo.


[Pg 200]

ARGUMENTO DE LA SCENA XII

Passando Marcelia consigo y despues con la hija pláticas de la bondad de la hija, el despensero de Lucendo les haze vn banquete de cena. Y sobreueniendo Fulminato y Pinel, haze Marcelia á Fulminato guisar lo que el otro auia de comer. E sobre cierto achaque Fulminato se va huyendo y viene el despensero.

Marcelia, Liberia, Despensero, Fulminato, Pinel, Gracilia.

[Mar.]—O, mezquina yo y cómo se me abrasan las entrañas y me acompaña gran soledad en la absencia de Polytes! O, quán sin ventura soy, pues siento que no me ama, e yo me aborrezco a mí, y mi honra, y casa, y a todos por él! O amor, qué grande es tu poder! O, cómo si la honra no contradixesse a la voluntad y me atasse los pies, tras él yria desbalida como tras cosa necessaria a mi descanso! Pero o, desacordada de mí, yo qué digo? quiero subir a ver qué haze esta muchacha. Porque si la mano de Dios no la sostiene, y ella no es muy inclinada a virtud, con mi perdicion, o ella es perdida tras mí, ó no escapa de serlo. Porque el no poderla yo proueer como yo querria y mi honra pide, me haze dissimular con ella en algunas desembolturas, con la conuersacion de éstos que tractan en casa. Y quiera Dios que no aya tomado para su mal las libertades que yo le doy, y que mi mal hazer no la aya enseñado a perder la simplicidad y a abrir puerta a la deshonestidad. Porque el mi no hazer con qué enmendarla me ata la lengua al corregirla, ni puedo castigarla; donde mi vida me muestra a mí digna del castigo, y me embaraça el poderla yo a ella abonar. Porque poco monta ser madre reprehensora de lengua, con vida y obras viciosas y occupacion reprehensible, porque el enseñar ha de ser obrando y platicando bien yo.

Lib.—Mi madre sube: quiero ganar por la mano en mi abono, para que de quantas ella haze, que haziendo yo alguna errada, o no la vea, o no la crea, como ella piensa que no la entiendo yo sus vrdiembres. Ansi, ansi, y no vistes quán de reposo se anda mi madre de iglesia en iglesia, y dexa la casa franca a quantos van y vienen? Dios me libre de tan buen crédito como tiene de todos, que piensa que son como ella a las buenas. Y no vistes qué descuydo? que harto tengo que sacudir de mí importunidades de locos, que con la buena confiança de mi madre a mí querrian robar de mi limpieza, y estragar mi innocencia, y deshonrar su casa, y amenguar la a ella.

Mar.—Buenas nueuas de mi hija son éstas. Pero quiero halagarla, pues mi vida no me permite reprehender su innocente vida. Calla, hija, no me reñas por tu vida, que vengo de encomendarme a nuestra señora. Pero dime, fuese el de endenantes?

Lib.—Y aun despues, que no deuiera, vino Felisino.

Mar.—Esse como por de casa le dexé subir, que le encontré á la puerta. Y fuese ya?

Lib.—Tal venia él para parar mucho con él yo en casa! y anda ya, madre, dexame allá con tus confianças que de todos tienes, que éstos son hombres y de palacio, y oy aqui y mañana alli. Ansi como no paran en lugar, ansi no dexan cosa de intentar, ni aun mujer por burlar.

Mar.—Y qué hizo?

Lib.—Qué? qué hiziera me di, si yo le dexara! que lo que hizo fue poco en rasgar me la lauor y perderme vn aguja, que segun lo que quisiera fue nada.

Mar.—Dexalo, que él lo pagará, que es vn burlon; pero calla, que llaman: suba quien es.

Desp.—Dios guarde la honra y gentileza desta casa.

Mar.—E tú eras? perdona el no te auer respondido antes. Pero no sé por qué oluidas tanto esta casa do no te dessean mal?

Desp.—Mis occupaciones impiden mi voluntad en te seruir.

Mar.—Y aun por vna onça de libertad que tengo en mi casa suffro vna arroba de pobreza; porque la vida arriscan los hombres por la libertad. E ansi dizen, que mi casa y mi hogar cien sueldos val. Pero qué es lo que mandas agora?

Desp.—Tengo vn poco de Olanda y vengo a saber si me podras vestir de tu mano de vnas camisas al moderno.

Mar.—Por cierto sí para otros; pero no faltará tiempo y voluntad para lo que tú quisieres.

Desp.—Pues, señora, porque este es para mí tiempo muy occupado en mi officio, me perdona que luego embio el lienço, y mandaré con que cenes. E si mandas vendre, sossegada la gente, a te ayudar a quitar los manteles, para que sobre mesa me cortes las camisas.

Mar.—Por tu seruicio huelgo de ello, con que mires que ay vezinos que velan vidas agenas en este varrio.

Desp.—Yo proueere de venir en quietud de todos, y por señal que soy yo, tiraré tres piedrezuelas a esta ventanilla, por no pararme a llamar. Y con tanto me da licencia, y perdonando mi pobreza, toma esse real de a quatro, para que se aya proueydo de fruta.

Mar.—No le tomara a no incurrir en mala criança. Ve con Dios, que en todo se proueera. Allá yrás, majadero, que acá dexas para la lampara de los necios, y despues daras para la vela de los cornudos. Cata, hija, que a quien Dios ama, la casa le sabe. Mira qué haze este hombre de hazernos bien: darnos ninguna molestia. Pon, hija, esse hogar a punto, que yo seguro que no tarde en embiar, y aun que sea menester desemboluerte.

Lib.—Yo bien tengo para mí que él proueera de suerte que aya para nos y aun las vezinas; pero no te congoxes, madre, que para todo aurá tiempo. Yo voy a mi prima que se passe acá; y con ayudarnos al trabajo, ahorrará ella la costa.

Mar.—Bien dizes; ve luego y buelue, que me quedas sola. O, bendito el que lo gouierna todo, y quán sin resabio de malicia anda mi hija sobre tantos estropieços como yo le pongo por esta negra de honrilla y ganancia, que pocas veces son de vna mesa estas dos cosas. Pero cata, cata, y qué presto y que gimiendo viene! asuadas que trae cobro. Qué es esso, loquilla, que si fueras casada pensara que te hazia gimir tanto la preñez?

Lib.—A la fe, ya que nos libró Dios de essos afanes, catanos aqui en otros de más prouecho y ganancia; y plega a Dios que tales gemidos nos visiten cada dia; pero no veys qué prisa se da mi madre viendo que no puedo con la carga?

Mar.—Anda, boua, que de alegria no miraua en tanto; pero muestrame essa bota de buen año. O, qué cosa de ángeles! por tu vida que es de Madrigal, y aun de más de tres hojas.

Lib.—Ansi, ansi, madre; si truxera ponçoña, del lodo estauas.

Mar.—Bien sé yo que tan buen liquor no podria suffrirla. Pero desembaraçate ya, y assese vn capon de essos, y essa ternera ençorça, que harto aurá.

Lib.—Anda, madre, que el dia de mañana no le vimos, y no diga que lo hurtó el moço, mayormente que ya verna Gracilia, y aun de aqui a la noche acudira alguien más al buen olor.

Mar.—Dizes bien; pero qué fue del lienço?

Lib.—Como que no entiendo yo que sabe mi madre qué corte de camisas busca el otro!

Mar.—Qué dizes, hija?

Lib.—Que no pudo el moço traello todo.

Mar.—Nunca y no que la paga acá está. Ay viene tu prima, desembolue esso; yre yo por vna ropa limpia de mesa a mi arca.

Ful.—Tienes, hermano Pinel, qué hazer?

[Pg 201]

Pin.—No lo aurá para no occupar la persona y las armas por ti.

Ful.—Pues vamos a vn salto.

Pin.—Pues espera me quanto visto vn jaco de malla y tomo vna rodela.

Ful.—Anda, que aqui va mi Valenciana.

Pin.—Pues porque no temas que busco escusas, guia.

Ful.—O, descreo de los desconfiados de Dios, y miedo en Fulminato? Pues sigueme, que tú verás esta noche quién es Fulminato, y cómo por ser tú no lo tomo por injuria.

Pin.—Al diablo encomiendo tal hombre aun oy. Pero si me pusiere en más de lo que puedo, que lo haga a solas: tomar viñas, porque otro dia auise en lo que mete a los amigos.

Ful.—Ya creo que te arrepientes de venir.

Pin.—No quieras de mí más de vn sí.

Ful.—Pues guio por tras sant Julian, que me salieron esta noche vnos tres a quitar la capa; pero a no tener buenos pies, pagauan me el pato.

Pin.—Pues por essas callejuelas lugar es para esse officio. Pero cómo te libraste?

Ful.—No quisiera que me lo acordaras por el enojo que de mi poco correr tengo.

Pin.—Dizen que el que va a hazer mal, que ya va medio herido.

Ful.—Por el sancto molde de la Litanía que a no me conoscer en el denuedo del desenuaynar, que auia acometido con buen semblante.

Pin.—Si ello fue ansi, tenian la vida en los pies, y ansi dizen que vale más salto de mata.

Ful.—Mal me salio la peroña, pues sin presa estoy ya a la entrada de la cal nueua.

Pin.—Y aun ay serian las tus bregas. Pero en esta calle quando Dios amanesce, aun hallo yo dia.

Ful.—Y aun yo os descubri este Peru, y vosotros mal agradescidos.

Pin.—De Dios aurás lo bien hecho. Pero pues ya estamos a la puerta de tu manida, cata que ay bullicio arriba; no sea que los que te huyeron aculla se te acogieron aqui.

Ful.—Pues por esso solo subo sin llamar, a puerta abierta.

Mar.—Ay, mezquina yo, quién quedó abierta la puerta, que no sé quién sube?

Ful.—Sí suben, que por tanto me llaman a mi Fulminato. Y ésta qué burleria es?

Mar.—Ay, qué fiero viene el desuellacaras, triste de mi! Pero reniego de la leche que mamé si sobre hazerle oy cornudo no le hago que guise la cena al otro.

Pin.—No te turbes, señora, con los de casa.

Lib.—Y cómo no nos hemos de turbar de la voz de hombre de subito, viniendo tan descuydadas a la llana?

Ful.—Y esta qué boda es?

[Pg 202]

Mar.—No tuya.

Ful.—Pues cúya en esta casa?

Mar.—Oyste, necio, y no veys qué señor de la posada?

Ful.—Sacame desta duda antes que haga algo.

Mar.—Y qué has de hazer? a la fe en mi casa no deuo si [no] a Dios y al rey tributo; que aunque pobre, de todos sino de ti soy honrada.

Pin.—Ni aun pienses que Fulminato te haga desaguisado, sino que viene enojado de vnos que se le fueron por pies.

Mar.—Pues nadie se deue ensañar, si no tiene buen desensañadero. Y vayase allá, que aqui no le deuen centeno.

Grac.—Y calla, señora tia, que estos de palacio son ansi maliciosos.

Lib.—No es sino el diablo que reyna en ellos como ociosos, y ansi son tan absolutos y aun dissolutos.

Grac.—Caya ya, prima, que vendra el señor tu tio y no hallará la cena hecha.

Mar.—O astuta moça!

Lib.—En cargo me eres, prima, llamarte a tomar enojos escusados.

Pin.—Anda, señora, que no hay nublado que ture vn año; que si no me tuuiessedes por de casa, nunca acá asomaria, ni seria amigo de quien tal no fuesse, aunque Fulminato e yo seamos de vn señor.

Ful.—E aun por tanto paso yo por tus desafios, y en presencia de amiga.

Grac.—Todas le queremos bien, no digas esso.

Ful.—Bien paresce que hazes la salsa, que te quemas con ella.

Pin.—Mas con todo, no seamos, Fulminato, estoruo donde no traemos pro.

Ful.—Baste que esta confradia nos trayga a nosotros pro.

Mar.—Mejor te ahorquen.

Pin.—Dexemos las, que será alguna apuesta de comadres.

Ful.—Pues seamos nos compadres.

Grac.—Qué por demas es tener la boca llena de agua, sino dezirles la verdad; que esto se adereça para vn hermano de mi tia, que vino oy de fuera, que es tutor de mi prima y uendra agora, que anda a visitas de parientes.

Mar.—O, bendicion de Dios en tan sagaz moça.

Ful.—Pues para hombre tan de casa yo quiero assar estos capones; y si viniere, conoscerme ha por amigo.

Pin.—Pues yo rodearé las perdizes, y quiera Dios que no sea afan de caçuela que dizen, guisarla y no comella.

Grac.—Pues qué te paresce, tia, quál estan los pacientes?

Mar.—Que eres como as de ser, y ansi temo que Liberia nunca valdra nada. Pero mira que a Pinel tengas tú cobro dél, que al otro yo le mostraré la puerta, y aun el cuerno al ojo.

Pin.—O, pesar de la vida con los vellacos! dos pedradas han dado en la ventanilla.

Ful.—Aun si han de tener los abbades oy responsos, si son los que te dixe, Pinel! Baxa, baxa, defiendeles la escalera, que yo salto por la puerta del corral a tomarles el passo, antes que sepan que yo estoy acá y se acogen.

Pin.—Pues anda, que nuestros son, que en el portal suenan.

Ful.—Pues calla, no me sientan, si no, yr se me han como la otra vez. Pero aun el diablo aurá parte oy en estas bagassas, si no creo que nos han vendido. Pero si yo llego a mañana, no se me yran sin el pago. No ay nadie, bien está; yo me acojo para palacio, que despues todo será dezir mañana a Polytes, si no muere de bouo agora, que se me acogieron por pies.

Mar.—Ya se fue aquel panfarron; deten sobrina, a Pinel, que va muy denodado, pues ya sabes quién llama. Y tú, Liberia, ve, cierra el corralejo, que el esforçado no le esperemos por agora.

Pin.—Dónde vas, hermana Liberia? espera, yo voy contigo, que aun por Dios no entiendo esto de estos entremeses, aunque con todo no sé si me tienen por seguro.

Grac.—Anda ve, que la bondad de mi prima assegura las partes.

Lib.—Aun pues no seria mucho que te burlasses para mi sanctiguada; porque el buen aparejo abre la dañada voluntad a las vezes.

Pin.—Por Dios, que agora a solas me paresce mejor la moçuela. Y aun que si no fuesse por la parentela suya y de Gracilia, que aun, aun.

Desp.—Buenas noches, señora Marcelia; y perdona que no esperé que me alumbrassen, por deslumbrar sospechosos. Pero dime, quién salio de la puerta del corral de tu casa? porque es el más suelto de pies que jamas vi; porque pense que fuesse algun ladron, y seguile como le vi salir de corrida, pero como alcançar vn galgo, ansi le pudiera yo alcançar ogaño, si ansi corre siempre.

Mar.—Mal peccado, aunque fuera ladron, no tenia qué lleuar, si no nos lleuasse los mantos. Pero dime, viste le la cara?

Desp.—Por Dios que aunque reconoscio que yo solo le seguia, que no parescio sino aue: hazia sanct Benito me desaparescio.

Grac.—Asuadas que era él valiente, que mejor se amañaua a assar que a defender lo assado. Pero pues no soy ya menester, me da licencia.

Desp.—No consiento que te vayas porque yo vengo.

Grac.—Ya sabe mi tia que tengo huespedes. Voyme por la puerta del corralejo, porque la cierre mi prima, y perdona me.

Mar.—Ya, ya, agora te entiendo. Dize bien, que tiene con quien cumplir.

Desp.—Pues porque no me consentiran acompañarte, no porfio a ello; pero lleua vn capon déstos que cenes, y perdona.

Grac.—Muchas mercedes, y a buenas noches.

Mar.—Mira, sobrina, al oydo. Tractame bien al galan. Diras a essa muchacha que cierre bien la puerta y se suba luego, y anda con Dios.

Lib.—Dónde te vas, prima, por aquí?

Grac.—A mi casa. Sube presto, que está tu tio aguardando para cenar. Y tú, Pinel, pues acá no seras menester, te allega conmigo a mi casa.

Pin.—De muy buena voluntad.

Lib.—Hasta la puerta dize? yo seguro que sea hasta la cama. Y aunque ésta es más venturosa que yo; pero algun dia vendrá Dios por mi consuelo; voy me arriba.

Mar.—Ay, señor, qué mal lo has hecho conmigo! sientate y dissimulemos con comer, que sube mi hija.

Desp.—Por mi fe, señora hermosa, que con poco más no os aguardaramos a la mesa.

Lib.—Haga buena pro, que yo ya he comido dos bocados, que me bastan agora.

Mar.—Ni aun yo puedo passar bocado, sino a poder de beuer, que pensando que tardaras más comimos sendos pocos.

Desp.—Pues yo alla cené; por mí no se detenga la vianda.

Mar.—Sueltamente lo hazes; pues no pienses yrte assi. Anda acá, que te quiero dezir vn poco a esta mi camara. Y tú, hija, pon en cobro esso como te paresciere.

Lib.—Asuadas que agora se corten las camisas; pero allá lo aya mi madre, que yo quiero cenar de mi espacio e yrme a dormir, que mi madre ya tiene occupacion hasta el dia. Y aun para mi santiguada, que si yo puedo que me tengo de entregar, que no me lleue de oy mas (pues ansi juega) carta de más ni embite que no se le rebide, Dios queriendo.

[Pg 203]


ARGUMENTO DE LA SCENA XIII[670]

Fulminato cuenta a Lydorio el destroço que hizo essa noche, y entran a Floriano. Y encargase Fulminato de buscar alcahueta que remedie a Floriano.

Fulminato, Lydorio, Floriano.

[Ful.]—O, reniego de Venus y aun de mí si aquellas bagassas no me lo pagan, y si no tengo por mí que me tenian entrampado, que por secreto que sali, aun vuo gente para mí. Pinel como visoño haria rostro y harianle criba. Perdonele Dios, que era buen mancebo. Y aunque él fue por mi causa allá, no tengo yo culpa de su muerte, pues no deuiera él de hazer más que el compañero. Ya, ya, no más de noche, que aunque bien sé que no me alcançaron, aun pienso que me hirieron. Muchos me parescieron; nunca en tal peligro me vi de veras. Quiero oy llamar mi dia primero, y buscar cómo mi huyr no menoscabe a mi estima, pues ya bien me atreuere a correr el palio. He alli a Lydorio y muy denodado. Aun el diablo seria si acá saben ya de la muerte del triste de Pinel y de la huyda del gozoso Fulminato.

Lyd.—O, qué malo eres de descubrir, Fulminato!

Ful.—Si es cosa de armas dime el qué, y por dónde comience, que verás si halla defensa esta Valenciana.

Lyd.—Anda, que pones gran dubda en tu ánimo con andar tan preuenido en acometimientos de armas. Porque pocas veces vi perro que bien apresasse que mucho ladrasse.

Ful.—Agora lo vieras qué passé.

Lyd.—Qué fue?

Ful.—En el doblar de campanas lo sabras, por vnos tres que no conosciendo mis golpes, me acometieron solo.

Lyd.—Si ansi es bien te fue, pues solo y sin armas te libraste; pero vamos a Floriano, que ya ouiera de auer cenado y espera a ti para encargarte sus negocios.

Ful.—Vamos, que descreo de Mars si no se concluyan presto estos negocios, y a aun costa de más de tres cabeças.

Lyd.—De aues seran; pero entra passo hasta ver si duerme.

Ful.—Agora os digo que estamos todos de vn son; y cantando está, oye, oye.

LAMENTACIÓN DE SU PENA, DIRIGIDA Á SU
SEÑORA, LLAMANDO FLORIANO LA MUERTE

Salga la voz lastimera
publicando mi passion
y tormento;
salgan mis sospiros fuera,
que riesguen mi coraçon
al momento;
abranse ya mis entrañas
si tú, dama, eres seruida,
y verás
las mis bascas tan estrañas
y dolor tan sin medida
que me das.
En el campo del amor
yo sin armas desafio
al que dixere
auer tan ygual dolor[Pg 204]
ni tormento como el mio,
ni se espere;
porque yo, triste, penando
ni espero gualardon
ni soy creydo,
y mi pena publicando
siempre cresce la occasion
de ser perdido.
Toda pena desta vida
con la mia comparada
gloria es.
O, muerte no fenescida,
o, vida desesperada,
qué me quiés?
Di me en qué te aya offendido,
muerte buena para mí,
pues me huyes;
pide licencia a Cupido
que a él vengas y a mí
si concluyes.
Ya me falta sufrimiento,
pues tanto cresce mi fuego
tan rabioso;
ya mis dolores no siento,
y a tino voy como ciego
sin reposo;
porque do quier que ya fuere
yre la muerte buscando
con clamores,
pues mi tan querida quiere
estar se siempre ceuando
en mis dolores.

CONCLUYE

No sé qué remedio halle
para de mí más vengarte,
mi señora;
si el remedio es que yo calle,
callaré por no enojarte
desde agora;
que aunque yo quiera otra cosa,
pues tú mi lengua gouiernas,
no podré;
o linda más que la rosa,
con que mires que me infiernas
callaré.

Ful.—Ya calla; y mal aya hembra que a vn tal hombre se niega, que es para mouer a compassion a las fieras. Que de las que en la cara tengo y de todos los Talmudistas reniego, si Floriano quiere, si no le traygo la dama a las vñas, que todo es ayre andar ruando, y trobando, y sospirando, sino dezir y pegar. Que descreo de quantos adoran el sol, si me vuiera yo puesto en amar a Belisea, si no la vuiera yo hauido, y aun quiça aborrescido; porque al fin donde las otras lo tendra, y de carne.

Lyd.—Calla, que si te oye esso no cabremos en casa; porque la tiene por dechado de hermosura, aunque a la verdad ella es joya tal.

Ful.—Pues si con la hermosura no tiene cordura, la tal cae más ayna; y las tales caydas son peores de leuantar, y aun de hartar.

Flor.—Pajes, meted me vna vela, o abrid las ventanas si es de dia.

Lyd.—A, señor, mira que arden dos velas y es media noche. Y aqui está Fulminato, que mandaste llamar.

Flor.—Y para qué?

Lyd.—Para que te buscase remedio.

Flor.—No le hay, sin el de Dios, fuera de aquella que me mata.

Ful.—Si no quedassen más muertos los que me acometieron, bien les yrá.

Flor.—Muerte corporal para mi vida es. Pero qué fue esso?

Ful.—Que haze Fulminato de las que suele.

Lyd.—Holgarás oyr las cosas de Fulminato de su boca.

Ful.—A la fe qualquiera que diga verdad te contará que de los seys que me salieron, los cinco les valieron buenos pies; pero el vno, que por sus pecados alcancé, aunque por no afrentar la espada le di de llano, por tener la mano cargadilla le hize a seys golpes perder la habla. Y aun yo seguro que ya le esten llorando, si tiene quien le duela.

Lyd.—Doy a la muerte este lebron, que ansi descose mentiras.

Flor.—Qué dizes, Lydorio?

Lyd.—Que él me auia dicho poco ha que eran solos tres, y agora ya son seys, y mañana seran diez.

Ful.—Y qué, los bocados me cuentas? pues no sabes que no trae contradicion de antes tres y agora seys, pues que tres es la meytad de seys? Y a ti bastaua dar cuenta de lo medio que yo hago, pero a mi señor de todo, y con esto te quiero tapar la boca y soldar tus malicias.

Lyd.—Más me la taparas con la verdad; porque ya sabes que el que en mentira es asido, quando dize verdad no es creydo.

Flor.—Cata, Fulminato, que no quiero los de mi casa reboltosos; basta mi desassosiego, sin que le aya en mi casa. Y tú no andes solo hasta que esso se aplaque, en especial que estás en tierra estraña.

Ful.—A la fe, señor, mis obras me la hazen ser tierra propria. Y por esso te suplico no encomiendes ni fies tus cosas de muchachos, pues yo pondre la vida por tu sosiego, y piensa que lo que me encargares, que saldre con ello.

Flor.—Mira lo que dizes.

Ful.—A la prueua buen amor; porque al fin ya yo sé dónde ay la puta, y la buena, y la alcahueta, y la hechizera en el pueblo; y aun sé por qué canales ha de venir el agua que amate tu fuego.

Flor.—Di, serás para traerme retorno de vna carta?

Ful.—Y aun a la dama si menester fuere. Pero ha de ser con que me hagas vna merced.

Flor.—Pide.

Ful.—Que luego me desembaraces, y tú que cenes, que es media noche, y duermas a sueño suelto.

Flor.—Qué te paresce, Lydorio?

Lyd.—Que te aconseja como leal, y que cumplira lo que dize como animoso; en especial si tú le animas con alegrarte.

Flor.—Luego me traygan de cenar, y en tanto escriuire. Y tú vete en tanto a cenar, y cenen luego los que tú quisieres que vayan contigo. Y tú, Lydorio, daras a Fulminato la mi cuera de bufano con la guarnicion de carmesi, pelo y passamanos de hilo de oro, y daras le para calças quatro pieças de oro, y daras le de mis espadas la que él quisiere, con que me dexes la que al presente anda en los talabartes, que agora yo suelo ceñir, y a la respuesta le haré las mercedes.

Ful.—Pues yo espero con mi buen negociar recuperarte el alegria y salud.

Lyd.—Luego voy a entender en que te den de cenar y a todo lo que más mandastes.

Flor.—Pues yo escriuo luego. Tú, Fulminato, buelue luego acá.

Ful.—Señor, ni me detengas ni escriuas, sino sí por sí lo que quieres de allá, que yo me voy a poner a punto.

Lyd.—Mira, Fulminato, que salgas con lo que te has encargado, pues las mercedes ya anteuienen al seruicio; por tanto, huye de la ingratitud, y vamos, darete lo que me mandó. Y sabete que no me pesara que fuera más: pero no se hizo Roma en vn hora.

Ful.—Pues cree me, señor Lydorio, que has de pensar que labras tu heredad, porque en mí no perderas tu buena voluntad y trabajo. Y piensa (dexando vno por otro) y que bien veo, que si no fuesse por tu cordura, que yua de cayda la casa de Floriano; porque la cabeça enferma no les puede yr bien a los miembros. Y aun esto veo por los que andamos en lo suez del mundo, que no podemos rehusar algunas no buenas compañias algunas vezes, y de ellas, con la ayuda de nuestra peruersa inclinacion, más nos damos a lo vicioso que a lo virtuoso. Y ansi proueyó Dios que en vna casa donde ay tanta juuentud y tan suelta a los malos apetitos con estar la mano que nos auia de castigar enferma, que aya en ti vn seso más viejo en saber que experimentado por los dias, para que a los vnos como yguales vayas a la mano, y a otros mandes como inferiores, y a otros ruegues como mayores, y a otros aconsejes como sabios, y a otros loes como virtuosos, y a otros reprehendas como viciosos.

Lyd.—Dios lo remedie todo de su mano, que Dios sabe el temor y lástima que tengo a Floriano: vno de la perdicion presente, y otro del temer que aun vaya a peor, y que se pierda rocin y mançanas[671]. Por esso me di qué remedio piensas tú poner?

Ful.—Contenta te que tienen manos el pandero que le harán sonar, y no me pidas más hasta que veas al claro quánto puedo yo con ayuda de Dios.

Lyd.—Pues no quiero sino dexarlo nadar como corcho en agua. Toma lo que te mandó dar Floriano, y no tengas en poco la merced, que es más de lo que piensas. La cuera ella dize su valor, pero esta espada vale vn cauallo, y toma las pieças de oro, y no falte tu seruicio, porque sobrara tu ingratitud.

Ful.—En esso dexa hazer. Pero en lo que dizes de la espada, quiero que sepas que no suffre qualquier hoja los golpes de mi braço, y que ha de menester el ser tal para turar conmigo. Y aun la cuera que quiça aurá de mandar vna dozena a Ceruantes por mis caseros tras los que allá tengo: que gran marauilla será si esto colorado no entorpece oy alguna bouilla, para que desmayada me cayga en los braços.

Lyd.—Pues luego entra a Floriano y desembaraça le presto porque cene.

NOTAS:

[670] En el texto original se numera XII indebidamente.

[671] En el original léese este vocablo, trastrocadas sus letras, así: mçaanas.


[Pg 205]

ARGUMENTO DE LA SCENA XIIII

Fulminato sale de hablar a Floriano con la carta, y va en casa de Marcelia luego de mañana. Marcelia asconde al despensero en la camara; apaziguanlo al fin madre y hija. Fulminato da la carta a Marcelia, en que pone ella ciertos poluos.

Fulminato, Marcelia, Despensero, Liberia.

[Ful.]—O, reniego de ti, Mahoma, con hombre tan sin cabo como Floriano; por más tengo verme ya libre de sus importunidades que el salir anoche de en casa de Marcelia. Por donoso concierto de casa es este si va adelante, que ya es amanescido y aun no he podido coger sueño. Bien dicen que vn loco haze ciento, y vn desconcertado regidor desconcierta vn pueblo. Yo no he dormido, pero passé cochura por hermosura; oy tomemos la medra por sueño, que al contrario cada rato passa el poder dormir y el mal medrar. En la ropa voy hecho vn cardenal, ceuo de bouillas, y en la bolsa voy vn papa, pues lleua oro, qual es muy raro en mi posada.

[Pg 206]

Por la sancta Letanía que si agora yo fuesse a lleuar la carta a Belisea, que presto recaudasse la dama para mí, y los cuernos para mi amo, y aun que no me curasse de mucho dezir, porque me entendiesse, y aun porque se contentasse; sino llegando y pegando, y a Dio madona. Pero tornando en lo que me podria costar la ropeta, descreo del que a Dios desama si no temo que esto, barato dado, me salga caro llorado. Porque yo quedo obligado a ser alcahuete de mi amo, porque este es nombre que tiene el tal officio que yo lleuo. Y aun quiera Dios que este bermejo no annuncie algun derramamiento de sangre de Fulminato. Pues si muero por esto, ni me enterrarán con ello, ni aun por ello me diran más missas que en Cordoua, porque diran que no es mio, para venderlo y gastarlo por mí; y aun oxala que me digan Dios le perdone, que buen seruicial era. Pero a mí quién me mata? que agora bueno va el dos vale con dos doblones con bolsa, que no son ya buenos de auer, que paresce que ellos y los virgos han aborrescido ya el reyno. Agora que yo ando bien y estoy pagado, mirar por mi persona, y con los negocios y mensajerias, a Marcelia; y como dizen: echese a doze y nunca se venda. Porque con lo poco que ella solicitare y lo mucho que yo mintiere, entrará en la fiesta de loco Floriano, pues ya está en la vigilia. Y con la locura y mi buen embaucar, vendra le la franqueza, y lo que a mí me cupiere mio y lo que a Marcelia, la primera y mejor parte de Fulminato. Y desta manera aurá medra; porque esperar al partido, ello es poco, y pagase mal y gastase bien; por manera que a la vejez, hospital. Con esto, pues ya es dia claro y podré yr seguro, doy comigo en casa de Marcelia, y vere si enterraron a Pinel, y qué se diga de mí. Y si viere la mia, dare vn tras pie a Marcelia y harán se las amistades; porque todos los enojos de la mujer aplaca el hombre en la cama. Y con tanto, salgo en nombre de Dios.

Mar.—O, quán en vn soplo se ha ydo la noche!

Desp.—No sé si ha sido soplo, que aun con no me auer vacado para soplar las manos un momento; y aun mal contenta la señora.

Mar.—Qué dizes?

Desp.—Que es tarde.

Mar.—Anda, que será el lunar.

Lib.—Valas me, Dios, y quán sin perro he dormido, aunque no sin pena, porque esta cama me auezó a querer compañia en la cama, y por tanto, nunca me cuadró mongia, porque a cada vno inclina Dios para lo que es. Pero, dexando esto, me voy [a] abrir la puerta de la calle, que a mi madre no la espero tan ayna. Y tambien, por el empacho de no les ver salir juntos de la camara, me baxo al portal, que quiça en tanto me deparará ventura alguna buena dicha.

Desp.—Señora, tarde es, y Belisea a de yr oy en romeria a Prado, y tengo de dar cobro para ella y sus mugeres, que no lleua hombre ninguno, y madrugarán, que querran yr disfraçadas; por tanto perdona para de más espacio.

Mar.—Holgara de yr con ella. Pero dizen me que la sirue vn cauallero.

Desp.—No me meto en essas cuentas; allá lo aya, que muger es, y no le faltará vn hombre; leuanto me.

Ful.—Bien me ha ydo, que ya estoy a la puerta, y aunque de mañana, está ya abierta. Estas mugeres en durmiendo solas luego madrugan; allá subo, que Liberia va por la escalera arriba.

Lib.—O, valga le el diablo de mañana; siempre vendra quien no cumpla. En pleyto veo la casa si Dios no remedia, y saldran las cosas de mi madre a plaça. Quiero hablar alto por auisar a mi madre, y que vea si le cale dormirse en pajas. Ay, valas me Dios, bien paresces ladron de casa, Fulminato, que ansi subes sin llamar.

Ful.—O, pesar de la vida; no sé de mí, y quieres que mire en essos puntos a tal tiempo? Y qué fue del galan, aun duerme?

Lib.—Y qué galan? no ay hombre en esta casa para dormir, despues que mi padre faltó de ella.

Ful.—Qué maestra está ya la muchacha! A la fe, hermana, quando tú nasciste ya yo sabía la Litanía; y piensa que adonde agora tú vas, yo ya vengo.

Lib.—Dexate de burlar con tus malicias y refranes viejos.

Ful.—A otro perro, hermana, que agora no tienen sazon las burlas.

Mar.—O, mezquina de mí, y si no está allí vn primo mio. Y cómo no quiere Dios que queden los males sin castigo, y el castigo en la honra es muerte.

Desp.—Y calla, señora, no llores; cómo se llama esse primo?

Mar.—Ay triste yo, que Fulminato.

Desp.—Oylda a la puta: es den cas del diablo el otro, y agora primo? y aun él tiene tal fama, que el diablo quiça me empasteló oy aquí.

Mar.—Qué dizes, señor?

Desp.—Que salgo a él a sacalle el alma.

Mar.—Ay deshonrada yo! no hagas tal; espera oyamos en qué para la muchacha.

Ful.—Ea, pues, dexame y respondeme.

Lib.—Y a qué te he de responder, pues no sé si preguntas; y calla, que duerme mi madre.

Ful.—Pues y el hermano?

Lib.—Miralde, y qué escarnio haze! a la fe luego en cenando le lleuaron unos parientes consigo, sin poderse descabullir de ellos.

Ful.—Y aun pese a tal con tal gente; pero voy á ver qué ay dentro. Y dexame, que me riesgas la ropa, sino aun atreuerse ha hombre a la parentela.

Lib.—Ay, Dios le guarde de mal! pues no yrás de aqui agora, aunque más gruñas y digas malicias.

Mar.—O, mezquina yo! escóndete, señor, tras essa puerta; y si entrare a abrir la ventana, saldras te y perdoname. E salgo allá, no se nos entre de rondon.

Desp.—Allá irás diablo; pero por Dios que aunque este diz que es vn matasiete, que Dios lo ha de remediar todo.

Mar.—O, qué buena venida tan de mañana! pero ay cómo me dexaste sola anoche? bien paresce que no amas en mí sino tu interes.

Ful.—Qué, qué? o, reniego de los Jebusces y quién sino yo tiene tu honra en pie?

Mar.—A la fe, gracias á Dios y a mi buen viuir; y si no veldo en lo de anoche, aun sin auer porqué, Dios loado.

Ful.—Aun será el diablo si sabe que huy; pero quiero hazer del brauo y atemorizalla, porque no se me atreua.

Mar.—Qué hablas entre dientes, que es género de traycion?

Ful.—O, reniego de quantos a Dios perdieron, y palabra es essa para dezir á Fulminato?

Mar.—Ya[672] mezquina, y qué fiero está; quiero halagalle, no salga el otro y tengamos que llorar. Ay, no le hableys, que ha de salir a los toros con su carmesi.

Ful.—Y aun allá verás en lo que hago; que si hombre fueras agora, no quedara tu palabra sin castigo de la vida.

Mar.—Y calla, mi amor, que me leuanto descontenta.

Ful.—Ya te entiendo; pesate porque fuy anoche tras aquellos y no torné; pues anda allá, direte el porqué.

Mar.—Ay, perdida yo, y torna acá; y qué buscas? no me abras la ventana. Anda tú, señor Despensero, salte de presto.

Desp.—Voyme, y bien burlado de ti, que si no por mi honra, oy nos oyeran los sordos; pero más dias ay que longanizas.

Mar.—Alla irás, necio.

Ful.—O, descreo de Mahoma, y quién botó fuera? y tal traycion, doña bagassa? pues espera, que yo te hare pieças al gayon.

Mar.—Ay, mezquina y deshonrada y sola; que ansi me has de parar en mi casa?

Ful.—Qué lágrimas de puta!

Lib.—Dónde vas la espada sacada, tan demudado? qual hará si te mordio aquel perrazo que va huyendo, que no me dexó gota de sangre; [Pg 207]porque pensando que rabiaua me venia huyendo para ti.

Ful.—Sueltame.

Lib.—Mas, por mi vida, mordiote? y si mordio a mi madre? que yo no sé cómo durmiste, madre, sin sentirle; él paresciome al perro de mi tio, que era grande, que desque anoche hartó se echaria debaxo tu cama.

Mar.—A Dios gracias, que aclara las cosas y salua los sin culpa. Mezquina yo, que no vea este hombre lo que padezco por sustentar la honra, y que hago quiebra en mi casa por complazerle, y que me lo paga con malas palabras y peores injurias!

Lib.—Y calla ya, madre; entremos a ver si hizo el perrazo algun daño en tu camara.

Ful.—Aun aurá de ser perro, aunque me pese.

Mar.—Qué murmuras entre dientes? ya estás confuso de tus malicias.

Ful.—Que digo, que pues no me aprouecha lo que veo, que te he de lleuar por testigo a que aueriguemos el daño que hizo el perro.

Mar.—Ay, dexame, dexame; que no osaré yr con tal hombre.

Ful.—Aunque ya gruñas, tú vendrás a la melena, y con el llouer se aplacarán essos terremotos.

Lib.—Ansi, ansi con el diablo, que no paresce oy mi madre sino mortero de concejo: pero al muy auisado vendisele por perro; a la fe, auezesse a suffrirlos al ojo, y aun el otro triste qué aguijar lleua, y aun que vendia mal estoraque. Pero pues éstos están conjurando las nubes passadas, voy a hacer la cama del entresuelo, porque me da el coraçon que la aure oy menester.

Mar.—Paresce te, amor mio, que despues de auerme injuriado que agora me tienes donosa?

Ful.—Y qué, aun ay enojos?

Mar.—No los tengo sino de mí, porque aunque la sensualidad me halaga, la honra me punge aun en medio del deleyte.

Ful.—Y calla, que más enojo y deshonra mía es, que se me fueron por pies los que anoche por tu seruicio oxeé de tu casa.

Mar.—Antes me dixo mi hermano anoche que vido un hombre huyr sin que nadie le siguiesse, y aun que por las señas que dió eras tú. La affection que me haze no ver la perdicion de mi honra me quita el aduertir en cosas que sean contra ti; porque el amor deshaze las faltas del amante y ensalça sus loores. Ansi que conmigo puedes tú meter moros a tu saluo. Pero dime, quién te dio esta ropa tan rica?

Ful.—Floriano, por lo que anoche hize, aunque fue en tu seruicio.

Mar.—Algun porqué más auria, porque estos señores distilan mercedes y quieren a cantaros los seruicios. Pero dime, en qué son andan los amores de tu amo?

Ful.—Si no me lo nombraras no me acordara dél, porque pena por necio. Pero con todo, porque veas si te siruo y me acuerdo de ti, sabete que te tengo tan acreditada con Floriano, que te manda esta carta, rogandote que la lleues a Belisea en su mano. Y sabe que trayendole respuesta, que la ganancia tuya será tal con que entrambos pelechemos.

Mar.—Donoso adobo es esse, que sobre hazerme alcahueta de tu amo partes ya mi ganancia incierta. Pero porque no puedo no complazerte, y agora ay peligro en la tardança, pues que va a Prado Belisea, y la podré hablar a solas, duerme un poco, que voy a ponerlo en obra, con tanto que no me tengas por alcahueta, sino por mujer que te haze plazer.

Ful.—Anda, cierra essa puerta, que esse mal nombre le ponen las malas gentes, y Dios te encamine y a mí dé buen sueño.

Mar.—Pues que ya me encargué desto, y no cumple tardarme, quiero echar unos poluillos del cabron en esta carta, que ya los he hallado aprouados. Para que si Floriano ama a Belisea, y ella lee la carta, ella le ame a él, y si no quedarse ha libre; que al fin estas cosas sólo Dios las ha de saber. Y siempre aurá alguna ganancia más que con la almohadilla. Y con esto, pues mi hija está recogida y esto está hecho, me voy.

NOTAS:

[672] Acaso deba leerse ay.


[Pg 208]

ARGUMENTO DE LA SCENA XV

Marcelia da la carta de Floriano con cierta cautela a Belisea, que yua a Prado. Y finalmente lleua vn anillo de Belisea a Floriano.

Marcelia, Justina, Belisea, Pinel.

[Mar.]—Agora que voy en mi cabo, quiero loar a Dios que me libre de tan peligroso trance para la honra como el de anoche, y de oy más poner más cobro en mi vida, porque quien yerra y se enmienda, a Dios se encomienda. Pero gran ceguera fue la mia en encargarme tan sin más pensar de esta cosa que tantas difficultades trae en la salida, y tantos peligros descubre en el effectuarse, y tan jugada trae mi honra, si los puntos desta carta de más con que yo juego son descubiertos. En especial que Belisea tiene con la bondad tanta altivez, y tanto descuydo de mis telas, que como no experimentada, ni herida, ni vsada en estos tractos tan comunes a señoras, y tan publicos a las mugeres plebeyas, que si me alcança de razones, yo voy perdida a remate. Pero mezquina de mí, que tomé por medio para librar me de la ferocidad de aquel desuellacaras con razon sentida, con sospecha cierta de lo que mi obra occulta le auia errado, venir a dar en tan gran extremo que yo por huyr del fuego me lancé en las brasas! Pero pues él como de burla me encargó este negocio, yo tambien haré como viere la mia en seguro; porque duelo ageno del pelo cuelga; aunque la charidad me pondrá espuelas al remediar vn tan eminente cauallero como Floriano. Y la esperança del buen gualardon para desterrar necessidades de mi casa me necessitará a que haga todo mi deuer y me atreua a todo trance; pues no se gana el pan sin afan, ni se toman truchas a ropas enxutas.

Just.—Ea, señora, que bien puedes salir, que vas tan disfraçada, que no serás conoscida, y aun es tan de mañana, que no ay de quien seas vista.

Bel.—Pues vayan se todas essas mugeres por sí por otra calle, y tú sola ve conmigo por guia, y encamina por san Llorente, que quiero alli encomendar me a nuestra señora.

Just.—Pues en nombre de tal señora salgo.

Mar.—Aun es gran de mañana para ser leuantada Belisea; quiero de passo yrme a recomendar a nuestra señora de los Remedios. Pero o, cómo creo que son mis passos meritorios, pues o yo conozco mal, o son las tan tapadas mis ouejuelas. Y aun la delantera cierto es Justina, y la que la acompaña como inferior o criada es la señora; porque el buen donayre y apuesto suyo la apregona por la que es. Y pues me paresce que guian hazia sant Llorente, allá me voy a atenderlas y el tiempo me dirá qué haga. Por mi vida, pues que no hay viua criatura en la yglesia, que quiero auenturarme a poner esta carta en la grada del altar de la madre de Dios; porque si ellas son, no dexará Belisea de llegar la primera a hazer su oracion. E visto el papel, como son inquisitiuas estas señoras, y saben leer, tomar le ha; y si le lee, mi hecho va bueno, y entonces podré darme a conoscer si viere por qué, o si no, a peor librar, si ellas no entran, tomaré mi carta y buscaré otro camino. E si a dicha la criada llega y toma la carta, dar se la ha; y si mal huuiere, descargarán los ñublados sobre ella, y podré yo llegar a poner las pazes sobre auer sido la guerreadora.

Bel.—Muy de mañana deue ser, pues no ay nadie en la iglesia, ni aun es tiempo de yr solas al campo; quiero llegar me al altar de la virgen soberana a offrescersele vn Aue Maria.

Just.—Señora, yo me voy a otro altar a hazer lo mesmo.

Bel.—Alguna nomina deue ser ésta, que echaron aqui a nuestra señora.

Mar.—Bien está, la carta ha guardado. Quiero agora yr me assentar par de la donzella, como que entro agora, pues no me han visto.

Just.—Ay Jesus, y qué mal comedimiento de muger, quien quiera que es, apartá os allá, señora, que harto vazio ay en el templo, sin que os me pongays delante, pues no deueys ser vos el sancto a quien yo vengo a encomendarme.

Mar.—Perdone, señora, que no la auia visto.

Just.—Cata, cata, y tú eras, señora Marcelia? perdona mi demasia.

Mar.—Quién es? perdone me que no la conozco. Ya, ya, o mi hermana y señora Justina! razon fuera, pues que el amor que te tengo me dixera ser tú. Pero aquélla es Belisea? porque tal joya como tú nunca la dexaran tales madrugadas salir sin gran guarda, y con razon, porque para tal thesoro qualquiera atreuido ladron.

Just.—Ay, habla passo, no nos oya alguno, porque vamos a Prado sin gana de ser conoscidas, y nunca acabará mi señora de visitar altares. Y a lo que dizes de mi poco salir, yo nascí en signo de seruir toda mi vida, y quien a otro sirue, no es libre. Y aunque yo sea poco de cobdiciar, en estos palacios, a viejas, y moças, y hermosas, y las que no lo somos, todas andamos más veladas que fortaleza cercada de enemigos, y más puestas tras llaues que el thesoro de Venecia.

Mar.—Y aun por todo esse thesoro no querria yo ver mi libertad tan al sombrio entre paredes, porque buey suelto bien se lame, y aun quiero más pobre libertad que rica prision.

Just.—Quien más no puede, comporta la carga. Y aun tambien en mí la costumbre al encerramiento me tiene en hábito de no lo sentir por pena, pues desde niñez estoy en tal exercicio.

Mar.—E aun esso es lo que peor yo veo; que lo que aurás ganado en esse exercicio que tú llamas será tener agora menos libertad que quando començaste de niña esse vso.

Just.—La mesma verdad dizes; porque más subjection tengo agora que diez años aurá, que la niñez me libertaua y la innocencia me acreditaua en no me vedar las entradas y salidas, ni me contar los momentos, ni me señalar los passos; de manera que agora ando como quien aprende a dançar, que assienta los pies a querer ageno y mide los passos por compases.

Mar.—Pues asuadas que aunque dances quanto quisieres, que no miren que eres ya tan para dançar con compañia, que el no te auer casado te priua ya de vn hijo que temple los pesares passados y trayga cuydados presentes. Aunque, Dios te guarde y el angel sant Miguel te bendiga, tu hermosura y juuentud no aurá menester dote, por el qual ahorrar te dexarán cargar de dias y de desseos. Porque naturalmente tales como tú las crió Dios para los hombres. Y porque hablemos a solas más al descubierto,[Pg 209] la hembra ansi cobdicia al varon como la tierra al agua para produzir. Y las donzellas y gallardas, llenas de sangre feruiente, como tú hermosas, quanto soys agenas de experiencia, tanto soys más combatidas de desseosos pensamientos de lo que por el sagrado lugar me queda por dezir te.

Just.—De toda tu larga platica, porque sólo entendi el dezir que ya soy vieja para dexar de casarme, aunque sin gran carga de dote, pocos aurá que me cobdicien; pero no hay memoria de casar la heredera de la casa, que me lleua más de quatro años, y sus romerías creo que andan pidiendolo, y su hermosura no lo desuia, y quieres que la aya de mí para más de acordarse de me mandar en qué la sirua toda mi vida?

Mar.—A la fe, sabete que en palacio anduue, y sé que si te duele la muela, tú te has de buscar quien te la bote fuera. Porque, aunque sobre los diez y ocho que puedes a más largo auer, aunque estés otros tantos años, siempre aurá de nueuo en qué seruir, y siempre te hallarán más obligada a ello, y siempre te querran donzella, y siempre de nueuas fuerças para el trabajo, y siempre con el tú acá, tú acullá como niña, y siempre de menos ganancia en el crédito y confiança de tu persona. Por manera que aunque te amen como a buena y honesta, no te zelen como a hermosa, y te guarden como a moça, y te riñan como a sospechosa de ser quien me callo por tu respecto. Y ansi, porque concluyamos razones, digo y quiero de lo dicho aconsejarte, que pues ya yo te auiso y tú tienes experiencia de que passa por allá como yo lo digo aquí, haz, amiga, lo que te cumple, pues los hombres desde la mocedad han de granjear y buscar y tomar el estado en que querrian que les hallase la tardia y cansada vejez.

Just.—Pues me dizes lo que haga, dime el cómo sin derogar á mi estado ni quebrar el hilo delgado de la honra, pues antes sin la vista que sin ésta me desseo.

Mar.—A buen entendedor poca plática, que tú, bouilla innocentilla, quando en tan buen ceuo como tú traes cayere algun pez de ganancia para el estado y de contento para la persona, si te faltaren mangas, ó no cupiere en ellas, a la fe, alça las faldas y cogele, y cogido, tenle, y tenido, amale, y amado, halagale, y halagado, contentale para que se te affectione. Porque siempre fue y será que quien tiempo tiene y tiempo atiende, tiempo viene que se arrepiente.

Just.—Aunque mejor azertaras en llamarme peccadora, pero pues me das officio de pescadora, qué ceuo es el que dizes que tengo?

Mar.—El primer nombre oy en dia, desde el papa hasta el que no tiene capa, le puede quedar, pues todos peccamos en Adan, dize la[Pg 210] escriptura. Pero pues quieres que te torne a llamar hermosa, digo que de tu hermosura se haze el ceuo que dixe, y de lo ál que tienes ya me entiendes, que la verguença de ver que es más tu appetitoso desseo que lo que yo digo, te haze baxar los ojos y cobrar color viua. Pues creeme que si quando yo anduue al palacio no me desposara a hurtas, que nunca de allá vuiera salido a gouernar casa por mí y tener algun libre reposo. E aun tu señora, que allí está muy rezadera, me da por testimonio si al cabo de muy guardada no ha de venir como cierua en tiempo de brama. Y aun las tales, tarde prende el fuego y tarde despues se apaga.

Just.—Más temor tendrias aun si supiesses quán seguida es; pero no ay mella en ella.

Mar.—Todo lo sé; las justas, musicas y aun los toros de oy creo yo que por ella mueren.

Just.—Si son por ella corridos no lo digo, pero sé que huyendo de no se obligar á los ver, vamos esta romeria.

Mar.—Y cómo va sola?

Just.—Adelante van las mugeres, que hombre no va ninguno, y a mí sola me lleua en lugar de ama, por no ser conoscida.

Mar.—Mi fe, tan mal se cubre su hermosura con manto pobre como la liebre con la cola, porque el oro más reluze acompañado de baxo metal. Y esto no lo digo por menoscabar tu gentileza.

Just.—Baste, baste; y escucha que no sé qué tardar es éste, ni sé qué ha hallado en aquel papel que tanto ha que está mirando.

Mar.—Será oracion de amor.

Just.—Qué dizes?

Mar.—Que será la oracion del saluador, que es larga. Pero por mi salud que la deue de auer leydo, y que deue de obrar, porque gran robador de amor es vna carta bien ordenada, que hasta que ha dicho todo lo que tiene no es possible mandar la, callar. En especial que los adobos que yo le puse no deuen de ser poco menos que buen ruybarbo, para conmouer en tal dolencia.

Bel.—O, soberana virgen sin manzilla, y qué es esto que en vuestro templo ansi me desasossiega? quiero ya, pues, salir con lo que el appetito pide, y acabar de leer del todo este papel, que ni a él ni a mí bien entiendo.

CARTA DE FLORIANO A BELISEA

Fvente de mi descanso, principio de mi gloria, vltimo fin de mis desseos; la que tiene las llaues de mi vida, la que es posseedora de mi coraçon y señora de mi libertad; angel en forma humana, mi señora Belisea.

Antes de publicar mi querella delante tu justicia, inuoco tu piadosa clemencia para que despierte los oydos de tu libre señorio a oyr este tu captiuo Floriano, el más dichoso de los caualleros y el más penado de los sieruos de amor. Bien veo, señora mia, que tengo llenas de fastio tus orejas con mis continuos y tan importunos clamores. Pero tambien deues tú de aduertir en que, para tan flaco suppuesto como es el mio, ya son muy en excesso los tormentos. Y ansi con el pedirte perdon por el atreuimiento, te pido que cortes el hilo de mi mortal viuir, o aliuies la mano en el atormentarme. O si mandas, porque no seas notada de cruel executora de amor, asienta te audacia de mis querellas, para que oyendo tú mi justicia, oya yo la sentencia de tu voluntad. Porque te prometo que, si me mandares matar, que por más te seruir yo sea el executor de tu sentencia, pues en medio de mis tormentos tendre tu voluntad por retracto de mis obras; porque sepas, si no lo sabes, que no es mi viuir por ti otra cosa que vn contino tormento muy a mí voluntarioso. Y ansi te auiso, mi señora, que si no propones de me acorrer, que no te determines de me oyr, ni deliberes poner en mí tus ojos. Porque si me miras, aunque de rigor de justicia yo meresciesse muerte, la misericordia tuya te inclinaria a mandarme aliuiar, sin oyr allegacion de mi parte, mas de que tú, viendo que yo moria, fuesses sabidora ser tú la causa; en quien confiando, quedo por tuyo.

Mar.—Ay, corre, corre Justina, que tu señora se ha tendido, no sea algun desmayo.

Just.—Ay, Jesus, Jesus! o, mi señora y mi bien, y qué es esto?

Bel.—Ay, captiua de mí!

Just.—Qué sientes, señora! leuantate por vn solo Dios, que te hazen mal estas piedras, y vamos antes que seas conoscida, que comiença ya a venir gente.

Bel.—Calla, que yo me esforçaré si pudiere, que fue vna congoxa de coraçon.

Mar.—Pon, señora, la palma desnuda sobre él y aliuiara se te el mal.

Bel.—Creo yo que montará esso poco. Pero quién eres tú?

Just.—No conosces, señora, a Marcelia?

Bel.—Conozco; pero qué hazes por acá?

Mar.—Entré a hazer oracion; pero cómo te sientes? y cata que nos vamos por ay abaxo hazia el rio, que te hará gran bien ver las frescuras.

Bel.—Vamos luego, no se nos llegue gente.

Mar.—Anda, señora, que yo me quiero yr contigo; que como vienes (Dios te guarde) muy endilgada[673], y la mañana es fresca y tú no acostumbras madrugar, y tambien la frialdad destas piedras, todo esto junto te aurá hecho esse daño. Dame acá la mano, si mandas que te acompañe, y andemos.

Pin.—O, dichoso tú, Pinel, que tan a tu contento as gozado de vna tal dama, y tambien llega se te a este gozo vna alegria de saber que ansi queda el campo por mio, que de oy más no tenga puertas la casa de Gracilia para mí. Aunque si cada visita me ha de costar tanto afan, para pocos dias me quieren, si no me pongo en ceua, por no perder honra y tener aliento. Pues Fulminato anoche fue para no boluer, no quiero agora entrar en casa de Marcelia: qué de mañana tiene la puerta abierta! Allá se lo ayan; quiero colarme hazia el rio, que por aqui abaxo siempre suele auer buenos encuentros por las mañanas. Y quiero dar contentamiento a los ojos, pues naturalmente deleyta la vista del objeto hermoso, mayormente de mugeres. Pero helas van tres y las dos muy de las manos, y aun que paresce ropa de pelo. Cata, cata, por Dios que es mi comadre Marcelia. Y que me maten si no deue lleuar aquellas ouejuelas al matadero, o quiça las trae de la charqueria, y aun que la que lleua de mano que paresce de lustre. Pues la buena criança siempre paresce bien, quiero hablarlas, pues ya Marcelia me ha conoscido y pensó de se me desconoscer. Por demás es, señora Marcelia, el querer te me encubrir, que la luz de essa señora ha alumbrado mi vista al conoscerte. Y ansi con su licencia te beso las manos, y mira si mandas algun seruicio.

Bel.—Ay, por tu vida que le mandes passar de largo, que temo que me ha conoscido, pues me differenció de ti en el acatamiento.

Mar.—Mala es de ver la differencia de las dos. Pero espera, que yo le haré presto dexarnos.

Pin.—Di, señora, si mandas alguna cosa? pues por el acatamiento de la compañera no llego a te compañar.

Mar.—Mas antes a ella harás seruicio y a mí plazer grande en que passes luego de largo.

Pin.—Por cumplir la voluntad de essa señora y hazer tu mandado te beso las manos y a essa dama los pies, y perdona mi atreuimiento. O, hi de puta el diablo; y qué ojos y media frente descubrió, y qué albura de mano sacó del guante por descuydo, y qué loçania de cuerpo de dama! Doy a la maldicion esta Marcelia, y si no creo que sabe quanto bueno ay en el pueblo. Voy me por sí o por no a la posada; quiça yrá a desembarcar con aquel flete alla en busca de algun merchant, que si ansi fuesse, venderse [ha] hombre por comprar tal joya.

Bel.—Quién era aquel tan bien criado, y que ansi te conoscia, y que tan presto te obedescio en yrse?

[Pg 211]

Mar.—Es vn criado de vn cauallero, el más agraciado y más de los de tomo que agora pueblan la corte, y de más gloriosa fama de quantos yo aure visto.

Bel.—En cargo te es, que ansi le loas. Pero dime el nombre del criado y quién es esse su amo.

Mar.—Este que agora va de aqui se llama Pinel, criado de vn cauallero cuyo loor no tiene par; mancebo, gentil hombre, y muy poderoso y de muy alta sangre.

Bel.—O él no tiene nombre ó le tiene tal que no deue ser para oyr.

Mar.—Para nombrar y loar por cierto es, señora mia, aquel sin par de Floriano. Ay, por Dios, Jesus, Jesus, y de qué te me desmayas? o, qué poco esfuerço para lo que ha de ser, si por bien es!

Bel.—Ay, que no es nada, sino que se me torcio el pie en el chapin.

Mar.—Pues qué tal te hallas ya?

Bel.—No te lo sabre dezir; pero sentemonos vn poco en este prado.

Just.—Cata, cata, y qué de reposo se sienta con Marcelia, y qué oluidada está Belisea de la priessa de yr muy de mañana. No sé qué me diga destos secretos: Dios quiera que paren en bien; allá lo ayan, que aqui apartada me siento, pues en no me llamar, lo quieren auer a solas.

Bel.—Agora me di, Marcelia, por qué me visitas tan mal y tarde; pues sabes que no se muestra pesar con tigo en casa, y aun estás bien acreditada en la reputacion de mi padre.

Mar.—Con la enmienda en lo por venir soldaré, señora mia, las quiebras passadas; aunque yo siruo a vna señora que me da menos vagar y tiempo que yo querria para pagar semejantes deudas de visitaciones.

Bel.—Ay, que no lo hazes bien en seruir a nadie sino a mí, ni yo lo consiento.

Mar.—Y aun ansi confio yo en Dios que agora en tu seruicio, como al presente ando occupada, las mercedes tuyas me harán libre de la señora que digo.

Bel.—Y quién es?

Mar.—La señora pobreza, que tiene don de la honra; ansi que se llama doña pobre honra.

Bel.—Ayna me pudieras hazer reyr con tu señora; dos me parescen a mí essas, y aun que pocas cosas pueblan juntas: porque de la honra tambien soy yo sierua. Y aun con sus importunidades de cosas differentes que manda, pierdo yo con el cuydado de cumplir las el sueño grandes y muchos ratos.

Mar.—Pues a mí me trae en vela de contino; pero quál es la otra?

[Pg 212]

Bel.—La pobreza, á la qual tú podras seruir, pero yo no la siruo: Dios sea seruido en ello y en todo.

Mar.—Mi fe, señora, pobreza a solas, sin el don que yo le doy, no la hallo yo seruidumbre, porque no ay oy en el mundo gente más libre que la pobre, que de honra y todo lo es. Porque con no tener el tal o los tales que perder, no se dexan de arriscar tras lo que les da el appetito, ni ay cosa que les sea vedada, sino las que contradizen a la virtud; que a éstas la natura las aborresce. Y los ricos andan obligados a sustentar la loçania y fausto y gala del mundo, que con ser vn señor muy mal contentadizo, es tan costoso, que muchas vezes tras las grandes rentas les haze empeñar las almas, y vender las virtudes, y arriscar los contentamientos, y jugar con las vidas, por vestirle de honra; y al cabo ni esta honra sabreys en qué ó de qué es, ni qué color saque, ni en qué consista; porque vnos le visten de lo que otros la acaban de desnudar, y otros la honran y defienden donde otros la arrastran y blaspheman. Y ansi andan los ricos tras el mundo como personages sin son, perdidos por contentar: vno que los pobres traen por los pies, y le pierden a cada passo, porque a la verdad ni haze mercedes más de por vida, ni las dadas dexa gozar sino por su antojo, ni ensalça virtud, ni perdona alguna falta, ni oluida jamas el vituperio. Por manera que los señores que los pobres llamamos, que porque más le siruen más entrada tienen en sus bienes, ni nunca bien le tienen ganado, ni dexan de tener el cielo quasi perdido; porque como tengan mayor carga, caminan menos, y como tengan más negocios, tienen menos quietud. Y ansi dize la escriptura que los ricos caen en tentaciones; aunque no lo digo por ti, pues toda general regla tiene sus excepciones.

Bel.—Aunque no hables contra mi persona, porque hablas contra mi estado, que voy en el cuento de los que vosotros allá llamays ricos, quiero, tornando por mí, desengañarte, que no dize la escritura que los ricos caen en tentaciones, sino que caeran en tentacion los que quieren ser hechos ricos.

Mar.—Pues qué me da más ocho que ochenta, si los ochos son diezes? que no me daras rico que con serlo no huelgue, y que no le pese con el descaer del estado.

Bel.—Dado que te conceda esso, aun no caes en el punto de la razon.

Mar.—Pues suplico te me la digas: porque es descanso verte sabiamente tractar lo que quieres. Y aun huelgo de tener en qué ocupar tu entendimiento en otra cosa que tu mal.

Bel.—Ay, amiga, que al fin allá quedan las rayzes. Y esto, aunque sea mondar las ramas, pero entiendo que ay ricos, y ay desseosos de ser ricos. Los primeros llamo yo los que lo son desde sus antecessores, como los que tienen estados y señorios de majorazgos o herencias seguras y rayzes. Y los tales, como desde que son o fueron fueron ricos, con no tener que dessear ser ricos, pueden occuparse en hazer grandes bienes, con estar contentos con la suerte que les dio el mundo. Pero los que son ricos no de auolengos, sino por industria y fortuna y mala ganancia, que van poco a poco, o mucho a mucho augmentando el caudal para hartar el auaro appetito, éstos caeran en tentaciones de vsuras, logros, robos, engaños, mentiras y oluido del diuino culto por la adoracion de la moneda. Y ansi, adonde los primeros que dixe, en sustentar su estado, no empeñando a Dios por la hazienda, ni haziendo desafueros, sino con lo que tienen por proprio, pueden seruir a Dios, alli los segundos, que quieren a tuerto o derecho (como dizen) alçar casa y fama y acaudalar hazienda, hazen mil offensas a Dios y dos mil agrauios a sus proximos.

Mar.—Altamente has prouado tu intencion. Pero dime si te sientes ya mejor, que te vi en la iglesia endenantes que estauas tan embarada, que jamas pude sacarte vn papel de la mano.

Bel.—Ay, amiga, qué grande fue mi mal no pensado! Pero dime, viste lo que era el papel o sabes qué dezia?

Mar.—Bueno va el recado.

Bel.—Qué dizes?

Mar.—Que, mal pecado, no sé leer; pero por qué me lo preguntas?

Bel.—Porque le hallé en la grada del altar, y no sé lo que es, y temo no sea algun mal, porque luego me senti con las bascas que me viste.

Mar.—No será sino alguna nomina de algun enfermo, que la pondria delante nuestra señora para que tomasse virtud.

Bel.—Ay de mí, que bien creo yo que si alguno sanó con ella, que empeoré yo.

Mar.—Mas qué tacha; ay, Dios te guarde de enfermar; pero dime, sientes algun mal?

Bel.—Dexame de preguntar lo que dicho no sabras remediar; y dime, mudando plática, porque me da pena ésta: de dónde conosciste tú aquel mancebo?

Mar.—Quál, mi señora, a Floriano?

Bel.—Que no, sino el de endenantes.

Mar.—Tan sólo en ser criado de aquel valeroso y gentil cauallero de Floriano; pues ay, señora, y de qué te turbas?

Bel.—No te menees, está queda: que más mal se me va aparejando, y desde agora començare a esforçar mi flaqueça y a forçar mi voluntad.

Mar.—Y aun ansi te cumple, y Dios y ayuda.

Bel.—Qué dizes? no me hables tan entredientes.

Mar.—Hablo ansi porque no sabe la persona si passará alguien que de palabra saque la razon, y declare la persona lo que quiere encubrir. Pero digo que yo te tengo de alegrar oy con mi compañia.

Bel.—Ansi lo guie Dios. Pero dime, cómo tienes tú noticia de su amo de aquel mancebo?

Mar.—Quál, Floriano?

Bel.—Que ya le sé bien el nombre; dime lo que más sabes dél, y piensa que sólo me mueve curiosidad y occasion de tener que hablar contigo.

Mar.—Ay, mi angel, y cómo en nombre del buen Floriano te quiero besar essas manos.

Bel.—Ay, amiga Marcelia, cómo aunque me huelgo de te oyr, no me suena bien esso; cata que ya sabes quánto abomino estas cosas.

Mar.—O, qué gracia tienes aun en el enojarte; puesto que no tienes por qué culpar mi simplicidad en el hablar. Porque si te besé las manos (lo que agora torno a hazer), más en nombre de Floriano que de nadie, es porque con parescerme que a las damas deuen los galanes seruir, no le ay quien a ti merezca si Floriano no. Porque de algunos que en mi casa entran de los suyos oyo dezir, y no acaban de contar de sus loores, su llaneza, su señorio, su liberalidad; pues la edad, que es de veynte y cinco para veynte y seys, que en seso paresce de ochenta. Y agora, mi señora, me dizen que anda tan malo que me ponen los criados duda en el escapar. Y si él (lo que Dios no quiera) muere, se cierra vna gran puerta a menesterosos; porque, a la verdad, a mí me haria grande mal, y a mis necessidades se quitaria vn gran acorro. Y esto te digo como a mi señora, á quien, desengañadamente amando, doy cuenta de mis flaquezas.

Bel.—No viues engañada con migo; pero dime, qué mal es el desse cauallero? que cierto tú lo cuentas de suerte y lo encaresces tanto, que me has mouido a gran lastima.

Mar.—A otro perro con ese huesso. Señora, no me saben dezir sus criados más de que huye toda alegria, y aborresce la conuersacion humana, y ama la soledad. Y puesto a solas, tañe como lo sabe bien hazer, y canta como el que tiene linda gracia nouedades y canciones en declaracion de su mal.

Bel.—Y de qué en especial se quexa, si dizen?

Mar.—Pues no me lleuarás por ay. Señora, no sé más de que dizen que son bascas del coraçon, que algunas vezes le priuan los sentidos.

[Pg 213]

Bel.—Por mi vida, pues, que si este mi anillo se pusiesse al dedo, que le fuesse bien; porque tiene esta piedra muy apropriada contra esse mal.

Mar.—Mejor anillo le serías tú, si quisiesses, y él te tuuiesse.

Bel.—Qué dizes si me tuuiesse? y habla me claro.

Mar.—A buen entendedor poca parola. Señora, digo que, si no me entendiste, que si le diesses esse anillo y él le tuuiese, que con el sanar te deueria todo seruicio. Pero como ni yo osé pedirte le, ni el buen Floriano esté tan en tu gracia que se le quieras dar, ansi con temor lo hablé entre dientes. Pero, al fin, combidarte ha tu misericordia a que le fies de mí, con tal seguro, que en él sanando o sintiendo aliuio, te le tornaré, o él mesmo te yrá a besar las manos y darte le de su mano a la tuya; porque a todo esto saldre yo fiadora.

Bel.—Ay, calla, que de ti sola lo fiaré, y te lo dare para que él se aproueche tan solo por ti.

Mar.—Yo le tomo con tal presupuesto, y te beso las manos, y se le lleuo luego de tu parte al cauallero.

Bel.—Ay, ay, que no quiero que le lleues en essa manera.

Mar.—Que no digo que se le dare en tu nombre, sino que por tu mandado; pues sola lo fias de mí, yo mesma se le yre a lleuar, aunque en mi vida le hablé. Pero más que tanto haré yo por seruir te, y tornar tele en tu mano como me le das.

Bel.—Ansi lo haz, y cierto que holgara de verle, por saber si es tanto su mal, y ver lo que obra el anillo.

Mar.—Esso, señora, no se lo aure dicho, quando vaya de ojos por tu seruicio él.

Bel.—No quiero dezir lo que entiendes, sino que holgara de que se offresciera occasion de verle, porque en el rostro le conosceré yo si tiene el tal mal.

Mar.—Ya, ya, entendida eres; todo lo haré por tu contentamiento. Pero dónde vas por acá oy que ay toros, segun me dizen, y aun bien sé por quién se corren.

Bel.—No quiero más saber de ti; pero voy a nuestra señora de Prado, por huyr de no me hallar a los toros.

Mar.—Pues si mandas, acompañar te he, aunque tenia bien que hazer: y si has de yr, no aguardes a que entre el sol y ande más gente.

Bel.—Anda, vete, y no dexes de yrme a ver, y ponme cobro en el anillo, que le estimo en mucho por su virtud.

Mar.—Los angeles vayan contigo, que yo cumplire mi palabra.

Bel.—A, Justina, dame la mano y vamos de aquí, que ya se fue Marcelia y vase haziendo tarde.

Just.—Sin duda que ya me dormia; pero huelgo que te alegraste con Marcelia.

Bel.—Por cierto que tengo de mirar de oy más por ella, porque creo que padesce necessidades y es buena muger y diligente.

Just.—Buena obra harás, señora, en fauorescerla; porque con el mal que te sobreuino en la iglesia endenantes luego que tomaste aquel papel, ella mostró tanto sentimiento, que mostró bien el amor que te tenga.

Bel.—Ay, mi Justina, que no te puedo encubrir lo que se trasluce, porque en leyendo aquel papel me senti y siento otra que solia, e inclinada a lo que poco antes aborrescia. Y consentir el mal no es más ya en mi mano, ni sé qué mal es el mio.

Just.—Ay, mala landre me dexe si no deue ser mal de aquel cauallero, y que esta Marcelia lo ha vrdido. Pero si este mal fuere, él se descubrira, porque mal se asconde el fuego en el seno, ni el amor en el pecho.

Bel.—Qué vas diziendo? toma me estos chapines agora que vamos ya por el campo, y dexa me hasta allá yr a solas, porque yre rezando mi rosario.

Just.—Hagase como tú fueres seruida.

NOTAS:

[673] En el original, en delgada.


[Pg 214]

ARGUMENTO DE LA SCENA XVI

Marcelia yendo a su casa halla la hija acabando de despedir vn galan, y sobre sospecha le pide zelos. Despierta Marcelia a Fulminato; vanse juntos a casa de Floriano, al qual cuenta lo que le auino con Belisea, y dale el anillo, y persuadele que vaya a Prado a uer se con Belisea. Floriano da vn anillo rico suyo a Marcelia, con otras mercedes. Y buelta Marcelia a su casa, Floriano se alegra y come, y manda adereçar para yr a Prado.

Marcelia, Liberia, Fulminato, Lydoro, Polytes, Floriano.

[Mar.]—O, quán rica voy para mi casa. No en balde dizen que a quien Dios ama que la casa le cata. Y si vale más a quien Dios ayuda que quien mucho madruga, más valdran estas dos cosas juntas: que por quererme Dios a mí encaminar me hizo aceptar tan de facil el cargo de Fulminato en la carta. Y en deliberando hazerlo, puse pies en camino, y a pocos passos he andado gran jornada, y ansi confio en Dios que sacará buenos fines en este negocio, aunque los principios no sean tales. Ya estoy en mi casa, loado Dios; arriba subo de rondon, despertaré a Fulminato, y luego voy a desembarcar con mi buena nueua a Floriano, que lo ha de oyr de mi boca primero que nadie, porque el alma me da que tengo abierta oy buena ventana de claridad a mi casilla. Qué hazes, hija?

Lib.—Aqui me estoy velando el sueño a Fulminato.

Mar.—Pues quién salio agora de casa de priesa, que le vi asomando yo a la punta de la calle?

Lib.—No sé, madre.

Mar.—Ansi, hija, por tu vida que siempre mires por la honra, pues ves quánto yo ando aperreada por traer alguna ganancia. Ve, cierra la puerta, que yo entro a despertar este dormilon.

Lib.—Ya deue mi madre venir picauienta; que auria de auer ya mal empacho de sí y no pedir me á mí zelos de lo poco que hago para lo mucho que ella me enseña. Pero dichosa fuy en despedir aquel galan al punto, que a lo menos por mucho que diga mi madre, ni me quitará ya ésta, ni me lleuará el realejo de a dos. Y asuadas que, si yo puedo, de oy más que pocas me haga mi madre que no me las pague, ni aun me lleue la delantera, si plaze a Dios, que todo es burla el estar siempre en vn hito que enhada. Y el mudar de manjares más despierta el apetito al comer, si todos ellos son buenos. Yo quiero mientras ellos salen almorzar algun bocado, porque de oy más antes me lleuará mi madre harta a la missa que ayuna a las visperas.

Mar.—O, Jesus, y qué dormido está; pero al fin quierole quebrar el sueño.

Ful.—O, despecho de la vida con tales burlas, y tú eres?

Mar.—Leuantate ya, que es tarde.

Ful.—A la he, bien que leuantate, y echase me encima: pues espera.

Mar.—O, valasme Dios, y qué pesado eres en todas tus conuersaciones.

Ful.—Mucho vienes gruñidera; pues qué me mandas agora?

Mar.—Ay, Dios, y qué bonito, y qué obediente. Viste te presto, que ay mucho que hazer; que tú para la tierra donde no ay dia eras bueno, que dormirias a posta.

Ful.—Pues qué quieres? que andando hombre haziendo esgrimas de noche y cargado de armas, el cansancio de la noche alo de pagar el dormir de dia; que la medicina manda dormir siete horas. Pero vees me a punto, y aun con gana de roçabillar.

Mar.—Pues cubre te y vamos a Floriano, que le lleuo este anillo de la mano de Belisea, y le di su carta, que harto mal será si no nos manda dar de almorzar de alboroque, pues que yo bien lo he merescido.

Ful.—Vamos, vamos, pese a la vida, que con tal entrada medra tendremos entrambos con que poblemos las bolsas, si lo que dizes es verdad.

Mar.—De ser ello ansi no dudes tanto como en el partir mi ganancia.

Ful.—Qué dizes de ganancia? que con el gozo de la medra que espero no aduerti.

Mar.—Digo que mi perder oy de sueño meresce buena ganancia.

Ful.—Anda, que para que los dos medremos, algo has de perder del dormir, pues yo por contentar te pierdo mucho del reposo.

Mar.—Mas oxte, necio, y aun no tenemos hijo y poneys le vuestro nombre? pues al freyr lo vereys.

Ful.—Qué gruñidora vas, y qué passo de frayle combidado, y quán en silencio vamos!

Mar.—Y calla ya, que no miras los inconuenientes; voy como de huyda; porque en verme ansi yr contigo no sé qué diran gentes, en especial que si de la plática cogiesse algun passagero alguna razon, no nos haria prouecho.

Ful.—Qué negros escrupulos de vergonçosa desposada. Dime ya qué heziste de la carta de Floriano, y si la diste a Belisea? para que sepa yo responder al punto sin que me hallen desapercebido.

Mar.—Por mi salud que lo adobauas. Vamos por la calle y nombras las personas para manifestar los hechos?

Ful.—Muy secretaria vienes, pues mandote yo que en el mensaje tú podrás saberlo sola, pero en la ganancia mi mano la primera, y aun mi porcion la mayor.

Mar.—Que vas enojado? pues calla, que allá verás como tú y tu amo y todos vosotros me deueys mucho, pues que os dexé ya llano el camino y la guia puesta.

Ful.—Dessa manera ganancia aurá, que para mí es lo principal, y lo al, vaya o venga, en casa estamos. Mira que no te entiendan lo que traes, porque no nos ganen nuestras albricias.

Lyd.—Cata, cata, qué paje trae Fulminato; aquel deue ser el ceuo de su ropa de color, que él dixo. Di, Polytes, conosces la?

Pol.—Como a mí; es la huespeda y amiga del galan. Y asuadas que si no son alcahueterias, que deuen ser quexas de los que allá entran, mayormente si son de la sangre de su hija, que es a cargo Felisino (segun se suena) y quiça vendra a poner le la demanda del dote.

Lyd.—Calla ay, mal hora, que ésta no tiene talle de tener essos tractos.

Pol.—En esta tierra a dos manos juegan las tales, porque de muchas partes les nazca ganancia.

Ful.—Nora buena esten los caualleros.

Lyd.—Bien venga la señora y el galan, y qué es lo que manda por acá?

Ful.—Viene a hablar a Floriano.

Lyd.—Anda, Polytes, y auisa a Floriano;[Pg 215] y tú, señora, me alegra con buenas nueuas, porque aunque te parezca nueuo el hablar sin conoscerte, tengo muy gran lengua de tu bondad y gentileza, de los que allá entran en tu casa.

Mar.—Por el buen cumplimiento te beso las manos. En lo demas vengo con vn recaudo al señor Floriano, con que confio en Dios de dexar toda alegria.

Lyd.—Esse tal señor la dé a ti y a todos, que es él poderoso.

Pol.—Mi señor te manda entrar, señora honrada.

Lyd.—Pues si el escudero no me lo quita, yo te quiero acompañar.

Ful.—Señor, como esta señora sea libre e yo sea tuyo, queriendo ella, a mí se me hará merced.

Mar.—Señor, beso tus manos, que ni me temo entrar sola, ni soy tan vieja que no me vaya por mi pie.

Lyd.—Pues guiala, paje.

Mar.—O, mi señor Floriano, cómo salen cumplidos mis desseos tan antiguos de que se me offresciesse occasionada oportunidad, tan buena como agora, para que, aunque con atreuimiento, a lo menos sin verguença y sin por qué de ser me retraydo por tu mucho merescimiento y mi mayor baxeza y pobre aparato, te pudiera venir (como vengo) a besar tus manos. Pero no lo he dexado por negar seruicio a tu magnifica persona y amor grande que tengo a tu bondad, lo qual los más del mundo, a mi parescer, te deuen con razonable título. Mas ya sabes, señor, que a la muger del estado de viudez no todo ni aun lo menos de lo que dessea le es concedido por el dezidor y maldiziente mundo, aunque sea de género suyo bueno y encaminado a la virtud. E con tanto, recibiendo mi sana voluntad a tu seruicio, me perdona en lo passado, con la enmienda en lo venidero. Y ansi de oy más quiero que me culpes por remissa en tu seruicio, si hallando en qué te seruir de mí y manifestando me tu voluntad, hallares en la obra negligencia.

Lyd.—Y valga la la maldicion, si no se pica de rhetorica.

Flor.—Mucho te agradezco la tan buena voluntad como publicas, y perdonando mi desabrimiento que la poca salud me causa, porque tu venida no vaya sin gratificacion de la honra que meresciere, me di qué es lo que me quieres pedir.

Mar.—O, cómo se manifiesta tu illustre generosidad y magnífica largueza, pues que sin esperar a saber mis seruicios me combidas con las mercedes. Pero tambien quiero que sepas que, aunque yo pobre y tú señor y rico, primero te vengo a buscar a tu casa para darte que para pedirte hasta su tiempo.

[Pg 216]

Flor.—Qué me puedes tú dar?

Ful.—Darte ha respuesta de lo que tú me mandaste, lo qual ella por te seruir y a mí quitar del cuydado de las armas, me quitó del tal afan.

Flor.—Si algo fue, haria lo por ti, que por mí no.

Mar.—Dado que yo deua buena voluntad a los tuyos, pero como ellos te deuan seruicio, ya que algo yo por ellos hiziesse, seria endereçado a fin de te seruir con ellos. Y porque sé que te arrepentiras de me auer occupado sin me oyr mi embaxada, manda me la dezir.

Flor.—Aunque desconfiado de que sea cosa que me pueda dar algun contentamiento, pero por ser la primera cosa que me pides, salios vosotros todos a la sala, y dexadme con esta dueña, si ella se osa fiar de mí.

Ful.—Aun no del todo, voto a la consagracion de mi corona, porque tu enfermedad de hambre de tal vianda es.

Pol.—Qué sales gruñendo? No deuen de contentar a Fulminato aquellas puridades.

Ful.—A la fe, su alma en su palma.

Lyd.—Alto a oyr missa, que ya no saldra Floriano por agora a oyr la, y hazese tarde, y aun el capellan ha rato que esta reuestido. Tú, Polytes, te queda a essa puerta, para si llamare.

Flor.—Agora estamos solos, y antes que me digas lo que quieres, me di tu nombre.

Mar.[674].—Llamo me a tu seruicio Marcelia: soy vna pobre viuda, amadora de los nobles y buenos, y con tal desseo de te seruir, vengo a darte vna embaxada.

Flor.—Cúya?

Mar.—Dime, señor, tú no diste vna carta a Fulminato?

Flor.—Y para quién?

Mar.—O, qué grande es el poder del amor, que ansi le tiene desacordado! Que digo al punto, sin te tener suspenso el entendimiento, que Fulminato me dio en tu nombre vna carta tuya para tu señora Belisea.

Flor.—O viuifico nombre, que ansi me ha tornado de las puertas de la muerte a la vida! Dime, por Dios, si ay buena nueua, que agora sé que sí di.

Mar.—Pues yo se la vi en su mano.

Flor.—Que se la viste tú en su mano?

Mar.—Que se la vi vna vez y otra vez.

Flor.—No lo creo.

Mar.—Pues porque en conoscerme que entiendo yo en tus negocios, y porque tengas en poco esso, sabete que ella queda con harta parte de tu pena.

Flor.—Que sabe mi señora que yo peno por ella?

Mar.—E aun que penará ella presto por ti, si yo no muero.

Flor.—Agora me desconfiaste del todo.

Mar.—Pues mira que soy yo, Marcelia, la que, si me das palabra de tornarme lo que yo te diere, quando yo te lo demandare, te dare vna joya suya.

Flor.—Luego te la doy.

Mar.—Pues pon te tú esse anillo suyo en el dedo del coraçon, que ella tiró del suyo, y por su mano me le dio para ti, porque le dixe quán malo estauas. Pero con dos condiciones. La vna, que yo se le tornasse en mejorando tú; y la otra, con que no te dixesse que ella te le embiaua, sino que yo te le traya.

Flor.—Perdona me, que dizes tanto, que no puedo persuadir el entendimiento a creerte.

Mar.—Pues pon le en el dedo y trae le hasta mañana que te le tornaré a pedir, y en el obrar verás si te miento.

Flor.—Pues pon te tú esse de esse diamante mio en el tu dedo, no en prenda, sino por tuyo, y estotro te le dare pidiendo me le, y no en pago de tu trabajo, sino en trueque de que tú me truxiste estotro. Y tambien porque no es razon que ande en mi mano a la ygual de joya tan sublime.

Mar.—Bueno va esto; que si la piedra es fina, buenas veneras lleuo de mis romerias.

Flor.—Qué dizes, mi hermana, qué dizes, mi amiga? por qué no me das parte de todas tus palabras, que a mí me han resuscitado? Y por qué no te gozas de mi gozo? O joya que meresciste andar en tales manos como las de mi señora: perdonad la injuria y baxa que se os da en ser puesta en las manos deste captiuo y sieruo de aquella cuya vos soys. Y pues sé (que agora lo creo) que ella os mandó venir a mi poder, con su voluntad venistes, y con su palabra me traereys conseruada vuestra virtud, y en su fe os pongo en su memoria en mi dedo. Ya, ya sano soy, vida tengo: resuscitado he. Bien paresce[s] auer (o joya) otra virtud más que la tuya natural, por ser tú cuya eres y querer ella que yo viua, pues tan en punto veo effectos de tu virtud en mi salud, dada por el poderio de mi señora.

Mar.—O, qué hermoso encarescimiento y qué bien encadenado hablar!

Flor.—Qué dizes, almario de mis consuelos?

Mar.—Digo que si me acabas de oyr, que verás quánto me deues.

Flor.—Más que tengo fuera del coraçon; pero di, di, si puedes traer más.

Mar.—Pues para que digas con verdad quánto estas ropas pobres te pueden dar antes que te pidan, sepas que aun te puedo dar más, y más, y más.

Flor.—Que no es possible suffrirme, aunque estoy desnudo, desde la cama no te abraçar, y perdonar me has.

Mar.—A la fe, esto y lo al te perdonaria de buena voluntad.

Flor.—Qué dizes, thesoro de mi salud? no te me enojes.

Mar.—No es tiempo que reyne enojo en mí, viendo tu alegría; pero digo que quisiera tener espacio para contar te las particularidades que passé con mi tan peligrosa y dudosa mensageria, porque viesses el peligro en que me vi, por ti bien empleado. Porque sé yo bien que te dara más plazer la buena ventura que uve, que tristeza te diera mi perdimiento. Pero al fin lo que es hecho con sana voluntad por tal señor como tú, nunca se pierde.

Flor.—La paga dexando para despues, más por dar primero aliuio a mi coraçon que porque la dilacion trayga en oluido lo que te deuo, dime, dime, cómo la vistes? dónde estaua? qué hazia? qué semblante mostraua oyendo te hablar de mí?

Mar.—Señor, ansi como sientes pena en el tardar me en te contar lo que yo hize por tu seruicio, tambien te pesará de que con estas tardanças se te passe el tiempo para lo que has de hazer más.

Flor.—Pues dimelo presto.

Mar.—Que tu señora, con sola la compañia de sus mugeres, está en Prado.

Flor.—Y a qué va, mi hermana, si sabes? y si no es venida, perdona me que a pie me voy y ansi desnudo tras ella, como tras la causa de mi viuir.

Mar.—Y aun por eso te dixe que era tarde; no me detengas, hasta que me oyas mi plática, con el estoruo de tus encendidos desseos. Y sepas que con gran agonia me dixo que tiene desseo de verte; pero no me dio licencia que te lo dixesse de su parte. Por tanto, siguiendo mi consejo, ve tú allá de la mia, o por lo que te paresciere, que despues yo me pondre a la pena por tu seruicio.

Flor.—Qué es esto que oyo? moços, moços, den me de vestir; si no ansi me yre.

Mar.—Cata que la próspera fortuna quiere miramiento, ansi como la aduersa suffrimiento. Come, porque vayas con más color de rostro, para que muestres lo que ha obrado la virtud de su empresa, y no lleues sino poca gente, y de arte, porque es muger muy sentida. Y si te vee con aparato, por no perder su grauedad tú perderas tu ganancia y ella le saldra en vano su desseo. Y porque no te quiero quitar la alegre ganancia de que te ha vestido este mi pobre vestir, come luego e yreme a mi casa a hazer lo mesmo si tuuiere qué. Porque allende de mi pobreza, que a las vezes no ay con qué lo comprar, oy no aurá cosa ni comprada ni guisada, porque anteuine oy el dia en tu seruicio, y en él no[Pg 217] he parado hasta agora, que he rompido más chapines que en dos meses.

Flor.—Pues yo quiero comer luego, y no te quiero compeller a que comas conmigo; pero espera. Pajes?

Pol.—Señor.

Flor.—Llama me luego al camarero, y tú, señora y amiga, por amor de Dios, que pues me has començado a curar, que no pares hasta ver me sano, que la paga no será como meresces, pues allende de ser poco quanto tengo para lo que te deuo, como soy forastero no te podre dar lo que pide mi voluntad. Pero no me despidiendo de te fauorescer, te aurás de contentar con lo que suffriere la oportunidad.

Lyd.—Qué es lo que, señor, mandas?

Flor.—Que luego des a esta dueña diez varas del refino que este dia sacaste para mí, para que se vista, y daras le para chapines veynte pieças de oro, y tendras cuydado de mandar la cada dia a su casa racion. Y en el cuydado que de ella tuuieres quiero ver la gana que tienes de hazer me plazer; y a mí me traygan de comer luego, y den me el vestido azetuni altibaxo. Y tú, señora Marcelia, ve con Dios, que de mi plato te mandaré que comas agora que no lo tendras guisado en tu casa. Y tú, Lydorio, manda con ella dos escuderos.

Mar.—Por todo beso tus illustres manos; pero basta que este paje se vaya conmigo, porque me lleue el paño, que por lo de más bien me sé yr sola, pues no puedo mantener quien me acompañe, y encomendando te a Dios me voy.

Pol.—Al diablo encomiendo la bagassa si no la entiendo mejor que a mí, pero montarle han poco sus mañas por oy, si puedo.

Flor.—Que sientes, Lydorio, de mi buena alegria? agora no me diras que no como, y bien! Pero dime, diste lo que te mandé a aquesta dueña?

Lyd.—Señor, todo lo lleua a su contento.

Flor.—Bien heziste, porque más meresce aun. Y mandale luego este par de perdizes ansi calientes de presto, con otros dos platos differentes. Y manda me adereçar de brida vn cauallo de los Franceses el mejor y mejor guarnescido que a ti paresciere. Y a Fulminato le daras de vestir, o luego diez ducados para ello, con que se vista a su contento, y manda le comer luego, por que se vaya conmigo.

Lyd.—Mira, señor, que para lleuar solo vn moço aurias de yr más disfraçado.

Flor.—Bien me acordaste; pues caualguen los continos todos, y tú y los pajes y más gente que tú ordenares vaya.

Lyd.—Come, señor, con reposo, porque mejor te preste, que yo voy a que de todo esso no falte vn punto, segun que cumple y tu voluntad lo pide.

NOTAS:

[674] En el original dice equivocadamente Floriano.


[Pg 218]

ARGUMENTO DE LA SCENA XVII

Idos Marcelia y Polytes juntos a su casa de la Marcelia, luego va Felisino con el paño, que no quiso que lleuasse el paje yendo con ella, y lleua le el otro paje con Felisino la comida que le mandó Floriano. Felisino se combida para la cena con Marcelia. Floriano va a nuestra señora de Prado, donde habla con Belisea, segun se dirá en la scena que se sigue tras esta.

Marcelia, Polytes, Liberia, Felisino, Floriano, Lydorio.

[Mar.]—Qué te paresce, mi señor Polytes, quán conuertido en alegria queda por mi causa Floriano y toda su casa? y tú vas tan mustio, que paresce que te deuen centeno. Cierto que yo soy desdichada contigo en querer te como al viuir, tanto que ha podido en mí la fuerça del amor compeller me a que yo te acometa a ti en te publicar que te amo y quiero tanto, que el desseo de complazerte me priue del cuydado de la guarda de mi honestidad y honra. Y lo que peor veo en mi mal es que con hazer yo, atreuida y desuergonçadamente como muger en acometer te y requerir te, lo que tú como hombre deuieras licita y honrosamente hazer a ley de hombre galan, amante mancebo, yo me quedo con mi desuerguença y tú con mi desamor. Y mira quánta sea en mí la fuerça de tu amor, que contra la ley comun de mugeres, que aunque penen y mueran con dissimulado desuio, aun siendo requeridas, muestran no tener memoria de lo que les dessea el coraçon y les pide la voluntad, yo empero anteuengo te con ruegos amorosos. Y aunque esto para en vna muger que quiere que la tengan en algo sea gran tormento, muy mayor es a mí uer tu desamor con que me pagas; y la carestia de tu habla y el ceño con que me miras me ponen en vna firme sospecha de tu desamor, y en vna sospechosa duda de que te inclinarás a quererme, y en vna certinidad del tu mi menosprecio, que es vna de las cosas más odiosas a las mugeres.

Pol.—Donosa, pues, viene estotra vendiendo me su tan jugada y aun perdida honestidad, que como ya me cuesta tan caro su hambre, la he cobrado temor de entrar en su poder.

Mar.—Qué vienes hablando, amor mio, que aun la vista y habla, que no se niega sino a los notorios enemigos, no quieres darme?

Pol.—Al fin entrar auremos en juego. No sé por qué, señora Marcelia, condenas en mí lo que vuieras de loar por buen miramiento; ya sabes (si amas como dello te precias) que el amor no sabe tener medio. Y como vamos tan en público, no oso hablar, porque como tu amante temo caer en algun amoroso descuydo que sea pregonero de lo que hay entre nosotros dos. Ansi que la razon, acompañada del amor que te tengo, tiene en mí tal fuerça, que posponen lo que quiere mi sensual desseo a lo que toca a tu honra. Que por lo de más, ya sabes que la ley vulgar comun dalo a los mancebos amantes bien empleados, aunque en ningun caso lo aprueuan esto en la muger, pues siempre le da quiebra el crédito.

Mar.—Ay, angel mio, que con ser como tú dizes, bien veo que me quieres hazer creer sagazmente que lo que en ti causa el desamor y oluido que me tienes me digas que es por mirar por mi honra, que yo por ti traygo muy al traste, y quieres me tú dezir que el dexarme de hablar, que lo causa el no me amar, lo hagas por zelo de lo que a mí me cumple. Ay de mí, que te amo tanto, que aun viendo me engañar de ti no puedo desechar tus razones, porque todo en ti me paresce bien. Pero mira cómo lo que yo digo es ansi: que agora que estamos ya en mi casa, donde no tenemos a quién dar cuenta sino a Dios, pero ni aun por esso sales de lo que tienes en la voluntad, que es no amarme.

Pol.—Bien me culparas de veras si tu hija no baxara ya, que nos vio luego.

Lib.—O, loado Dios, que vienes, madre, a esta casa, que ni sé qué piensas de qué nos hemos de mantener; que hoy no se ha callentado el hogar en esta casa.

Pol.—Picado deues tener el molino; mala serias para palacio, que a las visperas aun es temprana la comida.

Lib.—Allá haria como allá, y no se me haria graue; porque dizen que en Roma como en Roma, y en palacio como tal, y en mi casa segun mi ordinario.

Pol.—Y aun porque agora sales de compas ya desmayas? bien dizen que mudar costumbre es a par de muerte.

Mar.—Asuadas que no está ella para matar el sapo con la saliua ayuna.

Lib.—Y aun mi madre canta como bien harta.

Mar.—Por tu vida y de todos tres, que oy no me he desayunado sino de peccados, que salen en vn guiñar del ojo.

Lib.—Pues bien ha vn hora que tengo los manteles puestos.

Mar.—Por tu vida veamos qué tendrá que nos dar, que vn combidado puede combidar a otro.

Pol.—Sentareme sin mirar que aya, porque veas quán de veras pretendo complazerte, mayormente en mi prouecho, que ni miro a lo que se me pueda dar, sino con qué voluntad.

Mar.—Por cierto con la que se dara en esta casa a mi hija.

Fel.—Ea, paje, date priesa, no se enfrie esso. Y pesse a tal con la bagassa, perdoneme que es mi suegra, si despues de puta, no medra agora por alcahueta. Y aun que ella presto quiere (segun veo) echar el pelo malo, aunque toda via algo cabra al yerno de este paño, que es lástima verlo condenado a cubrir tan putas carnes. Y el necio, pues, de mi amo, que por mensaje de vna alcahueta da lo que tiene, y por todo el sudor y vida de vn criado daran vn mal mes, y otro para ellos, y solo del diamante y anillo es verdad: ay os digo yo que como se vea con pelo, que luego se haga delicada y ociosa. Y si la ociosidad entra vna vez en la casa destas tales mugeres, ansi solas y libres y no viejas, yo os baptizo por burdel la morada, aunque ya le lleua los tenores. Pero a la puerta estoy, llamar quiero, que en estas casas ansi cumple, porque a las vezes ay dentro quien ni ellas ni vos querriades encontrar. Ta, ta, ta.

Mar.—Sube, sube, Felisino, que ya eres conoscido.

Fel.—Quiero yo tomar a este paje esto, porque no sé que ay arriba; daca, hermano, essos platos, y da luego la buelta, que serás allá menester para el alçar de mesa; que yo lleuaré la plata. O, hi de puta, y qué buena viene la comida; en mala pro les entre a solas. Buena pro haga, señoras. Cata, cata, y tú eres el patron de la casa?

Pol.—Y pesa te de ello?

Fel.—Por cierto no me pesa a mí de todo tu bien; pero aunque vengo tarde, pues traygo cobro, bien me recebirás, señora Marcelia, y manda me tomar esto; pesan estos platos vn arroba. Y mira que te manda mi señor de su mesmo plato, aunque el vino hasta otro dia lo aurás de perdonar, que allá en el beuer contaronte por muger.

Mar.—Pues más quiero entrar en el numero de los hombres en el beuer el vino, y estar sana, que andar guayando y desseando; pero bien paresce de cuya mano viene la merced, cuya vida Dios prospere y prolongue, y tú, hija, que me reñias por mi descuydo de no proueer te de comer, cata, boua, que donde no anda la persona no haria tal sombra como esta que vees; que ya se te rie el ojo.

Lib.—Pues no te paresce que me deuo de holgar con la visita de Dios presente, que desterrará la hambre de nuestra casa oy, y la misericordia suya, que espero que adelante desterrará nuestras miserias? pero acaba ya Felisino, y descubre lo todo.

Fel.—La comida ya la tienes y no me combidas; y ansi no lleuarás estotro hasta que se me manden albricias.

Mar.—Si me truxeras cosa que ya la palabra de tu amo no vuiera hecho mia (como es vn poco de paño, que han de ser diez varas para vestirme), bien fuera que me pidieras albricias.[Pg 219] Pero aunque esso ya lo tenía por mio antes que a ti lo diessen que lo truxesses, porque no quise que Polytes lo truxesse veniendo conmigo, y aun que de lo incierto se deuen las albricias, pero por lo auer traydo, algo aurás.

Fel.—A, pese a tal con la mercaduria; pedistes man to antes que tuuiesses nada, y agora que tienes para dobles vestidos haze se te poco?

Mar.—Anda, bouillo, que toda esta casa es de vosotros; que si pedí poco, pedí segun mi pobreza. Y si tu señor me dio, diome aun poco, segun él quien es, aunque sea mucho a mí. Y mira que no me lo pidas antes de ver si lo he menester; porque como tú no vistes con sola la capa, ni aun yo con solo manto, y allende que yo toda ando como desnuda, y no miras que essa muchacha, que no me la vistes ni mantienes tú, ya que tambien ha menester una saboyana; mira lo tú, hijo, que como a tal te tengo en esta casa, y tú, señor Polytes, juzga qué me podrá sobrar, aunque no quiero que me conozcays auarienta con ver me pobre; tomad sendos cruzados en oro, desto que agora me dieron para chapines quien Dios guarde como a mí, y pensad que lo quito de la boca; porque tiene la persona en su casa mil redrosacas, que vosotros, libres y moços, Dios os guarde, no teneys de cumplir, porque no manteneys carga de casa. Y sentaos y comencemos a comer, y no se hable más.

Pol.—Dios te lo pague, señora. Y por vida de Floriano, que no consintiera que sacaras para entramos cosa, sino por no te enojar. Y tú, Felisino, ni pidas a muger hermosa, ni prometas a pobre, ni deuas a rico, ni tomes de nadie, no te lo deuiendo, más de lo que te quisiere dar de si.

Lib.—Asuadas que luego se publica la virtud donde está.

Fel.—Pues, cuerpo de tal, no quiebres tú las treguas de tu madre en obligar me a que torne por mí; que si me notas de mal cumplidor de mi palabra, yo te traere las agujas, que aun no soy muerto, y porque agora no puedo parar me más, yo lo emendare todo con venir de assiento a la cena, adonde lo soldaré todo, y con tanto con tu perdon y licencia nos despide, pues sabes que en comiendo ha de yr a Prado Floriano.

Pol.—Pues de essa romeria ya sabes, señora Marcelia, que no puedo yo hurtar me, y en el tardar haremos falta, y la falta resultará en nuestro enojo, de que tú no holgarías. Por tanto, a Dios hasta otro dia que de más assiento nos veamos, y tengas vino que beuamos.

Fel.—Y aun la falta de esso, y que estoy que me ahogo de sed, me haze que sin más salvas os quedeys a Dios.

[Pg 220]

Mar.—Pues no da hombre más de lo que tiene; prouee a la cena de lo que agora faltó, e yd con Dios.

Pol.—O hermano, cómo te quedo en obligacion, más en me auer librado de Marcelia que no por el ducado del alboroque!

Fel.—Y aun porque te entendi busqué cómo te escabullir de sus vñas, que la matrona, como te halla barbiponiente, pegar se te ha.

Pol.—Ella se me puede pegar a mí, pero yo huyre de ella, y ansi mal conuernemos. Pues do vno no quiere, dos no barajan.

Fel.—Alarguemos el passo, que muero de sed; y allá se lo hayan ellas, pues nos libramos y comimos y ganamos.

Mar.—Agora que, hija, son ydos aquellos, te quiero dar a entender cómo deues loar a Dios con el dia de hoy, y hazer cuenta que oymos buena missa. Y mira, boua, quán de buen pie entró esta gente en mi casa, aunque tú pocas vezes te satisfaze cosa que yo haga, lo qual conozco que nasce en ti por falta de experiencia[675]. Pues calla, hija, que andarás por los dias y gustarás de las necessidades, y cargarte han los cuydados, y començará el mundo a brumarte, y como el çapato te vaya mordiendo, y el dolor de la miseria te comiençe a sujetar, aprenderas; y la experiencia te mostrará cómo te deuas oy en dia subjectar por la ganancia a todo el mundo. Porque esta trae a los más ricos merchantes[676] passando los mares y andar acosados de feria en feria. Y aun verás que el mal tiempo no les haze dilatar la partida del regalo de sus casas, porque andan al son que les haze la ganancia en las ferias. Y ver los has, hija, aqui poner tiendas y por el mercado de un dia desplegar sus fardeles, abrir sus caxas, estar presos a la tienda, esperando y combidando a cada qual que les vaya a ella. Pues si miras en ello, verás que a todos les van, acogen y halagan, y al dicho de cada qual plega y desplega sus mercancias, aunque los menos de los que paran le dan ganancia. Ansi tú, hija, a todos los que vienen a tu casa muestra buen rostro, y guarda tu hazienda, y echando tras la suya, echales en el regaço vna honesta risa y dales vna buena palabra, porque no sabes por dónde te tiene Dios encaminado el bien. Por esso, hija, te ladro cada dia que a estos criados de grandes señores les hagas solaz o hospedaje, porque son moços, y viendose delante sus amos todo lo parlan, porque en algo les contenten. Y si no, mira lo, hija, que Floriano sin me auer hasta oy visto, ya tenia tal crédito de mí, que por auerle oy yo visitado, mira qué visita embió luego tras mí, con que comimos y cenaremos si a Dios plaze. E oy me visto de manto y mongilon, y para ti, por no vender mi palabra, vna saboyana. Pues para la hechura y para darte botines y chapines, mira qué moneda no vsada corre agora por mi bolsa. Pues tras esto me queda este anillo, que si la piedra es la que yo pienso que será fina, mira si con tal diamante aurá para ayuda de casarte! que la costa de entre año ya la tenemos segura con ayuda de Dios y de Floriano, y de mi industria; porque me mandó dar racion cada dia, y asuadas que siempre sea tal, que aunque excedamos de nuestro ordinario, nos sobre para ayuda de otras baratijas de por casa. Y tú andate ay, no me creas, y tengas paz con todos, y allegate a los buenos, y serás vno honrado de ellos. Daca, daca mi anillo, que ni pienses de te me alçar con él, ni comiences ya a guardar le por dote, porque aunque más se te ria el ojo, los casamientos salen como los guia Dios, tarde o temprano. Qué dizes, qué me hablas, boua?

Lib.—Que como veo subida tan repente y tan alta, y no veo escalon por donde nos ayamos encumbrado, temo, y con razon, mayor cayda.

Mar.—Donosa judia de Çaragoça, que cegó llorando duelos por venir, ansi me paresces, que tú antes de gozar, llorar. Siruamos a Dios, y antes esperemos el bien que el mal; porque Dios da, y siempre da, y da como quien es. Y con esto ve, cierra la puerta y dormire vn rato yo, que los cuydados del dia me quitaron el sueño desta noche, y tú reposa tambien, que ganada tenemos ya la cena, y el combidado, que no faltará, nos proueera del vino que nos ha faltado.

Pol.—Ya estamos, Felisino hermano, en casa; ve, da los platos al repostero, que yo quiero hablar a Fulminato que nos viene al encuentro.

Fel.—Con esse hombre allá te auen, porque no tiene plática para que yo espere sin beuer.

Pol.—A, hermano Fulminato, qué ha sido de ti, que no he tenido vagar para preguntarte qué fue lo de anoche?

Ful.—Y qué?

Pol.—Que segun diz que anoche corrias, ouo algunos que pensaron que yuas a tu tierra a recobrar herencia, y aun que estarias ya allá.

Ful.—Por qué dizes esso?

Pol.—Porque diz que corrias de suerte que bien ganarás el palio si le corres.

Ful.—Pues ay verás quién es Fulminato; que los que fueron, en sintiendo me desenuaynar, y en reconosciendo ser yo, toman las viñas, de suerte que por bien que yo corro hallé anoche mi ventaja.

Pol.—Y a quién querias tú alcançar, pues los quedauas atras?

Ful.—Quedaron se me a vna buelta de calle, e yo quando aduerti y bolui sobre ellos, sólo vno que no corrio tanto alcancé, que con humildes palabras se me escabulló de una bareada de espaldarazos.

Pol.—Bien dizen que la mansa respuesta quebranta la ira.

Ful.—Mas por vida de tu amiga, quién te lo conto? porque si no fue persona que te lo vuiesse de dezir de buena tinta, tornando yo por mi honra, te diga yo la verdad del caso muy de pe a pa, porque en summa es lo que yo conté.

Pol.—Y aun ansi será, y el resto se quede para de más vagar, porque baxa ya Floriano.

Flor.—Ya, Lydorio, me tendras entendida la razon en lo que quiero que allá se haga, y cómo essa gente se quede esperando me cómo y adonde ya te dixe.

Lyd.—Señor, entendiendo en lo que mejor te paresciere en tus negocios, puedes perder cuydado en lo que me mandaste, que se hará como mejor y más seas seruido. Moços, llegad esse cauallo, y no falte nadie; y encaminemos a la buena ventura.

NOTAS:

[675] En el original, experincia.

[676] Se suple la t de esta palabra.


[Pg 221]

ARGUMENTO DE LA SCENA XVIII

Començando a penar Belisea por Floriano, y estando tractando con Justina de su mal, sobreuiene Floriano, y finalmente se hablan, declarando Belisea a Floriano en qué manera le ha de amar, y ansi se diuiden, quedando Polytes y Justina concertados de se hablar despues de media noche.

Belisea, Justina, Floriano, Polytes, Fulminato, Felisi[no].

[Bel.].—O soberana madre de Dios, virgen sancta Maria, por reuerencia deste tu sancto templo te suplico me valas. O, qué gran basca siento en el coraçon! o, cómo me siento muy tierna en la memoria del nombre de Floriano! Ay de mí, que ni sé qué mal es el mio, ni sé dónde me han abscondido mis antiguos castos pensamientos! No solia yo tractar de amor de hombre sino por Dios, como a proximos. Pero agora, por la via que aun no entiendo, ni sabria decir, me veo implicada en varios pensamientos. Quiero platicar con Justina este de mí no salido mal, porque allende de ser honesta y sabia donzella y querer la yo bien, sabe oyr lo bueno para loarlo y fauorescerlo, y lo malo para deshazerlo y no lo descubrir. Ven acá, Justina, vete conmigo a la iglesia, y esotras mugeres desque ayan todas comido sin salir de la ribera se espacien y tomen plazer.

Just.—Todo está puesto en cobro: vamos donde mandares.

Bel.—Pues dame la mano y vamonos por en torno de la cerca desta huerta de los monges; porque me congoxo a la sombra desta ribera.

Just.—Y aun por cierto, mi señora, que andas tan achacosa, que no sé si lo haze tu venida.

Bel.—Antes que acá viniesse estaua ya tal.

Just.—Que no digo essa.

Bel.—Pues quál?

Just.—La venida acostumbrada, que es enemiga de la hermosura a las mugeres.

Bel.—Ya te entiendo, que aun para esse mal faltanme dias.

Just.—Pues si en algo te puedo ser buena, te suplico te me declares.

Bel.—Por la confiança de tu buen secreto te quise comunicar los principios, que mi mal no lo entiendo, y es, que desque esta mañana leí vna carta, me siento muy otra que solia.

Just.—Cúya era o qué tenia? no tuuiesse, mal peccado, algunos hechizos!

Bel.—Creo que tenia mi perdicion. Ay, mi Justina, qué hare? que ya siento mi voluntad inclinada a tomar gusto y deleytarme en pensar lo que de antes aborrescia aun oyr. Ya desmayan (por mi mal) mis castos pensamientos, y mi meditacion de Dios se me deshaze; ya los cuydados muy veleros de la honra se me han adormescido; ya, finalmente, como por fuerça de sensualidad me siento ser trayda a recrear me en vanos pensamientos. Y ansi quiero por vna via lo que siempre aborresci por otra; que no sabre dezirte qué quiero, ni qué amo, ni qué aborrezco, ni qué busco conseguir y hallar, ni qué desseo euitando huyr, y esto por hallar me rodeada de mil contrariedades acerca de una sola cosa, que juntamente amo, y temo, y busco, y huyo, y desseo, y aborrezco.

Just.—O, gran mudança de muger! siempre me temi de Marcelia. Pero pues ya es hecho, y en lo hecho no ay enmienda, proueamos en lo porvenir; que si su mal es de amores, ella dara más señal, y si es de enfermedad otra, no le faltará quien la cure, ni medicinas ni regalos. O, poderoso Dios, y qué sospiros tan de las entrañas alança! o, qué alteracion de rostro! o, qué oluido de compostura! ya, ya! asuadas que yo adeuine; mirad qué acuerdo, que me llamó para hablar conmigo, y apostaré que no se acuerda ni de sí ni de mí. Bien dizen que mal vezino es el amor. Jesus, Jesus, y cómo se ha tendido! qué desmayos son estos, mi señora?

Bel.—Ay, que de la muerte. Y lo con que más muero, es desconfiar que no me matarán, porque ansi pensaria descansar, pues el morir es necessario a todos los mortales.

Just.—Ay, por tu vida, que te esfuerces, y mira que viene gran tropel de gente.

[Pg 222]

Bel.—Pues tornemonos a la ribera con las mugeres.

Just.—Anda, que no hay quien nos conozca si a dicha no son los escuderos que vienen por ti.

Bel.—Yo dixe a mi padre que no viniessen por mí: que me bolueria como vine.

Just.—Pues huelga, que la gente se queda atras, y viene solo vno de a cauallo y dos de a pie, y ansi será vn cauallero que vendra a hazer oracion.

Flor.—Di, Fulminato, qué mugeres son aquellas dos que alli estan a la sombra de aquellas paredes del monesterio?

Ful.—Voy [a] hazer las venir a que las conozcas; pero si alguien que ciña espada presumiere de defenderlas, dasme licencia que le saque la vida?

Pol.—O, maldito sea este panfarron, amen.

Flor.—Qué dizes tú?

Pol.—Que parescen gente de pelo; pero ya, ya! acá está Belisea.

Flor.—No lo creas.

Pol.—A la vna he reconoscido, que es Justina, a la qual tú eres muy en cargo, porque te es muy seruidora en tus negocios.

Flor.—Pues donde essa está, bien podre yo llegar. Tú, Fulminato, no te partas de ay, por si fueres menester. Y tú, Polytes, te ve a la puerta de la iglesia, y mira quién entra y sale, con auiso.

Ful.—Aun el diablo creo que aya parte oy en la venida: que aquella deue ser la dama, que las dos ya parlan entre sí. Yo seguro que ella que debe de buscar manteles, y que si el asno de mi amo me creyesse, que no deuria de hazer sino llegar y embarrar; porque al fin, aunque gruñen con la boca, con el cuerpo se tienden, y luego las vñas de gato. Pero, pesar de la vida, si aure oy de comprar el vestido que mandó al camarero darme, con perder aqui la vida? No sé quién me haze a mí querer honra tan costosa y blasonar del valiente! que Floriano para esso me llama en tales trances, pensando que diran mis hechos con mis dichos para guardar le las espaldas; y él está mal en la razon, porque al primer desenuaynar, y aun quiça antes, le muestro las suelas del calçado, que oy calcé nueuo con esperança de romperlo. Porque ni pare mi madre, ni me parira otra vez, ni mi amo me restaurará la vida si de necio la pierdo por él. Y en estos palacios, si os mancays por ellos, el aliuio que os hazen es en el partido, que no lo dan sino a quien lo suda, y las mercedes, en la sierra de Gata. Yo bien tengo por mí que tal donzella como ésta que no vino sin escuderos, con quien me guarde Dios tomar contienda de dia, ni aun de noche, y éstos en lo sintiendo, son con Floriano. Y él (segun es loco) pensará que con tenerme al lado y la dama delante, que no hay más que temer; y quando mirare por mí, hallarse ha del agalla, que a la fe, pues busca la carne, y solo la querra trinchar, y solo comer, que solo la compre. Que quien solo come en el plato, que solo guarde el hato.

Just.—No has mirado, señora, qué lindezas ha hecho aquel cauallero? y qué saltos haze dar al cauallo? y qué entero anda en la silla? que por mi vida que algunas vezes de ver el cauallo tan enarmonado me pone pauor no le auenga algun desgayre; porque es cauallo muy desapoderado y paresce vn elephante.

Bel.—Ay, guardar lo ha Dios, que holgado me he de verle, y quán sin tacha y quán gentil hombre le hizo Dios, y aquel vestido le arma muy bien, y aquella cadena de oro le adorna mucho.

Just.—Y aun ella, que es harto rica y grande. Pero ya sé quién él es, y si no te enojas, direlo.

Bel.—No creo que ay por qué enojarme, que él me ha parescido hasta agora bien. Dime, quién es?

Just.—Es aquel gran cauallero, tu seruidor Floriano. Ay, por Dios, no te desmayes ansi; qué tal te sientes?

Bel.—Ay, que no sé; pero dexa me, que el lugar tan público, y mi honra, y mi honestidad, me mandan sacar fuerças de flaqueza, y ansi me esforçaré más que puedo, por no dar señales de mi mal.

Flor.—Toma este cauallo, Fulminato, y passeale un rato.

Ful.—Pues si en algo más me vuieres menester, mandas que le suelte?

Flor.—Anda, que solo yo deuo tener temor por ver me ante tanta majestad.

Ful.—Pues a la obra verás si ay temor en mí; pero allá yrás. Qué buen achaque tengo agora para escabullir me; porque si algo fuere, dire que con el passear del cauallo no lo vi, y con el rixar suyo, no lo oy. Y aun si viere que son muchos, suelto el cauallo, y él por los campos a huyr de mí, e yo tras él a huyr destotros, y otra vez auisará mi amo, si escapare viuo, en no echar las cargas todas a vno. Pues esperar socorro de la gente es por de mas; porque todos se han tendido por los campos a buscar sombras; que Floriano está tal, que ni sabe si haze calor, si frio. Ea, pues, vos, don cauallo, tambien teneys el mal de vuestro amo? Quiero me yr a vna sombra por aqui donde a mi seguro pueda huyr en despertando si algo vuiere; y alli dormire a mi sabor, que Floriano y las damas ya se van encontrando, e yo seguro que tienen plática para tres horas.

Just.—Señora, el cauallero se viene hazia nosotras con su varica en la mano. Y pues os haueys visto entrambos, habla le, que la buena criança entre los más nobles reluze más. Y pues ya está cerca, yo quiero mouer la causa de la plática, no como más sabia, pero como más atreuida y más libre. A, cauallero, no passeys adelante sin licencia desta señora, que yo os defenderé el passo.

Flor.—Por cierto si como es essa señora la que con justo título posee mi voluntad, y tiene el sí y el no de mis obras en su querer, fuera yo el tal posseedor (aunque posseyera mal) yo os obedesciera luego. Y ansi os ruego no me tengays a mal el esperar esse mandamiento de su boca, desacatando se mi atreuimiento a vuestro libre mandar; y en esto no pretendo injuriar vuestro merescimiento en no me subjectar a vuestro dicho; pero por no quitar la obediencia a quien sobre todas las del mundo todo buen entendimiento de hombre conoscera ser le deuda forçosa, y a quien más que todos y sobre todos y solo entre todos amorosamente soy subjecto, y esforçadamente defendere por sola mia la deuda del tal seruicio. Y ansi a vos, hermosa, por muchos respectos desseo hazer os plazer, fuera del presente discrimen.

Just.—Pues cómo tan ayna conosceys quién sea cada vna de nos, posponiendo a mí y anteponiendo a esta señora, auiendo os yo hablado la primera?

Flor.—Dexando muchas causas que me han mouido en lo hecho, si algo ha sido contra vos, y respondiendo, no en excusacion de lo que tan acertadamente yo dixe, pero para sólo dar razon de lo que me pedis, digo: que el temor reuerencial que mis potencias han mostrado en mí tener a essa señora, me abrio la ciega vista de mi enajenado entendimiento, y alumbradas mis potencias con rayos de tanta gloria presente, ni tanta majestad se podia occultar a mi vista, ni mi voluntad, que a ella hizo homenaje sola, permitiera hazer tal aleuosia, que a nadie diera otra obediencia. Y ansi por el gozo que siento en hablar en esto, torno a me declarar cuyo soy, porque vos veays a quien sola deuo de obedescer. Porque en llegando, la presencia desterró mi tristeza, y diome nueua alegria, y la tal alegria auiuó mis sentidos, despertó mi memoria, abrio la clausura de mi entendimiento. Y vi luego las prisiones de mi coraçon y el gozo de tanta gloria, haziendo me atreuer a leuantar de mi baxeza los ojos de mi tan irradiado e illuminoso y claro entendimiento, vi el de dónde procedia mi tal alegria. Y finalmente vi en las manos del querer de essa señora las llaues con que quando perdi mi captiua libertad vi aprisionar mi glorioso y libre llagado coraçon por suyo. Cuyo desque le conosci, le vi tan altiuo, y tan grandioso, y tan estimado, y lleno de tanta hufania con su prision, y tan gozoso[Pg 223] con su herida, y tan alegre con sus mortales dolores, que ni quiere buscar cómo salir de ellos, ni hazer semblante de acatamiento menos que a tanta majestad. E ansi ni vos tendreys en mucho el no auer os yo obedescido, ni essa señora me culpará en ansi me auer en su presencia (como absorto y oluidado de mí) desacatado con desenvoltura en el hablar, y firmeza en el llamar me por suyo, y a ella por mi señora, aunque ella de esto sea injuriada, pues en ello soy yo el bienauenturado y gozoso.

Just.—A, señora, pues no oso delante deste cauallero sino llamar te mi señora, ni yo puedo suffrir que en tu presencia tal me tracten, ni delante de quien ansi me deshaze osaré parar más, por esso me da licencia e yre por vnas horas que oyendo missa esta mañana se me quedaron en la capilla, porque viene gente y no me las tomen. Y vos, cauallero, mirad que aun no os doy entera soltura para que sin mi licencia hableys a otra dama.

Bel.—Anda, maldita seas, chocarrera, y estate queda, que pensará esse cauallero que hablas de veras.

Flor.—Ni yo sé, mi señora, con más de sola vna que tiene mi coraçon tener veras, ni con vos puedo tratar debaxo de alguna burla.

Just.—Ay, señora, señora, mezquina yo, qué toro tan lleno de garrochas viene de hazia el rio! Huye, huye, acojamonos a la iglesia, que yo no oso parar aqui más.

Bel.—Cauallero, por vuestra fe que passeys vuestro camino, que mi compañera se me ha ydo, e yo me voy a poner en saluo, aunque las piernas me ha cortado el temor de tan feroz animal; aun que viene algo lexos.

Flor.—Mi señora, el toro se ha passado a nado huyendo. E pues los otros en vuestra ausencia han muerto por vos, este morira en vuestra presencia por el que los dio a la muerte, más muerto que ellos, por vos.

Bel.—Ay sola de mí, que soy muerta, que hazia acá encamina!

Flor.—Más solo me hallo y más muerto sin vos, aunque me sustenta la fuerça de vuestra hermosura. Pero porque veas, mi señora, qué fuerças son las tuyas, que ansi temes a vn bruto animal, y a mí tienes tan sin temor tal parado, suplico te veas cómo las fuerças del tu vencido quitarán la vida al que ha puesto temor a quien sola yo tanto temo.

Bel.—Ay, por vn solo Dios, que no tomes debate por mí, que me puedo acoger a seguro, tan a tu peligro con quien no sabe hazer differencia de merescimientos.

Flor.—Hará la, aunque no quiera, del poder; y sin te mudar, me perdona antes que más llegue, porque se viene hazia nosotros, y muy denodado.

[Pg 224]

Pol.—Anda, anda, mi señora, que agora el temor del toro te puso en la prision del que tú tienes tan muerto.

Just.—Sin falta que son grandes y muy a cada passo vuestras muertes. Pero dexame, triste yo, que ni sé qué fue de mi señora, que pense qne venia tras mí, y dexo la sola, y lo hize mal, y tampoco yo me recataba de ti.

Pol.—Anda, mi vida, acojamonos a la iglesia, que ella allá tiene quien le va más que juramento en guardar la.

Ful.—Cata, cata, qué fiero toro! y por las reliquias de sant Saluador de Oviedo, que es Floriano con él. O, hi de puta, pues qué animalejo! que no hay cosa de que yo más tema en esta vida, despues de temer a las superiores potestades. Pero pongo me a cauallo por sí o por no, que este quatrupeo me pondra tierra en medio. Pero o, hi de puta el diablo, qué soltura y destreza y coraçon y fuerça de hombre que ansi le esperó, y de solo un golpe le ha desjarretado. Pero tal mirador tiene! muerto le deue de quedar, que ya se torna limpiando la espada. Agora que sé que el toro no vendra por acá, me torno a mi officio la barba sobre el hombro y los pies en primera.

Bel.—O, qué hazaña y soltura de cauallero! o, cómo no sé por qué vias soy violentada más y más de cada momento a le amar! Y pues él se torna para acá, y no excuso rendir le gracias por lo hecho, y tengo buena occasion para le hablar, quiero intentar de saber sus desseos, que tanto en todo y por todo publica ser en mi seruicio. O, bendito el Señor que te libró! En merced tengo, señor, lo hecho, por la parte del temor que me quitaste, y pena que tenia de te ver yr a tanto peligro.

Flor.—Nunca pensé merescer, mi señora, tanta piedad de vos, ni verme tan viuo delante de quien me mata.

Bel.—Y quién es la persona que ansi se ha con vos?

Flor.—Ay, angel mio! que si tal merced de ti me atreuiera a pensar de alcançar como es el hablarme, tuuiera pensado el cómo responder a tu pregunta.

Bel.—No tengas en tanto la habla, que a nadie aborresciendo la niego.

Flor.—Por merced grande tengo el hablar me; pero por principio de mi aliuio tengo el saber que a nadie desamas, porque ansi pienso que no ha sido tu intencion en lo passado que yo muriesse, pues tu clemencia a todos querria dar vida. De donde pienso que si fueras antes sabidora de mi pena, y supieras el ser por ti, y conocieras el ser tú la causa, que si no por yo lo merescer, a lo menos me vuieras acorrido por tu benignidad, sentiendo pesar de la pena de mi atreuimiento. Porque a yo más acabar de morir, mi tormento atreuido fuera pregonero de mi culpa e tu innocencia.

Bel.—Pues tan al descubierto me dizes que yo te doy pena, querria saber tu nombre, para conosciendo te conoscer si tú tienes la culpa de la pena que dizes que tienes.

Flor.—La pena que yo he padescido, confiesso que ha sido merescida, por el atreuimiento deste tu Floriano; pero pues tu hermosura dio alas a mi atreuimiento en te yo amar, suplico te, como por cartas te pedi, que en el gualardonar mis tormentos, no teniendo respecto a mi culpa, la tengas[677] a tu misericordiosa compassion, y con ésta detengas las fuerças de tu justicia no executando tu riguroso castigo. Y si quieres castigar me más y más, si mayor castigo puede auer en las carceles de amor, propon de me dar en el suffrimiento mio mayores fuerças tuyas para que, en mí tu indignacion executando, seas más vengada, si tu merced en me atormentar es seruida, e tu benigna misericordia no injuriada.

Bel.—Antes de agora vuiera yo de conoscer, Floriano, quién fuesses, cuyo nombre tus atreuidas cartas me auian dicho. Pero mira, Floriano, que si tú como hombre buscas tu desatinado descanso, yo como donzella mamparo mi delicada honra. Y si tú buscas la consecucion de tu infectionada voluntad, yo defiendo mi libertad. E si tú quieres guiar tras tus venenosos y no limpios desseos, con tu amor desamador de mi honestidad, yo tengo de cerrar la puerta a toda habla que ni a mi ánimo trayga limpieza ni a mi spiritu reposada castidad. Por tanto como a hermano en tal amor te ruego me ames, si me amas, y me quieras bien para mi bien, y no de suerte que queriendo me, quieras mal para ti y peor para mí. E con hazer tú esto, podras ganar en mí vn amor que a bienqueriente de mi honra te tendre. De otra guisa, desamarte he como a enemigo de virtud, y perseguidor de mi honra, y menoscabador de mi limpieza, y matador de mi innocencia en mala inclinacion, y derramador de mi fama, y destruydor de mi reposo, y asolador de la casa de mi padre, y ensuziador de mi alta sangre. E si te han mentido de mí otra cosa, desapega la de tu imaginacion. E si te han dicho que me pesa de tu mal, si tú lo entiendes como yo quiero y pretendo que lo entiendas, sey cierta que tú me tendras que agradescer, e yo occasion con que más y más te mostrar por las obras el limpio amor de mi voluntad senzilla. Y si eres hombre, yo muger, y entramos hechos para Dios y formados a su imagen, y criados para gozalle, y obligados a amarle, y en él a nosotros, y a nosotros por él y para él. Y si holgué de verte, fue por desengañarte. Y en esto (concluyendo mi plática) verás quán en limpio amor te amo, que tu bien vees me he esforçado a forçarme a te hablar sola sin te auer aun conoscido. E pues te consta mi voluntad, si te guiares por ella, procuraré tu salud, holgaré de tu bien, buscaré tu descanso, acceptaré tu conuersacion, oyre tus mensajes, respondere a tus castas peticiones. Pero de otra manera, aborrescere tus costumbres, huyre tu persona, blasphemaré tu nombre, euitaré tus hablas, quitaré tus visitas, perseguiré tus fuerças por assegurar mi flaqueza, y desamaré y oluidar me he de tu salud exterior, por no perder la mia interior.

Flor.—No menos sabia te has mostrado, mi señora, en el hablar, que honesta en el rehuyr me, y hermosa en el mal herir me, y poderosa en el matar me, y señora en el mandar me, y paciente en el oyr me, y sagaz en el despedir me. Yo me doy por pago de lo que padezco con el dezir que me amays, aunque no es el amor que yo pido, pues es más del que yo os merezco. Pero todavia te suplico que, pues ausente, como a proximo necessitado, me mandastes este tu anillo, cuya virtud por solo ser tuyo me reuocó de las puertas de la muerte, que agora que me has visto presente no permittas que mi gran fuego de pena me consuma, siquiera porque se vea, mi señora, que, como pudiste herir me y matar me, puedes tambien sanar me y dar me vida; y de oy más sustenta mi vida para que en mí executes tu saña con el castigo, si otra cosa no te merezco. Y esto siquiera porque, pues yo me publico por tuyo, vean los que no lo son quán bien sabes tractar a los tuyos, para que todos lo cobdicien ser, aunque yo solo lo querria tener por mio, porque solo me tuuiesses por tuyo.

Bel.—Ya te di seguro del amor que te tengo y tendre, mientras tu mal gouierno no lo perdiere de mí. Y con esto te ve con Dios, que sale Justina y vendra mi gente, y no quiero sospecha donde yo no tengo occasion, ni la quiero en ti.

Flor.—Sin más altercar a tu mandado, quiero hazer vuestra voluntad en me yr bien contra mia, pues jamás saldra de tu seruicio: cuyas manos besando, me despido de tu presencia, encomendando se te en ausencia este tu Floriano, que agora que me encomende a ti, me voy al templo a encomendar a Dios el alma, y a ti, a quien encomiendo mi coraçon.

Just.—Anda ya, señor, que estas no son cosas para tractar en este lugar. Baste, que en el jardin, y a la hora que te aplaze, hablaremos lo que queda. Y mira que viene tu amo acá; yo quiero dexarle entrar, e yrme sin que me vea para mi señora.

Pol.—Pues con esperança de la yda me voy a la puerta de la iglesia, do él mandó esperar le.

[Pg 225]

Bel.—Anda ya, Justina, maldita seas, y cómo me dexaste sola?

Just.—Mi señora, fue tanto el temor que cobré al toro, que con pensar tambien huyeras conmigo me acogi; pero y el toro?

Bel.—Anda, vamonos a la ribera con las mugeres y dame la mano, porque tractemos de yrnos para casa.

Just.—Pues si mandas, daca, y vamos; pero ay, que está alli el toro.

Bel.—No le ayas temor, que aquel cauallero le mató, y aun muy desembueltamente.

Just.—Pues vamonos por par de él y veremos le.

Flor.—Dy, Polytes, vino gente alguna mientras alli estuue?

Pol.—Señor, no.

Flor.—Y qué hora será?

Pol.—Señor, seria poco más de la vna quando llegamos, y los monges han dicho sus visperas ya, y aun ha dado las quatro el relox.

Flor.—Pues no me paresce que ha media hora que llegamos. Di a esse moço que me trayga el cauallo.

Pol.—Señor, ya viene con él, que siempre ha estado alli cerca Fulminato.

Ful.—Boto a la sancta Litanía que se acogieron las damas; y helo sale muy deuoto Floriano; alla voy con el cheuao (sic).

Pol.—Por Dios, que barrieron presto las señoras, y Floriano no sé qué ha negociado, que va mustio, y aun él que tuuo harto tiempo, si fue para ello. Aunque quiça que hizo algo, no le quiero condenar para poco, pues yo fuy para harto menos, aunque a la verdad la reuerencia del sancto lugar me ató las manos donde andaua bien suelta la voluntad.

Ful.—Cómo va hecho mudo nuestramo; di, hermano Polytes?

Pol.—Y con quién ha de yr hablando, pues con nosotros la disparidad de las personas lo estorua?

Ful.—O, pesar de la Berberia! y cómo, no soy yo hombre que por mi persona puedo hablar con el rey? Cata que la sangre todos la tenemos bermeja; pues la casta? de Adam baxamos todos, que no está en más la disparidad que llamas sino en el tener. Sí que el yr a cauallo, y lleuar ropa de seda, y cadena de oro, no nascio con el hombre; y como lo tiene aquél, lo podia tener yo. Pues si por hazañas se gana la casta y valor, ya puede Fulminato tener más blasones que cabran en vn paramento. Pero al fin, como no me conosce ni estima el rey y el mundo, ansi me yre a pie.

Fel.—A, hermanos, qué ha passado por allá? que yo dormido he vn rato atendiendo, y aun por poco que fuera, como los más lo hizieron desque hartos de aguardar.

Ful.—A la fe, si tú y ellos estuuierades en vela como Fulminato, guardando el cuerpo a Floriano, no os enhadara la ociosidad con el cuydado de las armas y el peligro de la vida; pero al fin todo es dicha este mundo.

Fel.—Alguna razon tienes; pero por tanto eres de a par del asa. Aunque si mal vuiera de hauer, nosotros estauamos los primeros en el passo por donde auia de venir.

Ful.—Essa disputa más tiempo pedia para dezir se; pero ya estamos en casa, y entendamos en apear a nuestramo.

Flor.—Oyes lo, Fulminato? de aqui a vn rato sube a mi camara.

Fel.—Cata, Fulminato, como yo acerté en que eras de a par de el asa; pues alto, cada vno entienda en lo que deue.

NOTAS:

[677] Asi el original, quizás sea errata; por lo tengas.


[Pg 226]

ARGUMENTO DE LA SCENA XIX

Lydorio pregunta a Fulminato lo que passó en Prado. Floriano haze gran lamentacion de su pena y quiere embiar a Fulminato a su señora, el qual escusandose le manda llamar a Marcelia.

Lydorio, Fulminato, Floriano.

[Lyd.]—Dime, Fulminato, qué nueuas tenemos? cómo ha venido tan mustio Floriano? qué successo vuo la yda?

Ful.—No sé por Dios; porque quando solo me vi, y alla vi la dama...

Lyd.—Qué dama?

Ful.—La que nos trae dansantes sin son: y digo que quando conosci la cosa como yua, se me alegró el ojo, y juro por las bendiciones de la letania que ya me bullia la espada en la vayna, y al cabo mi gozo en el pozo, porque no vuo persona de resistencia.

Lyd.—Y Floriano habló ya con la dama?

Ful.—Y cómo ansi; que bien dizen que a los bouos se aparesce la virgen Maria.

Lyd.—Calla en mal punto; no desmandes la lengua contra quien te mantiene.

Ful.—Digo lo porque da Dios hauas a quien no tiene quixadas. Porque si en mi poder la viera, en la meytad del tiempo que él gastó con ella en circunloquios, la tuuiera yo encinta; porque al fin yo juro por ella que le querra más buen obrador que buen parlador: porque dizen que gato miador nunca buen murador.

Lyd.—Mira que todas las cosas quieren sazon y tiempo.

Ful.—Y aun ansi es, que quien tiempo tiene y tiempo atiende, tiempo viene que se arrepiente. Y mejor es buscar suelda para lo hecho que tiempo para lo por hazer, porque el ser mejor es en las cosas, que no la potencia.

Lyd.—Dizes bien en las bien guiadas.

Ful.—A la fe, todo hombre obra por el fin. Y el fin de Floriano es venir a lo que yo començara por la obra, porque excusados son rodeos donde ay llano atajo.

Lyd.—Nunca verás atajo sin trabajo.

Ful.—Ni aun rodeo sin desseo; al fin, de dos males, mejor es el yerro en el hazer que no el yerro por esperar. En especial que, segun la troba, los yerros por amores son dignos de perdonar.

Lyd.—Dexando pues esto, yo seguro que deue de hauer algun aliuio, pues sobre hauer precedido esso, te manda llamar de prisa. Ve, pues, a ver qué te quiere.

Ful.—Voyme a armar; que él no me querra sino que le vaya por la dama allá sobre noche.

Lyd.—Lo que fuere allá lo sabras; entra dentro.

Ful.—Pues porque aya tiempo para me apercebir, voy.

Flor.—O captiuo amante, cómo ahora del todo has conoscido tu poco valor, pues tan despedido vienes de tu señora, y tan sin confiar remedio en lo que esperauas! O mi señora, o mi bien, o, qué gracia mostrauas en la compostura de tu honesto semblante! o, qué señorio en la persona, o, qué grauedad y majestad en el retraerme, o, qué compendio en las palabras y qué elegante facundia en las razones! Ay de mí, que el tú despedirme me lleva más para ti, y el combidarme a la guarda de tu honestidad, con tus dulces y amigables palabras, me pone mayor desseo de te ser en esto enemigo. Porque o tú me tienes de acabar la tan penada vida, o has de perdonar mis tan importunas querellas; porque mientras más virtudes y gracias veo en ti, más de la razon soy lleuado, y más la voluntad me combida quererte, y adorarte, y seguirte como a objeto final de mis presentes desseos. Bien puedo morir en el campo del amor, pero no dexaré, mi señora, de publicar me por dichoso tu captiuo, y a ti declarar por injuriada en ser mi señora, y ansi, vida mia, huelgo que me acabes de matar, porque gane mi victoria el triunpho de mi pelea, y la gloria en acabar la vida en seruicio de quien me le da. Y ansi yo muriendo haré fin a mi penar, y tú, mi señora, quedarás libre de mi captiuerio, que en tu prision dulce passo, pues ya no tendre en qué te ser molesto. Pero qué digo? qué hablo? de qué me querello? de quien tanto fauor me ha mostrado en querer me hablar? Perdona me, vida mia, que gozoso de tu vista se me ha desmandado la lengua a dezir lo que no le dieron licencia, ni yo ingrato le vuiera de dexar pronunciar.

Ful.—O, pesar de Mahoma con hombre tan sin acuerdo, que haze de passear, y sin verme a mí presente habla con la otra, por auentura bien sin memoria de el que está ausente. Agora deue hablar con ella lo que ayer lleuaba pensado y no osó en verse delante ella. Quiero despertar le de su oluido, si no aquí me estaré oy. A, señor, mira que ha rato estoy esperando tu mandado.

Flor.—O Fulminato, y ay estauas? mira quál deuo estar yo que aun no te auia visto; pero qué quieres?

Ful.—Otra vez a doze; vengo a ver para qué me llamaste.

Flor.—Ya sé que te llamo para ver qué sientes de mi mal y qué esperas de mi remedio.

Ful.—De lo primero, por sentir tanto, quisiera que me vuieras dexado libre, y ansi supiera responderte a tu remedio.

Flor.—Y qué licencia quieres?

Ful.—Para dexarme hazer a mi modo, que allá donde estaua ayer contigo te tomara la señora y te la pusiera a ancas del cauallo. Y con poco que la ayudaras a tener, ella fuera buena de aplacar; y en guardar te el passo[678] dexarasse a mí, pues estas son mis missas.

Flor.—Y tú no miras que en esso se offendia la libertad de quien a mi me aprisiona?

Ful.—Anda, señor, no te captiues tanto, que ella, como muger, hecha fue para el hombre.

Flor.—En las otras ansi es, pero a mi señora criola Dios solo para sí, y a mí solo para ella; y como Dios sapientissimo inclina cada cosa para su fin, a la piedra en yr a lo baxo, y el fuego a lo alto, y la tierra para ser pisada, y el mar para habitacion del pece, y el mundo para seruicio del hombre, y al hombre para la bienauenturança, y como para mí, por particular priuilegio, como por tal fin en lo desta vida me deputó Dios a mi señora por objecto, ansi la amo, ansi la busco y ansi la quiero, como cada cosa busca su conseruacion.

Ful.—Ni a mí me crió Dios para tantas rhetoricas, ni a ti para menos que Dios; y ansi me di luego lo que quieres que haga, porque tambien me dio Dios por natural el poco hablar y el mucho obrar; y si mandas concluyda la prouança, sea luego la sentencia el mandarme que te vaya por ella.

Flor.—Esse tan libre hablar no es para contra tal poder como el de mi señora; pero dexando de hablar como mi pena y la razon lo pide, y hablando segun tu supuesto requiere, te querria me supiesses cómo queda mi señora conmigo.

Ful.—Bien digo yo que este hombre agora habla lo que lleuaua pensado entonces. Dime, y quién mejor que tú sabra esso, pues que la hablaste ayer?

[Pg 227]

Flor.—Sí que no luego se conoce vn coraçon humano.

Ful.—Pues si mandas que en su retraymiento lo sepa de ella, dame licencia.

Flor.—Pues antes que sea más tarde la noche, ve y sabe qué tal vino, y todo lo que tú más pudieres.

Ful.—Bien sé yo que ella quedó descontenta, si no quedó dueña, si, con todo, otro no auia ya madrugado antes; porque al fin damas: el que antes llega y más da, la lleua.

Flor.—Qué dizes? no vayas de mala gana.

Ful.—Bien me has conoscido y entendido; antes dixe que me hazes merced en lo mandado, y seria cumplida la merced en darme ya lugar; porque por el sancto cerrojo de Burgos que no escuso oy de darme a conoscer con los de su casa, que me traen ya sobre ojo: e yo pica viento por tener la oportunidad que agora para que del todo me conozcan y aun ayunen.

Flor.—Pues mira que esta cosa no ha de yr por via de fuerça.

Ful.—Pus para esso, el paje Polytes ha de yr allá esta noche sobre concierto de la su donzella. Pero al fin, acudiendo a lo que haze al caso, voy [a] hallarte a Marcelia, que ya sabes para quánto es, y aunque ya ella no saldra de su casa por agora, pero luego por la mañana te la hago venir dando de manos.

Flor.—Pues ansi lo pon por obra, y ve luego, llama me a Polytes.

Ful.—Alla quedarás diablo, y qué pensado tenia que auia de yr yo donde me mandaua. A la fe, auise el pelo, que a mi saluó de honra y persona y ganancia, y aun sin offensa de Dios, seruirele porque me lo paga. Y en lo demas, él con su locura e yo con mi prouecho y vida. Y pues por el presente me libró Dios deste moledor, será bien yr a dar vn ojeo a la cal nueua, porque la presencia del hombre quita a la muger de muchas occasiones de deslealtad. Pues dizen que al molino y a la muger, andar sobre él. Y despues desto, tractaré con Marcelia destas cosas de Floriano, y si ella queriendo entender en ello piensa sacar algun fructo, yo le dare soga de libertad; pero de lo que sacare, a medias, y aun mi parte la primera, que, si yo puedo, con las manos de aquella boua sacaré yo agua con que me yo refresque. Que pues ya la cosa se va vrdiendo, yo haré que por mal recatado no me alcançe algun torbellino. Y en lo de mas, pues me tengo buen arrimo en Marcelia, y aun no tan viejo que no me sustente este año todo, para el otro, si viuos somos y acá estamos, Dios proueera de algun fresco. Y en tanto, pues ella me guarda lealtad (que tan poco le cale menos) pues bien ha de madrugar quien a mí engañe, porque dizen que no hurtes hogaça a quien cueze y amasa, quiero lleuarla a sobre peyne, porque dizen que el que mucho exprime saca la sangre. Y ansi yo tanto la podre acossar, que me pierda el temor al castigo, y la verguença al offender me, y entonces perderse ya rozin y mançanas; porque quien todo lo quiere, todo lo pierde. Quiero ver, pues, si Felisino querra encaminar para allá, porque ni lo quiero aguardar para más noche, ni aun sé bien si Felisino perdio bien el enojo de estotro día, que aun no me mira catholicamente; que paz querria con todos, y más con las tauerneras. Y con todos querria a mi saluo mi ganancia, que tambien Pinel aun anda algo de costana, porque alli los vi estar hablando a solas los dos, y tengo por ruin señal que en verme se traspusieron. Voy los buscar para ver en qué ley viuimos.

NOTAS:

[678] Así el original, mas parece que debiera decir y el guardarte el passo.


[Pg 228]

ARGUMENTO DE LA SCENA XX

Belisea descubre á Justina sus bascas y mal, y entramas platican de dónde proceda el amor en el hombre. Justina descubre a su señora el concierto que entre ella y Polytes auia, de hablarse essa noche. Y conciertan de que le hable Belisea al paje, porque sepa de Floriano.

Belisea, Justina.

[Bel.]—O donzella triste y la más sin ventura de las mugeres! Ay de mí, que no sé en qué han de parar estas mis vascas: que si quiero dar alguna razon de mi mal, no la conozco, ni la alcanço; si propongo dissimularlo, no es possible. Mi recogimiento, mi honestidad, mi limpieza me hazen no saber cómo pueda, ni ose, ni sepa hablar la lengua lo que el afligido coraçon le manda. Pues la razon acompañada de mis antiguas virtudes me da sofrenadas para que lo que la concupiscencia platica y representa a mi memoria, mi limpia voluntad lo despida, y mi castidad lo destierre, y mi honestidad lo huya, pero ay de mí, que con la memoria de aquel cauallero me siento muy acouardada y perezosa y soñolienta a la virtud. Ya mis desseos dan lugar a mi entendimiento para que se esté ceuando en su contemplacion, mis ojos lloran por verle, y todos mis sentidos exteriores pierden su officio para no estoruar a las potencias interiores que se harten, y ceuen, y sustenten en aquella meditacion que la voluntad toma por final descanso. Y esta meditacion y esta gloria no me prouiene sino de parte de aquel cauallero: que mi voluntad ansi le ama, que manda a mi memoria no partir de sí, aunque mi honestidad algo resista; pero no como de primero, porque ya se halla muy debilitada de sus primeras fuerças. Pero grande es mi mal, pues ansi me siento affectionar a lo contrario a mi honestidad y honra, y pues ya la razon en mí predomina, quiero obedes er y seguir tras la sensualidad, y ansi sanaré lo acessorio, que es el cuerpo, con la muerte de lo essencial, que es el alma. Determino me de no lleuar tanto mal a solas; pero descubrirme a Justina, para que como cuerda me encubra, y como fiel y libre de tal rauia me busque algun remedio, o a lo menos aliuiarme en algo, pues el mal conmunicado con el amigo se disminuye, y el bien y alegria cresce.

Just.—Grande es el mal de Belisea, pues ya discae la guarda de su honestidad; y pues ella (como he oydo) quiere comunicar me sus cosas, quiero le salir al camino, porque, yo preguntando a ella, tenga occasion de me lo dezir con menos empacho. A, señora, qué hazes a solas? por tu vida que te pongas a esta rexa deste jardin, y oyras el armonia de las aues con el frescorcito de la noche. Y mira que andas muy descaida y te haze daño toda soledad y tristeza, porque dizen que el espiritu triste seca los huesos, y el ánimo jocundo haze la edad florida.

Bel.—Ni yo puedo tener atencion a la armonia de las auezillas, por tener yo como absortos y muy occupados los sentidos en la contemplacion del suaue sonido que hazen mis pensamientos en la cosa que más me deleyta. Y tambien no pienso que ay mal que mal me haga, pues tengo vn mal que con le tener por gran bien, me tracta de muerte.

Just.—Veo te tan agena de ti, que no sé qué te diga, mi señora.

Bel.—Ay, Justina, qué gran llaue de mi mal tocaste, que es no estar yo en mí. Y pues te tengo por secretaria de mis congoxas, las quales dan exterior muestra y muy clara de no ser yo la que gouierno en mí mesma, excusado será callar lo que querria saber dezir te.

Just.—Esso, pues, si mandas me aclara cómo sea ansi que no te gouiernes tú a ti mesma, aunque bien sé que Dios es general causa y concurso de todo acto de vida; y ansi él es el que en nosotros nos gouierna. Pero junto con esto proueyó al hombre (sobre todo otro animal) de vna razon discursiua, que al hombre gouierne como un ayo, guiandole a la conseruacion del natural ser y vida, y junto con esto para encaminalle en el camino de la inmortalidad de gloria. Y a este amor y para este gozo inclina Dios al hombre como para el fin porque fue criado. Y ansi la concupiscible voluntad o potencia regulada por la razon inclina y guia y lleua al hombre para Dios por vna manera de fuerça de amor.

Bel.—Pues bien sabes tú que vna de las obras de essa virtud que tú llamaste concupiscible, que al hombre inclina a buscar descanso, es el desseo. Y desseo no es otra cosa saluo vn querer el hombre lo que no tiene.

Just.—Oydo he que esta virtud concupiscible tiene obras en tres maneras, que son: desseo, gozo y amor. Y el desseo, en quanto obra desta virtud, encamina el bien con voluntad de delectacion.

Bel.—Tú me vendras a lo que yo digo; por manera, que el desseo ha de ser de delectacion, y de cosa que la persona que dessea no tenga. Y porque yo querria lo vno, y lo otro me falta, de aqui es que por buscar el tal bien con delectacion o gozo, amo el oluidarme de mi, por acordarme de...

Just.—Dilo, dilo, mi señora, que yo tambien soy muger.

Bel.—Ay, Justina, que ya bien veo que ha de poder más en mí la necessidad que la honestidad. Y pues son escusados contigo rodeos, sino que sepas que ha querido mi ventura que desseo ya oyr nombrar el nombre del que tú me trayendo algunas vezes a la memoria, fuiste retrayda de mí, como perseguidora de mi libertad, la qual yo he perdido.

Just.—Cúyo nombre, mi señora? el de aquel buen cauallero Floriano? Ay, Jesus, y cómo desmayas ansi?

Bel.—Porque enflaquescen ya las virtuosas fuerzas de mis castos y limpios desseos y firmes propositos, y leuantan su estandarte en mi homenaje muy victoriosos mis enemigos malos desseos con la memoria de ese cauallero. Al qual por vna violenta fuerça que me haze la virtud concupiscible (de que me hablaste) soy forciblemente, queriendolo yo, lleuada y compellida a le dessear y amar, y no sé cómo, ni de dónde, ni en qué, ni por qué, ni para qué.

Just.—A la fe, esse tal concupiscible apetito no le baptizes ansi, que no se llama desseo, porque el desseo, en quanto es obra desta virtud, si es guiada por la imperante razon, llámase como tú le llamas desseo. El qual ordinariamente se toma por cosa buena y de virtud. Pero quando al tal apetito le faltan estas tales condiciones, no se llama desseo, ni lo es.

Bel.—Pues yo nunca le supe en mí otro nombre.

Just.—Pues mira, señora, que te auiso que quiero que sepas, o ya que lo sabes (hablando más claro), que al tal lo llames de oy más amor, o porque mejor en ti le conozcas, y conosciendole le aciertes el nombre, porque trae en ti desordenacion de la voluntad y va perdiendo el amor de la virtud, tambien tú en ti le quita el tal nombre, y llama le amores. Y perdona me que voy poniendo la habla en singular en ti, que no lo digo sino para declarar mi intento, y no para injuriarte ni darte pena.

Bel.—Anda, que ni me das pena, ni aun siento injuria; porque no sé por qué llamas a un acto solo de amar nombre de muchos, que es amores; que aunque me paresce que aciertas a lo[Pg 229] que yo siento, pero no me declaras lo que yo entiendo.

Just.—Puesto que no lo podré mejor que tú dezir como más sabia ni experimentada, pero por hazer lo que me mandas dire lo que supiere, como más libre y desembaraçada de tal dolencia.

Bel.—Y qué dolencia es ésta?

Just.—Diz que el desorden que acarrea la declara ser vna enfermedad spiritual, propiamente mal de la voluntad, y esta ponçoña ciega endereça sus venenosos rayos contra los ojos del alma, que son el entendimiento. Y ansi diz que pintan sin vista el amor, porque vno de sus effectos y daños que haze en el paciente o herido es ceguedad de entendimiento.

Bel.—Mucho me huelgo en te oyr hablar tan delicadamente; pero querría me declarasses más qué cosa es esse amor.

Just.—Señora, si lo dicho no basta, la experencia (según voy viendo) te sacará maestra en lo de más. Porque ni para entender tu mal he menester maestros, ni consiento que más te hagas fuerça a ti mesma en me descubrir tus penas; porque sepas que estoy muy al cabo de lo que es, y tambien presumo lo que ha de ser. Y ansi te prometo buscar aliuio a tu mal y alegria a tu tristeza, y despues tomarás tú el remedio que tu enfermedad pidiere y a ti paresciere mejor.

Bel.—Gran consuelo es esse; pero cómo lo cumpliras?

Just.—Embia, señora, a llamar la que tramó la tela, que essa mesma la texerá.

Bel.—Por tu fe que, pues no soy ya la que solia, y tú dizes que mi mal cegó el entendimiento, que no me hables por figuras lo que quisieres que te entienda.

Just.—Digo que mandes por Marcelia, que podra hazer mucho a tu caso. Ya bien me entenderas, y entiendes que te entiendo.

Bel.—Ay, mezquina yo, que ni me deues dezir lástimas, ni querria me diesses pena sobre pena. Y si quieres dar me la con que más me aliuies, dame la muerte. O si quieres granjear me la vida, trae me á Marcelia, y muy en secreto y muy en breue, porque no espero llegar a la luz de mañana.

Just.—Pues tanto te congoxas por lo que luego no será possible hazer se, te quiero, por aliuio desta noche, descubriendo mis secretos, fiarme de ti, aunque como señora mia me deurias castigar mis defectos. Y sabras como a gran importunidad de aquel paje de Floriano, del qual como su muy allegado él se fia, le mandé me viniesse hablar esta noche por vna destas rexas, y ha de ser de media noche arriba, quando el sueño asegura las partes; entonces le podras hablar sin que te conozca, y saber dél lo que quisieres, pues ya viste que fue con su señor a Prado.

Bel.—Ay, Justina, que si yo (como te he dicho) me gouernara a mí mesma, ni tú en hazer esso sabiendolo yo me fueras sin castigo, ni aun de ti jamas confiara cosa. Pero agora, ya que yo quiera soltar la lengua en el retraerte, sabiendo que hazes mal, la voluntad me manda que te dé licencia para no más del honesto hablar, con que se haga lo que tú has dicho de mí sin quiebra de mi grauedad y dislate de mi honra.

Just.—Anda, señora, que Dios mediante no se tractará cosa que mal lustre tenga, porque ni yo lo haria, ni las rexas darian lugar a que las voluntades se comuniquen, por más de las lenguas en el solo parlar. Y tú yendo dissimulada sola le podras hablar, o si no, yendo conmigo, dexa hacer a mí como allá verás...

Bel.—Pues que yo ya no puedo guiar me a mí sin errar, quiero errar por tu parescer, y hagase como tú ordenares.

Just.—Pues tú dexa hazer a mí y entrate a entender en cenar, porque te recojas más antes, y ansi daras lugar a que las mugeres anticipen la hora del dormir, e yo tenga más desembaraçado lugar para lo que quiero, y tú más segura tu grauedad y honra.

Bel.—Pues que hemos de procurar euitar toda occasion de mal sospecha, quiero hazer lo que me dizes. Di que enciendan velas y entiende en que se me dé de cenar quando te paresciere hora; y mira que dexo en tu prudencia mi gouernacion.

[Pg 230]


ARGUMENTO DE LA SCENA XXI

Oyendo Fulminato lo que Pinel contaua a Felisino de lo que Marcelia passaua con el despensero, segun se tractó arriba, al fin perdiendo el enojo se van Fulminato y Felisino a casa de Marcelia, donde passan algunos entremeses de risa.

Fulminato, Felisino, Marcelia, Liberia.

[Ful.]—O, descreo de los retajados, con tantas trayciones como ay en el mundo, y que tal ha de passar como a Felisino ha contado Pinel? Vida es ésta? que se me ha de echar aquella bagassa con quantos despenseros ay, y aun que les asse yo la cena? A ella yo le cruzaré la cara, porque viua con su castigo, y al Pinel yo le cortaré las piernas, porque sepa atar la lengua. Pero al fin el diablo me mete en pleytos excusados; que ella no es mi muger, y como es conmigo puta lo será con quien le agradare, en especial que deue ser todo mentira; pues estotro es moçaluillo y arriscado, no quiero pleyto con él, mayormente que ni ellos me vieron quando lo hablauan, ni él sabe que yo sé que él lo ha dicho, para que en no se lo demandar me tenga por couarde. Alli sale Felisino; quiero dar le vn tiento, y como viere, ansi haré. Adónde bueno, hermano?

Fel.—Sigue me y verlo has, como vieres la racion que agora lleua vn moço de despensa a la cal nueua.

Ful.—No te aclares más, que lleuar me has para esso por vn cabello, aunque los tengo cortos, y sigue. Pero agora que vamos fuera, me di si me confessarás vna verdad?

Fel.—Si lo es y deuo dezirla, sí.

Ful.—Qué te dezia Pinel de mi?

Fel.—Con que te aseguro que no se hablaua de tu daño no me pidas más.

Ful.—Con esso me has quitado de le no quitar las narizes o la vida. Pero porque a dicha passando quando él te hablaua oy que me nombró, me di lo que ay, pues la amicicia sabes que la pintauan descubierto el corazon.

Fel.—No me pidas de vidas agenas, que jamas supe ser chismero, en especial que no se tractaua sino de quán bien te diga la ropa del colorado, y que quiça embiaras a Ceruantes alguno por ella. Pero dexando esto, me di como discantaua el amicicia, porque es cosa que a muchos oyo asomar y a ninguno oy el cabo.

Ful.—Aunque en mí más has de pedir obras de amigo que relacion de la figura, pero dire lo que he oydo a otros. Diz que la tenian los Patricios pintada en el senado Romano entre las otras memorables antiguallas en forma de hombre, y en edad de mancebo, con alegre rostro, con presencia robusta, la cara exempta y sin algun sobrecejo ni ruga, la cabeça descubierta, la ropa aspera y corta y no rica, los pechos abiertos, y con la mano diestra enseñando el coraçon descubierto, del que procedia vn letrero matizado de fino oro que dezia: muerte y vida; de la parte de los pies por baxo yua otro del mesmo matiz, que dezia: cerca y lexos, y por alli diz que conoscian qual era buen amigo o no.

Fel.—Pues declara lo significado.

Ful.—Ya te digo que me pidas a mí las obras, y las significaciones pide a Lidorio, que lo oy de su boca todo, y no se me acuerda ya.

Fel.—Pues con todo esso, ya estamos en la calle. Pero cata, cata, quién será el que salio de allá y tomó a passo largo la banda de arriba?

Ful.—Espera me, que cortando le las piernas le haré que te espere y tú le preguntes lo que quisieres.

Fel.—Qué determinado va el diablo! y al cabo si algo ay, yo me aure de quedar solo, aunque él no ha corrido como quien quiere pescar; quiero al fin detener le, pues veo que ama la vida como yo. A, hermano, y ansi me has de hazer correr por no te dexar solo?

Ful.—O, pesar de los Moabitas[679] contigo, y no me riesgues la ropa, que de ver tengo que vellaquerias son éstas.

Fel.—Anda, está quedo; que ni todas las cosas se han de apurar, ni todos los amigos de prouar, ni todos los enemigos de descubrir.

Ful.—Sí, que no acometo yo con esperar acorro de otro que Dios y mi espada.

Fel.—Bien lo veo; pero tampoco soy yo hombre que te auia de dexar solo. Y otra vez asegura te más si quieres prender, porque madre e hija nos han sentido, y si algo han hecho, has las preuenido para buscar suelda y trapos con que encubrir la herida.

Ful.—Y qué escusa le quitará que yo no las marque?

Fel.—Habla sin mote, que si marcares, sea tu ganado.

Ful.—Hi, hi, hi.

Fel.—Ries te? ansi lo haz siempre, y enoja te tarde, si no quieres tener siempre de qué te arrepentir.

Ful.—En cosa de honra no ay paciencia sino escrita.

Fel.—Bien dizes que los primeros mouimientos no son en mano del hombre; pero hemonos de ayrar sin peccar.

Ful.—Por ay me entras? con las ouejas me aprisco.

Fel.—Pues donde no te deuen sustentacion, no entres con enojo, ni entres sin llamar a la puerta de fuera, porque no te obligues a dar pesar, o ver con que le recebir.

Ful.—Pues llamo. Ta, ta, ta.

Mar.—Mira, ve quién llama.

Lib.—Felisino y Fulminato son.

Mar.—Pues el despensero fuese? o encontraronle?

Lib.—No le alcançó Fulminato que corrio tras él, porque le detuuo Felisino.

Mar.—Ve, abre la puerta, que el agudo a los ojos los verá, y le haré que se le antoja, porque no sea tan sentible y se haga a la carga. Porque éstos que lo blasonan todo, ansi los sé yo domar que lleuen el albarda, y aun suffran el aguijon, y no gruñan; y dar les hemos de cenar, pues nos viene de bobilis bobilis y en tanta abundancia que lo hemos de lançar a mal, y aun esto no es seguro, porque no gana la honra nada de la muger pobre y sola quando tales viandas rebosa por las ventanas. Y tú mira que muestres mejor cosplaz a Felisino, pues huelga de te hablar, pues comiença ya a bullir la ganancia.

Lib.—Voy, madre, aunque de mala gana, que más quisiera que tractaramos de acostarnos; pero asuadas que no lo haya con sorda ni perezosa mi madre, que pues ella con Fulminato y [Pg 231]con vn hato, que yo ansi con Felisino, porque bien aya (dizen) quien a los suyos semeja.

Ful.—O, descreo de Jason y aun de Medea con tal tardança; aun aun si ay algun vasiadero de puerta falsa? pero ya baxan. Quiero ablandar con Marcelia, porque de las ganancias me acuda con tercio y quinto.

Fel.—O, alabado Dios, que no nos amanescera ya en la calle; pero con tal encuentro, facilmente se perdera la quexa.

Lib.—Mas no, sino venid muy mendoças, tarde y gruñendo; aun agradesced que se os abre puerta.

Ful.—Y por qué, hermana? esse galan lleue la pena que tiene la culpa.

Lid.—Y aun porque paguen justos por peccadores, a todos hiziera yguales.

Ful.—Yo arriba me acojo, que vosotros a la lucha aureys de venir, y aun bien sé yo quién caerá debaxo, y aun quién quedará vencido.

Lib.—Nunca desborona sino malicias.

Fel.—Pues que nos dexó perdona le. Pero dime si me has perdonado el enojo destotro dia?

Lib.—Mas te turan a ti essas mañas que a mí el enojo; pero está quedo, y dexame, que está sola mi madre.

Fel.—Anda, mi señora, que allá va quien la despierte si dormia.

Ful.—Buenas noches, señora Marcelia. Mas pesar de quantas piedras y junturas y aun roturas ay en la casa del Turco, y es cosa de passar que estés en acuerdos, é yo quebrando la puerta? aun aun si mis sospechas han de salir ciertas!

Mar.—Y de qué? que vienes muy reñidor.

Ful.—De que si no pisas llano, para estas que en la cara tengo...

Mar.—Ay, el diablo lleue este rufian; quiero le halagar, no se me atreua. A la fe, sí; bien piensas que no te entiendo, que vienes corrido por el que se te fue por pies? pero quién era?

Ful.—Esso me di tú.

Mar.—Y qué sé yo, mi amor, que por tu vida no sé más de quanto aquella muchacha te conoscio en el correr y habla. Pero ay, que no ha subido Liberia. A, hija, qué hazes alla?

Ful.—Quedaua reñiendo con Felisino.

Mar.—O, maldita sea tal boua, que nunca acaba, por vn aguja que le perdio.

Ful.—Mas no le dé el otro la suya y se rompa la tela!

Mar.—Qué dizes, mis ojos? que me huelgo en ver te sin enojos alegre ya.

Ful.—No te espantes, pues por allá los coge hombre.

Mar.—Pues no los descargues donde no te lo deuen: pero espera, vere cómo no suben.

Ful.—Anda, no seas sospechosa, que pies tienen y todos son seguros.

Mar.—Sí, pero ha de dar cuenta la persona de sí, y dexame. Dónde vas, a la camara? que no ay allá candela.

Ful.—Pues ansí es menester para nuestra cuenta.

Lib.—Ay, Felisino, cómo no me deuiera yo fiar ya de ti.

Fel.—Perdona, pues tu hermosura y mi pena me dan occasion de enojarte.

Lib.—Bien sabes que la muger (mayormente donzella) que haze quiebra en la honra, que amortigua su fama y menoscaba su honestidad, e pues tú te sirues de mi honestidad para tu apetito, has de no lastimar mi honra.

Fel.—Anda, señora, que ni soy tal que todos pierdan conmigo honra, ni a ti te tendre en menos porque liberalmente me hagas semejantes mercedes. En especial que donde fuerça ay, derecho se pierde.

Lib.—Huelgo yo de te seruir, y porque tengo madre y renzillosa, agora no oso subir, lleuando mi delicto delante los ojos.

Fel.—Asuadas que no ayan estado ellos ociosos, y si algo fuere, yo responderé.

Lib.—Mas dexa me subir delante, y tú de aqui a vn poco subiras, ya que veas que yo aure puesto la mesa, porque piense mi madre que entonces llegastes.

Fel.—Pues anda, que en tanto haré yo vn poco que por aca me cumple.

Lib.—Cata, cata, y ascondido se han, y dexaron acá la candela! Buena se anda mi madre, vno ydo y otro en casa; yo pues, como boua, con vno y tarde me congoxo ayna. A la fe creo que de oy más auremos de jugar al descubierto. Quiero, pues, allegar en torno del fuego esta vianda en tanto que concluyen.

Mar.—Ea pues, dexa me salir, que anda Liberia fuera y no nos haya sentido.

Ful.—Donosos scrupulos te matan a cabo de rato; pero vamos donde mandares. A, hermana Liberia, y Felisino?

Lib.—E yo qué cargo tengo dél? pues que si no quiso subir, suya la culpa.

Ful.—Por Dios que aun sospecho que el asno nunca ha osado llegar a ella, como la deue hallar coxquilla como potranca nueua.

Mar.—Qué dizes, Fulminato?

Ful.—Acá lo ha Marta con sus pollos. Digo que está bueno este guisado, y que seria bien ablandar a Floriano, porque se le desgaje con que siempre medremos. En especial que agora vengo de su parte a llamar te, que luego por la mañana le vayas a ver, y asuadas que siempre se nos pegue de tu yda alguna ganancia.

Mar.—Pues confia en essa estaca, y verás adonde paras.

Fel.—Buenas noches, y haga buena pro, que a buen tiempo vengo, si la señora Liberia no está tan braua como endenantes; que de miedo de su enojo he dado dos bueltas a la rua, hasta que desflemasse la cholera.

Mar.—No hagas cuenta de sus renzillas, que de boua aun no sabe mostrar amor a quien le tiene. Sientate, que está el pastel grande y marauilloso, y esta cena a ti se agradesce, aunque Fulminato entra en ella primero. Y tú, hija, anda en vn salto, cierra la puerta, que la dexaria Felisino de par en par, y luego vente a sentar, y cenaremos de nuestro plazer todos juntos, loando a Dios que nos lo dio.

NOTAS:

[679] En el original, por errata, Maobitas.


[Pg 232]

ARGUMENTO DE LA SCENA XXII

Polytes va a hablar a Justina, y Pinel que le acompaña. Belisea sin darse a conoscer le habla. Justina y Polytes passan grandes pláticas. Lucendo, padre de Belisea, oye ruydo, y leuanta se a ver a Belisea.

Polytes, Pinel, Justina, Belisea, Lucendo.

[Pol.]—O immenso Dios, y si en más no tengo ver me escabullido de Floriano que hauer hecho vna gran hazaña! y quán en su seso y quán importuno estaua en el querer se yr conmigo! Descreo de tanto parlero como ay en esta casa, que apenas he dicho que auia yo de yr esta noche, e ya lo sabia Floriano. Paresce que ansi como ay hombres que tienen cuenta con la virtud para el obrar, ansi ay otros que tienen cuenta con lo que oyen para medrar. E ansi como el virtuoso meresce lo que gana por sí mesmo, ansi el chismoso, visto que no es para ganar con sí o por sí, acuerda de ganar con contar lo que otros hazen, para esperar lo que el señor le dé. Y al fin, como el señor no le contenta el mal que haze su criado, tampoco toma buen crédito del traydor que le vende los criados. Y ansi con negar lo que a Floriano auian dicho de verdad, él me creyendo, a ellos quedé por mentirosos y a mí por libre. Y es castigo justo que a los mentirosos que les cuentan mil mentiras, quando despues les contaren verdad, no tengan más crédito que la Cassandra con sus naturales Troyanos. E yo aunque mentiendo condené delante de Floriano la verdad de los otros, suya la culpa, porque ni todas las verdades se han de dezir en todo tiempo, ni a los amos y señores ha de dar hombre cuenta de todas sus cosas. Porque él sabiendo vuestros secretos de vuestra boca, sabe que ansi sabran los otros los suyos tambien de la vuestra, y ganays que ni se fie de vos y que os trayga muy sobre ojo. Pero buelto a mi negocio, él me mandó agora que fuesse y lleuasse algunos criados de casa en mi guarda, de manera que yo yendo en su nombre, hago mi facto. Y lleuo compañia la que me paresciere, sin me obligar con ellos a otro tanto, pues al fin cumpliendo el mandado de quien los mantiene, hazen lo que yo les pido y a mí cumple. Y pues yo ya tengo las armas que me cumplen y el caso pide, aunque vale más yr solo que mal acompañado, pero quiero lleuar algun moço, porque al fin el solo da occasion a que más se le atreuan. Bien está, he alli a Pinel, que es determinado a todo. A, hermano, es despues de cena?

Pin.—A tu mandado y a mi prouecho. Por esso mira si ay en qué conozcas lo que haré por ti.

Pol.—Yo te agradezco tu liberal offerta. Y sepas que me envia Floriano a vn mandado, y mandó me que no vaya solo.

Pin.—Pues no quiero que busques otro, y espera, en vn salto subo a la camara por algo que lleue con la espada.

Pol.—Y cómo, ya vienes? bien paresce que tengas obra con la palabra.

Pin.—Alomenos tendre voluntad buena; y sin más aguardar, guia.

Pol.—Mucho me obligas, hermano.

Pin.—Esto que es acompañarte deuolo al mandado de quien a ti te manda yr. En lo demas, hasta que veas en la necessidad (si la vuiere) mis obras, no me las antepagues con gracias. Porque menos se amaña hombre a hazer por lo ya pago que por lo que espera ser pago; y ansi dizen que dineros pagados, braços quebrados.

Pol.—En todo hablas bien, y fio que obrarás mejor. Y a la mano de Dios vamos de aqui, porque yendo sin testigos no tendremos juezes de nuestra yda, ni sentenciadores de nuestra tardança.

Pin.—Tú guia o dime por dónde, que hasta caer no torceré, y despues de verme caydo, harás como te paresciere en defender mi cuerpo, que muy al mando de tu voluntad lleuas en mi.

Pol.—Aunque confio en Dios de nuestra seguridad, pero porque a tu voluntad buena deue mi lengua no tener callado cosa, como porque tambien preuendras en lo que deuamos hazer, sabiendo donde ymos, y porque no seria buena amistad communicar al amigo los trabajos, y no le dar parte en los plazeres aquella que se suffre, y los que no pueden ser communicados, darle cuenta de ellos, lo qual haré yo agora.

Pin.—Mas antes, con hazer me plazer, cumple que preuenga el entendimiento para guiar los passos de los pies, y preuenir los peligros del cuerpo, porque hombre apercebido medio combatido.

Pol.—Es pues el paradero de nuestra jornada en casa de Lucendo.

Pin.—Ya, ya, no busques más testigos en contar lo que sea, pues sabiendo dónde vamos,[Pg 233] adeuino el a qué. Y tú allá puedes hazer quanto te permitieren, que yo te aguardaré quanto tardares.

Pol.—Ansi lo tengo yo de ti creydo. Pero pues estamos acá, qué medio tendre en la entrada?

Pin.—En esso me perdona, que no sé essos passos. Pero, si miraste, luz ascondieron en aquella ventana que cae hazia la esquina de la huerta, y quiça que hazen alli llamamiento de sangre. Por esso, si vienes llamado, será bien que hagas como sepan que eres venido, porque no se pierda tiempo.

Pol.—Bien dizes; pero cata que aun el relox no ha dado las doze.

Pin.—Pues qué, es menester el relox para la entrada? lo que me paresce es que mires dónde y quándo te mandaron venir, porque en estas cosas pierde se mucho en vn punto.

Pol.—Pues ansi, te digo que por esta huerta a las doze me mandaron venir.

Pin.—Pues entrar dentro? la puerta no te dara lugar, excepto si no eres cuerpo glorioso, o te ayudasse el demonio. E ansi digo que te subas sobre esta pared, y de aquella ventana donde vi la lumbre os podreys hablar, que viene a dar con el canto del muro de la huerta, o si vuiere para qué daras alli orden en descendir abaxo, aunque esto, sea muy sobre seguro.

Pol.—Tu consejo quiero tomar; pero las armas me ayudan mal a trepar la pared, e yo quedé algo baxo para alcançar arriba.

Pin.—Anda, que quando hombre auentura la vida por acompañarte, poco se auentura en que me enlodes la ropa con los pies, en que te aproueches deste mi hombro para escalera. Y despacha presto, que otra vez vi lumbre de passo, y quiça te hazen despertadores para que acuestes hazia alli.

Pol.—Pues perdona, y alto, a la mano de Dios.

Just.—A, señora, toda la gente duerme; por esso mira si te determinas[680] a yrle a hablar por aquella rexa de la esquina que cae más sobre el muro del jardin. Y luego, que da el relox las doze.

Bel.—Miraste si duermen todos?

Just.—Ve segura de esso.

Bel.—Pues sin chapines y en vasquiña me voy.

Just.—Echa te essa saboyana de grana, siquiera por el sereno.

Bel.—No podré suffrir la, que se me hará pesada.

Just.—Pues agora has de andar al prouecho y no al contento: porque ropa de seda, que es liuiana, haze mucho ruydo para en tales casos.

[Pg 234]

Bel.—Avisadamente hablas; pero paresce me que ay ruydo en el jardin.

Just.—Mala eras para yr a hurtar; espera, abriré los lienços y veré qué ay.

Pol.—Dame, hermano, la espada y rodela mia, y perdoname por un rato, que bullicio oyo a esta ventana de sobre este muro.

Pin.—Toma; desque concluyas, dame vn siluo, que por al rededor destas paredes andaré. Y no dilates tanto la plática que te halle ay el dia, y por ser visto pierdas lo mucho por no perder lo poco.

Pol.—En todo te entiendo, y lo haré como verás.

Just.—Hala[681], quién anda sobre las paredes? entrays a hurtar fruta?

Pol.—Donde vuestra lindeza estuuiere, mi señora, ni ay otra cosa que buscar, ni quien con tal guarda se atreua a hurtar.

Just.—Ay, señora, llega, llega, que él es, si quieres hablar le a solas.

Bel.—Ay, que querria y ni oso, ni tampoco tengo qué le hablar, mas de que holgaria saber si está bueno su amo; pero para qué?

Just.—Anda, señora, que obra pia es embiar a visitar los enfermos y saber de ellos. Pero llega, no le detengamos como espantajo sobre la pared. Y mira que no dilates la plática de manera que seas vista, que yo me pongo por guarda de aquella puerta de la quadra, y tú llega sin temor.

Pol.—A, señora mía, no me quereys hablar?

Bel.—O, mezquina y cómo soy forçada á hazer lo que no puede dexar de parescerme a mi mesma mal! Pero quiero condescender a esta mi passion en esto, para ver si contenta dará lugar a que en lo de mas me gouierne la razon. Quiero, pues que torna a llamar, hablarle, que él no me conoscerá.

Pol.—Por Dios que temo que soy burlado; pero qué digo? que de mano de mi señora vine, y por ella no puede salir me mal successo. A, señora mia?

Bel.—Quién soys, que ansi llamays, y a tal hora, y en tal instancia?

Pol.—Es el obediente de vuestro mandado.

Bel.—Pues dezidme vuestro nombre.

Pol.—Para qué de nueuo preguntays a este vuestro Polytes por su nombre, pues acordandose de vos se oluida de sí?

Bel.—Y quién pensays que yo soy, que ansi os llamays tan mio?

Pol.—Vos soys mi señora y la que puede mandarme auenturar la vida. Soys la que despues de Dios me puede quitar el viuir y tornar me le. Soys la que tiene las llaues de mi querer, y en cuya mano está mi coraçon, y en cuya libertad mi subjecion, y en cuya hermosura mi memoria, y en cuya misericordia mi libertad; soys a mis ojos la flor del mundo, y en quien la hermosura está más encumbrada; pues vos, mi señora Justina, soys espejo donde todas las damas conoscen ser faltosas, y cualquier amante halla mil causas de se os rendir por captiuo de vuestra hermosura.

Bel.—Sin duda que essa dama que ansi loays os deue mucho, y a ella todas las mugeres deuen loor, por ser ella muger entre ellas, y que ansi pone en ella el estado mugeril gran corona de gloria. Y dado que yo y las demas os deuamos poco seruicio, pues a sola essa que vos amays days la gloria, y a las demas los defectos; pero porque os conozco que estays bien empleado, y por ser cuyo os publicays, holgaré hazer os todo complazimiento.

Pol.—O, cómo la affection no da lugar al entendimiento todas vezes a hacer su operacion! y ansi yo agora he hablado sin saber con quién, aunque la fe que tengo en la palabra de mi señora no me da lugar a sospechar que me pueda succeder auiessamente, y porque ésta con quien hablo me paresce Belisea, quiero saber con quién lo he. A, señora, si mal he hablado, os suplico por el perdon, con dezirme quién soys.

Bel.—Ni a vos haze mucho al caso mi perdon, ni el saber mi nombre, pues no me conoscereys; baste que me conozcays por muy seruidora de la que tanto y con razon vos loays. Y porque sé yo lo que ella vale, tengo por cierto que en ser vos tan suyo aurá ella escogido conforme a su valor. Y ansi os quiero hazer tal seruicio, que os quiero auisar que no penseys que os ha burlado quien os mandó venir, pero por estar ella aun occupada, que Belisea la ama tanto que no la parte de sí, me embió a mí a que os auisasse no tomeys pena con su tardança, porque ella será luego que se desembarace de con Belisea mi señora, que anda algo mala. Y pues yo hize mi mensaje, porque conmigo no gasteys tan mal empleado tiempo, me dad licencia, yreme.

Pol.—Señora, fuera del merescimiento que vuestra persona en el hablar representa, por venir en cuyo nombre venis me tendreys a vuestro seruicio, y tengo por muy buena occupacion la mia en semejante gastar de tiempo; pero suplico os me digays: qué mal es el de la señora Belisea?

Bel.—No ay quien entienda su mal.

Pol.—Pesame de ello; pero pluguiesse a Dios que fuesse del mal de Floriano, por su mal apiadarse de los pacientes.

Bel.—Por vuestra fe que me digays qué mal tiene vuestro señor, para ver qué mal es el de mi señora.

Pol.—El está enfermo porque ella está tan sana, y él está sujecto y captiuo por ser ella tan libre.

Bel.—No penseys qne tengo tal entendimiento que os entienda si más no me hablays claro.

Pol.—Por Dios que toda via digo que es Belisea!

Bel.—Pues no quereys dezirlo?

Pol.—Señora, no sé si abrá más orejas de las vuestras, pues las paredes suelen oyr a ratos.

Bel.—Ved vos si de allá ay seguridad, que acá todo está saneado esse temor; por esso me dezid del mal de esse cauallero, que acá todas pesaria dél, aunque los hombres sabeys dezir que moris y moris, y deste mal que os quexais los menos entierran; ansi que, mientras viene la que esperays, pues no tenemos en qué, occupemos el tiempo yo en oyros y vos, galan, en dezirme esto.

Pol.—Bien creo yo, señora, que deueys de ser tan cruda como las otras; pero por no tachar lo que no sé loar, por no os conoscer, digo: que en Floriano, con tener tantas gracias repartidas de Dios y tanta prosperidad de bienes naturales y adquisitos, pero veo que todo le es nada en comparacion del daño que le haze acá essa señora Belisea; porque ni le oyen hablar sino de ella, y todo es loarla, y todo es morir por ella. Tanto que si yo a ella no viera ser tan hermosa, a él tuuiera por sandio en pasar tal, como a ella tengo por cruel en dexar perder ansi la flor de la caualleria, aunque no ay quien sepa bien su mal, porque él se tiene por tan ganancioso en padescer, que si no es a quien tiene muy gran necessidad, no dira qué siente, pero a todos loará lo que ama, y ansi no sé, señora, qué os dezir de Floriano y Belisea, sino que él es su martir de ella, y ella la más libre y cruel para él, que a no ser mal nombre para tal dama, dixera que era verdugo de amor.

Bel.—Pues aun si bien supiessedes qué entera y libre muger es! Pero por qué la culpays? pues quiça o ella no sabe su mal, ni deue de caer en obligacion a le socorrer. Pues que passe nadie por mí lo que yo no le mando, ni soy occasion, qué culpa le tendre? mayormente que esse cauallero fingira esse mal por mi señora: porque tales son las condiciones de los que saben estimar la honra de vna muger, y tal muger como Belisea.

Pol.—Por Dios que me desatina esta muger, y que no creo que es la que yo sospechaua; pero quiero dar razon de mí, sea quien fuere. No penseys, señora, que pongo culpa yo a essa señora porque sea buena y honesta y de tanto merito en todo lo que de ella se dize; pero porque, guardado todo esto, pudiera ella a su saluo, sin se mostrar tan sacudida, atraer con su hermosura, y con su cordura ser siempre señora de[Pg 235] sí, y como honesta guardarse donde no la auian de forçar, que ya no se vsa como solia, dado que se dessee más que nunca. Y tambien vsança de corte es seruir los caualleros a las damas, y todo es honesto y todo es bueno. Y siempre vi que las çahareñas más ayna caen si las siguen, y si caen, con más deshonra suya; porque ellas se auian vendido por muy fuertes.

Bel.—A esso no sé qué os responder, pues cada qual mirará por sí, y Dios por todos. Pero dezidme, quánto ha que está tan malo esse señor?

Pol.—Cada dia anda tal que no sé peoria en su mal, pues siempre está dél peor; pero de ayer acá, que pensamos (con auer porqué) que le fuera mejor, no sé si podra escapar segun anda el pobre, que es lástima, que tengo para mí que si ella lo viesse, aunque fuesse vna leona, ablandaria, pues sus lagrimas pienso que ablandarian las piedras, quanto más los coraçones. Y todo lo que dize a solas es razonar con ella y ansi está por ella, que presto pienso que rogará ella por su alma, pues tan desapiadada le ha sido del coraçon.

Bel.—Perdonad me, galan, que oyo no sé qué acá dentro; quiero ver si viene la que esperays.

Pol.—Pues, señora, por merced que en su venida presto me seays fauorable. Ida es, y por Dios que aun me estoy en mis treze en sospechar ser Belisea.

Pin.—O, hi de puta el diablo, y quien no tuuiera buenos pies! el diablo traxo a cabo de rato al aguazil por aqui, y tan acompañado; algo deue de barruntar o auer olido. Pero quiero saber qué fue de Polytes, que si alli le topó, sera bien menester que se auise Floriano luego; paresceme que aun está allí; bien fue; torno me a mi passeo.

Bel.—O sin ventura de mí, o, qué gran mal es el mio! A, Justina, duermes?

Just.—Sí dormia; pero qué mandas?

Bel.—Que vayas y le despidas presto, y en ningun caso le digas que era yo, y mira que te aguardo; luego ven tras mí, que me hallo mala.

Just.—Yo voy, que asuadas que te hizo mal el sereno. Hola, quién estay (sic) a tal hora?

Pol.—Soy tu captiuo; y agora bien conozco que tú eres de verdad quien yo amo.

Just.—Perdoname, que no pude antes auer venido; pero ha mucho que veniste? y quién traes en tu guarda?

Pol.—Poco a sido mi aguardar, pues meresci ver os, y en guarda de mi coraçon traygo a ti, que sabras quál está.

Just.—O mi buen querido, y cómo con justa causa pongo yo la honra en condicion por verte y hablarte, aunque no te quisiera gozar a tanto trabajo tuyo y tanto apartamiento mio, en especial con tan poco tiempo como al presente la necessidad me concede.

Pol.—Pues qué cosa haurá que, vos no queriendo, os compella a yr os?

Just.—Es que va de aqui muy mala mi señora.

Pol.—Luego con ella he departido hasta agora? que me dixo que venia en tu nombre.

Just.—Ay, que no quise dezir sino que vine de con ella agora, y la dexo mala, y me espera ya.

Pol.—Anda, señora, dexala padezca, en especial si padesce el mal que yo por ti y Floriano por ella. Pero dime si era la que va de aqui? que cierto en todo me parescio ella.

Just.—Escusado es negarte lo que tú conosciste.

Pol.—Y qué me queria?

Just.—Esso me di tú a mí.

Pol.—No hizo sino preguntarme vna vez y otra por Floriano, y al cabo que le dixe que estaua muy malo, ansi me dexó tan en seco, que pensé que ella yua tambien mala, y ansi la dexé yr.

Just.—Agora confirmaste mi sospecha. Y tú sepas de cierto que Belisea está muy rendida al amor de Floriano. Y ansi ella no me dexó a mí hablar te, por te preguntar por el que ella ama. Y porque agora oyo arriba bullicio te ve presto, con perdonar me, y espera de mí auiso que te mandaré para quando nos veamos más a nuestro saluo, y ve con Dios, que oyo hablar a Lucendo mi señor.

Pol.—Los angeles queden en tu guarda.

Pin.—Qué hazes, hermano, baxas te?

Pol.—Anda, vamos a la mano de Dios, y di me qué ruydo fué vno que oy endenantes?

Pin.—Pues que tú tuuiste ventura de que ni a ti viesse el aguazil ni a mi cogiesse, encaminemos para casa antes que torne, y allá communicaremos los idiomas.

Luc.—Qué hazes, hija? Cómo tan tarde estás por acostar? asuadas que deuias de andar en tus acostumbradas deuociones; mira que te haze mal desuelarte. Y tambien, como otras vezes te he dicho, más quiere Dios el obedescer que el sacrificar. Y pues sabes que es mi voluntad que te temples más el rigor en estas cosas, porque sin la prudencia, aun las virtudes se tornan en vicios.

Just.—O, mezquina yo, y si no está mi señor Lucendo con la hija! quiero oyr si tractan de casamiento, para ver qué esperança tendre en mis cosas.

Bel.—Ay, señor, y cómo, mal peccado, no soy tan deuota que no sea más menester espuela que freno para mí en esse caso; y si no estoy durmiendo, es más falta de salud que sobra de deuocion.

Luc.—Pues ansi yo vea gozo de ti, que no me calles cosa tuya, porque como tengo crédito de tu cordura, fíome de tu poca experiencia, en que pienso que me granjearás toda buena vejez, con tu descanso y contentamiento y salud.

Bel.—Bien veo, mi señor, que como tantos regalos no se den ni se deuan a todos hijos, que ansi tú obras conmigo como padre, y amoroso padre, y regalador padre, en más de lo que yo te merezco, sino es en ser tu hija. Y como esto se me represente, ansi temo el darte algun enojo, que toda mi vida me querria ver en tu mamparo.

Luc.—Esso, hija, será como Dios fuere seruido. Pero, por tu vida, que ansi me siento atado del amor con que te amo, que por gozar de tu vista como bien querida me descuydo en lo que deuo como padre, al buscar la permanencia de tu estado. Y bien sé que lo yerro, porque tu estado y mi edad ya piden que yo te diesse tal marido que fuesse contigo hijo para mi vejez, y señor para mi casa, y gouernador para mi estado, y sustentador de la nobleza de nuestros progenitores, y augmento de gozo para mis canos dias. Pero a esto me estoruan dos cosas: lo vno, el temor que al partir te de mí me pone el amor que tengo a tu virtud, y lo segundo, que como las cosas de casamiento, fuera de ser guiadas por Dios, consisten en vn delicado punto, temo intentar aquello que asido es malo de soltar, y mal vnnido peor de suffrir; por manera que desseo no te quitar de mí, y deuo y querria verte puesta en tal descanso, que diesse descansado fin a mis tan canos dias. Y aunque no es dado a las hijas el hablar en esto, como te tengo por tan cuerda, que sin affection ni pasion hallaré tu buen parescer, y porque antes de decir te quál sea en esto mi parescer quiero oyr el tuyo y tu voluntad, y agora es muy tarde para esto, tú te acuesta y piensa sobre ello y declara me tu querer, para que de tu voluntad y mi desseo se haga vn acertado consejo, y del consejo yo tracte del hecho. Y porque agora te veo con rostro de honesta turbacion de la plática, ni quiero tu sí tan sin pensarlo, ni desuelarte más, sino por mi vida que luego te desnudes y duermas con reposo; y hasta que yo te hable más en esto te descuyda y reposa, y queda te con mi bendicion y la de Dios.

NOTAS:

[680] En el original, por errata, determimas.

[681] Así en el original. ¿Hola?


[Pg 236]

ARGUMENTO DE LA SCENA XXIII

Ydo Lucendo de la camara de su hija, entra Justina, y entre Belisea y ella hablan sobre lo que Lucendo tractó con la hija.

Justina, Belisea.

[Just.]—O, quán gran cosa es el amor del padre! o, cómo me paresce que ni las cosas van del talle que él piensa encaminallas con la hija, ni aun pienso que ha de faltar algun grande mal, si Dios no lo remedia! Porque Belisea ya declina en el amor de Floriano, y él, que no afloxa en el seguirla, y Marcelia, que tercia, e yo, que fauorezco; de manera que somos muchos contra vn herido y descuydado de nuestras tramas, tan a su costa. Y aunque hasta agora ella se ha mamparado con la honra y honestidad, por mi salud que si el amor leuanta estandarte contra ella, y comiença de tirarle al coraçon sus doradas flechas, que todo se le rinda: porque no ay poder, sin el del muy alto, que oy en la tierra a tal potencia resista. Entrar quiero como que no sé nada de lo que ha passado, para que si ella me lo contare todo, vere que se acredita de mí, y si algo me callare, tambien vere yo qué es lo que tengo de dezille, o hazer por ella, que ha de ser a mi saluo, y siempre guardando algo para mí.

Bel.—A, Justina, acaba ya de entrar, que te has tardado mucho, y no sé si mi padre te vio allá.

Just.—Pense, señora, que aun dormias, y ansi no entraua, ni pienses que me vio mi señor allá, porque en le sintiendo me puse en cobro, y todo se ha hecho bien, a Dios gracias.

Bel.—Llegate acá, y sientate sobre esta cama: que me siento con tantas penas y tan rodeada de congoxas, que no querria que me dexasses sola vn momento. Pero dime, oyste la plática de mi padre?

Just.—Y con quién?

Bel.—Conmigo; que vino desnudo con sola vna ropa, con dezir que oyó no sé qué ruydo en su cámara, y vino a verme con pensar no sé qué.

Just.—Ay, señora, y cuentame esso, y riñó te a dicha?

Bel.—Ay, Justina, y cómo creo que para el descanso de su vejez, y para mi mayor guarda y honestidad, a él y aun a mí fuera bueno hauer me él retraydo mis desasosiegos, antes que aprouar mis obras.

Just.—Anda, que bien sabe él lo que tiene en ti; pero dime, qué fue?

Bel.—Bien querria contartelo punto por punto; pero dixo me tantas cosas, que no te sabre más de en substancia dezirte: que tiene tanta confiança de mi bondad, sin poner freno como zeloso padre a mis desenfrenados hechos. Y como veo yo que en esto él no acierta, ansi no sabre dezirte cómo dexa en mi querer y voluntad suelta toda la voluntad suya para en mis cosas, porque en ver yo esta confiança buena de mi padre bueno de su hija estimada buena totalmente, en mis obras al reues a mí con obligar me más a la virtud, me redarguyo de mis vicios. Y ansi pienso que como forçada soy lleuada a las manos del amor, y como confusa huyo de las puertas de la virtud.

Just.—Mira, señora, que soy Justina: que no caben en mi entendimiento tantos retruegados,[Pg 237] y ansi, si quieres hablarme a fin que te entienda, habla como con tu criada y como con tu fiel seruiente, y como con la que pondra la vida por tu mandado y honra, y finalmente, hablame claro, para que entendiendote no yerre en lo que cumpliere a ti y a mi cargo fuere de obrar, o si no, como señora puedes guardar tus cosas y cozellas en tu pecho si no te hizieren daño a la voluntad.

Bel.—Bien veo que con tener tú tanta prenda de mis secretos en tu confiança depositados por mí, hazes porque quieres como quieres de mí potajes a tu modo. Y esto porque bien adeuinas de mí que quien te ha dicho el origen de mi pena, y todo lo que a mí me es penoso, a mi honestidad afrontoso, y a mi honra vergonçoso, que tambien en todo lo demas tocante a mis fatigas no te podre encubrir cosa. Porque ya de mí tengo menos confiança, conosciendo mis manifiestos defectos, que de ti temiendo algunas sospechosas so las sospechas. Y por esto nunca los hombres aurian de dar tanta parte a nadie de sí, que no les quedasse para sí de sí algo guardado. Pero como tú me vayas ya a cada passo, por mis obras, dando alcance a mis pensamientos, no seria buen callear te lo que o has de oyrme tú despues de mí como descuydada, sin tener que me agradescer porque te lo digo, y tambien por lo que tú auisada verás en mis descuydos lo que mi notorio y gran mal no podra encubrirte. Ansi que, veniendo al punto, te digo que ya bien tú verás y sabras cómo no sé cómo ni por qué via me hallo tan mudada de mí, que aunque veo que hago contra lo que deuo, me siento desseosa de oyr nombrar el nombre de Floriano, de mí antes tan huydo. Y junto con esto siento ya pena de su pena, y pesa me de su mal. Y ansi me turbó tanto aquel paje endenantes en dezirme que está muy malo, que de desmayada me fue forçado dexar le tan secamente, que pienso que en mis preguntas y alteraciones entendio mi turbacion. Ansi, pues, veniendo me a mi camara sola de sosiego, y acompañada deste mal, acudio mi señor padre con su buen crédito (sin por qué) que de mí tiene, y comiença me a dezir que querria casar me, y que lo dessea. Y segun las condiciones que él me puso del casamiento y lo que él querria que tuuiesse quien fuesse mi marido, ni yo sé cómo de mi mal yo pueda sanar, no se cumpliendo lo que al presente me pide la voluntad, pues de otra manera es escudado ni tan poco sé cómo le responda quál sea mi voluntad. Porque si digo lo que quiere mi voluntad, he de dezir (que no te lo puedo a ti encubrir) que quiero y amo a Floriano. Y dezir esto va muy fuera de lo que él querria; pues dezir otra cosa contra mí y mintiendo, ni lo haré ni podré.

Just.—Y qué es lo que él quiere en el que querria por yerno?

Bel.—Quiere le como hijo, quiere le natural; quiere le que, allende los bienes de fortuna y natura, que sea de tanta obediencia para mi padre como yo que soy hija, y que no me saque por la vida de mi padre de su presencia, ni de su casa y plato como agora.

Just.—Y en esso te atas? y por esso te congoxas? y calla, mi señora, que para todo pone Dios remedio, queriendo lo él, en especial en esta. A la fe, si a ti te paresce que está bien a lo que tú desseas y meresces, cierra con ello: que ello vna por vna hecho, él lo tendra por bueno, visto que no se puede deshazer. Pero y dime, mi señora, tu padre quiere cierto casarte?

Bel.—El ansi me lo ha platicado agora, y aun tambien sé que lo ha intentado dias ha con quien a mí jamas cayó en voluntad, y temo que cierre con ello, porque de allá le combaten. Y si lo haze sin pedir mi consentimiento primero, presupuesto lo que él cree de mí que no le saldre de obediencia, yo me veo perplexa. Porque, por vna parte, como a tal padre le deuo toda subjection, y por otra parte es cosa muy agra tomar la muger compañia perpetua contra su voluntad.

Just.—Todo esto va bueno; agora creo yo que Dios encamina mis negocios.

Bel.—Qué dizes?

Just.—Digo que no tomes estas cosas tan por el cabo. Tracta primero con Marcelia, que lo tramó primero, e informate de quién sea este cauallero; sabe si es libre, que de ser te merescedor, aunque tú merezcas mucho, no lo dudo yo. Y si la cosa es la que cumple y desseamos, hagase, y despues buscar la suelda y los remedios. Porque muchas veces haze daño tomar las cosas y pensar las de tan atras, porque suelen al medio y al cabo variar los successos.

Bel.—Ay, no digas tal cosa, porque siempre el entendimiento ha de anteuenir y guiar a la voluntad, para que el entendimiento proponga y la voluntad elija, y las manos acompañen despues a la obra. Porque las obras preuenidas y meditadas, las menos vezes se yerran, excepto o si el entendimiento es muy torpe o la potencia para el obrar poca.

Just.—Todo como lo dizes es ansi. Pero ha de ser que el pensamiento o el entendimiento en su meditar la tal obra ha de tomar principios de ella mesma, para preuenir los medios y los fines. Pero agora aun no hemos entrado en el juego, y quieres que alcemos ya las tablas? y (como dizen) hija no tenemos y nombre le ponemos. Ya que yo sé tu voluntad, te suplico que, pues quesiste communicarme tus cosas, tambien tengas por bien de en algo te dexar guiar por mi poca capacidad y menos juyzio, aunque en esto, a Dios gracias, libre. Y aunque te pareszca (lo que es) que yo no tenga saber para tan gran empresa, ya sabes que a las vezes el simple sin passion es mejor juez que el sabio apassionado, mayormente quando a de juzgar en sus proprias causas, y tambien tanto por tanto menos veen dos ojos que quatro. Y ansi podria ser que yo, como ando más, y bullo más, y puedo, con no perder punto de honra ni grauedad como tú, bulliendo entremeter me en más cosas que tú, por donde, tú estando a tu seguro queda, te podré yo yr descubriendo todo el juego.

Bel.—Ay, que estas cosas son tan delicadas, que no son para entre todas manos.

Just.—Pues tambien sabes, señora, que el muy delicado y fragil vidrio con hierro se rebuelue, y con hierro se bruñe y hace, y con hierro se tracta de los que lo labran; pero si son buenos los que lo labran, lo menos se quiebra, y ansi la honra no en todos peligros peresce, porque lo que de Dios está ha de yr al cabo. Y con tanto, pues comiença a amanescer, te quiero dexar dormir, porque dexemos de dar occasion a las que leuantandose te vieren ansi, y te juzgaren a mal tal estada toda la noche en vela. Y yo te haré venir a Marcelia veniendo el dia, y tractando con ella despidirás los ñublados de tus tristezas, Dios mediante, para todo bien. Y suplícote que duermas y pongas tus cuydados en mi pecho.

Bel.—Con la confiança de tu buen zelo me esfuerço a forçar me a mí para confiar me de ti en todo y por todo. Y ansi como a mi aya te tengo de seguir en todo y por todo, pues yo tal estoy, con que mi honra y honestidad esten muy enteras, y quiero lo desde luego començar y dormir si pudiere; por esso cierra essa puerta y quita essa vela, pues no es menester.

Just.—Pues yo tambien voy a pasar vn sueño por aliuiar el cuerpo, para que tome más fuerças para en tu seruicio, y encomiendo te al señor del mundo y criador de los cielos.

[Pg 238]


ARGUMENTO DE LA SCENA XXIIII

Fulminato y Felisino lleuan a Marcelia de su casa al llamado de Floriano, el qual le encarga vna carta que lleue a Belisea, con la qual tambien le bu[e]lue juntamente el anillo que le diera Belisea: con lo que más passan, etc.

Marcelia, Felisino, Fulminato, Lydorio, Floriano, Polytes.

[Mar.]—Pues que ya estamos todos a punto, mouamos antes que sea más tarde, y vere qué me quiera Floriano.

Fel.—Poco más o menos todos lo adeuinamos ya.

Ful.—Por los sepulchros de mis antepassados, que es verguença ver cómo tan sin porqué pene y muera este hombre.

Mar.—Pues bulle poca gente, me ve declarando qué llamas sin por qué? pues que si tú sabes qué cosa es ser hombre, y aun si yo lo fuera como él, me preciara de perder me por tal dama.

Fel.—Todos hariamos esso mesmo por tal joya, aunque al cabo, como sea vna, vno la ha de lleuar, y los otros quedarán descontentos y no pagos de hauer penado por ella.

Ful.—Qué cosa, pues, mugeres, que les bastará vno? aunque no lo digo por ti, Marcelia.

Mar.—Por sólo que voy presente te agradezco la cortesia, aunque despues de enlodada. Pero pues hablas lo que tu pensamiento malicioso te dize y siente. Y ansi no te pido sino porque pena (a tu parescer) sin por qué vn hombre, que por de buen entendimiento supo escoger una muger que cierto no es digna lengua tan maldeziente como la tuya aun de loarla, quanto más poner la en tacha; que muy fuera va de su sangre, y nobleza, y bondad, y honestidad, y honra. Y guardate de juzgar a nadie si no quieres condenar a ti mesmo.

Fel.—Y aun muchas vezes, ansi como por los meneos de gesto saca un buen entendimiento por conjectura lo que otro tenga en el pensamiento, como agora la señora Marcelia entendio que tachauas a Floriano y Belisea, ansi tambien muchas vezes atreuidamente se sueltan los hombres a juzgar lo que no alcançan por alguna cosa que veen, que no basta para hazer los acertar; como agora tú, Fulminato, menos acertaste en tachar al amante mancebo cauallero Floriano, que es enamorado al modo de caballero, y paresce te a ti que a menos costa (como tú a otra que has debalde, porque debalde es muy comprada) que ansi él pudiera hauer vna señora tal a menos costa suya.

Ful.—Mas dime si no es ansi que por su dinero hallará oy quinientas que le rueguen?

Fel.—Y ansi no hallará otra que le merezca.

Mar.—Bien da a entender Fulminato quán pegadizo sea en el aprouechar se de mugeres, y quán desamorado en querer a ninguna. Pues ruega a Dios que no vengas a ser constante en amar, y tan herido de amor, que sientas y entiendas cómo amor no se alcança sino con amor. Y ansi como tú por dinero aurás oy en el pueblo quinientas de que gozar como dizes, ansi las mesmas, por el mesmo gozo y por la moneda, buscarán cada vna otros quinientos, y ni por esso amarán a ninguno, porque las cosas que se ponen en venta, vendense segun son los compradores, y segun la variedad de los tiempos.

Fel.—Y aun tengo por aueriguado que si se[Pg 239] saca, que como el sólo tenga ojo a la moneda, que le harán confrade de san Corniel.

Ful.—Y aun por esso como yo de emprestado. Pero aunque seays entramos contra mí, sí que Floriano todo el fin de lo que haze es por gozar de la que ama.

Fel.—Ansi es.

Ful.—Pues luego, qué diablo son menester essos rodeos, ni cartas, ni plantos? que por el sancto relox de Roma, que soy mas quisto y estimado de mugeres que Floriano, y que tengo por derramar la primera lagrima por alguna, y que ninguna se me a escapado. Y por qué, si pensays, soy quisto tanto de ellas? a la fe, porque hago y callo, y todas quieren esto, y las más de valor, y las más guardadas, y las más honestas, hauiendo de tractar desto, más quieren vn hecho que veynte haré, porque dizen: que haré, haré, mala casa comporné.

Mar.—O, cómo quisiera que no estuuieramos ya a la puerta del palacio, para darte a entender cómo, si te loas de muchas gozadas (lo que no creo), no te loarás ser de muchas querido. Y que si (como dizes) caen las buenas (lo que no es sino en las menos), que de las muy pocas, las muy menos vienen a esso, y si vienen será por flaqueza, y porque se atreuen a dexar se vencer de la tentacion graue, con la oportunidad encubierta, por no dar quiebra en el crédito público; y entonces las tales en tal hecho no buscan el ser amadas, sino el librarse de la furiosa concupiscible, que a muchos sauios y fuertes basta a derrocar, y aun los hombres dados a esto, con la facilidad que ganan lo que buscan, con essa la oluidan; y ansi tanto aman quanto les cuesta lo ganado. De donde prouiene que, con ser engañadas las recogidas mugeres de los hombres burladores y mentirosos y desamorados, ellos son de muchas amados, porque cada vna le ama, porque cada una se le rendio por bien querer, y ellos a ninguna aman, porque ninguna les costó amor de las voluntades, sino que las amaron por el amor de los cuerpos de las escarnidas.

Fel.—Altamente lo has prouado, señora Marcelia; pero ya se ataja la platica con la venida del camarero.

Ful.—Y aun pese a tal porque él viene, que yo saliera de algunos scrupulos que me quedan del razonamiento; pero otro dia nos dara Dios.

Lyd.—Buenos dias, señora, y los escuderos te agradezcan que no les reño, porque ansi desaparescen. Y tú, Felisino, ve presto en busca del paje Polytes, que tambien pide por él Floriano, que agora me escabullí dél, que me ha tenido toda la noche contandome cosas que, colegidas, he cogido que o pierde el seso o él es de muerte. Yo me voy vn rato a reposar; si me llamare, buscad me en mi aposento; y tú, señora Marcelia, perdona.

[Pg 240]

Mar.—Señor, ve a descansar; nosotros entremos a él, que no es possible que el mal ture mucho, si Dios le quiere dar remedio.

Ful.—Pues quiero ver si duerme; pero ya ya por de mas es, que cantando está devaneos.

Flor.—Pajes, quién está ay?

Ful.—Señor, Fulminato es, que no durmiendo en tu seruicio te trae a Marcelia, que mandaste llamar.

Flor.—Ni sé quién es, ni para qué la mandé llamar.

Mar.—Espera, vere le, y verá me. A, mi señor Floriano, que vengo a saber cómo te fue en la romeria de Prado.

Flor.—O, la mi Marcelia, que agora te conozco y con razon, porque a no te ser tan contraria en mí la fortuna, mucho te deuia yo en me auer presentado delante de mi señora, y hauerme traydo este anillo, sin el qual yo fuera ya defuncto.

Mar.—Anda, señor, no desmayes, que más espero hazer por tu seruicio si me lo mandas, que agora que tengo manto, sin verguença osaré parescer por tu seruicio donde gane mayores mercedes, con tanto que no me mandes yr descubierta a parte de afrenta, porque traygo malas sayas, que me corro de verme.

Flor.—Anda, hermana, que si tú me vistiesses a mí de alegria, poco es a mí hazer te despedir todas tus necessidades y vestir te de sayas y más sayas.

Mar.—Con besar tus illustres manos, por tan magnificas promesas, porque no se vaya la mañana en balde, me di, qué mandas?

Flor.—Querria restituyr este anillo a cuyo es, y saber de mi señora.

Mar.—Pues quieres que se desempeñe mi palabra con lleuarle? Dame le luego, y voy, que tambien me han embiado a llamar de su parte, y lo que de mi yda te prometo traer es alguna joya que tengas en más que ésta.

Ful.—O, pese a la tierra con esta embaydora, y si no creo que ha de robar a este hombre; pero saque y pele, que yo con quatro manos a la particion.

Flor.—Qué dizes, Fulminato? ve, llama me a Polytes, que tambien quiero saber vn poco de él delante desta dueña.

Ful.—Aun si lo quiere a solas con estotra? porque dizen que el perro con rabia de los palos traua, y aunque no voy muy satisfecho, pero allá se lo ayan, que si algo fuere, ay se me quedan las paredes, y aun la heredad, y tambien aurá más ganancia que partir.

Pol.—Qué haze?

Ful.—Entra y verás los secretos que tiene muy de mañana con Marcelia, que yo yua en tu busca.

Pol.—No creo que te come donde te agora rascas.

Ful.—Anda ya, que más me come la hambre, que voy a buscar con qué me desayune. Y por tu fe, que aunque pidan por mí, que no me sientes ganancia, no me vayas en rastro.

Pol.—Entro, que ansi lo haré.

Flor.—Di me, Polytes, por qué no me has venido a dezir cómo te fue anoche, y si viste a mi señora, pues ansi te lo mandé? y dime lo luego, que alegre me paresce que vienes.

Pol.—Yo la vi y buena; otras cosas muchas ay, pero para su tiempo.

Mar.—Señor, da me licencia, y dare lugar a su embaxada.

Flor.—No quiero que te vayas, sino que lo oyas todo, porque al confessor, y al juez, y al medico, se les ha de dar toda relacion, porque despues no yerren; y tú no me calles cosa que ayas passado.

Pol.—Pues quieres, señor, que publique hombre de dia lo que passa solo en la noche, passa ansi: que yo fuy a hablar por vna rexa de las baxas que caen a la huerta con vna donzella.

Mar.—Y cómo se llama?

Pol.—No ay para qué decirlo.

Flor.—Di lo por mi amor.

Pol.—La donzella se llama Justina, de quien tu, señor, deurias de tener noticia, y ésta (que por su industria deuio ser) me hizo hablar con Belisea, la qual se me dissimuló ser otra, aunque luego yo la conosci.

Flor.—Dichoso tú, e yo bienauenturado si me vuiera ydo contigo, como yo queria; pero qué te dezia?

Pol.—Señor, todo era preguntarme por ti, y esto con tales palabras, y con tantos ahincos, que yo vi bien que ella yua sintiendo en sí el mal que yo le dixe que tú passauas por ella, sin pensar que era ella, sino diziendo el mal que passauas por Belisea, y al cabo con harto sentimiento, sin darse me a conoscer, me dexó.

Flor.—Pues no me calles cosa; y di, cómo supiste ser ella?

Pol.—Porque luego ella me embió a la que yo buscaua, y ella me certificó ansi de ello como de que aunque a costa suya e industria desta donzella; pero que su señora está tan otra, que huelga de preguntar por ti, y hablar lo más del tiempo de ti, lo qual soy yo buen testigo por el rato que la hablé.

Flor.—Anda, luego me llama al camarero.

Pol.—Aun no creo en la vida, si no pienso que sospechaua bien Fulminato, porque aunque Floriano tenga el amor en Belisea, el aparejo le incitará al gozo destotra, porque dizen que el aparejo haze a muchos castos luxuriosos, y a muchos fieles ladrones, y a los justos peccadores, si Dios no accorre. Pero allá se lo ayan, que ella bien se lo sabra pegar, y aun le sabra pelar, y aun que no es tal que le hieda el huelgo: mayormente que a hambre no ay mal pan.

Mar.—Aun si le toma, pues, a estotro dentera con mi sola presencia, porque no haze sino despedirlos a todos! Pues a la fe, vea lo que le cumple: que yo con hazer de la que se ruega, no le quebraré los braços, ni descorcharé los chapines huyendo, porque al fin aqui me vendrian honra y prouecho. Pero cata, qué buscar haze entre las almohadas? si busca la bolsa? pues venga, que a todo dire adueniat; pero mi gozo en el pozo, que papeles saca, alguna carta de deuaneos será para Belisea. Y él paresce me que se oluida que estoy con él; pues quiero jugar de mala y traerle a la memoria que estamos solos, para que si algo se le antoja concluya en breue.

Flor.—Dizes algo, Marcelia? perdona, que buscaua vn papel.

Mar.—Todo perdon te diera; pero pues no me entiendes por señas, quiero hablar te alto y más claro. Mira si me quieres algo en secreto antes que venga alguien, pues estamos solos.

Flor.—Sólo encargarte que me vayas a saber de mi señora, si es lo que el paje me dixo, y lleua le este su anillo, y lleua le este joel de esta fina esmeralda, para que si la quisiere tomar como cosa mia, si no, tomela por tuya, con que sepa que yo te la di para ella, y lleuar le has este papel, y pon le en su mano ansi cerrado. Y mira que si mi ventura fuere que yo le vea traer essa joya, tú lleuarás de mí las mercedes. Y para luego que me vengas con buena respuesta de todo, te haré tener aqui el sastre que te vista toda, y di al que te paresciere de mi parte que se vaya contigo. Y mira que no te tardes, si quieres que, yo muerto, tú pierdas tu buen gualardon e yo la vida.

Mar.—Agora os digo yo que no salimos todos a vn camino.

Flor.—Qué dices?

Mar.—Que luego tomo el camino.

Flor.—Pues ve con Dios.

Pol.—Qué relamiendo que se sale la señora! aun quiça que labraron la heredad de Fulminato. A, señora Marcelia, mandas que te acompañe?

Mar.—Si fuera para mi casa, grata me fuera tu offerta; pero voy donde no creo que te aure menester, aunque bien tengo entendido ya el por qué tan tarde y de mala gana asomas a mi casa.

Pol.—Sin falta que es porque jamás me dexa Floriano. Pero dexando enoxos aparte, te ruego que si allá se offresciere en qué donde vas, que me seas buen tercero, y si me quieres hazer la merced por entero, sea que des esta carta en su mano a Justina.

Mar.—Anda, Polytes, que aunque te quieras aprouechar de mis fuerças para contra mí, pero porque veas quán sin interes ni doblez te amo, haré lo que me mandas, y te daré el recaudo de lo que me dixeren, y quedate a Dios, que no quiero dar que dezir a los que nos vieren, ni tardar me en mi mensajeria.

Pol.—San Miguel vaya contigo, que voy yo tambien en busca del camarero. Allá va el diablo; y qué faldear lleua! Asuadas que o lleua ya ganancia o la espera, porque ni ella da passo sin porqué, ni Floriano haze sino hazer le mercedes. Pero allá se auenga; cada qual corte su ropa como la boca le pidiere y la bolsa le mandare.

[Pg 241]


ARGUMENTO DE LA SCENA XXV

Ida Marcelia a casa de Lucendo, despues de hauerse visto con el despensero, habla con Justina y con Belisea muchas y buenas razones a su proposito, quedando concertada la visita de Floriano a Belisea para essa noche. Y tratado el cómo y por dónde y la hora, se despide Marcelia, hauiendo dado las cartas a las dos donzellas, ama y criada.

Marcelia, Despensero, Justina, Belisea.

[Mar.]—Agora que voy en mi cabo desde aqui a la casa de Lucendo, quiero yr pensando en lo que allá me podra succeder, porque ya de entramas partes va tramada la tela segun veo, pues que de entramas partes me han buscado tan apriesa para que se la texa. Pero no sé qué medio me tenga en los comienços de la claridad, en el descubrir mis gramalleras, porque estas donzellas son tan espantadizas, que temen antes del golpe. Mas lo que a mí me paresce más acertado y para mi prouecho mejor será, que si la veo picadilla, vender me caro, porque pite tambien para la lumbre del candil con que yo alumbro, y aun encandilo, a tales bonos como los que al presente traygo entre manos. Y aun para mi santiguada, que aunque a ella no le viene de casta el ser dadiuosa, que si la hallo en el garlito, que en pago de lo que le lleuo, y lo que yo le sabré mentir, y que ella querra creer, que ella me ha de dar las tocas y camisas, pues el otro me da las ropas por las quales le boluere luego con la respuesta. Y aun que de acá sea mala, que la oya él de mi boca buena, porque la buena nueua es hermana de la alegria, y la alegria, prima de la liberalidad, porque, a la fe, despues que ellos juntos, ni aurá Marcelia, ni aun racion, ni más mensajes; porque oy en dia todos dan porque les den. Pues yldos a ver desque ellos contentos y juntos; que haziendo de los graues, os daran con vn tan seco vos en ojos, y con vn quién sois tan sin sal, y vn qué[Pg 242] quereys tan sin çumo ni gracia, que a vos se os pegue la lengua al paladar para no les pedir; y ellos atando las manos al dar, sueltan la lengua a dilataros la venida para otro dia, con mandaros por algun paje dezir que estan sus señorias occupados, y aquel dia ellos le tienen tan oluidado luego como el del juycio; por tanto agora me cumple a mí al primer descorchar tener presta la lengua al pedir, y abiertas las manos al asir; porque más vale verguença en cara que lástima en coraçon. Y en estos palacios, con no medrar los comedidos ni vergonçosos al pedir, tambien diz que no oye Dios a quien no le llama. Que pues yo le traygo a él en mi poder, y aun ella ya me viene a las vñas, mientras estan enfermos del mal que yo les curo, a la fe, dilatando la cura, pedir para las vnturas; porque mientras ellos más dolientes, mi bolsa y mi casa sanará más. Y ellos hauiendo me menester, con lo que a ellos les paresciere y yo les haré encreyente, aurá más occasion a que me vengan siempre a mis manos, sueltas al tomar, con las suyas embaraçadas con el traerme, con que su enfermedad rica sane mi necessidad pobre. Y aun el majadero de Fulminato, si me ha cogido en opinion de boua, para esperar de mí ganancia, y en tal parescer haze ya del voto tal, y como se sueña rico, se quiere mostrar ya mandon? pues ande se tras mí, que dél me aprouecharé para suplir soledades, y despues qualquier occasion me bastará para dexarle soplar sus manos, mientras yo lauo las mias. Que estos tales ha los de tomar la persona de manera que siempre se tengan por desasidos, porque con darles el dedo no os quieran el braço; porque en viendo que se hinchan con vn fauor, dar les vna coz de desuio con que reuienten, y tractarlos como quien los ha menester, porque quien sus carros vnta, sus bueyes ayuda, pero de manera que no se os atreuan. Porque quien de mucho mal es duecho, poco bien le empalaga; en especial que creo yo que éste en toda su vida salio de cauallerizas y burdeles, sino en mi casa, y agora piensa ya el don duelo que de ruin se cae a la persona el pelo, y que ayer entró rogando, y que oy se ha de assentar mandando. Pues aguarde que se me caya el bocado de la boca por boua, que quando más se quisiere llamar a possession, le haré yo que se quede del agalla. Y aun le tengo de enseñar que mientras labrare en la heredad que agora labra, siempre ha de pagar las rentas adelantadas, y aun no se descuydar en la labrança; porque ha de saber que dare mi tierra a quien mejor me la barbechare. Y aun por mi vida que para en esto he alli el despensero de Lucendo sale, que con ruegos y dineros, y aun no menos labor, se tendria por dichoso de tener la possession. Y aun por mi salud que creo que aure de aguardar en su camara a que sea de dia allá adonde voy, porque en estos palacios ya está harto el sol de alumbrar a los otros quando a ellos les amanesce. Porque paresce que es estado de caualleros no se recoger al compas del sol como los otros, sino hazer del dia y de la noche partes para hazer su dia. Y esto, a mi ver, o porque mejor cuenten sus patrañas a la luz de las velas, porque de menos sean oydas sus necedades y de más sean aprouadas sus bouerias. Porque entonces, como son veedores de sus dichos y juezes de sus obras sus criados, no osan desengañar los en lo que yerran, por no perder de ellos la medra que esperan. Y ansi no ay oy en dia quien menos sea desengañado ni menos verdad le sea dicha que vn señor, porque la cobdicia de los que esperan de lo que él tiene, y el acatamiento de los inferiores, tapa las lenguas a los que los podrian desengañar. Cata, cata estotro, qué plazer le ha tomado con verme! A la fe, pues abra él la boca al reyr, que yo la bolsa al recebir. Y sepa que en la fe de mi casa que él se saluará, si él lo haze siempre como ha començado.

Desp.—No te me encubras, que ya eres conoscida; pero dónde bueno tan de mañana?

Mar.—A verte.

Desp.—Dios te visite tan de mañana; pero qué es lo que ay por acá?

Mar.—Vengo huyendo de la justicia: a me acoger con mi señora Belisea.

Desp.—Pues en tanto que arriba se leuantan me da la mano y sube esta escalerita de mi camara, que tambien está sagrada para tu temor, con que perdones el mal asseo de la posada, pues que donde no pisa muger no ay cosa compuesta.

Mar.—Bendito Dios, que las hallays para algo prouechosas. Pero perdoname la subida, porque entran y salen en estos palacios, y oy en dia de todos se ha de guardar la persona y a ninguno offender. Pero hablando al punto me di si será leuantada Belisea, porque vengo de la missa del alua y antojó se me de visitarla antes que me torne a encerrar en mi cassa; porque a la verdad se lo deuo, y tú tambien, dónde yuas tan de mañana?

Desp.—A visitarte tambien, y a ver si me querrias oy por combidado.

Mar.—La memoria que tienes de mí te agradezco; pero ya sabes que, aunque no falte voluntad, mal puede vna viuda pobre hazer essos cumplimientos faltando el con qué.

Desp.—Esso, mio era de proueer; pero pues no aurá lugar agora, embiaré para la noche para mí y vn paje de cámara de Lucendo, que tambien tiene desseo de te seruir, y aun querria cortar vnas camisas de tu mano, porque en esto tienes loa.

Mar.—Pues para esso en todo tiempo podra yr; porque ya que yo falte, queda Liberia mi hija, que ya haze mejor labor que yo, y mira qué mandas otra cosa, que me quiero yr arriba.

Desp.—Y anda estos pocos passos, que tambien te seran de romeria. Y mientras miras mi aposento, tal qual le hallares, embiaré un muchacho a saber si arriba han abierto ya las puertas. Moço, pon aqui sillas, y ve arriba, y sabe si es leuantada Belisea, y mira si verás a la donzella Justina, que te lo dira, y no vengas sin buen recaudo.

Just.—O, cómo deuo de hauer dormido poco, pues con ser ya todas las mugeres acostadas anoche muy antes que yo, agora ninguna anda en pie. Quiero salir fuera a los corredores; veamos si hallo algun paje con quien tornar a embiar por Marcelia, porque Belisea en pensar en estas sus cosas me paresce que ha passado la noche, pues agora la oy estar sospirando, y a mi ver ella començo tarde a caminar, y veo que ha corrido tanto, que Dios quiera que no desmaye antes del fin de la jornada: porque en todas las cosas el medio es de tener siempre. Pero qué moço es aquel que ansi va corriendo en verme? creo que de verme tan mal atondada (sic) me cobró temor con verme sola.

Mar.—Ay, Jesus, aparta te allá, señor, que sube no sé quien.

Desp.—Pues perdona en lo passado, y voy a ver quién sube.

Mar.—Alla yrás diablo, y qué pegadizo es, aunque bien se le cae la moneda, que con este real de a quatro bien haré yo la costa de dos dias; pero ya torna.

Desp.—Señora, diz que en este punto queda Justina en el corredor.

Mar.—Pues perdona, que no puedo tardar punto, y tú yrás a hora competente a mi casa, y podras lleuar al que me nombraste para ver qué quiere.

Desp.—Ansi se hará. Cata qué faldear lleua el diablo: que la más insaciable de apetitos es que la tierra en el recebir agua. Pero quiero mandar lo que tengo de mandar allá antes que aya testigos, y avisaré al paje Grisindo que se vaya con mi moço quando lleuare la vianda para que dé vna tentatiua a la muchacha, mientras la madre anda por acá en estaciones. Y aun a esto aurá de ser presto, porque no le preuenga otro, y halle ya la posada occupada; porque aunque pienso que la muchacha aun nunca se sangró, pero tales leciones le lee la madre, que pienso que ya deue de andar buscando hallar desoccupacion para entrar al officio de la madre; pues bien aya quien a los suyos sale. Y porque Grisindo y ella pienso que se auendran bien, voy a auisarle, antes que pierda punto por mi tardança,[Pg 243] pues es obra de charidad auisar a los proximos lo que les cumple.

Just.—Quiero me acoger adentro antes que el ama me vea y tengamos que gruñir. Pero cata, cata y qué reboçada viene la dama; ya, ya el lobo anda en el rebaño; que Marcelia es! quiero hacer que no la he visto, porque no se leuante a mayores con pensar que la estaua yo ya aguardando.

Mar.—No huyas, que vista eres, mi Justina hermana.

Just.—Ay, Jesus, y qué saltear es este tan de mañana? que vengo tan desnuda, que he verguença aun de verme yo a mí mesma; que mi mal dormir de esta noche me ha hecho anteuenir tanto la mañana.

Mar.—Anda ya, que si yo fuera quien te quitó el sueño esta noche, aun más desnuda te quisiera, porque al fin el oro bien paresce sin esmaltes, y aun a las vezes mejor.

Just.—Porque no te entiendo, me sigue a mi cámara, para que te me declares donde no nos vea sino Dios.

Mar.—Y a mí qué me va que me vean todos? cata que no entraria en esta casa si pensasse que no holgauan conmigo, porque en mi casa me verás algun dia, donde toda soy mia, y de Dios, y del rey, y de los buenos, y donde no estoy tan encogida como tú, aunque en menor casa, pues viuo con más libertad para hazer honra a quien la deuo, sin essos sobresaltos ni escondrijos. Pero qué tal está Belisea?

Just.—Quiça tú lo sabras mejor; pero no me taches por encogida en no yr a tu casa. Y en lo demas que dizes, alcança tú licencia, y verás allá si soy encogida; porque en cada parte se han de guardar los estilos de la tierra.

Mar.—Pues por vida tuya y del tu galan Polytes, que yo busque occasion con que te vayas conmigo.

Just.—Ay, cata que me corro en llamar a nadie mi galan; pero dime, quién es esse que me nombraste?

Mar.—Ya, ya, que tan bouilla te me tornas? Pues porque sepas que sé quién a ti ni a Belisea no dexó dormir esta noche, toma esse papel tan cerrado como él me le dio que te le diesse, y si te puedo lleuar conmigo, allá le verás, y verás que no hablo de coro. Y porque tengo mucho que hazer, me mira si duerme tu señora, porque quiero ver qué me quiere, y saber cómo le fue en Prado con el toro. Que contigo que te me corres y eres vna simplezilla, no quiero nada, pues tú más lo querras con Polytes, y tienes razon, porque a la verdad él es joya para tal engaste. Y ve presto, porque te quede tiempo para leer tu carta, que si yo supiera leer, quiça te hurtara la bendicion en ver la, y en responder a ella el sí que tú aurás de dar, pues al fin ello[Pg 244] se aurá de hazer, tarde o ayna; ya me entiendes.

Just.—No oso altercar contigo, que estás muy puntosa; espera, que luego torno. Y valgala el diablo si no pienso que es adeuina, que ansi sabe ya lo que tan poco ha que passó.

Bel.—Entra, Justina, que no duermo; qué hora es?

Just.—De mañana es; yo tampoco he dormido en tu seruicio, que aqui está ya Marcelia esperando.

Bel.—Y han la visto las mugeres?

Just.—Ninguna.

Bel.—Pues luego te entra acá con ella.

Just.—Y aun esso es lo que busco? sino verme con el gozo de leer mi carta, que me parescen coplas, que es cosa muy a mi gusto si son buenas, y tambien aure menester dar la respuesta a Marcelia.

Bel.—Anda, meneate presto; qué dizes de Marcelia?

Just.—Que te quiere muy en secreto.

Bel.—Pues entre sola; y tú abre vn quartel de aquessa ventana, y mira que no entre acá nadie en tanto.

Just.—Ansi lo haré, voy; y aun que si mi carta no me impide, tengo de oyr lo que entramas passaren, por auisar.

Mar.—Ya vienes?

Just.—Poca detenencia auia en mi mensaje, segun con la priesa que te llama Belisea. Y no te oluides de mi yda, y entra hasta su cama.

Mar.—En todo tendre cuydado; a buen entendedor poca plática.

Bel.—Quién entra?

Mar.—Es tu sierua Marcelia, desseosa de tu bien. Pero sacame, señora, de la alteracion qué me pone en te ver en la cama con dezirme que tal estás, y sea dezirme que estás buena.

Bel.—Buena venida sea la tuya; y cómo, di, no me visitas más a menudo? pues sabes que no verás cosa en toda esta casa que te quite la occasion de la venida.

Mar.—Ay, mi angelito, y quánta gracia puso Dios en ti, para poner en admiracion a los mayores, y atraer los iguales, y con graciosa grauedad despertar a todos los inferiores a tu seruicio. Pero dime, cómo te va agora?

Bel.—Por cierto tú me preguntas aquello que menos sé de mí; porque ni estoy tan mala que guarde la cama, pues aun es gran mañana, ni tan poco estoy tan buena que en la cama esté por dormir ni descansar, ni menos leuantada me aliuio, ni sentada reposo, ni andando no me desmayo, porque me paresce que mis miembros gouierna ageno imperio. Y con todo esso he sentido esta noche vnas basquas en el coraçon, que me hazen anteuenir el dia con el dormir.

Mar.—A la fe, mi angel, aunque yo bien duermo sin perro, como tú le tienes, pero con el ladrar grande de mis necessidades no es para mí tan de mañana agora, que no vengo de oyr la missa del alua de nuestra señora de los Remedios. Pero como tú (Dios te me guarde) no lo has de ganar ya para el comer, duermes con más sosiego. Pero dexando mis necessidades, que todos me las hará dexar la falta de salud que tú tienes, me di algo de tu mal, ya que estoy acá; porque si no es vno que ya tú sabes, podra ser otro que yo sospecho.

Bel.—De entramos essos no te entiendo; pero dimelos tú, para que yo entendiendo me, me puedas tú entender, e yo a ti.

Mar.—El primero, señora, será el acostumbrado; porque aun que yo te acuerdo bien niña, y no me tengo yo por vieja, asuadas que sepas ya qué es, pues suele traer semejantes descontentos, aunque por ser nos tan ordinario, no lo tenemos por enfermedad; en especial que nos es euacuacion de muchas postemas de malos humores.

Just.—Mi fe, escusado me es por agora leer mi carta, para gustar la como es razon, pues estoy en sobresalto de los que passan, y tanbien me cumple oyr lo que hablan las dos, para andar sobre auiso.

Mar.—Y no te me encojas tanto; no vistes de que ha empacho? sí que mal es que, con ser costumbre en mugeres y no perdonar ninguna que viua sana y ser euacuacion natural, más es defecto de natura que vicio de particular culpa; por donde con él ninguna en particular se ha de sentir agrauiada más que otra. Pues en quanto al ser mugeres, todas somos yguales.

Bel.—Anda ya, que ni tengo esse mal, ni menos querria ser subjecta a él. Pero di el que sospechas, que soy más inclinada a saber lo que no estotro.

Mar.—Siempre nos paresce más lo que no tenemos, y menos lo que sabemos. Y de aqui dizen que naturalmente dessea el hombre saber. Pero buelto a lo que me pides, antes que te diga qué mal es en ti el que dize mi sospecha, te suplico que me digas qué sientes, y a qué parte del cuerpo carga más el dolor; porque ni yo precipitando sentencia diga lo que no alcanço, ni tú con pensar que yo acierto te quieras curar del baço, teniendo enfermo el coraçon.

Bel.—Ay, que ay está la raiz de mi mal.

Mar.—Pues de qué piensas que se te ha recrescido?

Just.—Mejor la quemen a la hechizera que no sabe ella el mal que es! pues ella se lo acarreó, y otro se lo da.

Mar.—A, mi señora; por qué no me respondes? quiero te cubrir de ropa, porque quiçá el friezito de la mañana te dara alteracion de madre.

Bel.—Ay, que no es frio, sino fuego que me abrasa, y no es madre, sino hija, que solia ser mi regalada, que yo llamaua honesta pudicicia, y ésta la auia engendrado en mi voluntad vn amoroso y pujante amor de la virtud. Pero agora, hermana y amiga mia, este tal amor se va desuiando de mí, y sin saber cómo, ni de dónde, ni para qué, se van entrexeriendo estrañas occupaciones de las que mi casta temperancia y mi fuerte limpieza solian traer a mi memoria, para delectacion de la voluntad y contentamiento del entendimiento muy dado a la virtud. Ansi que te he dicho de mí más de lo que sé, sin te hauer dicho mi mal; porque es esta dolencia en mí tan moderna, y tan al punto me tiene toda mudada en nueuo ser, que con no saber lo que es, aun lo que sé no oso publicar por mi corrimiento, por ver que me oyan querellar de mal tan delicado, y tan sin señales de calentura, a la estimacion de los otros, y a mi sentir ser vn fuego que pienso que me tiene ya abrasado el coraçon, segun las basquas que en él he sentido hasta este punto. Y si agora calla, o pienso que es por ser ya consumido, o que descansa para más penar.

Mar.—Dentro estays, pues, doña leonaza!

Bel.—Qué dices? y di, para qué me pides relacion de mi mal, pues que sabiendo que todo está en el coraçon, no me curas si puedes?

Mar.—Pues porque veas cómo Dios lo encamina todo, cata aqui la tu sortija, que me diste para aquel tan herido y tu buen cauallero Floriano. Ay, Jesus, Jesus; señora, señora!

Bel.—Calla, calla, no des vozes, que yo tornaré.

Mar.—Pues toma; ponte la en el dedo del coraçon, que en ella te embia el suyo sano por ti el tu enfermo Floriano, y ten más suffrimiento, si quieres que vaya adelante la cura.

Bel.—Ay, que ni essa sortija puede curarme, ni es mi mal de remedio, si no sabes más en él; porque ya te dixe que las rayzes nascen de la voluntad, y en ésta no puede causar mouimiento terrestre compuesto. Ya te dixe tambien que se me yua enflaquesciendo en mí el amor casto, y en el amor ya sabes que no cabe violencia, pues es virtud que haze asiento en la voluntad, por donde fuerça exterior de un compuesto corporal elementado no podra disponer en lo puro espiritual, y ansi no te confies que essa sortija sane el mal de la voluntad.

Mar.—Agora que algo más te me aclaraste, quiero que sepas lo que sé de tu mal y la cura que tenga.

Bel.—Pues sea luego.

Mar.—Sepas que essa tu hija que llamaste honesta pudicicia, de pocos tan amada, como oy[Pg 245] en dia de muy pocos conoscida, engéndrase en la voluntad y limpieza de la voluntad, o la ay en pocos, o tura tan poco, que no basta a engendrar nada. Y esta tal hija en ti engendróse con vn amor, y agora essa tu voluntad, que siempre la engendraua en ti, hizo punto, y en haziendo punto, paró a la rectitud, y en parando a la rectitud, faltó la virtud, y en faltando la virtud, nascio el desorden, y en nasciendo el desorden, en lugar de la hija vna virtuosa primera han se engendrado en la desordenada tu voluntad dos hijos, y estos llamanse amores lasciuos. Y como éstos agora nascan en ti de nueuo, quiere tu voluntad conoscerlos para amarlos. Y como sean más de vno en apellido, aunque no en ser, y muchos en effecto, aunque ninguno en ser substancial, ama los la voluntad. Lo vno, porque todas las cosas nueuas aplazen, y lo otro, porque éstos, con ser en el nombre más de uno, y hijos, y la primera vna e hija y cansada y quasi oluidada en ti ya, y tambien con que tienen la sensualidad éstos de su valia contra la honesta prudencia, y la carne no los rehuye, y la voluntad no los despide, de aqui es que la hija que dizes, teme, y los hijos nueuos que digo, preualescen.

Just.—O, hi de Dios, y qué altamente han hablado debaxo de sus figuras entramas; pero quiero ver en qué paran.

Bel.—Tantas contrariedades de mi salud me has propuesto, que más desconfio de sanar, y aun que agora pienso que sé menos de mi mal. Pero dime, cómo son differentes en effectos? pues diziendo que son dos, dizes que nascen de vn principio, y dizes que no tienen actual ser?

Mar.—Señora, estos dos que ansi engendra la voluntad desordenada por la concupiscible, en quanto nascen de la voluntad llaman se amor, y en quanto es desregulada, por no ser ya la voluntad vna, llamanse amores. Y en quanto al primer nombre, su effecto es amar, y en quanto al segundo, como falta la regla y niuel de la razon, ansi son más de vno por sus effectos. Por manera que donde hay esta cosa intellectual, que ansi llamamos amor, o amores, ni ay concierto en el querer, ni en el aborrescer, ni en el viuir; porque vnas vezes el tal paciente ama lo que ya aborrescio; en tanto que en sí paresce que desama la virtud que algun tiempo mucho le deleytaua. Y el que deste mal está herido, dessea la muerte, por acabar la pena, y busca la vida, por prolongar su tormento, y siente se mucho el tal tormento, y es tan dulce, que entonces se llama dichoso el penado quando más y con mayor razon pena; de manera que este mal, con siempre matar, nunca acaba de quitar la vida. Tiene en las potencias del ánima otros effectos; porque paresce que os muda la voluntad, queriendo lo que más os mata; quita la memoria,[Pg 246] por manera que ni os querays acordar de vos, ni podéys acordaros de Dios, ni oseys acordaros del mundo, ni sepays acordaros de la vida, ni os desmandeys a la memoria de la muerte, ni os entremetays en la memoria de la honra, ni de los amigos, ni de los padres, ni os vaque lugar para os acordar del descanso del proprio contentamiento. Pues en el entendimiento obra tanto, que os haze auiuar en cosas jamás pensadas, y haze que no sepays otras vezes aun entender de vos mesmo qué tal estays, ni apenas quién seays.

Just.—O, y cómo que aquella habla maestralmente con experiencia de lo que es ansi! pero veamos qué dirá Belisea.

Bel.—Ay, mi Marcelia, y cómo que eres sabia, pues me has descubierto el venero de mi mal. Pero dime, de qué se engendra essa tal ponçoña.

Mar.—Mi señora, como esta virtud que es amar siempre presuponga, allende del subjecto donde está, otra cosa por objecto, ansi se comiença en vno y haze parada y fiel y assistencia en otro; y despues torna a parar en el mesmo de donde salio. Y ansi dizen: que el coraçon amante más está donde ama que donde habita, porque quando amamos vna cosa, aquel amor que hay de nueuo en nuestra voluntad fué causado por estraña y agena virtud, que lleuó y atraxo para sí nuestra voluntad. Y ansi nos mouemos a amar la tal cosa, porque nos paresce digna de nuestro amor, y ansi despues no la querriamos partir de la memoria, por el gozo que en ella halla nuestra voluntad. Pero estas cosas amadas son differentes: porque el auariento ama las riquezas, y en ellas pone su fin, y el soberuio la soberuia, y el goloso el comer, y el hombre amante a la muger que ama, y la muger amante al hombre que ama. Y el que ansi ama, siempre querria que le nombrassen la cosa que ama. Y la muger que ama, como de menor virtud, ansi hazen más impression estos effectos en ella; porque con amar tanto al amigo, siempre le querria presente; y visto, se turba; y oyendole nombrar, se demuda; y esto es, o por tristeza de la absencia del que ama, o por el temor reuerencial que en ella pone el amor del tan amado. E de aqui verás tú, mi señora, quánto poder tenga en el amante aquella cosa que es amada, que trayda a la memoria, altera el supuesto del paciente, como haria, pongo exemplo, que si tú estuuiesses enamorada de aquel tan galan y próspero cauallero Floriano, en oyendole nombrar absente te alterarias y en viendole delante ti te turbarias. Pero qué hazes? qué sientes, angel mio? por qué ansi lloras? ay, por amor de Dios, que te me esfuerces; que, por tu vida, mi perla preciosa, que no querria sino ser agora vn Floriano para aqui te retoçar, por quitarte essa tristeza.

Bel.—Ay, buena amiga, que agora veo que auia en mí mucha razon para tener tantas bascas, pues hallo en mí que la absencia de esse cauallero me tiene triste, y el nombrar me le causa nueuas turbaciones. Porque aun essa tan grande rauia de amor que tú llamas, aun no ha consumido las fuerças de mi honestidad, para que no me altere con las nueuas pláticas. Pero pues ya conozco mi mal y no te le puedo encubrir, y pues tú le juzgas tan peligroso, e yo le hallo tan poderoso, buscame el remedio con que sane este coraçon tan triste y poco experimentado a suffrir tales afanes, o si no, lleua se le a esse que me le tiene y se está ceuando en él, para que, pues yo no puedo ya no le amar, a lo menos muriendo de presto pudiesse no dar tal quiebra en la honra de la casa de mi padre. Y torna le la sortija que para él sanar yo te dando enfermé; pues ni yo sanaré con ella, ni él dexará de enfermar sin ella. Y si con su salud ha de hauer remedio en mi mal, remedie se primero la suya, como principal causa, y despues la mía, como accessoria y causada y dependiente.

Mar.—Anda, señora, pontele en el dedo del coraçon, en memoria que Floriano le traxo, y verás la mejoria que sientes. Y suplico te que juntamente te pongas este rico joyel desta esmeralda, que ansi con su cinta verde la traya el tu Floriano, y toma essa carta, y mira qué me respondes, pues quieres tractar de tu salud.

Bel.—Ay, Marcelia, qué grande es la virtud deste mal mio (que tu llamas) de amor, que todo esto amo, y todo lo quiero, y todo lo tomo, y no puedo no le tomar, y veo que hago mal en tomarlo. Y porque ya andan las mugeres por la casa, quiero que te vayas luego, que la respuesta yo te la daré quando pudiere.

Mar.—Cata, angel mio, que, como no experta en este mal, no caes en la cuenta del daño que te hará essa dilaccion.

Bel.—Pues cata que no puedo tan de presto ahogar mi honestidad, para que del todo gouierne la sensualidad; pero qué te paresce a ti?

Mar.—Que le hables, para que entramos deys el orden que os pluguiere en vuestros males.

Bel.—Las carnes me tiemblan en pensar lo, aunque la sensualidad me dice que lo haga.

Mar.—Pues mira que en los males furiosos es peligroso pasar vn punto; por esso manda le venir esta noche, y habla le lo que te parezca.

Bel.—Paresce te?

Mar.—Digo lo que te cumple.

Bel.—Llama me a Justina.

Just.—Quiero entrar antes que me llamen.

Bel.—Di, Justina, qué te paresce que haga en lo que me aconseja Marcelia?

Just.—Señora, aunque no sé lo que es, pero presuppuesto que no te dira cosa que no sea de tu bien, me paresce que el consejo siempre es bueno, y mayormente del amigo.

Bel.—Pues allá os concertad las dos, que yo quiero guiarme por lo que entramas vieredes mejor. Y di le que venga esta noche a la hora que a las dos os parezca, y adonde y como más vieredes cumplir a mi honra.

Mar.—Pues has me de otorgar vna merced.

Bel.—Di qué es.

Mar.—Que me dexes lleuar conmigo a Justina, porque agora aure empacho de yr sola disfraçada, y fiala de mí, que yo la tornaré a traer.

Bel.—Ella es para fiar por sí, porque en más la tengo yo que tanto; pero agora no puedo escusar la: otro dia aurá para todo. Pero tú, Justina, en pago del tiempo que has occupado a Marcelia de su lauor, le da la pieça de Holanda que sobró de mis camisas: y da le vno de mis sayuelos de terciopelo, el que quisieres, para su hija, y vno de mis volantes de los mejores, y dale para chapines dos pieças de oro; y tú perdona, que vna donzella no tiene que dar, pero algun dia tendre.

Mar.—La merced es grande, y por todo te beso las manos, que bien sabes dónde hazes que no lo sabra oluidar, aunque no lo pueda seruir.

Bel.—Anda, Justina, da le cobro luego, y ven me a dar de vestir.

Just.—Todo se hará a punto. Agora, mientras saco lo que te he de dar destas arcas, me di, qué tal queda Belisea?

Mar.—Mira, hermana, no me entres por ay; a quien cueze y amassa, no hurtes hogaça; todo lo oyste, y cuerda eres, y a ti no va menos que a tu señora; por esso en dos palabras concluyo: en que pues queda en tu gouierno el hecho y en mi consejo, yo les mandaré a los requebrados de entramas que vengan juntos esta noche a la vna, que es propria hora de reposo. Por esso dime por dónde y de presto, que ciernen estas mugeres en torno de nosotras, no nos entiendan, y di me qué venia en el papel de tu galan, y qué respuesta le embias.

Just.—Toma ya todo lo que te mandaron dar y ve con Dios; que a esso que me pides, pues han de venir, vengan por el jardin, que si yo pudiere, les tendre abierta la puerta entre doze y vna; o si no, suban se por las paredes, porque ansi dire yo que ellos se entraron: y despues de hecho, yo lo aure bien con mi señora, aunque se torne a mí; porque si se lo digo, no baxará allá.

Mar.—Pues tú y Polytes asuadas que no ayays menester liga para asir os; porque, Dios os guarde, la mocedad os ayuda, y la semejança es causa de amor.

Just.—Anda, que no quiero altercar contigo, que todo lo calas y nada callas; pero mira que les auises que son las paredes muy altas por de dentro más que de fuera.

Mar.—Bien paresce que como amas, temes: yo lo tramaré todo allá, y voy me.

Just.—Dios vaya contigo. Pero al diablo la no encomiendo, y qué taymada y auisada está en todo, y qué desembuelta va; yo seguro que no le deue yr mal a ella en estas romerias; que quando de acá lleua tanto, qué sera de allá? Pero buena pro le haga, que con los buenos han de medrar los siruientes menesterosos; porque si el gualardon no terciasse, ni auria señor seruido, ni pobre subjecto. Yo quiero acudir a Belisea, por desembaraçar me, para tener a punto alguna buena colacion para sobre plática en el jardin, aunque yo sé que ella no baxaria allá si supiesse que ellos han de estar dentro, porque ella por entre las puertas del jardin a la calle le quiere hablar. Pero porque aquello no es tan seguro, más quiero que se torne a mí, y despues me loe lo hecho, que no hazer lo que manda sin mirar lo que le cumple, aunque, si por bien es, ellos se concertarán, y quedará todo apaciguado.

[Pg 247]


ARGUMENTO DE LA SCENA XXVI

Entrando Justina halla a Belisea desmayada y llena de congoxas: y concertando el cómo hablar a Floriano essa noche, entra Lucendo, y tracta con la hija de lo que otras vezes le ha propuesto.

Belisea, Justina, Lucendo.

[Bel.]—O soberano Dios y quán rodeada me veo de congoxas, que cada una de ellas basta a ponerme a las manos de la muerte. Porque lo que tracto al presente es muy contra lo quo deuo a la virtud, y al estado de mi recogimiento, y a las costumbres de donzella, al crédito que de mi es tenido, al tierno amor de mi cano padre y a la antigua nobleza de mi sangre. Ay de mí, que no sé cómo ya puede estar segura la virtud en vn tan combatido y flaco supuesto como el mio. Ay, mi viejo padre, que si tú no pusieras en mí más crédito del que mi flaqueza y poca experiencia requeria, ni la libertad a mí me vuiera dado occasion a desmandar me, ni la honra de tu casa y el sosiego de tu vejez esperara de mí el pago que agora tracto de te dar. Porque bien sé que hago mal en admitir sin tu licencia estas mensajerias de parte del que espero hablar esta noche. Pero pues ya no puedo no amarle, ni en lo hecho ay tanto yerro que no pueda ser todo guiado en bien, quiero leer esta carta, para ver si él quiere amar me en aquel amor que yo en Prado le dixe. Porque si con amor limpio me ama, estendere yo las velas[Pg 248] de mis desseos en querer le. Pero si toda via guia como antes desordenadamente, yre yo, con el diuino acorro, teniendo la rienda a su pasion con la guarda de mi honestidad, aunque no podré menos de mostrarle aquellas muestras de amor que me meresce su perseuerancia.

CARTA DE FLORIANO A BELISEA

Ha querido vuestra misericordia, angel mio y mi señora Belisea, hazer tanto por mí en hauer querido ver me y oyr me, y tener memoria deste tan enfermo de vuestro amor, y tan preso de vuestra hermosura, y tan subjecto a vuestro poder, que mi ningun merescimiento sabe ya más que os pedir. Pero puesto que para mí es sobrado lo que hasta aqui aueys hecho, para vos es tan poco, que si más no hazeys por este vuestro paciente, hauiendo començado a poner la mano en su cura, él no puede dexar de tornar a empeorar, y a morir en la empeora. Porque dado que para mí sea el fauor muy sobrado, como mis desseos sean los más nobles y encumbrados de todos los amantes, aun el fauor no ha allegado a les dar cumplido remedio; porque toda cosa que sea menos que vos, no puede suplir la minima necessidad de mis desseos. E suplico os que, pues vuestro poder no suelta mi coraçon, que vuestra misericordia y hermosura lo acabe de sanar, o vuestra justicia de castigar. Allá os lleua essa mensajera vuestro anillo, no porque no le aya bien menester en vuestra absencia para sustentar la penada vida, como reliquia vuestra, pero como él no me sana sino da fuerças para esperar de vos la salud, ansi os le embio para que allá no haga falta. Y para que vos sepays quel vuestro enfermo no queda sin peligro de muerte, y ansi torneys por vuestra honra, en que no se os muera el que vuestra mano començó a dar la salud. Essotra joya que os lleua la mesma mensajera no os la embio por seruicio, sino para que en vos torne a recobrar la piedra tan rica y buena la virtud natural que en mí perdia. Y sepa yo, mi señora, de vuestra salud, para que la mia torne a auiuar se. Y no me atreuo a pedir os que me mandeys que os vea, pero mirad que la presencia de la vista del sabio y poderoso médico es gran parte para el aliuio del paciente. E perdonad me si excedo de lo que me mandastes, en mostrar que os amo, no como me distes licencia, porque si en ella os doy pena, sabed que ni de mí se puede sacar sino pena, ni puedo (obuiando a mi contentamiento) guiar por el aranzel de vuestro casto amor. Y pues si esto es peccado, e yo no puedo arrepentir me dél, concluyd con matarme, o perdonad mis importunidades. Y socorred a este que más lagrimas echa escriuiendo que letras lleua este papel, pues tras estas lluuias vienen los rayos del coraçon, que me ponen a la muerte.

Bel.—O, la más sin ventura de las mugeres! ay, que muero!

Just.—Y calla, no quiero más estar escuchando, que cierto ha hablado altamente. A, señora, señora! o, sin abrigo, mezquina yo, que está muerta! Pero qué papel es éste? carta deue ser de Floriano, y en estos papeles le deue aquella Marcelia traer algun mal. O, qué traspassada está! quiero echarle desta agua rosada en el rostro; ya comiença a tornar en sí. A, señora, esfuerça por vn solo Dios; cata que te tractas mal. Yo quiero yr a llamar a mi señor Lucendo, porque ya no cabe en razon dissimular con este tu mal; porque tengo temor que alguna vez te quedes ayslada.

Bel.—Buelue acá, no me dexes, que yo me esforçaré; dame de vestir, que no me va bien en la cama.

Just.—De carmesi te tengo aparejadas aqui las ropas, porque me paresce que has bien menester acorro para alegrar te oy.

Bel.—Ya bien pienso que me dexará primero el viuir que esta tristeza. Cierra essa puerta de essa quadra y vestireme; pero dime, diste lo que te mandé a aquella dueña?

Just.—Sí, señora, y luego se fue.

Bel.—Y tú oyste lo que ella e yo passamos a solas?

Just.—Señora, no sé más de que por mucho que le pregunté lo que la querias, no pude sacar le más de que me encargó que te regozijasse, y te hiziesse tomar todo el más plazer que pudiesse, y aun me encomendó que te vistiesse vestiduras de colorado.

Bel.—Y para qué fin?

Just.—Porque muchas vezes de la alegria exterior redunda alegria y aliuio al triste de coraçon; y el spiritu alegre haze enmocescer los viejos y refresca a los moços; y por el contrario, el spiritu triste consume el viuir, no sólo del hombre, pero de los sensibles brutos.

Bel.—Pues dime, y ella no te dio parte de lo que me queria?

Just.—Dixo me tan solamente que yua muy alegre con el don que le diste, y con el sí que le prometiste.

Bel.—Qué sí?

Just.—De que holgauas que aquel buen cauallero Floriano te viniesse a hablar de media noche arriba en el jardin.

Bel.—Ay, que nunca tal sí le di; y pues ella no lleua las palabras como se las dizen, tampoco yo le atendere aun a lo que le prometi.

Just.—Cata, señora, que peor es, concedida vna cosa, no atender la, que no el no prometerla; porque dizen que al buey por el cuerno, y al hombre le tienen por la palabra. Y pues tú le dixiste que le mandasse venir, e yo espero en Dios que será para bien, no te arrepientas de lo dicho, pues que antes no lo miraste.

Bel.—Cata que yo no le dixe sino que viniesse, que por la portezilla del jardin le oyria, y aun aquello fué por escabullirme de sus importunidades.

Just.—Pues di me: sí que para hablarle. Ya que te pones a ello, y él no dexará ya de venir, ni ella de se lo dezir, mejor es que sea donde ni él en ser visto de los que passan corra peligro, ni tu honra detrimento en que se sepa.

Bel.—Ay, que no es de donzellas andar a tales horas escondiendo los hombres.

Just.—Por ninguna via es licito a ti, si a esso miramos; pero ya que se haze, prudencia es hazer lo sagazmente: porque más vale que sólo sea tachada nuestra vida de solo Dios, que no de Dios y de las gentes, que nada callan y en nada perdonan.

Bel.—Perplexa estoy; porque negar le la habla, voy contra lo que prometi, y tambien (pues no te quiero celar cosa) no hallo sossiego en mí. Y quiero ver de dónde nascen estos mis desaboramientos; porque la sensualidad, en mí ya muy mandona, me persuade y aun fuerça a esto.

Just.—Anda, señora, un dia en el año dexa te gouernar por mi mal seso y buen desseo de tu descanso, y bien, y honra, y aun por ventura a mayor seruicio de Dios. Porque dizen: que si no fueres casto, sey cauto, y con razon, porque de la honra ha de hazer el hombre gran caudal. Pero, mudando plática, por mi salud que esse volante con essos pinjantes, acompañado con la saboyana y verdugado de carmesi, te pone tal, que quisiera ser me yo agora quien yo me sé, para gozar de ver cosa tan bella.

Bel.—Calla ya, boua, que no estoy para essas burlas.

Just.—Pues esfuerça te a estarlo, y escucha, que mi señor Lucendo está a la puerta de la quadra.

Bel.—Pues abre presto, y dexa me sola, que quiero rezar las horas de nuestra señora.

Luc.—Di, Justina, qué hazia mi hija?

Just.—Señor, queda rezando.

Luc.—Y qué tal está?

Just.—Señor, no anda muy buena; que porque anda triste la hize vestir de colorado.

Luc.—Bien heziste; pero qué siente?

Just.—No lo alcanço, pero deurias la de mandar a solazar por el jardin algunos ratos.

Luc.—Y quién se lo quitó nunca? que ella se tiene la llave, y sabe que me haze plazer. Pero anda ve, di que se vista el capellan para la missa, que luego salgo, que quiero ver a Belisea. Qué hazes tú, hija? nunca acabas de rezar? cata que no te haze prouecho a la cabeça.

[Pg 249]

Bel.—Señor, poco ha que comence las horas de la reyna del cielo, que rezo cada dia, que, mal peccado, no soy tan deuota como me pintas.

Luc.—Pues dizen me que no has dormido esta noche, y aun que no has tenido sossiego en la cama.

Bel.—Por pensar que lo ha hecho la calor, me he leuantado algo tarde.

Luc.—Bien estoy en esso; pero para qué permites que tan de mañana te entren a quitar el sueño de la vida, en especial mugeres de fuera? Porque ya de mañana diz que vino a te despertar vna vecina, y tú, de bien acondicionada, a todas das audiencia; no lo hagas, ansi te gozes. Pero dime: venia te a pedir alguna cosa? que pienso que te han olido por santera. Y si comienças a darles crédito, nunca acabarán de molestar te con lloros, diziendo que mueren de hambre, aunque a la verdad las necessidades de las gentes oy en dia son grandes. Pero ay algunas personas que el dar les para ayuda de passar su vida las haze holgazanas y viciosas; porque desque abren boca al pedir y los ojos cierran a la verguença, atan las manos al trabajar y los pies a la solicitud, y ansi vienen a caer en mil inconuenientes.

Just.—Agora os digo yo que el viejo está en la cuenta; por mi salud que creo que tiene tanta opinion de la hija, que aunque la hallasse el galan en la cama, no pensasse que era para mal; pues eche se a dormir, que quiças quando buscare tocinos no hallará estacas, y aun que en lugar de virginidad con que la case, le dara la hija un nieto que crie, si las cosas van adelante por los passos que Marcelia las encamina; pero allá lo ayan; agora me voy a lo que me mandó, y no quiero escuchar les más.

Bel.—Ay, señor, como ya te he dicho que ni soy tal que me tengan por tan misericordiosa, ni aun tan poco sin tu expresso mandado no osaria disponer de cosa.

Luc.—Anda, hija, que como yo te ame tanto, y tú sepas que lo tendre yo por bueno, basta esto para que sin scrupulo pueda tu prudencia hacer por tres viuos y defunctos el bien que yo con occupaciones y negocios no puedo todas vezes. Pero qué te quería aquella muger? y quién era?

Bel.—Señor, es vna que fue casada con vn criado de casa, que agora dias ha que embiudó, y es vna buena muger, por cierto, segun lo que de ella me dizen.

Luc.—Su nombre?

Bel.—Marcelia.

Luc.—Ya, ya, conozco la como a ti. Pues essa bien tiene por qué reconoscer seruicio a esta casa; que en no sé qué mala famezilla la rastreó la justicia agora vn año, y era en cosa fea, y que no librara bien si no entendiera yo en ello. Y piensa, hija, que de estas que ansi moças quedan viudas tienen trabajo y aun peligro, mayormente si les sabe la casa la ociosidad, madrastra de las virtudes y abogada y madre de los vicios.

Bel.—En esso ni sé cosa, ni quiero tomar cargo de peccados agenos; basta me que a todos tendre por buenos, mientras no les viere fuera del camino de la virtud, y aun ay lo vere. Y si suelda tiene el defecto, lo tengo de interpretar a la mejor parte, y no creerme por lo que el vulgo afama, por no tener que errar, ni hallar de qué me arrepentir.

Luc.—Pues por tu vida, hija, qué buscaua?

Bel.—Rogar me que le recibiesse vna su hija.

Luc.—Ya creo que estará grandezilla, y aun muy libre para lleuar tus recogimientos. Pero allá te auen, con tanto que ésta venga las menos vezes que ser pueda a ti, y a tu cama nunca, porque éstas tienen otras oraciones que tú ni sabes ni entiendes. Y asuadas que luego te buscasse la madre, que vosotras llamays, y te vendiesse del ojo, y otras cosas deste jaez.

Bel.—No vuo nada de esso; pero a la verdad dixo me que pensaua que tenia algun friaje que me causaua estos desasosiegos.

Luc.—Bien conozco yo vuas de mi majuelo. Pero mudando plática, me di, qué te ha parescido sobre lo que te hablé este dia?

Bel.—Y qué, señor?

Luc.—Bien muestras el poco cuydado que tengas deste mundo, ni aun me paresce mal ver las doncellas oluidadizas en cosas de casamiento. Ya tú sabes quántos te me piden y con quánta importunidad, y con ser de los principales de la corte, y aun del reyno, con ninguno he concluydo, por dos cosas que ya te dixe este dia. La vna, por no te apartar de mí, y la otra, porque en todo te quiero consolar y complazer.

Bel.—Ya pensé que era esso oluidado.

Luc.—Yo quisiera poder, hija mia, oluidarlo, por no me necessitar a te acordar al fin de mis dias partir de mí, visto que yo podré turar muy poco.

Bel.—Pues el morir a ninguno perdona, nuestro señor querrá que, para quitar te de essos cuydados, yo vaya delante en essa jornada.

Luc.—Dexando essos juyzios a Dios, me di en esto lo que te parezca, pues ya no paresce bien ni a mí ni a ti no te buscar vn marido, y tal compañero con que yo gane contigo otro hijo más. Porque hemos de disponer nos segun la voluntad de Dios, segun lo que la naturaleza pide, que yo tracte para mí de la sepultura y para ti del principio del viuir.

Bel.—Pues suplico te que ya que essa es tu voluntad, de querer tambien esperar la mia, que por el sí de mi respuesta me esperes solos otros dos meses. Y en tanto, que no me hables del partirme de ti, si quieres que de mis malas disposiciones yo sane y no vaya la soga tras el calderon, como dizen, de manera que lo vengas a perder todo con enterrar me primero.

Luc.—Cata que lo yerras; porque dado que, para mi consolacion, y aun la tuya, nos parezca bueno esso; pero no cumple a la razon sino que se haga, y quiero lo hazer de mi mano.

Bel.—Pues ansi lo confio yo en Dios; pero tiempo ay.

Luc.—Pues que ansi quieres, aunque hago mal en dexar me gouernar por ti en esto, pero no te quiero dar más pena. Y anda acá, que nos aguarda con la missa el capellan.

Bel.—Vamos donde mandares.

[Pg 250]


ARGUMENTO DE LA SCENA XXVII

Estando Grisindo el paje de cámara de Lucendo con Liberia a solas, entra Marcelia de buelta de casa de Belisea, y ella le absconde. Y estando la madre y la hija en sus razones, sobreuiene el despensero. Y estando ansi juntos, sobreuienen Fulminato y Felisino, y sobre cierto entremes se absconde Fulminato de miedo en el establillo.

Liberia, Grisindo, Marcelia, Despensero, Fulminato, Felisino.

[Lib.]—Ay, Señor, por tu vida que te baste ya, y me dexes y te vayas, que pues me dixiste que quedaua mi madre con Belisea, no tardará ya. Y pues yo tuue resistencia en tu voluntad, no quieras tú quebrar mi honra, y especial que tengo madre, y muy zelosa.

Gris.—Ya por demas seran sus sospechas, ni aun la esperes acá de esta parte de vísperas, quanto más que ya te he dicho que ella dixo que yo viniesse, y sabe que venia a cortar camisas.

Lib.—Y aun la escusa será razonable no hauiendo lienço ni costura! Pero ay, mezquina de mí, que ya viene: yo no osaré parar en casa si te ve solo.

Gris.—Pues qué quieres que haga?

Lib.—Que te subas aquí a la solana y presto: mala landre me mate, que aun la escalera no cerré con tus priessas, e ya sube.

Gris.—Pues subo, aunque contra mi voluntad, pero por amor de ti.

Lib.—Pues mira que por poco que te menees arriba serás sentido, e yo perdida; que yo cierro esta portezilla hasta su tiempo, que tendre cuydado de abrirtela.

Mar.—Qué hazes, hija, que paresce que estás alborotada?

Lib.—Como te senti subir, turbéme, que pensé que era otro, y dexé la lauor.

Mar.—Pues por qué dexas la puerta abierta? que no sabes quién passa por tu calle; pero, quién esta arriba en la solaneja?

Lib.—Será algun gato a más andar, que yo no siento qué sea. Pero, qué traes, que ansi vienes tan sobarcada?

Mar.—Pense, hija, que como cerrauas aquella portezuela, que venias de estarte al sol ociosa; que a la fe, boua, este es el saber baratar la vida, que no tú que nunca valdras nada.

Lib.—A la he, bien que baratas tú la vida, y la casa anda sin dueño, que no te acuerdas que hemos de comer oy.

Mar.—Y dime, hija, la racion de palacio no vino?

Lib.—Qué ignorancias las de mi madre! hauiendo se concertado con el despensero de Floriano que se la dé en dinero?

Mar.—Por tu vida que no me acordé que me auia ayer dado seys reales por esta semana.

Lib.—Pues yo seguro que gana él bien contigo, porque quando la embiauan hauia para cinco personas.

Mar.—Calla, boua, que mejores son seys reales cada semana que no aquella perdicion de vianda; porque como lo auiamos de repartir con los vezinos, que a nosotros montaua poco; y ellos mesmos que lo comian, al cabo nos darían por gracias el juzgar de dónde o cómo viniesse; sí que mejor es que gane con nosotros el criado del que nos lo da, en especial que no se pierde nada con él. Y aun tambien sí que mejor es tener con qué te comprar el chapin, y el botin, el manto, la saya, la camisa, la toca y otras mil redrosacas que salen de cada dia. A la fe, bouilla, si no miras más de al papo, guay del saco.

Lib.—Bien que sea esso: pero sí que razon es que sintamos mejoria con el don del bueno; sino que tú, como deues de vntar los dientes por allá antes que vengas, con lleuar te los dineros en tu bolsa, quieres que espere yo a que se te antoje de me comprar el vestido, y en tanto, que me quede yo en casa royendo de la lana del almohadilla.

Mar.—Ay, landre que te dexe, y qué braua te me pones, porque me has visto el sayuelo de terciopelo a la marquesota; porque bien vees tú que esta ropa no la he de vestir yo; y aun con el rico volante rie se te el ojo. Pues toma lo, y viste lo, y asseate con ello, y sea tuyo, en pago de mis seys reales. Agora contento está todo el mundo, ya no hay hambre ni pariente pobre. Pues otro dia sepa callar y dexar hazer a la que te parió, y guarda me essa holanda, que más ay de ocho baras, y no les faltará para qué sean.

Lib.—Pues agora te quiero, madre, dar algo yo.

Mar.—Ya fuesses para algo!

[Pg 251]

Lib.—Pues otra racion ay en casa.

Mar.—Ya sé cúya; pero vino harto?

Lib.—Y cómo? harto y bueno; pero no sé quién sube.

Mar.—Esconde esso presto.

Desp.—Bien me perdonarás que subo sin llamar, que pensé de hallar acá vn gentil hombre.

Mar.—Y quién era?

Desp.—Grisindo, el que te dixe en la posada.

Lib.—No he visto sino el moço que truxo vnos aparatos de cena.

Mar.—Calla, boua, que cata aqui quien lo manda, porque veas quánto le deuemos. Por esso apareja presto con que le des de comer, y ve primero, cierra la puerta.

Lib.—Yo voy, pero bien piensa mi madre que no se las entiendo!

Ful.—Ya estamos a la puerta.

Fel.—Pues cata que arriba ay hombre, que yo oy la habla.

Ful.—Pues tambien, si miras, baxa no sé quién. Sube, sube, y verás quántos y quiénes son, que porque no me sientan y se echen por las ventanas de miedo mio, me quedo en este portal, para que en baxando los que fueren, los embie al otro mundo antes que ayan la puerta.

Fel.—Pues yo subo luego. Cata, cata, qué buen encuentro!

Lib.—Tú vengas en buen hora; pero está ya quedo, no me destoques.

Fel.—Por Dios, que estás hecha vna reyna con essa seda y tocado.

Lib.—A la fe, si lo estoy o no, no lo deuo á ti.

Ful.—Cata, cata; por Dios que ay ruydo en la escalera; encontrado se han con el pobre de Felisino. Y por el armadura de Sanctiago que le matan; bueno es tomar la puerta, y aun huyr; pero no es cosa, porque me haga mal hechor, y passa mucha gente, y de verme huyr pensarán algun mal. Cata, cata, seguro es el campo, que juegan al cubri xixa Felisino y Liberia.

Lib.—Anda, sube ya, pues vienes solo.

Fel.—Antes queda Fulminato en el portal.

Lib.—Pues, mezquina yo, sube llamando, porque está con mi madre vna vecina y no holgará que la vean.

Fel.—Y estan solas?

Lib.—Vn pariente de ella está allá que la trae.

Fel.—Yo subo a ver qué ay.

Ful.—La muchacha baxa sola; asuadas que ay cofradia, que baxa a cerrar la puerta; quiero me asconder en este establillo; pero doy al diablo estas puercas, que ansi hiede esta estancia.

Lib.—Miralde vos estotro mentiroso, que me[Pg 252] dixo que estaua aqui Fulminato, aunque, con todo esso, la cosa se adobara si el otro diablo baxara y le encontrara aqui.

Ful.—Qué, qué? otro ay? pues descreo de los retajados si yo no me puedo ensuziar los pies y aun más adelante en tan feo lugar, porque no me encuentre él donde me ensangriente.

Fel.—Quién está por acá arriba?

Mar.—Ay, mezquina yo, que aquel es Felisino!

Desp.—Sea siquiera el diablo, que no me encerrarás otra vez.

Fel.—Voy me, señora Marcelia, que no quiero ser agua de por sanct Juan.

Mar.—Anda, no te vayas, que este señor es primo mio, e ya se queria yr.

Fel.—Agora no se hauian concertado la hija y la madre en el mentir, que discordan en sus dichos.

Desp.—Pues, señora, si viniere aquel mancebo, avisar le has que ando en su busca y quedate a Dios.

Fel.—A, gentil hombre, no os vays por mi causa.

Desp.—Tengo os lo en merced, que no me voy por esso.

Fel.—Pues si mandays algo, lo haré.

Desp.—Que soy vuestro.

Fel.—Por Dios, que este es el despensero de Lucendo, de quien se quema Fulminato, y con razon, y que si él está aun abaxo, que son asidos.

Ful.—O, pesar de la vida de los condenados, y qué correr trae por la escalera abaxo! el diablo me metio oy aqui; que bien dizen: que el andar con mal no puede turar. O, nuestra señora de Loreto, que si bueluo en mi tierra sano, yo te visitaré tu santa casa: libra me oy de muerte y deshonra.

Lib.—Pues ya te vas?

Desp.—No puedo más detenerme. Si aquel galan en cuyo rastro yo ando aportare por acá, por tu fe le digas, señora, que no se ande ascondiendo.

Lib.—Si haré; ve con Dios.

Ful.—Voto al chapitel de la Minerua, que este es el despensero de Lucendo, y aquel que busca deuia de ser yo. O, hi de puta, pues y quién le esperara e ouiera subido? Y aun que si en la calle me encontrara, me hauia de necessitar a huyr, porque más vale verguença en cara que cuchillada. Pero ya él se fue, y la Liberia se subió arriba; quiero salir desta hediondez.

Mar.—Hija, adereça que comas, y no me esperes, que voy a vn poco.

Fel.—Pues espera, subira Fulminato, que queda abaxo, e yr se ha contigo.

Ful.—Qué se tractaua de mí agora?

Fel.—Dónde has estado?

Ful.—Detuueme en la calle con vn amigo que a la sazon passaua; pero dónde vas, señora?

Mar.—Allá a palacio.

Ful.—Pues no querras detenerte, voy me contigo.

Mar.—Ay, qué mal huele por aqui!

Ful.—Pues yo no osaua quexarme; pero ya no podia suffrirlo.

Lib.—Cómo no hauia de oler mal? que veys quál trae los pies Fulminato.

Ful.—O, reniego de Saturno ayuso, de todos los que en Dios no tienen parte, con justicia que tal consiente que echen en las calles.

Fel.—Pues cómo vienes ansi llena la gorra y la capa de telarañas, que paresce que sales de algun establo?

Ful.—Que no sé lo que es, dexame.

Lib.—Ay, que por mi vida que agora se me aclaró el miedo que vue abaxo; que se me fantaseó que vi entrar en el establillo quando fuy a cerrar la puerta, y en el ayre me dio ser él, pero no lo podia creer.

Ful.—Voto al sancto calçado de la epiphania, que pense de encubrir mi necessidad; pero como no era cosa que podia dexar para otro dia, yendo con priessa a descargar el cuerpo, paresce me que cargué los vestidos. Y descreo de las harpias infernales si no era de poner fuego en la casa que tal se suffre.

Mar.—Anda ya, que siempre andas gruñendo. Vete a poner fuego en tu casa, o en la que tú dieres; que si ésta no te agrada, busca otra perfumada, y si te paresciere, antes sea oy que mañana, porque en cada casa has de contentarte con lo que hallares, y si no, callar y huyrlo, y nadie se ensañe donde no tiene desensañador.

Ful.—Ya, ya, muy tras picadura estás. O, hi de puta, y quién no viniera armado de paciencia? pero con todo, no te pese de oyr lo que deues hazer enmendar en tu casa.

Mar.—Pues que yo no te mandé entrar al establo, no tengo que ver en qué tal está. Y pues tú entraste a lo que entraron otros primero, no tengas a mucho hallar lo que otros obraron. Y al fin, el establo es para aquello, y para bestias, y los aposientos para los hombres. Y aquello, en ser lo que es, no paresce tan mal como esta saleta para lo que es, en estar sin tapizes.

Ful.—Anda, vamos y calla, que no dire más.

Lib.—El diablo no los sacará oy desta casa, que ya he lástima al otro pobre hecho atalaya en la solana, y estotro asno acá piensa de quedar se.

Fel.—Qué dizes?

Lib.—Que me espanto cómo mi madre osa yr sola con aquel diablo sobre lo que ha passado, y por amor de mí que te vayas con ellos sin que les digas nada, porque temo de mi madre.

Fel.—Pues queda te a Dios, que allá aguijo por tu seruicio.

Lib.—Allá yrás, don necio; quiero abrir al otro agora. Cata, y cómo ay has estado?

Gris.—Luego me baxé, y por entre las tablas de la puerta mal juntas lo he visto todo.

Lib.—Ay, mezquina yo, que te podian muy bien ver a aduertir en ello; pero espera, que no sé quién sube.

Gris.—Valga la el diablo y qué suelta es, que en dos trancos se abalançó la escalera abaxo.

Ful.—Dónde bajas huyendo? creo que vienes medrosa de quedar sola en casa?

Lib.—Ay, mezquina yo, que oy no sé qué ruydo, y no osé más parar.

Ful.—Si era algun alma en pena? pues anda arriba, y verás cómo, aunque sea el diablo, te le hago que no pare más; y sube presto, que no se me cueze el pan por ver lo que es, que tambien endenantes senti pisadas sobre la saleta.

Lib.—Ay, que esso serian gatos que saltan a la solanileja desde el tejado.

Ful.—Pues dexa me subir, que aun me paresce que siento arriba no sé qué.

Gris.—O, pesar de la vida, y si no es este aquel muy afamado Fulminato el barbudo, que aun con su nombre asombran los niños! Pues que yo no puedo ya huyr, quiero estar a punto y defenderle la escalera.

Lib.—O, mala landre me mate, y si no soy perdida si éste sube.

Ful.—Quita te me ya, pues, del passo.

Lib.—Ay, calla ya, que por no te dar enojo no te lo osaua dezir.

Ful.—Di lo, di lo; di quántos son, porque nadie escape.

Lib.—Ay, qué...

Ful.—Acaba ya.

Lib.—Sonauan muchos.

Ful.—Qué, qué? y dónde? o quiénes?

Lib.—Por la puerta del corralejo me parescieron tres.

Ful.—Y eran hombres?

Lib.—Y aun con hartas armas, y el vno dixo: presto, presto, que agora torno a entrar.

Ful.—O, pesar de la vida, y esso ay?

Lib.—En oyendo lo salté desbalida, que pense que yuan tras Felisino.

Ful.—Qué hare? si me abscondo en el establillo asirme han; quiero subir me arriba, no me tomen acá la puerta, que arriba haurá do me absconda.

Gris.—Agora yo baxo con denuedo, que la muchacha lo ha tramado tan bien, que él pensando que son muchos no esperará; y al fin, si esperare, en la escalera vno por vno no le he miedo.

Lib.—Ay, triste de mí, que baxan!

Ful.—Descreo si más paro; no me empañen.

Lib.—O, cómo corre el diablo; baxa tú, señor, de presto y toma por arriba de la calle, que él abaxo va.

Gris.—Pues Dios quede contigo.

[Pg 253]

ARGUMENTO DE LA SCENA XXVIII[682]

Llegada Marcelia a casa de Floriano, llegado Fulminato, passan entre ellos y Lydorio grandes platicas de la amicicia.

Felisino, Marcelia, Fulminato, Pinel, Lydorio, Polytes.

[Fel.]—Agora que ya llegamos al puesto, te quiero preguntar qué tenemos de la dama de Floriano; porque no sé si por el enojo de Fulminato, o si huyendo de su mal olor, o que si porque traes buenas nueuas, tanto te he visto amiga de llegar a donde estamos, que no vi sazon hasta agora de te preguntar sin miedo de mala respuesta.

Mar.—No fuera yo tan mal mirada contigo; pero quiero que sepas que el porqué de mi aguijar el estomago ligero lo causaua.

Fel.—Antes, segun el dicho del Vizcayno, no hauiendo comido hauias de venir mas pesada; porque dize que tripas lleuan piernas, que no piernas tripas.

Mar.—Ansi es, que desmaya el que no come; pero tambien dize el Vizcayno que tripa vazia, coraçon triste.

Fel.—A qué proposito [es] esto?

Mar.—El preguntar perdiste de tiempo, porque yo no tengo gana de tristeza, y ansi no tendre gana de estar mucho sin comer, y ansi me doy priesa por ganar presto dos deudas. Lo vno, a Floriano su respuesta; y lo otro, a mi estomago la vianda; porque oy toda mi occupacion ha sido en seruicio de Floriano, de manera que para mi casa aun lumbre no ha auido para guisar de comer.

Fel.—Al diablo doy tanta auaricia de muger; bien dizen que es vicio el pedir a quien se aueza a él.

Mar.—Muy presto aprendiste de Fulminato el hablar entre dientes.

Ful.—Qué se tractaua de Fulminato? que el huelgo no me alcança por alcançaros.

Mar.—Ayna cayeras en el numero de los que dizen: al ruyn mentalde, y luego viene. Pero quiera Dios que esse venir tan desblanquinado no proceda de algun mal recado que ayas hecho, y con todo, guarde Dios mi casa.

Ful.—Descreo del can ceruero y de toda la compaña de Pluton, con muger que luego ha de adeuinar.

[Pg 254]

Fel.—Pues di nos qué fue, en dos parolas; pues sabes que la amicicia manda que trayga el amigo el coraçon descubierto.

Ful.—Y aun tambien le manda que tenga las ropas cortas, porque no tarde en acorrer al amigo; pero guaresce Dios, que sin tu acorro dexa esta valenciana quatro o seys en la cal nueua.

Fel.—Y aun ansi quedaran más de ocho.

Ful.—Qué, tambien tú adeuinas? pues tantos eran, sino que los dos valieron les los pies sueltos como la liebre.

Pin.—Nora buena estés, señora Marcelia, y la compaña. Que es esso, hermano Fulminato? que paresce que matas quatro de un golpe.

Ful.—Pues boto al cinto de Dios padre, que tantos van ya en sal para la otra vida.

Lyd.—Qué es esso, Fulminato? y tú, señora Marcelia, estés en buen hora.

Mar.—Beso tus manos, y llega a poner paz en la ferocidad de la boca de Fulminato; que porque vean que fue solo, lo representa a solas: que todos los mata arreo.

Fel.—Todos somos sus amigos, y quisieramos hallarnos con él, si algo fue.

Ful.—En tanto, gracias a Dios, manos mias, y la bondad del espada que lo esperó.

Lyd.—Es la que te di?

Ful.—Sí.

Lyd.—Pues ay verás qué amigo te soy, que en dar te la tal, virtualmente te he ayudado en todo lo que con ella has hecho; porque el amigo lexos y cerca ha de ser amigo, segun lo declaraua la figura de los antiguos.

Fel.—Pues viene a coyuntura, nos declara lo que se platicaua entre antiguos de la Amicicia, porque lo oy apuntar a Fulminato y no le dio cabo este dia.

Ful.—A mí pide tú las obras, y al señor Lydorio las antiguallas.

Mar.—Pues en dezir lo nos hará merced, aunque el saberlo dezir arguye no menos saberlo obrar.

Lyd.—Pues huelgas de oyrlo, y todos, aunque ya otras vezes lo he relatado por extenso, pero agora de passo lo dire todo, y passa ansi. Que los Patricios antiguos de nuestra madre Roma, a la entrada del Capitolio, en el Senado, la tenian pintada a la Amicicia, donde de todos fuesse vista los que entrassen. Pintauan la en forma de hombre, y en edad de mancebo, con alegria de rostro, con presencia robusta, la cara exempta y manifiesta, y sin alguna ruga ni sobrecejo; la cabeça descubierta, la ropa corta y aspera y no rica; los pechos abiertos, y con la mano diestra enseñando el descubierto coraçon. Y deste procedia un letrero matizado de fino oro que dezia: Muerte y vida. Y por parte de lo baxo de los pies, yua otro letrero del mesmo matiz que el de arriba, que dezia: Cerca y lexos. Y quando alguno queria examinar el amigo en aquella muestra le labraua de las condiciones que hauia de tener, aunque agora si no se ouiesse de prouar aquella inuencion de los antiguos, de otra manera la pintarian al moderno.

Mar.—Pues de todo nos harás merced en nos hazer sabidores, porque aunque no he comido, no sentire la hambre del cuerpo por tan dulce manjar del spiritu.

Ful.—Si no se te acordaren, señor Lydorio, los escritos, mira a mis hechos y verás qué dezir bien de la amicicia; que voto al quicial de las puertas del cielo, más sé yo obrar por mis amigos que los libros pueden dar reglas en escrito. Pero con todo esso, huelgo de oyr todo buen razonamiento.

Pin.—En tanto, señor Lydorio, nos di de los escritos antiguos, para con los hechos de Fulminato contados de su boca.

Lyd.—Pues pintauan la a la entrada del Senado en el Capitolio, porque alli todos concurrian a sus causas, y tambien porque todos los que entrauan hauian de ser entre sí tales amigos, que todos fuessen vn enemigo para sus enemigos del sacro senado Romano. Y pintauan la Amicicia (que aunque suena nombre de hembra) como varon, porque, aunque perdone la señora Marcelia presente, de la hembra es la inconstancia, y la firmeza y immutabilidad, en el varon.

Ful.—Pues, voto al cuerpo del quarto elemento, que para el mal que son ellas bien constantes y extremadas.

Mar.—Por no atajar tan buena plática al señor Lydorio (que ya me hizo la salua, hablando en perjuyzio de las mugeres) no te respondo, Fulminato, como lo meresces; pero procede, señor Lydorio, que, no tomando en particular a ninguna muger, como quiera desseo oyr la descripcion propuesta, que a Fulminato sazon tendra mi razon guardada agora.

Lyd.—Pues digo que la figurauan mancebo, porque siempre la amistad entre los amigos ha de ser no juvenil por la edad, sino por la representacion y significacion; porque ha de ser animoso, suelto, fuerte, suffridor de afanes, y vengador de injurias; donde quando interuiene honrra o suya o del amigo, que ha de ser otro él, ha de ser liberal para con el amigo, lo qual más se halla ordinariamente en el hombre mancebo que no en el viejo. Tenía más el rostro alegre, mostrando que ansi le ha de tener el amigo en todo lo que debaxo de Amicicia le pudiere pedir el otro amigo. Tenía el rostro sin ruga ni sobrecejo, entendiendo en esto que el amigo no ha de tener doblez al amigo, ni le ha de ser molesto, excepto en cosas que derogan a la virtud. Porque el que no desengaña y retrae en tal caso al amigo, por sólo dezir que no le quiere dar pena, o, por lo que es peor, por aprouecharse dél, el tal más es enemigo, adulador, infiel, engañador, que no amigo. Porque la amistad ha de ser en las cosas honrosas y buenas y de virtud, y que no contradigan a la ley de Dios, que es el mayor y más verdadero amigo nuestro. Tenía el aspecto robusto, y no donzellil ni delicado, porque el amor del amigo no ha de hallar flaqueza ni floxedad en el amante amigo, ni ay de donde (si es amigo) busque inconueniente para que no se ponga a todo lo que virtuosamente y debaxo del tal amor de amigo le pusiere el otro amigo. La cabeça descubierta dezia que en ninguna manera ha de encubrir el amistad que tiene al amigo, agora interuenga interesse, agora peligro, agora verguença. La ropa corta y aspera que tenía dezia el poco embaraço ni inconueniente que ha de tener el amigo en las cosas de su amigo, lo vno; y lo otro, la aspereza que es menester que muestre a defuera el amigo al amigo, por retraer le, y conseruar le, y guardar le la vestidura del alma de dentro, que son las virtudes. De tal forma que más ha de ser amigo del alma que del cuerpo, y más de la razon que de la sensualidad, y más del spiritu que de la carne, y más de las virtudes del amigo ha de curar que de la beneuolencia de fuera; y ansi era la vestidura corta, para que no embaraçasse; aspera, para que pungiesse; no rica, para que no se mirasse al valor de la hazienda y se hiziesse gran caudal del valor de la virtuosa vida, porque la Amicicia, para que no vsurpe este nombre, presupone tener vna hermana, y muy en amistad de hermana, que es la Virtud. Tenia los pechos abiertos, mostrando el coraçon, etc., porque tales han de ser los pensamientos del amigo para con su amigo; que las obras buenas que figurauan la mano diestra muestren bien cómo nazca de coraçon, y de claras y sanas entrañas, la tal amistad. El letrero de oro procediente del coraçon mostraua la perseuerancia que ha de hauer en el amigo; porque el amigo ha de perseuerar en la amistad en la muerte y en la vida, en los afanes y en los plazeres; y ansi mostrauan las letras, en ser de oro, que la tal perseuerancia del amigo merescia la corona del vencimiento de oro. El letrero de los pies, del mesmo matiz de oro, que dezia cerca y lexos, demostraua la presteza y liberalidad que el amigo ha de tener en las cosas que algo importan al amigo, y esto ha de ser en su presencia, y en su absencia, cerca dél y alongado dél. Por manera que, aun que en los cuerpos absentes, en la voluntad, que siempre ha de ser vna, siempre esten presentes los amigos. Y ansi como las otras letras de oro, dezian éstas de lo mesmo el merito de la tal amistad ser de valor del oro, que es el más valeroso de los metales.[Pg 255] Esta es la figura, y lo que entonces figurauan en ella y entendian los antiguos de la amistad.

Mar.—Por cierto ello ha sido cosa de notar, y dicha por boca de sabio.

Fel.—Ello es ansi cierto, y aunque en ser tan verdad, ay pocos amigos en nuestra tempestad.

Lyd.—Y aun, porque lo creas más de veras la falta que oy tiene el orbe de amigos entre sí, oye cómo pondera el sabio al buen amigo: que dize que no ay comparacion que se compare, ni precio a que se estime, ni thesoro con que se compre el fiel amigo; porque el que le halla halla más thesoro que en el Peru hallaron en esta nuestra edad los orgullosos y cobdiciosos guerreros nauegantes Españoles.

Pin.—Y aun ansi creo yo que, como ay poco thesoro por gastar de lo mucho que ay descubierto, que ansi, aunque se descubran a prima vista muchos amigos, que los examinados son pocos, o por mejor dezir quedan pocos.

Lyd.—La cobdicia del thesoro es oy mayor que hasta agora, y el posseer no quiere compañia, y la falta de la compañia quita la hermandad, y la falta de la hermandad quita la paz, y la guerra encubre los amigos y manifiesta los enemigos. Y ansi es mi tema, que la amicicia, si fueran los Romanos que fueron entonces agora, que de otra manera pintaran aquella figura.

Mar.—Pues tambien nos lo di, porque no menos nos podra aprouechar la sabia razon tuya que la antigua pintura suya.

Lyd.—Pues si no saliera el paje, y pidiera Floriano ya de vestir, yo dixera que la hauian de pintar como muger, y aun vieja, por la inconstancia y avaricia, y de rico vestido al buen parescer exterior, porque esto halla y descubre oy los amigos más y más ayna, y el coraçon, con treynta cobertizos, porque oy en dia ni ay claridad de amigo, ni amistad donde interuiene interes, ni ley, sino con la moneda; que éste tiene oy en el mundo más amigos que Dios, por la grande auaricia y peccados nuestros. Porque si el amigo sea quanto rico querays de virtudes, y aun de nobleza de sangre, si por desdicha es pobre, todos le huyen, todos le baldonan, todos se desdeñan de llamar se sus amigos. Pues los pies oy en dia los tiene la Amicicia atados, y aun las manos mancas al obrar. Mucho hauia que dezir en esta materia, pero no lo pide el tiempo agora. Yo quiero entrar a ver si se acaba de leuantar Floriano, y luego, señora Marcelia, le diré cómo le aguardas.

Mar.—Merced me harás a buelta de la que me has hecho con lo hablado.

Fel.—Por Dios, altamente ha salido con todo, y aun que en la descripcion de la moderna fortuna la pone muy al vso de como la tractan agora las gentes. Pero agora mientras sale el camarero, nos di, Fulminato, qué es lo que tú dizes que te acontescio.

Ful.—O, reniego de los epiciclos del primer planeta contigo, y que ansi quieres tan de arrebato oyr mis cosas?

Pin.—A buen entendedor, pocas razones; deue de querer que no le embaracemos, que querra hablar a solas con la señora Marcelia.

Fel.—Bien apuntaste, y con su licencia nos vamos a buscar qué moflir; que Floriano ni se leuantará de esta hora, ni comerá destas tres.

Mar.—Mas todos os podeys yr, que yo quiero entrar a ver a Floriano, que ya se torna a salir el camarero.

Ful.—Pues a Dios, que desque ayas concluydo, aqui nos tienes a todos. Y ve, que te llama el page con la mano que entres, y Dios te dé tal dicha, con que yo medre algo.

NOTAS:

[682] En el original dice equivocadamente XXVIIII.


[Pg 256]

ARGUMENTO DE LA SCENA XXIX

Sabiendo Floriano que Marcelia viene de hablar a su señora Belisea, habla consigo a solas al caso muchas razones. Entra Marcelia, da le relacion de lo que ha hecho y saca le más dadiuas antes que le diga el concierto que trae de que vaya essa noche a hablar a Belisea.

Floriano, Polites, Marcelia, Lydorio.

[Flor.]—Dime, mi señora Belisea, qué es lo que me embias a mandar que haga de mi tan penada vida? por ventura es tu voluntad que yo muera? Ay, que no puedo persuadir me a pensar que a tanta hermosura acompañe tanta crueldad, pues que yo tuyo so, por ti viuo, en ti confio, tú sola eres mi señora, mi vida, mi esperança, mi gloria y mi consuelo. Por tanto, no seas engañada en el querer matar me, pues sabes que nadie deue aborrescer sus cosas; o si no, será possible que mis males hallen algun remedio de ti, que sola me lo puedes dar? ay, que aunque a mí parezca que nada te merezco, muy arduo [es] este remedio, y muy cuesta arriba este camino para llegar mis meritos a ti; pero a ti es muy facil, y aun a tu honra muy conueniente. Porque de otra manera podrias cobrar renombre de cruel contra los pobres y de matadora de los tuyos. Ay de ti, Floriano, que destos dos extremos, el primero temo por mi baxeza, pero haze me esforçado tu misericordia, benignidad y nobleza; y el segundo, teniendo mi acorro por impossible, no puedo no me alegrar con tu potencia que en mí y de mí puede llegar me a la muerte y llegar me a la vida. Y mira, angel mio, quánta representacion de tu majestad y potencia ay en mi entendimiento, que en saber que viene la mensajera de mí tan desseada, por venir de tu parte, y hauer estado contigo (que en mí lo siente ya) me alegro. Pero con esto, en representar se me tu majestad y merescimiento, y en tornar a mirar mi baxeza, y en pensar que te embié a pedir mercedes con ella, y en acordar me que, con no te merescer seruir, antes te he desseruido, teme este ya tan tu llagado mi coraçon alguna aspera respuesta. Porque, aunque merescida de mi atreuida locura, pero occasionado por tu gran hermosura, como discaydo con la vieja llaga de tu amor, temo nueuo golpe de disfauor, con que, yo muriendo, no podré publicar me por tuyo, que es lo mesmo a ti, y tú serás llamada ingrata y cruel y matadora de los que no supieren que quisiste que yo muriesse, y queriendo pudiste, y podiendo lo heziste, y hecho fue tu voluntad; y en ser tu voluntad, es ello bien hecho, y de mí por tal acceptado desde agora. Y porque si esto de ti se dixesse el daño de tu abatimiento era a mí muy principal, mejor será que yo me mate, antes que venga mi muerte embuelta en tu aspera respuesta, porque entonces a mí seria pedida mi muerte como el que mató cosa tuya. Pero qué digo? que yo no puedo sino confessar que tú, mi señora Belisea, me das la vida, y bien sé que yo no puedo matarme sin tú querer, y si tu querer yo hago, gano gran gloria en el premio de tu amador. Y pues yo aun no he hecho obras por donde ya presumidamente te pida gloria, quiero aparejarme a mayor tormento, para que más crezca mi merescimiento. Pero solo quiero, mi señora Belisea, que mires a que, con esperar a la mensajera que espero y desseo, no puedo tanto esforçar al tan llagado mi tu coraçon, a que no ponga de temor grande pasmo a los interiores sentidos, y el entomescimiento que agora todos mis miembros sintiendo, no puedo seruir me de más de sola la lengua para el pregonar tu majestad y mi temor, y de los ojos para llorar mi culpa, y de los sospiros para manifestar a todo el mundo mi pena.

Pol.—No has mirado quán largo razonamiento tan dulce ha hecho? y qué razones tan sentidas? y qué plática tan bien trauada? y qué sentencias tan claras pronuncia su lengua en la tan gran obscuridad de su tenebrosa pena?

Mar.—Todo lo he sentido, y de todo me he holgado; y conduelo me de ver quán obscuro le tiene la pena, que no basta la claridad exterior a le alumbrar, para que ni nos aya visto, ni nos verá, si no le despertamos. Y pues que ya tú sabes y te he contado en lo a ti tocante todo lo que allá passé, con te auer dado respuesta de lo que me encargaste, como acabas de oyr, agora será bien me dexes dar a tu señor el despacho de sus negocios, pues que aun tambien los sabes ya antes que él.

Pol.—Pues mira que tractes con él que si fuere me lleue por compañero, porque más te tenga que seruir.

Flor.—Pajes, quién habla ay?

Mar.--Dexame, que yo quiero responderle. Yo soy, mi señor Floriano.

Flor.—Y quién eres, que me has despertado del sueño de la vida, en la contemplacion de mi gloria?

Pol.—Mira, señor, que es Marcelia.

Flor.—Quién dizes?

Mar.—Calla tú, dexa me con él. A, señor, oye me lo que tu señora Belisea te manda responder.

Flor.—Belisea? es mi esperança, es mi señora, es la que me resuscita. Ya, ya, bien te veo, bien te conozco; bien sé que eres tú la mi Marcelia, la llaue de mis secretos, la que me trae algun magnífico don del thesoro de mi gloria. Sienta te en esta silla par de mí, y cuenta me cómo te fue en el camino? qué tanto ha que veniste? qué me traes negociado?

Mar.—No cures de saber el gran afan y peligro de mi persona, y la afrenta y deshonra que siento ver me con tan ruynes sayas parescer delante buenos. Pero porque a más que esto me obliga tu seruicio, y ni tan poco ha de parar mi buena solicitud en esto, sepas que aun te vienen grandes y buenas nueuas debaxo de estas tan pobres y viejas ropas que cubren estas carnes peccadoras.

Flor.—Anda, mi buena amiga, que si tú tienes buen cuidado de cumplir tu promesa en mi seruicio, yo no me oluido que te empeñé mi palabra en el gualardon, mayormente en lo que más publica tu necessidad. Pajes, quién está ay?

Pol.—Señor, yo estoy.

Flor.—Ve corriendo al camarero, que luego haga venir el sastre que me corta mis ropas, y al camarero que venga aqui con él y con el refino que él tiene, para que luego vistan de pies a cabeça de todas ropas a mi Marcelia a su voluntad.

Mar.—Señor, cata que ni yo me desnudaré mis harrapos ante ti, ni tan poco ay tiempo para tanta larga, pues tú tienes en qué entender con lo que yo te dire que traygo, y aun yo ya harta razon de yr me a desayunar a mi casa, si hallare con qué, pues desde antes que amanezca me occupan las estaciones de tu seruicio.

Flor.—En todo veo que me vences de razon. Pues anda, paje, al camarero, que te dé ocho varas del refino, y lleuar se las has a casa desta dueña, y acompañar la has quando se vaya.

Pol.—Señor, voy a entender en ello.

Flor.—Agora, pues, me di qué me traes, pues ya tienes lo que tú pides.

Mar.—Y aun por tanto dilataré yo agora la cura, por sacar para las mechas.

[Pg 257]

Flor.—Qué dizes de sospechas? y sacame ya de pena, si no quieres verme morir entre tus manos.

Mar.—Que digo y te dezia, sino que no me entendiste, que pierdas essas penas y no tomes sospechas de ya morir, pues que de cierto tu señora queda buena. Dire más?

Flor.—Mucho es esso, pero di me lo que me ha de dar o quitar a mí la salud.

Mar.—Yo fuy por tu mandado a ella, y la vi, y hablé en su camara, estando ella en su cama; quieres más?

Flor.—Ay, que sí querria, hasta topar con que me sanasses.

Mar.—Pues más sabras que hizo por ti, que le di tu carta en sus manos, y la tomó con harta alegria, y la leyó con harta aduertencia.

Flor.—Ya, ya, agora pongo dubda en lo que dizes, pues deue ser dicho para consolarme.

Mar.—No me hagas mentirosa, señor mio; porque si ansi me afrentas, callaré lo de mas, que es el todo.

Flor.—Y qué más, mi Marcelia?

Mar.—Que ella te ama, y con holgar de tu salud (porque no la osé dezir que no quedauas bueno) aun me mostró gran pena porque te tomé el anillo suyo; porque pensó que yo te lo auia pedido, y que aun tendrias necessidad de él.

Flor.—Ay, mira, hermana, quál estoy: no me engañes ansi con cossas tan no de creer.

Mar.—O perdido de hombre, y qué haze de llorar de alegria! qué hará quando se halle ante ella?

Flor.—Pues qué me respondes, qué me hablas?

Mar.—Que aun traygo más.

Flor.—Pues mata me luego, que yo te perdono, o no me detengas.

Mar.—De matar te me guardará Dios, porque me mataria Belisea, que por tu enamorada tomó la esmeralda tuya. Y porque le dixe que la quitaste para embiarse la del tu braço del coraçon, ella luego la puso a su muñeca del braço siniestro.

Flor.—Agora te digo que me has de veras puesto con escrupulos de tu verdad, aunque me perdones.

Mar.—Cata, señor, que tomes las palabras como se dizen, y que hasta agora no te he dicho cosa que desembuelta no la halles por verdad. Y aun por la dubda que has puesto, si algo no me das, no te dare otra cosa, con que veas quánto deuen tus mercedes grandes a mi baxo seruicio.

Flor.—No me calles cosa, que quanto tengo es tuyo.

Mar.—Señor, aunque dizen que quien todo lo concede que todo lo niega, no pienses que[Pg 258] pretendo pedirte, sino solo encarescerme; pues porque me pagues la hechura del vestido que me das, te diria...

Flor.—Haz me ya bienauenturado y toma esta bolsa con lo que en ella ay, que deue ser poco.

Mar.—Pues toma tú esto mucho de mí: que te manda tu señora la vayas ver y hablar al jardin de su casa.

Flor.—Qué dizes?

Mar.—Que sea esta noche, y muy a tu recaudo y su honra.

Flor.—Cata que no pienses de me dizir esso por pensar que te di de mala gana la bolsa, para contentarme.

Mar.—Si tú me la das de buena, yo lo tomo y la lleuaré de mejor, y torno a dezir: que te aguardará a la vna de media noche, ésta que ya viene, en el su jardin, con sola vna su donzella llamada Justina, de quien sola se fia; y no quiere que entre allá contigo sino solo aquel paje que allá sueles embiar con tus mensajes. Y doy te por seña que toques tres vezes passo a la puerta del jardin que sale al campo, y por ay te daran entrada, o si no por donde el paje que te digo te guiare por las paredes, aunque te auiso que me auisaron de que son muy altas por la parte de dentro; y en lo demas harás allá como vieres, y mira que no faltes.

Flor.—Faltar me ha la vida antes, y aun será bien asegurar te con yr desde luego.

Mar.—Cada cosa tiene sazon en su tiempo, y ansi le tendra que tú comas agora, y a mí me dexes yr a ver si hallare qué en mi casilla. Y en esto entiende luego, por que te esfuerçes y reposes y estés a punto para la hora, que cata dó viene el paje que embiaste y el camarero con él.

Flor.—Lydorio, lleuen a essa dueña el paño, y vaya se con ella quien la acompañe, y den me luego de comer a mí, y a ella le manda de comer de lo que para mí ay guisado, porque te digo que ella lo meresce mejor que no yo. Y tú, amiga, ve con Dios, que quiero obedescerte en comer.

Mar.—Pues haga te muy buen prouecho, que yo me voy de tu licencia. Allá quedarás agora, que a tales empellones presto echaré yo el mal pelo.

Lyd.—Cata ay, señora Marcelia, el paño lleua esse paje, y mira si quieres más compañia, que luego te mando el comer a punto.

Mar.—Señor, basta este paje, y todo lo de más te tengo en merced, por el cuydado de tu parte puesto con tanta liberalid[ad].

Lyd.—Pues ve con Dios, que torno a entrar a Floriano.

Mar.—Agora pues, hermano Polytes, alarga el passo para mi casa, que allá te podras quedar a comer. Y por el camino (aunque haga de mi daño) te contaré lo que passé con Justina; aunque bien veo que tienes razon de amar tal joya como aquélla, aunque tan poco le tienes en aborrescer nos acá.

Pol.—Pues vamos por la calle, entendamos en andar, y allá entenderemos en deslindar esso.

Mar.—Bien dizes, andemos.

Lyd.—Agora que es yda esta embaydora (que tal me paresce esta muger) quiero ver qué tal queda de sus manos Floriano, que ella bien deue de yr medrada de la mano rota dél. Que más ha medrado ésta con dos passos del diablo que ha dado, con treynta embustes que le trae, que gana vn fiel criado antiguo en toda su vida, echando la hiel, siruiendo honesta, y christiana, y lealmente. Bien paresce al descubierto la diferencia de los señores de nombre del mundo al señor de verdad del cielo, que el del cielo gualardona por justicia y misericordia a cada vno como meresce; mas los señores del mundo todo es por passion y affection su dar, porque si han de hazer vna obra pia, vna restitucion, vna limosna, un pagar de acostamiento reçagados y aun oluidados, nunca hallan con qué: siempre se hazen tan pobres, que quiebran las alas del atreuimiento a los que les querrian pedir. E ya que les obligue la necessidad o les cargue la consciencia, o se atreua el confessor a molestar los que paguen lo que ansi deuen, no daran el tercio que deuen al que les pide. Y pagan lo al criado al cabo de ochenta peticiones, y aguardar de sazon, y tiempo, y oportunidad, con vna librança en vn mercader, que con sus mohatras os lo paga en paños, y al doblo de lo que vale. De manera que el señor queda él adeudado al doblo con sus cambios y recambios, y vos quedays burlado con la ruyn paga; y vos triste y descontento, y el señor rostrituerto, y el mercader con ganancia de entramos, y borrando cuentas, y riendo se de los necios palacianos. Pero saliendo de aqui, si los señores han de hazer vn banquete, vna justa, vn serao, vn mostrarse a las damas, entonces ay abundancia: entonces ay qué dar a truhanes, a alcahuetas, aunque no se cómo lo hauran don Dios, que les dio más de que den cuenta. O vanidad tan conoscida, y tan aborrescida, y tan seguida! que sean los hombres tan prestos y tan a punto al seruir a vn señor mundano, y a Dios, cuyo es todo, y quien lo da todo (lo que algo es), le siruamos con lo menos. Y aun vn poco bien que hazemos en su seruicio es tan cacareado como el hueuo que pone la gallina, y queremos que sea tenido en mucho, y que nos lo loe el mundo, y nos lo pague Dios, y muy bien pagado! aunque no sé si se compadesce con nuestra floxeza esperar gran paga de Dios con la loa del mundo. Pero cata, cata, y qué gallardo sale Floriano; bendito sea Dios, que ya nos le dexa ver por acá!

Flor.—Qué hazes, Lydorio?

Lyd.—Señor, allá yua a entrar, que despedi el recaudo de aquella dueña como mandaste.

Flor.—Bien heziste, que lo meresce muy bien; pero dime, tienen puesta la mesa en la sala de los azulejos?

Lyd.—Señor sí, y aun creo que esperan ya con los platos.

Flor.—Pues vamos, que mientras como te contaré, si no ay gente de tabla, mi buena alegria, y tambien para que entiendas en adereçar lo que aurá de ser necessario.

Lyd.—Señor, presto estoy a tu seruicio y voluntad; vamos, que poca gente haurá oy de tabla, porque es ya tan tarde, que más es hora de començar adereçar de cena que esperar aun por la comida.

Flor.—Pues antes que sea más tarde, voy á comer, más por necessidad natural que por voluntad del appetito.

[Pg 259]


ARGUMENTO DE LA SCENA XXX

Estando Marcelia en secreto con Polytes, en contando le en su casa lo que le pidio por el camino, sobreuiene Fulminato que le trae la comida. Va se Polytes. Y Fulminato, pidiendo zelos a Marcelia, vienen a mal reñir.

Polytes, Marcelia, Fulminato, Liberia, Gracilia, Despensero.

[Pol.]—Por nuestro Señor, que me has dicho ya tanto, que no puedo persuadirme a no lo tener más por sueño que otra cosa: ver en Belisea tal mudamiento, y tan de improuiso, y tan no pensado ni esperado.

Mar.—A la fe, mayor sueño es el tractar contigo, pues no hay quien halle vado en tus desamorados descuydos, aunque al fin, pues yo me di el golpe, soportaré el dolor.

Pol.—No sé por qué tornas a culparme, a donde yo te he respondido vna vez.

Mar.—Que no te culpo, pues me es por demas, pero pues no oyo acá esta muchacha, en tanto que paresce, quitando nos del portal, nos entremos en este entresuelejo.

Pol.—Pues aunque te entiendo la dolencia, no entiendo de curar te oy.

Mar.—Ay, mí Polytes, y quán de mala voluntad te traen los pies a donde yo estoy, y quán de peor te llegas a mí! pues aun sabe te que aun no te pegaré cinquenta años, ni aun quarenta.

Pol.—Bien demuestra tu tez y hermosura no deuen de ser treynta, y aun que, segun tu habla y manera de conuersacion, no te muestras de veinte.

Mar.—Pues aunque malicioso me llames moça en las obras, no será agora en mis palabras, pues no te parlaré lo que paseé oy con Justina; porque veas, como dicen, que a boca cerrada no ensuzió mosca; ni todo lo que se siente en el coraçon se deue encomendar a la lengua.

Pol.—Pues ni tu deurias mostrarte tan maliciosa en echar las simples palabras a peor sentido, ni deurias de ser tan puntosa con quien tanto acabas de dezir que amas, ni te vendas ni muestres[683] tan carera en lo que por buena amistad te encargaste de hazer, por quien conosces bien no tener con qué te pagar. En especial que no deues hazer carestia de lo que te encomiendan ageno, pues tú hazes tal barato de lo que tienes proprio.

Mar.—Cuytada yo, que essa pedrada merescio bien recebir la que por tu amor se descuydó de guardar en tu pelea.

Pol.—Pues ansi te alteras, no me deuiste entender.

Mar.—Mucho te entiendo de mi mal, pues tan flacamente me hize tu subjecta, en lo que amorosamente he hecho contigo.

Pol.—Pues aún no me entendiste. Digo que, pues tan francamente me heziste gracia y merced con liberales dones que me has dado de tu hazienda sin te lo merescer, por qué no me las harás con sola la lengua en mostrarte franca contadora de lo que otros sin auaricia quieren darme de sí?

Mar.—Mejor te cuelguen que tal hauias hablado. Pero porque veas quán tuya soy, sepas que, fuera y allende de lo que yo te conté por el camino en las cosas de tu señor y en algunas tuyas, pues lo que hize por ti fue procurar traer conmigo a Justina, para que acá os vierades.

Pol.—Pues no lo heziste, para qué me lo ponderas?

Mar.—Para que sepas mi voluntad; pues dizen que, si no hazes lo que quieres, quieras lo que puedas, que yo lo pedi y supliqué a Belisea, pero montóme poco.

Pol.—Y qué te montaua pedir la licencia a la señora, donde no sabes si la acceptará la criada?

Mar.—Al fin, pues andas tras saberlo todo, sepas que ella me lo auia rogado ya; pero, al fin, ya que no quajó aquello, quedé dicho a Floriano que mandaua Belisea que sólo tú entrasses con él.

Pol.—Mucho tengo que te seruir; pero a la puerta está Fulminato: yo me voy porque sé que nadie le haze plazer en hablarte, si no es en su presencia; mayormente despues de lo que [Pg 260]él cuenta, que tú y tu hija teniades no sé quién encerrado, y que tú le sacaste a él de casa para que tu hija le diesse de mano, aunque al cabo diz que lo barruntó y le reconoscio, y se le escapó por pies.

Mar.—Ni esso entiendo, ni a nadie deuo en mi casa tributo; pero ve te por agora, siquiera porque es bien que quitemos occasiones sin por qué.

Ful.—Anda tú, moço, vete con esse cesto, que la plata yo la lleuaré desque me vaya. Pero cata de dónde sale Polytes: del entresuelo; este es vn mal rapaz, y si no porque como gallillo no se me atreua, aqui le daria de coçes, agora que no trae espada. Pero quiero dissimular, que si algo fuere, ella me lo pagará por entrambos.

Pol.—Quieres mi ayuda para esse embaraço con que vienes?

Ful.—Hasta aqui traxo lo vn moço de despensa, y agora yo lo subire.

Pol.—Pues queda te a Dios, que vine a traer vn recado, y bueluo de priesa con la respuesta.

Ful.—Pues ve con Dios. O, hi de puta, y con qué denuedo me miró! bien paresce que allá siente alas; y aun acá no sé qué ha olido, que mucho menudea esta casa con sus ydas y venidas. Ya, ya la dueña sale del entresuelo; agora haze que no me ha visto y se sube arriba. Pues espera, que si no ay padrinos sumaremos la cuenta.

Mar.—Qué es esto que aún no está acá la muchacha? quiera Dios que no sea oy aziago.

Ful.—Qué hazes a solas a cabo de rato? Pues cómo ¡pesar del arnes de sant George! aun vengo cargado con tu prouecho, y aun no te meneas ni me hablas?

Mar.—O, que nora buena vengas, que con la pena de que hallo la casa sola agora que llego, no hauia mirado en tanto; pero pon lo sobre esta alazena.

Ful.—Agora que está sola quiero dar la vn toque para que me cobre temor. Pues dime, al cabo que estás con quantos rapazes ay como y donde y quanto se te antoja, agora que yo vengo me quieres por guillote dexar solo?

Mar.—Si estoy con rapazes, con honra mia estoy, la que no tengo contigo, que me amenguas. Desuenturada yo, que con guardar te tanta lealtad, me deshonras más de lo que yo lo estoy contigo, que ando yo trotando calles por sustentarme, y tú que me quieras lleuar lo mejor y más de mi ganancia.

Ful.—Y qué te he lleuado yo? ni qué has hecho por mí? Cata, que tus pecados nueuos te traen a que pagues tus viejos vicios a mis manos.

Mar.—Ay, cuytada yo, si no se me ha de atreuer en verme sola; quiero le aplacar con dar le algo.

Ful.—Ea, presto, dad me cuenta de lo que os ha dado Floriano.

Mar.—Y de qué, mi amor, te dare cuenta? que, por tu vida, quasi todo lo di luego para salir de deudas que la persona haze en esta triste vida, por sustentar la honra. Pero porque no digas que soy toda para mí, cata ay dos pieças de oro que tenia para pagar el censo del solar desta casilla; pero lleualo, lleualo, que otro dia me lo daras.

Ful.—Pues me ha cobrado miedo, quiero le assentar la mano, agora que tengo tiempo y por qué, para que ni se ponga con rapazes a solas, y tambien por no sé qué se ruge allá en casa, de vn criado de Lucendo. Dónde te vas ya? dime, no has de hazer más mencion de mí vn dia que otro? Si fuera vn rapaz, entraras te tú con él en el entresuelo.

Mar.—Mezquina de mí, que no sé qué has ni te entiendo qué dizes.

Ful.—Pues yo sé que os haure oy de entender, y aun estender, si cobro vn palo.

Mar.—Qué, qué? mal mes para vos; miralde y con qué se viene. Cata, Fulminato, que tanto es de gronx, que no ay quien lo mange.

Ful.—O, reniego del rey Tartaro con ésta peor que del burdel.

Mar.—Vos mentis: que soy muger de más honra que vos, ni vuestro linaje.

Ful.—Mentis en mis barbas? a Fulminato? tomá, doña...

Mar.—Justicia, aqui del rey, que me mata en mi casa por me robar este traydor.

Ful.—Qué, qué? de solo vn bofeton os sentis? catá que aun no conosceys mi mano; tornaos a sentar.

Mar.—No quiero, sino ansi me yr delante el rey a dezir que eres vn...

Ful.—Pues esperad, echaré mano, que yo os dire quién soy.

Mar.—Ay, que ha sacado el espada; quiero hazer de necessidad virtud, pues no ay terceros. Dónde vas, dónde vas tan furioso con la espada? no te basta que me has deshonrado, y quebrado las muelas? por qué no miras la poca razon que tienes de me deshonrar y mal tractar, en pago de muy buenas obras que has recebido en esta casa? O, deshonrada de mí, sólo por quererte yo bien!

Ful.—Agora que me hablas manso y me quitaste de no te sacar el alma, pues fuiste cuerda en suffrir me, quiero vencer mi condicion en tornar la espada a la vayna sin hazer sangre. Y pues te tornaste a asentar porque te lo mandé, digo que de bueno a bueno seamos amigos.

Mar.—Mezquina y sola yo; no llegues a mí, que me mataré, pues por ser te yo buena me eres tú tan malo y cruel.

Ful.—Pues no llores, por mi amor, y ven a tu camara, y verás quán cruel soy de veras.

Mar.—Ya, ya, no te burlarás más de mí.

Ful.—Cata que te retoçaré aqui adonde estás.

Mar.—Aparta te allá, que ya no te puedo suffrir; anda, anda, que no soy yo la que tú meresces.

Ful.—Anda, que si mucho merezco, todo lo doy por bien empleado por tal perla.

Mar.—Quita te afuera, si no, por el siglo de mi madre, que te dé mayor bofetada que tú me diste. Cruel, desuergonçado, no esperes más amor de mí, y no ayas miedo que de mi voluntad ayas cosa de mí.

Ful.—Pues si no por la tuya, háganse las amistades por la mia, y anda acá.

Lib.—A, prima, pues son ya ydos aquellos galanes, vente conmigo, que será venida mi madre y tendremos bregas.

Grac.—Plaze me; pero cata que me han hecho oluidar el comer estos embaraços.

Lib.—Pues sí, que beuiendo estauas ya quando yo vine.

Grac.—Esso, prima, eran los dos marauedis del aluayalde de Madrigal con que me afeyto cada mañana, con vn poco de vermellon de la lunada, para que a solas no haga mal asiento el vino en vazio.

Lib.—Y aun ansi dizen que dixo el tocino al vino: bien vengas, amigo. Pero pues has hecho essos afeytes ya oy, para qué quieres más?

Grac.—Muy a ordinario deues tener tú el estomago.

Lib.—Tanto, que nunca almuerzo.

Grac.—Cata, prima, que esta vida la tenemos por emprestada. Y el comer y beuer gozamos en ella como lo dize la estatua de don Pero Añiago[684] del hospitalejo de sanct Esteuan.

Lib.—Ansi dizen que buey suelto bien se lame; por tanto, tú a solas te gozas, y a solas hazes tu voluntad.

Grac.—Pues por mi salud que aunque es ansi que estoy sola, que si sola me gozasse, y sola me acostasse, que sola me deseasse, y aun sola me muriesse de hambre; porque las lauores destos tiempos son tan engorrosas y tan mal pagadas, que ponen a la persona en necessidad (sabiendo que no lo ha de bastar el almohadilla) a que enrede la persona en el dia la labor para la noche, con que a puerta cerrada, acostando me sin blanca, me leuanto contenta y con ganancia para la costa del dia, y aun para la semana, y aun a las vezes para todo el mes, [Pg 261]segun y cuya fuere la lauor. Y aun esto es (si bien miras) tener las cubas llenas y las suegras beodas, quiero dezir: que, holgando el cuerpo y con aplazimiento de la voluntad, y delectacion de la sensualidad, ay con qué ande la casa harta y la persona estimada.

Lib.—Aun que quanto al descanso presente y la vida sensual tengo esso por bueno, pero al fin no es estado de permanencia el tal. Porque (como dizen) yda la frisa, vereys la risa, e yda la jouentud falta el deleyte, y mengua el plazer, e oluida la salud. Y ansi a las vezes, por descuydo del que no mira en su estado a lo de adelante, pensando de adelantar camino, retarda jornada, y pensando acertar, pierde tiempo, y se halla burlado.

Grac.—Bien dizes, prima, y agora veo que bien canta Marta despues de harta. Essas consideraciones quisiera yo que ouieras hallado quando te fuy a llamar a tu casa, pues sabias qué te querien en la mia, para que entonces, mirando adelante, no vinieras a lo que ya gozado blasonas en lo por venir; porque ni tú sabes si haurá otra tal oportunidad, ni aun hauida pienso que te tornaria [a] amargar menos que ésta. Por esso (como dizen) calla te y callemos, y goza te y gozemos, que sendas nos tenemos.

Lib.—Sí, que, prima, más vale caer tarde y leuantarme aynas, que leuantar me nunca y caer siempre, y tambien más vale caer tarde en la razon para la enmienda, que nunca para la permanencia, porque quien yerra y se enmienda, a Dios se encomienda.

Grac.—Si fuera semana sancta, pensara que venias de san Francisco rezien contrita y rezien confessada.

Lib.—Pues y por qué no agora y en todo tiempo?

Grac.—Porque ni el nuestro cura nos dio de fiesta tu dia, ni aun nos mandó ayunar tu vigilia por sancta. Y ansi pienso que essas deuociones las dexarás (como yo) para la quaresma. Y aun tú de hoy más que comienças a gustar desta fruta que tú sabes, y sabes a qué y cómo sabe, a mí el cargo que, por no ayunar de ella, dilates la conffesion quando todo el mundo tracta de ella. Porque entonces es razon conformarse la persona con los otros en el arrepentir, y tractar de la enmienda, pues todas las cosas tienen su tiempo.

Lib.—Anda acá, prima, cierra tu puerta y loemos al señor; que ya sabes, y todos sabemos, que si todas las cosas tienen tiempo, que essa ley comprehende a los actos que en esta vida la humana viuienda tiene necessarios en este mundo embaraçoso. Pero las cosas de virtud, las obras por Dios, los tractos y negocios de la saluacion, las meditaciones del bien soberano, las dulces hablas de cosas del cielo, no se pueden[Pg 262] ni deuen regular por refranes de viejas tras los tizones inuentados, aunque sean philosophales sentencias en lo humano.

Grac.—Ya, ya, de oy más, todo te hablo de sanctidades. Y aun lo que veo es, prima, que agora vas harta a missa. Pues quiero que agora nos vamos, con que sepas de mí esto mientras cierro mi puerta: que quando tú viniste a te asentar a este atambor, ya yo debaxo desta vandera era soldado viejo en esta guerra, y no presumas hurtar hogaça a quien tan a menudo cueze y amasa. Y aun, porque sepas de mí que he passado los textos viejos, y en essa tu nueua mercaduria soy tractante viejo, mira que dice vn autentico original: que de cosario a cosario no ay más auentura de en las vasijas.

Lib.—A la fe, prima, esse original en el texto de la ley Celestínica está estampado, y aun son palabras que dixo la vieja hablando con Areusa. Y aun el verdadero trasunto del texto no dize como le acotaste: sino que de cosario a cosario no se pierden sino los barriles.

Grac.—Huelgo que seamos discípulas de vna facultad, y aun para la mia que tú salgas tan maestra como tu madre, que arriba habla con no sé quién. Por esso, pues estás en tu portal, me torno, porque deue hauer arriba de las occupacioues acostumbradas.

Lib.—Ay, no te me vayas hasta que hablemos a mi madre, porque vea que he estado contigo, y tambien que viene alli el despensero de Lucendo, y ha venido en busca de mi madre otras dos vezes ya oy.

Grac.—Ya ves, prima, que traen negocios de por medio, en los quales ay más que hazer quanto más los menean.

Desp.—Dios guarde la gentileza de las damas.

Grac.—Si, señor, dixeras de las hermosas, pensara mi prima que lo hauias con ella. Pero ansi ni ella ni yo tenemos qué responder, pues con poca y pobre ropa mal se muestra la galania.

Desp.—Bien veo que ouiera de dezir ansi; pero tambien sabes que el gallardo y galan[685] arreo más consiste en hazer de lo poco mucho, y de lo pobre rico, con la hermosura de la persona, que no en traer mucho y rico mal asentado y peor merescido.

Lib.—Bien que esso no habla conmigo; por tanto, me di qué mandas por acá, que paresce que te yuas arriba sin más ni más.

Grac.—A la fe, prima, dio nos nuestro merescido a su estima, pues nos satisfizo con sola buena palabra, mostrando luego al punto que sus pensamientos no hazen presa en aues tan rastreras.

Desp.—Graciosa eres por el cabo.

Grac.—Mas por el principio dixeras bien, pues al principio de la platica te paresce que no ay más que esperar con nosotras.

Mar.—Ay, triste yo, que en todo tengo poca dicha contigo, que abaxo suena gente.

Ful.—Pues espera, espera, reniego del gran poder del Turco; yre a ver si ay con qué mi espada tenga que merendar, y con qué dé ganancia a mis amigos los espaderos y cirurjanos.

Lib.—Y espera, pues, señor, no lo tomes tan de veras en no hazer mencion sino de subir. Madre, mira si mandas que suba el señor despensero, que está de priesa?

Mar.—O, maldita sea aquella boua que ansi le nombró.

Ful.—O, pesar de la vida; mirad, pues, qué encuentro me deparó agora el diablo a cabo de rato, que me han auisado que no está bien conmigo; pues en tal caso, más quiero auenturar la honra en huyr que la vida en el esperar, porque él en mi rastro deue de andar.

Mar.—Qué turbado se ha el panfarron! pues espera, que yo te la armaré, si puedo, como me la pagues.

Ful.—Acaba ya, pues; boqueame a dezir que baxe a te le amontar, o sacar la vida si me esperare.

Mar.—Ay, mezquina yo, que me dizen que es vn diablo arriscado y valiente y suelto, y aun diz que anda no sé quántos dias[686] ha en tu busca, y no querria que hiziessedes algun desatino los dos oy en mi casa.

Ful.—De esso me guardaré si yo puedo por oy.

Mar.—Qué dizes de oy?

Ful.—Que quisiera que tuuieras por bueno ver oy quien es Fulminato y quánto acato se le deua. Pero porque veas quánto más estimo tu honra que seguir tras mi condicion, quiero sacar de madre agora mi gran desseo de andar a la espada, y dando lugar a la yra, seruir te con el officio de los pies en yr me por la puerta del corralejo.

Mar.—Ay, que ya sube; quiero le yr a detener, que le hauran dicho que estás tu acá.

Ful.—Qué, qué? no paro más; que mejor es que digan: por aqui se saluó bien corriendo, que aqui cayó muerto esperando como necio; pues con la vida y salud todo lo suelda el hombre auisado despues.

Mar.—Cata, cata, qué priesa lleua el diablo del valiente! O, hi de puta, y quién confiasse en su ayuda! Pero no me llamen a mi Marcelia, hija de Marcelio y de Liberina su legítima muger, si antes de mañana a estas horas él no me tiene pagado el bofeton. Y aun que, por vida del alma peccadora que me gouierna estas carnes tristes, y por la bendicion de todo mi linaje, que yo le haga que aya menester los dos ducados que le di como necia, para pagar cirurjanos, o que si puedo, que con ellos le pague adelantado el entierro, porque al vellaco sea castigo, y a otros enmienda, y occasion de miramiento, y lecion de mejor criança. Y aun que a estotro que sube yo le halagaré el lomo, de manera que no sienta que con su mano quiero yo sacar esta castaña del fuego. O, mi señor, y qué buena venida la tuya: en buena fe, y ansi yo parezca ante el rey como tú me paresces bien, sino que vienes muy de tarde en tarde a esta casa, y hazes nos mil mercedes cada dia. Ay, por amor de Dios, que perdones mi mala criança en no hauer baxado; porque he hauido cierta turbacion, porque essa muchacha me dexa la casa sola, y todo de par en par.

Grac.—Anda, tia, que conmigo ha estado.

Desp.—No baxes enojada, que pensaré que lo has porque yo vengo a ver si ay en qué te siruas desta persona.

Mar.—Con tales intercessores yo perdono a essa descuidada, aunque no perdonaré el desafuero que aquel lebron malauenturado moço de espuelas me ha hecho.

Desp.—No llores ansi, señora; mas dime quién es, que yo le dare su merescido oy.

Grac.—Asuadas que fue el panfarron de Fulminato, que es valiente de lengua en presencia de las mugeres, que le temen sus dichos.

Mar.—A la fe, para mí tuuo manos, en que a bofetadas me bañó la boca en sangre por ver me sola. Y aun si no fuera por ti, señor, que, aunque más le pese, has de entrar en mi casa, y te querré, y amaré, y seruiré, no lo sintiera por tanto. Y agora sobre todo me dexó amenazada, desuenturada de mí.

Desp.—Y el por qué, por mí?

Mar.—No sé, sino que no sé qué desgracia le acontesció en el establillo contigo, y quiso que lo pagasse yo, desmamparada de mi honra y querida y tractada de los buenos.

Desp.—Ya, ya no es de suffrir esto; pero qué fue lo del establillo?

Lib.—Que por miedo tuyo, quando baxauas este dia, se abscondio en el establejo, y como es el muradal de casa, y aun de muchos de fuera que le hallan a mano, él se paró tal, que quando salio, siendo ya ydo tú, salia qual él merescia.

Desp.—Por Dios, que agora cayo en la razon por que baxando, senti dentro rebullir, y estuue por entrar; pero vi tal la entrada, que me hizo perder imaginacion que alli estaria tal galan, porque pense que era algun puerco. Pero con todo esso, él conoscio me?

Lib.—Muy bien; porque despues de tú ydo[Pg 263] te mató en seco de boca como él suele delante tales como nosotras brauear. Y estaua tal, que por vna parte no le podia aplacar y por su hedor no le osaua llegar.

Desp.—Pues subo arriba a él, que agora veré yo quién él es.

Mar.—Anda ya, que no es hombre que ansi espera; que en saber que eras tú estaua ciscado de miedo, estando de antes vn leon conmigo. Y en dezir le que subias, sin más ni más toma la puerta del corralejo, y allá va como vn trueno.

Desp.—Siempre aborresci (y agora más) estos desaguaderos de puertas falsas de casas. Pero descreo de la vida que viuo si no voy a buscarle a su casa, que ya me hauian dicho que parlaua en mi absencia, aunque soy hombre que tarde doy credito a chismerias.

Lib.—Y cómo, pues, que dize de verdad y no acaba? sino que en esta casa no tenemos estilo de derramar, sino de acumular la paz.

Desp.—Pues voy luego; que si no ouiesse castigo, no andaria nadie seguro.

Mar.—No te has de poner por mí en esse peligro.

Desp.—Ni tú me mandes esso, ni tan poco lo mataré, o él a mí por ti, sino por lo que me toca a mí en la honra.

Grac.—Y calla, dexa le tia; que bien es que sea castigado el ruin, y el bueno torne por su honra.

Mar.—Ansi no cumple a la mia que de dia se haga nada, ni que este señor sea conoscido. Esta noche tiene de yr con su amo por allá hazia tu barrio, que él me dixo que se escabulliria, y solo me vendria a ver; entonces harás, señor, como vieres que cumple.

Desp.—En esso me dexa el cargo; pero a qué hora te dixo que saldria?

Mar.—De dos a tres me dixo que vendria a ver me.

Desp.—De media noche?

Mar.—De media noche; y entonces vendra solo, excepto si desde agora no lleua ya el miedo cobrado.

Grac.—Pues por mi salud que yo y mi prima tomemos a cargo de auisar a Pinel y a Felisino que no vengan con él.

Desp.—Anda vengan, que a más moros más despojos.

Grac.—No es bien, sino que lo pague quien lo meresce.

Lib.—Y aun allende de esso, los otros son gente determinada y de hecho, y defenderle han si con él vienen.

Desp.—Pues, con tu licencia, me voy, aunque holgaria de saber qué señas lleua, para conoscer le y hauer lo con él.

Mar.—La capa de grana fina, y cuera de carmesi, que le dio su amo, pensando que yua bien empleado, me dixo que ha de traer, por contentarme, y por yr con su amo bien adereçado.

Desp.—De la yda de su amo allá se auenga; mientras no padesciere honra la casa de Lucendo, ni me va ni me viene; pero al de lo colorado yo le acortaré los passos, si pies y ventura no le valen, ó él no sale. Y tú, señora, si no pudiere venir a la cena aplazada, me perdona.

Mar.—Dios vaya contigo, aunque en essotro del enojo te ruego que lo dexes.

Grac.—Anda, tia, mueran los malhechores, porque de otra manera cada qual seria alcalde, y aun mandon en casa agena.

Lib.—Y aun, si no ouiesse castigo, los mantos nos hurtarian de acuestas.

Grac.—Y aun porque no me le hurten del arca, me voy a mi casa, que aunque cerre la puerta, y queda en el arca, oy en dia no es tiempo de esperar a comedimiento de mill vagamundos que de dia ojean donde roben de noche.

Mar.—Pues queda cerrada la puerta tuya, cerrad essa de essa escalera, y subamos a comer, o a merendar, o a almorzar, que alli ay vianda con que yo pueda almorzar, que estoy ayuna y bien desmayada.

Grac.—Pues vamos, que nosotros comida y merienda, y aun cena, haremos de vn golpe.

Lib.—Ya estara todo frio; pero quién lo traxo para ver si haura que guisar?

Mar.—Fulminato lo traxo, que dos platos de plata dexó alli llenos de buena vianda, de plato de principe.

Grac.—Pues si estuuiere frio, siendo bueno, a vianda fria estomago caliente, y a vianda dura, muela aguda, y a vino de mal parescer, cerrar los ojos al beuer.

Lib.—Pues cierra la puerta antes que aya huespedes, que todos los duelos con pan son buenos.

NOTAS:

[683] En el original, por errata, muestras.

[684] Don Pero Miago parece ser el verdadero nombre de este personaje, célebre en el folk-lore de Valladolid.

[685] En el original, gallan.

[686] Suplida la s.


[Pg 264]

ARGUMENTO DE LA SCENA XXXI

Ido el despensero, concierta con Grisindo de matar a Fulminato. Justina leyendo la carta de Polytes, vee se la Belisea, y tomada sabe sus casamientos. Tractan las dos de la entrada de Floriano. Y Belisea tracta a solas de hazer casar a Justina y Polytes delante de ella y Floriano essa noche, para tomar mejor occasion a sus desseos y mejor color a sus hablas.

Despensero, Grisindo, Justina, Belisea.

[Desp.]—Agora que voy en mi cabo será bien pensar cómo salir a mi honra con lo que me encargué, porque el hombre ha de mirar quántas bueltas y cifras tenga vn sí, antes que le diga; y despues quántas razones ouiere para no le faltar, pues al buey tienen por el cuerno y al hombre por su palabra.

Gris.—O, gracias doy a Dios que te hallo, que peor eres de hallar que vn abogado.

Desp.—Dices lo porque ay muchos?

Gris.—No por otra cosa; pero dónde has estado, que no te he podido sacar de rastro?

Desp.—Tengo la condicion del rey: que donde no está, no le hallan.

Gris.—Ansi lo hazia mi padre; pero dónde has estado que toda la casa he andado en tu busca?

Desp.—Tambien fuy yo en la tuya en casa de Marcelia, y creo que te me negaron.

Gris.—Y aun no sería mucho, porque encerrado me tuuieron vn rato, por vnos yentes y vinientes, que por Dios diez puertas haurian menester para entrar y salir negociantes en aquella casa.

Desp.—Presto la conociste; mas dime por tu vida, y encerraron te?

Gris.—Y aun por la de entrambos; porque estando parlando con la que sabes, vino la madre, y luego otro diablo Centurio baladron, y, finalmente, que la muchacha me tuuo como thesoro tras llaue, hasta que menguó la cresciente.

Desp.—Marauillo me cómo no me oyste.

Gris.—Antes te vi, y te oy preguntar por mí; y despues de ydo tú, e yda la madre, vino aquel come siete, vn panfarron de vn Fulminato. Y él queriendo subir, yo puse me a punto a le defender la escalera, por que ya me hauian sacado de tras llaue para botar me fuera.

Desp.—Pues cómo os despartistes?

Gris.—No sé más de que la muchacha baxó a él, queriendo yo baxar a ver me con él, y no sé si huyó o qué fue, pero sé que tomó el passo bien largo.

Desp.—Agora me sacas de vna duda.

Gris.—Qué tal?

Desp.—Que no le tenia por tan hablador y por tan lebron; pero lo que no heziste entonces de tentar te con él, tienes agora tiempo, si te atreues a me acompañar esta noche.

Gris.—Pon me tú en qué, y verás si me atreuo.

Desp.—Pues sabe te que él ha afrontado oy a la madre y a la hija, e yo les di palabra de vengar las esta noche, y ellas me dieron auisos de cómo le conosciesse, y dónde le encontrasse, y a qué hora le hallasse, porque andará solo. Por esso, si te contentó la muchacha, agora tienes tiempo de ganar la por tuya, e yo con la madre, seremos dos a dos.

Gris.—Sin más causas de saber que tú te pones en ello, me llama quando mandares, y aun si quieres, lleuaré tres o quatro de los escuderos, que holgarán de acompañarme.

Desp.—Basta que vamos los dos yendo bien armados; por esso duerme a prima noche, que yo te llamaré a la vna.

Gris.—Pierde cuidado, que yo voy arriba, y tú desembaraça te de tu officio.

Just.—Agora que estoy a solas quiero leer otra vez este papel del mi Polytes, porque nunca a mi contento le he podido de espacio bien acabar de leer gustosamente.

CARTA DE POLYTES Á JUSTINA

Señora de mi coraçon, aunque he recebido de vos más fauores que jamás ni pense merescer ni osé confiar de recebir, pero mi voluntad que os ama, y mi entendimiento que en sola vuestra meditacion se occupa, han leuantado tanto todas mis potencias, y con ellas son ya mis desseos tan altiuos, que os oso dezir, que soy ya tan malo de contentar quanto sé estimar me en más, por ser tan vuestro y tan fauorescido. Ansi os suplico, vida mia, que pues vuestro gracioso sí me hizo vuestro esposo, e yo en ello tuue, y tengo, y tendre tanta hufania y tan próspera ganancia en recebiros por mi señora y muger, en lo qual torno a retificarme con nueuo sí, que vos tengais cuidado de mirar por mí, como por cosa vuestra. Y de nueuo os suplico que tengays por bien de querer que aya fin mi tormento antes que no le hauiendo en él, le veays vos en mí. Todo esto digo, mi señora, porque como la noche passada yendo a veros con vuestra licencia y mandado, me parescio que me communicastes por menos tiempo vuestra vista, que no hauia desseosamente aguardado por os hablar. Y junto a esto me enviastes con algun sobresalto de algun descontento que tengais de mí; pues suplicando os me mandassedes para hora cierta que os hablasse, y paresciome que, como desganada, no me quesistes dar sí determinado. Y aunque me mandastes esperar vuestra determinacion, yo vine tan lleno de congoxa, que con ella se me ha passado lo poco que me quedaua de la noche. Por tanto, suplico os que, perdonando mi importunidad, me mandeys para quándo con toda breuedad quereis que os vea, porque si os dilatays y cresce mi pena, yo soy perdido.

Porque yo viuir no puedo
sin os ver presto, señora,
pues os sé dezir que quedo
tal, que me perderé cedo
si vos me oluidays vn hora.
Por tanto, mirad por mí,
no por mí, sino por vos;
mirad que a vos me offresci,
por[687] donde, si muero ansi,
a vos lo pidirá Dios.

[Pg 265]

Y ansi os torno a suplicar
que, ansi como os obedezco,
querays vos a vos forçar
para mi mal remediar
por vos, por que no os merezco.

Bel.—Qué hazes, di, Justina? qué papel es esse que te tenia tan occupada, que ni me sentiste baxar, ni agora aun miras que estoy hablando contigo? Amuestra esse papel, que en ver que te turbas y le procuraste absconder me pones sospechosa y ganosa de ver qué sea.

Just.—Ay, perdona me, que ando algo mala, y el descontento me quitó el aduertencia en caer en mala criança de no me leuantar luego.

Bel.—Si esso te escusó del descuido, qué te escusa del no hazer lo que te digo en dar me esse papel?

Just.—No mires, señora, en esso, que son vnas gracias de chocarreria.

Bel.—Ya sabes, pues, que, aunque fuesse carta de requiebros, que más obligacion tienes a me la hauer ya dado, pues la has de dar al cabo, que no yo tenia de te hauer descubierto quantos secretos tengo.

Just.—Más quiero que, sabiendo tú mis culpas, me las castigues, que eres mi señora, que por encubrir te algo, con enojo de mí te oluides de mi remedio, y aunque con harta confusion mia. Pero pues este papel me ha de culpar, yo te quiero, confessando mi atreuimiento, suplicarte que mires que soy mujer y moça, y poco experimentada, y menos auisada; y que como atreuida podré hauer hecho lo que esse papel te dira. Y piensa que el no hauer caydo en más de lo que ay hallarás declarado ha sido por mirar a tu bondad, y a lo que te deuo, y a la honra mia. Y aunque fuy desmandada en lo que ay verás, sin otra cosa de más hauer de por medio, poniendo mi honra y todas mis cosas en tu misericordia, te pongo en las manos el papel de la informacion de mi liuiandad, esperando la sentencia que contra mi poco miramiento con misericordia pronunciares.

Bel.—Ay, ay, ay, Justina! qué te paresce desta carta? que, sobre leyda dos vezes, aún no puedo persuadirme que sea para ti, porque el credito que yo de tu bondad tenia no me dexa ser facil a creer que tú pudiesses caer en esto. Dime, Justina, qué fruto te da agora esta tan gran confusion? O Justina, Justina, que essas lagrimas que agora tú derramas por lo que yo te digo, que soy vna flaca donzella como tú, vuieras de hauer tú derramado viendo la llaneza con que yo te recibia tus palabras suaues, que tan llenas de ponçoña para mi quietud y mi honra y mi salud venian. O, qué mal pago has dado, en andar en piel de oueja hecha vn lobo contra mí, al viejo de mi padre que te ha criado, y a mí mesma en vender me, amando te tanto y fiando mi llaneza de tu malicia encubierta. Dime, Justina, qué has visto en mí que te desenfrenasse a soltar tu limpieza y auenturar ansi la perdicion de mi honra? Dime qué has ganado en perder a ti, perder a mí, y perder los canos y afanosos dias de la postrimeria de mi viejo padre, de mí tan confiado, y de ti él y aun yo tan descuydados? Agora veo bien que, quando Dios alçare la mano de los más buenos, que bastarán los más flacos tentadores para hazer los caer. Y agora veo tambien que al que el occulto juyzio de Dios le tiene permitido a que caya en algun mal, que montan poco, ni palabras de buen predicador, ni buenos exemplos de justo obrador, si Dios no le da acorro y obra en el tal. Pues es assi que todo lo vio el peruerso de Judas en el redemptor del mundo, pues vio buenas obras de exemplos, buenas palabras de doctrina, y buena potencia de milagros, y aun desseos en su señor de querer le perdonar, si él endurescido le pidiera con la enmienda perdon. Pero ni lo vno le retraxo de que no le vendiesse, ni lo otro le apartó de que no desesperasse. Pues tú, Justina, aunque no en comparacion del que agora referi, pero qué has visto en mí quanto ha que viues que no te aya sido ayuda para la virtud, y muy para estoruarte de lo que has hecho? Pero pues ya tú, o que por ignorancia no viendo el mal que me hazias, o que por malicia por querer tu gozo con sagacidad cautelosa y con cautela maliciosa, me has enlazado adonde, si Dios no, o por la muerte sobreuenir, no puedo ser libre, a lo menos quiero que mi nobleza se aproueche contigo para en lo de adelante, no en el amor que te deuo tener para me fiar más de ti, pero en la voluntad que te he tenido y obras de bien querencia que de mí tienes hasta agora. Para que a esto mirando como generosa, te perdone como poco auisada y no te condene por maliciosa. Y en esto verás la differencia que ay de mí a ti: que donde tú buscaste mi cayda, quiero yo sacar tu leuantamiento, y donde tú en ti buscaste y occasionaste mi muerte y captiuerio, buscaré yo en mí razones no sólo para perdonar te, pero tambien para no aborrescer te.

Just.—La culpa mia me pone muda al escusarme, y tu bondad me da confiança de tu promesa. Pero en todo te suplico que como señora me corrijas, y como sabia, mirando a mi ignorancia, no tengas dubda de mi limpieza, puesto que seas cierta de mi yerro.

Bel.—Anda ya, que basta que ni en ti ay satisfaction para tu escusa por tu yerro, ni en mí fuerças para te castigar por mi piedad. Y por la limpieza tuya que has guardado, me quiero persuadir a leuantar te. E ansi quiero que no hagas cosa de oy más sin que me des parte. Y digo que me fiaré de ti no menos, pero más que antes, y que tractes cómo lo que está concertado se haga. Y concluyo, para que veas en lo que te tengo, que me voy dexando lo todo a como tú lo ordenares. Y con tanto, nos subamos arriba, no venga alguien que piense otra cosa de te ver a ti llorosa y a mi demudada; pues en lo hecho no ay enmienda, remedie se lo por hazer, para seruir a Dios.

NOTAS:

[687] Pro, en el original.


[Pg 266]

ARGUMENTO DE LA SCENA XXXII

Venida la hora señalada, aparejado Floriano, se carea con Belisea en el jardin: entre los quales passan razones muy sabrosas. Desposan a Justina con Polytes, Floriano y Belisea, y despues Justina hace á los dos amantes prometer se palabras de matrimonio.

Floriano, Polytes, Fulminato, Felisino, Pinel, Despensero, Grisindo, Justina, Belisea.

[Flor.]—Dime, Polytes, essos moços que han de yr conmigo, si estan leuantados.

Pol.—Señor, bien haurá media hora que estan los tres que me mandaste apercebir en la sala a punto.

Flor.—Y la gente de casa, si está recogida toda?

Pol.—Señor, como les dieron de cenar temprano, y el mayordomo (como mandaste) entendio en hazer recoger la casa, todos estan agora a los braços con el sueño, los que no les cabe parte del cuydado de nuestro camino, que en casa lo barruntan bien pocos.

Flor.—Pues el reloxito de mi recamara en qué punto está?

Pol.—Un quarto passa ya de las doze.

Flor.—Pues si esse, como perezoso, no ha dado más de doze, y los grandes del pueblo han dado la vna, y mi señora, como presta a me hazer merced, salio ya a buscar por mí, e yo como tardio me he descuydado en yr a tiempo, qué será de mí, si mi señora se torna como burlada e yo quedo como perdido?

Pol.—Señor, yo he estado bien en vela, y aun andan algo más perezosos; que ha menos que dieron las doze que este chiquito.

Flor.—Pues traeme esse montante, y sin ruydo vamos. Y di a essos que vengan juntos, y dexen las puertas todas apretadas, y tú echa la llaue a mi camara, y trae tus armas, y vamos.

Ful.—A, hermanos, qué os paresce quál va agora Fulminato?

Fel.—Vas más para ruar de dia que para peligros de noche.

Ful.—Dizes lo porque no lleno armas secretas?

Fel.—Y no es harto esso? si que no es bien yr hombre a discrecion de qualquier que encontreys, que al primer tiento os quede ayslado, y despues de que os haya enclauado os dira: perdonad, que pense que era otro.

Ful.—No he menester yo más de que me conozcan para que aun la espada y capa me será peso para el no alcançar los, y a ellos que huyran de mí les plazera que lleue yo estoruo que me quite el bien correr para coger los.

Pin.—Yo más quiero lleuar mi cota y guante y caxco y broquel y espada, con algun tanto de ventura, que esse tu yr en condiciones si me conoscen o no. Y aun más querria no ser conoscido, porque si lo hago yo bien, a mis contrarios les tiene de yr mal, y si yo lo hago mal, menos affrenta me es a mí solo, quedando sano, y no siendo conoscido, que no llevar los caxcos quebrados y que a la mañana me puedan, señalando con el dedo, dezir: veys donde va el couarde que huyó o el necio que fue herido.

Fel.—Yo soy de voto que de noche, secreto y seguro.

Flor.—Hola, moços, por qué no estays callando?

Ful.—El gozo que lleua la persona de yr donde se pueda hazer conoscer haze con la risa desmandar se la voz.

Flor.—Pues antes que salgamos de la sala quiero ver cómo va cada vno. Todos vays a mi contento y bien a recaudo. Pero tú, Fulminato, cómo vas tan de fiesta y sin armas?

Ful.—Señor, la color del colorado demuestra el alegria que lleuo en yr a estas estaciones, y el no lleuar armas es por yr más suelto, para que los que a los armados se os fueren por pies, esta espada los castigue con mi soltura.

Pol.—Mejor le ahorquen al lebron, que es si no para huyr mejor, porque él desto nos ha de aprouechar allá.

Flor.—Salid todos passo, y vamos juntos sin ruydo; tú, Felisino, torna [a] apretar esse postigo, y tú Fulminato, pues quieres yr desembaraçado, te ve delante de nosotros siempre, porque yrás como cauallo ligero a descubrir campo, y si no ouiere embaraço, ya sabes por qué calles y adónde has de guiar.

Ful.—Agora lo verás quién va delante, que yo os aseguro que no topeys quien os llegue a la ropa. Pero agora que voy apartado, quiero mirar por mí; que estos necios bien pensaron hazer a Fulminato prueua de peligros. Pues yos voto a la municion de la carraca de la sancta religion de Malta, que al primer gruxir de malla yo les lleue tanta delantera, que lo ayan a solas. Y aun porque auisen con quién lo han, que al primer siluo esté yo en la cama al lado de Marcelia, porque al fin alli hauran de parar mis estaciones, si no me sale algun auieso; porque agora la tengo tal, que temblando me baylará delante, y no haure llamado, quando le parezca[Pg 267] que es tarde para me abrir, y temprano para yo enojarme, y bastante causa para le dar otra tunda, porque al fin el fuego y la muger a cozes se han de hazer.

Desp.—Ya dio, hermano, la vna.

Gris.—Pues qué aguardas a la puerta de la calle? anda, guia, que más vale que por anteuenir cacemos que por tardar nos arrepintamos y perdamos tiempo.

Ful.—Ya estoy en par de Sanctiago, y aun ellos quedan tan atras, que podré yo sin que me vean, hurtando les el cuerpo, baxar por esta armeria a la plaça, y boluer me a la cal nueua. Pero al fin, pues no ay peligro, quiero yr hasta que me vean allá, que despues podran lo hauer a solas. Que burlando ni de veras, no quiero bregas con la gente de Lucendo; mayormente que en estos negocios todo tiempo se les haze poco, y será de dia y pensarán que es la luna, y aun ellos estarán dentro. Pero por las reliquias de Constantinopla que me paresce que viene gran tropel de gente de pie.

Gris.—A, hermano, cata que me paresce que vi meterse vno agora a la sombra de la iglesia de las señas del que tú buscas.

Desp.—El paresce; ve tú al ras dessas casas y ataja le el passo de la plaça, y presto, no se nos vaya, que él es, e yo enuisto con él.

Ful.—Sancta Maria val me, que muerto soy! por todas partes me han cercado; más son de diez; esto a los pies y a Dios se ha de encomendar, y sus, hazia la plaça, que ay más anchura para escapar.

Gris.—Nos[688] monta huyr, que aqui dexareys la vida.

Desp.—O, pese a tal, que toda via se le coló: yr se le tiene. O, hi de puta, pues y qué determinadamente le sigue el moço! por Dios que es vn Hector. Cata, cata, esta es la capa del esforçado, que aun le cargaua al huyr. Bien está, tras ellos sigo, que a peor librar, ya terné con qué crea Marcelia que hize algo, y que me le libraron los buenos pies, pues me dexó la capa en las vñas. O, mal empleada tan rica grana de capa; ni pan que aquel come, aun de borona.

Gris.—O, hi de puta, y qué pata tiene.

Desp.—Mas que se te fue el brauon?

Gris.—Alcançara le el diablo.

Desp.—Pues vamos derechos en casa de Marcelia, y si desembarcó allá, pagarálo, y si no a lo menos daremos la capa del Hector a la Marcelia, contando le lo que pasa.

Gris.—Pues lleuas su capa, guia; que lo que agora no ouo effecto, haurá lo otro dia, pues ya le sabra hombre las mañas.

Flor.—Ya estamos acá, y pues a esta puerta no me responden, guia tú, Polytes, donde es lo [Pg 268]más baxo del muro. Pero qué fue de Fulminato?

Pol.—Asuadas que él está agora en casa, o donde yo me barrunto[689], porque en querer yr él delante, y en verle sin armas, me dio el alma lo que auia de ser.

Fel.—Hazia Sanctiago endenantes oy yo vn ruydo, y me paresce que reconosci su voz.

Pin.—No será mucho que aya hecho alguna caualgada de las que suele, o quiça se dio priesa a correr, y estara ya acá dentro.

Flor.—Sea lo que fuere, que él boluera.

Pol.—Por aqui, señor, podremos subir el muro, que es lo más baxo; pero por de dentro está tres tantos de alto.

Flor.—Subamos sobre la pared, que está bien segura, que es de piedra, y essos moços tengan essa cuerda desde fuera, que por ella nos guindaremos allá dentro; y despues al salir o nos la tornareys a echar de la mesma manera, o si no buscar se ha remedio.

Pol.—Pues estamos, señor, sobre la muralla, oye, veamos si ay bullicio dentro.

Just.—O, vala me Dios, que ya ha dado la vna, y no vienen, ni han hecho señal a la puerta, y mi señora que estara esperando por mí, que la entre a llamar, pensará o que yo me he dormido o la hemos burlado. Pero gente veo sobre la pared al puesto de la otra noche. Dos son; voy a llamar a mi señora, para que vea cómo quiere hablarlos, ó que los ayudemos a baxar.

Flor.—Tened la cuerda vosotros, que yo baxo, que ya he visto por qué.

Fel.—Baxa seguro.

Bel.—Dónde vienes tan despauorida?

Just.—Anda, señora, que ya es tiempo, que estan sobre el muro aguardando.

Fel.—Pues ya estan dentro, guardemos, hermano, el cordel para la buelta, que de Fulminato bien podemos descuydar por esta noche.

Just.—Ea, señora, cata que será mala criança hazer esperar tanto aquel cauallero.

Bel.—Ve tú, Justina, por tu vida y hablale como vieres; que yo no puedo acabar conmigo tal maldad y atreuimiento, tan fuera de mi costumbre y tan contra mi condicion.

Just.—En esso, señora, me haurás de perdonar, porque hay personas y lugares adonde no caben bien burlas; mayormente que pues este señor viene en tu nombre, no es como la plática del paje de la noche passada, que hemos de andar con disfraçes y vna por otra. Que pluguiera a Dios que fuera yo tú en esse casso (dexando aparte los merescimientos) que ya ouieras visto quán liberalmente, y aun sin quiebra de honra ni bondad, le vuiera hecho con quien tanto me amasse como él a ti, y adonde los estados ni condiciones de las personas no desuian mucho los que el solo amor hauria de bastar a ligar más y más. Pues el amor no se paga sino con amor, so pena de ingratitud, y el amor no consiste en las buenas palabras, pero, como dizen, obras son amores, que no buenas razones. Ansi que, por mi vida, que has de yr, y luego, y muy doblada de tu condicion natural, y muy halaguera, y muy de palacio, y muy llena de muestras de amor, pues sé bien que por mucho que te esfuerçes a mostrar que le amas, no te pagarás a ti mesma en la satisfacion de lo medio de lo que en el coraçon yo sé que tienes de su amor. Y perdona me en lo que atreuidamente te digo (pues ya lo posiste todo en como yo lo guiasse), que, por mi salud, que si otra cosa hiziesses, que a él ayudando, y a ti no obedesciendo, pues ya ni es tiempo, ni ay sazon, ni cumplen alteraciones ni encogimientos, que a tu cama que tú fuesses, a él lleuasse por la mano; y hasta cumplir tu palabra, que le mandó venir, y el como yo lo encaminé que te hablasse, que yo le dexasse contigo solo. Y en lo que toca al hazer tú o no, allá hiziesses como Dios te ayudasse. Pero mira, mira si es perezoso en buscarte, que dentro estan los dos, y él viene ya hazia acá. Mas huelgo que en tal caso que te arguyan de perezosa a la verdad, pero mira que en hablar le y saber te hauer con él, como dicho tengo, te noten de sabia y buena y honesta y del palacio, antes que de encogida y turbada, como quien desseando temes.

Bel.—Ay, mi Justina, que todo lo que me dizes y persuades lo entiendo y lo desseo, y con querer lo y parescer me bien ansi, estoy tan turbada y tan temblando, que no sé de mí.

Just.—Pues ya él nos ha visto, que vienen para acá, yo quiero como en Prado abrir el camino a tu turbacion y a su buena mesura. A, cauallero, quién os ha traydo a las manos nuestras, fiando os de quien no conosceys?

Flor.—La potencia de essa señora, que conmueue mis potencias segun su libre querer, me ha traydo a que agora como su captiuo me humille a le suplicar con atreuimiento que perdonando mis demasias, me dé las manos para que se las bese, como sieruo a su señora.

Bel.—Bien quisiera, señor Floriano, que me hallaras con aquella furiosa indignacion que mi honestidad y honra y grauedad requeria tener para en tal caso, para que ansi pudiera y osara reprehender tu atreuimiento en esta entrada, y mi descuydo de quien yo soy, en mi venida a te oyr en tal hora. Pero pues para esto (por tú me hauer salteado primero e yo acudir tarde a mirar por mí) no ay lugar ya, bastete que, sin dezirte las causas que me hauian mouido a lo que agora he hecho, sepas que vengo muy determinada de te oyr, pues con tan importunos medios lo has desseosamente procurado. Y en el dar te las manos, ni pedir te las tuyas, hasta que veamos por qué, te descuyda y me perdona. Y porque primero quise oyr te que començar te a pedir (pues ya te he oydo publicar tan por mio), agora te quiero como a tal començar a mandar, y sea lo primero que te tornes a poner en pie luego. Agora que te hallo buen obediente, determino, para hazer más por ti, mandar te lo segundo, y es, que en este cenadero, al sonido destas fuentezitas, te sientes en este poyo, y luego, porque vaya cumpliendo mi palabra de hazer algo por ti, me quiero yo sentar en el mesmo poyo par de ti. Pero mira que al ver me sentar tan cerca de ti piensses que es más para mejor oyr te, y responder te sin sonido de voz, que para despertar en ti algun atreuimiento de los que soleys tener los hombres, en semejantes trances puestos que agora tú; porque como a cauallero a quien se deue todo acatamiento y cortesia, no te tendre apartado para oyr te, y tambien como a mi enfermo (segun te publicas) te quiero tener más a mano para te curar el mal que en ti yo hallare ser curable. Y ansi te auiso que con esto que tú á tu parescer llamas gran fauor, no buelen con juueniles alas de mancebo los tus pensamientos a hazer asiento en alguna liuiandad, ni tus manos salgan de la compostura exterior que mi honestidad les mandare. Pues en lo primero te haurás contigo mesmo, como amante mancebo, y en lo segundo te haurias conmigo como desmandado sieruo, y en niuelar tu compostura y grauedad con la mia harás como generoso, noble, y sabio, y virtuoso cauallero. Y sepas que tanto estaremos sentados ansi juntos quanto no salieres punto destas reglas que te he leydo, sacadas de toda glosa que les puedas poner para en escusa si excedieres, ni para culpa en mí si cumpliere lo que digo de te dexar como libre, no obedesciendo tú como sieruo que se dize ser de amor.

Flor.—Tu tan suaue razonamiento ouiera bastado a me hazer conceder en quanto me mandas, y adelante mandares, aunque no vuiera en mí la obligacion que ay a no salir punto de tu querer. Por tanto, como cauallero, tu sieruo por merescimiento, y esclauo por tu amor, te prometo de no tomar de tu voluntad más de lo que me manifestaren tus palabras. Porque a tan grande merced como me hazes en darme audiencia no se puede ni deue seruir con menos seruicio.

Bel.—Pues en esto verás, señor Floriano, cómo (atendiendo a lo que algun dia te dixe ya) te amo con muy sano y llano y hermanable amor, pues que, creyendo la palabra que agora me diste, me descuidaré de recatarme, fiando me en todo de ti. Y ver lo has en que huelgo[Pg 269] que a solas me propongas tu razonamiento. Tú, Justina, apartate a esta entrada del cenadero, y esse gentil hombre, por venir con quien viene, yo huelgo que hableys los dos, con que sea a vista mia, sin perjudicar al credito que de entramos se deue tener.

Pol.—Por mi parte te beso las magnificas manos por tan buen principio de las grandes mercedes que de ti esperamos.

Bel.—Agora me di, señor Floriano, qué es lo que de mí quieres? pues tan al cabo (me dizen) te ha puesto la necessidad de hablar me. Y sepas que si cosa me pidieres que dentro de los límites de la razon, mi honra en pie, te pueda y deua otorgar, ansi sabre sin gran encarescimiento cumplirlo, como si tambien fuere por auieso camino de virtud, barahustarlo y rechaçarlo, y negarte con vn muy libre nó cortés, lo que tu sí descomedido pidiere. Y junto con esto quiero que sepas de mí que, viendo en ti por qué, te sabré amar y mostrar toda obra de limpio y casto y llano amor.

Flor.—Bien quisiera, mi señora, que no me ouieras limitado los meneos, para poder y osar hincarme de rodillas a te pedir las manos, las quales, aun ansi sentado, por te obedescer, te besaré si me las das por tales fauores y mercedes como de mi señora.

Bel.—De esso aparta el cuydado, y dime si quieres algo más hablar me; que pues tú vienes a esto, yo quiero primero oyr tu razonamiento, antes que tú de mí sepas el intento de mi baxada a te oyr como agora estamos, en tal tiempo y lugar. Porque sepas que primero quiero oyr el cabo de tus razones que te riña tus demasias y importunidades passadas, y atreuimientos en tantas cartas y mensajerias tuyas, a mí que no te he dado alguna occasion a ello, más de la que tú te has querido occasionadamente tomar. Porque, a te començar a reñir antes de oyr te, quiça que la passion despertara en mí la gana de no te escuchar, e en ti atajaria la osadia en el proponer, por donde ni tú dirias lo que quieres, ni yo te responderia lo que deuo. Por tanto, con breuedad, segun lo pide el tiempo, y manso, segun lo pide el lugar, y libremente, segun te es concedida la occasion, di lo que quisieres, y ten las manos muy metidas en toda obediencia, segun te he pedido.

Flor.—Ay, angel mio, y mi señora Belisea, la más acabada y más perfecta en todo genero de perfection, de mí la más amada, la más temida, la más reuerenciada, qué os podre dezir de mí? porque en ver me delante vos, vuestra majestad ata mi lengua, vuestra alteza desuanesce mi juyzio, vuestro valor despide mi baxeza, vuestro merescer entierra mi atreuimiento. Que os diga que soy vuestro? injurio vuestro gran merescer. Que os diga que me teneys muerto?[Pg 270] he os confessado por vida de mi viuir. Que os llame mi señora? no sé aún si vos me aceptays por vuestro. Que os diga que estoy enfermo? hago agrauio a vos, que soys mi salud, ante cuyo acatamiento no puede en cosa vuestra por amor parar mal. Pues dezir os, alma mia, que estoy sano? no me dexará mentir este mi vuestro coraçon, ni los mortales sospiros concederan conmigo, ni las vertientes de mis ojos permitiran que os engañe. Porque dado que yo huelgue penar y morir y passar todo tormento por el vuestro amor, y aun teniendo me en ello por ganancioso en dichas, y dichoso en suaues tormentos, no creo que querra consentir el coraçon, que pues es vuestro, y de la dorada flecha del vuestro amor está herido, sino que se diga y se publique y manifieste su pena, con la qual suffrir gana muy gran cumbre de gloria; ni aun tampoco querra dezir, ni sabra hablar la lengua sino el idioma y plática que supo hablar quanto ha que yo supe amar os. Porque despues que comencé a os querer, como luego se descubrio vuestro merescimiento y mi baxeza, luego con la demasiada fuerça de la occasion, cresciendo más y más la passion, nunca la lengua supo sino loaros y temeros, y quexarse del mal del coraçon. Por tanto, señora de mi libertad, pues hasta en esto bien sé deziros que soy tan vuestro, que en mí no tengo parte sin vos, suplico os que, ansi como en cosa que es vuestra, vos pongays aquello que vuestra voluntad quisiere hallar en mí, y entonces digo que no os callaré cosa. Mandad vos a mis sentidos y potencias interiores que bueluan en sí, robados de la majestad de la gloria vuestra, no para que se les sea hecho tanto agrauio que del todo dexen de ser vuestros y del todo sean mios, pero para que en mí sean instrumentos de vuestro querer, y entonces os sabré dezir qué quiero. Aunque bien sé que no sabre jamas dezir sino de vos, ni sabre qué pueda querer sino sólo bien querer os, y siempre querer os. Pero mirad, señora mía, que en lo que os pido no mireys al dezir de mi lengua, si no la gouernardes vos, pero a lo que dessea mi voluntad. Porque si yo sin vos me hallasse, no sería mio, pues me he renunciado y dedicado todo por vuestro. Y el querer vos apartar me de ser vuestro es por de más, excepto si no me apartays de la vida, y aun alli, si querer tuuiesse, siempre sería vuestro. Y ansi, pues que tan ajeno estoy de mí y tan vuestro soy de vos, no me pregunteys a mí de mí, pero preguntaos a vos de mí, y en vos sabreys qué es lo que os quiero pedir. Porque sí pregunta me hizierdes a mí, ha de ser de vos, pues sabre dezir, no lo que hay, pero lo que mi lengua bastare a explicar de vuestro merescimiento, hermosura, bondad, majestad, alteza de gloria.

Bel.—Agora que, señor Floriano, has concluydo tu largo razonamiento, y a tu proposito muy bien hablado por cierto, te quiero dezir y digo: que quisiera que la muestra tan al descubierto que te he mostrado del amor que te tengo, con la occasion que a conoscer esto de mí tienes en hauer te permitido venir, o (por mejor hablar) en hauer te mandado y querido que viniesses a este lugar, me dieran libre rienda para te hablar lo que la razon me mandaua, y yo sé que deuiera dezirte. Pero porque veo bien ya que es por de mas ni bien absconder se el fuego en el seno, ni aun yo tampoco poder encubrir te que te amo y quiero y estimo tanto, que ni yo te lo sabre dezir, ni sería a mí licito dezir te lo, ni tú deues inquirir lo de mí, vistas las muestras tan al descubierto del fauor presente que tienes de mí, como de mucho más merescedor. Pero basta que tan en auentura de mi honra, y tan despedido otro todo temor, he venido forçada a oyr tus querellas. Y porque sepas que te amo, digo que no digo bien en dezir que vine forçada, porque ni en ello meresceria delante ti, si ansi fuesse, ni tan poco (si culpa en mí venida ay) la quiero echar sino sobre mí, pues a solas me atreuere a poner por ti a toda pena. Pero mira como sabio cauallero que todo este gran camino de amor que en mí te voy descubriendo no es otro del que te prometi la primera vez que me hablaste y te hablé, aunque, porque veas quánto tienes en mí si lo sabes conseruar en ti, te quiero descubrir vn punto de amor más que tienes en mí, y es: que dado que te ame, como entonces te dixe, por hermano, por agora la corriente furiosa del amor, continuando su curso, ha hecho en mí vn tal remanso, donde hallo en mí vn más profundo ser de amor que entonces, el qual ha venido por aguaduchos tan secretos, que aunque casi siento que me voy anegando en la tal cresciente, no alcanço el cómo ni por dónde crescio tanto este rio de agua tan suaue de amor en mi tan obscuro y amargoso coraçon.

Just.—Ay, por vn solo Dios, que seas, señor, comedido, que si vuiera mirado en ello mi señora, no me fuera bien destos tus retoços y burlas; y tambien has me hecho desaduertir de las más bien habladas razones que jamás pensé de oyr de entramos a dos.

Pol.—Altamente ha hablado ella, y en tanto fauor dél, que no sé qué más espera sino tiempo arepentido y occasion perdida.

Just.—Y qué más hauia de hazer?

Pol.—Yo te lo mostrara luego a faltar terceros; pero con todo esso, algo se han rebullido desque callaron. Pues callemos nosotros, porque piensen ellos que están solos, porque la soledad suele ser vna de las más emparentadas hermanas de Cupido.

Just.—Si no tornaran a hablar, yo te demostrara cómo te he calado por muy malicioso y por más atreuido; pero, por amor mio, que te reposes vn rato, y oyamos.

Bel.—Cata, hermano y amigo mio en sano amor, que me paresce que deues querer perder me antes de tener por cierto el tener me ganada. Y cómo no te bastaua lo que hago contigo, ni te basta a vedar lo que te tengo auisado, para que no me anduuiessen tus manos con mis tocas?

Flor.—Angel mio, la sobrada gloria en que me hallo me tiene tan fuera de mí para mejor gozar de vos, que no tengo a mucho haueros injuriado Sin saberlo yo. Porque a certificar me vos que os he enojado, y dando me licencia vos para ello, como señora de mi vida, yo con este puñal por mi mano me castigaré luego en vuestra presencia. Aunque temo que no podría yo matar me por mi; por tanto, pronunciad el sí de que lo acceptays, y vereys cómo más viuire en morir vuestro que viuire en viuir mio.

Bel.—Ay, torna luego el puñal a la vayna, que me turbas. Ven acá, Justina, yr nos hemos, que me paresce que es tarde, y aun tambien que he oydo ruydo arriba.

Flor.—No me quieras quitar, mi señora, tan presto de la gloria.

Bel.—Por agora te contenta con lo hecho: con saber que no lo tendras otro dia si más no estás subjecto a lo que te yo mandare.

Just.—Dime tú qué castigo meresce este cauallero, que aunque más armado venga, te vengaré yo dél.

Flor.—Si vos truxessedes el mandado de mi señora, no hauria acero de Milan que os resistiesse, ni aun de vos me osaria yo defender.

Pol.—Cata, señor, que es más braua esta donzella de lo que paresce.

Just.—Pues aún vos no sabeys bien quién yo soy!

Pol.—Pluguiesse a Dios y a mi señora Belisea que lo pudiesse yo saber como yo desseo.

Bel.—Pues por cierto, paje, que, si el señor Floriano quiere, que yo os la entregue deuida y libremente.

Flor.—Que se haga todo lo que mandares.

Bel.—Pues luego quiero que me des de tu mano a esse paje, que le quiero yo gualardonar los trabajos que ha passado en sus mensajerias y penas en suffrir mis asperas respuestas.

Flor.—Pues él ya hizo lo que deuia en poner se de rodillas en tu poder, tambien con él te besaria yo las manos si me las diesses por la merced que a mí me hazes en hazer la a cosa mia.

Bel.—No te las dare yo a ti las mias. Pero quiero que hagas que estos dos se las den el[Pg 271] vno al otro, y los casos de tu mano en mi nombre.

Flor.—Dad acá, Justina hermana, essa mano, que por vengar me de vuestras amenazas quiero luego que se haga lo que mi señora os manda. E yo os le doy como a sangre mia (pues lo es) de mi mano por marido, con quedar en obligacion, porque os lo deuo, de os dar (allende del proprio patrimonio y mayorazgo que el paje tiene) con que vivays honradamente como vos lo meresceys. Y luego quiero, pues tengo licencia de padrino de mi señora Belisea, que os abraceys como desposados, y beseys las manos a mi señora por la merced quo os ha hecho.

Pol.—Pues en todo he cumplido lo que se me ha mandado, os suplico, mi señora, y a ti, mi señor, que me deys las manos, pues confio en Dios de os las besar por mis señores a entramos en la mesma vnion.

Bel.—Leuanta os, galan, que agora os tendre yo en más; que al fin bien reluzia en vos ser de tan alta sangre en vuestro seso y prudencia, y agora quiero que vengueys a vuestro señor de essa leonaza.

Just.—Porque la turbacion de lo que me ha sido mandado en presencia de tanto merescimiento me escusa en hablar en lo hecho, callando en ello como obediente, os pido luego a entramos vn don, que acompañe a la merced passada.

Flor.—No seria razon negaros, rezien desposada, la primera cosa que pedis; yo os le otorgo por mí y por mi señora.

Just.—Pues tú, mi señora, no has de ser menos liberal en el conceder me el tu sí que fuiste en me mandar.

Bel.—Que digo tambien te doy el sí que me pides, pues tengo de ti credito que no pediras cosa que no sea buena.

Just.—Pues el don ha de ser que tú, mi señora, des esse sí que me diste agora al señor mio Floriano en la manera que me le mandaste dar a mi esposo Polytes. Y tú, señor Floriano, al tanto te pido en don, que te otorgues por esposo y marido, segun la ordenacion de Dios y de la sancta Iglesia, de mi señora Belisea.

Flor.—A mí me paresce que haueys jugado a luego pagar. Pero pues del tal juego yo salgo solo el ganancioso, digo que os obedezco, y doy el sí de la palabra que me pedis, en cuya señal os doy mi mano derecha, y tambien suplico a mi señora, que pues es en mi fauor lo que pedis, que os obedezca.

Just.—Anda, señor, que el sí de mi señora, yo te quedo por él; por tanto, confirma el vinculo del tal sí con las pazes del rostro, segun a mí me lo mandaste en el mesmo caso.

Pol.—O, hi de Dios, y quán hambriento abraço y beso que la dio! y ella que se lo desseaua, y aun quiça lo trayan ellas dos ansi vrdido entre si.

Bel.—Paresce te, Justina, que has dado buena cuenta de mí?

Just.—A la fe, señora, nadie ha de pensar desta agua no beuere (como dizen). Y mira que lo que está de Dios, él lo encamina. Y pues él es tu esposo, y tú su muger, de oy más tractad de vuestros cuydados, que nosotros dos nos entenderemos en los que nos mandastes tomar. Y agora, como a mis señores, os quiero hablar libremente: ya veys que comiençan a salir arreboles del alua, y pues esto lo gouernó Dios sin lo pensar vosotros, y el tiempo ni lugar no os dan espacio para más, aprouando entramos lo hecho, busque se medio para en lo de adelante: tú, mi señora, le manda venir otro dia, que yo y el mi Polytes nos auendremos. Y pues, señora (como dizen), qual por ti tal por mí, habla ya algo, y con el sí que digo los manda yr, que si te pesa que se vayan, a mí no plaze mucho. E al fin acá nos quedaremos, llorando a medias, y esperando a las parejas, pues cada qual ama su ygual y siente su bien y su mal.

Bel.—Veo te, Justina, tan desembuelta, e yo me hallo tan cortada, que con vn sí que he dado no sé qué te diga, mi señor Floriano, sino que, pues ya el dia nos amenaza, que es despartidor de semejantes obras, y Dios lo ha querido encaminar de manera que te aya de llamar mi señor, digo que holgando y teniendo lo por bueno, pues ya quedo por tuya, me bueluas a ver mañana en este lugar a la hora de esta noche. Y porque de lo hecho la turbacion me quita el saber, ni bien lo que hago, ni de poder dezir bien lo que quiero, te ve luego con Dios. E tú, Justina, toma essa llaue y abre les aquella puertezilla del jardin, y muy passo, porque no tornen a saltar paredes con peligro y bullicio.

Flor.—Pues, mi señora, me voy por obedescer os; los angeles queden en vuestra compaña.

Bel.—Y a ti, mi señor, lleuen seguro. Anda, Justina, y desembuelue te, que aqui te aguardo.

Just.—Mi señor Floriano, pues el tiempo no da lugar a largas platicas, la buelta será por esta puerta, que yo estare a punto en tocando con el dedo para abrir, y cata que vengas muy a buen recaudo, y no vengas solo.

Flor.—No osaré venir sin el vuestro Polytes; quedaos a Dios; yd luego a mi señora, que paresce que quedaua penada.

Just.—Esto está concluydo y bien hecho, pues agora mi señora e yo jugaremos dos por dos al descubierto, y resto abierto.

Bel.—Fuesse ya aquel cauallero?

Just.—Señora, sí fue.

Bel.—Pues di me agora: paresce te que me has puesto buena? E di, no fuera razon que miraras más por mi honra y de la casa de tu señor y mi padre, en que aunque yo quisiera errar no me dexaras tú?

Just.—Anda, señora, que ni agora ha hauido deshonra donde interuiene Dios, ni esta estada es ya cumplidera; por esso entrate, cerrare la puerta.

Bel.—Pues sea muy passo, y presto me da la mano por esta escalera, que no puedo de cortada andar, y callando nos vamos a mi camara.

NOTAS:

[688] Nos, contracción de No os.

[689] En el original, barunto.


[Pg 272]

ARGUMENTO DE LA SCENA XXXIII

Saliendo Floriano y Polytes por la puerta del jardin, les acometen Felisino y Pinel, pensando ser otros. Van se todos a casa. Floriano tracta con Polytes a solas de lo passado.

Felisino, Pinel, Floriano, Polites.

[Fel.]—O, pesar de la casa sancta de Mecha, con tal gente tan enboscada; que ya la hermana de Phebo comiença a manifestar nos al dia, y aun ellos buena que buena. Aun quál haria si por nuestros peccados los han empastelado allá dentro! porque de mugeres toda traycion se puede presumir. Qué haremos, hermano Pinel?

Pin.—Ya al principio me determiné de guiar me por ti; pero mira si no has oydo lo que poco ha que oy, menear la puerta falsa de aqui del jardin.

Fel.—Pues, hermano, vamos a ellos, y si ay otra gente fuera, saldran mis sospechas ciertas, y si no ya por demas es atender al passo por do entraron, que no hazen bullicio por aqui de querer salir.

Pin.—Pues vamos y muramos, o venguemos a nuestramo, si otros son.

Flor.—Mira si parescen essos moços; pero daca este montante, que aquellos que alli vienen me paresce que nos quieren acometer.

Pol.—Está te quedo, señor, que si no son más destos dos que han asomado, poco mal nos pueden hazer.

Pin.—A ellos, hermano; mueran, o entremos en la casa con ellos.

Pol.—No oyes, señor, qué denodados vienen Felisino y Pinel? que Fulminato estará guardando la posada.

Flor.—Anda, guarda essa capa, y dexa me entrar en ellos, que no deuen ser los que piensas. Quién viene? hablad quién soys, o defende os.

Fel.—A, hermano, que Floriano es éste. A, señor, reposate, que tuyos somos hasta la muerte.

Flor.—Pues qué venida es essa? venis huyendo o haueys visto otra gente?

Pin.—Señor, nuestro huyr era venir en vengança de tu persona, pensando que eran otros los que salian, estando nosotros en vela al puesto de tu entrada, aguardando te. Pero loado Dios, que todos estamos seguros.

Flor.—Pues Fulminato, qué es dél?

Fel.—Señor, si esse valiente no estaua dentro contigo, no le hemos visto.

Pol.—Vamos, señor, que aclara el dia; que Fulminato estara durmiendo, porque sus hazañas no son para en compañias, sino para solo.

Flor.—La cuerda, no la dexassedes en el muro?

Pin.—Yo la lleuo, señor.

Flor.—Vistes si queda rastro en la pared para poner sospechas con la claridad?

Fel.—Señor, no, porque el muro es de fina argamasa; quanto más que, quien algo supiere ponga nos la demanda.

Flor.—No lo he por esse temor; pero porque si ouiesse sospecha, en ser en casa de mi señora, temo el menor sonido en su quiebra.

Pol.—Señor, el lugar por donde vamos, que es la calle, no guarda secreto; por esso, andando y callando, no se suelte palabra de que se coge sentencia. Porque en la pared, aunque quede huella (si no queda çapato) más se dira que entrauan a hurtar fructa que a escalar la casa, que está despues por si con buenas paredes.

Flor.—Sea lo que fuere: pues estamos en casa, tractemos de otra cosa. Tú, Polytes, sube te conmigo, y vosotros yos a reposar, y por el dia buscadme a Fulminato, y hablad me todos tres juntos; y en lo hecho aya todo silencio.

Fel.—Señor, en todo pierde cuydado; pero agora, hermano Pinel, me di qué tienes determinado de ti?

Pin.—Yrme desarmar y dormir vn rato.

Fel.—Pense que me salieras a otra cosa; por esso tambien quiero yo hazer lo mesmo, que Fulminato, si es viuo, él nos buscará con alguna hazaña o patraña suya.

Pin.—Diga lo que se pagare; vamos de aqui.

Flor.—Qué te paresce, Polytes, cómo la fortuna que otras vezes me tornaua muy atras su rueda, agora tan sin pensar lo me encumbró tanto?

Pol.—A la fe, siempre fue ansi, que al que Dios bien quiere, la casa le sabe, porque vemos que, encaminando el hombre sus cosas por consecucion de algun fin, si el tal es de Dios, y Dios lo encamina, ni ay barranco que lo quite, ni estoruo que lo desuie. Porque Dios da siempre al hombre como lo meresce, y le inclina para lo que es y le da saber y fuerças para lo que él le crió, por donde cada dia acontesce que vemos vn hombre muy constante, muy orgulloso, muy importuno, muy desuelado tras alguna cosa, y otros tiempos le veremos luego tan dexatiuo, tan mortezino, tan oluidadizo, tan descuydado,[Pg 273] que no sabiendo el por qué nos espantamos de tal extremo de viuir. Y esto es, a mi ver, porque de primero la naturaleza le empellaua hasta venir al punto de aquello a que Dios le tenia. Y hauido, como se quieta su natural inclinacion, buelue al proprio sér suyo; porque el desseo de vna cosa haze al hombre auiuar por hauerla, en tanto quanto la estima y la ama, y despues en más la tiene quánto, más amando la, la ouo con mayor difficultad; y ansi con tales variaciones que vemos en el hombre dizen que es mal animal de conoscer de los hombres. Y aunque perdones mi largo razonamiento, digo que en lo que ha passado esta noche deuemos de admirar nos de los grandes secretos juyzios de Dios, y como no sabe el hombre a la mañana lo que será dél al medio dia; y por tanto, siempre cumple andar en vela, y siempre tan aparejedos al querer de Dios, que se haga su voluntad en nosotros más por curso natural de virtud que por resistencia contra natural de vicio.

Flor.—Has hablado tan compendioso, que me has despertado a mirar si eres tú Polytes. Pero concluye la aplicacion de tu plática al por qué de la materia en que tractamos.

Pol.—Mi señor, como toda Ja sabiduria es de Dios, no es difficultoso a su potencia dar noticia de sus cosas, o por sabios o por idiotas. Porque como para ello les basta poner por instrumento la lengua, y aun aquella se la gouierna Dios a lo que él les manda dezir, ansi es que en baxos supuestos puso Dios muy grandes cosas, porque en sí pusiessen más admiracion, y leuantassen los juyzios de los que las oyan y vyan a tener más atencion a la potencia y sabiduria del Hazedor. Pero dexando si esto acontescio en mí agora o no, o que si me dio Dios alguna centellica de su saber para dezir como idiota lo que a ti tan sabio pusiesse en admiracion, no me hallando capaz de tal infusion de Dios, digo que lo dicho me ha platicado la experiencia, que es muy sabia madre de los hombres.

Flor.—Ansi es, que dize la escriptura que en los antiguos está la sabiduria; y el por qué, es porque ay la larga experiencia. Pero como tus dias no pidan esto en ti, quiero que declares la experiencia que tienes.

Pol.—Muy al juego del descubierto te viamos, señor, hasta agora descartar de vna inquietud que tenias contigo; viamos te con vn leuantamiento de juyzio; viamos te enfermo, triste, quexando te de llaga donde no viamos herida. Y viamos te, lo que más era, muy puesto en parescer contra el comun parescer de Dios, manifestado en las ordenaciones de su iglesia y sancta ley. Viamos auer dexado tu tierra, tu estado, tu reposo, tu gouernacion de señorios, a que la consciencia te deurian obligar en muchas cosas. Viamos te siguir por buenos y malos medios, muy a costa de la honra, del alma, de la salud, de la vida, de la hazienda, y del reposo de tu casa. Y como todo está visto en ti, mirando el porqué, viamos ser sola vna muger que, aunque de grandes partes de merescimiento, al parescer de los que te viamos, nos parescia que dauas mucho más de lo que valia la joya. Y pensauamos que, segun quien tú eras, a menos costa hallaras quien te rogasse, y con todo viamos que a más costa querias rogar. Y a todos, finalmente, los que algo nos doliamos de tus daños nos parescia que yuas muy agua arriba. Pero, concluyendo mi plática, segun lo que oy he visto yo solo de los tuyos, digo yo solo que lo que hazias lo obrauas tú y lo encaminaua Dios, que de malos medios saca buen fin; y ansi lo va començando nuestro señor en tus negocios, pues tan subita y no pensadamente lo ha hecho Dios como jamas tú lo imaginaste, y aun creo con menos de lo hecho te dieras tú de antes por pagado, y bien pagado, de tus afanes passados. Pero, al fin, Dios da quando da como quien él es.

Flor.—Has dicho tan grande verdad, que, segun lo que tú has dicho, has bien mostrado ser tu lengua más instrumento de Dios que de tu proprio entendimiento. Porque te digo que por tan sólo que mi señora me quisiera hablar diera por poco todo lo que me ha costado de costa temporal y spiritual, y trabajo de la propria persona. Y agora, viendo que van las obras en mi fauor más de lo que supo imaginar mi entendimiento, ni dessear mi desseo, aun dubdoso pienso que ha sido sueño lo que por mí en realidad de verdad ha passado. Pero dime tú si es imaginado, o fue ansi, que con dezir lo tú se asossegara mi espiritu affligido.

Pol.—Difficultosa cosa me pides, porque, cómo creeras a mi palabra si no crees a lo que en hecho ha passado por ti? y cómo tendras mi sí por no mentiroso, pues tienes el de Belisea verdadero por dubdoso? cómo creeras a mí, que fuy testigo, si no crees a tu señora, a quien y de cuya boca oyste tú mesmo que quedaua y se otorgaua por tuya? Dime, cómo creeras a mí que te diga que fue sueño, si no crees a los abraços y besos que como a tu esposa le diste con su aplazimiento? Torna sobre ti; mira que agora te has de tener en más; mira que has de tractar mejor; mira que ya Belisea tiene jurisdiction sobre ti; mira que te mandó boluer a ver la la noche que viene, y que, si no duermes parte del dia, no podras suffrir lo, ni estaras para que ella goze de ti. Por tanto, da vn rato de sueño al cuerpo, y despues, despierto, será instrumento de lo que tanto dessea tu voluntad, como es que ya fuesse hora y nunca se acabasse la hora de verte con tu señora.

Flor.—En todo veo que gouierna oy Dios tu lengua; yo quiero hazer tu parescer: yo me quiero yr a dormir, porque tú hagas lo mesmo. Porque de oy más, como por cosa que me fue encomendada de mi señora, tengo de mirar más por ti. Y bien me acuerdo ya que por su mandado te di de mi mano muger, y ansi por mi señora como por mi tengo gran obligacion a te fauorescer. Y con esto te ve a dormir, y ver me has antes de comer, y aunque no me aya leuantado, no dexes de entrar a verme.

Pol.—Señor, reposa, que ansi lo haré con el ayuda de Dios que nos gouierna.

[Pg 274]


ARGUMENTO DE LA SCENA XXXIIII

Luego de mañana va Fulminato a Marcelia, y cuenta le lo que le acontescio, haziendo la creer que dexó muerto al Despensero y a Grisindo, y pide la plata que auia dexado el dia antes, lleuando la cena. Va se Fulminato. Viene Felisino y Pinel, de los quales se informa mejor de lo que passó.

Fulminato, Marcelia, Liberia, Felisino, Pinel.

[Ful.]—O, quán a mi contento y sabor he dormido, que ya son más de las siete del dia, y no he visto oy ningun bullicio de gente de casa. Que aunque la cama no ha sido la mejor ni más blanda del mundo, pero el desseo con que de dormir me eché en ella y el gran temor con que me acogi anoche, me hizieran no sentir, aunque fuera cama de galera. Pero con todo esso, a Floriano y a los que yuan con él, si los han ya muerto? toda la casa está muy en paz; no deue de hauer mal ninguno. Quiero, antes que nadie me gane por la mano, yr en casa de Marcelia en achaque de yr por la plata que allá quedé ayer; y antes que otro la auise de lo que passó anoche, haré la yo encreyente lo que quisiere, y quiça hallaré rastro de mi capa de grana, que perdi por ganar la vida a bien correr anoche, que por ser tan conoscida por mia me pesa más que por sólo perderla. Tambien, si a dicha tomo lengua de quién eran los que anoche me ojearon, miraré cómo me cumple andar y de quién me deuo guardar. Y si mucho fuere que digan que dexé la capa, como no yua conmigo quien me desmienta, todo será dezir que por alcançar los que me huyeron se me cayó. Y con esto encamino a la mano de Dios.

Mar.—O, qué mal he dormido esta noche! que con el ruydo que anoche oy a la puerta no he podido sosegar, de cuydado temeroso. Pero tú, Liberia, nada bastó a poner te cuydado que te quite sueño.

Lib.—A la he, bien que no; por mi salud que oue harto miedo; pero como turó poco el ruydo, torné me a dormir, aunque todo se me ha passado en vnos sueños pesados y desuariados.

Mar.—Pues, por tu vida, hija, que yo soñé que oya dar vozes al Despensero de Lucendo, y que despues le via tendido muerto a estocadas enbuelto en su sangre.

Lib.—Quasi lo mesmo fue de mi sueño, que soñe que via yr huyendo a Fulminato, y despues le via quedar muy mal herido. Y esto, madre, me paresce que lo ví tan claro, que a no ser malo dar crédito a los sueños, lo tuuiera por verdad.

Mar.—Dios quiera que no sea algun mal agüero, porque ayer yo vi de mal talle al Despensero en contra de Fulminato, que tan poco huelga mucho de que él entre en esta casa. Y como Floriano hauia de yr esta noche a ruar, Fulminato iria bien a punto y bien acompañado, y el Despensero, si le encontró, siendo los otros muchos, matar le y han[690] en fauor de Fulminato; y despues los malhechores vendran se a mi casa para pensar de hazerme plazer. De donde las gentes sospechosas tomarán esto por indicio para se determinar a juzgar y a dezir que desta casa salio el por qué del mal, y si esto es ansí, yo soy perdida. Y lo que más me confirma en estos escrupulos es que ordinariamente tras los mayores plazeres desta vida miserable suelen salir vnos desaguaderos por donde con algun mal presente se oluide todo el bien passado.

Lib.—Ay, calla! ay, madre, no seas (como dizen) la Judia de Çaragoça, que llorando duelos agenos por venir, cegó. Cata que lo que de Dios estuuiere ordenado se hará, y a lo que Dios hizíere o permitiere hemos de humillar la cabeça y subjectar nuestra voluntad. Pues si es cosa que Dios haga, nunca será síno para nuestro bien, y si Dios la permite, es por algun por qué que no alcançan los entendimientos humanos a escudríñar sin errar.

Ful.—Boto a mí, que aun no deue ser en pie esta gente. Aun, aun si se vrdio acá la tela de anoche, y ansí se trasnocharon, y entregan se agora que son cerca las ocho. Quiero llamar, que quiça tendremos algun pece en la nasa, y aun, boto al sancto Calendario Romano, que tengo de llamar con tanta priessa, que no les dé lugar de tras paramentos, ní de ascondrijos, sin que se sienta luego en la turbacion que haurá en las señoras. Ta, ta, ta.

Mar.—Corre, hija, pues estás vestida, que quiebran la puerta, y algun mal ay; quiera Dios no sea la justicia. Pero mira primero quién es antes que abras; porque si no fuere cosa que nos cumpla, mejor le diremos con cortesia, y por [Pg 275]bien, que se vaya, estando en la calle, que no llamando vezinos para tornarle fuera, hecho algun mal recaudo.

Lib.—O, vengays, quien quiera sea, mucho en nora mala (sic) más luenga que Mayo, que tal priesa traeys tan de mañana; y no vistes el diablo qué importunar tiene a despertar vezinos? quién estay?

Ful.—Abre, hermana Liberia, que vengo de priesa a vn poco.

Lib.—Pues si hablaras con tanta furia como llamauas, pudiera ser que, como acá no tengamos gana de hauer enojos, ouieras de dezir tu mensaje desde la calle, o aguardar que bien nos vistieramos.

Ful.—Buenos dias, que oy poco madrugays, pues ya han quedado de prima.

Lib.—Acá no medimos el sueño al son de badajos, ni andamos tan a punto al tin tin de campanas, pues no esperamos ganar distribuciones. Pero esto te digo, y sube, que torno a cerrar, que nos has dado harta turbacion.

Ful.—Subo, subo, que ya deuen de hauer acudido por acá las nueuas.

Lib.—Sube, que allá nos contarás esso.

Mar.—Buen hora venga contigo; qué pláticas son essas?

Lib.—A la fe, que a la mañana y a la tarde anda lleno de malicias. Pero dile que nos cuente no sé qué nueuas que trae.

Mar.—Ay di lo, porque veamos si nuestros sueños se absueluen.

Ful.—Grandes soñaderas soys las mugeres cuando dormis solas, aunque con todo esso aún no sé si acierto en esto agora.

Lib.—Bien digo yo que todo eres malicias.

Mar.—Anda, hija, que la piel mudará la raposa, pero su natural no despoja; dexa le dezir lo que le pedimos.

Ful.—Ya pense yo que lo sabriades por acá, porque ya hauran tañido los campanas.

Mar.—Y a qué?

Ful.—A finado.

Mar.—Ay, Dios, y por quién?

Ful.—Por los que perdone Dios el alma, que el cuerpo, esta espada y braço se le castigó anoche.

Lib.—Y dinos lo ya que es.

Ful.—Que, descreo de los quiciales de la puerta del cielo, si aun hasta este punto no pense que hauia salido desta casa la celada.

Mar.—Qué celada? cata que en esta casa se tracta toda verdad y llaneza con quien la ama.

Ful.—Qué huelgo de hallar os tan sin poder se sospechar de vuestro sosiego nada de la alteracion grande que creo que haurá oy en el pueblo, y aun de la passion que yo tengo de vnos dos locos vellacos: pero o, que digo mal, perdone los Dios, pues ya a mí me pagaron, y[Pg 276] agora estan pagando a Dios. Dexemos lo, que ya será público, y dime qué se han hecho los platos de plata que quedé este dia acá, que ya me muele el repostero.

Mar.—Anda, que en mi casa seguros y guardados estauan y estan. Y dime ya: estotro, qué fue? porque la alteracion de los sueños desta noche, con lo que agora tú propones, me tienen turbada.

Ful.—No te turbes de pocas cosas, que quien ha de tractar conmigo ha de acostumbrar los oydos a oyr destragos que este braço suele hazer. Pero sabreys que yendo anoche acompañando a Floriano en cierto negocio de harto peligro, mandandome ir delante para asegurar es el camino, y al cabo de toda la calle, par de Sanctiago salieron me vnos, no sé quántos, y pensando que lo hauian con otro, finalmente de todos a los que menos corrieron alcançé vnos dos, y tengo por mí que murieron entramos.

Mar.—Ay, perdone los Dios si ansi es; pero cómo osas andar por las calles? pues sabes que alomenos se ha de temer la justicia, que anda muy executora.

Ful.—Bien paresce que aún no me conosces; sí, que la justicia huelga de contentarme y dissimular mis cosas; quanto más que en este pueblo el padre no conosce al hijo, y más siendo de noche, y con la presteza que yo lo hize, que quando salio gente a los alaridos, ya ellos quedauan dando cuenta a Dios, e yo estaua en la posada.

Lib.—Y dime, conociste los?

Ful.—Hize tan poca mencion de ellos, que tuue por poco saber a quién dexaua tendidos, pues no eran más de dos los que pude coger; pero, o yo mal conosci, o eran criados de Lucendo, que pensaron de oxear nos de su casa.

Mar.—Ay, cuytada yo, si ansi es.

Ful.—Escozio te? pues espera que yo te la armaré de veras.

Lib.—Y cómo te parescieron de aquella casa?

Ful.—Porque como al apellido de los que traya heriendo caydos, como salieron candelas, me paresce que era el ya muerto el despensero de Lucendo; el otro apenas le conozo (sic). Pero qué es esso, señora Marcelia? qué turbacion tan de presto nascida? era tu pariente o enamorado alguno de los muertos?

Lib.—Y no digas ya malicias, que no caben en todo tiempo en burlas. No quieres que llore en sólo oyr dezir muertes de hombres, en especial de aquella casa, cuyo pan comio mi padre toda su vida?

Ful.—Agora te digo que tiene razon. Pero pues te veo, señora Marcelia tan triste, fuera de lo dicho, y venir por la plata, no te dire lo más que traya que te dizir de mi venida tan de mañana, que me preguntaste y con tanta priesa.

Mar.—Di ya lo que te pluguiere, pues no abres boca sin malicia, y dende arriba. Pero qué buscauas tan de priesa? que tambien tengo yo que hazer.

Ful.—Venia en busca de Felisino y Pinel, y aun Polytes y Floriano, que los dexé solos anoche adelantando me a hazer lo que en summa te he dicho, y despues bolui en su busca, y ni los hallé entonces, ni en casa hallé rastro de alguno destos cuatro.

Mar.—Ay, que no querra Dios que a Floriano y a tales criados como aquellos aya succedido algun mal. Daca, daca, Liberia, mi manto, que luego me voy a ver a Floriano, o saber qué es esto.

Ful.—Mas queda te tú en tu casa, que yo voy con esta plata, y allá lo que ouiere, despues te auisaré. Y tambien porque aperciba a los continos y gente, para librar a Floriano por la punta del espada. Y tú cierra tu puerta, que a rio buelto haurá oy grandes desmanchos, que yo pienso que se ha de poner a cuchillo y saco medio pueblo si luego no hallo a Floriano; y con esto te queda hasta la buelta. Allá quedareis, diablos, que agora con el temor en casa les dexo; y aun la señora, que le escozio el golpe del Despensero. Pues aun yos boto a tal, que le ha de amargar, si mejor no pisa, y con esto aguijo a buscar esta gente en casa.

Fel.—Qualquiera cosa de essas que me has dicho, hermano Pinel, podra hauer sido de Fulminato; por esso marchemos allá, que aún estará en folga. Y luego daremos la buelta con él, que nos contará alguna valentia suya de las que suele, y presentar nos hemos a Floriano, que con lo que deuio de gozar anoche en su tardada en el jardin de la dama deue de estar con gana de hazer nos mercedes. Y como dizen: quando nos dan la vaquilla, acudir luego con la soguilla.

Pin.—Pues vamos presto y boluamos ayna, que aun no daria yo la parte de mi ganancia por dos doblas, en especial que el ademan que hezimos del denodado acometimiento quando él salio del huerto le obligará a nos hazer particulares mercedes a nosotros dos, y por esso no perdamos por postreros lo que merescimos por primeros.

Mar.—Ay, mezquina yo, desmanparada, si qualquiera cosa de aquellas que aquel diablo ha contado es verdad.

Lib.—Ay, calla, madre, no te congoxes ansi por el dicho de aquél; que no es possible que tanto reposo ouiesse en el pueblo si a vn tal camillero ouiessen muerto, ni a ninguno de los otros; mayormente pues ello no acontescio (si ansi es) lexos desta calle, y no bulle justicia ni nadie; ten lo por de las que suele Fulminato forjar.

Mar.—Ay, triste yo, que mis sueños no fueron en balde!

Lib.—Y calla, madre, no te oya esso persona de juyzio, mayormente que, segun nos dizen los confessores, es gran peccado creer en sueños.

Pin.—Qué te paresce qué passo de frayle combidado hemos traydo?

Fel.—Subamos, pues está todo abierto.

Pin.—Anda, que vn descuydo presto se haze. Llama antes que saludes, porque no te reciban con nora mala, y aun no veas por ventura lo que no querrias, en especial que quiça el dexar la puerta abierta es haziendo del ladron fiel por asegurar el campo, porque ya sabes que muchas vezes vale más buena cautela que mal consejo.

Fel.—Antes buena cautela iguala a bueo consejo en muchos casos. Pero subo llamando y hablando, pues la madre y la hija hablan.

Lib.—Quién sube por la escalera?

Fel.—Gente de paz, que andan a robar.

Lib.—Si hallaredes qué, será esso.

Pin.—Buenos dias, señoras.

Mar.—O, bendito Dios, qué mejores nueuas veo que oy de vosotros.

Fel.—Y qué tales?

Mar.—Ay, que ya tenia el manto para yr allá; que rae acabó Fulminato de dezir que él se apartó anoche tras no sé qué gente, y que como os quedó solos, temiendo de vosotros ser viuos, os buscó esta mañana y no halló ni allá ni acá nueua de vosotros, y allá va medio corriendo otra vez en vuestra busca diziendo que ha de poner a cuchillo el pueblo. E aun me aconsejó que tuuiesse a buen cobro mi puerta cerrada, porque no me saqueassen la casa a rio buelto.

Lib.—Y calla, madre, que bien te digo yo que quien de ligero cree, de ligero se arrepiente, mayormente por boca de quien por jubileo habla verdad. Porque dixo que dexaua hechas muertes y destroços que no son para contar.

Pin.—Agora me guarde Dios de tal hombre.

Fel.—Mas no viste, hermano, forjar aquél? cómo nos pudo él ver matar, pues que luego nos dexó y se puso en cobro? y tanto que agora veniamos en su busca, porque despues nos mandó Floriano buscar le, y que todos le vamos luego a ver. Pero qué armas traya?

Mar.—No más de la capa negra buena cubierta, y la espada en la mano, y la cuera colorada rica vestida.

Pin.—Aun quál hará, si le tomaron la capa de grana anoche?

Mar.—Dexando esto, en que va poco, me dezid cómo le fue a Floriano, y qué tal está?

Fel.—Cómo le fue, él lo sabe, que estuuo dentro veynte horas; qué tal está? quedó bueno, porque segun lo mucho que él y Polytes estuuieron dentro, y nosotros dos, que aqui estamos, hartos de aguardar ya de fuera, bien me paresce que tuuieron tiempo para dexar las damas de manera que a los nueue meses nos publiquen lo que anoche estotros negociaron, porque este tal no es juego que vsando le no se pregone a sus tiempos ciertos.

Mar.—Pues dezid me, haueys de tornar otra vez?

Pin.—Señora, no nos pidas de esso lo que no sabemos: pero pedimos te a ti licencia y perdon, porque andamos en busca de Fulminato. Y es bien que le vamos a alcançar en casa, antes que amonte a sus negocios, que tiene más que vn abogado.

Mar.—Pues yo me voy a oyr vna missa, y dar gracias a Dios que quedastes buenos. E tú, hija, cierra tu puerta y alaba a Dios, y vosotros tomad vuestro camino, que yo voy por acá, y auisad me de lo que passa, si algo más succediere.

Fel.—Ansi lo haremos; ruega allá a Dios por todos, pues vas tan sancta. Y tú, hermano Pinel, anda acá, demos buelta a negociar lo que nos cumple.

Pin.—Encamina, que no te desmampararé.

NOTAS:

[690] Así en el original, por hian ó hyan: le matar hian, le matarían.


[Pg 277]

ARGUMENTO DE LA SCENA XXXV

Belisea se quexa de sí mesma por lo que ha hecho. Marcelia va a visitar a Belisea, por tambien saber del Despensero, al qual encuentra saliendo de ver ya a Belisea. El Despensero y Grisindo dan relacion a Marcelia de lo que se hizo de Fulminato, y conciertan de yr los dos essa noche a cenar en casa de la Marcelia.

Belisea, Justina, Marcelia, Despensero, Grisindo.

[Bel.]—O alta prouidencia diuina, quán altos son tus secretos juyzios! quién me dixera a mí que hauia yo de disponer del estado de mi persona, sin el consentimiento de mi padre? O amor ciego, o amor niño, o amor falso, o amor lleno de dulce muerte y breue suauidad gustada, con remate de grandes bascas! O plazer leue, y veloce, y breue, de sensualidad, con muy largo escozimiento del arrepentir de la razon! Dime, amor, hasta agora de mí tan oluidado, y no sabido ni entendido, quién te me dio a conoscer dentro de mi encerramiento? quién te hizo tan amado de mí? quién a ti y a tus adalides y negocios te metio por las puertas tan cerradas de mi voluntad? quién te tractó tanto de mi amistad con la tuya tan trauada, que pospuesta la del que me engendró y tanto me ama, aya yo hecho lo que tú me mandaste, desobedesciendo a mi buen viejo padre? Ay, captiua de mi! que si te quiero negar, no puedo; si te sigo, niego a mi, oluido a mi padre.[Pg 278] E ya que en mi daño, por te ser affectionada, te quiera seguir, ni sé quién eres, ni sé dónde te halle, ni tengo señas para te conoscer, más de en quanto a mí no me conosciere. Donde has estado, la castidad, mi tan amada compañera? porque, aunque ni te he dexado ni pienso dexarte, alomenos he dado gran rotura en el recogimiento de tu casa. Torna, torna por ti sobre mis descuydos; y si quieres no perderme, o desseas que del todo no me pierda yo por ti, no me tractes ya como a bien mandada tuya, con sola señal de lo que quieras; pero con agro castigo de lo que errare, con fuerça me compelle ya a hazer tu voluntad, sin dexar me en cosa hazer la mia. Cata que ya no me dexes salir de la compañia de las tus familiares siruientes, la quietud, la taciturnidad, la modestia, la temperancia, la occupacion de virtuoso exercicio, la prudencia, la simplicidad virtuosa, la buena y sincera sagacidad, con el ayo y guarda que a todas ellas tienes puesto, que es el recogimiento. Porque si como, con hauer dado pocos passos sin ellas, me hallo ya tan lexos de tu casa, que apenas y sin particular guia sabre tornar a ella, qué será de mí? dónde iré a parar? si te acordares que fuy tan tuya, y me quisieres tornar a ver, dónde me podras hallar, si ansi me dexas desmandar como libre? pero, ay de mí, qué es esto que digo? pues si me bueluen a mi passado encerramiento, con pensar de me apartar vn momento del mi Floriano, cómo será possible viuir vn hora? Ay, qué suya soy! pues él me quiere, yo le busco, yo le amo, yo le desseo, yo le contemplo, y su memoria me da descanso, y poco me paresce el tiempo que le veo, y mucha la tardança de su absencia. Y pues ya yo por él me he oluidado a mí, y con razon, no tengo por mucho poder oluidar lo que la propria malicia aparta del hombre, que es la virtud, y su tan amigable compañia, de que yo algun tiempo fuy solazada, querida, y acompañada, y honrada. No es gran inconueniente oluidar o negar el amor natural paterno, pues son otra cosa ya distincta de los hijos, despues que los engendran, por seguir aquello que más el amor haze vnos en voluntad, como son el marido con la muger, y la muger con el marido. Pues ansi lo dize la historia verdadera y sagrada: que por la muger dexará el hombre el padre y la madre, y lo mesmo la muger por el marido; pues en estos dos, que hazen vn estado, siempre deue hauer vnidad de voluntarioso amor. Pero, o cuytada de mí, y cómo estoy perdida, que ni duermo, ni velo, ni sé qué me hago; porque tengo los pensamientos tan esparzidos, que con grande dificultad los puedo combidar a recogimiento. Quiero, si pudiere, poner me a lidiar con el sueño para que tras este mi spiritual cansancio me dé algun poco de reposo.

Just.—O, cómo he dormido a mi seguro! o cómo tengo cuydados a parte con estar hecho lo que se ha hecho! Quiero agora, leuantando me, yr a dar orden en lo por venir con mi señora Belisea.

Mar.—O, bendito Dios, que acá estoy y sin que me haya visto nadie; quiero encaminar para arriba, pues veo abierto el aposento de Belisea; entraré a ver qué haze, aunque por ser de mañana no será leuantada, con el trasnochar passado, mayormente que, como primeriza en estos saltos, o quedará engolosinada, o al menos espantada, si más no ouo de sola vista y habla, aunque segun yo los vi a entramos en voluntad picadillos, y segun la edad los ayuda a ello, ya se hauran trauado los parentezcos (sic).

Just.—Cata, cata qué buen encuentro el mio: aquella me paresce la commadre nuestra Marcelia; algunas nueuas visitas deue de hauer, que esta no da passo sin por qué. Quiero hablarla, pues con me hauer ya visto no lo escuso. Dónde buena tan en buenos dias?

Mar.—Por tu vida, y ansi te gozes, que no por más de ver a tu señora y a ti, porque por acá no tengo otras ouejas que guardar.

Just.—Pues a nosotras bien guardadas nos tienes, para lo que te cumpliere. Pero ya que veniste, anda acá vn rato conmigo a mi camara, hablaremos a solas mientras que mi señora se leuanta. Y agora que estás sentada, me has de dezir en breue qué es lo que buscauas, y claramente la uerdad.

Mar.—Ay, maldita seas, cómo desembueltamente y con gracia dizes todo lo que quieres! Breuemente, vengo a veros; y claro, vengo a saber qué tal os fue anoche del juego, y la verdad, es que vengo a pedir os las albricias de las nueuas bodas.

Just.—Qué llamas bodas? esso me paresce (como dizen) hija no tenemos y nombre le ponemos. Y cómo? aun no está bien puesto a assar, e ya tú quieres lleuar empringadas? sí que basta (pues que ya lo adeuinaste) palabra sola de desposorio que llaman clandestino!

Mar.—Anda, hermano, que por ay van allá, quanto más que Çamora no se ganó en vn hora, ni Roma se fundó luego toda. Pero, y dime, que ya os podemos llamar desposadas?

Just.—Por esso te auisé que hablasses claro. Has dicho de bodas y desposorios, y lo que has querido dezir que sabes, y agora repreguntas de lo que passó?

Mar.—Pues ansi nos ayude a entramas Dios como si en algo he acertado, que lo hablé por lo que tú me dixiste, que no porque sepa otra cosa.

Just.—Agora te digo que soy poco auisada, pues pensando que allá te lo hauian dicho lo que paseamos y más lo que quisieron, yo por encubrir secretos descubri celada.

Mar.—Y anda ya, que a mí, que las vrdo y tramo, no ay que me encubrir, pues al fin lo he de saber; por esso en breue me di lo que passó.

Just.—Pues ya te abri el camino, quiero que lo sepas de mí, porque teniendo qué me agradescer, tengas obligacion a callar. Sabras que Belisea y Floriano nos desposaron a Polytes y a mí, e yo los desposé a ellos por vna buena cautela. En summa es esto, y no passó más, hasta que ellos se fueron, y nosotras nos quedamos, con más de que han de boluer la noche que viene. E créeme que no haurá más que te contar para otro dia ni otros dias, aunque más vengan a menudo.

Mar.—Muy espantada y alegre me has puesto con lo que me has contado. Pero espántome de que no sólo no ouo más, pero que aun respondes por lo de adelante. Pues cata que los tiempos y aun las complexiones y las condiciones se varian a las vezes. Pero no mira mi Justina (que entre nosotras puede passar) cómo sale verdadero lo que los hombres dizen de las mugeres: que aquella [es] casta que no es rogada, y aquella no es hauida que no es combatida de la importunidad del varon. Porque si bien miras en ello, quién pensara que todo el mundo derrocara a Belisea? quién algun tiempo la osara hablar de amor de varon? quién presumiera pensar inclinar la a la menor de las desembolturas que agora haze? qué rey ni cauallero pensara hallar la audiencia que agora Floriano, con las circunstancias que tú más haurás visto? qué te paresce? qué me dizes a esto? Cata que estas y otras cosas tales hazen hinchir a los sueltos escriuientes los libros de las inconstancias de nosotras las mugeres. Y pues haziendo lo que te mandó tu señora, no tienes culpa; dime, dime, no estoy en lo cierto?

Just.—Doy a la maldicion esta muger, que tan calada y ciertamente dize lo que es la mesma verdad.

Mar.—Anda ya, no te me corras por lo que acierto, ni me hables entre dientes; dime si ay en qué me retracte por mentirosa?

Just.—Que no sé qué te decir en contra de lo hablado, porque te prometo que pocos dias ha que tanto miedo tenia yo de nombrar le el nombre de Floriano, que me temblauan las carnes en pensar que ante ella se ouiesse de hablar palabra que no tractasse de cosa de sanctidad y virtud. Y aun para hazer la dezir el sí de lo que le pedi, aunque ella lo amasse, no fué tan facil que no lo oue yo de otorgar por ella. De manera que no creo que hay muger de su suerte, por que, con ser yo cierta que le ama y le quiere, no querria querer le fuera de amor virtuoso. Ansi, que quiere y no quiere; busca, y teme hallar; goza, y huye el gozo.

[Pg 279]

Mar.—Anda, que todo es no lo quiero, no lo quiero, etc. Y muchas vezes las mugeres negamos lo que se nos pide, desseando que se nos pida. Y esto es porque, aunque sea a costa nuestra, queremos que nos compren caro, a quien rogando nos, nos querriamos entregar si la verguença, y grauedad, y la honra, y en algunas el temor, no anduuiesse de por medio. Y ansi muchas querriamos que nos tomassen por fuerça (por desculpa nuestra) aquello que rogando nos y pidiendo nos, o lo negamos, o no lo concedemos dissimulando. E si te paresce que no digo bien, enmiendame.

Just.—Dizes tanto y tan bien en nuestro mal, que por mi parte no quisiera que nos oyera algun hombre por mucho, porque no aprendiesse a cómo nos tener en poco.

Mar.—E aun porque no le ay que nos oya, hablo yo a rienda suelta, porque más verdades se han de saber que dezir en todo tiempo. Pero dexando esto, mira si duerme Belisea, y si querra que la vea?

Just.—Anda acá, y ver le hemos entramas: porque si no duerme, esto sé de mi señora, que podras entrar sin portero, lo que no todos tienen con ella. Pero oye, que hablando está, y quiça será entre sueños, como los negocios importantes suelen quedar en los fantasmas y soñar los, y aun ablar los la persona entre sueños.

Mar.—Pues entra passito, oyamos, porque si duerme sería lástima quitar le el sueño de que deue ella, y aun tú, andar hambrientas.

Bel.—Dime, dime, pues, ya, mi señor padre, qué piensas hazer de mí, tan mala hija, tan descuydada, tan mal gouernada, tan sin acuerdo de sí mesma, en dar el sí suyo a nadie para siempre, sin el tuyo tener primero? Pero mira, mi buen piadoso viejo, que yo no lo hize; salteada fuy, requerida fuy, pidieron me palabra de lo que no pense, y aun tambien yo tengo el sí suyo de ser mio; pero él no tiene mi sí de ser aún yo suya. Pero qué digo? grande pena meresce la culpa que agora cometi en dezir esto, que si no le di el sí de la palabra, di le el consentimiento y complacencia de la voluntad. Y entonces lo hize, y agora lo aprueuo, y agora y siempre soy tuya; mi buen Floriano. Que de Floriano soy, por suya me confiesso, y suya sere, y por suya quedé, y por suya me glorificaré hasta la muerte. Perdona me, mi bien querido, en hauer puesto en plática por duda lo que confiesso y confessaré hasta la muerte. Pero ay de mí, que si tú, mi Floriano, me oluidas, yo soy muerta, y si doy el gualardon que tu buen amor me pide y meresce, yo soy perdida. Pero pues menos daño será en que yo muriendo por ti gane honra tu fiel amante, que no en dar deshonra de mi linaje en hacer lo que el mundo dira, que me amengué e abati, aunque yo pensé que ganaria,[Pg 280] espera me, señor mio, recibe contigo este spiritu y voluntad, dexando este cuerpo para mi padre limpio e sin quiebra, y mandando y encomendando el alma a Dios que me la dio y compró. Ay, que aunque me llama la muerte, la espero y recibo muy alegre, por saber que les queda a mis parientes su sangre en mí limpia, y mi cuerpo entero, y tú me lleuarás esta voluntad. Ruego te que, quando vengas a me ver, que si me hallares muerta sin ti, pidas y lleues este mi coraçon que por tuyo le tengo, y a ti le mando entregar y restituyr, pues muriendo digo que soy del mi Floriano.

Mar.—O, qué razones de amante tan delicadas! o, con qué sospiro tan del coraçon ha callado!

Just.—Ay, mezquina yo, qué mal tan grande! llega, llega, que tan muerta está como su madre. Ay, mi señora, ay, mi bien, o, desmamparada yo!

Mar.—Calla calla, no hagas alboroto, que desmayo es; que si miras le está saltando el viuo coraçon, que paresce que se le quiere yr para donde está Floriano.

Bel.—Ay, quién me ha llamado de la lucha de la muerte, con el nombre de aquel que me da la vida?

Just.—Esfuerça te, señora; mira que está aqui Marcelia.

Bel.—Estás ay, Marcelia?

Mar.—Aqui estoy, mi señora; di me qué tal te sientes? y mira si mandas algo para Floriano, porque en dando me licencia tú, le voy luego a ver y a dezir le qué tal quedas.

Bel.—Ay, no le digas que me viste mala, porque le daras pena.

Mar.—Pues, por tu vida, mi angel, que si no te muestras más solazosa, que le diga como te vi tal, que temi de tu vida, y con esto él que tanto te ama, dale por muerto, y serás tú la causa por no te esforçar.

Bel.—Yo me esforçaré; calla, que buena estoy, sana me hallo; que no te espantes que tanta furia obre tanto en vn tan flaco supuesto como el mio. Pero dime, qué buscas por acá? y si sabes qué tal está aquel cauallero a quien tú deues mucho?

Mar.—Bueno está al que deuo mucho, y de quien espero de hauer muy mayores mercedes, despues que tú le des vna deuda que de amor y esposo que le eres obligada.

Bel.—Qué deuda es essa, para salir della? y cómo sabes tú que la deuo en essa manera de contracto?

Mar.—A mí, que sé muchas cosas de muchos que ellos no me descubrian de su buena voluntad, no preguntes cómo sé esto, pues sabes que la sé. La deuda que le deues, si ya no me entendiste, temo el dezir te la.

Bel.—Si es porque está Justina presente, ella se saldra luego fuera, aunque no ay cosa que a mí se me pueda dezir que ella no pueda bien oyr la.

Just.—Señora, antes será bien que yo salga a guardar que no entre nadie, porque yo huelgo que te alegres a solas con Marcelia. Como que yo no entendi ya la deuda del matrimonio, que ella entendio tambien, que le dixo la otra! Y aun asuadas que si Belisea toma los consejos de la que tiene delante, que presto sane en la sensualidad la concupiscible, y aun enferme la razon en la voluntad con la obra de fuera. Pero allá lo ayan: su alma en su palma. No diga, despues de resfriado el gozo: tú me engañaste, por ti me perdi; de manera que, salida la preñez a luz, lo pague Justina en tinieblas de prision o muerte, o deshonra, o malauentura; porque la soga ha de quebrar por lo más flaco. A la fe, allá se lo aburugen en secreto, que de tales secretos ganancia es perder la parte.

Bel.—Ea, pues estamos solas, por qué no me dizes qué deuda es la que deuo á Floriano?

Mar.—Deues le grande amor, grande voluntad, grande fe.

Bel.—A todo esso le tengo pagado con otro tanto; porque si me ama como a sí, yo a él más que a mí; si me tiene voluntad, yo se la di toda la mia; si me tiene fe, yo me negue a mí y negue a mi padre, y negaré todo el mundo por sólo su amor.

Mar.—Pues para coser esse vestido de amor falta el hilo de las obras?

Bel.—En qué más obras?

Mar.—En... en dar le... en dar le tú...[691]

Bel.—Y dilo dilo, acaba ya.

Mar.—No oso.

Bel.—Luego algun mal deue ser lo que dizes que le deuo de dar, pues con te lo rogar no lo quieres dezir!

Mar.—Ay, angelito, que no es sino la mejor, y mayor, y mas estimada joya que oy de ti se le podria dar. La qual él hauiendo y tú gozando, él seria el más felice amante de la casa de amor, y tú vna de las gozosas del mundo. Pero agora, tú enfermando más y más, él es el más penado de los penados, y con razon penado, hasta que le des...

Bel.—Dime ya el qué.

Mar.—La joya preciosa de tu cuerpo.

Bel.—Con razon lo dudauas dezir. Pero dime: quien le da del cuerpo el coraçon, y le da las entrañas, y le da la memoria, y le da el entendimiento y le ha dado la voluntad, y le dara la sangre toda, y le dara la vida, qué don le daria en dar le el desamparado muerto cuerpo de tierra? No te paresce que le haria injuria dar le en muestra de amor el cuerpo muerto, teniendo él en mí por suyo todo lo que en el cuerpo viue?

Mar.—Ay, la mi señora, que más muestran sentir tus respuestas viuas de mis dichos que saben dezir mis palabras. Pero mira que el que da parte al amante, y reserua para si parte, muestra que no le ama en todo.

Bel.—No te entiendo; porque si dizes de la communicacion de los que se aman, no es muestra de defecto en amar el no communicar lo que no suffre communicacion dentro los límites del tal amor.

Mar.—O qué plazer es hablar contigo, pues auiuas al entendimiento de quien te habla, para que sepa hablarte. Y ansi quiero dezir, pues dizes que no me entiendes, que o a Floriano, que te tanto ama, le amas como a hombre o como a angel?

Bel.—Amo le por hombre, y paresce me más que angel.

Mar.—Pues luego has le de communicar, como a amado hombre, lo que la amante muger tiene communicable en el tal amor con el tal amado. Y el amante hombre, por consiguiente, ha de communicar con la amada muger lo que el tal amante hombre tiene debaxo el tal amor communicable.

Bel.—Pues essa reflexiua communicacion, en qué consiste?

Mar.—Qué, aún hazes de la boua? pues espera. Los amantes entre sí han de communicar las voluntades, las haziendas, las hablas, las conuersaciones y las personas, siendo (como dicho tengo) el amor de entre hombre y muger. Porque si son o entramos hombres, o entramas mugeres, como tú e yo, mal podriamos communicar nos en todas estas maneras de communicacion, pues faltaua el vinculo de la vnion natural de los cuerpos. Pero de ti para Floriano, y de Floriano para ti, faltando alguna de las sobredichas condiciones, no ay communicable cierto amor, y muy menos si la communicacion ha de ser de amores, como la de vosotros (Dios os guarde tan para en vno) se permite faltar la principal, que consiste en la communicacion de los cuerpos y personas, de donde resulta la gloria ygual en los amantes. Y pues ya no creo que dexarás de hauer me entendido, si quieres entenderme, y tú sanar, digo, concluyendo, que pues tú toda te llamas de Floriano, y Floriano es todo tuyo, tú le deues a él dar quanto tienes, y él a ti quanto puede. Porque esta ventaja tiene la muger en el mostrar el tal amor: que ella, amando, puede dar quanto tiene, y él quedar certificado de que se le da todo lo exterior; pero él puede dar[Pg 281] quanto él puede en tal caso, y no quanto ellas quieren. Y esto mejor te lo declarará la experiencia communicandolo, que no mi lengua parlandolo. Pero créeme, mi amor (mira Dios te guarde que eres niña, e yo ya tengo muchas experiencias en esto que tracto, y muchas lazerias en lo que viuo), que mientras te picares de estar te entera toda tu vida, que entera te quemarás, y entera te dessearás, y entera te desharás, y entera te comerá la tierra, y al cabo al cabo (pues no ay quien nos oya), esso que tú ya me entiendes, para communicarlo con el varon te lo dio Dios a ti, y a mí, y aun a la reyna. Pues allende de ser natural la tal communicacion para el augmento de las razonales criaturas, dizen (y aun digo que sé que es ansi) que en esto naturalmente dessea la muger al varon, como la tierra seca el agua para produzir, y la materia a la forma para ser informada de ser perfecto. Y si tú quisieres ser sana de todas tus indisposiciones interiores y exteriores, haz lo que digo, y culpa me si mal te fuere, y mal te supiere, y con esto callo.

Bel.—Tanto dizes y tanto rodeas, que aunque no quieran te han de entender los que te escucharen, y aun creer te los que te entendieren, y precipitar se los que te creyeren. Pero di, Marcelia, y la honra de la donzella?

Mar.—Que la ponga en poder y guarda de su marido cuya es más al proprio.

Bel.—Peligrosa estás; y porque veo que me derruecan tus persuasiones a creerte, y de tal creer saldria la obra, y de tal obra mi perdimiento, porque no tengo por muy limpias tus palabras, ni por en todo sanos tus consejos para mí, cesse esta plática. Y porque huelgo que sepas con todo esso que amo y quiero a Floriano más que podria dezir te, ve me le a visitar, y la visita sea de mi parte. Y no le digas que estoy mala, pues si lo estuue, fue hasta que me dixiste que él estaua bueno. Y lleua le este anillo que yo me quito del dedo del coraçon, para ver si con traer le él tornará a cobrar la virtud que esta piedra solia tener para el mal de coraçon, aunque no de los males y de la qualidad del mio, cuya raiz del mal procede de la infecionada voluntad, herida del sensual querer. Y digo que le digas que se le doy en señal que quedo por suya atendiendo le para el quando me prometio, e yo le atendere la palabra que de mí tiene, y agora de nueuo le torno a dar por ti. Y tú toma por la vista, y porque te hago embaxadora de gran entidad, que es del credito de mi voluntad. Y quiero que de mi mano llenes esta cadena de oro, con esse joyel de piedras ricas, y que pues le quito yo de mi cuello, le pongas tú al tuyo, y ve con Dios, que vendra mi padre como suele, y llama me luego a Justina, que me dé de vestir.

Mar.—Yo voy con tu gran merced, y con mucha mayor esperança, a cumplir tu mandado, pues sé que sere bien recebida, y aun gualardonado mi camino allá.

Just.—Buena sales hecha dama con tu joyel.

Mar.—Porque sé que no te pesa que me la hayan dado le saqué ansi como me le pusieron, hasta que le viesses tú, y luego doy con él en la bolsa. Y tú entra a dar vestido a Belisea, y alegra la, y alegrate, que tambien dare tus encomiendas, hasta que presto veas al tu joyel que tú tienes en tanto y más, y con razon, que yo éste. Pues éste cumplira mis necessidades, y aquél cumplira tus plazeres; y pues ansi te me acoges de vergüença, ve con Dios. Agora digo yo que no creo en sueños, pues tan al contrario me salieron en bien, de tanto mal como ellos me representaron. Pues aun yo seguro que el anillo que no me rente poco. He alli el Despensero, mi sueño del todo mentira, y aun la de Fulminato salio más aprouada. Visto me ha: quiero guardar estas joyas porque quiça no las conozca, ni aun no presuma cobdiciarlas, como el otro necio mis ganancias; porque dizen que ojos que no veen, coraçon no dessea.

Desp.—A, señora, y por acá estaua tanto bien?

Mar.—Bien o mal (como dizen) mi casa le sabe; pero gran rato ha que entré a ver a Belisea.

Gris.—Yo bien te vi, señora, pero pense que eras otra, como andays las mugeres quando quereys tan arreboçadas, que aun el marido no conoscera a su propria muger.

Mar.—Ni aun con todo esso a vosotros los hombres espantamos para que nos dexeys, ni aun ansi nos podemos encubrir de los ojos placeros vuestros.

Desp.—Los ojos para mirar los dio Dios al hombre.

Mar.—Dexemos essas pláticas agora, y digo que huelgo que me mintieron de vosotros vnas ruynes nueuas.

Desp.—Qué tales?

Mar.—Que os hauian muerto a entramos esta noche, y aun yo que auia soñado vn sueño que salia a ello.

Desp.—Por esso dizen que no creas en sueños. Pero quién te pudo dezir tal?

Gris.—El valiente de la capa de anoche seria.

Mar.—Quién era esse?

Desp.—Fulminato, que si le preguntas a Grisindo qué pies tiene, haurás plazer.

Gris.—Pregunten lo a él, que le valieron los pies que no le alcançasse, aunque me tengo por suelto. Pero de su valentia dara testimonio la capa que arrojó al Despensero, pensando que era toro.

Desp.—Callemos en esto, que tengo pena porque no le cogi.

Gris.—Por Dios que, segun corre, que no le tomen si no es con lazos. Pues dezir que él esperará a vn rapaz que le haga rostro, es por demás.

Mar.—No acabo de espantar me de ver sus embustes; que oy me dixo que le hauian salido vn tropel de ellos, y que a los dos que alcançó dexó muertos, y que al vno conoscio con las candelas que sacaua la gente al ruydo por las ventanas, y esse dixo que eras tú.

Desp.—Pues porque para que rias bien lo que passó, y comiences a creernos, muchacho, baxa essa capa de grana que está sobre essa mesa, y otro dia conosce quién es cada vno, y toma la, señora, o mira si mandas que te la lleue este moço. Y esta noche nos ten por combidados a cenar, que yo mandaré lleuar todo recado a tiempo. Y sobre cena oyras lo que passa, y aun con determinacion, que si le cojo de camino, que él me pague hecho y por hazer.

Mar.—No cures de enojos; pero ven quando mandares, con que no vayas con gran tropel.

Desp.—Grisindo e yo solos; por esso ve con Dios.

Mar.—Yo me voy, y lleuo la capa so el manto, porque si la veen al moço, es conoscida, y descubrir se ha la celada.

Desp.—Haga se como mandares; ve con Dios.

Gris.—Qué aguijar lleua el diablo; grandes tramas deue de vrdir con Belisea.

Desp.—Alla se lo hayan, mugeres son: ellas se entienden. Subamos si quieres, que se nos enfriará el almuerzo, que nos aguarda sobre la mesa.

Gris.—Vamos luego, y acuerda te de la cena que sea con tiempo.

NOTAS:

[691] Lo que señalamos con puntos suspensivos está indicado en el original con comas: una coma en cada lugar.


[Pg 282]

ARGUMENTO DE LA SCENA XXXVI

Yendo Marcelia, y subiendo sin llamar en su casa, asconde la hija vn estudiante en vna nassa dé pluma, y haze a la madre encreyente que tiene allá la criada de Gracilia huyda. Vase Marcelia a reñir a la Gracilia por la criada: entiende lo Gracilia, y dissimula con Marcelia. Vase Marcelia a Floriano con su mensaje de Belisea. Gracilia va a Liberia, y echan el estudiante fuera de mala manera.

Marcelia, Liberia, Gracilia, Pinel, Estudiante.

[Mar.]—O, quán dichosa he estado oy en venturas. Y pues oy todo me va de bien en mejor, quiero aguijar tras la fortuna, e yr a mi casa a sólo dejar estas preseas, y caminar por la ganancia que espero de Floriano. Pero qué encerrada esta mi hijuela, y otras vezes tiene toda la casa de par en par. Ta, ta, ta. Asuadas que, segun sus cuydados, que duerme ella agora. Quiero ver si podra caber me la mano, y abrir esta aldaua desta escalera. Bien está, [a]un hasta en esto tuue dicha de abrir tan presto, y por tanto dizen que es peligroso el ladron de casa.

Lib.—Ay, mala landre me mate, desdichada y perdida yo, que mi madre suena ya arriba. Ay, señor, por la passion de Dios, que te metas en aquella nassa de aquel rincon que está a lo obscuro, porque mi madre luego entrará acá en la camara. Y en tanto yo salgo a detener la en palabras. Ay, Jesus, madre, y cómo abres ansi la puerta sin llamar, que toda me has turbado de miedo, que pense que era otro.

Mar.—Mas esta te tú dormiendo al cabo de medio dia, que ansi se haze la labor!

Lib.—Mejor me ayude Dios que dormia.

Mar.—Pero acechauas[692] los ratones. Mas con todo, qué suena en la camara? espera, vere quién es.

Lib.—Oye, madre, lo que passa, ques vna poquedad, que hauras verguença de oyrlo.

Mar.—Qué es?

Lib.—De mi prima, que porque le quebro la su muchacha vn cantaro, la dexó medio muerta, y ella se me acogio a casa, tal que no está de uer; que por mi vida si ella se fuera a los alcaldes (como quiera si yo la dexara), que no le fuera bien a mi prima; en especial que esta es vna muchacha callada, y esclaua en seruicio, y sabe quantas flaquezas ay en mi prima. Mira, pues, si fuesse con ellas a plaça, qué ganaua mi prima, que no sabe suffrir algo.

Mar.—Pues qué es de la moça?

Lib.—Ay la tengo medio por fuerça, que desque te oyó llamar, pensando que era su ama, se me abscondio. Pero como ya te reconoscimos ser tú, estaua me agora rogando que no te dixesse nada, y creo que se metio tras tu cama, más arañada la cara que no sé qué me diga.

Mar.—Anda, saca la acá.

Lib.—Ay, madre, por amor de mí y por el siglo de mi padre que no la afrontemos, porque se encomendo a mí que la encubriesse, y mejor será que por bien yo la torne a mi prima, que no que se nos huya de entre manos.

Mar.—Pues luego esté se, que yo la dexaré, y quiero entrar allá a desembaraçar me desto que traygo.

Lib.—Pues daca, que yo lo pondré allá.

Mar.—Y calla, boua, que pues ella está escondida e yo no la buscaré, mejor es que me vea entrar y que no la veo ni hago caso de ella, y ansi no pensará que yo sé que está dentro. Y luego en saliendo, yre a tu prima, y la daré vna mano sobre ello de lengua.

Lib.—O soberana vírgen sancta Maria, y [Pg 283]guarda me oy con mi honra, que yo no osaré entrar con ella dentro, porque si halla al otro, yo no paro en esta casa.

Mar.—Dime, Liberia, por qué no hazes esta cama? que paresce que puercos la hoçaron. En toda tu vida has de ser para nada; cata, hija, que las moças han de ser calladas, y desembueltas, y suffridas, y estar en su casa, y no andar de vezino en vezino, y cata que dizen, que oy te reñire y mañana te halagaré.

Lib.—Por mi salud que aquella plática endereça mi madre a la moça, que piensa que está allá escondida.

Mar.—Este joyel quiero guardar en este cofre mio (que la capa aquí se quedará sobre esta cama hasta que yo buelua, que la coja y la guarde). Pero cata, qué diablo de loba es esta que está en este estradillo de mi cama? y qué porqueria tan grande! Jesus, Jesus que hedor de orines! que el jarro está derramado. O, maldita sea esta lebronaza, que de vn dia para otro se los dexa en el jarro, que basta a dar pestilencia tal hedentina. Di, maldita tú seas, que huyendo salgo de tal hedor, no puedes derramar los orines luego de mañana? y aquella loba que alli queda cúya es, o cómo está alli?

Lib.—Luego no te lo he dicho?

Mar.—Y qué?

Lib.—Que diz que queda vn abad o estudiante en casa de mi prima, y ella que dio en la moça, y la moça tomó la puerta, y con su loba a cuestas; a gran dicha yo que asomé a la puerta la vi que se yua a presentar y a quexar al alcalde Ronquillo, y lleuaua la loba para testigo de las cosas de mi prima. Por esso mire si hize chico bien en detener la moça, segun yua denodada y mal parada, y con su loba a vista de todo el mundo.

Mar.—Que esso passa?

Lib.—No te añado punto.

Mar.—O, maldita sea aquella loca, que nunca mirará lo que haze, que todo piensa que es ser de su llaneza de condicion! O, hi de puta, pues y a qué paxaro se yua la muchacha! si vna vez entrara en este barrio, por nuestros peccados que hallara razonable presa. Y aquella necia, despues de que él la eche la garra y la afrente en Dios val con su sentenciar en cerco, busca me por ay la suelda.

Lib.—Y aun por esso, madre, hize yo lo que he hecho.

Mar.—Heziste lo mejor del mundo. Dame acá la loba, y lleuar se la he so el manto, y dire le lo que no quiera oyr. Que, por mi vida, que a mi sombra está tenida y honrada y acreditada, que no es poco en este barrio. Y mirad vos qué cuenta diera de sí y de mí: traer me alcaldes (y aun tales) a mi casa y la suya.

Lib.—Toma la loba, aunque me paresce fuera[Pg 284] mejor que por ella viniera mi prima, para que ansi por fuerça yo haga los perdones.

Mar.—Y calla, boua, y si está el dueño en casa, cómo saldra? en espeçial si ya ay allá enojos sobre ella, de manera que los vezinos sean públicos testigos de nuestros occultos defectos. Queda te, hija, y mira por tu casa y por la honra, y no me aguardes a comer; pues tienes harta vianda, come e alaba a Dios. Y si el despensero embiare algo, adereçalo todo a punto, y aun si vieres que es menester, llama a tu prima, o si no, essa su moça que te ayude.

Lib.—O, bendita sea la reyna de los angeles, que de tal pielago me ha sacado. Pero agora queda otro barranco, en que sepa mi prima oyr, y suffrir, y dissimular con mi madre. Y estotro asno, maguera polidillo, y que tanta ciscadera tuuo, que ni guardó loba, y quiera Dios que la cobremos, y tambien derramó los orines. Abaxo me voy, para que si torna mi madre, y allá no se hizo bien, acá lo tornemos a soldar de otra manera.

Grac.—Dónde bueno por acá tan sobarcada, señora tia? traes algo que comer?

Mar.—Traygo que reñir: que si en tu casa te hallara como estás a la puerta, tú oyeras oy de mí; a, veamos si es cosa de muger cuerda, y más teniendo el estudiante en tu casa, arañar la moça porque te quiebre vn cantaro; de manera que si tu prima no la tomara esta loba, ella yua buena a quexar se a Ronquillo de ti, tal que no yua para ver. Por tu vida, que mires más por la honra.

Grac.—Ya, ya, algun trasparamento deue tener mi prima en casa, y quiso escusarse conmigo; porque mi muchacha bien contenta y almorzada fue. Pero, porque no lo entienda mi tia, quiero yo dissimular y hazer de la enojada.

Mar.—Pues no me respondes? paresce te que ponias buena tu honra y aun la mia, que tengo de tornar por ti de audiencia en audiencia?

Grac.—Y que podia lleuar aquella picuda, que yo la quemaré oy la lengua, porque vaya con nueuas de lo que la persona no sospecha. Y dado que algo haga, es para los ojos de Dios y en su casa; pero aquella nouelera, golosa putilla, yo la marcaré oy, aunque en tu casa esté; perdona me por ello, e dexa me yr por ella.

Mar.—Anda ya, loquilla, no juegues ansi con la honra con rapazas, que diran lo suyo y lo ageno. Toma la loba y entra te luego en casa, y despide al dueño, y reposa te y loa a Dios, y despues te puedes yr con tu prima, que queda sola, y comereys juntas, y aun quiça cenareys, que yo voy a vn poco de priesa, y no sé qué espacio me daran allá. Y cata que no me has de dezir a la mucha ha peor que su nombre, por esta de agora; despues, si otra hiziere, que lo pague junto, como el perro los palos. Y queda te a Dios, y acoge te luego con esse vestido, que no sabes quién passara que le conozca, y te oya, y te entienda lo que passas dentro de tu casa; y tambien que ya sabes qué vezindad tenemos en este barrio, que todos son cintinelas de casas agenas.

Grac.—Agora, señora tia, ve donde vas, que boluiendo nos veremos, y verás que no soy tan culpante como me hazes, por el dicho de vna muchacha; pero al fin, por amor de ti, yo digo que toda mi justicia dexaré en tu mano, aunque mucho me violentas en no me dexar en mi casa hazer lo que deuo. Pero ve con Dios, que ella hará otra, y pagar lo ha todo. Agora que es yda, guardo por sí o por no la loba, que siquiera por la infamia que me cuesta no la lleuará con tan poco rescate el licenciado que deue tener mi prima; que poco más o menos, por lo que aqui vi este día, lo imagino. Agora voy a ver qué haze mi prima, que por mi salud que toma bien el officio de la madre, y aun que las haze y las cubre bien, y aun saca bien brasas con mano agena.

Lib.—Ya no paresce nadie, y mi madre ya la vi yr de en casa de Gracilia, y pues deue de quedar bien soldada la quiebra, pues mi madre no boluio a mí, quiero yr a echar le de la nassa, y aun de casa. Pero mezquina yo que no sé qué me haga de la loba!

Grac.—Qué hazes, prima? qué alboroto es este tuyo? y el con qué fue tu madre a mí? Qué tienes, qué tienes acá? que por poco lo borraramos todo, sino que quiso Dios que luego entendi en las pláticas de mi tia que deuias tú de tener algun tras paramento.

Lib.—Ay, mezquina de mí, que estoy tan turbada y cortada, que ni estoy para menearme, ni para saber responder te; pero qué fue de la loba?

Grac.—Mas di me, qué fue del asno?

Lib.—Ay, mezquina, que en la nasa de la camara de mi madre está.

Grac.—En aquel gran ceston que está en lo obscuro de la camara?

Lib.—En aquel donde vaziamos la pluma de vnos cabeçales este dia.

Grac.—Hermoso estara en suda y en blando. Pero asuadas que será el matriculado de sant Julian.

Lib.—El mesmo es; mala landre me mate, que de importuno no pude valer me dél.

Grac.—Pues que lo pague como asno. Por esso, pues [es] el gallillo loquillo de los requiebros de mi puerta destotro dia, dexa me con él, que la loba no la viste él más, y aunque es poco, por ser lo que yo creo, ya tú se lo haurias a él pagado, y no te me corras, que por mi salud que hazes bien, porque tan donzella te pediran agora por muger como antes. Pero dime, qué haremos antes que buelua tu madre? si ya ella no lo entendio o vio o barruntó.

Lib.—Ella ni poco ni mucho, sino que me creyo que tenia tu moça, y que le tomé aquella loba que lleuaua de no sé quién que quedaua en tu casa.

Grac.—Pues luego, por mi salud, que pues con tú hazerlo lo pago yo en la sospecha, que yo haga de la boua como si lo ouiera hauido él conmigo lo que haurá contigo, si él no fue muy lerdo y tú muy boua, aunque no te tengo por tal.

Lib.—Ay, dexame a mí si hize o no de correr tanto; pero mira que sin la loba no le echaremos de casa, ni aun por medio del dia no sé cómo él yra en cuerpo, donde todos digan: He le va nuestro licenciado. Cata que más hemos de mirar del interes.

Grac.—Agora te digo que estás restituydora del todo. Pero he alli a Pinel, que soldará estos embaraços.

Pin.—O señora Gracilia, qué mala eres de sacar de rastro!

Grac.—Donde no estoy no parezco, como el rey, pero ya, pues Dios te traxo a tal coyuntura, ayudanos a echar fuera vn loco que se le ha metido en la camara de mi tia a mi prima, que está tanmañita de miedo que venga su madre y piense otra cosa.

Pin.—Pues vamos luego, porque de priesa vengo a te hablar dos palabras.

Grac.—Pues dexa nos subir a nosotras, y si le pudieremos hazer baxar, Dios que bien, y si no, subiras a nos fauorescer.

Pin.—Aqui aguardo en el portal; sea presto.

Grac.—Pues mira, prima, que yo hablaré alto, de manera que él piense que soy tu madre, y verás lo que oy hago por ti. A, Liberia, di, maldita seas, no te menearás más vn dia que otro? acaba ya, que viene aqui el señor mi primo por essa nassa que está en mi camara, que ya dias ha que me la pide para echar trigo.

Lib.—Y tú no ves, madre, que está llena quasi de pluma?

Grac.—Anda ya, maldita seas, esté como estuuiere, que tal se la he mandado; desembaraça se la, no le hagas aguardar, que estan ay los hombres que la han de llenar, y tú ya sabes que él, que es vn renegado, y no cabremos aqui con él si luego no le desembaraçamos.

Estud.—O, al diablo encomiendo estas putas, y si no me tienen peor que pato con pluma, y aun agora que me aya de ver nadie! O, qué gran mal es andar el hombre sin armas! que yo saliera oy de manera que lo lleuara el diablo todo. Pero no creo en los grados que tengo si aqui está mi loba; pero pues yo tengo el pago de mi locura, con esta capa de grana me cubro, y boto a la mano de Dios; pero no sé por dó tengo de salir ni cómo.

Pin.—No me paresce que le pueden hazer baxar: quiero amenazar le de acá. Qué es dél, qué es dél? que no creo en tal si no le saco el alma si allá subo.

Estud.—No es cosa ésta de parar.

Grac.—Ya, señor, no aya más; dexa le por tu vida, no cures de subir, que ya va por la escalereja del corral huyendo.

Pin.—Descreo de mi si no le tengo de conoscer y sacar le el alma.

Grac.—Ten le, Liberia, ten le, no suba y le mate; que yo miraré por esta escalera del corralejo, que no suba nadie.

Estud.—A la fe, esto ya va de hecho; no me atrampen oy en esta casa puta: salgo, que más vale verguença en cara, etc.

Grac.—Ay, ay, Jesus, Jesus, el ladron, que lleua hurtada la capa.

Pin.—Esto ya va de veras; subo a ver qué es. Qué es esto, señora Gracilia, cómo estás tan emplumada?

Grac.—Ay, que va el loco y ladron con su capa colorada arreboçado y sembrando pluma, y veys quál me paró al passar, y aun me arrojó dos puntapies, sino que me quiso Dios librar, que matara me.

Pin.—Y essa capa? si es la que le falta a Fulminato!

Lib.—Ay, mezquina yo, que ella debe ser; y qué dira mi madre?

Pin.—Yo voy tras él, qué no se me irá.

Grac.—Calla ya prima, que esto está hecho. Y si Pinel no le pudiere cobrar, ya todos le vimos salir con el hurto, y delante todos se nos fue; no tienes culpa. Y tambien cuya es la capa la cobrará, y aun nos uengará del que la lleua, pues ya sabemos quién es; quanto más que Pinel es tal moço, que dará cobro dél. Yo me voy a mi casa a poner en cobro la loba, que no lo sabra si Dios y nosotras y della harás mañana en mi casa vna saboyana, porque sepa el licenciado a cómo se vende la carne en tu tablaje. Y agora te queda, y cierra bien tu puerta por sí o por no, que yo voy a aguardar a Pinel que me quiere hablar, y si truxere la capa, allí la tendras con la loba.

Lib.—Pues ve con Dios, hasta que esto lo riamos otro dia con más sosiego plaziendo al Señor.

NOTAS:

[692] En el original, acehauas.


[Pg 285]

ARGUMENTO DE LA SCENA XXXVII

Estando Lydorio el camarero tractando con Fulminato de lo que succedio a Floriano, llega la Marcelia, y con ella entra Lydorio a Floriano donde él esta.

Lydo[rio], Fulminato, Marcelia, Felisino, Pinel.

[Lyd.]—Grande es el reposo que oy veo en esta casa; Dios quiera que sea para mayor[Pg 286] bien, porque veo a Floriano metido en vn camino, que no sé qué tal querra Dios que sea el paradero. Ayer tarde me paresce que se tractaua de que hauia de yr a verse con la que él llama su señora, y no me paresce que quiso acompañar se de más de solos tres moços y vn paje, teniendo tantos continos y gente de casta a su mandado, que comen su pan. Pues andar de noche no lo tengo por bueno ni seguro; pero no andar muy á lo seguro tengo lo por locura, porque de noche ni se conosce quál es bueno ni quál es malo. Pues ya que va de noche, mejor es que lo digan: quién passa, por ver le con autoridad y a recaudo, que no que digan: perdonele Dios, que le mataron pensando ser otro. Y lo que me paresce mal es que no ay hombre en casa, ni contino, ni mayordomo, ni veedor, ni otro que diga que le ha visto, más de que dizen que duerme. Gran descuydo ha sido este mio, porque dado que yo haga la voluntad de Floriano en dexar le solo, pues él se acompaña de muchachos y gente de baxa suerte, pero al fin, viendo yo el daño, no hago lo que deuo a la fe del buen duque Florineo su padre, que en buen passo[693] esté su alma. Cierto que de oy más la consciencia me carga, y el temor del daño pide que yo ande más alerta sobre las cosas de Floriano. Pero qué puede mi buen zelo y gran lealtad hazer con sólo buen desseo y poca possibilidad? Porque el auiso y correction fraternal deue la dar el hombre a donde cabe, y callarla donde con el consejo hareys mayor daño, y causays malquerencia, y cresce la malicia, y dobla se la pertinacia. De manera que lo que se hazia en el que erraua con sola inclinacion moça y sensual, y con persuasion de los aparejos, y con falta de resistencia de la razon, despues lo haga con doble peccado de voluntad maligna peccando contra Dios, con pretender de dar os pena a vos que le auisastes y corregistes. De Floriano, pues, yo tengo lástima a su honra y grauedad y hazienda y alma. Lo primero, porque le comiençan a cobrar en opinion de poco assentado y mal concertado en sí y en su casa. Lo segundo, porque da parte de sus flaquezas, y tracta y communica vn duque Floriano, y en ojos de una corte imperial, con vn paje y vnos moços despuelas. Lo tercero, he lástima a su hazienda, que la veo andar baylando en manos de amigos publicos de ella, y enemigos secretos dél. Y veo le yr tras chismosos, tras rufianes, tras putas, tras alcahuetas, y con gente que con sus dones se honren, y de la honra dél despedacen camino de los burdeles, do se gaste mal la hazienda del que la heredó bien, y la possee bien, y la dispensa y gouierna mal. Lo quarto, he lástima a vn alma que, con ser por sí noble, en ser hechura a imagen de Dios, y con hauer le dado Dios compañia de cuerpo no de sangre y ralea vil, pero noble y generosa y real, con todas estas circunstancias ella es peor tractada y más mal mantenida de virtuosas obras, que si cayera en suerte de ser vn porquero. Porque alli, tras su vil ganado, ella se podia saluar; y aqui mandando a tantos buenos y sabios, y nobles, y virtuosos, y generosos, ella anda aperreada y hecha estropajo a la disposicion de la sensualidad moça y libre y rica y mal aconsejada, como la ay en Floriano al presente, si Dios no lo remedia. Porque veo que el oydo y el creer de Floriano pende de las mentiras y embustes desta gente que con él tracta a salvo de su ganancia y a pérdida de Floriano. Y vereys que no dara audiencia ni credito a vn criado antiguo, leal, seruicial, amador de su honra, defensor de su persona, augmentador de la gloria de su estado, y aun, lo que peor y más peligroso es, que os cobrará enemiga porque le retraeys de los vicios, le desseays la salud, y le procurays por la hazienda, y le tractays de ensalçar su honra. Y esto es el por qué ay oy en dia pocos criados antiguos fieles bien medrados en las casas de los señores. Porque el fiel criado, condoliendo se del daño del señor, atreue se con buen zelo y amor a le auisar y retraer; y como por esto ve que cae en desgracia del señor, alça se a su mano, busca vn achaque, y el señor, que huelga que él le tenga para yrse a su casa con sus hijos y muger, y dexa de autorizar el palacio del señor moço y mal aconsejado, y ansi faltan las muchas canas, y sobran las muchas chismerias. Y aquellos por fieles van se con quitarles la racion porque no assisten, y dar les a más librar (más por verguença que compelle al señor que por voluntad que le combide) el medio acostamiento, porque se van como buenos, y lleuan le doblado los livianos que asisten, porque se pican de andar más galanes que graues. Y porque éstos, con lo no merescer, por medrar se subjectan a todo, y los otros, con hauer lo ya merescido, confian en su bondad y lealtad que merescen algo. Y ansí oy en dia la gente que más mentiras y más adulaciones oye, y menos verdades espera, son los señores, que se hazen enemigos de quien los ama, queriendo los sanctos y virtuosos, y amigos de quien los aborresce en la virtud. Porque tanto menos medra vn criado soberuio quanto el señor es más humilde, y tanto más medra vn criado luxurioso, que anda callejero y ventaneros los ojos a ver qué cobdiciar, y a ver qué poder auisar al señor de que vio acullá la hermosa, quanto más el señor es dado a las mugeres. Y ansi se han tornado los palacios acorro de viciosos, porque se despueblan de viejos, y se acompañan de moços, y porque ay poca audiencia de verdades y gran gula de mentiras; porque oy en dia es muy cierto el vulgar que mal me quieren mis comadres, etc. Y por esto con poca autoridad de los palacios, los seruientes de pelillo, los mentirosos, chismosos, malsines, truhanes, dezidores maliciosos, chocarreros, como hallan audiencia en el señor, ansi los tornan de su talle, si Dios y la buena condicion no los defiende de inuiciarse. Porque, como dize el Psalmo, con los sanctos serás sancto, y con el peruerso serás peruertido. Y aun en tanto es muy peligrosa al bueno la mala compañia, en cuanto más ayna se nos pega la mala costumbre, que no la buena; porque más daña vna viciosa palabra que aprouecha vn largo sermon. Y ansi dize la escritura: que corrompen las buenas costumbres las peruersas palabras. Y el que quiere guardar se del mal no deue fiar de sí mesmo, con dezir que tiene buena inclinación, que es sabio, y alcança lo que es malo, que es noble, y que la nobleza le combidará a la virtud. Porque donde no anda el fauor particular de Dios, y donde tercia la ruin compañia, y la propria sensualidad obra, no ay muro firme que defienda. Porque si el señor no guarda la ciudad (dize el Psalmo) por de mas vela el que la guarda. Que agora ninguno más sabio que Salomon, ninguno más rico, ninguno más acatado; pero ni le valio el ser rey, ni le mamparó la su sabiduría, ni se le acordó del fauor que Dios le hauia mostrado, con terciar la sensualidad propria, con la compañia de las mugeres estrangeras, que le hizieron ydolatrar, que es el mayor de los peccados; porque, tras el negar a Dios, nada queda que perder el hombre que algo sea. Pero he aquí asoma vna buena joya de los de la confradia; quiero saber dél lo que ha passado, aunque dudo si él sabra dezir me verdad, ni aun yo pensar que él la diga para me obligar a creer le, porque el que por mentiroso es tenido, aunque diga verdad, no es creydo. Ha, Fulminato, de dónde vienes?

Ful.—Vengo de la armeria, y de hazia Santiago.

Lyd.—Todo esso es vn camino; por qué tú lo diuides?

Ful.—Porque allá fuy a diuersas cosas; porque a la cal de Santiago fuy a buscar mi capa de grana que me auia dado Floriano en pago de la que me harparon los seys por su seruicio y honra en la cal de Francos.

Lyd.—El que te la dio Floriano, bien lo sé; el por qué, dias ha que te lo oy a ti contar, que para tus hazañas pocas vezes buscas tú más testigos de tu lengua que lo relate; pero cómo la vienes de buscar, y de alli?

[Pg 287]

Ful.—Luego no sabes lo que passó anoche?

Lyd.—Y qué?

Ful.—Pues porque no digas que no ay testigos de mis hazañas, preguntar lo has a los que iuan anoche con mi amo.

Lyd.—En tanto que ellos no parescen, dime lo tú breuemente; porque si lleuare camino de creer se, creer te lo he, y si no, oyr lo he.

Ful.—Ya sabras la yda de Floriano.

Lyd.—Bien la sé.

Ful.—Pues tambien sabras el a qué y a dónde.

Lyd.—Presumo lo; ven al punto.

Ful.—Pues yendo por aquella calle, yo que iua delante asegurando el campo, salieronme vnos quatro de traues, que por yr ellos bien armados, y a mí me ver con sola espada y capa, presumieron de se me atreuer; pero en dos palabras los puse en tal estrecho, que por la calle abaxo, tomando las viñas, se me saluaron por pura pata. Yendo, pues, yo tan ceuado en ellos y tan goloso de alcançar los, y ellos tan sueltos en el correr, me hizieron descuydar de la capa, hasta que oy la eché menos, queriendo la cubrir.

Lyd.—Son tus hazañas tales, y tan extraños tus hechos, que ni te culpo, porque yendo desarmado, y siendo tan buen corredor, y yendo ellos armados no los alcançaste, mayormente si corriades en oppuesto, vnos para huyr de los otros. Pero pues que en tal caso, y por tan buen señor perdiste la capa, quien te dio aquélla por vn hecho te dara otra por esta valentia. Pero a qué iuas a la armeria?

Ful.—Diziendo te lo que passé, bien deues de adeuinar a qué iua yo a los armeros, porque las armas quedaron tales, que no eran para traer, ni la espada buena para poder entrar en la vayna con mellas.

Lyd.—Di me, Fulminato, cómo diste a adobar las armas que yendo corriendo tras los otros desarmado no lleuauas? ni la espada se melló en los que por su buen correr no alcançaste?

Ful.—Cuentas me los bocados? pues espera, que yo te respondere por tiempo entero. Muy ganoso estás, señor Lydorio, de que no te calle nada; porque como aquellos se me fueron por pies, vine a la posada y armé me con boluer los a buscar; quando quise vestir me de sobre capa para tapar la malla, halléme sin capa, pero tomé otra. Y saliendo en busca de mi caça topé otros seys, que en el herir no me parescieron los primeros; pero como Fulminato yua a buen recaudo, a fieros golpes los desbaraté, y aun heridos [dos] de ellos, me tomaron las viñas todos.

Lyd.—Ya has contado de ti; agora me di, qué fue de Floriano y los otros?

Ful.—Aunque con peligro, por la falta de[Pg 288] mi persona, pero con buena ventura, fueron, y negociaron, y tornaron se en saluo, porque yo hauia andado al ojeo.

Mar.—O, gracias a Dios que ya llegué acá, y me pude descabullir de tan importuna cosa como este mayordomo del Abad, que al cabo al cabo nunca veo que su arbol me da más de hoja de parola; y con quién lo ha!

Lyd.—Cata, cata, he alli la partera de los partos de Floriano. A buen tiempo viene para informarme de lo que passa, que harto mal es el nuestro, quando ha de preguntar hombre a vna gente tal de los secretos del señor que ellos no siruen. O, que norabuena vengas, señora Marcelia! ay algo de bueno en tus nueuas?

Mar.—Siempre yo las he traydo buenas a esta casa. Y agora, si me pones con Floriano, no las haurá menos; y que sé yo que en qualquier occupacion que él esté se desoccupará en el plazer de mi venida.

Lyd.—Esso creo yo antes que si fuera vn varon de Dios.

Mar.—Dizes algo, señor?

Lyd.—No más de que, pues tales nueuas traes, y con tanta priesa, anda acá, entremos.

Ful.—No mirays el majadero, que, estando hablando conmigo, me dexó y se va acompañando vna menos muy poco que pública del burdel? Pues reniego de la espada de sant George, y aun de la escriuania de sant Lucas, si al cielo no se me acoge, si no escriuo con el cuchillo del puñal en aquella cara puta el nombre de Fulminato porque quien la comprare sepa que me deue mi decima, y aun que a Lydorio yo le dé a conoscer cómo se despide otro dia de la persona.

Fel.—Qué es aquello que haze el valiente? qué tal tirar de barba tiene y dar de pie, y mirar en arco! quiero ver qué cuento tenemos nueuo, y si son enterrados los de anoche. Di, Fulminato, de qué te muestras tan enojado?

Ful.—Y cómo no lo tengo de estar? y aun de mí mesmo.

Fel.—De essa manera tú mesmo harás tus amistades: pero qué fue?

Ful.—De acordar me quán poco corri anoche.

Ful.—Herieron te?

Fel.—Qué herir? pluguiera a Dios que no me conoscieran, porque me esperaran, y aun me lo pagaran, porque no es menester más de que me reconozcan los que saben mis golpes, para que en viendo mi espada fuera me huyan, tanto que me pesa muchas veces porque me conoscen. Y ansi me dissimulo quanto me suffre la accelerada condicion; porque si esto no fuesse, más de tres gallillos traeria yo de mi mano sin las crestillas de orgullo que traen tan salidillas. Pero ya sabes, hermano, que mudar costumbre es a par de muerte; que te doy mi fe que si con mi condicion pudiesse acabar de ser algo asegurado, que yo tuuiesse más pesca, aunque no tengo redes, ni aun caña.

Fel.—Por esso dizen: cata que quien no asegura, no prende; pero mira quánta mentira ay en el mundo, y aun embidia de tus hechos: ya hauian dicho que te corrieron la çapata vnos dos.

Ful.—Di me quién lo dize; porque vna tal vellaqueria, quando vaya a oydos de mi amo, lleue ya el castigo a cuestas.

Fel.—No ay para qué sepas quién. Pero, mudando hitos, no quiero que me digas qué hiziste anoche, que luego disparaste a nunca más ver; porque bien presumo que andarias en passos de tu officio; mas ruego te que me digas, qué fue de tu capa de grana?

Ful.—Huelgo que me ayas conoscido; porque quiero, como amigo (que otro no lo ha sabido de mí) que sepas que anoche fuy en seguida de vnos no sé quántos rufiancillos atreuidillos, y como los amonté, valiendo les los pies, bolui en vuestra busca y nunca os pude encontrar. Pero para satisfazer me a mí mesmo, salté sobre el muro de la huerta de la dama, y como no senti dentro bullicio, dexé de saltar dentro a buscar os allá. Y ansi tornando a saltar al suelo para venir en vuestro rastro, por temor de que me tendriades menester, y hallé que al subir de presto se me cayó la capa, y voto a la sancta letra dominical deste año de quarenta y siete, que en tantico que fue todo ello, ni hallé rastro de quién me la lleuasse, ni sonido de pies a quien seguir, y ansi me vine en cuerpo, dando se me poco de vna capa, perdida por buen coraçon. Y cierto he pensado sobre ello, y hallo por mi cuenta que algunos ladronzillos, hijos de vezinos, se deuen de andar de noche siguiendo me a trecho de mí, como ya todos me conoscen, para que si hago algun hecho ellos sepan contar lo por ganar honra en que estauan a mi lado, y aun tambien para coger las capas de los que ya saben que me han de huyr, y jugar a como dizen: si me viste, alcéos la; y si no me viste, lleuéos la.

Fel.—Y aun esso deuio de ser, y cierto que ellos te merescen poca cortesia. Pero cata alli a Pinel, que es buen testigo de quánto ha que te buscamos, porque anoche, pidiendo por ti Floriano ya que veniamos, nos mandó buscar te, y que todos tres le hablassemos hoy.

Ful.—El tambien se huelga de saber mis hazañas; porque más lecion toma en mis obras para sus cauallerias que en quantos libros tiene de Romanos antiguos, pues en ellos lee de dizesse, y en mí vee de hazesse; y, como sabes, ay gran rato del dicto al facto.

Pin.—Esteys en buen hora.

Fel.—Cómo vienes tan alterado el rostro?

Pin.—Pues no lo puedo encubrir, no quiero callar que he corrido en seruicio de Fulminato.

Ful.—Cómo ansi?

Pin.—Porque vn ladron salio den casa de tu amiga con tu capa hurtada, y aun sembrando pluma. Yo que llegaua en tu busca y le vi salir de mala manera, y las moças gritando tras él, tomo su seguida, y acogiose me en sanct Julian; de arte que, no pudiendo hauer le, bolui a Gracilia, y contóme vna farsa de que uengo atonito.

Ful.—Pues esso quede para su tiempo, que yo voy a sacar le de la iglesia.

Fel.—Pues él va tan denodado, vamos nos a buscar de almorzar.

Pin.—Sigue, que despues lo reyremos todo, que bien ay de qué.

NOTAS:

[693] Así en el original, pero probablemente será errata por buen posso.


[Pg 289]

ARGUMENTO DE LA SCENA XXXVIII

Sabiendo Lydorio de Marcelia de lo que a Floriano le ha succedido, entran a Floriano. Marcelia le da su anillo que traya de Belisea, contando le lo que le allá auino. Floriano le manda para casar la hija en albricias; con otras cosas que más passan de notar.

Lidorio, Marcelia, Polytes, Floriano.

[Lyd.].—Por cierto tú me has contado grandes cosas, y aunque yo siempre pretendi apartar a Floriano desta cosa, pero pues ella es tal, y la cosa va tan trauada, no culpo a Floriano, pues como mancebo le prendio el amor, y como cauallero sabio se ha empleado tambien, que si el padre de ella huelga, todo yrá encaminado por Dios, y no tendre por tan vana la ganancia de nuestra jornada, en lleuar tal señora a los vassallos del duque.

Mar.—Ay verás cómo, aunque a harto peligro mio, pero mis passos guiaua Dios en seruicio de tan buen cauallero. Y quiero que sepas que Lucendo, el padre della, con ser cauallero de tanta estima y casta y poder en el reyno, y con ser vno de los más sabios que oy tienen ditado en España, quiere y tiene en tanto a la hija, que no pensará que errará en cosa que haga; y hecho, qualquier cosa le perdonará ligeramente. Pero bien tengo yo por mí que, aunque he sido yo harta parte para poner la en el grande amor que tiene a Floriano, que ni yo, ni él, ni todo el mundo la harán caer en lo que Floriano querria de ella luego. Y sey cierto que ella está de las enamoradas y penadas de amor de Floriano, que jamás amor prendio. Pero está la más casta y constante en el no errar en tal caso que oy ay donzella en el mundo, la menos combatida, y la más recogida, y la más guardada que sea.

Lyd.—Por tanto me confirmo en más pensar que nos la tiene Dios para que nos mande y la siruamos, y con razon, pues pocas tales flores tendra oy el mundo. Dime, Polytes, duerme aún?

Pol.—Mas ya se viste, y salgo a que se vista el capellan a la missa, que la quiere oyr.

Lyd.—Pues entremos, señora Marcelia, que ya ha mucho que te detienes.

Mar.—Oyamos, si mandas, qué es lo que dize, que hablando está, y no nos ha sentido.

Flor.—O venturoso Floriano, cómo es poco el plazer que muestras para tu tan gran gozo! O mi señora Belisea, y si este sospiro te fuesse a dezir como estoy en tu contemplacion! pero bien sé que te deuo más y más, y mucho deuo a Justina, en gran cargo soy a la buena Marcelia, y no lo perdera en mí. De manera que Polytes y Justina tengan bien con que me seruir, pues los casé, y me lo mandó mi señora, cuyo es quanto tengo, y el señorio con ello. Y a Marcelia yo la dare con qué en su casa, mientras viuiere, tenga por qué se acordar de mí. Y a todos los de mi casa quiero hazer mercedes, para que cada vno segun es ansi sienta parte de mi alegria, pues a todos los de mi casa tengo obligacion; que me siguieron sin pedirme dónde yo yua, y me han servido honrosamente. Yo quiero que todos vean qué señora tienen, porque yo la tengo. Y a mí me quiero yo tractar no como mio, sino como cuyo me conozco. Por manera que con la mejoria de mi salud y con mi buena ventura, crezca el bien y gozo de toda mi casa. Pajes, pajes, quién estay?

Lyd.—Señor, aqui estoy yo, que agora entro con Marcelia.

Flor.—Que ay está Marcelia? bien me daua el alma que cosa de mi señora Belisea estaua cerca de mí, de cuya participacion crescia tanto mi gozo. Llega te acá, llegate acá, que ya te veo, que como a tercera de mi bien te tengo de dar vn abraço; y no te me enojes, que todo nasce de buen amor.

Mar.—A la fe, sí, sus abraços me mantendran!

Flor.—Qué dizes, mi Marcelia?

Mar.—Que me paresces adeuino, pues agora vengo de en casa de mi señora Belisea, y aun si bien supiesses qué de secretos te traygo!

Flor.—Cata, hermana, que el coraçon amante muchas vezes adeuina. Pero dime, dime, qué me traes?

Lyd.—Da me licencia que me salga, porque te querra en secreto esta dueña.

Flor.—No quiero que te vayas, sino que, pues es cosa de mi señora, lo oyas todo, para que te confundas viendo del bien que me pretendiste siempre quitar.

Lyd.—Por el fauor y por la reprehension (pues veo que tú acertaste e yo sali errado) te[Pg 290] tengo en gran merced lo que me has dicho agora.

Flor.—Pues oye y calla; dime, Marcelia hermana, queda buena mi señora?

Mar.—Buena, y más tuya que podras creer; porque esta mañana me mandó que te lo certificasse y jurasse ansi.

Flor.—Ay, qué poco me monta que ella lo diga, si ansi no es!

Lyd.—Oye, señor, a Marcelia, y cree a lo que tu señora dize.

Flor.—Ay, Lydorio, que muy con razon me riñes mi mal hablar, y aun quisiera que con peores palabras me retraxeras de lo que el orgulloso plazer hizo desmandar mi lengua.

Mar.—Pues oye, señor, lo segundo que te manda tu esposa dezir, que aunque esté Lydorio delante lo dire, pues son ya embaxadas de muger a su marido, aunque tambien hasta os besar a entramos las manos por mis señores no te deuria a ti llamar marido y señor de mi señora.

Flor.—Anda, Marcelia, que sin besar las a entramos lleuarás de mí las mercedes, y di.

Mar.—Pues agora que no es tiempo de hablar te por circunloquios, ni guardar secretos en esto, digo que tu esposa no ve la hora que la veas y te vea. Y ansi te embia a dezir que no faltes para la hora que te mandó, y en señal de tu esposa te embia como a su esposo este anillo, que yo le vi quitar del su dedo del coraçon, y que quiere que luego te le pongas tú, para que de tu mano, quando vayas, ella te le tome por tuyo. Esto es lo que me dixo, con otras muchas cosas. Y queda me aguardando, que antes de yr a mi casa tengo de boluer a darle cuenta de lo que he hecho, y sepas que ya me dio mercedes de desposada. Agora he dicho mi embaxada; dame licencia, porque ando desmayada de çanquear en ayunas, y tambien es hora que tú ya comas.

Flor.—Tus buenas nueuas he recebido de grande alegria, y quiero hazer lo que me dizes en comer, y aun quiero forçarte a que comas conmigo oy.

Mar.—Señor, aurás me de perdonar, que no soy para tu mesa sin grande nota, en especial que me aguardará mi señora Belisea; por esso mira qué mandas que le diga, y dame licencia.

Flor.—Pues que ansi quieres, te ruego que le des este papel, en que lea hasta que yo vaya a mi glorificacion a cumplir su mandado. Y quiero que le digas que esta mañana, en su contemplacion occupado, yendo la mano escriuiendo lo que la mente yua pensando, al cabo salio essa lauor, la qual no sé qué es, ni aun lo he leydo, más de como lo he contemplado y lo hallé escripto de mi mano, y que poco ha que lo acabé de escriuir. Y en pago de tus trabajos, quiero que te den (porque me dizen que tienes vna hija para casar ya), para en dandole marido, treynta mil marauedis, y tú, Lydorio, harás la cedula, y que le acudan con ellos el dia que la madre la entregue a su marido. Y más quiero que, si a dicha la casare con persona de mi casa, que tú, Lydorio, seas padrino, y le des para ayuda de los vestidos a entramos otros veynte mil marauedis, los quales tú tomarás de mi recamara, y dar se los has de tu mano a la de ellos. Y quiero que les hagas la costa del dia de su boda, como de tu mano, honrosamente. Y a Marcelia dar le has vna librança de veynte cargas de trigo, que se las den esta semana, para mantenimiento de su casa deste año, y oy la lleuen de comer de mi plato, porque no haurá guisado nada andando en mi seruicio, y luego la den cinquenta ducados para sus menesteres, y perdona.

Mar.—Tus illustres manos me has de dar por mi señor.

Flor.—Anda, hermana Marcelia, que no dexaré de siempre te fauorescer; ve con Dios. Y tú, Lydorio, dame presto de vestir, oyre missa, y luego me den de comer, porque quiero yr oy a palacio, que ha dias que no fuy allá.

Lyd.—Yo salgo a dar obra en todo. Tú, señora y hermana Marcelia, huelgo que lo ha mirado Floriano bien contigo, y porque por mí no lo perderas, mira quién te lleuará los dineros y la cedula del pan, y más la del casamiento de tu hija; que para buen pro, de sobremesa te lo lleuará Fulminato, que es mucho tuyo, si quieres.

Mar.—Mas antes bastará que los lleue Polytes, o si no, quien tú mandares.

Lyd.—Pues yo lo embiaré, aunque lo dexes en mi credito. Y tú tracta de casar la hija, que yo haré lo que su señoria me mandó, de muy libre voluntad por cierto.

Mar.—Nuestro señor te lo pague; que bien conosces que tengo necessidades de pobre viuda, que luego tienes intento de dar me la merced, asituada por el que Dios en todo prospere, y pues que tienes que hazer, y a mí no me falta, con tu licencia te encomiendo a Dios, y me voy. Pero o, vala me Dios, y si todo esto sale verdad, en buen ora entró esta gente por mis vmbrales. Yo me voy a mi casa a esperar la vaquilla con la soguilla (como dizen) y si juegan a luego toma en lo de agora, yre alegre a ver a Belisea, y tendre esperança de lo venidero. Y esta mi alegria quiero desde agora enfrenar con temperancia, porque de la mucha alegria y gasajado mio no sepan todos mi riqueza, y sabida, no me tracten de la muerte. Porque diz que no ay vida más contada de dias de la del rico, en especial de los que pretenden dél más su moneda que dexará que no los consejos que les dará; y es bien escarmentar en cabeça agena. Porque a Celestina (segun dizen) los dones de Calisto con la cobdicia de los que la tractauan, le quitaron a ella la vida, y a ellos ellos la justicia en castigo. Que dado que ella fue sagaz para los otros, alomenos no lo fue para sí en ganar y guardar; porque más prudencia quiere el guardar lo ganado que el allegar lo incierto. Y ansi los hombres que preuienen sus cosas, las menos vezes las yerran; porque dizen: hombre apercebido, medio combatido. Y con esto encamino para mi casa, loando a Dios.

[Pg 291]


ARGUMENTO DE LA SCENA XXXIX

Fulminato, hecho el ademan de yr tras el que lleuaua la capa, se va a Marcelia, y passan muchas pláticas. Despartense con la venida de Polytes, Felisino y Pinel.

Fulminato, Liberia, Marcelia, Gracila, Polytes, Pinel, Felisino.

[Ful.].—Reniego del sepulcro de Absalon y del sceptro de Roboan si no me burló Pinel, y que por hazer del valiente, y echar me a cargo que corrio tras el otro por mi capa, dijo que la lleuaua el ladron, etc. Bien dizen que ni ay que fiar en los hombres, ni son de creer todas palabras. Y pues fue mayor mi boueria en creer lo que su mentira en dezir lo, quiero que pasen, mocha por cornuda, a pagar en la mesma moneda. Y pues por aquí no hallo rastro de cosa mia, voy a Marcelia, y sabre de ella por qué no me habló oy quando habló al camarero, y aun si no me aplaca con algo de la ganancia y la hallo sola, si no la marco, para que sepa en qué estima me ha de tener. Y aun le pidire mi capa, diziendo que la dexé en su casa, porque ni creo que dexa de ser puta con otros como conmigo, ni aun de estas sus venidas tan a menudo la deue de hauer ydo mal. Y pues yo la meti en el juego, ha de partir por medio la ganancia, porque tan poco no me tengo por tal, que piense de albardar me sin que dé corcobos; porque no ay que fiar destas que han perdido la verguença y traen el alma en venta, porque no les da más penar por poco que por mucho, y ansi a todo hazen rostro, diziendo: preso por mil, preso por mil y quinientos. Y pues dizen que la tierra ni la hembra, quien no la ara en balde la siembra, quiero dar le vn torcedor con que me pague la capa, o que a lo menos por falta de no le mostrar yo el diente no piense de almorzar me y merendar y embaucar me; y al cabo diga que ladre me el perro y no me muerda, y echar le he la cuerda. Y de oy más, pues no me querra restituyr, será bien que andemos a hecho y pago. He alli viene la hijuela den casa de la prima: asuadas tales tres joyuelas para los lobos, que agora que bulle la ganancia, todos hazen sopas en la miel del modorro; pues veo que esto todo le llueue a Floriano en casa, o por mejor hablar, le llueue de su casa.

Lib.—Espantada vengo de quánto paño traen estos estudiantes en vn manto; que ouo saboyana en la loba, y aun sobró a mi prima para vn sayuelo; el diablo del sastre, que tambien sacó para su pendon; y maguera del corrillo! cómo se desasnaua el buen zabbi, y qué hazia de desboronar requiebros! Aunque mi prima, con sus raposias, ella le encestará de manera que en el hazer de las ropas sea el sastre de Ciguñuela, que ponia la costa y hazia de balde la obra. Pero he aqui el que fuera bien escusado, en especial si busca la capa.

Ful.—Qué hazeys por acá?

Lib.—Vengo de sacar vna lauor den casa de mi prima, que verna agora tras mí, porque sola he miedo.

Ful.—Y dó está tu madre?

Lib.—Es yda a la joyeria a buscar lauor de tienda; pero qué mandauas?

Ful.—Vengo por mi capa.

Lib.—Y adónde la dexaste, que vienes por ella?

Ful.—Anda, que no estoy para burlas agora.

Lib.—Pues si tú no vienes para mis burlas, menos estoy yo para tus veras, y si te ensañas, ensaña te a solas; que yo bueluo me para mi prima.

Ful.—Y valga la el diablo, y con qué raueada me dexó sin más ni más en blanco! Pues subo arriba y cierro esta escalera; que si veo en qué, yo me entregare de mis daños.

Mar.—Quién sube ay?

Ful.—Cata, cata, no ay que fiar en bagassas. Y cómo me dixo que no estaua acá la madre! Pues aun si tuuiese algun gayon en casa? pues subo, que si la hallo sola, quiça pelaremos el pato a medias. Parescete que te han tomado de sobresalto en el hurto?

Mar.—Siempre te armas más de malicias que despierten ira, que no de armas que atemorizen contrario. Pero cierto que mi hijuela pone tal cobro en la casa, que a hauer qué, tenian buena medra los que juegan de alça ropa.

Ful.—Lindo lançar de alesna ha sido esse, para te hazer pobre y para te escusar de no me dar mi capa de grana. Pues a la fe, tambien tiene culpa quien da la occasion por poner mal cobro, como el que lo hurta.

Mar.—Ay, sancta Maria, y si es verdad que ha entrado ladron en mi casa hoy?

Ful.—Gentil discante es esse; si tú no lo sabes, quieres que lo sepa yo? Da me mi capa, no se cubra oy el diablo con ella en esta casa.

[Pg 292]

Mar.—Agora que pienso que hablas de veras, di, qué capa pides a mí?

Ful.—La mia.

Mar.—Y dónde está?

Ful.—Qué renegadero para vn tal renegador como Fulminato! Dexando yo mi capa en tu casa, me preguntas dónde está?

Mar.—Cata que tornes en ti. Y si buscas achaques para reñir, no conmigo; que en paz alabo a Dios en mi casa.

Ful.—Agora te canonizarán por sancta! pero en tanto, acortemos razones, y da me mi capa que te di a guardar.

Mar.—Y quándo?

Ful.—La noche que fuy a guardar a Floriano y los suyos; que si no por mí, ya los comiera la tierra.

Mar.—Y aun anxi xexona.

Ful.—Qué dizes entre dientes?

Mar.—Que la busques por allá donde se te cayó o la dexaste.

Ful.—Aun pesará a tal con la cayda; bien sé que te la di por yr más suelto, para que por pies no se me fuesse nadie.

Mar.—Aun quiça lo creyera, sino que entre oy...![694]

Ful.—Pues dime quién te dize de mí otra cosa, para que te trayga en su mesma gorra su cabeça?

Mar.—Ya, ya, bien conozco tus blasones.

Ful.—Qué dizes?

Mar.—Digo que no querria en mi casa altercaciones sin por qué. Porque no puedo creer que dexasses caer la capa por huyr, vn tan valiente como tú, de solos dos enemigos.

Ful.—Essas y otras tales cosas te dirá a ti aquel chismoso de Lydorio. Pues no oyre missa antes que no me deua nada, y aun quiça vos, doña bagassa, si no os saco el alma, porque en mi presencia, y sin más hazer caso de mí, os me encerreys con nadie, y que agora vengays a parir antes de los nueue meses essas vellaquerias de que os empreñastes con aquel gayon, que se nos haze vn sancto de pajares, y al cabo deue de ser por ganar tierra con Floriano, por malsin.

Mar.—Calla, calla, infamador de buenos, maluado, que no abres boca que no sea tu lengua de viuora.

Ful.—No veys quán sin verguença se me torna a los ojos la...?

Mar.—Soy mejor que vos; que si no por mi, no ouierades descargado los piojos de acuestas.

Ful.—Essas palabras a mí? de las que tengo en la cara reniego si no os saco el alma; no os cale huyr por la escalera, que yo os acabaré oy los dias.

Mar.—Virgen Maria de los Remedios, libra me deste furioso.

Grac.—Bien te dezia yo, prima, que hauia yo visto entrar a tu madre en casa rato ha; pero oye, oye qué tropel baxa por la escalera.

Ful.—No os me yreys, doña mala hembra.

Lib.—Ay, sancta Maria, val me! qué gran mal es este, que a mi madre oyo en el entresuelo y la escalera está cerrada? Jesus, Jesus, Justicia, aqui del rey, que mata aquel traydor a mi madre.

Ful.—Pues yo reniego de todos los adoradores del sol si oy no quiebro la puerta, y os embio a poblar la silla que en el infierno os espera.

Pol.—Quán a buen tiempo llego, que no tendre que llamar; que en el portal veo a la de Pinel y la de Felisino. Pero qué es aquello, que dan gritos? quiero aguijar, que gente se allega.

Pin.—A, hermano Felisino: al paje que hemos traydo en ojo veo yr corriendo; aguija, que algo ay allá.

Fel.—Alarga el passo, que gente corre en cas de Marcelia.

Pol.—Apartá os afuera rapazes; a, señoras, qué es esto?

Lib.—Ay, señor, por vn solo Dios, que matan a mi madre.

Pol.—Calla, calla, que mejor lo hará Dios. Cerrad essa puerta, que ya conozco quién es; no será nada; mira me, señora Gracilia, por essa plata, que yo quebraré esta puerta del escalera, que tan cerrada está por de dentro.

Grac.—Daca, y acorre antes que la mate.

Fel.—Qué es esto? fuera, fuera, rapazes. Ea, gente de pro, que no es nada; andad con Dios, que todos somos de casa.

Pol.—Cierra, Pinel, essa puerta de la calle, no venga la justicia; que Fulminato no deue de estar agora en sí. Allá irás, diablo de puerta, qué rezia estaua.

Mar.—Justicia, que me mata este ladron.

Ful.—No os valeran vozes oy.

Pin.—La puerta de la calle ya la cerre: da le, da le, Felisino, a esse diablo, pues que tan mal mira por la honra de Floriano.

Pol.—Qué sin sentido está de passion, que le tengo la espada por los gauilanes, y el braço quedo, y aun no lo siente.

Fel.—Qué es esto, Fulminato? quieres que por tu locura hagamos aqui algun desatino?

Ful.—Cata, cata, y por dónde entrastes a quitarme de ceuar el espada en putas carnes, ya que no alcancé a los otros?

Fel.—Y calla, y subete arriba.

Ful.—Pues dexad me el espada.

Pol.—Subamos arriba, que luego te la dare en te viendo más manso.

Ful.—Dexad me, que yo acá haré oy a esta embaydora...

Mar.—Vos mentis como vn gran rufianazo. Ansi me han de tractar en mi casa? Justicia demando a Dios, y al rey me voy a quexar, y no tengo de parar hasta los pies de Floriano, para ver si por ser le yo tan seruidora, me han de mal tractar los suyos.

Pin.—Y calla, señora Marcelia, pues ya sabes que todos somos criados de Floriano, y por él te seruiremos, y por tu persona te honraremos; que bien sabes ya que Fulminato te ama y quiere, sino que tiene aquellos impetus primeros furiosos.

Mar.—A la fe, el malaventurado, con las de seguida vaya él a tractar de fieros a cada passo; que en mi casa estoy, y no le deuo nada, y él a mí más que vale.

Lib.—Ay, madre, no llores más, y adereça essos atuendos de tocados, que pues lo quiere nuestra desuentura que por hazer bien se nos atreuan como a solas mugeres, demos gracias al señor del cielo en todo.

Mar.—Tú me causas esto, en andar te me fuera de casa.

Grac.—Por mi vida, que no hazia sino yr me a mostrar una lauor. Pero pues en lo hecho no ay suelda, remedie se lo de adelante en mirar, tia, a quién das tu puerta y tu silla; y tú sube te luego arriba, y tú, prima, vamos a la puerta de la calle y abramos la, porque oyo de fuera gran tabahola, y asoseguemos lo con sentar nos seguras a la puerta, y no llamemos testigos de nuestras flaquezas.

Pin.—Bien hablas, señora Gracilia; yo me baxo con vosotras, por más assegurar lo todo.

Lib.—Mas antes os yd entramos, porque la justicia no entre a escodriñar nuestros rincones; que mi madre e yo nos iremos arriba, y lleuaré yo essos platos con que estás embaraçada.

Grac.—Pues hagan se las amistades luego.

Pin.—Y aun ayudaremos a descorchar los platos antes que la vianda se enfrie.

Lib.—Pues anda, madre, que subo delante.

Mar.—Agora que hay terceros, quiero meter las cabras en el corral a este panfarron, con hazer de la enojada, pues tengo por qué, y dezir que me voy a quexar a Floriano.

Ful.—Paresce os que haueys hecho poco mal en quitar me de hazer seruicio a Dios en quitar malos del mundo?

Fel.—Y quién te hizo a ti Justicia de Dios? calla, que no quieres mirar por la honra de la casa de Floriano.

Pol.—Por Dios, la honra estaria buena, fiada de quien no la sabe estimar.

Ful.—Qué dizes, Polytes? y da me mi espada, que no sé cómo te la fié.

Pol.—A la fe, a más no poder. Pero digo que[Pg 293] si esto viene a oydos de Floriano, tú has echado oy buena madrugada.

Fel.—Y aun por esso temo yo que Marcelia no vaya con quexas; que no cabremos en casa con Floriano.

Mar.—Esperad, pues, que yo os confirmaré en esse temor. Liberia, da me presto mi manto, porque ansi como estoy me voy a Floriano.

Fel.—Veys lo que yo dezia? que agora tracta de yrse.

Ful.—Pues que no me dexastes acabar la, estorualde la yda; si no yo la acortaré los passos antes que allá llegue.

Pol.—Esperad, que yo lo soldaré todo; que aqui viene en mi manga vn paño, vn buen acalla necios. A, señora Marcelia, pues yo no fuy el malhechor, oye me dos palabras en esta alcoba.

Mar.—Por amor de ti más que esso haré; pero sea que me dexeys yr presto.

Fel.—Ay, señora, no te fies de esse barbiponiente.

Pol.—Pues mando os yo tener embidia! señora, ues este no es lugar ni tiempo de largas pláticas: cata aqui cincuenta ducados en oro todos, y más esta librança; y que Floriano te ruega que luego comas esso, que por amor de ti tomé trabajo de traer, que te embia de su plato; que por su mano me dio su mesmo plato que le siruieron. Y por amor de mí que perdones los enojos todos, y no se hable más en lo passado; y de aquí adelante mira más por tu casa, y mira que Felisino es muy tu seruidor, y harto ha reñido a Fulminato; por esso baste ya.

Mar.—Por amor de ti mucho haré, y digo que no hablaré más en ello; y tú toma essas quatro pieças de oro para guantes, y no porfies en no las tomar, y perdona lo poco.

Pol.—Por amor de ti las tomo. Y mira que ninguno destos sabe nada desto; por esso, sal a ellos, y dissimula, y cumple con todos.

Pin.—A, señora Gracilia, pues ya se ha derramado el tropel que estaua a la puerta, y arriba ya callan con la paz, subamos a comer del alboroque.

Grac.—Subamos luego.

Pol.—A, hermana Liberia, dame mis platos.

Lib.—En esta alazena estan como los truxiste.

Pol.—Señora Marcelia, Floriano te embia esto, con que combides a Fulminato.

Pin.—Esso me paresce bien.

Fel.—Y aun a mi me paresce que Fulminato desmanche dos rucios o vno de a dos reales para el vino y fruta tras la comida, y no se repita aqui palabra de renzilla passada.

Pol.—Pues que quedays apareados tres por tres, e yo sobro del juego, con tu licencia, señora Marcelia, me voy, pues ya Liberia me ha desembaraçado y aun limpiado los platos. Y tú, Fulminato, toma las armas, aunque de derecho eran de la señora Marcelia.

Fel.—No passe la plática adelante.

Ful.—Pues cata, hermano Polytes, que esto no buele en casa.

Pol.—Por mi parte queda seguro, y todos quedeys con la paz de Dios.

Mar.—Pues en pago de que he hecho todo lo que me has agora mandado, te ruego que bueluas por la respuesta de tu embaxada, pues el tiempo no da lugar a que agora tú te pares, e yo no haga lo que he menester, que es comer, pues aún estoy oy ayuna.

Pol.—Queda te a Dios, que todo se hará como mandares. Pero mejor te ahorquen que no te entiendo; ni aun mejor yo viua que tienes remedio conmigo.

Grac.—Yo voy a llamar mi moça que vaya por vino, y lo que fuere menester, pues ya tengo los dos reales; y en tanto poned la mesa, que no tardo nada, con ayuda de Dios, pues aún no tengo gota en los pies.

NOTAS:

[694] Ha de entenderse, no entre hoy, sino entreoí.


[Pg 294]

ARGUMENTO DE LA SCENA XL

Hablando Belisea y Justina de sus cosas, sobreuiene Lucendo, y queriendo tractar con la hija de effectuar de casar la, ella se dize estar mala, por dilatar el término de la respuesta de lo que el padre le pide.

Belisea, Justina, Lucendo.

[Bel.].—Dime, Justina, qué te paresce que podra hazer agora aquel cuya memoria tiene occupados todos mis sentidos? porque te hago saber (pues ya no es tiempo de callar te cosa) que queriendo más recoger me, para más quitar me de pensamientos penosos, el pensamiento que más me dexa atormentada es el que en otra cosa no me occupa, sino en memoria de Floriano: porque le amo y quiero, y con su memoria viuo, y su absencia me mata. Pero ay de mí, que no puede mi poca libertad dexarme le ver, ni mi recogimiento me le dexa hablar: mi castidad me haze illicita su conuersacion, y el amor querria siempre conuersar le; la honra de la casa de mi padre me cierra sus entradas y salidas secretas, que la sensualidad querria, por manera que para más bien le querer me tengo de aborrescer a mí y a mis cosas. Pero, al fin, yo lo he querido, y Dios lo tiene determinado, y ansi torno a dezir que soy suya, y que nunca otro será señor de mi cuerpo sino Floriano, que lo es de mi voluntad.

Just.—O, qué grande es el poder del amor, que ansi desencasa vn compuesto bien concertado y derrama vna voluntad bien ordenada!

Bel.—No me respondes, Justina?

Just.—Qué te respondere debaxo de la gran compassion que te tengo, por la batalla que en ti ay de la sensualidad contra la razon, que tiene temor de perder la posession de su señorio en ti?

Bel.—Pues con más piedad y con más razon te apiadarias de mi triste coraçon, que anda ya a punto de su perdimiento, si bien supiesses mi mal; el qual, aunque yo le passo, ni le sé ni le entiendo, mas de que veo que el tú compadescerte de mí me monta nada, si el que tiene mi coraçon no se apiada dél. Y como temo que me oluida, no descansa mi voluntad, ni cessa de pedir a mis ojos que se le pongan delante, para que todas las potencias se auiuen y reconozcan el bien de dónde les viene. E yo te digo, Justina, que yo bien querria que mi voluntad fuesse muy obedescida en esto; porque yo viendo le, pensaria que no me oluidaua, pues la absencia es madrastra del amor.

Just.—Quando el amor no es postizo, ni cresce en la presencia, ni mengua en la absencia, ni se varia con los tiempos, pues la voluntad y entendimiento de donde quiera buelan a ver lo que aman. Y Floriano amar te, prueua lo bien los tormentos que le causaua tu amor; y dessear te, bien tengo yo por mí que cuenta los momentos hasta verse en la hora; y visto delante de ti, presumo que aun apenas cree, porque dizen: que lo que mucho se dessea, no se cree aunque se vea.

Bel.—Pues que ansi me aseguras del temor que yo podia temer, e yo lo estoy bien de que él no deue tener duda de que le amo y jamás le oluido, qué te paresce que haremos en lo que esperamos de nos ver? Pues ni yo le podré dexar de amar como a señor y amigo y marido, ni podré hazer por él cosa que passo tuerça de la razon en guarda de mi honra y honestidad.

Just.—Pues que estamos a solas, para qué tendre la boca llena de agua, en no te dezir lo que, por hauer bien pensado, no será possible callarlo, vista occasion de dezir te desengañadas verdades?

Bel.—De esso huelgo, y no esperes de mí más licencia, sino que sin salua me digas lo que te paresce libre, que yo deuo hazer tan captiua.

Just.—Digo que no presumas tener las cubas llenas, y las suegras beodas. Y cata que si le amas marido, que toda eres suya de justicia muger. Y si te honras de lo vno y te huelgas de ver le y querer le, huelga de obedescer le. Pues mal meresceras la honra de su muger, sin tener él el prouecho del matrimonio, pues dizen que honra y prouecho no van en vn saco.

Bel.—Bien dixeras (que ya te entiendo tu intento) que honra y prouecho no van en vn saco, quando el prouecho no deroga a la honra, y quando la honra y el prouecho son de vno. Pero agora tú quieres ascribir me a mí la honra (y tienes razon que lo es en ser suya) y a él el prouecho en el gozo.

Just.—Pues bien sabes que quando velan los nouios les dizen que seran dos personas en vna sola carne. Porque quiero que oyas, que bien lo sabes ya, que la honra y prouecho de tu marido es tuya, y la tuya de tu marido juntamente.

Bel.—Bien has hablado; pero cata que la honra es cosa muy vedriada, y muy sotil, y muy fragil, y junto con esto, la que haze immortales los hombres, la que los haze de estima, la que les da imperios, la que los haze ser seruidos, pues vemos que los antiguos por sola la honra arriscaron quanto fuera de ella tenian.

Just.—Ansi es que la honra, mayor contentamiento da al hombre que qualquier temporal otro prouecho. Pero tornando a mi intento, nunca la muger pierde honra con su marido, debaxo deste vinculo de dos voluntades, no se teniendo respecto a otra disparidad, como es si él es de mucha estima, y ella de baxa ralea, o al contrario; o el vno en estremo pobre, y el otro muy rico; o en las qualidades del alma, quando el vno Moro o Judio, o muy vicioso notoriamente, y el otro notoriamente contrario de aquello. Pero donde no ay estos estoruos, quando dos personas que van a las parejas, que solo ay la differencia en ser el vno hombre y el otro muger, se ayuntan, como concurre Dios en aquel vínculo para hazer vna persona de dos voluntades que eran antes y despues se tornan en vna, alli ay mayor honra de entramos quanto más entramos son solo vno. Y con esto baste; porque no soy tan desuergonçada que tenga vocablos más claros; que más vale verguença en cara sobre tal vínculo hecho, que no manzilla en coraçon con tan no castos pensamientos y tan desasosegados desseos.

Bel.—Embuelues tantas razones para concluyr lo que quieres, que algunas vezes como de los cabellos traes la razon para que aprueue tu justicia. Y por tanto, ya no quiero sino que, pues siempre me lo persuadiste, me aconsejes cómo se concluya de manera que lo que a Dios es notorio que passa entre nosotros sin su offensa a mi parescer, sea público a las gentes sin escandalo y de manera que entiendan juntamente ser guiado por Dios, pues sabes que no sólo el buen nombre le ha de buscar hombre con Dios, pero aun con las gentes.

Just.—Y aun es ansi que el buen nombre vale más que toda riqueza, y que éste más tarde se cobra delante las gentes, y aun más presto se pierde con ellas, que no delante Dios, pues el vno mira más en la voluntad, y los otros aun calumnian las buenas obras. Pero lo que me paresce[Pg 295] en estotro es: que pues a las mugeres en semejantes casos no se nos permite acometer, y aun se nos dan auisos para guardar nos de no ser acometidas como flacas en la resistencia y muy impugnadas en esto a la virtud, y al hombre como más libre, lo vno y lo otro le es permitido, digo que Floriano te pida por muger a mi señor Lucendo tu padre; que como ello ya esté hecho, y Dios lo ha encaminado, él lo concluyra, y hará que el viejo, veniendo en ello Dios, se sirua, y vosotros gozeys, y el mundo lo loe, pues no hay disparidad de las que arriba ya dixe en entramos. Y aun más digo, que si quieres la cosa más breue, y mandas, yo lo hablaré a tu padre, aunque bien sé que arrastro paño de tan alto negocio para tan baxo delegado.

Bel.—Lo que yo quiero que tú hagas, es: que tú como de tuyo lo persuadas a Floriano esso.

Just.—Que lo haré venida la hora. Pero alli viene mi señor solo; asuadas que venga a te hablar en casamiento; porque hoy han estado con él dos señores, los más altos del reyno, que sé que tenian hijos, que te recibiria por muger qualquier de ellos.

Bel.—Ay, Justina, si vieres que me quiere a solas, busca occasion con que nos diuidas presto; si no, yo soy perdida.

Just.—Pierde cuydado. Pero cobra le en estar sobre auiso en que no te cace en algo de Floriano; que ya sabes qué sabio y sagaz padre tienes.

Luc.—Qué hazes, hija, estás buena?

Bel.—Por cierto, señor, que aún no he tornado bien en mí desde estotro dia.

Luc.—No me marauillo, hija, porque tú eres delicada, y el mal que entra poco a poco, sale de tarde en tarde. Siempre ten cuydado de mirar por ti, y no salir de los consejos de los médicos, para no tornar a recaer. Sienta te, hija, en tu estrado, y tú, Justina, sal te allá fuera. Ya sabes, hija, cómo Dios lo manda y naturaleza inclina a los padres en el cuydado de la prouision de los hijos; en especial de aquellos hijos que la naturaleza más desnudó en su nascimiento. Porque vn paxarito, despues de sacados los hijos, en muchas cosas no tiene menester mirar por ellos, como es el vestir los, el limpiar los, ni el enseñar los hablar ni andar, ni dezir les lo que han de comer, porque con sólo traer se lo mientras no son para yr por ello, naturaleza y la necessidad les dize quál coman y quál dexen, y vn animal por su mesma manera, cada vno como es. Pero al hombre, con dar le Dios esta excellencia de tener vso de razon, le hizo en lo demás menesteroso de las abundancias agenas; porque de ageno viste y come y calça, y aun no a todos se les da el saber lo buscar, y hallado,[Pg 296] guardar lo. Y si el cuydado de los hijos ansi pende de los padres, mucho más carga y solicita el de las hijas, como más menesterosas. Y como vno destos cuydados sea dexar en estado las hijas en que puedan seruir a Dios, ansi yo con esta obligacion natural, como por el gran amor que te tengo, quito de mis proprios cuydados muchos ratos del dia, para dar lugar a los que me vienen de contino, de verte ya en mis dias en estado del matrimonio puesta. Y porque ya muchos de mis vezinos han caminado tras el pendon de la muerte, y no sé quándo a mí me llamará su trompeta, cierto de que no he de quedar, incierto del quándo tengo de yr, querria te, hija, dar antes mi bendicion con tu compañero en el thalamo conjugal. Muchos de grande estado al mundo te me piden, y a ninguno (aunque muy importunado) he dado sí ni mano, porque te querria emplear (como thesoro que yo más estimo despues del alma propria) muy a mi honra y tu contentamiento. Porque en todas las obras politicas del hombre humano hauria de hauer voluntad del que las obra, y en especial en este estado, que con paz es de gran bendicion, y contra voluntad tomado, y en desgracia, es gran seruidumbre y vida peor que de galera. Por tanto, sin me detener más dias, me di tu deliuerada voluntad en esto, porque sobre aquella asiente yo la mia, en la conclusion de lo que ya tanto y tantos me molestan. Y cierto si en alguna cosa me paresce a mí hauian de hazer su querer las hijas, hauria de ser en esto; pero hallo que por las leyes diuinas y canonicas y ciuiles las constriñen a no salir de la obediencia de los padres. E por esso aprouando lo por bueno, tú harás mi voluntad en que me digas la tuya luego.

Bel.—Siendo yo la hija que más deue a su padre que de mi manera haurá en esta vida, nunca Dios quiera que comience en mí el exemplo de la ingratitud y mal consentimiento en el no te obedescer muy por entero a lo que me mandares. Porque si otras hijas son obligadas a sus padres porque son padres, yo a ti porque eres padre y madre, y señor y regalador y abrigo mio. Pero más pienso que meresceré delante de ti en hazer tu mandado en esto, en forçar me a querer hallarme sin ti vn hora, que no por otras causas que la honestidad suele mouer a las honestas hijas, en obedescer a sus buenos padres. Y ansi sepas que quando me dieres marido, le tomaré; quando me metieres monja, lo seré; y quando me mandares yr de tu casa, yre; y quando quisieres que no vaya, no yre; aunque tanto más mejor te obedesceré en que quieras que no te dexe, quanto menos regalo espero tener sin tu presencia. Pero más quiero como hija hazer tu voluntad, que como regalada dessear mi contentamiento. Y ansi como no determino de dezir nó a cosa que tu voluntad sea, ansi no te quiero sacar condicion alguna, porque en apartar me de ti hallo la mayor pérdida que jamás hija perdio, y en no hazer tu voluntad sería la más de culpar del mundo.

Luc.—Has hablado, hija, tan prudentemente, que con tu sí tan libre que me das me dexas más captiuo mi querer al tuyo. Y ansi te prometo al amor que te tengo: que tractando esto, no te mire como hija en te mandar, sino como a muger en no hazer cosa sin tu expresso consejo y contentamiento. Y por esta razon te quiero en particular dezir quiénes son los que te me piden, y con quién soy más inclinado a cerrar en esta cosa: para ver lo que de cada vno sientes.

Bel.—Ay, mezquina yo, que agora que entramos en lo especial temo, que hasta agora todo ha sido querer en general; y ansi no estaua yo tan constreñida a declarar me con quién quiero por nombre, y a quién no quiero.

Luc.—A quién dizes que te inclinas más en lo particular? que no te oy bien. E ya te digo que ni por dezir me tu parescer te tendre por más atreuida, ni por hablarme claro por menos buena y honesta.

Bel.—Señor, a Dios gracias, la poca contractacion que tengo fuera de con mi gente me quita del vicio que llaman accepcion de personas, en tachar a vnos y aprouar a otros, pues a todos los ignoro, y a todos quiero bien, y a mí tengo por no merescedora del menor, y más suez que tu voluntad fuere de me dar. Pero mira que viene Justina, y deue de querer te algo.

Just.—Mucho va adelante la plática: quiero despartirlos.

Luc.—Quieres algo, Justina?

Just.—Señor, que mires que ha rato que se apeó el adelantado mayor, y deue estar te aguardando.

Luc.—Pues voy, que esta plática se concluira para la obra otro dia plaziendo a Dios; queda te, Justina, con tu señora, y tú, hija, mira que te solazes, pues de tu plazer huelgo yo mucho.

Bel.—Yo te haré esse plazer de oy más.

Just.—Que te paresce, señora, quán a mano tramé la mentira?

Bel.—Ay, que peor es si sale en balde, que luego tornará enojado.

Just.—Entonces no faltará otra y otras diez; en especial que ya él vino endenantes. Pero como viene tantas vezes, no sé si se tornó a yr o no. Pero, cómo te ha ydo?

Bel.—Qué quieres que me vaya? Pues ya a lo claro quiere concluyr de casarme.

Just.—Y qué le dixiste?

Bel.—Que no saldre de su mandado.

Just.—Bien fue ansi; pero en lo particular, de quién te nombró?

Bel.—Ya lo començaua quando nos atajaste; pero quedó que otro dia me lo dira, para que yo escogiesse quál mejor me agradasse a mi parescer.

Just.—Agora te digo que está andado el medio camino, y piensa que ordena Dios esto. Yo auiso esta noche a Floriano, para que sea él vno de los que te pidieren, para que si a bueltas de los otros te lo nombrase tu padre, puedas cerrar con él, y ansi no se sentirá.

Bel.—Bien está; ansi se hara bien; encomendemos lo a Dios todo.

[Pg 297]


ARGUMENTO DE LA SCENA XLI

Estando en palacio Fulminato y Felisino y Pinel, tractando de lo que acontescio a Fulminato con Marcelia, sobreueniendo Polytes y Lydorio, tractan de qué cosa sea la fortuna, y despues se desparten para yr se a apercebir para la jornada de la noche.

Fulminato, Felisino, Pinel, Polytes, Lydorio.

[Ful.].—Agora que, hermanos, estamos en casa, quiero daros razon de lo que en casa de Marcelia vistes que passó, que me haueys pedido que os diga.

Fel.—Como ya te lo hauiamos pedido tantas vezes, ya yo tomaua el tu callar por respuesta.

Pin.—Yo porque sospeché que fue sobre la capa, callaua yo ya; porque veo que no lo recibe Fulminato de buen gusto.

Fel.—Agora digo que me espanto de tantos chismosos, y por esso dizen que el miel y la mentira para el fondo tira; y ansi luego es alcançado vn mentiroso. Dicho me auian a mí, pues, que anoche hauian capeado a Fulminato, y aun que si no tuuiera buenos pies, que quiça con el capear fuera el caparle.

Pin.—Tirte a fuera: esso malo era. Pero dixeron me a mí que el dexó la capa por huyr de dos garçones que le corrieron la çapata. Pero como despues yo mesmo la vi lleuar al ladron que yo no pude alcançar, y sacar la den casa de Marcelia, todo lo tuue por burleria.

Ful.—No en balde dijo Esopete a su amo: que no hauia cosa más amarga ni más aguda que la lengua. Y no en balde es dicho la muerte y la vida está en poder de la lengua, y que no ay peor cosa ni mayor pestilencia para toda congregacion pacífica que la lengua doblada que siembra discordias. Y ansi huelgo que veays qué crédito se ha de dar a semejantes flaquezas dichas de Fulminato de oy más. Pues que si dexé la capa caer, fue porque no cayesse el ánimo desseoso de alcançar a aquellos vellacos, que senti por más sueltos de pies que yo.

Fel.—A la fe, en tal caso poco es dexar la capa. Pero dexando esto, nos di, qué auias con Marcelia? que no ay quien os entienda a los dos vuestras algarauias; vosotros os enojays, y os confederays quando se os antoja.

Ful.—Y aun essa más gracia me dio Dios, que nunca muger me acabó de entender, porque con ellas siempre os haueys de hauer bien, vuestro derecho a saluo: de manera que si la castigaredes, os tema y si la halagaredes, no se os atreua.

Pin.—Y aun ansi dizen que la muger y la sardina, de rostros en el fuego. Y aun que la muger y el fuego para que luzgan, a coces, aunque esto tiene haz y enues. Porque si la muger se aueza al castigo, y os toma el pulso hasta quanto os pese la mano, tiene ya, como hecha a las armas, el ser castigada, por solo dar os enojo y salir con la suya.

Ful.—A la fe, no la dexar criar malas costumbres desde nueua; porque vna bestia mular, cobrando vn siniestro, ella muere, pero no le pierde: y ansi no menos es de la muger. Por donde digo que el ser buena o mala vna muger, todo consiste en saberla tractar a los principios, que la hazeys a la carga de vuestra voluntad.

Pin.—Pues dessa manera, cómo quieres tú apoderar te, con Marcelia, que la començaste a entrar al cabo de Dios os salue? porque ni le podras ya quitar la marca del que la selló primero, ni las costumbres en que ya se ha criado, y madurescido, y aun començado a enuejecer, la pienses quitar, pues ya en ella mudar costumbre es le a par de muerte.

Fel.—Y aun por esso me paresce a mí que haze mal Fulminato en querer domar ya yegua con potranca, tan grande como la madre; en especial que no la tiene tan por suya, que con tales tractos no le cambie por otro que la regale.

Pin.—Más quiça está ya hecho, porque no la veo yo tan buena de contentar, que con la ordinaria prebenda de Fulminato se mantenga. Pues hartar, bien vemos que es por demas, pues es muger, y no vieja, y suelta; que diz que buey suelto bien se lame.

Ful.—A la fe, en sólo el apetito hambriento de recebir y pedir la he hallado siempre suelta.

Pin.—Pues cómo, y agora sabes que la muger es vn género de animal imperfecto, que para suplir su imperfection en lo vno, siempre dessea al varon como la tierra al agua? y no sabes que ansi abre las manos al tomar, que no sabe tener rienda en el recebir? Y no me pidas más de que sea vna muger auarienta, que yo te la vendo por viciosa y confusion de toda virtud; y si esto no es ansi, diga lo el señor Lydorio, pues lo traxo Dios a tan buen tiempo.

[Pg 298]

Lid.—Qué es lo que tengo de dezir?

Fel.—Que estaua prouando Pinel que el vicio de la auaricia es muy peligroso, mayormente en las mugeres: esto te preguntan si es ansi?

Lyd.—Digo que dize muy gran verdad, porque ansi está escripto: que la rayz de todos los males es la cobdicia. Y aun ansi dize el sabio: que no ay mayor maldad que amar el dinero; y en tanto es malo el vicio de la auaricia, que es contado por idolatria, que es dexar de adorar al criador, adorando la criatura.

Ful.—En ley de christiano no ay peor mal.

Lyd.—Pues esse tan grande, le causa la auaricia en el hombre, como vicio más detestable de los otros vicios, porque donde asienta roba todas las virtudes, y donde él está ay tiniebla, y este vicio es vn ñublado de las virtudes, que todas las absconde. Y ansi aquel potente Marco Crasso amató en sí muchas virtudes que tuuo con solo ser auariento. Y aun es vicio que, con hazer robar lo ageno, haze al que lo ha robado ser robado y enagenado de sí mesmo, por ser esclauo de la riqueza que ha robado y tiene; y ansi dizen que el auariento más es tenido de la riqueza que la riqueza dél. A esta causa muchos de los amadores antiguos de la sciencia desterraron de sus academias la riqueza, por poder aposentar la sciencia; y de sus casas lançauan el thesoro, por encerrar el sosiego; y de sus personas alongauan el amor del dinero, por se hazer amadores ricos de la virtud.

Ful.—Si las cosas hauian de yr medidas por esse pesso, a pocos conuenia el pesso de la moneda, y menos a la muger, por lo que yo me sé.

Lyd.—Ansi es, que a todos es dañosa la auaricia, y a la hembra es pestilencia, y aun pestilencia de las modernas, que no las hallan cura los medicos. Porque dad me una muger auarienta, y no me nombreys virtud que le quadre, ni vicio que no aya en ella, o se presuma hauer. Porque si es moça y hermosa y auara, yo os la daré más comun que el pan en la plaça y los abbades en las iglesias; y si es fea y moça y auara, potajes haze de su persona, y embustes para contentar los hombres, para ganar les la moneda, que no se pueden nombrar, porque faltaria tiempo, ni se deuen dezir, por a reuerencia de las que son buenas.

Fel.—Y aun cierto oy en dia gran acatamiento se deue hazer a vna muger buena.

Lyd.—Y aun en tanto se deue estimar la cosa, quanto con más difficultad se halla; porque sin perjudicar ninguna en particular, mi opinion es: que pocas ay que quieran dexarse caer a la mano del hombre, que no quieran que es de. Y si no lo sabeys: quántas casadas y ricas, y que tienen hechos los maridos a mandado suyo y muy a su mano, y vienense a pegar a vezes con vno que es asco verle?

Pin.—Que digo, señor (hablando con perdon) que aunque los maridos sean muy viles, y los amigos muy loçanos, y muy a desseo y contento de ellas, y ellas en estremo ricas, siempre quieren doblada substancia, que es la del marido en todo, y la del amigo, en el cuerpo y en la bolsa. E ya que les falte buena color para pedir a los pobres, que lo han de lazerear por darlo a ellas, que les sobra, a lo menos toman achaque de pedir con dezir: dad me qué trayga por vuestro amor.

Ful.—Por el cerrojo de Burgos, que hablas como experto.

Fel.—Asuadas que en tales andolencias se le desgaja a él el partido.

Pin.—Sea lo que fuere, cada qual siente sus duelos, y Dios remedia los de todos. Y di, señor Lydorio, hasta concluyr tu plática, porque si no tractas de todo género de mugeres, injurias las vnas y abonas las otras: porque, a mi ver, más presa haze la auaricia en los viejos, aunque no alcanço el por qué.

Lyd.—Porque como les va faltando el mundo en el viuir, querrian tenerle (como dizen) por los cabeçones, y buscan la virtud adquisita terrena, como les va faltando la virtud natural, y ansi todos guardan; porque como ellos van faltando ya al mundo, ansi piensan que todo les tiene de faltar a ellos. Y por tanto bueluo a mi intento, que la auaricia en la muger, y muger vieja, es más peligroso mal, porque la haze embaidora, hechizera, alcahueta, y amiga y aliada del demonio.

Ful.—Y aun pese a tal con las que desde temprano aprendieron todos eassos officios.

Pin.—Ay te duele aún? pues con tu pan te lo comas, que a la verdad ello es ansi; que como ay oy en dia imitadores de los virtuosos passados, tambien ay remedadores de los viciosos antiguos.

Lyd.—Y aun para el remedar los viciosos más precipites son las mugeres; y para intentar vn vicio qualificado. Porque quién de los hombres intentará hechos procaces y nefandos y feos y malos en todo genero, como muchas de las mugeres de los siglos primeros? Y porque calle los que en historias sacras son referidos, por la grauedad y magestad de las sacras escrituras, quién, empero, yguala con la auaricia de aquella Tarpeia, siendo donzella y recogida, y a quien no faltaua cosa en la casa del alcayde del Capitolio, su padre? Pues no diremos que andando por el mundo aprendió tanto que con auaricia pudiesse poner a Roma en el estrecho que la puso. Quién por tan poca cosa hiziera tan gran mal como Eriphile, en vender al marido tan bueno y tan estimado, y que tanto la queria? Quién hiziera, con suzia carnalidad, lo que Pasiphae, muger del rey Minos? Quién con saña vengatiua perpetrara lo que las dos hermanas Progne y Philomela? Quién por solos amores, aun no gozados, ni aun más fundados, con solo ver el amante, y aun desde lexos, se dexara prender de la yerua de flecha de amor en la manera que Scylla, para executar su venenosa ponçoña en cortar la cabeça a su viejo y dormido padre el rey Niso? Quién se atreuiera a lo que Myrrha, enamorada de su padre Cinara? Quién pudiera abatir tanta gloria de reyes, y desolar tantos reyaos, y acocear tanta gloria de famas de monarchas, como el mal gouierno de la persona de Cleopatra en Egypto? ni Helena en Troya y Grecia? y si concluymos: con la nuestra Caua en España? Es nunca acabar escodriñar libros en buscar exemplos, para probacion de cosa en sí tan notoria.

Ful.—De aqui infiero yo, para salir de la plática, que tenian razon los antiguos en tener por cosa de gran tomo y poder a la fortuna, pues podia y bastaua a fauorescer a que personas tan effeminadas y suezes y flacas saliessen poderosamente con hechos de tanto mal y daño, como las antiguas que Lydorio ha contado, y como[695] muchas de las modernas que yo me sé, que tracto con gente que las sabe y las haze. Pues más agudo tiene el ingenio vna mala hembra para cien males[696] que diez varones para intentar de repente vn mal, y vn caso feo, y vn hecho espantoso a los buenos, y temeroso a los flacos.

Fel.—Pues por Dios que tú, Fulminato, leuantaste plática cuya consideracion muchas vezes me tiene atonito: ver quán dispares cosas encamina la fortuna.

Pin.—A la fe, los males encamina los la astucia del nuestro enemigo, y accepta los y aun obra los la nuestra propria, y los bienes encamina los el gouierno y prouidencia diuina. Porque si yo quiero y Dios quiere guardar me, ni basta vna fortuna imaginada, ni muger artera, ni aun el diablo tan poderoso, para derrocarme a vn mal que sea daño del alma, que en lo demás temporal callo y subjecto me al parescer de los sabios en esto, y a la iglesia en la fe.

Lyd.—Tú dizes bien, Pinel: que la escusa que no los escusará a los que no quieren enmendarse del mal, es dezir que lo hizo el demonio, que fue su hado, que lo gouernó ansi la fortuna, que fingidamente era deificada de los insipientes y ciegos antiguos, teniendo la por diosa, con otros muchos mentidos dioses que ellos inuentauan a sus propositos cada vno.

Pin.—Pues porque vno de los bordones comunes [Pg 299]de los enamorados que hablan de sus amores escriuiendo o trobando, luego a mano tractan querellas de la fortuna, nos di, señor Lydorio, algo de la fortuna.

Lyd.—Digo que más querellas formaria ella de ellos si supiesse quexar se.

Ful.—Pues qué cosa es, que tanto de ella hablamos, y tan poco la conoscemos?

Lyd.—Segun el error de los antiguos, ella era vna de sus dioses mentidos (como ya dixe) y fingieron la que gouernaua a su libre querer este mundo, y traya los hombres en vna voluble rueda asentados, por manera que al que le plazia, boluiendo su rueda, baxaua, y al que le plazia leuantaua; a vnos daua lo que a otros primero quitaua, y a vnos vestía, desnudando a otros.

Ful.—Esso a cada passo lo vemos, que muchos que no merescian la sal que comen, les sobra el bien, y otros que lo merescen y son para ello no tienen vn pan; y vnos bien siruiendo no medran, y otros crescen sin por qué como esponja, con no ser para dar migas a vn gato, porque salga cierto el vulgar: que da Dios hauas a quien no tiene quixadas. Y ansi como parezca que estas sean obras de fortuna, cierto, como no guarde la justicia en su distribuyr, no deue de ser buena cosa.

Lyd.—La fortuna es vn subito y no pensado caso de las cosas que suelen acontescer.

Fel.—Y aun ansi, veo que la fortuna es vna manera de feria, que cada merchan habla de ella como en ella le fue. Porque la fortuna por muchos es llamada, por otros culpada, por muchos desseada y por otros huyda, por muchos loada y por otros muy reprehendida; por muchos honrada y, por otros baldonada y menospreciada y tachada; por vnos es tenida por ciega, vagabunda, inconstante, varia, incierta, fauorescedora de indignos, y enemiga y contraria de buenos y valerosos y animosos; y por otra parte, si la miramos la veremos en sus effectos totalmente contraria de todo esto.

Lyd.—Todo esso y aun más cabe en el ser sin ningun actual ser de la fortuna. Porque a las vezes vence la potencia de mil y el consejo de ciento, con sólo vno; y amata la juventud, y anima la edad decrepita, segun le plaze; y ansi la llama vn poeta inconstante, fragil, fementida, deleznable. Y por tanto, los antiguos, que la adorauan por diosa, la fingieron como donzella, ciega y con alas, y dauan le vn cuerno o bozina en la mano, para tocar le como a monteria, y con él derramaua oro por vna parte y esparzia sangre por la otra. Y dauan le en la otra mano vn gouernalle de nauio, y ponian la vn pie sobre el qual se sustentaua, puesto sobre vn ancora, y en aquello declarando sus atributos que ellos le dauan, entendiendo de ella que gouernaua el mar y la tierra. Porque tenia vn pie en el ancora, y el otro encaminaua a poner sobre la tierra, sin llegar con él al agua. Y que daua riquezas a vnos, y afanes y muertes a otros de los que seguian tras su llamado. Y llamaua a son de monteria, por la inconstancia que ella en sí tenia, y el poco sosiego que tienen los hombres que andan en la monteria occupados, y por la incertinidad que a manera de caça, inciertas son las ganancias de la caça, y vn muy engolosinado afan de incierta posession de lo que muchas vezes buscando, o no pueden descobrir lo, o sólo lo pueden ver, y las menos vezes cobrar. Pintauan más a la fortuna ciega, o bendauan la los ojos, significando que los fauores o riquezas o afanes que daua son por vn caso fortuyto y por vn acaescimiento no pensado. Pero esto que ellos llamauan fortuna, y algunos llaman por nombre de hado, que tambien los ciegos gentiles, cuydadosos de buscar dioses, y descuydados de conoscer al Dios criador verdadero, venerauan las hadas que ellos llamauan Parcas por diosas hijas de la diosa de la necessidad; porque les dauan poder aun sobre los otros dioses, en lo que ellas disponian quanto a la gouernacion de los hombres y del mundo. Y ansi dezian que lo que ellas tenian determinado entre sí, que de necessidad acontescia, y no por puro acertamiento. Pero esta fuerça o poder de los hados no tiene más ser ni más poder (como ni el de la fortuna), ni más eran de en quanto los que las venerauan les querian dar. Porque desde siempre que ay cosas causadas, han de tener principio en la causa primera, y todas las cosas que en sí tienen successo e orden natural las dispone naturaleza imperada por Dios. Y todo lo que se haze, que su ser no sea priuacion (como es el peccado), pero sea cosa que tenga ser, en quanto es causado, procede de la causa primera que es Dios, y es cosa ordenada, la guia, y ordena, y dispone la diuina prouidencia y saber infinito de Dios, o que por sí, o que por sus causas generales, que en él tomaron la tal virtud. Porque ni ay más fortuna, ni ay más hado que fuerce al hombre a hazer lo que en su libre poder consiste, ni es escusacion de los que quieren larga licencia para peccar, dezir que les forço el hado o la fortuna; que si bien hazen, por Dios lo obran, y si mal, por sí mesmos. Puesto que quanto á las inclinaciones naturales, variamente son en los hombres: que vnos son más inclinados a vn plazer o a vn vicio que otros, y otros más a vna virtud que otros; pero en solo esto, ni consiste el merescimiento ni desmerescimiento, ni es causa principal ni de nuestro bien ni de nuestro mal. E si el paje no saliera ya a llamar me, más dilatara en esto, porque es plática prouechosa a mancebos que quieren saber oyendo y acertar sabiendo.

Fel.—Y aun ansi nos pluguiera a todos de que fuera ello adelante. Pero desde agora te lo suplicamos para otra semejante coyuntura y vagaroso espacio como el que agora hemos tenido, que no ha sido poco.

Pol.—A, señor Lydorio, Floriano llama a ti y a Fulminato.

Ful.—Pues bien fuera que me embiara a dezir para qué, para que de camino lleuara mis armas si el caso lo pide.

Pol.—Anda ya, que baste la capa que dexaste caer huyendo, y la espada que yo te saqué de la mano algun dia.

Pin.—O, pese a tal, que si te oyera, no cupieramos en casa. Y tú anda luego a Marcelia, que te queda aguardando, y rogo me que te lo dixese; que creo que te ha hallado buen fregadero de su comezon.

Pol.—Pues ser le ha escusado pensar de rascar se con tal mano; ay está el brauo de Fulminato.

Ful.—Qué dizes de mí?

Pol.—Que entres a Floriano, porque ya ha entrado el camarero, y llamando os juntos, pondras sospecha en Floriano que te acouardas en la obra, si algo de tomo te quiere mandar.

Ful.—Pues por quitar a él y aun a vosotros de essos scrupulos, entro.

Fel.—Pues, Pinel hermano, vamos a la despensa y preuengamos los cuerpos antes que por ventura los hallen flacos las armas, si nos las mandan tomar.

Pol.—Y aun esso es lo acertado; yo tambien entro tras Fulminato; que Marcelia, aunque sea entendida, a lo menos no será de mí ni oyda ni creyda ni obedescida.

NOTAS:

[695] En el original, por errata, con.

[696] En el original, para en.


[Pg 300]

ARGUMENTO DE LA SCENA XLII

Marcelia lleua la carta y mensaje de Floriano a Belisea, con la qual y con Justina passa grandes pláticas sobre los bienes y males que ay entre los casados. Va se Marcelia a su casa, y queda Belisea con Justina, y lee el papel de Floriano. Justina torna a persuadir a Belisea que concluya el matrimonio con Floriano, venida la noche.

Marcelia, Liberia, Belisea, Justina.

[Mar.].—Pues que ya claramente he visto el desapegado amor que Polytes me muestra tan al descubierto, ni yo en le aguardar más hago mi prouecho, ni aun para lo que le yo quiero, ya que venga, tengo buena esperança dél. Y pues él tiene ya muger con quien cumplir y niña y apropriada a su juuentud, quiero contentar me ya dél con lo passado, en lo por venir perdiendo esperança. Pues si con no se hazer lo que queremos, esso hemos de querer que podamos, y ansi como ansi no lo hauia gana, dixo la raposa. Yo quiero dar conmigo en casa de Belisea, con la carta que traygo en el seno, de Floriano, porque no es razon que tan presto a dineros pagados le muestre los pies quebrados. Pero maldita sea esta rapaza, qué callejera se ha tornado, que no para de ydas y venidas en casa de Gracilia, que ni agora la veo para poder me yr, ni he tenido tiempo, ni ella ha parescido para preguntar le qué fue de la capa de aquel desuella caras. Voy me de aqui, que quiça de camino le dare mala ventura.

Lib.—O, bendito Dios, que ansi se ha hecho tambien que aun está mi madre arriba. Asuadas que tambien haurá tenido occupaciones acá, como yo en casa de mi prima con aquel diablo de ropauejero. Y no vistes el diablo quántos rodeos traxo con mi prima, hasta que la hizo quedar me sola con él? y aun que pienso que tambien lo entendio mi prima como el que lo negociaua. Y aun como yo, que no me pesó mucho a la verdad, porque al fin aquello me gané por el presente, y más mi sauoyana muy a mi proposito, y guarnescida, que por lo menos lleua vna vara de raso, y la costa de la seda de los pespuntes, y la hechura, que por mi salud él me pagó harto mejor que vn escuderote peynado; aunque al diablo lo encomiendo si con ser tan orgulloso, no me daua vn hedor de sí, que a hadafina me paresce que tengo de oler toda esta semana. Pero pues tiene la persona lo que le cumple, y a su prouecho, passar cochura por hermosura; que á mi prima, pues le traygo la llaue de la puerta que le cerré, quando venga por ella, si mi madre no está en casa, me tengo de mostrar tan enojada, que con hauerse hecho, yo quede por ser entendida, y ella quede espantada de mí. Pero mi madre baxa, quiera Dios que de camino no ayamos bregas por la capa, que sabe Dios quánto rehuso este trance. Pero al fin el otro se quedará sin ella, y el que la lleuó sin la loba, y con mi madre no faltará con qué la satisfazer, quanto más que pocos ñublados duran vn mes, ni tales renzillas allegan al año.

Mar.—De dónde vienes di? nunca has de parar en casa?

Lib.—Vengo de acabar de sacar esta lauor de en casa de mi prima, antes que le lleuassen vn dechado donde está, que es agora nueua y se la emprestaron, y muy de priessa, vna donzella que la hurtó a su señora por cosa muy preciada.

Mar.—Pues di me, qué fue de la capa de grana?

Lib.—Para qué, madre, buscas achaques de reñir conmigo el mal de Fulminato? ya no diste palabra a Polytes y a los otros de no hablar mas en ello? pues ya el Fulminato la da por perdida, pues en presencia de Pinel y de mi[Pg 301] prima y mia se nos coló el ladron con ella, que Pinel no bastó a le alcançar.

Mar.—Pues paresee te que fuera mejor para que tú te la cubrieras, que no que la hurtaran por tu descuydo, ya que Fulminato la dexa?

Lib.—A la he, bien ansi: déxala él porque más no puede, y aun por no se afrontar en dezir que la dexó caer por huyr de los otros; pero por mi salud que no es tan franco que si él supiera que la teniamos nos la perdonara; y aun que si él pudiera, y gente no viniera, que él no lo hauia oy sino por sacarte alguna moneda por ella. Y aun por mi salud, dexando todo esto, que en ser suya no la viesse nadie a mis cuestas, porque ni era mi honra, ni él acabara de çaherir que fuera suya y me la hauia dado. Ansi que, madre, más me quiero libre descubierta que con capa de tanta subjection.

Mar.—Bien dizes, pues, hablando la verdad. No te vayas de casa, y cierra tu puerta, y adereça essa casa, y ten auisada a tu prima que no te falte a la cena, pues la tendremos a discrecion a costa agena. Y no te descuydes de la puerta quedar abierta, pues vale más que llame quien viniere, y no estando yo en casa, a todos puedes escusar la entrada, pues más hemos de tener del ser buenas y honestas, porque al mundo maligno y la vezindad sospechosa hemos de ser recatadas. Ansi que anda, cierra, que lo vea yo, que luego torno.

Lib.—Bien me ha querido Dios, pues tan a mi saluo se ha hecho todo; yo quiero entender en adereçar mi casa, que a mí se me trasluze que esta noche hauremos mi madre e yo tener platos y aun camas dobladas. Porque segun veo, el despensero, si viene, no querra yr fuera a dormir, y si al compañero yo le albergo como a Felisino la primera noche, sin que mi madre lo entienda, como aun no ha imaginado lo otro, yo andaré a las parejas con mi madre el camino del plazer, sin gastar calçado del crédito de mi integridad. Y si no fuere ansi, salga por do saliere, pues al fin ella lo ha de saber, e yo no lo tengo de dexar de hazer. Pues quiero, como dizen, a tuerto o a derecho, que mi casa vaya hasta el techo, como lo va la de mi madre; pues bien aya quien a los suyos sale.

Bel.—Qué hazias agora, Justina?

Just.—Estaua pensando cómo nos ha de succeder esta noche, y cómo diré a Floriano lo que le tengo de dezir.

Bel.—Y qué es esso que le has de dezir?

Just.—Que te pida por muger mañana en todo caso.

Bel.—Y que aun toda via te paresce que será bien ansi?

Just.—Tanto, que no me paresce consejo mejor.

Bel.—Cata que estas cosas suelen salir muy[Pg 302] a otro puesto que las encamina el desseo de los que las tractan, quando a Dios le plaze.

Just.—Contra tal poder no ay lança enhiesta; pero aquí no pienso yo que vamos contra Dios, sino con él y por él.

Mar.—Bien me ha encaminado Dios, que no he visto ni he sido vista de cosa que ponga estoruo; y pues ya me sé el por dónde, entro en busca de Justina.

Just.—Señora, señora, cata dónde entra Marcelia.

Bel.—Pues yo me entro a mi camara; queda te y lleua me la allá, pues que no ay por aqui quien nos vea.

Just.—A la fe, señora, como ladron de casa: tan presto será contigo en tu camara como tú, pues ya ella viene dentro.

Mar.—O, qué buen encuentro, hermana Justina! pues y cómo huye de mí mi señora Belisea?

Just.—Calla y anda y sigue me, que te quiere en su camara, pues esta sala es lugar comun.

Bel.—O Marcelia, vengas por cierto muy en buen hora. Cierra, Justina, essa puerta de mi camara, y torna te aqui conmigo, y tú, hermana Marcelia, te sienta aqui par de mí en este estrado. Y di me, porque acortemos pláticas (pues es tiempo éste donde entran y salen las mugeres, y aun otros, a ver me) fuyste a lo que te rogué en casa de aquel cauallero?

Mar.—Y luego de camino, y vengo de buelta, que antes no me ha dexado preguntando me cosas, vine a te dar la respuesta de lo que hize. Que yo le di tu anillo, y él le puso luego con muy grande acatamiento en el dedo del coraçon.

Bel.—Pues qué hazia?

Just.—Torno me [a] apartar, pues que hablas en secreto, señora.

Bel.—Anda, llega, que bien huelgo que seas testigo del gozo que siento en hablar con Marcelia destas cosas; pero di me, qué hazia Floriano?

Mar.—Señora, toma esse papel que a la sazon que yo llegué acabaua de escreuir, que lo que me dixo dando me lo, fue: Toma, hermana, y lleua a mi señora este papel, para que hasta que yo vaya a ver la y cumpla su mandado, ella tenga en qué se occupar en leer le. E diras le que le suplico enmiende lo que faltare, porque yo no sé lo que en él va escrito, mas de que estando meditando en la gloria de su presencia, la mano, adestrada por el entendimiento, yua escriuiendo sin yo pensar qué escriuia, aunque bien sé que pensaua y meditaua en mi señora; y sé tambien que la mano no sabra escreuir cosa que no sea de mi señora. Ansi que en esto podras ver lo que Floriano hazia, y en lo que agora te doy en este papel verás asuadas lo que él querria que tú hiziesses por él. Y mira que ya te lo he dicho de mí para ti, y agora te pongo por testigo a Justina, que no me culpará Dios el no te hauer aconsejado: que mires que (por honesta y casta que seas) ya él es tu marido, y tú su muger, y entre el marido y la muger, para que aya perfecto vinculo de matrimonio, son menester las cosas que te quiero dezir si me das licencia.

Bel.—Antes holgaré de oyr las, y Justina no menos holgará, pues a ella como a mí le incumbe saber las, y a ti que lo has tramado, y tienes tan buen crédito de mí y aun de ella, compete el dezir lo, que la falta de experiencia a nosotras escusa no saber, y a ti obliga dezir.

Mar.—Pues que ya me paresce que, loado Dios que lo encaminó tambien y lo acabará mejor, lo tengo de hauer con entramas, digo que entre el marido y la mujer, para que el estado del matrimonio les sea bueno de lleuar, es menester lo primero, que aya la liga del amor, y lo segundo el sí del consentimiento de las voluntades en lo interior, y el sí de las promesas en las palabras en quanto a lo de fuera. Y es menester que tengan vn querer y vna voluntad y vn no para en lo malo, y vn sí para en la virtud. Es menester que aya paz en la habitacion: porque donde no ay paz, no mora Dios; y donde no mora Dios, no ay ni puede hauer bien de perpetuidad.

Just.—Por cierto, en todo me paresce que hablas sabiamente, y que no ay más que dezir.

Mar.—Pues antes quiero que sepays, pues os tengo de hablar al claro, que si no ay más que dezir en mí, que ay más que hazer en vosotras.

Bel.—Y qué?

Mar.—Los effectos del matrimonio, en quanto al ánima, y en quanto es sacramento, digan lo los letrados castos y estudiosos. Pero los effectos en quanto al ayuntamiento de las personas, dire lo yo, que ya, por hauer passado por ello, me veo con vna hija en mi casa viua y otro hijo que me lleuó Dios al cielo. Y creed me, aunque entramas os mireys más, y os concomays más, y os compongays más: que mientras los maridos no os descompusieren de virgines, que ni saldra a luz el por qué del matrimonio, ni aun faltará en vosotras qué dessear, y en ellos de qué se querellar, y por esso dizen que antes que te cases, mires lo que hazes. Y este refran entiendo le yo ansi: que antes que la muger o el hombre se casen, miren lo que hazen: que todo es en casa agena, y todo será con peccado, y todo será malo. Pero despues de dicho el sí la muger y el hombre, más es menester el hazer que el mirar: pues, como dizen, todo se cae en casa.

Bel.—No tengo por buena tu declaración, ni aun por seguro tu consejo; que ya no quiero dezir que no te hemos entendido adonde nos encaminan tus razones, porque esso ha de hazer la muger, de que no tengan que la retraher.

Mar.—A la fe, ya, señora, sobre mojado llouerá, segun veo; porque, pues tú dixiste sí, por donde te llamen casada, muy annexo es el dezir que hauras de salir preñada; pues en la preñez de la casada no se hablará de que se empreñó, sino de que dio sí por donde a ello se obligó.

Just.—Caro costaria si tras el dicho anduuiesse luego el hecho, pues más serian las arrepentidas, y aun las escarnescidas, que las escogidas.

Mar.—Y aun sin esso y con esso son más las arrepentidas, y quiera Dios que acabado el meollo del pan de la boda, y hauiendo de entrar por la corteza de los cuydados y sinsabores del mantener de la casa, y seruir al marido, y contentar a los hijos, y pagar los criados, no os comience a salir el descontento. Pero porque ya han tocado a visperas, y a mí el cuydado de la casa me quita el reposo, y a vosotras el regozijo que esperays os quitará el sueño, tú, señora Belisea, me da licencia para me yr, y perdon por lo hablado, si en algo tengo excedido, y ruego te que no te arrepientas de no te hauer aprouechado del tiempo, y con esto me voy, porque tú puedas leer tu papel, que te lleua las atenciones en lo que te hablan. Y para el dia de la boda no me despido de te venir presto a besar las manos, y aun despues a empañar los hijos.

Bel.—Esso será como Dios lo ordenare; ve con Dios.

Mar.—Los angeles queden en tu guarda, y Dios me dexe ver te como yo lo he tramado y desseo, para que me hagas continuas mercedes como a vna dedicada a tu seruicio. Y con esto, de tu licencia me voy a oyr visperas y encomendar estas cosas a Dios.

Bel.—Ansi te lo ruego que lo hagas, pues yo me tendre el cuydado de mirar por tus necessidades; ve con Dios. Tú, Justina, torna a cerrar essa camara, y ven acá. Dime agora qué te paresce quán al descubierto me he hauido con Marcelia en le oyr sus palabras, que algun dia no se osaran dezir delante de mí?

Just.—Y aun por esso dizen que de sabios es mudar paresceres, segun la sazon y tiempos lo piden. Porque creeme, señora, que aunque no le quise fauorescer en sus razones, pero bien veya que no yua tan fuera de camino, que no nos conuenciesse en sus dichos; porque ya que te casas, has de hazer, no lo que quieres, pero lo que deues. Pero porque en esto está ya harto hablado, te suplico que, pues estamos a solas y hauremos menester el tiempo que nos queda, de occuparle en dormir vn poco antes de media noche,[Pg 303] porque no andemos desueladas despues, segun lo poco que esperamos dormir de media noche adelante; por tanto, me da essa carta o papel para que yo te le lea, y tú le vayas premeditando. Y aunque te parescera que pido mucho, pero pues ya te tornaste a encerrar conmigo, y no es razon de estar mucho sin le leer, y tú leyendo le querras despues darme parte de lo que diga, da me la luego en que yo te le lea, porque tu entendimiento ande más libre entendiendo lo que yo leyere, y lo que tu buen esposo estaua en ti meditando a solas.

Bel.—Aunque hago mal en poner su letra en otro poder, pero porque, como dizes, tú leyendo, yo vaya mejor gustando, toma, y lee me lo muy de tu espacio, y segun la autoridad de la escriptura lo requiere, y mi contentamiento dessea, y el tiempo nos da lugar a ello, pues no ay quien nos estorue. Y quiero, Justina, que agora muy del todo acabes de conoscer lo mucho en que te estimo, y lo mucho que fio de ti, pues te doy parte de mis cosas, y las pongo a tus ojos que las vean antes que yo, y a tu lengua que me las relate antes que yo las aya gustado.

Just.—No quiero de nueuo rendir te gracias de esto, pues no bastaré a ello; pero porque no se pierda tiempo, de que tengas que te arrepentir, oye, que la letra es muy buena y legible y clara, conforme al entendimiento del que la notó, que dize ansi la letra, que me paresce, señora, que es en troba.

CONTEMPLACION DE FLORIANO EN ABSENCIA
DE SU SEÑORA

Dama de merescimiento
a mis ojos más hermosa,
gloria de mi perdimiento,
aliuio de mi tormento,
de flores de damas rosa;
Esperança de perdidos,
ganados en os amar,
pues despertays mis gemidos,
leuantad vos mis sentidos
para que os sepan loar.
Hizo os Dios tan robadora
de coraçones humanos,
que vos quedays por señora
de aquel que os viere a la hora,
y él se queda en vuestras manos;
Y ansi yo, vuestro captiuo,
pues miraros meresci,
con dichosa muerte viuo
y por gran gloria reciuo
por vos me oluidar de mí.
Porque en ver os, si quedara,
fuera de vuestra prision,
a mí mesmo condenara[Pg 304]
y de mi poder quitara
este vuestro coraçon.
Porque quien de vos partiere
libre de vuestra cadena,
no sé qué más muerte quiere
que el rato que en sí viuiere
fuera de carcel tan buena.
Ansi quiero que sepays
que no me es de agradescer
por dezir que me matays,
pues más gloria en mí causays
quanto es más mi padescer.
Pues por vos los amadores
tendran gloria en ser vencidos,
venturosos mis dolores,
pues en la prision de amores
soy de los esclarescidos.
Hizo me Dios venturoso
en ver vuestra hermosura;
gano nombre victorioso
donde quier que dezir oso
he volado en tal altura;
porque vista mi baxeza
de quien ve vuestro poder,
mirando vuestra grandeza,
dira que vuestra alteza
puesta en mí se va a perder.
Y ansi ruego no mireys
a vuestro merescimiento,
porque no os apiadareys
deste que morir vereys
en tan dichoso tormento;
Mas mirad la obligacion
que posistes en mirarme,
para quedar yo en prision,
donde pide la razon
que dessee no librarme.
Porque más sere perdido
quanto por mí me cobrare,
y en más gloria soy subido
y más soy fauorescido
si por vuestro me nombrare.
Pues terneys cierto de mi
jamás os poder dexar,
dama más linda que vi,
no os offendays vos en mí
queriendo me castigar.
No me juzgueys lisongero
por dezir que me matays;
que de mayor muerte muero
porque no mori primero,
y esto os ruego me creays.
Y si por esto os paresce
que deueys de castigar me,
dad la pena que meresce
al que por vuestro se offresce,
y luego mandad matar me.
Porque vista la occasion
que tengo para quereros,
fue forçosa mi prision,
obligando mi razon
a ser vuestro luego en veros.
Y ansi vos podeys hazer
como cosa vuestra en mí;
mas si a mí pensays perder
sin a vos en mi offender,
catad que no será ansi.
Mandastes que a veros fuesse
aunque no hauia que mandarme;
que quien vuestro rostro viesse
no es possible no se os diesse
por vuestro, qual quise darme;
Mas mirad lo que mandays
y mirad lo que podeys;
que si la mano no alçays
al tormento que me days,
muy presto me perdereys.
Y aunque pensays que en perderme,
linda dama, no perdeys,
si sin vos podeys hauerme,
facil os es deshazerme,
mas tal no me hallareys;
Porque yo sin vos no viuo,
y en vos no puedo morir,
carcel de libre captiuo,
pena do gloria reciuo,
dónde yre sin vos no yr?
Vos, dama, soys mi esperança,
vos mi muerte, vida y gloria,
vos mi bienauenturança,
vos de mis males bonança,
vos pinzel de mi memoria;
Yo sin vos soy el perdido,
yo sin vos el que más muero,
yo sin vos el mesmo oluido,
yo sin vos el mal nascido,
yo sin vos quien mal me quiero.
Vos sin mí de más valer,
vos sin mí más sublimada,
vos sin mí soys de querer,
vos sin mí soys de temer,
vos sin mí soys adorada;
Yo por vos soy muy dichoso,
yo por vos quien resuscita,
yo por vos vanaglorioso,
yo por vos el más gozoso
que en casa de amor habita.
Y pues tal por vos me veys
y sin vos yo tal me hallo,
ni vos mi muerte querreys,
y aun dezir que no podreys
matarme, oso affirmallo;
Lo vno, pues vos hallays
en vos, dama, mi viuir;
tambien porque os engañays
si de nueuo vos pensays
matar mi viejo morir.
Por tanto, mi nueuo amor,
despida mi nueua muerte
tu grande nueuo fauor,
contra mi nueuo dolor,
de nueuo causado en verte;
Y aunque yo por verte muero,
más muriera en no te ver:
que aunque asi muero, no muero,
pues muero al viuir primero
que viui sin tuyo ser.

COMPARACION

Mi triste viuir passado,
que tu claridad no via,
fue vn tiempo de ñublado
sepulcro triste y cerrado
que mi virtud consumia;
Vn contino nauegar
por vn mar de pensamientos,
con lastre de gran pesar[697],
sin gouernalle lleuar,
viento en popa de tormentos.
Andar de ciego sin guia,
comer que gusto no daua,
caminar do no sabia,
hablar lo que no entendia,
buscar lo que no hallaua;
Vn viuir muy soñoliento,
vn ver de fiestas sin ojos,
casa muy sin fundamiento,
cardo corredor al viento,
lleuado por mil antojos.
Mas despues que la creciente
de aguas dulces del amor,
deriuadas de tal fuente,
de dama tan eminente
me mostraron su dulçor,
La gloria de lo passado
del todo me hazen lançar,
del gusto dello enojado,
bien como hombre mareado
lance fuera el tal manjar.

APPLICA

Y ansi queda el coraçon
de lo gozado vazio
y, con nueua alteracion,
lleno de doble passion,
con temor de algun desuio;
Porque en ver le de mí ageno,
aunque pare más salud,
dama, aunque por vos peno,
adoro os y a mí condeno,
con temor de ingratitud.

[Pg 305]

Aunque yo no condenaros
osaré, sino seruiros,
y con siempre dessearos
no oso, triste, llamaros
más claro que con sospiros;
Porque mi tan grande gloria
ha de ser muy embidiada,
tened vos de mí memoria,
y ansi saldre con victoria
de todos, sin más espada.
Aunque osaré affirmar,
con que algo me consuelo,
que nadie os sabrá amar,
ni nadie os osa llamar,
pues volays tan par del cielo:
Pero yo, que merescí
veros sin luego acabarme
quando de vos me parti,
contemplando a vos en mí,
tengo por justo estimarme.
Partime sin os dexar,
dexando vuestra presencia;
que si por no me alexar
os pensays de mí enojar,
dadme luego penitencia;
Porque menos no podré
de os dar tales enojos,
ni ser vuestro callaré,
hasta que, muerto, tendré
la tierra sobre los ojos.
Y aun alli, si hablar pudiesee,
mi lengua os confessaria,
porque el coraçon viuiesse,
en el qual, si se abriesse,
vuestro nombre se hallaria:
Y ansi sé que, si quereys
que no muera yo jamas,
en la mano lo teneys,
y aun muy más me matareys
con muerte que tura más.

CONCLUYE

Concluyo, dama, al pediros
más gracias de las pedidas,
que, si oys mis sospiros,
vereys que en esto escriuiros
mis ansias van esculpidas.
Y dichoso este papel
quando esté en vuestra mano;
mas yo dichoso por él,
que en lo pensar queda hufano
este vuestro captiuo Floriano[698].

O alto entendimiento de hombre! y dichosa tú, señora, que tal esposo has cobrado! porque yo me embeuesci en la lectura tanto, que ni he sentido ni entendido con quién lo hauia. Toma, toma, mi señora, que razon es que tengas tú vn tal papel como éste; y aun razon es que galardones mucho vn tal captiuo, con le dar toda libertad que en ti pudiere, pues no menos libertas a ti. Y porque yo te siento que tienes gana de le tornar a leer, y con razon, yo salgo a entender que te den presto de cenar, porque diré que te quieres luego acostar.

Bel.—Anda, haz lo que te paresciere, que ni estoy bien en mí, ni sé qué te diga de lo que siento, sino que me dexes, que quiero tornar a leer esta contemplacion del que mi coraçon ama.

NOTAS:

[697] Por mera curiosidad copiamos aquí una enmienda manuscrita referente á este verso, que se halla en el ejemplar que seguimos. Dice: con desastre y gran pesar.

[698] Así en el original, pero sobran sílabas al verso. Quizás deba leerse: vuestro captiuo Floriano.


[Pg 306]

ARGUMENTO DE LA SCENA XLIII

Venida la hora, va Floriano a ver a Belisea, y lleua consigo a Polytes. Floriano queda de pedir a Belisea por muger a Lucendo, como venga otro dia; y con esto se despiden, y concluye la comedia.

Floriano, Polytes, Fulminato, Felisino, Pinel, Belisea, Justina.

[Flor.].—O soberano poder de Dios, y que descuydo el mio! que ya creo que es cerca del dia; porque me paresce hauer vn año que me eché a dormir. Polytes, Polytes!

Pol.—Señor.

Flor.—Qué hora es?

Pol.—Dara las onze.

Flor.—Del dia?

Pol.—A dó va por ay? Señor, digo que aun no es media noche.

Flor.—Mira bien en ello, no te engañes y me destruyas.

Pol.—Todos los reloxes he contado, y aun el chico de la sala no ha dado más de las onze agora.

Flor.—Pues dime, acuerda se te bien si nos mandaron yr antes?

Pol.—Ya tornamos a las de antaño?

Flor.—Pues qué me dices?

Pol.—Señor, mandaron nos estar allá en dando la vna.

Flor.—Pues luego tiempo es ya de començar se a adereçar los que han de yr conmigo.

Pol.—Qué hambre tiene el diablo de lo que tengo para mí que no ha de ser para cobrar. Anda, señor, que aún ay harto tiempo; porque como todos estan ya preuenidos, no es menester dar les tan mala noche; basta llamar los media hora antes. Porque para salir antes con antes, y andar rondando allá la casa, ornando las calles, en lo primero se auentura a perder mucho, y en lo segundo no se gana nada.

Flor.—Pues dame esse discante, y en tanto apercibe a essos, para que en dando las doze estemos todos para botar; porque más vale ganar por ante mano, que perder por punto menos.

Pol.—Toma, señor, cata ay la vihuela, y las velas quedan ardiendo; yo voy a entender en lo que mandas. O, valas me, Dios! y qué adelantadizo está Floriano en el cuydado de ver ya a Belisea! Él se echó armado, como ha de yr, sobre la cama, y aun no ha hecho sino sospirar, que no ha pegado ojo, e ya se le haze tarde. Por esso dizen que es gran afan esperar, mayormente en tal caso; pues a mí bien pienso que no me va menos que a él en yr a punto, pero dormido he vn buen rato. Y aun Floriano temo que no va tan sobre seguro como yo, porque Belisea todo me paresce que lo encamina por vn amor virtuoso, si no buelue la hoja. Pero éstos me paresce que estan durmiendo de veras, como quien no les va nada en el ir o no. A, Fulminato, asuadas que tú buscas cómo no yr allá esta noche. A, Fulminato, no despiertas?

Ful.—O, reniego del hijo de Latona: y qué andas trasgueando? y qué buscas ya tan presto?

Pol.—Que os llama Floriano.

Pin.—Pues alto, demonos priessa a vestir.

Fel.—O, cómo agora andaua en lo mejor del sueño! y aun que te perdonara la muerte del Soldan, por el sueño de hasta medio dia.

Ful.—No estamos en casa de tanto sosiego. Pero el mal que veo es que de catorze moços despuelas que somos, y de quinze escuderos, y otros tantos continos y otros tres tantos officiales, y una chusma de pajes, y los más ya hombres, toda la lazeria ha de cargar sobre los que agora aqui estamos.

Fel.—Fauores son de señor echar mano del criado de quien más se fia.

Pin.—Y aun por esso llama Floriano a Fulminato a cada passo. Pero qué te queria anoche, qué te mandaua buscar de priessa? por ventura si eran quexas de la tu Marcelia?

Ful.—No fueran luego más sus dias.

Pin.—Cosa de parlerias serian.

Ful.—Pues no fue menos, sino que me pedia qué fuera de mí la noche de marras.

Pol.—Y habló te de la capa?

Ful.—Quando fuere hombre contando, dexa le acabar y no preguntarás sin razon; porque todo se anduuo, y todo se lo parlaron, pero a todo le satisfize; que desque le dixe que me aparté en seguida de vnos den casa de Lucendo, que senti que yrian a parlar a su señor, que nos haurian visto, por donde Lucendo reñiria con su hija Belisea, e yo por más correr y acortar les los passos perdi la capa, que aunque se me cayera vna pierna no lo sintiera, podiendo correr.

Fel.—Pues en qué paró la plática?

Ful.—En amonestarme que me ouiesse bien con todos, y en dezir me que ya tiene mandada hazer librea rica para toda su gente, porque quiere armar vnos torneos. Y porque ellos no los osara hazer sin mí, mayormente que son de a pie, por contentar me me manda dar otra capa de las suyas, la qual luego me dio anoche el camarero, que vale por tres de la otra; sino que por el rico recamado no la traere muy a la contina, siquiera porque no digan que las justicias no me la quitan, y que dissimulan conmigo, y con otros luego executan.

Pin.—Y aun éste es el renegadero destos palacios: que este por panfarron medre más que tres buenos y fieles siruientes.

Ful.—Qué dizes, Pinel, pésate de mi bien?

Pin.—Peccado es la embidia, que me cabe mal en la posada; pero digo que en todo eres venturoso.

Pol.—A la fe, al que Dios ha de ayudar, sabe le bien hallar; pero si os paresce, vamos de aqui, no salga Floriano.

Fel.—Vamos, que yo ya estoy hecho vn relox.

Pin.—Pues yo para tener me con dos no me falta heuilla, si piedras no andan, que desatinan de noche mucho.

Pol.—Pues asuadas que a todo esso vaya Fulminato con el faldamento de la capa por escudo, y la espada en la vayna.

Ful.—Pues no estás fuera de mi propósito; porque donde yo fuere, si soy conoscido, no haure menester desenuaynar para que nos dexen el campo franco.

Pol.—Oyd, hermanos, que está Floriano tañendo, y bien, con la vihuela.

Ful.—Sus cuidados y los mios todos son de vn peso. Por Dios, no tenga él en más que le amanezca tañendo, y dexar nos ansi bausanes, que yo tengo a quantos nos podran salir al encuentro esta noche; y si no, veldo, que ya comiença a cantar.

Fel.—Oye oye, que aun no ha dado la doze, y allá no hemos de estar antes de la vna, sino es para perder tiempo.

Pin.—Pues, por cierto, harto ganado tiempo será gozar de tal musica, aunque ni durmamos, ni comamos; oyd.

PAUANA DE SU SEÑORA

Flor.

Vos soys, Belisea, mi gloria cumplida,
mi bien todo entero, mi nueua esperança;
por veros ya muero con tanta tardança,
por ver que la hora aun no es ya venida;
al tiempo maldigo,
pues vsa conmigo
[Pg 307]con su tardança de enemigo.

Ay, quándo podré yo verme en la gloria
de aquel parayso de vuestro vergel!
dichosas las plantas que vos veys en él,
mas yo más que todos en vuestra memoria;
mas ay, que hora veo
que muy poco creo
del bien que en vos halla mi desseo.

Ful.—A la fe, al buen hombre acuerdan se le los passos del pasto que allá deuió de tener, y, como cauallo castizo, con aquella reminiscencia relincha.

Fel.—Y calla, que ni gustas, ni nos dexas oyr; que con tal potranca, no te paresce que qualquier potro auiuaria?

Flor.

Vos sola soys gloria por vos merescida,
pues otro ninguno no ay que os merezca;
vos soys de las damas la más escogida;
dichoso el amante que por vos padezca;
mas ay, si yo fuesse
quien solo os siruiesse
y solo quien por vos muriesse!

Vos soys el retracto del summo poder,
que Dios ha mostrado en las criaturas;
angélica imagen que acá en las baxuras
ensalçays a Dios en tal os hazer;
soys sola vna
a quien fortuna
obedece desde la cuna.

Vos soys mi prision y mi libertad;
yo vuestro captiuo, y tan venturoso,
que es tanta mi gloria, que hablarla no oso,
porque es offendida vuestra majestad;
ansi yo callo
el bien que hallo
en ser vuestro libre vasallo.

Vos soy paradero de mis pensamientos;
vos soys el pinzel con que mi memoria
esculpe en mi alma tal contentamiento,
que en vos halla objecto de su mayor gloria,
pues con gran razon
el mi coraçon
descansa con tal contemplacion.

Pol.—O, qué alta pauana, y qué bien cantada! quiero, pues ya calla, entrar para que sepa que le aguardamos.

Flor.—Qué hora es, di, Polytes?

Pol.—Señor, acaba de dar las doze, y todos estan ya a punto.

Flor.—Pues alto, vamos, y cierra esta camara, y el postigo de la puerta principal harás le quedar apretado. Pero di, Fulminato, vas[Pg 308] sin armas, por te differenciar de essotros que van bien a punto? o vas ansi más suelto para poder dar vn arremetida a tornar a mirar por la casa, porque en tanto no nos roben?

Ful.—Bien huelgo, señor, que me ayas entendido, porque para tantos ladrones como andan en estos tiempos no haze poco bien mi sagaz preuenimiento; en especial que a todo entiendo de acudir acá y allá. Y aun quiero dar vna cala a las calles hasta allá; porque podays yr sin estropieço, si no fuere de cosa de espinilla.

Pin.—Siempre el diablo ayuda a los suyos; que ya éste tiene con qué se nos escabullir como la otra noche, y aun con que se lo agradezca Floriano como gran valentia y ardid.

Fel.—Ay verás que todo es ventura este mundo.

Pol.—Yo seguro, pues, que, aunque él va delante, que antes que nos allá, él esté en la cama.

Ful.—Allá yran estos necios; pues ya les hurté el cuerpo, bueluo a guardar la casa desde mi cama.

Fel.—Ya no paresce Fulminato.

Pol.—Antes se me antojó que hizo que yua delante y se abscondio al rincon del portal.

Flor.—Ea, vosotros venid callando, que ya estamos a la puerta de la huerta; vosotros os apartad por ay, donde aguardeys más secretos.

Pol.—Oye, señor, que dentro hablan.

Bel.—O Justina, duermes?

Just.—Antes oyo hablar a la puerta; ya tocaron: la seña es aquella; allá voy.

Pol.—Señor, ya abren; si mandas estemos a punto, que más vale, por sí o por no, que estemos para dar antes que para recebir.

Flor.—Bien hablauas si yo no viniera a ver a mi señora, de donde no puede salir mal.

Just.—O, bendito el señor que te me dexó ver bueno; mi señora queda sola par de la fuentezica del cenadero. Por esso acaba, señor, de entrar; cerraré, que no la dexemos sola.

Flor.—Pues yo voy allá.

Just.—Señor, perdona, dexa me primero ver qué haze. A, señora, dame albricias, que aqui mi señor Floriano.

Bel.—Passo, passo, loca, que yo te las mando.

Flor.—Y aun yo tambien, pues de ellas mia es la ganancia. Y perdona me que llegué antes que me lo mandasses.

Bel.—La licencia del entrar en la huerta te escusa en todas essas culpas, en especial que tu persona meresce mucho más; y el grande amor sano que te tengo se estiende a hazer yo mucho más por ti que esto que es perdonar te; donde sobre yo bien quererte y esperar de verte, no ha procedido yerro de tu parte en el llegar, si primero no le ouo de la mia en te mandar venir. Y ansi, dexando ya rodeos ni proemios, te sienta donde ya otra vez te dieron licencia; y tú no has desmerecido en mí porque no vaya muy adelante. Agora, pues, que, señor mio, estás sentado e yo sentada, te ruego me digas; por qué tú allá en tu casa, en mi absencia (porque segun el papel que me dio Marcelia ayer tarde) ni tú deues de hauer dormido, ni deues de dar te vagar a ti mesmo para pensar en lo que a tu salud cumpla? Pues mira que ya de oy más no quiero sino que como cosa de mí, a mí querida y apreciada, te tractes bien y a los tuyos, y pongas todo reposo en tu casa, tomando le tú en tu persona primero. Y lo segundo que te pido que me digas es: para qué juntamente quieres que yo ni tú andemos hechos trasgos de noche, y por los huertos sin dormir? porque si lo hazes por obligar me a más amarte y a menos oluidar te, sepas que no tiene lugar en mí, donde el amor que te tengo pueda crescer más. Si lo hazes por pensar que tu cobdicia desordenada hallará algun momento, a bueltas de tantas muestras de amor y fauores, descuydo en mi cuydado sobre la guarda de la integridad de mi persona, piensa trabajas en vano pensar alcançar más de mí, mientras nuestras visitas no tuuieren licencia de ser más de dia y públicas que agora. Y pues yo a la bastarda he dicho lo que quiero, tú agora muy al breue me responde sobre lo dicho tu parescer. Y huelgo que, aunque essos ayan oydo mi tosco hablar, tu elegante facundia ya pueda yo oyr sola. Por tanto, por hazer te plazer, pues bien sé que no vienes sino por solo ver me, y solo hablar me, aparta te allá, Justina, ay en mi presencia, pues tienes tambien con quién deuas hazer otro tanto como yo, con tanto que no aya en ti más que retraer.

Just.—Pues antes que me quexe de que me pidas zelos de mi guarda, ni antes que yo haga lo que me mandas y lo que mi señor Floriano dessea, que es yo apartar me, quiero, si tú me das licencia y su merced me lo permite, hablar le yo primero delante de ti, y aun del que trae consigo, pues mi plática será en bien comun de todos; por tanto, deue se preferir al bien particular.

Bel.—Algun desatino será asuadas.

Just.—Señora, no me afrentes en presencia de tu querido, que tambien haurá quien torne por mí si por bien es.

Flor.—Que teneys justicia grande! dezid lo que os paresce, pues conmigo es la plática, que con no me apartar de mi señora, todo os oyré para que ella dé la sentencia de vuestra justicia contra mí.

Just.—Antes seremos todos en tu seruicio y fauor, y muy a lo manifiesto: pero quiero desengañar te de vna cosa, que por no la saber no podras preuenir la, y aconsejar te otra como a mi señor.

Flor.—Dezid, mi Justina, lo que os paresciere, con que no sea en daño de mi señora, ni en dissuadir me de ser suyo.

Just.—Antes todo va a parar en esso que tú desseas e yo querria ver muy cumplido. Pero desengaño te que, aunque te ama mi señora tanto como puede, y más que te sabe ni osa dezir, ni yo alcanço, a lo menos sé esto de ella: que aunque la fuerça del amor la trae a este lugar, y la traera todas las vezes que no aya estoruo y tú se lo pidas, pero en todo haze contra su condicion. Y ansi, pues la amas tanto y la tienes por esposa (como lo es) tuya, no la traygas tan a su costa a tu contentamiento, en especial que ni tú podras escalar los jardines cada noche, ni ella estar en vela esperando te, y ni tú lleuarás desque ydo más de saber que te ama, y oyr que te habla. Porque para yr más adelante tiene se ella tan puesta debaxo de vna llaue de guarda de su persona y honra, la qual llaue trae mi señor Lucendo su padre, de manera que si no se la pides a él, y él quiere darla, ni tú hallarás más thesoro del hallado, ni ay más mineros que romper.

Flor.—Por cierto, vos haueys hablado bien, y vuestro consejo me deue de cumplir. Y digo que qualquiera cosa haré que me digays, pues sé que es para mi bien. Pero no sé qué llaue es essa que tengo de pedir; que si es de oro, yo la haria tan grande como la puerta mayor desta casa.

Just.—No son menester rodeos, sino que, mi señor, pues tienes el sí de esposa de mi señora, que pidas el sí de su padre, y tendras la por muger como la sancta iglesia lo manda, y tú lo desseas, y ella lo querria, y su padre no lo desdirá. Pero cumple que sea hoy en todo caso, porque andan muchos tras mi señor que le han pedido la hija, y no lo turbes todo en ser postrero.

Flor.—Por cierto, si ello consiste en sólo esso, que antes de comer le embie de mi parte el más merescedor tercero y delegado que tuuiere.

Just.—Pues sabe que montará tanto quanto desque, ello hecho, confio en Dios que me lo diras antes de veynte dias.

Flor.—Pues qué me monta a mí que me lo persuadays vos, si mi señora no me lo manda, para que sea el consejo y el mandamiento todo vno en gran merced mia?

Bel.—Señor, no osaré salir del mandado de Justina, y ansi me paresce que te aconseja bien, para que nuestras cosas no anden siempre a lumbre de estrellas, sino a claridad de sol, pues de ello Dios será seruido.

[Pg 309]

Flor.—Pues yo digo que lo haré, como a quien tanto le va en ello, y por el consejo os quedo obligado, Justina, y por la merced, sin esperar licencia te tomo las manos y las beso.

Just.—Ya, ya; agora que me quedays buenos obedientes, me aparto a vsar de mi licencia a parlar contigo, señor Polytes; paresce te que quedan buenos? pues ya tú tornas a tus porfias? Di, paresce te que no has de guardar más tiempo, que estando delante de mi señora, y alli junto, no puedes poner freno a tus meneos, y tassa a tus desseos?

Pol.—Perdona me, señora de mi vida, que las hablaste tan bien cortado y tan liberalmente, y tan a punto todo hablado, que no sé cómo pudo la razon refrenar me en no te tomar en mis braços y arrebatar te delante de ellos al medio del razonamiento, y a ellos dar lugar que obrassen, y a ti tender sobre estas olientes violetas, debaxo la suauidad destos jazmines tan bien encañados.

Just.—A la fe, agora os digo que sí, por mi salud, que haueys dentrar por vna puerta tú y tu señor, y que hasta que aquella llaue que le dixe cobre, que no cobres tú más que él. Por esso está como honesto quedo acompañado, si no quieres como atreuido y desmandado quedar deshonesto solo.

Pol.—Pues el amor que te tengo me manda que no te obedezca, mi atreuimiento me obliga a que te suffra quantas injurias me dixeres.

Just.—Pues tan poco pienses que está todo hecho en que, a trueque de hablar yo lo que quiera, te dexe obrar lo que desseas. Que si tú no miras más por mí en que nos oyra Belisea, miraré yo por ti en yrme para ella, de manera que dañes a tu señor y a ti.

Pol.—Anda, mi señora, que estos jazmines nos encubren, y el armonia de las aues anteuiene a nuestro sonido, y el gargantear de la fuente atapa nuestro bullicio. Quanto más que ellos estan a solas y son dos, y amantes, marido y muger, y entenderan en sumar sus cuentas.

Just.—Pues por mi salud que agora no sumes tú esta. Ay, desdichada yo, y qué teson eres, que no oso quexar me de tus demasias, por no dar mala sospecha de mi deshonra y tu mal miramiento.

Pol.—Perdona, mi señora, que donde fuerça ay, derecho se pierde, y do ay amor, no cabe occasion, pues vale más buena possession que larga esperança.

Bel.—Agora que, señor mio, la sensualidad, con permitir te, lo razonable, en ti querra ser más atreuida para pensar que dando le el dedo ha de lleuar la mano, y en mí la mia me podria[Pg 310] hazer más oluidadiza y descuydada de lo que me ha mandado la razon, de lo qual no osaré exceder, paresce me que nos salgamos a nuestra mano con lo hecho: tú en que gozauas y desseauas, e yo, como tuya, te di entrada en mi jardin para coger la que los hombres dezis que es fructa de palacio. Ansi que agora, amigo, te reposa, porque ni demos occasion de que nos juzguen[699] los criados donde no tienen los amos por qué, y tambien porque auezemos a la sensualidad yr bien enfrenada por la mano de la razon, de manera que, dando le la razon rienda, corra quanto pudiere, y dando le la soffrenada, pare sin más resabio ni corcobo de falta de subjection a quien lo manda que pare quando es justo, y que se espacie quando se le permite.

Flor.—Ay, señora de mi coraçon, que os amo tanto, que paresce, segun la sensualidad, que no quisiera amar os tanto, por no obedescer os tan liberalmente, por sólo no os enojar. Y junto con esto, veo os tan señora en fauorescerme, y tan buena y honesta en el gouernarme, que no tiene mi sensualidad, desmandada en el medio de su mayor contentamiento y gozo, atreuimiento ni fuerça para resistir a vuestra razon. Por donde oso dezir que quisiera poder os querer tanto como os quiero, y hallar os algo menos buena que soys, porque ansi tan al descubierto no se vieran ser tan contrarios vuestra gran bondad con mi gran ardiente sensualidad, y en hazer lo que hago, en parar como me lo mandays, quiero más ser cobarde hombre que desmandado y reprehendido vuestro amante.

Bel.—En tanto, mi señor, te tendre en más, en quanto, tú teniendome en más, buscares más licencias para gozar en mí lo que con la voluntad agora a su tiempo me tengo toda por tuya. Y ansi, pues que, con no hablar tanto como la otra noche, el obrar y occupacion de las manos paresce que ha dado priesa a que se fuesse la noche, y venga ya el dia, sin offrescer me de nueuo por tuya, me dexa entre los de mi casa agora mostrar me ser mia. Y con esta paz, de todo amor, con las lagrimas en los ojos, me despido contra mi voluntad, por la necessidad de la honra mia, que tan por tuya, es justo que me tenga en más de aqui adelante. Y ruego te que en lo que te he permitido tocar sea como cosa tuya, y en lo que me he guardado sea que me perdones como por cosa mia hasta que Dios lo ordene: el qual te guie y te me dexe ver presto como yo desseo y mi honra me obliga.

Flor.—Por yr me con la dulçura de vuestra plática no quiero azedar mi gusto con ya más responder os, de que con vuestra licencia me voy, para entender en lo que Justina me aconsejó.

Just.—Ay, señor mio, y qué mal lo has hecho conmigo! pero mezquina yo, que son ya despartidos, y creo que han visto el daño que en mí has hecho.

Pol.—Señora, ansi hauran visto el bien grande mio, y pues ya no ay tiempo para más razones, vamos con Floriano, por que cierres la puerta.

Just.—Señor Floriano, Dios vaya contigo, y cata que cumple que no pongas descuydo en lo que te dixe, porque a mi señor Lucendo le dan gran priesa, y él da la mayor a la hija, y mi señora resiste hasta ver conjectura, en que si le dize el padre que tú le pides por muger (pues la ama tanto que le ha de pedir su parescer y contentamiento) pueda ella sin nota suya dezir que quiere a ti, nombrando[700] entre los otros.

Flor.—Muy bien será ansi; yo entiendo en ello oy antes que coma, y tú queda con Dios.

Fel.—Ya salen, hermano Pinel; pues vamos.

Flor.—Todos callando nos vamos, que es tarde, y no quiero que seamos conoscidos por las calles, ni vistos entrar de los de casa.

Pol.—Señor, todo se podra hazer ansi, Dios mediante; mouamos.

Just.—Ya son ydos, Dios vaya con ellos; ya he cerrado la puerta y ruydo hizo más que suele, que no paresce sino que apregona mi mal gouierno. Mezquina yo, qué mal supe aprouechar me del consejo y buen exemplo de mi señora! Pero quiero yr allá, no sospeche algo, que agora me cumple a mí poner (como dizen) cuero y correas, para que ellos concluyan su hecho, antes que por su dilacion, de la honestidad de mi señora se venga a manifestar la presteza de la poca guarda mia.

Bel.—Qué has hecho allá tanto? fueron se?

Just.—Sí, señora, e ya cerré la puerta.

Bel.—Pues a ti cómo te fue con tu Polytes?

Just.—Señora, estaua me contando de que antes que partiessen esta noche cantó Floriano a la vihuela, de mientras los criados se armauan para acompañar le, vna pauana en tu loor y discantando la entrada del jardin, cosa muy alta y facunda.

Bel.—Pues por qué no se la pedias?

Just.—Ya no me quedó por esso, que ya me quedó de hauerla y traer me la para la primera vista, que Dios querra que sea presto, porque bien viste cómo al claro se lo dixe a Floriano; y aun agora al despedir le a la puerta le torné a hazer acordante en ello, diziendole el cómo se haga; y porque cumple que sea ansi, y luego, y él quedó que no comeria antes que te pida por muger; y hecho esto, yo lo doy por concluydo.

Bel.—Vamos, cierra essa escalera; yrme he a dormir vn rato, que me hallo algo descontenta.

Just.—Vamos, mi señora, que eso causa la[Pg 311] absencia del tu esposo; pero presto se te quitará con llamar le marido, para que os gozeys a honra vuestra y contento de mi señor tu padre. Para que os dé Dios fruto de bendicion que perpetue vuestra casta, y ellos y todos digamos que loado sea Dios, que lo encaminó tan bien para su gloria perpetua. Amén.

Acaba la comedia no menos util que graciosa y compendiosa:
llamada Florinea; nueuamente compuesta.
Impressa en Medina del Campo en casa de
Guillermo de Millis, tras la iglesia
mayor. Año de 1554.

NOTAS:

[699] En el original, juzgen.

[700] Así en el original; quizás fué errata, por nombrado.

[Pg 312]

COMEDIA INTITVLADA DOLERIA

D'EL SUEÑO D'EL MUNDO

CUYO ARGUMENTO VA TRATADO POR VIA DE PHILOSOPHIA MORAL

AORA NUEUAMENTE COMPUESTA POR


PEDRO HURTADO DE LA VERA



(Escudo del duque de Medinaceli, á quien va dedicada la obra, encerrado en un óvalo.)

En Anvers. En casa de la Biuda y los herederos de Iuan Stelsio. Año de M.D.LXXII.

Con gracia y priuilegio.

PRIUILEGIO

Concedio el Rey nuestro señor, a la Biuda de Iuan Stelsio, que ella sola, ó quien su poder tuuiere, pueda imprimir y vender la Comedia intitulada Doleria d'el sueño d'el Mundo, aora nueuamente compuesta en lengua Castellana, por Pedro Hurtado de la Vera. Y prohibio que ningun otro la imprimiesse o hiziesse imprimir, dentro de seys años primeros siguientes, sob las penas contenidas en el priuilegio, otorgado en Brusellas en 20 Septiembre. 1572. Firmado, De Perre.

al muy illustrissimo señor don iuan de la cerda, duque de medina celi, conde d'el gran puerto de sancta maria, señor de la villa de cogolludo y su marquesado, gouernador y capitan general por su magestad en las tierras baxas. My Señor.

Si es verdad (como lo es) Principe Ill.mo pesarse[701] los presentes más con la voluntad d'el que presenta que con su valor, ó con la grandeza de a quien son presentados, ni Orsines, Satrapa de Dario, a Alexandre, ni el Rustico a Artoxerces (saltando de vn extremo en otro extremo) presentaron nada, en respecto de lo que yo aora a V. Excellentia hago. Si no bastare por testigo d'ello su consciencia propria, cuyo natural (por oculta virtud d'el alma) es adeuinar el amor ó odio ageno, doy á V.

Excellencia los de Salomon, el qual mandandonos no murmuremos de los principes, ni en lo secreto, porque las aues d'el cielo (sean aues o spiritus) se lo lleuan, queda entendido tambien lo hagan a nuestras affectiones y desseos. Siendo pues assi, yo, en virtud d'estos, me atreui armar esta Comedia contra toda saeta enaruolada, de su fauor y nombre, sperando lo que no quiero suplicar (por ser deuda ya de su sangre clarissima). V. Excellencia la defienda, y tome, no por liuiana ó sensual como paresce, sino por los Sylenos que dizen de Alcibiades (eran estos Sylenos ciertas caxuelas pintadas por de fuera, con figuras de Satyros y otros animales desprezibles y ridiculos, mas lo de dentro no tenia precio) o a lo menos si allá no llega, por la sal que haze comer y no se come sola. Poca necessidad auria d'esto si los estomagos y gustos fuessen en todos, como el de V. Excellencia, sanos y perfectos, no dañados. El argumento es soñar el mundo lo que suele, que son engaños y mentyras, y la verdad por accidente, y que la muerte le despierte y la iusticia alumbre todo. Leyendo V. Excellencia con este presupuesto, quedo yo libre de culpa, culpado quien me la diere; por impedir ó pretendello, otros impetos mayores y meyores en lo futuro: que es su proprio officio de la embidia: de la qual por su bondad inmensa, nuestro señor por muchos años y contentos á V. Ex.cia guarde.

AL LECTOR

Amonestate el autor (Lector Benigno) si no quieres offender los dos, leas esta Comedia como cosa moral y traslado de la vida humana. Amor es el argumento d'ella, por ser en el mundo Amor la causa de todo mal y bien. Duerme el Mundo y sueña ser Heraclio amor de virtud y fama, con el contrapeso de vanagloria, que es Honorio su criado. Logistico, la razon que manda sobre ella, la qual cae alguna vez para leuantarse con más fuerça como Antheo y reconoscer la fuerça soberana. Astasia es la sensualidad y hiprocrisia en habitos de virtud. El deleyte, Idona, hermosa de cara, de obras fea. Melania, la malicia, cuyo fruto es el trabajo, que la color d'el negro significa, y á la postre queda subjecta á Morio, que es la ignorancia, y con él casada. Asosio, la carne vagabunda, pero al spirito reduzida, con el castigo y experiencia. Las Egycianas son las tentaciones que procuran de ajuntar los buenos á los malos. Andronio, la ciuil costumbre que declina de la malicia á Aplotis, la simplicidad. Apio, Metio, Amercia, Mania, son los vicios. Doleria, la casamentera d'ellos, engaño y castigo juntamente. El bosque de las sombras, la vanidad de la cosas d'esta vida. Aglaia, Thalia, Caliope, Melpomene, las sciencias y virtudes que voluntariamente se presentan á sus amadores. Los saluajes, penitencia y contino remordimiento de la consciencia. Nemesis, la justicia que yguala[702] todo y manifiesta lo que hizo dissimuladamente y disfraçada con Asosio; tomando despues por instrumento de castigar los malos á los malos, de remunerar los buenos á los buenos. Es Charon la muerte que despierta al Mundo y da principio de vida á vnos, de muerte á otros. Si el argumento ó estilo no te contenta, hagalo el desseo que es de contentar los auisados; si no, casate con la hermana de Melania, muger de Morio, y sereys cuñados.

HERACLIO

Preguntanme quién soy; no oso publicallo;
Del poco que meresco, nasce este temor;
Podria ser tambien, de ser nueuo pintor.
Vos respondereys, pintura, lo que callo;
Que yo detras me escondo, a ver si hallo,
Demas de la correa, quien haga el reprehensor,
O le detenga allí la embidia en lo peor,
Para del fauor y bien gratificallo.
Pero, sacra Musa, tú que al sacro canto
Al alto amor y fuego tanto me inflamaste,
Aclara las tinieblas de la enferma vista,
O toma las armas, para herir de espanto
Los ojos que contemplarte no dexaste
Y á los pies que no entraron en tu lista.

NOTAS:

[701] En la primera edición pesarense, por errata. Está bien corregido en la de 1614.

[702] Por errata en la primera edición ygualia. Corregido en la segunda.


INTERLOCUTORES

Mundo.
Morpheo, Dios d'el sueño.
Heraclio, Enamorado.
Logistico, Amigo.
Astasia, Matrona.
Melania, Criada morisca.
Idona, Donzella hija de Astasia.
Morio, Bobo, marido de Astasia.
Asosio, Amigo de Heraclio y enamorado de Melania y otras.
Honorio, Bobo, criado de Heraclio.
Amercia, Labrandera.
Mania, Labrandera.
Doleria, Magica.
Aplotis, Donzella, prima de Idona.
Apio, Competidor de Heraclio.
Metio, Seruidor de Idona.
Page de Astasia.
Andronio, Enamorado de Melania.
Aglaia, Gracia d'el cielo.
Thalia, Gracia d'el cielo.
Caliope, Musa d'el verso heroico.
Melpomene, Musa de los Tragicos.
Nemesis, o Iusticia diuina.
Charon, o Muerte.

[Pg 313]

SCENA 1. DEL PRIMER ACTO

El Mundo muy entonado y vestido de diuersas colores. Morpheo Dios d'el sueño le sale de traues y le hace dormir despues de algunas altercaciones.

Mundo, Morpheo.

[Mun.].—Yo soy el Mundo.

Mor.—Qué necio, y yo el Sueño.

Mun.—La presencia, el hábito y la grauedad lo dizen.

Mor.—Grauedad? o hydeputa, falsa y contrahecha!

Mun.—En mí estan los Imperios, Reynos, y la diuersidad de los Estados, altos, medianos, baxos; las riquezas, las grandezas y las miserias; el saber y la hermosura; las fuerças y la gracia.

Mor.—Qué de viento trae, por qué no dize el perdido la mentira, la locura, la malicia y el pecado?

Mun.—Quién como yo?

Mor.—Quién como él a mengua de hombres buenos? Spera que yo te haré callar, o hablar menos y pensar más. Ao, ao, hombre honrado, ao.

Mun.—Qué loco será este desatinado, que assi me llama descortesmente? mirá el villano, qué quieres o qué dizes, alimaña?

Mor.—Que mentí, y conciertan tus disparates con las colores d'el vestido; eres quiça, hermano, charlatan o sacamuelas?

Mun.—Gran cosa es esta, que no está jamas[Pg 314] vn sabio sin un necio; es tentacion o penitencia? qué pesada carga!

Mor.—La de tu cabeça con tanto viento.

Mun.—Sabes con quién hablas?

Mor.—Muy bien.

Mun.—Dilo, pues.

Mor.—Con vn loco perenal.

Mun.—O monstro de naturaleza, tientasme?

Mor.—Pues quién eres? Veamos lo que dize.

Mun.—Yo? soy el Mundo.

Mor.—El Mundo, ha, ha, ha, aora te digo que acertaste, tú el mundo? quál?

Mun.—Quál ha de ser el Mundo?

Mor.—Otros desuariados como tú dizen que ay muchos.

Mun.—Nunca yo tal consenti, si ellos me quisieran entender.

Mor.—Todavia te dura la calor, y apesar d'el seso y de razon quieres ser el mundo.

Mun.—Quién seria yo luego si no fuesse él?

Mor.—No te lo dixe ya?

Mun.—Qué enojoso y pesado eres; si no me fuera por ensuziar las manos, te castigara.

Mor.—Prueuelo su merced, señor Papagayo; veremos quién gana la hogaça.

Mun.—Quitateme de delante, no me hagas salir de curso.

Mor.—Ah, ah, ah! esso seria de mundo boluerte rio, y a la postre verás que ganarias; mas sin passion, me di aora qué menester es el tuyo, o de qué tierra eres, porque assi los habitos como el lenguaje te me hazen estrañissimo.

Mun.—Buelues a tus treze? de qué tierra será el mundo, o qué menester el suyo?

Mor.—Porfias tanto, que estoy medio embarbascado; qué señas me daras, o qué testigos d'ello?

Mun.—No embargante que tu calidad y la mia sean diferentes y no admitan tantos golpes y argumentos, te alumbraré la vista interior; pero recelo no sea capaz de tanta luz.

Mor.—Dexo uaziar aora a este cantaro; seruira despues de alhaja a mi hermano el Riso: e ya, pues, sé liberal y no te quede nada por dezir, que yo te oyre.

Mun.—Harta merced es essa de tan gran Rey.

Mor.—No te burles ni me juzgues hasta el cabo, porque dentro d'el vaso está la virtud d'el balsamo, no de fuera.

Mun.—No hablaste mal; por esso quiero començar y contarte de mi linaje, padres y hijos. No oyste d'el gran Promotheo, que se enamoró de Iuno?

Mor.—Sí.

Mun.—Mi hijo fué de los antiguos Titanes, que con su fuerça presumian subir al cielo.

Mor.—Tambien dessos?

Mun.—Mis hijos fueron Deucalion y Pirrha, segundos padres despues de la general inundacion.

Mor.—D'essos assi.

Mun.—De mí descienden Nembrot, Nino, Belo, Syro, Dario, Xerxes, Alexandre, Iulio, Augustos Monarchas d'el mundo; Hercules, Antheo, Teseo, Hector, Achiles, Aiax, Milon.

Mor.—Tambien essos?

Mun.—Scipion, Hanibal, Pompeo, Bruto, Metelos, Fabios, Camilos, Lucios, Torcatos, de my proceden.

Mor.—Alargaste mucho; tanto me diras que no te crea.

Mun.—Pues creeme; los Chaldeos, los Phenices, los Hebreos, los Asirios, Medos, Persas, los Griegos, los Romanos, mis hijos fueron.

Mor.—Qué llena de humo está uuestra cosina, y es posible?

Mun.—Semiramis, Cleopatra, Hecuba, Helena, Stratonice, Medea, Lucretia, Porcia, Sapho, y las Sibillas todas, mis hijas fueron; las altas, las baxas, las hermosas, las feas, los fuertes, los flacos, los sabios, los simples, los pobres, los ricos, los venturosos, los miseros, los locos, los cuerdos, todos son mis hijos.

Mor.—Donoso padre.

Mun.—Las Monarchias, los Imperios, los Reynos, los Principados, yo los doy, yo los quito; la guerra, la paz, los impetus, las iras, el trabajo, el sosiego, por mí se haze, por mí se mueue todo; el oro, la plata, los metales todos, las piedras preciosas, las joyas, los vestidos, las pompas, las galas, loçanias, los triunphos, juegos, las ciudades, villas, fortalezas, las artes, armas, la hermosura, las damas, los caualleros, en mí se halla todo.

Mor.—No tiene más drogas vn Boticario.

Mun.—Los combites, los amores, los disfraces, los motes, danças, justas, torneos, yo lo ordeno todo. Quieres más? Finalmente, que yo soy el Mundo, y debaxo d'este nombre se comprehende todo.

Mor.—Mucho es parescer tan moço siendo tan viejo: estoy hecho tonto y arrepentido de no creerte de principio; pero viendote tan desconcertado en los vestidos y en el andar y echando palabras por ay, pense otra cosa. Perdoname por tu fe, hermano el Mundo.

Mun.—Aora me dexarás de sinsabores y oyras de mejor gana, que tu simpleza y poco vso escondian mi ser y authoridad. De manera que yo soy el Mundo.

Mor.—Si que tú lo eres, no ay duda en ello; mas sabes qué todavia estoy pensando?

Mun.—Qué?

Mor.—Que soy tu amo yo y tú mi moço.

Mun.—No lo dezia yo que era este loco? aora llegó la conjunction.

Mor.—Y aun que te lo haga confessar.

Mun.—Di algo con que reyamos.

Mor.—O lloremos. Di, essos Gigantes, essos Monarchas, Emperadores, Reyes, essas hermosuras, fuerzas, loçanias, essas riquezas, sciencias y artes, dó estan, en qué pararon? respondeme y no te pasmes.

Mun.—Ya es passado todo, es el curso de las cosas, vnas van y otras vienen.

Mor.—Y a la postre no para todo en sueño? no hablamos d'ello, o nos recordamos d'ello como de sueño? despierta, que aun duermes, pan perdido.

Mun.—Y tú quién eres, que assi hablas denodado?

Mor.—Quién te paresco?

Mun.—Loco al comienço; aora hereje.

Mor.—Por qué esso?

Mun.—Por te hazeres Dios, siendo mi amo, que yo no tengo otro.

Mor.—Bien atinas. Pues yo te afirmo que antes de llegar a él ay otro despues de mí.

Mun.—Esse mysterio me declara.

Mor.—Primero me diras si te paresce sueño lo que dixe.

Mun.—Lo passado sueño paresce.

Mor.—Y lo presente, sueño presente d'el adormido mundo.

Mun.[703].—Sea assi, y acaba ya.

Mor.—Yo soy Morpheo, el Sueño.

Mun.—Tú? o traydor, y el otro que es tu amo?

Mor.—El Tiempo, el qual haze d'el Sueño lo que él hizo d'el Mundo; el señor d'el Tiempo es Dios omnipotente, que como sea sempiterno no hay tiempo en él, antes es principio y fin de todo; entiendes, bobo?

Mun.—Vete de ay, que no te creo nada.

Mor.—Aora lo verás, que yo te haré dormir mal que te pese y soñar algo con que des plazer al tiempo.

Mun.—Ay, ay.

Mor.—Seré en mis braços, y la Comedia o Tragedia o lo que se es, terna por sobrenombre Sueño d'el Mundo.

[Pg 315]


COMIENÇA EL SUEÑO

Heraclio enamorado comunica con Logistico sus amores, y él le
persuade no fiarse de mujeres.

Heraclio, Logistico.

[Her.].—Qué dizes a esta consideracion del sabio, Logistico hermano? todo tiene su tiempo y corre por sus spacios limitados, sin que baste saber, arte o fuerça humana que lo estorue.

Log.—Antigua es ya essa philosophia, pero holgaria de entenderte, que la preñez de tus palabras nunca para en menos que en Pithias o en Apollo.

Her.—No sea en ratones, segun el refran.

Log.—De todo ay, porque no se alabe.

Her.—No ayas miedo, que ya me declaró tu amigo Socrates las letras de Delphos.

Log.—Bien has trotado si no lo oluidas.

Her.—Soberuia seria presumillo, porque lo sensual haze su officio.

Log.—Dessa manera más puede que nos.

Her.—A tuerto o a derecho, ley de natura es.

Log.—Esso a la diuina contraria, y assi escusarnos ya d'el pecado, porque nadie puede seruir a dos.

Her.—En alguna parte, que de otra suerte poca sperança auria.

Log.—Sí, quanto al primer impeto, que es de ladron o salteador, que de lo pensado no ay Logica que nos defienda. Mas quedandose esto para más de spacio, digame su merced lo que pretende, para que yo mejor entienda al sabio y la differencia de sus tiempos.

Her.—Fue acaso lo que dixe; y quando ouiera otro mysterio, yo nunca doy a los amigos pesadumbre, todas las guardo para mí.

Log.—Mal guardas luego las circunstancias de amistad, que comprehenden qualquiera honesto extremo, antes les contrarías en dos cosas.

Her.—Qué tales?

Log.—La primera escondiendo el secreto de tu pecho, y la segunda dexando entrar en él hábito tan vil, como es no recebir por no deuer, que es enfermedad de spiritos baxos.

Her.—Muy lexos me interpretas de lo que soy, y bien puedes ya poner en cuenta de amistad esta paciencia.

Log.—Tambien yo podria retorcer esse cordon, mas la seda no lo sufre.

Her.—Mejor es que se palpe y vea de una parte á otra.

Log.—D'acuerdo estamos; falta aora lo principal, que es darme cuenta de tu necessidad distinctamente.

Her.—Soy contento; conosces a Astasia?

Log.—Aquella por quien priuauas de luz al Sol y a Orpheo de su musica?

Her.—La mesma, y aun te affirmo no auer dicho nada por que meresca culpa, mas la ternia no lo confessando y quien d'ello me culpasse.

Log.—No deue ser sin causa, pues tanto en ello perseueras.

Her.—La verdad, es más musica que el mesmo Orpheo, y enternece todo, quanto más los hombres, con cuya lira piensa que lo alcançó.

Log.—Qué peligroso es arguir con los Sophistas de amor!

Her.—Consiento si no es con ánimo de injuriarme.

Log.—Injuriar? Dios nos libre, antes te tengo embidia, y ay deue estar el punto de tus Philosophias.

Her.—Assi hallasses la cura como la llaga.

Log.—De suerte que amas?

Her.—Y amaré.

Log.—A Astasia?

Her.—A Astasia y la tierra que pisa.

Log.—Qué gran heresia! siempre hablaste en ella con essa afficion, cuya fuerça haze d'el dia noche, y te podria transformar en otro animal.

Her.—Mas en ella, que es natural d'esta passion; pero no pienses que guiado d'ello o de accidente supito me rendi, sino con la experiencia de sus gracias, que derrocara aquel Timon Atheniense.

Log.—Puede ser que el juyzio te engañasse o tu propia virtud.

Her.—De qué manera?

Log.—Yo te lo dire; facilmente se persuade el noble coraçon con un dulce mirar, vna palabra dulce, o vna risa, aunque sea fingido: que paresciendo nascer de cordial affecto, con las mesmas condiciones se rescibe que paresce darse, y obliga a la constancia aun despues d'el desengaño.

Her.—Más valdria ay la fortaleza para boluer atras y no ser pasto de villanos, que este es el nombre de la ingratitud.

Log.—Assi es, mas vn gentil spirito más ayna dissimulará la pena que ser hablilla de la gente, que atribuye generalmente estas desgracias a falta de juizio, y tambien estimase más la victoria auida con trabajo que sin él; porque vencer al enemigo con fuerça, vigilancia y maña es triunphar d'el tiempo y d'el y de fortuna, quedando con más gloria, y si no acontesce como se speraua o se pensó, no ay culpa, auiendose hecho ya el deuer. De modo que en los principios estan los yerros escondidos, y en el creerse o fiarse de ligero. Y tú quieres en quatro dias pintallo todo en tu fauor.

Her.—Si con mis ojos lo viesses, de otra suerte lo sentirias: esta es la Diotima de Socrates y la mesma ánima de Minerua.

Log.—Ya esso es más que sacrilegio, robar ánimas agenas.

Her.—Digolo por no auer en ella lugar vazio de aquellos quatro metales de que se compone la beatitud.

Log.—Para conoscellos, particularmente deuen tocarse, lo que no puede ser en menos tiempo que Alcibiades á Socrates: y enemigos ay que nos engañan disfraçados con sus habitos.

Her.—No pienso puedan hurtarselos para esse effecto.

Log.—Contrahacen las colores tan al natural, que facilmente se engañan nuestros ojos en lo que mucho no vsaron, que si tú no viste lo colorado, o verde más de vna vez, algunos dias despues tomarás por ellos lo encarnado o verde escuro; assi el vicio aparesce muchas vezes sob specie o semejança de virtud, lo que con esta señora te podria acontescer.

Her.—No oyste que en la frente y en los ojos se lee la letra d'el coraçon y quanto con su diuinidad las ánimas comprehenden?

Log.—Sí, pero las puras de las accidentes de la carne, que haze lo que la leña verde, que es amatar el fuego y henchir de humo toda la casa. Y pensar otro, seria necedad.

Her.—La cortez sola de mis palabras deues tomar, si lo de dentro paresce de mala digestion, o echame en destierro.

Log.—Alçartelo queria y sacarte de prision, que tal es vna porfiada phantasia.

Her.—Assi lo quiere el amor reciproco, mas tornemos al proposito.

Log.—Ay te speraua, que es el effecto de la phrenesia.

Her.—No tengo razon?

Log.—Siendo la causa tan justa, como lo es mi opinion en cosa de mugeres, te lo conffessaré sin golpes ni heridas: mas as de dizirmela tan de spacio como el caso, valor y precio de tu persona lo demandan, y auiendo que replicar, yo lo haré con que ambos quedemos satisfechos, con condicion que abras los ojos.

Her.—Apartemonos hazia estos arboles, cuya sombra con la armonia de los paxarillos meresce mi cancion.

Log.—Mas quedese para despues, por ser tarde ya, y tomarás aliento para el vltimo trago de confession.

Her.—Sea ansi.

NOTAS:

[703] Mor. en el original.


[Pg 316]

SCENA 2. D'EL PRIMER ACTO

Astasia con su criada Melania saliendose a vna huerta suya, veen a Heraclio y Logistico embeuescidos en sus razones, y sin ser vistas d'ellos, oyen lo que hablan.

Astasia, Melania, Logistico, Heraclio.

[Ast.].—Qué agradable y deleytoso es el verano! mira la fresca sombra d'estos arboles, oye el ruido d'el ayre con sus hojas y la melodia de las aues. No paras mientes, Melania, cómo en respecto d'esto todo lo demas cansa y enfada?

Mel.—Assi es, señora.

Ast.—Qué pintura ay o obra de manos que sirua de más que de engañar la vista? o qué aprouecha al cuerpo o ánima si no es el paño con que nos cobrimos, auiendo proveydo de todo la natura? y aun en ello nos han sido harto liberales los animales con sus pellejos, acomodandonos segun los tiempos y necessidad, si nos contentassemos, o la razon mandasse al apetito como de principio se ordenó.

Mel.—Nadie se cura desso, sino de hazello todo al reuez y burlarse de contemplaciones.

Ast.—Mal pecado, y va tan adelante, que la costumbre está por ley.

Mel.—Oygante tus orejas.

Ast.—Qué dizes?

Mel.—Que no hallan ya orejas las verdades, mas de verdad que está lindo el campo y que tiene tu merced razon, que dentro de casa aora todo es humo.

Ast.—Melania, Melania.

Mel.—Señora.

Ast.—No ves allá a nuestro Philosopho Heraclio con su amigo, altercando entrambos y muy embeuescidos en su platica? no hariamos d'el ruyn y les assechariamos para ver si son los hombres en absencia como lo juran en presencia?

Mel.—Sí a la fe, mas temo que nos vean.

Ast.—Qué se pierde en ello, que no ganemos más en tener testigos de sus obras, si quieren despues hazer d'el graue y vender por suyo lo ageno? que tal es el que con habitos de Hermitaño da color de verdad a la mentira.

Mel.—Muchas veces acontesce, pero no toca a nos juzgar a nadie.

Ast.—Es verdad.

Mel.—Cómo les cargas luego de la mentira?

Ast.—Y si les hallo con el hurto?

Mel.—Ni el cielo ni la tierra nos da tanta licencia, antes paresce que todos nuestros actos deuen ser senzillos y poco ocasionados á entender malicia, que es la ponçoña de honestidad.

Ast.—Tambien vos quereys philosophar? parte es essa agena dessa simplicidad.

Mel.—Por qué? para persuadir lo bueno no ha menester prouallo?

Ast.—No tan retorcidamente, que es tan fino en lo interior y superficie, que nada se le yguala, y aun aprueuo lo que dixe para saber andar y no caer, que si los pies caminan y los ojos quedan atrás, el cuerpo lo sentira, y oxala no fuese el alma; en casa propria la solicitud y astucia defenden la de la lluuia y tempestad.

Mel.—Seria proceder muy adelante, señora, el replicarte, y siempre ganarias, que el saber y experiencia son armas de ventaja, y con esta conclusion sigamos nuestro proposito.

Ast.—Será mejor.

Log.—Ya aurás tomado aliento para lo que te quedaua por dezir, y bien paresce te sale d'el coraçon.

Her.—Más d'el alma, que es más noble posada, que el huesped todo meresce.

[Pg 317]

Log.—Otro pensaua yo que tú le auias dado a quien se deue con más razon.

Her.—Tambien esse consiente compañia si es conforme, o le antepone a todo.

Log.—Quién passea tan limitado?

Her.—Nadie, sino a tiempos, y vnos más que otros, siguiendo cierta mediania que con el vso se haze naturaleza.

Log.—Ora yo no quiero mouer questiones, ni menos subir al cielo o descender a los abismos, sino quedarme en la tierra con las otras criaturas, y pues que el tiempo nos da en ella este rincon libre de contrastes, tomemoslo, y la serenidad d'el cielo y suavidad d'el campo nos ayudarán.

Ast.—No oyes el tocar de declas que haze Logistico? tambien canta como Heraclio.

Mel.—Y aun por esso son tan amigos; quiça nascieron con los pies para delante.

Ast.—Veamos qué responde.

Her.—Plazeme que no se pierda la ocasion y nos siruamos d'el buen dia, que no podria ser mejor para my, estando entre ty y Astasia, que el vno por virtud, por amistad el otro, me tratareys como os meresco.

Ast.—Cuytada de my, comigo lo a este traydor; luego pensé que nos auia visto, mira cómo lo dissimula sin reyr ni boluer los ojos.

Mel.—Calla, señora, que no pueden vernos, pero de lexos se començo la platica, y pues la fortuna a este tiempo aqui nos traxo, no lo perdamos.

Log.—Ya te vas poniendo, segun esso, en el tercero cielo y determinas de visitar á Venus.

Her.—Pues no quieres guste d'este manjar y resciba tan dulce engaño como será pensar que está presente?

Log.—Aora doy por firme tu callentura, pues al segundo paroxismo desuariaste.

Mel.—No ves, señora, que era otro el sentido de las palabras? no podran vernos aunque quieran.

Ast.—Assi paresce.

Her.—Grauemente me persigues, mas ni por esso lo dexaré.

Log.—No te faltaua para buen Amadis otro capitulo.

Her.—Vete de ay con esse nombre, que ni mi pena ni la razon d'ella sufren mentiras.

Log.—Sea luego Leandro.

Her.—En mar embrauescida, sin poder llegar al puerto de mi descanso, faltandome la luz de sus hermosos ojos y la fuerça de su imaginacion, que es el piloto.

Ast.—Cuytado.

Mel.—No es ello mucho para burlar, señora, pero tú eres muy cruel.

Ast.—Más lo tengo de ser para vengar a amor y matar en él todos los falsos.

Mel.—Y si él no lo meresce?

[Pg 318]

Ast.—Todos son vnos.

Log.—Assi que speras morir en la mar de Abido?

Her.—Señor, sí, y que pag[u]e el cuerpo sus offensas.

Log.—Mucho te entonaste en esta vltima lamentacion; estoy en cantar algo que te alegre o entristesca más, que es virtud de la musica particular, y en cierto modo alegra al triste la tristeza.

Her.—Es cierto, y por tu vida, hermano, que lo hagas.

Log.—Plazeme.

De vos y de mí quexoso,
de vos porque soys esquiua
y de mí que nunca biua
si mi mal deziros oso.

Mel.—Esto tambien, señora?

Ast.—Qué te paresce?

Mel.—Que andamos a descobrir thesoros.

Ast.—Oye la buelta.

Log.

Quando estoy de vos absente
hallo en mí tal compasion,
que pienso que soys presente
á deziros mi passion;
mas vuestro gesto sañoso
y presuncion tal altiua
me hazen que nunca biua
si mi mal deziros oso[704].

Ast.—Qué lindamente canta Logistico; sea tambien de los nuestros, pues tiene tal abilidad.

Mel.—Sea, señora.

Her.—Si en la fin de mi mal, mi bien no se començaua, el mal porqué se acabaua, ni tu cancion, la cual es harto a mi proposito?

Ast.—No dexará passar nada por la vida.

Mel.—Allí le duele.

Log.—Pues quién te lleuó a palacio en figura de hombre? mejor te quedaras en el campo hecho buey, haziendo sonetos a los arboles y mirando strellas.

Ast.—Qué pieça!

Mel.—Harto fina.

Her.—Hable cortés, señor, o buscaremos qué le arrojar.

Log.—Su merced rodaria sin trabajo.

Her.—Paciencia, pero dexame llegar al cabo, y hazé despues lo que quisieres.

Log.—Sea, pues, en el nombre de las tres griegas enamoradas.

Ast.—Madrugado a este moço.

Mel.—Aosadas.

Her.—As de saber que d'el primer año de mi peregrinacion la conosco.

Log.—Gran ojo tuuiste al nacer y en las manos no menos diligencia, pues tocaste moneda en viniendo al mundo, lo que no hizo Diogenes en su tonel.

Her.—Doyte al diablo, piensas que hablo por metaphoras?

Log.—Ah, ah, ah, de cómo eres todo milagros; pensaua los auias hecho al nascer; de manera que ha mucho que la conosces?

Her.—Mucho.

Log.—Con qué principio, por tu fe?

Her.—Ya cantas más a compas, y si me lo oyes con sabor, estaré en parayso.

Log.—En quál?

Her.—En el de Gnido, si assi quieres, por via de vn amigo que era todo suyo, passando vna vez con él y hablandole a su puerta me quedó este desseo de la seruir toda mi vida.

Log.—Y más si es más possible, por tener compañia al gran Rugiero.

Her.—Sea assi.

Ast.—Buena va la plática.

Mel.—No parará aqui.

Ast.—Silencio, que despues se glosará.

Log.—De suerte?

Her.—De suerte que su humanidad a sido la occasion de llegar a la experiencia que me puso en tal estado, oluidandome de toda otra compañia.

Log.—Sentias la mesma afficion en ella?

Her.—Natural es de amor no hazerse de rogar: bien sabes que se encuentran los spiritos que salen por los ojos y se inficionan de la sangre d'el coraçon.

Log.—Cómo los boluio tan presto a otra parte?

Her.—Ay!

Log.—Doliote el golpe?

Her.—Vn poco, mas no sabria determinarme en la razon, sino que mi absencia causó en ella nueua secta de amor, que bien considerado queda sin culpa.

Log.—Pues cómo absencia tiene fuerça contra essa fuerça?

Her.—Paresce que el tiempo deshaze todo.

Log.—En largo curso de años, pero que siendo breue trueque las leyes de amor y de verdad, procede de no auer vno ny otro.

Her.—Pudiera aun más la causa d'ello siendo el mesmo Apolo o Zoroastro con su magica.

Log.—Beato quien halló tan afficionado competidor, más lo estimara que la famosa trompeta de Achiles, por la qual Alexandre suspiraua.

Her.—En esso verás la fuerça que tiene la verdad.

Log.—Juzgo que por la gran preeminencia desse estremo y de entendello assi cayste en él, aunque tambien sospeché que tu amor era tibio, pues hazias con él tales partidos.

Her.—No respondo a esso, porque más adelante lo haré con los afectos y palabras embueltos en mi sangre: todavia como era huesped y residia en mi lugar, hallé a la tornada vazia gran parte d'ella, y me recogieron con las condiciones de la absencia breue que dixiste, la qual algunas vezes aprouecha y es más agudo clauo que el de la solicitud y perseuerancia.

Log.—De todo ay, mas no seria por muchos dias, porque a las espaldas de todo lo nueuo agrada, vienen otras desgracias ordinarias.

Her.—A la verdad el primer encuentro fue glorioso y de verano sin quedar flor en el campo que no reyesse, mas despues empeçó a llouer y escurescerse todo.

Log.—Y aora truena.

Her.—A lo menos dentro de mí, que soy hecho de contrarios, sin poder contentarme o sossegar la fantasia.

Log.—Cómo fue esso, por tu vida?

Her.—Vna tarde que estauamos en su huerno haziendo más anothomias que Democrito, entrando Morio a pedille las albricias de la venida de Sytirio, fue olido el humo d'ello con tanto gusto, que lleuó tras sí el ánima y lo demás, dexandome los ojos de sí tan llenos, que luego alli dieron el testimonio d'ello, y hartos dias despues culpando a mí y a ella.

Log.—No lo entiendo bien.

Her.—En summa, que la arrebató de alli el gran plazer sin despidirse ni otro cumplimiento, auiendo sido más que breuissima su absencia.

Log.—Conmigo se tomara para entregar a la mesma ora la fuerça al enemigo.

Her.—No admite la prudencia tanta colera: justo era tentar el vado más adelante.

Log.—No oyste dezir que gran paciencia causa gran injuria?

Her.—Su peso y medida tienen las cosas; speré el tiempo, no como hombre que le dolia nada ni entendia tanto d'el mundo, y continuando la conuersacion, cantando de mi parte lo más dulce y a compas que supe, quiso aplicalla la segunda o tercera vez a aquello para otros dias poniendole delante la conformidad de entrambos; rechaçóme el golpe tan de presto (diziendo que las oraciones de aquel santo no le dexauan oyr otras) con un mirar tan tibio y vna color tan diferente de la mia, que se me dobló la callentura y despedido maldiziendo yua al Rey y quantos en la corte auia.

Log.—Pues en qué paró?

Her.—En desterrarme dos años enteros.

Log.—Y essa fue la occasion de tu partida tan repentina? procurara yo otra venganza que le doliera más.

Her.—Ay verás quién soy, que quise esconder su ingratitud con mi destierro; paresce que este estremo a remouido aora el humor de la consciencia y triumpha la verdad de amor y de su plomo, mostrando de mi venida vna alegria singular, de la qual yo doy señal en todo quanto hago por no ser ingrato a la fortuna.

Log.—Como los endemoniados en el agua con la yerua o raiz de Eleazaro[705]; si todavia perseuera tienes razon, pero es tan vario este animal, que aun temo otra peor.

Ast.—Bien me trata.

Mel.—Es perro viejo, aunque no de dias.

Her.—No no, los terminos son otros; el entendimiento y su virtud son raros.

Log.—Desso me dize.

Her.—Qué quieres que te diga? tiene en el pecho a las nueue hermanas, y Diana en la cabeça hechando agua a Acteon para que sea comido de sus perros.

Log.—Mucha gente es essa; no sé si le bastará el pan de casa o será menester hurtalle a otros.

Her.—Para todo ay.

Log.—No dexaste nada a Idona?

Her.—Esse es el Sol que resplandesce por estos valles y embaraça la vista humana.

Log.—Mucho encaresces tus pensamientos; deue ser con el recelo de las culpas; no dare sentencia sin que me informe por otra parte y de otros ojos, pero seria lo mejor conoscer que son los de Alinde los de amor, con que lo poco pareste mucho y grande lo pequeño, y que con dificultad suple el arte adonde falta la natura, boluiendo la cara y los sentidos a otro Sol.

Her.—Ya te entiendo; este es el fuego que me enciende a ello.

Log.—Dios mande no te consuma y busquemos en la ceniza otro Heraclio, y pues es tarde ya, quedese el resto para otra fiesta.

Her.—Sea assi, mas yo dare la buelta por ver si gano alguna tierra.

Log.—Mira no la pierdas.

Her.—Todo es prouar ventura.

NOTAS:

[704] En las dos ediciones antiguas están escritos estos versos como prosa.

[705] De Elezaro, en la segunda edición.


[Pg 319]

SCENA 3. DEL PRIMER ACTO

Astasia queda hablando con Melania sobre los dos amigos y dissimula su afficion.

Astasia, Melania.

[Ast.].—Ya d'esta vez no nos lleuais ventaja. Que cierto amigo es el coraçon; en viendolos lo sospeché. No veys este mal hombre quán sin asco descubre sus locuras?

Mel.—Señora, en amor no hay orden; paresce que le incita el demasiado fuego, y harto te meresce.

Ast.—No me engañará por más que sepa.

Mel.—A qué llamas engañar, señora?

Ast.—Hazerse muerto para que yo le toque.

Mel.—Essa seria la verdadera muerte si lo oyesse.

Ast.—No se passarán muchos dias que no lo oyga.

Mel.—Eya, señora, que correrias más que vna Leona tras quien te lo lleuase.

Ast.—Para esso es la presa.

Mel.—Natural cosa de quien se muere de amores.

Ast.—Qué dizes?

Mel.—Que no son amores para todos los hombres; el pecador arde y muere por te tener contenta, y tú estás elada para él.

Ast.—A qué proposito? otros pensamientos son los mios.

Mel.—Fueron; mas aora con tan cierta prueua de su fe y experiencia de sus gracias es impossible.

Ast.—Muy de veras os poneis, señora, de su parte; deueis de estar rogada.

Mel.—De my consciencia, que es d'ello testigo.

Ast.—No hay para qué te afficiones tanto á Heraclio.

Mel.—No lo digo yo?

Ast.—Porque es hombre, y son todos vnos.

Mel.—Con mal estaria el mundo si assi fuesse; nunca faltan diez, si no se hallaron en Sodoma, que lo permite Dios para salvar los otros.

Ast.—Pocos milagros tengo visto hasta ahora.

Mel.—No está dicho que de la abundancia d'el coraçon habla la boca, y que por el fruto se conosce el arbol?

Ast.—Qué parte soy para esso yo siendo muger, a quien no se conceden essas pesquisas? hombre fuera, que presto lo alcançara; algunos frutos ay que debaxo de hermosa vista y suaue olor amargan, y otros que sólo el gusto es dulce, lo demas aspero y desabrido.

Mel.—De todo haze el tiempo anothomia descubriendo neruios y huessos.

Ast.—Aunque tarde, por ser muy hondo el coraçon d'el hombre, y este tu amigo paresce sancto.

Mel.—Es por demás la citola en el molino; no se partirá d'él que la maten.

Ast.—No oygo lo que dizes.

Mel.—Digo, señora, que no será otro en que le maten.

Ast.—Auemos hecho vna gran jornada; esté callado hasta su tiempo, y vete para Idona mientras yo me passeo por aqui pensando en otra cosa que me sea más prouechosa.

Mel.—Bien harás, señora, reseruando todavia su derecho al proximo.

Ast.—Está bien; haré lo que sea justicia.


[Pg 320]

SCENA 4. DEL PRIMER ACTO

Astasia sola lamentandose porque ama; despues habla con Morio que sobreuiene.

Astasia, Morio.

[Ast.].—Tan dificil cosa es el fingir lo que no es, como cobrir el fuego con las pajas; triste de mí, que quanto más trabajo por escondello tanto más se enciende y me abrasa, dando en los ojos con contrario effecto muestras de mi mal; aora que estoy sola pensaré en él y en estos desuarios de Cupido que vsa comigo de sus tiros, estando ya desengañada d'ellos; a qué proposito, enemigo; qué mal te hize? quándo blasfemé tu nombre o accusé a nadie, no confessando estar subjecta mi flaqueza a qualquiera siniestro humano, o hize concierto con mis potencias y sentidos de no passar los limites de la razon, sin atribuir la resistencia a aquella suprema fortaleza? traidor, que si con razones euidentes prueuo tu sinrazon y quán a tuerto me persigues, con habitos largos, mesurado gesto, y palabras dulces, otra vez me engañas, haziendo fantasmas en el ayre, sea en el campo, o en poblado, sea de noche, sea de dia, con que yo me desconosca y oluide de mí mesma. Es virtuoso Heraclio? por cierto que más lo fue Dauid; es sabio? mas lo fue Salomon; es fuerte? fuerte fue Sanson; es continente? es de carne; es casto este amor? es amor cuyo nombre altera; si es spiritual, porque atormenta el cuerpo? los spiritus inuisiblemente se communican a todas oras, sin auer absencia para ellos, ni el vso d'estos organos, que son contrapesos de la carne. A esto me responde el sophista que no es mala la presencia ni el vso de los sentidos, porque con él despierta la virtud, que la vihuela si no tocays las cuerdas no sonará o dará de sí aquella suauidad y harmonia que está inuisible en ellas y en la mano, antes se queda muerta. Finalmente, que los oydos, ojos, y lenguas, den testimonio de los animos; pero esto no haze en mi fauor, si es necessario: las passiones d'el alma siendo el amor d'ella son superfluas. Si yo no duermo, por qué? si su absencia me da pena, por qué? si tanto me plazen sus burlas y alegro con su vista, por que? qué desuarios [son] éstos? tengo de ser yo hecha de extremos o ánima sin cuerpo? en el desierto fuera mucho. Assi es la presumption humana, que nos haze a amor odiosos y al mundo y a Dios algunas vezes so specie de virtud. Haga la casa cada vno a la medida de su cuerpo y no estreche tanto la consciencia o la ensanche que se muera de calor o frio; el pobre hombre pregona fe, zelo y charidad, y a mí figuranseme chimeras, que son mucho y no son nada. Qué fructo saca desto? no no, no le seré ingrata, pues todavia perseuera no le auiendo tratado humanamente, que es razon bastante de sus querellas; mas quién es este que acá viene con tan descompuestos passos?

Mor.—Allá veo Astasia, si los ojos no me mienten; qué de paradillas haze, deue auello con algun sancto.

Ast.—O qué norabuena vengays, madero.

Mor.—No lo digo yo? grande amor me quiere.

Ast.—Qué ay Morio? de dó vienes? nunca me hazes compañia.

Mor.—No basta de noche y al comer, muger?

Ast.—Ah, ah, ah, qué donoso está; pues no as verguença?

Mor.—No ay nadie aqui.

Ast.—De Dios.

Mor.—El no se mira por estas cosas.

Ast.—Cómo no? de qualquiera palabrilla ociosa se a de dar cuenta en el juyzio.

Mor.—Aun viene lexos essa muger, y podria ser que se le oluidasse.

Ast.—A quién?

Mor.—Al mesmo juyzio. Qué tanto aurá de aqui allá?

Ast.—Para vnos poco, para otros más.

Mor.—Quieres dezir a segun caminaren o fueren grandes o pequeños?

Ast.—No más ni menos en esso está.

Mor.—Para entonces quiero hazerme vnos buenos çapatos y prouision para el camino.

Ast.—Pobre animal, menester es.

Mor.—No ay ventas por allá?

Ast.—No, ni otro pan sino lo que lleuamos; por esso cumple trabajar por que no falte.

Mor.—O sancto dios, hermana, y qué pan es esse?

Ast.—De amor de Dios y con el proximo, de charidad.

Mor.—Pues, y la charidad se come, aquella madre de los niños hermosos?

Ast.—Essa mesma, hartando los hambrientos, visitando los enfermos, recogiendo los peregrinos, y enterrando a los muertos, y enseñando los ignorantes.

Mor.—Pecadorzilla, tantos oficios tiene?

Ast.—Pobre pecador, que tan poco entiendes.

Mor.—Mas pobre creatura que tanto quieres astrologar podiendo dezirlo de media vez; pero dexemos esso; di, hermana, el amor de Dios es hombre?

Ast.—Hombre, hermano, y muy honrado.

Mor.—No puede menos ser, porque su merced deue tener en casa gente de bien; pues dime, cómo lo auriamos por aca?

Ast.—Buscandolo y contemplando sus grandezas, cielo, tierra y mar, con todo lo criado, y pidiéndole la gracia.

Mor.—Qué muger es essa gracia?

Ast.—Hija suya muy estimada.

Mor.—Qué me dizes? es casada?

Ast.—Y rica y bien aparentada. Valgalo la mona a este pallo.

Mor.—No te entiendo.

Ast.—Digo, hermano Morio, que será bueno recoger la leña y el heno que descargó en el patio el grangero.

Mor.—Por tu vida, amores, que lo pensaua; allá me voy.

Ast.—Y yo a mi labor. O Dios, qué marauillas, quánta diuersidad de hombres, y cómo va todo repartido, la riqueza, honrra y razon con estos contrapesos y con otros muy differentes, sus contrarios; pero quién es tan rustico que no entienda que esta es la estrada y que cada vno en el viage tiene su carga cierta y peso que lleuar? si éste me cupo a mí, es menester andar y callar.


[Pg 321]

SCENA 5. DEL PRIMER ACTO

Idona, hija de Astasia, reprehende a Melania de la ociosidad y tratase d'el officio de las Donzellas y otros propositos.

Idona, Melania.

[Ido.].—Qué perezosa y holgazana es esta Melania; pues, señora, y assi se biue? d'esta manera gastays el tiempo?

Mel.—Con quién lo haueys, condesa?

Ido.—Oxala lo fuera, para te hazer mercedes por lo que hazes de labrar y coser.

Mel.—No veys qué sancta?

Ido.—No veys qué perezosa? aqui no ay sino jurar y mentir.

Mel.—Con perdon.

Ido.—No es verdad? no estauan las oras repartidas?

Mel.—Valganos Dios, y qué contrita está; pues quién cayó?

Ido.—El seso de tu cabeça; harta vernas de passear?

Mel.—Preguntalo a my señora.

Ido.—Con ella fuiste?

Mel.—Y vine.

Ido.—Desse modo perdona, amiga; pensé que au[i]as hecho algun viage de los tuyos.

Mel.—Ya murio todo esso, hermana; otros son aora mis cuydados.

Ido.—Todavia lo confiessas sin açotes; entendida eres.

Mel.—Todo lo meresce la causa d'ellos.

Ido.—Assi te lo paresce.

Mel.—Mucho antes me lo parescio; primero vadeé el Rio.

Ido.—Gran auiso, nunca ay llegó la Reyna Dido.

Mel.—Burlaysos, vida? llegareys vos en sueños vn poco más acá de ayer a noche.

Ido.—Como mandaredes, mis amores; mas de veras, adonde aueys estado?

Mel.—No te lo negaré por vida de tu padre.

Ido.—Tanto le quieres?

Mel.—Y no es para querer tal viñadero?

Ido.—No ves lo que tengo en la mano desasisada?

Mel.—La costura; bien creo que por poco la arrojareys.

Ido.—Mas, por tu fe, di.

Mel.—Con condicion que calles.

Ido.—Quándo hablé que te pesasse?

Mel.—Ya lo sé, pero cumple assi.

Ido.—Meresçe el euento tantas saluas?

Mel.—Y aun más.

Ido.—Acaba ya, no me tengas tan suspensa.

Mel.—Topamos con Heraclio y Logistico.

Ido.—Todo esso era? no veys el milagro? adonde?

Mel.—Junto a la huerta.

Ido.—Solos los dos?

Mel.—Solos.

Ido.—Qué hazian?

Mel.—Estuuimos vn buen rato escondidas por oyr lo que hablauan.

Ido.—Pues?

Mel.—Grandes cosas.

Ido.—La guerra de Troya o la tomada de Constantinopla?

Mel.—Acertaste.

Ido.—Mas por tu fe?

Mel.—De nos fue todo; ya nos trayan entre las manos; contaua Heraclio sus auenturas dende que conosce a mí señora, los fauores y diffauores, y finalmente que se quema.

Ido.—Mirá, por vida vuestra, qué locura.

Mel.—Son grandes amigos.

Ido.—Qué importa esso o qué bondad ay en esse fuego?

Mel.—El todo lo echa a buena parte, certificando que por su gran virtud y honestidad le quiere bien y alabandola hasta el cielo.

Ido.—Desdichada, pues no hizo de nos mention?

Mel.—Spera, que a esso voy; contigo lo remató, haziendo de ti la diosa Venus.

Ido.—Mejor fuera Pallas.

Mel.—Si tú fueras Panthesilea, Reyna de las Almazonas.

Ido.—Diana luego.

Mel.—Faltante los perros.

Ido.—Ay estás tú que los darás.

Mel.—Landre en tal saber.

Ido.—Ah, ah, pero seria contrahecho.

Mel.—No le vi essa color.

Ido.—Qué bien tamaño, que aun no estoy oluidada!

Mel.—Assi lo fuesse yo; no paras mientes do pone los ojos quando acá viene y qué de mudanças haze en te partiendo o asomando?

Ido.—Engañasme.

Mel.—No hago a fe; quieres que se lo pregunte vn dia?

Ido.—Qué desuergonçada; esso auyas de hazer?

Mel.—Por qué no? medio burlando, quanto más que será por terminos que no lo entienda.

Ido.—Assi es el niño bobo; adeuina lo que pensamos.

Mel.—Y aunque esso sea, qué mal sería?

Ido.—No muy grande, pero sobrada desemboltura para donzellas.

Mel.—A tan buena vista vn ojo bastaria.

Ido.—Y a ti la media lengua; todavia me pesaria si lo ha comigo.

Mel.—Por qué, amores?

Ido.—Quiero ser monja.

Mel.—Como yo frayle.

Ido.—Pues a fe que no estuuiesse mal el hábito, y representases en el pulpito lindamente con tus cien lenguas y dos mil ademanes y la color sobre morada.

Mel.—Ay dareys, traidora; yo me vengaré de vos dexando os sola, haziendo contemplaciones como vuestra madre, y a pesar de vos y d'ella sereys de los nuestros.

Ido.—Qué dizes, qué dizes? buelue acá.

Mel.—Que sereys de los nuestros, y que todos auemos de dançar al son de leuantese el pensamiento.

Ido.—No seria mala la cancion, aunque es vieja y no se vsa.


[Pg 322]

SCENA 6. DEL PRIMER ACTO

Melania sola contrapunteando los amores de sus amas, sobreuiene Asosio, su requebrado, que la espia y despues le habla.

Melania, Asosio.

[Mel.].—Donosa anda la caça; mis amas vieja y moça ambas se mueren de amores, sin querer darse por condenadas, y el mochacho de Heraclio que lo entiende y passease a dos lados, cantando alto y baxo sin dexar punto, cada vna lo toma por sí, aunque las cartas, coplas y otros donaires vengan a la madre. Quién las viesse vn dia picadas de los celos andar a los cabellos, y que Morio las despartiesse! o qué lindo! sin duda ella es carcoma d'el diablo y guarda poco el parentesco, que, mal pecado, ya lo sé con aquel traidor de Asosio, que me haze mil despechos sin razon; pero amor causa estos desuarios, trocandolo todo a su plazer y antojo, como el otro dia, que de verle dezir a Aplotis vna nonada a la oreja me nascio vna apostema, pensando que estauan ya d'acuerdo y me lo lleuaua el ayre, y cayendose hombre en la necedad se muere de auer muerto vn inocente; que de otra assí, tomó frio ya y callentura al peccador, a mí pedian la cuenta d'él si se muriera; lo mejor es andar de sobre auiso en estas niñerias, sin dar occasion de penar a otro, o tomandola sin proposito para sí, porque despues no se os sossiega la consciencia. El es de los de Heraclio, y algunas vezes les veo de compañia; algo le diria, que el lobo y la bulpeja ambos son de una conseja.

Aso.—No es esta Melania? la mesma, voto á tal; consigo sola lo ha; algun huesso tiene entre dientes; qué embeuescida está, que aun no me vee; agora sabre si me miente el coraçon.

Mel.—Y no ay que fiar de nadie.

Aso.—Por ay andays?

Mel.—Pero tambien nos acá (si fuere menester) haremos conjuracion.

Aso.—No lo digo yo, que a este huesso nunca falta perro? no es tiempo de aguardar mas; contra quien, señora, pese al turco? entre yo en ella por amor de Dios.

Mel.—Bien que es esto? no veys este mal hombre? inuisible deuio venir; es esta la costumbre, tomar de sobresalto a las donzellas? peligro corria si fuera más antojadiza.

Aso.—El coraçon es la guia destos caminos, regiendo los passos ocultamente como amor a él, y no te pese de mi buena fortuna, ya que de la mala tanto te plaze; pero sepamos d'esta conjuracion.

Mel.—Y si fuesse contra ti?

Aso.—Pornia las manos su merced, yo las armas dandole esta espada luego.

Mel.—Cómo lo saben dizir, y las necias que todo creen.

Aso.—Si quieres ver la prueua, no está en más que en mostrarte d'ello contenta; pero ya puede ser que te pesasse de ver muerta la verdadera fe de Asosio.

Mel.—Calla, amor, que no me sufre el pecho tales golpes, y biue ledo.

Aso.—Con qué sperança?

Mel.—De morir.

Aso.—Desse modo no speres que ya más te veré ni me verás.

Mel.—Cuytado d'él, a do se yrá?

Aso.—A casa de mi padre; ea, ladrona, que estás burlandote aqui de quien te adora; descreo de la casa de Meca y d'el Pago de Tremel, si no estoy para arrojarme por esse suelo.

Mel.—Arrojate, que yo te leuantaré.

Aso.—Ora, señora, no an de ser todo burla; determinese su merced a que estemos vn dia solos.

Mel.—Para qué?

Aso.—Para dezirte mi passion.

Mel.—Ygual seria la de Christo.

Aso.—Para todo aurá tiempo.

Mel.—Empieça aora, que yo la lloraré.

Aso.—Doy te al diablo.

Mel.—No veys qué negros amores?

Aso.—Essa es su gracia principal, y por quien yo estoy conuertido en lo que soy.

Mel.—Por tu vida que de antes no lo estauas.

Aso.—Como quisieres, con condicion que me respondas.

Mel.—Qué más quieres? no te digo que tienes tiempo aora.

Aso.—Quedese todo por dezir, pues assi responden tus obras a mi fe, y voime.

Mel.—Spera, spera, hermano.

Aso.—No quiero sino desesperar; si oyes que hize desatino alguno, no te espantes.

Mel.—Esso no quiero yo, antes te dare todo lo que pides.

Aso.—Prometeslo?

Mel.—Sí.

Aso.—Quándo?

Mel.—Para el domingo, y vete, que ay gente acá.

Aso.—Pues adios, ánima mia.

Mel.—Contigo va.

Aso.—O beato.


[Pg 323]

SCENA 7. DEL PRIMER ACTO

Heraclio va visitar a Astasia y passa con ella y con Idona muchos requiebros.

Heraclio, Astasia, Idona.

[Her.].—Tiempo es ya de ir a ver a mi señora Astasia y no dexar la vida a beneficio de absencia, aunque verdad y amor, sin los cuales no doy vn passo ni osso entrar en la fortaleza, me la asseguren algunas vezes, y otras cresciendo mi pena, no me sobre la speranza, que es el salario de mis engaños, y de no acabar de me entender, no sé por qué se me desasosiega tanto el alma; si este amor es limpio y honesto, cómo recelo tanto de llegar y despues de llegado de partirme? si este fuego es bueno, por qué me quema? y si el temor no es malo, por qué me yela? qué contrarios estos! Nadaré todavia en este golfo mientras el viento y las ondas me dexaren esperando la ventura. O más cerca estoy de lo que pensaua y me paresce veo vno de mis trabajos, o refrigerios a la puerta; el otro deue estar en emboscada; visto soy tambien, que ya se me rie. Quán cierto amigo es el coraçon, señora Astasia.

Ast.—Algunas vezes; mas por qué lo dizes?

[Pg 324]

Her.—Primero te dare los buenos dias, aunque no los tenga.

Ast.—Cómo assi? dónde los dexas?

Her.—Mucho ha que se me oluidaron en tu casa.

Ast.—Aora está peor, pues no fue de grado.

Her.—Esso es lo que me adiuinaua el coraçon, jugar siempre contigo al gana pierde; cómo podia yo, pues él quedaua y todo lo demas?

Ast.—No es gran caso? que todo eres misterios.

Her.—D'el primer dia que la hermosa idea de tu figura se imprimio en mi alma soy assi.

Ast.—Blando, señor, que si pretendeys venderme no comprareys assi, aunque metays todo el caudal.

Her.—No compré yo caro para vender barato, ni sé por qué tu saber y noble condicion consiente las chismerias d'el pensamiento.

Ast.—Si yo mirasse en ellas y las creiesse, ya hiziera mil desatinos.

Her.—Uno bastara para acabar inconuinientes.

Ast.—Qué tal?

Her.—Matarme.

Ast.—Cuitado d'él.

Her.—Soylo, y no me pesa, mientras sé d'ello te plaze; pero viendo la inconstancia d'este mundo y la differencia de los dias, no me determino.

Ast.—Esse enigma me declara.

Her.—Ni por ay te escusarás de compassion; salesme algunas vezes al camino tan llena de amor y d'ella, que me pones en la tercera sphera, tan lexos otras de los dos, que desseo alas de paloma para volar y reposarme en el desierto.

Ast.—Solo?

Her.—Con la imaginacion, pidiendole estrecha cuenta si te ofendi.

Ast.—Mejor es que esse desierto venga a nos y que la hagamos todos a lo cierto, quemando los ramos que no dan fruto.

Her.—Si guardaras essa ley conmigo no ardiera tanto en el fuego de tus oluidos, ni se secaran las hojas de mi sperança; pero veo que te cansas de lo bino y buscas lo pintado, como enfermo que dexa lo mejor por lo dañoso.

Ast.—Pues, y assi me tratas, deseando yo de complazerte en todo?

Her.—Está por ver el primer milagro dessa verdad.

Ast.—En qué se a de ver?

Her.—Dentro d'el alma.

Ast.—Tan mal ves lo qu'en ella está scripto y figurado?

Her.—A juzgarlo por las impresiones que haze en mí, o por lo que siento, ni la letra es muy legible, ni las figuras claras.

Ast.—Qué buen interprete! sé que no eres tú espejo que representa lo que tiene delante.

Her.—No por cierto, mas tú el sol de cuyo calor templado o excesiuo reciben mis sentidos o pensamientos ser.

Ast.—Para todo te doy licencia, sino para idolatrar.

Her.—Desso no me puedes accusar, pues en la tierra no adoro a otro sancto.

Ast.—Confirmada está luego la heregia, porque a Dios se deben los estremos, el qual haze justicia de quien no paga.

Her.—Por esso biuo yo, aunque en pena.

Ast.—Cómo assi?

Her.—Sperando que me la haga.

Ast.—Y de quién?

Her.—De ti.

Ast.—Por qué, mal hombre?

Her.—Porque me entiendes como quieres, y a mi razon y causa justa llamas desuario.

Ast.—Quando assi fuesse, passas la ley que manda oluidarnos las injurias.

Her.—Tambien ella se hizo para ti, pero rompesla como telaraña.

Ast.—Fuerça es essa de mi condicion agena.

Her.—Respondan las obras a tus palabras; mas por qué me remocaste de idolatra, si sólo por su contrario te he buscado y te quiero, y basta la menor centella d'este fuego para encenderme en biuas llamas?

Ast.—Por qué usas luego algunas vezes de terminos que tanto saben a la sensualidad?

Her.—Porque me rige amor como el sol al ayre, cuya presencia lo enciende, y el absencia yela.

Ast.—De manera que no hay desculpa, y yerro contigo todos los golpes?

Her.—Sino los mortales.

Ast.—Bien se paresce en ti.

Her.—Causalo tu presencia, que yeruas ay que marchitas y al salir d'el sol rebiuen y florescen.

Ast.—Y otras que la absencia d'él y el frescor de la noche reuerdesce con vn olor suaue.

Her.—De todo ay sino.

Ast.—De verdad.

Her.—Mas de amor ygual para mí, porque las sobras dessa contigo faltan en él.

Ast.—Aun buelues ay? no te tengo dicho que te amo y venze el pensamiento a la razon?

Her.—No los affectos.

Ast.—Ingratitud es no ver ni oyr lo que mi alma siente, en lo que paresce que tu amor no llega allá, antes se queda muy abaxo. Que si es assi, puedo dezir ser muerto ya todo lo que en ti biuia.

Her.—Quando el fuego arde, no van todas a vna parte las centellas, sino vnas altas y otras baxas, pero no pierde el nombre ni su virtud; por esso si mi graue dolor algunas oras rige los actos y la lengua, qué culpa tiene el coraçon?

Ast.—Está bien dicho; por esso te perdono, y ruego por la fuerça d'el escondido Genio que nos incita a estos impetos que te contentes, templando y moderando con la razon, que es la señora, los desconciertos de los criados, que yo prometo de no faltarte hasta el altar.

Her.—Ni yo tampoco pido más, y bien afortunada ora que merescio lo que los años no pudieron; confieso que passa todo y que me cumple merescer de nueuo.

Ast.—Justificandote assi, hallarás siempre piedad.

Her.—Y no bastaua la color y la flaqueza?

Ast.—Pues tambien me has de prometer de remediallo.

Her.—Con qué?

Ast.—Con huyr de celos y sospechas que perturban mucho los sentidos, figurandome en ellos al natural de lo que soy.

Her.—Que me plaze, con vna condicion.

Ast.—Qué condicion?

Her.—Que me des licencia que te escriua aun y me respondas para engañar el tiempo que no te veo.

Ast.—Idona lo hará mejor.

Her.—Sea ella.

Ast.—Veamos lo que dize; Idona, Idona.

Ido.—Señora.

Ast.—Sal acá.

Ido.—Qué mandas, señora?

Her.—Que me mates, pues que con menos priuilegio se goza de tu vista que d'el espantoso Basilisco.

Ido.—Dios nos guarde; más valdria luego que no me viesse nadie, si tan extraño nombre y natural me das.

Her.—Sí, pero tu matas para doblar la vida.

Ido.—Nunca vy muerto que resuscitasse.

Her.—Y todavia hablas con vno.

Ast.—Tiene razon, Idona.

Ido.—Puede ser, mas no lo entiendo.

Her.—Porque no quieres; la señora Astasia me a otorgado que respondas a mis cartas o desuarios; no pido más que el effecto de la obediencia que le deues.

Ido.—Pues a qué proposito?

Her.—Al de mi callentura, porque despues no te llamés al engaño y me condenes.

Ast.—Contigo lo a. Idona: no respondes?

Ido.—Otro dia, que me ha tomado aora muy de supito.

Ast.—Bien dizis, hija.

Her.—No spero más, porque esse es el passaporte.

Ast.—Contentate, que lo tienes para volver.

Her.—El cielo te lo pague.

Ast.—Y sea contigo.


[Pg 325]

SCENA 8. DEL PRIMER ACTO

Astasia tienta a su hija de casamiento con Heraclio, y passan sobre ello algunas razones.

Astasia, Idona.

[Ast.].—Qué te paresce de nuestro amigo, Idona?

Ido.—Que meresce el nombre que le das.

Ast.—En qué lo vees?

Ido.—En el spirito de sus palabras, donde creo que le salen.

Ast.—Tan facilmente crees?

Ido.—Lo que veo; mas tú, señora, hazesle desesperar, y no sé qué parte es essa para conseruar el amistad y buena conuersacion.

Ast.—Por tal la tienes?

Ido.—A mi iuyzio.

Ast.—En verdad que le quiero como a hermano, y que todo es porque diga algo a la cortesana.

Ido.—Tienes razon, señora, mas yo veo que te entristesce.

Ast.—Pesate d'ello?

Ido.—Ni me pesa ni me plaze, pero...

Ast.—Ya, ya, esso es passion.

Ido.—Antes no, pues hablo contra ti.

Ast.—Cosas ay que no miran en parentesco.

Ido.—La justicia a lo menos, si a de dar lo suyo a cada vno, como es su officio.

Ast.—Huelgome que assi lo entiendas, y quando bien fuesses su apassionada, él lo meresce. Dize, hija, no te agradaria?

Ido.—No sé.

Ast.—Mas de veras?

Ido.—Dexa te desso, señora, que es temprano aun, y más quiero ser monja.

Ast.—D'el monesterio de Adam; mas, por mi vida, qué te paresce?

Ido.—Con tal prenda no lo callaré, no auria desconformidad de conditiones segun veo, puesto caso que sea forastero, pero mi padre no querrá, y tú, señora, tentasme.

Ast.—No hago en buena fe, y tu padre no juega aqui con otras manos que con las nuestras.

Ido.—No, no, señora; más vale tenerte compañia.

Ast.—No puede ser.

Ido.—Por qué?

Ast.—Conuiene representar tu parte d'esta Comedia con los habitos que el maestro lo ordenare.

Ido.—No lo entiendo.

Ast.—Yo te lo declararé; este mundo es el Theatro, nosotros las figuras, Dios el que ordena la comedia; en ser Rey en ella, Monarcha, o capitan, no está la gloria, sino en representar bien su figura cada vno, o sea de loco, de cozinero, labrador, pastor, o moço de cauallos. Es menester obedescer al dado y no extrañar lance ninguno, porque viene de alta mano.

Ido.—A cosa tan verdadera no ay que responder; aqui estoy, señora.

Ast.—Hasta su tiempo; recogete por aora a tu stantia.


[Pg 326]

SCENA 9. DEL PRIMER ACTO

Logistico, acaso sin ser visto, halla a Astasia sola haziendo discursos.

Logistico, Astasia.

[Log.].—Allá veo la diosa Ceres, o qué lance se perdio Mercurio! entre sí habla; veamos aora qué pelo trae, porque no me verá aqui, aunque lo mande el Rey. Y más si le tura aun la fiebre.

Ast.—Yo con todo no me engañaua; Idona tiene buena voluntad a Heraclio y no le pesará de su compañia.

Log.—Al diablo tal adeuinar, brauo spirito tengo.

Ast.—Y a la verdad tiene razon, por la conformidad de las costumbres. Ella es mansa y mensurada[706], él no soberuio ni descortes; inclinada á la virtud, él apartado de todo vicio; si es discreto, ella no es nescia.

Log.—Dentro estays; a dó te lleuó el viento, hombre perdido?

Ast.—Si es hermosa, él no es feo, demas de su gentil gracia y ayre.

Log.—Qué cierta cosa de enamorados!

Ast.—Finalmente, él es modesto y ella no destemplada. Contraria a fiestas y a combites, palabras ociosas y trajes arrogantes; contentandose con lo honesto, que es de generoso coraçon y altivez de spirito.

Log.—Porque ves, mucho de noramala, sabeys guardar y no gastar o despender.

Ast.—Que anteponer el resto a él y componer lo mortal, arguye gran baxeza.

Log.—Qué linda esta la cartuxana!

Ast.—Los hombres embaraçados con el resplandor d'el oro...

Log.—Ay daras.

Ast.—Y diferencias de colores, toman lo negro por lo blanco y lo flaco por lo fuerte.

Log.—Y vos trays antojos.

Ast.—Qué lustre da a vn estado grande vn principe tirano? a vn cuerpo hermoso vn'alma fea? a las fuerças corporales, flaqueza d'ánima o cobardia? en cuerpo noble, spirito rustico?

Log.—Bien canta la señora.

Ast.—Yo no quiero siguir los más sino los menos, y tirar al verdadero blanco.

Log.—De Ribadauia puro.

Ast.—Más que engaño reciben nuestros ojos.

Log.—Untalos.

Ast.—Qué principios tuuo el mundo? quál fue la criacion d'el hombre? qué hizo las differencias o dissimilitud entrellos, sino la sciencia y discurso natural? quál es la cabeça d'esta scientia? la virtud.

Log.—Bien lo pintays.

Ast.—Pintemos aora.

Log.—No lo digo yo?

Ast.—Salir de dentro de la tierra hombres desnudos de vn parescer y gesto todos...

Log.—Sembrados a los dientes de la sierpe como Cadmo.

Ast.—Las diuersas inclinaciones los harán diuersos y la nobleza o villania las obras de cada vno.

Log.—Doyte al diablo con tanta philosophia.

Ast.—En verdad que si me tomara este desengaño en otro tiempo, no tuuiera de qué quexarme. Pero quieresse esta vida assi contrapesada, y que siruan algunos para exemplo de los otros y se rodee todo con mysterio.

Log.—Assi biuas como biues.

Ast.—Que venga de tan lexos quien assi nos quiera y nos agrade, no es sin causa.

Log.—Y cómo no es sin causa!

Ast.—Que Idona se le afficione no es sin causa; que le amemos ambas sin embidia o celos, no es sin causa.

Log.—Mentir, hija, mentir, y no tanto.

Ast.—Porque el amor es ciego y no guarda priuilegio a nadie. Que todos aqui le miren, conuersen y hablen de tan buena voluntad, no es sin causa.

Log.—O pese a tal con la trampona, que toda es causas!

Ast.—Es gracia o merescimiento particular sin duda.

Log.—Qué nueuas estas de Clopatra para Marco Antonio!

Ast.—Pues ver sus cartas, su inuencion y stilo de escriuir, mata de amores.

Log.—Algo dize.

Ast.—No me terne que no tiente a Morio.

Log.—Aora se perdio.

Ast.—Si fuere capaz d'ello.

Log.—Bien ha tornado, que carpintero él.

Ast.—Estare en atalaya.

Log.—Ojos teneys de gauilan, si os quitays las antifaces.


[Pg 327]

SCENA 10. DEL PRIMER ACTO

Logistico busca a Heraclio para darle las buenas nueuas, y hallale con Honorio su criado que le buscaua assi.

Logistico, Heraclio, Honorio.

[Log.].—Qué nueuas estas para Iupiter! Dó estara aora? en su ysla de Creta o transformado en toro, encomendando Io a Argos? Quién le topasse!

Her.—Honorio.

Hon.—Señor.

Her.—Viste a Logistico, o sabrias imaginar adonde lo hallassemos?

Hon.—El suele a las tardes yr passeandose hazia el rio y requebrarse alli con las hermosas.

Her.—Bien apuntaste.

Hon.—Señor, señor, acá viene, voto a mí.

Log.—Qué veo? no es otro. Ao, ao.

Her.—Cómo es cierto hablar en el ruyn y assomar!

Log.—La mesma cancion cantaua yo, y más que ruyn seas tú, pues no oyste la más suaue musica que dessear pudieras.

Her.—Por tu fe?

Log.—Y por la de Mancias.

Her.—A dónde o cómo?

Log.—En el Laberinto con Pasiphae y Dedalo. Ya estaras al cabo?

Her.—De no entenderte; no diras esse milagro con menos circunloquios?

Log.—Algo a menester que sufras, como yo, quando me cargas de algunos cuentos de su legua cada vno.

Her.—Yo? quándo? iniustamente me accusas.

Log.—Mal de cabeça jamas admite cómo ni quándo.

Her.—Gentil hombre, mesuraos, si no quereys que os haga bolar.

Log.—Podria ser, pues os sobra el viento, aunque falten alas.

Her.—Algo porná de casa su merced. Pero dexados los donayres, sepamos desta metaphora musical.

Log.—Con condicion que seas oy mi conbidado.

Her.—Essa es mejor; tan barato compras lo que querias vender tan caro?

Log.—Essotra es más sotil: hazer d'el graue, quiça no estando la olla al fuego.

Her.—Noramala para tal adeuinar.

Log.—Ah, ah, ah, ora solo esso tomo por penitencia de tus peccados, sin darte la de otra dilacion. Sabras que saliendo de mi casa con proposito de visitarte y echando en el Nilo la red por no perderte, tomé vn crocodilo que me la ouiera de romper si no me ayudara de mis artes: que fue a la de marras, sola, inuocando dioses marinos.

Her.—De verdad?

Log.—Paresceme que si, como es graja, fuera aguila, te lleuara al cielo como la otra a Ganimedes.

Her.—Quiça te auia sentido.

Log.—Sentiria mi padre; tenia yo el anillo de Giges y estaua vna Angelica para Orlando.

Her.—Pues?

Log.—Qué quieres mas? sino que eres tú el Neptuno de su mar, o el Satyro de su bosque, metiendo en la dança todas las Ninphas d'él. Y affirmando que sin controuersia te daria la corona y ceptro de la monarchia, siendo en su mano.

Her.—Vete de ay, burlon, que mientes.

Log.—Si tú as de salir de seso, miento, pero si me prometes ser magnanimo y generoso, es más aun de lo que digo.

Her.—Grandes nueuas traes; mas en qué concluyó?

Log.—En tratallo con Vulcano.

Her.—Sol y viento a menester.

Log.—No sino Mars su amigo, que le dé de pallos[707] o vna hanega de algarismo, porque el rapaz sabe de cuenta.

Her.—Y aun por esso ay allá tanto carbon; mas no me dizes particularidad alguna?

Log.—Que tus cartas le plazen mucho y son muy auisadas.

Her.—Basta, y viene a nascer vna que aqui traygo para le embiar con Honorio, aunque no responden.

Log.—No se atreueran, que tú buelas más alto que vna garça, y por esso te alaban, siendo ordinario entre ellas tener por auiso lo que no entienden, todo lo otro por necedad.

Her.—As caydo en esso?

Log.—Antes que nasciesses, pero cómo osaste entrar en sagrado sin licencia d'el Cura?

Her.—Ya la tenia.

Log.—Y assi la comiste solo, y las señoras cartas?

Her.—Enmendarse a, y ve aora ésta.

Log.—Amuestra.

Her.—Yo la leere, porque no pierda la reputacion, por falta de algun accento.

Log.—Muy medido andas; esso tienes de mal enamorado, que los finos todo son desconciertos.

Her.—No basta el d'el tiempo y de la vida en estas necedades?

Hon.—Assi lo digo yo, señor; mas tu merced no quiere creer a Honorio.

Log.—O qué embite!

Her.—Valgalo el diablo a este bobo cucharron; apartate allá, asno.

Hon.—Coces da este cauallo.

Her.—Qué dizes de cauallo?

Hon.—No nada, señor.

Her.—Habla, bestia.

Hon.—Que más quiero ser asno que cauallo.

Log.—Qué lindo!

Her.—Que lo seas norabuena; oye, hermano, y está atento.

Log.—Estoy.

Her.—As de coger higos, que te pones en las puntas de los pies?

Log.—Como entiendes mal, poniame de alto porque no me escapassen tus auisos, que está dicho buelan.

Her.—Estragarás medio mundo; todo an de ser burlas? oye si quieres.

Log.—En el nombre de fraudador de los ardides, entonate, que ya vees en qué postura estoy.

Her.—Mi señora la fortuna quiere...

Log.—Discreta entrada, porque todo esto de fortuna, ventura, desgracia, pensamiento, pasion, tormento y otras drogas assi, les quadra mucho, y piensan que no terná mal vino vaso con esta çapadera; adelante, hermano: la fortuna quiere.

Her.—Que siga este camino de hablar a quien no me oye y responder a quien no me habla.

Log.—Bueno, que es principio de lamentacion.

Her.—Y para prueba de mi constancia, con tus oluidos cresce mi fe, sin saber ni querer arrepentirme.

Log.—Pura obligacion.

Her.—Escucha: y tomaria por galardon que fuesses d'ello contenta o me dexasses pasar mi mal sin reueses: que aun d'él, porque de alguna manera me descansa, priuar me quieres.

Log.—Por vida d'el Rey, que tocas en el centro.

Her.—Pero si tu gentil spiritu, mouido de mis affectos, a piedad se inclina, dame cierta ley con que te sirua para merescer el premio de la obediencia o el castigo d'el peccado. Porque con bien o mal se a de acabar mi mal.

Log.—Enternesceras las piedras.

Her.—Y que no te lo dé Dios a prouar, sea el remate de tus desconfianças y mis locuras. Qué te paresce? lo mucho enfada y a buen entendedor, etc.

Log.—Sí, mas éstas no buelan tan alto, y por no persuadirse muchas vezes a sí y a otros que no entienden, arman carracas en el ayre, o de cada palabrita hazen vna phantasma, con tan incierta anothomia, que en vez de bien dan de pies en nuestro mal.

Her.—Aueriguado, mas aqui va de monte a monte la philosophia. Veamos aora lo que aprouecha. Honorio, llegate acá. Ve a casa de Astasia y dale esta carta, o a Idona, a quien primero hallares, y buelue.

Hon.—Mejor seria quedar allá.

Her.—Qué dizes?

Hon.—Sí, señor, que boluere.

Log.—Y si hallas aparejo, que retoces.

Hon.—No soy dessos yo, señor Logistico.

Her.—Vamonos por acá a sperar el fin d'esta jornada.

Log.—Hagase, pues todo va fuera de quicio.

Her.—Pero será mejor que yo dé la buelta solo y tú te quedes.

Log.—A su plazer.

NOTAS:

[706] Por errata mensuarada.

[707] Así en las dos ediciones, pero debe leerse palos.


[Pg 328]

SCENA 11. DEL PRIMER ACTO

Honorio lleua la carta y buelue.

Logistico, Honorio, Heraclio.

[Log.].—Queria que parassen estos amores en lo que suenan, porque no hay que fiar en pelo roxo, mas a la fin se canta la gloria o llora la pena. Si por razon se rigen los negocios, meresce mucho más: noble, auisado, polido y prompto para vna empresa; pues si en amor o lealtad estamos, en esso passa todo. Pero es vn ladron el mundo, sordo y ciego, que todo compra por el olor. La hipocrisia le huele a sanctidad, la soberuia a grauedad, a templança el auaricia, el saber a necedad, y los dineros a nobleza. Pongase de lodo, que a la postre vence la verdad estas mentiras. Algunos ay que ponen su bienauenturança y summo bien en la abundancia de bienes de fortuna, otros en la fuerça corporal, y otros en la hermosura o buena proporcion de miembros y otras gracias. Y aunque el Philosopho lo diga ser partes éstas de que ella se compone con la virtud d'el ánimo, con su licencia, yo soy de opinion que ésta sin las otras basta, y no las otras sin ésta, como dixo el otro por la castidad: y si fuere menester, daré testigos. Mas, boluiendo a lo vulgar, vn cauallo muy hermoso, bien señalado y con ricos jaezes, atrauessandose con cierto distincto natural, o gloria de aquella vanidad, no passa nunca de cauallo. La razon tiene otros grados, la qual bandida de sí la carne como cosa impropria, athesora en el alma lo que más natural y proprio le paresce; y como centinela en lugar alto, de allí oye, de alli vee, de alli come, y de alli vela los asaltos y engaños d'el enemigo. Logistico, esto para solo es ya mucho y para entre los muchos nada. Recoger con tiempo, porque no venga Pythagoras o Epicuro que tomen entre puertas. Pero qué haze al caso? llamariamos a Luciano en nuestra ayuda o a Charon, que es el verdugo d'estas burlerias; acá viene Honorio, panal, pero sin miel, cargado de cera para el sello de la sententia que trae de la corte. Paresce que dentea; si le dieron allá en qué morder? que las damas son liberales y muy complidas.

Hon.—Pese a tal, que buena estaua la moça.

Log.—Ojo.

Hon.—Por vida de su madre que se podria comer sin sal.

Log.—Oreja.

Hon.—O qué lance para Honorio!

Log.—Más o qué lança!

Hon.—No creo en tal, si no biuiese de señor, hermosa, rica y auisada.

Log.—Burlaros eys?

Hon.—Hazer d'el graue y passear cara a cara con mi amo, assi y assi, y si su merced no lo tragasse, domine, ya es muerto por quien repican.

Log.—Donoso está el asno.

Hon.—Pues paresce que me mira de buen ojo, no lo dudo, porque yo soy más alto que mi amo, tengo copado el cabello, y apuntame la barba, y más hablo con sonidos.

Log.—No os falta á lo menos el badajo.

Hon.—Quién habla aqui? o señor Logistico, aqui estaua tu merced? guay de mí si me a oydo.

Log.—Aqui está la mia; pero la tuya aun no llegó; deuio quedarsete por allá el ánima segun te veo demudado.

Hon.—No fuera mucho, señor, que angeles auia que la asechauan.

Log.—Serian de Ginea.

Hon.—Dios nos guarde.

Log.—Guardará, pues soys innocente.

Hon.—Tambien yo peco, señor; si no preguntenlo al cura.

Log.—Ora está bien; qué nos traeys? hijo o hija?

Hon.—Dó está mi amo?

Log.—Bien te puedes fiar de mí, porque él me dexó por presidente d'esta embaxada y no deue tardar.

Hon.—Pues sea norabuena; traygo madre y hija, que es mejor; entraremos sin licencia.

Log.—Cómo assi?

Hon.—Toda la casa es nuestra; fue bulda la carta para ellas; no faltó más que besarla; todo allá suena a nos, y todo es nos, como todos nos allá.

Log.—Digoos que lo concluys muy auisadamente.

Her.—Mantengaos Dios, señor Honorio.

Hon.—Pues a la fe, señor, que harto pan auria menester, a segun vengo desanimado.

Her.—No oystes dezir que no biue el hombre de sólo pan?

Hon.—Esso para los delicados, como su merced, que no se contentan sino con perdizes y ansarones; pero los moços es menester que se contenten.

Her.—Teneys razon, y d'el resto qué me dezis?

Hon.—Logistico me lo a tomado todo; faltaua solamente que dize su merced holgará mucho de ver mañana a tu merced, y que dessea ver claridad si llueue, porque es escura la casa sin candela.

Her.—Esso es enigma de pelo y medio; bueno será que nos vamos a casa a decifrarlo.

Log.—Es vna Sybilla la Gemila.

Hon.—Yo lo soletrearé, señor.

Her.—Cantando.

Hon.—Sea assi: amor, amor, más te pido.

Log.—Cebolla, pan y tocino.

Her.—Buena.


[Pg 329]

SCENA 12. DEL PRIMER ACTO

Heraclio yendo a casa de Astasia, topa Asosio que speraua por Melania, y passan otras damas con que se requiebra, no le viendo.

Heraclio, Asosio, Amertia, Mania, Melania.

[Her.].—De manera que tiene mi gloria tanta fuerça, que de los brutos se dexa sentir y ver. No sabe este necio de mi moço hablar en otra cosa que en la gracia y perfectiones d'estas señoras: y es lo mejor que está medio enamorado. Lo que me incita más a gratificar amor y a la fortuna tan altos dones. Yo estoy emplazado para aora con un criado suyo; creo que es temprano, por ser fiesta y auer visitas. Mas quién es éste que se passea por acá como figura muda? habla con todo: O d'el traydor, Asosio es el Melanio, y no le quieren mal. A quién se va tan apressurado? Amertia es la señora; de asilla[708] aurá: gozemos d'estos amores mientras no nos vee.

Aso.—Qué peccados son los mios, señora Amertia, pues ha vna ora que te sigo y me huyes? No seria bueno que se boluiesen tus hermosos ojos a alumbrar mis passos?

Her.—Assi te pelen como lo dizes de verdad.

Amer.—O señor Asosio, por vida de mi madre que no te conoscia; pensé que era Logistico, que no me dexa con sus burlas.

Her.—Noramala para vos, quándo las merescistes?

Aso.—Pues, señora, qué diras en mi absencia, si a esse gentilhombre, siendo dechado de los otros, tratas assi?

[Pg 330]

Amer.—Por su vida, vn dechado de burleria.

Her.—No está loca.

Aso.—Ora sea como fuere, que no es tiempo de examinar a nadie, ni yo quiero reñir contigo.

Her.—Como sesudo.

Aso.—Quál a de ser el fin, o quándo, de mi pena?

Amer.—El infierno, si allá vas.

Aso.—Siempre me hablas fuera de proposito, pues tambien tú allá yrás si me matas.

Amer.—Va de retro.

Aso.—Pues no me mates.

Amer.—No veys qué muerto que anda y habla? y en qué te mate yo?

Aso.—Con tus mentiras.

Amer.—Hablando con reuerentia.

Aso.—Digo mal? que jamas cumples lo que prometes, como en la fiesta de antaño y lo de marras del combite.

Amer.—En la huerta d'el amiga?

Aso.—Señora, sí.

Amer.—Pues no sabes por qué lo dexé? y que me llevó mi tia a otra parte?

Aso.—Nunca te falta vna escusa.

Amer.—No es por cierto.

Aso.—Y aora no lo emendarás?

Amer.—Quándo?

Aso.—Ayer, pese a mi padre.

Amer.—Es tarde ya.

Aso.—Sea oy.

Amer.—Tengo que hazer.

Aso.—Mañana.

Amer.—No sé si podré.

Aso.—Que te pongas de lodo[709].

Her.—Seria lo mejor.

Amer.—Essos son los regalos?

Aso.—Qué quieres que diga, vida mia, que la sobra de mi desseo causa estas locuras, y busca mi passión mil modos de engañarse?

Amer.—Si assi fuesse, algo haria.

Aso.—Pese a mis males, que vees arder medio mundo y tienes frio aun.

Amer.—Más fingido es esse fuego que mi frio verdadero.

Aso.—Ayna me harás morir con tus desconfianças.

Her.—De cossario a cossario los barriles.

Amer.—No mueras todavia, que yo lo emendaré.

Aso.—Quándo?

Amer.—Mañana.

Aso.—Do?

Amer.—Fuera.

Her.—D'acuerdo estan.

Aso.—En el sobredicho lugar?

Amer.—Si, o a otra parte nos yremos passear; mas qué diran los que nos vieren? que el tiempo es malo y la gente sospechosa.

Her.—Esso lo impide.

Aso.—Se[710] que no tengo yo vna yerua que haze inuisible.

Her.—Natural seria.

Amer.—Como lo demas, baste lo dicho, que viene gente.

Aso.—Cómo a de ser?

Amer.—Yo te haré señas.

Aso.—Pues adios, amores.

Her.—Nuestra es la presa.

Aso.—O hideputa, la ciudad aqui no vuo menester diez años como en Troya.

Her.—Aosadas.

Aso.—Pero esto es gracia gratis data, que otros ay que qualquiera aldea les cuesta toda la vida: yo hablo luego a proposito, y nunca me empleo todo en vn lugar por evitar estas necedades de amores, estos suspiros, lamentaciones y otros milagros que parescen cosa de farsa.

Her.—No os apartays mucho d'el camino.

Aso.—Quántas pensays que tengo emplazadas d'esta manera? no falta más de vna para la dozena. Hecho barro a la pared, y la negra es que todo pega, aunque de principio lo ponga en duda. Yo no soy de altenarias, porque éstas tales no se entregan sino a fuerça de encantamientos y cauallerias, y todo es mentira. Vntalde los dedos con algo de lo de Midas, y diros an bene veneritis, de mi reyno soys.

Her.—Al diablo tal acertar.

Aso.—Acá mis gentes contentanse con otros metales; hagoles creer con mis astrologias que ando a la caça de la piedra philosophal, y pongolas assi en la sphera de los camaleones, comiendo yo de lo que hay por casa.

Her.—Que lo creo.

Aso.—Pues acá viene otra de las onze; por vida d'el Rey que no se va sin toque.

Her.—Salado está el amigo, y todo le viene a dar en las manos.

Aso.—Pensareys de passar assi, señora Mania?

Man.—Bien, señor Asosio, qué hazes por aqui? que de lexos te conosci.

Aso.—Y yo de lexos te spero, y de hallar vn dia gracia contigo.

Man.—Comigo, hermano? búrlaste.

Aso.—Esse es el fruto que yo saco de te seruir, dexando por ti a otras sanctas.

Man.—Assi lo dizen todos, y cada vna es en presencia la diosa Venus, mas debaxo limones.

Aso.—Bien está, si tu quieres conoscer los coraçones y juzgar por conjecturas.

Man.—Las obras dan fe d'ello y la contina experiencia.

Aso.—Pese a mi aguelo, y pagarán justos por peccadores?

Man.—Iustos?

Aso.—Iustos y buenos.

Man.—Deues tú ser vno d'ellos.

Aso.—Ni tampoco de los peores. Pero dexemos este pleito a su juez y tratemos de lo que haze más al caso.

Her.—Qué pieça! tornaos con él.

Man.—No tan cerca, señor Asosio, ni tan desembuelto, que nos pueden ver.

Her.—En esso está.

Aso.—Qué menos puedo hazer con esse fuego que sale de tus ojos y con essa gracia de ruyseñor, sino dexar el seso a la natura? Por vida desse gesto, que te duela la pena que padesco y no dilates tanto el remedio. Y si quieres saber si te meresco algo, prueuame y veras mi acendrada y pura fe.

Her.—Sin el carbon.

Man.—Pensaré en ello.

Aso.—Como siempre.

Man.—De verdad.

Aso.—Dame la mano.

Man.—Toma.

Aso.—La paz tambien, pues que la guerra a durado tanto.

Her.—Qué diligente es!

Man.—No sabes dizen que el villano por el dedo toma la mano?

Aso.—No se me da; todo se acomete por reynar.

Man.—Quedas sin culpa.

Her.—A la razon se allega.

Aso.—Pues quándo acabaremos este hijo?

Man.—Vn dia.

Aso.—El d'el juyzio.

Man.—Yo lo buscaré y te daré auiso si passares por allá. Y no puedo negarte que me pesa quando te veo.

Aso.—No quiero mas, ánima mia; la Magdalena vaya contigo.

Man.—Y quede contigo.

Aso.—Ya son dos; presto entraremos por la tercera.

Her.—Ha, ha, ha, esso tengo yo de ver.

Aso.—Esta tiene gentil garbo y es aparejada para dar quantos reales tiene, que yo no busco otros enfermos. Pero todo lo demas seria nada, si Melania acá quisiesse concluyr.

Her.—Ay te speraua.

Aso.—Porque ay de vno y otro, mas sabe más la perra que Merlin: veremos do llegará la barra haziendo diligencia, la qual venze lo impossible. Por dulçuras, coplas, requiebros, musicas y otras obras assi de manos no escapará. Y si fuere menester hazer d'el valiente y ordenar ruydo hechizo, tambien se porna de casa, saltar paredes, o passear de noche en verano;[Pg 331] que dormir al sereno o a la lluuia en inuierno no me lo mande vuessa merced, ni tampoco dar dineros, porque soy enfermo de los riñones. Por guantes de Valencia o d'el citrino para el caron no nos desauendremos.

Her.—Demasiadamente se conforma con el tiempo; no irá d'esta vez al hospital si el meollo no le dexa.

Aso.—Todavia esto; es ora de maytines ya, quiero ver si su merced es lleuantada.

Her.—Hasta consigo vellaquea, haziendo de la vispera maytines.

Aso.—Que si no se le a oluidado dormira con piedra en mano como grulla; mira que nigromante soy y ella que assomaua, cantaremos pues,

por la calçada va el moro
por la calçada adelante,

porque la señora es entonada y dize el tenor allá.

Her.—Y vos todas las partidas, sino el tiple.

Aso.—Quién podra engañar vn amador?

Mel.—Cómo assi, señor Asosio?

Aso.—Aunque el pensamiento y natural orden de las cosas me representassen mil phantasmas y sospechas, amor, por vias ocultas, fortalescia mi sperança, dandome essos ojos, essa boca y dientes en rehenes d'el coraçon.

Her.—Ya este rio sale de madre, mas todavia bien lo finge.

Mel.—Deues hauer soñado con Carcel de Amor, o Guarino Mezquino[711].

Aso.—Antes despierto estoy en ella siempre, paresciendome mezquina toda otra guarida que no sea de tu mano.

Mel.—Y respondesme por Aristoteles.

Aso.—Qué mal hago yo en obseruar las letras de la entrada de la escuela de Platon, no entrando sin Geometria, y de como para ti tenga necessidad de todo, hize prouision en casa de vn guante lleno de artes liberales.

Mel.—Amuestra, amuestra, amores.

Aso.—Velo ay, piensas que te engaño?

Mel.—No son malas, si las otras assi saben y tienen color de datiles.

Her.—Qué par de pieças, ambos cantan a compas; quisiera estar sin mascara para tambien me doctorar, mas qué tragar haze la nouia!

Mel.—Porque no digas que no te quiero bien, como tus logicas de tan buena gana.

Aso.—Come norabuena, vida, que más quedan allá: o, pese al caballo con la mula, con esto auremos de bridalla, ya que le sabemos esta maña. Pues entraremos?

Mel.—No es posible aora, que hay gente de fuera, mas tengo pensado vn auiso de los tuyos para mañana, que nos dará más tiempo y menos recelo.

Aso.—Qué es?

Mel.—Aqui vienen aldeanos algunas vezes a vender pollos, hueuos, mançanas y otras frutas en sus cestos; toma d'esto lo que mejor te paresciere y los habitos conformes, y uernas entre nueue y diez, que seran ydos a la missa, y entrarás.

Her.—No más, no más, todo va perdido.

Aso.—Y esso no es peligro o podria saberse? que yo estimo mucho tu honrra.

Mel.—Ya lo veo, pero dexame hazer, que mi honrra y la tuya quedarán en su lugar.

Aso.—Pues d'el resto, no doy un higo por los doze Pares.

Mel.—Por esso te asseguro, y vete antes que venga nadie; pero dize si vernas?

Aso.—Qué duda! No creo en tal con la borracha, si tiene armada alguna ratonera en que me tome biuo.

Mel.—Callentura lleua.

Aso.—Pensaremos bien en ello, y si no assentare bien, podreys colgaros de vuestros lindos cabellos como Absalon, que se me da muy poco d'ellos, por seren de Saba.

Her.—Y yo assi os lo aconsejo; no le quiero hablar aora, despues se reyra por junto; mas si ello es assi, no ay que fiar, y pues ay gente, dare la buelta y boluere.

NOTAS:

[708] Azilla en la edición original.

[709] De dolo corrige la edición de 1614. De todos modos el sentido no está claro.

[710] Parece que debe decir Si.

[711] Alude á las dos novelas que llevan estos títulos.


[Pg 332]

SCENA 1. DEL SEGUNDO ACTO

Idona a solas hablando en Heraclio y en sus auisos y lamentandose tambien de amor.

Idona

Ya este mal no sufre compañia, porque sólo el pensamiento me descança; esto son vezes d'el tiempo, por cada vno an de passar sus auenturas. Bien pudiera la fortuna sperarme vn poco más, pues la edad y inocencia me escusauan, mas tuuo embidia a mi reposo. Esto es amor aqui entre nos, amador y amante, que él no puede estar muy lexos, si sus affectos no son fingidos, y tanto más lo entendera de mí quanto más el sexo y la honestidad defienden publicarse. O escondido fuego que me consumes! por la potencia que te mueue, que assi abrases y occupes a Heraclio los sentidos que no participe d'esta gloria con mi pena. Qué harmonia la de su carta y quán poca resistencia hazen los oydos al dulce canto de las Serenas! Despues me embió este soneto, no estando en casa mi señora, y yo vsé de vna cautela, que lo ley y trasladé y torné a embiarselo como vino. No sé de qué suerte lo tomará; estoy medrosa, aunque su discretion salue mi recelo: el tomar nada está mal a las donzellas, y peor el responder; con vn renglon pagué á ambos: perdoname, porque no sé leer otra ninguna letra que la de mi padre y madre; si oy viene por acá, como sospecho, en el gesto se lo conoscere. No puedo dexar de l'elle[712] muchas vezes ni de dalle su lugar, que es el que duele.

SONETO

El frio que penetra en cuerpo sano
Causa calor en él naturalmente,
Porque pelean ambos diestramente
Y vense vno al otro mano a mano.
Mas vuestro hermoso gesto sobrehumano
Sea en mi alma tan astutamente,
Que el fuego que la enciende, al accidente
D'el blanco y duro pecho prende en vano.
Paresce que reconosce[713] de do viene,
Y no quiere boluer por no offenderos
Sino templado y menos encendido.
Pero si en vuestros ojos se detiene
Por ver si assi podria deteneros.
De nueuo buelue todo a yr perdido.

Y pues he dado al spirito su reffection, quiero boluerme al cuerpo y esperar el ánima, que no tardará, si no ay en el campo otra que la detenga.

NOTAS:

[712] Sic en las dos ediciones, en vez de leelle.

[713] Para que conste el verso ha de leerse conosce, en vez de reconosce.


SCENA 2. D'EL SEGUNDO ACTO

Melania sola ayrada contra Asosio y deliberada de burlalle.

Melania

Nunca medre saya, ni los dientes me aprouechen si no doy a muchas de muchos vengança oy; o hombres, dónde esta la fe, la justicia, el natural amor? en el apetito sin otro miramiento? todo es tierra mala y el artificio de satan. Estaua en la gloria de Niquea, con los amores de Amadis, teniendolo por santo, y todas sus palabras por plata fina, los sueños por reuelaciones; y aora veo todo ceniza; quisolo Dios assi, y alumbrar mi ceguedad, vista la innocentia. O traydor peruerso, yo era la Nimpha de tu fuente por quien offrescias sangre y spirito a amor? y en vn momento (sin que me viesses que te veya representar la farsa con otras dos) te alabaste al ayre y a essas paredes que trayas onze en la rueda; aguzando para mí más el ingenio, como si fuera furia infernal. Que por más no fuera que por la sinceridad de mis palabras, deuieras franquearme y romper por otra parte de la villa. Bien conosco yo las damas, y aunque no sean principales, qualquiera d'ellas se afrentara, procurando la vengança, que nadie quiere ser engañado, ni que otro le prefiera; grande fue mi sufrimiento, pues no sali luego a dar señal de tal despecho, mas la razon tiene otra fuerça. Ello está assi bien; el cauallero d'el ardiente rauia verna vender sus pollos y spero que no le falten compradores ni retorno, y que esta ira se conuierta en risa, por el señor Protheo, dios marino, que llegará a saluamiento.


[Pg 333]

SCENA 3. DEL SEGUNDO ACTO

Heraclio haze su visita, en la qual ha discursos varios entre él, Astasia y Idona.

Heraclio, Astasia, Aplotis, Idona.

[Her.]

De mi ventura quexoso,
de quien me agrauia contento,
de mi remedio dudoso,
mas no de mi perdimiento.

Nadie me puede priuar d'esta gloria de mi firmeza, aunque la muerte a la vida, la fortuna a lo demas lo hagan, y en la mayor fuerça de mi mal este bien solo me consuela: ni puede aquella Nimpha accusarme de descomedido en las circunstancias de mi afficion, que si en limpieza y fe deue fundarse, qualquiera della guardan mis sentidos con tanta vigilancia, que se oluidan de su officio, poniendo al fatigado cuerpo en duros terminos. Pensé que mi soneto exprimiendo los affectos del coraçon pudiesse más que los versos de Zoroastro, o las yeruas de Medea; mas el duro pecho, blanco de mis saetas ó de amor, no menos las despunta y hecha de sí que si fuera de diamante. No bastaua la licencia para no tomar ni responder, sino el oraculo dudoso, que con el sentido vario me mata, sin me quitar la vida para más pena. Aora veremos la color; puede ser que d'ella se comprehenda lo que el juyzio no alcança. Cerca estoy, quiero llamar. Ta ta ta.

Apl.—Quién llama?

Her.—Quien quiere paz y le dan guerra.

Apl.—O señor Heraclio, tu merced era?

Her.—Era, que ya me conuerti en otra piedra.

Apl.—Muchas ay que valen más que el oro.

Her.—Sí, mas no les sabemos tan particularmente las virtudes como a esse cauallero.

Apl.—Creolo.

Her.—Qué hazen por acá?

Apl.—Lo acostumbrado.

Her.—Pues yo vengo buscar más.

Apl.—Todo es prouar ventura.

Her.—D'ella soy yo bien prouado o tentado.

Apl.—No ay cosa que no se acabe.

Her.—Si antes yo no me acabo.

Apl.—Que no, señor Heraclio.

Ast.—En la oreja me sonaua tu boz, allá en mi cámara.

Her.—No seria en la izquierda.

Ast.—No, pero buenos dias.

Her.—No queria que tuuiessen otro nombre.

Ast.—Siempre vienes armado.

Her.—Y sin armas soy vencido.

Ast.—Mas no rendido.

Her.—Ay!

Ast.—Qué te duele?

Her.—Tu poco dolor.

Ast.—No lo dezia yo? entremonos si mandas.

Her.—Y aun para quedar toda la vida.

Ast.—Enfadarte ias.

Her.—Prueualo.

Ast.—Costaria caro.

Her.—Yo daria lo que queda.

Ast.—Para qué? sentemonos aqui fuera de mano, porque no venga alguno que nos estorue.

Her.—Sea assi, mas de qué te ryes?

Ast.—Tú lo sabes.

Her.—Tan clara y transparente eres!

Ast.—Sí, a quien me mira sin antojos que hazen major la letra.

Her.—Es al contrario en mí, pues no me muestran tu coraçon, ni encarescen lo que veen.

Ast.—No ves que te arguye la consciencia? pero passemos a otro proposito, cuyo principio sea preguntarte cómo estás.

Her.—Tambien yo pudiera reyrme aora y responderte que tú mesma lo sabias si dessearas entendello.

Ast.—Muy proueydo andas contra mí y sabes todauia quán senzilla y sin malicia soy.

Her.—Otra cosa me dixiste tú vna vez.

Ast.—Qué?

Her.—Que no auia malicia que no entendiesses, aunque lo dissimulasses.

Ast.—Es muy gran verdad, y aun aora te lo affirmo.

Her.—Qué puedo yo luego sperar de ti?

Ast.—No es consequencia, porque el astuto cauallero deue saber el lugar de la emboscada para hazer otra contra ella, y el diligente caçador dónde tendera sus redes sin errar. Qué daño hiziera entender Eua a la serpiente? qué pensatiuo está! qué dizes? tengo razon o no?

Her.—La que yo de amarte a pesar de todas las sierpes que me tientan.

Ast.—Qualquiera pena merescias auiendo aora juez en medio.

Her.—Por qué?

Ast.—Por diuertir de vn argumento bueno a otro que no es tal.

Her.—Deliberado estoy sufrirte sin culpa ni desculpa, porque me salua la intencion; guya pues, que yo te siguire.

Ast.—Si en mí lo dexas, no pararé hasta llegar al cielo: no miras qué sereno está, produziendo[Pg 334] estas flores y sus alteraciones[714] con las más?

Her.—Essa es la mejor contemplacion, puesto caso que en la más pequeña parte d'ella esté vn abismo incomprehensible: pero en lo de fuera y do la vista puede llegar, ay tanta diferencia de sabores, que el menor d'ellos basta a sustentarnos quarenta años, quedando siempre el vestido nueuo y el calçado, que es en su ser naturaleza, que la virtud todo conserua como balsamo verdadero d'el spirito.

Ast.—No ves qué buena guya soy? y quán sin trabajo te lleué tan alto? pues más as de subir; no leyste alguna vez quán lexos sea de aqui al cielo?

Her.—Sy, mas deue de ser más, pues lo es tanto d'el cuerpo al ánima estando en él.

Ast.—Mas por tu fe?

Her.—Hállasse auer desde el centro de la tierra hasta la sphera de Saturno más de ocho mil años de andadura.

Ast.—Qué me cuentas?

Her.—Lo que ley.

Ast.—Qué marauillas, y qué tantos son los cielos o quál es mejor opinion? porque vuestros philosophos no concordan: cuyas reuoluciones holgaria de entender, que como sea mujer, estoy tan pobre en esto, que quando lo oygo me parescen cosas d'el otro mundo.

Her.—Ya veo que no siendo Hercules ni Atlas, pretendes ponerme el cielo sobre los hombros[715], porque desecho con el peso, se deshaga la occasion de te enfadar, mas yo haré como Adam, que dio la culpa a Eua en auer comido d'esta fruta, y tú a tus culebros maliciosos, y a cada vno cabrá assi su parte d'el castigo de la golosina.

Ast.—Cómo eres vengatiuo! mas si quieres, quede todo sobre mí, y tú en parayso contemplando.

Her.—No ves que conuerna siguir la compañia?

Ast.—Ora, pues assi a de ser, no temas nada.

Her.—Contigo no ay de qué temer, cuya vista enfrena toda ponçoña.

Ast.—Callo porque hables, y no sean todo questiones.

Her.—Essas no cesan dentro de mí, mas no para impedir seruirte. El cielo o cielos comprehenden lo criado, siendo comprehendidos del que los crió, a quien nadie comprehende, como nuestro entendimiento a las cosas corporales y a él ninguna dellas: aunque los sentidos, como medianeros y participantes de vno y otro, sean ministros de la razon en esto: que es comparada o produzida de l'ánima d'el cielo, como ella de la mente angelica, verdadera Venus, de quien Amor nascio, alçando la cara a Celio, suprema fuente de toda hermosura.

Ast.—Aora veo menos que de antes, pienso que quieres que espantada de la mucha claridad me buelua a mi primera sombra.

Her.—No hago, antes pongo vna nuue delante el sol para que puedas encarar en él sin offender los ojos.

Ast.—Menos te pidia yo.

Her.—Ay verás si me deues más de lo que confiessas.

Ast.—Prosigue, pues.

Her.—El noueno arrebata y lleua consigo todos los otros, con tal velocidad y impeto, que en veynte cuatro oras buelue a su primer lugar, haziendo ellos dentro del contrario mouimiento cada vno como le cupo en suerte, tardyo o apressurado, de cuya discordia nasce otra más suaue concordantia que esta de los elementos, que siendo materiales de las formas inferiores, son los cielos con sus planetas los instrumentos con que labran aquellos diuinos intellectos, repartidos tambien en nueue ordenes. El decimo despues del nono es el impireo imoble, forma y luz de toda otra forma y luz inferior y rayo de aquella luz inaccesible y no criada.

Ast.—Bien está, si tú me ouieras leydo otras lectiones.

Her.—Basta siendo tú el eslauon[716] y pedernal del fuego que ay en mí.

Ast.—Bien creo que qualquiera milagro haze amor, quando.

Her.—No passes de ay, que ya te entiendo. Sabete que el mio no se aparta de su sposa, mas tú adrede me persigues. Si es por acendrarle más para que meresca gozar d'ella, ya pagas todo: mas si con ánimo de verme caydo para mostrar gratitud en leuantarme, mucho más te apartas d'ella y de aquella modestia singular que en tí auia. Dessea, señora, pagarme quando yo de ti tenga necesidad, y no desseys para pagarme que yo la tenga; porque seria querer que el cielo fuesse cruel para tú te monstrares piadosa; y bien ves quánto en ello ganarias.

Ast.—Si dudas de mi intencion? aun estás muy lexos donde yo pensaua, y d'esta suerte pequeño inconuiniente seria verte caydo para ayudarte a lleuantar, lo que yo desseo, y no que caygas, por pagarte. Pero acaba lo que començaste y no te arrepientas, si no quieres que yo lo haga de deuerte.

Her.—Lo que quedaua por dezir es tanto y tal, que no admite lengua, y que en parte lo hiziesse es prohibido.

Ast.—De quién?

Her.—De quien trató d'ello.

Ast.—Aora me quexaré de ueras, pues tienes por prophanado lo que me dieses, sabiendo por quán prophano yo tenga al vulgo.

Her.—Engáñaste; todo fiaré de ti a la oreja.

Ast.—Quién está aqui que oirte pueda?

Her.—De la Luna para baxo todo es lleno de espias que nos accusan quando peccamos.

Ast.—Dizes bien, si ellas no entrassen tambien en casa.

Her.—No podran ni osarán.

Ast.—Assi, pues, dize.

Her.—Entiendes?

Ast.—Son grandes marauillas, pero en tu proceder y habla veo que te enfadas.

Her.—Desse modo ya conosces quán a tuerto me accusaste y que desseo de seruirte a tu sabor y al mio. Toma la voluntad que forçada passó los limites del ingenio y pone al juyzio en condicion de ser condenado por su loco atreuimiento, y auiendo hecho mi sermon, resta pidir la gracia que se me oluidó, por premio d'el trabajo sin otra oracion.

Ast.—Essa está en su lugar.

Her.—No lo dudo, y con esto seria tiempo de me dexar.

Ast.—Cómo?

Her.—Yo no me veo sino quando estoy contigo, porque absente estoy sin mí.

Ast.—Y si yo sé otro altar a do vienes hazer tus sacrificios?

Her.—Será de ti tan cerca, que la mayor parte del olor y fuego participes; y si andas por ay, no ay hoja en este arbol en que tú no estes scripta.

Ast.—Holgara mucho de tener que darte.

Her.—Nunca yo te pediré lo que no tienes, y con lo que me dieres seré contento, porque presumo lo harás conforme a tu magnanimidad y mi trabajo.

Ast.—Y si ruego a Dios te vea bien casado, no es harto?

Her.—Sí por cierto, y con tanta más instancia lo rogarás, quanto más prueuas que el contrario es enojoso; mas ya no puede ser, pues eres muerta, que si biuieras, sperara yo resuscitar d'estos descontentos.

Ast.—A lo imposible no ay que dizir, y más yo soy vna sombra.

Her.—Pues yo te affirmo no buscara otra ni la dexara por ningun cuerpo deste tiempo, aunque algunos me llamasen necio.

Ast.—Mal peccado, mas poco haria al caso.

Her.—Tan poco, que ya todo me sabe a lo que es.

Ast.—Essa es la salud.

Her.—Acá viene por quien el cielo se muestra[Pg 335] más sereno, como causa efficiente de tales monstros.

Ast.—Quién? o mal hombre, tan prompto estauas? que ay, Idona?

Ido.—Tu compadre, señora, que quiere hablarte.

Ast.—No desiste que tenia compañia?

Ido.—Sí, y todavia quiero dezirte vna palabra solamente.

Her.—Ve, señora, que será algo que te importe.

Ast.—Perdonarme as?

Her.—Sí, haziendo la señora Idona penitencia.

Ast.—Iusto es; Idona ya le entiendes, trabaja por le engañar.

Ido.—No podré.

Her.—Ni es razon que el alma engañe al cuerpo.

Ido.—Ni el cuerpo al alma, como se vsa.

Her.—No en cuerpos glorificados como el mio, que de la contemplacion de tu figura todo lo malo se despide como neblina que la calor del sol gasta y consume. No me respondes?

Ido.—No ay a qué.

Her.—Harta ingratitud paresce, ya que verme no quieres boluiendo a otra parte tus hermosos ojos, no oyrme.

Ido.—Soy contraria a extremos, y suena lo que dizes a estos milagros ordinarios.

Her.—O Dios, y en qué lengua tengo de hablarte?

Ido.—En la mejor, pues que la sabes, y no sea honrra de labrios estando tan lexos d'ellos el coraçon.

Her.—No se dixo esso contra mí, pero quiere la suerte que tú lo interpretes a tu modo.

Ido.—La suerte es esclaua de la verdad.

Her.—Mucho sabes, y quien prueua lo contrario y ve el bien seruir al mal?

Ido.—No pierde todavia la virtud su natural lugar aunque sea herida y mal tratada por vn tiempo.

Her.—Qué puedo hazer sino rendirme a la dulçura de tu boz y resplandor de tus hermosos ojos? todauia no me respondes?

Ido.—Si perseueras.

Her.—Qué ingrata eres, y a eso te supo mi soneto?

Ido.—Podria ser.

Her.—Y el concierto?

Ido.—Yo no interuine en él.

Her.—Y la obediencia?

Ido.—No la passé: entendiase en presencia de mi señora, porque yo no sé leer otra letra que la suya.

Her.—Y yo la tuya quanto basta para morir.

Ido.—Hazes d'ella ponçoña?

Her.—Ponçoña no, mas oraculo dudoso.

Ido.—Poco auia que dudar en él.

Her.—Ora yo te perdono con que lo enmiendes.

Ido.—No quiero perdon.

Her.—Esso es peor; quieres decirme vna verdad?

Ido.—Si la supiese.

Her.—Sabes que te amo?

Ido.—No.

Her.—Ni lo sospechas?

Ido.—No.

Her.—No lo soñaste?

Ido.—No sueño como tú.

Her.—No te lo dixo algun spirito?

Ido.—Aun no passé la barca de Charon.

Her.—Cómo respondes fuera de lo que te meresco!

Ido.—Como me preguntas lo que no deuias.

Her.—Qué mal hago yo en amarte! concedeme vna merced.

Ido.—Qué tal?

Her.—Prometesla?

Ido.—Dize qué es.

Her.—Que seas contenta dello.

Ido.—Cómo pides tan grande sinrazon?

Her.—Por qué?

Ido.—No sabes que no es libre mi querer y que está en el aluidrio de mis señores?

Her.—Y si ellos fuessen contentos?

Ido.—Ay no ay que preguntar.

Her.—Con esso sólo me contento. Si fuesse a veros en hábitos de pastor al villar vn dia, pesarte ia?

Ido.—Ni esso deves preguntar.

Her.—Acá viene quien me hará justicia.

Ido.—Estemos a derecho.

Her.—Porque el juez es de tu parte.

Ido.—No acceptamos aqui personas ni tomamos pechos.

Ast.—Qué razones son estas? algun secreto deue ser.

Her.—Todo son sinrazones para mí.

Ast.—Por qué tratas mal los peregrinos?

Ido.—Qué meresce quien no quiere estar por las leys?

Ast.—Que le castiguen.

Ido.—Proponga su quexa y juzgalo, que yo me voy.

Her.—Porque sabes lo que lleuas y lo que dexas, ay.

Ast.—Ah, ah, ha, qué te duele, hermano?

Her.—La pena, y reyste?

Ast.—No puedo hazer menos viendo que amas y no determinas.

Her.—Si todo aquí está en que tengo de determinarme, no ves que voy y quedo? que corro y no me mudo?

Ast.—No me diras lo que piensas?

Her.—Lo que tú mesma, sin pensamiento que de seruirte pueda.

Ast.—Plazeme hasta su tiempo, por esso biue sin recelo.

Her.—A mucho me quieres obligar, haziendo vn dia solo algunas vezes tanta differencia en los hombres: quánto más los coraçones enamorados que siempre juegan a toma biuo te lo doy.

Ast.—Pues cómo a de ser?

Her.—Como quisiese el tiempo y la ventura.

Ast.—Todavia quiero que me prometas trabajar de contentarte y creresme.

Her.—A qualquiera juramento me puedes atraer dessa manera.

Ast.—Quiero ver.

Her.—Pues quándo bolueré?

Ast.—Vn dia.

Her.—Inciertamente quieres que pene?

Ast.—Mejor es que no a tiempo limitado, porque se spera cada ora.

Her.—Acuerdate de mi cuydado.

Ast.—Y tú de mi señora.

Her.—Quál d'ellas?

Ast.—De la razon, que otras vezes ya te dixe, sin la qual no deues jamas de ir acostarte, por las muchas phantasmas que la escuridad de la noche representa.

Her.—Quien a ti sirue y ama a Idona, no se parte un punto della.

Ast.—Pero sea con las circunstancias.

Her.—No tienes tan mal guarnescido mi concepto que sea de otro modo, y todavia voy por no serte más enojoso. Encomiendote en ella a mí.

Ast.—Ve en paz y buelue a vella.

Her.—Mas a buscarme sin visitar templo de dios estraño.

Ast.—Dessa manera la ternás.

NOTAS:

[714] En las dos ediciones alterationes, por culpa de los impresores extranjeros.

[715] Hombres, en las dos ediciones antiguas.

[716] Esclauon en las dos ediciones antiguas.


[Pg 336]

SCENA 4. DEL SEGUNDO ACTO

Morio aplica su muger al casamiento de la hija con cierto gentil hombre, y hablase en Heraclio a la postre.

Morio, Astasia.

[Mor.].—Muger, no me dexan éstos en paz por la respuesta, mira lo que te paresce, pues sabes leer y lo entiendes.

Ast.—No la queria[717] casar tan presto.

Mor.—Por qué? no es más que tiempo? Andronia, Sophia, Cleophila, no son más moças?

Ast.—No está en esso; queria cosa a mi contento.

Mor.—Bueno era el de antaño y mejor el de aora, vistoso, rico y de buenos parentes; pintado nos venia.

Ast.—Pintado sí, natural no.

Mor.—Qué tiene? mocoso es, si tan quillotra eres, mandemos hazer vno.

Ast.—Muchos ay hechos que nos no conoscemos; ya que no faltan bienes de fortuna y buena voluntad, trabajemos por auer los del spirito. Qué vale sin ánima vn cuerpo, sin hombre los dineros? parece la hermosura y la riqueza, pero la virtud no; ésta busco yo, y ésta compraria si se vendiesse.

Mor.—No te entiendo, ni sé lo que te quieres; no paras mientes quán estimados son los ricos? y cómo biuen a su plazer? comiendo quando quieren y beuiendo y dormiendo quando les plaze? qué más virtud o diablo es menester?

Ast.—Bien veo que esso te bastaria a mi despecho; no te digo cada dia que los ricos tienen más obligation de la buscar, pues son ministros y dispenseros de otro: y sus bienes los talentos con que deuen negociar? que desta vsura y interes se sirue Dios. Mas va todo muy al reues, porque los pobres nos hurtan esta gloria.

Mor.—Aun por esso los ahorcan.

Ast.—Mal peccados! y trabajo yo porque quando fuere al dar de la cuenta no tengamos tantos cargos; pero no hazes que irme a la mano rusticamente.

Mor.—No hago, amores, pero acuerdate que mires por el virote, pues lo ganamos con trabajo y vee cómo a de ser.

Ast.—No me contenta el paño.

Mor.—Quieres a Dareno?

Ast.—No.

Mor.—A Glafiro?

Ast.—Tampoco.

Mor.—A Dalindo?

Ast.—Menos.

Mor.—Y de más, si tienes ojo, a este que aora de aqui va.

Ast.—Seria malo?

Mor.—Buen hombre es, aunque no paresca muy auisado.

Ast.—Ah, ah, ah, y en qué lo ves?

Mor.—No le entiendo cosa que diga.

Ast.—Tambien él se quexa de no entenderte.

Mor.—Estamos, pues, en juego.

Mor.—Ni sé si tiene algo, que estos forasteros andan con las olas y biuen de prestado[718].

Ast.—No importa, nos se lo daremos, pues le sobra lo que yo busco, que conserua todo.

Mor.—Ya te entiendo; si te paresce assi, en ti lo dexo.

Ast.—Mas en Dios, que es el más cierto casamentero.

Mor.—Otra cosa se me oluidaua.

Ast.—Qué, hermano?

Mor.—Que podria ser tuuiese alguna mala opinion, que estos philosophos cada vno haze la suya.

Ast.—Quanto a esso, yo estoy segura.

Mor.—Esté bien, pero si quieres, yo preguntaré.

Ast.—No ay para qué en lo sabido, y seria hazelle daño y a nos poco prouecho; speraremos más vn poco, porque el tiempo es maestre en todas artes.

Mor.—Bien dizes, vida mia.


[Pg 337]

SCENA 5. DEL SEGUNDO ACTO

Heraclio y Logistico asechan a Asosio que va uender sus pollos y hablan con él.

Heraclio, Logistico, Asosio.

[Her.].—Passas por la burla?

Log.—No ay que fiar, yo la tenia por vna sancta Gertruda.

Her.—Mi aguelo, la color se lo defiende; no oyste dezir, guarda de Español roxo y de Aleman moreno? sabete que señala naturaleza lo de dentro en lo de fuera[719] muchas vezes.

Log.—No me diras cómo passó?

Her.—Fuera bueno que lo vieras para lo gustar mejor. El vellaco tiene la proa a Melania y la massa entre las manos dias ha, aunque lo niegue; yo por ver en qué rumo yuan los amores le asechaua; quiso la dicha que la caça fuesse más larga, trayendo el diablo por alli a Amertia, con la qual concerto cierto viaje passados sus requiebros, y despues a Mania, nuestra amiga, que tambien fue mate a pocos lances.

Log.—Mucho me cuentas.

Her.—Por su vida, que borracho de los fauores se gloriaua auer onze en la fragua.

Log.—Pese a tal con el milano; dessa manera no quedará polla en toda la comarca; ya queria encontralle para dalle algunas martilladas.

Her.—Essas seran sus mangas: pues tambien alli se dio en tu pelleja.

Log.—Mas de veras?

Her.—Vete de ay, que todas te conoscen ya y por burlon no creen cosa que digas.

Log.—No ay hombre que hable más a proposito, pero como son todas desconfiadas de plazer, quando les hablan no lo creen; mas yo vestiré largo de aquí en delante y hablaré entonado como tu moço: haziendo concierto con la risa de pagalle en casa su alcauala.

Her.—Es ya tarde, que tienes lleno el mundo d'esta opinion; pero podiendo transformarte como Apuleyo, no seria malo.

[Pg 338]

Log.—Oxe, antes las lleue el diablo a todas. Mas no me acabas de dezir en qué paró.

Her.—Passados los dos bancos, entró en el puerto negro, y concluyó con la señora Melania de la proueer de pollos, y ella a él de pan, por le faltar la comodidad de salir fuera; spero que no los comerán sin sal, y de hechar el vino con que sude y no vaya sin olor a la señora, para que se hallen por virtud o necessidad hermanos.

Log.—No seria bueno hazer d'el tosco y tomalle la mercaderia?

Her.—Quál?

Log.—Quál sino los pollos? que por la gallina no le dare vn higo.

Her.—No es todauia mala ropa, a lo menos no será menester yr buscar el Equinoctio, qualquíera de los Polos más ayna si el Luzero no los esconde.

Log.—Nunca yo tal speraria, sino al relox.

Her.—Pues otros correrian los doze Signos.

Log.—Para dar consigo en la torrida Zona y hazer Momia para vender a boticarios.

Her.—Todo lo meresce la nauegacion y el nauio.

Log.—A otro perro con ese huesso, que yo he almorzado, señor mio, y tú, cómo estas? cantas ya todas las vozes?

Her.—O, soy vn Amphyon en Thebas y Arion en el Delfin.

Log.—O comido de los ladrones! oyga yo todauia algunos puntos.

Her.—Qué más puntos quieres que estos de mi lira? No tiene la piedra iman más fuerça en atraher el hierro, y aqui verás cómo d'el cielo vienen los nombres.

Log.—Antes le hazes mucha ventaja si puedes con todos los metales, pero recelo que tengas necessidad de otras magicas para el oro.

Her.—No estimalle es cosa natural.

Log.—Algo dizes, mas si fuese contra hecho esse desprecio, entiende Pluton la cacha y gana el juego.

Her.—Y tú no me conoces? no sabes que ni Diogenes para Alexandre, Fabricio para Pirrho, fueron más seueros?

Log.—Perdoneme, señor, que se me oluidaua; aunque habla su merced de talanquera, terniamos más experiencia de sus philosophias si fuesse menester hazer quaresma.

Her.—Otras mayores tengo de mí.

Log.—D'el tiempo de Marco Crasso contra los Partos?

Her.—De más cerca.

Log.—Vengamos todauia a lo que cumple; en qué clima estamos?

Her.—En el de Phenycia.

Log.—Ya lo entiendo, quieres dezir ser el ave Phenix.

Her.—No más ni menos.

Log.—Mande Dios no te nos bueluas el cueruo de Noe.

Her.—Y más aora con una lection que ley.

Log.—En los naturales de Aristoteles o en el Timeo de Platon?

Her.—No fue ello menos a la fe, porque no quedó secreto natural.

Log.—Qué de borrones auria en el papel, cómo cuadraua? no hazia milagros, y afirmaua que se auia passado a ti el anima de Aristipo el magro?

Her.—Por regla de Pythagoras. Sea como fuere, no me accusará de moneda falsa, aunque fuesse rara y antiquissima la que despendi.

Log.—Algo pornias tú de casa.

Her.—Los cayreles y pespuntos.

Log.—Quién dio la seda?

Her.—Nunca falta un charlatan polido y adobos para la olla.

Log.—A qué vino la philosophia! Manzilla tenga d'ella; pero con todo, vuo banquete?

Her.—Aura que passe a los de Lucio Luculo, y la mesma Arabia Felix con su Phenix como está dicho.

Log.—No quemen essa y nasca algun abutre, porque éstas al cabo dan en ello o en ratones, como la amiga del mancebo de Isopete, que auia sido gato.

Her.—Guay de orejas que tal oyen! No, que aqui ay exception.

Log.—Como en las otras. El caso es que yo te veo lleuar al hospital por loco; no seria malo hazer d'ello testamento.

Her.—Ah, ah, ah!

Log.—Reylo aora, que despues lo llorarás. Por esso caço yo a diestro y a siniestro sin saber el nombre a nadie.

Her.—Alguna bestia hallarás vn dia que te quite el tuyo.

Log.—Sobre auiso ando.

Her.—Está bien.

Log.—Mas consuelate con esso, o con éste que aca viene. El mesmo es; mira, mira, qué precioso.

Her.—Sí a la fe, y de más si le an tendido alguna red.

Aso.—Quién compra pollos, quién quiere hueuos, quién pide leche? Eya, hermanas, buen barato.

Log.—Oye, oye, o hydeputa qué figura! no me puedo tener que no le arroje algo.

Her.—Está, diablo; no heches a perder la fiesta, que en diez años no aurá otra tal.

Aso.—Eya, quién compra? o qué noramala vengays tan de mañana truanes, Heraclio y Logistico; con quién voy topar yo, Virgilio en cesto? Por acá me tengo de colar. Pese a tal con el viage; esto me faltaua aora.

Her.—Olydo nos a, que se quiere desgarrar.

Log.—No lo penseys bayo, que todavia aguardareys la silla o el albarda.

Her.—Cierrale el puerto por allá, y yo por acá lo llamaré. A de los pollos, ola hombre de la cabeça, nos compraremos.

Aso.—Caydo he, qué remedio. Tiente fuerte, Asosio, y ensuziate la cara con d'este lodo. Tomaos allá con los amores negros.

Her.—Buenos dias, hermano, traes capones?

Aso.—No, señor, mas traygo pollos de que los podreys mandar hazer.

Log.—Bien lo representa; pues cómo? con emplastros?

Aso.—Cortandoles los Dios nos guarde.

Log.—Qué Dios nos guarde? qué diablos dize este villano?

Aso.—Los hablando con saluonor.

Her.—Qué saluonor? Habla christiano, bestia.

Aso.—No lo entienden sus mercedes? pues no es Latin, los compañeros.

Log.—Qué compañeros? y de más si nos trama este villano traycion alguna, que somos compañeros.

Aso.—Assi te açoten como no lo entiendes.

Her.—Qué dizes?

Aso.—No lo sé dizir en otra lengua; compren sus[720] mercedes, si tienen gana.

Log.—Quánto el par?

Aso.—No más de dos reales.

Her.—No quereys perder, y los hueuos?

Aso.—A cuatro marauedis el par.

Log.—La leche?

Aso.—A tarja el açumbre.

Her.—Ganará en ello, si pierde en lo demas.

Log.—No fiareis, señor, hasta la buelta?

Aso.—De mil amores; adonde es la posada, mi señor?

Her.—Descabullirse quiere.

Log.—No ves cómo da este honbre el ayre de Asosio nuestro amigo?

Aso.—Guay de tal si mé conoscen.

Her.—Qué dizes, hermano?

Aso.—Digo, señor, que nunca di ayre a nadie, antes soy de muy buena condicion.

Log.—Y es de creer; aora venios con nos y si compramos pagarémos.

Aso.—Norabuena, no me engañareys, vellacos, que pensays me days la cuerda.

Her.—Qué dissimulado viene!

Log.—Tanto mejor; no sospecha que le conoscemos, ni tú mires mucho para tras. Vienes, hermano?

Aso.—Voy, señor, aunque despacio, porque me toma vn çapato el pie; no me cogereys tan presto.

Log.—Pues no vienes?

Her.—Qué es d'el?

Log.—Colado se nos a por la calejuela; más supo a la fe que nos.

Her.—Dexalo yr, pero hagamosle otra peor.

Log.—Qué, por tu vida?

Her.—Que te vistas a la Asosia para yr al puesto acordado con Amertia, haziendole de lexos señas que te sigua hasta la teneres en la mano.

Log.—Nunca mejor hablaste; más preciaria burlar d'éste y engañar la Nimpha que ganar vna ciudad.

Her.—Quedara pago de vno en papo, otro en saco.

Log.—Voy entender en ello.

Her.—Y yo contigo a ayudarte a armar.

Log.—Para el torneo.

NOTAS:

[717] No la quiera, en la edición de París.

[718] Habla dos veces seguidas Morio. Debe de faltar una pregunta de Astasia.

[719] Fuerza es errata en la edición de París.

[720] Tus, en las dos ediciones.


[Pg 339]

SCENA 6. DEL SEGUNDO ACTO

Entrando en casa de Astasia Asosio, Melania se burla d'el y manifiesta a las damas su disfrace.

Asosio, Melania, Idona, Astasia, Aplotis.

[Aso.].—Yo os abezaré, si biuo, a burlar a costa agena, reuerendos. Qué bien empleado fuera dar comigo en vna escuela, donde no quedara rapaz que no se esforçara a acabar de me sacar de seso. Y cantara entonces la cancion de tales poluos tales lodos, aunque nunca falta quien responda:

yerros hechos por amores
dignos son de perdonare[721].

Y este es el bueno del apetito en habitos de frayle, cargado de propositos de penitencia para el otro año, tambien cantando:

Parildo, infanta, parildo,
que assi hizo mi madre a my.

Y todo despues se oluida con jura mala en piedra cayga. Desseo de entender la intention d'esta vellaca: el amor es ciego, no dé comigo en algun despeñadero do sean menester manos prestadas. Quanto a lo primero, ella en son de escoger me hará entrar en la casa de las gallinas sin dezir más; a mí toca entender el texto y glosallo conforme al lugar y tiempo. Más me quiere a lo que veo de lo que yo pensaua; es auisada, contentanle los donayres. Con estas tales teneys andado medio camino en empeçando, [Pg 340]que vna necia a menester sciencia hecha de nueuo. Qué dispuesta y agraciada es, assi fuera el cuero; mas essa es la salsa d'este manjar; nunca pimienta hizo mal en tierra de pescado. Ya me paresce que estoy en la tela, segun lo traygo en antojo.

Mel.—Allá vienen mis amores. Qué bien le estan los habitos, mal año para Plauto ni Terencio quanto al pintar.

Aso.—Esta es; pregonemos por lo que haze al caso. Quién compra pollos, quién pide huevos? la leche se quede.

Mel.—Cómo entona el señor Iusquin! A de los pollos, hombre de bien!

Aso.—Llama, señora?

Mel.—Si son buenos?

Aso.—Buenos, señora. Pero mejor la voluntad que me hizo mudar el hábito y lo hará a la vida si cumpliere.

Mel.—Entra, señor Asosio, que no es tiempo aora desso.

Aso.—Soy contento, quedese para despues.

Mel.—Passá acá, son todauia buenos? por dissimular si nos vee alguno.

Aso.—Entiendo: tu merced escogera. O, amor mio, vida mia, es possible que te tengo a solas?

Mel.—Aqui verás quánto te quiero: Quién me llama? quién es? Nunca falta vn caramillo. Sperá aqui sin hazer mudança, que luego boluere.

Aso.—Pues cierra tras ti la puerta.

Mel.—Assi lo hago; que tal fuera yo para las olimpiadas, si los juegos assi fueran, no faltara risa y no me alaba nadie. He aqui la discrecion, la gentileza toda en vna gallinera: son escaueches de la malicia, que en fin es necia. Señora, mi señora, vea tu merced la compra que hize, y si puedo seruir de mayordomo y dispensero juntamente? Entra a ver mis pollos y vn hermoso gallo, que es lastima no ser capon.

Ast.—Qué dize esta loca, moças? que no la entiendo.

Ido.—De como le diste el cargo de las aues para el domingo, aurá acertado y no se le cueze el estomago.

Aplo.—Vaya tu merced.

Ast.—Qué dizes, Melania?

Mel.—Que alabes, señora, mi diligencia y buena dicha.

Ast.—Veamos pues.

Mel.—Allá las dexo y voy asechar de la otra parte.

Aso.—Las matronas me paresce oygo. Dios nos guarde de traydores; perdido soy si acá se entran.

Ast.—Ay, quién está aquí?

Aso.—No nada, señora, el gallinero.

Ido.—Que me maten si ésta no hizo alguna burla a éste.

Aplo.—No deue ser menos, porque él buelue la cara.

Ast.—Qué hazes aquí, hermano? no hablas?

Mel.—Hablará el diablo.

Aso.—Sí, señora, pero tomóme dolor de muelas.

Mel.—Ah, ah, ah, dolor de muelas!

Ast.—Algo es esto, amuestra, hijo.

Aplo.—Valas me Dios, este es Asosio.

Ido.—Qué dizes, loca, perdiste el seso? El mesmo es, qué será esto? aqui pasaron los amores?

Ast.—Bien, señor Asosio, dónde dexaste tu vestido? no trocaste, segun yo tenia la opinion?

Ido.—Es d'espantar adonde tanta cortesia y virtud ay caber engaño: que Melania no lo haria sin causa.

Ast.—Assi se tratan las cosas de los amigos? fiara la vida y la honrra del señor Asosio.

Aso.—Pues no ay otro remedio que accusarme del peccado y confessar el hurto, yo me rindo al castigo que ordenares: dispensando todauia con el amor y juuentud que dieron occasion al desuario. Y sobre todo el fiarme demasiado, que si no es prudencia, es vicio natural de nobles coraçones y no viles, como el que aqui me traxo. No quiero alegarte cosas passadas y a quántos esta passión en estremos muy mayores hizo caer: porque tu virtud y discretion consiente que dé la lengua lugar a su dolor extraño y enmudesca aora y despues. Mas spero dexar muy presto con el hábito la liuiandad de mi juyzio, que tan mal supo atinar, y darte de mí satisfacion.

Ido.—No aprueuo esta hazaña; para qué es tentar a nadie?

Ast.—Es assi, en esto mayormente. Señor Asosio, aunque la culpa sea digna de castigo, yo lo quiero por aora suspender hasta tomar informacion y auer oydo la otra parte, que te prometo sea sin passion. Y vete norabuena al viejo hombre, porque el moço no te quadra. Lleuando por penitencia el peso del desengaño de las mugeres, para que sepas mejor guardarte dellas de aqui en adelante.

Aso.—Será lo que Dios quissiere, que yo no prometo aora milagros; él quede contigo y con estas señoras.

Ast.—Y vaya contigo.

Aplo.—Señor Asosio, busca otra que mejor te compre la mercaderia.

Aso.—Paciencia.

Ido.—Risa me toma de ver el diffrace y inuencion, y por otra parte no estoy en mí de tanto atreuimiento, assi d'ella como d'él.

Aplo.—Allá do viene, qué heziste, satanas?

Ido.—El diablo lleue tanta desuerguença.

Mel.—Calla, que assi es menester para escarmiento de otros.

Ast.—Di cómo fue.

Mel.—Procuraua su merced de me engañar, diziendo que no auia querido más Paris a su Helena y que todo era honestidad y buen proposito. Estando, pues, quasi en la red, alcancé dél tanta verdad, que esto es lo menos con que pagalle. Lo que a mí vendia hazia a otras onze que se alabaua traer en su rueda el diamante fino. Testigo Dios y yo que lo oymos.

Ido.—Mirá por vida vuestra.

Ast.—No ay que fiar.

Aplo.—Dios te dé salud.

Ast.—Qué cosa son hombres! d'el mejor nos guarde Dios.

Mel.—Entrese tu merced y oyra el resto alla.

Ast.—Sea assi, llegaos vosotras al sermon y sabreys los articulos desta fe.

NOTAS:

[721] De perdonarte dicen las dos ediciones antiguas. Son versos bien conocidos del romance del Conde Claros, donde se lee perdonare.


SCENA 7. DEL SEGUNDO ACTO

Logistico, disfrazado en los habitos do Asosio, engaña a Amertia y ella lo disimula.

Logistico, Amertia.

[Log.].—Yo dare cima a esta auentura si no me engaña el coraçon. A despecho del cauallero de las onze (donzellas no) hecho Nereyda, por amores de la Reyna Buruca. No veys el disfrace que le dio? y qué tal queda si ay desastre en el camino. Qué lindeza y gesto para extremos: el Caron os matará de amores; pues la risa, otro que tal, con aquella boca de crocodilo. Aqui es buen paraje, medio reboçado, que es el ayre del amigo, y pisar con buena gracia, al cabo estoy. Ya queria entre manos la comedia.

Amer.—Mucho me he detenido por la calle, mas qué a hombre de hazer a los amigos con que topa? vno: do va, señora? otro: por qué se alexa de los suyos? y otro: beso las manos. Cumple conseruar la cortesia la qual adorna más la gracia y la hermosura. Y hazer prouision de amigos, ya que la renta no es mucha. Con todo, yo cumplo mi palabra; si me ama como dize, no le causará menos desseo la tardança. Las dos más preciadas joyas que amor tiene son la paciencia y solicitud: si no es otra más principal, por nombre pecunias, porque ésta haze baxar los montes y subir los valles. Asosio es buen mancebo, harto vistoso, y no es escaso si le hazen plazer, aunque sea vn poco acelerado, pero no ay cauallo sin alguna tacha.

Log.—Caydo ha.

Amer.—Allá lo veo; señas me haze que le siga, bueno será por causa de la gente, que nunca falta quien os conosca.

Log.—Ah, ah, ah, y qué de priessa viene y encandilada. Todo está proueydo, no estoy a lumbre de pajas.

Amer.—A dó me lleua? otro barrio es este de lo que yo pensaua.

Log.—Aqui la aguardaré, que no podra ya arrepentirse.

Amer.—Qué es esto? o yo estoy ciega o este no es Asosio; Logistico es; trato a sido. Pero haré, conforme al tiempo, de necessidad virtud, y que no sienta otra de mí sino que le sigo por quien es. No ay, señor Logistico, quien te alcance.

Log.—Assi medres como tal pensaste. Por alexarse de poblado y poder gozarte sin recelo de encuentros y otros desastres.

Amer.—Bien ves cómo te fuy obediente.

Log.—Qué menos puedes hacer que siguir a quien te sigue y todo es tuyo? Razon y amor te an inclinado a lo que de tantos dias te meresco. Sabete que esta noche lo soñé, y como sea gran interprete de sueños, lo tuue luego por reuelacion.

Amer.—Siempre su merced se burla de los mal vestidos.

Log.—Mal vestido llamas a essos ojos, a essa boca y a essa nariz tan afilada? no quiero en mi vida hazello de otro paño.

Amer.—No lo digo yo? cómo es cierto que a dos dias te enfadasse!

Log.—No es más menester, señora; en tiempo estamos de experiencias, y bien sé yo vn ánima que vio otra'nima a pocos dias hablar con vn cuerpo sin ser vista.

Amer.—Podria ser, con quién o adónde?

Log.—Entremonos, que yo te lo dire.

Amer.—Como mandares.


[Pg 341]

SCENA 8. DEL SEGUNDO ACTO

Asosio va al concierto, y halla de buelta a Amertia, que se burla dél.

Asosio, Amertia.

[Aso.].—O Dios, o hombre desgraciado! por qué no te hechas en vn pozo? O gran traycion, engaño no pensado, o hombre perdido! mira por quién, o perra ladrona! no creo en la leche que mamé, si no se la embido de todo el resto y quedeme en camisa. Gallinero yo? No, no; erré el menester; recuero, recuero, pese a tal, con seys dozenas de asnos, y aun seria poco. Ora está bien, vamonos a comer, pues no auemos almorzado; qué mas querias necio? que la caça de Amertia mohosa es, vale más de noche que ésta de dia. O quién pudiesse rematar con ella el fin desta jornada y que no fuesse tragica la historia! Pero seria en mí bien empleado auer venido y ser ya buelta. Qué es esto? Qué fue de ti, Asosio? no se me quita esta phantasia, ni lo puedo creer, pues a osadas que no fue sueño. En qué cuenta me ternan, que a dos dias se sabe por la tierra? Qué lindo crédito terné en amores? de onze se quedarán en media, y oxala, pues la burla es lo mejor, y más si entienden que me duele. Cumple tener la barba tiesta y hechar el negocio a zomberia o dezir que fue apuesta o por darles regozijo.

Amer.—Quán desuiados son algunas vezes los casos o caminos del pensamiento. Todo por mejor, qué le falta para no ser en el bien empleado?

Aso.—Quién será esta? la mesma es; aina perdiera el rastro si más durara la de marras.

Amer.—Harto mejor por cierto que en aquel vellaco de Asosio.

Aso.—Conmigo lo ha.

Amer.—Quién pensara tal! gallinero por Melania? mira qué lindeza de donzella.

Aso.—Qué cosa es esta? o yo duermo, o ésta sueña, o algun paxaro se lo dixo. Quiero todauia certificarme. A, señora.

Amer.—O qué bueno, aquí do viene! el diablo le lleue si le hablo.

Aso.—Eres sorda? a, señora! qué a de ser esto? a se mudado el tiempo?

Amer.—Sí, pues los galanes se hazen truanes; atras la dexais, hermano, no os embian aqui.

Aso.—Cómo no, y la promessa?

Amer.—Digo que no es esta la puerta; no compran aqui pollos.

Aso.—Guay de tal! qué pollos, vida?

Amer.—Podeys tratar en otra mercaderia de oy en adelante, que no demandan en ésta.

Aso.—Qué mercaderia? detiente, amores.

Amer.—A otra perra que te muerda. O hydeputa, qué cortesano! ah, ah, ah.

Aso.—Ido se me ha. Quál diablo se lo dixo? Yo estoy encantado, o perdi el seso o duermo. Pero aqui los ojos abiertos, las manos, los pies, ando, hablo, tengo orejas y el bonete en la cabeça. Este es el vestido de ayer. Pues qué sera? Voyme a alguna hechizera o nigromante; veremos si me hallo o qué es de mí.


[Pg 342]

SCENA 9. DEL SEGUNDO ACTO

Logistico tornando de su auentura halla Melania y altercan sobre Asosio.

Logistico, Melania.

[Log.]—Más que cierto salió el sueño o consejo de nuestro amigo Heraclio. La quenta es que solamente lo que dexa de cometerse no se alcança. Quién viera sus melindres y grauedad! Guardar a éstas otro decoro es necedad, porque se os lleuantan a mayores, demas de no entendello, atribu[y]endolo más a su gentileza todo que a vuestra buena criança. No va triste la señora, ni creo trueque lo de oy por lo de ayer. En lo futuro ternemos vigilancia, y Asosio ladrará de fuera. No saca este año palabra d'ella segun yua estomagada. Pues si le encuentra en el camino, basta para boluelle loco. Holgaria topar con él para discantar vn rato sus romances. Porque su gloria del bellaco es hazer assi vna d'éstas; mas si él fue a saluamiento con sus mercaderias y halló el recaudo que queria, alli se aurá de quedar esbauacado sin querer otras ganancias. Que las señoras conuertiran en bestias todos sus huespedes como Circe, y Heraclio no lo cree hasta dar de pies en el lodo. Atrauesando por esta calle podria ser le hallasse en su insula poco firme. Vna cabeça veo allá en palacio. No será la de Helena? Toma si me engañé; no es ella otra.

Mel.—Logistico es éste que acá viene, marauíllome velle solo, si sabe por dicha del infortunio de su amigo; que es de creer fuesse a buscar con quien llorarlo. Porque éste, Heraclio y él son de vna camarada. Pero no trae semblante d'ello.

Log.—Media ora a que me da el ayre dessa gracia.

Mel.—Spera, que yo te pagaré con otra tal. Y yo, señor Logistico, me espantaua de la nouedad de mi alegria sin saber de qué.

Log.—No quieres, segun veo, quedar deuiendo nada.

Mel.—Ni el interes; pero dónde dexaste el ánima?

Log.—Qué pregunta a un hombre de amor tan libre! conmigo biene, que será parte para mejor seruirte si algo mandas.

Mel.—Arguyes tan sotilmente que no hallo ya con qué pagarte.

Log.—Tambien esso es arguir, mas no me marauillo, pues que en amores eres tan dichosa.

Mel.—Cómo assi?

Log.—Quien tiene por seruidor a Asosio, que es el primor de media villa, qué le falta?

Mel.—Bien lo ha mostrado dende ayer acá.

Log.—En qué?

Mel.—En vna gran canalleria.

Log.—Mordiote? mas de verdad, si te hizo algun agrauio, deues perdonalle, que de amor seria.

Mel.—Buena era su voluntad, pero él queda el agrauiado: entre damas gallinero hecho, lleno de motes y villancicos.

Log.—Pues quién lo traxo assi entrellas?

Mel.—Tú lo sabes ya, sino ve a dalle el parabien. Y assi os abezarán burlar de quien no mereceys seruir.

Log.—Señora, no se encienda, que si él pecó no es razon que sean tantos los castigados.

Mel.—Todos soys vnos, y a la fe que no tenia Heraclio por acá en mí mal auogado. Mas ya estoy deliberada no creer a nadie, y ay otras deste parescer.

Log.—Qué peligrosa es la ira en las mugeres!

Mel.—Más a los homhres su poca fe. Y esto, señor, le diga si le viere: que yo me recojo al monesterio.

Log.—No tengas más salud de lo que se me da de tus querellas; al monesterio, su ordinario hablar y engaño, siendo tantos los que entran y salen que podemos llamarle bodegon. Asosio todauia a caydo. Quien biue de engañar no es mucho ser engañado. Empero, si yo le conosco, a osadas que no vays a Roma buscar la penitencia. Quién son éstos que acá vienen? Ya, ya, Apio el tocho y Mecion el blanco; tambien han sido de los nuestros, no sé aora de qué tierra son; allá se van con todo, y la abeja maestra sale a ellos. Hecho estaua, algo aure de coger que lleue, que mi gloria es andar por el mundo a descobrir hurtos assi.


[Pg 343]

SCENA 10. DEL SEGUNDO ACTO

Apio y Metio, seruidores de Astasia en otro tiempo, bueluen al juego y son d'ella muy regalados: Logistico lleua las nueuas de lo que vee.

Apio, Metio, Logistico, Astasia, Idona.

[Apio.]—Qué dizes, Metio? no es razon frequentar tan buena calle? y la compañia destas damas?

Metio.—Sí, por mi vida, porque nos quieren grande bien.

Log.—Ya embidais? mejor juego teneys que Asosio.

Apio.—Algo digo yo, que allá veo vna sombra de cabeça.

Log.—Harto os sobra desso.

Apio.--La matrona es; vamonos a ella, y ternemos vn rato de passa tiempo.

Log.—Y lo dareys, si la boz os ayudasse, pero soys todos baxos.

Ast.—Idona, nuestros buenos amigos Apio y Metio vienen acá: hagaseles fiestas, que lo merescen.

Ido.—Tienes razon, señora.

Ast.—Bien, caualleros, qué fruta nueua es esta? de do o para do?

Apio.—De la tierra para el cielo.

Log.—Oxe, tambien metrificays, caballo de Thesalia? cómo agradará a la Sybilla.

Ast.—Qué breue y avisadamente lo dize el señor Apio.

Log.—Tal sea tu salud.

Ast.—Pues, señor Metio, por qué no hablas?

Met.—Spero a mi lengua.

Ast.—En casa la dexaste?

Met.—No lo digo sino por la señora Idona, que no la veo.

Ido.—Los ojos, pues, dexaste y no la lengua.

Met.—O angel mio, y ay estauas y no te veya?

Log.—O pallo mio, ay llegays? nunca lo pensara.

Ido.—Otro deues de tener, pues admites tanto oluido en tu memoria.

Log.—Dessas soys tambien? guay d'el amigo.

Met.—Oluido, señora Idona? primero bolará vn buey.

Log.—Ah, ah, ah, y más si fuese de su cuerpo.

Ast.—Buenas estan las culpas y desculpas.

Apio.—Por esso hago yo bien, señora, que estoy metido en tu poder y cada dia soy más tuyo.

Log.—Gentil auiso es un gauilan.

Ast.—Ya lo sé, hermano, y me doy por satisfecha.

Log.—Aquí, aquí, noramala se entienden las personas, que no en la Academia de Heraclio, que es todo alegorias.

Met.—Bueno fuera, señora Astasia, que mi proceso fuera ansina. Pero la parte es muy contraria.

Ido.—En qué lo ves, Metio?

Met.—En que me miras de traues.

Ido.—Tú eres esse.

Ast.—No aya más, hagamos pazes.

Met.—Soy contento, si toca la mano.

Log.—Mas el pie, que bien lo assienta.

Apio.—Sí haré.

Ido.—Si tú lo mandas, señor Apio, que eres el viejo amigo.

Apio.—Que sí.

Met.—Y si yo tocasse más, señora?

Ido.—Perderias vno y otro.

Ast.—Tienes razon, qué moça está!

Log.—Más que vieja tú.

Met.—Ora yo me contento con lo que mandas y quiero obedecerte hasta la muerte.

Ido.—Assi ganarás todo.

Log.—De acuerdo estan, voto a tal, y no ay memoria de otro parayso, ni Vergilio se lo pudiera pintar mejor.

Ast.—Qué hazemos a la puerta? entremonos y holgarnos emos en el vergel.

Log.—Qué buen pescador; ella es la que guya la dança sin perder punto.

Apio.—Es tarde ya, señora, y ora de cena; quedese para otro dia.

Log.—Esso es lo que haze al caso, si tú lo entiendes.

Ast.—Siempre te hazes de rogar; quedaos a cena acá.

Apio.—No es tiempo.

Ast.—Pues quándo? no me agradan amistades tan de passada; mal hombre, por qué no vienes cada dia a vernos?

Apio.—Tienes aora otras, la nuestra no es tan buena.

Log.—Ay te speraua, veamos qué dize Faustina.

Ast.—Ah, ah, ah. Por tu vida, hermano, que es todo burleria; haze d'el philosopho y huelgome de oylle sus locuras.

Log.—Firmada está la carta, y no era sueño lo que yo dezia, que soy perro viejo.

Met.—Assi es gran passatiempo oyr vn loco de quando en quando. Y tú tomaslo assi, señora Idona?

Ido.—Antes muy de veras.

Met.—Todavia me an dicho que es tu seruidor.

Ido.—No te paresce que meresco me siruan muchos?

Met.—A la fe sí, pero nadie seruirte puede como yo.

Ido.—Y todauia no lo hazes.

Met.—Ya la paz es hecha, yo lo emendaré.

Log.—Buen remendon, y pongase de lodo nuestro sastre.

Apio.—Vamonos, Metio.

Ast.—Vamonos, vamonos; qué priessa tienes? No te dexo ir si no prometes de mudar el pelo.

Apio.—Sí haré.

Ast.—Pues venios mañana a cenar acá, y no faltará fiesta de cantar y bailar.

Apio.—Norabuena, nos lo haremos; beso las manos de tu merced.

Ast.—Buenas noches.

Met.—Y largas, Idona, para quando seas nouia.

Ido.—No me hables en esso.

Log.—Buena va la dança, aunque ay lodo en el camino; fiaos y vereys. Voy con esta fruta a nuestro amigo, veremos a qué le sabe.


[Pg 344]

SCENA 1. DEL TERCER ACTO

Asosio, buscando vn Nigromante, halla la grande magica Doleria, que le promete vengalle de Melania y sobreuiene Heraclio.

Asosio, Doleria Magica, Heraclio.

[Aso.].—De manera, señora, que te affirmas que me harás tomar la figura de vn su requebrado?

Her.—Trama es esto.

Aso.—Y de leualla facilmente do quisieres, que quando bien assi fuesse, esta es el biuo diablo.

Her.—Qué cauallero!

Aso.—Y más ayna se dexará morir que engañar, y podria assi nuestro trabajo ser en vano y muy peor, si por mal de peccados se supiesse.

Dol.—Demasiadamente te recelas; dexa hazer a mí y calla. No sabes que ay artificios de tomar paxaros sin redes?

Her.—Y cómo ay!

Dol.—Qué diras si te la doy en la mano borracha d'el amor de aquella mascara o figura que as de representar, y assi lo hiziera de la tuya propria; pero quiero que tu competidor y ella se tornen locos y que no le quede action alguna contra ti.

Her.—Guay de aquel que os caie entre las manos.

Dol.—Mas apareja vna saya de paño fino.

Her.—Esse es el punto.

Aso.—De brocado te la dare, y lo que más quisieres; pero buz.

Dol.—A mí importa más.

Aso.—Cómo a de ser? por tu vida que me lo pintes.

Dol.—Que me plaze. Ya sabes que todo el mundo me conosce y tiene respeto; frequentaré la casa algunos dias, pues ay principio, y harela creer que el asno muere por ella, y a él que la mula le tiene buena voluntad. Porque no dexe nunca la calle, y alabandole de rico, auissado y otras pieças assi, trataré de casamiento, y de que se vean para el effecto, y no te digo más.

Her.—Buena orden lleuas.

Aso.—Maldita seas, que tanto sabes.

Dol.—Pero tú as de fingir amores en otra parte, como si nunca la ouieras visto, porque no piense que te duele aun la llaga.

Her.—Bien lo asienta todo.

Aso.—No dizes mal, pero no as de dormir hasta la obra ser concluyda.

Her.—De charidad.

Dol.—Assi no duermas tú al tiempo de la paga.

Her.—Ay daras.

Aso.—Vete de ay, que eres vna Pharisea; toma de caparra esse doblon para capones.

Dol.—Bendito seas con tal respuesta. Voy y buelo.

Aso.—Veamos, pues.

Her.—Aqui se pagan ellas.

Aso.—Dónde diablos resurgiste? Andas en pena por estas calles?

Her.—Todos somos d'el Merino; si no pregunten lo a Logistico y a mí, o a la señora Falerina.

Aso.—Noramala para vos, que tanto madrugastes, y para ella, que en tal bestia me mudó.

Her.—Búrlaste.

Aso.—O hydeputa, veys vos, gentil hombre? pues por vida d'este cuerpo que yo le haga hablar otro lenguaje. Que no soy tan Narciso como vos.

Her.—Bien me pesa dello, mas puede ser que tambien mi tiempo llegue[722].

Aso.—Estoylo viendo ya, porque conosco coles de mi huerto.

Her.—Pues Doleria, hará algo de bueno?

Aso.—Algo? verlo has; es bastante a reboluer todo el infierno. Bien sabes ya que auiendo denare me, ay laudare te. Y que en prima pagina está scripto Pecuniæ obediunt omnia.

Her.—Y aun en la postrera; yo he oydo el flete, no preciaria más ganar vn buen cauallo. Por que en forma estoy sentido d'el escarnio, que se deue contar por general.

Aso.—Pues calla y busquemos a Logistico para reyllo a tres partidas.

Her.—Bien dizes, hágase.

NOTAS:

[722] Llege, en las dos ediciones.


[Pg 345]

SCENA 2. DEL TERCER ACTO

Logistico, auiendo dado las nueuas a Heraclio de sus competidores, a tercan sobre ellos vn buen rato.

Logistico, Heraclio.

[Log.].—Finalmente que podemos ya cantar,

maldito sea aquel dia
que nascio mi pensamiento.

Her.—Mas,

recuerde el alma dormida.

Log.—Y

abiue el seso y despierte
contemplando.

Her.—Todauia no creo que va esso tan de verdad; son damas, precianse de corteses, sin querer escandalizar a nadie. Essos hombres son muy familiares, por parte de otro a quien tienen obligacion las sobredichas. Y las amistades proceden de grado en grado harto lexos.

Log.—Consiento, por aora, que lo imagines assi, porque no se te gaste el estomago del todo. Pero sabete que soy más experimentado en estas drogas que cuantos boticarios ay en Paris, y doyte dello el tiempo por testigo de ocho o diez dias solamente.

Her.—En menos hizo Dios al mundo.

Log.—Ay verás si puede deshazello.

Her.—En parte holgaria que tu sospecha fuesse cierta, para hartarme de hablar y hazer vna larga penitencia.

Log.—Dacuerdo quedauan para otros dias. Y las Nimphas con tanta pena de vellos partir, que hasta el invierno no se cansaran. Porque entonces el frio yela estas calores.

Her.—De modo que el amor dellas anda con el tiempo?

Log.—Aueriguado; sino que ay fallencia en la regla en vna cosa.

Her.—En qué?

Log.—Que haze el vino causa como la imaginacion, el qual alegra el coraçon del hombre y tiene singulares operaciones.

Her.—No deues hablar sin expiriencia.

Log.—Aosadas que he visto sin antojos y palpado sin guantes calliente y frio.

Her.—Pues cómo haremos?

Log.—Yo seré la centinela y haré señal porque no escape cosa; entonces operibus credite, como el Rey Ramiro, y nuestro amigo Asosio que está más cerca.

Her.—Essa te digo fué burla intolerable; mas si él trae a luz su trama, quedará pago para otra vez.

Log.—El pandero está en buena mano; tú verás el son que haze, y puede ser que auiendo por qué, como yo lo traygo en las narizes, tambien tañamos a su modo, que en la señora Doleria todo ay.

Her.—No me podria saber bien vna vengança assi de tranfiguracion.

Log.—Mejor seria hallar las fuentes de Merlin de amor y desamor para poner la vna al opposito de la otra, y hazer morir Angelica por Reynaldos, y él que huyesse d'ella como d'el diablo.

Her.—Tan poco queria esso, ni fuerça de encantamiento en mi fauor.

Log.—Busquemos luego a Oedipo que nos declare esse enigma. Vistes el Sphinge? Qué poco sabes tú del mundo!

Her.—Confiesso que no falta a su merced para Pedro de malas artes vn solo marauedi.

Log.—Mas faltárame, que ya no ouiera pelo. No sabes que la prudencia tiene dos caras, vna delante, otra detras, y que es la razon la luz de sus quatro ojos y el gran Iupiter el objeto ó fin?

Her.—Hablas como emperador, y todo lo que sueñas son reuelaciones. Quedese assi la traça, para si fuese menester empeçar alguna obra, acudir con los materiales.

Log.—Dexame hazer, que no quiero pongas de casa sino los ojos y las orejas. Y con esto vamos a uer en qué rumo está la nao de Asosio.

Her.—Por vida tuya.


[Pg 346]

SCENA 3. DEL TERCER ACTO

Doleria sola tratando de los estados enamorados y llega Melania.

Doleria, Melania.

[Dol.].—Esto es muger; a la fe, que tiene andado ya medio camino, mas la buena paga haze milagros, que palabras lleualas el viento como a las plumas, y maldita la cuenta que yo hago dellas. Con todo, despues de bien recuchillada. Porque algunos por consiguir sus apetitos os prometen luego el Arabia Felix y dan os con la Petrea en la cabeça: de lo que no cuesta, a montones. Ay otros tan tristes y pelados, y es tan raydo lo que traen, que tan solamente do hechar el anzuelo no hallays. A estos tales, pelalles más, pues no teniendo qué comer combidan huespedes. Los caualleros muy peynados piensan que se deue todo a su sangre y gentileza, y que os hazen merced si os encargan; y quando mucho, por mano del camarero, os meten diez reales en la boca, porque si acaso os lamentays, respondan: pese a tal con el traydor, que diez ducados le mandé te diesse y guardólos para sí o los jugó el truan. Estudiantes lo hazen muy mejor, los quales no tienen camareros, y de ciertas bolsas de cuero viejas sacan siempre la merced de Dios, o parten con vos de sus raciones. Carniceros, pescadores, grosseros, mesoneros, y toda otra suerte de aues desta pluma, son liberales, por traer la massa entre las manos. Mas otras ay más nobles que todas éstas, quien se quiera lo podria adeuinar: los banqueros, mercaderes gruessos o Burgaleses, que francamente pagan las obras y jornaleros. Diez ducados es el menor bocado de vn escote; sayas, mantos, chapines, calças o tocados, aun no lo pedis quando lo teneys. Si no ved que, no auiendo dado vn passo por Asosio, hecha vn doblon para capones, quedando mi derecho reseruado y entero para la buelta. El saber y diligencia os sobra para éstos. Yo tengo tramada ya la burla, agora la texeré. A la señora no se le cuece el pan ni le toca el trasero la camisa; mas yo por el authoridad de mi officio quise dilatallo, que las yeruas hazian luego operacion y los amigos son diligentes para todo. Y de más si es ésta que acá viene? Ella es, sola; paresce gruñe; será de dolor de dientes. Gentilhombre, poneos delante por que no nos vea y oyremos de qué temple viene.

Mel.—Triste de mí, do la hallaria yo aora?

Dol.—No lo digo?

Mel.—Que no puedo ya estar sin ella, que blanda y apazible es.

Dol.—Muchas mercedes.

Mel.—Y la embidia no lo puede comportar: vnos de hechizera, los otros de falsaria y otros de otras chismerias. Qué mundo este?

Dol.—Hazeys bien de lo sentir assi y de guardar las circunstancias de amistad.

Mel.—No ay verdad ni desengaño sino donde menos se presume, que todo el resto son hypocrysias. Yo buscaré algo de bueno que le dé.

Dol.—Dessa suerte siempre me terneys para vuestras necessidades.

Mel.—Quien me topará por aqui mi gentilhombre; qué lindo y agraciado es, qué bien hablado y qué discreto.

Dol.—Aun no lo sabeys del todo.

Mel.—Paresce que halló el coraçon por natural distinto o particular virtud, su semejante. En hablandome Doleria en él, dio el sentido y la razon lugar a mi deseo y quedó presa mi libertad. Do estará?

Dol.—No se congoxe, que presto la verá.

Mel.—No tengo otro descanso que hablar con ella, y aunque el freno de la verguença y honestidad ate la lengua, los affectos muestran lo que siente el coraçon, y el escondido fuego haze su officio.

Dol.—No es tiempo de más palacio; quiero apparescer a Tisbe, porque no se mate, y lleualla al señor Piramo. Señora, señora, no os vays assi.

Mel.—Quién me llama? O madre mia Doleria, que hasta el ánima me penetró tu boz, dónde estauas?

Dol.—A vn ora que te llamo y no me oyes.

Mel.—Y es posible? no te marauilles, que va hombre pensando en otras cosas.

Dol.—Pues como estás, hija?

Mel.—En verdad que no me hallo bien.

Dol.—Cómo assi?

Mel.—Siento dos dias ha vn dolor incomportable del coraçon.

Dol.—Tienesle otras vezes?

Mel.—Sí, mas no tan grande.

Dol.—Ordinario mal es de mugeres, y puede ser que venga de la madre.

Mel.—No lo sé; dame algun remedio si lo sabes.

Dol.—Y cómo que lo sé!

Mel.—Qué, por tu vida?

Dol.—A la oreja te lo diré, que no lo oyga nadie.

Mel.—Quién está aqui?

Dol.—El ayre, que fauoresce los amadores y los auisa de muy lexos. Los braços de aquel amigo y sus regalos.

Mel.—Mira qué dize; siempre te burlas, mi señora, y me hablas fuera de proposito.

Dol.—Por vida vuestra, qué quieres? soy amiga desengañada y médico propicio, que no procura de dilatar la cura, sino la salud de su paciente. Y no me lo agradesces.

Mel.—Calla, señora, que soy tuya; pero digolo porque sospecho no se acuerda de my esse señor, ni se le da de mi muerte o de mi vida.

Dol.—Y esso más, y ves su passear tan a menudo por la calle, pues de noche con qué suspiros y la color del gesto. Si supiesses lo del comer y del dormir, manzilla es ver la pena que padesce. Solia de ser vn pino de oro, no está aora alli la mitad dél. No sé cómo te lo sufre el coraçon, y más quiere tu honrra.

Mel.—Con esa condicion le acepté.

Dol.—Pues qué hazes por él, que te a de agradescer?

Mel.—Que no le quiera mal, mas es menester hablarse a mi señora.

Dol.—Qué necia eres, no lo hará por todo el mundo.

Mel.—Por qué?

Dol.—Ay cierto inconueniente por causa de su padre. Pero secretamente, si te paresce, el hará lo que yo quisiere.

Mel.—Está bien, mas temo, porque los hombres no se contentan sino con todo.

Dol.—Y quando assi sea, qué le das sino lo suyo?

Mel.—O cuytada!

Dol.—No veys qué lastima? Ora yo me voy a él y quedará esto para mañana; todo estara a punto y algunos menudicos para la nouia.

Mel.—Ay triste!

Dol.—Ay boba! que no desseas otro.

Mel.—Para dessear era la fiesta. Mas no podré mañana.

Dol.—Por qué causa?

Mel.—Tiene mi señora combidados.

Dol.—Quién son?

Mel.—Apio y Metio, sus amigos speciales.

Dol.—Speciales? Otros pensara yo.

Mel.—No, señora, son muy pesados essos; éstos es otra cosa.

Dol.—Creolo, que la señora Astasia es auisada; tal sea su vida si lo entiende assi. Será para el otro dia.

Mel.—Sí, madre; yo terné cuydado.


[Pg 347]

SCENA 4. DEL TERCER ACTO

Asosio va en busca de Heraclio y de Logistico para dalles cuenta del concierto y del banquete.

Asosio, Logistico, Heraclio.

[Aso.].—Doy la al diablo que tanto sabe y que assi los trae a su mandado. Si yo llego esta empresa al cabo, en más lo terné que el reyno de Mandinga, su tierra de la señora, para que cante si de mí se reyó. Qué música tengo de dalle, en levantandome de dormir! Voyme a los amigos, porque no ay plazer si no es communicado; y discantaremos, y haze más al caso por la traycion que se nos ordena allá. Qué cosa son mugeres! pensé que era Heraclio el norte de la casa, y bien consideradas sus partes dél, solamente les agradescia no tener mal de ojos: mas aora veo quán enfermos son, pues por rosas cogen ortigas, y en lugar de pan se comen tierra, no de la buena. Mal fuego que las queme!

Log.—Este es Asosio, priessa trae.

Her.—Quiça anda en bisperas de Comedia y busca los vestidos. A de la nariz!

Aso.—Aqui estays, cuerpos sin cabeças? que a gran rato que os voy buscando y aora os hallo en emboscada.

Log.—Assi te lo paresce con el poluo de la caça. Pues qué va?

Aso.—No va, mas viene lo possible.

Her.—Mas por tu vida?

Aso.—Y por la tuya.

Log.—No sea otra como la de antaño, con que acabes de quedar graduado.

Aso.—Cerca estamos de la prueua; yo os lo haré ver y palpar.

Her.—De compañia para juzgar mejor.

Aso.—No se me da, que ya estos bienes son comunes; si no preguntenlo a la señora Amertia.

Log.—Dexate desso y adelante.

Aso.—Plazeme, aunque te pese. La señora Andromade estará mañana en poder de Perseo, por contemplacion de la cabeça de Medusa, mi señora, que tiene la virtud de conuertir hombres en piedras; y oy pudiera ser, si no fuera otra cabeça con que os porneys ambos de lodo, si no os buelue asnos.

Her.—Qué cosa, por tu fe?

Aso.—Dende aora las podeys encomendar a la señora mi huespeda.

Her.—Cómo assi?

Aso.—Quando pensé que tenias el remate de tus cuentas y que determinaua de pagarte, hallo que te hazen banquirota y son combidados oy Apio y Metio, mercaderes alemanes o de Coria, para tomallas y acordaros, y prepárase allá vna gran cena, segun lo dixieron a Doleria mis amores. Será el prologo de nuestras bodas. Añadieron más los sobredichos no auer tales angeles en Ethiopia, ni más queridos de damas, allá en su Grecia do son más venerados que el gran Dedalo y el gran Icaro, aunque cayó; será por buenos maestros de su officio.

Log.—De quán lexos he olydo yo esta vianda y quán sin respecto te la defendia, Heraclio, como médico experimentado.

Aso.—Soy yo dello buen testigo, y trabajaua por remar mi remo, aunque perdi la nao en otros bancos.

Her.—En qué pararon mis confianças! qué gran desgracia o engaño que de mi mesmo recibo! Ciertamente no soy yo lo que paresco, o no paresco lo que soy.

Log.—A proposito; ellas no son lo que parescen. Ay más falsa moneda que vna ropa larga y vn tocado blanco y vn torcer de manos, morder de labios, hablar cansado y andar mesurado? Es la calor y el olor del vino, que os combidan a gustalle muy a menudo, hasta os poner en Capricornio. Ya esto era viejo para su merced, pero quiso nueuas experiencias como si los tiempos no fuessen vnos, como está dicho.

Her.—Qué me aconsejays vosotros? porque ya se me va conuirtiendo este amor en otra passion. Yo lo siento.

Aso.—Que hagas como yo.

Log.—No dizes bien.

Aso.—Veamos, pues, tus letras.

Log.—Soy de opinion que lo dissimules algunos dias, hasta que ellas mesmas te quiten el reboço, y entonces, con occasion más manifiesta y sin auer lugar de otros argumentos, lo harás: Que éstas naturalmente siguen á quien las huye y huyen de quien las sigue. Acabada esta jornada, en que aurás tantos golpes que las señales lo testifiquen, viendo que lastimado y con sobra de razon te retiras y aborresces en vez de amar, bolueran la hoja, y como cieruas heridas a la yerua, daran tras ti, y quedará tu causa más legitima, tanto más si perseuera la falsedad y ingratitud en ellas. Lo que agora me paresce seria buscar algun disfrace con que allá fuessemos esta noche, trabajando todauia por encobrirnos, y no siendo possible tanto mejor quedando al toque.

Aso.—Nunca mejor hablaste; aora te digo que eres bachiller.

Her.—Qué disfrace lleuariamos?

Log.—Alguno con que pudiessemos hablar.

Aso.—Yo os lo daré excelentissimo y tomaré el trabajo del adereço, que será delicadissimo.

Her.—Veamos.

Aso.—A la Egiptiana, hechos ciganas, para hablar en falseto.

Log.—Spirito tienes, serás Licenciado. Por vida de Doleria, y assi gozes de sus promesas, que lo pongas luego por obra.

Aso.—Pierde cuydado, que yo os armaré al natural antes de noche.

Her.—Serás mi padre.

Aso.—Ya tu madre es muerta.

Her.—O vellaco!

Log.—Vamos todos a entender en ello, que tanto más presto se concluyra.

Aso.—No dizes mal.


[Pg 348]

SCENA 5. DEL TERCER ACTO

Apio y Metio van al combite de Astasia, y en mascara los tres amigos a la fiesta, y passan entre sí algunos trances.

Apio, Metio, Astasia, Melania, Idona, Morio, Aplotis, Asosio, Heraclio, Logistico, Page.

[Apio.].—Metio, es ora ya; no hagamos sperar las damas.

Met.—Vamos si te paresce, no embargante que en esto de banquetes es menester ser graue y hazerse hombre de rogar.

Apio.—Alli no, que es la casa de buena ventura y entra hombre quando le plaze; tanto me da en la camara como en la cozina, donde quiera os reciben con alegre cara, y antes os tienen por más familiar.

Met.—Y si por caso hallasses a la señora en camisa?

Apio.—La buena voluntad lo disculpa todo.

Met.—Qué buenas personas.

Apio.—Yo soy amigo viejo; todas me quieren mucho.

Met.—Quánto aurá que las conosces?

Apio.—Va en quatro años.

Met.—Otros ay más viejos, pero no llegan a tu capote en esso.

Apio.—Todo está en el saber. Yo soy de todo trance y hagoles mil seruicios, acompañolas a vna parte y a otra, embioles coplas, oliuas, cartas, castañas, baylo, lucho, ordeno juegos de pasatiempo.

Met.—En suma, que sirues de silla y de albarda.

Apio.—Señor, sí; voy con ellas fuera de la villa y estoyme allá los quatro, los cinco días, y es un passatiempo vernos.

Met.—La rapaza es hermosa; haze algo y tengamos bodas.

Apio.—No ves que estoy tomado ya para las cargas?

Met.—Es verdad, mas no auria remedio con el cura?

Apio.—No me curo desso; más quiero el amistad a buen engaño sin mala fe. Mas tú que puedes, quieres que hable en ello?

Met.—Si te paresce, despues hablaremos.

Apio.—Tomemos por esta callejuela, que es más cerca y más escusa.

Met.—No será malo, voto a mi, que allá veo nuestra gente.

Apio.—De reñirnos auran por la tardança.

Ast.—A sperardes más vn poco, haziamos llamaros de debaxo de la mesa.

Met.—Bien empleado fuera. Beso las manos de sus mercedes.

Mor.—Ya yo tenia tragado medio pan; beso las manos.

Mel.—Besso las manos de mi confessor, toda la fiesta es de beso las manos.

Ast.—Harto ruyn costumbre, mejor andaria Dios delante.

Mor.—Muger, esto es más a la cortesana. Pues qué haze Aplotis, que no ha besado aun?

Apl.—No las besaré a nadie, que esse priuilegio tienen las donzellas.

Ast.—Buena pascuas tengas, hija.

Apio.—No es tiempo, señora?

Ast.—Tiene razon el señor Apio, pues qué hazemos? vamonos assentar. Eya, Morio, agasaja los combidados.

Mor.—Eya, señores, sientense.

Ast.—Yo aqui por empeçar, Apio cabe mí, destotra parte Metio, cabe Apio Idona, Melania cabe Metio, Morio cabe ella, junto d'él Aplotis, y aun queda lugar para vn buen amigo si viniere. Moço, aguamanos.

Page.—Aqui está, señora.

Mor.—Laue V. m.

Met.—Laue V. m.

Apio.—Laue V. m.

Mel.—No veys qué donaire, laue V. m.?

Met.—Laue V. m.

Ido.—Las donzellas no lauan primero que los hombres.

Mor.—Laue V. m., señora Aplotis.

Apl.—Laue Dios a todos.

Ast.—Amen, ora yo quiero empeçar; hecha moço, y vosotros seguid mi orden; laue el señor Metio.

Met.—Por obedecer.

Ast.—Laue el señor Apio.

[Apio.].—Soy contento.

Ast.—Laue Morio.

Mor.—Que me plaze, amores.

Ast.—Lauen las moças aora sin reñir. Page, la bendicion.

Mor.—Yo la dire más breue.

Ast.—Norabuena.

Mor.—Dios, que lo bendixo en el campo, lo bendiga en el papo.

Apio.—Ah, ah, ah! Paresceme que tiene gana de comer el señor Morio.

Ast.—Creolo, que no a almorzado Eya, moço, venga de comer.

Page.—Aqui viene.

Ast.—Señor Apio, deste pernil primero mientras el señor Metio trincha el capon.

Met.—Sí haré señora, o qué tierno está!

Ido.—Es de los nuestros.

Mel.—No se podia assar de gordo.

Apio.—Quiere tu merced?

Ast.—No como salado, pero da a las donzellas.

Ido.—Tan poca sal tenemos, señora?

[Pg 349]

Mor.—Ah, ah, ah! qué bien respondió Idona; yo quiero to lauia.

Apio.—Tome tu merced.

Mor.—No, no; yo lo cortaré.

Apio.—Metio está ocupado, no le quiero dar.

Met.—Por la pareja.

Apio.—Esso no; toma, toma.

Ast.—Con qué gracia lo dize el señor Apio; señores, aqui oliuas; hecha de beuer y da al señor Apio, que tiene sed.

Apio.—Puede ser que adeuinaste.

Ast.—Yo lo veo.

Apio.—A quién tengo de beuer, si es al uso de Flandes?

Ast.—A quien te quiere más.

Apio.—Será luego a tu merced, que se acordó de mí.

Ast.—Buena prol te haga; qué te paresce?

Apio.—Buen vino es.

Ast.—Hecha, page.

Page.—Aqui, señora.

Ast.—A ti me encomiendo, señor Metio.

Met.—Haré lo que mandas, mi señora; señor Morio, a V. m. ruego por las donzellas.

Mor.—Norabuena, a ti donzellas.

Mel.—Esso es meternos en el saco, Morio.

Apio.—Qué trauiessa es la señora Melania!

Ido.—Buena prol te haga, padre.

Mel.—Muchas mercedes, Morio.

Mor.—Todos me dizen las mercedes, sino Aplotis.

Apl.—Dios se las haga: pensé que entraua con las otras.

Ast.—No comeys desta espalda; Morio, qué hazes?

Mor.—Menear los dientes.

Ast.—Y las manos por qué no?

Mor.—Tambien me ayudo d'ellas.

Ast.—Corta desta espalda y sirue a estos señores; de la ternera, señor Apio; Idona, d'aquella gallina de Indias, muestra tu habilidad. Llega acá los perdigones, Melania.

Mel.—Toma, señora.

Ast.—Estos quiero repartir yo.

Ast.[723]—Buenos están.

Apio.—Todo está como de tu mano, señora Astasia.

Ast.—No se va a burlar; otro dia será mejor. Qué oygo? antojaseme que ay mascaras.

Apio.—Muchas.

Ast.—Cómo lo sabes?

Met.—Ay muchas bodas y es sereno el tiempo.

Mor.—Tememos acá algo?

Apio.—Podria ser.

[Pg 350]

Ast.—No, no, por amor de Dios.

Met.—Sí, pero si vienen no es justo no les abrir.

Ast.—No tenemos instrumentos.

Met.—Puede ser que ellos los traygan.

Apio.—Si no, la señora Idona les hara el son para que nos holguemos.

Ido.—No estan los mios acordados.

Mor.—Con Aplotis dançará Morio.

Apl.—Con los pies será mejor, que me tratariais mal.

Met.—Bien acordada es la señora Aplotis a la fe.

Apl.—A la mesa no se a de dormir.

Ast.—Tiene buenos dichos.

Mel.—Pues Aplotis, quieres auergonçarnos?

Apl.—Y en qué? no os he dicho mal ninguno.

Ido.—Qué sotil está mi prima.

Apl.—No tanto que puedan coser conmigo como aguja; aun occupo vn escabello.

Mas.—Ta, ta, ta.

Mor.—Con nos lo an. Page, quién llama?

Page.—Es una mascara.

Ast.—Si antes lo recelaramos, antes llegara. Qué tal es?

Page.—Linda, señora.

Ast.—Son muchos?

Page.—No más de tres.

Ido.—Traen menestriles?

Page.—Paresceme que sí.

Apio.—Aqui somos hombres; aparejaos, moças.

Met.—Cómo me huelgo!

Ido.—Tanto rauias por dançar?

Mel.—Vos no?

Ast.—Pues cómo haremos? será bueno dezirles que estamos a la mesa? que perdonen sus mercedes y bueluan de aqui a vn rato.

Apio.—Será descortesia, auemos comido harto ya; manda quitar, señora, y entren.

Mor.—Mas entren sin quitar y beueran, que yo quiero comer aun.

Met.—Señor, sí, que pueden ser amigos. Cómo vienen, Page?

Page.—Como Egiptianas.

Ido.—O qué bueno; entren, señora.

Ast.—De más si son nuestros philosophos?

Mel.—El diablo los traeria acá.

Ast.—Por qué? no son tambien amigos? Abre, moço.

Ido.—O qué lindos vienen; no he visto cosa más galana.

Apio.—Gentil por cierto.

Met.—Muy galanes vienen.

Ast.—Qué buena entrada.

Apio.—Señores, quiten las mascaras y beueran.

Aso.—Buenas noches, buenas noches, hermosa eres, daca la mano, marido tienes, vna blanca tienes, otra negra tienes, vn chiquitico, buena ventura tienes.

Ast.—Bueno va, veamos qué dize estotra.

Her.—Mucho de fuera, poco de dentro, gran coraçon tienes, grande hombre tienes.

Apio.—Quién serán?

Ast.—Los mesmos, algo de bueno, señor Apio.

Apio.—Que me plaze, vn villano, señora mascara.

Log.—Mas sean dos, garrido.

Ast.—Qué bien lo haze Apio. Mira, Morio, a Apio; no ves, Idona, a Apio? Melania, mira para Apio. Qué gentil es el señor Apio!

Ido.—Muy gentil, señora.

Ast.—No ay otro Apio en todo el mundo.

Log.—Bien nos podemos yr, porque todo aqui es Apio; no comen otra salsa, a lo menos la ventera.

Her.—Y aun todas, mirá la fiesta; pues yo sé que nos conoscen.

Aso.—Qué linda compañia!

Log.—Y tú qué hazes, no relinchas?

Aso.—Todo lo guardo para despues del salto.

Mor.—Quiten las mascaras, mascaras, y haremos vna dança de besar.

Aso.—Con ellas besaremos.

Mor.—Oxe.

Apio.—Eya, señores, por cortesia.

Log.—Poca ay aqui.

Her.—Antes les sobra.

Aso.—La necedad.

Her.—Dissimulemos todauia y saquemos éstas a dançar.

Log.—Dizes bien.

Her.—Quieres dançar, señora?

Ido.—Como mandares, aunque es al reves.

Her.—Assi va todo.

Log.—Essa mano, señora.

Apl.—Y la voluntad, que todo meresce la compañia.

Log.—No lo miran assi todos.

Apl.—Es mal de ojos.

Log.—O de cabeça.

Apl.—D'ay nasce la vista.

Log.—Testimonio da la tuya de otra cosa.

Apl.—No falta el desseo, si él meresce algo.

Log.—No se me oluidará essa palabra.

Aso.—Que por fuerça tengo que encontrarme con este diablo? Adrede me la dexaron estos vellacos; eya, señora, por de mi tierra os quiero festejar.

Mel.—Quién eres, mascara? descubrete.

Aso.—El mayor seruidor tuyo.

Mel.—Bien te sabes esconder; conosco los compañeros y pensé lo hazia a ti, pero aora te desconosco.

Aso.—Yo espero que presto me conoscas.

Apio.—Yo no tengo de dançar sino con tu merced.

Ast.—Mirad el señor Apio. O señor Apio, no por tu vida, no más, no más, qué gentil gracia la de Apio, señor Metio!

Met.—No ay otro tal.

Mor.—No beueran todauia sus mercedes?

Ast.—Sí, sí; trae vino, moço.

Log.—No ay sed, señora; ni la aurá tan presto.

Ast.—Qué fina pieça! o no aueys aun comido?

Log.—Harto comimos, pero no estaua muy salado.

Ast.—Bien te entiendo, mascara; algun dia te responderé.

Log.—Y yo algun dia lo oyre.

Apio.—Aun no an dicho la buena dicha toda.

Aso.—Que vos la tengays basta, y seays tambien amado.

Ast.—Señor Apio, otro villano.

Her.—Cómo se huelga la señora con los villanos!

Log.—Tiene razon, que son alegres.

Apio.—Pláceme, señora.

Ast.—Qué bien lo haze; no veys la gracia, no veys el ayre del señor Apio? o señor Apio.

Aso.—Doy al diablo tanto Apio, ya me tiene medio borracho.

Her.—Buelta, buelta a los franceses.

Log.—Con coraçon a otra lid[724].

Her.—Buena dicha tengas, buena dicha tengas.

Ido.—Plega a Dios.

Her.—Hermosica, nouia serás presto, hombre que te quiere mucho.

Apio.—Pero, Cigana, no será Cigano.

Her.—Hombre de paja, rico de paja, muchas tierras tiene, baylará villano. Cigano andar a Egypto.

Log.—Señora, voy todo tuyo.

Apl.—Mio, señor? no meresco tanto.

Aso.—Amores, no los oluides.

Mel.—Oluidar? es impossible.

Apio.—No se vayan, señores, sin colacion.

Her.—Hazelda vos por nos.

Ast.—Pues tanta priessa.

Her.—Harto nos detuuimos ya.

Ast.—Paciencia.

Her.—Yo fio que no la perderas.

Apio.—A Dios, hermanos, pues.

Log.—No en las armas; buena gentezilla es esta, hermano.

Her.—Rasonable.

Aso.—Aora se quedan a su plazer y contrapuntearán la fiesta.

Log.—Que se pongan mucho de lodo.

Aso.—A fe de gentilhombre que mañana a estas oras yo esté satisfecho de mi parte.

Her.—No lo dudo, y spero que a cada puerca venga su San Martin, y con esto nos recojamos a reposar lo que se queda de la noche.

Log.—Bueno será, y soñemos en otras fiestas si puede ser.

Her.—O no dormir por no soñar.

NOTAS:

[723] Repetido Astasia en las dos ediciones, pero debe hablar otro personaje, quizá Metio.

[724] Son versos de un romance viejo:

Vuelta, vuelta, los franceses,
Con corazon a la lid.


[Pg 351]

SCENA 6. DEL TERCER ACTO

Quedan los del banquete motejandose de las Egiptianas partidas ellas, y despues se recoge cada vno a su posada.

Morio, Astasia, Apio, Metio, Idona, Melania, Aplotis.

[Mor.].—Boto a qual y a tal, que fue gustosa la carantoña.

Ast.—Sí a la fe.

Apio.—A poco costo.

Met.—Aquéllo quien quiera se lo hiciera.

Ido.—Poco se detuuieron.

Met.—Ternian que hazer en otra parte.

Apl.—O gente sin virtud!

Mor.—Son buenas personas, aunque no han querido beuer.

Ast.—Al tercero holgara de conoscer.

Mel.—Bien hize yo por ello.

Ast.—Y de más si es Asosio tu seruidor.

Mel.—Mi aguelo vee en mí el diablo; en asomando por una calle, se buelue por la otra; ya me arrepiento, porque tengo menos vn seruidor.

Ido.—Bien lo pudieras escusar.

Apio.—No hagas, señora Melania, que heziste de Romana.

Apl.—Conforme a tu discrecion, como fauoresce el asno el partido de los hombres, assi lo haze Heraclio.

Met.—Guárdeme Dios de tal encuentro.

Mor.—La fiesta es acabada; vámonos acostar, muger, que canta el gallo.

Ast.—Es muy temprano.

Apio.—Es temprano, señor Morio.

Mor.—No para mí, que estoy ya medio soñando. Si vosotros quereys, baylad, que yo baylaré con las señoras sáuanas.

Ast.—Buelue acá, Morio.

Apio.—Dexale yr, señora, al costal de paja.

Ast.—Cortés hermano!

Apio.—O corto.

Met.—Pues qué haremos, dançaremos?

Mel.—Como nuestro amo.

Ido.—Qué dormilona.

Mel.—Calla, hermano, que tengo de madrugar.

Apl.—A algunas de las tuyas. O, si los pechos tuuiessen puertas, quántas cosas se verian!

Apio.—Las Egiptianas van corridas.

Met.—De qué?

Apio.—De la poca cuenta [que] se hizo d'ellas.

Ast.—Poco va en ello. Qué más se auia de hazer? La cuenta y la fiesta tú la remataste, señor Apio, con tus bayles y gracias, de que eres lleno.

Apl.—Bien lo alcanza, fuera buena para juez. Heraclio muerto vale más que estos dos biuos.

Mel.—Luego ternemos lamentaciones de Ieremias.

Ast.—Ah, ah, ah, algo le daremos porque se calle.

Ido.—Media ora de conuersacion, que éste es su manjar.

Apl.—Tambien vos? qué vergonçosa niña!

Apio.—Yo tomaria dello plazer.

Ast.—Plazer? no queria ver tales hombres.

Met.—Tienes razon.

Mel.—Sí por cierto.

Apl.—Sí por cierto, o traydora, y esta es la inocencia de que hazes profesion?

Ido.—El Logistico es del consejo.

Mel.—Esse es su Esculapio, Asosio fue Mercurio, mas despues de la desdicha no paresce.

Met.—Pésate dello?

Mel.—No me a de pesar?

Ast.—Todauia yo quiero yr acompañar a Morio, que es tiempo ya.

Apio.—Bien harás, señora, que tambien me estoy dormiendo yo.

Apl.—Quándo no dormiste tú? mira qué seruidor tiene la dama.

Ido.—Yo me estuuiera hasta ser de dia.

Mel.—Yo no, que se me huyen tambien los ojos.

Met.—Pues hagámosle la voluntad. Buenas noches tenga tu merced, señora, y la compañia.

Apio.—Yo no yré sin dar la paz en el carrillo; aora sí.

Ast.—Mucha licencia es essa; a Dios, hijos, a Dios.

Ido.—A Dios, hermanos.

Mel.—Mirá que no soñeys.

Met.—No se puede escusar.

Apl.—De ser tales unos y otros.

Apio.—Beso las manos.

Met.—Beso las manos.

Ast.—Muy adelante es esso; cierra, Aplotis, y vámonos acostar.

Apl.—D'el todo se pudiesse, mas lleua mal camino.


[Pg 352]

SCENA 7. DEL TERCER ACTO

Asosio va á casa de Doleria en otros hábitos, y ella con cierto vnguento le transfigura, y él va prouar sus aventuras.

Asosio, Doleria, Logistico, Amertia, Mania.

[Aso.].—Doleria hermana, quanto al vestido ya vees que vengo a la forastera; del resto por más que me prediques estoy vn sancto Tomas.

Dol.—El espejo te quitará de duda.

Aso.—Mi padre, no creeré en cien espejos. Qué se yo si estan de acuerdo contigo ellos, y daran comigo en algun fuesso; pensar yo que me mudarás de gesto y de figura es por demas.

Dol.—Qué desconfiado y enojoso eres; toma, vntate la cara y ve buscar a tus amigos y amigas, y si alguno te conosce mátame.

Aso.—Hablas como reyna; essa es la más cierta experiencia. Pero no sea éste el de Apuleyo, y tú Andria para mí? Noramala acá vernia a ser asno toda mi vida.

Dol.—No ves que estamos en el mes de mayo, y que terniamos a la ora rosas?

Aso.—O pese al mundo, en mayo fue lo otro; pero el asno vuo primero hartos pallos y seruió mil amos con cien mil lazerias.

Dol.—Sí, mas ya estamos aduertidos, y esso fue en Thesalia.

Aso.—Doyte al diablo, que en cualquiera parte se hallan ya Milones y ladrones.

Dol.—No ayas miedo, y vntate sobre mí.

Aso.—Sobre ti venga el fuego de Sodoma si me engañas.

Dol.—Valgalo el diablo a este necio, dexalo.

Aso.—No más, hermana, no te enojes, que ya me vnto. Mas, por tu vida, ello es cierto?

Dol.—Aun porfias?

Aso.—Ora yo lo haré, aquí Circe, aquí Sybilla. Pero di, que se me oluidaua.

Dol.—Qué quieres?

Aso.—Seria malo hazer testamento?

Dol.—Perdiste el seso?

Aso.—Si tengo de ser otro, y no Asosio, o me quedo assi, y no me hallan, quién heredará mis bienes?

Dol.—Tus males, o hombre de poco, desatinado.

Aso.—Nunca en mi vida tuue más seso, y esse es el peor señal que paresce se viene a despidir de mi.

Dol.—O tú d'él.

Aso.—Yo? pues tomo tu vntura, y todauia me engañauas?

Dol.—Damela acá.

Aso.—No, que me burlaua. Ora me encomiendo [a] aquella diosa enamorada y al ciego ballestero. Haze lo tú, hermana, y vee no dexes lugar vacio que por tantico seria luego conoscido, y pornianme de hurto todo lo demas.

Dol.—No te congoxes; mira aora si te conosces.

Aso.—Amuestra, no hay que dudar, esta es la cara de nuestro cortesano.

Dol.—No es sino la tuya, asno; guay de ti que no hay rosas ya, yo te molere aora.

Aso.—Maldita seas, que assi me asombras aunque te burles; no queria ser asno por quantas yeguas de buena raça ay en España.

Dol.—Despachate y ve hacer tus prueuas, para acabares a las dos de cumplir tu rameria aqui, que aqui verna la nouia; pero mira traygas la lengua en la bolsa y saques della contadas las palabras.

Aso.—A mí el cargo; voy, pues, y no a sido malo auer comido, no hauiendo de boluer tan presto a casa.

Dol.—Qué niño de bendicion; ve norabuena, que yo os dare de merendar.

Aso.—Toma ay otro doblon.

Dol.—Qué hombre eres! aun serás Rey.

Aso.[725].—Porque te doy en el papo. Este es Logistico, nunca vino tan a proposito, haré del graue passando sin hablar y escarraré, que es muy de corte.

Log.—Acá viene el cortesano del otro dia, muy entonado va; holgaria de hablar con él por uer si es auisado o conforma con los habitos el parescer, mas no hay conoscimiento.

Aso.—Mirame todauia como a estrangero.

Log.—Qué importa hazello y cortesmente preguntalle nueuas?

Aso.—A mí se viene, todo es burla; por coger a las manos la vellaca me laua la cabeça. Terné con todo tiesto.

Log.—Beso las manos de V. m.

Aso.—Y yo las de V. m.

Log.—Señor, perdone el atreuimiento atribu[y]endolo a cortesia y desseo de lo seruir. Vuessa merced viene de corte?

Aso.—Señor, sí, a su seruicio, y antes es merced, porque los peregrinos tienen necessidad de fauor en toda parte.

Log.—V. m. por sí vale tanto, que yo podria esperallo dél, y todavia me profiero.

Aso.—Bien va, no disimula; beso las manos de V. m.

Log.—Ay nueuas desta guerra, señor mio?

Aso.—Muchas, pero Dios sabe las más ciertas: ay apparato y sperasse rebuelta.

Log.—No deue pesar a los soldados.

Aso.—Essos señores ya sabemos que tienen guerra con la paz.

[Pg 353]

Log.—No hay duda en ello, y los cortesanos, señor, cómo lo toman?

Aso.—Como hombres dados a seruir damas y calçar guantes adobados, hacer sonetos, jugar a la pelota y a la francesa y otras gentilezas que hazen blandas las manos.

Log.—Pienso condena su suerte V. m. porque no tenga que respondelle. Ya está sabido que lo principal de la verdadera cortesania es el exercicio de las armas, justas, torneos, y dessear fuesse de veras y no de burlas.

Aso.—Essos pongo yo con los primeros, pero hablo de los ociosos, en el numero de los quales no me cuento.

Log.—Su presencia y arte, señor myo, dizen la verdad; vuessa merced me tenga por seruidor, que si algo se le offresce en esta tierra, será merced mandarme.

Aso.—Beso las manos de V. merced; quando esso fuesse, yo se lo suplicaria, porque a los nobles es hazer seruicio pedir mercedes.

Log.—Beso las manos de vuessa merced por essa honrra.

Aso.—Esto está assi de Emperador. Doleria es mujer de prol; mas porque éste es gran xabonero y podria dissimular o fingir no conoscerme, quiero certificarme más adelante y correr dos lancas muy al proposito, vna con Amertia, la otra con Mania. Por estotra calle será mejor, que las señoras no posan lexos vna de otra; a la puerta veo Amercia en su labor, quiero dalle vn mote a la forastera, y a segun que respondiere assi replicaré. Dios salue la gracia de tan gentil donzella.

Amer.—Beso las manos de su merced.

Aso.—En verdad, señora, que estoy en condicion de hazerme natural desta ciudad.

Amer.—Por qué, señor?

Aso.—Porque no veo sino angeles en ella.

Amer.—No burle su merced de las mal tocadas, que ya sabemos no ser acá de las muy lindas.

Aso.—En esso está lleuar el precio, serlo y hazer dello poca cuenta; pero assi fuessen mis seruicios y voluntad acceptos de alguna dama, como yo lo mostraria con effecto.

Amer.—Damas, señor? no las ay aqui, y mas quién podria merescer a semejante cauallero?

Aso.—Ya veo quiere afrentarme mi señora; pues sepa que la fe y amor serian tales, que supliessen la falta desso.

Amer.—De verdad lo digo, por mi vida.

Aso.—Hagame, pues, vna verdad.

Amer.—No soy condesa ni duquesa.

Aso.—Sea luego como reyna.

Amer.—Quántas cosas.

Aso.—Haga, señora, lo que le pido.

Amer.—Primero lo sabre.

Aso.—No la tengo de obligar a lo impossible.

Amer.—Pues sea norabuena. Qué es?

Aso.—Que me dé licencia que la sirua.

Amer.—Ay, señor, y qué gran carga seria tener tal criado si le ouiesse de pagar y entretener como meresce.

Aso.—Yo porne todo de casa, solamente con este título me contento, en cuya virtud me atreueria vencer el Leon Nemeo y la Hidra Lernea; ora vea, señora, qué podria nascer de la verdad, haziendo la sombra tales milagros.

Amer.—Bien a estudiado su merced, que tan apuntado anda a su proposito.

Aso.—Más diria si me valiesse, mas estoy viendo en essos ojos vnas niñas muy crueles.

Amer.—Qué mal le hacen, señor mio?

Aso.—Partir por medio mi coraçon y cegarme de todo punto.

Amer.—No tienen ellas edad para tanta fuerça.

Aso.—No estoy más aqui, pues mis golpes dan en vazio; la consciencia le dira despues cómo le meresco que me trate.

Amer.—Esse auogado basta par yr más descansado y no desesperar.

Aso.—Ay está el punto principal; beso las manos de V. m. hasta la buelta.

Amer.—Y yo las de V. m.

Aso.—Esta va la más donosa burla de todo el mundo; no podré dexar de me andar assi vn par de meses, y encantar más tierras que el sabio Alquife; todo será acordarme con Doleria o yrme a vn meson para despender doblado. Allá está la Nimpha de los desdenes, que conciertan bien con su nombre. Veamos de qué temple está. Todo en esta tierra son milagros; holgaria, señora, que me preguntasse V. m. el por qué.

Man.—A essotra puerta, que esta no se abre.

Aso.—Deue estar en casa algun tesoro.

Man.—Passe, señor, que si lo ay es para otro.

Aso.—Bien aventurado él; es natural, señora, o estrangero?

Man.—Todo tenemos aquí de casa, que lo de fuera no nos agrada, y por esso es tan barato.

Aso.—Peccador de mi, señora; de manera que nadie me comprará?

Man.—Tal puede ser el precio; á cómo da V. m. la libra de sy?

Aso.—A onça de V. m. y menos si mandare.

Man.—Bien se comide; ora buelua lunes, que aora no labran.

Aso.—Y esa gracia, no conuertira las oras y mudará los dias?

Man.—Pensaré en ello; cubra que llueue, o passesse a la sombra.

Aso.—Que entre? o gran favor.

Man.—No lo entendistes. Iuan, trae leña.

Aso.—Esso palos son.

Man.—No sperallos si no los quereys.

Aso.—Harto me apallean essos ojos, sin que otros me den.

Man.—Cuydado dél, que está ya muerto; todauia, señor, yo estoy de horno; buelua siendo el pan cozido y comera vna torta.

Aso.—Tan hermosa boca no podrá mentir, yo lo haré assi.

Man.—Acertará la puerta?

Aso.—Si algun fauor no me desatinare.

Man.—Pues está como estaua.

Aso.—Seruidor de V. m.

Man.—No se auenture.

Aso.—Esta es vna cruel bellaca. Qué haria si me conosciesse? El caso es, señora, que a essa garganta estará muy bien vna cadena d'oro que tengo en la posada.

Man.—Podreys ser oydo si por ay entrays. Pesa mucho, señor mio?[726].

Aso.—O traydora, cómo te conosco; quarenta ducados por lo más, que no es cosa que le trabaje.

Man.—Amuestremela mañana paseando por aquí.

Aso.—Sí haré, mi reyna, y todo el resto queda por suyo.

Man.—Beso las manos de su merced; assi haga su merced desta posada, y queriendo refrescarse con algun regalo, más merced seria.

Aso.—Mañana, que aurá más tiempo.

Man.—Como mandare; pero, señor, no se le oluide.

Aso.—Mal podré yo oluidarme á mí.

Man.—Beso las manos de su merced.

Aso.—Y yo la boca si me dan licencia.

Man.—No se emplee tan mal.

Aso.—Hablaremos. Maldito sea metal que assi enternesce, que más sangre de cabrón es menester para labrar diamantes, por vida de Asosio, que acabando la en que ando, entienda en ésta, a trueque de quarenta marauedis que la cadena puede costar, y verna por ducado a marauedi, poca es la diferencia. Pero con estas burlerias se me passó la ora y deuen sperarme.

NOTAS:

[725] Apl. dice el original, pero es errata evidente.

[726] En las dos ediciones se atribuye esta pregunta á Asosio, pero bien se ve que es yerro de imprenta.


[Pg 354]

SCENA 8. DEL TERCER ACTO

Melania va al concierto de su cortesano y effectuasse el casamiento.

Melania, Doleria, Asosio.

[Mel.].—Peccadora de my si me spera ya aquel gentilhombre; no querria por ninguna cosa darle enojo. Qué bien criado es y comedido, qué bien hablado y lindo, qué más riqueza quiero; él muestra amor, no sea apetito solamente, que los hombres por complille prometen quanto les piden, pero en medio está el amiga que me quiere como a hija, y no consentirá que se me haga tuerto. Queria verme ya en ello, que son vanos estos temores y causan daño algunas vezes.

Dol.—Asosio, albricias.

Aso.—De qué, Doleria?

Dol.—De la venida del cauallo que sperauamos; menester será calçar espuelas.

Aso.—Gran nueua es essa; de todo vengo proueydo.

Dol.—Y que oluides tambien a Asosio y sus burlas y te hagas aora Vlisses para Circe.

Aso.—Sobre mí que no le valgan sus encantamientos.

Mel.—A la puerta veo a Doleria.

Dol.—Assi hazes sperar la gente?

Mel.—Por vida tuya que vengo cansada de apressurarme; no fue possible más, que es menester dissimular en casa y fingir vna mentira; mas qué ay, vino?

Dol.—Sí, y boluiose.

Mel.—De verdad? o triste!

Aso.—No lo seras tú nunca, señora, a mi poder.

Mel.—La burlona? y engañauasme?

Aso.—Hazialo por te prouar, y pues tan claramente se paresce la obligacion que de seruirte tengo, bastame.

Mel.—En buena fe, señor, ya que la verdad dezir se deue, yo no vengo sin amor aqui, ni es pequeño, pues me venia doliendo de la tardança.

Aso.—Tanto mayor es la deuda.

Mel.—Entremonos en casa, hijos, y reposaros eys; tambien se entendera en la comida.

Aso.—Y esso mas?

Mel.—Tantos regalos?

Dol.—Todo es poco para lo que yo desseo, y con el tiempo haré, a fe que no te quexes nunca de balde.

Aso.—Bienauenturado dia que assi pudo glorificarme y traer a mi poder la muerte y vida.

Mel.—Dios nos guarde, señor, de muerte.

Aso.—Paresce que quien la tiene no la teme.

Mel.—Pues tan fea soy?

Aso.—No es fea quien tiene fuerça para matar.

Mel.—Todos estan los hombres de acuerdo en esto.

Aso.—Esso es peor; pues, señora, a tantos as oydo?

Mel.—Parte de oyda, parte de vista lo alcanço.

Aso.—No fuesse en mi perjuizio, que te adoro.

Dol.—Yo quiero despartir esta contienda, hermano; lo mejor es no perder tiempo; esta donzella viene aqui a fuerça de mis ruegos y se a offrescido hazerme la voluntad en todo, siendo cosa de su honrra; si tú assi lo quieres como affirmaste, daca la mano y recibila, que a la ora se harán las bodas.

Aso.—A tal gracia y merescer cómo puede faltar firmeza? Digo que soy suyo aun despues de muerto, si ella no está arrepentida.

Mel.—Yo soy la dichosa, mi señor.

Aso.—He aqui dos manos en vez de vna que me pides.

Dol.—Prometes de cumplir todo lo que dixiste?

Aso.—Prometo.

Dol.—Prometes, Melania, de complazelle en todo?

Mel.—Prometo.

Dol.—Dios os haga bien; aora podeys quedaros solos.

Mel.—Mira, señora, lo que te digo, pues basta esto?

Dol.—Y sobra.

Mel.—No me dexes sola.

Dol.—Boba, no quedas con tu marido?

Mel.—No, por tu vida, que tengo verguença.

Dol.—Verguença? si algun dia auia de ser, no vale más aqui que en otra parte? trabaja por contentalle en todo, que fuiste bien auenturada.

Mel.—Es verdad, pero...

Dol.—No es pero, sino mançano; dexale coger su fruto y buena prol le haga.

Aso.—Qué secreto es este? Ay falta en mí que esta señora dessee ver enmendada?

Dol.—Sí, por esso hazele la voluntad en quanto se adereça la colacion.

Aso.—O reyna mia, ánima mia, y es possible? o dichoso hombre, qué boca esta, qué nariz esta.

Mel.—Manso, señor, que me maltratas.

Aso.—Calla, vida mia, que no puedo menos.

Mel.—Entremonos allá dentro.

Aso.—Esso quiero yo.


[Pg 355]

SCENA 9. DEL TERCER ACTO.

Heraclio va a casa de Logistico a consultar de sus amores, y alli scriue vna carta a Astasia, que lleua Honorio.

Heraclio, Logistico, Honorio, Page.

[Her.].—Quán bien empleada es en mí la tempestad deste viage, pues de barca tan mal adereçada quise fiar mi gran tesoro, sin mirar tiempo ni reuolucion de cielos o creerme de pylotos experimentados! Aora que dexé el timon y la furor del viento rompio las velas, los marineros con el impeto de las olas se cayeron,[Pg 356] que'sperança aura de puerto? Mas pues mientras dura la vida no se deue dexar el arte y diligencia (con que se restaura muchas vezes lo perdido y el juizio y sentidos con mano prompta boluiendo a su officio se restituyen) gouernaré hacia el amigo, para que juntamente carteemos sin passion y trabajemos por tomar la altura. Honorio, adelantate, y sabe de Logistico si está en casa.

Hon.—Direle algo?

Her.—No le digas más.

Hon.—Qué [he] de mandalle si está en casa?

Her.—Doyte al diablo.

Hon.—Y yo a ti, porque no quedes solo.

Her.—Aun sea gruñendo. O Dios, y qué pesada carga es la de vn necio. Más queria que me engañase vn auisado. Este a sido parte de mis desgracias, es vn asno que por dezir piedra dize pallo, y quando alla le embio, quiere motejar tambien y requebrarse, y no pueden auelle fuera de casa.

Hon.—Quánto a de durar a mi amo la callentura, si no se muere della, que maldita sea la cosa que come o beue. Tengo me yo a Logistico, que lleua vida de Emperador y no entiende en otro que en pasatiempos.

Her.—No acabas de llegar? cantas o metrificas?

Hon.—No conosco, señor, tales yeruas; pero venia hablando en nuestro amigo, que se levantaua de dormir la siesta, la moça adereçaua la colacion y el page tañia en el clauicimbolo, cantando como vna golondrina, y tu merced no sabe quándo es de dia, ni quándo las noches sone, como dezia el prisionero.

Her.—Bien me las assienta el bobo, y algo dice.

Hon.—Todo se va en suspirar. Reñiego de los amores; yo les cantaria el requiescat si comigo lo ouiessen.

Her.—Paresceme vas acertando, pues otra ay que dice; no son amores para todos los odres.

Hon.—No dire sino bien, que sean para todos los diablos.

Her.—Mucho me huelgo que te hagas auisado.

Log.—Qué madrugada es esta, mi señor?

Her.—As lo soñado; de la siesta hazes mañana?

Log.—Perdone su merced, señor, que de como anda cercado de neblina y vapores gruesos, perdí la concorriente.

Her.—Mas el sueño embaraça assi, si de antes no auia otro achaque.

Log.—Buena estaua la comida y el vino harto fresquissimo.

Her.—De ay proceden luego los vapores que me assaca, y haze bien, que es el tiempo peligroso de ayres corruptos.

Log.—Soy yo tú, que traes en pleyto a Iupiter sobre el hurto de Europa? No se me da más por toda la Asia y Africa que por essos paxaros que van bolando. Hermano, la vida es breue, el arte larga y todo se queda por acá. No sabes que Charon no consiente a nadie cargar ropa en su barquilla?

Her.—Qué burleria essa si bien se mira; pero no lo pensamos sino quando dariamos la buelta, y no ay lugar.

Log.—Muchos ay que por vengarse dello beuen más vna vez.

Her.—Y otros menos con essa ansia.

Log.—No más ni menos a segun es la philosophia, verde o madura, y la complexion sanguiña o melancolica, como de los dos que vno reya, lloraua el otro por una mesma causa. Pero dexadas las circunferencias por el centro, mande dizirme V. m. que le trae por acá a estas oras, que para la grauedad y compasso con que biue, es extraordinaria esta visita.

Her.—Esso es buscar sophisterias para no me lo agradescer. No es occasion harto bastante la de ver a su merced y gozar de la musica de su page? y sobre todo de su tan dulce conuersacion y plática?

Log.—O qué passo! Todo es poco, señor mio, para seruir la gracia con que lo dize; mas si por acá no ay tan buen guisado como sobra a él, pese la voluntad y hallará vn cuernocopia.

Her.—No es esse muy buen manjar quanto a la superficie, pero el sentido y buena intention lo suple.

Log.—Estays entre las dos columnas sin auer para que buscar plus ultra.

Her.—Ni menos lo ay donde está V. m., sino fuesse en sueños, y aprouecharia poco assi.

Log.—De acuerdo estamos, ora sientese su merced, mientras me lauo, y perdone la descortesia.

Her.—No ay de qué, señor; laue si puede.

Log.—Bien dize, porque algunas veces conserua la suziedad la gentileza.

Her.—Essa es otra nueua alchimia.

Log.—Qué necio! No as encontrado con ollas de damas?

Her.—Podria ser.

Log.—Pues qué más quieres? Aquella hiel de buey, higos podridos y otros mil perfumes, para qué son sino para dexar su agua á los cauallos? Moço, canta algo con que lloremos todos.

Page.—Romance, señor, o cantiga?

Log.—Lo que quisieres.

Her.—Sea de las vuestras, page, que yo os lo pagaré en el laud.

Page.

Para qué me dan tormento,
aprouechando tan poco
que suffra, mas no tan loco
que descubra lo que siento?[727]

Log.—Ya vees cómo aqui todos andamos a adeuinar lo que te cumple, y tú no lo agradesces.

Her.—Si ouiesse de hazello conforme a las mercedes, todo se me yria en humo de gracias. Ora, page, la buelta dessa que es excelente.

Log.—Vete de ay, no cantes bueltas, que sólo por el nombre las aborresco; sean todo estradas y adelante siempre; dize ay

por amores me perdí
y si me cobrasse un dia
nunca más me perderia.

Her.—Buena pascua tengas, que de razon assi a de ser, y huela la casa a hombre.

Log.—Dame licencia y verás si te hago justicia, poniendo en obra alguna de mis magicas.

Her.—Bien sabes soy tu sombra y que no me puedo mouer sin ti; pero sea cuerdamente y conforme a nuestra profession.

Log.—Assi se entiende, mas vna cosa es menester primero.

Her.—Qué?

Log.—Ya sabes que mujeres son antojadizas sospechosas, desconfiadas, celosas, vengatiuas, mentirosas; que por todos estos escalones a de subir el triste que aya de ser sentenciado dellas. Veamos, pues, si en alguno dellos diste occasion de recibir la muerte: en el primero mostrando otro de lo que sentias; en el segundo, si sob specie de dar consejo vsaste de reprehension; en el tercero, si por tentar su calor mostraste frio, y en el quarto, si heziste oracion a alguna otra sancta o eres general; en el quinto, si no tomaste con alegre cara su desseo de satisfazerse o no diste lugar con generoso y manso semblante a su furor, y en el sexto, si le contrariaste en algo o dexaste de finxir que creias sus mentiras.

Her.—No te sabria dezir particularmente la orden del proceder, porque amor es figura aparte, y no conosce señorio de tiempo o otra fuerça humana, pero en summa sabe que Marco Antonio no fue más leal a Cleopatra, aunque me dexe solo aora en la pelea desta mar de mis males, como ella hizo a él.

Log.—Bien hacia yo el Palinuro; pero tu hechasteme en la mesma mar: es fuerça todauia, que aun me atreuo lleuar tu nao a mejor puerto. Mi consejo es que aun lo dissimules y le scriuas vna carta.

Her.—Quieres hazerme perder el seso? si nunca me responden, que es indicio de tenerme en poco.

Log.—Podria ser que no, y fuesse tentacion, [Pg 357]que en fin tiene su término. Hagase aqui y lleuesele luego; quiza será principio d'algun contentamiento o el remate o cabo de todos sus contrarios, hechando las ancoras en otra parte sicut et nos. Entiendes este verso del Paternoster?

Her.—Demasiado; sea hecha tu voluntad en esta tierra. Page, traed papel y scriuanias.

Page.—Si haré, señor, aqui estan.

Log.—Vna merced queria del señor peregrino de amor o desamor: que contasse por los dedos sin curar de cifras d'esta vez, que yo prometo seruirselo de otra.

Her.—Soy muy contento, mas si ay negra alguna allá, podria ser que se corriese.

Log.—Proprio es de negros correr y huir, pero aqui estamos nos que le alcançasemos con los perros de Asosio.

Her.—Ah, ah, ah, esto es mejor ya de lo que será la carta. Empieço: Mi señora.

Log.—Señor, sí.

Her.—Ya sabes que no estando mi alma en otro cuerpo que en el tuyo, para biuir contento conuiene que te busque.

Log.—Vn poco va alatinado, pero vaya.

Her.—O, ni tambien a de ser el A. b. c. que presumen allá de soletrear.

Log.—Essa es la cuenta.

Her.—Mas si lo hago y el tiempo y lugar me faltan para recibir el acostumbrado nutrimiento, es matarme.

Log.—No salieras en ayunas, si lo dixieras en el campo de Xeres.

Her.—Por qué? es descortesia?

Log.—Señor, no; prosiga.

Her.—Doyte al diablo que tanto sabes de Guydo, fueras bueno para barbero.

Log.—Y su merced para montar en banco, como charlatan italiano, y vender pelotas de xabon y otras species; adelante.

Her.—No sea tan rigurosa la ley del Monasterio, que no aya excepcion en ella.

Log.—Aora me diste en el paladar, porque esse es el sexto punto de que tratado tenemos, dexareste engañar y tener por cierto lo incierto.

Her.—Nunca menos hize sino vna vez que la reprendi de general.

Log.—Entonces perdiste el juego.

Her.—Antes me lo agradescio.

Log.—Son mañas; Dios sabe que le quedó en las narizes.

Her.—Ya es hecho, la intencion me salua.

Log.—De buenas intenciones está el infierno lleno.

Her.—Assi lo dizen. Si tu merced me da licencia yre acordar oy cierta musica que tengo pensada y darle algunas nueuas.

Log.—Bueno, porque es más sentida que vn delfin y muy amiga de nueuas para tener en qué morder.

Her.—Si no, quédese para mañana, si oy no puede ser, que tus honestos exercicios no te dexan tiempo para otras cosas. Dios te conserue en ellos.

Log.Ad quam gloriam. Andaste de capitan, cierra aora, y ay está Honorio que porna todo en su lugar.

Hon.—Assi fuesse en mi mano cómo las haria baylar al son.

Her.—Ya sé vuestra buena voluntad; yd, pues, y cortesmente, sin más historia, como os tengo dicho, dad esta carta, y mirad lo que os responden, que en casa os speramos o allá fuera.

Hon.—Si haré, señor.

Her.—Vamonos passeando por aqui a coger ayre.

Log.—No será menester yr para esso lexos, que aqui cerca está vn molino que da harto.

Her.—A do lo[da]?

Log.—En su cabeça de V. m.

Her.—Y en la vuestra ay agua y tierra. Algun dia me lo pagareys, vellaco.

Log.—Mucho aueys de sperar, hombre honrrado.

NOTAS:

[727] Éstos y los demás versos que hay en la comedia están escritos como prosa en las ediciones originales.


[Pg 358]

SCENA 10. DEL TERCER ACTO

Asosio de retorno de sus bodas encuentra con Logistico y Heraclio, con que se burla un rato en su mascara y buelue Honorio.

Asosio, Logistico, Heraclio, Honorio.

[Aso.].—Y vos, señora Alcumena, pensauades no auia otro Amphitrion y que se oluidaua Iupiter de los pollos? por vida de Martes el soldado, que os an de saber a grajos, y quedays señalada de manera que todo el Balsamo de Ierico no os aproueche. Qué bien le supo la comida; a fe que es de buena boca la señora y alegre en la conuersacion, sino que era el dia claro y descobria al Pauon los pies. Andará la burla assi algunos dias; alquilaré despues la mascara a otros. Entendamos aora en la cadena de la otra Nimpha, para ganar el precio del torneo y contar de la batalla, pues soy auenturero. Qué paxaros son éstos? ah, ah, ah, los mesmos. Asosio otra vez al grano y entonado.

Log.—Este buelue a ser mi cortesano de oy; alguna cosa busca por aqui.

Her.—Será enamorado. No tiene mala vista ni representa mal, si lo demas responde a ello.

Log.—O, es discreto y buena arte d'hombre! lleguemosnos a él que ya nos conoscemos. Señor, alegrome en pensar que lo detenga alguna cosa en esta tierra.

Aso.—Mucha ay, señor, si yo valiesse la menor.

Her.—Bueno. Beso las manos de V. m.

Aso.—Beso las manos de Vs. ms.

Her.—Cierta regla de valer mucho es ser confiado.

Aso.—Si yo lo soy es en el desseo, pero aqui deuen querer más.

Log.—Aqui, señor, por dinero baylla el perro, como en tierra de Salomon. Y sepa que si el señor Homero viene sin él, duerma al sereno, aunque trayga a Hector de rienda.

Aso.—En toda parte, señor mio, saben ya essa oracion, pero en algunas hay más cortesia y quieren los cumplimientos reboçados.

Her.—Señor sí, como si dixiessemos aora, vn hermitaño de vn pagode allá en la India no tomará vn quarto, mas otras charidades que valgan mil, dando en prendas d'ello la posada y sus ayunos.

Aso.—Aueriguado. Rehusan diez ducados por una cadena ó sortija que valga treinta. Sed libera nos a malo, que el oro es ya carisimo, y murieronse los Alexandres y Pompeos.

Her.—Leydo es este gentilhombre.

Log.—O es mucha marca.

Aso.—Si le conosciessedes, señores, ternan que platicar, ny yo tampoco quiero ser huesped enojoso. Accuerdense deste perigrino, que es de las obras encomendadas; y si lo fueren, algun dia les será pago.

Log.—Antes nos hazia merced muy señalada, mas si assi quiere como mandare.

Her.—Como natural será seruido, acceptando las casas y personas.

Aso.—Ya esso queda contado por merced recibida, porque no se escusen.

Log.—Señor mio, aqui todo responde a esta prenda.

Aso.—Beso las manos de Vs. mercedes.

Her.—Y nos los pies de V. merced.

Log.—No veys qué bien assienta sus razones?

Her.—De los nuestros es; no seria malo conuersalle y hazelle algun seruicio.

Log.—Mas quiero conbidalle para mañana y negociar oy damas y musica.

Her.—Passarás en esso al Cid Ruy Diaz. Acá viene la nao por que speramos.

Log.—No trae mucha carga segun paresce.

Her.—De mala gracia viene.

Log.—Pues, hermano, traes recaudo conforme a essa cara?

Hon.—Mala cara y mal recaudo venga por ellas y por ellos y por los gatos.

Her.—No lo digo yo? algo ay.

Log.—Si ay.

Hon.—Algo ni alga; bien puede tu merced passarse a otra calle, que aqui no le conoscen y hace frio demasiado.

Log.—Diste tú la carta?

Hon.—Di la carta, y leyóse la carta, y anduuo la carta pagando portazgos y haziendo más caminos que el Troyano de que leya tu merced el otro dia.

Log.—Quiere dezir Vlises; Griego diras.

Her.—En summa?

Hon.—En summa, señor, gente ruyn.

Log.—A quién la diste?

Hon.—A la Patrona.

Log.—Qué semblante hizo?

Hon.—De perro.

Log.—Qué te dixo?

Hon.—Spera. Pensé que yua scriuir y dixome la moça que no auia tiempo.

Her.—Viste más que a ella?

Hon.—Otras ellas vy, y todas ya lo son, que paresce se burlauan.

Her.—Quererias (sic) motejar.

Hon.—Para esso estaba Honorio; biuas las comiera, assi me despidieron y de tibio no podia llegar.

Her.Impleta est iniquitas Saul; a otro Rey auremos de seruir.

Log.—Entremos y auremos nuestro consejo.

Her.—Ya no hay para qué.

Log.—Sí ay, y sigueme.


SCENA 1. DEL QUARTO ACTO

Amertia va a casa de Mania por saber del cortesano: ella la despide[728] porque le speraua.

Amertia, Mania, Asosio.

[Amer.].—Aquel gentilhombre se detuuo ayer a la puerta de Mania; holgaria de saber lo que passó con ella. Quiça donayres como por acá. Por mi vida que es auisado y tiene buena gracia y en su vestir paresce rico, que es lo que importa. Puesto caso que estos cortesanos son como el conejo, y toda su hazienda traen a cuestas, no auiendo en casa estacas ni tocinos: mas por sustentar la vanidad se deguellan[729] algunos dellos. Otros ay tan redoblados que por engañar a quantas ay no se les da vna blanca. Guay de quien les cae entre las manos, que le hazen ver las estrellas a medio dia.

Man.—Allá viene mi prima, qué dirá de bueno? No la queria aora aqui, porque viendra [Pg 359]aquel galan, que importa más si trae la cadena. O, si llegasse! bien, hermana, a dónde bueno qué me traes?

Amer.—No basta esta gentileza?

Man.—Sí, mas es acostumbrada. No sabes que no se para en dessear?

Amer.—Es assi; pero vn rato de buena conuersacion no tiene precio, mayormente quando ay algun villancico que glosar.

Man.—Esse es el parayso. Pues tienes alguno que sea nueuo?

Amer.—Nunca falta. Viste aquel nueuo seruidor que ayer nos vino?

Man.—Qual? un gentilhombre de vnas piernas y cabeça, que anda haziendo paradillas a las puertas y todo son milagros lo que dize?

Amer.—Esse, prima, por tu vida.

Man.—Dónde nos vino el axuar, que paresce grulla de Alemaña?

Amer.—No sé; aqui lo vy ya otra vez; dizen que es persona principal.

Man.—Pocos moços lleua para principal.

Amer.—No va en esso, prima; precianse aora los caualleros de andar assi y dissimular su estado, y los que no lo son ni tienen sangre para hazer morcillas, hinchinlas de mulas viejas o de moços alquilados.

Man.—Tanto menos estimará la de quarenta assi, prima? qué poco sé yo del mundo!

Amer.—Mejor te açoten, traydora.

Man.—Qué dizes?

Amer.—Que es traydora la orden de biuir aora.

Man.—Bien entona sus canciones.

Amer.—Es auisado.

Man.—Qué te dixo?

Amer.—Muchos requiebros.

Man.—Qué respondiste?

Amer.—Al mesmo tono.

Man.—Y yo muy fuera dél.

Amer.—Por qué eres assi? No serias más humana?

Man.—No es tiempo ya de cortesias. Todo nos merecen mientras no abren la bolsa y cierran la boca, entiendes?

Amer.—Qué desuergonçada.

Man.—Más qué niña tú: bien te conosco, mejor darias vn salto que el ladron Caco. El natural de la raposa es fingirse muerta para caçar; yo soy mas a la clara, doy el desengaño luego sin perder tiempo, y desta suerte venci muchos desafios. Pues vno tengo aplazado[730] aora que puede ser me valga tres.

Amer.—Con quién, prima, assi Dios te dé salud.

Man.—Despues te lo diré, y perdoname que se llega la ora.

Amer.—Norabuena vayas; si bien te fuere, dame parte.

Man.—Todo está a tu seruicio.

Amer.—Si no la bolsa.

Man.—No seas incredula, que no me burlo.

Amer.—Ya lo sé, prima; a Dios te encomiendo.

Man.—Tus manos beso, nunca faltan diablos; si veniera el conde todo se gastaua; mande Dios no hallase estropieço alguno, a mengua de regalos no se boluera. La mesa puesta, la casa perfumada, dos pares de pañezuelos muy galanes y vn par de guantes adobados que traya por mi amor. Podria ser que este anzuelo pescasse más vna lamprea. Suspiros y ojos quebrados, que son los alguaciles de prender libres, de casa los tenemos; mientras aya que dar todo andará a punto. Allá assoma una cabeça, la suya deue ser. Quiero boluer la mia a su lugar, haziendo ademanes de soledad y cantando la cantiga de vn ora m'era mil años (y quando esté acá) mas aora mil años me es vn ora. Graue, tristoña, con mis descansos de pecho a ratos, que son los escaueches que aprendi de niña.

Aso.—Iusto es, señora, buelua por sí quien se dexó.

Man.—Por tan poco?

Aso.—Si el comer no fuesse tan ordinario, la hambre no mataria. Para poder biuir sin ti, es menester verte de quando en quando, mi señora.

Man.—Mira lo que dize su merced.

Aso.—Aqui traygo el rescate de mi palabra.

Man.—Esso buscamos. Cómo, señor, prometióme algo tu merced?

Aso.—O qué pieça, ya se te oluida, amores mios? no te dixe que queria adornar tu hermoso cuello con vna prenda mia?

Man.—Ya ya, señor, pensé que burlaua tu merced.

Aso.—No biuas más.

Man.—Yo no pretendo [más] que tu amistad y seruirte con la pobreza desta posada.

Aso.—Esso me obliga a darte lo que queda y a prenderte assi.

Man.—Guardeme Dios, y qué verguença; no señor, no la tomaré por todo el mundo.

Aso.—Será luego por amor de mí, que soy parte dél.

Man.—No, no señor, que no soy dessas. Si mi madre la viesse, matarme ia.

Aso.—No hará, que yo te defendere.

Man.—Assi, señor, con qué gracia lo dize su merced; entre, señor, que haze calor aqui y refrescarse a con algo.

Aso.—Dispuesto vengo a obedescerte en todo.

NOTAS:

[728] Por errata dispede en las dos ediciones.

[729] Deguallan en la primera edición. Está corregido en la segunda.

[730] Plazado en la primera edición.


[Pg 360]

SCENA 2. DEL QUARTO ACTO

Melania buelue a casa muy vfana de su buena ventura y habla con su ama y con Idona.

Melania, Idona, Astasia.

[Mel.].—O dulce sueño (que no es menos tan breue gozo) por qué te acabaste? cómo no detuuo el sol su curso y me ayudó a celebrar mis bodas? no fuera mejor quedarme allá en braços de Apollo como Daphne hecha Laurel? qué gracias, qué lindeza, qué buena conuersacion! Otra fuera que no se fiara tan ayna, pero yo fiara más si más tuuiera de aquel angel y de aquella palomita de Doleria. A la puerta está mi ama; no sé si reñiremos, pero yo no he tardado tanto; haré del graue, que es el defensiuo destos peligros y arguye consciencia sin manzilla.

Ast.—De dónde bueno, Melania? pues sin licencia?

Mel.—Dias ha la tengo de tu merced para mis visitas, que bien sabes quáles son.

Ast.—Es verdad, y esta ha sido tal?

Mel.—Y cómo, señora, a vn doliente que estaua en pensamiento.

Ast.—Quién es?

Mel.—No lo conosces? ha dias que está malo.

Ast.—No me lo dixieras; fuera yo tambien allá.

Mel.—No medres más de lo que yo le queria en tu poder.

Ast.—Qué dizes, hija?

Mel.—Que podria ser viniesse a tu poder si el mal se le arreziasse.

Ast.—Es mancebo?

Mel.—Y hermoso, que es vna lastima dexalle solo.

Ast.—Viste por allá nuestros amigos?

Ido.—Venistes ya, señora?

Mel.—A su seruicio. No vi a nadie; de quáles dizes?

Ast.—De los más familiares, que los otros deuen estar aora midiendo el cielo y contando las estrellas. Y essos passando la calor debaxo de algun ramo.

Ido.—De más si está quexoso Heraclio.

Ast.—No sé, presumolo.

Mel.—Desso me daria a mi bien poco; vistes qué gente?

Ast.—Con todo no ay para qué escandalizalle, que el buen hombre quierenos bien y es buena persona. No será malo saber dél, emendando lo passado y lo presente, con palabras y alhagos, conforme al tiempo; ternemos a lo menos quien nos entretenga.

Ido.—Nunca le respondiste a ninguna de sus cartas, y pensará que nasce de tenelle en poco.

Mel.—Y en qué más le han de tener? no veys qué principe?

Ido.—Qué sabes tú? quando no lo sea, las obras hazen la nobleza, que esto es tambien en fauor nuestro.

Mel.—Tienes razon, pero hombres tan pesados no nos arman. La conuersacion ha de ser alegre; biuan nuestros amigos Apio y Metio.

Ast.—Estoy contigo, que son llanos essos y de buena ventura.

Ido.—El Heraclio, a la verdad, todo queria fuesse suyo.

Ast.—Dios nos guarde. A mi padre ternia odio sólo por esso. Ya se lo dixe algunas vezes, pero el natural no se pierde assi liuianamente. Embia tú, hija, de mi parte a rogalle con el moço nos venga a ver mañana.

Ido.—Assi lo haré.

Mel.—No pudieras tener más cuenta con el Duque de Saxonia; nunca yo lo hiziera.

Ast.—Eres aun moça; el tiempo te enseñará. Está assi bien, entendamos aora en lo de casa.

Mel.—Bien sera, señora.


[Pg 361]

SCENA 3. DEL QUARTO ACTO

Heraclio llamado de parte de Astasia, Logistico le aconseja cómo se ha de auer con ella y va asechalles detras la huerta y oye sus razones.

Logistico, Heraclio, Astasia, Morio.

[Log.].—Mira si soy Propheta yo? quántas vezes te he dicho que es lo mejor hazer muy poco caso destas y dexallas para quien son.

Her.—Aun yo no sé a qué fin me llama.

Log.—Porfias? no es otro; mugeres nunca salen de vno de dos extremos, demasiada desconfiança o soberbia del diablo; si les huyes muerense por alcançar la causa, y si te mueres por ellas y las sigues, persuadense que todo es por su beldad y gracias, poniendose en los cuernos de la luna. Ya prouaste lo vno, aora prouarás lo otro. Bien puedes yr, oyr y ver, y si mi opinion es verdadera, habla como hombre libre de amor. Y viniendo a proposito las quexas o desengaños, asientale la capilla para confirmalla en su sospecha.

Her.—Dexa a mí el cargo.

Log.—Ha de faltarte el ánimo; que ata este traydor manos y lengua, y quedarás más embarbascado que si ouieras visto el lobo.

Her.—Para saber cómo te engañas, haré una cosa.

Log.—Qué tal?

Her.—Vete detras la huerta asecharnos, que allá prometo de lleuartela.

Log.—Si esso hazes, empieças a ser hombre y no podrias darme mejor fiesta por discantar a mi plazer los ademanes de Zirfea, Reina de Cartas, esclaua de Argenes. Mas haze tú otro por amor de mí, que si quisiere tratar de treguas, con alguna colacion de ensalada y carne fria, digas que ayunas.

Her.—Con quién se toma? no embargante que puedes estar seguro desso, porque cumplimientos que cuesten algo no los ay alli, sino con quien les cuesta mucho y vale poco.

Log.—Que tú por Philosopho y hombre de bien eres más pesado que la campana mayor.

Her.—No ay duda en ello. Ora, hermano, por allá te cuela, que en ella ha de estar en vela, como otras vezes, que en esto paga todo y no queria[731] nos viesse juntos.

Log.—Eya, pues, yo estoy en poluorosa. Acuerdese de sí, señor, y haga por salir del estacado con la victoria.

Her.—Scripto está, tomá si se detuiera más vn poco, allá la veo, y se me riye: maldita seas con tus engaños, qué palabras tiene y dissimulada es.

Ast.—Para bien aparesca su merced, pues, señor Heraclio, qué oluido es este de tantos dias?

Her.—Bien dizes que los dias de mí se oluidan, pero son accidentos d'este tiempo, y ver o no ser visto d'ellos viene, que yo por cierto no me escondo ni huyo a nadie.

Ast.—No, no, mal hombre, otro queda allá.

Her.—Todo es acá, sin auer allá ninguno.

Ast.—Ora entremos, que yo bien sé que durará vn rato esta disputa.

Her.—Disputa, señora? Dios nos libre; todo será a tu modo, y si te plaze, allá en la huerta deue estar más fresco por no auer sol.

Ast.—Dizes bien.

Log.—Aqui do vienen Orlando enamorado con doña Vrraca. Bien cumple su palabra; veremos lo demas. Qué risueña y amadiosa es. Pluton la bendiga.

Ast.—Sentemonos aqui, es más escuso.

Log.—Señora sopa, cayste en la miel.

Her.—Está lindo esto; nunca d'aqui saldria si fuesse myo.

Ast.—Pues cómo, y aora lo tienes por ageno?

Log.—O qué principio!

Her.—Cómo puede ser mio lo ageno? Si lo mio no lo es, y si dello me priuaste y me lo tienes, cómo creere lo que me dizes?

Log.—O pese a tal, que ya se le cae el albarda al asno!

[Pg 362]

Ast.—Hombre de poca fe, ya te arrepentiste?

Her.—De qué?

Ast.—De creer, siendo la principal estrada de la fe y de justicia.

Her.—En Dios solamente, que en los hombres ya está dicho ser maldicion.

Log.—Veamos qué responde Celestina.

Ast.—Bien te entiendo, y esso de que quieres preualerte haze más a mi proposito.

Her.—No me marauillo, porque las leys tuercen con las varas de los Corrigidores, que de blandas y delgadas inclinan a la parte que ellos quieren.

Ast.—No assi, no assi; mas si tú faltas en la constancia prometida y te buelues como la hoja a qualquiera viento de tu opinion, haziendo della juez, paresce que deuo de ti quexarme como de hombre.

Log.—No veys el entablar de juego de la señora Claudia?

Her.—Yo de ty como de muger.

Log.—Andar, en las cejas le dio con la mostaza.

Ast.—No podras passar de ay, que es la plaga o injuria general.

Her.—Quando a las palabras las obras no responden, y se prueua cosa no sperada, la disculpa más ordinaria es dezir: O, son mugeres; mas no lo es, porque entonces quedan más condenadas por muchas vias.

Ast.—Queria saber de qué te quexas y en qué te offendi?

Log.—Sancta Cecilia, y qué deuota está!

Her.—A, mi señora! Solo en no mandarme, que en lo demas passan las mercedes de cada dia por mi merecimiento.

Ast.—Ya en esso te apartas de la justicia, diziendo otro de lo que tienes en tu pecho, que no es officio de amistad desengañada.

Her.—Bien dizes, y a do la ay?

Ast.—En algunas partes.

Her.—Cómo lo sabes?

Ast.—Por experiencia.

Her.—Experiencia? ah, ah, ah!

Log.—Bien a proposito.

Ast.—De qué te ries?

Her.—De lo que dizes. Cómo conosces lo que nunca viste? Si en ti han faltado y faltan todos los terminos y condiciones que en ella se requirian, qué experiencia tienes, sino de lo falso de que vsas con quien nunca te engañó?

Log.—O hideputa[732], bien tornó mi hombre.

Her.—Qué verdad, qué fe, qué amor, qué obra o effecto de amistad ay en ti, ni en tu casa? qué as dexado de ver en mí, o qué viste para mudarte? esto era lo que me dizias y prometian tus palabras falsas, fingidos affectos? por quién me dexaste? a quién boluiste tus engañosos ojos? Do está la razon de que tanto te preciauas, llamandola señora de tu casa?

Log.—Oxe a coces ha de venir el juego, assi, noramala, assi, qué contrita está la nouia.

Her.—El amor de Dios, el temor, la charidad del proximo, la cortesia, la gratitud que affirmauas ser en tus donzellas familiares? la templança, desprecio del mundo, encarescer la soledad y aborrescer la compañia, auiendo de huyr y dexar los hombres por los brutos, y d'el oloroso y deleytoso campo de nuestras platicas, si auias de entrar en tan ahumado y escuro laberinto?

Ast.—Mal me tratas, señor Heraclio; muy encendido vienes; rompe la neblina de tu pensamiento con el sol de la razon, y verás quán sin ella me condenas y injurias.

Her.—Injuriar? Dios me guarde, no traygo esse proposito, ni me tengas por tan mal mirado que no aya estado lo que aora digo en mi pecho escondido ha mucho tiempo. Pero quise hazer experiencias y guardar las circunstancias todas antes de llegar donde aora estoy. Paresce que el que te di de penitencia ha seruido sólo de más endurescerte y doblar mi mal. Fuego del cielo te consuma, hembra maluada; las infernales furias te atormenten; manjar de fieras sean tus carnes. No se te acuerda que me engañaste ya otra vez? y que tu descortes desden y crueldad me hechó en destierro, negando a quien te adoraua por otro que tu adorauas, guyada de tu juyzio enfermo?

Ast.—Mesurate, señor Heraclio; si no daremos fin a esta cuenta.

Her.—Doyte menos de lo que meresces y aun te quexas? Yo cuento todo por acabado, ni imagines que torne al juego en que perdi y me ganaste con dados falsos. Esto es lo que speraua. No pienses que me viste, ni seas tan atreuida que bueluas la cara por me ver; contenta tus ojos, tu lengua y tus orejas tan sin respecto como hazes, y sigan tus pies y manos al coraçon y él a tus sentidos. Prueua lo que el mundo da de sí sin anteponer nada a tus deleytes mentirosos, que en la fin de la jornada hallarás mis consejos y reprehensiones vestidos de los habitos que les rompiste y estragaste por despecho.

Log.—Gran Philosopho está mi hombre; más vale colerico que otros mil sin colera. Y qué afilada trae la lengua!

Ast.—Por tu vida que me digas sin passion la culpa que me das.

Her.—No deuias preguntar mentira tan manifiesta, que es indicio de pertinacia y no de arrepintirte[733]. Quántas vezes te dixe lo que te complia que agradesciendomelo falsamente heziste por el contrario? Quántas vezes no quesiste admitirme a tu conuersacion, teniendola guardada para otros, y dandoles las obras que me deuias, a mí las palabras con que les pagaras? Quántas vezes te escondiste o escusaste con honestas ocupaciones, siendo el effecto tan differente, y murmuraste en mi absentia con tus presentes apetitos o demonios? Quándo me diste lo que otros rehusan, o yo te pedí lo que no podias dar? Quándo me visitaste estando enfermo, o yo no te visité y obedescí? Quándo me diste parte de tus plazeres, o yo no la tomé de los pesares? En qué te offendí para me offenderes? en qué te burlé para me burlares? en qué no viste en mí amor sincero, o tú me lo mostraste verdadero? Qué bien empleé mis ojos, mi pensamiento y todas mis potencias y sentidos! Mas que merecido viene lo que tengo, auiendo hecho de Egipto Dios, spirito de sus cauallos y no carne.

Log.—Nunca hombre tan bien a cantado. O qué diestro, o qué lindo, o qué concertado! que tal está la conuertida.

Ast.—Ora no más, señor Heraclio, no aya más; perdoname, por tu fe, que yo conffiesso auer peccado; engañome la vanidad y esta peruersa de Iesabel; todo emendaré si Dios me da la gracia, y spero no me falten para ello tus oraciones.

Her.—No, pues se a mandado, pero en lo demas no ay que dizir está sellado en mi alma este proposito. Si yo dexare el mundo y sus engaños, gózate tu dellos y queda en paz.

Ast.—No consiento en tal partida; yo quiero estar en tu gracia y que quedes sin scrupulos.

Her.—Si haré, no me detengas.

Ast.—Pues y assi quieres dexarme? No sabes ser contra natura faltar perdon donde sobra penitencia y deseo de complacerte? yo profiero lo biuo y lo pintado, las obras y pensamientos para seruirte.

Log.—O gran passo, qué tal soy yo para alchimista; en dos dias hallará su Lexir o piedra philosophal, no ay secreto que se me esconda. Moderate, hermano, aora, que esso basta.

Her.—Pues que assi te justificas, qué menos puedo hazer? Aqui me tienen, corta a tu modo y despedaça.

Mor.—Muger.

Ast.—El diablo lo trae aora. Qué ay, marido?

Log.—O maduro; algo deue traer de bueno.

Mor.—O, señor, aqui estaua tu merced? Beso las manos de tu merced; cómo le va a tu merced; mucho ha que no he visto a tu merced; ha estado malo tu merced? Dios dé salud a tu merced.

Log.—Ahogado le ha con las mercedes.

Ast.—Qué pesadumbre!

Her.—Seruidor de tu merced.

Ast.—Pues, Morio, ay algo?

Mor.—Vino el grangero con la paja.

Her.—Tal mereciste tú.

Ast.—Qué dices, señor Heraclio?

Her.—Que no lo mereciste tú, mas que el mundo lo da, y voyme; vea tu merced qué manda.

Ast.—Que me mandes, y seamos muy amigos; será assi?

Her.—Como quisieres.

Ast.—Dios te acompañe.

Her.—Y a ti dé gracia.

Mor.—Beso las manos de tu merced; deme la mano tu merced.

Ast.—Basta, Morio.

Her.—Vela aquí.

Mor.—Rebezbeso otras millenta vezes las manos de tu merced.

Log.—Desollado le ha las manos. Acabose la comedia. Valete et plaudite los comedores.

NOTAS:

[731] Quiera en la segunda edición.

[732] Hidiputa en las dos ediciones.

[733] Arepintirte en las dos ediciones.


[Pg 363]

SCENA 4. DEL QUARTO ACTO

Asosio buelue a su figura y busca sus amigos para contalles sus auenturas.

Asosio, Doleria, Logistico, Heraclio.

[Aso.].—Mal año para don Galaor o qualquiera de los doze Pares que más auenturas acabasse o venciesse más batallas. Qué de padrones he passado esta jornada; será bueno aora buscar Vrganda y agradecelle de su socorro, para que otra vez lo dé de buena gana y boluerme al viejo pelo, que no embargante que el officio me agradaua y determinasse vsallo algunos dias, seria todauia mucho cauallo y a pocos trechos podria cantar el De profundis. Reposemonos aora, que más fiestas ha en el año, hará hombre lo que dixiere el reportorio. Estays aca, señora Doleria mis amores?

Dol.—Quién llama? o qué noraenella vengays.

Aso.—O qué norauellaca esteys; qué ay por acá, hermana?

Dol.—Los huessos de la carne que comiste.

Aso.—Por tu vida, hermana, que quiero empezar a entrar en quaresma y comer pescado, o hazer dieta para conseruar el apetito, porque estas aguas son muy hondas y podria yr la soga tras el caldero.

Dol.—Dessos soys? nunca medre si no os acertasse la vena.

Aso.—Nunca medre si no lo creo con tus magicas.

[Pg 364]

Dol.—Mas hazes bien en guardar para la vejez.

Aso.—Esso digo yo, hermana, y que es necedad matarse hombre por quien se lo agradesce tan poco tiempo. Más conquistado he de lo que piensas.

Dol.—La de marras?

Aso.—Marras y marranas, a la fe; la torre Mania y el castillo Amertio, y ganara la ciudad si siguiera la victoria; pero es valentia huyr y retirarse quando es tiempo.

Dol.—Tienes razon, y dessa manera más alquiler deues.

Aso.—Confiesolo; toma la mascara y pagate en los vestidos, si no basta, por el cuerpo que es todo tuyo.

Dol.—Los vestidos serviran en su officio; mas tú pagarás con otros que me armen.

Aso.—Por vida de Asosio que assi sea. Dissimula con la señora mi mujer; y dile recibi cartas que Alfama era tomada, y soy ydo buscar otro aposento para los dos. Que le ruego no se oluide de la fiesta.

Dol.—O, vellaco, qué tal queda, y cómo heziste la tuya!

Aso.—Descuente.

Dol.—Ven acá, toma esta agua y lauate.

Aso.—Para boluerme a Asosio.

Dol.—Si quieres.

Aso.—Toma si quiero; hablas como Reyna, no hay tal saber en Babilonia. Dame el vestido.

Dol.—Ay lo tienes.

Aso. Bueluete a tu majada, pastor,
toma tu çurron,
que no ay más dongolondron.

Dol.—Qué concertado glosador!

Aso.—No lo sabes bien; vn dia haré algo en tu loor.

Dol.—Yo se lo agradesco; mas por cortesia, mi señor, que me lo dé antes en alfileres.

Aso.—Vete de ay, no seas tan amiga de tu prouecho, que no es auiso.

Dol.—Muchas mercedes por el consejo, mas yo no se lo pido, señor Doctor.

Aso.—Callate, que Venecia te daré.

Dol.—Bastará Padua, que ay en ella studios y studiantes.

Aso.—Como quisieres.

Dol.—Veremos, y vete, que tengo que hacer.

Aso.—Hablar con tus vasallos?

Dol.—Podria ser.

Aso.—Tus pies, las ochauas de la fiesta seria ahora topar con los amigos; tengo de yr a ver si estan en el templo de Lamia, que es lugar de homiziados.

Log.—Este es Asosio, si no me engaño.

Her.—No es otro.

Log.—Harto se detuuo.

Aso.—Yo soy menos supersticioso; mas qué embidia me ternan los vellacos quando sepan de mis tropheos?

Log.—No ves qué borracho viene del juego; que no nos vee estando cabe nos, y de vellacos nos haze fiesta?

Her.—Donoso está.

Aso.—Ya podria partir con ellos si se contentassen, pues voto a mí que ay carnero de cinco quartos en el rebaño.

Log.—Ah, ah, ah, noramala lo acertastes para vos.

Aso.—Más noramala le asecheys; con sus mercedes era la brega, y dexays me loquear?

Her.—Si tú vienes soñando en tus glorias, quién quieres te quite dellas?

Aso.—Or, andar, hermanos; el mundo es grande y vos no sabeys dél la mitad.

Log.—Basta que lo traygas por scripto, pues qué dizes? pario Doleria lo de que andaua preñada?

Aso.—Si pario preguntas? tres de un vientre.

Her.—Cómo assi?

Aso.—Es menester tomallo más de spacio y el prohemio sea besar las manos de sus mercedes de parte del cortesano de oy.

Log.—Dónde le dexas?

Aso.—En brazos de Doleria.

Her.—Al diaño, ay pararon los passos y contemplaciones?

Aso.—Cómo eres necio! Los vestidos quedan con ella en prendas del almuerzo, que el cortesano aqui está. De manera que me seruistes oy de media farsa, hablandoos y no me conosciendo.

Log.—Qué dizes? burlas?

Aso.—No me podia tener de risa, de veros tan innocentes y a Heraclio tan entonado por sustentar la honrra de la patria, que ayna me hablara latin y griego si yo diera lugar a ello, y contara algo de Sparta y Thebas, que su merced es todo heroico.

Her.—Pudiera ser, pero tú eres vn burlon y mientes.

Log.—Por vida de Logistico, que lo creo; este es vn caso estraño, tanto sabe esse diablo?

Aso.—Hará verguença a la infanta Melia; es vna alchimia lo que he hallado; no lo podia creer hasta que hize cien experiencias.

Log.—Valga la el diablo, metiote en agua fuerte o qué hizo?

Aso.—Más trabajas tú en lauarte las manos. Vamonos a mi posada y sabreys de spacio como Proteo se transformó y con qué peces lo vuo, y tambien veremos si hay en qué morder, porque el camino ha sido largo.

Her.—Desse modo no vienes medio.

Log.—No es tan necio.

Aso.—Assi lo jura tú.


[Pg 365]

SCENA 5. DEL QUARTO ACTO

Astasia sperando sus nueuos seruidores, llega Heraclio y sin ser visto vee lo que entre ellos passa.

Astasia, Idona, Apio, Metio, Heraclio.

[Ast.].—Mal viene nuestra gente, Idona.

Ido.—No tardan aun.

Ast.—Qué ora es?

Ido.—Las tres.

Ast.—No más? luego temprano es.

Ido.—Estás en aquel propósito, señora?

Ast.—No aurá tormenta que me quite dél; cansada estoy de tan pesada carga.

Ido.—No miras, señora, que es ofender a Dios?

Ast.—Mas lo offendo en las tentaciones de cada dia; buscaremos tierra conforme a mi disseño, sacando de casa lo que bastare para passar la vida.

Ido.—Sin despedirte de Heraclio?

Ast.—Ah, ah, ah, qué lindo!

Ido.—De qué te ryes, señora?

Ast.—De tu inocencia.

Ido.—Y la amistad reconciliada? faltarás de tu palabra?

Ast.—Fue por complir, porque no enloqueciese o hiziesse desatino alguno.

Ido.—Mayor lo hará despues.

Ast.—Qué se me da a mí? cumpla yo my voluntad, venga despues lo que viniere.

Ido.—Haré la buelta por acá por ver si veo mi desseo; allá está, paresce lo adeuinaua el coraçon. Creo me spera, porque la paz quedó más firme que vna peña y el amor con la yra reintegrado como el Comico lo dize.

Ast.—Acá vienen, no se les ha oluidado.

Ido.—Oluidado? no duermen con otros ojos que con los nuestros.

Her.—Engañado andays conmigo, mi buen amigo; éstos son Tito y Vespasiano, destruycion de Ierusalem; d'acuerdo estauan. Aora daré fin a este cuydado o principio más verdadero, como el gallo lo cantare. Qué dicha fue la mia, caerme en suerte este lugar, do no podré ser visto, para desengañarme de la postrera contricion!

Apio.—Ya tardauamos, señora, no haziamos.

Ast.—No tardan los que llegan.

Ido.—Yo bien os desculpaua, si me lo agradesceys.

Ido.—Quién podra agradescer tal sancto?

Her.—Gentil respuesta.

Apio.—No bastan nuestras fuerças para pagar lo que deuemos.

Ast.—Todo está pagado con vuestras gracias y buenos coraçones.

Her.—No les engañays, por cierto, ni son las complexiones differentes.

Apio.—Pues, señora ama, qué nos mandas que hagamos por tu servicio?

Ast.—Lo que desseo tanto tiempo ha y sé hareys de buena gana. Ya os dixe que vence la pena al sufrimiento; llegó la ora en que estoy deliberada, si estays en la promesa y os atreueys, esta noche se porna por obra.

Her.—Qué más ay que oyr? todo queda dicho. O mundo!

Ast.—Sacaremos prouision que baste para biuir contentos, tú conmigo, Apio, Metio con Idona; por eso, resolueos.

Apio.—Señora, sí; pues Metio?

Met.—Pues Apio?

Apio.—Qué te paresce?

Met.—Qué te paresce?

Apio.—Qué dizes?

Met.—Qué dizes tú?

Her.—Que os ahorquen a todos assi como estays.

Apio.—No sé si se sabria.

Met.—Sabria.

Apio.—Pues?

Met.—Auria peligro.

Ast.—No ay de qué recelaros; yo lo remediaré.

Apio.—Yo bien holgaria.

Met.—Yo tambien, mas...

Apio.—Es verdad.

Her.—O cielos que lo veys, o tierra que tragaste a Dathan y Abiron!

Ast.—No temays, amores.

Apio.—Sí, pero señora...

Ido.—De qué aueys miedo? qué verguença!

Met.—Sí, señora, mas...

Her.—El mas es el paradero.

Apio.—Qué te paresce, hermano?

Met.—Qué te paresce a ti?

Apio.—Buen corage. Hagamos plazer a las señoras, y más ternemos muy buena vida. No es assi, señora?

Ast.—Buena y rebuena.

Ido.—No podra faltarnos passatiempo.

Apio.—Pues, señora, saca buena summa.

Ast.—Yo me tengo el cargo. Ora mañana a la noche os speramos entre las dos y la vna; proueyos de posada para algun dia hasta buscar otra tierra.

Met.—Yo sé vna poco más o menos.

Her.—Y yo vn fuego en que me queme y vna mar en que me heche. O justicia del cielo!

Ido.—Mirad que no falteys.

Apio.—No haremos.

Ast.—Traed armas para si fuere menester.

Met.—Guay de vos.

Apio.—Noramala essa sería, sí, señora, aunque venga Golias el gigante.

Her.—Los huessos de vn camello como tú bastarian para mataros; buen recaudo lleuan.

Ast.—A Dios, hermano, pues hasta la buelta.

Met.—Aya flasquillo.

Apio.—Bien dizes, y algo sobre qué para esforçar.

Her.—Essa es la guya y el piloto.

Ast.—De todo aurá, porque no desmayeys.

Apio.—Me recomendo. Guay de nos, y todauia quieren éstas esto? no sea el diablo para nos.

Met.—No seria mucho, pero dizen que no temamos.

Apio.—Basta; auran proueydo los caminos, que son sesudas.

Met.—Y auisadas.

Her.—Si la presa fuera otra, no dexará de hazeros compañia para seruiros. Pero no vale sino oluidalla, y con ella al mundo, boluiendo la cara y el pensamiento al soberano bien, que hará justicia deste mal y de otros. Mas sepalo primero el leal amigo, porque no se quexe. Quién me lo hallasse en este punto!


[Pg 366]

SCENA 6. DEL QUARTO ACTO

Logistico topa con Heraclio, que desesperado se parte dél, sin querer tomar otro consejo.

Logistico, Heraclio.

[Log.].—En qué clima estarán nuestros amores? porque en éste, de verano se haze inuierno, y de dia noche en vn momento. Quán misera es la suerte de los nauegantes desta mar, a do por vn ora de bonança ay ciento de tormenta, sin que valga el menor mal todos sus bienes. Los temores, las sospechas, los cuydados, las tristezas, desconfianças y engaños, con qué se pagan? con vna risa, vn mirar de traues o vna palabrilla, si se les antoja. Sol de inuierno finalmente, y nublado todo lo demas; lluuia, granizo con que se ahoga el triste sin tener lugar de respirar, y maldita la verguença que hay en ellas ni differencia; tanto me da Penelopes como diablos. Allá assoma, si os plaze, nuestro mareante; no trae muy buen gesto; consigo habla; oygamos si llora o canta.

Her.—La seueridad será el testigo de mi consciencia. Solo y apartado de pensamientos irracionales.

Log.—No os desuiays de la strada.

Her.—Que en tan pequeño término de tiempo aya tantos en la miseria humana!

Log.—Nueua cancion es ésta.

Her.—Quán confiado quedé yo y cómo creo lo que paresce justo, y mostróme la fortuna que en vn momento solo está la felicidad o su contrario. O mentirosos bienes, quebrantada fe, o falsa hembra; mas bien pagada está, consumidos que sean los vapores del appetito.

Log.—Essa es la vengança y tu remedio si te contentas.

Her.—O, hermano, aquí estauas tan callado?

Log.—Por oyr si la razon a solas te acompaña.

Her.—No falta conoscimiento si ouiesse obediencia, pero la fuerça de la carne es muy antigua.

Log.—Mas antiguo es el spirito.

Her.—Yo hize mi poder, y rendido aora a mi flaquesa, busco el vltimo remedio, renunciando la mentira por la verdad.

Log.—Esse seria el mejor fruto que esta planta nunca dio, aunque sea accidental.

Her.—Siempre lo bueno tiene vigor.

Log.—Pues qué ay? no sabremos desta tragedia?

Her.—Bien viste el desafio y la paz.

Log.—Señor, sí.

Her.—Oy se tornó todo vinagre. Ido al solito a passear, vi el más extraño flete que nunca hizo patron de nao.

Log.—De qué manera? abreuia, por tu vida.

Her.—De las Driadas con los Faunos, mañana a la noche para otros bosques y otras fuentes con lo portable y lo potable.

Log.—Qé me dizes?

Her.—Passada media noche lo puedes ver si quieres.

Log.—Búrlaste?

Her.—Es realmente como te digo, en lo que verás los disbarates desta vida y quál sea mi paciencia.

Log.—No estoy en my de tal pensar, ni menos procedia tan adelante, aunque tenga visto algo y sepa lo poco que de mugeres fiar se deue; acuerdese con que afficion le declaraua la verdad.

Her.—Yo dare de mi descargo con que quedemos pagados todos, que bien veo el daño que me hizo no obedescer a tus consejos.

Log.—Pues qué? en vez de mostrarte alegre del desengaño y procurar vengança? Vamonos a Asosio y todos a Doleria, para tender alguna red.

Her.—Esso no; yo no quiero ser juez y parte; cada vno será remunerado de sus obras, y vale más assi y es más loor poner los ojos a do la virtud visiua se fortifique y el alma se desempeñe.

Log.—Bien me está esso, no siendo loca la occasion, ni por honrra de los dos lo quiero consentir.

Her.—Está scripto stilo ferreo et vnge adamantino.

Log.—Su peccado della para tu bien, pero tu mal para más mal, no me contenta, y si no ay más amistad, voyme y no te hablo más.

Her.—Antes yo lo haré por no darte enojo. Pidote que no se sepa la causa desta absencia, que el tiempo hará su officio, ni oluides a tu Heraclio, que hasta la muerte lo será.

Log.—Y todauia va de verdad? o hombre perdido, que de mugeres haze cuenta y les paga tan al reues, viniendole aora tan a proposito vengar a sí y a otros. Deliberado va, no parará hasta hermitaño; tiempo es de aueriguar el amistad y remitir las palabras a las obras. Voyme a Asosio, y los dos con su amiga buscaremos inuencion alguna de remediar estas locuras.


[Pg 367]

SCENA 7. DEL QUARTO ACTO

Heraclio trueca los vestidos con su criado Honorio y despedido d'el se encuentra con Asosio, que despues de dissimular con él se los pone de hurto.

Heraclio, Honorio, Asosio.

[Her.].—Honorio!

Hon.—Señor.

Her.—Bien sabes el amor que te tengo.

Hon.—Ya sé, señor, que siempre tu merced me daua de sus jubones y calças viejas con que yo me paraua muy galan y me tenian en la ciudad por gentilhombre.

Her.—Esso es lo menos, hermano mío; no digo sino quererte bien, dessear verte en estado.

Hon.—Pues, señor, y no andaua yo en estado, pecador de mí?

Her.—No me entiendes; quiero dezir rico y honrrado.

Hon.—Ya, ya, señor; tambien yo siempre lo deseé, por sauer que tu merced lo desseaua.

Her.—Pero dexemos aora esso.

Hon.—Dexemos, señor.

Her.—Ya sabes...

Hon.—Ya sé, señor.

Her.—Dexame hablar.

Hon.—Habla, señor.

Her.—Quánto tiempo serni a estas señoras y cómo me lo an pagado.

Hon.—Ya lo sé, señor, que nunca te dieron nada.

Her.—Ni yo lo pretendi, que amor con amor se paga.

Hon.—Amor, señor? es muy vieja essa moneda, cómo la podia conoscer gente tan moça?

Her.—Harto bien dizes.

Hon.—Mas con todo, bueno fuera dar de la nueua y no mentir; que prometia aquella morcielaga, acá vernemos, allá yremos, señor Heraclio, esto haré, estotro lo dare, y maldita la cosa que cumplio la mentona.

Her.—Es oluidadiza y tenia otro en que entender.

Hon.—Y el papel de tus cartas no lo pagará, señor? que nunca te dio siquiera vn medio pliego.

Her.—Empleaualo mejor.

Hon.—En quién, señor? en aquellos Apios y Menchiones? o qué buenas espaldas!

Her.—Para lleuar los cargos, assi es bueno, y buena prol les hago[734] a todos.

Hon.—Diria yo una soga.

Her.—Arrepentido aora, aunque tarde, del engaño y mal gastado tiempo, estoy deliberado dexar el mundo como él hizo a mí y hazer penitencia de mis peccados.

Hon.—O cuytado, para qué tierra, señor? no es mundo por allá tambien? pues quedaré yo solo?

Her.—No te congoxes, que esta es la verdadera vida y burla todo lo demás. Queria mandar hazer vn habito de hermitaño de sayal, y porque no sé cómo hazer sin que me entiendan, tengo pensado trocar contigo los vestidos y buscar sastre que no pueda conoscerme ni dar señas de mí; los mios te quedarán, y todo lo que en esa bolsa hallares. Perdoname que por ser tan lexos de mi tierra no puedo darte más, y no tomes pasion.

Hon.—O señor, y assi me dexas? malditas sean las vellacas. O mundo perro, o traydoras, o señor, y cómo podra biuir sin ti Honorio?

Her.—Dexate desso y dame tus vestidos.

Hon.—Aqui estan, señor; tengo con todo yo de ser tú y tú yo?

Her.—Quiso assi la suerte.

Hon.—Qué muger es essa suerte? dónde mora, señor? los ojos le sacaria.

Her.—No los tiene.

Hon.—Las narizes. Ay, Honorio, dónde te lleuan; tratale bien, señor.

Her.—Tú a Heraclio como quissieres.

Hon.—Voto a tal, que estoy hecho un alguazil. Ciñire la espada tambien, señor?

Her.—Por qué no? esso es lo principal.

Hon.—Ah, ah, ah, quál está mi amo! bueluase tu merced, oh, oh, oh, desotra parte; natural yo; camine tu merced.

Her.—Quieres más? ora passeate tú tambien y veremos.

Hon.—Yo, señor? hijo de hombre no me terna por otro.

Her.—Si no fuere en el cuerpo, que todo lo demás es mio. Ora, hermano, quiero abraçarte antes de partirme. Dios te haga conforme a los vestidos.

Hon.—Cuytado, a dó me lleuan? Peccador de ti, señor, dónde te quedas?

Her.—No más, hermano, no te fatigues y a Dios quedes.

Hon.—Señor, señor.

Her.—Qué dizes? no miras que no me has de llamar señor aora. Si te oye alguno, qué pensará?

Hon.—Perdone tu merced, que se me oluidaua. Honorio, Honorio, si me demanda nadie por tí.

Her.—Lo mejor es que no te vea nadie, porque luego serias conoscido.

Hon.—Pues desse modo tambien yo quedo fuera del mundo.

Her.—No, que te yrás para tu tierra, y allá es otra cosa.

Hon.—Pues sea assi. Mas primero yo dare vna vista por aca, y haré del gentilhombre, pues la bolsa queda.

Her.—Qué dizes?

Hon.—Que me ternan todos allá por gentilhombre.

Her.—Tanto mejor, que se andarán tras ti las moças.

Hon.—Esso está en la mano, cómo me huelgo.

Her.—A Dios, hermano.

Hon.—O, o, o, mi señor y mi amo tan querido; ya se es ydo. Dios le perdone, qué buen hombre era mi amo. Ora yo estoy brauo; vestido como vn palmito, ceñida vna espada que vale más que yo, y con vna bolsa llena de ducados; no falta más que vna buena moça. Dare la buelta por la otra calle, para ver si hallo en qué emplear, y auiendo un rato braueado, porne los pies en villa diego, y podria ser llegase a la corte a hazer vn ademan.

Aso.—Qué diablos veo yo? o estoy borracho? a Honorio con los vestidos de su amo. Matenme si no se los lleua hurtados y va huyendo; quiero fingir lo tengo por él y solazarme vn poco. No veys la postura del ladron asno? A, señor Heraclio, mi señor.

Hon.—Guay de mí, este es Asosio; perdido va lo que mi amo me encomendó si me conosce. Señor?

Aso.—Qué mortal se ha parado! qué priessa es essa, a donde bueno?

Hon.—Bueno va, no me conosce aun, haré del graue. Por aqui voy passeando.

Aso.—Buscar alguna moça?

Hon.—No quiero moças yo, pues las viejas me engañaron.

Aso.—Aun atinays, muy feo vienes, dónde has estado? no te conosciera si no fuera por el vestido.

Hon.—Doliame la cabeça y çahumaronme.

Aso.—Que diablo de çahumerio! Tomaste todo el ayre de tu moço Honorio.

Hon.—Pegase el ayre de la conuersacion.

Aso.—Y de mí se os pegue este coscorron, traydor villano, que mataste a vuestro señor y lleuays hurtado sus vestidos; a la ora hago que os ahorquen.

Hon.—Misericordia, señor Asosio; yo contaré la verdad a tu merced, porque no es assi.

Aso.—Entendamos, pues.

Hon.—As de saber que es ydo mi amo fuera del mundo.

Aso.—Y aun por esso lo digo yo d'vn traydor.

Hon.—Oyga tu merced.

Aso.—Y los vestidos!

Hon.—Tomó los mios por no ser conoscido allá, hasta hazer vn hábito de frayle, que assi dize que se vsa.

Aso.—Ah, ah, ah, mira la necedad en que dio nuestro philosopho. Villano, no mintays.

Hon.—Ve aqui la bolsa con los dineros por testigos.

Aso.—Aun me suenas a ladron.

Hon.—O peccador, no sabe tu merced quién es Honorio?

Aso.—Dixote algo?

Hon.—Toma si dixo, y lloramos juntos; yua muy lastimado de las borrachas.

Aso.—Esse es el punto; hombre perdido, quién me lo hallasse! Ora, amigo, yo lo entiendo ya: venios conmigo a mi posada y direys el resto de spacio allá; y consultaron los medicos sobre alguna medicina para esta enfermedad?

Hon.—Por tu vida, señor.

Aso.—Doleria aurá de ser la boticaria.

NOTAS:

[734] Parece que debe de ser haga.


[Pg 368]

SCENA 8. DEL QUARTO ACTO

Logistico halla a Asosio con Doleria y deliberan entre sí lo que harán sobre la cura del amigo Heraclio.

Logistico, Asosio, Doleria.

[Log.].—Qué se hizo d'este? que no ha quedado juego de pelota ni de pelar, rio o fuente, ramo de Laurel o sombra de yedra do no le buscasse. Argel es como cauallo que falta en lo mejor. Yo veo todo desaliñado si por acá no lo remediamos.

Aso.—Es a punto como te digo, Doleria hermana, y si tus artes obran lo que saben, podria siguirsenos de aqui fama inmortal.

Dol.—Yo porne todo mi caudal por te seruir y ayudar a esse enfermo, pero bien sabes que...

Aso.—Ya te entiendo; fiate de mí como si fuesse el mesmo Rey Saul, vencedor y no vencido, y repartidor de los despojos.

Log.—Quién habla aqui? o qué lindo, de vn tiro he matado dos, de rienda la trae el cauallero, alquilada deue venir.

Dol.—Assi lo creo que no me engañes, ni menos esse gentilhombre de que oygo dezir mil bienes.

Log.—A nos me huele esta comida, no es tiempo de aguardar más. Para bien le hallemos, mi señor, que no quedó escuela de esgrima, latin y griego donde no embiasse mis escuchas; tengo de dar a Venus vna quexa destos amores, que nos han de lleuar un dia a su merced, como Iupiter el pescador a Europa la holgazana, y diran entonces que vas en los cuernos del toro.

Aso.—Por cortesía, señor mio, que aguarde tajo para mis besamanos y despues diga; y quanto a Iupiter el rufian y Venus la ramera, y a essa gente amores, sepa que estoy más percatado que Diana la caçadora para el bobo de Acteon y la fuente para Narciso y otros majaderos como nuestro primo Heraclio por Dianira, que nos mete en trabajo aora de buscar Astolpho de Inglatierra con su hypogrifo, que le vaya por el meollo al cielo como hizo al de Orlando.

Log.—Ya me paresce luego sabes la glosa de mi cancion. No viste qué trastornar de medidas hizo este necio? y qué preciosa es la mercaderia? no podra dezir que no se lo prophetizé.

Aso.—Domine, ello es hecho ya y bien sabe tu latinidad que es doctor de lo por hazer lo hecho. Aora es menester prouar las fuerças y dar señal de que no somos endemoniados.

Log.—A punto, porque amistad perfecta no cabe sino en animos altiuos. Pero cómo?

Aso.—Quiça no sabes tú del negocio tanto como yo.

Log.—Creo lo; di, por tu fe.

Aso.—Es vna salsa para comereste los dedos de sabrosa. Auiendo oy topado con Honorio nuestro amigo, hecho su amo, y dando tras él (despacio lo reyremos y de la treta que me declaró temblando)...

Log.—No passes adelante; en tu posada me lo contó aora.

Aso.—Assi, pues, basta. Pero qué supito accidente le mouio? que el moço no lo sabe.

Log.—Yo te lo dire: vn concierto para esta noche de las lobas y los perros, con los más gordos carneros del rebaño a las montañas, sin otro testamento.

Aso.—Si me lo asseguras, toma mi capa y todo el resto hasta la camisa.

Log.—Cómo assi? qué determinas?

Aso.—Respondele tú, Doleria.

Dol.—Qué quieres que responda? ordildo vos, que yo lo texere.

Log.—Tú, señora, has de hazer lo vno y lo otro, y con ello de nuestros bienes tuyos y de nos esclauos, no embargante de ser heroica la obra, y porque ternás vna corona.

Dol.—Será verguença mia no ser primero vuestro parescer.

Aso.—Por vida deste cuerpo y destotro y del cuerpo del ciuil derecho, que el tuyo sea el primero y el postrero, y que nos has de seruir aora de Iuno, Venus y Palas, hiriendo a diestro y a siniestro con oro y plomo y todo otro metal.

Dol.—Tú sabes quán falta estoy de todos ellos; mandad hazer vosotros las saetas, que yo porne de casa el arco.

Log.—Esse es el blanco, donde tirays negro.

Aso.—Bien te entiendo. Quieres a Logistico por fiador, no es assi?

Log.—Si no está en más, señora, palabra y prenda te daremos.

Dol.—No creas nada a este trugeman, señor Logistico, que es demasiadamente malicioso; mas pues quereys por mí guiaros, la historia ha llegado a los terminos que pudieramos pedir y tengo ya imaginado cómo pongamos cada cosa en su lugar y le demos mejor fin de lo que tuuo comienço, sin pretender otras ganancias que ser el titulo de mi nombre. Quanto a lo primero. Asosio y yo, hechos peregrinos, nos haremos con Heraclio encontradizos, y yo me prouere de salsa que le haga otro apetito; dél mesmo entenderas el resto, señor Logistico, y vete a casa, que allá te yrá buscar, y en ello sabras quién soy.

Aso.—A Aeneas no siguiera de mejor gana a los Campos Heliseos.

Log.In manus tuas, señora.

Dol.—No son muy delicadas; mas saben adereçar muchos guisados.

Aso.—Que tales los a prouado Asosio.

Dol.—No perdamos tiempo.

Aso.—Correre si mandas.


[Pg 369]

SCENA 9. DEL QUARTO ACTO

Andronio, cortesano requebrado de Melania, se lamenta della y ella dél estando ambos engañados.

Andronio, Melania, Mania.

[And.].—O anima peccadora, quándo saldras del purgatorio? El rio Meandro no da más bueltas que yo por estas calles. Sospechaua que me queria esta traydora, y veo que todos son engaños.

Mel.—Allá paresce solo mi Andronio; por[Pg 370] algo viene; ya no soy más mia; cumple obedescer. Quién viesse ya el dia de estar en libertad! Bien, amor mio, qué hazes por aqui? cómo no passas adelante?

And.—Esta es, ay!

Mel.—Por qué suspiras, mi señor? ay alguna nouedad?

And.—Viejo es tu descuydo de mi pena y el matarme cada ora.

Mel.—Dios nos guarde, cómo lo finge mi señor!

And.—Mas cómo lo burla mi señora. Di, leona hambrienta de mi sangre, quándo estaras harta d'él?

Mel.—Por tu vida, amores, que esso venia desseando.

And.—Assi lo creo yo.

Mel.—No me entiendes.

And.—Pues qué?

Mel.—Libertad para gozar de tu dulce compañia, la qual me es más que la propria ánima chara.

And.—No dexas de burlar.

Mel.—Más tú.

And.—En qué moneda me pagas lo que te quiero, o qué obras salen de tus palabras?

Mel.—Donoso estás. Qué más podia darte, o qué más me queda?

And.—Segun esso, no eres más que palabras o más ayna burlas, ni lo serás.

Mel.—Palabras llamas al cuerpo y ánima y a la fe que te di y me diste? y demás si estoy preñada?

And.—Aora pienso hazes de mí loco, o tú lo estás, pues hablas tan de seso y con tan poco, o lo perdiste todo.

Mel.—No será mucho que te lo aya dado con la prenda que te di para no quedarme nada y estar mi seso y mi locura de tu mano como está. Burlareste de mí y hazeresme morir con tus descuydos?

And.—Antes yo. Nunca tan de veras te vi matarme, o cruel!

Mel.—Ora no más, amores, basta lo soñado; recuerde tu merced y hablemos a proposito; yo temo con todo lo que digo y no sé cómo hagamos, si el plazo que tomaste no fuesse ya complido.

And.—De qué temes?

Mel.—Otra suya, de la preñez, que no me trataste de manera que quedasse sin sospecha dello.

And.—No sé por qué me hazes rebentar. Qué preñez? qué diablos del infierno? quándo lo soñaste?

Mel.—Dizes de verdad?

And.—Si no que biua de mentira.

Mel.—Basta, basta; confirmada es la malicia; o traydor maluado, qué determinas? no, no, no soy quien piensas; con mil vidas no pagarás mi honra.

And.—Qué loca está!

Mel.—Loca, mal hombre, y tú, herege, no me importunaste para casar conmigo? y por el grande amor que publicauas, y los ruegos de Doleria, en su casa me tomaste por tu sposa y ay fueron las bodas; con ella lo as de uer; veremos si te atreues a negarselo.

And.—No es tiempo de sperarte más, perdida y loca confirmada, o beuiste demasiado?

Mel.—Nunca beuiera de tan villano vino y desabrido, triste de mi; allá me voy con esto; disbarates.

And.—Della serás mejor desengañada. O esto sin duda es sueño, o ésta ha perdido el seso, y para que mi ventura haga su deuer assi conuiene. Bien le dara Doleria algo con que le saque el mal de la cabeça, que para todo es. Mas qué diablos sé yo si dormiendo hize lo que ella dize que despierto, o si mi spirito anda de noche por do de dia el pensamiento, que todo ay en amores y en diablos. Libreme Dios de tal encuentro, estoy borracho dél; bueno será tambien encaminar hazia Doleria para que juntamente nos desencante.

Man.—A, gentilhombre.

And.—Solia yo de serlo, quién será la dama? qué manda mi señora?

Man.—Que desempeñe su cadena y prenda con ella otras captiuas.

And.—Con otro piensa auello; captiuo queria yo ser de tales ojos, si los braços fuessen la cadena.

Man.—Qué bueno! Ora, señor, pag[u]e el escote, pues ha merendado, y no se persuada que sus criadas biuen del ayre como camaleones.

And.—No es gran marauilla, pues esse basta para sustentarme, y la gracia con que lo dize.

Man.—Yo digo, su merced haze; pero no curemos de requiebros sin proposito, passen las burlas adelante; porque, sin los seruidores, tengo hermanos y parientes, que desharán estos agrauios, y no me ensañe yo.

And.—Tambien yo ajudaré por la parte que me cabe. Mas su merced está engañada, que no soy quien piensa, ni es mi costumbre de mojar, sino seruir las tales.

Man.—Qué bien lo propone, si no me cortara ya la bolsa. No vengo ahumada, ni haze neblina, mi señor; mande deshazer el yerro y guarde la joya para otra nouia; aqui do está, todo va perdido, ya no ay que fiar.

And.—Y porfiays? esta es otro como la de ogaño; holgara de venir de otro temple, pero trayo dolor de baço.

Man.—No ay que pensar en ello más, ni murmurar entre dientes o desculpa que le salue de burlarse de quien le quiere bien.

And.—Por mi fe, señora, que está en error.

Man.—Assi me lo paresce, si su merced perdio el seso o ha beuido.

And.—Gran caso es este: o los diablos andan sueltos, o yo estoy dormiendo; tornese, señora, que yo le affirmo no ser quien busca.

Man.—Pues quién seria luego su merced?

And.—Andronio hasta la muerte, y aun despues.

Man.—Andronio o andrajo, yo le conosco rasonablemente, y aun me duelen los mordicones que me dio en este braço.

And.—Quándo?

Man.—Quando en los suyos me tenia, y me vendia por miel vinagre, haciendole tantos regalos en mi casa. Mal ayan tales obras. Por vida de Mania y de su madre, que no lo comays sin escaueche por más peynado que seays.

And.—Estoy fuera de mi, qué ha de ser esto? perdido soy, y de mas si Doleria se me buelue vna d'estas, y todos son dolores.


[Pg 371]

SCENA 10. DEL QUARTO ACTO

Heraclio en habitos de hermitaño reposandose en vn prado dan con el Asosio y Doleria hechos peregrinos, a saber Doleria es Dicheo, Asosio es Synesio.

Heraclio, Doleria Di[cheo], Asosio Syne[sio].

[Her.].—Soberanos cielos, virtudes superiores, regidas por aquel summo principio, ajudadme a celebrar mi nueua proffession y terminar la vanidad passada en el perfecto número; las potencias dementadas con su concordancia natural me fauorescan; las aues del ayre, los animales de la tierra, la mar con sus pescados, den señal de mi alegria. Porque aora que el viejo hombre es muerto y las speranças vanas se acabaron, descansará el triste coraçon, dando comienço a otros pensamientos, y los sentidos de su alto objecto ternan el verdadero refrigerio, con el blando ayre, dulce harmonia de las corrientes aguas y suauidad de tan diversas flores, hechado sobre estas yernas olorosas. Y vos, ojos, occasion de tantos daños, reposareys en este prado deleytoso.

Dich.—Hijo Synesio.

Syn.—Padre señor.

Dich.—Qué hermoso está el campo esta mañana y quán agradable es de oyr la melodia de los paxarillos; peccado es no gozar d'esto de contino.

Her.—Aun aqui el mundo no me dexa; qué gente será esta?

Syn.—Es vn consuelo para enamorados coraçones.

Her.—Pues y aqui llega este nombre?

Dich.—Cómo lo saues? prouaste ya essa passion?

Syn.—No, pero oy hablarte algunas vezes della.

Dich.—Es assí, y harto mal me hizo esse mal.

Her.—Compañia tengo.

Syn.—Mal llamas, padre, a lo que otros llaman bien? siendo amor vn medio sin el qual no obra la natura, y vna cierta colligantia desde el cielo hasta la tierra, a la qual el ciego sabio dio nombre de cadena de oro.

Her.—Mucho te deue luego el niño ciego por esse titulo que le das.

Dich.—Verdad es, hijo, que todo se rige por amor, pero va en los hombres por vias differentes la orden prevertida, improprio el nombre a los effectos. Con este peliscon recordará, aunque no duerma; oyes, Asosio?

Aso.—Al cabo estoy, Doleria; prosigue, pues, y philosophemos a su modo y al nuestro, sin que parescan nuestros nombres.

Dol.—Qué necio eres, los ojos y los oydos le tengo en la mano. Buelue a tus coles.

Aso.—No sé cómo es improprio, padre, pero quando la yra d'amor incitada sale de curso, adquiere el nombre de valentia, de templança el sufrimiento, y de todos sus contrarios las otras virtudes compañeras.

Her.—No estays bien en la cuenta, porque esta mia es o paresce mentirosa por la occasion.

Dich.—Pusilanimidad no es templança, ni Dios lo quiera; temeridad no es fortaleza, ni lo fue nunca; obediencia vil o subjetion no es justicia, ni lo será; acertar acaso no es prudencia.

Her.—No lo aueys mal estudiado.

Dich.—Si el amor es de virtud diuino o fundado en la razon, podran caber en él essas condiciones todas, y no hablo sin experiencia.

Syn.—Ha sido tu merced enamorado?

Dich.—Mas que vna vez, y muchas engañado.

Syn.—Cómo, padre, no hallaste fe?

Dich.—Fe en mujeres, monstro sería.

Her.—Este es mi hombre.

Dich.—No ay en ellas cosa buena, sino el callar si callan, aunque pocas veces acontesce, si no es por deffecto de natura o accidente de enfermedad. El amor dellas es apetito solamente, sus cortesias son engaños, es negar su prometer, y el negar darse del todo. Mira, por tu fe, qué sciencia ésta para entenderse, a do los que más saben menos aciertan y más los que menos saben.

Her.—Es oraculo este hombre.

Dich.—Quise tanto a vna, que passara el arco de los leales amadores, pensando ser no menos querido della; mas a la postre, porque no me reyesse de los otros, vue de descendir al infierno de Anastarax; que por vn antojo solo perdi en vn dia todos mis trabajos de muchos años.

Syn.—Seria alguna necia.

Dich.—Passaua de prudencia a Sapho al parescer, de constancia a Portia, de fuerças a Camila; ésta me llegó al punto de la muerte o de dexar el mundo y biuir entre las fieras, si la razon no lo estoruara. Al cabo de muchas experiencias y de tentar si mi estado misero, seruicios, obediencia y promptitud la podian ablandar, viendo quán poco aprouechaua todo, arrebatado de encendida ira, supitamente se conuirtio el amor en odio y en ardentissimo desseo de vengança. Por esta causa sola, dandome al estudio de la Magica, en breue tiempo sali maestro y restauré con ella, assi lo passado como por venir: dexando al mundo vn gran exemplo, con vna burla que le hize, poco menor que la de Vergilio. Estás en esta cuenta, hijo?

Her.—Como que estoy en ella, padre, y quasi arrepentido de mi locura; pero andar.

Dich.—Qué es esto, quien duerme aqui?

Syn.—Si a la fe, padre, no lo veya.

Dich.—Hermitaño es.

Her.—Visto me han; todauia haré que duermo.

Syn.—Quién puede ser en lugar tan solo?

Dich.—El libro me lo dira. O qué gentil donayre, de los nuestros es.

Syn.—Qué nuestros?

Dich.—Desesperados de amor; despertalle quiero para saber de su fortuna.

Her.—No duermo, padre onrrado, antes he oydo tus razones todas, que no han hecho en mí pequeño mouimiento.

Dich.—Tanto mejor, mas por tu fe que me cuentes, si te plaze, la causa deste apartamiento y soledad,

Her.—Para qué? a quien ya dijo lo principal.

Dich.—Leamos, pues, un poco más. Basta, hallada es la mula; madre y hija son entrambas, y esta noche se nos vone: palabras que yban diziendo monedas de oro sone, que se mataron por dos, que no valen medio none[735].

Her.—Qué es esto? yo sueño, este es un gran saber. Ora, padre mio, socorreme por tu fe, que de creer es puedes, pues tanto sabes.

Dich.—Soy contento, con que tú lo seas de lo que hiziere.

Her.—Más que contento.

Dich.—Pues a la mesma ora te buelue por do veniste, y vete a tu fiel amigo, que tanta ansia tiene por ti; Logistico se llama.

Her.—Y esto más? o gran misterio!

Dich.—Y dexados estos habitos yreys los dos a la ora limitada oxear aquellos cueruos para que nos quede la carne desembargada y te la entreguemos tomando sus figuras, y tú puedas guisalla a tu plazer.

Syn.—No será malo, esfuerce tú merced.

Her.—Dios te ha embiado por mi bien aqui. Voy sin tardar poner en obra lo que mandas, padre.

Dich.—No te descuydes, pues.

Her.—No ayas dello miedo.

NOTAS:

[735] Parece fragmento de algún romance antiguo.


[Pg 372]

SCENA 1. DEL QUINTO ACTO

Logistico halla a Heraclio ya con sus vestidos, y muy alegres ambos van acabar su auentura de Apio y Metio.

Logistico, Heraclio, Apio, Metio.

[Log.].—Quien viesse ya esta nao en el puerto! por diligencia de Pyloto y marineros no quedará, y spero nos fauorescan todos los spiritos enamorados. Qué se hizo deste hombre? a qué parte de la tierra será hechado? hazia nuestro Polo, que le es aficionado.

Her.—Dicha fue hallar a Honorio para tomar otro vestido. El amigo falta aora, estara quexoso, pero el supito accidente causó el desuario.

Log.—Si yo no duermo, allá veo a Heraclio; paresce obran ya las medicinas de Doleria. Gran cosa es; a, señor, señor, no se alexe tanto, si no lo dura aun la colera.

Her.—Este es, o quán a propósito. No, señor, que ay otros humores que la contrapesan, y es de nosotros sabios mudar consejo.

Log.—Por esso solamente no puse luto, y assi speraua a su merced como si lo viera. Pues en qué paró el viaje y el nauio?

Her.—Aun no puedo respirar. Mouidos a compasion los cielos, me embiaron a Mercurio en forma humana que me alumbrasse en tan escura noche.

Log.—Cómo assi?

Her.—Despedido ya del mundo y de todos sus engaños, en despoblado, hallé dos hombres, que a cabo de otros chistes que despues sabras, en cierto librillo que tenia el vno dellos, gran nigromante, leieron mis desgracias y me prometieron reduzillas a otros terminos: mandandome luego te buscasse, que es lo que más atonito me hizo, para que fuesemos entrambos hazer boluer los Satyros a los montes. Yo desesperado de poder hallarte, acercandose la ora, acometia solo el auentura.

Log.—Mucho me cuentas, y ay verás que no se oluida de ti la prouidencia. Quiero abraçarte como a hombre resuscitado, y hagote saber que lleuaua esse proposito tambien, pero mejor lo reyremos en compañia, y no podran tardar, porque es ya dada la vna.

Her.—Por lo más cierto, nos lleguemos a este canton.

Log.—Bien dizes.

Her.—Aqui son; oygamos lo que hablan.

Apio.—Metio?

Met.—Apio?

Apio.—Qué hazemos?

Met.—Vna gran locura: si nos toman con el hurto, adios amores.

Log.—Bien oyes.

Her.—Toma si oygo.

Log.—Mira qué lanças.

Her.—Nunca las tuue por mejores.

Apio.—Qué escurana haze, las carnes me tiemblan; no seria mucho auer por aqui capeadores.

Met.—Comigo no aurá lid, luego doy la mia.

Apio.—No vale más assi? otras nos tenemos, quién lo aurá de saber?

Log.—Bien se emplearon.

Her.—No merescen más.

Apio.—Todauia, ya que se lo prometimos, es menester complir con ellas.

Met.—Doylas al diablo, que mejor se estauan. Qué harémos dellas? dónde diablos las lleuaremos?

Apio.—No faltará; ellas traen prouision.

Her.—Bien remediadas van.

Log.—No es tiempo de más palacio. A, traydores, vellacos, dexad las capas y las vidas.

Met.—Apio.

Apio.—Metio. Guay de vos. O, señores, por amor de Dios, aqui quedan y las espadas.

Her.—Qué priesa lleuan!

Log.—Eran buenos para liebres. Vamonos aora y demos lugar a nuestros medicos para que ordenen sus receptas con las señoras boticarias.

Her.—Lleuaremos el despojo?

Log.—Sí, para seruir de testimonio.


[Pg 373]

SCENA 2. DEL QUINTO ACTO

Astasia y Idona se salen a la huerta a sperar sus seruidores, y vienen Dicheo y Synesio, con quien se van, pensando eran ellos.

Astasia, Idona, Synesio, Dicheo.

[Ast.].—Es ora de speralles allá en la huerta?

Ido.—Cerca de la vna.

Ast.—Oyste algun ruido?

Ido.—Sí, señora.

Ast.—Qué seria?

Ido.—Gente que passaua.

Ast.—Paresceme que entreconosci la voz de Apio.

Ido.—Podria ser que speren y ayan querido burlar de alguno, que son mancebos y hierueles la sangre.

Syn.—Hermana, esto es para nos carnestollendas.

Dich.—Queria ya la olla entre las manos.

Syn.—Al fuego está.

Dich.—Pues yo te vntaré las barbas.

Syn.—Bueno es que aya de todo, pero yo estimo más la burla que ser Emperador de Trapizonda. Sentiste bolar a nuestros paxaros?

Dich.—De la buena suerte bien guardadas yuan; harto nos quedan a deuer por les quitar tal embaraço, y hablemos paso, que ya las veo, y ellas a nos.

Ido.—Aqui viene, señora, nuestra guarda.

Ast.—No podia faltar.

Ido.—En punto vienen como si ouiessen de combatir.

Dich.—Pues qué piensas, mi señora? esto y más es menester a quien thesoro tan preciado se encomienda.

Syn.—Tambien quiero mi parte; ha mucho que sperays?

Ast.—Media ora, y con recelo de aueros algo acaescido, porque oymos cierto rumor.

Syn.—Es posible, y aca llegó?

Ido.—Qué cosa fue?

Dich.—No nada.

Ast.—Mas por mi vida.

Syn.—Dos vellacos que querian conoscernos, y vuo de costalles capas y espadas; pero de piedad se las boluimos.

Dich.—Doyte al diablo que assi lo vendes.

Syn.—Señoras, no es tiempo de detenernos más, traen todo su recaudo?

Ast.—Todo.

Dich.—Pues vamos.

Syn.—Dad acá.

Dich.—Que priesa tiene este gloton; no aun, hermano, que no es cordura si acontesce algo yr cargados; allá fuera de bancos se lo tomaremos.

Ido.—Mejor será.

Ast.—Caminemos pues.

Syn.—La que más quiere cada vno; yo con esta moça lo auré.

Dich.—Yo con esta señora de mis entrañas.

Ast.—Ya soy vieja para regalos.

Dich.—No es de vieja esta hazaña; mas eres vieja en darme la vida y en el matarme.

Ast.—No veys? bueno viene el señor Apio esta mañana.

Ido.—Estan más promptos los spiritos a esta ora.

Syn.—Los tuyos a lo menos, mi señora, con el vnico resplandor dessos ojos matadores, que hazen clara la noche, escuro el dia.

Ido.—Qué tocar de teclas, madre mia!

Dich.—Callando por aquí.

Syn.—Cómo callará el que arde?

Ido.—No parescia tal el señor Metio.

Dich.—Las tinieblas descubren muchas tachas que alguna vez la luz esconde.

Ast.—Quién lo diria?

Syn.—Quien lo vee y palpa.

Dich.—Ya estamos buen trecho de la ciudad; bueno sera que nos entremos en el bosque y os dexemos allá cabe la fuente, donde de ventura aporta nadie, mientras ymos proueernos de posada.

Syn.—Señor, sí.

Ido.—Y quedaremos solas?

Dich.—Conuiene assi y de parescer los dos allá; escondamos aqui detras estos dineros, para quitar las occasiones, y si viniesse alguno, que no fuesse tentado de cobdicia.

Ast.—Pecadora de mí, y es lexos?

Dich.—No, ánima mia, sino muy cerca.

Ast.—No haze pues al caso, norabuena vays.

Syn.—A Dios, vida, mas no a los aquillos[736]; passito no seas sentida.

Dich.—No sabes que soy Angelica?

Syn.—Diabolica te llamaria yo.

Dich.—Algo te va en que lo sea.

Syn.—Me recomendo, ya estamos en otra tierra, ay os guardareys, mi bien, aora en los campos verdes sola.

Dich.—Aun bolueremos a visitallas, y verás que no pudiera Arachne la sotil, ni Palas la embidiosa, ordir o texer tela más fina.

Syn.—Si traes contigo a Proserpina y todas sus donzellas, qué menos puede ser.

Dich.—Entremos por acá y haremos otra colacion.

Syn.—Desta vez quedo maestro.

NOTAS:

[736] Sic, en las dos ediciones, por saquillos.


[Pg 374]

SCENA 3. DEL QUINTO ACTO

Morio sale en busca de su muger y halla Melania que venia de buscar a su marido, y conciertanse los dos, casandose ambos por despecho.

Morio, Melania.

[Mor.].—Qué es d'ella, muger, muger, amores, vida, riñones, coraçon, qué viento os ha lleuado? O mal viage haga la nao: Idona, hija, palomina, golondrina, ansaron, ternera, que es de ti? Si son ydas al villar a pie por penitencia? que mi muger queria hazer quaresma, mas los lobos en el camino las tragarian, que era de noche y no las conoscian, o, o, o, ya lloro.

Desdichadas, cómo les dolian los dentazos de aquellas malas bestias, Dios les perdone; pero quién sabe si saldrian por no ser de buena digestion, a lo menos mi muger, que era un poco añeja, y mi hija por causa de las llaues y alfileres (que lobatos no comen hierro como auestruezes). Boto a mí que he apuntado como un Doctor; qué será d'ellas, pues? apostaré que almuerzan del pernil que se quedó alla anteayer: dexad para mí algo, amores, que tengo sed, y comeré para beuer, no beueré para comer como dizia el otro asno. O amiga tan querida, cómo me dexaste assi huerfano? Boto a tal que yo lo soñaua ha media ora. Quiero ver si me recuerdo. Qué soñauas, Morio? ya, ya, que se yuan con dos galanes las galanas y me casaua yo con Melania. Iuro a mí que es buena moça y no le falta nada, aunque sea algo morena; ella sabe amassar, fregar, lauar, labrar, coser, baylar, cantar, hablar, andar, trotar, comer, dormir, besar, soñar y es muy buena cozinera. Qué bueno estaba el puerco de ha seys años, qué linda la tortada de ayer, qué sabrosas las coles y el tocino del entruejo; pues vna ensaladica de nabos y lechugas y dos dozenas de ajos y cebollas, mal año para el Xarife. Mas guay de Astasia, que ya se me oluidaua la pecadora: oh, oh, oh, qué buena muger era; si ella no buelue, tengo de quexarme al alguazil. Por todo la he buscado y no la hallo; en la cozina, en la cámara, en el patio, en la sala y en la saleta, en la otra camara y en la otra, y en la camarilla, por los graneros, porque solia la pecadora hazer subir allá los gatos a visitar a los ratones; en la cantina, que pense quiça auria sed, y se le oluidó de cerrar la boca al torno y se ahogaria la mesquina. Por esso es bueno beuer por cangirones.

Mel.—Algun diablo de los suyos la ha lleuado. No estar de dia en casa con sus ocupaciones no era milagro, mas aora no puede menos ser que ellos andan de noche segun dizen.

Mor.—Gana me toma de almorzar, aunque es temprano, hablando en ello, mas estoy tan alterado con esta yda de mi muger, que beueria por otros quatro.

Mel.—Quién habla aqui? y de mas si es aquel traydor de Andronio, que no le dio reposo la consciencia, despues de auerse burlado assi comigo, y torna a emendallo.

Mor.—Esta deue ser, boto a tal; en el tocado la conosco, porque veo de noche mejor que un gato. Cómo me huelgo! a, muger, adonde diaño fuyste, amores?

Mel.—O desdichada, Morio es este; perdida soy, que me han sentido; qué dire? Ya, ya, que estaua mi prima en passamiento y me embiaron a llamar: Melania diras, amo. Pues amo, qué te hazes por aqui a esta ora?

Mor.—A do las dexas? ellas pense que eran.

Mel.—Quién?

Mor.—Tus amas la grande y la pequeña.

Mel.—Cómo assi?

Mor.—No las hallo, ni sé quál diablo las lleuó.

Mel.—Búrlaste?

Mor.—Para burlar es el negocio: estoy ya medio casado.

Mel.—No lo digo yo?

Mor.—Oh, oh, oh! Menester es llorar.

Mel.—De veras va, a la fe; entrarme quiero a saber deste mysterio.

Mor.—Llegó muy aproposito Melania, porque casados que seamos nos podremos yr acostar y dormir hasta la mañana, y si buelue Astasia, que se tome otro marido, pues se ha ydo sin despedirse.

Mel.—Más mal ay de lo que yo pensaua, qué sera esto! matenme si no son ydas con Apio y Metio, que yo lo olia ya. Qué dirán las gentes? no ternee cara con que parescer. Peccador de Morio, no soy yo sola el agrauiada.

Mor.—Pues qué te paresce?

Mel.—Assi no fuera.

Mor.—O, o, o, qué será dellas? si entraron los ladrones y las hurtaron?

Mel.—No hurtan ladrones hurtos que coman.

Mor.—Si son ydas al villar?

Mel.—A estas oras? donoso estás.

Mor.—Si se ahogaron las desdichadas?

Mel.—En qué mar?

Mor.—En el pozo, que aun no he ydo á ver.

Mel.—Ni vayas.

Mor.—Si son ydas a conffesarse con los frayles, para ajunar oy, que es dia de pescado?

Mel.—Podria ser, mas es temprano. O si estan en la huerta plantando ajos??

Mor.—Allá he estado. Si son ydas a Santiago que eran deuotas dél?

Mel.—Esso deue ser.

Mor.—Dessa manera no bueluen más, que es lexos. Oh, oh, oh, Astasia, mi salsa, mi culantro y mi yerua buena, adonde te fuyste?

Mel.—Consuelate, Morio, por tu vida, que muchos desgraciados ay por el mundo, y yo soy vna dellos.

Mor.—Eres, amiga, cuytadilla? pues yo no veo mejor remedio que casarse el desgraciado con la desgraciada, y no curar de los graciosos.

Mel.—Assi andaria todo derecho.

Mor.—D'aca la mano, amores.

Mel.—No, no, Morio, no tan ayna.

Mor.—Ayna dizes? y ha dos horas que se partieron.

Mel.—Y si boluiesen?

Mor.—Que se busquen otros.

Mel.—Si ya no los tienen.

Mor.—Tanto que mejor; dormiremos más a plazer lo que se queda por dormir. Eya, mis entrañas, que ya te quiero bien.

Mel.—En buena fe que me viene Dios a ver y dexar los diablos para quien son. Búrlaste, Morio?

Mor.—Entremonos, vida, y verás si burlo; qué le falta? pesa más sola que quatro Astasias.


[Pg 375]

SCENA 4. DEL QUINTO ACTO

Andronio busca Melania, y halla Aplotis que llora por su tia y prima, y que va buscar Logistico su seruidor, y despues de trauar amores se conciertan.

Andronio, Aplotis.

[And.].—Doleria afirma que está loca, y no puede ser menos, segun sus disbarates: yo no sabía qué dezirme, y ayna me tornara como ella. Esto me faltaua para prouar de todo: adonde yre que no me acompañe la desgracia? Quiso mi ventura sacarme de la mar, para hecharme en este fuego, si me auia resfriado. Desterrado de mi tierra por amores, y aqui medio perdido por la perdida, y loco por la loca, con dolores. Qué remedio, que está ya crescida la rayz: yo no lo siento, si Doleria no lo halla[737] como promete. Lo que más me lastima y haze que la ame, hasta tambien enloquecerme, es que por mí se enloquecio, tanto me queria la pecadora. Bien se paresce en sus palabras; porque aquel hablar de casamiento, de preñez, de soñar y de velar, y otros requiebros, no es otra cosa que publicar aora la causa de su locura, y hechar fuera de rondon lo que tenia guardado y escondido el pensamiento como agua represada. Pero la otra labrandera que despues me salio al camino con otra tal, me hace estar en duda y confuso de qué parte esté la locura; porque tengo dos testigos contra mí; y yo soy solo, si no hay otro que me paresca y aya hurtado o comido lo que éstas quieren que pague. O en sueños me lleuó el enemigo como estriega, aunque las estriegas sueñan lo que dicen, y yo seria assi Stryon Doctor haziendo lo que estas mis amigas sueñan. Pero Doleria dize que la labrandera es muy refalsada, y oyendo la question de Melania sin ser vista, quiso despues burlar de mí para hazerme perder de todo el seso. Yo quiero todauia yr por allá[738]. Si la veo y habla más a proposito es buen señal; si no, puedo proueerme de vn hospital para los dos.

Apl.—Mesquina, qué haré? a dó me yre con tamaño desaliño?

And.—Demas si es ésta? No lo paresce; Aplotis es, qué desaliño trae.

Apl.—Mi tia Astasia y mi prima Idona se son ydas.

And.—Ydas? qué quiere dezir ésta?

Apl.—Con aquellos recueros, dias ha que lo recelo.

And.—Estás aqui, Andronio? atiento.

Apl.—Mal año para ellas y para ellos.

And.—Y para Melania y para mí si les hizo compañia.

Apl.—Mirá por vida vuestra, qué gentileza y discrecion, que más parecen mulos, aunque recueros.

And.—No acabará ésta de dormir y de soñar yo? qué mulas o qué mulos quiere alquilar?

Apl.—Igual era la de Heraclio y su intencion que a ambas seruia y veneraua y defendiera el passo de Tintoil por amor dellas. Vendianle higos maduros, danle aora por ellos higas verdes, y por melones a la prueua calabaças.

And.—Luego todos somos sanos.

Apl.—Lo más salado de todo está el casamiento de la mula con el asno; el aurá de parir, que ellas no paren.

And.—Qué mula es esta, pese al diablo, o qué parir de asno?

Apl.—Melania con Morio? Ah, ah, ah, reyré aora, que ya he llorado un rato.

And.—No es este muy buen verso; menester es salir de duda. Qué lluuia o sol es éste, señora Aplotis? o qué desaliño por allá!

Apl.—Andronio es, su parte le cabrá.

And.—No me respondes?

Apl.—Dios te guarde, señor Andronio; estaua vn poco enuelesada, perdonáme.

And.—Qué ay por allá, señora Aplotis? dizenme que está mala Melania.

Apl.—Harto mala.

And.—No me engañó luego Doleria.

Apl.—Qué te dixo?

And.—Que estaua loca, porque yo se lo fuy a preguntar por ciertas locuras que le oy.

Apl.—Ah, ah, ah, despues lloraremos tú y yo, señor Andronio.

And.—No te entiendo.

Apl.—Si la mujer es hija del marido, como dizen, ella está loca siendo casada con el loco.

And.—Cómo casada? con qué loco?

Apl.—Yo te lo dire, para que de oy más busques mujer: son ydas mi tia y prima con Apio y Metio, y con los dineros de la casa, para no boluer. Morio y ella guardan el resto, y son casados, y aun más que quedan en la cama, por no poder arrepintirse.

And.—Es possible esso?

Apl.—Como ser de dia aora. Escoziole y está medio pasmado; maldita sea ella que tal trueque ha hecho. Estas y las otras hazen perder el crédito a las buenas. Daria esta sortija por hallar en casa a Logistico y darle parte desta caualgada, aunque le duela por el amigo; de vna vez o dos que le he hablado le quiero como a mí, y segun se me trasluze no me engaño.

And.—Ay, ay, ay, que muero; socorreme, Aplotis, mi señora.

Apl.—Pues, señor Andronio, qué cosa es esta? qué animo es este de gentilhombre?

And.—Ay, ay, ay, o falsada fe, falso amor, hembra falsissima!

Apl.—Triste de mí, si se me muere entre las manos. Marauillome de ti, señor Andronio, morir por quien no meresce tu çapato? Lastima tengo, hermoso y dispuesto mas que vn aleman. Maldita sea la vellaca.

And.—Qué dizes, señora Aplotis? o qué me aconsejas?

Apl.—Que la des al diablo y tomes otra que te meresca; que no aurá ninguna que no se tenga por dichosa; y más es poquedad no holgarte de ser quito della.

And.—Bien me aconsejas, pero recelo ya que otra qualquiera se me torne Melania.

Apl.—No hará, y assi no ouiera hecho voto yo de ser monja.

And.—Monja, señora?

Apl.—Sí.

And.—Pues y no lo mudarás? yo te auré licencia.

Apl.—No sé.

And.—Si harás, señora, por quien comiença ya a arder por ti.

Apl.—Tan ayna?

And.—Quiere mi suerte satisfacerme, vista mi fe y lealtad mal empleada; por esso acceptame por tuyo y toma estos ojos, este coraçon y a esta mano en prendas d'ello.

Apl.—Qué auisadamente lo dize su merced! Auré mi consejo.

And.—Si quieres verme muerto sea assi.

Apl.—No, no, no, señor Andronio, he aqui la mano.

And.—Quede, pues, en ella el anillo de la fe hasta su dia.

Apl.—Soy contenta.

And.—Y yo bienauenturado.

NOTAS:

[737] Haya en la edición de 1572. Está corregido en la de 1614.

[738] Aya en la primera edición.


[Pg 376]

SCENA 5. DEL QUINTO ACTO

Asosio y Doleria transfigurados en Astasia y Idona, bueluen a Apio y Metio.

Asosio, Doleria, Apio, Metio.

[Aso.].—Pues, Doleria, qué determinas? tenemos tú y yo de ser Deucalion y Pyrra y entrambos representar el mundo?

Dol.—Calla, que presto se acabará el diluuio y saldremos a tierra. Mas aora es menester que con sus vestidos dellas vamos a ellos y les demos otro asalto.

Aso.—En qué en los cabellos?

Dol.—En las capas y en las espadas, como hizieron nuestros hombres, porque nos lleuen menos ventaja.

Aso.—Y dónde los hallaremos?

Dol.—Aora, aora te porne con ellos.

Aso.—Cómo sabes que tienen ya otros vestidos?

Dol.—Sin más astrologia es de pensar se ayan ydo armar de nueuo para boluer a sus amores.

Aso.—Doy al diablo tal saber; si es assi, y no escapan, luego nos casamos.

Dol.—La mitad está hecho, y para el resto te pornas de lodo, vellaco, mesonero del consejo, o qué niño!

Aso.—No, que todos los huespedes conoscidos te seruirian y con los otros dissimulariamos por los despojos.

Dol.—Aun te quedó sed? no ves que estamos ya proueydos para algunos dias?

Aso.—Cómo eres necia! Dure el officio, que quanto más moros más ganancia.

Dol.—O Moras. Guay de Agar si le dexaste Ismael en el regaço.

Aso.—Algun angel la socorrera, y ella es para todo; mas por tu vida dime, qué será della en estos trances? marauillome de cómo tan bien no se embarcó esta marea.

Dol.—Para andar seruiendo por suertes la peccadora, ay le queda Morio o Morrion; podria ser se concertassen, y tanto más ayna, si trae carga, haziendole creer que se parescen como la cebolla con el hueuo.

Aso.—Y otra que alli ay por nombre Aplotis, linda y honesta como vna sancta?

Dol.—Sé por quien dizes: quedará por heredera de su prima, y assi estará todo acomodado; y si hombre fuera, nunca a otra me pegara.

Aso.—Marido le hallaremos tiempo andando.

Dol.—Qué buena pieça; tú querias hazer parentesco con todo el mundo y auer más hijos que Gedeon.

Aso.—No faltaria vno que los degollasse.

Dol.—Assi acaesce. Calla aora, que entramos en el puerto y vienen nuestros marineros; oygamos con todo lo que dizen.

Met.—Doy al diablo estas andadas; mejor fuera no las conocer.

Aso.—Assi lo digo yo.

Apio.—También yo tuerço las orejas; de tales caldos, hermano, tales pallos.

Dol.—Tarde caystes en la cuenta.

[Pg 377]

Met.—Ayna nos mataran los ladrones, si no les dieramos lo que pedian.

Aso.—Más teneys que andar.

Apio.—Auemos sido cuerdos; pero qué te paresce, es tiempo aun o auran salido solas?

Dol.—Aora lo sabreys.

Met.—Boluamos hazia allá.

Apio.—Los cabellos se me herizan.

Dol.—Aparescamosles como ánimas destotra parte.

Aso.—Bueno será.

Met.—Acá vienen dos mujeres.

Apio.—Ellas son.

Dol.—Pues, señores, qué demora ha sido ésta? ayna nos perdierades.

Aso.—Por cierto sí, qué buenos enamorados!

Apio.—Si supiessen, señoras, lo que passa.

Dol.—Cómo? tuuistes algun encuentro?

Apio.—Encuentro, señora? vn ora andamos a las cuchilladas con seys vellacos que querian nuestras capas.

Aso.—Ay, triste, y cómo os sucedió?

Apio.—Metio lo dirá.

Met.—Digalo Apio.

Apio.—Pienso quedan los dos muertos, y los otros huyeron mal heridos.

Aso.—Bien oyes?

Dol.—Calla, o mesquina, y vosotros venis heridos?

Apio.—No, mas cansadissimos; caminemos presto y reposaremos.

Dol.—Mas antes os yd luego para el bosque a sperarnos, porque nos tenemos de boluer a casa por lo mejor que se nos ha oluidado.

Apio.—Todos yremos.

Dol.—Yo no quiero, que essos heridos bueluan por los muertos con otra compañía y os hallen.

Aso.—Es assi, madre, porque podrian aun entrar en colera y reñir de nueuo.

Met.—Pues solas?

Dol.—No importa, lleuaremos vuestras capas y espadas para parescer hombres, que a mujeres quienquiera se les atreue, y presto somos con vos.

Apio.—Toma, pues, mi reyna de las Almazonas[739].

Met.—Toma tú, mi alma, y no me oluides.

Dol.—Oluidar? No son para oluidar tales amigos. Qué te paresce, Asosio? la vitoria para buena ha de ser sin sangre, y dan entonces más gusto los despojos.

Aso.—No lo supiera tramar mejor la hada Manto; tórnome loco en pensallo.

Dol.—No hagas, que tengo aun de ti necessidad para otras fiestas.

Aso.—Al infierno yre contigo, que allá as de yr.

Dol.—Será malo do tengo tanta amistad? Quanto más que es andar haziendo justicia esto como corrigidor de la comarca, y viene dispensado de la corte, y mas yo sé el Miserere y el De profundis.

Aso.—El De profundis creo yo, duerme descansada; pero boluiendo a nuestras cabras, qué queda aora por hazer?

Dol.—Dar auiso a los griegos de los troyanos y ordenar ciertas Nimphas y saluages que den fin a la comedia, como exemplo de gloria y pena segun las obras; tú lo verás y me alabarás por muger de prol, y despues dello reposaremos.

Aso.—Assi? Camina, pues.

NOTAS:

[739] Sic, en las dos ediciones.


[Pg 378]

SCENA 6. DEL QUINTO ACTO

Astasia y Idona se encuentran con Apio y Metio en el bosque y ay entr'ellos grandes altercaciones.

Astasia, Idona, Apio, Metio.

[Ast.].—Qué espanto haze, hija, esta soledad!

Ido.—Yo estoy temblando y elada de puro miedo.

Ast.—Ya se acerca la mañana, que es gran consuelo.

Ido.—Mucho tardan nuestros hombres; no les aya acaescido desastre alguno.

Ast.—Mal consejo fue no quedarse vno.

Ido.—Triste de mí.

Ast.—Qué has?

Ido.—No sé qué me adeuina el coraçon.

Ast.—Qué loca está? no sabes que no deue creerse en sueños?

Ido.—Bueno fuera, señora, no auer dormido por no soñar.

Ast.—Qué poca fe. Ayna se acabará este trabajo.

Ido.—Plega a Dios.

Ast.—Gente ay aqui cerca, que oygo hablar.

Ido.—Será el echo de nuestra boz.

Ast.—Bien dizes, nuestros Echos son.

Apio.—Metio, ves algo?

Met.—A nuestras Nimphas.

Apio.—Tan ayna, cómo es possible?

Met.—Auran hallado alguna senda.

Ast.—Si más tardarades nos escondiamos y os dauamos por penitencia correr el bosque.

Apio.—Quién auia de pensar que erades aues, para boluer a casa como dixistes y que bolariedes!

Ido.—Quién lo dixo?

Apio.—Su merced y tu merced.

Ast.—Soñastelo? Pues adonde quedan las espadas y las capas? en prendas de la palabra?

Met.—O qué bueno, mas do las escondiste?

Ido.—Aun duerme Metio, madre.

Ast.—Ya lo veo: quieren burlarse los chocarreros. Caminemos, hijos; dexays allá[740] recaudo? que sperando nos moriamos de miedo, y es razon yr descansar.

Met.—Nos somos los burlados o encantados, que nos dexastes venir solos, diziendo que se os oluidaua lo mejor, y nos hurtastes la buelta ansina.

Ido.—No lo digo, madre, que aun duerme? o quiza han beuido demasiado.

Apio.—Antes pienso yo que el sereno de la noche os ha penetrado las cabeças.

Ast.—No salimos de la huerta todos? no llegamos aqui todos? no os partistes de nos los dos para yr buscar albergue?

Apio.—Dios del cielo?

Met.—Sanctos del parayso!

Apio.—No, señora, si porfias, no te hallamos ya de casa un trecho? y nos dixiste que se os oluidaua lo principal? y queriamos acompañaros, mas no quesistes, con recelo que boluiessen los heridos por los muertos? y por no ser conoscidas por mujeres lleuastes nuestras capas y espadas, embiandonos al bosque do os hallamos con este disbarate?

Ast.—Y nos con otro muy mayor venir os vemos; esta deue ser alguna de las milagrosas fuentes de Merlin.

Ido.—Ellos la traen en las cabeças; no seria malo templarla con ésta.

Met.—Cortesmente, señora.

Ast.—Calla, sandia.

Apio.—Esta es la pena del peccado.

Ast.—Yo lo confiesso, pues assi desatinamos todos. No escondistes alli cerca los saquillos? qué más testigo es menester?

Apio.—Saquillos nos? qué tales?

Ido.—No más, no más, confirmada está la burla. Traydores, assi quereys tentarnos?

Met.—Tentar? vosotras lo hazeys en buena fe.

Ast.—Saquemoslos, Idona, y hablen ellos. Do los pusieron, hija?

Ido.—Ay do estás.

Ast.—Aqui no ay nada.

Ido.—Burlas?

Ast.—No por cierto; busca tú más allá.

Ido.—Ni aqui tampoco.

Ast.—Ni por acá menos.

Apio.—No ves?

Met.—Toma si veo; mas qué trato es este?

Ast.—Ah, ah, ah, y esto más aun, que escondistes los dineros?

Met.—Nos?

Apio.—Nos?

Met.—Nunca Dios lo quiera.

Ido.—Ni lo quiere, basta lo burlado; no se burle más, hermanos.

Met.—Nunca yo burlé de nadie.

Apio.—Ni yo tampoco.

Ast.—Ni yo menos.

Ido.—Ora estemonos assi hasta ser de día claro.

Ast.—Do posistes los dineros, hermanos, por mi vida?

Apio.—En tu cabeça; no veys qué donosa está nuestra ama?

Ido.—Mas no vistes qué gentil donayre?

Ast.—Mas, de verdad, do los escondistes?

Apio.—Otra suya; de verdad que ni tan solamente los tocamos.

Ido.—Esto es perder el seso.

Met.—El afrenta a nos se haze.

Apio.—Pues no?

Ast.—En qué? entremonos más en el bosque y allá disputaremos para ver si vos encanta este lugar, o podra ser que hallemos otra fuente y otros nos.

Apio.—Sea assi, que ni vos tampoco soys las vos si porfiays.

Ido.—Podria ser que nos hallassemos todos duplicados, sin los saquillos, que algunos de nos deuen ser éstos.

Ast.—Tiene razon.

Apio.—No veys qué dize?

Met.—A esto fue nuestra salida?

Ast.—No sea ésta la de Ferraguto viuo, que llevaua a Ferraguto muerto.

NOTAS:

[740] Aya, en la primera edición. Corregido en la segunda.


[Pg 379]

SCENA 7. DEL QUINTO ACTO

Heraclio, Logistico, Asosio y Doleria se van al bosque transfigurados en Astasia, Idona, Apio y Metio, y les hazen creer que son sus sombras y ser aquella la propriedad del bosque.

Heraclio, Apio, Doleria, Astasia, Logistico, Metio, Idona, Asosio.

[Her.].—Guia tú, señora Doleria, pues tan diestramente danças.

Log.—Nunca tal creyera.

Her.—Traya el saber dissimulado.

Aso.—Esso es lo bueno para entrar y salir, como hazia Malgessi ayudando sus doze pares.

Dol.—Affeytadme vos aora a vuestro modo; pero sabed que lo principal teneys por ver; cerca estamos: quando paresca que nos oyen, yo lo tramaré; no aya hombre que se ria ó se acuerde de su nombre.

Ast.—Gente ay aqui.

Apio.—Cuytado.

Ido.—No temas.

Met.—Por las espadas solo.

Ast.—Estemonos queditos, que no podran vernos.

Ido.—Oygamos, pues.

Dol.—No es gran marauilla la de este bosque?

Aso.—Grande.

Her.—Qué tal, señora?

Dol.—Que las sombras aqui se hazen cuerpos.

Aso.—De los hombres solamente; no otros animales.

Dol.—Lo de que más es de espantar que todos los metales se derriten.

Ast.—Qué oygo?

Ido.—Qué veo?

Apio.—No estoy en mí.

Met.—No sé qué me diga; éstas son luego nuestras sombras, o nos las suyas? yo veo allá a ti, señora Astasia.

Ast.—Y yo a ti.

Ido.—Y yo a todos.

Apio.—Y nos a ti. Sancta Maria, qué cosa es esta?

Aso.—No vistes los saquillos que traximos, que tú Apio y Metio alli escondistes?

Her.—Estoy frio, Metio.

Log.—Y yo ardo, Apio.

Dol.—No te lo dizia yo, Idona?

Aso.—Señora, sí.

Ast.—De manera que nos somos los duplicados y los saquillos no parescen.

Ido.—Gran cosa es ésta.

Apio.—Y que tambien los busquen nuestras sombras.

Met.—Yo duermo, no es possible menos.

Apio.—Fregate los ojos; guay de tal sueño.

Ast.—Gran desuentura es ésta, que de nos mesmos estemos escondidos, sin saber aun lo que somos, cuerpos o sombras.

Ido.—O Dios, alumbra estas tinieblas.

Her.—Do piensas, señora, anden aora nuestras sombras?

Dol.—Por el bosque libres y sueltas de los cuerpos.

Log.—Podria ser hallarlas?

Dol.—Por qué no?

Her.—Y hablarán?

Dol.—Toma si hablarán, y aun te digo porfiarán que son los cuerpos.

Apio.—Oye, oye, señora.

Ast.—Estoy loca.

Ido.—No es para estar?

Aso.—No hará la mia esso.

Log.—Por qué, señora Idona?

Aso.—Terná verguença.

[Pg 380]

Her.—Iuro a mí que auemos de luchar si viene a esso.

Met.—Apio, aparejate.

Apio.—Tú tambien, Metio; mas sabes que veo que las sombras de nuestras amas traen cubiertas nuestras capas.

Met.—Tienes razon por cierto; desse modo sombras somos, pecador, porque las capas no se pueden duplicar sigun paresce.

Dol.—Quién habla aqui?

Her.—Seran nuestras sombras.

Aso.—Las mesmas son; voyme para la mia. Dónde andays, sombra? cómo os partis assi de vuestro cuerpo?

Ido.—Y vos quién soys?

Aso.—Idona.

Ido.—Quién seria luego yo?

Aso.—Mi sombra.

Dol.—Y tú la mia.

Ast.—Sea assí.

Dol.—Pues abracemonos por la bien venida.

Ast.—Ay, sombra, cómo aprietas.

Dol.—Cuerpo diras de amores; ha rato que no nos vimos.

Ast.—Esta es vna gran fuerça, que ayamos de ser sombras de nuestros cuerpos mal que nos pese, y que sombras nos maltraten.

Dol.—Callaos, sombra.

Aso.—Yo con mi sombra me estoy: no es assi, señora sombra?

Ido.—Tú eres sombra, que yo soy Idona; pero hagasse la voluntad del bosque.

Her.—Y tú, Metio?

Log.—Y tú, Apio?

Her.—Lleguemonos a nuestras sombras; llegaos, sombras.

Apio.—Qué os plaze, cuerpo?

Met.—Qué quieres, yo?

Log.—Llegaos.

Apio.—Aqui estamos.

Her.—Abracemonos tambien.

Met.—Ay, cuerpo!

Apio.—Que no soy sombra yo, pese al diablo, que assi me aprietas.

Log.—O vellaca sombra, toma.

Apio.—Ay qué gran bofeton me dió tu cuerpo, Metio!

Her.—Tenelde compañia vos.

Met.—Ay, cuerpo de Apio!

Dol.—No más, sombras, que es gran verguença; no veys nuestra paz?

Log.—Sí, pero sombras de mugeres no lo son de hombres.

Ast.—Ora no más, cuerpos de nuestras sombras.

Her.—Por seruirte, sombra de mi señora Astasia.

Ido.—O Dios, qué cosa es esta?

Aso.—De qué te congoxas, sombra vida mia?

Her.—No te fatigues, sombra de mi señora Idona. Idona, señora mia, vete para mi sombra y dexame con la tuya.

Aso.—Que me plaze. Apio hermano, sombra de Apio?

Apio.—Yo soy, señora Idona.

Aso.—Pues abraçame.

Apio.—Quién rehusaria tal merced, por más sombra que fuesse? Ay, ay, señora, bien paresce que no eres sombra.

Aso.—Cómo assi?

Apio.—Aprietas como cuerpo.

Her.—Ora bien, sombra de mi señora Idona, de qué te quexas?

Ido.—De auer perdido el cuerpo y el alma.

Her.—No te congoxes, vida mia, que yo te doy el mio si lo quieres.

Ido.—Y qué hará tu sombra, Apio hermano?

Log.—Luego le buscariamos otro cuerpo.

Ido.—Las sombras no tienen poder en sí.

Aso.—Señora sombra de mi señora, cómo estays?

Ast.—Como sombra, Idona.

Met.—Como estás, Apio?

Apio.—Que no soy Apio mas sombra di.

Dol.—Sombra.

Ast.—Cuerpo.

Dol.—Viste nuestros saquillos?

Ast.—Ni las sombras dellos, y estoy marauillada de cómo tambien no tengan sombras, ni sé qué se ha hecho de los cuerpos.

Dol.—La propriedad del bosque es derretirse todo metal. Apio.

Her.—Señora?

Dol.—En qué parte los posiste?

Her.—Alli, Metio y yo.

Log.—Es verdad, y demas si los tienen nuestras sombras.

Apio.—Ni las sombras vimos, que como sombras, sombras buscauamos.

Dol.—Era por demas.

Ast.—Cuerpo, no auria remedio?

Dol.—Preguntaremos de que seamos en poblado.

Aso.—No es para oluidar.

Met.—Yo antes quisiera perder mi cuerpo.

Log.—Perdido seas.

Apio.—Y yo el mio.

Her.—Y tú tambien.

Ido.—No yo por cierto.

Dol.—Ora todauia ello es gran marauilla o confusion; será bueno buscar vn nigromante que la deshaga.

Her.—Yo soy de la mesma opinion, señora Astasia.

Log.—No me paresce mal.

Aso.—A do lo hallariamos?

Log.—Yo sé vno.

Dol.—Sombra, quedate aqui con las demas sombras.

Ast.—Assi nos dexas, cuerpo?

Aso.—Mientras boluemos.

Ido.—Yo speraré.

Her.—Sombra, no te mueuas.

Apio.—Y cómo es possible si se va mi cuerpo?

Log.—Cómo eres necia, sombra de Apio; es la virtud del bosque.

Met.—Es verdad, cuerpo; a Dios vays.

Dol.—Todauia os queden las espadas y capas, porque si vienen otras sombras ayan miedo de llegarse.

Apio.—Bien dices; damela acá, señora Astasia.

Aso.—Toma tú, sombra de Metio.

Met.—O señora Idona, con ellas guardaremos vuestras sombras.

Dol.—Por esso es, a Dios quedays.

Ast.—A Dios vaiays.

Ido.—Más al diablo, malditos sean tales cuerpos.

Met.—Yo no quiero, señora sombra de Idona.

Ast.—No sé qué me diga.

Ido.—Que estamos ya en el infierno cogiendo el fruto de nuestras obras, porque siendo sombras tenemos hambre y sed, frio y calor, ira, temor, y las otras passiones de los cuerpos.

Apio.—Yo no lo puedo creer.

Met.—No lo viste?

Apio.—Deben ser diablos.

Ast.—Tanto peor, que quedamos siendo sombras de diablos; pues qué haremos?

Ido.—Que nos boluamos a los cuerpos si ellos no bueluen, y tengamos más cuenta con las ánimas de aqui en adelante.

Ast.—Bueno seria.

Met.—Y los saquillos?

Apio.—Qué preguntas tú por los saquillos, siendo sombra? allá se auengan con los cuerpos.

Ast.—Qué marauilla esta!

Ido.—No se ha visto otra tal; boluamonos a casa, no faltará vna disculpa.

Ast.—Donosa estás; y si hallamos allá los cuerpos que nos hechen con la maldicion?

Ido.—No miras que solamente es en el bosque la diuision?

Ast.—Tengo miedo lo sea para nos por todo el mundo; veamos en qué para, y si bueluen estos negros cuerpos.

Apio.—A la fe que no lo son sino muy blancos, y que no sabria yo atinar de sombra a cuerpo.

Ast.—Metamonos más allá dentro del bosque.

Ido.—Sea assi, veremos si nos hallan todavia.

Apio.—Podra ser que topemos con los cuerpos de los talegones.

Met.—Qué necio, siendo sombra?

Apio.—Ya se me oluidaua.

Ast.—Silencio.


[Pg 381]

SCENA 8. DEL QUINTO ACTO

Aglaia y Thalia, Gracias del cielo, se quexan de la ingratitud de los hombres, sobreuienen dos Musas, Caliope y Melpomene, como Nimphas del bosque que fingen ser ellas.

Aglaia, Thalia, Astasia, Apio, Metio, Caliope, Melpomene[741].

[Agl.].—Hermana Thalia, podemos boluernos de oy más al cielo.

Tha.—Por qué lo dizes?

Agl.—Mas por qué lo preguntas?

Ast.—Qué es esto que vemos?

Apio.—Angeles sin alas. Metio, qué dizes?

Met.—Que me toma dentera.

Ido.—Qué desuergonçado!

Agl.—Qué ves acá en los hombres para no huyr dellos como del proprio mal?

Ido.—Sí aosadas.

Ast.—Calla y oygamos este sermon.

Agl.—Muerta la fe y el amor desterrado, qué verdad ay entre ellos? no es todo mentira? mira los ricos y todos los grandes, que deuian ser spejos de otros, de qué manera gratifican al cielo aquella preeminencia y estado?

Tha.—De spacio lo tomas, si por ay andas.

Agl.—La carne es la guya de todas sus obras; a quién viste valer que meresca en sus casas?

Tha.—A los que más saben del mal y menos del bien.

Agl.—Quatro maneras de hombres, a saber: los mas principales, que en vez de persuadilles a la justicia y otras virtudes, les hablan a su apetito, inclinando la lengua y ademanes alli do ven que ellos se inclinan.

Tha.—Tanto más pena merescen los tales, quanto estan más entre el cielo y la tierra y entienden lo de arriba, veen lo de abaxo y son los ojos del rico.

Agl.—Bien dizes, pues dan con los miseros en el precipicio; mas esso no los desculpa, porque el que ha de dar cuenta de sí y de otros es menester que conosca a sí y a los otros.

Tha.—Si no preguntenlo al griego de antaño.

Agl.—Si a la fe. Los grandes, para merescer [Pg 382]este nombre, deuian hazerse primero pastores y guardar ganado.

Tha.—Buen cargo les das; desuarias?

Agl.—Desuaria quien otro siente.

Tha.—Esso queria yo entender.

Agl.—No sabes que el que es pastor a derechas no recela, por mejorar su ganado, frio o calor, lluuia, viento o granizo, y que no deue dormir ni comer sino a hurtadillas?

Tha.—No tanto, no tanto; por qué?

Agl.—Por qué? ternias por bueno dormir el pastor quando duerme el ganado?

Tha.—Esso no.

Agl.—Pues menos si vela, si ha de guyalle de valle en valle y de collado en collado, y buscar los pastos mejores y aguas. Y aun le conuiene que los conosca de antes, y sepa do ay yeruas malas y por qué parte pueden entrar los lobos que siempre andan rastreando tras él y otras fieras, si quiere conseruar lo presente y adquirir lo futuro.

Tha.—Pues todo ha de ser trabajo sin otro prouecho?

Agl.—Tampoco; bien puede seruirse de la leche, carne y lana, por la medida de lo que puede el vno ha menester el otro, sin dejar las ouejas desnudas y sin sangre, y dar todo a los perros de que se fia y sobre que descarga su cargo, los quales seruiendose del sueño del amo, muchas vezes se hacen de acuerdo con los lobos.

Tha.—Aora te entiendo; de suerte que querias assi hiziessen los ricos? Desse modo esclauos les podrias llamar.

Agl.—Ah, ah, ah, gana me toma de reyr.

Tha.—Por qué?

Agl.—Por quál carga de agua piensas se les da el estado? para hartarse de carne y seguir sus antojos a rienda suelta? engañado estás; la más aspera y trabajosa suerte es de todas, por lo qual Ulisses dexó escoger a los otros primero, tomando despues la más infima, y por que todos pasauan, affirmando y jurando que si mil vezes boluiese al mundo, tantas rehusasse la de grande que auia sido.

Tha.—Pues y las otras tres, quáles son?

Agl.—Valasme Dios, ya se me auia oluidado. La segunda, de los officiales, que éstos haziendo el reporte de lo que por las manos les passa al reues y falso, confunden las colores todas, passando lo negro por blanco, blanco por negro, con tener más el ojo a su proprio gusto y interes que a la honrra y prouecho licito del señor; y aun les cumple sean buenos pintores y anden siempre con el pincel en la mano para reboçar lo que está debaxo y el daño que la verdad les haria, si acaso paresciesse algun rayo della. De los otros me toma juntamente risa y verguença.

Tha.—Reyamos, pues, todos, hermana. Quién son essos?

Agl.—Los señores chocarreros.

Tha.—Ya me reyo tambien sin que oyga más adelante.

Agl.—Sentinas proprias de males, qué vicio ay que éstos no tengan? glotones, no en secreto sino en la presencia y con mucho gusto de sus proprios señores; borrachos, suzios, hediondos y estragadores de lo que falta a los pobres, los quales si tomassen todos estos vicios por occasion de reprehender los agenos y incitar sus señores a virtud alguna, entresachando col y lechuga (como se dize), merecerian loor, como Democrito, que se fingia loco para el mesmo effecto. No embargante que la virtud sea libre, y no ay para qué vsar destas mañas. Pero éstos, todo lo que hazen y dizen es tal que me viene asco en pensallo (aunque sus señores le hallen tal gusto) con tanta libertad de entrar y salir, que bien podemos dizir que estan siempre abiertas las puertas a los peccados y tan occupadas con ellos, que no entrará vna sola virtud aunque quiera.

Tha.—No fueras tú Aglaia ni no lo sintieras assi.

Agl.—Los quartos son de más importancia, puesto caso no sean tan conoscidos. Ah, ah, ah.

Tha.—Algo tienes no menos sabroso; dilo por tu vida, hermana, de presto.

Agl.—Las espias.

Tha.—Las espias? qué dizes? no son necessarias essas para guardarse de los enemigos?

Agl.—O de los amigos.

Tha.—No lo entiendo.

Agl.—Creolo, es otra suerte de espias de hermosuras.

Tha.—Ya, ya; dónde estaua yo?

Agl.—Dessean tanto la hermosura de sus señores, que se la ajuntan de todas partes, y para que les pueda seguir y vaya liviana, apartan della primero lo más pesado, que es la virtud, por muy pegada que ande, con sus instrumentos que para ello traen; porque de otra manera se quedarian en el camino sin poder llegar por el graue peso. De aqui podras colligir el resto.

Tha.—Entendido se está; pero, hermana, algun aliuio cumple que tenga el gran peso que tienen los grandes sobre sus espaldas.

Agl.—No lo ay mayor que el de la virtud, si vna vez se tiene por habito, el qual facilita a lo impossible; mas anda la peccadora tan lexos de poblado y mal vestida, que no ay quien la conosca ni quiera su conuersacion.

Tha.—A la verdad el nombre de Rey declara su obligacion, porque quiere dezir mensajero, de quién? sino de Dios.

Agl.—Has concluydo breuissimamente.

Tha.[742].—Pues los otros estados de alli para baxo allá van, y todos hazen el mono al natural y contra natura, que tanto más carga a sus amos. Pero esto no escusa los subditos, pues, como dizen, es cada vno señor de su tienda. Ora, hermana, con tan buena gracia de hombres, qué tienen que hazer por acá las Gracias?

Tha.—Y de mugeres no dizes?

Agl.—Todo es vna massa, mugeres y hombres; si no mira las alteraciones que van por el mundo, que si engaña Hulana a Cicrano y se burla dél, engaña despues Cicrana a Hulano, y cada vno se apressura a començar primero, o sea hombre o muger, los tratos contratos entrellos, que más virtud o primor tienen que los dísbarates de entrellas.

Ast.—Triste de mí.

Apio.—Lloremos, señora, y prometamos alguna romería.

Ido.—Ya es tarde.

Met.—Tambien yo estoy para pelarme las barbas. Metio, qué heziste?

Melp.—Caliope.

Cal.—Qué mandas, hermana?

Melp.—Bien oyste el discurso de nuestras dos Gracias.

Cal.—Toma? no me paresce andan menos aborridas de los hombres que nos, los quales tienen el mesmo odio a las sciencias que a la virtud que ellas dizen.

Melp.—Como sean parientas, paresce no puede amar lo vno quien aborresce lo otro.

Cal.—No les hariamos vna burla?

Melp.—Qué tal?

Cal.—Como la de los enamorados vnos con otros.

Melp.—Hazer dellas sombras?

Cal.—Sí.

Melp.—Comiença tu.

Cal.—Ola ola, sombra, por qué os partistes de mí?

Ast.—No veys vosotros que tambien hacen sombras las Gracias.

Ido.—Ya aora no ay que dudar; sombras somos.

Apio.—No lo dizia yo?

Met.—Ay de mi cuerpo!

Agl.—Cómo, sombra? qué dizes tu o quién eres? soys Nimphas deste bosque quiça?

Melp.—Qué buen dissimular; sabed, si no lo sabeys, que aqui en él se apartan de los cuerpos las sombras.

Tha.—O qué lindo! de manera que vos soys las Gracias y nos vuestras sombras.

Cal.—Pues qué pensays? Sombra de Aglaia, llegate acá.

Agl.—Ah, ah, ah, o tú acá presto.

Tha.—Y tú acá.

Melp.—Graciosas estan las sombras.

Agl.—Y desgraciadas las Gracias, aunque no sean feas.

Cal.—No más donayres; juntaos al cuerpo.

Agl.—Que soy contenta; con esta saeta.

Melp.—Tirá y uereys si rescibis otra mayor.

Tha.—Qué mysterio es este, sombras de Gracias?

Cal.—Sí, aunque os pese.

Agl.—Tienes razon, si quieres assi interpretar a este mundo, que de lo bueno no ay en él que la sombra, y de lo malo todos son cuerpos.

Melp.—No miras, Aglaia, qué gran doctor se ha tornado tu sombra?

Cal.—Algo deuia deprender de su cuerpo.

Agl.—Y vos no quereys? tomá, pues.

Cal.—Assi y tirays?

Melp.—A las saetas, Caliope, que dexamos junto a la fuente, porque estas no bastan.

Tha.—No yreys solas.

NOTAS:

[741] Debe añadirse á esta lista de personajes el de Idona, que en el discurso de la escena aparece varias veces.

[742] Por errata Aglaia en las dos ediciones. Continúa en todo lo restante del diálogo la misma equivocación.


[Pg 383]

SCENA 9. DEL QUINTO ACTO

Astasia y su compañia confusos y marauillados de lo que veian, vienen Heraclio y Logistico dar con ellos.

Astasia, Apio, Idona, Metio, Heraclio, Logistico.

[Ast.].—Vistes vosotros?

Apio.—Toma si vymos; yo no puedo creer que sea éste el mundo de ayer.

Ido.—Deue ser otro.

Apio.—Pero yo comeria.

Met.—Calla, diablo; sombras no comen.

Apio.—Quiça que almuerzan nuestros cuerpos aora, que tardan.

Ast.—Nadie se mueua ni porfie, pues aueys visto lo que ha pasado entre las Nimphas, y la furia lleuauan[743] tras sus cuerpos las sombras.

Ido.—Qué les harán por la desobediencia los cuerpos?

Ast.—No escapan de estrecha prision.

Ido.—Sombras prision?

Ast.—Ya ves la qualidad del bosque, que es boluerse cuerpos.

Ido.—De manera que no falta aqui compañia a los solos.

Ast.—No ay aqui solos.

Apio.—No lo viste? dos yos y dos tus, y dos vos y dos mundos auria si entrasse aqui el mundo.

Met.—Pues qué haremos?

Ast.—Esperar los cuerpos con paciencia y rogalles nos saquen de aqui.

Ido.—Y nos no yremos?

Ast.—No lo entiendes; en saliendo del bosque no ay más sombras; qué seria de nos?

Ido.—Estar en los cuerpos.

Ast.—Y si ellos encuentran ladrones que los maten?

Apio.—Oxe, mejor será sperallos; más quiero ser sombra biua que cuerpo muerto.

Met.—Como sesudo.

Ast.—Milagros son que no sabiamos.

Ido.—Nunca tal oy.

Her.—En mi vida he visto burla más graciosa.

Log.—Yo rebentaua por no poder reyr.

Her.—Qué soptil y prompta es nuestra Vrganda!

Ast.—Yo oygo hablar.

Ido.—Si son nuestros cuerpos?

Apio.—Bien vengan si nos traen que mascar, que tan bien lo aria yo aora como dos cuerpos.

Met.--Calla, hermano, que otros son sombras o cuerpos.

Her.—Habla passo, que ya los veo; veamos si parescen nuestras sombras.

Log.—No será malo.

Ast.—Triste de mí, este es Eraclio! qué qué sera de nos con tal verguença?

Ido.—Más valiera ser sombras muertas.

Met.—Guay de nos, Apio; estos son los... ya me entiendes: harán nos algo?

Apio.—No sé a la fe; diremos vayan buscar los cuerpos, que somos sombras nos.

Her.—Quién anda aqui? que veo yo, Logistico?

Log.—Lo que yo, a Astasia y a Idona con sus amores; y todo el pueblo habla dellas en la ciudad.

Her.—O ladrones engañadores, qué aueys robado las damas y los dineros; aqui morireys a nuestras manos.

Ast.—O desdichada!

Apio.—Escuche tu merced, señor Heraclio, que ya te conosco. Verdad es que aqui llegaron esos cuerpos y se boluieron; nos somos sombras, y no es razon que las sombras paguen los pecados de los cuerpos.

Log.—Cómo sabremos nos que soys vos sombras? que bien sabemos ya la propiedad del bosque.

Her.—Con buenos pallos, que siendo sombras no los sentiran.

Apio.—Ay, ay, ay, que me matan.

Met.—Ay, ay, huyamos.

Apio.—Que no soy cuerpo yo, pese al año malo.

Ast.—O cuitada.

Ido.—Bien empleado es, que teniendo espadas se dexan apallear.

Ast.—Qué haran, peccadora, siendo sombras?

Ido.—Que no lo sientan, si lo son, ni nos por ellos.

Log.—O traydores vellacos!

Apio.—No spero más.

Met.—A los cuerpos, Apio.

Her.—Qué correr hazen los villanos; bien paresce que son sombras segun la ligereza. Pues, señora, qué ha sido esto; sin despidir? y el amor, señora Astasia, la paz y las verdades, donde están? cómo lo entendiste? Claro se muestra lo que publican tus seruidores, que aueys dexado los cuerpos y las animas por siguir las sombras. La honrra, grauedad y honestidad, la sanctidad del monasterio y de las monjas dónde quedó? al bosque de las sombras vino a parar todo? y tú señora Idona, que representauas a Minerua, do estás, qué fue de ti? aquel mirar honesto, aquel hablar pausado y otras muchas gracias que tenias, sombras eran y sombra fue todo?

Log.—Y tú más sombra, que se lo creyas. No te lo dezia? no te lo mostraua como en espejo? Qué lindas damas! no se contentaron de robar la honrra, sino tambien la casa.

Her.—No respondeys?

Log.—Estan corridas las peccadoras niñas.

Ast.—Ay triste!

Ido.—Ay cuytada!

Her.—Tarde llegaron essas cuytas y tristezas.

Log.—Cayeronse las raposas, será para ordir otro engaño; dexemoslas y vamonos.

Her.—Esso no, la principal virtud es la clemencia, y con que más los hombres a los angeles se semejan.

Log.—Qué quieres, pues?

Her.—Que vamos por agua a essa fuente atras.

Log.—Y Dios permita que las torne en perras, pues han offendido assi a Diana.

NOTAS:

[743] Lleuan, en la segunda edición.


[Pg 384]

SCENA 10. DEL QUINTO ACTO

Caliope y Melpomene bueluen a buscar a Heraclio y a Logistico y los toman por sus sposos.

Caliope, Melpomene, Heraclio, Logistico.

[Cal.].—Avn me rio de la yra de las Gracias nuestras hermanas.

Mel.—Harta razon tenian, sombras de Gracias. Dios nos guarde, qué harias si alguno te llamasse sombra de Musa?

Cal.—Lo mesmo que ellas, y todauia de vno y otro ay sombras ya.

Melp.—Y aun por esso quieren boluerse al cielo, y nosotras andamos por los desiertos, porque las sombras tienen lo habitado y vsurpan nuestros bienes. La mentira occupa el lugar de la verdad, la lisonja el de amor, y de toda otra virtud el vicio. No miras que llaman al fuerte temerario, al cobarde prudente y sagaz al malicioso? a tus Poetas locos y chocarreros a mis Tragicos? sin tratar mejor nuestras hermanas.

Cal.—Quántas vezes me rio dello y de la desgracia desta edad postrera, que de hierro se aurá de quedar escoria, que no aprouecha para nada.

Melp.—No le falta mucho; pero dada su buelta, hermana mia, menester es que torne al oro.

Cal.—Esso solamente consuela los afflictos aunque tarda.

Melp.—Natural es de lo bueno y precioso costar más.

Cal.—No ay duda en esso, mas que sean llenas las medidas, no aurá sombras ni bosques, sino todo claridad, y los dientes de cada vno sentiran lo agrio, el paladar lo amargo o dulce, y terná su lugar proprio la justicia, donde la hechó por vna parte la crueldad, la floxedad por otra.

Melp.—No es poco indicio dello que nos embian a estos hombres por sposas, en cuya compañia podria ser resuscitassen nuestras virtudes muertas por manos de los Gigantes.

Cal.—Ah, ah, ah, donosa está Melpomene; Enanos dize, porque essos Gigantes algo hallaron, pues trabajauan de subir al cielo, pero estos estando pegados con el suelo, trabajan y fatiganse por descender al centro del infierno.

Melp.—Pequé, mejor sentencia diste. Caydo se an las sombras.

Cal.—Ni con esso les pueden ya engañar.

Melp.—Agua lleuan para boluellas en su acuerdo.

Cal.—Officio de generosos coraçones; enemigo rendido ni perro muerto muerden.

Melp.—Bien veo que estaremos bien casadas; llega primero tú.

Cal.—Mas tú.

Melp.—Mas sea entrambas juntamente.

Cal.—El regidor del cielo os salue, hermanos, acá en la tierra.

Log.—Heraclio? qué paz es esta o qué vision? qué vista, qué hermosura tan estraña?

Her.—Estoy arrebatado de tal gloria. Nimphas deste bosque deuen ser.

Melp.—No respondeys? estays suspensos de tan no pensada compañia?

Her.—Hermosas Nimphas (que Nimphas deueys ser, segun los gestos Angelicos serenos) nuestro silencio dize lo que callamos.

Log.—Los ojos, almas y las potencias dellas estan en vos, el discurso solamente anda.

Cal.—Soys de nos contentos?

Her.—Cómo podra la lengua pronunciallo?

Melp.—Quereys trocar las muertas por las biuas? la fe por la maldad? engaño por amor? mentira por verdad? las sombras por los cuerpos? por desgracias gracias? por ignorancia sciencia? mortal por inmortal?

Her.—O gran Dios!

Melp.—Pues él lo manda.

Log.—O summa prouidencia!

Cal.—Ella lo ordena, y quiere reducir el mundo a su edad primera. Yo te rescibo, Heraclio, por fiel amante.

Melp.—Yo a Logistico por leal amigo. En esto veys, hermanos, quál sea el premio de la fe y quál el castigo de infidelidad y inconstancia. Mirad con quién tuuistes fe? o furias infernales.

Cal.—No paremos aqui más, hermana; seguidnos vos, amigos, pues quiso vuestra buena suerte.

Melp.—La suya cada vno, y en lo más espeso deste bosque, y entre sus más claras aguas, nos gozaremos del diuino Ambrosia y Nectar; aqui vernan, mugeres, las sombras que siguistes en cuerpos de saluajes hazeros compañia, y terneys tambien otros frescores, conformes a sus nombres; nos iremos luego dar las gracias a la Gracia, a su templo cerca de aqui, cantando todos. Empieça tú, Caliope.

Cal.—Pues qué cantaremos?

Melp.—Algo de amor; digalo Heraclio.

Her.—Pues lo mandays:

El amor que no es amor,
Iusto es que se desame
Y que desamor se llame
Con otra razon mayor.
Porque el que de veras ama
No dexa nunca de amar,
Antes quiere desamar
Al que esta virtud desama.
Y con más razon se llama
Aborrido desamor,
Si no le quema su llama,
O siendo amor, no es amor.


[Pg 385]

SCENA 11. DEL QUINTO ACTO

Astasia y Idona quedan lamentándose, y vienen los saluajes, a saber, Apio y Metio tornados saluajes.

Astasia, Idona, Apio Saluaje, Metio Saluaje.

[Ast.].—Amarga de mí y desdichada, quál spirito me engañó, qué furor fue este mio? mal afortunado dia, menguada ora en que lo pensé, por qué interes, triste de mí? de un deleyte breue, falsa alegria? es este el remate de mis obras? el fructo de mis votos? a qué mundo yre que no me afrenten Dios y los hombres? para con hombres, hombres bastan alguna vez; mas para con Dios, quién basta o quándo? O soberana Magestad, qué sera de mí en el bosque de las sombras? bien tengo la sombra que busqué.

Ido.—Ay, no más, señora, por tu fe.

Ast.—Por mi fe? yo no la tengo, pues no la guardé.

Ido.—Dios recibira la penitencia.

Ast.—No sé lo que aprouecha quando es forçada. La justicia no dejará nunca su officio.

Ido.—Ni tampoco la clemencia.

Ast.—Qué será de nos? que ya se sabe de nuestro desarranjo. No viste Heraclio do nos halló? No sabes su verdad y mis engaños? pues la causa dellos me desculpa: qué prudencia, qué juyzio, por qué gracias le dexamos? tarde abre los ojos la neccesidad, quando al consejo o remedio ya no ay lugar. Qué esfuerço, qué valentia de hombres, dexar las armas? dónde estauan los dos muertos y tantos heridos desta noche?

Ido.—Estoy atónita.

Ast.—Quán differente premio tiene la fe, en qué pára la virtud y amor sincero, sino en perpetuo galardon? no has mirado la hermosura, gracia, lindeza de sus Nimphas? el amoroso recogimiento que hizieron a sus nueuos amadores? el resplandor de aquellas diuinas caras? los habitos, la magestad de las palabras? su contentamiento y gloria dellos? que de tan breue comunicacion lleuauan ya otros semblantes. O cielos que moueys esto de abaxo, por qué quesiste que nasciesse?

Ido.—Iusto es pagar por do peccamos y que seamos pasto de villanos, y que para nos esten guardados Satyros, como Nimphas para ellos.

Ast.—Yo tomaré por paga sufficiente esta espada, dexando aqui mi sangre en testimonio de la culpa.

Ido.—O señora!

Ast.—Nadie lo estoruará; morire por ambas, pues offendi a ambas. Biue tú para publicalle, y sperar mejor fortuna.

Ido.—Dessa manera, estotra hará semejante prueua en tu Idona. Porque no se diga que si en la vida y mal consejo te siguy, en la muerte no lo hago.

Apio saluage.—Corre, compañero, corre.

Metio saluage.—Corre tú, que yo vuelo.

Ast.—Desuenturada, que aun para morir me falta tiempo.

Ido.—Qué cosa es esta, madre mia? de do vienen tan fieros saluages? yo me muero.

Ast.—Soy les en cargo si vienen hazer por mí la execucion. Ay, mesquina, qué feas y dessemejadas cataduras.

Apio saluage.—Mas lo an sido tus obras de tus palabras.

Metio saluage.—Pagarán las sombras los desuarios de los cuerpos. Aparejaos, que Minos lo manda. Nos somos los cuerpos de las sombras que amastes; venimos a lleuaros do estan los vuestros, terneys paciencia: toma tu sombra, Apio, pues eres Penitencia.

Apio saluage.—Toma tú, Pena, la tuya.

Ast.—O cuytada, no eres Apio tú?

Apio saluage.—Apio saluaje soy, cuerpo de Apio; vuestros cuerpos nos lleuaron do estan aora nuestras sombras; cumple que las sombras allá vayan con nuestros cuerpos.

Met.—Alto, pues, que no ay spacio para arguyr.

Apio.—Assi es, porque Charon spera.

Ast.—Ay triste!

Ido.—Ay amarga!

Met.—A esse tono cantaremos o lloraremos yendo.

Damas, si soys tristes,
Vos lo merescistes.
De ser muy risueños
Lloran vuestros ojos,
Tengan sus enojos,
Como vos los sueños.
Damas, mal dormistes,
Pues tan mal soñastes,
Si assi recordastes,
Bien lo merecistes.


[Pg 386]

SCENA 12. DEL QUINTO ACTO

Doleria declara a Asosio ser Nemesis, en otra figura embiada a hazer justicia, y le promete la Nimpha Erato.

Doleria, Asosio, Nemesio.

[Dol.].—Pues, Asosio, qué te paresce de mi obra?

Aso.—Qué me ha de parescer? si fuera Rey, no hiziera otro gouernador en mi absencia. Por dicha, hermana, estuuiste en Salamanca o seruiste algun doctor?

Dol.—No serui a nadie, mas enseñé a muchos.

Aso.—Esso es más. Quiça que andaste por el mundo y as aprendido en muchas partes.

Dol.—O enseñado; más vieja soy de lo que piensas.

Aso.—Mas por tu fe, quán vieja?

Dol.—Tanto que me recuerdo de los sabios de Chaldea, de los Sacerdotes de Egypto, Magos de Persia, de los Gymnosophistas o Brachmanes Indianos, de los Druydas franceses, de los Sophistas Griegos y de todas las Sybillas.

Aso.—Ah, ah, ah, donosa está mi ama.

Dol.—Y harto necio mi moço; engáñaste, amigo, si piensas conoscerme; mirame bien aora si pudieres.

Aso.—Qué cosa es esta? dónde estoy yo? qué resplandor de cara y qué hermosura? qué estraño habito?

Dol.—Esta te quedó; yo soy la Nemesis de que oyste hablar a los Poetas viejos, que, embiada para executar estas venganças y galardones, tomé otra figura. Ya ves, hermano, cómo estan los engañados y engañadores, la verdad y la mentira, prudencia y ignorancia; por mí se dize que, aunque vaya coxa de un pie, siempre alcançaré los malhechores y a los buenos para dalles esta corona. Mira qué hermosa es.

Aso.—Estoy ciego de la mucha claridad; pero dime, cómo no tomaste otra figura?

Nem.—No sabes que la justicia es reputada por cosa vil entre los hombres y de todos desestimada? y que debaxo de diferente nombre a sus altissimos effectos obra las más ueces?

Aso.—Yo me callo.

Nem.—Ora, como yo sea Reyna de las Nimphas y tú ayas sido comigo ministro en esto, ternás por premio tambien de tu trabajo a la Musa Erato, tu amiga, y a los compañeros compañia, gozando todos del fruto que sembrastes. Vete, pues, luego para ella, que allá en el bosque la hallarás; quedete Doleria acá en la tierra, que yo me bueluo para el cielo. Y despierte el Mundo, si quisiere, que harto a dormido.


[Pg 387]

SCENA 13. DEL QUINTO ACTO[744]

Buelue al principio y viene Charon a despertar el Mundo, al qual auia hecho dormir Morpheo despues de sus disputas.

Charon, Morpheo, Mundo.

[Char.].—Ha, ha, ha, qué descansado duerme su merced d'el Mundo, y qué descuydado de su amo el Tiempo, mas qué asido le tiene este traydor d'el Sueño: estoy en punto de burlarme dellos y tomarme un rato de plazer. No acude el uno al freno ni el otro a la espuela. Quiero hazer vn cauallo de los dos, que seria para mí lo natural, por ser ya viejo. Qué tal aprouecha, algo auré de metelle en las narizes, estornudays Mundo? Si supiessedes con qué? Ven acá, ojos de topo, maldito sea él si está en ello. Bueluo al otro; a vos del Sueño, hombre de bien, hao; a essa puerta ni a pie ni a mano, todo está conforme, guay de tal sueño. Si alcançasses, pobre de ti, en qué tierra duermes y quán ayna no ternás ojos! Qué empanturrado está este villano de Morpheo. Ola, quién duerme aquí? a del yubon, ao de las piernas, algo siente ya, por aqui le hallaremos. Aao, ao.

Mor.—Quién llama? quién es? a, a, a.

Char.—B, b, b, ea pues.

Mor.—Qué bueno, qué bueno, y qué bien sabe.

Char.—Aun no lo aueys prouado bien; dormir se buelue, voto a mí. No, no, gentil hombre de Roncesualles o de la ronceria, que ya os tengo la brida en la mano.

Mor.—Dexame, compañero, que estoy cansado.

Char.—De la otra parte del rio descansareys.

Mor.—Qué rio o qué diablo?

Mun.—De todo hallareys.

Mor.—Quién será este? yo me quiero fregar los ojos, y de más si es aquel loco del Mundo que aquí jazia.

Char.—Otro es, si os plaze; abra su merced essas ventanas o puertas de cuerno por donde entran las verdades.

Mor.—Qué veo yo? este es Charon. O hermano, bien venido.

Char.—Bien hallado, primo Morpheo; bien has dormido, ayna te lleuará sin lo sentir.

Mor.—Quiero que sepas; estás ay, perdido?

Char.—A quién dizes?

Mor.—No ves al Mundo?

Char.—Y aun me hize una farsa de vosotros.

Mor.—No lo dudo, pues creeme que sabiendo que vernias le hize dormir, auiendo oydo tantos disbarates, que estoy dellos medio borracho; no viste cosa mas perdida.

Char.—Aora se cobrará en mi barquilla.

Mor.—Mas de veras! lleuarle quieres?

Char.—No es tiempo ya? suelta la cadena, veremos qué ha soñado.

Mor.—No lo viste? en los amores, sombras, Nimphas, en el bosque, y en los encantamientos, y en la Nemesis a la postre.

Char.—Todo esso vi, pero querria preguntalle si se acuerda dello.

Mor.—Mi padre, como yo del primer sueño. Ao, ao, gentil hombre, despierte su merced, que ya es de dia.

Mun.—No es possible; aora empieço yo.

Char.—Qué lindo, y a soñado al pie de seys mil años pocos menos; cuentenos algo por su fe.

Mun.—Quién es el de los cuentos, el torpe de Morpheo?

Mor.—Abre los ojos, loco, y verás tu desuentura.

Mun.—Qué desuentura? maldito seas, villano suzio, con tan buena prophecia.

[Pg 388]

Mor.—Cómo le saben las verdades! mira, mira esse viejo honrrado.

Mun.—Quién es? otro como tú? qué rebuelta trae la barba y la meleña y qué ahumado viene! Qué buscas, padre, eres quiça leñero deste bosque?

Char.—No, mas soy el piloto de vna barca en vn rio cerca de aqui.

Mun.—Y en ello ganas tu vida?

Char.—A su seruicio, en passar ánimas de la otra parte.

Mun.—Animas sin cuerpos?

Char.—Essos quedan acá, y los vestidos y otras alhajas; por esso puedes començar a desnudarte.

Mun.—Qué necio viejo y mal criado!

Mor.—Al freyr lo vereys.

Char.—Mal me trata su merced; pues, señor, y la Politica, la cortesia antigua, a do le quedan?

Mun.—No se hizo ella para ti, ni para estotro tal como tú.

Char.—Si no me conosce su merced, por qué causa me injuria?

Mun.—Qué ay que conoscer? no dixiste ya que eres barquero y en lo demas desatinaste?

Char.—No preguntarás como me llaman?

Mun.—Para qué? el Mundo no conosce tales hombres. Pero dilo si te plaze.

Char.—Yo soy Charon.

Mun.—Charon? noramala sea, sin otros habitos?

Char.—Pues abre más los ojos. No ves el rio y el nauio?

Mun.—Demasiado veo; pues, hermano, qué hazes por acá?

Mor.—Ya le duele el baço; no lo dixe yo?

Char.—Vengo a buscarte, que demasiado dormiste ya.

Mun.—A mí?

Mor.—Escoziole? a ti, señor de las bigarras.

Char.—Leuantate, pues, y vamos, que no puedo detenerme ni ay licencia.

Mun.—Cuytado de mí; y es possible?

Char.—Desnudate.

Mun.—Si lo as por el vestido, toma y dexame.

Mor.—Ya hazeys partidos?

Char.—Vos aueys de yr, señor; el vestido queda, que ya os dixe que mi barca passa desnudos.

Mun.—Y en esto auia de parar todo lo passado y lo presente?

Mor.—No te lo dizia y reyaste de mí?

Mun.—Ay qué sueño!

Mor.—Al pie de la horca lo conffiesa; ora camine su merced y prouará el resto.

Char.—Ase d'el Morpheo desotra parte y lleuemosle aunque le pese.

Mor.—Eya, pues.

Mun.—Pues y es forcado?

Char.—Ya lo veys.

Mor.—Aun le queda el capirote.

Char.—Dexelo.

Mun.—No, hermano, por tu fe, que soy enfermo de la cabeça.

Char.—Luego sanareys, que no ay cabeças por acá.

Mun.—Sea, pues, assi.

Char.—Entre, señor.

Mor.—Y antes digo que deuia remar.

Char.—Dexalo por aora.

Mun.—Maldito sea el mal sueño!

Mor.—No pequeys, Mundo.

Char.—Señor Mundo, ya veys en qué parays.

FINIS

[Pg 389]

En casa de Daniel Veruliet,
Año 1572.

NOTAS:

[744] Falta esta indicación en las dos ediciones antiguas.

[Pg 390]

LA LENA

Por D. A. V. D. V. PINCIANO

Al Illustriss. y Excellentiss. S. D. Pedro Enriquez de Azebedo,
Conde de Fuentes, d'el Consejo d'Estado,
Gouernador del de Milan y Capitan general en Italia,
por el Rey Católico N. S.

Aquí la marca del impresor. Representa el ave Fénix renaciendo de sus cenizas; en medio las iniciales G B P, y en torno del Fénix una orla con esta leyenda bilingüe: «Della mia morte eterna vita io vivo. Semper Eadem».

En Milan. Por los herederos del quon. Pacifico Poncio et Iuan Baptista Picalia compañeros. 1602. Con licencia de los Superiores[745].

Ill.mo y Exc.mo Señor:

Si bien conozco qu'el ciego Vulgo recibe con más voluntad el mal (por serle como natural) que la vtilidad de vna sabia prouidencia (tan agena dél) para dar de mano a las occasiones, que siempre andan llenas de inconuenientes, que suelen causar la inquietud de los tristes que se dexan lleuar de las vanas fantasmas de sus falsas imaginaciones, no por eso he querido dexar de lleuar adelante el jocosso concepto qu' en mi ocio he formado (rompiendo lanças en vn frenetico y desesperado Celoso) con fin de aliuiar á V. S. algun rato en la vacacion de sus graues ocupaciones, renouando el reconocimiento de mi obligacion a su seruicio. Y assegurado de que será recibido con el alegre rostro que pide mi desseo, he ossado sacarle a luz a la sombra de su Excellentiss. nombre: con seguridad de que sólo él basta para defenderle, y que su imperfeccion se disimule o eche menos de ver. Suplico a V. E. le mande poner a los pies de las memorias qu'el tiempo le ha de consagrar por sus heroicas virtudes, las quales llaman a celebrarlas al humilde talento que antes de ahora he dedicado a V. E., a quien Dios guarde.

En Milan a I de abril. 1602, D. Alfonso Velazquez de Velasco.

A LOS LECTORES

Hallando en mi ociosidad empeñada la melancolia en diuersos pensamientos de los graciosos tiros que muchas mugeres del tiempo viejo hizieron, y en la consideración d'el ardiente furor de aquel triste que siente el mortal veneno de vna celosa desconfiança (de cuyos rauiosos desconciertos me ha tocado gran parte), me puse (por mi pasatiempo, como en vengança del daño receuido) a componer esta ridiculosa Comedia, en que algunos ratos he refrescado los espiritus de cierta seca tristeza mia. La recompensa que pretendo es que, como será d'entretenimiento, sirua tambien de vtil consejo y exemplo, para escusar pasion tan terrible, que consume en su proprio fuego al insensato a quien toca. Esto creo bastará para que dissimulen las faltas que hallaren en la disposicion del conceto y estilo. Y para que mi jocosa intencion y simpleza halle fauorable construccion, y no sea juzgada sino segun su effeto, consideren que hablo en el papel como al primero que encuentro en la calle. No he querido aplicar argumentos sobre los actos, teniendolos por superfluos, siendo todos tan eslabonados, y assí, euitando la prolixidad, me remito al prologo de mi famosa Lena, a quien (qual es) os encomiendo por otra tal. Valete.

EL DOCTOR IVAN TOLERANTE AL MANSO LECTOR

Soneto.

Aqui verás el fin, vida y locura
Del celoso Antecuco impertinente,
Que a discrecion de vn necio negligente,
Dexa la joya que guardar procura.
Astuta vieja; sieruo con cordura;
Requestada mujer vana, que siente
Desconfiança d'ella; floreciente
Donzella con madrastra, en estrechura;
Viuda recatada y viejo sano;
Moços sin padre, libres y opulentos;
Humores vanos, de diuersas gentes.
Nota bien sus desgustos y contentos;
Abr'el ojo, Lector, qu'está en tu mano
Biuir en paz, sin mil inconuenientes.
Huye los acidentes
Que aqui verás, seguro y sin sospecha,
De tu metad: pues nada te aprouecha.
Aquel tener la estrecha
(Pobre assombrado) menos tu recelo,
Si ya el Cuclillo te annunció su duelo.

Impatiens operabitur stultitiam (Prou., 25).

NOTAS:

[745] A la vuelta de la portada léese esta sentencia de Terencio: «Nullum est iam dictum, quod dictum non sit prius». Y debajo: «Et nugae seria ducunt».


INTERLOCVTORES

Lena, Tercera.
Ceruino.
Marcia, segunda muger de Cer.
Cassandra, hija de Cer. y de otra muger.
Morueco, hermano de la primera.
Inocencio, Bachiller, criado de Cer.
Bezerilla, Page de Marcia.
Violante, viuda.
Damasio}
Macias } hijos de Violante.
Cornelio, su criado.
Aries, padre de Marcia.
Vigamon, su criado.
Ramiro, Baruero.
Policena, su hija.

Damasio ama a Marcia.—Macias ama a Cassandra.—Aries ama a Violante.—Cornelio ama a Policena.


ACTO PRIMERO
SCENA I

Lena haze el Prologo

Terrible cosa es que no se pueda (sino por marauilla) hazer colada que no llueua. No ay ya biuir en este mal Mundo, pues, como el lobo, tanto empeora quanto más envegece; bien necio es quien de ti se fia[746]. Qué se hizo aquel cortés respecto que la buena memoria de mi madre de su tiempo me contaua? iziendo que como se via vna persona de edad, fuesse quien fuesse, andauan las reuerencias hasta el suelo; siendo en todas partes bien vista y acariciada sin nunca hallar puerta cerrada: porque se biuia a la buena, sin las falsas sospechas que ay el dia de oy. Creo que m'engendró la desgracia, y que si tuuiesse en las manos oro, se me bolueria plomo, pues no pesco con mis designos sino mordedores cangrejos que me destruyen. Entré (que no deuiera) en casa de aquel maldito Ceruino, a mostrar a la señora Marcia, su muger, ciertas galanterias de que suelen gustar las damas curiosas como ella, y al punto de concertarnos sobreuino el mal hombre, y sin más, ni más, llamandome de vieja hechizera, alcahueta, encoroçada, con otra sarta de injurias (que por mi crédito y honrra callo) me dió tal granizo de torniscones, que a sus pies cayera muerta a no socorrerme en la tempestad vna buena persona que le detuuo; mas alcançandome con vn puntillazo, dió comigo por la escalera abaxo, donde perdí mi hazienda, y aun la gana de recogerla, porque se daua tal priesa con aquellas manos de osso (en la picota las vea), que la fin de vna puñada era principio de otra mayor; y assí me salí a la calle del Rey más que de passo, con dolores de bolsa y coraçon, que aun me duran por todo el cuerpo. Mas no lo siento tanto como auer perdido vna recepta de agua de rostro que me valiera vn tesoro; porque bastara a hazer hermosa a la más fea de Guinea, la qual me acabaua de dar vna deuota persona, diziendome auersela tomado a vna Condesa de no sé dónde, para quemarla, y que despues, viendola tan perfecta, de la stima se auia arrepentido. O quién la supiera! Pareceos bien, señores, el daño que aquel descomulgado me ha hecho? Mas a fe que tiene que hazer con gata que trae pelada la cola. Estoy por yrme a la justicia (si la ay en la tierra) y querellandome d'el diziendo que me ha hecho fuerça y robado mi hazienda en su casa, hazer que me la pague con las setenas. Mas probe de mí, de qué me seruirá? Pues, por el maldito fauor, en lugar de castigarle, aunque muestre la vandera rota (digo las molidas espaldas), darán más crédito a su mentira que a mi verdad. Loca sin juizio, qué digo? Por qué no le daré de mi propria mano la pena y castigo que merece? Este es el más sospechosso animal que sabemos, y al presente está tocado de tan rauiossos celos, que se le comen biuo. Ha sido casado dos vezes, y de primera muger tiene vna hija llamada Cassandra, de diez y seis a diez y siete años, encerrada en vn aposento como vna muda; tan escuro, que a medio dia se la pueden dar buenas noches; sin consentir que trate con nadie, diziendo que la donzella es como flor cubierta de rocio, que por poco que la toquen se marchita. Cada dia visita la orina, dando a entender (por amedrentarla) que en ella conosce el humor pecante. No quiere que coma bocado de carne fresca, porque halla que solicita y despierta el apetito de la salada; y de la miseria que la embia para sustentarse haze antes anotomia, temiendo no aya dentro alguna contraseña. Si meten alguna cesta de paños o de otra cosa, lo rebuelue de abaxo arriba; porque vna Reyna de Escocia (dize) s'enamoró de su enano, y que dentro de vna canasta se le metieron en su cámara. Quiere que los criados hablen como por señas, porque no los oyan las mugeres, guardandolas como si fuesen yeguas del relincho y salto del cauallo. Con esta segunda muger se casó poco ha, por ser hermosa y de buen linage; y pareciendole temprano, aun no se atreue a estrecharla tanto como querria, aunque no se pudo yr a la mano quando me hizo el tiro que os he contado. No niego auer ydo con intencion de hazersele como él merece, porque vn Cauallero, que está apassionadissimo por ella, me encomendó que la procurasse dar esta carta, y aunque no lo hize, a lo menos cumpli con arriesgarme a lo que me vino, y assi él, considerando no auer quedado por mí, restaurará (sin duda) mi pérdida, de manera que con tan buen premio como el que espero me serian buenos al mes vn par de tales encuentros. Pero para que la suerte no me salga en blanco, lo que haze el caso es procurar (ya que no pude seruirle por mi pico) que se haga por tercera persona. Mas si mientras busco gato que me saque la castaña del fuego, y voy poniendo liga al paxaro, este gentilhombre muda de pensamiento (como es costumbre de los enamorados de ogaño) no lo perderé todo? No, pues quando no me diere de comer en su casa, no me faltará de cenar en otra, con la mesma empresa. Yo soy como la balança, que se inclina a la parte que más recibe, y como cera, que aunque tenga imagen, como se le carga sello, dexa la primera y toma la forma dél. Harto he biuido para saber biuir. Es lo bueno que al punto comprehendió la buena señora a lo que yo yua; que a las que son tan discretas el diablo se lo pone delante. Qué haré, pues, yo ahora? Piensa bien, Lena, piensa y repiensa, hasta que con su verguença le hagas andar como el que[Pg 391] tiene pintado el baruero mi vezino, que fue comido de sus proprios perros; helo de hazer si pensasse morir en la demanda. No es persona la que no sabe hazer bien y mal; quien la haze la espere, y la metad del camino está andado, porque los celos hazen a la muger más facil de rendir. Mas entretanto, ya que (transportada de colera) he echado mis verguenças (y las agenas) en la calle, dandome a conocer por solicitadora, agente o tercera (que algunos necios llaman, a l'antigua, alcahueta), vituperando esta sarta que traigo al cuello, quiero contaros vn Erasse que s'era (y el bien para nosotros sea, el mal para la manceba del Abbad) digo de parte de lo que por mí ha passado. Ante todas cosas fui donzellica niña, hasta que de doze años, cegandome el demonio (nunca se lo perdono), me enamoré de un moço de casa, que era como vn pino de oro, y auiendome a los treze años pegado el mal de los dos baços, viendome mi madre ydropica, a gran priesa (por su honrra y la mia, que siempre la he guardado como los ojos de la cara) me casó con vn hombre de más edad y templança que para la mia era menester, y assi, no pudiendo sufrir sus buenas costumbres, me le desapareci, y de lance en lance fui a dar comigo en Napoles, donde (auiendo estado en opinion de donzella, como tres semanas, en compañia de cierta viuda muy recogida (la qual me instruyó aossadas), vn mercader, persona honrrada, me tomó a su cargo, y al cabo de pocos dias (no faltandome ya quien me alentasse a biuir a mis anchuras) me resolui de tomar casa de por mí y puse tienda abierta de cortesana; y assi continué la mercancia como poco más de treinta años. (El que estuuo allí en tiempo del buen Duque de Osuna se acordará de la Buiza, que asi me llamauan entonces); y despues de mil baiuenes, prosperidades y mudanças, auiendo rematado mis prendas, haziendo como el marinero, que facilmente echa a la mar lo que del pasagero ha reciuido, se me desapareció, como humo, en dos dias, quanto en tantos años, por medio de mi pertinaz pecado, auia adquirido, quedandome solamente con los achaques que acompañan siempre a las de aquella profession; que quando más bien paradas, tienen vn pie en su casa y el otro en el Ospital; no bastando al fin (quando más prosperamente se ha nauegado) quanto pueden acumular para emplastros y çarçaparrilla. Y assi, viendome pobrissima, oluidada y sola, començandome la enojosa vejez a amenazar[747] y saltar a la cassa, embotadas en [Pg 392]ella (por mi desgracia) las herramientas del miserable trato, me boluí a Valladolid (mi cara y desseada patria), y viendo esta Corte tan destroçada y transida, que más me parece capitulo general de alquimistas que lo que ser solia, acordé de tomar este oficio, con quatro camas que alquilar, que me es como natural: porque siempre la ramera, tercera muere o mesonera. Auiendome antes informado de que en ningun otro trato se hazen tantos negocios de honrra y prouecho como en éste, aunque corriendo muchas borrascas de las que os he contado. Lo qual siento menos, viendo por este medio tan insigne auditorio, para lo que oyreis. Tened paciencia (os ruego), que no será tiempo perdido.

NOTAS:

[746] Puesta de molde esta comedia por cajistas é impresores italianos, nada buenos conocedores de la lengua castellana, con frecuencia se hallan separadas las sílabas de algunas voces, como si perteneciesen á palabras diversas, ó juntas como si compusiesen una sola palabra las sílabas de dos. En estas primeras líneas del prólogo hay ejemplos de ambas incorrecciones. Dice la edición original: «...pues, como el Lobo, tanto empeora quanto más en vegece: biennecio es quien de ti se fía». Sobre cosas como éstas no llamaremos la atención del lector, por evitar prolijidad innecesaria.

[747] Para confirmación de lo dicho en la nota de la página anterior, véase cómo está en la edición de Milán el texto de esta frase: «començandome la enojosa vejeza á menazar»...


SCENA II

Ceruino, Inocencio.

[Cer.].—Ya sabeis, Bachiller Inocencio, que teniend'os por virtuoso y de confiança, os he metido en mi casa, y tambien la voluntad que tengo de hazeros bien con el tiempo, dand'os entretanto por prenda la guarda de toda mi honrra, la qual estimo más que hazienda y vida.

In.Sit modo dignitas incolumis. No puedo, señor, con palabras dignas, responder a tanta merced; mas en reconocimiento de la confiança, con toda fidelidad y amor seruiré a V. m. y a mi señora, de dia y de noche.

Cer.—De noche no, amigo; dexáme a mí ese cargo, que no es poco pessado. Ahora, pues, quiero que entendais de qué manera os aueis de gouernar. Y n'os espanteis de auerme visto tan colerico con aquella mula del Diablo, que no sabeis quién es ni las malas burlas que suelen hazer las tales.

In.Rectum iuditium iudicate. Qué sabemos si aquella mujer venia o no a lo que V. m. piensa? y teniendo hijos, o nietos, faltandoles el sustento, por no poderse valer de las cosas que dexó en casa, auria V. m. cargado de aquel peso su conciencia.

Cer.—Hareisme con vuestros escrupulos renegar, no sólo de la buena opinion que de vos tengo, mas estoy por dezir de otra cosa. Yo n'os quiero en mi casa para predicador; si quereis hazer a mi modo, aueis de oyr y callar, y si no, yo buscaré quien lo haga.

In.—Esto ha nascido, señor, de que quanto más pobre es vn hombre tanto más se duele de la miseria de otro. No se enoje V. m., que yo haré quanto fuere seruido, como no se atrauiesse[748] l'alma.

Cer.—N'os digo yo? Estad, pues, atento. Quando yo no estuuiere en casa, aueis vos de estar siempre en el portal, mirando como otro vigilantissimo Argos.

In.De hoc ita Ouidius:

Centum luminibus cinctum captut Argus habebat. Inque suis vicibus capicbant bina quietem, Caetera seruabant, atque in statione manebant.

Pero mala burla la hizo Mercurius a Joue missus, cantus dulcedine.

Cer.—Pues qué entendeis por eso?

In.—Que son peligrosas estas custodias, si anda Iuno celosa, pues no se puede el hombre dormir en las pajas.

Cer.—Huelgo mucho de que nos entendamos. No me dexeis entrar persona, aunque viniesse mi propria sombra; y sobre todo abrí el ojo a estas corredoras, ministras de Satanas, que traen la peste consigo. Si vos vuieredes menester alguna cosa, dezí a Bezerrica que la pida a las mugeres; y si ellas os llamaren, diganle tambien lo que quisieren; no tomeis trabajo de subir arriba. Si acaso pasaren algunos a cauallo, entraos luego en el patio; hazé llamar a mi muger con algun achaque, y entretenedla (desde abaxo) con qualque conseja, como de brujas y hechizeras, hasta que sintais que han pasado y que no bueluen: que todo es menester para que no se ponga a la ventana.

In.—Pues qué quentos sé yo para eso! tendrela dos horas con vn palmo de oydo escuchandome: dexeme V. m. con ella que Vincam meis officiis cogitationes tuas. No aurá falta en lo que yo pudiere.

Cer.—Pues con essa confianza de aquí adelante saldré seguro, y estaré fuera de casa con el ánimo repossado.

In.Magnam omnibus in rebus tuae dignitatis rationem habeo.

Cer. solo.—No pudiera hallar de Poniente a Leuante hombre mas a mi proposito que éste, porque realmente es puro y sin malicia; pero esta su sinceridad, qué me aprouechará para assegurarme de que no me podrá engañar? Pone seram, cohibe, sed quis custodiet ipsos custodes? cauta est, et ab illis incipit vxor. Guardeme Dios de quien me fió. La memoria de mil malos sucesos me inquieta y desconfia en gran manera. Mas quando d'este no aya que temer, me da cuidado pensar que (por mi desgracia) le podria engañar alguno de tantos cuclillos como siempre andan tras agenos nidos. Por otra parte, tiemblo de meter en mi casa otro más astuto, que se pueda aprouechar de la ocasion; y asi huyendo del monte vendria a dar en vn pantano, porque de los domesticos no se puede hombre guardar. Quán de esperimentado andubo aquel que tratando de casar a vn hijo cuyo moço, diziendole vno que no conuenia darle muger tan temprano y que debia esperar a que supiesse más del mundo, le respondio que s'engañaua, porque si le conociesse nunca se casaria. Casamiento y vejez corren las parejas; muchos o los más lo desean que en llegando lo aborrecen. Y asi dezia vn viejo muy sabio: Hijos, antes que casaros, ni llegar a viejos, dexaos comer de perros. Maldito sea el punto en que me vino pensamiento de meterme otra vez en semejante labyrinto. Qué dote ni erencia pueden recompensar tantos fastidios? La primera vez cortan las orejas a los ladrones, para que, tornando a hurtar, sean sin más informacion ahorcados. Lo mesmo deurian hazer al que auiendo enuiudado se casa segunda vez; pues, al cabo, al cabo, vna buena cabra, vna buena mula y vna buena muger, son tres malas bestias.

NOTAS:

[748] En el original atraueisse, sin duda por errata.


SCENA III

Macias, Violante.

[Mac.].—Con quánta fuerça, o Amor, arrojas las inuisibles flechas, cuyas heridas se sienten en medio del coraçon, donde con ser ciego tan incierto aciertas, derramando por las venas el oculto veneno, con que enciendes la pureza de los más elados pechos. Qué cetro ay que te pueda hazer resistencia, teniendolos todos a tu dominio sujetos? Quién ay que no siga tu estandarte? Quién puso a Troya en tanta ruina y desuentura, que d'ella no dexó casi cenizas? Quién afeminó el robusto y fuerte braço de Hercules, y puso en sus vengadoras manos, en lugar de la pesada maza, vna ligera rueca? Sino tú: que escudriñando los más escondidos senos del mar, en su profundo abismo a los mudos peces enciendes, a las aues en la region del ayre no perdonas; ni menos a los brutos animales, a quien traes en continua guerra. Qué braueza muestran los feroces leones, los crueles tigres, los fuertes toros y los ligeros cieruos, quando se sienten heridos de tu flecha? Al fin, todo este mundo, y el que no vemos, no es otra cosa sino vna vnion y suaue liga con que todas estan trauadas; tú las crias, conseruas y entretienes; por ti respiran y no se acaban; serian los hombres peores que las fieras si tú no fuesses el cebo y alimento de sus coraçones. Mas ay de mí, que con ser tan benigno, me tines qual nueuo Ticyo, sin esperança de mejorar mi triste suerte. (Sale Violante).

Vio.—Qué deuaneos son essos, hijo mio? Buelue sobre ti, que si el amor te ciega, la razon te deue guiar, conociendo que no pretendes cosa imposible, y que la violencia y aspereça del deseo impide más que aprouecha al fin de lo que se intenta. No t'esquiues ni huyas de mí,[Pg 393] pues (como tierna madre) voy (teniendo por propria tu pena) tratando de darte entera satisfacion, con esperança de hazerte en breue contento.

Mac.—Esso, señora mia, es (a mi parecer) vender el pellejo del lobo antes de caçarle. En qué funda V. m. lo que se promete, viendome mordido de vn aspide, sin ningun remedio? Estando la vida tan a punto de perderse, aumenta más el sentimiento y pena la tardança de la muerte, si ya no me diessen a beuer de aquella agua de Beocia, que dizen quita de todo punto la memoria. Mas la de la cosa tan amada, que ya está impressa en mi alma, no se puede borrar, si la vida no se acaba.

Vio.—Terrible cosa es auer de contrastar contra la insolencia de tu locura. Dime, por qué te afliges y desconfias tanto? Quien dessea sanar, descubre al medico la dolencia.

Mac.—En mal de muerte no ay medico que acierte, y assi la primera cosa que desampara al paciente es la esperança de cobrar la salud.

Vio.—La escura niebla de tu passion te confunde la vista de los ojos d'el entendimiento; que si con prudencia considerasses el fin de las cosas, ninguna (por difficultosa que fuese) te pareceria impossible.

Mac.—Y aun por serlo esta tanto, no pudiendo sanar (como Telepho) sino con el hierro que me hirió (lleuandome tras sí mi dolor) desespero de la vida, si bien no puedo dezir que biuo, pues ni amanece ni anochece para mí.

Vio.—Huelga de tener vida, que con ella mucho se alcança.

Mac.—Y quando se acaba no falta nada, y así hagan las tristezas a su voluntad, que entonces mi mal acabará comigo.


SCENA IIII

Violante, Vigamon, Ramiro.

[Vio.].—Al punto que sale el muerto marido de casa, se deuria la muger yr a enterrar con él biua, porque no lleuan tanto mal los defuntos como dexan a las viudas biuas. Porque, fuera de innumerables fastidios y cuidados que las cercan y acompañan continuamente, quedan tan sujetas a la ruin fama, que aunque hagan milagros se tiene mala sospecha d'ellas. Si andan las desconsoladas limpias y asseadas, luego las lenguas de oro las leuantan que rabian. Si van al descuido mal aliñadas, no falta quien diga que la ipocresia atiende más al prouecho que al fausto, y que ellas s'entienden. Despues d'esto, qué trabajo se puede comparar al que se padece en el gouierno de los hijos? Criandolos de pequeños, con tantos de los malos[Pg 394] dias y peores noches, comportando las viciosas amas, guardandolos, enseñandolos, proueyendolos, teniendo cuidado de aumentar y conseruar la hazienda, que en siendo grandes dissipan y consumen con tantos distrahimientos, malas compañias, pendencias, juegos, trages y amores, con que dan siempre ocasiones a las tristes madres para andar fuera de sí como locas sin sentido, sin más bien ni consuelo de no tener[749] quien las vaya a la mano.

Ram.—Señora mía, beso las manos a V. m.

Vio.—Dios os guarde, Ramiro; huelgome mucho de veros con buena disposicion.

Ram.—Lo mesmo puedo yo dezir, aunque en el rostro muestra V. m. yr descontenta.

Vio.—Amarga de mí, no es mucho que s'eche de ver en él la passion de que el coraçon anda lleno: estoy tan cansada del mundo, que desseo se acabe ya esta miserable vida.

Ram.—Santo Dios, qué oyo? Puede tener ocasion para tanto aborrecerse vna señora principal, honrrada, rica, estimada, con dos hijos y vna hija que valen vnas Indias?

Vio.—Yo tengo más bienes de los que se parecen de fuera, que merezco; pero en mi espiritu, y de mis puertas adentro, más trabajos y desgustos que puede lleuar vna muger tan flaca como yo; pues pensando descansar quando mis hijos fuessen hombres, tengo ahora con ellos intolerables penas.

Ram.—Mucho me pesa de oyr esso. Ay alguna pendencia que los inquieta?

Vio.—No es essa la causa; más estoy por dezir que es otra peor.

Ram.—De quien ellos son, no se puede pensar cosa mala. Digame V. m. lo que ay.

Vio.—Diréoslo, como a persona tan de mi casa, y asi lo tendreis secreto por amor de mí.

Ram.—No dude V. m., porque quando es menester tengo menos lengua que vn pescado.

Vio.—No creo yo menos de vuestra persona. Aueis, pues, de saber que yendo Macias con Damasio (que no deuiera) a las bodas de Ceruino, vió alli a Cassandra su hija (que es, como deueis de saber, en estremo hermosa y agraciada), y quedó tan enamorado d'ella, que no pudiendo verla despues acá (por tenerla el padre de manera que apenas ve Sol ni Luna) ha dado en tan terrible melancolia, que no basta nadie a hacerle comer ni beber, sino a pura fuerça; haziendo tantos estremos, que temo no venga su mal secreto a dar en manifiesta locura; y para remediar esto, voy a tratar con el señor Aries, su suegro, que sea medio para que se la dé por muger, que entiendo nos estará bien a ambas partes.

Ram.—Essa, señora, no es cosa, a mi parecer, que aya de dar tanta pena a V. m.

Vio.—No es gran mal verme a punto de tener vn hijo loco?

Ram.—No seria pequeño; mas no deue estar en esse peligro, y no dudo de que el señor Ceruino no alce los ojos al cielo en oyendo semejante embaxada. Lo rezio fuera quando el señor Macias la pretendiera por otra via; que en tal caso le podriamos atar desde luego, pues seria agua hiruiendo sobre la quemadura: porque yo voy cada quinze dias a afeitar a su padre, y puedo dezir con verdad no auerla visto en dos años tres vezes.

Vio.—Haga Dios lo que más sea de su seruicio. No es esta la casa?

Ram.—Sí, señora. Ta, ta, ta.

Vig.—Quién llama?

Ram.—Mi señora Violante de Cabrera viene a hablar al señor Aries.

Vig.—Entre su merced si es seruida, que yo le voy a auisar.

NOTAS:

[749] En el original, temer.


SCENA V

Lena, Inocencio.

[Len.].—Quiero ver si aurá salido de casa aquel maluado de Ceruino, que le tengo de armar vn lazo que no se m'escape, aunque esté más vigilante que una grulla. A su puerta veo, si la vista no m'engaña, aquella buena persona que me libró de sus malditas manos; sí, él es. Ahora es tiempo de emplear mis cuentas en beneficio de mi bolsa: quiero entrarle con el sabrosso peccado del'adulacion, bisbisando mis oraciones. E ne nos enducas, liberenos, vita eterna amen. Señor mio, bien auenturado el cuerpo que por l'anima trabaja. No piense que lo digo por el bien que me hizo librandome de la furia de aquel su Escaliote, sino porque no creerá la fama que corre por toda esta ciudad de sus virtudes y buena vida: dichosa yo si tan sola una vez al mes se acordasse de mí en sus deuotas oraciones.

In.—Yo tengo, hermana mia, tantos pecados, que no me bastarán para la milesima parte d'ellos; mas confio en la gran misericordia.

Len.—Ella sea loada sin fin. Digame, amor mio, ha salido de casa aquel turco?

In.—Si no fuesedes muger y apasionada, os reprehenderia acerbamente, porque no se puede dar ese nombre a ningun cristiano.

Len.—Y qué perro ay tan rauiosso como él fue comigo?

In.—Cierto que yo quedé escandalizado de ver lo que pasó. Son dias infaustos: otra vez mirá con qué pie entrais en casas agenas.

Len.—A la fe, no quedó por esso, pues en lunes metí el derecho, sin tocar al lumbral de la puerta. Y porque no soy nada agorera, bueluo en martes, a ver si no estando él (no le quiero tomar en la boca) en casa, podré dezir dos palabras a la señora Marcia.

In.—Ni él está en casa ni vos la podeis hablar. Liberam non habeo facultatem, porque me ha mandado que no la dexe ver a persona ninguna, aunque venga su propria sombra, y particularmente a bohonero ni corredora; este entiendo que es vuestro trato.

Len.—Triste de mí, que la necessidad me haze algunas vezes vsar d'esse oficio, por no dar en otro peor: que al fin es ganar el pan con el sudor que Dios manda.

In.—Assi, Unusquisque propriam mercedem accipiet secundum suum laborem. Pero porque os tengo lástima, voy procurando que se os bueluan vuestras cosas. Teneis familia que sustentar?

Len.—Familia dize, hijo mio? No menos de cinco pobrissimas hijas; las cuatro donzellas, como tantas perlas, y la mayor viuda de veinte y tres años, que se me ha buelto a casa con dos criaturicas, y asi biuimos con la miseria que puede pensar. Y por no auer hallado qué labrar, ni entrado bocado de carne en mi casa en estos tres dias, me embiaron a vender aquellas galanterias, algunas hechas de sus proprios cabellos (que los tienen como hebras de oro). Mire quáles estarán las desamparadas ahora, auiendolas quitado en esta casa lo que las auia de ayudar. Hu, hu, hu.

In.Doleo dolorem tuum. No lloreis, os ruego, que me rompeis las entrañas de compassion. Y assi, adeuinando todo esso, lo he ya puesto en conciencia al señor Ceruino. Y porque Erigere iacentem debemus, yo le boluere a hablar.

Len.—A tan mal hombre quiere ablandar con palabras? Guardese de tal cosa, pues siendo vn Faraon, seria para más endurecerle; no le pediria el ojo derecho, aunque me le vuiesse sacado. Si lo pudiesse alcançar de la señora, bien, y si no, sobre su alma vaya, porque peor haze quien a perro viejo incita. Dexeme, mi bendito, besar esas santas manos.

In.—No, esso no, absit.

Len.—Veale yo alcalde de corte.

In.—Dios os acompañe.

Len.—Ahora sí que que va bien encaminada l'agua al molino: éste es sin duda de aquellos que cuentan de la tierra de Bauia, donde los trigos se siegan con escaleras; al fin, el que yo he menester. Benditas sean mis lagrimas, y rebenditos ojos, que tan a punto las dexais caer. Estad con buen ánimo, que y'os prometo tantas de las de Alaexos quantas aueis derramado; y ya es tiempo de cumpliros la palabra, porque no puedo más paladear.

[Pg 395]


SCENA VI

Damasio, Cornelio.

[Dam.].—Crees, Cornelio, que hará Lena algun buen efeto?

Cor.—Tengolo, señor, por hecho: y si faltare, será más por culpa de la suerte que de su diligencia: si ya no haze como los maliciossos cirujanos, que no quieren cerrar las llagas por la ganancia que tienen d'ellas.

Dam.—Parecete que va buena la carta?

Cor.—Mal año para quantos de a real las venden en Lisboa. Va que ablandará vna peña. Mas si por desgracia no, aprouechare, que no es posible (porque las hojas verdes muestran no estar el arbol seco) a dos va la vencida: echar otra que encienda más el fuego.

Dam.—Asi la tengo ya a punto, a las mil marauillas; aunque más querria que no fuesse menester.

Cor.—Podrasse creer esso sin escrupulo?

Dam.—Sobre mi conciencia. Has visto los estremos que haze mi hermano con sus amores?

Cor.—No es marauilla, por ser los primeros, que son siempre como el calor de San Lorenço y el frio de San Vicente, que dan mucha pena y duran poco; ó fuego de paja, que presto da llama y muere.

Dam.—Cierto que no es mi amor de menos quilates que el suyo, aunque no m'encierro a llorar, ni doy tantos suspiros como él; y no creo poderse acabar, no sólo tan presto como tú dizes, mas en ningun tiempo.

Cor.—Bueno es esso para Cornelio, que por no ser filósofo no sabe dar más razon de que (con soportacion de V. m.) no lo cree.

Dam.—Por qué no lo cr'es?

Cor.—Ya he dicho que no lo alcanço; mas por auer estado con otros amos enamorados (a quien via oy fuego, mañana nieue y aborrecer un dia lo que otro amaron) me ha hecho la esperiencia incredulo.

Dam.—Sabes a quién acaece assi?

Cor.—A todos.

Dam.—Esso no, saco mi blanca. Solamente a aquellos que aman a mugeres de poco valor; que como para su fuego cortan la leña en pequeño monte, al mejor tiempo se les acaba. Mas cómo podré yo esperar qu'el mio se consuma, siendo infinita la belleza y el valor de quien es la leña y el fuego, donde suauemente estoy ardiendo, y puedo dezir que nunca bueluo a verla, que no halle en ella nueuas gracias?

Cor.—V. m. ha entrado en materia donde yo no ahondo vn palmo; y assi podra echar libremente por donde fuere seruido, y yo entretanto creeré lo que me pareciere. Mas, si vale[Pg 396] dezir verdades, no veo en ella tantas cosas como el ciego Amor haze ver a V. m., qne segun le da a entender, nunca se vieron venir de la India Oriental tantas joyas[750] preciossas.

Dam.—A lo menos ninguna de tanto valor; ni ha salido de Vizcaya mayor asno que tú.

Cor.—Esse es el premio que recibe el que no sabe hablar a sabor del paladar.

Dam.—A lo menos, el que merece quien es tan grosero como tú, que hasta ahora me has tenido engañado con tus bachillerias, creyendo que sabías más de achaque de perfecciones; no sé cómo, o por qué, no te he sembrado los dientes en esa blasfema boca.

Cor.—Porque me saltarian d'ella hombres armados, como los del sembrado de Cadmo; pero no contra V. m., aunque más injurias me diga.

Dam.—Di, necio, no se ve claramente que Amor tiene en aquella frente su potencia y tribunal, pues con vn solo mouimiento desdeñoso o alegre condena a muerte y da vida a quien la mira? Si se apartasse la escura niebla de tu poco entendimiento, verias aquel cabello de color del sol, como encadenadas sortijas de oro, partido en ordenes, por el dilatado espacio de su frente. Las cejas ser dos enarcadas lineas, con cierta magestad tan vencedora, que nunca la mostraron tal los arcos triunfales de los Augustos de Roma. Las orejas pequeñas y puestas en lugar tan medido y compassado, que la tierra menos igualmente dista de las circunferencias del cielo qu'ellas d'el sitio conueniente. Los ojos de tan peregrina y nueua gracia, que en ellos claramente se ve la risa abraçada con la grauedad; tan dulces en el mouimiento, que el ayre circunuezino muestra quedar enamorado y desseosso de introducirse en ellos. La niña de dentro (o ojo del ojo) tan puramente negra, que considerando despues la luz de la plateada yema, parece que está la noche recogida en aquel pequeño circulo, por defenderse de la serenidad qu'en torno la ciñe. Que el parpado que los cubre es blanquissima nuuezilla delante de la cara del sol, o cataracta d'el cielo, que abriendose descubre los biuos resplendores del Parayso, y cerrandose queda por consuelo la mesma materia celeste. Que las largas y sombrias pestañas son puras violetas que s'espejan a la orilla de cristalina fuente. Que de las mexillas de su perfectissimo rostro es la tez de tanta blancura y lustre, que enfrena la imaginacion para no ver lo que falta (si falta puede llamarse aquello que, aunque no se tenga, no se siente faltar). El perfil de la nariz, que parece estar en medio de aquel hermoso teatro, como cuchillo debaxo de cuyo filo inclina y pone la embidia su cuello. Que la tierna y con dulce relieue proporcionada boca (pronunciadora de tantas sentencias y gracias, que por no dar en el infinito, no quiero contar) merece que algun angel la predique con las demas bellezas: como los dientes de perlas, el cuello de marfil y las manos de alabastro. Baste dezirte que la dichosa alma (regidora de aquella preciosa materia) la informa y mueue con tan dulces y alegres ademanes, que no se puede mirar sino con ojos de Satyro.

Quid laudem femur, aut femori confinia membra.
Has tractare iuuat, potius quam ducere partes.

Cor.—Ahora confiesso que oyr esas cosas me ha hecho gemir tacita y recalcadamente en lo íntimo de las entrañas, como el cansado cauallo quando acaua de orinar.

Dam.—Ha, ha, ha. Dígote cierto que quando pienso en sus diuinas partes, estoy en duda si la deuo llamar muger o angel.

Cor.—No la pongamos, señor, tan alta que la perdamos de vista, que todauia me quedo yo en mis treze, y no me sacarian de aqui los doze Pares de Francia.

Dam.—Esso creo yo, porque tu vista no es capaz de cosas tan altas.

Cor.—Los ojos humanos no pueden (segun dizen) percibir las cosas sino por las formas de su conocimiento; pero no nace de ay.

Dam.—Pues de qué procede tu ignorancia?

Cor.—De saber qu'es muy proprio de enamorados tener a sus damas por más hermosas de lo que son. Y assi yo, como uno d'ellos (que por ruin que sea el asno tiene su cola), creo sin ninguna duda que la mia es (sin comparacion) la más bella del mundo, y que (por mi buena ventura) no aurá ojos que tengan virtud para conocer su rara hermosura, tan perfecta como ella es y yo la contemplo. Qué me dirá V. m. a esto?

Dam.—Qu'eres vn loco desatinado.

Cor.—A lo menos atinado en esto, y dexaré de contar por estenso sus estremadas gracias, porque no quiero poner en condicion mi salud y el reposso de V. m.

Dam.—Es costumbre natural de los necios celosos, que temiendo que lo que aman se mejore, o lo vituperan, o callando ocultan lo bueno que a su parecer tienen. Mas aunque creo que estás tambien en este engaño, holgaria de oyrte dezir alguna de sus gracias, como si desuariasses con calentura o estuuiesses endemoniado.

Cor.—Si Cupido es el demonio de la fornicacion, más merece el que le sigue esse nombre qu'el d'enamorado.

Dam.—Ya te ha entrado el espiritu malino; prosigue.

Cor.—Son tan innumerables sus perfeciones como las estrellas del cielo, porque de quanto Naturaleza puede dar, la hizo vn escogido compendio, adonde se hallan todas juntas en su perfecto ser. Si V. m. tuuiese ventura de ver la gran proporcion y orden que tan curiosamente osseruó en su rostro, confessaria por fuerça que el cielo ha derramado sobr'ella quantos tesoros de gracias tiene que repartir, y que merece ser celebrada por el más esquisito milagro de hermosura.

Dam.—Tente, dame la mano, no quiero que passes más adelante por que no cayas. Pero sepa yo ahora, quién es essa alhondiga de gracias?

Cor.—Es verdad que me auergonçaré de nombrarla. La señora Policena, hija de Ramiro Coruato, insigne baruero.

Dam.—Quándo menos? A fe de quien soy que lo sospechaua. Vales quanto pessas para loar una martingala. Ha, ha, ha. Ahora sí que puedo dezir que el deuaneo ha manifestado tu modorra o locura. Dala tú el nombre que se te antojare, que la comparacion (dexando aparte la sangre de la señora) ha sido cierto estremada.

Cor.—Luego los caualleros dan en la sangre, sin mirar que es la peor cosa que las mugeres tienen, pues las haze inutiles los seis dias del mes.

Dam.—Ha, ha, ha, ha. Mala pascua te venga, vellaco desuariado, que me hazes reir sin gana. No más, que es ya tiempo de yr a saber lo que mi señora aurá hecho con Aries, que no veo la hora de salir d'este preñado.

Cor.—Antes d'entrar en él.

Dam.—El diablo te lo dixo.

NOTAS:

[750] Iojas se lee en el original.


SCENA VII

Ramiro, Violante, Damasio, Cornelio.

[Ram.].—No ve V. m. al señor Damasio que nos sale al camino?

Vio.—Ya le he visto. Y bien, adónde vas ahora, pan perdido?

Dam.—Vengo a acompañar y seruir a V. m. Pues, señora, podemos esperar algo de bueno?

Vio.—Creo que sí, porque este cauallero, auiendole parecido bien, me ha prometido de tratarlo con Ceruino su yerno, y hazer de manera que aya effeto.

Dam.—Es tan estraño el humor de aquel hombre, que lo pongo en duda.

Vio.—No ay razon para desconfiar, y muchas para darlo por hecho; y assi con esta buena esperança, anima a Macias, que te cre'rá[Pg 397] más que a mí; haz de manera que coma y se alegre. (Entranse Violante y Ramiro.)

Dam.—Oyes, Cornelio, torna presto.

Cor.—Dexeme V. m. yr primero, que si no voy no podré boluer en un año.

Dam.—Digo qu'eres un Senequilla; sea assi. Ni presto ni tarde, mas buelue a tiempo, porque no se nos passe la ocasion.

Cor.—No hará, si yo la asgo vna vez del copete.

Dam.—Temo que con essas chanchas se te ha de oluidar a lo que te embío.

Cor.—Corria peligro, á no lleuar la memoria en la mano; detengome aposta porque me parece que no es hora de hallarla en casa, por ser a la que siempre anda a caça de bouas.

Dam.—Vete por donde sospechas que puede acudir y mira que la ofrezcas grandes cosas.

Cor.—Desde ahora la ofrezco al Leon del Moro y la encomiendo a los mochachos de la Plaçuela Vieja, a quien toca cañonizarla, que no la podrá faltar segun sus buenos passos.

Dam.—Haz lo que te digo, camina.

(Sale Ramiro.)

Dam.—Ramiro amigo, mañana os espero, y no se os oluide l'agua de olor que me aueis prometido, que no la quiero perder.

Ram.—Lo que parece V. m. al señor Curuca su padre, que nunca oluidó cosa que le prometiessen.

Dam.—Ya os entiendo: el que trae la cuerda arrastrando no está libre; hagamos ambos nuestro deuer, que yo me acuerdo, como vereis.

Ram.—De mi parte no aurá falta. Beso las manos a V. m. Assi se han de tratar estos aprendizes: cómo le he dado en los cascos! Mejor se los rompan qu'él me saque l'agua, si no viene el vino. A Policena con esso.


SCENA VIII

Ramiro, Ceruino.

[Ram.].—Bien dizen que los barueros todos parece que comen carne de lechuza, porque no pueden guardar secreto; ni yo veo la hora de topar al señor Ceruino, para bomitar el d'el casamiento de su hija, que ya estoy rebentando; alli viene.

Cer.—Qué ay por acá, Ramiro?

Ram.—Vengo de acompañar a mi señora Violante de Cabrera, que ha estado en casa del señor Aries.

Cer.—En casa de mi suegro la señora Violante?

Ram.—La mesma en casa del mesmo; y si supiesse V. m. la causa, podria ser que le fuese de mucho contento.

[Pg 398]

Cer.—Cosa del diablo es la libertad que se toman estas viudas, que so color de no tener quien les haga las cosas, estan siempre con los mantos acuestas; no me quitarán de la cabeça que no es agua limpia.

Ram.—Es possible que vna persona tan prudente haga esse juizio temerario, auiendole dicho que si supiesse a lo que ha ydo, por ventura le daria contento?

Cer.—Y hasta que sepa otra cosa me estaré en mis treze. Pues qué ay?

Ram.—No me han dado tanta licencia.

Cer.—Ya sabeis mi humor; dezí presto lo que sabeis, no me hagais entrar en alguna mala sospecha.

Ram.—No podrá ser peor, a mi parecer, aunque me tarde; no es razon que yo me atreua a dezir lo que toca al señor Aries; mas si se contenta de entender el caso, sin las personas, yo lo diré.

Cer.—Dezímelo como quisieredes y sea luego.

Ram.—Que me place. Tratarán a V. m. antes de mucho tiempo de vn cierto matrimonio.

Cer.—Mirá con qué me sale, despues de muy regateado: todo esso era? Oxala fuesse de deshazer el mio.

Ram.—Si creyesse que V. m. lo entiende assi, me atreueria a dezirle que no tiene razon, porque es muy embidiado de la ventura que ha tenido en topar con vna señora tan principal de sangre, hermosura y virtudes. Pues qué labores salen de sus manos!

Cer.—Podriaos yo responder lo que el cauallero romano a vno de sus familiares, que le dixo otro tanto, mostrandole vn pie: Vos, amigo, solamente veis que este çapato es nueuo y bien[751] hecho, pero no podeis saber dónde me lastima. Mas quién os ha dicho lo que Marcia sabe hazer de sus manos? No pensé que sabiades tanto de su hazienda como dezis.

Ram.—Selo por auer seruido la casa de su padre veinte años, y auer traido a su merced más vezes en estos braços que tengo pelos en la barua.

Cer.—Que tan grande seria entonces Marcia, a vuestro parecer?

Ram.—Por qué lo pregunta V. m.?

Cer.—Por saber la edad que tiene ahora, que sobr'ella andamos siempre en pleito.

Ram.—Será (si bien me acuerdo) de veinte y tres a veinte y quatro años. Mas boluiendo al casamiento, mire V. m. que quiero mis albricias si se haze.

Cer.—Si las quereis ganar, aueisme de dezir de quien ha de ser.

Ram.—Yo lo diré, pero con condicion que no lo ha de saber otro ninguno.

Cer.—No ayais miedo.

Ram.—De la señora Cassandra, con vn cauallero que pierde el seso por ella.

Cer.—Pues de dónde le viene? Cómo o por qué la quiere?

Ram.—No sé, señor. Yo tengo que hazer; no quiero nada de V. m.

Cer.—Esperá, esperá, qué priessa teneis? Ay alguna muela que sacar?

Ram.—A vna señora que está rauiando, y ya me tardo.

Cer.—Rauia mala la mate; sacáselas todas a mi quenta. Mas dezíme, cómo es posible que aya quien esté enamorado de mi hija, no la pudiendo ver persona biua?

Ram.—No, sino el dia que V. m. se casó.

Cer.—En vna hora?

Ram.—En vn boluer de ojos se pega aquel mal; qu'es como el arcabuzazo, que antes hiere que se oya.

Cer.—Y quién es (Dios nos defienda dél) el galan de tan seco coraçon, que tan presto se encendió?

Ram.—V. m. lo imagine, que yo no sé otra cosa.

Cer.—Vais en buen'hora. Bien dixo Alexandridas que el dia de las bodas es el principio de muchos males. Quien trata con lobos traiga el perro al lado. Deurian los que gouiernan sus casas con tanto descuido ser puestos en vn palo. A dicho de este buen hombre, yo estoy qual digan duelos: él ha seruido a mi suegro veinte años: dize que Marcia tiene quatro más; que la ha tenido en los braços tantas vezes, y esto seria por lo menos a los nue[ue] o diez. El doctor Cornejo dize que halla en sus libros auerse empreñado algunas mugeres de aquella edad. Mirá (por amor de mí) qué aliño para que no le passen al hombre por la imaginacion mil sombras y fantasmas espantosas. Desdichado de quien tiene su honrra en tan roedora carcoma, que no le da vn momento de reposso. Mas quién puede ser este tan enamoradizo? No entiendo cómo ha sido: la donzella de suyo no es maliciosa; está bien guardada; Marcia es su madrastra, y no la incitará el amor que la tiene a sacarla de donde está para que nadie la vea. Pero con todo esto, no se han mouido sin causa estos tratos que dize Ramiro. No sé qué me pueda hazer más, ni qué me traigo en esta cabeça, que terriblemente me inquieta. Fortis imaginatio generat casum. No querria que me sucediesse lo que al otro, que por auerse hallado a vn juego de toros soñó aquella noche, que tenia cuernos, y amaneció con ellos en la frente. Si el destino no se puede vencer y mi cuidado no basta, deme quien es poderosso, para rimediar mi pena, paciencia.

NOTAS:

[751] Bin, por errata, en la edición de Milán.


SCENA IX

Ceruino, Inocencio, Bezerrica.

[Cer.].—Ta, ta, ta.

In.—Quién llama?

Cer.—Yo soy, llama a Bezerrilla[752].

Bez.—Aquí estoy, señor.

Cer.—Adónde has estado dende que yo salí de casa?

Bez.—Donde V. m. me manda que esté.

Cer.—Di la verdad, vellaquillo.

Bez.—Allí he estado, por vida de mi madre.

In.—Dize lo que es cierto, por esta ánima pecadora.

Cer.—Quién os pregunta nada? entraos allá.

In.Linguam fallax non amat veritatem.

Cer.—No te has quitado de aquí?

Bez.—Nunca, sino quando mi señora me llamó para limpiar el estrado.

Cer.—Y mientras tú lo hazias, baxó ella abaxo?

Bez.—No, señor.

Cer.—Y el Bachiller subió arriba?

Bez.—Tampoco.

Cer.—Quién ha hablado con él?

Bez.—Ninguno, que yo aya visto.

Cer.—Y oydo?

Bez.—Ni oydo, sino al mismo cantando sus latines.

Cer.—Qué vestidos traia aquel que estuuo aquí?

Bez.—Quién, señor?

Cer.—El que vino a visitar a tu ama.

Bez.—Yo no he visto sino aquel gatazo negro que viene siempre a visitar la cocina.

Cer.—Donosso os me hazeis, y aun esso es lo que yo he menester; entrá, entrá en casa, que vos soys una mala pieça.

NOTAS:

[752] Bezerilla en la edición de Milán; no esta sola, sino muchas veces.


[Pg 399]

ACTO SEGVNDO
SCENA I

Lena, Inocencio.

[Len.].—Cornelio ha venido a sacarme de casa con vn par de ducados. Mal año para quantos auogados ay en Chancilleria, y vna higa para mí, si les fuere a consultar la causa del señor Damasio, en la qual sé más que Presidente y Oydores, y aun estoy por dezir que todos los alcaldes quando más estan en su Acuerdo. Si aun no estando el horno caliente se muestra tan liberal, qué puedo esperar quando los fauores de la dama anden en su punto? Sus, Lena, manos a la labor; valgate ahora tu ciencia y abilidad; haz como quien eres. Mas tantas vezes va la cabra a las coles, que dexa el pellejo. Animo, que las mercancias de mucho prouecho no se adquieren sino con gran peligro: es esta la primera de tus hazañas? Sí, que tan mercader queda quien pierde como el que gana[753]. Mas qué digo? Veisme aqui libre y escusada de yr a casa d'el Cauallero d'el Vnicornio, pues viene alli mi Doctor, con tantas letras sobre el bonete, que le haré creer que las anguillas no son peces. Benedictus, benedicta et in secula, sed libranos de mal, amen. En hora buena vea yo a mi buen señor. Sin duda que vendrá ya de visitar algunas santas casas. Al fin, no vale otra cosa de esta vida sino el auerse empleado con caridad en buenas obras; qu'el bien hazer nunca se pierde. Dichosa madre que tal hijo parió, que yo apenas he tenido tiempo para passar mi corona, por auerme ocupado en remendar vnas camisas a ciertos romeros que van a Cerueros.

In.—Dig'os verdad, que estando en casa (con sobrarme tiempo) no puedo recorrer mis estudios, y así me voy al cimenterio de la Magdalena a dezir mis deuociones; por eso ved lo que me mandais.

Len.—Bueno seria mandar a quien desseo seruir de ojos. Hase V. m. acordado de lo que me prometió?

In.—Aunque no le he oluidado, no he podido hazer nada con mi señora, por ser su marido muy sospechoso; mas no perderé la ocasion.

Len.—Mayor caridad que essa podria hazer si quisiese.

In.Cupio rem gratam facere. Y assí decíme en qué, que siendo como dezis, me emplearé (como vereis) ex toto corde.

Len.—Es obra tal que si en acabandola muriesse, granizaria el cielo angeles para lleuarle al Paraiso.

In.—Yo no desseo sino hazer bien.

Len.—Y tal bien como éste! Qué cosa ay de más merecimiento que escusar los escandalos que puede auer entre dos grandes linages! Qué digo dos linages? En dos ciudades, donde podrian nacer tantas enemistades, que muriessen personas sabe Dios quántas.

In.—Decíme, pues, lo que es presto, que se me haze tarde.

Len.—Es vna de las grandes cosas que aurá oydo en su vida; pero por el padre que l'engendró, que quando por euitar estos escandalos no lo quiera hazer, ni emplearse en tan santa [Pg 400]obra, no diga palabra a persona del mundo: que si yo no supiesse con quién hablo y quánto pueda ayudar a remediarlo, antes me dexara coser la boca.

In.Quis est quem tibi fidum praestare possis? Seguramente lo podeis dezir. Com'os llamais?

Len.—Tengo (con reuerencia) más nombres que vn menudo de[754] puerco. Lena Corcuera de Cienfuegos, natural de Valuerde, a su mandado.

In.—He conocido yo de essos apellidos personas muy honrradas y en grandes puestos. Era por ventura vuestro pariente Corcuera, Maestresala del Conde de la Gomera, que vino a ser Tesorero del de Oñate y murio Contador del Marques de Falces?

Len.—Al fin, como hombre de letras, ha sacado en limpio vn parentesco que no le hallará vna hanega de trigo. No fue menos que hermano de mi padre, que fue casado tres vezes, y a mí me vuo en la segunda, llamada Calidonia de Cienfuegos.

In.Copia flores propinquorum. Mucho me huelgo de tratar con persona de tan buena casta, y así señora Llena de Cienfuegos, tornemos ad rem nostram, que aqui quedará todo seguramente enterrado.

Len.—Ha de saber, pues, que vna gran donzella... (mire que va en secreto).

In.—Assi lo tomo yo: Tacitum relinquam.

Len.—Prima hermana de la señora Marcia, instigada del enemigo malo, se huyó de su casa con vn cauallero.

In.—Prima hermana de mi señora? Credibile non est. Mirá lo que dezis.

Len.—Primissima digo.

In.—Y que se ha huido?

Len.—Huido, y aportado a esta ciudad, que ni su padre ni deudos no saben d'ella, ni menos de quien la sacó, aunque los andan buscando por mil partes, haciendo grandes diligencias y promessas para hazer crudo estrago en quantos hallaren culpados; mire qué derramamiento de sangre se verá y quántos rencores, para nunca cesar las enemistades. Ahora la pobre donzella está, conociendo su error, arrepentida; dessea meterse en algun monasterio, por medio de la señora su prima, y que aquel cauallero se buelua a su casa a dar muestra de sí, para que no se entienda auerla él sacado. Y esto no se podria venir a saber sino por boca de V. m.

In.—Ya os he dicho que n'os os dé pena esso, porque yo hago las cosas debaxo de las faldas.

Len.—Tanto que mejor. Podrasse dezir que ella, por huir de las vanidades del mundo, se vino de su motivo al olor de la santidad[755] de las monjas d'esta ciudad.

In.Recte profecto. Consilium mihi tuum probatur.

Len.—Prouado? Si V. m. la viesse, tendria más lastima d'ella, porque es vna rosa de diez y seis años, aunque ahora está tan marchita y afligida, que parece vna santica.

In.—Pues qu'es lo que yo podré hazer por ella a vuestro parescer?

Len.—Qué? No menos que darla la vida.

In.—Luego es muerta?

Len.—Poco menos.

In.—D'esa manera poco haré yo en resucitar los biuos; mas vengamos al modo.

Len.—A esso voy. La cuitadita, informada de algunas personas espirituales, que (por su virtud) la han dicho ser yo la que deuria, ha hecho confiança de mis tocas, rogandome que lleue o embie a la señora Marcia vna carta en la qual se la descubre y quenta B por B y C por C el caso, pidiendola consejo y socorro en su tribulacion. Y pues V. m. dize que yo no la puedo hablar, si quisiere encargarse de hazerla esta buena obra[756], aqui la traigo.

In.Pietatem exerce. Dadmela, hermana mia, que yo lo haré de muy buena gana, que cierto la obra es santissima.

Len.—No querria que nos vuiesse visto aquel enemigo de su amo.

In.—No tengais miedo, que nunca sale de casa si yo no quedo en ella.

Len.—Si la señora despues de auerla contado el caso estuuiesse dura, diziendo no tener parienta fuera de aqui (porque como son personas de calidad no quieren a las vezes, por su honrra, acetar lo que les parece vergonçosso), digala que bien se puede fiar de nosotros; y acuerdese de que la primera cosa que la ha de dezir sea que la dueña a quien su marido trató tan mal le ha dicho todo esto y dado essa carta, que creo bastará por su mucha bondad.

In.Praestabo quod a te mandatum est libentissime. Y vso del superlatiuo para daros a entender con quántas veras haré lo que m'encomendais; y porque, a mi parecer, in hoc tota res agitur, quiero boluerme a casa a ver si lo podré poner luego en execucion.

Len.—Los truenos y demoniaciones le acompañen.

In.—Ellos vayan en vuestra guardia.

Len.—Es posible que haga la Natura los hombres y que no se acuerde más d'ellos? No uerá este pedaço de carne con ojos vn cuerno en una barreña de leche. Bien aya la burra que acá le traxo, y qué bueno es el hombre; ya no podia sufrir más la risa. Gentil centinela para un antecuco como su amo; bueno se le va poniendo el cimero. Lena, Lena, tú si que te puedes sola llamar nata y flor de las mugeres del arte y aun de los doctores de Valladolid, pues has sabido inuentar de repente tan estremada conseja, y tan a punto y bien colorarla; mas tengo vna lengua que corta y cose; pero contra vn celoso qué no sale a cuento? Al fin los maestros hazen bien las cosas. Quiero con tan buen pie boluerme a mi casa, que tengo el mal del lobo en el cuerpo, y despues yre a buscar al señor Damasio, que no seran de oy más passos perdidos. Amen.

NOTAS:

[753] En la edición de Milán, cana.

[754] Da se lee en el original.

[755] Sentidad en el original.

[756] Ibid, obre.


SCENA II

Aries, Ramiro.

[Ar.].—Pareceme que es ya tiempo de yr a hablar a my yerno: holgarme ya[757] mucho de acertar a dar gusto a la señora Violante, que cierto no he visto muger que más me hincha el ojo, ni que con tanta gracia diga su razon. Cómo me venis, Ramiro (en buena fé), a proposito. (Sale Ramiro.)

Ram.—Tendria a buena dicha que se ofreciesse en qué poder seruir a V. m. Si soy bueno para alguna cosa, aqui estoy como de cera.

Ar.—Sois bonissimo para todo. Ahora voy a tratar con Ceruino lo que mi señora Violante me mandó.

Ram.—V. m. haze como quien es.

Ar.—Todos somos obligados a seruir a semejantes personas.

Ram.—Y piensa V. m. hazer algo?

Ar.—Espero que sí. Mas dezíme (por vida mia), cómo teneis tanta amistad con ella? A fé que os tengo embidia.

Ram.—He sido todo de su marido, y lo mesmo soy ahora de sus hijos, que puedo dezir auerlos criado; y assi tengo aquella casa siempre abierta para cuanto d'ella he menester.

Ar.—Cierto que la dama es digna de ser amada de todo el mundo, y si yo por vuestro medio pudiesse entrar en su gracia y alcançar algun fauor, sé de quánto prouecho os seria.

Ram.—Cómo fauor? No se piense tal cosa, que se le haze muy gran agrauio. Si me dixesse V. m. que se casaria con ella, entonces seria otra cosa, y por ay lleuarmela. Mas cómo, señor, es possible oluidar tan presto la defunta? Bien dizen qu'el dolor de muger muerta dura hasta la puerta.

Ar.—No sabeis lo que dixo Hipponacte, que de vn casamiento no se pueden esperar [Pg 401]sino dos dias buenos: el de las bodas y el de la muerte de la muger?

Ram.—Tambien dizen ellas que no ay dia malo sin marido.

Ar.—Dexemos esso, como quiera que sea; dald'vn tiento: qué sabemos? Podeis perder mas que las palabras?

Ram.—Vna palabra inquieta toda vna vida; y assi no seria pequeño daño si (como me podria succeder) las perdiesse con el pellejo para siempre: pues viniendo a oydos de sus hijos, m'embiarian a poner tienda al otro mundo, donde nunca he podido saber la ganancia que tienen los barueros, que entiendo andan todos chamuscados.

Ar.—Bien lo podeis hazer diestramente, que para todo teneis abilidad.

Ram.—Aqui sale a punto el señor Ceruino.

Ar.—Andá en buen'hora, y mirá que no me oluideis.

Ram.—No haré otra cosa.

NOTAS:

[757] Es decir, ia.


SCENA III

Ceruino, Aries.

[Cer.].—Señor, adónde en hora buena tan temprano?

Ar.—A tratar con V. m. vn negocio que nos importa mucho.

Cer.—Mandárame[758] V. m. llamar, que yo le vuiera escusado este trabajo.

Ar.—Desseaua tambien ver a mi hija; pero luego yremos, que lo hemos de auer a solas.

Cer.—Como V. m. mandare.

Ar.—Dizen, señor Ceruino (y es assi), qu'el que nos quiere por parientes nos honrra, porque no queriendo dezir otra cosa emparentar que hazerse pares, quien procura ser par nuestro presupone que nosotros somos mejores que él; porque, naturalmente, cada vno apetece y pretende su aumento, ó verdadero ó aparente. La señora Violante de Cabrera, muger que fué de Satyron Curuca, ha venido a mi casa a rogarme que proponga á V. m. matrimonio entre Macias (q'es el menor de dos hijos que tiene) y la señora Cassandra. Ya sabemos que los Curucas y Cabreras son de las casas más antiguas de España, y que su calidad y hazienda son de las mejores d'esta ciudad. El (a más de dessearlo mucho, por estar en estremo enamorado de las buenas partes de la donzella) tiene vna mejora de su padre de mucha importancia; es bien diciplinado y virtuoso (que no importa menos que el ser bien nascido), y así soy de parecer que se deue abraçar el partido.

Cer.—No se puede negar lo que V. m. dize [Pg 402](aunque seso, dinero y bondad no es siempre verdad). Pero dos cosas no me agradan: la vna, que diziendose que se la he dado (si se la diesse) sabiendo que estaua enamorado d'ella (que antes de ahora me ha zurriado en las orejas) seria dar a entender que mi hija vuiesse hecho alguna liuiandad por la qual me fuesse forçosso casarla con él; que a mi parecer es negocio de gran consideracion. Y la otra es, que yo (por hablar claro) no querria que su hermano, con esta ocasion, entrando en mi casa, intentasse qué sé yo de Marcia; que es muy proprio de los que biuen a costa de la comunidad.

Ar.—Essas son dos friuolissimas razones; antes muy viles escusas. Quanto a la primera, la verdad tiene siempre su lugar; y quanto a la segunda, digo que es gran vajeza pensar tal cosa, que deue de proceder de tener poco credito de vna muger tan principal y virtuosa como mi hija, cuya bondad es bien conocida en esta ciudad, y crea que me pessará mucho si perseuera en sus estremos.

Cer.—Está bien, señor, yo pensaré en ello y responderé a V. m. con breuedad.

Ar.—Dexesse de buscar el pelo en el hueuo; yo soy de parecer que se acete el partido y que tratemos quanto antes de las capitulaciones. Entremonos a ver a Marcia.

Cer.—Malas lançadas.

NOTAS:

[758] En el original, Mandaráme.


SCENA IIII

Cornelio, Macias.

[Cor.].—Crea V. m. que perdemos tiempo, porque estoy informado de vno que ha seruido en casa más de vn año, que no la dexa ver ventana sino por Iubileos, y si sale de casa, de manera que a penas se le pueden ver los ojos. Lo demás del tiempo está tan pressa, como si vuiesse hecho algun maleficio.

Mac.—Vamos, que con todo esso, quiero imitar al elefante, que no pudiendo nadar se contenta con pasearse a la orilla del rio; porque ver las paredes que guardan mi preciosso tesoro me será como refrescarme en l'ardiente sed que por verla padezco, y consuelo para los ojos corporales (embidiossos de los d'el entendimiento) que con mi gran daño la v'en siempre.

Cor.—No puede, señor, vno ser buen criado y adulador; quiere V. m. que le diga lo que entiendo?

Mac.—Di lo que quisieres.

Cor.—Con essa licencia me atreueré a dezir lo que el filosofo Panecio respondió a vn moço que le preguntó si seria bien que vn sabio fuesse enamorado: Dexemos estar al sabio, mas tú y yo, que no lo somos, no nos empeñemos en cosa tan combatida y violenta, que haze a los hombres esclauos de otros y menos preciados de sí mesmos.

Mac.—Es muy de sabios predicar las cosas más como siruen que como ellas son.

Cor.—Sea como fuere: yo no persuadi a V. m. a salir a espaciarse para andarnos por aquí, calle arriba y calle abaxo, papando viento, que es vn despropositado deuaneo; el suspirar, ramo de locura; el llorar, locura espresa, y el demasiado deseo, archilocura.

Mac.—Si amor, o Cornelio, fuese acto uoluntario, tendrias razon de reprehenderme; mas siendo forçosso, la reprehension es tan indiscreta como seria dezir a vn enfermo que haze necedad en morirse. Assi que si quieres ser el buen criado que dizes, deues atender antes a seruirme dandome ayuda que consejo[759].

Cor.—V. m. tome de buena parte quanto le digo, pues sabe que arriscaré mil vidas por su seruicio.

Mac.—Procura, pues, buscarme quien sepa curar de mal de amores, aunque sea (como se sacan los espiritus) a fuerça de conjuros; y si no tiene cura, déxame morir del mal que mi estrella me ha destinado. Piensas tú que desde aquel para mi triste dia de las bodas de Ceruino (donde mi hermano me lleuó como por fuerça) no antevi todo esto? Cr'e que se me representó tan claramente como lo prueuo ahora: pues viendo entonces las gracias de mi señora Cassandra, yva quanto podia deteniendo la vista y escusando el mago acento de su dulcissima voz. Mas ay, ay de mí, que mal se puede el hombre esconder de un rayo quando Dios quiere herirle. Es su habla tan melodiossa y de tan gran efficacia, que sugetaria la más rebelde y contraria resistencia de amor; adulçaria la aspera amargura; attraheria la terca rusticidad; deprauaria la santitad; encarcelaria la libertad, y ablandaria vn coraçon de diamante. No se mostró Siques[760] tan bella al dios Cupido su amigo, ni la diosa Venus al hermoso pastor Paris quando ganó la mançana. De vna sola vez que acaso me miró, vi salir biuamente de sus diuinos ojos vn espiritu de fuego, acompañado de tan gran potencia, que al punto se apoderó de mi coraçon y me sujetó a esta terrible seruitud de amor en que me veo; tanto que los sentidos esteriores, dexando lengua y pulsos sin vida, se retiraron adentro a darle soccorro; mas no pudiendo en aquel punto y por la mesma via, embiaron al'alma por embaxadora a aquellos celestiales ojos; y no imaginando qué poder esperar, me parti de alli, creyendo que l'alma me seguiria, mas en su lugar traxe comigo este tirano espiritu, y dende entonces no tengo nueua ninguna d'ella. Mira tú ahora lo que será de mí.

Cor.—Por menos he yo visto otros en la casa de los orates.

Mac.—Qué dizes, hermano Cornelio?

Cor.—Digo, señor, que bien dizen que grande amor es gran dolor. En mí prueuo ahora que las penas agenas tambien duelen a quien las oye. Nunca crey hasta este punto que esta passion amorosa tiene la virtud de las nominas que cuentan del otro negromante, que hazia andar en pie cuerpos sin almas. Pero no se han de comprar lutos a cada canto de mochuelo que se oye en el tejado. Más estimado es lo que con más trabajo se alcança. Veamos en qué para el casamiento, y quando por el camino que lleua no hagamos nada, pareceme que deuemos fundar toda nuestra empressa en Lena y en el señor Damasio; porque si la madrastra continúa el amor que le muestra, el negocio está en la mano, pues sin duda gustará de que aya quien tenga contenta a la señora Cassandra, que sabe ya lo que passa y deue estar con más ansias que Ero; porque en el imperio de Cupido los desseos, penas y deleites son iguales.

Mac.—Tras las grandes esperanças está el desesperar. Al buen consolador, amigo, no le duele la cabeça; ruega a Dios que se effetue el casamiento, que qualquiera otra cosa es hazer torres en el viento.

Cor.—Por qué, señor?

Mac.—Porque tengo por impossible que aquella señora, siendo quien es y recien casada, comience tan presto a agrauiar al marido. Ni quando (dexando esto aparte) quisiesse, no sé si podria hazerlo.

Cor.—No ha oydo dezir V. m. que donde ay mugeres ay modo? Quiera ella, que fácilmente le hallará; porque todas en esta materia son doctas, y ella (a buen seguro) no alcança menos que otra quanto es menester. Piensa V. m. que se le hará muy dificultoso engañar al marido? Es (por ventura) Ceruino más que vn hombre?

Mac.—Y parecete poco si lo es?

Cor.—Poquissimo, porque las mugeres son de la piel d'el diablo, y la más simple d'ellas engañará a vn colegio de Catones. Y en vn siglo tan sabio, qué comodidad no es suficiente? Quanto mas, teniendo dentro de casa la mejor tercera que podriamos dessear.

Mac.—Tercera en casa! Cómo nunca me has dicho tal cosa? Podémonos fiar d'ella?

Cor.—Sin ninguna duda.

Mac.—Dime presto quién es, que me has buelto l'alma al cuerpo.

[Pg 403]

Cor.—Luego no estaua tan lejos como pensaua.

Mac.—Basta que reside más donde ama.

Cor.—Tambien tengo yo mi rato de melancolia; pero siempre me estoy entero como mi madre me pario, y si pensasse que por amar me auia de faltar vn pelo, desde ahora tocaria caxa contr'amor y sus sequaces.

Mac.—No me quiebres la cabeça; di si quieres quién es aquella persona.

Cor.—Es la desconfiança, que es el todo en aquella casa.

Mac.—La desconfiança? Segun esso, quieres que desconfiando me dessespere?

Cor.—No me passa por pensamiento.

Mac.—Declarate, pues, que no te entenderia Seneca.

Cor.—No sabe V. m. que no ay leona ni tigre, a quien ayan quitado los hijos, como es vna muger ofendida de desconfiança? No hay cosa por que más presto se haga enemiga d'el marido: y esta señora me dizen que lo está en gran manera, y asi deue de tener más desseo de vengarse que quien la busca.

Mac.—Quando las ancoras están firmes, no falta consuelo presente, ni esperança de lo que está por venir. Boluamonos a casa, que esas son consideraciones a la ventura.

Cor.—No ay dia sin noche. No nos quexemos tan presto d'el amor, que por ventura será más benigno de lo que pensamos; y sus fructos, quanto en su flor son más amargos, tanto son más dulces quando maduros, y en teniendo saçon, de fuerça han de caer. Paciencia, señor, qu'el tiempo es enemigo de los que sin él se apressuran: él como buen consejero lo dira, y mientras no se puede golopear, trotemos.

NOTAS:

[759] El final de este párrafo se halla corregido así en El Celoso: «Deues atender á seruirme, dandome antes ayuda que consejo».

[760] En el original, al margen, Psyches.


SCENA V

Inocencio, Lena.

[In.].—Grauem curam suscepi. Dónde hallaria yo ahora aquella buena muger? que sin duda lo es, segun sus caritatiuos passos. Gran descuido ha sido no preguntarla adónde mora. Anceps valde sum. Auré de buscarla por essos ospitales de donde nunca sale, aunque más acude, segun me dixo, a la Concepcion; alli pienso hallarla.

Len.—Ce, ce, ce, señor Licenciado, algun buen espiritu le trae siempre a dond'es desseado. En este punto, estando cogiendo vnos paños, que por mi deuocion he lauado, del ospital de Esgueua, me vino vn mensage de aquella señora diziendo que dessea mucho saber el recado que he dado a su carta, y si puede esperar buen suceso de su negocio. Y asi, diziendo[Pg 404] quien dexa caridad por caridad no peca, lo dexé todo y sali a buscar a V. m.

In.—Fue mi ventura echar por esta calle, viendome perplexo por no saber adónde os podria hallar; que soy tan corto, que aún no sé vuestra casa.

Len.—No me corro yo poco d'esso, y asi quiero que la sepa en todo caso; que para personas tales la tengo siempre abierta. Sabe, hijo mio, la casa de los locos, que llaman Orates?

In.—No sé otra cosa.

Len.—Pues pared en medio de un oficial de tinteros, peines, calçadores, mangos, lanternas, peonças y macetas de sellos es mi pobre abitacion, a su mandado.

In.—Con tantas y tan buenas señas, no podré errar ya; huelgo mucho de saberla.

Len.—Tenemos algo con que poder consolar los tristes?

In.[761]—Ya he dado la carta a mi señora; leyola delante de mí, y segun lo que pude colegir, entiendo auerla pesado mucho d'el mal suceso de la prima.

Len.—De manera que entendió V. m. lo que dezia la carta?

In.—Las palabras no, porque leia para sí; digolo por auer visto que mudó de color suspirando, aunque lo queria dissimular.

Len.—Qué piensa qu'es el amor de la sangre? Dezia mi buen marido (que era vna persona entendida) que la sangre se muda facilmente en agua.

In.—O, qu'escogida sentencia! boluemela a dezir (por amor de mí) que la quiero encomendar a la memoria para no menester.

Len.—Que l'agua se muda presto en sangre.

In.—Y como qu'es ello assi; y de ay proceden las alteraciones y desmayos, que llaman mal de coraçon. Nunca os ha tocado algo d'esto?

Len.—No ha auido muger que más presto se alterasse que yo; mayormente en mis preñados, que he sido en estremo antojadiza.

In.—Al fin el entendimiento del hombre se sustenta aprendiendo. Compra la buena doctrina, y no la vendas, porque no tiene precio. Preguntóme quién me auia dado la carta. Dixesselo puntualmente (como me aduertistes) y luego medio turuada me mandó salir diziendo: yo respondere, que no puedo ahora porque vendrá mi marido.

Len.—Y halo hecho?

In.—De otras empresas más arduas he yo salido con honrra. Iacta sunt à nobis fundamenta rei. Veis aqui la respuesta.

Len.—El Rey le dé, assi como me la da V. m.,

vna Presidencia, que más de quatro Presidentes ay que no saben tantos latines.

In.—No perderiades vos nada en ello; pero Bonae artes honore vacant. Mandóme mi señora que os rogasse que consoleis y deis ánimo a aquella persona de su parte, diziendola que su merced lo remediará todo muy presto.

Len.—Biua mil años tan buena criatura, perfecta y noble señora.

In.—Yo me voy, que es ya tiempo; si fuere menester otra cosa, auisámelo, que n'os faltaré; y el Señor os dé salud para que por vuestro medio se hagan muchas obras semejantes, que cierto Hoc tuo facto laudabuntur omnes.

(Entrase Inocencio.)

Len.—Nunca él le falta. Sin duda que me deue de tener este por la segunda Puta vieja latin sabeis, pues me jeringonça la mayor parte de lo que habla. A buen seguro que aurá la maestra escrito en esta carta mil petrarquerias; porque (segun me ha dicho l'ama que la crió) sabe quanto ay en Amadis, que no hay más que dezir. Pues el señor Damasio, que ha poco que vino del estudio con las botas llenas de latin, responderá a las mil marauillas y aurá entr'ellos vn passatiempo del otro mundo; y a mí no me faltará contento, pues he de ser repagada del entonar estos organos.

NOTAS:

[761] Lena dice equivocadamente en el texto que seguimos. La misma errata se halla en el de El Celoso.


SCENA VI

Aries, Ramiro, Vigamon.

[Ar.].—Vigamon!

Vig.—Señor.

Ar.—Qué hora es?

Vig.—Las nueue daran, si no han dado.

Ar.—Mas pensé que se le auian de oluidar al relox en la faltriquera. Veme a llamar a Ramiro presto; dile que venga a hablarme, que tengo con él vn negocio de importancia[762].

Vig.—Iré a su casa o a la plaça?

Ar.—Más cierto será hallarle en la tienda; mas por sí o por no, vete por la plaça, que podria ser hallarle en l'acera de S. Francisco recogiendo nueuas que contar a sus descansalenguas. No es el que alli va?

Vig.—El mesmo; Ramiro, ¡a Ramiro! no oys? Ramiro, esperá con la maldicion.

Ram.—Essa te llueua a cuestas; qué gentil criança de patan!

Ar.—Esperá, hermano Ramiro: parece que no quereis oyr; dónde vais tan negociado?

Ram.—Ando por mudar de casa, y asi voy depriessa a buscar al dueño de vna que me vendrá a proposito, y quiero acudir con tiempo, antes que otro me gane por la mano, que andan muchos golossos por ella; V. m. me perdone si no me detengo.

Ar.—Esperá vn poco, por amor de mí. Aueis visto más a mi señora Violante?

Ram.—Señor, no.

Ar.—Ya he tratado con mi yerno de aquel negocio que sabeis.

Ram.—Sea muy en hora buena. V. m. me dé licencia, que no me puedo rascar la cabeça.

Ar.—Veamonos.

Ram. (solo).—Como me desocupe. Renegá de viejo que no adeuina; en effeto, a este se le ha entrado de rondon la sensualidad en el cuerpo. Mirá, por amor de mí, qué seca llamada: querria él ahora que yo tomasse el pulso al gato; mejor le arrastren; no haria semejante vajeza si me diesse quanto tiene. Es aquella señora una bendita, y quando no lo fuesse, menos lo haria; porque, fuera de ser oficio de ruines hombres, está de por medio aquel desenuainador de Damasio su hijo, que trae el seso (como los cangrejos) en la escarcela; no querria darle ocasion para que me matasse y que despues, entendiendo el por qué, dixesse toda la ciudad entonces: benditas sean manos que tal hizieron. Si quisiere hazerse la barua, labarsela he con mil aguas de olores; si sangrarse, hasta que no le quede gota en el cuerpo m'emplearé en su seruicio de mil amores; pero alcahuete yo, no es cosa. Es lo bueno, que quando yo pudiesse ponerlos a braço partido, le tendria por la misma castidad; porque quando más vn viejo presume hazer del valiente, es para perder antes con antes el pellejo. Mas dexado esto aparte, qué cosa es ver vn venerable anciano que pone en punto de aguja seso, honrra, hazienda y vida a discrecion de vna flaca muger? Qué pensamientos le acompañarán, quando despues de auer sido marido treinta años, se ve a pique de andar su honrra por los cantones, mostrado con el dedo, hecho passatiempo y fabula del pueblo, sin poderse librar del mercado que se haze en nuestras tiendas? Mas quién no mofaria de ver derramar lo que con tanta tenacidad se ha escasseado toda la vida, conociendo su impotencia, con quien presume que le puede renouar y hazer un Sampson (sin copete) a fuerça de sus enuaimientos y filtros amorossos, de los quales nos libre Dios, y a estos caxquiuanos, tocados de la mesma yerua?

NOTAS:

[762] El diálogo está mal dividido en la edición de Milán. Le restituímos conforme al texto de El Celoso.


SCENA VII

Cornelio, Macias, Damasio.

[Cor.].—Quién pudiesse adeuinar en qué casa aurá entrado a sembrar cuernos l'astutissima[Pg 405] Lena! deue de estar emboscada, pues no la podemos descubrir en tantas horas.

Mac.—Va en mi poca ventura, para que acabe de abrasarme sin ningun remedio.

Cor.—No se congoxe V. m., que ella se nos pondra presto delante; y quando no se cate, le hará ver la luna en el pozo.

Mac.—En ventura el cuidado duerme y reposa; mas triste d'el que no sabe en quántas braças de agua se halla, teniendo l'alma colgada de vn hilo, sin ver dónd'está asido. A lo menos, supiessemos de otra que me pudiese dar algun remedio, para que mi fantasia, preñada de vano desseo, muriesse o abortasse.

Cor.—Resistir las pasiones viene de varonil esfuerzo, y a los coraçones flacos les falta en las aflicciones mayores.

Mac.—Dichoso se puede llamar en esta vida el que tiene dolor que se puede resistir.

Cor.—El enojo mata quien no l'estima. En vna noche nasce vn hongo: haga V. m. ánimo de leon, que con ser el mio de oueja, me basta para hazer que su fantasia haga presto treze hijos varones.

Mac.—Está bien; yo veré lo que hazes.

Cor.—Verá que soy como la higuera, que da fructo y no haze flor.

Mac.—Con todo esso, temo no seas antes como la lechuza, que tiene mucha pluma y poca carne.

Cor.—Esta carne nos destruye.

Mac.—Estaria en casa Lena quando dixo aquél que auia salido?

Cor.—Si vuiera ydo solo algun pobreto como yo, no fuera mucho negarla; mas viendo essa presencia de emperador (considerando el prouecho), se la quitara de los braços para dársela: qu'estos rufianes siempre hazen de semejantes viejas mulas de alquiler; y porque no se pierda viaje, quando ellas caminan los dexan (como tablilla) en casa para entretener con palabras a los que vinieren (Sale Damasio). Alli veo al señor Damasio, y a mi parecer alegre; deue de traernos algo de bueno.

Dam.—De dónde vienen los vagabundos?

Mac.—De buscar a Lena, que nos trae perdidos.

Dam.—No sois buenos podencos.

Mac.—Vos, hermano, teneis tanta ventura, que si intentassedes bolar saldriades con ello.

Dam.—En este punto se acaba de yr, auiendome recreado el coraçon con agua de angeles.

Mac.—Para vos es el mundo; dadnos alguna buena nueua.

Dam.—Y tal como la que y'os traigo. Veis aqui la respuesta de mi carta.

Mac.—Es posible? Mostrá, por vida de quien la embia; dexáme l'er, que me aueis resucitado.

[Pg 406]

Dam.—No se dan semejantes cosas en otras manos.

Mac.—A mí, que soy vuestro hermano y secretario, no se me ha d'esconder nada.

Dam.—Ay pocos renglones.

Mac.—Pocos o muchos, l'edlos ya si me quereis bien.

Dam.—No puede alargarse, por qu'está con mucho recelo de su marido.

Mac.—Al fin ha escrito?

Dam.—Quatro renglones.

Cor.—Mucho se puede dezir en pocos; y si esta vez ha tenido tiempo para escriuir quatro, la segunda será de ocho, la tercera de diez y seis y la quarta ya de uencida (estando más assegurada) será viniendo a los pactos, porque deue (a lo que sospecho) de andar bien cerca de rendirse.

Mac.—Ea, acabemos ya, que y'os prometo que deue de ser bonissima, segun la vendeis cara.

Dam.—Ahora quitaos los sombreros, hincaos de rodillas, y sin pestañear, estad atentos. Donde vas tú, desalumbrado? (Haze que se va Cornelio).

Cor.—Voy por vn par de candelas, para que se lea la epistola con todas sus ceremonias.

Dam.—Escucha, loco.

CARTA

No tengo (Esperança mia) ingenio ni tiempo para agradecer con palabras dignas el amor que V. m. en su dulcissima carta significa tenerme, ni el contento y satisfacion con que quedo de mi dichosa suerte, por tenerme est'enemigo con tanta tirania y recato, qu'es marauilla auer podido tomar la pluma; y assi (desseadissimo bien mio) diré cortamente, que l'aficion con que le correspondo es tan grande quan pequeña la comodidad para podersela mostrar con las obras y breuedad que desseo. A que m'esforçaré por todos los medios possibles. Entre tanto, note bien alguna persona de confiança lo que saliere cantando mi pagezillo: que d'esta manera yré dando auiso de mis pensamientos a quien será siempr'el vnico subjecto d'ellos; en cuya memoria me encomiendo.

No te parece, Cornelio, qu'es carta digna de vna reuerencial atencion?

Cor.—Y avn porque lo sospechaua, y estar más deuotamente, queria yo encender candelas a Piedegrulla.

Mac.—Ahora conozco ser verdad lo que las mugeres dizen: que no es amor el que presto no corresponde, y assi el d'esta dama es (sin duda) plusquamperfecto.

Dam.—Todas las deudas reciben recompensa de diuersas maneras, sino ésta, que no se puede pagar sino con el mesmo amor.

Cor.—V. m. será pagado alomenos en gentil moneda. Qué le parece a V. m., señor Macias? No me concederá ahora que quien sabe escriuir esto sabrá tambien ponerlo por obra, y contentar a quien teme ahogarse en vn palmo de agua?

Mac.—No cantemos triunfo antes de la victoria.

Dam.—Bien has entendido, Cornelio, el auiso; a ti toca ahora estar alerta, para que quando el page saliere de casa entiendas bien sin perder vn acento lo que cantare. Lleua contigo vn librillo de memoria y alguna niñeria que darle, porque te lo diga y dexe escriuir.

Cor.—No perderé punto.

Dam.—Más contentos podemos yr ahora a saber la respuesta que aurá dado vuestro suegro a su suegro.

Mac.—Buena o mala, a lo menos vuestro negocio va en popa.

Dam.—Dezí nuestro, pues es camino infalible para llegar a lo que tanto desseais. Fuera melancolia, la libertad se nos restituye, y no aurá Historia que haga mencion de más dichosos amantes.

Cor.—Oxala, y despues a la mañana con cien moros peleasse. La priessa que se dan las mugeres al mal.


SCENA VIII

Aries, Vigamon, Policena, Ramiro.

[Ar.].—Vigamon, Vigamon, a Villanchon; donde está este animalazo?

Vig.—Aqui estoy, señor.

Ar.—No oyes, porque duermes más que vn liron; no tienes verguença?

Vig.—Por Dios, señor, poca cuando estoy traspuesto. Verguença es andar salteando caminos, mas el dormir no daña a otros y aprouecha al que duerme.

Ar.—Razon de tu aljaba; basta que te hazes donosso entremanos, vente comigo. Llama allí.

Vig.—Ta, ta, ta.

Pol.—Quién est'ay?

Vig.—Quién manda V. m. que diga?

Ar.—Pregunta si está en casa Ramiro.

Vig.—Está en casa el señor Ramiro?

Pol.—Quién le busca?

Ar.—Yo le quiero hablar.

Pol.—En este punto acaba de salir: no pued'estar vn tiro de piedra.

Ar.—Corre, dile que l'estoy esperando. No pensé que tenia Ramiro hija tan hermosa.

Pol.—No lo soy poco para quien bien me quiere.

Ar.—Queda sola en casa?

Pol.—Más de lo que yo querria. Por qué lo pregunta V. m.?

Ar.—Por entrar a hablarla de más cerca. Abra, mi alma, la puerta.

Pol.—Ay gracia como esta? ya no ay viejos en el mundo. Espere vn poco, que mi padre le meterá en casa, alli viene. (Apartasse Vigamon).

Ar.—Vengais en buen'hora, amigo Ramiro; estaua preguntando a vuestra hija si es comoda esta casa, que me parece bueno el puesto.

Pol.—Ay embustero como éste? No le crea, padre, que ha querido entrar, requebrandome como si fuera de veint'y cinco años.

Ram.—Calla, picotera, qu'eres vna chorlita sin juizio.

Ar.—Queria entrar a esperaros en casa; fuera mal hecho?

Ram.—V. m. es señor de quanto yo tengo, y como tal puede entrar y salir quando fuere seruido.

Pol.—Quién oye a mi padre? y despues l'espanta su mesma sombra, y el menor viento que se mueue en casa. Mal lograda me coma la tierra si por sólo esso negare de oy más la entrada, venga quien quisiere.

Ram.—No lo digo por tanto, bachillera; no suba yo allá. Ha visto V. m. la colera de la rapaza? es pintiparada la madre que la parió; pero tras esso, la honestidad del mundo.

Ar.—Bien se le parece. Vamonos passeando vn poco, que tengo que deziros.

Ram.—Puedo seruir en algo a V. m.?

Ar.—Ya vos sabeis en qué me podriades hazer amistad, y no aueis querido; mas quiero que querais en todo caso.

Ram.—Todauia está V. m. en aquel proposito?

Ar.—Y no puedo hazer menos. Ya sabeis, Ramiro, quánto dessea mi señora Violante contentar a Macias su hijo, qu'está perdido de amores por Cassandra, hija de mi yerno; y está en mi mano darle la donzella en las suyas, o desahuciarle. Y assi tengo por cierto que si la dais a entender esto, se resoluerá de fauorecerme como desseo.

Ram.—Es posible que Ramiro Coruato aya oido de la boca de Caton semejante cosa? No quisiera por quanto tengo que vuiera llegado a mi noticia. Aunque creo qu'es por prouarme, o no conocer bien a aquella señora.

Ar.—Querria conocerla mejor.

Ram.—Pues si dexa de saber algo, yo se lo dire a V. m. de P a pa: es visnieta de don Aluar, nieta de don Beltran e hija de Rodrigo de Cabrera el bueno. De parte de madre, es...

Ar.—No me sé dar a entender: digo que la querria conocer de más cerca.

Ram.—Y yo respondo a esso que no soy[Pg 407] bueno para tal effeto, porque nunca ha auido traidores ni alcahuetes en mi linage.

Ar.—A fe que os tenia por más amigo.

Ram.—No tiene V. m. mayor seruidor para qualquiera otra cosa. Dé vn tiento a Cornelio, criado de sus hijos, que me parece a proposito para semejantes embaxadas, y podria ser que acetasse la empresa; mas por descargo de mi conciencia digo que tampoco él no hará nada.

Ar.—Ahora bien, paciencia. Con todo esso, quiero yr a referirla lo que con Ceruino he tratado.

Ram.—Anda V. m. en contratos con ella y busca otros medios tan flacos?

Ar.—Y avn por esso he menester tercero que nos concierte.

Ram.—V. m. con su mucha prudencia y auctoridad lo podrá guiar todo, de manera que llegue al puerto desseado.

Ar.—Pues auiendome fiado de vos, no me quereis dar este contento, muera esto aquí. Y mirá bien que no hagais lo que suelen los de vuestr'oficio; que son todos orejas y lenguas, porque nos pessaria a ambos d'ello.

Ram.—Ya V. m. me conoce.

Ar.—Vigamon!

Vig.—Señor.

Ar.—Ve a casa de mi señora Violante de Cabrera, sabe si la podré besar las manos.

(Solo.) No soñaua el que pintó niño a Cupido, porque propriamente el amar es de los moços. Ahora acabo d'entender que la prudencia y el amor no pueden estar juntos, porque contra este tirano no vale edad, seso ni grauedad, pues donde haze pie no dexa su furor, sino con el açadon y la pala, cuyo plazer se acaba en vn punto, y la verguença acompañada de vn frio arrepentimiento dura para siempre. Vanas esperanças, daños más que ciertos, cortas alegrias, pessares perpetuos, dulçores contrahechos, confitados en penosa amargura; liga donde caen los desdichados, cruel y desesperada enfermedad, afistolada llaga, eterno daño, passion que enloda al moço y anega al viejo, y fin que deuora y consume todo bien, con suspiros que importunan lo poco que nos queda de tan miserable vida. Conociendo yo esto, he intentado hazer comigo como los medicos, que quando pierden la esperança de la salud d'el enfermo, estudian solamente en dar aliuio a su pena, al mal de dentro y apostema escondida, aplicando epithimas y fomentos, con qu'el dolor menos le fatigue. Mas es (o gran verguença de mis años) echar leña al fuego en que me abraso, pues en lugar de diminuir mi penosso cuidado, va por momentos creciendo. Pero qué marauilla, pues Socrates, hablando de vn subiecto amoroso, dize que estando viendo vn libro con vna donzella, espalda con espalda, llegando su cabeça a la d'ella, sintió en aquel punto vna puntada en vn lado, como picada de araña, que cinco dias despues, ormigueando, le llegó al coraçon vna começon continua. Mas a mí diré yo auerme mordido el ardiente apetito, que, sin sentir, se ha apoderado de mis entrañas, o la sangre feminil que sin defensa, con el dulce mouimiento de su vista, me assaltó; tirando inuisible sangre, que al punto se m'entró, por los ojos, en las venas, y no consintiendome tocarla, queriendose boluer por donde vino, me haze seguir por fuerça a quien podria sacarme de pena. Mas por ser mi sangre tan espessa y fria, no puede penetrar por aquellos diuinos ojos a mezclarse con la suya, purissima, sutil y dulce: de donde a más no poder nasce el desseo que me deseca y consume, de transformarme en ella. Heu patior telis vulnera facta meis.

(Vuelve Vigamon).

Está en casa?

Vig.—Sí, señor, y esperando a V. m.


[Pg 408]

ACTO TERCERO
SCENA I[763]

Cornelio, Policena, Bezerrica[764].

[Cor.].—Gran contento es seruir a estos mancebilletes baruiponientes: porque fuera de que siempre me dan que reyr, son afables y de prouecho, pues caen liberalmente con lo que tienen. Acuerdaseme ahora (y es verdad) de lo que dixo vn cierto poeta o filosofo a un amo mio, estando en buena conuersacion, tratando de amores: que era de opinion ser el amor vn ramo de profecia; porque quando vienen aquellas frenesias o fantasias al enamorado, acierta a dezir cosas, que si no lo estuuiesse no las alcançaria. Como Macias, mi amo; que teniendo la cabeça como quando su madre le parió, quando le toma la tirria o le assalta el accidente d'el amor, le oyo algunas sentencias que despues de passado creo que no las entiende mas que su cauallo. (Policena a la ventana.) Alli veo a mi linda Policena: quierola recrear con vn poco de viento de Laus laudis, qu'es el que más contenta a las moças, que siempre quieren más al que mejor las sabe engañar. Será bien hazer como que no la he visto.

Pol.—A, buena pieça! a, gentilhombre! Dios me perdone el testimonio que te leuanto.

Cor.—Perdoname tú, amores, a mí, que no te auia visto, por vida d'essos ojos, garfios de coraçones.

Pol.—Bien creo yo que no me has visto, y aun qu'es lo que menos disseas, porque ay otra que te haze yr traspuesto, pensando en ella, sin acordarte de mí.

Cor.—Cómo podré acordarme de otra, si desd'el punto que te vi, mi alma, dexando sus proprios pensamientos, colocó en su lugar los de tu persona? la qual no me dexa acordar ni aun de la mia, tanto, que aun durmiendo, la imaginacion para en ti, como acontecio la noche passada, que soñandome contigo y queriendo abraçarte, me hallé burlado, y assi creo sin duda que ahora despierto lo soy de ti.

Pol.—No es tiempo de burlas, embustero. Tos, amor y fuego no pueden estar secretos. Piensas que no sé lo que passa con Florina, la hija de Mastre Machin el sastre? ay, buena pieça, quál eres!

Cor.—Quién te ha echado essa pulga en la oreja, mi alma? Qué Machin? qué sastre? qué Florina? qué me dizes?

Pol.—Tal prouecho te haga como el aceite a las sardinas, que si hará, por ser castaña, que de fuera engaña, y tú buytre, pues dexando lo bueno te abates a lo corruto y hediondo; mas el mal frances me vengará de ti y de la señora Coxa.

Cor.—Esso tiene más la pieça? Quien no conoce Coxa, de Venus no goça.

Pol.—Qué dizes entre dientes?

Cor.—Acuerdome ahora de qu'estando vn malhechor en la escalera, le presentaron vna moza perdida coxa, para librarle si se quisiesse casar con ella; y al punto que la vio, boluiendose al verdugo, dixo: Hazé presto, hermano, vuestro oficio, que renquea. Qué hará vn hombre libre como yo? No me buelques el estomago con esos merdosos celos, pues podria estar antes la mar sin peces que yo sin amarte vn hora; y qualquiera palabra que enojada me dizes es un perro rauioso que me arranca las entrañas. Los arboles, amores, que tienen profundas las raizes, no se pueden trasplantar como quiera. No me aparto de ti el espacio de vna vña. Dime, por amor de mí, dónde está tu padre?

Pol.—Y para qué lo quieres tú saber?

Cor.—Para si no ha de boluer tan presto entrarme vn rato a desenojarte.

Pol.—Quierome reir sin gana. Ha, ha, ha. Entrar o qué? No se hizo la gragea para los puercos: ya, ya! antes te vea yo hazer cuartos.

Cor.—Mejor seria reales, pues soy todo tuyo.

Pol.—Ay, cara de salteador de caminos; no sé por qué no te tiro algo a essa cabeça de Hurdemalas.

Cor.—Perro hambriento, vida, no hace caso d'el palo. Quien se quema, se sople. Yo sé que de las injurias que me dizes te quedará la pena.

Pol.—Tú, traidor, falso enemigo, sabes que las mereces peores.

Cor.—A fe de hidalgo que no tienes razon, y que te hazes agrauio en pensar que ay en esta tierra otra ninguna por quien yo diesse vn passo, ni el menor pelo que traigo acuestas. Quanto más que no conozco (por los annales de Roma) tal hombre, ni muger; y si hallares lo contrario, toma esta daga y sacame la lengua con ella.

Pol.—Bien lo sabes fingir; mas si primero no atas, como dizen, el asno a la puerta, jurando de casarte comigo, no te cr'eré si me dixesses el credo, ni atrauesarás más estos lumbrales. No, por el siglo de mi madre.

Cor.—Pues tras qué ando yo? Para luego es tarde: dame acá essa mano. Mas escucha, amores, que oyo cantar.

Bez.

No desmaye'l amante porque vea
Cerrada su esperança en fuerte muro;
Sea constante y fiel, que si dessea,
Del reciproco amor está seguro,
Piense que tanto más dulce'l bien sea
Quanto el camino por do viene es duro:
Que al ánimo resuelto, impedimento
No puede auer que sea de momento.

Cor.—Page, a, page!

Bez.—Dezis a mí?

Cor.—Sí, hermano.

Bez.—Hermano? y de quando acá? Deueis de ser de aquellos por quien m'embian a mi sin herreruelo a estas horas.

Cor.—Capeador querrás dezir.

Bez.—Maldita otra cosa.

Cor.—Dios me guarde; ahora veo que no me conoces.

Bez.—Ni vos a mí.

Cor.—Mas que sí?

Bez.—Mas que no? Quién soy yo?

Cor.—Eres el page de la señora muger del señor Ceruino.

Bez.—Es verdad; mas yo no cayo en vos; alçá el sombrero.

Cor.—No puedo, qu'estoy con vn chichon en la frente.

Bez.—Pues n'os conozco.

Cor.—No? poco dulce se deue de comer en tu casa.

Bez.—Poco? No deueis vos tampoco de conocer a mis amas.

Cor.—Pues cómo es possible que no se te acuerde d'el hijo del confitero flamenco, como entras en la Especieria, a mano izquierda.

Bez.—Confitero sois?

Cor.—Sí, amigo, a tu mandado. Quién te ha enseñado tan lindo cantar?

Bez.—Lindo, sí, por cierto. Harto mejor es[Pg 409] la seguidilla que sé yo, mas no quiere mi señor que la cante en casa, so pena de media dozena de otra colacion que la vuestra, porque dize que es desonesta.

Cor.—Y essa, hatela oydo tu amo?

Bez.—Yo me guardaré d'esso como de comer soliman; mi señora sí, que me la ha enseñado y hecho dezir mil vezes.

Cor.—Quieres me la dexar escriuir y te daré vna muy linda pelota?

Bez.—Venga.

Cor.—Ves l'aquí.

Bez.—Dadmela.

Cor.—Di primero, que te me huirás con ella.

Bez.—No haré, por vida de mi madre; tenéme vos de la faldilla.

Cor.—Toma; di, pues, presto.

Bez.—O qué linda pelota, haseme oluidado.

Cor.—No querria yo más, para que fuesses a casa en cuerpo.

Bez.—Tras esso andais: ya os entiendo. Escriuí, escriuí a priessa. (Escriue Cornelio).

Cor.No desmaye'l amante porque vea, etc.

Bez.—Dexáme ahora.

Cor.—Que me plaze; si nos encontramos otra vez, yo sé lo que te daré, y más si vas a mi tienda.

Bez.—Tom'os la palabra.

Cor.—D'acá la mano. Pues somos ya amigos, bien es que nos sepamos los nombres; cómo te llamas?

Bez.—Bezerrica, a vuestro seruicio; y vos?

Cor.—Yo Manso, a tu mandado; no te detengas, amigo.

Bez.—A Dios, Manso.

Cor.—A Dios, Bezerrica. Este mochacho y yo vendremos presto a hazer vn buey perfecto, porque no le faltan a su amo sino los cuernos, que ya me parece se los veo apuntar.

Pol.—Agora que tienes la cancion, la harás cantar a la puerta de tu Florina.

Cor.—Hallado has el musiquero; acaba ya, no seas boba, ablandate, que fuego no se mata con fuego.

Pol.—Pues para qué la has escrito?

Cor.—Para mis amos, que como son músicos, tienen el seso con ventanas y quieren auer quanto se canta, y assi me embian a media noche a caça de sonetos.

Pol.—Dime lo que has escrito.

Cor.—Cantando?

Pol.—No, porque no l'oyan los vezinos.

Cor.

El que os viesse y no cegasse
Ciego, señora, seria;
Quien perdido no quedasse
Más perdido quedaria.
Para poder escapar
[Pg 410] De cegar o se perder,
Es el remedio n'os ver
O no saberos mirar.
Mas quien assi se librasse
Presso afligido seria:
Y si os viesse y no cegasse
Mal, Policena, veria.

Pol.—Tú me das la raposa por marta y me hazes cr'er quanto quieres.

Cor.—Pues por qué no cr'es quanto te quiero?

Pol.—Essas son otras quinientas.

Cor.—Oye, amores, por vida mia, mas yo boluere a la hora que suelo, si gustas d'ello.

Pol.—Si gusto? En condicion me lo pones? Hazme rauiar esperandote, como sueles.

Cor.—Ya sabes que no soy mio.

Pol.—Pues cúyo eres?

Cor.—De mis amos y tuyo.

Pol.—Mio?

Cor.—Assi fuesses mia, que no puedo llamar assi vn cuerpo priuado de aficion.

Pol.—Troquemos.

Cor.—Esso no, mi alma; besote las manos. (Solo). Mirá hasta dónde encaxa los celos el demonio. Como si no tuviesse que hazer con los casados. Lo que remedia y daña una copla a tiempo! Cosa estraña es lo que me quiere esta moça; mas tal burla la hago, por vida d'el Marques de la Cornia, que no la trocasse por la más repicada de la ciudad. Es cosa de burla, sino andarse el hombre tras estas ouejitas de prima tonsura. Más estimo aquel cuello que me dio el otro dia, que quanto mis gallipauos esperan de sus emparedadas. Andense ellos a coplas, que yo me estare entretanto las manos en la cinta. Quierolos lleuar esta profecia y allá se auengan.

NOTAS:

[763] Falta esta indicación en el original, como falta en la escena primera de todos los actos.

[764] En el original, Bezericca.


SCENA II

Lena, Violante, Damasio, Cornelio.

(Len.].—No veo persona en esta calle. El señor Damasio me dixo que me dexasse ver, que me queria dar vn regalo para mi enamorado. El diablo le ha dicho que le tengo. Al fin, no hay cosa secreta, por más que la persona mire por su honrra; a fe que tengo de abrir los ojos de aqui adelante, que por menos se suelen perder buenos casamientos. Sin duda lo aurá sacado el casquiuano por discrecion, entendiendo que aunque se le corta la cola al perro, siempre queda perro: que de otra manera seria imposible saberlo él ni nadie, porque no entra en mi casa sino secretamente (a medio dia) quando no parece persona biua, por euitar el escandalo de la vezindad. A lo menos, si no soy casta, tengo esto bueno, que de cauta me he preciado siempre, porque'l mal es siempre mal, mas peor quando con mal exemplo se comete. Si todas se gouernasaen con el recato que yo, no andarian hoy tantas honrras por los tableros. Piense lo que se le antojare, que tampoco él anda ahora para hazerse hermitaño: que yo no me emendaré mientras pudiere comer mi pan con corteza, y aun despues veremos. Echá la natural inclinacion a palos, que no por esso dexará de boluer. No sé con todo esto si l'espere aqui o si llegue a su casa. Si le aguardo, podrá ser que como moço descuidado se esté entreteniendo en otra parte, y que me dexe plantada hasta la noche'scura, y no puedo perder tiempo teniendo tantos negociantes, que me esperan como agua de Mayo; aunque las más vezes soy la de San Iuan, que quita el vino y no da pan. Si voy a su casa podrá la madre preguntarme lo que quiero, y no sabiendo qué responder, sin duda m'embiará jabonada. Pues no es nada soberuia la señora: dízenme que quando la pica la mosca no ay quien pueda esperar sus reziuras. Pero cómo soy necia ahora, estando más llena de cautelas que un hueuo de clara y yema? No sabré darla el pan por hogaza? No, que soy vna boba! Ea, pues, cabeça mia, Dios te me guarde de pan de ventana; hela aqui a las mil marauillas; al fin no se hizo la silla para el asno. En aquella casa ay tres que me conocen: Cornelio y sus amos; será desgracia si en llamando no responde alguno d'ellos; si fuere otra persona, o la mesma madre, diré que traigo a vender alguna cosa, la primera que me viniere a la boca; está que no ay más que pedir; con buen pie vamos. Ta, ta, ta.

Violante (dentro de la ventana).—Perdoneos Dios, amiga, esse llamar tan rezio; que toda me aueis turbado.

Len.—Ay, qué ligera de sangre es la señora!

Vio.—Qu'es lo que buscais?

Len.—Ayudame, lengua, si no, mira que te corto. Cuitada de mí, no deue ser ésta la casa que busco. El otro dia me encomendó vna señora que la traxesse vn poco de estoraque y benfuy para hazer vnas pastillas, y no acordandome de la casa, lo pregunté a tiento a vna muger que acertó a passar por aqui y me encaminó a ésta, diziendo que sin duda seria V. m., porque (dixo) es la más curiossa señora de la ciudad. Qué lamedor!

Vio.—Ay, amarga de mí, cómo s'engañó en todo; ya passó esse tiempo; mas aunque no soy la que buscais, yo tomaré vn poco si es bueno.

Len.—Es bonissimo quanto puede ser. El diablo me traxo a la memoria esta mercancia.

Vio.—Subí arriba, hermana, o esperáme ay.

Len.—Esperete vn toro. No lo traigo, aqui.

Vio.—Pues si no lo traeis con vos, para qué llamais?

Len.—Para saber la casa, auisar que lo tengo ya y boluer por ello a la mia. Tan gran pecado ha sido? perdoneme V. m.

Vio.—Andá en buen hora, que no deue de ser esso lo que buscais.

Len.—No ha sido malo el encuentro y desecha para de valde; qué haré ahora? Dar de la sarten en las brassas.

Cor.—Allá va la bienhadada.

Dam.—Es ella?

Cor.—La mesma. Daranos ahora sin duda tres ouejas negras por vna blanca; ya nos ha visto.

Dam.—Dexame con ella. Loada sea la hora en que aueis parecido a cabo de aueros buscado tres horas. Más teneis que hazer que pastelero en Carnestoliendas; bien se deue correr el oficio.

Len.—Tan bien, qu'estoy por llamarle (sino por lo que por seruir a V. m. traigo entre manos) peor que mecanico. Pobre de mí, que para poderme sustentar y mantener en la gracia de los que bien me hazen he de cumplir con todos y ser como el Sol, que assi alumbra a los buenos como a los malos; aunque deuen de pensar algunos (no lo digo por quien tanto se acuerda como V. m. de hazermela) que biuo como camaleon.

Dam.—Huelgo de no entrar en essa quenta.

Cor.—No? La primera partida de su Manual.

Len.—Aun hasta ahora no puedo dezir de qué color es la ingratitud.

Cor.—Ha hecho como el tirador de arco, que para llegar al punto va tomando la mira gran espacio sobr'el blanco; y ahora vende la salsa.

Dam.—Quereis yr a hazer lo que os dixe!

Len.—A V. m. toca mandar y a mí obedecer.

Dam.—Tomá este par d'escudos, y si bolueis con algo de bueno, yo sé lo que haré.

Cor.—No digo yo que nunca cantó en vano? Y con todo esso, haze siempre como la gata, que sin quitar los ojos de las manos come y gruñe.

Len.—Bastame la gracia de tan buen cauallero.

Cor.—Es a punto el medico, que diziendo no es menester hazer esso comigo, abre la mano y aprieta más que vna tenaza; pero tienen ambos esto de bueno (como el lobo): que nunca toman por quenta.

Dam.—Esta carta y anillos aueis de dar al Bachiller, diziendole lo que más al proposito os pareciere, para que llegue a buen puerto.

Len.—Pierda V. m. cuidado.

Dam.—Todo lo remito a vuestra discrecion.

Len.—Beso las manos á V. m.

Dam.—Con bien boluais.

Len.—Quedá en buen hora, Cornelio hijo.

(Vasse Damasio).

[Pg 411]

Cor.—Lena madre, todos los cuclillos os acompañen; como ayais concluido este negocio, haremos los dos otro aparte.

Len.—Ay, loco, loco; ya no me quiere ninguno, sino para lo que traigo entre manos; pues siempre me dexan a la luna, como tablilla de meson. Mas con todo esso, ya hablaremos más largo y tendido; que aunque se acabó el vino, el barril es el mesmo.

Cor.—Creolo, porque la zorra muere en su pelleja si no la desuellan.

Len.—Pulla es essa; basta. Lo demás para otra vez; a Dios mi... no lo quiero dezir.

(Vasse Lena).

Cor.—Pues direlo yo: fa, sol, la mayor puta vieja que ha estudiado en Valladolid. Burlaos y vereis lo que passa; tenderse quiere la niña. Con todo esso, he de procurar pescarla algunos realejos, contentandola, quando más no pueda, a ojos cerrados; acabando de comer mi pan con la salsa de más agradable imaginacion.

(Buelue Damasio).

Dam.—Quán de assiento lo tomas.

Cor.—Tambien, señor, ando yo casi enamorado, y quiero tenerla contenta; qu'es aparejadissima para sacarla quanto alcança.

Dam.—La razon?

Cor.—Porque como estas calloncas tienen la carne tan mal acostumbrada, dan liberalmente lo que les queda al que tiene paciencia para ensillarlas.

Dam.—Sacaráte el vientre de mal año.

Cor.—Por qué piensa V. m. que se dixo: Bueno está Chillon, si la vieja le dura?

Dam.—Por lo que guarda su quiñon la vieja madura; y assi vendrá a salir tu desiño el sueño del perro.

Cor.—Todo será auenturar dos ydas y venidas; y quando la suerte salga en blanco, a lo menos no tendremos que reñir sobr'el partir de la cadenilla, porque la damos a comer por onças, y assi quedaremos amigos como de antes.

Dam.—Gran hablador eres.

Cor.—Lo qu'escuecen las verdades!

Dam.—A la fé, sospecho que deues de ser a la parte.

Cor.—Nunca me passó por pensamiento, porque ya murió Calisto, y nuestra Melibea se da tanta priessa a sacarnos de pena, que la mercancia vendrá a salir poco más que de balde.

Dam.—Poco precio te parece el coraçon con que la he dado?

Cor.—Es de los que se pesan en las carnecerias de amor, que se hallan a cada passo.

Dam.—No es para ti esta materia; puedo cantar con verdad:

Quisiera yo tener diez coraçones,
Y que lleuara vno en cada dedo.

[Pg 412]

Cor.—Y porque no tenemos más de vno le conseruamos quanto podemos.

Dam.—Ya v'es lo que dize la estanza.

Cor.—Veolo, pero como soy tan grosero, no lo entiendo.

Dam.—Buen principio es para salir de tu necedad el conocerte. Dice que no desconfie por verla tan encerrada: que sea constante en la començada empresa: fiel, entiendesse secreto, qu'es la mejor parte en vn enamorado y que más satisface a las damas. Assegurame del reciproco amor; y poniendome delante que las victorias más trabajadas hazen el triunfo mayor, concluye con esta verdadera sentencia: qu'el amor rompe y allana todas las dificultades a quien con pecho valerosso se resuelue para llegar al fin que pretende. Qué te parece?

Cor.—Que lo ha V. m. interpretado muy a su proposito; pero quisiera yo que todo esso lo dixera la copla.

Dam.—Mucho más da a entender, que para ti seria algarauia.

Cor.—Pues qué concluye?

Dam.—En que está determinada de poner en execucion lo que la pide el desseo.

Cor.—Quando?

Dam.—Más tarde que yo querria. Esso estudiará ahora, y sin pensar nos lo cantará el ruiseñor.

Cor.—Cómo gusta la fortuna de casos tales! y para hazer bien no se hallará agua en Tajo[765]. Bien ha hecho V. m. en no dezir nada d'el cantar a esta buena muger.

Dam.—De semejantes no se ha de fiar sino lo forçoso, y esso con gran escaseza y recato. Vamonos a casa a consolar a Macias con esta buena nueua, que no la creerá segun es el viento fauorable.

Cor.—Yo tengo que hazer en la plaça; mandame V. m. algo?

Dam.—Que no te descuides de acudir al pagezillo, que ya v'es lo que nos importa.

Cor.—No perderé punto.

NOTAS:

[765] Agua en el Danubio dice El Celoso.


SCENA III

Cornelio, Vigamon.

[Cor.]

Si vna es buena, es por ventura,
Y si mala, de natura.

En dos palabras ha dicho la señora quanto es menester, más claro qu'el sol; y yo hago del aturdido, por dexar saborear y dar más que deuanear a mi amo. Allí veo a Vigamon, mi amigo viejo; quiero desentrañarle, para tomar vn rato de plazer.

Vig.—Vienes más a punto que la gracia a vn condenado quando está en la escalera, porque yua derecho a buscarte.

Cor.—Ya era tiempo de que nos viessemos; ay algo en que te pueda ser de prouecho?

Vig.—Mi amo me embia a llamarte.

Cor.—El señor don Galcerán a mí?

Vig.—Quánto ha que mudé dueño!

Cor.—Pues con quién estás ahora?

Vig.—Con el señor Aries de... par Dios, no sé de dónde.

Cor.—Es vn cauallero padre de vna señora que se casó poco ha con un Ceruino de tal, que biue a las Tenerias?

[Vig.].—[766]El mesmo.

Cor.—Pues de dónde me conoce él a mí?

Vig.—No te lo sé dezir.

Cor.—Mira no le ayas entendido mal.

Vig.—No eres tú Cornelio, criado de aquella señora viuda hermosa, que tiene dos hijos y vna hija?

Cor.—Qué me podrá querer?

Vig.—Menos lo sé: él te lo dirá; de qué te congoxas?

Cor.—Sabes qué cosa es ser llamado sin pensar vn pobre moço de personas tales? Haze reboluer en vn punto quanto el hombre ha hecho y pensado en toda su vida: la verguença me empacha y haze dezir esto; pero con todo esso, vamos. Como lo passas, Vigamon hermano? estáis bien acomodado?

Vig.—Casi bien, como vela a medio arbol.

Cor.—Quánto hazes de daño?

Vig.—Doze grullejas pagadas, que no ay más que pedir.

Cor.—La cama?

Vig.—De la fabrica de vnas parrillas, no la trocaria por la del guardian del Abroxo; mas no sé qué tiene, que aun durmiendo me bambaneo, sin poder hallar remedio (aunque he prouado ciento) para hazerla estar queda.

Cor.—Será sin duda algun duende.

Vig.—Oxalá, si fuesse como el de la otra, que se quexaua que vno no la dexaua repossar de noche, con que tenia amedrentada a su madre; hasta que se vino a descubrir que secretamente metia en casa vn familiar encarnado, que hazia sobr'ella la pessadilla.

Cor.—Ha, ha. No, ay[767] en casa alguna dueña que quiera hazer contigo de la duenda?

Vig.—Si esso tuuiera, medio mal, mas no ay sino vna viejeçuela, trasparente como lanterna, que gouierna la casa.

Cor.—Es tan sin dientes que no se la puedan sacar vn par de muelas?

Vig.[768].—No ay vieja para esse menester; mas llegate a herrarla: es vn Barrabas con tocas; no ha nascido (segun lo que muestra en el sacudimiento y aspereça) mula más mala d'ensillar.

Cor.—Aurá sido coxquillosa en su jouentud: mas si yo la dixesse al oydo vnas palabras que m'enseñó vn albeitar, verias marauillas.

Vig.—Como d'essas sé yo; pero tal qué aprouecha? no queda por esso.

Cor.—De manera que ya l'has tentado las coraças?

Vig.—Vna vez sola, que haziendo del cortés, la pregunté como estaua, y al punto muy escandalizada se lo fue a dezir a mi amo, añadiendo que la auia tocado el deuantal; y él (que es más seuero que Socrates) diziendo: Dura cosa es, hermano, andar a discrecion de un garrote, me puso perpetuo silencio. Y assi passo vna vida tan colerica y melancolica, que (de puro ahondar horizontes) temo al cabo de venir a dar en poeta; porque me siruo demassiadamente de la cabeça. De manera, hermano, que soy medio biuo, sin más conuersacion que la de un negro boçal que cura el cauallo; con quien passo mis ratos, hartandonos ambos de zinguerrear en vna guitarra más destemplada que discante de ramera.

Cor.—Vamos a la gula.

Vig.—Esso no falta quien me mantenga flaco, con poco gasto, fabricando siempre en seco, tanto que a cada bocado me veo en passamiento.

Cor.—Quién compra?

Vig.—Yo, por mi más negra ventura que la pez.

Cor.—No sabes la cuenta del siete y tres son treze? Ya m'entiendes!

Vig.—Demassiado, pero todo lo que se come es casi de su cosecha, y andan tan d'espacio los banquetes, que se puede hazer poca hazienda.

Cor.—Arrima la nauaja y rapa donde pudieres: no ues quánto han encarecido las cosas, que todas han crecido sino nuestros salarios, que no bastan para çapatos? No tienes algunos percances?

Vig.—Qué cosa buena puede auer en casa donde no se juega? Assi me tengo por casi enterrado.

Cor.—Tú qu'eres amigo de plazer, auias de estar con mis amos (dos puros locos de atar), que siempre me traen de acá para allá, haziendo [Pg 413]el amor, dando músicas, en seraos, en comedias, en banquetes y en otros mil passatiempos. No ha Dios amanecido quando assidos de mí comiençan a luchar comigo, arrastrandome por aquellos suelos y haziendome pedaços quanto traigo acuestas.

Vig.—No me parece essa buena conuersacion.

Cor.—Qué importa, si quanto traigo es suyo y quanto ellos mio. El vno, toma tal jubon, y el otro, ponte aquellos calçones: vengan los torreznos, la fruta, el beuer fresco, y todo con vnas entrañas, que me tendrian los que no nos conociessen por su hermano mayor.

Vig.—No son esos caualleros como los malauenturados que dizen que para ser bien seruidos conuiene tener los criados pobres.

Cor.—Tras essa hoja hay otra: que no siruamos tanto que de puro obligados los amos no sepan con qué pagarnos; y assi he visto criados que lo pueden ser del Rey, enuejecidos y rotos, esperando los montes de oro, que nunca corren, con que los entretienen.

Vig.—Dexariame yo echar vn birote de semejantes amos como los que tú tienes. Llegate a ciertos confessos reuestidos con quatro reales que les dexaron sus padres (ganados como Dios sabe), que les parece matar a sus madres si dexan al pobre moço vn momento en reposso, como si los vuiesse comprado por esclavos; no lo puedo lleuar en paciencia. O si (como lo he desseado mil vezes) me tocasse por suerte vna[769], ser amo de alguno d'estos pelones, verias cómo me seruia d'él, haziendole correr, trotar, saltar, sudar y trabajar tanto, que no le parasse mosca encima; cada dia (por ahorrar el salario) leuantaria cosas nunca soñadas para descontar del salario, y por quitame aquella paja: hermano, otro poco a otro cabo. Mas es el diablo que para esto es menester argent, y yo no lo puedo esperar en los años de Matusalem: porque no ay en todo el Mapamundi tanta tierra como ocupa vn'hormiga que sea mia. Al fin no viene a ser puerro sino el que se trasplanta. Auria lugar para otro criado en casa d'essos señores?

Cor.—Es su madre tan auarienta, que antes mira a despedir que a recebir de nueuo.

Vig.—Buena ventura fué la tuya en topar con tales amos: daria quanto tengo por seruirlos.

Cor.—Con quántos ducaditos caerias si yo te metiesse en mi lugar? que desseo ya assentar y dexarme de tantas mocedades.

Vig.—Para esso mi amo.

Cor.—Pues troquemos.

Vig.—Oxalá, mas cómo?

[Pg 414]

Cor.—Concertemonos, que despues yo lo encaminaré.

Vig.—Burlaste o dizeslo de veras?

Cor.—Respondeme al quánto y dexame el cargo.

Vig.—No me hallo con más de quatro, y el mes que va corriendo (aunque no tanto que no me parezca vn año); darete los tres, que lo demás es para cambalachar unos calçones con éstos que andan por dexarme.

Cor.—O, esso es poco, porque te valdran más de cinco al mes los prouechos: mas por lo que te quiero me contento con quatro.

Vig.—Sea[770] assi.

Cor.—Dexame concluir vn negoçuelo en que ando, que será presto; yo te auisaré, y entonces haremos d'esta manera. Yo me despediré (resuelto) de mis amos en buena paz, fingiendo alguna ocasion, y les diré que en mi lugar les quiero dexar vn criado a toda broça, tal como bueno, que serás tú; y sin duda holgarán d'ello; y al mesmo tiempo harás otro tanto con tu amo, diziendole que soy un moço diligente, virtuoso, que nunca dexó el rosario de la mano, y tan amigo de quietud, que pienso meterme fraile.

Vig.—No anda él tras otro, doylo por hecho; quándo quieres el dinero?

Cor.—Esso, amigo, quanto antes será lo mejor, porque no nos podamos arrepentir.

Vig.—Veslo aqui, toca la mano.

Cor.Fiat.

Vig.—No nos detengamos, que t'espera mi amo con más desseo que las coles de Agosto l'agua. Voy a dezirle que estás aquí.

Cor.—En buen hora. No ha sido mala esta iornada; tendre con qué prouar la mano. Sy ganare, boluerselos he, y si no, trampear y a ello.

Vig.—Subí arriba.

NOTAS:

[766] Suplimos aquí el nombre de Vigamon, que falta en los dos textos de La Lena y de El Celoso.

[767] Falta este nombre en La Lena, pero no en El Celoso.

[768] En el original, indudablemente por errata, Ha, ha, no. Ay...

[769] Asi en el original, quizás errata, en lugar de mía.

[770] El impresor lo estampó en italiano: Sia.


SCENA IIII

Inocencio, Lena

[In.].—Omnes in omnem culpam prolabuntur. Gran peccado comete mi señor (de que ha de dar estrecha quenta) en tener tan encerrada y descontenta a vna mujer exemplo de virtud como la suya: tengo por cierto que, si por él no fuesse, no dexaria pobre desconsolado y que daria quanto tiene a quien se lo pidiesse, ocupándose siempre en hazer caridad. Mirá qué bondad de señora: ha entendido el desastre de la prima, con que otra se vuiera escandalizado y dicho que si ha hecho mal con su pan se lo coma, y en hallandose sola (con vna angustia grande) da cien suspiros de pena, por no poderla ver y ayudar como querria. Pues con qué gracia me rogó que vaya a dar un recado de su parte a aquella buena muger con estos tres ducados, por el menoscabo de su ropa, con que voy a cousolarla contentissimo, porque quien esto la embia no dexará de socorrerla adelante. Pareceme la que allí está; sí, ella es. El señor os tenga de su mano, hermana Lena; pensauades que n'os auia de venir a ver algun dia?

Len.—Y por qué auia yo de cometer tan gran pecado, pensando tal cosa de quien tiene por oficio las obras de misericordia, y principalmente la mayor de todas, que es consolar los tristes? Assi se alegre comigo quien mal me quiere, como yo con su gentil presencia; sin duda que mi ventura le ha traido aqui, porque en este punto pensaua yr a buscarle para lo que oyrá. Mas antes quiero saber a qué ha sido la buena venida; porque desseo mucho que me emplee en su seruicio.

In.—Cierto que deueis essa voluntad a l'aficion que yo os tengo. Mutuo amamus inter nos. Mi señora está tan afligida por la desgracia de aquella señora, que desde aquel punto que la di su carta anda como fuera de sí; fantasseando tan trocada, que me trae lastimado; y assi me embia a saber cómo está la buena donzella, y a rogaros que la vais luego a visitar de su parte, y digais que tenga ánimo, porque con mucho calor va tratando de remediar su pena; y tambien os da estos tres ducados por la que tomais en ser medianera entr'ellas, y dize que la disculpeis de no la escriuir, que no lo haze por euitar sospechas.

Len.—Bendita sea tal señora; al fin donde está la nobleza ay largueza; en más tengo esta memoria de su mano que vn tesoro de otra. Ay, hijo mio, quánto se consoló aquella criatura con la carta que la lleué: no pareció sino que via el cielo abierto. Dixome que fuesse otro dia a verla, como lo hize ayer; recibiome con mil caricias, besandome estas pecadoras manos; y despues de mil demandas y respuestas, me dió esta carta, con estos dos anillos, para la señora Marcia, con los cuales dize que su merced s'enternecerá; porque son los que la embió con el padre quando vino a sus bodas. Por caridad, que V. m. se los dé, encareciendola mucho la memoria que ha tenido d'esta su deuota y humilde criada.

In.—Yo lo haré muy de veras.

Len.—Si tiene, mi alma, algunas camisas que adereçar, mire que me las traiga, si no quiere que m'enoje.

In.Istam tuam voluntatem semper in ore, animoque habeo. El Señor quede con vos.

Len.—El vaya contigo, que te sobra la bondad, como la cresta al gallo.


SCENA V

Damasio, Cornelio, Lena.

[Dam.].—No se me cuece el pan por saber lo que ha hecho Lena de la carta y anillos, y el modo que aurá tenido: quieres, Cornelio, que nos vamos passeando hazia su casa?

Cor.—Si V. m. lo dessea mucho, yo muero por ello; y me parece cada hora más estrecha y larga qu'el mal año: aunque estoy casi cierto de que aurá hallado camino aproposito; porque no son tres asses peores qu'ella, ni tiene el Infierno más astuto demonio.

Dam.—Su oficio lo requiere. Llama, que aquí t'espero.

Cor.—Llegue V. m. comigo (pecador de mí), por si acaso está allí su rufian.

Dam.—Ya te entiendo; perro couarde no quiere ver lobo. Pareces de los soldados de Trencha, qu'eran treinta y seis a arrancar vn nabo.

Cor.—Mucho me pessa de oyr essas palabras; mal conoce V. m. al segundo Fierabras. Digolo porque nos la negará, no viendo persona de respecto.

Dam.—No es mala desecha.

Cor.—El diablo me ha metido entre el martillo y la vigornia.

Dam.—Miedo ha Payo, que reza; no lo digo yo? qué estás murmurando?

Cor.—Qu'estoi por dar al vellacon, en abriendo la puerta, vna cuchillada que le derribe ambas orejas, aunque sea otro Orlando.

Dam.—Alomenos, burlando. Quien leon mata en ausencia, del topo teme en presencia. No más, Fierabras; yo te marco por vn dezeno de la cama; aunque sospecho que tomaras tú ahora vnas paredes por Iaco, porque todo Milan no armaria tu miedo.

Cor.—Ya esso passa de burla; no haga V. m. que se me suelte alguna mala palabra.

Dam.—Antes creo que se te ha soltado otra cosa peor; no m'espantaria, porque perro escaldado despues tiene miedo del agua fria.

Cor.—A fe de pobre moço que si no fuesse por cierto respecto que yo me sé... basta; mejor es callar. Sepa V. m. que hast'ahora nadie me ha quebrado nueces sobre la cabeça. Bien dizen que la familiaridad d'el señor es capirote de loco para el criado.

Dam.—La rana haze del leon.

Cor.—Dexemonos de motecicos y chufetas, que por menos qu'esso he visto yo venir a buenas cuchilladas. Llamaré o no?

Dam.—Pues a qué venimos? de qué hablamos? Animo, ves me aqui para morir a tu lado; aunque como te muestras tan fiero, temo no[Pg 415] hagas, en el furor de la colera, de la ballesta gallega, que tira a enemigos y a'migos.

Cor.—Ta, ta, ta.

Len.—Quien llama tan rezio, algo nos trae.

Cor.—Con qué nos recibe la maldita!

Len.—Señor mio, es possible que los caualleros se humanan tanto? Qué buena ventura ha traido este bien a mi pobre cabaña?

Dam.—La mia, si hallo lo que me he prometido siempre de vuestra discrecion y diligencia.

Len.—No puede faltar a persona dotada de tantas gracias. Mire V. m. lo que passa. Estando tomando el manto para ir a dar aquel recado, entró por mi puerta el buen Bachiller (que está uestido y calçado con todas sus letras en el Limbo) con tres ducados que me embio la reina de las mugeres, mandandome que fuesse luego de su parte a consolar, a V. m. y a assegurarle de que'n breue concluira el negocio muy a su gusto; con otras mil palabras buenas, y ceremonias de nunca acabar. Iurandome el cuitado que desde'l punto que leyó la carta no parece más la que antes era. Y como que lo creo yo, que quando, por mis pecados, nauegaua por los acidentes de amor, no repossaua hasta dar fondo. Tengase lo demas por dicho, y pues que está ya hecho el pico al tordo, aparejem'esas manos.

Cor.—Cómo s'encaxa la puta vieja!

Len.—Ay, ojos encantadores, qué tiempo se os va llegando! cómo se le cae al osso la pera madura en la boca! ya m'entiende.

Cor.—Harto claro lo pide: pero mi Durandarte haze orejas de mercader y buelue se a su negocio.

Dam.—Haos dado alguna carta?

Len.—No, señor.

Dam.—Qué recado distes a la mia y anillos?

Len.—El mejor del mundo, a mi parecer. Diziendole que su prima se los embia, fingiendo ser vnos que la señora Marcia la embió con el tio quando boluio de sus bodas.

Dam.—Bueno, a fe de quien soy: no ay más que hazer sino esperar lo que Dios hará.

Cor.—Ha, ha, ha.

Dam.—De qué te ries, insensato?

Cor.[771].—Riome de que quiere V. m. esperar de Dios lo que suele hazer el diablo.

Dam.—Tienes razon: por necio que vno sea acierta a dezir algo bueno; ya podras ser mi predicador y hazerme dar con los amores en vn conuento.

Len.—Lo que más ahora hemos menester son las bragas de vn motilon, que quitan los malos desseos como con la mano.

[Pg 416]

Cor.—No lo digo por tanto, yo enmudecere por quinze dias.

Dam.—Acaba ya, majadero, que no son los donaires para todos tiempos.

Cor.—Antes en este que esperamos de tanta alegria y consuelo, no ha de auer otra cosa.

Dam.—Está bien. Amiga Lena, comete al sabio y dexale hazer; en vuestras manos me he puesto, dadme buena quenta de mí.

Len.—Biua V. m., que todo se hará bien.

Cor.—O mal; otro nudico a la bolsa.

NOTAS:

[771] Damasio dice el original de La Lena, erradamente. El mismo yerro se encuentra en El Celoso.


SCENA VI

Macias, Cornelio, Bezerrica, Damasio.

[Mac.].—Ea, Cornelio, aunque creo que estás cansado, por auer ydo a cien partes, vamos, que quando el amo tiene trabajo no deue repossar el buen criado.

Cor.—Por mí, vamos donde y quando V. m. mandare.

Mac.—Es burla lo que leia anoche mi hermano en aquel libro? pues dize que l'alma del amor es la esperança, y que en faltandole muere, como la criatura careciendo de leche.

Cor.—Quien lo escriuio deuia de hablar por esperiencia. Porque viene a proposito, dire a V. m. vna estanza que cierto cauallero muy sabio embió a vn amo mio (y por contentarme la tomé de coro) que conforma con lo que dize el libro. Notela V. m., que vale más quel Cancionero General.

Mac.—No querria que fuesse de las que sueles cantar.

Cor.—Esta es contemplatiua.

Nasce de ociosidá el Ciego Flechero,
Que biue alimentado d'esperança:
Quien le da leche es el desseo primero
Y vanos pensamientos la criança;
Ser y vigor (si bien no verdadero),
El contento (qu'está siempre en balança),
Es muy escaso en dar; promete largo,
Presenta dulce, y da despues amargo
.[772]

Mac.—A fe qu'es buena; mas boluiendo al proposito digo, que prueuo en mí lo contrario: pues sin alimento d'esperança ha crecido, y con más fuerças que de gigante me atormenta y va priuando de la vida.

Cor.—La causa es V. m., pues le ha criado a los pechos de sus pensamientos, que le han seruido en lugar de leche d'esperança, deteniéndose en ellos sin acordarse de otra cosa.

Mac.—Dizes bien, porque l'aficion me la pintó tan hermosa desde el punto que la vi, que siendo defendido a los ojos el esterior refrigerio, la mente se retira dentro; y viendo impressos en sí mesma los rayos de aquella sobrenatural belleza, haze d'ella el manjar que dizes, de que se sustenta.

Cor.—Esto deue aquietar más á V. m.

Mac.—Antes al contrario, porque la figura que señorea y gouierna mis sentidos, enamorada de sí mesma, me fuerça a yr donde naturalmente reside, y no pudiendo, con los dientes de amor me roe el coraçon, ahogandome los espiritus.

Cor.—Passo, que oyo cantar al pagezillo; apartese V. m.

Bez.

Vistase mi esperança como viere
Qu'el bien d'el que más ama va vestido;
Siga el camino al punto por do fuere,
Y al fin se junte con quien ha seguido;
Despues (si la Fortuna no impidiere,
Embidiando d'Amor tan buen partido)
Lleuará su consuelo mano a mano,
Y el contento que pid'el caro hermano
[773].

Cor.—Bezerrica amigo, ya era tiempo de que nos viessemos: qu'es de la pelota que te di el otro dia?

Bez.—Veisla aquí, n'os la daria por vn Real; mirá como salta.

Cor.—No iugaremos vn poco?

Bez.—No tengo dineros.

Cor.—Yo te prestaré, no quede por esso.

Bez.—O, quántos reales! son todos vuestros?

Cor.—Pues cúyos auian de ser? toma, toma vno. Si tú fuesses a mi casa, yo te daria tantas de las cosas que tengo.

Bez.—Qué teneis?

Cor.—Qué? esso es largo de contar. Confitura de todas suertes[774]: maçapanes, rosquillas, mermeladas, turrones, passas, datiles.

Bez.—Datiles teneis? Traeis ay algunos?

Cor.—Sí, amigo.

Bez.—Y confites?

Cor.—Quieres que traiga aqui toda mi tienda? si yo supiera que te auia d'encontrar, no viniera sin muchas cosas que darte; mas otra vez yo te pondre como un trompo. Abre la fatriquera; no te los vea tu amo.

Bez.—Ver o qué? mal año; ni aunque fueran otros tantos, yo me los yré engullendo de dos en dos. O, si vsassen los datiles sin cuexcos!

Cor.—Luego no los has visto?

Bez.—Nunca.

Cor.—Pues yo te dare vna libra, que te comeras las manos tras ellos. Mas dexame escriuir lo que has cantado, que perdí la cancion del otro dia.

Bez.—Qué me plaze; aunque voy de priessa a llamar a vn criado d'el padre de mi señora para que vaya con nuestro Bachiller a acompañarla, que va fuera con la hija de mi amo, y él se quedará en casa, porqu'el otro dia escalaron vna junto a la nuestra.

Cor.—Di, pues, presto, que yo escriuire en vn momento.

Bez. (Lee).—Vistase mi esperança como viere, etc. Quedá con Dios.

Cor.—El te guie. Esta es vna ieringonça de palabras sofisticas, que no las entendera vn Catedratico.

Mac.—Dexamelas l'er, que por ventura me pondra delante Amor lo que el rudo ingenio no alcançare. (Lee) Vistase mi esperança como viere, etc. Quán presto halla camino lo que ha de ser.

Cor.—Loado sea la d'el Villar, traenos ese enigma alguna buena nueua?

Mac.—Rebuena a lo que entiendo.

Cor.—No lo dezia yo? al fin las más duras se maduran, como las seruas, con tiempo y paja. Aqui viene el señor Damasio, que contrapunteará sobr'el canto llano marauillosamente, porque entiende de achaque de tramas más que quatro abogados. O, cómo llega V. m. a buen tiempo!

Dam.—Qué ay?

Mac.—Esto que ha cantado el mochacho poco ha.

Dam. (Lee).—Vistase mi esperança como viere, etc. Este's canto verdadero de las Syrenas, que hará dormir a Vlysses; sus a ellas! No ay tal como perseuerar con paciencia, que con [Pg 417]ella todo se alcança; ni castillo ay[775] tan fuerte, que alcabo no se venga a perder (por vigilante que sea el que está a la defensa) si solo ha de combatir contra muchos. Quién hiziera cre'r esto a Macias?

Mac.—N'os espanteis, hermano, que lo deue causar la falta que tengo d'esperiencia; fuera de que quanto más vno dessea, tanto más anda embuelto y atado en temores y dificultades; porque siempre de lo que se pretende es menor la esperança que el miedo de no poderlo alcançar.

Dam.—Ea, pues, Cornelio, ya que hasta aqui se ha nauegado prosperamente, no nos perdamos a la entrada del puerto; quenta con el timon, andame listo, echate vna anguilla en el cuerpo.

Cor.—No me faltaua sino tratarme (tras asno) de lerdo; más a proposito seria echarsel'a quien yo digo.

Dam.—Pierde cuidado. Aqui dize que tengamos quenta cómo sale vestida la señora Cassandra, qu'es vuestro bien, y vos, hermano, el que yo más amo, que me vista de aquella manera y las sigamos; qu'en llegando a donde van, me junte con ellas y alli nos trocaremos, quedandome yo con mi dama en lugar de la vuestra, a quien lleuareis a nuestra casa a ensartar aljofar; y la mia a mí dond'ella fuere seruida; si ya alguna desgracia no lo impidiere. Mirá qué suerte; sin duda aurá hallado el modo para que podamos seguramente pagar el diezmo al Celoso. Ea, Cornelio, haz ojos de Linceo, no las pierdas de vista por descuido; mira que no hay cosa de más ligeras alas que la ocasion: que mientras el lobo caga la oueja se salua. Ven en vn salto a auisarnos; mira dónde paran, qu'es lo que más importa para trocarnos. Entretanto vamos nosotros a rogar a Lobata que nos preste el vestido que fuere menester, fingiendo querer hazer vna burla a vn amigo muy enamorado, haziendo como que su dama le va a buscar a su casa.

Mac.—Embuste de Lena: buen dicipulo ha sacado; al fin quien trata con malos se haze malo. No nos viene poco a proposito ahora tener mi señora aun todas sus galas; no sé qu'es su intencion.

Dam.—No m'espantaria si de treinta y quatro años que puede tener (a su quenta) viendose parada como molino sin agua, y a nosotros derretidos de amor (siendo del mesmo humor) se le antojasse algo; ya lo veremos.

Cor.—Yo me voy a poner en vna saetera, cerca de su casa, que descubre media legua.

Dam.—Ya auias de ser ydo y buelto, segun mi desseo.

[Pg 418]

NOTAS:

[772] Estos versos ofrecen alguna variante en El Celoso:

«Nasce de ociosidad el ciego Archero
Que biue alimentado d'esperança;
Dale los pechos el desseo primero
Y pensamientos vanos la criança;
Ser y vigor (muy poco verdadero)
El contento (qu'está siempre en balança).
Y siendo escaso en dar, promete largo;
Muestra ser dulce y es en todo amargo».

[773] En El Celoso altérase en algunos versos la lección de esta octava:

«Vistase mi esperança como viere
Qu'el bien del que más ama va vestido;
Tome presto el camino por do fuere,
Júntese a tiempo con quien ha seguido;
Despues (si ya Fortuna no impidiere,
Embidiosa de amor, tan buen partido)
Lleuará su contento mano a mano,
Y el consuelo qu'espera el cuerdo insano
».

[774] En la edición original, suertas.

[775] En el original, oy.


SCENA VII

Cornelio.

[Cor.].—En conclusion, este Ceruino no merece la muger que tiene; semejantes hombres aurian de arar con aquellas simplonas que los plantan de azul vltramarino y oro, que a tiro de arcabuz se parecen. No como la señora Marcia, que se los enxerirá de verd'escuro, que son ciertos cuernecitos que no salen vn pelo fuera de los caxcos, más ligeros que'l mal frances moderno; que no haze aquél los espantajos que el antiguo (dand'os vn leva eius por las narizes) y es más dulce que la sarna (casi gentileza tenerle) y tan poco temido, que hasta las damas sin miedo le acometen, y ninguno por él con ellas vale menos, como bullan las arenicas del rubio Tajo. No puede dexar de ser ésta de las más solenes burlas que se hallan escritas en el Bocacio. En fin, qualquiera debe enseñar a le'r, escriuir y hazer coplas a sus hijas; porque son de tanta virtud como las alcarchofas, y (segun dizen las comadres) de gran vtilidad contra la pudicicia, qu'es vna trabajossa enfermedad. Lo que haria al caso es que ninguna tuuiesse ojos ni orejas, que son las ventanas del coraçon. Dizen mil grosseros que poder escriuir los pensamientos es comodidad para saber ser malas. A la que canta por Natura (si gusta de las cosas d'el mundo) tanto la importa saber le'r y lo demás como no saberlo. No echan los necios de ver que las ignorantes, fiando los secretos de los criados, se hazen sus esclauas; y que se hallan algunos tan atreuidos, que presumen tambien yr a la parte, con amenazas de que descubriran sus faltas (o sobras), y si no lo alcançan (ellas se lo saben) mudando oy de vn amo y mañana de otro, van publicando las desgracias de las tontas inocentes. Mas estas Sibylas, estas doctas, saben gouernarse de manera que apenas ellas mesmas entienden lo que hazen. Veis aqui ahora el exemplo, que por tener esta señora tantas letras, ha sabido engañar a vn hombre tan sabio como el bachiller Inocencio (que le podrian poner (como dizen) inter oues et boues et reliquia pecora campi), pues siendo el principal ministro de la transformacion qu'esta noche se hará, piensa ayunar a pan y agua. Mal haya el diablo, que no me ha de tocar sino el escriuir simplemente los auisos; porque los criados somos como la campana, que suena para otros, y no le quedan sino los golpes d'el badajo. Alli salen las salidas damas: de morado va la de Macias; juraralo yo sin verla, porque tengo por menos pessado vn cosolete a prueua que vn virgo. Quiero darme priessa para auisar a mis amos, qu'estan espiritados.


SCENA VIII

Ceruino, Marcia, Innocencio, Cassandra.

[Cer.].—Marcia, amores, ya veis que me dexais solo; por amor de mí que os vengais en acabando las Vísperas.

Mar.—Y'os lo prometo, que no me querria quedar tan presto en la Iglesia.

Cer.—Oyslo, Inocencio? n'os aparteis d'ellas; mirá no las pissen, que aurá mucha gente.

Mar.—Por cierto que pareceria tan bien el Bachiller entre las mugeres como nosotras en el coro.

Cer.—O, qué donosa razon! hazé, hermano, lo que y'os digo. No me contenta nada, Cassandra, esse tu manto; baxo les está mejor a las donzellas.

Cas.—Y la pragmatica?

Cer.—Yo pagaré la pena.

Mar.—Assi aurá ello de ser. No quereis que vea dónde pone los pies?

Cer.—Dexalda caer, que Inocencio la leuantará.

Cas.—El coraçon me dize que será ello assi antes que buelua a casa.

Cer.—Marcia, mirá que os pongais en part'escura; apartaos quanto más pudieredes, que andarán cien insolentes que os quitarán la deuocion que lleuais.

Mar.—No ayais miedo; en nombre de Dios vamos. Qué os parece, Inocencio, de la mala condicion d'este mi hombre? Por vuestra vida, no me teneis lástima?

In.—Y cómo, señora! Summa est hominum peruersitas. Mil vezes he dicho entre mí qu'es V. m. martir con él; en verdad que no tiene razon. Auria de tener otra muger que le hiziesse padecer del mal que tanto teme; mas no lo permita Dios. Es más que verdad lo que dezia mi maestro: que de todo quanto la tierra produce, con alma vegetatiua y sensible, no ay cosa a quien la muger no pass'en miseria, pues sola ella ha menester comprar con sus bienes a quien ha de ser señor de su persona.

Mar.—Paciencia.

In.—Sí, señora, por amor del Señor. Ahora que tengo tiempo quiero encomendar a V. m. aquella pobre señora, qu'es vna obra meritoria.

Mar.—Y'os prometo que por esso he salido de casa, que no me siento con el ánimo reposado ni nada buena (Vamos poco a poco). No sé qué me tengo desde qu'entendí su desgracia. Ahora pienso hablar a vna grande amiga mia, prima de la abadessa del Monasterio donde pienso ponerla (que vendra a encontrarnos sola por no dar nota) y espero que todo se hará bien.

Cas.—Ya no puedo más, que se ha alargado vna cinta de'l chapin y se me sale del pie. Entremos si V. m. es seruida en esta casa a apretarla.

Mar.—N'ora buena. (Aquí se truecan).


SCENA IX

Ramiro, Policena.

[Ram.].—Si me vendiesse por esclauo en vna galera, tengo de comprar vna casa, para no andar en estos alquileres. (Policena a la ventana). Siempre has de estar a la ventana, rapaza? Mirando los bencejos se junta el ajuar? No lo has aprendido, cierto, de tu madre.

Pol.—Estaua mirando, padre, si venia, para saber si se ha de hazer la cena en esta o en la otra casa.

Ram.—Confundido me has con la respuesta. De manera, tarauilla, que por estar a la ventana vendre más presto y se hará de cenar con lo que aún está en la plaça? Policena, Policena, mira que no se me antoje jugar de petrina, que si comienço me comere las manos tras ello.

Pol.—Esso seria de pessar de auerme castigado sin culpa.

Ram.—Antes me daria contento; no más, picotera; limpiame luego essos bacines y aguamaniles como vn oro, y metelos con los paños y estuches en l'arca grande; y sea presto, no me pagues hecho y por hazer. Huela la casa a hombre; no la tocaria a vn pelo de la ropa más que a las niñas de mis ojos, porqu'es la mesma bondad. Mas es menester aparejar la medicina antes que venga la dolencia, y assi (porque no se m'estrague) quiero procurar de sacudir la pessadumbre que traigo (por su causa) a cuestas; no quiero que me suceda alguna desgracia; que no puedo tener oficial que me ayude sin sospecha, y solo gano tres vezes menos de lo que solia. Que se puede esperar de mercancia que (como cañafistola) baxa ciento por ciento de precio, y que a duras penas (aun dando dineros con ella) hallais quien os la quiera sacar de casa? Sino lo que de la otra Policena, hija del rey Priamo; pues quanto más hermosas, tanto mayor es la desuentura del que ha de lidiar con ellas. Quiero resoluerme de tomar muger que mire por mí y por ella; mas (pobre de mí), quién sufrirá el infierno de daca la madrastra, toma la hijastra, si ya el diablo no las concierta? No sé qué me haga; cierto la vida que passo no es para llegar a nietos. Qué tentacion tomó a mi madre quando quitandome de sastre (por ser, como dizen, oficio de ladrones) me puso a baruero? Deuió sin duda de topar con alguno que l'acerto a poner la madre en su lugar (que padecia mucho d'ella), pues si esto no fuera, qué me faltaua a mí, dexandome libre,[Pg 419] para venir a ser alguacil o mercader? Al fin, es mundo: todo anda errado, pues poss'en en él las cosas aquellos para quien no se hizieron. Como yo ahora, que con más altos pensamientos que vn principe de Salerno, soy vn pobre baruero. No acabas, Policena?

Pol.—No me falta sino vn aguamanil.

Ram.—Quando quieres todo lo hazes en vn pensamiento; pero es el diablo qu'eres antojadiza.

Pol.—Y más ahora, que me muero por vnos botines.

Ram.—No te faltarán.

Pol.—Y de cena no dize nada? Yo baxo allá.

Ram.—No, que voy por recado y quiero cenar en la otra casa.

Pol.—Buelua pronto, padre, que tengo miedo si no estoy a la ventana.

Ram.—Pues de quándo acá ha la niña temor del Coco? a buen seguro que tú le pierdas presto. Pareceme que oyo a la madre, que no podia estar vn momento sin compañia.


SCENA X

Ramiro, Ceruino, Marcia, Inocencio.

[Ram.].—Beso las manos de V. m.

Cer.—Dios os guarde, Ramiro; qué buscais tan tarde por estos barrios?

Ram.—Soy ya más vezino de V. m.

Cer.—Cómo assi?

Ram.—He alquilado aquella casita de la esquina.

Cer.—Sea en hora buena; mucho me huelgo de teneros por vezino.

Ram.—Estaré más cerca para seruir á V. m. Ya me parece que se va haziendo hora de cenar.

Cer.—Por esso espero aqui a mi muger y a mi hija, que han ydo a Visperas y auran topado con algunas comadres, que las tendran parlando quanto han soñado desde que nascieron.

Ram.—Ya no podran tardar, aunque si están en las Huelgas acaban muy tarde. La pobreça, señor, escusa vn criado; con licencia de V. m. me voy a comprar de cenar, que por ser recien mudado no ay nada en casa.

Cer.—Vais norabuena. Cómo lo entendio bien el que oyendo predicar ser necessario para saluarse que cada vno lleue su cruz, se fue a gran priessa a tomar a su muger a cuestas, teniendola por tal!

Mal entendido lazo de la gente!
Que las más vezes junta
Dos contrarios humores,
Con sola vna pregunta
Y vn sí (senzillamente
Dado) qu'en mil cuidados y temores
Tiene siempre despues al más valiente.

Si no fuera por el negro respecto del mundo (que dize que buena muger y buen casamiento s'entiende, no de serlo, sino d'el que no se habla) me fuera ahora a traer a la mia arrastrando por aquellos cabellos, dandola mil puntillazos. Huelguense, pues hazen oy Carnestoliendas. Quiero que mi suegro se ria de mí, si puede otro dia, tanto comigo que las dexe oyr otras Visperas este año; es verdad que me quitará que no enclaue la ventana, que por amor d'él dexé abierta. Alli vienen; délas Dios tanta gota, que nunca más se leuanten, amen, amen, amen. Sin duda que aueis ayudado a cojer las sobrepellizes.

Mar.—Marauilla fuera si no me salierades[776] a recibir con vuestros pudrimientos; veis aqui al bachiller y a Vigamon, que os diran si son acabadas las Completas.

Cer.—Preguntá a mi compañon si yo soy ladron.

In.—Es cierto (por est'anima pecadora) que se leuantaron al Nunc dimittis.

Cer.—De aqui adelante seran las Visperas rezadas en casa, que no las quiero tan largas fuera.

(Salesse Ceruino a la calle).

Mar.—Yo sufrire quanto pudiere; subios arriba, Cassandra.

In.—Ya está en su camara. Señora, no sea part'el marido para que V. m. pierda lo que oy con tanta deuocion ha ganado; que siempre el insidiador anda más solicito quando nos ve yr por el camino de nuestro verdadero descanso y contento.

Mar.—Dios se lo perdone a quien tan bien m'empleó.

NOTAS:

[776] En la edición original, salieriades.


[Pg 420]

ACTO QVARTO
SCENA I

Violante, Cornelio.

[Vio.].—Cornelio.

Cor.—Señora.

Vio.—Dond'está Damasio, que no ha dormido en casa esta noche?

Cor.—Lleuaronle vnos amigos suyos que han venido de Salamanca, y por ser tarde se quedó con ellos; no la dé pena a V. m., que'en buena parte está. Y no le aurá faltado regalo y contento.

Vio.—Pues cómo no me has dicho nada?

Cor.—Mandóme que no lo hiziesse. La jouentud, señora, ha de passar su carrera, porque quando el moço es viejo, es viejo moço, y lo que ahora disculpa la edad, en la madura da que reyr a las gentes.

Vio.—Ay, Cornelio, Cornelio, qué retoricadas escusas de traidor descarado son essas? En mal punto pusiste los pies en mi casa; tú, vellaco, eres el inuentor y maestro de los vicios de mis hijos; tú se los tramas, y me los has de dos palomas sin hiel buelto milanos.

Cor.—Nuestra señora de Prado me valga con V. m. Déme licencia, pues tan mal parezco ante sus ojos, y con esto saldremos ambos de pena. Parece que me ha visto V. m. el juego, porque no desseaua sino semejante ocasion para yrme con Dios, porque a vn moço le sobra vn amo; por esso V. m. mande hazer quenta comigo, y tambien yo la haré de auer perdido el tiempo en parte de donde pensaua salir con otro pelo.

Vio.—Esso es lo que yo he más menester; yo voy a missa: en boluiendo lo haré de muy buena gana; porque la muerte del lobo es la vida de los corderos.


SCENA II

Macias, Cornelio.

[Mac.].—Bien me puedo (o amor, grande y benigno señor) dar de oy más por bien pagado de quanto por amar he padecido; y si culpandote (con impaciencia vanamente) he pronunciado algunas palabras contra ti, ahora (arrepentido de todo coraçon) confiesso que la mayor de tus penas es pequeña y muy facil de lleuar en comparacion de tan grandes premios; pues de la tempestad de los suspiros y del infierno de los afanes lleuas a la luz y gozo de todos los deleites d'esta vida. En este punto oy hablar a Cornelio y no parece; bueno es que se descuide quando más es menester; donde aurá ydo? No sé cómo podremos sacar a mi hermano y boluer a mi alma a su casa. Mal aya el diablo; a fe que se pudiera Ceruino dar con vn canto en los pechos antes que me sacara la pressa de las manos, a no tener tal prenda en su casa. O, qué terrible cosa es auer por fuerça de refrenar el apetito y gusto, y priuarse de su contento: mas quien siembra ha de compensar la esterilidad con l'abundancia. Pero lo que más me lastima es ver que esta pobre señora (como tiene en tanto la honrra) no ve la hora de boluerse a su casa, assegurada ya de tenerme por suyo.

Cor.—No estaria más vn solo dia en esta casa si me dorassen.

Mac.—Cuitado de mi, qué oyo?

Cor.—Es este el galardon de mis seruicios?

Mac.—Parece que s'está quexando Cornelio. Hermano Cornelio.

Cor.—Ya es la hermandad acabada.

Mac.—Vienes con vn gesto como si te vuiesse mordido vna biuora.

Cor.—Hame mordido otra peor que biuora; yo me voy, señor, a sacar mi hato, que estoy resuelto de no sufrir más insolencias de mugeres.

Mac.—Este veneno me faltaua, para hazer amargas todas mis dulçuras: bien dizen que el A B C que haze comedia, haze tragedia. Cómo, Cornelio, es possible que en tan gran necessidad nos quieres desamparar?

Cor.—Yo no soy bueno para necessidades, sino para hazer malos a Vs. ms., como acabo de oyr de boca de mi señora, con palabras que no se podrian dezir a vn capeador; y por esto me quiero alargar sin ninguna réplica.

Mac.—Estraño eres en mirar a sus palabras conociendola; no sabes ya quán terribl'es con nosotros quando s'enoja?

Cor.—Si ellos se quieren estar como pollos en cesta, yo no; porqu'estimo mi honrra (aunque pobre moço) como el más estirado.

Mac.—Por vida de Damasio (que sé que le quieres más que a mí) que (dexando aparte la colera) veas cómo nos deuemos gobernar para que salgamos bien d'este negocio.

Cor.—Yo no me quiero empachar más en cosa de Vs. ms., pues soy (segun dize mi señora) quien los distrahe, antes yrme con Dios en haziendo mi quenta.

Mac.—No esperaua yo cierto essa respuesta de tí, ni menos mi hermano: pues me dixo ayer que como boluiesse a casa te queria dar vn vestido y diez ducados. De mí no digo nada.

Cor.—Y dónde los tien'él para darmelos?

Mac.—No tiene la renta de Toro y la de Boezillo, qu'es erencia de vn tio nuestro y ha quatro años que goza d'ella?

Cor.—Y tiene cierto los diez ducados?

Mac.—Y aun más de ciento y cinquenta.

Cor.—Pequeña lluuia gran viento aplaca: del amor del señor nasce la obediencia del criado, y el qu'es fiel nunca se mueue a hazer bien por la esperança del premio; y assi no lo haré, ni por diex, ni por mil, sino por mi buena ley y porque no se diga por mí: quando el malo ayuda, os dexa el pesso a cuestas, y aun oso dezir por dar desgusto a mi señora; perdoneme V. m. si le pessa d'ello.

Mac.—Nosotros queremos más para ti que para quantas madres ay en el mundo. Qué te parece que hagamos?

Cor.—Yo lo remediaré todo; dexem'el cargo. He pensado esta noche, mas no perdamos tiempo, que la esperiencia es maestra en los casos[Pg 421] que ocurren. Vna cosa quiero de Vs. ms., y es que si acaso yo diere en manos de la Iusticia, me ayuden a diestro y a siniestro.

Mac.[777].—Por qué temes d'ella?

Cor.—Porque no querria dar d'el humo en el fuego, y qu'el verdugo me hiziesse las lechuguillas con los pies. Si Vs. ms. han esta noche estado en el plazer de Niquea, yo no he llorado mis pecados, antes gozado de mi Policena como vn paladin: la qual me ha dado la llaue de la casa donde han morado hast'ahora, y otra contrahecha, además de la que tiene su padre, de vn'arca grande que dexaron de mudar ayer por ser tarde; para que en remuneracion de mi trabajo tome lo que hallare dentro (effetos de amor, que haze a los hijos ladrones y enemigos de sus padres). No quiera V. m. saber mas: mi señora es ida a la Yglesia, y la casa está sola; lleue V. m. a la señora Cassandra a la casa que he dicho de Ramiro.

Mac.—Y si acaso él estuuiesse alli?

Cor.—Quien mucho mira al viento, ni siembra ni planta a tiempo; haga V. m. lo que le digo, que cosa hecha cabeça tiene. No ay otra llaue de la puerta sino ésta, y Policena está preuenida para que si el padre se la pidiere l'entretenga con aquí estaua, allí la pusse, acullá os la di, hasta que yo buelua y se la dé a ella; y estamos seguros, porque no hallará quien se la mude sino despues de Missa mayor.

Mac.—Ay, ay.

Cor.—No hazen al caso los suspiros quando se trata del remedio.

Mac.—Suspiro por lo que pierdo y podria suceder.

Cor.—Conforme a lo que viniere nos gouernaremos, que en el camino s'endereça la carga; haga V. m. lo que digo presto, pues no ay tiempo para mas consideraciones. Dios da hilo a tela hurdida.

Mac.—Yo voy por ella.

Cor.—Vaya V. m., qn'el palo torcido se endereça torciendole al reues; yo me adelanto a tener abierta la puerta. (Solo.) Terrible simpleza es la de los que seruimos: que ponemos la vida a cada passo en mil peligros por nuestros amos, no esperando d'ellos otro galardon sino al primero descuido vn «hermano, otro poco a otro cabo, que no os he menester en mi casa». Mas gran necio seria yo si por las palabras de la madre dexasse los (mientras dura el granillo) que me son tan compañeros y liberales. Quien no soba, buen pan no coma; quiero cogerme ahora estos diez ducaditos (vengan de do vinieren), que con ellos y el vestido me pondre como vn Palmerin de Oliua. A fe de pobre [Pg 422]moço, que se podra dar a este (si se nos logra) el precio de los tiros. Andaos a ser celoso, y embiaros han a donde ni el Papa ni el Emperador no tienen Embaxador; quiero dezir (con perdon de quien me oye) a la maldita y descomulgada region de Cornoualla. Yo prometo, si me caso, que tengo de lleuar a beuer mis patos quando llueua, que la violencia de no dexar hazer su curso a la Natura trae semejantes acidentes. Mas qué no acomete vna persona quando siente que no se fian d'ella? Quanto a mí, yo confiesso que todo lo echaria a doze, y por ventura que han passado las agrauiadas de treze, porque los gallipauos no se aurán dormido (yo los fio) con las purgas.

(Juntanse en casa de Ramiro.)

Esta cerradura, señora mia, es de golpe y se abre por de dentro, tirando assi el pestillo; prueue V. m.; esté diestra para que no s'embarace al salir, y esto ha de ser en oyendo tosser. Subasse presto a su apossento: baxe al punto el señor Damasio y metasse en l'arca, que con el mesmo ardid le sacarán y será lleuado a casa de Ramiro.

Mac.—Mucho me quadra, mas temo no se desmaye de congoxa.

Cor.—No tenga miedo, que los ratones d'esta casa son enamorados y como tales nos han ayudado con agujeros que han hecho, para que pueda respirar, y ya yo lo he prouado más de quatro veces; quanto más que ha de durar poco. Ahora salgasse V. m., dexeme cerrar la puerta; esté a la mira; yo lleuaré las llaues a Policena y m'encerraré con ella en yendo el padre con l'arca; que vale ahora tanto como la de Noe, quando buscando nueuo mundo andaua rellena de todas las reliquias de la tierra.

Mac.—La de Marsella te guie.

NOTAS:

[777] En la edición original, esto, por errata, lo dice Cornelio.


SCENA III

Cervino, Ramiro, Inocencio.

Cer.—La casa de Cesar no solamente ha d'estar sin macula, mas sin sospecha della. Digan mi suegro y quantos me tienen por estremado celoso lo que quisieren: que lo he sido, lo soy y lo sere; dando siempre gracias a quien me da conocimiento para serlo; en que me tengo por Rey de los hombres, pues sé tener a mis mugeres de manera que no me puedan hacer de los juegos de passa passa, que suelen las que tienen algunos Iuanes por maridos. Atengome al cantarcico Portugues que dize:

O homen que a moller naon garda
Merece de trazer albarda.

Presto s'engaña quien mal no piensa: tú que tienes que hacer en tu casa, no te alexes d'ella. Dizen que andan en vn predicamento el Celoso y el Cornudo: porque actu vel potentia, el que no lo es lo puede ser. Y si esto es assi (como lo es) no sé yo qué razon ay para que vn hombre que tiene muger moça y hermosa, como yo, no guarde su cabeça de tan estraña Metamorphosis. Es verdad que os toca vna enfermedad comunicable: sino para hazeros vergonçosa conseja d'el vulgo. Mejor están los cuernos en el pecho qu'en la frente. Fors etiam nostris, inuidit quaestibus aures. Porque a qué amigo osareis quexaros que, si no se rie de vos, no se aproueche de la ocasion, instruido y encaminado, para tomar su parte de la visceracion? Esta mañana en la plaça me dixo vno en secreto que cierta donzella principal se salio anoche de casa de su padre, y que se está a plazer con su enamorado. Qué atreuimiento del demonio? A no auer contado mis ouejas, descuidaos y vereis lo que passa. Perro viejo no ladra en vano. (Ramiro llama a su puerta con l'arca.)

Ram.—Ta, ta, ta. Aurasse la rapaza subido a los desuanes. Tata, tata, tata. Por mi fe, que la tengo de dar en abriendo dos repelones. Tatata, tatata, tatata.

Cer.—Ramiro, quereis sin para qué dar con la puerta en tierra? Si vuiesse alguno en casa, ya os auria oydo aunque estuuiesse sordo.

Ram.—A mi hija dexé aqui poco ha; no sé cómo no responde. Aurá salido fuera, la loca, a buscarme. Suplico a V. m. mande que estos hombres descargen en su casa mientras bueluo, que la quiero yr a buscar.

Cer.—(Lo que más he yo menester)[778]. Norabuena. Amigos, aliuiaos, que no sabeis quánto ha de durar la fiesta.

Ram.—Ios a beuer y bolué luego a mi puerta, que y'os pagaré vuestro trabajo. Mande V. m. que se mire por ess'arca, que tengo dentro vn gran tesoro.

Cer.—Yo voi fuera. Bachiller, dad buena quenta d'ella.

In.—Ya lo guardaré como el dia del domingo.

Cer.—No me viene poco a proposito la vezindad de Ramiro, porque con vna mira apuntará a dos cosas. Quiero encomendarle que tenga quenta con quien entrare o saliere en la mia, y estoy cierto de que me será fiel espia. Mas como dize el Iudio: De quien me fio me guarde'l Dio; de quien no me fio, me guardaré yo.

NOTAS:

[778] Este aparte de Cervino se halla sacado de su lugar en La Lena. Lo colocamos conforme al texto de El Celoso.


SCENA IIII

Macias, Lena, Inocencio.

[Mac.].—Lo peor de desollar, Lena, es la cola; todo quanto os he visto no vale nada, si no hazeis de manera que Inocencio salga a la calle; que con esto la cosa sucedera como desseamos. Mirá qu'en teniendola fuera de casa, aueis de tosser; qu'es la seña que tiene para salir al punto.

Len.—Hasta aqui la mar está sossegada, pues no se oye rumor de marineros. No se muestre V. m.; apartesse y dexeme hazer mi oficio, Santo Viceto, in secula, amen. Señor Licenciado, cómo está V. m.? que me parecen años los dias que no tengo ventura de verle.

In.—No creo yo menos, Lena, de vuestra bondad; estoi bueno para lo que os cumpliere, gracias sean dadas al Señor. Huelgome de aueros encontrado; porque os sé dezir que ayer tarde, voluiendo a casa, me dixo mi señora que ya auia concertado el negocio de su prima, y que se auia puesto en manos de quien lo hará muy a su gusto, de que venia alegrissima; y despues acá no he sabido otra cosa, porque no la he visto, a causa de auer reñido con nuestro amo anoche sobre cena.

Len.—Qué me quenta? Llegueseme acá por amor de mí, no nos oya algun espiritu malino de allá dentro.

In.—Aun no auia yo mirado en tanto; teneis más que razon.

Len.—Digame, por amor de mí, qué fue la causa? Hem, hem, hem.

In.—Vinieron a tratar del bien auenturado san Iuan, y diziendo ella que san Iuan Euangelista es digno de gran veneracion, respondio él: es assi; más el de oy no es él, sino Baptista. A que replicó mi señora, que sabia bien ser el Euangelista; y aunque yo la hazia señas que se'ngañaba, con todo esso porfió tanto, diziendo que no inoraua'l Calendario, que'l (ya amostazado de auer buelto casi de noche a casa) se leuantó enojado, profiriendo: Bien dixo el sabio rey don Alonso, que para ser vno buen matrimonio auia de ser el marido sordo y la mujer ciega. Beatus vir qui habitat cum muliere sensata; y entendiendo ella que la llamaua insensata, començó más alterada a injuriarle. Y él entonces, buelto a mí, dixo: N'os parece, bachiller, ocasion esta para renegar de mugeres? y diola un bofetoncillo que no matara vna mosca. Con qu'ella s'entró grittando en la camara de la señora Cassandra y s'encerro con ella, donde aun s'estan juntas, sin auer querido salir vn passo. Mas yo sospecho que andaua (como los medicos) buscando'l mal, y assi quando[Pg 423] yo estuuiera en lugar de su marido, quizá que hiziera más con ella.

Len.—Hem, hem, hem. Por esso dizen que es más fuerte el vinagre de vino dulce; pues V. m., que parece vn silo de paciencia, la vuiera meneado los huessos, a fe que lo deuia de merecer. Hem, hem, hem. V. m. la ponga en razon, que no la estará bien si su marido la comiença a perder el respecto: yo sé bien la tempestad que se leuanta quando el enemigo de nuestra fragil natura se mete entre marido y muger. Hem, hem, hem. Mas espero qu'esta riña de san Iuan será la paz de todo el año, porque passada la furia, la señora se aplacará, procediendo adelante como quien es, que al fin se ha de seruir al marido como a señor, y guardarse dél como de vn traidor. Hem, hem, hem. Estoy muy resfriada.

In.—Bien se os parece.

Len.—No me sabria dar algun remedio?

In.—Y tal como bueno. Tomareis esta noche vna escudilla la más caliente que pudieredes y muy arropada; dormí sobr'ello, que amanecereis como vna mançana.

Len.—Pues qué tengo que tomar caliente?

In.—Ya n'os lo he dicho?

Len.—No, por cierto.

In.—N'os espanteis, porque voy enucleando algunas arduas questiones que nuperrime se me han mouido en la especulatiua, las quales me traen desuelado y como fuera de mí.

Len.—Mucho me pessa de su desassosiego. Y con quién han sido las quistiones?

In.—No es esso, hermana. Question viene de quaero, que es buscar, disputar, dudar, et similia.

Len.—Quistion de cuero se apacigua con sueño. Otra gracia querria que me hiziesse.

In.—Ya sabeis lo que teneis en mí. Omnia prorsus officia debeo.

Len.—Desseo mucho saber en qué mes cae la Epifania este año.

In.—Ya es passada, mas viene siempre en Enero.

Len.—O, pecadora de mí, quise dezir la Ascension.

In.—Mucho va de vno a otro: es menester verlo en el Calendario o Tabella temporaria Festorum mobilium, y no oso estar más aqui; la primera vez que nos veamos os lo sabré dezir.

Len.—Alomenos digame quando haze la Luna.

In.—Cierto que sois curiosa, esperá. Aureo numero seis; Epacta 26, miercoles a las siete de la tarde; y esta noche passada ha auido eclypse, que començó a las diez y duró hasta las quatro de la mañana.

Len.—Grandes dolores de cabeça aurá causado.[Pg 424] No me haria merced de darme alguna oracion de su mano contra los duendes qu'en la casa adonde biuo andan?

In.—Acabá por amor de mí, n'os detengais más, que aun no estando mi amo en casa le temo.

Len.—El Señor le acompañe.

In.—Y vaya con vos. Ay sinceridad como la d'esta buena muger en el mundo?


SCENA V

Ramiro, Policena, Ceruino [Inocencio], Bezerrica, Damasio.

[Ram.].—Adónde has estado hasta ahora, chorlita? No me veria ya sin ti.

Pol.—Antes de digan, digas; y el padre dónde anda que no ha tenido lastima de dexarme sola en vna casa donde anda vna fantasma, que d'espanto me ha tenido tendida, desmayada más de vna hora, y como bolui en mí, le fuí luego a buscar a la otra casa; y n'osara tornar a ésta si no me vuiera encontrado Cornelio, el criado de aquellos caualleros, que me ha enseñado una oracion, la qual se ha dezir en los temores, por l'alma del postrero ahorcado.

Ram.—Y cómo era la fantasma?

Pol.—E... e... era vna cosa la... la... larga, que me parecio abraçarme, y me cubrió el co... co... coraçon, tanto que me cai de mi estado como muerta.

Ram.—Ta... ta... tartamuda te ha dexado el espanto; fue, necia, de[779] tu sombra; baxa, baxa acá, abre la puerta, que voy a passar l'arca de casa del señor Ceruino, donde la pusse hasta que pareciesses o muerta o biua. Seruidor, señor Doctor.

In.—En buen hora sea mentado.

Ram.—Vengo por mi arca.

In.—Señor.

Cer.—Qué ay?

In.—Viene Ramiro por su arca.

Cer.—Pareció ya vuestra hija?

Ram.—Sí, señor, tuuo no sé qué miedo de verse sola, y fue a buscarme a la otra casa.

Bez.—O, qué espada dorada tan linda que está en esta arca.

Cer.—Qué espada? qué sabes tú?

Bez.—Tienela vn señor que está dentro.

Cer.—Señor que está dentro? qué dizes?

Bez.—Sí, señor, yo le he visto.

Cer.—Qu'es esto, Ramiro?

Ram.—Mira V. m. a las palabras de los mentirosos niños?

Cer.—Pues ellos suelen dezir las verdades, y muchas se descubren con la mentira. A buena quenta, yo quiero ver lo que ay.

Bez.—Sí, señor, dentro está.

Ram.—Son mis estuches dorados y recado de la tienda; estás borrachito, merdosso?

Cer.[780].—Digo que abrais, si no quereis que nos oyan los vezinos.

Ram.—Qué me plaze. (Abre Ramiro l'arca.)

Cer.—Assi, mal hombre, traidor, infame, cornudo.

Ram.—Qué insolencia es ésta? D'esta manera se tratan los hombres honrrados en esta casa; tras auerme robado mi hazienda? Iusticia ay en la Corte. (Sale Damasio de l'arca.)

Cer.—Y a vos que os parece? Es buena gentileza meteros d'esta manera en casa agena?

Dam.—Hablá con quien me metió. Mas qué teneis vos que ver en que yo me haga lleuar como me diere gusto por toda la ciudad?

Cer.—Lleuen os a casa del diablo, pero no a la mia.

Dam.—Ay más, si os pesa tanto, que pagaros el alquiler del tiempo que ha estado l'arca en vuestro portal? (Sale Damasio empuñando y vasse.)

Ram.—Señor Ceruino, haga V. m. que parezca mi hazienda, pues me ha faltado en su casa; dexemonos de quentos: no seamos tras cornudos apaleados.

Cer.—Ambos me lo pagareis con las setenas, a pena de ruin hombre. Al fin, la muger y el vino engañan al más fino.

NOTAS:

[779] En El Celoso no se halla la partícula de que aquí sigue á necia.

[780] En este lugar y en el inmediato hállase equivocado el nombre de Cervino en los dos textos. Dice Cor.


SCENA VI

Ceruino, Inocencio, Bezerrica.

[Cer.].—Inocencio!

In.—Señor.

Cer.—N'os he yo dexado en guarda de mi casa?

In.—Sí, señor.

Cer.—Aueis estado siempre aqui?

In.—Sin apartarme vn minuto.

Cer.—Pues cómo se ha hecho esta maldad?

In.—Qué maldad puede cometer vn hombre cerrado en vn'arca? Tuuiessemos assi todos los malos y podriamos dormir a sueño suelto, sin temor de ladrones. Quanto más que son cosas de moços y auran querido hazer alguna burla al barbero y a su hija. Nunca V. m. siendo estudiante hizo l'ánima pecadora? Cómo d'essas le podria yo contar!

Cer.—Mirá a quién he yo encomendado mi honrra.

In.—No está mal guardada quando el que la podria quitar viene debaxo de llaue.

Cer.—Quitaosme de delante, insensato, no me hagais...

In.—Mire V. m. que se deue tener respecto a vn hombre graduado como yo, porque d'este palo nascen los Oydores y Presidentes que mandan el mundo. Si, que yo no soy zaorí, para ver lo qu'está en las arcas cerradas: por qué no lo adeuinó V. m. quando la hizo descargar en casa? Auctor horum malorum praeter te nemo fuit.

Cer.—O, Ramiro traidor. Ben acá, Bezerrilla: baxó abaxo Marcia?

Bez.—No, señor.

Cer.—Hombre'n arca en mi casa! Inocencio, yd luego a llamar a mi suegro (que nunca él lo fuera); dezidle que se llegue luego aqui, que me importa mucho. Dime, mochacho, cómo viste aquel hombre?

Bez.—Desde la ventana de la despensa.

Cer.—Dilo todo, no tengas miedo.

Bez.—Abriendosse aquell'arca, salió d'ella la señora Cassandra.

Cer.—Y quién abrió a Cassandra?

Bez.—No sé, señor; ella creo que venia abierta.

Cer.—Y qué hazia entonces el bachiller?

Bez.—Estauasse a la puerta de la calle hablando con vn fraile.

Cer.—Y despues qué hizo Cassandra?

Bez.—Subiosse arriba.

Cer.—Y subida ella?

Bez.—Baxó aquel señor con no sé que ropa en el braço, la espada dorada en la mano, y metiosse en l'arca.

Cer.—Esta ha sido vna de las mayores maldades que se han visto en el mundo. Sus, manos a la sangre. Quiero matar primero al traidor enarcado, y despues daré tras estas maluadas, que no se me yrán sin castigo. Estos eran los casamientos del señor Aries! Bezerrilla, si viniesse mi suegro, dile que me espere, que luego bueluo.


SCENA VII

Damasio, Macias, Cornelio, Aries.

[Dam.].—En vn punto estan dicha y desdicha, y las desgracias siempre aparejadas. No hay contento en esta vida que no traiga consigo el desgusto, ni alegria sin mezcla de llanto. Es tan cierto esto como seguir la sombra al que al sol camina. Al fin, lo que menos se teme es más de temer. Mas ya que nuestra mala suerte ha querido que aquel rapaz aya descubierto el más gracioso caso que de amores ha sucedido, auemos, hermano, de procurar que aqueñas señoras no padezcan, porque su pena[Pg 425] nos seria de perpetua infamia. Es menester preuenirnos y començar a reparar el daño, por que las desdichas son como los peces, que por marauilla vienen solos en la redada.

Mac.—Cortá de mí por donde quisieredes: tengo por mejor obrar antes con peligro que padecer despues con verguença. El daño que haze la mala suerte se ha de remediar con valerosa mano. Haz tu deuer y venga lo que viniere. Vamos luego a sacarlas de su casa.

Dam.—Gentil emendar de auiesso: bien dizen que naturalmente la iouentud (como poco esperta) no mide ni considera los peligros, y assi no me marauillo de que vuestra resolucion sea más gallarda que prudente.

Cor.—Si vuieran considerado lo que pudiera suceder, a buen seguro que aún se estuuieran en los jardines de Tantalo.

Dam.—Qué dizes, Cornelio?

Cor.—Digo, señor, que corriendo inconsideradamente en negocio tan arduo, seria uestir antes el jubon que la camisa.

Dam.—Es como dizes. Velocitatem sedendo tempera.

Mac.—Esso s'entiende quando el tiempo da lugar, y porque falta, diré antes yo: Tarditatem surgendo tempera; que no se ha de perder momento en consultas quando la necesidad constriñe a menear las manos.

Dam.—Estemos a la mira para socorrerlas, si fuere menester, y assi cumpliremos con ambas cosas. Qué te parece, Cornelio?

Cor.—Que V. m. habla como vn Seneca y el señor Macias como cauallero de la Tabla redonda, cuyo parecer se ha de executar quando no aya otro remedio. Mas yo espero ponerle, por via del señor Aries; y por ventura la Fortuna no nos sera tan enemiga, ni passará la cosa tan mal como tememos. Mas entretanto, vn ojo en la sarten y otro en el gato; tenganme buen animo, qu'en el templo de Iupiter dizen auia dos cubas de vino, vna de bueno y otra de malo. No nasce rosa sin espina: ya es hecho; busquemos vnguento que poner en la llaga, antes que venga a encancerarse. Yo quiero que Vs. ms. vean ahora quién es Cornelio Ceruantes de Pisuerga; que vn hombre a las vezes vale por ciento, y que muchas, ciento no valen por vno.

Dam.—Pues qué medio tienes tú con Aries?

Cor.—Por lo menos el de la señora doña Luxuria, que a la vejez le haze jugar de lomo.

Dam.—Es possible?

Cor.—Eslo tanto, que me ha prometido vnas Indias por que le sirua de tercero.

Dam.—Sepamos con quién.

Cor.—No, que s'enojarán Vs. ms. si se lo digo.

[Pg 426]

Mac.—No podras tú dezir ni hazer cosa de que nos pesse: dilo libremente.

Cor.—Con mi señora (quando menos), por quien beue los ayres dend'el dia que le habló sobre el casamiento.

Dam.—Ha, ha, ha, y tú qué le has dicho?

Cor.—No le quise dexar sin esperança, adeuinando que los passos en que andamos nos lleuariau a auerle menester; que por esso tambien tengo ya hecho con Vigamon su criado vn cambalache de dueños, con que se tiene más por Vs. ms. que de su amo. Alli viene, deue de yr a reñir nuestra pendencia; dexenme con él.

Mac.—No ay negocio tan perdido que poniendol'en manos de vn prudente no se pueda esperar algun remedio.

Cor.—Beso las manos a V. m. Qué alteracion es essa?

Ar.—Es por yr de priessa a casa de mi yerno.

Cor.—Tengo que dezir a V. m. sobr'el negocio que m'encomendó.

Ar.—Vení a hablarme a la tarde.

Cor.—No será possible, porque tengo mucho que hazer a causa de que mañana, en amaneciendo, me parto para Cerueros, adonde voy en romeria.

Ar.—Esperá vn poco. Bachiller, vayasse delante, diga a mi yerno que luego seré con él. Pues, amigo, qué tenemos?

Cor.—Tratéla (señor) del negocio en bonissima coiuntura, con tan grata audiencia, que quisiera (a lo que sospecho) que durara mi plática hast'ahora.

Ar.—Al fin?

Cor.—Podré cr'er (me dixo poniendose de mil colores) que ay en el mundo quien se acuerde demí? Y aunque no me dió el sí, ni me dixo de no, eché de ver que tiene perdida la mala voluntad a V. m.; pero como muger prudente no quiere descubrir su coraçon tan presto.

Ar.—Mucho contento recibo de oyr esso; bolué, os ruego, a darla otro tiento.

Cor.—No será possible, porqu'está muy enojada ahora contra su hijo el mayor.

Ar.—La causa?

Cor.—A V. m. todo se le puede dezir. Estando el señor Damasio enamorado de la hija de Ramiro el baruero, por orden de la moça (para lo que V. m. puede pensar) se metio en vn'arca que de la casa donde han biuido se auia de mudar ayer a otra que ha tomado, y por ser tarde la dexó hasta esta mañana, y lleuandola halló la puerta cerrada por auer salido la hija no sé a qué, y mientras boluia, la descargaron los ganapanes en casa de aquel cauallero yerno de V. m. (con su buena licencia), por no dexarla en la calle, y queriendo despues sacarla, no sé cómo se vino a echar de ver lo que auia dentro. De que mi señora está muy congoxada, temiendo no hayan sospechado que aya sido por hazer algun mal en aquella casa; mas la pura verdad es ésta.

Ar.—Es cierto lo que me aueis dicho?

Cor.—Ciertissimo; assi yo tenga buen viage o nunca d'el buelua.

Ar.—Luego de la hija de Ramiro andaua enamorado el Damasio? Y aun por esso me dixo Vigamon vn dia qu'era toda vuestra.

Cor.—En el cúya se engañó. Es como le he dicho; yo sé bien lo que ay entr'ellos.

Ar.—Al fin la inocencia es seguro escudo; y cr'er muy presto, ligereza. Vos me aueis dado dos nueuas vna mejor que otra, con que m'he alegrado mucho. Tomá este doblon para guantes.

Cor.—No, suplico a V. m.

Ar.—Qué cosa es no? Tomá os digo.

Cor.—V. m. me quier'echar vn'argolla al cuello, y yo me doi por su perpetuo esclauo; beso las manos a V. m. Yo le asseguro de que si aprieta, vendra presto al fin de su intento.

Ar.—Y vos no ayudareis a ello?

Cor.—Estos (señor) son dos moços muy libres (como todos los hijos de viudas) y quierenme mal de muerte, porque les digo lo que les conuiene; y assi no quiero estar con ellos por ninguna cosa, aunque mi señora no me quiere dar licencia.

Ar.—Pues cómo, esso tengo en vos? Tampoco yo quiero que os salgais de su casa, y me obligo a daros más al doble en ella de lo que ganais; quereis otra cosa?

Cor.—No he seruido tanta merced como recibo de V. m. Mas no es possible dexar de partirme, por la obligacion de cumplir el voto que hize ya ha muchos dias; y como soy mortal, no es justo perder la buena ocasion que se me ofrece ahora de vn cauallero que me quiere bien y va a lo mesmo, que me hará la costa yda y buelta por que le acompañe.

Ar.—Digo que n'os aueis de yr en ninguna manera; sufrí con discrecion, pues la teneis, sus mocedades; que qualquiera palabra mala que os dixeren la pondré a mi cuenta, y la romeria se hará otro año, y podria ser comigo, porque tambien pienso yr, si me caso, a Cerueros.

Cor.—Si V. m. me mandasse yr a Roma descalço, lo haré mejor que por el Rey.

Ar.—Y'os lo agradezco. Con esto quiero yr a sacar a mi yerno de la opinion que deue tener.

Cor.—Es tanto el odio que tengo contra el Damasio, que me holgaria (en alguna manera) de que aquel cauallero creyesse que se auia hecho lleuar assi por amor de su hija, para que le hiziesse matar.

Ar.—No suceda tal, que iria la honrra de la mia de por medio.

Cor.—Encargo a V. m. (por quien es) la de Policena, qu'es vna donzella honesta y muy recogida.

Ar.—N'os dé pena, que basta ser muger para escusar lo que la pueda hazer daño, y mirá que no me oluideis.

Cor.—Yo lo desseo como[781] V. m.

NOTAS:

[781] El impresor lo estampó en italiano: come.


[Pg 427]

ACTO QVINTO
SCENA I

Violante, Cornelio, Ramiro.

[Vio.].—Sali acá, Lobata, dadme vn manto y venios comigo, desdichada de mí. No sé qué he oido a vnos que a mi puerta estauan tratando de vna pendencia que han tenido mis hijos. Bien me dixistes vos que auian salido de casa de mala manera. Estos son los embustes de aquel embahidor de Cornelio, que de los más modestos y obedientes me los ha hecho los más libres y viciossos d'esta ciudad. Estoy resuelta o acabar d'echarle de mi casa, o dexarlos con él y meterme en vn monasterio. No sé adonde pueden estar, cuitada de mí. (Entran Ramiro y Cornelio alborotados.) Qué ruido es este? Desuella caras, traidor, enemigo, qué has hecho de mis hijos?

Cor.—Ellos quedan sanos y en saluo, y yo por defenderlos traigo mi pago.

Ram.—Es como dize Cornelio, y lo qu'él tiene no será nada.

Vio.—Dezíme (amarga de mí) adónde los dexastes?

Ram.—En la plaçuela de San Llorente.

Vio.—Venios comigo, Ramiro; dexá a esse mal hombre.

Cor.—No lo digo yo?


SCENA II

Aries, Morueco, Cornelio.

[Ar.].—En effeto este mi yerno es un mal hombre; bien dizen las obras con el bestial nombre que tiene.

Mor.—Ya V. m. lo ve.

Ar.—Vamonos, por amor de mí, a saber cómo está el herido; que por ser criado de aquella casa lo siento mucho más. Alli nos sale al encuentro, de que no me huelgo poco. Cómo estais, amigo? Qué ha sido esto? Creed que me ha dado tanta pena vuestra desgracia, quanto contento recibo ahora de veros en pie.

Cor.—No esperaua yo menos de V. m. Iuansse (señor) mis amos a passear al Espolon, y sin por qué, Ceruino, acompañado de diez o doze escapados de las horcas, nos assaltó en aquel passo estrecho que va de la Boheriza[782] al Rio, entre las casas del Duque de Bexar y la Rondilla. Viendo esto, hezimos los tres vna hilera, y cargando los más sobre'l señor Damasio, trayendole acossado, y viendole yo en mal término, arrebaté d'el carro de vn serrano vn toçuelo (que me deparó mi ventura) y dime con él tan buena maña, que los hice retirar más que de passo, tanto que auiendome cebado en ellos, me hallé a Ceruino al lado, el qual a traicion me dio vn reues de que me ha mancado esta mano. Sobreuino luego el teniente y prendiole; los demás ladrones, de alguaciles y porquerones seguidos, s'encomendaron a sus pies; no sé lo que despues ha sucedido.

Ar.—Qué le parece a V. m., señor Morueco, de la temeridad d'este atronado? Que se aya ydo sin más verificacion a poner mano a las armas, deshonrrandose con tanto escandalo del pueblo.

Mor.[783].—Mucho ha que le tengo yo pronosticado este desatino.

Ar.—Andá, hijo, gouernaos bien, y auisáme lo que fuere menester, que yo tendré cuidado de saber de vos.

Cor.—Beso las manos de V. m.

Ar.—Quiero en todo caso prou'er a lo que a mi hija conuiene, que la sangre y su mucha virtud (en que imita bien a su madre) me obligan a mirar por ella y a sacarla de tan angustiada vida como este loco le haze passar. Y descubriré ahora a V. m. vn secreto, de donde conocera la mucha virtud de Marcia. Hame jurado que se está tan virgen como el dia en que nascio, porque Ceruino no es hombre, escusandose con que vn'amiga que ha tenido de viudo le ha ligado.

Mor.—Yo lo creo por mi fe; tengalo V. m. por ciertissimo, porque ha muchos dias que le veo andar tras Sanchez el boticario de la rinconada, y nunca me ha querido dezir lo que con él tiene, aunque se lo he preguntado.

Ar.—Pues para con V. m. yo quiero escriuir luego a Monsiñor Cornaro[784], que es todo mio, que me auise si la podré casar con otro, atento la impotencia d'este malauenturado.

Mor.—Haga V. m. que conste, que yo se la dare libre en quinze dias, sin embiar tan lexos.

[Pg 428]

Ar.—Tanto que mejor.

Mor.—Pues V. m. pretende anular el matrimonio, será bueno que yo tambien le apriete para que case a mi sobrina, pues se ofrece tan buena ocasion, y qu'entretanto la meta en un monasterio o casa donde esté tratada como quien ella es: que no querria verla caer por desesperacion en algun inconueniente de los que cada dia acontecen. Tengo por gran desatino e imprudencia no dar quanto antes dueño a las donzellas que quedan sin madre que mire por ellas; quanto más con las partes de mi sobrina, y la que tiene de nuestro abuelo en el monte de Toroços.

Ar.—Si le parece a V. m. vamos juntos a hablar al licenciado Ceruera mi Letrado sobre ambas cosas, y segun su consejo nos gouernaremos.

Mor.—Por mejor tengo al Doctor Vaca, que trata ant'el Prouisor de muchos casos matrimoniales.

Ar.—Vamos a ambos, que no dañarán dos consultas y pareceres; no perdamos tiempo.


SCENA III

Damasio, Violante, Ramiro, Macias.

[Dam.].—No es, señora, gran indignidad venir vna persona como V. m. a semejante cosa?

Vio.—No es mucho peor que vosotros me deis ocasion para ello? (Entrase Damasio.)

Ram.—Señora, esté V. m. muy contenta, pues la ha dado Dios dos hijos como leones; porque lo han hecho tan valerosamente, que han ganado oy mil voluntades.

Vio.—Querria yo (triste de mí) que esse valor se mostrasse siendo más virtuossos que otros, y que se echasse de ver en el buen gouierno de sus personas y de tanta hazienda como su padre los dexó y yo les he conseruado y aumentado. Madre desconsolada, viuda de veinte años, que he consumido la flor de mi joventud criandolos con perpetuo cuidado, sin auerme (por su causa) querido boluer a casar, con salirme muchos buenos partidos, y vltimamente el de vn cauallero que está a pique d'eredar el Estado de Mont'agudo.

Ram.—No lo ha querido Dios, porque V. m. criasse con más aficion a estos caualleros y a mi señora Valentina; él se los guarde, que si prosiguen como han començado, por todo el mundo se hablará dellos.

Vio.—Pobre de mí; si estas pendencias succeden vna vez bien, a la segunda o tercera salen mal d'ellas.

Ram.—Esta no ha sido por su culpa; yo me hallé casi presente, pues vi yr a quel desatinado con vna manada de rufianes (que robarian la peste a San Roque), y metiendo todos mano contra ellos, qué auian de hazer?

Vio.—El enojo que yo tengo es con aquel malino de Cornelio.

Ram.—Contra Cornelio, señora? Ahora digo qu'el hazer bien no aprouecha todas vezes; por vida de mi Policena que merece ser bien querido de todo el mundo, quanto más de V. m., porque lo ha hecho como leal y valiente criado. Arisgar la vida el moço por el amo ya ha mucho que no se vssa en Valladolid. (Buelue a salir Damasio.)

Dam.—Sabe V. m. cómo ha de ser aqui adelante?

Vio.—Peor que peor si no ay emienda.

Dam.—Digo que, sinos quiere bien a mi hermano y a mí, ha de hazer quenta de que tiene tres hijos, poniendo en este numero a Cornelio, a quien tenemos más obligacion que a ninguno de nuestro linage. Porque al tiempo de las necesidades los parientes son poco fieles, los amigos se desaparecen, y este entonces se muestra más desentrañadamente, en quanto nos toca.

Ram.—Cierto que lo merece.

Vio.—Tenedle vosotros en el lugar que quisieredes, que yo os dexaré en su tutela, apartandome (yo sé bien de qué manera) de ver y oyr tantas desverguenças. (Entrase Violante.)

Ram.—Enojada se ha entrado mi señora; V. m. es mal sufrido y ella impaciente, porque como tan buena madre, le duelen estas cosas que oye.

Dam.—El sufrimiento y la obediencia es muy justa y deuida cosa, mas no hemos de dormir (como dizen) hasta los treinta años con nuestra madre; ni ella ha de tirar tanto la cuerda, que se rompa; porque ya no somos niños y segun las edades han de ser los castigos.

Ram.—Es assi, señor, que los niños, porque no entienden ni temen otra cosa, se castigan con el açote; mas los hombres con las reprehensiones, las quales se deuen oyr de los padres con humildad y respecto, teniendolas siempre en la memoria, para guardarse de allí adelante de darles ocasiones de pena: porque todas sus asperezas van endereçadas al bien de sus hijos, y al fin, la cura del rigurosso cirujano es más segura que la del blando y piadosso medico.

Dam.—Hablais como vn Canton[785]; cierto que no he oydo sacamuelas que tan apuntadamente diga lo que alcança: quién pensara que de la boca de Ramiro podían salir razones tan acicaladas, que bastan a conuertir los más descaminados y perdidos! Salí acá, Macias, oyreis marauillas. (Sale Macias.)

Mac.—Qué ay? Estamos seguros?

Dam.—Hame predicado Ramiro la obediencia y humildad, despauilandose tanto el senescacho, que con gran admiracion he dicho: Bendito seas tú, Señor, que assi como Balaam oyó la voz del que le lleuaua, me has hecho sentir la d'el mentecato Ramiro.

Mac.—Y vos qué dezis a esto? No aurá para mí algo?

Ram.—Vs. ms. andan de torneo; no m'espanto de verlos aturdidos: dexemonos de donaires; acuerdense de que quien deue de resto no está libre, qu'es lo que haze al caso; hagamos de manera que se cobre mi ropa, que no sé imaginar cómo me la sacaron de l'arca.

Mac.—Como quiera que haya sido, aqui os la pagaremos si se perdiesse; quereis mas?

Dam.—Y'os l'asseguro; vengamos a lo que os importa más. Ya sabeis l'amistad antigua que teneis en nuestra casa, la qual aueis conseruado con vuestra buena seruitud; y conociendo el amor que nos teneis, desseamos que saqueis el fructo del que os tenemos, y assi buscamos ocasion en que poderos aprouechar. Conoceis tambien las buenas partes de nuestro Cornelio, a quien tenemos en el lugar que aueis oydo; y d'esta manera creo que abraçareis la voluntad con que os daré parte de lo que mi hermano y yo auemos tratado: y es quán bien nos vendrá que le casemos con Policena vuestra hija, y para esto nosotros los ayudaremos, de manera que no les falte nada.

Ram.—Entendiendo assi lo que V. m. me ha dicho y propuesto, no haria lo que deuo si llanamente no sometiesse mi voluntad a su disposicion; y assi los dexo el cuidado y doy a Vs. ms. mis vezes para poder libremente hazer della lo que fueren seruidos. Pero con vna condicion.

Dam.—Y es?

Ram.—Que mi señora Violante piense tambien en casarme; que por sí puede juzgar la melancolica vida de los viudos: esto se entiende quando Vs. ms. l'ayan aplacado.

Mac.—Ya yo la he desenojado y está muy contenta.

Dam.—Todo lo que pedis está ya pensado, y assi os daremos vna muger que os vendrá de perlas.

Ram.—Vea yo a Vs. ms. señores de dos grandes ciudades.

Mac.—Que tan grandes, por vida mia?

Ram.—Por lo menos, como la de Suntiem de la China, que (si no miente el que lo escriue) ha menester vn hombre para atrauesarla de puerta a puerta, caminar con buen cauallo todo vn dia sin pararse (esto sin les arrabales,[Pg 429] que son otro tanto) y es de tanta gente, que en media hora pueden juntar doscientos mil combatientes, los cien mil a cauallo.

Dam.—Essa sea la mia.

Mac.—Y la mia?

Ram.—La Cestiérnega, fundada al pie d'el alto monte de San Cristoual, media leguecita de aqui (porque no se canse), que no tiene alcalde, alguazil, porqueron, escriuano, medico, boticario, cura ni sacristan (falta para biuir en paz y con salud mil años), abundantissima de quixones y turmas de tierra, que son bonissimas para los auogados y mejores para los nouios.

Mac.—Agrauiado quedo; y con todo esso, quando lo seais, y'os haré el banquete y dare essa fruta.

Ram.—Como quiera que sea, no veo l'hora. Al fin es verdad que muger ni mal año nunca faltan. Mas de veras, a quién me quieren dar Vs. ms?

Dam.—Qué nos dareis porque os lo digamos?

Ram.—Quanto tengo, sino a mi hija.

Mac.—Essa ya se ha dado.

Dam.—Ahora y'os lo quiero dezir: aparejá la colacion.

Ram.—Sepamos antes si lo vale.

Dam.—Vale vn Perú. A Lena Corcuera de Cienfuegos, la corredora.

Ram.—Mucha gente es essa para tan pobre despensa como la mia, y más si trae cola.

Dam.—No, qu'es rabona, y vna Fenix que nunca ha parido, y fuera de ser honrrada quanto otra de su manera, es la mesma diligencia para hazeros de oro en poco tiempo.

Ram.—No sea como l'aue de caça, de quien dixo aquel ser bastante para mantener vna casa en hambre y lazeria aunque tenga veinte personas. En conclusion (señores mios) no me descontenta el partido, por ser de la edad que yo he menester para no andar assombrado dentro y fuera de casa, metiendo en ella alguna tortolica de las que ahora se vssan. Mas de hazienda, cómo está?

Mac.—No sabe lo que se tiene.

Dam.—Esso me haze poner en duda el quererlo hazer; pero nosotros (qu'es toda nuestra) haremos que venga en ello por fuerça; quanto más que no es Ramiro para desechar, y assi podeis perder cuidado. Pero vna cosa queremos de vos.

Ram.—Y es, señor?

Dam.—Que no alceis la quexa de aquel traidor de Ceruino.

Ram.—Como Vs. ms. me fauorezcan, antes haré instancia para que le corten la cabeça.

Vio. (dentro).—No acabais d'entrar en casa?

[Pg 430]

Dam.—Ya vamos, señora.

Vio. (de la ventana).—Por amor de mí, que de oy más tengais mejor assiento y seso; no andeis en estas rebueltas, que me quitais la vida.

Dam.—Ramiro, entrá a refrescaros con nosotros.

Ram.—Vs. ms. me perdonen, qu'es tiempo de acudir a casa; que aunque tengo ya buen oficial, para mi hija es tarde.

Dam.—Regalalda mucho, que presto la echaremos de casa, haziendo nuestro deuer con ella como buenos amigos.

Ram.—Con essa confiança voy; biuanme Vs. ms. mil años.

Mac.—Dios os guarde.

NOTAS:

[782] En el texto de El Celoso se lee este nombre así: Bueyeriza.

[783] Me en los dos textos.

[784] En El Celoso dice Cornibus.


SCENA IIII

Aries, Ramiro.

[Ar.].—Ya aureis sabido la pendencia de Ceruino con los hijos de mi señora Violante?

Ram.—Como quien se halló presente a quanto ha passado; y si V. m. supiesse la causa que tuuo, lo tendria por gran desconcierto y locura. Para dezir verdad, este yerno de V. m. es vn terrible hombre.

Ar.—Siempre he temido, viendole tan desatinado, que le auia de suceder alguna desgracia.

Ram.—Yo temo no vaya esta vez en ruina quanto tiene, y aun dudo de la vida. Assaltar a dos caualleros tan emparentados con la casa de Cabra, donde está el Rey, y tantos de los alcaldes, es otro que palabras. Pues burlense con el Licenciado Bicornis, que le prendió; a fe que apretandole los cordeles, le haga alargar los cerraderos de la bolsa, y aun de la boca. Veremos ahora cómo sale del insulto, de la herida del criado, del hurto de mi hazienda, de auerme tocado en la honrra, con tanto vituperio. Y de lo que más importa, que son las blasfemias, que se le prueuan con cien testigos tan honrrados como él.

Ar.—Yo vengo ahora de verle y hele hallado tan manso, que porque le ayude a salir d'este trabajo me ha confessado todas sus menguas. Y assi, auiendome ya informado de que sin litigar podré dar a mi hija otro marido, lo pretendo hazer quanto antes me sea possible.

Ram.—Qu'es lo que oyo? sueño, o qué me tengo? Casar con otro a la señora Marcia? Puedense ya tener dos maridos juntos? Qué les faltaria a las locas?

Ar.—No va por ay. Quiero que sepais vna cosa, de que os quedareis abobado.

Ram.—Qu'es, por vida de V. m.?

Ar.—Que Ceruino aun no ha podido pagar el deuito a mi hija.

Ram.—Cómo es esso? Pues a fe que es ella para hazerse pagar en otro que doblones! ¿Tiene acaso algun menoscabo en su persona, que le ha impedido?

Ar.—Dize que con vn hechizo le han hecho impotente.

Ram.—Basta, ya estoy al cabo; crea V. m. que siempre estos estremados celosos tienen algunos defectos que los traen con aquellos espantos.

Ar.—No tengais duda. Aueis visto a Cornelio?

Ram.—Sí, señor.

Ar.—Tiene más mal de la herida?

Ram.—No tiene otra cosa, y aquélla es pequeña.

Ar.—Cómo le podria yo ver?

Ram.—Ha dado a V. m. alguna buena esperança?

Ar.—La esperança en que me ha puesto es tan pequeña quan grande es el desseo; y para que sepais mi intencion, os digo que si por el modo intentado no ay remedio, quiero tratar por otra via de casarme con esta señora.

Ram.—Esse sí (señor) qu'es el camino real y seguro.

Ar.—Quierol' embiar a llamar; si le veis antes, dezidle, os ruego, que me hallará en las Arrepentidas.

Ram.—Yo se lo diré, encontrando con él.

NOTAS:

[785] Sic en ambos textos.


SCENA V

Lena, Macias.

[Len.].—No será bien (pues quien primero toma no se arrepiente) dexar enfriar el amor de mis escaramuçantes (porque no dura más en ellos que de Nauidad a Sant Esteuan). Más pierde quien más verguença tiene. Bueno seria auerles enseñado el camino y perderme yo en el bosque. No quiero (porque no ay cosa que tan facilmente se quiebre como la voluntad d'el hombre) aguardar más, a peligro de que les dé fastidio, el pedirles la buena pro les haga, y que vssen comigo como el que mientras llueue se mete debaxo del arbol, y passada l'agua le haze leña para su fuego. Querranseme ahora (si viene a mano) esconder en vn trigo segado. A punto me llega el menor, de cuyas palabras se puede fiar tanto como de vna soga pudrida. Señor Macias el enamorado, dichoso, rico y gentil hombre.

Mac.—Qué ay por acá, Lena bella, discreta y agraciada?

Len.—Parece que començamos a tirarnos las verdes. Vengan mis chapines y tocas.

Mac.—Rato ha que las vi passar.

Len.—Passador malo me atrauiesse si lo dexare passar. Y el señor Damasio, está tambien con modorra?

Mac.—Por esso vengo de tomar vn poco de aire, que me he sentido esta noche algo pessado.

Len.—No ay sordez peor que no querer responder a proposito. Pues no me hagan entonar tan alto que nos oyan los mudos.

Mac.—No son los tiempos siempre de vna manera: seria mejor atender de oy más a lo que conuiene a nuestras almas y pensar lo que somos y a qué auemos de venir, dexandonos de vanidades que tan caro cuestan.

Len.—Este es el primero sermon que ha hecho pollo a raposa, que no se hallará en Esopete. Estoy por reirme sin gana. Ha, ha, ha. Ahora digo que tambien se toman zorras viejas de las que han otras vezes dexado la cola en el lazo. Despues de pan y vino cogido, y lo que peor es, comido y beuido, damos en santitades. Antes se ha vno de oluidar de sí que d'el proximo. De aqui adelante yo ataré mejor mi dedo: quien tal haze, que tal pague.

Mac.—Ya me parece que os vais entonando, como dixistes poco ha: guardaos de oyr essa cancion a cauallo.

Len.—Qué me dize V. m.? Hablemos claro, no ay para qué mascarme las palabras. Aunque se oluiden las buenas obras, siempre ha de durar el respecto que se deue a las tocas.

Mac.—Y aun por no auer oluidado yo las vuestras, digo que os guardeis.

Len.—Alomenos guardarme he de tratar con gentes que traen las cabeças tan llenas de aquello que no es bueno sino para nauegar.

Mac.—De viento quereis dezir: mirá cómo corremos las parejas. Quien os sufre essa injuria, no merece algo?

Len.—Digo que se ha de cumplir lo prometido, porque d'esta manera se aumenta y conserua el credito; y vueluo a dezir que quiero mi buena estrena.

Mac.—Dos cosas son prometer y cumplir. Mas qué cosa es buena estrena? que antes nosotros la pretendemos de vos.

Len.—Y de qué norabuena? Aun seria peor esso que lo d'el qu'emplaça a su acreedor. Yo sé bien lo que me deuen y lo que por ellos he hecho.

Mac.—Pero no lo que nosotros pensamos hazer por vos: que andamos desuelados por daros contento y descanso, y no lo acabais de entender; la vna mano tira y la otra hila.

Len.—Señor mio, al orinar se conocen las yeguas; tanto me dirá, que me cosa la boca: sepa yo, pues (antes que muera), lo que me tiene la ventura guardado.

Mac.—No es poco.

Len.—Alomenos biene poco a poco.

[Pg 431]

Mac.—No aueis oydo decir: nunca mucho costó poco?

Len.—Con esso me destetaron. Mas no sé lo que m'espero; y bien que me costará ya muy caro.

Mac.—Esso más es que descoser la boca. Quiero's lo dezir, por no venir a las manos.

Len.—Pues tras qué ando yo? Daua la esperança por verme con V. m. a la melena, pagandome de mi mano en contado.

Mac.—Mas lo querriades sin contar. Dexemos esto, que ya son amores. Queremos casaros, ea, acabemos ya.

Len.—V. m. me parece que tiene en la vna mano el pan y en la otra el palo. Oxalá, que ya mi requebrado hizo flux.

Mac.—Es posible?

Len.—Al confessor y al médico se ha de descubrir todo. He descubierto que cubria vna andrajosa y que la tiene preñada, y como amor no puede sufrir acompañado, al punto le di passaporte. No ay, señor, que fiar de rufianes, pues auiendo yo sacado a este traidor (oliendo a estiercol) de rascar la mula del canonigo Frechilla, trayendole como vn palmito y dadole quanto tenia (a qué quieres boca) me ha dado este pago.

Mac.—Alguna secreta virtud deue tener, pues Lena (maestra d'estas labores) ha hecho tanto por sus pedaços.

Len.—Mas pensé que por sus ojos bellidos. Daria lo que me queda porque fuesse de veras lo que V. m. me dize, para oluidar a aquel vellaco. Mas a fe, burlase V. m.?

Mac.—Mi hermano's lo dirá. Como quien soy, que os queremos casar.

Len.—Con quién? Con quién, por vida mia?

Mac.—Quando menos, con Ramiro, baruero, cirujano y un poco fisico; hombre maduro, acreditado y bien acondicionado.

Len.—No es el de la hija bonita, donde ya me'ntiende?

Mac.—El mesmo.

Len.—No me parece mal; mas no sé si me querra con tan poca dote.

Mac.—Todo lo suple vuestra persona y buenas partes: ya le tenemos medio conuertido.

Len.—Harianme Vs. ms. su perpetua esclaua; si no me oluidan, no faltará en qué seruirselo.

Mac.—Dexanos el cuidado, y tambien de regalaros por lo que os aueis fatigado en guiarnos la dança, y quanto os he dicho ha sido por tentaros.

Len.—Bueno seria pensar otra cosa; no querria ser tenida por tan necia; todo se me alcança. Beso las manos a V. m.

Mac.—Con bien vais.

Lena, sola.—Con esta buena esperança[Pg 432] quiero començar a ordenar mi ajuar y esforzarme quanto pudiere a salir de pecado y huir de que se diga por mí que no ay ramera ni alcahueta que no venga a morir en el hospital o de hambre. Cómo se mejoran las horas quando Dios quiere y quánto aprouecha seruir a los buenos! Al fin no queda carne en la carneceria, por mala que sea; y en effeto, la muger es como la yedra, que arrimada al tronco se sustenta verde y fresca, y apartada se seca. Bueno será ponerme de veinte y cinco alfileres para echar mejor el garauato a Ramiro; que aunque no soy para desechar, todo lo auré menester, porque me parece que ha dado mucho de sí. Mas si cenare solamente vna ensalada, no se dirá que me voy a dormir ayuna.


SCENA VI

Cornelio, Aries, Inocencio.

[Cor.].—Dixo cierto sabio que cada vno tiene su defeto, y que el suyo era la muger que tenia, sin la qual en todo lo demás era bien afortunado. Deue (sin duda) de ser vn pessado inconueniente, pues vn hombre tan justo y prudente sentia alterada toda su quietud y vida por la mala cabeça de su muger. Qué deuemos pensar los pobretos como yo? Verdaderamente que me pone en cuidado el humorcillo de Policena, y assi estoy entre si me casaré o no me casaré, como pinaza en la mar, combatida de dos vientos. No querria hazer como muchos necios, que primero hazen las cosas y despues las piensan. Esta mañana al salir de casa, la primera cosa que oi, fue toser a un cabron, y aunque me dizen lo suelen hazer por la mudanza d'el tiempo, lo he tomado por mal aguero. Mas otra cosa me da mucho que pensar, y es auer oydo que los casamientos y partos del verano son muy peligrosos. La razon desto deue d'estar en la esperiencia, pues no ay astrologo que la sepa adeuinar sino con dos dedos. Echome a nadar a la ventura (como hizo mi padre) en el lago tocado d'el Vnicornio. Quiero poner las manos en el rostro, por no topetar con la frente, y hazer lo que mis amos me aconsejan: que si Ramiro no tiene casa, tampoco yo gozo de hogar ni viñas. Ellos me prometen lo qu'es bueno, y mi señora casi el ajuar entero; Ramiro no tiene otro heredero y hallase con granillo; la moça es cortada a mi medida; deuola (segun me jura) su honrra, y está espiritada por mi gentileza; buenos señores y amigos: puedome passear poco menos que a cauallo, pelando cada dia mis patos; qué quiero más? Ramiro me ha dicho qu'el señor Aries me dessea hablar; deue de labrar el fuego. Es, pues, burla que tendré mala rentilla en él? Quiero yr a buscarle y cargarl'he de palabras que sean como el estruz, que ni es bestia ni aue, gouernandome de manera que le vaya chupando sin sentir, y aumentando el desseo con falsas esperanças, sin acordarme d'él más que de las nuues de ant'año. Alli está; quiero hazer del dolorido para que valga más la mercancia.

Ar.—Vengais en buen'hora; pues, amigo, cómo está la mano? He entendido que la herida es pequeña, de que me huelgo mucho.

Cor.—Qué importa, si quien me la dio la haze grande, pues yua con ánimo de cortarme cercen el braço.

Ar.—El está donde lo pagará todo. Hablastes más a mi señora Violante?

Cor.—No ha media hora, haziendo vn largo razonamiento sobre V. m.

Ar.—En fin?

Cor.—En fin (señor) está de manera que vn ciego echaria de ver de qué pie coxea, pues da señales de lo mucho que gusta de oyr mentar a V. m.

Ar.—Podré cr'er esto?

Cor.—Bueno seria dudar de cosa tan puesta en razon; sí, que no se hallan a cada passo las calidades que mi señora ha entendido de V. m.! Ella es persona muy sabia, y como tal (por no mostrar ligereza) no se quiere declarar tan fácilmente; mas presto nos desengañará el coxo. Entretanto sepa V. m. que le tiene perdida la mala voluntad.

Ar.—El tiempo trae las cosas a quien con más razon puede'sperarlas; mas el mio es tan corto quanto larga en ella essa buena voluntad; y assi, no siendo para mí esperanças tardias, ni menos pretender inclinarla con los amorosos terminos, de que suelen pagarse las mugeres (aunque no las que son tan acuerdas como ella), estoy resuelto de pretenderla por via de casamiento, si ya no hallamos otra más corta.

Cor.—Essa, señor, es infalible, si no se atrauesasse el desseo que tiene de casar antes a la señora Valentina, que (dize) comiença ya a parecer mal en casa. De los hijos, V. m. lo sabe de su boca. Mas he pensado vna cosa desde que Ramiro me dixo que Ceruino es impotente, y que V. m. pretende dar otro marido a aquella señora, y es que sea el señor Damasio, si quisiesse venir en ello; pero pongolo en duda, por verle tan embaraçado con aquella donzella.

Ar.—No más, basta esto por ahora, que viene alli el Bachiller; no quiero que entienda lo que vamos tratando. Andá en buen'hora, y de quando en quando, vna puntadica, por amor de mí.

Cor.—Ya estoy al cabo. (Sale Inocencio.)

Ar.—De dónde viene ahora el buen Inocencio?

In.—Ya V. m. lo puede pensar.

Ar.—Pues qué ay?

In.—Nunca le falta mala ventura al desgraciado. Ha ydo al Corregidor vn cauallero moço (nomine Macias Curuca) echando chispas, haziendo grandes requerimientos, diziendo que el herido tiene el pasmo y qu'está ya en las manos de Dios.

Ar.—Esso es assi.

In.—Por otra parte, el padre de Bezerrica (que no parece) pidiendole quenta d'él, y que hasta que se le dé, le tengan a buen recaudo. Y assi, le han buelto a estrechar la prision. Y hallandosse afligido m'embia a supplicar a V. m. que por amor d'el Señor no le desampare, y que se vaya tratando d'el casamiento de la señora Cassandra, qu'él gustará de que se effectue. Y qu'en lo que toca a mi señora, él mesmo hará fe bastante para que sin más aueriguacion la pueda V. m. dar a quien la quisiere. Qu'él pretende (cansado ya de las cosas del mundo) retirarse a vida solitaria. Encomiendosele a V. m., amore Dei.

Ar.—Porque se allana, y el nombre que ha tenido de mi yerno, yré a entender lo que ay; y si puedo, le haré dar en fiado vna casa por carcel (como no sea la suya).

In.—Esso no importa, pues no quiere entrar más en ella.

Ar.—Yo huelgo mucho d'ello. Vayasse, bachiller, haga buena compañia a las mugeres y digalas lo que passa, que yo yré a verlas. Aries (solo). Ahora sí que a mi gusto podré traçar y juntar, a menos costa mia ya, la de Ceruino; quiero encaxarme adonde desseo, para passar mejor la enojossa vejez. Será bien acudir a Macias para que apriete a su hermano, y que de tres casas hagamos sola vna, de consuelo y alegria; no quiero dormir mientras está el hierro caliente.


SCENA VII

Damasio, Macias, Cornelio.

[Dam.].—Hermano, adónde ha ydo Cornelio?

Mac.—Es tan diligente, que donde quiera es de cr'er que nos está siruiendo. Veisle alli.

Cor.—A dónde yuan Vs. ms.?

Mac.—A buscarte, que no sabemos estar sin ti vn momento, y vamos cortando de tus pedaços.

Cor.—No ay pocos de que assir, segun ando destroçado. Pagados quedamos, pues yo tambien he roido los çancajos a Vs. ms.

Dam.—Con quién las has auido, por tu vida?

Cor.—Adeuinelo V. m.

[Pg 433]

Mac.—Ea, dilo.

Dam.—Con el señor Aries, que anda en todo y por todo de nuestra parte.

Mac.—Qué dize?

Cor.—Tanto ha dicho y yo contrapunteado, que no lo quiero dezir.

Dam.—Bueno es esso; acaba d'echarlo.

Cor.—Que la señora Marcia será de V. m. y la señora Cassandra me parece que la lleuará vn cauallero de Tortosa.

Mac.—Qué dizes? Estás loco?

Cor.—Como se lo quento.

Mac.—Gentil nueua me traes para venir tan alegre; cómo eres necio!

Dam.—Dizeslo de veras?

Cor.—No son cosas para burlar con ellas. Assi se la dexarán de dar, como el señor Aries alcançar lo que pretende.

Mac.—No nos dirás qué quiere?

Cor.—Quando menos que mi señora le caliente la cama.

Mac.—De qué manera?

Cor.—Como la calentó a su padre.

Mac.—Y quando mi señora viniesse en ello?

Cor.—Entonces él lo trocará todo y hará que V. m. tenga lo que dessea.

Dam.—Cómo sabes tú todo esso?

Cor.—Porque lo ha tratado comigo y se contentará d'esta manera.

Dam.—Tú eres a punto el aliento, que ahora calienta, ahora enfria; o como el alacran, que hiere, y con su aceite sana. Gran cosa es tener criado que no haya menester consejo. Para dezir verdad, tú mereces mejores amos que nosotros.

Cor.—Yo los tengo mejores que sabria dessear.

Mac.—Entremonos, hermano, persuadamos a mi señora, que si yo no alcanço esto d'ella, me quiero ir a Flandes.

Dam.—Poco será menester para esta coniuncion, porque la deuemos de tener de manera (con la platica de nuestros amores) que no deue dessear otra cosa. Entretanto, toma tú, Cornelio, estos diez ducados, que ha mucho que son tuyos.

Cor.—Adeudarse haze al hombr'esclauo. Beso las manos a V. m. Y el señor Macias, no piensa sino injuriarme?

Mac.—Toma quanto tengo, que todo es tuyo.

Cor.—Sí, por cortesia, pero no querria yo ver siempre esse toma desnudo.


SCENA VIII

Morueco.

[Mor.].—Ahor'acabo d'entender ser los celos de las más violentas y bestiales passiones[Pg 434] que pueden tocar a vn hombre: porque si vna vez se assientan en la cabeça d'el que se consume y seca inuestigando vna tan escura verificacion, le haze cometer ridiculossos desatinos. Bien dixo aquel qu'el celoso es loco de arte mayor, pues como tal, tiene miedo hasta de su mesma sombra, y de cosas nunca vistas, oydas ni pensadas: mirandolas como en espejo de alinde, que se las representa muy mayores de lo que son. Biuiendo el cuitado siempre, en el mal hecho vn Argos y en el bien ciego topo, con vna inuengable yra, que no se le puede acabar sino con la vida, por ser infinito el numero de los que dessea herir y matar, para satisfacer la rauiosa saña que tiene contra todo lo que teme; temiendo de quanto imagina. Y puede tanto esta frenesia, que aun contra sí mesmo le buelue: tanto, que ha auido alguno que para saber si su muger le haria los husos tuertos (por si s'empreñasse, poderla conuencer de adulterio) se hizo (quando menos) capar. Poco le ha faltado a nuestro Ceruino para hazer otro tanto. Veis aqui lo que resulta d'estos escusados celos, cuya vengança más hiere que sana al que los tiene. Como Lepido, que vino a morir de pena. Mas bueno seria, si Macias, que con tanta voluntad ha pedido por muger a mi sobrina Cassandra, se saliesse ahora fuera. Quiero yr, a la ventura, a ofrecersela; que espero mirará quién es, y que la señora Violante considerará quán bien estará a ambas partes. Riome del buen viejo Aries Gonçalo, que estando el pie en la sepultura (para alargar la vida) pretende lo que (quando menos se cate) le hará cantar a la puerta vn Requiem aeternam. Porque la muger es como la yedra, que corrompe y arruina la pared que acaricia y abraça. Como le cuadra bien lo que otro viejo respondió a vno que le reprehendia porqu'en tal edad se casaua: No fuera yo viejo si tuuiera seso; basta que quando le tuue me tuue. De quán diferente humor está Ceruino, que dexa tan facilmente muger e hija (no viendo la hora d'echarlas de sí), y porque yo ayude y le dé mi granja para retirarse, me da la renta que tien'en Tordehumos, de que yo me contento por apartarle de mí. Y ya resuelto, voy a echar vn lance, donde por ventura quedaré con los demas enredado; que la señora Valentina es pieça que facilmente me hará embarcar por su seruicio.


SCENA IX

Lena, Ramiro.

[Len.].—Mereceria que m'echassen en vn rio, si despues de auer tenido escuela de humanidad treint'años no supiesse mi quenta y quisiesse venir a ser esclaua, de señora de mi casa y anchura. Quiero ver cómo passa el negocio; que quando Ramiro no se contente de mi estar poco en casa (buscándome la escama en el cogote) no quiero que passe adelante nuestro casamiento. Seria bueno (por no saber su condicion, al cabo de mi vejez) dar de nalgas en vn prado de hortigas, que nunca fueron buenas para salsa. Tambien será bien saber lo que tiene, porqu'es menester más que manteles limpios a la mesa. Quiero capitular antes con aquellos mis señores, que cabeça sin lengua a calabaça se parece. Mas digamos ahora qu'él fuesse mal acondicionado y pobre (nunca coz de garañon hizo mal a yegua), ¿no me le traeré yo como leche a vna mano, pues va la pierna donde quiere la rodilla? Y quando la despensa no esté muy bastecida, dexaré yo las manos en el seno a Policena? Es verdad que no es la moça (cayendo en las mias) para que anden los regalos rodando por casa (aunque se case) y venga a ser la tienda de mi nouio la más frequentada y famosa desta ciudad! Quiero m'engolfar: que no puede faltar nada a quien ha sabido hazer de vn celoso vn satyro; qu'esto me da vn coraçon de elefante. Aqui viene mi velado y todo mi bien.

Ram.—Amores, cara de Pascua florida, ya qu'estamos tan adelante, bien te puedo pedir vna cosa a credito, como mia.

Len.—Tal puede ser que no aya lugar.

Ram.—Que me dexes besar essa boca de perlas.

Len.—Esso es? Dios me defienda d'el enemigo malo. La primera cosa que no se permite a los desposados; no haria por todo 'l mundo semejante pecado: hagase antes lo que diz'el cura.

Ram.—No me puedo yr a la mano, porque vienes oliendo a mil ambares.

Len.—El más perfecto olor de la muger es n'oler a nada. A tiempo seremos.

Ram.—Adónde vas, amores?

Len.—A buscar a mis buenos señores.

Ram.—Es en vano, porque están (como en consejo d'Estado) tratando de muchos casamientos, y ha passado vna cosa de risa.

Len.—Y es?

Ram.—Que proponiendo el señor Morueco el de la señora Violante con el señor Aries, respondio ella que antes se meteria monja que hazer tal agrauio a los huessos de su marido, porque daria que dezir a las gentes, si al cabo de tan larga viudez, teniendo hijos é hija para casar, los diesse antes padrastro. En esto saltó aquel loco de Macias diziendo: señor Morueco (pues lo dessea tanto) V. m. se casará con nuestra hermana y mi señora con el señor Aries, a quien nosotros holgamos de tener por padre. Y assi se lo podrá V. m. dezir de nuestra parte. Y que se tenga de oy más por señor desta casa; en lo demas no me entremeto, pues mi señora quiere ser forçada. Mirá si aurá dado bien que reir.

Len.—Ha, ha, ha. La señora Violante no querria salir de tan largo ayuno sino con carne fresca, mas no le faltará consolador. Qué rollo de muger! si yo fuera hombre, me perdiera por ella.

Ram.—Si supiesses lo que ay debaxo de aquel mongil, de veras lo dirias.

Len.—Y vos sabeislo?

Ram.—No quieres que lo sepa, si la he echado ventosas y sangrado de braços y touillos cien vezes?

Len.—Y tocado, a, no? Quitáosme de delante, que me rebolueis la sangre en el cuerpo. No ay cosa que más cuidado me dé en este casamiento que auer de tener marido priuilegiado para poder emplear sus cinco sentidos donde otros no pueden vno.

Ram.—No me has de ser celosa, si quieres que biuamos como dos palomicas sin hiel.

Len.—Al fin, en qué han parado las pláticas?

Ram.—Ya quedan todos concertados.

Len.—Decime cómo.

Ram.—El señor Aries, con mi señora Violante; el señor Morueco, con la señora Valentina; el señor Damasio, con la señora Marcia; el señor Macias, con la señora Cassandra; el señor Cornelio, con la señora Policena, y el señor Ramiro, con mi señora Lena, qu'están presentes. Y todos quieren pedir al Corregidor la libertad de Ceruino, que pues las partes se contentan, es justo que se halle a las fiestas y bodas de su muger, de su hija, de su suegro y de su cuñado. Y porque las piensan hazer muy solenes, me embian a preuenir los menestriles de la ciudad, y assi (para que se lo diga) voy a buscar al trompeta Iuan Cornier. Sabrásme dezir adónde le podria hallar?

Len.—Si, hermano, donde vos teneis los pies. Mirá que con la priessa no se os caya alguna mentira.

[Pg 435]

Ram.—Si me cayere, la hallaré en tu casa, donde començaremos a tratar de nuestros pucheros.


SCENA VLTIMA

Cornelio.

[Cor.].—De parte del señor Ceruino, guarda mayor de los montes, se haze saber a todo el insigne auditorio que los que no se fiaren de sus consortes estarán tan seguros como de no caer las ojas d'el arbol en fin de otoño. Porque los celos son contra el natural ingenio de las mugeres: cosolete de araña para los arcabuzazos; la curiosidad, en todas partes viciosa, y en ésta mas perniciosa. Y assi (mouido de piedad y celo fraterno) amonesta que ninguno (de qualquiera calidad que sea) los tenga, dentro ni fuera de casa; so pena de que no le podrá faltar mala ventura. Antes, que todo el mundo se arme de la quieta y mansa paciencia. Porque la esperiencia le ha hecho tocar con la mano que todas las sutilezas y vigilancia de los espantados Lepidos (que no quieren dexar hazer su curso a la Natura) son açadones con que los cuitados sacan de los centros de sus sospechas las inuisibles cornetas de la Fama. Y aduierte que se burlan más d'el que se fatiga en poner remedio que d'el pacifico que lo dissimula o ignora, y qu'es menester gran ingenio para cuitar tan inutil y enojosso conocimiento. Por lo qual aconseja (sobre su conciencia) que cada vno renueue en su casa la costumbre de los prudentissimos Romanos (a quien deue imitar) que quando boluian a las suyas, lo embiauan delante a auisar a las mugeres para no cogerlas de sobresalto, descuidadas y mal compuestas. Y porque'l sereno podria hazer mal a las damas (que son más delicadas), las combida con su cena y casa, ofreciendolas que no faltará de la fruta más agradable a sus gustos.

Valete et plavdite.

[Pg 436]


[Pg 447]

Tetu in de Chamartin.—Imp. de Bailly-Bailliere.