Title: Diario de un viage a Salinas Grandes, en los campos del sud de Buenos Aires
Author: Pedro Andrés García
Release date: March 21, 2014 [eBook #45183]
Most recently updated: October 24, 2024
Language: Spanish
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(nota del transcriptor)
POR EL CORONEL
D. PEDRO ANDRES GARCIA.
Primera Edicion.
BUENOS-AIRES.
IMPRENTA DEL ESTADO.
1836.
Las pampas de Buenos Aires tuvieron en otros tiempos sus caravanas y romerias: no para visitar mosqueas, ni para hacer expiaciones, sino para empresas lucrativas, que llenaban las arcas del erario y suplian las necesidades públicas. Su objeto era proveer de sal á la poblacion, extrayéndola de una gran laguna que yace al sud, en un parage que estaba entonces en poder de los indios. Los vireyes, que dirigian estas operaciones, tenian que solicitar de los caciques el permiso de introducirse en su territorio, ofreciéndoles algun regalo para amansarlos.
Estas negociaciones, que se renovaban cada año, eran una de las tareas mas ingratas del gobierno de Buenos Aires; cuya autoridad desconocian y ajaban esos indómitos moradores del desierto. Pero el Cabildo, que contaba entre sus recursos el producto de la venta exclusiva de la sal, se empeñaba en que no se desistiese de esta faena, à lo que condescendia el gobierno por la oportunidad que le procuraba de observar à los indios y de explorar su territorio.
Cuando se acercaba la época de estos viages, que solian emprenderse al principiar el verano, se avisaba por bando el dia de la salida y el punto de reunion para los que querian acompañarla. Este anuncio ponia en movimiento à la campaña, cuyos habitantes concurrian gustosos con sus carros y peones, no solo por su utilidad sino para procurarse una diversion.[ii] Estas expediciones ofrecian un espectàculo imponente, por el òrden con que un numeroso convoy de carruages y ginetes desfilaba en aquellas vastas soledades, que se animaban con su presencia.
La que se efectuò en 1778, en tiempo del virey Vertiz, constaba de 600 carretas, aperadas con 12,000 bueyes y 2,600 caballos, y asistidas por cerca de 1,000 hombres, bajo la escolta de 400 soldados al mando de un Maestre de Campo. Este aparato de fuerza era el mejor arbitrio para contener á los indios, naturalmente inclinados à los acometimientos y al robo: y la falta de medios de represion expuso al autor del presente diario à grandes peligros, de que solo pudo librarle su entereza.
La perplexidad que debia inspirarle lo azaroso de su posicion, y la especie de sitio en que lo tenian los indios, no le impidieron de someter à una diligente investigacion sus costumbres salvages, y el hermoso pais que habitaban: de todo habla con acierto, y estos detalles amenizan la narracion y hacen sumamente interesante su lectura. Las mas pequeñas incidentes de la ruta, todos los pormenores de sus entrevistas con los caciques, estàn relatados con un noble y apreciable candor. La exageracion y la mentira, que comunmente forman el principal caudal de un viagero, no han manchado sus páginas, que à falta de otro mérito, se recomendarian por la verdad con que estàn escritas.
Por estos arbitrios ha llegado el autor á dar á su diario una importancia que nunca tuvieron los de sus predecesores, ceñidos à llevar la cuenta material de los dias que gastaban y de las leguas que recorrian, en un terreno mas ò menos cubierto de bosques ó lagunas.
Al desempeño de esta comision agregò el gobierno otra de mayor interes para la provincia, y cuyo plan se halla trazado en el primer oficio de la Junta Gubernativa que hemos publicado. Se trataba de formar una estadística de los pueblos de la campaña, y de proyectar una nueva línea de frontera para garantir los vecinos y asegurar sus propiedades.[iii] Causa ciertamente sorpresa el que, en el corto intérvalo de 17 meses, en que se complicaron los trabajos de la expedicion à Salinas, pudiese el Coronel Garcia adquirir tantos datos para contestar las preguntas del gobierno, y desenvolver en muy pocos renglones todas sus ideas:—ideas originales, realzadas por un estilo fluido y brillante, en que se exhala una alma jóven, una imaginacion ardiente, un fondo de esperanzas, que es muy raro que domìnen à una razon madura en una edad provecta.
Esta memoria, fruto de ímprobos trabajos y de largas meditaciones, quedó envuelta en el caos de los proyectos que en distintas épocas habian sido enviados à los gobernadores y vireyes, mucho mas solícitos en pedirlos que en realizarlos. Sobre el mismo tema escribieron Pavon, Euia, Ruiz, Villarino, Baygorri, Sá y Farias, los dos Viedma y el mismo Azara; sin que se hubiese dictado una sola medida para poner, cuando menos, à los pueblos de la campaña al cubierto de las incursiones de los bárbaros. Este cargo es injustificable, porque mantuvo al paìs en la vergonzosa dependencia de los indios, cuando pudo haberlos anonadado.
No hà mucho que plantaban sus tolderias en las orillas del Salado, de donde amagaban hasta la misma capital. ¡Cuan distinta es su suerte actual! Rechazados por todas partes, tienen que dispersarse en el desierto, ò buscar un abrigo en las fragosidades de la Cordillera, abandonando para siempre esos campos que no podian transitarse sin peligro, y donde las poblaciones se establecen ahora à la sombra del pavellon argentino que flamea triunfante en las márgenes del Rio Negro y del Colorado.
Buenos Aires, Noviembre de 1836.
PEDRO DE ANGELIS.
La necesidad de arreglar las fortificaciones de nuestra frontera, y la influencia que debe tener este arreglo en la felicidad general que ocupa los desvelos de esta Junta, la han movido á conferir á V. S. la importante comision de visitar todos los fuertes de nuestra frontera, averiguar su estado actual, y proponer los medios de su mejora, tanto por las variaciones que convengan en su situacion, cuanto por las reformas que deban adoptarse en el sistema de su servicio: averiguar al mismo tiempo el estado de las poblaciones y ganados, los medios de reunirlas en pueblos, la legitimidad con que se ocupan los terrenos realengos, con todos los demas ramos anexos à la policía y mejora de nuestros campos: manifestando igualmente, si los pueblos de la campaña tienen égidos, y como se les podrán proporcionar arbitrando: como se podrán dar los terrenos realengos con utilidad de la real hacienda, y sin las trabas que hasta ahora se han usado, con todo lo demas que le parezca á V. S. conducente á la mejora y felicidad de nuestras campañas.
En esta virtud espera la Junta se ponga V. S. en marcha inmediatamente para el logro de tan importante objeto; llevando en su compañia dos oficiales de su entera confianza, y consagrando este servicio mas al Rey y à la Patria. En inteligencia, que las reformas de fácil egecucion las comunicará desde aquellos mismos destinos, para que, con aprobacion de la Junta, sea V. S. mismo el egecutor de ellas.
Dios guarde á V. S. muchos años. Buenos Aires, 15 de Junio de 1810.
CORNELIO DE SAAVEDRA.
Dr. Mariano Moreno, Secretario.
Sr. Coronel D. Pedro Andres Garcia.
Habiendo determinado esta Junta, de conformidad á propuesta del Exmo. Cabildo, se verifique en este año la acostumbrada expedicion á Salinas, y publicádose el bando, para su notoriedad, con designacion del dia 4 de Octubre próximo para su salida de Palantelem, ha nombrado á V. S. por comandante de ella: previniéndose con esta fecha al de la frontera el apronto de 50 milicianos armados, á sueldo, que deben escoltarla. Y lo aviso á V. S. con acuerdo de la misma Junta, para que en su inteligencia, y de haber nombrado dicho Cabildo por diputados á los regidores D. Manuel José de Ocampo y D. Andres Dominguez, se presente V. S. en esta capital sin demora, á tratar con ellos el punto de auxilios que le son peculiares, y recibir las últimas órdenes de esta Superioridad.
Dios guarde á V. S. muchos años. Buenos Aires, 6 de Setiembre de 1810.
CORNELIO DE SAAVEDRA.
Dr. Mariano Moreno, Secretario.
Sr. Coronel D. Pedro Andres Garcia.
La memoria que tengo el honor de presentar à V. E. es un homenaje debido à la autoridad, y una manifestacion de mi amor y respeto à la patria. V. E. se ha servido confiarme el arreglo de estas campañas, formacion de pueblos, mejora de los ya formados, establecimientos de guardias fronterizas en donde convengan, y el fomento de todos los ramos de policìa rural. Este es el encargo mas honroso que ha podido hacerse jamas á un ciudadano: de su acertado desempeño pende la prosperidad de la agricultura y de la poblacion, el poder y la riqueza de la sociedad.
Es verdad que no corresponde á las fuerzas de uno solo, sino à los esfuerzos de muchas generaciones, el llevar á cabo una obra de tamaña grandeza. Hay escollos que evitar, peligros que arrostrar y dificultades que vencer: pero todo desaparece cuando se nos presente la perspectiva risueña de la felicidad pública. Mil pueblos florecientes, en medio de los campos ahora desiertos, serán un monumento mas glorioso que cuantos ha levantado la vanidad de los conquistadores. Millares de familias contentas, y rodeadas de la abundancia, entonarán himnos mas honrosos al gobierno que las afamadas producciones de poetas aduladores.
¡Plugiese al cielo que el tiempo que me resta en la tarde de mi vida, fuese un sacrificio útil á un pais que me alimenta desde mi primera juventud, y que me ha dado cuanto es capaz de hacer amable su existencia á un mortal! Si una fatalidad inevitable, ó si la escasez de mis luces, no me permite esta honra, yo me consolarè á lo menos con haber hecho lo posible, y con manifestar á V. E. en el lenguage de la verdad los males que pesan sobre nuestras campañas, la urgente necesidad de remediarlos, los medios de hacerlo, y cuantos bienes pueden resultarnos.
La feracidad de este suelo afortunado, las ventajas que ofrece su situacion geogràfica, y la reunion de todo cuanto puede lisonjear los deseos naturales del hombre, parecen que destinaban à Buenos Aires para[ii] ser una de las primeras ciudades del Nuevo Mundo: pero contra el órden de la naturaleza la hemos visto casi en nuestros dias desfallecer en la miseria, y entrar apenas en el rango de las ciudades subalternas.
La lucida expedicion que trajo Mendoza, desapareciò luego, ya por las luchas sangrientas con los Querandìs, ya por la penuria de bastimenos, ya en fin porque se vió frustrado el principal objeto de su establecimiento, esto es, la facil comunicacion con las provincias y riquezas del Perú.
Sin embargo de que una benda espesa cegaba á todas las naciones europeas en el siglo XVI sobre sus verdaderos intereses, no dejò de traslucir el adelantado Torres de Vera cuan interesante era la poblacion de Buenos Aires, y ordenó luego á Juan de Garay la reedificase à toda costa, como lo verificò el año de 1575. A la muerte de este hombre digno de memoria, quedaron los pobladores dueños de grandes terrenos, cuya fertilidad podria haberlos colmado de abundancia y felicidad, si el gobierno hubiera sabido adoptar el sistema que convenia à sus verdaderos intereses. La adquisicion de encomiendas y de nuevos terrenos entretuvo la ambicion en los primeros años, y fomentó una guerra con los naturales, que se ha perpetuado hasta nuestros dias.
Las tentativas de varias naciones europeas, principalmente las pretensiones de Portugal, hicieron conocer á la España que era forzoso velar mas cuidadosamente sobre la conservacion de estos paises, mantener tropas en Buenos Aires y fomentar esta colónia. Pero al mismo tiempo la codicia de los monopolistas y la ignorancia de la ciencia económica habian cortado los canales de la circulacion. Esta ciudad se viò reducida à los consumos de su guarnicion, y à la miserable exportacion de algun navìo que mandaba Cadiz con licencias eventuales; ó bien á las utilidades de los ganados que transportaba al Perù, y á las de un contrabando mezquino à que incitaba el comercio esclusivo de Lima en las provincias altas.
En el espacio de dos siglos habìanse estendido las familias por estas inmensas llanuras, y, dedicadas à una vida pastoril, se establecian sin òrden en los campos, y, como los hijos de Noé, iban propagándose con sus rebaños por un mundo desierto. Aislados los hombres en sus haciendas, no se reunian sino cuando lo exigia la religion, ó lo ordenaba la necesidad de la comun defensa. Era forzoso, pues, que reducidos á este género de vida, adquiriesen unas costumbres salvages, y que, desconociendo las necesidades del hombre civi[iii]vilizado, se resintiesen de la indolencia é ignorancia de sus bàrbaros vecinos:—que la agricultura estuviese en el peor estado y la provincia en la miseria.
El buen rey D. Carlos III, rompiendo las antiguas trabas, dió mas libertad al comercio nacional, erigió à esta ciudad en capital de un vireinato, abriò el comercio con el Perú, con los puertos habilitados de la penìnsula, las colonias españolas y extrangeras. La atraccion de capital y los preciosos frutos que el comercio amontonó en ella de las provincias interiores, la hicieron prosperar con rapidez tan extraordinaria, que en pocos años empieza ya à competir con las mas florecientes de la América.
Mas si desde las elevadas torres de la ciudad echamos una ojeada sobre las campiñas que la rodean, será preciso confesar que su opulencia no es debida á la perfeccion de la agricultura, ni à los esfuerzos de la industria. En ella veremos un retrato de la ciudad de Idomeneo que nos describe el sabio Fenelon. Su grandeza y esplendor son efimeros, porque no estriban en la tierra, la única capaz de consolidar la felicidad de un estado.
La revolucion que ha causado naturalmente en la Amèrica el trastorno general de Europa, vá á poner sus provincias en estado de desplegar cada una las riquezas de su respectivo suelo. ¿Y què será de la nuestra, si dejamos en abandono nuestros campos, único tesoro que nos ha dado la Providencia? Es preciso, pues, que nos apresuremos à ponerlos en aptitud de prosperar, ò que desde ahora consintamos en volver á un estado de languidez y decadencia.
Si miramos atentamente el estado de nuestras campañas, advertiremos luego, que las estancias y chàcras se hallan mescladas al presente: que un desorden general ha confundido las propiedades, y dado lugar à que el propietario esté siempre amenazado de las agresiones de sus vecinos, ó destruido con pleitos interminables. Los ganados del hacendado talan las sementeras del labrador, y las diligencias de este dispersan aquellos. Hay una multitud de familias establecidas en terrenos realengos que ocupan à su arbìtrio, ó bien en los que arriendan por un infimo precio. Estas familias se dicen labradoras por que envuelven en la tierra una ò dos fanegas de trigo al año; y son en la realidad la polilla de los labradores honrados y de los hacendados á cuyas espensas se mantienen.—He aqui la exacta relacion que hace de su modo de vivir un vecino de estas mismas campañas.[iv] "Empiezan, dice, estos agricultores honorarios à arar por mayo, y concluyen en julio y aun agosto. ¿Y què comen en este tiempo estos hombres sin recursos?—Díganlo nuestros ganados. ¿Con qué alimentan sus vicios?—Con los productos de aquellos. ¿Y cual es el resultado de una operacion de cuatro meses?—Haber arañado la tierra, que por mal cultivada, no produce ni aun el preciso necesario de una familia industriosa. Siembran, en fin, porque un vecino les prestó la semilla, y el dia de la sementera hay bulla, embriaguez, puñaladas, &c."
"Estas sementeras en muchas partes deben cercarse; y para esto se unen algunos, y clavan en tierra cuatro palitroques, que, ayudados de torzales que hacen de la piel de nuestros toros, forman una barrera incapaz de resistir la embestida de un carnero. Resguardadas así sus mieses, las cuidan sus mugeres por el dia, y ellos por la noche. Persiguen los ganados vecinos, los espantan, los hieren, y obligan al hacendado à trabajar un mes, para reunir lo que un labrador de estos le dispersò en una noche. Destruyen nuestros caballos, pues en ellos hacen sus correrias nocturnas. En este órden continuan hasta el preciso tiempo de la siega, en que son mas perjudiciales que nunca."
"Llega enero, y cruza por la campaña un enjambre de pulperias, llevando consigo el pàbulo de todos los vicios; sus dueños los fomentan para egercitar la usura: ponen juegos, donde los labradores de esta clase reciben cualquiera dinero por sus trigos: venden à precios ínfimos sus cosechas, y el campesino honrado, que por sus cortos fondos necesita adelantamientos, se vé forzado á malbaratar por necesidad los que aquellos por sus vicios: siendo el resultado, verse sin granos, y tal vez empeñados al fin de la cosecha. Estos se llaman labradores, porque siembran todos los años, siendo en realidad vagos, mucho mas perjudiciales que aquellos que por no tener ocupacion llamamos tales."
Me he detenido particularmente en detallar las ocupaciones y costumbres de estas gentes, porque ellas forman una porcion muy considerable de nuestra poblacion rural. En el curato de Moron, que está casi á las puertas de la ciudad, se cuentan 622 familias, y acaso una tercera parte de ellas puede entrar en la clase de estos perniciosos labradores: y así de los demas partidos. ¿Y què podremos esperar de unos hombres acostumbrados desde su infancia á los vicios y á la mas destructora holgazaneria?—El labrador honrado y el útil hacendado no podrán prosperar mientras estén rodeados de semejantes enemigos.[v] Las mas sábias leyes, las medidas mas rigorosas de la policía, no obrarán jamas sobre una poblacion esparcida en campos inmensos, y sobre unas familias que pueden mudar su domicilio con la misma facilidad que los árabes ò los pampas. Es pues indispensable transformar estos hombres en ciudadanos virtuosos, aplicados è industriosos. Yo tengo la satisfaccion de hablar con un gobierno que sabe bien que estos prodigios los hace frecuentemente la política, y por eso, sin detenerme un instante, voy á proponer las medidas que me parecen mas urgentes y necesarias. Estas se reducen á cuatro:—Primera, mensura exacta de las tierras. Segunda, division y repartimiento de ellas. Tercera, formacion de pequeñas poblaciones. Cuarta, seguridad de las fronteras, y líneas adonde deban fijarse.
Las mensuras generales de la campaña deben partir, á mi juicio, desde la plaza misma de la Victoria, siguiendo, para evitar perjuicios, el órden establecido por D. Juan de Garay. Para esta operacion deben elegirse sugetos que, á demas de los conocimientos cientificos, estén adornados de una integridad á toda prueba. Ellos han de ser infatigables, hasta que perfeccionen un plano topográfico, que señale exactamente los territorios de cada partido, sus limites y haciendas en él comprendidas: sus pueblos é iglesias, sus pastos comunes, aguadas y égidos, con una razon estadística la mas prolija.
Esta operacion bien desempeñada aclarará luego las respectivas propiedades, pondrá al gobierno en estado de conocer cuales son las tierras realengas, qué extension ocupa su dueño, y á qué destina su propiedad. Este será el documento solemne que asegure el patrimonio de nuestra comun familia: sobre este plano es que V. E. vá á plantear la grandeza y poder de la república. Así Numa sobre los campos incultos del Lacio dictó las leyes que hicieron de Roma la cabeza del mundo y el modelo de los imperios.
Conocido perfectamente el terreno, es necesario que se proceda á su division y repartimiento: esto es, á señalar las tierras que se destinan á la labranza y las que deben servir para la cria de ganados. Mientras la poblacion de nuestra provincia y la perfeccion de nuestra agricultura, no hayan hecho variar completamente el estado de las cosas, siempre ha de ser forzoso mantener las estancias y fomentar la cria de ganados en los términos que hasta aquí. Tiempo vendrá en que sobre una legua cuadrada se mantenga mas ganado que hoy sobre tres; que su cria sea menos espuesta y mas lucrosa. Pero mientras tanto no podemos menos que dejar este ramo, tan principal de nuestra riqueza, á merced de la suerte, y que su subsistencia sea tan incierta como la de los pastos en[vi] unos campos escasos de aguas. Mas para que estè menos aventurada, necesitan siempre los hacendados poseer grandes terrenos en que puedan estenderse libremente los ganados, con menos peligro de que se agoten las aguas, ni se consuman los pastos tan facilmente.
Segun este principio, las tierras mas inmediatas á la ciudad seran las destinadas á la agricultura esclusivamente, y luego las que rodean los pueblos que se plantifiquen. No se permitirá en ellos estancia alguna, ni se criará en ellas mas ganado mayor que el que los labradores necesitan para sus trabajos, ó puedan guardar y mantener á pastoreo en sus campos y los comunes, con el auxilio de prados artificiales y sus cosechas de yerba, que, con la paja y el grano, repondrán para asegurarlos de las intemperies del invierno y sus arideces, de modo que jamas nos falten para las labranzas y acarreos, como ahora sucede.
Designado el lugar que se juzgue á propósito para poblacion, deben deslindarse y señalarse luego los sitios para las casas; de modo que cada uno pueda tener un huerto, corral y habitacion desahogada. Estas formarán ò contendrán una plaza, de la que arrancarán ocho calles espaciosas en la primera cuadra de sus respectivos frentes; y en las segundas, que contendrán cien varas cada una: se señalará asimismo el lugar para la iglesia, el cementerio, el hospital y la cárcel. Desde el centro mismo de la plaza de cada pueblo partirán las mensuras de las suertes de tierra de labor de su pertenencia: ordenando de tal modo las cosas, que este punto sea cierto, y la mojonera comun de su vecindario. En cada pueblo ha de dejarse sitio, no solo para las casas de los labradores, sino tambien para las familias industriosas que sucesivamente han de ir estableciéndose en ellos, como necesarias.
Demarcado el pueblo, y divididas las suertes de tierras, es necesario llamar los pobladores. Como han de ser estos los vecinos esparcidos por la campaña, creo oportuno se dividan en tres clases: primera, de propietarios; segunda, de arrendadores capaces de hacer los gastos primitivos de la labranza; tercera, la de los que no tienen facultades para ello, cuyas nociones suministrará desde luego la razon estadística de que hablé al principio.
Una ley general debe obligar á todos los habitantes de la segunda y tercera clase de la comarca á formar su habitacion en el pueblo inmediato que se halla demarcado. Esto, es verdad, que parecerá duro á muchos de nuestros campestres, y aun algunos que presumen de filósofos lo creerán contrario á la libertad del hombre: pero si se refle[vii]xiona sobre ello ligeramente, pienso que no habrá un sensato que no convenga en la necesidad de esta medida. Sin reducir las familias á poblacion, sucederá que no tocándose sus intereses sino en los poquísimos puntos que forman sus precisas necesidades, al menor movimiento quedarán separados y el cuerpo social destruido. El hombre aislado y reducido á sí mismo se hace salvage y feroz, huye de todo trabajo que no sea el que necesita para buscar su alimento, y no acostumbrado á obedecer ni á sufrir dependencia, prefiere siempre los medios de violencia á los de dulzura, cuando pretende: y asi mas presto roba que pide. Se hace duro é insensible, y como está concentrado en sí, no es capaz de espiritu público, ni los resortes de la politica pueden obrar sobre él. Es preciso, pues, que el gobierno ponga los principios de adhesion que estas partes separadas necesitan, para formar una masa solida y capaz de resistencia. ¿Y como podrá hacerlo, sino acercando los hombres unos á otros, y acostumbrándolos á ocurrir mutuamente á sus necesidades, poniendo en movimiento los deseos de gozar y sobresalir, de que inmediatamente proceden la emulacion y aplicacion que hacen florecer la agricultura, la industria y las costumbres?
Si las poblaciones facilitan estas ventajas, el comercio adquiere por ellas muchos grados de velocidad en sus cambios, cuya repeticion y utilidades refluyen tambien en los progresos de aquellos. La combinacion de estos principios elementales de la felicidad pública, acercará el tiempo en que se vean ocupadas las tierras por tantos propietarios cuantos ellas admiten. Y entonces ¿podrá alguno calcular el grado de poder y de fuerza verdadera que tendria el estado?
Los labradores, endurecidos con las intemperies, acostumbrados à una vida sencilla y frugal, noblemente orgullosos con el sentimiento de su propia fuerza, independientes de su propiedad, de la que sacan su subsistencia y su fortuna, serán los verdaderos ciudadanos, que no necesiten mendigar su mantenimiento del estado, ni venderse bajamente á todo el que pueda darles un empleo ó proporcionarles una renta. Su tierra, su hogar, su pueblo—he aquí los ídolos del labrador: en ellos verá la herencia de sus padres, la tumba de sus mayores y la cuna de sus hijos. Amarán siempre las leyes y el gobierno que le conserven objetos tan queridos. El nombre de pátria se los recordará, y al primer riesgo serán sus defensores, tan valientes como incorruptibles. En una palabra, formar poblaciones, y fomentar en ellas la agricultura y la industria, es formar una patria á hombres que no la tienen. Esto manifiesta bien si está esencialmente unida la existencia del estado al establecimiento de pueblos y leyes agrarias, que son indispensables para su prosperidad.[viii] Pero si la triste condicion humana obliga al gobierno à usar de su autoridad para impeler á los hombres hácia su propio bien aun antes que la experiencia se lo haga gustar, puede dulcificarse esta medida con el incentivo del interes y de la propiedad. Las poblaciones han de hacerse ó sobre tierras de algun propietario, ó sobre las realengas. En el primer caso, debe el gobierno comprar á justa tasacion los sitios que se destinen para la traza del pueblo, y darlos en propiedad á los labradores que hayan de establecerse en las suertes de tierra demarcadas; brindando con igual presente á los demas artesanos y gentes de industria que quieran poblarse. Mas afin de que el estimulo al trabajo sea mayor, no se conferirá el titulo de propiedad á ninguno hasta que haya formado su casa, y cercándola del mejor modo que le sea posible; para lo cual se les señalará un término correspondiente. Aunque no puedan desde luego darse las suertes de tierra en propiedad, esto puede suplirse ya por las leyes que favorescan á los arrenderos, asegurándoles el goce de cuanto mejoren y trabajen en su hacienda, ya premiando con auxilios á los que mas sobresalgan en la aplicacion, para que puedan comprarla á su dueño, quien nunca podrá negarse á ello, ni valerse de la necesidad para sacrificar al labrador. Pues la ley, que hace sagrado su derecho de propiedad, sostiene á aquel contra las agresiones de la codicia.
Ni creo deba temerse que los propietarios se resientan de unas providencias que, bien lejos de perjudicarlos, van á dar á sus haciendas un valor que ahora no tienen, y que crecerá progresivamente en razon de las medidas mismas con que el gobierno esfuerce la aplicacion de los colonos.
Nace con el hombre el deseo de dominar y poseer: tarda mas el conocimiento de los medios que pueden estender la esfera de estas inclinaciones; mas una vez conocidos, se decide y los abraza con toda la ansiedad de las pasiones. Nada creo que será mas fácil, que hacer conocer á nuestros propietarios todas las ventajas que van á conseguir del establecimiento de colonos en sus campos, bajo un sistema como el presente: de manera que, tan lejos de oponerse á estas determinaciones, pretenderán con empeño la preferencia de sus tierras para pueblos.
En las tierras baldías no tendremos estas dificultades, y el gobierno presentará un aliciente mas poderoso, con la donacion de las suertes de tierra á los que llame á poblarlas: sacando al mismo tiempo todo el partido que le ofrece esta circunstancia para acelerar los progresos de la poblacion y la labranza.
Establecidos los colonos, una policía sabia asegurará las propieda[ix]des, destruirá los vagos, perseguirá los delincuentes, romperá las trabas y pondrá en posesion tranquila de la libertad á todos los ciudadanos virtuosos. Pero los dos grandes objetos á que deben dirigirse luego los esfuerzos, son á la introduccion de la moderna agricultura, y á la atraccion de colonos de todo el mundo, si es posible: ambos objetos son vastos, necesitan de tantas y tan acertadas operaciones, de tantos fondos, en fin de tanto saber y patriotismo, que se hace indispensable establecer para desempeñarlos una junta de mejoras, ó llámese sociedad patriótica, que vele noche y dia sobre asuntos tan interesantes, siempre protegida con toda la fuerza del gobierno.
Yo creo que la sociedad podria escoger por modelo á la famosa de Dublin, que tiene la gloria de haber sido la primera que hizo conocer todo el precio de los bienes de la tierra en Inglaterra. Los notables del reino se empeñaron, con toda la fogosidad de su carácter, en adelantar los progresos de la agricultura, hicieron un negocio propio á alentar è instruir al pueblo en este ramo, consagraron á este objeto su supérfluo, destinado antes al lujo y á los vicios. Ellos mismos instruyen, solicitan y hacen dictar al gobierno cuantas leyes económicas aconseja necesarias la experiencia; y este espíritu, difundido por toda la nacion, ha llevado al mas alto grado de perfeccion la agricultura en Inglaterra.
Un movimiento semejante es el que debe dar el gobierno á la opinion de nuestros ciudadanos, que se resienten de los errores que, adoptados generalmente, han dirigido el sistema politico de los estados europeos desde el descubrimiento del Nuevo Mundo. Es forzoso que se convenzan todos de que, como dice un sabio, el oro liquidado por el ardiente soplo de la humanidad entera, cuela y se huye de entre la criba de naciones ociosas que lo reciben de primera mano: que cuando se detiene, no es mas que un metal de inutil peso; que jamas es riqueza, ni la representa si no por medio de la circulacion; que no circula sino hácia los lugares que producen cosas útiles á las necesidades humanas; que no puede aumentarse en un pais si no en razon del producto líquido que se saca de sus riquezas renacientes, y de la industria que las prepara y acomoda á los usos de la vida.
Que los sabios, los literatos, los celosos patriotas empleen los encantos de la elocuencia, la fuerza irresistible del raciocinio y de la conviccion, para presentarnos á la agricultura como ella es en sí. Que los magistrados vean allí la conservadora de las sanas costumbres, de la inocencia y de la libertad; los propietarios, la regeneracion eterna de sus riquezas; el comercio, sus almacenes; los pueblos, su subsistencia; los[x] hombres en fin, la nodriza comun que los conduzca á fraternizar y participar juntos de sus dones.
Si estos principios, autorizados por un gobierno paternal, se difunden y vulgarizan, no es posible que dejen de electrizar á un pueblo que no perdona sacrificio cuando lo considera útil á su patria. Ya me parece que lo veo correr al fomento de la agricultura y de la industria, con el mismo entusiasmo con que ha volado siempre á ofrecer sus bienes y á sacrificar su vida por la seguridad comun. Veo que en cada departamento se forman sociedades patrióticas, que llevan al seno de los campos las luces y los socorros á los desvalidos labradores: que los instruyen, no por medio de vanas teorías, sino con egemplos prácticos; que los estimulan con los premios, con las distinciones y con los honores. Que otros Triptolemos forman nuevos instrumentos de labranza, y enseñan su uso á los aplicados agricultores: que hacen brotar una multitud de plantas hasta ahora desconocidas; que mejoran las poblaciones, que plantifican la industria en ellas y proporcionan la educacion civil y cristiana de las generaciones reproducidas. Que arrancan del seno de la ciudad multitud de familias que hoy vegetan ociosamente, y las establecen con utilidad en la campaña: que hacen derramar en ella mucha parte de los tesoros que ahora se estancan ó se guardan para animar la industria del estrangero: que atraen, en fin, de todas partes la poblacion, la abundancia y la felicidad.
A las sociedades, à los hombres de verdadero patriotismo, toca el cuidado de inspeccionar los detalles, proponer los proyectos útiles y dirigir las operaciones. El gobierno, no dando acceso jamas á ese espiritu entremetido que se mescla en los intereses particulares de los subditos bajo el pretexto del bien publico, debe proteger solo los esfuerzos con la sabiduria de las leyes que proporcionen al labrador el espéndio de sus frutos con comodidad, y con una ganancia módica, pero pronta y segura. Para ello es necesario facilitarles mercados inmediatos, en donde la concurrencia de compradores sea la que dé precio á sus frutos, y proporcione los contratos útiles á la clase agricultora y comerciante. En vano se derramarian tesoros en los campos, en vano se establecerian familias labradoras y se formarian leyes: todo permaneceria en la inercia, si la utilidad no siguiese de inmediato á los trabajos. El comercio es el vehículo que introduce con sus ganancias la fecundidad y la vida en todas las clases laboriosas del estado, pero él no puede prosperar sino obrando en libertad.
Supuesta la libre exportacion al exterior de todo cuanto la tierra produzca ó la industria prepare, para fomentar el comercio interior[xi] son muy necesarias las poblaciones, porque allí encuentra el traficante reunidos los granos y los frutos de muchos labradores, cuyos diversos intereses le proporcionan ventajas importantes, y se le disminuyen las demoras y los costos, que le ocasionaria la necesidad de vagar por las habitaciones dispersas de la campaña para vender y comprar. Los labradores, al mismo tiempo, con las noticias que adquieren en el trato y sociedad, saben apreciar sus granos, y no malbaratarlos ó perder ventas oportunas por ignorancia. Se ahorran los gastos de la conduccion y los riesgos que corren en su transporte á largas distancias, como tambien el tiempo que en ello pierden y los perjuicios que nacen de la ausencia de sus campos.
Nadie ignora que la principal ventaja de la libertad del cultivo y del comercio de sus producciones, está en facilitar los cambios, sin los cuales los frutos no pueden tener su precio: de donde se infiere la necesidad de abrir la salida y facilitar los transportes y caminos al comercio. Todos los frutos que se ofrecen en concurrencia al consumo estan cargados precisamente con los gastos de produccion y transporte: estos últimos no tienen otra base que el mismo articulo, y por consiguiente los gastos de transporte cargan sobre la produccion. Asi, pues, para que nuestros frutos se presenten mas ventajosamente á la concurrencia, es preciso disminuir, cuanto sea posible, los de conduccion.
De estos principios se deriva naturalmente la necesidad de mejorar los caminos, de facilitar la navegacion y de construir canales: pero mientras llega el tiempo en que el estado pueda emprender estas grandes obras, juzgo que son indispensables dos providencias. La primera, que facilite y fomente las máquinas que reducen el volumen de los frutos, y dejando la utilidad de la manufactura entre las familias industriosas, minoran los gastos de su transporte. La segunda, es la que mira á perfeccionar las máquinas que se emplean en las mismas conducciones, haciéndolas de forma que, admitiendo mas carga, necesiten menos fuerzas y esten menos espuestas á romperse ó desbaratarse.
Las medidas hasta aquí indicadas como necesarias, serian inutilizadas en gran manera si no se atendiese inmediatamente, casi como objeto primordial, á la seguridad de las fronteras de indios infieles; de modo que el habitante de los campos no tema ver destrozadas sus posesiones por las invasiones inesperadas de un enemigo feroz, y pueda sin recelo entregarse á los útiles trabajos de su profesion:—á este objeto se dirige inmediatamente la medida de adelantar las fronteras. Pocos son los que conocen en toda su estension la importancia de esta obra, porque no hay muchos que se detengan á considerar los intereses verdaderos del país.[xii] Asegurar para siempre nuestros campos de las incursiones devastadoras de sus bárbaros vecinos, hacer de ellos una misma familia con nosotros, estender nuestras poblaciones hasta las faldas de la cordillera famosa de Chile, formar provincias ricas en las producciones de los tres reinos de la naturaleza, y dar un vuelo rápido á nuestro comercio, á nuestra industria, á nuestra agricultura, que lleven luego la opulencia á nuestra afortunada patria: hacernos verdaderamente independientes de las provincias del continente americano y de la Europa, por la posesion de las primeras riquezas de las naciones—he aquí los grandes objetos que se propuso este gobierno cuando me confió la comision del arreglo de fronteras.
Echemos un velo sobre los errores que han ahogado por el espacio de tres siglos los grandes y preciosos frutos de una sabia y bien dirigida economia: convenzámonos solamente de nuestro estado presente, y de la necesidad de buscar entre nosotros las fuentes del poder y de la prosperidad, para no ser mañana miserables, débiles y pupilos quiza de nuestros mismos compañeros. Grabada esta verdad en nuestro seno, marchemos denodadamente hácia el objeto, si es que aspiramos á la gloria de restauradores de la patria.
Aquellos que, cuando se trata de los primeros intereses del estado, ciñen sus miras á pocos años, ó adoptan á medias y temblando las medidas grandiosas que han de establecer la felicidad de las generaciones:—los que proceden sin un plan determinado, que, empezándose á plantificar por ellos, haya de proseguirse constantemente por los que les sucedan: estos hombres pusilanimes y mezquinos hacen mas daños al estado, que los atrevidos que proyectan en grande, aun cuando yerran en sus cálculos.
Errado fué, y muy dañoso á la humanidad, el deseo de conquistar los indios salvages á la bayoneta, y de hacerlos entrar en las privaciones de la sociedad, sin haberles formado necesidades, ni inspirado el gusto de nuestras comodidades. Este plano, repito, sostenido con teson, imposibilitaria quizá la civilizacion de aquellos hombres, pero no expondria el estado á tantos males, como un sistema contrario, adoptado á medias y mal conducido.
Así el inveterado concierto hóstil, sostenido por nuestros mayores contra la tribus de los Pampas, hacia imposible su reduccion: pero al menos establecia una barrera entre ellos y nuestros campestres que los tenia siempre en alarma, y á los indios, cuidadosos por el estado de guerra en que estabamos sin cesar. Desde el año de 89 se cambiaron[xiii] felizmente las ideas, y proyectó el gobierno atraer por el comercio y buen trato á estos hombres feroces: pero, no habiendose establecido un plan tan vasto como el objeto, ha sucedido que las fronteras se hallan desarmadas; que muchos de nuestros campestres, cuyas costumbres, como hemos dicho, no distan muchos grados de las de los salvages, se han familiarizado con ellos, y atraidos por el deseo de vivir á sus anchas; ó bien temerosos del castigo de sus delitos, se domicilian gustosamente entre los indios. Estos transfugas, cuyos número es muy considerable y crece incesantemente, les instruyen en el uso de nuestras armas, é incitan á que ejecuten robos y se atrevan á hacer correrias en nuestras haciendas. ¡Cuanto no debemos temer de estos indios, acaudillados y dirigidos por nuestros mismos soldados!
Se presenta esta empresa con no pocas dificultades; pero entiendo que á la distancia tienen las cosas diverso aspecto que observadas de cerca. Todo está á nuestros alcances si empeñamos la constancia en el trabajo, y estudiamos la moderacion y prudencia con que debemos acordar y convenir con los indios salvages, para obtener la posesion de los terrenos á que aspiramos, y establecer unas relaciones que los tengan en necesidad de nuestro trato, los aficionen á la sociedad, y quizá en la segunda generacion formen con nosotros una sola familia, por los enlaces de la sangre. Este debe ser el fruto de nuestras tareas, si la comision se maneja con destreza por un gefe que sepa hacer servir á las miras políticas del estado las numerosas tribus que infestan hoy esas inmensas campañas.
Las guardias de fronteras que tenemos, son ya casi totalmente inútiles; porque están las mas en el centro de las poblaciones, por su estado ruinoso, por falta de armas y soldados, y porque no pueden ofender ni defenderse si son atacados: de modo que, las haciendas y poblaciones avanzadas al enemigo, de 20 hasta 60 leguas al sud, estan francas y sin reparo alguno.
En la estrecha faja que forman los rios Paraná y Salado, no caben las poblaciones de nuestro labradores y hacendados. Se han visto precisadas las familias, contra lo estipulado en las paces celebradas con los Pampas, á pasar los límites del rio Salado: lo que deberia mirarse por aquellos como una manifiesta infraccion y declaracion de guerra. Pero, como la necesidad ha obligado á excederse por la propia conservacion, y este exceso ha sido recíproco, resulta una tolerancia harto perjudicial por lo aventurado y expuesto de nuestras familias en campo enemigo, é indefensas para reparar las hostilidades que experimentan siempre que los indios se acuerdan de sus derechos, ó sueñan hallarse ofendidos:[xiv] cuyos motivos nos impelen poderosamente á emprender sin tardanza el adelanto de las fronteras sobre dos lineas precisas, para poder acudir á nuestra conservacion y necesaria subsistencia.
La primera debe ser desde la confluencia al mar del rio Colorado hasta el fuerte de San Rafael sobre el rio Diamante, teniendo por punto central la laguna de Salinas. La segunda debe formarla la cordillera de los Andes, en los pasos que franquea por Talca y frontera de San Carlos, apoyando su izquierda sobre las nacientes del rio Negro de Patagones, y su derecha en el paso del Portillo: examinando ademas otros pasos intermediarios, si los hubiese, y guarnecièndolos del mejor modo posible. La configuracion geográfica del terreno dá à conocer la importancia de esta obra, y tambien que la naturaleza nos dà en los Andes unos límites indisputables, y que brindan á los de esta parte del norte con la posesion de tantos terrenos yermos, y de preciosidades inestimables, ya demasiado conocidas y ansiadas por los del sud.
Los costados del cuadro irregular que forman las dos lìneas, quedan cubiertos por el este con las orillas del Ocèano y rio Negro; por el oeste, con la provincia de Cuyo; por el sud, con la cordillera de los Andes, y por el norte, con las provincias de Buenos Aires y Còrdoba.
Luego que, en cumplimiento de las órdenes superiores, pude convencerme de la nulidad absoluta de las guardias, y de la necesidad de adelantarlas, creì indispensable reconocer las campañas que ocupan los indios, y tomar los posibles conocimientos de los lugares para situar bien las fronteras. A este fin propuse á la superioridad el conducir la expedicion de Salinas, y hacer con este motivo las observaciones precisas para emprender esta obra gefe, demarcando facultativamente los terrenos, levantando sus planos, sin perder de vista las indagaciones mas prolijas para calcular el número de sus habitantes, sus usos y costumbres, y cuanto mas pudiese convenir al intento.
Marchè en efecto el 21 de octubre del año pasado de 1810, y concluì la expedicion el 22 de diciembre siguiente del mismo año, con las ocurrencias que señala el diario que acompaño. Uno de los primeros frutos de mis trabajos fuè captar la voluntad de los caciques principales, Epumur, Quinteleu y Victoriano, hermanos, y todos de razón despejada, de poder y de respeto entre las tribus vecinas. Su amistad, siempre constante, atrajo por convencimiento y ejemplo, à[xv] otros deudos, que unidos protegieron mi marcha de ida y vuelta contra las agresiones que intentaron hacerme otras naciones. Pude con la dulzura y buen trato prevenir favorablemente los ànimos de estos caciques y sus aliados, para que se prestasen voluntariamente à nuestros designios: ellos se han decidido con gusto á permitirnos la plantificacion de poblaciones indicadas, y han ratificado su consentimiento personalmente ante este superior gobierno.
La benigna acogida que merecieron, y los dones con que se les remuneró generosamente, dejaron airosa la garantìa que yo les dí por escrito. Prendados de nuestras amistosas demostraciones, han celebrado varias juntas con los caciques comarcanos, para conferenciar con ellos la resolucion que debian tomar acerca de nuestras pretensiones. Han puesto en obra varias de sus muchas supersticiones, para asegurar por ellas si convendria ó no el establecimiento de nuestras poblaciones: en todas resultó un pronòstico feliz. Me han avisado con puntualidad de ello por un mensage, espresando que les habia ganado siempre, y que era esta una señal segura de que yo les seria buen amigo y no los engañaria en los tratados: pero los mas sensatos opinan que se forme un congreso ò parlamento general, al cual sean convocados todos los caciques del sur y oeste para declararles abiertamente nuestras intenciones. Los amigos se muestran convencidos de la utilidad y ventajas que les ofrece este proyecto, y creo que el resultado de la conferencia será feliz: pero sea cual fuere, es absolutamente necesario plantificar el proyecto.
Resueltos una vez à ello, me persuaden los conocimientos que yo he adquirido, que el cuartel general y primera poblacion debe hacerse en las màrgenes de la laguna de Salinas, ò lo que es lo mismo, en el parage nombrado los Manantiales, distante de ella menos de dos leguas. Tiene aguas saludables, abundancia de leña, prodigiosos pastos, y unos terrenos feraces en toda clase de granos, legumbres y cuanto es necesario à la vida humana; cuyas producciones me ha mostrado un indio araucano establecido allì, y que las cultiva para sustentarse, sin auxilio de útiles de labranza por carecer de ellos.
Esta situacion está naturalmente defendida por el este con la laguna de la Sal; por el norte, con elevados médanos; por el sud, con el fuerte y poblacion que haya de formarse, y por el oeste, por una laguna que forman los Manantiales, y una barranca harto elevada: de modo que, á poca diligencia del arte, pueden asegurarse en circun[xvi]ferencia mas de ocho leguas, para sostenerse contra la mas atrevida y numerosa invasion de salvages.
Desde este punto central deben partir las demas poblaciones, reconociendo antes detenidamente y con mucha exactitud los puntos mas interesantes de la sierra de la Ventana, Guaminí, Volcan y rio Colorado. Tomadas estas posiciones, quedaràn cubiertas todas nuestras fronteras, y aseguradas, solo con el respeto de las armas, de cualquiera tentativa hostil. La ventaja de estos puntos se conoce mejor considerando su situacion geogràfica. Hàcia aquella parte el Océano se interna en el continente, las sierras primeras se avanzan, introduciéndose hàcia el oeste, y nuestros terrenos hasta la ciudad forman un gran seno: de manera que, estrechándose la tierra en aquellas gargantas, no pueden salir los indios con su presa de nuestros territorios sin ser observados desde las guardias, y atacados en caso necesario, ò contenidos al menos en sus agresiones por las dificultades de escapar con los robos.
Como esta primera poblacion debe ser el granero y almacen de las demas por algun tiempo, se establecerà en la estacion de las siembras oportunas, para hacer las cosechas oportunamente: pues la distancia no permite la fácil conduccion de vìveres para un nùmero tan crecido de tropa y pobladores.
Asentada la poblacion de Salinas, mientras se examinan los puntos para establecer la línea del este, deben reconocerse las del oeste al mismo propòsito, para buscar las localidades mas ventajosas, á fin de avanzar las fronteras Carolina y Bebedero, dando asì mas amplitud á las provincias de Còrdoba y Cuyo: de modo que formen dos diagonales fortificadas, y que sus comunicaciones aseguren las vastas poblaciones que deben quedar intermediarias, desde las actuales fronteras hasta las que se establezcan nuevamente. Desde ellas han de empezar à practicarse las operaciones para el establecimiento de la segunda lìnea.
Los terrenos que con esta quedan asegurados, formarán con el tiempo una grande y poderosa provincia. Los valles, rios, montes y minerales que encierran, anuncian desde luego que ella se aventajarà bien presto á las demas. Si á los tesoros con que la enriqueció la naturaleza, si á la facilidad de sus exportaciones que ofrece su situacion, se unen los brazos de las numerosas tribus que la pueblan, progresará con tanta rapidez, como ventajas ofrece la sanidad de su temperamento, la feracidad de sus terrenos, la abundancia de sus pastos,[xvii] que manifiesta bien el nùmero progresivo de ganado vacuno, caballar y lanar que hoy los cubren, y puede acrecentarse centuplicadamente.
Ademas de los metales preciosos, ofrecen estas sierras, tan antiguas como el mundo, una multitud de producciones inestimables, como los alumbres, el azufre, las sales, el salitre y toda especie de semi-metales y fósiles. ¡Cuantos ramos de comercio, cuantos manantiales de riqueza, què aumento à la masa y velocidad de los giros, què fomento à la agricultura, què grandeza y poderio al estado! Los rios Negro y Colorado conducirán nuestros frutos hasta el Ocèano, desde cuyos puntos podràn hacer nuestros bajeles sus ùtiles navegaciones à la Europa, al Africa, al Asia y á las costas del sur y del norte de la América, con la facilidad que ofrece su situacion geográfica. ¡Què nuevas escenas no presentarán al mundo estos pueblos hoy nacientes y dèbiles, esas tribus de indios que apenas pueden contarse en la clase de hombres! Si la imaginacion se abisma al meditar la grandeza de los destinos de estos ricos y preciosos paises, á los individuos del gobierno debe alentar la gloria de que sus nombres formen un dia las primeras líneas de la historia de estas naciones, y corran al travès de los siglos, recibiendo el homenage de la gratitud y del respeto que se tributa à los hèroes.
Entre tanto los metales que ofrecen estos afortunados países, han despertado ya la codicia de los mineros de la otra parte de la cordillera, y para trabajar el cerro del Payen, son muy repetidas las instancias que hacen á sus naturales, que mesquinan y resisten por no ser inquietados y despojados quizá á viva fuerza, como lo recelan justamente. Nosotros, á favor de las luces de nuestro siglo, sabremos clasificar las riquezas y adoptar los medios que sean mas análogos á las leyes eternas de la naturaleza. La labranza y la cria de ganados alimentaràn en su cuna à nuestras poblaciones; la dulzura, la libertad y el conocimiento de nuevos placeres y de nuevas necesidades nos unirán à los indios. Despues las demas riquezas harán crecer y robustecerán succesivamente el cuerpo de esta nueva sociedad, hasta que llegue á su perfeccion y pueda desplegar todas sus fuerzas fisicas y morales.
Conocida la grandeza del objeto y los medios de alcanzarlo, resta allanar las dificultades que se tocan en la egecucion, por las fuerzas que pueden presentar los indios, por el número de tropas que se necesitan y por los fondos con que ha de subvenirse á tan interesante obra. Los antiguos gobiernos percibian bien la necesidad de tomar las medidas que hoy se quieren adoptar: mas, cuando los[xviii] lamentos de los infelices hacendados y labradores los estrechaban á remediar tantos males, tocaban dificultades insuperables en el sistema pesado de hacienda; y el genio fiscal, que era el que dirigia todas las operaciones, convertia las providencias egecutivas en un pleito ordinario, y así corrieron los años sin emprenderse cosa alguna. Se creyó necesaria una entrada general por las Provincias de Cuyo, Córdoba y Buenos Aires, para exterminar, ó á lo menos menguar mucho las familias de los indios. Esta operacion no podia combinarse facilmente, pues aunque lo resistian la humanidad y las leyes, no por eso se buscaron arbítrios que enjugasen las lagrimas de nuestros hacendados, y quedaron siempre sin cumplirse los votos de aquellos que creian necesarias las poblaciones de Salinas, las Sierras y rio Colorado, y sin efecto las reales órdenes que en diversos tiempos se expidieron à este propósito.
Por otra parte, una preocupacion envejecida y transmitida sin examen, ha hecho formar à muchos ideas abultadas del poder de los indios, de su muchedumbre, y de la destreza con que juegan sus armas; y de este modo ha pasado por prudencia lo que en realidad es un miedo honestado. Pero cualquiera que sepa que estas gentes viven en tribus independientes, y por lo general enemigas unas de otras, no mirará tan temible su masa, por grande que ella sea. Los felices resultados de una tentativa los hace muy atrevidos, pero un castigo severo los escarmienta para muchos años: tenemos una prueba reciente en las fronteras de Mendoza en el año de 1784, y en las nuestras por los de 89, en que asentaron paces que no han quebrantado hasta hoy, sin embargo de que hemos transgredido los límites del Salado. El carácter de estos indios es marcado por la ferocidad y la cobardia: válense siempre de la sorpresa y de la perfidia, y usan con crueldad de la victoria. Pero, cuando estos caminos les son cerrados por la vigilancia, y que un aparato militar respetable les impone, se apresuran á sacar partido y establecer relaciones amistosas, que conservan hasta que continuadas agresiones injustas los exasperen.
El número á que ascienden yá, por su libre reproduccion, es muy respetable sin duda. El ocio en que viven los mantiene siempre miserables, y sus escaseses los precisan á robarse unos á otros, y todos se conspiran contra los hacendados españoles, en cuyos ganados libran su subsistencia; por que casi han aniquilado los caballos silvestres y otros animales de que se alimentaban. Esto prueba la necesidad de acudir pronto al remedio.
[xix] Hay entre estas tribus algunas que blasonan de su origen araucano: aunque se diferencian poco en el carácter comun de los demas salvages, tienen con todo alguna mas aplicacion á cierto genero de labores, crias de ganado lanar y vacuno, con que hacen sus permutas y entretienen algun tanto la osiosidad, buscando nuestros frutos para hacer con ellos sus cambios. Estas inclinaciones son mas decididas en los habitadores de las márgenes de la laguna de Salinas y campañas del oeste. Al contrario los Pampas, propiamente dicho, en la carrera de Patagones, y tambien los que despues siguen internados hasta la cordillera de Valdivia, que llaman Guilliches, son generalmente inquietos, invasores de las demas tribus y siempre dispuestos al robo y á la matanza.
Fué seguramente una casualidad muy feliz la de haber descubierto y adquirido relaciones con los tres hermanos caciques, situados en los puntos mas interesantes, que son las primeras tolderias de las fronteras del oeste en la laguna de Salinas y paso de las cordilleras á Penes. La disposicion que manifiestan para allanar con los doce caciques, sus deudos y confederados, la plantificacion de poblaciones en aquellos puntos, aleja muchas dificultades, que sin esta favorable circunstancia deberian tocarse.
El gobierno ha oido de boca de estos mismos caciques las repetidas protestas de ser consecuentes en sus ofertas. No entremos ahora á investigar el derecho con que pueden hacerse las poblaciones y ocupar estos terrenos. Todos los hombres le tienen de la naturaleza para poblar y cultivar las tierras que les han de mantener. Los hombres en sociedad han establecido los suyos, y sin vulnerar aquel primer derecho, obligan á que han de avecindarse á las poblaciones que formaron, á cultivar las tierras que antes ocuparon, á que guarden un cierto órden que les afiance la tranquilidad de sus posesiones. Nosotros no podemos tener una garantia segura de las tribus salvages: sus intereses estan en contradiccion con los nuestros. Ellos viven en el ocio y no conocen mas derecho ni mas ley que la fuerza para sustentarse del fruto de nuestros trabajos: asi es que la conservacion de nuestras vidas y propiedades, parece que nos autoriza para defenderlas con un cordon bien situado de fronteras, y oponer una fuerza á otra.
Pero los indios amigos nos ahorran estas disputas. Si el infestar un país, ó el poder de correrlo libremente, dá un derecho de propiedad como el de Blasco Nuñez de Balboa en el mar del sur, nadie negará que los caciques podrán tratar libremente con nosotros y celebrar pactos valederos. Los caciques Quinteleu, Epumur y Victoriano nos ofrecen sus tierras, desean formalizar tratados, estos no contendrán ninguna condicion[xx] irritante, serán igualmente provechosos á los interesados. ¿Quién, pues, nos disputará la facultad de efectuarlos legítimamente? ¿Quién negará la justicia con que podemos rechazar las agresiones de cualquiera tribu que intente perturbarnos en el goce de los derechos adquiridos por un legítimo y solemne pacto con los caciques amigos? Nosotros desconocemos ese derecho que se dice de conquista, los indios no temerán verse esclavizados ni privados de sus bienes, de su tiempo y del fruto de su trabajo. El convencimiento de su propio bien será quien los decida á mesclarse con nosotros, y á entrar en nuestra sociedad: entonces participarán proporcionalmente de las cargas que sufrimos, así como gozarán de nuestras comodidades; y esta convencion será perfectamente libre y espontanea.
Me persuado que no llegará el caso de usar de la fuerza, porque la dulzura y la sagacidad triunfaràn del caracter feroz y suspicaz que manifiestan comunmente, y que á veces ostentan con estudio por ver si sorprenden à quienes no los conocen. Desean con ardor muchos de nuestros artículos, y no será dificil que por el estimulo de algunos regalos los decidamos á entrar en contratas ventajosas. Como son naturalmente desconfiados é insubsistentes, es preciso que luego sin detencion se proceda á ocupar los terrenos que nos cedan; y para esto se necesita una fuerza respetable que no solo les imponga, sino que aleje toda esperanza de cometer con suceso una perfidia. Son idólatras de sus ganados y propiedades, pasan á la posteridad cualquiera injuria inferida á sus personas y á las de sus hijos ó deudos: jamas perdonan, y la venganza dura tanto como la existencia de las generaciones de agraviados y agresores. Por esta razon el gobierno debe poner el mayor cuidado en la eleccion de gefes y oficiales subalternos que se destinen á esta obra: al paso que la misma division de tribus y la perpetua enemistad en que viven, abren un camino facil para conseguir los objetos que se proponen.
El interes, que los indios conocen y defienden, les hará entrar en sociedad, y se presentarán gustosos al servicio por el competente estipendio: cuando adviertan que las pieles de sus caza, los tejidos ordinarios de su industria, los vellones esquisitos de ovejas tienen facil expendio en cambio de los artículos de su lujo ó de sus necesidades, se haràn mas aplicados, intimarán sus relaciones, y luego serán unos miembros útiles del estado, que tendrán un mismo idioma, costumbres y religión que nosotros. Esta conducta, observada religiosamente, hará mas conversiones que los misioneros de propaganda.
Para proceder con seguridad en la empresa son necesarios 1,000 hombres de tropas regladas, con la correspondiente artilleria, que subsistirán en la frontera hasta que un igual número de pobladores les pueda[xxi] subrogar. Estos, cuya primera obligacion será instruirse en el manejo de las armas, estarán regimentados, y servirán alternativamente por un corto estipendio.—Como ellos deben ser propietarios y vecinos, defenderán mas ahincadamente sus bienes, y serán los soldados mejores para este género de guerra.
Las conducciones de familias, tropas, útiles, armas, bageles y cuanto mas es necesario, estoy seguro que costará poco al erario, pues los hacendados y labradores de estas campañas, en quienes inmediatamente refluye el beneficio de su seguridad, los harán gratuitamente ó con la mayor equidad posible. Ellos desean con ardor ver realizada esta empresa, y muchos me han ofrecido generosamente todo cuanto pueden, por contribuir á un objeto tan interesante.
Los demas gastos cuantiosos de este ramo de poblaciones y su subsistencia pueden facilitarse con cargo de reintegro de los fondos que á este efecto, sin gravámen de las provincias y vecindarios, se establescan. Con esta consideracion, ademas de las ya referidas, he propuesto la primera poblacion y cuartel general de Salinas, porque desde ella han de ir adelantándose las demas, en proporcion de los fondos y facultades que adquiera, los cuales no dudo sean luego muy considerables.
Nada se presenta mas facil que pobladores, asi de los que lo desean, que son muchas familias de la campaña, como de aquellas á quienes se les hace un bien en trasplantarlas desde ella y la ciudad, donde yacen en la miseria y sirven de pesada carga á la sociedad, sin producir cosa alguna.
Las provincias de Córdoba y Cuyo nos daràn tambien pobladores, y cooperarán con nosotros, por el interes que tienen en establecer poblaciones y extender sus fronteras para asegurar sus campañas y las haciendas de sus vecinos: por ultimo el mismo reino de Chile nos dará numerosas familias que vendrán gustosas á situarse en esta parte de su cordillera, siempre que el gobierno sepa presentarles el aliciente de una pronta y conocida utilidad.
Luego que se resuelva la ejecucion de las obras indicadas, presentaré un presupusto de los gastos que se juzguen necesarios, y ademas haré presente los medios que parescan oportunos para establecer fondos que auxilien estas nuevas poblaciones, y formen las rentas suficientes para sostener todos los ramos de este objeto.
Yo debo poner fin á un discurso, demasiado largo, si su importan[xxii]cia fuese conocida de todos. Cualesquiera que sean los errores en que abunde, sin distraer del objeto, solo servirán para manifestar mejor la necesidad de emplear los talentos de otros ciudadanos mas ilustrados. De esta verdad estoy bien convencido, y por eso mis trabajos y mis esfuerzos mas bien se dirigen á excitar su patriotismo que á señalar las reglas que deban adoptarse para llevar á su perfeccion esta obra. He empleado cuanta diligencia ha sido posible para dar el lleno á mi comision, y no perdonaré fatiga que sea conducente á facilitar la plantificacion de un proyecto de primera necesidad.
No cesaré de repetir unas verdades que tanto interesan, ni de presentar por todos sus aspectos esta empresa. El arbol de la libertad é independencia civil que acaba de plantarse, es preciso que arraige mucho en la tierra: de otra manera los huracanes que le prepara el contraste de fuerzas estrañas, ó de nuestras mismas pasiones, lo arrancarán de nuestro suelo. El mineral famoso del Potosí, desentrañado por el espacio de tres siglos con toda la avidez de la codicia, ha venido á ser un esqueleto de gigante: apenas queda de él una memoria de lo que fué. Los preciosos metales que vertia, y los del resto del Perú, van á desaparecer quizá de entre nosotros. Y ¿con qué llenaremos el vacío que dejen en nuestro comercio? ¿Qué agente substituiremos para que acelere nuestros giros y vivifique el estado?
Hagamos valer nuestras tierras: que la industria y el comercio tomen de ellas la materia de sus manufacturas y de sus cambios: busquemos acá tambien nuestros metales: abramos nuevos manantiales de verdaderas riquezas; de otra manera no puede haber poblacion, no habrá poder, y destruido en su fondo el cuadro del estado presentará unos costados débiles, que cualquiera fuerza romperá fácilmente. La disolucion del estado, ó la pronta regeneración de nuestra agricultura—esta es la alternativa en que nos hallamos: ella es terrible, pero no menos cierta.
¡Gefes! ¡Magistrados! La Patria azorada con la idea de su próxima aniquilacion, os tiende las manos desde el borde del precipicio. La generacion presente, y las venideras esperan de vosotros su subsistencia y su felicidad: si se la negais, el grito de la desesperacion, propagándose sucesivamente, llevará vuestro nombre cubierto de horror á la mas remota posteridad. Si teneis la fortuna de llenar sus votos, la gratitud de todos los ciudadanos presentará vuestro gobierno como el emblema de la sabiduria y de la abundancia.
Buenos Aires, Noviembre 26 de 1811.
PEDRO ANDRES GARCIA.
Derrota y diario del viage hecho á Salinas, á virtud de comision que me confirió la Superioridad, con el mando de la expedicion; practicando las observaciones de latitud y longitud, en los lugares mas notables, el facultativo D. Francisco Mensura, con los demas reconocimientos de situaciones oportunas para poblaciones y cordon de fronteras, segun las miras del Gobierno y necesidad actual de ellas: pueblos ó tolderias de los indios, sus habituales paraderos, sus cuantiosos acopios de ganados, el fin que en ellos se proponen: sus parcialidades, y acuerdos que han hecho para su conservacion; division actual de opiniones entre los que se presentan á la capital como amigos, sin serlo mas que en cuanto guarda conformidad con sus tortuosas intenciones; y enemigos que los persiguen, con quienes están siempre en declarada guerra, sacrificándose mutuamente como lo he visto; siendo el nombre de ellos reciprocamente odioso á no poderse tolerar, ni contener inmediatamente que se avistan, segun por menor lo espresará con puntualidad de hechos.
Frontera de Lujan, y Octubre 22 de 1810.
PEDRO ANDRES GARCIA.
En este dia mandé partir de la Guardia à la tropa comandanta, compuesta de 25 carretas, inclusos tres carruages: lo que ejecutaron á la una de la tarde, conduciendo en ellas las municiones de 50 tiros para cada uno de los dos cañones de á dos que se me entregaron, y 2,000 cartuchos á bala para los 25 hombres de infantería, de que unicamente se componia esta escolta, con dos oficiales subalternos, todos del regimiento número 4; y 50 milicianos de caballería, sin mas armas que lanza, la cual espresaron no sabian manejar; y se destinaron á los arreos de ganados y caballada, que pudo reunirse por via de empréstito del vecindario, en falta de los del Rey.
Luego que se pusieron en marcha las carretas, advertí la repugnancia de las milicias para seguir la expedicion, por las cortas fuerzas; respecto á que comunmente se han llevado en tales jornadas 500 hombres de armas, 4 y 6 cañones de batalla, con sus dotaciones respectivas, y una compañía de pardos milicianos, para el arreo y pastoreo de caballada y ganado de consumo: y principalmente, porque no se les auxiliaba con paga alguna. En cuyo dia les facilité de mi peculio 300 pesos, que entregué á su capitan D. Manuel de Represas, y una racion estraordinaria de tabaco negro, con que al parecer quedaron contentos: de que dí cuenta al Gobierno para su aprobacion, pidiéndole al mismo tiempo armas para estos 50 hombres, por medio de un oficial que despaché al efecto á la capital.
La Guardia, capital de frontera y residencia del Comandante general de ellas, que tenia órden de auxiliarme, se hallaba enteramente desprovista de cañones portátiles, armas y municiones, por haber marchado todas las guarniciones de ellas à la banda oriental del Paraná, y llevándose todos los armamentos que cada fuerte tenia, quedando estos servidos por las milicias, y el principal, sin mas defensa que un cañon mal montado y casi inútil; y solo eché mano de 8 esmeriles, que por inservibles se hallaban arrumbados, y empotrando los caño[8]nes en los pértigos de las carretas, para servirlos á mecha. Habiéndolos probado en ellas, se me franquearon por el Comandante, y se proporcionaron 84 tiros para ellos á metralla, con el fin de auxiliar la defensa en un caso apurado: de que dí parte, siguiendo la expedicion, no obstante de no habérseme podido auxiliar con arma alguna, y haberse aprobado la paga anticipada á los 50 milicianos.
Para dar principio al viage, mandé al facultativo formase el derrotero, con las observaciones correspondientes de latitud y longitud, segun el meridiano de Buenos Aires, distancias, rumbos y vientos, dándome diariamente parte de sus operaciones, demarcando los lugares mas notables que conviniesen, para poder instruir cumplidamente al superior Gobierno, y para que formase el mas seguro concepto en sus elevadas superiores miras: lo que empezó á egecutar en este dia.
Esta frontera principal y fuerte de su Guardia, situado en un bajo, y á la orilla oriental del rio llamado de Lujan, está detallado en un bañado ó terreno pantanoso, que ha podido afirmarse algo con el frecuente piso: pero los dos baluartes ó terraplenes que ha tenido, no pueden defender la poblacion que le rodea por el este, sin destruirla, y por los demas rumbos tampoco se puede ofender al enemigo, sino á muy corta distancia.
En el dia no se ven mas que ruinas, así en los fosos y estacadas como en los baluartes y edificios, de adobe crudo y techos de paja casi inservibles, especialmente las cuadras de la tropa, y todo está igualmente ruinoso: debiendo al actual Comandante algunos reparos en las habitaciones principales, para poderse alojar trabajosamente en ellas.
La capilla, que sirve de iglesia à la poblacion, està igualmente ruinosa, parte ya rendida al suelo, parte apuntalada, y el resto sirve, esperando su total destruccion si no se repara.
La poblacion, que manifiesta haber tenido mas de 300 vecinos, acaso hoy no alcanza á 100, y sus habitaciones se hallan en el mismo caso que el fuerte y la iglesia; de modo, que su mayor auge lo debió á la eficacia de uno ú otro comandante, que precisó á ponerse en poblacion á las familias de los soldados casados de la Guardia, y á los que iban á poblarse en chácras ó estancias à sus inmediaciones; y llegó á dar 100 hombres auxiliares de 16 á 25 años en una alarma, sin violencia ni gravámen; porque un Comandante tan polí[9]tico y militar, como lo fué D. Francisco de Balcarce, sabia calcular el mérito y adelantos de una poblacion, auxiliando de su peculio á los mismos nuevos pobladores, y edificando casa particular, para acalorar al vecindario, estimulándolo á hacer plantios, huertas de hortalizas, y otras económicas labores rurales, de que reportaban su comodidad y recompensa: teniéndolos en una civil, política y mercantil accion de sus frutos y labores con una entereza justificada, auxiliada de la fuerza armada, y distante de las parcialidades, confusion é ignorancia de un alcalde pedaneo, manejado tal vez por un charlatan que solo se distingue de los otros en saber formar muy mal cuatro renglones, de que nacen la impunidad de los delitos, la multiplicidad de malévolos, la incivilidad, el desórden de las poblaciones, su ruina é indefension de las campañas, hasta un estado lastimoso y espuesto, como él en que nos hallamos. De aquí la dispersion de poblaciones, el trato clandestino y perjudicial con los infieles, la ruina de las haciendas que les ayudaban á robar, sirviéndoles de guia para ello la asidua asistencia á sus toldos, para tener con ellas una brutal vida, y finalmente avecindarse con ellos, siguiendo sus costumbres y ritualidades de placeres, adiestrando á aquellos á hacer uso de todas armas, y á ser ya sus directores: en términos que no emprenden cosa alguna sin su consejo, á la manera que Achitofél à Absalon contra su padre. Concibo tan pronta y lamentable ruina de nuestros campos y poblaciones, que si no se pone pronto y suficiente remedio, seremos lastimosamente testigos de las desgracias, y acaso sus víctimas. A mi no me es permitido entrar en un pormenor de las causas que, como eficientes, han dado impulso á este desgraciado estado: pero creo que si no se remedian, llegaremos á igualarnos con nuestro padre el Adelantado Mendoza, sobre las márgenes del rio de las Conchas. Con la notable diferencia, que aquellos mayores tenian en su favor la superioridad de las armas, que nosotros vamos perdiendo, porque estos nos van ya igualando, y con empeño procuran adelantarse en el manejo de las de fuego, segun se verá en el progreso de este viage.
El vil y miserable interes de unos, la negligencia de otros, y la execrable maldad de los que dejo relacionados, han tenido adormecido el Gobierno bajo de una piedad mal entendida, y este que no ha podido, ó no ha querido dar un movimiento de felicidad á la provincia, la tiene postrada, yerma de poblaciones y haciendas, y en un estado agonizante.
Allá el profeta decia, que estaba envuelta la tierra en la mayor desolacion, porque ninguno meditaba las verdades en su corazon: yo diré á este propósito, que ninguno ha meditado en nuestra ruina,[10] por no haber querido dirigir politicamente sus miras á la máxima de las atenciones, que es la conservacion de esta tan cuantiosa parte del Estado. ¡Punible descuido! que con lágrimas de sangre llorarán nuestros hijos, tal vez maldiciendo la apatia de sus padres.
Es un engaño creer que los indios son pocos, porque no se nos presentan á la vista: son muchos, y aumentan diariamente las tribus con hombres cargados de delitos, diestros en toda clase de armas, y con los que, dominados de sus pasiones, les aumentan el número efectivo, acreciendo la multiplicacion que es infinita por la poligámia.
Yo faltaria á mis deberes si dejase de presentar al Gobierno estas observaciones, para que en ningun tiempo tenga de que arrepentirme por haber callado, y porque en el progreso del viage he de probar con hechos todos mis asertos.
En este dia se me dió parte por el capitan de milicias haberse desertado en la noche anterior 4 soldados de su compañia; el cabo de artillería, que igualmente se le habia desertado un hombre; y el oficial encargado de la tropa de infantería, que se le habia desertado otro. Por lo que inmediatamente monté à caballo con el resto de tropa y los dos cañones que conducian con avantrenes los 9 artilleros que quedaron, de los 10 que tenian de dotacion, auxiliados de dos peones, y alcanzé la tropa en el parage nombrado el Durazno, donde se durmió, sin haberse hecho observacion alguna astronómica.
El terreno que media desde la Guardia hasta este punto, de poco mas de 3 leguas, es feracísimo, firme y de excelentes pastos para los ganados, y escasos de aguadas: todo él es una poblacion no interrumpida de chácras, en que se ven sembrados pequeños trigales muy frondosos, algunos ganados vacunos y caballares, con pocos puestos de haciendas, que todos deberian estar sugetos á poblacion; porque cada una de estas poblaciones es un receptáculo de indios, y todos confidentes y aliados para los robos y extracciones que se hacen por un pequeño y misero interes: ademas de estar espuestos en sus vidas y haciendas á cualquier desagrado de los mismos indios. De modo que, por la conservacion de unos y por el desvio que debe hacerse de otros tal vez á seguros presidios, parece de necesidad la sugecion de todos á poblado seguro y civilidad; sin traer á consi[11]deracion los demas motivos políticos y cristianos que obligan á ello.
Estas poblaciones, que deben tener alguna defensa militar segun su mayor ó menor número, convendria tuviesen un gefe militar que reuniese el mando político, para que por ahora, y mientras no recibian un incremento capaz de sostener separadamente por sus facultades y civilidad otra forma de gobierno, se reconociese principalmente la subordinacion y seguridad de sus personas y propiedades, por medio de un mando puramente militar, dependiente, segun los partidos, de un sargento mayor de milicias, que con frecuencia los revistase, y esto sin pension que los arredrase de sus casas y haciendas. Las ventajas que hace el órden militar al civil, para hacer respetables á las autoridades, no hay necesidad de demostrarlas por notorias: los delitos comunes quedan mas prontamente corregidos, mas breve desterrados los hombres perjudiciales, y mas contraidos los labradores honrados, con la esperanza firme de no ser atacados en sus personas y propiedades como ahora lo estan; sin contar con un dia en que puedan decir: hoy no me violarán mi muger, ni hijas, ni me las robarán, como frecuentemente lo hacen. El Gobierno á un golpe de vista sabrà, por los estados que deben pasarsele, con que hombres pueda contar en caso necesario, y teniendo una prolija estadística, de que deben darse formularios, tambien podrá administrar pronta y segura justicia al que se quejáre de violencia y mal trato del gefe, sea en órden al servicio de armas, ó sea en su peculiar manejo ó conducta. Los sargentos mayores, que deberian ser como unos jueces intermediarios, y que deberian recorrer sus partidos y hacer frecuentes alardes, deberian tener un exacto conocimiento de todos, para informar al Gobierno, para pedirles los auxilios necesarios y para proponer las ventajas que conviniesen en su partido, y celar de la educacion pública á una con los párrocos, que deben tener el mayor peso de esta economia, sin olvidar la de agricultura: auxiliandola el Gobierno en todas sus partes. De otro modo mas presto veremos la ruina de nuestras campañas, y acabada la generacion, que debe cultivarla, á manos de nuestros asesinos, de los indios y de la apostasía que diariamente se aumenta hasta un número prodigioso, con intenciones crueles, como hombres desnaturalizados y feroces de hàbito, segun iré demostrando.
En este dia se caminó desde las 6 de la mañana hasta 11; se hizo observacion, y emprendida la marcha de la tarde, llegamos al parage nombrado las Saladas, que es el fin de nuestras poblaciones,[12] mas internadas por este punto al infiel, y sobre una cañada, que segun su profundidad y cauce, aunque estenso, manifiesta recibir muchas aguas en tiempo de ellas, por las que recibe de otras.
Los terrenos hasta esta cañada mejoran siempre á los anteriores en feracidad y firmeza de piso, con excelentes pastos. Aquí se miran los trigales mas frondosos y totalmente límpios de maleza; las poblaciones son menos, y sumamente míseras, pero con numerosas familias, que hacen su principal negocio en quesos, para lo que conservan gran número de vacas de leche, gallinas, poco ganado caballar, y escasas siembras de maiz.
Estas poblaciones son seguras posadas de los indios infieles que hacen transito á las Guardias ó á nuestros campos, unas veces de buena fé, y siempre que tengan proporcion, de mala: y en tanto conservan buena correspondencia, en cuanto les interesa el volver; que en el caso contrario les roban lo que pueden, y hacen alarde de ello. Los fronterizos son muy frecuentes, por el interes de la compra del maiz de que hacen los indios mucho uso para comerlo en grano, ó mal pisado, cocido en agua. Estos fronteros, que disfrutan confianzas entre estos españoles, son los introductores de los indios de tierra adentro: casi todos son parientes, amigos y relacionados, y como todos tienen innatos unos mismos vicios, que es el robo al español, y el asesinarlo, si impunemente pueden hacerlo, cometen todo género de atrocidad, y se retiran contando como victoria estos hechos. La clase de gentes aquí pobladas son poco menos feroces é inciviles que los mismos indios: de su roce y trato resultan las frecuentes clandestinas entradas en las primeras tolderias de nuestros compatriotas, llevándoles el aguardiente, la yerba y tabaco que ellos apetecen. Se entregan à la lascivia, y forman los proyectos de las extracciones y robos de haciendas, unas veces en union con ellos, y otras proporcionándoles las haciendas en los puntos que conciertan, teniendo interes en ellas, de gergas, ponchos, lazos y pieles, con algunos caballos buenos de los muchos que tienen en sus tolderias, y que tanto halaga este género de comercio á nuestros compatriotas, si de él resulta que tengan un buen recado y gergas, con excelente caballo.
Este es uno de los principales motivos de la destruccion de nuestras campañas, pero en mi concepto no el mayor, como despues diré. Pero sí es, el que puebla los campos infieles de apostatas, porque estos mismos, mas bien acomodados con la vida haragana y brutal de los indios, perspicaces para hacer los robos por sus conocimientos, facilmente toman crédito entre ellos, se hacen de caudal á[13] su modo, que consiste en yeguas, caballos, espuelas de plata, chapeados y alguna ropa, armas y abalorios, para comprar dos, tres y cuatro mugeres; contentando con aquellas especies á los padres y hermanos, que es en lo que unicamente consiste el casarse, y tantas veces, cuantas pueda hacer estas compras. En tanto estremo, que ya hoy es la voz preponderante la de esta clase de renegados, así por su número, como por su ventaja de armas en muchos: de que ya los caciques ancianos se quejan, diciendo que, en cuanto á excesos que se cometen, la mayor parte son causados por los mismos cristianos, á quienes no pueden reducir con sus consejos.
Me he reservado esplicar el principal motivo que ha causado el daño, que llevará á su fin las campañas si no se reforma, así en estas fronteras y capital, como en la de Córdoba, San Luis y Mendoza, de esta parte del norte de la Cordillera de los Andes. Es, pues, el franco comercio con la capital y frontera, fomentado casi por determinado número de hombres, que sin reflexionar en el mal que hacen (aunque lo conocen) prefieren su particular y vil interes al general. Ya, pues, no se contentan con abrir unos contratos, ademas de usurarios, prohibidos; sino que, á pretesto de robos y extracciones de ganados, piden permiso para ir à hacer sus rescates á los mismos toldos, y esto se hace llevando carretas cargadas de bebidas adulteradas, (he seguido el rastro de ellas hasta las mismas tolderias) llevándoles cuchillos, sables y espadas, que he visto muchos de ellos de todas clases, del Rey y de particulares: uniformes de todos los regimientos de los últimos vestuarios, y ya he hallado entre ellos armas de fuego y el uso correspondiente. He aquí el mayor de los males, que exije pronto y egecutivo remedio, y de que diré oportunamente lo que conceptuo necesario, para que el Gobierno con mejores luces haga lo que estime conveniente.
Se prosiguió la marcha hasta el paraje nombrado Palantelen, habiéndose hecho observacion á las 12 del dia. El terreno que media de las Saladas al Rio Salado, y desde este à Palantelen, es árido y yermo de muchos pastos y escasa agua. Este rio, que es una gran cañada salitral, en donde se resumen otras muchas cañadas en su largo curso hasta la confluencia en el mar, solo tiene caudal de aguas cuando las lluvias son muy copiosas, que, satisfecha la tierra, reboza, y acuden á las cañadas, y estos al cauce principal, en cuyo caso llena el que tiene, que es muy ancho; pero, no resultando este accidente, queda seco y en partes pantanoso, nada aparente para poblaciones, y sí serán sus[14] márgenes y el terreno intermediario, útiles para situar estancias y majadas de ovejas. Su piso es firme, y al presente solo poblado de corzos y gamas en abundancia, que se abastecen de agua en algunas lagunas y bañados; pero que cavando, se halla el agua somera en las mas partes de este transito hasta Palantelen.
En este dia marchamos hasta ponernos entre la laguna de Palantelen y los Cerrillos, así llamados, que son unas lomas ó colinas elevadas suavemente sobre la planicie ó superficie comun plana: en cuyo punto, como señalado por el superior Gobierno para la reunion de carretas, se hallaban 83 de varios destinos de la Provincia. Reconocidas, y convocados los dueños y capataces à cuyo cargo estaban encargadas, se les proveyó de lanzas, y mandé se aprestasen á marchar, no obstante que el dia era tempestuoso y de lluvia. A este fin hice formar la tropa, y le mandé dar la racion de yerba, sal, agí, tabaco y pan, hasta Salinas. No se hizo observacion, por no permitirlo el tiempo, y se me dió noticia hallarse ya en la Cruz de Guerra algunas tropas mas, y otras en camino para aquel punto, esperando reunirse: por cuyo motivo suspendí el numerarlas, y el hacer las demas gestiones á su marcha, hasta que en aquel destino, con reconocimiento del estado de todas, de sus aperos y número, se formasen los estados respectivos, y partes correspondientes al superior Gobierno y al Exmo. Cabildo, en la forma acostumbrada.
Este dia amaneció despejado y el viento fresco, despues de una lluvia tormentosa de la noche precedente, en que se dispersaron los ganados de consumo, la caballada y algunas boyadas, que imposibilitaron la pronta marcha. A las 8 de la mañana se me dió parte haberse desertado en la noche 10 soldados milicianos, y un cabo de los que estaban al cuidado de la caballada: por lo que no pudo seguirse el viage por estos accidentes. Con este motivo pudo observarse en este dia á las 12, y en la tarde se demarcó la laguna, y reconocí el paraje mas á propósito para poblacion, de las que parece necesario se formen para cubrir las actuales fronteras, y poblados fuera de ellas; y aun cuando se avancen á otros puntos mas distantes, debe esta ser por ahora una Guardia de comunicacion. Su situacion es actualmente, entre las Guardias establecidas, un punto central, porque dista de Rojas, Salto y Areco, con muy corta diferencia, lo mismo que de la Guardia de Lujan. Su situacion es dominante, su falda sur[15]tida de manantiales, ademas de la hermosa laguna de agua permanente, por cuyos derrames sigue una cañada, que promete ser feraz en todo género de frutas y siembras que quieran hacerse.
Desde este lugar, por ser costumbre, pasé un recado de atencion; avisando de mi paso á Salinas, al cacique Lincon, el mas limítrofe de nuestras fronteras, por medio de dos vecinos de la Guardia, sus conocidos y amigos, el uno lenguaraz, de quienes separadamente hablaré al Gobierno.
En este dia se emprendió la marcha, y á las 11 y media llegamos á las lagunas nombradas las Dos Hermanas, que se hallan casi unidas, pero debieron haberse dicho tres: pues son otras tantas las lagunas en todo semejantes y con abundancia de agua dulce. A las 12 se observó, y nos hallamos en la latitud que se señala al fin. A las 2 de la tarde seguimos hasta las 6, que llegamos al Médano Partido, habiéndoseme dado parte en la mañana que se habian desertado en la noche precedente 3 soldados de infantería del regimiento número 4. El terreno caminado hoy es alternado de lomas y pequeños médanos ó colinas, de mucho pasto, y pisos arenosos ó menos consistente que el anterior, pero muy apropósito para estancias, y por sus dobleses, abrigado, al mismo tiempo que las multiplicadas cañadas fertilizan los pastos. El Medano Partido no es mas que una pequeña y suave abra, que divide una loma; y á la parte de poniente, á corta distancia, se hallan dos lagunas de agua dulce abundante. Este sitio, que algun dia será apetecible de los hacendados, hace ventajas á los demas para criar una numerosa hacienda de toda clase de ganados, y reconocidos los muchos senos, que no puede registrar la simple vista de un viagero, y que ofrecen sus multiplicadas lomadas y cañadas, interesa mas de lo que por sí se recomienda. En este trànsito ó jornada encontramos una partida de indios que se dirigia á las fronteras, con porcion considerable de ganados para su venta. Estos, luego que divisaron la espedicion, estraviaron camino á distancia larga: los exploradores se acercaron con diligencia á ellos, hasta alcanzarlos; los detuvieron, y dieron parte: de que enterado, les dí órden para marchar, lo que verificaron al punto, volviendo á tomar el carril que habian abandonado; y yo terminé la marcha de este dia en las lagunas indicadas, sin mas novedad.
En este dia se celebró misa, y á las 9 continuamos la marcha[16] hasta las 11 y media, quedàndonos à distancia de la Cruz de Guerra como legua y media, por ser excesivo el calor, para continuarla á aquella hora, y no fatigar demasiado el ganado.
Aquí se presentó el primer indio, con recado del cacique Turuñan, expresándome que me esperaba en Salinas. Y á las 3 de la tarde nos pusimos en viage para la Cruz de Guerra, á donde llegamos á las 6, en cuyo punto estaban ya reunidas el resto de tropas que forman la expedicion; y entre ellas habia una porcion considerable de indios de la comarca para la novedad los mas, y á tratar algunos con ganados, caballos y otras especies con que hacen sus permutas. El terreno caminado este dia es falto de aguas, pero muy abundante de pastos, y bastante firme, aunque arenisco, mezclado con tierra negra, sin que en este ni en los anteriores haya descubierto hormigas, desde el Rio Salado, como sucede comunmente en los demas, hasta la capital.
En este dia dispuse colocar los 9 esmeriles y cañones en estado conveniente para cualquiera necesaria defensa, con la tropa que habia quedado en dos tiendas de campaña; poniendo de las milicias doble custodia á las haciendas, y destinando patrullas que celasen sobre los indios que trataban, para impedirles la bebida de noche, prohibiendo á los pulperos ò vivanderos su venta. Como á las 9 de la mañana, recibí recado del cacique Lincon, en que me daba parte habia pasado noticia á los caciques comarcanos para venirse, y venir juntos: que le esperase en el punto en que me hallaba, y que al mismo tiempo le mandase algun aguardiente y yerba para él y sus gentes.
En el resto del dia recibí otros varios mensajes de diferentes caciques, con las mismas pretensiones, por medio de los que decian ser sus hijos, y con miras de llegar al siguiente dia al campamento. Entretanto se aumentaba prodigiosamente el número de indios espectadores y tratantes, que ya se hallaban confundidos, peones, carretas, y carreteros, con la poca tropa, siempre sobre las armas: procurando sí, mantener estas y los cañones y esmeriles, libres para cualquiera evento fatal que amagaban las borracheras de los indios. Quedaron sin embargo armadas de lanzas todas las carretas, y citados los carreteros para el siguiente dia á concurrir á la comandancia con sus gentes, para oir y entender el bando de estilo, y órden de la marcha, y demas prevenciones necesarias. En la tarde de este dia fueron muy repetidos los avisos de los indios caciques, y sus gentes que pedian permiso para entrar á tratar: que sus tratos son[17] pedir aguardiente de regalo, ó en cambio de algunas gergas y ponchos, y sin embargo de su multitud, se pudo observar, sin que advirtiesen esta operacion. Se continuó el dia y la noche siempre sobre las armas, sufriendo infinitas impertinencias, por no tocar el estremo de desavenencia, esperando mejorarse con la presencia de los caciques, y con miras de marchar al siguiente dia, luego que se reuniesen los hombres enviados à los toldos de Lincon.
En este dia, á la seña dada de un cañonazo, se reunieron los troperos y sus gentes para imponerse del bando que se publicó en los cuatro ángulos del campamento. Formada la tropa de infantería y caballería á son de caja en la forma ordinaria, con asistencia del comandante de la tropa y ayudante mayor, reducido su tenor á prohibir á los peones y tropas el mezclarse á beber, comer, ni dormir con los indios, para evitar riñas y robos recíprocos, que comunmente se cometen por este motivo: ordenar á los vivanderos á que no vendiesen de noche cosa alguna á los indios, ni los alojasen en sus barracas, bajo las penas de privarles de hacer ulteriores ventas: que los peones obedeciesen y cumpliesen con sus respectivos cargos, pues al inobediente se le castigaría segun sus excesos; haciéndoles culpa y cargo à los dueños y capataces si no daban parte, pues para su sugecion encontrarian siempre pronta la tropa en la guardia de prevencion: que las tropas formarian en la marcha cuatro líneas de frente siempre unidas, con las haciendas á los costados; y que, en el caso de alguna invasion de los infieles, las dos líneas del centro se incluirian en las de los costados, frente y fondo formando un cuadrilongo, en el que se meterian las haciendas, y colocaria la artillería y esmeriles, como estaba dispuesto para este caso. Y distribuida la gente, que reconociesen todos por segundo comandante de la espedicion al teniente de ejèrcito del regimiento número 4, D. Josè Ramon de Echavarria; por ayudante mayor, á D. Pedro Villegas, alferez del mismo regimiento, y por ayudante auxiliar, al capitan de milicias provisional, D. Ramon Morales: de que quedaron todos los individuos enterados. En seguida mandé reconocer el número de carretas de carga, de media carga, y carruages de que se componia la espedicion, su estado para poder caminar, número de bueyes repuestos y peones, para formar un estado y dar á la Superioridad y Exmo. Cabildo el parte de estilo: lo que se verificó con puntualidad. Y segun èl, se compone de 172 carretas de carga, 55 de media carga, y 7 carretones ó carruages de camino, con 2,927 bueyes y 520 caballos, que, inclusa la tropa, las conducen 407 hombres. Los efectos de la bebida en el indio son los comunes, pero con una violencia y desafuero estraño: recuerdan los agravios hechos á sus mayores y deudos,[18] y se empeñan en vengarlos en aquel acto, de que nacen frecuentes pendencias entre sí, hiriéndose y matándose mutuamente á vista de sus caciques y padres, sin respeto á nadie, y muchas veces acometiéndolos. El español debe ser siempre un insensible espectador, sin auxiliar á nadie, aunque les vea hacer pedazos: porque en el momento que lo haga, el auxiliado y el contrario le acometen, improperándole. Es un acto de cobardia entre ellos reparar ó quitar el golpe, y por lo mismo se hieren de muerte, y matan. El emborracharse es una de sus mayores felicidades, y los caciques dan el ejemplo: para esto observan una franqueza y generosidad muy particular. Un cacique no tomará sin la concurrencia de sus indios: es cosa muchas veces observada, que si no hay mas que un cigarro, todos han de fumar de èl, pasándole de mano en mano, y así con los comestibles, en cuanto se presente. Para estos alardes, que por tales los tienen, vienen á su usanza todos pintados los rostros, de negro unos con lágrimas blancas en las megillas, de colorado otros con lágrimas negras y párpados blanqueados, con plumajes y machetes, reservando las lanzas bien acicaladas, en una hasta de 6 varas de largo, con mucho plumaje en el gollete, en los toldos, para hacer el uso que convenga de ellas, segun el resultado de los parlamentos. En el resto del dia se fueron aprestando las cosas para marchar el de mañana, respecto á la demora de los caciques: y se nos enfermaron gravemente el padre capellan, y el lenguaraz Manuel Alanis, y se continuó la vigilancia sobre las armas, por el copioso numero de indios que se iba aumentando.
En este dia, siendo ya las 10 de la mañana, sin que aun pareciesen los caciques, dispuse marchar por la tarde para esperarlos al paso en los Monigotes, jornada precisa: pero á la una llegó chasque enviado por ellos, diciéndome que venian ya marchando. Salí á recibir al cacique Lincon, que venia con los caciques, Medina, Cayumilla, Aucal y Gurupuento, á quienes se les atendió, haciéndoles una salva de 4 cañonazos que aprecian mucho: porque, ademas del placer que reciben en este agasajo, estan persuadidos de que con este remedio se ahuyenta el diablo y las brujas, de quienes, segun dicen, reciben muchos daños. A poco rato llegaron, Clento, Turuñan, y el hijo de Epumel, con mas el anciano Oquiro. A todos se les obsequió con mate de azucar, se les dió yerba, tabaco, pasas, aguardiente y galleta de pronto; y despues entraron en sus parlamentos muy autorizados, manifestando que era un acto de su generosidad permitirnos el paso. Cada uno se decia principal de la tierra á vista del otro, concluyendo con ofertar su gente de auxilio, y pidiendo permiso para alojar en el campamento con sus gentes, y para tratar con los vivanderos. Se les señalò este á la posible distancia, y[19] concedió su peticion: y desde el alojamiento eran frecuentes los mensages de peticion de aguardiente para ellos, para sus deudos y tolderias; y estas demandas crecian: en razon de su aumento de embriaguez, al principio con modo, y al fin con amenazas y de por fuerza, hasta que totalmente ebrios, los rendia el sueño ó laxitud de nervios á no poderse mover. Los llantos, voces y alaridos duraron casi toda la noche; quedando libres los pocos, que en cada parcialidad velan sobre los demas, que despues se emborrachan á su vez, y roban cuanto pueden á los demas: otro vicio que los domina extraordinariamente. En esta alternativa de cuidados se pasó el resto de la tarde y noche, deseando aclarase el dia para emprender la marcha á los Monigotes, donde esperaba Epumur: pero como el último vale ha de ser tambien el último agasajo, restaba esta demora, que fué preciso vencer, sin que ocurriese mas novedad.
En este dia terminaron las demandas de los caciques, á los cuales se les agasajó con lo que pidieron, de manera que fuesen contentos, como al parecer lo fueron. Desde las 9 de la mañana hasta las 11 del dia; y á las 12 y media, marché para el paraje nombrado los Monigotes, adonde llegué á las 5 de la tarde con miras de adelantar la jornada. Pero repentinamente, y todo despavorido en un caballo en pelo, á todo galope me dió alcance el cacique Lincon, con unos de sus capitanejos de la misma suerte, manifestàndome que, por haberme ido á visitar, le habian asaltado sus toldos y le habian muerto á su muger y demas familia, y robado toda su hacienda, y que para perseguir á los ladrones y facinerosos, le franquease 30 soldados armados. A que contesté:—que yo no tenia la tropa para vengar agenos agravios: que no venia á declarar guerra á nadie, y sí solo á hacer efectiva la expedicion de mi cargo, y defenderme del que quisiera hostilizarme, y por consiguiente no tenia facultades para ello, ni podia demorar mi viage.—A esta respuesta, dada con firmeza, aumentada con varias reflexiones de convencimiento, se alteró, y protestó perder la expedicion; para lo cual iba á despachar correos á todos los caciques interiores, (como lo hizo) para que embarazasen la expedicion y la asaltasen: dando á entender que iba á hacerse de su gente y demas de la comarca, sus aliados. Ultimamente, como el lenguaraz de que me he valido Mateo Zurita, ademas de poseer el idioma con la mayor propiedad, segun dicen los indios, conoce sus inpertinencias y falsedades, y les habla con la misma entereza que se le manda, sin recelo ni temor, y no se confabula con ellos por ningun interes como otros; por cuya razon, y los oficios que otros habian hecho con Lincon, informándoles que Zurita era el que les hacia menguar los agasajos, y el que todo lo enredaba, creyó en esta ocasion que á él de[20]bia atribuir mi negativa, y en el último razonamiento tratò de atropellarle á mi presencia, y tambien el capitanejo de su parcialidad: en cuyo lance me acerqué á él con una pistola amartillada, y separándose al momento, se retiraron los dos pretendientes con otros varios indios de sus toldos que habian venido tras de él, repitiendo sí sus amenazas. Esta ocurrencia por fortuna la presenciaron varios enviados de otros caciques, que me pedian permiso para entrar á tratar á la manera que he dicho; y entre otros un hijo del cacique Epumur, inmediato vecino de Lincon, el cual no dudó desaprobar en el acto la conducta de aquel y desmentirle, y se ofreció á darme parte de cualesquiera novedad que advirtiese, avisándole á su padre: como en efecto lo realizó en aquella noche, expresando ser todo tramoya y falsedad, y que al siguiente dia me impondria con su padre, que pasarian á verme, como encargado de ello por sus hermanos, los caciques Victoriano y Quinteleu. Pero entre tanto esto se comprobaba, y como debia esperar la realidad de las amenazas, me atrincherè con las 234 carretas, metí en el círculo que formé las haciendas, quedando en el centro los médanos de pequeña magnitud, que son los que tienen el nombre de Monigotes, para observar desde estos los movimientos de los enemigos en el caso de atacarme. Todos quedamos sobre las armas, y á punto de batirnos, si fuese necesario, haciéndosenos mas penosa la noche, por haber sido tormentosa y de aguas. Como la expedicion estaba escasa de toda clase de armas, corto el número de tropas, y este minorado ya en una tercera parte de desertores, se me dió á entender que no debia seguir la expedicion: pero como por una parte advertia que Lincon no tenia apoyo en su hecho, que acaso trataba de estraviarme la gente armada para tortuosos fines, y por otra era un desaire de las mismas armas que cedia en menos honor mio, dige que debia seguir, porque seria nuestra mayor ignominia huir sin ver los enemigos. Porque aunque, segun el parte del capitan de milicias, en la noche precedente se habian desertado 3 hombres mas de su compañia, el hecho mismo de haber desertado por miedo, no solo les hacia inutiles en el combate si no perjudiciales, porque ellos serian capaces con su cobardia de inspirarla á otros. Así terminaron el dia y la noche tenebrosa sin otra particular novedad.
En este dia se esperó al cacique Epumur, hasta las 10 de la mañana, en que llegó al campamento; y enterado de la ocurrencia de Lincon, dijo: que Lincon era á todos un hombre insoportable, por su mala conducta, sin mas fuerza que la de su lengua. Que seria muy corta su existencia, aun entre los indios, por el odio que se habia atraido de todos: que les hubiera hecho un gran servicio en haberlo muerto: que[21] el era la causa de algunas incomodidades con los españoles, levantando especies, y como ya estaba conocido entre los caciques por un embustero, nadie creeria sus chasquis, antes bien mirarian con mucha estimacion el desprecio que yo habia hecho de su peticion. Que para acalorar los ánimos habia difundido en la tierra, por noticias de algunos españoles, que estos venian á poblar ciudades en el Guaminí, Laguna del Monte, Salinas y otros parajes, para lo que se le habia hablado en oposicion: pero que muy distante de oponerse, lo hallaba por conveniente, así por el comercio reciproco que tendrian, remediando sus necesidades, como por la seguridad de otras naciones que los perseguian, como los Ranqueles, Guilliches y Picuntos: pues á èl le acababan de robar todas sus haciendas, hasta los vestuarios de sus mugeres, dejándolas totalmente desnudas. Que todos estaban en la mayor insubordinacion, haciéndose desde niños caciques en el nombre, y con tanta falta de sugecion, que era mas celebrado aquel hijo que levantaba la mano á sus padres y los mataba. Que él habia sido criado en las inmediaciones de Valdivia, donde se respetan á los mayores, se reconoce la superioridad del gobierno y obedece al Rey; donde habia Obispo y Padres que trataban con amor á los indios; donde se levantaban cruces, y hacian parlamentos, de cuyos acuerdos nunca se separaban. Que seria para los Pampas el dia mas feliz aquel en que se realizase tal manera de gobierno y poblacion. Que la Laguna de Salinas no la habia criado Dios para determinados hombres, sino para todos como parte de su mantenimiento, y lo mismo la tierra, pues era para los hombres y sus animales: y por lo tanto, si en este lugar yo quisiese hacer un palacio, lo podia hacer, y nadie podia impedirmelo. Y si su Rey (así hablo con mucho respeto), y si su Rey queria hacer ciudades, le era muy gustoso, y debian serlo todos los que como él tuviesen muchos hijos: que así él, como sus hermanos Victoriano y Quinteleu, eran odiados, por este modo de pensar, de los caciques è indios haraganes que se mantenian de robo; especialmente por influencia de los muchos cristianos que hay entre ellos, que ya son tantos que se ven precisados á sufrirlos. Que para remedio de estos males que afligen la tierra, habian ido sus hermanos á la capital á tratar con el Gobierno; y ahora pasaban á Chile con el mismo fin, y esperaban que lograse el intento: quedando muy espuestas sus familias al sacrificio de los opositores, por no convenir con sus ideas de asaltar y robar las haciendas de las estancias de los españoles, como lo estan haciendo por medio de los españoles que tienen en sus toldos, así estas correrias como otros pensamientos muy avanzados. Pero que estuviese cierto, que durante mi viage nada me podria suceder, por estar á la mira sus hermanos esperándome en Salinas, y tenian en el tránsito apostadas algunas de sus gentes para acompañarme, y entre otros un hermano, que me presentó en el acto: y él por su parte me franqueaba á su hijo primogènito, y otros deudos, por tres jornadas, co[22]mo lo verificó: quedando pronto á pasar cualesquiera chasquis al Gobierno, si lo estimase necesario, como así lo realizó repetidamente.—La entereza de este hombre en su parlamento, lo concertado y juicioso de su razonamiento, la viveza de sus ojos y rostro venerable, presentaban en él un verdadero descendiente del anciano Colocoló, que espresa nuestro Ercilla en su Araucana. Por todo esto, y su adhesion, captó este cacique la atencion de todos los oficiales y tropa que presenciaron el razonamiento de este buen viejo; siendo tan particular este género y modo, que poseen todos sus hermanos y familia uno mismo, así en trato, como en honradez. Y esta comportacion me movió á pedirle se encargase de las boyadas flacas: lo que hizo con toda fineza y esmero, hasta la vuelta del viage.
En este mismo punto se me presentó un enviado del cacique Mencal, solicitando entrar á tratar. El enviado era un hijo del mismo cacique, y le acompañaba un lenguaraz, cuyo aspecto me dió la idea de que no era indio, aunque venia disfrazado en trage de tal, tiznada la cara. Antes que me hablase, le pregunté de pronto: ¿Como se llama Vd.? Y turbado me respondió: José Antonio. Este, averigué despues, ser un dragon desertor, que robó cierto dinero del Rey, y una negra: y así es, que en todos los parlamentos, si los mismos apóstatas no eran los enviados, eran los intérpretes.
Seguimos nuestro viage hasta la Laguna de las Animas, desconocida hasta ahora en los planos. Dista como tres cuartos de legua de la del Junco Chico, y cuatro leguas de los Monigotes, sin que hubiese ocurrido mas novedad en este dia.
Salimos de la Laguna de las Animas, y caminamos como 3 leguas, hasta las 11 y media: en este dia se observó el sol, y á la 2 y media de la tarde marchamos hasta las 6 y media, que llegamos á una laguna desconocida, y sin nombre, y se le llamó Laguna de la Concepcion, que se halla á la parte del sud-este, desviada del camino como 1,000 varas, en cuyo sitio se pasó la noche. El camino de este dia forma muchos senos, á causa de no poder seguir la línea recta; de que resulta acrecer la distancia de esta jornada. En esta y las anteriores, los terrenos son planos, de abundantes pastos, y el piso arenisco. En esta jornada nos acompañó el hijo, y varios indios de la familia de Epumur, con los que al propio intento tenian anticipados Quinteleu y Victoriano, y los otros enviados de Mencal y Turuñan.
En este dia, despues de haber oido misa, nos pusimos en marcha, y á las 11 y media paramos en frente de unas lagunas de poca profundidad, que se hallan al nord-oeste del camino. Son 5, casi encadenadas, y al sud-sud-oeste: á distancia de estas, como 3,500 varas, hay otras 7 lagunas, todas de agua dulce, de bastante magnitud, y el terreno de andado en este dia tiene varias lomas de diversa elevacion: por entre las primeras y segundas pasa el camino. A las primeras lagunas se les denominó las Cinco Hermanas, y á las segundas, las Siete Damas: parecen todas, segun la planicie en que se hallan, no ser de aguas permanentes. Los terrenos siguen areniscos y de mucho pasto, y á pequeñas distancias de este punto, hay varias tolderias de indios al este y oeste: pues de uno y otro rumbo se acercaban partidas de indios á hacer sus permutas. Se observò á las 11, y á las 3 de la tarde seguimos la marcha para la Cabeza del Buey, á donde llegamos á las 6 de ella. En este punto encontramos una laguna no distante del camino, á quien se le dió el nombre del Pasage: dista como media legua de la Cabeza del Buey; es agua permanente, y su fondo piedra berroqueña, sus bordes de tosca: agua dulce, clara y la mejor que se ha bebido en el camino. Se presentó el hermano del cacique Aucal, quejándose de que Lincon habia quitado el agasajo que se le habia enviado á su padre, y este pedia permiso para venir á tratar. En seguida llegaron varios enviados de los caciques de Salinas, manifestando que Lincon habia despachado chasquis a todos los caciques de la comarca, poniéndolos en alarma, diciendo, que por varios puntos iban los españoles á atacarlos, y á hacer poblaciones en la Laguna del Monte, Guaminì, Salinas, y á matarlos. A estos indios se les procuró imponer de la maldad de Lincon y sus falsedades, las cuales persuadieron con mas eficacia los indios amigos, como testigos presenciales de los hechos: con lo que se ausentaron, y quedaron desvanecidos sus temores, llevando á sus toldos la tranquilidad que habia alterado el mensage del caviloso y perverso Lincon.
A las 6 de la mañana de este dia nos pusimos en marcha, y á las 11 llegamos á un médano de agua dulce. Al sud-este de este médano hay dos lagunas de bastante estension. Estos médanos, que se componen de una porcion de arena parda amontonada sobre la superficie, comunmente tienen en sus entrañas grandes receptáculos de agua. Este terreno ya se manifiesta menos firme, mas arenoso y aunque cubierto de pastos, se percibe que en tiempo seco será es[24]caso de ellos. En este dia no pudo observarse por estar el tiempo nublado y de tormenta. A las 3 de la tarde, continuamos la marcha, hasta las 6½ que parámos en terreno firme, inmediato á la cañada que llaman del Zapato, al oeste-sud-oeste de dicha laguna: y habiendo dispuesto trasnochar, marché con la avanzada á hacer la descubierta dos leguas. Como á la legua y media al nor-oeste, hay una laguna que derrama en la cañada el sobrante de sus aguas, y tiene de largo como 2,000 varas: á esta laguna de agua dulce, por no conocersele nombre, se le puso el de Santa Clara. Mas adelante de aquí, como á tres cuartos de legua, hay una loma ó médano, que forma una figura cónica, con una vertiente de agua dulce, muy superior á las que se han encontrado, y se le puso el nombre de Médano del Cármen. A las 8 de la noche, habiendo hecho la descubierta, continuamos la marcha, y se hizo el rumbo mas al oeste-sud-oeste de dicho médano, como una legua y 2,500 varas; donde se paró, como á las 10 de la noche, por haberse entorpecido la marcha con los atolladeros y malos pasos de la cañada. Esta abunda en pastos, su planicie es pantanosa, interponiéndose algunas lomas de pisos, y pastos mas fuertes.
A las 7 de la mañana seguimos la marcha, y al sud-sud-este dimos con una laguna que tiene de largo como tres cuartos de legua, y se halla situada al viril de la cañada. Se observó á las 12, y continuamos el viage hasta las 6 de la tarde, que parámos en frente de otra laguna, á la que se dió el nombre de Mercedes. Al oeste-nor-oeste de ella, hay una loma, ó médano, con agua dulce, que forma la figura de un triángulo escaleno, y es el de mayor elevacion: se le puso el nombre de Médano Alto; debiendo entenderse, que tanto al nor-oeste como al sud-oeste del camino, hay muchas lomas, de mayor y menor elevacion: de modo que toda esta jornada forma una superficie escarpada ò quebrada, su terreno arenoso, y los pastos rasos. La alternativa de médanos ó lomas que contiene, es un tegido que hace dificil distinguirlos con nombres particulares: esta jornada es solo proveida de aguas, sin leña alguna, y pocos pastos fuertes, y yermos de indios, sin mas ocurrencias en ella.
A las 6 y media de la mañana continuamos la marcha, y á las 11 y media llegamos al costado de una laguna á la que le siguen 6 mas, y se les puso el nombre de las Lagunas Acordonadas: y aunque se procuró observar el sol, al tiempo de subir sobre nuestro cenit unas densas nubes impidieron realizar la operacion. Se encontraron[25] ademas 5 lagunas enlazadas al costado del sud-este, y 3 al del nor-oeste, que demuestran no ser permanentes. Hay tambien lomas y médanos, algunas en figura de prismas, otras triangulares, y una entre las demas, de bastante altura, que forma la de un cilindro cortado oblicuamente. Estos médanos son de arena y tierra colorada, y sus pastos mejores que los anteriores. En este dia se dió alta á 4 enfermos, y entraron 3, un sargento y 2 peones, segun los partes que se me han dado. A las 2 y media de la tarde se prosiguió la marcha, y á las 6 y cuarto llegamos á la última laguna de las seis Acordonadas, que se hallan en otros derroteros, y se hicieron varias demarcaciones. La primera fué demarcar la Sierra de la Ventana: su medio al rumbo del sud, y la base ó distancia de los dos extremos entre sí, el primero al sud, 10 grados sud-este; y el segundo sud, 4 grados sud-este. Concluida esta operacion, se demarcaron los ángulos que forma en su cumbre, que son cuatro costados verticalmente, por la superficie plana ó espacios que con ellos forma. Nos ha llovido un poco, y al ponerse el sol se hallaba todo el horizonte cargado. Se me dió parte haberse enfermado otro sargento. Recibí chasqui del cacique Quilapí, pidiendo permiso para hablarme, que le fué concedido. Se presentó con su gente armada de machetes y sables desenvainados, formados en batalla: se le mandó envainar las armas, y que entrase al campamento á piè como lo egecutó. Este cacique manifestó en su parlamento, que se le habia informado que la expedicion iba á formar ciudades en la laguna del Monte, Guaminí y Salinas, con miras de despojarlos de sus posesiones, con alusion á los avisos de Lincon y de los cristianos que entre ellos habia, los cuales tomaron la voz en el parlamento, como suelen hacerlo. Se procurò disuadirles con las razones y reflexiones mas adecuadas á desimpresionarles esta especie: y ya porque les hiciesen fuerza, ó porque los indios amigos contribuyan con eficacia á ello, se serenaron, hicieron algunos cambios, y se retiraron gratificados, muy contentos al parecer. Pero interiormente guardaban su doble proceder, ocultando la maldad de estar en aquella fecha parte de la indiada de esta tribu, haciendo el robo de 400 y mas cabezas de ganado caballar y mular, como despues se me avisó por uno de los caciques amigos, de que en su tiempo hablaré cuando se repita el desacato de Quilapí, hijo del cacique Lorenzo, bien conocido por sus excesos en estas fronteras.
Amaneció lloviendo este dia, habiendo llovido antes la mayor parte de la noche, con el viento por el este-sud-este, y por esta causa no se emprendió la marcha hasta las 11 de la mañana; y á las 4[26] de la tarde llegamos á una laguna de pequeña estension, que está al sud del camino, y no se halla en plano alguno: dista de la Laguna del Monte como 2 leguas. Se encontraron varias lomas y quebradas á uno y otro lado del camino, con manantiales de agua dulce; y por lo referido no se pudo observar en este dia. Las cañadas, lomas, médanos y terrenos que median, desde la del Zapato hasta este punto, son sumamente trabajosos para el tránsito de los carruages, por lo pantanoso de los caminos, tembladerales y pisos blandos: de modo que, en atollandose una carreta, se sume inmediatamente hasta el lecho y se aniega de agua. Pero pueden evitarse esta incomodidades, desechando los antiguos caminos, y tomando las faldas de las lomas que por uno y otro costado de esta molestísima y larga cañada hay hasta su fin, siguiéndola igualmente: ademas de las lagunas dichas, unos saladillos por derecha ó izquierda que vienen á unirse al fin de ella y forman un paso trabajosísimo por poca agua que tengan, si no es tiempo seco, por la inconstancia del piso. Ya en la vuelta de este viage se logró desviarse de muchos malos pasos, tomando las faldas y lomas que se reconocieron de mejor firmeza. Hoy se me dió parte haber 5 enfermos mas.
A las 8 de la mañana seguimos la marcha, y á las 11 y cuarto llegamos á las inmediaciones de la Laguna del Monte: esta laguna tiene un islote de montes como de 10 á 15 cuadras de frente, ó lo que es lo mismo de 1,500 á 2,000 varas. Contiene frondosos y espesos árboles sin poderse reconocer qué clase de maderas, ni cual sea su estension ó circunferencia, por hallarse circuido por todas partes de agua, por el gran caudal de ellas que le subministran el arroye Guaminí, y muchos otros derrames de la Sierra de la Ventana. Esta confluencia de aguas le dá mas de 3 á 4 leguas de largo, y segun las lluvias, toma mas estension, porque se une con otras mas al nord-este que forman otros derrames de la misma Sierra de la Ventana: y por la parte del sud-oeste llega á enlazarse con la laguna que llaman de los Paraguayos, y entonces pasa de 7 leguas de longitud: en tiempo seco deja algunos pasos, desde el camino de nuestra derrota á la parte opuesta de la sierra. Es muy abundante de pescado, sus aguas son saladas, y á sus inmediaciones se encuentran pequeñas lagunas de agua dulce. En este dia se demarcó nuevamente la Sierra de la Ventana y la de Guaminí, por ser el punto de mayor aproximacion segun nuestra derrota. De aquí se reconoce que dicha Sierra de la Ventana en su periferia ó cumbre, y término de mayor elevacion, forma 15 quebradas, unas de mayor y otras de menor altura. Estas son vertíces de triángulos cortados entre sí: la base es verdaderamente rectilínea. En la jornada y derrota de es[27]te dia se han reconocido, al rumbo de sud-sud-este, 3 lagunas de agua dulce y 2 al nord-nord-este. A las 3 de la tarde nos pusimos en marcha, y llegamos al parage nombrado el Junco Grande: antes de llegar, como 1,000 varas al costado del nord-nord-oeste del camino, encontramos una laguna muy abundante de delicada agua, á la que se puso el nombre de Laguna Hermosa.
A las 7 y media de la mañana nos pusimos en marcha hasta las 11 y media: á las 12 se observó junto á una laguna, que por no tener nombre se le llamó de Santa Rosa. La sierra del Guaminí quedaba al rumbo del sud 15° sud-este, y la de la Ventana al este, cuarta sud-este. A las 2 y media de la tarde marchamos, y á las 6 y media llegamos á la Laguna de los Paraguayos, en donde, como á la distancia de 1,000 varas para el sud, se hallaban 3 caciques con bastante número de indios formados en batalla, con una bandera blanca enarbolada en una chuza: desde cuyo punto mandaron un mensage, pidiendo permiso para entrar á la salutacion de costumbre, que se les concedió, y recibió en el modo acostumbrado. Estos caciques eran Millapue, Joaquin Coronel, y Leymí, parientes parciales y amigos de Victoriano y Quinteleu, y encargados de proteger la expedicion. Venian con recomendacion de aquellos, para que se les otorgase un dia de trato, á que fuè preciso condescender, y obsequiarlos como á amigos y aliados, en la tarde de aquel dia y noche. Manifestaron todos el gran aprecio y respeto que tenian á Quinteleu, y que estaban enterados de las miras de aquel, cuyo sistema seguian. La impertinencia de la embriaguez fué grande en la gente; pero los caciques se mantuvieron serenos sin mesclarse en tales excesos, sufriendo los insultos de sus mismos indios en la tarde y noche de aquel dia. Trageron ganados y caballos á vender, de que se abasteció la armada necesitada, bien que á precios poco còmodos. Se me dió parte haberse dado alta á 4 enfermos, y haber entrado un peon mortalmente herido por haberle cogido una rueda de carreta que picaba: se confesó inmediatamente. La noche se pasó toda sobre las armas, para evitar desgracias y separar la mezcla de peones con los indios, lo que se consiguió sin novedad. Tambien en este dia se recibió enviado del cacique Antenau, pidiendo le esperase: pero se le contestó, que no podia detenerse la marcha, por los muchos enfermos que llevaba la expedicion; pero que si queria venir y entrar en la parada de mediodia, lo hiciese cuando gustase. Que por esta causa no podia mandarle al vaqueano Leyva, y dos soldados ó mas que pedia para que le acompañasen.
Continuando la embriaguez y acaloramiento de los indios que en sus pendencias reñian, hiriéndose barbaramente, y siendo forzoso estar sobre las armas, no se pudo celebrar misa. Procuré abreviar la marcha, manifestando á los caciques el perjuicio de la demora, en que convinieron prontamente de buena voluntad: y haciendo al mismo tiempo retirar la peonada, que desde la tarde anterior habia estado haciendo acopio de junco (de que abunda dicha laguna) para hacer las trojes de las carretas, quedó todo pronto á las 4 de la tarde. A esta hora, á pesar de una tormenta furiosa de viento, truenos, lluvia y rayos, marchó la expedicion, hasta alejarse de la laguna como legua y media. La tormenta venia por el sud-oeste: pero, habiendo arreciado el viento por el sud, echó la fuerza de la tormenta al nord-nord-oeste; y como creció el aguacero sobre nuestra posicion, y el viento seguia de la misma conformidad, fué necesario parar, y pasar una noche trabajosísima para sugetar las haciendas que dispersaba la tormenta. La gente fué igualmente necesario que se mantuviese á la intemperie, la mas cruda que puede imaginarse.
A las 6 de la mañana nos pusimos en marcha, y á las 11 y media parámos al frente de 3 lagunas de agua dulce, encadenadas al costado del sud, quedando otras mas, hasta 7, hácia el norte. Unas y otras forman barrancas altas, y la mayor parte de ellas se comunican por unos arroyuelos que hacen los cauces de sus derrames. Las de la parte del sud son generalmente saladas, y las del costado del norte, dulces. Los bordes son en general de piedra y de tosca dura. A la parte del norte del camino se ven lomas y mèdanos de bastante elevacion, y en estos se encuentra por lo comun muy buena agua. Los terrenos y pastos de esta situacion son buenos, la superficie es plana, y es la razon porque estan habitadas todas estas inmediaciones de toldos de indios, con crecido número de ganados vacuno, caballar y lanar. A las 3 de la tarde nos pusimos en marcha, y á las 5 y media llegamos á la Laguna de los Patos, continuando el terreno en el mismo modo que el anterior. Descubrimos como á distancia de una legua un árbol, que por hallarse sobre una loma, y ser cosa estraña, llamó la atencion. Se reconoció ser un chañar espeso, desde cuyo punto por una cañada ò bajo que se presenta á la vista, se descubrieron otros varios árboles, y á mayor distancia un bosque, que resultó ser parte del monte de la Laguna de Salinas. Ya al sol puesto llegò un mensage de parte del cacique Anteneu, pidiendo licencia[29] para venir á tratar á las Salinas que le fué otorgada. Se me dió parte haber salido ó dado alta á dos enfermos en este dia, y haber enfermado dos soldados y un peon, y no ocurrió mas novedad que la de no haberse podido observar.
A las 5 de la mañana se continuó la marcha, y á las 8 y media llegamos al borde de la Laguna de Salinas, y se situaron las carretas en línea de circunvalacion sobre ella, para disponer lo conveniente en órden á la carga y refaccion de carretas. Reconocido el terreno mas aproposito, mandé formar el campamento en el punto mas dominante que presenta el cuadrilongo de la laguna, que es casi en su mitad, por el costado del norte corregido, apoyado sobre una barranca como de 20 varas de alto, y proveido de 2 manantiales de agua dulce. Allí se establecieron los 2 cañones al frente de la única entrada que franqueaba la lìnea formada de carretas, situadas las tiendas de campaña para la tropa y guardia de prevencion, y á su retaguardia la demas tropa, para que, reunida, se hallase mas pronta en todo acontecimiento. A las 10 de la mañana se presentó el cacique Antiman, y el cacique Caluqueo, con sus gentes armadas de armas cortas, pidiendo licencia para entrar á parlamento, á quienes se les otorgó y recibió, haciéndoles su saludo de artillería. Manifestaron desde luego haber recibido mensajes del cacique Lincon, en que les avisaba de nuestra venida con miras de hostilizarlos y formar poblaciones. Se les hizo entender la falsedad de Lincon y su mala fé, comprobándola con las aserciones de los indios que habian presenciado la ocurrencia: quedaron al parecer satisfechos y procuraron hacer algunas permutas con sus tejidos y peleterias, y exigir las gratificaciones de estilo, de bebidas, yerba, tabaco y otras especies, que fue necesario darles con todo agasajo y sufrir sus embriagueses que continuaron por algunos dias: hasta que fueron acercándose los indios Ranqueles, que trataron en cargar de sal y retirarse, por no encontrarse con aquellos de quienes son enemigos. A las 7 de la tarde llegó un enviado del cacique Victoriano, averiguando nuestra llegada, pidiendo permiso para llegar al campamento al siguiente dia; que le fué otorgado.
En este dia, por estar nublado, no pudo observarse. Se me dió parte haber enfermado un hombre de resultas de un golpe que le dió un buey. Ha llovido algo, y el viento ha estado por sud-este. Todas las inmediaciones de la laguna estan muy provistas de excelentes pastos y aguadas en varias lagunas dulces, en donde se pastorean las boyadas y caballos: siempre á la vista, por no poderse alejar sin guardia respetable al parage de los Manantiales, y porque los indios manifiestan no estar de paz,[30] segun han espresado Quinteleu y prevenido Victoriano, como amigos, recelosos de los muchos caciques que estan inmediatos, á fin de precaver el robo de las haciendas y desgracias consiguientes. Con este motivo, por medio de los ayudantes, mandé comparecer á todos los troperos y capataces de carretas, á quienes impuse de esta novedad, y del doble cuidado que demandaba nuestra situacion: y á fin de salir pronto de aquel punto, asigné el perentório tiempo de recomponer sus carretas y ponerlas prontas para la carga, que deberian egecutar en el término de 8 dias: de que fueron prevenidos para precaver los riesgos, y apresurar la salida de aquel destino.
A las 7 de la mañana mandé comparecer á los troperos para que reconociesen la laguna y viesen el medio de proporcionar la carga, sin embargo de hallarse tan llena, como nunca se habia observado, por las muchas aguas del año, y haberle entrado un derrame de agua de otra laguna dulce no conocida: para lo cual cada uno sacaria las carretas que pudiese cargar al dia, dejando las demas en la línea que formaban para estrechar las distancias en caso de invasion, y quedar siempre atrincherados: reponiendo las que se cargasen á su lugar, hasta que por este órden quedasen todos prontos. En lo cual convinieron, pero unanimente espusieron que consideraban imposible sacar sal segun la altura del agua: mas sin embargo iban á hacer la prueba, y reconocer por diferentes puntos la dicha laguna. En efecto habiéndolo egecutado, resultó que, despues de muy mortificada y estropeada la gente, solo se pudieron sacar como 6 fanegas de sal: cuyo reconocimiento inspiró una desconfianza de que en esta parte se rendiria inutil el viage, sin embargo de que el mucho viento contribuia á formar olas, y estas estorbaban el trabajo, tanto ó mas que lo crecido de las aguas. Recibí chasqui del cacique Victoriano, anunciando su próxima llegada al campamento, que la egecutó con su hermano Quinteleu, y los caciques Payllatur, Payllain, Guaquinil, Quilan, y Millapue, que fueron recibidos en el modo ordinario. Todos por su órden hicieron su parlamento, y manifestaron las noticias que les habian comunicado, de venir la expedicion con ánimo de hacer hostilidades y poblar la laguna y otros puntos; pero que los caciques Victoriano y Quinteleu habian tranquilizado sus ánimos, disipando los recelos, asegurando que ellos salian garantes de la paz y buena fé de los españoles, y que en efecto los habian creido, y estaban bien persuadidos de que no se les faltaria, ni tampoco invadiriamos con nuestras armas. No así lo creian otros caciques de la comarca, antes bien tenian por sospechosos á Quinteleu y Victoriano, por amigos de los españoles. En este estado el cacique Victoriano y Quinteleu espusieron que su amistad se estendia á permanecer en aquel[31] destino mientras la expedicion no retornase, para reparar cualquiera hostilidad que intentasen hacer los caciques Ranqueles y demas descontentos; á cuyo fin tenian prontos 1,000 indios, y pidieron estos dos hermanos alojar inmediatos al campamento: lo que les fué otorgado. Inmediatamente ordenè se diese á la tropa racion de pan, tabaco y agí, que recibieron los oficiales por medio de sus sargentos. En este dia se observó el sol, y resultó hallarse la laguna en 37 grados 14 minutos de latitud sur, situacion ó altura de polo del punto medio de ella: sin que en este dia hubiese ocurrido mas novedad.
En este dia llegó un chasqui de los caciques Ranqueles ó del Monte, solicitando aguardiente, yerba y tabaco; y expresó que estos y el cacique Carrupilun estaban opuestos á la expedicion, y venian con ánimo de declarar la guerra, para cuyo efecto tenian como 600 hombres armados de coletos, cotas de malla y lanzas, como á distancia de 2 leguas del campamento, en unos médanos altos: que la causa entre otras era el tenor entendido que veniamos á hacer poblaciones en sus terrenos y á degollarlos. Enterado de la relacion del chasqui, le disuadí de la equivocacion en que estaban los caciques, y mandé al cacique Victoriano viniese, y se cerciorase de la ocurrencia: como en efecto lo hizo, y por si mismo satisfizo al enviado, manifestándole que la expedicion venia á cargar de sal, como lo acostumbrabamos á hacer de paz y buena amistad: que él estaba cierto de ello, y se mantenia en mi compañia para hacerlo entender á todos los indios; y para oponerse con sus gentes y armas, si alguno tenia el descomedimiento de injuriar la expedicion, ni ofenderla en lo mas leve: y que así se lo hiciese entender á los caciques que lo mandaban, si no querian como amigos venir á tratar. A esta generosa contestacion de Victoriano añadí, que en el momento me iba á poner sobre las armas, que no necesitaba de auxilio alguno, y que en el caso de querer pelear, no me moveria de aquel punto donde los esperaba, y mandaria venir 2,000 hombres armados de la frontera, y que no perdonaria vida de ningun Ranquel ni de sus amigos; y que entonces verian cumplido y realizado lo que ahora no se imaginaba. En efecto mandé aprestar toda la gente, y que los dueños, capataces y peones de carretas se pusiesen sobre las armas, recogiendo las haciendas sobre la laguna, resguardada de la línea que formaba y amparaba la artillería. Este movimiento alarmó á los indios del campamento, y especialmente al cacique Victoriano y sus parciales, que vinieron muy cuidadosos á asegurarme de nuevo su amistad: y en consecuencia de ella les espuse, que retirasen sus familias para que ni se confundiesen con los enemigos, ni sufriesen los estragos de la guerra, que eran consiguientes en el ardor de la batalla,[32] si no se ponian anticipadamente en lugar determinado y cierto, sin separarse de él. Esta resolucion dobló su empeño, y causó los buenos efectos de destacarse algunos indios respetables à prevenir á los caciques armados que desistiesen de su empresa y entrasen de paz, antes que aventurar el perder la tierra, por cuanto á ellos constaba la fuerza que yo habia dejado en la frontera, quienes al menor aviso talarian los campos, y degollarian á todos los indios que faltaban á la buena fé, parlamentos hechos, y paces ajustadas en la laguna, como constaba á algunos caciques que las habian presenciado. Estos razonamientos oficiosos, sin duda arredraron á Carrupilun, motor de esta ocurrencia, y resolviéron con doble intencion entrar al campamento sin lanzas, dejándolas en los médanos. El resultado fué mandar nuevos chasquis, diciendo que ellos acostumbraban hacer sus marchas con las armas, pero que si se les daba licencia, entrarian sin ellas á tratar: cuya respuesta fuè con la misma firmeza que la anterior, mirando con desprecio sus amenazas, y que los esperaba con las armas en la mano. En efecto toda la noche estuvimos con la mayor vigilancia, haciendo candeladas para evitar una sorpresa, á favor de las nieblas, aumentadas con la tormenta y lluvia que sobrevino. Amaneció el 16 sin mas novedad, que haberseme dado parte de la alta de 4 enfermos que tomaron las armas.
A las 8 de la mañana de este dia llegó al campamento un chasqui del cacique Quinteleu, que en el dia de su llegada á la laguna se retiró á buscar su familia, avisando, que habia tenido noticia de las incomodidades sufridas con algunos caciques, pero que nos tranquilizasemos: que al momento se ponia en marcha, que aquietaria y conduciria al campamento á los caciques que se decian enemigos, y les haria entender sus deberes. En efecto llegó como á las 2 de la tarde con los caciques Ranqueles, menos Carrupilun, Curritipai, Coronado y otros, que aun quedaron renitentes y tercos en sus porfias. Se recibieron como á los demas, y dieron sus razones y parlamentos á presencia de todos los demas caciques que ya habian sido admitidos. Cada uno de ellos se panegirizó de un potentado y gran señor de aquel continente, dandose unos á otros esclusiva, sin ofenderse de ello, aunque privativamente se llamaban dueños de la laguna. A todo se dió su respectiva contestacion: habló el último Quinteleu, y entre otras muchas cosas, con que atacó á los caciques, fué la última, que nadie esclusivamente tenia dominio sobre la laguna, que esta era comun, y que todos debian disfrutarla, que ningun cacique, sin cometer violencia y faltar á los tratados de paz con los españoles, podia incomodarlos: que él habia ofrecido al Exmo. Señor Virey y al Exmo. Cabildo hacer guardar estos tratados, y que la expedicion no seria inco[33]modada; y esto lo habia de cumplir y defender con su gente si fuese necesario, hasta cargar las carretas y conducirlas á la misma capital. Que á ningun cacique ni sus gentes se estorba entrar á Buenos-Aires, y á todos se les daba buen pasaporte, y por lo mismo faltando en este presente á su deber los indios, se esponian al enojo de los españoles, y á que tomasen las armas y los destruyesen. Por lo tanto creia, que todos los caciques que estaban presentes convendrian con él: y en efecto convinieron, añadiendo cada uno razonamientos de su conformidad. En este estado repuse, que yo no llevaba otra comision que la de conducir la expedicion, y cargarla de sal, guardando la mejor armonía y amistad con los caciques é indios, sin incomodar á nadie, y observar quienes eran verdaderos amigos, y quienes eran enemigos: no permitir que ninguno ultrajase á los españoles, en cuyo caso castigaria á los que se atreviesen. Que algunos caciques se habian propasado, y esperaba solo la reunion de todos para manifestarles y hacerles ver, que yo no queria emplear las armas si no contra los que me insultaban: y les hacia saber, que á la mas leve queja ó insulto usaria de las armas, y daria cuenta al Señor Virey para castigar la tierra, y que no me retiraria sin hacer los mayores estragos, abandonando la expedicion por vengar los insultos y agravios. Que en este concepto contuviesen á los que se oponian, pues mientras no viese acertada esta paz, no cargaria las carretas de sal, por estar mas desembarazado para todo: que se retirasen á alojar á distancia del campamento con sus gentes. Todos afianzaron estar tranquila la tierra, y me rogaron tratase de cargar las carretas. Yo me resistia á ello, haciendo mérito de lo mismo que me era imposible practícar por el estado de la laguna, y los caciques Quillan, Payllatur y Quidenau se esforzaron sobremanera, y el último con tal estremo, que ofreció en rehenes y seguridad de sus promesas, 4 hijos y su persona: pero yo diferí la contestacion para el dia 17, respecto á que ya era tarde y debian tratar de alojarse. En este estado se retiraron, menos Victoriano y Quinteleu que alojaron en la guardia de prevencion, y continuaron suplicándome cargase las carretas, cierto de que nada me habia de suceder. Y quedando la tropa y gente de armas en vela con las mismas òrdenes y prevenciones que la noche anterior, pasó esta sin mas novedad.
En este dia, como á las 8 de la mañana, llegó al campamento el cacique Currilipay acompañado de número considerable de indios, anunciando el pronto regreso del gran Carrupilun, y manifestando le saliese á recibir con respetable escolta para hacerle honores, como acostumbraban hacerle todos los comandantes de las expediciones. A que contesté, que le haria el recibimiento que á todos, si venia de amistad; y si venia de[34] guerra, con las armas; que le mandaria un oficial y el lenguaraz para hacerlo asi entender: y en efecto mandè 12 hombres y un sargento bien municionados, con el lenguaraz, á corta distancia del campamento y á la vista de él; quienes llegaron á su formacion, y se manifestó incomodado, despreciando al lenguaraz, y usando en la contestacion de un N. Lucero, Puntano, muy sagaz y favorito del cacique, de las intenciones mas dobles y el mayor facineroso y enemigo nuestro, muy respetado entre los indios por valiente. Se me avisó esta ocurrencia, y de la disposicion de Carrupilun para chocar y hacer armas: pero al fin, sin aguardar otra respuesta, se acercó al parlamento, muy decorado con sus caciques á latere, y otros que salieron á recibirle, y considerable número de indios con machetes, sables y bolas, sin lanzas, porque las habian dejado apostadas con gente en los médanos. Como todos los antecedentes eran de que este cacique queria burlarse de la expedicion y asediarla como lo habia hecho con otras, tenia toda la gente armada, en sus respectivos puntos, cargada á metralla la artilleria y esmeriles, con mecha encendida, y á punto de defenderme ya de los que venian de nuevo, como de todos los demas que rodeaban el campamento, de los cuales muchos estaban secretamente complotados con Carrupilun para atacarnos. Su muchedumbre formaba un espectáculo harto respetable, y acercándose á la línea, esperó en ella á que fuese á introducirlo: lo que egecutè á pié con los caciques amigos y 12 hombres armados, obligándole de este modo á que se apease, como lo egecutó, y llegó á pié al campamento con los caciques, quedando su gente montada en la línea. Manifestó desde luego mucho orgullo é incomodidad, porque no se le hubiese mandado 50 hombres, y que no hubiera salido á recibirle como me lo habia pedido. Llegó al cuerpo de guardia con su acompañamiento, é hice despejar el lugar y doblar las centinelas, impuesto de sus acostumbradas desverguenzas en otros parlamentos; con órden de asegurarlo en el caso de usar de sus armas é descomedirse. El observò mi entereza, y al mismo tiempo el agasajo posible; pero no quiso que mi interprete recibiese de él razonamiento alguno, manifestando su desconfianza: á que le contesté, que yo oiria del suyo y del mio sus propuestas y razones, porque tenia el mismo motivo de desconfiar de su lenguaraz, por no conocerlo, que el que manifestaba del mio, y que de este modo nos entenderiamos. Convino con ello, y dió principio á su razonamiento por la falta que se cometia contra su respeto y mando general de aquellas tierras, en no darle parte anticipadamente por el Virey, del envio de esta expedicion: que la laguna era suya, la tierra dominada por él, y ninguno, sin ser repulsado violentamente, podia ir allí: que repetia, que él era el Señor, el Virey y el Rey de todos los Pampas. Y todos los caciques sus dependientes esforzaron estas últimas razones de una manera fuerte, á beneficio de un pulmon de privilegio que le dió la naturaleza, en una estatura prócer, robusta y de aspecto imponente. Le[35] contestè á todo: que yo no iba á disputarle su vireynato, ni la legitimidad de sus propiedades; que mi viage era contraido á cargar la expedicion de sal, en fuerza de una amistad asentada entre españoles y pampas, por virtud de lo cual en aquel mismo lugar se habian quebrado lanzas, y hecho las mas solemnes amistades, bajo las cuales los indios de todos los caciques entraban diariamente en Buenos Aires, y en todas las fronteras sin ser robados, ni incomodados, antes sí muy regalados; que él mismo cabalmente habia sido de los mas beneficiados por el Sr. Virey, D. Santiago Liniers, que le regaló sombrero, uniforme y baston de general, con otras muchas cosas de valor y estima, y no debia olvidar tan pronto esta prueba de amistad y buena fè, y por lo tanto era innecesario el aviso que echaba menos. En cuya inteligencia creian tener los españoles igual derecho ó razon para hacer sus expediciones acostumbradas de sal en las pampas: que la laguna, como el Rio de la Plata, cuando iban ellos à Buenos Aires, nos prestaban la sal y el agua, que Dios habia criado para los hombres, y ninguno podia ponerles precio, ni privarlas á los demas hombres sin ofenderlos: que ya estaba cansado de oir estas reconvenciones por todos los demas caciques, llamados tambien dueños de la laguna, y por lo mismo no queria cargar hasta saber si eran firmes, y estaban en su fuerza aquellos tratados de paz, ò se declaraba la guerra: en inteligencia que entonces daria aviso para que las tropas que estaban en las fronteras entrasen, y decidieran las armas lo que no podia conseguir la razon y sufrimiento: teniendo entendido, que no le permitia alojar dentro del campamento, para evitar motivos de disgustos entre mis soldados y sus indios. A esta esposicion, dada con igual firmeza, depuso su altivez, mudò de tono y dijo: que queria ser mi amigo, y que le diese la mano derecha; pero que le diese alojamiento á mis inmediaciones: á que me negué, recordándole sus hechos en la penúltima expedicion, en que desalojó al comandante de su carruage, y se cometieron otras desatenciones, que causaron las embriagueses de sus indios y la suya, á términos de un rompimiento: y para evitar desgracias, convenia á él y á mi que se alojase á distancia, y lo serviria como amigo. Se allanó á todo, y me pidió aguardiente, pan, tabaco, pasas y carne para comer, espresándome que estaba en la mayor escasez, despues de 8 dias de camino por venir á saludarme, con otras muchas lisonjeras espresiones, de que abunda como hombre pérfido. Se retiró no muy distante, sin salir del campamento, con miras de preparárseme mejor golpe, segun tenia acordado con los caciques Euquen, Milla, Coronado y otros que estaban apostados, y se le dieron á él y á sus gentes, 4 barriles de aguardiente, tabaco, yerba y demas á proporcion, con lo que dió principio á sus embriagueses. Noté que los caciques Victoriano y Quinteleu se separaron de este y de los demas sus parciales, y solo Quirulef, cuñado de Quinteleu, asistió con todos los demas caciques al parlamento de Carrupilun. Es costumbre saludarse todos,[36] siempre que se reunen, refiriendo sus ocurrencias desde la última vez que se vieron; y llegando este turno á Quirulef, le reconvino á Carrupilun, diciéndole, que Quirulef, sus padres y abuelos, habian ocupado aquellas tierras, y ninguno se las habia disputado, y le era muy estraño que el que ayer las habia conocido, hoy las llamase suyas, y tratase así á los españoles, despues de tener con ellos una paz útil y ventajosa: que Carrupilun tenia su antigua morada en los montes, y nunca en las pampas, y queria con los suyos perder á estos, y esponerlos al enojo de los españoles, &a. A esto contestò, que lo que el decia y hacia era un beneficio á la tierra, porque los españoles eran muy pícaros. Impuesto yo por el lenguaraz de su comportacion, le hice entender, que no me gustaba aquel modo de producirse, y que me veria precisado á dar parte al Virey. A esto repuso, que me sosegase, que el era mi amigo, y que les mandase mas aguardiente para alegrarse con sus indios, con los cuales continuó su borrachera. En la tarde y noche de este dia quedamos sobre las armas para contener los excesos de los indios, y sus repetidas molestias con amenazas, á que de ordinario los incita la bebida, hasta que enteramente caen y se entregan al sueño, único medio y tiempo en que se logra en tales casos de algun alivio. Los caciques Quinteleu y Victoriano, á diferencia de todos los demas, no se emborracharon, y pasaron toda la noche en vela, acompañándome como agitados de algun cuidado, y recorriendo el campamento en desconfianza, no tanto de Carrupilun, cuanto de los caciques apostados. A estos los hacian observar con sus gentes, quienes daban cuenta de cualquiera movimiento hóstil que hiciesen: en efecto, recibí frecuentes partes de no haber novedad, hasta que amaneció el dia 18. Por no haber tenido efecto los proyectos acordados para este dia y noche, como despues referirè, fué necesario destinarlo al descanso, alternado los oficiales y tropa, excesivamente fatigados con la vigilia de 5 noches con sus dias que llevabamos de campamento sobre la laguna; sin poder emprender el trabajo de un modo útil, por lo crecido de dicha laguna, y las muchas olas que formaba el viento: lo que tenia desalentada la gente, ademas de las zozobras que sufrian con las amenazas, altaneria y robo de los indios.
Amaneció sosegado el campamento, y los mas de los indios incluso Carrupilun durmiendo sus embriagueses: el cacique Victoriano partió para su toldo á preparar su gente, pues tenia noticias mas que fundadas de las intenciones de Carrupilun y caciques enemigos. A las 9 de la mañana, poco mas, se acercó al cuerpo de guardia Carrupilun, y como en la noche precedente algunos indios ebrios se habian atrevido á incomodar los centinelas, y otros habian estraviado y robado 22 caballos, y despojado á un[37] boyero del caballo y recado, tuve oportunidad, en virtud de estos hechos, para reconvenirle por la falta de cumplimiento á su palabra y amistad asegurada el dia anterior. Manifestò un modo poco atento, y con aire de desprecio me dió á entender que callase y aguantase. A esto repliqué, que tuviese entendido, que á él y á sus indios, desde aquel momento, si no se comportaban de otra manera, les haria enseñar con las armas sus deberes: porque, si habia creido burlarse de los españoles, estos se harian respetar como acostumbraban y á él le constaba. Vió que los oficiales y demas gente de la armada se alteraron, y entonces mudó de tono, y se sometió con bajeza: quedando mas sosegado, cuando notó que todos guardaron silencio, luego que yo les previne no se movieran á cosa alguna por no ser tiempo. Las ideas de Carrupilun eran, de disponer las cosas para que los indios sus confederados asaltasen en el dia de hoy la expedicion; y al intento el se habia situado en el campamento con varios caciques y sus gentes, dejando á corta distancia la indiada armada, con los caciques Neuquen, Milla, Coronado y otros.
A las 6 de la tarde se me dió parte de un emisario de Neuquen, que solicitaba entrar al campamento con su indiada, pero que antes lo mandase un oficial con 50 hombres, 4 barriles de aguardiente, tabaco, yerba, pan y carne: que tuviese entendido que el era el rey y señor de la laguna, y de toda la tierra, á quien los demas caciques estaban subordinados con sus gentes; por cuya razon los Comandantes de las expediciones le debian franquear su toldo, como siempre lo habian hecho. Este mensage lo traia un mendocino apóstata, harto desvergonzado; y como ya estuviese con sobrado recelo y cuidado para precaver la intriga y acuerdo hecho entre los complotados, le respondí con incomodidad, que no queria mandar oficial ni tropa alguna, aguardiente, ni nada de lo que pedia: que si queria venir al campamento como los demas caciques que estaban en él, lo recibiria como á ellos; pero que si venia armado lo recibiria á cañonazos. Entonces el enviado me contestó con mucha arrogancia, que si no queria enviar á Neuquen lo que pedia, lo daria por fuerza.
En este acto me levanté y le dige, que no le hacia quitar la vida en el momento, por darle tiempo á que fuese á avisar á su cacique que lo esperaba con las armas en la mano. Sin perdida de tiempo se retiró; y yo mandè sigilosamente estrechar las distancias de las carretas, de modo que no quedase claro alguno en la línea: que todos se pusiesen sobre las armas: que estuviese pronta la artilleria y esmeriles, con mecha en mano: que las haciendas se apoyasen sobre la laguna con mayor reserva y posible silencio, y se me diese parte de egecutada esta precisa diligencia. Cité al cuerpo de guardia principal á todos los dueños y capataces de tropas con los vivanderos, como así lo egecutaron antes de las 9 de la noche, y teniendolos pre[38]sentes, les previne el riesgo que corria la expedicion y nuestras personas, y la necesidad de defendernos en el ataque, que ciertamente debiamos esperar en esta noche: que á prevencion de todo, quedasemos montados: que la artillería y mosquetería estaba dispuesta para barrer á metralla la indiada alojada de la línea adentro, y que un cañon volante quedaria franco para impedir se acercase la indiada apostada en los mèdanos. Se distribuyeron las gentes armadas, se despacharon patrullas, y prevenidas las tropas de los puntos que debian ocupar, se formaron candeladas para no ser facilmente sorprendidos, ni de los enemigos exteriores, ni de los interiores.
En este estado llegó el cacique Quinteleu, mandado venir por mi parte para enterarle de mi resolucion y prevenirle que, á fin de que su familia y gentes no se confundiesen con los demas indios enemigos, las situase enteramente separadas, y en uno de los varios puntos que ofrece la laguna, para precaverlos de los riesgos que podian tener en el caso de que se rompiesen los fuegos; porque mi gratitud y amistad á su buena fé y trato no permitian se le irrogase perjuicio alguno, ni á sus hermanos Victoriano, Quidulef y demas indios amigos, à quienes en el momento convenia se les avisase con el mayor sigilo, para no aventurar la suerte de esta accion, y precaverlos de las desgracias que suelen ser consiguientes. Quinteleu manifestó su agradecimiento, y me espuso que no convenia el retirar sus gentes, ni las de sus deudos y amigos, porque tenia resuelto morir antes que yo en el ataque, y que por momentos esperaba á su hermano Victoriano con su gente armada; y cuidase de aquietarme, porque no se atreverian á atacarme, aunque algunos caciques influidos de Carrupilun, lo deseaban é intentaban: pero que habiéndoseles separado el cacique Quilan y Pallatur, respetables por sus personas y fuerzas, no estaban en disposicion de acometer sin ser derrotados.
Entretanto que esto pasaba en mi campamento, el cacique Neuquen y sus parciales, de acuerdo con Carrupilun, llamó á la indiada armada, y la puso en marcha con destino al campamento, para hacer la invasion: pero los indios recelosos acaso de nuestra vigilancia, ó descontentos de tomar las armas, fueron desfilando, y llegó Neuquen á quedar solo con los caciques y pocas gentes para avanzar como se habia propuesto, segun repetidos avisos que tuve de un cautivo, que me los dió á favor de la noche, ademas de los espias puestos por Quinteleu.
Luego que amaneció, y observaron los indios amigos de Carrupilun nuestra posicion y la suya, la línea formada, y á nuestra gente sobre las armas, llamaron la atencion de aquel que agitado de sus delitos que vió descubiertos, se dirigió al cuerpo de guardia á preguntarme: qué novedad era la que adver[39]tia? Le contesté, que sabiendo yo su mala fé é indigna correspondencia, habia dispuesto que no hiciese por mas tiempo burla de los españoles: que á él, y á los demas caciques sus amigos les habia esperado con las armas toda la noche: y aunque podia haberle degollado á él y á todos los suyos, no habia querido hacerlo á traicion y ruinmente, cuando estaban durmiendo; que ahora era tiempo que fuese á tomar las armas; que era precisamente el dia en que no habia de quedar un español, ó habia de acabar con èl, sus amigos y sus indios.
Esta resolucion le sorprendió, tanto mas, cuanto estaba él muy distante de creer que yo hubiese podido penetrar sus intenciones: entonces todo trémulo, y con las lágrimas en los ojos, negó sus hechos, y lo mismo sus parciales, anticipando cuantos avisos pudo á Neuquen para que desistiese del intento, y se aviniese á entrar al campamento sin armas, y disculpando sus avisos anteriores y amenazas, por el riesgo que corrian todos los que se hallaban en el campamento, mucho mas, estando á mi favor los hermanos Quinteleu, Victoriano, Quidulef, y los caciques Quilan y Pallatur. Entre tanto procuró emplear hasta las 10 de la mañana en indemnizarse de los cargos, queriendo deslumbrarnos de mil maneras, porque posee una razon muy despejada, y una extraordinaria habilidad para persuadir y convencer, adornada de una muy estudiada lisonja.
A estas horas recibí chasque de Neuquen, manifestando sentimiento del disgusto que me habia causado el supuesto petitorio á su nombre el dia de ayer, en que no habia tenido parte, y por consiguiente le admitiese entrar sin armas en el campamento á saludarme: á que contesté, que entrase cuando quisiese. A poco tiempo se presentó Neuquen á corta distancia del campamento, y formó su gente en batalla: permaneció inmovil por grande rato, hasta que le pasé recado con un lenguaraz, para que me digese cuales eran sus miras, y en que consistia la detencion y formacion que guardaba: y me contestó, que como veia mi gente sobre las armas, no se atrevia á entrar. Entonces mandé de montar con la rienda en la mano, con cuyo movimiento se acercó á la línea, y estando en ella mandé desmontase, y entrase solo con cuatro de sus capitanejos, uno de los cuales le tomó de la mano por falta de vista.
Unas de las cosas mas útiles para conciliar el respeto de los indios es jugar la artillería á su inmediacion, por el terror que les infunde el estampido del cañon; porque conciben que en ello se les hace honor, y porque estan persuadidos de que el estruendo auyenta al diablo. Por esta razon ordené al cabo de artilleria, que al ponerse en paralelo con el cañon destinado á la salva, le diese fuego, como lo egecutó: con tanta[40] puntualidad que ni el cacique Neuquen ni Carrupilun, que estaban inmediatos, pudieron resistir, y ambos cayeron al suelo. Esta casualidad produjo á un tiempo dos efectos:—risa y fuerza en nuestras tropas, que veian así arrollados á los dos caciques que tenian concepto de valientes entre las tribus de su mando, y á estas sorprendidas por haber creido al pronto que habian sido muertos: hasta que mejor desengañados por si mismos, entendieron que era obsequio.
Concurrieron los 24 caciques al parlamento de Neuquen. Habló este, disculpando su criminalidad, y convirtiendo en grandes y afectadas ofertas de amistad su venida, pues nunca lo habian hecho con expedicion alguna, ni tratado con ningun español, por lo tanto no se hacia creible que él viniese á molestarnos. Despues de haberle oido à presencia de todos los caciques, le dije: que dos cosas debian quedar liquidadas en aquel momento: la primera castigado el comisario conductor, pues estaba presente; y la segunda, que se me digese, quien era el dueño y señor de la laguna y aquella tierra, porque todos alegaban una misma preferencia, y yo debia salir de esta duda, y hacerla presente al Superior Gobierno que me mandaba: pero ni Neuquen ni Carrupilun respondieron cosa alguna.
Tomando la voz los ancianos, uno en pos de otro, á saber, los dos caciques Quilan y Pallatur, dijo este: que ninguno tenia mas derecho que otro á la laguna y á la sal de ella: que esta era comun á todos los hombres, como los pastos del campo á los animales: que las diversas naciones de indios, de una y otra parte de la Cordillera y los españoles, podian venir á la laguna, y cargar la sal que quisiesen, sin que ninguno pudiese estorbarlo, sin ser injusto: pero que, ademas de esto, estaba ya acordado en un sério parlamento, en aquel mismo lugar, á que él entonces concurrió. Que jamas faltaria por su parte á ello, y defenderia con sus gentes y armas esta determinacion, á la cual habian concurrido caciques muy respetables. Pero, por desgracia, veia que en estos tiempos todos se hacian caciques sin serlo, y que la causa de verse arruinados era la falta de sugecion en los indios, y los muchos cristianos que hoy habia entre ellos, cuyo número se hacia ya respetable á los mismos indios por sus determinaciones, así en los consejos que les daban para resistir á los mismos españoles y su venida á estos campos, como para ir á maloquear ó robar las haciendas de los españoles; y que esto solo podria remediarse, situándose allí los mismos cristianos, como lo deseaban él y otros caciques, por la cuenta que les tenia para proveerse de muchas cosas de que carecian.
Lo mismo expresó Quillan, Quidulef, Victoriano y otros; y aunque Carrupilun y Neuquen no contradigeron, tampoco se prestaron[41] con claridad á mas que á no impedir que la expedicion cargase de sal, sin ser incomodada en cosa alguna. Ultimamente, para aprovechar aquel momento de division y de temor, llamé la atencion de todos, y dige: que en medio de la oposicion que se manifestaba en sus opiniones y razonamientos, yo no queria cargar sal alguna, y que daria parte al Sr. Virey para enterarle de todo en el dia, y que obraria segun su determinacion: pero que ciertamente les anunciaba, que tendria un gran sentimiento cuando supiese que no se cumplian sus parlamentos, y era muy de temer me remitiese las tropas que estan juntas en las Guardias, con las órdenes mas estrechas para castigar á los que se oponian; que en esta inteligencia no se quejasen despues. Que les advertia, que si algunas gentes de sus tolderias me robaban caballos ó ganado, como lo habian hecho, no aguardaria las órdenes del Sr. Virey, porque usaria de las armas.
Todos contestaron que no habria novedad, y que si algun indio cometiese igual exceso lo matase sin recelo, que ellos no se agraviarian. Pero tomó la voz Quinteleu y los suyos para que no se demorase la carga de las carretas, que ellos ayudarian con sus gentes y auxiliarian la expedicion hasta Buenos Aires. Le contesté, que me tomaria tiempo para resolverme, en vista de cuanto se me habia faltado, y yo no debia creer sus ofertas; pero que tuviesen entendido que desde aquel dia ya no se vendia aguardiente alguno, puesto que uno de los motivos que se daban para los descomedimientos de los indios era la embriaguez. Habiendo pasado el dia sin poder tomar alimento alguno, á causa de las ocurrencias referidas, mandé que se retirasen de la línea, á excepcion de los indios amigos, con quienes no se hizo novedad. Continuó la vigilancia necesaria sin dormir, y quedamos sobre las armas toda la noche hasta que amaneció, sin que en ella hubiese ocurrido alteracion ni motivo de incomodidad por parte de los indios. El cacique Quinteleu se mantuvo en vela á mi lado toda la noche, haciendo observar por los suyos y los demas indios, que con frecuencia le daban parte de sus centinelas avanzadas.
En este dia dí parte á la Exma. Junta Gubernativa de todas las ocurrencias de Carrupilun, y estado de asedio en que me consideré en los dias 17 y 18; las medidas tomadas y resolucion de defenderme y atacar á los indios si me embarazaban el regreso. Prohibí la venta de toda bebida á los indios. Llegó el cacique Victoriano, dejando su gente pronta y armada para que ocurriese con su aviso, y entonces saludò á Carrupilun, quien trató de despedirse en aquel dia, é igualmente los mas de los ca[42]ciques de su parcialidad, exigiendo se les diese algunas bebidas, yerba, tabaco y otras especies, que fué necesario franquearles para salir de ellos sin agravio ó descontento. Me pidieron todos les diese oficio de recomendacion para poder presentarse en las Guardias y al Superior Gobierno como amigos, en que no me detuve; dando parte igualmente á la Exma. Junta, manifestándole individualmente las circunstancias de cada uno para que solo se atendiese á los amigos beneméritos, dando resguardo á los demas, y los motivos que me obligaban á darles dichos oficios.
Se presentó en este dia el cacique Milba, hombre feroz de aspecto y de condicion, quien con su gente acampó á distancia de nuestro real por no desarmarla, y vino solo con un lenguaraz indio, cuyo próximo arrivo habia anunciado Neuquen en el dia anterior. A este principalmente, y á Neuquen estaba encomendado el asalto; mas mudó de lenguage, en virtud de las ocurrencias referidas, y se despidió. Sin embargo hasta el siguiente dia se veló mucho sobre las haciendas, por los frecuentes robos que se experimentaban entre ellos, bien que no se atrevieron asaltar á nuestros ganados de dia; pero en la noche acometieron varios indios á algunos vivanderos. Fueron sentidos y perseguidos por las patrullas: prendieron á dos con los robos que habian hecho, é hirieron mortalmente á otro, conduciendo á los tres á la guardia de prevencion, donde se les aseguró. El facultativo puso el mayor esmero en curar al herido, que entre otras habia recibido una herida en el bajo vientre, y tenia las tripas fuera. Este cuidado se redobló cuando se supo que no tenia ingerencia en los robos, que era indio amigo, y que como tal apellidó en su defensa al cacique Valeriano para que no le ultimasen. La causa de su desgracia fue el haberse asustado, y echado al indio que dormia, cuando se dirigieron hàcia él los soldados que perseguian á los ladrones. Esta ocurrencia puso en doble vigilancia al campamento: prevenidos los indios de ella, avivaron su retirada luego que amaneció, siendo el primero Carrupilun. Antes que se retirasen, dispuse que reconociesen á los indios ladrones, que se hallaban bien asegurados á las ruedas de una carreta, con las especies robadas, para que en ningun tiempo pudiera dudarse de la justicia de su prision y castigo. Para esto hice convocar á los caciques, y ordené se mantuviese sobre las armas la expedicion.
Reconocidos los indios aprendidos, y tambien el herido y su estado, convinieron los caciques, á vista de sus declaraciones y delitos comprobados, en que yo les quitase la vida, ó castigase como quisiese, pues podia hacerlo francamente. Que en atencion á que ellos habian sido causantes de la desgracia del indio amigo, debian pagar con sus bienes las[43] heridas del enfermo, ó su muerte, á contentamiento de los parientes que hubiese en el campamento, avisando á los demas que tuviese en la tolderia de donde procedia. En estas circunstancias me aproveché de sus mismas resoluciones, perdonándoles la vida, y dejándoles asegurados hasta la llegada de los parientes del herido, quienes dispondrian de él segun sus usos y costumbres: de cuya resolucion quedaron todos muy agradecidos, y los reos satisfechos de la fineza, contra el fallo de muerte que sus propios caciques habian dado.
Este accidente inopinado, unido á los antecedentes, dió un mérito extraordinario á la resolucion, y alentó á los españoles, que se consideraban como despreciados, y deseosos de emprender cualquiera accion que se presentase, por la que en efecto anhelaban, incitados de los despojos que podia prometerles la victoria, en las muchas alhajas de plata, monturas, caballos y tegidos que traen á esta especie de feria. Todo, por una especie de providencia, contribuyó á deslumbrarlos y hacerles perder el empeño de atacarnos, á pesar de su muchedumbre, y de nuestra escasa fuerza, que consistia en 21 hombres de fusil y 9 artilleros, de la que estaban bien instruidos desde el principio, y fué causa para que nos insultase Lincon. La firmeza en sostener la prohibicion de vender bebidas, de la que todos hicieron mal agüero, contribuyó á persuadir á los indios que yo guardaba aun resentimientos por sus procederes, y que deseaba declararles la guerra al mas leve delito. Para evitarlo, se fueron despidiendo uno en pos de otro con sus respectivas recomendaciones. Se retiraron todos los que seguian á Carrupilun á los Médanos, distantes como legua y media, donde habian dejado sus armas.
Desembarazado en mucha parte del cuidado que daban estos caciques, y su muchedumbre de gentes de armas encoletadas, y algunos con cotas de acero, como tambien de su innumerable chusma, quedamos mas francos para atender al objeto de nuestro viage. Por esta razon, y por la imposibilidad de poder sacar sal, se habia omitido hasta hoy, y no por el motivo que habia hecho entender á los indios. Llamé á los dueños de carretas y capataces, y les prefijé el término de tres dias para la carga, en atencion á haber mejorado el tiempo y bajado las aguas, para estraer la sal con menos trabajo que antes. Hice que las carretas no entrasen á la laguna, que quedasen siempre en línea, en precaucion de algun acometimiento de los indios que nos observaban, sin moverse de los Médanos referidos.
Entonces recibió un nuevo placer el cacique Quinteleu y sus hermanos, que hasta este punto dudaban de que cargase, recelándose de consiguiente un resultado funesto si el Superior Gobierno ordenaba las hostilidades que yo habia anunciado. Animó y ofreció sus indios, para que auxilia[44]sen y ayudasen á cargar, como en efecto lo hicieron, recibiendo de los interesados una pequeña gratificacion: entonces finalmente desplegó este cacique todos los sentimientos honrados que le caracterizan, ofreciendo hacerme una muy circunstanciada relacion del estado de la indiada, sus particulares acuerdos y establecidos proyectos para invadir á los españoles, y la nota que él, sus hermanos y deudos tenian contraida por no prestarse á sus sistemas, en términos de hallarse precisados á defender la tierra, y situarse á la parte opuesta de la Cordillera, para reparar las desgracias que le amagaban en terrenos de la indiada chilena. Que luego iba á caminar su hermano Victoriano con sus gentes, y despues él y sus deudos.
En este estado, y siendo como las 11 del dia, llegó al campamento el cacique Milla-Catreu, hijo de otro de este nombre, y por medio de un indio lenguaraz, me suplicó le diese, para él y sus gentes, una vaquillona para comer, porque habia tres dias que no tomaban alimento alguno. Le repuse, que yo era un viagero separado de mi patria, y que era muy estraño me pidiesen en lugar de darme: que yo estaba comprando á los indios para comer, y él podia hacer lo mismo. Me contestó, que él no podia comprar, que le diese para comer una ternera, porque aunque su gente era mucha, unos tomarian la sangre, otros los menudos y el resto la carne, como con su padre, cacique principal, lo habian hecho muchas veces, en el mismo lugar otros comandantes. Como el indio lenguaraz no poseia el español para poderse esplicar, dió á entender que su cacique decia, que mis soldados enlazasen y sirviesen la ternera: cosa que me pareció repugnante, y mucho mas por el modo con que lo dijo: por ello me levanté airado, y le repuse, que con las armas nos entenderíamos.
El indio intérprete se esforzaba por darse á entender, y se dirigió al mio, diciendo que era falsa su asercion, porque el cacique decia que con sus soldados, esto es, con sus mocetones ó sus indios, y no con mis soldados. Esto guardaba mas conformidad con su primera súplica, y la hospitalidad exigia de mi le atendiese, cuando en su falta robarian mas de lo que pedian. Mandé se les diese una res, que en efecto, ellos enlazaron, llevaron á su alojamiento; cortando de ese modo el disgusto que habia preparado la mala interpretacion: en cuya precaucion es necesario vivir advertido, para no incidir involuntariamente en cosas semejantes, ya por escasez de voces en el idioma, ó ya por falta de posesion de este y del español en los intérpretes. Este suceso acaloró demasiado á algunos de mis oficiales, que sin acordarse que les tocaba solo obedecer, y no ingerirse en los gastos económicos, mucho menos cuando no faltaban las raciones, nos espusieron á un rompimiento por la incomodidad que recibian los indios con las repulsas, hasta que quedamos todos convencidos del verdadero sentido de las palabras.[45] Al mismo tiempo que el cacique Milla solicitaba este auxilio, sus gentes, que habian bajado á la laguna á cargar de sal, se encontraron con algunos indios Pampas que estaban en igual diligencia. Es tal la oposicion que hay entre estos y los Ranqueles, que, siempre que se ven, se acometen para herirse, robarse y maltratarse, como aconteció en este caso: resultando varios heridos de los Pampas, y entre ellos, tres de gravedad, y despues robados y despojados de sus haciendas. Vinieron despues á poner la queja de estos hechos: ordené que se atendiesen sus heridas, y les hice entender que yo no era juez de sus causas, y que ellos vengasen sus agravios. Sin embargo, pregunté á Milla, cual era la causa de aquellas violencias? Y me contestó, que era en venganza de otras que los Pampas habian cometido con sus indios: que aun no estaban bien satisfechos, y podian agradecer á los españoles, bajo cuya sombra se atrevian á cargar de sal, el que no hubiesen sido todos degollados, como lo tenian bien merecido.
Se despidió este cacique como los demas, que le esperaban para deliberar sus respectivas marchas, despues de robar lo que pudiesen, á favor de la inmediacion al campamento y de su pública despedida. En efecto hubo mucho acuerdo sobre asaltar ó no la expedicion: pero como los caciques amigos permanecian siempre en èl, desistieron del intento, y se contentaron con robarles sus ganados, de modo que á muchos los dejaron á pié, y entre ellos á Turuñan, Victoriano y Quidulef. He observado constantemente, en el discurso de esta expedicion, el génio y doble trato de estos hombres: ellos mezclan siempre la súplica con la amenaza, apoyando esta con el número de lanzas que traen y suponen tener de reserva. Pero, como hace poco por la salud quien no se contiene con los excesos, y espera á la necesidad para aplicar el remedio, así es preciso mezclar desde luego en los razonamientos, la firmeza con la afabilidad, procurando dejar el uso de las armas para las últimas razones.
El cacique Neuquen, hombre mayor de 70 años, y á quien la vejez ha quitado los ojos sin ofenderle la cabeza, dejándole solo el nombre de haber sido el mas feroz y sanguinario, y tenido por ello el concepto del mas valiente, quiso hacer vana ostentacion de su antiguo respeto, y sufrió la mayor humillacion en cambio de su arrogancia. El cacique Milla-Catreu, que venia en retaguardia de Neuquen, y cuya venida anunció este, como concertados de antemano para acabar la expedicion, cuando supo el éxito de sus confederados, se vió precisado á mudar de tono para conseguir su entrada, dejando la gente armada á mas de una legua de distancia. El cacique Carrupilun, hombre audaz y de la mas refinada malicia, que obraba con acuerdo de aquellos y de veinte caciques mas, le vió bajamente postrado, cuando se descubrieron sus intrigas. Neuquen y Milla nunca habian conocido españoles sino en la lid: al pri[46]mero dió mucho crédito el sangriento destrozo de la tropa del canónigo D. N. Canas. A estos caciques los prefirieron los demas, para que, provocando con amenazas, emprendiesen el ataque, que debian auxiliar los que estaban adentro del campamento, dirigidos por Carrupilun.
La misma detencion en resolver me hizo conocer el doblez y perfidia de Carrupilun y sus aliados. En estos casos, cuando insta la resolucion, suele ser engañosa virtud la prudencia, que se equivoca con el miedo. Nunca debe cerrarse la puerta, es verdad, al consejo, pero alguna vez deben cerrarse los ojos á las dificultades, porque suelen parecer mayores desde lejos; y hay veces en que la demora en discurrir impide el ejecutar, cuya lentitud prepara á los enemigos y pierde las empresas. Tal me persuadí que era mi situacion, y que, aprovechando los momentos, acaso desconcertaria las medidas combinadas para destruirme. Favoreciò la prudencia mis intenciones de un modo admirable, pero juzgué que siempre debieran evitarse iguales lances, aumentando la fuerza, ó escusando hacer expediciones semejantes.
Aquí se me ofrece observar, que no solo los estrangeros, desafectos á nuestra nacion, tratan injustamente á los indios, como incapaces de razon, para dar desestimacion y desprecio á nuestras obras, sino que tambien en las ciudades capitales de Amèrica se encuentran hombres de casi iguales sentimientos. En aquellos hay un crasísimo error, fomentado por innata aversion que nos profesan: en estos es una pública ignorancia. Ellos han admirado en otro tiempo, mas que ahora, nuestros procedimientos, pero esto es efecto de la novedad, que es incompatible con la potencia de discurrir: porque la admiracion no siempre supone ignorancia, ni debe llamarse tal la falta de noticia. Los indios tienen sagacidad, prontitud, disposiciones y egecuciones muy oportunas, que saben hacer con destreza en los lances mas apurados.
En este dia se empeñaron con todo esfuerzo à cargar de sal los dueños y capataces de tropas y dueños de carretas; y se ha logrado que la tropa descance algun tanto. Como á las 11 de él, llegò el cacique Oaquin, cuidadoso de nuestra expedicion, por haber entendido que los indios Ranqueles nos incomodaban, y con el objeto de proporcionarnos auxilio de sus gentes, como parcial amigo del cacique Quinteleu y deudo suyo: y à quien le mereciamos la fineza de haber interceptado varios robos de caballos, que de la expedicion llevaban otros indios; pidiendo ademas circunstanciadas noticias de los otros robos, por si convenia perseguir à los delincuentes.[47] Este indio, cuyo caràcter es moderado, sobrio y juicioso, se halló en la capital el dia del ataque del general Whitelocke, y formó por él un concepto el mas alto de los españoles, por su fuerza y valor. Tuvo la proligidad de recorrer las calles y plazas donde aun existian los cadàveres ingleses, y vió luego el acopio que de ellos se hizo para su entierro en distintos puntos de la ciudad. Como los cadàveres españoles fueron recogidos inmediatamente à las iglesias y conventos, creció mas su espanto, y dió mèrito á que fuese exagerando à los demas caciques, el valor y fuerza de los españoles, llegando su ponderacion hasta asegurar que en una sola cuadra ó manzana de 150 varas habia contado mas de 1,000 muertos; estrechando en consecuencia de este hecho à todos los demas indios á que se apresurasen á hacer paces con los españoles, porque seguramente acabarian con toda la indiada, si en contra de ella tomaban las armas: y fué su asercion motivo para que todos viniesen á ofrecerse al gobierno con sus gentes para atacar á los colorados, que es como distinguen á los ingleses.
Interesa tanto esta noticia en boca de un indio, cuanto él es respetado de valiente entre los suyos, y de gran destreza, como que posee el uso de las armas de fuego, que le he visto hacer con arma suya propia; y si, como es presumible, se propaga entre los demas indios, ya por este conducto, ya por el de los muchos desertores que se hallan entre ellos, podràn bien presto, á favor de su muchedumbre, oponernos una fuerza terrible. Su anhelo por las armas de fuego es muy vivo: poseen las blancas y de todo género por el abuso de venderlas libremente nuestros traficantes. Por una espada ò sable no repara en precios el indio, y la codicia hace olvidar al mercader lo que se debe à sì mismo y à la humanidad, infringiendo las leyes sin reboso, todas cuantas veces pueden. Llegarà tiempo, si castigos escarmentadores no evitan estos tratos, en que lloremos sin remedio la ruina que nos preparan las partidas que entran á las guardias y à la capital, y se arman incesantemente por medio de este comercio vicioso y ratero.
Se hace, pues, muy forzoso que se cele con la mejor vigilancia el nùmero de armas, de caballos y demas especies que introducen y extraen las partidas de indios, como se practica en el reino de Chile. De cuchillos, dagas y toda suerte de arma corta, se proveen con la misma franqueza que los españoles: ademas, los indios Araucanos fabrican machetes y moharras de lanza con bastante perfeccion, cuyos nombres conservan en sus idiomas; con la distincion de haber corrompido el de machete en machito; y es comun[48] este nombre al sable y á la espada. Nunca lo tercian al lado izquierdo, y aunque llevan cinturones: se lo afianzan de frente ó por delante atravesado. Cuando se presentan en accion de guerra, le llevan colgando à la muñeca, en la mano con que juegan la lanza, para usar de èl en falta de esta, ó cuando convenga.
Al ponerse el sol, llamè á todos los capataces y dueños de tropas, para prevenirles del último término que se les concediò para acabar de cargar, en atencion de haber transcursado el primero. En efecto, tenièndolos presentes, les dije: que con demasiado dolor veia que se hallaban dentro de la laguna muchas carretas sin cargar, y no pocas sin haber entrado á ella; que tuviesen entendido, que esto no me embarazaria la marcha, porque primero las haria volver vacias, que esperar mas tiempo, ni dejarlas abandonadas. Que asi por la creciente de la laguna, como por la incomodidad de los indios, habia disimulado el retardo; pero, que faltando estos motivos, era estraño el desperdicio del tiempo que en algunas tropas se notaba, cuando otras habian ya cargado, y estaban à punto de caminar, porque habian cargado lo ordinario y no excesivamente, hasta hacerse pedazos las carretas, como ya habia sucedido con tres: pues siendo el cargamento de 16 à 18 fanegas, cuando mas, habia quien las pusiese à 25 y 30. Que de esto resultaba el mayor atraso; porque sin duda, ò no sabian calcular la carga, ó los dominaba una codicia imprudente: pues contando cada fanega de 13 arrobas de peso en sal seca, en sal mojada excedia de 250 arrobas; y echarle un tércio mas, era un despropósito intolerable que yo no podia permitir.
Ultimamente, les manifesté que les concedia el dia de mañana, 23, para acabar de cargar, con el fin de egecutar la salida el 24, segun lo tenia expuesto al superior gobierno. Ademas, debia hacerles presente, que los indios no se habian ausentado à sus toldederias, y los teniamos de observacion à corta distancia en los inmediatos médanos, desconfiados de nuestra demora: persuadidos por ella que tratabamos de hacer poblacion, como les habia insinuado el cacique Lincon y algunos de nuestros lenguaraces ocultos; y todos eran motivos que me estrechaban á no dilatar mas nuestra marcha, y á precaver de los riesgos á la expedicion de mi mando, cuyos víveres se agotan, y nos esponiamos á una total escasez en un viage penoso con carretas recargadas.
Algunos troperos de considerable nùmero de carretas, me expusieron ó representaron su imposibilidad, por habèrseles enferma[49]do muchos peones, à causa del alto del agua, y fortaleza de esta, que les habia causado muchas llagas y terribles acrimónias à la vista: por lo cual les seria imposible salir cargados en el dia de mañana, pero que cumplirian con la órden. En vista de esta respuesta y allanamiento, persuadido de que se esforzarian, mandé que se retiràran, con ànimo de diferir un dia ó dos mas, si fuese necesario, y de estrechar à los indios amigos, á que auxiliasen la carga, gratificàndolos, por medio del cacique Quinteleu, como me lo ofreciò.
Una de las ventajas mas considerables que pueden lograr las tropas de carretas, será cargar, de un almacen que se forme, la sal que les corresponda: por el ahorro del tiempo, por la seguridad de sus carruages, por el menos peso en la sal seca, y por el retorno pronto: sobre lo cual expondré separadamente lo que convenga, para el caso de verificarse la necesaria poblacion en este destino.
En este dia se han despedido y marchado varios caciques amigos con sus gentes, muy satisfechos de nuestra amistad, trato y buen agasajo. Comparecieron los parientes del herido, y ajustaron con los agresores la cuita de las heridas si sanaba de ellas, y si moria igualmente; concertando en ambos casos el precio que deberian satisfacer: y me pidieron pusiese en libertad à los reos, y los entregase à su disposicion, como lo egecuté. Este dia fuè de calor bastante con el viento suave, por el oeste-nord-oeste, y que ha permitido cargar, sin que en èl haya ocurrido particular novedad. Los indios se mantienen en los Mèdanos, y han hecho varios robos de caballos en esta noche à los chilenos, hasta en cantidad de 70 caballos: y para cerciorarse, me pidieron permitiese pasar à reconocer las haciendas de la expedicion con cuatro soldados, por si existian algunos entre ellas: lo que les otorgué, y quedaron satisfechos y agradecidos, al mismo tiempo que desengañados.
En este dia entraron à la laguna todas las carretas que habia fuera de ella, y salieron las que ya estaban cargadas: de las cuales, al repechar la barranca, se hizo pedazos una, por la excesiva carga; y las cuarenta restantes quedaron dentro ya, en tèrminos de cargarlas y de salir temprano el 24. En este dia se diò racion à la[50] tropa para el viage, y se procuró gratificar al cacique Victoriano, que disponia ya su marcha, y algunos de los indios y deudos de su comitiva, entre los cuales habia algunos caciques.
En llegando á este punto, todo indio manifiesta su caràcter: quiere que se le gratifique privadamente, ocultando de sus hermanos, padres é hijos, cualquiera cosa que se les dé, y con la misma eficacia pide para los demas, cuanto se ha dado para él, creciendo su empeño en pedir, cuanto crece el número de los dones. Yo creo que la razon de esta conducta se deriva, de que su autoridad entre los suyos es en razon de su generosidad: así he notado que todos piden al cacique cuanto tiene, con mucha franqueza; pero estos se anticipan à dar antes que les pidan, y he observado muchas veces que no habiendo mas que un cigarro, va pasando de unos á otros, participando de él todos, hasta que vuelve á manos del cacique.
Como para entablar sus molestas pretensiones, lo han de hacer por medio de los intérpretes, procuran tenerlos à la mano. El que me ha servido en esta expedicion, Mateo Zurita, posee, segun los indios, perfectamente su dialecto. Este lenguaraz ha hecho varios viages de Chile à Buenos Aires por esta via, desde la Concepcion, y ha vuelto con estos caciques, quienes por esta razon tienen su mayor confianza en Zurita. Mas sin embargo de todas estas antiguas relaciones de amistad, se vió tan sofocado con las majaderias y desconfianzas de estas gentes, que suponian á Zurita como causa para que no se les diesen mayores gratificaciones, que tomando sus avios, se marchò diciendo: que no volvia mas, porque estaba cansado de sufrir desaires. Efectivamente se fuè à esconder al monte, y descansó allí todo el dia, previnièndome antes de esta determinacion. Yo tomè ocasion para demostrarme incomodado del suceso, con lo que los indios acabaron sus peticiones, y se retiraron á sus inmediatos toldos.
En este dia, como á las 8 de la mañana, puse con el cacique Quinteleu, 8 soldados y el piloto, al parage que llaman los Manantiales, al oeste de la laguna; y al cuarto de legua de dejar dicha laguna por el costado del oeste, é inmediatamente que se traspone una loma, se encuentra una cañada, y en ella una laguna de agua dulce, y á 2,000 varas de distancia de esta, al mismo rumbo, otra de mayor caudal, y otra mas adelante, que por una especie de cauce ó arroyo se comunica con la anterior, en la abundancia de aguas.[51] Continuando la cañada, como á 2,000 varas de distancia, al mismo rumbo, hay otra laguna que forma barrancas de tierra firme de bastante elevacion; y las mas altas que miran al nord-este, hacen su frente á diferentes médanos altos, que por la parte opuesta de la cañada van formando un valle, de extension de legua y media, desde las primeras lomas hasta la última laguna.
Este terreno es abundante de hermosos pastos, y en él ha habido costumbre de poner siempre las haciendas de las expediciones á Salinas. Pero á virtud de lo que, sobre el riesgo de ser robadas sin doble guardia, podia suceder, segun Quinteleu me expuso, no permití que fuese allí. Las lagunas referidas deben sus aguas á varios manantiales que corren desde el pié de los médanos. Son de muy excelente gusto, y en los que pude reconocer, hallé la yerba del berro en abundancia: puede á poca diligencia formarse un potrero, que asegure los ganados con los Médanos, Laguna de Salinas, barrancas altas del oeste, y la parte del sur, en que empieza el monte. Sobre este costado hay una abra á que subsigue una llanura de excelente piso y feracidad, segun los ensayos de un indio, que tiene allí su tolderia y haciendas. Este sitio está perfectamente indicado para establecer en él la poblacion y el cuartel general. Está circuido de monte, desde el segundo hasta tocar el cuarto cuadrante. La descripcion particular de este parage de la laguna, y lo que importa ocuparlo, lo haré separadamente. En la tarde de este dia repitió su visita el cacique Oaquin, conduciendo algunos animales de venta, con los que se surtieron algunas tropas.
En esta tarde se me presentaron cuatro troperos, para ponerse en marcha hasta la Laguna de los Patos, terreno trabajoso por ser el piso de arena movediza, y en cuyo tránsito acontecen frecuentes quebraduras y retardos: y á fin de llenar su deseo y de franquear el paso á los demas, accedí á su solicitud; con la precisa condicion de darme parte de cualquiera novedad, destacando ademas en su escolta una partida de ocho soldados y un sargento. Entretanto, los demas troperos que se hallaban atracados, cargaron todas las carretas y las sacaron, quedando solamente 17. A las 10 de la noche se me dió parte haber llegado las tropas á la Laguna de los Patos, con algunas quebraduras, que estaban refaccionando, y que el resto de la expedicion se aprontaba á salir mañana despues de misa.
En este dia se celebró misa, que no habiamos logrado en los[52] anteriores dias por la multitud de indios que nos cerraban. Salieron de la laguna todas las carretas, y algunas tropas se van prolongando hasta la Laguna de los Patos, punto de reunion dado á toda la expedicion, y diligencia al parecer precisa, para nivelar la carga, arreglar las carretas y haciendas, refaccionar los carruages, cosa en que debe ponerse el mayor cuidado; porque debiendo ir todas reunidas, por la rotura de una se retardaban las jornadas. En este dia ha marchado el cacique Quinteleu con su gente y familia, dejando en mi compañia á un hermano y varios indios, para que en caso de algun ataque de los indios mal contentos, le avisase; pues queda pronto con sus gentes á este propósito: y ademas me franqueó los indios peones, que necesité para tirar el tren de artilleria y arrear los ganados de servicio y consumo.
En prueba de su buena fé y verdadera amistad, y con el fin de mayor seguridad del tránsito, me ofreció mandar á su hijo, y un hermano del cacique Quidulef, luego que llegase á sus toldos; cuidadosos siempre de los indios de Carrupilun y sus parciales. Se despidió muy satisfecho del buen trato y amistad, con que se les ha obsequiado, manifestando su gratitud, y descubriéndome la noche antes la conspiracion y acuerdo hecho por los caciques en general, así de la parte del oeste y norte como por los del sur y sud-este; de que hablaré separadamente para la mayor inteligencia del gobierno. A las 12 se observó el sol para el arreglo de los relojes y rectificacion de las anteriores observaciones, y se halló la misma latitud observada en 37° y 14, punto medio de la area de la Laguna de Salinas, y costado del norte, sitio del campamento. No ha ocurrido novedad, y todos se aprestan á marchar contentos por ello, y por verse libres de indios en el campamento.
A las 8 de la mañana, despejado todo el campamento, se dió órden á marcha, tocando la generala: y lo hicieron todos los troperos, á excepcion de dos que se hallaban con dos carretas quebradas al tiempo de salir de la laguna, por el excesivo número de fanegas cargadas en ellas. Por esto les fué preciso demorar hasta componerlas, porque una de ellas, al tiempo de caer, rompió un brazo y tres costillas á un peón, el cual, segun el cirujano, está en peligro de muerte. Mientras el facultativo curaba al enfermo y los carreteros componian sus carretas, pasé con el piloto, dos oficiales y una partida, á reconocer la laguna en su circunferencia. No es fácil penetrar los espesos bosques que la circuyen, y así llegamos al término de su longitud, por el sur, pero distantes de su orilla.[53] Son muchas y repetidas las lomas y colinas que en toda esta distancia ofrece el terreno; las que dominan la laguna, y dan lugar á reconocerla francamente, y à sus montes vecinos. Abundan estos de muchos y muy gruesos algarrobos, chañares, árboles llamados sombra de toro, muy espesos, cuya hoja es muy semejante al acebo. Hay otros muchos arbustos con fruta silvestre, que sazonada comen los indios: todo este monte en la circunferencia de la laguna, abunda de pastos de tomillo y canchalagua muy fina, y tan buena como la que dan los Andes. Hay otras muchas yerbas aromàticas, y flores no conocidas por mi. Abunda en tigres y leones este monte, y los demas inmediatos. Por el estremo del sur de esta laguna se vé á corta distancia, y aparece dominado el referido sitio de los Manantiales: se descubre una abra con excelentes vistas en un campo al oeste, hasta las barrancas altas de la tercera laguna, donde se halla una tolderia, entre otras y el monte que corre mas al oeste, que segun me han esplicado los indios, sigue sin mas interrupcion que algunas selvas y abras, por tres dias de camino; pero que al dia y medio se halla una colina que se estiende por algunas leguas. En ella se ven muchos vestigios de ladrillo y teja, de alguna antigua poblacion, pues toda ella está abastecida de higueras, montes muy dilatados de duraznos, nogales, manzanos y otras frutas, adonde concurren todos los indios de la comarca, y sobra para abastecer á todos. En aquellos montes tambien se hallan ganados alzados, que á favor de la espesura, no han podido ser esterminados por los indios, quienes solos logran los que pueden cazar en las aguadas, asechàndolos cuando bajan á ellas. No existe ni una obscura tradiccion entre estos indios que nos dé indicios de la poblacion que allí hubo, y de cuando, ó por que razon se destruyó. Al fin de esta laguna, hácia el sur, se registra desde aquellas alturas un dilatado campo muy llano, al parecer muy abundante de pastos, y apenas al oriente se percibe con el anteojo una ceja de monte, que girando al sueste llega á tocar con los cerros de Guaminí y Sierra de la Ventana, segun pude informarme.
En este estado, y habiendo descubierto toda la estension y circunferencia de la laguna con los montes que la circuyen, desde el costado del norte, cuarto y tercer cuadrante, que es por donde está casi impenetrable por tierra, y que estando baja de aguas fácilmente se reconoce por su centro, siendo las doce, y ofreciendo el camino de la orilla, fuera de los montes, mas de seis leguas, me retiré al campamento. Hallé que el enfermo estaba mejor, y las carretas alistándose para marchar al siguiente dia. Dejando allí la tropa destinada á la retaguardia, marché á la Laguna de los Patos, distante dos leguas del campamento. A pesar de los trabajos del camino, por el mal pi[54]so y desnivel de la carga, se reunieron todas, à excepcion de las tres mencionadas tropas, y pasando la laguna, se situaron en buen terreno para hacer sus refacciones. Tuve parte á las 11 de la noche del estado de las tropas atrasadas, y asimismo de la partida de vanguardia; y no habiendo novedad, determiné aguardar allí la reunion total al dia siguiente. Dí órden que cada uno de los troperos refaccionase sus carros, mientras llegasen los atrasados, y las boyadas tomaban algun descanso.
Reunidos en este dia todos los carreteros, inclusos los que se hallaban atrasados, procuraron refaccionarse para emprender la marcha el dia de mañana temprano con algun aprovechamiento. Se acercó el cacique Quiluí á ofrecer algunos ganados para el abasto, que se le tomaron por mi y por algunos dueños de tropa. Los soles son excesivamente fuertes, y los vapores forman diariamente nubes tempestuosas, á lo cual podrá contribuir, ademas de los salitres y minerales de que abunda este parage, el hallarse el sol al sur, 24.°, 4; sin poder saber si en las demas estaciones del año se experimentarán turbonadas. El viento hasta las 6 de la tarde se fija al nor-oeste cuarta al norte, y despues varía por momentos del segundo hasta el cuarto cuadrante. Este punto se halla à tres leguas de la Laguna de Salinas, con 5,884 varas mas. El enfermo dá esperanzas de vida. No hay novedad en vanguardia ni retaguardia, segun los partes.
A las 5 de la mañana nos pusimos en marcha, hasta las 11½ en que paramos; y á las 3½ proseguimos nuestro viage, hasta las 6½ que llegamos á una laguna, distante de la de los Paraguayos como tres cuartos de legua; en cuya orilla paramos á hacer noche y esperar la reunion de toda la expedicion, por el retardo de algunas carretas recargadas y por la boyada nueva. Todo lo cual debe siempre evitarse, para no tener penalidades muy considerables en tan dilatado viage. En este punto recibí chasqui del cacique amigo Quiluí, avisándome que en la Laguna de los Paraguayos, ó en la del Monte estaba dispuesto à salir con grande armada el cacique Antenau, y que caminase con cuidado.
A poco llegó el cacique Oaquin con su gente, expresándome, que tambien venian los caciques Millapue y Antupan con sus gentes á visitarme; y me aseguró que Antenau no se propasaria, ni tendria des[55]comedimiento alguno, pero que en caso contrario sabia que debia contar con él y sus parciales que nos acompañarian. A las 10 de la mañana avistamos la Sierra de la Ventana, hallándonos en distancia de las Salinas 7½ leguas, y á poco tiempo despues, del Guaminí. El viento se ha mantenido por el oeste y sud sud-oeste, y estamos distantes de las Salinas 11 leguas, sin haber ocurrido mas novedad en este dia.
A las 8 de la mañana nos pusimos en marcha por la laguna llamada de los Paraguayos, á donde llegamos como á las 11, y mandé parar para que ensebasen las carretas, por ser terreno firme, y hacer tiempo á que se reuniesen las tropas atrasadas, como lo egecutaron: manifestando esta detencion á los caciques Oaquin, Millapué y demas como un obsequio, y al mismo tiempo el de haber condescendido con su suplica de tirar un cañonazo, para conseguir la salud á Millapué que estaba enfermo. Estas gentes creen que vienen todas las enfermedades del diablo, y que este se ahuyenta con los tiros. Hicieron algunas permutas y ventas de varias reses de vacuno, caballar, con algunas ovejas y corderos, manifestando su agradecimiento. Pasaron la noche sin alteracion ni novedad, y Oaquin me franqueó varios indios para que me auxiliasen, y á un hermano para que me acompañase y diese parte de cualquiera novedad que ocurriese con Antenau. El dia se mantuvo bueno, con viento por el sud sud-oeste.
A las 3½ de la mañana se tocó generala, y á las 4½ estábamos marchando: paramos á las 10½, y á las 3 de la tarde proseguimos la marcha hasta las 6 de la misma, en que fué preciso parar para reunir las tropas, sin poder hacer mas camino que cinco leguas, á causa de ser el terreno interrumpido de lomas, y ser forzoso poner muchas cuartas para repecharlas, y fatigarse mucho en ello la boyada. En este punto recibí chasqui del cacique Antenau, harto comedido, previniéndome iba á salir al encuentro, al parage nombrado por los indios Guapalo, y nosotros la Cabeza de la Cañada Larga: que traía 200 mocetones con el fin de hacer algun comercio, y que le mandase algunos soldados, y entre ellos á Leiva, vecino de la Guardia de Lujan, su antiguo amigo.
Este cacique, aunque al paso por aquel mismo lugar á las Salinas, me hizo igual peticion, no se la otorgué; previniéndole, como[56] ahora, que saliese al camino y le recibiria. En efecto, intentó salir, y se lo impidió un fuerte temporal que experimentamos: por lo que me hizo espreso á la Laguna, quejándose de no haberle esperado, y pidiéndome de nuevo le mandase à Leiva: lo que no le otorgué, así por la distancia, como porque podia hacerme falta, atendida la escasez de los lenguaraces, y por otras circunstancias que me retraian de ello. Aquellos motivos, y las posteriores ocurrencias de la Laguna y Lincon, le hicieron prorrumpir en amenazas, y armarse para atacarme al paso. Con estos antecedentes tuve motivo de hacer un relato muy circunstanciado al comisario, que era un indio ladino, chileno, muy sagaz, y que, segun colegí, dominaba á Antenau.
Procuré en primer lugar mandarle unos chifles de vino que me mandó pedir, y algunas otras cosas de supererogacion: pero me interesé mas en agasajar al cristiano chileno; y entonces le reconvine, haciéndole entender que, ademas de mis armas, venian para observar la conducta de Antenau aquellos indios y caciques que me acompañaban, para tomar las armas de todos sus indios, y últimar la tolderia de Antenau al primer aviso. Ademas tenia en las fronteras mas de 2,000 españoles, esperando mi aviso para entrar degollando, y acabar con Antenau, sus parientes y parciales: pues ya habia yo dado parte de su disposicion, y sabia que habia reunido en su tolderia la indiada del sur y la tenia armada; pero que me importaba muy poco. Que así le digese, que viniese cuando quisiese, que lo recibiria de amistad y sin armas como á los demas caciques: pero que si venia armado, seria haciéndole fuego y tratando de arruinarlo, sin que entretanto me moviera de aquel sitio hasta dejar sus toldos destruidos y tambien sus haciendas.
Me aseguró que nada habia, y que aun cuando Antenau quisiese hacer uso de lanzas, él se lo impediria, y estaba cierto que sin su conocimiento no habia de emprender cosa alguna. Esta asercion comprueba bien el ascendiente que los apóstatas tienen entre los indios y sus caciques. Este debia tener tanto influjo como espresaba, así por su despejo como por su conocimiento de todos los partidos de nuestra campaña, en donde ha permanecido conchabado en varias estancias, hasta que diez años há se casó en los toldos de Antenau. Partió, ofreciendo volver al siguiente dia y cuando la expedicion estuviese mas inmediata á su vecindad para llevarse á Leiva, que le franqueé con el fin de que reconociese las fuerzas y cotejase las aserciones del enviado con la disposicion de Antenau.
Ademas de los caciques seguian este dia la expedicion mas de[57] 300 indios, á hacer las permutas y cambios de ganados, tegidos y peleterias, cuya casualidad afirmó en parte las expresiones que de su amistad dige al comisario de Antenau; que se despidió al parecer contento y empeñoso de hacer real y efectiva su oferta de tranquilidad. Se me dió parte de haberse roto dos carretas; mandé hacer alto, lo que se ejecutó despues de haber repasado el paralelo de la Sierra de Guaminí. El dia ha sido de mucho viento por el sud-sud-oeste fresco. Segun los partes no hay novedad de indios que presente cuidado, pero como lo ofrece el indio Antenau, mandé que ocurriesen todos los maestros carpinteros para acelerar la compostura de las carretas rotas, à fin de que se reuniesen á sus respectivas filas: y ejecutado esto, se pasó la noche en vigilancia, hasta el siguiente dia.
En este dia no se pudo hacer viage, por hallarse flojas y descompuestas muchas carretas, como porque el cacique Quilapí y sus gentes, que viven en estas inmediaciones, pidieron la detencion de este dia para hacer sus ventas y permutas. Por un peon se cometió un robo á un indio ebrio, de varias especies, de que se me puso demanda, y averiguada la cosa se encontraron las especies robadas, menos una manta, por la que fué necesario pagar ocho pesos y contentar al indio: al peon se le dió su penitencia, y lo mismo á un soldado que desamparó la guardia, y apareció sindicado de complicidad en el robo. En el dia se me ha dado parte de haber tres enfermos mas, de golpes y contusiones de carretas: de modo que nos hallamos con diez en el hospital. Se observó el sol á las 12, y nos hallamos en la latitud de 36° 51, que es casi la mitad ó punto medio de la Sierra del Guaminí, pues está situada á los 36° 50, formando nueve quebradas y otras tantas llanuras, é igual número de ángulos, cuyas sierras forman escarpas. Al sur de nuestra situacion se halla una laguna que tiene de largo legua y media, y la otra al norte. En esta mañana se formó una tormenta que pasó al nor-oeste, y habiéndose afirmado el viento al oeste sud-oeste, quedó el tiempo bueno, sin mas novedad.
En este dia no se celebró misa por la mucha indiada infiel que se halla en nuestro campamento, así de las pertenencias de los caciques, como de las tolderias que tenemos á la vista con mucha inmediacion, con crecido número de haciendas, divididas de las nuestras por solo una pequeña laguna: siendo de notar, que los indios[58] no han retirado sus ganados, sino antes obsequiado con leche y corderos á los que permití pasar á ellos, que fueron pocos. Las majadas de ovejas eran numerosas, y no pocas las demas haciendas, que de ordinario retiran con solo la noticia de haber españoles en la campaña, como lo experimentamos en la ida: pero ahora dieron crédito á nuestras ofertas y buena fé con que se les trataba.
A las 4 de la mañana seguimos nuestra marcha, y á las 10 paramos hácia el centro é inmediación de la Laguna del Monte. A las 4 continuamos nuestro viage: pero siendo el camino doblado, y forzoso que las carretas se sujetasen á sus líneas, apenas avanzamos una legua, quedándonos aquella noche casi al costado de dicha laguna. A las 4 de la tarde compareció un segundo emisario de Antenau, pidiéndome le mandase à Leiva, para salir con él al parage citado de Guapalo: que en efecto le remití bien municionado é impuesto de lo que debia observar. Con lo que terminaron las ocurrencias de este dia, sin mas novedad que haberse despedido los caciques que estaban en el campamento al tiempo de nuestra marcha.
A las 7 de la mañana nos pusimos en marcha, caminando hasta las 10 á la orilla de una pequeña laguna y un médano: siendo preciso parar con el solo viage de una legua, por no haber agua sino á larga distancia, segun el paso de carretas, y ahora muy pesada para afligir á la boyada. A las 3 repetimos nuestro camino, y á distancia de 1,000 varas de la Pascana se rompió una carreta, que fué preciso descargar para componerla, y de consiguiente hacer noche en aquel punto. El viento estuvo por el sud, y ya tarde se llamó al nor-oeste, sin haber ocurrido mas novedad.
A las 2 de la tarde, despues de refaccionada y cargada la carreta y compuestas otras, continuamos nuestro viage, caminando como tres leguas, hasta las 6½ que paramos en frente de seis lagunas al costado del norte, á cuyo punto llegò el soldado Leiva con otros individuos del cacique Antenau: expresando que el dia de mañana nos esperaba en el punto indicado, con sus gentes sin lanzas; y pidiò se le mandasen dos chifles de vino, yerba y tabaco para pasar la noche: todo lo que se le remitió con los indios acompañados de Leiva. Este me informó con puntualidad de las observaciones que hizo en la tolderia de Antenau. Se halla situada esta á las márgenes de una famosa laguna que recibe sus[59] aguas de un arroyo, de los muchos que vierten de las sierras de la Ventana y Guaminí, al este sueste de nuestra posicion.
Advirtió que aquella tolderia, á diferencia de otras, constaba de un número considerable de toldos, de muchas y crecidas familias, todos situados á las márgenes de la laguna, que tiene muy altas barrancas. Que sus alrededores eran agradables, y defendidos por la misma laguna que circuia la tolderia, dejando apenas una corta entrada facil de guardar. Advirtió dentro y fuera de la poblacion muchas y lucidas haciendas de todas especies de ganados. Las indias son muy aplicadas á lavar y teger las lanas de sus esquilmos, y los indios se entretienen en domar potros y egercitarlos en la carrera; y al amanecer se poblaban las dilatadas márgenes de la laguna, de mugeres, niños y algunos mozos que se lavaban y bañaban, entreteniéndose luego en la pesca. El pez de que generalmente abunda, tanto esta como las demas lagunas, es el bagre de todas especies. Observó finalmente tranquilidad en toda la indiada, y que la que venia acompañando al cacique manifestaba estar de paz y contenta, sin que ocurriese otra novedad.
A las 7 de la mañana marchamos, y á las 11 paramos al nor-oeste de la cañada que llaman del Infiernillo, al pié de un medano, con agua dulce. Al poco tiempo recibí recado del cacique Antenau para entrar al campamento, en el que se recibió como á los demas de su clase. Luego que se acercò, formó su gente en batalla con bastante egecucion: mandé al lenguaraz y á un sargento con 8 hombres, incluso Leiva, para que entrase Antenau, á quien hice toda atencion. Manifestò en su razonamiento harto despejo, y mas comedimiento y atencion que otros indios; hallándose agraviado de las desgracias, por haber perdido toda su familia, y poco antes á su padre, cacique conocido, de respeto en la tierra, cuyos consejos conservaba para vivir en paz con todos, y nunca hacer la guerra sino en defensa: porque una larga experiencia le habia acreditado, que los que buscan pendencias salen al fin descalabrados; y que por esto deseaba tener, y que todos tuviesen, paz con los españoles.
Le manifestè en contestacion los deseos que los españoles tenian de igual correspondencia: que por su parte, jamas le faltaria, ni seria perturbada la tranquilidad que deseaba, como los indios cumpliesen con sus deberes: que el merecería el mas alto concepto del gobierno, si contribuia con sus respetos á solidar la paz entre españoles é indios, como amigos y hermanos. A todo estuvo atento, y respondió, que ya nada tenia mas que hablar; que estaba complacido de haberme visto y oido; y que esperaba verme en[60] Buenos Aires, y perfeccionar ante el gobierno sus relaciones, para evitar incomodidades, remitiendo al tiempo la prueba de su palabra.
Ni en su modo ni en su razonamiento mostró la pesadez acostumbrada, y sin ser molesto en peticiones, llamó á sus gentes, y previniéndoles de no ser gravosos, se retiró á alojarse, por el resto del dia y noche, á las inmediaciones del campamento, desde donde pidió lo necesario, que se le dió con franqueza. Sus gentes trataron del mismo modo, y trageron en venta una carga de bagres. El dia se ha mantenido sereno; el viento por el sud-oeste fresco, sin haber ocurrido novedad.
A las 5½ de la mañana continuamos el viage, despues de habernos despedido del cacique Antenau, haciendo hasta las 12 del dia como dos leguas de camino por las muchas lomas. A las 10 recibí un chasqui del gobierno, en contestacion al aviso que le dí desde Salinas; en que me indicaba mandar un socorro de gente con el comandante general. Considerando que ya no era necesario, lo despaché al momento, haciendolo asi presente á fin de evitar gastos. El dia ha sido de mucho calor, el viento ha estado sud-oeste, y á la tarde se llamó al sud-este bastante fresco, sin mas novedad.
En este dia no se ha podido caminar hasta las 5 de la tarde, por haberse descompuesto varias carretas: y no obstante de haberse determinado caminar toda la noche, no pudo hacer mas que legua y media de camino, parando á las 9 de la mañana, por haberse atollado dos carretas. El dia ha estado templado, y el viento por el norte, sin mas novedad.
A las 8 de la mañana nos pusimos en marcha, hasta las 11, en que habiéndose atollado algunas carretas, paramos hasta las 4 de la tarde en que se sacaron. Emprendimos luego el viage hasta las 7½, en que hicimos alto á un costado de la Cañada del Zapato que, segun se ha reconocido, está con bastante agua, y de mal paso. Se me ha dado parte de haber caido tres enfermos de cuidado, dos milicianos y un peon, y se ha dado alta á dos. En la noche precedente se desertó á los indios el lenguaraz Manuel Alaniz, cuya mala conducta me ha dado mucho que sentir: incomodando así con su perversidad, tanto á los indios[61] como á los españoles; de modo que sus delitos le han obligado á ausentarse.
A las 8 de la mañana nos pusimos en marcha, sin haberse dicho misa ayer ni hoy, por haberlo impedido la distancia de las carretas, y atencion de composturas. A las once llegó el hijo del cacique Quinteleu con varios indios, para que nos acompañasen, segun ofreció hacerlo en la laguna. Me manifestó que habia retardado su viage por asistir á una junta de caciques que se celebró despues de nuestra salida de la laguna, en la que se embarazó la resolucion que los indios enemigos tenian de avanzar á la expedicion. Que habia podido contenerlos, ofreciendo juntar sus gentes en caso de persistir en ello Carrupilun y sus parciales: pues aunque su hermano Victoriano habia marchado á Chile, no necesitaba de él, ni los españoles de auxilio alguno para tomar una venganza que les pesára. Que me avisaba todo esto para inteligencia, y que marchase con cuidado: pues, aunque parecia haberse aquietado, recelaba una falta de cumplimiento. Que al mismo tiempo avisase al gobierno, porque habian protestado invadir y robar las fronteras; y que acababa de saber que los indios del cacique Quilapí le traian robadas sobre 400 cabezas de ganado de todas especies.
A las 3 de la tarde continuamos hasta las 5, en que llegamos al primer costado del sud-oeste de la Cañada del Zapato, en que estuvimos hasta las 8, por haber volcado una carreta y empantanádose otra, como tambien por esperar las atrasadas. El dia ha sido de mucho sol, se ha aturbonado el tiempo, pero el viento se afirmó por el pampero, sin mas novedad.
A las 6 de la tarde nos pusimos en marcha, y á las 10 llegamos á un médano que se halla al este del que llaman del Soldado, como media legua, habiendo pasado lo mas fragoso de la Cañada del Zapato: á las 10 de la mañana, á cuya hora se ardió el eje de una carreta, que se reparó luego y sin avería. En la tarde de este dia mandé suspender la marcha, afin de reunir las carretas, refaccionarlas y marchar con mas actividad. A las 11 llegó un indio que habia remitido á la superioridad desde la Cabeza del Buey, el cual me dió cuenta que dejaba reunidas muchas tropas en la Guardia de Lujan. Esta noticia se difundió luego entre los indios, que la propagaban por señales de humo y por medio de chasquis que anunciaban novedad en la frontera. Este[62] dia ha sido de un calor extraordinario: el viento varió por todo el circulo de la aguja con aparato de tormenta, inclinándose hasta el este sud-este, sin mas novedad.
En este dia mandé suspender la marcha para hacer se compusiesen varias carretas, que en la estension de 4 leguas se hallaban deterioradas y atrasadas. Han salido con alta 4 enfermos, y ha entrado uno al hospital. El viento ha estado fresco por el este y este-sud-este, sin mas novedad.
A las 5½ de la mañana nos pusimos en marcha, y á las 12½ llegamos á parar al nor-oeste de la Laguna de la Cabeza del Buey, como dos mil varas, en un medano que vierte agua dulce. Esta jornada ha sido aprovechada, pero me he visto precisado á suspender la marcha hasta el dia siguiente, por haberse roto algunas carretas por la exorbitancia de su carga: y como cada dia se van inutilizando mas, he resuelto convocar á los troperos, y prevenirles, que si no reducen su carga á lo regular, dejaré abandonada en el campo la carreta que se rompa por excesiva carga; pues no es justo que la codicia de 18 ó 20 perjudique á mas de 200, con las tropas y demas gentes de la expedicion, que corremos manifiesto riesgo, asi por la falta de viveres y mancage, como por los enemigos que nos observan, y escasez de agua en las travesías que nos restan: mucho mas, cuando estabamos ciertos de que de nuestra posicion hasta las fronteras no habia llovido; en cuya atencion esperaba se conformasen si llegaba el caso. Enterados todos, digeron que estaban prontos á egecutar cuando se les mandase, pues quedaban convencidos de mis razones. Por este motivo les otorgé el dia de hoy para recorrer mas exactamente sus carretas y marchar el dia de mañana.
El cacique Epumur ha enviado un chasqui con el objeto solo de saber cual era el motivo de tardarse la expedicion: que si era por falta de bueyes ó caballos, que él tenia prontos y bien cuidados, los que se le habian dejado en guarda, y del mismo modo remitiria cuantos tenia suyos al primer aviso, sin perjuicio de mandar cuatro de sus mocetones para que enseñasen algunas aguadas. Le dí las gracias, y dige que suspendiese la remision de ganados hasta que tuviese el gusto de verle en la inmediacion de sus toldos: pero que me aprovecharia de sus mocetones para facilitar á los troperos el conocimiento de las aguadas, por haber faltado las lagunas que solian surtir de agua. Hoy han salido con alta dos enfermos. El dia es de mucha calor: el viento[63] por el este y nord-este; por la tarde turbonada, aunque de poco aparato, sin que haya ocurrido mas novedad.
En toda la mañana de este dia y la mayor parte de la tarde estuvimos sin marchar, esperando la reunion de las carretas á un solo punto; aprovechando la aguada, para que con ella, y los buenos pastos, se repusiesen los animales, con el objeto de caminar hasta las 9 de la noche, y luego seguir la trasnochada desde la salida de la luna. A las 10 de la mañana despaché pliego á la superioridad, avisándole del estado de mi viage. A las 4 de la tarde, ya á punto de caminar, se volcó una carreta al tiempo de ensebar, y cogió á tres: á uno rompió un muslo y la cabeza, á otro tres costillas y al otro un brazo. Ha sido necesario confesarlos, y ocurrir inmediatamente con medicinas; lo cual se egecutó con puntualidad, y acomodándolos del mejor modo posible, se continuó la marcha.
El cacique Epumur mandó sus mozos, y avisó que la tierra estaba alterada, y el cuidado los tenia cruzando sus patrullas por Palantelen, temerosos de que los españoles los venian á atacar: que estuviese cuidadoso hasta que nos viésemos, que mañana mandaria á su hijo. Que él habia sido convocado á un parlamento referente á esta novedad, y no habia querido concurrir, persuadido de que nada habia, y cierto de que cualquiera novedad de los españoles podia tener su origen de noticias equivocadas, ocasionadas del primer movimiento del cacique Lincon. Que este en persona habia venido á su toldo á interesarlo para que le perdonase aquel hecho, como que lo habia cometido con embriaguez, y esperaba de mi le otorgase esta gracia, y le recibiese sus mensages, cuando á este fin me los mandase. El dia ha estado muy nublado, y por lo mismo bueno. El viento por el sur-este; y es cuanto ha ocurrido, sin novedad segun los partes.
Al romper el dia paramos de nuestra trasnochada, y á las 8½ nos pusimos otra vez en marcha: paramos á las 12, y á las 3½ de la tarde proseguimos nuestro viage. A las 7½ llegamos á la Laguna del Junco por el nord-este, hasta las 10 de la noche en que pienso emprender de nuevo la marcha. Hoy he recibido pliegos de la superioridad, contestacion á los oficios que remití desde la Cruz de Guerra. Tambien recibí mensage del cacique Lincon, pidiendo se le dispensase su yerro, y que se le permitiera venir á la expedicion á tratar. Le otorgué uno y otro, lle[64]gando en órden y como correspondia. El dia ha estado de rigoroso calor: viento escaso por el sur, y siguen los enfermos con conocida mejoria, sin que haya ocurrido otra novedad segun los partes.
En la trasnochada de esta noche, y camino hecho esta mañana, llegamos á las 10 al parage nombrado los Monigotes, donde à poco rato vino á visitarme el cacique Epumur, su hijo y toda la familia. Allí nos dió las últimas pruebas de su amistad y honradez. Entregó toda la hacienda que se le habia dejado en guarda, con solo la falta de un buey que se murió el dia que se le entregaron, y conservó el cuero y osamenta, que presentó á su dueño en comprobante. Se le satisfizo su trabajo, y gratificó del modo posible, manifestando quedar contento. Me dió puntual noticia del estado de la indiada: me ratificó cuanto me habia mandado decir acerca de los parlamentos tenidos entre ellos, y la necesidad de caminar con cuidado hasta Palantelen, sin embargo del mucho miedo que tenia Lincon en vista del movimiento de tropas españolas en la frontera, receloso de que se dirigian á castigarle por las anteriores ocurrencias. Me pidió de nuevo olvidase las cosas de Lincon, y le ofrecí hacerlo.
En estas circunstancias llegó mensage de este, insistiendo en que le permitiera entrar à hablarme á la Cruz de Guerra: lo cual le concedí á vista de Epumur. A las 3 de la tarde llegó al campamento Casimiro Leiva y su padre, que despaché á la frontera despues de haber recibido á Antenau, y las contestaciones del gobierno referentes á lo ocurrido en Salinas. Por él supe el estado de nuestra frontera, ademas lo que me espresaba el comandante general de ella, y su retirada á Palantelen, á virtud de aviso que les comuniqué por el mismo Leiva, para evitar gastos: resultando de todo doblemente oportuna esta diligencia, y mayor el motivo de agradecimiento en los indios de Epumur y Quinteleu, que acompañaron á Leiva y Casimiro su hijo. A las 5 de la tarde se despidió Epumur, y nos pusimos en marcha hasta las 11 de la noche, por haberse roto el ege de una carreta.
Al este del parage de los Monigotes, como á legua y media y á sus márgenes, hay una tolderia, la cual nos surtió de agua para la hacienda en esta jornada; y aunque la resistian los indios, se les contentó con cuatro reales. En este dia ha sido fuerte el sol: el viento por el nord-este. Se halla atrasado en su tropa el capitan Morales, y la retaguardia al cargo del capitan D. Manuel de Represa le auxilia hasta la Cruz de Guerra, en donde hará alto para el descanso de la hacienda, reparo y reunion de las carretas.
Habiendo continuado la marcha en esta noche, llegamos á las 3 de la mañana à la Laguna de la Cruz de Guerra, en donde hemos parado todo el dia para que se compongan las carretas, y repongan los animales con los pastos y aguas, despues de una tan larga travesía. Hice reseña de las carretas, y se halló que las tropas atrasadas eran las del capitan Morales, Juan Manuel Rodriguez y D. N. Lascano: aunque estas últimas en poca distancia, y la primera en los Monigotes, donde al tiempo de la marcha se detuvo para dar algun descanso á sus animales, que encargó particularmente al cacique Epumur. El capitan de retaguardia le instó á su marcha, y se resistió diciendo, no necesitaba ya de convoy. Mandé gente de refuerzo, y òrden para que sin mas demora, estando refaccionadas las carretas, marchasen á reunirse. En esta tarde se ha presentado con su gente el cacique Lincon, muy sumiso y atento: se le otorgó que alojase á poca distancia esta noche, y quedamos amigos. El viento ha estado por el oeste nor-oeste, sin haber ocurrido mas novedad.
Reunidas todas las tropas, nos pusimos todos en marcha á las 4 de la tarde, continuando como dos leguas, en donde permanecimos hasta las 3 de la mañana en que seguimos: cuya jornada han hecho todas las tropas de carretas, menos la de Morales, á quien despaché la tarde antes tres carpinteros, y órden de avisarme si necesitaba bueyes, para remitirlos con el aviso que me diese el capitan de retaguardia; quien me dió parte quedar todo remediado. El dia ha estado de mucha calor y ardiente por el oeste nor-oeste, sin haber ocurrido mas novedad.
A las 3½ seguimos nuestra marcha, y á las 10½ paramos una legua mas al nord-este que las lagunas nombradas las Hermanas. A las 3 de la tarde marchamos, y á las 6½ llegamos al nord-este de la Laguna de Palantelen, como 1,500 varas. En este dia tuvimos la pèrdida de una carreta del tropero Nicolas Villamayor, por una fuerte quemazon del campo que nos tomó en este tránsito, y de la cual no pudo separarse esta carreta, por haberse encajado en una viscachera, huyendo del fuego que la alcanzó y redujo á cenizas: habiendo librado con la mayor felicidad las demas tropas de carretas, en fuerza de las mas activas diligencias.
Este punto es el de reunion, y tambien del que se dividen[66] los caminos para distintos partidos de esta campaña. Luego que llegaron las tropas, dí órden para que cada uno pudiese marchar libremente á su destino, como algunos lo ejecutaron en aquella misma tarde. El camino desde la Cruz de Guerra hasta aquí es de rigorosa travesía; y habiéndose hallado aquella laguna seca, fué necesario pasasen las primeras á los Manantiales de Casco: pero luego se halló una laguna con agua abundante, como á legua y media al nord-este, del lado de Palantelen, en el camino del Fortin de Areco, de lo cual pasé aviso al resto de la expedicion. El viento fuerte por el norte nor-oeste, sin mas novedad que hallarse cerca la tropa de Morales, que mañana puede llegar á Palantelen.
Habiendo llegado á este sitio un religioso mercedario á pedir limosna de sal, se le dijo que aprovechase la de la carreta quebrada en las Dos Hermanas, lo que verificó.
Todo este dia me mantuve parado en este punto de Palantelen, esperando la reunion de tropas atrasadas; à quienes, luego que iban llegando, se les comunicaba la órden de marchar libremente á los lugares de su procedencia. Asimismo despaché á los milicianos que de diferentes Guardias habian seguido la expedicion, segun es costumbre, dejando las carretas armadas de lanzas: siendo del cargo de los mismos troperos entregarlas en la capital al tiempo de conducir la sal al Exmo. Cabildo.
En este dia pasé oficio à la superioridad por medio del ayudante mayor de la expedicion, de haberla disuelto en el punto dado por S. E., y que marchaba al siguiente dia á la frontera, desde donde daria igualmente parte. Asimismo dí permiso al cirujano y padre capellan para pasar à la guardia, y de allì à la capital. En este dia recogimos una india, mayor de 30 años, que en la Cabeza del Buey se me presentò de noche, conducida por los indios amigos, á quienes rogó que la protegiesen contra los suyos que querian matarla, creyéndola hechicera y causa de las muertes y desgracias ocurridas ùltimamente en sus toldos: por cuya razon la habian arrastrado, y dejàdola en el campo, (trayendo aun en el pescuezo las señales del dogal): que habia seguido la expedicion por mas de 15 dias, mantenièndose con huevos de avestruz y yerbas. Oida esta relacion, la admitì, é hice ocultar en una carreta, sin ser vista mas que del peon, á fin de que no lo trasluciesen los indios y causase alboroto. En este punto son todos los indios muy celosos; bien que ella pidiò ser cristiana, y para poderla manifestar se le vistió del mejor modo[67] posible: lo que causó mucha novedad á toda la expedicion, que ignoraba el caso.
A las 12 del dia se formó una terrible tormenta por el oeste, y fijándose luego por el sud-sud-oeste, descargó en un fuerte aguacero, que duró hasta las 4 de la tarde; y à la oracion quedó completamente despejado el horizonte. Por esta razon no pudieron reunirse las tropas atrasadas, hasta las 10 de la noche, en que recibí parte del capitan de retaguardia, de venir caminando sin novedad, y de estar á tres leguas, refaccionadas enteramente las carretas.
A las 4 de la mañana pasè òrden, y algunos auxilios al capitan de retaguárdia con el sargento de infanteria Peralta para que, luego que llegue á aquel destino, se retirase à su Guardia del Salto, y me avisase de cualquiera ocurrencia que en el corto espacio que nos separaba pudiera haber. Me contestó el recibo de los auxilios de boca, y que estando á la distancia de una legua de mi campamento no me detuviese en marchar, que el lo haria en el mismo dia, despues que despachase á Morales, de que me daria parte. En efecto seguí mi viage hasta las 8, que paré al nord-este de las Lagunas de Calelian, por aprovechar de sus aguas para las haciendas. A las 2 de la tarde proseguimos nuestro viage, hasta las 7, que hicimos alto al nor-oeste de la Cañada de Chivilcoy. El tiempo sereno, pero de excesiva calor. El viento por el norte hasta las 4 de la tarde, en que quedò calma, sin mas novedad.
A las 10 de la noche anterior nos pusimos en marcha, y caminamos en toda ella, hasta las 10 del dia siguiente, que paramos distante dos leguas de la Cañada de las Saladas, hàcia el nord-este, donde estuvimos hasta las 2½ de la tarde. Las carretas fueron á hacer alto en la Cañada del Durazno, y yo lleguè à la Guardia de Lujan, punto de mi salida, y principio de este viage, como à las 9 de la noche, sin otra novedad, á los dos meses de mi partida.
A las 10 del dia llegaron las carretas y tren de artilleria, con el resto de la tropa, y se entregaron en el almacen de ella los esmeriles y las municiones restantes, con la razon de los deterioros y[70] consumos. En el mismo dia recibì parte del capitan D. Manuel de Represa, de haber llegado la retaguardia al punto de reunion, y marchado sin novedad todos á sus destinos. Con esto ha quedado concluida de todo punto la expedicion sin desgracia; habiendo librado la vida los 48 enfermos de gravedad que hubo en el hospital. Siendo de notar, que fué tan sumisa y obediente la gente de ella, que no hubo herida ni golpe que curar, por pendencia ni descomedimiento en todo el viage. Tampoco hubo motivo particular de corregir ni compeler por la fuerza à entrar en sus deberes á ningun individuo, pues siempre fué suficiente una ligera reconvencion. Lo mismo sucediò con respecto à la tropa, cuyos oficiales se esmeraron mas particularmente en conservar la disciplina: cuidando yo especialmente de que no les faltase bastimento fresco para hacer mas tolerables sus fatigas, aun à costa de mi dinero, proporcionándoles cuantos auxilios me fueron dables en aquellos destinos. Entiendo, apoyado en la experiencia, que ningun gefe saldria desairado, manifestàndose con entereza, modo y franqueza, aunque se encuentre en los lances mas arriesgados.
Guardia de Lujan, Diciembre 22 de 1810.
PEDRO ANDRES GARCIA.
LATITUD. | LONGITUD. | LEGUAS. | VARAS. | |
Guardia de Lujan | 34° 39' | 1° 2' | ||
Distancia de dicha á la capital | 24 | 3,500 | ||
Cañada del Durazno | 34° 47' | 1° 33' | ||
Distancia de la Guardia á dicha Cañada | 3 | 285 | ||
Cañada de las Saladas | 34° 52' | 1° 43' | ||
Distancia á la anterior | 3 | 100 | ||
Cañada de Chivilcoy | 34° 58' | 1° 51' | ||
Distancia de la anterior | 3 | 620 | ||
Rio Salado | 35° 2' | 1° 56' | ||
Distancia de Chivilcoy | 4 | 334 | ||
Calilean | 35° 6' | 1° 58' | ||
Distancia al rio Salado | 2 | 114 | ||
Palantelen | 35° 12' | 2° 7' | ||
Distancia de Calilean | 2 | " | ||
Médanos ó Cerritos | 35° 17' | 2° 13' | ||
Distancia de Palantelen | 2 | 87 | ||
Lagunas de Galvan, ó Tres Hermanas | 35° 23' | 2° 16' | ||
Distancia de los Médanos ó Cerritos | 1 | 5,320 | ||
Médano Partido | 35° 31' | 2° 23' | ||
Distancia de las Hermanas | 3 | 4,000 | ||
Cruz de Guerra | 35° 41' | 2° 24' | ||
Distancia del Médano Partido | 2 | 4,300 | ||
Los Monigotes | 35° 45' | 2° 29' | ||
Distancia de la Cruz de Guerra | 2 | 5,123 | ||
Cabeza del Buey | 36° 10' | 2° 52' | ||
Distancia de los Monigotes | 13 | 5,425 | ||
Cañada del Zapato | 36° 26' | 2° 52' | ||
Distancia de la Cabeza del Buey | 7 | " | ||
Cañada Larga, primeras lagunas | 36° 38' | 3° 24' | ||
Distancia de la del Zapato | 10 | 340 | ||
Laguna del Monte | 36° 53' | 3° 57' | ||
Distancia de la Cañada Larga | 12 | 234 | ||
Laguna de los Paraguayos | 36° 58' | 4° 12' | ||
Distancia de la del Monte | 9 | 238 | ||
Laguna de Salinas, su medio | 37° 13' | 4° 51' | ||
Distancia de los Paraguayos | 13 | 5,428 |
Errores corregidos por el transcriptor:
pag i: carávanas y romerias ==> caravanas y romerias
pag ii: cegaba â todas las naciones ==> cegaba á todas las naciones
pag iv: asì sus mieses ==> así sus mieses
pag v: sin detenerme un instantante ==> sin detenerme un instante
pag vii: acostumbrádolos á ocurrir mutuamente ==> acostumbrándolos á ocurrir mutuamente
pag vii: La combinanion de estos principios ==> La combinacion de estos principios
pag vii: con el sentimietto de su ==> con el sentimiento de su
pag viii: y cercádola del mejor ==> y cercándola del mejor
pag xxii: ¡Gefes ¡Magistrados! ==> ¡Gefes! ¡Magistrados!
pag xxii: remota prosteridad. ==> remota posteridad.
pag 7: llevádose todos los armamentos ==> llevándose todos los armamentos
pag 8: esperando su total destuccion ==> esperando su total destruccion
pag 9: pregreso del viage ==> progreso del viage
pag 13: al general Ya, pues ==> al general. Ya, pues
pag 24: con una virtiente de agua dulce ==> con una vertiente de agua dulce
pag 24: de otro laguna ==> de otra laguna
pag 30: que fuoron prevenidos ==> que fueron prevenidos
pag 32: haberseme dadado parte ==> haberseme dado parte
pag 32: A los 8 de la mañana ==> A las 8 de la mañana
pag 37: 4 barriles da aguardiente ==> 4 barriles de aguardiente
pag 40: Carripilun ==> Carrupilun
pag 42: la justicia du su prision ==> la justicia de su prision
pag 43: nuesto viage ==> nuestro viage
pag 48: era un despròposito intolerable ==> era un despropósito intolerable
pag 53: uno colina ==> una colina
pag 55: no se la otrogué; ==> no se la otorgué;
pag 55: le hicieron prorumpir en amenazas ==> le hicieron prorrumpir en amenazas
pag 56: â su vecindad ==> á su vecindad
pag 64: A las 3 de la trade ==> A las 3 de la tarde
pag 67: refiaccionadas enteramente ==> refaccionadas enteramente