The Project Gutenberg eBook of Teatro selecto, tomo 2 de 4 This ebook is for the use of anyone anywhere in the United States and most other parts of the world at no cost and with almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included with this ebook or online at www.gutenberg.org. If you are not located in the United States, you will have to check the laws of the country where you are located before using this eBook. Title: Teatro selecto, tomo 2 de 4 Author: Pedro Calderón de la Barca Commentator: Marcelino Menéndez y Pelayo Release date: November 8, 2017 [eBook #55917] Most recently updated: October 23, 2024 Language: Spanish Credits: Produced by Josep Cols Canals, Ramon Pajares Box and the Online Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was produced from images generously made available by The Internet Archive/Canadian Libraries) *** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK TEATRO SELECTO, TOMO 2 DE 4 *** NOTA DE TRANSCRIPCIÓN * Las cursivas se muestran entre _subrayados_ y las versalitas se han convertido a MAYÚSCULAS. * Los errores de imprenta han sido corregidos sin avisar. Para su detección se han tenido en cuenta otras ediciones de estos dramas. * Se ha respetado la ortografía original. También se han respetado las inconsistencias en la acentuación. * Se han reparado los emparejamientos de los signos de admiración e interrogación. * Las notas a pie de página se han renumerado y colocado tras el párrafo o la estrofa en que se encuentra la llamada. * En el original impreso, las indicaciones escénicas se distinguen del texto principal por su menor tamaño. En esta transcripción se presentan en cursiva. * En la Jornada III de «El médico de su honra», se ha respetado la numeración de las escenas del original impreso, que salta de la escena VI a la escena VIII, omitiendo la escena VII. TEATRO SELECTO DE CALDERON DE LA BARCA. BIBLIOTECA CLÁSICA. Doce reales cada tomo en toda España. OBRAS PUBLICADAS. Tomos. HOMERO.--_La Ilíada_, traduccion directa del griego en verso y con notas de D. José Gomez Hermosilla. 3 CERVANTES.--_Novelas ejemplares y viaje del Parnaso._ 2 HERODOTO.--_Los nueve libros de la historia_, traduccion directa del griego, del padre Bartolomé Pou. 2 ALCALÁ GALIANO.--_Recuerdos de un anciano._ 1 VIRGILIO.--_La Eneida_, traduccion directa del latin, en verso y con notas de D. Miguel Antonio Caro. 2 -- _Las églogas_, traduccion en verso, de Hidalgo.--_Las geórgicas_, traduccion en verso, de Caro; ambas traducciones directas del latin, con un estudio del Sr. Menéndez Pelayo. 1 MACAULAY.--_Estudios literarios._ 1 -- _Estudios históricos._ 1 -- _Estudios políticos._ 1 -- _Estudios biográficos._ 1 -- _Estudios críticos._ 1 Traduccion directa del inglés de M. Juderías Bender. QUINTANA.--_Vidas de españoles célebres._ 2 CICERÓN.--_Tratados didácticos de la elocuencia_, traduccion directa del latin de D. Marcelino Menéndez Pelayo. 2 SALUSTIO.--_Conjuracion de Catilina._--_Guerra de Jugurta_, traduccion del infante D. Gabriel.--_Fragmentos de la grande historia_, traduccion del Sr. Menéndez Pelayo, ambas directas del latin. 1 TÁCITO.--_Los anales_, traduccion directa del latin de don Cárlos Coloma. 2 PLUTARCO.--_Las vidas paralelas_, traduccion directa del griego por D. Antonio Ranz Romanillos. 5 ARISTÓFANES.--_Teatro completo_, traduccion directa del griego por D. Federico Baráibar. 2 POETAS BUCÓLICOS GRIEGOS.--(_Teócrito, Bion y Mosco_). Traduccion directa del griego, en verso, por el Ilmo. Sr. D. Ignacio Montes de Oca, Obispo de Linares (Méjico). 1 MANZONI.--_Los Novios_, traduccion de D. Juan Nicasio Gallego. 1 ESQUILO.--_Teatro completo_, traduccion directa del griego, con notas, por D. Fernando Brieva Salvatierra. 1 QUEVEDO.--_Obras satíricas y festivas._ 1 DUQUE DE RIVAS.--_Sublevacion de Nápoles._ 1 MADRID.--IMP. CENTRAL Á CARGO DE VÍCTOR SAIZ, COLEGIATA, 6 BIBLIOTECA CLÁSICA TOMO XXXVII TEATRO SELECTO DE CALDERON DE LA BARCA PRECEDIDO DE UN ESTUDIO CRÍTICO DE D. MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO TOMO II DRAMAS TRÁGICOS EL MÉDICO DE SU HONRA. Á SECRETO AGRAVIO SECRETA VENGANZA. EL ALCALDE DE ZALAMEA. EL MAYOR MONSTRUO LOS CELOS. AMAR DESPUES DE LA MUERTE. MADRID LUIS NAVARRO, EDITOR COLEGIATA, NÚM. 6 1881 EL MÉDICO DE SU HONRA. PERSONAS. EL REY DON PEDRO. EL INFANTE DON ENRIQUE. DON GUTIERRE ALFONSO. DON ARIAS. DON DIEGO. COQUIN, _lacayo_. DOÑA MENCÍA DE ACUÑA. DOÑA LEONOR. INÉS, _criada_. TEODORA, _criada_. JACINTA, _esclava herrada_. LUDOVICO, _sangrador_. UN SOLDADO. UN VIEJO. _Pretendientes._ _Acompañamiento._ _Música._ _Criados, criadas._ JORNADA PRIMERA. _Vista exterior de una quinta de Don Gutierre, inmediata á Sevilla._ ESCENA PRIMERA. _Suena ruido de caza, y sale cayendo el_ INFANTE DON ENRIQUE, _y algo despues salen_ DON ARIAS _y_ DON DIEGO, _y el último_ EL REY DON PEDRO. D. ENR. ¡Jesus mil veces! _(Cae sin sentido.)_ D. ARIAS. ¡El cielo Te valga! REY. ¿Qué fué? D. ARIAS. Cayó El caballo, y arrojó Desde él el Infante al suelo. REY. Si las torres de Sevilla Saluda de esa manera, ¡Nunca á Sevilla viniera, Nunca dejara á Castilla!-- ¡Enrique, hermano! D. DIEGO. ¡Señor! REY. ¿No vuelve? D. ARIAS. A un tiempo ha perdido Pulso, color y sentido. ¡Qué desdicha! D. DIEGO. ¡Qué dolor! REY. Llegad á esa quinta bella Que está del camino al paso, Don Arias, á ver si acaso, Recogido un poco en ella, Cobra salud el Infante. Todos os quedad aquí, Y dadme un caballo á mí, Que he de pasar adelante; Que aunque este horror y mancilla Mi rémora pudo ser, No me quiero detener Hasta llegar á Sevilla. Allá llegará la nueva Del suceso. _(Váse.)_ ESCENA II. DON ENRIQUE, _desmayado_; DON ARIAS, DON DIEGO. D. ARIAS. Esta ocasion De su fiera condicion Ha sido bastante prueba. ¿Quién á un hermano dejara, Tropezando desta suerte En los brazos de la muerte? ¡Vive Dios!... D. DIEGO. Calla, y repara En que, si oyen las paredes, Los troncos, Don Arias, ven, Y nada nos está bien. D. ARIAS. Tú, Don Diego, llegar puedes A esa quinta: dí que aquí El Infante mi señor Cayó.--Pero no; mejor Será que los dos así Le llevemos donde pueda Descansar. D. DIEGO. Has dicho bien. D. ARIAS. Viva Enrique, y otro bien La suerte no me conceda. _(Llevan al Infante.)_ * * * * * _Sala en la quinta de Don Gutierre._ ESCENA III. DOÑA MENCIA, JACINTA. D.ª MEN. Desde la torre lo ví, Y aunque quién son no podré Distinguir, Jacinta, sé Que una gran desdicha allí Ha sucedido. Venía Un bizarro caballero En un bruto tan ligero, Que en el viento parecia Un pájaro que volaba; Y es razon que lo presumas, Porque un penacho de plumas Matices al aire daba. El campo y el sol en ellas Compitieron resplandores; Que el campo le dió sus flores, Y el sol le dió sus estrellas; Porque cambiaban de modo, Y de modo relucian, Que en todo al sol parecian, Y á la primavera en todo. Corrió, pues, y tropezó El caballo, de manera Que lo que ave entónces era, Cuando en la tierra cayó Fué rosa; y así en rigor Imitó su lucimiento En sol, cielo, tierra y viento, Ave, bruto, estrella y flor. JACINTA. ¡Ay señora! en casa ha entrado... D.ª MEN. ¿Quién? JACINTA. Un confuso tropel De gente. D.ª MEN. ¿Mas que con él A nuestra quinta han llegado? ESCENA IV. DON ARIAS _y_ DON DIEGO, _que sacan en brazos al_ INFANTE _y siéntanle en una silla_.--DOÑA MENCIA, JACINTA. D. DIEGO. En las casas de los nobles Tiene tan divino imperio La sangre del Rey, que ha dado En la vuestra atrevimiento Para entrar desta manera. D.ª MEN. _(Ap.)_ ¡Qué es esto que miro, cielos! D. DIEGO. El infante Don Enrique, Hermano del rey Don Pedro, A vuestras puertas cayó, Y llega aquí medio muerto. D.ª MEN. ¡Valgame Dios, qué desdicha! D. ARIAS. Decidnos á qué aposento Podrá retirarse, en tanto Que vuelva al primero aliento Su vida.--Pero ¡qué miro! ¡Señora! D.ª MEN. ¡Don Arias! D. ARIAS. Creo Que es sueño ó fingido cuanto Estoy escuchando y viendo. ¿Que el infante Don Enrique, Más amante que primero, Vuelva á Sevilla, y te halle Con tan infeliz encuentro, Puede ser verdad? D.ª MEN. Sí es: ¡Ojalá que fuera sueño! D. ARIAS. Pues ¿qué haces aquí? D.ª MEN. Despacio Lo sabrás, que ahora no es tiempo Sino sólo de acudir A la vida de tu dueño. D. ARIAS. ¡Quién le dijera que así Llegara á verte! D.ª MEN. Silencio, Que importa mucho, Don Arias. D. ARIAS. ¿Por qué? D.ª MEN. Va mi honor en ello. Entrad en ese retrete, Donde está un catre cubierto De un cuero turco y de flores; Y en él, aunque humilde lecho, Podrá descansar.--Jacinta, Saca tú ropa al momento, Aguas y olores que sean Dignos de tan alto empleo. _(Vase Jacinta.)_ D. ARIAS. Los dos, miéntras se adereza, Aquí al Infante dejemos, Y á su remedio acudamos, Si hay en desdichas remedio. _(Vanse los dos.)_ ESCENA V. DOÑA MENCÍA; DON ENRIQUE, _sin conocimiento, en una silla_. D.ª MEN. Ya se fueron; ya he quedado Sola. ¡Oh quién pudiera, cielos, Con licencia de su honor Hacer aquí sentimientos! ¡Oh quién pudiera dar voces, Y romper con el silencio Cárceles de nieve, donde Está aprisionado el fuego, Que ya, resuelto en cenizas, Es ruina que está diciendo: «Aquí fué amor»!--Mas ¿qué digo? ¿Qué es esto, cielos, qué es esto? Yo soy quien soy. Vuelva el aire Los repetidos acentos Que llevó; porque áun perdidos, No es bien que publiquen ellos Lo que yo debo callar; Porque ya, con más acuerdo, Ni para sentir soy mia; y solamente me huelgo De tener hoy que sentir, Por tener en mis deseos Que vencer; pues no hay virtud Sin experiencia. Perfecto Está el oro en el crisol, El iman en el acero, El diamante en el diamante, Los metales en el fuego; Y así mi honor en sí mismo Se acrisola, cuando llego Á vencerme; pues no fuera Sin experiencias perfecto. ¡Piedad, divinos cielos! ¡Viva callando, pues callando muero! ¡Enrique! ¡Señor! D. ENR. _(Volviendo en sí.)_ ¿Quién llama? D.ª MEN. Albricias... D. ENR. ¡Válgame el cielo! D.ª MEN. Que vive tu Alteza. D. ENR. ¿Dónde Estoy? D.ª MEN. En parte, á lo ménos, Donde de vuestra salud Hay quien se huelgue. D. ENR. Lo creo, Si esta dicha, por ser mia, No se deshace en el viento; Pues consultando conmigo Estoy, si despierto sueño, O si dormido discurro, Pues á un tiempo duermo y velo. ¿Pero para qué averiguo, Poniendo á mayores riesgos La verdad? Nunca despierte, Si es verdad que ahora duermo; Y nunca duerma en mi vida, Si es verdad que estoy despierto. D.ª MEN. Vuestra Alteza, gran señor, Trate, prevenido y cuerdo, De su salud, cuya vida, Dilate siglos eternos, Fénix de su misma fama, Imitando al que en el fuego Ave, llama, ascua y gusano, Urna, pira, voz é incendio, Nace, vive, dura y muere, Hijo y padre de sí mesmo; Que despues sabrá de mí Dónde está. D. ENR. No lo deseo; Que si estoy vivo y te miro, Ya mayor dicha no espero; Ni mayor dicha tampoco, Si te miro estando muerto; Pues es fuerza que sea gloria Donde vive ángel tan bello. Y así no quiero saber Qué acasos ni qué sucesos Aquí mi vida guiaron, Ni aquí la tuya trajeron; Pues con saber que estoy donde Estás tú, vivo contento; Y así ni tú que decirme, Ni yo que escucharte tengo. D.ª MEN. (_Ap._ Presto de tantos favores Será desengaño el tiempo.) Dígame ahora, ¿cómo está Vuestra Alteza? D. ENR. Estoy tan bueno Que nunca estuve mejor; Sólo en esta pierna siento Un dolor. D.ª MEN. Fué gran caida; Pero en descansando, pienso Que cobraréis la salud; Y ya os están previniendo Cama donde descanseis. Que me perdoneis, os ruego, La humildad de la posada; Aunque disculpada quedo... D. ENR. Muy como señora hablais, Mencía. ¿Sois vos el dueño De esta casa? D.ª MEN. No, señor; Pero de quien lo es, sospecho Que lo soy. D. ENR. ¿Y quién lo es? D.ª MEN. Un ilustre caballero, Gutierre Alfonso Solís, Mi esposo y esclavo vuestro. D. ENR. ¡Vuestro esposo! _(Levántase.)_ D.ª MEN. Sí, señor. No os levanteis, deteneos; Ved que no podeis estar En pié. D. ENR. Sí puedo, sí puedo. ESCENA VI. DON ARIAS, DON DIEGO.--DICHOS. D. ARIAS. Dame, gran señor, las plantas, Que mil veces toco y beso, Agradecido á la dicha Que en tu salud nos ha vuelto La vida á todos. D. DIEGO. Ya puede Vuestra Alteza á este aposento Retirarse, donde está Prevenido todo aquello Que pudo en la fantasía Bosquejar el pensamiento. D. ENR. Don Arias, dadme un caballo, Dadme un caballo, Don Diego. Salgamos presto de aquí. D. ARIAS. ¿Qué decís? D. ENR. Que me deis presto Un caballo. D. DIEGO. Pues, señor... D. ARIAS. Mira... D. ENR. Estáse Troya ardiendo, Y Eneas de mis sentidos, He de librarlos del fuego. _(Vase D. Diego.)_ ESCENA VII. DON ENRIQUE, DOÑA MENCÍA, DON ARIAS. D. ENR. ¡Ay, Don Arias, la caida No fué acaso, sino agüero De mi muerte! Y con razon, Pues fué divino decreto Que viniese á morir yo, Con tan justo sentimiento, Donde tú estabas casada, Porque nos diesen á un tiempo Pésames y parabienes De tu boda y de mi entierro. De verse el bruto á tu sombra, Pensé que altivo y soberbio Engendró con osadía Bizarros atrevimientos, Cuando presumiendo de ave, Con relinchos cuerpo á cuerpo Desafiaba los rayos, Despues que venció los vientos. Y no fué, sino que al ver Tu casa, montes de celos Se le pusieron delante Porque tropezase en ellos; Que áun un bruto se desboca Con celos; y no hay tan diestro Jinete, que allí no pierda Los estribos al correrlos. Milagro de tu hermosura Presumí el feliz suceso De mi vida; pero ya, Más desengañado, pienso Que no fué sino venganza De mi muerte, pues es cierto Que muero, y que no hay milagros Que se examinen muriendo. D.ª MEN. Quien oyere á vuestra Alteza Quejas, agravios, desprecios, Podrá formar de mi honor Presunciones y conceptos Indignos dél. Y yo ahora, Por si acaso llevó el viento Cabal alguna razon, Sin que en partidos acentos La trocase, responder A tantos agravios quiero, Porque donde fueron quejas, Vayan con el mismo aliento Desengaños. Vuestra Alteza, Liberal de sus deseos, Generoso de sus gustos, Pródigo de sus afectos, Puso los ojos en mí: Es verdad, yo lo confieso. Bien sabe, de tantos años De experiencias, el respeto Con que constante mi honor Fué una montaña de hielo, Conquistada de las flores, Escuadrones que arma el tiempo. Si me casé, ¿de qué engaño Se queja, siendo sujeto Imposible á sus pasiones, Reservado á sus intentos, Pues soy para dama más, Lo que para esposa ménos? Y así, en esta parte ya Disculpada, en la que tengo De mujer, á vuestros piés Humilde, señor, os ruego No os ausenteis desta casa Poniendo á tan claro riesgo La salud. D. ENR. ¿Cuánto mayor En esta casa le tengo? ESCENA VIII. DON GUTIERRE, COQUIN.--DICHOS. D. GUT. Déme los piés vuestra Alteza, Si puedo de tanto sol Tocar ¡oh rayo español! La majestad y grandeza. Con alegría y tristeza Hoy á vuestras plantas llego, Y mi aliento, lince y ciego, Entre asombros y desmayos, Es águila á tantos rayos, Mariposa á tanto fuego. Tristeza de la caida Que puso con triste efeto A Castilla en tanto aprieto, Y alegría de la vida Que vuelve restituida A su pompa, á su belleza, Cuando en gusto vuestra Alteza Trueca ya la pena mia: ¿Quién vió triste la alegría? ¿Quién vió alegre la tristeza? Honrad por tan breve espacio Esta esfera, aunque pequeña; Porque el sol no se desdeña, Despues que ilustró un palacio, De iluminar el topacio De algun pajizo arrebol. Y pues sois rayo español, Descansad aquí; que es ley Hacer el palacio el rey Tambien, si hace esfera el sol. D. ENR. El gusto y pesar estimo Del modo que le sentís, Gutierre Alfonso Solís; Y así en el alma le imprimo, Donde á tenerle me animo Guardado. D. GUT. Sabe tu Alteza Honrar. D. ENR. Y aunque la grandeza Desta casa fuera aquí Grande esfera para mí, Pues lo fué de una belleza; No me puedo detener; Que pienso que esta caida Ha de costarme la vida; Y no solo por caer, Sino tambien por hacer Que no pasase adelante Mi intento... Y es importante Irme; que hasta un desengaño Cada minuto es un año, Es un siglo cada instante. D. GUT. Señor, ¿vuestra Alteza tiene Causa tal, que su inquietud Aventure la salud De una vida que previene Tantos aplausos? D. ENR. Conviene Llegar á Sevilla hoy. D. GUT. Necio en apurar estoy Vuestro intento; pero creo Que mi lealtad y deseo... D. ENR. Y si yo la causa os doy, ¿Qué direis? D. GUT. Yo no os la pido; Que á vos, señor, no es bien hecho Examinaros el pecho. D. ENR. Pues escuchad. Yo he tenido Un amigo tal, que ha sido Otro yo. D. GUT. Dichoso fué. D. ENR. A este en ausencia fié El alma, la vida, el gusto En una mujer. ¿Fué justo Que atropellando la fe Que debió al respeto mio, Faltase en ausencia? D. GUT. No. D. ENR. Pues á otro dueño le dió Llaves de aquel albedrío: Al pecho que yo le fio, Introdujo otro señor: Otro goza su favor: ¿Podrá un hombre enamorado Sosegar con tal cuidado, Descansar con tal dolor? D. GUT. No, señor. D. ENR. Cuando los cielos Tanto me fatigan hoy, Que en cualquier parte que estoy, Estoy mirando mis celos, Tan presentes mis desvelos Están delante de mí, Que aquí los miro, y así De aquí ausentarme deseo; Que aunque van conmigo, creo Que se han de quedar aquí. D.ª MEN. Dicen que el primer consejo Ha de ser de la mujer; Y así, señor, quiero ser (Perdonad si os aconsejo) Quien os dé consuelo. Dejo Aparte celos, y digo Que aguardeis á vuestro amigo Hasta ver si se disculpa; Que hay calidades de culpa Que no merecen castigo. No os despeñe vuestro brío: Mirad, aunque esteis celoso, Que ninguno es poderoso En el ajeno albedrío. Cuanto al amigo, confío Que os he respondido ya; Cuanto á la dama, quizá Fuerza, y no mudanza fué: Oidla vos, que yo sé Que ella se disculpará. D. ENR. No es posible. ESCENA IX. DON DIEGO.--DICHOS. D. DIEGO. Ya está allí El caballo apercibido. D. GUT. Si es del que hoy habeis caido, No subais en él, y aquí Recibid, señor, de mí Una pia hermosa y bella, A quien una palma sella, Signo que vuestra la hace: Que tambien un bruto nace Con mala ó con buena estrella. Es este prodigio pues Proporcionado y bien hecho, Dilatado de anca y pecho, De cabeza y cuello es Corto, de brazos y piés Fuerte, á uno y otro elemento Les da en sí lugar y asiento, Siendo el bruto de la palma Tierra el cuerpo, fuego el alma, Mar la espuma, y todo viento. D. ENR. El alma aquí no podria Distinguir lo que procura, La pia de la pintura, O por mejor bizarría, La pintura de la pia. COQUIN. Aquí entro yo. A mí me dé Vuestra Alteza mano ó pié, Lo que está _(que esto es más llano)_ O más á pié ó más á mano. D. GUT. Aparta, necio. D. ENR. ¿Por qué? Dejadle, su humor le abona. COQUIN. En hablando de la pia, Entra la persona mia, Que es su segunda persona. D. ENR. Pues ¿quién sois? COQUIN. ¿No lo pregona Mi estilo? Yo soy, en fin, Coquin, hijo de Coquin, De aquesta casa escudero, De la pia despensero, Pues la siso al celemin La mitad de la comida: Y en efecto, señor, hoy, Por ser vuestro dia, os doy Norabuena muy cumplida. D. ENR. ¿Mi dia? COQUIN. Es cosa sabida. D. ENR. Su dia llama uno aquel Que es á sus gustos fïel; Si lo fué á la pena mia, ¿Cómo pudo ser mi dia? COQUIN. Cayendo, señor, en él; Y para que se publique En cuantos lunarios hay, Desde hoy diré: «A tantos cay »San Infante Don Enrique.» D. GUT. Tu Alteza, señor, aplique La espuela al ijar; que el dia Ya en la tumba helada y fria, Huésped del undoso dios, Hace noche. D. ENR. Guárdeos Dios, Hermosísima Mencía. Y porque veais que estimo El consejo, buscaré A esta dama, y della oiré La disculpa. (_Ap._ Mal reprimo El dolor, cuando me animo A no decir lo que callo. Lo que en este lance hallo, Ganar y perder se llama; Pues él me ganó la dama, Y yo le gané el caballo.) _(Vanse el Infante, D. Arias, D. Diego y Coquin.)_ ESCENA X. DON GUTIERRE, DOÑA MENCÍA. D. GUT. Bellísimo dueño mio, Ya que vive tan unida A dos almas una vida, Dos vidas á un albedrío, De tu amor y ingenio fío Hoy, que licencia me dés Para ir á besar los piés Al Rey, mi señor, que viene De Castilla; y le conviene A quien caballero es, Irle á dar la bienvenida. Y fuera desto, ir sirviendo Al infante Enrique, entiendo Que es accion justa y debida, Ya que debí á su caida El honor que hoy ha ganado Nuestra casa. D.ª MEN. ¿Qué cuidado Más te lleva á darme enojos? D. GUT. No otra cosa, ¡por tus ojos! D. MEN. ¿Quién duda que haya causado Algun deseo Leonor? D. GUT. ¿Eso dices? No la nombres. D.ª MEN. ¡Oh qué tales sois los hombres! ¡Hoy olvido, ayer amor, Ayer gusto, y hoy rigor! D. GUT. Ayer, como el sol no via, Hermosa me parecia La luna; mas hoy, que adoro Al sol, ni dudo ni ignoro Lo que hay de la noche al dia. Escúchame un argumento. Una llama en noche oscura Arde hermosa, luce pura, Cuyos rayos, cuyo aliento Dulce ilumina del viento La esfera; sale el farol Del cielo, y á su arrebol Todo á sombra se reduce, Ni arde, ni alumbra, ni luce; Que es mar de rayos el sol. Aplícolo ahora: yo amaba Una luz, cuyo esplendor Vivió planeta mayor, Que sus rayos sepultaba: Una llama me alumbraba; Pero era una llama aquella, Que eclipsas divina y bella, Siendo de luces crisol; Porque hasta que sale el sol, Parece hermosa una estrella. D.ª MEN. ¡Qué lisonjero os escucho! Muy metafísico estais. D. GUT. En fin, ¿licencia me dais? D.ª MEN. Pienso que la deseais mucho, Por eso cobarde lucho Conmigo. D. GUT. ¿Puede en los dos Haber engaño, si en vos Quedo yo, y vos vais en mí? D.ª MEN. Pues como os quedeis aquí, Adios, Don Gutierre. D. GUT. Adios. _(Vase.)_ ESCENA XI. JACINTA.--DOÑA MENCÍA. JACINTA. Triste, señora, has quedado. D.ª MEN. Sí, Jacinta, y con razon. JACINTA. No sé qué nueva ocasion Te ha suspendido y turbado, Que una inquietud, un cuidado Te ha divertido. D.ª MEN. Es así. JACINTA. Bien puedes fiar de mí. D.ª MEN. ¿Quieres ver si de tí fío Mi vida y el honor mio? Pues escucha atenta. JACINTA. Dí. D.ª MEN. Nací en Sevilla, y en ella Me vió Enrique, festejó Mis desdenes, celebró Mi nombre... ¡felice estrella! Fuése, y mi padre atropella La libertad que hubo en mí: La mano á Gutierre di, Volvió Enrique, y en rigor, Tuve amor, y tengo honor. Esto es cuanto sé de mí. _(Vanse.)_ * * * * * _Sala en el alcázar de Sevilla._ ESCENA XII. DOÑA LEONOR É INÉS, _con mantos_. INÉS. Ya sale para entrar en la capilla: Aquí le espera, y á sus piés te humilla. D.ª LEON. Lograré mi esperanza, Si recibe mi agravio la venganza. ESCENA XIII. EL REY, CRIADOS, UN SOLDADO, UN VIEJO, PRETENDIENTES.--DICHAS. _Voces._ _(Dentro.)_ ¡Plaza! PRET. 1.º Tu Majestad aqueste lea. REY. Yo le haré ver. PRET. 2.º Tu Alteza, señor, vea Este. REY. Está bien. PRET. 2.º _(Ap.)_ Pocas palabras gasta. PRET. 3.º Yo soy... REY. El memorial solo me basta. UN SOLD. _(Ap.)_ ¡Turbado estoy! Mal el temor resisto. REY. ¿De qué os turbais? SOLDADO. ¿No basta haberos visto? REY. Sí basta. ¿Qué pedís? SOLDADO. Yo soy soldado. Una ventaja. REY. Poco habeis pedido Para haberos turbado. Una jineta os doy. SOLDADO. ¡Felice he sido! UN VIEJO. Un pobre viejo soy, limosna os pido. REY. Tomad este diamante. VIEJO. ¿Para mí os le quitais? REY. Y no os espante; Que, para darle de una vez, quisiera, Sólo un diamante todo el mundo fuera. D.ª LEON. Señor, á vuestras plantas Mis piés turbados llegan. De parte de mi honor vengo á pediros Con voces que se anegan en suspiros, Con suspiros que en lágrimas se anegan, Justicia: para vos y Dios apelo. REY. Sosegaos, señora, alzad del suelo. D.ª LEON. _(Levántase.)_ Yo soy... REY. No prosigais de esa manera. Salíos todos afuera. _(Vanse todos ménos la dama.)_ ESCENA XIV. EL REY, DOÑA LEONOR. REY. Hablad ahora, porque si venísteis De parte del honor, como dijísteis, Indigna cosa fuera Que en público el honor sus quejas diera, Y que á tan bella cara Vergüenza á la justicia le costara. D.ª LEON. Pedro, á quien llama el mundo Justiciero, Planeta soberano de Castilla, A cuya luz se alumbra este hemisfero, Júpiter español, cuya cuchilla Rayos esgrime de templado acero, Cuando blandida al aire alumbra y brilla, Sangriento giro, que entre nubes de oro Corta los cuellos de uno y otro moro: Yo soy Leonor, á quien Andalucía Llama (lisonja fué) Leonor la bella; No porque fuese la hermosura mia Quien el nombre adquirió, sino la estrella; Que quien decia bella, ya decia Infelice; que el nombre incluye y sella A la sombra no más de la hermosura Poca dicha, señor, poca ventura. Puso los ojos, para darme enojos, Un caballero en mí, que ¡ojalá fuera Basilisco de amor á mis despojos, Áspid de celos á mi primavera! Luego el deseo sucedió á los ojos, El amor al deseo, y de manera Mi calle festejó, que en ella via Morir la noche y espirar el dia. ¿Con qué razones, gran señor, herida La voz, diré que á tanto amor postrada, Aunque el desden me publicó ofendida La voluntad me confesó obligada? De obligada pasé á agradecida, Luego de agradecida á apasionada; Que en la universidad de enamorados Dignidades de amor se dan por grados. Poca centella incita mucho fuego, Poco viento movió mucha tormenta, Poca nube al principio arroja luego Mucho diluvio, poca luz alienta Mucho rayo despues, poco amor ciego Descubre mucho engaño; y así intenta Siendo centella, viento, nube, ensayo, Ser tormenta, diluvio, incendio y rayo. Dióme palabra que sería mi esposo; Que ese de las mujeres es el cebo Con que engaña al honor el cauteloso Pescador, cuya pasta es el Erebo, Que aduerme los sentidos temeroso. El labio aquí fallece, y no me atrevo A decir que mintió. No es maravilla. ¿Qué palabra se dió para cumplilla? Con esta libertad entró en mi casa; Si bien siempre el honor fué reservado, Porque yo, liberal de amor, y escasa De honor, me atuve siempre á este sagrado Mas la publicidad á tanto pasa, Y tanto esta opinion se ha dilatado, Que en secreto quisiera más perderla, Que con público escándalo tenerla. Pedí justicia; pero soy muy pobre: Quejéme dél; pero es muy poderoso: Y ya que es imposible que yo cobre, Pues se casó, mi honor, Pedro famoso, Si sobre tu piedad divina, sobre Tu justicia me admites generoso, Que me sustente en un convento pido. Gutierre Alfonso de Solís ha sido. REY. Señora, vuestros enojos Siento con razon, por ser Un Atlante, en quien descansa Todo el peso de la ley. Si Gutierre está casado, No podrá satisfacer, Como decís, por entero Vuestro honor; pero yo haré Justicia como convenga En esta parte; si bien No os debe restituir Honor que vos os teneis. Oigamos á la otra parte Disculpas suyas; que es bien Guardar el segundo oido Para quien llegue despues; Y fiad, Leonor, de mí, Que vuestra causa veré De suerte, que no os obligue A que digais otra vez Que sois pobre, él poderoso, Siendo yo en Castilla rey. Mas Gutierre viene allí. Podrá, si conmigo os ve, Conocer que me informasteis Primero. Aquese cancel Os encubra: aquí aguardad, Hasta que salgais despues. D.ª LEON. En todo he de obedeceros. _(Escóndese.)_ ESCENA XV. COQUIN.--EL REY. COQUIN. _(Para sí.)_ De sala en sala, par diez, A la sombra de mi amo, Que allí se quedó, llegué Hasta aquí. ¡El cielo me valga! ¡Vive Dios, que está aquí el Rey! Él me ha visto, y se mesura. Plegue al cielo, que no esté Muy alto aqueste balcon, Por si me arroja por él. REY. ¿Quién sois? COQUIN. ¿Yo, señor? REY. Vos. COQUIN. Yo (¡Válgame el cielo!) soy quien Vuestra Majestad quisiere, Sin quitar y sin poner; Porque un hombre muy discreto Me dió por consejo ayer, No fuese quien en mi vida Vos no quisieseis; y fué De manera la licion, Que ántes, ahora y despues, Quien vos quisiéredes solo Fuí, quien gustareis seré, Quien os place soy; y en esto, ¡Mirad con quién y sin quien! Y así, con vuestra licencia, Por donde vine me iré Hoy con mis piés de compas, Si no con compas de piés. REY. Aunque me habeis respondido Cuanto pudiera saber, Quién sois os he preguntado. COQUIN. Y yo os hubiera tambien, Al tenor de la pregunta Respondido, á no temer Que en diciéndôs quien soy, luégo Por un balcon me arrojeis, Por haberme entrado aquí Tan sin qué ni para qué, Teniendo un oficio yo Que vos no habeis menester. REY. ¿Qué oficio teneis? COQUIN. Yo soy Cierto correo de á pié, Portador de todas nuevas, Huron de todo interes, Sin que se me haya escapado Señor profeso ó novel; Y del que me ha dado más, Digo más, digo más bien. Todas las casas son mias, Y aunque lo son, esta vez La de Don Gutierre Alfonso Es mi accesoria, en quien fué Mi pasto meridïano Un andaluz cordobes. Soy cofrade del contento; El pesar no sé quién es, Ni áun para servirle. En fin, Soy, aquí donde me veis, Mayordomo de la risa, Gentilhombre del placer Y camarero del gusto, Pues que me visto con él. Y por ser esto, he temido El darme aquí á conocer; Porque un Rey que no se rie, Temo que me libre cien Esportillas batanadas, Con pespuntes al enves, Por vagamundo. REY. ¿En fin, sois Hombre que á cargo teneis La risa? COQUIN. Sí, mi señor; Y porque lo echeis de ver, Esto es jugar de gracioso En palacio. _(Cúbrese.)_ REY. Está muy bien; Y pues sé quien sois, hagamos Los dos un concierto. COQUIN. ¿Y es? REY. ¿Hacer reir profesais? COQUIN. Es verdad. REY. Pues cada vez Que me hiciéredes reir, Cien escudos os daré; Y si no me hubiereis hecho Reir en término de un mes, Os han de sacar los dientes. COQUIN. Testigo falso me haceis, Y es ilícito contrato De enorme lesion. REY. ¿Por qué? COQUIN. Porque quedaré lisiado Si le acepto, ¿no se ve? Dicen, cuando uno se rie, Que enseña los dientes; pues Enseñarlos yo llorando, Será reirme al reves. Dicen que sois tan severo, Que á todos dientes haceis; ¿Qué os hice yo, que á mí solo Deshacérmelos quereis? Pero vengo en el partido; Que porque ahora me dejeis Ir libre, no lo rehuso; Pues por lo ménos un mes Me hallo aquí, como en la calle, De vida; y al cabo dél, No es mucho que tome postas En mi boca la vejez. Y así voy á examinarme De cosquillas. Voto á diez, Que os habeis de reir. Adios, Y veámonos despues. _(Vase.)_ ESCENA XVI. DON ENRIQUE, DON GUTIERRE, DON DIEGO, DON ARIAS, CRIADOS.--EL REY. D. ENR. Déme vuestra Majestad La mano. REY. Vengais con bien, Enrique. ¿Cómo os sentís? D. ENR. Más, señor, el susto fué Que el golpe: estoy bueno. D. GUT. A mí Vuestra Majestad me dé La mano, si mi humildad Merece tan alto bien; Porque el suelo que pisais, Es soberano dosel, Que ilumina de los vientos Uno y otro rosicler. Y vengais con la salud Que este reino ha menester, Para que os adore España Coronado de laurel. REY. De vos, Don Gutierre Alfonso... D. GUT. ¿Las espaldas me volveis? REY. Grandes querellas me dan. D. GUT. Injustas deben de ser. REY. ¿Quién es, decidme, Leonor, Una principal mujer De Sevilla? D. GUT. Una señora Bella, ilustre y noble es, De lo mejor de esta tierra. REY. ¿Qué obligacion la teneis, A que habeis correspondido Necio, ingrato y descortés? D. GUT. No os he de mentir en nada; Que el hombre, señor, de bien No sabe mentir jamás, Y más delante del Rey. Servíla, y mi intento entónces Casarme con ella fué, Si no mudara las cosas De los tiempos el vaiven. Visitéla, entré en su casa Públicamente; si bien No le debo á su opinion De una mano el interes. Viéndome desobligado, Pude mudarme despues, Y así, libre de este amor, En Sevilla me casé Con Doña Mencía de Acuña, Dama principal, con quien Vivo, fuera de Sevilla, Una casa de placer. Leonor, mal aconsejada (Que no la aconseja bien Quien destruye su opinion), Pleitos intentó poner A mi desposorio, donde El más riguroso juez No halló causa contra mí, Aunque ella dice que fué Diligencia del favor. ¡Mirad vos si á una mujer Hermosa favor faltara, Si le hubiera menester! Con este engaño pretende, Puesto que vos lo sabeis, Valerse de vos; y así Yo me pongo á vuestros piés, Donde á la justicia vuestra Dará la espada mi fe, Y mi lealtad la cabeza. REY. ¿Qué causa tuvisteis pues Para tan grande mudanza? D. GUT. ¿Novedad tan grande es Mudarse un hombre? ¿No es cosa Que cada dia se ve? REY. Sí, pero de extremo á extremo Pasar el que quiso bien, No fué sin grande ocasion. D. GUT. Suplícôs no me apreteis; Que soy hombre que, en ausencia De las mujeres, daré La vida por no decir Cosa indigna de su ser. REY. ¿Luego vos causa tuvísteis? D. GUT. Sí, señor; pero creed Que si para mí descargo Hoy hubiera menester Decirlo, cuando importara Vida y alma, amante fiel De su honor, no lo dijera. REY. Pues yo lo quiero saber. D GUT. Señor... REY. Es curiosidad. D. GUT. Mirad... REY. No me repliqueis; Que me enojaré, por vida... D. GUT. Señor, señor, no jureis; Que mucho ménos importa Que yo deje aquí de ser Quien soy, que veros airado. REY. (_Ap._ Que dijese, le apuré, El suceso en alta voz, Porque pueda responder Leonor, si aqueste me engaña, Y si habla verdad, porqué Convencida con su culpa, Sepa Leonor que lo sé.) Decid pues. D. GUT. A mi pesar Lo digo. Una noche entré En su casa, sentí ruido En una cuadra, llegué, Y al mismo tiempo que fuí A entrar, pude el bulto ver De un hombre, que se arrojó Del balcon; bajé tras él, Y sin conocerle, al fin Pudo escaparse por piés. D. ARIAS. _(Ap.)_ ¡Válgame el cielo! ¿qué es esto Que miro? D. GUT. Y aunque escuché Satisfacciones, y nunca Di á mi agravio entera fe, Fué bastante esta aprension A no casarme; porqué Si amor y honor son pasiones Del ánimo, á mi entender, Quien hizo al amor ofensa, Se le hace al honor en él; Porque el agravio del gusto Al alma toca tambien. ESCENA XVII. DOÑA LEONOR.--DICHOS. D.ª LEON. Vuestra Majestad perdone; Que no puedo detener El golpe á tantas desdichas Que han llegado de tropel. REY. _(Ap.)_ ¡Vive Dios, que me engañaba! La prueba sucedió bien. D.ª LEON. Y oyendo contra mi honor Presunciones, fuera ley Injusta que yo cobarde Dejara de responder; Que ménos perder importa La vida, cuando me dé Este atrevimiento muerte, Que vida y honor perder. Don Arias entró en mi casa... D. ARIAS. Señora, espera, deten La voz. Vuestra Majestad Licencia, señor, me dé, Porque el honor desta dama Me toca á mí defender. Esa noche estaba en casa De Leonor una mujer Con quien me hubiera casado, Si de la parca el cruel Golpe no cortara fiero Su vida. Yo, amante fiel De su hermosura, seguí Sus pasos, y en casa entré De Leonor (atrevimiento De enamorado), sin ser Parte á estorbarlo Leonor. Llegó Don Gutierre pues; Temerosa Leonor dijo Que me retirase á aquel Aposento, yo lo hice, ¡Mil veces mal haya, amén, Quien de una mujer se rinde A admitir el parecer! Sintióme, entró, y á la voz De marido, me arrojé Por el balcon. Y si entónces Volví el rostro á su poder Porque era marido, hoy Que dice que no lo es, Vuelvo á ponerme delante. Vuestra Majestad me dé Campo, en quien defienda altivo Que no ha faltado á quien es Leonor, pues á un caballero Se le concede la ley. D. GUT. Yo saldré donde... _(Empuñan.)_ REY. ¿Qué es esto? ¿Cómo las manos teneis En las espadas, delante De mí? ¿No temblais de ver Mi semblante? Donde estoy, ¿Hay soberbia ni altivez?-- Presos los llevad al punto: En dos torres los poned; Y agradeced que no os pongo Las cabezas á los piés. _(Vase.)_ D. ARIAS. Si perdió Leonor por mí Su opinion, por mí tambien La tendrá; que esto se debe Al honor de una mujer. D. GUT. _(Ap.)_ No siento en desdicha tal Ver riguroso y cruel Al Rey; solo siento que hoy, Mencía, no te he de ver. _(Llévanlos presos.)_ D. ENR. (_Ap._ Con ocasion de la caza, Preso Gutierre, podré Ver esta tarde á Mencía.) Don Diego, conmigo ven; Que tengo de porfiar Hasta morir, ó vencer. _(Vanse.)_ D.ª LEON. ¡Muerta quedo! ¡Plegue á Dios, Ingrato, aleve y cruel, Falso, engañador, fingido, Sin fe, sin Dios y sin ley, Que como inocente pierdo Mi honor, venganza me dé El cielo! ¡El mismo dolor Sientas, que siento, y á ver Llegues, bañado en tu sangre, Deshonras tuyas, porqué Mueras con las mismas armas Que matas, amén, amén! ¡Ay de mí! mi honor perdí. ¡Ay de mí! mi muerte hallé. JORNADA SEGUNDA. _Jardín de la quinta._ ESCENA PRIMERA. JACINTA Y DON ENRIQUE, _á oscuras_. JACINTA. Llega con silencio. D. ENR. Apénas Los piés en la tierra puse. JACINTA. Este es el jardin, y aquí Pues de la noche le encubre El manto, y pues Don Gutierre Está preso, no hay que dudes, Sino que conseguirás Victorias de amor tan dulces. D. ENR. Si la libertad, Jacinta, Que te prometí, presumes Poco premio á bien tan grande, Pide más, y no te excuses Por cortedad: vida y alma Es bien que por tuyas juzgues. JACINTA. Aquí mi señora siempre Viene, y tiene por costumbre Pasar un poco la noche. D. ENR. Calla, calla, no pronuncies Otra razon, porque temo Que los vientos nos escuchen. JACINTA. Yo, para que tanta ausencia No me indicie ó no me culpe Deste delito, no quiero Faltar de allí. _(Vase.)_ D. ENR. Amor ayude Mi intento. Estas verdes hojas Me escondan y disimulen; Que no seré yo el primero Que á vuestras espaldas hurte Rayos al sol. Acteon Con Dïana me disculpe. _(Vase.)_ ESCENA II. DOÑA MENCÍA, JACINTA, TEODORA, CRIADAS. D.ª MEN. ¡Silvia, Teodora, Jacinta! JACINTA. ¿Qué mandas? D.ª MEN. Que traigas luces, Y venid todas conmigo A divertir pesadumbres De la ausencia de Gutierre, Donde el natural presume Vencer hermosos países Que el arte dibuja y pule.-- Teodora. TEODOR. Señora mia. D.ª MEN. Divierte con voces dulces Esta tristeza. TEODOR. Holgaréme Que de letra y tono gustes. _(Han puesto luz sobre un bufetillo, y siéntase Doña Mencía en unas almohadas. Canta Teodora.)_ _Ruiseñor, que con tu canto Alegras este recinto, No te ausentes tan aprisa, Que me das pena y martirio._ _(Se queda dormida Doña Mencía.)_ JACINTA. No cantes más; que parece Que ya el sueño al alma infunde Sosiego y descanso. Y pues Hallaron sus inquietudes En él sagrado, nosotras No la despertemos. TEODOR. Huye Con silencio la ocasion. JACINTA. _(Ap.)_ Yo lo haré, porque la busque Quien la deseó. ¡Oh criadas, Y cuántas honras ilustres Se han perdido por vosotras! _(Vanse todas las criadas.)_ ESCENA III. DON ENRIQUE.--DOÑA MENCÍA, _dormida_. D. ENR. Sola se quedó. No duden Mis sentidos tanta dicha. Y ya que á esto me dispuse, Pues la ventura me falta, Tiempo y lugar me aseguren.-- ¡Hermosísima Mencía! D.ª MEN. _(Despierta.)_ ¡Válgame Dios! D. ENR. No te asustes. D.ª MEN. ¿Qué es esto? D. ENR. Un atrevimiento, A quien es bien que disculpen Tantos años de esperanza. D.ª MEN. ¿Pues, señor, vos... D. ENR. No te turbes. D.ª MEN. Desta suerte... D. ENR. No te alteres. D.ª MEN. Entrasteis... D. ENR. No te disgustes. D.ª MEN. En mi casa, sin temer Que así á una mujer destruye, Y que así ofende á un vasallo Tan generoso y ilustre? D. ENR. Esto es tomar tu consejo. Tú me aconsejas que escuche Disculpas de aquella dama, Y vengo á que te disculpes Conmigo de mis agravios. D.ª MEN. Es verdad, la culpa tuve; Pero si he de disculparme, Tu Alteza, señor, no dude Que es en órden á mi honor. D. ENR. ¿Que ignoro, acaso presumes, El respeto que les debo A tu sangre y tus costumbres? El achaque de la caza, Que en estos campos dispuse, No fué fatigar la caza, Estorbando que salude A la venida del dia, Sino á tí, garza, que subes Tan remontada, que tocas Por las campañas azules De los palacios del sol Los dorados balaustres. D.ª MEN. Muy bien, señor, vuestra Alteza A las garzas atribuye Esta lucha; pues la garza De tal instinto presume, Que volando hasta los cielos, Rayo de pluma sin lumbre, Ave de fuego con alma, Con instinto alada nube, Pardo cometa sin fuego, Quieren que su intento burlen Azores reales; y áun dicen Que, cuando de todos huye, Conoce al que ha de matarla; Y así ántes que con él luche, El temor la hace que tiemble, Se estremezca y se espeluce. Así yo, viendo á tu Alteza, Quedé muda, absorta estuve, Conocí el riesgo, y temblé, Tuve miedo y horror tuve; Porque mi temor no ignore, Porque mi espanto no dude Que es quien me ha de dar la muerte. D. ENR. Ya llegué á hablarte, ya tuve Ocasion, no he de perderla. D.ª MEN. ¿Cómo esto los cielos sufren? Daré voces. D. ENR. A tí misma Te infamas. D.ª MEN. ¿Cómo no acuden A darme favor las fieras? D. ENR. Porque de enojarme huyen. ESCENA IV. DON GUTIERRE.--DICHOS. D. GUT. _(Dentro.)_ Ten ese estribo, Coquin, Y llama á esa puerta. D.ª MEN. ¡Cielos! No mintieron mis recelos, Llegó de mi vida el fin. Don Gutierre es este, ¡ay Dios! D. ENR. ¡Oh qué infelice nací! D.ª MEN. ¿Qué ha de ser, señor, de mí, Si os halla conmigo á vos? D. ENR. ¿Pues qué he de hacer? D.ª MEN. Retiraros. D. ENR. ¿Yo me tengo de esconder? D.ª MEN. El honor de una mujer A más que esto ha de obligaros. No podeis salir (¡soy muerta!); Que como allá no sabian Mis criadas lo que hacian, Abrieron luego la puerta. Aun salir no podeis ya. D. ENR. ¿Qué haré en tanta confusion? D.ª MEN. Detras de ese pabellon, Que en mi misma cuadra está, Os esconded. D. ENR. No he sabido, Hasta la ocasion presente, Qué es temor. ¡Oh qué valiente Debe de ser un marido! _(Vase.)_ D.ª MEN. Si inocente una mujer, No hay desdicha que no aguarde, ¡Válgame Dios, qué cobarde La culpa debe de ser! ESCENA V. DON GUTIERRE, COQUIN, JACINTA, DOÑA MENCÍA. D. GUT. Mi bien, señora, los brazos Darme una y mil veces puedes. D.ª MEN. Con envidia de estas redes, Que en tan amorosos lazos Están inventando abrazos. D. GUT. No dirás que no he venido A verte. D.ª MEN. Fineza ha sido De amante firme y constante. D. GUT. No dejo de ser amante Yo, mi bien, por ser marido; Que por propia la hermosura No desmerece jamás Las finezas; ántes más Las alienta y asegura, Y así á su riesgo procura Los medios, las ocasiones. D.ª MEN. En obligacion me pones. D. GUT. El alcaide que conmigo Está, es mi deudo y amigo, Y quitándome prisiones Al cuerpo, me las echó Al alma, porque me ha dado Ocasion de haber llegado A tan grande dicha yo, Como es á verte. D.ª MEN. ¿Quién vió Mayor gloria?... D. GUT. Que la mia; Aunque, si bien advertia, Hizo muy poco por mí En dejarme que hasta aquí Viniese; pues si vivia Yo sin alma en la prision Por estar en tí, mi bien, Darme libertad fué bien, Para que en esta ocasion Alma y vida con razon Otra vez se viese unida; Porque estaba dividida, Teniendo prolija calma, En una prision el alma Y en otra prision la vida. D.ª MEN. Dicen que dos instrumentos Conformemente templados, Por los ecos dilatados Comunican los acentos: Tocan el uno, y los vientos Hiere el otro, sin que allí Nadie le toque; y en mí Esta experiencia se viera; Pues si el golpe allá te hiriera, Muriera yo desde aquí. COQUIN. ¿Y no le darás, señora, Tu mano por un momento A un preso de cumplimiento, Pues llora, siente y ignora Por qué siente y por qué llora, Y está su muerte esperando Sin saber por qué ni cuándo? Pero... D.ª MEN. Coquin, ¿qué hay en fin? COQUIN. Fin al principio en Coquin Hay, que eso estoy contando. Mucho el Rey me quiere; pero Si el rigor pasa adelante, Mi amo será muerto andante, Pues irá con escudero. D.ª MEN. _(A D. Gut.)_ Poco regalarte espero, Porque como no aguardaba Huésped, descuidada estaba. Cena os quiero apercibir. D. GUT. Una esclava puede ir. D.ª MEN. Ya, señor, ¿no va una esclava? Yo lo soy, y lo he de ser.-- Jacinta, vénme á ayudar. (_Ap._ En salud me he de curar: Ved, honor, cómo ha de ser, Porque me he de resolver A una temeraria accion.) _(Vanse las dos.)_ ESCENA VI. DON GUTIERRE, COQUIN. D. GUT. Tú, Coquin, á esta ocasion Aquí te queda, y extremos Olvida, y mira que habemos De volver á la prision Antes del dia, y ya falta Poco: aquí puedes quedarte. COQUIN. Yo quisiera aconsejarte Una industria la más alta Que el ingenio humano esmalta: En ella tu vida está. ¡Oh qué industria... D. GUT. Díla ya. COQUIN. Para salir sin lesion Sano y bueno de prision! D. GUT. ¿Cuál es? COQUIN. No volver allá. ¿No estás bueno? ¿No estás sano? Con no volver, claro ha sido Que sano y bueno has salido. D. GUT. ¡Vive Dios, necio, villano, Que te mate por mi mano! ¿Pues tú me has de aconsejar Tan vil accion, sin mirar La confianza que aquí Hizo el alcaide de mí? COQUIN. Señor, yo llego á dudar (Que soy más desconfiado) De la condicion del Rey; Y así el honor de esa ley No se entiende en el criado, Y hoy estoy determinado A dejarte y no volver. D. GUT. ¿Dejarme tú? COQUIN. ¿Qué he de hacer? D. GUT. Y de tí, ¿qué han de decir? COQUIN. ¿Y heme de dejar morir, Por sólo bien parecer? Si el morir, señor, tuviera Descarte ó enmienda alguna, Cosa que, de dos la una, Un hombre hacerla pudiera, Yo probara la primera Por servirte; mas ¿no ves Que rifa la vida es? Entro en ella, vengo y tomo Cartas, y piérdola: ¿cómo Me desquitaré despues? Perdida se quedará, Si la pierdo por tu engaño, Desde aquí á ciento y un año. ESCENA VII. DOÑA MENCIA, _muy alborotada_.--DICHOS. D.ª MEN. Señor, tu favor me da. D. GUT. ¡Válgame Dios! ¿qué será? ¿Qué puede haber sucedido? D.ª MEN. Un hombre... D. GUT. ¡Presto! D.ª MEN. Escondido En mi aposento he encontrado, Encubierto y rebozado. Favor, Gutierre, te pido. D. GUT. ¿Qué dices? ¡Válgame el cielo! Ya es forzoso que me asombre. ¿Embozado en casa un hombre? D.ª MEN. Yo le ví. D. GUT. Todo soy hielo. Toma esa luz. COQUIN. ¿Yo? D. GUT. El recelo Pierde, pues conmigo vas. D.ª MEN. Villano, ¿cobarde estás? Saca tú la espada, y yo Iré.--La luz se cayó. _(Al tomar la luz, la mata disimuladamente.)_ ESCENA VIII. JACINTA Y DON ENRIQUE, _siguiéndola_.--DICHOS. D. GUT. Esto me faltaba más; Pero á obscuras entraré. _(Vase.)_ JACINTA. _(Ap. á Don Enrique.)_ Síguete, señor, por mí. Seguro vas por aquí, Que toda la casa sé. _(Miéntras Don Gutierre ha entrado dentro por una puerta, lleva Jacinta á Don Enrique por otro lado. Vuelve á salir Don Gutierre, y encuentra á Coquin.)_ COQUIN. ¿Donde iré yo? D. GUT. _(Ap.)_ Ya encontré El hombre. COQUIN. Señor, advierte... D. GUT. _(Ap.)_ ¡Vive Dios, que desta suerte, Hasta que sepa quién es, Le he de tener! Que despues Le darán mis manos muerte. COQUIN. Mira que yo... D.ª MEN. _(Ap.)_ ¡Qué rigor! Si es que con él ha encontrado, ¡Ay de mí! _(Vuelve Jacinta con luz.)_ D. GUT. Luz han sacado.-- ¿Quién eres, hombre? COQUIN. Señor, Yo soy. D. GUT. ¡Qué engaño! ¡Qué error! COQUIN. Pues yo ¿no te lo decia? D. GUT. Que me hablabas presumia, Pero no que eras el mismo Que tenía. ¡Oh ciego abismo Del alma y paciencia mia! D.ª MEN. ¿Salió ya, Jacinta? _(Ap. á ella.)_ JACINTA. Sí. D.ª MEN. ¿Cómo esto en tu ausencia pasa? Mira bien toda la casa; Que como saben que aquí No estás, se atreven así Ladrones. D. GUT. A verla voy. Suspiros al cielo doy Que mis sentimientos lleven, Si es que á mi casa se atreven, Por ver que en ella no estoy. _(Vase él y Coquin.)_ ESCENA IX. DOÑA MENCÍA, JACINTA. JACINTA. Grande atrevimiento fué Determinarse, señora, A tan grande accion ahora. D.ª MEN. En ella mi vida hallé. JACINTA. ¿Por qué lo hiciste? D.ª MEN. Porqué Si yo no se lo dijera, Y Gutierre lo sintiera, La presuncion era clara, Pues no se desengañara De que yo cómplice era; Y no fué dificultad En ocasion tan cruel, Haciendo del ladron fiel, Engañar con la verdad. ESCENA X. DON GUTIERRE, _que debajo de la capa trae una daga_.--DOÑA MENCÍA, JACINTA. D. GUT. _(A Doña Mencía.)_ ¿Qué ilusion, qué vanidad Desta suerte te burló? Toda la casa vi yo; Pero en ella no encontré Sombra de que verdad fué Lo que á tí te pareció. (_Ap._ Mas engáñome ¡ay de mí! Que esta daga que hallé ¡cielos! Con sospechas y recelos Previene mi muerte en sí. Mas no es esto para aquí.) Mi bien, mi esposa, Mencía, Ya la noche en sombra fria Su manto va recogiendo, Y cobardemente huyendo De la hermosa luz del dia. Mucho siento, claro está, El dejarte en esta parte, Por dejarte, y por dejarte Con este temor; mas ya Es hora. D.ª MEN. Los brazos da A quien te adora. D. GUT. El favor Estimo. _(Al ir á abrazarle Doña Mencía, ve la daga.)_ D.ª MEN. ¡Tente, señor! ¿Tú la daga para mí? En mi vida te ofendí, Deten la mano al rigor, Deten... D. GUT. ¿De qué estás turbada, Mi bien, mi esposa, Mencía? D.ª MEN. Al verte así presumia Que ya en mi sangre bañada, Hoy moria desangrada. D. GUT. Como á ver la casa entré, Así esta daga saqué. D.ª MEN. Toda soy una ilusion. D. GUT. ¡Jesus, qué imaginacion! D.ª MEN. En mi vida te he ofendido. D. GUT. ¡Qué necia disculpa ha sido! Pero suele una aprension Tales miedos prevenir. D.ª MEN. Mis tristezas, mis enojos, Vanas quimeras y antojos, Suelen mi engaño fingir. D. GUT. Si yo pudiere venir, Vendré á la noche, y adios. D.ª MEN. Él vaya, señor, con vos.-- (_Ap._ ¡Oh qué asombros! ¡Oh qué extremos!) D. GUT. _(Ap.)_ ¡Ay honor, mucho tenemos Que hablar á solas los dos! _(Vanse.)_ * * * * * _Cámara real en el Alcázar._ ESCENA XI. DON DIEGO Y EL REY _con broquel y capa de color, y miéntras habla, se muda en traje de negro_. REY. Ten, Don Diego, esa rodela. D. DIEGO. Tarde vienes á acostarte. REY. Toda la noche rondé De aquesta ciudad las calles, Que quiero saber así Sucesos y novedades De Sevilla, que es lugar Donde cada noche salen Cuentos nuevos; y deseo Desta manera informarme De todo, para saber Lo que convenga. D. DIEGO. Bien haces, Que el rey debe ser un Argos En su reino, vigilante: El emblema de aquel cetro Con dos ojos lo declare. Mas ¿qué vió tu Majestad? REY. Ví recatados galanes, Damas desveladas ví, Músicas, fiestas y bailes, Muchos garitos, de quien Eran siempre voces grandes La tablilla, que decia: «Aquí hay juego, caminante.» Ví valientes infinitos: Y no hay cosa que me canse Tanto como ver valientes, Y que por oficio pase Ser uno valiente aquí. Mas porque no se me alaben Que no doy exámen yo A oficio tan importante, A una tropa de valientes Probé solo en una calle. D. DIEGO. Mal hizo tu Majestad. REY. Antes bien, pues con su sangre Llevaron iluminada... D. DIEGO. ¿Qué? REY. La carta del exámen. ESCENA XII. COQUIN.--DICHOS. COQUIN. _(Ap.)_ No quise entrar en la torre Con mi amo, por quedarme A saber lo que se dice De su prision. Pero ¡tate! (Que es un pero muy honrado Del celebrado linaje De los tates de Castilla), Porque el Rey esta delante. REY. Coquin. COQUIN. Señor. REY. ¿Cómo va? COQUIN. Responderé á lo estudiante. REY. ¿Cómo? COQUIN. _De corpore bene_, Pero _de pecuniis male_. REY. Decid algo, pues sabeis, Coquin, que como me agrade, Teneis aquí cien escudos. COQUIN. Fuera hacer tú aquesta tarde El papel de una comedia Que se intitula: _El Rey Angel_. Pero con todo eso traigo Hoy un cuento que contarte, Que remata en epigrama. REY. Si es vuestra, será elegante. Vaya el cuento. COQUIN. Yo ví ayer De la cama levantarse Un capon con bigotera. ¿No te ries de pensarle Curándose sobre sano Con tan vagamundo parche? A esto un epigrama hice. (No te pido, Pedro el Grande, Casas ni viñas; que solo Risa pido: en este guante Dad vuestra bendita risa A un gracioso vergonzante.) «Floro, casa muy desierta La tuya debe de ser, Porque eso nos da á entender La cédula de la puerta: Donde no hay carta, ¿hay cubierta? ¿Cáscara sin fruta? No, No pierdas tiempo; que yo, Esperando los provechos, He visto labrar barbechos, Mas barbi-deshechos no.» REY. ¡Qué frialdad! COQUIN. No es más caliente. ESCENA XIII. DON ENRIQUE.--DICHOS. D. ENR. Dadme vuestra mano. REY. Infante, ¿Cómo estais? D. ENR. Tengo salud, Contento de que se halle Vuestra Majestad con ella; Y esto, señor, á una parte: Don Arias... REY. Don Arias es Vuestra privanza: sacadle De la prision, y haced vos, Enrique, esas amistades, Que á vos os deben las vidas. D. ENR. La tuya los cielos guarden, Y heredero de tí mismo, Apuestes eternidades Con el tiempo. _(Vase el Rey.)_ ESCENA XIV. DON ENRIQUE, DON DIEGO, COQUIN. D. ENR. Iréis, Don Diego, A la torre, y al Alcaide Le diréis que traiga aquí Los dos presos. (_Ap._ ¡Cielos! dadme _(Vase Don Diego.)_ Paciencia en tales desdichas Y prudencia en tantos males.) Coquin, ¿tú estabas aquí? COQUIN. Y más me valiera en Flándes. D. ENR. ¿Cómo? COQUIN. Es el Rey un prodigio De todos los animales. D. ENR. ¿Por qué? COQUIN. La naturaleza Permite que el toro brame, Ruja el leon, muja el buey, El asno rebuzne, el ave Cante, el caballo relinche, Ladre el perro, el gato maye, Aulle el lobo, el lechon gruña, Y sólo permitió darle Risa al hombre, y Aristóteles Risible animal le hace Por difinicion perfecta; Y el Rey, contra el órden y arte, No quiere reirse. Déme El cielo para sacarle Risa, todas las tenazas Del buen gusto y del donaire. _(Vase.)_ ESCENA XV. DON GUTIERRE, DON ARIAS, DON DIEGO.--DON ENRIQUE. D. DIEGO. Ya, señor, están aquí Los presos. D. GUT. Dános tus plantas. D. ARIAS. Hoy al cielo nos levantas. D. ENR. El Rey mi señor de mí (Porque humilde le pedí Vuestras vidas este dia) Estas amistades fía. D. GUT. El honrar es dado á vos.-- _(Coteja la daga que se halló, con la espada del Infante.)_ (_Ap._ ¿Qué es esto que miro? ¡Ay Dios!) D. ENR. Las manos os dad. D. ARIAS. La mia Es esta. D. GUT. Y estos mis brazos, Cuyo lazo y nudo fuerte No desatará la muerte, Sin que los haga pedazos. D. ARIAS. Confirmen estos abrazos Firme amistad desde aquí. D. ENR. Esto queda bien así. Entrambos sois caballeros, En acudir los primeros A su obligacion; y así Está bien el ser amigo Uno y otro; y quien pensare Que no queda bien, repare En que ha de reñir conmigo. D. GUT. A cumplir, señor, me obligo Las amistades que juro: Obedeceros procuro, Y pienso que me honraréis Tanto, que de mi crêréis Lo que de mí estais seguro. Sois fuerte enemigo vos, Y cuando lealtad no fuera, Por temor no me atreviera A romperlas, vive Dios. Vos y yo para otros dos: Me estuviera á mí muy bien Mostrar entónces tambien Que sé cumplir lo que digo; Mas con vos por enemigo, ¿Quién ha de atreverse? ¿quién? Tanto enojaros temiera El alma cuerda y prudente, Que á miraros solamente Tal vez áun no me atreviera; Y si en ocasion me viera De probar vuestros aceros, Cuando yo sin conoceros A tal extremo llegara, Que se muriera estimara La luz del sol por no veros. D. ENR. (_Ap._ De sus quejas y suspiros Grandes sospechas prevengo) Venid conmigo, que tengo Muchas cosas que deciros, Don Arias. D. ARIAS. Iré á serviros. _(Vanse Don Enrique, Don Diego y Don Arias.)_ ESCENA XVI. DON GUTIERRE. Nada Enrique respondió; Sin duda se convenció De mi razon. ¡Ay de mí! ¿Podré ya quejarme? Sí; Pero consolarme, no. Ya estoy solo, ya bien puedo Hablar. ¡Ay Dios! ¡quién pudiera Reducir solo á un discurso, Medir con sola una idea Tantos géneros de agravios, Tantos linajes de penas Como cobardes me asaltan, Como atrevidos me cercan! ¡Ahora, ahora, valor, Salga repetido en quejas, Salga en lágrimas en vuelto El corazon á las puertas Del alma, que son los ojos! Y en ocasion como esta, Bien podeis, ojos, llorar: No lo dejeis de vergüenza. ¡Ahora, valor, ahora Es tiempo de que se vea Que sabeis medir iguales El valor y la prudencia! Pero cese el sentimiento, Y á fuerza de honor, y á fuerza De valor, áun no me dé Para quejarme licencia; Porque adula sus penas El que pide á la voz justicia dellas. Pero vengamos al caso, Quizá hallarémos respuesta. ¡Oh, ruego á Dios que la haya! ¡Oh, plegue á Dios que la tenga!-- Anoche llegué á mí casa, Es verdad; pero las puertas Me abrieron luego, y mi esposa Estaba segura y quieta. En cuanto á que me avisaron De que estaba un hombre en ella, Tengo disculpa en que fué La que me avisó ella mesma. En cuanto á que se mató La luz, ¿qué testigo prueba Aquí que no pudo ser Un caso de contigencia? En cuanto á que hallé esta daga, Hay criados de quien pueda Ser. En cuanto (¡ay dolor mio!) Que con la espada convenga Del Infante, puede ser Otra espada como ella; Que no es labor tan extraña, Que no hay mil que la parezcan. Y apurando más el caso, Confieso (¡ay de mí!) que sea Del Infante, y más confieso, Que estaba allí, aunque no fuera Posible dejar de verle; Mas siéndolo, ¿no pudiera No estar culpada Mencía? Que el oro es llave maestra, Que las guardas de criadas Por instantes nos falsea. ¡Oh! ¡cuánto me estimo haber Hallado esta sutileza! Y así acortemos discursos, Pues todos juntos se cierran En que Mencía es quien es, Y soy quien soy. No hay quien pueda Borrar de tanto esplendor La hermosura y la pureza.-- Pero sí puede, mal digo; Que al sol una nube negra, Si no le mancha, le turba, Si no le eclipsa, le hiela. ¿Qué injusta ley condena, Que muera el inocente y que perezca? A peligro estais, honor, No hay hora en vos que no sea Crítica, en vuestro sepulcro Vivís, puesto que os alienta La mujer, en ella estais Pisando siempre la huesa. Yo os he de curar, honor, Y pues al principio muestra Este primero accidente Tan grave peligro, sea La primera medicina Cerrar al daño las puertas, Atajar al mal los pasos. Y así es receta y ordena _El Médico de su honra_ Primeramente la dieta Del silencio, que es guardar La boca, tener paciencia: Luégo dice que apliqueis A vuestra mujer finezas, Agrados, gustos, amores, Lisonjas, que son las fuerzas Defensibles, porque el mal Con el despego no crezca; Que sentimientos, disgustos, Celos, agravios, sospechas Con la mujer, y más propia, Aun más que sanan, enferman. Esta noche iré á mi casa, De secreto entraré en ella Por ver qué malicia tiene El mal; y hasta apurar ésta, Disimularé, si puedo, Esta desdicha, esta pena, Este rigor, este agravio, Este dolor, esta ofensa, Este asombro, este delirio, Este cuidado, esta afrenta, Estos celos... ¿Celos dije? ¡Qué mal hice! Vuelva, vuelva Al pecho la voz. Mas no, Que si es ponzoña que engendra Mi pecho, si no me dió La muerte (¡ay de mí!) al verterla, Al volverla á mí podrá; Que de la víbora cuentan Que la mata su ponzoña, Si fuera de sí la encuentra. ¿Celos dije? ¿Celos dije? Pues basta; que cuando llega Un marido á saber que hay Celos, faltará la ciencia; Y es la cura postrera Que el médico de honor hacer intenta. _(Vase.)_ ESCENA XVII. DON ARIAS, DOÑA LEONOR. D. ARIAS. No penseis, bella Leonor, Que el no haberos visto fué Porque negar intenté Las deudas que á vuestro honor Tengo; y acrêdor á quien Tanta deuda se previene, El deudor buscando viene, No á pagar, porque no es bien Que necio y loco presuma Que pueda jamás llegar A satisfacer y dar Cantidad que fué tan suma; Pero en fin, ya que no pago, Que soy el deudor confieso: No os vuelvo el rostro, y con eso La obligacion satisfago. D.ª LEON. Señor Don Arias, yo he sido La que obligada de vos, En las cuentas de los dos Más interes ha tenido. Confieso que me quitasteis Un esposo á quien queria; Mas quizás la suerte mia Por ventura mejorasteis; Pues es mejor que sin vida, Sin opinion, sin honor Viva, que no sin amor, De un marido aborrecida. Yo tuve la culpa, yo La pena siento, y así Solo me quejo de mí Y de mi estrella. D. ARIAS. Eso no: Quitarme, Leonor hermosa, La culpa, es querer negar A mis deseos lugar; Pues si mi pena amorosa Os significo, ella diga En cifra sucinta y breve Que es vuestro amor quien me mueve, Mi deseo quien me obliga A deciros, que pues fuí Causa de penas tan tristes, Si esposo por mí perdistes, Tengais esposo por mí. D.ª LEON. Señor Don Arias, estimo, Como es razon, la eleccion; Y aunque con tanta razon Dentro del alma la imprimo, Licencia me habeis de dar De responderos tambien Que no puede estarme bien, No, señor, porque á ganar No llegaba yo infinito; Sino porque si vos fuisteis Quien á Gutierre le dísteis De un mal formado delito La ocasion, y ahora viera Que me casaba con vos, Fácilmente entre los dos De aquella sospecha hiciera Evidencia; y disculpado, Con demostracion tan clara, Con todo el mundo quedara De haberme á mí despreciado. Y yo estimo de manera El quejarme con razon, Que no he de darle ocasion A la disculpa primera; Porque, si en un lance tal Le culpan cuantos le ven, No han de pensar que hizo bien Quien yo pienso que hizo mal. D. ARIAS. Frívola respuesta ha sido La vuestra, bella Leonor; Pues cuando de antiguo amor Os hubiera convencido La experiencia, ella tambien Disculpa en la enmienda os da. ¿Cuánto peor os estará Que tenga por cierto, quien Le imaginó, vuestro agravio, Y no le constó despues La satisfaccion? D.ª LEON. No es Amante prudente y sabio, Don Arias, quien aconseja Lo que en mi daño se ve. Pues si agravio entónces fué, No por eso ahora deja De ser agravio tambien; Y peor, cuanto haber sido De imaginado á creido. Y á vos no os estará bien Tampoco. D. ARIAS. Como yo sé La inocencia de ese pecho En la ocasion, satisfecho Siempre de vos estaré. En mi vida he conocido Galan necio, escrupuloso Y con extremo celoso, Que en llegando á ser marido, No le castiguen los cielos. Gutierre pudiera bien Decirlo, Leonor; pues quien Levantó tantos desvelos De un hombre en la ajena casa, Extremos pudiera hacer Mayores, pues llega á ver Lo que en la propia le pasa. D.ª LEON. Señor Don Arias, no quiero Escuchar lo que decís, Que os engañais, y mentís. Don Gutierre es caballero Que en todas las ocasiones Con obrar y con decir Sabrá, vive Dios, cumplir Muy bien sus obligaciones; Y es hombre cuya cuchilla, O cuyo consejo sabio, Sabrá no sufrir su agravio Ni á un infante de Castilla. Si pensais vos que con eso Mis enojos adulais, Muy mal, Don Arias, pensais: Y si la verdad confieso, Mucho perdisteis conmigo; Pues si fuerais noble vos, No hablárades, vive Dios, Así de vuestro enemigo. Y yo, aunque ofendida estoy, Y aunque la muerte le diera Con mis manos si pudiera, No le murmurara hoy En el honor, desleal. Sabed, Don Arias, que quien Una vez le quiso bien, No se vengará en su mal. _(Vase.)_ D. ARIAS. No supe qué responder. Muy grande ha sido mi error, Pues en escuelas de honor Arguyendo una mujer Me convence. Iré al Infante, Y humilde le rogaré Que de estos cuidados dé Parte ya de aquí adelante A otro; y porque no lo yerre, Ya que el dia va á morir, Me ha de matar, ó no he de ir En casa de Don Gutierre. _(Vase.)_ * * * * * _Jardin._ ESCENA XVIII. DON GUTIERRE, _que sale como saltando unas tapias_.--DOÑA MENCIA, _durmiendo_. D. GUT. En el mudo silencio De la noche, que adoro y reverencio, Por sombra aborrecida, Como sepulcro de la humana vida, De secreto he venido Hasta mi casa, sin haber querido Avisar á Mencía De que ya libertad del Rey tenía, Para que descuidada Estuviese (¡ay de mí!) desta jornada. Médico de mi honra Me llamo, pues procuro mi deshonra Curar; y así he venido A visitar mi enfermo á hora que ha sido De ayer la misma, (¡cielos!) A ver si el accidente de mis celos A su tiempo repite: El dolor mis intentos facilite. Las tapias de la huerta Salté, porque no quise por la puerta Entrar. ¡Ay Dios! ¡qué introducido engaño Es en el mundo, no querer su daño Examinar un hombre, Sin que el recelo ni el temor le asombre! Dice mal quien lo dice; Que no es posible, no, que un infelice No llore sus desvelos: Mintió quien dijo que calló con celos, O confiéseme aquí que no los siente; Mas ¡sentir y callar! otra vez miente. Este es el sitio donde Suele de noche estar: áun no responde El eco entre estos ramos. Vamos pasito, honor, que ya llegamos; Que en estas ocasiones Tienen los celos pasos de ladrones.-- _(Ve á Doña Mencía.)_ ¡Ay, hermosa Mencía, Qué mal tratas mi amor y la fe mia! Volverme otra vez quiero. Bueno he hallado mi honor, hacer no quiero Por ahora otra cura, Pues la salud en él está segura. Pero ¿ni una criada La acompaña? ¿Si acaso retirada Aguarda?...--¡Oh pensamiento Injusto! ¡oh vil temor! ¡oh infame aliento! Ya con esta sospecha No he de volverme; y pues que no aprovecha Tan grave desengaño, Apuremos de todo en todo el daño. Mato la luz, y llego, _(Apaga la luz.)_ Sin luz y sin razon, dos veces ciego; Pues bien encubrir puedo El metal de la voz, hablando quedo.-- ¡Mencía! _(Despiértala.)_ D.ª MEN. ¡Ay Dios! ¿qué es esto? D. GUT. No des voces. D.ª MEN. ¿Quién es? D. GUT. Mi bien, yo soy: ¿no me conoces? D.ª MEN. Sí, señor; que no fuera Otro tan atrevido... D. GUT. _(Ap.)_ Ella me ha conocido. D.ª MEN. Que así hasta aquí viniera. ¿Quién hasta aquí llegara, Que no fuérades vos, que no dejara En mis manos la vida, Con valor y con honra defendida? D. GUT. (_Ap._ ¡Qué dulce desengaño! ¡Bien haya, amén, el que apuró su daño!) Mencía, no te espantes de haber visto Tal extremo. D.ª MEN. ¡Qué mal, temor, resisto El sentimiento! D. GUT. Mucha razon tiene Tu valor. D.ª MEN. ¿Qué disculpa me previene... D. GUT. Ninguna. D.ª MEN. De venir así tu Alteza? D. GUT. _(Ap.)_ ¡Tu Alteza! No es conmigo. ¡Ay Dios! ¡qué escucho! Con nuevas dudas lucho. ¡Qué pesar! ¡qué desdicha! ¡qué tristeza! D.ª MEN. ¿Segunda vez pretende ver mi muerte? ¿Piensa que cada noche... D. GUT. _(Ap.)_ ¡Oh trance fuerte! D.ª MEN. Puede esconderse... D. GUT. _(Ap.)_ ¡Cielos! D.ª MEN. Y matando la luz... D. GUT. _(Ap.)_ ¡Matadme, celos! D.ª MEN. Salir á riesgo mio Delante de Gutierre? D. GUT. _(Ap.)_ Desconfío De mí, pues que dilato Morir, y con mi aliento no la mato. El venir no ha extrañado El Infante, ni dél se ha recatado; Sino sólo ha sentido Que en ocasion se ponga (¡estoy perdido!) De que otra vez se esconda. ¡Mi venganza á mi agravio corresponda! D.ª MEN. Señor, vuélvase luégo. D. GUT. _(Ap.)_ ¡Hay Dios! todo soy rabia, todo fuego. D.ª MEN. Tu Alteza así otra vez no llegue á verse. D. GUT. ¿Quién por eso no más ha de volverse? D.ª MEN. Mirad que es hora que Gutierre venga. D. GUT. (_Ap._ ¿Habrá en el mundo quien paciencia tenga? Sí, si prudente alcanza Oportuna ocasion á su venganza.) No vendrá, yo le dejo Entretenido; y guárdame un amigo Las espaldas el tiempo que conmigo Estais: él no vendrá, yo estoy seguro. ESCENA XIX. JACINTA.--DICHOS. JACINTA. _(Ap.)_ Temerosa procuro Ver quién hablaba aquí. D.ª MEN. Gente he sentido. D. GUT. ¿Qué haré? D.ª MEN. ¿Qué? Retirarte, No á mi aposento, sino á otra parte. _(Retírase Don Gutierre al paño.)_ ¡Hola! JACINTA. Señora... D.ª MEN. El aire que corria Entre esos ramos, miéntras yo dormia, La luz ha muerto: luego Traed luces. _(Vase Jacinta.)_ D. GUT. (_Ap._ Encendidas en mi fuego. Si aquí estoy escondido, Han de verme, y de todos conocido, Podrá saber Mencía Que he llegado á entender la pena mia. Y porque no lo entienda, Y dos veces ofenda, Una con tal intento, Y otra pensando que lo sé y consiento, Dilatando su muerte, He de hacer la deshecha desta suerte.) _(Entrase, y dice en voz alta.)_ ¡Hola! ¿Cómo está aquí desta manera? D.ª MEN. Este es Gutierre: otra desdicha espera Mi espíritu cobarde. D. GUT. ¡No han encendido luces, y es tan tarde! _(Sale Jacinta con luz, y Don Gutierre por otra puerta de donde se escondió.)_ JACINTA. Ya la luz está aquí. D. GUT. ¡Bella Mencía! D.ª MEN. ¡Oh mi esposo, mi bien y gloria mia! D. GUT. _(Ap.)_ ¡Qué fingidos extremos! Mas, alma y corazon, disimulemos. D.ª MEN. Señor, ¿por dónde entrasteis? D. GUT. De esa huerta. Con la llave que tengo, abrí la puerta. Mi esposa, mi señora, ¿En qué te entretenías? D.ª MEN. Vine ahora A este jardin, y entre estas fuentes puras Me dejó el aire á obscuras. D. GUT. No me espanto, bien mio; Que el aire que mató la luz, tan frio Corre, que es un aliento Respirado del céfiro violento, Y que no sólo advierte Muerte á las luces, á las vidas muerte, Y pudieras dormida A sus soplos perder tambien la vida. D.ª MEN. Entenderte pretendo, Y aunque más lo procuro, no te entiendo. D. GUT. ¿No has visto ardiente llama Perder la luz al aire que la hiere, Y que á este tiempo de otra luz inflama La pavesa? Una vive y otra muere A solo un soplo. Así, desta manera, La lengua de los vientos lisonjera Matarte la luz pudo, Y darme luz á mí. D.ª MEN. (_Ap._ El sentido dudo.) Parece que celoso Hablas en dos sentidos. D. GUT. (_Ap._ Riguroso Es el dolor de agravios; Mas con celos ningunos fueron sabios.) ¡Celoso! ¿Sabes tú lo que son celos? Que yo no sé qué son ¡viven los cielos! Porque si lo supiera, Y celos... D.ª MEN. _(Ap.)_ ¡Ay de mí! D. GUT. Llegar pudiera A tener... ¿qué son celos? Atomos, ilusiones y desvelos, No más que de una esclava, una criada, Por sombra imaginada, Con hechos inhumanos A pedazos sacara con mis manos El corazon, y luégo Envuelto en sangre, desatado en fuego, El corazon comiera A bocados, la sangre me bebiera, El alma le sacara, Y el alma ¡vive Dios! despedazara, Si capaz de dolor el alma fuera. Pero ¿cómo hablo yo desta manera? D.ª MEN. Temor al alma ofreces. D. GUT. ¡Jesus, Jesus mil veces! Mi bien, mi esposa, cielo, gloria mia, Ah mi dueño, ah Mencía, Perdona, por tus ojos, Esta descompostura, estos enojos; Que tanto un fingimiento Fuera de mí llevó mi pensamiento: Y véte por tu vida; que prometo Que te miro con miedo y con respeto, Corrido deste exceso. ¡Jesus! No estuve en mí, no tuve seso. D.ª MEN. _(Ap.)_ Miedo, espanto, temor y horror tan fuerte Parasismos han sido de mi muerte. D. GUT. _(Ap.)_ Pues médico me llamo de mi honra, Yo cubriré con tierra mi deshonra. JORNADA TERCERA. _Alcázar de Sevilla._ ESCENA PRIMERA. EL REY, DON GUTIERRE, Y TODO EL ACOMPAÑAMIENTO. D. GUT. Pedro, á quien el indio polo Coronar de luz espera, Hablarte á solas quisiera. REY. Idos todos.--Ya estoy solo. _(Vase el acompañamiento.)_ D. GUT. Pues á tí, español Apolo, A tí, castellano Atlante, En cuyos hombros constante Se ve durar y vivir Todo un orbe de zafir, Todo un globo de diamante: A tí pues rindo en despojos La vida, mal defendida De tantas penas, si es vida Vida con tantos enojos. No te espantes que los ojos Tambien se quejen, señor. Que dicen que amor y honor Pueden, sin que á nadie asombre, Permitir que llore un hombre; Y yo tengo honor y amor. Honor, que siempre he guardado Como noble y bien nacido, Y amor, que siempre he tenido Como esposo enamorado: Adquirido y heredado Uno y otro en mí se ve, Hasta que tirana fué La nube que turbar osa Tanto esplendor en mi esposa, Y tanto lustre en mi fe. No sé cómo signifique Mi pena... Turbado estoy... Y más cuando á decir voy Que fué vuestro hermano Enrique Contra quien pido se aplique Desta justicia el rigor: No porque sepa, señor, Que el poder mi honor contrasta; Pero imaginarlo basta Quien sabe que tiene honor. La vida de vos espero De mi honra: así la curo Con prevencion, y procuro Que esta la sane primero; Porque si en rigor tan fiero Malicia en el mal hubiera, Junta de agravios hiciera, A mi honor desahuciara, Con la sangre le lavara, Con la tierra le cubriera.-- No os turbeis: con sangre digo Solamente de mi pecho; Que Enrique, estad satisfecho, Está seguro conmigo. Y para esto hable un testigo: Esta daga, esta brillante Lengua de acero elegante, Suya fué; ved este dia Si está seguro, pues fía De mí su daga el Infante. REY. Don Gutierre, bien está; Y quien de tan invencible Honor corona las sienes, Que con los rayos compiten Del sol, satisfecho viva De que su honor... D. GUT. No me obligue Vuestra Majestad, señor, A que piense que imagine Que yo he menester consuelos Que mi opinion acrediten. ¡Vive Dios, que tengo esposa Tan honesta, casta y firme, Que deja atras las romanas Lucrecia y Porcia, y Tomiris! Esta ha sido prevencion Solamente. REY. Pues decidme: Para tantas prevenciones, Gutierre, ¿qué es lo que visteis? D. GUT. Nada: que hombres como yo No ven; basta que imaginen, Que sospechen, que prevengan, Que recelen, que adivinen, Que... No sé cómo lo diga; Que no hay voz que signifique Una cosa, que áun no sea Un átomo indivisible. Solo á vuestra Majestad Di parte, para que evite El daño que no hay; porque Si le hubiera, de mí fíe Que yo le diera el remedio En vez, señor, de pedirle. REY. Pues ya que de vuestro honor Médico os llamais, decidme, Don Gutierre, ¿qué remedios Antes del último hicisteis? D. GUT. No pedí á mi mujer celos, Y desde entónces la quise Más: vivia en una quinta Deleitosa y apacible; Y para que no estuviera En las soledades triste, Traje á Sevilla mi casa, Y á vivir en ella vine, Adonde todo lo goza Sin que nada á nadie envidie; Porque malos tratamientos Son para maridos viles Que pierden á sus agravios El miedo, cuando los dicen. REY. El Infante viene allí, Y si aquí os ve, no es posible Que deje de conocer Las quejas que dél me disteis. Mas acuérdome que un dia Me dieron con voces tristes Quejas de vos, y yo entónces Detras de aquellos tapices Escondí á quien se quejaba; Y en el mismo caso pide El daño el propio remedio, Pues al reves lo repite. Y así quiero hacer con vos Lo mismo que entónces hice; Pero con un órden más, Y es que nada aquí os obligue A descubriros. Callad A cuanto viereis. D. GUT. Humilde Estoy, señor, á tus piés. Seré el pájaro que fingen Con una piedra en la boca. _(Escóndese.)_ ESCENA II. DON ENRIQUE.--EL REY; DON GUTIERRE, _oculto_. REY. Vengais norabuena, Enrique, Aunque mala habrá de ser, Pues me hallais... D. ENR. ¡Ay de mí triste! REY. Enojado. D. ENR. ¿Pues, señor, Con quién lo estais, que os obligue? REY. Con vos, Infante, con vos. D. ENR. Será mi vida infelice. Si enojado tengo al sol, Veré mi mortal eclipse. REY. ¿Vos, Enrique, no sabeis Que más de un acero tiñe El agravio en sangre real? D. ENR. ¿Pues por quién, señor, lo dice Vuestra Majestad? REY. Por vos Lo digo, por vos, Enrique. El honor es reservado Lugar, donde el alma asiste. Yo no soy Rey de las almas: Harto en esto sólo os dije. D. ENR. No os entiendo. REY. Si á la enmienda Vuestro amor no se apercibe, Dejando vanos intentos De bellezas imposibles, Donde el alma de un vasallo Con ley soberana vive, Podrá ser de mi justicia Que áun mi sangre no se libre. D. ENR. Señor, aunque tu precepto Es ley que tu lengua imprime En mi corazon, y en él Como en el bronce se escribe, Escucha disculpas mias; Que no será bien que olvides Que con iguales orejas Ambas partes han de oirse. Yo, señor, quise á una dama (Que ya sé por quién lo dices, Si bien, con poca ocasion): En efecto, yo la quise Tanto... REY. ¿Qué importa, si ella Es beldad tan imposible...? D. ENR. Es verdad, pero... REY. Callad. D. ENR. Pues, señor, ¿no me permites Disculparme? REY. No hay disculpa; Que es belleza que no admite Objecion. D. ENR. Es cierto, pero El tiempo todo lo rinde, El amor todo lo puede. REY. (_Ap._ ¡Válgame Dios! ¡qué mal hice En esconder á Gutierre!) Callad, callad. D. ENR. No te incites Tanto contra mí, ignorando La causa que á esto me obligue. REY. Yo lo sé todo muy bien. (_Ap._ ¡Oh qué lance tan terrible!) D. ENR. Pues yo, señor, he de hablar: En fin, doncella la quise. ¿Quién, decid, agravia á quién? ¿Yo á un vasallo... D. GUT. _(Ap.)_ ¡Ay infelice! D. ENR. Que ántes que fuese su esposa, Fué?... REY. No teneis qué decirme. Callad, callad, que ya sé Que por disculpa fingisteis Tal quimera. Infante, Infante, Vamos mediando los fines. ¿Conoceis aquesta daga? D. ENR. Sin ella á palacio vine Una noche. REY. ¿Y no sabeis Dónde la daga perdisteis? D. ENR. No, señor. REY. Yo sí, pues fué Adonde fuera posible Mancharse con sangre vuestra, A no ser el que la rige Tan notable y leal vasallo. ¿No veis que venganza pide El hombre que áun ofendido, El pecho y las armas rinde? ¿Veis este puñal dorado? Jeroglífico es que dice Vuestro delito: á quejarse Viene de vos, y he de oirle. Tomad su acero, y en él Os mirad: veréis, Enrique, Vuestros defectos. D. ENR. Señor, Considera que me riñes Tan severo, que turbado... REY. Toma la daga.--¿Qué hiciste, _(Dale la daga, y al tomarla, turbado el Infante corta al Rey en la mano.)_ Traidor? D. ENR. ¿Yo? REY. ¿Desta manera Tu acero en mi sangre tiñes? ¿Tú la daga que te di, Hoy contra mi pecho esgrimes? ¿Tú me quieres dar la muerte? D. ENR. Mira, señor, lo que dices; Que yo turbado... REY. ¿Tú á mí Te atreves? ¡Enrique, Enrique! Deten el puñal, ya muero. D. ENR. ¡Hay confusiones más tristes! Mejor es volver la espalda, Y áun ausentarme y partirme Donde en mi vida te vea, _(Cáesele la daga.)_ Porque de mí no imagines Que puedo verter tu sangre Yo ¡mil veces infelice! _(Vase.)_ REY. ¡Válgame el cielo! ¿qué es esto? ¡Oh qué aprension insufrible! Bañado me vi en mi sangre, Muerto estuve. ¿Qué infelice Imaginacion me cerca, Que con espantos horribles Y con helados temores El pecho y el alma oprime? Ruego á Dios que estos principios No lleguen á tales fines, Que con diluvios de sangre El mundo se escandalice. _(Vase.)_ ESCENA III. DON GUTIERRE. ¡Todo es prodigios el dia! Con asombros tan terribles, De que yo estaba escondido No es mucho que el Rey se olvide. ¡Válgame Dios! ¿qué escuché? Mas ¿para qué lo repite La lengua, cuando mi agravio Con mi desdicha se mide? Arranquemos de una vez De tanto mal las raíces. Muera Mencía, su sangre Bañe el pecho donde asiste; Y pues aqueste puñal Hoy segunda vez me rinde El Infante, con él muera. _(Levanta la daga.)_ Mas no es bien que lo publique; Porque si sé que el secreto Altas victorias consigue, Y que agravio que es oculto Oculta venganza pide, Muera Mencía de suerte Que ninguno lo imagine. Pero ántes que llegue á esto, La vida el cielo me quite, Porque no vea tragedias De un amor tan infelice. ¿Para cuándo, para cuándo Esos azules viriles Guardan un rayo? ¿No es tiempo De que sus puntas se vibren, Preciando de tan piadosos? ¿No hay, claros cielos, decidme, Para un desdichado muerte? ¿No hay un rayo para un triste? _(Vase.)_ * * * * * _Sala en la casa de Don Gutierre, en Sevilla._ ESCENA IV. DOÑA MENCÍA, JACINTA. JACINTA. Señora, ¿qué tristeza Turba la admiracion á tu belleza, Que la noche y el dia No haces sino llorar? D.ª MEN. La pena mia No se rinde á razones. En una confusion de confusiones, Ni medidas, ni cuerdas, Desde la noche triste, si te acuerdas, Que viviendo en la quinta, Te dije que conmigo habia, Jacinta, Hablado Don Enrique (No sé cómo mi mal te signifique), Y tú despues dijiste que no era Posible, porque afuera A aquella misma hora que yo digo, El Infante tambien habló contigo, Estoy triste y dudosa, Confusa, divertida y temerosa, Pensando que no fuese Gutierre quien conmigo habló. JACINTA. ¿Pues ese Es engaño que pudo Suceder? D.ª MEN. Sí, Jacinta, que no dudo Que de noche, y hablando Quedo, y yo tan turbada, imaginando En él mismo, vendría, Bien tal engaño suceder podria. Con esto el verle agora Conmigo alegre, y que consigo llora (Porque al fin los enojos, Que son grandes amigos de los ojos, No les encubren nada), Me tiene en tantas penas anegada. ESCENA V. COQUIN.--DICHAS. COQUIN. Señora. D.ª MEN. ¿Qué hay de nuevo? COQUIN. Apénas á contártelo me atrevo. Don Enrique, el Infante... D.ª MEN. Tente, Coquin, no pases adelante, Que su nombre no más me causa espanto. Tanto le temo, ó le aborrezco tanto. COQUIN. No es de amor el suceso, Y por eso lo digo. D.ª MEN. Y yo por eso Lo escucharé. COQUIN. El infante Que fué, señora, tu imposible amante, Con Don Pedro su hermano Hoy un lance ha tenido. Pero en vano Contártele pretendo, Por no saberle bien, ó porque entiendo Que no son justas leyes Que hombres de burlas hablen de los reyes. Esto aparte, en efeto Enrique me llamó, y con gran secreto Dijo: «A Doña Mencía Este recado da de parte mía. Que su desden tirano Me ha quitado la gracia de mi hermano, Y huyendo desta tierra, Hoy á la ajena patria me destierra, Donde vivir no espero, Pues de Mencía aborrecido muero.» D.ª MEN. ¿Por mí el Infante ausente, Sin la gracia del Rey? ¡Cosa que intente, Con novedad tan grande, Que mi opinion en voz del vulgo ande! ¿Qué haré? ¡Cielos! JACINTA. Ahora El remedio mejor será, señora, Prevenir este daño. COQUIN. ¿Cómo puede? JACINTA. Rogándole al Infante que se quede; Pues si una vez se ausenta, Como dicen, por tí, será tu afrenta Pública; que no es cosa La ausencia de un infante tan dudosa, Que no se diga luego Cómo y por qué. COQUIN. ¿Pues cuándo oirá ese ruego Si, calzada la espuela, Ya en su imaginacion Enrique vuela? JACINTA. Escribiéndole ahora Un papel en que diga mi señora Que á su opinion conviene Que no se ausente; pues para eso tiene Lugar, si tú le llevas. D.ª MEN. Pruebas de honor son peligrosas pruebas; Pero con todo quiero Escribir el papel, pues considero, Y no con necio engaño, Que es de dos daños este el menor daño, Si hay menor en los daños que recibo. Quedaos aquí los dos, miéntras yo escribo. _(Vase.)_ ESCENA VI. COQUIN, JACINTA. JACINTA. ¿Qué tienes estos dias, Coquin, que andas tan triste? ¿No solias Ser alegre? ¿Qué efeto Te tiene así? COQUIN. Metíme á ser discreto Por mi mal, y hame dado Tan grande hipocondría en este lado, Que me muero. JACINTA. ¿Y qué es hipocondría? COQUIN. Es una enfermedad que no la habia Habrá dos años, ni en el mundo era. Úsase poco há, y de manera Lo que se usa, amiga, no se excusa, Que una dama, sabiendo que se usa, Le dijo á su galan muy triste un dia: «Tráigame un poco uced de hipocondría.» Mas señor entra ahora. JACINTA. ¡Ay Dios! Voy á avisar á mi señora. ESCENA VIII. DON GUTIERRE.--COQUIN, JACINTA. D. GUT. Tente, Jacinta, espera. ¿Dónde corriendo vas de esa manera? JACINTA. Avisar pretendia A mi señora de que ya venía Tu persona. D. GUT. (_Ap._ ¡Oh criados, En efecto, enemigos no excusados! Turbados de temor los dos se han puesto.) Ven acá, díme tú lo que hay en esto: Díme por qué corrias. _(A Jacinta.)_ JACINTA. Solo por avisar de que venías, Señor, á mi señora. D. GUT. El labio sella. (_Ap._ Mas deste lo sabré mejor que della.) Coquin, tú me has servido Noble siempre, en mi casa te has criado: A tí vuelvo rendido, Díme, dime por Dios lo que ha pasado. COQUIN. Señor, si algo supiera, De lástima no más te lo dijera. ¡Plegue á Dios! mi señor... D. GUT. ¡No, no des voces! ¿De qué aquí te turbaste? COQUIN. Somos de buen turbar; mas esto baste. D. GUT. (_Ap._ Señas los dos se han hecho. Ya no son cobardías de provecho.) Idos de aquí los dos.--Solos estamos, _(Vanse los dos.)_ Honor, lleguemos ya, desdicha, vamos. ¿Quién vió en tantos enojos Matar las manos y llorar los ojos? _(Alza una cortina, y descubre á Doña Mencía escribiendo.)_ ESCENA IX. DOÑA MENCÍA.--DON GUTIERRE. D. GUT. _(Ap.)_ Escribiendo Mencía Está: ya es fuerza ver lo que escribia. _(Llega á ella y quítale el papel.)_ D.ª MEN. ¡Ay Dios! ¡Válgame el cielo! _(Se desmaya.)_ D. GUT. Estatua viva se quedó de hielo. _(Lee.)_ _Vuestra Alteza, señor..._ ¡Que por Alteza Vino mi honor á dar á tal bajeza! _No se ausente..._ Detente, Voz; pues le ruega aquí que no se ausente, A tanto mal me ofrezco, Que casi las desdichas me agradezco.-- ¿Si aquí la doy la muerte...? Mas esto ha de pensarse desta suerte. Despediré criadas y criados: Solos han de quedarse mis cuidados Conmigo; y ya que ha sido Mencía la mujer que yo he querido Mas en mi vida, quiero Que en el último vale, en el postrero Parasismo, me deba La más nueva piedad, la accion más nueva. Ya que la cura he de aplicar postrera, No muera el alma, aunque la vida muera. _(Escribe y vase.--Vuelve en sí Doña Mencía.)_ ESCENA X. DOÑA MENCÍA. ¡Señor, deten la espada, No me juzgues culpada: El cielo sabe que inocente muero! ¿Qué fiera mano, qué sangriento acero En mi pecho ejecutas? ¡Tente, tente! ¡Una mujer no mates inocente! Mas ¿qué es esto? ¡ay de mí! ¿no estaba agora Gutierre aquí? ¿No via (¿quién lo ignora?) Que en mi sangre bañada, Moria en rubias ondas anegada? ¡Ay Dios, este desmayo Fué de mi vida aquí mortal ensayo! ¡Qué ilusion! Por verdad lo dudo y creo. El papel romperé.--¡Pero qué veo! De mi esposo es la letra, y desta suerte La sentencia me intima de mi muerte: _(Lee.)_ _El amor te adora, el honor te aborrece; y así el uno te mata y el otro te avisa. Dos horas tienes de vida: cristiana eres, salva el alma, que la vida es imposible._ ¡Válgame Dios! ¡Jacinta, hola! ¿Qué es esto? ¿Nadie responde? ¡Otro temor funesto! ¿No hay alguna criada? Mas ¡ay de mí! la puerta está cerrada, Nadie en casa me escucha. Mucha es mi turbacion, mi pena es mucha. Destas ventanas son los hierros rejas, Y en vano á nadie le diré mis quejas, Que caen á unos jardines, donde apénas Habrá quien oiga repetidas penas. ¿Dónde iré desta suerte, Tropezando en la sombra de mi muerte? _(Vase.)_ * * * * * _Calle._ ESCENA XI. EL REY, DON DIEGO. REY. En fin, ¿Enrique se fué? D. DIEGO. Sí, señor: aquesta tarde Salió de Sevilla. REY. Creo Que ha presumido arrogante Que él solamente de mí Podrá en el mundo librarse. ¿Y dónde va? D. DIEGO. Yo presumo Que á Consuegra. REY. Está el Infante Maestre allí, y querrán los dos A mis espaldas vengarse De mí. D. DIEGO. Tus hermanos son, Y es forzoso que te amen Como hermano, y como á rey Te adoren: dos naturales Obediencias son. REY. Y Enrique ¿Quién lleva que le acompañe? D. DIEGO. Don Arias. REY. Es su privanza. D. DIEGO. Música hay en esta calle. REY. Vámonos llegando á ellos: Quizá con lo que cantaren, Me templaré. D. DIEGO. La armonía Es antídoto á los males. _(Cantan dentro.)_ _El infante Don Enrique Hoy se despidió del Rey; Su pesadumbre y su ausencia Quiera Dios que pare en bien._ REY. ¡Qué triste voz! Vos, Don Diego, Echad por aquesa calle, No se nos escape quien Canta desatinos tales. _(Vase cada uno por su parte.)_ * * * * * _Sala en casa de Don Gutierre._ ESCENA XII. DON GUTIERRE; LUDOVICO, _cubierto el rostro_. D. GUT. Entra, no tengas temor; Que ya es tiempo que destape Tu rostro y encubra el mio. _(Tápase.)_ LUDOV. ¡Válgame Dios! D. GUT. No te espante Nada que vieres. LUDOV. Señor, De mi casa me sacasteis Esta noche; pero apénas Me tuvisteis en la calle, Cuando un puñal me pusisteis Al pecho, sin que cobarde Vuestro intento resistiese, Que fué cubrirme y vendarme El rostro, y darme mil vueltas Luego á mis propios umbrales. Dijísteisme que mi vida Estaba en no destaparme; Una hora he andado con vos, Sin saber por donde ande. Y con ser la admiracion De aqueste caso tan grave, Más me turba y me suspende Inpensadamente hallarme En una casa tan rica, Sin ver que la habite nadie Sino vos, habiéndôs visto Siempre ese embozo delante. ¿Qué me quereis? D. GUT. Que te esperes Aquí solo un breve instante. _(Vase.)_ LUDOV. ¡Qué confusiones son estas Que á tal extremo me traen! ¡Válgame Dios! _(Vuelve Don Gutierre.)_ D. GUT. Tiempo es ya De que entres aquí; mas ántes Escúchame: aqueste acero Será de tu pecho esmalte, Si resistes lo que yo Tengo ahora de mandarte. Asómate á ese aposento. ¿Qué ves en él? LUDOV. Una imágen De la muerte, un bulto veo Que sobre una cama yace: Dos velas tiene á los lados, Y un crucifijo delante. Quién es, no puedo decir; Que con unos tafetanes El rostro tiene cubierto. D. GUT. Pues á ese vivo cadáver Que ves, has de dar la muerte. LUDOV. ¿Pues qué quieres? D. GUT. Que la sangres, Y la dejes que rendida A su violencia, desmaye La fuerza, y que en tanto horror Tú atrevido la acompañes, Hasta que por breve herida Ella espire y se desangre. No tienes que replicar, Si buscas en mí piedades; Sino obedecer, si quieres Vivir. LUDOV. Señor, tan cobarde Te escucho, que no podré Obedecerte. D. GUT. Quien hace Por consejos rigurosos Mayores temeridades, Darte la muerte sabrá. LUDOV. Fuerza es que mi vida guarde. D. GUT. Haces bien; que ya en el mundo Hay quien viva porque mate. Desde aquí te estoy mirando, Ludovico: entra adelante. _(Entrase Ludovico.)_ ESCENA XIII. DON GUTIERRE. Este fué el más sutil medio Para que mi afrenta acabe Disimulada, supuesto Que el veneno fuera fácil De averiguar, las heridas Imposible de ocultarse. Y así, contando la muerte, Y diciendo que fué lance Forzoso hacer la sangría, Ninguno podrá probarme Lo contrario, si es posible Que una venda se desate. Haber traido á este hombre Con recato semejante, Fué bien; pues si descubierto Viniera, y viera sangrarse Una mujer, y por fuerza, Fuera presuncion notable. Éste no podrá decir, Cuando refiera este trance, Quién fué la mujer; demas, Que cuando de aquí le saque, Muy léjos ya de mi casa Estoy dispuesto á matarle. Médico soy de mi honor: La vida pretendo darle Con una sangría; que todos Curan á costa de sangre. _(Vase.)_ * * * * * _Calle._ ESCENA XIV. EL REY Y DON DIEGO, _que vuelven á salir cada uno por su parte_; MÚSICA, _dentro_. _(Cantan dentro.)_ _Para Consuegra camina,_ _Donde piensa que han de ser_ _Teatros de mil tragedias_ _Las montañas de Montiel._ REY. ¡Don Diego! D. DIEGO. Señor... REY. Supuesto Que cantan en esta calle, ¿No hemos de saber quién es? ¿Habla por ventura el aire? D. DIEGO. No te desveles, señor, Oir estas necedades; Porque á vuestro enojo ya Versos en Sevilla se hacen. REY. Dos hombres vienen aquí. D. DIEGO. Es verdad: no hay que esperarles Respuesta. Hoy el conocerlos Importa. ESCENA XV. DON GUTIERRE, _que trae á_ LUDOVICO, _con los ojos vendados_.--DICHOS. D. GUT. _(Ap.)_ ¡Que así me ataje El cielo que con la muerte Deste hombre eche otra llave Al secreto!--Ya me es fuerza De aquestos dos retirarme; Que nada me está peor Que conocerme en tal parte. Dejaréle en este puesto. _(Vase.)_ ESCENA XVI. EL REY, DON DIEGO, LUDOVICO, _con los ojos vendados_. D. DIEGO. De los dos, señor, que ántes Venian, se volvió el uno, Y el otro se quedó. REY. A darme Confusion; que si le veo A la poca luz que esparce La luna, no tiene forma Su rostro: confusa imágen El bulto, mal acabado, Parece de un blanco jaspe. D. DIEGO. Téngase tu Majestad, Que yo llegaré. REY. Dejadme, Don Diego.--¿Quién eres, hombre? LUDOV. Dos confusiones son parte, Señor, á no responderos: _(Descúbrese.)_ La una, la humildad que trae Consigo un pobre oficial, Para que con reyes hable (Que ya os conocí en la voz, Luz que tan notorio os hace); La otra, la novedad Del suceso más notable Que el vulgo, archivo confuso, Califica en sus anales. REY. ¿Qué os ha sucedido? LUDOV. A vos Lo diré, escuchadme aparte. REY. Retiraos allí, Don Diego. D. DIEGO. _(Ap.)_ Sucesos son admirables Cuantos esta noche veo: Dios con bien della me saque. LUDOV. No la ví el rostro, mas solo Entre repentidos ayes Escuché: «Inocente muero; El cielo no te demande Mi muerte.» Esto dijo, y luego Espiró; y en este instante El hombre mató la luz, Y por los pasos, que ántes Entré, salí. Sintió ruido Al llegar á aquesta calle, Y dejóme en ella solo. Fáltame ahora de avisarte, Señor, que saqué bañadas Las manos en roja sangre, Y que fuí por las paredes, Como que quise arrimarme, Manchando todas las puertas, Por si pueden las señales Descubrir la casa. REY. ¡Bien Hicistes! Venid á hablarme Con lo que hubiereis sabido, Y tomad este diamante, Y decid que por las señas Dél os permitan hablarme A cualquier hora que vais. LUDOV. El cielo, señor, os guarde. _(Vase.)_ REY. Vamos, Don Diego. D. DIEGO. ¿Qué es eso? REY. El suceso más notable Del mundo. D. DIEGO. Triste has quedado. REY. Forzoso ha sido asombrarme. D. DIEGO. Vente á acostar, que ya el dia Entre dorados celajes Asoma. REY. No he de poder Sosegar, hasta que halle Una cosa que deseo. D. DIEGO. ¿No miras que ya el sol sale, Y que podrán conocerte Desta suerte? ESCENA XVII. COQUIN.--EL REY, DON DIEGO. COQUIN. Aunque me mates, Habiéndote conocido, ¡Oh señor! tengo de hablarte: Escúchame. REY. Pues, Coquin, ¿De qué los extremos son? COQUIN. Esta es una honrada accion, De hombre bien nacido en fin; Que aunque hombre me consideras De burlas con loco humor, Llegando á véras, señor, Soy hombre de muchas véras, Oye lo que he de decir, Pues de véras vengo á hablar; Que quiero hacerte llorar, Ya que no puedo reir. Gutierre, mal informado Por aparentes recelos, Llegó á tener viles celos De su honor; y hoy obligado A tal sospecha, que halló Escribiendo (¡error cruel!) Para el Infante un papel A su esposa, que intentó Con él que no se ausentase, Porque ella causa no fuese De que en Sevilla se viese La novedad que causase Pensar que ella le ausentaba... Con esta inocencia pues (Que á mí me consta), con piés Cobardes, adonde estaba Llegó, y el papel tomó, Y, sus celos declarados, Despidiendo á los criados, Todas las puertas cerró, Solo se quedó con ella. Yo enternecido de ver Una infelice mujer Perseguida de su estrella, Vengo, señor, á avisarte Que tu brazo altivo y fuerte Hoy la libre de la muerte. REY. ¿Con qué he de poder pagarte Tal piedad? COQUIN. Con darme aprisa Libre, sin más accidentes, De la accion contra mis dientes. REY. No es ahora tiempo de risa. COQUIN. ¿Cuándo lo fué? REY. Y pues el dia Aun no se muestra, lleguemos, Don Diego. _(Vanse.)_ * * * * * _Otra calle, y en ella la casa de Don Gutierre. En la puerta se ve la señal de una mano sangrienta._ ESCENA XVIII. LOS MISMOS. REY. Así, pues, daremos Color á una industria mia, De entrar en casa mejor, Diciendo que me ha cogido Cerca el dia, y he querido Disimular el color Del vestido; y una vez Allá, el estado veremos Del suceso; y así haremos Como Rey, supremo juez. D. DIEGO. No hubiera industria mejor. COQUIN. De su casa lo has tratado Tan cerca, que ya has llegado; Que esta es su casa, señor. REY. Don Diego, espera. D. DIEGO. ¿Qué ves? REY. ¿No ves sangrienta una mano Impresa en la puerta? D. DIEGO. Es llano. REY. _(Ap.)_ Gutierre sin duda es El cruel que anoche hizo Una accion tan inclemente. No sé qué hacer. Cuerdamente Sus agravios satisfizo. ESCENA XIX. DOÑA LEONOR, INÉS, _con mantos_.--DICHOS. D.ª LEON. Salgo á misa ántes del dia, Porque ninguno me vea En Sevilla, donde crea Que olvido la pena mia. Mas gente hay aquí. ¡Ay Inés! ¿El Rey qué hará en esta casa? INÉS. Tápate en tanto que pasa. REY. Accion excusada es, Porque ya estais conocida. D.ª LEON. No fué encubrirme, señor, Por excusar el honor De dar á tus piés la vida. REY. Esa accion es para mí, De recatarme de vos, Pues sois acrêdor, por Dios, De mis honras; que yo os di Palabra, y con gran razon, De que he de satisfacer Vuestro honor; y lo he de hacer En la primera ocasion. ESCENA XX. DON GUTIERRE.--DICHOS. D. GUT. _(Dentro)_ ¡Hoy me he de desesperar, Cielo airado, si no baja Un rayo de esas esferas Y en cenizas me desata! REY. ¿Qué es esto? D. DIEGO. Loco furioso Don Gutierre de su casa Sale. REY. ¿Dónde vais, Gutierre? D. GUT. _(Sale.)_ A besar, señor, tus plantas; Y de la mayor desdicha, De la tragedia más rara, Escucha la admiracion, Que eleva, admira y espanta. Mencía, mi amada esposa, Tan hermosa como casta, Virtuosa como bella (Dígalo á voces la fama): Mencía, á quien adoré Con la vida y con el alma, Anoche á un grave accidente Vió su perfeccion postrada, Por desmentirla divina Este accidente de humana. Un médico, que lo es El de mayor nombre y fama, Y el que en el mundo merece Inmortales alabanzas, La recetó una sangría, Porque con ella esperaba Restituir la salud A un mal de tanta importancia. Sangróse en fin; que yo mismo, Por estar sola la casa, Llamé al sangrador, no habiendo Ni criados ni criadas. A verla en su cuarto, pues, Quise entrar esta mañana... --Aquí la lengua enmudece, Aquí el aliento me falta. Veo de funesta sangre Teñida toda la cama, Toda la ropa cubierta, Y que en ella ¡ay Dios! estaba Mencía, que se habia muerto Esta noche desangrada. Ya se ve cuán fácilmente Una venda se desata. ¿Pero para qué presumo Reducir hoy á palabras Tan lastimosas desdichas? Vuelve á esta parte la cara, Y verás sangriento el sol, Verás la luna eclipsada, Deslucidas las estrellas Y las esferas borradas; Y verás á la hermosura Mas triste y más desdichada, Que, por darme mayor muerte, No me ha dejado sin alma. _(Descúbrese á Doña Mencía en la cama.)_[1] [1] Esto se haria en tiempo de Calderon descorriendo una cortina, suponiéndose que era de una ventana correspondiente á la alcoba de Doña Mencía. REY. ¡Notable suceso! (_Ap._ Aquí La prudencia es de importancia. Mucho en reportarme haré. Tomó notable venganza.) Cubrid ese horror que asombra, Ese prodigio que espanta, Espectáculo que admira, Símbolo de la desgracia. Gutierre, menester es Consuelo; y porque le haya En pérdida que es tan grande Con otra tanta ganancia, Dadle la mano á Leonor; Que es tiempo que satisfaga Vuestro valor lo que debe, Y yo cumpla la palabra De volver en la ocasion Por su valor y su fama. D. GUT. Señor, si de tanto fuego Aún las cenizas se hallan Calientes, dadme lugar Para que llore mis ánsias. ¿No quereis que escarmentado Quede? REY. Esto ha de ser, y basta. D. GUT. Señor, ¿quereis que otra vez, No libre de la borrasca, Vuelva al mar? ¿Con qué disculpa? REY. Con que vuestro Rey lo manda. D. GUT. Señor, escuchad aparte Disculpas. REY. Son excusadas. ¿Cuáles son? D. GUT. ¿Si vuelvo á verme En desdichas tan extrañas, Que de noche halle embozado A vuestro hermano en mi casa...? REY. No dar crédito á sospechas. D. GUT. ¿Y si detras de mi cama Hallase tal vez, señor, De Don Enrique la daga? REY. Presumir que hay en el mundo Mil sobornadas criadas, Y apelar á la cordura. D. GUT. A veces, señor, no basta. ¿Si veo rondar despues De noche y de dia mi casa? REY. Quejárseme á mí. D. GUT. ¿Y si cuando Llego á quejarme, me aguarda Mayor desdicha escuchando? REY. ¿Qué importa, si él desengaña Que fué siempre su hermosura Una constante muralla De los vientos defendida? D. GUT. ¿Y si volviendo á mi casa, Hallo algun papel que pide Que el Infante no se vaya? REY. Para todo habrá remedio. D. GUT. ¿Posible es que á esto le haya? REY. Sí, Gutierre. D. GUT. ¿Cuál, señor? REY. Uno vuestro. D. GUT. ¿Qué es? REY. Sangrarla. D. GUT. ¿Qué decís? REY. Que hagais borrar Las puertas de vuestra casa; Que hay mano sangrienta en ellas. D. GUT. Los que de un oficio tratan, Ponen, señor, á las puertas Un escudo de sus armas; Trato en honor, y así pongo Mi mano en sangre bañada A la puerta; que el honor Con sangre, señor, se lava. REY. Dádsela, pues, á Leonor; Que yo sé que su alabanza La merece. D. GUT. Sí la doy. _(Dale la mano.)_ Mas mira que va bañada En sangre, Leonor. D.ª LEON. No importa; Que no me admira ni espanta. D. GUT. Mira que médico he sido De mi honra: no está olvidada La ciencia. D.ª LEON. Cura con ella Mi vida, en estando mala. D. GUT. Pues con esa condicion Te la doy. Con esto acaba _El Médico de su honra_, Perdonad sus muchas faltas. A SECRETO AGRAVIO SECRETA VENGANZA. DRAMA EN TRES JORNADAS. PERSONAS. EL REY DON SEBASTIAN. DON LOPE DE ALMEIDA. DON JUAN DE SILVA. DON LUIS DE BENAVIDES. DON BERNARDINO, _viejo_. EL DUQUE DE BERGANZA. DOÑA LEONOR, _dama_. SIRENA, _criada_. MANRIQUE, _criado_. CECILIO, _criado_. UN BARQUERO. _Acompañamiento._ _Soldados._ La escena es en Lisboa, en las cercanías de Aldea Gallega y en otros puntos. JORNADA PRIMERA. _Vista exterior de una quinta del Rey._ ESCENA PRIMERA. EL REY DON SEBASTIAN, DON LOPE DE ALMEIDA, MANRIQUE, ACOMPAÑAMIENTO. D. LOPE. Otra vez, gran señor, os he pedido Esta licencia, y otra habeis tenido Por bien mi casamiento; Mas yo que siempre, á tanta luz atento, Vivo en vuestro semblante, vengo á daros Cuenta de mi eleccion, y á suplicaros Que en vuestra gracia pueda Colgar las armas, y que Marte ceda A Amor la gloria, cuando en paz reciba, En vez de alto laurel, sagrada oliva. Yo os he servido, y solamente espero Esta merced por galardon postrero, Pues con esta licencia venturosa Hoy saldré á recibir mi amada esposa. REY. Yo estimo vuestro gusto y vuestro aumento, Y me alegro de vuestro casamiento; Y á no estar ocupado En la guerra que en Africa he intentado, Fuera vuestro padrino. D. LOPE. Eterno dure ese laurel divino Que tus sienes corona. REY. Estimo en mucho yo vuestra persona. _(Vase el Rey y acompañamiento.)_ ESCENA II. DON LOPE, MANRIQUE. MANRIQ. Contento estás. D. LOPE. Mal supiera La dicha y la gloria mia Disimular su alegría. ¡Felice yo, si pudiera Volar hoy! MANRIQ. Al viento igualas. D. LOPE. Poco aprovecha; que el viento Es perezoso elemento. Diérame el amor sus alas, Volara abrasado y ciego; Pues quien al viento se entrega, Olas de viento navega, Y las de amor son de fuego. MANRIQ. Para que desengañarme Pueda, creyendo que tienes Causa, dime á lo que vienes Con tanta prisa. D. LOPE. A casarme. MANRIQ. ¿Y no miras que es error, Digno de que al mundo asombre, Que vaya á casarse un hombre Con tanta prisa, señor? Si hoy, que te vas á casar, Del mismo viento te quejas, ¿Qué dejas que hacer, qué dejas, Cuando vayas á enviudar? ESCENA III. DON JUAN DE SILVA, _en traje pobre_.--DON LOPE, MANRIQUE. D. JUAN. _(Para sí.)_ ¡Cuán diferente pensé Volver á tí, patria mia, Aquel infelice dia Que tus umbrales dejé! ¡Quién no te hubiera pisado! Pues siempre mejor ha sido, Adonde no es conocido, Vivir el que es desdichado. Gente hay aquí; no es razon Verme en el mal que me veo. D. LOPE. Aguárdate. No lo creo. ¿Si es verdad? ¿Si es ilusion? ¡Don Juan! D. JUAN. ¡Don Lope! D. LOPE. Dudoso De tanta dicha, mis brazos Han suspendido sus lazos. D. JUAN. Deteneos, que es forzoso Que me defienda de quien Tanto honor y valor tiene; Que hombre que tan pobre viene, Don Lope amigo, no es bien Que toque (¡oh suerte importuna!) Pecho de riquezas lleno. D. LOPE. Vuestra razones condeno, Porque si da la fortuna Humanos bienes del suelo, El cielo un amigo da Como vos: ¡ved lo que va Desde la fortuna al cielo! D. JUAN. Aunque haceis que aliento cobre, En mí mayor mal está: ¡Mirad cuán grande será Mal que es mayor que ser pobre! Y porque mi sentimiento Algun alivio prevenga, Si es posible que le tenga, Escuchad, Don Lope, atento. A la conquista famosa De la India, que eligió Para su tumba la noche Y para su cuna el sol, Amigos, y tan amigos, Pasamos juntos los dos, Que asistieron en dos cuerpos Un alma y un corazon. No codicia de riqueza, Sino codicia de honor Obligó nuestros deseos A tan atrevida accion, Como tocar con bajeles La provincia que ignoró Por tantos años la ciencia, Nunca creida hasta hoy. La nobleza lusitana De su fortuna fió Naves, que ciertas exceden Las fingidas de Jason. Dejo esta alabanza á quien Pueda con más dulce voz Contar los famosos hechos Desta invencible nacion; Porque el gran Luis de Camoens, Escribiendo lo que obró, Con pluma y espada muestra Ya el ingenio y ya el valor En esta parte. Despues, Don Lope invicto, que vos, Por muerte de vuestro padre, Volvisteis, me quedé yo, Bien sabeis con cuánta fama De amigos y de opinion, Que ahora perdidos hacen El sentimiento mayor. Pero en efecto es consuelo: ¡Ved si desgraciado soy, Que nunca le di, malquisto, A la fortuna ocasion! Habia en Goa una señora, Hija de un hombre á quien dió Grande cantidad de hacienda Codicia y contratacion. Era hermosa, era discreta; Que, aunque enemigas las dos, En ella hicieron las paces Hermosura y discrecion. Servíla tan venturoso, Que merecí algun favor; Pero ¿quién ganó al principio, Que á la postre no perdió? ¿Quién fué ántes tan felice, Que despues no declinó? Porque son muy parecidos Juego, fortuna y amor. Don Manuel de Sosa, un hombre (Hijo del gobernador Manuel de Sosa) por sí De mucha resolucion, Muy valiente, muy cortés, Bizarro y cuerdo (que yo, Aunque le quité la vida, No he de quitarle el honor), De Violante enamorado (Que este es el nombre que dió Ocasion á mi ventura Y á mi desdicha ocasion), En Goa públicamente Era mi competidor. Poco cuidado me daba Su amorosa pretension; Porque siendo, como era, El favorecido yo, La pena del despreciado Hizo mi dicha mayor. Un dia, que el sol hermoso Saliera (¡pluguiera á Dios, Sepultara eterna noche Su contínuo resplandor!), Salió con el sol Violante: Bastaba pedirle yo Que áun el uno no saliera, Para que salieran dos. De criados rodeada A la marina llegó, Donde estaba mucha gente, Porque en aquella ocasion Habia llegado una nave Al puerto, y su admiracion Dió causa á aqueste concurso, Y á mi desdicha la dió. Estábamos en un corro De mucha gente los dos, Todos soldados y amigos, Cuando á la vista paso Violante. Iba tan airosa, Que allí ninguno dejó De poner el alma en ella, Porque su planta veloz Era el móvil que llevaba Tras sí la imaginacion. Dijo un capitan:--¡Qué bella Mujer!--A quien respondió Don Manuel:--Y como tal Ha sido la condicion. --Será cruel.--No por eso Lo digo (le replicó), Sino por ver que ha escogido, Como hermosa, lo peor.-- Yo entónces dije: Ninguno Sus favores mereció, Porque no hay quien los merezca; Y si hay alguno, soy yo. --Mentís, dijo. Aquí no puedo Proseguir, porque la voz Muda, la lengua turbada, Frio el cuerpo, el corazon Palpitante, los sentidos Muertos y vivo el dolor, Quedan repitiendo aquella Afrenta. ¡Oh tirano error De los hombres! ¡Oh vil ley Del mundo! ¡Que una razon, O que una sinrazon pueda Manchar el altivo honor Tantos años adquirido, Y que la antigua opinion De honrado quede postrada A lo fácil de una voz! ¡Que el honor, siendo un diamante, Pueda un frágil soplo (¡ay Dios!) Abrasarle y consumirle, Y que siendo su esplendor Más que el sol puro, un aliento Sirva de nube á este sol! Mucho del caso me aparto, Llevado de la pasion. Perdonad, vuelvo al suceso. Apénas él pronunció Tales razones, Don Lope, Cuando mi espada veloz Pasó de la vaina al pecho, Tal que á todos pareció Que imitaron trueno y rayo Juntas mi espada y su voz. Bañado en su misma sangre, Muerto en la arena cayó, Cuando para mi defensa Tomé una iglesia, á quien dió En aquel sitio lugar La sagrada religion De Francisco; que por ser Su padre el gobernador, Me fué forzoso esconderme Con tanto asombro y temor, Que tres dias un sepulcro Habité vivo. ¿Quién vió Que siendo el contrario el muerto, Fuese el sepultado yo? Al cabo de los tres dias, Por amistad y favor, El capitan de la nave Que á nuestro puerto llegó, Y que á Lisboa venía, En ella me recibió Una noche, cuyo manto Fué de mi vida ocasion. En esta nave escondido Estuve, hasta que el veloz Monstruo del viento y del agua Los piélagos dividió De Neptuno. ¡Injusto engaño De la vida! O su pasion No dé por infame al hombre Que sufre su deshonor, O le dé por disculpado Si se venga; que es error Dar á la afrenta castigo, Y no al castigo perdon. Hoy he llegado á Lisboa, Adonde tan pobre estoy, Que no osaba entrar en ella. Estas mis fortunas son, Ya no tristes, sino alegres, Pues me dieron ocasion De llegar á vuestros brazos. Estos mil veces os doy, Si un hombre tan infelice Puede merecer de vos, Oh gran Don Lope de Almeida, Tal merced, honra y favor. D. LOPE. Atentamente escuché, Don Juan de Silva, las quejas, Que en lágrimas anegadas Dais desde el pecho á la lengua, Y atentamente he pensado Que no hay opinion que pueda, Por más sutil que discurra, Tener dudosa la vuestra. ¿Quién, en naciendo, no vive Sujeto á las inclemencias Del tiempo y de la fortuna? ¿Quién se libra, quién se excepta De una intencion mal segura, De un pecho doble, que alienta La ponzoña de una mano Y el veneno de una lengua? Ninguno. Solo dichoso Puede llamarse el que deja, Como vos, limpio su honor Y castigada su ofensa. Honrado estais: negras sombras No deslustren, no oscurezcan Vuestro honor antiguo, y hoy En nuestra amistad se vea La virtud de aquellas plantas Tan conformemente opuestas, Que una con calor consume, Y otra con frialdad penetra, Siendo veneno las dos, Y estando juntas, se templan De suerte, que son entónces Salud más segura y cierta. Vos estais triste, yo alegre: Partamos la diferencia Entre los dos, y templando El contento y la tristeza, Queden en igual balanza Mi alegría y vuestra pena, Mi gusto y vuestro dolor, Mi ventura y vuestra queja, Porque el pesar ó el placer Matar á ninguno pueda. Yo me he casado en Castilla, Por poder, con la más bella Mujer... (Mas para ser propia Es lo ménos la belleza.) Con la más noble, más rica, Más virtuosa y más cuerda Que pudo en el pensamiento Hacer dibujos la idea. Doña Leonor de Mendoza Es su nombre, y hoy con ella Don Bernardino mi tio Llegará á Aldea Gallega, Donde salgo á recibirla Con tan venturosas muestras Como veis; y un bello barco Tan venturoso la espera, Que juzga por perezosas Hoy del tiempo las ligeras Alas; porque el bien que tarda, No llega bien cuando llega. Esta es mi dicha, mayor Por ver cuánto la acrecienta Vuestra venida, Don Juan. No os dé temor, no os dé pena Venir pobre; rico soy: Mi casa, amigo, mi mesa, Mis caballos, mis criados, Mi honor, mi vida, mi hacienda, Todo es vuestro. Consolaos De que la fortuna os deja Un amigo verdadero, Y que no ha tenido fuerza Contra vos quien no os quitó Ese valor que os alienta, Esa alma que os anima, Y este brazo que os defienda. No me respondais, dejad Las cortesanas finezas, Entre amigos excusadas, Y venid adonde sea Testigo vuestra persona De la dicha que me espera; Que hoy en Lisboa ha de entrar Mi esposa, y estas tres leguas De mar (para mí de fuego) Hemos de venir con ella; Que de esotra parte está Sin duda. D. JUAN. Pues no pretenda Con mi humildad deslucirse, Don Lope, vuestra nobleza, Porque el mundo, no la sangre, Sino el vestido, respeta. D. LOPE. Ese es engaño del mundo, Que no ve ni considera Que al cuerpo le viste el oro, Pero al alma la nobleza. Venid conmigo. (_Ap._ Suspiros, Ofreced viento á las velas, Si es que en los mares del fuego Bajeles de amor navegan.) _(Vanse los dos.)_ MANRIQ. Yo me quiero adelantar En alguna barca destas, Que llaman muletes, y hoy Siendo cojo con muletas, Pediré á mi buena ama Las albricias de que llega Su esposo; que el primer dia Da las albricias cualquiera, Porque sale de forzada, Si es lo mismo que doncella. _(Vase.)_ * * * * * _Campo cercano á Aldea Gallega._ ESCENA IV. DON BERNARDINO, DOÑA LEONOR, SIRENA. D. BER. En la falda lisonjera Deste monte coronado De flores, donde ha llamado A cortes la primavera, Puedes descansar, en tanto, Bella Leonor, que dichoso Llega Don Lope tu esposo. Y perdona al dulce llanto, Aunque no es gran maravilla Que con sentimiento igual, A vista de Portugal Te despidas de Castilla. D.ª LEON. Ilustre D. Bernardino De Almeida, mi tierno llanto No es ingratitud á tanto Honor como me previno La suerte y la dicha mia. Viendo tan cercano el bien, Gusto ha sido; que tambien Hay lágrimas de alegría. D. BER. Cuerdamente te disculpa La discrecion lisonjera; Y aunque por disculpa fuera, Te agradeciera la culpa. Yo quiero dar más lugar A divertir la porfía De aquesta melancolía. Aquí puedes descansar, Venciendo el rigor aquí Del sol, que en sus rayos arde, El cielo tu vida guarde. _(Vase.)_ ESCENA V. DOÑA LEONOR, SIRENA. D.ª LEON. ¿Fuése ya, Sirena? SIRENA. Sí. D.ª LEON. ¿Oyenos álguien? SIRENA. Sospecho Que estamos solas las dos. D.ª LEON. Pues salga mi pena (¡ay Dios!) De mi vida y de mi pecho. Salga en lágrimas deshecho El dolor que me provoca, El fuego que al alma toca, Remitiendo sus enojos En lágrimas á los ojos, Y en suspiros á la boca. Y sin paz y sin sosiego Todo lo abrasen veloces, Pues son de fuego mis voces Y mis lágrimas de fuego. Abrasen, cuando navego Tanto mar y viento tanto, Mi vida y mi fuego cuanto Consume el fuego violento, Pues mi voz es fuego y viento, Mis lágrimas fuego y llanto. SIRENA. ¿Qué dices, señora? Advierte En tu peligro y tu honor. D.ª LEON. ¿Tú que sabes mi dolor, Tú que conoces mi muerte, Me reportas desta suerte? ¿Tú de mi llanto me alejas? ¿Tú que calle me aconsejas? SIRENA. Tu inútil queja escuchando Estoy. D.ª LEON. ¡Ay Sirena! ¿cuándo Son inútiles las quejas? Quéjase una flor constante Si el aura sus hojas hiere, Cuando el sol caduco muere En túmulos de diamante; Quéjase un monte arrogante De las injurias del viento, Cuando le ofende violento; Y el eco, ninfa vocal, Quejándose de su mal, Responde el último acento. Quéjase, porque amar sabe, Una hiedra, si perdió El duro escollo que amó; Y con acento süave Se queja una simple ave Del que la cogió á traicion[2], Y en la dorada prision Así aliviarse pretende, Que al fin la queja se entiende, Si se ignora la cancion. Quéjase el mar á la tierra, Cuando en lenguas de agua toca Los labios de opuesta roca. Quéjase el fuego, si encierra Rayos, que al mundo hacen guerra: ¿Qué mucho, pues, que mi aliento Se rinda al dolor violento, Si se quejan monte, piedra, Ave, flor, eco, sol, hiedra, Tronco, rayo, mar y viento? [2] Suplido. SIRENA. Sí, mas ¿qué remedio así Consigues desesperada? Don Luis muerto y tú casada, ¿Qué pretendes? D.ª LEON. ¡Ay de mí! Dí, Sirena amiga, dí, Don Luis muerto y muerta yo. Pues si el cielo me forzó, Me verás en esta calma, Sin gusto, sin sér, sin alma, Muerta sí, casada no. Lo que yo una vez amé, Lo que una vez aprendí, Podré perderlo, ¡ay de mí! Olvidarlo no podré. ¿Olvido donde hubo fe? Miente amor. ¿Cómo se hallara Burlada verdad tan clara? Pues la que constante fuera, No olvidara, si quisiera, No quisiera, si olvidara. ¡Mira tú lo que sentí Cuando su muerte escuché, Pues forzada me casé Sólo por vengarme en mí! Ya la vez última aquí Se despida mi dolor. Hasta las aras, amor, Te acompañé; aquí te quedas, Porque atreverte no puedas A las aras del honor. ESCENA VI. MANRIQUE.--DOÑA LEONOR, SIRENA. MANRIQ. ¡Dichoso yo que he llegado, Venturoso yo que he sido, Felice yo que he venido, Refelice yo que he dado El primero labio mio A la estampa dese pié, Que, lleno de flores, fué Primavera del estío! Y pues he llegado á vos, Beso y vuelvo á rebesar Cuanto se puede besar, Sin ofender á mi Dios. D.ª LEON. ¿Quién sois? MANRIQ. El menor criado De Don Lope, mi señor (Mas no el hablador menor), Que veloz me he adelantado Por albricias de que viene. D.ª LEON. Descuido fué, bien decís[3]; Tomad. Y ¿de qué servís A Don Lope? [3] Manrique nada ha hablado de _descuido_ en el razonamiento que ha dicho. Deben faltar algunos versos. MANRIQ. Hombre que tiene Este humor, ¿ya no os avisa Que es gentil-hombre su nombre? D.ª LEON. ¿Y de qué sois gentil-hombre? MANRIQ. De la boca de la risa. Criado, á quien le prefieren A los mayores cuidados, Y es pendanga de criados, Hecha del palo que quieren: Cuando guardo, mayordomo; Cuando algun vestido espero De mi amo, camarero; Maestresala, cuando tomo Para mí el mejor bocado; Secretario, poco amigo, Cuando sus secretos digo; Caballerizo extremado, Cuando por no andar á pié, Con achaque de pasealle, Salgo á caballo á la calle; Cuando alguna cosa fué Tal que se guarda de mí, Soy entónces su vêdor, Y despues su contador, Pues á todos desde allí Lo cuento, á todos lo aviso; Cuando hurto lo que quiero De la plaza, repostero; Despensero, cuando siso; Soy valiente cuando huyo; Y soy su cochero el dia Que sus amores me fia; Y así claramente arguyo Que soy por tan varios modos, Sirviéndole siempre así, Cada oficio de por sí, Y murmurándole, todos. _(Hablan aparte Doña Leonor y Sirena.)_ ESCENA VII. DON BERNARDINO, DON LUIS Y CELIO, _que se quedan léjos de_--DOÑA LEONOR, SIRENA, MANRIQUE. D. LUIS. Soy mercader, y trato en los diamantes, Que hoy son piedras, y rayos fueron ántes Del sol, que perficiona y ilumina Rústico grano en la abrasada mina. Paso desde Lisboa hasta Castilla, Y en esta aldea ví la maravilla Del cielo, reducida en una dama, Que acompañais; y luégo de la fama Supe que va casada ó á casarse. Y como suele en todas emplearse Este caudal más bien, porque las bodas En la gala y la joya empiezan todas, Enseñaros quisiera algunas dellas, Que no son más lucientes las estrellas, Por ver si la ocasion con el deseo Hacen en el camino algun empleo. D. BER. La prevencion y la advertencia ha sido Acertada. A buen tiempo habeis venido, Pues yo, por divertirla y alegrarla (Que está triste) una joya he de feriarla. Aquí esperad, y llegaré primero A prevenirla. D. LUIS. Pues ahora quiero Que la lleveis, señor, para bastante Prueba de mi verdad, este diamante; _(Dásele.)_ Que visto su valor y su excelencia, No dudo yo, señor, que os dé licencia De llegar á sus piés. D. BER. ¡Es piedra rara! ¡Qué fondo! ¡qué caudal! ¡qué limpia y clara! Aquí, divina Leonor, _(Llégase á ella.)_ Ha llegado un mercader, En cuya mano has de ver Joyas de grande valor, Ricas, costosas y bellas. Divierte un poco el pesar; Que yo te quiero feriar Lo que te agradare dellas. Este diamante, farol Que con luz hermosa y nueva, Para su limpieza prueba Ser luciente hijo del sol, Viene por testigo aquí. Toma el diamante. _(Dásele.)_ D.ª LEON. _(Ap.)_ ¿Qué veo? ¡Cielos! D. BER. Díme... D.ª LEON. _(Ap.)_ Aun no lo creo. D. BER. Si ha de llegar. D.ª LEON. (_Ap._ ¡Ay de mí! Este diamante es el mismo...) Díle que llegue.--¡Sirena! _(Apártase Don Bernardino.)_ (_Ap._ Sáqueme amor desta pena, Deste encanto, deste abismo.) Este diamante que ves, Luz que con el sol la mides, Di á Don Luis de Benavides, Prenda mia y suya es. O mis lágrimas me ciegan, O es el mismo. Hoy sabré yo Cómo á mis manos volvió. SIRENA. Disimula, que ya llegan. _(Llega Don Luis.)_ D. LUIS. Yo soy, hermosa señora... D. LEON. _(Ap.)_ Alma de la pena mia, Cuerpo de mi fantasía. SIRENA. _(Ap. á ella.)_ Disimula y calla ahora; Que ya veo la razon Que tienes para admirarte. D. LUIS. Yo soy quien en esta parte Piensa lograr la ocasion, Habiendo á tiempo llegado En que pueda mi deseo Hacer el feliz empleo Tantos años esperado. Traigo joyas que vender De innumerable riqueza; Y entre otras, una firmeza Sé que os ha de parecer Bien; porque della sospecho Que adorne esa bizarría, Si es que la firmeza mia Llega á verse en vuestro pecho. Un Cupido de diamantes Traigo de grande valor; Que quise hacer al amor Yo de piedras semejantes, Porque labrándole así, Cuando alguno le culpase De vário y fácil, le hallase Firme solamente en mí. Un corazon traigo, en quien No hay piedra falsa ninguna: Sortijas bellas, y en una Unas memorias se ven. Una esmeralda que habia, Me hurtaron en el camino Por el color, imagino, Que perfecto le tenía. Estaba con un zafiro; Mas la esmeralda llevaron Solamente, y me dejaron Esta azul piedra que miro; Y así dije en mis desvelos: «¿Cómo con tanta venganza Me llevasteis la esperanza Para dejarme los celos?» Si gusta vuestra belleza, Descubriré, por más glorias, El corazon, las memorias, El amor y la firmeza. D. BER. El mercader es discreto. ¡Qué bien á las joyas bellas, Para dar gusto de vellas, Las fué aplicando su efeto! D.ª LEON. Aunque vuestras joyas son Tales como encareceis, Para mostrarlas habeis Llegado á mala ocasion. Y yo, en ver su hermoso alarde, Contento hubiera tenido, Si ántes hubierais venido; Pero habeis venido tarde. ¿Qué se dijera de mí, Si cuando casada soy, Si cuando esperando estoy A mi noble esposo, aquí Pusiera, no mi tristeza, Sino mi imaginacion En ver ese corazon, Ese amor y esa firmeza? No los mostreis; que no es bien Que, tan sin tiempo miradas Agora, desestimadas Memorias vuestras estén. Y tomad vuestro diamante; Que ya sé que pierdo en él Una luz hermosa y fiel, Al mismo sol semejante. No culpeis la condicion Que en mí tan esquiva hallasteis; Culpaos á vos, que llegasteis Sin tiempo y sin ocasion. _(Ruido dentro.)_ MANRIQ. _(Mirando dentro.)_ Ya Don Lope mi señor Llega. D. LUIS. _(Ap.)_ ¿Habrá en desdicha igual Mal que compita á mi mal, Ni dolor á mi dolor? D.ª LEON. _(Ap.)_ ¡Qué veneno! D. LUIS. _(Ap.)_ ¡Qué crueldad! D. BER. A recibirle lleguemos. _(Vase.)_ MANRIQ. Callen todos, y escuchemos La primera necedad; Porque un novio á quien le place La dama y á verla llega, Como necedades juega, Es tahur que dice y hace. _(Vase.)_ ESCENA VIII. DOÑA LEONOR, DON LUIS, SIRENA, CELIO. D. LUIS. ¿Qué me podrás responder, Mujer tan fácil, liviana, Mudable, inconstante y vana, Y mujer, en fin, mujer, Que pueda satisfacer A tu mudanza y tu olvido? D.ª LEON. Haber tu muerte creido, Haber tu vida llorado Causa á mi mudanza ha dado, Que á mi olvido no ha podido; Pues cuando te llego á ver, A no estar ya desposada, Vieras hoy determinada Si soy mudable ó mujer. Desposéme por poder. D. LUIS. Y bien por poder se advierte: Por poder borrar mi suerte, Por poder dejarme en calma[4], Por poder quitarme el alma, Por poder darme la muerte. Esta dices que creiste, Y no fué vana apariencia; Que si creiste mi ausencia, Es lo mismo: bien dijiste. [4] En postracion, en abatimiento, en soledad y desamparo. D.ª LEON. No puedo, no puedo ¡ay triste! Responder; que está conmigo, No mi esposo, mi enemigo. Mas porque me culpas fiel, Lo que le dijere á él, Tambien hablaré contigo. _(Retírase Don Luis á un lado.)_ ESCENA IX. DON LOPE, DON BERNARDINO, MANRIQUE.--DOÑA LEONOR, SIRENA; DON LUIS Y CELIO, _retirados_. D. LOPE. Cuando la fama en lenguas dilatada Vuestra rara hermosura encarecia, Por fe os amaba yo, por fe os tenía, Leonor, dentro del alma idolatrada. Cuando os mira, suspensa y elevada El alma que os amaba y os queria, Culpa la imágen de su fantasía, Que sois vista mayor que imaginada. Vos sola á vos podeis acreditaros: ¡Dichoso aquel que llega á mereceros, Y más dichoso si acertó á estimaros! Mas ¿cómo ha de olvidaros ni ofenderos? Que quien ántes de veros pudo amaros, Mal os podrá olvidar despues de veros. D.ª LEON. Yo me firmé rendida ántes que os viese, Y vivo y muerto sólo en vos estaba, Porque sola una sombra vuestra amaba; Pero bastó que sombra vuestra fuese. ¡Dichosa yo mil veces, si pudiese Amaros como el alma imaginaba! Que la deuda comun así pagaba La vida, cuando humilde me rindiese. Disculpa tengo, cuando temeroso Y cobarde mi amor, llego á miraros, Si no pago un amor tan generoso. De vos, y no de mí, podeis quejaros, Pues, aunque yo os estime como á esposo, Es imposible, como sois, amaros. D. LOPE. Ahora, tio y señor, Me dad los invictos brazos. D. BER. Y serán eternos lazos De deudo, amistad y amor. Y porque no culpe ahora La dilacion, á embarcar Nos lleguemos. D. LOPE. Hoy el mar Segunda Vénus adora. MANRIQ. Y pues que con tanta gloria Dama y galan se han casado, Perdonad, noble Senado, Que aquí se acaba la historia. _(Vanse Don Lope, Doña Leonor, Don Bernardino, Manrique y Sirena.)_ ESCENA X. DON LUIS, CELIO. CELIO. Señor, pues que desta suerte Hallaste tu desengaño, Vuelve en tí, repara el daño De tu vida y de tu muerte. Ya no hay estilo ni medio Que tú debas elegir. D. LUIS. Sí hay, Celio. CELIO. ¿Cuál es? D. LUIS. Morir, Que es el último remedio. Muera yo, pues vi casada A Leonor, pues que Leonor Dejó burlado mi amor Y mi esperanza burlada. Mas ¿qué me podrá matar, Si los celos me han dejado Con vida? Aunque mi cuidado Me pretende consolar Dándome alguna esperanza; Pues cuando á su esposo habló, Conmigo se disculpó De su olvido y su mudanza. CELIO. ¿Cómo disculpar contigo? A mil locuras te pones. D. LUIS. Estas fueron sus razones, Mira si hablaban conmigo: «Yo me firmé rendida ántes que os viese, Y vivo y muerto sólo en vos estaba, Porque sola una sombra vuestra amaba; Pero bastó que sombra vuestra fuese. »¡Dichosa yo mil veces, si pudiese Amaros como el alma imaginaba! Que la deuda comun así pagaba La vida, cuando humilde me rindiese. »Disculpa tengo, cuando temeroso Y cobarde mi amor, llego á miraros, Si no pago un amor tan generoso. »De vos, y no de mí, podeis quejaros, Pues, aunque yo os estime como á esposo, Es imposible, como sois, amaros.» Y puesto que así me ha dado Disculpa de su mudanza, Sea mi loca esperanza Veneno y puñal dorado. Si ha de matarme el dolor, Mejor es el gusto ¡cielos! Y si he de morir de celos, Mejor es morir de amor. Siga mi suerte atrevida Su fin contra tanto honor, Porque he de amar á Leonor, Aunque me cueste la vida. JORNADA SEGUNDA. _Sala en casa de Don Lope en Lisboa._ ESCENA PRIMERA. SIRENA, MANRIQUE. MANRIQ. Sirena de mis entrañas, Que para aumentar mi pena Eres la misma Sirena, Pues enamoras y engañas: Duélate ver el rigor Con que tratas mis cuidados; Que tambien á los criados Hiere de barato amor. Dame un favor de tu mano. SIRENA. Pues ¿qué puedo darte yo? MANRIQ. Mucho puedes; pero no Quiero bien más soberano Que aquese verde liston, Con que yaces declarada Por dama de la lazada O fregona del tuson. SIRENA. ¿Una cinta quieres? MANRIQ. Sí. SIRENA. Ya aquese tiempo pasó, Que un galan se contentó Con una cinta. MANRIQ. Es así; Pero si yo la tuviera, Desparramando concetos, Mil y ciento y un sonetos Hoy en tu alabanza hiciera. SIRENA. Por verme tan soneteada Te la doy; y véte ahora, Porque viene mi señora. _(Vase Manrique.)_ ESCENA II. DOÑA LEONOR.--SIRENA. D.ª LEON. Ya vuelvo determinada. Esto, Sirena, es forzoso: Declárese mi rigor, Porque mi vida y mi honor Ya no es mio, es de mi esposo. Díle á Don Luis, que pues es Principal, noble y honrado, Por español y soldado Obligado á ser cortés, Que una mujer (no Leonor, Porque le basta saber A un noble que una mujer) Le suplica que su amor Olvide; que maravilla Cuidado en la calle tal, Y no sufre Portugal Galanteos de Castilla: Que con lágrimas bañada Vuelvo á pedirle se vuelva A Castilla, y se resuelva A no hacerme mal casada; Porque fiera y ofendida, Si no lo hace, vive Dios, Que podrá ser que á los dos Nos venga á costar la vida. SIRENA. Desa suerte lo diré, Si puedo verle y hablalle. D.ª LEON. ¿Cuándo falta de la calle? Mas no hables en ella, ve A buscarle á la posada. SIRENA. Mucho, señora, te atreves. _(Vase.)_ ESCENA III. DON LOPE, DON JUAN, MANRIQUE.--DOÑA LEONOR. D. LOPE. _(Ap.)_ ¡Ay honor, mucho me debes! D. JUAN. Ya se acerca la jornada. D. LOPE. No queda en toda Lisboa Fidalgo ni caballero, Que ser no piense el primero Que merezca eterna loa Con su muerte. MANRIQ. Justo es; Mas no pienso de esa suerte Tener yo loa en mi muerte, Ni comedia ni entremes. D. LOPE. ¿Luego tú no piensas ir Al Africa? MANRIQ. Podrá ser Que vaya; mas será á ver, Por tener más que decir; No á matar, quebrando en vano La ley en que vivo y creo; Pues allí explicar no veo Que sea moro ni cristiano. _No matar_, dice. Y los dos Esto me vereis guardar; Que yo no he de interpretar Los mandamientos de Dios. D. LOPE. ¡Mi Leonor! D.ª LEON. ¡Esposo mio! ¿Vos tanto tiempo sin verme? Quejoso vive el amor De los instantes que pierde. D. LOPE. ¡Qué castellana que estais! Cesen las lisonjas, cesen Las repetidas finezas. Mirad que los portugueses Al sentimiento dejamos La razon, porque el que quiere, Todo lo que dice quita De valor á lo que siente. Si en vos es ciego el amor, En mí es mudo. MANRIQ. Y desa suerte En mí endemoniado ha sido. D. LOPE. Siempre, Manrique, parece, Que al paso que yo estoy triste, Tú estás contento y alegre. MANRIQ. Y díme, ¿cuál es mejor, En pasiones diferentes, La alegría ó la tristeza? D. LOPE. La alegría. MANRIQ. Pues ¿qué quieres? ¿Que deje yo lo mejor Por lo peor? Tú, que tienes La tristeza, que es la mala, Eres quien mudarte debes, Y pasarte á la alegría; Pues será más conveniente, Que el ir yo de alegre á triste, Venir tú de triste á alegre. _(Vase.)_ ESCENA IV. DON LOPE, DOÑA LEONOR, DON JUAN. D.ª LEON. ¿Vos estais triste, señor? Muy poco mi pecho os debe O yo le debo muy poco, Pues vuestro dolor no siente. D. LOPE. Forzosas obligaciones, Heredadas dignamente Con la sangre, á quien obligan Divinas y humanas leyes, Me dan voces y recuerdan Desta blanda paz y deste Olvido, en que yacen hoy Mis heredados laureles. El famoso Sebastian, Nuestro rey, que viva siempre, Heredero de los siglos A la imitacion del fénix, Hoy al Africa hace guerra. No hay caballero que quede En Portugal; que á las voces De la fama nadie duerme. Quisiérale acompañar A la jornada; y por verme Casado, no me he ofrecido Hasta que licencia lleve De tu boca, Leonor mia. Esta merced has de hacerme, En este caso has de honrarme, Y este gusto he de deberte. D.ª LEON. Bien con esas prevenciones Fué menester que me hicieseis Oraciones que me animen, Y discursos que me alienten. Vos ausente, dueño mio, Y por mi consejo ausente, Fuera pronunciar yo misma La sentencia de mi muerte. Idos vos sin que lo diga Mi lengua; pues que no puede Negaros la voluntad Lo que la vida os concede. Mas porque veais que estimo Vuestra inclinacion valiente, Ya no quiero que el amor Sino el valor me aconseje. Servid hoy á Sebastian, Cuya vida el cielo aumente; Que es la sangre de los nobles Patrimonio de los reyes; Que no quiero que se diga Que las cobardes mujeres Quitan el valor á un hombre, Cuando es razon que le aumenten. Esto el alma os aconseja, Aunque como el alma os quiere; Mas como ajena lo dice, Si como propia lo siente. _(Vase.)_ ESCENA V. DON LOPE, DON JUAN. D. LOPE. ¿Habeis visto en vuestra vida Igual valor? D. JUAN. Dignamente Es bien que lenguas y plumas De la fama la celebren. D. LOPE. Y vos ¿qué me aconsejais? D. JUAN. Yo, Don Lope, de otra suerte Os respondiera. D. LOPE. Decid. D. JUAN. Quien ya colgó los laureles De Marte, y en blanda paz Ciñe de palma las sienes, ¿Para qué otra vez, decidme, Ha de limpiar los paveses Tomados de orin y polvo En que hora yacen y duermen? Yo fuera justo que fuera, A no estar por esta muerte Retirado y escondido; Y no es razon ofrecerme, Porque á los ojos del Rey Llega mal un delincuente. Si esto me disculpa á mí, Bastante disculpa tiene Quien soldado fué soldado. No os vais, amigo (y creedme), Aunque un hombre os acobarde, Y una mujer os aliente. _(Vase.)_ ESCENA VI. D. LOPE. ¡Válgame Dios! ¡quién pudiera Aconsejarse prudente, Si en la ocasion hay alguno Que á sí mismo se aconseje! ¿Quién hiciera de sí otra Mitad, con quien él pudiese Descansar? Pero mal digo: ¿Quién hiciera cuerdamente De sí mismo otra mitad, Porque en partes diferentes, Pudiera la voz quejarse Sin que el pecho lo supiese? ¡Pudiera sentir el pecho Sin que la voz lo dijese! ¡Pudiera yo, sin que yo Llegara á oirme ni á verme, Conmigo mismo culparme, Y conmigo defenderme! Porque unas veces cobarde, Como atrevido otras veces, Tengo vergüenza de mí. ¡Que tal diga! ¡que tal piense! ¡Que tenga el honor mil ojos Para ver lo que le pese, Mil oidos para oirlo, Y una lengua solamente Para quejarse de todo! Fuera todo lenguas, fuese Nada oidos, nada ojos, Porque oprimido de verse Guardado, no rompa el pecho, Y como mina reviente. Ahora bien, fuerza es quejarme; Mas no sé por dónde empiece; Que, como en guerra y en paz Viví tan honrado siempre, Para quejarme ofendido No es mucho que no aprendiese Razones; porque ninguno Previno lo que no teme. ¿Osará decir la lengua Qué tengo?... Lengua, detente, No pronuncies, no articules Mi afrenta; que si me ofendes, Podrá ser que castigada, Con mi vida ó con mi muerte, Siendo ofensor y ofendido, Yo me agravie y yo me vengue. No digas que tengo celos... --Ya lo dije, ya no puede Volverse al pecho la voz. ¿Posible es que tal dijese Sin que, desde el corazon Al labio, consuma y queme El pecho este aliento, esta Respiracion fácil, este Veneno infame, de todos Tan distinto y diferente, Que otros desde el labio al pecho Hacer sus efectos suelen, Y este desde el pecho al labio? ¿A qué áspid, á qué serpiente Mató su propio veneno? A mí ¡cielos! solamente, Porque quiere mi dolor Que él me mate y yo le engendre. Celos tengo, ya lo dije. ¡Válgame Dios! ¿Quién es este Caballero castellano, Que á mis puertas, á mis redes Y á mis umbrales clavado, Estatua viva parece? En la calle, en la visita, En la iglesia atentamente Es girasol de mi honor, Bebiendo sus rayos siempre. ¡Válgame Dios! ¿Qué será Darme Leonor fácilmente Licencia para ausentarme, Y con un semblante alegre, No sólo darme licencia, Sino decirme y hacerme Discursos tales, que áun ellos Me obligaran á que fuese, Cuando yo no lo intentara? Y ¿qué será, finalmente, Decirme Don Juan de Silva Que ni me vaya ni ausente? ¿En más razon no estuviera Que aquí mudados viniesen De mi amigo y de mi esposa Consejos y pareceres? ¿No fuera mejor, si fuera Que se mudaran las suertes, Y que Don Juan me animase Y Leonor me detuviese? Sí, mejor fuera, mejor. Pero ya que el cargo es este, Hablemos en el descargo: Vaya, que el honor no quiere Por tan sutiles discursos Condenar injustamente. ¿No puede ser que Leonor Tales consejos me diese, Por ser noble como es, Varonil, sagaz, prudente, Porque quedándome yo, Mi opinion no padeciese? Bien puede ser, pues que dice Que da el consejo, y lo siente. ¿No puede ser que Don Juan, Que me quedase dijese Por parecerle que estaba Excusado, y parecerle Que es dar disgusto á Leonor? Sí, puede ser. Y ¿no puede Ser tambien que este galan Mire á parte diferente? Y apretando más el caso, Cuando sirva, cuando espere, Cuando mire, cuando quiera, ¿En qué me agravia ni ofende? Leonor es quien es y yo Soy quien soy, y nadie puede Borrar fama tan segura Ni opinion tan excelente. Pero sí puede (¡ay de mí!); Que al sol claro y limpio siempre, Si una nube no le eclipsa, Por lo ménos se le atreve; Si no le mancha, le turba, Y al fin, al fin le oscurece. ¿Hay, honor, más sutilezas Que decirme y proponerme? ¿Más tormentos que me aflijan, Más penas que me atormenten, Más sospechas que me maten, Más temores que me cerquen, Más agravios que me ahoguen Y más celos que me afrenten? No. Pues no podrás matarme, Si mayor poder no tienes; Que yo sabré proceder Callado, cuerdo, prudente, Advertido, cuidadoso, Solícito y asistente, Hasta tocar la ocasion De mi vida y de mi muerte: Y en tanto que esta se llega, ¡Valedme, cielos, valedme! _(Vase.)_ * * * * * _Calle con puerta de casa de Don Lope._ ESCENA VII. SIRENA, _con manto_; MANRIQUE, _tras ella_. SIRENA. _(Ap.)_ Escaparme no he podido De Manrique, para entrar En casa; todo el lugar Hoy siguiéndome ha venido. ¿Qué haré? MANRIQ. Tapada de azar, Que mira, camina y calla, Con el arte de batalla Y el tallazo de picar; La de entrecano picote, Que con viento en popa vuelas, Con el manto de tres suelas Y chinelas de anascote, Habla ó descúbrete, y sea Desengaño tu fachada; Porque callando y tapada, Dice boba sobre fea. Aunque en tu brío, confieso Que indicio de todo das. SIRENA. ¿No dice más? MANRIQ. No sé más. SIRENA. ¿Y á cuántas ha dicho eso? MANRIQ. Antes soy muy recatado. No he hablado, á fe de quien soy, Sino cinco en todo hoy; Que ya estoy muy reformado. SIRENA. ¡Gracias al cielo, que veo Un hombre firme y constante! Yo tampoco soy amante De más que nueve. MANRIQ. Sí creo; Y porque me creas á mí, De todas mostrarte quiero Un favor. Sea el primero _(Sácalos.)_ El moño que sale aquí. Este moño pecador Su papel un tiempo hizo, Y de rizado y postizo Fué mártir y confesor. No es de aljófar lo ensartado; Liendres son con que me alegro, Que desde léjos mirado, Parece un penacho negro De blancas moscas nevado. Aquesta sutil varilla Es barba de la ballena, Sacada de una cotilla, Que fué entregar á mi pena Lo mismo que una costilla. Vara es de virtudes llena, Que hace bueno el pecho y buena La espalda más eminente; Que ya todo talle miente Por la barba de ballena. La zapatilla que estás Mirando ahora en mis manos, Casa fué, donde sabrás Que vivieron dos enanos[5] Sin encontrarse jamás. Este es un guante, y no hay duda De que, como ruiseñor, Mucho tiempo estuvo en muda: Pregúntaselo al olor: Sebo de cabrito suda. Esta cinta es de una dama De gran porte; pero yo No la quiero. [5] Dos juanetes. SIRENA. ¿Por qué no? MANRIQ. Porque sé que ella me ama. ¿No es causa bastante? SIRENA. Sí. MANRIQ. La que yo tengo de amar, Me ha de mentir, engañar, Y se ha de burlar de mí, Dar celos cada momento, Maltratarme, despedirme, Y en efecto ha de pedirme, Que es la cosa que más siento; Porque si al fin es costumbre En ellas, tengo por justo Hacer desde luego gusto Lo que ha de ser pesadumbre. SIRENA. ¿Y es hermosa esa señora? MANRIQ. No, pero es puerca. SIRENA. En verdad Que es muy buena calidad. MANRIQ. Arrope un ojo la llora, Y otro aceite. SIRENA. ¿Es entendida? MANRIQ. Cuanto dice entiendo yo; Mas cuanto la dicen, no, Que es entendida, entendida. SIRENA. Por muestra de que es verdad, Que amarle á su gusto espero, Este liston solo quiero. MANRIQ. De muy buena voluntad. SIRENA. ¡Ay triste de mí! MANRIQ. ¿Qué ha sido? SIRENA. Mi marido viene allí; Váyase presto de aquí, Que es un diablo mi marido. Dé vuelta á la calle presto, Que en tanto, señor, que él pasa, Le esperaré en esta casa. MANRIQ. En buen sagrado te has puesto; Que aquí vivo yo, y vendré En estando asegurada. _(Vase.)_ SIRENA. A un bellaco, una taimada. _(Vase.)_ * * * * * _Sala en casa de Don Lope._ ESCENA VIII. SIRENA. Bien dentro de casa entré Sin que fuese conocida. Lindamente le he engañado, Aunque él más, pues me ha dejado Tan afrentada y corrida. ¡Que dijera que era fea! No importaba, aunque lo fuese, Ni importaba que dijese Que necia y que sucia sea; Pero ¡aceite un ojo á mí, Y otro arrope! No, por Dios. Y áun si lloraran los dos Una cosa, entónces sí Que callara; ¿mas que tope Un picarón, un taimado, Que mis ojos han llorado Uno aceite y otro arrope? ESCENA IX. DOÑA LEONOR.--SIRENA. D.ª LEON. Sirena. SIRENA. Señora mia. D.ª LEON. ¡Cuánto tu ausencia me cuesta! ¿Hablástele? SIRENA. Y la respuesta En este papel te envía; Y de palabra me dijo, Que si él una vez te hablara, Él se fuera y te dejara. D.ª LEON. Con mayor causa me aflijo. ¿Para qué el papel tomaste? SIRENA. Para traerte el papel. D.ª LEON. _(Ap.)_ ¡Ay, pensamiento cruel, Qué fácil entrada hallaste En mi pecho! SIRENA. Pues ¿qué importa Que le tomes y le leas? D.ª LEON. ¿Eso es bien que de mí creas? La voz, Sirena, reporta, Con abrasarle y romperle. (_Ap._ Entiéndeme, necia, y sea Rogándome que le vea; Que estoy muerta por leerle.) SIRENA. ¿Qué culpa tiene el papel Que viene mandado aquí, Señora, para que así Vengues tu cólera en él? D.ª LEON. Pues si le tomo, verás Que es sólo para rompelle. SIRENA. Rómpele despues de lêlle. D.ª LEON. _(Ap._ Eso sí, ruégame más.) Pesada estás, y por tí Rompo la nema y le leo, Por tí sola. SIRENA. Ya lo veo. Abrele pues. D.ª LEON. Dice así: _(Abre el papel Doña Leonor, y lee.)_ «Leonor, si yo pudiera obedecerte, Y pudiera olvidar, vivir pudiera: Fuera contigo liberal, si fuera Bastante yo conmigo á no quererte. »Mi muerte injusta tu rigor me advierte, Si mi vida en amarte persevera, ¡Pluguiera á Dios! y de una vez muriera Quien de tantas no acierta con su muerte. »¿Que te olvide pretendes? ¿Cómo puedo Despreciado olvidar y aborrecido? ¿No ha de quejarse de dolor el labio? »Quiéreme tú; que si obligado quedo, Yo olvidaré despues, favorecido; Que el bien puede olvidarse, no el agravio.» SIRENA. ¿Lloras, leyendo el papel? Son, en fin, pasadas glorias. D.ª LEON. Lloro unas tristes memorias Que vienen vivas en él. SIRENA. Quien bien quiere tarde olvida. D.ª LEON. Como el que muerte me dió Está presente, brotó Reciente sangre la herida. Este hombre ha de obligarme, Con seguirme y ofenderme, A matarme y á perderme (Que áun fuera ménos matarme), Si no se ausenta de aquí. SIRENA. Pues tú lo puedes hacer. D.ª LEON. ¿Cómo? SIRENA. Oyéndole; que él dice Que en oyéndole una vez, Se ausentará de Lisboa. D.ª LEON. ¿Cómo, Sirena, podré? Que á trueco de que se vaya, Imposibles sabré hacer. ¿Cómo vendrá? SIRENA. Escucha atenta: Ahora es al anochecer, Que es la hora más segura, Porque ni temprano es Para que á un hombre conozcan, Ni tarde para temer Que la vecindad lo note. De mi señor, ya tú ves Que nunca viene á esta hora. Don Luis, no dudo que esté En la calle: podrá entrar A esta sala, donde hableis Los dos, y entónces podrás Decirle tu parecer. Óyele lo que dijere, Y obre fortuna despues. D.ª LEON. Tan fácilmente lo dices, Que no le dejas que hacer Al temor, ni áun al honor Que dudar ni que temer. Vé ya por Don Luis. _(Vase Sirena.)_ ESCENA X. DOÑA LEONOR. Amor, Aunque en la ocasion esté, Soy quien soy, vencerme puedo. No es liviandad, honra es La que á esta ocasion me puso: Ella me ha de defender; Que cuando ella me faltara, Quedara yo, que tambien Supiera darme la muerte, Si no supiera vencer.-- Temblando estoy; cada paso Que siento, pienso que es Don Lope, y el viento mismo Se me figura que es él. ¿Si me escucha? ¿si me oye? ¡Qué propio del miedo fué! ¡Que á tales riesgos se ponga Una principal mujer! ESCENA XI. SIRENA Y DON LUIS.--DOÑA LEONOR. SIRENA. Esta es Leonor. D. LUIS. ¡Ay de mí! ¡Cuantas veces esperé Esta ocasion! Ya quisiera No haberla llegado á ver. D.ª LEON. Ya, señor Don Luis, estais En mi casa, ya teneis La ocasion que habeis deseado. Hablad aprisa, porqué Os volvais; que temerosa De mí misma, tengo al pié Grillos de hielo, y el alma De mi aliento puede hacer Al corazon un cuchillo Y á la garganta un cordel. D. LUIS. Ya sabeis, Leonor hermosa, (Si es que olvidado no habeis pasados gustos, y ya Ignorais lo que sabeis), Que en Toledo, nuestra patria (Perdonadme), os quise bien, Desde que en la Vega os ví Un dia al amanecer, Que aumentado nuevas flores Al campo hermoso, tal vez Lo que las manos robaron, Restituyeron los piés. Ya sabeis... D.ª LEON. Esperad, yo Seré más breve. Ya sé Que muchos dias rondasteis Mi calle, y á mi desden Constante siempre, tuvisteis Amor firme, y firme fe. Hasta que os favorecí. ¿Qué no han llegado á vencer Lágrimas de amor, que lloran Los hombres que quieren bien? Y favorecido ya, Siendo tercera fïel La noche (¿qué no consiguen Una reja y un papel?), Tratábamos de casarnos, Cuando os hicieron merced De una jineta, y fué fuerza Iros á servir al Rey. Fuisteis á Flándes... D. LUIS. Si fuí (Que aqueso yo lo diré), Donde dimos un asalto, Y murió valiente en él Un Don Juan de Benavides, Caballero aragones. La equivocacion del nombre Dió causa para entender Que fuese yo el muerto: ¡cuánto Una mentira se crê! Llegó la nueva á Toledo... D.ª LEON. Eso diré yo más bien, Que sin vida la sentí, Y con la vida lloré; Pero callo aquí, aunque aquí Os pudiera encarecer Los sentimientos que hice, Las tristezas que pasé. En efecto, persuasiones De muchos pudieron ser Bastantes á que en Toledo Me casase por poder. D. LUIS. Yo lo supe en el camino, Y pensando deshacer El casamiento, corrí Hasta que os ví y os hablé, Con equívocas razones, En traje de mercader. D.ª LEON. Estaba casada ya; Y pues os desengañé, ¿A qué habeis venido aquí? D. LUIS. Solo he venido por ver Si hay ocasion de quejarme; Que si culpando tu fe Descanso, iré luego á Flándes, Donde una bala me dé, Porque la pólvora cumpla Lo que me ofreció otra vez. SIRENA. Gente sube la escalera. D.ª LEON. ¡Ay cielos! ¿qué puedo hacer? Oscura está aquesta sala: Que aquí te quedes es bien, Porque á tí solo te hallen; Y habiendo entrado quien es, Podrás irte, no á Castilla; Que ocasion habrá despues Para acabar de quejarte. SIRENA. Yo voy contigo tambien. _(Vanse las dos.)_ ESCENA XII. DON LUIS. ¿Qué confusion es esta, Que á mi desdicha iguala? Oscura está la sala, Y la noche funesta Ya de sombra cubierta Baja. No sé la casa ni la puerta; Que otra vez no he llegado Aquí. ¡Forzosa pena! Temerosa Sirena Y Leonor, me han dejado Confuso y sin sentido. ESCENA XIII. DON JUAN, _que andando á oscuras, encuentra con_ DON LUIS. D. JUAN. ¿A estas horas, no hubieran encendido Una luz?--Mas ¿qué es esto? ¿Quién es? ¿No me responde? D. LUIS. _(Ap.)_ ¡Hallé puerta por donde Salir! D. JUAN. Responda presto. O ya desenvainada, Lengua de acero, lo dirá mi espada. _(Al entrarse Don Luis por la puerta que va al cuarto de Doña Leonor, alcanzado por Don Juan, saca la espada y la cruza con él, retirándose luégo.)_ ESCENA XIV. DON LOPE Y MANRIQUE.--DON JUAN. D. LOPE. ¡Ruido de cuchilladas, Y oscuro el aposento! D. JUAN. Aquí los pasos siento. MANRIQ. Voy por luz. _(Vase.)_ D. LOPE. ¡Aquí espadas! Ya es fuerza que me asombre. D. JUAN. Ya le he dicho otra vez que diga el nombre. D. LOPE. ¿Quién mi nombre pregunta? D. JUAN. Quien, porque hableis, sospecho Que abrirá en vuestro pecho Mil bocas con la punta Deste acero. ESCENA XV. DOÑA LEONOR, SIRENA Y MANRIQUE.--DON LOPE, DON JUAN. D.ª LEON. _(Dentro.)_ ¡Luz, presto! _(Salen Doña Leonor y Sirena, y Manrique con luz.)_ D. LOPE. ¡Don Juan! D. JUAN. ¡Don Lope! D.ª LEON. ¡Ay cielos! D. LOPE. ¿Pues qué es esto? D. JUAN. En esta cuadra entraba, Cuando un hombre salía. D.ª LEON. Algun hombre sería, Que robarla intentaba. D. LOPE. ¡Hombre! D. JUAN. Sí, y preguntando Quién era, la respuesta dió callando. D. LOPE. (_Ap._ Disimular conviene, No crea que yo puedo Tener tan bajo miedo, Que mi valor condene.) ¡Bueno fuera, á fe mia, Mataros! Yo era el mismo que salia; Que (tan desconocida La voz) viendo que un hombre Me preguntaba el nombre En mi casa, ofendida La paciencia y turbada, Callando doy respuesta con la espada. SIRENA. ¡Por cuánto aquí se viera Un infeliz suceso! D. JUAN. ¿Cómo puede ser eso, Si el que yo digo que era Dentro está, cosa es cierta, Pues no pudo salir por esta puerta, Que vos entrasteis? D. LOPE. Digo Que era yo. D. JUAN. Es cosa extraña. D. LOPE. (_Ap._ ¡Oh cuánto á un hombre daña Un ignorante amigo! ¡Que no puedan los cuerdos, los más sabios Celar de un necio amigo los agravios!) Pues si por cosa cierta Teneis que dentro ha entrado, Fuerte y determinado Guardadme aquella puerta, En tanto, si eso pasa, Que yo examino toda aquesta casa. D. JUAN. Pues no saldrá por ella. Mirar seguro puedes. D. LOPE. Mira que en ella quedes, Y no te apartes della.-- _(Vase Don Juan.)_ (_Ap._ Hoy seré cuerdamente, Si es que ofendido soy, el más prudente, Y en la venganza mia Tendrá ejemplos el mundo, Porque en callar la fundo.) Ea, Manrique, guia Con esa luz. MANRIQ. No oso, Que yo de duendes soy poco goloso. _(Quiere Don Lope entrar en un aposento, y detiénele Doña Leonor.)_ D.ª LEON. No entreis, señor, aquí: yo soy testigo Que aseguraros este cuarto puedo. D. LOPE. _(A Manrique.)_ Pues ¿de qué tienes miedo? MANRIQ. De todo. D. LOPE. _(A D.ª Leonor.)_ Suelta, digo.--_(A Manrique.)_ Y tú véte de aquí... (_Ap._ Que ántes es dicha Que falte otro testigo á mi desdicha.) _(Toma la luz y éntrase, y Manrique se va por otra puerta.)_ ESCENA XVI. DOÑA LEONOR, SIRENA. D.ª LEON. ¡Ay Sirena! ¿qué suerte Es esta tan airada? Estoy, desesperada, Por darme aquí la muerte; Pues ya es fuerza que tope A Don Luis escondido ¡ay Dios! Don Lope. El pensó que salia Por la puerta que entraba A mi cuarto; allí estaba. ¿Mas por qué mi porfia Duda lo que ha pasado? Ya le ha visto Don Lope, ya le ha hablado. ¿Qué haré? Irme no puedo; Porque en desdichas tantas, Oprimidas las plantas, Cadenas pone el miedo De cobardes prisiones. Toda soy confusion de confusiones. ESCENA XVII. DON LUIS, _que sale con la espada desnuda y embozado, y tras él_ DON LOPE, _con la espada desnuda y luz_.--DOÑA LEONOR, SIRENA. D. LOPE. No os encubrais, caballero. D. LUIS. Detened, señor, la espada; Que en la sangre de un rendido Más que se ilustra se mancha. Yo soy de Castilla, donde Por los celos de una dama, Di á un caballero la muerte Cuerpo á cuerpo en la campaña. Vine á ampararme á Lisboa, Donde estoy por esta causa De Castilla desterrado. He sabido esta mañana Que aquí un hermano del muerto Cautelosamente anda Encubierto, por vengarse Con traicion y con ventaja. Con este cuidado, pues, Por esta calle pasaba, Cuando tres hombres me embisten A las puertas desta casa. Viendo que (aunque el corazon Algunas veces engaña) Era imposible defensa Contra tres de mano armada, Subíme por la escalera; Y ellos, ó por ver que estaba En sagrado, ó por no hacer Tan dudosa la venganza, No me siguieron, y estuve En esa primera sala Esperando á que se fuesen, Y sintiendo sosegada La calle, bajarme quise; Pero al salir de la cuadra, Hallé un hombre que me dijo: «¿Quién va?» Yo, que imaginaba Que eran mis propios contrarios, No le respondo palabra. De una sala en otra, entré Hasta aquí. Esta es la causa De haberme hallado, señor, Escondido en vuestra casa. Ahora dadme la muerte; Que como yo dicho haya La verdad, y no padezca Alguna virtud sin causa, Moriré alegre, rindiendo El sér, la vida y el alma A un honrado sentimiento, Y no á una infame venganza. D. LOPE. (_Ap._ ¿Pueden juntarse en un hombre Confusiones más extrañas? ¿Tantos asombros y miedos, Penas y desdichas tantas? Si en la calle este hombre ¡cielos! Tantos pesares me daba, ¿Qué vendrá á darme escondido Dentro de mi misma casa? Basta, basta, pensamiento; Sufrimiento, basta, basta, Que verdad puede ser todo; Y cuando no, aquí no hay causa Para mayores extremos: Sufre, disimula y calla.) Caballero castellano, Yo me alegro de que haya Sido contra una traicion Sagrado vuestro mi casa. En ella, á ser hoy soltero, Os sirviera y hospedara; Porque un caballero debe Amparar nobles desgracias. Lo que podré hacer por vos, Será acudiros en cuantas Ocasiones se os ofrezcan, Porque á ese lado mi espada, Contra tres mil, no os suceda Otra vez volver la espalda. Y ahora, porque salgais Más secreto de mi casa, Podreis salir del jardin Por aquella puerta falsa... Yo la abriré... y tambien hago Prevencion tan recatada, Porque criados, que al fin Son enemigos de casa, No cuenten que os hallé en ella, Y sea fuerza que vaya A todos satisfaciendo De cuál ha sido la causa. Porque aunque es cierto que nadie Dude una verdad tan clara, Y yo de mí mismo tengo La satisfaccion que basta, ¿Quién de una malicia huye? ¿Quién de una sospecha escapa? ¿Quién de una lengua se libra? ¿Quién de una intencion se guarda? Y si llegara á creer... ¿Qué es á creer? si llegara A imaginar, á pensar Que álguien pudo poner mancha En mi honor... ¿qué es mi honor? En mi opinion y en mi fama, Y en la voz tan solamente De una criada, una esclava, No tuviera, ¡vive Dios! Vida que no le quitara, Sangre que no le vertiera, Almas que no le sacara; Y éstas rompiera despues, A ser visibles las almas. Venid, iréos alumbrando Hasta que salgais. D. LUIS. _(Ap.)_ Helada Tengo la voz en el pecho. ¡Qué portuguesa arrogancia! _(Vanse los dos.)_ ESCENA XVIII. DOÑA LEONOR, SIRENA; _despues_ DON LOPE. D.ª LEON. Aun mejor ha sucedido, Sirena, que yo pensaba. Sola una vez vino el mal Menor que el que se esperaba. Ya puedo hablar, y ya puedo Mover las heladas plantas. ¡Ay, Sirena, en qué me ví! Vuelva á respirar el alma. (_Vuelve Don Lope._) D. LOPE. Leonor. D.ª LEON. Señor, ¿pues qué intentas? ¿Ya no supiste la causa Con que él entró? Ya supiste Que yo no he sido culpada. D. LOPE. ¿Tal pudiera imaginar Quien te estima y quien te ama? No, Leonor; sólo te digo Que ya que aquí se declara Con nosotros... D.ª LEON. ¿Ya él no dijo Que aquí de Castilla estaba Ausente por una muerte? Pues yo, señor, no sé nada. D. LOPE. No te disculpes, Leonor. Mira... mira que me matas. Tú, Leonor, ¿pues de qué habias De saberlo? Pero basta Que él se fie de nosotros, Para que de aquí no salga. Y tú, Sirena, no digas Lo que entre los tres nos pasa A ninguno, ni á Don Juan. ESCENA XIX. DON JUAN.--DICHOS. D. JUAN. _(Ap.)_ Tanto Don Lope se tarda, Que me ha dado algun cuidado. D. LOPE. ¡Por Dios, Don Juan, linda gracia Es hacerme andar así Mirando toda la casa, Siendo cierto que fuí yo! Tomad otro poco el hacha, Y andadla vos. D. JUAN. ¿Para qué, Si ya aquí me desengaña El saber que fuisteis vos? Ya conozco mi ignorancia. D. LOPE. Con todo habemos los dos Segunda vez de mirarla. D.ª LEON. _(Ap.)_ ¡Qué prudencia tan notable! D. JUAN. _(Ap.)_ ¡Qué valor y qué arrogancia! SIRENA. _(Ap.)_ ¡Qué temor! D. LOPE. _(Ap.)_ Desta manera, El que de vengarse trata, Hasta mejor ocasion, Sufre, disimula y calla. JORNADA TERCERA. _Atrio de un palacio del Rey en Lisboa._ ESCENA PRIMERA. DON JUAN, MANRIQUE. D. JUAN. ¿Dónde está Don Lope? MANRIQ. Cuando Entró en palacio, yo aquí Me quedé. D. JUAN. Búscale, y dí Que yo le estoy esperando. _(Vase Manrique.)_ ESCENA II. DON JUAN. Quedaréme imaginando A solas, sin mí y conmigo, El dudoso fin que sigo, Y la obligacion que tiene Quien á hacer discursos viene En la opinion de un amigo. Yo de Don Lope lo soy Tanto, que no ha celebrado Amigo más obligado La antigüedad hasta hoy. Huésped en su casa estoy, Su hacienda gasto, y es mia, Su vida y alma me fia: ¿Pues cómo ¡cielos! podré Ser ingrato á tanta fe, Amistad y cortesía? ¿Podré yo ver y callar Que su limpio honor padezca, Sin que mi vida le ofrezca Para ayudarle á vengar? ¿Podré yo ver murmurar Que este castellano adore A Leonor, que la enamore, Y le dé lugar Leonor, Y padeciendo su honor, Yo lo sepa y él lo ignore? No podré; pues si él quedara Satisfecho, siendo mia La venganza, en este dia Al castellano matara. A él sin él yo le vengara, Prudente, advertido y sabio; Mas de la intencion del labio Satisfaccion no se alcanza, Si el brazo de la venganza No es del cuerpo del agravio. Yo á Don Lope le diré Clara y descubiertamente Que no hable al Rey ni se ausente. Mas si me dice por qué, ¿Cómo le responderé La causa? Duda mayor Es esta; que al que el valor Eterno honor le previene, Quien dice que no le tiene Es quien le quita el honor. ¿Qué debe hacer un amigo En tal caso, pues entiendo Que si le callo, le ofendo Y le ofendo si lo digo, Oféndole si castigo Su agravio? Yo fuí su espejo: ¿Por qué bien no le aconsejo?-- Mas él mismo viene allí. No ha de quejarse de mí. Él me ha de dar el consejo. ESCENA III. DON LOPE, MANRIQUE.--DON JUAN. D. LOPE. Vuélvete, Manrique, y dí Que luégo á la quinta voy; Que esperando á hablar estoy Al Rey. MANRIQ. Don Juan está allí, Y viene á hablarte. _(Vase.)_ D. LOPE. (_Ap._ ¡Ay de mí! ¿Qué puede haber sucedido? ¿A qué puede haber venido?) Don Juan, ¿pues qué hay por acá?-- (_Ap._ ¡Oh, cómo un cobarde está Siempre á su temor rendido!) D. JUAN. Don Lope, amigo, yo vengo (Si estamos solos los dos) A aconsejarme con vos En una duda que tengo. D. LOPE. (_Ap._ Ya para oir me prevengo Alguna desdicha mia.) Decid. D. JUAN. Un caso me envía Un amigo á preguntar, Y quiérole consultar Con vos. D. LOPE. ¿Y es? D. JUAN. Jugando un dia Dos hidalgos, se ofreció Una duda, en caso tal Forzosa, sobre la cual Uno á otro desmintió. Con las voces, no lo oyó Entónces el desmentido; Un amigo lo ha sabido, Y que se murmura dél; Y por serlo tan fiel, Esta duda se ha ofrecido. ¿Si éste tendrá obligacion De decirlo claramente Al otro, que está inocente; O si dejar es razon Que padezca su opinion, Pues él no basta á vengalle? Si lo calla es agravialle, Y si lo dice es error De amigo. ¿Cuál es mejor, Que lo diga, ó que lo calle? D. LOPE. Dejadme pensar un poco. (_Ap._ Honor, mucho te adelantas; Que una duda sobre tantas Bastará á volverme loco. En otro sujeto toco Lo que ha pasado por mí. Don Juan pregunta por sí: Luego alguna cosa vió. ¿Haré que la diga? no; Pero que la calle, sí.) Don Juan, yo he considerado, Si es que mi voto he de dar, Que no puede un hombre estar Ignorante y agraviado. Aquel que ha disimulado Su ofensa por no vengalla, Es quien culpado se halla; Porque en un caso tan grave, No yerra el que no lo sabe, Sino el que lo sabe y calla. Y yo de mí sé decir Que si un amigo cual vos (Siendo quien somos los dos) Tal me llegara á decir, Tal pudiera presumir De mí, tal imaginara, El primero en quien vengara Mi desdicha, fuera en él; Porque es cosa muy cruel Para dicha cara á cara. Y no sé que en tal rigor Haya razon que no asombre, Y que se le pueda á un hombre Decir: «No teneis honor.» ¡Darme el amigo mayor El mayor pesar!--Testigo En Dios (otra vez lo digo), Que si yo me lo dijera, A mí la muerte me diera, Y soy mi mayor amigo. D. JUAN. Ya quedo ahora de vos Enseñado. Eso diré, Y á este amigo avisaré Que calle. Quedad con Dios. _(Vase.)_ ESCENA IV. DON LOPE. ¿Quién duda que entre los dos Pasa el caso que ponia En tercero, y que sabía Que Leonor matarme intenta? --Pues el que supo mi afrenta, Sabrá la venganza mia. Y el mundo la ha de saber. Basta, honor: no hay que esperar; Que quien llega á sospechar, No ha de llegar á creer, Ni esperar á suceder El mal; y pues su mudanza Logra tan baja esperanza, Volveré donde contemplo Que dé su traicion ejemplo, Y escarmiento mi venganza. ESCENA V. EL REY, ACOMPAÑAMIENTO.--DON LOPE. REY. Aunque en la quinta, que _del Rey_ la llama El vulgo, aquesta noche duerma, digo Que no me he de quedar hoy en Lisboa. Esté la gente toda prevenida, Que desde allí saldrá la más lucida A competir con plumas y colores Del sol los rayos, del Abril las flores. D. LOPE. (_Ap._ Cobarde al Rey me llego; Que esta pena, esta rabia y este fuego Tan cobarde me tiene, que sospecho, Con vergüenza, dolor y cobardía, Que todos saben la desdicha mia.) Dáme tus piés; será feliz mi boca, Si con su aliento esas esferas toca. REY. ¡Ah Don Lope de Almeida! Si tuviera En Africa esa espada, yo venciera La morisca arrogante bizarría. D. LOPE. ¿Pues pudiera quedar la espada mia En la paz, en la vaina que se os muestra, Cuando vos, gran señor, sacais la vuestra? Con vos voy á morir. ¿Qué causa hubiera Que en Portugal, señor, me detuviera En aquesta ocasion? REY. ¿No estais casado? D. LOPE. Sí, señor; mas no el serlo me ha estorbado El ser quien soy; porque ántes hoy me llama Tener mayor honor á mayor fama. REY. ¿Cómo, recien casada, Quedará vuestra esposa? D. LOPE. Muy honrada En ver que os ha ofrecido A esta empresa un soldado en su marido; Que es noble, es varonil, y más sintiera Que á vuestro lado, gran señor, no fuera; Pues si ántes por mi fama os acudia, Ahora por la suya y por la mia. Y no es inconveniente á mi deseo El ausentarme della. REY. Así lo creo; Que yo lo dije porque no era justo Descasaros tan presto, y desto gusto; Que en vuestra casa, aunque la empresa es alta, Podreis hacer, Don Lope, mayor falta. _(Vase el Rey y acompañamiento.)_ ESCENA VI. DON LOPE. ¡Válgame el cielo! ¿qué es esto Por que pasan mis sentidos? Alma, ¿qué habeis escuchado? Ojos, ¿qué es lo que habeis visto? ¿Tan pública es ya mi afrenta, Que ha llegado á los oidos Del Rey? ¿Qué mucho, si es fuerza Ser los postreros los mios? ¿Hay hombre más infelice? ¿No fuera mejor castigo ¡Cielos! desatar un rayo, Que con mortal precipicio Me abrasara, viendo ántes El incendio que el aviso, Que la palabra del Rey, Que grave y severo dijo Que yo haré falta en mi casa? ¿Pero qué rayo más vivo, Si fénix de las desdichas, Fuí ceniza de mí mismo? Cayeran sobre mis hombros Esos montes y obeliscos De hiedra, fueran sepulcros Que me sepultaran vivo. Ménos peso fueran, ménos, Que esta afrenta en que he caido, A cuya gran pesadumbre Ya desmayado me rindo. ¡Ay honor, mucho me debes! Júntate á cuentas conmigo. ¿Qué quejas tienes de mí? ¿En qué, dime, te he ofendido? Al heredado valor, ¿No he juntado el adquirido, Haciendo la vida en mí Desprecio al mayor peligro? ¿Yo, por no ponerte á riesgo, Toda mi vida no he sido Con el humilde, cortés, Con el caballero, amigo, Con el pobre, liberal, Con el soldado, bienquisto? Casado (¡ay de mí!), casado, ¿En qué he faltado? ¿en qué he sido Culpado? ¿No hice eleccion De noble sangre, de antiguo Valor? Y ahora á mi esposa, ¿No la quiero? ¿no la estimo? Pues si yo en nada he faltado, Si en mis costumbres no ha habido Acciones que te ocasionen, Con ignorancia ó con vicio, ¿Por qué me afrentas? ¿por qué? ¿En qué tribunal se ha visto Condenar al inocente? ¿Sentencias hay sin delito? ¿Informaciones sin cargo? Y sin culpas ¿hay castigo? ¡Oh locas leyes del mundo! ¡Que un hombre, que por sí hizo Cuanto pudo para honrado, No sepa si está ofendido! ¡Que de ajena causa ahora Venga el efecto á ser mio Para el mal, no para el bien, Pues nunca el mundo ha tenido Por las virtudes de aquél A éste en más! ¿Pues por qué (digo Otra vez) han de tener A éste en ménos, por los vicios De aquélla que fácilmente Rindió alcázar tan altivo A las fáciles lisonjas De su liviano apetito? ¿Quién puso el honor en vaso Que es tan frágil? ¿Y quién hizo Experiencias en redoma, No habiendo experiencia en vidrio? Pero acortemos discursos; Porque será un ofendido Culpar las costumbres necias, Proceder en infinito. Yo no basto á reducirlas, (Con tal condicion nacimos) Yo vivo para vengarlas No para enmendarlas vivo, Iré con el Rey, y luégo Volviéndome del camino (Que ocasion habrá), tambien La tendré para el castigo. La más pública venganza Será, que el mundo haya visto. Sabrá el Rey, sabrá D. Juan, Sabrá el mundo, y áun los siglos Futuros ¡cielos! quién es Un portugués ofendido. _(Vase.)_ * * * * * _Orillas del mar._ ESCENA VII. _Óyese ruido de cuchilladas, y sale_ DON JUAN _riñendo con unos_ SOLDADOS; _despues_ DON LOPE. D. JUAN. Cobardes, el satisfecho Soy yo, que no el desmentido. UN SOLD. Huye, que es rayo su espada. _(Entranse Don Juan y sus contrarios.)_ D. LOPE. _(Dentro.)_ ¿No es Don Juan aquel que miro? A vuestro lado me hallais. _(Sale.)_ OTRO. _(Dentro.)_ ¡Muerto soy! D. JUAN _(Volviendo.)_ Si estais conmigo, Poco fuera el mundo. D. LOPE. Ya Huyeron. Decid qué ha sido, Si la ocasion que teneis No nos obliga á seguirlos. D. JUAN. ¡Ay Don Lope, muerto estoy! Hoy nuevamente recibo La afrenta, que en la venganza Pensé que estaba en su olvido. Mas ¡ay de mí! ha sido engaño, Porque bastante no ha sido La venganza á sepultar Un agravio recibido. Cuando me aparté de vos, Llegué hasta este propio sitio Que bate el mar, con el fin Que vos propio habeis venido, Que es de volver á la quinta Adonde habeis reducido Vuestra casa, previniendo Vuestra ausencia. Divertido Llegué pues, y en esta parte Estaban en un corrillo Unos hombres, y al pasar El uno á los otros dijo: «Aqueste es Don Juan de Silva.» Yo, oyendo mi nombre mismo, Que es lo que se oye más fácil, Apliqué entrambos oidos. Otro preguntó: «¿Y quién es Este Don Juan?--¿No has oido (Le respondió) su suceso? Pues este fué desmentido De Manuel de Sosa.»--Yo, Que ya no pude sufrirlo, Saco la espada, y á un tiempo Tales razones le digo: «Yo soy aquel que maté A Don Manuel, mi enemigo, Tan presto, que de mi agravio La última razon no dijo. Yo soy el _desagraviado_, Que no soy el _desmentido_; Pues con su sangre quedó Lavado mi honor y limpio.» Dije, y cerrando con todos, Siguiéndolos he venido Hasta aquí, porque me huyeron Luego; que es usado estilo Ser cobarde el maldiciente; Y así ninguno se ha visto Valiente, que todos hacen A las espaldas su oficio. Esta es mi pena, Don Lope, Y ¡vive Dios! que atrevido, Que loco y desesperado, De aquí no me precipito Al mar, ó con esta espada Mi propia vida me quito, Porque me mate el dolor. «¡Este es aquel desmentido,» Dijo, no «aquel satisfecho!» ¿Quién en el mundo previno Su desdicha? ¿No hizo harto Aquel que la satisfizo? ¿Aquel que puso su vida Desesperado al peligro, Por quedar muerto y honrado Antes que afrentado y vivo? Mas no es así; que mil veces, Por vengarse uno atrevido, Por satisfacerse honrado Publicó su agravio mismo, Porque dijo la venganza Lo que la ofensa no dijo. _(Vase.)_ ESCENA VIII. DON LOPE. «Porque dijo la venganza Lo que la ofensa no dijo.» Luego si me vengo yo De aquella que me ofendió, La publico: claro está Que la venganza dirá Lo que la desdicha no. Y despues de haber vengado Mis ofensas atrevido, El vulgo dirá engañado: «Este es aquel ofendido,» Y no «aquel desagraviado.» Y cuando la mano mia Se bañe en sangre este dia, Ella mi agravio dirá, Pues la venganza sabrá Quien la ofensa no sabía. Pues ya no quiero buscalla (¡Ay cielos!) públicamente, Sino encubrilla y celalla; Que un ofendido prudente Sufre, disimula y calla. Que del secreto colijo Más honra, más alabanza. Callando mi intento rijo, Porque dijo la venganza Lo que el agravio no dijo. Pues de Don Juan, que atrevido Su honor ha restituido, No dijo el otro soldado: «Este es el desagraviado,» Sino: «este es el desmentido.» Pues tal mi venganza sea, Obrando discreto y sabio, Que apénas el sol la vea, Porque el que creyó mi agravio, Me bastará que la crea. Y hasta que pueda logralla Con más secreta ocasion, Ofendido corazon, Sufre, disimula y calla.-- ¡Barquero! ESCENA IX. UN BARQUERO.--DON LOPE. BARQ. Señor. D. LOPE. ¿No tienes Un barco aprestado? BARQ. Sí, No faltará para tí, Aunque en una ocasion vienes, Que siguiendo á Sebastian, Nuestro rey, que el cielo guarde, Hasta su quinta esta tarde Los barcos vienen y van. D. LOPE. Pues prevenle, porque tengo De ir hasta mi quinta yo. BARQ. ¿Ha de ser luégo? D. LOPE. ¿Pues no? BARQ. Al momento le prevengo. _(Vase.)_ ESCENA X. DON LUIS, _que sale leyendo un papel_.--DON LOPE. D. LUIS. _(Para sí.)_ Otra vez quiero leer Letras de mi vida jueces; Porque ya es placer dos veces El repetido placer. _(Lee.)_ «Esta noche va el Rey á la quinta: entre la gente podeis venir disimulado, donde habrá ocasion para que acabemos, vos de quejaros, y yo de disculparme.--Dios os guarde.--LEONOR.» ¡Que no haya un barco en que pueda Pasar! ¡Oh suerte importuna! ¡Plegue á Dios que la fortuna Nunca un gusto me conceda! D. LOPE. _(Ap.)_ Leyendo viene un papel Quien mi venganza previene, ¿Y quién dudará que viene Leyendo mi afrenta en él? ¡Qué cobarde es el honor! Nada escucho, nada veo Que ser mi pena no creo. D. LUIS. _(Ap.)_ Don Lope es este. D. LOPE. (_Ap._ Rigor, Disimulemos, y dando Rienda á toda la pasion, Esperemos ocasion Sufriendo y disimulando; Y pues la serpiente halaga Con pecho de ofensas lleno, Yo, hasta verter mi veneno, Es bien que lo mismo haga.) En muy poco, caballero, Mi ofrecimiento estimais, Pues que nada me mandais, Cuando serviros espero. Yo quedé tan obligado De vuestra gran cortesía, Discrecion y valentía, Que en Lisboa os he buscado Para que á vuestro valor Servir mi espada pudiera, Cuando otra vez pretendiera Vengarse el competidor, Que aquí os busca aventajado, Y tanto, que desta suerte Pretende daros la muerte Cuando esteis más descuidado. D. LUIS. Yo, señor Don Lope, estimo Merced que pagar espero; Mas hoy, como forastero, A pediros no me animo Que en esta ocasion me honreis, Por no empeñaros, señor, Con ese competidor De quien vos me defendeis: Fuera de que ya los dos Que estamos amigos creo; Pues ya le hablo y le veo Del modo que estoy con vos. D. LOPE. Créolo; pero mirad Vuestro riesgo con cuidado; Que amistad de hombre agraviado No es muy segura amistad. D. LUIS. Yo, al contrario, siento y digo Cuando su amistad procuro, ¿De quién no estaré seguro, Si lo estoy de mi enemigo? D. LOPE. Aunque argüiros podia Con razon ó sin razon, Seguid vos vuestra opinion, Que yo seguiré la mia. Y decidme, ¿qué buscais Por aquí? D. LUIS. Un barco quisiera; En que hasta la quinta fuera Del Rey. D. LOPE. A tiempo llegais: Que os podré servir creed, Que ya le tengo fletado. D. LUIS. Ocasion la gente ha dado A recibir tal merced, Que siendo tanta, no ha habido En qué pasar; y yo quiero Ver faccion que considero Que otra vez no ha sucedido. D. LOPE. Pues conmigo ireis. (_Ap._ Llegó La ocasion de mi venganza.) D. LUIS. _(Ap.)_ ¿Cuál hombre en el mundo alcanza Mayor ventura que yo? D. LOPE. _(Ap.)_ A mis manos ha venido, Y en ellas ha de morir. D. LUIS. _(Ap.)_ ¡Que me viniese á servir De tercero su marido! ESCENA XI. EL BARQUERO.--DON LOPE, DON LUIS. BARQ. Ya el barco ha llegado. D. LOPE. _(Al Barquero.)_ Entrad Vos en el barco primero, Porque yo á un criado espero. Pero no, vos le esperad, Pues conoceis al criado; Que al barco nos vamos ya. BARQ. No entreis en él, porque está Solo y á una cuerda atado, Que no estará muy segura. D. LOPE. Buscad al criado vos, Que allí esperamos los dos. D. LUIS _(Ap.)_ ¿Quién ha visto igual ventura? Él me lleva desta suerte Adonde á su honor me atrevo. D. LOPE. _(Ap.)_ Yo desta suerte le llevo Donde le daré la muerte. _(Vanse los dos.)_ BARQ. El criado no vendrá En mil horas, segun creo. Mas ¿qué es aquello que veo? ¡Desasido el barco está, Rompida la cuerda! Dios Solo los puede librar; Que sin duda que en el mar Tendrán sepulcro los dos. _(Vase.)_ * * * * * _Otro punto de la playa á vista de la quinta de Don Lope._ ESCENA XII. MANRIQUE, SIRENA. MANRIQ. Sirena, cuyo mirar Suspende, enamora, encanta, ¿Vienes acaso á escuchar A su orilla cómo canta La sirena de la mar? Oye un soneto oportuno, Heroico, grave y discreto: No te parezca importuno, Porque este es el un soneto De los mil y ciento y uno. _(Saca Manrique un papel y lee.)_ «Cinta verde, que en término sucinta, Su cinta pudo hacerte aquel Dios tinto En sangre, que gobierna el globo quinto, Para que Vénus estuviese en cinta: »La primavera tus colores pinta, Por quien yo traigo en este laberinto, Tamaño como pasa de Corinto, El corazon, más negro que la tinta. »Hoy tu esperanza á mi temor se junte, Porque en su verde y amarillo tinte Amor flemas y cóleras barrunte; »Que como á mí de su color me pinte, No podrá hacer, aunque en arpon me apunte, Que mi esperanza no se encaraminte.» SIRENA. ¡Qué lindo soneto has hecho! Pero enseña á ver si es verde La cinta. MANRIQ. (_Ap._ En bien se me acuerde Lo que la cinta se ha hecho. ¡Ah! sí.) Estaba cierto dia Junto al Tajo, en su frescura Contemplando tu hermosura, Sirena, y la dicha mia. Saqué aquella cinta bella Para aliviar mi esperanza, Y culpando tu mudanza, Empecé á llorar con ella. Besábala con placer, Y un águila que me vió Llegarla al labio, pensó Que era cosa de comer. Bajó de una piedra viva, Y con gran resolucion Arrebatóme el liston, Y volvió á subir arriba. Yo, aunque con gran ligereza Subir á su nido quiero, No pude hallar un caldero Que ponerme en la cabeza. Con esta ocasion se pierde De tu liston la memoria. Esta es, Sirena, la historia Llamada la cinta verde. SIRENA. Pues óyeme lo que á mí Despues acá me pasó. Estando en el campo yo, Volar un águila ví, Que era la misma; pues viendo No ser cosa de comer, La cinta dejó caer Junto á mí; y yo, acudiendo A ver lo que habia caido, Hallé entre las flores puesta La cinta: mira si es esta. MANRIQ. ¡Notable suceso ha sido! SIRENA. Más notable será ahora La venganza. MANRIQ. Mejor es Dejarlo para despues, Que sale al campo señora. _(Vase.)_ ESCENA XIII. DOÑA LEONOR.--SIRENA. D.ª LEON. Sirena. SIRENA. Señora. D.ª LEON. Mucha Es mi tristeza. SIRENA. ¿Pues no Sabré qué es la causa yo? D.ª LEON. Ya la sabes; pero escucha. Desde la noche triste Que en tantas confusiones, abrasada Troya á mi casa viste, Quedando yo de todos disculpada, Don Juan más engañado, Libre Don Luis, Don Lope asegurado; Despues que por la ausencia Que quiere hacer, en esta hermosa quinta Adonde la excelencia De la naturaleza borda y pinta Campaña y monte altivo, Más estimada de Don Lope vivo; Perdí, Sirena, el miedo Que á mi propio respeto le tenía; Pues si escaparme puedo De lance tan forzoso, la osadía Ya sin freno me alienta; Que peligro pasado no escarmienta. A aquesto se ha llegado Ver á Don Lope más amante ahora; Porque desengañado, Si algo temió, su desengaño adora, Y en amor le convierte. ¡Oh cuántos han amado desta suerte! ¡Oh cuántos han querido, Recibiendo por gracia los agravios! Deste error no han podido Librarse los más doctos, los más sabios; Que la mujer más cuerda, De haber amado, amada no se acuerda. Cuando Don Luis me amaba, Pareció que á Don Luis aborrecia; Cuando sin culpa estaba, Pareció que temia; Y ya (¡qué loco extremo!) Ni amo querida, ni culpada temo; Antes amo olvidada y ofendida, Antes me atrevo, cuando estoy culpada, Y pues para mi vida Hoy sigue al Rey Don Lope en la jornada, Escribo que Don Luis á verme venga, Y tenga fin mi amor, porque él le tenga. ESCENA XIV. DON JUAN.--DICHAS. D. JUAN. _(Ap.)_ ¡No sé cómo el corazon Tan grandes rigores sufre, Sin que se rinda á los golpes De una y otra pesadumbre! D.ª LEON. Señor Don Juan, ¿pues no viene Con vos Don Lope? D. JUAN. No pude Esperarle, aunque él me dijo Que ántes que en el mar sepulte El sol sus rayos, vendrá. D.ª LEON. ¿Cómo puede, si ya cubren Al mundo pálidas sombras, Y al cielo lóbregas nubes? D. JUAN. A mí me tuvo violento Un gran disgusto que tuve, Y esperar no puede á nadie El que de sí mismo huye. D. LUIS. _(Dentro.)_ ¡Válgame el cielo! D.ª LEON. ¿Qué voz Tan lastimosa discurre El viento? D. JUAN. En tierra no hay nadie. D.ª LEON. En las ondas se descubre Del mar un bulto, que ya Siendo trémulas las luces Del dia, no se determina Quién es. D. JUAN. Osado presume Escaparse; pues parece Que hácia nosotros le induce Piedad del cielo. Lleguemos Donde valientes le ayuden Nuestros brazos. _(Vase.)_ ESCENA XV. DON LOPE.--DICHOS. D. LOPE. _(Dentro.)_ ¡Ay de mí! D. JUAN. _(Dentro.)_ ¡Llega! D. LOPE. (_Dentro._) ¡Oh tierra, patria dulce Del hombre! _(Vuelve Don Juan y con él sale Don Lope, mojado y con una daga en la mano.)_ D. JUAN. ¡Qué es lo que veo! ¡Don Lope! D.ª LEON. ¡Esposo! D. LOPE. No pude Hallar puerto más piadoso, Que el que en tal favor acude A mi fatiga. ¡Oh Leonor! ¡Oh mi bien! no es bien que dude Que el cielo me ha prevenido Con sus favores comunes Tan grande dicha, en descuento De tan grande pesadumbre. ¡Amigo! D. JUAN. ¿Qué ha sido esto? D. LOPE. La mayor lástima incluye Aquesta ventura mia, Que vió el mundo. D.ª LEON. Como ayude El cielo mis esperanzas, Y vivo esteis, no hay quien culpe A la fortuna, aunque usase De su trágica costumbre. D. LOPE. Hablé al Rey, busquéos á vos. Y como hallaros no pude, Fleté un barco. Estando ya Para hacer que el agua sulque, A mí un galan caballero, Cuyo nombre apénas supe (Que pienso que era un Don Luis De Benavides), acude Diciéndome que por ser Forastero, á quien se suple Un cortés atrevimiento, Me ruega que no le culpe El pedirme que en el barco Le traiga; que es bien procure Ver en la quinta del Rey La gente cuando se junte. Obligóme á que le diese Un lugar; y apénas hube Entrado con él, y el barco De los dos el peso sufre (Que el barquero áun no habia entrado), Cuando el cabo, á quien le pudren Las mismas aguas del mar, Falta, porque le recude Una onda reciamente, A cuyo golpe no pude Resistir, aunque tomé Los remos. Al fin no tuve Fuerza, y los dos en el barco Entrando por las azules Ondas del mar, padecimos Mil saladas inquietudes. Ya de los montes de agua Ocupé las altas cumbres, Ya en bóveda de zafir Sepulcro en sus arcos tuve; Al fin guiado á esta parte, A vista ya de las luces De tierra, chocando el barco, De arena y agua se cubre. El gallardo caballero, A quien yo librar no pude, Por apartarnos la fuerza Del golpe, sin que se ayude A sí mismo, se rindió Al mar, donde le sepulte Su olvido. D.ª LEON. ¡Ay de mí! _(Cae desmayada.)_ D. LOPE. ¡Leonor, Mi bien, mi esposa, no turbes Tu hermosura! ¡Ay cielo mio! Un hielo manso discurre Por el cristal de sus manos. ¡Ay, Don Juan! la pesadumbre De verme así, no fué mucho Que la rindiese: no sufren Corazones de mujer Que estas lástimas escuchen.-- Llevadla al lecho los dos. _(Llévanla entre Don Juan y Sirena.)_ ESCENA XVI. DON LOPE. ¡Qué bien en un hombre luce Que callando sus agravios, Aun las venganzas sepulte! Desta suerte ha de vengarse Quien espera, calla y sufre. Bien habemos aplicado, Honor, con cuerda esperanza, Disimulada venganza A agravio disimulado. ¡Bien la ocasion advertí Cuando la cuerda corté, Cuando los remos tomé Para apartarme de allí, Haciendo que pretendia Acercarme! Y ¡bien logré Mi intento, pues que maté Al que ofenderme queria (Testigo es este puñal), Al agresor de mi afrenta, A quien dí en urna violenta Monumento de cristal! ¡Bien en la tierra rompí El barco, dando á entender Que esto pudo suceder Sin sospecharse de mí! Pues ya que conforme á ley De honrado, maté primero Al galan, matar espero A Leonor: no diga el Rey, Viendo que su sangre esmalta El lecho que áun no violó, Que no vaya, porque yo En mi casa no haga falta. Pues esta noche ha de ver El fin de mi desagravio, Medio más prudente y sabio Para acabarlo de hacer. Leonor (¡ay de mí!), Leonor, Bella como licenciosa, Tan infeliz como hermosa, Ruina fatal de mi honor; Leonor, que al dolor rendida, Y al sentimiento postrada, Dejó la muerte burlada En las manos de la vida, Ha de morir. Mis intentos Solo los he de fiar, Porque los sabrán callar, De todos cuatro elementos. Allí al agua y viento entrego La media venganza mia; Y aquí la otra mitad fia Mi dolor de tierra y fuego; Pues esta noche mi casa Pienso intrépido abrasar. Fuego al cuarto he de pegar, Y yo, en tanto que se abrasa, Osado, atrevido y ciego La muerte á Leonor daré, Porque presuman que fué Sangriento verdugo el fuego. Sacaré acendrado dél El honor que me ilustró, Ya que la liga ensució Una mancha tan cruel; Y en una experiencia tal, Por los crisoles no ignoro Que salga acendrado el oro Sin aquel bajo metal De la liga que tenía Y su valor deslustraba. Así el mar las manchas lava De la gran desdicha mia: El viento la lleve luego, Donde no se sepa della; La tierra ande por no vella, Y cenizas la haga el fuego; Porque así el mortal aliento, Que á turbar el sol se atreve, Consuma, lave, arda y lleve Tierra, agua, fuego y viento. _(Vase.)_ ESCENA XVII. EL REY, EL DUQUE DE BERGANZA, ACOMPAÑAMIENTO. DUQUE. Pensando el mar que dormia Segundo sol en su esfera, Mansamente retrató A sus ondas las estrellas. REY. Vine, Duque, por el mar; Que aunque pude por la tierra, Me pareció que tardaba, Cuanto por aquí es más cerca. Y habiendo estado las aguas Tan dulces y lisonjeras, Que el cielo, Narciso azul, Se vió contemplando en ellas, Ha sido justo venir Donde tantos barcos vea, Cuyos fanales parecen Mil abrasados cometas, Mil alados cisnes, pues Formando esta competencia, Unos con las alas corren, Y otros con los remos vuelan. DUQUE. A todo ofrece ocasion La noche apacible y fresca. REY. Entre la tierra y el mar Deleitosa vista es esta; Porque mirar tantas quintas, Cuyas plantas lisonjean Ninfas del mar, que obedientes Con tanta quietud las cercan, Es ver un monte portátil, Es ver una errante selva; Pues vistas dentro del mar, Parece que se menean. Adios, dulce patria mia, Que en él espero que vuelva (Puesto que es la causa suya), Donde ceñido me veas De laurel entrar triunfante De mil victorias sangrientas, Dando á mi honor nueva fama, Nuevos triunfos á la Iglesia, Que espero ver. _Voces._ _(Dentro.)_ ¡Fuego, fuego! REY. ¿Qué voces, Duque, son esas? DUQUE. Fuego, dicen; y hácia allí La quinta, que está más cerca, Y si no me engaño, es La de Don Lope de Almeida, Se está abrasando. REY. Ya veo En ímpetu salir della, Hecha un volcan de humo y fuego, Las nubes y las centellas. Grande incendio, al parecer, De todas partes la cerca: Parece imposible cosa Que nadie escaparse pueda. Acerquémonos á ver Si hay contra el fuego defensa. DUQUE. ¡Señor! ¿Tal temeridad? REY. Duque, accion piadosa es esta, No temeridad. ESCENA XVIII. DON JUAN, _medio desnudo_.--DICHOS. D. JUAN. Aunque Cenizas mi vida sea, He de sacar á Don Lope, Que es su cuarto el que se quema. REY. Detened aquese hombre. DUQUE. Desesperado, ¿qué intentas? D. JUAN. Dejar en el mundo fama De una amistad verdadera. Y pues que presente estás, Es bien que la causa sepas. Apénas, oh gran señor, Nos recogimos, apénas, Cuando en un punto, un instante, Creció el fuego de manera, Que parece que tomaba Venganza de su violencia. Don Lope de Almeida está Con su esposa, y yo quisiera Librarlos. ESCENA XIX. MANRIQUE.--DICHOS. MANRIQ. Echando chispas, Como diablo de comedia, Salgo huyendo de mi casa, Que soy desta Troya Eneas. Al mar me voy á arrojar, Aunque menor daño fuera Quemarme, que beber agua. ESCENA XX. DON LOPE, _medio desnudo, que saca á_ DOÑA LEONOR, _muerta_.--DICHOS. D. LOPE. ¡Piadosos cielos, clemencia, Porque, aunque arriesgue mi vida, Escapar la suya pueda!-- ¡Leonor! REY. ¿Es Don Lope? D. LOPE. Yo Soy, señor, si es que me deja El sentimiento, no el fuego, Alma y vida, con que pueda Conoceros, para hablaros, Cuando vida y alma atentas A esta desdicha, á este asombro, A este horror, á esta tragedia, Yacen postradas y mudas. Esta muerta beldad, esta Flor en tanto fuego helada, Que solo el fuego pudiera Abrasarla, que de envidia Quiso que no resplandezca, Esta, señor, fué mi esposa, Noble, altiva, honrada, honesta, Que en los labios de la fama Deja esta alabanza eterna. Esta es mi esposa, á quien yo Quise con tanta terneza De amor, porque sienta más El no verla y el perderla Con una tan gran desdicha, Como en vivo fuego envuelta, En humo denso anegada; Pues cuando librarla intenta Mi valor, rindió la vida En mis brazos. ¡Dura pena! ¡Triste horror! ¡fuerte suceso! Aunque un consuelo me deja, Y es, que ya podré serviros; Pues libre desta manera, En mi casa no haré falta. Con vos iré, donde pueda Tener mi vida su fin, Si hay desdicha que fin tenga.-- Y vos, valiente Don Juan, _(Ap. á él.)_ Decid á quien se aconseja Con vos, cómo ha de vengarse Sin que ninguno lo sepa; Y no dirá la venganza Lo que no dijo la afrenta. REY. ¡Notable desdicha ha sido! D. JUAN. Pues óigame vuestra Alteza A parte; porque es razon Que solo este caso sepa. Don Lope sospechas tuvo, Que pasaron de sospechas Y llegaron á verdades; Y en resolucion tan cuerda, Por dar _á secreto agravio_ Tambien _venganza secreta_, Al galan mató en el mar, Porque en un barco se entra Con él solo: así el secreto Al agua y fuego le entrega, Porque el que supo el agravio Sólo la venganza sepa. REY. Es el caso más notable Que la antigüedad celebra; Porque secreta venganza Requiere secreta ofensa. D. JUAN. Esta es verdadera historia Del gran Don Lope de Almeida, Dando con su admiracion Fin á la tragicomedia. EL ALCALDE DE ZALAMEA. DRAMA EN TRES JORNADAS. PERSONAS. EL REY FELIPE II. DON LOPE DE FIGUEROA. DON ÁLVARO DE ATAIDE, _capitan_. UN SARGENTO. LA CHISPA. REBOLLEDO, _soldado_. PEDRO CRESPO, _labrador viejo_. JUAN, _hijo de Pedro Crespo_. ISABEL, _hija de Pedro Crespo_. INÉS, _prima de Isabel_. DON MENDO, _hidalgo_. NUÑO, _su criado_. UN ESCRIBANO. _Soldados._ _Un tambor._ _Labradores._ _Acompañamiento._ _La escena en Zalamea y sus inmediaciones._ JORNADA PRIMERA. _Campo cercano á Zalamea._ ESCENA PRIMERA. REBOLLEDO, CHISPA, SOLDADOS. REBOLL. ¡Cuerpo de Cristo con quien Desta suerte hace marchar De un lugar á otro lugar Sin dar un refresco! TODOS. Amén. REBOLL. ¿Somos gitanos aquí, Para andar desta manera? Una arrollada bandera ¿Nos ha de llevar tras sí, Con una caja... SOLD. 1.º ¿Ya empiezas? REBOLL. Que este rato que calló, Nos hizo merced de no Rompernos estas cabezas? SOLD. 2.º No muestres deso pesar, Si ha de olvidarse, imagino, El cansancio del camino A la entrada del lugar. REBOLL. ¿A qué entrada, si voy muerto? Y aunque llegue vivo allá, Sabe mi Dios si será Para alojar; pues es cierto Llegar luégo al comisario Los alcaldes á decir Que si es que se pueden ir, Que darán lo necesario. Responderles, lo primero, Que es imposible, que viene La gente muerta; y si tiene El concejo algun dinero, Decir: «Señores soldados, Orden hay que no paremos: Luégo al instante marchemos.» Y nosotros, muy menguados, A obedecer al instante Orden, que es en caso tal, Para él órden monacal, Y para mí mendicante. Pues ¡voto á Dios! que si llego Esta tarde á Zalamea, Y pasar de allí desea Por diligencia ó por ruego, Que ha de ser sin mí la ida; Pues no, con desembarazo, Será el primer tornillazo Que habré yo dado en mi vida. SOLD. 1.º Tampoco será el primero Que haya la vida costado A un miserable soldado; Y más hoy, si considero Que es el cabo desta gente Don Lope de Figueroa, Que si tiene fama y loa De animoso y de valiente, La tiene tambien de ser El hombre más desalmado, Jurador y renegado Del mundo, y que sabe hacer Justicia del más amigo, Sin fulminar el proceso. REBOLL. ¿Ven ustedes todo eso? Pues yo haré lo que yo digo. SOLD. 2.º ¿Deso un soldado blasona? REBOLL. Por mí muy poco me inquieta; Pero por esa pobreta, que viene tras la persona... CHISPA. Seor Rebolledo, por mí Voacé no se aflija, no; Que, como ya sabe, yo, Barbada el alma, nací: Y ese temor me deshonra; Pues no vengo yo á servir Ménos que para sufrir Trabajos con mucha honra; Que para estarme, en rigor, Regalada, no dejara En mi vida, cosa es clara, La casa del regidor, Donde todo sobra, pues Al mes mil regalos vienen; Que hay regidores que tienen Mesa franca con el mes. Y pues al venir aquí, A marchar y padecer Con Rebolledo, sin ser Postema, me resolví, Por mí ¿en qué duda ó repara? REBOLL. ¡Viven los cielos, que eres Corona de las mujeres! SOLD. 2.º Aquesa es verdad bien clara. ¡Viva la Chispa! REBOLL. ¡Reviva! Y más si por divertir Esta fatiga de ir Cuesta abajo y cuesta arriba, Con su voz al aire inquieta Una jácara ó cancion. CHISPA. Responda á esa peticion Citada la castañeta. REBOLL. Y yo ayudaré tambien. Sentencien los camaradas, Todas las partes citadas. SOLD. 1.º ¡Vive Dios, que ha dicho bien! _(Cantan Rebolledo y la Chispa.)_ CHISPA. _Yo soy titiri, titiri, tina, Flor de la jacarandina._ REBOLL. _Yo soy titiri, titiri, taina, Flor de la jacarandaina._ CHISPA. _Vaya á la guerra el alférez, Y embárquese el capitan._ REBOLL. _Mate moros quien quisiere, Que á mí no me han hecho mal._ CHISPA. _Vaya y venga la tabla al horno, Y á mí no me falte pan._ REBOLL. _Huéspeda, máteme una gallina; Que el carnero me hace mal._ SOLD. 1.º Aguarda; que ya me pesa (Que íbamos entretenidos En nuestros mismos oidos) De haber llegado á ver esa Torre, pues es necesario Que donde paremos sea. REBOLL. ¿Es aquella Zalamea? CHISPA. Dígalo su campanario. No sienta tanto voacé, Que cese el cántico ya: Mil ocasiones habrá En que lograrle, porque Esto me divierte tanto, Que como de otras no ignoran Que á cada cosita lloran, Yo á cada cosita canto, Y oirá uced jácaras ciento. REBOLL. Hagamos alto aquí, pues Justo, hasta que venga, es, Con la órden el Sargento, Por si hemos de entrar marchando Y en tropas. SOLD. 1.º Él solo es quien Llega ahora; mas tambien El Capitan esperando Está. ESCENA II. EL CAPITAN, EL SARGENTO.--DICHOS. CAPITAN. Señores soldados, Albricias puedo pedir: De aquí no hemos de salir, Y hemos de estar alojados Hasta que Don Lope venga Con la gente que quedó En Llerena; que hoy llegó Orden de que se prevenga Toda, y no salga de aquí A Guadalupe, hasta que Junto todo el tercio esté, Y él vendrá luego; y así, Del cansancio bien podrán Descansar algunos dias. REBOLL. Albricias pedir podias. TODOS. ¡Víctor nuestro Capitan! CAPITAN. Ya está hecho el alojamiento: El comisario irá dando Boletas, como llegando Fueren. CHISPA. Hoy saber intento Por qué dijo, voto á tal, Aquella jacarandina: «Huéspeda, máteme una gallina; Que el carnero me hace mal.» _(Vanse.)_ * * * * * _Calle._ ESCENA III. EL CAPITAN, EL SARGENTO. CAPITAN. Señor Sargento, ¿ha guardado Las boletas para mí, Que me tocan? SARG. Señor, sí. CAPITAN. ¿Y dónde estoy alojado? SARG. En la casa de un villano, Que el hombre más rico es Del lugar, de quien despues He oido que es el más vano Hombre del mundo, y que tiene Más pompa y más presuncion Que un infante de Leon. CAPITAN. Bien á un villano conviene Rico aquesa vanidad. SARG. Dicen que esta es la mejor Casa del lugar, señor: Y si va á decir verdad, Yo la escogí para tí, No tanto porque lo sea, Como porque en Zalamea No hay tan bella mujer... CAPITAN. Dí. SARG. Como una hija suya. CAPITAN. Pues Por muy hermosa y muy vana, ¿Será más que una villana Con malas manos y piés? SARG. ¿Que haya en el mundo quien diga Eso? CAPITAN. ¿Pues no, mentecato? SARG. ¿Hay más bien gastado rato (A quien amor no le obliga, Sino ociosidad no más) Que el de una villana, y ver Que no acierta á responder A propósito jamás? CAPITAN. Cosa es que en toda mi vida, Ni áun de paso, me agradó; Porque en no mirando yo Aseada y bien prendida Una mujer, me parece Que no es mujer para mí. SARG. Pues para mí, señor, sí, Cualquiera que se me ofrece. Vamos allá; que por Dios, Que me pienso entretener Con ella. CAPITAN. ¿Quieres saber Cuál dice bien de los dos? El que una belleza adora, Dijo, viendo á la que amó: «Aquella es mi dama,» y no: «Aquella es mi labradora.» Luego si dama se llama La que se ama, claro es ya Que en una villana está Vendido el nombre de dama. Mas ¿qué ruido es ese? SARG. Un hombre, Que de un flaco rocinante A la vuelta desa esquina Se apeó, y en rostro y talle Parece á aquel Don Quijote, De quien Miguel de Cervántes Escribió las aventuras. CAPITAN. ¡Qué figura tan notable! SARG. Vamos, señor; que ya es hora. CAPITAN. Lléveme el Sargento ántes A la posada la ropa, Y vuelva luégo á avisarme. _(Vanse.)_ ESCENA IV. DON MENDO, NUÑO. D. MEND. ¿Cómo va el rucio? NUÑO. Rodado, Pues no puede menearse. D. MEND. ¿Dijiste al lacayo, dí, Que un rato le pasease? NUÑO. ¡Qué lindo pienso! D. MEND. No hay cosa Que tanto á un bruto descanse. NUÑO. Aténgome á la cebada. D. MEND. ¿Y que á los galgos no aten, Dijiste? NUÑO. Ellos se holgarán; Mas no el carnicero. D. MEND. Baste; Y pues han dado las tres, Cálzome palillo y guantes. NUÑO. ¿Si te prenden el palillo Por palillo falso? D. MEND. Si álguien, Que no he comido un faisan, Dentro de sí imaginare, Que allá dentro de sí miente, Aquí y en cualquiera parte Le sustentaré. NUÑO. ¿Mejor No seria sustentarme A mí, que al otro? que en fin Te sirvo. D. MEND. ¡Qué necedades! --En efecto, ¿que han entrado Soldados aquesta tarde En el pueblo? NUÑO. Sí, señor. D. MEND. Lástima da el villanaje Con los huéspedes que espera. NUÑO. Más lástima da y más grande Con los que no espera... D. MEND. ¿Quién? NUÑO. La hidalguez; y no te espante; Que si no alojan, señor, En cas de hidalgos á nadie, ¿Por qué piensas que es? D. MEND. ¿Por qué? NUÑO. Porque no se mueran de hambre. D. MEND. En buen descanso esté el alma De mi buen señor y padre, Pues en fin me dejó una Ejecutoria tan grande. Pintada de oro y azul, Exencion de mi linaje. NUÑO. Tomáramos que dejara Un poco del oro aparte. D. MEND. Aunque si reparo en ello, Y si va á decir verdades, No tengo que agradecerle De que hidalgo me engendrase, Porque yo no me dejara Engendrar, aunque él porfiase, Si no fuera de un hidalgo, En el vientre de mi madre. NUÑO. Fuera de saber difícil. D. MEND. No fuera, sino muy fácil. NUÑO. ¿Cómo, señor? D. MEND. Tú, en efecto, Filosofía no sabes, Y así ignoras los principios. NUÑO. Sí, mi señor, y áun los ántes Y postres, desde que como Contigo; y es, que al instante, Mesa divina es tu mesa, Sin medios, postres ni ántes. D. MEND. Yo no digo esos principios. Has de saber que el que nace, Sustancia es del alimento Que ántes comieron sus padres. NUÑO. ¿Luego tus padres comieron? Esa maña no heredaste. D MEND. Esto despues se convierte En su propia carne y sangre: Luego si hubiera comido El mio cebolla, al instante Me hubiera dado el olor, Y hubiera dicho yo: «Tate, Que no me está bien hacerme De excremento semejante.» NUÑO. Ahora digo que es verdad... D. MEND. ¿Qué? NUÑO. Que adelgaza la hambre Los ingenios. D. MEND. Majadero, ¿Téngola yo? NUÑO. No te enfades; Que si no la tienes, puedes Tenerla, pues de la tarde Son ya las tres, y no hay greda Que mejor las manchas saque, Que tu saliva y la mia. D. MEND. Pues esa, ¿es causa bastante Para tener hambre yo? Tengan hambre los gañanes; Que no somos todos unos; Que á un hidalgo no le hace Falta el comer. NUÑO. ¡Oh, quién fuera Hidalgo! D. MEND. Y más no me hables Desto, pues ya de Isabel Vamos entrando en la calle. NUÑO. ¿Por qué, si de Isabel eres Tan firme y rendido amante, A su padre no la pides? Pues con eso tú y su padre Remediaréis de una vez Entrambas necesidades: Tú comerás, y él hará Hidalgos sus nietos. D. MEND. No hables Más, Nuño, en eso. ¿Dineros Tanto habian de postrarme, Que á un hombre llano por suegro Habia de admitir? NUÑO. Pues ántes Pensé que ser hombre llano, Para suegro, era importante; Pues de otros dicen, que son Tropezones, en que caen Los yernos. Y si no has De casarte, ¿por qué haces Tantos extremos de amor? D. MEND. ¿Pues no hay sin que yo me case, Huelgas en Búrgos, adonde Llevarla, cuando me enfade? Mira si acaso la ves. NUÑO. Temo, si acierta á mirarme Pedro Crespo... D. MEND. ¿Qué ha de hacerte, Siendo mi criado, nadie? Haz lo que manda tu amo. NUÑO. Sí haré, aunque no he de sentarme Con él á la mesa. D. MEND. Es proprio De los que sirven, refranes. NUÑO. Albricias, que con su prima Inés á la reja sale. D. MEND. Dí que por el bello oriente, Coronado de diamantes, Hoy, repitiéndose el sol, Amanece por la tarde. ESCENA V. ISABEL É INÉS, _á una ventana_.--DICHOS. INÉS. Asómate á esa ventana, Prima, así el cielo te guarde: Verás los soldados que entran En el lugar. ISABEL. No me mandes Que á la ventana me ponga, Estando este hombre en la calle, Inés, pues ya cuánto el verle En ella me ofende sabes. INÉS. En notable tema ha dado De servirte y festejarte. ISABEL. No soy más dichosa yo. INÉS. A mi parecer, mal haces De hacer sentimiento desto. ISABEL. ¿Pues qué habia de hacer? INÉS. Donaire. ISABEL. ¿Donaire de los disgustos? D. MEND. _(Llegando á la ventana.)_ Hasta aqueste mismo instante, Jurara yo á fe de hidalgo (Que es juramento inviolable) Que no habia amanecido; Mas ¿qué mucho que lo extrañe, Hasta que á vuestras auroras Segundo dia les sale? ISABEL. Ya os he dicho muchas veces, Señor Mendo, cuán en balde Gastais finezas de amor, Locos extremos de amante Haciendo todos los dias En mi casa y en mi calle. D. MEND. Si las mujeres hermosas Supieran cuánto las hace Más hermosas el enojo, El rigor, desden y ultraje, En su vida gastarian Más afeite que enojarse. Hermosa estais, por mi vida. Decid, decid más pesares. ISABEL. Cuando no baste el decirlos, Don Mendo, el hacerlos baste De aquesta manera.--Inés, Éntrate acá dentro, y dale Con la ventana en los ojos. _(Vase)_ INÉS. Señor caballero andante, Que de aventurero entrais Siempre en lides semejantes, Porque de mantenedor No era para vos tan fácil, Amor os provea. _(Vase.)_ D. MEND. Inés, Las hermosuras se salen Con cuanto ellas quieren.--Nuño. NUÑO. ¡Oh que desairados nacen Todos los pobres! ESCENA VI. PEDRO CRESPO; _despues_ JUAN CRESPO.--DICHOS. CRESPO. _(Ap.)_ ¡Que nunca Entre y salga yo en mi calle, Que no vea á este hidalgote Pasearse en ella muy grave! NUÑO. _(Ap. á su amo.)_ Pedro Crespo viene aquí. D. MEND. Vamos por esotra parte; Que es villano malicioso. _(Sale Juan Crespo.)_ JUAN. _(Ap.)_ ¡Que siempre que venga, halle Esta fantasma á mi puerta, Calzada de frente y guantes! NUÑO. _(Ap. á su amo.)_ Pero acá viene su hijo. D. MEND. No te turbes ni embaraces. CRESPO. _(Ap.)_ Mas Juanico viene aquí. JUAN. _(Ap.)_ Pero aquí viene mi padre. D. MEND. _(Ap. á Nuño._ Disimula.) Pedro Crespo, Dios os guarde. CRESPO. Dios os guarde. _(Vanse Don Mendo y Nuño.)_ ESCENA VII. PEDRO Y JUAN CRESPO. CRESPO. _(Ap.)_ Él ha dado en porfiar, Y alguna vez he de darle De manera que le duela. JUAN. (_Ap._ Algun dia he de enojarme.) ¿De dónde bueno, señor? CRESPO. De las eras; que esta tarde Salí á mirar la labranza, Y están las parvas notables De manojos y montones, Que parecen al mirarse Desde léjos montes de oro, Y áun oro de más quilates, Pues de los granos de aqueste Es todo el cielo el contraste. Allí el bieldo, hiriendo á soplos El viento en ellos süave, Deja en esta parte el grano, Y la paja en la otra parte; Que áun allí lo más humilde Da el lugar á lo más grave. ¡Oh, quiera Dios que en las trojes Yo llegue á encerrarlo, ántes Que algun turbion me lo lleve, O algun viento me lo tale! Tú, ¿qué has hecho? JUAN. No sé cómo Decirlo sin enojarte. A la pelota he jugado Dos partidos esta tarde, Y entrambos los he perdido. CRESPO. Haces bien, si los pagaste. JUAN. No los pagué; que no tuve Dineros para ello: ántes Vengo á pedirte, señor... CRESPO. Pues escucha ántes de hablarme. Dos cosas no has de hacer nunca: No ofrecer lo que no sabes Que has de cumplir, ni jugar Más de lo que está delante; Porque si por accidente Falta, tu opinion no falte. JUAN. El consejo es como tuyo; Y porque debo estimarle, He de pagarte con otro. En tu vida no has de darle Consejo al que ha menester Dinero. CRESPO. Bien te vengaste. _(Vanse.)_ * * * * * _Patio ó portal de la casa de Pedro Crespo._ ESCENA VIII. CRESPO, JUAN, EL SARGENTO. SARG. ¿Vive Pedro Crespo aquí? CRESPO. ¿Hay algo que usted le mande? SARG. Traer á su casa la ropa De Don Álvaro de Ataide, Que es el capitan de aquesta Compañía, que esta tarde Se ha alojado en Zalamea. CRESPO. No digais más: eso baste; Que para servir á Dios, y al Rey en sus capitanes, Está mi casa y mi hacienda. Y en tanto que se le hace El aposento, dejad La ropa en aquella parte, Y id á decirle que venga Cuando su merced mandare A que se sirva de todo. SARG. El vendrá luego al instante. _(Vase.)_ ESCENA IX. CRESPO, JUAN. JUAN. ¿Que quieras, siendo tan rico, Vivir á estos hospedajes Sujeto? CRESPO. Pues ¿cómo puedo Excusarlos ni excusarme? JUAN. Comprando una ejecutoria. CRESPO. Díme por tu vida, ¿hay álguien Que no sepa que yo soy, Si bien de limpio linaje, Hombre llano? No por cierto: Pues ¿qué gano yo en comprarle Una ejecutoria al Rey, Si no le compro la sangre? ¿Dirán entónces que soy Mejor que ahora? Es dislate. Pues ¿qué diran? Que soy noble Por cinco ó seis mil reales. Y eso es dinero, y no es honra; Que honra no la compra nadie. ¿Quieres, aunque sea trivial, Un ejemplillo escucharme? Es calvo un hombre mil años, Y al cabo dellos se hace Una cabellera. Este En opiniones vulgares, ¿Deja de ser calvo? No, Pues que dicen al mirarle: «¡Bien puesta la cabellera Trae Fulano!» Pues ¿qué hace, Si aunque no le vean la calva, Todos que la tiene saben? JUAN. Enmendar su vejacion, Remediarse de su parte, Y redimir las molestias Del sol, del hielo y del aire. CRESPO. Yo no quiero honor postizo, Que el defecto ha de dejarme En casa. Villanos fueron Mis abuelos y mis padres; Sean villanos mis hijos. Llama á tu hermana. JUAN. Ella sale. ESCENA X. ISABEL, INÉS.--CRESPO, JUAN. CRESPO. Hija, el Rey nuestro señor, Que el cielo mil años guarde, Va á Lisboa, porque en ella Solicita coronarse Como legítimo dueño: A cuyo efecto marciales Tropas caminan con tantos Aparatos militares Hasta bajar á Castilla El tercio viejo de Flándes Con un Don Lope, que dicen Todos que es español Marte. Hoy han de venir á casa Soldados, y es importante Que no te vean; y así, hija, Al punto has de retirarte En esos desvanes, donde Yo vivia. ISABEL. A suplicarte Me dieses esta licencia Venía. Yo sé que el estarme Aquí, es estar solamente A escuchar mil necedades. Mi prima y yo en ese cuarto Estaremos, sin que nadie, Ni áun el mismo sol, hoy sepa De nosotras. CRESPO. Dios os guarde. Juanito, quédate aquí, Recibe á huéspedes tales, Miéntras busco en el lugar Algo con que regalarles. _(Vase.)_ ISABEL. Vamos, Inés. INÉS. Vamos, prima; Mas tengo por disparate El guardar á una mujer, Si ella no quiere guardarse. _(Vanse Isabel y Juan.)_ ESCENA XI. EL CAPITAN, EL SARGENTO.--JUAN. SARG. Esta es, señor, la casa. CAPITAN. Pues del cuerpo de guardia al punto pasa Toda mi ropa. SARG. _(Ap. al Capitan.)_ Quiero Registrar la villana lo primero. _(Vase.)_ JUAN. Vos seais bien venido A aquesta casa; que ventura ha sido Grande venir á ella un caballero Tan noble como en vos le considero. (_Ap._ ¡Qué galan! ¡Qué alentado! Envidia tengo al traje de soldado.) CAPITAN. Vos seais bien hallado. JUAN. Perdonaréis no estar acomodado; Que mi padre quisiera Que hoy un alcázar esta casa fuera. Él ha ido á buscaros Que comais; que desea regalaros, Y yo voy á que esté vuestro aposento Aderezado. CAPITAN. Agradecer intento La merced y el cuidado. JUAN. Estaré siempre á vuestros piés postrado. _(Vase.)_ ESCENA XII. EL SARGENTO.--EL CAPITAN. CAPITAN. ¿Qué hay, Sargento? ¿Has ya visto A la tal labradora? SARG. Vive Cristo, Que con aquese intento No he dejado cocina ni aposento, Y no la he encontrado. CAPITAN. Sin duda el villanchon la ha retirado. SARG. Pregunté á una criada Por ella, y respondióme que ocupada Su padre la tenía En ese cuarto alto, y que no habia De bajar nunca acá; que es muy celoso. CAPITAN. ¿Qué villano no ha sido malicioso? Si acaso aquí la viera, Della caso no hiciera; Y sólo porque el viejo la ha guardado, Deseo, vive Dios, de entrar me ha dado Donde está. SARG. Pues ¿qué haremos Para que allá, señor, con causa entremos, Sin dar sospecha alguna? CAPITAN. Sólo por tema la he de ver, y una Industria he de buscar. SARG. Aunque no sea De mucho ingenio, para quien la vea Hoy, no importará nada; Que con eso será más celebrada. CAPITAN. Óyela, pues, ahora. SARG. Dí, ¿qué ha sido? CAPITAN. Tú has de fingir...--Mas no; pues ha venido _(Viendo venir á Rebolledo.)_ Ese soldado, que es más despejado, Él fingirá mejor lo que he trazado. ESCENA XIII. REBOLLEDO, LA CHISPA.--DICHOS. REBOLL. _(A la Chispa.)_ Con este intento vengo A hablar al Capitan, por ver si tengo Dicha en algo. CHISPA. Pues háblale de modo Que le obligues; que en fin no ha de ser todo Desatino y locura. REBOLL. Préstame un poco tú de tu cordura. CHISPA. Poco y mucho pudiera. REBOLL. Miéntras hablo con él, aquí me espera. _(Adelántase.)_ --Yo vengo á suplicarte... CAPITAN. En cuanto puedo Ayudaré, por Dios, á Rebolledo, Porque me ha aficionado Su despejo y su brío. SARG. Es gran soldado. CAPITAN. Pues ¿qué hay que se ofrezca? REBOLL. Yo he perdido Cuanto dinero tengo y he tenido Y he de tener, porque de pobre juro En presente, pretérito y futuro. Hágaseme merced de que, por vía De ayudilla de costa, aqueste dia El alférez me dé... CAPITAN. Diga: ¿qué intenta? REBOLL. El juego del boliche por mi cuenta; Que soy hombre cargado De obligaciones, y hombre al fin honrado. CAPITAN. Digo que eso es muy justo, Y el alférez sabrá que ese es mi gusto. CHISPA. _(Ap.)_ Bien le habla el capitan. ¡Oh si me viera Llamar de todos yo la Bolichera! REBOLL. Daréle ese recado. CAPITAN. Oye, primero Que le lleves. De tí fiarme quiero Para cierta invencion que he imaginado, Con que salir espero de un cuidado. REBOLL. Pues ¿qué es lo que se aguarda? Lo que tarda en saberse, es lo que tarda En hacerse. CAPITAN. Escúchame. Yo intento Subir á ese aposento Por ver si en él una persona habita, Que de mí hoy esconderse solicita. REBOLL. Pues ¿por qué á él no subes? CAPITAN. No quisiera Sin que alguna color para esto hubiera, Por disculparlo más; y así, fingiendo Que yo riño contigo, has de irte huyendo Por ahí arriba. Entónces yo enojado, La espada sacaré: tú, muy turbado, Has de entrarte hasta donde La persona que busco se me esconde. REBOLL. Bien informado quedo. CHISPA. _(Ap.)_ Pues habla el Capitan con Rebolledo Hoy de aquella manera, Desde hoy me llamarán la Bolichera. REBOLL. _(Alzando la voz.)_ ¡Vive Dios, que han tenido Esta ayuda de costa que he pedido, Un ladron, un gallina y un cuitado! Y ahora que la pide un hombre honrado, ¡No se la dan! CHISPA. _(Ap.)_ Ya empieza su tronera. CAPITAN. ¿Pues cómo me habla á mí desa manera? REBOLL. ¿No tengo de enojarme, Cuando tengo razon? CAPITAN. No, ni ha de hablarme. Y agradezca que sufro aqueste exceso. REBOLL. Ucé es mi capitan: sólo por eso Callaré; mas por Dios, que si tuviera La bengala en la mano... CAPITAN. _(Echando mano á la espada.)_ ¿Qué me hiciera? CHISPA. Tente, señor. (_Ap._ Su muerte considero.) REBOLL. Que me hablara mejor. CAPITAN. ¿Qué es lo que espero, Que no doy muerte á un pícaro atrevido? _(Desenvaina.)_ REBOLL. Huyo, por el respeto que he tenido A esa insignia. CAPITAN. Aunque huyas, Te he de matar. CHISPA. Ya él hizo de las suyas. SARG. Tente, señor. CHISPA. Escucha. SARG. Aguarda, espera. CHISPA. Ya no me llamarán la Bolichera. _(Vase el Capitan corriendo tras Rebolledo; el Sargento tras el Capitan: sale Juan con espada, y despues su padre.)_ ESCENA XIV. JUAN, CRESPO.--LA CHISPA. JUAN. Acudid todos presto. CRESPO. ¿Qué ha sucedido aquí? JUAN. ¿Qué ha sido esto? CHISPA. Que la espada ha sacado El Capitan aquí para un soldado, Y, esa escalera arriba, Sube tras él. CRESPO. ¿Hay suerte más esquiva? CHISPA. Subid todos tras él. JUAN. _(Ap.)_ Accion fué vana Esconder á mi prima y á mi hermana. _(Vanse.)_ * * * * * _Cuarto alto en la misma casa._ ESCENA XV. REBOLLEDO, _huyendo; y se encuentra con_ ISABEL É INÉS; _despues_, EL CAPITAN Y EL SARGENTO. REBOLL. Señoras, pues siempre ha sido Sagrado el que es templo, hoy Sea mi sagrado aqueste, Puesto que es templo de amor. ISABEL. ¿Quién á huir desa manera Os obliga? INÉS. ¿Qué ocasion Teneis de entrar hasta aquí? ISABEL. ¿Quién os sigue ó busca? _(Salen el Capitan y el Sargento.)_ CAPITAN. Yo, Que tengo de dar la muerte Al pícaro ¡vive Dios! Si pensase... ISABEL. Detenéos, Siquiera porque, señor, Vino á valerse de mí; Que los hombres como vos Han de amparar las mujeres, Si no por lo que ellas son, Porque son mujeres; que esto Basta, siendo vos quien sois. CAPITAN. No pudiera otro sagrado Librarle de mi furor, Sino vuestra gran belleza: Por ella vida le doy. Pero mirad que no es bien En tan precisa ocasion Hacer vos el homicidio Que no quereis que haga yo. ISABEL. Caballero, si cortés Poneis en obligacion Nuestras vidas, no zozobre Tan presto la intercesion. Que dejeis este soldado Os suplico; pero no Que cobreis de mí la deuda A que agradecida estoy. CAPITAN. No sólo vuestra hermosura Es de rara perfeccion, Pero vuestro entendimiento Lo es tambien, porque hoy en vos Alïanza están jurando Hermosura y discrecion. ESCENA XVI. CRESPO Y JUAN, _con espadas desnudas_; LA CHISPA.--DICHOS. CRESPO. ¿Cómo es eso, caballero? ¿Cuando pensó mi temor Hallaros matando un hombre, Os hallo... ISABEL. _(Ap.)_ ¡Válgame Dios! CRESPO. Requebrando una mujer? Muy noble, sin duda, sois, Pues que tan presto se os pasan Los enojos. CAPITAN. Quien nació Con obligaciones, debe Acudir á ellas, y yo Al respeto desta dama Suspendí todo el furor. CRESPO. Isabel es hija mia, Y es labradora, señor. Que no dama. JUAN. (_Ap._ ¡Vive el cielo, Que todo ha sido invencion Para haber entrado aquí! Corrido en el alma estoy De que piensen que me engañan, Y no ha de ser.) Bien, señor Capitan, pudierais ver Con más segura atencion Lo que mi padre desea Hoy serviros, para no Haberle hecho este disgusto. CRESPO. ¿Quién os mete en eso á vos, Rapaz? ¿Qué disgusto ha habido? Si el soldado le enojó, ¿No habia de ir tras él? Mi hija Estima mucho el favor Del haberle perdonado, Y el de su respeto yo. CAPITAN. Claro está que no habrá sido Otra causa, y ved mejor Lo que decís. JUAN. Yo lo he visto Muy bien. CRESPO. Pues ¿cómo hablais vos Así? CAPITAN. Porque estais delante, Más castigo no le doy A este rapaz. CRESPO. Detened, Señor Capitan; que yo Puedo tratar á mi hijo Como quisiere, y no vos. JUAN. Y yo sufrirlo á mi padre, Mas á otra persona no. CAPITAN. ¿Qué habiais de hacer? JUAN. Perder La vida por la opinion. CAPITAN. ¿Qué opinion tiene un villano? JUAN. Aquella misma que vos; Que no hubiera un capitan, Si no hubiera un labrador. CAPITAN. ¡Vive Dios, que ya es bajeza Sufrirlo! CRESPO. Ved que yo estoy De por medio. _(Sacan las espadas.)_ REBOLL. ¡Vive Cristo, Chispa, que ha de haber hurgon! CHISPA _(Voceando.)_ ¡Aquí del cuerpo de guardia! REBOLL. ¡Don Lope! (_Ap._ Ojo avizor.) ESCENA XVII. DON LOPE, _con hábito muy galan y bengala_; SOLDADOS, UN TAMBOR.--DICHOS. D. LOPE. ¿Qué es aquesto? La primera Cosa que he de encontrar hoy, Acabado de llegar, ¿Ha de ser una cuestion? CAPITAN. _(Ap.)_ ¡A qué mal tiempo Don Lope De Figueroa llegó! CRESPO. _(Ap.)_ Por Dios que se las tenía Con todos el rapagon. D. LOPE. ¿Qué ha habido? ¿Qué ha sucedido? Hablad, porque ¡vive Dios, Que á hombres, mujeres y casa Eche por un corredor! ¿No me basta haber subido Hasta aquí, con el dolor Desta pierna, que los diablos Llevaran, amén, sinó No decirme: «Aquesto ha sido?» CRESPO. Todo esto es nada, señor. D. LOPE. Hablad, decid la verdad. CAPITAN. Pues es que alojado estoy En esta casa: un soldado... D. LOPE. Decid. CAPITAN. Ocasion me dió A que sacase con él La espada: hasta aquí se entró Huyendo; entréme tras él Donde estaban esas dos Labradoras; y su padre Y su hermano, ó lo que son, Se han disgustado de que Entrase hasta aquí. D. LOPE. Pues yo A tan buen tiempo he llegado, Satisfaré á todos hoy. ¿Quién fué el soldado, decid, Que á su capitan le dió Ocasion de que sacase La espada? REBOLL. _(Ap.)_ ¿A que pago yo Por todos? ISABEL. Aqueste fué El que huyendo hasta aquí entró. D. LOPE. Dénle dos tratos de cuerda. REBOLL. ¿Tra-qué han de darme, señor? D. LOPE. Tratos de cuerda. REBOLL. Yo hombre De aquesos tratos no soy. CHISPA. _(Ap.)_ Desta vez me le estropean. CAPITAN. _(Ap. á él.)_ ¡Ah, Rebolledo! por Dios, Que nada digas: yo haré Que te libren. REBOLL. (_Ap. al Capitan._ ¿Cómo no Lo he de decir, pues si callo, Los brazos me pondrán hoy Atras como mal soldado?) El Capitan me mandó Que fingiese la pendencia, Para tener ocasion De entrar aquí. CRESPO. Ved ahora Si hemos tenido razon. D. LOPE. No tuvisteis para haber Así puesto en ocasion De perderse este lugar.-- Hola, echa un bando, tambor, Que al cuerpo de guardia vayan Los soldados cuantos son, Y que no salga ninguno, Pena de muerte, en todo hoy.-- Y para que no quedeis Con aqueste empeño vos, Y vos con este disgusto, Y satisfechos los dos, Buscad otro alojamiento; Que yo en esta casa estoy Desde hoy alojado, en tanto Que á Guadalupe no voy, Donde está el Rey. CAPITAN. Tus preceptos Ordenes precisas son Para mí. _(Vanse el Capitan, los soldados y la Chispa.)_ CRESPO. Entráos allá dentro. _(Vanse Isabel, Inés y Juan.)_ ESCENA XVIII. CRESPO, DON LOPE. CRESPO. Mil gracias, señor, os doy Por la merced que me hicisteis De excusarme la ocasion De perderme. D. LOPE. ¿Cómo habiais, Decid, de perderos vos? CRESPO. Dando muerte á quien pensara Ni áun el agravio menor... D. LOPE. ¿Sabeis, vive Dios, que es Capitan? CRESPO. Sí, vive Dios; Y aunque fuera el general, En tocando á mi opinion, Le matara. D. LOPE. A quien tocara, Ni áun al soldado menor, Solo un pelo de la ropa, Viven los cielos, que yo Le ahorcara. CRESPO. A quien se atreviera A un átomo de mi honor, Viven los cielos tambien, Que tambien le ahorcara yo. D. LOPE. ¿Sabeis que estais obligado A sufrir, por ser quien sois, Estas cargas? CRESPO. Con mi hacienda; Pero con mi fama no. Al Rey la hacienda y la vida Se ha de dar; pero el honor Es patrimonio del alma, Y el alma sólo es de Dios. D. LOPE. ¡Vive Cristo, que parece Que vais teniendo razon! CRESPO. Sí, vive Cristo, porque Siempre la he tenido yo. D. LOPE. Yo vengo cansado, y esta Pierna que el diablo me dió, Ha menester descansar. CRESPO. Pues ¿quién os dice que no? Ahí me dió el diablo una cama, Y servirá para vos. D. LOPE. ¿Y dióla hecha el diablo? CRESPO. Sí. D. LOPE. Pues á deshacerla voy; Que estoy, voto á Dios, cansado. CRESPO. Pues descansad, voto á Dios. D. LOPE. _(Ap.)_ Testarudo es el villano: Tan bien jura como yo. CRESPO. _(Ap.)_ Caprichudo es el Don Lope: No haremos migas los dos. JORNADA SEGUNDA. _Calle._ ESCENA PRIMERA. DON MENDO, NUÑO. D. MEND. ¿Quién te contó todo eso? NUÑO. Todo esto contó Ginesa, Su criada. D. MEND. ¡El Capitan, Despues de aquella pendencia Que en su casa tuvo (fuese Ya verdad ó ya cautela), Ha dado en enamorar A Isabel! NUÑO. Y de manera, Que tan poco humo en su casa Él hace como en la nuestra Nosotros. En todo el dia Se ve apartar de la puerta: No hay hora que no la envíe Recados: con ellos entra Y sale un mal soldadillo, Confidente suyo. D. MEND. Cesa; Que es mucho veneno, mucho, Para que el alma lo beba De una vez. NUÑO. Y más no habiendo En el estómago fuerzas Con que resistirle. D. MEND. Hablemos Un rato, Nuño, de véras. NUÑO. ¡Pluguiera á Dios fueran burlas! D. MEND. ¿Y qué le responde ella? NUÑO. Lo que á tí, porque Isabel Es deidad hermosa y bella, A cuyo cielo no empañan Los vapores de la tierra. D. MEND. ¡Buenas nuevas te dé Dios! _(Al hacer la exclamacion da una manotada á Nuño en el rostro.)_ NUÑO. A tí te dé mal de muelas; Que me has quebrado dos dientes. Mas bien has hecho, si intentas Reformarlos, por familia Que no sirve ni aprovecha.-- El Capitan. D. MEND. ¡Vive Dios, Si por el honor no fuera De Isabel, que le matara! NUÑO. _(Ap.)_ Más será por tu cabeza. D. MEND. Escucharé retirado.-- Aquí á esta parte te llega. ESCENA II. EL CAPITAN, EL SARGENTO, REBOLLEDO.--DON MENDO Y NUÑO, _retirados_. CAPITAN. Este fuego, esta pasion, No es amor solo, que es tema, Es ira, es rabia, es furor. REBOLL. ¡Oh! ¡nunca, señor, hubieras Visto á la hermosa villana, Que tantas ánsias te cuesta! CAPITAN. ¿Qué te dijo la criada? REBOLL. ¿Ya no sabes sus respuestas? D. MEND. _(Ap. á Nuño.)_ Esto ha de ser: pues ya tiende La noche sus sombras negras, Antes que se haya resuelto A lo mejor mi prudencia, Ven á armarme. NUÑO. ¡Pues qué! ¿tienes Más armas, señor, que aquellas Que están en un azulejo Sobre el marco de la puerta? D. MEND. En mi guadarnes presumo Que hay para tales empresas Algo que ponerme. NUÑO. Vamos Sin que el Capitan nos sienta. _(Vanse.)_ ESCENA III. EL CAPITAN, EL SARGENTO, REBOLLEDO. CAPITAN. ¡Que en una villana haya Tan hidalga resistencia, Que no me haya respondido Una palabra siquiera Apacible! SARG. Estas, señor, No de los hombres se prendan Como tú: si otro villano La festejara y sirviera, Hiciera más caso dél: Fuera de que son tus quejas Sin tiempo. Si te has de ir Mañana, ¿para qué intentas Que una mujer en un dia Te escuche y te favorezca? CAPITAN. En un dia el sol alumbra Y falta; en un dia se trueca Un reino todo; en un dia Es edificio una peña; En un dia una batalla Pérdida y victoria ostenta; En un dia tiene el mar Tranquilidad y tormenta; En un dia nace un hombre Y muere: luego pudiera En un dia ver mi amor Sombra y luz como planeta, Pena y dicha como imperio, Gente y brutos como selva, Paz y inquietud como mar, Triunfo y ruina como guerra, Vida y muerte como dueño De sentidos y potencias: Y habiendo tenido edad En un dia su violencia De hacerme tan desdichado, ¿Por qué, por qué no pudiera Tener edad en un dia De hacerme dichoso? ¿Es fuerza Que se engendren más despacio Las glorias que las ofensas? SARG. Verla una vez solamente ¿A tanto extremo te fuerza? CAPITAN. ¿Qué más causa habia de haber, Llegando á verla, que verla? De sola una vez á incendio Crece una breve pavesa; De una vez sola un abismo Sulfúreo volcan revienta; De una vez se enciende el rayo, Que destruye cuanto encuentra; De una vez escupe horror La más reformada pieza; ¿De una vez amor, qué mucho, Fuego de cuatro maneras, Mina, incendio, pieza y rayo, Postre, abrase, asombre y hiera? SARG. ¿No decias que villanas Nunca tenían belleza? CAPITAN. Y áun aquesa confianza Me mató, porque el que piensa Que va á un peligro, ya va Prevenido á la defensa; Quien va á una seguridad, Es el que más riesgo lleva, Por la novedad que halla, Si acaso un peligro encuentra. Pensé hallar una villana; Si hallé una deidad, ¿no era Preciso que peligrase En mi misma inadvertencia? En toda mi vida ví Más divina, más perfecta Hermosura. ¡Ay, Rebolledo! No sé qué hiciera por verla. REBOLL. En la compañía hay soldado Que canta por excelencia, Y la Chispa, que es mi alcaida Del boliche, es la primera Mujer en jacarear. Haya, señor, jira y fiesta Y música á su ventana; Que con esto podrás verla, Y áun hablarla. CAPITAN. Como está Don Lope allí, no quisiera Despertarle. REBOLL. Pues Don Lope ¿Cuándo duerme, con su pierna? Fuera, señor, que la culpa, Si se entiende, será nuestra, No tuya, si de rebozo Vas en la tropa. CAPITAN. Aunque tenga Mayores dificultades, Pase por todas mi pena. Juntáos todos esta noche; Mas de suerte que no entiendan Que yo lo mando. ¡Ah, Isabel, Qué de cuidados me cuestas! _(Vanse el Capitan y el Sargento.)_ ESCENA IV. LA CHISPA.--REBOLLEDO. CHISPA. _(Dentro.)_ Tenga esa. REBOLL. Chispa, ¿qué es eso? CHISPA. Ahí un pobrete, que queda Con un rasguño en el rostro. REBOLL. ¿Pues por qué fué la pendencia? CHISPA. Sobre hacerme alicantina Del barato de hora y media Que estuvo echando las bolas, Teniéndome muy atenta A si eran pares ó nones: Canséme y dile con esta. _(Saca la daga.)_ Miéntras que con el barbero Poniéndose en puntos queda, Vamos al cuerpo de guardia; Que allá te daré la cuenta. REBOLL. ¡Bueno es estar de mohina, Cuando vengo yo de fiesta! CHISPA. Pues ¿qué estorba el uno al otro? Aquí está la castañeta: ¿Qué se ofrece que cantar? REBOLL. Ha de ser cuando anochezca, Y música más fundada. Vamos, y no te detengas. Anda acá al cuerpo de guardia. CHISPA. Fama ha de quedar eterna De mí en el mundo, que soy Chispilla la Bolichera. _(Vanse.)_ * * * * * _Sala baja de casa de Crespo, con vistas y salida á un jardin. Ventana á un lado._ ESCENA V. DON LOPE, CRESPO. CRESPO. _(Dentro.)_ En este paso, que está Más fresco, poned la mesa Al señor Don Lope. Aquí Os sabrá mejor la cena; Que al fin los dias de Agosto No tienen más recompensa Que sus noches. D. LOPE. Apacible Estancia en extremo es esta. CRESPO. Un pedazo es de jardin, En que mi hija se divierta. Sentáos; que el viento suave Que en las blandas hojas suena Destas parras y estas copas, Mil cláusulas lisonjeras Hace al compas desta fuente, Cítara de plata y perlas, Porque son en trastes de oro Las guijas templadas cuerdas. Perdonad si de instrumentos Solos la música suena, Sin cantores que os deleiten, Sin voces que os entretengan; Que como músicos son Los pájaros que gorjean, No quieren cantar de noche, Ni yo puedo hacerles fuerza. Sentáos, pues, y divertid Esa contínua dolencia. D. LOPE. No podré; que es imposible Que divertimiento tenga. ¡Válgame Dios! CRESPO. Valga, amén. D. LOPE. Los cielos me den paciencia. Sentáos, Crespo. CRESPO. Yo estoy bien. D. LOPE. Sentáos. CRESPO. Pues me dais licencia, Digo, señor, que obedezco. Aunque excusarlo pudierais. _(Siéntase.)_ D. LOPE. ¿No sabeis qué he reparado? Que ayer la cólera vuestra Os debió de enajenar De vos. CRESPO. Nunca me enajena A mí de mí nada. D. LOPE. Pues ¿Cómo ayer, sin que os dijera Que os sentarais, os sentasteis, Y áun en la silla primera? CRESPO. Porque no me lo dijisteis; Y hoy, que lo decís, quisiera No hacerlo: la cortesía, Tenerla con quien la tenga. D. LOPE. Ayer todo erais reniegos, Porvidas, votos y pesias; Y hoy estais más apacible. Con más gusto y más prudencia. CRESPO. Yo, señor, respondo siempre En el tono y en la letra Que me hablan: ayer vos Así hablabais, y era fuerza Que fueran de un mismo tono La pregunta y la respuesta. Demas de que yo he tomado Por política discreta Jurar con aquel que jura, Rezar con aquel que reza. A todo hago compañía; Y es aquesto de manera, Que en toda la noche pude Dormir, en la pierna vuestra Pensando, y amanecí Con dolor en ambas piernas; Que por no errar la que os duele, Si es la izquierda ó la derecha, Me dolieron á mí entrambas. Decidme por vida vuestra Cuál es, y sépalo yo, Porque una sola me duela. D. LOPE. ¿No tengo mucha razon De quejarme, si há ya treinta Años que asistiendo en Flándes Al servicio de la guerra, El invierno con la escarcha, Y el verano con la fuerza Del sol, nunca descansé, Y no he sabido qué sea Estar sin dolor un hora? CRESPO. ¡Dios, señor, os dé paciencia! D. LOPE. ¿Para qué la quiero yo? CRESPO. No os la dé. D. LOPE. Nunca acá venga, Sino que dos mil demonios Carguen conmigo y con ella. CRESPO. Amén, y si no lo hacen, Es por no hacer cosa buena. D. LOPE. ¡Jesus mil veces, Jesus! CRESPO. Con vos y conmigo sea. D. LOPE. ¡Vive Cristo, que me muero! CRESPO. ¡Vive Cristo, que me pesa! ESCENA VI. JUAN, _que saca la mesa_.--DON LOPE, CRESPO. JUAN. Ya tienes la mesa aquí. D. LOPE. ¿Cómo á servirla no entran mis criados? CRESPO. Yo, señor, Dije, con vuestra licencia, Que no entraran á serviros, Y que en mi casa no hicieran Prevenciones; que á Dios gracias, Pienso que no os falte en ella Nada. D. LOPE. Pues no entran criados, Hacedme merced que venga Vuestra hija aquí á cenar Conmigo. CRESPO. Díla que venga A tu hermana al punto, Juan. _(Vase Juan.)_ D. LOPE. Mi poca salud me deja Sin sospecha en esta parte. CRESPO. Aunque vuestra salud fuera, Señor, la que yo os deseo, Me dejara sin sospecha. Agravio haceis á mi amor; Que nada deso me inquieta: Pues decirla que no entrara Aquí, fué con advertencia De que no estuviese á oir Ociosas impertinencias; Que si todos los soldados Corteses como vos fueran, Ella habia de asistir A servirlos la primera. D. LOPE. _(Ap.)_ ¡Qué ladino es el villano, O cómo tiene prudencia! ESCENA VII. JUAN, INÉS, ISABEL.--DON LOPE, CRESPO. ISABEL. ¿Qué es, señor, lo que me mandas? CRESPO. El señor Don Lope intenta Honraros: él es quien llama. ISABEL. Aquí está una esclava vuestra. D. LOPE. Serviros intento yo. (_Ap._ ¡Qué hermosura tan honesta!) Que ceneis conmigo quiero. ISABEL. Mejor es que á vuestra cena Sirvamos las dos. D. LOPE. Sentáos. CRESPO. Sentáos, haced lo que ordena El señor Don Lope. ISABEL. Esté El mérito en la obediencia. _(Siéntanse.--Tocan dentro guitarras.)_ D. LOPE. ¿Qué es aquello? CRESPO. Por la calle Los soldados se pasean Tocando y cantando. D. LOPE. Mal Los trabajos de la guerra Sin aquesta libertad Se llevaran; que es estrecha Religion la de un soldado, Y darla ensanches es fuerza. JUAN. Con todo eso, es linda vida. D. LOPE. ¿Fuérades con gusto á ella? JUAN. Sí, señor, como llevara Por amparo á Vuecelencia. ESCENA VIII. SOLDADOS, REBOLLEDO.--DICHOS. UN SOLD. _(Dentro.)_ Mejor se cantará aquí. REBOLL. _(Dentro.)_ Vaya á Isabel una letra, Y porque despierte, tira A su ventana una piedra. _(Suena una piedra en una ventana.)_ CRESPO. _(Ap.)_ A ventana señalada Va la música: paciencia. UNA VOZ. _(Canta dentro.)_ _Las flores del romero,_ _Niña Isabel,_ _Hoy son flores azules,_ _Y mañana serán miel._ D. LOPE. (_Ap._ Música, vaya; mas esto De tirar es desvergüenza... ¡Y á la casa donde estoy Venirse á dar cantaletas!... Pero disimularé Por Pedro Crespo y por ella.) ¡Qué travesuras! CRESPO. Son mozos. (_Ap._ Si por Don Lope no fuera, Yo les hiciera...) JUAN. _(Ap.)_ Si yo Una rodelilla vieja, Que en el cuarto de Don Lope Está colgada, pudiera Sacar... _(Hace que se va.)_ CRESPO. ¿Dónde vais, mancebo? JUAN. Voy á que traigan la cena. CRESPO. Allá hay mozos que la traigan. SOLDS. _(Dentro, cantando.)_ _Despierta, Isabel, despierta._ ISABEL. _(Ap.)_ ¿Qué culpa tengo yo, cielos, Para estar á esto sujeta? D. LOPE. Ya no se puede sufrir, Porque es cosa muy mal hecha. _(Arroja la mesa.)_ CRESPO. Pues ¡y cómo que lo es! _(Arroja la silla.)_ D. LOPE. (_Ap._ Lléveme de mi impaciencia.) ¿No es, decidme, muy mal hecho Que tanto una pierna duela? CRESPO. Deso mismo hablaba yo. D. LOPE. Pensé que otra cosa era. Como arrojasteis la silla... CRESPO. Como arrojasteis la mesa Vos, no tuve que arrojar Otra cosa yo más cerca. (_Ap._ Disimulemos, honor.) D. LOPE. (_Ap._ ¡Quién en la calle estuviera!) Ahora bien, cenar no quiero. Retiráos. CRESPO. En hora buena. D. LOPE. Señora, quedad con Dios. ISABEL. El cielo os guarde. D. LOPE. _(Ap.)_ A la puerta De la calle ¿no es mi cuarto? Y en él ¿no está una rodela? CRESPO. _(Ap.)_ ¿No tiene puerta el corral, Y yo una espadilla vieja? D. LOPE. Buenas noches. CRESPO. Buenas noches. (_Ap._ Encerraré por defuera A mis hijos.) D. LOPE. _(Ap.)_ Dejaré Un poco la casa quieta. ISABEL. _(Ap.)_ ¡Oh qué mal, cielos, los dos Disimulan que les pesa! INÉS. _(Ap.)_ Mal el uno por el otro Van haciendo la deshecha. CRESPO. ¡Hola, mancebo!... JUAN. Señor. CRESPO. Acá está la cama vuestra. _(Vanse.)_ * * * * * _Calle._ ESCENA IX. EL CAPITAN, EL SARGENTO; LA CHISPA, Y REBOLLEDO, _con guitarras_; SOLDADOS. REBOLL. Mejor estamos aquí. El sitio es más oportuno: Tome rancho cada uno. CHISPA. ¿Vuelve la música? REBOLL. Sí. CHISPA. Ahora estoy en mi centro. CAPITAN. ¡Que no haya una ventana Entreabierto esta villana! SARG. Pues bien lo oyen allá adentro. CHISPA. Espera. SARG. Será á mi costa. REBOLL. No es más de hasta ver quién es Quien llega. CHISPA. Pues qué, ¿no ves Un jinete de la costa? ESCENA X. DON MENDO _con adarga_, NUÑO.--DICHOS. D. MEND. _(Ap. á Nuño.)_ ¿Ves bien lo que pasa? NUÑO. No, No veo bien; pero bien Lo escucho. D. MEND. ¿Quién, cielos, quién Esto puede sufrir? NUÑO. Yo. D. MEND. ¿Abrirá acaso Isabel La ventana? NUÑO. Sí abrirá. D. MEND No hará, villano. NUÑO. No hará. D. MEND. ¡Ah, celos, pena cruel! Bien supiera yo arrojar A todos á cuchilladas De aquí; mas disimuladas Mis desdichas han de estar, Hasta ver si ella ha tenido Culpa dello. NUÑO. Pues aquí Nos sentemos. D. MEND. Bien: así Estaré desconocido. REBOLL. Pues ya el hombre se ha sentado, Si ya no es que ser ordena Alguna alma que anda en pena, De las cañas que ha jugado, Con su adarga á cuestas, da Voz al aire. _(A la Chispa.)_ CHISPA. Ya él la lleva. REBOLL. Va una jácara tan nueva, Que corra sangre. CHISPA. Sí hará. ESCENA XI. DON LOPE Y CRESPO, _á un tiempo, con broqueles, y cada uno por su lado_.--DICHOS. CHISPA. _(Canta.)_ _Erase cierto Sampayo,_ _La flor de los andaluces,_ _El jaque de mayor porte_ _Y el rufo de mayor lustre._ _Este, pues, á la Chillona_ _Halló un dia..._ REBOLL. No le culpen La fecha; que el asonante Quiere que haya sido en lúnes. CHISPA. _Halló, digo, á la Chillona,_ _Que brindando entre dos luces,_ _Ocupaba con el Garlo_ _La casa de las azumbres._ _El Garlo, que siempre fué,_ _En todo lo que le cumple,_ _Rayo de tejado abajo,_ _Porque era rayo sin nube,_ _Sacó la espada, y á un tiempo_ _De tajo y reves sacude._ CRESPO. Sería desta manera. D. LOPE. Que sería así no duden. _(Acuchillan Don Lope y Crespo á los soldados y á Don Mendo y Nuño; métenlos, y vuelve Don Lope.)_ Huyeron, y uno ha quedado Dellos, que es el que está aquí. _(Vuelve Crespo.)_ CRESPO. _(Ap.)_ Cierto es que el que queda allí, Sin duda es algun soldado. D. LOPE. _(Ap.)_ Ni áun este se ha de escapar Sin almagre. CRESPO. _(Ap.)_ Ni este quiero Que quede sin que mi acero La calle le haga dejar. D. LOPE. Huid con los otros. CRESPO. Huid vos, Que sabreis huir más bien. _(Riñen.)_ D. LOPE. _(Ap.)_ ¡Vive Dios, que riñe bien! CRESPO. _(Ap.)_ ¡Bien pelea, vive Dios! ESCENA XII. JUAN, _con espada_.--DON LOPE, CRESPO. JUAN. (_Ap._ Quiera el cielo que le tope.) Señor, á tu lado estoy. D. LOPE. ¿Es Pedro Crespo? CRESPO. Yo soy. ¿Es Don Lope? D. LOPE. Sí es Don Lope. ¿Que no habiais, no dijisteis, De salir? ¿Qué hazaña es esta? CRESPO. Sean disculpa y respuesta Hacer lo que vos hicisteis. D. LOPE. Aquesta era ofensa mia, Vuestra no. CRESPO. No hay que fingir; Que yo he salido á reñir Por haceros compañía. ESCENA XIII. SOLDADOS, EL CAPITAN.--DICHOS. SOLDS. _(Dentro.)_ A dar muerte nos juntemos A estos villanos. CAPITAN. _(Dentro.)_ Mirad... _(Salen los soldados y el Capitan.)_ D. LOPE. ¿Adónde vais? Esperad. ¿De qué son estos extremos? CAPITAN. Los soldados han tenido (Porque se estaban holgando En esta calle, cantando Sin alboroto y rüido) Una pendencia, y yo soy Quien los está deteniendo. D. LOPE. Don Álvaro, bien entiendo Vuestra prudencia; y pues hoy Aqueste lugar está En ojeriza, yo quiero Excusar rigor más fiero; Y pues amanece ya, Orden doy que en todo el dia, Para que mayor no sea El daño, de Zalamea Saqueis vuestra compañía: Y estas cosas acabadas, No vuelvan á ser, porqué Otra vez la paz pondré, Vive Dios, á cuchilladas. CAPITAN. Digo que por la mañana La compañía haré marchar. (_Ap._ La vida me has de costar, Hermosísima villana.) CRESPO. _(Ap.)_ Caprichudo es el Don Lope; Ya haremos migas los dos. D. LOPE. Veníos conmigo vos, Y solo ninguno os tope. _(Vanse.)_ ESCENA XIV. DON MENDO; NUÑO, _herido_. D. MEND. ¿Es algo, Nuño, la herida? NUÑO. Aunque fuera menor, fuera De mí muy mal recibida, Y mucho más que quisiera. D. MEND. Yo no he tenido en mi vida Mayor pena ni tristeza. NUÑO. Yo tampoco. D. MEND. Que me enoje Es justo. ¿Que su fiereza Luego te dió en la cabeza? NUÑO. Todo este lado me coge. _(Tocan dentro.)_ D. MEND. ¿Qué es esto? NUÑO. La compañía Que hoy se va. D. MEND. Y es dicha mia, Pues con eso cesarán Los celos del Capitan. NUÑO. Hoy se ha de ir en todo el dia. ESCENA XV. EL CAPITAN Y EL SARGENTO, _á un lado_.--DON MENDO Y NUÑO, _al otro_. CAPITAN. Sargento, vaya marchando Antes que decline el dia Con toda la compañía, Y con prevencion que cuando Se esconda en la espuma fria Del océano español Ese luciente farol, En ese monte le espero, Porque hallar mi vida quiero Hoy en la muerte del sol. SARG. _(Ap. al Capitan.)_ Calla, que está aquí un figura Del lugar. D. MEND. _(Ap. á Nuño.)_ Pasar procura, Sin que entienda mi tristeza. No muestres, Nuño, flaqueza. NUÑO. ¿Puedo yo mostrar gordura? _(Vanse Don Mendo y Nuño.)_ ESCENA XVI. EL CAPITAN, EL SARGENTO. CAPITAN. Yo he de volver al lugar, Porque tengo prevenida Una criada, á mirar Si puedo por dicha hablar A aquesta hermosa homicida. Dádivas han granjeado Que apadrine mi cuidado. SARG. Pues, señor, si has de volver Mira que habrás menester Volver bien acompañado; Porque al fin no hay que fiar De villanos. CAPITAN. Ya lo sé. Algunos puedes nombrar Que vuelvan conmigo. SARG. Haré Cuanto me quieras mandar. Pero si acaso volviese Don Lope, y te conociese Al volver... CAPITAN. Ese temor Quiso tambien que perdiese En esta parte mi amor; Que Don Lope se ha de ir Hoy tambien á prevenir Todo el tercio á Guadalupe; Que todo lo dicho supe Yéndome ahora á despedir Dél, porque ya el Rey vendrá, Que puesto en camino está. SARG. Voy, señor, á obedecerte. CAPITAN. Que me va la vida advierte. ESCENA XVII. REBOLLEDO, LA CHISPA.--EL CAPITAN, EL SARGENTO. REBOLL. Señor, albricias me da. CAPITAN. ¿De qué han de ser, Rebolledo? REBOLL. Muy bien merecerlas puedo, Pues solamente te digo... CAPITAN. ¿Qué? REBOLL. Que ya hay un enemigo Ménos á quien tener miedo. CAPITAN. ¿Quién es? Dílo presto. REBOLL. Aquel Mozo, hermano de Isabel. Don Lope se le pidió Al padre, y él se le dió, Y va á la guerra con él. En la calle le he encontrado Muy galan, muy alentado, Mezclando á un tiempo, señor, Rezagos de labrador Con primicias de soldado: De suerte que el viejo es ya Quien pesadumbre nos da. CAPITAN. Todo nos sucede bien, Y más si me ayuda quien Esta esperanza me da, De que esta noche podré Hablarla. REBOLL. No pongas duda. CAPITAN. Del camino volveré; Que ahora es razon que acuda A la gente que se ve Ya marchar. Los dos sereis Los que conmigo vendreis. _(Vase.)_ REBOLL. Pocos somos, vive Dios, Aunque vengan otros dos, Otros cuatro y otros seis. CHISPA. Y yo, si tú has de volver, Allá ¿qué tengo de hacer? Pues no estoy segura yo, Si da conmigo el que dió Al barbero que coser. REBOLL. No sé qué he de hacer de tí. ¿No tendrás ánimo, dí. De acompañarme? CHISPA. ¿Pues no? ¿Vestido no tengo yo, Animo y esfuerzo? REBOLL. Sí, Vestido no faltará; Que ahí otro del paje está De jineta, que se fué. CHISPA. Pues yo plaza pasaré Por él. REBOLL. Vamos, que se va La bandera. CHISPA. Y yo veo ahora Por qué en el mundo he cantado: «Que el amor del soldado No dura un hora.» _(Vanse.)_ ESCENA XVIII. DON LOPE, CRESPO, JUAN. D. LOPE. A muchas cosas os soy En extremo agradecido; Pero sobre todas, esta De darme hoy á vuestro hijo Para soldado, en el alma Os la agradezco y estimo. CRESPO. Yo os le doy para criado. D. LOPE. Yo os le llevo para amigo; Que me ha inclinado en extremo Su desenfado y su brío, Y la aficion á las armas. JUAN. Siempre á vuestros piés rendido Me tendreis, y vos vereis De la manera que os sirvo, Procurando obedeceros En todo. CRESPO. Lo que os suplico, Es que perdoneis, señor, Si no acertare á serviros, Porque en el rústico estudio, Adonde rejas y trillos, Palas, azadas y bieldos Son nuestros mejores libros, No habrá podido aprender Lo que en los palacios ricos Enseña la urbanidad Política de los siglos. D. LOPE. Ya que va perdiendo el sol La fuerza, irme determino. JUAN. Veré si viene, señor, La litera. _(Vase.)_ ESCENA XIX. ISABEL, INÉS.--DON LOPE, CRESPO. ISABEL. ¿Y es bien iros, Sin que os despidais de quien Tanto desea serviros? D. LOPE. _(A Isabel)_ No me fuera sin besaros Las manos y sin pediros Que liberal perdoneis Un atrevimiento digno De perdon, porque no el premio Hace el don, sino el servicio. Esta venera, que aunque Está de diamantes ricos Guarnecida, llega pobre A vuestras manos, suplico Que la tomeis y traigais Por patena, en nombre mio. ISABEL. Mucho siento que penseis, Con tan generoso indicio, Que pagais el hospedaje, Pues de honra que recibimos, Somos los deudores. D. LOPE. Esto No es paga, sino cariño. ISABEL. Por cariño, y no por paga, Solamente la recibo. A mi hermano os encomiendo, Ya que tan dichoso ha sido Que merece ir por criado Vuestro. D. LOPE. Otra vez os afirmo Que podeis descuidar dél; Que va, señora, conmigo. ESCENA XX. JUAN.--DICHOS. JUAN. Ya está la litera puesta. D. LOPE. Con Dios os quedad. CRESPO. El mismo Os guarde. D. LOPE. ¡Ah buen Pedro Crespo! CRESPO. ¡Ah señor Don Lope invicto! D. LOPE. ¿Quién os dijera aquel dia Primero que aquí nos vimos, Que habíamos de quedar Para siempre tan amigos? CRESPO. Yo lo dijera, señor. Si allí supiera, al oiros, Que érais... _(Al irse ya.)_ D. LOPE. Decid por mi vida. CRESPO. Loco de tan buen capricho. _(Vase Don Lope.)_ ESCENA XXI. CRESPO, JUAN, ISABEL, INÉS. CRESPO. En tanto que se acomoda El señor Don Lope, hijo, Ante tu prima y tu hermana Escucha lo que te digo. Por la gracia de Dios, Juan, Eres de linaje limpio Más que el sol, pero villano: Lo uno y lo otro te digo, Aquello, porque no humilles Tanto tu orgullo y tu brío, Que dejes, desconfiado, De aspirar con cuerdo arbitrio A ser más; lo otro, porque No vengas, desvanecido, A ser ménos: igualmente Usa de entrambos designios Con humildad; porque siendo Humilde, con recto juicio Acordarás lo mejor; Y como tal, en olvido Pondrás cosas que suceden Al reves en los altivos. ¡Cuántos, teniendo en el mundo Algun defecto consigo, Le han borrado por humildes! Y ¡á cuántos, que no han tenido Defecto, se le han hallado, Por estar ellos mal vistos! Sé cortés sobremanera, Sé liberal y esparcido; Que el sombrero y el dinero Son los que hacen los amigos; Y no vale tanto el oro Que el sol engendra en el indio Suelo y que conduce el mar, Como ser uno bienquisto. No hables mal de las mujeres: La más humilde, te digo Que es digna de estimacion, Porque, al fin, dellas nacimos. No riñas por cualquier cosa; Que cuando en los pueblos miro Muchos que á reñir enseñan, Mil veces entre mí digo: «Aquesta escuela no es La que ha de ser, pues colijo Que no ha de enseñarse á un hombre Con destreza, gala y brío A reñir, sino á por qué Ha de reñir; que yo afirmo Que si hubiera un maestro solo Que enseñara prevenido, No el cómo, el por qué se riña, Todos le dieran sus hijos:» Con esto, y con el dinero Que llevas para el camino, Y para hacer, en llegando De asiento, un par de vestidos, El amparo de Don Lope Y mi bendicion, yo fío En Dios que tengo de verte En otro puesto. Adios, hijo; Que me enternezco en hablarte. JUAN. Hoy tus razones imprimo En el corazon, adonde Vivirán, miéntras yo vivo. Dáme tu mano, y tú, hermana, Los brazos, que ya ha partido Don Lope, mi señor, y es Fuerza alcanzarle. ISABEL. Los mios Bien quisieran detenerte. JUAN. Prima, adios. INÉS. Nada te digo Con la voz, porque los ojos Hurtan á la voz su oficio. Adios. CRESPO. Ea, véte presto; Que cada vez que te miro, Siento más el que te vayas: Y haz por ser lo que te he dicho. JUAN. El cielo con todos quede. CRESPO. El cielo vaya contigo. _(Vase Juan.)_ ESCENA XXII. CRESPO, ISABEL, INÉS. ISABEL. ¡Notable crueldad has hecho! CRESPO. (_Ap._ Ahora que no le miro, Hablaré más consolado.) ¿Qué habia de hacer conmigo, Sino ser toda su vida Un holgazan, un perdido? Váyase á servir al Rey. ISABEL. Que de noche haya salido, Me pesa á mí. CRESPO. Caminar De noche por el estío, Antes es comodidad Que fatiga, y es preciso Que á Don Lope alcance luego Al instante. (_Ap._ Enternecido Me deja, cierto, el muchacho, Aunque en público me animo.) ISABEL. Éntrate, señor, en casa. INÉS. Pues sin soldados vivimos, Estémonos otro poco Gozando á la puerta el frio Viento que corre; que luégo Saldrán por ahí los vecinos. CRESPO. (_Ap._ A la verdad, no entro dentro, Porque desde aquí imagino, Como el camino blanquea, Que veo á Juan en el camino.) Inés, sácame á esta puerta Asiento. INÉS. Aquí está un banquillo. ISABEL. Esta tarde diz que ha hecho La villa eleccion de oficios. CRESPO. Siempre aquí por el Agosto Se hace. _(Siéntanse.)_ ESCENA XXIII. EL CAPITAN, EL SARGENTO, REBOLLEDO, LA CHISPA Y SOLDADOS, _embozados_.--CRESPO, ISABEL, INÉS. CAPITAN. _(Ap. á los suyos.)_ Pisad sin ruido. Llega, Rebolledo, tú, Y da á la criada aviso De que ya estoy en la calle. REBOLL. Yo voy. Mas ¡qué es lo que miro! A su puerta hay gente. SARG. Y yo En los reflejos y visos Que la luna hace en el rostro, Que es Isabel, imagino, Esta. CAPITAN. Ella es: más que la luna, El corazon me lo ha dicho. A buena ocasion llegamos. Si ya, una vez que venimos, Nos atrevemos á todo, Buena venida habrá sido. SARG. ¿Estás para oir un consejo? CAPITAN. No. SARG. Pues ya no te le digo. Intenta lo que quisieres. CAPITAN. Yo he de llegar, y atrevido Quitar á Isabel de allí. Vosotros á un tiempo mismo Impedid á cuchilladas El que me sigan. SARG. Contigo Venimos, y á tu órden hemos De estar. CAPITAN. Advertid que el sitio Donde habemos de juntarnos Es ese monte vecino, Que está á la mano derecha, Como salen del camino. REBOLL. Chispa. CHISPA. ¿Qué? REBOLL. Ten esas capas. CHISPA. Que es del reñir, imagino, La gala el guardar la ropa, Aunque del nadar se dijo. CAPITAN. Yo he de llegar el primero. CRESPO. Harto hemos gozado el sitio. Entrémonos allá dentro. CAPITAN. _(Ap. á los suyos.)_ Ya es tiempo, llegad amigos. _(Lléganse á los tres los soldados, detienen á Crespo y á Inés, y se apoderan de Isabel.)_ ISABEL. ¡Ah traidor! Señor, ¿qué es esto? CAPITAN. Es una furia, un delirio De amor. _(Llévala y vase.)_ ISABEL. _(Dentro.)_ ¡Ah traidor!--¡Señor! CRESPO. ¡Ah cobardes! ISABEL. _(Dentro.)_ ¡Padre mio! INÉS. _(Ap.)_ Yo quiero aquí retirarme. _(Vase.)_ CRESPO. ¡Cómo echais de ver (¡ah impíos!) Que estoy sin espada, aleves, Falsos y traidores! REBOLL. Idos, Si no quereis que la muerte Sea el último castigo. _(Vanse los robadores.)_ CRESPO. ¿Qué importará, si está muerto Mi honor, el quedar yo vivo? ¡Ah! ¡quién tuviera una espada! Porque sin armas seguirlos Es en vano; y si brioso A ir por ella me aplico, Los he de perder de vista. ¿Qué he de hacer, hados esquivos; Que de cualquiera manera Es uno solo el peligro? ESCENA XXIV. INÉS, _con una espada_.--CRESPO. INÉS. Ya tienes aquí la espada. CRESPO. A buen tiempo la has traido. Ya tengo honra, pues tengo Espada con que seguiros _(Vanse.)_ * * * * * _Campo._ ESCENA XXV. CRESPO, _riñendo con_ EL SARGENTO, REBOLLEDO _y los_ SOLDADOS; _despues_ ISABEL. CRESPO. Soltad la presa, traidores Cobardes, que habeis cogido; Que he de cobrarla, ó la vida He de perder. SARG. Vano ha sido Tu intento, que somos muchos. CRESPO. Mis males son infinitos, Y riñen todos por mí... _(Cae.)_ --Pero la tierra que piso, Me ha faltado. REBOLL. Dadle muerte. SARG. Mirad que es rigor impío Quitarle vida y honor. Mejor es en lo escondido Del monte dejarle atado, Porque no lleve el aviso. ISABEL. _(Dentro.)_ ¡Padre y señor! CRESPO. ¡Hija mia! REBOLL. Retírale como has dicho. CRESPO. Hija, solamente puedo Seguirte con mis suspiros. _(Llévanle.)_ ESCENA XXVI. ISABEL Y CRESPO, _dentro; despues_ JUAN. ISABEL. _(Dentro.)_ ¡Ay de mí! JUAN. _(Saliendo.)_ ¡Qué triste voz! CRESPO. _(Dentro.)_ ¡Ay de mí! JUAN. ¡Mortal gemido! A la entrada dese monte Cayó mi rocin conmigo, Veloz corriendo, y yo ciego Por la maleza le sigo. Tristes voces á una parte, Y á otra míseros gemidos Escucho, que no conozco, Porque llegan mal distintos. Dos necesidades son Las que apellidan á gritos Mi valor; y pues iguales A mi parecer han sido, Y uno es hombre, otro mujer, A seguir ésta me animo; Que así obedezco á mi padre En dos cosas que me dijo: «Reñir con buena ocasion, Y honrar la mujer,» pues miro Que así honro las mujeres, Y con buena ocasion riño. JORNADA TERCERA. _Interior de un monte._ ESCENA PRIMERA. ISABEL, _llorando_. Nunca amanezca á mis ojos La luz hermosa del dia, Porque á su sombra no tenga Vergüenza yo de mí misma. ¡Oh tú, de tantas estrellas Primavera fugitiva, No des lugar á la aurora, Que tu azul campaña pisa, Para que con risa y llanto Borre tu apacible vista, O ya que ha de ser, que sea Con llanto, mas no con risa! Detente, oh mayor planeta, Más tiempo en la espuma fria Del mar: deja que una vez Dilate la noche esquiva Su trémulo imperio: deja Que de tu deidad se diga, Atenta á mis ruegos, que es Voluntaria y no precisa. ¿Para qué quieres salir A ver en la historia mia La más enorme maldad, La más fiera tiranía, Que en vergüenza de los hombres Quiere el cielo que se escriba? Mas ¡ay de mí! que parece Que es crueldad tu tiranía; Pues desde que te he rogado Que te detuvieses, miran Mis ojos tu faz hermosa Descollarse por encima De los montes. ¡Ay de mí! Que acosada y perseguida De tantas penas, de tantas Ansias, de tantas impías Fortunas, contra mi honor Se han conjurado tus iras. ¿Qué he de hacer? ¿Dónde he de ir? Si á mi casa determinan Volver mis erradas plantas, Será dar nueva mancilla Al anciano padre mio, Que otro bien, otra alegría No tuvo, sino mirarse En la clara luna limpia De mi honor, que hoy ¡desdichado! Tan torpe mancha le eclipsa. Si dejo, por su respeto Y mi temor afligida, De volver á casa, dejo Abierto el paso á que digan Que fuí cómplice en mi infamia; Y ciega y inadvertida Vengo hacer de la inocencia Acrêdora á la malicia. ¡Qué mal hice, qué mal hice De escaparme fugitiva De mi hermano! ¿No valiera Más que su cólera altiva Me diera la muerte, cuando Llegó á ver la suerte mia? Llamarle quiero, que vuelva Con saña más vengativa Y me dé muerte: confusas Voces el eco repita, Diciendo... ESCENA II. CRESPO.--ISABEL. CRESPO. _(Dentro.)_ Vuelve á matarme. Serás piadoso homicida; Que no es piedad el dejar A un desdichado con vida. ISABEL. ¿Qué voz es esta, que mal Pronunciada y poco oida, No se deja conocer? CRESPO. _(Dentro.)_ Dadme muerte, si os obliga Ser piadosos. ISABEL. ¡Cielos, cielos! Otro la muerte apellida, Otro desdichado hay más, Que hoy á pesar suyo viva. _(Aparta unas ramas, y descúbrese Crespo atado.)_ Mas ¿qué es lo que ven mis ojos? CRESPO. Si piedades solicita Cualquiera que aqueste monte Temerosamente pisa, Llegue á dar muerte... Mas ¡cielos! ¿Qué es lo que mis ojos miran? ISABEL. Atadas atras las manos A una rigurosa encina... CRESPO. Enterneciendo los cielos Con las voces que apellida... ISABEL. Mi padre está. CRESPO. Mi hija veo. ISABEL. ¡Padre y señor! CRESPO. Hija mia, Llégate, y quita estos lazos. ISABEL. No me atrevo; que si quitan Los lazos que te aprisionan, Una vez las manos mias, No me atreveré, señor, A contarte mis desdichas, A referirte mis penas; Porque si una vez te miras Con manos, y sin honor, Me darán muerte tus iras; Y quiero, ántes que lo veas, Referirte mis fatigas. CRESPO. Detente, Isabel, detente, No prosigas; que hay desdichas, Que para contarlas, no Es menester referirlas. ISABEL. Hay muchas cosas que sepas, Y es forzoso que al decirlas, Tu valor se irrite, y quieras Vengarlas ántes de oirlas. --Estaba anoche gozando La seguridad tranquila Que al abrigo de tus canas Mis años me prometian, Cuando aquellos embozados Traidores (que determinan Que lo que el honor defiende, El atrevimiento rinda) Me robaron: bien así Como de los pechos quita Carnicero hambriento lobo A la simple corderilla. Aquel Capitan, aquel Huésped ingrato, que el dia Primero introdujo en casa Tan nunca esperada cisma De traiciones y cautelas, De pendencias y rencillas, Fué el primero que en sus brazos Me cogió, miéntras le hacian Espaldas otros traidores, Que en su bandera militan. Aqueste intrincado, oculto Monte, que está á la salida Del lugar, fué su sagrado: ¿Cuándo de la tiranía No son sagrado los montes? Aquí ajena de mí misma Dos veces me miré, cuando Aun tu voz, que me seguia, Me dejó; porque ya el viento, A quien tus acentos fias, Con la distancia, por puntos Adelgazándose iba: De suerte, que las que eran Antes razones distintas, No eran voces, sino ruido; Luégo, en el viento esparcidas, No eran voces, sino ecos De unas confusas noticias; Como aquel que oye un clarin, Que cuando dél se retira, Le queda por mucho rato, Si no el ruido, la noticia. El traidor pues, en mirando Que ya nadie hay que le siga, Que ya nadie hay que me ampare, Porque hasta la luna misma Ocultó entre pardas sombras, O cruel ó vengativa, Aquella ¡ay de mí! prestada Luz que del sol participa; Pretendió ¡ay de mí otra vez Y otras mil! con fementidas Palabras, buscar disculpa A su amor. ¿A quién no admira Querer de un instante á otro Hacer la ofensa caricia? ¡Mal haya el hombre, mal haya El hombre que solicita Por fuerza ganar un alma, Pues no advierte, pues no mira Que las victorias de amor, No hay trofeo en que consistan, Sino en granjear el cariño De la hermosura que estiman! Porque querer sin el alma Una hermosura ofendida, Es querer una mujer Hermosa, pero no viva. ¡Qué ruegos, qué sentimientos, Ya de humilde, ya de altiva, No le dije! Pero en vano, Pues (calle aquí la voz mia) Soberbio (enmudezca el llanto), Atrevido (el pecho gima), Descortés (lloren los ojos), Fiero (ensordezca la envidia), Tirano (falte el aliento), Osado (luto me vista), Y si lo que la voz yerra, Tal vez con la accion se explica, De vergüenza cubro el rostro, De empacho lloro ofendida, De rabia tuerzo las manos, El pecho rompo de ira: Entiende tú las acciones, Pues no hay voces que lo digan; Baste decir que á las quejas De los vientos repetidas, En que ya no pedia al cielo Socorro, sino justicia, Salió el alba, y con el alba, Trayendo la luz por guia, Sentí ruido entre unas ramas: Vuelvo á mirar quién sería, Y veo á mi hermano. ¡Ay cielos! ¿Cuándo, cuándo ¡ah suerte impía! Llegaron á un desdichado Los favores mas aprisa? Él á la dudosa luz, Que, si no alumbra, ilumina, Reconoce el daño, ántes Que ninguno se le diga; Que son linces los pesares, Que penetran con la vista. Sin hablar palabra, saca El acero que aquel dia Le ceñiste: el Capitan, Que el tardo socorro mira En mi favor, contra el suyo Saca la blanca cuchilla: Cierra el uno con el otro; Este repara, aquel tira; Y yo, en tanto que los dos Generosamente lidian, Viendo temerosa y triste Que mi hermano no sabía Si tenía culpa ó no, Por no aventurar mi vida En la disculpa, la espalda Vuelvo, y por la entretejida Maleza del monte huyo; Pero no con tanta prisa, Que no hiciese de unas ramas Intrincadas celosías, Porque deseaba, señor, Saber lo mismo que huia. A poco rato, mi hermano Dió al Capitan una herida: Cayó, quiso asegundarle, Cuando los que ya venian Buscando á su capitan, En su venganza se irritan. Quiere defenderse; pero Viendo que era una cuadrilla, Corre veloz; no le siguen, Porque todos determinan Más acudir al remedio Que á la venganza que incitan. En brazos al Capitan Volvieron hácia la villa, Sin mirar en su delito; Que en las penas sucedidas, Acudir determinaron Primero á la más precisa. Yo pues, que atenta miraba Eslabonadas y asidas Unas ánsias de otras ánsias, Ciega, confusa y corrida, Discurrí, bajé, corrí, Sin luz, sin norte, sin guia, Monte, llano y espesura, Hasta que á tus piés rendida, Antes que me des la muerte Te he contado mis desdichas. Ahora que ya las sabes, Rigurosamente anima Contra mi vida el acero, El valor contra mi vida; Que ya para que me mates, Aquestos lazos te quitan _(Le desata.)_ Mis manos: alguno dellos Mi cuello infeliz oprima. Tu hija soy, sin honra estoy Y tú libre: solicita Con mi muerte tu alabanza, Para que de tí se diga Que por dar vida á tu honor Diste la muerte á tu hija. CRESPO. Álzate, Isabel, del suelo; No, no estés más de rodillas; Que á no haber estos sucesos Que atormenten y que aflijan, Ociosas fueran las penas Sin estimacion las dichas. Para los hombres se hicieron, Y es menester que se impriman Con valor dentro del pecho. Isabel, vamos aprisa: Démos la vuelta á mi casa; Que este muchacho peligra, Y hemos menester hacer Diligencias exquisitas Por saber dél y ponerle En salvo. ISABEL. _(Ap.)_ Fortuna mia, O mucha cordura, ó mucha Cautela es esta. CRESPO. Camina. _(Vanse.)_ * * * * * _Calle á la entrada del pueblo._ ESCENA III. CRESPO, ISABEL. CRESPO. ¡Vive Dios!, que si la fuerza Y necesidad precisa De curarse, hizo volver Al Capitan á la villa, Que pienso que le está bien Morirse de aquella herida, Por excusarse de otra ¡Y otras mil! que el ánsia mia No ha de parar, hasta darle La muerte. Ea, vamos, hija, A nuestra casa. ESCENA IV. EL ESCRIBANO.--CRESPO, ISABEL. ESCRIB. ¡Oh señor Pedro Crespo! dadme albricias. CRESPO. ¡Albricias! ¿De qué, Escribano? ESCRIB. El concejo aqueste dia Os ha hecho alcalde, y teneis Para estrena de justicia Dos grandes acciones hoy: La primera, es la venida Del Rey, que estará hoy aquí O mañana en todo el dia, Segun dicen; es la otra, Que ahora han traido á la villa De secreto unos soldados A curarse con gran prisa, A aquel Capitan que ayer Tuvo aquí su compañía. Él no dice quién le hirió; Pero si esto se averigua, Será una gran causa. CRESPO. (_Ap._ ¡Cielos! ¡Cuando vengarse imagina, Me hace dueño de mi honor La vara de la justicia! ¿Cómo podré delinquir Yo, si en esta hora misma Me ponen á mí por juez, Para que otros no delincan? Pero cosas como aquestas No se ven con tanta prisa.) En extremo agradecido Estoy á quien solicita Honrarme. ESCRIB. Venid á la casa Del concejo, y recibida La posesion de la vara, Hareis en la causa misma Averiguaciones. CRESPO. Vamos.-- A tu casa te retira. ISABEL. ¡Duélase el cielo de mí! ¿No he de acompañarte? CRESPO. Hija, Ya teneis el padre alcalde: El os guardará justicia. _(Vanse.)_ * * * * * _Alojamiento del Capitan._ ESCENA V. EL CAPITAN, _con banda, como herido_; EL SARGENTO. CAPITAN. Pues la herida no era nada, ¿Por qué me hicisteis volver Aquí? SARG. ¿Quién pudo saber Lo que era ántes de curada? Ya la cura prevenida, Hemos de considerar Que no es bien aventurar Hoy la vida por la herida. ¿No fuera mucho peor Que te hubieras desangrado? CAPITAN. Puesto que ya estoy curado, Detenernos será error. Vámonos, ántes que corra Voz de que estamos aquí. ¿Están ahí los otros? SARG. Sí. CAPITAN. Pues la fuga nos socorra Del riesgo de estos villanos; Que si se llega á saber Que estoy aquí, habrá de ser Fuerza apelar á las manos. ESCENA VI. REBOLLEDO.--EL CAPITAN, EL SARGENTO. REBOLL. La justicia aquí se ha entrado. CAPITAN. ¿Qué tiene que ver conmigo Justicia ordinaria? REBOLL. Digo Que ahora hasta aquí ha llegado. CAPITAN. Nada me puede á mí estar Mejor: llegando á saber Que estoy aquí, no hay temer A la gente del lugar; Que la justicia, es forzoso Remitirme en esta tierra A mi consejo de guerra: Con que, aunque el lance es penoso, Tengo mi seguridad. REBOLL. Sin duda, se ha querellado El villano. CAPITAN. Eso he pensado. ESCENA VII. CRESPO, EL ESCRIBANO, LABRADORES.--DICHOS. CRESPO. _(Dentro.)_ Todas las puertas tomad, Y no me salga de aquí Soldado que aquí estuviere; Y al que salirse quisiere, Matadle. CAPITAN. Pues ¿cómo así Entrais? (_Ap._ Mas ¡qué es lo que veo!) _(Sale Pedro Crespo con vara, y labradores con él.)_ CRESPO. ¿Cómo no? A mi parecer, La justicia ¿ha menester Más licencia? CAPITAN. A lo que creo, La justicia (cuando vos De ayer acá lo seais) No tiene, si lo mirais, Que ver conmigo. CRESPO. Por Dios, Señor, que no os altereis; Que sólo á una diligencia Vengo, con vuestra licencia, Aquí, y que solo os quedeis Importa. CAPITAN. _(Al Sargento y á Rebolledo.)_ Salíos de aquí. CRESPO. _(A los labradores.)_ Salíos vosotros tambien. (_Ap. al Escribano._ Con esos soldados ten Gran cuidado.) ESCRIB. Harélo así. _(Vanse los labradores, el Sargento, Rebolledo y el Escribano.)_ ESCENA VIII. CRESPO, EL CAPITAN. CRESPO. Ya que yo, como justicia, Me valí de su respeto Para obligaros á oirme, La vara á esta parte dejo, Y como un hombre no más, Deciros mis penas quiero, _(Arrima la vara.)_ Y puesto que estamos solos, Señor Don Álvaro, hablemos Más claramente los dos, Sin que tantos sentimientos Como han estado encerrados En las cárceles del pecho Acierten á quebrantar Las prisiones del silencio. Yo soy un hombre de bien, Que á escoger mi nacimiento, No dejara (es Dios testigo) Un escrúpulo, un defecto En mí, que suplir pudiera La ambicion de mi deseo. Siempre acá entre mis iguales Me he tratado con respeto: De mí hacen estimacion El cabildo y el concejo. Tengo muy bastante hacienda, Porque no hay, gracias al cielo, Otro labrador más rico En todos aquestos pueblos De la comarca; mi hija Se ha criado, á lo que pienso, Con la mejor opinion, Virtud y recogimiento Del mundo: tal madre tuvo: Téngala Dios en el cielo. Bien pienso que bastará, Señor, para abono desto, El ser rico, y no haber quien Me murmure; ser modesto, Y no haber quien me baldone; Y mayormente, viviendo En un lugar corto, donde Otra falta no tenemos Mas que saber unos de otros Las faltas y los defectos, Y ¡pluguiera á Dios, señor, Que se quedara en saberlos! Si es muy hermosa mi hija, Díganlo vuestros extremos... Aunque pudiera, al decirlo, Con mayores sentimientos Llorarlo, porque esto fué Mi desdicha.--No apuremos Toda la ponzoña al vaso; Quédese algo al sufrimiento. --No hemos de dejar, señor, Salirse con todo al tiempo; Algo hemos de hacer nosotros Para encubrir sus defectos. Este, ya veis si es bien grande; Pues aunque encubrirle quiero, No puedo; que sabe Dios Que á poder estar secreto Y sepultado en mí mismo, No viniera á lo que vengo; Que todo esto remitiera, Por no hablar, al sufrimiento. Deseando pues remediar Agravio tan manifiesto, Buscar remedio á mi afrenta, Es venganza, no es remedio: Y vagando de uno en otro, Uno solamente advierto, Que á mí me está bien, y á vos No mal; y es, que desde luego Os tomeis toda mi hacienda, Sin que para mi sustento Ni el de mi hijo (á quien yo Traeré á echar á los piés vuestros) Reserve un maravedí, Sino quedarnos pidiendo Limosna, cuando no haya Otro camino, otro medio Con que poder sustentarnos. Y si quereis desde luego Poner una S y un clavo Hoy á los dos y vendernos, Será aquesta cantidad Más del dote que os ofrezco. Restaurad una opinion Que habeis quitado. No creo Que desluzcais vuestro honor, Porque los merecimientos Que vuestros hijos, señor, Perdieren por ser mis nietos, Ganarán con más ventaja, Señor, por ser hijos vuestros. En Castilla, el refran dice Que el caballo (y es lo cierto) Lleva la silla.--Mirad _(De rodillas.)_ Que á vuestros piés os lo ruego De rodillas, y llorando Sobre estas canas, que el pecho, Viendo nieve y agua, piensa Que se me están derritiendo. ¿Qué os pido? Un honor os pido, Que me quitasteis vos mesmo; Y con ser mio, parece, Segun os le estoy pidiendo Con humildad, que no es mio Lo que os pido, sino vuestro. Mirad que puedo tomarle Por mis manos, y no quiero, Sino que vos me le deis. CAPITAN. Ya me falta el sufrimiento. Viejo cansado y prolijo, Agradeced que no os doy La muerte á mis manos hoy, Por vos y por vuestro hijo; Porque quiero que debais No andar con vos más cruel, A la beldad de Isabel. Si vengar solicitais Por armas vuestra opinion, Poco tengo que temer; Si por justicia ha de ser, No teneis jurisdiccion. CRESPO. ¿Que en fin, no os mueve mi llanto? CAPITAN. Llanto no se ha de creer De viejo, niño y mujer. CRESPO. ¿Que no pueda dolor tanto Mereceros un consuelo? CAPITAN. ¿Qué más consuelo quereis, Pues con la vida volveis? CRESPO. Mirad que echado en el suelo, Mi honor á voces os pido. CAPITAN. ¡Qué enfado! CRESPO. Mirad que soy Alcalde en Zalamea hoy. CAPITAN. Sobre mí no habeis tenido Jurisdiccion: el consejo De guerra enviará por mí. CRESPO. ¿En eso os resolveis? CAPITAN. Sí, Caduco y cansado viejo. CRESPO. ¿No hay remedio? CAPITAN. Sí, el callar Es el mejor para vos. CRESPO. ¿No otro? CAPITAN. No. CRESPO. Pues juro á Dios, Que me lo habeis de pagar.-- ¡Hola! _(Levántase y toma la vara.)_ ESCENA IX. LABRADORES.--CRESPO, EL CAPITAN. UN LAB. _(Dentro.)_ ¡Señor! CAPITAN. _(Ap.)_ ¿Qué querrán Estos villanos hacer? _(Salen los labradores.)_ LABRADS. ¿Qué es lo que mandas? CRESPO. Prender Mando al señor Capitan. CAPITAN. ¡Buenos son vuestros extremos! Con un hombre como yo, Y en servicio del Rey, no Se puede hacer. CRESPO. Probaremos. De aquí, si no es preso ó muerto, No saldreis. CAPITAN. Yo os apercibo Que soy un capitan vivo. CRESPO. ¿Soy yo acaso alcalde muerto? Dáos al instante á prision. CAPITAN. No me puedo defender: Fuerza es dejarme prender. Al Rey desta sinrazon Me quejaré. CRESPO. Yo tambien De esotra:--y áun bien que está Cerca de aquí, y nos oirá A los dos.--Dejar es bien Esa espada. CAPITAN. No es razon Que... CRESPO. ¿Cómo no, si vais preso? CAPITAN. Tratad con respeto... CRESPO. Eso Está muy puesto en razon. Con respeto le llevad A las casas, en efeto, Del concejo; y con respeto Un par de grillos le echad Y una cadena; y tened, Con respeto, gran cuidado Que no hable á ningun soldado; Y á esos dos tambien poned En la cárcel; que es razon, Y aparte, porque despues, Con respeto, á todos tres Les tomen la confesion. Y aquí para entre los dos, Si hallo harto paño, en efeto, Con muchísimo respeto Os he de ahorcar, juro á Dios. CAPITAN. ¡Ah villanos con poder! _(Vanse los labradores con el Capitan.)_ ESCENA X. REBOLLEDO, LA CHISPA, EL ESCRIBANO.--CRESPO. ESCRIB. Este paje, este soldado Son á los que mi cuidado Sólo ha podido prender; Que otro se puso en huida. CRESPO. Este el pícaro es que canta: Con un paso de garganta No ha de hacer otro en su vida. REBOLL. ¿Pues qué delito es, señor, El cantar? CRESPO. Que es virtud siento, Y tanto, que un instrumento Tengo en que canteis mejor. Resolveos á decir... REBOLL. ¿Qué? CRESPO. Cuanto anoche pasó... REBOLL. Tu hija mejor que yo Lo sabe. CRESPO. O has de morir. CHISPA. _(Ap. á él.)_ Rebolledo, determina Negarlo punto por punto: Serás, si niegas, asunto Para una jacarandina Que cantaré. CRESPO. A vos despues Tambien os harán cantar. CHISPA. A mí no me pueden dar Tormento. CRESPO. Sepamos pues, ¿Por qué? CHISPA. Eso es cosa asentada, Y que no hay ley que tal mande. CRESPO. ¿Qué causa teneis? CHISPA. Bien grande. CRESPO. Decid, ¿cuál? CHISPA. Estoy preñada. CRESPO. ¿Hay cosa más atrevida? Mas la cólera me inquieta. ¿No sois paje de jineta? CHISPA. No, señor, sino de brida. CRESPO. Resolveos á decir Vuestros dichos. CHISPA. Sí diremos Aun más de lo que sabemos; Que peor será morir. CRESPO. Eso excusará á los dos Del tormento. CHISPA. Si es así, Pues para cantar nací, He de cantar, vive Dios: _(Canta.)_ _Tormento me quieren dar._ REBOLL. _(Canta.)_ _¿Y qué quieren darme á mí?_ CRESPO. ¿Qué haceis? CHISPA. Templar desde aquí, Pues que vamos á cantar. _(Vanse.)_ * * * * * _Sala en casa de Crespo._ ESCENA XI. JUAN. Desde que al traidor herí En el monte, desde que Riñendo con él (porque Llegaron tantos) volví La espalda, el monte he corrido, La espesura he penetrado, Y á mi hermana no he encontrado. En efecto, me he atrevido A venirme hasta el lugar Y entrar dentro de mi casa, Donde todo lo que pasa A mi padre he de contar. Veré lo que me aconseja Que haga ¡cielos! en favor De mi vida y de mi honor. ESCENA XII. INÉS, ISABEL, _muy triste_.--JUAN. INÉS. Tanto sentimiento deja; Que vivir tan afligida, No es vivir, matarte es. ISABEL. ¿Pues quién te ha dicho ¡ay Inés! Que no aborrezco la vida? JUAN. Diré á mi padre... (_Ap._ ¡Ay de mí! ¿No es esta Isabel? Es llano Pues ¿qué espero?) _(Saca la daga.)_ INÉS. ¡Primo! ISABEL. ¡Hermano! ¿Qué intentas? JUAN. Vengar así La ocasion en que hoy has puesto Mi vida y mi honor. ISABEL. Advierte... JUAN. ¡Tengo de darte la muerte, Viven los cielos! ESCENA XIII. CRESPO, LABRADORES.--DICHOS. CRESPO. ¿Qué es esto? JUAN. Es satisfacer, señor, Una injuria, y es vengar Una ofensa y castigar... CRESPO. Basta, basta; que es error Que os atrevais á venir... JUAN. ¿Qué es lo que mirando estoy? CRESPO. Delante así de mí hoy, Acabando ahora de herir En el monte un capitan. JUAN. Señor, si le hice esa ofensa, Que fué en honrada defensa, De tu honor... CRESPO. Ea, basta, Juan.-- Hola, llevadle tambien Preso. JUAN. ¿A tu hijo, señor, Tratas con tanto rigor? CRESPO. Y áun á mi padre tambien Con tal rigor le tratara. (_Ap._ Aquesto es asegurar Su vida, y han de pensar Que es la justicia más rara Del mundo.) JUAN. Escucha por qué, Habiendo un traidor herido, A mi hermana he pretendido Matar tambien. CRESPO. Ya lo sé; Pero no basta sabello Yo como yo; que ha de ser Como alcalde, y he de hacer Informacion sobre ello. Y hasta que conste qué culpa Te resulta del proceso, Tengo de tenerte preso. (_Ap._ Yo le hallaré la disculpa.) JUAN. Nadie entender solicita Tu fin, pues sin honra ya, Prendes á quien te la da, Guardando á quien te la quita. _(Llévanle preso.)_ ESCENA XIV. CRESPO, ISABEL, INÉS. CRESPO. Isabel, entra á firmar Esta querella que has dado Contra aquel que te ha injuriado. ISABEL. Tú, que quisiste ocultar La ofensa que el alma llora, ¡Así intentas publicarla! Pues no consigues vengarla, Consigue el callarla ahora. CRESPO. No: ya que como quisiera, Me quita esta obligacion Satisfacer mi opinion, Ha de ser desta manera. _(Vase Isabel.)_ Inés, pon ahí esa vara; Que pues por bien no ha querido Ver el caso concluido, Querrá por mal. _(Vase Inés.)_ ESCENA XV. DON LOPE, SOLDADOS.--CRESPO. D. LOPE. _(Dentro.)_ Pára pára. CRESPO. ¿Qué es aquesto? ¿Quién, quién hoy Se apea en mi casa así? Pero ¿quién se ha entrado aquí? _(Salen Don Lope y soldados.)_ D. LOPE. ¡Oh Pedro Crespo! Yo soy; Que volviendo á este lugar De la mitad del camino (Donde me trae, imagino, Un grandísimo pesar), No era bien ir á apearme A otra parte, siendo vos Tan mi amigo. CRESPO. Guárdeos Dios; Que siempre tratais de honrarme. D. LOPE. Vuestro hijo no ha parecido Por allá. CRESPO. Presto sabreis La ocasion: la que teneis, Señor, de haberos venido, Me haced merced de contar; Que venís mortal, señor. D. LOPE. La desvergüenza es mayor Que se puede imaginar. Es el mayor desatino Que hombre ninguno intentó. Un soldado me alcanzó Y me dijo en el camino... --Que estoy perdido, os confieso, De cólera. CRESPO. Proseguí. D. LOPE. Que un alcaldillo de aquí Al Capitan tiene preso.-- Y ¡vive Dios! no he sentido En toda aquesta jornada Esta pierna excomulgada, Sino es hoy, que me ha impedido El haber ántes llegado Donde el castigo le dé. ¡Vive Jesucristo, que Al grande desvergonzado A palos le he de matar! CRESPO. Pues habeis venido en balde, Porque pienso que el alcalde No se los dejará dar. D. LOPE. Pues dárselos, sin que deje Dárselos. CRESPO. Malo lo veo; Ni que haya en el mundo creo Quien tan mal os aconseje. ¿Sabeis por qué le prendió? D. LOPE. No; mas sea lo que fuere, Justicia la parte espere De mí; que tambien sé yo Degollar, si es necesario. CRESPO. Vos no debeis de alcanzar, Señor, lo que en un lugar Es un alcalde ordinario. D. LOPE. ¿Será más que un villanote? CRESPO. Un villanote será, Que si cabezudo da En que ha de darle garrote, Par Dios, se salga con ello. D. LOPE. No se saldrá tal, par Dios; Y si por ventura vos, Si sale ó no, quereis vello, Decid dónde vive ó no. CRESPO. Bien cerca vive de aquí. D. LOPE. Pues á decirme vení Quién es el alcalde. CRESPO. Yo. D. LOPE. ¡Vive Dios, que si sospecho!... CRESPO. ¡Vive Dios, como os lo he dicho! D. LOPE. Pues, Crespo, lo dicho dicho. CRESPO. Pues, señor, lo hecho hecho. D. LOPE. Yo por el preso he venido, Y á castigar este exceso. CRESPO. Pues yo acá le tengo preso Por lo que acá ha sucedido. D. LOPE. ¿Vos sabeis que á servir pasa Al Rey, y soy su juez yo? CRESPO. ¿Vos sabeis que me robó A mi hija de mi casa? D. LOPE. ¿Vos sabeis que mi valor Dueño desta causa ha sido? CRESPO. ¿Vos sabeis cómo atrevido Robó en un monte mi honor? D. LOPE. ¿Vos sabeis cuánto os prefiere El cargo que he gobernado? CRESPO. ¿Vos sabeis que le he rogado Con la paz, y no la quiere? D. LOPE. Que os entrais, es bien se arguya, En otra jurisdiccion. CRESPO. Él se me entró en mi opinion, Sin ser jurisdiccion suya. D. LOPE. Yo sabré satisfacer, Obligándome á la paga. CRESPO. Jamás pedí á nadie que haga Lo que yo me puedo hacer. D. LOPE. Yo me he de llevar el preso. Ya estoy en ello empeñado. CRESPO. Yo por acá he sustanciado El proceso. D. LOPE. ¿Qué es proceso? CRESPO. Unos pliegos de papel Que voy juntando, en razon De hacer la averiguacion De la causa. D. LOPE. Iré por él A la cárcel. CRESPO. No embarazo Que vais: solo se repare, Que hay órden que al que llegare Le den un arcabuzazo. D. LOPE. Como esas balas estoy Enseñado yo á esperar. Mas no se ha de aventurar Nada en esta accion de hoy.-- Hola, soldado, id volando, Y á todas las compañías Que alojadas estos dias Han estado y van marchando, Decid que bien ordenadas Lleguen aquí en escuadrones, Con balas en los cañones Y con las cuerdas caladas. UN SOLD. No fué menester llamar La gente; que habiendo oido Aquesto que ha sucedido, Se han entrado en el lugar. D. LOPE. Pues vive Dios, que he de ver Si me dan el preso ó no. CRESPO. Pues vive Dios, que ántes yo Haré lo que se ha de hacer. _(Vanse.)_ * * * * * _Sala de la cárcel._ ESCENA XVI. DON LOPE, EL ESCRIBANO, SOLDADOS, CRESPO, _todos dentro_. _(Suenan cajas.)_ D. LOPE. Esta es la cárcel, soldados, Adonde está el Capitan: Si no os le dan, al momento Poned fuego y la abrasad, Y si se pone en defensa El lugar, todo el lugar. ESCRIB. Ya, aunque la cárcel enciendan, No han de darle libertad. SOLDS. Mueran aquestos villanos. CRESPO. ¿Que mueran? Pues ¡qué! ¿no hay más? D. LOPE. Socorro les ha venido. Romped la cárcel: llegad, Romped la puerta. ESCENA XVII. _Salen los_ SOLDADOS Y DON LOPE _por un lado; y por otro,_ EL REY, CRESPO, LABRADORES Y ACOMPAÑAMIENTO. REY. ¿Qué es esto? Pues ¡desta manera estáis, Viniendo yo! D. LOPE. Esta es, señor. La mayor temeridad De un villano, que vió el mundo. Y, vive Dios, que á no entrar En el lugar tan aprisa, Señor, vuestra Majestad, Que habia de hallar luminarias, Puestas por todo el lugar. REY. ¿Qué ha sucedido? D. LOPE. Un alcalde Ha prendido un capitan, Y viniendo yo por él, No le quieren entregar. REY. ¿Quién es el alcalde? CRESPO. Yo. REY. ¿Y qué disculpa me dais? CRESPO. Este proceso, en quien bien Probado el delito está, Digno de muerte, por ser Una doncella robar, Forzarla en un despoblado, Y no quererse casar Con ella, habiendo su padre Rogádole con la paz. D. LOPE. Este es el alcalde, y es Su padre. CRESPO. No importa en tal Caso, porque si un extraño Se viniera á querellar, ¿No habia de hacer justicia? Sí: pues ¿qué mas se me da Hacer por mi hija lo mismo Que hiciera por los demas? Fuera de que, como he preso Un hijo mio, es verdad Que no escuchara á mi hija, Pues era la sangre igual...[6] Mírese si está bien hecha La causa, miren si hay Quien diga que yo haya hecho En ella alguna maldad, Si he inducido algun testigo, Si está escrito algo de más De lo que he dicho, y entónces Me den muerte. [6] Ha de faltar algo: en otros muchos pasajes de la comedia creemos que sucede lo mismo, ó que está viciado el texto. REY. Bien está Sentenciado; pero vos No teneis autoridad De ejecutar la sentencia Que toca á otro tribunal. Allá hay justicia, y así Remitid el preso. CRESPO. Mal Podré, señor, remitirle, Porque como por acá No hay más que sola una audiencia, Cualquiera sentencia que hay, La ejecuta ella, y así Está ejecutada ya. REY. ¿Qué decís? CRESPO. Si no creeis Que es esto, señor, verdad, Volved los ojos, y vedlo. Aqueste es el Capitan. _(Abren una puerta, y aparece dado garrote en una silla el Capitan.)_ REY. Pues ¿cómo así os atrevisteis?... CRESPO. Vos habeis dicho que está Bien dada aquesta sentencia: Luego esto no está hecho mal. REY. El consejo ¿no supiera La sentencia ejecutar? CRESPO. Toda la justicia vuestra Es solo un cuerpo no más: Si éste tiene muchas manos, Decid, ¿qué más se me da Matar con aquesta un hombre Que estotra habia de matar? Y ¿qué importa errar lo ménos, Quien ha acertado lo más? REY. Pues ya que aquesto es así, ¿Por qué, como á capitan Y caballero, no hicisteis Degollarle? CRESPO. ¿Eso dudais? Señor, como los hidalgos Viven tan bien por acá, El verdugo que tenemos No ha aprendido á degollar. Y esa es querella del muerto, Que toca á su autoridad, Y hasta que él mismo se queje, No les toca á los demas. REY. Don Lope, aquesto ya es hecho. Bien dada la muerte está; Que errar lo ménos no importa, Si acertó lo principal. Aquí no quede soldado Alguno, y haced marchar Con brevedad; que me importa Llegar presto á Portugal.-- Vos, por alcalde perpétuo De aquesta villa os quedad. CRESPO. Solo vos á la justicia Tanto supierais honrar. _(Vase el Rey y el acompañamiento.)_ D. LOPE. Agradeced al buen tiempo Que llegó su Majestad. CRESPO. Par Dios, aunque no llegara, No tenía remedio ya. D. LOPE. ¿No fuera mejor hablarme, Dando el preso, y remediar El honor de vuestra hija? CRESPO. En un convento entrará; Que ha elegido y tiene esposo Que no mira en calidad. D. LOPE. Pues dadme los demas presos. CRESPO. Al momento los sacad. _(Vase el Escribano.)_ ESCENA XVIII. REBOLLEDO, LA CHISPA, SOLDADOS; _despues_, JUAN.--DON LOPE, CRESPO, SOLDADOS Y LABRADORES. D. LOPE. Vuestro hijo falta, porque Siendo mi soldado ya, No ha de quedar preso. CRESPO. Quiero Tambien, señor, castigar El desacato que tuvo De herir á su capitan; Que aunque es verdad que su honor A esto le pudo obligar, De otra manera pudiera. D. LOPE. Pedro Crespo, bien está. Llamadle. CRESPO. Ya él está aquí. _(Sale Juan.)_ JUAN. Las plantas, señor, me dad; Que á ser vuestro esclavo iré. REBOLL. Yo no pienso ya cantar En mi vida. CHISPA. Pues yo sí, Cuantas veces á mirar Llegue el pasado instrumento. CRESPO. Con que fin el autor da A esta historia verdadera: Sus defectos perdonad. EL MAYOR MONSTRUO LOS CELOS. PERSONAS. EL TETRARCA HERODES. OTAVIANO. ARISTÓBOLO. FILIPO, _viejo_. TOLOMEO. UN CAPITAN. POLIDORO, _gracioso_. MARIENE. SIRENE. LIBIA. ARMINDA. _Soldados romanos._ _Soldados judíos._ _Músicos._ _Criados._ _Judíos, damas._ _Acompañamiento._ _La escena es en las cercanías de Joppe, en Ménfis y en Jerusalen._ JORNADA PRIMERA. _Sala de una quinta á orillas del mar en la playa de Joppe (ó Jafa.)_ ESCENA PRIMERA. EL TETRARCA, MARIENE, LIBIA, SIRENE, FILIPO, CRIADOS, MÚSICOS. _(Música.)_ _La divina Marïene,_ _El sol de Jerusalen,_ _Por divertir sus tristezas,_ _Vió el campo al amanecer._ _Las aves, fuentes y flores_ _La dan dulce parabien,_ _Repitiendo, por servirla,_ _Al aire una y otra vez:_ _Sea triunfo de sus manos_ _Lo que es pompa de sus piés._ _Fuentes, sus espejos sed,_ _Corred, corred, corred:_ _Aves, su luz saludad,_ _Volad, volad:_ _Flores, paso prevenid,_ _Vivid, vivid._ TETRARC. Hermosa Marïene, Á quien el orbe de zafir previene Ya soberano asiento, Como estrella añadida al firmamento: No con tanta tristeza Turbes el rosicler de tu belleza. ¿Qué deseas? ¿Qué quieres? ¿Qué envidias? ¿Qué te falta? ¿Tú no eres, Amada gloria mia, Reina en Jerusalen? Su monarquía, En cuanto ciñe el sol, el mar abarca, ¿No me aclama su ínclito monarca, Como dan testimonio Letras de Marco Antonio Y firmas de Otaviano, Porque los dos intentan, aunque en vano, Repartir el imperio Que dilata y extiende su hemisferio Desde el Tíber al Nilo? Y yo, con cauto pecho y doble estilo, ¿De Antonio no defiendo La parte, porque así turbar pretendo La paz, y que la guerra Dure, porque despues cuando la tierra De sus huestes padezca atormentada Y el mar cansado de una y otra armada, Pueda yo declararme, Y en Roma, tú á mi lado, coronarme? Tu hermano y Tolomeo, ¿No son á quien les fío mi deseo Y ley de mi albedrío, Pues con los dos socorro á Antonio envío? Y en tanto ¡oh cielo hermoso! Que al triunfo llega el dia venturoso, ¿No estás de mí adorada? ¿De mis gentes no estas idolatrada? ¿No habitas esta quinta, Que sobre el mar de Joppe el cielo pinta? Pues no tan fácilmente Se postre todo el sol á un accidente; Liberal restituya tu alegría Su luz al alba, su esplendor al dia, Su fragancia á las flores, Al campo sus colores, Sus matices á Flora, Sus perlas á la aurora, Su música á las aves, Mi vida á mí, pues con discursos graves A celos me ocasionan tus desvelos.-- No sé qué más decir, ya dije celos. MARIENE. Tetrarca generoso, Mi dueño amante y mi galan esposo, Ingrata al cielo fuera Y á mi ventura ingrata, si rindiera El sentimiento mio A pequeño accidente su albedrío. La pena que me aflige, De causa ¡ay cielos! superior se rige, Tanto, que es todo el cielo Depósito infeliz de mi desvelo, Pues todo el cielo escribe Mi desdicha, que en él grabada vive En papel de cristal con letras de oro. No con causa menor mi muerte lloro. TETRARC. Ménos entiendo ahora yo y más dudo El mio y tu dolor; y si es que pudo Tanto mi amor contigo, Hazme ya de tu mal, mi bien, testigo. Sepa tu pena yo, porque la llore, Y más tiempo no ignore Muerte, que ya con mis sentidos lucha. MARIENE. Nunca pensé decirlo; pero escucha. Un doctísimo hebreo Tiene Jerusalen, cuyo deseo Siempre ha sido, estudioso Apresurar al tiempo presuroso La edad, como si fuera Menester acordarle que corriera. Este, pues, vigilante, En láminas leyendo de diamante Caracteres de estrellas, Hoy los futuros contingentes dellas A todos adelanta: Tanta es la fuerza de su estudio, tanta, Que es oráculo vivo De todo ese cuaderno fugitivo Que en círculos de nieve Un soplo inspira y un aliento bebe. Yo, que mujer nací (con esto digo Que amiga de saber), docto testigo Le hice de tu fortuna y mi fortuna, Porque viendo que al orbe de la luna Hoy empinas la frente, El futuro previne contingente. Con el mio juzgó tu nacimiento, Y á los delirios de la suerte atento, Halló... Aquí el labio mio Torpe, muda la voz, el pecho frio, Se desmaya, se cansa y desfallece, Y aquí todo mi cuerpo se estremece. Halló, en fin, que sería Trofeo injusto yo ¡qué tiranía! De un monstruo el más cruel, horrible y fuerte Del mundo: halló tambien que daria muerte (¿Qué daño no se teme prevenido?) Ese puñal, que ahora traes ceñido, A lo que más en este mundo amares. ¡Mira si tales penas, si pesares Tan grandes, es forzoso Que tengan mi discurso temeroso, Muerta la vida y vivo el sentimiento! Pues infaustos los dos, con fin sangriento, Por ley de nuestros hados, Vivimos á desdichas destinados: Tú, porque ese puñal será homicida De lo que más amares en tu vida; Y yo, siendo con llanto tan profundo, Trofeo del mayor monstruo del mundo. TETRARC. Bellísima Marïene, Aunque ese libro inmortal En once hojas de cristal Nuestros discursos contiene, Dar crédito no conviene A los secretos que encierra; Que es ciencia que tanto yerra, Que en un punto solamente Mayores distancias miente Que hay desde el cielo á la tierra. De esa ciencia singular Sólo se debe saber El mal que se ha de temer, Mas no el que se ha de esperar. Sentir, padecer, llorar Desdichas que no han llegado, Ya lo son; pues tu cuidado No puede haberte oprimido, Despues de haber sucedido, A más que haberlas llorado. Y si ahora tu desvelo Lo que ha de suceder llora, Tú haces tu desdicha ahora Mucho primero que el cielo; Que llorar con desconsuelo, Por imaginada ó dicha[7], Una distante desdicha, Ya es acercarla en rigor; Y no hay desdicha mayor Que el esperar la desdicha. Con otro argumento yo Vencer tu dolor quisiera: Si ventura acaso fuera La que el astrólogo vió, ¿Diérasla crédito? No, Ni la estimaras ni oyeras; ¿Pues por qué en nuestras quimeras Han de ser escrupulosas, Las venturas mentirosas, Las desdichas verdaderas? Dé crédito el cauto igual Al favor como al desden: Ni aquel dudes porque es bien, Ni este creas porque es mal: Y si en argumento tal No estás satisfecha, mira Otro que al discurso admira. Esta prevista crueldad, O es mentira ó es verdad: Dejémosla si es mentira Pues nada nos asegura, Y á que sea verdad vamos, Porque siéndolo, arguyamos Que es el saberla ventura. Ninguna vida hay segura Un instante: cuantos viven, En un principio perciben Tan contados los alientos, Que se cumplen por momentos Los números que reciben. Yo en aqueste instante no Sé si mi cuenta cumplí, Ni si la debo; tú sí, A quien el cielo guardó Para un monstruo: luego yo Llorar debiera ignorante Mi fin; tú no, si este instante A ser tan dichosa vienes, Que seguro el vivir tienes, Pues no está el monstruo delante. Y pasando al fundamento De lo que sabes de mí, ¿Cómo es compatible, dí, Que aqueste puñal sangriento Dé en ningun tiempo violento Muerte á lo que yo más quiero, Y á tí un monstruo? Ver no espero Cosa de mí más querida; Luego amenazan tu vida Aquel monstruo y este acero. Pues si hoy el hado importuno, Que es de los gentiles dios, Te ha amenazado con dos Fines, no temas ninguno. No hay más rigor para el uno Que para el otro piedad: Luego será necedad Temer, al rigor atenta, Cuando es fuerza que uno mienta, Que el otro diga verdad. Y porque veas aquí Cómo mienten las estrellas, Y que triunfar puedo dellas, Mira el puñal... _(Desenváinale.)_ [7] Predicha, vaticinada. MARIENE. ¡Ay de mí! Tente, señor. TETRARC. ¿De qué así Tiemblas, dí? MARIENE. Mi muerte advierte Mirarle en tu mano fuerte. TETRARC. Pues porque no temas más, Desde hoy inmortal serás, Yo haré imposible tu muerte. Sea el mar, campo de hielo, Sea el orbe de cristal, Deste funesto puñal, Monstruo acerado del suelo, Sepulcro. _(Arroja el puñal por una ventana.)_ ESCENA II. TOLOMEO, _dentro_.--DICHOS. TOLOM. _(Dentro.)_ ¡Válgame el cielo! MARIENE. ¡Oh qué voz tan triste he oido! FILIPO. Aire y agua han respondido Con asombro ó con desmayo. LIBIA. El trueno fué de aquel rayo Un lastimoso gemido. MARIENE. ¿Qué mucho que á mí me asombre Acero tan penetrante, Que hace heridas en las ondas, Y impresiones en los aires? TETRARC. Los pequeños accidentes Nunca son prodigios grandes. Acaso la voz se queja... Y porque te desengañes, Iré á saber lo que ha sido, Penetrando á todas partes Las entrañas de los montes, Los cóncavos de los mares. _(Vanse todos, menos Mariene y sus dos damas.)_ ESCENA III. MARIENE, LIBIA, SIRENE. MARIENE. Toda soy horror. LIBIA. El mar Es monumento inconstante De un mísero, que rendido Entre sus espumas trae. SIRENE. Ya tu esposo, el gran Tetrarca, Con generosas piedades Movido, al bajel humano Ha dado puerto en la márgen. MARIENE. El puñal que fué cometa De dos esferas errante, Arpon del arco del cielo, Clavado en un hombro trae. LIBIA. Tolomeo es. ¡Ay de mí! (_Ap._ Mas bastaba ser mi amante Para ser tan infelice.) ¡Qué prodigio tan notable! ¡Qué espectáculo tan triste! MARIENE. ¡Qué asombro tan admirable! Vamos de aquí, que no tengo Animo para mirarle. _(Vase con sus damas.)_ ESCENA IV. EL TETRARCA, FILIPO, Y LOS CRIADOS, _que traen á_ TOLOMEO, _con el puñal clavado en un hombro_. TETRARC. Ya del mar estais seguro, Infelice navegante. ¡Así la mortal herida Diera treguas á mis males! TOLOM. Detente, señor, detente: Este puñal no me saques, Porque al ver la puerta abierta, Sus espíritus no exhale El alma. Ya que los cielos Solamente en esta parte Son piadosos, pues me dan Para verte y para hablarte Tiempo, no se pierda el tiempo. Mi muerte y la tuya sabe. TETRARC. ¿Tolomeo? TOLOM. Sí, señor. TETRARC. Llevadle de aquí, llevadle A curar. TOLOM. Aqueso no; Que cuando el riesgo es tan grande, Ménos importa mi vida Que la tuya; y así, ántes Que acaben mi poco aliento Desdichas que son tan grandes, Oye las tuyas, señor; Y cuando helado cadáver, Me falte tiempo al decirlas, Al saberlas no te falte. Otaviano en tierra y mar, Ondas ocupando y valles, Llegó á Egipto: salió Antonio Con tu socorro á buscarle, De Cleopatra acompañado En el _Bucentoro_, nave Que labró para él Cleopatra De marfiles y corales. A los principios fué nuestra (¡Fuerte pena, injusto trance!) La fortuna; pero ¿cuándo Estuvo firme un instante? Enojáronse las ondas, Y el mar, Nembrot de los aires, Montes puso sobre montes, Ciudades sobre ciudades. La armada del enemigo, Como estaba hácia la parte Del puerto abrigada, en él Quiso el cielo que se ampare. Mas la nuestra, dividida, Deshecha y sin órden, sale A la campaña del mar, Donde impelida mi nave, Caballo fué desbocado, Que no hay freno que le pare. Atormentada en efecto, Desmantelado el velámen, Los árboles destroncados, Enmarañados los cables, Y trayendo, finalmente, Arena y agua por lastre, A vista ya de las torres De Jerusalen la grande[8], Fué rüina en un escollo, Y aquí una tabla á los ayes Repetidos fué delfin Enseñado á sus piedades. ¿Quién crêrá que la fortuna, En un hombre que se vale De la piedad de un fragmento, Pudiera hacer otro lance? Yo lo afirmo, pues yo ví De acero un cometa errante Contra este humano bajel, Correr la esfera del aire. Este pues que de mi vida Tasando está los instantes, Sólo el decir me permite Que tu enemigo triunfante Queda en Egipto, y Antonio O rendido ó muerto yace; Que de Aristóbolo, hermano De tu esposa, no se sabe; Y en fin, que tus esperanzas Como el humo se deshacen. Y ya que de tus desdichas, Siendo el todo, no soy parte, Dáles sepulcro á las mias; Aunque las mias son tales, Que ellas se harán su sepulcro, Pues tienen para labrarle Sangre y acero, y podrán Enternecer un diamante; Que áun los diamantes se rinden Al acero y á la sangre. [8] En esta composicion se hace á Jerusalen y á Ménfis puertos de mar. TETRARC. Ser un hombre desdichado Todos han dicho que es fácil, Y yo digo que es difícil, Porque es estudio tan grande Aqueste de las desdichas, Que no le ha alcanzado nadie.-- Quitadme ese asombro, ese Funesto horror de delante. Llevadle donde le curen... Y aquese puñal... guardadle, Que importa saber qué debo Hacer dél; que ya él me hace Tenerle por prodigioso.-- ¡Ay Filipo! hagan alarde Mis suspiros de mis penas, Mis lágrimas de mis males. _(Llévanse los criados á Tolomeo.)_ ESCENA V. EL TETRARCA, FILIPO. FILIPO. Señor, los grandes sucesos Para los sujetos grandes Se hicieron, porque el valor Es de la fortuna exámen. Ensancha el pecho, que en él Cabrán todos tus pesares, Sin que á la voz ni á los ojos Se asomen. TETRARC. ¡Ay! que no sabes, Filipo, cuál es mi pena, Pues quieres darla esa cárcel. FILIPO. Sí sé, pues sé que has perdido Tal república de naves. TETRARC. No es su pérdida la mia. FILIPO. Serálo el mirar triunfante A tu enemigo. TETRARC. No tengo Miedo á las adversidades. FILIPO. De Aristóbolo tu hermano, Ni de Marco Antonio sabes. TETRARC. Cuando sepa que murieron, Tendré envidia á bien tan grande. FILIPO. Los prodigios del puñal Preñeces[9] son admirables. [9] Misterios. TETRARC. Al magnánimo varon No hay prodigio que le espante. FILIPO. Pues si prodigios, fortunas, Pérdidas y adversidades No te rinden, ¿qué te rinde? TETRARC. ¡Ay, Filipo! no te canses En adivinarlo, puesto Que miéntras no adivinares El amor de Marïene, Todo es discurrir en balde. Todos mis intentos son Entrar con ella triunfante En Roma, porque no tenga Que envidiar mi esposa á nadie. ¿Por qué ha de gozar belleza Que no hay otra que la iguale (Error del mérito), un hombre, Que hay otro que le aventaje? Piérdase la armada, muera El César Antonio, falte Aristóbolo, Otaviano De un polo á otro polo mande, Con trágicas prevenciones Hoy los cielos me amenacen, Vuelva el prodigioso acero A mi poder; que á postrarme Nada basta, nada importa, Siempre con igual semblante; Sino solamente el ver Que yo no he sido bastante A hacer reina á Marïene Del mundo; y en esta parte Dirás, y diránlo todos, Que es locura: no te espantes, Que cuando amor no es locura, No es amor; y el mio es tan grande, Que temo (advierte, Filipo) Que pasando los umbrales De la vida, y que llegando De la muerte á esotra parte, Ha de quedar en el mundo Por un prodigio admirable De las fortunas de amor A las futuras edades. _(Vanse.)_ * * * * * _Sala de un palacio de Ménfis._ ESCENA VI. OTAVIANO, SOLDADOS ROMANOS. OTAVIAN. Felice es la suerte mia, Pues de Egipto victorioso, Dilato la monarquía De Roma, dueño famoso De los términos del dia. Cante pues victoria tanta La fama, y en testimonio De que á todas se adelanta, Sean triunfo de mi planta Hoy Cleopatra y Marco Antonio. Presos á los dos procura Llevar mi heroica ventura, Porque, lidiador bizarro, Sean fieras de mi carro El poder y la hermosura. ESCENA VII. POLIDORO, ARISTÓBOLO, UN CAPITAN.--OTAVIANO, SOLDADOS. CAPITAN. Aunque habemos discurrido De Cleopatra el gran palacio, Hallarla no hemos podido, Ni á Antonio, porque su espacio Laberinto de oro ha sido. Solamente hemos hallado A Aristóbolo, cuñado Del que hoy en Jerusalen Tetrarca asiste, de quien Nos informó este criado. _(Señalando á Aristóbolo.)_ Tu contrario fué; y así, Porque averigües aquí Sus designios, le traemos De la parte en que le habemos Hallado. Llega. _(A Polidoro.)_ POLIDOR. (_Ap._ ¡Ay de mí!) _(Ap. á Aristóbolo.)_ ¿Cuál diablo me metió, cuál, Cielos, en engaño igual? ¿No son notables errores Que otros vivan de traidores, Y yo muera de leal? ARISTÓB. _(Ap. á Polidoro.)_ Si así la vida me das, No temas: seguro estás, Que yo á tí te la daré. Disimula. POLIDOR. Yo lo haré, Hasta que no pueda más. ARISTÓB. Grande César Otaviano, Cuyo renombre inmortal El tiempo asegure ufano En láminas de metal, Que intente borrar en vano: No manches, no, riguroso Los aplausos que has tenido Con sangre; que es ser piadoso Vencedor con el vencido, Ser dos veces victorioso. OTAVIAN. _(A Polidoro.)_ Aunque pudiera ¡oh valiente Aristóbolo! vengarme En tu vida dignamente De tí y tu hermano, mostrarme Quiero piadoso y clemente. Álzate del suelo, y pues El fin de mis glorias es Entrar en Roma triunfante Con Marco Antonio delante, Y con Cleopatra á los piés, Díme dónde están; que no He sabido de ellos yo Desde que aquel _Bucentoro_, Armada nave de oro, De la batalla salió. POLIDOR. Yo de los dos te dijera, Si yo de los dos supiera; Pues por mis discursos hallo Que hiciera más en callallo Yo, que en decírtelo hiciera; Mas desde que llegué aquí, Nunca más á los dos ví. OTAVIAN. Eso no es agradecer Mi piedad. Yo he de saber Dellos, y ha de ser así.-- ¡Hola! CAPITAN. Señor. OTAVIAN. Al infante Aristóbolo llevad A una torre, y ni un instante Goce de la claridad Del sol: la noche le espante Por eterna. POLIDOR. Aquí llegó, Señor, de tu engaño el fin. _(Ap. á él.)_ ARISTÓB. _(Ap. á Polidoro.)_ Sufre. POLIDOR. ¿Torre obscura yo? OTAVIAN. Llevadle. POLIDOR. (_Ap._ El demonio sin Duda me Aristoboló.) Que yo... CAPITAN. Calla. POLIDOR. ¿Qué es callar? ¡Vive Baco, que he de hablar! ¿Yo príncipe? Muy errado, Muy cerrado y muy culpado Soy... OTAVIAN. ¿Qué teneis que esperar? Y ese criado, primero Padezca un tormento fiero, Ó muera en él de leal. POLIDOR. ¿Qué es tormento? (_Ap._ Mal por mal, Torre pido, noche quiero.) Vamos á la torre: yo Soy Aristóbolo, no Príncipe errado, segun Decia. (_Ap._ Sin duda que algun Ángel me Aristoboló.) ARISTÓB. Enfrena un poco el rigor, Sabrás de los dos, señor; Y de mi voz advertido, Oirás que los dos han sido Funestos triunfos de amor. Apénas rota su armada Vió Antonio, cuando la alada Nave, haciéndose á la vela, Nada pensando que vuela, Vuela pensando que nada; Pues con ligereza suma, Pez sin escama nadaba, Ave volaba sin pluma, Tan veloz, que no le ajaba Un solo rizo á su espuma. A Ménfis en fin llegó, Donde rehacerse pensó De la pérdida y tornar A la campaña del mar, Que tantas desdichas vió; Mas viendo que le seguias A Ménfis, y que traias De tu parte á la fortuna, Pues al orbe de la luna Con alas suyas subias; Lamentando mal y tarde La pérdida de su gente, Sin que á ser despojo aguarde, Del extremo de valiente Dió al extremo de cobarde; Pues ciego y desesperado, Al panteon, colocado[10] A egipcios reyes, entró Y una sepultura abrió, Donde vivo y enterrado, Dijo, sacando el acero: «Nadie ha de triunfar primero De mí que yo mismo: así Triunfo yo mismo de mí, Pues yo mismo mato y muero.» Cleopatra que le seguia, Viendo que ya agonizaba, Bañado en su sangre fria, Cuyo aliento pronunciaba Más, cuanto ménos decia: «Muera (dijo) yo tambien; Pues por piedad ó por ira, No cumple con ménos quien Llega á querer bien, y mira Muerto á lo que quiso bien.» Y asiendo un áspid mortal De las flores de un jardin, Dijo: «Si otro de metal Dió á Antonio trágico fin, Tú serás vivo puñal De mi pecho; aunque sospecho Que no moriré, á despecho De un áspid, pues en rigor, No hay áspid como el amor, Y há dias que está en mi pecho.» Y él con la sed venenosa Hidrópicamente bebe, Cebado en Cleopatra hermosa, Cristal que exprimió la nieve, Sangre que vertió la rosa. Yo lo ví todo, porqué Así como aquí llegué, El palacio examinando, A Aristóbolo buscando, Hasta el sepulcro me entré, Donde él rendido al valor, Y ella postrada al dolor Yacen, porque de esta suerte Aun no divida la muerte A dos que junta el amor. [10] Erigido. OTAVIAN. Aquí dió fin mi esperanza, Aquí murió mi alabanza, Pues por asombro tan fuerte, No ha de pasar mi venganza Los umbrales de la muerte. Ya triunfar de ellos no espero; Que yo solamente quiero Saber qué intento ha obligado Al Tetrarca tu cuñado Para que sañudo y fiero Te enviase contra mí. POLIDOR. Si tú estás diciendo aquí Que es cuñado, ¿no es error Preguntarme qué es, señor, Su intento? Pues digo así Que lo que á esto le ha obligado, Es el verme de esta suerte, Pues solo me habrá enviado A que tú me des la muerte, Propia alhaja de un cuñado. CAPITAN. Si examinar su intencion Quieres, yo te la diré, Pues con aquesta ocasion Este cofre les quité. Joyas y papeles son Las que hay en él. OTAVIAN. Muestra á ver. --Cifra es del mayor poder Su inestimable riqueza; Mas la pintada belleza De una extranjera mujer _(Saca del cofrecillo un retrato.)_ Es la más noble y mejor Joya, y la de más valor. No ví más viva hermosura, Que el alma de la pintura. ARISTÓB. _(Ap.)_ Atento el emperador Mira el retrato fiel; Mas ¡ay fortuna cruel! Ver los papeles porfía. ¡Mal haya el hombre que fía Sus secretos á un papel! _(Saca Otaviano del cofrecillo una carta.)_ OTAVIAN. _(Lee.)_ «En esta faccion está el fin de mis deseos, pues no espero para declararme emperador de Roma, sino que Otaviano, rendido ó preso...» ¿Qué tengo que saber más? Y pues sospechoso estás, Y aun convencido conmigo, Miéntras pienso tu castigo, En una torre estarás. POLIDOR. No son buenos pensamientos Andar pensando tormentos. ¿No será mucho mejor, Que no castigos, señor, Pensar gustos y contentos? OTAVIAN. Llevadle de aquí. POLIDOR. Escuchar Debes que... OTAVIAN. No hay que aguardar. POLIDOR. Sí hay. OTAVIAN. Dí. POLIDOR. Solamente digo Que no hay que esperar castigo, Pues no me dejas hablar. _(Los soldados se llevan á Polidoro.)_ ESCENA VIII. OTAVIANO, ARISTÓBOLO, EL CAPITAN. OTAVIAN. _(Al Capitan.)_ Tú partirás al momento Con gente y armas, y atento A mi cesárea obediencia, Traerás preso á mi presencia Al Tetrarca; que es mi intento Que como á César me dé Del tiempo que ha gobernado Residencia: y tú, porque En efecto eres criado, En quien tal lealtad se ve, Darte libertad espero; Pero por rescate quiero Que ya liberal me des El decirme cúyo es Este retrato. ARISTÓB. (_Ap._ Aquí muero De confusion: si le digo Quién es, á amarla le obligo; Desesperarle es mejor. Halle imposible su amor Al principio: así consigo Su quietud.) Esa pintura, Sombra ya de una escultura, Ceniza de un rayo ardiente, Es memoria solamente De una difunta hermosura. OTAVIAN. ¿Muerta es esta mujer? ARISTÓB. Sí. OTAVIAN. _(Ap.)_ ¿Para qué, amor, ¡ay de mí! Sin esperanzas la veo? ARISTÓB. _(Ap.)_ Bien se logró mi deseo. OTAVIAN. Libre estás, véte de aquí. _(Vase Aristóbolo.)_ ESCENA IX. OTAVIANO. La muerte y el amor una lid dura Tuvieron sobre cuál era más fuerte, Viendo que á sus arpones de una suerte Vida ni libertad vivió segura. Una hermosura amor divina y pura Perficionó, donde su triunfo advierte; Pero borrando tanto sol la muerte, Triunfó así del amor y la hermosura. Viéndose amor entónces excedido, La deidad de una lámina apercibe, A quien borrar la muerte no ha podido. Luego bien el laurel amor recibe, Pues de quien vive y muere dueño ha sido, Y la muerte lo es sólo de quien vive. _(Vase.)_ * * * * * _Campo en las inmediaciones de Jafa._ ESCENA X. LIBIA. Por las faldas lisonjeras De estos elevados riscos, Que son del puerto de Jafa Enamorados Narcisos, A divertir mis pesares Melancólica he salido, Por no escuchar los ajenos, Pudiendo llorar los mios. Sola estoy, salga del pecho En acentos repetidos Mi dolor. ¡Ay Tolomeo! En tanto que lloro y gimo Desdichas tuyas, admite Este llanto que te envío. Bastaba quererte bien, Para que (¡rigor impío!) Te sucediese mal todo, Tropezando en tus peligros. Cuando victorioso (¡ay triste!) Te esperaba el pecho mio, Dulce fin de tus amores, ¡Muerto has llegado y vencido! ESCENA XI. MARIENE, SIRENE.--LIBIA. SIRENE. Casta Vénus de estos montes, Si á divertir has venido Con la música y las flores Los ojos y los oidos, La atencion vuelve y la vista A ese bruto cristalino, Pues son flores sus celajes Y música sus bramidos. MARIENE. Nada puede para mí Servir, Sirene, de alivio. ESCENA XII. EL TETRARCA, FILIPO.--DICHOS. FILIPO. Este es, señor, el puñal, Que ya una vez despedido De tu mano, vuelve á ella. TETRARC. Ya con asombro le miro Como á fatal instrumento. Mas dí, ¿cómo se ha sentido Tolomeo? FILIPO. No es la herida, Señor, de tanto peligro, Como la falta de sangre. TETRARC. Marïene. MARIENE. Esposo mio. TETRARC. Girasol de tu hermosura, La luz de tus rayos sigo, Bien como la flor del sol, Cuyos celajes y visos, Iluminados á rayos, Tornasolados á giros, Le van siguiendo, porque Iman del fuego atractivo, Le hallan su vista ó su ausencia, Ya luciente, y ya marchito. MARIENE. Ya que del fuego te vales, Sea amor ó sea artificio, Yo tambien; pues como aquella Ave que tuvo por nido Y por sepulcro la llama, Enamorando el peligro, Bajel de púrpura y oro, Bate los remos de vidrio; Así yo que á tantos rayos Vida, muriendo, recibo, Hasta que abrasada muera, Me parece que no vivo. TETRARC. Dejadnos solos. _(Vanse Filipo, Libia y Sirene.)_ ESCENA XIII. EL TETRARCA, MARIENE. TETRARC. Ya pues Que serán mudos testigos De mis lágrimas y voces Estos mares y estos riscos, Salgan, Marïene hermosa, Afectos del pecho mio En lágrimas á las ondas, Y á las peñas en suspiros. Este sangriento puñal, Sacre de acero bruñido (Que no con poca razon Sacre de acero le digo, Pues cuando desenlazado De mi mano le despido, Con la presa vuelve á ella, En sangre y horror teñido), Es aquel que la dudosa Ciencia de un astro previno Para homicida de quien Más adoro y más estimo. Y aunque es verdad que constante A peligrosos jüicios No doy crédito, y desprecio Los contingentes delirios Del hado y de la fortuna (Dioses que coloca[11] el vicio), No sé qué nuevo temor En mi pecho ha introducido Verle volver á mi mano, Que ya le temo y le admiro; Y entre el miedo y el valor, Ya cobarde, ya atrevido, Sitiado dentro de mí, Me quiero dar á partido. Porque aunque bien yo no creo Los acasos prevenidos, No los dudo; que no ignoro Que ese estrellado zafiro, República de luceros, Vulgo de astros y de signos, A quien le sabe leer Es encuadernado libro, Donde están nuestros alientos Asentados por registro. Y así, ni dudando bien, Ni bien creyendo, imagino Que debe el varon perfecto A los sucesos previstos Darlos al crédito en una Parte, y en otra al olvido: Aquí para no esperarlos, Y allí para prevenirlos; Pues señor de las estrellas, Por leyes de su albedrío, Previniéndose á los riesgos, Puede hacer virtud del vicio. Yo, pues, entre dos afectos Vacilante y discursivo, Ni creyendo ni dudando, El puñal á tus piés rindo. Tú eres, bellísima hebrea, La luz hermosa que sigo, La beldad que sola adoro, La imágen que sola admiro. No es posible que yo quiera, Si inmortal al tiempo vivo, Otra cosa más que á tí; Tanto, que mil veces digo Que el mayor monstruo del mundo Que te amenaza á prodigios, Es mi amor, pues por quererte, A tantas cosas aspiro, Que temo que él ha de ser Ruina tuya y blason mio. Pues si lo que yo más quiero Eres tú, y el cielo mismo No puede hacer que no seas, Sin borrar lo que ya hizo; Tú eres á quien amenaza Ese hermoso basilisco, Que en tus piés se disimula Entre dos cándidos lirios. Yo quise hacer imposible Tu muerte, cuando atrevido Arrojé al mar el puñal; Pero habiendo una vez visto Que áun en él no está seguro, Pues por casos exquisitos Podrá llegar donde estés Siempre ignorando el peligro: Para más seguridad Tuya, cuerdo he prevenido Que tú, árbitro de tu vida, Traigas tu muerte contigo; Que mayor felicidad Nadie en el mundo ha tenido, Que ser, á pesar del hado, El juez de su vida él mismo. La parca, que nuestras vidas Tiene pendientes de un hilo, Para que el tuyo no corte Pone en tu mano el cuchillo. En tu mano está tu suerte: Vive tú sola á tu arbitrio, Pues si acercas el aliento, Podrás embotarle el filo. Si es verdad ó si es mentira El hado, no lo averiguo, Mas prevengo los dos males; Pues prudente y advertido, Si es mentira la sospecha, De que la temas te alivio; Si es verdad, con la razon A hacerla mentira aspiro. Luego, mentira ó verdad, Para todo prevenido, Yo no puedo darte más Que tu vida: esta te rindo. Este acero y este amor Son hoy tus dos enemigos: Pues miéntras yo te corono De mil laureles invictos, Triunfa tú dese, y al fin Dueño tú de tu albedrío, Guárdate tu vida tú, Huye tú de tu peligro, Hazte tú tu duracion, Lábrate tú tus designios, Cuéntate tú tus alientos, Y vive al fin tantos siglos, Que este amor y este puñal Triunfen de muerte y olvido. [11] Erige. MARIENE. Oye, señor, oye, espera; Que aunque agradezco y estimo El don que á mis plantas pones, Ni le acepto ni le admito; Que de púrpura manchado Y entre flores escondido, Tanto me estremezco, tanto En verle me atemorizo, Que muda y helada creo, Torpe el labio, el pecho frio, Que soy de aquesos jardines Estatua de mármol vivo. Mas rompiendo á mi silencio Las prisiones y los grillos Con que en cárceles de hielo El temor los ha tenido, Quiero declararme, y quiero Argüirte que no ha sido Cuerda determinacion (Si bien de tu amor indicio) La que contigo has tomado Y ejecutado conmigo. Dejo á una parte si es bien El darse por entendido Hoy mi amor de que yo sea Del tuyo sujeto digno; Y creyéndote cortés (Pues por amante y marido Me está tan bien el creerlo), En mi argumento prosigo, Sin tocar si es bien ó mal Tampoco haberlo creido; Pues por verdad ó mentira, Ya tú en esta parte has dicho Que el prevenirlo es cordura, Esperarlo desatino, Y providencia discreta No esperarlo y prevenirlo. Y así, esto aparte dejando, Vuelvo á mi argumento, y digo: Si ese sangriento puñal Es el que cruel y esquivo El hado esquivo y cruel Contra mi pecho previno, ¿Quién te persuadió, Tetrarca, Quién te informó, quién te dijo Que era la seguridad De mi vida traer conmigo La ejecucion de mi muerte, Y que podrán ser amigos, Ni hacer buena compañía La vida y el homicidio? Si este mi suerte amenaza Con asombros, ¿es arbitrio Para excusar que se encuentren, Hacer que anden un camino Los dos, siguiéndose siempre El acaso y el peligro? ¿Fuera buena prevencion En el humano sentido, Para estorbar que se abrase Este supremo edificio, Acompañarle del fuego? ¿Fuera acierto conocido Para excusar que un espejo No se quiebre, junto á él mismo Poner piedras en que encuentre? Pues piensa que es esto mismo Lo que intentas, pues intentas Que nunca estén divididos Ese puñal y este pecho; Y han de ser siempre enemigos, Por más que juntos los vea, Seguridad y peligro, Vida, muerte y impiedad, Sombra y luz, virtud y vicio, Homicidio y homicida, Torre y fuego, piedra y vidrio. Confieso que la razon Es fuerte, cuando advertido Dices que no es ocultarle Remedio, cuando le vimos Volver del mar á tus manos; Y que será gran martirio, Confieso tambien, estar Dudando siempre afligido Un pecho, «¿quién será ahora Dueño de los hados mios?» Pero entre apartarle tanto Que ignore quién habrá sido, Y acercarle tanto, que Sepa que viene conmigo, Hay un medio, que es ponerle Con tal dueño y en tal sitio, Que lo sepa y no lo tema. Tú lo has de traer ceñido; Pues si del juicio me acuerdo, El mágico no me dijo Que tú darias la muerte A lo que más has querido Con él, sino que con él Moriria; y pues colijo Que otro podrá aborrecer Lo que tú quieres, delito Fuera, echándole de tí, Dar armas á tu enemigo, Pues podrá venir á manos De quien me haya aborrecido. Y así, señor, yo te ruego, Y así, señor, te suplico Que tú, alcaide de mi vida, Traigas el puñal contigo. Con eso seguramente Sabré que aquel tiempo vivo Que tú le tienes. Que escuches El argumento te pido. O tú me quieres ó no: Si me quieres, no peligro, Pues á lo que tú más quieres No has de dar muerte tú mismo. Si no me quieres, no soy A quien arrastra el destino De tu amor, y al mismo instante De la amenaza me libro. Luego olvidada ó querida, Mi seguridad te pido, Mis temores desvanezco, Mis quietudes facilito, Mis deseos aseguro, Mis contentos solicito, Mis recelos acobardo, Mis esperanzas animo, Cuando tu amor y mi vida Triunfen de muerte y olvido. TETRARC. Tanto tu vida deseo, Que á ser tu alcaide me obligo. ¡Ojalá fuera verdad, No prevencion, este estilo, Para que nunca murieras! Y así á tus voces movido, En tu nombre, dulce esposa, Segunda vez me le ciño. _(Tocan dentro cajas.)_ Pero ¡válganme los cielos! ¿Qué alboroto, que rüido Es este? MARIENE. El cielo parece Que se hunde de sus quicios. TETRARC. ¡Qué asombro! MARIENE. ¡Qué confusion! ESCENA XIV. FILIPO Y LIBIA, _cada uno por su lado_.--EL TETRARCA, MARIENE. FILIPO. Señor. LIBIA. Señora. TETRARC. Filipo, ¿Qué es esto? MARIENE. ¿Qué es esto, Libia? LIBIA. No sé si sabré decirlo. FILIPO. Gente del emperador Otaviano, tu enemigo, A Jerusalen ocupa; Y ya todos sus vecinos, Sabiendo que Antonio es muerto, Parciales y divididos Te buscan para prenderte, Diciendo á voces que has sido La causa de sus traiciones. MARIENE. ¡Ay de mí! TETRARC. ¡Pierdo el sentido! MARIENE. Huye, señor: ese monte Sea tu sagrado asilo, Porque mejor las desdichas Se vencen en los principios. TETRARC. ¿Qué es huir? Viven los cielos, Que tengo de recibirlos. MARIENE. Mira, señor... TETRARC. ¿Qué he de ver? MARIENE. Que es un vulgo... TETRARC. Ya lo miro. MARIENE. Alborotado. TETRARC. ¿Qué importa? MARIENE. Tu vida... TETRARC. Mi vida libro... MARIENE. ¿Cómo? TETRARC. Poniéndome... MARIENE. ¿Dónde? TETRARC. Delante dél. MARIENE. Es delirio. TETRARC. No es. MARIENE. ¿Por qué? TETRARC. Porque con verme, Verás que su orgullo rindo. _(Vuelven á tocar.)_ Adios, esposa, que ya Segunda vez dan aviso Las cajas. MARIENE. Tente. TETRARC. ¿Qué temes? MARIENE. Temo, señor, tu peligro, Que vas solo. TETRARC. No voy tal: Tú vas, señora, conmigo, Y este acero, que me basta (Si es de la muerte ministro) A ser asombro del mundo, A ser rayo, á ser prodigio. JORNADA SEGUNDA. _Sala del palacio de Ménfis._ ESCENA PRIMERA. DOS SOLDADOS ROMANOS, _con un retrato grande de Mariene_. SOLD. 1.° Ya que en sus melancolías No hay cosa que le divierta Más, que en varios trajes ver Repetida esta belleza, Y este es el primer retrato De cuantos de la pequeña Lámina al lienzo pasó Del noble arte la excelencia, Pongámosle de su cuarto Sobre el marco de esa puerta, Para que cuando entre y salga A todas horas le vea. SOLD. 2.° Bien has prevenido. SOLD. 1.° Pues Sea presto, que ya llega. _(Cuélganle.)_ SOLD. 2.° Con la prisa que me das, No sé si bien puesto queda. ¡Quiera Dios que no se caiga, Vencido el clavo ó la cuerda! ESCENA II. OTAVIANO.--DICHOS. OTAVIAN. _(Para sí.)_ Pasion tan desesperada, Que al primer paso tropieza En un imposible, y cae En otro, queriendo ciega Dar una esperanza viva En una hermosura muerta, Bien se ve que no es pasion, Sino locura, y de tema Tan invencible, que triunfos, Aplausos, lauros y empresas No la alivian, puesto que Ni todo ni parte sean A echar de mí una aprension Tan rebeldemente necia. SOLD. 1.° Como mandaste, señor, Que en todo Ménfis se hicieran De este pequeño retrato _(Vuélvele el pequeño.)_ Várias copias, traje esta, _(Señala el grande.)_ Por ser la más parecida. OTAVIAN. Dices bien, pues no pudiera Haberla mejor sacado El pincel, cuando corriera Las líneas y los bosquejos Al lienzo desde mi idea. ¿Que nunca me hayas sabido, O con maña ó con cautela, De Aristóbolo, quién fuese Alma de deidad tan bella? SOLD. 1.° Con ese intento mil veces A la torre que le encierra De guarda entré; pero nunca Lo supe; que de manera Aristóbolo ha perdido El juicio desde que en ella Está, que es en vano ya Que á nada en razon atienda. OTAVIAN. ¿Qué dices? SOLD. 1.° Que solamente Desatinos dice y piensa. OTAVIAN. No me espanto ¡ay infelice! Si la causa que le fuerza A perder el juicio ha sido Perder esta hermosa prenda. ¿Cómo es compatible, ¡oh rara Beldad! que un delirio sientan Dos, el uno porque te halle, Y el otro porque te pierda? ¡Qué mal hice cuando necio, De amor y de su violencia, Culpé á Antonio que adorase A aquella gitana,[12] á aquella Que en los teatros del mundo Hizo la mayor tragedia! ¡Oh qué bien vengado está De mi altivez y soberbia! Pues para mayor trofeo, Con instrumento se venga Tan fácil como un retrato, Y ese de una beldad muerta. [12] Egitana (_de Egito ó Egipto_), egipcia. _(Tocan dentro cajas destempladas.)_ ¿Pero qué es aquesto? Cuando Triste pronuncia mi lengua _Muerta beldad_, me responden Las cajas y las trompetas Destempladas. ¿Si los cielos, Si los montes, si las selvas, Si los vientos, si los mares, Cuando mi voz les acuerda De igual pérdida la ruina, Compadecidos celebran De esa difunta hermosura Repetidas las exequias? _(Vuelven á sonar las cajas.)_ Otra vez ¡piadosos cielos! Suena el rumor de más cerca. Ved quién ese pavor causa. SOLD. 1.° Mucho extraño que las señas No te lo digan, pues es Ceremonia usada esta De los bárbaros gitanos, Siempre que rendida ó presa Alguna persona real En su corte sale y entra. OTAVIAN. ¿Pues quién entra ó sale hoy, O preso ó rendido en ella? ESCENA III. UN CAPITAN.--DICHOS. CAPITAN. _(Que ha oido la pregunta de Otaviano.)_ El Tetrarca, á quien tú diste Orden de que yo le prenda. Y viendo cuánto supone Virey que por tí gobierna, Usando la ceremonia De que con sus armas venga, Y con salva se reciba, Bien que trágica y funesta, Llega á tus piés. _(Vuelven á tocar cajas destempladas.)_ ESCENA IV. EL TETRARCA, _en medio de_ SOLDADOS.--DICHOS. OTAVIAN. Más estimo Ver postrada esa soberbia, Que el alto triunfo con que Roma recibirme espera. Quede él solo, y los demas Salgan, Patricio, allá fuera; Que por si acaso mi enojo Tras sí mis acciones lleva, No quiero que nadie airado Con un rendido me vea. Templad vos, pues sois mi espejo, Mi cólera. _(Mira el retrato que tiene en la mano.)_ TETRARC. (_Ap._ ¡Suerte adversa! ¿A qué más pudo llegar De tus ceños la influencia?) Invicto Otaviano, cuyo Nombre en láminas eternas El tiempo escriba, dictado De las plumas y las lenguas, A tus piés llego ofendido, Porque para que vinieran Mi lealtad y mi valor A rendirte esta obediencia, No era menester que fuesen Por mí; que el que se respeta Por fuerza cuando por gusto Puede, á sí mismo se afrenta, Pues quita á la voluntad Lo que le añade á la fuerza. Dáme tu mano. (_Ap._ Mas ¡cielos _(Otaviano le alarga una, y el Tetrarca al ir á besársela repara en el retrato que Otaviano tiene en la otra.)_ Divinos! al besar ésta, ¿Qué es lo que en la otra miro? ¿Habrá en el mundo quien beba Dos venenos á dos manos, Y á un mismo tiempo los sienta En los labios y en los ojos?) _(Vuelve Otaviano la espalda, y Heródes le sigue de rodillas.)_ OTAVIAN. Si informado no estuviera De mi razon, á la tuya Bastante crédito diera; Pero si son destempladas Cláusulas, que no concuerdan, Esa afectada humildad Con tu traidora soberbia; No violencia, no rigor La prevencion te parezca; Que con vasallos que son De los de viva quien venza, Fuerza es que la voluntad Se aproveche de la fuerza. TETRARC. (_Ap._ ¡Mortal estoy! Dadme, dioses, Valor, que quizá no es ella.-- ¡Que agora me la ocultase!) Si contra mí te aconseja Quien pretende... OTAVIAN. No presumas Que mal advertido hiciera Extremos tales; de tí Sé la ambicion con que intentas Conspirar al sacro imperio, A cuyo efecto la guerra Mantenias, dando á Antonio Los socorros para ella. Estas firmas te convencen: De ellas lo sé. Llega, llega, Míralas bien, tuyas son. Míralas. _(Saca unas cartas, y preséntaselas puestas encima del retrato.)_ TETRARC. Ya miro, al verlas, Mi muerte más declarada De lo que áun tú mismo piensas, Pues... yo... si... OTAVIAN. Esa turbacion Es ya segunda evidencia. Pero quien á un Idumeo Honró, baja estirpe hebrea, Rebelada de sus nobles Tribus, esto y más merezca. Y así, miéntras el castigo A los demas escarmienta, Sabe que soy Otaviano, Que soy el único César De Roma, y el Nilo y Tíber Humildes mis plantan besan; Y que á cuantos contra mí Con traiciones, con cautelas Quieran conspirar, negando A mi poder la obediencia, Seré yo quien los corone De laurel, para que sean, Con un impulso á mis plantas, Con una accion á mis huellas, Dos trofeos de una vez, Mi laurel y su cabeza. _(Vase Octaviano hácia la puerta sobre la cual está el retrato.)_ TETRARC. _(Ap.)_ ¡Que esto escuchen mis oidos, Y aquesto mis ojos vean, Sin que el dolor me despeñe! Yo he de morir, cosa es cierta, A sus manos ó á mis celos: Pues él á mis celos muera, Y á mis manos; que una vida Tan grande, no es bien se venda A menor precio. _(Al entrarse Otaviano, va á herirle Heródes; cae el retrato en medio de los dos, y se queda clavado en él el puñal.)_ OTAVIAN. _(Volviendo.)_ ¿Qué es esto? TETRARC. Desesperada impaciencia, Que ha de costarme el decirla Aun mucho más que el hacerla. OTAVIAN. ¡Tú con el desnudo acero, Cuando yo la espalda vuelta, Y entre tu acero y mi espalda Esta hermosa imágen puesta! ¡Turbado tú, yo seguro, Y ella herida! ¡Tú con muestras De venganzas, yo de agravios, Y ella de piedades! ¡Muerta Tú la accion, yo vivo al riesgo, Y ella ofendida! Vive ella (Que como á deidad que adoro, Bien puedo este obsequio hacerla), Que este sacrílego acero, Ya que horrores representa, El instrumento ha de ser, Pues lo fué de tu violencia, _(Quita el puñal del retrato.)_ De tu castigo: vea el mundo Que el que me agravia, me venga. ¡Hola! ESCENA V. EL CAPITAN, SOLDADOS.--OTAVIANO, EL TETRARCA. CAPITAN. Señor. OTAVIAN. A la torre, Donde su hermano se encierra, Llevad tambien al Tetrarca, Donde sólo un criado tenga De los que le hayan seguido. TETRARC. Cuando mi sepulcro sea, La vida debo á un puñal, Yo le pagaré con ella. OTAVIAN. Y yo la vida á un retrato; Y pues que de otra manera No puedo, con adorarle Tambien pagaré mi deuda. _(Vanse.)_ * * * * * _Prision en una torre de Ménfis._ ESCENA VI. DOS SOLDADOS, Y POLIDORO, _paseándose_. SOLD. 1.º Grande es tu melancolía. POLIDOR. ¿Melancolía decís, Bergantonazo? Mentís. SOLD. 1.º Pues ¿qué es eso? POLIDOR. Hipocondría; Que un príncipe como yo No habia de adolecer Vulgarmente, ni tener Mal que tiene un sastre. SOLD. 1.º No Te enojes de eso. POLIDOR. Sí quiero, Que estar triste solamente, No es achaque competente De un príncipe prisionero: Y más si se considera La grande superchería Con que de noche y de dia Me tratan. SOLD. 2.º ¿De qué manera? POLIDOR. ¿De qué manera, picaño? ¿Qué príncipe se perdiera, Donde una infanta no hubiera Que condolida á su daño Con músicas le avisara Desde el cubo del terrero, Y á pagar de su dinero Las guardas le sobornara, Para que una noche oscura, En dos caballos los dos, Por parque, á la paz de Dios Se fuesen á su ventura? SOLD. 2.º Si estuviera por acá (_Ap._ Así saber algo trato) La dama de aquel retrato. Quizá ella... POLIDOR. Claro está Que mirara por su honor; Y caso que allá estuviera Preso un infante, y no hubiera Tenídole mucho amor; Las desdichas acabadas De esta mi prision cruel, Por no haberse ido con él La matara yo á patadas, Segun la adoro; y sospecho Que si donde estoy supiera, Estrafalaria viniera Por mí. SOLD. 2.º Lo medio está hecho, Porque yo compadecido Aderezo te traeré De escribir. _(Vase.)_ SOLD. 1.º Yo un propio haré, Al punto que haya sabido Dónde se ha de encaminar La carta. POLIDOR. ¿Qué dices? SOLD. 1.º Digo Lo que por tí á hacer me obligo. POLIDOR. Mil abrazos te he de dar Miéntras, habiendo avisado Y librádome mi dama, Te hago el hombre de más fama. SOLD. 1.º No es aquese mi cuidado; (_Ap._ Que más que espero de tí, De Otaviano espero, pues Con eso sabrá quién es Dueño del retrato.) _(Sale el Soldado 2.º)_ SOLD. 2.º Aquí Hay ya de escribir recado. POLIDOR. ¿Con su tinta y pluma? SOLD. 2.º En él Se dice todo. POLIDOR. ¿Hay papel? SOLD. 2.º Tambien. POLIDOR. ¿Batido y cortado? SOLD. 2.º No, pero el que bastará. POLIDOR. ¿Polvos? SOLD. 2.º Polvos hay. POLIDOR. ¿Oblea, Lacre y sello? SOLD. 2.º Sí. POLIDOR. Pues ea, Llegadme el bufete acá. _(Llégansele.)_ La silla. _(La llegan.)_ SOLD. 2.º Ya está llegada. POLIDOR. ¿Papel, tinta y pluma aquí No hay? ¿Polvos y sello? LOS DOS. Sí. POLIDOR. Pues áun no tenemos nada. SOLD. 1.º ¿Qué falta que prevenir? POLIDOR. Lo mejor. SOLD. 2.º Sepa qué fué, Volando por ello iré. POLIDOR. El que yo no sé escribir. SOLD. 1.º ¿Ahora sale con eso El tonto... SOLD. 2.º El loco... SOLD. 1.º El menguado? _(Maltrátanle y échanle á rodar la capa y el sombrero.)_ POLIDOR. ¿Quién vió príncipe aporreado? ESCENA VII. EL TETRARCA, EL CAPITAN.--POLIDORO, LOS DOS SOLDADOS. CAPITAN. Esta es la torre en que preso Aristóbolo está: en ella Dejarte el César mandó. SOLD. 2.º _(Aparte á su compañero.)_ Gente en la prision entró. SOLD. 1.º No vean que le atropella Nuestro enojo; que han mandado Con respeto le tratemos. SOLD. 2.º Que le servimos mostremos. _(Vuelven á poner á Polidoro la capa y el sombrero, fingiendo que le sirven.)_ CAPITAN. ¿Cómo tu Alteza ha pasado La noche? POLIDOR. Mal, y peor La mañana; que á porrazos Aquestos picaronazos Me han muerto. _(Da tras ellos.)_ CAPITAN. Tente, señor; ¿Qué haces? POLIDOR. Reñir, vive Apolo, A manera de valiente Al uso, que habla si hay gente, Y calla cuando está solo. CAPITAN. Advierte que á estar contigo Viene el Tetrarca tu hermano. POLIDOR. ¿El Te... qué? CAPITAN. El Tetrarca. POLIDOR. _(Ap.)_ En vano Es ya excusarse el castigo De haber tal engaño hecho. CAPITAN. _(A Heródes.)_ Llegad: bien podeis llegar Con Aristóbolo á hablar. _(Adelántase Heródes.)_ TETRARC. (_Ap._ ¡Qué miro! Mas sospecho Que hay algun secreto aquí, Pues con su nombre no ignoro Que esté preso Polidoro Para grande fin; y así, Disimular me conviene.) Dáme en mis últimos plazos, Aristóbolo, los brazos... POLIDOR. _(Ap.)_ Borracho el Tetrarca viene: ¡Aristóbolo me llama! TETRARC. Ya que en mis penas el cielo No me deja otro consuelo Que ver mentida la fama Que de tu muerte corrió. POLIDOR. _(Ap.)_ ¡Vive Dios, que insiste en ello! ¿Qué fuera que sin sabello[13] Fuese Aristóbolo yo? [13] _Seroit-ce bien moi qui me tromperois, et serois-je devenu médecin sans m’en etre apperçu?_ (¿Si seré yo médico, y no habré reparado en ello?) Muchos años ántes que Molière escribiera este chiste, corria ya impreso en España el de Calderon, que hoy apénas es conocido, cuando todos repiten el del escritor frances. CAPITAN. _(Ap. á los soldados.)_ Dejarlos solos es bien, Que hablen los dos, pues es llano Que á algun efecto Otaviano Quiso que juntos estén. _(Vanse el Capitan y soldados.)_ ESCENA VIII. EL TETRARCA, POLIDORO. TETRARC. ¿Estamos ya solos? POLIDOR. Sí. TETRARC. ¿Qué es aquesto, Polidoro? POLIDOR. Un fingimiento que lloro. TETRARC. ¿De qué suerte? POLIDOR. Escucha. TETRARC. Dí. POLIDOR. Porque este traje lucido Me dió mi amo, es lo primero; Que parece caballero Un pícaro bien vestido. Lo segundo, porque el dia Que el César triunfante entró, Y á Antonio y Cleopatra halló En su fatal bobería, Prisioneros nos hicieron, Y como iba galan yo, Con la caja en que guardó Cartas y joyas, creyeron Que era Aristóbolo. Él El engaño prosiguió, Con que él me Aristoboló, Y yo le Polidoré. Qué fué dél, no sé; que están Mis ánsias con luz tan ciega, Sin ver si vienen ni van, En un callejon Noruega, Aprendiendo á gavilan. TETRARC. Ya que de aqueso informado Estoy, á un lado te aparta: Que tengo que hablar conmigo. POLIDOR. Esa es la dicha más rara De un buen hablador, hallarse Con quien no le diga nada, Y le oiga cuánto él diga. _(Vase.)_ ESCENA IX. EL TETRARCA. Ya que solo me veo, salgan En lágrimas y suspiros, Sin estruendo de palabras, A los labios y á los ojos Tan cautelosas mis ánsias, Que saliendo de ella, áun no Las eche ménos el alma. ¿Qué es esto, cielos, qué es esto, ¡Ay de mí! que por mí pasa? Que bien será menester Que vuestra autoridad valga Mi crédito, porque es tal El tropel de mis desgracias, Que áun pasando á la experiencia, Se me queda en la ignorancia. Dejo aparte que del sacro Laurel pierda la esperanza; Dejo haberme convencido De mis designios mis cartas; Dejo el castigo forzoso De accion tan desesperada Como que á morir matando Me despeñase mi saña; Pues la desesperacion, Designios y ambicion paran Solo en pensar que ya tengo El cuchillo á la garganta; Y voy á que otro dolor Es tal, que el morir no basta Para acabar con él, puesto Que en mi frase se adelanta De _á la garganta el cuchillo_; Pues dirá desde hoy mi patria Que, _el cuchillo al corazon_, Murió su infeliz Tetrarca. Al corazon dije, y dije Bien; que él es á quien traspasa Ver en poder de Otaviano A Marïene retratada, Y en dos partes, como quien Dice que la luna clara De un espejo, si está entera, Hace un rostro, y si quebrada, Dos; mostrando que en abusos De supersticiones várias, El espejo que se quiebra Siempre agüeros amenaza; Y es el mayor haber visto A Mariene con dos caras. Bien discurro yo que en una Hermosura soberana, Por soberana hermosura Solamente la retratan, Sin más intencion que el serlo, O la excelencia ó la gala Del artífice; bien creo Que al verla, el no recatarla De mí, es ignorar quién sea; Que ser mi esposa y mostrarla Era cosa muy indigna Para hecha cara á cara, Cuando no por mí, por ella; Pero todo esto no salva El que no tenga interior Afecto ¡ay de mí! de amarla Quien no contento con una En la mano, otra en la sala, Jura por ella el haber De tomar de mí venganza. Y pasando á que el puñal En su pecho... _(Tocan cajas dentro.)_ ¿Mas qué cajas A marchar tocan? ¿Habrá Quien en esta triste estancia Me diga qué marcha es esta? ESCENA X. FILIPO.--EL TETRARCA. FILIPO. Sí. TETRARC. ¿Quién? FILIPO. Yo, á quien adelanta Su lealtad á ser, señor, El criado que se manda Que sólo te asista. TETRARC. ¡Oh, cuánto El ser tú quien me acompaña, Estimo! FILIPO. No es leal el que No lo es hasta las aras; Y así, aqueste breve tiempo Que le queda á tu esperanza De vida (pues se presume Que ántes que de Egipto salga Otaviano, su rigor En tí ejecute), mis canas, Mi amor, mi fe, mi alma y vida Vienen á ver qué me encargas. TETRARC. ¿Tan breve y tan cierta es Mi muerte? FILIPO. El que su jornada Apresure, lo adivina. TETRARC. ¿Cómo? FILIPO. Como hace la marcha Á Jerusalen, por si hay, Muerto tú, novedad. TETRARC. Calla, Filipo, no me lo digas; Que tú eres el que me matas Antes que él. FILIPO. ¿Yo, señor? TETRARC. Sí, Pues tú el morir me adelantas. ¡Á Jerusalen el César, Donde (¡los cielos me valgan!) Halle á Marïene viva, Quien la idolatró pintada! ¡Él victorioso, yo muerto, Y ella querida! ¿Qué aguarda Mi desesperado amor? _(Quiere quitar la espada á Filipo.)_ FILIPO. ¿Qué haces? TETRARC. Quitarte la espada Para arrojarme sobre ella; Que más valor y más causa Tengo yo que Antonio. FILIPO. Mira... TETRARC. Sí haré, si me das palabra De hacer por mí una fineza. FILIPO. No habrá cosa que no haga Yo por tí. TETRARC. ¿Si es prodigiosa? FILIPO. Ningun prodigio me espanta. TETRARC. ¿Si es terrible? FILIPO. Que lo sea. TETRARC. ¿Cruel? FILIPO. ¿Qué importa? TETRARC. ¿Temeraria? FILIPO. Valor tengo para todo. TETRARC. ¿Fiera? FILIPO. Nada me acobarda. TETRARC. ¿Y si es bárbara? FILIPO. Tampoco. TETRARC. Pues escucha. Pero aguarda, Que es tal la resolucion, Que para representarla A los teatros del mundo, Como al fin trágica farsa, Pues hay recado, quiero ántes, Con escribirla ensayarla. _(Pónese á escribir.)_ FILIPO. _(Ap.)_ ¿Qué será resolucion, Que con prevenciones tantas Piensa? Apénas dos renglones Escribe y cierra la carta, Cuando á mí vuelve. TETRARC. Oye agora. FILIPO. Sí haré con vida y con alma. TETRARC. Si todas cuantas desdichas, Si todas cuantas desgracias Ha inventado la fortuna, Deidad de los hombres vária, Se perdieran, todas juntas Hoy en mí solo se hallaran; Que soy epílogo y cifra De las miserias humanas. Yo que ayer de Marïene Esposo y galan, con raras Muestras de amor coroné De victorias mi esperanza; Hoy lloro agravios, sospechas, Temores, desconfianzas Y... celos iba á decir; Pero imaginarlos basta. Yo que ayer de Palestina Gobernador y monarca, No cupe ambicioso en cuanto El sol dora, y el mar baña; Hoy pobre, triste y rendido, Entre dos fuertes murallas Aprisionándome el vuelo, Tengo abatidas las alas. Yo que del laurel sagrado Ayer pretendí las ramas Siempre verdes, á pesar De los rayos que las guardan; Hoy, segur suya mi acero, Veo que sus pompas tala, Solamente por llegar Embotado á mi garganta. ¡Pluguiera al hado! ¡pluguiera Al cielo que aquí pararan Sus presagios, y que en mí Se desmintiera la ingrata Indignacion de un destino! Pues muriendo yo á la saña Del temple infausto, pudiera Persuadir á la ignorancia, Que ya de lo que más quise Ejecutó la amenaza. Mas ¡ay triste! ¡ay infelice! Que no soy yo á quien más ama Mi misma vida, supuesto Que tambien ella tirana Me aborrece por ser mia; Y no con morir acaban Mis desdichas, que inmortales Mas allá de morir pasan. Otaviano... Al pronunciarlo, Valor y aliento me faltan. Otaviano adora... ¿Cómo Lo diré sin que me añada Dolor á dolor?--Adora A Marïene; pintada Dos veces la ví, y dos veces A él gentil, pues idolatra Una vez á un sol sin luz, Y otra á una deidad sin alma. ¡Mal haya el hombre infeliz, Otra y mil veces mal haya El hombre que con mujer Hermosa en extremo casa! Que no ha de tener la propia De nada opinion; pues basta Ser perfecta un poco en todo, Pero con extremo en nada; Que es armiño la hermosura Que siempre á riesgo se guarda: Si no se defiende, muere; Si se defiende, se mancha. No pues mi ambicion, Filipo, No mi atrevida arrogancia, No el ser parcial con Antonio, No mi poder, no mis armas, Me aflige, me desespera, Me precipita y me arrastra; Sino el ser de Marïene Esposo. ¡Oh caigan, oh caigan Sobre mi mares y montes! Aunque si de ofensas tantas El peso no me derriba, No me rinde, no me agrava, El de los montes y mares No me agobiará la espalda. Y así, viendo cuánto á instantes Mi vida cuenta la parca, Y cuánto á brazo partido En esta lóbrega estancia Luchando estoy de mi muerte Con las sombras y fantasmas; Viendo, en fin, que apénas hoy En una pública plaza Seré horror de la fortuna, Seré del amor venganza, Cuando él sea ¡ay infeliz! (Pues á Jerusalen marcha, Donde es fuerza que la vea) En tálamos de oro y grana, Heredero de mis dichas, Dueño de mis esperanzas; Muero de agravios y celos Que matan, porque no matan. Dirásme que ¿qué me importa, Pues con la vida se acaban Las desdichas? ¡Ay Filipo, Cuánto esa opinion engaña! Que amor en el alma vive, Y si ella á otra vida pasa, No muere el amor, sin duda, Puesto que no muere el alma. El ¿no nace de una estrella, Ya propicia ó ya contraria? ¿Pues cómo faltará amor, Miéntras la estrella no falta? ¿Quieres ver cuál es la mia? Pues si pudiera apagarla Hoy con el último aliento Lo hiciera, porque faltara Del cielo, y otro ninguno En su gracia ó su desgracia No naciera como yo, Porque como yo no amara. Y en fin, ¿para qué discurre Mi voz? ¿para qué se cansa? Otra pena, otro dolor, Otro tormento, otra ánsia En el corazon no llevo, Sino sólo ver que aguarda Marïene á ser empleo De otro amor, de otra esperanza. Sea barbaridad, sea Locura, sea inconstancia, Sea desesperacion, Sea frenesí, sea rabia, Sea ira, sea letargo, O cuanto despues mis ánsias Quisieren; que todo quiero Que sea, pues todo es nada, Como no sean mis celos; Y así, pues que la palabra Me has dado de obedecerme, Haz lo que mi amor te encarga. Vuelve á Jerusalen, vuelve A la esfera soberana Del mejor sol de Judea; Y en diciéndote la fama Que he muerto, en el mismo instante Con mortal eclipse apaga A la tierra el mejor rayo, Al cielo la mejor llama, Al campo la mejor flor, La mejor estrella al alba. Tolomeo, que quedó Por capitan de mis guardas, Y siempre á Mariene asiste Sin poder seguirme, á causa De quedar convaleciente De aquella herida pasada, Dará la ocasion, á cuyo Fin, para él es esta carta: _(Dásela.)_ Dél te fía, pues no dudo, Previstas las circunstancias De un veneno ó de un dogal, Que él te guarde las espaldas. Muera yo, y muera sabiendo Que Mariene soberana Muere conmigo, y que á un tiempo Mi vida y la suya acaban; Pero no sepa que yo Soy el que morir la manda: No me aborrezca el instante Que pida al cielo venganza. No te acobarde lo horrible De una historia tan extraña; Que cuando murmuren unos Que hubo quien dejó por manda Un homicidio, creyendo Que así sus penas engaña, Que así sus quejas desmiente, Que así desdice sus ánsias, Y que así enmienda sus celos, Otros habrá que le aplaudan; Pues no hay amante ó marido (Salgan todos á esta causa) Que no quisiera ver ántes Muerta, que ajena su dama. FILIPO. Bien quisiera responderte; Mas no es posible, que baja Mucha gente á la prision. TETRARC. Por si vienen por mí, salga Mi valor á recibirlos. Tú, cobrando la ventaja Que puedas, parte, Filipo, Al instante. FILIPO. Señor... TETRARC. Calla, Que sé que tienes razon; Pero no puedo escucharla. FILIPO. Ni yo decirla, que llega Ya la gente. TETRARC. Esferas altas, Cielo, sol, luna y estrellas, Nubes, granizos y escarchas, ¿No hay un rayo para un triste? Pues si ahora no los gastas, ¿Para cuándo, para cuándo Son, Júpiter, tus venganzas? _(Vanse.)_ * * * * * _Playa de Jaffa._ ESCENA XI. ARISTÓBOLO, MARIENE, LIBIA, DAMAS Y SOLDADOS JUDÍOS. _(Tocan cajas.)_ ARISTÓB. Dáme otra vez los brazos, Porque coronen tan hermosos lazos Hoy la esperanza mia. MARIENE. Mi vida, hermano, á tu valor se fía: Publiquen, pues, tus glorias, Que victorias de amor son mis victorias. ARISTÓB. Ya que por la lealtad de Polidoro (Como te dije) con mi nombre preso, De un infeliz á otro infeliz suceso, Pude llegar donde tu luz adoro, Y donde á tu obediencia y tu decoro Atenta dignamente Nuestra nacion, de su alistada gente General me ha nombrado, Cumpliré la palabra que te he dado De morir animoso, O traerte libre á tu adorado esposo. MARIENE. ¡Oh, cúmplamela el cielo! Y pues el campo de cristal y hielo De aquí á Egipto es tan breve Por ese pasadizo que de nieve, O se encrespa ó se eriza, Cuando el copete de su frente riza, Presto la nueva espero De que mi amor desempeñó tu acero. ARISTÓB. Si tu amor va conmigo, Fácil empresa, fácil triunfo sigo. _(Vuelven á tocar cajas.)_ ESCENA XII. TOLOMEO.--DICHOS. TOLOM. Ya el campo cristalino Tanto pez de madera, ave de lino, Admite en sus esferas, Que parecen las ondas lisonjeras, Ocupando horizontes, Una vaga república de montes. Y pues noble no queda, Que excusarse á tan alta faccion pueda, Que me des te suplico Licencia... MARIENE. Antes de oirla, la replico. Capitan de mis guardas te ha dejado Mi esposo; su palacio te ha fiado. No es asistirme á mí ménos ufana Faccion que esotra. ARISTÓB. Dice bien mi hermana; Y pues el cargo, que os quedeis abona, Mirad que me mireis por su persona. TOLOM. Obedecerte espero. MARIENE. Y yo veros partir á todos quiero, Porque os den para iros, Agua mis ojos, viento mis suspiros. _(Vuelven á tocar la caja, y vanse Mariene, Aristóbolo, las damas y los soldados.)_ ESCENA XIII. TOLOMEO, LIBIA. LIBIA. Permita la ocasion á mi deseo El que de tu salud ¡oh Tolomeo! El parabien te dé; si bien pudiera Dármele á mí mejor de que no hubiera Marïene admitido La fineza de ir; que hubiera sido Doblada la dolencia Consolar un dolor con una ausencia. TOLOM. Agradezca, señora, El favor toda una alma que te adora; Y pues como á milagro Suyo, mi vida á tu deidad consagro, Crê que el morir sentia, No, Libia hermosa, no porque moria, Sino porque sin verte, Pagaba con dos vidas una muerte. LIBIA. Responderte quisiera; Mas la Reina, que ocupa la ribera, Me echará ménos: sólo te prevengo Que ya falseada para vernos tengo Del jardin esta llave. TOLOM. Si ser amor ladron de casa sabe, Dáme la llave ahora, Y apénas desdoblar verás, señora, La falda que arrugó la noche fria, Sobre la hermosa variedad del dia, Cuando entre en el jardin, y sean sus flores Los testigos no más de tus favores, Siendo sus pompas bellas, Si flores para tí, para mí estrellas. LIBIA. Toma, y advierte no entres (que quejosa De tí Sirene, y de mi amor celosa Anda) hasta... Mas no puedo Proseguir: adios, pues. TOLOM. Confuso quedo. Oye, espera. LIBIA. No faltes desta parte; Que yo, si puedo, volveré á informarte. _(Vase.)_ ESCENA XIV. TOLOMEO, _y despues_, FILIPO. TOLOM. Aunque en la paz me quedo, Temer más guerra en mis sentidos puedo Que tienen mar y tierra, Pues incluyen más guerra Que tierra y mar el ánsia y el cuidado Del que aquí aborrecido y allí amado, Lidia con su deseo, Siendo Sirene y Libia... FILIPO. _(Dentro.)_ Tolomeo. TOLOM. ¡Cielos! ¿Llamáronme? FILIPO. Sí. TOLOM. ¿Quién? _(Sale Filipo con una banda en el rostro.)_ FILIPO. Un hombre que ha llegado En un barco que ha volado Desde el mar de Egipto aquí, Y que sin ser conocido De otro (á cuyo fin cubierto El rostro, ha tomado puerto En sitio más escondido), A solas tiene que hablaros. Seguidme. TOLOM. ¿No me direis Quién sois? FILIPO. Despues lo sabreis. TOLOM. (_Ap._ ¿Quién vió sucesos más raros?) Guiad, pues. FILIPO. Sí haré, que ninguno Me ha de ver hablar con vos. _(Vanse.)_ _Otro punto de la costa, más retirado._ ESCENA XV. TOLOMEO, FILIPO. TOLOM. Ya estamos solos los dos, Y el sitio es tan oportuno Que es apartado lugar. FILIPO. Pues leed ese papel; Que en viendo lo que hay en él, Tenemos mucho que hablar. TOLOM. Cada punto, cada instante Añadís al corazon Otra nueva confusion. FILIPO. Aun más quedan adelante. Lêd, que más duda os espera Por piadoso ó por cruel. TOLOM. Del Tetrarca es el papel, Y dice... _(Lee para sí.)_ FILIPO. _(Ap.)_ Desta manera, Descubriendo su intencion, Lo que hay en él he de ver, Para ver qué debo hacer. TOLOM. Notable es mi confusion. _(Lee.)_ «A mi servicio conviene, »A mi honor y á mi respeto, »Que muerto yo, con secreto »Deis la muerte á Marïene.» Hombre, que de asombros lleno Traes en carta tan sucinta, Del rejalgar de su tinta, Conficionado el veneno; Si conjuracion ha sido La desta temeridad, Y á examinar mi lealtad De parte suya has venido; No sólo en lo que contiene Mi honor convendrá[14]; mas piensa Que he de morir en defensa De mi reina Marïene. Y pues traidor, vive Dios, Eres (que no te encubrieras El rostro, si noble fueras), Y estamos solos los dos, Te tengo de hacer pedazos Entre mis brazos. [14] Si el verbo _contiene_ hace relacion, como parece, á la carta, falta una negacion para que diga Filipo: _No solo no convendrá mi honor en lo que contiene_, en lo que me previene, _esa carta, sino que moriré en defensa de la Reina_. FILIPO. No harás, Que yo no esperaba más Para darte mil abrazos. _(Descúbrese.)_ TOLOM. ¡Filipo! (¡qué es lo que veo!) ¡Tú sospechoso! (¡qué miro!) Ya con más causa me admiro, Con más razon no lo creo. FILIPO. El Tetrarca para tí Con esta carta me envía; Que de los dos solos fía La accion que contiene en sí. Muerto él, nos manda que muera Marïene; pero ya Que de tu valor está Vista la fe verdadera, Quédese el caso encubierto; Que si él vive, estarlo es bien, Y si acaso muere, ¿quién Ha de obedecer á un muerto? TOLOM. Dices bien; pero aun es mucha Mi duda: sepa qué es esto. ¿Quién en tal furor le ha puesto? FILIPO. Si quieres saberlo, escucha. Otaviano enamorado De un retrato que... TOLOM. Detente, Que por aquí viene gente. FILIPO. A los dos nos ha importado Que no me vean, y así, Por desmentir la sospecha, Quédate á hacer la deshecha, Y vénte despues tras mí; Que en ese monte te espero, Y mil prodigios sabrás. _(Vase.)_ ESCENA XVI. TOLOMEO. ¿Qué tengo que saber más, Si ya de lo que sé muero? Mariene era, ya torció A los jardines el paso; Y yo suspenso del caso Que me ha sucedido, no Sé de una accion tan cruel Cuántas cosas anticipo. Vuelvo á seguir á Filipo, Volviendo á lêr el papel. ESCENA XVII. SIRENE.--TOLOMEO. SIRENE. Decidme si por aquí Ha pasado Marïene; Que en su seguimiento... Pero Si hubiera visto quién eres, Ni áun esto te preguntara, Por no hablarte, por no verte. TOLOM. Espera, Sirene, aguarda. SIRENE. ¿Para qué, tirano aleve, Ingrato, falso, inconstante? TOLOM. Para que sepas, Sirene, Que los hombres como yo, Con principales mujeres Bien pueden no ser amantes, Pero no el no ser corteses. Yo, por soldado, no tuve Inclinacion... SIRENE. Cese, cese Tu voz, que áun satisfacciones De tí no quiero. ESCENA XVIII. LIBIA, _que se queda retirada, escuchando á_ TOLOMEO Y SIRENE. LIBIA. _(Ap.)_ ¡Valedme, Cielos! ¡Qué escucho! Mas ¿cómo Lo dudo? pues claramente Dice que la satisface La que dice que no quiere Oir satisfacciones. TOLOM. Ya Que aquesta ocasion ofrece El acaso de encontrarme, Por mí mismo has de oirme: atiende. SIRENE. No haré tal; que cortesana Yo tambien, no quiero hacerte El pesar de que no leas El papel que te divierte Tan á solas; y así es bien (Porque él sea el que me vengue, Mostrando cuán poco ó nada Mis vanidades lo sienten) Que pues leyéndole te hallo, Que leyéndole te deje. _(Vase.)_ ESCENA XIX. TOLOMEO, LIBIA. LIBIA. _(Ap.)_ ¿Qué papel, cielos, será El que la venga y la ofende? TOLOM. Haces bien, pues, aunque vuelva A lêrle una y muchas veces, Una y muchas volveré A dudar lo que contiene. LIBIA. _(Ap.)_ Mi sufrimiento ¿qué aguarda? TOLOM. _(Lee.)_ «A mi servicio conviene...» LIBIA. _(Adelantándose y asiendo á Tolomeo el papel.)_ Suelta, ingrato. TOLOM. ¿Qué es aquesto? LIBIA. Saber qué papel es este. TOLOM. Pues no lo has de saber, Libia. LIBIA. ¿Cómo no? TOLOM. Si es que merece Algo contigo mi honor, Si me estimas, si me quieres, Débate yo la fineza De no verle. LIBIA. ¿Qué es no verle? Si lo que á decirte vuelvo Es que en el jardin no entres, De cuya puerta la llave Mi amor te entregó imprudente, Hasta que una seña mia Te asegure de Sirene, Porque quejosa de tí, Y de mí celosa, suele Estar en él á deshoras; ¿Cómo, dí, ingrato, pretendes, Hallándote con la misma De quien recatarte debes, Dándola satisfaciones, Y diciéndola que aqueste Papel la venga de tí, Que sin mirarle le deje? TOLOM. Aunque tienes razon, Libia, Vive Dios, que no la tienes. El papel ni á ella ni á tí Toca, y en fin no has de verle. LIBIA. He de verle. TOLOM. Mira... LIBIA. Aparta. TOLOM. Considera... LIBIA. Quita. TOLOM. Advierte, No desatento... LIBIA. ¿Tú? TOLOM. Sí. LIBIA. ¿De qué suerte? TOLOM. Desta suerte. LIBIA. ¿Tú conmigo tan grosero? TOLOM. ¿Tú conmigo tan aleve? LOS DOS. Suelta el papel. _(Parten entre los dos el papel.)_ ESCENA XX. MARIENE, TOLOMEO, LIBIA. MARIENE. ¿Qué papel? TOLOM. _(Ap.)_ ¡Grave mal! LIBIA. _(Ap.)_ ¡Desdicha fuerte! TOLOM. ¿Qué pudiste engendrar, Libia, Sino áspides y serpientes? LIBIA. ¿Qué más áspides que celos? MARIENE. ¿Pues qué atrevimiento es este? ¿Así mi esplendor se agravia? ¿Así mi sombra se ofende? ¿Mi decoro se aventura, Y mi respeto se pierde? ¿En mi casa, y á mis ojos, Vuestras acciones se atreven A profanar un palacio, Templo de honor tal, que á verle El sol no entrara, á no entrar Con disculpa de que viene A darle la luz; que el sol Aun no entrara de otra suerte? Dáme esa parte tú, y tú Esotra: de ellas conviene Informar á mi recato. TOLOM. Que es una víbora advierte, Que dividida en mitades, Con cualquier extremo muerde. MARIENE. Véte tú, Libia, de aquí. LIBIA. _(Ap.)_ Piedad es el que me ausente, Por no verla tan airada. _(Vase.)_ ESCENA XXI. MARIENE, TOLOMEO. MARIENE. Tú tambien, ¿qué aguardas? Véte. TOLOM. Si por ventura han podido Mis servicios merecerte Sola una merced que sea Capaz de muchas mercedes, Rompe ese papel, y no Le leas, señora: atiende Que cuanto por verle ahora, Darás despues por no verle. MARIENE. ¿Qué deseo de mujer Se rindió al inconveniente? TOLOM. El que advertido de mí Sepa que, á fin diferente De que llegase á tus manos, Está inficionado ese Papel de un mortal veneno, Tan rigoroso y tan fuerte, Que matará á quien le mire, Que es la causa porque el lêrle A Libia le defendia, Viendo que entre estos laureles Era ella quien le habia hallado, No siendo ella á quien previene Matar mi fe en tu servicio; Que hay en él algun aleve, Con quien se escribe Otaviano. Y así, que de tí le eches, Con lágrimas á tus piés, Te suplico humildemente. MARIENE. Quien advierte de un peligro Nunca suplicando advierte, Porque el beneficio manda, Y no ruega: luego mientes; Que si estos extremos haces Cuando me acuerdas los bienes, ¿Qué dejas que hacer, qué dejas Cuando los males acuerdes? Letra del Tetrarca es, Con que ya se desvanece El que fuese tuyo, y ya, Que viva ó muera, he de lêrle. TOLOM. ¡Ay infelice de tí! MARIENE. Dice á partes desta suerte: _Muerte_ es la primer razon Que he hallado: _honor_ contiene Esta. _Marïene_ aquí Se escribe. ¡Cielos, valedme! Que dice mucho en tres voces _Marïene, honor y muerte_. _Secreto_ aquí, aquí _respeto_, _Servicio_ aquí, aquí _conviene_, Y aquí, _muerto yo_, prosigue. Mas ¿qué dudo? ya me advierten Los dobleces del papel Adonde están los dobleces, Llamándose unos á otros. Sé, oh prado, lámina verde, En que ajustándolos lea. _(Pone los pedazos en el suelo, y júntalos.)_ _(Lee.)_ _A mi servicio conviene,_ _A mi honor y á mi respeto,_ _Que muerto yo_, ¡hados crueles! _Deis_... ¡con qué temor respiro! _Deis la muerte á Marïene._ Bien dijiste que era fiero Tósigo y veneno fuerte, Puesto que si no me mata, Por lo ménos lo pretende.-- ¿Quién este papel te dió? TOLOM. Filipo, que con él viene De Egipto. Pero, señora, Estar satisfecha puedes De su lealtad y la mia, Pues los dos... MARIENE. Otra vez mientes; Que ni él ni tú sois leales. Pues cobardes, pues aleves, O viva ó muera, no sois, Como debeis, obedientes Al precepto de mi esposo. ¿Quién más es cómplice en este Secreto? TOLOM. Nadie, señora. MARIENE. Pues mira lo que te advierte Mi voz, que ninguno sepa, Ni áun Filipo, que á entenderle Llegué yo. TOLOM. Un mármol seré. _(Vase.)_ ESCENA XXII. MARIENE. ¡Oh infeliz una y mil veces La que se ve aborrecida De la cosa que más quiere! ¿En qué, amado esposo mio, En qué mi vida te ofende, Que te pesa de que viva La que de adorarte muere? Cuando yo tu libertad Trato, y á imperios de nieve Doy, Semíramis de ondas, Babilonias de bajeles; Cuando en mi imaginacion, Despues que vives ausente, Adorando estoy tu sombra, Y á mis ojos aparente, Por burlar mi fantasía, Abracé el aire mil veces; ¿Tú en una obscura prision, Funesto mísero albergue, En vez de abrazar mi imágen, Estás trazando mi muerte? O te quiero ó no. Si no Te quiero, ¿no es más decente A un noble, que de mujer Que le olvida no se acuerde? Y si te quiero, ¿por qué, Despues de muerto, pretendes Que muera? ¿No sabré yo, Sin mandarlo, obedecerte? Luego olvidando ¡ay de mí! O queriendo, de una suerte Ofendes tu vanidad, O mi gratitud ofendes. Si del mundo el mayor monstruo Me está amenazando en ese Encuadernado volúmen, Mentira azul de las gentes, Y tú me matas, será Bien decirse de tí que eres El mayor monstruo del mundo. ¡Mas ay! que en llegando á este Término, no se qué nuevo Espíritu me enfurece; Y pues me tocan al alma Afectos tan diferentes De los mios, ¡plegue al cielo, Fementido esposo aleve, Que el socorro que te envío Nunca á tomar puerto llegue! Entre las Sirtes y Scilas De Egipto á pique le echen Los zozobrados embates, Los contrastados vaivenes De las ráfagas de Eolo, O los sepulcros de Tétis. No sólo en tu libertad Milite, pero de suerte Irrite á Otaviano, que Apresurando tu... ¡Tente, Lengua! no su muerte digas; Basta que él diga mi muerte; Que una cosa es ser quien soy, Y otra ofenderme él. ¡Oh plegue Al cielo que victoriosa Tan en su favor navegue La armada de tu socorro, Que sobre el puerto de Ménfis En tan grande estrecho ponga La confusion de sus gentes, Que temerosa de que Las mias sus muros entren A sangre y fuego, á partido Reducidas, me lo entreguen Vivo, para que á mis brazos...! Pero ¿qué digo? Suspende, Lengua, otra vez el acento, Si no es que decir intentes: «A mis brazos, para que Vengativa é impaciente En ellos le haga pedazos.» --¡Ay de mí! ¡qué fácilmente De un extremo á otro se pasan En afectos de mujeres Las lástimas á ser iras, Y los favores desdenes! De mujeres dije; pero Dije mal, que excluirse deben Las mujeres como yo De lo comun de las leyes. Y pues piadosas en una Parte y en otra crueles Mis ánsias lidian, en tanto Tropel como me acomete De divididos afectos, De encontrados pareceres Y opuestas obligaciones; ¡Déme el cielo industria, déme Medio el hado, para que Tanto unas como otras temple, Que como esposa ofendida, Y como reina prudente, Cumpla con el mando, y cumpla Conmigo, cuando á ver lleguen Cielo, sol, luna y estrellas, Astros y signos celestes, Montes, mares, troncos, plantas, Hombres, fieras, aves, peces, Que como reina perdone, Y como mujer me vengue! JORNADA TERCERA. ESCENA PRIMERA. JUDÍOS, MÚSICOS, _y luego_ MARIENE, SOLDADOS ROMANOS, EL CAPITAN, Y OTAVIANO. JUDÍOS. _(Dentro.)_ Viva Otaviano. MÚSICOS. _(Dentro.)_ _Viva._ JUDÍOS. _(Dentro.)_ Y en los campos de Oriente... MÚSICOS. _(Dentro.)_ _Y en los campos de Oriente..._ JUDÍOS. _(Dentro.)_ Ciñan su augusta frente... MÚSICOS. _(Dentro.)_ _Ciñan su augusta frente..._ JUDÍOS. Sacro el laurel, pacífica la oliva. _(Tocan cajas destempladas.)_ MARIENE. _(Dentro.)_ La aclamacion festiva Convertida en lamento De mísero concento, Diga en mi pena fiera Que muera yo donde mi esposo muera. SOLDS. _(Dentro.)_ A tierra, á tierra. _(Salva y chirimías dentro.)_ CAPITAN. _(Dentro.)_ Marche, Inspirado el clarin, herido el parche, A la ciudad en órden nuestra gente. _(Salen Otaviano, el Capitan y soldados romanos.)_ OTAVIAN. Salve, tú, oh gran metrópoli de Oriente, Jerusalen divina. Salve, oh tú, emperatriz de Palestina Y del Asia señora, Que en el rosado imperio del aurora, Con luciente voz muda El sol en su primera edad saluda. Salve otra vez, y admite Tu César, cuyo nombre, que compite Al tiempo y al olvido, Dos veces al laurel restituido, Pisa tu arena: una En favor del poder y la fortuna; Y otra, por más blasones, A pesar de traidoras sediciones; Pues cuando presumias Que del romano yugo sacudias La cerviz con haber hoy enviado A Aristóbolo tanto leño alado A librar tu Tetrarca, Yo como en fin caudillo de la parca, Habiéndole encontrado en el camino, Y á fuerza del destino Dejádole su armada En las costas de Jafa derrotada, Llego á tí, donde intento Que el primer escarmiento Que tu muralla vea, De tu Tetrarca la cabeza sea; A cuyo fin, por más infeliz suerte, Su muerte dilaté, porque su muerte Le dé terror más fiero, Y más al filo de este infausto acero[15], Desagraviando de camino aquella Que ofendió, soberana deidad bella. De ese, pues, bajel donde Más le sepulta el buque que le esconde, A tierra le sacad con el criado, Que tambien, por haberme á mí engañado, Y que él era Aristóbolo fingido, Ha de morir. ¿Mas qué confuso ruido _(Vanse los soldados, y suenan á un lado cajas y á otro música.)_ De músicas en una Parte se escucha? ¿Quién (en otra alguna Sedicion) cajas toca destempladas, Repitiendo encontradas, Allí con voz altiva...? [15] El puñal de Heródes, que trae ceñido. JUDÍOS Y MÚSICOS. _(Dentro.)_ _Viva Otaviano, viva._ OTAVIAN. Y allí con voz severa... MARIENE. _(Dentro.)_ Y muera yo donde mi esposo muera. CAPITAN. De la ciudad abiertas A tu salva, señor, miro dos puertas Que de aquí se divisan, Y várias de un extremo en otro avisan; Que por una de hombres el festivo Vulgo, aclamando tu renombre altivo, A recibirte sale; Y porque el llanto al regocijo iguale, Por otra, negros lutos arrastrando, Y haciendo las mujeres nuevo bando, Salen tambien diciendo, En ambos coros uno y otro estruendo... JUDÍOS Y MÚSICOS. _Viva Otaviano, viva_; _Y en los campos de Oriente_ _Ciñan su augusta frente_ _Sacro el laurel, pacífica la oliva._ MARIENE. _(Dentro.)_ La aclamacion festiva, Convertida en lamento De mísero concento, Diga de otra manera, Que muera yo donde mi esposo muera. ESCENA II. _Salen, por un lado_, FILIPO, _con una fuente y en ella unas llaves, y_ TOLOMEO _con otra, y en ella un laurel; y por el lado opuesto_, MARIENE Y DAMAS, _vestidas de luto, con un velo en el rostro_; JUDÍOS, MÚSICOS.--DICHOS. TOLOM. Pues la ciudad no tiene Más medio, aunque lo sienta Marïene, Fuerza es rendirnos. Llega, Y tú las llaves y el laurel entrega. FILIPO. _(A Otaviano.)_ En albricias del fin de penas tantas, Jerusalen, señor, hoy á tus plantas Sus llaves rinde... TOLOM. Y su laurel y oliva... LOS DOS. Diciendo á voces... TODOS. Otaviano viva. MARIENE. A tus piés infelice Llega tambien quien afligida dice, Bien que en cláusula ménos lisonjera, Que muera yo donde mi esposo muera. OTAVIAN. En extremos tan raros, Que agradeceros tengo y que estimaros A vosotros;--mas no que agradeceros _(A Mariene.)_ Ni estimaros á vos, llegando á veros Con señas tan funestas, De mis aplausos perturbar las fiestas.-- Marche el campo. _(Vuelve la espalda, y ella le detiene.)_ MARIENE. Primero Me has de escuchar. OTAVIAN. Si enternecer no espero Mis iras, ¿para qué con ellas luchas? MARIENE. ¿Para qué tú gobiernas si no escuchas? OTAVIAN. Dices bien, oirte quiero; mas no ignoro Que tampoco es respeto ni decoro Que tapada escucharte haya, sin verte. MARIENE. Tambien tú dices bien: ahora advierte. _(Quítase el velo.)_ OTAVIAN. _(Ap.)_ ¡Cielos! ¿qué es lo que veo? ¿De cuándo acá tomó cuerpo el deseo? MARIENE. _(Ap.)_ ¡Cielos! ¿qué es lo que miro? Todo el aliento al corazon retiro Al verme en su presencia descubierta. OTAVIAN. _(Ap.)_ ¿No es esta la beldad que adoré muerta? MARIENE. _(Ap.)_ Suspensa al verle quedo. OTAVIAN. _(Ap.)_ Al mirarla, ni crêr ni dudar puedo. TOLOM. _(Ap.)_ ¿Qué extremo es este? ¡Ay infeliz! sin duda Viene á que el César á vengarla acuda De aquel rigor. ¿No basta, pena mia, Presa á Libia tener desde aquel dia, Sino querer ahora Descubrir el secreto? FILIPO. _(Ap.)_ Pues ignora A qué fué mi venida, No hay que temer, segura está mi vida. MARIENE. _(Ap.)_ Mal cobarde me aliento. OTAVIAN. _(Ap.)_ Mal osado me animo. MARIENE _(Ap.)_ Mas ¿por qué me reprimo? OTAVIAN. (_Ap._ ¿Pero por qué lo que he de estimar siento?) Mujer, ¿qué quieres? MARIENE. Que me estés atento. OTAVIAN. ¿Qué aguardas pues? MARIENE. Escucha. (_Ap._ Mucha es mi turbacion.) OTAVIAN. _(Ap.)_ Mi pena es mucha, Pues la muerta ceniza es viva llama. MARIENE. Inclito César, cuya heroica fama... ESCENA III. SOLDADOS _que traen al_ TETRARCA Y Á POLIDORO.--DICHOS. UN SOLD. Con el criado aquí el Tetrarca viene. TETRARC. _(Ap á Polidoro.)_ ¡Qué miro! ¿con el César Marïene? ¿Pues no bastaba ¡cielos! Ir á morir, sino á morir de celos? POLIDOR. ¿Qué son celos? ¡pluguiera A Baco, para mí celos hubiera, Y no hubiera un garrote Que anda desde la nuez hasta el cogote, Ya haciéndome cosquillas! OTAVIAN. Su castigo Diré despues: prosigue. MARIENE. Ya prosigo. Inclito César cuya heroica fama Al alcázar se eleva de la luna, Cuando con labios de metal te aclama Su Júpiter, y dios de la fortuna: Si cuando él á relámpagos se inflama, El íris le serena, en mi importuna Suerte que eres mi Júpiter se vea, Y el íris de mi paz tu laurel sea. Y pues tu nombre en láminas se escribe, Que el tiempo que más vuela, que más corre, Ni con las torpes alas le derribe, Ni con las plantas trágicas le borre; Vive piadoso, generoso vive. Y del sol coronada la alta torre Que al águila de Roma le dió nido, Verás triunfar del tiempo y del olvido. Yo soy la desdichada Marïene... Dijera bien la desdichada esposa De ese, contra quien ya tu ceño tiene Blandida la cuchilla rigorosa. Si una línea de púrpura detiene Del más noble animal la más furiosa Accion, deten tú el paso á tus enojos, Pues son líneas de púrpura mis ojos. Mas ¡ay! que en vano á tus piedades pido La vida que has de darme generoso; Que eres Rey, y has de ser compadecido; Que eres valiente, y has de ser piadoso; Que eres noble, has de ser agradecido; Que eres tú, y has de ser tan victorioso Que conozcas que alcanza ménos gloria El que con sangre mancha la victoria. No pues el que te espera heróico asiento Construyas en cadalso duro y fuerte, No el triunfal carro en triste monumento, No el fausto en ceremonias de la muerte, No la música en mísero lamento, No la felicidad en triste suerte, La gala en luto, en pena la alegría. No eches á mal tan venturoso dia. Entra triunfando, pero no venciendo, Entra venciendo, pero no vengando; Que más aplausos has de ganar, entiendo, Perdonando, señor, que castigando: Halle piedad la que lloró pidiendo, Halle piedad la que pidió llorando; Y pues son dos, siquiera una reciba, O que yo muera, ó que mi esposo viva. TETRARC. _(Ap.)_ ¿Quién de dos muertes sitiada Vió su vida tan á un tiempo, Que negada ó concedida, De cualquiera suerte muero? POLIDOR. _(Ap.)_ ¡Hay tal infamia! ¡que llore Por su marido, pudiendo Llorar por mí, que á estas horas Más de sentenciado tengo La cara que él! OTAVIAN. (_Ap._ Bien se deja Ver que Aristóbolo al trueco Del criado, y ver que estaba En el retrato suspenso, Fingiendo ser muerta, quiso Desvanecer mis afectos. Por mí, por ella y por él Importa que satisfecho Viva, pues ha de vivir. ¿Adónde hallará el ingenio Disculpas para un marido Que es plática de tal riesgo, Que áun satisfaciendo agravia? Mas no hablando con él, puedo Darle á él la satisfaccion.) Alzad, señora, del suelo. Una vida me pedís, Y aunque es verdad que lo siento, Enmiende el pesar de oiros El gusto de obedeceros. Mas no me lo agradezcais; Que si una vida os ofrezco, Es porque os debo una vida, Sin saber á quién la debo. Vuestro hermano, entre otras joyas, Perdió este retrato vuestro, Y sin saber cúyo fuese (De que hago testigo al cielo, Y á cuantos dioses adoro), Sólo por ser tan perfecto, Mandé á un pintor que me hiciese Dél una imágen de Vénus. Esta pues, constituida Ya una vez en deidad, viendo Un peligro en que me hallaba (Decir cuál fuese no quiero, Porque olvidaré el perdon Si del delito me acuerdo), Dél me libró; de manera, Que aunque Vénus fuese el dueño Del acaso, fuisteis vos Del acaso el instrumento; Y así en términos pagando El haberos interpuesto Entre otro acero y mi vida, He de hacer con vos lo mesmo, Hoy que os advierto interpuesta Entre otra vida y mi acero. Viva vuestro esposo, y no Solamente viva, pero A su honor restituido; Y por no dejar á riesgo Vuestros ojos de que lloren Otra vez, ni oiros ni veros En mi vida... (_Ap._ La voz miente, No el alma.) perdon concedo A vuestro hermano, y á cuantos En este levantamiento Cómplices fueron; y en fin, Porque ni al llanto ni al ruego Quede nada que pedirme, Aun vuestro retrato os vuelvo; Que no es decoro ser mio, El dia que sé que es vuestro. Tomad, pues. _(Dásele.)_ MARIENE. Vivas los siglos Del Fénix. TETRARC. Y tan eternos Como deseará esta vida, Que ya como tuya ofrezco, Porque el ser dádiva tuya Le crezca el merecimiento A Marïene. MARIENE. ¡Felice, Dulce esposo, amado dueño, El dia que vuelvo á verte En mis brazos! Quien en ellos... (_Ap._ Mas no, que el de mi decoro No es el de mi sentimiento.) TETRARC. _(Ap.)_ ¡Qué dichosos desengaños! Haber sabido, el primero, El acaso del retrato, Y el segundo hallar secreto Aquel rigor que fié De Filipo y Tolomeo. TOLOM. _(Ap.)_ Ya ¿qué tengo que temer? Pues anda tan fina, es cierto Que tener quiere su enojo En la cárcel del silencio. ¡Y luégo dirán que no hay Mujer que guarde secreto! Así me sucedan bien Los medios que tengo puestos En la libertad de Libia, De que avisada la tengo Con el mismo que esta noche Ha de abrir el aposento Para que pueda librarla. OTAVIAN. Mi tienda armad; que no quiero Entrar en Jerusalen Hasta que el recibimiento De imperial triunfo aperciba. (_Ap._ Hermoso prodigio bello, ¿Qué me sirve haberte hallado, Si cuando te hallo te pierdo?) MARIENE. Hasta dejarle en su tienda, Vamos todos. TETRARC. Yo el primero, Como el más interesado, Seré quien vaya diciendo: ¡Viva Otaviano! TODOS. _(Música.)_ _Viva,_ _Y en los campos de Oriente Ciñan su augusta frente_ _Sacro el laurel, pacífica la oliva._ _¡Viva Otaviano, viva!_ _(Vanse todos, menos Polidoro y unos soldados.)_ ESCENA IV. POLIDORO, SOLDADOS. SOLD. 1.º ¿Por qué vos, pues perdonado Estais, en su seguimiento No vais, dándole con todos Las gracias? POLIDOR. Porque no quiero; Que tan gran superchería Como conmigo se ha hecho, No se hiciera, vive Apolo, No digo yo con un negro, Pero ni con un capon, Que áun es muchísimo ménos, Cuanto va desde ser hombre, A sólo empezar á serlo. SOLD. 1.º ¿Qué superchería? POLIDOR. ¿No fuisteis Vos quien me dijo, viniendo, Que venía á ser ahorcado? SOLD. 1.º Yo lo dije. POLIDOR. ¿Pues qué es ello? ¿Es bien hacerme caer En falta con todo un pueblo, Que estaba ya convidado? ¿Es juego de niños esto? --Venga usted á ser ahorcado. --Vaya usted, que ya está absuelto.-- ¿Qué ha de decirse de mí, Sino que soy un grosero, Y no valgo cuatro cuartos Para ahorcado? Y fuera desto, ¿Qué ahorcado no es como un pino De oro, en el comun lamento De las viejas que le lloran? ¿Está por ventura el tiempo Para no ser pino de oro, Siquiera por un momento? La costa que tenía hecha, De más de cuatro mil gestos, Para escoger los que habia De ir por el camino haciendo, ¿Qué he de hacer della? Y despues, ¿Qué dirán de mí los ciegos, Que la jácara tendrán Escrita ya de mis hechos? Ello, he de morir ahorcado; Que mi honra es lo primero: Y así, ustedes no se cansen, Que aunque les pese, he de hacerlo. Pues luégo ¡es bobo el delito, Sino oir al pregonero: «Esta es la justicia, á este hombre Por príncipe contrahecho!» SOLD. 1.º Ande el menguado. SOLD. 2.º Este es loco. POLIDOR. Hablemos bien, caballeros; Que no es loco ni menguado Quien tiene mi entendimiento. SOLD. 1.º Dejarle para quien es. POLIDOR. Han de ahorcarme, ó sobre eso Me mataré con mi padre, Con mi tio y con mi abuelo: Y para satisfacer Hoy á todo el universo De que no queda por mí, A voces iré diciendo: «Esta es la justicia, á este hombre Por príncipe contrahecho.» SOLD. 1.º Pues por vida... POLIDOR. ¿Qué me jura? ESCENA V. ARISTÓBOLO.--DICHOS. ARISTÓB. Polidoro, pues ¿qué es esto? SOLD. 2.º No es nada. POLIDOR. No sino mucho. ARISTÓB. ¿Qué es, dí? POLIDOR. Un atrevimiento, Y un desacato muy grande, Que aquí contigo se ha hecho; Pues siendo yo tu persona Ahorcarme quisieron éstos, Y no pudo ser á mí Cuando yo no era yo mesmo, Porque hacía tu papel. ARISTÓB. Pues si conmigo es el duelo, Satisfecho le perdono, Porque no te quejes dellos. ¿Dónde está el Emperador? SOLD. 1.º En su tienda. ARISTÓB. Pues yo quiero Irle á agradecer la vida A la piedad de su pecho. POLIDOR. Yo sabré de aquí adelante El papel que represento. _(Vanse.)_ * * * * * _Aposento retirado en el palacio de Heródes, en Jerusalen._ ESCENA VI. EL TETRARCA, MARIENE, ACOMPAÑAMIENTO. TETRARC. Despues de darme la vida, Que yo tan á costa compro De los agravios que callo, De las desdichas que lloro, Torciendo las blancas manos, Humedeciendo los ojos, Turbada la voz del pecho, Pálido el color del rostro, Hasta el palacio has llegado, Y en él á lo más remoto De sus cuartos. Pues ¿qué es esto? Mira que es afecto impropio Del beneficio cobrarle Tan presto: no rigoroso Tu pecho aquel bruto sea, Que viendo el veloz arroyo De una fuente inficionado Del áspid, noble y piadoso La enturbia porque no beba El caminante, que absorto De ver enturbiar la plata, Que le brindó con sonoro Acento á beber cristal En penada copa de oro, Maldice al bruto, ignorando El favor: yo así dudoso, No agradeceré la vida, Si con agravios la logro; Que es turbar los beneficios Embozarlos con enojos. MARIENE. Ya hemos llegado hasta el cuarto Prevenido. Salíos todos. _(Vase el acompañamiento.)_ Tú tenme abierta esa puerta, En tanto que yo dispongo Cerrar esotra. TETRARC. _(Ap.)_ ¿Fortuna, Qué es esto? MARIENE. Ya estamos solos. TETRARC. ¿Qué miras? MARIENE. Miro el puñal, Que del reloj presuroso De mi vida fué el volante. TETRARC. En un peligro notorio De mi vida, le perdí. MARIENE. Pues escucha. TETRARC. Ya te oigo. MARIENE. Bien pensarás, oh cobarde Amante, oh tirano esposo, Aleve, cruel, sangriento, Bárbaro, atrevido y loco, Bien pensarás que pedir A aquel monarca famoso, A aquel valiente romano, A aquel capitan heróico, Cuya vida el ave sea Que en sagrado mauseolo Nace, vive, dura y muere, Hijo y padre de sí propio, La tuya, comprada á precio De suspiros y sollozos, Ha sido piedad y amor De mi pecho generoso; Pues no ha sido, no, piedad, Ni amor, afecto rabioso Y venganza sí, porque No hay otro estilo, no hay otro Camino de castigar Un ingrato pecho, como Pagarle con beneficios, Cuando ofende con enojos; Que merced hecha á un ingrato, Más que merced es oprobio. No pues por librarte, no, Del veneno riguroso Turbé el cristal, aprendiendo Piedades del unicornio; Antes, para que le bebas, Te le enturbié con embozos; Y al reves de la piedad De aquel animal piadoso Procedí, pues él cubrió El beneficio de polvo, Y yo de halagos la ofensa: ¡Mira lo que hay de uno á otro, Que él desdora las piedades, Y yo las crueldades doro! No me diera, no, venganza Verte morir, cuando noto Que es la muerte en los afanes Ultima línea de todos; Verte vivir, sí, ofendido, Aborrecido y quejoso; Porque en el mundo no hay Castigo más riguroso Para un ingrato, que verse Olvidado de lo propio Que se vió amado: el que llega Á esto, ¿cómo vive? ¿cómo? Fuera desto, por mí misma, Por mi honor, por mi decoro, Pedí tu vida, encubriendo Las causas con que me enojo, Que saben todos quién soy, Y quién eres uno solo; Y no por ganar con uno, Habia de perder con todos. Tu vida pedí en efecto, Porque sepas que no ignoro Que has vivido en esta ausencia De mi muerte cuidadoso. Este papel, esta firma Te convenza. ¡Con qué asombro Le miras, quedando viva Estatua de nieve y plomo! En mi mano está: no tienes Que examinar estudioso Cómo vino á ella, porque La tierra, viendo el adorno Y la hermosura que debe A ese cristalino globo, Que parte la luna á giros, Que el sol ilumina á tornos, Le ofreció de no encubrirle Nada en su centro más hondo; Que áun los cielos, con ser cielos, Dan las mercedes á logro. ¿Tú eres (¡aquí de mi aliento!) Tú (desmayo al primer soplo, Con mis lágrimas me anego, Con mis suspiros me ahogo) De Jerusalen Tetrarca? ¿Tú eres rama de aquel tronco? ¡Qué bien dice aquel que dice Que eres bajo y afrentoso Idumeo, cuya cuna Bárbara es! ¿Qué más apoyo Desta opinion, que tus celos, Infames como alevosos? ¿Qué fiera la más cruel, Qué bruto el más riguroso, Qué pájaro el más aleve, Qué bárbaro el mas ignoto Mató muriendo? pues ántes De hombres, fieras y aves oigo Que mueren dando la vida. Dígalo en bramidos roncos La víbora, que mordiendo Sus entrañas, poco á poco Se despedaza, sacando Muchas vidas de un aborto. Dígalo el ave que muestra El pecho en mil partes roto, Y por dar la vida, muere Desangrada entre sus pollos. Dígalo el bárbaro, pues Que al peligro más notorio Expuesto el pecho, á su espalda Pone á su esposa, y piadoso Es escudo de su vida Contra la pluma y el plomo. Mas tú, más que todos fiero; Mas tú, más bruto que todos; Mas tú, más bárbaro, en fin, No solo apénas, no solo Favoreces lo que amas; Pero avaro de los gozos, Aun muriendo no los dejas: Bien como el que codicioso Amante de sus riquezas, Porque no las goce otro, Manda que despues de muerto Le entierren con su tesoro. Supongo que fué fineza Este decreto, supongo Que fué con celos; que nada Quiero dejar en tu abono: ¿Quién muriendo, pues, previno Avariento ó cauteloso, Llevar desde aqueste mundo Prevenciones para el otro? Si es nuestra vida una flor Sujeta al más fácil soplo De los alientos del austro, De los suspiros del noto, Que en espirando ella, espira Todo cuanto vemos, todo Cuanto gozamos; ¿qué error Dispuso que tú celoso Prevengas para el sepulcro Las riquezas y los gozos? ¿Qué hazaña de amor es esta? Y pues examino y toco Que podrá vivir mi pecho Más seguro y más dichoso Aborrecido que amado, Desde aquí á mi cargo tomo El hacer que me aborrezcas; Que aunque pudiera con otro Medio huir de tí, y vivir En el clima más remoto (Donde el sol avaramente Dispensa sus rayos rojos, Ú donde pródigo abrasa Menudas arenas de oro) Más feliz sin tí y conmigo, No he de dar con tal divorcio Que decir al mundo, y esto Se quedará entre nosotros. En tu vida, ni en mi vida Me has de mirar sin enojos, Me has de hablar sin sentimientos, Me has de escuchar sin oprobios, Ver sin suspiro los labios, Ver sin lágrimas los ojos; Y este obscuro velo puesto Siempre delante del rostro, Estorbará el que te vea, Siendo mis reales adornos Eternamente este luto; Y en aquese cuarto solo Viviré con mis mujeres Guardando viudez en todo. Y nunca me entres en él, Que por los dioses que adoro, Que de la más alta almena Me arroje al sepulcro undoso Del mar, donde infelizmente Me oculte en su centro hondo. Y no me sigas, porque Te miro con tanto asombro, Con tanto temor te hablo, Con tanto pavor te oigo, Que pienso que ya se cumple De aquel judiciario docto El hado; pues si él me dijo Que tu acero prodigioso, Y el mayor monstruo del mundo Me amenazan, hoy conozco La verdad, pues si entras dentro, Huyendo del uno al otro, O me ha de matar tu acero, O el mar, que es el mayor monstruo. _(Vase, y cierra la puerta.)_ ESCENA VII. EL TETRARCA. ¡Hasta aquí pudo, hasta aquí Llegar un hado cruel! El papel mismo, el papel Que con Filipo escribí A Tolomeo ¡ay de mí! ¿Tiene Marïene? ¡fuerte Dolor! Y ella ¡injusta suerte! De mi rigor ofendida, Me ha dilatado la vida, Por dilatarme la muerte. No me quejo del rigor Con que se queja á los cielos: Bien lo merecen mis celos, Bien lo merecen mi amor. Mas quéjome de un traidor Tan aleve y tan cruel... Mas ¡ay de mí! que no es dél La culpa, que sólo es mia, Que esto merece quien fía Sus secretos de un papel. Ni sé qué hacer, ni decir: Que entre uno y otro pesar, Ya ni me puedo quejar, Ni dejarlo de sentir. Desenojarla es mentir, Porque es mi amor de manera, Mi pasion tan dura y fiera, Que si en tanta confusion Hoy volviera á la prision, Hoy al delito volviera. Porque ella, al fin, no ha de ser, Ni vivo, ni muerto yo, De otro nuevo dueño, no; Que mi amor se ha de ofender, Aunque no lo llegue á ver. En parte gusto me ha dado El que se haya declarado, Pues en esta ocasion ya, Sin escándalo estará Siempre este cuarto cerrado. Cerraréle por de fuera, Y yo mismo no entraré En él, porque áun yo no sé Si á mí otros celos me diera. Y sí hiciera, sí, sí hiciera, Pues si á mirarme llegara En sus brazos, y pensara Que era tan dichoso, allí Me desconociera á mí, Y que era otro imaginara. De suerte que mis desvelos, Enseñados á desdichas, Tuvieran miedo á mis dichas, Pues ellas me dieran celos. ¿Quién son estos desconsuelos, Quién es aqueste rigor, Cuya pena, cuyo horror, Que no es, discurso prolijo, Ni envidia, ni amor, es hijo De la envidia y del amor? Hecho de heridos despojos, Tiene de sirena el canto, Y de cocodrilo el llanto, De basilisco los ojos, Los oidos, para enojos, Del áspid: luego bien fundo, Siendo monstruo sin segundo Esta rabia, esta pasion De celos, que celos son El mayor monstruo del mundo. ESCENA VIII. FILIPO, TOLOMEO.--EL TETRARCA. FILIPO. ¿Cómo te daré, señor, El parabien de tu vida? TETRARC. Viendo la tuya rendida A manos de mi rigor. FILIPO. ¿En qué te ofendí? TETRARC. Traidor, Poco leal, ménos fiel, ¿Qué hiciste, dí, de un papel Qué...? TOLOM. _(Ap.)_ Ya mis desdichas creo. FILIPO. ¿No era para Tolomeo? TETRARC. Sí. FILIPO. Pues él te dirá dél. TOLOM. _(Ap.)_ ¡Qué poco duró (¡ay de mí!) El secreto en la mujer! TETRARC. Dí tú, traidor. TOLOM. _(Ap.)_ ¿Qué he de hacer? TETRARC. Un papel que te escribí, ¿Qué es dél? TOLOM. (_Ap._ La verdad aquí Es la disculpa mejor.) Una dama... TETRARC. Dí. TOLOM. Señor, A quien sirvo para esposa... TETRARC. Prosigue. TOLOM. De mí celosa (Necios delitos de amor), Me le quitó de la mano, Y ella... TETRARC. No prosigas, no, Y castigue ese error yo... FILIPO. Tente, señor. TETRARC. Por mi mano. TOLOM. Ya esperar aquí es en vano. La fuga mi vida guarde. FILIPO. Huid, Tolomeo. TETRARC. ¡Ah cobarde! Si al mismo cielo te subes, Campaña serán las nubes Que hagan de mi honor alarde. _(Huye Tolomeo, y síguele Heródes, á quien procura detener Filipo.)_ * * * * * _Campo, y en él la tienda de Otaviano._ ESCENA IX. TOLOMEO, _huyendo_, Y FILIPO, _deteniendo al_ TETRARCA. TOLOM. ¿Dónde de tanto rigor Estaré seguro? _(Éntrase en la tienda.)_ FILIPO. Advierte Que huyendo tu acero fuerte, Al campo salió, señor, Y ya del Emperador Hasta la tienda ha llegado. TETRARC. Pues válgale ese sagrado Por ahora; aunque no sé Cómo un punto viviré Ofendido y no vengado. _(Vanse.)_ ESCENA X. OTAVIANO Y TOLOMEO, _saliendo de la tienda_. OTAVIAN. Hombre, que turbado y ciego, Robado el color, y puesta La mano en la espada, osas Haber entrado en mi tienda, Cuando he mandado que todos Solo me dejen en ella Con mis pesares: si acaso Alguna traicion intentas. Buena ocasion has hallado. ¿Qué aguardas? TOLOM. Detente, espera, Que es lealtad, y no traicion, La que á este trance me fuerza. OTAVIAN. ¿Quién eres? TOLOM. Soy un soldado, Hijo infeliz de la guerra, Que llegué por mis servicios A ser capitan en ella De las guardias del Tetrarca, Y de Sion en su ausencia Gobernador. OTAVIAN. ¿Qué pretendes? TOLOM. No mi vida, aunque pudiera, La de Marïene sí, Que es mi señora y mi Reina. OTAVIAN. Buenas cartas de favor Traes. Dí, y lo que fuere sea. TOLOM. (_Ap._ ¡Oh Libia, cuánto el empeño De tu libertad me arriesga, Pues por tí de una verdad He de hacer una cautela!) El Tetrarca enamorado Tanto de su esposa bella Vivió, que intentó pasar A la práctica experiencia, De que á amores y privanzas, Cuando sus aumentos llegan, Es de la felicidad Declinacion la tragedia. Viendo, pues, que de su muerte Pronunciada la sentencia Estaba; y viendo que tú, Enamorado de verla, En dos retratos la amabas (Que todo aquesto me cuenta Quien trajo una carta), aleve Dispuso mandarme en ella Que yo, como quien aquí La asistia de más cerca, La atosigase y matase: Cuyos celos de manera, Al verla hoy viva y contigo, Crecieron con la sospecha De que por ella tomaste A Jerusalen la vuelta; Que en vez de que agradeciese[16] El que su vida pidiera Con tantas ánsias, llegó[17] Con ella á palacio apénas, Cuando en un obscuro cuarto La encerró, y con saña fiera Conmigo embistió á matarme, Por no haberla hallado muerta. Dél es de quien vengo huyendo A darte la infeliz nueva De que Marïene está Por tí en tanto riesgo puesta, Que no tiene de su vida, Seguridad; pues es fuerza, Quien en ausencia lo manda, Que lo ejecute en presencia. Pues eres César, señor, Y tan generoso César, Que para victorias tuyas Faltan plumas, faltan lenguas, Del poder deste tirano La saca, porque te deba El sol su mejor aurora, La aurora su mejor perla, La tierra su mejor sol, Y el cielo su... [16] Falta algo aquí. [17] Falta algo aquí. OTAVIAN. Cesa, cesa; Calla, calla, no prosigas, No en la persuasion me ofendas. ¡Expuesta Mariene, cielos! ¿Y por mi ocasion expuesta Á tanto riesgo? ¿Qué aguardo? No soy quien soy, si por ella No pierdo la vida. Iré Donde... (_Ap._ Mas con más prudencia Lo he de mirar; que no es bien Que la informacion primera Me lleve tras sí, y más cuando No es cobarde la sospecha De todos estos.) Soldado, Mira si verdad me cuentas. TOLOM. Tanto, que á la misma torre Adonde encerrada, presa Y afligida está, señor, Te llevaré á que la veas, Luego que baje la noche De pardas sombras cubierta. OTAVIAN. ¿A la misma torre? TOLOM. Sí, Porque yo tengo... OTAVIAN. Dí apriesa. TOLOM. (_Ap._ ¡Para qué de cosas sirve Hoy mi amor!) Llave maestra De sus jardines. Si acaso De mi lealtad te recelas, Lleva tus guardas contigo Y todo el palacio cerca, Para que en cualquiera trance, Llegando una vez á verla, Como he dicho, en su socorro, Asegures su defensa. (_Ap._ Y yo la vida de Libia, Pues que no dudo que puesta La ciudad en confusion, Podré ir á favorecerla.) OTAVIAN. Tan á los reparos sales, Que ya nada dudo; y sea En fin lealtad ó traicion, Por verte, Mariene bella, Iré, y si es á darte vida, Quiera amor que lo agradezcas. _(Vanse.)_ * * * * * _Habitacion de Mariene._ ESCENA XI. MARIENE, SIRENE; DAMAS, _unas con luces, que pondrán en un bufete, y otras con azafates_. MARIENE. Dejadme morir. SIRENE. Avierte Que esa pena, ese dolor, Más que tristeza es furor, Y más que furor es muerte. MARIENE. Es tan fuerte Mi mal, es tan riguroso, Que no me mata de fiel, Sin ver él Que ser conmigo piadoso, No es dejar de ser cruel. DAMA 1.ª Ya que aborreciendo el lecho, En el jardin te has estado Hasta esta hora, dé el cuidado Blandas treguas al despecho. MARIENE. Mal sospecho Que pueda el sueño aliviar Mi pesar; Pero, porque no pagueis La culpa que no teneis, Empezadme á destocar. _(Recogen las damas en los azafates los adornos que quita Mariene.)_ SIRENE. ¿Quieres, miéntras desafía Al sol esplendor tan bello, Desobligado el cabello De los adornos del dia, La voz mia Algo te advierta? MARIENE. No, Porque yo No quiero que me mejore Quien cante, sino quien llore. SIRENE. Filósofo hubo que halló Causa en la naturaleza Para aumentar la armonía, Al alegre la alegría, Como al triste la tristeza. MARIENE. Pues empieza, Con calidad que el dolor Hagas mayor. SIRENE. Con una letra será, Que aunque es antigua, podrá Conseguir eso mejor. _(Canta.)_ _Ven, muerte, tan escondida,_ _Que no te sienta venir,_ _Porque el placer del morir_ _No me vuelva á dar la vida._ MARIENE. ¡Bien sentida Y declarada pasion! ¿Cúyos son Esos versos? SIRENE. No lo sé, Porque acaso los hallé, Estudiando otra cancion. MARIENE. Vuélvelos á repetir, Porque yo con ellos pida... LAS DOS. _Ven, muerte, tan escondida_ _Que no te sienta venir._ MARIENE. Mas si á advertir Llego mi ansia entretenida, El canto impida, Que ya no los quiero oir. LAS DOS. _Porque el placer del morir_ _No me vuelva á dar la vida._ ESCENA XII. OTAVIANO Y TOLOMEO, _á la puerta, embozados_.--DICHAS. TOLOM. _(Ap. á Otaviano.)_ Pisando las negras sombras En el silencio nocturno, El jardin has penetrado, Al tiempo que al cuarto suyo Se iba retirando ella. OTAVIAN. _(Ap. á Tolomeo.)_ Ya tus verdades no dudo, Ni su prision, pues tan sola Está, y vestida de luto Todavía. Tú á la puerta, En tanto que me aseguro De si es acaso ó malicia. Pues ménos ruido hará uno, Me espera. TOLOM. Sí haré, teniendo La gente que has traido, á punto Para cualquier accidente. _(Vase.)_ ESCENA XIII. DICHOS, _ménos_ TOLOMEO. OTAVIAN. _(Ap.)_ Tanto de verla me turbo, Que no sabré discurrir Si esto es ya pesar ó gusto. MARIENE. Vuelve, Sirene, pues es Tan á mi intento el asunto.-- Tú, Laura, cierra esas puertas. SIRENE. Obedecerte procuro. _(Canta.)_ _Ven, muerte, tan escondida..._ DAMA 1.ª Y yo tambien, pues acudo A cerrar las puertas. _(Al ir hácia donde está Otaviano, él la detiene.)_ OTAVIAN. No Lo intentes, que es dolor sumo, Sin luz y sol quedar ciego Dos veces. DAMA 1.ª ¡Qué veo y escucho! ¡Ay de mí infeliz! MARIENE. ¿Qué es eso? DAMA 1.ª El mal embozado bulto De un hombre que ha entrado aquí. MARIENE. ¡Hombre aquí! OTAVIAN. _(Ap.)_ Ya hablar no excuso. MARIENE. Dad voces. SIRENE. Yo no podré, Que áun cómo respirar dudo. DAMA 1.ª Ni yo, que apénas aliento. DAMA 2.ª Ni yo, que medrosa huyo. _(Huyen las damas, dejando caer los azafates y adornos.)_ ESCENA XIV. MARIENE, OTAVIANO. MARIENE. Huya tambien yo. OTAVIAN. _(Desembozándose.)_ Teneos, Vos, y reparad el susto; Que más que para enojaros, Para serviros os busco. MARIENE. ¡Vos, señor! pues... cómo... si... Aquí... yo... cuando... OTAVIAN. Quien pudo Antes de veros amaros, Despues de veros, mal dudo Que dejar de amaros pueda. MARIENE. No son de César Augusto Esas razones. OTAVIAN. Sí son, Pues más á veros me indujo Vuestro daño que mi afecto, Vuestro riesgo que mi gusto. Yo he sabido que, en poder De tirano dueño injusto, Estais expuesta al peligro De tan sacrílego insulto Como que obre por su mano Lo que á la ajena dispuso. A poner en salvo vengo Vuestra vida. MARIENE. El labio mudo Quedó al veros, y al oiros Su aliento le restituyo, Animada para sólo Deciros que algun perjuro, Aleve y traidor, en tanto Malquisto concepto os puso. Mi esposo es mi esposo, y cuando Me mate algun error suyo, No me matará mi error, Y lo será si dél huyo. Yo estoy segura, y vos mal Informado en mis disgustos; Y cuando no lo estuviera, Matándome un puñal duro, Mi error no me diera muerte, Sino mi fatal influjo; Con que viene á importar ménos Morir inocente, juzgo, Que vivir culpada á vista De las malicias del vulgo. Y así si alguna fineza He de deberos, presumo Que la mayor es volveros. OTAVIAN. Sí haré, si vuestro discurso, Como salva mi primero Motivo, salva el segundo. Un retrato tenía vuestro, A cuyo hermoso dibujo, Sin saber cúyo era, daba Mi humana adoracion culto. Por sanear sospechas (ya Lo vísteis) sabiendo cúyo Fuese, os le dí, y pues sirvió Ya en vuestro abono, no dudo Que con justicia le pido. MARIENE. No haceis; que tenerle es uno Por acaso, y otro es Por voluntad; y á este puro Fuego abrasará mi mano, _(Haciendo ademan de acercarla á una de las hachas que alumbran el cuarto.)_ Si en ella el menor impulso Reconociera de que Para volvérosle tuvo. OTAVIAN. No hicierais, porque impidiera Yo llegar al ardor suyo, Estorbando así la accion. _(Quiere tomarla la mano, y ella lo resiste.)_ MARIENE. Es atrevimiento injusto. OTAVIAN. No es sino justo deseo. MARIENE. Antes á los cielos juro, Que con vuestro mismo acero, _(Quita á Otaviano el puñal que trae, que es el de Herodes.)_ Que ya en mi mano desnudo Está, me atraviese el pecho. OTAVIAN. Ténte, mujer; que confundo Mis sentidos al mirar No sé qué fatal trasunto, Que ví otra vez. MARIENE. De ese pasmo, De ese pavor que en tí infundo, El contratiempo gozando, Huiré, puesto el iracundo Acero al pecho. Mas ¡cielos! _(Conociéndole.)_ ¿No es el que fiero y sañudo Me amenaza? Con más causa Ya de dos contrarios huyo. _(Arroja el puñal, huye, y síguela Otaviano.)_ OTAVIAN. Oye, espera. _(Vanse.)_ ESCENA XV. EL TETRARCA. ¿Quién, ladron Del mismo tesoro suyo, Dentro de su misma casa Buscó sus bienes por hurto? Hasta ahora la esclava no Abrió. ¡Qué triste discurro El cuarto á la media luz De escaso esplendor nocturno, Que allí horrores late, y más Si á sus reflejos descubro De mujeriles adornos, Ajadamente difusos, Sembrando el suelo! ¿Qué es esto? No me propongas, discurso, Que bajel que echa la ropa Al mar, padece infortunios; Que casa que se despoja De las alhajas que tuvo, Estragos de fuego corre; Pues ni la tormenta dudo Ni el incendio ignoro, cuando Entre dos aguas fluctúo, Entre dos fuegos me hielo, Viendo que me embisten juntos, Para zozobrar, suspiros, Para hacerme llorar, humos. Estas arrojadas señas, ¿No son de ilustres, de augustos Faustos despojos? ¿Aqueste No es el fiero puñal duro, _(Levantándolo.)_ Que registro de los astros Es aguja de sus rumbos? ¿No es este el que yo á Otaviano Dejé? Sí. ¿Pues quién le trujo Aquí entre arrastradas pompas? Pero ¿para qué lo apuro, Si es de los desconfiados La imaginacion verdugo? ¡Tarde hemos llegado, celos, Tarde, tarde! Pues no dudo Que quien arrastra despojos, Habrá celebrado triunfos. Si es dichoso el desdichado, Que siéndolo no lo supo; ¡Desdichado del dichoso, Que ya sin serlo lo tuvo Por cierto! Y pues que me ponen En mi mano mis influjos, A ellos muera, ántes que... ESCENA XVI. OTAVIANO, MARIENE.--EL TETRARCA. OTAVIAN. _(Dentro.)_ Espera, Aguarda. TETRARC. Pero ¡Qué escucho! _(Sale Mariene huyendo, y Otaviano tras ella.)_ MARIENE. Será en vano, pues primero Que logres... Mas ¡cielos justos! ¿Qué es lo que miro? TETRARC. Turbado He quedado. OTAVIAN. Yo confuso. MARIENE. Y yo confusa y turbada, Pues entre dos daños, de uno Doy en otro, y ya no sé Cuál dejo, ni cuál procuro, Cuál pierdo, ó cuál solicito, Cuál hallo, al fin, ó cuál busco; Pues siempre tengo peligro, Cuando paro, y cuando huyo. TETRARC. Vista tu fuga, á tu honor Este pecho será muro. OTAVIAN. No temas, que de tu vida Este pecho será escudo. TETRARC. Cumple, pues, lo que prometes. OTAVIAN. Así verás si lo cumplo. _(Sacan las espadas.)_ MARIENE. ¡Ay de mí! Para salir De tan justo ó tan injusto Duelo, estas luces apague. _(Apaga las luces.)_ TETRARC. ¿Adónde, César perjuro, Te escondes? OTAVIAN. Yo no me escondo. TETRARC. No te encuentro, aunque te busco. MARIENE. Tente, esposo. ¡Ay infelice De mí! _(Encuéntranse, los dos y riñen.)_ OTAVIAN. A mi violento impulso Muere, aleve. TETRARC. Aunque la espada Perdí, con aqueste agudo Puñal morirás. _(Encuentra con Mariene, y la hiere.)_ MARIENE. ¡Ay triste! Tened piedad, dioses justos, Pues aquí muero inocente. _(Cae.)_ OTAVIAN. ¡Qué es lo que oigo! TETRARC. ¡Qué escucho! OTAVIAN. Vengaré su muerte. ESCENA XVII. TOLOMEO, SOLDADOS, DAMAS, _con luces; y despues_, LIBIA, ARISTÓBOLO, FILIPO Y POLIDORO.--EL TETRARCA, OTAVIANO. SOLDS. Entrad Todos, que es grande el tumulto. DAMAS. Llegad todas. LIBIA. A tan grande Estruendo, romper no excuso Mi prision. ARISTÓB. Y FILIPO. Señor, ¿qué es esto? POLIDOR. No haber gozado el indulto Marïene como yo. OTAVIAN. Dar muerte al hombre más bruto, Más bárbaro, más sangriento, Que ha eclipsado el sol más puro. TETRARC. Yo no la he dado la muerte. TODOS. ¿Pues quién? TETRARC. El destino suyo, Pues que muriendo á mis celos, Que son sangrientos verdugos, Vino á morir á las manos Del mayor monstruo del mundo. ARISTÓB. _El mayor monstruo los celos_ Son siempre. TETRARC. Porque ninguno De mí la venganza tome, Vengarme de mí procuro, Buscando desde esa torre En el ancho mar sepulcro. _(Vase.)_ OTAVIAN. Seguidle todos, seguidle. TOLOM. Desesperado y confuso Se arrojó al mar. OTAVIAN. Retirad Aquese cielo caduco, Y diga en su monumento Para los siglos futuros El epitafio: «Aquí yace, Desfigurado su vulto, La beldad más milagrosa, Muerta por celos injustos.» TOLOM. Libia, tu mano merezca Quien al peligro se expuso De libertarte. LIBIA. En llorando De Mariene el infortunio. FILIPO. En que acaba la tragedia, Donde se cumplió su influjo. POLIDOR. Como la escribió su autor; No como la imprimió el hurto De quien es su estudio echar A perder otros estudios. AMAR DESPUES DE LA MUERTE. PERSONAS. DON ÁLVARO TUZANÍ. DON JUAN MALEC, _viejo_. DON FERNANDO DE VÁLOR. ALCUZCUZ, _morisco_. CADÍ, _morisco viejo_. DON JUAN DE MENDOZA. EL SEÑOR DON JUAN DE AUSTRIA. DON ALONSO DE ZÚÑIGA, _corregidor_. DON LOPE DE FIGUEROA. GARCÉS, _soldado_. DOÑA ISABEL TUZANÍ. DOÑA CLARA MALEC. BEATRIZ, _criada_. INÉS, _criada_. _Un criado._ _Moriscos y moriscas._ _Soldados cristianos._ _Soldados moriscos._ _La escena es en Granada y en varios puntos de la Alpujarra._ JORNADA PRIMERA. _Sala en casa de Cadí, en Granada._ ESCENA PRIMERA. MORISCOS, _con casaquillas y calzoncillos, y_ MORISCAS _con jubones blancos é instrumentos_; CADÍ Y ALCUZCUZ. CADÍ. ¿Están cerradas las puertas? ALCUZC. Ya el portas estar cerradas. CADÍ. No éntre nadie sin la seña Y prosígase la zambra. Celebremos nuestro dia, Que es el viérnes, á la usanza De nuestra nacion, sin que Pueda esta gente cristiana, Entre quien vivimos hoy Presos en miseria tanta, Calumniar ni reprender Nuestras ceremonias. TODOS. Vaya. ALCUZC. Mé pensar hacer astilias, Sé tambien entrar en danza. UNO. _(Canta.)_ _Aunque en triste cautiverio,_ _De Alá por justo misterio,_ _Llore el africano imperio_ _Su mísera ley esquiva..._ TODOS. _(Cantando.)_ _¡Su ley viva!_ UNO. _Viva la memoria extraña_ _De aquella gloriosa hazaña_ _Que en la libertad de España_ _A España tuvo cautiva._ TODOS. _¡Su ley viva!_ ALCUZC. _(Cantando.)_ _Viva aquel escaramuza_ _Que hacer el jarife Muza,_ _Cuando darle en caperuza_ _Al españolilio antigua._ TODOS. _¡Su ley viva!_ _(Llaman dentro muy recio.)_ CADÍ. ¿Qué es esto? UNO. Las puertas rompen. CADÍ. Sin duda cogernos tratan En nuestras juntas; que como El Rey por edictos manda Que se venden, la justicia, Viendo entrar en esta casa A tantos moriscos, viene Siguiéndonos. _(Llaman.)_ ALCUZC. Pues ya escampa. ESCENA II. DON JUAN MALEC.--DICHOS. MALEC. _(Dentro.)_ ¿Cómo os tardais en abrir A quien desta suerte llama? ALCUZC. En vano llama á la puerta Quien no ha llamado en el alma. UNO. ¿Qué haremos? CADÍ. Esconder todos Los instrumentos, y abran Diciendo que solo á verme Venisteis. OTRO. Muy bien lo trazas. CADÍ. Pues todos disimulemos.-- Alcuzcuz, corre: ¿qué aguardas? ALCUZC. Al abrir del porta, temo Que ha de darme con la estaca Cien palos el alguacil En barriga, é ser desgracia Que en barriga de Alcuzcuz El leña, y no alcuzcuz haya. _(Abre Alcuzcuz, y sale Don Juan Malec.)_ MALEC. No os receleis. CADÍ. Pues, señor Don Juan, cuya sangre clara De Malec os pudo hacer Veinticuatro de Granada, Aunque de africano orígen, ¡Vos desta suerte en mi casa! MALEC. Y no con poca ocasion Hoy vengo buscándôs: basta Deciros que á ella me traen Arrastrando mis desgracias. CADÍ. _(Ap. á los moriscos.)_ Él sin duda á reprendernos Viene. ALCUZC. Eso no perder nada. ¿Prender no fuera peor Que reprender? CADÍ. ¿Qué nos mandas? MALEC. Reportáos todos, amigos, Del susto que el verme os causa, Hoy entrando en el cabildo, Envió desde la sala Del rey Felipe Segundo El presidente una carta, Para que la ejecucion De lo que por ella manda, De la ciudad quede á cuenta. Abrióse, empezó en voz alta A leerla el secretario Del cabildo; y todas cuantas Instrucciones contenia, Todas eran ordenadas En vuestro agravio. ¡Qué bien Pareja del tiempo llaman A la fortuna, pues ambos Sobre una rueda y dos alas, Para el bien ó para el mal Corren siempre y nunca paran! Las condiciones, pues, eran Algunas de las pasadas Y otras nuevas que venian Escritas con más instancia, En razon de que ninguno De la nacion africana, Que hoy es caduca ceniza De aquella invencible llama En que ardió España, pudiese Tener fiestas, hacer zambras, Vestir sedas, verse en baños, Ni oirse en alguna casa Hablar en su algarabía, Sino en lengua castellana. Yo, que por el más antiguo, El primero me tocaba Hablar, dije que aunque era Ley justa y prevencion santa Ir haciendo poco á poco De la costumbre africana Olvido, no era razon Que fuese con furia tanta; Y así, que se procediese En el caso con templanza, Porque la violencia sobra Donde la costumbre falta. Don Juan, Don Juan de Mendoza Deudo de la ilustre casa Del gran marqués de Mondéjar, Dijo entónces: «Don Juan habla Apasionado, porque Naturaleza le llama A que mire por los suyos, Y así, remite y dilata El castigo á los moriscos, Gente vil, humilde y baja.-- Señor Don Juan de Mendoza (Dije), cuando estuvo España En la opresion de los moros Cautiva en su propria patria, Los cristianos, que mezclados Con los árabes estaban, Que hoy mozárabes se dicen, No se ofenden, ni se infaman De haberlo estado, porque Más engrandece y ensalza La fortuna al padecerla A veces, que al dominarla. Y en cuanto á que son humildes, Gente abatida y esclava, Los que fueron caballeros Moros no debieron nada A caballeros cristianos El dia que con el agua Del bautismo recibieron Su fe católica y santa; Mayormente los que tienen, Como yo, de reyes tanta.-- Sí; pero de reyes moros, Dijo.--Como si dejara De ser real, le respondí, Por mora, siendo cristiana La de Válores, Cegríes, De Venegas y Granadas.» De una palabra á otra, en fin, Como entramos sin espadas, Unos y otros se empeñaron... ¡Mal haya ocasion, mal haya, Sin espadas y con lenguas, Que son las peores armas, Pues una herida mejor Se cura que una palabra! Alguna acaso le dije Que obligase á su arrogancia A que (aquí tiemblo al decirlo) Tomándome (¡pena extraña!) El báculo de las manos, Con él... Pero hasta esto basta; Que hay cosas que cuesta más El decirlas que el pasarlas. Este agravio que en defensa, Esta ofensa que en demanda Vuestra á mí me ha sucedido, A todos juntos alcanza, Pues no tengo un hijo yo Que desagravie mis canas, Sino una hija, consuelo Que aflige más que descansa. Ea, valientes moriscos, Noble reliquia africana, Los cristianos solamente Haceros esclavos tratan; La Alpujarra (aquesa sierra Que al sol la cerviz levanta, Y que poblada de villas, Es mar de peñas y plantas, Adonde sus poblaciones Ondas navegan de plata, Por quien nombres las pusieron De Galera, Berja y Gavia) Toda es nuestra: retiremos A ella bastimentos y armas. Elegid una cabeza De la antigua estirpe clara De vuestros Abenhumeyas, Pues hay en Castilla tantas, Y hacéos señores, de esclavos; Que yo, á costa de mis ánsias, Iré persuadiendo á todos Que es bajeza, que es infamia Que á todos toque mi agravio, Y no á todos mi venganza. CADÍ. Yo para el hecho que intentas... OTRO. Yo para la accion que trazas... CADÍ. Mi vida y mi hacienda ofrezco. OTRO. Ofrezco mi vida y alma. UNO. Todos decimos lo mismo. MORISCA. Y yo en el nombre de cuantas Moriscas Granada tiene, Ofrezco joyas y galas. _(Vanse Malec y varios moriscos.)_ ALCUZC. Mé, que solo tener una Tendecilia en Vevarambla De aceite, vinagre é higos, Nueces, almendras é pasas, Cebolias, ajos, pimientos, Cintas, escobas de palma, Hilo, agujas, faldriqueras, Con papel blanco é de estraza, Alcamonios, agujetas De perro, tabaco, varas, Caniones para hacer plumas, Hostios para cerrar cartas, Ofrecer llevarla á cuestas Con todas sus zarandajas, Porque me he de ver, si llegan A colmo mis esperanzas, De todos los Alcuzcuzes Marqués, conde ó duque. UNO. Calla, Que estás loco. ALCUZC. No estar loco. OTRO. Si no loco, es cosa clara Que estás borracho. ALCUZC. No estar, Que jonior Mahoma manda En su alacran no beber Vino, y en mi vida nada Lo he bebido... por los ojos; Que si alguna vez me agrada, Por no quebrar el costumbre, Me lo bebo por la barba. _(Vanse.)_ * * * * * _Sala en casa de Malec._ ESCENA III. DOÑA CLARA, BEATRIZ. D.ª CLAR. Déjame, Beatriz, llorar En tantas penas y enojos; Débanles algo á mis ojos Mi desdicha y mi pesar. Ya que no puedo matar A quien llegó á deslucir Mi honor, déjame sentir Las afrentas que le heredo, Pues ya que matar no puedo, Pueda á lo ménos morir. ¡Qué baja naturaleza Con nosotras se mostró, Pues cuando mucho, nos dió Un ingenio, una belleza Adonde el honor tropieza, Mas no donde pueda estar Seguro! ¿Qué más pesar, Si á padre y marido vemos Que quitar su honor podemos, Y no le podemos dar? Si hubiera varon nacido, Granada y el mundo viera Hoy, si con un jóven era Tan soberbio y atrevido El Mendoza, como ha sido Con un viejo... Y por hacer Estoy que llegue á entender Que no por mujer le dejo; Pues quien riñó con un viejo, Podrá con una mujer. Pero es loca mi esperanza. Esto es solamente hablar. ¡Oh si pudiera llegar A mis manos mi venganza! Y mayor pena me alcanza Verme ¡ay infelice! así, Porque en un dia perdí Padre y esposo, pues ya Por mujer no me querrá Don Álvaro Tuzaní. ESCENA IV. DON ÁLVARO.--DOÑA CLARA, BEATRIZ. D. ÁLV. Por mal agüero he tenido, Cuando ya en nada repara Mi amor, haber, bella Clara, Mi nombre en tu boca oido; Porque si la voz ha sido Eco del pecho, sospecho Que él, que en lágrimas deshecho Está, sus penas dirá: Luego soy tu pena ya, Pues que me arrojas del pecho. D.ª CLAR. No puedo negar que llena De penas el alma esté, Y andas tú en ellas, porqué No eres tú mi menor pena. De tí el cielo me enajena: ¡Mira si eres la mayor! Porque es tan grande mi amor, Que tu mujer no he de ser, Porque no tengas mujer Tú, de un padre sin honor. D. ÁLV. Clara, no quiero acordarte Cuánto respeto he tenido A tu amor, y cuánto ha sido Mi respeto en adorarte; Sólo quiero en esta parte Disculparme de que así Haya entrado hoy hasta aquí, Antes de haberte vengado; Porque haberlo dilatado Es lo más que hago por tí. Que aunque en las leyes del duelo Con mujer no se ha de hablar, Y aunque puedo consolar Tu pena y tu desconsuelo Con decir á tu desvelo Que no llore y que no sienta; Porque la accion que se intenta Sin espada (mayormente Cuando hay justicia presente) Ni agravia, ofende ni afrenta; De uno ni otro me aprovecho, Mas de otra disculpa sí, Y es decir que entrarme aquí Antes de haber satisfecho (Pasando al Mendoza el pecho) A tu padre, accion ha sido Cuerda; porque recibido Está que no se vengó Bien del ofensor, si no Le dió muerte el ofendido, Si no es que su hijo sea O sea su hermano menor: Y así para que su honor Hoy imposible no vea La venganza que desea, Una fineza he de hacer, Que es pedirte por mujer A Don Juan: y así, colijo Que en siendo una vez su hijo, Le podré satisfacer. Solo á esto, Clara, he venido; Y si me tuvo hasta aquí Cobarde en pedirte así, Haber tan pobre nacido; Hoy que esto le ha sucedido, Sólo le pida mi labio Su agravio en dote: y es sabio Acuerdo dármele, pues Ya sabe el mundo que es Dote de un pobre un agravio. D.ª CLAR. Ni yo, Don Álvaro, espero Acordarte, cuando lloro, La verdad con que te adoro Y la fe con que te quiero. No intento decir que muero Hoy, dos veces ofendida, No que á tu aficion rendida, No que en amorosa calma Eres vida de mi alma Y eres alma de mi vida; Que sólo dar á entender Quiero en confusion tan brava, Que quien fuera ayer tu esclava, Hoy no será tu mujer; Porque si cobarde ayer No me pediste, y hoy sí, No quiero yo que de tí, Murmurando el mundo, arguya Que para ser mujer tuya Hubo que suplir en mí. Rica y honrada pensé Yo que áun no te merecia; Mas como era dicha mia, Solamente lo dudé: Mira cómo hoy te daré En vez de favor castigo, Haciendo al mundo testigo Que fué menester, señor, Que me hallases sin honor Para casarte conmigo. D. ÁLV. Yo lo intento por vengarte. D.ª CLAR. Yo lo excuso por temerte. D. ÁLV. Esto, Clara, ¿no es quererte? D.ª CLAR. ¿No es esto, Álvaro, estimarte? D. ÁLV. No has de poder excusarte... D.ª CLAR. Darme la muerte podré. D. ÁLV. Que yo á Don Juan le diré Mi amor. D.ª CLAR. Diré que es error. D. ÁLV. Y eso ¿es lealtad? D.ª CLAR. Es honor. D. ÁLV. Y eso ¿es fineza? D.ª CLAR. Esto es fe; Pues á los cielos les juro De no ser de otro mujer, Como mi honor llegue á ver De toda excepcion seguro. Solo esto lograr procuro. D. ÁLV. ¿Qué importa si?... BEATRIZ. Mi señor Sube por el corredor Con mucho acompañamiento. D.ª CLAR. Retírate á este aposento. D. ÁLV. ¡Qué desdicha! D.ª CLAR. ¡Qué rigor! _(Vanse Don Álvaro y Beatriz.)_ ESCENA V. DON ALONSO DE ZÚÑIGA, DON FERNANDO VÁLOR Y DON JUAN MALEC.--DOÑA CLARA; DON ÁLVARO, _oculto_. MALEC. Clara... D.ª CLAR. Señor... MALEC. (_Ap._ ¡Ay de mí! ¡Con cuánta pena te encuentro!) Éntrate, Clara, allá dentro. D.ª CLAR. _(Ap. á su padre.)_ ¿Qué es esto? MALEC. Oye desde ahí. _(Vase Doña Clara al cuarto donde está Don Álvaro, quedándose tras la puerta entreabierta.)_ D. ALON. Don Juan de Mendoza preso Queda en el Alhambra ya; Y así preciso será, En tanto que este suceso Se compone, que lo esteis Vos en vuestra casa. MALEC. Aceto La carcelería, y prometo Guardarla. VÁLOR. No lo estareis Mucho; que pues me ha dejado El señor Corregidor (Porque en el duelo de honor Nunca la justicia ha entrado) A mí hacer las amistades, Yo las haré, procurando El fin. D. ALON. Señor Don Fernando De Válor, con dos verdades Se sanea una malicia; Pues que no hay agravio, es ley, Ni en el palacio del Rey Ni en tribunal de justicia. Todos lo somos allí, Y allí no le puede haber. VÁLOR. El medio pues ha de ser Este... D. ÁLV. _(Ap. á D.ª Clara.)_ ¿Oyeslo todo? D.ª CLAR. Sí. VÁLOR. Que en este caso no hay medio Que le sanee mejor. Escuchadme. MALEC. ¡Ay del honor Que se cura con remedio! VÁLOR. Don Juan de Mendoza es Tan bizarro caballero Como ilustre, está soltero, Y Don Juan de Malec, pues, En quien sangre ilustre dura De los reyes de Granada, Tiene una hija celebrada Por su ingenio y su hermosura. A nadie toca tomar, Si satisfaccion desea, La causa, sino á quien sea Su yerno. Pues con casar A Don Juan con Doña Clara, Estará cierto... D. ÁLV. _(Ap.)_ ¡Ay de mí! VÁLOR. Que no pudiendo por sí Vengarse la ofensa rara, Pues habiendo á un tiempo sido Interesado en su honor, Como tercero ofensor, Y como su hijo ofendido; En no teniendo de quién Estar ofendido pueda, Por la misma razon queda Seguro. Don Juan tambien, No habiendo de darse muerte A sí mismo en tanto abismo, Vendrá á tener en sí mismo Su mismo agravio: de suerte Que no pudiendo agraviarse Un hombre á sí, haciendo sabio Dueño á Don Juan del agravio, No tiene de quién vengarse, Y queda limpio el honor De los dos, pues en efeto No caben en un sujeto Ofendido y ofensor. D. ÁLV. _(Ap. á D.ª Clara.)_ Yo responderé. D.ª CLAR. Detente, No me destruyas, por Dios. D. ALON. Eso está bien á los dos. MALEC. Hay mayor inconveniente, Pues toda nuestra esperanza Que Clara deshaga entiendo... D.ª CLAR. _(Ap.)_ El cielo me va trayendo A las manos la venganza. MALEC. Que mi hija, no sabré Si hombre que aborreció ya Con tanta ocasion, querrá Por marido. _(Sale D.ª Clara.)_ D.ª CLAR. Sí querré; Que importa ménos, señor, Si aquí tu opinion estriba, Que yo sin contento viva, Que vivir tú sin honor. Porque si fuera tu hijo, La ira me estaba llamando, Bien muriendo ó bien matando, Y siendo tu hija, colijo Que en el modo que pudiere Te debo satisfacer, Y así, seré su mujer: De cuyo efecto se infiere Que estoy tu honor defendiendo, Que estoy tu fama buscando. (_Ap._ Y pues no puedo matando, Quiero vengarte muriendo.) D. ALON. Vuestro ingenio solo pudo En un concepto cifrar Conclusion tan singular. VÁLOR. Y ya el efecto no dudo. Escríbase en un papel Esto que aquí se trató, Para que le lleve yo. D. ALON. Ambos iremos con él. MALEC. _(Ap.)_ Quiero usar de aqueste medio, Miéntras empieza el motin. VÁLOR. Todo esto tendrá buen fin, Pues estoy yo de por medio. _(Vanse los tres.)_ D.ª CLAR. Ahora que á un aposento Se han retirado á escribir, Podrás, Álvaro, salir. ESCENA VI. DON ÁLVARO.--DOÑA CLARA. D. ÁLV. Sí haré, sí haré, y con intento De no volver á ver más Alma tan mudable en pecho Tan noble; y el no haber hecho, Cuando la muerte me das, Un notable extremo aquí, No fué respeto, no fué Temor, gusto sí, porqué Mujer tan baja... D.ª CLAR. ¡Ay de mí! D. ÁLV. Que á un tiempo, con vil intento, Fe injusta, estilo liviano, Ofrece á un hombre la mano Y á otro tiene en su aposento, No me está bien que se diga Que nunca la quise bien. D.ª CLAR. La voz, Álvaro, deten, A que un engaño te obliga; Que yo te satisfaré Con el tiempo. D. ÁLV. Estas no son Cosas de satisfaccion. D.ª CLAR Podrán serlo. D. ÁLV. ¿No escuché Yo que la mano darias Hoy al de Mendoza? D.ª CLAR. Sí; Pero no sabes de mí El fin de las ánsias mias. D. ÁLV. ¿Qué fin? Darme muerte. Advierte Si hay disculpa que te cuadre, Pues él agravió á tu padre Y á mí me ha dado la muerte. D.ª CLAR. El tiempo, Álvaro, podrá Desengañarte algun dia Que es constante la fe mia, Y que esta mudanza está Tan de tu parte... D. ÁLV. ¿Quién vió Tan sutil engaño? Dí, ¿No le das la mano? D.ª CLAR. Sí. D. ÁLV. ¿No has de ser su mujer? D.ª CLAR. No. D. ÁLV. Pues ¿qué medio puede haber... D.ª CLAR. No me preguntes en vano. D. ÁLV. Clara, entre darle la mano Y entre no ser su mujer? D.ª CLAR. Darle la mano, quizá Será traerle á mis brazos, Con que le he de hacer pedazos. ¿Estás satisfecho ya? D. ÁLV. No; que si él muere en tus lazos, Dejará ¡ay Dios! al morir Muy desvalido el vivir, Porque son, Clara, tus brazos Para verdugos muy bellos. Pero ántes que (ya que sea Ese tu intento) él se vea Ni áun para morir en ellos, Curaré de mis desvelos Yo con su muerte el rigor. D.ª CLAR. Eso ¿es amor? D. ÁLV. Es honor. D.ª CLAR. Esa ¿es fineza? D. ÁLV. Son celos. D.ª CLAR. Mira, mi padre escribió. ¡Quién detenerte pudiera! D. ÁLV. ¡Qué poco menester fuera Para detenerme yo! _(Vanse.)_ * * * * * _Sala en la Alhambra._ ESCENA VII. DON JUAN DE MENDOZA, GARCÉS. MENDOZA. Nunca en razon la cólera consiste. GARCÉS. No te disculpes. ¡Qué! Muy bien hiciste En ponerle la mano; Que no por viejo el que es nuevo cristiano Piense que inmunidad el serlo goza De atreverse á un Gonzalez de Mendoza. MENDOZA. Hay mil hombres que en fe de sus estados Son soberbios, altivos y arrojados. GARCÉS. Para aquestos traia el condestable Don Iñigo (el acuerdo era admirable) En la cinta una espada, Y otra que le servia de cayada. Preguntándole un dia, Que dos espadas á qué fin traia, Dijo: «La de la cinta se prefiere Para aquel que en la cinta la trajere. Estotra, que de palo me ha servido, Para quien no la trae y es atrevido.» MENDOZA. Muy bien mostró deber los caballeros Traer para dos acciones dos aceros. Ya que el triunfo ha salido De espadas, dáme aquesa que has traido, Porque á cualquier suceso No me halle sin espada aunque esté preso. GARCÉS. Yo me agradezco haber la vuelta dado Hoy á tu casa en tiempo que á tu lado Puedo servirte, si enemigos tienes. MENDOZA. Y ¿cómo de Lepanto, Garcés, vienes? GARCÉS. Como quien ha tenido Fortuna de haber sido En ocasion soldado, Que haya en faccion tan grande militado Debajo de la mano y disciplina Del hijo de aquel águila divina, Que en vuelo infatigable y sin segundo Debajo de sus alas tuvo al mundo. MENDOZA. ¿Cómo el señor Don Juan llegó? GARCÉS. Contento De la empresa. MENDOZA. ¿Fué grande? GARCÉS. Escucha atento. Con la liga... MENDOZA. Detente, porque ha entrado Tapada una mujer. GARCÉS. Soy desdichado, Pues á quínola puesto de romance, Me entra figura con que pierdo el lance. ESCENA VIII. DOÑA ISABEL TUZANÍ, _tapada_.--DICHOS. D.ª ISAB. Señor Don Juan de Mendoza, ¿Podrá una mujer que viene A veros en la prision, Saber de vos solamente Cómo en la prision os va? MENDOZA. Pues ¿por qué no?--Garcés, véte. GARCÉS. Mira, señor, que no sea... MENDOZA. En vano dudas y temes; Que ya el habla he conocido. GARCÉS. Por eso me voy. MENDOZA. Bien puedes. _(Vase Garcés.)_ ESCENA IX. DOÑA ISABEL, DON JUAN DE MENDOZA. MENDOZA. En igual duda los ojos Y los oidos me tienen, Porque de los dos no sé Cuál dijo verdad ó miente: Porque si á los ojos creo, No pareces tú lo que eres; Y si creo á los oidos, No eres tú lo que pareces. Merezca, pues, ver corrida La sutil nube aparente Del negro cendal, porque Si una vez la luz la vence, Digan mis ojos y oidos Que hoy amaneció dos veces. D.ª ISAB. Por no obligaros, Don Juan, A que dudeis más quién puede Ser quien os busca, es razon Descubrirme; que no quieren Mis celos que adivineis A quién la fineza deben. Yo soy... MENDOZA. ¡Isabel, señora! Pues ¡tú en mi casa, y tú en este Traje, fuera de la tuya! ¡Tú á buscarme desta suerte! ¿Cómo era posible, cómo Que vanas dichas creyese? Luego fué fuerza dudarlas. D.ª ISAB. Apénas cuanto sucede Supe, y que aquí estabas preso, Cuando mi amor no consiente Más dilacion en buscarte; Y ántes que á casa volviese Don Álvaro Tuzaní Mi hermano, he venido á verte Con una criada sola (Mira ya lo que me debes) Que á la puerta dejo. MENDOZA. Pueden Hoy con aquesta fineza, Isabel, desvanecerse Las desdichas, pues por ellas... ESCENA X. INÉS, _con manto, asustada_.--DICHOS. INÉS. ¡Ay señora! D.ª ISAB. Inés, ¿qué tienes? INÉS. Don Álvaro mi señor Viene aquí. D.ª ISAB. ¿Si conocerme Pudo, aunque tan disfrazada Vine? MENDOZA. ¡Qué lance tan fuerte! D.ª ISAB. Si me siguió, yo soy muerta. MENDOZA. Si estás conmigo, ¿qué temes? Entrate en aquesa sala Y cierra; que aunque él intente Hallarte, no te hallará, Si ántes no me da la muerte. D.ª ISAB. En grande peligro estoy. ¡Valedme, cielos, valedme! _(Escóndense las dos.)_ ESCENA XI. DON ÁLVARO.--DON JUAN DE MENDOZA; DOÑA ISABEL, _escondida_. D. ÁLV. Señor Don Juan de Mendoza, Hablar con vos me conviene A solas. MENDOZA. Pues solo estoy. D.ª ISAB. _(Ap. al paño.)_ ¡Qué descolorido viene! D. ÁLV. _(Ap.)_ Pues cerraré aquesa puerta. MENDOZA. Cerradla. (_Ap._ ¡Buen lance es este!) D. ÁLV. Ya pues que cerrada está, Escuchadme atentamente. En una conversacion Supe ahora cómo vienen A buscaros... MENDOZA. Es verdad. D. ÁLV. A esta prision... MENDOZA. Y no os mienten. D. ÁLV. Quien con el alma y la vida En aquesta accion me ofende. D.ª ISAB. _(Ap. al paño.)_ ¿Qué más se ha de declarar? MENDOZA. _(Ap.)_ ¡Cielos! ya no hay quien espere. D. ÁLV. Y así, he querido llegar (Antes que los otros lleguen, Queriendo efectuar con esto Amistades indecentes) En defensa de mi honor. MENDOZA. Eso mi ingenio no entiende. D. ÁLV. Pues yo me declararé. D.ª ISAB. _(Ap. al paño.)_ Otra vez mi pecho aliente; Que no soy yo la que busca. D. ÁLV. El Corregidor pretende, Con Don Fernando de Válor, De Don Juan Malec pariente, Hacer estas amistades, Y á mí solo me compete Estorbarlas. La razon, Aunque muchas darse pueden, Yo dárosla á vos no quiero; Y en fin, sea lo que fuere, Yo vengo á saber de vos, Por capricho solamente, Si es valiente con un jóven Quien con un viejo es valiente, Y en efecto, vengo solo A darme con vos la muerte. MENDOZA. Merced me hubiérades hecho En decirme brevemente Lo que pretendeis, porque Juzgué, confuso mil veces, Que era otra la ocasion De más cuidado, porque ese No es cuidado para mí. Y puesto que no se debe Rehusar reñir con cualquiera Que reñir conmigo quiere; Antes que esas amistades Que decís que tratan, lleguen, Y que os importa estorbarlas Por la ocasion que quisiereis, Sacad la espada. D. ÁLV. A eso vengo; Que me importa daros muerte Más presto que vos pensais. MENDOZA. Pues campo bien solo es este. _(Riñen.)_ D.ª ISAB. _(Ap. al paño.)_ De una confusion en otra, Más desdichas me suceden. ¿Quién á su amante y su hermano Vió reñir, sin que pudiese Estorbarlo? MENDOZA. _(Ap.)_ ¡Qué valor! D. ÁLV. _(Ap.)_ ¡Qué destreza! D.ª ISAB. _(Ap. al paño.)_ ¿Qué he de hacerme? Que veo jugar á dos, Y deseo entrambas suertes, Porque van ambos por mí, Si me ganan ó me pierden... _(Tropezando en una silla, cae Don Álvaro: sale Doña Isabel tapada y detiene á Don Juan.)_ D. ÁLV. Tropezando en esta silla, He caido. D.ª ISAB. ¡Don Juan, tente! (_Ap._ Pero ¿qué hago? El afecto Me arrebató desta suerte.) _(Retírase.)_ D. ÁLV. Mal hicisteis en callarme Que estaba aquí dentro gente. MENDOZA. Si á daros la vida estaba, No os quejeis; que más parece Que estar conmigo, reñir Con dos, si á ampararos viene. Aunque hizo mal, porque yo De caballero las leyes Sé tambien; que habiendo visto Que el caer es accidente, Os dejara levantar. D. ÁLV. Ya tengo que agradecerle Dos cosas á aquesa dama: Que á darme la vida llegue, Y llegue ántes que de vos La reciba, porque quede, Sin aquesta obligacion, Capaz mi enojo valiente Para volver á reñir. MENDOZA. ¿Quién, Don Álvaro, os detiene? _(Riñen.)_ D.ª ISAB. _(Ap. al paño.)_ ¡Oh quién pudiera dar voces! _(Llaman dentro á la puerta.)_ D. ÁLV. A la puerta llama gente. MENDOZA. ¿Qué haremos? D. ÁLV. Que muera el uno Y abra luégo el que viviere. MENDOZA. Decís bien. D.ª ISAB. _(Saliendo.)_ Primero yo Abriré, porque ellos entren. D. ÁLV. No abrais. MENDOZA. No abrais. _(Abre Doña Isabel.)_ ESCENA XII. DON FERNANDO DE VÁLOR, DON ALONSO; _despues_, INÉS.--DOÑA ISABEL, _tapada_; DON ÁLVARO, DON JUAN DE MENDOZA. D.ª ISAB. Caballeros. Los dos que mirais presentes Se quieren matar. D. ALON. Teneos, Porque hallándôs desta suerte Riñendo á ellos y aquí á vos, Se dice bien claramente Que sois la causa. D.ª ISAB. _(Ap.)_ ¡Ay de mí! Que me he entregado á perderme, Por donde entendí librarme. D. ÁLV. Porque en ningun tiempo llegue A peligrar una dama A quien mi vida le debe El sér, diré la verdad Y la causa que me mueve A este duelo. No es de amor, Sino que como pariente De Don Juan Malec, así Pretendí satisfacerle. MENDOZA. Y es verdad, porque esa dama Acaso ha venido á verme. D. ALON. Pues que con las amistades Que ya concertadas tienen, Todo cesa, mejor es Que todo acabado quede Sin sangre, pues vence más Aquel que sin sangre vence.--_(Sale Inés.)_ Idos, señoras, con Dios. D.ª ISAB. _(Ap.)_ Solo esto bien me sucede. _(Vanse las dos.)_ ESCENA XIII. DON ALONSO, DON ÁLVARO, DON JUAN DE MENDOZA, DON FERNANDO DE VÁLOR. VÁLOR. Señor Don Juan de Mendoza, A vuestros deudos parece Y á los nuestros, que este caso Dentro de puertas se quede (Como dicen en Castilla), Y que con deudo se suelde, Pues dando la mano vos A Doña Clara, la fénix De Granada, como parte Entónces... MENDOZA. La lengua cese, Señor Don Fernando Válor, Que hay muchos inconvenientes. Si es el fénix Doña Clara, Estarse en Arabia puede; Que en montañas de Castilla No hemos menester al fénix, Y los hombres como yo No es bien que deudos concierten Por soldar ajenas honras, Ni sé que fuera decente Mezclar Mendozas con sangre De Malec, pues no convienen Ni hacen buena consonancia Los Mendozas y Maleques. VÁLOR. Don Juan de Malec es hombre... MENDOZA. Como vos. VÁLOR. Sí, pues desciende De los reyes de Granada; Que todos sus ascendientes Y los mios reyes fueron. MENDOZA. Pues los mios, sin ser reyes, fueron más que reyes moros, Porque fueron montañeses. D. ÁLV. Cuanto el señor Don Fernando En esta parte dijere, Defenderé yo en campaña. D. ALON. Aquí de ministro cese El cargo; que caballero Sabré ser cuando conviene; Que soy Zúñiga en Castilla Antes que Justicia fuese. Y así, arrimando esta vara, Adónde y como quisiereis, Al lado de Don Juan, yo Haré... ESCENA XIV. UN CRIADO.--DICHOS. CRIADO. En casa se entra gente. D. ALON. Pues todos disimulad; Que al cargo mi valor vuelve. Vos, Don Juan, aquí os quedad Preso. MENDOZA. A todo os obedece Mi valor. D. ALON. Los dos os id. MENDOZA. Y si desto os pareciere Satisfaceros... D. ALON. A mí Y á Don Juan, donde eligiereis... MENDOZA. Nos hallaréis con la espada... D. ALON. Y la capa solamente. _(Vase Don Alonso, y Don Juan de Mendoza va acompañándole.)_ VÁLOR. ¡Esto consiente mi honor! D. ÁLV. ¡Esto mi valor consiente! VÁLOR. Porque me volví cristiano, ¿Este baldon me sucede? D. ÁLV. Porque su ley recibí, ¿Ya no hay quien de mí se acuerde? VÁLOR. ¡Vive Dios, que es cobardía Que mi venganza no intente! D. ÁLV. ¡Vive el cielo, que es infamia Que yo de vengarme deje! VÁLOR. ¡El cielo me dé ocasion... D. ÁLV. ¡Ocasion me dé la suerte... VÁLOR. Que si me la dan los cielos... D. ÁLV. Si el hado me la concede... VÁLOR. Yo haré que veais muy presto... D. ÁLV. Llorar á España mil veces... VÁLOR. El valor... D. ÁLV. El ardimiento Deste brazo altivo y fuerte... VÁLOR. De los Válores altivos! D. ÁLV. De los Tuzanís valientes! VÁLOR. ¿Habeis escuchado? D. ÁLV. Sí. VÁLOR. Pues de hablar la lengua cese Y empiecen á hablar las manos. D. ÁLV. Pues ¿quién dice que no empiecen? JORNADA SEGUNDA. _Sierra de la Alpujarra.--Cercanías de Galera._ ESCENA PRIMERA. _Tocan cajas y trompetas, y salen_ SOLDADOS, DON JUAN DE MENDOZA Y EL SEÑOR DON JUAN DE AUSTRIA. D. JUAN. Rebelada montaña, Cuya inculta aspereza, cuya extraña Altura, cuya fábrica eminente, Con el peso, la máquina y la frente Fatiga todo el suelo, Estrecha el aire y embaraza el cielo: Infame ladronera, Que de abortados rayos de tu esfera Das, preñados de escándalos tus senos, Aquí la voz y en Africa los truenos. Hoy es, hoy es el dia Fatal de tu pasada alevosía, Porque vienen conmigo Juntos hoy mi venganza y tu castigo; Si bien corridos vienen De ver el poco aplauso que previenen Los cielos á mi fama; Que esto matar y no vencer se llama, Porque no son blasones A mi honor merecidos Postrar una canalla de ladrones Ni sujetar un bando de bandidos: Y así, encargue á los tiempos mi memoria Que la llamo castigo y no vitoria. Saber deseo el orígen deste ardiente Fiero motin. MENDOZA. Pues oye atentamente. Esta, austral águila heroica, Es el Alpujarra, esta Es la rústica muralla, Es la bárbara defensa De los moriscos, que hoy, Mal amparados en ella, Africanos montañeses, Restaurar á España intentan. Es por su altura difícil, Fragosa por su aspereza, Por su sitio inexpugnable É invencible por sus fuerzas. Catorce leguas en torno Tiene, y en catorce leguas Más de cincuenta que añade La distancia de las quiebras, Porque entre puntas y puntas Hay valles que la hermosean, Campos que la fertilizan, Jardines que la deleitan. Toda ella está poblada De villajes y de aldeas; Tal, que cuando el sol se pone, A las vislumbres que deja, Parecen riscos nacidos Cóncavos entre las breñas, Que rodaron de la cumbre, Aunque á la falda no llegan. De todas las tres mejores Son Berja, Gavia y Galera, Plazas de armas de los tres Que hoy á los demas gobiernan. Es capaz de treinta mil Moriscos que están en ella, Sin las mujeres y niños, Y tienen donde apacientan Gran cantidad de ganados; Si bien los más se sustentan, Más que de carnes, de frutas Ya silvestres ó ya secas, O de plantas que cultivan; Porque no sólo á la tierra, Pero á los peñascos hacen Tributarios de la yerba; Que en la agricultura tienen Del estudio, tal destreza, Que á preñeces de su azada Hacen fecundas las piedras. La causa del rebelion, Por si tuve parte en ella, Te suplico que en silencio La permitas á mi lengua. Aunque mejor es decir Que fuí la causa primera, Que no decir que lo fueron Las pragmáticas severas Que tanto los apretaron, Que decir esto me es fuerza: Si uno ha de tener la culpa, Más vale que yo la tenga. En fin, sea aquel desaire La ocasion, señor, ó sea Que á Válor al otro dia Que sucedió mi pendencia, Llegó el alguacil mayor Dél, y le quitó á la puerta Del ayuntamiento una Daga que traia encubierta; O sea que ya oprimidos De ver cuánto los aprietan Órdenes que cada dia Aquí de la corte llegan, Los desesperó de suerte, Que amotinarse conciertan: Para cuyo efecto fueron, Sin que ninguno lo entienda, Retirando á la Alpujarra Bastimento, armas y hacienda Tres años tuvo en silencio Esta traicion encubierta Tanto número de gentes: Cosa que admira y eleva, Que en más de treinta mil hombres Convocados para hacerla, No hubiera uno que jamás Revelara ni dijera Secreto de tantos dias. ¡Cuánto ignora, cuánto yerra El que dice que un secreto Peligra en tres que le sepan! Que en treinta mil no peligra, Como á todos les convenga. El primer trueno que dió Este rayo que en la esfera Desos peñascos forjaban La traicion y la soberbia, Fueron hurtos, fueron muertes, Robos de muchas iglesias, Insultos y sacrilegios Y traiciones, de manera Que Granada, dando al cielo Bañada en sangre las quejas, Fué miserable teatro De desdichas y tragedias. Preciso acudió al remedio La justicia; pero apénas Se vió atropellada, cuando Toda se puso en defensa: Trocó la vara en acero, Trocó el respeto en la fuerza, Y acabó en civil batalla Lo que empezó en resistencia. Al Corregidor mataron: La ciudad, al daño atenta, Tocó al arma, convocando La milicia de la tierra. No bastó; que siempre estuvo (Tanto novedades precia) De su parte la fortuna: De suerte, que todo era Desdichas para nosotros. ¡Qué pesadas y qué necias Son, pues en cuanto porfían, Nunca ha quedado por ellas! Creció el cuidado en nosotros, Creció en ellos la soberbia Y creció en todos el daño, Porque se sabe que esperan Socorro de África, y ya Se ve si el socorro llega, Que el defenderle la entrada Es divertirnos la fuerza: Además, que si una vez Pujantes se consideran, Harán los demas moriscos Del acaso consecuencia; Pues los de la Extremadura Los de Castilla y Valencia, Para declararse aguardan Cualquier victoria que tengan. Y para que veais que son Gente, aunque osada y resuelta, De políticos estudios, Oid cómo se gobiernan; Que esto lo habemos sabido De algunas espías presas. Lo primero que trataron Fué elegir una cabeza; Y aunque sobre esta eleccion Hubo algunas competencias Entre Don Fernando Válor Y otro hombre de igual nobleza, Don Álvaro Tuzaní; Don Juan Malec los concierta Con que Don Fernando reine, Casándose con la bella Doña Isabel Tuzaní, Su hermana. (_Ap._ ¡Oh cuánto me pesa De traer á la memoria El Tuzaní, á quien respetan, Ya que á él no le hicieron rey, Haciendo á su hermana reina!) Coronado pues el Válor, La primer cosa que ordena, Fué, por oponerse en todo A las pragmáticas nuestras, O por tener por las suyas A su gente más contenta, Que ninguno se llamara Nombre cristiano, ni hiciera Ceremonia de cristiano: Y porque su ejemplo fuera El primero, se firmó El nombre de Abenhumeya, Apellido de los reyes De Córdoba, á quien hereda. Que ninguno hablar pudiese, Sino en arábiga lengua; Vestir sino traje moro, Ni guardar sino la secta De Mahoma: despues desto, Fué repartiendo las fuerzas. Galera, que es esa villa Que estás mirando primera, Cuyas murallas y fosos Labró la naturaleza, Tan singularmente docta, Que no es posible que pueda Ganarse sin mucha sangre, La dió á Malec en tenencia; A Malec, padre de Clara, Que ya se llama Maleca. Al Tuzaní le dió á Gavia La Alta, y él se quedó en Berja, Corazon que vivifica Ese gigante de piedra. Esa es la disposicion Que desde aquí se penetra; Y esa, señor, la Alpujarra, Cuya bárbara eminencia, Para postrarse á tus piés, Parece que se despeña. D. JUAN. Don Juan, vuestras prevenciones Son de Mendoza y son vuestras, Que es ser dos veces leales.-- _(Tocan dentro.)_ Pero ¿qué cajas son estas? MENDOZA. La gente que va llegando, Pasando, señor, la muestra. D. JUAN. ¿Qué tropa es esa? MENDOZA. Esta es De Granada, y cuanto riega El Genil. D. JUAN. ¿Y quién la trae? MENDOZA. Tráela el marqués de Mondéjar, Que es el conde de Tendilla, De su Alhambra y de su tierra Perpetuo alcaide. D. JUAN. Su nombre El moro en África tiembla.--_(Tocan.)_ ¿Cuál es esta? MENDOZA. La de Murcia: D. JUAN. ¿Y quién es quien la gobierna? MENDOZA. El gran marqués de los Vélez. D. JUAN. Su fama y sus hechos sean Corónicas de su nombre. _(Tocan.)_ MENDOZA. Estos son los de Baeza, Y viene por cabo suyo Un soldado, á quien debiera Hacer estatuas la fama, Como su memoria eterna, Sancho de Ávila, señor. D. JUAN. Por mucho que se encarezca, Será poco, si no dice La voz que alabarle intenta, Que es discípulo del duque De Alba, enseñado en su escuela A vencer, no á ser vencido. _(Tocan.)_ MENDOZA. Aqueste que ahora llega, El tercio viejo de Flándes Es, que ha bajado á esta empresa Desde el Mosa hasta el Genil, Trocando perlas á perlas. D. JUAN. ¿Quién viene con él? MENDOZA. Un monstruo Del valor y la nobleza, Don Lope de Figueroa. D. JUAN. Notables cosas me cuentan De su gran resolucion Y de su poca paciencia. MENDOZA. Impedido de la gota, Impacientemente lleva El no poder acudir Al servicio de la guerra. D. JUAN. Yo deseo conocerle. ESCENA II. DON LOPE DE FIGUEROA.--DICHOS. D. LOPE. Voto á Dios, que no me lleva En aqueso de ventaja Un átomo vuestra Alteza, Porque hasta verme á sus piés, Sólo he sufrido á mis piernas. D. JUAN. ¿Cómo llegais? D. LOPE. Como quien, Señor, á serviros llega De Flándes á Andalucía; Y no es mala diligencia, Pues vos á Flándes no vais, Que Flándes á vos se venga. D. JUAN. Cúmplame el cielo esa dicha. ¿Traeis buena gente? P. LOPE. Y tan buena, Que si fuera el Alpujarra El infierno, y estuviera Mahoma por alcaide suyo, Entraran, señor, en ella... Si no es los que tienen gota, Que no trepan por las peñas, Porque vienen... ESCENA III. UN SOLDADO, GARCÉS, ALCUZCUZ.--DICHOS. UN SOLD. _(Dentro.)_ Detenéos. GARCÉS. _(Dentro.)_ Tengo de llegar: afuera. _(Sale Garcés con Alcuzcuz á cuestas.)_ D. JUAN. ¿Qué es esto? GARCÉS. De posta estaba A la falda desa sierra, Sentí ruido entre unas ramas, Páreme hasta ver quién era, Y ví este galgo que estaba Acechando detras dellas, Que sin duda era su espía. Maniatéle con la cuerda Del mosquete, y porque ladre Qué hay allá, le traigo á cuestas. D. LOPE. ¡Buen soldado, vive Dios! ¿Esto hay acá? GARCÉS. ¡Pues! ¿qué piensa Vueseñoría que todo Está en Flándes? ALCUZC. _(Ap.)_ ¡Malo es esta! Alcuzcuz, á esparto olelde El nuez del gaznato vuestra. D. JUAN. Ya os conozco: no me cogen Estas hazañas de nuevas. GARCÉS. ¡Oh cómo premian sin costa Príncipes que honrando premian! D. JUAN. Venid acá. ALCUZC. ¿A mé decilde? D. JUAN. Sí. ALCUZC. Ser gran favor tan cerca. Bien estalde aquí. D. JUAN. ¿Quién sois? ALCUZC. (_Ap._ Aquí importar el cautela.) Alcuzcuz, un morisquilio, A quien lievaron por fuerza Al Ampujarro; que mé Ser crestiano en me conciencia, Saber la trina crestiana, El Credo, la Salve Reina, El pan nostro, y el catorce Mandamientos de la Iglesia. Por decir que ser crestiano, Darme otros el muerte intentan; Yo correr, é hoyendo, dalde En manos de quien me prenda. Si me dar el vida, yo Decilde cuanto allá piensan, Y lievaros donde entreis Sin alguna resistencia. D. JUAN. _(Ap. á Mendoza.)_ Como presumo que miente, Tambien puede ser que sea Verdad. MENDOZA. ¿Quién duda que hay muchos Que ser cristianos profesan? Yo sé una dama que está Retirada allá por fuerza. D. JUAN. Pues ni todo lo creamos Ni dudemos.--Garcés, tenga Ese morisco por preso... GARCÉS. Yo, yo tendré con él cuenta. D. JUAN. Que en lo que luégo dijere, Veremos si acierta ó yerra. Y ahora vamos, Don Lope, Dando á los cuarteles vuelta, Y á consultar por qué sitio Se ha de empezar. MENDOZA. Vuestra Alteza Lo mire bien, porque aunque Parece poca la empresa, Importa mucho; que hay cosas, Mayormente como estas, Que no dan honor ganadas, Y perdidas dan afrenta: Y así, se debe poner Mayor atencion en ellas, No tanto para ganarlas, Cuanto para no perderlas. _(Vanse Don Juan de Austria, Don Juan de Mendoza, Don Lope y soldados.)_ ESCENA IV. GARCÉS, ALCUZCUZ. GARCÉS. Vos ¿cómo os llamais? ALCUZC. Arroz; Que si entre moriscos era Alcuzcuz, entre crestianos Seré arroz, porque se entienda Que menestra mora pasa A ser crestiana menestra. GARCÉS. Alcuzcuz, ya sois mi esclavo: Decid verdad. ALCUZC. Norabuena. GARCÉS. Vos dijisteis al señor Don Juan de Austria... ALCUZC. ¿Que aquél era? GARCÉS. Que le llevariais por donde Entrada tiene esa sierra. ALCUZC. Sí, mi amo. GARCÉS. Aunque es verdad Que él á sujetaros venga Con el marqués de los Vélez, Con el marqués de Mondéjar, Sancho de Avila y Don Lope De Figueroa, quisiera, Yo que la entrada á estos montes Solo á mí se me debiera: Llévame allá, porque quiero Mirarla y reconocerla. ALCUZC. (_Ap._ Engañifa á este crestiano He de hacerle, é dar la vuelta Al Alpujarra.) Venilde Conmigo. GARCÉS. Detente, espera; Que en este cuerpo de guardia Dejé mi comida puesta Cuando salí á hacer la posta, Y quiero volver por ella; Que en una alforja podré (Porque el tiempo no se pierda) Llevarla, para ir comiendo Por el camino. ALCUZC. Así sea. GARCÉS. Vamos pues. ALCUZC. _(Ap.)_ Santo Mahoma, Pues tú selde mi profeta, Lievarme, é á Meca iré, Aunque ande de ceca en meca. _(Vanse.)_ * * * * * _Jardin en Berja._ ESCENA V. MORISCOS Y MÚSICOS; _y detras_, DON FERNANDO VÁLOR Y DOÑA ISABEL TUZANÍ. VÁLOR. A la falda lisonjera Dese risco coronado, Donde sin duda ha llamado A córtes la primavera, Porque entre tantos colores De su república hermosa Quede jurada la rosa Por la reina de las flores, Puedes, bella esposa mia, Sentarte. Cantad, á ver Si la música vencer Sabe la melancolía. D.ª ISAB. Abenhumeya valiente, A cuya altivez bizarra, No el roble del Alpujarra Dé corona solamente, Sino el sagrado laurel, Arbol ingrato del sol, Cuando llore el español Su cautiverio cruel: No es desprecio de la dicha Deste amor, desta grandeza, Mi repetida tristeza, Sino pension ó desdicha De la suerte; porque es tal De la fortuna el desden, Que apénas nos hace un bien, Cuando le desquita un mal. No nace de causa alguna Esta pena, (_Ap._ ¡A Dios pluguiera!) Sino sólo desta fiera Condicion de la fortuna. Y si ella es tan envidiosa, ¿Cómo puedo yo este miedo Perder al mal, si no puedo Dejar de ser tan dichosa? VÁLOR. Si la causa de mirarte Triste tu dicha ha de ser, Pésame de no poder, Mi Lidora, consolarte; Que habrá tu melancolía De ser cada dia mayor, Pues que tu imperio y mi amor Son mayores cada dia. Cantad, cantad, su belleza Celebrad, pues bien halladas, Siempre traen paces juradas La música y la tristeza. _(Música.)_ _No es menester que digais_ _Cúyas sois, mis alegrías;_ _Que bien se ve que sois mias_ _En lo poco que durais._ ESCENA VI. MALEC, _que llega á hablar á_ DON FERNANDO, _hincada la rodilla; y á los lados_, DON ÁLVARO Y DOÑA CLARA, _que salen en traje de moros y se quedan á las puertas_; BEATRIZ.--DICHOS. D.ª CLAR. _(Ap.)_ «No es menester que digais Cúyas sois, mis alegrías...» D. ÁLV. _(Ap.)_ «Que bien se ve que sois mias En lo poco que durais.» _(Siempre suenan los instrumentos, aunque se represente.)_ D.ª CLAR. _(Ap.)_ ¡Cuánto siendo haber oido Ahora aquesta cancion! D. ÁLV. _(Ap.)_ ¡Qué notable confusion La voz en mí ha introducido! D.ª CLAR. _(Ap.)_ Pues cuando mi casamiento A tratar mi padre viene... D. ÁLV. _(Ap.)_ Pues cuando dichas previene Amor, á mi amor atento... D.ª CLAR. _(Ap.)_ Glorias mias, escuchais... D. ÁLV. _(Ap.)_ Escuchais mis fantasías... _(Música.)_ ELLOS. _(Ap.)_ _Que bien se ve que sois mias_ _En lo poco que durais._ MALEC. Señor, pues entre el estruendo De Marte el amor se ve Tan hallado, bien podré Decirte cómo pretendo Dar á Maleca marido. VÁLOR. Quién fué tan feliz, me dí. MALEC. Tu cuñado Tuzaní. VÁLOR. Muy cuerda eleccion ha sido, Pues uno y otro fïel A preceptos de su estrella, Él no viviera sin ella, Y ella muriera sin él. ¿Adónde están? _(Llegan Don Álvaro y Doña Clara.)_ D.ª CLAR. A tus piés Alegre llego. D. ÁLV. Y yo ufano, Para que nos des tu mano. VÁLOR. Mil brazos tomad, y pues En nuestro docto alcoran, Ley que ya todos guardamos, Más ceremonias no usamos Que las prendas que se dan Dos, déle á Maleca divina Sus arras el Tuzaní. D. ÁLV. Todo es poco para tí, A cuya luz peregrina Se rinde el mayor farol; Y así temo, porque arguyo Que es darle al sol lo que es suyo, Darle diamantes al sol. Aqueste un Cupido es, De sus flechas guarnecido; Que áun de diamantes Cupido, Viene á postrarse á tus piés. Esta una sarta de perlas, De quien duda quien ignora Que las llorara el aurora, Si tú habias de cogerlas. Esta es un águila bella, Del color de mi esperanza; Que sólo un águila alcanza Ver el sol que mira ella. Un clavo para el tocado Es este hermoso rubí, Que ya no me sirve á mí, Pues mi fortuna ha parado. Estas memorias... Mas no Las tomes; que en tales glorias, Quiero que tengas memorias Tú, sin traértelas yo. D.ª CLAR. Las arras, Tuzaní, aceto, Y á tu amor agradecida, Traerlas toda mi vida En tu nombre te prometo. D.ª ISAB. Y yo os doy el parabien De aqueste lazo inmortal, (_Ap._ Que ha de ser para mi mal.) MALEC. Ea, pues, las manos den Albricias al alma. D. ÁLV. Puesto A tus piés estoy. D.ª CLAR. Los brazos Conformen eternos lazos. LOS DOS. Yo soy feliz... _(Al darse las manos, tocan cajas dentro.)_ TODOS. Mas ¿qué es esto? MALEC. Cajas españolas son Las que atruenan estos riscos, Que no tambores moriscos. D. ÁLV. ¿Quién vió mayor confusion? VÁLOR. Cese la boda, hasta ver Qué novedad causa ha sido... D. ÁLV. ¿Ya, señor, no lo has sabido? ¿Qué más novedad que ser Dichoso yo? Pues el sol Mira apénas mi ventura, Cuando eclipsan su luz pura Las armas del español. _(Vuelven á tocar.)_ ESCENA VII. ALCUZCUZ, _con unas alforjas al hombro_.--DICHOS. ALCUZC. ¡Gracias á Mahoma y Alá, Que á tus piés haber llegado! D. ÁLV. Alcuzcuz, ¿dónde has estado? ALCUZC. Ya todos estar acá. VÁLOR. ¿Qué te ha sucedido? ALCUZC. Yo Hoy de posta estar, é aposta Liego aquí, aunque por la posta, Quien por detras me cogió, Lievóme con otros dos A un Don Juan, que ahora es venido; E crestianilio fingido, Decirle que crêr en Dios. No me dió muerte; cativo Ser del soldado crestiano, Que no se labará en vano: A éste apénas le apercibo Que senda saber por donde Poder la Alpojarra entrar, Cuando la querer mirar. De camaradas se esconde, E aquesta forja me dando Donde venir su comida, Por una parte escondida, Entrar los dos camenando. Apénas solo le ver, Cuando, sin que seguir pueda, Füí por monte, é se queda Sin cativo é sin comer; Porque aunque me seguir quiso, Una trompa que salir De moros, le hacer huir: E yo venir con aviso De que ya muy cerca dejo Don Juan de Andustria en campaña, A quien decir que acompaña El gran marqués de Mondejo Con el marqués de Luzbel, El que fremáticos doma, Don Lope Figura-roma, Y Sancho Débil con él: Todos hoy á la Alpojarra Venir contra tí. VÁLOR. No digas Más, porque á cólera obligas Mi altivez siempre bizarra. D.ª ISAB. Ya desde esa excelsa cumbre Donde tropezando el sol, O teme ajar su arrebol O teme apagar su lumbre, Ni bien ni mal se divisan Entre várias confusiones Los armados escuadrones Que nuestros términos pisan. D.ª CLAR. Grande gente ha conducido Granada á aquesta faccion. VÁLOR. Pocos muchos mundos son, Si á vencerme á mí han venido, Aunque fuera el que sujeta Ese hermoso laberinto, Como hijo de Cárlos Quinto, Hijo del quinto planeta; Porque aunque estos horizontes Cubran de marciales señas, Serán su pira estas peñas, Serán su tumba estos montes. Y pues se viene acercando Ya la ocasion, advertidos, No ya desapercibidos Nos hallen, sino esperando Todo su poder; y así, Su puesto ocupe cualquiera. Malec se vaya á Galera, Vaya á Gavia Tuzaní, Que yo en Berja me estaré, Y á quien Alá deparare La suerte, que Alá le ampare, Pues suya la causa fué. Id á Gavia; que la gloria Que hoy es de amor interes, Celebrarémos despues Que quedemos con victoria. _(Vanse Don Fernando Válor, Doña Isabel, Malec, moriscos y músicos.)_ ESCENA VIII. DON ÁLVARO, DOÑA CLARA; ALCUZCUZ Y BEATRIZ, _retirados_. D.ª CLAR. _(Para sí.)_ «No es menester que digais Cúyas sois, mis alegrías...» D. ÁLV. _(Para sí.)_ «Qué bien se ve que sois mias En lo poco que durais.» D.ª CLAR. _(Para sí.)_ Alegrías mal logradas, Antes muertas que nacidas... D. ÁLV. _(Para sí.)_ Rosas sin tiempo cogidas, Flores sin sazon cortadas... D.ª CLAR. _(Para sí.)_ Si rendidas, si postradas A un ligero soplo estais... D. ÁLV. _(Para sí.)_ No digais que el bien gozais... D.ª CLAR. _(Para sí.)_ Pues siendo para perder, Que sintais es menester... D. ÁLV. _(Para sí.)_ _No es menester que digais._ D.ª CLAR. _(Para sí.)_ Alegrías de un perdido, Aborto sois de un cuidado, Puesto que habeis espirado Primero que habeis nacido. Si acaso, si yerro ha sido Hallarme vuestras porfías Por otra, no esteis baldías Conmigo un rato pequeño: Dejadme, y buscad el dueño _Cúyas sois, mis alegrías_. D. ÁLV. _(Para sí.)_ Por gran maravilla os toca, Dichas: luego bien moristeis; Que si maravillas fuisteis, Fuerza fué vivir tan poco. De contento estuve loco, Y ya de melancolías: ¡Qué bien, qué bien, alegrías, Se ve que sois de otro á quien Buscais! Y ¡ay, penas, qué bien, _Qué bien se ve que sois mias!_ D.ª CLAR. _(Para sí.)_ Aunque si ser pretendeis Alegrías, bien hicisteis... D. ÁLV. _(Para sí.)_ Pues que dos veces lo fuisteis, En una que os deshaceis. D.ª CLAR. _(Para sí.)_ Dos veces desde hoy sereis Venturosas. LOS DOS. _(Para sí.)_ Lo mostrais En la prisa con que os vais Cuando á mi alivio acudís... D. ÁLV. _(Para sí.)_ En lo tarde que venís... D.ª CLAR. _(Para sí.)_ _En lo poco que durais._ D. ÁLV. Hablando estaba conmigo A solas, porque no sé Si en tantas penas podré Hablar, Maleca, contigo. Cuando era mi amor testigo Desta victoriosa palma, Vuelve á suspenderse en calma; Y así calla, porque es mengua Que quiera alzarse la lengua Con los afectos del alma. D.ª CLAR. El hablar es libre accion, Pues puede un hombre callar; El oir no, porque ha de estar Eso en ajena razon; Y es tanta mi suspension, Que ocupada del sentir, No oiré lo que has de decir: ¿Qué mucho en tanto pesar Que tú no estés para hablar, Si yo no estoy para oir? D. ÁLV. El rey á Gavia me envia, Tú á Galera vas, y amor, Luchando con el honor, Se rinde á su tiranía: Quédate ahí, esposa mia, Y piadoso el cielo quiera Que el cerco que nos espera, Que el poder que nos agravia, Me vaya á buscar á Gavia, Porque te deje en Galera. D.ª CLAR. ¿De suerte, que no podré Verte, hasta ver acabada Esta guerra de Granada? D. ÁLV. Sí podrás; que yo vendré Todas las noches, porqué Dos leguas que hay en rigor De allí á Gavia, será error No volarlas mi deseo. D.ª CLAR. Mayores distancias creo Que sabe medir amor. Yo en el postigo estaré Esperándote del muro. D. ÁLV. Y yo, dese amor seguro, Cada noche al muro iré. Dáme los brazos, en fe. _(Cajas.)_ D.ª CLAR. Cajas vuelven á tocar. D. ÁLV. ¡Qué desdicha! D.ª CLAR. ¡Qué pesar! D. ÁLV. ¡Qué padecer! D.ª CLAR. ¡Qué sentir! ¿Esto es amar? D. ÁLV. Es morir. D.ª CLAR. Pues ¿qué más morir que amar? _(Vanse los dos.)_ ESCENA IX. BEATRIZ, ALCUZCUZ. BEATRIZ. Alcuzcuz, llégate aquí, Pues solos hemos quedado. ALCUZC. Zarilia, aquese recado ¿Ser al alforja, ó á mí? BEATRIZ. ¡Que siempre has de estar de gorja, Aunque todo sea tristeza! Escúchame. ALCUZC. Esa fineza ¿Ser á mí, ó ser al alforja? BEATRIZ. A tí es; pero ya que así Ella mi amor atropella, Tengo de ver qué hay en ella. ALCUZC. Luego ser á elia, é no á mí. BEATRIZ. Esto es tocino... y condeno _(Va sacando lo que dicen los versos.)_ Traerlo tú deste modo. Este es vino. ¡Ay de mí! Todo Cuanto traes aquí es veneno. Yo no lo quiero tocar Ni ver, Alcuzcuz: advierte Que puede darte la muerte Si lo llegas á probar. _(Vase.)_ ESCENA X. ALCUZCUZ. ¿Todos de voneno llenos Estar? Sí: ya lo creer, Pues Zara decir, que ser Sierpe é saber de vonenos. Y áun otra razon más clara Es de que el voneno vió Zara, que no le probó, Con ser tan golosa Zara. El crestianilio sin duda Matar á Alcuzcuz queria. ¡Ay tan gran beliaquería! Mahoma librarme pudo, Porque á Meca le ofrecer Ir á ver el zancarron. _(Cajas.)_ Mas cerca escochar el són, Y ya de divisos ver En trompas el monte lieno. Seguir quiero al Tozaní. ¿Haber álguien por ahí Que querer deste voneno? _(Vase.)_ * * * * * _Cercanías de Galera._ ESCENA XI. DON JUAN DE AUSTRIA, DON LOPE DE FIGUEROA, DON JUAN DE MENDOZA, SOLDADOS. MENDOZA. Desde aquí se dejan ver Mejor las señas, al tiempo Que ya declinando el sol, Está pendiente del cielo. Aquella villa que á mano Derecha, sobre el cimiento De una dura roca há tantos Siglos que se está cayendo, Es Gavia la alta: y aquella Que tiene á su lado izquierdo, De quien las torres y riscos Están siempre compitiendo, Es Berja; y Galera es esta, A quien este nombre dieron O porque su fundacion Es así, ó ya porque vemos Que á piélagos de peñascos Ondas de flores batiendo, Sujeta al viento, parece Que se mueve con el viento. D. JUAN. Destas dos fuerzas la una Se ha de sitiar. D. LOPE. Pues miremos Cuál tiene disposicion Más al propósito nuestro, Y manos á la labor; Que piés no están para eso. D. JUAN. Aquel morisco rendido Me traed, y dél sabremos Si trata verdad ó no En lo que fuere diciendo. ¿Dónde está Garcés, á quien Se le dí por prisionero? MENDOZA. No le he visto desde entónces. ESCENA XII. GARCÉS.--DICHOS. GARCÉS. _(Dentro.)_ ¡Ay de mí! D. JUAN. Mirad qué es eso. _(Sale Garcés herido, cayendo.)_ GARCÉS. Yo soy; que á tus plantas no Llegara ménos que muerto. MENDOZA. Garcés es. D. JUAN. ¿Qué ha sucedido? GARCÉS. Tu Alteza perdone un yerro Por un aviso. D. JUAN. Decid. GARCÉS. Aquel morisco, aquel preso Que me entregaste, te dijo Que venía con intento De entregarte el Alpujarra: Yo, señor, con el deseo De saber el paso, y ser El que la entrase el primero (Que áun la ambicion del honor No es ambicion de provecho), Dije que me la enseñara. Seguíle á solas por esos Laberintos donde el sol Aun se pierde por momentos, Con andarlos cada dia. Apénas entre dos cerros Él se vió conmigo, cuando Por los peñascos subiendo, Dió voces, y ya á sus voces O á las que le hurtaba el eco, Respondieron unas tropas De moros, que descendiendo, A la presa se avanzaban Como quien son, como perros. Inútil fué la defensa, Y en fin, en mi sangre envuelto, Discurrí el monte á ampararme De las hojas, cuando veo Debajo de las murallas De Galera, donde llego, Abierta una boca, un Melancólico bostezo Del peñasco sobre quien Estriba, que con el peso Del edificio, sin duda Gimió, y por quedar gimiendo Siempre, no volvió á cerrarle, Y se le dejó entreabierto. Aquí, pues, me eché, y aquí, O bien porque no me vieron, O porque ya sepultado Me dejaron como muerto, De aquesta manera estuve El sitio reconociendo; Y en fin, Galera minada De los ardides del tiempo (Que para sitios de peñas Es el mejor ingeniero) Está: y como tú sobre ella Te pongas, podrás con fuego Volarla, como esta boca, Que es muy posible, ganemos, Sin esperar lo prolijo De sitiarla; y yo te ofrezco Hoy por una vida, cuantas Galera contiene dentro; Sin que pueda con mi rabia, Sin que valgan con mi acero, Ni en los niños la piedad, Ni la clemencia en los viejos, Ni el respeto en las mujeres, Que con esto lo encarezco. D. JUAN. Retirad ese soldado. _(Llévanle.)_ Ya tomo por buen agüero, Don Lope de Figueroa, Saber de Galera esto; Que desde que oí que habia En el Alpujarra pueblo Que Galera se llamaba, La quise poner el cerco, Por ver si, como en el mar, Dicha en las galeras tengo En la tierra. D. LOPE. Pues ¿qué aguardas? Vamos á ocupar los puestos; Que esta es la hora mejor, Pues de noche, sin estruendo Podremos llegarnos más.-- A Galera marche el tercio. UN SOLD. Pase la palabra. OTRO. Pase. SOLDADS. A Galera. D. JUAN. Dadme, cielos, Fortuna, como en el agua, En la tierra, porque opuestos Aquella naval batalla Y este cerco campal, luégo Pueda decir que en la tierra Y en la mar, tuve en un tiempo Dos victorias, que confusas, Aun no distinga yo mesmo De un cerco y una naval, Cuál fué la naval ó el cerco. _(Vanse.)_ * * * * * _Muros de Galera._ ESCENA XIII. DON ÁLVARO, ALCUZCUZ; _despues_, DOÑA CLARA. D. ÁLV. Vida y honor, Alcuzcuz, Hoy á tu cuidado dejo; Pues ya ves que si se sabe Que falto de Gavia y vengo A Galera, honor y vida En sólo un instante pierdo. Con esa yegua te queda, Miéntras yo en el jardin entro; Que luégo salgo, y es fuerza Que hemos de volvernos luégo A entrar en Gavia ántes que En Gavia nos echen ménos. ALCUZC. Sempre á te servir me obligo; Y aunque con tal prisa vengo Que áun no me diste lugar De dejalde en mi aposento Este alforja, sin menear Aquí haliar en este puesto. D. ÁLV. Si de aquí faltas, la vida Te he de quitar, vive el cielo. _(Sale Doña Clara por un postigo.)_ D.ª CLAR. ¿Eres tú? D. ÁLV. Pues ¿quién pudiera Ser tan fïel? D.ª CLAR. Entra presto; No acierten á conocerte, Si en el muro te detengo. _(Vanse.)_ ESCENA XIV. ALCUZCUZ; _despues_, SOLDADOS. ALCUZC. ¡Vive Alá, que me dormir! Pesado estar, sonior suenio. No haber oficio tan malo Como el de ser alcahuetos, Porque todos los oficios Trabajar para sí mesmos, É alcahueto para el otros.-- Jó, yegua.--A mi cuento vuelvo; Que vencer el suenio así. Tal vez se hacer zapatero Zapatos, tal vez se hacer El sastre el vestido nuevo, El cocinero probar Si estar el guisado bueno, Hacer el pastel hechizo É comerle el pastelero: En fin, alcahueto sólo No es para sí de provecho, Pues ni calzar lo que cose Ni probar lo que está haciendo. Jó...--¡Que se tomó ¡ay de mé! El yegua, é se me ir corriendo! _(Éntrase corriendo, y dice dentro.)_ Jó, yegua, detente é hacer Esto que te estar pidiendo; Que yo hacer por tí otra cosa Que me pedir tú. No puedo Alcanzar...--¡Ay, Alcuzcuz! _(Sale.)_ ¡Muy buena hacienda haber hecho! ¿En qué volverse mi amo? Que él me ha de matar, ser cierto, Pues ser forzoso que á Gavia No poder liegar á tiempo. Hé aquí que sale é decir: «Dar el yegua.--No le tengo.-- ¿Qué le hacer?--Fuéseme el yegua.-- ¿Por dónde?--Por esos cerros.-- Mataréte.» ¡Zas!... é dame Con el daga por el pecho. Pues si habemos de morer, Alcuzcuz, con el acero, Y hay mortes en que escoger, Murámonos de voneno; Que es morte mas dolce. Vaya, Pus que ya el vida aborrezco. _(Saca una bota de la alforja, y bebe.)_ Mejor ser morer así, Pues no morer por el ménos Bañado un hombre en su sangre: ¿Cómo estar? Bueno me siento: No ser el voneno fuerte; E si es que morer pretendo, Más voneno es menester: _(Bebe.)_ No ser frio, á lo que bebo, El voneno, ser caliente: Sí, pues arder acá dentro. Más voneno es menester; _(Bebe.)_ Que muy poco á poco muero. Ya parece que se enoja, Pues que ya va haciendo efecto; Que los ojos se me turbian E se me traba el cerebro, El lengua ponerse gorda E saber el boca á herro. Ya que muero, no dejar _(Bebe.)_ Para otro matar voneno, Será piedad. ¿Dónde estar Me boca, que no la encuentro? _(Cajas dentro.)_ SOLDADS. _(Dentro.)_ Centinelas de Galera, Al arma. ALCUZC. ¿Qué ser aquesto? Mas si relámpagos hay, ¿Quién duda que ha de haber truenos? ESCENA XV. DON ÁLVARO Y DOÑA CLARA, _asustados_.--ALCUZCUZ. D.ª CLAR. Las centinelas, señor, Hacen de las torres fuego. D. ÁLV. Sin duda el campo cristiano En el nocturno silencio Amparado de las sombras, Sobre Galera se ha puesto. D.ª CLAR. Véte, señor; que ya ves Todo el castillo revuelto. D. ÁLV. ¿Y será gloriosa accion Que digan de mí que dejo Sitiada á mi dama... D.ª CLAR. ¡Ay triste! D. ÁLV. Y que las espaldas vuelvo? D.ª CLAR. Sí, que en defender á Gavia Está tu honor de por medio, Y quizá han ido sobre ella: Tambien es de advertir esto. D. ÁLV. ¿Quién vió mayor confusion Que yo en un punto padezco? Mi honor y mi amor están Dándome voces á un tiempo. D.ª CLAR. Responde á las de tu honor. D. ÁLV. Antes responder pretendo A las dos. D.ª CLAR. ¿De qué manera? D. ÁLV. En llevarte me resuelvo Conmigo; que si en dejarte Y en no dejarte me pierdo, Corra mi honor y mi amor Una fortuna y un riesgo. Vénte conmigo: una yegua, Veloz injuria del viento, Nos llevará. D.ª CLAR. Con mi esposo Voy: nada aventuro en esto. Tuya soy. D. ÁLV. ¡Hola, Alcuzcuz! ALCUZC. ¿Quién llama? D. ÁLV. Yo soy, trae presto La yegua. ALCUZC. ¿El yegua? D. ÁLV. ¿Qué aguardas? ALCUZC. Aguardo el yegua, que luégo Me decir que volvería. D. ÁLV. Pues ¿dónde está? ALCUZC. Fuése huyendo; Mas yegua es de su palabra, E volver luego al momento. D. ÁLV. ¡Viven los cielos, traidor!... ALCUZC. No tocar á mé, teneros, Porque estar avonenado, E matar con el aliento. D. ÁLV. Que tengo de darte muerte. D.ª CLAR. Detente. ¡Ay de mí! _(Va á detenerle, y se hiere la mano.)_ D. ÁLV. ¿Qué es eso? D.ª CLAR. Por detenerte, la mano Me corté con el acero. D. ÁLV. Cueste esa sangre una vida. D.ª CLAR. Pues por la mia te ruego Que no le mates. D. ÁLV. ¿Qué en mí No podrá ese juramento? ¿Es mucha la sangre? D.ª CLAR. No. D. ÁLV. Apriétate á ella ese lienzo. D.ª CLAR. Y pues ves que no es posible Seguirte ya, véte presto: Que no siéndolo en un dia Ganar la villa, yo ofrezco Irme mañana contigo, Pues nos queda el paso abierto Siempre por aquesta parte. D. ÁLV. Con esa esperanza acepto El partido. D.ª CLAR. Alá te guarde. D. ÁLV. ¿Para qué, si yo aborrezco Vivir ya? ALCUZC. Pues aquí haber Para la perder remedio: Que á mí me sobrar un poco De dolcísimo voneno. D.ª CLAR. Véte pues. D. ÁLV. ¡Qué triste voy! D.ª CLAR. Y yo ¡qué afligida quedo! D. ÁLV. Por saber qué opuesta estrella... D.ª CLAR. Por saber qué hado severo... D. ÁLV. Es este que entre mi amor... D.ª CLAR. Es el que entre mis deseos... D. ÁLV. Siempre se pone... D.ª CLAR. Está siempre... D. ÁLV. A mis desdichas atento. D.ª CLAR. Puesto que un arma cristiana Nos estorba por momentos. ALCUZC. ¿Esto es dormer ó morer? Mas todo diz que es el mesmo, Y ser verdad, pues no sé Si me muero ó si me duermo. JORNADA TERCERA. _Cercanías de Galera._ ESCENA PRIMERA. DON ÁLVARO, _sin ver á_ ALCUZCUZ, _que está durmiendo en el suelo_. D. ÁLV. Noche pálida y fria, A tu silencio dignamente fia Mi esperanza su empleo, Mi amor su dicha, mi alma su trofeo; Pues en tí (aunque á pesar de tanta estrella) Dará más noble luz Maleca bella, Cuando redes y lazos Robada finja entre mil dulces brazos. En alas del cuidado, Como á un cuarto de legua ya he llegado De Galera. Esta parte Donde naturaleza obró sin arte Cerrados laberintos De hojas, ni bien confusos ni distintos, Nocturno albergue sea Del caballo; y pues nadie hay que me vea, Quede á ese tronco atado, Más seguro á las riendas hoy fiado Un bruto, que al cuidado ayer de un hombre, _(Tropieza en Alcuzcuz.)_ Que... Mas no hay accidente que no asombre Un pecho enamorado. Si bien este accidente Con justa causa mi valor le siente, Pues cuando al muro ya á acercarme empiezo, Todo cuanto hoy he visto, todo cuanto He hallado, es asombro, horror y espanto. ¡Ay infelice, ay triste, Oh tú, que monumento el monte hiciste! Mas no... ¡Ay dichoso, oh tú, que con la muerte Mejoraste las ánsias de tu suerte! ¡Con qué de sombras lucho! _(Despierta Alcuzcuz.)_ ALCUZC. ¿Quién es que me pisar? D. ÁLV. ¡Qué veo! ¡Qué escucho! ¿Quién va? ¿Quién es? ALCUZC. Alcuzcuz, Que aquí esperar le mandaste Con el yegua, y aquí estar, Sin que me haber visto nadie. Si haber de volver á Gavio Hoy, ¿cómo salir tan tarde? Mas siempre haber al partirse Gran perecilia entre amantes. D. ÁLV. Alcuzcuz, ¿qué haces aquí? ALCUZC. ¿Cómo preguntar qué haces A Alcuzcuz, si te esperar Desde que por porta entraste Del muro á ver á Maleca? D. ÁLV. ¿Quién vió cosa semejante? Pues ¿desde anoche, que fué Eso, estás aquí? ALCUZC. ¿Qué hablalde Desde anoche, si no haber Que me dormir un instante Con un mal voneno que Tomar porque me matase, De miedo de que la yegua Ir por esos andurriales? Mas pues ya es el yegua vuelta Y voneno no matarme (Que Alá mejorar el horas), Vamos pues. D. ÁLV. ¡Qué disparates! Tú estabas borracho anoche. ALCUZC. Si hay vonenos que emborrachen, Sí estar... y creerlo ahora En que el boca á hierro sabe, Estar el lengua é los labios Secos como pedernales, Ser de yesca el paladar, Saberme todo á venagre. D. ÁLV. Véte de aquí; que no es bien Que ya otra vez me embaraces La dicha, pues por tí anoche Perdí la ocasion más grande; Y no quiero que por tí Aquesta tambien me falte. ALCUZC. No tener el culpa, Zara Sí, porque ella asegorarme Que era voneno, é beberle Por morirme. _(Ruido dentro.)_ D. ÁLV. Hácia esta parte Siento gente. Entre estas ramas Esperemos á que pasen. _(Vanse.)_ ESCENA II. GARCÉS, SOLDADOS. GARCÉS. Esta de la mina es La boca que al muro sale: Llegad, llegad con silencio, Pues no nos ha visto nadie. Ya está dada fuego, y ya Esperamos por instantes Que reviente el monte, dando Nubes de pólvora al aire. En volándose la mina, Ninguno un minuto aguarde, Sino á ir á ocupar el puesto Que ella nos desocupare, Procurando mantenerle Hasta llegar lo restante De la gente que emboscada En esa espesura yace. _(Vanse.)_ ESCENA III. DON ÁLVARO, ALCUZCUZ; _despues_, MORISCOS Y DON LOPE. D. ÁLV. ¿Oiste algo? ALCUZC. Nada oir. D. ÁLV. ¿Quién duda que es ronda que ande Corriendo el monte? Por eso Puse cuidado en guardarme. ¿Fuéronse? ALCUZC. ¿Ya no lo ves? D. ÁLV. Ya es bien al muro acercarme.-- _(Disparan dentro.)_ Mas ¿qué es esto? ALCUZC. No haber boca Que más claramente hable Que la boca de una pieza, Aunque se ignora el lenguaje. _(Explosion de una mina.)_ MORISCS. _(Dentro.)_ ¡Valedme, cielos! ALCUZC. ¡Valedme, Mahoma! así Alá te guarde. D. ÁLV. Parece que se desquicia De sus ejes inmortales Todo el orbe de cristal, Todo el globo de diamante. D. LOPE. _(Dentro.)_ Ya voló la mina; todos A la batería que hace. _(Cajas.)_ D. ÁLV. ¿Qué Etnas, qué Mongibelos, Qué Vesubios, qué volcanes En su vientre concibieron Los montes, que así los paren? ALCUZC. ¿Qué monjiles, qué besugos, Qué leznas ni qué alacranes? Que todo ser humo y fuego. D. ÁLV. ¿Quién vió más terrible trance? En confusos laberintos De armas ya la villa arde, Y para abortar horrores, Víbora de alquitran y áspid De pólvora, hecha pedazos, Todas las entrañas abre. Estrago de España es este. Ni soy noble, pues, ni amante, Si á socorrer á mi dama Al fuego no me arrojare, Trepando al muro y rompiendo Sus almenas de diamante; Que como yo entre mis brazos A Maleca hermosa saque, Galera y el mundo todo Mas que se queme y se abrase. _(Vase.)_ ALCUZC. Ni ser amante ni noble, Si en confusion tan notable Quedar Zara. Mas ¿qué importa No ser yo noble ni amante? Hartos amantes y nobles Haber: y como escaparme Yo, que Zara y que Galera Mas que se queme y se abrase. _(Vase.)_ * * * * * _Ruinas de Galera._ ESCENA IV. DON JUAN DE MENDOZA, DON LOPE DE FIGUEROA, GARCÉS, SOLDADOS; _despues_, MALEC, MORISCOS Y DOÑA CLARA. D. LOPE. No quede persona á vida: Llévese á fuego y á sangre La villa. GARCÉS. A pegarla fuego Entraré. _(Vase.)_ SOLD. 1.º Yo á aprovecharme Del saco. _(Salen Malec y moriscos.)_ MALEC. Yo basto solo, Puesto por muro delante, A defenderla. _(Batalla.)_ MENDOZA. Señor, Este es Ladin el alcaide. D. LOPE. Ríndete ya. MALEC. ¿Qué es rendirme? D.ª CLAR. _(Dentro.)_ ¡Ladin, señor, dueño, padre! MALEC. _(Ap.)_ Maleca es: ¡oh quién pudiera Hoy dividirse en dos partes! D.ª CLAR. _(Dentro.)_ Que me da un cristiano muerte. MALEC. Pues á mí estotros me maten Sin defenderme, y á un tiempo Tu vida y mi vida acaben. D. LOPE. Muere, perro, y á Mahoma Da un recado de mi parte. _(Éntranse los cristianos, retirando á los moriscos.)_ ESCENA V. _Despues de haberse concluido la batalla dentro, salen_ SOLDADOS, GARCÉS, DON LOPE Y DON JUAN DE MENDOZA. SOLD. 1.º No se ha hecho presa tal De joyas y de diamantes. SOLD. 2.º Rico quedo desta vez. GARCÉS. Ninguna vida hoy se guarde Que á mi acero, por hermosa O por caduca, se escape: Sólo me falta de hallar Aquel morisquillo infame, Para volver bien vengado. D. LOPE. Pues toda Galera arde, Manda retirar la gente Antes que su incendio llame El socorro. MENDOZA. A retirar. Pase la palabra. SOLDADS. Pase. _(Vanse.)_ ESCENA VI. DON ÁLVARO; _despues_, DOÑA CLARA. D. ÁLV. Por entre montes de llamas, Entre piélagos de sangre, Tropezando en cuerpos muertos, Quiso mi amor que llegase, A la casa de Maleca, Estrago ya miserable, Pues del acero y del fuego Pavesa dos veces yace. ¡Ay esposa! presto yo Moriré, si llego tarde. ¿Dónde Maleca estará? Que ya no se mira á nadie. D.ª CLAR. _(Dentro.)_ ¡Ay de mí! D. ÁLV. Esta voz que el viento Lastimosamente esparce De mal pronunciadas quejas, De bien repetidos ayes, Es rayo que me penetra. ¿Quién vió desdicha más grande? A las luces que confusas Ya cebado el fuego hace, Miro una mujer que está Apagándolas con sangre... ¡Y es Maleca! ¡Oh santos cielos! O dadla vida ó matadme. _(Entra, y saca á Doña Clara, suelto el cabello, sangriento el rostro, y medio vestida.)_ D.ª CLAR. Soldado español, en quien Ni piedad ni rigor cabe: Piedad pues que ya me heriste, Rigor pues no me acabaste, Vuelve á mi pecho el acero: Mira que es rigor notable Que tus acciones no sean Ni rigores ni piedades. D. ÁLV. Deidad infeliz (que ya Hay infelices deidades, Pues de tí lo aprenden cuantas De humanas fortunas saben), El que en sus brazos te tiene, No solicita matarte; Que ántes quisiera su vida Dividir en dos mitades. D.ª CLAR. Bien dicen esas razones Que eres africano alarbe; Y si por mujer y triste, Dos veces puedo obligarte, Una fineza te deba. En Gavia está por alcaide El Tuzaní, esposo mio: Pártete luego á buscarle, Y este estrecho último abrazo Le llevarás de mi parte; Y dirásle que su esposa, Bañada en su propia sangre, A manos de un español, De sus joyas y diamantes Más que de honor ambicioso, Hoy muerta en Galera yace. D. ÁLV. El abrazo que me das, No, no es menester llevarle A tu esposo; que por ser Fin de tus felicidades, Él le sale á recibir; Que no hay desdicha que tarde. D.ª CLAR. Sola una voz ¡ay bien mio! Pudo nuevo aliento darme, Pudo hacer feliz mi muerte. Deja, deja que te abrace. Muera en tus brazos y muera... _(Espira.)_ D. ÁLV. ¡Oh cuánto, oh cuánto ignorante Es quien dice que el amor Hacer de dos vidas sabe Una vida! pues si fueran Esos milagros verdades, Ni tú murieras, ni yo Viviera; que en este instante, Muriendo yo y tú viviendo, Estuviéramos iguales. Cielos, que visteis mis penas, Montes, que mirais mis males, Vientos, que oís mis rigores, Llamas, que veis mis pesares, ¿Cómo todos permitís Que la mejor luz se apague, Que la mejor flor se os muera, Que el mejor suspiro os falte? Hombres que sabeis de amor, Advertirme en este lance, Decidme en esta desdicha, ¿Qué debe hacer un amante Que viniendo á ver su dama La noche que ha de lograrse Un amor de tantos dias, Bañada la halla en su sangre, Azucena guarnecida De más peligroso esmalte, Oro acrisolado al fuego Del más riguroso exámen? ¿Qué debe aquí hacer un triste Que el tálamo que esperarle Pudo, halla túmulo, donde La más adorada imágen, Que iba siguiendo deidad, Vino á conseguir cadáver? Mas no, no me respondais, No teneis que aconsejarme; Que si no obra por dolor Un hombre en sucesos tales, Mal obrará por consejo. ¡Oh montaña inexpugnable De la Alpujarra, oh teatro De la hazaña más cobarde, De la victoria más torpe, De la gloria más infame! ¡Oh nunca, oh nunca tus montes, Oh nunca, oh nunca tus valles Hubieran visto en su cumbre Hubieran visto en su márgen La más infeliz belleza! Mas ¿de qué sirve quejarme, Si las quejas, con ser quejas, Aun no son prendas del aire? ESCENA VII. DON FERNANDO VÁLOR, DOÑA ISABEL TUZANÍ, MORISCOS.--DON ÁLVARO; DOÑA CLARA, _muerta_. VÁLOR. Aunque con lenguas de fuego Galera en su ayuda llame, Tarde hemos llegado. D.ª ISAB. Y tanto, Que ya sus plazas y calles Son abrasadas cenizas, Que en llamas piramidales Se oponen á las estrellas. D. ÁLV. No os admire, no os espante Venir tan tarde vosotros, Si yo tambien vine tarde. VÁLOR. ¡Oh qué presagio tan triste! D.ª ISAB. ¡Qué asombro tan miserable! VÁLOR. ¿Qué es esto? D. ÁLV. Esta es la mayor Pena, este el dolor más grande, La desdicha más cruel, La desventura más grave; Que ver morir y morir Tan triste y tan lamentable- Mente lo que se ama, es La cifra de los pesares, El colmo de las desdichas Y el mayor mal de los males: Maleca ¡ay triste! mi esposa, Es (¡qué pena tan notable!) La que (¡qué dolor tan triste!) Pálida (¡qué duro trance!) Y sangrienta (¡qué cruel!) Estáis mirando delante. Aleve mano en su pecho Hizo herida penetrante Entre el fuego. ¿A quién no admira, A quién no asombra que apague Fuego á fuego, y que al acero Se dé á partido un diamante? Todos sois testigos, todos, Del más sacrílego ultraje, La más fiera accion, el más Triste horror, costoso exámen Del amor y la fortuna, Y así, desde aqueste instante Todos lo habeis de ser, todos, De la mayor, la más grande Y la más noble venganza Que en sus corónicas guarde La eternidad de los bronces, La duracion de los jaspes; Pues á esta beldad difunta, Flor truncada, rosa fácil, Que al fin maravilla muere Como maravilla nace, Hago juramento, hago Firme amoroso homenaje De vengar su muerte; y puesto Que Galera, á quien no en balde Dieron este nombre, ya Zozobrando sobre mares De púrpura que la anegan, De llamas que la combaten, Se va á pique despeñada Desde esta cumbre á ese valle; Pues ya de los españoles Apénas se escucha el parche, Y pues se van retirando, Yo iré siguiendo el alcance, Hasta que al mismo entre todos Homicida suyo halle: Vengaré, si no su muerte, A lo ménos mi coraje; Porque el fuego que lo ve, Porque el mundo que lo sabe, Porque el viento que lo escucha, La fortuna que lo hace, El cielo que lo permite, Hombres, fieras, peces, aves, Sol, luna, estrellas y flores, Agua, tierra, fuego, aire Sepan, conozcan, publiquen, Vean, adviertan, alcancen Que hay en un alarbe pecho, En un corazon alarbe Amor despues de la muerte, Porque áun ella no se alabe Que dividió su poder Los dos más firmes amantes. _(Vase.)_ VÁLOR. Detente, espera. D.ª ISAB. Primero Harás que un rayo se pare. VÁLOR. Retirad esa belleza Infeliz.--No os acobarde Ver que esa bárbara Troya Ese rústico homenaje Caiga en horror á la tierra, Vuele en cenizas al aire, Moriscos de la Alpujarra, Si para venganzas tales, Vuestro rey Abenhumeya No ciñe este acero en balde. _(Vase.)_ D.ª ISAB. _(Ap.)_ ¡Pluguiera el cielo sus montes, Que son soberbios Atlantes Del fuego que los consume, Del viento que los combate, Ya titubear se viesen, Ya caducar se mirasen, Porque dieran fin en ellos Tantas infelicidades! _(Vanse.)_ * * * * * _Campo inmediato á Berja._ ESCENA VIII. DON JUAN DE AUSTRIA, DON LOPE, DON JUAN DE MENDOZA, SOLDADOS. D. JUAN. Ya que rendida Galera En rüinas se eterniza, Y que en su propria ceniza Es el fénix y la hoguera; Ya que del ardiente esfera, Entre el escándalo sumo, Un fragmento la presumo Adonde voraz y ciego Es el Minotauro el fuego Y es el laberinto el humo; No tenemos que esperar, Sino ántes que la aurora Cuaje las perlas que llora Sobre la espuma del mar, Empiece el campo á marchar A Berja; que mi atrevido Corazon, nunca vencido, Descanso no ha de tener Hasta á Abenhumeya ver A mis piés muerto ó vencido. D. LOPE. Si quieres, señor, que hagamos De Berja lo que hemos hecho De Galera, satisfecho Estás de tus armas: vamos. Pero si el órden miramos Del Rey, no fué su intencion Destruir gentes que son Sus vasallos, sino dar Escarmientos, y templar El castigo y el perdon. MENDOZA. Yo lo que Don Lope digo: Piadoso y cruel te crean, Y la cara al perdon vean, Pues vieron la del castigo. Sea su perdon testigo De tus piedades, señor: Témplese ya tu rigor, Pues más se suelen mostrar El valor en perdonar, Porque el matar no es valor. D. JUAN. Mi hermano (es verdad) me envía A que esto apacigüe yo; Mas rogar sin armas, no Sabe la cólera mia. Pero ya que de mí fia Castigo y perdon, me obligo A que el mundo sea testigo Que uso en cualquiera ocasion Con las armas del perdon, Con los ruegos del castigo.-- Don Juan... MENDOZA. Señor... D. JUAN. Vos iréis A Berja, donde está hoy Válor, y que á Berja voy, De mi parte le diréis. Público el perdon le haréis Y el castigo, y con igual Providencia al bien y al mal, Le diréis que si rendido Se quiere dar á partido, Daré perdon general A todos los rebelados, Con que vuelvan á vivir Con nosotros y asistir En sus oficios y estados; Que de los daños pasados Hoy mi justicia severa Más satisfaccion no espera; Que se rinda al fin, porqué, Si no, á Berja soplaré Las cenizas de Galera. MENDOZA. A servirte voy. _(Vase.)_ ESCENA IX. DON JUAN DE AUSTRIA, DON LOPE, SOLDADOS. D. LOPE. No ha habido Saco jamás que haya dado Más provecho: no hay soldado Que rico no haya venido. D. JUAN. ¿Tanto tesoro escondido Dentro de Galera habia? D. LOPE. Dígatelo la alegría De tus soldados. D. JUAN. Yo quiero, Porque presentar espero A mi hermana y reina mia Desta guerra los trofeos, A los soldados feriar Cuanto fuere de enviar. D. LOPE. Con esos mismos deseos Hice yo algunos empleos, Y esta sarta que he comprado A un hombre que la ha ganado, Te ofrezco por la mejor Joya para dar, señor. D. JUAN. Buena es; y no es excusado Tomarla, por no excusar Lo que me habeis de pedir. Enséñeos yo á recibir, Pues vos me enseñais á dar. D. LOPE. El precio es más singular Que os sirvais della y de mí. ESCENA X. DON ÁLVARO, ALCUZCUZ.--DICHOS. D. ÁLV. _(Sin ver á Don Juan.)_ Hoy, Alcuzcuz, sólo á tí Quiero, en la empresa que sigo, Por compañero y amigo. ALCUZC. Muy bien te fiar de mí; Aunque tu esfuerzo, no sé Qué ser lo que acá procura. _(Ap. á Don Álvaro.)_ Mas quedo; que éste es su Altura. D. ÁLV. ¿Aqueste es Don Juan? ALCUZC. Sí á fe. D. ÁLV. Con atencion le veré, Por su fama y su opinion. D. JUAN. ¡Qué iguales las perlas son! D. ÁLV. _(Ap.)_ Y ya, aunque yo no quisiera Con atencion verle, fuera Precisa en mí la atencion. Aquella sarta ¡ay de mí! Que en su mano ¡ay alma! ves, Bien la he conocido, es La que yo á Maleca di. D. JUAN. Vamos, Don Lope, de aquí. ¡Qué admirado este soldado De mirarme se ha quedado! D. LOPE. Pues ¿quién, señor, no se admira, Cada vez que el rostro os mira? _(Vanse Don Juan, Don Lope y soldados.)_ ESCENA XI. DON ÁLVARO, ALCUZCUZ. D. ÁLV. Suspenso y mudo he quedado. ALCUZC. Ya, señor, que solo estás, ¿Por qué has bajado, decir, De la Alpujarra, y venir Aquí? D. ÁLV. Presto lo sabrás. ALCUZC. Mé no querer saber más De que hasta aquí haber venido, Para ser arrepentido De seguirte. D. ÁLV. Pues ¿por qué? ALCUZC. Escuchar, é lo diré. Mé, sonior, cativo he sido De un cristianilio soldado, Que si en el campo me ver, Matar. D. ÁLV. ¿Cómo puede ser, Si vienes tan disfrazado, Conocerte? Y pues mudado El traje los dos traemos, Pasar entre ellos podemos, Sin sospecha averiguada, Por cristianos, pues en nada Ya moriscos parecemos. ALCUZC. Tú, que bien el lengua hablar, Tú, que cativo no ser, Tú, que español parecer, Seguro poder pasar; Mé, que no sé pernunciar, Mé, que preso haber estado, Mé, que este traje no he usado, ¿Cómo excusar el castigo? D. ÁLV. Hablando solo conmigo, Pues, en fin, en un criado Ninguno reparará. ALCUZC. ¿E si álguien quiere saber De mé algo? D. ÁLV. No responder. ALCUZC. ¿Quién no responder podrá? D. ÁLV. Quien mire cuánto le va. ALCUZC. Mahoma solamente pudo Hacerme por fuerza mudo, Siendo tan grande hablador. D. ÁLV. Necios extremos de amor, No dudo ¡ay de mí! no dudo Que acuseis mi atrevimiento, Pues idólatra gentil De un sol puesto, en treinta mil Un soldado hallar intento A quien sigo por el viento, Pues ni señas ni razon Traigo dél; mas confusion Por admiracion me das: ¿Qué importa un prodigio más, Adonde tantos lo son? Bien sé, bien, que no es posible Hallar mi venganza, no; Mas ¿qué hiciera yo, si yo No intentara lo imposible? Pero aunque bien infalible Ví la primer seña, en vano La creo, porque está llano Que es quien es, y es cosa clara Que un noble no ensangrentara En una mujer la mano; Porque valor no asegura, Porque no arguye nobleza, Quien no admira una belleza, Quien no adora una hermosura, Que en sí misma está segura: Luego no es suyo el rigor. Mienten sus señas, amor, Tus indicios han mentido; Que otro ha sido, que otro ha sido El vil, el fiero, el traidor. ALCUZC. ¿Ser eso á qué haber venido? D. ÁLV. Sí. ALCUZC. Pues presto nos volver, Porque ¿cómo puede ser Sin haberle conocido, · · · · · · · · · · ·[18] Hallarle? [18] Desde la escena VIII hasta el verso _El vil, el fiero, el traidor_, está el diálogo escrito en décimas; desde dicho verso hasta el de _A tí no te toca más_, hay nueve, que parecen de una décima incompleta, á no ser que CALDERON hubiese querido terminar este trozo de versificacion aconsonantada con una redondilla y una quintilla. Para el sentido nada se echa de ménos. D. ÁLV. Cuando el efeto No alcance, me lo prometo. ALCUZC. Esas el cartas serán De «En la corte á mi hijo Juan, Que andar vestido de prieto.» D. ÁLV. A tí no te toca más... ALCUZC. Ya saber, que hablar por señas En álguien viniendo. D. ÁLV. Sí. ALCUZC. Ponga Alá tiento en mi lengua. ESCENA XII. SOLDADOS.--DICHOS. SOLD. 1.º La ganancia está partida Bien así, pues el que juega, Aunque vaya por dos, siempre Algo de ribete lleva. SOLD. 2.º ¿Por qué no ha de ser igual La ganancia, si lo fuera La pérdida? SOLD. 3.º Eso sí que es justo. SOLD. 1.º Mirad; yo nunca quisiera Tener con mis camaradas Por intereses pendencias: Haya solamente un hombre Que diga que es razon esa, Y yo no hablaré palabra. SOLD. 2.º ¿Mas que lo dice cualquiera? ¡Ah soldado!... ALCUZC. _(Ap.)_ ¡A mé decir, E no responder! ¡Paciencia! SOLD. 2.º ¿No respondeis? ALCUZC. Ha, ha, ha. SOLD. 3.º Mudo es. ALCUZC. _(Ap.)_ ¡Si bien lo supieran! D. ÁLV. (_Ap._ Este ha de echarme á perder Si yo no salgo á la enmienda. Divertirlo importa.) Hidalgos, Perdonad, por vida vuestra, Si no entiende ese criado Lo que le mandais, pues muestra Bien que es mudo. ALCUZC. _(Ap.)_ No ser mudo; Mas ser en casion como esta Pique, repique y capote, Pues que no tiene respuesta. SOLD. 2.º Lo que decirle queria, Ha sido suerte que pueda Mejorarse en vos, que es duda. D. ÁLV. Yo holgara satisfacerla. SOLD. 1.º Yo he ganado por los dos Entre el dinero una prenda, Que es este Cupido... D. ÁLV. _(Ap.)_ ¡Ay triste! SOLD. 1.º De diamantes. D. ÁLV. _(Ap.)_ ¡Ay Maleca! Las joyas son de tu bodas Despojos de tus exequias. ¿Cómo he de vengarla, cómo, Si van tomando las señas Los extremos, pues alcanza Desde un soldado á una Alteza? SOLD. 1.º Al partir, pues, la ganancia, Le doy el Cupido en cuenta En lo que yo le gané; Dice él que no quiere prendas: Mirad si habiendo ganado Yo, no es justo que prefiera En la particion. D. ÁLV. Yo quiero Componer la diferencia, Ya que he llegado á ocasion, Dando el dinero por ella En que estuviere jugada; Pero con una advertencia, Que he de saber yo primero Quién la trajo, porque sea Segura. SOLD. 2.º Seguras son Todas cuantas hoy se juegan; Porque todo se ha ganado En el saco de Galera A esos perros. D. ÁLV. _(Ap.)_ ¡Que yo, cielos, Tal escuche y tal consienta! ALCUZC. _(Ap.)_ ¡Qué mé, ya que no matar, No poderle hablar siquiera! SOLD. 1.º Yo os pondré con quien la trajo; Que él me contó aquí por señas, Que entre sus joyas quitado La habia á una morisca bella, A quien dió muerte. D. ÁLV. _(Ap.)_ ¡Ay de mí! SOLD. 1.º Venid: de su boca mesma Lo oiréis. D. ÁLV. (_Ap._ No oiré; que primero, Como una vez quién es sepa, Le mataré á puñaladas.) Vamos. _(Vanse.)_ * * * * * _Vista exterior de un cuerpo de guardia._ ESCENA XIII. SOLDADOS; _y luego_, GARCÉS, DON ÁLVARO Y ALCUZCUZ. SOLDADS. _(Dentro.)_ Deténganse. OTROS. _(Dentro.)_ Afuera. _(Riñen dentro.)_ UN SOLD. _(Dentro.)_ Tengo de darle la muerte, Aunque el mundo lo defienda. OTRO. Con nuestro enemigo es. OTRO. Pues, amigo, muera, muera. GARCÉS. _(Dentro.)_ Si yo estoy solo ¿qué importa Que todos contra mí sean? _(Salen riñendo Garcés y soldados, y deteniéndolos Don Álvaro; detras Alcuzcuz.)_ D. ÁLV. Tantos á uno, soldados, Es infamia y es bajeza. Deténganse, ó haré yo, Vive Dios, que se detengan. ALCUZC. _(Ap.)_ ¡A bonas cosas venir, A no hablar, é á ver pendencias! UN SOLD. Muerto soy. _(Cae dentro.)_ ESCENA XIV. DON LOPE, SOLDADOS.--DICHOS. D. LOPE. ¿Qué es esto? UN SOLD. Muerto Está: huyamos, no nos prendan. _(Huyen todos los que reñian.)_ GARCÉS. _(A Don Álvaro.)_ La vida os debo, soldado: Yo, yo os pagaré la deuda. _(Vase.)_ D. LOPE. Detenéos. D. ÁLV. Ya lo estoy. D. LOPE. De los dos las armas vengan: Quitadle la espada. D. ÁLV. (_Ap._ ¡Ay cielo!) Mire Usiría y advierta Que á poner paz la saqué, Sin ser mia la pendencia. D. LOPE. Yo sólo sé que en el cuerpo De guardia os hallo, con ella Desnuda y un hombre muerto. D. ÁLV. _(Ap.)_ Imposible es mi defensa. ¿A quién habrá sucedido Que á matar á un hombre venga, Y por darle vida á otro, En tal peligro se vea? D. LOPE. Y vos, ¿no dais esa espada? ¡Bueno! ¿hablador sois de señas? Pues yo os he visto otra vez Hablar, si bien se me acuerda. En ese cuerpo de guardia Presos aquestos dos tengan, Miéntras sigo á los demas. ALCUZC. _(Ap.)_ Dos cosas me daban pena, Pendencia, é caliar; ya ser Tres, si bien hacer el cuenta. Una, dos, tres: sí, tres ser, Prision, caliar é pendencia. _(Llévanlos.)_ ESCENA XV. DON JUAN DE AUSTRIA.--DON LOPE; _despues_, DON JUAN DE MENDOZA. D. JUAN. ¿Qué ha sido aquesto, Don Lope? D. LOPE. Fué, señor, una pendencia En que un hombre muerto ha habido. D. JUAN. Pues si cosas como esas No se castigan, habrá Cada dia mil tragedias; Mas usarse ha con templanza De la justicia. _(Sale Don Juan de Mendoza.)_ MENDOZA. Tu Alteza Me dé sus piés. D. JUAN. ¿Qué hay, Mendoza? ¿Qué responde Abenhumeya? MENDOZA. Sorda trompeta de paz Toqué á la vista de Berja, Y muda bandera blanca Me respondió á la trompeta. Entré con seguro dentro, Llegué al dosel ó á la esfera De Abenhumeya... Bien dije, Si estaba con él la bella Doña Isabel Tuzaní, Que hoy es Lidora, y su reina. A la usanza de su ley En una almohada me sienta, Gozando de embajador En todo la prêminencia, (_Ap._ ¡Ay, amor, qué neciamente Dormidos gustos despiertas!) Y él de rey la autoridad. Dí tu embajada; y apénas Se divulgó que hoy á todos Dabas perdon, cuando empiezan Por las plazas y las calles, A hacer alegrías y fiestas. Pero Abenhumeya, hijo Del valor y la soberbia, Encendido en saña, viendo Cuánto alborota y altera A sus gentes el perdon, Esto me dió por respuesta: «Yo soy rey de la Alpujarra; Y aunque es provincia pequeña, A mi valor, presto España Se verá á mis plantas puesta. Si no quieres ver su muerte, Díle á Don Juan que se vuelva, Y si algun baharí morisco Gozar dese indulto piensa, Llevátele tú contigo A que sirva en esa guerra A Felipe, porque así Haya ese más á quien venza.» Con esto me despidió, Dejando ya en arma puesta La Alpujarra, porque toda, Ya civiles bandos hecha, Unos «España» apellidan, Otros «Africa» vocean; De suerte que su mayor Ruina, que su mayor guerra Hoy, parciales y divisos, Tienen dentro de sus puertas. D. JUAN. Nunca tiene más asiento, Más duracion ni más fuerza Un rey tirano, porque Los primeros que le alientan Al principio, son al fin Los primeros que le dejan, Quizá bañado en su sangre. Y pues hoy desa manera La Alpujarra está, ántes que ellos Víboras humanas sean Que se dén muerte á sí mismos, Marche el campo todo á Berja, Y venzámoslos nosotros Primero que ellos se venzan: No hagamos suya la hazaña, Si hacerla podemos nuestra. _(Vanse.)_ * * * * * _Prision en el cuerpo de guardia._ ESCENA XVI. ALCUZCUZ Y DON ÁLVARO, _con las manos atadas_. ALCUZC. El rato que estar aquí Solos los dos é poder Hablar, quijera saber, Sonior Tozaní, de tí, Ya que Alpojarra dejar E á aquesta terra venir, Si fué á matar, ó á morir. D. ÁLV. A morir, y no á matar. ALCUZC. Quien poner en paz pendencia, El peor parte ha lievado. D. ÁLV. Como yo no era culpado, No me puse en resistencia; Que este corazon gentil Puesto en defensa, mil presto Me dejaran. ALCUZC. Con todo esto, Yo me atener á los mil. D. ÁLV. En fin, ¿yo dejé de ver Al que infame se alabó De que las joyas quitó, Dando muerte á una mujer? ALCUZC. No ser eso lo peor, Si no estar mandados ya Confesar. Mas ¿qué será Ver venir al confesor, Creyendo crestianos ser? D. ÁLV. Ya que todo lo he perdido, Me he de vender bien vendido. ALCUZC. Pues ¿qué pensar ahora hacer? D. ÁLV. Con un puñal que escondido En la cinta me quedó, Que siempre debajo yo De la casaca he traido, Dar á esa posta la muerte. ALCUZC. ¿Con qué manos? D. ÁLV. ¿No podrás Con los dientes por detras Romper ese lazo fuerte? ALCUZC. Por detras... y dientes... no Estar muy limpia la traza. D. ÁLV. Llega, rompe ó desenlaza El cordel... ALCUZC. Sí haré. D. ÁLV. Que yo Veré si te ven. ALCUZC. _(Desátale.)_ Ya estar: Romper tú el mio. D. ÁLV. No puedo; Que entra gente. ALCUZC. Así me quedo Con cordel y sin hablar. _(Retiránse.)_ ESCENA XVII. UN SOLDADO, _que hace la posta_; GARCÉS, _con prisiones_.--DICHOS. SOLDADO. _(A Garcés.)_ Aquel vuestro camarada Y un criado suyo mudo, Que animoso sacar pudo A vuestro lado la espada, Son los que veis. GARCÉS. Aunque es fuerza Sentir que me hayan prendido Tantos como me han seguido, En una parte me esfuerza A no sentirlo el librar A quien la vida me dió, Pues en su descargo yo Me tengo de declarar. Vos á Don Juan mi señor De Mendoza le decí Cómo preso quedo aquí: Que merced me haga y favor De verme, para que pida Mi vida al señor Don Juan, Pues mis servicios serán Los méritos de mi vida. SOLDADO. Yo le diré que aquí os vea, En acabando de hacer La posta. D. ÁLV. _(Ap. á Alcuzcuz.)_ Tú puedes ver, Como al descuido, quién sea El que con la posta ha entrado En la prision. ALCUZC. Sí veré.-- ¡Ay de mí! _(Repara en Garcés.)_ D. ÁLV. ¿Que tienes? ALCUZC. ¿Qué? El haber aquí llegado... D. ÁLV. Prosigue. ALCUZC. Estar de horror lleno. D. ÁLV. Habla. ALCUZC. De temor no vivo. D. ÁLV. Di. ALCUZC. Ser de quien fuí cautivo, Ser á quien corrí el vonero. Sin duda saber que aquí Estar... Mas por sí ó por nó, El cara guardaré yo, Para que no me vea, así. _(Échase como que quiere dormir.)_ GARCÉS. _(Á Don Álvaro.)_ Puesto que sin conoceros Ni haberos servido en nada, Me dió vida vuestra espada, Bien crêreis que siento el veros Desa suerte. Si pudiera Tener mi prision consuelo, El libraros, vive el cielo, Sólo mi consuelo fuera. D. ÁLV. Guardeos Dios. ALCUZC. _(Ap.)_ ¿Preso venir Y el de la pendencia ser? Sí que entónces no le ver Con la prisa del reñir. GARCÉS. En fin, hidalgo, no os dé Cuidado vuestra prision; Que yo por la obligacion En que entónces os quedé, La vida pondré, primero Que vos, siendo mia, pagueis La culpa que no teneis. D. ÁLV. De vuestro valor lo espero; Si bien mi prision no ha sido Lo que más siento, por Dios, Sino que perdí por vos La ocasion que me ha traido A esta tierra. SOLDADO. No teneis Que temer los dos morir, Pues siempre he oido decir, Y áun vosotros lo sabeis, Que si de una muerte son Dos los cómplices, no habiendo Más de una herida, y no siendo Caso pensado ó traicion, Uno muera solamente, Y que éste que muere sea El de la cara más fea. ALCUZC. _(Ap.)_ El que tal decir revente. SOLDADO. Y así, el tal mudo este dia, De todos tres, morirá. _(Vase.)_ ESCENA XVIII. DON ÁLVARO, GARCÉS, ALCUZCUZ. ALCUZC. _(Ap.)_ Claro estar, porque no habrá Cara peor que la mia En el mundo. GARCÉS. De vos creo Que aquesta merced me haréis, Ya que obligado me habeis. ALCUZC. _(Ap.)_ ¡Ley ser morir el más feo! GARCÉS. Sepa á quién debo el vivir. D. ÁLV. Yo no soy más que un soldado, Que aventurero he llegado... ALCUZC. _(Ap.)_ ¡Ley el más feo morir! D. ÁLV. Solamente con deseo De hallar á un hombre: esta ha sido La ocasion que me ha traido. ALCUZC. _(Ap.)_ ¡Ley ser morir el más feo! GARCÉS. Quizá yo os podré decir Dél. ¿Cómo se llama? D. ÁLV. No Lo sé. GARCÉS. ¿En qué tercio llegó A esta ocasion á servir? D. ÁLV. No lo sé. GARCÉS. ¿Qué señas tiene? D. ÁLV. No sé. GARCÉS. Pues bien le halleréis, Si su nombre no sabeis Ni señas, ni con quién viene. D. ÁLV. Pues sin saberle las señas, Nombre, ni con quién está, Le he tenido hallado ya. GARCÉS. No son enigmas pequeñas Las vuestras; pero no os dé Cuidado, pues en sabiendo Su Alteza este caso, entiendo Que me dé vida, porque Me tiene á mí obligacion Tan grande, que si no fuera Por mí, no entrara en Galera; Y esa perdida ocasion Hallar podremos los dos; Que de quien sois obligado, He de estar á vuestro lado Al bien y al mal, vive Dios. D. ÁLV. En efecto, ¿que vos fuisteis El que entraisteis en Galera? GARCÉS. ¡Pluguiera á Dios no lo fuera! D. ÁLV. ¿Por qué, si esa hazaña hicisteis? GARCÉS. Porque desde que yo en ella El primero puse el pié, No sé qué influjo, no sé Qué hado, qué rigor, qué estrella Me persigue, que no ha habido Cosa que á la suerte mia, Desde aquel infausto dia Mal no me haya sucedido. D. ÁLV. ¿De qué os nace ese recelo? GARCÉS. No sé sino es de que allí Muerte á una morisca dí, Y se ofendió todo el cielo, Porque su hermosura era Su traslado. D. ÁLV. ¿Tan hermosa Era? GARCÉS. Sí. D. ÁLV. (_Ap._ ¡Ay perdida esposa!) ¿Cómo fué? GARCÉS. Desta manera: Estando de posta un dia, Entre unas espesas ramas. Que á los lutos de la noche Iban pisando las faldas, Prendí á un morisco. No quiero (Que estas son cosas muy largas) Deciros que me engañó, Llevándome entre unas altas Peñas, adonde sus voces Convocaron la Alpujarra; Que huyendo dél, me escondí En una gruta; pues basta Decir que esta fué la mina, Que en una peña cavada, Monstruo fué que concibió Tanto fuego en sus entrañas. Yo fuí quien noticia della Traje al señor Don Juan de Austria, Y yo fuí quien al ingenio La noche estuve de guardia, Yo quien de la batería Mantuve siempre la entrada A la otra gente, y yo, en fin, Quien por medio de las llamas Penetré la villa, siendo Su racional salamandra, Hasta que llegué, pasando Globos de fuego, á una casa Fuerte, que sin duda era De la gente plaza de armas, Pues allí se avanzó toda.-- Pero parece que os cansa Mi relacion, y que no Teneis gusto en escucharla. D. ÁLV. No es sino que divertido Acá en mis penas estaba. Proseguid. GARCÉS. Llegué, en efecto, Lleno de cólera y rabia, A la casa de Malec (Que era en fin toda mi ánsia El palacio ó casa fuerte), Al tiempo que ya su alcázar Don Lope de Figueroa, Lustre y honor de su patria, Rendido tenía y sitiado Del fuego por partes várias, Y muerto al alcaide. Yo Que entre el aplauso buscaba El provecho, aunque mal juntos Provecho y honor se hallan, Ambiciosamente osado Discurrí todas las salas, Penetré todas las piezas, Hasta que llegué á una cuadra Pequeña, último retrete De la más bella africana Que vieron jamás mis ojos. ¡Ah! ¡quién supiera pintarla! Mas no es tiempo de pinturas. Confusa, al fin, y turbada De verme, como si fueran Las cortinas de una cama De una muralla cortinas, Detras se esconde y ampara.-- Pero con llanto en los ojos, Y sin color en la cara Os habeis quedado. D. ÁLV. Son Memorias de mis desgracias, Muy parecidas á esas. GARCÉS. Tened, tened confianza, Si es por la ocasion perdida: Quien no la busca, la halla. D. ÁLV. Decís verdad. Proseguid. GARCÉS. Entré tras ella, y estaba Tan alhajada de joyas, Tan guarnecida de galas, Que más parecia que amante Prevenia y esperaba Bodas que exequias. Yo viendo Tal belleza, quise darla La vida, como al rescate Saliese fiadora el alma. Apénas, pues, me atreví A asirla una mano blanca, Cuando me dijo: «Cristiano, Si es más ambicion que fama Mi muerte, pues con la sangre De una mujer más se mancha Que se acicala el acero, Estas joyas satisfagan Tu hidrópica sed, y deja Limpio el lecho, la fe intacta De un pecho, donde se encierran Misterios que áun él no alcanza.» --Llegué á los brazos... D. ÁLV. Espera: Escucha, detente, aguarda, No llegues á ellos.--¿Qué digo? Mis discursos me arrebatan La voz. Proseguid; que á mí Eso no me importa nada. (_Ap._ ¡Pluguiera á amor, pues más siento Ya el quererla que el matarla!) GARCÉS. Dió voces en la defensa De su vida y de su fama: Yo, viendo que ya acudia Otra gente, y que ya estaba Perdida la una vitoria, No quise perderlas ambas, Ni que los otros soldados Conmigo á la parte entraran; Y así, trocando el amor Entónces en la venganza (Que fácilmente al afecto De un extremo al otro pasa), Arrebatado no sé De qué furia, de qué saña Que me movió el brazo entónces (Aun repetido es infamia), O por quitarla una joya De diamantes y una sarta De perlas, dejando todo Un cielo de nieve y grana. La atravesé el pecho. D. ÁLV. ¿Fué Como ésta la puñalada? _(Saca un puñal y hiérele.)_ GARCÉS. ¡Ay de mí! ALCUZC. Aquesto estar hecho. D. ÁLV. Muere, traidor. GARCÉS. ¿Tú me matas? D. ÁLV. Sí, porque esa beldad muerta, Esa rosa deshojada, El alma fué de mi vida, Y hoy es vida de mi alma. Tú eres el que busco, tú Tras quien me trae mi esperanza A vengar á su hermosura. GARCÉS. ¡Ah, que me coges sin armas Y con traicion! D. ÁLV. Nunca consta De términos la venganza. Don Álvaro Tuzaní, Su esposo, es el que te mata. ALCUZC. Y yo ser, perro cristiano, Alcuzcuz, que en el pasada Ocasion lievar alforja. GARCÉS. ¿Para qué vida me dabas Si me habias de dar muerte?-- ¡Ah posta, posta de guardia! _(Muere.)_ ESCENA XIX. DON JUAN DE MENDOZA, SOLDADOS.--DON ÁLVARO, ALCUZCUZ; GARCÉS, _muerto_. MENDOZA. _(Dentro.)_ ¿Qué voces son estas? Abre La puerta; que Garcés llama, A quien yo vengo á buscar. _(Salen Don Juan de Mendoza y soldados.)_ ¿Qué es esto? _(Quita Don Álvaro la espada á un soldado.)_ D. ÁLV. Suelta esa espada. Señor Don Juan de Mendoza, Yo soy, si el verme os espanta, Tuzaní, á quien apellidan El rayo de la Alpujarra. A vengar vine la muerte De una beldad soberana; Que no ama quien no venga Injurias de lo que ama. Yo en otra prision á vos Os busqué, donde las armas Iguales los dos medimos, Cuerpo á cuerpo y cara á cara. Si en esta prision venís A buscarme vos, bastaba Venir solo, pues que sois Quien sois, que esto sólo basta. Pero si es que habeis venido Acaso, nobles desgracias Defiendan los hombres nobles: Hacedme esa puerta franca. MENDOZA. Yo me holgara, Tuzaní, Que en ocasion tan extraña Con reputacion pudiera Guardaros yo las espaldas; Mas ya veis que hacer no puedo Al servicio del Rey falta, Y es su servicio mataros Cuando en su ejército os hallan: Y así, he de ser el primero Que os mate. D. ÁLV. No importa nada Que la puerta me cerreis. Que yo la haré á cuchilladas... _(Acuchíllanse.)_ UN SOLD. Muerto soy. _(Huye, y cae dentro.)_ OTRO. De los abismos Es furia que se desata. D. ÁLV. Ahora vereis que soy El Tuzaní, á quien la fama Apellidará en sus triunfos El vengador de su dama. _(Huyen los soldados.)_ MENDOZA. Primero verás tu muerte. ALCUZC. Pregunto: el de mala cara ¿Es ley morir? ESCENA XX. DON JUAN DE AUSTRIA, DON LOPE, Y SOLDADOS.--DON ÁLVARO, DON JUAN DE MENDOZA, ALCUZCUZ; GARCÉS, _muerto_. D. LOPE. ¿Qué es aquesto? ¿Quién este alboroto causa? D. JUAN. Don Juan, ¿qué es esto? MENDOZA. Es, señor, Una cosa bien extraña. Es un morisco que viene Solo desde la Alpujarra A matar un hombre, que Dice que mató á su dama En el saco de Galera, Y le ha muerto á puñaladas. D. LOPE. ¿Tu dama habia muerto? D. ÁLV. Sí. D. LOPE. Bien hiciste.--Señor, manda Dejarle; que este delito Más es digno de alabanza Que de castigo; que tú Mataras á quien matara A tu dama, vive Dios, O no fueras Don Juan de Austria. MENDOZA. Mira que es el Tuzaní, Y que será de importancia Prenderle. D. JUAN. Date á prision. D. ÁLV. Aunque tu valor lo manda, No estoy dese parecer; Y por tu respeto basta Que la defensa que intento Sea volverte la espalda. _(Vase.)_ D. JUAN. Seguidle todos, seguidle. _(Entranse todos siguiendo á Don Álvaro.)_ * * * * * _Vista exterior de los muros de Berja._ ESCENA XXI. DOÑA ISABEL Y SOLDADOS MORISCOS _en el muro; despues_, DON ÁLVARO, DON JUAN DE AUSTRIA Y SOLDADOS. D.ª ISAB. Haz con esa seña blanca Llamada al campo cristiano. _(Sale Don Álvaro.)_ D. ÁLV. Entre picas y alabardas He rompido, hasta llegar A los piés desta montaña. UN SOLD. _(Dentro.)_ Antes que éntre en la espesura Un mosquete le dispara. D. ÁLV. Todos sois pocos: cercadme. MORISCO. A Berja subid. D.ª ISAB. Aguarda. ¡Tuzaní, señor! D. ÁLV. Lidora, Toda esa gente, esas armas Tras mí vienen. D.ª ISAB. Pues no temas. _(Vanse del muro ella y los moriscos.)_ D. JUAN. _(Dentro.)_ Tronco á tronco y rama á rama Talad el campo hasta hallarle. _(Salen Don Juan de Austria y soldados, y por otro lado Doña Isabel y moriscos.)_ D.ª ISAB. Generoso Don Juan de Austria, Hijo del águila hermosa Que al sol mira cara á cara, Todo ese monte que ves Rebelde á tus esperanzas, Una mujer, si la escuchas, Viene á ponerle á tus plantas. Doña Isabel Tuzaní Soy, que aquí tiranizada, Viví morisca en la voz Y católica en el alma. Mujer soy de Abenhumeya, Cuya muerte desdichada Ensangrentó su corona Con su sangre y con sus armas; Porque viendo los moriscos Que general perdon dabas, Trataron rendirse: tal Es de un vulgo la inconstancia, Que los designios de hoy Intentan borrar mañana. Y viendo que Abenhumeya Con valor les afeaba Su cobardía, al entrar La compañía de guardia, Su capitan le tomó Las puertas, y hasta la sala Del dosel, entró diciendo: «Date por el Rey de España. --¿Prenderme á mí?» dijo entónces, Y al ir á empuñar la espada, Diciendo á voces la gente: «¡Viva el sacro nombre de Austria!» Un soldado en la cabeza Empleó la partesana; Que como de la corona Juzgó vivir adornada, Fué capaz sujeto á un tiempo De la dicha y la desgracia. Cayó en la tierra, y cayeron Con él tantas esperanzas Como suspenso tenían El mundo con sus hazañas; Que al amago ántes que al golpe, Pudo titubear España. Si el venir, señor, adonde, Puesta á tus heróicas plantas Del valiente Abenhumeya La corona ensangrentada, Te merece un perdon, puesto Que hoy á los demas alcanza; Goce de su indulto el noble Tuzaní; que yo postrada A tus piés, más que el ser reina Estimara ser tu esclava. D. JUAN. Poco has pedido en albricias: Hermosa Isabel, levanta. Viva el Tuzaní, quedando La más amorosa hazaña Del mundo escrita en los bronces Del olvido y de la fama. D. ÁLV. Dame tus piés. ALCUZC. Y mé ¿estar Perdonado? D. JUAN. Sí. D. ÁLV. Aquí acaba _Amar despues de la muerte_ Y el sitio de la Alpujarra. ÍNDICE. Págs. El médico de su honra 1 A secreto agravio secreta venganza 113 El alcalde de Zalamea 215 El mayor monstruo los celos 323 Amar despues de la muerte 451 *** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK TEATRO SELECTO, TOMO 2 DE 4 *** Updated editions will replace the previous one—the old editions will be renamed. Creating the works from print editions not protected by U.S. copyright law means that no one owns a United States copyright in these works, so the Foundation (and you!) can copy and distribute it in the United States without permission and without paying copyright royalties. Special rules, set forth in the General Terms of Use part of this license, apply to copying and distributing Project Gutenberg™ electronic works to protect the PROJECT GUTENBERG™ concept and trademark. Project Gutenberg is a registered trademark, and may not be used if you charge for an eBook, except by following the terms of the trademark license, including paying royalties for use of the Project Gutenberg trademark. If you do not charge anything for copies of this eBook, complying with the trademark license is very easy. You may use this eBook for nearly any purpose such as creation of derivative works, reports, performances and research. 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